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TERCER CONGRESO NACIONAL DE SOCIOLOGIA

DEMOCRACIA, ECONOMIA NEOLIBERAL Y SOCIEDAD: EL PAPEL


DE LOS SUJETOS SOCIALES EN EL SALVADOR

PANEL FORO: DEMOCRACIA, NEOLIBERALISMO Y GLOBALIZACION

Proyectos históricos en el escenario del


Siglo XXI

AUTORES:

Lic. José Joaquín Aguilar


Sociólogo, Profesor Universitario del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad
Centroamericana, UCA, "José Simeón Cañas".

Lic. Rafael Paz Narváez


Sociólogo, Profesor Universitario de la Escuela de Ciencias Sociales Lic. Gerardo Iraheta Rosales, de la
Universidad de El Salvador, UES.

Julio de 2003

Ciudad Universitaria, San Salvador, El Salvador, C. A.


Proyectos históricos en el escenario del Siglo XXI
…el discurso neoliberal, si se quiere realmente entender, se
debe analizar como un discurso religioso: es dogmático y
simplista; tiene su santísima trinidad: crecimiento económico,
libre comercio y globalización; tiene su propio Vaticano, que es
el Fondo Monetario, el Banco Mundial y la Organización
Mundial de Comercio (OMC) que como Vaticano que se precie
es infalible, sabe mucho mejor que nosotros lo que es bueno
para nosotros y en aras de la salvación nuestra, lo impone…
Manfred Max-Neef, 2002

Por: Lic. José Joaquín Aguilar y Lic. Rafael Paz Narvaez

En un esfuerzo por reconocer las tendencias históricas centrales para el


porvenir inmediato, el interés fundamental de esta ponencia es delinear a
grandes rasgos el escenario del siglo XXI, en el que se debaten, tanto
teórica como prácticamente, tres proyectos de sociedad global, los que
sintetizan intereses, aspiraciones e imaginario de amplios sectores de la
humanidad.

En este sentido, interesa estudiar, a grandes rasgos, en sus aspectos


económicos y políticos, tres proyectos globales de sociedad: el neoliberal,
el neokeynesiano y el solidario.

Se define que proyecto, como concepto interpretativo, supone una praxis


en la historia, que reúne metas, objetivos y estrategias concretas para
animar y movilizar a contingentes humanos con intereses materiales e
ideológicos particulares. Cada proyecto histórico supone un conjunto de
creencias y valores compartidos por grandes grupos de personas, con lo
cual, contribuye a que surja un modo de organizar las emocionalidades y
las racionalidades que orientan a las personas en sus prácticas política,
económica, cotidiana o de otra índole.

De igual forma un proyecto siempre se construye en contraposición a otro


proyecto por lo que en la mayoría de ocasiones la persuasión que hace de
la razón, la identificación que hace de la emoción, son siempre en
respuesta a los intereses de otros sectores. En primera instancia, todo
proyecto se percibe como viable (especialmente por sus adeptos), aún
cuando abunde hacia las fronteras de lo utópico. Un proyecto expresa
imaginación, deseo y voluntad, intención de realizarlo sobre un escenario
delimitado, conocido, diagnosticado, por ello un proyecto también requiere
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de conocimiento. Contar con un proyecto hace posible la conducción
intelectual y moral de quienes conscientemente se esfuerzan por
materializarlo, así como a la ciudadanía afín, y con ello, hace posible
ejercer la hegemonía y el gobierno sobre el conjunto de las sociedades,
incluyendo a la población indiferente u hostil.

Mediante el esfuerzo práctico que animan los proyectos, la voluntad


humana llega a incidir decisivamente en la historia, especialmente cuando
se presenta como un intento colectivo de mantener o cambiar una situación
social dada. Por ello, los proyectos también pueden considerarse como un
intento colectivo que busca concretarse total o parcialmente, y que, aún
cuando fracasan, por lo general, dejan una huella en la historia. Cuando un
proyecto de sociedad logra movilizar a grandes cantidades de personas,
esa práctica tiene un impacto sobre los modelos de desarrollo, sea que
mantenga, reforme o revolucione los modos de acumulación económica y la
constelación de institucionalidades políticas que los legitiman.

A efectos didácticos proponemos hablar de tres niveles de análisis para


entender los proyectos estos son:

El nivel económico, adonde se enfatizara en responder a las interrogantes


¿Qué producir?, ¿Cómo producir?, ¿Cuánto producir?, y ¿Para quién
producir?. A cada una de estas preguntas se dan dos respuestas El Estado
o el mercado.

El nivel social, adonde se enfatizara en responder a las interrogantes


¿Cómo interactuan las personas?, ¿Cómo se organizan? Y ¿Cómo
cambian las personas?. A cada una de estas preguntas se dan dos
respuestas la competencia y la cooperación.

El nivel político, adonde se enfatizara en responder a las interrogantes


¿Quién decide?, ¿Cómo se decide?, ¿Qué se decide? Y ¿Cuándo se
decide?. A cada una de estas preguntas se dan dos respuestas la
democracia representativa y la democracia participativa.

El proyecto neoliberal

El proyecto neoliberal es actualmente hegemónico o predominante. En lo


político, se sustenta en la democracia representativa formal, en tanto que
en lo económico propugna por la libertad de mercado y empresa.
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La democracia representativa formal que se define como el procedimiento
político mediante la cual un equipo de personas, bajo el supuesto que tiene
la capacidad de comprender, asumir y proponer proyectos para ejecutar los
deseos e intereses de la voluntad general, en función del bien común, es
elegido, en competencia con otro u otros equipos, para que realice sus
proyectos.

En este escenario, la política «neoliberal» se constituyó como una ofensiva


encaminada a reestablecer los márgenes de rentabilidad para las
fracciones más aventajadas del capital internacional. Esto sólo se logró,
desmantelando la red de protección que amparaba a los trabajadores y
apropiándose de nuevas fuentes de acumulación (Ortiz, 2002).

Las medidas de corte keynesiano siguen teniendo algún peso en los países
desarrollados, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, los
crecientes niveles de endeudamiento, tanto público como privado, así como
el estancamiento japonés que lleva más de una década, ponen en
evidencia que incluso en estos países el keynesianismo brinda señales de
una impotencia creciente e irreversible (Ortiz, 2002).

La desindustrialización de amplias regiones, el desempleo masivo y el


empeoramiento de las condiciones laborales en los países desarrollados,
en conjunto con la deslocalización de ramas industriales enteras (textil,
juguetes, madera y mueble) y la fragmentación de los procesos productivos
en varias localizaciones dispersas (automóvil, equipos electrónicos) se han
conducido como procesos que han hecho posible desquebrajar a las
organizaciones de trabajadores y trabajadoras, obligándolos a aceptar las
condiciones de trabajo y sobreexplotación en las maquilas que se reparten
por el Tercer Mundo. Todo esto ha hecho factible comenzar otro ciclo de
aumento de la explotación, no tanto por la vía de aumentar productividad
(que no ha crecido demasiado en los años 80 y 90) sino por la vía de
abaratar el salario (Arriola 2002).

En resumen, el neoliberalismo se define como el dogma que afirma que la


intervención gubernamental en la economía no es funcional para el
bienestar colectivo, en tanto que, el mercado, es decir, las empresas
privadas sí son funcionales. Los intelectuales neoliberales interpretan que
las crisis son el resultado de trabas de tipo institucional, a causa de la
presión que ejercen sobre el estado diferentes grupos de interés, como los
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sindicatos o los sectores empresariales parasitarios. Dichas sectores y su
capacidad de incidencia en el estado impiden el ajuste espontáneo que
debe realizar el libre mercado frente a los desequilibrios, circunstancia que
desemboca en crisis o en resultados desalentadores, como el desempleo o
bajas tasas de crecimiento (Ortiz, 2002). Las medidas sugeridas a raíz de
estas premisas son, entre otras, el fin de los subsidios a sectores
productivos y por supuesto, la flexibilización laboral, que implica la
desarticulación de las capacidades sindicales. Por supuesto, tampoco en
este caso, países como Estados Unidos o Alemania, se consideran
obligados a eliminar los subsidios que protegen y sostienen a su sector
agrícola.

Bajo esta premisa política y económica neoliberal, desde los años ochenta
y noventa del siglo XX, se están imponiendo a los países de América Latina
y el Caribe reformas estructurales orientadas hacia el mercado, es decir, a
favorecer a las mega grandes empresas privadas, con lo cual, se pretendió
mejorar la eficiencia de la economía, y acelerar el crecimiento. Dichas
reformas se orientaron sobre seis áreas:

1) la liberación comercial;
2) la política tributaria;
3) la desregulación financiera;
4) la privatización;
5) la flexibilización de la legislación laboral; y
6) la transformación (privatización) del sistema de pensiones.

La reforma neoliberal en su conjunto ha tenido un impacto profundo, y


perjudicial, en las condiciones de vida de amplios sectores de las
ciudadanías de nuestros países, en tanto que ha beneficiado a un reducido
sector de la población de cada nación, usualmente aliado de las grandes
empresas transnacionales.

A partir de dicho punto de inflexión, la gestión de la economía mundial,


conducida como reforma neoliberal, se ha orientado a revertir el proceso de
reivindicaciones asalariadas y del conjunto popular del Tercer Mundo,
mediante:

a) el establecimiento de otro modelo de dominio sobre los trabajadores.


b) la reducción de los precios y la dependencia de las materias primas
procedentes de los países subdesarrollados.
c) la recuperación de la hegemonía económica de los Estados Unidos.
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(Arriola, 2002)

Las organizaciones internacionales surgidas a finales de la Segunda Guerra


Mundial se han constituido en las principales ejecutoras y promotoras de la
política neoliberal. En 1944, la Conferencia Monetaria y Financiera de
Bretton Woods acordó la creación del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial). Dichas
organizaciones se propusieron como mecanismos para fomentar tipos de
cambio estables, estimular el crecimiento del comercio mundial y facilitar la
circulación internacional de capitales, sin embargo, desde sus orígenes, fue
evidente la falta de atención a los intereses de los así llamados países en
desarrollo (Teitelbaum, 2002). A partir de los años 70 del siglo XX, el
desarrollo capitalista ha tenido un desenvolvimiento pobre e inestable, con
lentas tasas de crecimiento, baja rentabilidad y mayores índices de
desempleo (Ortiz, 2002).

François Houtart (2001), también acierta a considerar que la globalización


contemporánea de la economía capitalista, se inscribe en el interior de un
proceso de recomposición de la acumulación del capital, conocido bajo el
nombre de “consenso de Washington”. Este proceso empuja hacia un
considerable desarrollo tecnológico, pero simultáneamente refuerza el
poder de una minoría sobre el mundo con un débil efecto de arrastre sobre
las capas sociales intermedias y el rechazo de millones de seres humanos
en la pobreza y la extrema pobreza. El capital ha dirigido una ofensiva
contra los otros beneficiarios del producto social, el trabajo y el Estado, con
las consecuencias sociales que ya conocemos, sobre todo contra el Mundo
Sur.

Se puede imponer esta política porque una de las bases del sistema
económico capitalista es afirmar y hacer creer que no hay alternativas, y
que es necesario empujar la liberalización hacia adelante con el fin de
poder resolver los problemas en suspenso, dándole la oportunidad al
mercado como el verdadero regulador de la sociedad.

Hoy por hoy, casi nadie cree que pueda producirse un cambio a corto plazo,
por una simple revolución política. El fracaso del así llamado socialismo
real, parece haber producido el efecto de considerar que toda transición es
un proceso de largo esfuerzo. La invasión del mercado es omnipresente.
Basta considerar las políticas económicas de China o Vietnam para
constatar que en este último la última consigna del partido comunista
promueve, como un objetivo nacional, la integración a la globalización.
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Incluso si en esos países, y en Cuba, se han encontrado algunas soluciones
originales para conciliar mercado y socialismo, la integración de dichas
perspectivas en el proyecto político aún permanece sumergida por la lógica
del capitalismo, que deja sólo insignificantes márgenes de maniobra.

En su referente social es claro que tras todas las medidas aquí anunciadas
las personas interactuan y se organizan en la sociedad en base a la
competencia.

Sin embargo, frente a la opción neoliberal, se presentan hoy en día dos


proyectos alternativos: el neokeynesista y el poscapitalista o solidario.

El proyecto neokeynesista

El proyecto neokeynesista propone, en su modelo teórico, la aceptación de


la lógica del mercado como motor de la economía, pero a condición de
regular el sistema, de limitar sus efectos perversos e impedir que no
desemboque sobre los abusos. Esta parece a muchos una solución
razonable y realista.

El modelo de referencia es el de la sociedad europea después de la


segunda guerra mundial, con sus pactos sociales entre el capital y el
trabajo, con el Estado como garante y árbitro de la repartición de las
riquezas. En cierta forma, también ha tenido presencia en el Sur, según
Samir Amin, como un proyecto de desarrollo nacional y populista formulado
por los países recién independizados en Asia, África y América Latina. Es el
momento en el cual, la alianza entre una burguesía emergente y el sector
organizado de los trabajadores de la economía formal se anuda en torno a
un proyecto de desarrollo por sustitución de las importaciones.

Hacia el quinquenio de 1968-1973, la economía capitalista mundial aún


transcurría sobre el modelo de acumulación que podríamos llamar
keynesiano, basado en productividades crecientes, salarios crecientes y
beneficios crecientes, a costa del saqueo de los recursos naturales de los
países del Tercer Mundo, la explotación del trabajo intensivo en los países
industrializados y de la subordinación del capital financiero a los
requerimientos del proceso productivo (bancos nacionalizados, coeficientes
de inversión obligatoria, banca de fomento). Sin embargo, el modelo
keynesiano hizo crisis cuando los sindicatos se negaron a incrementar
sostenidamente el ritmo de la producción en las cadenas de montaje y
demandaron menos trabajo y mayor tiempo y espacio para vivir. Hizo crisis
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también a causa de que algunos países del Tercer Mundo se organizaron
para negociar o forzar precios más justos para las materias primas.
También hizo crisis a causa de la competencia de los países europeos y
Japón, que en conjunción con los costos de mantener el dominio sobre el
imperio, llevó a tambalear la hegemonía económica y militar de los Estados
Unidos (solo basta recordar el final de la guerra de Vietnam). (Arriola, 2002)

En la actualidad, su propuesta alternativa consiste en aplicar a escala


mundial los principios del keynesianismo y regular el sistema económico
capitalista. Después del ultraliberalismo que condujo a la desregulación del
mercado, de los flujos financieros y de la organización del trabajo, que
engendró los programas del ajuste estructural, deformando las funciones
del estado, el reloj comienza su trayectoria inversa. Se trata de restablecer
las condiciones de la competencia, tratando siempre y al mismo tiempo de
reducir la destrucción del medio ambiente y las injusticias sociales.

Como el problema ya no se plantea solamente a nivel de estados en


particular, cada uno por separado, se propone utilizar los medios de una
regulación mundial y construir, a este efecto, instrumentos adecuados.
Según el neokeynesianismo, a ese nivel se plantean las alternativas, desde
una variedad de posiciones.

El común denominador a sus diversas posiciones es que no cuestionan la


lógica del capitalismo, pero proponen remediar sus abusos y sus excesos.
El capitalismo salvaje es rechazado, sea porque pone en peligro el sistema
mismo, sea porque sus costos ecológicos y sociales son muy elevados. En
el primer caso, se basa sobre una ética interna del sistema: las reglas del
juego deben ser respetadas, pero para hacerlo funcionar mejor. En el
segundo caso, el juicio, más o menos severo, juzga sobre los efectos
perversos del sistema, atribuidos sobre todo a los agentes económicos, que
es necesario enmarcar en las normas y controlar mejor.

A nivel social está claro que este proyecto plantea una combinación de
competencia con cooperación, quizá el caso más representativo de esto
está en los modelos de la competitividad de Michael Porter donde plantea
que la competitividad de las naciones radica en buena medida en la
cooperación de las empresas del mismo sector en lo que el llama Clusters.

El proyecto solidario

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El proyecto solidario o poscapitalista considera que la organización de la
economía debe proponerse sobre bases diferentes al capitalismo, o de la
que hoy en día se llama, según Houtart, para parecer más civilizados,
economía de mercado. Es la lógica misma del capitalismo la que se pone
en tela de juicio, o sea, una economía de mercado centrada sobre ella
misma como actividad capaz de generar un máximo de beneficio,
acumulación y crecimiento, pero con cuantiosos costos humanos y
ambientales.

El proyecto solidario opone una definición diferente de la economía:


actividad que permita asegurar las bases materiales del bienestar físico y
cultural del conjunto de los seres humanos, subrayando que la economía es
una construcción colectiva y que el mercado es una relación social. En lo
que se refiere al modelo de cooperación, la economía solidaria se puede
ilustrar con el desarrollo del sistema operativo linux, que corre bajo una
licencia pública general y que, se extiende cada vez más, socavando la
dinámica de enriquecimiento de Microsoft, contribuyendo a descubrir las
posibles estrategias sobre las cuales puede extenderse esa forma de
economía y cerrar la creciente brecha entre riqueza y pobreza.

El proyecto alternativo solidario se basa en la democracia participativa:


considerada como el procedimiento político que hace factible a las
personas una incidencia activa en los procesos que afectan inmediatamente
su vida, y que proporciona la oportunidad real de conocer y decidir sobre
las diversas variables y condiciones que les conciernen, para que ejerzan
control sobre los equipos encargados de ejecutar las decisiones.

Se trata entonces de una crítica más fundamental que la posición


neokeynesista, y en consecuencia elabora proposiciones de alternativas de
mayor radical. Para esta propuesta, las alternativas se sitúan en la
superación del capitalismo. Se parte de la premisa que, para reproducirse a
largo plazo, todo sistema y especialmente el sistema capitalista tiene
necesidad de instancias críticas que le permitan corregir sus disfunciones.
A causa de ello todas las acciones orientadas al cambio, incluso las
radicales, no han llegado a cuestionar las bases teóricas de su
construcción, terminando por serle útiles.

En la medida en que el proyecto capitalista, entiéndase las personas


interesadas en sostenerlo, encuentra resistencias organizadas, cede
terreno, pero no claudica, recurriendo a la represión, la dictadura política e
inclusive, la guerra, si así se defienden sus intereses. Houtart reporta que
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Thomas Friedman, consejero de Madeleine Albright, la secretaria de
Estado, escribía en el New York Times Magazine del 28 de marzo de 1999,
un artículo titulado “Para que la mundialización funcione, Estados
Unidos no deben tener miedo de actuar como la superpotencia
invencible que es en realidad”, en el cual dice: “La mano invisible del
mercado no funcionará jamás sin un puño invisible. McDonald’s no puede
extenderse sin McDonnell-Douglas, el fabricante del F-15. El puño invisible
que garantiza la seguridad mundial de las tecnologías de la Silicon Valley
se llama el ejército, la fuerza aérea, la fuerza naval y el cuerpo de marines
de los Estados Unidos.

Contra esta perspectiva, se trata de construir otra globalización, la de las


resistencias y las luchas (F. Houtart y F. Polet, 1999). Frente a la
“globalización” del capital, se encuentra una fragmentación de los
movimientos populares o de las organizaciones de defensa de diversos
derechos, a causa de la diversidad geográfica y sectorial. Sólo una
convergencia permitiría construir una nueva fuerza. A pesar de sus
imperfecciones, la acción contra la OMC comenzada en Seattle es una
referencia relevante.

Los progresos tecnológicos y las problemáticas ambientales también tienen


su lugar en la visión poscapitalista. Los primeros no aparecen como un fin
en sí, menos aún como un medio de rentabilizar el beneficio, pero sí como
un medio para mejorar la suerte de los seres humanos sobre el conjunto del
planeta. En cuanto a los factores ecológicos, éstos son objeto de una
atención particular, pues si Marx escribió, hace siglo y medio, que el
capitalismo destruye las dos fuentes de su misma riqueza, la naturaleza y
los seres humanos, no se puede negar que los regímenes socialistas
tampoco fueron atentos a las exigencias de la ecología.

Es necesario superar la idea de que no hay más alternativas.

Cada uno de los dos proyectos a los que acabamos de referirnos propone
alternativas; el primero, la orientación neokeynesista, con el fin de
humanizar el capitalismo; y el segundo, el solidario, para rebasarlo.

El concepto de alternativa es entonces ambivalente, ya se trate de


alternativas que se sitúan en el interior de la economía capitalista o las que
preconizan una alternativa al sistema capitalista.

Ambas propuestas de otro mundo formulan un pensamiento teórico,


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construyen una ética, alimentan las resistencias y proponen las etapas
concretas. Coinciden sobre algunos puntos políticos y recomiendan ciertas
regulaciones, como por ejemplo la de imponer contribuciones a los flujos
financieros internacionales, pero la filosofía de base es muy diferente.

La realización de alternativas a mediano plazo depende, en el plano global,


de tres factores esenciales:

a) una convergencia de las resistencias al capitalismo y de las luchas


sociales a todo nivel.
b) una voluntad política de todos los Estados;
c) y el desarrollo del Derecho Internacional, en particular el avance del
establecimiento del Tribunal Penal Internacional.

Incluso puede afirmarse que la dinámica de estos tres factores va a dirigir la


posibilidad de realización de las alternativas. En el primer caso, el
establecimiento de redes de movimientos sociales y la organización de
acciones comunes están en curso de realización. En 1999, algunos eventos
simbólicos sacaron a la luz pública su existencia, por ejemplo, el Foro de
Sao Pablo, que reunió a movimientos sociales de 5 continentes, para
afirmar que existe otra manera de concebir la economía mundial. Algunas
iniciativas a nivel de los Estados, especialmente sobre el plano regional,
manifiestan una voluntad política de encontrar alternativas, por ejemplo el
Merco-Sur. En el plano del Derecho Internacional, es necesario señalar las
numerosas iniciativas en el dominio de los derechos humanos y del
Derecho de los Pueblos en relación con el Derecho Mercantil, entre otras,
las iniciativas del Tribunal Permanente de los Pueblos y de la Liga
Internacional por los Derechos de los Pueblos.

Hoy por hoy, aparte de cualquier simpatía, el proyecto solidario no aparece


como inmediatamente realizable. Aún es necesario trabajar en su
plataforma teórica y en la investigación sobre los procedimientos prácticos
para la economía y política.

En conclusión:

Las alternativas existen.

Su realización está ligada a la voluntad de ponerlas en marcha.

Y si no existen formas sociales capaces de portar los proyectos alternativos


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a corto y mediano plazo. ¿Acaso no tenemos la voluntad política para
constituirlas?

REFERENCIAS

Arriola, Joaquín
2002 Explicar la crisis (I y II). La Insignia. España, 30 de noviembre del 2002.
Colussi., Marcelo
2002 La eficacia de la empresa privada: ¿Mito o realidad? En La Insignia. 21 de abril del
2002.
Fernández Steinko, Armando
2002 Hacia el primer ciclo democratizador del milenio. La Insignia. España, noviembre del
2002.
Florido, Alfonso
2002 FMI: Pasión de multitudes. En La Insignia., 14 de mayo del 2002.
Houtart, François
2001 Las alternativas creíbles del capitalismo mundializado. En Rebelión. 27de mayo del
2001.
Max-Neef, Manfred
2002 El ALCA es un desastre. (entrevista por María Teresa Peñaloza) Editora Económica. La
Patria, Manizales. 19 de noviembre 2002. En Rebelión. 3 de diciembre del 2002.
Ortiz Alberto
2002 FMI: Su lugar en el actual escenario, En La Insignia., 14 de mayo del 2002
Joseph Alois Schumpeter
Capitalismo, socialismo y democracia
Tamayo, Xavier Caño
2002 De la privatización y otras sustracciones Centro de Colaboraciones Solidarias.
España, julio del 2002. En La Insignia. 29 de julio del 2002.
Teitelbaum, Alejandro
2002 Deuda externa y derechos humanos (I, II, III, IV y V) Al Sur del Sur. España,
noviembre del 2002. En La Insignia., 3 de diciembre del 2002.

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