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Una vez determinada la necesidad de tomar una decisión, se deben identificar los criterios que
sean importantes para la misma. Vamos a considerar un ejemplo.
Los criterios enumerados en el paso previo no tienen mayor importancia. Es necesario ponderar
cada uno de ellos y priorizar su importancia en la decisión.
Una vez identificadas las alternativas, el analista de las decisiones tiene que evaluar de manera
crítica cada una de ellas. Las ventajas y desventajas de cada alternativa resultan evidentes cuando
son comparadas.
Una vez seleccionada la mejor alternativa se llega al final del proceso de la toma de decisiones, en
el proceso racional. Esta selección es bastante simple. El tomador de decisiones tiene que escoger
la alternativa que tuvo la calificación más alta en el paso número cinco. La toma de decisiones
debe ser totalmente objetiva y lógica a la hora de tomarlas, tiene que tener una meta clara y todas
las acciones en el proceso de toma de decisiones llevan de manera consistente a la selección de
aquellas alternativas que maximizarán la meta.
http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/040921171429.html
Son aquellas que se toman frecuentemente, es decir son repetitivas y se convierte en una rutina
tomarlas; como el tipo de problemas que resuelve y se presentan con cierta regularidad ya que se
tiene un método bien establecido de solución y por lo tanto ya se conocen los pasos para abordar
este tipo de problemas, por esta razón, también se las llama decisiones estructuradas. La persona
que toma este tipo de decisión no tiene la necesidad de diseñar ninguna solución, sino que
simplemente se rige por la que se ha seguido anteriormente.
Las decisiones programadas se toman de acuerdo con políticas, procedimientos o reglas, escritas
o no escritas, que facilitan la toma de decisiones en situaciones recurrentes porque limitan o
excluyen alternativas.
Por ejemplo, los gerentes rara vez tienen que preocuparse por el ramo salarial de una empleado
recién contratado porque, por regla general, las organizaciones cuentan con una escala de sueldos
y salarios para todos los puestos. Existen procedimientos rutinarios para tratar problemas
rutinarios.
Las decisiones programadas se usan para abordar problemas recurrentes. Sean complejos o
simples. Si un problema es recurrente y si los elementos que lo componen se pueden definir,
pronosticar y analizar, entonces puede ser candidato para una decisión programada. Por ejemplo,
las decisiones en cuanto a la cantidad de un producto dado que se llevará en inventario puede
entrañar la búsqueda de muchos datos y pronósticos, pero un análisis detenido de los elementos
del problema puede producir una serie de decisiones rutinarias y programadas. En caso de Nike,
comprar tiempo de publicidad en televisión es una decisión programada.
En cierta medida, las decisiones programadas limitan nuestra libertad, porque la persona tiene
menos espacio para decidir que hacer. No obstante, el propósito real de las decisiones
programadas es liberarnos. Las políticas, las reglas o los procedimientos que usamos para tomar
decisiones programadas nos ahorran tiempo, permitiéndonos con ello dedicar atención a otras
actividades más importantes. Por ejemplo, decidir cómo manejar las quejas de los clientes en
forma individual resultaría muy caro y requeriría mucho tiempo, mientras que una política que dice
“se dará un plazo de 14 días para los cambios de cualquier compra” simplifica mucho las cosas.
Así pues, el representante de servicios a clientes tendrá más tiempo para resolver asuntos más
espinosos.
* Decisiones no programadas
* Contexto empresarial
En las organizaciones en general y en las empresas en particular suele existir una jerarquía que
determina el tipo de acciones que se realizan dentro de ella y, en consecuencia, el tipo de
decisiones que se deben tomar, la Ciencia administrativa divide a la empresa en 3 niveles
jerárquicos:
A medida que se baja en esta jerarquía, las tareas que se desempeñan son cada vez más
rutinarias, por lo que las decisiones en estos niveles serán más estructuradas (programadas).
Adicionalmente, una organización también estará dividida en varias secciones funcionales, son
varias las propuestas de división que se han planteado para una empresa de forma genérica,
aunque la más aceptada es la que considera los siguientes departamentos o unidades funcionales:
1. dirección
2. marketing
3. producción
4. finanzas
5. recursos humanos
Las decisiones también serán diferentes, en función de en qué unidad funcional o departamento
tengan lugar.
En este sentido, puede considerarse la actitud como cierta forma de motivación social -de carácter,
por tanto, secundario, frente a la motivación biológica, de tipo primario- que impulsa y orienta la
acción hacia determinados objetivos y metas. Eiser[1] define la actitud de la siguiente forma:
predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto social.
F. H. Allport: “Una actitud es una disposición mental y neurológica, que se organiza a partir de la
experiencia que ejerce una influencia directriz o dinámica sobre las reacciones del individuo
respecto de todos los objetos y a todas las situaciones que les corresponden”.
R. H. Fazio & D. R. Roskos-Ewoldsen: “Las actitudes son asociaciones entre objetos actitudinales
(prácticamente cualquier aspecto del mundo social) y las evaluaciones de esos objetos”.
C. M. Judd: “Las actitudes son evaluaciones duraderas de diversos aspectos del mundo social,
evaluaciones que se almacenan en la memoria”.
Kimball Young: “Se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o
menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y
característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una
situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas”.
R.Jeffress: "La actitud es nuestra respuesta emocional y mental a las circunstancias de la vida".
* Componentes de la actitud
• Componente cognoscitivo: para que exista una actitud, es necesario que exista también una
representación cognoscitiva del objeto. Está formada por las percepciones y creencias hacia un
objeto, así como por la información que tenemos sobre un objeto. En este caso se habla de
modelos actitudinales de expectativa por valor, sobre todo en referencia a los estudios de Fishbein
y Ajzen. Los objetos no conocidos o sobre los que no se posee información no pueden generar
actitudes. La representación cognoscitiva puede ser vaga o errónea, en el primer caso el afecto
relacionado con el objeto tenderá a ser poco intenso; cuando sea errónea no afectará para nada a
la intensidad del afecto.
Para explicar la relación entre actitud y conducta, Fishbein y Ajzen, (1980, citado en Rodríguez[2] )
han desarrollado una teoría general del comportamiento, que integra un grupo de variables que se
encuentran relacionadas con la toma de decisiones a nivel conductual, ha sido llamada Teoría de
la acción razonada.
En los procesos cognitivos, emotivos, conductuales y sociales, son múltiples. La principal función
resulta ser la cognoscitiva. Las actitudes están en la base de los procesos cognitivos-emotivos
prepuestos al conocimiento y a la orientación en el ambiente. Las actitudes pueden tener funciones
instrumentales, expresivas, de adaptación social (como en los estudios de Sherif sobre la actitud
en relación al ingroup, el propio grupo de referencia y el outgroup, el grupo externo), ego defensivo
(un ejemplo clásico es el estudio sobre la personalidad autoritaria de Adorno en los años 50).
Este concepto resulta central en toda la psicología social porque tiene una aplicación en muchos
campos distintos:
* Frente a objetos o conductas especificas con finalidad predictiva de la conducta, en los estudios
de mercado.
* Fines y objetivos abstractos, donde este tipo de actitud está definido como valor personal.
Actitud y sociología
El concepto de actitud, como una tendencia a responder de igual manera en iguales circunstancias,
no sólo es de interés en Psicología Social sino también en Sociología.
Desde el punto de vista afectivo, es posible encontrar algunas actitudes básicas en el hombre, que
servirán para describir su comportamiento social.
Baruch de Spinoza, en su “Ética” describe al amor como la tendencia a compartir penas y alegrías
de nuestros semejantes, mientras que al odio lo describe como la tendencia a alegrarnos del
sufrimiento ajeno y a entristecernos por su alegría.
Si a éstas actitudes les agregamos el egoísmo, como tendencia a interesarnos sólo por cada uno
de nosotros mismos y a la negligencia como tendencia a desinteresarnos por todos, tenemos
prácticamente cubierta la totalidad de las actitudes afectivas posibles.
Podemos decir que todo ser humano posee, en distintas proporciones, algo de amor, algo de odio,
de egoísmo y de negligencia, preponderando una de ellas en cada caso.
Es posible hablar de una “actitud característica” en cada persona, por lo que habrá tantas actitudes
distintas como personas existan en el mundo. Dicha actitud, precisamente, caracteriza a cada ser
humano y no es algo fijo o permanente, sino que puede cambiar debido a la educación o bien a la
influencia recibida desde el medio social.
Así, la actitud del amor implica compartir penas y alegrías (que habría de ser la respuesta),
mientras que el estímulo serían las penas y alegrías originales que luego habríamos de compartir.
Si asociamos el bien al amor, mientras que al odio, al egoísmo y la negligencia les asociamos el
mal, disponemos de una ética elemental que podrá incluirse en una descripción compatible con el
método de la ciencia.
Bibliografía