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CONTENIDO:
No todo el mundo procede de una estirpe de hidalgos o de una familia de la antigua nobleza
de la que se conservan títulos señoriales, honores eclesiásticos o pleitos de hidalguía. Pero
sí que todo el mundo, dentro de su ámbito doméstico, genera documentación derivada de
su relación con las administraciones (estatal, autonómica y local, Tráfico, Seguridad Social,
AEAT…), documentos sanitarios (informes médicos), documentos derivados de la situación
laboral (contratos, nóminas, informes de tiempo cotizado en la Seguridad Social…),
contratos y recibos de suministros (luz, agua, gas…), documentos derivados de la gestión
del patrimonio personal y/o familiar (contratos bancarios, escrituras de compraventa de
bienes, contratos de alquiler, seguros, etc.), documentos personales (correspondencia,
nóminas, carnets, pasaportes) y fotografías, entre otros.
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Algunos de estos documentos los conservamos a menudo con fines meramente nostálgicos
que ayudan a la reconstrucción de nuestra historia familiar y a la memoria doméstica. No
obstante, hay otros documentos que conviene que sean conservados, puesto que son
garantes de derechos de los individuos.
Este tipo de archivo, el que vamos generando en el día a día, puede llegar a ser, con el paso
de los años, bastante voluminoso, por lo que resulta recomendable mantenerlo organizado
con la finalidad fundamental de que aquellos documentos que se conservan estén en todo
momento localizados y sean recuperables.
Las recomendaciones que se relacionan en este Tema de Interés se centran en los archivos
generados de forma cotidiana por cualquier persona o familia, dejando a un lado los
archivos nobiliarios. estas indicaciones tienen carácter orientativo. Cada archivo personal y
familiar es único y cuenta con sus propias singularidades, por lo que la forma de clasificar la
documentación es también múltiple según las necesidades y peculiaridades de cada
agrupación documental.
Los archivos personales y familiares son las agrupaciones documentales originadas por las
tareas cotidianas y los intereses privados de los distintos componentes de una familia. Estos
archivos suelen ser muy heterogéneos y ofrecen testimonios diferentes a los que
proporcionan los fondos de instituciones públicas o de las corporaciones privadas, ya que
su consulta permite un análisis desde el otro lado del poder, posibilitando otra visión de los
acontecimientos.
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tiempo, muchas veces se acaban convirtiendo en archivos históricos de alto valor cultural,
pues contienen testimonios e información que permite reconstruir la Historia de una
familia. Además, los archivos de científicos, artistas, académicos, escritores y ciertos
profesionales suelen, además, tener alto valor e interés cultural.
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nuestro primer trabajo, se conservan a menudo con fines meramente nostálgicos que
ayudan a la reconstrucción de la historia familiar. No obstante, hay otros documentos que
conviene que sean conservados, puesto que son garantes de derechos de los individuos.
Este tipo de archivo, el que vamos generando en el día a día, puede llegar a ser, con el paso
de los años, bastante voluminoso, por lo que resulta recomendable mantenerlo organizado
con la finalidad fundamental de que aquellos documentos que se conservan estén en todo
momento localizados y sean recuperables.
1. Identificar, seleccionar y eliminar: el primer paso será identificar qué es lo que tenemos
en nuestro archivo, separando aquellos documentos que vamos a
conservar de los que no. Porque no todos los documentos tienen la
misma importancia. No es lo mismo la copia del registro de la
propiedad de nuestra vivienda, que el último recibo de la luz del
mes. Por eso no tenemos que conservar todos los documentos.
Ahora bien, ante la duda de si un documento es susceptible de ser
eliminado (tirado a la basura) o no, porque podamos necesitarlo
más adelante, es mejor no eliminarlo, ya que siempre se puede volver a hacer una revisión
pasado un tiempo y eliminar entonces. En cualquier caso, siempre podemos consultar a
nuestro archivo más cercano sobre la importancia de conservar o no los papeles que
conservamos (Opina y pregunta ).
Como decimos, muchos de los documentos que vamos acumulando no es necesario
conservarlos toda la vida sino sólo durante un periodo de tiempo. Por ejemplo, los recibos
del pago de una cuota de préstamo hipotecario será conveniente conservarlos mientras
esté en vigor dicho préstamo. Una vez liquidado el préstamo, no será necesario conservar
dichos recibos, sino que conservaremos el certificado bancario de que dicho préstamo ha
sido liquidado y, en consecuencia, cancelado.
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Es importante estar bien informado de los plazos legales que afectan a los contratos de
suministros, seguros, etc., que firmamos, esto nos ayudará a determinar cuándo podemos
tirar los documentos derivados de los mismos.
Hay que tener en cuenta que, en la actualidad, muchos de estos documentos son ya
totalmente electrónicos y no llegan a los hogares en papel. En caso de que sólo contemos
con esos documentos en soporte electrónico, es necesario seguir los mismos criterios de
clasificación y conservación que con los de soporte en papel, aunque los conservemos solo
en nuestro ordenador. Eso sí, se recomienda hacer periódicamente copia de seguridad.
Resulta indispensable prestar especial atención a aquella documentación portadora de
derechos (o deberes) en sí misma, como son las escrituras de propiedad de la vivienda,
testamentos, poderes, documentos judiciales (pleitos). Estos deben ser conservados
siempre.
Conviene recordar que, en el caso de que se vayan a tirar a la basura documentos que
contengan nuestros datos personales (números de cuentas bancarias, domicilio, datos
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médicos), es aconsejable destruirlos previamente (cortándolos con una tijera,
rompiéndolos con las manos o incluso con pequeñas destructoras de papel domésticas), de
modo que dichos datos no sean legibles o reconstruibles.
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realizadas por cada individuo o familia y de los documentos que vaya generando y/o
recibiendo. Lo importante es que la clasificación que establezcamos nos resulte práctica de
cara a tener localizada la documentación que guardamos.
3. Ordenar: una vez establecidas las agrupaciones principales y las subdivisiones dentro de
las que se irán archivando los documentos, conviene ordenarlos –colocar los documentos
dentro de las carpetas o cajas- por fechas, lo que facilita establecer una cronología de los
acontecimientos. Es práctica habitual de muchas oficinas ordenar, dentro de cada carpeta,
de la fecha más antigua a la más moderna. Es un método práctico, puesto que permite tener
siempre a mano los documentos más recientes.
4. Nombrar las cajas y carpetas: en los archivos, a las cajas y carpetas se les suele otorgar
una “signatura” (un número correlativo), que luego se
relaciona en un inventario en el que se especifica el contenido
de dichas cajas y carpetas (Ver la tabla incluida en el punto 6).
No obstante, dentro del ámbito doméstico quizá resulta más
práctico nombrarlas directamente con el texto que
corresponda a su contenido mediante rótulos o adhesivos.
5. Conservar y ubicar: se recomienda utilizar cajas de archivo definitivo (A-Z) en vez de otro
tipo de cajas, puesto que éstas suelen estar fabricadas con las condiciones de acidez
adecuadas para la conservación de la documentación. Se pueden comprar en cualquier
punto de venta de material de oficina y suelen venderse desmontadas (su montaje es
sencillo).
Las cajas y carpetas fabricadas con otro tipo de materiales, por ejemplo, con papel pintado,
cartulina de colores, etc., suelen presentar una acidez muy superior a la recomendada para
la conservación, y pueden dañar la documentación con el paso del tiempo. Se deben
emplear siempre carpetas más grandes que la documentación que van a contener a fin de
evitar que esta se rompa o rasgue en aquellas zonas que sobresalgan. También conviene
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retirar grapas y clips, que desgarran los documentos y, en caso de que no se retiren, hay
que asegurarse de que grapas y clips sean de acero inoxidable para evitar el óxido e
intercalar tiras de papel neutro entre los clips y la documentación para evitar desgarros al
retirarlos.
La manera más adecuada de conservar las cajas de archivo es colocarlas en vertical, una a
continuación de otra (no apiladas unas sobre otras), cuidando de no depositarlas
directamente sobre el suelo y evitando los espacios húmedos.