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© by ABELEDO-PERROT S. A. Ee I. Queda hecho el depésito que marca Ia ley 11723 ‘Todos los derechos reservados Lavallo 1280 - 1528, 1048 - Buenos Aires - Argentina 1965 1967 is 1969 2 Reimpresin, i971 It Edicién - 42 Reimpresion 1972 * Edicion - 58 Reimpresién 1975 Edicién ~ 62 Reimpresin 1976 2 Edicién 1979 38 Edicin sumentada 1986 LS.BIN. 950-20-0500-8 “Sobre los limites del lenguaje normative © Editorial Astrea. “Sentencia arbicraria’. © Revista Juridica de Buenos Aires. “Los conceptos jurfdicos fundamentales de W. N. Hohfeld”. © Centro Editor de América Latina El derecho de propiedad de esta obra comprende para sau tor la facultad de disponer do ella, publieara, traductsla, adapter © autorizar su traduocién y reproducita en eualquier forma, total © ‘Parcial, por medios electrinicos o mocinicos, incluyendo fotocopla, ‘rabaciin mignetofénica y culawer sistema de abmacenamiento de Snformactn; por consiguiente nadie tiene facultad a efercitar los de +echos precitados sin permito del autor y del editor, por vacrito, ‘Los infractoves serin reprimidas con las penas del artfenlo 172 ¥¥ concordantes de} Cédigo Penal (arts. 2,9, 10, 71, 72, ley 11.723). IMPRESO EN ARGENTINA I LENGUAJE, INTERPRETACION Y DESACUERDOS EN EL TERRENO DEL DERECHO PRIMERA PARTE SOBRE LOS LENGUAJES NATURALES En esta primera parte-recordaré cosas elementeles, destina- das a facilitar la compronsién de los temas que abordaré en las otras dos. Examinaré aqui algunas caracteristicas, salientes de los lenguajes*naturales (el castellano, el inglés, el francés) que son conocidas por todos, pero también frecuentemente desaten- didas u olvidadas. Como resultado de tal negligencia se mul- tiplican los obstéculos ficticios, tanto en el campo de Ia teorfa juridica como en el de la préctica del derecho. IT. UNA SITUACIGN SIMPLE ¥ DOS PREGUNTAS EI Ienguaje es la més rica y compleia herramienta de co- ‘municacién entre los hombres. No siempre, empero, esa herra- imienta funciona bien. Una comunicacién lingitistica puede re- sultar {rustrada: el destinatario de ella puede sentirse perplejo ante el alcance de las expresiones que ha escuchado 0 lefdo. Vale In pena distinguir dos fuentes principales de. posible frustracién. Me limitaré, claro esté, a las fuentes interesantes. Excluiré; por ello, los casos de errores de percepci6n, asi como los de confusiones ‘originadas en un conocimiento deficiente del idioma. Tmaginemos una situacién simple. Estoy frente a un ami- 4g0; tras un silencio éste dice algunas palabras, que ojgo bien. Mi aparato auditivo es normal y 1a acistica excelente. La comuni- 18 GENARO R, CARRIO cacién ha sido hecha en un idioma que conozco a la perfeccisn. No obstante ello me siento perplejo o desconcertado. No se bien qué es lo que mi amigo ha querido transmitirme. Quizé se pueden resumir en dos preguntas distintas, aunque relacionadas, las dos principales fuentes de posible perplejidad. La primera pregunta puede ser formulada de una de estas dos maneras equivalentes: {Cémo debo tomar la expresién de mi amigo? 0 cual es su fuerza? La segunda pregunta es esta otra: 4Qué quiere decir lo que mi amigo dijo? a) La primera pregunta refleja perplejidad 0 desconcierto acerca de la “naturaleza”, por decir asf, del acto verbal que mi amigo acaba de protagonizar, {Como debo tomar sus palabras? 4Cémo una orden, un consejo, una advertencia, una amenaza, ‘una saplica, un pedido, una instruccién, una exigencia, una aser- cin, uma pregunta, una expresiOn de deseos, una sugerencia, un saludo, una invitacién, un elogio, una broma, una, justificacién, una excusa, una recomendacién, una censura, una atribueién de responsabilidad, una oferta, una aceptacién, una admisién de res- ponsabilidad, un juramento, una promesa, una maldicién, una prediccién, un veredicto, una conjetura, una autorizacién, una prohibicién, un insulto, un mero acto de cortesta, etc.” No se si Ia lista de tipos de actos que se pueden hacer con palabras es infinita, pero si que es enormemente més larga que esta tediosa enumeracién. Cuando me pregunto cémo debo to- mar la expresién de mi amigo, o cual es su fuerza, me estoy pre- guntando qué cosa, de las tantas que se pueden hacer con pala- bras, acaba de hacer mi interlocutor al decir lo que dijo, en las circunstancias y en la forma en que lo dijo. b) La segunda pregunta es distinta de la anterior. No es 1 caso ahora de que no sé c6mo tomar lo que me han dicho. Ya sé que es una pregunta 0 una sugerencia, pero no sé qué es lo que me han preguntado 0 sugerido. Ya sé que es un pedido o una prohibicién, pero no sé bien qué es lo que me piden o prohiben. Estas son las principales fuentes de perplejidad 0, en todo caso, Jas que por las razones que mas adelante se veran me in- teresa examinar aqui. Ambas formas de perplejidad pueden pre~ sentarse unidas, pero eso no impide que las distingamos en el NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 19 andlisis. Al hacerlo se abren ante nuestros ojos dos panoramas distintos de problemas, que conviene tratar por separado. YI. LA PRIMERA PREGUNTA: Z0UE H1Z0 FULANO AL. peciR “X"? 1, SOBRE LOS USOS DEL LENGUAJE Los problemas conectados con Ja primera pregunta son (ra tados, comtinmente, bajo el rotulo ‘los usos del lenguaje”. Se trata de una problemdtica que en muchos aspectos no ha sido atin suficientemente explorada. La lista parcial de actos que se pue- den hacer con palabras, que nos demoré hace un momento, mues- tra, incluso a los ojos del menos alerta, 1a prodigiosa riqueza y flexihitidad del lenguaje, Este es una herramienta que sirve pa- a los fines més variados. Es un exceso de simplificacién (0 de dogmatismo) tratar todos es0s usos o funciones del Jenguaje como si todos tuvieran (o tuvieran que tener) las mismas caracterfs- ‘Nada més que para orientarnos en un territorio frondoso voy a recordar aqui una clasificacién corriente, que procura par- ‘elar el rea cubierta por estos multiples usos del lenguaje. No tes tina clasificacién rigida; tampoco es muy satisfactoria. Est armada en torno a ciertos casos paradigméticos y deja sin ilu: minar extensas zonas donde proliferan los casos dudosos. Con todo, aunque bastante tosca, es una bréjula que ayuda a evitar los extravios més comunes. a) En ocasiones usamos el Jenguaje con un propésito priv mordialmente descriptivo: para informar acerca de ciertos fend- menos 0 estados de cosas. Hay, pues, una funcién 0 uso descrip- tivo del lenguaje. Las unidades lingiifsticas son aqui aserciones; de cllas —y sdlo de ellas— tiene sentido pleno preguntamos si son verdaderas o falsas. Este es ef test del uso deseriptivo de Jas palabras, cuyo paradigma es el lenguaje cientifico. Claro est4 que no siempre nos valemos de las palabras para describir o informar; con suma frecuencia las usamos para ha- cer otras cosas. 20 GENARO R, CARRIO b) Solemos valernos de ellas como vehiculo o medio para expresar nuestros sentimientos, ‘no en el sentido de describirlos, sino de exteriorizarlos; de darles, por decir asf, salida 0 escape. bien Jas usamos para provocar en el projimo ciertos sentimien- tos, solidarios 0 no con los nuestros; para despertar en él com- pasién, admiraci6n, envidia, encono o ira; para justificarnos an- te sus ojos; para modificar su actitud frente a algdn suceso © persona; para infundir en él resignacién u optimismo, etcétera. En relacién con estos casos se habla de una funcién 0 uso expresivo de las palabras. El paradigma es aqui el lenguaje poé- tico. No tiene sentido preguntarnos si las expresiones que apa- recen en una poesia son verdaderas o falsas, ni pretender juz- gar el mérito de ella utilizando los cénones adecuados para juz- gar una obra cientifica ©) Otras veces nuestro propésito ceniral al ‘usar ciertas formulas verbales es dirigir el obrar de ofras personas. Nos vale- mos del lenguaje para inducir a otto a hacer tal 0 cual cose, @ comportarse de determinada manera. S¢ habla, por ello, de una funcién 0 uso directivo del lengiuaje. Una orden militar es, qui- zs, el ejemplo més claro de esta funciGn de fas palabras. No tie- ne sentido preguntarse, si una orden es verdadera 0 false. Para destacar sus métitos o defectos no apelamos a esos calificativos. Tampoco tiene sentido afirmar que una ley penal, por ejemplo, es verdadera 0 falsa.. Si Jo tiene, en cambio, decir que es justa 0 injusta, oportuna © inoportuna, progiesista o retrégrada. 4) Se habla también de un uso “operativo” (performative) del lenguaje, que ofrece caracteristicas miy especiales. Cuando al otorgar su testamento ol6grafo el testador escribe: “Instituyo como heredero universal de mis'bienes a°X", éstd usando pais~ bras de una manera no asimilable a los ctrés usos del Ienguaje hasta aqui aludidos. Ese enunciado no es, obviamente, una des- cripeiéa de lo que el testador esta haciendo, ni de ninguna otra éosa. Si bien exterioriza’ un cierto estado de énimo (el deseo de’ beneficiar aX), su’ fineién cential no es esa, sino la de beneficiar a X (Io que no impidé que, en Jos hechos, pueda re~ sultar un’intento frustrado de ello). ‘Al formular ese enunciado el testador esté haciendo una cosa especifica, que presupone Ia existencia de un sistema de NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 24 reglas vigentes: esté instituyendo un heredero. Del mismo modo; cuando digo a otro “lo saludo cordialmente”, 0 “le prometo que iré”, estoy realizando con palabras actos que, segtin ciertas con- yenciones en vigor, constituyen un saludo 0 una promesa, cual: ‘guiera sea el grado de sinceridad que heya detris de ellos. Pa- fa aludit a esta funcidn de las pelabras —que tanta importancia tiene en el campo del derecho— se puede hablar de un uso ope- rativo del lenguaje. Dejemos a un lado esta clasificacién rudimentaria y recorde: mos la nutrida lista de actos de lenguaje que mencioné, a titulo dde ejemplo, al tratar de precisar el alcance de las preguntas. 2C6- mo debo tomar una expresién Jingtifstica? o {Cual es su fuer- za? Dada la enorme variedad de actos de lenguaje, iqué guia tenemos para no equivocarnos al “interpretar” lo que hemos Ile- mado la fuerza de una expresidn? Lo cierto es que las mas de as veces no erramos, pero no es insdlito que ocurra lo contra: rio 0, al menos, que nos sintamos inicialmente desconcertados a | ese respesto. | ‘La forma gramatical de la expresi6n no es, ciertamente, una guia segura. No siempre las drdenes, por ejemplo, se dan usar ‘do el modo imperativo. Si le digo a mi empleado “mafiana Me ‘yard esta carta al correo”, el contexto y Ia situacién indican con Garidad que se trata de una orden y no de una profecfa, a pe: sar de que la frase esté en futuro del indicative y no en impera- tivo. Y hasta seria una insolencia, o signo de una alarmante es: tupidez, que al dia siguiente el empleado me dijera: “Seffor, se equivocé, no Wevé su carta al correo”. Es una deliberada com fusién de ese tipo, precisamente, la que confiere un grato sa- bor de sorpresa a la frase “‘el juez le vaticin6, con toda verdad, diez afios de eércel”.* Si generalmente no nos equivocamos es porque manejamos muy bien, aunque no sepamos hacer explicito, el complejo sis: tema de reglas implicito en el uso de las palabras. Tales reglas, © Jorge Luis Borors, Historia Universal de la Injamia, Emect, Bue nos Aires, 1962, pig. 62. 22 GENARO R. CARRIO ‘que relacionan ciertos giros y expresiones con situaciones socia- es o interindividuales tipicas, determinan con claridad, en Ia mayoria de los casos, qué clase de acto verbal es el que se ha eje- cutado. 2. SOBRE EL LLAMADO “SIGNIFICADO EMOTIVO” DE LAS PALABRAS Una de las causas que hacen que la forma gramatical no sea una guia segura cs que existen numerosas palabras que al margen 0 con independencia de lo que podriamos Hamar su sig- nificado descriptivo, tienen la virtud, por decir asf, de provocar sisteméticamente determinadas respuestas emotivas en la mayo~ ria de los hombres. ‘Los ejemplos son, por cierto, abundantes. Las palabras que se usan con mayor frecuencia y brio cn la oratoria politica per- tenecen a esa copiosa familia. Algunas de ellas tuvieron inicial- mente, quizés, un significado claro, que con el corter del tiem- po se fue haciendo cada vez mas botroso. Otras han ido cam- biando de significado descriptivo, sin cambiar su tonalidad, en- comidstica o peyorativa, segii el caso, Se trata de palabras que son usadas, en forma ostensible o encubierta, para exteriorizar, despertar 0 agudizar cierias actitudes de aprobacién 0 desapro- bacién. “Libertad”, “democracia”, “imperialismo”, “oligarquia”, “comunista”’, “nacionalista”, son s6lo un pufiado de Jas nume- rosas palabras que, en determinados contextos, desempefian tal funcién. Entre esas palabras, que ordinariamente se manejan con tremenda imprecisién y que son utilizadas como dardos en las fuchas ideoldgicas, se encuentran, por desdicha, el término “de~ echo” y buena parte de las expresiones derivadas de él 0 empa- rentadas con él. Esta es una de las causas que explican por qué el positivismo jurfdico, que ha pretendido redefinir “derecho” y las palabras satélites en términos desprovistos de carga emotiva, hha suscitado tantas incomprensiones, cuando no reacciones aira- das. Resuilta dificil climinar el halo emotivo de una palabra por via de tna redefinicién de su contenido descriptivo. No basta 23 NOTAS SOBRE DERECHO ¥ LENGUAJE con anunciat que en adelante Ja palabra se usaré con tal o cual sentido, y que en ese sentido ella carece de implicaciones emo- tivas. Estas no pueden suprimizse por decreto, méxime si se trata de términos incorporados desde tiempo inmemorial al len- guaje cotidiano. Fronte a esta dimensién del lenguaje se habla del “signifi cado emotivo” de ciertas palabras, como cosa distinta del signic ficado descriptivo de ellas. Aunque tal modo de hablar no pue- de aceptarse sin reservas —que no puedo desarrollar aqui— no {eo inconvenientes mayores en. usar esa {6rmula verbal, que ha- ce referencia a ciertas caracteristicas disposicionales de algunos términos 0 expresiones. En algunos casos, frente al uso de ciertas palabras, resulta tarea poco menos que imposible sefialar con qué estados de co” fs se hallan conectadas. Si un desconocido nos dice que tal pelicula es un “‘opio”, o si una jovencita sostiene que un disco ts “brutal” o “fabuloso”, o si un fildsofo afirma que una tesis ts “plausible”, es muy probable que no sepamos qué propiedar des constituyen el criterio de aplicacién de esas palabras. Solo Sabremos que ellas exteriorizan aprobacién o desaprobacién, tal ‘como podrfan exteriorizarlas un aplauso, una silbatina o cual: quier otro movimiento o gesto dotado de uno u etzo valor con- vencional. Claro esté que con palabras como “‘democracia’” o “dere: cho” no ocurte necesariamente lo mismo. Esas palabras pue- dden tener, segin las ocasiones, un significado descriptivo acepta- plemente claro, Pero no siempre es ese el caso. No Jo es cuando tales términos aparecen en contextes pertrechados de alta carga emotiva; por ejemplo, en las campaiias politicas. Todos los par- tidos reivindican pata sf el uso del término “demoeracia’’; todos pretenden ser voceros de la “verdadera”” democracia. Aqui nos topamos con otto fenSmeno lingiistico frente al cual hay que estar precavidos. Supongamos que A dice que el “verdadero significado” de ta expresion “ensefianza libre” es “régimen de ensefianza libera- do de todo dogmatismo, incluso el religioso”. Supongamos que B le contesta que el “verdadero significado” de dicha expresi6n no es ese sino “régimen de ensefianza que acuerda a los padres 24 GENARO R. CARRIO €l derecho de educar a sus hijos en la fe de sus mayores, si asi Jo desean”. A primera vista parecerfa que A y B se han.limitado a definir de distinta manera “enseftanza libre” y que su desacuer- do, por lo tanto, es puramente verbal. Peto lo que uno y otro hhan hecho con esa expresién, que en el uso corriente tiene un significado nebuloso, o una imprecisa acumulacién de ellos, cs adjudicarle significados descriptivos distintos, con el propésito de aprovechar su indudable valor emotivo para dirigir el compor- tamiento ajeno segin cierto rumbo. Cuando intentamos redefinir el significado de un término © expresién procurando mantener intacto su valor emotivo esta- mos dando Jo que Stevenson ha Hamado una definicién persua- siva®. 3. “SIGNIFICADO EMOTIVO” BAJO ROPATE DESCRIPTIVO Puede ocurrir que en un contexto aparentemente descrip- tivo esas palabras gravidas de carga emotiva nos jueguen una mala pasada. Es posible “describit” un mismo conjunto de hechos utilizando un Ienguaje neuiro o un Tenguaje con distintas to- nalidades emotivas. Podemos decir, por ejemplo, “los abogados piden la actusli- zacién de st arancel de honorarios”. O bien, “los avenegras pre- tenden ganar todavia més”. O, por iiltimo, “los auxiliares de la justicia estiman que la compensacién de sus servicios profesio- nales no esté de acuerdo con la jeratqufa de los mismos”. Son tres maneras de “‘describir” un mismo hecho, a saber, que los abogados piden una mayor retribucién. Mediante el empleo de ciertos giros, so capa de describir una determinada pretensiGn, se Ja presenta como absurda o inaceptable, o bien como digna de ser acogida. Una coalicién politica puede ser “descripta” como “un acuer~ do inter-partidario que es indice de madurez civica y de espi- ritu de conciliacién” 0 como un “contubernio”. El uso de esta {iltima palabra revela una clara actitud denigratoria. 2 Charles L, Stevenson, Ethics and Language, Yale University Press, ‘7 edicién, 1958, Cap. IX.

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