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DIARIO DE UNA SUMISA

Capítulo 1

Querido Diario...

Es la primera vez que escribo en estos términos, es la primera vez que dedico tiempo a
dejar en palabras lo que acontece en mi vida, ¿Por qué lo hago?, simple, el señor Growney
me ha pedido que escriba un diario relatando lo que sucederá entre nosotros, no sé cuál
es su intención en esto, lo único que sé, es que desde hoy tengo que hacerle caso en todo
lo que diga, porque desde hoy seré suya, seré su sumisa.

¿Quién soy? Es lo primero que dijo que escribiera. Pienso en eso y creo que pocos
sabemos la verdadera respuesta de ello, se ríen de mi cuando me preguntan ¿Quién eres?
Y respondo no sé, mamá dice que con responder Aylin Parker es suficiente, pero nadie
nota que han preguntado quién soy, no cuál es mi nombre o cómo me llamo, que es
diferente. Pero no escribiré sobre mis lógicas a lo absurdo, eso no es lo que me ha pedido
mi amo, hoy debo relatar quienes somos, si, en plural, quiénes son el señor Growney y la
señorita Parker.

Primero hablaré de él, de lo poco que me ha contado y lo poco que he investigado,


Thomas Growney es su nombre, pero jamás debo llamarle así, él es señor Growney en
público y amo en privado, debo ser una joven educada y respetuosa con él, llamarle por su
nombre sería una falta grave, y me reprendería con un doloroso castigo, o al menos eso es
lo que ha dicho.

El señor Growney tiene treinta y tantos años, según la información que me dio mamá, se
ve mucho más joven que eso a pesar de que posee canas en su hermosa cabellera negra, a
él lo hacen mucho más atractivo, su cuerpo es grande más no es musculoso, pero siempre
inspira miedo, siempre esta trajeado y son de color negro, es alto, podría decir que mide
un metro ochenta más o menos, su estado civil es divorciado y físicamente es muy
atractivo y varonil, lo que más me gusta de él son sus ojos, sus misteriosos orbes color
marrón, que cuando se enfurecen puedes ver la llama de la ira en ellos, a todos les da
miedo esa mirada, a mi me excita.

Mi amo es arquitecto, es dueño de una de las constructoras más importantes del país,
tiene inversiones en distintas áreas de la construcción, y por este medio lo conocí, es socio
y amigo de mi padre desde hace unos meses, quien también tiene una constructora, eso
es todo lo que sé del señor Growney, espero que pronto me cuente más sobre él y poder
escribirlo en mis memorias.

Ahora escribiré sobre mi, Aylin Parker es mi nombre, tengo veintidós años siendo parte de
este planeta, actualmente finalizo mis estudios de ingeniería civil, trabajo en la empresa
de mi padre y a veces en la del señor Growney, mi cabello es negro, un poco largo y lacio,
tengo ojos grandes de color miel, labios rojos y carnosos que se ven llamativos al
contraste con mi piel blanca, no diré que tengo un cuerpo divino porqué sería mentira, no
tengo absolutamente nada de pechos y tampoco nalgas, solo poseo bonitas curvas
heredadas de mi madre, lo me hace pensar en el por qué el señor Growney se fijo en mi,
con tantas mujeres hermosas y con enormes cuerpos que lo buscan, se fijó en una
chiquilla mimada y poco desarrollada. Solo queda decir una última cosa sobre mi, no soy
virgen, pero no tengo experiencia en el sexo, he estado con dos chicos y con ambos fue un
completo desastre.

Desde que vi al señor Growney por primera vez despertó cosas en mi que no tenían lógica,
me inspiraba miedo y me hacia agachar la cabeza, pero de reojo miraba sus ojos
misteriosos que me causaban excitación, la primera vez que tuvimos contacto físico fue un
roce de nuestras manos al entregarle unos papeles, una chispa recorrió mi ser
haciéndome jadear y mojar las bragas, sonrió con malicia al escucharme, creí que también
se había dado cuenta de la humedad de mi coño y sentí tanta vergüenza que no pude
mirar sus ojos, los míos picaban con ganas de llorar, salí corriendo de su oficina como una
niña tonta, pero no fue la pena lo que me hizo correr, fue un bulto enorme en su
entrepierna, se había calentado también con lo sucedido y yo no sabía qué hacer.

Después de ese día me provocaba con toques en mis brazos y caderas, yo caía como una
tonta jadeando para él, hasta que ayer, en la oficina de mi padre, quien se encontraba en
el baño, me acorraló contra la puerta y rozó nuestros labios, tenía miedo por la rudeza con
que actuó, pero me excitaba saber que estábamos en esa situación a escasos metros de
mi padre, me dijo que no siguiera gimoteando a sus toques o me haría suya quisiera yo o
no, tomé valor en ese momento y le susurré que quería, luego sentí pena y solté unas
cuantas lágrimas, acarició mis mejillas rojas y húmedas contemplándome en silencio, besó
mis labios fugazmente y dijo que tenía muchas cosas que saber antes de que eso
sucediera, sin decir nada más nos apartamos justo en lo que mi padre comenzaba abrir la
puerta del baño.

Hoy en la mañana a penas llegué a la oficina me pidió que fuese a su despacho, creí que
me regañaría diciendo que no podía pasar nada entre nosotros, que era una niña para él,
pero no fue así, me sentó en su regazo para preguntarme si era virgen y le dije que no,
también preguntó con cuantos chicos había estado y la experiencia que tenia, contesté
todo con la verdad. Después de meditar un poco me expresó que él podía enseñarme
muchas cosas, pero tenía condiciones para ello, la primera era entregarme a él en
sumisión, cosa que dio mucha curiosidad, resumido en pocas palabras tenía que cederle
todo el control de mi cuerpo y algunas cosas de mi vida y a cambio me daría mucho
placer, me ofreció ser mi amo y pidió que yo fuese su sumisa, como no sabía mucho del
tema me dio dos libros para empaparme más, dijo que tenía tiempo para pensarlo pero yo
negué y acepte de una vez, no sabía en qué me estaba metiendo pero acepte a ciegas
todo aquello. Y otra cosa, me dijo que lo más importante era no enamorarme de él porque
podría sufrir en el proceso, todo iba a suceder en torno al placer sexual, según él era
mejor así.
En estos momentos me encuentro en bragas en la cama, leeré ambos libros esta noche a
pedido de mi amo, mañana será mi primer encuentro con el señor Growney, me matan las
ansias por todo lo que sucederá, de tal manera me que calienta el cuerpo, quisiera darme
placer con mis dedos pero lo tengo terminantemente prohibido y sinceramente tampoco
sé cómo hacerlo.

Aylin Parker.

Jueves, 21/01/ 2016.

09:47 pm.
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Querido diario...

¿Se puede perder la virginidad dos veces? Sigo preguntándomelo una y otra vez.

No estoy loca, es una pregunta que muchas mujeres nos hacemos en algún momento de
nuestras vidas, mayormente es por que dejamos de tener actividad sexual por un tiempo
prolongado, cuando volvemos a iniciarnos sexualmente nos duele mucho y siempre
creemos que nos han vuelto a quitar nuestra virginidad, que es parte de lo que me
aconteció hoy en mi primera sesión como sumisa. Le hice esta pregunta al señor Growney
agregando que me había dolido mucho y sólo rio de mi, beso mi frente y respondió:

—Ninguna mujer pierde la virginidad dos veces pequeña, te ha dolido porque los dos
hombres con que has intimado son de polla pequeña, yo que soy un hombre bien dotado
te he follado como toda mujer merece y he abierto el canal de tu vagina como es
debido—

Su respuesta fue directa y muy certera, el pene del señor Growney era como cinco
centímetros más largo y mucho más grueso que la de mis dos primeros hombres, y sin
duda alguna la sabia usar infinitamente mejor, pero no perderé tiempo comparando,
cuando es más que obvio que el señor Growney es mucho mejor en todo, más bien, iré
directo al punto contando como sucedió todo antes de que lleguen mis padres y no pueda
escribir....

Eran las cuatro en punto cuando el señor Growney entró a su oficina sorprendiendo a
Aylin.

—Acompáñame a mi oficina— ordenó con su voz fuerte y varonil, ella lo siguió con la
cabeza gacha hasta que llegaron al lujoso despacho del señor Growney —Pon el seguro a
la puerta— se sentó en su silla y esperó que ella cumpliera lo pedido.
—¿Necesita algo señor Growney? — él asintió mirando su cuerpo sin ningún pudor, pensó
que Aylin sin duda se veía muy sexy con ese vestido negro.

—Enséñame tu ropa intima— mirando al suelo Aylin se quedó petrificada, no podía


desnudarse así como así en la oficina —Te he dado una puta orden— gritó —Quita tu
vestido y enseñame tu ropa intima pequeña—

—Perdóneme señor Growney— susurró bajando el cierre de su vestido, se inclinó un poco


para tomar el dobladillo y subirlo lentamente por cada centímetro de su cuerpo, dejando
al la vista un conjunto blanco, clásico y puro de ropa intima.

—No te tapes— le dijo en cuanto ella quiso cubrir su cuerpo con sus brazos —Deseo
verte— se levantó de la silla y camino lentamente hasta donde estaba ella —No quiero
verte nunca más con un conjunto de ropa intima como ese que llevas puesto— saco una
braga y un bralette de su bolsillo —Quiero que lleves siempre uno que muestre lo sexy
que eres ¿Entendido?—

—Si señor Growney — dijo Aylin con su voz inocente.

—Bota ese y colócate éste— le dio el que tenía en la mano, ella intentó caminar hasta el
baño, pero el agarre fuerte en su brazo del señor Growney la detuvo —¿A dónde crees
que vas?—

—A cambiarme— él negó con la cabeza y subió la de ella con un dedo en su mentón.

—Hazlo aquí pequeña— le dijo suavemente y ella se sonrojo.

Con mucha pena Aylin quitó los gafetes de su sostén y deslizó las tiras por sus hombros,
dejando al desnudo sus diminutos pechos, el señor Growney se removió en su lugar
conteniéndose de tocarla, no sabía porque esa pequeña mimada lo excitaba tanto. Con los
dedos enganchados en la pretina de su braga la bajó torpemente por sus piernas y la sacó
por sus delicados pies, rápidamente tomó la diminuta tanga negra de encaje para
colocársela.

—Espera— se acercó más a ella y colocó una mano en su vientre —¿Te has depilado para
mi?— ella asintió —Responde—

—Si amo— respondió con vergüenza, temiendo a que no le gustase —Me he depilado
para usted— trago grueso y miró sus ojos negros de lujuria.

—Me gusta— pasó el dedo índice por pubis haciéndola gemir —Mantente siempre así, a
menos de que te pida lo contrario—

—Si amo—
—Continua vistiéndote, incluyendo el vestido— se dirigió hasta la ventana de su oficina
para no ver como quedaba lo que había escogido para ella, aunque sabía que quedaría
perfecto en su precioso y tierno cuerpo.

—Listo señor— él volteó y le dio una mirada más a su cuerpo ya vestido.

—Una pregunta pequeña— ella asintió —¿Ya usas algún método anticonceptivo o
tenemos que ir al ginecólogo para que te pongan uno?—

—Si señor Growney, tomó pastillas— él asintió.

—Ve a tu oficina y recoge tus cosas, en cuanto salga nos vamos para darte tu primera
sesión— salió del despacho corriendo a su pequeña oficina, tenía miedo pero le excitaba
mucho la manera en que la veía y el tono duro con que le hablaba, rápidamente recogió
sus cosas y espero que el señor Growney terminara, cosa que tardo solo unos doce
minutos —Vámonos— ella salió de la oficina y él inmediatamente poso su mano en su
espalda baja conduciéndola hasta los ascensores y luego hasta su camioneta.

Una vez de camino Aylin habló —¿Puedo preguntar a dónde vamos?— le susurró ella no
queriendo faltarle el respeto.

—A mi casa, quiero que estés cómoda— puso una mano en su muslo y lo acarició
suavemente.

—Tengo nervios— le dijo sinceramente.

—Tranquila— la miró rápidamente —Cuidaré de ti, no haré nada que tu no quieras, soy tu
amo pero respetarse cada uno de tus deseos— tomó su mano y besó sus nudillos —
¿Leíste los libros?—asintió recordando aquella literatura que había humedecido su vagina
—¿Te gusto?—

—Si amo—

—Entonces no debes preocuparte, hacerlo te gustará más— no hablaron más pero Aylin
aún seguía nerviosa, quería ser la sumisa perfecta para el señor Growney.

Llegaron a la casa del señor Growney, era una lujosa mansión de tres pisos, entraron al
enorme salón principal y él le indico que se sentará en uno de los sofás.

—¿Deseas algo de tomar?— ella negó y él se sentó a su lado —Aún puedes negarte ni no
quieres esto, no hemos hecho nada todavía—

—Quiero esto— le dijo mirando sus ojos.


El levanto su mano y acarició su mejilla suavemente, rozó sus pómulos y luego sus labios,
ella los abrió levemente cuando el dibujó el contorno de su labio inferior —Eres tan
hermosa— acercó lentamente su rostro al de ella hasta que sus mejillas se rozaron —No
sé por qué una chiquilla como tú me provoca tanto— rozó sus labios con los de ella con
suma delicadeza —Me dan muchas ganas de poseerte y que solo seas mía— besó su
mejilla y ella cerró sus ojos esperando más.

—Amo, por favor— le dijo cuando besó la comisura de sus labios.

—¿Si?— besó su quijada.

—Béseme en los labios— le dio otro beso en la comisura —Por favor — susurró.

Tomándola de la nuca rozó sus labios carnosos con la punta de su nariz, Aylin esperaba
quieta que la besara, sus labios rojos y carnosos palpitaban de necesidad, sentía la
garganta seca esperando por su exquisita saliva para humedecerla.

—Por favor— pidió de nuevo cuando su amo no hacia nada, no le importaba mendigar
aquello que tanto deseaba.

Accediendo a sus pedidos su amo unió sus labios a los de ella, tomó su carnoso y jugoso
labio inferior entre los suyos dándole un beso casto, Aylin sin saber que hacer entreabrió
su dulce boca, queriendo más. Su amo conteniendo las ganas de comerse su tentadora
boca roja salvajemente, comenzó un baile suave con sus labios sobre los de su sumisa,
besándola suavemente mientras enterraba su mano en su larga cabellera negra.

—Señor...— jadeó la pequeña y él aprovecho de meter su lengua en aquella dulce y


caliente cueva que llamaban boca, su otra mano la tomó sutilmente por la cintura al ver
como ella se arquea y se entregaba a su beso, poco a poco fue incrementado la pasión
entre ellos y su unión, sintió como Aylin se quedaba sin fuerzas en el beso y soltó su boca,
acarició sus labios ya hinchados con la yema de su pulgar y sonrió al escucharla jadear.

—Vamos a la habitación— se levantó del sofá y le tendió su mano para ayudarla, le colocó
la otra en la cintura y la condujo por la sala, las escaleras, el largo y oscuro pasillo, hasta
llegar a su habitación, entró y encendió solo la lámpara de la mesa noche, dejando la
estancia iluminada tenuemente. Tomándola de la cintura con maestría pego sus cuerpos,
su palma corrió firmemente por el medio de su espalda hasta ahuecar en ella su tierno
trasero.

—Si deseas que me detenga dímelo, si voy muy rápido avísame, si te gusta gime, si te
encanta pídeme que no pare— estrelló sus labios besándola con desenfreno, ambas
manos apretaron sus nalgas y corrieron por sus muslos para cargarla, ella, entendiendo lo
pedido enrolló sus brazos en su cuello y sus piernas en su cintura, sintiendo por primera
vez en su centro, su pene duro.

Con su pequeña en los brazos se dirigió a la cama, depositándola con ternura sin dejar de
comer su boca, dejó su cabeza apoyada en las almohadas y acomodo su cabello,
separándose de sus labios por la falta de oxígeno atacó su cuello, al que ella dejo a su
merced cuando se curvó para él.

—Te he deseado desde la primera vez que te vi— bajó el cierre de su vestido y destapó
sus senos, que apenas se cubrían con el bralette negro de encaje —Tu inocencia me hizo
querer follarte hasta dejarte sin aliento— acarició sus senos sobre la tela sintiendo sus
erectos pezones.

Terminó de quitar su vestido sacándolo por sus piernas, dejándola en ropa intima, tacones
y muchas ganas de que siguiera venerándola. El señor Growney miró su cuerpo excitado
en la cama esperando por más caricias, sintió su pene revolverse dentro del bóxer
pidiendo liberarse y adentrarse en esa estrecha cueva que guardaba Aylin entre sus
piernas, pero no lo haría, a menos de que ella lo pidiera una y otra vez, y de eso, se
encargaría él.

—¿Señor Growney?— musitó ella cuando el dejo de tocarla por mucho tiempo, vio que
solo veía su cuerpo y temió de que no le gustase, sabía que no tenía un cuerpo de súper
modelo como seguramente lo tenían las mujeres con que se había acostado.

—¿Si?— le respondió con la voz ronca de placer.

—¿No le gusto?— preguntó con una punzada en el pecho, no quería ser rechazada por
semejante hombre.

¿Cómo siquiera podía preguntar eso?, pensó él, ¿Acaso no sabía lo hermosa y sexy que
era?, si la respuesta a ello era no, hoy mismo le mostraría cuanto. Sin responderle quitó su
corbata, fue desabotonando su camisa hasta final y sacarla de su cuerpo, vio el color rosa
que tomaron las mejillas de Aylin al mirar su torso desnudo, quito la correa y desabrochó
su pantalón, montándose a horcajadas sobre ella habló.

—¿No tienes ni idea de lo sexy que eres verdad?— se fue inclinado sobre ella lentamente
hasta que podía sentir el aire caliente que salía de su boca por la respiración agitada.

—No amo— asintió mirándola fijamente, colocó sus brazos a cada lado de su cabeza y con
un solo movimiento de su cintura le restregó toda su polla por su coño —¡Oh!— gimió
bajito al sentir la dureza de su pene.
—¿Crees que si no me gustaras estaría así?— se la restregó de nuevo moviendo
sensualmente su cintura —Dime pequeña— —No amo— le dijo retorciéndose al sentir de
nuevo su mástil en su caliente centro.

—Me gustas pequeña— besó sus labios —Cada parte de tu cuerpo— se apoyó sobre un
brazo mientras la mano libre se deslizaba por su piel, primero sus labios palpando su
carnosidad y cierta rugosidad, su cuello donde apretó ligeramente, deslizó las yemas de
sus dedos por su clavícula, siguió corriendo hasta tomar su seno en su mano, lo amasó y
acompaño su delicado toque con un beso lento y sensual.

—Amo...—susurró Aylin al sentir los labios del hombre en su cuello, bajar por su pecho y
besar su pezón sobre la tela, todo lo que estaba sintiendo era nuevo, no sabía que un
hombre podía generar tantas cosquillas en su preciado lugar, cada palabra que recitaba,
cada toque, cada beso, se filtraba en su piel, corría por sus venas y se alojaba en su sexo
para hacerla estremecer.

—Te queda tan hermoso que provoca arrancarlo de ti— metió su bajo su espalda y soltó
los gafetes, deslizó la tiras y sacó delicadamente esa pequeña barrera llamada sujetador
—Tus tetas son preciosas— besó cada una y un detalle en su piel la hizo mirarla con más
lujuria —Tienes un lunar al lado de tu pezón derecho — lamió la pequeña mancha y luego
comió su pezón —Pequeña traviesa— comió su otro pezón haciéndola estremecer.

—Amo por favor — su voz apenas salía, estaba muy caliente y necesitaba algo de
contacto, su pobre coño iba explotar si no recibía un poco de amor, no le importaba
mendigar por un poco placer.

—Dime qué quieres mi pequeña— acarició sus muslos y caderas para provocarla más.

—Tóqueme más— se arqueaba y se movía sensualmente como culebra sobre la cama


buscando un poco de alivio su dolorido núcleo.

—Dime donde pequeña— metió una mano y apretó su nalga —¿Aquí?— apretó su pecho
con ambas manos y ella negó, provocándola aún más quitó sus bragas tortuosamente
lento haciéndole creer que tocaría su lugar prohibido, masajeó sus muslos —¿Quieres que
toqué tus piernas?— negó se nuevo —¿Dónde pequeña?— decida tomó una de las manos
de su amo y la llevó a su coño húmedo.

—Aquí amo— abrió sus piernas dejo su mano justo donde la quería —Tóqueme aquí —
sonriendo perversamente por su petición deslizó su pulgar entre sus labios, palpando la
humedad que solo él había generado, su coño era pequeño y cerrado, con su dedo separo
sus labios mayores y menores, tocando sutilmente desde su prepucio hasta la abertura de
su vagina.
—Tu coño es precioso pequeña— subió de nuevo su dedo y se detuvo justo en su clítoris,
un pequeño círculo dibujado en él la hizo gemir y mover su caderas —Eres muy sensible —
masajeó con más insistencia viendo como ella lo seguía moviendo sus caderas.

—Ohhh...— gimió, sus caderas se levantaban involuntariamente al estimulo de su botón


—No te detengas — gritó recordando sus palabras, él paró movimiento pero enseguida
sintió dos dedos entrar en su vagina —Amo, oh Dios— los metía y sacaba sin clemencia
provocándole mover sus caderas aún más rápido, una punzada en su vientre la dejó
pasmada, arqueó su espalda dejándose llevar por esa corriente eléctrica que corría por su
cuerpo, abrió la boca buscando aire, con tan solo sus dedos la había dejado sin aliento.

—Respira pequeña— sintió un beso en su frente y sonrió, era el primer orgasmo y ya la


había dejado aturdida, pero había algo en que ella solo podía pensar, correrse con la
misma intensidad pero con su pene moviéndose en su interior.

Aunque Aylin estaba agitada aún por el orgasmo que había recibido, quería más, se
levantó un poco de la cama y capturó los labios de su amo, dominando el beso probó la
textura de su lengua y el sabor a menta y café de su boca, enrolló sus brazos en el cuello
para acostarlo sobre ella en la cama, el señor Growney, envuelto en el torbellino de
pasión que había desatado en ella se dejo llevar por esa fogosa boca que lo besaba con
maestría.

—Señor Growney, por favor— le dijo jadeante, sabía que si quería algo debía pedírselo a
su amo, así había actuado todo el día e intuía que con esto no sería diferente.

— ¿Qué quieres pequeña?— susurró sensual atacando su cuello con besos.

—Fólleme— acarició su pecho desnudo con la yema de sus dedos —Por favor amo,
hágame suya— apartándose suavemente el hombre se deshizo rápidamente de sus
pantalones, zapatos y medias, solo conservó su bóxer para que la pequeña destapara lo
que sólo para ella allí guardaba.

—Desnúdame— pidió con la voz fuerte, ella lo miró diciéndole con ello que no podía
hacerlo —Si quieres que te folle debes desnudarme pequeña— dejándose llevar por
libido, levantó sus manos temblorosas y tomó el elástico del bóxer, bajándolo con torpeza
descubrió su pene y jadeó al ver su tamaño, pensó que su enorme glande jamás podría
penetrar su pequeño y cerrado coño.

—Eso no va entrar señor Growney— él le sonrió de medio lado y tomó su pequeña mano,
la puso en el tronco de su polla y comenzó a bombearla suavemente, cuando ella se relajó
la dejo que siguiera sola.

—Cada centímetro de eso va a estar dentro de ti pequeña, ya no hay vuelta atrás— besó
su boca y jugueteó con su lengua calmando sus nervios, cada vez se sentía más excitado
con su dulce inocencia —Relájate y te gustará mucho— se acostó sobre ella dejando el
peso de su cuerpo sobre sus brazos, ya alineado en su centro paso su pene por su sexo
chorreante por el orgasmo anterior.

—¿Va a doler?— preguntó como si fuese a perder su virginidad, ya lo había hecho antes,
pero los otros hombres eran menos dotados que su amo. Él no respondió su pregunta, en
cambio tomo su pierna y la monto en su cadera, se inclinó más y besó sus labios, jugó con
ella distrayéndola de sus nervios, al hundir sus dedos en ella había palpado lo estrecha
que era y sabía perfectamente que era un hombre con un buen tamaño, así que si, le
dolería un poco pero haría que valiera la pena.

—Eres hermosa Aylin— susurró en sus labios, tomó su polla en la mano y con un
movimiento de cadera penetro su vagina —Relájate pequeña— acarició su cabello —Falta
un poco más —

—Me duele mucho amo— dijo a regañadientes con los puños apretados, sin querer
lastimarla el señor Growney se quedo quieto, si empujaba mas podría rasgar su apretada
vagina, besando sus labios y cuello la hizo relajarse —¡Ay señor Growney!— chilló cuando
él se enterró por completo en ella, con dos estocadas había entrado en lo más intimo de
su ser.

—Ya entro pequeña— lamió su clavícula haciéndola arquear —Estoy completamente


dentro de ti— por la cantidad de flujo pudo salir resbalándose de ella, comiendo sus labios
en beso comenzó a follarla en un ritmo lento, ahora si disfrutando de su estrecho y
húmedo coño.

—Duele señor Growney— susurró moviendo sus caderas para encontrarse con él.

— ¿Te gusta?— besó su pecho y siguió hasta su seno tomando un pezón en la boca.

—Si...me gusta, pero due...le— la penetró un poco más rápido sin dejar de atender sus
pezones.

—Concéntrate en el placer pequeña, dejará de doler si solo te te concentras en el placer—


asintiendo ella estrelló sus labios con los del hombre, colocó sus palmas sobre su espalda
suave y sudada entregándose al placer, lo rasguñaba con cada estocada que recibía, el
señor Growney salía y entraba de ella suavemente, dolía porque llegaba a donde nadie
había llegado antes, lo sentía golpear su estómago en cada arremetida a su cerrado coño,
pero le gustaba la sensación, el escozor que le dejaba la hacía gemir, lo que él
aprovechaba metiendo su lengua en su boca, cosa que la excitaba más y más.

—Amo...— jadeó borracha de placer, los golpes constantes y delicados del señor Growney
la tenían agonizando, su vientre ya dolía avisando su próximo clímax, pero no quería llegar
aún, no sin su permiso — ¿Puedo correrme?— le preguntó cerrando sus ojos con fuerza
conteniendo lo inevitable.

—Abre tus ojos pequeña— trataba y no podía, sólo sus labios se entreabrían para poder
jadear y tomar aire —Abre tus ojos, quiero verlos cuando te corras— movía sus caderas al
son de una culebra penetrándola más rápido, volviéndola más loca de gozo.

—¡Oh Dios!— abrió sus ojos y miró los negros y dilatados ojos de su amo para entregarse
a él y llegar al clímax —¡Oh señor Growney!— ella movía sus caderas alargando su estadía
en el cielo, sus pubis chocaban lo que fue justo para el hombre y se corrió, bañando a la
pequeña de su preciado semen, lo sacó y también le echó en el vientre.

—Ay pequeña— besó sus labios castamente —Vas a volverme loco— se tiró a su lado y la
atrajo en un abrazo, besó su frente dulcemente para quedarse quietos reposando de su
magnífico primer encuentro.

Después de eso lo hicimos dos veces más, nunca nadie me había follado de una manera
tan intensa, el señor Growney parecía no saciarse de mí, no me folló más por mi pequeño
coño estaba hinchado y dolorido, porque si, me duelen lugares que yo jamás he tocado
con mis manos y siendo sincera no creo que lleguen tan lejos, no sé si es masoquismo o
no, pero ya siento ansias de volver a tener a esa enorme polla entre mis piernas, de solo
pensarlo me vuelvo a calentar.

Aylin Parker.

Viernes, 22/01/2016.

11:04 pm.

Capítulo 2

Querido diario...

Hoy he montado al señor Growney, si montado, he cabalgado sobre su rica polla hasta
llegar al cielo, me ha encantado aunque el principio creí que no podía hacerlo, pero mi
amo saca la perversión de mi, me hace hacer cosas que jamás creí posible, como
montarme sobre él y darnos un orgasmo increíble para ambos, siempre creí que me
conformaría con una penetración sencilla donde solo mi pareja llegara, una de las
costumbres de mi familia es que en el sexo las mujeres siempre van abajo y reciben solo lo
que sus maridos pueden darles, pero otro día escribiré sobre dichas costumbres, que son
bastante ilógicas y conservadoras.

Sé que montar a un hombre no es nada del otro mundo pero a mi me emociona


muchísimo, nosotros vamos poco a poco, aún no hemos empezado con la sumisión como
tal, o al menos no hemos hecho nada de lo que leí en los libros que me dio, el señor
Growney quiere que me sienta cómoda primero con él en el sexo y luego pasaremos a la
siguiente fase, en nuestros encuentros hemos notado que nos conectamos con facilidad,
estoy dispuesta a recibir todo lo que mi amo quiera darme y ya me he acostumbrado a su
pene aunque según las palabras del señor Growney sigo siendo deliciosamente estrecha.

Hoy todo fue muy atrevido, estábamos en una reunión con papá en su empresa y el señor
Growney nos sacó alegando a mi padre que me necesitaban en una de sus construcciones
(cosa que yo inocentemente creía cierto), mi padre estaba un poco incrédulo, pero mi
amo sabe utilizar perfectamente el don de la palabra e hizo que mi adorado papi cayera
en su trampa, pero no le daré más vueltas así fue exactamente como todo sucedió...

—Si me disculpan necesito tomar esta llamada— les dijo el señor Growney saliendo de la
oficina.

—¿Te gusta trabajar con el señor Growney hija?— le preguntó su padre.

—Si papito, él es un hombre muy inteligente, me ha enseñado muchas cosas— si supiera


el trasfondo de esas palabras pensó Aylin.

—El trato era que trabajaras para mi Aylin, a la familia no les gusta que trabajes— ella
tomó la mano de su padre y le dio un beso.

—Papi se las costumbres que hay en la familia pero me gusta la ingenería, esto no es
trabajo para mi, es una pasión que comparto contigo—

—Cada vez que dices eso logras comprarme Aylin, me manipulas a tu antojo— ella sonrió
dulcemente.

—No quiero manipularte papá...— el sonido de la puerta y la entrada del señor Growney
hizo que callara.

—Lamento mucho, pero necesito irme a ver una de las construcciones en el centro— dijo
el señor Growney mirándolos a ambos.

—No te preocupes Thomas, mi hija y yo nos quedaremos aquí, ella te informara en que
concluimos— le dijo cortésmente.

—Disculpame Frederick pero me gustaría mucho que la señorita Parker me acompañara,


la verdad es que necesitan a un ingeniero, no un arquitecto— sonrió lascivamente a la
chica.

—Mi hija no es empleada directa tuya, puedes llevar a uno de tus ingenieros— le
respondió tranquilamente.
—Confío más en el juicio de su hija señor Parker que en otro ingeniero, ella me ha
demostrado ser una de las mejores ingenieros del país y se jacta de decir que ha
aprendido del mejor, de su padre— Frederick miró a su hija con orgullo y asintió.

—Nos vemos en casa Aylin, por favor no trabajes hasta tarde y llámame para ir a buscarte
si no consigues un taxi—

—No te preocupes Frederick, será rápido y yo mismo la llevare a casa, cuidaré bien a su
hija— Aylin sonrió y se despidió de su padre con beso y un abrazo, salieron de la oficina y
ya el chofer del señor Growney los estaba esperando.

—No sabía que tenias chofer— susurró Aylin una vez adentro de la camioneta.

—Solo cuando no deseo manejar— se inclinó y le susurró algo al oído al chofer.

—Entiendo, oye manipulaste a mi padre, eso no se hace— él le sonrió y acarició su pierna.

—Era necesario pequeña—

—¿Dónde es la construcción?— el señor Growney soltó una carcajada y Aylin se mordió el


labio pensando que había dicho mal.

—En mi casa— le guiñó un ojo luego miro su boca —No hagas eso pequeña— puso un
dedo en su labio y lo saco de sus dientes.

Esa era una maña de Aylin, amaba morder sus labios y sería triste saber que tendría que
dejar de hacerlo —¿Le molesta señor Growney?— preguntó suavemente.

—No pequeña— la abrazó y le susurró al oído —Me dan ganas de follarte aquí mismo—
ella sonrió y traviesa volvió a morder su labio —Pequeña no juegues con fuego— lamió su
labio y lo mordió por unos segundos más, todo bajo la mirada del amo, quien ya estaba
empalmado ante las acciones de la pequeña.

—¿Qué haremos en su casa señor Growney?— susurró en tono infantil, ella sabia la
respuesta, de hecho solo imaginarlo le hacía mojar las bragas, pero sabía mucho más que
su inocencia excitaba a su amo.

Sonrió con malicia y la miró, esa mirada oscura a la que todos le temían y que a ella la
encendía —Para el juego Aylin Parker—

—¿o qué?— susurró en su oído, su pene se revolvió entre los pantalones, quería romperle
la maldita falda y follarla, pero ella aún no estaba lista para ello.
—O te follaré hasta que se te rompa el coño— ella abrió sus ojos de impresión, sabia que
podía hacerlo, con semejante polla ya era un milagro que no hubiese pasado antes.

Entre Aylin asustada y el señor Growney sonriente no se dijo nada más, en silencio
llegaron a su destino después de diez minutos, se bajaron de la camioneta y entraron a la
casa, ella iba a sentarse en el sofá pero su amo la detuvo.

—Ve a la habitación y quedate en ropa intima, voy hacer una llamada en el estudio — con
la cabeza gacha asintió, estaba nerviosa, su amo siempre la acompañaba y la desnudaba él
mismo, ella no sabía que estaba planeando la pervertida mente del señor Growney.

Llegó a la habitación y quitó primero su falda, dejando a la vista un sexy ligero rojo
apretando su muslo, su madre la hubiese visto con ello y la acusaría de golfa, ella lo sabía
pero quería sentirse sexy y con eso lo lograba, lentamente desabotonó su camisa y la sacó
de su cuerpo, ahora podía verse el conjunto completo una pequeña tanga roja con un
sostén del mismo color más el dichoso ligero, quitó los ganchos de su cabello y lo
alborotó, quitó sus zapatos y se sentó en la cama a la espera de su amo.

—¿Estás lista pequeña?— su boca se abrió al ver a esa mimada niña hecha toda una mujer
en ese pequeño conjunto, sus pechos pequeños se veían tan apetecibles cubiertos de tela
roja, sus hermosas curvas se marcaban más con la presencia de esa diminuta tanga, la
pretina era más fina que su dedo y el pequeño triangulo de encaje en su pubis apenas la
tapaba, la miró tanto tiempo, poseso su belleza que no se dio cuenta que ella se había
levantado de la cama y ahora estaba frente a él tocando su mejilla.

—¿Le gusta señor Growney?— su mano quemaba su mejilla como el infierno y su


melodiosa voz lo llevaba al cielo, un ángel convertido en demonio.

—Me encanta— pasó un dedo sobre la tela del sostén hasta la tela que apenas cubría su
sexo —Quita mi ropa, absolutamente toda— su voz ronca y fuerte excitó a Aylin
impulsándola a cumplir con lo pedido.

Sus manos dejaron su mejilla y quito el saco con un poco de torpeza, más relajada aflojó el
nudo de la corbata y la quitó pero no la puso junto a la ropa si no que la colgó en su cuello,
desabotonó su camisa tocando fugazmente su torso, siguió los zapatos desatando los
cordones y sacándolo de sus pies junto con las medias.

—De rodillas— le ordenó y ella lo hizo —Termina de quitar mi ropa— con nervios desató
su correa y el botón, acariciando intencionalmente su pene duro bajó la cremallera del
pantalón, el cual deslizó por sus piernas junto al bóxer, su pene liberado quedo al ras de la
boca de Aylin —Chúpalo ahora— Ella lo miró desde su posición y él comprendió —Solo
pon la cabeza en tus labios y usa tu boca como si fuesen tus manos— ella asintió indecisa
de que eso entrara en su boca.
Tomándolo en su mano como apoyo Aylin puso la punta en sus labios, dio un beso casto
sin saber cómo empezar, abrió lentamente sus labios y los fue amoldando al grosor del
pene del señor Growney a medida que iba entrando, era como una paleta enorme aunque
solo tenía adentro su cabeza, involuntariamente succionó haciendo que él se
estremeciera, viendo su reacción se animo a meter un poco más y chupar más fuerte.

—¡Oh pequeña!— gimió al verla de rodillas con un cuarto de pene en su boca, su


inexperiencia hacia que fuese mucho más excitante, lo hacía lento y delicado chupando en
cada centímetro que adentraba en su boca húmeda —Sacalo y lamelo— sin soltarlo de su
mano lo sacó de su boca, tímidamente paso su lengua desde la bolas hasta la punta de la
cabeza, su mejor amiga le dijo una vez que eso volvía loco a los chicos, seguramente su
amo no era inmune aquello, pegó la punta de su lengua entre sus dos bolas y la sacudió de
lado y lado haciéndole sentir vibraciones húmedas en sus sensibles pelotas.

El señor Growney no sabía de donde había sacado aquella cosa que le había hecho, pero
lo había puesto muy cachondo, la pequeña Aylin no necesito más instrucciones, turnaba
con deliciosas chupadas y rápidos lametones al pene de su amo, ella no sabía si lo hacía
bien o no, pero le encantaba como el señor Growney gemía y jalaba su cabello de vez en
cuando, demostrándole cuan excitado estaba.

—Detente— gritó y la tomó del brazo levantándola, no quería correrse en la boca, quería
acabar en su estrecho coño —Lo haces muy bien pero quiero follarte— estampó sus labios
contra los de ella besándola con desenfreno, sus narices chocaban en desesperación, las
manos del señor Growney ahuecaron las tiernas mejillas de su trasero pegándola a él —
Eres muy traviesa pequeña Aylin— susurró en sus labios.

—Usted me pone así amo— expreso con excitación, a pesar de que no había sido tocada
se había puesto caliente al chuparle su pene al señor Growney.

El la tomó por los muslos y se sentó con ella sobre su regazo en la cama, la seguía besando
con avidez mientras sus manos recorrían su cuerpo, tocaba sus pechos y tiraba del sostén
a punto de romperlo, decidido a tener más de ella atacó su cuello con besos, chupaba su
delicada piel mientras arrancaba la tela de sus tiernos pechos, que una vez libres también
comió con gula, tomó un pezón entre sus dientes y lo mordió con fuerza azotándola
también en su culo.

—¡Oh señor Growney!— la azotó con más fuerza y ella se retorció en sus piernas —¡Ay!—
chilló emocionada, él se estaba comportando un poco más salvaje, y ella no podía creer
que esa actitud tan primitiva la calentara tanto.

La tomó por un mechón de cabello haciéndola gemir —¿Te gusta estar en el regazo de tu
amo?— preguntó amasando la piel magullada de su culo.

—Si señor, me gusta— le respondió jadeando.


—Excelente porque vas a montarme pequeña— rompió con rudeza su bragas e introdujo
un dedo en ella —Tu vagina esta húmeda y lista para que te menées sobre mi pene—
agarró su nuca con una mano y la atrajo para un beso abrasador, mientras su otra mano
abrazaba su cintura y la acomodaba para que sus sexos se rozaran, ella se fue inclinando
hasta que quedaron acostados.

—Nunca he montado a nadie señor Growney, no se cual es el truco— él tomó las caderas
de ella y comenzó a moverla para restregar su coño de su pene.

—Cada vez que follo involuntariamente mueves tus caderas buscando placer— soltó el
agarré en la cadera y ella siguió moviéndose sola —Mira como te frotas con mi pene para
aliviar la tensión en tu clítoris— ella miró sus caderas en movimiento y se sonrojo —Déjate
llevar por el placer pequeña, mueve tus caderas buscando ese punto que te quita el
aliento, ese es el truco— asintiendo se levantó y tomó el pene colocándolo en la entrada
de su vagina —Solo sientate sobre él— ella hizo eso y el señor Growney tensó su
mandíbula al sentir sus apretadas paredes absorber su polla.

Muy concentrada en lo que sentía en su vagina Aylin comenzó a dar saltos suaves sobre la
polla de su amo, cada vez más intensos y un poco más rápido, le gustaba pero faltaba ese
punto que le hacía perder el aliento como lo había llamado su amo, ella le agregó a sus
movimientos de arriba abajo un movimiento circular de caderas.

—¡Ahí!— chilló cuando sintió un golpecito en su vientre, con la pelvis inclinada hacia
delante encontró el punto del placer.

—Ya lo tienes pequeña, ahora baila sobre él — en automático su caderas comenzaron a


moverse sobre ese punto, usando la polla del señor Growney que entraba y salía para
frotarse allí, era como si frotase un clítoris dentro de su vagina, o al menos eso era lo que
ella tenia en mente —Maldita seas pequeña, te mueves delicioso— gruñó tomándola de
sus nalgas.

—Oh— chilló —Ohh señor Growney— colocó una mano en su pecho y la otra sobre la
cama para inclinarse más y seguir moviendo sus caderas.

—Mierda pequeña— azotó su culo mientras ella se retorcía y se movía sobre su polla —
Sigue pequeña— jaló su cabello para comer su boca y tragarse cada uno de sus jadeos.

Moviéndose con frenesí, meneándose sobre su amo, la pequeña inexperta sintió su


orgasmo correr por su cuerpo, las olas de placer hacían que su cuerpo temblara y se
moviera más duro, haciendo que el señor Growney empuñara mano y controlar su chorro
de semen queriendo salir.
—Señor... Amo... No lo resisto— susurró un segundo antes de que su orgasmo explotara,
sus paredes se contrajeron ordeñando y trayéndose con ellas todo los fluidos del señor
Growney, cansada se tiró sobre el pecho de su amo quien la recibió con los brazos
abiertos —Santos cielos, eso fue increíble— dijo sin aliento.

—Todo el mérito es tuyo pequeña traviesa— quitó su melena oscura de su rostro y besó
sus labios —Te estás convirtiendo en mi adicción—

—Usted en la mía señor— acarició su barbilla con sus largas uñas, él tomó su mano y la
besó —Debemos ir, no puedo llegar tarde a casa—

—Me gustaría que pasaras una noche conmigo pequeña— le dijo mientras hacia rollos en
sus cabellos.

—No puedo, yo también quiero pero sabes que me matarían si duermo fuera de casa—
suspiró triste al no poder complacer a su hombre, las estúpidas costumbres de su familia
decían que una dama jamás debe dormir fuera de casa —Me gustaría poder complacerle
amo, pero soy una subyugada por sus padres y sus creencias — él tomó rostro en su
manos para que lo mirara.

—Me complaces más de lo que crees pequeña, no quiero que tengas un problema por mi
culpa— besó los labios de su sumisa dulcemente —Vamos a tomar una ducha para
llevarte a casa— se levantó con ella en sus brazos y se dieron aquella ducha entre besos y
caricias.

Creo que es una magnífica idea del señor Growney que escriba un diario, cada palabra que
escribo detona los recuerdos de nuestros encuentros, me lleva a un mundo de nuevas
sensaciones, después de las cosas nuevas que he hecho hoy me siento muy bien, de hecho
me siento feliz, quisiera poder tener más del señor Growney, más que esos ratos después
del trabajo, como él dijo pasar una noche juntos, pero las benditas costumbres no dejaran
que mis padres me dejen una noche afuera, ponga la excusa que ponga no lo aceptaran,
pero no me daré por vencida, aunque me tenga que escapar pasaré una noche con el
señor Growney, es una promesa que tengo que cumplir porque ya está escrito en las
páginas del diario que cuentan nuestra historia.

Aylin Parker.

Martes 09/02/ 2016.


10:29pm

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Querido diario...
No sé que me ha pasado hoy en la tarde, la necesidad de sentir al señor Growney me ha
sobrepasado, mi instinto carnal ha salido y me he dejado llevar por él.

¿Alguna vez has tenido esa fuerte necesidad entre tus piernas que eres capaz de frotarte
contra lo que sea para aliviarla? ¿Con un peluche? ¿Con tu almohada? ¿Tus dedos? ¿Una
montaña de ropa? ¿la esquina de una mesa? ¿Algo que te dé el placer que necesitas?

Una vez una amiga del instituto me contó que se había masturbado con la empuñadura
del cepillo de cabello, en ese momento creí que estaba loca y que mi amiga había pecado,
se había dejado llevar por la lujuria(así me hacía pensar mi familia). Pero hoy la he
entendido, mi amiga en su tiempo había sentido esa fuerte necesidad entre sus piernas y
solo la pudo aliviar con aquel objeto, hoy me ha pasado lo mismo, a diferencia de que me
he frotado contra la dura erección del señor Growney, me movido sobre él aliviando ese
palpito que me había molestado todo el día, me moví tanto y tan fuerte que llegué al
orgasmo mojando mis bragas y el pantalón de mi amo.

Le pedí, mejor dicho le rogué al señor Growney que me follara, que me hiciera suya sobre
el escritorio, pero él ni se inmutaba, en mis intentos de provocarlo me subí a su regazo
pero me di cuenta de que ya estaba duro, listo para penetrarme y simplemente no lo
hacía, comencé a moverme sobre él sintiendo un exquisito alivio, fue tan magnífico, fue,
así fue...

Aylin cerraba sus piernas con fuerza haciendo presión en su centro tratando quitarse esa
cosquilla que sentía, necesitaba que su querido jefe, amo y señor la follara como solo él
sabía hacerlo.

—¿Dios, qué es esto que tengo?— se tiró en el sofá de su pequeña oficina.

—Calentura Aylin Parker— le dijo su conciencia.

—Necesito del señor Growney, quiero sentir sus manos fuertes en mi cuerpo, quiero que
me haga suya con rudeza— bufo al saber que pensar así sólo la calentaría más.

Se levantó del sofá dispuesta a buscar lo que quería, sentía un poco de vergüenza al estar
de esa manera, pero se había acostumbrado a follar con el señor Growney tres o cuatro
veces por semana y ya había pasado una sin nada de acción, ni siquiera un toque, de
hecho se había dado cuenta de que apenas la había mirado.

—¿Estará molesto conmigo? ¿ no querrá qué siga siendo su sumisa?— se preguntó antes
de tocar su puerta —Bueno lo sabré ya mismo— dio un par de golpes en la puerta y
espero que le diera permiso de entrar.
—Adelante— la voz gruesa del señor Growney hizo que su deseo aumentara, con las
piernas apretadas entró y puso el seguro de la puerta —¿Sucede algo señorita Parker?—
susurró en cuanto ella se sentó frente a él.

—No señor Growney, o bueno si, es que— no sabía que decir exactamente y su mirada
penetrante sobre ella no ayudaba mucho —Señor Growney me preguntaba por qué esta
distante conmigo ¿Ya no quiere que sea su sumisa?— fue lo primero que salió de su boca.

—Estamos trabajando señorita Parker—

—Eso no le importó cuando me pidió que me desnudara en su oficina, cuando me besó en


la oficina de mi padre o cuando me sacó de ella para llevarme a su casa— Aylin no podía
entender que le sucedía a su amo —Si no quiere que sea su sumisa mejor diga de una vez
y no nos haga perder el tiempo— le dijo molesta, siempre se comportaba decente y medía
sus palabras pero en este momento simplemente no podía.

—No me hables así pequeña Aylin, te puede salir muy caro y aún no estás preparada para
ello— ella se sonrojó al escuchar tal cosa.

—Sea sincero conmigo por favor— susurró y él solo la miraba fijamente —Si cree que no
soy suficiente mujer para usted y ser su sumisa prefiero que me lo diga de frente, así
mismo como me pidió que lo fuese, déjeme, y no me evada para que yo me dé cuenta—
su voz titubeó un poco mientras hablaba, estaba nerviosa y molesta, jamás le había
hablado así a él señor Growney.

—No vuelvas a repetir la estupidez que acabas de decir Aylin Parker— ella lo miró y vio el
fuego en sus ojos, su amo se había molestado —No existe hombre en el planeta que sea
suficiente para ti, cualquier hombre estaría feliz de poder tenerte, eres mucha mujer para
cualquier hombre ¿Entiendes eso?— su voz fuerte y su mirada penetrante no estaban
acorde con sus palabras, pero aún así ella asintió creyendo sus palabras —Responde a tu
amo—

—Si amo, lo entiendo— susurró con la cabeza gacha.

—¿Eso es todo o necesitas algo más señorita Parker?— ella lo miró y se encontró de
nuevo con esa mirada dura que le excitaba.

—Lo necesito amo— susurró —Necesito que me folle, por favor— una sonrisa ladeada y
malvada brilló en los labios del señor Growney.

—¿Cómo sabes qué es eso?— le arqueó perfectamente su ceja y ella se humedeció aún
más.
—Tengo un cosquilleo en mi vagina señor Growney — sus mejillas ardían de vergüenza —
Solo lo he sentido cuando usted me toca o me mira, y se alivia cuando usted me toma con
rudeza y me folla— no podía creer que esas palabras hayan salido de su boca, su madre la
hubiese abofeteado si la escuchase decir tales barbaridades.

—¿Por qué no te tocas tu misma pequeña?— el plan que él había ideado estaba saliendo
a la perfección, la pequeña Aylin pasaría su primera prueba como sumisa, el señor
Growney podía verlo.

—No sé cómo hacerlo— musitó —No sé donde me tengo que tocar, ni cómo hacerlo—

—¿Y cómo piensas satisfacer esa necesidad si no sabes tocarte?—

—Pensé que usted podría ayudarme— mordió el interior de su mejilla nerviosa.

—No puedo ayudarte— le dijo de una vez y ella abrió sus ojos sorprendida, tenía que
lograr que su amo la tocara.

—Por favor señor Growney— susurró con voz inocente, el pene de su amo se revolvió
entre sus pantalones, él negó con la cabeza porque su voz no salía, se estaba muriendo
por no follarla en toda una semana —Por favor señor Growney — repitió más suave y más
dulce que antes.

Su voz angelical no estaba haciendo efecto, así arriesgo un poco más, se levantó del sillón
y se fue hasta él sentándose en su regazo, sintiendo de inmediato su dura polla.

—Por favor amo, fólleme— susurró en su oreja —Usted también quiere, puedo sentirlo—
una voz sensual salia de su boca, ella misma no podía reconocerse, su instinto carnal
estaba actuando por ella.

—No voy a follarte Aylin— dijo con la mandíbula tensa.

—¿Ya no le gusto? — susurró con mirándolo con los ojos llorosos.

—Sabes que si Aylin Parker— le dio una mirada dura.

—¿Por qué no me hace suya entonces?— besó el cuello de su amo.

—¿Acaso estas cuestionándome?— la reprendió.

—Lo siento amo— besó de nuevo su cuello y le agregó una pequeña lamida, sintió su pene
estremecerse y sonrió, movió sus caderas restregando su culo, un jadeo escapó de sus
labios cuando su acción le dio un poco de alivio en su sexo —¿Puedo aliviar el cosquilleo
yo misma?— preguntó tímida.
—Por supuesto— sonrió victorioso, la pequeña se estaba dejando llevar por sus deseos.

Ella asintió sin mirarlo por la vergüenza, se paró de sus piernas para subir la falda hasta su
cintura y se montó a horcajadas sobre él —Cuando tenía dieciséis— recostó su cabeza del
hombro de su amo y comenzó un movimiento lento de cintura para frotar su clítoris de la
polla del señor Growney —Mis hormonas estaban muy alborotadas, sentía un cosquilleo
como este— se abrazó a al cuello de su amo y presiono más fuerte sobre su erección —
Por varios días, cuando mis padres no estaban en casa, me desnudaba e intentaba
tocarme— suspiró al sentir las manos de su amo amasar su trasero —Pero nunca
resultaba señor Growney — pronunció su nombre en un jadeo mientras se seguía
restregándose sobre su polla —Un día estaba frustrada, la necesidad me agobiaba y no
podía hacer nada para complacerme, me tiré en la cama desnuda y me abracé a un
peluche enorme que me había regalado papá, casualmente la pata del oso quedo entre
mis piernas — apretó su cuello y clavo sus uñas en él cuando sus movimientos
comenzaron a surtir el efecto deseado.

—¿Qué paso después pequeña? — susurró extasiado, no sabía a dónde llegaría lo que le
contaba pero con tan solo imaginarla desnuda con un peluche entre sus piernas lo
calentaba muchísimo.

—Los pelos del oso me hicieron cosquillas ahí, quería más, se sentía muy bien, pensaba
que mis padres podían llegar en cualquier momento y eso solo me motivaba a hacerlo—
continuó su relato con la voz entrecortada se mecía cada vez más duro frotando su sexo
necesitado sobre la deliciosa y dura erección del señor Growney, quien escuchaba muy
atento mientras apretaba con gozo las mejillas de su culo —¡Ohh señor Growney!— gimió
en su oído —Me subí sobre mi oso con las piernas muy abiertas y comencé a frotarme y
dar pequeños brincos sobre él, se sentía tan bien amo— se arqueó sobre él moviendo sus
caderas con avidez.

—¿Cómo se sentía pequeña?— su voz ronca delataba su deseo, el señor Growney quería
levantarla y follarla sobre el escritorio —Cuéntame más— apretó sus nalgas haciéndola
gemir.

—Delicioso señor Growney, como ahora— su voz apenas salía —Sabia que era un pecado
y que mis padres me matarían, pero no podía parar, se sentía muy rico para hacerlo— sus
gemidos eran cada vez más fuertes y su movimiento estaba perdiendo el ritmo, ahora se
movía sin control sobre él buscando su clímax —Me moví mucho, !Dios mio señor
Growney!— jadeaba en la oreja de su amo, su cuerpo sudado tenía miles de sensaciones
corriendo por su cuerpo —restregaba mi vagina contra el peluche hasta que sentí un
golpe en mi vientre—

—¿Cómo se sintió ese golpe?— preguntó excitado imaginando su cuerpo adolescente


moviéndose sobre el oso.
—¡Como ahora!— chilló llegando al orgasmo, ella sintió la humedad filtrarse en sus
bragas, siguió moviéndose sobre él hasta que su cuerpo dejo el último espasmo —Fue el
golpe más delicioso que había sentido jamás— susurró agotada descansando sobre él
cuerpo de su amo.

—¿Volviste hacerlo de nuevo?— preguntó curioso.

—Más nunca, hasta hoy sobre usted— sus mejillas quemaron de vergüenza —Usted es
mucho mejor que el oso— él sonrió y levantó su rostro para besar suavemente sus labios.

—Has pasado la prueba pequeña— sonrió cuando vio su cara expresando confusión —Te
puse una prueba para ver si ya estabas lista para empezar con tu sumisión—

—No entiendo — dijo ella sinceramente.

—Deje de follarte para ver que hacías, si venías a mi dejándote llevar por tu instinto carnal
para pedirme que te follara o pedirme permiso para tocarte pasarías la prueba, si no aún
no estabas lista para la sumisión — ella asintió sonriendo.

—Estoy lista— susurró nerviosa más para ella que para él.

—Estás lista pequeña Aylin— besó sus labios y dejó que descansara en su regazo.

Para ser sincera estoy nerviosa, pero si mi amo cree que estoy lista es porque lo estoy, al
principio me sentía una desvergonzada buscando placer sobre una polla vestida, pero
ahora se que fue mi instinto carnal, mi deseo hacía el señor Growney que me ha
dominado y me ha hecho pasar victoriosa mi primera prueba como sumisa.

Espero con ansias mi primera sesión como sumisa y poder expresarlo en mis memorias.

Aylin Parker.

Miércoles, 24/ 02/ 2016.

09:17 pm.

Capítulo 3

Querido diario...

Por Dios, por primera vez siento un poco de vergüenza por mis actos, he dejado que el
señor Growney me toque frente a mi padre y lo que más me apena es que disfrute cada
segundo de sus dedos hurgando ni sexo,fue tan divino, es más, me mojé tanto que los
fluidos llegaron hasta mi falda. Cada día juntos en más atrevido y arriesgado que el otro,
mi amo hace lo que sea para que me vaya con él a su casa y poder hacerme suya, disfruta
cada de segundo de poder tocar mi cuerpo, mientras yo disfruto cada segundo cuando
siento sus ásperas manos sobre mi piel.

Mi cuerpo le pertenece y no por el hecho de que sea su sumisa, si no porque solo él lo


sabe tocar, solo él lo hace vibrar, solo él desata las mejores sensaciones, solo él le da
placer y porque simplemente quiero ser solo de él...

Y lo sabe perfectamente, sabe que soy solo de él.

—Señorita Parker su padre viene en veinte minutos, le agradecería que se presente en mi


oficina para que esté al tanto de lo que se hable en la reunión — le dijo el señor Growney
fingiendo indiferencia a la pequeña Aylin, pensó que ella se veía diferente hoy, tenía algo
que la hacía ver más hermosa que siempre, pero él no sabía qué.

—Estaré allí señor Growney, gracias por avisarme- le dio una sonrisa tímida mientras él la
observaba descaradamente.

—Le veo luego señorita Parker- le dijo y camino hasta la puerta, puso la mano en el pomo
y en ese momento se percato de aquello que marcaba la diferencia, se volteó y le susurró
—Bonita falda pequeña Aylin— le dijo coqueto y se marchó.

Ella sonrió y se alisó la falda con sus palmas, había elegido para el día de hoy una falda
más corta de lo que se le permitía usar, la pieza llegaba unos centímetros más arriba de
sus rodillas, pero como su madre salió más temprano que ella osó de llevar algo más
femenino y actual, una falda roja con pliegues, que para su sorpresa fue notado por su
amo y lo mejor de todo fue su elogio.

Recogió su área de trabajo, una tomó una libreta de notas más un lapicero para la
reunión, normalmente su padre y el señor Growney le pedían cosas que ella luego tendía
a olvidar, así que tomó previsiones llevando donde anotar los pedidos, se fue hasta la
oficina del señor Growney y tocó antes de entrar.

—Adelante— Aylin subió un poco más su falda para verse más guapa para él y luego
entró, su amo se dio cuenta inmediatamente de que ella había subido un poco más su
falda, y sin duda creyó que le quedaba mucho mejor.

<<¿Ella está provocandome?>>, pensó él, pero no pensó en la respuesta a su


interrogante,solo la arrinconó contra la pared y de inmediato tocó sus muslos desnudos.

—¿Querias provocarme?— le preguntó y ella negó rápidamente con timidez -Pues


inconscientemente lo has logrado pequeña Aylin— le dijo mirando sus labios rojos.
—Lo siento amo— susurró y luego mordió su labio.

—Maldita sea Aylin Parker, no hagas eso a menos que quieras que tu padre consiga a su
pequeña nenita siendo follada contra el escritorio—

—Lo siento señor Growney— le dijo suave y él la besó dulcemente en los labios.

—No te disculpes pequeña, sabes que me pagas de una forma u otra— sonó un golpe en
la puerta y ambos miraron hacia allá —Te quiero a mi lado en toda la reunión ¿Quedo
claro?— ella asintió y se separaron —Adelante— gruñó sentándose para que quien fuese
que entrase no notara su erección.

—Buenas tardes— dijo el padre de Aylin al entrar —Hola Aylin- besó la frente de su hija y
ella su mano.

—Frederick un gusto verte— estrecharon sus manos y tomaron asiento los que faltaban
—Te llamé para darte noticias sobre la construcción del Sur— puso su mano sobre la
rodilla de Aylin como si nada, ella lo miró asustada y él estaba estoico como siempre.

—Me he enterado de algunas cosas Thomas, pero quiero saber de tu boca que es lo que
esta sucediendo— él señor Growney escuchó lo que su socio le decía mientras su mano
sobaba descaradamente la pierna de su hija, quien estaba petrificada ante ello.

—Aylin hará lectura del reporte que recibimos— respondió y ella lo miró incrédula —
Adelante pe...soñorita Parker— asintió sintiendo unos dedos jugar con sus bragas,
temblando tomó la hoja y comenzó a leer.

La voz de Aylin salía en susurró ronco, no sabía si eran nervios o era el deseo de sentir los
dedos del señor Growney cerca de su sexo, sus piernas abrían buscando ese toque pero el
solo jugaba con sus bragas y acariciaba su piel mientras la miraba concentrado. De vez en
cuando levantaba la vista a su padre que la miraba inocente de todo.

—¿Estas nerviosa Aylin?— le preguntó su padre sonriente quien señalaba sus manos, el
papel que sostenía reflejaba el temblor de sus manos, ella le sonrió y negó con la cabeza,
terminó de leer sintiendo como el dedo del señor Growney enganchaba su braga.

—Continúe señorita Parker— susurró el señor Growney y los dos lo miraron sin entender,
él jalo su ropa intima haciéndola entender.

—Claro— dijo levantándose mínimamente del asiento —Deberiamos ir a supervisar la


obra nosotros mismos y ver cómo está la situación allí, el maestro de obras nos dio una
idea detallada pero no es suficiente— respondió con un hilo de voz mientras sentía como
sus bragas abandonaban su lugar.
—Concuerdo contigo Aylin— dijo su padre mientras ella sentía la mano del señor
Growney bajar las bragas por sus pantorrillas, una vez reunidas en sus tobillos la palma de
su amo subió por su pierna, mientras él hablaba cosas que ella ya no podía procesar.

—¡Mmm!- gimió y abrió los ojos al escaparse ese pequeño chillido, miró al señor Growney
de reojo y tenía una sonrisa ladeada —Por favor señor Growney — susurró pidiendo que
la tocase, pero se acordó de donde estaban y quien los acompañaba —Necesito que...ah
me pase la información de la obra— mordió su labio y él cumplió lo que realmente había
pedido.

Los dedos del señor Growney separaron los labios húmedos del sexo de su sumisa, se
sorprendió de lo húmeda que estaba, su erección se puso más dura al ver que ella estaba
disfrutando de lo que hacía y como la ponía. El padre de Aylin hablaba pero ninguno de los
dos prestaba atención, ella estaba concentrada en sentir y él en hurgar en su sexo
buscando su clítoris.

Aylin brincó en su lugar al sentir un dedo húmedo presionar en su lugar, abrió las piernas
esperando más de eso, mordía sus labios para aguantar los gemidos que querían salir,
agradeció que su padre y el señor Growney estaban al pendiente de los papeles y no
podían ver como su cuerpo tenía espasmos de placer.

—Nena estas un poco roja ¿Te sientes bien?— ella asintió incapaz de responderle, su voz
sería un completo delator, aunque solo bastaba que su padre asomara la cabeza bajo la
mesa para notar la causa de su sonrojo.

—No se siente mucho el aire acondicionado ¿Es eso señorita Parker? ¿Sientes caliente la
oficina?— le preguntó mirándola con deseo mientras sus dedos comenzaron a penetrarla
suavemente, no quería que líquidos hicieran un sonido que los delatase al padre de su
pequeña.

<<Soy una pervertida>>, pensaba ella una y otra vez, <<esto es pecado, me estoy dejando
llevar por la lujuria>>, pero a ella le era imposible separarse de esas caricias, dos dedos del
señor Growney la penetraban con calma rozando sus paredes mientras que él pulgar hacia
círculos suaves sobre su montículo hinchado <<¿cómo me puedo sentir en el cielo
mientras actúo en pecado?>>, preguntaba a su consciencia.

—Me disculpan que voy al baño— dijo Frederick levantándose, ella no sabía si maldecir o
agradecer que su padre sufriera de micción urgente, lo vio levantarse y entrar al baño, se
volteó para encarar al señor Growney, quien no dejaba de tocarla.

—Si que hace calor aquí Aylin, pero no entiendo por qué estas tan roja— le dijo en tono
burlón.
—Pare esto señor Growney, mi padre puede vernos— pidió en susurro, él saco sus dedos
y de inmediato ella gimió al abandono.

—Abre tu boca— lo hizo y él metió sus dedos —Chupa, siente tu sabor y lo mucho que
deseas que siga— nunca se había probado ella misma, de hecho nunca había probado
ningún tipo de fluido, pero le gusto hacerlo por primera vez —¿De verdad quieres que
pare?— le preguntó y vio que su padre salía del baño —Responde—

—No— susurró y él sonrió.

—Lo siento, ¿en qué estábamos?— preguntó el padre de la pequeña y ninguno respondió
porque estaban ocupados, él metiendo los dedos y ella disfrutando de la sensación —De
verdad que el ambiente está caliente aquí no— ambos asintieron y él señor Growney
continuó con la reunión.

La pequeña Aylin se sentía asfixiada ante todo lo que sucedía, su amo y jefe estaba
tocándola frente a su padre, quien estaba concentrado escuchando las palabras del señor
Growney, no sabía cómo él podía conversar sin expresar ni mostrar una pizca de la lujuria
que corría entre los dos, pero por supuesto, no era él quien estaba al borde del orgasmo
frente a su padre.

El amo quería tomar a su sumisa para follarla sobre el escritorio, su pene dolía junto con
sus bolas, el hecho de tocarla y no escucharla gemir lo estaba matando, pero le divertía
ver como su pequeña estaba roja, sudada y conteniendo lo imposible, un inminente
orgasmo, movió sus dedos con más fuerza pero con cuidado de que no sonaran.

—¡Oh!— chilló suave que ella casi ni escuchó, miro a su padre asustada y extasiada
pensando en que la había descubierto, pero él ni se movió, miró al señor Growney y su
sonrisa diabólica le demostraba que él si la había escuchado.

Sin poder aguantar más la pequeña Aylin llegó al clímax, apretando sus dientes para no
gemir, sus piernas temblaban sin fuerza ante semejante corrida, los dedos del señor
Growney no la abandonaron hasta que su cuerpo descanso y no tuvo más espasmos.

<<Siento que me hice pis>>, pensó avergonzada, aunque según ella eso era por lo menos
que debía sentir pena, su padre, su inocuo padre había presenciado uno de los mejores
orgasmos que él señor Growney le había regalado y él estaba inocente de lo que estaba
pasando.

—¿Entonces quedamos así?— dijo Frederick finalizando la reunión, no sabía que le pasaba
a su hija, luego hablaría con ella, tal vez ya no se sentía cómoda trabajando con el señor
Growney o de verdad el calor le estaba afectando porque el también sentía lo mismo.
<<¿Así como?>> se preguntó Aylin, no había prestado atención a nada, miró al señor
Growney perdida y él le acarició la rodilla.

—Si señor Parker, nos vemos mañana en la tarde en la obra del Sur para revisar nosotros
mismos y de ahí nos plantearemos si haremos o no el nuevo presupuesto— respondió
recuperando su imagen estoica.

—Bueno me retiro, tengo otras citas que atender— se levantó y ambos hicieron lo mismo,
en ese momento Aylin sintió sus bragas en los tobillos, ya que nunca volvieron a colocarlas
en su lugar.

—Hasta luego señor Parker— le dijo aguantando las ganas de reír, todo estaría acabado si
el padre de su pequeña miraba hacia bajo, justamente a los pies de su hija y ver sus lindas
bragas allí.

—Hasta luego papá— lo abrazó nerviosa rogando que no mirase hacía sus pies,
rápidamente saco sus bragas levantando un pie a la vez y el señor Growney se inclinó para
tomarla y meterla en su bolsillo —¿Vienes a buscarme?— preguntó cuando el oxígeno
volvió a sus pulmones.

—Si hija, avisame cuando estés lista— lo acompañó hasta puerta y ella le dio un beso en la
mejilla.

—Te quiero papito— le dijo sonriendo y él se fue, cerró la puerta y se recostó sobre ella
suspirando con los ojos cerrados.

El señor Growney la miró viendo como el color volvía a su hermosa piel, se había puesto
pálida, camino hasta a ella y puso sus manos en la puerta a cada lado de su cabeza —
¿Nerviosa pequeña Aylin?— le susurró rozando sus labios.

—Mucho señor Growney— mordió sus labios mientras lo tomaba por la corbata —Siento
un poco de vergüenza por lo que hicimos— le dijo mirando sus ojos marrones.

—¿Te gusto?— ella asintió suavemente —Entonces no debes sentir vergüenza, no te


apenes de sentir placer pequeña, eres mujer y tienes derecho a disfrutar de tu cuerpo,
eres joven y tienes derecho a experimentar— le dijo colocando un mechón de su cabello
tras la oreja.
—Mi familia no piensa así— él asintió.

—No me importa lo que piense tu familia, me importas lo que pienses tu y lo que sientes
tu ¿Te gusto?— pregunto de nuevo.

—Si amo— respondió sonriendo.


—Entonces nada de penas ni de culpas, cuando hay placer todo se vale Aylin Parker—
estrelló sus labios contra los de ella besándola cálidamente, sus manos se fueron hasta sus
nalgas desnudas, la cargó para llevarla hasta el escritorio sin dejar de besarla.

—Gracias señor Growney— musitó besando su cuello —Por liberarme y mostrarme el


placer—

—Todo es gracias a ti pequeña Aylin— desabrochó su pantalón y tomó la mano de ella


para sacara su pene del bóxer, ella lo hizo y lo acarició de arriba abajo.

—Fólleme señor Growney, hágame suya sobre el escritorio por favor— él subió su falda y
puso la punta de su pene en su entrada.

—Ya eres mía Aylin, todo tu cuerpo me pertenece— le dijo penetrándola y entrando
completo en ella de una sola estocada.

Ella se arqueó al sentir todo eso dentro de ella, de inmediato se quedo sin aliento cuando
comenzó a moverse, era cierto ella le pertenecía, todo su cuerpo era de él, pero faltaba
una sola cosa por decir.

—Entonces corroborelo en cada superficie posible amo— él asintió para luego besarla con
pasión mientras se fundía con deleite en su cuerpo, de nuevo esa chiquilla mimada volvía
loco a cada partícula de su cuerpo, cuerpo que estaba adicto a ella.

—Gime para mi Aylin— gruñó follándola con más fuerza —Demuestrame que te gusta que
te haga mía— enredo sus dedos en la cabellera negra y larga para atraerla a un beso.

—Siga señor Growney— se aguantó de sus hombros para mantenerse levantada y seguir
recibiendo todo lo que su amo le daba —¡Oh si!— cerró sus ojos mientras chillaba de
gozo, el escritorio chirriaba ante las arremetidas del hombre pero nada lo haría detenerse,
quería que su pequeña se corriera y se lo llevara a él al orgasmo.

—Eres una pequeña traviesa señorita Parker— apretó sus nalgas y luego le soltó un azote
—Diablos pequeña sigues tan estrecha— gruñó moviéndose con avidez y descontrol.

El cuerpo de la morena se encontraba vibrando de placer, el deseo carnal corría por sus
venas hasta alojarse en su vientre, cada chispa que su amo le generaba explotaba en su
sexo, quería decirle que estaba lista para llegar al cielo, pero sus movimientos de cadera
para que su pene entrara y saliera de ella la tenían sin aliento, sin voz, sólo pudo mirarlo y
besar sus labios, él la siguió, tomó su nuca con fuerza al igual que su cadera, tomó esto
como una aprobación y llegó al clímax.

—¡Oh pequeña!— gimió ronco sintiendo como sus paredes le apretaban, se dejo llevar
soltando su semen dentro de su interior, siguió penetrándola hasta que su pene salió
totalmente desmayado de su sexo, se acomodó los pantalones mientras Aylin descansaba
con la frente apoyada en su hombro, una vez listo la tomó en sus brazos y se sentó con
ella en el sofá.

—Debo volver a mi oficina — susurró después de unos minutos, él levantó su cabeza con
el dedo y le dio un beso cálido.

—Este viernes hay una cena con otro de mis socios, vas a acompañarme— ella lo miró y
mordió su labio —Sé lo que estas pensando, yo mismo hablaré con tus padres para que te
dejen ir— ella negó apenada con ganas de llorar.

—No quiero ir, no debería ser así señor Growney— trató de levantarse pero él no se lo
permitió.

—¿Qué no debería ser así?— ella negó y una lágrima corrió por cada mejilla sonrosada —
Pequeña no llores, ¿qué dije mal? no quise ofenderte, mierda lo siento— la abrazó con el
corazón arrugado.

—No deberías de pedir permiso para que puedas salir conmigo, que vergüenza— secó sus
lágrimas —No entiendo porque un hombre como tu quiere mi compañía, seguramente
tienes muchas mujeres que pueden salir contigo sin problemas—
—¿Te das cuenta de las estupideces que dices Aylin Parker?— le arqueó una ceja y ella se
sintió peor —No importa si tengo que pedir permiso, secuestrarte o robarte, quiero tu
compañía y punto ¿Quedó claro o te azoto hasta que lo entiendas?—

—Quedó claro— le dijo sonriendo.

—Nada de lágrimas, mañana vamos a donde una amiga para que elijas un vestido — ella
asintió.

—Gracias señor Growney— acarició su rostro y besó castamente sus labios —Dentro de
toda esa dureza y esa capa de hombre sin sentimientos que pones, hay un hombre dulce y
bonito que me gusta— sin dejarlo responder lo besó de nuevo tomándolo de las mejillas,
esta era la primera vez que ella dominaba un beso, aprovecho la ocasión para dejar el
alma en aquella unión, con lentitud sus labios tomaban los de él dándole besos con pureza
y amor, suspiró en su boca para luego meter su lengua buscando la de él, una presión se
apoderó de su pecho quitándole el oxígeno.

—Detente Aylin— pidió sintiendo una bola en su estómago, ninguna mujer lo había
besado así antes como lo había hecho ella hoy —Vuelve a tu oficina — sus manos
temblaban, se sentía nervioso y no entendía por qué. Ella se levanto de su regazo
pensando en que había hecho mal si el beso ella lo sintió perfecto —Aylin tus bragas— las
saco de su bolsillo y ella sonrió.
—Se las regalo señor Growney— susurró sonrojada mientras se marchaba, él aspiro su
aroma y se quedo anonadado en el sofá.

Después que cuento y recuerdo lo que hicimos en el día paso la noche suspirando, cada
día que pasa, cada día que escribo algo nuevo en las páginas de este diario se me hace
más difícil no sentir nada por el señor Growney, aveces me pregunto por qué se habrá
divorciado, aunque no quiera es un hombre cariñoso, buen amante, trabajador y guapo,
¿Qué defecto tendrá para que su esposa haya decido dejarlo?, no lo sé, pero si siento
curiosidad.

Aparte de esto, estoy contenta con lo de el vestido y la supuesta cena, mi padre estaba
alegre de que saliera con el señor Growney ya que siempre me manifestaba su molestia
en que las normas de la familia no me permitiesen salir con mis amigos, por lo que a mi
madre si no le gusto para nada, pero termino accediendo por pedido de mi padre, creo
que en el fondo ella me entiende pues en su momento también debió vivir lo mismo.

Aylin Parker.

Miércoles, 16/ 03/ 2016.

08:23 pm.

Capítulo 4

Querido diario...

Mi día de hoy puedo resumirlo de la siguiente manera, un lindo vestido, una nueva amiga
y muchos besos deliciosos.

El señor Growney se comportó como todo un caballero, después de trabajar me llevó a la


tienda de su amiga para elegir un vestido, no fue nada fácil, todos eran preciosos, y tuve
que dejar de lado todas mis creencias para elegir el atuendo perfecto, por supuesto todo
con la ayuda de él y la señorita Barbara, luego de eso me llevó a comer helado
(cumpliendo uno de mis deseos no pedidos), fue tan maravilloso que parecía un sueño, el
arquitecto malhumorado desapareció por un momento y me dejó con el increíble Thomas
Growney, aunque no me permite aún llamarle así.

—¿Estás bien Aylin?— le preguntó su padre haciendo que ella levantara la vista del
teléfono.

—Si papito ¿Por qué lo preguntas?— le dijo expresando su confusión.


—Porque ayer estabas muy rara cuando estábamos en la oficina del señor Growney— la
vista de Frederick estaba dirigida al camino pues estaba conduciendo, perdiéndose así el
sonrojo de su hija.

—¡Ah!— ella pensó en mil excusas y nada llegó —No lo sé papi creo que era el calor como
dijo el señor Growney— ella mordió el interior de su mejilla nerviosa.

—¿Por qué no lo llamas Thomas? ¿pasa algo con él que yo no sepa Aylin?— le dio una
mirada rápida a su hija sin percatarse de que estaba nerviosa.

—No lo sé, me acostumbre a decirle señor Growney, además él no me ha pedido que lo


tutee—

—¿Y está todo bien con él?— insistió poniéndola más nerviosa.

—Si papá todo está bien ¿Por qué lo preguntas?— resistió el impulso de morder sus uñas,
no entendía nada sobre este interrogatorio.

—No se hija, ayer te vi incomoda pensé que podía ser por Thomas, que tal vez ya no
querías trabajar con él, que se yo nena— sintió que el aire volvía a sus pulmones, su padre
no sospechaba nada más.

—Bueno papi quedate tranquilo, no pasa nada, yo estoy bien y todo esta bien con el señor
Growney— su padre asintió y ella siguió mirando su teléfono.

Al cabo de unos minutos llegaron a la obra del Sur, en un silencio cómodo bajaron de la
camioneta y caminaron hasta el señor Growney que se encontraba conversando con unos
trabajadores, al verlo ella trato de controlar las reacciones de su cuerpo, cosa que fue un
intento fallido, su mejillas se tornaron rosas, sus manos temblaban y una presión se alojó
en su estomago.

—Frederick— dijo el señor Growney estrechando su mano —Señorita Parker, buenos


días— besó fugazmente su mejilla y no paso desapercibido el color rosa en ellas.

—Buenos días señor Growney— susurró y luego mordió su labio captando toda la
atención de su amo.

—¿Seguimos?— preguntó el trabajador que conversaba minutos antes con el señor


Growney.

Los cuatro se fueron a las oficinas improvisadas que habían en la construcción para tener
una reunión, durante dos horas conversaron y revisaron cada detalle de la obra, en todo
momento Aylin sintió como el señor Growney rozaba sus manos o trataba de tener algún
contacto con ella, cosa que trató de evitar debido a la conversación que tuvo con su padre
en el camino.

—¿Aylin te vas conmigo?— le preguntó su padre después de terminar con el trabajo en la


obra, ella vio como el señor Growney negó con la cabeza, casi imperceptible pero fue
suficiente para ella.

—No papito, tengo unos asuntos pendientes con el señor Growney— su padre asintió.

—Bueno está bien, te paso buscando por la empresa, hoy tengo que salir con tu madre—

—No te preocupes Frederick, yo la dejo en tu casa apenas terminemos—

—Gracias Thomas, deberías decirle a mi hija que te tutee, no se cansa de llamarte señor—
Aylin abrió los ojos al escuchar lo que su padre decía con un tono divertido, miró al señor
Growney quien le levantó una ceja <<¿furioso?>> pensó ella.

—Después lo conversaré con ella Frederick, no te preocupes— ambos rieron y Aylin no


sabia que decir, los hombres se despidieron, Frederick besó la frente de su hija y luego se
marchó.

—Señor Growney yo...— él la interrumpió poniendo un dedo en sus labios.

—Hablamos después, tenemos asuntos pendientes ¿No fue así que dijiste?— ella asintió
mirando sus pies, se sentía una niña regañada, él la tomó por el brazo y la llevo hasta
camioneta, le abrió la puerta para que ella entrara y luego se montó él.

—¿A dónde vamos?— susurró tratando de romper la tensión que se había formado entre
los dos.

—A que elijas un vestido para mañana— le dijo indiferente y sin mirarla, ella suspiró.

—Señor Growney déjeme explicarle por favor— él se detuvo a orillas de la autopista.

—¿Qué cosa Aylin Parker?— dedicó toda su atención a ella.

—Lo que dijo mi padre, no quiero que piense que deseo tutearlo, yo, rayos no se que
decir— rasco su cabeza y él sonrió.

—¿Quieres dejar de llamarme señor? ¿o amo?— arqueó una ceja.

—Por supuesto que no, me gusta llamarlo así, me gusta decirle señor Growney y amo, me
gusta que lo sea también, solo que mi padre me hizo preguntas raras hoy, no se porque
dijo eso— mordió su labio, estaba nerviosa.
—Ven aquí — ella lo miró sin dejar de morder su labio —Ven aquí pequeña— golpeó su
muslo y ella se fue hasta él sentándose en su regazo y sonriendo de lado.

—Lo siento— susurró jugando con su corbata.

—Deja de masticar tus labios que vas a romperlos pequeña— acarició sus piernas bajo el
vestido —Y deja de los nervios, puedes llamarme como quieras siempre y cuando no sea
mi nombre, señor, amo, jefe, dueño, incluso daddy si quieres, pero jamás debes llamarme
Thomas—

—¿Daddy?— ella repitió —¿Por qué así?— —¿Acaso sabes qué es un daddy? Y no me
refiero a un padre común y corriente— ella negó —Tal vez otro día te lo enseñe— la azotó
suavemente y ella gimió —Vuelve a tu puesto pequeña traviesa— ella hizo lo que le
ordenaron y el señor Growney volvió a conducir, alrededor de cinco minutos llegaron a la
tienda.

—Barbie Shop— leyó Aylin el nombre que estaba en el letrero —Me gusta— él le sonrió y
le abrió la puerta para que entrara.

—Querido y viejo amigo Thomas Growney ¿A qué se debe el placer?— le dijo una
hermosa rubia de unos cuarenta años que se acercaba a ellos —Wow, una chica muy
guapa sin duda— sonrió para Aylin y ella se la devolvió.

—Hola Barbara— besó su mejilla —El mejor vestido de tu tienda para ella— la señora la
miró de arriba abajo analizando su cuerpo.

—Tienes hermosas curvas que lucir, poco busto que podemos realzar con un buen escote
y— le dio la vuelta —Tienes un bonito trasero ¿Tu nombre es?— —Aylin Parker— le dijo
apenada.

—Bueno Aylin ¿Puedo llamarte así verdad?— ella asintió — ¿Te gustan los escotes?
¿mostrar tus piernas? ¿un vestido sencillo? ¿extravagante? ¿sensual? ¿Cómo te gustan los
vestidos?— ella sonrió y miró al señor Growney —¿Quieres que él escoja tu vestido?
Aunque me atrevo a decir que este señor te prefiere desnuda mi niña— le guiñó un ojo al
señor Growney y este sonrió.

—No, me gustan sencillos, de colores claros o exclusivamente negro, sin escotes y lo más
corto es hasta las rodillas — ella levantó ambas cejas.

—Eso fue bastante específico Aylin, ¿Segura de que no quieres algo más corto? ¿Mitad de
muslo? Tienes lindas piernas, llevo años en este negocio y sé que le queda bien a un
cuerpo como el tuyo—
—Ese es el largo que se me permite señora Barbara— ella asintió sin entender a que se
refería.

—Sientense cómodos que ya vuelvo— caminó por toda la tienda revisando vestidos a los
gustos de ella, una más largos que otros, de diferentes estilos y tonos, pero respetando
sus deseos, aunque su intuición le decía que ella se vería mejor con otra clase de vestidos.

—No me siento cómoda señor Growney— le susurró.

—¿Por qué?, Barbara es muy directa y efusiva, pero nadie va a tener un vestido más
perfecto que los de esta tienda, son diseños exclusivos Aylin, lo que te lleves nadie más lo
tendrá— ella asintió.

—Lo se, de aquí veo vestidos preciosos, pero ninguno es de lo que yo pueda usar, yo
tengo una modista que hace mi ropa, puedo pedirle un vestido nuevo o usar uno que ya
tenga en casa— mordió su labio y él lo sacó de sus dientes rodando los ojos.

—Vamos a ver los vestidos que traiga Barbara, si no hay nada que se ajuste pruebas con tu
modista— ella asintió y él le dio un beso en los labios —Quiero que estés a gusto Aylin, no
quiero que sientas presiones conmigo porque no las hay— ella suspiró y siguió mirando a
Barbara que buscaba vestidos.

—Esta chica si que tiene gustos raros ¿A quién no le gustaria tener un cuerpazo como ese
y lucirlo? Y junto a un hombre como a Thomas, santo Dios yo enseñara todo— dijo
Barbara buscando vestidos, en su mano ya tenía cinco con las indicaciones de Aylin, pero
no estaba satisfecha necesitaba el vestido perfecto para ella.

Buscó entre tantos y consiguió uno negro, un poco de escote y a mitad de muslos, pero
estaba segura de que le quedaría perfecto —Este es el indicado, lo se, lo siento en mi
corazón — sonrió y lo puso aparte.

Aylin movía sus pies de un lado a otro nerviosa, no era la primera vez que intentaba
comprar en una tienda, las veces anteriores habían salido mal, nunca habían prendas que
se ajustaran a las normas de la familia y cuando ella creía que si, su madre las cortaba y
botaba diciendo que no, por eso tenía una modista que hacía toda su ropa, conocía
perfectamente las reglas, ya que le cosía a varias de sus primas mayores.

—¿Aylin?— le dijo el señor Growney agitando su mano frente a su cara —Que vayas al
probador dice Barbara—

—Lo siento— se levantó del sofá y camino hasta el probador, en el trayecto vio un vestido
negro y extremadamente corto, mordió sus labios queriendo probarse uno así, o
exactamente ese, era muy lindo y podía sentir que quedaría bien en contraste a su piel
blanca.
—Bueno mi niña aquí tienes cinco vestidos con lo que me pediste, pruebalos todos, si no
te convencen buscaré más para ti—

—Gracias señora Barbara—

—Nada de señora, te espero aquí afuera con Thomas— ella asintió y entró al probador.

Los cinco vestidos estaban perfectamente colgados en la pared, todos eran preciosos,
mejores que cualquier vestido que tuviese en su guardarropa, el que eligiese sería
perfecto, tomó el primero, uno rosado manga larga, ajustado al cuerpo, con un escote en
v que no rebelaba demás y unos centímetros más abajo de su rodilla, se miró en el espejo
y sonrió se ajustaba perfectamente a sus curvas, se veía hermosa, pero sentía que faltaba
algo.

Salió del probador y les mostró el vestido —¿Y?— preguntó sonrojada.

—Te ves hermosa Aylin, con unos buenos tacones te veras perfecta— le dijo Barbara.

—¿Es ese?— le preguntó el señor Growney mirando sus curvas con deseo.

—No sé, voy a probármelos todos— sonrió y se fue al probador.

—Tiene mucho parecido con...— Thomas la interrumpió cuando se giró para mirarla.

—Lo se y antes de que preguntes no estoy con ella por eso— Bárbara asintió lentamente y
él bufó.

—Bueno cuentame algo, ¿De dónde sacaste esta chiquilla Thomas? Es consentida y
penosa, para nada parecida a las exuberantes, oxigenadas y plásticas mujeres con las que
te gusta salir— él arqueo una ceja y sonrió.

—¿Cómo tu hermana?— preguntó sonriendo.

—Si, tu ex esposa ¿vas a decirme?— él asintió.

—Esa chiquilla es hija de mi socio— mordió su labio y suspiró —Y su sencillez e inocencia,


vale más que cualquier exuberante, oxigenada y plástica con las que acostumbro a salir—

—Esta chiquilla mimada te trae loco, no lo puedo creer— soltó una sonora carcajada.

Le iba a responder cuando Aylin salio del probador con una vestido floreado, se ajustaba
en su busto y lo demás caía hasta sus rodillas, ella dio una vuelta sonriendo y los miró
esperando una respuesta.
—Me gusta más este Aylin— le dijo ella acercándose —Tal vez si la falda fuese unos
centímetros más corta, te quedaría fabuloso— recogió unos centímetros de la falda —¿Se
puede así?—

—Me temo que no, como esta es perfecto Barbara— le respondió y se fue al probador, se
miró de nuevo en el espejo subiéndolo a como lo había hecho Barbara, <<por supuesto
que se ve increíble así, pero es muy corto, me matarían>> pensó y se probó el otro
vestido, color verde agua de tirantes y holgado, llevaba una correa beige en la cintura que
le daba una bonita forma, este era más su estilo, sonrió y salió del cuarto.

—Este también esta lindo mi niña, lo que te pongas te queda increíble— le dijo Barbara y
él señor Growney asintió acercándose a ella.

—¿Te gustan los vestidos? ¿O no está funcionando?— le preguntó con cautela.

—Me gustan todos, será muy difícil decidir—

—Puedes llevarlos todos Aylin— ella abrió los ojos asombrada, cada vestido costaba más
de dos mil dólares.

—No señor Growney, voy a escoger uno— le dijo y él tomó su mano.

—Bueno, te llevas todos esos y escoges el que más te guste para mañana—

—No es necesario, no soy adicta a comprar ropa— se fue al probador y se puso un cuarto
vestido, era muy parecido al que le había encantado, negro con una falda campana con
pliegues y el torso era de encaje.

—Me gusta este— le dijo el señor Growney sonriendo.

—Te ves muy elegante ¿Este es el favorito? ¿Te llevas este?— ella volteó a mirar el vestido
negro que se había robado su corazón y suspiró <<No puedes usar un vestido así Aylin,
este es perfecto>> se dijo a si misma.

—Este me gusta— susurró sonriendo, pero Barbara sabía que no lo era, llevaba veinte
años en el negocio de los vestidos, esa no era la cara de una chica enamorada de uno, vio
que miraba el vestido que había apartado para ella y sonrió, se fue hasta el y lo tomó.

—¿Este es el que te gusta verdad?— se lo mostró y sus ojos se iluminaron.

—Pruebate ese pequeña, se ve increíble— la animó su amo.


—Mi madre jamás me dejaría llevar un vestido así, es perfecto, pero ella no me dejaría
salir con algo tan corto— les explicó a ambos.

—¿Ves a tu madre por aquí princesa?— le preguntó Barbara sonriendo y ella negó —
Entonces toma, prueba el vestido— ella lo tomó indecisa y se fue a cambiar el vestido.

—Me gusta— susurró viéndose al espejo —Barbara— la llamó y ella entró en un


santiamén al probador —Ayudame con el cierre por favor— le dijo sonrojada.

—Te ves fabulosa Aylin,el vestido perfecto, espera tengo los tacones perfectos para esto
salió y buscó unas sandalias negras de tacón alto, regresó rápidamente dejando al señor
Growney sin entender —Toma mi niña— ella se las puso y se miro al espejo.

—¡Hermoso!— chilló contenta, el vestido era a los hombros con encaje de flores en el
dobladillo, se ajustaba su torso perfectamente mostrando sus curvas, la falda se abría
como campana con dobladillos haciendo que su trasero se viese más grande y el largo era
justo a mitad de sus muslos.

—¿Y?— preguntó sabiendo la respuesta.

—Me encanta, luce increíble — le dijo emocionada y luego sonrió triste —No puedo llevar
algo así, mi madre me mata, es perfecto pero ella va a cortarlo si lo ve, sería un crimen —
aliso la falda.

—Crimen es que no lleves este vestido Aylin, eres toda una princesa— La pequeña sonrió.

—Me falta un hada madrina que haga magia para poder llevarlo— le dijo divertida y
Barbara lo pensó un poco.

—Tengo un plan, yo seré tu hada madrina linda—

—¿Exactamente que harás?— preguntó curiosa.

—Lleva este vestido Aylin, y en tu casa te pones cualquier vestido que tu madre te permita
y yo te espero aquí para que te cambies y te ayudo a maquillarte, busco unos pendientes
perfectos que hagan juego, ¿Qué te parece?— le dijo sonriendo.

—¿Harías eso por mi?— ella asintió rápidamente —Gracias, gracias— la abrazó como una
niña.

—Tranquila, cambiate que voy a decirle que llevaras este a Thomas—

—¿No voy a mostrárselo? — ella negó.


—Deja que se muera de ansiedad, hasta que te vea hermosa y sexy mañana — <<¿y si me
castiga?>> pensó ella, pero sonrió sabiendo que disfrutaría de ese castigo.

Barbara dejó a Aylin sola para que se cambiase de ropa rápidamente, ella había tomado
los demás vestidos para llevarlos a su lugar, una vez lista Aylin salió y se encontró con un
señor Growney serio.

—¿Qué?— preguntó inocente.

—Quería verte pequeña— la tomó por la cintura pegándola a él —Ahora voy a estar
pensando en ti toda la noche y en el puto vestido— acomodó su cabello detrás su oreja —
Voy a pensar en todas las maneras posibles de arrancarlo de tu cuerpo y hacerte mía — la
tomó de la nuca y la besó con desespero —Voy a volverme más loco pequeña — susurró
en su boca y volvió a besarla, movía sus labios sobre los de ella dominando él beso, en
cada gemido que le robaba aprovechaba de meter su lengua y probar su néctar, estaba sin
aliento pero no podía dejar de besarla.

—Señor Growney— musitó agitada —Déjeme respirar— sonrió apenada y él la siguió


besando por el cuello.

—Te deseo pequeña— apretó sus nalgas olvidándose que estaban en la tienda, en cambio
en ella sintió un poco de vergüenza por Barbara —Pero te dejaré descansar hoy, mañana
te haré mía hasta que tu cuerpo no aguante más—

—Dios mio Thomas desde la caja vi como tu lengua le llegaba a la garganta a esta pobre
niña— negó con la cabeza —Ten, saca tu culo pervertido de mi tienda ya mismo
Growney— le dijo sonriente y Aylin soltó una pequeña carcajada.

—Adiós Barbara, fue un placer verte— le dio un pequeño abrazo.

—Adiós— miró a Aylin y le sonrió —Fue placer conocerte, nos vemos mañana linda—
ambas se abrazaron y luego salieron de la tienda, una vez en la camioneta Aylin revisó la
bolsa.

—¿Por qué están todos los vestidos que me probé?— le preguntó sonrojada al señor
Growney.

Se encogió de hombros —Me gustaron todos señorita Parker, quiero quitar cada uno de
tu hermoso cuerpo— arrancó su camioneta con una sonrisa egocéntrica.

—¿A dónde me lleva?— preguntó después de unos minutos.

—¿Habrá algún día en que no me preguntes eso?— arqueó una ceja divertido.
—Lo siento señor Growney— él puso su mano en su muslo y lo acarició mientras
manejaba, al cabo de unos diez minutos llegaron a un pequeño jardín, él bajó de la
camioneta y la ayudó hacer lo mismo —¿Dónde.. Lo siento— sonrió apenada.

—No sé cómo se llama esto Aylin, solo se que un día pase por aquí, me gusto lo que vi y
cuando necesito pensar un poco o relajarme vengo aquí— ella asintió mientras caminaban
entrando al jardín —y en una de mis estadías aquí descubrí que venden el mejor helado
de la ciudad, me enteré de que te gustan mucho y pensé en traerte—

Ella se paró frente a él y lo abrazo —Gracias señor Growney— lo tomó de por la nuca y le
dio un beso delicado, se quedo así por unos segundos y luego sonrió.

—Ven— la tomó de la mano y siguieron caminando por el jardín, de nuevo la sensación


extraña se alojo en el pecho de él y quiso evitarla, llegaron a la heladería, era un puesto
artesanal —¿Que sabor te gustaría tener?—

—Me encanta el helado de vainilla — susurró como niña haciéndolo sonreír, ella sonrió
también.

—Mira aquí hay uno de vainilla, ron y café, es mi favorito, ¿Te gustaría probarlo? — ella
asintió y él hizo los pedidos a la amable señora que estaba a cargo del negocio.

Después de que cada uno tomó su helado caminaron por el jardín y se sentaron en uno de
los bancos más solitarios y rodeados de coloridas flores, Aylin le dio vueltas a su cabeza
imaginando porque él hacía todo esto por ella cuando le había dejado perfectamente
claro que solo tendrían sexo.

—¿Por qué hace esto por mi señor Growney?— sus ojos color miel se iluminaron con los
rayos del sol, él la miró y sonrió de lado.

—Disfruto de tu compañía pequeña— ella asintió mientras seguía comiendo su helado —


¿Delicioso?— le preguntó.

Ella limpió una mancha en la comisura de los labios de su amo y luego chupó su dedo —
Mucho— sonrió —¿Este helado no va a emborracharme o algo así?— mordió su labio
tímida.

—No Aylin, el sabor a ron es solo una esencia— aveces él mismo se sorprendía de su
inocencia, era tan dulce y tan tierna, que algunas veces se sentía egoísta por meterla en el
mundo oscuro en el que él vivía —¿Alguna vez te has emborrachado Aylin?— la miró y
estaba sonrojada.

—No, mis padres me matarían, en mi familia no se puede tomar alcohol— él asintió —


¿Puedo preguntarle algo señor Growney?—
—Adelante—

—¿Usted y la señora Barbara se conocen desde hace mucho?— la vista del señor Growney
se dirigió a las flores y suspiró.

—Desde hace veinte años creo— tomó la mano de ella y la puso sobre su rodilla —Eramos
compañeros de una clase en la preparatoria, me hice amigo de ella porque estaba
enamorado de su hermana, Barbara también es hermana de mi ex esposa— ella abrió los
ojos sorprendida y un tanto confundida.

—¿Son tres hermanas y usted es amigo de una, se enamoró de la segunda y se casó con la
otra?- él señor Growney sonrió por la forma en que lo dijo.

—Asi mismo es pequeña— miró como ella terminaba su helado.

—¿Puedo saber por qué se divorcio señor Growney?— él asintió sin mirarla.
—Nuestro matrimonio no debió ser, yo no lo amaba y aunque ella crea que si, nunca me
ha amado—

—¿Y por qué no se casó con la otra, la que amaba?— volteó a mirarla y ella mordió sus
labios.

—Le rompí el corazón, le hice mucho daño— susurró —No soy bueno Aylin, todo lo que
toco lo destruyo, deberías de alejarte de mi— ella se levantó y se sentó a horcajadas sobre
él —¿Qué haces?— ella miró los labios de él y mordió los suyos.

—No quiero alejarme de usted señor Growney— susurró con un nudo en la garganta —
Para mi eres un hombre bueno, me has dado cosas que jamás pensé tener y no me refiero
a los vestidos o el sexo, con usted me siento libre, me siento mujer de verdad— levantó
sus rostro y lo besó tímidamente en los labios.

—¿De verdad?— ella asintió y se fue acercando tímidamente hasta poder rozar sus labios
con los de él, deseosa terminó de cerrar la distancia entre ellos y lo besó, un vez sus labios
comenzaron a moverse suavemente sobre los de su amo, la misma sensación extraña
inundó sus pechos, ella no sabía que era pero le gustaba y él por primera vez se dejo llevar
por el deseo que ella le generaba, se apartaron y ella quedo jadeando en su boca.

—¡Ay Aylin! no sé qué haces conmigo pequeña— tomó su nuca y la besó de nuevo, ella
enredó sus brazos alrededor de su cuello mientras las manos del señor Growney se
metieron bajo su ropa, acarició su piel desnuda y suave mientras la besaba con deleite.

—Señor Growney estamos en la calle— le dijo apenada cuando él apretó sus nalgas bajo
su vestido.
—No me importa y a ti tampoco debería de importarte pequeña— dicho esto volvió a
besarla, esta vez más lento y delicado mientras sentía como su piel se erizaba con su
toque.

Nos besamos infinitamente en el jardín, nos abrazamos y nos dimos muchas caricias,
deseé que esa tarde no acabara nunca, que Thomas Growney se quedara allí conmigo
para siempre demostrándome que es un hombre que siente, que es capaz de equivocarse
y capaz de amar, pero no fue así, apenas cayó el atardecer volvió a su postura estoica y
me llevo hasta casa sin decir una sola palabra sobre lo sucedido.

Aylin Parker.

Jueves, 17/ 03/ 2016.

10:45 pm.

Capítulo 5

Querido diario...

No sé si fue el vestido, si fueron las copas de alcohol que tomó, si fue la noche, si fueron
las miradas que nos dimos, o una mezcla de todo, pero esta noche el señor Growney fue
sutil, fue tranquilo y fue romántico mientras me hacia suya.

No daré más preámbulos a lo fue la noche más increíble de mi vida.

—Aylin no estoy de acuerdo con que salgas con el señor Growney, pero parece que tu y tu
padre se han confabulado en mi contra y toman decisiones sin mi consentimiento—
espetó Eleanor, madre de Aylin.

—Habías dicho que estaba de acuerdo madre— terminó de colocarse las horquillas en el
cabello y se volteó para mirar a su madre —Pero si te hace sentir mejor, llamaré al señor
Growney y le diré que no puedo acompañarle— su madre iba hablar cuando otra voz se
hizo presente.

—Nada de eso hija, un compromiso, es un compromiso, además es una cena de trabajo


Eleanor— ella rodó los ojos a su esposo y Aylin mordió el interior de su mejilla.

—La niña no debería de trabajar, su deber es aprender un oficio mientras espera que
llegue el hombre con que se casará— el timbre sonó interrumpiéndola y la pequeña
sonrió sabiendo quien era.
—Llego Thomas, por favor deja que la niña se vaya tranquila con él, la cuidará, me lo
prometió— bajaron las escaleras mientras la señora del servicio le abría la puerta al recién
llegado.

—No confió en un hombre que incurre en el pecado y la lujuria— finalizó la madre de Mel
una vez estaban en el salón de visitas, la mirada del amo y la sumisa se cruzaron haciendo
que ella se sonrojara completamente.

—Buenas noches señor y señora Parker— dijo el señor Growney mirándolos a cada uno —
Aylin ¿Cómo estás?— se dieron la mano y ella le sonrió tímidamente.

—Buenas noches señor Growney ¿a qué hora planea traer de vuelta a mi niña?— le
preguntó Eleanor arqueando su ceja perfectamente.

—Mi esposa está un poco preocupada por Aylin ya que nunca sale, tu solo traela a una
hora decente, que nosotros la esperamos despiertos, diviértanse—

—¿No era una cena de trabajo? ¿Para qué van a divertirse? ¿o es qué ustedes me están
mintiendo?— Aylin agachó su cabeza avergonzada tratando de alejar sus lágrimas.

—Es solo un decir, vamos se les hace tarde— contestó Frederick, abrazó a su hija por los
hombros y ella le dio una pequeña sonrisa, caminaron hasta la puerta y Aylin se despidió
de sus padres.

El señor Growney evitó poner su mano en la espalda baja de ella mientras caminaban
hacía la camioneta, sabía que los padres de su pequeña estaban mirándola por la ventana,
abrió la puerta, la ayudo a subir y él se sentó a su lado.

—Puedes conducir— le dijo a su chofer y este lo hizo, una vez alejados varias cuadras
levantó el rostro de Aylin con su dedo y vio que sus ojos estaban vidriosos —¿Sucede
algo? ¿Acaso no quieres ir?— ella negó con la cabeza y una lágrima corrió por su mejilla.

—Lo siento tanto señor Growney, Dios, debe de pensar lo peor de mi— él limpio sus
lágrimas y la sentó en su regazo.

—No pienso lo peor de ti, a menos que creer que te ves preciosa sea lo peor para ti— ella
sonrió —Solo dime cual es una hora decente para tus padres, si es por mi te llevo mañana
por la tarde— —a media noche en casa es perfecto señor Growney — él asintió
acariciando su mejilla —Oiga señor Growney, usted no me ha dado un beso de saludo— le
susurró nerviosa y sonrojada.

—Tienes razón— tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso en sus labios —
Barbara nos espera en su casa para que cambies tu vestido— asintió y escondió su cabeza
en el hueco de su cuello mientras iban de camino.
El señor Growney abrazó a Aylin pegándola a su pecho, besó la coronilla de su cabeza y
suspiró sumido en sus pensamientos, cada día estaba más seguro de que sentía cosas por
ella <<como no, si es tan hermosa, dulce e inocente, no se merece para nada un tipo tan
despreciable como yo, con tantos secretos, con tanta oscuridad a mi alredor>> pensaba
Thomas mientras le acariciaba su brazo, cerró sus ojos concentrado en su pequeña.

—Señor ya llegamos— les dijo y ambos bajaron de la camioneta, caminaron hasta la


entrada del edificio y subieron en el ascensor hasta el octavo piso donde vivía Barbara,
tocaron su puerta y en menos de un segundo les abrió.

—Growney— besó su mejilla y él percibió su olor a whiskey —Hola princesa Aylin— la


abrazo sonriente —Pasen están en su casa— los dejó entrar a su apartamento y Aylin le
gusto lo que vio, era espacioso y perfectamente decorado.

—Es hermoso tu apartamento Barbara— susurró.

—Gracias linda, está a la orden, ¿desean algo de tomar mis amores? ¿Un whiskey como
yo?— levantó su vaso de la mesa y tomó un trago haciendo que la pequeña riera.

—Estás loca mujer— le dijo Thomas sonriendo.

—Vale, vale, son unos malditos aburridos, como se van a su cena de ricachones no
quieren nada conmigo— hizo pucheros —A lo que vinieron, ven Aylin, tengo todo
preparado en mi habitación— la tomó por el brazo y la jalo a su habitación —Y tu
Growney espera sentado— él asintió viendo como se perdían por el pasillo.

—Wow, tu alcoba es increíble— dijo al entrar, dio la vuelta observando su alrededor


mientras Barbara la miraba —¿Qué?— le preguntó tímida al ver como ella la observaba.

—Te pareces mucho a alguien que quería mucho— se acercó hasta ella y acarició su
mejilla —Tus ojos son tan idénticos, tan hermosos como los de Verónica— Aylin sonrió
nerviosa al ver como los ojos de Barbara se llenaban de lágrimas —Lo siento Aylin, el
vestido esta en el baño junto a los tacones— ella asintió y entro al baño, cambio su ropa y
se puso los tacones unos centímetros más altos de los que traía puestos anteriormente,
salió del baño y encontró a Barbara sentada en la cama mirando una foto.

—Estoy lista— susurró, la mujer se levanto con una sonrisa y sacó unos aretes del cajón y
una pulcera, se acercó hasta ella y sonriéndole se los colocó.

—Sientate y dejame maquillarte—

—Yo no puedo usar maquillaje Barbara— sonrió tristemente.


—Tu madre ha de ser un grano en el culo definitivamente— le espetó —Pero no me
importa, eres preciosa al natural, solo te pondré un brillo que resalte tus labios y una
mascara de pestañas transparente— Aylin asintió, sonaba algo fácil de quitar y lo haría
antes de llegar a su casa, se sentó en la cama y Barbara aplicó el maquillaje —Lista— le
dijo sonriendo y ella se miró en el espejo.

—Santo cielos me veo increíble— chilló abrazando a Barbara —Gracias, Dios mio gracias
— besó su mejilla y luego se sonrojo —lo siento, yo, estoy emocionada—

—Tranquila princesa, vamos que ese hombre debe estar ansioso por verte— caminó hasta
la puerta y vio que Aylin se quedó parada en medio de la habitación mordiendo su labio —
¿Te sucede algo niña?— ella asintió.

—¿Y si no le gusto?— la mujer mayor rodó los ojos sacando una sonrisa a Aylin —¿Dije
una estupidez?— preguntó y Barbara asintió con fastidio.

—Ven— tomó su mano y la llevó hasta la sala donde estaba Thomas mirando su teléfono,
carraspeo su garganta para que él se diera cuenta de que estaban allí.

El señor Growney levantó su mirada y se encontró con su pequeña mimada vestida de


mujer, un vestido negro corto que mostraba sus hermosas y blancas piernas, por un
momento quiso ponerse de rodillas ante ella para besar cada centímetro de piel
disponible, su boca se abrió impresionado al ver sus preciosos labios brillar con un sutil
tono rosa, sus mejillas estaban coloradas pero eso era natural y le encantaba mucho más,
miró sus ojos color miel encontrando algo allí que hacía que su mirada fuese
inocentemente seductora, recorrió su cuerpo entero de nuevo confirmando que no era un
sueño, que era su pequeña niña convertida una diosa.

—Cierra tu puta boca antes de que babees mi piso y dile algo Thomas— exclamó Barbara
con una sonrisa ladeada, pero a él le fue imposible hacer caso a sus palabras, aún estaba
atónito a tanta belleza.

—¿Señor Growney? — susurró Aylin balanceándose en su lugar mientras jugaba con sus
dedos.

—Lo siento, yo, eh, estas preciosa pequeña— se acercó hasta ella y besó castamente sus
labios —Maldición te ves tan increíble Aylin Parker — gruño emocionado y ella limpió el
labial que había dejado en sus labios.

—Gracias— él tomó su mano para retirarse y ella lo soltó —Déjame buscar mi otro
vestido— sonrió y se fue hasta la habitación de Barbara.
—Cuida a esta niña Thomas, o yo mismo te romperé las bolas— le dijo sonriendo y él hizo
lo mismo —Por un momento creí que era ella, son totalmente diferentes, pero sus ojos
son idénticos a los de ella—

—Lo sé— suspiró y acarició el hombro de Barbara.

—Me hace tanta falta...— no dijo nada más hasta al sentir los pasos de Aylin venir hasta
ellos.

—Gracias por esto Barbara— dijo Aylin, se abrazaron y se despieron de ella con un beso,
bajaron de vuelta hasta la camioneta y se fueron esta a la cena con los socios del señor
Growney.

Solo bastaron quince minutos para que llegaran al restaurante en donde se daría el
encuentro entre socios, una vez dentro Thomas Growney tomó a su sumisa por la cintura
para pegarla más a él, no le gustaba las miradas que le mandaban los otros hombres
presentes a su pequeña, quien inocentemente no se había percatado de eso pero
disfrutaba del agarre de su amo.

Después de unos minutos comenzaron a charlar sobre temas banales hasta de negocios y
temas importantes para todos los invitados, brindaron y bebieron de los whiskey más
caros, sin duda todo demandaba clase y etiqueta que solo la alta sociedad podía costear.
Aylin estaba un poco incomoda con la situación, veía a muchos como personas vacías que
creían que lo tenían todo por el dinero, miró al señor Growney y se dio cuenta que el
también estaba incomodo, tal vez fastidiado de esta ya de estar ahí.

Growney miró el reloj percatándose de que solo llevaban una hora en el lugar, <<tiempo
suficiente>> pensó, acarició el muslo de Aylin llamando su atención —Nos vamos— le
susurró y ella sonrió —Amigos mios— dijo Growney elevando un poco la voz, continuó
cuando tuvo la atención de todos —Fue un placer haberme reunido y hacer negocios esta
noche con ustedes, pero nosotros debemos retirarnos — Aylin sonrió hipócritamente a
todos y luego se marcharon.

—¿Asiste siempre a estas reuniones?— preguntó Aylin mientras iban en la camioneta del
señor Growney.

—Solo cuando es necesario, como hoy— acarició su muslo encantado con sus piernas —
Me gusta cómo te quedó el vestido, te ves muy sexy— subió un poco más su mano y
ahora podía rozar la tela de sus bragas, Aylin abrió la boca pero él puso un dedo en sus
labios —¡Shh pequeña! Quedate tranquila— ella asintió mordiendo sus labios y mirando
su regazo, la mano de su amo volvió a desaparecer bajo su falda y la sintió acariciar su
vagina sobre la tela.
La respiración de la morena comenzó agitarse mientras su amo restregaba
descaradamente su dedo índice sobre su clítoris inflamado, ambos conectaron sus
miradas oscuras y llameantes por el placer, un cálido gemido salió de la boca de Aylin e
inundó el pequeño espacio de la camioneta. Con una sonrisa maliciosa el señor Growney
metió su dedo dentro de la braga húmeda, abrió los labios de su vagina palpitante
regando así los fluidos que emanaban de su necesitada vagina, poseso del deseo introdujo
un dedo haciendo que otro sonido ahogado saliera de sus labios.

—¡Oh!— chilló la pequeña sintiendo como aquello entraba y salía de su húmeda cueva,
suspiró entrecortada mientras el dedo salía y recorría su vagina nuevamente, volvió a
montarse sobre su botón hinchado, mordió sus labios rojos evitando volver a chillar, sintió
como el toque del señor Growney aumentaba en su mismo eje con círculos lentos y
tortuosos para ella.

—Señor, llegamos— dijo el chofer sacándolos de su burbuja.

—Creo que vas a tener que esperar para correrte pequeña traviesa— le susurró en su
oreja y mordió su lóbulo sacando un jadeo de su boca.

Bajó de la camioneta y le tendió la mano para que ella hiciera lo mismo, con la boca
abierta de impresión Aylin salió mirando donde estaban, un enorme y lujoso edificio llamo
su atención, miró al señor Growney buscando una explicación.

—Sorpresa Aylin— susurró en su oreja mientras tomaba su mano y la llevaba hasta la


entrada, un botones vestido pulcramente de negro les abrió la puerta con una sonrisa
discreta en los labios, la pequeña lo miró sonriéndole de vuelta mientras caminaban hasta
la recepción, una hermosa pelirroja vestida igual de negro los recibió con una sonrisa
sensual.

—Bienvenidos a Atlantis, ¿tienen una reservación?— preguntó la recepcionista y el señor


Growney le pasó su identificación, ella asintió sin dejar de sonreír.

—Piso veintidós, habitación doscientos tres— le dio su identificación junto a una tarjeta
magnética —el botones los guiará, que tengan una excelente velada y para cualquier
información en el teléfono están los números de la recepción, disfruten de nuestros
servicios— después de musitar un gracias se dirigieron a los ascensores en compañía del
botones, una vez en el piso ubicaron la habitación.

—Que tenga una excelente estadía en nuestras instalaciones— les dijo el botones antes
de marcharse, Aylin miró al señor Growney esperando que le dijese algo.

Abrió la puerta y una habitación iluminada tenuemente apareció frente a ellos, entraron y
el señor Growney cerró la puerta, una cama enorme en forma de corazón, vestida con
sabanas rojas era el punto central de la alcoba, había varias mesas y sillones, un espejo de
pared completa, velas aromáticas, un balcón con unas sillas y una mesa en él se veía
bastante llamativo, ella camino hasta allá y observó parte de la cuidad desde allí.

El señor Growney vio como ella caminaba hasta el balcón, sonriendo tomó dos copas y las
sirvió con champagne para luego caminar hasta donde se fue su pequeña, se colocó detrás
y puso una copa frente a ella.

—Recuerde que yo no tomo señor Growney— le dijo dándose la vuelta para encararlo.

—Solo esta Aylin— volvió a poner la copa frente a ella.

—Gracias— le susurró y tomó la copa, mirándose a los ojos ambos tomaron un sorbo de la
bebida y el señor Growney sonrió al ver la cara de ella sonrojarse —Es delicioso— tomó
otro pequeño trago y asintió.

—Así es— ella se giró para seguir mirando, él en cambio abrazó su pequeña cintura con
una brazo y le dio un beso en el hombro —¿Te gusta la vista?— le ronroneo en la oreja
después de besar su cuello.

—Si, se ve la ciudad— sonrió emocionada, él tomó todo el contenido de su copa y la dejó


sobre la barandilla.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo Aylin?— rodó todo su cabello a un lado teniendo acceso
completo a la piel de su cuello, donde dejó un delicado beso.

—No, ¿qué es?— ella abrió un poco sus piernas al sentir la mano de su amo subir por su
muslo y meterse bajo su vestido.

—Que tus los ves a todos— rodó la tela a un lado mentiendo sus dedos y separó los labios
de su vagina —Pero nadie puede verte a ti— sin pudor estrujó sus dos dedos en busca del
clítoris de ella. —Señor Growney— gimió ante la intrusión pero él solo tomó su mandíbula
con la mano que antes tomaba su cintura, le giró la cabeza para que quedaran frente a
frente, no esperó para estrellar sus labios contra los de ella, una vez se unieron el sabor
del champagne se hizo presente, cada segundo que pasaba su beso se volvía más intenso
y abrasador, sus lenguas se bailaban sin clemencia en la boca del otro buscando el
dominio del beso, Aylin perdió la batalla al sentir dos dedos entrar en su vagina.

—¡Santo cielos!— chilló a viva voz perdiendo el ritmo del beso.

—Estas húmeda pequeña, me gusta— sacó los dedos de su centro y los llevó a su boca, los
chupó mirando como ella llevaba la copa a sus labios y bebía otro sorbo —No te imaginas
cuanto disfruto tocarte pequeña— susurró en boca llevando su mano a su entrepierna
nuevamente.
Terminó de beber su champagne y dejó la copa al lado de la otra, su respiración se volvió
dificultosa mientras los dedos de su amo causaban estragos en su cuerpo, tomó la
barandilla con fuerza buscando equilibrio, las chispas del placer recorrieran sus venas y
estaban cortando todos sus sentidos.

—¡Oh!— gritó con fuerzas sintiendo su pecho subir y bajar aceleradamente al igual que
los latidos de su corazón —¡Amo! ¡Dios! ¡Oh señor Growney!— balbuceaba
repetidamente mientras él solo frotaba sus dedos en su botón hinchado.

La luz de la luna alumbraba dos cuerpos envueltos en las mantas del placer y la brisa fría
que acompañaba a la noche les dio un alivio a sus pieles cálidas, Aylin dirigió su vista por
todo el alrededor observando la luz de los faroles, las luces de los apartamentos de los
edificios de al lado, el sonido de los carros y la gente caminando en las calles, podía verlos
a todos como le dijo su amo, pero nadie podía percatarse de que un hombre estaba detrás
de ella tocando lo más profundo de su ser, tocando aquel botón que la hacía estremecer,
porque su cuerpo entero vibraba de placer.

-¡Más por favor! ¡Dios señor Growney!- gritó sin pena y sin pudor sintiendo una bola de
placer formándose en su vientre.

—Grita Aylin, gritale al mundo que vas a correrte— le dijo emocionado en su oreja
aumentando en vaivén de sus dedos entre sus piernas, sonreía malicioso viendo a su
pequeña luchando por respirar y tratar de controlar su cuerpo que desbordaba placer.

—¡Mmm!— fue lo último que salió de su boca para luego sentir como el placer estallaba
en su centro y se regaba por todo su cuerpo, el cual cayó desmayado sobre el señor
Growney, él quitó sus cabellos húmedos de su frente y le dio un beso en los labios. Dejó
que su cuerpo descansara sobre el suyo unos minutos mientras ella recuperaba el aliento.

—Esto apenas empieza Aylin Parker— tomó su mano guiándola de nuevo hasta la
habitación, la dejó parada en medio de ésta y se separó a escasos centímetros de ella para
quitar su ropa.

—Quiero hacerlo amo— le dijo tímida.

—¿Qué?— arqueó una ceja.

—Desnudarlo, yo quiero hacerlo, por favor— cerró la distancia entre ellos y colocó sus
manos sobre su pecho —Por favor— susurró mirando sus orbes marrones.

—Adelante pequeña— le respondió, ella con una sonrisa llevó sus manos a sus hombros
empujando fuera el saco, una vez fuera quitó la pajarita de su cuello y luego botón por
botón de la camisa hasta que descubrió su torso, sus manos frías y temblorosas
acariciaron su piel hasta tomar el cinturón y sacarlo de sus pantalones, desabrochó el
botón, bajó la cremallera, deslizando la ropa por sus piernas, terminó de sacar los zapatos,
medias y pantalones, quiso sacar el bóxer pero él se alejó —Dejalo así, solo quería
ponerme cómodo— la ayudó a ponerse de pie y la tomó por la cintura para besarla, ella
colocó sus manos sobre su pecho se rindió a sus caricias.

—Amo— gimió con los ojos cerrados mientras los besos del señor Growney bajaban por
su cuello, ella no entendía como su cuerpo podía encenderse de esa manera si acababa de
tener un orgasmo.

—Ssh pequeña— besó delicadamente sus labios para luego ponerse de rodillas ante ella,
cumpliendo aquello que había deseado desde la vio con ese vestido, sacó su lengua y
acarició su pierna desde su tobillo hasta su entrepierna. Aylin se arqueó ante esa cálida y
húmeda caricia entre suspiros dejó que la lengua de su amo recorriera su piel, agradeció
que él la sostuvo de las nalgas evitando que cayese.

Capítulo 6

Querido diario..

—Me encantan tus piernas Aylin Parker— le susurró besando su otra pierna, le dio vueltas
a su lengua alrededor de su tobillo y luego siguió su camino para arriba con fugaces
lamidas, mordió suavemente su pantorrilla y esta vez continuó salpicando con besos la
piel de sus muslos mientras subía el vestido con sus manos, sonrió al ver una pequeña
tanga negra transparente que no ocultaba para nada su tesoro.

—¿Le gusta?— le preguntó sonrojada.

—Estoy seguro que este conjunto no estaba entre los que yo te di— acarició su pubis
viendo como ella mordía su labio.

—Lo compré pensando en usted ¿le gusta amo?— repitió de nuevo esta vez con un tono
más atrevido y sensual.

Él sacó su lengua y lamió desde el inicio de su sexo hasta su pubis sin quitar la mirada de la
ella, colocó un beso sobre su tanga y le respondió por fin.

—Me encanta pequeña traviesa— aspiró el aroma de su vagina y sonrió —Ahora date la
vuelta— ordenó con voz grave y ella giró rápidamente, una vez quieta su amo levantó el
vestido dejando al desnudo sus glúteos, un suspiró escapó de sus labios al poner ambas
manos en las mejillas de Aylin—Dios niña, ¿planeas matarme?— susurró y ella soltó una
risita inocente, hechizado por su cuerpo separó ambos músculos y lamió sobre la tela de
su tanga.
—Señor Growney— gimió al sentir una humedad entre sus nalgas, él no respondió con
palabras, en cambio tomó entre sus dientes el pedazo de tela y tiró de él, jugó con él hasta
que lo devolvió a su lugar, con besos por su espalda aún cubierta por el vestido siguió
subiendo hasta quedar totalmente parado sobre sus pies.

—Mi pequeña Aylin— susurró en su oreja haciendo que ella se estremeciera al sentir su
cálido aliento chocar contra su piel —Si tan sólo supieras lo que provocas en mi— tomó el
cierre de su vestido y lo fue bajando con lentitud.

—Si lo sé— respondió jadeante.

—¿Qué?— preguntó deslizando la ropa por su cuerpo, ella no respondió hasta el vestido
abandonó su cuerpo, una vez quedó en tanga y sostén se giró enfrentando al señor
Growney, colocó una mano en su pecho y fue así que su voz llenó el lugar.

—Sé lo que siente señor Growney— su voz salió suave —Porque usted provoca lo mismo
en mi— su mano subió hasta la mejilla de su amo, quien se quedó pasmado ante su
respuesta, ella no dijo nada más, unió sus labios con los de él, en uno de esos besos que
les alborotaban los sentidos.

Las manos del señor Growney tomaron sus caderas como punto de inicio a sus caricias,
una de ellas subió lentamente por su espalda hasta tomarla por la nuca ayudándole a
profundizar el beso, la otra bajó hasta su nalga, la tomó y la apretó haciéndola gemir.
Comenzó a dar pequeños pasos sin soltar su boca, poco a poco fue andando hasta llegar a
la cama.

—De rodillas sobre la cama— ordenó ronco, con media vuelta ella se subió de rodillas,
sintió como su amo se colocaba de la misma manera pegado a su espalda, una de sus
manos rodó su cabello a un lado dejando su espalda libre.

Con un beso entre sus omóplatos reanudó sus caricias, sus manos incapaces de quedarse
quietas subían y bajaban por su cuerpo, tocaba sus senos, su abdomen plano y sus nalgas,
miraba como la piel de su pequeña se erizaba con su tacto, maravillado con ello su lengua
se unió a sus atenciones subiendo desde la pretina de sus bragas hasta su cuello.

—¡Oh delicioso!— gimió la morena sintiendo como una húmeda caricia aliviaba el calor de
su piel, giró su cabeza encontrándose con su amo, le sonrió mirando sus ojos, el marrón
que tanto le gustaba en ellos estaba desaparecido, sus pupilas dilatadas por el placer
habían opacado su color, como imanes sus bocas se juntaron en un espléndido beso —
Amo— susurró después de besarse.

—Tus manos sobre la cama pequeña— colocó una mano en su espalda mientras ella se
iba inclinando hacia delante, una vez apoyada en sus cuatro puntos la mano de su amo
quedó en su nalga —Abre más tus piernas— las separó dejando un espacio para él entrara
entre ellas —Arquea más tu espalda— sacudió su cabello y sacó más su pecho hacía
delante —Te ves tan sexy en esta posición pequeña, provoca— cortó su frase para morder
sus labios, sin contenerse más le soltó un suave azote que la tomó por sorpresa.

Balbuceando cosas que ella no podía entender el señor Growney llevó sus manos a sus
nalgas junto con su lengua, amasaba su piel delicadamente mientras le dedicaba
pequeños lametones a su espalda, sus caricias siguieron subiendo hasta arriba dejando
sus dedos sobre los gafetes de su sostén, con un solo movimiento soltó los tres ganchos y
la tela salió de su cuerpo, él agradeció que este no llevara tirantes dándole un rápido
acceso a lo que quería tomar.

—Precioso— susurró en su oreja después de ahuecar ambos pechos en sus manos, sus
pezones erectos hicieron cosquillas en sus palmas, apretó un poco y se excitó mucho más
al escuchar el delicado gemido que salió de su pequeña, tomó los pezones entre sus dedos
y apretó como pinzas, ella volvió a gemir haciendo que su erección se estremeciera dentro
de su bóxer.

Aylin sintió como la polla de su amo se revolvía con cada gemido que ella soltaba, le
gustaba sentirlo duro pegado a sus nalgas, pensando en aprovechar la posición en que
estaba tiró su caderas hacía atrás impulsándose con sus brazos, su respiración se agitó al
sentir la piel del señor Growney contra la suya, excitada volvió a mover sus caderas.

—Diablos Aylin Parker— apretó sus pechos haciendo que ella jadeara, tomó su cadera con
una mano deteniendo sus movimientos, si ella seguía restregándose así contra él podía
tener un orgasmo y quería que ella llegara al clímax con él —Tranquila pequeña, quedate
tranquila— musitó ronco.

Ella dio la vuelta cayendo acostada en la cama boca arriba —No puedo, hagame suya—
tomó su mano y la colocó sobre su seno —Por favor amo, te necesito— mordió su labio
esperando que le respondiera, tantos besos y caricias en su cuerpo la habían encendido
de nuevo —Por favor— dijo suave y sensual, esperando causar algo en él.

—Maldición pequeña Aylin— gruñó ronco y se acostó sobre ella, la mano que acariciaba
su seno subió hasta su mejilla en una delicada caricia, muy diferente al beso que aterrizó
en sus labios, salvaje y abrasador, ella le devolvió cada movimiento de labios con la misma
intensidad, sus manos lo abrazaron y sus uñas rasguñaron su espalda.

Su cuerpo se arqueó dejándose llevar por los besos del señor Growney en su cuello,
jadeaba con la respiración agitada, no entendía porque él le daba tantos cariños pero le
encantaba cada detalle, la forma en que la besaba, sus toques delicados en sus pechos y el
brillo de sus ojos al mirar su cuerpo desnudo.

Cada segundo que pasaba sus labios bajaban más cerca de su sexo, había empezado por
su dulce boca y ahora se encontraba en su vientre, rozando la tela de sus bragas, mirando
sus ojos tomó la pretina entre sus dientes deslizando la tela por sus piernas, una vez fuera,
abrió estas dejando un cálido beso en su vagina.

—Señor Growney— lo llamó en un tono bajo y seductor, poseso de su melodiosa voz


subió su rostro hasta el de ella, Aylin puso una mano en su mejilla acariciándola con
delicadeza —Hazme tuya, te deseo— le susurró con sus labios rozándose al hablar, con un
beso el hombre aceptó su pedido.

Sin despegar sus labios de los de ella comenzó a quitarse su bóxer, una vez desnudo sus
cuerpos completamente entregados al placer compartieron el calor y las llamas del deseo
en las que estaban envueltos. La boca de la pequeña se abrió en un profundo jadeo al
sentir la entrada del señor Growney en su cueva caliente, tomó los mechones de su
cabello mientras él comenzaba su danza lujuriosa, el movimiento sutil de sus caderas en
profundas penetraciones.

Los gemidos ahogados de ambos hicieron eco en la habitación dejándola más caliente y
excitante de lo que ya se encontraba, los cuerpos que yacían en la cama de sábanas rojas,
se entregaron el uno al otro, la pierna de Aylin se enrolló en la de él haciendo que se
enterrara en ella con más profundidad.

—¡Oh cielos!— gimió ella en su boca y jalando el mechón de su cabello que estaba
atrapado en su puño, él siguió su penetraciones lentas y profundas, sus besos bajaron por
su cuello, se sentía excitado por los pequeños rasguños que ella le hacía a su espalda.

El cuerpo de Aylin se arqueó disfrutando de que cada estocada que recibía, era la primera
vez que él la follaba con tanta pasión, sus embestidas eran lentas y profundas, él gruñía
después de que ella jadeaba al sentir que todo su pene estaba dentro, aunque era lento y
delicado su orgasmo se estaba formando dentro con la misma rapidez que sus encuentros
anteriores, el deseo entre ellos era igual de abrasador.

—¡Oh amo!— susurró Aylin con su voz ronca y entrecortada, su vientre dolía mientras los
espasmos comenzaban hacerse presente en su cuerpo, el placer la embriagaba al igual
que su amo, lo abrazó con sus piernas queriendo sentir más, si es que acaso eso era
posible, las puntas de sus pies las pegó a sus nalgas empujándolo más, lo quería todo para
ella.

—¡Oh santo Dios, Growney!— subió su rostro y la besó, por sus respiraciones agitadas su
unión estaba un tanto descontrolada, pero aun así el deseo de tenerse los hizo jadear por
el choque de sus lenguas, sin siquiera saberlo se corrieron juntos sin separar sus bocas, él
siguió penetrándola sacando todo los gemidos de su garganta hasta que su orgasmo se
apagó.
Se acostó a su lado y ella se pegó de su costilla recibiendo el calor de su cuerpo, él la
abrazó por su cadera y se quedaron así por minutos recuperando el aliento hasta que ella
habló.

—Me gustó mucho esta noche señor Growney— sus miradas se cruzaron haciendo que
ella se sonrosara —Quisiera poder pasar la noche a su lado— su voz era casi un susurró
pero él la escuchaba perfectamente.

—Buscaré la manera de hacer eso pequeña, pero sabes que no te dejaré dormir— ella se
subió a su cuerpo y escondió su rostro en su cuello apenada por lo que iba a responderle.

—Cuando dije que quería pasar la noche a su lado no me refería a que quería dormir con
usted, hablaba de otras cosas.

—¿Qué cosas pequeña Aylin? Mírame a los ojos y dime— levantó su rostro y le sonrió a su
amo sonrojada —Te escucho— le dijo y le devolvió el gesto.

—Quiero quedarme con usted toda la noche para que me folle— mordió su labio y bajó la
mirada, él levantó su cabeza con un dedo en su mentón para que lo mirase de nuevo.

—¿Cómo quieres que te folle? ¿Suave o duro? ¿acaso quieres que te amarre? ¿te de unos
azotes? Dime pequeña traviesa, ¿qué quieres?— con una sonrisa ella besó sus labios.

—Lo quiero todo señor Growney, tendremos toda la noche para ello— él soltó una
pequeña carcajada y les dio la vuelta para que ella quedara debajo de él.

—Por eso eres mi pequeña traviesa, cuando menos lo esperes estaremos pasando la
noche juntos pequeña— tomó posesión de su boca con deseo y pasión, ella enredó sus
brazos en su cuello besándolo al ritmo de él y encendiendo de nuevo sus cuerpos.

El señor Growney se fue levantando de la cama con ella en sus brazos y sin dejar de
besarla, con sus manos en las mejillas de sus nalgas y las piernas de ella enrolladas en sus
caderas la llevó hasta el baño, una tina para cuatro personas ya estaba lista para ellos,
estaba llena con el agua caliente, espumosa y con pétalos de rosas que flotaban en ella.

—Esto es precioso— susurró Aylin poniéndose de pies, el señor Growney solo asintió
metiéndose en la tina, tomó su mano ayudándola hacer lo mismo, sonriente ella entró y
se sentó a horcajadas sobre él.

—¡Qué delicia señor Growney!— acarició su pecho fornido con sus dedos jabonosos, con
una sonrisa traviesa él asintió, no deseaba seguir conversando con ella, así que colocó sus
manos sobre sus muslos y las deslizó hasta su cadera, la sensación jabonosa de su pierna
lo excitó a sobremanera, siguió subiendo por su cintura hasta ahuecar sus pechos en sus
palmas.
Con un pequeño jadeo Aylin aceptó el apretón en sus senos, las manos de su amo se
deslizaban fácilmente por su cuerpo así como las de ella en el de él, las cosquillas
encendieron su centro y se dejó llevar por ellas, unió sus labios contra los de su amo
mientras se acariciaban mutuamente.

Entre besos sus manos fueron bajando hasta que encontraron el sexo del otro, con un
dedo en su clítoris el señor Growney la hizo gemir y ella le devolvió el contacto frotando
su pulgar contra su prepucio, él gruñó y luego ambos sonrieron.

—¿Me da permiso para montarlo señor Growney?— con una sonrisa malvada él negó
haciendo que ella gimiera tristemente —Por favor amo— le dijo para luego morder su
labio.

—Tienes que convencerme— ella suspiró con la cabeza gacha, cerró sus ojos ideando algo
para convencerlo, nada llegaba a su mente, pero sabía perfectamente que a el señor
Growney le excitaba que su pequeña niña fuese atrevida, con eso trataría de convencerlo.

Levantó su cabeza y lo miró directamente a los ojos, sabía que el deseo se reflejaban en
ellos, podía verlo a través de los orbes marrones del señor Growney, con una sonrisa
coqueta llevó sus dedos jabonosos hasta la mandíbula de él, la cual estaba tensa, con un
pequeño apretón la tomó en sus manos y lo atrajo a su boca, no lo besó, solo rozó sus
labios contra los de su amo.

—Lo deseo señor Growney, quiero montarlo, quiero sentirlo y sé que usted quiere lo
mismo que yo, usted quiere complacer a su pequeña traviesa con esto— siguió moviendo
su mano de arriba abajo estimulando su polla que se había hecho más grande en su
abrazo mientras hablaba.

Trago grueso al escuchar la voz sensual que salía de su pequeña —Aylin..— carraspeo un
poco por su voz que había salido ronca.

—¿Me da permiso para montarlo señor Growney? — repitió su pregunta, más bajo que
antes y escuchándose mucho más sensual que antes.

—Montame ahora pequeña traviesa— gustosa Aylin se levantó un poco y buscó su vagina
con la polla del señor Growney que aún estaba en su mano, una vez en la entrada se fue
sentando hasta donde su vagina le permitió, con solo la mitad en su interior comenzó a
moverse.

Con fuerte gruñido el amo tomó las caderas de su pequeña para follarla, ella se abrazó a
su cuello sintiendo como el señor Growney la penetraba por completo, sus bolas
chocaban una y otra vez con rapidez contra sus nalgas, gimiendo se acopló a sus duras
estocadas.
—¡Oh señor Growney!— gimió sin vergüenza arqueándose para él, dio brincos sobre él
encontrándose en el camino con su polla tocando lo más profundo de su ser —¡Oh mi
Dios!— tomó sus hombros como apoyo para moverse contra su amo, buscando aquel
punto como la primera vez.

—¡Oh Aylin!- gruñó extasiado recargándose contra la pared de la tina, le dejó todo el
mando a ella quien buscaba desesperadamente correrse, sus gemidos y la forma en que
mordía sus labios conteniéndose le resultaba excitante, sólo tomó sus pechos y jugó con
sus pezones mientras ella se movía de arriba abajo montándolo con gozo.

—¡Oh!— dijo sin aliento sintiendo el golpe en su vientre, clavó las uñas en el pecho de su
amo mientras comenzaba la descarga orgásmica por todo su cuerpo.

Su amo sintió las paredes de su vagina mucho más apretadas que antes, la humedad
envolvía su pene y lo ponía aún más cerca del clímax, volvió a tomarla por las caderas para
follarla, no se retuvo en sus estocadas, fueron duras y certeras, haciendo que su orgasmo
llegara y el de ella se alargara un poco más.

Con un suspiró agotado Aylin besó los labios de su amo, quien sin decir ni una sola palabra
la bajó de su regazo y se colocó entre las piernas de ella, tomó la esponja en sus manos y
empezó a lavar su cuerpo, primero su cuello y fue bajando hasta terminar por sus pies,
hizo lo mismo con su cuerpo y luego los enjuagó a ambos.

—Gracias— le susurró casi dormida y él la tomo en sus brazos sacándola del baño, con
tranquilidad le colocó pieza por pieza de su ropa, unas bragas limpias y el vestido con que
había salido de su casa, peinó su cabello y luego él mismo se vistió.

El señor Growney estaba confundido, no sabía que le pasaba con ella, porque la había
bañado y por qué deseaba cuidarla como si fuese una pequeña muñeca, suspiró alejando
cualquier pensamiento, solo quería llegar a su casa y olvidar esta noche, la tomó de la
mano para salir pero ella no avanzó.

—¿Por qué cuando eres todo un caballero conmigo no hablas?— mordió su labio y él le
sonrió sin ganas.

—Esto es solo sexo Aylin, no podemos olvidarlo— fue todo lo que dijo para volver a
caminar tirando de ella, con un pequeño dolor en su corazón Aylin lo siguió.

La noche más hermosa de mi vida culminó así, a pesar de lo que dijo en el camino me
sentó en su regazo y dejó que durmiera en sus brazos, siguió siendo un hermoso caballero
e igualmente sin decir nada.
También sé que lo nuestro es solo sexo, pero eso no me impide comenzar a quererlo, cosa
que me hace pesar que dijo aquello por él, porque el también siente cosas por mi y sé las
está negando, no sé qué pase más adelante entre nosotros, pero sea lo que sea, lo quiero
junto al señor Growney.

Aylin Parker.

19/ 03/ 2016.

12:42 am.

Capítulo 7

Querido diario...

Me duelen las nalgas y todo es porque a las niñas malcriadas se les dan azotes, insisto en
que no soy una niña malcriada, soy una joven mujer que no sabe controlar sus emociones
y con un amo que le gusta llevar cada situación al plano sexual.

Todo empezó por una pequeña disputa en la oficina, él dijo algo y yo no estuve de
acuerdo y como todo macho, Thomas Growney se molestó, en mi vida, jamas me habían
pegado de una manera tan bruta, ni siquiera mis padres en mi peor travesura, pero no
niego que me gustó que me nalgueara, me sentí como una pequeña traviesa castigada por
su duro padre.

El señor Growney entró a la oficina de Aylin cerrando la puerta con fuerza, estaba hecho
un energúmeno y ella lo noto enseguida —¿Quieres ser una niña malcriada, no?— la
morena termino apenas de dar la vuelta para encarar al señor Growney cuando él ya la
tenía acorralada contra la pared —Te hice una puta pregunta Aylin Parker.

—No soy una niña malcriada— le dijo titubeante e intimidada por su oscura mirada —Yo...
yo solo no estaba de acuerdo con usted en un punto— ni siquiera se atrevió a mirarlo a los
ojos, sentía su penetrante mirada en ella y sus mejillas quemaban por el sonrojo.

—¿Vas a seguir desafiándome pequeña?— ella abrió su boca pero al instante supo que era
mejor no protestar en cambio suspiró y dijo.

—Lo siento amo— él levantó su rostro con la punta de su dedo por su quijada para
conectar sus miradas, el miedo y la excitación corrían juntos por la de ella, mientras que
en él corría la furia y la pasión.

—Ya lo sentirás de otra manera pequeña malcriada— dejó un beso casto en sus labios y la
liberó de su prisión, aún estaba molesto y aún la haría pagar por lo que había causado, por
ello antes de salir de su oficina, con la mano en el pomo de la puerta continuó —Recoge
tus cosas que nos vamos en cinco minutos pequeña Aylin— dicho esto se fue dejándola
temblando de miedo.

Aylin Parker hizo inmediatamente aquello que su amo le había dicho, no sabía que iba
hacerle, pero sentía un cierto miedo, pensaba que el si el señor Growney era rudo sereno
no quería imaginarlo furioso, ella sabía que fácilmente podía partir su pequeño y frágil
cuerpo en dos, y lo que le resultó más extraño fue que esa idea la excitaba de la misma
manera que la aterraba.

Como un reloj suizo Thomas Growney tocó la puerta de su empleada y sumisa, ya no era
la furia que lo dominaba, era la lujuria que le impulsaba a buscar a su pequeña presa, la
devoraría a su antojo esta tarde, pero no sin antes darle su merecido castigo. Aylin abrió la
puerta sin mirar sus ojos por los nervios, sin ninguna prudencia él la sacó de su oficina
tomándola de la cintura, llevándola así hasta los ascensores, ambos quedaron asombrados
al ver quien apareció cuando las puertas se abrieron.

—Aylin, hija ¿a dónde van?— preguntó un sonriente Frederick, quien estrecho la mano de
Thomas en modo de saludo.

—Invité a su hija a tomar un café, espero no le moleste— le contesta imitando su sonrisa


por uno pequeño segundo.

—Para nada Thomas, es un placer para mi que entre ustedes empiecen a romper el hielo,
como dicen por ahí.

—¿Quieres acompañarnos papá?— la melodiosa voz de Aylin hizo que su amo apretase su
cadera —Creo que al señor Growney le encantará — continua ella ganándose una mirada
reprobatoria de su amo.

—No pequeña, solo vine a dejarle esta carpeta al señor Growney, vayan ustedes que yo te
lo dejo con tu secretaria— ambos se despidieron del hombre y subieron al ascensor.

Apenas las puerta se cerraron el cuerpo de Aylin fue estrellado y acorralado contra la
pared por uno más grande, el de su amo —¿Qué mierda es esa de que creo que al señor
Growney le encantará? —le espeto sin miramientos con sus bocas muy cerca.

Como si tuviese una bola en su garganta, ella tragó —Lo siento, una pequeña broma —su
voz temblorosa hizo que el señor Growney esbozara una malvada sonrisa.

—Otra broma más y vas a pagar muy caro pequeña malcriada —un pequeño azote
acompañó a sus palabras y un fogoso beso dio por terminada la conversación.

Sin mucho cuidado la arrastro por el estacionamiento hasta llegar, la obligó a subirse a la
camioneta y él hizo lo mismo, a penas tomó el volante sus puños se pusieron blanco por la
fuerza ejercida, Aylin se percato de ello, un escalofrío corrió por su columna, el miedo
comenzaba atacarla.

—Señor Growney —su voz trémula lo tomo por sorpresa, colocó una mano en su muslo
incitándola a seguir y su vez darle confianza —Tengo un poco de miedo —susurró.

—¿Confías en mí? — Mirándola de reojo vio como asentía suavemente —Jamás te haré
nada que no te guste pequeña Aylin—ella volvió asentir y ninguno dijo algo más.

Al llegar a casa el señor Growney la bajó de la camioneta con la misma rudeza con que la
había montado, al entrar a casa su sesión de besos fogosos contra la puerta o en el sofá
quedo eliminada llevándola directamente a su alcoba, con pasos apresurados Aylin lo
siguió tratando de no caerse o intuía que su amado amo la arrastraría sin problemas por el
largo pasillo.

—Te quiero ya en ropa interior — le espetó sentándose en la cama. Ella parada en medio
de la habitación se fue quitando su ropa, sus dedos temblorosos quitaron cada botón de
su celeste camisa, la sacó de sus brazos dejando al descubierto su torso, sus pequeños
pechos estaban cubiertos meramente por un sujetador azul oscuro de encaje, la falda fue
mucho más rápida revelando sus bragas a juego —Ven aquí — abrió un cajón y sacó un
corset de cuero, un cachetero negro con bordes y unas medias a mitad de muslos con
liguero enganchable —Tienes un minuto para que te coloques esto y vengas.

Vio como su pequeña desaparecía por el baño y en ese momento soltó un bufido <<Esta
niña va a volverme loco un día de estos, nadie puede ser tan sexy e inocente a la vez>>
saco casi con furia el nudo de su corbata y abrió los dos primeros botones de su camisa,
trato de respirar profundo una y otra vez mientras esperaba que Aylin saliera <<Voy
azotar su culo hasta que arda como el demonio por malcriada>>

Aylin miró su traje de nuevo en el espejo convencida de que se veía extremadamente sexy
hasta el punto de ser pecado, dudaba de salir así y mostrarse ante su amo de esta forma,
pero una parte de ella quería hacerlo, seducirlo y recibir aquello que iba darle, con la furia
que cargaba la follara hasta que olvidara su nombre. Dejándose dominar por esa
minúscula parte salió.

La mandíbula del señor Growney cayó al piso al ver sus rebosantes y apretados pechos por
el corset, su cintura se asentaba más y le invitaba a pecar, esas bragas transparentes
enganchadas con las medias que le gritaban que la follara ahora y por último miró su
rostro, la timidez envuelta con la lujuria hizo que su pene se revolviera.

—Ven aquí —le habló fuerte y sin dudar caminó hasta quedar frente él —Casi me haces
olvidar mi castigo, pero las ganas de azotar tu prieto culo me ganan pequeña —amasó sus
muslos desnudos con tal deseo que no se percató de los nervios de ella.
—¿Castigo? —musitó nerviosa <<¿castigo? Él nunca antes me ha castigado, Dios, en qué
me metí>>

—Si pequeña, un castigo —soltó un azote en su nalga sacando un jadeo sorpresivo —


Túmbate sobre tu estómago en mi regazo y ofréceme tus nalgas —asintiendo la pequeña
y nerviosa Aylin hizo lo que su amo le pidió, poniendo su estómago sobre su regazo,
dejando sus piernas y nalgas expuestas al señor Growney.

—¿Así le gusta? —preguntó temerosa. El señor Growney lamió sus labios observando su
cuerpo, las nalgas de su pequeña quedaron expuestas para él pidiéndole a gritos sus duras
manos, sin retenerse más soltó su primer azote con fuerza.

—¡Perfecto! —Sonrió y antes de que ella siquiera pudiese procesar le soltó otro azote en
su nalga, chilló de sorpresa ante el golpe, este se repitió y ella volvió a gemir —¿Sabes por
qué te castigo? —preguntó él frotando sus dedos contra el sexo de su pequeña.

—No amo —respondió ganándose otro azote —¡Ay! ¡aay! —chillo sintiendo el escozor
que le dejaba las nalgadas.

—Por malcriada —soltó otro azote haciéndola estremecer —


Cuando...yo...hablo...usted...no...refuta...a...mis...palabras...¿Entendido? —en cada
palabra pronunciada soltó un fuerte azote en sus nalgas dejándolas rojas e hinchadas para
él, ella asintió y uno más aterrizo en su piel.

—Si amo, entendido — susurró al borde de las lágrimas, sus mejillas dolían pero no se
comparaba con las cosquillas que se acumulaban en su vientre, quería que su amo la
tomara y la hiciera suya —Fólleme por favor, perdóneme y hágame suya —gimoteo
inocente haciendo que el pene del señor Growney se presionara contra su estómago.

—¿Cómo quieres que te folle pequeña? —aparto sus bragas y sin pudor paso un dedo
entre sus húmedos pliegues —¡Vaya! Si que te gustaron los azotes ¿quieres más? —ella
negó rápidamente con la cabeza y sin más respondió:

—No quiero más azotes amo, quiero que me folle por favor, como usted quiera que soy
suya y todo lo que me haga me gusta —su voz salió desesperada como ella se sentía, ese
dedo jugando en su sexo no aliviaba por completo aquella corriente que sentía en su
cuerpo.

—¿A dónde se fue mi tímida Aylin? Mi pequeña que con un casto beso se sonrojaba— le
susurró animado enterrando tres dedos de un solo golpe, por su humedad, su vagina los
recibió sin rechistar.

—Está aquí amo, solo que sedienta de sexo, sedienta de usted —su seductora voz hizo
que el señor Growney la tomara en sus brazos y la acorralara contra la pared, sin decir
nada más, ataco su boca, su lengua penetró su cavidad bucal sin clemencia y ella lo recibió
gustosa devolviéndole cada apasionante caricia con la misma intensidad.

—Voy a follarte pequeña, vas a volverme loco si sigues diciendo cosas así— soltó su boca y
se fue a su cuello con desesperados besos, lametones y mordidas.

—!Oh Dios! Fólleme señor Growney, por favor —dicho esto rompió su braga de un solo
tirón, sin dejar de chupar su cuello se bajó los pantalones y el bóxer, su polla erecta salió
disparada rozando el sexo de Aylin.

Necesitada de él, la mano de Aylin bajó hasta el sexo de su amo y se lo introdujo, un jadeo
escapo de su boca al absorber la dureza del señor Growney entre sus húmedas paredes, él
sonrió y con un sensual movimiento de cadera entro por completo haciendo que sus
pelotas chocaran en su entrada.

—Que delicia follarte Aylin—susurró. Comenzó a moverse dentro de ella sin reservas,
poseyó su boca también en un ardiente beso sin dejar de penetrarla, ella gemía sin control
recibiendo todo aquello que le daban.

El teléfono de Aylin comenzó a sonar atrayendo la atención de los dos, Thomas camino
con ella en sus brazos sin salir de su centro, rebuscó entre sus cosas y encontró el
teléfono.

—Es tu padre, contéstale pequeña, pero voy a seguir, no quiero que se me enfríe el café—
con una sonrisa malévola se acostó en la cama con ella debajo y siguió con sus
penetraciones mientras ella miraba el teléfono en sus manos, el cual no paraba de sonar.

—Aló —susurro jadeante sintiendo como la polla de su amo golpeaba su útero.

—Hola hija, ¿Todo bien? —<<excelente papá, estoy follando>> se contuvo de decirle eso a
su padre en cambio respondió:

—Todo bien papi, ¿sucede algo? —trataba de reprimir cada gemido y cada vez se le hacía
más difícil, el señor Growney le estaba dando una imagen muy excitante, mordía sus
labios mientras la follaba con lentitud, las gotas de sudor corrían por su frente, intuyó que
por su torso también, así que con su mano libre empezó a desabrochar los botones de su
camisa.

—Todo bien hija tranquila, ¿qué haces? —mordió su lengua para gritar de placer, el pecho
del señor Growney brillaba con pequeñas gotas de sudor, su sonrisa socarrona al
penetrarla hasta el fondo no la estaba ayudando mucho a contenerse.

—Tomando un café, está muy delicioso —su respuesta causo algo en el señor Growney
que lo hizo gemir bajito y aumentar sus estocadas.
—¿Estas agitada Aylin? —preguntó curioso mientras ella tragaba cada gemido, era una
tortura conversar para ella y más cuando el señor Growney estaba haciéndole esas cosas a
su cuerpo.

—¿Agitada? No papi qué cosas dices, seguramente es la señal —rió un poco nerviosa al
ver que el señor Growney levantaba una ceja, su movimientos se intensificaron haciendo
que su cuerpo entero se arqueara de placer.

—Probablemente pequeña, escucha te llamo para saber si quieres que te busqué, estoy
con tu madre en el centro comercial —escuchó apenas lo que decía, ya no se podía
contener su cuerpo vibraba ante las duras estocadas del señor Growney, tapó el
micrófono y gimió.

—¡Oh! —Su pecho subía y bajaba agitado, necesitaba acabar con todo esto —No es
necesario papá, pero gracias, te llamo cuando este camino a casa —un dedo se poso en su
clítoris y cerró los ojos con fuerza <<señor Jesucristo, este hombre va a mataaarme>>

—Está bien pequeña, hablamos luego —colgó el teléfono sin siquiera despedirse.

—Sin quererlo tu padre colaboró en mi castigo ¿quieres gritar y correrte pequeña? —


preguntó, aumento consigo el ritmo de sus embestidas y la presión de su dedo.

—Si, oh si —gimió y su amo no se hizo esperar, la hizo llegar a un orgasmo abrasador, se


unió a ella soltando su semen en su interior.

—Diablos, ¿qué quería tu padre? —salió de ella y se acostó a su lado en la cama.

—Llevarme a casa, debemos apurarnos —con un movimiento maestro la subió a su


cuerpo apretándola sobre el suyo.

—No sé qué mentira las dirás, pero yo no voy apurarme, quiero más de ti pequeña —la
besó y sin dudar ella le correspondió.

Nos hicimos uno dos veces más, llegue a casa hora y media después de la llamada de mi
padre, es obvio que mi madre estaba furiosa, no consentía para nada mi amistad con el
señor Growney, ella dice que él es un hombre de la mala vida, un pecador, lo que no sabe
ella es que yo, su hija, soy parte de su pecado y disfruto de su mala vida, que quiero que
me haga lo quiera que gustosa lo recibiré, no sé qué ha pasado conmigo, la lujuria esta
dominándome y más pecado sería mentir y decir que no me gusta.

Aylin Parker.

Miércoles, 23/ 03/ 2016.


08:24 pm.

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Querido diario...

El señor Growney se ha vuelto loco, miro a mis padres y no lo creo, ¡oh por Dios! Y lo peor
de todo es que estoy muerta de nervios, no que hacer ni cómo actuar, él solo sonríe,
bueno mis padres también, mi madre está sonriendo, ¿sabes qué es eso? ¿Eleanor Parker
sonriendo?

Y todo por mi cumplir mi deseo, sin duda el señor Growney es el mejor.

Con un pesado suspiro Aylin entró a su casa, hoy tuvo que ir a la universidad y estaba
agotada, solo deseaba darse una ducha, acostarse y tras recibir un mensaje de buenas
noches del señor Growney, dormir plácidamente.

—Aylin hija que bueno que has llegado —habló su madre desde salón con una voz muy
alegre.

—Mamá, papá ¿Qué tal su día? —entró al salón y su boca se abrió en sorpresa al verlo
sentado con una taza de café en sus manos —Señor Growney, ¿cómo esta? —él la mira
dedicándole una pequeña sonrisa.

—Muy bien señorita Parker, gracias por preguntar —ella sonríe y mira sus padres
buscando una explicación de la presencia de su jefe y amo en su casa.

—Veo que ese café no les quitó las formalidades ¿no? —dice Frederick ganándose una
mirada reprobatoria de su mujer.

—Es mejor que se traten de usted, tutear es confianza y la confianza da asco —espeto sin
más, como nadie hablo ella prosiguió —El señor Growney ha venido esta tarde para
ofrecernos a tu padre y a mi un viaje, quiere regalarnos un paquete turístico para el fin de
semana —eso le sorprende y mira a su amo, él asiente levemente para ella.

—Pues me parece fantástico madre, para que tú y papá descansen un poco y hagan algo
diferente —su padre asiente a sus palabras sonriendo, demostrándole a Aylin que está a
gusto con la invitación.

—A mi no me parece tan fantástico Aylin, vas a quedarte sola en cada desde el viernes en
la tarde, como dije antes la confianza da asco y no me fío de nadie para que te quedes
aquí sola —la pequeña se contiene de rodar sus ojos y armar un espectáculo delante del
señor Growney.
—Bueno madre, es su decisión si van o no, solo me parecía bien que cambiaran un poco la
rutina, si me disculpan llevaré mis cosas a la habitación —dicho esto se marcha
rápidamente sin dirigir la mirada a ninguno, aunque sentía la penetrante mirada de su
amo en la espalda.

Al llegar a su habitación deja la cartera en la mesa y de una vez su teléfono sonó,


avisándole la llegada de un mensaje.

—¿Qué te sucede pequeña? ¿No te agrada la idea de quedarte sola un fin de semana? —
sonrió al mensaje.

—Como si fuese a estar sola realmente amo— le respondió con indiferencia, obteniendo
una respuesta rápidamente.

—Por supuesto que no lo estarás, ¿te molesta la idea? Porque puedo cancelar todo y no
aguantarme las ironías de tu querida madre.

—La idea me parece fantástica, pero si insisto en que vayan mi madre va a sospechar que
quiero aprovechar su viaje para algo y no va a querer salir, por eso me hago la indiferente,
así que no dude que la idea me encanta señor Growney— suspiró encantada, quería pasar
el fin de semana al lado de su amo, cumplir su mayor deseo de dormir a su lado toda una
noche.

—Chica inteligente, me encantas.

El corazón de Aylin dio un salto de emoción al leer su respuesta <<¿Le encanto? ¡Le
encanto!>> no sabía porque se emocionaba tanto al leer y releer esas dos palabras en el
mensaje, pero cada vez que lo hacía evidentemente sus latidos se descontrolaban.

Después de esperar un tiempo prudente para ella se decidió a bajar de nuevo a donde se
encontraban sus padres junto al señor Growney, al verlo supo que su madre ya lo había
vuelto loco, intuía que le había sacado mil y un motivos inmorales para no asistir al viaje.

—¿Cómo van? —preguntó sonriendo.

—Tu madre esta pensándolo —dice Frederick.

—¿Te hace mucha ilusión este viaje amor? —Él asiente tomando su mano —Bueno está
bien señor Growney, iremos, gracias por esto —le sonríe y éste le devuelve el gesto,
sorprendiendo a Aylin por el gesto

—Gracias señores, la verdad es que no quería perder este paquete, lo compré hace unos
meses y por el trabajo no lo he podido tomar, no pensé en otros mejor que ustedes para
disfrutarlo —Aylin mira a sus padres sorprendida de que su madre aceptara sin tantos
peros —Si no hay nada más que hablar me gustaría retirarme.

Después de levantarse se despiden del señor Growney, la pequeña lo acompaña hasta su


camioneta y allí hablan por primera vez en el día con absoluta confianza.

—¿Estás loco verdad? —sonríe mientras él se pierde en su dulce gesto.

—Más respeto para tu amo pequeña, ¿cómo siguen tus nalgas?

—Moradas, apenas pude sentarme en la universidad —mordió su labio sensualmente


para luego dar un pequeño suspiro —¿Por qué estás haciendo todo esto del viaje?

—Quiero pasar la noche contigo sin problemas, así que usted mañana se toma el día para
que se relaje que yo la vengo a buscar a las seis cuando sus padres estén en el avión —le
dice sin rodeos —y deja de morderte el labio que tu madre está viendo por la ventana y
me estoy poniendo duro, sabes que no tengo problemas para follarte donde sea —sus
palabras la hacen reír.

—Nos vemos mañana señor Growney, gracias de nuevo.

—Ha sido un placer señorita Parker, y prepárese para mañana —estrecharon sus manos y
él se subió a su camioneta.

Mañana me espera la noche de mi vida, dormiré con el señor Growney, pasaremos el fin
de semana juntos, no puede existir nada mejor que eso y nada mejor que este hombre, ha
convencido a mis padres para que se vayan a un viaje solo para tenerme, me encanta y yo
le encanto.

Esta noche no dormiré pensando en mañana, ¡Qué Nerviooos!

Aylin Parker.

Jueves, 24/ 03/ 2016.

06:09 pm.

Capítulo 8

Querido diario...

Sin palabras, esta noche no hay palabras de antesala para el mejor recuerdo de mi vida,
sin preámbulos esto fue exactamente lo que sucedió entre mi amo y yo, su adorada
sumisa.
Como un reloj suizo, a las seis de la tarde llamaron a la puerta, ella, totalmente nerviosa la
abrió.

-Hola pequeña, ¿lista para la aventura? -ella asiente y él entra en la casa -¿Sucede algo? -
pregunta después de cerrar la puerta.

-Tengo muchos nervios, mire yo jamás me he quedado en casa de nadie y menos con un
hombre y tengo miedo de que me descubran, mi madre va a matarme, ella... -un suave y
cálido beso aterrizó en sus labios calmándola.

-¿Confías en mi?

-Confió en usted señor Growney -contestó segura.

-¿Quieres hacer esto?

-Quiero- otro beso más la hizo sonreír.

-Entonces vámonos- tomó su pequeño bolso de viaje en una mano, su cintura en la otra,
salieron de la casa y una vez se aseguraron de que estuviese bien cerrado emprendieron
su camino.

Él no la llevaba a su casa, había preparado una sorpresa para ella en un buen hotel, tal vez
uno de los mejores de la ciudad, quería que su pequeña tuviese su mejor experiencia en
cuanto al sexo, y tal vez, solo tal vez en el amor, pero eso le costaba a él aceptarlo.

Al llegar, la ayudo a bajar y ella le agradeció con una dulce sonrisa, miró a su alrededor
sorprendida por la edificación enfrente de ellos, un imponente hotel con paredes blancas
y cristales polarizados rosa, sintió su piel erizar al leer el nombre, Empire of love, letras
negras pero llamativas. El señor Growney, dejó que su pequeña admirara el edificio y
cuando fue suficiente, la tomó por la cintura y la condujo adentro.

Un hombre sonriente vestido de rojo les abrió las puertas, se dirigieron hasta la recepción
y tras decir su nombre, Thomas Growney, recibieron par de tarjetas magnéticas,
acompañados de un botón, subieron hasta su habitación, entre ellos sólo se cruzaron
miradas, suficientes para saber que desde que entraron a ese hotel, la lujuria, la pasión y
el sexo, sería su máximo entretenimiento por los próximos dos días.

Tras bajar del ascensor y entrar a su alcoba no dijeron nada más que gracias al botón y
este se retiró, con tan solo cerrar la puerta y dejar las maletas en el suelo, el amo la
acorraló contra la pared y ella sonrió nerviosa.
-Escucha pequeña, estos días te daré tanto sexo como sea posible, me muero por estar
dentro de ti y saborearte -posa sus labios en los de ella y prosigue -Pero primero la cena,
iremos al restaurante del hotel y luego vendremos, en el baño hay un albornoz y un collar,
te lo pondrás y saldrás para que te posea ¿Entendido?

-Entendido señor Growney -susurra y sus labios quedan atrapados en un cálido beso.

-Otro segundo más aquí y te juro que no sales más -pega su erección en su muslo
mostrándole su deseo -Vamos.

Aylin asiente y salen de la habitación nuevamente, los nervios de esta son palpables, pero
al señor Growney le gustan, sabe que con un solo toque suyo puede descontrolar su
cuerpo y sacar esa fiera sedienta de sexo que habita en ella.

Ella sabe que él siente sus nervios, no puede evitarlo y menos cuando él le da esa pequeña
sonrisa lobuna demostrándole el hambre que tiene de ella, de sentirla y hacerla vibrar
como nadie más lo ha hecho.

Una vez en el restaurante él abre la silla para ella como todo un caballero, tras pedir la
carta, pide una copa de vino tinto para él y un coctel sin alcohol para ella, de cena pidieron
pasta a la carbonara y pan tostado para acompañar.

Conversaron de trabajo y temas afines a ello, pero en sus mentes nadaban otras ideas; el
deseo y el sexo desenfrenado que les esperaba en su habitación de hotel, con una mano
en su muslo empezó su invitación, el señor Growney toco su piel sin disimulo perdiéndose
bajo la tela de su falda.

-Señor Growney... pueden vernos -susurro con un hilo de voz.

-Estoy deseoso de ti pequeña, ¿subimos? -el asentimiento de esta lo calentó de


sobremanera, con una palmada en su sexo retiro su mano y la ayudó a levantarse.

Caminaron con apuro para llegar a su habitación, una vez allí Aylin sabía lo que tenía que
hacer, entró al baño y se deshizo de toda su ropa, lavó rápidamente su sexo y se colocó la
bata de seda, era transparente y su cuerpo entero podía verse a través de ella, dudosa
tomó el choker, sabía que en la religión en que su madre la había criado este tipo de
accesorio no estaban bien vistos, pero el deseo y las ganas de complacer a su amo fueron
más fuertes, se colocó el collar negro con un pequeño corazón colgando de él.

Al salir del baño encontró al señor Growney sentado en la butaca frente a la cama, había
retirado su saco, recogido las mangas de su camisa, quitó su corbata y zafado los primeros
tres botones de su camisa. Éste levanto la vista y barrió con ella el cuerpo de su pequeña,
desde sus diminutos y sensuales pies, sus piernas delgadas pero firmes, sus muslos nada
cubiertos por la fina tela de la seda y así subió hasta llegar a sus ojos.
-Ven aquí pequeña -la llamó y esta camino sensualmente, una vez quedó frente a él la
mano de su amo tomó su muslo con firmeza, miró sus ojos y vio la disposición en su
pequeña, subió su mano hasta ahuecar su nalga, la apretó y la pego mas él dejando su
pubis a la altura de su boca, aspiró y dejó un beso.

-Te deseo Aylin Parker, quiero hacerte mía -murmuro sin despegar su boca de su monte
de venus.

-Quiero ser suya amo.

Sin necesidad de más pedidos el señor Growney se levantó y tomó posesión de su boca, la
besó sin control mientras la llevaba a pasos lentos hasta la cama, una vez se encontraron
contra ella, dejo un beso en su cuello que la hizo suspirar.

-Acuestate Aylin- y así lo hizo.

Bajo su mirada sumisa se deshizo de su camisa, botón a botón provocando en ella los más
impuros pensamientos, manchando su mente virginal con el deseo y la lujuria que solo él
le provocaba.

Se acerco a ella una vez tuvo su torso desnudo, besó su boca, besó su cuello, besó sus
senos y besó su cuerpo, su nerviosismo pasó a ser placer al sentir esos labios acariciarla,
quería más, deseaba más de su amo.

-Quiero que disfrutes esta noche Aylin, por eso me darás dos cosas a cambio -le dijo
sacando tres pañuelos de seda color rojo de la gaveta.

-¿Qué quiere a cambio? -pregunto agitada.

-Tus manos y tus ojos -levantó el primer pañuelo y vendó sus ojos, tomó otro para su
muñeca derecha amarrada a la cama y repitió el procedimiento con la otra -Estas a mi
merced pequeña, pero disfrutarás.

-Señor... -la calló tras poner un dedo en sus labios.

-Shh Aylin, aún queda otro pañuelo más, puedo tapar tu boca aunque me muera por
escucharte gemir después -esta asintió y él señor Growney la besó.

Al dejar un beso en sus labios, bajó hasta su cuello, besó su pulso sintiendo lo rápido que
este iba, con su mano acariciaba sus pechos mientras besaba su clavícula, desató el nudo
de su albornoz y con sus labios rodó la tela dejando al descubierto unos pezones rosados
clamando su atención.
No se los negó, primero uno y luego el otro, los chupó, los lamió y los mordió hasta
dejarlos erectos y sensibles, la mujer debajo de él temblaba sintiendo tales caricias. En la
oscuridad su sentido del tacto se afinó, podía sentir mucho más el calor que le producía
esos carnosos labios en su piel, la humedad de esas deliciosas lamidas y el dolor de las
pequeñas mordidas.

Dejó un beso en su vientre y sin pudor abrió sus muslos lo más que el cuerpo de su sumisa
le permitió, su pequeño sexo quedó expuesto, el brillo de su humedad lo sedujo y
hechizado ante ello el señor Growney poso sus labios en su flor, primero chupo un pétalo,
luego el otro y fue más adentro, chupo el pétalo, el otro y su ávida lengua la penetró.

-¡Oh! -gimió arqueándose, su respiración estaba agitada y sus puños apretados, la lengua
de su amo corría por su sexo probándola en todo su esplendor, su vagina era succionada,
mordida y lamida con tal deseo que la excitaba.

El señor Growney chupó, lamió y mordió hasta que el pequeño botón se hinchó, se hizo
presente y clamó atención, complaciente el señor Growney lo tomó entre sus labios, una
pequeña succión la hizo perder el control de su cuerpo.

-Dios, señor Growney... más -pidió ella y él se lo dio.

Su lengua recorrió su clítoris dándole gustosas lamidas que la llevaron al borde, con la
respiración agitada y el cuerpo encendido la pequeña Aylin se corrió en su boca. Dichoso,
el señor Growney bebió cada gota que expulsaba su caliente flor.

Dejándola descansar comenzó a despojarse de su ropa, su cuerpo ya estaba listo, su


miembro latía en desesperación por enterrarse entre esas calidad piernas, necesitaba ese
contacto, esa divina succión que solo las paredes de su vagina podían darle.

Se acostó a su lado y ella buscó su boca, no podía ver pero si sentir, sus labios se rozaron
hasta quedar totalmente pegados y se besaron, mientras sus lenguas bailaban una con la
otra el fue soltando sus muñecas.

-Sin destapar tus ojos fóllame Aylin, es una orden -les dio la vuelta dejándola a ella sobre
él, con una mano en su pecho se apoyó y la otra toma la dura erección de su amo, a
tientas buscó su vagina, al encontrarla se sentó sobre ella para tomarla por completo en
su cueva.

La humedad de su orgasmo anterior, hizo que el pene del señor Growney se resbalara sin
problemas, un suspiro de alivio salió de la boca de él al sentir esa presión alrededor de su
miembro y ese gesto hizo que ella sonriera.

-Delicioso -gruñó sujetando sus caderas -Vamos pequeña, mueve tu cuerpo -la alentó
dándole un azote, Aylin, motivada por el deseo comenzó el vaivén de sus caderas.
Sin verlo sabía que su amo estaba disfrutando de ella, subía y bajada de él, estimulándolo,
también movía sus caderas en círculos buscando su propio placer, todas y cada una de las
combinaciones que hacía él se las había enseñado, él la había amoldado a su gusto, donde
ambos disfrutaban.

-Diablos Aylin -gruño apunto de correrse, su pequeña ángel cada día se hacía más experta
en el arte del sexo, cada día le tomaba menos tiempo hacer que él se corriera, así que
dispuesto a hacerla llegar con él los volteó.

-¡Santo cielos! -gimió ronca al sentir una dura y placentera estocada llegar hasta su útero,
sintió como subían su pierna y las penetraciones se volvían cada vez más rápidas y
profundas.

Las entradas y salidas la aceleraron, la hicieron vibrar, con sus manos libres tomó el cuello
del señor Growney atrayéndolo a un beso, lo besó agitada y con desespero, mientras que
él señor Growney le devolvía el beso, la acaricia y la follaba, esa combinación perfecta, la
hizo llegar al clímax.

Él, al sentir que las paredes se apretaban, se corrían sus fluidos por su pene y sus chillidos
se intensificaban se corrió con ella, la siguió penetrando hasta sacar lo último de sus
orgasmos, agotado se acostó sobre ella.

-Growney, pesas -dijo Aylin agitada.

-Lo siento -Tomó su muslo y se tiro a un lado trayéndola consigo para no abandonar su
centro, una vez quietos reposaron.

Pero a los minutos repitieron una, dos y tres veces más.

Sí, lo hicimos tres veces más seguidas, tuve cinco orgasmos, eso me emociona, siempre lo
hacemos rápido y alcanzamos máximo tres, pero ahora ya llevamos esa cantidad y por la
mirada que me da se que habrán unas veces más antes de dormir.

Nos duchamos juntos, y ahora llevo una camisa suya y mi amo está bóxer, estoy acostada
boca abajo escribiendo y él sobre mí besando mis nalgas, dice que por primera vez desea
que no escriba nada, pero no puedo parar, quiero escribir cada detalle, no quiero olvidar
nada, pero sobre todo quiero vivir cada momento.

Aylin Parker.

Sábado 26/ 03/ 2016.

01: 03 am.
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Querido diario...

Hoy he tenido mi primer beso de buenos días ¿No te parece eso magnífico?

El señor Growney no le ha importado que no haya lavado mis dientes, él ha tomado mi


rostro entre sus manos y ha besado mi boca. Fue dulce, fue delicioso, fue... Así fue.

Thomas Growney era un hombre de poco dormir, no importaba la hora en que se


acostase, a las cinco y media de la mañana ya estaba totalmente despierto, y el día de hoy
no fue diferente. Al despertar encontró a su pequeña totalmente desnuda recostada
sobre su torso, acarició su lacio cabello negro y dejó un beso en su coronilla. Hace mucho
tiempo que no amanecía con una mujer en sus brazos, pero ninguna de las anteriores era
parecida a estar con su Aylin, ni en sus mejores noches con Verónica se sintió así y ella fue
la única mujer que llegó amar.

Dejó que su pequeña durmiera un poco más mientras él se aseaba, volvió a su lado para
intentar dormir un poco más pero los pequeños roces de su piel contra la de él lo tenían
deseoso de ella, comenzó a tocar sus pechos delicadamente hasta dejar su pezón erecto,
deseaba llevárselo a la boca y chupárselo hasta que ella gimiera de placer.

—Señor Growney...—susurró Aylin medio dormida.

—Buenos días pequeña Aylin —se giró en la cama dejándola a ella debajo de él. La miró y
sonrió aún estaba medio dormida. Se inclinó para besarla pero ella se apartó.

—Déjeme lavarme los dientes —le dijo y antes de que ella se levantara tomó su rostro por
la mandíbula y le dio un delicioso beso en los labios. Durante unos minutos disfrutó de
besar su boca, a él no le importaba nada, sólo deseaba disfrutar de cada segundo que
tenía a su lado.

—Buenos días señor Growney —dijo ella jadeando ante aquel abrasador beso —Ya vuelvo
—sin cubrir su desnudez se levantó de la cama y se fue hasta el baño para lavar sus
dientes, lo hizo rápido y al volver se encontró con su amo desnudo admirando la vista
desde el ventanal de la habitación.

Se acercó hasta él para abrazarlo por la espalda, dejó un beso entre sus omóplatos y
sonrió —Gracias por esto señor Growney.

—Ven aquí pequeña —quedaron frente a frente y Aylin se apoyó contra el vidrio. Tomó su
cuello entre sus manos para estrachar sus labios contra los de ella. Era un baile lento y
acompasado, mordió su labio con pasión y luego metió su lengua en la boca de su
pequeña probando su delicioso sabor.

Los besos del señor Growney bajaron por su blaquecino cuello hasta llegar a su seno, besó
su lunar y llevó su necesitado pezón a la boca, lo chupó, lo lamió y le dio una mordidita
que la hizo gemir.

—Esto es por y para ti Aylin —siguió bajando por su piel tras jugar con el otro seno, besó
su abdomen, su lengua se adentró en su ombligo desatando nuevas sensaciones en la
pequeña e inocente Aylin.

Besó su monte de venus y ella abrió su piernas, quería que la tocara allí y sólo allí, sentía
que quemaba ante sus toques, deseaba su lengua entre sus pliegues para que calmase el
calor que emanaba de su vagina. Pero su amo no se lo daba, besaba su pubis, la cara
interna de sus muslos y rozaba sus labios con los de su vagina, pero nada más allá.

—Señor Growney por favor —pidió.

—¿Por favor qué Aylin? Pídeme sin pudor lo que quieres —la miró esperando esas
palabras que lo hicieran seguir.

—Yo... Yo quiero que me devore señor Growney —dijo sintiendo un calor en sus mejillas,
pero más intenso era el calor en su sexo por lo que tomó un mechón del cabello de su
amo y colocó su sexo sobre su boca y exigió —: Devóreme el coño señor Growney, por
favor amo.

Con dos de sus dedos separó los húmedos pliegues de su intimidad para darle paso a su
lengua, la probó moviendo su lengua por todos los rincones de su sexo, estaban tan
húmeda que su lengua resbalaba, chupaba con ansias haciendo que Aylin gimiera
roncamente.

—Eres deliciosa pequeña —gruñó extasiado. Tomó ambos muslos y los monto sobre su
hombros mientras seguía comiendo su sexo ávidamente.

—¡Oh Dios! ¡Señoooor Growney! —jaló su cabellos sintiendo corrientes en su cuerpo. Su


amo tomó su clítoris entre sus labios y lo succionaba con fuerza, con un mordisquito final
ella se dejó ir, corriéndose intensamente en su boca.

Lamió cada gota de fluido que ella le dio, hasta que no la sintió totalmente repuesta no
dejo de lamer su sexo, una vez lista la dejó sobre el piso y le dio la vuelta, sus labios
viajaron hasta su hombro donde dejó un cálido beso. Aylin deseosa de continuar con las
caricias de su amo giró su rostro para besarlo, metió la lengua en su boca probándose a sí
misma en la lengua de su dueño.
—Deseo follarte pequeña —le dijo mientras amasaba sus senos.

—Y yo quiero que lo haga amo, por favor —contestó Aylin con el deseo a flor de piel.

Y su amo no la hizo esperar, separó sus muslos con las manos, la inclinó un poco más
contra el vidrio dejándola arqueada para él y desde atrás la penetró de una sola estocada.
Aylin gimió al sentir la piel del regazo de su amo tocar su culo, estaba totalmente
empalada por él y le gustaba la sensación.

—Joder Aylin, estrecha y deliciosa —gruñó mientras comenzaba con el bamboleo de sus
caderas. La pequeña sumisa se sostuvo contra el vidrio mientras recibía las estocadas que
le daba su amo, gemía cuando se sentía llena hasta el fondo y sus paredes se apretaban
cuando lo sentía salir.

Entre gruñidos los dos se daban placer, Aylin no paraba de besar su boca mientras Thomas
la penetraba a un ritmo insistente desde atrás, apretaba sus senos y jugueteaba con sus
duros pezones excitándola en el proceso.

—Cielos pequeña —gruñó él tenso. Ya su cuerpo tenía pequeños espasmos de placer,


estaba listo para bañar su estrecha vagina con su potente chorro de semen.

Aylin gemía posesa del deseo que su amo le generaba, las sensaciones de placer corrian
en su cuerpo como la sangre, quería explotar. Todo su piel se mantenía en ebullición ante
las caricias y las estocadas del señor Growney, quería correrse, su ser le pedía a gritar
llegar al clímax.

Y ambos lo hicieron, el señor Growney explotó dentro de ella su semilla, mientras las
paredes de Aylin lo apretaban más y más ante su corrida, ambos cuerpos se abrazaron y
se apoyaron contra el vidrio empañándolo en su proceso. Jadeaban entrecortados
buscando el aliento.

—Escucha pequeña —aún jadeaba —Vamos a salir de esta habitación y vamos a pasear a
donde quieras, porque si nos quedamos aquí voy a follarte tanto que voy a desgarrarte el
coño.

Y salimos, ya nos estamos arreglando para salir. Decidimos bañarnos por separado y evitar
otro encuentro más en el baño. Aunque sinceramente deseo quedarme aquí y seguir
disfrutando de mi amo, pero no creo que mi cuerpo este contento con ello.

Pasearemos, descansaremos y luego volveremos por más...

Aylin Parker.

26/03/2016.
10:36 am.

Capítulo 9

Querido diario...

Esta noche ha sido especial, después de una tarde de paseos, me he dado cuenta de lo
que siento y he querido expresárselo al señor Growney. En un principio pensé que dañaría
todo lo que teníamos por mi arrebato de sinceridad, pero en cambio no fue así, él no se
molestó ni dijo nada malo, en cambio también fue muy sincero conmigo. Aunque no dijo
lo que me hubiese gustado escuchar, tampoco fue tan malo como yo creía.

Todo lo que rodea al señor Growney es raro e incluso le vi un poco ansioso, como si
deseara algo, le pregunte repetidas veces que le sucedía y él decía que nada. He llegado a
la conclusión de que él es extraño y no quiere que nadie se meta en su vida, lo entiendo y
no lo juzgo, más bien hasta ese comportamiento me gusta solo por el hecho de ser parte
de él.

Si, me gusta el señor Growney y se lo he hecho saber...

Aylin y Thomas entraron a su habitación de hotel después de las ocho. Ya habían cenado
en el restaurante y ahora por las miradas que se habían dedicado en la velada sabían lo
que vendría, una ardua jornada sexual. Por ello un amo muy decidido tomó a Aylin por su
cintura y le dio explosivo beso en sus labios, mordió su carne y la probó con su lengua
deleitándose con su sabor.

—Me gusta cuando me besa así señor Growney —le susurró con las mejillas sonrojadas.

—¿Así como? —preguntó deslizando las tiras de su vestido.

—Posesivo y ansioso, me gusta —le dijo mirándolo a los ojos.

—Así soy. Extremadamente posesivo y estoy ansioso por estar dentro de ti.

Volvió a besarla tomando su nuca con una mano mientras la otra le arrancaba la ropa
interior a tirones, la pequeña Aylin también deseaba sentirlo desnudo e igual que él
estaba ansiosa de sentirlo dentro, sin separar sus bocas también empezó a zafar los
botones y sacarle la camisa.

—Me gusta su piel señor Growney —acarició su torso desnudo —es suave.

—No más que la tuya pequeña —siguió besándola por su cuello y ella gimió.
—También me gusta su cabello —susurró extasiada por los besos que llegaban a su senos.

Al escucharla el señor Growney se detuvo nervioso, Aylin estaba caminando por terrenos
peligrosos por los que ella no debía estar, si él era sincero consigo mismo nada de lo que
había ocurrido todo este tiempo debió ser, pero el deseo pudo más que cualquier cosa.

—Has dicho que te gustan tres cosas de mí ¿a dónde quieres llegar? —le preguntó sin
rodeos poniéndola nerviosa a ella también.

—Nada... yo... yo no sé que me pasa, lo siento señor Growney —musitó sin mirarlo a los
ojos.

—¿Segura? —levantó su mentón con un dedo y se perdió en el brillo de sus ojos


marrones.

—Si... no —balbuceó —no me pasa nada, yo solo estoy a gusto con usted.

—Ponte de rodillas Aylin Parker —ella asintió y cumplió con sus órdenes.

Sentía un nudo en su garganta, todas aquellas cosas que había sentido durante el día de
hoy estaban saliendo a flote sin darse cuenta, el calor del momento la estaban
traicionando y estaba diciendo cosas que había decido callar por no dañar lo que llevaba
hasta ahora con el señor Growney. Por cosas del destino las cosas estaban sucediendo así
y ella no callaría más, hablaría con total sinceridad a lo que él le preguntase.

—Explicame qué carajos sucede contigo pequeña —le dijo en tono duro.

—Lo siento yo...

—Aylin —le advirtió. Estaba nervioso y ansioso.

—Lo siento —repitió nerviosa —No pasa nada señor Growney, se lo prometo, es que yo
me siento muy bien con usted, estos dos días a su lado han sido magníficos para mí,
entienda que todo esto es nuevo para mí, nadie se había preocupado tanto por lo que yo
quiero, lo que siento y eso me gusta —tomó aire y una lágrima cayó en el proceso —Usted
me gusta, me gusta como hombre.

Y aquella confesión por algún motivo no le sorprendió. Se había dado cuenta que por Aylin
hacía cosas que no habría hecho por ninguna mujer antes y aunque jamás se lo confesaría
a ella, muchas cosas de las sucedían eran nuevas también para él. La miró tratando de
procesar cada palabra que había recitado y al hacerlo se percató de unas cuantas gotas en
sus piernas, eso no podrían ser más que lágrimas.
Se acercó hasta ella y le levantó la cabeza con su dedo por el mentón, miró sus ojos y en
efecto estaban rojos y húmedos.

—¿Qué me estás queriendo decir? —preguntó para cerciorarse.

—Que... que le quiero señor Growney.

—Aylin te dije que no desarrollaras ningún tipo de sentimientos por mí, yo no soy un buen
hombre para ti y tú lo sabes. Vas a sufrir y yo no quiero eso para ti Aylin.

—¿Por qué sufriré? —su amo secó sus lágrimas.

—Porque yo no puedo darte lo que necesitas, yo no...

—¿Qué cree usted que yo necesito señor Growney?

—Un hombre que te quiera, que no esté tan maltratado como yo, uno que puedas llevar a
casa, que te regale flores, que te lleve a salir, que te haga feliz.

—Eso es lo que la sociedad cree que una mujer necesita. Un hombre, pero no es así señor
Growney, yo pensé que usted era diferente pero veo que piensa igual que mi madre y
toda mi familia.

—¿Qué me quieres decir?

—Que yo no necesito nada de lo que usted ha dicho, si quiero cualquiera de esas cosas las
puedo obtener por mi misma, no necesito que ningún hombre me las dé, solo quiero ser
yo misma, lo que yo necesito es que la gente me deje ser, que no me juzgue por ser
ingeniero, por no querer contraer matrimonio, por no querer tener hijos, y eso solo lo he
conseguido con usted.

—Aylin...

—Usted me trata con respeto y profesionalidad como cualquiera de sus ingenieros


masculinos, con usted puedo ser una dama, una mujer, una sumisa y hasta una zorra sin
querer insultarme a mí misma, con usted me siento libre y eso es lo que yo necesito.

—¿Y qué pasa si te enamoras de mi Aylin Parker?

—Me enamoraré y listo, es parte de la vida.

—¿Entiendes que yo no puedo darte más que esto? Aylin yo no puedo darte amor, esto es
sexo y nada más.
—Y yo no le he pedido nada más... amo.

Y ante aquellas palabras y esa mi fogosa mirada el señor Growney no se pudo resistir más,
la sujetó con fuerza de la mandíbula y se inclinó para estrechar sus labios con los de ella.
La pequeña lo recibió gustosa, a diferencia de la mayoría de las veces esta vez fue lento y
apasionado, los labios se movían acompasados unos sobre los otros, abrazándose,
apretándose, acariciándose y volviendo a repetir el proceso hasta que se quedaron sin
aliento.

—No entiendo porque dice que sufriré, pero quiero que sepa que nunca me había sentido
tan a gusto, y esta vez no hablo de usted, hablo de mí, esta Aylin que he encontrado con
usted me gusta —levantó su mano y acarició la mejilla de su amo —Si le sirve de algo, le
quiero y no estoy sufriendo, soy feliz señor Grow...

El señor Growney la tomó en sus brazos y le beso en la boca, mientras que con su lengua
probaba el dulce néctar de los labios de Aylin caminaba hasta la cama, donde la depositó y
se acostó sobre ella, siguió besándola esta vez por su cuello, bajó su por clavícula hasta
llegar a sus senos, los besó deleitándose con los gemidos ahogados de Aylin. Los besos
siguieron su curso por su estómago y pelvis, al abrir sus piernas observó su sexo
chapoteante pidiendo por él. No podía seguir con sus caricias, quería follaría hasta dejarla
sin aliento.

Se desnudó en menos de un segundo y duró mucho menos para enterrarse en ella, ambos
gimieron al hacerse uno, al sentirse piel con piel. La pequeña enrolló sus piernas alrededor
de las caderas de su amo queriendo más él, deseando tenerlo totalmente dentro, con sus
manos tomó su nuca y lo besó con tal deseo que su amo no pudo más que arremeter con
fuerza contra ella para aumentar el placer.

—Más... más señor Growney —pidió Aylin sedienta de su amo.

Y el señor Growney se lo dio, movió su caderas frenéticamente para entrar y salir de su


pequeña cueva, le dio con fuerza y ella lo recibió, gimió arqueándose para él mientras el
placer empezaba a hacer estragos en su cuerpo, su piel estaba erizada, su respiración
agitada, su corazón acelerado y sus ojos cerrados con fuerza, toda ella era la hermosa
expresión de una mujer satisfecha, burbujeante y rebosante de placer.

—¡Diablos Aylin! —gruñó Thomas con la mandíbula tensa.

Las rápidas estocadas del señor Growney hicieron que ambos llegaran al clímax, él la
penetró hasta explotar la última corriente de su orgasmo y luego cayó ahogado al lado de
la pequeña Aylin, ella se pegó a él buscando el calor de su cuerpo, él la abrazo y dejó un
beso en su frente.
Una vez con las respiraciones calmadas, él sentía la necesidad de decirle algo a su
pequeña, en el fondo sabía que también sentía algo por ella, pero jamás podría permitirse
tener algo más con ella, él tenía muchos problemas, mucho pasado y a la larga eso sólo le
causaría dolor y sufrimiento a la hermosa morena que estaba a su lado.

—Escucha Aylin —se dio la vuelta y encontró su mirada achocolatada sobre él, acomodó
un mechón de su pelo y prosiguió —Tú eres una mujer increíble, eres inteligente, eres
divertida, muy sincera y jodidamente hermosa, muy hermosa.

—Gracias —él colocó un dedo en sus labios.

—En estos momentos tal vez sientas que esto es suficiente para ti, pero yo sé que tú
necesitas y mereces más que esto —suspiró y se pellizcó el puente de la nariz —Joder
Aylin, a mí me gustaría darte más que esto, pero yo tengo muchos problemas, yo no soy
quien tu crees, yo estoy jodido y no quiero arrastrarte a esto.

—¿Y si me deja ayudarle? —le preguntó acariciando su mejilla.

—Y dañar tu inocencia y bondad, no Aylin. Así como estamos me ayudas más que lo crees.

—Entonces olvide lo que dije, por favor —dejó un casto beso en los labios de su amo y
este sonrió.

—Dijiste que me querías pequeña, eso no lo olvidaré jamás. Me hace feliz saberlo.

Se inclinó sobre ella y comenzó a besar sus labios pausadamente, bailó con delicadeza los
de ella, su lengua se unió a las cálidas caricias hasta dejarla sin aliento.

—Te quiero señor Growney —susurró en sus labios.

<<Y yo a ti Aylin Parker. Y yo a ti>> pensó pero no se lo dijo.

Si querido diario....

Quiero al señor Growney, lo acepto y se lo he dicho.

No sé qué problemas tenga el señor Growney pero sea lo que sea quiero ayudarlo, me
encanta verlo feliz, verlo sonreír, me encanta todo de él. Sólo espero que en algún
momento él pueda sentir aunque sea una pizca de lo que yo siento por él.

27/ 03/ 2016.

12:48 am.
Aylin Parker.

➖➖➖➖
Querido Diario...

Después de una mañana de lujo nos tocó volver a casa, la verdad es que yo no me quería
ir, quería quedarme en esta hermosa burbuja que habíamos creado el señor Growney y
yo, donde no había problemas, no había reglas religiosas que cumplir, donde podíamos
ser nosotros y donde podíamos entregarnos el uno al otro sin reservas cada vez que
quisiéramos.

Pero nada es perfecto, nada es para siempre... Y por no tener eso claro, mis padres casi
nos descubren...

Aylin enrolló sus brazos alrededor del cuello del señor Growney, se levantó sobre sus
puntillas y le dio un suave beso en los labios, deseaba quedarse con él en aquella
habitación de hotel, le gustaba estar con él, sólo a su lado podía ser aquella Aylin libre con
que tanto había fantaseado.

-Es hora de ir pequeña, tus padres están próximos a llegar -le dijo tras darle un beso.

-Lo sé -Sonrió -Gracias nuevamente por este fin de semana.

-No tienes nada que agradecer, ya te lo dije. ¿Vamos? -Aylin asintió.

El señor Growney tomó ambas maletas de viaje mientras que su pequeña se cercioraba de
que no quedaba nada de ellos en la habitación. Al ver que todo estaba en su lugar tomo la
mano que su amo le ofrecía para salir juntos de aquel nido de pasión que habían creado.
Cuando llegaron a la salida del hotel ya el chofer los que no podía tomar una decisión.
Aferrarse a ella o dejarla marchar.

-Señor Growney -susurró Aylin despertando de su siesta.

-¿Si? -le respondió mientras miraba su rostro adormilado una vez más.

-Ya llegamos -miró a su alrededor y en efecto estaban frente a la hermosa casa de los
Parker.

Se bajó de la camioneta y la ayudó a hacer lo mismo después de sacar la maleta, ambos


caminaron juntos hasta la puerta pero ninguno se atrevía a decir adiós al otro, no querían
despegarse.

-¿Le gustaría pasar un momento? -preguntó y le dedico una hermosa sonrisa.


-Tus padres ya están cerca pequeña ¿Estás segura? -Levantó su mano y acarició
suavemente su mejilla.

-Sólo serán unos segundos señor Growney.

Tras hacerle una seña a su chofer para que lo esperara una cuadra más abajo entró con
Aylin a la casa, no sabía que intenciones tenía ella para su pedido, pero él si las suyas, tras
cerrar la puerta la pegó contra esta y le dio un hambriento beso en los labios, a la vez que
sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo, acariciaron sus brazos, su espalda,
ahuecaron sus nalgas y tras darle un fuerte apretón, la levantó en sus brazos.

-¿Tu habitación, pequeña?

-Arriba señor -respondió escuetamente para volver a besar la boca de su amo.

Entre besos la subió lentamente por las escaleras, por cada escalón era un largo beso que
recibía de su pequeña hasta que por fin llegaron a la habitación, volvió a recargarla contra
la puerta mientras seguía con sus ávidas caricias, esta vez sus besos continuaron por su
cuello hasta llegar a sus pechos, los besó sobre la ropa, los tomó en sus manos para
masajearlos y dejarlos completamente sensibles a él.

-Amo... -gimió restregando su sexo necesitado por su creciente erección.

Sonrió al escuchar su susurro cargado de excitación, habían pasado dos días y medio
teniendo sexo y ella estaba nuevamente excitada buscando que él le calmara ese fuerte
calor en su entrepierna.

-¿Qué deseas pequeña? -tomó con fuerza su mandíbula y le dio un beso en los labios -
¿Quieres que te toque? Que te haga llegar con mis dedos para luego follar tu húmeda y
estrecha vagina.

No dejó que respondiera. Hundió su lengua en su boca mientras se la devoraba con un


hambriento beso. Aylin estaba nuevamente excitada, abrió sus piernas lo más posible para
volver a restregarse con más intensidad contra su amo, se apretaba contra él buscando
calmar la fuerte necesidad que emanaba de su sexo, necesita que el señor Growney la
tocara.

Y él sin necesidad de palabras le dio lo que quería.

Su mano se coló bajo su falda entre besos, Aylin seguía con las piernas abierta a la espera
de ser tocada, los dedos del señor Growney jugaban con su piel, la apretaba, la acariciaba
suavemente, le daba pequeños pellizcos y su pequeña lo soportaba todo sin rechistar
esperando esa caricia que la llevaría al cielo.
Y cuando menos la vio venir, llegó.

Un dedo rodó la tela de su vestido para introducirse en aquella húmeda cavidad, el dedo
fue succionado entre esas cálidas paredes. Ante el poderoso gemido de Aylin su amo
empezó con el bombeo, lo metía y lo sacaba suavemente, para torturarla y hacerla pedir
más.

Los besos pararon, sus ojos se conectaron en una intensa mirada, la del señor Growney le
excitaba y la de ella le pedía más de ese cálido toque. Nuevamente las expresiones de
placer de su pequeña lo hicieron darle aquello que ella deseaba con fuerza, unió otro
dedo a su caricia y con él aumentó el ritmo de sus envestidas. La vio arquearse ante sus
arremetidas y él solo pudo darle más y más placer.

-Señor Growney... -gimió apretando sus hombros con fuerza.

Pero él no tenía clemencia, un tercer dedo se fue contra ella y su pulgar quedó sobre su
clítoris presionándolo. La combinación justa para volverla loca de placer, llevarla justo al
cielo y exactamente para allá se dirigía la pequeña Aylin, con la respiración errática, la
boca entreabierta, sudada y sumamente excitada.

Aylin Parker tuvo su potente orgasmo aferrada a los hombros del señor Growney.

-¡Dios! -jadeó sin aliento tirando su cabeza hacia atrás y llevándose un fuerte golpe en el
proceso.

El señor Growney soltó una carcajada mientras se apresuraba a sobarla.

-¡Aylin! -escucharon el grito de la madre de Aylin acompañado de la puerta principal


cerrándose.

-¡Mi madre! ¡Dios, mis padres! -susurró asustada.

Trató de apartar al señor Growney, pero él inocente de las creencias de la señora Parker
no se movió de la puerta, en cambio volvió a sonreír y le dijo:

-Relajate pequeña...-ella negó rápidamente escuchando otro grito de su madre.

No sabía qué hacer, sus padres iban a encontrarlo en la casa, y lo peor de todo en la
habitación, miró a todos lados buscando que hacer, pensó en meterlo bajo la cama pero
sabía que el era muy grande para entrar ahí, siguió mirando hasta fijarse en la cortina que
se movía suavemente entre los golpes de la brisa.

-Por favor baje por la ventana, mi madre va a matarme si te consigue en la habitación.


-Aylin, cariño ¿dónde estás? -gritó su padre aún en el piso de abajo.

-Le diremos que estábamos viendo algo pequeña relajate -Se apartó de la puerta y trató
de abrirla pero ella lo detuvo.

Este hombre había perdido la razón, Eleanor Parker jamás se creería una historia como
esa, además de que ella consideraba al señor Growney como un pecador por haberse
divorciado, el hombre no podía romper lo que ya estaba bendecido por Dios, y si
encontraba a ese hombre en una habitación con su hija a solas sería un completo
desastre. Aylin lo sabía.

-Tengo prohibido estar con hombres en la casa y mucho menos si mis padres no están, por
favor señor Growney -suplicó al borde de las lágrimas.

-Esta bien pequeña, bajaré por la ventana, pero baja con tus padres que creo que están
subiendo.

-Aylin -la llamaron. Escuchó los pasos de sus padres subiendo por las escaleras.

-Por favor -pidió una vez más.

-Adiós Aylin -le dio un beso en los labios y mientras abría la ventana para salir le susurró
con una sonrisa -Me pagarás por esto y por dejarme así pequeña -señaló su pantalón aún
abultado y ella le regalo una escueta sonrisa.

-Adiós señor Growney.

Antes de que sus padres llegasen abrir la puerta salió de su habitación y se los encontró en
el pasillo, su madre estaba con su ya fijo ceño fruncido mientras que su padre le abrió los
brazos y ella se refugió en ellos.

-Papá, te extrañe -le susurró después de darle un beso en la mejilla -Hola madre -le dijo
aún nerviosa.

-Hola Aylin, ¿qué hacías? -arqueó su ceja poniendo un poco más nerviosa a su hija.

-Estaba en el baño, no me siento bien del estomago -mintió. Pero lo fue suficiente para
que su madre se ablandara.

-¡Jesucristo Aylin! -se acercó a ella y le tocó la frente -Estas sudada y caliente hija, ve a
darte una ducha que te prepararé un té.

-Gracias mamá -le dio un beso en la mejilla y se metió nuevamente en la habitación.


Antes de entrar en la ducha se asomó por la ventana, pero ya no había ningún rastro de su
amo en la calle, ya se había marchado.

Casi, ¿verdad?

Aún estoy nerviosa, no sé cómo no se dieron cuenta de nada, aunque intuyo que fue por
mi fingido dolor de estómago, pues ni siquiera se percataron de la maleta que se
encontraba a un lado de la puerta y todo por estar metidos conmigo en la habitación
pendiente de mi malestar y contándome todo lo que hicieron en su viaje gracias al señor
Growney.

Después de un fin de semana bastante tórrido no me cayó mal un pequeño susto.

Aylin Parker.

27/ 03/ 2016.

08:23 pm.

Capítulo 10

Querido diario...

El señor Growney me ha hecho hacer algo que nunca creí posible, jamás en mi santurrona
vida creí que pasaría, pero gracias a él mi vida esta cambiando, estoy conociendo una
Aylin que no creí que estuviese en mi interior y lo mejor de todo es que me gusta.

Me gusta el señor Growney, me gusta lo que hacemos y sobretodo me gusta ser su


sumisa...

Después del corto fin de semana que pasaron juntos, el trabajo se había acumulado en la
constructora, tal era que Aylin llegaba un par horas más tarde a su casa y el señor
Growney en diferentes ocasiones se tuvo que quedar a dormir en su oficina, pero lo más
que les molestaba era no tener tiempo para ellos, para los encuentros sexuales que tanto
les gustaban.

Al llegar la hora del almuerzo, Thomas se sentía inquieto, su pequeña Aylin llevaba una
bonita falda negra que lo traía loco, su piel blanca resaltaba y no podía dejar de
imaginársela desnuda y totalmente abierta para él en el escritorio de su oficina. Se sentía
sofocado en las últimas semanas y en algunas ocasiones su mano no se daba abasto para
el deseo que sentía por ella. La necesitaba y por ello tomó en el teléfono en su mano y le
marcó.

—Buenas tardes señor Growney —le contestó esta.


—Buenas tardes pequeña, ven aquí.
—En un momento estaré allí.

—Procura no tardar o te azotaré Aylin —dicho esto, colgó.

Esas palabras no la asustaron, su sexo se contrajo de deseo al escucharlo ofrecerle azotes,


en su interior quiso tardarse, solo para sentir las ásperas manos de su amo sobre su piel,
pero tampoco quería hacerlo molestar, tanto trabajo y sin poder tener sexo, seguramente
él se encontraba el doble de frustrado que ella. Con premura, se fue hasta la oficina de su
amo, y allí tras recibir un adelante, entró.

—¿Desea algo señor? —preguntó al cerrar la puerta.

—Pon el seguro a la puerta y quítate la falda —ordenó con fuerza desde su imponente
sillón.

Aylin lo miró buscando un ápice de burla en sus palabras, pero aquellos ojos chispeaban
de deseo por ella, de verdad él deseaba que ella se quitara parte de su ropa en la oficina.

—¿Aquí? —balbuceó nerviosa.

—¡Si! Aquí en la oficina señorita Parker —le respondió barriendo su cuerpo con la mirada
—Y apúrese, que no estoy de ánimos para esperar.

Se reclinó en su cómodo asiento para mirar el maravilloso espectáculo que le daba su


pequeña, con nerviosismo como la primera vez, ella deslizó el cierre de su falda, al llegar
hasta el final la delicada tela cayó a sus pies dejándola en una pequeña braga negra.

—Quítate la camisa y el sujetador Aylin —pidió ronco.

Ansiosa quitó botón a botón de su camisa beige, la sacó por sus brazos y luego la siguió el
sujetador del mismo color. Nerviosa y con los pezones erectos por el deseo, quedó
desnuda ante la mirada del señor Growney.

—Ven aquí —Dio dos golpes a su muslo y ella se sentó sobre él.

Excitado ante lo que veía en la acomodó a su gusto en su regazo, la puso de espaldas a él,
con las piernas abiertas, y su erección quedaba fuertemente presionada por las nalgas de
Aylin. Sin poder contenerse, llevó ambas manos a sus senos, su delicada piel lo recibió y él
la mimó con plácidas caricias.

—Dentro de cuarenta minutos tenemos una reunión pequeña, procura ser buena y rápida
para darnos el máximo placer.
Entre sus dedos tomó sus pezones y le dio un suave apretón que la hizo chillar de placer,
se retorció de dolor y placer en sus piernas provocando un ronco gemido de él. Las manos
del señor Growney recorrieron con celeridad la piel de su abdomen, su vientre hasta
colarse bajo sus bragas, deseoso de sentirla como no había podido por varios días, su
dedo separó los labios de su sexo y la recorrió entera, de arriba abajo, regando los fluidos
que emanaban de su interior y provocando en el cuerpo de su Aylin pequeños espasmos
de placer.

—¿Excitada? —preguntó pellizcando su clítoris.

Tras soltar un gemido asintió, su respiración agitada no le dejaba hablar.

—Imaginame a mí, que he estado privado de ti, de tu humedad, de la delicia de tu piel y


ahora te tengo así, abierta y muy húmeda para mí, estoy excitado, muy excitado.

Introdujo un dedo hasta al fondo y este fue acompañado por un gemido ahogado por
parte de ella.

—Súbete a la mesa y ábrete bien, deseo probarte pequeña.

Con un poco de vergüenza lo hizo, se montó en la mesa y abrió tímidamente sus piernas,
pero en cuento las dos manos del señor Growney tomaron la pretina de las bragas y las
deslizó fuera de su cuerpo, este respondió al deseo y se olvidó de los prejuicios. Sus
piernas se abrieron como alas de mariposa hasta pegar los muslos totalmente del
escritorio. Ahora sí su amo podía contemplar su sexo como tanto había imaginado.

—¡Hermoso! —Pasó el dedo por su hendidura haciéndola estremecer —Muy hermoso


pequeña —Desplegó besos delicados por sus piernas haciéndola saltar de deseo.

Subió por sus muslos, besó su entrepierna con cariño sin llegar a tocar su sexo que latía en
desespero. Siguió por su abdomen, tomo ambos pechos y lo besó con lujuria, chupó sus
pezones con gusto hasta dejarlos tan sensibles que le dolían. Continuo hasta llegar a sus
labios y devorarlos en un beso que le robó hasta el alma a una excitada Aylin.

—He soñado mucho con tenerte así pequeña —murmuró en sus labios.

Y sin retardarse más en sus más oscuros deseos, besó su cuerpo en bajada hasta llegar su
sexo, una poderosa lamida marcó su hendidura hasta llegar a su clítoris hinchado, lo
succionó y Aylin se perdió. Chilló bajito pidiendo más y más de aquello. Su amo, la lamía
de arriba abajo, la penetraba con su lengua experta, chupaba y mordía sus labios, con
gozo y deleite que la volvían loca.
Aylin chillaba despacio y se estremecía con fuerza en la mesa ante los ramalazos de placer
que azotaban su cuerpo antes las ávidas atenciones de su amo, se sostuvo de la mesa con
fuerza, vibrando de placer y gimiendo de gusto, hasta que llegó al clímax.

Thomas Growney se sentía con ganas de explotar, su pequeña estaba tan entregada al
deseo y al placer que no pudo más que bajarse el pantalón junto a sus bóxer y penetrarla
hasta fondo, al sentir la estrechez de su vagina gruñó extasiado. Aylin era una delicia y era
toda suya.

Su Aylin. Y con ese sentimiento de posesión empezó a moverse dentro de ella.

Los gemidos por parte de ambos no se tardaron en llegar, sabían que la mayoría de los
trabajadores estaban en el comedor, pero aún así se besaron para acallar sus expresiones
de placer, entre los dos se bebían sus gemidos placenteros.

Thomas bombeaba dentro de Aylin y ella gustosa lo recibía entre espasmos, su cuerpo
vibraba de placer, su centro cosquilleaba ante el aviso de un nuevo orgasmo. Se retorcía
debajo de él, y en cuanto el apresó sus manos con las suyas y la penetraba con más fuerza,
se sintió desfallecer, su cuerpo era abrasado por la intensidad del climax, al igual que el
señor Growney.

Cuando sus respiraciones se normalizaron, él la tomó en sus brazos y se sentó con ella en
el sillón, la abrazó y la llenó de besos, lo hizo inconsciente, pero Aylin se sentía alagada
ante su repentina demostración de afecto.

—Extrañaba tenerte así —tomó su rostro entre sus manos y le dio un cálido beso en los
labios.

Aylin no respondió, no quería hacer o decir algo que sacara al señor Growney seco que
normalmente era, se dejó mimar por él, quien la llevó al baño, le lavó su sexo y la ayudó a
vestir.

Diez minutos después, empezó una reunión en la misma oficina donde el morbo y el
deseo había reinado.

Sexo rápido y sobre la mesa, ¿puedes creerlo?

Si mi madre se enterase me mataría y seguramente diría que soy una pecadora, pero no lo
niego...

Me encanta pecar en las manos del señor Growney.

Aylin Paker.
Miércoles 13/ 04/ 2016.

07:12 pm.

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Querido diario...

Existen momentos en los que es necesario cometer locuras, perder la cabeza, olvidarte de
los prejuicios y vivir, vivir en la libertad, libertad de ser uno mismo y ser feliz con lo que se
es.

Así estoy yo, cometí mi locura, perdí la cabeza y aquí estoy, feliz con mi amo dormido
sobre mi espalda y yo escribiendo este dulce relato.

Pasaban las nueve de la noche cuando Aylin entró a su habitación después de la cena con
su familia, estaba agotada y solo deseaba dormir, el trabajo en la constructora de su padre
y la del señor Growney cada vez era más intenso, y más para ella que laboraba en ambas.
Tomó una corta ducha, se tiró en su cama y en ese justo momento su teléfono sonó ante
la llegada de un mensaje.

—Me vine a casa, estoy tremendamente agotado para seguir en la constructora. Si puedes
me gustaría verte mañana pequeña. Buenas noches.

Sonrió emocionada al ver el corto mensaje de su amo. Tecleó un buenas noches para él y
se acomodó para dormir, pero ya no podía conciliar el sueño, los recuerdos de aquellos
días juntos la inundaron, lo bien que se sentían los fuertes brazos del señor Growney
abrazándola para dormir y lo delicioso que era despertar y lo primero que veía era la tersa
piel canela de su torso.

Como un rayo de luz, una idea llegó a su cabeza. Se debatió un segundo pensando en las
posibilidades de que sus padres la descubrieran y que todo se complicara, pero no se dejó
llevar por ello, las ganas de cometer una locura ganaron, pensó en el té de valeriana que
habían tomado para dormir mejor y se hizo la señal de la cruz, pidiéndole ayuda al Dios
que tanto su madre veneraba para que todo saliera como ella quería.

Con sigilo se levantó de la cama y rebuscó entre las gavetas de su ropa un conjunto de
ropa interior de encaje muy sexy que le había regalado el señor Growney días atrás. En la
oscuridad de su habitación se quitó la pijama y se colocó un bralette negro con arnés, una
tanga negra y unas medias panties con ligero de encaje. Entre sus zapatos tomó un par de
tacones negros patentes, el tacón era bajo, pero se sentía sexy con ellos y eso era lo
importante. Para cubrirse el cuerpo no había nada sexy, su ropa era común y
conservadora, así que tomó una decisión perdiendo totalmente la cabeza.

No llevaría más ropa.


Tomó un saco negro que llegaba hasta sus pantorrillas, se lo colocó y en una pequeña
cartera negra metió un poco más de ropa para volver a casa. Con cuidado abrió la puerta
de su habitación y bajó escalón por escalón sin hacer ningún tipo de ruido, llegó hasta la
puerta principal, metió la llave, la giró por completo y por último la abrió sin sonarla.
Camino un poco nerviosa hasta la calle principal, hasta el momento nadie la había
descubierto y suspiró aliviada, dándole gracias al señor cuando tomó un taxi y este se
dirigía a la casa del señor Growney.

Al llegar su casa, Thomas se había quitado su saco, la corbata y desabrochó los primeros
dos botones de su camisa, su cansancio era tal que se quedó dormido así mismo en el sofá
de su sala. Él vivía solo, su personal de servicio salía de su casa a las nueve de la noche y
llegaban a las seis de mañana. Por eso cuando escuchó el timbre de su casa, sonar una y
otra vez. Maldijo.

¿Quién molestaba a las a casi once de la noche?

Medio adormilado se levantó del sofá y abrió la puerta, al principio no entendía nada, el
cansancio no lo dejaba divisar quien estaba en su casa a altas horas de noche, pero todo
se aclaró con seductor susurro.

—Buenas noches señor Growney.

Dejándose llevar por la lujuria, Aylin abrió el saco mostrando su cuerpo apenas vestido,
Thomas incrédulo pensando que todo era un sueño en su retorcida mente, parpadeó, una,
otra y otra más y en cuanto paso sus dedos por sus ojos y Aylin seguía allí, se dio cuenta
de que todo era completamente real.

Y por ello, no perdió más tiempo. Tiró de su mano mano para meterla dentro de la casa y
tras cerrar la puerta, la arrinconó contra esta y la besó con toda la pasión que se habían
contenido desde aquel rápido encuentro en la oficina. Su inocente piel estaba caliente, sus
besos húmedos y deliciosos, era real y para terminar de convencerse preguntó:

—¿Estoy soñando?

—No señor Growney, estoy aquí —Tomó sus manos y las puso sobre sus pechos —
Tóqueme.

—¿Y tus padres? ¿cómo es que estas aquí?

Besó su cuello, besó su boca y la hizo jadear en cuanto apretó sus senos y les besó el valle
de éstos.

—Están durmiendo, me he escapado. Deseaba verlo señor Growney...


—Yo también pequeña, y ya te demostraré cuanto.

Le quitó el saco del cuerpo y su respiración se agitó al verla tan sensual. Estaba seguro que
la haría disfrutar antes de enterrarse dentro de ella y buscar su propio placer. Dejándose
llevar por su instintos más primitivos volvió a besar su boca, salvaje y fugaz, siguió por su
cuello. Con audacia le dio la vuelta y sin esperar le soltó un sonoro azote que la hizo gemir.
Estaba excitado y ella también, y para comprobarlo su dedo rodó la diminuta tanga negra
y separó los labios de su sexo, hasta llegar a la entrada de su vagina y penetrarla.

Aylin se arqueó de gusto al sentir aquellos dedos llenar su intimidad, a medida que él la
tocaba sentía como sus fluidos corrían entre sus piernas, estaba excitada y sobresaltada
ante las atenciones de su amo, quería besarlo, quería gritar, quería morder, estaba apunto
de volverse loca, eran muchas sensaciones en su pequeño cuerpo, pero amaba cada una
de ellas, y más al hombre que las provocaba.

—Señor Growney —gimió extasiada.

Dos dedos penetraban con violencia su vagina, y un pulgar se había ensañado con su
clítoris, lo presionaba, lo pellizcaba y lo atendía de tal manera, que Aylin temblaba de
placer, sudaba y gemía pidiendo más.

Estaba encantado con su pequeña seductora, aparecerse en ropa interior en la puerta de


su casa había liberado a la bestia sexual que habitaba en su interior, y al verla gritar,
retorcerse de placer mientras el orgasmo azotaba con fuerza su cuerpo, su libido
aumentaba más y más. Aylin gritaba su nombre y él solo la penetraba con tres dedos sin
clemencia hasta que el último espasmo abandonó su cuerpo, le sacó los dedos y los chupó
disfrutando del dulce elixir del placer.

La sostuvo en sus brazos mientras ella recuperaba el aliento, pero no podía aguantarse
más las ganas de estar dentro de ella, la tomó en sus brazos y tras darle un suave y
tentador beso que reavivó su ser, se la llevó a pasos apresurados hasta su habitación. La
acostó en la cama y cuando comenzaba a alejarse para dejarla descansar, ella susurró:

—Fólleme ahora, señor Growney.

El ángel se había convertido en demonio.

Y para comprobarlo, se levantó y tras tomarlo por el cuello lo besó en la boca y comenzó a
desnudarlo, le quitó la camisa, desabrochó sus pantalones y se los bajó junto con el bóxer.
Al igual que ella su piel estaba caliente, y al acariciarla sentía una especie de corriente,
que en lugar de alejarla, la atraía como un imán. Besó su torso y bajó por su abdomen,
aunque él no se lo pidiera, ella quería y lo hizo.
Tomó su miembro duro como una piedra y le dio un lengüetazo por todo el tronco,
Growney gimió tensando su mandíbula, la falta de sexo había puesto a su pequeña
inocente muy atrevida, su Aylin ahora pedía sin reservas que la follara, lo desnudaba y se
metía la mitad de su polla en la boca sin que él lo pidiera, su Aylin se dejaba llevar por el
morbo y el placer y eso lo excitó.

—Diablos —gruñó —Ponte en cuatro Aylin —ordenó.

Ella no hizo caso, deseaba comer su pene.

—Aylin, te di una orden —gruñó cada vez más cerca del orgasmo. Tomó la base de su
pene y la mandíbula de ella apartándola —No me hagas molestar pequeña.

—Lo siento —susurró apenada, no entendía que le pasaba, solo actuaba.

Apenas se colocó como le habían ordenado un azote llegó y le escoció la piel de su nalga,
gimió dolorida y el señor le soltó otro en el mismo lugar.

—Señor Growney —gimió lastimera.

Y antes de que dijera algo más, le dio un nuevo azote en el mismo lugar acompañado de
una penetración completa de su miembro. Aylin apretó la sabana en puños amoldándose
a aquella intrusión mientras su piel ardía. Un par de segundos bastaron para que ella
disfrutara del dolor y su vagina húmeda se amoldara a los movimientos frenéticos del
señor Growney. Sin soltar la sabana recibía el placer que le daba su amo.

Excitado al ver su piel roja, le azotó la otra nalga. Una, dos y tres veces más. Ambas
estaban magulladas por su culpa y le encantaba, las miraba hechizado mientras entraba y
salía de ella, su vagina lo apretaba con gusto, lo hacía gruñir, lo agitaba y lo ponía cada vez
más cerca del orgasmo.

Así siguieron los dos, dándose placer, dándose cariño a su manera hasta que un asolador
orgasmo tomó sus cuerpos y cayeron rendidos en la cama. Thomas tomó el pequeño
cuerpo de Aylin y lo subió sobre el suyo.

—Dime que pasarás las noche conmigo, pequeña seductora.

—Lo haré señor Growney.

Le dio un beso en los labios y se recostó de su pecho agotada.


Una ducha juntos fue lo justo para que mi adorado señor Growney se quedara dormido, a
diferencia de mí que solo me activó, pero tranquilo, solo me ha quitado el sueño, porque
sexualmente estoy satisfecha.
Ahora que veo la ropa interior tirada en el suelo, sé que he cometido una locura, y como
me comporté, Dios, lo recuerdo y me sonrojo, pero es que deseo, no, me muero porque el
señor Growney llegue al orgasmo en mi boca...

¿Qué rayos estoy escribiendo?

Mejor me voy a dormir.

Aylin Parker.

Sábado, 16/ 04/ 2016.

12:51 am.

Capítulo 11

Querido diario...

Dormí de maravilla, los deliciosos brazos del señor Growney a mi alrededor, sujetando mi
cuerpo sobre el suyo, dándome calor.

Al abrir mis ojos lo primero que vi fue el torso desnudo de mi amo, luego miré su hermoso
rostro relajado por el sueño, con el la punta de mi dedo delinee toda sus facciones y me
fasciné con cada una de ellas, es un regalo para mí la vista que ha dado el señor Growney
esta mañana.

Y yo como soy agradecida, le he hecho eso con sueñan todos los hombres...

Al abrir sus ojos Aylin sonrió al ver el torso desnudo de su amo, le dio una suave caricia a
su piel hasta llegar a su pezón, jugó con él y llena de deseo lo llevó a su boca. Siempre era
él el le daba placer, el que recorría su cuerpo con besos, el que siempre lo daba todo para
que cada encuentro fuese mejor que el anterior, y Aylin pensó que tal vez era el momento
de cambiar las cosas.

Empezó con su rostro, su dedo índice delineó toda y cada una de sus facciones, cada
surco, con suma delicadeza, lo último que quería era despertarlo. Se subió sobre él y dejó
un beso en sus labios, uno más abajo y así se fue labrando un camino hasta su pecho.
Besando su abdomen sintió como su cabello era acomodado detrás de su oreja, miró a los
ojos de sus amo y este la contemplaba a ella con una sonrisa.

—¿Qué haces pequeña traviesa? —Su voz salió ronca producto del sueño.

—Le daré los buenos días señor Growney —Sonrió y siguió bajando por su abdomen.
Al encontrarse de frente con el miembro erecto del señor Growney se relamió los labios,
solo una vez lo había tenido así, tan cerca de su rostro y él no la dejó tanto tiempo aunque
le había gustado tenerlo en su boca.

Thomas se sentía ansioso al ver a su pequeña traviesa tan atrevida, queriendo darle
placer, le gustaba la idea pero no quería que ella se sintiera obligada a hacerlo para él. Por
ello la tomó por la mandíbula y la subió un poco.

—No es necesario que lo hagas Aylin.

Pero ella quería hacerlo, aunque para él no fuese necesario quería hacerlo para él. Apartó
su rostro del agarre que le hacía su amo y volvió a su hombría, con sutileza la tomó en su
mano, estimulo un poco bajándola hasta la base sacando un ronco gemido de su amo, le
gustó escucharlo y para repetirlo, con timidez sacó su lengua y la pasó por toda su
cúspide.

El sabor de su piel era embriagador, la textura era tersa e interesante, su lengua palpitó
deseando volver a sentirlo. Esta vez fue más profundo, lo lamió hasta su base y al volver a
la cúspide la acunó entre sus labios. Por instinto succionó haciendo que el señor Growney
apretara los puños y gimiera de placer.

Sus labios carnosos envolvían a la perfección la polla del señor Growney, la miraba
excitado como aparecía y desaparecía en su boca, y como ella sin ninguna pizca de
vergüenza lo miraba a los ojos y sonreía al verlo tan entregado a sus caricias. Domado por
el deseo, Thomas la tomó del cabello y marcó un ritmo más rápido y poco más profundo,
la punta rozaba su garganta generándole arcadas.

El placer estaba cerca, estaba a punto de explotar, lo sentía subir por sus piernas en
pequeños calambres, la sensación se magnificaba con cada succión y antes de llenar su
boca con su semen, la apartó.

—Ven aquí —ordenó ronco de placer.

Y ella cumplió con su pedido, se subió sobre él dejando su sexo húmedo sobre su erección
sumamente estimulada.

—Buenos días señor Growney —susurró en su boca.

La tomó por el cabello y le dio un hambriento beso en los labios, devoró su boca probando
el sabor natural de su piel ligado a su saliva, la besó hasta dejarla sin aliento. Tomándola
por sus caderas la levantó y con una sola estocada la penetró, un gemido ahogado salió de
su garganta al sentirse llena de él, las paredes de su vagina se apretaron de gusto y
cuando él la sintió lista, le soltó un azote en su nalga para que se moviera sobre él.
Aylin se aguantó de su pecho y comenzó a cabalgarlo, le gustaba estar sobre él y a él le
encantaba tenerla así, entregada, suelta y vibrante sobre su polla, su pequeña traviesa
sabía que hacer para volverlo loco de placer. Y ella lo hizo, bailó sobre su amo hasta que el
éxtasis los alcanzó y los arrebató por completo.

Jadeando se tiró sobre su pecho y Thomas la tomó en sus brazos. La mimó con sus besos,
sus caricias, sorprendiéndose a sí mismo de lo que hacía, pocas veces en su vida había sido
cariñoso, pero también, pocas veces en su vida una mujer le había hecho sentir tanto
como la pequeña y mimada Aylin. Y al pensar aquello tuvo la necesidad de sincerarse con
ella, sabía que ella lo quería, y por más que luchara él jamás la dejaría de querer. Aunque
no le contaría sus secretos, al menos ella merecía saber que era un ser dañado, retorcido,
pero aún así enamorado de ella.

Decido a confesarle algunas cosas se sentó con ella en su regazo apoyándose del espaldar
de la cama, tomó sus manos y besó cada una.

—Quiero decirte algo Aylin—Susurró como pocas veces en su vida, nervioso.

—Lo que quiera señor Growney —Sonrió y con dulzura le besó la mejilla.

Acarició su melena negra, sedosa y brillante, le encantaba, luego sus muslos y al terminar
la miró a los ojos.

—Desde que me dijiste que sentías algo por mí, yo he estado pensando sobre ello y más
cuando te pedí que no lo hicieras, en un principio lo hice por ti, eres pura luz, pura alegría
Aylin y yo no quería acabar con eso, con tu inocencia.

Levantó su mano y acarició su mejilla, era una mujer hermosa que por suerte aún brillaba.

—Sigo siendo yo señor Growney, un poco más traviesa pero sigo siendo yo —Sonrió al
escucharla.

—Es cierto, pero no sé hasta cuando dure eso, porque hemos llegado al punto de que
sentimos cosas el uno por el otro, nuestra relación esta pidiendo más, conocernos más, lo
que hay aquí —Señalo el corazón de ella —y aquí —puso el dedo sobre el suyo —Y tengo
miedo de que te alejes de mí en cuanto veas la oscuridad en la estoy sumergido.

—¿Usted siente algo por mí? —preguntó con el corazón latiendo con fuerza.

—Por supuesto pequeña traviesa, yo también te quiero.

La sonrisa de Aylin creció y el brillo en sus ojos se intensificó, no podía creer que le había
dicho eso, pero era real, lo había dicho. Lo abrazó y besó sus labios una y otra vez, Thomas
la recibió encantado y le devolvió cada beso.
—Escucha pequeña, te quiero, y por te quiero te voy proteger incluso de mí mismo. Yo no
soy lo que tú crees, tú solo has visto al señor Growney, el jefe, socio y amo, has visto la
mejor parte de mí, pero a Thomas, el hombre lleno de vicios y cicatrices, no, y ese no es
nada bonito.

—¿Por eso no me permite llamarlo por su nombre? ¿Para que ese hombre no salga a
flote? —Sin querer negar lo obvio, asintió —Yo lo quiero señor Growney y quiero que sepa
que nuestros vicios, nuestras cicatrices o nuestro pasado no dice quienes somos, todos
cometemos errores, y no por ello tenemos menos derecho a que nos quieran.

Sin poder contenerse le dio un beso en los labios.

—Esto es lo que más me gusta de ti, tu bondad y tu inocencia.

—Y a mí me gusta de usted, lo que saca de mí, esa mujer que siente y que vive, y eso es lo
que importa.

—No quiero que dejes de sonreír, no quiero que tus ojos dejen de brillar, no quiero que
lleguemos a un punto donde te haga sufrir.

—Entonces luche para que eso no pase, porque aunque en su mundo reine la oscuridad
yo no planeo alejarme de usted, señor Growney.

Encantado con su pequeña traviesa, tomó ambas mejillas y la besó en los labios, dulce y
delicado como lo hacía últimamente.

El señor Growney me quiere, lo ha dicho y es la cosa más increíble, ¿puedes tú creerlo?

Sé que me ha dicho cosas sobre Thomas, señor Growney, y la oscuridad que habita en él,
no entendí mucho, pero lo quiero y no me importa nada, si el puede sacar lo mejor de mí,
sé que yo también podré sacar lo mejor de él, así acciona el amor. Y yo lo adoro.

Me he puesto la tarea de conocer más a mi amo, lo que hay en él, estoy segura de que
podré ayudarlo, hacerlo sentir mejor consigo mismo, y no espero nada más que lograrlo.

Porque ahora se trata más que un amo y una sumisa, hay sexo, hay amor, hay entrega, y
con ellos será suficiente para liberar la oscuridad, los miedos, y poder entregarnos sin
reservas al otro, porque hasta yo, tengo demonios contra los que pelear.

Aylin Parker.

Sábado, 16/ 04/ 2016.


09:12 pm.

➖➖➖➖
Querido diario...

Todo acto tiene su consecuencia, antes de actuar hay que tener claro lo que puede derivar
de nuestras acciones. Cuando decidí ser la sumisa del señor Growney entendí que la
primera consecuencia era enamorarme de un hombre prohibido y eso pasó, luego de eso,
ser descubierta, y ahora eso pasó.

Hay un decir popular, entre cielo y tierra no hay nada oculto, es total y completamente
verdadero, de un momento a otro todo termina sabiéndose, y me preocupa hasta donde
llegue lo que han descubierto hoy.

Ciertamente lo que realmente me preocupa es que se enteren mis padres...

Eso puede ser totalmente devastador...

Encantada, Aylin se apoyó en el hombro de su amo y sonrió, otra tarde más a la casa de
Thomas, ya no solo tenían sexo, ahora se besaban dulcemente por horas con la televisión
encendida, hablaban de múltiples cosas e incluso tomaban chocolate frente a la chimenea
de la casa. Sus tardes se habían diversificado y aquello les encantaba.

Al bajar del auto, Thomas la tomó de la mano y la guió hasta su casa, apenas cerró la
puerta la tomó en sus brazos y las piernas de su pequeña se enrollaron en sus caderas,
besó sus labios mientras caminaba y al llegar al sofá, se sentó con ella en su regazo.

—Me encanta besarte pequeña Aylin —susurró moviendo sus labios.

—Bésame entonces, bésame todo lo que quieras.

Dispuesto a cumplir lo que ella le pedía llevó sus labios a su piel, regó un montón de besos
por su rostro, su cuello y su pecho, haciéndola reír, hasta que un sonoro carraspeo los
sorprendió.

Thomas apartó un poco a su pequeña y se quedó mirando a la mujer que estaba de pie a
unos metros frente a ellos, lo había tomado por sorpresa, esperaba no verla nunca más.

—¿Qué haces aquí? —preguntó tenso conteniéndose la furia y la sorpresa que le


generaba el verla.

Aylin miró a los ojos de aquella mujer, azules sin brillo, todo en ella gritaba maldad y
negatividad, no le gustó lo que vio y menos cuando sintió que su amo se tensaba más y
más. Thomas bajó a Aylin de su regazo y al levantarse la puso detrás de sí, sabía que al
aceptar su amor por la inocente Aylin todos sus demonios volverían, más no se imaginó
que tan pronto sucedería.

—Te hice una pregunta Beatrice —gruñó Growney, y la mujer soltó una carcajada.

—Esta fue mi casa una vez, que no se te olvide.

Y con eso Aylin entendió que se trataba de su ex esposa, la hermana de Barbara, aquella
amiga de Thomas que también se había vuelto la suya.

—Eso no te da motivos de estar aquí, ¿para qué viniste? —espetó conteniendo sus furia.

Verla solo traía problemas, y eso era lo último que quería alrededor de su pequeña Aylin,
esa maldita mujer sabía todo sobre él, su peor error fue haber compartido cada secreto
con su mayor enemigo, haberse casado con esa mujer.

—Quería ver tu nuevo juguete, una chica más a la que le robarás la inocencia, a la que
volverás loca con tus malditas cosas hasta llevarla al suicidio, ¿O esta vez será diferente?
—Soltó su veneno tal cual víbora y sonrió.

—¡Cállate! ¡Maldita sea! —gritó alterado —Veronica no... Lárgate de mi maldita casa.

Aylin no entendía nada de lo que hablaban, solo sentía los nervios a flor de piel al ver al
señor Growney alterado y gritando, lo había visto antes, pero nada se asemejaba a esto.
Sin pensar tomó su mano y él se la recibió, fue un alivio para él sentirla cerca.

—¿Tienes miedo a que hable? —Sonrió al verlo temblar —Por lo visto, tu pequeño juguete
no sabe nada de ti, y si es así, eso solo significa una cosa, estas enamorado, el maldito
Thomas Growney se ha enamorado de nuevo.

Aquella estruendosa carcajada la hizo temblar de nervios. Entendió que aquella relación
era oscura, Beatrice era mala, y ponía al señor Growney nervioso, jamás en su vida
imaginó que alguien tuviera ese poder. Apretó la mano de su amo dándole tranquilidad,
ofreciéndole su fuerza y su compañía, después de todo no tenía más que ofrecer si no
entendía nada de lo que discutían.

—Eres tan patético que son idénticas, buscaste en ella a Veronica, ¿no es así?

—Es mejor que te largues, porque estoy perdiendo la poca cordura que tengo y lo vas a
lamentar —gruñó furioso.

—Bien, me iré. Supongo que aún sigue siendo la misma bestia sedienta de sexo y para eso
la traes aquí.
—¡Lárgate! —gritó con la respiración agitada.

—Bien, ya me voy Thomas, no te desesperes —Caminó con sensualidad y antes de salir


susurró —: Cuídate Aylin Parker, no querrás que tus padres se enteren de esto.

Apenas salió, Thomas gritó frustrado y apartándose de Aylin lanzó un florero contra la
pared. Sabía el caos que se desataría después de la maldita visita de su ex esposa, ella era
una nube negra en su vida, sus malditos vicios, sus malditos problemas llegaron después
de conocerla a ella, y sabía que la historia podía repetirse y esta vez acabar con la vida de
su pequeña.

Furioso lanzó cada cosa rompible, cada vaso, cada botella, e incluso el televisor que había
en la sala de su casa, drenó su ira olvidándose de que Aylin lo veía todo. Agotado y
angustiado apoyó su frente contra una pared y contuvo las lágrimas. La ira y la impotencia
habían dominado su ser.

—Señor Growney... —Aquel susurro lo desarmó por completo.

Asustada se dirigió con cuidado hasta donde se encontraba su amo, esquivando cada
trozo de vidrio llegó hasta él y posó una mano sobre su espalda.

—Déjame solo, Aylin.

—No... —susurró con un nudo en la garganta.

Y actuando con el corazón se abrazó con fuerza a su espalda, lo envolvió con amor y toda
la furia que habitaba dentro de él se disipó por completo, su pequeña tenía ese poder,
darle calma cuando todo en su alrededor eran solo desastres y turbulencias. Ofuscado con
ella, se giró y la besó en la boca, suave y delicado. Pero aquella dulzura en el beso lo hizo
reaccionar.

Se apartó de ella y la miró a los ojos. Dolería, pero era necesario.

—Necesito que te vayas y te olvides de mí —le dijo sintiendo el dolor de cada una de sus
palabras —No mereces nada de esto, no es justo para ti Aylin.

—No iré a ningún lado —respondió enseguida. Las lágrimas llenaron sus ojos y sin
quererlo estas salieron.

—Te haré daño Aylin, quise intentarlo, pero apenas han pasado un par de días y ya están
llegando los problemas, mira —Limpió sus lágrimas —Me duele verte llorar. No quiero
verte sufrir.
—¿Y crees que no voy a sufrir si me aparto de ti? ¿crees que no voy a llorar al verme sin
ti? Lo haré señor Growney, y eso si será su culpa.

Maldijo en voz baja, el daño ya estaba hecho, ella estaba completamente enamorada,
desde el principio supo que no debía tocar a la inocente Aylin Parker, pero el deseo pudo
más y ahora que también la amaba se daba cuenta de su maldito error.

—Pequeña...—Aylin colocó un dedo sobre sus labios.

—Lo quiero señor Growney, aunque no pueda llamarle por su nombre, aunque no
entienda porque su ex esposa lo pone de esta manera, aunque no me quieras a tu lado, te
quiero sobre todas las cosas, incluso si llego a perderlo todo, sé que todo esto habrá
valido la pena si me mantengo a su lado y con usted amándome como yo lo hago.

La miró a los ojos mientras ella susurraba cada palabra, y lo único que pudo hacer fue
abrazarla, claro que la amaría incluso más de lo que ella lo hacía, ella era un ángel, su luz
en medio de tanta oscuridad, no podía apartarla de sí mismo por más que quisiera.

No sé qué sucede, me da miedo, pero no pueda evitar mantenerme al lado del señor
Growney, lo quiero y algo en mi interior me dice que vale la pena, que mi amo me
necesita y yo lo voy a ayudar.

Seguiremos juntos, cueste lo que cueste. Ni Beatrice, ni nadie podrá apartarnos, haga lo
que haga, no lo logrará...

Aylin Parker.

Jueves, 21/04/2016.

10:10 pm.

Capítulo 12

Querido diario...

El señor Growney además de amo y jefe, también es un buen profesor. Ha cumplido esa
promesa que me hizo meses atrás, me ha enseñado algo nuevo, algo bueno, algo con lo
que podré disfrutar solo cuando él me lo autorice...

He aprendido a darme placer, ya sé donde tengo que tocar y como introducir mis dedos
para que el placer sea devastador, solo una clase me ha bastado para venirme en mi mano
y sentada sobre mi amo. Ahora que nos queremos, que nos unen cosas más fuertes que el
sexo, el placer se ha intensificado y ni te imaginas cuanto disfrutamos de ello.
Pero bueno, al punto... Esto es lo que ha pasado.

Hoy era un día de esos suaves, la constructora se encontraba en un volumen bajo de


trabajo, y Aylin agradecía eso, el trabajo la estaba consumiendo y casi no podía disfrutar
de su nueva relación, aunque cuando tenían una oportunidad, por más pequeña que fuese
la aprovechaban al máximo.

Sonrió y tomó el chocolate que habían comprado cuando bajó a tomar un café, le haría
una corta visita a su novio, amo y jefe, el señor Growney. Tocó su puerta y él un poco
gruñón le dio la entrada, estaba molesto, pero con solo ver sus mejillas coloradas y su
tímida mirada sobre él fue lo justo para que todo lo malo quedase atrás.
—Buenas tardes pequeña —dijo él abriendo sus brazos.

Como toda niña buena, corrió a sus brazos y se sentó en su regazo.

—Hola señor Growney —Besó sus labios castamente una y otros vez hasta verlo sonreír —
Para ti —le dio el chocolate y él lo agradeció besándole los labios.

Aquel pequeño e inocente contacto, poco a poco se fue intensificando, las manos de
señor Growney se colaron en su cintura y poco a poco se fueron subiendo hasta ahuecar
sus pequeños pechos en sus manos, un apretón la hizo jadear y Thomas se deleitó
introduciendo su lengua en su boca y probando cada rincón de su húmeda cavidad.

—Oh cielos... —gimió ella en cuanto dejaron de besarse.

—Me encantan tus gemidos pequeña —susurró en sus labios —No había tenido
oportunidad de decirte, pero anoche soñé contigo.

Besó su cuello haciendo que su piel se erizara, Aylin sonrió y más cuando se dio cuenta
que no era la única que estaba afectada por aquel beso, la prominente erección del señor
Growney se presionaba fuertemente entre sus nalgas, un poco avergonzada y el triple de
excitada se movió sobre él sacando un ronco gemido de satisfacción de su amo.

—¿Y qué soñó, amo? —preguntó suavemente y al terminar un jadeo salió de sus labios.

—Que estabas en mi cama, abierta para mí, tocándote y pensando en mí, gimiendo mi
nombre, fue muy excitante.

Siguió besando su cuello a la vez que sus manos se colaban con cautela bajo su falda,
acarició sus muslos, fue subiendo la tela hasta que solo se veía la tanga negra y la mano
del señor Growney presionando sobre su sexo.

—Me gustaría que me cumplieras esa fantasía, pequeña Aylin.. —susurró en su oreja.
—Yo... yo le dije que no sabía cómo hacerlo —murmuró avergonzada.

—Lo sé, recuerdo cada detalle de lo que ha pasado entre nosotros señorita Parker,
¿Quiere ser mi aprendiz está tarde?

Aylin sonrió y asintió. Su amo con delicadeza tomó su mano, la guió por su abdomen
acariciándose sobre la ropa, poco a poco fue bajando hasta encontrase con la tirilla de la
tanga. Besó sus labios lentamente, torturándola un poco, su respiración se agitó ansiando
que avanzara más.

—Lo primero es provocar a tu cuerpo, decirle lo que quieres —susurró en su oreja —


Acariciate, puedes jugar con tus pezones, tu piel, lo que sea que haga que tu vagina se
active ¿Me explico?

—Aja... —respondió Aylin sintiendo justo eso. Su vagina comenzaba a apretarse de ganas.

—Ahora mete tu mano bajo la tanga y siéntete, explorate, es tu sexo pequeña, disfrutarlo.

Guió la mano de ella hasta abajo y la dejó allí, lo primero que Aylin sintió fue calor, la
yema de sus dedos se sentían frías sobre la piel de sus labios, como dijo su amo quiso
explorar, su dedo separó las labios de su sexo y sintió la humedad, movió su dedo de
arriba abajo y sonrió.

—Está húmedo, muy húmedo —le dijo al señor Growney.

—Es porque estás excitada— Le abrió más las piernas y Aylin se arqueó comenzando a
sentir cosquillas por todo su cuerpo —Ahora que tus dedos están resbalosos busca tu
botón, debe estar por allí, hinchado y deseoso de tus caricias. Vamos pequeña, usa los
dedos que quieras.

Con el dedo medio y el índice juntos comenzó su búsqueda, sabía por donde el señor
Growney tocaba para extasiarla y para allá se fue, subió sus dedos por su hendidura y casi
al inicio lo encontró, como él dijo estaba duro, en cuanto lo tocó un ramalazo de placer la
sacudió.

—¡Allí está! —susurró el señor Growney siendo como se tensaba sobre él —No dejes de
tocarlo, mientras más calor sientas mejor.

Y Aylin lo hizo, trazó círculos sobre su botón y los gemidos comenzaron a salir de sus
labios, su respiración comenzó a acelerarse, y el placer empezó a inundarla, nunca antes
había llegado tan lejos. Excitado por lo que veía la besó, tomó su mandíbula en su mano y
devoró su boca con auténtica pasión, paseó su lengua por su boca bebiendo cada gemido,
la sostenía con fuerza, cada espasmo le daba la sensación de que se iba a caer, pero al
único sitio donde Growney la dejaría caer era en el abismo del placer.
—Señor Growney... —gimió en voz baja alargando su nombre.

—Presiona tu botón con el pulgar Aylin—Ordenó y ella lo hizo —Ahora busca la cavidad de
tu vagina con tu dedo índice... eso, ahí pequeña, mete tu dedo.

Y como toda niña obediente ella lo hizo, sus paredes vaginales presionaron con fuerza su
dedo, sentía el latir en su piel, y sin necesidad de que su amo le dijera comenzó a
bombearlo, el placer la arropó y comenzó a gemir con más insistencia, estaba agitada,
estaba excitada y encantada con lo ella misma se hacía.

—¡No cierres las piernas! —gruñó extasiado sujetándoselas —Vamos Aylin, no te olvides
de tu clítoris.

Sin poder hablar asintió, con dedos penetrando su vagina y uno sobre su clítoris el placer
la arrasó, había tenido su primer orgasmo masturbándose y su amo la había guiado en
todo. En cuanto el último espasmo la alcanzó sacó sus dedos y el señor Growney los llevó
a su boca, su dulce néctar acarició sus papilas deleitándolo.

—Delicioso Aylin, delicioso —Tomó sus mejillas entre sus manos y repartió besos por todo
su rostro.

—Esto ha sido maravilloso señor Growney —apenas dijo.

—Lo fue y solo lo harás cuando yo te lo autorice.

—Si amo —respondió ganándose un beso.

—Ven, vamos a casa que muero por follarte, pequeña.

¡Mmm! Lo recuerdo y me dan ganas de repetir, pero no quiero desobedecer a mi amo.


Como dijo en la oficina me llevó a su casa y me hizo tocarme para él otra vez, está vez
como soñó, fue tan erótico abrirme para él, tocarme, gemir su nombre y que luego
bebiera todos mis fluidos...

¡Santo cielos! Cada vez estoy escribiendo más y más morboso, me parezco a mi amo.

No lo niego, me gusta.

Aylin Parker.

Jueves, 28/ 04/ 2016.

09:15 pm.
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Querido diario...

Hay daños que por más que intentes no lo puedes reparar.

El señor, Thomas Growney, tenía razón, a la larga todo lo que teníamos iba hacerme daño,
no lo culpo de lo que me he pasado, jamás, en el fondo sé que de cualquier forma, con
cualquier camino que hubiese tomado, hubiese llegado al mismo destino.

Pero sus secretos, sus mentiras y sus relaciones toxicas con el pasado, han acelerado
ciertos acontecimientos en mi vida, aunque siendo sincera jamás pensé que todo
sucedería así...

Hoy me duele vivir, me duele todo, hasta respirar me duele, pero sé que podré salir
adelante en cuanto mis heridas se curen.

Bajó del auto del señor Growney con una sonrisa en sus labios, habían pasado una tarde
fabulosa en su casa, era una lástima que hubiese tenido que mentir a sus padres diciendo
que iba a la biblioteca, pero tampoco pudo evitar hacerlo, quería pasar toda la mañana y
parte de la tarde del sábado con él.

—Avísame cuando llegues, por favor —gritó Aylin y le tiró un beso.

Lo vio sonreír mientras terminaba de arrancar su auto. Caminó la cuadra que faltaba hasta
llegar a su casa, se revisó que todo estuviese perfecto antes de abrir la puerta, lo último
que deseaba era que alguien notase lo estuvo haciendo minutos atrás.

Un silencio sepulcral la recibió en su casa, eso le agradó tenía tiempo de darse una ducha
tranquilamente y colocarse una ropa limpia que no oliese a su amo. Dio un par de pasos y
al llegar a la escalera se encontró con su madre al otro extremo, un escalofrío le recorrió
su espina dorsal, y temerosa esbozó una sonrisa.

—Buenas tardes, madre —saludó.

Y su madre no respondió, nerviosa la examinó, su mirada estaba fija sobre ella y sus ojos
enrojecidos, su madre había estado llorando por un largo rato. Tragó grueso y miró el
sobre que estaba en su mano, lo apretaba y retorcía con fuerza. No sabía que había allí,
pero por el aspecto que tenía Eleonor, no debía ser nada bueno.

Quiso preguntarle qué sucedía, pero su lengua estaba pesada, trató de moverse, pero sus
pies estaban pegados al suelo, mil cosas le pasaban por la mente, tenía miedo, la sola idea
de que se enterase de lo tenía con Thomas la aterrorizaba, tanto que no se percató que su
madre había bajado las escaleras, y solo salió de sus pensamientos en cuanto la mano
pesada de su madre se estampó contra su mejilla.

—¡¿Por qué Aylin?! —le gritó enfurecida.

Sorprendida llevó una mano a su mejilla, una lágrima de dolor corrió por la otra, e
inconscientemente preguntó:

—¿Qué? —Otro sonoro bofetón aterrizó en su cara.

—¡Esto Aylin!, ¡esto! —gritó alterada.

Llena de ira rompió el sobre blanco en sus manos y fue tirando las fotos en la cara de su
hija. Fotos de ella de las innumerables veces que lo había hecho en la oficina, desnuda,
con el señor Growney con ella, besándose, tocándose y follándose, fotos de ellos juntos
en la calle de diferentes días, y otras llegando cada día a la casa de Thomas.

El latido de su corazón se alteró al ver cada foto, todas eran recientes, justo desde que su
amo había aceptado que la quería, podía identificar cada foto, los recuerdos venían a su
mente como ráfagas. Las lágrimas llenaron sus ojos y sin querer, bajaban por sus mejillas.

—Mamá... —Fue lo único que pudo decir, otro palmada impactó en su mejilla.

—¿El te obligó hacer todo esto Aylin? —Incapaz de mentir negó con su cabeza —Di la
verdad Aylin Parker.

Un sollozo escapó de sus labios al saber lo que venía, al aceptar lo que había hecho todo
su mundo se vendría abajo. Abrió su boca y nada salió, tenía miedo, pero antes de que su
madre le lanzara otro golpe más gritó:

—¡Lo hice porque quise! ¡Fue mi decisión!

Apenas las palabras salieron de su boca, un gritó de sorpresa salió de la boca de Eleonor,
no podía creer lo que su hija acababa de decir, ella no la había criado así. Le soltó otra
cachetada y tomándola con fuerza del cabello la obligó a arrodillarse.

—Mira todo lo que has hecho Aylin, ¡mira! —gritó, tirando de su cabello para que viese la
fotos —Te he criado bajo normas católicas estrictas, tu comportamiento ha sido
deplorable, te has convertido en la zorra de un pecador, y tú acciones merecen un castigo,
¿Te arrepientes de todo lo que has hecho?

El dolor en el cuero cabelludo la hizo gemir, las lágrimas rodaban por sus mejillas y llevó
una mano a su cabeza, eso solo hizo que su madre tirara con más fuerza de su cabello.
—Responde Aylin, ¡Por todos los cielos, responde!

—¡No! —gritó llorando —No me arrepiento de nada.

—Osas de pecar y no te arrepientes, que el señor se apiade de ti, ¡Yo no!

Tiró de su cabello y la obligó a levantarse, a rastras la llevó a su habitación, tirándola en


suelo comenzó a romperle la ropa, el vestido negro de gasa cedió al instante dejando a la
vista el conjunto de ropa intima de encaje en color negro.

—¡Santo cielos! ¡Te vistes como una vagabunda! ¡Eres una vagabunda! —gritó cegada por
la furia.

Sin dejar que la pequeña Aylin procesara lo que estaba pasando, soltó su correa de cuero
negro de su cintura y le azotó con fuerza sus costillas. Una y otra vez azotó sin clemencia
el cuerpo de su hija, desde su rostro, sus manos, sus costillas, y sus pies. El dolor era una
vía rápida para purificar las almas, a través del dolor los pecadores encontraban el perdón
a sus fechorías, y Eleonor quería que su hija purificara su alma, el demonio habitaba en su
cuerpo por culpa de ese maldito hombre, por su culpa había cometido el pecado de la
lujuria y había caído en los excesos carnales.

—¡Detente! ¡Detente que me duele! —gritó sin aliento al sentir un enésimo correazo
impactar en sus piernas.

—Mientras más intenso es el dolor, más cerca estás del perdón —gritó azotándola —
Arrepiéntete y pídele perdón al Señor por lo que has hecho.

Tirada en el suelo, sollozó. Le dolía su cuerpo, pero jamás se arrepentiría de lo que había
vivido con el señor Growney, no le importaba que el Dios al que tanto adoraba su madre
no la perdonase, ella no había hecho nada malo, se había entregado a un hombre por
placer, y terminó amándolo cada parte de su ser.

Negó con su cabeza una y otra vez, hasta que su madre agotada dejó de azotarla. Apretó
con fuerza sus puños y trató de moverse, pero sentía todos sus huesos rotos, el dolor no la
dejó hacer nada, a duras penas movió su cuello y pudo mirar a su madre.

—¿Te arrepientes de lo que has hecho? —preguntó Eleonor con dureza, mirándola a los
ojos.

—No... —susurró sin aliento y adolorida.

—Ese demonio ha influido mucho en ti, su esposa ha hecho lo correcto al ponerme al


tanto de lo que ha hecho contigo —Revisó las gavetas y sacó la llave de la habitación —Te
encerraré aquí, sin agua ni comida, hasta que te encuentres de nuevo con el Señor.
—Mamá... no... —susurró gimoteando.

—Yo no soy tu madre, mi hija murió.

La puerta se trancó y un sollozó desgarrador salió de sus labios.

La esposa del señor Growney había causado todo esto, y sabía que era totalmente cierto,
las fotos comenzaban justo después de que ella los sorprendiera en su casa, no entendía
porque había hecho eso, por qué odiaba tanto a su amo, por qué si a ella no le afectaba
en nada.

Los minutos corrieron y Aylin pudo acostumbrarse al dolor, no dolía menos, pero
soportarlo continuamente le daba esa ficticia sensación, como pudo se dio la vuelta en
suelo, gimió adolorida y apoyándose de sus manos magulladas logró ponerse de rodillas.
Llorando de dolor gateó hasta el ropero, como pudo tomó un vestido y entre lágrimas de
dolor se lo colocó, agotada se tiró al suelo, las lágrimas corrían por sus mejillas y no tenía
fuerzas para limpiárselas, su cuerpo, pero sobre todo su corazón, dolía.

—Tengo que escapar de aquí —se susurró a sí misma una y otra vez dándose valor.

Arrastrándose en el suelo llegó hasta su cartera, sacó su teléfono y le marcó al señor


Growney, jamás en su vida lo había necesitado tanto como ahora, solo él podía salvarla
del infierno que comenzaba a vivir, pero a diferencia de todas las veces anteriores, esta
vez él no atendió a su llamado.

Marcó una y otra vez, y nadie le atendió.

—Lo haré sola, saldré de aquí sola, pero me iré... —gimió en voz baja, pero ni queriendo
podría gritar.

Intentó una vez más localizar al señor Growney y nada, no sabía que podía estar pasando
para que él no contestase el teléfono, él siempre estaba para ella... Y las dudas
comenzaron a azotarla, tal vez su madre tenía razón, o el señor Growney jamás la quiso, y
estaba al tanto de todo lo que le estaba pasando... Su mente se llenó de dudas, y comenzó
a llorar de nuevo.

—El señor Growney me quiere, me adora, me ayudará... —Se convenció a sí misma.

Pensando en el hombre que amaba, apretó sus dientes y se llenó de valor, se colocó los
zapatos y un suéter deportivo de su padre que tenía en su ropero. Todo le dolía, sentía
cada hueso roto, pero como pudo se levantó del suelo, a un paso lento comprobó la
puerta, tiró una y otra vez de la manilla pero estaba cerrada, nerviosa y adolorida, no lo
quedaba más opción que bajar por la ventana.
Respiró profundo una y otra vez, se sujetó del marco y acompañada de un grito
desgarrador se subió a la ventana, gimiendo, sudando y con la respiración entrecortada
cruzó al otro lado. Agotada de tanto esfuerzo se tiró en el techo del piso de abajo, no
podía más, sentía que moría de tanto dolor, y su corazón dolió un poco más al intentar
hablar con el señor Growney y la contestadora la recibió al instante.

—Solo tienes que bajar de aquí Aylin, tú puedes hacerlo —se dijo una y otra vez.

Se arrastró por el techo hasta llegar a la orilla, por suerte su padre había estado
limpiándolo y aun permanecía la escalera puesta a un costado, se fue hasta allí y fue
bajando poco a poco, con cada movimiento su cuerpo le ardía, le dolía cada vez más, el
sudor provocado por sus esfuerzos humedecía su piel magullada y eso la molestaba
mucho más. Una fuerte punzada en su costilla la hizo retorcerse de dolor, con ello cayó al
suelo llevándose otro golpe más en las costillas.

—¡Oh, Santo Dios! —gimió sin fuerzas y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

Pero no había tiempo para lamentarse, se arrastró por el jardín y cuando se sintió lista se
levantó. Cojeando comenzó a andar, las lágrimas seguían cayendo, tras la caída el dolor se
había intensificado, sabía que no podía andar más, por eso apenas vio un taxi lo detuvo.
Apresurada se subió y el conductor la miró asustado por su aspecto.

—¿Está usted bien, señorita? —preguntó preocupado y eso la hizo llorar con más
insistencia.

—Yo... yo no tengo dinero —sollozó apenada.

—No se preocupe, ¿Quiere que la lleve a un hospital?

Negó con la cabeza y le susurró la dirección de la casa de señor Growney, se recostó del
asiento y su espalda se lo agradeció, le dolían partes de su cuerpo de las jamás se hubiese
enterado de su existencia, no podía creer que su madre haya sido capaz de maltrarla de
ese modo, sollozó aún más y llevó las manos a su rostro, sintió la sangre, el sudor y las
lágrimas.

A los pocos minutos el taxi se detuvo frente a la mansión del señor Growney, aunque todo
le dolía se permitió sonreír, su amo cuidaría de ella, sabía que se pondría como un
energúmeno al verla de esa forma, pero después de lo que había pasado solo le quedaba
él, nadie más que él. Agradeció el viaje y se bajó del auto, cojeando caminó hasta la puerta
y cuando quiso tocar se percató que estaba abierta.

El pálpito de su corazón se descontroló, su amo era un hombre precavido, jamás dejaría la


puerta abierta, eso lo tenía claro. Nerviosa termino de abrirla y entró a la casa, solo se
escuchaban sus pasos cojeando por la casa y sus gemidos de dolor, se detuvo y un gemido
más llamó su atención.

Su corazón latía cada vez más y más rápido, caminó con insistencia y otro gemido más
llegó a sus oídos, cruzó la sala y un sollozó escapó de sus labios.

—Thomas... -susurro de nuevo, con un sinfín de sentimientos golpeando en su pecho.

No podía creer lo que estaba viendo, se suponía que no la soportaba. El señor Growney se
encontraba en el sofá con Beatrice, su ex esposa, sobre él. Ella, apenas escuchó ese débil
susurro se volteó enseguida, al verla magullada y sucia, sonrió maliciosa.

--Pequeña Aylin... -dijo con desdén.

Y con sus ojos llorosos Aylin se percató de que algo no andaba bien, su amo ni siquiera se
había movido, no había hecho absolutamente nada, se veía inmóvil tirado en el sofá. Llena
de sorpresa soltó un jadeo y sus ojos liberaron aquellas lágrimas que tanto le había
costado retener.

-¡¿Qué le hiciste?! -gritó, acercándose a ellos.

Beatrice se bajó de inmediato del regazo del señor Growney e impidió que se acercara a
él, se paró enfrente de ella y con un empujón que la hizo chillar la detuvo enseguida.

-El castigo de tu madre no te ha sido suficiente, niña -espetó furiosa al verla allí.

-¿Qué diablos le hiciste?-sollozó.

Su cuerpo maltratado no le permitía luchar contra Beatrice, intentó una y otra vez pasar
de ella, pero no pudo soltarse de su agarre. Forcejeó y no pudo más que gritar el nombre
del señor Growney una y otra vez, pero él no respondió.

--¿Qué le hiciste? -dijo nuevamente.

-Yo nada, Aylin - Tomó con fuerza su mentón obligándole a mirar sus ojos -Eso se lo ha
hecho él solo, le gusta.

Apartó su rostro, asqueada de su tacto. Sus ojos fríos le generaban cierto miedo y no
quería que lo notase, todo en ella era oscuro, esa sensación no le agradaba en lo absoluto.

- ¿De qué hablas? -Limpió las lágrimas en sus mejillas y hasta su propio tacto le causaba
dolor.
-No conoces a tu adorado Thomas en nada, ¿cierto? - Tragó grueso, no lo conocía en nada
y siempre tuvo miedo de eso que tanto el señor Growney se esmeraba en esconderle. La
miró a los ojos y la vio sonreír -No le conoces en nada, estás mal Aylin.

- ¿Y eso qué? -Llenándose de valor la empujó con toda la fuerza que su magullando cuerpo
le permitió. Quería ver a Thomás y nadie se lo impediría.

Antes de que ella pudiese detenerla se encontró frente a frente con Thomas, contuvo el
sollozo que quiso abandonar sus labios. Su amo, se veía débil y pálido, una pequeña capa
de sudor cubría su rostro y un esbozo de sonrisa en sus labios. Tapó su boca callándose y
escuchó como gemía delicadamente, una lágrima solitaria cayó por su mejilla al verlo en
ese estado, como si estuviese agonizando.

Un suave toque sobre sus hombros la hizo tensarse, quiso hablar, pero Beatrice se le
adelantó.

-Existe una sola cosa que a Thomas le encanta más que el sexo, raro, pero existe -susurró
en la oreja de Aylin - ¿Sabes qué es? -Negó con la cabeza y una ronca risa en su oreja hizo
que su piel se erizara –La diacetilmorfina, tu adorado Thomas es adicto.

-¿Adicto?-repitió incrédula.

Su corazón martilleó en su pecho con fuerza esperando la respuesta, sintió como el dedo
de Beatrice se paseo suavemente por su nuca y subió hasta el arco de su oreja, toda su
piel se erizó a su contacto, los nervios estallaron en todo en su interior, y sintió que
pasaron años cuando la oyó decir:

Capítulo 12 (PARTE 2)

-Adicto a la heroína Aylin, Thomas es un maldito drogadicto.

-¡No! -gritó enseguida y la lágrimas no tardaron en salir-¡Mientes! ¡Mientes! -Otra vez


volvió a sentir sus dedos sobre sus hombros y cegada por la furia se volteó y volvió a
empujarla -¡No me toques! Su mente negó una y otra vez la información que ella acaba de
soltar, no quiso creer que eso fuese lo que Thomas intentó ocultarle todo el tiempo que
habían pasado juntos, pensó en cada uno de los momentos a su lado y no hubo nada en
ellos que lo caracterizará como un adicto. Pensó un poco más y con amargura concluyó
que su vida siempre había estado en una burbuja, aunque lo hubiese visto drogándose
frente a ella no lo hubiese notado, jamás había visto nada de eso alguna vez en su vida,
todo lo que pudiese saber sobre las adicciones lo aprendió en las clases del instituto y
sinceramente había sido muy poco.

Impulsada por el deseo de saber la verdad se subió al regazo de su amo, tomó su cabeza
entre las dos manos, él estaba en el limbo, sólo podía escuchar los pequeños murmullos
que salían de su boca, estremeció su cabeza y gritó su nombre una y otra vez, en un
intento desesperado de hacerlo despertar.

Nada funcionaba y su razón comenzaba a aceptar lo que Beatrice había dicho, Thomas
estaba drogado. Thomas era un adicto. Más su corazón enamorado no daba tregua, seguía
buscando desesperadamente hacerlo despertar, con una inocencia que le hubiese robado
hasta el alma al señor Growney, ella posó sus labios sobre los de él, estaban fríos y
resecos, pero aún así los beso con dulzura.

Y una lágrima de dolor corrió por su mejilla al no sentirlo reaccionar. La irónica risa de
Beatrice le hizo recordar su presencia, se volteó a verla y en ese momento se percató de
algo que en su desesperación no había notado. Ella estaba semidesnuda, con tan solo una
ropa interior blanca de encaje y un ligero demasiado virginal incluso para Aylin, pero lo
que más le llamó la atención fue su cabello, estaba mucho más largo y más oscuro, justo
de la misma forma que lo llevaba ella.

- ¿Qué diablos estabas haciendo?-susurro con total confusión.

-¿Qué diablos estás haciendo tú, niñita estúpida?-Le recriminó caminando hacia ella –
¿Crees que con un estúpido beso vas a despertarlo?-Volvió a reír y tirando a Aylin del
brazo la bajó enseguida del regazo del señor Growney -No es un cuento Aylin, es la
maldita vida real y Thomas está drogado, es un adicto, toda su vida lo ha sido, ¿lo captas
ya?

-¡Mientes! -le gritó, tirando de su brazo trató de soltarse, pero solo logró lastimárselo aún
más.

-No te mientas tú, esto que ves es lo que es verdaderamente, esto es lo que Thomas trató
de ocultarte desde que lo conociste -La soltó con fuerza haciendo que cayera al piso -
Además de otras cosas, por supuesto.

Al impactar contra el suelo sus músculos maltratados dolieron un poco más si acaso eso
era posible. No quería creer nada, pero se le hacía imposible, necesitaba que Thomas se
levantara del sofá y los defendiera a ambos, no se sentía en condiciones físicas y
emocionales para luchar contra Beatrice y sus malas intenciones, además de que, le era
muy fácil caer en sus juegos.

-¿Qué otras cosas? -preguntó, sin querer pensar en qué más podía ocultarse.

-Thomas no es quién crees, pequeña Aylin -dijo suavemente. Camino hasta ella y
poniéndose de rodillas susurró -: ¿Te dijo que se enamoró de mi hermana Verónica?

-Si contestó de inmediato, solo eso era lo único que sabía.


- ¿Y que está muerta? -Al verla confundida con su pregunta sonrió – Por supuesto que no,
jamás te diría eso, ¿sabes por qué? -Apartó un mechón de su cabello y clavó su fría mirada
en la de ella -Él la asesinó.

Un golpe en su pecho fue lo que sintió al escuchar esas tres palabras, y luego la sintió
correrse por todo su cuerpo, el aire le faltaba. De inmediato se negó a creer aquello,
Thomas podía ser de todo menos un asesino, estaba completamente segura, y menos si
había amado tanto a aquella mujer. Llena de ira por las blasfemias que Beatrice decía le
soltó una cachetada, sin pensarlo, solo por un impulso le había pegado por primera vez a
alguien.

-¡Mientes! -gritó tratando de levantarse - Tú solo estas ardida porque Thomas jamás te ha
querido ¡Mientes! Porque primero se enamoró de tu hermana y ahora lo está de mí, no
eres más que una vil mentirosa y una envidiosa.

Al gritar aquello con tal ímpetu un sonoro bofetón llegó a su mejilla, gimió de dolor y
antes de que pudiese hacer algo más, Beatrice ya la había tomado por el cabello
obligándola a caer en el piso.

-¡Zorra asquerosa!-le gritó - Tú y la maldita de Verónica me tienen harta, ¿cómo vas a


creer que tengo envidia? Mírame-Señaló su cuerpo semidesnudo y obligó a Aylin a mirarlo

-Ya quisieras tener lo que yo tengo.

Tiro de su cabello y la hizo levantarse, se estaba aprovechando de su cuerpo magullado,


sabía que su madre le había propinado unos buenos golpes y que no tenía fuerza para
defenderse. Sonrió al ver sus mejillas húmedas y la empujó.

-¡Lárgate! -La empujó hacia la puerta -¡Lárgate!

-No... -Sollozó y un empujón más la hizo retroceder -Si él es un drogadicto y un asesino


¿para qué lo quieres tú?-le preguntó entre lágrimas y con profundo dolor en su pecho.

-Porque somos iguales --respondió con firmeza.

Y con la misma fuerza la tomó del brazo y la arrastró contra su voluntad hasta la puerta,
con un último empujón la terminó de sacar de la casa y trancó la puerta. Aylin se
recompuso de inmediato y comenzó a golpear la puerta, sollozaba el nombre Thomas una
y otra vez, pero éste seguía casi muerto en el sofá. Cansada, triste y adolorida, se tiró
contra la puerta y se sentó en el suelo.

Lo había perdido todo. Ya no tenía padres, no tenía a donde ir, y la única persona en la
que se había permitido confiar, estaba drogada en el sofá.
Desde pequeña su madre jamás le permitió jugar o simplemente hablar con nadie, decía
que todos eran mundanos y ella así lo creía, jamás desobedeció las normas de su casa,
siempre sumisa a lo que todos querían. Y así fue hasta que lo conoció a él, desde ese
momento no le importó nada, si era pecador, si era un mundano, o el mismísimo diablo en
persona, quiso estar con él, y en su mente, bien influenciada por su madre, creyó que
todo lo que estaba pasando era un castigo de Dios por haber desobedecido.

Una mano en su tobillo la hizo saltar de miedo, abrazó sus pies viendo los ojos de aquel
hombre, la preocupación brillaba allí y lo reconoció al instante, era el mismo taxista que la
había llevado hasta la casa de Thomas.

- ¿Se encuentra bien? -Un sollozo se escapó de sus labios y negó con la cabeza -Déjeme
llevarla a un hospital señorita.

-No puedo ir... no puedo-Limpió sus lágrimas y el taxista se sintió apenado.

-¿Puedo hacer algo por usted?

-Yo no tengo a donde ir, ni familia, yo... yo no sé qué hacer -Abrazó sus piernas y volvió a
llorar con la frente descansando en sus rodillas.

Lo había dado todo por él y ahora ni siquiera sabía de quien se había enamorado.

-¿Tiene algún amigo que le pueda ayudar? -Sin dejar de llorar negó con la cabeza.

Pensando qué hacer, recordó a su amiga Chloe, la única amiga que había tenido en su
vida, la veía muy poco, solo cuando iba a la universidad y el par de veces que pudo
tomarse un café con ella, sabía que ella la ayudaría, pero también sabía que sería muy fácil
para su madre encontrarla allí si deseaba buscarla. Pensó y solo le quedaba alguien más,
una vez prometió ayudarla en lo que quisiese y esta vez la necesitaba de vida o muerte.

- ¿Usted podría llevarme a un último lugar?-preguntó en un susurro

-A donde usted diga señorita.

Con la ayuda del taxista se levantó del suelo y volvió al taxi del señor, en su teléfono buscó
la dirección y se la dio. De camino las lágrimas no paraban de correr por sus mejillas, su
cuerpo dolía el doble que antes cuando estuvo allí sentada, y su corazón, ese estaba
partido en mil pedacitos más de lo que se encontraba antes. Todo se había roto sin
clemencia, y no podía hacer más que llorar.

Llegó y el señor la ayudó a bajar de nuevo, quiso ayudarla a entrar al edificio pero Aylin se
negó, agradeció mil veces lo que había hecho por ella y prometió pagarle ambas carreras y
la espera fuera de la casa de Thomas. Nuevamente agradeció y se despidió del taxista,
cojeando aún más lento que antes entró al condominio, nadie la vio, ni subió con ella en el
ascensor, solitaria llegó al último piso y toco el timbre.

Esperó, esperó y nadie respondió, tocó una y otra vez desesperada, ella tenía que estar
ahí, nadie más que ella podía ayudarla, los nervios se apoderaron de la pequeña Aylin, no
quería volver ni a su casa, ni a la de Thomas y mucho menos dormir en la calle. Sollozó
asustada y sintió una especie de alivio al ver como la puerta se abría.

-Barbara... -susurró y sin poder contenerse soltó un sollozo.

-Princesa... -Llevó una mano a su boca y cayó el gemido de sorpresa que quiso salir-No...
Thomas no te... No Aylin-Balbuceo con los ojos llenos de lágrimas.

- Fue mi madre Bárbara -la corrigió de inmediato - ¿Tú... tú podrías ayudarme?

-Por supuesto mi niña, pasa-La tomó del brazo y con cuidado la ayudó a pasar a la sala de
su casa. Su corazón se llenó de ira al ver como gemía lastimera mientras trataba de
sentarse en el sofá-Déjame llamar a Thomas, oh mi Dios...

-No por favor... -pidió de inmediato.

-Thomas tiene que saber esto cariño...

-¡Bárbara no!-gritó al ver como marcaba en su teléfono-Yo lo busqué antes de venir, y


no... no pudo ayudarme.

-¿Qué?! i¿Por qué?! -Preguntó alarmada -Aylin cielo, ¿qué es lo que ha pasado?

Un enésimo sollozo escapó de sus labios. Con el corazón arrugado Barbara se sentó a su
lado y la acunó en sus brazos, acarició su cabello y susurro una tierna canción en su oído
tratando de que se calmara. Sin que Aylin lo notara se permitió soltar un par de lágrimas,
estaba recordando las veces que tuvo que consolar a su hermana de la misma manera.

Después de llorar en su hombro le contó todo lo que había pasado en su casa, las cosas
que le había dicho su madre y el por qué no quería regresar, Barbara entendiéndola, la
abrió las puertas de su casa desde ese mismo instante, le ofreció su ayuda y en su interior
se hizo una promesa de cobrarle a la madre de Aylin, todo el dolor que le causaba a su
propia hija.

- ¿Y Thomas? ¿Por qué no quieres que lo llame?-le preguntó sin entender, Aylin había
decidido obviar la visita que le había hecho y todo lo que había pasado.

-No quiero hablar de eso Bárbara.


-Lo sé, y lo siento, pero Thomas es como un hermano para mí y si me llama no voy a
ocultarle nada cariño. Sé que debe estar preocupado por ti.

-Él no sabe nada Bárbara, y no quiero que sepa nada más de mí, por favor
-suplico tomando su mano-Estaré un par de días aquí y luego me iré lejos de todos, de mis
padres, de ti y... de Thomas...

-Princesa pero...

-Es mi vida Bárbara, ya basta que la gente me diga que hacer, si no puedes guardarme el
secreto entonces me marcho, pero no quiero que Thomas sepa algo de mí -dijo
totalmente segura de sus palabras y al verla asentir suspiro profundo.

-Está bien, está bien, lo siento -Acarició su mejilla amoratada con suma delicadeza -
¿Quieres quitarte esa ropa sucia y tomar una ducha?

Asintió tranquilamente y con la ayuda de Bárbara se fue hasta el baño, entre las dos
trataron de quitar la ropa de su cuerpo, pero les fue imposible, le dolía demasiado y no
tuvieron otra opción que cortar la ropa.

Barbara corto desde el final hasta el cuello por todo el medio del vestido y el suéter. Su ser
se llenó de rabia y sus ojos de lágrimas al destapar su tierno cuerpo, los correazos ya se
habían marcado e incluso unos habían logrado abrir la piel, las marcas moradas parecían
negras, y los bordes verdes le daban un aspecto doloroso, su piel se erizó al imaginar lo
que la pequeña Aylin estaba soportando.

-- Maldita mujer -murmuró para sí misma, pero Aylin la escuchó-Es una perra, como
pudo...

-Es mi madre Barbara -interrumpió con un nudo en la garganta –Y aunque haya hecho
esto, no dejará de serlo y yo no la dejaré de querer.

-Eres tan buena Aylin... Ni tu madre, ni siquiera Thomas te merece, eres un ángel -
Terminó de cortar su ropa interior y le dio un beso en la frente

--Entra con cuidado a la bañera, te ayudaré a lavarte.

En silencio comenzó a lavar su cuerpo con una esponja, la escuchaba sollozar sin saber si
eran las heridas o el corazón lo que más le dolía, intuía que el corazón, pero fue incapaz de
decir nada más. En cuanto Barbara mojó su cabello las lágrimas se intensificaron, quiso
decirle que lo dejara así, hace unas cuantas horas su amo lo había lavado con mucho
esmero, pero se quedó en silencio llorando de desilusión.

Al pensar en él, todas las cosas que dijo Beatrice llegaron a su mente.
Thomas era un drogadicto. Thomas era un asesino. No lo quería creer, pero tantos
misterios, la forma en que se ponía cuando se molestaba, todo le hacía dudar, y las dudas
le hacían llorar. Por un instante miró a Barbara y quiso hablar de tantas cosas, ella era
hermana de aquellas dos mujeres y la mejor amiga de su amo, ella tenía que estar al
corriente de todo.

-Pregunta lo que quieras Aylin, pero no me mires así –Sonrió de medio lado y recogió su
cabello húmedo.

Pensó un poco, buscando la manera de entrar en conversación sin revelar del todo lo que
había pasado, no quería hablar mal de ninguno y mucho menos repetir cosas de las que
ella no estaba segura.

-El señor Growney y su hermana, ¿por qué se casaron?-preguntó después de un par de


minutos.

-Thomas por idiota y mi hermana por manipuladora -respondió casi en automático y luego
meditó la pregunta -Eso tiene algo que ver con qué no quieras volver a ver a Thomas-Soltó
de la misma manera y al ver aquellos ojos llenos de miedo y mucho dolor, lo confirmó -
Aylin dime que un ha pasado por favor.

Capítulo 13

-No quiero, no puedo.

-Si Aylin, si puedes --De nuevo la vio llorar y la abrazó sin importar que estaba aún en la
bañera -Si mi hermana tiene que ver con todo esto, tienes que decírmelo, aunque me
duela decirlo, ella no es buena y menos cuando se trata de Thomas.

Era Ahora o nunca, se enteraría de la verdad, confiaba en Barbara, en su palabra, y por eso
procedió a contarle todo, lo que vio, lo que habló con su hermana y lo que ella le dijo, y
con su corazón roto preguntó:

- ¿Thomas es un adicto a la heroína?

Barbara relamió sus labios y la miró a los ojos. Aylin no merecía más mentiras y secretos,
los errores que los cuatro habían cometido en el pasado estaban pasándole factura a
quien no tenía la culpa de nada.

-Si, Aylin-susurró y el llanto de ella no la dejó continuar.

- ¿Y tú hermana? ¿Él? ¿ÉL... Ni siquiera puedo decirlo -dijo entre lágrimas.


-No se sabe Aylin, todo quedó como un accidente, pero realmente nadie sabe qué pasó
esa noche.

Su última pizca de esperanza se desvaneció al escuchar aquello, un grito cargado de dolor


salió de su garganta, Thomas, su amo, su adorado señor

Growney, el hombre que tanto admiraba, no podía ser el mismo del que hablaba Barbara.

-Escucha cielo, todo tiene una explicación, no te...

-¡No!-gritó interrumpiendo - ¿Qué tiene explicación Barbara? ¿Qué? ¿Qué Growney haya
matado a tu hermana? ¿O que sea un drogadicto? ¿Sabes a qué yo no le encuentro
explicación? Que arriesgué todo por nada, fui tan tonta que creí que todo valía la pena
porque estaría con Thomas, dejé que mi madre me pegara hasta el cansancio solo porque
estaría con él, con un mentiroso, un asesino, un drogadicto-le reprochó llena de ira y
limpió sus lágrimas - ¿Acaso es divertido jugar con una tonta como yo? Me enamoré
Bárbara, y ni siquiera sé de quién.

En la bañera, abrazó sus piernas y posó su frente sobre sus rodillas, su precioso mundo de
cristal se había roto un millones de pedazos. Por un momento extraño a la pequeña Aylin
risueña que era antes de conocer a Growney, quiso volver allí pero ya era demasiado
tarde. Sintió la caricia de Barbara en su cabello y escuchó su suspiro.

-No lo juzgues tú también Aylin, aunque te suene difícil de creer Thomas no tiene la culpa
de nada. Al igual que tú, no supo de quien se enamoró y con quien se casó, y cuando su
vida estuvo totalmente acabada fue que pudo darse cuenta con delicadeza levantó su
mentón y la miró a los ojos —¿Me dejas explicarte?

Aylin limpió sus lágrimas y asintió, quería saber, porque todo el amor que sentía por
Thomas mantenía esa esperanza de que el fuese un hombre bueno.

-Thomas, mis hermanas y yo hemos sido amigos desde chicos, y desde chicos Thomas se
enamoró de Verónica, mi hermana menor. Ella era muy despreocupada, descarriada y
muy hermosa, la más hermosa de las tres, cuando salimos del instituto mi hermana
comenzó a juntarse con gente que no debía y comenzó a consumir, drogas, alcohol e
incluso a prostituirse por conseguir un poco de ello.

Recordar esos momentos le generaba un profundo dolor, pero no le importó abrir sus
viejas heridas para sanar las de Aylin.

-Thomas y yo, hicimos todo lo posible para rescatarla, pero nada era suficiente, ella ya
estaba perdida, y él creyó que para protegerla debía entrar a ese mundo también, Thomas
empezó a drogarse y beber por estar con mi hermana, se dañó la vida por amor a ella, y
los dos se volvieron adictos, y mantenían una relación enfermiza, según él era feliz con ella
así, hasta que una noche mi hermana murió de una sobredosis de diacetilmorfina, su
cerebro no resistió y se murió... -Su voz se quebró al susurrar lo último y Aylin la atrajo a
un abrazo - Mis padres y mi hermana Beatrice, se empeñaron en echarle la culpa hasta
que él se lo creyó, se responsabilizó de la muerte de Vero, y para pagar lo que había hecho
aceptó casarse con Beatrice, ella siempre envidió la belleza de Vero, y todo lo que Vero
tenía ella lo quería, por eso se obsesionó con Thomas.

Barbara limpió sus lágrimas y con una sonrisa limpió las de Aylin.

-Beatrice se encargó de acabar con Thomas, ella le seguía proporcionando drogas y


alcohol mientras le gastaba su fortuna, le manipulaba a su antojo, se aprovechó del vicio y
la depresión de Thomas hasta dejarlo en la calle, en ese momento tuve que intervenir, le
di un botellazo en la cabeza a Thomas y le tomaron diez puntos-le fue imposible no reír
recordando aquello -Pero fue lo justo para que se diera cuenta de todo. Al poco tiempo
recibió una herencia de una abuela materna, de la que mi hermana no pudo tomar nada, y
la utilizó para pagarse varias clínicas de rehabilitación, su divorcio y montar su empresa.

Desde ese día que le di él botellazo nos hicimos hermanos, yo me alejé de mi familia y él
siempre ha sido un lobo solitario, lo único que teníamos era al otro, hasta que tú llegaste a
su vida y la iluminaste.

- ¿Y... Sin lágrimas que botar parpadeó incrédula, era mucho para asimilar en un sólo día.

-Thomas juró dos cosas después de haberse recuperado por completo, no volverse a
drogar y no caer jamás en las garras de mi hermana Beatrice.

Créeme que Thomas jamás rompe una promesa y arderá el maldito infierno para ella en
cuanto él sepa todo lo que ha hecho.

Sin saber que creer, que decir, ni que pensar Aylin decidió salir de la bañera, con ayuda de
Bárbara se secó el cuerpo y se sentó en la cama, ya no lloraba, estaba en una especie de
limbo que asustaba a su amiga.

-Aylin... -La llamó y ella la miró - ¿Sigues pensando en escapar? ¿O vale la pena seguir
arriesgando por Thomas?

-Yo... Yo...

Un fuerte golpe en la puerta las hizo brincar asustadas en sus lugares, apenas tuvieron
tiempo de mirarse y procesar cuando escucharon un potente grito desde afuera.

-¡Barbara! ¡Abre la maldita puerta! ¡Sé que estás con Aylin!

-Es Thomas Growney-susurraron las dos.


Entre las dos cruzaron una mirada, y el corazón de Aylin latió ansioso, sabía la verdad, su
corazón estaba aún más seguro de lo que sentía, pero en su mente aún ahondaron las
dudas, le hubiese gustado escuchar toda esa historia de la boca de Thomas, poder
abrazarlo a él, pero ya era demasiado tarde.

--Aylin, cielo -le dijo Barbara --Necesito que tomes una decisión o el animal que tienes
como novio va a acabar con mi puerta.

-No sé qué quiero Barbara, tengo dudas, tampoco quiero que me vea así

-Mordió su labio nerviosa -No quiero verlo Barbara, por favor.

Esta asintió y le tomó la mano con firmeza.

-Trataré cielo, pero si Thomas sabe que estas aquí, será capaz de llevarme por el medio
para verte.

-¡Barbara! ¡Abre la maldita puerta o la tumbo! –se le oyó gritar a Thomas y Aylin se
sobresaltó -¡Aylin! ¡Pequeña! -Esa última palabra se desvaneció en un profundo dolor y los
ojos de Aylin se llenaron de lágrimas.

Bárbara salió de la habitación y su corazón empezó a latir con más fuerza, pasaron años
cuando escuchó la puerta abrirse y los apresurados pasos de Thomas irrumpiendo en la
casa, todo se quedó en silencio hasta que Barbara susurro:

- ¿Qué demonios te pasó? -Llevó una mano a su labio y lo oyó gemir de dolor.

- Explícame tú qué demonios está pasando.y¿Dónde diablos está Aylin?! ¡Aylin! -grito
alterado.

- ¡Cálmate! -le gritó también-Pareces una bestia, animal!

-Barbara...-siseó furioso tomando entre sus dedos el puente de su nariz

-No estoy para tus malditos juegos, dime donde maldita sea está Aylin, quiero saber que
coños pasa.

-Está bien, pero cálmate y dime qué te sucedió, por favor.

Thomas tomó una respiración profunda y miró a su alrededor, no había ni un rastro de su


pequeña, si no era aquí, no tenía idea de donde pudiese estar, maldijo en silencio y volvió
a tomar aire, necesitaba estar sereno por el bienestar de su pequeña.
- Peleé con el padre de Aylín, y no me preguntes por qué, porque ni yo lo sé.

Al escuchar aquello Aylin soltó un jadeo, con todo lo que había pasado no había pensado
en él, debía estar furioso y decepcionado, y eso si le dolía, él la había apoyado en todo, era
su mejor amigo de toda la vida, y lo había traicionado.

-No sé qué mierda está pasando, lo único que tengo claro es haber llevado a Aylin a su
casa, regresar a la mía y quedarme dormido en el sofá, después de ahí todo es una mierda
y no sé diablos pasa con Aylin.

Furioso tomó un jarrón y lo estrelló contra la pared, la impotencia y el miedo lo estaban


dominando, y hace muchos años que no se sentía de esa manera. Intuía lo que pasaba, no
era imbécil, pero necesitaba que se lo dijeran, se negaba a creer que nuevamente le había
hecho daño a la persona que más amaba, primero Veronica y ahora Aylin. Tomó un
mechón de su cabello y tiró de él acompañado de un gruñido.

-Thomas, detente-susurró tomando su mano, no la soltó hasta que él dejó de tirar de su


cabello-Aylin... ella está a salvo, no te preocupes por eso...

-Quiero verla -dijo decidido caminando hacia el área de las habitaciones.

Incapaz de incumplir con el pedido de Aylin se atravesó en el camino de Thomas y lo


detuvo, le costaba mucho, era como detener un tren a toda máquina, pero como pudo, lo
logró.

-No puedes Thomas, aún no.

-Barbara quítate o tendré que...

-Tendrás que matarme entonces, pero no vas a pasar.

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Querido diario...

En la vida existen lazos que no se rompen, por más que tires de ellos, por más que trates
de cortarlos, por lo que sea que se intente no se rompen.

Después de lo que pasó con Thomas, si le llamo Thomas, mi vida ha cambiado, estoy feliz,
ya no es necesario escondernos, nos queremos, vivimos juntos, estamos súper bien...
Bueno, aún estoy adolorida por todos los golpes que me llevé, aún no sanan del todo,
pero estoy bien, y más con Thomas siendo mi enfermero, mi doctor, mi cuidador, mi todo,
es un encanto, lo único que me molesta un poco es que se sienta culpable por todo lo que
pasó.
Estoy convencida de que ni él, ni yo, tenemos la culpa, Beatrice es una loca, de la que no
he vuelto a saber nada, y mi madre, una católica ortodoxa que no termina de entender
que sus creencias religiosas han quedado en el pasado.

Pero también estaba otra cosa que me causaba un profundo dolor, mi padre, lo
extrañaba, quería hablarle, pedirle perdón por irme de su lado de ese modo, él sí que no
se merecía lo que estaba pasando. Y nuestro lazo ha estado tan bien formado desde que
nací, que sin llamarlo él llegó a mí, para escucharme, para perdonarme y mimarme.

—¿Pequeña tomaste tu analgésico? —preguntó Thomas entrando a la habitación.

Aún residían donde Bárbara, esta no había querido dejarlos marchar para ayudar a
Thomas con los cuidados de Aylin, aún le dolían los moretones, estaban más oscuros y
daban un aspecto tenebroso, le costaba caminar y hacer las cosas por sí misma.

—Sí Growney, por enésima vez sí —le respondió y sonrió.

Thomas arqueó una ceja y con cautela se acercó hasta ella, sentado en la cama donde Con
una delicadeza que jamás había tenido en su vida, tomó a Aylin de la cintura y poco a poco
la fue guiando hasta al baño, entraron juntos y al ver cómo le costaba bajar el short de su
pijama la ayudó, le dolía verla débil, llena de moretones, e incluso un poco más delgada.
Suspiró y la ayudó a sentarse.

—Sé lo que piensas Thomas —le susurró —Y ya te dije que no es tu culpa.

—Algún día llegaré a creérmelo —respondió acongojado. La ayudó a vestir de nuevo en


cuanto terminó —Barbara dijo que ya estaba lista la sopa ¿Quieres comer?

—No tengo hambre, quizá más tarde.

—Estás delgada pequeña —Salieron lentamente de la habitación y Thomas tomó entre sus
manos el delicado rostro de ella —Come un poco, ¿quieres que te dé la sopa?

Sonrió y le dio un beso en los labios en cuanto la vio asentir con un tierno mohín en sus
labios. Mientras la mimaba cálidamente un golpe en la puerta principal del apartamento
los sacó de su burbuja amorosa, y sonrieron en cuanto oyeron a Barbara decir:

—Definitivamente la gente quiere dejarme sin puerta —El chirrido de la puerta llegó al
abrirla y ella preguntó llena de confusión —¿Quién es usted?

—Frederick Parker, estoy buscando a mi hija, Aylin.


Al oír aquello su corazón comenzó a latir con más fuerza, su querido padre la había venido
a buscar, le sonrió a Growney con un montón de sentimientos navegando en su ser, no
sabía si iría a regañarla, a buscar respuestas, había un sinnúmero de motivos para que él
fuese a buscarla, y sin importar cual fuese ella quería verlo.

Obviando el dolor de su cuerpo magullado, caminó rápidamente hasta la sala, Thomas la


siguió velando por ella, mientras escuchaban a Barbara responder.

—Mire señor, si usted viene a causar problemas en mi casa mejor váyase.

Y antes de que Frederick pudiese acotar algo más, un débil susurro llegó a sus oídos.

—Papá...

Sus miradas conectaron y Frederick quedó absorto en la puerta viendo el cuerpo de su


hija. Un cumulo de recuerdos comenzaron a navegar en su mente, la primera vez que la
tuvo en sus brazos, esa noche que se había prometido cuidarla de todo, y de todos,
incluida su madre y su religión. Recordó las interminables peleas con su esposa para lograr
que Aylin disfrutara de su niñez, de su etapa adolescente, y más cuando salió del instituto
con una sonrisa diciendo que quería ser ingeniera como él. Su hija era su orgullo, su más
preciado tesoro, y al verla de esa manera, su corazón se hizo añicos.

Irracionalmente buscó un culpable de todo lo que pasaba, y al verlo sujetando la cintura


de su hija para ayudarla a caminar se llenó de ira.

—¡¿Qué diablos le hiciste?! —gritó furioso irrumpiendo en el apartamento.

Aylin al ver como su rostro se ponía rojo, y su ser irradiaba furia como nunca antes, se
llenó de miedo, al verlo caminar hacia ella se abrazó al cuerpo de Thomas, por lo vivido
con su madre creyó inocentemente que él también iba a castigarla del mismo modo.

—¡No papá! —gritó muerta de miedo —No me pegues —sollozó sintiendo los brazos de
Thomas de envolviendo su cuerpo.

Y eso hizo que Frederick se detuviera en seco. Él no quería pegarle, al menos no a su hija.
Parpadeó un poco y las lágrimas llegaron al instante.

—Aylin yo no... Jamás lo he hecho y no lo haré —susurró con un nudo en la garganta —


¿Qué te ha pasado cariño? ¿Quién te hizo eso?

Sin soltarse de aquel cálido torso que le generaba una especie de tranquilidad, comenzó a
llorar, sintió los dedos de Thomas apretándose contra ella y luego sus labios sobre su
cabellera, aquel contacto le daba fuerza y con ello logró hablar.
—Perdóname papá.

—No Aylin —susurró acercándose a ella —Yo no tengo nada que perdonarte hija —Tomó
la mano de su niña y respiró un poco más aliviado al ver como ella apretaba la suya con
fuerza —Perdóname a mí por no protegerte.

Volvieron a verse a los ojos y cada uno reflejaba un profundo dolor. Incapaces de contener
sus impulsos, Aylin soltó a Growney y su padre la tomó en sus brazos, con cuidado de no
maltratarla la abrazó, besó cabellera una y otra vez esperando que eso hiciera cesar su
llanto.

—¿Qué te sucedió Aylin? —Miró a Thomas y su mandíbula se tensó —¿Quién te hizo


esto?

—Eso no importa papá —susurró.

—Sí importa Aylin, a mí me importa, eres mi hija y mi deber es protegerte —Tomó la cara
de su hija entre sus manos y le limpió las lágrimas —¿Quién te hizo esto Aylin?

—Este fue el castigo que me dio mamá —le dijo y apartó la mirada. Le apenaba saber que
su padre sabía lo mismo que su madre, o que hubiese visto aquellas fotos.
En el fondo Frederick siempre supo la verdad, sabía que había sido su esposa la causante
de todo eso. Sostuvo a su hija en sus brazos mientras respiraba profundo, no quería
causarle más dolor, ni que su hija sintiese miedo de él.

—Aylin, hija —susurró de nuevo, más calmado —Tu madre me puso al tanto de lo que
pasó, y aunque jamás estaré de acuerdo con su castigo, tampoco puedo consentirte lo que
has hecho.

—Frederick... —intervino Thomas.

—Estoy hablando con mi hija, tú y yo hablaremos después —le dijo con fuerza y a éste no
le quedó otra que asentir. Miró a los ojos de su hija y continuó —No te juzgo, ni te digo
que estuvo mal lo que hiciste porque no sé tus razones, ya tú eres una mujer adulta y
sabes medir las consecuencias de tus acciones, pero me duele que no hayas confiado en
mí, que te hayas ido a los brazos de Thomas sin siquiera tener una relación con él. Yo no te
crie así, yo no esperaba esto de ti.

Aylin asintió a cada una de sus palabras, podía ver que lo decepcionado que estaba, pero
ella no causó malintencionadamente todo lo que estaba sucediendo. Con ganas de
defenderse, explicarse y que su padre entendiese lo que sentía, lo tomó de las manos y
después de dar un profundo suspiró comenzó hablar.
—Escucha papá, no voy a decirte porque hice lo que hice, solo quiero que sepas que estoy
bien, soy feliz y no me arrepiento absolutamente de nada. Yo no quería que te enterases
así, y mucho menos escaparme por la ventana de mi habitación, pero así sucedió todo, y si
es el precio que tengo que pagar por estar con Thomas, lo pagaré.

Con cariño llevó la mano a la mejilla de su padre y limpió su lagrima. Al terminar su padre
la tomó y besando sus nudillos notó el anillo de oro blanco que reposaba en su dedo. Sin
esperarse aquello su mirada se posó sobre Thomas, y éste acercándose a ellos sintió la
necesidad de hablar.

—Me enamoré de tu hija Frederick —Posó sus manos en los hombros de Aylin y por
instinto ella se recostó de su pecho —Y sé que las cosas pasaron diferente a lo que todos
teníamos en mente, pero lo cierto es que nos enamoramos, y estoy dispuesto a todo para
ver feliz a mi pequeña Aylin.

—¿Van a casarse? —preguntó y ambos negaron con la cabeza.

—Vamos a ser felices, Thomas y yo hemos decidido seguir adelante juntos, formar una
familia, vivir nuestra vida a nuestro gusto y nuestro ritmo —Miró a su amo y sonrió —Me
enamoré de Thomas Growney, y nada me haría más feliz, que mis padres me apoyaran en
esta decisión de estar con él, pero ese paso es solo de ustedes.

Frederick miró a su hija y luego a Thomas, no entendía como había surgido algún tipo de
afecto entre ellos dos, eran tan diferentes, tan extraños y únicos a la vez, pero le bastó ver
la sinceridad de las palabras de cada uno, y en sus ojos leer lo que sus bocas no decían
para comprender que se querían.

—Yo no soy nadie para juzgar hija, solo sé que Dios me puso en tu camino para guiarte,
para ayudarte y apoyarte, aunque no esté de acuerdo, sé que esto te hace feliz, y no
tengo nada más que hacer que darte mi apoyo.

La atrajo a un abrazo y besó con dulzura la coronilla de su cabeza.

—Y la conversación entre nosotros sigue pendiente Growney.

Una hora, sí una hora estuvo mi papá encerrado en el despacho de Barbara junto a
Thomas conversando, según me dice, mi padre aún se siente resentido con él y
obviamente eso le duele, Thomas estima mucho a mi padre, se hicieron buenos amigos
con el tiempo y también me acongoja haber sido la causa de esa ruptura.

Estoy feliz, como dije al principio, adolorida pero feliz, mi padre está de vuelta conmigo,
me ha perdonado y sobretodo ha aceptado lo que pasa entre Thomas y yo, me gustaría
que lo mismo pasara con mi madre, la quiero y también la extraño, pero tengo claro que
eso no pasará.
Aylin Parker.

Miércoles, 18/ 05/2016

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Querido diario...

Para el mundo soy la oveja negra, la oveja descarriada que se entregó solita a las garras
del lobo, y sabes qué es lo peor de todo... ¡ME ENCANTA! ¡Soy Feliz como una lombriz!

Soy feliz porque hago lo que dicta mi corazón sin tener que esconderme de nadie, sin
pensar que estoy actuando mal cuando se siente tan bien. Soy feliz porque soy una mujer
nueva, una mujer libre, si libre, porque ya me matriculé en la universidad para terminar mi
carrera de ingeniero este mismo año, porque trabajo tranquila sin creer que estoy
rompiendo reglas, y aunque suene realmente tonto, porque por primera vez en mi vida
uso un jeans y no una falda.

Soy la oveja negra de la familia religiosa y sumisa por disfrutar de mi libertad, y además
soy una oveja negra que disfruta de las caricias y las calenturas de su amado lobo.

Aylin y Thomas habían vuelto a la casa de éste, ahora el hogar de los dos, él mismo se
había encargado de equipar la casa con todo lo que su mujer necesitase, desde ropa,
comida, y tampones, hasta teléfono, cuadernos e incluso sus golosinas favoritas, todo lo
que ella quiso, él lo metió dentro de la casa para complacerla. Con ella, había llegado un
nuevo personal de servicio, a excepción de su fiel chofer que seguía siendo el mismo, no
confiaba en nadie desde que Beatrice había logrado entrar a su casa.

Le dio una visita por todas las habitaciones, y dejó de última una que ella debía decorar, lo
que sería pronto, el despacho de la ingeniera Aylin Parker, encantada besó sus labios y
siguieron el recorrido hasta la habitación de Thomas, que ahora sería la de ambos, le
enseñó donde estaban todas sus cosas, para que se familiarizara con su nuevo hogar.
Encantada por todo, tomó su nuevo teléfono y le tomó una foto a Thomas, éste sonrió, la
tomó en sus brazos y besándola en los labios volvieron a tomarse una nueva fotografía.

<<Esta es mi nueva vida, y me gusta>> pensó Aylin para sí y sonrió al ver a Thomas
observándola con amor.

—¿Quieres tomar una ducha, pequeña? —preguntó bostezando y como un efecto cadena,
Aylin bostezó después.

—Si, estoy agotada.


—Agotada de no hacer nada —Se burló Thomas haciendo que ella frunciera su entrecejo
—Lo siento señorita Parker.

Ella no dijo nada más, se dejó hacer por su amo, él la tomó en sus brazos y mientras la tina
se llenaba él mismo le quitaba su ropa, primero el vestido y luego la ropa intima, al ver los
morados nuevamente su mandíbula se puso tensa, le afectaba verlos, aunque ya estaban
mucho más claros tenían el mismo efecto en él, hacerlo sentir culpable.

—Si sigues poniéndote así, voy a prohibirte que me vuelvas a ver desnuda Thomas
Growney —dijo Aylin con firmeza.

—No es algo que pueda controlar Aylin, dame tiempo.

Ésta asintió y rodeando su cuello con sus brazos le dio un beso en los labios.

—Métete en tu cuadriculada cabecita que esto no es tu culpa, te lo he dicho mil veces y


no me cansaré de decírtelo —Thomas sonrió acariciando su mejilla —Te quiero.

—Y yo a ti pequeña —La besó delicadamente en los labios y la metió en la tina.

Aylin era como una pequeña muñeca de porcelana, su pequeña niña, le encantaba
mimarla, darle amor, y tratarla con dulzura.
Jamás en su vida había sido tan consentidor con una mujer, pero Melanie aparte de todo
el morbo que le generaba, también le provocaba cierta ternura, y sabía que eso se debía a
su inocencia. Pacientemente paseó la esponja llena de jabón por todo su cuerpo, lavó su
cabello y dejó de último su sexo, apenas posó su mano allí sintió la viscosa humedad,
mordió sus labios y siguió lavando con delicadeza.

—Amo...—susurró Aylin encantada, sentía que habían pasado años, en lugar de días,
desde que la había tocado allí.

—Aylin, no —le dijo intranquilo, al ver como su respiración se agitaba.

—Lo deseo señor Growney —susurró despacio.

—Y yo a ti Aylin, pero me da miedo lastimarte —La levantó de la tina y cubrió su cuerpo


con una bata de baño rosa.

—Serás cuidadoso, tú jamás me harías daño —susurró mimosa tocando su pecho


desnudo.

Growney tomó su mano y le dio un beso a sus delicados dedos, moría por follarla,
aprovechar que ya estaba desnuda para abrir sus carnes con su pene y hacerla suya, pero
aún estaba débil, la percibía más delgada y no quería que su deseo por ella fuese a
lastimarla. Sin quererlo animó a Aylin a ir a vestirse con una pijama mientras él tomaba
una ducha, e igual que él, sin quererlo Aylin hizo caso. Solo en el baño se deshizo su jeans,
y su pene salió erguido del bóxer, maldijo entre dientes ante su deseo animal. Deseaba a
Aylin, y el erótico susurro al decir que lo deseaba se repetía en su mente, pero temía
hacerle daño y se convenció de estar en lo correcto.

Entró a la ducha y el agua fría corrió por su cuerpo, tenía frío, todo el calor de su cuerpo se
había disipado excepto en su pene, seguía erecto, deseoso de cierta morena, sin más que
hacer lo tomó en su mano y comenzó a bombearlo, gruñó excitado con la imagen de Aylin
en la tina, su gemido, su expresión, todo de ella lo llevaba al límite.

—¡Maldición! —gruñó furioso.

No quería su insípida palma, deseaba las apretadas paredes de su vagina, o la húmeda


cavidad de su boca, sólo eso aliviaría el ardiente deseo que cargaba, dejó de masturbarse
y continuó con su baño. Salió con el paño enrollado en su cintura, pero antes acomodó su
erección para que no se notase. Al entrar en la habitación se encontró a su pequeña con
una bata de seda transparente negra, corta y con un poco de encaje en sus pechos,
respiró profundo sintiendo su pene revolverse de deseo.

Aylin sonrió y dejó de peinar su cabello para ponerse de pie.

—¿Te gusta? —Dio una vuelta enseñándole su cuerpo —Nunca había usado algo así.

—Me gusta —respondió ronco.

Cerró sus ojos con fuerza controlando su imperiosa necesidad de romper la bata para
follarla, caminó hasta el armario, rebuscó en él un pantalón de chándal y una ropa
interior, pero dos manos aferrándose a su torso lo hicieron olvidar todo.

—No es justo que nos tengamos que contener, amo.

Besó entre sus omóplatos, justo sobre una gota de agua que alivió la sed de su garganta.
Sus palmas calientes se pasearon por el frío y duro pecho de Thomas, acarició su abdomen
hasta llegar a la toalla.

Todo el autocontrol de Thomas se fue por la borda.

—De rodillas Aylin —ordenó tajante.

Y sin importar lo que viniese ella lo hizo, su mirada se dirigió al piso y sus manos se
posaron delicadamente sobre sus muslos. Ocultó una sonrisa en cuanto la mano de su
amo acarició su cabello.
—Mírame —susurró y ella lo hizo.

Con cautela Thomas quitó su paño, su dolorosa erección hizo acto de presencia casi
rozando la cara de Aylin, acarició sus labios con su pulgar y sonrió malicioso, su pequeña
traviesa tenía razón, no era justo contenerse si ambos querían.

—Tómala en tu mano, y dale amor con tu boquita.

Al escuchar aquello sonrió para él. Obediente, tomó aquel trozo de carne erecto en sus
manos, estaba caliente y las venas brotadas en él mejoraban su textura, ansiosa, sacó su
lengua y acarició la punta, aun le daba nervios hacerlo mal, pero aquel delicioso gruñido
que soltó Thomas en cuanto volvió a lamer, la incitó a meter la cúspide en su boca,
succionó y Thomas tomó su cabello en un puño.

El deseo por ella lo haría venirse rápido, estuvo conteniéndose más de una semana,
lavando su cuerpo, durmiendo con ella sin tocarla, admirándola sin tenerla, toda sus ganas
contenidas estaban a punto de hacerlo estallar. Gruñó con la piel erizada, cada vez que
Aylin chupaba, acariciaba sus pelotas, o la observaba sonreír con su pene en la boca, una
corriente de placer subía desde sus piernas, pasaba por toda su columna hasta llegar a su
cabeza.

Sin duda era una pequeña traviesa.

Abrió su boca para gemir y comenzó a moverse, lento, pero lo sufriente para que Aylin se
atragantara, Thomas escuchaba el sonido de su garganta con las arcadas, pero no podía
parar de follar su boca. Contra su voluntad, lo sacó haciéndola gemir.

—Baja las tiras del camisón y descubre tus senos.

Agitada hizo lo que su amo le pedía. Thomas al verla desnuda y con los pezones erectos
sintió un nuevo ramalazo de placer, volvió a introducir su erección en su boca y con un
gruñido de satisfacción siguió moviéndose contra ésta.

Excitado, empujó y metió todo su pene, la oyó ahogarse y en cuanto lo sacó el primer
chorro de semen bañó su boca, era mucho, y sonrió malicioso al ver como se le escurría
por las comisuras, siguió estimulándose con la mano y siguió llenándola de su propio
placer, en su pechos, en sus senos, e incluso había atinado en su pezón, satisfecho hasta el
momento tomó a su pequeña en los brazos, terminó de sacarle aquel camisón y se
encantó al darse cuenta que no llevaba ropa interior.

—Ahora te daré placer, pequeña —La dejó sobre la cama y subiéndose sobre ella susurró
—: Si algo llega a lastimarte o te duele, por favor dímelo.
—Nada va a lastimarme señor Growney —Acarició su mejilla y se atrevió a besar sus labios
—Y si me duele, será por placer.

Seducido unió su boca con la de ella, necesitado de sentirla movió sus labios sobre los de
su pequeña, ansioso y acompasado, inexplicablemente su pene volvió a erguirse de deseo,
pero esta vez lo ignoró, solo deseaba darle placer ella. Bajó por su cuello y lo besó con
lujuria, con cuidado besaba la piel magullada y se sentía tranquilo al escucharla gemir,
pero de placer, siguió excitándola cerrando su boca sobre su pezón, lo succionó y jugó con
él con sus dientes, la sintió estremecer y continuó con el otro.

Ya estaba totalmente entregada, húmeda y excitada cuando él llegó a su sexo, montó cada
pierna sobre sus hombros abriéndole el paso a lo que más deseaba. Besó su pubis, entre
sus piernas, sus labios, sin llegar más allá.

—Growney...—gimió Aylin.

Thomas sopló su clítoris erecto haciendo que ella se arqueara, estaba sensible, tanto
tiempo esperando esto que su cuerpo no lo podía soportar. Y así fue, se tuvo que sostener
de las sabanas en cuanto la cálida lengua de su amo separó con ímpetu los labios de su
intimidad, gustoso la recorrió y orgulloso la escuchó gritar.

Podía pasar horas acariciando su aterciopelado y apretado sexo, le encantaría vivir


enterrado entre sus piernas bebiendo cada gota de su majestuoso elixir, los gemidos
ahogados de placer que soltaba su pequeña le daban ganas de quedarse así y escucharla
para siempre. Pero eso no estaba entre los planes de Aylin, cada lengüetazo la ponía muy
cerca del clímax, cada mordisco la hacía chillar de placer, y cada succión a su susceptible
botón le quitaba el aliento. Quería que el placer la inundara porque no aguantaba más, las
tortuosas caricias del señor Growney en su apretado coño la estaban volviendo loca.

Excitada, tomó el cabello de Growney obligándolo a profundizar sus caricias, sentía su


vagina apretada, escurriendo sus jugos y no deseaba más que caer, acabar con esto, y su
deseo se cumplió, una pequeña explosión en su vientre detonó una irradiación en todo su
ser, calor y calor corriendo por sus venas, gritó sin aliento el nombre su amo una otra vez
hasta que su garganta seca no pudo más.

Thomas besó su intimidad hinchada por el placer y se acostó a su lado, acarició con
delicadeza su mejilla y la besó en los labios.

—Espero que tengas fuerzas para seguir, porque has liberado a la bestia.

Si que he liberado a la bestia, mi adorado Thomas me ha hecho suya hasta el cansancio...


bueno el mío, porque si es por él seguimos, seguimos y seguimos. A pesar de que el deseo
premiaba mi amo jamás dejó de ser cuidadoso, preocuparse por mis moretones y no ser
tan brusco a la hora de tenerme. Esos detalles me gustan, me hacen quererlo más, porque
sé que se preocupa por mí.

No está mal ser una oveja negra, no está mal querer cumplir tus sueños, no está mal
dejarlo todo por amor, y menos cuando esa persona te devuelve con la misma intensidad
ese sentimiento.

Aylin Parker.

31/05/16

Capítulo 14

Querido diario...

Por fin, me he liberado de los molestos morados que adornaban horriblemente mi cuerpo,
se han borrado el noventa por ciento, y lo que quedan son sombras moradas y verdes,
pero casi no se ven a decir verdad, y sobre todo, no me duele nada. Solo hay una cosa que
me preocupa desde que pasó aquello, por suerte Growney no se ha dado cuenta, y
tampoco le diré para que no sé preocupe por mí.

Bieeen, a lo que vine a escribir, como ya no están los morados, mi hombre se ha vuelto
malo de nuevo, frío, azotador y ¡Mmm! Hoy lo he probado con tanto gusto, lo recuerdo y
la piel se me eriza de nuevo a puro gusto.

En resumidas cuentas, esto fue lo que pasó...A un cuarto para las seis llegó Thomas a su
hogar, Aylin aun estaba de reposo, se quedaba en casa aguardando la llegada de su
hombre, su amo, su adorado señor Growney, y cada vez escuchaba la puerta abrirse su
corazón latía ansioso queriendo verlo. Cerró el libro que leía y caminó hasta la entrada,
con una sonrisa esperó a que dejara el maletin y en cuanto cruzaron miradas, no lo dudó,
corrió a su encuentro y él la tomó en sus brazos.

-Te extrañe -Besó sus labios y limpió la pequeña capa de brillo que dejó en ellos.

-¿Cómo estuvo tu día? También te extrañe -Acarició su largo cabello negro y sonrió
enamorado.

Aylin asintió, se había sentido mal en la tarde, pequeños temblores en su cuerpo y mareos
la habían agobiado desde que su madre le pegó, Thomas no se había percatado y ella
tampoco quiso decirle.

-Estás hermosa -susurró dejándola en el suelo -Los jeans te quedan espectaculares -Le
soltó un pequeño azote al ver su trasero apretado en pantalones.
-Si, son geniales, jamás entenderé porque no me dejaban usarlos.

Thomas sonrió de medio lado, le molestaba la idea de saber que Aylin estuvo privada de
tantas cosas, pero no queriendo pensar en ello, abrazó a su pequeña por la espalda y
liberó su oreja para poder susurrarle al oído.

-Yo sí - Chupó el lóbulo y soltó una risita ronca al oírla suspirar -Te ves muy provocativa,
incitas hasta el ser más puro a pecar contigo.

-¿Y a ti? Que no eres nada puro -susurró coqueta y sus mejillas se sonrojaron.

-A mí se me antoja de todo, pequeña -Le dio la vuelta y besó sus labios -Y ahora que te veo
curada, en lugar decirlo, puedo enseñártelo.

-¿Y la cena? -preguntó inquieta ante sus palabras.

Thomas sonrió libidinoso ante sus mejillas fuertemente sonrojadas, su pequeña traviesa
era viciosa igual que él, pero su acostumbrada inocencia le generaba un poco de
vergüenza al hablar de sexo, y esa combinación de perversión y ternura, era para Thomas
la mezcla más erótica que había existido jamás.

Y dichoso de que fuese solo suya, tomó a Aylin por la cadera y la montó sobre su hombro,
al escucharla reír, le soltó un fuerte azote. Aquella palmada hizo que su piel se calentara,
en silencio se dejó guiar, y un pequeño chillido abandonó sus labios en cuanto su cuerpo
cayó en la cama.

-La cena tendrá que esperar pequeña Aylin -Se subió sobre ella y la besó.

No fue nada delicado, tomó un mechón de su cabello para besarla su antojo, mordisqueó
sus labios hasta oírla gemir de dolor y su lengua se paseó con pericia por todos los
rincones de su boca. Ya excitado, se apartó de ella con brusquedad y miró sus ojos color
miel, brillantes y mostrándole que disfrutaba de sus caricias.

-Recuerda siempre -susurró -Si deseas que me detenga dímelo, si voy muy rápido avísame,
si te gusta gime, y si te encanta, pídeme que no pare.

Volvió a apresar sus labios entre los suyos para devorarlos con hambre, el deseo que
sentía por su pequeña no tenía explicación, la hacía suya en la noche, la hacía suya en la
mañana, y no deseaba más que llegar a su casa y enterrarse entre sus piernas, deseaba
someterla a sus deseos, que los dos disfrutaran y oírla gemir. Dejó sus labios para quitar
su ropa, primero su camisa, y con delicia quitó el pantalón, la ropa íntima de encaje era su
delirio y más cuando ella la llevaba.
Dejó un rápido beso sobre sus labios y se levantó de la cama, de su mesa de noche sacó
un par de esposas con cadenas, le encantaba privarla de sus movimientos y esta noche no
se privaría a sí mismo de sus deseos. Quería oírla gritar por culpa de una dulce tortura.

Mirando sus ojos, se despojó de parte de su ropa, su saco, la corbata y la camisa. Sonrió al
ver como Aylin lo miraba encantada y al saber ésta que la había pillado, se sonrojó
apenada. Sin querer retenerse más, colocó las esposas en sus muñecas pasando las
cadenas por las barras de la cama para que no pudiese moverlas, hizo lo mismo con sus
tobillos asegurándose que sus piernas quedaran bien abiertas. Bordeó la cama admirando
su obra de arte, su pequeña Aylin inmóvil y temblando de ansiedad, volvió a hacer su
recorrido esta vez tocando fugazmente la tersa piel de sus piernas.

-Mi pequeña Aylin -susurró emocionado subiendo su palma entre sus piernas.

La miró a los ojos y ella a él, ambos esperando que esa mano llegara al sexo de Aylin, cada
vez más lento seguía su curso agitándola, y sonrió al ver como cerraba un poco sus piernas
buscando calor en su vagina, pero las esposas se lo prohibieron.

-No puedes moverte Aylin -Le soltó una palmada en su sexo haciendo que apretara los
dedos de sus pies al resistir el dolor.

Su palma se posó ésta vez en su vientre, acarició con cuidado mientras una idea extraña
llegó a su mente, y al verse a gusto con ello, la desechó de inmediato. Se concentró en su
juego nuevamente y subió por su abdomen, aquella cálida palma se abrió pasó entre sus
pechos y ahuecó un seno en ella, lo cubría justo, apretó y un gemido salió en respuesta.

-Me encanta oírte gemir, Aylin -dijo delicadamente.

Soltó su seno, y tomó su pezón rosado entre sus dedos, comenzó a masajearlo hasta
dejarlo erguido, hizo un pequeña pinza y lo apretó hasta que Aylin chilló lastimera.
Encantado ante aquel sonido llevó su otra mano al otro pezón, jugueteó con él y al
sentirlo duro, apretó ambos con fuerza.

Involuntariamente las caderas de Aylin se alzaron, el placer que le producía ese tacto en
sus senos se evidenciaba con una fuerte cosquilla en su sexo, al no poder cerrar las
piernas, su pequeño cuerpo se estremecía en la cama. Al verla su pene latió ansioso, pero
se contuvo, en cambio dejó sus senos y volvió a bajar, una sola mano erizando la piel de su
abdomen a su paso, llegó de nuevo a su vientre y sonrió, bajó un poco más hasta ahuecar
su sexo en su palma.

-Estás húmeda -musitó dejando que su dedo medio se colara entre sus labios.

Incluyó otro dedo más y su nombre salió de los labios de su pequeña en un seductor
susurro.
Deseoso, se inclinó sobre ella y la besó en la boca, suave, delicado, y al compás de sus
dedos tocando una lenta Aylinodía en su dilatada vagina. Un suspiró rompió en sus labios
en cuanto dejó de besarla, corrió sus caricias a su cuello y de ahí a su pecho, duros como
montículos estaban sus pezones, su lengua se arremolinó en uno y succionó, las esposas
crujieron contra las barras de la cama ante el ramalazo de placer, y si no fuese por éstas,
Aylin estuviese levitando de placer.

-Señor Growney... -gimió ella, su voz salió casi desvanecida ante el placer que comenzaba
a invadirla.

Sacó los dedos de su interior haciendo que un mohín adornara los labios de Aylin, sonrió y
llevó sus dedos a boca, probó ese maravilloso elixir que guardaba su pequeña traviesa,
agridulce como siempre, lo saboreó y volvió a llevar sus manos a su piel.

De nuevo bordeando la cama siguió acariciándola, esta vez su cuerpo presentaba


diferencias, su pecho subía y bajaba más agitado, sus pezones rosáceos estaban erectos y
un poco más oscuros de lo normal, su entrepierna, justo entre sus labios vaginales lo veía
brillar, atraído volvió a posar su mano allí e introdujo dos dedos.

-¿Estás excitada pequeña? -preguntó suavemente sin dejar de acariciarla.

-Si amo... -Susurró.

Sus paredes vaginales se aferraban a ese par de dedos que la tocaban, las sentía latir
mientras su amo bombeaba lentamente dentro y fuera de ella, lo hacía tan lento que la
desesperaba, se sentía cerca, pero sus movimientos tortuosos no le permitían terminar de
llegar.

Mordió sus labios evitando mirarlo a los ojos, no quería hacer nada que le prohibiera su
orgasmo, su centro ya ardía en necesidad, y lo peor de todo, es que ella sabía que su amo
lo sabía. Levantó un poco su cadera buscando algo de fricción y eso causó que los dos
dedos la abandonaran. Sin contenerse miró a Thomas y este empezó a quitarse lo que
restaba de ropa, miró su polla erguida e imponente, y su boca, tanto como su vagina se
hicieron agua, lo deseaba dentro.

-¿Ves cómo me pones Aylin? -preguntó llevando nuevamente sus dedos a su centro -Solo
con tocarte y saber que te excita todo lo que te hago.

Encontró su punto y lo estimuló, su cuerpo se contrajo de placer y Thomas aumentó


maliciosamente el ritmo de su arremetida, cuando la vio hechizada de placer, con sus
pequeños labios abiertos para gemir, no lo dudó, sacó sus dedos y entre estos tomó su
clítoris hinchado, lo apretó dolorosamente sacando un potente grito de Aylin, pero aquel
dolor le dio paso al placer, una pequeña oleada de calor se formó en su vientre y recorrió
su ser en fracción de segundos, pero la magnífica sensación duró en su cuerpo mucho más
de lo acostumbrado.

Al verla retorcer de placer Thomas sonrió, había pasado un rato acostumbrando a su


cuerpo, pero sobre todo a su vagina con caricias suaves y delicadas, para que ni ella, ni su
cerebro, ni su vagina se esperaran aquel apretón, pero fue lo justo para que el placer
reventara en su interior y lo disfrutara como nunca. La dejó respirar y volver a
recomponerse, una pequeña capa de sudor cubría su frente, sin duda lo había disfrutado y
con ganas de seguir jugando con ella, soltó sus tobillos.

-¿Estás bien? -preguntó acariciando su tobillo un tanto magullado por la esposa, al verla
asentir sonrió -Estoy deseoso de follarte, he pasado toda el día pensando en ti.

Dobló sus rodillas y se puso entre estas montado sobre la cama, poco a poco se fue
inclinando sobre Aylin hasta que pudo quedar frente a frente y besar sus labios. Como
siempre, tomó un mechón de su cabello y dominó aquel beso a toda costa, le encantaba
besarla con fiereza, y robarle el aliento mientras su lengua jugaba en su boca, además de
que, cada vez que la besaba un sensación placentera recorría su cuerpo.

Sin dejar de adorar su boca, tomó su pene en su mano y lo rozó con sus labios,
empapándose con sus jugos, y cuando la sintió lista la penetró de una sola estocada, bebió
el gemido que abandonaron los labios de Aylin y sin esperar nada más comenzó a moverse
contra ella.

Volvió a sentarse sobre sus talones y montó ambas piernas sobre su hombro derecho, sin
clemencia embistió su cuerpo, aprovechó la curvatura de su pene y la cómoda posición
que tenía para darle justo en su punto de placer, gruñó extasiado sintiendo su vagina
apretada.

-¡Diablos pequeña! -gruñó moviéndose erráticamente.

-¡Oh! ¡Thomas...! -chilló Aylin en respuesta haciendo que él aumentase el ritmo de sus
estocadas.

Aferrada aquellas cadenas la pequeña traviesa recibió las exquisitas estocadas que su
hombre le daba, gimió entregada al placer en cuanto sus piernas fueron colocadas en cada
hombro y el torso de Thomas se pegó al suyo haciendo más y más profundas las
penetraciones.

Apenas pudo llegar sus labios y besarlo, cuando el clímax comenzó a arrasar con ellos,
gritaron sin aliento como aviso a la llegada de sus respectivos orgasmos, él primero en
caer fue Thomas, pero siguió dándole hasta que ella lo siguió y retorcerse de placer.
-Cielos... -susurró Aylin y besó la mejilla de su amo quien yacía acostado sobre ella sin
llegar a lastimarla.

Con delicadeza Thomas soltó sus muñecas y les dio pequeños besos hasta que Aylin sonrió
y la besó en la boca.

-Vamos a tomar una ducha y cenamos, ¿te parece? -preguntó y sonriente ella asintió.

Intenso a qué sí, aún me duele mi botoncito cuando camino, siento que me arde pero ha
valido la pena porque lo he disfrutado, lo hemos disfrutado y eso es lo que importa
realmente.

La cena estuvo maravillosa, mi amo me puso al tanto de los acontecimientos de la


empresa y las obras en la que estábamos trabajando. Esto es lo que más me gusta de
nosotros, lo que mas me gusta de este tipo de sumisión, que a pesar de que cumplo sus
reglas y él es el que manda, yo sigo siendo persona, sigo teniendo derecho sobre mí y que
Thomas me trata a su igual, nadie es más que nadie, y nadie es superior, esa sensación me
encanta, nadie más que él me ha hecho sentir así.

Especial e importante.

Gracias señor Growney.

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Querido diario...

Te habla la señora Growney. Suena tan espectacular que aun no creo que sea yo la que
esté viviendo esto.

Hoy hemos hecho nuestra primera aparición pública como pareja y a pesar del final, ha
sido toda una maravilla. Thomas le ha salido de improvisto una cena con unos socios y
amigos de él, me llevado de su brazo y me ha presentado como su mujer, ha sido tan
exquisito, sentir su mirada toda la noche sobre mí, sentir sus celos al darse cuenta como
los otros hombres me miraban, y sobre todo lo bien que la hemos pasado haciéndolo
contra ese escritorio.

Somos unos pervertidos sin ningún tipo de remedio...

Aylin se sorprendió en cuanto levantó la mirada y allí estaba el hombre de sus sueños,
sonrió y dejó de lado lo que hacía para abrazarlo y darle un beso de recibimiento. Mimosa
y encantada de verlo un par de horas antes de lo acostumbrado, lo besó de nuevo y
preguntó:
—Has llegado temprano, ¿a qué se debe? —Thomas sonrió y le dio una bolsa que traía
consigo —¿Qué es? ¿Es para mí?

—Para ti, míralo y dime si te gusta.

Atontado con su belleza, la admiró sin dejar de sonreír mientras ella sacaba el vestido que
había escogido para ella, un hermoso modelo ceñido al cuerpo de color vinotinto, corto y
con un espléndido escote en la espalda, Aylin sonrió y agradecida por el detalle enrolló sus
brazos alrededor del cuello de Thomas y le dio un beso en la boca.

—Está fabuloso, no puedo esperar a tener una ocasión para ponérmelo, está muy sexy
este vestido, señor Growney.

Thomas acomodó un mechón de su cabello tras su oreja y le sonrió al ver el hermoso brillo
de sus ojos.

—Pues está de suerte, señora Growney —susurró —. Me han invitado a una cena muy
importante y nada me haría más feliz que llevar a mi mujer de la mano, que me
acompañaras esta noche.

—Esta y todas las que quieras, Thomas —Se colocó de puntillas y le dio un tierno beso en
su boca.

—Perfecto, entonces vamos a alistarnos que se nos hace tarde.

Aunque dijo que estaban justos de tiempo se tomó su tiempo para desnudarla y lavar su
cuerpo en la ducha, al verla responder a su toque, la besó y ese beso los llevó a tenerse,
contra la pared del baño, con el agua cayendo sobre sus pieles calientes, el deseo entre
ellos premiaba, y ni queriendo lo podían detener.

Thomas ajustó el nudo de su corbata viendo como Aylin terminaba de peinar su cabello, el
vestido le había quedado espectacular, y en su mente solo navegaba la idea de quitárselo,
sabía que no llevaba sujetador y la tanga vinotinto era diminuta, soñaba con ver su piel
blanquecina adornada con ese trozo de tela acostada en la cama... Suspiró y sacudió su
cabeza alejando cada pensamiento obsceno o no saldrían de la casa. Caminó hasta ella y
cada uno se roció con sus perfumes.

—¿Lista? —Aylin asintió y él la tomó la cintura viendo sus labios —¿Te has colocado brillo?

—Si —respondió un tanto sonrojada —No sé como maquillarme, pero, creo que con el
brillo es suficiente.

—Lo es, estás hermosa —Besó sus labios fugazmente y ella limpió el brillo en ellos —
Vamos que se nos hace tarde.
—En el baño no pensaste en eso, querido Thomas —dijo con una sonrisa, comenzando a
andar.

Sonriente le soltó un pequeño azote, ella le devolvió la sonrisa sintiendo un pequeño calor
en su cuerpo después del escozor que le produjo aquella palmada. Juntos se subieron a la
parte de atrás de la camioneta mientras el chofer los conducía a la casa de un viejo socio
de Thomas. En el camino, ninguno dijo nada, un silencio cómodo reinó entre ellos hasta
llegar a una hermosa mansión a las afueras de la ciudad.

Bajó del auto y ayudó a su pequeña hacer lo mismo, posesivo envolvió su cintura con su
brazo y la llevó a la casa, una vez adentro las miradas se posaron sobre ella, Thomas la
apretó contra su cuerpo disfrutando de ser él quien la acompañaba, caminó hasta su
socio, lo saludó con un amistoso abrazo y dijo orgulloso:

—Henry, te presento a mi esposa Aylin.

Aylin se sonrojó al oír aquello y más cuando los labios de aquel hombre se posaron en el
dorso de su mano.

—Tienes una mujer muy hermosa, Thomas.

—Lo sé, y no la mires mucho que soy celoso.

Los tres rieron y charlaron un poco más de cosas banales. Así mismo sucedió con los otros
conocidos de Thomas esa noche, les presentó a Aylin con orgullo de ser su pareja, ella se
sonrojaba también encantada de ser ella quien lo acompañaba esa noche.

Se celebraba el cumpleaños de la esposa de Henry, una mujer hermosa y ambiciosa que


trataba a todos los acompañantes de esa noche con mucho cariño. A la hora de la cena
todos se sentaron el comedor de treinta puestos, ninguno quedó libre, y Thomas arrimó la
silla de Aylin más cerca de él, al ver como el otro hombre de su lado la miraba con interés.

—Eres mía, pequeña —le susurró al oído y sonrió.

—Solo tuya —Contestó Aylin y una mano se posó sobre su muslo desnudo.

Entre los dos no se dijo nada más, ambos pusieron atención al discurso que empezaba a
dar Henry en honor a su esposa, les empezó a relatar como se conocieron, su amor por
ella, y tantas cosas más. Todos estaban atentos y reían ante lo que escuchaban, todos,
excepto Thomas, le importaba un carajo la historia de amor de otro mientras él tenía a su
hermosa mujer a un lado, pensó en ella y la seductora tanga llegó a su mente.
Como si tuviera vida propia, su mano se forjó su propio camino, se abrió paso entre sus
muslos y comenzó a acariciar, suave y delicado, como su piel. Miró al Aylin y ella fingía
prestar atención a lo que decían, pero el leve sonrojo en sus mejillas le dejaban claro que
ella estaba presente en lo que pasaba bajo la mesa, específicamente, entre sus piernas.

Sus dedos siguieron buscando la fuente de calor, y sonrió victorioso al sentir el encaje en
la yema de sus dedos, tocó con más pericia y supo donde estaba exactamente, en el inicio
de sus labios, sabía que si ella estuviese desnuda, con tan solo abrir sus labios se
encontraría con el rosado y húmedo botón. Presionó sus dedos y ella cerró sus piernas con
disimulo. Le limitaba el movimiento pero aun así disfrutó de sentir la calentura en su sexo.

Siguió jugando con ella hasta que el discurso acabó, vio la pareja darse un beso en los
labios y en cuanto los invitados empezaron a aplaudir, no le quedó más remedio que
abandonar sus piernas y hacerlo también él por cortesía. En ese mismo momento
comenzaron a servir la cena, maldijo su deseo por ser tan imprudente, no deseaba nada
más que subir a Aylin en aquella mesa y comérsela a ella. Maldijo de nuevo en su mente y
le susurró ronco a su pequeña en el oído:

—Apenas termine la cena, follaremos —Tomó su mano, le dio un delicado beso a sus
nudillos y con disimulo la dejó puesta sobre su abultado paquete —Estoy duro, pequeña.

Aylin mordió levemente su labio y sonrió, estaba segura de que Thomas no saciaría nunca
su deseo sexual, no importaba cuántas veces lo hicieran, en dónde lo hicieran, el siempre
quedaba satisfecho pero con ganas de más, y su sonrisa se acentuó aun más al saber que
ella siempre lo complacería.

Antes de apartar su mano le dio un suave apretón a su erección, y luego se concentraron


en la cena, un pequeño plato de entrada, luego el principal y por último un delicioso
postre, como pocas veces el apetito de Aylin estaba voraz, disfrutó de toda la comida y
Thomas quedó tranquilo al ver que no tuvo que discutir con ella para que comiera todo lo
que le ponían en el plato.

En cuanto la cena acabó todos se levantaron de la mesa, pero siguieron compartiendo con
una copa de vino en sus manos, la velada estaba agradable, pero Thomas tenía algo en
mente y no perdió la oportunidad en cuanto Aylin le avisó su ida al baño. La siguió con
sigilo al piso de arriba y esperó que entrara al baño, los pocos minutos que ella pasó
dentro se le hicieron horas, pero cuanto la vio salir la adrenalina y el deseo tomaron su
cuerpo.

Los golpes de su tacones contra el suelo le dijeron que tan cerca estaba, y cuanto ella
cruzó el oscuro pasillo, la tomó de la cintura y la metió al despacho de su amigo Henry, allí
mismo cerró la puerta, la arrinconó contra esta y la besó en la boca. Aylin no le hizo falta
mirar para saber que era él, sus manos abrazando su cintura para obligarla entrar a ese
cuarto oscuro lo delataron, y en cuanto sus labios se posaron contra los de ella, no le
quedó duda alguna. Dejó en su hombre el dominio del beso, sus labios se movían
acompasados sobre los suyos, y más sobre el inferior, los mordió hasta que la escuchó
gemir y la besó hasta dejarla sin aliento.

—Diablos pequeña, me vuelves loco —susurró en su boca y siguió besándola esta vez en
el cuello.

—Thomas... —Tomó su cara entre sus manos y besó sus labios —Estoy excitada, quiero
que me hagas tuya ahora.

Al escuchar aquello su piel se erizó, ahí estaba su pequeña traviesa, lista para jugar con él.
Deseoso de cumplir su pedido la tomó de los muslos y cargándola la llevó hasta el
escritorio, apenas posó su cuerpo sobre aquella fría madera volvió a besarla, deseaba
tardarse mil horas venerando su cuerpo, pero el momento no estaba presto para ello.

—Seré rápido, pero en casa te compensaré, pequeña.

Metió su mano bajó su vestido y se trajo consigo aquellas bragas que tanto habían
torturado su mente, las dejó dentro de su bolsillo y continuó tocando su húmedo centro
mientras ella comenzaba a destapar su dureza.

Un gemido escapó de sus labios al sentir la tersa piel de su palma acunando su pene, Aylin
lo bombeó ejerciendo un poco de presión y aquello lo hizo gruñir de placer. No pudo
esperar más, sabía que ella estaba lista, había sentido su húmeda cavidad con sus dedos y
no quería más que enterrarse en ella. Así lo hizo y antes de que pudiese moverse
escucharon ruidos afuera.

—¿Eso son gemidos en el despacho? —dijeron, y ambos pulsos se alteraron.

Los nervios y la pasión se mezclaron haciendo que sus respiraciones se agitaran y sus
pieles sudaran frío, encantado con aquel panorama Thomas salió de Aylin y volvió a
penetrarla lentamente.

—No creo, Henry dejó su despacho cerrado, deja de imaginar cosas, pervertida —Ambos
reconocieron esa voz, era la homenajeada. Aylin se puso una mano en su boca callando el
gemido que quiso salir ante la tortuosa estocada de Thomas.

—Estoy segura de que escuché un gemido salir de allí.

—Está cerrado y Henry está abajo, además de que la única que ha follado aquí con él soy
yo —Aunque Thomas lo pensó, no pudo ni quiso detenerse, se enterró de nuevo en el
centro del Aylin y ambos miraron a la puerta en cuanto la manilla sonó —¿Lo ves?
Cerrado, deja de imaginar cosas Eloise, mejor bajemos.
Escucharon los tacones de las dos mujeres bajando por las escaleras y Thomas penetró a
Aylin al mismo ritmo, cada vez que las mujeres bajaban un escalón él se hundía dentro de
ella hasta que sus pelvis se tocaban, y sonrió en cuanto dejó de escuchar los tacones y oyó
los pequeños gemidos que su mujer no podía contener.

Sus piernas de enrollaron en las caderas de su amo pidiéndole más, ya no estaban en


peligro de ser descubiertos, quería sentir su ritmo bestial dentro de ella, necesitaba de sus
penetraciones erráticas para poder saciar su centro de placer. Y Thomas se lo dio, sin
pudor hizo chirriar el escritorio de madera moviéndose contra Aylin, el placer comenzó a
arrasarlos y eso sólo hizo que bombeara con más fuerza.

El placer llegó y sintió su cuerpo comenzar a desvanecerse, el aire le faltaba y era algo más
que el sexo, lo supo en cuanto se percató que su visión estaba borrosa casi negra. Tomó el
rostro de Thomas tratando de enfocarse en él, pero ya no veía nada, y apenas escuchó el
susurro que él soltó.

—Aylin... —La llamó y tuvo que tomar su espalda para que no cayera de seco en el
escritorio —Aylin, pequeña, ¿estás bien? —Movió su cabeza y ella no respondió.

Los nervios se apoderaron de su cuerpo al ver el rostro pálido de Aylin, y sus preciosos
ojos cerrados, la llamó y movió con cuidado en busca de despertarla, no sabía que hacer,
solo temía de haberla lastimado con su fuerza a la hora de tenerla.

—Thomas... —Balbuceó Aylin y sintió un beso sobre sus labios.

—¿Te sientes bien? Perdiste el conocimiento por unos segundos, ¿estás bien? ¿Te hice
daño? —preguntó nervioso y la vio sonreír.

—Tranquilo —murmuró agotada —No es la primera vez que me pasa esto, dentro de nada
estaré bien.

—¿Cómo qué no es la primera vez que te pasa? ¿Te has desmayado antes y no habías
dicho? ¿Desde cuándo Aylin? —Ahora la preocupación lo estaba dominando.

Se sentía mal e irresponsable, no podía creer que no se haya percatado de esto antes, se
supone que él debía cuidarla, y estaba fallando. Mordió su labio aún preocupado y salió de
ella, con delicadeza la ayudó levantarse y le puso la ropa interior.

—¿Estás bien?

—Si ya pasó —susurró viendo como él acomodaba su ropa.

—Me puedes decir desde cuando tienes estos desmayos —Levantó su cabello y sopló su
nuca para refrescarla.
—Desde lo que sucedió con mamá, no te preocupes ya pasaran.

—¿Qué no me preocupe? —preguntó incrédulo —No quisiste ir al medico a que te


revisara esos morados y ahora mira, todo esto es mi culpa por no llevarte, pero mañana
mismo iremos a un médico, necesito saber lo que tienes, no puedes marearte y pretender
que me quede como si nada.

La abrazó con fuerza y le dio un pequeño beso en sus labios. Ella era su todo, y no se
perdonaría si algo le pasase, aunque fuese solo una uña rota, no se lo perdonaría, la
amaba demasiado para dejar que algo le pasase.

Sé que Growney me obligará a ir al médico y no me quedará mas opción que ir...

Después de mi pequeño desmayo, ese que Growney ha exagerado por mil, nos fuimos de
la cena, me obligó a tomar un asqueroso té y dormir, ni siquiera quiso cumplir su promesa
de compensarme el rapidillo que tuvimos, tenía miedo de que me desmayara otra vez, es
un dramático, aunque no niego que me encanta que se preocupe tanto por mí.

Aylin Parker.

Viernes, 24/06/2016.

11:25 pm.

Capítulo (Final)

Querido diario...

Lo he dicho, desde que Growney ha sabido que me he sentido mal de salud, me ha


insistido para ir al médico, incluso desde lo que pasó ha querido que vaya. Él no entiende
que no quiero ir, porque eso significaría explicar lo que pasó y por nada del mundo quiero
que sepan que mi madre me golpeó, no por vergüenza, es por la forma en que lo hizo,
estoy segura de que, si la hubiese denunciado, la hubiesen metido presa, y no, no quiero
que bajo ningún concepto pase eso con mi madre.

Pero ahora que me he mareado en la fiesta, que perdí el conocimiento por un par de
segundos, y más estando en un momento intimo me obligó a ir, me hicieron exámenes de
todo tipo, y con el más simple han descubierto que es lo que tengo.

Thomas tamborileó sus dedos contra la madera del escritorio que se encontraba en su
despacho, estaba nervioso, por enésima vez miró el reloj, media hora llevaba su mujer en
la habitación terminando de arreglarse, sabía que lo hacía en resistencia para no ir al
hospital, pero nada lo haría librarse de su cometido.

Pensando, volvió a recordar lo terrible que se sintió tenerla casi desvanecida en sus
brazos, la calentura del momento se esfumó enseguida para darle paso al temor, su
pequeña mujer estaba pálida, débil e inconsciente, y lo peor de todo era que le había
pasado antes y él no se había percatado de ello.

Maldijo furioso consigo mismo y antes de poder recriminarse lo hechos la puerta se abrió,
Aylin entró con una pequeña sonrisa que le fue imposible no devolver, horas antes había
querido fingir estar molesto con ella, pero no pudo. Mientras ella se acercaba a paso lento
se dedicó a mirarla, un bonito vestido amarillo con flores rosadas cubría su cuerpo, unas
sandalias sin tacón en sus pies y su hermoso cabello negro, suelto y aún húmedo por el
baño que acababa de tomar. Le dio un golpecito a su muslo y ella encantada se sentó en
sobre él.

—No quiero ir al médico, señor Growney —susurró mimosa, a la vez que recostaba la
cabeza sobre su hombro.

—Tienes que ir Aylin, no es normal que te marees, aunque no me guste recordarlo, hace
poco recibiste unos golpes y no sabemos que pudieron haberle causado a tu cuerpo.

Suspiró y le dio un besó a su cuello. Esbozó una pequeña sonrisa al sentir como la piel de
su amo se erizaba.

—No me pasa nada, te lo prometo —Volvió a besarlo —Tomaré unas vitaminas, y si no se


me pasa iremos al médico, ¿te parece?

—No, Aylin. Si es cuestión de vitaminas que te las recete un médico.

Sin nada más que decir, asintió. No quería ir, pero tampoco podía luchar contra Thomas y
su rotunda decisión. De su mano se fueron juntos hasta la camioneta, en silencio se
dirigieron al hospital, solo se miraban y sonreían, ambos estaban metidos en sus
pensamientos. Aylin no quería creer que su madre le pudo haber causado un daño más
allá de los dolorosos morados, y Thomas, solo deseaba que su pequeña estuviese sana y
fuese cuestión de vitaminas como ella quería creer.

Un viejo doctor y amigo de Thomas los recibió en recepción, los guio hasta su frío y blanco
consultorio donde atendería a la pequeña Aylin. Al entrar los nervios de Aylin aumentaron
haciendo que sus dientes tiritaran, al verla, su amo tomó su mano dándole un poco de
valor.

—¿Siempre has sido así de delgada? —preguntó el viejo doctor, mirándola a través de sus
lentes.
—Si doctor —susurró nerviosa.

—Bien Aylin, por si no te lo ha dicho tu esposo, soy médico internista y te realizaré un


chequeo general, pero primero háblame de tus mareos.

Aún nerviosa por donde se encontraba empezó a relatarle detalladamente sus continuos
malestares obviando lo sucedido con su madre, miraba a Thomas de reojo sabiendo que
podía molestarse por haberle ocultado aquella información. Al terminar el doctor la hizo
pasar a la camilla para medirle la tensión y escuchar los latidos de su corazón.

—Tu ritmo cardiaco está alterado y tu tensión está baja, Aylin.

—¿Y a qué se debe eso, doctor Nell? —preguntó Growney rápidamente.

—Lo más probable es que sea anemia, tiene los ojos amarillos y la tez pálida, ¿cómo va tu
menstruación?

Al oír aquella pregunta sus mejillas se tiñeron levemente de rosa, no importaba la edad
que tuviese, o lo mucho hubiese madurado en el tema sexual, esa pregunta siempre le
daba un poco de vergüenza.

—Soy irregular doctor, tomo pastillas anticonceptivas y aun así me viene cuando quiere.

—Entiendo Aylin, eso es más común de lo que crees —Tomó un par de hojas y mientras
escribía continuó hablando —: Tengo que hacerte un par de exámenes para darte un
diagnóstico preciso de lo que puedas tener, necesito que te hagas estos exámenes hoy
mismo y me los traigas, aunque me parece que lo que tienes es un cuadro anémico, frutas
rojas y hierro van curarte de inmediato.

—Gracias doctor —susurró Thomas tomando los papeles.

Ambos salieron del consultorio y silenciosamente se fueron hasta el área de hematología


donde les había mandado el doctor, antes de entrar Aylin hizo un tierno mohín y le
susurró a su amo con ternura.

—Le tengo miedo a las agujas, mejor vámonos —Thomas negó con la cabeza —Te
prometo que tomaré hierro y comeré frutas rojas, me mejoraré.

—No Aylin Parker, pareces un bebé.

Decidido la tomó de la mano y la llevó hasta el pequeño cubículo donde sacaban la sangre,
apenas se sentó la vio palidecer un poco más y cuando la aguja pinchó en su brazo la
escuchó gemir, atontado con su niñería apenas terminaron con ella la abrazó y le dio un
tierno beso en los labios para que se calmara.

—Tenemos que esperar una hora para que nos entreguen los resultados, ¿quieres ir a
algún lado? —preguntó Thomas.

—Vamos a casa —respondió Aylin rápidamente haciendo que Thomas bufara. Sabía que
se negaría, pero quiso intentarlo un poco más —Y si el doctor dice que estamos teniendo
mucho sexo, y por eso son los mareos, ¿qué harás?

—Dejaremos de hacerlo hasta que el doctor no los permita nuevamente —Le tomó con
dulzura el rostro y la besó —Necesito que estés bien Aylin, me preocupo por ti, si tú no
estás bien, yo tampoco lo estoy.

—Lo sé y lo siento —Ella lo besó esta vez con cariño haciéndolo sonreír —Pero no dejaré
que me pinchen otra vez.

—Ni yo —Besó su frente y la abrazó.

De su brazo, Aylin se dejó llevar hasta una pequeña sala de espera, allí charlaron un poco,
vieron televisión e incluso leyeron un par de revistas que estaban en la mesa, aunque el
tiempo pasó justo, para ellos fue una eternidad cuando el doctor llamó a Thomas diciendo
que tenía los exámenes en la mano.

Nuevamente el frío de consultorio la puso a temblar, al percatarse de ello Thomas la


abrazó y el doctor sonrió ante aquella escena, les ofreció asiento y cuando estos lo
hicieron procedió a decir:

—En efecto Aylin, tienes un leve cuadro anémico, tu hemoglobina está en diez por eso son
los mareos, tu pequeño desorden alimenticio y tu corazón acelerado.

—¿Y qué se debe eso doctor? —preguntó Thomas un poco nervioso.

—A eso iba amigo mío —Cambió los exámenes y los miró a los dos —En uno de los
estudios que te practicamos salió que tu cuerpo está produciendo gonadotropina
coriónica, mejor conocida como hCG, que...

—¿Qué es eso doctor? —preguntó esta vez Aylin, temiendo lo que pudiese tener.

—Eso es una hormona, que solo producen las mujeres cuando están en estado.

—¡¿Estado de qué?! —preguntaron los dos, y el doctor sonrió.

—Estas embarazada, Aylin.


En ese momento sintió su corazón latir con fuerza dentro de su pecho, miró a Thomas y él
de inmediato tomó su mano, no dijo ni hizo nada más, solo pudo ver la pequeña sonrisa
en los labios de Thomas y luego al ver al doctor vio sus labios gesticulando cosas que ella
no podía escuchar y mucho menos entender.

<<¡¿Embarazada?!>> pensó dentro de sí al ver como Growney le tendía la mano al doctor


para tomar unos papeles. Estaba en estado de shock, y más al ver a Thomas tan tranquilo
y sonriente, ella no podía creerlo, en su mente pasaron un millón de panoramas y un bebé
en este momento figuraba bien en ninguno de ellos.

—Aylin...—La llamó Thomas moviendo su hombro —¡Aylin! —la llamó con fuerza y ella
reaccionó.

—¿Estoy embarazada? —le preguntó y solo sintió la lagrima salir cuando Thomas la
limpió.

—Lo estás pequeña, ¿estás bien? —Negó con la cabeza suavemente.

—Solo llévame a casa, por favor —susurró con la mirada perdida.

Thomas asintió y terminó de escuchar las indicaciones del doctor, no sabía por qué, pero
días atrás había pensado en ello, Aylin embarazada, ellos dos juntos con un pequeño
bebé, formar su propia familia, y la idea le había gustado. Tal vez su pequeña Aylin no
había pensado en ello, no había fantaseado con la idea de seguir creciendo como pareja
en ese aspecto, y por eso se sorprendía de tal manera. Y sintió un pequeño escalofrío en la
columna vertebral al pensar lo que pudiese pasar si Aylin decidiera no tener al bebé.

Tomó a Aylin de la mano al ver que ella no estaba presente en el consultorio, la ayudó a
salir y despidiéndose del doctor le escuchó decir:

—Es normal su reacción, dale tiempo y lo aceptará.

Thomas asintió resignado y le regaló una débil sonrisa.


—Lo sé, gracias por todo Nell —Estrechó su mano y se marchó con su pequeña.

De nuevo, iban en silencio de camino a casa, pero está vez era incomodo, Aylin tenía la
mirada perdida y los ojos llenos de lágrimas, jamás soltó una, Thomas no dejó de mirarla,
esperando una reacción de ella que nunca llegó. Apenas llegaron a la casa, ella bajó de la
camioneta y corrió hasta la habitación, y él, comenzando a irritarse por su reacción la
siguió.

—Aylin... —La llamó, abriendo la puerta.


La encontró acostada en la cama, y por el pequeño estremecimiento de su cuerpo supo
que estaba llorando. Se acercó a ella y puso una mano en su espalda.

—Pequeña...

—Déjame sola por favor.

—No Aylin, quiero hablar de eso que sientes —Acarició su espalda con dulzura esperando
que eso la calmase —Aylin...

Ni ella misma sabía que sentía, no podía decírselo tampoco a él, no tenía nada claro,
muchas cosas pasaban por su mente hasta el punto de confundirla. Limpió sus lágrimas y
poco a poco se fue incorporando en la cama, se dio cuenta de que había pasado mucho
rato sumida en sus pensamientos cuando se encontró con los ojos del señor Growney,
oscuros e inexpresivos.

—No sé qué siento, Thomas —susurró y cuando las lágrimas llegaron él la tomó en sus
brazos y la mimó con sus besos —No sé qué haremos, con un bebé todo se complica, no
sé si seré buena madre, yo no sé si esto este bien, no me esperaba esto.

Thomas suspiró y le dio un beso a su frente, su pequeña estaba enredándose en cosas


absurdas, cosas que tenían remedio, estaba consciente de que las cosas entre ellos no
eran fáciles, nunca lo habían sido, pero se amaban y eso les era suficiente para formar un
hogar.

Con delicadeza levantó su vestido hasta dejar descubierto su abdomen plano, bajo la
curiosa mirada de Aylin posó una mano en su vientre y con una sonrisa lo acarició.

—¿Quieres tener este bebé? —preguntó titubeante. Amaba a Aylin, y ya amaba al bebé
que allí se formaba, por ello, la miró temeroso y expectante a la respuesta.

—Eso es lo más temo, Thomas —susurró Aylin —Saber que tengo un hijo tuyo, un hijo
nuestro aquí —Posó la mano sobre la de su hombre —. Me emociona, me encanta la idea,
pero tengo miedo de que no hagamos esto bien, tengo miedo de que seamos malos
padres, que no le demos el ejemplo correcto, Thomas, tengo tanto miedo, que no sé si
esté bien tenerlo.

—¿Quieres tener a este bebé? —preguntó de nuevo.

—Quiero —susurró Aylin y sonrió.

Thomas le devolvió aquel gesto y le dio un beso en los labios.


—Entonces no tengas miedo, dónde está mi pequeña guerrera, confía en ti y confía en mí,
así como luchaste por nosotros, así lucharemos para que nuestro pequeño esté bien,
porque estaré aquí para cuidarlos, soy su padre y tu hombre, les daré mi amor, los
protegeré, y sé que tú harás lo mismo, como madre y como esposa.

—Pero... —Thomas puso un dedo en su boca y luego los suplantó con sus labios.

—Nada es perfecto Aylin, cometeremos errores, y eso estará bien, lo importante es


aprender, estar dispuestos, confiar en nosotros mismos y amarnos. Te amo Aylin, y amo a
este bebé.

Aylin se acomodó sobre su regazo y lo abrazó, con fuerza rodeó su cuello, por un
momento había perdido la cabeza, lo estaba viendo desde el foco equivocado y Thomas le
había hecho recobrar su norte. También amaba a ese bebé aunque hubiese llegado de
forma inesperada, él era el fruto de su rendición al hombre que ahora tenía en sus brazos,
y sabía que junto él, podía formar un hermosa familia.

—Te amo Thomas, y también amo a este pequeño o pequeña— Sonrió, y apartándose le
dio un beso a sus labios —¿Cuanto tiempo crees que tenga?

—No sé pequeña, no sé nada sobre bebés, pero el doctor Nell me recomendó un obstetra
amigo suyo, podemos ir a verlo cuando quieras.

—Será mañana —Besó sus labios y sonrió —Sigo sin creer que esté embarazada.

—La verdad, hace días lo había imaginado, Aylin. Me gustó mucho pensar que tú y yo
tendríamos un hijo, y ahora esto se está cumpliendo —Tomó con dulzura su mejilla y le
dio un beso —Y pensando en ello, ¿tienes hambre?, debes alimentarte bien por el bebé,
¿qué se te antoja de comer?

—Ahora se me antoja algo más —susurró con una sonrisa.

—¿Qué? —preguntó Thomas sonriente.

—Tú.

Loco e inesperado. ¡Un bebé! ¿Puedes creerlo?

Aún tengo miedo y tengo la leve sospecha de que nunca se irán, siempre temeremos
equivocarnos con nuestros hijos, pero como dijo mi amor, ese quien me hizo el amor, lo
importante es aprender, confiar y amar, no somos perfectos, somos humanos y por eso
pondremos nuestro mejor empeño para que nuestra pequeña familia salga adelante.

Aylin Parker.
Sábado, 26/ 06/ 2016.

06:54 pm.

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Querido diario...

Quedan pocas páginas, y no sabes cuánto he disfrutado de escribir y más de vivir lo que
contienen estas páginas, pero me temo que sea la última vez que escriba aquí, pues las
cosas han cambiado, la sumisa Aylin Parker ha cambiado.

He cambiado para bien, ya no soy la Aylin temerosa e incomprendida que empezó a


escribir este diario, y ahora tengo la respuesta que tanto martilleaba en mi mente, quién
soy, me he encontrado, sé quién soy. Aylin Parker, es mi nombre, soy una mujer valiente e
inteligente, creyente de Dios, y capaz de soportar lo que sea por amor a mí misma, por el
hombre que amo, y antes de nosotros sé que soy capaz de dar la vida por el pequeño
bebé que vive en mi interior, eso es lo que soy, esa es la Aylin que siempre quise ser.

He tenido que pasar cosas que jamás imaginé, me entregué a un hombre del que no sabía
nada y del que terminé amando, porque en él y con él, me sentía viva, me sentía mujer,
me enamoré por lo que me hacía sentir, y no en el plano sexual, no, era como persona.
Luego de eso, jamás pensé que mi madre sería capaz de pegarme de una manera tan
bruta, que su religión, donde se supone que se profesa la paz y el amor, no sean capaces
de entender que las mujeres servimos para algo más que estar en el hogar, que somos
mucho más que una sombra detrás de un hombre, y que tenemos derecho decidir que
queremos ser y que queremos sentir.
Hoy miro los pasos que he dado estos últimos meses y me permito sonreír ante las ironías
que tiene la vida. Yo, Aylin Parker, una mujer sumisa, ante la religión, ante su familia y
ante una sociedad, tuve que sumirme ante un hombre, que los ojos de los otros era un
pecador, para encontrar mi verdadera libertad. Thomas Growney, el hombre al que llamo
amo, el que hoy es mi hombre, ese que cuando quiere me sube la falda y me da un azote,
tuve que entregarme a él en mi última prueba de sumisión, para saber, para entender y
para tomar la valentía de luchar por ser algo más que una simple sumisa para quien quiera
ser el amo.

Me he liberado, dentro de poco seré ingeniero, y dentro de poco más seré madre, esto
último no me lo esperaba para nada, pero Thomas y yo lo hemos asimilado, y creemos
que podemos hacerlo bien si lo hacemos juntos. Seremos padres, lo digo y aún me cuesta
creerlo, una pequeña vida crece dentro de mí, y ya lo amamos. El señor Growney dice que
si es niña se llame Aylin como yo, y si es varón yo quiero que se llame Thomas, como su
padre.
Nuestro amor seguirá creciendo como la espuma, tenemos que aprender a convivir como
pareja, tenemos que aprender tantas cosas y a la vez le enseñaremos de todo a nuestro
pequeño bebé. No será nada fácil, pero estamos dispuestos.

La decisión de culminar el diario ha sido mía, y a Thomas le ha parecido bien, no quiero


que me vea como una sumisa, ya no más, desde ahora seré la mujer cumpla con sus
deseos, si él desea azotarme, lo complaceré poniéndome boca abajo sobre su regazo para
que lo haga, si desea amarrarme, le ofreceré mis muñecas y mis tobillos para que lo haga,
si él desea verme retorcer de placer, lo haré solo para él, para cumplir sus más oscuros
deseos.

Ya no más sumisa...

Esta será la última memoria de la sumisa,

Aylin Parker.

Viernes, 01/ 07/ 2018.

05:02 pm.

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TOMÁS GROWNEY EL AMO

Querido Diario…

Bien, me siento sumamente raro escribiendo estas dos palabras, jamás lo había hecho en
mi vida, pero mi pequeña Aylin me lo ha pedido, y para ella, lo que pida. Esta es la primera
vez que me ha permitido ver y leer el contenido desde que le di el cuaderno, para que sea
yo quien le ponga el final a este diario, más no de nuestra historia, todavía queda mucho
que vivir y que escribir entre nosotros, y más ahora en compañía de nuestro pequeño hijo,
Thomas.
Lo primero que me mandó a escribir, fue sobre nosotros, quiénes somos ahora y lo
primero que me viene a la mente es todo lo que ha crecido mi pequeña Aylin, esa
temerosa chica de ojos profundos y tez pálida, resultó ser la mejor ingeniera que ha
tenido mi empresa, es una madre excepcional, y como mujer, me deja sin aliento cada día,
y por las noches, cuando estamos a solas en la habitación… mejor ni digo.

La relación con su padre es el vínculo más hermoso que he visto jamás, Frederick adora a
su hija, es un padre fenomenal y como abuelo, un consentidor, conmigo pasó mucho
tiempo para que nuestra amistad se retomara, pero ahora entiende que realmente amo a
Aylin y que hago todo lo que esté en mis manos para protegerla. Me gustaría decir lo
mismo de la señora Eleonor, pero no, ella decidió creer que no existimos y cuando se
enteró que su esposo nos apoyaba se separó de él, es una lástima, pero no la podemos
obligar a aceptar algo que no quiere.

A ver, qué puedo decir de mí… mi vida ha dado un giro completo al tener a Aylin y al
pequeño Thomas a mi lado, soy un hombre diferente y el cambio me gusta, estoy más
tranquilo, me tomo las cosas con calma e incluso sonrío más. Aún no logro perdonarme lo
que sucedió con Aylin, el recuerdo de su cuerpo lleno de golpes me atormenta, y aunque
ella diga que no, yo me siento culpable de ello. Pensar en esos días, siempre me trae a la
mente a Beatrice, esa maldita mujer que me la jugó mal dos veces, no sé qué ha sido de
ella y tampoco me interesa, solo sé que ha de estar pasándola mal, mi venganza fue
quitarle todo lo que fue mío alguna vez, y que ella ama más que a nada, el dinero.

La familia es pequeña, nosotros tres, Frederick y Barbara. La mejor amiga de mi pequeña,


Chloe, también madrina del pequeño Thomas, viene a visitarnos casi siempre junto a su
novio, los quiero y son parte de mi familia, quizá dirán que son pocos, pero son los seres
más leales que conozco y estoy seguro de que como yo, darían todo para que Aylin Parker
y el pequeño Thomas Growney jr., estén bien.

Entre Aylin y yo sigue predominando el deseo, con tan solo verla ya la quiero desnudar y
enterrarme entre sus carnes, y cuando la pillo mirándome y tiene las mejillas sonrosadas,
sé que está pensando lo mismo. Seguimos jugando a que es mi sumisa y yo su amo, esos
roles le dan rienda suelta al placer, que es cada día más intenso.

Creo que no hay mejor final para este diario, que decir lo felices que somos, lo bien que se
siente abrir los ojos en la mañana y ver la hermosa sonrisa de mi mujer y el potente brillo
en sus ojos, luego de eso besar sus ricos labios, y que el pequeño Thomas nos separe
porque también quiere besar a su mamá. No somos perfectos, ni tampoco deseamos
serlo, pero sabemos por lo que hemos pasado y buscamos ser felices con lo tenemos,
familia, amor y placer…

A final de cuentas me terminé extendiendo, pero hablar de lo que somos hoy me llena de
orgullo y tengo mil cosas más por decir, pero no hay tiempo, el pequeño Thomas me hace
señas con su manita para que vaya a dormir con ellos y Aylin al verlo sonríe, toma su
mano y le da un beso, mi hijo se concentra nuevamente en su actividad más preciada,
tomar pecho mientras ve a su mamá a los ojos... Y yo, como siempre, no pienso perderme
esa hermosura de imagen.

Thomas Growney.

Diciembre, de 2018.

10:57 pm.

FINAL

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