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Lectura fresca sin moho.

Giuseppe Galante
Sonó el timbre de mi casa, en el justo instante que me preparaba para salir a
la calle a dar una vuelta por la ciudad. En verdad mi pensamiento era ir a
comer un par de curbinas empanizadas al bar las ninfas, su propetario un
homosexual, Evenor Miranda – que según noticias, murió hace poco de sida-.
Pués sonó otra vez el timbre, me miré por ultimo al espejo, le dí una media
arreglada al cabello. De mi cuarto a la salida de la calle, -porque ahorita
estoy en el tocador del baño-, tengo que caminar buen trecho para llegar a
la sala donde esta la puerta que comunica con la calle. No sé quién pueda
ser a esta hora que voy a buscar mi almuerzo. Las curbinas empanizadas te
las sirve Evenor en un plato, un limón partido,-para que le echés el jugo a tu
antojo-, tomate picado, lechuga, arroz bien voladito, en una tacita pone
pasta hecha de crema chontaleña combinada en salsa de tomate, rodajas de
pepino fresco en su ácido. Mientras prepara las curbinas te pregunta si vas a
tomar algo. Las curbinas las compra Evenor a un señor chaparro que
maneja una camioneta destartalada que le ha montado en la tina una hielera
o freezer para que las curbinas aguanten el viaje desde Corinto. –No le hago
mas ganas al estómago, me voy a ver quién toca el timbre-. Abro la puerta,
veo la figura de dos hombres, a uno de ellos chaparro, lo conozco de hace
tiempo, tenía años de no verlo, es piloto de helicópteros Mi-17, Juan Castillo.
El otro es mas alto en comparación con Juan. –Pasen adelante, siéntense,
dije-. Con disimulo, sin hablar mas para que ellos sean los que digan a qué
se debe la visita a mi casa. Despues que ambos toman asiento, Juan dice: -
Enrique, este es mi amigo Giuseppe Galante, es de Italia, -Giuseppe se
levanta me da la mano me aprieta que casi me destripa mis dedos- pero
acaba de llegar a Ocotal procedente de los Estados Unidos donde
actualmente tiene negocios. El quiere comprar unas tierras e instalar una
industria de molduras para exportar a Italia. Hemos andado de arriba abajo
y después de haber visitado muchas oficinas sin ningún resultado. Alguien
que te conoce bien, nos dijo, que tu nos podías ayudar en la instalación de la
empresa-. No pregunté que quién dijo que yo podia ayudar. Así comenzó una
amistad con Giuseppe que duró todo lo largo hasta dejar bien parada la
empresa. El compró a Fito Varela una casa muy cerca de la mía. A media
cuadra. Desde entonces me mantenía en su casa que era la oficina de la
empresa exportadora de molduras. Compró una Land Cruiser en la que nos
moviamos a cualquier lugar por muy incomodo que el camino fuera. Así
fuimos a Icalupe, porque el se dió cuenta que Abilio Sánchez gran hacendado
de Icalupe tenía en venta un sitio de madera en rollo buena para aserrar.
Nos fuimos por Somoto y cogimos la carretera que va para el Tamarindo
hasta llegar a Icalupe. Buena carretera. Puestos allá, nos recibió don Abilio
Sanchez. Un hombre más cara de Texano que nicaragüense. Bastante
ganado en los corrales. Molienda moderna de caña de azúcar. Corrales llenos
con caballos y mulas. Giuseppe se encantó al ver el dulce en rapadura y trajo
un par de panelas para comer en su casa. Un mozo nos sirvió de guía para
llegar al bosque y reconocer la madera. Giuseppe montó una mula chaparra
andadora, a mi un caballo alto blanco. Cuando las dos bestias trotaban una
al lado de la otra le hise burla a Giuseppe diciendo que el era Sancho Panza.
El reclamó con semblante serio: -No, Enrique. Tu eres Sancho Panza y yo El
Quijote- Riendo a carcajada limpia. Así fuimos subiendo hasta llegar a la
sima, estaba claro el día pudiendo mirar a lo lejos el horizonte en dirección al
golfo de fonseca. Se veía perdido allá lejos en la distancia el color brumoso
del mar pacífico como una inmensa lámina de zinc. El decía que el lugar por
donde andabamos se le hacía parecido a Italia. Su lugar natal Trapani.
Puerto salinero del mediterraneo en la isla Sicilia. -A lo mejor tu eres familia
de los Corleone, le decía en broma-. El me contestaba, - Corleone es un
nombre inventado por el cine-. -Hay mafia de la buena, pero los apellidos son
distintos a los que mencionan en el cine-. Después me burlaba diciendo que
todo lo romano era copia de los griegos. – Tu no sabes Enrique que ahí en
Trapani donde yo nací murió Anquises padre de Eneas, venian huyendo
despues que Troya fue destruida por los Griegos. Si vés las piezas que
tenemos en el museo son todas de origen Fenicio. Por molestar le dije: -aquí
en Ocotal te van hacer beber la Cicuta-. Más se reía todavía. Para continuar:
-Olvídate, me dijo, yo no soy corruptor de mentes jovenes con ideas raras
que fue la sentencia por la cual Sócrates tuvo que beber la Cicuta-. En
Icalupe le pregunté sobre “Parroquias de Regalpetra”. –Enrique, -me dice-
has leído a Leonardo Sciascia. ¡Qué bueno! Ese hombre Sciascia es un
escritor de los mejores en Italia-. Si vos entrabas a la sala de la casa donde
tenía la oficina Giuseppe, en la parte superior de la pared detrás de su
escritorio ibas a ver la bandera de Italia y debajo un gran medallón del
tamaño de una bandeja con la imagen de Benito Mussolini pulida en bronce.
Guiseppe era paracaidista retirado de la fuerza aérea de Italia. Admirador
empedernido de Mussolini. ¿Quién sábe si Beppe todavía esté en Ocotal?
Chicago/Luis Enrique González

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