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Néré, Jacques. Historia Contemporánea. Madrid, Labor Universitaria.

Capítulo XXXI.

LAS RELACIONES INTERNACIONLES ENTRE 1932 Y


1939
EL VIRAJE DE 1932
A partir de 1932 las relaciones internacionales se fueron agravando
progresivamente hasta el estallido de la segunda guerra mundial.
Con anterioridad hubo algunos signos inquietantes. En 1931, Japón
había llevado a cabo en Manchuria una serie de operaciones que mucho
se parecían a un ataque militar y que se extendieron a otras regiones de
china. La Sociedad de Naciones se limitó a hacer un llamamiento de los
buenos sentimientos de Japón para que cesara en su actitud, y ante su
negativa, se contentó con una condena moral sin recurrir a sanción
alguna. No Gran Bretaña ni EEUU estaban dispuestos a comprometerse
en una acción que los pongan en riesgo. De este modo se puso de
manifiesto que la seguridad colectiva era una formula sin
correspondencia en la realidad.
También en 1931 Alemania y Austria habían establecido una unión
aduanera, que fue el preludio de una unidad política. Desde 1919 Francia
había hecho todo lo posible para evitar esto porque suponía un refuerzo
del poder alemán. Al final, la diplomacia francesa consiguió la retirada
del proyecto de unión aduanera.
La crisis económica trajo consigo en 1932 el fin de las reparaciones de
guerra. Estas se habían regulado desde 1929 por el Plan Young. Sobre la
base de este plan Francia había ratificado finalmente un programa de
pago de sus deudas de guerra frente a sus aliados. Pero en 1931 la crisis
financiera de la Europa central había conducido a la proclamación de la
moratoria Hoover 1. En la Conferencia de Lausana (1932) los países

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Tras el estallido de la crisis económica, el presidente norteamericano Hoover, convencido por los expertos económicos de que un factor
decisivo de la crisis había sido el complejo problema de los pagos de reparaciones y deudas de guerra, propuso posponer por el plazo de un año
el pago de todas las deudas intergubernamentales. Los gobiernos europeos consideraron esta moratoria como el reconocimiento norteamericano
de que las deudas interaliadas y las reparaciones debían proseguir o terminar juntas.

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acreedores de las reparaciones renunciaron a ellas, por otro lado, hubo
un acuerdo de consulta francobritánico. Esta solución amistosa no
parecía perturbar las relaciones internacionales. Pero significó el cese
por parte de Francia del pago de sus deudas de guerra a los EEUU; el
ejemplo francés fue imitado por la mayoría de los países deudores. Pero
los EEUU jamás admitieron la asimilación entre sus créditos de guerra
y los de las reparaciones. Ello tuvo como resultado un mayor
distanciamiento de los EEUU con respecto a Europa y sobre todo con los
países occidentales, en un momento en el que estos tenían una imperiosa
necesidad de apoyo estadounidense.
En 1932, la Conferencia del Desarme, dio inicio a un periodo de
tensiones. En el Tratado de Versalles se estipulaba el desarme de
Alemania, lo que constituía una especia de prologómenos de un desarme
general. Pero, ante la ausencia de otro sistema de seguridad, tan sólo
podía garantizar la paz, o al menos evitar un conflicto de mayor alcance
en Europa, la superioridad inmediata de Francia, que había conservado
su ejército, sobre Alemania, que sólo poseía un embrión de ejército. De
hecho, Francia aspiraba solamente al mantenimiento del statu quo, en
tanto que Alemania, que contaba con un potencial económico y
demográfico muy superior al de Francia, reclamaba una revisión de los
tratados que sólo podría llevarse a cabo por la fuerza.
Una vez iniciada la Conferencia del Desarme, Alemania planteó un
dilema que no podía eludirse: que las demás naciones se desarmaran o
bien que admitieran el derecho de Alemania de rearmarse. En 1932,
Alemania adoptó un plan de rearme masivo y acelerado. Francia se vio
poco a poco obligada, sin obtener a cambio ninguna nueva garantía de
seguridad, a dejar legalizar o al menos a aceptar de hecho el rearme
alemán.
Se ha debatido ampliamente la cuestión de saber si la crisis económica
fue de algún modo el origen de la crisis política que condujo a la guerra.

En la Conferencia de Lausana, celebrada en el verano de 1932, representantes de Alemania y las potencias de la Entente, a excepción de
EE.UU., propusieron un acuerdo sobre el tema de las reparaciones y las deudas interaliadas. La propuesta fracasó por la negativa del Congreso
norteamericano a ninguna "reducción o cancelación de las deudas de las potencias extranjeras para con los EE.UU."
En teoría esto significaba volver al Plan Young, sin embargo, la realidad fue que Alemania dejó de pagar las reparaciones, y Gran Bretaña y
los países que tenían deudas con EE.UU. continuaron con unos pagos reducidos, que se interrumpieron cuando el Congreso norteamericano se
negó a aceptarlos. Sólo Finlandia saldó el conjunto de sus deudas internacionales con EE.UU.

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Pero no hay que olvidar la gran fragilidad del sistema que parecía
garantizar la paz en el período de máximo apogeo de la Sociedad de
Naciones.
LA SUBIDA AL PODER DE HITLER Y SUS CONSECUENCIA
INTERNACIONALES
Hitler subió al poder en Alemania en enero de 1933 y se mantuvo en él
hasta su muerte en 1945. Lo que quería ante todo era la destrucción de
los tratados de 1919 y reunir en un solo Estado a todos aquellos pueblos
de Europa que consideraba alemanes. Tenía un amplio programa de
expansión territorial hacia el este, a expensas de los pueblos eslavos. El
aniquilamiento de la potencia francesa era una condición previa. Hitler,
muy preocupado en no cometer los mismos errores que Guillermo II,
intentó evitar la hostilidad de Gran Bretaña, para lo cual moderó las
reivindicaciones coloniales y no activó el rearme naval alemán.
La impaciencia de Hitler determinó una temible aceleración de la
historia: se creía el único capaz de llevar a buen término el programa que
había trazado, y pensaba que sus días estaban contados. Dueño absoluto
de Alemania, no corría el riesgo de verse estorbado por reacciones
nacionalistas espontáneas, lo que le daba mayor libertad de maniobra,
podrá así resolver los problemas uno tras otro. Podrá asimismo alternar
los golpes de fuerza brutales, al beneficiarse del efecto de sorpresa, y las
declaraciones conciliadores dispuestas a ser aceptadas por unos pueblos
ávidos de paz.
Este análisis de la historia clásica ha sido rebatido por varios historiados.
Las críticas se dirigen sobre todo contra la idea de que Hitler hubiera
calculado y determinado perfectamente el curso de los acontecimientos.
Además de que no puede discutirse seriamente la impaciencia de Hitler
ni su fanatismo por alcanzar esos objetivos.
En otoño de 1933 Alemania abandonó la Conferencia del desarme y la
Sociedad de Naciones; Hitler manifestó con ello su voluntad de no
admitir ni aplazamiento ni obstáculo alguno al rearme alemán.
LAS PRIMERAS REACCIONES DE LAS POTENCIAS ANTE LA
POLÍTICA HITLERIANA
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En un principio, muchos no comprendieron el alcance de la subida al
poder de Hitler. Este fue el caso del Reino Unido, que mantuvo una
actitud conciliadora frente a las reivindicaciones de Alemania y fue
partidario de concederle cierto rearme, esperando controlarlo y limitarlo
con ello. En 1935 firmaron el acuerdo angloalemán que limitaba la flota
alemana a 35%de la flota británica.
La amenaza alemana era mucho mejor percibida en Francia y para
hacerle frente se intentaron diversas maniobras diplomáticas. La
primera fue el acercamiento francoitaliano de 1932. El interés común de
Francia e Italia era impedir que Alemania anexionara Austria. Pero entra
Francia e Italia existían algunos puntos conflictivos en relación a Europa
central y África.
Una tentativa de golpe de Estado de los nazis austríacos (julio 1934)
provocó una enérgica reacción italiana. Los acuerdo entre Mussolini y el
presidente del Consejo francés regulaban los litigios africanos de forma
favorable a Francia que cabe pesar que existía una contrapartida secreta.
En abril de 1935 el Acuerdo de Stresa entre Francia, el Reino Unido e
Italia daba la impresión de un frente común contra cualquier nueva
intrusión de Alemania.
Paralelamente a estos hechos, se estaba operando un acercamiento
francosoviético, esta vez por iniciativa de la URSS, preocupada a un
mismo tiempo por las ambiciones hitlerianas y por la posibilidad de
tener que luchar en dos frentes, contra Alemania y Japón a la vez. Para
no alarmar a las otras naciones, Francia se esforzó pen integrar el
acuerdo francosoviético en el marco de los pactos de seguridad
regionales aceptados por la Sociedad de Naciones y en realizar lo que se
llamó un «Locarno oriental», que englobaría a todos los países de la
región, no excluyendo ni amenazando a nadie. En efecto, en septiembre
de 1934, la Unión Soviética fue admitida en la Sociedad de Naciones
como miembro permanente del Consejo. Pero el proyecto de «Locarno
oriental» fracasó ante la negativa de Alemania y de Polonia. Entonces,
se firmó un pacto de ayuda mutua francosoviético. Los Soviets aspiraban
a una verdadera alianza militar, y deseaban completar la entente

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diplomática con una serie de acuerdos a nivel de estado mayor. Pero
éstos nunca llegaron a concluirse.
ETIOPIA Y RENANIA
Entre 1935 y 1936 se produjeron dos acontecimientos que manifestaron
la fragilidad del orden europeo.
Se desconoce en qué condiciones Mussolini, deseoso de vengar un
antiguo desastre italiano, decidió conquistar Etiopía. Mussolini debió
sacar la impresión de que Francia y Gran Bretaña le dejarían actuar
libremente. En efecto, ambas potencias estaban dispuestas a conceder a
Italia amplias ventajas en Etiopia, principal, pero o exclusivamente,
económicas.
En 1935 Mussolini inició las hostilidades contra Etiopia; en seguida la
Sociedad de Naciones, por iniciativa de Gran Bretaña y de Francia, inició
el procedimiento de sanciones contra Italia, calificándola de agresora.
Francia elaboro con Gran Bretaña un plan por el cual se concedía a Italia
la mayor parte del territorio ambicionado, lo que constituía, desde la
óptica de la Sociedad de Naciones, un premio al agresor. Aunque este
plan fue rechazado, la política de sanciones jamás fue llevada hasta sus
últimas consecuencias.
Semejante incoherencias plantea una serie de problemas de difícil
solución. Cabe suponer que los gobiernos británicos y francés
consideraban a Italia lo suficiente vulnerable como para que
retrocediera ante la amenaza de simples sanciones económicas. Pero tan
pronto como se vio que Italia no capitulaba, y que nos e podía esperar
que las sanciones fueran eficaces sin exponerse a dificultades y riesgos
considerables, Francia y Gran Bretaña dieron marcha atrás. La
impotencia de la Sociedad de Naciones para impender la conquista de
Etiopía tan sólo podía fomentar nuevas agresiones. Por otra parte,
Mussolini, dolorido por la condena de que había sido objeto, se unió a
Hitler en el campo de aquellos cuyas ambiciones iban a amenazar cada
vez más la paz.
Uno de los objetivos tradicionales del nacionalismo germánico era la
entrada de las tropas alemanas en los países de la orilla izquierda del
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Rin, desmilitarizados por el Tratado de Versalles. El asunto de Etiopía
hizo sin duda que Hitler decidiera aprovechar el momento favorable. El
pretexto esgrimido fue el pacto francosoviético, pero la remilitarización
DE Renania (1936) no se produjo hasta más tarde. La acción era grave,
porque constituía e primer golpe de fuerza de Hitler. Sin embargo, no
provocó ninguna reacción efectiva por parte de las potencias
occidentales; se ha culpado de esta abstención a la actitud británica,
resueltamente hostil a cualquier intervención; pero también a la
debilidad política de Francia. Además, los responsables militares francés
se mostraron claramente desfavorables a acción armada. La estrategia
francesa solo preveía una defensiva fronteriza. La falta de reacción de
Francia no podía dejar de interpretarse como una muestra de debilidad.
LA GUERRA DE ESPAÑA Y LA ALIANZA ITALOALEMANA
1936 se produjo un golpe de Estado militar contra el Gobierno del Frente
Popular español. Fue el inicio de una larga guerra civil que puso de
manifiesto la debilidad de las democracias occidentales.
Alemania y sobre todo Italia apoyaron desde un principio a las
autoridades del golpe de Estado (los nacionalistas). Para Italia era la
ocasión de conseguir la preponderancia en el Mediterraneo. En cuanto a
Alemania, se propuso aprovechar la ocasión para obligar a Italia a
alinearse definitivamente a su lado, abandonando la política de Stresa y
la protección de Austria. En efecto, el 1 de noviembre de 1936 Mussolini
proclamo la existencia del Eje Roma-Berlin.
Gran Bretaña había decidido por su parte no intervenir en el asunto
español, a la vez que por prudencia, para «tranquilizar» a los dictadores
y por desconfianza hacia la política de la URSS, que apoyaba a los
republicanos españoles. Pero Francia, pese a sus vínculos ideológicos y
sentimentales con el Frente Popular español, adoptó la misma actitud.
Francia descubrió el retraso en que se hallaba con respecto a Alemania
en el terreno de las armas modernas, y el presidente del Consejo
socialista lanzó un amplio programa de rearme que contrastaba con la
actitud que antaño había mantenido en la oposición.

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Italia y Alemania violaron cada vez más abiertamente sus compromisos
de no intervención y la URSS hizo otro tanto. Los nacionalistas del
general Franco eliminaron poco a poco los núcleos de resistencia
republicanos y en 1939 la guerra terminó. Sin embargo, la España de
Franco, agotada tras la guerra civil, nunca fue un verdadero aliado para
Alemania ni para Italia.
AUSTRIA Y CHECOSLOVAQUIA
15 de Noviembre 1936, Alemania y Japón firmaron el Pacto
Antikomitern, dirigido contra la Internacional Comunista. En Nov de
1937 Italia se adhirió a este pacto. En Julio de 1937 la política de
usurpaciones progresivas de Japón en China dio lugar a una guerra
abierta, de modo que Japón ya no se hallaba en condiciones de amenazar
gravemente y de neutralizar a la URSS, que era lo esperaba Alemania.
Mientras, Hitler provechaba su entente con Mussolini y en marzo de
1938 sus tropas ocuparon Austria sin combate alguno. Este golpe de
fuerza fue aceptado sin reacción de Gran Bretaña ni Francia. La
pasividad de Francia se debió ante todo a su impotencia militar.
La ocupación de Austria por los alemanes supuso el cerco de
Checoslovaquia, amenazada por Hitler, que fomentaba la agitación de
los alemanes de los Sudetes, importante minoría que ocupaba territorios
de una importancia económica y estratégica esencial. Francia estaba
ligada a Checoslovaquia por una alianza defensiva formal, pero no estaba
dispuesta a comprometerse en un conflicto sin salida para ella si no
contaba con el apoyo de Gran Bretaña. Este último país se había
comprometido a defender a Francia contra una agresión directa, pero
siempre se había negado a participar en los compromisos franceses en la
Europa central y oriental.
Checoslovaquia tenía también un acuerdo de ayuda mutua con la Unión
Soviética, acuerdo que por otra parte tan sólo debía ponerse en práctica
si Francia aplicaba sus propios compromisos. Pero ¿de qué modo podría
la URSS acudir en ayuda de Checoslovaquia? Para ello necesitaría el
derecho de paso de sus tropas por Polonia o en todo caso por Rumanía.
Ahora bien, estos dos países se negaron a ello, por desconfianza, además

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Polonia estaba dispuesta a aprovecharse de la crítica situación de los
checos para recuperar a sus expensas el territorio de Teschen. Francia
comenzó a presionar a Checoslovaquia para que consintiera en hacer
concesiones en los Sudetes.
Hitler, en lugar de intentar llevar a cabo por sorpresa un nuevo golpe de
fuerza que hubiera podido tener como efecto el obligar a los checos y
rechazo a los franceses y quizás a los británicos a adoptar una actitud de
resistencia, recurrió a la intimidación gradual: «la guerra de los
nervios».
En septiembre, al agudizarse la crisis, Chamberlain tomó la iniciativa de
las operaciones. Tras dos entrevistas con Hitler, la Conferencia de
Múnich, concedió a Hitler prácticamente todo lo que reclamaba: los
Sudetes fueron incorporados al Reich alemán. El Acuerdo de Múnich
constituyó para Francia un desastre político y moral; en adelante yo no
se podría contar con su apoyo.
EL ÚLTIMO ESFUERZO DE LAS DEMOCRACIAS
Despues del acuerdo de Múnich, Gran Bretaña y Francia firmaron con
Alemania pactos de no agresión. ¿Renunciaban ambas potencias a
oponerse en adelante a las ambiciones de Hitler?
La ocupación por los alemanes en 1939 de Checoslovaquia provocó un
cambio de la opinión pública, especialmente en los países anglosajones.
Francia y GB tuvieron la impresión de que todos los países europeos aún
independientes se hallaban inmediatamente amenazados.
GB se puso al frente de la resistencia y ofreció garantía a todos aquellos
países que podrían hallarse amenazados próximamente. Pronto la
atención se centró en Polonia.
Ante la amenaza que se cernía sobre Polonia, el problema de la actitud
de la URSS adquirió una importancia primordial. En marzo de 1939,
Francia y Gran Bretaña iniciaron negociaciones con la URSS. Las
negociaciones se alargaron debido a que Polonia no quería que tropas
soviéticas penetraran en su territorio, incluso como aliados.

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Pero paralelamente la URSS intentaba, desde abril de 1939, llegar a un
acuerdo secreto con Alemania. En agosto se firmó el trato de no agresión
germanosoviético, con un protocolo secreto que preveía el reparto de
Polonia.
Para Hitler fue sólo un arreglo provisional, que le permitiría resolver
más fácilmente la cuestión de Polonia. Pero Stalin ¿acaso pensó que a
partir de los Acuerdos de Munich, las democracias occidentales
acabarían por llegar a un acuerdo con Hitler contra la URSS?
El 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas penetraron en Polonia, y
esta vez, a pesar de algunos intentos de entablar negociaciones de último
momento, GB y FR declararon la guerra a Alemania. Sin embargo, la
relación de fuerzas militares, que había sido una de las razones más
decisivas de la capitulación de Múnich, no había cambiado radicalmente.
Y la situación diplomática no había hecho más que empeorar. Parece que
Francia y el Reino Unido tuvieron la impresión de que en lo sucesivo ya
no podían retroceder.

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