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Un Profeta Criollo Francisco de La Cruz
Un Profeta Criollo Francisco de La Cruz
RESUMEN
En la literatura del Perú parece posible rastrear un peculiar hilo conductor dentro de su
vasto universo narrativo: la revelación de fines históricos en relación a la posibilidad de
construir una nación con destino. Estos fines, si bien no necesariamente codifican finales
o cataclismos absolutos que determinen —ingenuamente— la desaparición total de la na-
ción peruana, sí constatan el deterioro, cuando no la cancelación, de pequeñas porciones
de su territorio simbólico, mostrando la dificultad de proyectar un futuro con sentido. Un
paradigma del pensamiento occidental se constituye como el pilar de esta visión escatoló-
gica: el apocalipsis. La Declaración del Apocalipsi resulta un texto fundacional del proceso
que comprende el arribo de la matriz apocalíptica al Perú y la manera en que esta marca el
discurso que la literatura peruana ha construido sobre su propio país.
Palabras clave
Apocalipsis colonia literatura peruana imaginario identidad criolla
Del nuevo cielo y tierra que dezía Nuestro Señor por Sant Juan
en el Apocalipsi, después de dicho por boca de Isaías, me hizo
mensajero y amostró aquella parte
CRISTÓBAL COLÓN
1
La flor de Lima, marinera criolla del compositor Augusto Polo Campos.
2
El concepto de cronotopo es introducido por Bajtin (1989) en los estudios literarios y responde a la formulación
de un modelo de pensamiento condicionado por dos ejes de actuación recíproca: el temporal y el espacial.
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La obra de Huerga (1986) recoge profusamente el caso de Francisco de la Cruz; incluye su biografía y reúne
cientos de folios y documentos de los archivos de la Inquisición, lo que permite al investigador el acceso a las
fuentes primarias.
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Lucero de Vivanco-Roca Rey
Francisco realmente y como suenan las palabras sea rey en este tierra y que sea arzobispo
de Lima y Papa” (Huerga 1986:417). Acompaña a esta tesis una serie de medidas que
liberalizan la doctrina de la Iglesia. Para ello, propone anular la confesión, interpretar
libremente las escrituras o permitir “que se casen los clérigos de aquí adelante” (Huerga
1986:419) y “que le ha dicho Dios que se casen con muchas mujeres aunque sean cléri-
gos” (Huerga 1986:428), entre otras.
Continúa Francisco de la Cruz utilizando el imaginario apocalíptico para predecir la
total destrucción de Europa: “Se dice cómo un ángel o ángeles derramaron ciertas brasas
de fuego sobre la tierra y la abrasaron hasta las raíces: lo cual significa la entera destruc-
ción que Dios ha de hacer agora en el Europa” (Huerga 1986:378).
Para desenmascarar la perversión de la Iglesia de América: “Dice San Juan en aque-
llas cartas […] en el sentido más literal es entendiéndolo de los clérigos que están en las
doctrinas, que con sus malos ejemplos enseñan a los indios a idolatrar, provocándolos
a contrataciones y avaricias y haciendo compañías con los caciques y provocándolos a
otros vicios que los indios no sabían” (Huerga 1986:375).
Lo demás de este responso dice San Juan que le mostró el ángel una fuente de
agua viva y le dixo: adora aquí a Dios […]. Y Dios ha dicho a este confesante
como ha dicho, que es señalar dónde ha de ser la cabeza de la Iglesia y fuente
de la doctrina cristiana, como la ha sido Roma hasta agora, que es decir que
adoren los hombres y crean y sirvan a Dios conforme a la doctrina que de
la dicha cabeza de la Iglesia saliere, que es de esta ciudad de Lima. (Huerga
1986:381)
Declara que la dicha doña Leonor (aunque por agora se rían de esto los que
lo leyeren) ha de ser reina de Israel y mujer de este confesante, y es figura del
pueblo de Israel, que ha sido adúltero contra Dios, siendo como han sido
hasta agora todas las Indias de idólatras: y casarse ha místicamente nuestro
señor Jesucristo con el pueblo de Israel, y serále esposa y mujer leal de aquí
adelante, después que haya rescebido la fee. Y este confesante dice Dios que ha
de ser el sustituto de nuestro señor Jesucristo y casarse con el mismo pueblo de
Israel místicamente, siendo rey de Israel y Sumo Pontífice también. (Huerga
1986:366)
Para anunciar que Grabielico, el hijo que tiene con doña Leonor de Valenzuela, es el
heredero de Salomón y el encargado de reformar y enmendar el Viejo Mundo:
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Y luego se sigue lo del ángel fuerte, que tenía un librillo en la mano, […] y el
pie derecho en la mar y el pie izquierdo en la tierra […]. Y sobre este punto
le ha hablado muchas veces Dios a este confesante cómo a dicho Grabielico
en España tratará principalmente o por mejor decir San Grabiel en él de los
pecados que por allá hay y se cometen, y del castigo que Dios ha de hacer en
ellos. Y por dicha razón se llama este confesante pie derecho, y Grabielico pie
izquierdo: porque este confesante trata del bien de esta tierra y es más parti-
cularmente profeta de esta materia, y Grabielico de los castigos de Europa.
(Huerga 1986:378-379)
La crítica historiográfica
4
Véase Dan 8: 15-17: “Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y buscaba la inteligencia, púsose ante mí un
como hombre; y oí una voz de hombre que de en medio del Ulai gritaba y decía: ‘Gabriel, explícale a éste la
visión’. Vino éste luego cerca de donde estaba yo, y al acercarse me sobrecogí y caí sobre mi rostro. Él me dijo:
Atiende, hijo de hombre, que la visión es del fin de los tiempos”. Véase también Dan 9: 20-27.
5
Línea de pensamiento que sigue las propuestas exegéticas de Joaquín de Fiore, abad calabrés muerto en 1202,
quien dividió la historia en tres épocas, con fronteras cronológicas bien definidas cuyo centro es el Adve-
nimiento de Cristo: época del Padre, período anterior a Cristo; época del Hijo, período posterior a Cristo;
y época del Espíritu Santo, período de naturaleza escatológica con inicio fijado para 1260. Para esta época
profesa un orden de mundo tutelado por hombres dotados del spiritualis intellectus, sin mediación de la Iglesia
institucional. Cfr. Delno C. West y Sandra Zimdars-Swartz (1986).
6
En esta línea se encuentra uno de los trabajos de Marcel Bataillon (1976), quien revisa las posibles relaciones
entre el pensamiento del fraile y el de Bartolomé de las Casas e introduce su caso en la polémica en torno
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Lucero de Vivanco-Roca Rey
notable la búsqueda que hacen ellos para reconocer la filiación ideológica del proyecto
de Francisco de la Cruz, estas lecturas detienen su labor aquí, subordinando la propuesta
doctrinal del fraile a determinados sistemas de pensamiento.
Otras aproximaciones que consideran el discurso de Francisco de la Cruz con mayor
autonomía secundan el itinerario de estas páginas. El estudio sobre la Inquisición reali-
zado en 1863 por el peruano Ricardo Palma (1982) es el más antiguo en el que se docu-
menta su caso. Palma hace un recuento de la instalación y evolución de la Inquisición en
el virreinato peruano, donde aparece ya una referencia sucinta al dominico:
a la naturaleza de los indios americanos. También se sitúa en esta línea el trabajo de Álvaro Huerga (1986).
De carácter básicamente filológico, identifica los distintos tópicos que emergen durante el proceso y rastrea
las influencias recibidas por el dominico, incluyendo las de Bartolomé de las Casas. Igualmente, Vidal Abril
Castelló (1988) tiene un interesante estudio en el que cuestiona la legalidad del proceso inquisitorial en
función de los comportamientos judiciales adoptados por los inquisidores, y en el que se preocupa del posible
influjo del lascasismo, no sólo en el pensamiento de Francisco de la Cruz sino en la totalidad de los proce-
dimientos inquisitoriales. Por último, Ana Zaballa Beascoechea (1995, 1999) dedica unos capítulos al tema
de Francisco de la Cruz. El planteamiento de Zaballa adolece de varios problemas. Primero, no define con
suficiente claridad y precisión las categorías mesianismo, milenarismo, apocaliptismo, con las que coteja el
pensamiento del dominico, lo que provoca algunas contradicciones en su planteamiento. Segundo, se agota en
detectar la posible articulación de Francisco de la Cruz con el pensamiento apocalíptico de tradición medieval
(Joaquín de Fiore o Jerónimo de Savonarola), descuidando el trabajo con las fuentes originales.
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Dentro del ámbito literario, la importancia del estudio de Ricardo Palma radica en la
continuidad que tienen sus investigaciones historiográficas en la literatura. Los hallazgos
que como historiador realiza de la Inquisición y del Perú colonial —dentro de los que hay
que incluir el caso de Francisco de la Cruz— no se detienen en esta disciplina sino que se
rearticulan en su narrativa de ficción. Ricardo Palma es cuestionado como historiador por
la libertad con que aborda los asuntos históricos, sin embargo, como autor de las Tradi-
ciones peruanas es valorado justamente por esa libertad y por la inclusión y recuperación
de las creencias, costumbres y aspectos pintorescos de la historia que, hasta el momento,
se habían mantenido en gran parte gracias a la tradición oral y que a partir de entonces
quedan fijados en su escritura. Ricardo Palma se levanta como uno de los primeros na-
rradores dentro de las letras peruanas donde buscar la construcción y representación de
la identidad nacional, al rescatar múltiples aspectos de la historia y la cultura criolla del
virreinato peruano. Este hecho permite darle relieve inaugural a la Declaración del Apo-
calipsi con respecto a la literatura peruana marcada por el imaginario apocalíptico.
Marcel Bataillon, en el prólogo a la obra de José Toribio Medina sobre la Inquisición
de Lima,7 se ocupa también de la herejía de Francisco de la Cruz y resume el caso en los
siguientes términos:
Habrá que tener todo esto en cuenta para entender a fondo la originalidad
de una herejía peruana como la del dominico Fray Francisco de la Cruz. En
ella se une la más clara relajación de costumbres y algo de magia blanca con
un profetismo casi delirante. Curioso milenarismo americano que subliman
las ambiciones del profeta y las aspiraciones más o menos confesables de los
criollos, integrando en ellas la creencia de que los indios son herederos de las
tribus perdidas de Israel, pero caídos en un estado infantil y necesitados de la
tutela de los españoles. Sólo quien conoce el ambiente peculiar de la Inquisi-
ción limeña puede explicarse cómo Fray Francisco de la Cruz, quien soñó con
ser papa y rey de la nueva cristiandad indo-española, forcejeó para persuadir
a los mismos inquisidores de la verdad de sus profecías, para ganarlos a su
utopía criolla en que se legalizaría la poligamia de los seglares y se suprimiría
el celibato de los sacerdotes misioneros. (Bataillon s/f )
En relación al contexto del fraile dominico, Bataillon hace notar “la castiza corrup-
ción de las costumbres clericales y seglares de la América colonial” (Bataillon s/f ), espe-
cialmente las referidas al voto de castidad. Explica esta situación por el estrecho vínculo
que en la vida cotidiana establecen frailes y laicos: la sociedad civil se involucra en la vida
7
Este trabajo es meritorio en términos historiográficos por haber ordenado y sistematizado la secuencia crono-
lógica del proceso y por haber transcrito la totalidad del sumario.
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de los conventos al mismo tiempo que los clérigos detentan la deferente condición de
‘amigos de la casa’. Bataillon no sólo se expresa en términos de criollización de los frailes
sino también de ‘frailunización’ de la sociedad criolla:
la medida en que la propuesta de Francisco de la Cruz parecía sintetizar las dos fuentes
de insubordinación que amenazaban la estabilidad política del momento: españoles
rebeldes frente al poder central de la corona8 y movimientos indígenas en busca de
restaurar el Imperio de los Incas.9 Tercero, propone Manrique el caso de Francisco de
la Cruz como una prueba de la vigencia de la mentalidad milenarista en América, que
llega al clímax cuando Francisco de la Cruz afirma que los indios del Perú son una de
las tribus perdidas de Israel que, de acuerdo al Apocalipsis (7:4-9), reaparecen el día
del Juicio Final. Destaca Manrique la manera en que las representaciones mentales del
dominico “fueron creídas por sus contemporáneos; vividas como reales y [cómo] ello
desencadenó todo un conjunto de procesos sociales y políticos” (Manrique 1993:507).
El análisis de Manrique se hace trascendente para la proyección literaria de la Decla-
ración del Apocalipsi al establecer el alcance político de la propuesta de Francisco de la
Cruz y, fundamentalmente, al remarcar la potencia y el amplio impacto del imaginario
que el fraile construye, algo que con posterioridad contribuye a difuminar las fronteras
entre la historia y la ficción.
Un Apocalipsis criollo
Cabe preguntarse por qué Francisco de la Cruz eligió el texto del Apocalipsis para cons-
truir el modelo del nuevo mundo que quería para la cristiandad y en especial para el
Perú. Más allá de la referencia estrictamente religiosa, el Apocalipsis puede ser consi-
derado dentro de la tradición occidental como un género literario —y, en tal sentido,
como matriz textual— que se inicia en el siglo I a. C. con textos del canon hebreo y
que tiene en el Apocalipsis de Juan su versión más acabada. Como tal, ha inspirado va-
riadas representaciones artísticas a lo largo de la historia, tanto literarias como plásticas,
y ha fijado sus elementos característicos (Cfr. Charlier 1993, Parkinson 1993). Uno de
estos elementos es el propósito inversor de mundo. Surgido en contexto de crisis —en
la medida en que aparece en tiempo de amenaza, guerra, persecución—, el Apocalipsis
anuncia la detención del tiempo y la renovación total del orden social imperante, lo que
viene a significar un acto de justicia para las supuestas víctimas de los grupos dominantes
en dicho contexto social y político. Hay una promesa de compensar a quienes fueron
perseguidos y castigar a los que estuvieron encumbrados: una inversión. Este hecho ex-
plicaría la vigencia y el permanente desarrollo del pensamiento apocalíptico dentro del
lenguaje y la cultura popular como una reacción previsible bajo ciertas condiciones de
malestar e incertidumbre sociales.
8
Por ejemplo, la rebelión de Gonzalo Pizarro (1548).
9
Por ejemplo, la resistencia de los incas de Vilcabamba: 1533-1572, o el movimiento Taki Ongoy: 1565-
1588/1613.
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Uso género utópico a partir de la noción de utopía tal como la concibió Tomás Moro en su texto, vale decir,
como una relación especularmente inversa entre la realidad histórica que se critica y que se señala como un
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mal lugar, una dis-topía, y la dimensión que se proyecta como un lugar ideal pero inexistente, tal como su
nombre u-topía, no lugar, lo denota.
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11
Sucede algo equivalente en Inquisiciones peruanas del escritor e historiador peruano Fernando Iwasaki (1996):
“Las apariciones del Armado”, primer relato de estas inquisiciones, se inspira en el caso de María Pizarro y
Francisco de la Cruz.
12
Período en el cual se desarrolla el proceso de Francisco de la Cruz.
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Este relato parece reproducir con bastante cercanía la experiencia de María Pizarro,
quien también quedó embarazada de uno de los frailes dominicos del grupo de los
angelistas. Pero más allá de la exactitud histórica de esta tradición, se consigna aquí
un modus vivendi criollo caracterizado por adoptar una forma picaresca de entender la
relación entre la vida cotidiana y la moral religiosa, y por transgredir los códigos del
deber ser, subvirtiendo las normas de conducta refrendadas por el poder eclesiástico y
avaladas por el poder político de la sociedad colonial.
En la cuarta serie de las Tradiciones publicada en 1877, Ricardo Palma incluye El al-
calde de Paucarcolla, cuyos episodios transcurren durante el reinado de Felipe III (157813-
1621). Al título le sigue un subtítulo que reza De cómo el diablo, cansado de gobernar en
los infiernos, vino a ser alcalde del Perú, y narra el buen gobierno de un personaje llamado
Ángel Malo en un pueblo asentado en las orillas del lago Titicaca. Los habitantes pre-
sumen que Ángel Malo es un cristiano converso de origen morisco pero, ganada ya la
confianza y gracias a la buena llegada que tiene con sus vecinos, lo eligen alcalde. A pesar
de que el personaje no practica aquello que predica, lo que genera desconfianza entre
los pueblerinos, la administración funciona a la perfección y reina la ley y el orden. “Los
paucarcollanos fueron muy dichosos bajo el gobierno de D. Ángel Malo. Nunca la vara
de la justicia anduvo menos torcida ni rayó más alto la moral pública” (Palma 1982,
II:216). Pero un impertinente acto milagroso echa por tierra su mandato: Ángel Malo
ayuda a un fraile a llegar rápidamente a Lima, acelerando la velocidad de la mula que
le proporciona para viajar. El fraile sorprendido piensa que “viaje tan rápido no podía
haberse hecho sino por arte del diablo […]. Aquello era asunto de Inquisición” (Palma
1982, II:217). Ante la presencia de los representantes del estricto Tribunal, Ángel Malo
opta por abandonar Paucarcolla para siempre. “Pero los paucarcollanos, que motivos
tienen para saber lo positivo, afirman con juramento que fue el diablo en persona el
individuo que con capa colorada salió del lago, para hacerse después nombrar alcalde, y
que se hundió en el agua y con la propia capa cuando, descubierto el trampantojo, se vio
en peligro de que la Inquisición le pusiera la ceniza en la frente” (Palma 1982, II:218). Y
comenta Palma al final de la tradición: “¡Cruz y Ave María Purísima por todo el cuerpo!
Desde los barrabasados tiempos del rey nuestro señor D. Felipe III, hasta los archifelices
de la república práctica, no ha tenido el Perú un gobernante mejor que el alcalde de Pau-
carcolla” (Palma 1982, II:218).
El imaginario apocalíptico en esta tradición aparece representado en uno de sus epi-
sodios centrales: el triunfo del demonio que reina temporalmente sobra la tierra (Apoc.
13). Esto desencadena la necesidad de discernimiento entre el bien y el mal, entre la
obediencia y la apostasía, entre lo angélico y lo demoníaco, entre el cumplimiento de la
Ley y la herejía, confrontaciones que todo sujeto debe asumir en aras de su salvación. La
13
Año en que fue quemado Francisco de la Cruz.
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tradición parodia la tensión que genera la inversión de dos poderes opuestos, el de Dios
y el del diablo, y su construcción de mundo transgrede los valores cristianos originales en
la medida en que el ejercicio de poder del diablo se evalúa positivamente, ironizando el
sistema político y religioso en vigencia y dejando la optimización del mundo bajo la tutela
del gran símbolo del mal. El anhelo de inversión subyacente en esta tradición tiene como
norte la avenencia paródica con el mal herético y las liberalidades que ofrece una doctrina
que predica pero no practica, como la de Ángel Malo. Pero si Francisco de la Cruz se ha-
bía declarado trescientos años antes rey y Papa del Perú, ¿cuál es el inconveniente de que
Ángel Malo asuma la alcaldía de un pueblito? Palma deja constancia de que nadie mejor
que él para impartir justicia y enderezar la moral pública.
Si bien podría argumentarse que el diablo como alcalde hace el bien y concluir que
se trata únicamente de un juego nominal entre ángel bueno y ángel malo, ¿no sería ya
un elocuente rasgo de identidad el que las nominaciones estén invertidas, los valores
trocados y que en la sociedad peruana representada en esta literatura el bien y el mal
ejerzan funciones cambiadas?
Estas dos tradiciones ilustran la manera en que el mundo experimentado por Fran-
cisco de la Cruz se aleja de la historia para resignificarse en la literatura y el mundo ima-
ginado por él contribuye al reconocimiento de la presencia del imaginario apocalíptico
como uno de los rasgos identitarios de la cultura peruana manifestada literariamente.
Profetas de su tierra
Con la lectura propuesta para la Declaración del Apocalipsi se sugiere que Francisco de
la Cruz deje de ser mirado únicamente como fruto de otras mentalidades y se considere
también como el preludio de una literatura peruana que busca sus asuntos en sus tradi-
ciones y costumbres, en su pasado y su presente, en su cultura pícara y criolla. Principal-
mente, de una literatura escrita por profetas de su tierra que desde tiempos ancestrales
previeron las dificultades de construcción de un destino para la nación peruana, por lo
que asociaron a sus narraciones el imaginario apocalíptico. Una literatura que exhibe un
país donde se han alojado los signos y malestares propios de un Apocalipsis criollo, que
si bien se manifiesta en forma figurada y en clave irónica, despliega su carácter trágico
al no traer aparejado el sistema compensatorio que promete, perpetuando sus señales.
Narradores más contemporáneos como José María Arguedas en Los ríos profundos, Julio
Ramón Ribeyro en Crónica de San Gabriel, Mario Vargas Llosa en Pantaleón y las visita-
doras, Alfredo Bryce Echenique en Dos señoras conversan y José B. Adolph en La verdad
sobre Dios y JBA, entre otros, parecen reconfigurar y actualizar este imaginario, constru-
yendo mundos de ficción que se asemejan esencialmente al mundo experimentado y
soñado por el dominico. Sólo la forma distinta de leer y de comprender estos universos
separa la historia de la ficción.
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