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Joaquín O.

Giannuzzi

Pero mire un poco Mi hija se viste y sale

Pero vean qué manera de yacer El perfume nocturno instala su cuerpo


este cadáver de J.O.G. en una segunda perfección de lo natural. 
La cosa parece de veras decisiva Por la gracia de su vida
y pueden creerle por esta vez. la noche comienza y el cuarto iluminado
Yo lo conocí bien, puedo decirlo; es una palpitación de joven felino.
este sujeto tenía una manera extraña  Ahora se pone el vestido
de enfrentar el mundo y sus calamidades: con una fe que no puedo imaginar
hablaba todo el tiempo de eso.  y un susurro de seda la recorre hasta los pies. 
Cuando vio que la muerte estaba encima Entonces gira
la barba crecida se le puso verde sobre el eje del espejo, sometida
y ya no habló. Buscó en el fondo a la contemplación de un presente absoluto.
remoto de los años El instante se desplaza hacia otro,
alguna fe que lograra apuntalar  un dulce desorden se inmoviliza en torno
los escombros finales, hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
un ensayo ilusorio anuncia que todas mis opciones están resueltas.
de una cierta existencia con sentido.  Ella sale del cuarto, ingresa
Pero entendió que el mundo a una víspera de música incesante
sólo había esperado un cadáver, no un poema. y todo lo que yo no soy la acompaña.
El amor, sin embargo,
había tenido mucha importancia en su vida,  
de manera que, créanme,
valía tanto como cualquiera de nosotros. 

 
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Una noche de julio Pecado original

Mi padre está muerto a cambio de nada.  Cuando la puta se pinta los ojos
Cuando se le helaron los pies el infeliz supone que es un homenaje a su estilo personal
-uñas torcidas de inmigrante- y hasta olvida la dura tensión que el dinero
yo le debía el universo y algunas blasfemias, sitúa entre los dos como cuerda tirante.
y sólo tenía papeles mojados para cubrirlo. El orgullo se le pudre de golpe cuando ella
En una despedida que no valía la pena, mecánicamente manifiesta su apuro por marcharse
que no estuvo a la altura de los hechos. y hasta un estúpido puede terminar odiándose a sí mismo,
una noche de julio de 1955. como una especie de conocimiento parecido a la náusea.
De modo que al salir escupe en la calle
  y su dialéctica no da para más.
Cómo podría usted enjuiciar a este individuo,
a este lamentable compatriota que carga a su manera
con toda la vergüenza de la época,
especialmente ahora cuando le vuelve el miedo,
el terror a la policía y al orden que lo engendró;
cuando siente que lo mejor es refugiarse junto al televisor
y achicar todo lo posible su miembro irritado,
aunque los jueces saben, por revelación,
que allí se genera y concentra la culpa,
habiendo pagado o no,
habiéndose o no, la culpa, trasladado a los sesos. 

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Ingrid Bergman Pero no me recuerdo

Mi proyecto erótico de los 18 años. Para siempre a salvo de la erosión,


Una vez le hice señas desde la oscuridad tenía veinte años en esta fotografía.
y ella se desprendió de los brazos de Gary Grant. Pero no me recuerdo, no sé qué pasó hasta aquí
Se despegó de la pantalla, ni cómo sucedió.
vino hacia mi butaca, se sentó en mis rodillas Aquel muchacho bastante tonto,
y no se levantó hasta que mis pantalones se humedecieron con todo el cabello puesto
y the end. y toda la luz a su disposición.
Qué poesía amarga la de mi vida en esa época. En qué andaba, qué hacía detrás de esa piel.
Ahora debe andar por los sesenta y tantos La transición quedó a oscuras. Desde aquí
y yo fumo veinte cigarrillos por día para no sentirme el tiempo es un sueño desordenado.
excesivamente dramático. Sólo sé que no había apostado
a esto que me sucede, ahora que tengo frío y estoy hecho
un rostro que termina y pierde aire.

3
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Poética El puesto del gato en el cosmos

La poesía no nace. Uno siempre se equivoca cuando habla del gato.


Está allí, al alcance Se le ocurre por ejemplo que junto a la ventana
de toda boca el gato se ha planteado en el fondo de los ojos
para ser doblada, repetida, citada un posible fracaso en la noche cercana.
total y textualmente. Pero el gato no tiene un porvenir que lo limite.
Usted, al despertarse esta mañana, A uno se le ocurre que medita, espera o mira algo
vio cosas, aquí y allá, y el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.
objetos, por ejemplo. ¿Cómo admitir detrás del movimiento de la cola,
Sobre su mesa de luz una motivación, un juicio o un conocimiento?
digamos que vio una lámpara, El gato es un acto gratuito del gato.
una radio portátil, una taza azul.  El que aventure una definición debería
Vio cada cosa solitaria proponer sucesivas negaciones al engaño del gato.
y vio su conjunto.  Porque el gato, por lo menos el gato de la casa,
Todo eso ya tenía nombre. particular, privado e individuo hasta las uñas,
Lo hubiera escrito así. comprometido como está
¿Necesitaba otro lenguaje, al vicio de nuestro pensamiento,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta? ni siquiera es un gato, estrictamente hablando.
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía 
es lo que se está viendo.  

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Dramaturgia de los objetos Cabeza final

Apacibles, en su reino seráfico, estables Todas las ideologías le dieron de palos. 


en su crédulo corazón. Así, La humillaron la historia del mundo
esta mesa domina el arte y la vergüenza de su país,
de persistir en su sitio. La inercia la calvicie, los dientes perdidos,
es el compromiso de la materia. No obstante, una oscuridad excavada bajo los ojos,
no parecen ajenos a nuestra conciencia. el fracaso personal de su lenguaje.
Su silencio ejemplar mide la inocencia El obrero que respiró en su interior
pero a veces, en medio de la noche, ávido de oxígeno y universo continuo
crujen y gimen sus tendones más débiles dejó caer el martillo. Fue la razón
buscando su reposo natural. quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco
De este modo, revelando sus pesadillas encontró en el delirio conclusión alguna.
su oscura dramaturgia nos recuerda Por eso, quizás no fue tan descortés
la responsabilidad humana esa manera de negar el mundo al despedirse.
de no haber creado sino cosas mortales Sucedió así:
reposando sobre la última almohada
volvió hacia la pared
lo poco que quedaba de su rostro. 

Joaquín Giannuzzi nació en Buenos Aires en 1924 y murió en Salta el 26 de


enero de 2004.

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