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Isaac Joseph
Robert B. Westbrook nos cuenta la llegada de John Dewey a Chicago en 1894
citando las cartas que envía a su mujer. La ciudad que descubre Dewey es el
teatro de una lucha sin piedad entre entrepreneurs buitres, políticos corruptos y
reformadores visionarios. Sin embargo, el joven universitario que acaba de
dejar Ann Arbor, cuenta su entusiasmo en explorar Chicago, en descubrir salas
de espectáculo de los bajo fondos, sus movidas y sus barrios marginales, sus
cabaret y sus meeting del ejército de salvación.
“Chicago, escribe, es el infierno que se deshace, pero ya no es el infierno,
simplemente el material de una creación nueva... Todo lo que es concebible
esta ahí para atraparlo; la ciudad parece sumergida de problemas que solo les
pide que los resuelva o los ahogue en el lago. No imaginaba que las cosas
sean hasta este punto fenomenales y objetivas, mucho más que en un pueblo
de campo. Se apegan a su piel en vez de dejarle tiempo para reflexionar... Acá
podemos apreciar, en cada esquina de la calle la ocasión absoluta, tal como el
caos lo propone: pura materia sin ninguna norma. El primer efecto es bastante
paralizante pero el segundo es estimulante, subjetivamente al menos, y quizás
es para eso que sirve el caos en el mundo, más que hacerlo, uno lo atiende.
No podemos dejar de pensar que solo hay un “método” y que si al menos
llegáramos a entenderlo, las cosas podrían realmente arreglarse”.
De la estimulación subjetiva a la intuición de un método, la exploración de la
ciudad, notémoslo, no conduce Dewey a encerrarse, como otros de sus
contemporáneos críticos de su tiempo, obsesionado por una revuelta de las
masas. Lo que observa podría sin duda describirse con los términos que utiliza
Simmel en Berlin en la misma época: el exceso de estimulaciones nerviosas,
sus primeros efectos de-socializantes (la parálisis o la reserva) y la
reconfiguración consecutiva de la vida mental de un citadino. Pero no es
exactamente esta vía que seguirá Dewey y es sin una gota de romanticismo
que se comprometerá con el movimiento reformista de fin de siglo. Si hay que
imaginar un pensamiento pragmático de la ciudad que se dibujaría a partir de
este primer encuentro con Chicago, proviene más de una creencia en un
“método” y en una inteligencia social inmanente; ella está en este optimismo,
nutriéndose de las situaciones problemáticas y apostando sobre la capacidad
de las sociedades a dar respuesta. Universo de la oportunidad, la ciudad
interroga el observador (filosofo, sociólogo, periodista) por su consistencia
misma. Es un laboratorio para los que viven ahí antes de serlo para los que lo
observan o lo analizan.
En efecto si la preocupación para las ciudades no es generada por la
obsesión de las multitudes y las masas, no encuentra más su fuerza en las
utopías de la ciudad o dentro de la “administración” del paisaje urbano. Sean
los que sean los lazos entre la imaginación pragmática y el pensamiento
urbanístico, es a partir de una antropología de la ciudad y de las competencias
del citadino que hay que empezar, a lo más cercano de las solicitaciones
propias, a un universo confuso de la densidad y de la oportunidad. El método
que tomaremos como centro de la investigación, no es el que consiste en salir
del caos, o en ordenarlo desde afuera, sino más bien el etno-método de la
urbanidad, la lógica social de la ciudad en obra.
Pero, desde su llegada a Chicago, Dewey esta confrontado de otra manera
a la ciudad, sobre todo a los movimientos sociales y a la huelga de los obreros
de Pullman Car Works. Y, desde los primeros meses, está desesperado por ver
a sus colegas de la universidad desolidarizarse de los huelguistas y, para
algunos de ellos, pedir la represión. Dos años antes, el proyecto de una revista
de intelectuales, Thought News, ya lo había decepcionado. Había participado
de este proyecto, una suerte de nuevo periodismo, con Franklin Ford y Robert
Park (entonces periodista) y ya se había chocado a la desconfianza del medio
periodístico y de la filosofía académica. Entendía, confiaba en una carta a
William James, inyectar un poco de vida dentro de la filosofía convertida en una
disciplina abstracta y distante, estudiar la distribución de la inteligencia social y
pensar la sociedad como una máquina a vapor no solamente dentro de su
principio sino también en su actividad, como una idea en movimiento. A la
búsqueda de un método, entendía responder al problema que le planteaba su
amigo Franklin Ford y mostrar cómo la experiencia de periodista conduce
naturalmente a la filosofía. Cómo, en efecto, seguir una investigación
periodística cuando ya es dada por cerrada? No solamente cómo no atenerse
al diktat de un patrón de prensa que solo quiere un “papel”, sino cómo hacer
vivir la libertad de investigar más allá de los limites que le imponen las
estructuras sociales existentes? La pregunta del periodista sobre la naturaleza
de la investigación, decía él, no es nada más que la pregunta filosófica de la
relación de la inteligencia con el mundo real. Si el idealismo dice la verdad
afirmando la unidad sujetiva, dentro de la idea, de la inteligencia y del mundo
externo. Esta verdad en la idea debe controlar las condiciones se su expresión
objetiva.
“Yo creo que estamos a principios de un gran movimiento que verá las
fuerzas intelectuales que se han agrupado desde el Renacimiento y la reforma,
revindicar una libertad total de movimiento y, con el apoyo del telégrafo y de la
prensa escrita, obtener una libertad de investigación centralizada y reclamar la
autoridad de todos los otros pretendientes a la autoridad.”
Estos dos cortos testimonios sobre los años de formación del pragmatismo
resumen bastante bien la doble conversión a la cual recurren. Primero, la
conversión del mundo tal cual es, en su confusión y su apariencia caótica.
Exige que sepamos imaginar las cosas que están haciéndose según un
“método” a descubrir en el transcurso mismo de la experiencia. Esta primera
conversión se traduce en la profesión de fe democrática del pragmatismo que
supone que la inteligencia es socialmente distribuida y se opone a las
certidumbres de la subjetividad o de la voluntad, como a los pensamientos
confortables de la “guvernancia urbana”. Segundo, la conversión a la
investigación como única posición de autoridad legitima para la filosofía y como
condición necesaria para la reconciliación de lo racional y de lo real. Es la
profesión de fe que podríamos llamar a la vez publicista y conexionista: la
libertad de investigación no restringida, concebida primero sobre el modelo de
la comunidad de los investigadores competentes dentro de un laboratorio (Que
toma el lugar del “salon des lumières”), modelo que será ampliado luego a la
sociedad civil en su conjunto. A partir de ahí, la libertad de investigar es tan
extensiva como la noción de público, y ella es naturalmente asistida por la
porosidad de los mundos y técnicamente, por las redes de la comunicación
generalizada.
Habremos reconocido, en esta doble conversión, la formula del
pragmatismo propuesta por Gilles Deleuze. La de una pluralidad de los mundos
que se despliega sobre un plan de consistencia y según la cual la dinámica
tiende menos al conflicto de juicio y al arte liberal de separar las esferas de
justicia, que a la experiencia del movimiento y a sus consecuencias sobre el
juicio: el conocimiento deambulatorio contra la adecuación “saltatoire” de
James; la ecología de la locomoción y de la hibridación de las identidades
urbanas contra el eugenismo y la segregación residencial de Park; la
plasticidad correlativa de los públicos y de las figuras del individuo, de Dewey:
“ ...Los americanos han inventado el patchwork, en el mismo sentido que
decimos que los Suizos han inventado el reloj. Pero para eso es necesario que
el sujeto, conociendo al único propietario, deje el lugar a una comunidad de
exploradores, precisamente los hermanos del archipiélago, que remplazan el
conocimiento por la creencia, o más bien por la “confianza”: no la creencia en
otro mundo, sino confianza en este mundo, y en el hombre, tanto como en
Dios...
El pragmatismo, es este doble principio de archipiélago y de esperanza. Que es
lo que debe ser la comunidad de los hombres para que la verdad sea posible?
Truth y trust”.
Pluralismo y contigüidades
M. Walzer ha mostrado la especificidad de la experiencia americana
construida sobre la idea según la cual la democracia no precisa de una
homogeneidad cultural y donde la permisividad cultural se opone a la
experiencia europea de nacionalización de la política. El pluralismo walzeriano
se inscribe en el liberalismo político definido como un arte de la separación. Se
apoya también sobre una confianza en el proceso migratorio fundado sobre la
hipótesis que las comunidades de migraciones no disponen de sus miembros
como una populación cautiva. Al contrario, la referencia étnica es una elección
voluntaria, “la invención de una autenticidad”. Esta referencia es sólo una
afirmación en tanto y en cuanto haya superado el trabajo negativo que preside
al proceso migratorio. La afirmación de identidad es ,en efecto, en la carrera
moral de las poblaciones migratorias, la reparación del odio a sí mismo que
caracteriza la primera generación, balanceándose entre la ruptura con la cultura
material de la comunidad y la reinvención de una etnicidad simbólica. Del punto
de vista de la sociedad política, este trabajo de lo negativo llama a la tolerancia
porque, desde el punto de vista del inmigrante, es un renacimiento.
Podríamos ampliar la reflexión política sobre el paisaje del pluralismo
americano mostrando que esta doblemente limitado por una psicología de la
conversión en James que banaliza o “naturaliza” la reconfiguración de las
creencias, y por la experiencia migratoria como experiencia ordinaria de la
redefinición de las situaciones en william I. Thomas. El hombre plural es el
hombre ordinario como moverse, y capaz de moverse todavía, como ser de
locomoción explorando un universo en archipiélago. Lejos de ser sujeto
autónomo o omni-competente, es naturalmente dividida en su experiencia de la
socialización porque su competencia social misma consiste en pasar de una
situación a otra y a “convertirse” para y ajustarse. La referencia pragmática la
más conocida de esta teoría de la socialización, es la noción de juego (play) en
Mead, como primer aprendizaje de roles en el niño. Primer trabajo de figuración
que consiste en ponerse en lugar del otro y conduce a definir la persona según
el repertorio. Es sin embargo en James que encontramos superpuesta las dos
tesis de un pluralismo original que se diferencia a la vez de la teoría del juicio y
de las esferas de justicia. En James, la división del self y la contigüidad de las
experiencias y de las situaciones van de par. Recordemos este texto citado por
Goffman sobre la pluralidad de los mundos sociales: “Podemos decir
prácticamente que cada uno tiene tantas personalidades distintas como hay
cantidades de grupos sociales distintos. Cada uno muestra generalmente un
aspecto diferente de si mismo a cada uno de esos diferentes grupos. Más de
un adolescente que se muestra reservado delante de sus padres y de sus
profesores, se hace el vivo y habla en lunfardo cuando quiere hacerse el “duro”
frente a sus amigos: no nos mostramos a nuestros chicos como nos mostramos
a nuestros compañero de club, a nuestros clientes, como a nuestros
empleados, y a nuestros empleadores como no mostramos frente a nuestros
íntimos”.
Pero es el mismo James que expone que todo conocimiento es
deambulación entre las cosas y los mundos e introduce el tema de la
exploración del universo pluralista por sus contigüidades y sus juegos de
espejos:
“Hay que salvar este hecho innegable, que el contenido de la experiencia no
tiene solamente una existencia propia y casi inmanente e intrínseca, pero que
cada parte de este contenido destiñe de cierta manera sobre sus vecinos, rinde
cuenta de ella misma u otras, sale de sí para ser sabida, para que así todo el
campo de la experiencia se encuentre totalmente transparente, o constituido
como un espacio que sería llena de espejos”.
Podemos, finalmente recordar que en el Manuel publicado por Robert Park y
Ernest Burgess en 1921, Introduction to the Science of Sociology, el capitulo
sobre la acción colectiva se abre por una presentación que toma por ejemplos
las situaciones ordinarias de co-presencia en una estación de tren o en la
esquina de una calle. La forma la más elemental de conducta colectiva, es
entonces la de “social unrest”, al mismo tiempo que es turbia y de un malestar
relacionado con la co-presencia, agitación confusa y movilidad aparentemente
desordenada. “La importancia de este disturbio es que representa al mismo
tiempo la ruptura con la rutina establecida y una preparación para una nueva
acción colectiva.”
Habremos entendido que se trata siempre de entender las vías de paso (es
decir el va y ven incesante y en los dos sentidos) de la filosofía pragmática a la
sociología de la ciudad y de la experiencia urbana a la experiencia social en
general. O, para ser más preciso, en qué la ciudad es mucho más que un
“contexto” y un terreno, en que abarca una filosofía del universo pluralista, y
como modifica o retrabaja las teorías de la acción colectiva, de la coordinación
de las actividades, de la cooperación o del acuerdo dentro de un universo de
discurso. Dicho de otro modo, el propósito es entender que la circulación y la
locomoción ayudan a la comunicación, lo que las interacciones en estación o
esquina de calle nos dicen de la cooperación y de las transacciones sociales,
en qué hacen énfasis para los estudian el asunto público y las competencia de
una moralidad pública y en qué construyen de otro modo la cuestión del
pluralismo.
En A Pluralitic Universe (1909), W. James describe el universo pluralista
como un universo en el cual las cosas están al borde y donde toda cosa tiene
un medio ambiente externo. “las cosas son “con” otras de diferentes maneras,
dice, pero nada incluye la totalidad y nada domina el conjunto. La palabra “y”
prolonga toda frase”. El pluralismo autoriza las cosas a existir en su forma
singular y de manera distribuida. O también, lo que hace que un “multivers” se
vuelve un “universo”, es el conjunto de las conexiones posibles o mediatas que
resultan del hecho que cada parte esta enlazada con las partes vecinas.
Entonces el monismo nos invita a pensar un universo de implicaciones fuertes,
que no le gusta las conexiones externas entre los fenómenos, el empirismo
radical es un universo de conexiones sueltas (a universe connected loosely)
que corresponde a nuestra experiencia cotidiana.
Davis Lapoujade ha mostrado la relación entre los dos elementos
constitutivos del universo pluralista en James, las dos visiones de la
experiencia. Por una parte un universo en archipiélago, en patchwork donde
cada uno de los mundo es singular y, por otra parte, una concepción del
conocimiento y de la acción como exploración, puesta en red por esa
diversidad (networks). La imaginación pragmática, atenta al cambio y a la
emergencia de los fenómenos (things in the making) es de cierta manera un
“derecho de visita” que se ejerce por partes, por aproximaciones y que explota
los recursos de contigüidad de los mundos entre ellos. Imaginación metonímica
o sintagmática más que metafórica y paradigmática, podríamos decir, si hay
que revivir viejos souvenir de la era de las estructuras.
Entonces la pregunta de los “contagios de las ideas “ no es más solamente
una pregunta psicológica, o de la psicología cognitiva, y el naturalismo puede
tener, como veremos más tarde, otros fundamentos antropológicos. Son las
cosas mismas, es decir las experiencias y los mundos que contemplan. Hay
que pensar más allá de los conflictos de juicio y de la división del self, como
también no hay que contentarse de un reparto del ámbito público en términos
de esferas o de ordenes. Eso tiene consecuencias sobre la manera en la cual
se puede analizar la construcción de problemas públicos porque el análisis no
puede relevar solo una crítica de juicios: debe también entenderse como una
clínica, como se hablaba, en los años 40 de “clínicas de rumores”. Sabemos
como los rumores son también una forma de construcción de públicos y que su
exploración de los diferentes mundos es de una fuerza y de una eficacia
impresionante, hasta dar vuelta las certitudes científicas como damos vuelta
una tortilla.
Podemos decir las cosas de otro modo: mientras que la critica del juicio
publico fundado sobre el reparto de las esferas, órdenes y ciudades, organizan
la pluralidad en lotes; el pluralismo de James ( reuniendo la concepción de los
públicos de Dewey, como lo veremos más tarde) es un pluralismo de alcances.
Es, otra vez, a Deleuze que debemos el juicio pensado como lotes: “elementos
de una doctrina de juicio suponen que los dioses dan lotes a hombres , y que
los hombres, según sus lotes son bueno para tal o tal forma, para tal o tal fin
orgánico. Ahí esta lo esencial del juicio: la existencia entrecortada en lotes, las
afectaciones distribuidas en lotes son llevadas a instancia superiores…Los
hombres juzgan por lo que son estimados sus lotes, y son juzgados por una
forma que confirma o distribuye su pretensión.”
Mientras que un lote es, según el diccionario, la parte de un todo que
compartimos entre varias personas, (lotes iguales y equitables) o también, lo
que toca, lo que el azar, el destino o la naturaleza reserva, el alcance es la
capacidad de carga o la distancia a la cual llega una cosa. Hablamos del
alcance de una voz, de un grito, de una mirada. Decimos que algo esta al
alcance de, fuera del alcance de, para decir que es o no es accesible.
Para eso sirven las masas y el acercamiento entre dos formas de acción
colectiva que son las masas y los públicos, en Tarde y en Park: no sólo a
circunscribir el problema de la sociología y a pedirle de entender los públicos
como formas de contagio sin contacto --- y, por consecuencia, el rol de la
prensa, el misterio de la opinión publica, pero también la forma conversación ---
pero sobre todo, por lo que nos interesa, a captar la dinámica, la plasticidad y la
extensión, la capacidad de los públicos a pasar las fronteras. Y, para
desmarcarse de la psicología individual.