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1.

Conceptes i qüestions
1) El dogma [Walter Kern – Franz-Jose Niemann, El conocimiento teológico, Barcelona, Herder,
1986.]
La palabra “dogma” bien del griego dokein. Dokeo quiere decir “parezco”; dokei significa “parece
bien”. El término dokein tiene una significació n doble: indica, por una parte, creer, opinar; y por la otra,
parecer bien, decidir. De ahí deriva una doble significació n del concepto “dogma” en la antigü edad pagana.
[…]
Igualmente instructivo para el uso lingü ístico del Nuevo Testamento es el verbo dokein, relacionado
con dogma. Porque la forma edoke, emparentada con goma, designa en los Hechos de los apó stoles las
decisiones del concilio de los apó stoles, y concretamente en tres lugares: Act 15,22.25.28. El má s
importante es Act 15,28: edoken to Pneumati to hagio kai hemin (ha parecido bien al Espíritu Santo y a
nosotros). Aquí, dogma o la forma verbal pertinente significa “una instrucció n vinculante en cuestiones de
fe y de costumbres” que se fundamenta en la autoridad del Espíritu Santo y de los apó stoles. De todas
formas no hay motivo para sacer demasiado contendio de este texto. Ciertamente el concilio de los
apó stoles trató de la obligatoriedad de la ley viejotestamentaria para los cristianos venidos de la gentilidad;
y esto no es pura y simplemente una cuestió n disciplinaria. Pero se trata ú nicamente de un solo lugar. En
modo alguno es dogma la denominació n predominante del Nuevo Testamento para las ensañ anzas
principales del cristianismo. Es un concepto marginal que aparece rara vez, pero cuando lo hace va a veces
má s allá del contenido semá ntico de la antigü edad pagana y se refiere también a doctrinas o enseñ anzas
vinculantes en temas de fe y de costumbres.
[…]
Pero el término “dogma” permanece durante toda la patrística bastante desvanecido; los padres de
la Iglesia no definen jamá s lo que piensan exactamente cuando hablan del dogma nostrum catholicum,
jamá s aparece su perfil con bastante claridad. Los padres de la Iglesia toman el término “dogma”, pero son
sumamente sobrios en cuanto a su empleo. Tres motivos explican su manera de proceder: (1) el término
“dogma” continuó siendo utilizado en el mundo profano, sobre todo en el campo jurídico-político, en el
sentido de “edicto imperial”. (2) En su significació n de “doctrina”, el término “dogma” parece encerrar algo
subjetivo, un simple opinar. El término designa en la antigü edad pagana la doctrina de una escuela
filosó fica; y en el cristianismo primero, la doctrina de una escuela teoló gica o también, simplemente, la
opinió n particular de un filó sofo o teó logo. (3) De ahí proviene la proximidad del término “dogma” respecto
del concepto de herejía: se califica como dogma la opinió n privada de una particular o de una determinada
agrupació n. Clemente de Alejandría (m. antes del añ o 215) toma de Sexto Empírico la definició n del
término “herejía” como “inclinació n a una pluralidad de dogmas”. Junto a la proximidad semá ntica de
herejía y dogma –dogma no significa precisamente la doctrina cató lica oficial, sino una opinió n privada- es
interesante observar que aquí una pluralidad de dogmas significa un sistema de doctrinas. Así, los padres
entienden por dogma cualquier tipo de doctrina, no só lo la cató lica oficial; y utilizan el término “dogma”
frecuentemente también para designar concepciones heréticas. Agustín y casi todos los restantes padres de
la Iglesia latinos llaman las herejías, en muchas ocasiones, “dogma”. Y puesto que, de entre los padres de la
Iglesia, Agustín fue el gran maestro del medievo, la escolá stica se adhiere en gran parte a su uso lingü ístico.
Hasta aproximadamente el añ o 1500, dogma significa lisa y llanamente “doctrina”. Un atributo tendrá la
misió n de determinar de qué doctrina se trata, si de la cató lica, de la de un grupo herético o de la de un
filó sofo pagano.
La significació n especial de dogma como verdad de revelació n propuesta de forma vinculante y
autorizada por el magisterio de la Iglesia no ha cristalizado hasta la época moderna. […]
El primero que, después de Vicente de Lerins, practica una delimitació n del vago uso lingü ístico
patrístico y escolá stico, y lo convierte en sinó nimo de verdad de revelació n proclamada de forma
vinculante y autorizada por la Iglesia, con lo que desbroza el camino de los términos de la teología del
Vaticano I y de la de nuestros días, es Melchor Cano. Para él, dogma es (a) una verdad de la revelació n que
la Iglesia (b) ha recibido de los apó stoles y que (c) ha sido definida por el concilio ecuménico o por el papa
o –aquí resuena el sensus fidelium- fue mantenida en la fe, de manera uná nime y constante, por el pueblo de
Dios. Para Cano, la contraposició n del dogma es la herejía (pp. 159-163).
[…]
En su escrito, todavía relativamente temprano, Sobre el desarrollo de la doctrina de la fe, redactado
en el tiempo de la convesió n (1845), indica siete principios que rigen el desarrollo de las doctrinas. […]
La denominació n consecuencia lógica –cuarto criterio- despierta fácilmente asociaciones
equivocadas. Par Newman, el desarrollo de los dogmas es un proceso histó rico, no ló gico. A un desarrollo
de las doctrinas auténtico no le pide que se realice en la forma de una deducció n ló gica; ni siquiera que se
presente en esa manera; pero desde la retrospectiva tiene que ponerse de manifiesto con claridad una
coherencia interna entre los estadios primeros y ú ltimos del desarrollo.
Veinticinco añ os má s tarde, en su obra El asentimiento religioso, Newman suministró el fundamento
de teoría del conocimiento a su teoría del desarrollo de los dogmas. Supone una capacidad de conocimiento
especial, el “sentido ilativo”. Distingue entre consecuencia y consenso. Cuando tengo dos premisas y de
ellas saco la conclusió n, esa consecuencia no es lo mismo que la afirmació n, el assensus, sino que el
asentimiento es un acto nuevo que se apoya ciertamente en la consecuencia, pero en cierto modo
independiente frente a ella. El asentimiento no es un puro apéndice de la conclusió n o de la demostració n
deductiva, sino “reconocimiento de la validez de un conocimiento”. Puedo poner ese acto incluso cuando la
conclusió n no es evidente. El sentido ilativo es la capacidad de la persona para un conocimiento incluso
cuando no se da un entramado estrictamente ló gico de premisas, sino un conjunto de motivos que pueden
provenir de á mbitos muy diversos y que, tomados uno por uno, representan a lo sumo puras
probabilidades. Ese sentido es el presupuesto para los procesos de conocimiento de la vida diaria, donde
no siempre se argumenta de manera estrictamente ló gica, pero, no obstante, se llega a resultados seguros.
Tiene consecuencias también en conocimientos científicos que se producen la mayoría de las veces no
estrictamente segú n silogismos; normalmente, también allí precede una intuició n, una deducció n
espontá nea, a la demostració n formulada, clara y pregnante [= que empuja vivamente a hacer una cosa]
[…] Cada uno por sí mismo tiene que dar el paso que va desde la prudencia hasta los motivos para el
asenso. El conocimiento no es un proceso que se limita a lo racional, sino que interviene en él toda la
personalidad del cognoscente. El asenso depende de la voluntad libre, y con ello también del carácter moral
del que conoce. De ahí que personas diversas juzguen los mismos hechos de distinta manera (pp. 168-174).

2) El cànon del Nou Testament [Walter Kern – Franz-Jose Niemann, El conocimiento teológico,
Barcelona, Herder, 1986 (KN); Xavier Léon-Dufour SJ, Diccionario del Nuevo Testamento, Madrid,
Ediciones Cristiandad, 1977 (LD).]
La lista má s antigua, no de todos, pero sí de algunos escritos del Nuevo Testamento, proviene del
añ o 140, del hereje Marció n; y contiene el evangelio de Lucas y diez cartas de Pablo. En la segunda mitad
del siglo II, el Fragmento de Muratori […] consigna cuatro evangelios, todas las cartas de Pablo, los Hechos
de los apó stoles, el Apocalipsis, la carta de Judas y dos de Juan; faltan la carta a los Hebreos, la de Santiago,
las dos de Pedro y una de Juan. Las dimensiones de nuestro canon actual se impusieron hacia el 400, pero
durante siglos (hasta el añ o 700 aproximadamente) se discutió la inclusió n del Apocalipsis (KN, P. 71).
El manuscrito completo má s antiguo del NT, el Sinaiticus, data del siglo IV. El má s antiguo papiro
íntegro de Juan se remonta al comienzo del siglo III. El papiro má s antiguo de un fragmento data del añ o
135. […] El canon del NT, establecido probablemente en el curso del siglo II, no parece haber sido motivado
explícitamente por el cará cter inspirado de los libros, ni por el hecho de que fueran juzgados ortodoxos, ni
por su atribució n a autores apostó licos, sino por el reconocimiento de que todos y só lo ellos eran recibidos
universalmente en las Iglesias del tiempo (LD, p. 77).
Para el reconocimiento de un libro como canó nico había dos criterios: (a) el origen de un apó stol o
de discípulo de apó stol; (b) que la Iglesia lo utilizara en la liturgia. De esta manera se explica también la
paulatina formació n del canon: diversas Iglesias utilizan diferentes escritos, se los intercambiaron entre sí
y luego surgieron discusiones sobre si un escrito determinado debía ser admitido en el canon o no. {El que
ve ara és important!!!} Porque existen escritos, por ejemplo la primera carta de Clemente, que no fueron
admitidos en el canon a pesar de que son má s antiguos que otros que son considerados como “canó nicos”,
por ejemplo: la segunda carta de Pedro. Hay que entender esto desde un desarrollo paulatino, desde un
proceso de clarificació n dentro de la Iglesia en el que se discutió si un determinado escrito debe ser
considerado como escrito de revelació n o no (KN, pp. 71-72).

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