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Hacia una Semiótica para la Emancipación

¿Qué significa (aquí) Semiótica?

“La manera como se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se
presentan la ciencia entera sobraría.” K. Marx.

No es objetivo de este trabajo presentar una Semiótica reducida a explicarse a sí misma encerrada en
jergas de oscurantismo iluminista. Se trata de poner a la vista (y en acción) un conjunto de “herramientas”
capaces de trasparentar al “signo” como objetivación necesariamente social, histórica y dinámica indisociable
de su base ideológica y de la trama compleja de procesos de significación que operan y contienden en sociedad
bajo el imperativo de la lucha de clases. Y, al mismo tiempo, es objetivo de este trabajo explicar críticamente a
la “herramienta” Semiótica, su importancia y sus límites. Usarla en una praxis emancipadora y ponerla a prueba
mientras pone a prueba las “destrezas” de quien la usa. Se trata de una Semiótica que por su definición y por su
función cobra sentido y produce sentido sólo en clave de lucha. Esto no es un “tutorial”.

La Semiótica tiene, desde siempre, por objeto de estudio los medios y los modos de producción social de
“sentido”. Se la ha definido como “ciencia de los signos” –definición que la limitaría sólo al signo como
producto disociado de la historia y la realidad económica y social sin estatuto científico y sólo como disciplina
especulativo-contemplativa. No es ese el “sentido” que se propone aquí. Cuando se trata de una ciencia de la
producción de sentido que debe desarrollar teoría y práctica para el análisis tanto como para la transformación
del mundo, y que ha de repasar siempre ecríticamente las intereses reales de los autores que la impulsan y la
impulsaron (Saussure y Peirce, de Hjelmslev y Bajtín… entre muchos otros) para consolidar a la Semiótica
como disciplina científica que estudia los sistemas y los procesos (medios y modos) de producción de sentido
(Fabbri, Verón),

Nada ha de quedar impune ni mitificado en nuestra etapa histórica que ha generado una andanada
monstruosa de fetiches mercantiles urgida de fundamentalismos consumistas. Todos seremos sometidos a la
valoración de la Semiótica que alentamos y ponderamos desde los autores de la década de los 1960 con la
Escuela Francesa ( Barthes, Giraud, Benveniste, Lotman y Eco) o la “Escuela Norteamericana” tan próxima al
mundo de los publicistas, por ejemplo. Hoy la Semiótica que necesitamos ha de ser herramienta para la
reflexión y el análisis de los fenómenos sociales, y también para el cuestionamiento de los discursos diseñados
para “naturalizar”, es decir impones, aparatos de sentido culturales e históricos. Y sobre todo para la
transformación del mundo desde su “sentido” humanista más profundo. Ciencia pues para la emancipación de la
significación y del sentido.
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Visto así, se trata de una “herramienta” para la producción de pensamiento crítico al mismo tiempo que
“herramienta” para la transformación científica de la realidad y de los modos y los medios de “producción de
sentido”. Entiéndase, aquí, “sentido” como el componente semántico producido intencionalmente por los
intereses, implícitos o explícitos, que alguien quiere poner en cabeza de otros -con o sin su voluntad- y ayudado
por “vehículos” (medios y modos) o significantes de muy diversa índole.

Esta Semiótica pretende ser una herramienta útil para desmontar todo el tinglado perfeccionado
históricamente para dominar el conocimiento y todas las maneras de enunciarlo. Herramienta para trasparentar
los flujos ideológicos internos, las conveniencias de coyuntura, los efectos alienantes y los condicionamientos
éticos y estéticos que se objetivan en los signos –es decir en la red de signos- con que, a lo largo de la historia
un clase minoritaria y poderosa se ha impuesto a una clase mayoritaria y sometida. Y al mismo tiempo
comprender críticamente qué modelo de producción de sentido emancipador debemos desarrollar para resolver
el reclamo de igualdad que la humanidad necesita, urgentemente, en el campo de las oportunidades y las
condiciones de vida.

Hasta no haber hecho un recuento minucioso de las luchas sociales contra la dominación hegemónica, de
todos los tiempos, y en el marco de la lucha de clase protagonizada por las mayorías para emanciparse de los
modos de producción dominantes, será imposible una Semiótica que se contente con hacer explícitas sólo las
“estructuras” de los signos para ir más allá y explicar sus usos, sus fines y su metamorfosis dialéctica en los
escenarios históricos y las geografías donde han operado. No se puede hablar de Semiótica si no se incluye a los
pueblos originarios y a todos los que han sido excluidos del reino de la significación notoria.

Dos caras de la misma moneda: producir e interpretar. Disputa por la producción de sentido.

Entiéndese aquí por Semiótica o Semiología (semeión logos)1 ese conjunto de procesos del conocimiento
social: dinámicos, objetivos y subjetivos, con que producimos y desciframos, correcta o incorrectamente, el
significado de cuanto nos rodea para objetivarlos en signos y redes de signos de representación. Ese conjunto de
procesos desarrolla productos e interpretaciones de manera desigual y combinada con ayuda de los marcos
culturales predominantes y con la influencia de la ideología (falsa conciencia) de la clase dominante. El ascenso
del concepto hacia la forma objetiva de representarse.

Los productos de ese conjunto de procesos, que son necesariamente sociales, suelen llamarse “signos”,
suelen llamarse “símbolos”, “señales”… para caracterizar funciones diversas y específicas del trabajo de usar

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σημεῖον 'semeion' meaning 'sign' or 'miracle' dicha palabra procede del griego pues está formada por dos vocablos de dicha lengua:
semeion que puede traducirse como “signo” y logos que es sinónimo de “estudio” o “tratado”. Lee todo en: Definición de semiología -
Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/semiologia/#ixzz4IfZ8VCrH
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algo para representar algo. Y en todos los casos opera un ejercicio de poder que mayormente no hace consultas
para objetivar, poner, proponer… significados. Nonos detendremos aquí en revisar sus tipologías.

El concepto Semiótica es también signo objetivo de procesos teórico-metodológicos no siempre


explicados ni explícitos. Desde luego que la propia definición de Semiótica y su comprensión como ciencia no
están exentas de un ejercicio de semiosis cargado con sus propios procesos de significación. No hay signo, ni
ciencia de los signos, ajeno a la lucha de clases. Eso incluye el intento de ponerle nombre de Semiótica y tratar
de construir su significado para el método de producción y análisis de los Signos.

Forma esquemática recurrente, y limitada, para explicar los orígenes de la Semiótica o Semiología. https://es.pinterest.com/pin/515943701032882848/

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Formas y contenidos del signo

Esta Semiótica que aquí se ofrece es posible porque el signo contiene (al menos) un carácter doble: es
objetivación de la realidad y es expresión de una disputa entre conocer y enuncia. No debe separarse la
conciencia del signo y tampoco aislarlo de las contradicciones concretas de las relaciones sociales. Esta
semiótica es una ciencia que se encarga del estudio de la producción social de los signos en la vida social
dividida en clases y todo lo que pueda aportar a una sociedad sin clases, es decir, sin capitalismo. Incluye el
estudio, el análisis de la producción de los signos, tanto lingüísticos como no lingüísticos en su fase alienante y
en su fase emancipadora.

La producción de sentido está estrechamente ligada con las coyunturas sociales y políticas y con la
realidad de las distintas clases sociales cuyas luchas alimentan y estimulan el escenario simbólico. La
producción simbólica siempre ha estado ligada a la lucha de clases y expresa con su riqueza la movilización de
de la humanidad que en su Historia pone en evidencia cómo la producción simbólica opera, también, como
armamento de guerra ideológica. Los teóricos de la producción de sentido han surgido siempre al calor de las
grandes luchas sociales y han desarrollado sus teorías en las décadas de germinación marcadas por las
revoluciones. Eso es muy significativo.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, comenzó un largo periodo de producción teórica respecto a
la producción de sentido y eso ha tenido consecuencias en el desarrollo histórico y ha desarrollado debates muy
serios. Nacieron, por ejemplo, líneas teórico-metodológicas pesimistas e idealistas (como la llamada “Escuela
de Frankfurt”) que quisieron ver en el apogeo de una especie de nueva dictadura de los símbolos no una
amenaza para los pueblos sino una hipotética superación de la modernidad y de la ilustración.

Con la destrucción demencial de las fuerzas productivas -durante la guerra- se fermentó un plan
económico de posguerra necesitado de dominar conciencias de la mano de la resurrección de la
socialdemocracia inyectada por fervores económicos y políticos artífices de espejismos progresistas. Europa
paralizó impulsó aparatos teóricos para degenerar col conocimiento de la realidad, cruda y dura, plagando el
debate científico con parafernalias oportunistas y escapistas de todo tipo. Hacia los años 50 y 60 se pusieron en
boga (nuevamente) las novísimas distorsiones de la realidad de la mano del estructuralismo -Louis Althusser- y
de idealistas existencialistas a granel como el Jean Paul Sartre más conservador. Se relanzo incluso un “Caballo
de Troya” novedosista responsable de traficar espejismos e ilusionismos, tal como lo había previsto Lenin en

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1908 (Materialismo y Empirocriticismo) al estudiar y denunciar las distorsiones a Marx que ofrecían como
“novísimo marxismo” Bogdánov o Lunacharsky.

En respuesta al letargo de las décadas 50 y 60, (sin menospreciar a la revolución Cubana ni expresiones
como el Movimiento de los No Alineados como se verá al final de este trabajo) los años 70 fueron explosivos y
revolucionarios no sólo en Europa, África y Asia sino en América Latina también. Un gran vigor en la
producción de sentido emancipador se enfrentó a maquinarias cada vez más profesionalizadas de operadores
mercantiles y psicológicos dispuestos a controlar hábitos, gustos y conductas de todo tipo en todos los sectores
sociales y con todos los pretextos del mercado, incluso la cultura de la guerra.

Hacia los años 80 y 90 bajo la inclemencia del “modelo neoliberal” y el “Consenso de Washington” las
contradicciones estallaron nuevamente pero fueron campo fértil para el reformismo más cínico, el eclecticismo
y el reino de la ambigüedad “posmodernos” más el idealismo con sus muchos satélites creacionistas,
existencialistas y escapistas. Todos habiendo comprendido que la guerra es también semiótica y empeñados en
dominar latifundios semióticos a manos llenas. Una ofensiva alienante sin precedentes.

Estas tendencias encontraron también terreno propicio en los nuevos dominios de la intelectualidad de
“izquierda” (Think Tanks) que, desconfiando de las masas y desanimada por las campañas mediáticas
globalizadas, se distanció de las luchas sociales para servir al subjetivismo de sus propios intereses
individualistas y mercantiles. Re-editaron la desconfianza contra el poder para ofrecer a la burguesía el nuevo-
viejo gran negocio ideológico de la “anti-política” de la mano de, por ejemplo, Toni Negri, Chantal Mouffe o
Fukuyama. Un golpe ideológico de la post-modernidad para desprestigiar la vocación revolucionaria de los
pueblos y reducirla a “metarelatos históricos”. Hicieron su porpia “semiótica” apocalíptica. Han recibido por
semejante monstruosidad ideológica premios, becas y cargos a granel. De la “matriz ideológica” de la “anti-
política” beben todos los grandes proyectos semióticos dominantes, incluso disfrazándose como críticos agudos
de la sociedad moderna y de sus lacras.

Es la forma de producción predominante en una sociedad, y su grado de desarrollo general, lo que


determina fundamentalmente la llamada “ideología dominante”, su cultura y su sistema político. No son, por lo
tanto, los signos que produce, los que determinan a la Historia sino la realidad concreta de la tenencia de las
herramientas de producción, y las relaciones de producción, lo que determina a la producción de los signos. Tal
producción no es un proceso lineal, sino contradictorio y dinámico en el que se generar cambios significativos
sólo por la fuerza de factores nuevos y del debilitamiento de los factores anteriores que no son indemnes a las
tensiones constantes que los habitan interna y externamente.

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El desarrollo económico y tecnológico amplifica los horizontes de la producción de sentido que juega un
rol fundamental y efectivo en la historia pero los signos, que impactan de manera central, no lo hacen como
factores externos al desarrollo material y concreto sino como objetivación representativa de las relaciones de
producción material. Los signos están subordinados a la realidad material de la que son parte y destino incluso
entre las generalizaciones y abstracciones que las sociedades fijan con base en los objetos y los procesos del
mundo material, que percibimos y que objetivamos con signos y conceptos. Incluso los signos que portan
grados complejos de abstracción y soberanía, se mueven y se transforman producto de las presiones históricas
que van moldeándolos.

Los signos particularizan, generalizan, unifican y ordenan de manera intencional la experiencia social
que es a su vez, como la vida toda, cambiante en su aparente “estabilidad”. Las identidades de los signos se
vertebran con los grupos sociales y las clases que los producen mientras son de utilidad al lugar y el momento
histórico para los que fueron producidos. Ni son autónomos, ni son perenes ni son intocables. Es verdad que se
han creado signos de ambigüedad variable que suelen acomodarse a ideas generales y vagas. Son baluarte de
esta línea los clásicos que aluden a la “democracia”, la “humanidad”, la “patria”, la “solidaridad” o a la
“libertad” y con los que nadie estaría en desacuerdo. Son “políticamente correctos”. Pero esa producción de
sentido vacío pretende ser “independiente” del tiempo y del espacio, de la economía y de la clase social de sus
productores y de sus intérpretes. Son signos vacíos, vagos y polisémicos, aplicables casi a cualquier cosa que
necesita sublimaciones escapistas.

La Semiótica que aquí se expone, entiende que la conciencia humana es extraordinariamente dinámica y
capaz de aprender el rol que juegan los símbolos con que se la domina o se la pretende dominar. Por eso ésta
semiótica no puede contentarse con explicar la “conducta” de los signos, su ontología y sus cualidades…
prefiere explicar el método de producción de sentido que el capitalismo ha desarrollado elevarse desde ahí al
discernimiento y desarrollo del modo de producción (no alienado y no alienante) que la humanidad necesita a
estas horas.

Los pueblos narran sus luchas (también) con imágenes. Una situación revolucionaria ocurra en el
ámbito que ocurra, transforma rápidamente y profundamente los signos dominantes y reclama inmediatamente
la realización de un plan de representación nuevo, adaptado a la dinámica revolucionaria y a la toma de
conciencia de los que luchan. Así ha sido siempre que los pueblos en lucha se manifestaban con imágenes del
enemigo y de sí mismos en combate por el control de los campos simbólicos. Contra el arsenal ideológico y de
símbolos dominantes inyectados a mansalva contra los pueblos, para frenar sus procesos revolucionarios,

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emerge una producción de sentido en la que las luchas se hacen visibles y se hace posible un imaginario que
construye la certeza de que la emancipación es posible.

Los signos no son mágicos, ni super-poderosos, ni fetiches. Tienen límites, tiempos, formatos y
condiciones concretas y cambiantes en el marco ineludible de la lucha de clases. Los problemas principales de
la producción de sentido están hoy estrechamente determinados por el capitalismo: la destrucción de los
ecosistemas y su depredación, la destrucción de las fuerzas productivas, la agresión permanente a la dignidad de
las personas… marcan a fuego todo lo que se produce en el campo de los signos y todo lo que debe combatirse.
Incluso todas las emboscadas reformistas, reconciliatorias y retardatarias ideadas para frenar los caudales
revolucionarios de los pueblos están marcadas por el mismo “signo de los tiempos”.

Una Semiótica para la emancipación debe ser rica en matices y en fundamentos científicos. La
complejidad, de los seres humanos con sus muy diversas condiciones objetivas y subjetivas, exige estrategias
distintas de significación sin excluir la comunidad de intereses y temperamentos comunes en la condición
objetiva de ser humanos explotados. Eso incluye a los períodos de mayor o de menor intensidad de las luchas,
los astillamientos y las desviaciones provocadas por la intromisión del aparato ideológico dominante y sus
armas de guerra ideológica.

Tal Semiótica tiene una doble importancia como fuerza trasformadora que por una parte pretende ser útil
para elevar el nivel de la conciencia con una especial orientación para consolidar la emancipación humana y,
por otra parte, ser instrumento para tomar el control de las herramientas de producción de sentido y planificar
tal producción democráticamente para beneficio de todos. Estas características diferencian a esta Semiótica que
rehúye y combate todo “mecanicismo” porque la capacidad de producción de sentido está siempre mayormente
determinada por las presiones enormes del capitalismo. Así hay fragmentaciones, reflujos, miedos y frenos que
rápidamente se expresan como “derrotas”. Las armas de guerra ideológica contra la humanidad no son un día de
campo que deja los territorios mentales indemnes.

En etapa actual del desarrollo histórico de la humanidad los medios y los modos de producción de
sentido están en franca contradicción con modos y las relaciones de producción existentes. La situación bélica,
mercantilista y humillante no se soporta más y tampoco se soporta el aparato mediático que con que se impone
como la ideología dominante. Hoy es muy claro, aunque no se ha resuelto, lo que implica la producción de
sentido como fuerza dominante que transforman en cadenas mentales. Es esa realidad la que fundamentalmente
propicia las condiciones para una Semiótica útil a la transformación del mundo contra el imperialismo del
mercado y hacia la comunidad emancipada y emancipadora.

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La Batalla de los Contenidos

Nuestras dificultades a la hora de fijar “contenidos”, nuestra desventaja para marcar el rumbo y el ritmo
de las ideas, nuestras limitaciones para ganar la batalla de las “agendas”… sigue siendo una debilidad dolorosa,
desesperante y peligrosa. Pero no invencible. En más de un sentido estamos extraviados, sin método y sin
programa. Nos derrotan los individualismos y lo sectarismos. No logramos saldar ni lo pasos elementales hacia
la unidad de conceptos indispensable para ganar la “Batalla de las Ideas”. Somos presa fácil y recurrente del
empirismo más ciego y emprendemos experiencias diversas al garete de lo que va saliendo o de las ocurrencias
que bajan del cielo. Nos ahoga la improvisación, la desidia, el imperio del gasto corriente y la mansedumbre de
la ineficiencia. Hablemos claro.

Es verdad que al concepto de “contenidos” se le han inoculado (de buena o de mala fe) significados de
lo más diverso hasta constituir, con frecuencia, un galimatías amorfo donde queda sepultada la médula histórica
que los mueve y que no es otra más que la lucha de clases. No hay ideas sin tensiones internas, la dialéctica de
las ideas concita, según su tiempo y su espacio, matices y acepciones diversas que no son ajenas al conflicto
mayor que es su motor histórico: la lucha de clases.

Tenemos, en los escenarios desarrollados por los pueblos en guerra contra “la Ideología de la Clase
Dominante”, el reto de desactivar todas las operaciones enajenantes y sustituir la falsa conciencia burguesa con
las mejores ideas emancipadoras. De cabo arabo ser, en todos los sentidos, artífices de una creatividad sin
precedentes y de un humor inteligente y luminoso. Tenemos la obligación de ser mejores, armados con las
mejores ideas, expresadas de la mejor manera, en el momento oportuno y en todo lugar, gracias a las fortalezas
que dan la moral de lucha revolucionaria, la solvencia (profesional y operativa) más avanzada y una columna
vertebral ético-política capaz de ajustarse a todas los necesidades de una lucha que es muy compleja y es
permanente. ¿Estamos realmente listos?

No importa si se trata de “contenidos” escolares o televisivos, eclesiásticos o deportivos…el capitalismo


ha reducido (no sin ingenio y para su beneficio exclusivo) el problema de los “contenidos” a una ecuación
ideológica dominante que se inicia y se agota en el fanatismo consumista de mercancías, en la acumulación de
capital y en el reino de la “propiedad privada”. Santísima trinidad burguesa que, en un solo sistema social,
activa miles de resoluciones formales (no poco espectaculares algunas… seductoras la mayoría) para reiterar -
hasta la náusea- la omnipresencia del poder burgués. Incluso, con la tecnología más avanzada, tal ecuación
ideológica pertenece todavía a un periodo prehistórico de esclavitud económica, política e intelectual para la
humanidad. Es preciso derrotarlo más temprano que tarde.

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No existen los “contenidos neutros”. Cada libro, cada periódico, cada programa de televisión, cada
página de internet… cada charla, cada mensaje… son medios portadores de contenidos que parten siempre de
un modo de pensar y actuar comprometido, en un momento y lugar específicos, con intereses específicos y en
búsqueda de un interlocutor o un destinatario, próximo o lejano. Quien emite “contenidos” tiene, de origen,
responsabilidades éticas y sociales concretas e ineludibles que, sin atenuantes, marcan el tipo y el tono de la
interlocución que se espera. Cuando con esos “contenidos” se obra irresponsablemente, bajo la premisa de
subestimar al interlocutor o de someterlo a chantajes diversos, usando cualquiera de sus necesidades como
rehén de negociados subterráneos o traficando falacias camufladas de bendiciones, se comete un delito de lesa
información (no tipificado, por ahora). La producción de “contenidos” entraña siempre una responsabilidad
social. ¿Quién la asume?

Hoy es imprescindible la consolidación de métodos científicos para la producción de contenidos.


Contamos con categorías de primer orden que son fuente y motor de un espectro amplísimo de contenidos
nuevos y herramienta inexcusable para corregir contenidos deformados en experiencias anteriores. Por ejemplo:
toda la historia de la humanidad exige hoy un trabajo minucioso de relectura y reordenación de los contenidos
centrales, en cada episodio del desarrollo social. Exige corregir las lecturas deformadas por la ideología
dominante (en cada etapa) y la emancipación inmediata de las verdaderas causas y fuerzas que motorizaron a
las luchas sociales en su emancipación de clase.

Necesitamos, desde luego, los nuevos contenidos educativos liberados de la hegemonía mercantilista, los
nuevos contenidos “periodísticos” liberados de la jauría mercenaria que los usa como máquinas de guerra
ideológica contra los pueblos. No debería haber filósofos desempleados, hay un trabajo inmenso donde, por
ejemplo, la Filosofía debe prestar sus servicios inmediatamente. Hay que desarrollar la metodología científica
para la producción de los contenidos, basada en el materialismo dialectico y en la teoría de la lucha de clases.
Necesitamos escuelas de formación, talleres de entrenamiento, bibliografía nueva, equipos de investigación y
cuadros docentes activados de inmediato. Necesitamos dejar que los procesos democratizadores, que los
procesos revolucionarios, revolucionen, también, los medios y los modos de producción de contenidos porque,
sin cambiar las ideas, nada habremos cambiado. ¿Habrá alguien que escuche?

Un ejemplo; “Guernica” para no olvidar

Reflexiones generales sobre la Guerra Simbólica

El día en que Collin Powel, ex Secretario de Estado norteamericano, defendió el bombardeo que ellos
llamaban "quirúrgico" contra Irak (el 5 de febrero de 2003) colocaron una cortina sobre el Guernica de Picasso,

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situado a la entrada de la sala del Consejo de Seguridad, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU). En esas horas, súbitamente, suspendieron la transmisión televisiva en cadena nacional, para poder tapar
una de las obras cumbre del arte contemporáneo en la que, entre mil cosas, quedó superado el debate en el que
el “arte no se mezcla con la política”.

Picasso pinto ésta obra, homenaje y denuncia, dedicado a Guernica, ciudad sometida a un ataque aéreo
inclemente realizado el 26 de abril de 1937 por la alemana “Legión Cóndor” y la italiana “aboia”, ordenada por
el dictador Francisco Franco. El “Guernica” fue pintado por Pablo Picasso para el pabellón de España en la
Exposición Universal de París de 1937. Esta obra es símbolo de la tragedia, la desolación y la crueldad de la
guerra imperialista y la perversión de los homicidas burgueses.

El día 5 de febrero de 2003 se iba a justificar el ataque a Irak con el Guernica a espaldas de Colin Powel
cuando uno de sus asesores ordenó tapar el Guernica con una tela azul, el color de la ONU. “Es el fondo
apropiado para las cámaras”, explicó Fred Eckhard, portavoz de la ONU. Taparon una obra que simboliza la
lucha por la libertad, contra los horrores de la guerra y sus consecuencias. Picasso había advertido:

«Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los
pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre, sin tratar de
comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Quienes intentan interpretar un
cuadro, casi siempre se equivocan» (1935).

“Guernica” de Picasso es el horror producido por la guerra, que no requiere de muchas explicaciones, es
una forma de combate, con las armas del arte, en contra del nazi-fascismo y del capitalismo. Representa un
“documental” artístico del bombardeo contra el pueblo indefenso de Guernica, refleja el dolor de un pueblo
arrasado por la barbarie, es un grito de libertad, un alegato contra la guerra y sus atrocidades. Posee un complejo
sistema simbólico con profundidades diversas pero no por eso ininteligible.

El “Guernica” de Picasso es un aporte poderoso, de protesta y subversión artística, surgido de la


sensibilidad, libre a toda prueba, de un artista militante que supo sostener sus ideas comunistas como marco
referencial de su producción estética. Incluso para generar debates y evidencias sobre sus contradicciones y las
contradicciones históricas del capitalismo. El arte al servicio de la revolución, no como dogma, sino como
ascenso que contribuye a marcar la separación del arte como experiencia puramente subjetiva o individualista,
para hacerse experiencia objetivadora del sentir social, con base en la sensibilidad, la emoción y la necesidad de
emblematizar un malestar, un grito y una propuesta transformadora del mundo, transformadora del arte y
transformadora de la fuerza de la conciencia... también con las herramientas estéticas.

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Guerrilla Semiótica

La Revolución Humanista de la Comunicación por todos los Medios

No esperaremos a que se desvanezca por sí solo el monstruo mediático de las “mil cabezas”.
Quitémosle, por lo pronto, la base de sustentación que es nuestro cerebro. Ni todas las asimetrías -realmente
existentes- en el escenario de la Guerra Comunicacional planetaria, alcanzan para convencernos de quedarnos
quietos. Para que seamos incapaces de comprender la realidad y transformarla, la burguesía nos atiborra el
cerebro con ilusionismo consumista. Basta. En todas las “ideas” de la clase dominante existen componentes
extorsivos para convencernos, directa o indirectamente, de ser esclavos felices. Ya podríamos desarrollar una
Guerra de Guerrillas2 Semiótica que tuviera por objetivo “asaltar los cielos” de la libre expresión socialista con
una Revolución de la Comunicación por todos los medios. ¿Qué hace falta?

Es falso que nada puede hacerse, es falso que los monopolios son intocables e indemnes, es falso que
nos quede sólo la resignación y el silencio. La estructura toda del capitalismo está plagada con fisuras
originadas por la improvisación y el empirismo de su desarrollo anárquico y dispendioso. Trabajaríamos como
ciegos si asumimos como verdad absoluta esa super mentira (propagada a los cuatro vientos) sobre lo
“intocables” que son los monopolios de la comunicación del capitalismo. Su peor debilidad, la más grande, es la
organización política de los pueblos con fortaleza crítica. Recordemos las audacias teóricas y la Guerrilla
Semiótica de Umberto Eco3.

Podríamos desarrollar un inventario de “fisuras” y “grietas” del capitalismo, medidas por antigüedad,
espesor, profundidad y vulnerabilidad. Podríamos evaluar con qué hacerle más daño a los medios y los modos
que la burguesía emplea contra el pueblo trabajador para embrutecerlo, alienarlo y explotarlo. Podríamos

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“…La "guerra pequeña" o guerrilla -pequeños destacamentos de maniobras independientes unos de otros- procura debilitar y extenuar al
adversario…”. León Trotsky, GUERRILLA Y EJÉRCITO REGULAR: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1919/24vii.htm

3
Referido al artículo de Eco, en el libro “La estrategia de la ilusión”, Lumen/de la Flor, 1987
file:///C:/Users/Fernando/Desktop/para-una-guerrilla-semiologica.pdf
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recorrer las experiencias exitosas y repetirlas, perfeccionándolas. Podríamos, incluso, organizarnos con un solo
plan multiplicado por miles de frentes para cercar a las matrices ideológicas burguesas con una pinza de crítica
aguda, científica, popular y revolucionaria.

Hace falta la audacia, el talento, la claridad política y el sentido de clase que, por ejemplo, Hugo Chávez
desarrolló con su “Aló Presidente”: los recursos mínimos con el máximo resultado semántico y político. Hace
falta la síntesis y el sentido de la Historia que tuvieron las “Tesis de Abril”; hace falta la poesía de Miguel
Hernández, la pasión de Flores Magón; el pundonor de Rodolfo Walsh; la firmeza de John Reed. Hace falta el
clima de las radio-difusoras revolucionarias de Bolivia y las certezas antimonopólicas de las leyes de medios
ensayadas en la Patria Grande. Hace falta la disciplina y la entrega de los medios alternativos y comunitarios.
Por citar algunos ejemplos y fuentes de inspiración moral y ética. Pero, principalmente, hace falta un programa
Revolucionario para la comunicación emancipada y emancipadora. Independencia política en la independencia
semántica.

Con todas esas fuerzas y con las riquezas comunicacionales, desarrolladas históricamente en la
resistencia y en la vanguardia, debemos fundar un programa internacionalista de acción semiótica para
revolucionar íntegramente la producción social de sentido. Derrotar todas las instituciones ideológicas de la
burguesía, sus santorales eclesiásticos, académicos, empresariales y faranduleros… (aunque a veces no se sepa
cuál es cuál). Debemos emancipar a los diccionarios, devolverles su derecho social a la libertad semántica y a la
renovación dialéctica de los significados. Recuperar el derecho a producir sentido libremente bajo el único
acuerdo necesario de ser útil a la emancipación humana y a la superación definitiva del capitalismo. A un
mundo sin clases, sin patrones y sin explotación.

Una Guerra de Guerrillas4 Semiótica ha de operar en los rincones más inhóspitos e inopinados… en las
categorías más invisibles. Zonas aparentemente impenetrables de esa “mentalidad sumisa” que estudió Vicente
Romano. Ahí donde reina una “tradición” entrar a modificar el sentido en clave popular y revolucionaria. Ahí
donde hacen su nido los prejuicios, romper los moldes y re-semantizar los hábitos. Ahí donde las supercherías,
los preconceptos, los dichos y los refranes… esclerotizan ideas con moldes moralistas, fracturar la lógica del
discurso para que desemboque en un imaginario transformador y revolucionario. Ahí donde las idiosincrasias
sancionan vidas y reprimen cambios… detonar los contenedores y limpiar los tóxicos ideológicos que carcomen
la libertad humana. Revolucionar los significados.

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“…Si por guerrilla se entiende, un método de maniobras rápidas y ligeras, de incursiones, súbitas…” León Trotsky, GUERRILLA Y EJÉRCITO
REGULAR: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1919/24vii.htm

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No permitas que los noticieros burgueses te convenzan de odiar a tu propio pueblo. Que nunca más nos
impongan sus definiciones ni sus diccionarios. Cada vez que un noticiero burgués usa la palabra “polémico”
para referirse a un líder social, está induciéndote a que lo veas como amenaza. No te tragues el odio oligarca
como si fuese tuyo. Piensa. El 90% de las matrices ideológicas de los medios burgueses es antipolítica.
Superproducciones, miniseries, noticieros... para des-movilizarte. Todas las veces que un informativo use la
palabra “enfrentamiento” entre luchadores sociales y policías ¡miente!. Es ataque vil pero maquillado. Todos los
días debes defenderte de la ideología dominante: nada que te humille, nada que te duela, nada que te endeude,
nada que te embrutezca. Dignidad. En boca de la derecha la palabra “referéndum” significa odio al pueblo. No
te engañe el democratismo burgués ni su llanto de cocodrilo.

La Guerrilla Semiótica requiere, por ejemplo, bombarderos de precisión para demoler las matrices
ideológicas que obligan a los pueblos a votar en su contra. Hay que ganar la gran batalla contra la infiltración de
ideología burguesa en nuestras propias casas y hasta la cocina. Guerrilla Semiótica significa audacia de la
inteligencia para desmoronar los castillos ideológicos de la clase dominante y derrotarlos con el razonamiento
enamorado de la inteligencia revolucionaria y socialista. Emancipar conciencias. Una Guerrilla Semiótica
requiere de acción emancipadora y multiplicadora en los territorios más invisibles de la conciencia.
Emancipación. Cada quien debe asumir su responsabilidad y su trinchera en la Guerrilla Semiótica. Desmontar
el diccionario del engaño con que nos ha derrotado más que por la fuerza. Tarea urgente.

La Guerra Mediática y los Cambios Dinámicos

Todo escenario de guerra es un nudo de tensiones desiguales y combinadas que cobran fuerza y se
debilitan al fragor de victorias y derrotas que se ven, o que no se ven, según convenga o según se pueda. La
Guerra Mediática, asimétrica, perversa y camuflada... no es distinta. En situación de Guerra Mediática los
errores se notan rápido y operan en contra nuestra de inmediato. Toda información que se confunde, que se
demora, que no llega, que se intercepta o que no produce los efectos previstos, abre fisuras riesgosas, genera
debilidad y permite filtraciones cargadas con peligros incalculables. Las víctimas llegan a adorar a sus
victimarios. En la Guerra Mediática corregir errores rápidamente en una obligación de supervivencia.

Nada es infalible. Incluso las tácticas y las estrategias más meditadas y probadas, suelen sufrir derrotas.
Los tropiezos, en todas metodologías, deben ser parte del presupuesto y cada fracaso hipotético debe contener
variables para su solución y superación en plazos muy cortos. Incluso los aciertos y las victorias, en su carácter
efímero y relativo, deben acompañarse con dispositivos de re-aseguro y duración dialécticos. Todo está en
movimiento permanente y el quietísimo es un peligro siempre.

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Países como Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Cuba y Venezuela que en intensidades diversas, pero
con ataques permanentes, enfrentan una Guerra Mediática sistemática, deben contar con modelos de adaptación
y avance muy dinámico y muy efectivo para dar respuesta a la metralla mediática que los agobia sin reposo.
Deben ensayar estrategias y tácticas -defensivas y ofensivas- que exigen artillerías bien entrenadas y calificadas
para perfeccionar tareas vitales de información, puesta en común, feed back, propaganda, agitación y
orientación política... minuto a minuto. Lo que falla debe ser reparado rápido, lo que triunfa debe ser blindado y
profundizado. Horas perdidas son peligros acumulados y derrotas seguras.

Por impericia, por ignorancia, por lecturas erróneas del escenario de guerra o por burocratismo, se
descuida la lucha y se la banaliza con rutinas desacertadas mientras el enemigo ataca con sus mejores
tecnologías, su mayor creatividad y sus mejores laboratorios de Guerra Psicológica. Cada una de las
herramientas debe ser analizada permanentemente y ninguno de sus dispositivos lógicos puede dejarse al azar o
a la improvisación boba. Todo debe operar con acuerdo a un plan general emancipador y nada puede quedar sin
ser evaluado para que ofrezca su mejor aporte. ¿Existe semejante “plan” emancipador?

Todo parece indicar que para combatir a la Guerra Mediática burguesa predomina en “nuestras filas” la
improvisación, la egolatría, la sordera y el subjetivismo. Que derrochamos recursos y oportunidades de manera
irresponsable y suicida mientras creemos que nuestros formatos y nuestros gustos, sacados de los formatos y
gustos oligarcas, serán suficientes para reducir y superar a la andanada mediática enemiga. Cometemos errores
de errores y hemos llegado a circunstancias muy graves por no haber sabido ni podido contrarrestar la parte de
la Guerra Económica del capitalismo contra los pueblos que se desarrolla en el campo de la “comunicación”.
“En la demora está el peligro”. Decía José Eloy Alfaro.

Y, encima de todo, las buenas y promisorias estrategias que una vez se desarrollaron (aun
incipientemente) sufren hoy por estancamientos y retrocesos de todo tipo y combinación. Por la fuerza de la
rutina y la esclerosis burocrática van pareciéndose cada día más a lo que hacen y dicen, de forma y fondo, los
“medios” enemigos de los pueblos trabajadores. Y no hay quien escuche con sensibilidad comprometida. Se
comprende, quizá, el problema como algo secundario o como algo postergable, si acaso se lo comprende.

Es nuestra prerrogativa y nuestra obligación ofrecer perspectivas críticas, y autocríticas, liberadas de la


palabrería oportunista, didáctica o pedante... purgada de tufos apocalípticos. Es una responsabilidad ética,
propia de la fraternidad revolucionaria, advertir a todos, y a nosotros mismos, las consecuencias de esos errores
que pueden ser terminales y que pueden llevarnos a escenarios infernales. Especialmente cuando nuestra
producción crítica es susceptible de ser usada por los enemigos de clase para golpearnos con sus
tergiversaciones, des-contextuaciones y calumnias de siempre. Pero las precauciones no son frenos. Si la crítica
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científica, que asume su responsabilidad colaborativa, ha de ganarse antipatías, esas serán producto de que
alguna de las partes no entiende que Revolución es necesariamente crítica fraterna. Mucho peor que el enojo de
algunas vanidades es la derrota de todos por los egos de algunos y por las irresponsabilidades en combate.

Hoy hace falta una re-ingeniería integral de todas nuestras herramientas de lucha mediática. Re-inventar
TeleSur, TVES, VIVE, Venezolana de Televisión... Prensa Latina, La Jornada... con acuerdo en un plan
continental de lucha que nos defienda y nos libere de las mentiras imperiales infiltradas a todas horas en las
cabezas y en los corazones de los pueblos. Un plan que nos garantice que la información que nos importa llegue
a donde nos urge. Que los frentes de lucha tengan aseguradas las palestras donde expongan sus principios y sus
fines. Que la denuncia a las canalladas enemigas se propague por todo el mundo y tenga efectividad en la ética
de los pueblos para movilizar a la justicia social. Que conquistemos la prerrogativa de la organización para la
movilización y la acción con el poder donde debe estar que es en el pueblo trabajador. Que nos ayudemos entre
todos a destrabar los flujos y que si alguien nos bloquea hagamos fisuras inmediatas por todas partes para que
nadie se quede sin saber que estamos todos en pie de lucha tratando de unificar todas las luchas contra el
capitalismo... en todo el mundo.

Es urgente una re-ingeniería del método emancipador de contenidos y enriquecedor de experiencias


formales, en una dialéctica poderosa que no pueda ser degollada por burocracia alguna, por el cambio de jefes
ni por aventurerismo de arribistas, oportunistas o trepadores. Es urgente una re-ingeniaría consensuada desde la
semántica hasta la distribución táctica. Hace falta dar ese paso, por fin, que tanto han pedido los líderes más
avanzados y los pueblos en combate. Hace falta tomar la decisión por un Nuevo Orden Mundial de la
Información y de la Comunicación, por la Paz, por los Derechos Humanos… por la Revolución de la
Comunicación que tanto anhelamos, que tanto importa y que tanto nos urge.

Soberanía semántica
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¿En qué pensamos cuando pensamos?

Se trata de asumir la dirección y la producción revolucionaria de las ideas y se trata de impedir su


separación de la práctica. Se trata de ejercer la responsabilidad y el derecho de esculpir, con nuestros propios
cinceles, -y a nuestro gusto- conceptos para la “Batalla de las Ideas”. Se trata de liberar los caudales expresivos;
se trata de la “libertad de expresión” inteligente y transformadora sin ataduras de clase, sin hegemonías de
silencio… sin la ideología de la clase dominante. Se trata, pues, de organizar las agendas al calor de nuestras
luchas y no al servicio del temario depredador con que las oligarquías nos humillan y nos anestesian. No se trata
de hablar -sólo- de lo que se “nos da la gana” sino de ordenar ideas sobre lo que se necesita. Resolver los
problemas de la humanidad comenzando por casa.

Mientras las cabezas estén infestadas con las baratijas intelectuales que implantan los poderes burgueses
en las cabezas de los pueblos, disfrazados de “gustos”, “tradiciones”, “noticieros” o “temas de actualidad”,
reinará un sistema de presión económico-política inyectada con incertidumbres, chantajes y trastadas para la
desinformación y la manipulación de la realidad. Si hubiese Soberanía Semántica se expresaría en confianza
plena sobre las luchas de los trabajadores y no en confianza por el individualismo ni las payasadas de los
“buenos muchachos” burgueses.

Si alcanzáramos la Soberanía Semántica nadie priorizaría el “glamour” del mercantilismo -ni sus
fetiches- y dedicaríamos nuestro mejor tiempo a la creatividad de la lucha, con la lucha y para la lucha.
Hablamos de una revolución mundial de la producción Semántica capaz de ser nueva por ser colectiva,
democrática y revolucionaria. Capaz de complementar a la Soberanía Económica y Política contra la sumisión y
la colonización intelectual para afianzar un método de producción semántica que construya fortalezas en la
lucha unificada por la verdad y contra el capitalismo enemigo común de la especie humana.

Por eso, no contar con Soberanía Semántica es otra expresión de nuestra derrota histórica. Nosotros no
necesitamos temarios “neutrales” de pensadores en abstracto o de nimiedades convertidas en la épica de lo
mediocre… nosotros necesitamos en las bases, científicos y revolucionarios de los contenidos luchando desde
abajo para que nuestros pensamientos fijen postura al lado de los pueblos en la búsqueda inalienable de la
verdad y la construcción necesariamente social de nuestras agendas emancipadas. Necesitamos compromiso
estético y ético para una revolución Semántica con sustancias semióticas muy suculentas. Eso sale de las luchas.

Sin Soberanía Semántica nos manosean el espíritu y nos lo prostituyen. Lo someten una depauperación
de pensamiento y acción donde nos hacen irreconocibles y nos hacen ajenos a nuestras propias identidades. El
enemigo inocula sus idearios, su erudición, sus saberes y sus valores en nosotros para que creamos que son

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superiores, mejores y absolutos y, con ello, destruirnos nuestras agendas de combate. No esperemos
misericordia y menos de las agendas impuestas para anular nuestro pensar libre y obligarnos a hablar y actuar
exactamente como a ellos les place, les conviene y les enriquece. Al margen de los acuerdos o desacuerdos que
se pueda tener con una u otra semántica revolucionaria no hay impedimento para que reconozcamos la urgencia
de la emancipación semántica al calor de la lucha y esa es la clave.

En la industria de los “lavaderos de cerebros” destacan los fanatismos consumistas encadenados a las
leyes del mercado burgués. Por eso importa conocer el calibre de las aberraciones de la moral burguesa que
norma la calidad del pensamiento por el monto de lo que se paga. Nos lavan el cerebro no para el “libre
pensamiento” sino para liberarse ellos de que pensemos libremente. Sometida la semántica luego de someter a
la economía y a la política, caminamos al abismo de la peor crisis de miseria de pensamiento y despojo
intelectual que hubiésemos imaginado… ellos quieren apagar el cerebro de los pueblos, que quede bien lavado
y nos dispongamos a comprar y comprar todo lo que acumula en sus bodegas la crisis de sobreproducción que
nos asfixiará hasta la eternidad si nos quedamos quietos.

Hay tareas de sobra para impulsar la revolución semántica que nos urge en fábricas, sindicatos, escuelas,
debates y tendencias de praxis revolucionarias diversas. Hay ideas y hay acción planetaria que deberá servirnos
para no vivir como plañideras de coyuntura cada vez que nos quedamos “mudos” ante los hechos y ante los
modos con que la oligarquía los interpreta y nos los impone. Por más efectivos que sean nuestros análisis y
reclamos es hora de avanzar hacia la Soberanía Semántica como parte de nuestros programas porque urge
integrar todas nuestras mejores fortalezas en una Revolución Semántica para la unidad y la lucha creadoras de
ideas e ideas creadoras de luchas. Es urgente y es posible en horas en que más se invierte y más se inventa para
dejarnos sin nuestra propia agenda. No repitamos el discurso del “patrón”.

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¿Por qué nos gusta lo que nos gusta?

Semiótica y estética de algunas sinrazones

Paráfrasis inspirada por Simón Bolívar: Por nuestros gustos nos han dominado más que por la fuerza.

Un porcentaje no pequeño de nuestras decisiones y conductas se anima por el “juicio del gusto”. No
pocas veces involucran sentimientos muy profundos. Compras, ventas, matrimonios, partos o sepulturas…
suelen asumirse por un desplante patente o latente del “gusto” que nos impone e inspira un objeto o un sujeto.
¿De qué depende que algo nos guste, nos disguste o deje de gustarnos? ¿Somos, acaso, una especie hedonista y
frágil a la que se ha victimado fácilmente por la vía de seducirla con sus “gustos”, nos guste o no aceptarlo?

También el capitalismo aprendió a dominarnos por nuestros “gustos” y nos enseñó a gustar de la
dominación misma. Luego de chantajearnos por los alimentos, por nuestros miedos, por la vivienda… por lo
básico, el capitalismo entendió que podía vendernos lo que nos place y hacer con la dominación de los “gustos”
un negocio inmenso. Rápido nos educaron para que nos gustaran los “gustos” del patrón, su forma de vida, sus
valores, sus comodidades y su poder. Rápido nos educaron para que dejaran de gustarnos nuestros pares y
comenzaran a ser de nuestro “gusto” todas las personas y las cosas que nacen, crecen y se reproducen en el seno
de la clase que nos explota. Y nos educaron para comprar y comprar todo lo que ellos inventan pero, eso si, con
“gusto”, como el “buen gusto”.

Parece ser factor decisivo ante los “gustos” el -nada infrecuente- componente irracional de sus causas y
sus efectos. ¿Por qué se gasta lo que se gasta en el mundo en juguetes bélicos para niños? ¿Por qué se invierte lo
que se invierte en bebidas alcohólicas, gaseosas y todo género de cotillón para “animar” fiestas o celebraciones
variopintas? ¿Por qué se consume con “gusto” la masa ingente de películas, series televisivas, programas,
música, noticieros y en general mercancías ideológicas burguesas? ¿Por qué la adquisición de ropa, maquillajes
y parafernalia de moda a cualquier costo y con calidades dudosas? ¿Por qué nos gusta endeudarnos, por qué nos
gusta embrutecernos, por qué nos gusta pelearnos?

Y a pesar de todos los enigmas que rodean al “juicio del gusto” (es decir a nuestra capacidad de afirmar
o negar algo sobre lo que nos gusta) nada de lo que se diga sobre los “gustos” está exento de la lucha de clases
ni de la influencia histórica que imprime, en toda conducta, la ideología de la clase dominante. Simplismos al
margen. En el objeto o sujeto de nuestros “gustos” o disgustos se objetiva la escala completa de lo que sabemos
y de lo que ignoramos. Todos nuestros parámetros se cimbran. ¿Lo que nos gusta o disgusta proviene de lo que
nos enseñaron en casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia o en la tele? ¿Nos “gusta” sólo aquello que

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conocemos o lo que desconocemos también, nos gusta lo que les gusta a todos o lo que nos hace distintos? ¿Nos
gustan las combinaciones, las mezclas o las ambigüedades? ¿De dónde sacamos que nos gusta lo que nos gusta?

Y más complejo es saber por qué nos “gusta” lo que nos daña. Por qué aceptamos con gusto hacer, decir,
pensar e imponer como modelos de vida “gustos” cuya consecuencia -de corto o largo plazo- será algún daño a
la salud, a las relaciones sociales, a la política o al planeta entero. ¿Nos gustan las películas de Hollywood, las
telenovelas, las tele-series, fumar, alcoholizarnos, drogarnos… financiar dependencias de todo tipo y contribuir
a enriquecer mafias a granel?

Por colmo, transferimos “gustos” a nuestros hijos o amigos porque esa transferencia es un ejercicio de
poder con el que hacemos reinar la parte más individualista de nuestra “estética” que, por cierto, suele no ser tan
individual como creemos. Por una y muchas razones la crítica a los “gustos” suele tomarse como una agresión
que ofende fibras muy sensibles y suele irritarnos hasta lo irreconciliable. Incluso quedan aun zonas de pudor
que se lastiman cuando alguien descubre algo que nos gusta y que nos es difícil de aceptar. De ese alguien se
espera la complicidad y silencio con que se forjan asociaciones estéticas que incluyen, no sin frecuencia,
alianzas patológicas en sentidos varios. Adictos se les llama. ¿Por puro “gusto”?

En el almacén demencial de mercancías -que el capitalismo nos impuso como si fuese la vida misma-
abarrotado con no pocos objetos inalcanzables e inútiles, se impuso un criterio resbaloso para impulsar el
consumismo a destajo y ese criterio se funda en el “gusto”. Se compra el televisor que “gusta” para ver los
programas que “gustan” y toda la publicidad que “gusta” a un pueblo anestesiado con “gustos” de mercado y
estética de clase. Se compra la licuadora que “gusta”, el abrigo, las cucharas, los muebles… y principalmente el
“status”, lo distintivo, la plataforma ideológica que facilita la ilusión de pertenencia al mundo del patrón y al
universo de sus “gustos”. Cueste lo que cueste.

La dictadura de los “gustos” es una batalla económica y es una batalla ideológica. Los “gustos” son
metralla letal de las máquinas de guerra ideológica. Todo junto y en simultáneo. Se mueven en el seno de esa
dominación las intenciones más perversas tanto como las ingenuidades más asombrosas. Y es verdad que no
todo esta milimétricamente calculado cuando se imponen los “gustos” más rentables y que hay un grado de
apuesta que la burguesía asume como riesgo a la hora de invertir en “gustos” nuevos para millones de
consumidores. No olvidemos que en la producción de “gustos” oligarcas la masificación es indispensable
porque es vital para el negocio. Y eso ha generado sus “gustos” particulares y sus cánones ideológicos que
norman, por ejemplo, la lógica, la ética y la estética mercenaria de los publicistas. Excepciones salvadas.

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Es un imperativo de nuestro tiempo desarrollar corrientes científicas especializadas en la crítica y la
revolución de los “gustos”. Mientras el a-criticismo cuente con la justificación y la envoltura de los “gustos”
para esconder y para eludir todo análisis -y transformación- serio, tenderemos a hundir buena parte de nuestros
problemas en los pantanos del subjetivismo y el relativismo “placentero” más inmovilizantes. La justificación
“porque me gusta” no siempre es la mejor en sinnúmero de casos.

También es verdad que existe una zona de los “gustos” (la más promisoria sin duda) que, bajo ciertas
condiciones especiales, logra escapar al imperio ideológico burgués (como en el caso, no exclusivo, de algunas
experiencias artísticas) y está claro que se trata de episodios no ordinarios y difíciles de multiplicar mientras
estemos dominados por el capitalismo. No hay peor enemigo del arte emancipador que el capitalismo. La
complejidad de la estética en los seres humanos admite -en sus expresiones menos contaminadas- un ejercicio
de emancipación o de libertad que tiene deparadas muchas promesas a la revolución social que terminará con el
capitalismo en lo objetivo y en lo subjetivo. Pero no esperaremos a la muerte del capitalismo para insistir en la
necesidad de la educación del “gusto” (su re-educación) y eso requiere de riqueza de conocimientos y
experiencias, diversidad amplitud y hondura con moral y ética del placer no basadas en someter a los seres
humanos. Re-educación que es trabajo especializado que reclama su espacio en los frentes de lucha (de la
praxis) porque es ahí, mejor que en cualquier otro lugar, donde lo que nos “gusta” logrará sintetizarse con lo
que necesitamos y logrará transformarse para dejar de ser -el “gusto”- un embriagante placentero para
convertirse en una fuerza emancipadora. Esa es la escuela de la lucha y así son las alquimias de la revolución.

¿Por qué la Ética no es Noticia?

A pesar de que la Industria de la Guerra campea impúdica e impune por todo el planeta, ninguna de las
corrientes y definiciones “al uso” de la Ética ocupa las “primeras planas” de la prensa. Salvo episodios de
conveniencia comercial, para temas mayormente intrascendentes, la Ética y sus comités son materia de olvido
sistemático. Eso expresa con toda claridad qué realmente le interesa a la ideología de la clase dominante
enemiga acérrima de la vida, del planeta, de la honestidad y de la verdad. Arte paradojal de licuar valores
sociales con silencio propagandista. Y lo pasan por la tele.

Urge esclarecer los innumerables problemas que la Industria de la Guerra que nos ha impuesto. Urge la
crítica sobre los valores belicistas y su violencia como praxis hegemónica global. Y también urge un mundo en
Paz y con Ética nueva como ciencia indispensable para el análisis científico del conjunto de las relaciones
sociales, sus penurias, sus contradicciones y sus planes de salida del Capitalismo. Ciencia Ética con rigor
teórico, creatividad y búsqueda de nuevos horizontes pero con fidelidad a lo mejor del espíritu de los clásicos,

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de la Ética emancipadora que debe servir a la humanidad frente a las aberraciones macabras de la Industria de la
Guerra en “tiempo real”.

No vamos a enloquecer a pesar de lo irracional de la “modernidad” maquillada con desarrollo tecno-


científico mercantil insaciable; anárquico, inequitativo, anti-democrático, gobernado por la mediática
monopólica, el secuestro de la economía, la privatización y transnacionalización de los monopolios productivos.
El desempleo descarnado, la esclavitud y la humillación de millones de personas sometidas a los caprichos del
mercado, a las aberraciones de la propiedad privada y a la acumulación del capital, mundialmente.

La Ética hoy, que no es “noticia”, es una necesidad prioritaria contra las matazones de un negocio
apocalíptico. Vivimos una época urgida de libertad, igualdad y fraternidad contra la irracionalidad del negocio
de la Guerra. La Ética no es “cabecera” de los diarios como vía para la realización de un nuevo paradigma de
relaciones sociales. No es noticia la Ética dirigida a emancipar toda la vida intelectual desde la esfera de las
ciencias –también- para nutrirse con esperanzas y credibilidad nueva producto de su propia praxis bajo el
conjunto de condiciones concretas que se desarrollan en el período histórico actual.

Es que el desafío de la Ética contra la lógica del mercado bélico no es la negación de las relaciones
económicas sino su control socializado con justicia social y contra la versión burguesa que no toma en cuenta el
desarrollo armónico de las naciones ni le importa la pobreza extrema que hoy existe por la explotación feroz y
el secuestro de la plusvalía cada día más cínico e impune. La Industria de la Guerra (perogrulladas aparte) no
conduce sino al colapso de la vida toda. Es una industria que todo lo convierte en mercancía destructiva para
derrotar, también, a los valores en sus condiciones actuales de existencia y demoler lo racional para manipular
en clave alienante todas las potencialidades humanas. No es ocioso exigir los aportes de la Ética para crear un
mundo nuevo, el mundo de lo social y de la dignidad humana, lo mismo individual que colectiva. La
reivindicación de la Ética es un clamor humano, que exige su realización política para la comprensión crítica y
la superación de la sociedad capitalista sus procesos políticos, económicos y morales. Ética en defensa de la
Humanidad.

Siendo como es la Industria de la Guerra, la actividad económica más fuerte del planeta y que no sólo
implica la fabricación de armas sino el desarrollo de especialidades médicas, textiles, químicas, físicas… la
Ética que necesitamos es la del espíritu crítico para defender el derecho a discrepar de la muerte impuesta, para
asegúranos valores en la participación y en la socialización en nuevas vías revolucionarias hasta devolvernos el
derecho al desarrollo de la creatividad y forjar una nueva sociedad. Ya que la Ética se ha quedado con “poco
público” en los mass media dominantes, una tarea urgente es lograr que el trabajo humano recobre su verdadero

22
sentido humano y que la Ética sea el medio de satisfacer una alta necesidad de dirección revolucionaria y no un
simple medio de juicios individualistas, relativistas y universalistas.

Hoy más que nunca el papel de la Ética es rejuvenecerse como herramienta social, como forma de la
praxis transformadora del mundo y contribuya a elevar la conciencia de la realidad para ser útil en la
construcción de una nueva sociedad. Muchas verdades burguesas se han venido a tierra, cientos de dispositivos
ideológicos de clase no han resistido el contraste con la realidad y algunas esperanzas oligarcas se hayan
desvanecido bajo el soplete de la lucha de clases. No obstante el negocio de la Guerra sigue intacto.
Reclamemos con insistencia una Ética para la supervivencia de la humanidad.

Nos urge una Ética como herramienta de análisis científico que no sea a-política, que no sea indiferente
al conflicto histórico entre las clases sociales y que no sea sólo para la contemplación. Ética con carácter
histórico para responder a las necesidades concretas en expresión normativa y dialéctica, que entrañe la crítica
al capitalismo y resalte los valores de comportamiento práctico para convertir en transformación real la lucha.
Ética imbricada con la praxis para la crítica de lo existente, concretamente del capitalismo, y crítica de todos los
males sociales engendrados por él. Ética para la acción directa en lo “deseable, lo posible y lo realizable”.
Sánchez Vázquez dixit.

Es verdad que la Ética por sí misma no garantiza que la transformación del mundo se cumpla, pero ese
es su reto si pretende ser Ética nueva como programa humanista que no quede en ilusión, imposible de realizar,
en una entelequia o en un fracaso. Ética para los actos organizados y efectivos que se dirijan a la práctica y, en
particular, para resolver la crisis de dirección revolucionaria que es determinante hasta hoy.

Contra toda ética camaleónico-reformista de fuente subjetivista, consumista o individualista… contra los
antivalores de la esclavitud de cuerpos y conciencias, contra el inmediatismo relativista, contra el empirismo y
contra el criticismo… la Ética para la emancipación es más necesaria que nunca porque el capitalismo, en su
expresión como Industria de la Guerra, no hace más que empeorarlo todo incesantemente. El capitalismo no es
eterno por eso la perspectiva de una Ética renovada “necesaria, deseable y posible” es cada día más una
urgencia para el presente. No podemos seguir esperando, estamos bajo la metralla y bajo los bombardeos que
son letales y que son un gran negocio burgués. Hay que hacer visible lo que no se aunque esté a la vista.

Entender o no entender… ese es el dilema

La guerra mediática

“Estamos a tiempo”.
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Pronunció Walter Martínez [1] el “Discurso de Orden” [2] en la entrega de los premios de periodismo
2016 en la República Bolivariana de Venezuela. Walter fue receptor de tal premio, una vez más, por sus aportes
al periodismo latinoamericano y a la “batalla de las ideas”, también con herramientas de comunicación e incluso
dentro de los llamados mass media. Es imposible reseñar el total de los temas tratados en tal discurso, pero es
indispensable subrayar uno de ellos que es preocupación permanente de Martínez y tema obligado para un
continente acosado por las bases militares y las “bases mediáticas” que operan con toda impunidad e impudicia:
La guerra mediática o de "cuarta generación”. En “pleno desarrollo” (Walter Martínez Ipse dixit).

Lo que en la ceremonia de premiación tuvo formato de “conferencia magistral”, cumplió con volver a
martillar sobre un yunque de principios y de acciones donde es necesario labrar el plan conjunto de los pueblos
revolucionarios hacia un frente de unidad para la defensa y para la vanguardia de la comunicación emancipada
y emancipadora. La guerra mediática no es una ficción de mentes conspirativas, no es una pesadilla hija de la
indigestión, no es un ataque paranoico ni es un destilado de morbos pensados para vender miedos rentables.
Aunque a no pocos les parezca exagerado, inverosímil o inaceptable.

Todas las formas del énfasis y todas las tácticas y estrategias discursivas (pertinentes al formato
expositivo desplegado por Walter Martínez) fueron usadas para abrir cabezas y despejar nubarrones… la guerra
mediática está en marcha y sólo faltó tomar por las solapas a los asistentes y sacudirlos para reiterar lo urgente y
alarmante de la situación enredada con nuestras debilidades y nuestras confusiones que, a granel, generan
frenos, desvíos y extravíos costosos, peligrosos y suicidas. Una y otra vez el acento en el discurso de Walter
Martínez tuvo referencias en las fuentes de información militar pero fue escrupuloso en esclarecer la
importancia excluyente la amalgama cívico-militar, de la movilización popular y su carácter revolucionario
inspirado por las ideas y la práctica de Hugo Chávez y su apuesta por el socialismo.

En ese discurso no hubo tiempo suficiente para profundizar, eso lo advirtió el propio Walter desde el
principio y su advertencia no fue un simple gesto de cortesía, por el contrario, fue una ventana al realmente
enorme problema y un alerta pertinaz para entender la dimensión exacta de una guerra super-dinámica que se
nos va de las manos, se nos va de la vista se nos va y nos inunda incluso cuando nos “entretenemos” con la
“tele”. Y más allá de las limitaciones del tiempo y de propio formato de la exposición, quedó bien claro que es
urgente asumir esa guerra mediática como una prioridad de investigación y como urgencia de acción en
momentos en que se llenan los imaginarios con el terrorismo mediático basado, por ejemplo, en convencernos
de que la década ganada llegó a su “fin de ciclo”. Que la revolución no es permanente.

Aunque parezca increíble, a pesar de las miles de evidencias y consecuencias que la guerra mediática ha
tatuado en nuestra historia reciente, todavía no es materia obligatoria ni agenda prioritaria en los centros de
24
enseñanza ni en los frentes de lucha. Exculpemos a las excepciones. Todavía es necesario tocar miles de puertas
y no pocas veces soportar algunos gestos de fastidio por insistir en la obligación de tomar en serio todo plan de
ataque mediático para saquearnos y explotarnos mientras nos convencen de que lo “hacen por nuestro bien” y
de que debemos estar agradecidos cuando nos humillan y cuando nos ahogan con mentiras, ignorancia e
ideología chatarra. Historia, por cierto, nada nueva.

No entender la importancia de la guerra mediática, no comprender su extensión y duración, sus


escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas, sus escuelas, sus tradiciones
teóricas, sus bibliotecas y sus centros de investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará
margen de lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que no. Eso lo sabe
Walter Martínez y por eso insiste, como se debe, en hacer de su insistencia militancia y persistencia que, con su
estilo y con su historia, abre oídos donde otros no pueden.

No entender la importancia de la guerra mediática, no combatirla y no derrotarla, pone en evidencia un


flanco débil, un descuido, una banalización o una falta de conciencia que no podemos permitirnos más tiempo.
No nos ha servido la improvisación, no nos ha servido el voluntarismo, no nos ha servido el auto-halago, no nos
ha servido el empirismo… ya nos han derrotado incesantemente. Los pueblos cuentan con fuerzas inmensas
para ganar la guerra mediática, hay muchas experiencias y muchas ansias sólo nos falta derrotar la des-
organización y la crisis de dirección. Es verdad “estamos a tiempo” y por eso no hay tiempo que perder.

Notas

[1] 27 de junio 2016 Salón Ayacucho Palacio de Miraflores, Venezuela.

[2] https://www.youtube.com/watch?v=T3l1tmHfWIA

La semiótica no es un campo indemne en la disputa del sentido


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Eso que llaman “noticieros” (en las máquinas de guerra ideológica llamadas “mass media”) son unidades
de combate en la disputa semiótica que el capitalismo impone para deformar y manipular la realidad su
conocimiento y su enunciación. La garantía de éxito radica en la lógica de los monopolios y en la repetición -
hasta la náusea- del canon de estulticia refinado con chatarra ideológica. Silenciar a todos para imponer una sola
voz. Formatear cerebros con moldes de mansedumbre. ¿Quiere el enemigo de clase mantenernos bien
informados? ¿Para qué? ¿Según quién?

Todavía cuesta trabajo (a no pocos) aceptar que vivimos bajo los proyectiles ideológicos de una guerra
mediática, incesante y multifacética, abierta de “par en par” para hacernos aceptar, sin reparos, el mundo como
nos los imponen… para obligarnos a financiar sus maquinarias de mentiras y aceptarlos con aplausos y
sumisión desde el alma. Aunque es verdad que los destinatarios no son “robot” que acepta linealmente toda
basura que le impone, es igualmente cierto que la mentalidad de los pueblos está secuestrada entre jaulas de
falacias monopólicas donde el pensamiento crítico se persigue, se sataniza y se ridiculiza. Es, tal cual, una
guerra asimétrica. Y desde luego no se ignora que las masas están fermentando, también, su emancipación
informativa. No aceptar que se trata de una Guerra nos condena a la ignominia y al silencio.

Dicho de otro modo, la complejidad semiótica de las noticias burguesas radica en la sofisticación
ideológica y tecnológica de las mentiras y las calumnias tejidas con protagonistas de ocasión y blindaje de sus
(por definición) corruptelas de forma y fondo. Su “maná” es el linchamiento de los líderes sociales y la
neutralización de las movilizaciones populares. Es su orgasmo represor consuetudinario. Pagan mucho dinero
por lograr eso. Y todo es reductible a la mercancía (las propias noticias lo son) en su mercado de competencias
que a fuego abierto, con horarios precisos, disparan contra la población hasta derrumbar todo bastión
democratizador del derecho a la información y a la comunicación. Una “tomografía computada” de las noticias
deja ver el catálogo completo de las taras con que se fabrica el “equilibrio” informativo que siempre se cae
hacia la derecha.

Esa disputa por la producción de sentido en las “noticias” tiene ingredientes que se repiten al antojo de
los escenarios en los que se lucha para reprimir u omitir al enemigo de clase que incomode al libre ejercicio del
hurto contra el producto del trabajo. Es producto barnizado con alguna fuente de ilusionismo, individualismo y
egolatría burguesa; teñido por la moral de la propiedad privada y de su fetiche multiforme en las mercancías. Es
un gran ejército para defensa de la propiedad privada.

Si la noticia burguesa sirve para algo eso se reduce a convertirlas en expedientes de canalladas serviles
al interés más aberrante y no importa que se trate de “noticias del espectáculo”, “noticias rojas”, “deportivas”…
junto a su ser mercantil que se basa en su poder de espejismo distorsivo siempre. Sólo se salva el éxito burgués,
26
sus dueños y sus sirvientes. Todo lo demás es carne del infierno dantesco en el que el proletariado ha de batirse
entre detritus de “periodistas”. Cada día todas las horas. Y sentir la satisfacción de “estar bien informado” por el
enemigo de clase.

A mañana tarde y noche la disputa (la guerra noticiosa) por dominar las herramientas de producción de
sentido se nutre con misiles de táctica y estrategia burguesa. Quede eso bien claro. Ninguna semiótica que se
precie, ha de estar al margen de esta guerra y de su alma mater la lucha de clases camuflada como “noticia”. No
hay duda. La ética burguesa es rigurosa y no tiene fronteras. Especialmente en el campo de las ganancias. Sus
más destacados adalides son los que más pagan por mentir y los que más se aplauden a sí mismos. Incluso con
premios y ovaciones académicas de mercado. Cumplen con su deber disciplinadamente, como soldados cuya
precisión de ataque y odio de clase se entretejen para mostrarse “ecuánimes”, “informados”, “neutrales” y
“profesionales”. En el alma de la noticia, en su estructura interna la mentalidad burguesa sólo aspira a dar un
golpe certero, un crimen perfecto, una puñalada ideológica que anule al destinatario. Que esconda la lucha de
clases y haga invisible toda fuerza transformadora en manos de los pueblos revolucionarios. La forma y el
género son sólo coartadas para desplegar munición y asegurarse territorios de todo tipo.

En esto tenemos mucho por hacer comenzando por reconocer nuestras debilidades revolucionarias en
materia de producción de información. Es frente concreto de batalla la batalla de las ideas emancipadoras de las
noticias. Es frente concreto desmontar sus diccionarios y sus vocabularios, mayormente tributarios de
anglicismos léxicos e ideológicos. Es frente de disputa la sintaxis, el orden de las ideas, los valores y las
prioridades para la acción y las formas de enunciar la transformación del mundo y al mundo mismo en todos sus
espacios. Contra la sintaxis paupérrima con que la burguesía pregona sus verdades de escuelita bobalicona y
contra la pedantería de los dueños del dinero. Tenemos el desafío de romper el cerco monopólico que viola
todos los preceptos y leyes del mundo incluidas las leyes de comunicación que creó Ecuador, Venezuela y
Argentina, que se atrevieron a soñar la democratización de los medios y la desmonopolización de sus feudos
“mediáticos”. Eso sí es noticia.

Metástasis de las ignominias: premeditación, alevosía, ventaja y masividad

Linchamiento mediático

Una de las cualidades más perversas del “linchamiento mediático” radica en su impunidad pública
masificada. No hay retorno. Las calumnias, las mentiras, los rumores, los chismes… las pruebas falsas y en
general todas las agresiones previstas por los códigos civiles y penales, cobran virulencias especiales cuando se
producen en público, sin fronteras y ni mesura posible. Nadie puede reparar un daño que hace metástasis fácil

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en un caldo de cultivo prefabricado, abonado con morbo, impudicia e impunidad sistémicas. Tal como es el
capitalismo todo y sus especialistas del linchamiento. Nadie está a salvo.

Algunos creen que la figura jurídica del “linchamiento mediático” es una exageración que no cuenta con
sustento legal suficiente. Algunos creen que es imposible sancionar a los linchadores sin rozar, o lesionar, la
“libertad de expresión” en alguna de sus variedades liberalistas. No faltan los que rechazan radicalmente el
“linchamiento mediático”, con pretextos incluso filológicos, para rechazar íntegramente los cuerpos legales que
lo tipifican.

Hay casos a granel, no sólo para demostrar la génesis y las consecuencias de un episodio de
“linchamiento mediático”, sino para exigir que se lo estudie y profundice, con deslindes de responsabilidades y
sanciones, atándolas siempre a la reparación exhaustiva y pública del daño. Especialmente cuando se lincha a
los líderes de movimientos políticos o partidos democráticos. Justicia social, pues. Hoy es imposible cuantificar
y cualificar el daño producido por el “linchamiento mediático” a Fidel Castro, Hugo Chávez, Cristina
Fernández, Evo Morales, Rafael Correa… e incluso contra países enteros como Cuba Revolucionaria. Si CNN,
“El País” de España o “The Guardian”… tuviesen que reparar el daño hecho al prestigio, la obra y las tareas de
esos líderes… reparación íntegra en su profundidad y extensión, debido a las falsedades mediáticas,
defraudaciones periodísticas, tergiversaciones televisivas… hechas con premeditación, alevosía y ventaja (entre
otras muchas decenas de conductas delincuenciales) no alcanzarían los espacios ni los tiempos para “reparar el
daño”

Junto a las agravantes de la premeditación, la alevosía y la ventaja, el “linchamiento mediático” contiene


el agravante, además, de ser delito cometido en público, con difusión masiva y con profundidad y extensión
mayormente incalculables. Daña a la víctima en círculos sociales próximos y lejanos. Sin retorno. Un delito
cometido en público, y masificado con herramientas cuya capacidad de propagación puede dañar en calidad y
en cantidad los valores, los principios y las conductas de las víctimas; funda una pedagogía criminal que tiende
a empeorar por la impunidad efectiva que se deriva de la imposibilidad de reparar el daño.

La asociación de los términos “linchamiento” y “medios” sirve para afianzar una categoría delincuencial
nueva que no está exenta de antecedentes. La distinción dura producida por la asociación de los términos no
descansa en su fuerza “metafórica” ni “literaria” (como pretenden algunos reduccionismos de alquiler) esos
conceptos dejan de ser lo que son de manera separada para, unidos, revelar el territorio nefasto de una forma
delincuencial propia de la expansión tecnológica, su multi-presencia y los intereses subyacentes en usarla para
fines aviesos, descalificatorios y criminales.

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Las víctimas no tienen defensa efectiva ni suficiente. No sabe con exactitud quiénes ni cuántos
conspiraron. No sabe con precisión cuántos medios participan ni hasta dónde se expande el daño. No hay
políticas de corto, mediano y largo plazo para resarcir ni sancionar. Tampoco se sabe a cuántos debe
sancionarse si se hicieron cómplices de una calumnia, por ejemplo. La víctima queda marcada de por vida. Un
ejemplo de “linchamiento mediático” es el propio concepto de “linchamiento mediático”.

No menos terrible es el peso de la premeditación especializada que se fabrica en los laboratorios de


guerra psicológica profesionales de la siembra de zozobra, miedo, depresión y descrédito a mansalva contra
personas, países, decisiones democráticas o proyectos revolucionarios. Basta con ver la portada del diario
español “El País” con la imagen que atribuyeron al presidente venezolano en un quirófano. Operaciones
golpistas. “…planificado, conociendo las posibles consecuencias del acto y abusando de una posición de
ventaja”.

Cuando alguien incita, con algún medio de comunicación, a una masa (incuantificable) a juzgar y dar
por verdadero un dicho o hecho del que no hubo debido proceso jurídico, e instala, con ese juicio, expresiones o
conductas que dañan la reputación, el estado de ánimo o las relaciones sociales de alguien, el delito que comete
el linchador originario se replica en todos aquellos que participan y se convierten en cómplices (y en víctimas
de engaño también) con grados diversos.

Pero la escala más dañina del “linchamiento mediático”, por su perversión y volumen, no está en sus
tufos golpistas y magnicidas, está en su capacidad de infiltrarse como cultura de la descalificación, como hábito
de la marginación impune o como tradición inamovible, reservada para los poderosos cuando se les viene en
gana satanizar a una persona, a un movimiento político o una revolución social para anular su pensamiento y
encadenarlo a un cepo de mentiras, ridiculizaciones y falacias degradantes. Con ayuda de conglomerados
mediáticos burgueses. A “voz en cuello” y a los “cuatro vientos”.

Está claro que en una situación de guerra, también mediática, entre clases sociales, el papel y el valor de
un cuerpo jurídico es relativo al nivel de las tensiones de clase y que sólo presta utilidad mientas exista alguna
tarea democrática que la burguesía deba agotar antes de su desaparición. Eso no impide que se estudie la
categoría “linchamiento mediático” y se la use como camino hacia la demostración palmaria de todas las
canalladas que el capitalismo es capaz de idear para atacar a la clase trabajadora, no sólo en el campo objetivo
de la plusvalía sino, también en el de la “plusvalía ideológica” y la subjetividad. Objetivamente.

No está de más recordar, cuando uno explora territorios de Justicia Social, que la única fuerza capaz de
resarcir a los pueblos (contra toda la parafernalia de los miles de “linchamientos mediáticos” perpetrados

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cotidianamente), es la Revolución Socialista y Científica que han de impulsar los pueblos para los pueblos, sin
concesiones reconciliatorias, sin camaleonismo reformista y sin burocratismo bacteriológico. Mientras tanto
podrá ser usada en su contra toda herramienta de lucha que permita derrotar (toda o en partes) la ideología (y las
prácticas) de la clase dominante. El “linchamiento mediático” debe ser sancionado legal y políticamente de
inmediato. Observen este caso de “linchamiento” del “gobierno” mexicano servil a los intereses oligárquicos y a
TELEVISA: “Denuncia campaña de linchamiento del gobierno federal contra los maestros disidentes”… “Los
medios, salvo honrosas excepciones, están justificando la represión de manera irresponsable. Es lamentable que
conductores de radio, televisión y otros periodistas estén alentando la represión. Yo les diría que se serenen, que
se tranquilicen. Los docentes tienen derecho a defenderse, es su legítimo derecho”.
http://www.jornada.unam.mx/2013/08/26/politica/010n1pol

Reformismo (también) en los lenguajes audiovisuales

“¿Qué hay de nuevo doc?”

Victimado por el novedosísmo de mercado el “lenguaje audiovisual”, en todas sus presentaciones, cruza
por el pantano de la repetición insana. Es una tara esclerotizada que suele disfrazarse como genialidad creativa
para que siga funcionando el consumismo en los negocios de la imagen y el sonido. El último resquicio, o casi,
para sorprender al “público” es contar con su ignorancia para exhibirle, envueltas en parafernalias publicitarias,
viejas fórmulas re-manidas con trucos y trucajes narrativos manoseados hasta el hartazgo. Expresión grave de la
crisis de sobreproducción en general y en particular.

También el reformismo fundamentalista que “cambia” todo para que nada cambie, hace de las suyas en
la producción audiovisual (cine, t.v., video y todos sus derivados y conexos) ¿Y quién regula esto? Una y otra
vez, van y vienen las generaciones de cinéfilos, videastas, publicistas, blogueros (o como se llamen) empeñados
en ofrecer eso “nuevo” que creen haber encontrado entre los pantanales de la mediocridad con que se educan,
con que filosofan al mundo y con que enuncian lo que creen que vale la pena ser enunciado. Y aspiran a que sea
visto y disfrutado (u odiado) por “públicos masivos” como si fuese poca la impudicia. Honremos, por método, a
las (raras) excepciones.

Ese negocio basado en producir piezas audiovisuales (en todos sus géneros desde el videoclip hasta el
largometraje “Grand premier”) tiene, de suyo, la exigencia despiadada de entregar al mercado su “producción
creativa”. Exigencia de obras llamativas, seductoras, interesantes o novedosas para habilitarse a ganar en un
mercado donde compiten millones de productos. Sueñan con “triunfar” en una industria que no se detiene ni un

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minuto y que devora, sin cesar, toda chispa de creatividad en menos tiempo del que toma producirla. La línea de
producción devorada por la línea de consumo.

Pero esa “creatividad” está secuestrada en los márgenes del “gusto” predominante porque de lo que se
trata es de vender -a muchos- la mercancía audiovisual fabricada para millones y millones que, en todo el
mundo, compran cultura industrializada sin chistar. En todo caso, esos “márgenes” del gusto son parámetros de
taquilla, de “raiting” o de mercadotecnia, que aceptan audacias sólo si devienen ganancias en sus expresiones
ideológicas y monetarias. Con el sentido del “gusto” prefabricado para el mercado, lo creativo se solaza en ser
repetitivo, especialmente en el abuso del efectismo y los trucajes que no parecen tener más límites que las
limitaciones estéticas e ideológicas de sus productores y sus receptores. La moral burguesa sigue siendo la
misma. Y esas limitaciones no son otras que las del mercado burgués, su ideología chatarra y sus intereses de
clase. Lo nuevo entonces es una trampa estética maquilladora de lo mismo para licenciar las taras narrativas
mercantiles como baluartes de la creatividad del establishment. Y en esos márgenes hay que moverse si se
quiere ser hijo predilecto de los medios y generador eficiente de ganancia para la industria. O sea, nada nuevo.

Ni los ritmos, ni las texturas, ni los maquillajes ni las miles de canalladas inventadas sobre la mesa para
atrapar la atención de los “espectadores”, ocultan la desesperación de los mercados y sus monopolios por
adueñarse del territorio comercial y del territorio emocional de sus “target”. En eso, todos hacen exactamente lo
mismo, diariamente y sin descanso. No importa si eso satura o sobresatura, si eso engaña o desconcierta, si
defrauda o si enferma. Aunque lo vendan como “nuevo”, todos fabricarán las mismas estructuras narrativas con
los mismos tiempos de pantalla, los mismos anunciantes, los mismos valores protagonistas y las mismas
“moralejas” de un discurso tautológico pronunciado en el callejón sin salida del capitalismo y su ética opresora.

Por ejemplo. Lo único nuevo, si ha de serlo, es aquello que no hemos visto, es decir, la emancipación de
los seres humanos que derrotan al capitalismo, paso a paso, en todos sus frentes y definitivamente. Objetiva y
subjetivamente. Lo nuevo es dejar de usar el discurso del patrón y sus relojes. Su ética y su estética. Lo nuevo
es dejar de pensar en la vida secuestrada por el salario del amo. Lo nuevo es imaginar un mundo ya sin los
problemas que el capitalismo impone y debatir los problemas que nos impone desarrollarnos todos ser mejores
todos en todo. Por ejemplo. Lo nuevo es la reclasificación de la realidad bajo los parámetros de una vida sin el
opio de mercados religiosos, sin fundamentalismo de marcas, sin los “gustos” y sin lo “placeres” inoculados por
un sistema enfermo de maldades, crímenes, humillaciones y violencia rentables. Lo nuevo es un mundo sin la
propiedad privada de las herramientas para la subsistencia y sin el secuestro de nuestro tiempo vital. Eso nuevo
impregnado por una ética y una estética porvenir, no es de interés comercial para la industria y sus feligresías
audiovisualistas. No vende.

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El capitalismo es, también, una máquina de producir cansancios. Y eso nos tiene también muy cansados.
Ellos lo saben e incluso han inventado espejismos para hacernos creer que produce descansos sólo que a precio
de clase. Entre otros, nos ha vendido el espejismo de la industria del “entretenimiento” y del “espectáculo” que
incluye a lo audiovisual como una forma del “esparcimiento”, de la “diversión” y del “descanso”. Y entonces,
nos han convencido de consumir, cuantas veces ellos lo quieran, el mismo paquete ideológico cocinado por sus
“creativos” audiovisuales en todo el mundo y bajo los mimos mecanismos de exhibición que son propiedad de
los mismos fabricantes audiovisuales a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Si la novedad es mirar por
“on demand” y en un teléfono, lo que “cambió” es la capa entérica que se comportará igual que todas, como un
callejón sin salida, hacia el mismo paquete de consumo ideológico burgués. Y ellos quieren que se los
agradezcamos, que se los aplaudamos a rabiar y que aceptemos que siempre han tenido la razón en vendernos
sus cuentas de vidrio alienantes como la novedad histórica, como la revelación de creatividad que nos deja
satisfechos, como el ingenio que sólo ellos tienen. O dicho de otro modo, nada nuevo.

Recetarios semióticos del espectáculo masivo

Trompadas, gritos y balazos

Se compran en el supermercado ideológico de la estética farandulizada para estereotipar gustos y


consumos. Se fabrican en serie y constituyen la “fórmula magistral” del opio mediático con que se estandariza
la producción masiva de valores alienados. Son ingredientes de fácil adquisición y consumo, los venden a
granel envueltos en coartadas melodramáticas para crear campos emocionales muy rentables. Y “a cobrar se ha
dicho”.

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No hay encuestas suficientes para medir la cantidad de gritos, balazos y trompadas (sucedáneos y
conexos) que ha producido la industria del espectáculo en su historia, pero no es difícil calcular la cuota de
violencia que aportó como paradigma del “entretenimiento” hasta hacerlo invisible o instaurarlo como
necesidad en sistema de enunciación “mass media”. Casi no hay excepciones y casi no hay escapatoria. Hemos
debido resistir y, acaso sucumbir, al atropello discursivo de la creatividad paupérrima que sólo sabe resolver
situaciones de tensión dramática con gritoneos y violencia estereotipada. Es una plaga invisibilizada a fuerza de
martillar, incesantemente, la cabeza y los corazones del “público”. Es una cantaleta efectista matizada con
hedores de dramatismo premeditado para vendernos algo… de cualquier manera y a cualquier precio.
Comenzando con vendernos su ética y su estética de mercado.

Hombres, mujeres, niños, viejos… a cual más el grito, la trompada y el balazo se ofrecen como
catalizadores de una mediocridad rampante en la que nada escapa si no es a fuerza de desplantes violentos y
espectaculares. No importa si la escena es realista u onírica. No importa si es telenovela o “gran premiere”
holliwoodesca. No importa la imposta porque importan per se los desplantes ampulosos. Es la estética de la
vaciedad contada en clave de epopeya. No importa si es en público o en privado… todos los caminos conducen
al grito, a la trompara y/o a los balazos. O a sus derivados y camuflajes.

Cuando uno encuentra una película, una serie, una puesta en escena cualquiera, en la que se prescinde de
balazos, trompadas y gritos tiende a sentir que algo falta. Una sensación de quiebre o de ausencia que sólo se
disfruta cuando se hace conciencia crítica sobre la saturación inclemente a que somos sometidos día tras día. Y
es que nos han enseñado a ser adictos al efectismo de la simplonería conceptual que, no por simplona, se priva
de armados tecnológicos o escénicos muy diversos para hacerse pasar por realistas a ultranza. Pero una vez
apercibidos del truco uno debe recordar –permanentemente- que varios comerciantes de imágenes se
especializan en fabricar los momentos cumbre que se rematan a balazos, a trompadas o a los gritos. Algunos se
hacen llamar “guionistas”.

Algún día contaremos con dispositivos crítico-regulatorios, de índole diverso, capaces de poner freno a
los abusos semióticos y estéticos de las “industrias culturales”. Algún día no estaremos tan desamparados ante
el aparato mediático de la clase dominante que hace de las suyas con nuestras cabezas mientras creemos que sus
“productos” son inocentes espacios para nuestro entretenimiento sano y salvaguardado. Algún día, de uno y
muchos modos, tendremos a mano, método crítico de base instrumentado como auxiliar en el trabajo de
enfrentarnos al discurso hegemónico disfrazado de diversión. Alguna vez no nos tocará consumir a-críticamente

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todo el pasojo que se exhibe impunemente en los cines, en la “tele”... en nuestras narices. Es una batalla de las
ideas que deberemos librar con las herramientas de la ciencia emancipadora.

No es un problema moral, o no lo es en el sentido de la moral puritana ni de la moral cristiana. Es un


problema ético, semiótico y filosófico de nuestro tiempo que debe se tratado en clave de lucha descolonizadora
si mantenemos en mente quiénes son los dueños de la producción, la distribución y la exhibición de los
productos audiovisuales que cooptan nuestros mercados y nuestros imaginarios. El capitalismo mismo. No es un
problema de “gustos” o al menos no lo es en el sentido nihilista del “gusto”, sometido a las abstracciones a-
históricas más ridículas. Y es que está en disputa un territorio y un conjunto de valores decisivos a la hora de
identificar qué intereses, y con qué poderes, invierten tanto dinero y tanto tiempo en acostumbrarnos a los
gritos, los balazos y las trompadas y quién, en esas soluciones explosivas, es el triunfador semiótico siempre.
Porque resulta que en la balanza histórica son los pueblos -en sus bases- los que soportan gritos, trompadas y
balazos provenientes de la clase dominante. ¿Es una casualidad?

Así que en la economía política de los signos del poder hegemónico, manejada por las Industrias
Culturales, las trompadas, los balazos y los gritos son baluartes de un sentido de clase que a tanto repetirlo nos
condena a asimilarlo como fatalidad que, además de pagarlas, ahora debemos disfrutar y aplaudir. Y no
podemos “cambiar de canal” porque todas las vías están saturadas con más de lo mismo. No podemos huir
porque es parte de la moral de la clase dominante y nos la impone como catecismo disciplinador de conciencias.
Para eso tienen ellos sus púlpitos mediáticos, bien retacados con publicidad, que sólo interrumpen para hacernos
entrar en el desfiladero de su violencia farandulizada. Nadie es inocente en este circo. Todos ponen y todos
cobran por asestar el golpe, el grito o el balazo más certero a la hora de cristalizar su ética y su estética en la
proverbial y amañada dinámica burguesa de la violencia rentable. Te lo harán entender a trompadas, gritos y
balazos… si te descuidas.

Nueva ofensiva comunicacional contra Latinoamérica

La operación cóndor/buitre en las cabezas

Una vez sentados, en sus sillas de “mando” respectivas, el club empresarial que gobernará en
Latinoamérica arreciará su ofensiva mediática en la fase de silenciamiento, invisibilización y satanización de
opositores. Está todo listo para atacar rápido. Dirán que lo recibido del gobierno anterior es todo mentira y
desastre, todo crisis y todo sospechoso. Llamarán a sus auditores y a sus leguleyos para engordar a sus
operadores de medios. Mostrarán en público sus lágrimas hipócritas por un Estado quebrado y protagonizarán la

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telenovela más costosa de la historia dando las “malas nuevas” a ese pueblo al que (en campaña) prometieron
puras “buenas nuevas”.

Mientras tanto en los sótanos de la política de empresarios devaluarán la moneda, encarecerán los
productos básicos, suspenderán derechos adquiridos y, principalmente, demolerán el poder adquisitivo de la
clase trabajadora. Todo en tiempo récord antes de que los “reyes magos” vengan cargados con políticas de
austeridad, ajuste y represión. Consumatum est. Ellos levantarán tras bambalinas las fortunas más obscenas de
los tiempos que corren y para camuflar su borrachera se saqueos llorarán por la “tele” el desastre que les dejó el
gobierno anterior. Escucharemos todas las baratijas ideológicas burguesas proferidas hasta las náuseas. Y tan
campantes ellos.

Pero no se trata de cualquier camuflaje. Esta vez sacarán de la chistera mediática los conejos de la
invisibilización y la palabrería adquirida para transferir la culpa a los opositores. Todo será culpa del
“populismo” anterior, del “oficialismo” desplazado”, de las políticas para mantener a vagos “que nunca
pagaron” y desde luego será culpa de los pueblos que aceptaron las dádivas de los “comunistas” que nos
engañaron con “la distribución de la riqueza” y la “inclusión social”… y bla, bla, bla. Veremos cómo los
paladines del mercado escupen al frontispicio del Estado. Eso sí será televisado.

Veremos proliferar una lista larga de programas televisivos de estilos bravucones pretendidamente
“periodísticos” bajo el supuesto de que con el modo de información majadero basta y sobra, mientras, la
realidad se diluye entre palabrería efectista y anuncios publicitarios. Es una guerra para hacer sucumbir la
voluntad democrática que partió a la mitad el espectro electoral y para saquear íntegramente a la clase
trabajadora Reinará (reloaded) la mediocridad y la falacia supina. Reinará la chabacanería, la simplonada y la
superficialidad de la farándula “informativa” disfrazadas se severidad tecnócrata. Serán modelo de gobierno en
los medios las miserias del “oficialismo” mercachifle y las manías estéticas de las peores mafias oligarcas que
medran en Argentina y en Latinoamérica. Esto nadie se lo merece.

Podemos escribir el horóscopo nuevo de la movilización mediática más rancia. Podemos planificar la
trayectoria de los golpes nos darán, veremos venir los obuses aire tierra y tierra-conciencias mientras nos narran
“en tiempo real” como nada de lo que padecemos es verdad y que “todo depende de cómo se lo vea”. Podemos
entrar al infierno del espectáculo bancario de ellos a ver crecer sus cuentas y sus inversiones, sus propiedades y
sus transacciones. Podemos cuantificar el horror y enterarnos cuánto gastan en armas y en “defensa” para
reprimirnos y encarcelarnos mientras ellos salen en la tele como garantes de la paz burguesa. Película que
hemos visto y contado hasta la ignominia, ahora en la cartelera de una nueva temporada en el infierno
neoliberal.
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El olfato revolucionario de los pueblos y su aprendizaje histórico serán puestos a prueba en la refriega
mediática preparada para negarlo todo, para desfigurarlo todo. El objetivo es provocar desconcierto, dudas y
parálisis. Desatarán una guerra civil simbólica para hacernos dudar hasta de nuestra sombra; para que todo eso
en lo que creemos y por lo que luchamos parezca traicionado por nuestros compañeros y hasta por nosotros
mismos. Para hacernos creer que fuimos traicionados precisamente por lo que ganamos en la “década ganada”.
Dirán falacias a mansalva para convencernos de que la distribución de la riqueza es una antigualla ideológica y
que hoy lo cool, lo nice, lo progre es que cada quien se salve como pueda… especialmente con base en la des-
memoria y el individualismo. Y esperarán que les estemos agradecidos. ¿Es esto un pensamiento paranoico que
jamás ocurrió en España, en Grecia, en México, en Argentina…?

Una parte, acaso no menor, de la derrota sufrida por nuestros pueblos ante los gerentes del mercado
neoliberal proviene de los campos comunicacionales y de la formación de la conciencia crítica que, con todo y
lo avanzado, presenta un frente débil por donde se escurrieron las matrices ideológicas más perversas capaces
de conducir a muchos electores al cadalso de sus propios votos. En ese frente urge una recomposición
inmediata, una estrategia muy creativa y muy resistente dispuesta a trabajar -sin reposo- en el blindaje de las
convicciones y de los programas de lucha. Ellos van a desfigurar todo pensamiento popular, ellos quieren
convencernos de que siempre hemos estado equivocados, de que su mundo feliz oligarca y “vendepatria” es lo
mejor que pudo habernos ocurrido y de que hemos de estar agradecidos de que nos engañen, nos humillen y nos
usen para enriquecerse. Y cuentan con los “medios de comunicación”, sus medios.

Esta fase de la batalla verá -como nunca- agudizadas, tecnificadas y actualizadas las ofensivas
mediáticas contra el pueblo, es urgente comprender esta lucha. Sin un frente comunicacional de los pueblos
dispuesto a defender los salarios de los trabajadores, sus derechos y sus convicciones más dignificantes, el
gobierno de los gerentes batirá con plena libertad sus alas de buitre sobre los cielos del saqueo y esperarán que
nosotros aplaudamos. Ya lo hemos visto.

Semiótica del oscurantismo electoral a la luz de los medios

Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela… ¿Votos de odio?

¿Es posible secuestrar mediáticamente un proceso electoral y lograr que los pueblos voten contra sí? O
dicho de otro modo: ¿Hay votos populares cultivados en la irracionalidad para que los más desposeídos
solidaricen con el odio oligarca en un “Síndrome de Estocolmo” electoral? Aunque lo parezca, para algunos, no
son preguntas o reflexiones retóricas ni son “caballos de Troya” para deslizar silogismos prefabricados. Son

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preguntas derivadas del insomnio en días de agobio y azoro frente a los aparatos de guerra ideológica o “mass
media” que se nos meten hasta las alcobas.

Uno sabe de memoria las objeciones de algunos “teóricos” que dicen -y dicen- que el efecto del discurso
mediático “no es lineal” y que el “espectador” también hace su juego con, desde, hacia y dentro de los
mensajes. Especialmente los de “propaganda” política. Uno sospecha pero uno ya sabe que hay excepciones y
que bal, bla, bla… todo puede terminar con aplausos o palmaditas entre eruditos del auto-halago. Pero uno
tampoco ignora que las oligarquías invierten sumas demenciales en mantener, a todo vapor, los trabajos de sus
Laboratorios de Guerra Ideológica disfrazados, incluso, como “agencias de publicidad” o Think Tanks para
mayor petulancia posmoderna.

“En la Argentina funcionan dos de las cinco mejores usinas de ideas políticas de América latina.
Además, es el país con más think tanks en la región y se encuentra octavo en el nivel mundial... un proyecto a
cargo del profesor James McGann, director del Programa Think Tanks y Sociedad Civil de esa universidad, que
tiene como objetivo identificar a los mejores think tanks del mundo y elaborar un listado por región. Según el
estudio, las organizaciones argentinas Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el
Crecimiento (Cippec) y Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) son dos de los cinco
mejores think tanks de América latina. Completan la lista la Fundación Getulio Vargas, de Brasil; el Instituto
Apoyo, de Perú, y la organización Libertad y Desarrollo, de Chile. De los 5080 think tanks que existen en todo
el mundo, 408 (el 8,03 por ciento) se encuentran en América latina, pero 100 de ellos funcionan en la
Argentina. Con ese número, el país ocupa el octavo lugar en el nivel mundial y el primer puesto de la región,
seguido por Brasil, con 38 think tanks, y Chile, con 30”.1

Argentina, Brasil y Venezuela, por ejemplo, están bajo amenaza de una “Operación Cóndor/Buitre
Mediática”2 que encarna para el país de Cortázar –en particular- Macri y sus alienados oligarcas contra la
democracia ganada por un pueblo que debió resistir las peores aberraciones del capitalismo represor. Y no
obstante una masa de votos, acopiada bajo las artes de la manipulación, ponen en claro una debilidad de la
“democracia” burguesa en donde el voto se usa para enmascarar los resortes de una maquinaria manipuladora
en la que el verdugo aparece como redentor. Cualquier persona capaz de leer más de una página de los
prontuarios de Macri puede entender el calibre de la amenaza encarnada por un emulo del “gatillo fácil” a la
hora de complacer a los “fondos buitre”. Sus muchos asociados, declarados simpatizantes neofascistas,
engordan la lista de sinrazones a la hora de preguntarse cómo es que tales “personajes” se exhiben tan sin pudor
y ganan votos para dirigir la política en nombre de la “democracia”. Y no es una pregunta naif, uno entiende
cómo opera el capitalismo.

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Ahí donde muchos creen que se las saben todas, donde todos son catedráticos de todo, donde falta
humildad: sobran las derrotas. El escenario de las disputas políticas en Latinoamérica, incluidas las disputas
endógenas de las izquierdas y sus no pocos infantilismos, abre hoy una serie de desafíos en los que es preciso
incluir el de la auto-crítica y el de la unidad nuevamente. Y no sería poco útil tal ejercicio rápido en el marco de
una Reunión Cumbre UNASUR de emergencia contra las agresiones mediáticas a las, todavía, imperfectas y
frágiles democracias por parte de la Operación Cóndor/Buitre Mediática. Por cierto, no confundimos el derecho
político a la propaganda, ni la legítima libertad de expresión de los pueblos, con las operaciones de los
“Laboratorios de Guerra Psicológica” contra las democracias. Y es que, por ejemplo, el plan mediático de Macri
contra Argentina es gemelo del plan que despliegan contra Venezuela, contra Brasil y contra Ecuador… y eso
equivale a un secuestro mediático de las elecciones, de los electores y del futuro en el corto, el mediano y el
largo plazo. ¿Alguien, por ejemplo, ignora de dónde provienen los dispositivos de guerra psicológica y los
financiamientos de Macri, (es decir de que embajada u ONG´S) para secuestrar votos y elecciones con votos de
odio?

Admitamos que hemos sido ingenuos o débiles o irresponsables en el manejo de la comunicación


revolucionaria. Un día vendrán por nosotros pero nadie podrá decir que no lo advertimos. Nadie podrá negar
que nos desgañitamos en todos los frentes que tuvimos a mano y que, incluso, algunos de los "nuestros" nos
ignoraron. En la cuenta twitter de @Marccella85 se publicó esta frase: “Cualquiera que tenga el poder de
hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias”. Voltaire. Inquietante ¿No?

Notas

1http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=982266

2http://www.michelcollon.info/Como-enfrentar-el-Plan-Condor.html?lang=es

La sociedad de la información falsificada

Y todos los noticieros que no tenemos

No logramos consolidar (por ahora) el conjunto de estrategias indispensables para generar los
“noticieros” que necesitamos. En materia de “producción informativa” hemos sido derrotados sistemática y
secularmente. Los poderes hegemónicos, desde los púlpitos hasta los “house organ”, hicieron del control sobre
la información un ejercicio de su poder semiótico ante el que no hemos sabido ponernos a salvo con anticuerpos
y contraataques efectivos e invencibles. ¿Recién te enteras?

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Con su modo de “producción de información” las oligarquías han sabido imponernos todas sus premisas
alienantes y han sabido desarrollar laboratorios de guerra informativo-ideológica desde donde nos atacan
sistemáticamente con mentiras, confusiones, calumnias y engaños que nos han arrodillado sin clemencia.
Bolívar decía “por el engaño nos han derrotado más que por la fuerza”. Y tiene mucha razón, hasta el presente.

Ellos entendieron, con toda claridad mercantil, que “informar” es un ejercicio de poder que puede
camuflarse de muchas maneras y lo convirtieron, también, en gran negocio. Ellos lo usan para someter a los
trabajadores y para convertir las conciencias de los pueblos en mercados de chatarra intelectual en el que brilla
por su ausencia la verdad y se la suplanta con la “espectacularidad” efímera. Le llaman “noticieros”, “prensa”,
“informativos”… Hay eufemismos a raudales. Para conseguir cierto efecto de credibilidad se fabrican (ellos
mismos) un “prestigio” a medida, santificado por los dueños del negocio “informativo” y santificado por una
buena lista de esbirros “intelectuales” fabricados, también, a medida. Al menos, un balance general desde la
aparición de los primeros boletines de iglesia, los primeros diarios y los primeros noticieros… arroja en el
presente, resultados espeluznantes. No se puede esperar mayor cosa de oligarquías que han sido,
principalmente, focos de ignorantes contagiosos.

Aunque tengamos muy en claro lo que debemos hacer, y lo que no debemos hacer, en materia de
“producción informativa” emancipadora, la praxis ha sido débil. No es suficiente el rigor teórico ni el debate
acalorado, nos son suficientes las bibliografías ni las poses de los eruditos “progres”. Tampoco nos sirven los
corrillos de los “críticos” que hablan a espaldas incapaces de resolver los problemas que hay enfrente. El avance
de los modos de producción “noticiosa” capaces de derrotar al modelo hegemónico burgués requiere un plan de
trabajo político de gran alcance y a partir de condiciones concretas. Producir información de calidad
revolucionaria y divulgarla exhaustivamente debe ser parte de la lucha mundial generalizada de la clase
trabajadora contra el capitalismo. No hay atenuantes.

Hemos sabido desde hace mucho tiempo que un “noticiero” útil a la humanidad debe ser
fundamentalmente una herramienta organizadora en territorios concretos. Una usina filosófica de la
organización para intervenir correctamente en escenarios específicos. Hemos sabido que esos escenarios
específicos son los frentes de lucha de la clase trabajadora no sólo en las fábricas o en los campos contra los
terratenientes, también en las artes, en las academias, en las oficinas, en la cultura… ahí donde las voces de los
trabajadores se organicen para una lucha justa, ahí nace la agenda de los noticieros revolucionarios.

Pero no es suficiente con encontrar los escenarios, es necesario, además, encontrar los vocabularios, las
sintaxis, los tonos y los modos de contar y contagiar el alma organizativa de la historia revolucionaria en su
escala y con las tácticas de los trabajadores y no la de los informadores. Eso cambia todo el desafío y lo hace
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más complejo porque lo hace dinámico, porque lo convierte en revolución cultural también dirigida a
despojarnos del modelo “noticioso” inoculado a los pueblos como si se tratara de la única y mejor forma de
transmitir información. A muchos les resulta imposible el parricidio de forma y contenido mercantiles en
materia de “noticias”. Pero habrá que hacerlo.

Por ejemplo, TeleSur ha dejado una marca imborrable e invaluable en la batalla enorme de transformar
la producción de información en una herramienta revolucionaria de los pueblos para hacer visibles sus luchas
haciéndose visibles como protagonistas. Pero no podrá lograr mucho por si sola una televisora que para crecer
requiere que crezcan con ella, en simultáneo, muchos otros medios de producción informativa solidarios y
concatenados en la lucha contra el modo y los medios capitalistas de información. Se necesita una y dos mil
“Prensa Latina”, se necesitan miles de medios alternativos y comunitarios, televisoras, documentalistas, radios,
impresos expresando sus tácticas y estrategias en lo concreto pero con una agenda de unidad sistematizada en
los objetivos de máxima. O sea, lo que no hicimos.

Hablamos de una revolución mundial de la producción de información capaz de ser nueva por ser
colectiva, democrática y revolucionaria. Capaz de aprender a sumar voces y hacer con ellas un relato poderoso
contra las mentiras y, principalmente, afianzar un método de producción en el que sea la multi-polaridad de los
puntos de vista la que construya fortalezas en la lucha unificada por la verdad y contra el capitalismo enemigo
común de la especie humana.

La otra parte de nuestra derrota histórica es no contar con las escuelas de formación que necesitamos
para la revolución de la información. Nosotros no necesitamos informadores “neutrales”, nosotros necesitamos
científicos de la información que fijen postura la lado de los pueblos en la búsqueda inalienable de la verdad y
su construcción científica necesariamente social ahí donde se lucha. Necesitamos compromiso estético y ético
para una revolución del pensamiento que necesita de la información como la vida necesita del oxigeno. Nada
más, y nada menos, de ese calibre el la responsabilidad y el alcance de la tarea. Es tan extraordinaria su
importancia que no podemos dejarla en manos del capitalismo, ni un minuto más. Entérate.

El régimen de domesticación intelectual en la Guerra Mediática

Las bases mediáticas son también bases semánticas

Aquella lucha que no contemple el territorio de los significados, que los ignore o los piense
secundarios… habrá cometido un error costosísimo o será, por decirlo suavemente, sospechosa de toda
sospecha. En la Guerra Mediática que las oligarquías han desatado contra los pueblos (a partir, por ejemplo, de

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las “Torres Gemelas”) prima el interés por el dominio sobre las conciencias y eso implica el dominio sobre
todos los significados en su valor, en sus jerarquías y en lo que hacen visible o invisible. ¿Es demasiado
exagerado? La OTAN dice que lucha por la Paz.

El abandono -o menosprecio- (cualquiera que sea el argumento) del campo semántico debería encender
las alarmas de todo aquel “frente de lucha” que libre tareas emancipadoras en materia de comunicación. No es
“cosa menor”, no es tema de “especialistas”, no es pecado “dictatorial” ni es perversión goebeliana. Es una
responsabilidad política que debe asumirse como parte fundamental de las batalla democratizadoras de los
“medios de comunicación” y como parte nodal en la “Batalla de las Ideas”. La responsabilidad en este campo es
inexcusable, ineludible e insustituible. No hay atenuantes ni escapatorias.

Y, ¿quién pone interés a la Semántica cuando reinan, desaforadas, todas las manías del empirismo, de la
anarquía conceptual, de la improvisación y del formalismo bobo… haciéndose pasar por “progres” y por
“liberales” en sus sentidos más decadentes y más convenientes al régimen de domesticación intelectual
burgués? ¿Quién pone interés en la Semántica y en el santoral de las trampas ideológicas más añejas con los
silogismos chatarra más socorridos por el “libre mercado”? ¿Quién se ocupa de la Semántica en plena
expansión de la industria bélica, es decir del negocio de la muerte planetaria y de todas sus expresiones directas
o indirectas bajo los intereses del capitalismo? ¿Quién? Ellos, a cada paso y en cada minuto ellos.

Ni uno solo de los valores que la ideología de la clase dominante ha incubado para la adoración
fundamentalista de la mercancía, de su acumulación y de su propiedad privada, han sido olvidados por los
laboratorios de guerra psicológica que, durante siglos, abonan sus logros al fetichismo del mercado. Se trata de
una orfebrería ideológica pacientemente desarrollada hasta conseguir piezas de “arte mayor” en la refriega de la
alienación y el embrutecimiento de la clase trabajadora. Es la barbarie misma cultivada con gran esmero, con
mucho dinero y con el plan doblemente perverso de hacerla negocio. Que el esclavo pague y cante las canciones
que lo esclavizan, que las disfrute y las defienda como suyas. Que pida su futbol, su telenovela, su noticiero
escatológico y lo pague a crédito. Que mire al mundo y sus riquezas como ajenos y que haga todo, incluso dar
la vida, por cuidarlo en beneficio de quienes lo explotan, lo excluyen y lo saquean… y encima que lo agradezca.
Que para el proletariado la vida signifique sólo lo que significa para su opresor y que viva convencido de que
ese es el sentido correcto de “la ley” y del “orden” y nadie deberá alterarlos. Negocio redondo. Claro que existe
la “recepción critica” pero en desventaja.

Algún buen día en que la autocrítica sea efectivamente una herramienta de lucha y una prerrogativa
revolucionaria de cada día, habremos de poner en evidencia el repertorio inmenso de irresponsabilidades y
descuidos que hemos producido en materia de Semántica. Quedará a la vista la holgazanería, el desparpajo y la
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liviandad con que operamos en uno de los frentes de lucha que, por indivisible e impostergable, más desnuda la
ignorancia que nos ahoga y más transparenta el desdén con que abrazamos nuestra lucha en plena Guerra
Mediática. Hay descuidos de todo género, hay incoherencias e inconsistencias a mansalva. En un lugar o en
otro, se escriben o se dicen superficialidades a granel y reina el facilismo, la desvergüenza y el conformismo.
Nuestra lucha comunicación democratizadora y emancipadora que ocurre en condiciones asimétricas y terribles,
expone también nuestras condiciones de pobreza intelectual severa. Y eso es sólo responsabilidad nuestra.

Es imposible hacer un padrón completo con las mil y una deficiencias que en materia de Semántica
(tanto como de Sintaxis y de distribución) hemos venido acarreando y multiplicando. Pero un día deberíamos
comenzarlo. Cada quien habrá hacer su evaluación sincera pero compete a las organizaciones políticas, a los
movimientos sociales y a los Gobiernos que con vocación democrática emprendieron revoluciones
comunicacionales serias, emprender la gran revolución dentro de la revolución que es la autocrítica dinámica, la
que corrige de verdad y la que supera yerros. El “golpe de timón” urgente que de inmediato nos saque de esa
ruta errónea y dolorosa que consiste en hacerle, sin saber acaso, el trabajo al enemigo produciendo nuestros
mensajes de la manera más incomprensible, más tediosa, más superflua y más terrible que imita, sin saberlo (?)
las peores ideas y las peores conductas del enemigo de clase.

Hay excepciones y hay quienes creen que “libres de pecado” pueden lanzar piedras a destajo. La
realidad es que la revolución socialista y científica que necesitamos nos quiere parados en la más alta cima de la
especie humana con claridad de ideas, sin sectarismos ni individualismos, dispuestos a construir la mejor etapa
de nuestra historia, liberados de los yugos del capitalismo. Eso requiere claridad de ideas y medios inteligentes
para comunicarnos y comunicarlo. Que se entienda.

Teoría del Cansancio

La “fatiga” es un delito de lesa humanidad

Nada nos tiene más “cansados” que el peso del capitalismo sobre nuestros hombros. En cantidad y en
calidad, minuto a minuto, el capitalismo es una máquina trituradora de seres humanos exhaustos. Virtualmente
ninguna de las definiciones “oficiales” del “cansancio” -o la “fatiga”- (“agotado”, “quemado” o síndrome
burnout) alcanza para expresar la repercusión física y psicológica que tiene, en la clase trabajadora, el modelo
despiadado de explotación perfeccionado por el capitalismo, sistemáticamente, como tortura de clase convertida
en gran negocio. Pero “fatiga” no es sinónimo de derrota. “La acumulación de la riqueza en un polo –escribió
Marx sesenta años antes que Sombart- es, en consecuencia, al mismo tiempo de acumulación de miseria,

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sufrimiento en el trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación mental en el polo opuesto, es decir, en
el lado de la clase que produce su producto en la forma de capital”. León Trotsky [1]

No pocas veces el cansancio se expresa con impotencia y con desesperación. No pocas veces se entra en
des-ánimos y no son pocas las oportunidades en que, extenuados por las jornadas de trabajo irracionales,
sucumbimos en abulia e indiferencia escapistas. En todos los casos los signos del cansancio constituyen un
relato contradictorio que el capitalismo redacta feliz de la vida, viéndonos sin potencia para golpearlo donde
debe de ser golpeado. La fatiga que inocula el capitalismo es también un arma de guerra ideológica y es, por
eso, un dispositivo criminal que incurre en delitos de lesa humanidad, de todo tipo, no tipificados. Es,
precisamente, la fatiga una de las formas delincuenciales de limitar a la mente.

No se trata de cualquier “cansancio” común o de coyuntura. No se arregla con “reposo”, con “descanso”
ni con “vacaciones”. No se trata de “eso” que se arregla con diversiones o con entretenimientos de farándula.
No se repara con sedantes, con masajes ni con membresías de “spa” o “fitness laboral”. Es una depredación
física y psíquica que enferma y mata. Es una degeneración que aturde, que enajena y que embrutece a seres
humanos que debieran, por su trabajo, esclarecerse, emanciparse y desarrollarse felizmente. Es una enfermedad
progresiva y mortal de cuerpo y del alma.

Una definición insuficiente dice: “-¿Qué se entiende por fatiga? En la terminología médica es la
aparición precoz de cansancio una vez iniciada una actividad. Es una sensación de agotamiento o dificultad para
realizar una actividad física o intelectual, que no se recupera tras un período de descanso.” [2] No pocas fuentes
dan cuenta de un embrollo diagnóstico y terapéutico -entre palabrería médica- sin resolver y, para peor, no se
conocen tratamientos. Hacen malabares con el concepto “fatiga crónica” sólo para concluir que nada se sabe…
hasta hoy. No obstante de la “fatiga” causada por el capitalismo, que no está en la mira de cierta “medicina”
reduccionista empantanada en individualismo y a-historicidad aguda, los trabajadores si saben mucho. Son los
que más saben… a veces sin entenderlo. Ni “fatiga crónica”, ni burnout, ni otro eufemismo, incluso con sus
virtudes diagnósticas, sirven para resolver un problema social e histórico que se invisibiliza con capas gruesas
de indiferencia e indolencia bajo el peso demencial de la explotación a los seres humanos, en lo individual y en
lo colectivo.

Democratizar el descanso no enajenante

La burguesía, con su concepto del “descanso” exhibe, obscenamente, sus antídotos contra la “fatiga” que
operan como sistemas de exclusión y maltrato psicológico a la vista de los trabajadores. Sólo unos cuantos
pueden pagarlo y el paquete de valores que contiene son acumulación de decadencia en clave de “placer”

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burgués. Tienen hoteles en playas usurpadas, en montañas secuestradas y en todo lugar o paisaje donde las
jornadas extenuantes se “olvidan”. Tienen mano de obra esclavizada para masajearse, alimentarse y
embriagarse. Tienen, para sí y los de su clase, transportes ricos en comodidades y tienen dinero para procurarse
“vacaciones” y “relax” que sólo pueden tener gracias a la “fatiga” de miles de trabajadores que, extenuados,
jamás podrán disfrutar de descanso real. “…Lo que el obrero vende no es directamente su trabajo, sino su fuerza
de trabajo, cediendo temporalmente al capitalista el derecho a disponer de ella… Tomás Hobbes, uno de los
más viejos economistas y de los filósofos más originales de Inglaterra, vio ya, en su Leviathan, instintivamente,
este punto, que todos sus sucesores han pasado por alto. Dice Hobbes: “Lo que un hombre vale o en lo que se
estima es, como en las demás cosas, su precio, es decir, lo que se daría por el uso de su fuerza.” ” K. Marx [3]

Están fatigadas nuestras fuerzas de producción. Está fatigada nuestra paciencia y está fatigada la razón,
la lógica y la sensatez ante un sistema absurdo, criminal y genocida. Ese fardo de absurdos y aberraciones que
el capitalismo deyecta diariamente nos tiene extenuados e irascibles. Pero no estamos derrotados porque la
fuerza del proletariado mundial está organizándose progresivamente. El problema es que, además, la lucha
contra los lastres y estragos de la “fatiga” nos hace perder tiempo y nos desesperan con frecuencia.

La principal causa de la “fatiga” generada por el capitalismo es el trabajo alienado y alienante. ¿Es esto
obvio? Quizá. Algunos datos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) dicen que un 29% de los
trabajadores en el mundo está durmiendo menos de lo que quisiera para cumplir con todos sus compromisos. La
“fatiga” ocasiona envejecimiento prematuro, agotamiento emocional, despersonalización y baja autoestima. El
trabajo extenuante y alienante está relacionado con “stress” y con enfermedades cardiacas, dolores de cabeza,
problemas del sueño, desórdenes gastrointestinales y recrudecimiento de desórdenes médicos preexistentes.
Además, una persona extenuada experimenta, sin control, insatisfacción sobre la duración o la calidad de la vida
misma e incluso angustia diaria para conciliar el sueño. Suelen despertar a la mitad de la noche o despertar con
sobresaltos. Estos signos se presentan también con secuelas diurnas que acarrean más “cansancio”, “fatiga”,
somnolencia, bajo rendimiento, cambios de humor y malestar social, mientras el reloj de patrón sigue corriendo
y amenazante. Y los sueldos cada día alcanzan para menos.

Sólo hay que ver a las masas de trabajadores que diariamente arrastran su “fatiga” desde las madrugadas.
Hay que verlos retacados en los “transportes” miserables que acarrean sus cuerpos extenuados hasta las
mazmorras “productivas” donde el sistema los exprime cada día y cada noche. Hay que verlos, con el cansancio
enredado en los pies, caminar las calles y avenidas donde se hacina la fatiga hecha mugre hedionda entre
paisajes de basura y abandono. Hay que ver esos millones y millones de rostros somnolientos abofeteados por el

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amanecer hijos de la explotación y huérfanos de justicia. Hay que ver cómo la fatiga derrumba voluntades y
amansa vidas aturdiéndolas con resignación rutinaria.

Quien sufre la “fatiga” responde, ante estímulos menores, con actitudes y sentimientos antipáticos hacia
sí y hacia su trabajo. La OIT definió en 1999 el concepto de “trabajo decente” como aquel que “resume las
aspiraciones de la gente durante su vida laboral. Significa contar con oportunidades de un trabajo que sea
productivo y que produzca un ingreso digno, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las
familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, libertad para que la gente
exprese sus opiniones, organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad de
oportunidad y trato para todas las mujeres y hombres”. [4] ¡Muy lejos estamos!

El proceso del descanso debiera cumplirse con felicidad y sin apremios incluso cuando se trabaja. El
descanso no debiera estar asociado sólo a “vacaciones” ni enemistado con las tareas productivas o creadoras
sólo si tales tareas no fuesen parte de la avalancha alienante que el capitalismo impone. En todo caso el
descanso plano y vivificante es un concepto que no conocemos, aun, en su dimensión como proceso anti-fatiga
y anticapitalista. En cualquier caso “descanso”, mental y físico, no es ese sentido que la burguesía le da como
“inactividad” sino o como hedonismo de autocomplacencia, todo lo contrario el descanso debería ser una
actividad des-alienante y social para avanzar hacia la vida buena. El arte, el ejercicio, la charla y el ocio bien
pueden ser herramientas muy útiles. El descanso des-alienado y des-alienante debe permitir el buen sueño, la
exoneración de las angustias, la reparación de todas las fuerzas, las ganas de amar y las ganas de asociarse con
otros en la resolución de la vida práctica. Felizmente. Todo eso imposible bajo el capitalismo.

Sólo podemos luchar, sin descanso, si la moral de la lucha está sana y salva

En los hombros cargamos cuotas de fatiga ignota y desafiante que, de lo visible a lo invisible, horada la
vida diaria con estragos que imaginamos y que no imaginamos. Esa “fatiga”, en todas sus expresiones, incluye
lo más “silencioso”… expresa, de todas… todas, el latigazo permanente del capital contra el trabajo que no
tiene salidas, paliativos, cura ni descanso. Lo cargamos en las ojeras y en la comisura de los labios. Y de eso
también estamos cansados. “¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el
trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma,
sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que
mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el
trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así,
voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un
medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho
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de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la
peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo”.
Marx [5]

Es urgente desentrañar todos los significados y alcances verdaderos, y aun ocultos, de la “fatiga”, y de
todas las maneras de enunciarla, tal como aquí nos interesa. Es preciso trabajar en eso porque opera como lava
derretida que petrifica todo aquello en lo que hace metástasis. Deja huellas en los rostros, en los estados del
ánimo, en las posturas del cuerpo, en las espaldas en los músculos… deja su marca en la memoria, en los sueños
y en los sentimientos. Daña los abrazos y los besos. Contamina amores y anhelos, contamina aspiraciones y
proyectos. Tritura entre sus vetas pétreas muchas de las ganas de vivir y muchas de las ganas de luchar. Esa es
su tarea y la cumple en más de un caso y en más de una época.

Un trabajador exhausto no necesariamente hace visibles los estragos, incluso suele suceder que los
oculta eficazmente, o se le ocultan, en plena vorágine de la explotación. Al llegar a casa se desatan los
demonios y se desparrama incontenible la fatiga del día más la fatiga acumulada, alambicada por la crueldad…
y no hay punto de reposo, ni en sueños. Aunque, en apariencia, estemos descansando. En sus expresiones más
perversas la “fatiga” se hace invisible. Se instala a vivir con nosotros y en nosotros. Va y viene con su ser
parasitario alimentándose de nuestras vidas y de las vidas de aquellos con quienes convivimos. Y es que la
“fatiga” se traspira, se exhala, de muchas maneras e inunda la realidad con sus vahos desmovilizadores. El peor
escenario es el encuentro de fatigas invisibles acarreadas por trabajadores que sepultados bajo los escombros de
sí mismos, padecen el estrago terrible de no haberse enterado. Porque están demasiado cansados para hacerlo.
“Pero lo principal es que están tan extenuados, debido al exceso de trabajo, que se les cierran los ojos de
cansancio”. Marx

Pero también es posible que, de estadios agudos de fatiga, emerja dialécticamente su contrario y consiga
aliarse a otras en un salto de la cantidad a la cantidad rumbo a una lucha emancipadora contra el cansancio. No
son pocos los casos y es verdad que ese es uno de los grandes y valiosos misterios que la humanidad acoge en
sus ser social como promesa esclarecedora capaz de hacernos salir, triunfantes, de los momentos crudos y
difíciles, por más cansados que estemos. Se ha visto una y muchas veces la energía de trabajadores y pueblos en
lucha incluso luego de permanecer sometidos a largas y terribles etapas de derrota y cansancio. Hemos visto
cómo con un programa correcto en un momento correcto, la teoría y la práctica demuestran su indivisibilidad y
se transforman en fuerza organizada con dirección revolucionaria capaz de animar cuerpos y almas, un poco
antes aparentemente derrotados. Esa es la magnificencia de la lucha.

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Bajo ninguna circunstancia el trabajo debiera ser actividad que lesione a las personas por la vía del
cansancio físico, psíquico o intelectual. Bajo las condiciones actuales del capitalismo en crisis, el trabajo, es
decir la fuerza de trabajo que se vende para la supervivencia, produce además de miseria y frustración
irrefrenables, trances de fatiga que aturde y embrutece a los trabajadores y ante esos episodios no existe ciencia,
legislación ni programa político que defienda, objetiva y subjetivamente a los trabajadores y, todo lo contrario,
al ser la “fatiga” una herramienta más de la ideología de la clase dominante, para aplastar la inteligencia de los
pueblos, se la usa como herramienta de tortura psicológica de masas. Impunemente.

Al final de la jornada, al final de la semana, al final de mes… y al final de sus vidas los trabajadores se
convierten en costales desechables repletos de “fatiga” contagiosa convertida en enfermedades, discapacidades
y muerte. Ese es el signo de los tiempos y del capitalismo en descomposición y es el signo de la necesidad de
lucha organizada palmo a palmo. Por eso las Revoluciones socialistas son inyección de vida y de energía para
mujeres y hombres que perciben los efectos sanadores de la lucha contra la fatiga y contra todos sus venenos
adláteres. Será, incluso, mucho después de que derrotemos al capitalismo cuando se extingan los últimos restos
de la fatiga histórica que nos ha infiltrado la burguesía en los siglos que lleva depredándonos. La limpieza ni
será fácil ni será rápida y dependerá del potencial creativo, de la potencia de amar y de amarnos, de la magia de
reír y sonreír inspirados por la alegría que emancipa… y dependerá de la organización y la persistencia en la
multiplicación de las luchas con que sepamos activar las fuerzas anticapitalistas vitales, reparadoras y
superadoras… que necesitamos para vivir bien, en cuerpo y alma.

Notas

[1] “El pensamiento vivo de Karl Marx” https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1939/vivo.htm

[2] Anales d. Medicina Interna (Madrid) v.23 n.5 Madrid mayo 2006http://scielo.isciii.es/scielo.php?
pid=S0212-71992006000500009&script=sci_arttext

[3] “ Salario, precio y ganancia”. http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/65-salar.htm

[4]http://www.infortambo.com.ar/web/detalle-rrhh/Qu-es-el-trabajo
decente.cnt/17300389/#sthash.g1Ridh2H.dpuf

[5] http://213.0.8.18/portal/Educantabria/ContenidosEducativosDigitales/Bachillerato/
LECTURAS_DIGITAL/Docs/marx/autor/textos/MarxManuscritos.pdf

Para una semiótica del engaño

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“Cortinas de humo” sobre “cortinas de humo”

Así como la ideología de la clase dominante ha entrenado a muchas víctimas para que se inyecten por sí
solas el veneno que las aniquila, y les ha enseñado a fabricarse sus propias jeringas… así ha creado medios y
modos para esconder sus formas de ocultamiento y obligarnos a creer que “aquí no pasa nada”. Algunos están
“convencidos”. Ahora usted está informado.

O dicho de otro modo, ya no hace falta que te escondan los asesinatos, las persecuciones, los
“linchamientos mediáticos” contra los líderes sociales, las invasiones a los países, el saqueo de sus riquezas y
las esclavitud de los trabajadores… sólo hace falta convencerte de que eso es “lo mejor que podría pasarnos”
porque ciertos líderes, ciertos países y ciertos trabajadores son una amenaza y “alguien debe hacer algo”. No
hacen falta adivinos para deducir quién es ese “alguien”.

Estamos en una guerra mediática, una guerra de propaganda en la que una de las ofensivas centrales es
hacer invisibles los ataques y los efectos de los ataques. Dañar al enemigo y que lo agradezca. Hacer pasar por
divertida la degeneración criminal de un sistema económico que necesita invisibilizar la depredación de la
naturaleza y el crimen sistemático contra la clase trabajadora. Hacer que parezca “completa” la información que
ha sido descuartizada en las salas de redacción. Hacer que parezca “democrático” un sistema de fraudes seriales
cometidos a mansalva en cada rincón del tejido social. Hacer, en fin, que parezca “normal” una vida plagada
por la irracionalidad destructora más dañina en toda la historia de la humanidad.

La ideología de la clase dominante necesita que creamos fanáticamente en que la sordera y la ceguera
que nos impone son en verdad “lucidez” y “plenitud” de saberes y que, por colmo, nos de miedo perder lo que
el sistema nos da porque creemos que “estaremos perdidos” sin el capitalismo. Corona esta abrumadora
escalada alienante la meta cúspide basada en que, encima de todo, agradezcamos lo que el sistema nos infiltra
porque siempre ha tenido razón de que “las cosas sean como son”. Eso lo tapa todo incluso todas las
“tapaderas” anteriores.

Cada “cortina de humo” que el capitalismo instala, tiene fecha de caducidad y límites de cobertura. Por
eso necesita generar “cortinas de humo” en secuencia capaces de cubrir lo que queda al descubierto mientras,
también se cubren las “cortinas de humo” nuevas. Galimatías endemoniado que pergeña un sistema de mentiras
desplegadas en todos los rincones de la lucha de clases y camufladas unas mejor que otras. El ejemplo supremo
es la economía burguesa y todas sus expresiones objetivas. Casos hay a raudales.

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No importa si hablamos de la industria fílmica, de la industria bélica o de la “bolsa de valores”… para
los fines aviesos del capitalismo todo es útil a la hora de esconder las masas ingentes de riquezas que se
embolsa saqueando a los trabajadores el producto de su trabajo. En las máquinas de guerra ideológica llamadas
“medios de comunicación”, está una de las herramientas más potentes del capitalismo para sembrar “cortinas de
humo” enfrente de otras “cortinas de humo”. Una telenovela “tapa” las operaciones “pedagógicas” que
adiestran a las audiencias sobre los valores, gustos y tradiciones que deben obedecerse ciegamente en la trama
ideológica de clase impuesta por el capitalismo. Otra “cortina de humo” disfrazada de canciones, modas y
cosméticos refuerza la “cortina de humo” que inocula la publicidad y todas se tapan con la “cortina de humo”
llamada consumismo. La base de la fuerza del trabajo productora de todos los bienes queda tapada por la
espesura del “humo” farandulero que, además de todo, es un gran negocio. Muchas personas pagan por dar
mantenimiento y refrescar su “cortina de humo” de cada día. Las iglesias están llenas de ejemplos.

Incluso los fenómenos de la naturaleza son útiles en la fábrica de “cortinas de humo”. Huracanes,
sismos, sequías o inundaciones… si hay que tapar los hurtos, la represión, las vejaciones y la corrupción que
son consustanciales al capitalismo, serán bienvenidas y manipuladas al máximo para, de inmediato crear una
“cortina de humo” que esconda tal manipulación. Un torneo de fútbol, por ejemplo. Dime qué “cortina de
humo” prefieres y te dirá quién eres.

Como en todo, la manufactura de las “cortinas de humo”, sus materiales y sus acabados, evidencia
tradiciones y habilidades (entre la cantidad y la calidad) para asegurar éxito al objetivo concreto de invisibilizar
a la “bestia” histórica que es el capitalismo y todas sus monstruosidades a diestra y siniestra. A ese objetivo
concreto se dedican muchos especialistas y muchas empresas de todo tipo, en escalas de masas o en el fuero
íntimo de las relaciones interpersonales cotidianas. Nunca la historia de los seres humanos tuvo ante sí el
tamaño que hoy tiene la maquinaria descomunal de “cortinas de humo”. Nunca tantas, nunca tan espesas, nunca
tan velozmente reproducidas y nunca tan solapadas las unas con las otras. Nunca, incluso tan demencial la
competencia entre “cortinas de humo” para ganarse las preferencias de los patrones.

Se trata de una batalla enorme, es la “Batalla de las Ideas”. Sólo con un mapa meticuloso, capaz de hacer
visibles los tejidos ideológicos, los más grandes o los más sutiles, que tapizaron al siglo XX y XXI en todas las
latitudes del orbe; sólo con herramientas afiladas para desbrozar el enjambre y la selva de silogismos
pergeñados por la ideología de la clase dominante… sólo con instrumentos poderosos como “Materialismo y
Empiriocriticismo” de Lenin, seremos capaces de penetrar toda cortina de humo y dejar ver con claridad dónde
están las trampas ideológicas. Sólo así será posible derrotar el fardo de anti-valores, supercherías y burradas que
contiene la, irracional y asesina, lógica burguesa de depredar al planeta, destruir las fuerzas productivas y

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aniquilar a los seres humanos. Hay que tomarse en serio la “Batalla de las Ideas” pero siempre unidas a la
práctica transformadora. Sin nubarrones.

Historia del lavado de cerebro

Filosofía sobre detergentes mentales actualizados

Uno de los “clásicos” en la Historia del “Lavado de Cerebro” es hacernos creer que no existe. Hay
artífices de ese “clásico” que ofician como predicadores dispuestos a proclamar a los cuatro vientos que a ellos
nadie les lava el cerebro. Uno de los detergentes principales de ese sistema de “lavado” es el miedo que, ya con
génesis bíblica o con ojivas nucleares, presiona nuestras vidas, minuto a minuto, para hacernos obedientes
alegres de todo aquello que nos explote, nos humille y nos neutralice. Se trata de borrarnos de la cabeza todo
pensamiento y método crítico, organizativo y movilizador dispuesto a transformar la realidad monstruosa
perpetrada por el capitalismo. Lo pasan por la tele.

Hoy parecen juegos de niños todas las operaciones de amedrentamiento (inventadas desde siempre) al
lado de las imágenes perpetradas por los bombardeos a Gaza, las parafernalias de ISIS y el despliegue macabro
amplificado por la alianza entre el “crimen organizado” y los mass media burgueses. Los 7 pecados capitales y
Orson Wells parecen cuentos de hadas. Al final del discurso reina –impune- la moraleja que muestra el poder
del daño para someternos al engaño. ¿No es para eso que se exhibe a mansalva al cristo crucificado?

La fase “aguda” es cuando la víctima se convierte en voluntariosa y adquiere iniciativa para lavarse,
sola, el cerebro y lavárselo puntualmente a sus “seres queridos”. Cuando aprende a lavarse el cerebro
meticulosamente, con empeño y buen humor, haciendo de eso exhibición moralizante entre propios y ajenos.
Actitud colaborativa y sustentable que ahorra muchos gastos a la burguesía. La fase aguda se expresa a sus

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anchas cuando las víctimas agradecen (íntimamente y en la plaza pública) ser victimadas y reconocen que el
victimario siempre tuvo la razón y sigue teniéndola. Misión cumplida.

El “Lavado de Cerebro” ha cobrado formas modernas y se ha institucionalizado según las especialidades


que demanda el mercado del imperialismo. Verbigracia las lavanderías de cerebros concentradas en saqueo de
recursos naturales y particularmente saqueo del petróleo. “Es por tu bien” dicen ellos, “es porque no sabes cómo
aprovecharlo”, “no tienes la tecnología ni la entiendes”, “es progreso”, “es moderno”, “es transparente”… “es
inevitable”. Hay joyas del cinismo y del desparpajo consagradas en contratos, acuerdos, alianzas y decretos que
cuentan con no pocos aplaudidores con sueldo o sin él.

En la cima de los lavaderos de cerebros destacan los, recientemente visibilizados, “fondos buitre” que
han hecho del verbo “pagar” un dogma con fanatismos inéditos encadenados a tradiciones ancestrales. Ya no
importa el calibre de las aberraciones que implique, hay que pagar porque lo dicen los “jueces”. No sólo los
“jueces” serviles al capitalismo sino los “jueces” jerarcas de la moral burguesa que norman la calidad de la
honradez con el monto de lo que se paga y nos lavan el cerebro para “honrar la deuda”. No importa si
caminamos al abismo de la peor crisis de miseria y despojo que hubiésemos imaginado… ellos quieren que
paguemos con el cerebro bien lavado y dispuestos a cumplir con los pagos próximos fijados hasta la eternidad.

No diremos que no nos lo avisaron. Llevamos siglos de inventos y estragos en el arte de lavarnos el
cerebro. Hay escuelas, debates y tendencias diversas que, a cual más, se disputan la paternidad de una u otra
“técnica” mejor parar un lavado eficiente y a fondo. Hay universidades especializadas y hay premios con
prestigio planetario para aquellos que, todo o en partes, perfeccionen el lavado de cerebros en sus versiones
individuales o de masas. Tienen en ese círculo de notables sus “sitiales de número” las iglesias y las sectas
aunque cueste cada día más trabajo distinguirlas de los canales de televisión burgueses, de algunos partidos
políticos y de algunos centros de investigación y enseñanza científicos.

La Batalla de las Ideas es la lucha de clases expresada en pensamiento para la acción revolucionaria. Es
deber de nuestra lucha anticapitalista y mundial entender que la transformación del mundo radica en la
modificación de las relaciones de producción y también en las ideas sobre la realidad para la vida igualitaria y
justa en colectivo. Para eso es preciso identificar y desactivar todas las armas de guerra ideológica que la
burguesía ha inventado y disponernos a desarrollar antídotos como estrategias con métodos revolucionarios del
pensamiento y de la acción en simultáneo.

De nada va a servirnos vivir como plañideras por más efectivos que sean nuestros análisis y reclamos. Es
hora de avanzar y no quedarnos en la queja, en la observación o en el diagnóstico porque urge integrar todas

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nuestras mejores fortalezas en un programa de unidad y lucha creadoras que dé a la producción de ideas su
lugar obligado e indisoluble en la producción de acciones transformadoras. Es urgente y es posible por más que
quieran lavarnos el cerebro con el cuento del “fin de la historia”. Ya basta.

¿Está el “relato” a la altura de la Historia?

Crisis de la Elocuencia

Decir mal es como no decir o como decir lo contrario a lo que se desea. La historia de las luchas
humanas, especialmente de las luchas revolucionarias, ha estado a expensas de una variedad de filtros
ideológicos, de léxicos paupérrimos y jaleos mediáticos (jamás ingenuos) sobre los que siempre es bueno tender
mantos de dudas o de francas sospechas. ¿“Traduttore, traditore”?

Una herramienta, no ontológica, muy útil para el ejercicio de la autocrítica, bien pudiera comenzar por
preguntarse ¿quién soy para contar esta Historia? ¿qué me habilita, qué me da el derecho, desde dónde la cuento
y al servicio de qué intereses? Incluso, es recomendable interrogarse: ¿tengo el vocabulario, la destreza técnica,
las habilidades pertinentes y los dispositivos creativos para huir del tedio, la rutina, los estereotipos, las
repeticiones y los plagios? ¿tengo sentido del humor y sentido de la proporción asociados al sentido del
ridículo? No importa si se trata de escribir poemas, novelas, cuentos, telenovelas, radionovelas, ensayos,
reportes científicos o películas. La pregunta dura es ¿está mi “relato” a la altura de la Historia? Responda
primero lo más difícil.

Victimados como nos tiene la ignorancia y la no poco pésima educación que hemos recibido en materia
de semántica, sintáctica e interlocución; aporreados por todos los vicios didácticos que nos transfiere el
empirismo de quienes nos “enseñan” –mal- la teoría y la práctica; acorralados por los miles de modelos
narrativos acartonados y por la dictadura del mercado que imponen estereotipos estéticos a mansalva y normas
aberrantes para gustarle al “público”… la producción de nuestros “relatos” se debate en linderos donde siempre
es más fácil errar que anotarse triunfos. Y por colmo en orfandad casi total de auto-crítica. Tal como te lo
cuento.

Desespera ver (o escuchar) cómo sucumben las mejores intenciones en garras de las frases hechas, en
garras de los planos obsecuentes, en manos del facilismo, la egolatría, el individualismo y la charlatanería. Da
rabia ver que el empirismo carcome una inmensa cantidad de “relatos” mientras, también, la arrogancia pudre el
trabajo y lo ahoga en subjetivismos que inventan realidades con toda impunidad. Sálvense las excepciones que
se pueda.

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En muchas obras la ignorancia se vuelve procaz y hace de las suyas para convencer a los autores de que
“el público” es igual, o peor, de ignorante y que cualquier cosa puede deslizarse como “obra cumbre” del genio
o del ingenio bajado de los cielos por obra de “las musas” o del iluminismo extraterrestre. Y, encima de eso,
pretenden cobrar por su “trabajo”. Mientras tanto, afuera, la historia es un incendio y las crisis se huracanan al
ritmo del capitalismo en agonía larga.

No se puede narrar con balbuceos erráticos la magnitud de las luchas humanas ni la magnitud de los
desafíos por venir. No se puede, y no se debe, tolerar la chabacanería teórica ni el simplismo práctico. La cosa
está que arde, la humanidad se debate contra la barbarie y el escenario se recalienta, cada minuto, al fragor de la
lucha de clases que sigue expidiendo, a borbotones, las líneas narrativas centrales que la humanidad protagoniza
en el camino de su emancipación. ¿Estamos listos para contar esa epopeya de nuevo género? Ni todos ni
siempre.

Exaspera ver batallas magníficas contadas con vocabularios a veces míseros. Exaspera ver que, en
manos impertinentes, los temas revolucionarios cruciales aparecen contados como melodramas ramplones. Nos
inundan los ripios, las jerigonzas, los galimatías y el esnobismo. Vamos de la petulancia al abismo acorralados
por los Mesías de la estética y los genios de la moda, cualquiera, que exhiben sin pudor el compendio completo
de sus aberraciones vanidosas y luego se auto-llaman “artistas”. Mientras tanto, afuera el mundo arde y la clase
trabajadora se ve traicionada, o ignorada, porque el himno de sus batallas se desfigura en los muladares de la
pobreza léxica o de las pretensiones esteticistas de los iluminados. Cuando no abruma la vacuidad. Es terrible.

Y, por si fuese poco, aparecen los relativistas y los reformistas con sus anestésicos de ocasión para
exculpar la ineficiencia, la falta de autocrítica y indisciplina contrarias a la militancia de aquellos que se
entregan a la exigencia suprema de las convicciones más hondas y serias trabadas con la calidad y con la poesía.
No faltan los zoquetes, los alcornoques ni los alfeñiques teóricos que hacen de la superficialidad un manifiesto
de mediocres y que, con sus banderas, hacen felices a las oligarquías de cada terruño. “A mucha honra”. Dicen.

Buena parte del antídoto está en la investigación honda y científica, en la experimentación creadora
dirigidas por la lucha de clases y por los contenidos que de ella emanan para poner la obra al servicio de quienes
luchan, palmo a palmo, por la emancipación humana. Sea tanto en el campo de las refriegas políticas como en
los territorios académicos, artísticos o científicos. Sea en el campo de la poesía, de la literatura o de la
cinematografía. Necesitamos una gran Revolución del “relato”, parida por el motor de la historia y por el
sepulturero de la burguesía que, a diario, cava la tumba del capitalismo para que todos acudamos a celebrar su
deceso. Pronto.

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Es necesario tomárselo muy en serio, dejar de perder el tiempo en obras reiterativas y cansinas de las
que sólo emergen bostezos y no poesía ni conciencia organizadora y movilizadora. Es urgente dejar de perder
tiempo y recursos en parafernalias ególatras o en diletancias. Afuera de esos solipsismos de claustros y de
sectas, la Historia del capitalismo es un incendio descomunal que arrima a la humanidad al abismo de la
barbarie. El mundo es una gran fábrica de armas, es el negocio de los negocios y eso incluye las armas de
guerra ideológica, los mass media, los narcóticos, las instituciones educativas, religiosas y bancarias. El mundo
arde en el infierno de la usura burguesa, la clase trabajadora lo paga con sangre, postergación y humillación sin
dejar de avanzar dialécticamente hacia su emancipación. La historia de la humanidad prepara una nueva gran
Revolución que debemos saber protagonizar y narrar para el corto, el mediano y el largo plazo. El reto es saber
contar la Revolución Permanente y sus capítulos, todos, actualizados con poesía. ¿Está nuestro “relato” a la
altura del reto?

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Bases mediáticas en América Latina

Un problema de seguridad regional

¿Cómo hay que decirlo?

Hoy se comportan como un ejército golpista cada día más coordinado, más veloz y más ubicuo. Son el
ariete de las avanzadas invasoras y tienen impunidad absoluta para mentir, en toda escala, incluso con

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argumentos aberrantes que desafían a toda cordura y a toda justicia. Y una de sus “mercancías” más logradas
consiste en hacernos creer que son invencibles y que debemos agradecerles que nos desestabilicen, nos exploten
y nos engañen. Ya se ha repetido hasta el cansancio, ya se los ha denunciado en uno y mil foros, los daños están
a la vista y los peligros de sus ataques son terriblemente costosos.

¿Qué esperamos para actuar? ¿Nos vence el miedo? ¿Nos derrotan sus mentiras? ¿Nos conviene más no
tocarlos? ¿Qué hacer? Esto ya no es un problema sólo de “libertad de expresión, sólo de “diversidad de voces” o
sólo de “democratización de las herramientas”, es todo junto y, además, es un problema se seguridad nacional…
un problema de seguridad regional. A los pueblos sólo los salvan los pueblos.

Sería suficiente contar con una cifra bien elaborada sobre el volumen de dinero que manejan en toda la
región para que eso, por sí mismo, advirtiera la amenaza política que implica la red de “Bases Mediáticas” que
ha proliferado sin control. Sería suficiente mostrar los nombres de las “familias” monopólicas y su conducta
latifundista dentro del control de medios.

Sería suficiente entender cómo comercian con la tecnología para la transmisión de información, cómo
convierten en mercancía el tiempo y el espacio de sus “concesiones”, cómo influyen sobre la “opinión pública”
y cómo se han imbricado, incluso con negocios incompatibles… para entender la envergadura de un problema
inmenso que ha rebasado toda ley, toda cordura y todo gobierno. Sería suficiente ver cuántos casos y de
desestabilización golpista han alentado desde sus “medios” para no demorar más una acción política continental
de repudio, freno y redireccionamiento de los medios y los modos de la comunicación. Y sin embargo…

Ha sido un error dejarlos hacer metástasis ideológica y es un peligro ese desarrollo monopólico de las
herramientas de “comunicación” que ha proliferado en nuestros países con toda impunidad e impudicia. Es un
error obvio y un peligro creciente que deja al descubierto no sólo debilidades e ignorancias, también
complicidades -conscientes o inconscientes- que cuestan muy caras a los pueblos porque ellos, los monopolios,
tienden a radicalizarse y perfeccionarse en sus capacidades de defensa y en sus ataques.

Las Bases Mediáticas controlan economías enteras (bancos, empresas, turismo…farándula). Controlan
escuelas universidades e institutos de todos los niveles y todos los perfiles. Controlan transferencia tecnológica,
publicidad, distribución y mantenimiento en materia de comunicaciones. Controlan campañas y procesos
electorales y sus rutinas informativas, hora por hora. Controlan la producción de papel, el tiempo libre y el gasto
en bebidas embriagantes, locales de apuestas, deportes y espectáculos. Controlan modas y tendencias
ideológicas, venta de libros, folletos y opinología de ocasión. Controlan los valores y los antivalores como la
“belleza”, lo “feo”, lo “bueno”, lo “malo”, lo “exitoso” mas la violencia física y sicológica televisadas sin freno.

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Controlan el estado del ánimo y cancelan la libertad de expresión. Controlan las leyes, los reglamentos, los
códigos, las jurisprudencias y los jurisconsultos. Controlan la agenda temática de cada día y de todos. Controlan
lo que debe ser visible y lo que debe ser invisibiizado. ¿Falta algo?

“La concentración de los medios de comunicación suele ser reconocida como un obstáculo a la
pluralidad. En diversas regiones del mundo existen límites legales a la concentración de muchos medios en
pocas manos pero en América Latina ese no suele ser un tema destacado en la discusión acerca de los medios”
[1] TELEVISA incrementó un 30,7% anual sus ganancias en el segundo semestre del año. Los ingresos se
situaron en 18.065 millones de pesos mexicanos (1.403 millones de dólares) [2] . La consultora McKinsey
mostró estudios en los que Internet representa un 3,4% del PIB en 13 países (los del G8 -Francia, Estados
Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Japón, Canadá y Rusia, más Brasil, China, India, Corea del Sur y
Suecia) y contribuyó en un 21% de su crecimiento en los últimos cinco años. [3] El principal servicio
informativo en torno al estado de Internet en el mundo, estima que la población de usuarios de la web en el
planeta asciende a 1,733,993,741. La penetración mundial de Internet fue establecida en 25.6%. [4] Porcentaje
de las frecuencias de televisión que controlan Televisa y TV Azteca en el país: 94%. [5]

Nosotros no podemos seguir equivocándonos. Hemos errado en materia de comunicación, una y otra
vez. Seguimos expuestos al peligro de la “guerra mediática” asimétrica y no logramos, aun siendo mayoría,
articular las fuerzas, que sí tenemos, con un programa emancipatorio permanente. Nosotros no podemos
cansarnos, ni podemos desistir, de todas las insistencias transformadoras que nos permitan avanzar y nos
permitan completar nuestras autocríticas y tareas democratizadoras de la comunicación. Esto es un problema de
seguridad de los pueblos, la agresión más brutal de las mafias mediáticas es contra la clase trabajadora y los
estragos son incontables, aberrantes, monstruosos e injustos. ¿Nos quedaremos cruzados de brazos?

Notas

[1] “Muchos Medios en pocas Manos” Raúl Trejo Delabre


http://portcom.intercom.org.br/revistas/index.php/revistaintercom/article/viewArticle/146

[2] http://www.telesemana.com/blog/2013/07/10/televisa-incremento-un-307-sus-ganancias-en-la-
primera-mitad-del-ano/#sthash.67uSFKYK.dpuf

[3] Internet y el G8 sin los usuarios http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129208

[4] http://mexicanadecomunicacion.com.mx/rmc/2010/05/04/el-transito-a-los-ambientes-comunicativos/

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[5] http://www.nexos.com.mx/?p=19191

Crítica de la Razón Anestésica

Son muchos los métodos y los intereses que las burguesías han desarrollado para “anestesiar” la fuerza
movilizadora y revolucionaria de los pueblos. Se gastan millonadas demenciales y eso constituye uno de los
frentes más despiadados de la guerra de clase desplegada por el capitalismo. No vamos a cansarnos de repetirlo.

Sostiene “la ideología de la clase dominante” que tiene toda la razón para mentirnos, des-orientarnos,
embriagarnos, narcotizarnos, acomplejarnos y humillarnos de mil maneras. Dicen que lo hacen por nuestro
“bien”, que somos como animalitos que necesitan la mano del amo para que sepan seguir el camino del “bien”,
que es decir, el camino que multiplica los bienes de la burguesía. En el orden de sus prioridades supremas,
defensoras de la propiedad privada y de los valores hegemónicos de clase, la burguesía recluta herramientas y
mercenarios expertos en taladrar cabezas en las que infiltran, día y noche, sin parar un minuto, todo el arco de
los anti-valores que han depredado economías, eco-sistemas, culturas y generaciones enteras de personas
victimadas con todas las formas de la plusvalía. Incluida la “plusvalía ideológica” como la define Ludovico
Silva. La realidad no es como ellos la pintan.

No vamos a cansarnos de repetirlo. Por más afinado o milimétrico que sea el diagnóstico sobre la
apropiación monopólica de las armas de guerra ideológica; por más que detallemos las regiones y los territorios
controlados por las empresas multinacionales comerciantes de información y entretenimiento; por más que
llenemos el paisaje con el esquema completo de la propiedad privada en materia de “comunicación”… de nada
servirán si no completamos ese paisaje con el plan de las tareas que nos permitan desintoxicarnos del magma
alienante para despertar de la anestesia ideológica burguesa que tantas adicciones ha venido inoculando en su
enemigo de clase. Derrotándolo en lo cotidiano.

Y ya sabemos que la fábrica de anestésicos ideológicos, financiada meticulosamente por la burguesía,


abarca universidades, instituciones gubernamentales, iglesias, sectas, partidos políticos, agencias de publicidad
y bunkers de “think tanks”… intelectuales, periodistas, artistas y vedettes de toda especie. Fauna y flora que
constituyen un crimen organizado de lesa humanidad que ha golpeado a los seres humanos desde que el
capitalismo es lo que es. Y lo dicho, de nada sirve saber todo eso, o ensayar todos los tonos plañideros que se
nos ocurran, si no desarrollamos un programa de unidad y lucha que contemple acciones efectivas de denuncia
y de sustitución que extinga, sistemática y definitivamente, al capitalismo y a todas su máquinas de guerra
ideológica contra los pueblos. Insistamos.

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Por ejemplo. Algunos cálculos comprensivos dicen que en el año 2013, y sólo “en USA, el gasto militar
real es de 839.000 millones de dólares”. Y, “Según el SIPRI, (Stockholm International Peace Research Institute)
el gasto militar mundial en 2012 fue de 1,740.000.000.000 de dólares” [1] No vamos a dejar pasar la pregunta,
nunca ociosa, sobre quién pone la violencia en el mundo y qué intereses la anteceden hasta convertirla en
método de dominación y –“aunque usted no lo crea”- materia de entretenimiento para niños, adolescentes y
adultos. A toda hora.

Por ejemplo. En América Latina, no contentos con haber sido paradigmas de las peores aberraciones
ideológicas y culturales infiltradas en los pueblos, las máquinas de anestesia desaforada, camufladas de
monopolios mediáticos, se alían ahora como arietes del golpismo, obedientes al modelo imperial yanqui que
adelanta sus invasiones con operaciones golpistas. Esos monopolios mediáticos se han convertido en “Luperca”
[2] que ahora acoge en su seno y amamanta a los Frankenstein “políticos” que viene pariendo, al vapor, el
capitalismo (y su neoliberalismo) entre cesáreas de coyuntura por pedido de las oligarquías.

Contra esa “razón anestésica” que es necesidad y ofensiva del capitalismo, el antídoto es la organización
y la movilización desde las bases que van amasando su conciencia de clase al fragor de las batallas económicas
e ideológicas que avanzan diariamente en todo el mundo. El antídoto es un sistema democrático y dinámico de
información crítica y de interpretación organizativa. El antídoto es, también, una red mundial de combatientes
contra la ideología dominante entrenados en no dejarse dormir por los efluvios anestésicos que saltan de los
aparatos de dominación ideológica y que se han enquistado como “costumbres” o “tradiciones” de los pueblos.
Eso incluye derrotar al alcoholismo y al individualismo, al sectarismo y al burocratismo. Derrotar al idealismo y
a todos sus espejismos. Derrotar al exitismo y al legalismo… derrotar a todos los “ismos” y todas las modas
escapistas.

Contra la “razón anestésica” del capitalismo, es preciso desarrollar la auto-crítica dialéctica


indisolublemente atada a un programa de acción que corrija deficiencias de corto, mediano y largo plazo.
Contra la “razón anestésica” del capitalismo urge un programa de unidad y de acción que no se contente con
“buenas voluntades” ni con cascadas de cifras y nombres. Necesitamos más que sólo “observatorios”,
necesitamos laboratorios de intervención que sean capaces de transformar y no sólo de contemplar.

Ya dimos muchas vueltas sobre nuestros diagnósticos y sobre nuestras culpas. Dimos vueltas y
seguiremos dándolas, mientras se necesite, a condición de que dar esas vueltas no contribuya a anestesiarnos
también, por nuestros propios medios, facilitándole a las burguesías el trabajo de inmovilizarnos. Seguiremos
dando vueltas a un tema que es crucial y es muy complejo, pero daremos vuelta toda vez que sepamos que se
trata de vueltas dialécticas y no de círculos viciosos en los que, sin salida, nos embriaguemos con nuestros
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propios discursos y la borrachera nos deje paralizados. Otra clase de “anestesia” que sólo la lucha conjura. No
me duermas.

Notas

[1] http://demilitarize.org/wp-content/uploads/2013/04/El-gasto-militar.pdf

[2] Nombre de la loba que según la mitología amamantó a Rómulo y Remo cuando estos fueron
abandonados por Marte.

Traiciones en los campos de la semántica

La ley del desarrollo de la producción de sentido

En nombre de las luchas históricas de los pueblos (y de sus líderes) hemos visto traiciones de todo tipo,
especialmente contra las ideas. Hay saqueadores semánticos seriales preparados para traicionarlo todo con
bombas de falsa conciencia entre las que destacan: 1) discursos inflamados e inflamatorios carentes de sentido
crítico y auto-crítico; 2) idolatrías estatuarias y 3) misticismos de ocasión para santificar lo que debería ser
siempre telúrico y carnal. Todo con filantropía jet set. Tal como han hecho, por ejemplo, con el Ché y con
muchos otros líderes y luchas revolucionarias.

La revolución socialista en el campo semántico ha de encarar principalmente a la ideología de la clase


dominante que ha hecho metástasis en todo el tejido de las relaciones sociales. La encontramos hasta en la sopa.
La vemos en nuestros gustos y creencias, está en la educación y en la cultura, en las “tradiciones” y en las
imaginaciones. El capitalismo se ha infiltrado como plasma ideológico incluso en pensamiento de su
sepulturero para convencerlo de que lamente la hora en que su verdugo muera. Eso se llama enajenación y se ha
convertido, incluso, en un gran negocio. Terrible problema. Lenin advirtió el sabotaje de las ideas de Marx en el
seno mismo del Partido y, entre otras razones, por eso escribió “Materialismo y Empiriocriticismo”. Es sin duda
una de las advertencias más claras que en el siglo XX se produjeron para, entre otros objetivos, alertarnos sobre
las mil maneras que tiene la clase dominante de escurrirse, camuflarse y usurpar ideas o símbolos que le
garanticen sobrevida cambiando fachadas… sin alterar contenidos y prácticas. Gatopardos y camaleones.

La tergiversación de los símbolos y las formas.

Porque más complicado que nos roben las herramientas de producción comunicacional, es que logren
robarnos el campo simbólico. Cuando se adueñen de ese territorio ellos nos dirán lo que tiene que gustarnos,

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qué palabras tenemos que usar para denominar qué y entonces tendremos que vivir y medir la vida como ellos
dicen, como ellos quieren. En nombre de Marx y de Lenin, Stalin traicionó a la Revolución Bolchevique. Hitler
se hizo llamar “socialista”. En nombre de la Revolución Francesa, Napoleón se erigió en Emperador. Los
Bancos dicen ser instituciones de la “confianza” cuando son ladrones incontrolables de cuello blanco. En
nombre de los pueblos, miles de partidos políticos burgueses vomitan palabrería para camuflar sus fábricas de
gerentes serviles. Nada más burgués y antipopular que el Partido Popular de España. En nombre de Lázaro
Cárdenas en México ahora se privatiza el petróleo usando eufemismos de todo tipo. Hay que estar alertas, por
ejemplo, los reformistas son un peligro camaleónico que se escurre sigiloso. Algunos se disfrazan de “doctos” y
van por el mundo pontificando un saber “revolucionario” sacado de los manuales de la élite burguesa. Algunos
sectores de la derecha golpista venezolana ahora acarician el sueño de usar a Chávez y a la Revolución para
descarrilar la Revolución Socialista de Venezuela. Goebbels lo supo.

Clavados con nuestras propias banderas

La Lucha de Clases (también) es el motor del relato. La ideología de la clase dominante es, también, una
gran maquinaria de mentiras, suplantaciones y desfalcos de todo tipo. A veces no hace falta que te mientan,
basta con que te "enseñen" a "ver" el mundo como lo miran ellos para enceguecerte. Una derrota ideológica
para nosotros es hacernos "ver" el mundo con ojos de la burguesía, medir y valorarlo todo con reglas de ellos,
llorar sus penas y celebrar sus fiestas. El colmo es que uno aplauda a su verdugo, que nos volvamos mansos
ante sus castigos y que aceptemos que siempre tuvo razón en victimarnos. Y peor derrota ideológica sería ver
cómo -por nuestros descuidos- ellos usurpan nuestras banderas para asesinar nuestras mejores luchas.

Derrotar a la ideología dominante exige entrenamiento diario, planificado, eficaz y eficiente en el uso de
las armas de la crítica científica. Derrotar a la ideología de la clase dominante, también exige entrenamiento
cuerpo y mente, científico y socialista en la crítica de las armas. Sin comprender, cabalmente, lo que es una
Revolución, será difícil comprender la dialéctica de sus tareas revolucionarias en la producción de sentido. No
hay práctica correcta sin teoría correcta. Una situación revolucionaria tiene contenidos propios, sus ritmos y sus
prioridades determinadas por la fuerza, y los avances, que la clase trabajadora conquista para expropiar el poder
a la burguesía. Las contiendas semánticas revolucionarias no pueden provenir de la pura “subjetividad”,
opinológica de algunos “iluminados”. Los contenidos, nuestros, emergen de la lucha de clases. No la esconden.
Hay que asumir el reto de planificar, democráticamente, los contenidos. Nuestras "cabezas y corazones" son
campos de batallas semánticas libradas, día y noche, bajo el relampagueo incesante de la lucha de clases.

En una situación de claro enfrentamiento de clases, en la que la disputa no admite eufemismos y es


contundente la evidencia de una guerra, el diseño y desarrollo de los contenidos tiene un papel supremo como
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fortaleza organizadora y para ayudar a multiplicar fuerzas revolucionarias. Las mejores ideas son las ideas
emancipadoras. Todo lo que no ayuda a garantizar, acelerar y profundizar la Revolución, en el corto, en el
mediano y en el largo plazo… debe ser sometido a cuestionamiento abierto. Por todos los medios. Ese es un
repertorio de contenidos inexcusable.

El antídoto es la praxis. Del dicho al hecho

Es indispensable ensayar todos los lenguajes pertinentes para hacer visibles y palpables los triunfos de la
Revolución que son fuente primordial de nuestra fortaleza moral. Con alegría, con humor, con imaginación
revolucionarios para no repetir discursos acartonados. Es indispensable comunicar los problemas, armados con
la autocrítica más proactiva y con los programas de avance más consensuados. Es vital elevar la moral y la ética
revolucionaria, asegurar la creatividad para ganar el territorio de los contenidos, vitalizar la experimentación.
Ser capaces de producir sentido en el sentido del socialismo científico.

Los contenidos de la comunicación revolucionaria son bases conceptuales cuya misión, además de
elevar el nivel de conciencia, radica en multiplicarse y profundizarse dialécticamente. Y eso requiere redes y
sistematización planificadas sin rigideces. Y en ese marco una de las tareas más arduas, y más postergadas, ha
sido la Revolución de los Contenidos. Nuestras luchas semánticas son asimétricas. Nos falta capacitación, nos
falta organización y nos falta unidad. Tenemos claro quién es el enemigo de clase, sabemos el daño que nos ha
causado, sabemos que debe ser expropiado y derrotado y sabemos que no podemos perder la guerra de los
significados. Sabemos que ésta lucha debe darse de manera internacionalista. Sabemos mucho y hemos hecho
muy poco. Por ahora.

Manos a la obra. No sería un mal ejercicio que todos los días, ordenadamente, cada revolucionario
asuma su responsabilidad socialista de difundir, al menos, 10 contenidos con los logros y el sentido de la
Revolución Socialista. Logros de la clase trabajadora. Hay que convertirnos en revolucionarios de la semántica
diariamente. Ojo con los contenidos. No dejemos que el enemigo de clase nos maneje la agenda. “Caras vemos,
corazones (y cerebros) no sabemos”.

Crítica del silencio nuestro

A nadie se lo digas…

Es un secreto, o algo por el estilo, el cúmulo de éxitos sociales de las revoluciones que despiertan en
Latinoamérica. Se trata de un secreto, o eso parece, porque una especie de censura, con inercia morbosa, tiende
a convertir en “dudas”, “sospechas”, “incertidumbres” y hasta “interrogaciones” profundas en manos de sesudos
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analistas, con ceño fruncido, que mientras iluminan sus cabezas shhhhhh… secreto, o algo parecido, ¡muy
parecido!. Para garantizar ese secreto hay muchas voluntades paridas en las entrañas de las más confusas natas
ideológicas burguesas. No pocas veces copiadas por sedicentes “izquierdas”. El resultado es funcional a la
mentira, la censura y tergiversación dominantes.

Ya debiera haber fiestas continentales, efemérides nuevas, por ejemplo, por haber encerrado en la cárcel
a los protagonistas del plan cóndor en Argentina; ya debiera haber desfiles y algarabías para celebrar a los
cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas, corazones y alegrías salvadas del pantano neoliberal donde quiere
hundirnos el imperio. Ya debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de fuentes energéticas, de
recursos naturales y de soberanía financiera en más de un territorio en revolución. Deberíamos saltar de alegría
por las mil y una buenas tareas que han frenado a las jaurías burguesas, que les han incomodado su libertad de
desastre y han ido imponiendo condiciones emancipadoras nuevas. Deberíamos celebrarlas, mucho y bien,
aunque sean incipientes, incompletas e imperfectas. Por ahora.

Calladitos, muchos, mascullan sus “dudas”, las mascan para sacar jugo ensalivado con tesis de “todo o
nada”, de ultrismos cómodos y de irresponsabilidad “políticamente correcta”. Total para ellos lo que no es obra
propia es como si no existiera. Muy parecido a la mezquindad burguesa y sus adláteres. Pero los pueblos se
orientan de otras maneras, su intuición revolucionaria exige calidad de espíritu y calidad de acción. Es preciso
estar ahí, y celebrar, cada pequeño o grande paso que pueda ser, acaso, motor de fuerza moral que desate
huracanes revolucionarios. Nada puede desperdiciarse.

La batalla será larga y tendrá velocidades diversas, según las oportunidades y según las condiciones.
Requerirá muchas generaciones entregadas a ser correa de transmisión dialéctica en todos los frentes y desde lo
objetivo hasta lo subjetivo, siempre indisolubles. Y ya que la batalla ha de ser larga, y ancha, incluyamos la
alegría de la celebración minuciosa, la celebración enamorada, sinceramente, de sus alientos y de sus logros.
Aceptemos que han sido ya mucho el tiempo de la dominación, de la esclavitud, de la explotación y de la
tristeza para los pueblos y que nadie tiene derecho a amargarle, a las luchas, sus conquistas por incipientes que
sean. No se trata de ser a-crítico, ni complaciente, ni resignado, ni conformista… se trata de declarar la guerra
sin cuartel al “escepticismo” reaccionario que, mientras se regodea, silencia todo. Ya basta.

Las revoluciones sociales que nacen en Latinoamérica tienen urgencias y debilidades muy grandes en
materia de comunicación, hacia afuera y hacia adentro. Necesitan soberanía tecnológica; desarrollos jurídico
políticos de integración regional; revolución epistemológica (que cambie -para siempre- la lógica de la
mercancía que intoxica a la comunicación); y necesitamos independencia semántica en la soberanía de los
contenidos. Hay que luchar contra las vanidades, las egolatrías y las miopías. Hay que luchar contra la pobreza
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de conceptos, contra las taras y contra los prejuicios burgueses. Es falso que se deba descender la calidad de las
ideas “para que el pueblo las entienda”. Lo que debe hacerse es contar con actores de la comunicación capaces
de hacerse entender, en la calidad y en la cantidad de conceptos necesarios, con frescura, con sentido del humor
y sin repetir las “fórmulas” mercantiles de la comunicación.

Las revoluciones nacientes necesitan, con urgencia exponencial, comunicación verdadera para decirnos
las verdades necesarias, sin miedo, sin complejos sin censuras y sin ventajismos. Las revoluciones necesitan
ciencia de la comunicación para planificar su desarrollo y su retroalimentación dinámicas, sin obstáculos, sin
cegueras, sin sectarios reyezuelos tenderos de las verdades mediáticas. Nos urge la comunicación que rompa
todos los silencios y los secretos que ponga la vista y a la luz, la crítica y la responsabilidad socialistas. Nos
urge la comunicación de la verdad la comunicación de la inteligencia, la comunicación de los mejores valores y
los mejores amores. Sin ilusionismos, sin auto engaños, sin sectarismos. Espacialmente sin silencios. Hay
mucho que celebrar y es más lo que nos espera. Los que no quieran verlo tienen, al menos, problematizados los
principios. Mientras tanto las revoluciones avanzan. Sin callarse.

Las trampas de la “representación” televisada

Influye también, en los modos de producción de “sentido” televisual, el problema de su carácter


representativo o participativo. Al ya de suyo odioso modelo de manejo de los “tiempos televisivos” ahogado
por el imperio de la publicidad y del fundamentalismo de la mercancía, hay que añadir el modelo
intermediarismo que la televisión comercial ha hecho suyo para imponernos su relato, sus gustos, sus valores y
sus deyecciones ideológicas. Una verdadera calamidad.

Todo se reduce a imponernos alguien o algo que nos lo “explica” todo, con sus medios y con sus
modos. A su capricho y a su conveniencia. Nos leen “noticias” que ellos deciden y que ellos dicen (con voz
exagerada e impostada) son “lo más importante”. Nos dicen qué debemos comprar, a qué precio, con qué
“virtudes” y con qué sumisión. A crédito o al contado. Nos dicen quién y qué es “bello”, “seductor”, “sensual”,
“atractivo”, “elegante”, “exitoso”... nos ponen sus plazos y nos ponen sus ritmos. Nos manejan el diccionario,
el vestuario, el imaginario y el reloj. En tiempo real.

Para todo hay siempre un representante explicador, vendedor o conductor... empeñado en hacerse el
simpático, el eficiente, el esclarecido o el iluminado. Dispuesto a llevarnos al edén de sus intereses políticos,
ideológicos y comerciales. Principalmente comerciales. La televisión mercantil es una máquina de guerra
ideológica plagada con intermediarios que a tiempo completo están listos para borrarnos de la cabeza toda idea,
toda posibilidad y toda oportunidad de participación autónoma. Siempre hay alguien que cuenta chistes por

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nosotros, siempre hay alguien que canta canciones por nosotros, que baila, que informa, que cocina, que “sabe”,
que “entiende”, que “dice”, que “sonríe”, que “saluda”... por nosotros y sin nuestra autorización o previo
acuerdo. Es el “mundo” de ellos que dice “representarnos”. Y nos lo cobran.

Los más “vivos” se dieron cuenta de su dictadura de la representación y nos inventaros, también, la
forma de “participación” que a ellos les conviene. Entonces usan a los pueblos como decorado, como
aplaudidores, como escenografías siempre que hace falta alguna justificación “democrática” o “popular” de lo
que a ellos les conviene. Dicen que “el público opina”, “participa” cuando ellos dicen, como ellos dicen, hasta
que ellos deciden. Demagogia reloj en mano. No pocas televisoras públicas están infectadas con ese veneno
ideológico televisivo “representativo” que harta, que duele, que ofende y que ninguna a los pueblos “a todo
color y de frontera a frontera”.

No hemos visto, todavía, una Televisión Participativa verdadera. Salvo casos incipientes y
dolorosamente incomprendidos, como VIVE TV de Venezuela -en sus inicios-, algunas televisoras comunitarias
que lograron salvarse de parásitos intermediarios de todo tipo (Iglesias, ONG´S, partidos políticos oportunistas,
Mesías...) La Televisión Participativa, como Democracia Participativa, está por construirse. Hacen falta mucho
trabajo y mucha atención crítica para eliminar de nuestras cabezas (y de las televisoras que los pueblos dirijan)
el peligro de repetir el discurso burgués, el discurso del patrón en las pantallas. Como si fuese nuestro. Hace
falta agudeza y experiencia, hace falta desconfianza práctica, y vigilancia científica, para no ser víctimas de la
inoculación ideológica que nos representa como a ellos les conviene.

La lucha de clases también se expresa en las pantallas. No vamos a cansarnos en insistir en la


urgencia de romper con los modelos burgueses de comunicación, aprovechando críticamente sólo aquello que
sea aprovechable (fundamentalmente tecnológico) y desechando todo lo que de más odioso tiene un modelo de
“producción de sentido” en Televisión, especializado en borrar de los ojos de los pueblos a los pueblos mismos
y especializado en criminalizar -por la Tele- a los líderes sociales y las luchas sociales que hacen hasta lo
inimaginable por participar en la creación de un mundo nuevo, justo, sin guerras, sin hambrunas, sin clases y a
la vista de todos. Terminemos con la propiedad privada de la televisión y con los monopolios. Una Televisión
Participativa es posible, es necesaria y es urgente.

Semiótica de cierta inteligencia monstruosa en la ética y en la lógica del mercado

¿Todas las “lindas” son “tontas”?

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Mascaradas de la “belleza” burguesa. Por si fuese poca la avalancha represora que la ideología de la
clase dominante descargó, históricamente, contra las mujeres, llegó el capitalismo con su creatividad y
rápidamente las convirtió en masa explotada con carácter decorativo y estigma de “cabeza hueca”. La burguesía
tardó siglos en confiar el voto político a las mujeres, por ejemplo. “En el comportamiento hacia la mujer, botín
y esclava de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí
mismo… Del carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser y se concibe
como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y mujer es la más natural de las relaciones
entre uno y otro ser humano”. Marx

Convertidas en seres superfluos, serviles y dóciles las mujeres del ideal burgués debieron asumir,
además, un mandato mercantil útil para reforzar el consumismo. Se las habilitó culturalmente para hacer las
compras de las cosas menores. Jamás lo “caro”, jamás los “electrodomésticos” de “alta gama”, jamás las cosas
que el hombre compra. Los publicistas saben bastante de esas trastadas ideológicas. Esa “capacidad” de compra
establece el grado de éxito que las mujeres deben conquistar en el torneo burgués del éxito social, la aceptación
y la admiración de otras mujeres. Especialmente. Para la burguesía la mujer (que se vuelve, también, propiedad
privada) depende -su ontología- de la cantidad de dinero que el marido le da para gastar en las cosas “del día a
día” y en la ropa que se pone para decorar bien a su personaje. Les llaman “señoras”.

Pero hay un reducto ideológico (de falsa conciencia) en el que se producen y reproducen las patologías
más humillantes del capitalismo. Es un reducto histriónico en el que las mujeres se ven obligadas a ser “tontas”
rentables. Eso se ve en la “tele”, en los “diarios”… en todos los medios y en todos los horarios. Es el reino del
individualismo y de la egolatría de mercado que busca en las mujeres “lindas” a su presa predilecta porque,
según reza la moral mercenaria de la publicidad, “lo lindo vende”. A eso se debe la profusión histérica de
estereotipos que la burguesía impone a las mujeres para derrotarlas en una prisión ideológica invisible
alambrada con anti-valores de mercado y conductas convenencieras para poner a salvo las instituciones de la
familia, las iglesia y el estado burgués. El fetichismo de la belleza femenina y su valor de mercado. Vestidas o
desnudas.

Se trata de un reducto ideológico en el que se amasan convicciones y conductas que, por colmo, cuentan
con la complicidad de algunas mujeres y muchos hombres. Las más colonizadas tienen tendencia a hacerse
famosas en la farándula mediática burguesa. Con o sin éxito, en las artes de exhibicionismo de las “lindas” los
principios de mercado predominan, más allá de lo imaginable, en el centro mismo de la vida diaria. Incluso en
el cuarto de baño donde recalan cientos de los productos “indispensables” para dar mantenimiento al modelo de
“belleza” ordenado por los “medios”. Pero se trata de una “tontería” impostada que envuelve una gran astucia

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mercenaria y una moral de vendedor que, para venderse a sí mismo, cuenta con muchos clichés y muy poco
tiempo. La “lindura” de mercado dura poco porque la velocidad del consumismo es una maquina productora de
desechos humanos a destajo.

Las “lindas” “tontas” son ese cliché que ha tenido éxitos mercantiles resonantes. Dicen algunos que es
una forma del “sex appeal” que condimenta magníficamente la imposición de los valores burgueses y todas esas
aplicaciones, decadentes y humillantes, que uno mira por las calles en la apariencia más cruel que la realidad
impone. Hay personas que transitan su vida entera sin percatarse del rol impuesto por una sistema económico
enfermo, también, de “mercancías humanas”. Desde su mascarada, aquellas mujeres que juegan (con su
voluntad o sin ella) el papel de “tontas” “lindas” van midiendo con una vara burguesa la cantidad y la calidad de
sus victorias seductoras más rentables. Suele haber detrás de la apariencia de “tontas”, inteligencias mercenarias
muy brillantes agazapadas entre los pliegues efímeros de su “lindura”. Garantizadas las reglas del negocio,
algunas se contentan con la “fama”, otras aspiran a ser “divas” bajo el supuesto de que se puede ser “bella”,
“tonta” y además “madura”. “Vieja”, es un término que la burguesía usa casi exclusivamente para las mujeres
proletarias.

Por todo eso es que las luchas de género (que son realmente de clase) en el mundo revisten, con grados
diversos, un carácter revolucionario fundamental. Especialmente esas luchas, no exclusivas de mujeres, en las
que se demuele sistemática y profundamente la ideología de la clase dominante y todas sus trampas opresoras.
Por más sutiles o seductoras que se presenten. A pesar de eso no contamos aun con una corriente crítica
internacionalista capaz de generar repudios contundentes contra el modelo de humillación con que la burguesía
somete a no pocos millones de mujeres. En todo el mundo y en pleno siglo XXI. Es necesario ser conscientes,
sensibles, solidarios y proactivos en las luchas emancipadoras que no son sólo de “género” porque son
fundamentalmente de clase. Es necesario el desarrollo de una praxis revolucionaria que deplore y combata todo
modelo de opresión por más “lindo” que parezca y siempre abrazando -con fuerzas amorosas y fuerzas
científicas- a toda víctima. Aunque lo “lindo” y lo “tonto” haga creer a esas víctimas intocables, reverenciables
o superiores.

Una larga lista de luchas, luchadoras y luchadores sociales enriquece la perspectiva revolucionaria que
nos acerca a un mundo liberado, por fin, del capitalismo y de toda la parafernalia grotesca que nos ha impuesto,
también, con sus mercancías humanas y sus mercancías ideológicas. En esa larga lista de frentes para la lucha se
desarrolla, de manera desigual y combinada, un repertorio de crítica que se impulsa científicamente porque
aprendió a no ser víctima de los chantajes morales, éticos o estéticos que la ideología burguesa despliega,
fundamentalmente, para inmovilizarnos y dominarnos. Un buen día los pueblos dejarán de ser vulnerables a la

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guerra psicológica que usa “lo lindo” y lo “tonto”(entre miles de subterfugios) como estrategias de
ablandamiento, como trampas para generar solidaridades que, tarde o temprano, operarán en contra de las
víctimas. Nada más anti-cristiano, por cierto. Un día aprenderemos a dejar de ser usados por la lógica del
mercado aunque se presente en “paños menores”, con gestos sugerentes o con “hermosa” “tontería” impostada,
de esa que tanta chatarra ha ayudado a vender en un mundo ahogado con mercancías que buscan millones de
compradores compulsivos.

Des-arma la “Tele”

Las armas con que juegan los niños las compran los adultos

Esto no es una meditación puramente filantrópica ni un gesto humanitario para quedar bien con los
esnobismos de ocasión. Esto es una iniciativa para un movimiento político urgente empeñado en hacer visible
una de las mayores amenazas contra la especie humana, en particular contra niñas y niños, que se infiltra en
nuestras vidas, incluso disfrazada de “entretenimiento”. Y nos llega por la “tele”. El fetichismo de la mercancía
bélica.

Se suma ésta iniciativa a las muchas que ya existen no sólo para engrosar filas sino también para
engrosar debates… internos y externos. El mapa ideológico de las muy diversas luchas por el desarme,
especialmente por el desarme en y desde los medios de comunicación (usados ellos mismos como armas de
propaganda macabra), oscila entre moralinas burguesas para nutrir organizaciones de élite y frentes sociales en
los que se entiende con perfección la monstruosidad de las industrias de la guerra (que son la actividad
económica más grande del planeta) empeñadas en dominar también la subjetividad de niños y niñas.
Videojuegos, pistolitas, metralletas, granadas, bombas y lanzallamas. Counter Strike, Grand Theft auto, Call of
Duty.

No hay escapatoria. Eso de usar la televisión (u otros medios concomitantes) como plataforma de
seducción para que nuestros hijos consuman el ilusionismo morboso de las armas y todas sus parafernalias
bélicas es una monstruosidad. Aunque sea muy “divertido”. Es una monstruosidad que recorre todas las escalas
delincuenciales y todas las violaciones posibles a los derechos fundamentales de los niños y las niñas (y de sus
madres y padres). Es una monstruosidad que se ha naturalizado en las pantallas de televisión y en los “juegos”
tanto como en los supermercados, las escuelas y los centros comerciales de todo el mundo. Monstruosidad de la
violencia más irracional que se desliza con disfraces lúdicos y de aventuras heroicas tanto por su objetivación
cruda en las imitaciones de armas como en las destrezas criminales para que jueguen las niñas y los niños.

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Y ya que las “convenciones internacionales”, las leyes, los reglamentos y la palabrería jurídica nada
pueden hacer y nada han hecho… el camino único es la militancia contra los anti-valores macabros en
semejante mensaje bélico que con sus intereses mercantiles avasallan las conciencias y los gustos de niños y
niñas ante la complicidad (incluso involuntaria) de familias anteras alcahuetes de la violencia en los “medios”.

El muy concreto caso (y delito) del “gusto por las armas” impuesto a niñas y niños es una aberración tan
alevosa y tan antihumana que su solo señalamiento debería levantarnos de nuestras sillas para emprender una y
mil batallas implacables y dignificadoras de la vida y de la infancia. A toda costa. Pero no es así, para dolor y
vergüenza de todos nosotros. El capitalismo nos ha anestesiado y enceguecido ante los daños más terribles que
se comenten en nuestras narices y contra nuestros hijos. En “horario con protección” al menor.

Aunque nos hemos demorado absurdamente en reconocer los “Derechos Humanos” de niñas y niños,
incluso con sus imperfecciones y ambigüedades, ya tenemos una plataforma con “avales” internacionales para
impulsar una corriente social más desarrollada y útil a la crítica de la cultura de masas que necesitamos y útil a
la crítica de las armas -así sean juguetes- que se venden adobados con irresponsabilidad mercantil e hipocresía
de mercado bélico.

No claudiquemos en las cosas más importantes. Aunque en su vorágine la industria del consumismo
haga lo inimaginable para imponernos conductas, valores, “visiones del mundo” y todo tipo de contradicciones
con la lógica de la vida y su defensa… sobrepongamos con las fuerza de la crítica y con la claridad de la
solidaridad capaces de defender a los niños de todas las incursiones alienantes, pagadas por los comerciantes de
armas, para que nos hagamos adictos a lo macabro desde las edades más tempranas. No dejemos que nos
derrote la tentación ni la indiferencia, no sucumbamos al plan seductor de los juegos y los juguetes portadores
de muerte mercantil y narcóticos “mediáticos”. Niñas y niños están indefensos.

No vamos a arrodillarnos ante las biblias judiciales especializadas en demorar todo malestar y toda
voluntad revolucionaria. No dejaremos a las puertas de las escuelas ni de las universidades los principios ni las
obligaciones políticas que tenemos ante la infancia y contra todo lo que la acribilla en todos los sentidos. Por
eso esta iniciativa debe ser acción política en su sentido más pleno y más cargado de sentido transformador.
“Desarmar la Tele” debe ser una tarea obligada, una corriente crítica de la cultura, si queremos un Nuevo Orden
Mundial para la Información y la Comunicación con Voces Múltiples… como lo quiso -y quiere- el Informe
MacBride. Entre otras muchas herramientas.

Imagen, luego existo

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La cámara no es la mirada

Perogrulladas al margen, hay momentos en que viene bien recordar que los modos con que las
“cámaras” muestran al mundo, son decisiones y recortes planificados por alguien que, desde su modo de ver,
desde sus intereses o sus limitaciones, quiere que veamos. El mundo está infestado por cámaras que sirven a
finalidades múltiples. Cámaras de televisión, de cine, de fotografía, de vigilancia, de espionaje… cámaras en
estudios de filmación, en “cajeros automáticos”, en avenidas, en corbatas, en lápices… cámaras para el
espectáculo y para el control. La realidad recortada por el marco de una cámara.

Casi no existe actividad, individual o colectiva, donde las cámaras no estén presentes. Se ha consolidado
una cultura de las cámaras, una especie de plaga por su presencia y por lo que “muestran”, que sistemáticamente
impone una manera del conocimiento determinada por el “encuadre”, el movimiento, la profundidad, la nitidez
o la quietud de una toma de camarógrafo o fotógrafo. Es una dictadura del modo de ver, una imposición que
somete a la mirada a un modo de ver, de pensar y decidir qué debe hacerse visible, cómo debe verse y con qué
determinaciones de mercado, de clase o de vigilancia. El poder controlando a los ojos.

La mirada, emancipada de las cámaras y de sus “encuadres”, se comporta muy distinto a cómo se
comporta cuando contempla a la realidad. Mirar es más ancho, más hondo, más colorido y más directo. Más
táctil. Es una experiencia que no necesita intermediarios ni segmentaciones. Mirar es un proceso del
conocimiento, de la sobrevivencia, del desarrollo mismo de los individuos y del conjunto de sus relaciones
sociales. Es una función fisiológica y es mucho más. Se mira en panorámico y en detalle en una red de
funciones complejas que interactúan entre lo objetivo y lo subjetivo.

Esto implica, entre mil cosas, el desarrollo necesario de una ética de la mirada, es decir, fincar la
investigación científica sobre el comportamiento de quienes recortan y exhiben los fragmentos de la realidad
que eligen y fincar responsabilidades por ello. Exponer lo que la cámara ve no es una dádiva, no es un regalo de
la filantropía ni un regalo de los cielos. Salvo casos excepcionales una cámara no registra por sí misma nada de
lo que muestra. Se requiere que alguien la maneje, la instale y determine el campo visual que le conviene. Y
detrás de cada campo visual elegido con sus “encuadres” y sus “registros” quien toma de la realidad fragmentos
asume una responsabilidad que no es inocente, que es siempre ideológica, que tiene carga ética y estética. Y el
problema se multiplica según se multiplican los millones de cámaras que se encienden de noche y de día para
constituir un universo fragmentado con “encuadres” visuales. Punto especial merece, al menos una mención,
sobre la manipulación descarada de “tomas” para que se vean o se invisibilicen las protestas sociales y la
situación objetiva de las batallas territoriales.

70
El alfabeto visual de los “close up” (primeros planos) o las tomas panorámicas con todos sus intermedios
y gradaciones, es el alfabeto de un discurso de la imagen que nada tiene de inocente y nada tiene de inocuo. Es
el desarrollo de una forma tecnificada de intervenir sobre la realidad y sobre las conciencias no sólo con el
poder de la fragmentación sino con el poder de la articulación de fragmentos haciéndolos pasar como el todo. Y
eso con frecuencia s parece o se confunde con la mentira. Nada nuevo hasta aquí.

La fase más peligrosa, por la reducción de la mirada a lo visible en una “toma”, es la hipótesis alienante
de soñar con enceguecer a los pueblos si se apagan las cámaras. Es la moraleja subterránea que grita, a los
cuatro vientos, que sólo existes cuando alguien te hace visible, cuando te encuadra y cuando te separa de la
realidad con el recorte de una cámara. ¿Es una exageración? Es el colmo.

También es bueno explicar que no se trata aquí de alentar negaciones, odios ni venganzas contra el
desarrollo tecnológico de instrumentos para registro visual. Imposible negar el aporte que ha significado para la
ciencia, para las artes, para la política y para educación (por ejemplo). Imposible invisibilizar la contribución
que el conocimiento humano ha recibido por el despliegue de cámaras en los terrenos donde nadie o muy pocos
llegan, en lo terrestre y lo extra-terrestre.

Lo que habría que someter a debate filosófico, ético, epistemológico y político es esa forma del uso que
ha hecho de las cámaras, voluntaria o involuntariamente, una fuente del conocimiento, una didáctica de la
realidad, una puente de interacción con recortes que jamás se comportarán como un rompecabezas, que jamás
logarán sustituir al todo ni por la dialéctica de un conjunto de interrelaciones que no pueden ser satisfechas sólo
con los registros fragmentarios a los que está condenada por definición una cámara. Y es que lo único capaz de
completar el paisaje es la inteligencia humana que, por ser social, universaliza y sintetiza su relación con la
materia concreta y sus experiencias transformadoras. Eso no está al alcance de cámara alguna. Y menos mal.

Ética y semiótica en pantalla

¿Murió la Crítica cinematográfica?

Para que la crítica cinematográfica no se trafique como anecdotario de gustos y caprichos, exhibidos con
tono erudito y desparpajo de sabiondos y para que no sea catarsis impúdica de petulantes… se requiere método
y auto-crítica. Cuanto más cerca de la ciencia1 mejor. No es exagerado decir que una de las herramientas más
poderosas que el Cine generó al lado de su despliegue semántico, estético, tecnológico e industrial es el campo
fértil del filosofar crítico basado en películas. Herramienta poderosa no siempre usada para emancipar cabezas
porque no todos los sedicentes “críticos” están a la altura de la crítica que se necesita. Veamos.

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Si “críticos” se hacen llamar los que -para cobrar un salario- rinden pleitesía a la lógica del mercado
fílmico; si para llamarse “crítico” ha de reducirse el trabajo a sólo hablar de los “logros en taquilla” las
productoras y las distribuidoras monopólicas2; si para exhibirse como conocedor hay que recitar el santoral
bibliográfico de las “academias” de moda… o si para llamarse “crítico” se ha de pontificar con esnobismo
festivalero y pedantería de ignorantes… lo que realmente queda a la vista es la pobreza enorme -y realmente
existente- de la ceguera funcional que reina. También la “crítica cinematográfica” fabricó sus mercados y sus
mercaditos. Una regla no escrita parece indicar que cuanto más “masivo” es el medio más simplona es la crítica
y ha proliferado la, por definición, monstruosa manía de calificar películas con “estrellitas” en lugar de ideas. Y
hay quien gana dinero por hacer eso.

Mientras tanto en la realidad los pueblos necesitan de un movimiento numeroso y vigoroso de críticos
cinematográficos dispuestos a poner en su lugar el basurero fílmico con que se ha sobresaturado el imaginario
colectivo. Es que ese imaginario es uno de los campos de batalla más codiciados por la burguesía. Ahí se
disputa (entre mil cosas) la forma del conocimiento del mundo y sus procesos de nominación, incluidas las
formas de la nominación al lado de las herramientas de producción de enunciados fílmicos. Ahí se diputan los
imaginarios y las conductas que de ellos se derivan. Se disputan los modelos del goce estético, de los placeres y
de la subjetividad expuesta a todo género de estímulos. Se disputan para someterlos y para convertirlos en
negocio. Impunemente.

Bajo el disfraz de “entretenimiento”, legitimado y legalizado, el aparato ideológico de la industria


cinematográfica ha desplegado su batalla alienante casi ni oposición y casi sin regulaciones gubernamentales.
Eso no descarta el fardo burocrático parasitario. Con el territorio liberado, “la diversión” fílmica se adueñó de
latifundios audiovisuales enormes (salas cinematográficas, centimetraje impreso, comentaristas de radio y T.V.)
decorados con los anzuelos del negocio del “espectáculo” y santificados por una estética del nihilismo más a-
critico dispuesta a tragarse cualquier película “chatarra” mientras sirva para complacer ilusiones y alucinaciones
propias del individualismo burgués, su estética y su lógica consumista. El objetivo ideológico oligarca es que
agradezcas que te exploten, que aplaudas cuando te humillan y que aceptes que ellos tienen la razón.

Visto con perspectiva el “tsunami” audiovisual de cada semana, desatado desde la industria
cinematográfica y sus monopolios, pone en evidencia una guerra asimétrica en la que no alcanzan las pocas
buenas plumas (ni las buenas intenciones) que son capaces de poner orden, (es decir hacer crítica seria)
suficientemente rica como para neutralizar los dispositivos alienantes administrados en cada film. (Violencia
espuria, belicismo mercantil, padrotismo de soldaditos, policías, detectives y autoritarios adláteres, en una
lógica autoritaria, racista sexista y clasista con banderas imperiales desplegadas).

72
No tenemos ni el 10% de los críticos cinematográficos que necesitamos. No tenemos a los críticos que
luchen desde las bases. No tenemos los talleres, las escuelas ni los movimientos sociales suficientes empeñados
en fundar núcleos de acción crítica en cada barrio. No tenemos la infraestructura ni tenemos la metodología
social de base que se requiere para aspirar, en el plazo medio y largo, a dar una batalla semiótica emancipadora
contra ese cine que nos aplasta el imaginario mientras nos roba millones dólares entre palomitas y refrescos.

Tampoco tenemos acceso al otro cine, al que se produce como se puede con lo que se tiene. Al cine que
interpela la situación social, las condiciones inhumanas a que nos somete el capitalismo y el arsenal de
municiones ideológicas con que nos humillan y acomplejan sistemáticamente. Sálvense todas las excepciones
honrosas. No tenemos a la mano ni los medios ni los modos para ver ese cine que nos espeja con honestidad y
que nos impulsa a mirar más allá de las apariencias fílmicas. No sabemos quiénes son, dónde están, cómo
trabaja ni cómo viven los trabajadores del cine que no están contentos con el mundo que nos impone la
burguesía. Y no lo sabemos, entre otras muchas razones, porque no contamos con ese movimiento
internacionalista de críticos cinematográficos que podrían salvar a los imaginarios colectivos con ayuda de las
herramientas científicas de una semiótica revolucionaria. Que tampoco está a la vista todavía.

Aquí podríamos decir que sólo cundo el capitalismo haya sido superado podremos transformar las
superestructuras. Pero eso es relativamente incompleto sin un programa de lucha semiótico capaz de romper las
falsas dicotomías entre la forma y el contenido, entre la ética y la estética, entre el trabajo manual y el
intelectual. El debate capital-trabajo está vivo en los campos de batalla fílmicos -hacia adentro y hacia afuera- y
no podremos hacerlo visible si nos sentamos a esperar a que pase ante nuestra puerta el cadáver de la industria
cinematográfica dominante. Hay que darle una ayudada. Esa es, apenas, una parte de la tarea que la crítica
cinematográfica emancipadora habrá de librar… otra es animarse a producir índices que marquen rumbos de
lucha nuevos hacia un cine liberado del arsenal ideológico predominante, gracias a un método dialéctico afinado
en la refriega metodológica diaria de mirar películas, sin concesiones, y de aportar herramientas de análisis en
los que, de una vez por todas, la crítica cinematográfica deje de ser tarea de “iluminados” y sea acción social
encarnada en el placer de hacer la revolución cinematográfica que la historia nos exige, también. ¿Lo veremos?

Notas

1Elí de Gortari definió la ciencia como “la explicación objetiva y racional del universo”. Elí de Gortari,
El método de las ciencias. Nociones elementales, 12a. ed., México, Editorial Grijalbo, 1996, p. 11. (Tratados y
Manuales Grijalbo)

73
2How to make a hit Hollywood film: http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2016/02/daily-
chart-19?fsrc=scn/tw/te/bl/ed/howtomakeahithollywoodfilm

Fetichismo de la mercancía fílmica

“La entrega de los Oscar es un ‘show’ vacío y una farsa, orientada solamente a fortalecer el cine de los
Estados Unidos” … “Yo soy miembro de la Academia de Cine de los Estados Unidos, pero nunca participo en
las elecciones, solamente les recomiendo a los demás miembros que no otorguen ningún premio1” Carlos Saura

Esta película ya la vimos. Premiadores que se premian a sí mismos; aplausos, anuncios, más premios,
más aplausos, más anuncios… una que otra lágrima nostálgica, una que otra mueca “progre”, sutil, para targets
“críticos”; un poquito de audacia pero sin “epater le burgeois”, y un final feliz que siempre anuncia premios
nuevos para quien se porte bien con las reglas del star system. Éxito de taquilla no es lo mismo que película
“buena”. Todo eso salpicado con humor previsible y superfluo (ligth) en dosis controladas para que no se
desfiguren los lifthing, para que no se vean las arrugas. Película de payasos adinerados para que ciertas
“audiencias” se narcoticen con los fetiches de la mercancía fílmica. Más de lo mismo.

Eso que se premia con “estatuillas” no es ni con mucho todo lo que se produce cinematográficamente en
USA, es cuando mucho, una parte, la parte del poder financiero, que puede gastar dinero para autopremiarse,
autoproclamarse, autoreverenciarse. Debajo, en las periferias, muy al margen del circo farandulero
hollywoodense hay un mundo de trabajadores de la imagen fílmica2, televisiva, audiovisual… no complacidos
ni complacientes, que buscan y rebuscan espacios para decir lo que hay que decir, a estas horas, desde los
entresijos de la barbarie. Hora de decirle algo a una sociedad saqueada y alienada que paga con su trabajo la
festichola criminal de la “Casa Blanca” en Irak, en Afganistán, en el mundo entero… sociedad cada vez más
agobiada por el desempleo, la inflación, la carencia de atención médica, la educación devastada, el
endeudamiento bestial y el desprestigio mundial… sociedad narcotizada por las mafias mass media. Nadie
invierte millones de dólares en películas, ingenuamente.

El Oscar no es, ni en el reino de los sueños fílmicos, representante del cine norteamericano. Es
representante de un sector monopólico compuesto por estudios, aseguradoras, marcas, mesas de inversiones,
oficinas de representación… muchas con nombres diversos pero dueños únicos… monstruo de mil cabezas.
Entre ese mundo de farándula grotesca y la realidad de los trabajadores del cine, entre ese mundo de payasos
ególatras y el pueblo yanqui, hay un abismo y hay una lucha. De clases. Hay una guerra concreta y una guerra

74
de símbolos donde los poderosos usan táctica y estratégicamente, los medios de comunicación a su servicio
como armas de guerra ideológica, de guerra simbólica, capaz de manipular, tergiversar, degenerar… lo valores
y sentimientos colectivos mas profundos. Son capaces de idear un sistema permanente de golpes bajos y no se
escatiman temas, imágenes, ideas… cualquier cosa que sirva para eslavizar a una sociedad, saquearle la riqueza
del trabajo, la materia prima y convencerla de que no proteste, de que guarde silencio feliz… convencerla de
que ese robo es lo correcto… ¡cualquier cosa!, lo que sea, con actores, escritores, directores… dibujos
animados, canciones, payasadas, cursilerías… ¡cualquier cosa! (literalmente) porque es un gran negocio y de
pocos. Ser “buen” actor o actriz no implica ser inocente. El “público” sólo está para cumplir con su destino
manifiesto: pagar, aplaudir y fanatizarse. Sobre todo pagar.

Por si fuese poco el arsenal fetichista con que se “arma” una película, promedio, en la industria
hollywoodense, actores fetiche, objetos fetiche, exhibiciones fetiche… la fiesta anual de premiación con
“estatuillas” doradas se ha convertido ella misma en fetiche de fetiches. Y se vende “bien” es decir mucho y
caro. Es una especie de rito tribal de sectas millonarias que ponen en cada imagen su imagen “milagrera” para
santiguar las taquillas y levantar el vuelo al reino de los clichés modernos. Películas van, películas vienen…
melodramas. Aventuras, fantasías, imagineria… show bussines dueño de infraestructura tecnológica, financiera
y “creativa” (creatividad gatopardo) al servicio de productos industriales fílmicos, de gran calidad técnica, para
el embrutecimiento masivo. Repetición del mismo modelo narrativo que se muerde la cola una y otra vez. Y
nosotros lo pagamos.

Ninguna película significa otra cosa que lo que el conjunto cultural de valores dominantes le permite
significar y ellos son en, su mayoría, valores hegemónicos impuestos a sangre y fuego. Romper con esa
hegemonía de valores implica entablar una lucha contra la alienación, una lucha semiótica que alcance a
desmontar, exhibir y destruir la cultura burguesa en su totalidad y no sólo para destruirla sino para levantar
sobre sus logros mejores, los valores semánticos nuevos de una sociedad sin clases, sin “propiedad privada” de
los medios reproducción (incluso la fílmica) desalineada y en revolución permanente, eso no se logra sólo
criticando películas, en lo particular, aunque es preciso incluirlas, claro. Muchas “Buenas Películas” son cloacas
financieras infernales. Hay que abrir los libros del patrón.

Con las excepciones, escasas, y honrosas, del caso… la premiación anual del “Oscar” es un sainete de
banalidad y egocentrismo decadente donde reina, además, la falsa modestia como payasada grotesca que
pontifica sus deyecciones en cada discurso de “agradecimiento”. Todos llevan agua publicitaria a sus ríos de
ganancias. La verdad es esa y “La Industria” les importa sólo cuando es su industria. El resto puede irse al

75
infierno… son las leyes de la “libre” competencia. Aniquilar al otro, encumbrar los monopolios. Se premia el
individualismo. Lo “famoso” no quita lo cómplice.

Hay un abismo inmenso entre la posición “social” (y salarial) de los trabajadores de la industria fílmica,
electricistas, carpinteros… “técnicos” en general y los “genios”, los llamados “creativos”: directores, guionistas,
músicos, escenógrafos… consentidos por los dueños o “productores”. Los famosos, pues. Se trata de un abismo
de clases donde la división del trabajo tiene demarcaciones clarísimas, alienación para todos lados, menos para
los “ganadores”, en un modo de producción que, a ratos, parece bacanal de hacendados, a ratos “fordismo”
icónico y a ratos patio de wall street. Hay trabajadores que cobran como “temporarios” durante años y más
años. Todo montado sobre un modelo de explotación capitalista descarnada, impune y desvergonzada que
exhibe mundialmente y sin control el producto de su delito: el robo del trabajo. Y se ha vuelto una cultura
farandulera que inocula “modelos” conductuales, decadencia y moral burguesa que entre todos pagamos y muy
caro. “Grandes” negocios fílmicos son obra del saqueo a los trabajadores. Las ganancias no se reparten con
justicia. Un gran “reparto” cinematográfico no implica reparto de las ganancias.

Pocas industrias hay más atomizadas que la industria cinematográfica yanqui. Un puñado de imperios
monopólicos globalizados, protagoniza anualmente un pleito inter-burgués donde se matan por un botín muy
jugoso que implica poder económico y político3… como siempre. “Un informe del Departamento de Comercio
se refiere a los desembolsos de consumo en cine, video y música grabada en el mercado doméstico
estadounidense. ¡El gasto de los consumidores ascendió a cerca de 35 mil millones en 1997 y se espera que se
eleve a más de 41 mil millones en 2000 y 49 mil millones en el 2004,en dólares corrientes4” Los ganadores
suelen llevarse unas estatuillas. Y cobran, además, por dejarnos ver su “premiación”. Cada Oscar mide 34
centímetros y pesa cuatro kilos. “Una investigación reciente de la UNESCO muestra que los cinco principales
países productores de películas entre 1988 y 1999 fueron: la India, con un promedio de 839 filmes anuales
durante ese lapso; China y Honk Kong, con 469; Filipinas,456 películas; Estados Unidos, con un promedio de
385; y Japón, que produjo una media de 238 filmes por año. 40 Pero una cosa es realizar una gran cantidad de
películas (como la India) y otra es hacerlas circular por el mundo (como Estados Unidos)5”. 1, 839, 870,900
visitantes a salas cinematográficas6. Dice alguien que, “Como lo que vende crea escuela7…” Podríamos
comenzar a escribirle otro final a esta película. ¿Podríamos?

Notas

1 http://www.el-mundo.es/elmundo/2001/03/19/cultura/985019481.html

76
2 “En 1915, la industria cinematográfica empleaba a unos quince mil trabajadores en Hollywood, desde
donde se producía más de sesenta por ciento de las películas estadounidenses”. Enrique Sanchez Ruiz :
http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

3 Aquí se incluyen entre muchas otras empresas a algunas de las "tradicionales " majors
estadounidenses, que en diferentes momentos han sido adquiridas por corporaciones de otros países; por
ejemplo, Fox Entertainment Group (de la firma "australiana " News Corp., propiedad del magnate naturalizado
estadounidense Rupert Murdoch); Universal Pictures (antes subsidiaria de la firma canadiense Seagram -
adquirida en 2000 por Vivendi, de Francia); Columbia Pictures y Tri-Star Pictures (de la japonesa Sony
Corporation). 26 Estos datos introducen un aspecto importante y paradójico: el que la propia industria cultural
audiovisual "estadounidense " está altamente "transnacionalizada " USITC,Recent Trends in US Services
Trade,Washington,US International Trade Commission, 2001. Hollywood y su Hegemonía: Una aproximación
Histórico-Estructural por Enrique Sánchez Ruiz. Profesor e investigador del Departamento de Estudios Políticos
de la Universidad de Guadalajara, México http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?
sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

4 US Industry and Trade Outlook,2000 ,Washington,International Trade Administration,US Dept. of


Commerce/McGraw Hill,p.32-1. http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?
sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df Hollywood y su Hegemonía: Una aproximación Histórico-
Estructural por Enrique Sánchez Ruiz. Profesor e investigador del Departamento de Estudios Políticos de la
Universidad de Guadalajara, México

5 Enrique Sanchez Ruiz : http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?


sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

6 http://www.worldometers.info/

7 Esto es Hollywood Parte II, Opinión de KarlGauss sobre Tarde del 16 de Enero de 2003

http://www.ciao.es/Tarde__Opinion_637699

77
Fetichismo de la mercancía pornográfica

Erotismo y miseria mercantilizada

Todas las formas de la humillación humana están vigentes bajo el capitalismo, especialmente aquellas
que han convertido en mercancía los cuerpos femeninos (aunque no exclusivamente) y aquellas que la ideología
dominante convirtió en formas del “placer” basadas en alquilar personas para exhibirse, parcial o totalmente,
desnudas. Esto, desde luego, es un problema moral y ético para las sociedades actuales porque es
principalmente un problema económico y político. Se ha dejado crecer una industria de la humillación que
transita zonas de clandestinidad relativa bajo el tapete de la doble moral burguesa que todo lo esconde y todo se
lo perdona. Sólo si es “placentero” y si es negocio. Que para ellos es lo mismo.

El colmo es usar a “los pobres”, (es decir a los empobrecidos) que el capitalismo fabrica, para auto-
complacer las exigencias de una moralidad enferma de esclavitud y de aberraciones. La ya paupérrima
educación sexual que la moral burguesa genera, admite en sus entrañas mercantiles el uso de los cuerpos
femeninos como territorio liberado para la exposición impúdica del sometimiento y la enajenación a cambio de
unos pesos. Para esos fines son capaces de correr los velos de la invisibilidad de clase y mostrar reales o
falsificadas, las imágenes de personas que no sólo muestran su desnudez sin que muestran algunas de las
heridas más terribles de la lucha de clases. No les haremos aquí publicidad.

Alguien puso en de moda -la web- el erotismo de la miseria. Pagan por fotos de mujeres que se desnudan
en los escenarios más obvios del empobrecimiento para humillar más a las mujeres su condición de mercancías
para la masturbación. En este género pornográfico que circula impunemente por Internet los escenarios para el
cuerpo desnudo tienen una carga ideológica terrible cuyo poder devastador radica en confirmar cuánto placer le
produce a la mentalidad burguesa masturbarse con el despojo. Aunque lo consuman, incluso, los menos
burgueses.
78
Es violencia de género convertida en “deleites” utilitarios. Es humillación convertida en mercancía de
morbo cargada con moralejas de consumo en donde todo entra, todo se vende, todo encuentra una manera de ser
usado y todo se rinde al poder del dinero. Es el “glamour” de una violencia de clase convertida en cuadros para
una masturbación que entre otras cosas anula las culpas burguesas. Es la barbarie icónica puesta en circulación
por un negocio que tiene ganancias no sólo en lo “financiero” y no sólo en lo ideológico. Es, en suma, el
capitalismo descomponiéndose en el uso de los cuerpos como representación de la putrefacción de mercado.

En todas las modalidades burguesas que ha tenido el tratamiento “plástico” de los cuerpos humanos, está
presente también un dispositivo ético-estético que recorrió la obviedad o la sublimación a granel a lomos de lo
“explícito” y de lo “obsceno”. Hoy la corriente de la mercancía pornográfica, que exige como escenario los
escenarios cotidianos de la vida empobrecida, toca un límite que desnuda íntegramente la estética explicita de
una burguesía cada día más alevosa y perversa.

No habrá emancipación completa si no nos emancipamos, también, del estercolero estético a que la
burguesía nos ha arrojado como solución de entretenimiento para las masas empobrecidas en lo material tanto
como en lo espiritual. Es un estercolero del que suele no percibirse el vaho porque nos han convencido -
mediáticamente- de que es perfume de pueblo ignorante, holgazán y adicto a lo mediocre.

Como en todos los objetivos de la guerra ideológica, financiada por la burguesía, el plan no es sólo
oprimirnos y deprimirnos sino obligarnos a que estemos agradecidos y ahora excitados. Obligarnos a que
aplaudamos a rabiar y les compremos todas sus mercancías envenenadas, convencidos de que siempre han
tenido la razón y de que debemos capitular ante ellos convencidos que son el mejor “modelo” y “guía” para
nuestras vidas.

Uno no puede recurrir a los bastiones de la moral burguesa para defenderse de su basura mercantil. Por
ese camino no hay salidas. Eso explica por qué toda revolución ha de serlo también en su ética y en su moral de
lucha que, apoyadas en la crítica de las relaciones de producción capitalistas, sepa ofrecer a la humanidad los
valores transformadores que serán guías y programa de las nuevas conductas sociales, incluidas las conductas
sexuales. Eso atañe a la búsqueda colectiva de la felicidad y eso atañe a la salud mental que ha de garantizar
fortaleza de principios y de fines. Sin amos, sin clases sociales y sin humillaciones burguesas.

Anorexia Sintáctica

Todo lo que no escribiste será usado en tu contra

79
Cuando no escribimos -ni documentamos- nuestras luchas, cuando no escribir es un manifiesto de
indolencia. Cuando nos gana la pereza o la abulia, cuando llueven las excusas y las evasivas… alguien llenará
los vacíos y hará realidad una de nuestras peores pesadillas: El enemigo escribiendo nuestra historia. Sin
atenuantes.

Ya hay ejemplos a granel, con resultados humillantes y dolorosos salidos de ciertas “plumas eruditas”
que se regodean “tan callando” por haber asestado su golpe lenguaraz en los occipitales de la Historia. Y jaque
mate, todo lo que digamos será extemporáneo, segundo, tardío y defensivo. ¿Piensas que el enemigo regalará el
campo de batalla de la memoria para que levantemos, cuando queramos, nuestros monumentos nemotécnicos
libremente?

La oligarquía entrena historiadores, críticos de arte, filósofos, sociólogos… para que den cuenta, a su
modo y capricho, sobre las cosas que nunca ocurrieron como ellos dicen, que nunca se enunciaron con la
idiosincrasia de ellos y que nunca fueron tan poca cosa como la que ellos dicen y les conviene. Siempre.
Cientos de revoluciones artísticas, científicas, políticas y económicas… han sido planchadas por el estilo del
bienestar becario conque es asfixiada la poca imaginación y la sintaxis acartonada tributarias a la ideología de la
clase dominante. Sin sabor, sin alma, sin fuego.

Incluso las más grandes audacias de la inteligencia rebelde aparecen, en muchos relatos oligarcas,
reducidas a un anecdotario infestado por grandilocuencias efectistas o por desbordes de admiración truculenta
que se diluyen en el individualismo, el solipsismo y el anecdotario de épocas siempre superadas. Según la
pluma que se alquile. No importa si se trata de una biografía, de un invento tecnológico, de una movilización o
de un proceso revolucionario… en manos de nuestros enemigos todo eso es parte “natural”, pero disfuncional,
de un sistema económico y político inamovible del que se habla poco y nada para no incomodar a los
patrocinadores. Nunca se hablará de una revolución triunfante desde el corazón del sistema. Pero la verdad es
que se trata de un artificio viejo como la humanidad para lavar cerebros a destajo con jabones de resignación e
impotencia.

Cuando otros relatan nuestras luchas se apoderan primero de las sustancias semióticas más suculentas.
Manosean el espíritu lo prostituyen y lo someten a un cachondeo de conveniencias donde es irreconocible el
sentido de la lucha porque se la reduce a un catálogo de incidentes disociados. Cosas de gente “idealista” o
“utópica” en el mejor de los casos. El enemigo escribe lo de nosotros y sobre nosotros para destruirnos. No
esperemos misericordia y menos de plumas esmeradas en torturar a la verdad con finezas sintácticas y muchos
“datos”.

80
Ellos andan a la búsqueda de nuestras historias para cometer su crimen de lesa realidad desfalcando
nuestros símbolos y nuestra semántica. Quedamos desfigurados y sin ánima, encarcelados en algún género
literario de moda capaz de convertir nuestras luchas en mercancía para el entretenimiento de la oligarquía. Con
“Final feliz”. Ellos salen de cacería diariamente, sueltan a sus lebreles “intelectuales”, “artistas” o “académicos”
hambrientos de fama y palmaditas en el lomo bancario para que vuelvan con una o varias presas históricas y las
conviertan pronto en platillos de gourmet ideológico a la carta. Condimentados según su paladar de clase y
según sus urgencias “educativas” para domesticar a las masas: para que aprendan a no escribir la historia.

Cada renglón que no escribamos, cada párrafo y cada página que dejemos al abandono… serán usados
en nuestra contra. La historia del teatro popular, la historia de la ciencia emancipadora, la historia de las luchas
obreras, campesinas o universitarias. La historia de las revoluciones de género, la historia de los avances
estéticos emancipadores, la historia de las historias revolucionarias… todo será pulverizado en la licuadora
mental hegemónica para dejarnos sin historia y sin herencias. Hay que ver cómo cuentan las enciclopedias la
historia del mundo, lo que se enseña en las escuelas, cómo se escribe y enseña la filosofía y la ciencia… para
entender la dimensión de la cacería a que es sometida la inteligencia en manos de los eruditos del engaño y sus
filtros ideológicos anestésicos.

Con mil esfuerzos y remando siempre contracorriente, las fuerzas revolucionarias en todos los ámbitos
de la lucha, han puesto e impuesto victorias que, si nos descuidamos, quedan enmudecidas bajo la retórica de
los usurpadores sintácticos que, cuando no invisibilizan, banalizan nuestras batallas. ¿Y nosotros qué hacemos?
No pocas veces berreamos como niños a quienes les han arrebatado sus caramelos y no pocas veces se tapa con
“lágrimas” la irresponsabilidad política de no dar cuenta a la posteridad sobre la obra realizada. Muy mal.

De los nuestros no son pocos los aguardan el “financiamiento espectacular” para la obra cumbre. No son
pocos los lamentan su “mala suerte” y sus pocas “artes literarias” para justificar no haber producido el
testimonio de la lucha propia o de conjunto que ocurrió, y que ocurre, en las filas de las millones de
revoluciones que en el mundo existen así no se vean a “simple vista”. Y todo eso implica una forma de derrota
convertida en “culpa” personal con la que no pocos compañeros se lamentan diariamente mientras dan por
perdida la oportunidad de resarcirse ante quienes inician o continúan las contiendas que nos comprometen. Y no
es justo.

Y si todo lo aquí dicho fuese exagerado, hagamos un recuento minucioso y sincero sobre las tantas
historias que debimos haber contado sobre las luchas a las que entregamos la vida. Las verdaderas luchas, las de
cuerpo y alma, las de la coherencia y la permanencia, las de la unidad y las permanentes. Cotejemos con las
páginas que escribimos o coleccionamos al respecto. No es improbable que el balance arroje un paisaje desigual
81
y desafiante en el que lo tanto vivido no tenga reflejo real ni completo en lo publicado y difundido. Es esa una
de nuestras más grandes debilidades y errores. Una deuda enorme con aquellos por lo que luchamos y que ni
siquiera se han enterado. ¿Lo anotaste?

Semiótica de la Radio

Meditaciones para una filosofía de la escucha

Para fortuna de la humanidad entera el universo sonoro está por descubrirse en su riqueza, su amplitud y
su profundidad especialmente si se lo piensa como materia promisoria de la que están por surgir experiencias
revolucionarias inéditas y lenguajes emancipadores de todo género. Contra las opiniones sepultureras o
sabihondas que creen haberlo inventado todo, o las que ya “se saben la historia” de ida y vuelta, emerge
aleccionador un caudal de producciones radiofónicas que marcan hitos y rumbos en el trabajo nada fácil de
producir sentido nuevo con materiales sonoros, humanos o no, conocidos y por conocerse. Escuchemos.

Sólo el campo de la modulación con voces humanas, es decir el desafío de conocer y manejar énfasis,
giros, acentos, texturas… en intensidades tejidas con intenciones, conceptos, afirmaciones o expediciones
intelectuales; sea en soliloquios, en diálogos o en polifonías vocales… sólo el espectro amplísimo de las
combinaciones de la voz humana para alcanzar conciertos de la palabra, ricos en ideas y en sonoridad
pertinente, está por alcanzarse lo mejor para que logremos derrotar al palabrerío atronador predominante
plagado por la miseria sonora y el descuido más absoluto en el aprovechamiento de la riqueza acústica de la voz
humana y de millones de sonidos. Arte de respiración y comprensión de ideas trabajando en beneficio sonoro
muto. Arte de locución y hondura acústica para comunicar hasta lo más simple. Estamos lejos de eso cuando
escuchamos la radio miserable que nos imponen. Claro que hay programas y claro que hay talentos
transformadores. Falta que se los tome en serio. Son las excepciones.

Están en fase de saturación y vencimiento todas las fórmulas, manidas y re-manidas, con que se produce
la radio que más conocemos. Por culpa de los intereses mercantiles; de su estética bobalicona y escandalosa; de
su falta de respeto sistemática hacia las audiencias; de su pobreza originaria y sus objetivos miserables; por
culpa de la ignorancia y por culpa de los saberes falaces de un sentido común mediocre que hace de su
mediocridad un escándalo en ondas hertzianas. No queremos más un “locutor” (o varios) parlanchín y
sobrevaluado, dispuesto a hacer todas las piruetas mercantiles que se le ocurran a él o a sus productores o
patrocinadores… no queremos más la vulgaridad del facilismo socarrón traficado como si fuese gracioso; no
queremos más la dosis de morbo o chisme, las canciones o música de relleno; no queremos la agenda noticiosa
más crápula sobre la mesas de la radio ni al lado de los micrófonos; no más “tandas” y más “tandas” de

82
anuncios (cuando se los consigue) ni la retahíla insoportable de vociferaciones y alharacas espetadas impúdica e
impunemente como condimentos, reiterados hasta la nausea, a lo largo y ancho de los cuadrantes radiofónicos
en todo el mundo. ¡Basta!

Es el reino del facilismo radiofónico que no cuenta con muy pocas excepciones porque también son muy
pocos los audaces dispuestos a la investigación semiótica y a la experimentación dirigida en materia de
producción radiofónica. Para colmo, una mayoría inmensa de universidades dotadas con carreras relacionadas,
no hace otra cosa que fabricar estereotipos serviles al modelo burgués de realización radiofónica y lanza al
“aire” ejércitos de “profesionales” troquelados para la servidumbre de la mercancía en sus versiones objetivas y
subjetivas. Un derroche generoso de naderías con títulos universitarios. ¿Es esto muy cruel?... más cruel es
oírlos y oír en su palabrería el tono triunfalista de la moral burguesa. Los más afortunados cobran por eso.

Un apartado tenebroso y maligno está en quienes se atrincheraron en la radio para operarla como arma
de guerra ideológica disfrazada de “noticiero”. Los hay de todo pelaje. Mañaneros, trasnochados y de medios
días. “Juegan” a todo lo imaginable en el margen estrechísimo de su imaginación, su inteligencia ínfima y sus
intereses de mercado. Hablan como si supieran de qué hablan, opinan con su ideología chatarra camuflada con
altisonancias o vocecitas tersas mientras repta la bestia de sus negocios rumbo al oído victima del auditorio que
han cooptado. Esos mercenarios de las noticias hacen malabares parlanchines para hacernos creer que se traen
la “realidad” entre manos. Que lo saben todo y que lo explican todo con silogismos de pacotilla provistos por la
billetera de sus jefes y su ideología de siervos-verdugo.

Casi todo lo demás son chismes y chistes de la farándula y de sus radio-divulgadores con sus
vulgaridades, enfermos de mediocridad consuetudinaria y progresiva; música y cantantes mediocres; ensaladas
de mediocridad a granel. Sólo algunas estaciones radiofónicas, en algunas universidades y en algunos proyectos
de comunicación pública, en algunas radios alternativas y comunitarias; en algunos ejercicios de circuitos
cerrados… orientan su producción bajo la consigna de salir del fardo mercantilista y de modelos de producción
miserables para ofrecer (y ofrecerse) remansos de inteligencia y sensibilidad ricas capaces de ejercer el poder
cognitivo de la poesía (en su sentido mayúsculo) apoyado en la riqueza y la economía política de los sonidos:
del dicho al hecho.

Está por desarrollarse la semántica y la sintaxis nuevas para una radio basada en explorar los núcleos de
tensión dramática donde se alimenta la historia humana y toda historia. La emancipación del relato hoy en
garras de la ideología de la clase dominante. Está por desarrollarse una semiótica de hondura inteligible,
comprometida con los dilemas humanos más grandes que son los cotidianos y los nuestros... los de cada día.
Está por saberse, y hacerse saber, el espectro de los colores en la palabra con sus desarrollos orquestales más
83
seductores hasta explicar lo necesario entre vocabularios más ricos cada vez al servicio de la comprensión y de
la emoción puestas a movilizarnos críticamente. Está por desarrollarse la estrategia narrativa de una producción
radiofónica revolucionaria en la que los mandatos de la unidad de los pueblos afiancen la particularidad de sus
protagonistas y nos deje oír su pulso y su respiración en el fragor de las luchas emancipadoras. Todas las luchas.

Está, pues por nacer lo nuevo y lo mejor de la experiencia radiofónica emancipadora que será realmente
otra sin el yugo demencial del capital amordazando a la humanidad. Ese es el dilema. Pero es necesaria la
especialización de los protagonistas en esa batalla de las ideas radiofónicas. Es urgente la formación científica,
estética, política y poética para transformar la radio y al mundo. Tomar el cielo sonoro por asalto. ¿Se escucha?

Ideología chatarra para niñas y niños

Crueldades mercantiles contra la infancia

En nuestras narices, con nuestro dinero, nuestras complacencias y complicidades –sepámoslo o no- se
descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica contra los más indefensos en el imperio oligarca de
la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y no importa el impacto… siempre hay un
adulto o varios haciendo y diciendo barbaridades a destajo ante los ojos de niñas y niños victimados en todo el
planeta. Y parece tan “natural”.

No contentos con el confinamiento diario a que niños y niñas, de cualquier edad, son sometidos en
establecimientos “educativos” inventados para amaestrarlos “culturalmente”; tenemos al aparato ideológico de
las religiones, las iglesias, las pedagogías y las didácticas insufladas con ideología publicitaria, con anti-valores
individualistas y fanatismos consumistas a mansalva. Y el reino de la “tele”. No contentos con semejante
avalancha de estiércol ideológico, se desarrolla un arsenal tecnológico demencial que hace de las suyas en las
cabezas de los “menores” según el poder adquisitivo de los padres y como “premio” ideológico para “las horas
libres”.

Esto no es una arenga contra la Educación, es una reflexión contra esa educación que el capitalismo
impone como modelo sacrosanto de saberes indispensables para fecundar mentalidades dóciles, cómplices de
las aberraciones consustanciales del modelo de saqueo y explotación depredadores que reina planetariamente.
Esto es un llamado de atención no sólo sobre el pelel que cumple el aparato ideológico de estado y de gobiernos
gerenciadores de esclavitudes laborales e intelectuales a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de
comerciantes que con toda impunidad inyectan, en las cabezas de los “pequeños” su basura en todo el planeta.
El plan “educativo” del capitalismo ni es intocable ni es ingenuo y es obligación de los adultos presentar frentes

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críticos ante cada cosa que se impone a los niños y las niñas que no pueden defenderse ante semejante agresión
legalizada y legitimada con indiferencia, ignorancia y apatía.

Muchos anhelamos una gran revolución educativa mundial que es impensable bajo las premisas del
capitalismo. Premisas que son inhumanas, antisociales y enemigas del desarrollo integral de los talentos. Baste
recordarnos siempre que la mayor industria capitalista es el negocio de las armas y las guerras el lado de la
industria del “entretenimiento” y la manipulación psicológica de las masas sin detallar los negocios del
narcotráfico y la usura bancaria.

Hay agresiones ideológicas contra niñas y niños en todas las temporadas del año. Las hay para la
mañana, para el medio día, para los atardeceres y para las noches. Incluyen alimentos basura, conductas basura,
valores basura y sistemas de premios o castigos y entretenimientos basura. Radio, televisión, prensa, Internet…
juegos de mesa, juegos de piso, juegos de conjunto y juegos “digitales” a cual más pensados como mercancías
de sometimiento y chantaje que los adultos pagamos y santificamos en beneficio de las más aberrantes lógicas
de amaestradores.

El ya de suyo inmenso desafío de ganar la Batalla de las Ideas al capitalismo tiene frentes de urgencia y
dificultad extrema y esos frentes son sin duda los espacios donde la agresión ideológica burguesa recrudece
contra los más indefensos disfrazada como “payasos”, cereales “supervitaminicos”, confiterías y caramelos de
toda ralea, juegos y juguetes perversos y cajas ilusionistas de toda especie incluida la especie “play station” y
sus adlátere. Y los adultos son no sólo financistas, cómplices y proveedores sino son también agentes activos de
la inoculación ideológica con argumentos plagados con barbaridades de tono paternal, maternal o didáctico.
Cuando la víctima reproduce el rol del victimario.

Hay “papis” y “mamis” que se sientan, con gesto condescendiente, a jugar con las niñas y los niños con
la basura ideológica que les provén. Cree que así cuidan mejor del sano desarrollo intelectual de sus críos y
respiran un aire e satisfacción por el deber mercantil cumplido saturando con dispositivos de control las horas
del “esparcimiento” familiar. Hay cuadros patéticos y hay que decirlo con toda crudeza fraternal. La crítica (y la
autocrítica) no pude quedarse a las puertas del salón de juegos.

En un ejercicio de procuración social de salud mental para las relaciones inter-familiares, es


indispensable un análisis minucioso, una semiótica de acción directa sobre el arsenal de juegos y juguetes, sobre
el conjunto de los dispositivos materiales e intelectuales que pagamos y bendecimos para que se estancien en las
cabezas de nuestros hijos. Es necesario y es indispensable un inventario de los objetos de entretenimiento o de
formación que hemos puesto en manos de los “menores” y e necesaria una auditoria de los valores que de inicio

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o residualmente se imponen en la formación del pensamiento y de la acción con que queremos que nuestros
hijos transiten la ida. Los resultados pueden ser horribles si somos honestos. Son nuestro retrato.

Ya sabemos que existe un catálogo enorme de justificaciones o excusas escapistas, creadas incluso por
quienes fabrican los dispositivos ideológicos, para que zambullamos en las cabezas de nuestros “peques” dosis
generosas de dispositivos enajenantes. Ya sabemos que hay murallas de conformismo, de repelencia y de
obsecuencia… capaces de blindar la conciencia incluso con cataratas de palabrería obtusa. A todo galope. Y
santo remedio, muchos “papis” y “mamis”, tras buenas duchas de saliva exculpatoria, saldrán felices a comprar
más artilugios para domesticar a sus “retoños”. El capitalismo, con todas sus instituciones educativas, culturales
o de “entretenimiento”, cuenta para hacer su trabajo con padres y madres cómplices, casa por casa. Cuenta con
familias enteras para cumplir sus tareas alienantes. Y encima, hace de eso un gran negocio. Y lo pasan por la
tele.

Esclavitudes cosméticas a todo color

La pintura para el pelo

A cierta edad y con sus excepciones, una buena cantidad de personas comienza a comprar artilugios
variopintos para, por ejemplo esconder las “canas” o para estar con la “moda” que sale en la “tele” y en las
“revistas del corazón”. Las razones son muchas, unas más confesables que otras, pero los resultados son los
mismos si se los mira en perspectiva. La industria cosmética especializada en tintes mueve “alrededor de 12
billones de dólares a nivel mundial y Latinoamérica posee el 25% de este total, siendo así, la región que más
está creciendo en este rubro” [1]. Publicidad, distribución y materias primas bajo argumentos de juventud,
belleza y glamour. Rubio, cenizo, negro, castaño, naranja, morado, amarillo… ¿Ya elegiste tu tono?

Hay en el mercado simulaciones cromáticas de todo tipo. Unas con bases químicas más agresivas y otras
que se precian de ser inocuas y “naturales”. Los precios juegan su ruleta de clase en un circo publicitario que
compite por lograr la agresión más sofisticada contra la vanidad de los usuarios. Agresión psicológica,
subliminal, siempre bien camuflada con modelos, sonrisas, efectos especiales y cabelleras “espectaculares”.
Dicho de otro modo, espectáculo de la simulación para usuarios que “se pintan solos” en un juego mercantil
sustentado por una parte de la estética burguesa: La estética de la uniformidad. Incluso negación de origen de
clase y de “etnia”.

No confundir a las víctimas con los victimarios. El primer resultado de muchos tintes es, luego del
maltrato al pelo, la uniformidad de un color que no distingue edades ni matices. Salvo casos, los más costosos,

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en los en que se decide aplicar combinaciones (rayos, luces o centellas) la mayoría de los tintes genera
uniformidad cromática y evidencias de falsificación que sólo pueden esconderse bajo el peso de la costumbre y
de lo cotidiano. Parece una fatalidad de clase y un sello de la modernidad industrial posmoderna reñida con lo
“viejo” o con lo “plebeyo”. Hay que obedecer todas las leyes, escritas o no, del código burgués de las
apariencias. Como un magna invisible flota en la vida diaria el estigma del pelo blanco o el rechazo social si
uno está “fuera de moda”. Una parte del conjuro viene en frascos de tinturas capilares. Algunos operan mejor
que otros. El explotado feliz y bien aliñado.

Es un negocio redondo como las cabezas de los usuarios. Una necesidad fabricada a todo color para que
nadie deje de comprar puntualmente sus frascos con pintura al aparecer los primeras raíces canosas o al
debilitarse la potencia del glamour de ocasión. Sea eso “Punk”, “retro”, “emo”, “dark”… sin pintura fresca se
pierde credibilidad. Millones de litros de pintura capilar, la misma en todo el planeta, vendida como “tu tono
especial” el que te hace ver “único” o “única”. La masificación de las identidades vendida como sello de
individualidad frente al espejo del ego. Para eso usan actrices y actores “famosos”, efectos especiales,
publicistas especializados en guerra psicológica y redes inmensas de distribuidores para que llegue a casa el
remedio a tus defectos de edad, de clase o de status.

Aunque existe un tradición humana por incorporar al cuerpo tintes y diseños con funciones muy
diversas; aunque existe un inventario riquísimo de conocimientos y una variedad enorme de productos que los
pueblos han usado para maquillar históricamente sus diversidades en el cuerpo y en el pelo… como en África,
en India, en China y en Mesoamérica… nunca vimos la vorágine de la uniformidad industrializada en los
laboratorios de la industria cosmética y en la andanada demencial de la ideología dominante infiltrada en
pinturas para el pelo con gamas de estética individualista. Esto es inédito y es un peligro planetario.

Es responsabilidad de las ciencias médicas, de lo que en ellas quede de honesto, determinar los efectos
dañinos, de corto y largo plazo, por el uso de tintes para el pelo. [2] Es tarea de biólogos y ecólogos, los que de
ellos conserven dignidad e independencia, afirmar estudios sobre los efectos globales por el consumo de los
químicos usados para producir tinturas capilares. Y es obligación de los filósofos, los que hubieren asumido su
lugar más allá de la contemplación en la transformación también, fijar las consecuencias éticas, estéticas y
epistemológicas producidas por el alud ideológico de clase impone, a todo color, el uso de artilugios
maquillistas como un logro moral, como logro estético y como logro ético en el que se cumple con un “deber
ser” de fachada del cual jamás se tomó en cuenta su voluntad. No es poco. Y lo trae en la cabeza luego de pagar
por ello.

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Están metidos en este negociado los salones de belleza de todos los niveles, la industria de la perfumería
con las cadenas de autoservicios y todos los monopolios mediáticos. Los usuarios son sus víctimas más
conscientes de ello. Aunque es verdad que a muchos usuarios o usuarias de tintes para el pelo les gusta
conservar el tono que tuvieron en una etapa de su vida o el tono que les “queda bien” ahora, no es menos cierto
que eso tiene “costos” de todo tipo que bajo el capitalismo adquieren riesgos enormes.

Es verdad que en un punto cada quien es “libre” de elegir la apariencia que más le plazca. Es verdad que
cada persona, en su sano juicio, puede decidir qué imagen o qué moda le acomoda según su edad, su género y
su realidad. Es verdad que en gustos lo que hay escrito sirve de poco cuando alguien se empeña en ponerse o
imponerse arreglos o aliños a placer. Pero es verdad, también, que todo ese paquete de decisiones no siempre es
producto de valoraciones o análisis críticos, y auto-críticos, suficientemente contrastados y superados. ¿Quién
decide eso que uno lleva en la cabeza, adentro y afuera? ¿No será que el tinte de su cabello es una “tomadura de
pelo”?

Notas

[1] http://peru.com/2011/05/04/actualidad/economia-y-finanzas/venta-tintes-mueve-mas-s60-millones-
noticia-3347

[2] La Comisión Europea (CE) anunció ayer la prohibición de 22 sustancias presentes en algunos tintes
para cabello… http://www.abc.es/hemeroteca/historico-22-07-2006/abc/Sociedad/bruselas-prohibe-22-
sustancias-cancerigenas-de-tintes-para-el-pelo_1422559404658.html#

Síndrome de Estocolmo televisivo

Maltrato sensiblero para la diversión de “toda la familia”

Todo el tiempo es maltrato, humillación y desprecio al televidente. Aunque digan o contrario. Todo el
tiempo subestimación y agresión contra la inteligencia de las personas. A lo cuatro vientos, en las telenovelas,
en los noticieros y en la publicidad… maltrato tras maltrato, el pueblo -para ellos- es sólo un pelele consumidor
al que se puede inocular todo estímulo sensiblero para excitarle las hormonas consumidoras y, luego, usarlo
como objeto de burlas. Victimar a la víctima, además, con chistes.

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Es un callejón sin salida semántica, no hay a dónde escapar, están cerradas todas las puertas y el único
paisaje posible es resignarse a un mamarracho de la “Caverna de Platón” con caldos ideológicos empobrecidos,
minuto a minuto. La barbarie destazando la inteligencia de los pueblos. Con toda impunidad y a la vista de
todos. Y el “rating” no baja. Dicen.

Hay estragos dolorosos y alarmantes en personas convertidas en adictas, victimadas por el secuestro
monopólico de los “medios” y en manos de jaurías especializadas en máquinas de guerra ideológica. Hay
muchas bajas en las filas del “público” que evidencia sus heridas con gestos de afecto consumista impelido a la
compra compulsiva y al consumo acrítico de toda basura que se le imponga. La voluntad queda aplastada.
Aunque digan lo contrario.

Dicen, desde sus tronos de cinismo: “si no te gusta cambia de canal”, sólo que todos los canales son
ellos mismos y su ideología chatarra ha hecho metástasis rentable en un circuito infernal de narcóticos
sensibleros para la diversión de “toda la familia”. No hay escapatorias para un sector muy importante de la clase
trabajadora que, además, padece el cerco jurídico-político de gobiernos serviles a la procuración de leyes
beneficiarias de la espiral monopólica. Es una guerra de propaganda abierta en todos los frentes objetivos y
subjetivos. A la vista de todos aunque invisibilzada.

Las víctimas adictas a semejante ofensiva ideológica burguesa suelen responder en las “encuestas” y
dicen que les gusta tal o cual programación, que les gusta tal o cual publicidad, que sí les gustan los cantantes,
las actrices, los bailarines y los locutores. También dicen creer y respetar lo que dicen en los noticieros y
admiten tomar como referencia de opinión los comentarios de los “expertos” asalariados por los monopolios
televisivos. Sean del grado que sean.

Las víctimas, ese sector adicto –paradójicamente- a la ideología de la clase que lo somete y explota,
acepta, según dicen las encuestas que compran los monopolios televisivos, que nada hay más divertido ni más
creíble, cada día, que eso “preparado” por la mano de los comerciantes televisivos que son chistosos, bonitos,
ocurrentes y audaces minuto a minuto. Dicen las víctimas, incluso con cierto orgullo, que son adictos
permanentes de ciertos canales y personajes que por el simple hecho de aparecer en la tele ya portan aureolas de
privilegios múltiples. Incluso en sus cuentas bancarias.

Las víctimas de las máquinas de guerra ideológica aprenden también a reproducir las ideas de la clase
dominante, como si fuesen propias y con afecto profundo. Aprenden a defenderlas como bandera identitaria y
suelen estar dispuestas a dar batallas diversas en defensa de sus torturadores mediáticos. Las víctimas, incluso,

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suelen negar que lo sean e incluso suelen acusar a quienes crítican, con epítetos también fabricados por los
monopolios mediáticos: “resentidos”, “zurdos”, “troskos”, “envidiosos”…

Las víctimas de las máquinas de guerra ideológica no saben, ni quieren saber, que una parte enorme de
sus males proviene de los fetiches que adoran diariamente ante el televisor y ante sus hábitos de compra. No
saben ni quieren saber que una red endemoniada de intereses mercantiles, tejida por industrias y marcas de todo
tipo, se adueñaron de las herramientas de “comunicación” para descargar con ellas todo el arsenal de guerra
psicológica necesaria capaz de activar el consumismo que deje vacías la bodegas y llenas las casas, y las
cabezas, de los televidentes.

Las víctimas de semejante violencia semiótica padecen, mañana tarde y noche, “Bullying” psicológico e
ideológico de todo género y padecen estragos emocionales y físicos que construyen ya formas patológicas
nuevas cuya existencia y tratamiento nadie quiere reconocer porque, entre otras cosas, implicaría el
reconocimiento científico del modelo de tortura creado para someter los pueblos en todas las modalidades
posibles. Hay ejemplos a raudales y las consecuencias de ese sistema de tortura y amedrentamiento mediático
ya llenan tomos y más tomos en la memoria de las patologías fabricadas para rendirle culto al capitalismo. Los
gobiernos burgueses son cómplices y beneficiarios.

Como el capitalismo no es sólo un sistema para la fabricación, y venta, de mercancías y porque es


también, en simultáneo, un sistema de producción de sentido (valores, ideas, creencias, gustos…) es necesario
saber que toda tarea y lucha para superarlo definitivamente debe destruir las bases económicas tanto como las
superestructuras con toda su parafernalia de “falsa conciencia” monopolizada para expandirla como endemia
perversa e impune. Hay que combatir, en simultáneo, la estructura y la superestructura de un sistema social y un
modo de producción que en su etapa actual arrastra a la humanidad, y al planeta entero, hacia una etapa de
saqueo y explotación cada día, si nada hacemos, más aberrante e irreversible.

Como no tenemos un padrón completo de las víctimas producidas por las máquinas de guerra ideológica
burguesa, como no sabemos, en extensión y en profundidad, los alcances de los daños, como sólo podemos
identificarlas por su grado de aceptación, aprecio y defensa de lo que los aliena. Hay que estar alertas,
empezando, también, por nosotros mismos. ¿Hay alguien que esté a salvo?

Lo que se quiere y lo que se necesita

No lleves a tus niños a Disneylandia, por ejemplo

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No pocas veces lo que se quiere eclipsa a lo que se necesita. No pocas veces se confunden y son pocas,
comparativamente, las veces en que coinciden. Cada necesidad contiene el poder de lo imperativo, no puede no
ser, en cambio, los gustos se mueven en márgenes más anchos y, en muchos casos, son prescindibles. No
obstante, en la realidad impuesta por el capitalismo, sobre todo bajo el reino la burguesía caprichosa y adicta al
despilfarro, se nos impone el reino de los gustos sobre el de las necesidades para hacernos creer que el infierno
de las privaciones puede ser muy placentero.

Los niños no necesitan ir a Disneylandia. Es otra de las consecuencias de la crisis de sobre-producción


del capitalismo, es otra de las consecuencias de la necesidad burguesa por encajarnos sus mercancías, a como de
lugar y a cualquier costo crediticio. Es otra de las consecuencias de la lógica de la acumulación que nos
presiona sin clemencia para que saturemos nuestras vidas con objetos y pensamientos que no necesitamos pero
que nos gustan mucho. Y la balanza está totalmente desvencijada. El pato Donald no es indispensable.

Quienes espían nuestras vidas desde los aposentos de las cuentas bancarias y los movimientos de las
tarjetas de crédito, saben muy bien cuánta mercancía se adquiere bajo el influjo del gusto que eclipsa las
necesidades. Ellos saben bien que deben activar los oropeles de la publicidad para que, en el hervidero de sus
ambigüedades, caigamos presas con el condimento de la moda, de lo que queda lindo, de lo que da prestigio o
de lo que ensalza egos aunque, en términos concretos, sea mayormente inútil en nuestras vidas. La compañía
“Disney” está valorada en, al menos, 65.900 millones de dólares.

No hay mercancía que no deba pasar por el debate de la necesidad y del gusto. A todo lo que le metemos
mano para saciar sed y apetito –en todos sus sentidos- se debe interponer la crítica rigurosa de la utilidad, de la
duración y de sus vínculos con el ego. Aunque eso le moleste mucho a la burguesía. A todo lo que nos venden,
a diestra y siniestra, debemos interponerle la exigencia de calidad, en la forma y en el contenido, para dilucidar,
a toda velocidad y a contrapelo de los antojos, qué clase de homenaje le rendirá nuestro salario a objetos o
pensamientos que en poco tiempo (a veces minutos) pueden caducar bajo el torbellino incesante de ofertas y
tentaciones nuevas.

Mickey Mouse no pagará las cuentas. Para la mayoría de los adquirientes (target le llaman los
publicistas) el límite de los gustos suele determinarse por los precios, eso no niega la existencia de aventureros
de la compra cuya irresponsabilidad es resultado de la embriaguez, con elixires de consumismo, que se lanzan
al abismo de la adquisición de baratijas no sólo innecesarias sino, además, onerosas. Enredados en la telaraña de
los placeres mercantiles muchos trabajadores sucumben a los gustos antes que a las necesidades y luego han de
luchar vehementemente para explicar ante sí, y ante otros, cuál es la diferencia. Tiene buenas razones Mattelart.
[1] “No debe extrañar, por lo tanto, que cualquier insinuación sobre el mundo de Disney sea recibida como una
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afrenta a la moralidad y a la civilización toda. Siquiera susurrar en contra de Walt es socavar el alegre e
inocente mundo de la niñez de cuyo palacio él es guardián y guía.”

El problema se complica cuando se entra a ese reino resbaladizo de la ideología dominante, falsa
conciencia, donde el “consumidor” ya no sabe exactamente, o sabe con muchas dificultades, a qué gustos
obedece ni a qué necesidades responde. Incluso las necesidades primarias. Con grados de adicción muy diversos
la compradera es efecto de haber perdido la brújula y vivir apasionado por los gustos que la burguesía impone
mientras se desdibuja el papel de las necesidades para someterlas al plano de lo negociable a cambio de
placeres, rentables, claro. Buena parte del trabajo sucio que hace la ideología de la clase dominante consiste en
confundir la conciencia y, acaso, por eso Engels decía: “la necesidad sólo es ciega mientras no se la comprende.
La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad”. [2]

Un trabajo necesario (que no puede no ser) en la Batalla de las Ideas, consiste en reacomodar el orden de
las necesidades y atenderlas como se debe socialmente, en colectivo. Esa es la tarea del pensar crítico, del
pensar revolucionario, capaz de romper con el orden de los “valores” o “antivalores” burgueses y reponer a las
necesidades su jerarquía humana en contra del imperialismo del mercado y del consumismo capitalista. Es
trabajo socialmente necesario luchar contra las máquinas de guerra ideológica que operan, especialmente, en el
fondo de las cabezas y de los corazones, haciendo de las suyas para alterar la conciencia al servicio de la locura
más macabra que la humanidad ha padecido y que no es otra que el capitalismo con sus fuentes de “falsa
conciencia” contaminantes del mundo.

Un día de estos, La Batalla de las Ideas logrará, paulatinamente, convertir en placer enorme el hecho
social e histórico de resolver las necesidades personales y sociales con justicia. Logrará que, de cada cual, se
consiga el mejor talento y el mejor trabajo y que cada cual obtenga lo que necesita para que nunca más sea
esclavo de sus necesidades ni siervo de quien las manipule. La ética será la estética del futuro. Habremos
derrotado a Disneylandia. También.

Notas

[1] Para leer el pato Donald: https://www.google.com.ar/url?


sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CB8QFjAA&url=http%3A%2F
%2Fwww.sigloxxieditores.com.ar%2Fpdfs
%2Fdorfman_mattelart_para_leer_al_pato_donald.pdf&ei=8dL0U7W2FcS5ogTyvoDgDg&usg=AFQjCNGLW
REG8XeeJNiNa-hVLy_TLixsow&sig2=U-Oh8cOpiE1yGSr-9yvbhg

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[2] http://www.fundacionfedericoengels.org/index.php/component/content/article/37-cuadernos-de-
formacion-marxista/cuaderno-de-formacion-marxista-no-1/106-introduccion-al-el-materialismo-dialectico

Manías burlonas de la clase dominante

¿Lo chistoso es pariente de lo feo?

Como si fuese una máquina descontrolada fabricante de burlas, la burguesía encontró maneras muy
diversas para ofender, ridiculizar y marginar todo lo que se le antoje al calor de sus manías, sus negocios y sus
intereses. Lo mismo le da producir chistes, mofas, calumnias o apodos… el objetivo es hundir en la humillación
a sus víctimas además de explotaras y despojarlas. Y se escudan tras la trampa ideológica de que sus burlas
pertenecen al reino de lo que es “chistoso”, “cariñoso” y “amigable”.

Pocos entretenimientos disfruta más la estética burguesa que el someter a burlas, por cualquier razón, a
una víctima de su deprecio. Por gordos, por altos, por flacos, por su preferencia sexual o por su profesión de
fe… da lo mismo, siempre estará dispuesta la burguesía a soltar carcajadas soeces a cambio de regocijarse con
el mal de otros. Es manía detestable ha sido llevada, incluso, a los cenáculos de las artes como distintivo de
clase y como amansadora ideológica capaz de forjar la sumisión de los pueblos que son los destinatarios de
burlas más codiciados por el señor burgués. La Historia no es nueva.

No se priva la burguesía de ser blanco de sus propias canalladas y no faltan en la Historia, episodios de
burlas auto-referentes en las que “reírse de sí mismo” es una especie de purgante de clase para descongestionar
al alma y para hacerse los democráticos. Recordemos siempre que las guerras inter-burguesas esculpen la fase
imperial que hace metástasis en el capitalismo y que las burlas inter-burguesas juegan un papel emblemático.
Pero en el fondo esa moraleja de la burla burguesa sobre sí, es efímera y jamás trasciende lo anecdótico ni lo
coyuntural. Contra los “otros”, contra los pueblos y contra los trabajadores, lo contrario, se ensayan burlas a
mansalva y de toda laya. Burlas hondas, duraderas y aniquilantes. Burlas en privado, a las espaldas y en
público. Hoy cuentan incluso con cadenas de televisión, impresos y radio trasnacionales, donde las
nacionalidades, los hábitos culinarios, las preferencias musicales o el color de la piel son materia de burlas a
destajo. No repetiremos aquí sus ejemplos basura.

En todo caso, es parte de la ideología burguesa ser hipócrita y ser baluarte de la doble moral expresados
en la plusvalía (de suyo una burla nada chistosa a los trabajadores) y en la profusión de mercancías que, unas
más y otras menos, involucran un modo de discriminación revestido de “chistoso”. Eso incluye mercancías
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fílmicas, televisivas, gráficas… que se deslizan como si fuesen parte de un “sentido del humor” inocuo pero
que, en el fondo, tienen por meta terminar usando a personas, hábitos o cualidades como pretexto de risotadas.

Estamos infestados a los cuatro vientos con la chabacanada de la risa burguesa. A todas horas y por
todos lados nos inundan con sus “chascarrillos” insolentes disfrazados de ingenio y comicidad. Incluso los más
avezados se tragan un sapo “de cuando en cuando”. Este no es un problema de moralinas ni un debate del
“buen” o del “mal” gusto. Esto es un territorio de lucha ideológica en el que hay que enfrentar, con toda
crudeza, la mentalidad perversa de una clase decadente, asesina y depredadora que, también, entre “chiste y
chiste” hace hasta lo imposible por esconder la miseria y los muertos que fabrica.

A todo eso quieren que nos acostumbremos, que les financiemos su pachanga de burlas y que estemos
agradecidos por su modo de producción de entretenimiento basado en despreciarnos. He aquí la fuente
inagotable de “dichos”, “chistes” y apodos contra los “feos”; he ahí la retahíla descomunal de agresiones
“chistosas” contar las mujeres y contra las suegras; he ahí el repertorio sardónico de estulticias proferidas
impunemente contra los “discapacitados”, los “negros”, los “indios”, los “gay” y en general contra los
indefensos y los pobres. Y encima nos hemos acostumbrado a repetir las burlas burguesas como si fuesen
“gracias” nuestras, repetir el odio burgués, creativamente, desde nosotros y contra nosotros. Círculo virtuoso de
la alienación.

Todos sabemos que por el humor burgués, con él y en él, se deslizan las peores matrices ideológicas y en
las tipologías más simplonas de sus chistes no faltan los episodios racistas más terribles ni las vociferaciones
esclavistas más inhumanas acompañadas por risas o carcajadas de tenor diverso. Todos sabemos que la
pedagogía del chiste ha sido usada y manipulada por la burguesía para acomplejar a los pueblos y para
imponerle anti-valores degradantes y todos sabemos que eso no tiene ninguna gracia.

No faltan los adictos a la ambigüedad que pretenden al “sentido del humor” como una zona “neutra”
donde todo vale a cambio de risitas o risotadas. Creen que es el ámbito perfecto para sacar a pasear a sus
demonios y darles de comer impunidad a manos llenas. “Es un chiste” dicen con socarronería, “es un chiste”
dicen y no importa cuántas susceptibilidades hieran ni cuántos prestigios pisoteen… todo sea por el “chiste”
burgués infestado con odio de clase. Aunque no se note a simple vista.

La alegría de los seres humanos, despojada del fardo ideológico burgués (que es “falsa conciencia”
propagada entre engaños, mentiras, miedos y humillaciones) debe ser una fuente de fortaleza moral de
intenciones fraternas y de solidaridad irrenunciable, inyectada en el humor más emancipador. Nada de eso es
sinónimo de “aburrido” y no nos convencerán, por más guiños o extorsiones que nos hagan, de que es muy

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divertido mofarse de los demás y humillar a otros por más que esos otros no se enteren o ya estén
“acostumbrados”.

Está por venir un humor transformador en el que no tenga lugar la burla y sus dosis de odio. Está por
venir un estado de la alegría, personal y colectiva, en el que el chiste provenga de las expansiones joviales de la
inteligencia y no de las depresiones humillantes de la esclavitud ni de ingenios patológicos. Está por venir la
risa expansiva que aniquile a las risotadas depresivas. Está por venir la superación del capitalismo que no sólo
produce mercancías o acumulación de capitales sino que también produce burlas contra los trabajadores. La
lucha de clases no se detiene en las puertas de lo “chistoso”.

Hipérboles de nimiedades

La exageración como fase superior del egocentrismo

Una forma de anestesiar razonamientos consiste en llevar al paroxismo lo intrascendente. Se trata de una
manía que la burguesía desarrolló para desvirtuarlo todo. Una vez degradada la vida, a punta de exageraciones
innecesarias, queda fuera de la vista lo importante. Exagerando el valor en cambio queda invisible el valor en
uso. Y viceversa. Los hijos de la burguesía, los más orgullosos de serlo, practican sistemáticamente el arte de
inflar con la lengua su mediocridad de origen. Anhelan convertir en trascendente toda su intrascendencia y
quieren obligarnos a agradecérselas como si fuese nuestra. Exaltaciones de nada.

Hay países en los que la exageración en un modus vivendi, una atmósfera indispensable para redimir
mediocres a granel. Un vicio legitimado por un conciliábulo de ególatras que se aportan aplausos y sobrevida a
fuerza de repartirse, entre todos, metrallas de exageraciones bien cargadas con naderías. Y no exagero. Como el
problema no es de países sino de clase, la patología de agrandar lo nulo se extiende con velocidad gracias a que
cuenta con voluntarismos a mansalva que van llenando cada resquicio de la vida hasta hacerla irrespirable para
los que no participan del torneo planetario de las grandilocuencias vacuas. Épica de lo intrascendente.

No pocas veces una exageración, puesta donde debe estar, nos alerta sobre complicaciones o peligros y
nos diagrama dilemas y soluciones. Exagerar, con sentido de la economía narrativa, puede tener efectos
poderosos que ayudan a clarificar galimatías diversos. Pero exagerar sin descanso sólo produce hartazgo e
insensibilidad. Y hay casos horrorosos por sí y por duraderos. Se canta, se baila, se escribe, se filma… a punta
de exageraciones y en la cúspide de la pequeñez burguesa reina la industria de la publicidad como alma Mater.
La náusea misma.

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La burguesía pasó, de ser en su nacimiento una gran revolución para la humanidad a ser, también, en su
decadencia el catálogo histórico más completo de auto-loas forzadas embelezadas por lo minúsculo. Eso le pasa
por creer que se puede anestesiar al proletariado (es decir tomarle el pelo) con cuentos impregnados en brillos y
oropeles de palabrería repetitiva y hueca. Ellos creen que exagerando sus méritos y sus valores narcotizarán ad
eternum a los pueblos y que de ese narcótico saldrán las mieles que den sobrevida al capitalismo. Por cierto,
éste sí, la más exagerada de las traiciones a la vida del planeta, a la humanidad y a la inteligencia. Tratan de
esconder lo importante con la nada.

Esa manía de esputar hipérboles de naderías es, además de odioso y fastidioso, una manera, también, de
expresar cuánto se subestima al interlocutor. Cuánto se anhela insultar su inteligencia y cuánto, el que inflama
expresiones nadilla, se asume dueño de una superioridad pigmea que se mira en el espejo mental de su propio
cuento enano. Entonces la burguesía dice y hace que otros digan cosas como “somos lo más lindo del mundo”,
“somos los primeros” en esto y en lo otro, “tenemos las mejores avenidas” y “las mejores mujeres”, cantamos
“el himno más bello” y vendemos las más caras ilusiones… tal cual. Es esa una de las cunas del chauvinismo y
del nacionalismo burgués.

A la burguesía le encanta comportarse como un “pavo real” ante la clase dominada. Expande su plumaje
y se prodiga en auto-halagos sin descanso. Se arma hasta los dientes, secuestra el capital y luego derrocha, a
discreción, lujos y balazos hasta acomplejar a los pueblos, hasta dominarlos por el engaño y por el miedo.
Hecho eso, de inmediato, la burguesía alquila “pensadores” para que relaten, sin prejuicio, ni ahorro de
hipérboles, la epopeya demencial de una clase que quiere escribir, con grandilocuencias, las bajezas de su ser y
de su hacer. Lo hemos padecido sin descanso.

Esa manía de inflarlo todo, con vociferaciones o gestos innecesarios, inexplicables e inoportunos, se
convirtió en un distintivo cargado con los supuestos que validan la idea de que así se es más “interesante”, más
“seductor”, más “dominador”, más “seguro” y más “poderoso”. Así se entra a un juego de clase que la
burguesía asume como embellecimiento de sí y sin importar que sean, y se noten, retahílas de ilusionismos para
editarse como sujeto ungido de poder y ador de poder con el ejercicio mórbido de su lengua descontrolada.
Hasta el ridículo. Habría que oír a Obama.

Palmo a palmo, en sus bancos, sus iglesias, sus oficinas, sus partidos políticos, sus televisoras y sus
reuniones sociales… la burguesía arremete lenguaraz e inclemente para impregnar con exageraciones toda la
realidad objetiva y subjetiva en la que nos movemos diariamente. El blanco de ese veneno somos todos los que,
para sobrevivir el infierno del capitalismo, sólo contamos con nuestra mano de obra. Con la hiperbolización de
sus naderías el capitalismo, y todos sus jilgueros, dispara un arma de guerra ideológica que tiende a presentarlo
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como más grande de lo que realmente es. En sí y en sus ataques. Se fabrica un vidrio de aumento que pretende
presentar a todos sus protagonistas enanos como “grandes líderes de la humanidad”.

En el combate a la “ideología de la clase dominante” se hace necesario siempre, además de urgente, un


trabajo minucioso capaz de desactivar cada una de sus ofensivas y cada uno de los misiles teóricos, políticos, de
propaganda total… con que nos machacan, cada minuto, para arrodillar nuestra conciencia. Todas las
exageraciones que la burguesía impone, son ejercicios cotidianos de una guerra de propaganda que, unas veces
más hábil y otras más torpe, deambula en los campos de la lucha de clases, agudizada, en que se ha convertido
el mundo desde que el capitalismo secuestró nuestras vidas. Y no vamos a dejarnos enceguecer por los destellos
retóricos de lo que digan sobre sí mismos los criminales que explotan, saquean, asesinan y humillan a los seres
humanos en todo el mundo y desde hace siglos. No importa de qué exageración o hipérboles echen mano. No
importa cuánto ingenio compren, o vendan, para sus fines auto-proclamatorios e hiper-exagerados. La verdad es
revolucionaria. Sin exagerar.

Festivales de Cine

Lo que realmente exhiben

Es un “lugar común”, que a veces vale la pena repetir, el que los “Festivales de Cine” (también se
llaman “Muestras”, “Competencias” o “Encuentros”) son una gran escuela, frecuentemente involuntaria, en la
que se exhiben los usos y los abusos del “cine”, es decir, los de sus autores, sus destinatarios y sus
intermediarios. Una escuela en la que no todos quieren, o pueden, aprender y en la que toda lección debe
superar el examen (siempre odioso) de las lentejuelas, los reflectores y las farándulas dispuestas a invisibilizar,
con efectismos, sus limitaciones antes que comprometerse con los contenidos importantes. Los “Festivales de
Cine” suelen ser campo magnífico para aplicar aquello del “anchuroso mar de trabajos y, muchos de ellos, con
un centímetro de profundidad”.

Ya existe, desde luego, un repertorio rico en antídotos estereotipados contra la crítica y crece una muy
socorrida ruta de escape especializada en transferir culpas y en negar responsabilidades éticas, estéticas e
ideológicas, cuando una o muchas películas, exhibidas en “Festivales”, simplemente no reúnen los mínimos de
calidad, conceptual y formal, que la Historia del Cine ya ha fijado en su propio desarrollo. Es verdad que no
todo grupo de producción cinematográfica cuenta con financiamientos suficientes y sin embargo eso no alcanza
como pretexto cuando las limitaciones económicas se expresan, incluso, como limitaciones conceptuales. Y las
muestran en las “pantallas grandes”.

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Los organizadores “no se hacen responsables por los contenidos de los filmes”, “los periodistas no se
hacen responsables… bla,bla,bla…”; “los exhibidores no se hacen responsables por los contenidos…” y así,
hasta el infinito. No obstante todos quieren meterle mano al “negocio” y no son pocos los mecen, con ambición,
la cuna del “éxito” y la “fama” desde la hora misma en que su “opera prima” se inscribe en alguno de los
“Festivales” más famosos. Un torneo de apariencias y de mascaradas mayormente fermentadas en los caldos de
cultivo del “star system” modelo yanqui.

En una de sus expresiones más odiosas los “Festivales” son nido de esnobismos, a granel, y pasarela de
estulticias histéricas empeñadas en que no se note la vacuidad, la vaguedad o la vaciedad de muchas las
películas, de sus autores y de los comerciantes, que suelen ser uno sólo, el mismo y único enredo de vanidades
mediocres. Gafas oscuras, sombreros fuera de lugar, de tiempo y de circunstancia; trajes y vestidos con marcas
exhibicionistas y gestos, muecas y guiños ensayados hasta el hartazgo en los espejos de las egolatrías más
camufladas con simpatía y sex appeal del mercado fílmico.

Ya sabemos que los “Festivales” son el (casi) único espacio de exhibición para una multiplicidad de
filmes que jamás llegarán a las pantallas grandes, o chicas, porque no entraron, ni entrarán, en las carteras ni en
las carteleras de los distribuidores y los publicistas que son, al final de cuentas, quienes deciden, “cortan el
bacalao”, es decir, quienes elijen el objeto y sujeto de sus designios mercantiles. Y detrás de ellos, como
falderos, no pocos cineastas van y vienen con sus fotos, brochures, tarjetas de negocios y afiches… ansiando
una limosna de fama y la bendición de una campaña promocional. La nausea misma. Eso sí, sin perder las
apariencias que disimulan su servilismo con gestos de artistas “interesantes”. El derecho a expresarse, el
derecho a exhibir democráticamente la obra fílmica, el derecho al arte y las responsabilidades sociales que todo
ello implica, son basura a la vista de los reyes y reyezuelos de la farándula fílmica. Ahí suele triunfar quien más
ingenio pone en el arte de arrastrase y agradecer las palmaditas del amo cinematográfico.

Siempre hay que detenerse a subrayar las excepciones de los “Festivales” que marcan diferencias frente
a las reglas dominantes bajo el capitalismo. Hay “Festivales” que se realizan, incluso sin red de contención
financiera, por fuera de los circuitos mercantiles y eso modifica y combate, en buena manera, la trama de las
vanidades o las petulancias que no necesariamente se extinguen o se ahuyentan porque un “Festival” esté lejos o
en contra de los modelos mercenarios de la cinematografía. Incluso algunos “Festivales” de auspicio
gubernamental, han logrado con buen éxito liberarse de muchos fardos y contagios provenientes de los modelos
burgueses de la mercancía fílmica. Pero no son muchos. Los pocos son sumamente apreciados y poco
promocionados.

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Están por venir los mejores “Festivales” en los que las verdaderas estrellas sean los filmes y la hondura
de sus temas. Que los jurados, en franca extinción, sólo tengan el poder de un método transparente,
consensuado y democrático para una crítica que se comprometa con la calidad y con la multiplicación del cine
en todas sus mejores virtudes e influencias sociales. “Festivales” tributarios del ascenso de la conciencia y
combatientes de lo pueril o lo superfluo. “Festivales” de nuevo género en los que su carácter de “escuela” de
verdad enseñe a disfrutar un arte que está en pañales y una herramienta de condimento cuyos poderes no sólo
están por descubrirse sino que también están por democratizarse.

Quizá, pronto, tengamos protocolos internacionales para que los “Festivales” se ciñan, con rigor, a las
exigencias técnicas que el cine ha desarrollado para su mejor disfrute. Protocolos para la calidad del sonido, la
calidad de la intensidad lumínica, la comodidad de los asientos, la provisión de información y la garantía de
exhibición sin asfixiarnos en salas insalubres, diminutas y saturadas. Sin abusar de los costos. Quizá, pronto,
tengamos metodología para el análisis cinematográfico sin jergas ni oscurantismos de intelectuales snob y que
sirvan para que los “jurados” seamos todos, armados con parámetros no uniformes pero sí consensuados en la
praxis del mirar críticamente. Quizá, pronto tengamos información y publicaciones no sólo con fechas de
exhibición sino compendios de datos y opiniones fundadas en método y en compromiso político que,
verdaderamente, sean libertad de expresión esta vez con las herramientas del cine. Ojala, pronto, tengamos
avances organizativos y cualitativos no sólo de las películas, sus aspectos económico-técnicos y sus aspectos
teóricos sino, también, avances en las formas de exhibir y democratizar los “Festivales” con su ser escuela de y
para cineastas y cinéfilos transformadores de la realidad. Esa película no la hemos visto.

El arte de mentir con imágenes

El capitalismo su fotografía y sus fotógrafos

Imágenes para la dominación de los imaginarios

Son capaces de usar “fotos” para cualquier cosa. A la vista de todos nosotros, la ideología de la clase
dominante, y sus negocios, miente con el fin de disociar la realidad de sus ficciones (y viceversa). Para eso
fundó una industria del registro fotográfico, y una industria de la propagación de imágenes que, en uno de sus
trabajos más nefastos, no ha dejado de especializarse en todas las posibilidades de la mentira. Suelen ser “fotos”
sin lugar, sin fecha, sin autor. Uno de sus reinos predilectos es el del “periodismo” que las burguesías han
consolidado como “armas de guerra ideológica” y herramientas para la invisibilización de lo evidente. La
sobresaturación con imágenes ha servido para anestesiar al pensamiento. Diremos, sólo por rigor de método,
que no son todos… pero. ¿Cuánto puede esconderse lo real en una fotografía?

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Hemos visto una revolución burguesa de la tecnología, y del lenguaje fotográfico, para la des-
información. El viejo interés humano por el “registro fiel de los hechos” quedó sepultado bajo el dispositivo
ideológico especializado en sembrar una mezcla de zozobra, desorientación y miedo. Fascismo. Hoy la mentira
fotográfica tiene herramientas inimaginables al servicio de la irracionalidad del mercado y de los engaños que
sirven para “mostrar” con fotografías, hechos que no son o que nunca fueron lo que dicen que son. Obra
cumbre, no única, de esta degeneración es el diario “El País” de España que publicó una fotografía en la que se
afirmó aparecía el presidente Hugo Chávez en un quirófano.

Muchos pagan cualquier cifra por fotografías útiles para ilustrar y demostrar la “verdad” de los
especialistas en mentir. No importa dónde ocurrió el hecho, quién es la víctima, en qué fecha se produjo.
Cualquier persona que posea un modo de registro (cámara o teléfono) puede convertirse en comerciante de la
mentira hegemónica. No hay inocencia, se pagan sumas jugosas. Para el negocio de mentir con fotografías nada
mejor que una camarita discreta, fácil de usar, gran calidad y conexión a Internet vía Wifi ¿Es neutra la
tecnología? No hay control posible en un fenómeno basado en la saturación de imágenes y menos si, con esa
saturación, se fortalece el sistema de mentiras que se ha vuelto salida mercantil e ideológico-política. Internet ha
multiplicado, exponencialmente, el número de fotografías realizadas por profesionales, y por aficionados, para
mentir a cada día.

La fotografía no es la verdad… es una herramienta para su búsqueda. Por eso, acaso, nadie parece
preocuparse por la verdad, en la información fotográfica, entre otras razones porque la mentira se ha vuelto uno
de los grandes pilares del negocio del periodismo burgués contemporáneo. Se organizan algunas redacciones en
función de lo que la fotografía consigue en lugar de ceñirse estrictamente a los hechos y a sus protagonistas. Los
operadores mediáticos se frotan las manos con la posibilidad de aumentar sus negocios, y sus intereses
ideológicos, saturando con fotografías “testigo” sus periódicos y revistas. No importa que sean falsas.

Es el capitalismo mundial que financia guerras, que encarece medicamentos, que devasta selvas y mares,
que intoxica el aire, derrite glaciares, reseca los lagos... extermina especies vegetales, animales… humanas. Es
el capitalismo retratado en personas, inocentes, frágiles, olvidadas… engañadas sistemáticamente con un arma
ideológica de enajenación masiva, infernal y humillante, que son sus “fotografías”. Es el retrato de la barbarie y
se ve clarísimo. La evidencia de que los horrores puedan acabar convirtiéndose en un espectáculo “informativo”
muy rentable.

A estas alturas de su historia los trabajadores de la producción fotográfica andan flacos de organización
y movilización solidarias. Los ha golpeado la crisis de sobreproducción fotográfica, el recorte de los salarios,
los despidos masivos y el avance tecnológico manipulado por la burguesía. Hay excepciones, claro, pero en
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todo el espectro de la producción fotográfica se ven los estragos del capitalismo inmisericorde e inclemente.
Igual que en el resto de las actividades productivas.

Alguna vez se pensó que las fotografías no mentían, que eran prueba palmaria de un acontecimiento y
que su fidelidad con la “realidad” garantizaría una transformación revolucionaria en nuestra relación con los
hechos y el conocimiento “objetivo” sobre ellas. Pero está naciendo un espectador cómplice de fotografías,
dispuesto a ignorar que pueden mentirle. Es que la verdad exige mucho trabajo. El truco consiste en manipular
los hechos para que se adapten a las matrices ideológicas. Las fotos más falaces, las mentiras apoyadas con
imágenes, exigen una brutalidad ideológica previa que es necesario conocer y denunciar. Y combatir.

Si como supone Umberto Eco, acaso no sin un dejo de cinismo humorista, que la Semiótica es “la
disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”, urge, entonces, una Semiótica de la fotografía,
también, para revolucionar su definición apoyados en una praxis que la coloque como disciplina científica en
combate, cuyo objeto de estudio no sea sólo lo que vehicula un contenido sino el desmontaje de la relación
dialéctica entre el contenido y su representación, en un momento histórico preciso, bajo el signo de la lucha de
clases… o acaso, en otra perspectiva, como ciencia que estudia las leyes del desarrollo de la producción de
sentido. Y así desmontar en la fotografía, que la burguesía alienta, cómo sirven, y a quiénes, sus fotógrafos y
sus propagandistas a la hora de mentirnos con imágenes.

Por ejemplo. Hay que legislar y protocolizar el uso de las fotografías con obligatoriedad ética en su
identificación espacio-temporal y su autoría. Hay que entrenarnos en la exigencia crítica y en la denuncia de
combate cada vez que cada imagen esconda, tergiverse, sepulte o criminalice a alguien, o algo, por el sólo
hecho de que así decidan los operadores de las armas de guerra ideológica de la burguesía. Ejercer el derecho
humano fundamental a defendernos de las mentiras de los poderosos. Ejercer el derecho social a combatir los
ataques contra los imaginarios colectivos y la siembra de dispositivos ideológicos tóxicos fabricados en los
laboratorios de guerra psicológica. Ejercer, en suma, la responsabilidad revolucionaria y socialista de combatir
cada milímetro y cada instante a la ideología de la clase dominante y sus mil maneras de camuflarse e infiltrarse
en las cabezas, los corazones y los tejidos sociales. Incluso con “fotos” ocurran donde ocurran. ¡Clíc!

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Elocuencia de lo decadente

La cursilería

Entre todas las aberraciones ideadas por el capitalismo para deformar y manipular el sentido del gusto de
los pueblos y, principalmente, para someterlo a los devaneos de la lógica y la estética de la mercancía, se ha
consolidado la “cursilería” que es otro fenómeno ideológico burgués fabricante de sentimentalismo ridículo. Es
una negación del amor. La “cursilería” compendia el “mal gusto” burgués, lo “vulgar” rentable, lo “refinado” de
pacotilla y lo emotivo “afectado” para la impostación. Han inventado emociones actuadas para justificar el
consumismo a granel: “día del padre”, de la madre, del perro, del gato… sensiblería para desahogar bodegas
empachadas de baratijas. Hasta las lágrimas.

La “cursilería” es el idioma excipiente en esos “mass media” con que la burguesía nos ataca fabricando
emociones simplonas que adjudica al pueblo-público con demagogia sensiblera para, en su propósito de
máxima, reconciliar los sentimientos de banqueros y clientes, de curas y ateos, de patrones y obreros. Entre
violines y lechos de rosas, emoción y lágrima para la foto. La “cursilería” es una hermandad ideológica
burguesa que expulsa a todo pensamiento disidente. Lo envuelve y lo sofoca con “buenos sentimientos”.
Profesa “cursilería” el “buen burgués”… entre estremecimientos, para mostrar su parte “humana”. Antesala de
la ridiculez.

No hay “cursilería” a-histórica, ajena a su tiempo. Sus clásicos lo son por lo efectista o por su capacidad
de esconder la crudeza de la explotación, del saqueo y de la humillación que fabrica el capitalismo sin cesar. Es
inclemente heredera monstruosa del romanticismo, del neoclásico, del modernismo escapista… La “cursilería”
102
es una tara de la ignorancia y sirve para esconder toda falta de talento con almíbar a destajo. Es un revés
violento, un salto atrás camuflado de “liberación” para endulzarlo todo con melaza ideológica.

Un arsenal de ofensivas “cursis” se mueve, por ejemplo en la publicidad, como “pez en el agua” de las
más clásicas emociones ridículas, de la apariencia exagerada, de la perturbación empalagosa. Es un fracaso
planificado contra el “gusto” y su emancipación. La “cursilería” se propaga, virulenta, en la conciencia de los
pueblos endulzado la miseria con ternura idiota. Por eso es lo cursi es mucho y fácil, es el reino de la banalidad
emocional llevada a la taquilla. Su idea de “belleza” y de “placer” se regodea en lo estereotipado y lo rutinario.
Lo fácil. Así enmascara la burguesía su maldad entre ornatos dulcísimos.

A la burguesía le encantan los escarceos sentimentales que suplantan el sentido de la verdad. Ha creado
una religiosidad de las mercancías inducida con oraciones -e imágenes- dulcíferas cuyo objetivo es crear
emoción para el consumismo al servicio de la ideología de la clase dominante que secuestra y tergiversa todo lo
que está a su alcance: herencias indígenas, criollas, mestizas, urbanas, campesinas. Aberraciones de mercado.
La “cursilería” se esmera en afincar los distintivos permanentes de una guerra ideológica que usa la
sacralización de las emociones para infiltrarse en lo corriente y en lo cotidiano. Los ejemplos son abrumadores.

Los pueblos, la clase trabajadora, victimados por la miseria… los pueblos que no alcanzan a saber cómo
se manipula el “gusto”, están condenados a la “cursilería” fabricada por la burguesía (y a disfrutarla
agradecidos) como derrota emocional muy rentable. Pueblos convertidos en adictos a los néctares de la
mediocridad burguesa endulzada comercialmente para esconder el problema de todos los problemas que es el
capitalismo.

Además de inyectarla, en las venas abiertas de la miseria, exhiben su “cursilería” como si fuese
conquista estética y literaria… como si fuese el valor cultural más elevado del refinamiento burgués. Venden
con impudicia su “cursilería” y hacen pasar por divertida esa sensibilidad simplona y farandulizada que se ha
impuesto como lenguaje que barniza todo. La “cursilería” es un acto de desposesión y agresión contra las
necesidades y las fortalezas emocionales de las masas para aplastarlas con la producción racionalizada de una
estética que en nada expresa a la clase trabajadora y que, por el contrario, expresa del capitalismo lo más
anacrónico de sus falacias sentimentales. Ofensiva ideológica para sepultar la belleza verdadera que nace de la
lucha emancipadora.

Lo “cursi” anestesia la conciencia y enmascara la violencia del capitalismo con sensiblería y


sublimación. Anestesia porque en su amor por lo mercantil, y su conservadurismo, empalagada todo con
espiritualidad y con su néctar perfumado. Ideología dominante camuflada como estética populachera donde la

103
clase trabajadora vive agobiada y usurpada por el capitalismo y sus negocios bonitos y emocionantes. ¿Muy
tierno?

Estulticias de película

¿Cómo se “educan” los directores de cine?

También el desarrollo de los “directores de cine” es desigual y combinado. Hay de todo pero noreina lo
mejor. La base dura y cruda, donde se transparenta lo que piensan y hacen la mayoría, es la “industria”
cinematográfica burguesa, sus intereses mercantiles, sus prioridades ideológicas y sus vanidades nauseabundas.

En general los “directores de cine” son unos mercenarios ideológicos dedicados en formar opiniones y
gustos con respuesta mercantil rápida. Se han vuelto corredores de inversiones y usinas de glamour rentable
que, en simultáneo, consolidan latifundios cuyo poder se expresa más en la capacidad de controlar mercados
que en la habilidad para producir arte burgués. Sin que lo descuiden. Los hay muy destacados.

Algunos de esos “directores de cine” han sido formados por el empirismo más descarnado. La escuela de
la “práctica” dicen. A fuerza de recorrer todos los rincones de la industria, algunos creen que han ganado el
derecho a ser el que “dirige”. Una especie de moral de latifundista que sostiene la idea de que “los grandes
genios se forman desde abajo”. Y con ese ilusionismo en píldoras embaucan a incautos que pasan su vida entera
en los sótanos de la industria y jamás vieron, ni verán, cómo se llega a las “cumbres”. Maneras tiene el
capitalismo de hacer invisible la lucha de clases. “Mas, por el momento, podemos dormir tranquilos, pues la luz
cinematográfica está convenientemente dosificada y encadenada.” Luis Buñuel.

Otros más, salen de las aulas universitarias (sucedáneos y conexos) donde se han sistematizado, unas
más y otras menos, algunas verdades del negocio cinematográfico. ¿Qué le gusta al público? ¿Qué vende más?
¿Cuántos nombres famosos garantizan la inversión y su recuperación? ¿Qué disfraza mejor la realidad? ¿Qué
pude ser mostrado sin que deje de ser negocio? … ¿Cómo se fabrica el glamour de las baratijas ideológicas
narradas en filmes estereotipados… cuánto debe ponerse de trompadas, desnudos, vulgaridades y acción? y,
principalmente, ¿cómo se gana la confianza de los inversionistas y qué ganancias aseguran esa confianza? Un
poquito de ingenio, no poca creatividad y mucho trabajo esmerado al servicio de la mercancía fílmica.
Localidades agotadas.

Cada “director de cine” tiene responsabilidades según sea el desarrollo de la industria, su momento
histórico y sus ambiciones (sin contar cómo se laven dólares, cómo se eludan impuestos y cómo se esclavice a
los trabajadores que no son del “starsystem”). A cambio de mantener sanas su finanzas, la industria tolera
104
ciertas audacias, inteligencia, irreverencias y “críticas”. Nada que no sea digerible con una buena chequera y
contratos para películas nuevas. Una red de estudios fílmicos, distribuidoras, salas de proyección y negociados
colaterales… aguarda permanentemente las “novedades” con qué seducir a las masas para que llenen las salas y
coman la chatarra corporativa fríamente preparada para un modelo de consumo que “entra por los ojos”. No
pocas veces toda esa red de parásitos descansa sobre los hombros del “director de cine” cuya riqueza mítica
suele depender de la riqueza que reparte entre sus zánganos. Y para eso “estudian”.

La industria cinematográfica burguesa ha sido capaz de exhibirse a sí misma con toda impudicia,
mostrar sus miserias y sus perversiones confiada en el pulso cirujano de sus directores que, siempre con la mira
en las ganancias, son capaces de contemplar sin transformar. Arte de mercenarios que, obedientes al mejor
postor, son capaces de convertir en “show business” cualquier tragedia humana y, después de cobrar ganancias,
recibir premios a granel. No importa el espesor ni el calibre del ilusionismo con que se vende la imagen de los
“directores de cine” son responsables de operar armas de guerra ideológica en plena lucha de clases y sus
objetivos no pueden esconderse bajo ninguna estratagema del glamour farandulero.

Para fortuna, también hay “directores de cine” que dirigen su práctica y su obra con dirección
emancipadora. Hacen visible la crisis de dirección revolucionaria que padece la humanidad y buscan respuestas
que además de ser revolucionarias son cinematográficas. Son la minoría pero la cantidad no opaca su calidad.
Su dirección no es una pataleta esteticista de mercado sino un programa emancipatorio que se libra en la
economía tanto como en la ideología y en la estética. Su meta no es el esnobismo sino el triunfo revolucionario
de hacer visibles todas las muertes y las bajezas que el capitalismo esconde bajo la alfombra de la “realidad”, y
además, hacer visibles los caminos para derrotar al capitalismo, definitivamente. Su meta es ser ayudante del
sepulturero que ya cava la fosa histórica de esta etapa monstruosa que ha esclavizado a los seres humanos.

Por fortuna, hay “directores de cine” investigadores del nuevo relato cinematográfico, “directores”
comprometidos con hacer visibles no solamente los estragos infernales del capitalismo contra los seres
humanos, y contra el planeta, sino también mostrar a los que luchan y cómo se produce la riqueza simbólica
nueva de la revolución permanente. Directores comprometidos con desarrollar la dialéctica forma-contenido en
la sintaxis audiovisual nueva para el relato nuevo que la revolución requiere. Directores que no son serviles al
modelo burgués de producción de imágenes y que entienden que la riqueza del cine ha sido secuestrada por
mafias exhibicionistas que no dejan ver el nacimiento de una mejor etapa de la humanidad que será nueva
porque será hija de la Revolución Permanente y porque será Socialista. Nada más y nada menos.

Las máquinas de guerra ideológica, frase por frase

105
¿Eslogan eres y en eslogan te convertirás?

¿Hay que crear algún Eslogan para hablar (mal) del Eslogan? Aunque lo diga pobremente, dice el
diccionario (RAE) con todos sus “derechos reservados”: “Fórmula breve y original, utilizada para publicidad,
propaganda política, etc.” En un arrebato de sensatez algún movimiento mundial en defensa de la salud mental,
decretará la abolición “per sécula seculórum” de la institución ideológica burguesa llamada “Eslogan”. Pondrá
fin, así, a una de las fuentes más irritantes de miseria intelectual, vaciedad conceptual y banalidad serial.
Terminará, para dicha de la posteridad, con la manía frenética, típicamente pequeñoburguesa, de rebuscar en sus
vocabularios paupérrimos hasta encontrar un eslogan idóneo “para cada ocasión”. No derramaremos ni una
lágrima.

Algunos de los más conspicuos defensores del “eslogan”, agazapados entre frases de bolsillo e
inteligencia de supermercadistas, lo reverencian como si se tratase de un “hallazgo” filosófico en el que con
pocas palabras se dicen “grandes verdades”. Y, mientras mascullan sus cerebrales argumentaciones, un tufo de
orientalismo rancio, mal digerido, les sale de las silabas que arrastran entre estercoleros teóricos y manías
fonéticas puestas de moda por la “ciencia publicística” que es una especie de nueva religión de la mercancía y
de sus apóstoles mercenarios. Y “no salen sin ella”.

No faltan los “señoritos” y “señoritas” que rumian, con orgullo, en las ganaderías académicas de moda,
su pienso “científico”, y costoso. Maceran con saliva erudita su culto solemne a la inutilidad de las vanidades
escolásticas, rigurosamente de espaldas a la realidad económica y política mundial donde reina el capitalismo
más aberrante y la asonada más brutal que la historia ha conocido contra los seres humanos esclavizados por la
lógica de la mercancía, las armas y los mass media, entre otras calamidades.

Desde los altares ideológicos de la mercancía descienden los coros de genios de la “publicidad”, o de la
“propaganda”, serviles al ripio y a la estulticia. Pueblan los mercados con su moral modelo “caballo de Troya”
de donde desembarcan todas las falacias y trapacerías necesarias para tratar de resolverle al capitalismo sus
crisis de sobre-producción. Operan febrilmente, aquí o allá, manoseando a diestra y siniestra lo que se cruce
para inyectarle ideológicamente a los pueblos el virus del consumismo. No importa el tamaño de la afrenta a
cambio de negocios, ganancias y plusvalía. Hay ejércitos de muchachos (y muchachas) serviles, dispuestos a
dar la vida por un eslogan que venda, que venda mucho, y que sea recordado por muchas generaciones. De ese
grado es la perversión del mercantilismo.

Del “eslogan” los mercachifles esperan la fuerza mágica de la palabra que crea “identidad”, que crea
“fidelidad” y que crea combatividad para la guerra del consumo en la que los sectores de la burguesía se

106
asesinan entre sí para alcanzar el preciado triunfo del monopolio. Es decir, para fijar los precios a su antojo.
Cualquier frase que dé emblema, símbolo y sustancia a esa cruzada criminal, es decir, que haga in-visible el
espíritu del capitalismo inyectado en cada mercancía, y le dé artes de seducción al producto, será pagado a
precio de oro. En eso se empeñan las agencias de publicidad y los laboratorios de guerra psicológica burgueses.
Mientras tanto los pueblos se defienden de todo ese arsenal y sus máquinas de guerra ideológica. Frase por
frase.

Algunos fundamentalistas del eslogan quisieran convencernos de que todo en la “mente” es eslogan.
Sueñan con hacernos creer que la historia misma de la Filosofía, con sus “máximas” y sus axiomas, de oriente a
occidente, son fuentes para el reino del eslogan y que debemos rendirle pleitesía como si se tratara de un logro
intelectual de la humanidad. Pero el entusiasmo de los mercachifles, serviles a la ideología de la clase
dominante, sucumbe bajo el peso descomunal de su estulticia y de su servidumbre a la lógica de la mercancía.
Ese anhelo del pensamiento burgués, de que toda idea desemboque en una frase capaz de fetichizar al
“producto”, aunque tenga miles de adeptos, no es sino una degradación progresiva y perversa.

En pocas palabras, el cachondeo de mediocridades auto-complacientes de quienes se sienten “genios”


porque inventan frases “pegadoras”, “marquetineras”, “pegajosas” o “vendedoras”… no tiene por qué
convertirse en dogma ni en moda. No importa si las disfrazan con palabrería erudita o con payasadas de
publicitas. No importa si manosean cifras y mapas… la verdad es que sólo se trata de una arremetida ideológica
que la burguesía inventó para obligarnos a comprar y reverenciar sus baratijas y que ha logrado esclavizar a
muchos (incluso con su voluntad) para que anden por el mundo infestando e infectando la vida de los pueblos
con basura de comerciantes mercenarios. Aunque ellos repitan y repitan sus evangelios mercantiles, aunque
enciendan parafernalias de todo género, aunque digan lo que digan… no van a derrotarnos con su saliva de
mentecatos. Está en marcha la Batalla de las Ideas, especialmente contra la palabrería burguesa.

Sincericidios mediáticos

Denunciar al nazi-fascismo espectacular

Haciéndose el chistoso, uno de los referentes ideológico-mediáticos, que opera desde las cloacas de los
laboratorios de guerra psicológica en Latinoamérica, exhibió sintéticamente su admiración por Hitler, es
“espectacular” dijo. Tras un aluvión de críticas variopintas (algunas sinceras y sesudas, otras hipócritas y
compinches) llegó otro aluvión, ahora con excusas y elusiones de Jaime Durán Barba autor del libro “El Arte de
Ganar”, esta vez derrotado por su propia lengua larga.

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Seguramente, para repudiar a la ideología nazi-fascista, es insuficiente decir que Durán Barba es asesor
mediático y gurú ideológico de los sectores más mediocres de la derecha latinoamericana. Seguramente no
alcanza con decir de qué personajes, con los más repulsivos prontuarios, es amigo y confidente. Tampoco es
suficiente reiterar las “cualidades” tácticas, estratégicas y semióticas de las campañas mediáticas que ha
orquestado, en todo el continente, ni nos alcanzará, para exhibir el peligro que reviste su “oficio” al desmenuzar
el amasijo de nociones nazi-fascistas que, herederas del la escuela “goebbelian”, se incuban en la obra
bibliográfica de este personaje del jet set oligarca. Nos hace falta una didáctica poderosa para saber actuar,
contra éste y contra todos los publicitas nazis que deambulan, con toda impunidad e impudicia, en los salones y
en las residencias de la burguesía. Ellos los financian.

Porque evoca genocidios, porque evoca discriminación, racismos, xenofobias, homofobia… porque
evoca el uso de la violencia legitimada como privilegio de clase contra los pueblos; porque evoca el saqueo, la
destrucción y la degradación de la humanidad sometidas por seres superiores en raza, clase, privilegios y
bendiciones celestiales… en muchos países, eso incluye a la Alemania actual de la dictadura bancaria, está
prohibida toda apología al nazismo y hay leyes burguesas estrictas en su contra porque es considerado, ni más
ni menos, como un delito. Y hay una corriente mundial de sentido común y de la lucha política, humanista, que
debe normar la acción social de los pueblos para combatir, una por una, las líneas ideológicas y los hechos que
sustentaron los crímenes monstruosos de Hitler y sus muchachos. Lo dicho por Durán Barba nada tiene de
“simpático”, de “humorístico” ni de casual… ese es su pensamiento, sus valores y esa es su conducta.
Inaceptables. “… bandas armadas particulares, especialmente entrenadas para atacar a los obreros, como ciertas
razas de perros son entrenados para atacar a la presa. La función histórica del fascismo es la de aplastar a la
clase obrera, destruir sus organizaciones, ahogar la libertad política cuando los capitalistas ya se sienten
incapaces de dirigir y dominar con ayuda de la maquinaria democrática” Trotsky.

Todo lo que deba hacerse para combatir y erradicar los focos ideológicos del nazi-fascismo (se camuflen
como se camuflen) debe unirnos planetariamente. No dejemos pasar ni un solo episodio. Es de importancia
suprema advertir toda proliferación y todo gesto que, incluso en sus apariencias más inocentes, incube la
mentalidad criminal nazi-fascista que, lo sabemos bien, ha perdurado intocable en brazos del capitalismo por la
sencilla razón de que es una de sus hijas predilectas, y una de sus vías de escape, que usa y usará siempre que la
defensa de la “propiedad privada” burguesa y la supremacía de su clase se lo exijan. Estamos rodeados de
ejemplos monstruosos.

El caso escandaloso, y peligroso, de Durán Barba nos devuelve la oportunidad de reiterar advertencias y
debilidades. Nos abre, circunstancialmente, una ventana producto de un desborde lenguaraz lógico en una

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cabeza donde hierven las perversiones mediáticas más aberrantes para convertirlas en mercancías “políticas”.
Esta vez lo pilló la realidad y por fortuna no ha contado con la complicidad del silencio.

Pero es un error contentarse con eso. En la gran fortaleza exhibida por los movimientos de Justicia
Social de izquierdas y de Derechos Humanos, en todo el mundo, especialmente en Argentina, debe afianzarse la
tarea de explicar minuciosa y pacientemente lo que es el nazi-fascismo, lo que ha producido y lo que piensan
producir sus herederos. Es necesario fortalecer las cátedras de Derechos Humanos, como la que dirige hace años
Osvaldo Bayer, es necesario fortalecer y enriquecer los círculos de estudio crítico, los espacios de denuncia y
las acciones jurídicas y políticas pertinentes. Urge frenar, especialmente en los jóvenes, toda moda o toda
ilusión de que existe tras el nazi-fascismo, y su estética oscura, una vía liberadora o un reducto de rebeldías. Es
precisa la crítica honda y con argumentos poderosos para evidenciar qué hay detrás de los tatuajes, las
indumentarias, las canciones, los gestos, los vocablos o los imaginarios que inocula en nazi-fascismo disfrazado
de “buena onda”, de “humorada” léxica o “detalle intrascendente”.

Durán Barba tiene tatuada, en cada una de sus mercancías propagandísticas, una esvástica nazi. Va por
el mundo, alegremente, exhibiendo su estulticia y su cartera de clientes. Se da el lujo de justificar sus
esperpentos teóricos, imparte cátedras y publica libros. Todo con la impudicia y la impunidad que caracteriza a
esos protagonistas de la manipulación mediática que se auto venden como “genios”, como modelos de
sagacidad y astucia, como eficientes defensores de los intereses burgueses y como magos mass media cuya
eficacia radica en simplificar el trabajo histórico del capitalismo que consiste, también, en esconder bajo la
alfombra, (es decir invisibilizar) los delitos y las muertes que fabrica, incesantemente. Y lo peor es que no es
caso único.

No hay exageración que les alcance

Vivir bajo amenaza

Cualquier persona que se sienta acorralada, día y noche, con “amenazas” provenientes de vecinos,
fantasmas o seres extraterrestres… cualquiera que no encuentre punto de reposo porque en la “tele”, en la radio,
en los cines, en la prensa… le repiten (con tonos histéricos) que algo o alguien está ahí –no se sabe bien dónde o
cómo- aguardando para atacar a tu “propiedad privada”, tu persona o tus seres queridos… cualquier persona,
pues, en tales condiciones bien puede convertirse, rápidamente, en un psicópata agresivo. Hay estudios serios en
la materia.

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Ese infierno de las “amenazas”, en manos del imperio, se convirtió en negocio jugoso que lo mismo
sirve para lanzar guerras contra pueblos, remotos e indefensos, que para vender shampoo o desodorantes. No
hay límites a la invención y manipuleo de las “amenazas”. Ya se trate de “armas de destrucción masiva” o de
marcianos codiciosos, las cosa está clara: amedrentar a los pueblos deja mucho dinero en los bolsillos de
algunos. El repertorio de las “amenazas” recorre las nada cándidas películas basadas en monstruosidades a
granel con cucarachas gigantes, tarántulas o pirañas… hasta entidades intangibles, del “más allá”, cuya
metafísica tiene siempre, por cuna, la cuenta bancaria de un grupo de inversionistas. Boletos en taquilla.

En una de sus formas más perversas, el carrusel de las “amenazas” aparece diariamente en los
“noticieros”, o los informativos pergeñados por la burguesía, encargados eméritos de gritar con farándula
informativa, “ahí viene el lobo”. Fulano nos “amenaza” con “armas químicas”, Zutano envidia nuestro dinero,
Perengano es un “resentido” y quiere cambiar el “sistema”… de un modo u otro la fábrica ideológica de las
“amenazas” tiene por certeza que un pueblo amedrentado se inmoviliza y acepta “todo”. Incluso la humillación
a su inteligencia.

Cada “amenaza” que han fabricado para imponérnosla, si nos quedásemos sólo con revisiones
“estructurales”, sería suficiente para extraviarnos y con eso eclipsar el fondo del problema. Como cuando el
árbol tapa al bosque. Detrás de cada “caso” está una fuente proveedora constante y hay puntos de convergencia
para todos los resultados, previsibles, de las operaciones mediáticas basadas en amenazarnos. Ese punto es
siempre una trama de intereses mercantiles que comercian con la muerte, con los temores, con las debilidades y
con los morbos. Y son negocios redondos, es decir, que pretenden no dejarnos salida.

Una y otra vez, las campañas de las “amenazas” repiten un “relato” barnizado con novedosismo. Para
ellos es vital que creamos sus embustes sobre la base de una siempre nueva paranoia eficaz y eficiente. No
importa si es reciclada de chantajes anteriores o si se les enciman, precipitados por la voracidad de la extorsión
burguesa. Papá e hijo Bush, sentados en el trono del imperio yanqui, sin empacho y sin pudicia, repitieron y
encimaron coartadas mediáticas basadas en “amenazar” al pueblo para que ni chistara con el negociado de
armas, saqueador de petróleo que ellos definieron como “patriótico”.

Pero la burguesía, tenga al pasaporte que tenga, pasea por el mundo sus enjuagues ideológicos y a
mansalva va sembrando “amenazas”… es decir, hace hasta lo imposible para hacernos creer que una nueva
“amenaza” se cierne sobre nuestras vidas cada minuto y que sólo ella, la oligarquía, tiene los medios y los
modos para salvarnos. Por esquemática o simplista que parezca esta descripción, la realidad es así y eso hace
más brutal el hecho mismo de que se inviertan fortunas ingentes en idear y diseminar matrices ideológicas

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basadas en haceros sentir “amenazados”, día y noche. No abandonaremos el trabajo de explicarlo, una y otra
vez, mientras tengamos claro que luchamos contra la ideología de la clase dominante y todos sus camuflajes.

Ya hemos visto todos los catálogos del Apocalipsis. Ya vimos, mil veces, la telenovela de todos los
desastres naturales, químicos y psicológicos. Ya recorrimos, con lujo de minucias, el arco completo de las
calamidades y las deformidades que pueden invadirnos si desobedecemos los mandamientos de los “mercados”.
Conocemos al dedillo las sanciones y las penurias que nos depara cualquier rebeldía ante la “propiedad privada”
y las mercancías del patrón. No falta un publicista, un clérigo, un funcionario público o un académico… para
hacernos sentir la presencia de una “amenaza”, cada vez más invencible y cada vez más costosa, frente a la cual
nada podemos hacer por fuera de los remedios, los conjuros o las batallas que la burguesía presenta gracias a
que nosotros las financiamos. Con dinero y con vidas.

No hay exageración que les alcance y el único límite a sus perversiones se fija con base en la
rentabilidad posible en la “amenaza” de moda. Ya conocemos sus historias y conocemos, también, con toda
claridad y con razones, que la peor amenaza contra el mundo, que la amenaza más amarga y más terrible que la
humanidad hubiese sentido en su historia, se llama capitalismo y que eso sólo puede conjurarse con la lucha de
la clase trabajadora, decidida a emanciparse, organizada y unida, de pies a cabeza. Y esto no es una amenaza.

El miedo es un negocio (también)

Películas de Terror

Detrás de cada “Película de Terror” hay un guionista (o varios), hay técnicos, maquillistas, iluminadores,
especialistas en “efectos especiales”… y, sobre todo, hay un presupuesto, dinero, cálculos comerciales y
propósitos de recaudación... una industria. Es preciso recordar que se trata de un negocio para comerciar con
miedo farandulizado, hasta el hartazgo, por obra y gracia de maniobras burguesas cada vez más estereotipadas y
tecnificadas. ¡Que miedo!.

La cosa es simple. Uno o varios comerciantes cinematográficos, basados en sus intuiciones geniales y
comerciales, aprovechan que tenemos debilidades o temores y que, con una ayuda, pueden descontrolarse y
llevarnos al espanto. Eso, si se exhibe en salas públicas, con publicidad fuerte (hasta en un 70% del
presupuesto) y mediana verosimilitud, se convierte en un placer voyeurista del que alguien saca provecho
bancario. Y nada importa qué tan cerca del ridículo pase la historia si conecta con alguna fobia, o con una
fijación o inseguridad de complejidad diversa. Todo, si asusta, es susceptible de ser manoseado ni importa que
sean jeringas, sombras de árboles, insectos, reptiles, muñecos, pájaros, niñas adultas, ancianitas infantiles,

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marcianos, terrícolas o seres que nunca vimos ni vemos. Unos cuantos violines angustiosos, una especie de
Halloween omnipresente e interminable, clichés a mansalva y gritos sorpresa… ¿qué nos falta?

De las cabezas de los comerciantes cinematográficos, y de sus intereses ideológicos, supura una enorme
lista de atrocidades que llevadas a la pantalla, han desplegado repertorios de maldad que no es sólo fílmica sino
sistémica… o dicho de otro modo, del capitalismo y su “literatura” de ficción. Y es tan amplio ese repertorio, es
tan compleja su densidad simbólica y es, paradójicamente tan simple, que de esa dicotomía se desprende el más
transparente de los retratos de la ideología de la clase dominante. El “más allá” y el más acá de la burguesía se
pone a la vista de todos para darnos miedo mientras lo financiamos en masa. De terror.

En su parte más perversa ese “placer” cinematográfico sangriento, metafísico, extra-terrestre o de


cualquier manera combinada y exagerada, se fija como parámetro que ha ido recorriendo sus fronteras al ritmo
de la inventiva perversa de los fabricantes de películas. No hay límites. Se trata de ganar el mercado y de
recaudar, a cualquier precio, fortunas ingentes sin importar los residuos perversos que se dejan sobre los
pueblos, es decir en sus cabezas, tras cada temporada de “cine de terror” en todos sus medios y sentidos,
capitalistas.

Lo fácil, para algunos, es apelar al reduccionismo snob que se deleita con poses, publicaciones, series
televisivas o palabrería culterana adorando, de manera atomizada, la creatividad o la obra fílmica de uno o
varios payasos de moda que hacen del terror la marca indeleble en sus negocios. Hay especialistas en el
“genero” cinematográfico y su especialidad como fabricantes, como críticos, como investigadores o como
publicistas, despliega una variedad inagotable de episodios horrendos… en verdad horrendos. Es la ideología de
la clase dominante y nada de esa industria del terror es ingenuo ni inofensivo. Lo saben los laboratorios de
guerra psicológica contra los pueblos.

Ese negocio se expande y se inocula, en cuanto medio ve a la mano, para asentar sus efectos en los
públicos más diversos y en las circunstancias más inopinadas. Sólo en su versión de “videojuegos”, la industria
del terror maneja ganancias por cientos de millones de dólares en cada una de sus aventuras. “Resident Evil” es
uno de los “juegos de horror” más exitosos. Ahora dicen que “The Conjuring”, basada en una “historia real”, en
la que fueron invertidos 20 millones, recaudó ya, en sólo un par de semanas, 100 millones de dólares de las
taquillas yanquis “y recibió buenas críticas de la prensa”, pagada por los productores, claro.

El verdadero argumento de la mega historia aterrorizante que nos inoculan, impúdica e impunemente,
bien pudiera decir: Una fuerza maligna se apodera de los habitantes de varias ciudades, todos en horarios
similares y con motivos que desconocen, se ven impelidos a vaciar sus bolsillos a la entrada de los cines. Dejan

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el producto de su trabajo en manos de unos comerciantes de imágenes que ha logrado hipnotizar a las masas
obligándolas a disfrutar sus peores miedos y a llevarse a casa, y para siempre, las imágenes más terribles que,
tarde o temprano, servirán para anestesiar sus cerebros cuando, en la vida real, aparezcan horrores similares (o
peores) a los que ya han visto en los cines y a raudales. Esa es la gran película de terror que está escribiéndose a
diario en cines, televisoras, videojuegos… libros, páginas Web y mensajes por telefonía celular. Eso asusta.

No se trata de un “entretenimiento” ingenuo, el “Cine de Terror” nos pone “los pelos de punta”. Algunos
estudios dicen, sin lograr que las cifras en verdad nos impacten y asusten, que un niño o niña promedio en nivel
de educación primaria, ha visto, por uno u otro medio, al menos ocho mil asesinatos y alrededor de cien mil
actos de violencia de género diverso. Cuando ese niño o niña se ha vuelto adulto, las cifras se hacen
monstruosas y empeora el problema si se ha convertido adicto audiovisual a sus miedos y a los de otros. El
placer por las historias de terror, estudiado de mil maneras por especialistas diversos, no es ajeno a la lucha de
clases ni en su contenido, ni en su producción, ni en sus resultados. Incluso cuando se trata del juego ingenuo de
contarse historias de espantos en las reuniones familiares o cuando se trata de maldades cándidas que asustan a
los parientes y a los amigos. El miedo es cosa seria y el que se dispone a imponerlo a otros, debe cargar el
monto de responsabilidad que le quepa, ya lo haga por, “arte”, por chiste o por lucro. ¿Eso asusta?

Belleza Burguesa

La belleza será convulsiva o será nada

Más humillante que los concursos de “belleza” y sus “premios”, más que su publicidad, más que la
exhibición ganadera de sus “pasarelas” y más que todas las vulgaridades y ofensas que se dicen (o se piensan)...
lo que ofende a la humanidad es el foco nazi-fascista que se desliza bajo la apariencia inocente de los Concursos
de “Belleza” femenina. Se sepa o no.

La “belleza” burguesa es una forma de esclavitud que, con sus destellos y farándulas, destila crueldad y
mal trato físico y psicológico. La cifra de muertes ocasionadas por la carrera loca de la “belleza burguesa” se
paga a precios intolerables y la irracionalidad es altar de crímenes en los que, muy frecuentemente, los padres
de las, o los, concursantes son los primeros verdugos. Es la ideología de la clase dominante disfrazada de
hermosura para desplegar sus horrores. La idea de “belleza”, que ha mercantilizado la burguesía, es un “valor”
de clase, superpuesto a todos los valores, perversamente confundido con la idea de “bondad”. Dicen que lo
“bello” es “bueno” y que eso cuesta... que no importa el precio si se desea, como escenario de vida, sólo cosas
“bellas” y “buenas”. Galimatías aberrante que sale por la tele a todas horas, sin clemencia.

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La idea de “belleza” burguesa, resucitada en el Renacimiento, idolatra la fuerza de lo físico, como lo
hicieran griegos y romanos, para infiltrar un sentido de los placeres basado en el individualismo, en la suerte o
la bendición divina, que privilegia a unos cuantos poseedores de cánones estéticos dominantes. El capitalismo
muy pronto entendió la necesidad de una estética comercial capaz de comprar y vender su propia “belleza”.

Tal “belleza” se vuelve asunto moral hecho carne y cuerpos bellos, esclavos del utilitarismo servil al
fachadismo. Tal “belleza” que es, también, idea política, se convierte bajo el capitalismo en mercancía
precipitada en la vorágine de la farándula entre destellos de crueldad y exclusión seriales. Pero la “belleza”
burguesa es, en su fondo, una extensión de la guerra que tiene armas, uniformes y símbolos diseñados para
encerrase en sí y en la injusticia. La “belleza” burguesa, y su moral de resignación, enseñan que la vida nunca es
justa ni igualitaria. Por eso la publicidad se empeña en mostrarla como un bien preciado otorgado por algún
capricho celestial.

Esa ideología burguesa es ofensiva alienante que necesita rostros hermosos, cuerpos torneados y belleza
fascista que los conceptualice y objetive en la estética del menor esfuerzo, del hacer nada, del sacrificio fatuo,
de eso que baja del cielo reducido a caminar en pasarelas exhibicionistas donde se insulta a todo el que no es
miembro del club de esa “hermosura” condenada a exhibir su corona y cetro, entre símbolos de poder mercantil.
Para la burguesía la “belleza” es una fatalidad distintiva que hace inviable la belleza de “los otros”. Es “belleza”
que impone rigidez e histeriza a la naturaleza licuándola con individualismo sobre una épica que pone todos sus
vicios mercantilistas como ejemplos “buenos”, “sanos”... “puros”. Y en su opuesto, lo que la burguesía deja
“afuera”, lo diferente, lo que tenga otras cualidades, pasa a ser exterminable porque en su concepción del
mundo “lo otro” es siempre “feo”. He ahí la ideología mass media.

Quienes financian esos concursos de “belleza”, y toda su parafernalia, pasan por encima de todo,
especialmente por encima de la dignidad de esas muchachas -y a veces muchachos- que se prestan, por mil
razones contradictorias, al negocio del exhibicionismo en “pasarelas”. Un poco de claridad sobre el estado real
que guarda la educación sexual y la salud mental social, bajo el capitalismo, es suficiente para intuir, sin error,
la cantidad de vulgaridades y bajezas a que se exponen las “bellezas” comercializadas. Comenzando por
quienes organizan toda su farándula. Y esperan que lo aplaudamos, que lo celebremos y que lo aceptemos como
algo que nos merecemos y, por eso, lo financiemos con nuestros salarios. Negocio redondo.

No cometeremos el error (ni permitiremos que se cometa) de culpar a las víctimas. Es que el problema
no es la “belleza” como una categoría social que expresa cierto grado de desarrollo del sentido del gusto, de la
armonía y del papel de la estética en el conjunto de las relaciones humanas. El debate es contra la esclerosis
mercantilista que se empeña en fabricar estereotipos y palabrería banal para excluir de su mundo “hermoso” a
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todos aquellos que no entran en las tallas, modas y el merchandising estándar de la “belleza” de mercado. El
debate es contra la doble moral de los señores, señoritos y señorones que juegan con las necesidades,
económicas y psicológicas, de algunos jóvenes, para imponer a todos, una forma esclavista de los negocios
como si eso fuese “lindo”. El debate es contra la ideología de la clase dominante convertida en desparpajo
pornográfico y fascista que desfila impunemente en las pantallas de la oligarquía para fijar en nuestras vidas la
tesis de que lo valioso es ser joven, ser aceptado por los parámetros autoritarios, ser esclavo, a cualquier precio,
de las “formas” y de los valores burgueses. Y competir… por eso y para eso.

Los espectáculos de la “belleza” burguesa terminan siendo un horror conceptual y fáctico labrado por
ciertos comerciantes que suelen ser horribles, no por su apariencia, sino por sus antecedentes, sus negociados,
su ética de explotadores y su ninguna honestidad. La burguesía, pues. Son lo más horrendo que le ha ocurrido a
los pueblos y a la clase trabajadora. Son, por su apariencia y sus trasfondos, un comercio aberrante e indigno
que se hace cada día más injustificable a la luz de la más elemental carta de derechos humanos y de las luchas
mundiales que crecen a favor de la dignidad de género, de la honestidad en las relaciones humanas y el respeto
por la integridad emocional de los pueblos. Insistamos, como insistían los surrealistas, en que “La ética sea la
estética del futuro”.

Cajita feliz del miedo a domicilio

Las Cámaras de Seguridad

Más que nada el objetivo es sembrar miedo. Exitoso, horrendo y añoso juego burgués del miedo. Se trata
de espantarnos poniendo ante nuestros ojos la imagen de nosotros mismos. Nos hacen mirar la calle, lo que pasa
en las calles, en el “afuera” donde (dicen) habitan las peores amenazas, donde anda el pueblo. La “cámara de
seguridad” impuso una frontera ideológica entre el bullicio de la plebe amenazante y la sacrosanta tranquilidad
de la propiedad privada. Negocio redondo, es el desparpajo de cierto voyerismo o espionaje, generalizado para
tranquilidad del stablishment. Tecnología visibilizadora para hacer invisible la mayor fuente de inseguridad que
es el propio capitalismo. “Sonría lo estamos vigilando”… ¡lo que hay que ver!

La maldad no está en las cámaras sino en aquellos que las usan para profundizar y esparcir el miedo y
convertirlo en el gran negocio que, con las “cámaras de seguridad”, inaugura un género nuevo del terror, del
horror y de la “crispación” mediática. Transmiten esa película de “corte clásico” que es la realidad misma
cuando es llevada a las pantallas como territorio de violencia y anarquía perfecta que espanta al “buen burgués”
y lo anima a financiar grupos de vigilancia, grupos de choque, más policías, más rejas, más “seguridad” y más

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fascismo redentor. Las paradojas son brutales: hay más “cámaras de seguridad” apuntando contra los
trabajadores que contra sus explotadores.

En las “cámaras de seguridad” también se hace visible un relato delincuencial de clase que exagera
perversamente el nivel de las amenazas para hacer sentir indefenso al ciudadano que ahora debe vérselas con
entidades cuya maldad, cinematográfica, ha escapado de los cines y se ha instalado en los paisajes apocalípticos
que recrean en sus “cámaras de seguridad”. Visibilizan las atmósferas y las estéticas del mundo proletario que
siempre es amenazante en el imaginario burgués. Las cámaras se consiguen a crédito para un “Realty show” a la
vista… y las hay “infrarrojas” para no perderse un segundo de miedo, ni por las noches. Vigilando a las
“hordas”.

Encima de eso, ahora los relatos de terror noticioso, apoyados en “cámaras de seguridad”, se vuelven
negocios enormes, incluido el de vender las propias cámaras. El demonio de la “inseguridad” lleva el drama de
vivir tranquilo a un nivel de complejidad audiovisual hipertrofiada con palabrería estridentista de noticieros.
Hay ribetes apocalípticos, donde se reproduce aquel juego burgués, diseñado para mantener asustados a los
pueblos, mientras el sistema le mete la mano en los bolsillos, a las riquezas naturales y a las conciencias. Es el
paraíso del fetichismo audiovisual donde todo es susceptible de convertirse en amenaza. Inoculaciones nazi-
fascistas. Todo es susceptible de horrorizarse, incluyendo a quien mira obsesivamente las imágenes de las
“cámaras”, antes de salir de compras a la esquina del barrio. ¿Es la era de la camarización del Estado?

Se promueven las “cámaras de seguridad” como herramientas de una operación servil a supersticiones y
leyendas urbanas, plagadas con temores y pesadillas inoculados por la ideología burguesa para su beneficio y
tranquilidad. Las “cámaras de vigilancia” son como novelas de terror, cuento de miedo, ampliamente
desarrolladas por el recurso del claroscuro, a los contrastes de colores y los tonos penumbrosos, efectos
expresionistas para convertir ese “afuera”, esa “realidad” en extensión, densa y sugerente, ideada para un
“público” horrorizado en su butaca de la historia donde experimenta, gracias a su “cámara de seguridad”
descargas de adrenalina, dilatación de pupilas, aceleramiento cardíaco y respiratorio, sudor frío… una vida
intensa para justificar la defensa de las mercancías acumuladas. Como lo manda el capitalismo. Nada es como
se ve.

El discreto encanto del sensacionalismo, que alientan las “cámaras de seguridad”, se acrecienta con la
emoción callada de estar a salvo y poner a salvo la “propiedad privada” con el sólo poder de mirar
(policialmente) y esto explica que la gran competencia comercial en esta industria haya generado una escalada
indiscriminada de contenidos truculentos a lo largo de los años. Fetichismos de la mirada. La “realidad”
inyectada con alharacas amenazantes, justifica el gasto y el mantenimiento de las “Cámaras de Seguridad” y el
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mantenimiento de los fantasmas como un género codificado por la industria fabricante de cámaras regido por
sus reglas mercantiles y por la ideología de la clase dominante. La relación entre mirar y temer.

El “miedo a los delincuentes”, que son sinónimo de “pobres” en no pocas cabezas, escenificado por la
“Cámara de Seguridad” y los noticieros de la oligarquía, constituye un “Cartel del Terror” donde se inventa una
monstruosidad que sólo se conjura con la Cámara convertida, a su vez, en fetiche. Entonces el burgués asustado
se convierte en fascista y financia a todo aquello que le cuide los “bienes”. Es un escándalo que eso no nos
escandalice suficientemente. Insistamos, la fuente de inseguridad más monstruosa… es el Capitalismo.

Como recurso para la propaganda política burguesa, basada en “vendernos” su miedo rentable, las
“Cámaras de Seguridad” son un negocio millonario que se invisibiliza con dispositivos para hacer visible la idea
del “crimen” que más conviene al discurso del “poder”. Se vuelto moneda corriente usar todos los estereotipos
basados en supuestos “hechos reales”. Las “Cámaras de Seguridad”, con su hipotética neutralidad u objetividad,
son como películas armadas con un montaje escalofriante, y como fuentes documentales que avalan, en tono de
investigación judicial, la tragedia consustancial de la sociedad que consiste en tener que soportar a todos esos
“pobres” amenazantes, maleducados, irrespetuosos y criminales. En suma se trata de convertiré en espectáculo
electoral, el espectro de la criminalidad, como expresión de la lucha de clases, para que, del miedo burgués,
salga las logística y el dinero que traigan “paz burguesa” al sacrosanto estado, familia y propiedad oligarcas. En
pantalla. Las cámaras de seguridad, en manos de la burguesía, se han convertido en una especie se “Ángel de la
Guarda”, abiertamente racista y belicista, con alas de “Tea Party”.

¿Nuevos Golpismos Democráticos?

Conquistar votos para aniquilar democracias

Hoy la antidemocracia está operando por adentro de las democracias. Es como un parásito que para vivir
destruye el cuerpo que lo hospeda. No dejemos que nos aturda esa “casa de espejos” o “fiesta de disfraces”
oligarca, plagada con paradojas y hurtos demagógicos de ocasión. Ellos saben que una de sus pocas alternativas
golpistas es la alternativa “destituyente” operada desde las fisuras internas de las democracias. El objetivo es
meter su “Caballo de Troya” electoral para desembarcar privatizaciones travestis. Han sofisticado las formas y
los medios, se han vuelto más escurridizos y más chantajistas y han logrado convencer a muchas de sus
víctimas de que ellos son “alternativa”. No nos confundirán, el debate de fondo sigue siendo es el debate
capital-trabajo.

5 disfraces de la antidemocracia:

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· Se victimizan a ultranza para hacernos creer que “democracia” es cosa de “candidatos” y de
“márquetin”, no de programas.

· Hablan con parsimonia y acusan de “confrontativo” a todo lo que no les acomoda.

· Esconden sus negociados de clase con palabrería “progresista”, reformista y elitista.

· Mucha televisión, mucha “imagen pública”, mucha prensa y mucho maquillaje. Carnaval de vanidades
vende patria.

· Usurpan todas las banderas, los vocabularios y las fuerzas para asaltar el poder y luego desecharlas.

Ahora las oligarquías se empeñan el llegar al poder político legitimándose con votos y disfrazados como
“opiniones libres” de “ciudadanos demócratas” y pagan fortunas para borrar su pasado, para imponer la amnesia
que segura impunidad a la impudicia burguesa. Pasean por sus “medios de comunicación” exhibiendo su
preocupación y crítica de oropel contra la “inseguridad” que ellos financian y la “gestión de gobierno” que ellos
desean suprimir. Exhiben su lógica de camaleones con ansias de gestión privatizadora y de Estado adelgazado.
El cinismo se ha vuelto moral de clase cuando el trasfondo es saquear las riquezas petroleras, hidráulicas,
marítimas o turísticas mientras explotan a la clase trabajadora a cambio de sueldos míseros, desprotección y
humillaciones sin fin. El capitalismo exultante.

En la ensalada de “personalidades” que se proclaman candidatos del “cambio” (¿cómo olvidar a


Obama?) entran faunas de la farándula más decadente y centavera; entran gerentes en desgracia urgidos de
esconder su mediocridad con afiches callejeros; entran académicos de la estulticia y entran fanáticos que, en
público y en privado, confiesan sus amores nazi-fascistas como si se tratara de preferencias futboleras. En su
degradación la mezcla de terratenientes y empresarios que se hacen pasar por demócratas de la primera hora,
cocinan un menú de espanto desde las embajadas yanquis que les aportan condimentos ONG plenos de
espionajes, intervencionismo y planes represores. Eso sí será televisado.

Si el escenario electoral ha de ser laboratorio de ensayos en el que se prueba todo tipo de canalladas; si
ha de ser campo de concentración para que la voluntad democrática termine siendo paredón rentable que
acribille a los pueblos; si ha de ser juguete predilecto de los operadores de la guerra psicológica mass media…
en fin si los procedimientos, las leyes y las autoridades electorales han de ser testigos inútiles secuestrados por
la imaginación delincuencial de las oligarquías y sus publicitas y pase, entonces, por “democrático” el imperio
de la antidemocracia burguesa… entonces es hora de encender las alertas de los pueblos para que tomen en sus
manos, de manera directa, el camino que ha de seguir su voluntad política desde abajo.
118
Vivimos un momento magnífico para poner en escena la perspectiva de la revolución proletaria y
combatir a aquellos que en nombre de la democracia sólo pretenden destruirla. La dinámica que se presenta a
los pueblos es inevitable hacia la organización política para la toma del poder hacia una nueva sociedad basada
en órganos de poder popular anti-imperialistas y anti-oligarcas. La lucha contra la degeneración de esas
democracias que se han ganado contra la monstruosa experiencia de las dictaduras, no puede abandonarse para
dejar el futuro en manos de oligarcas travestidos de “populares”.

La “dictadura democrática” que planifican consiste en legalizar su moral de no confesar lo que se piensa
“porque entonces nadie les da su voto”. Ninguna maniobra deberá obligar al proletariado a someterse al yugo
oligarca por más “democrática” que ellos la pinten. No aceptemos que la usurpación de los de medios de
producción obligue a los trabajadores a someterse al capital. No aceptemos al capital ni a sus gerentes, por
encima de los pueblos. Aunque ganen “votos”. Es preciso garantizar a los pueblos no sólo su libre vida y forma
democrática, sino también su contenido de clase. Bajo consenso de los pueblos hay que expulsar de los procesos
electorales a los manipuladores de opinión y garantizarle la toma del poder político y la instauración de un
régimen de democracia con blindaje contra oligarcas donde la Revolución sea el camino del pleno ejercicio de
la libertad. Sin amos, sin esclavos, sin clases sociales. Sin chantajes de candidatos.

Reinos Culturales del Crimen Organizado

Cultura organizada para hacernos adictos a lo macabro

Como si fuese parte del paisaje aceptamos la existencia y la presencia (incluso en nuestras casas) de
Narco-telenovelas, Narco-canciones, Narco-noticieros, Narco-bancos, Narco-películas y Narco-arquitecturas…
en las que se condensan, con formas cada vez más sofisticadas, todas las perversiones del “Crimen
Organizado”. Una de ellas es la forma de hacerse invisible poniéndose la vista de todos. Las paradojas de la
“Narco-Cultura” rayan en la aberración, impúdica e impunemente, porque ha ganado terrenos insospechados y
porque, algunos gobiernos, se lo han permitido complacientemente. La “Narco-Cultura” se ha convertido, en no
pocos lugares en Narco-Estado. Y moviliza fortunas inmensas. Nadie piense que está a salvo, (ni países ni
personas) el “Crimen Organizado” hará visible todo el horror del capitalismo y lo hará pasar por “bonito”,
incluso, así sea a balazos y a cañonazos de billetes dólar.

Uno acepta por “cultura” aquello que fija paradigmas. Que se estancia, se añeja y se naturaliza. Que,
para bien o para mal, se hace familiar, cotidiano y parte de nuestras vidas. Nos guste o no. Uno acepta como
“cultual” eso que, inserto en la dialéctica de lo que hacemos (y de lo que no hacemos) constituye rasgos de

119
identidad para las ideas, para las conductas, para los anhelos y para los estados del ánimo. Individual y
colectivamente. Eso ha ocurrido con la “Narco-Cultura”. Una “cultura” de la destrucción.

Tal “naturalización” ha venido deslizándose, cada vez más hábilmente, en toda estructura social y, con
más o menos éxito y más o menos presencia en medios de información, dibuja hoy un panorama complejo que,
teniendo su historia vieja, se actualiza vertiginosamente con una base comercial muy dinámica, con una
capacidad de penetración económica voraz y con un saldo macabro de dimensiones realmente monstruosas.

En su expresión actual más acabada la “Narco-Cultura” es una industria tributaria del “Crimen
Organizado” (tráfico de drogas, tráfico de armas, tráfico de personas y tráfico de órganos) asociado con otras
“industrias” (como las del espectáculo), que gana “popularidad” y éxito mercantil gracias a que también trafican
con anti-valores burgueses de todo género: el individualismo machista, el poder fácil del dinero y la violencia,
el sex-appeal del derroche y la opulencia del cinismo burgués... que hacen un cóctel de ilusionismo ideológico
muy tóxico que hoy se expande en las redes de comunicación televisiva, radiofónica, digital y ciberespacial
como jamás imaginaron los criminales de otras especialidades.

Ahora no pocos “narcos” sueñan con ser protagonistas de hazañas épicas pensadas para espectáculo.
Para eso cuentan con miles de mercenarios de la farándula dispuestos a convertir la moneda criminal de uso en
leyenda que circule en tribunales, cárceles, guetos y páginas periodísticas sin distinción. Se trata de la
degradación salvaje del valor de la vida envuelta con dispendio y exhibicionismo. No es infrecuente que los
narcos contraten a letristas capaces de idear historias y epopeyas enteras, telenovelas o libros de “reportajes” en
su honor. Lo que otorga la jerarquía de “Narco-Cultura” al descalabro financiado por el “Crimen Organizado”
es su potencialidad para ser imitados (alertas) no por la valentía sino por la facilidad con que se pone a la mano
de cualquiera un revolver y un buen fajo de dólares como sinónimo de “éxito”.

Promueven la ilusión de que “los pobres” tienen derecho la “buena vida” lograda gracias a las
oportunidades delincuenciales del sistema. “Los pobres” que bajo el capitalismo tienen cancelada toda
posibilidad de vida con calidad, pueden alcanzar los placeres de cualquier burgués acaudalado y admirado por
sus pares pistola en mano. La impunidad es el cobijo caro, carísimo, de todos los atropellos y perversiones
delincuenciales y la “Narco-Cultura” los convierte en prestigio y honores de secta. Nada menos. Caro Quintero,
Joaquín Guzmán Loera el “Chapo”, Amado Carrillo Fuentes “el Señor de los Cielos”, Pablo Escobar Gaviria…
y los que les siguen.

Con el neoliberalismo y el posmodernismo como telón de fondo, la “Narco-Cultura” ha convertido a la


Historia reciente de Latinoamérica y el Caribe en un gran circo delincuencial con muchas pistas. Farándula del

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terror suministrada a diario como si fuese un objeto nuevo de la diversión cotidiana y un entretenimiento
familiar. Se despliega ante nuestros ojos una manera “espectacular” de tratar los hechos más aberrantes de la
vida económica, de la política y de la violencia desalmada. Tal “entretenimiento” incluye el repertorio más
procaz de la corrupción familiar, militar, gubernamental, empresarial y política tocadas por la mano del reino
“narco”; incluye a la DEA y sus siempre sospechosas incursiones en todo el continente; incluye los devaneos
cocteleros de las relaciones y la justicia internacionales, e incluye el inventario de todo lo macabro tratado con
los estereotipos más sobados por el star system.

Esta “Narco-Cultura” utiliza a los pueblos en una especie de “juego de espejos” donde no se sabe qué
crímenes son peores y no se sabe dónde comienza, ni dónde terminará, la tragedia aberrante y sangrienta que ha
instalado formas del poder mafioso. Complementa este menú cultural una dosis de erotismo y porciones
generosas de símbolos religiosos, culto al familiarismo y fetiches del poder a granel. Las mega-mansiones
coronan el festín simbólico del culto al macho “millonario” infestado con sirvientes arrodillados que no
excluyen a esposas y amantes.

Es tonto contentarse con exhibir el catálogo completo de la metástasis hecha por la “Narco-Cultura” y
suponer que la sola denuncia garantiza el ascenso de la conciencia y la acción organizada de los pueblos. Pero
no deja de ser urgente contar con herramientas semióticas actualizadas capaces de radiografiar
milimétricamente el daño al tiempo de ofrecer métodos de lucha concretos y efectivos. Repudiemos el efecto de
acostumbrarnos a ver, con la naturalidad más conveniente, el reino del crimen organizado como parte del
paisaje y como parte de un nuevo catálogo de héroes, heroínas y leyendas burgueses.

Uno podría creer que basta y sobra con listar algunos ingredientes de la “Narco-Cultura” para ponerse a
salvo o para contribuir a denunciar el peligro del acostumbramiento y de la imitación, que ni son lineales ni son
imposibles. Sólo que, en este fenómeno, los dispositivos semánticos más peligrosos exigen instrumentales
especializados para desactivar su capacidad de daño social y es verdad, terrible también, que no contamos con
laboratorios de trabajo suficiente ni con equipos de expertos ni herramientas de difusión que hagan contrapeso a
la “Narco-Cultura” que se despliega en nuestras narices. Dicho sin ironía.

La “Narco-Cultura” es un problema enorme, problema desarrollado y sembrado por el sistema que lo


diseña, lo escribe, lo financia, lo distribuye y hace de él una ofensiva ideológica y un gran negocio que se paga,
por colmo, con lo que los pueblos gastan cuando consumen la chatarra que nos publicitan vestida de alegría,
fiesta, identidad, popularidad hasta el hartazgo. El problema es la “batería” completa de dispositivos ideológicos
instalados estratégicamente para que estallen en las cabezas de los destinatarios, que actúen como “placeres” y

121
nos vuelvan adictos a un modo del relato dominante diseñado para que nos traguemos todos los antivalores
burgueses inventados hasta hoy como “espectáculo”.

La “Narco-Cultura” debe ser sometida al más amplio espectro de sospechas e interrogatorios semióticos
que podamos enderezar. Se trata de desactivar los campos minados mentales que se han sembrado como
“gusto”, como “valores”, como “miedos” o como “adoraciones”… entre otros muchos, para conjurar el peligro
de ésta y todas las ofensivas ideológicas burguesas juntas. El paquete semántico inoculado no es
responsabilidad del destinatario sino de quien lo elabora. La responsabilidad sobre el contenido ideológico de
esta ofensiva debe ser evaluada y, en su caso sancionada, con las leyes no sólo vigentes en cada país donde
opera sino con las leyes, reglamentos y códigos propios de una nueva estrategia de defensa de los derechos
humanos y sociales en todo el planeta.

Es hora de desarrollar, instrumentar y multiplicar, tesis e hipótesis críticas y científicas en torno al


arsenal de la Guerra Ideológica burguesa. Crear los centros de investigación y acción necesarios al servicio del
pensamiento crítico y la acción transformadora en materia de comunicación y de semiótica emancipadora. Es un
imperativo de la justicia social no quedar anestesiados por los mil trucos de los expertos en Guerras
Psicológicas e Ideológicas que anhelan narcotizarnos con su “Cultura”.

Semiótica de Combate.

Fabricar adicciones y adictos se vuelve negocio. Hace tiempo que el capitalismo encontró el bussines de
las adicciones fabricadas incluso como Cultura. Así hizo un negocio ingente con el alcoholismo, por ejemplo.
Se ayudó con “series” de televisión y publicidad hasta la nausea convirtiéndolas en escuelas ideológicas (falsa
conciencia) y chatarra intelectual para las masas. Desde hace mucho que la burguesía usa sus “medios” para
vender impúdicamente todo género de aberraciones y para infiltrar valores (o anti-valores) convertidos en
mercancías del morbo, muy rentables y muy premiadas por ellos mismos.

La “Narco-Cultura” es una de esas industrias “exitosa”, según los parámetros mercantiles de la industria
y es una herramienta muy jugosa por la artillería ideológica masiva que descarga. Su éxito deriva de una muy
sofisticada cadena de producción que hace malabares con los miedos, con los estereotipos y con las
monstruosidades del crimen organizado, ahora convertido en puntero del “rating”.

La “Narco-Cultura” viene a contarnos, íntimamente, lo que en verdad anhela la ideología del capitalismo
en su totalidad y nos lo cuenta de la manera en que a la burguesía le encanta contar esas “cosas” que,
principalmente, consiste en hacer negocio con los males inoculados en todas las “periferias” sociales: en los

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“inadaptados”; los “loosers”; los inferiores y a los “latinos”. “Periferias” que son, a los ojos del “buen burgués”,
nido de lacras que afean el paisaje con sus “disfunciones” y con su primitivismo intelectual, sexual, alimentario
y laboral. La escoria misma. La lucha de clases en su presentación comercial como Cultura de Esclavitudes.
Muy rentable.

La “Narco-Cultura” es el alma de dos filos del capitalismo que, para los fines propagandísticos de sus
intereses de clase, aparece como quien sufre la maldición de tener que vigilar al mundo y combatir a todos esos
bárbaros que arengan el menú más completo de las amenazas “socializantes”. Combatir a todo lo que amenaza
al “Mundo Libre” de las empresas y de la propiedad privada. Todo en un escenario cuidadosamente montado y
condimentado con dólares a mansalva. Galería con fetiches del simplismo y del maniqueísmo.

Era de esperarse que la burguesía desarrollara una “Narco-Cultura” cuya audacia es mostrar (y
comerciar con eso) farandulizada, parte de las entrañas y la descomposición del capitalismo. Paraíso de la
degradación, el envilecimiento, la decadencia y la corrupción. Radiografía de un sistema que expresa sus
metástasis en la vida cotidiana y hace negocios con eso. “Narco-Cultura” para vivir el momento de gloria que
proporciona un buen botín (o varios) para consumir al máximo con todos los excesos en la “sociedad del
bienestar” burgués y gozar del presente con una doble moral maleable como la religión y el culto al
autoritarismo del machismo tradicional. El mismo que puebla todo el mundo. Tiene un lugar especial la
posesión de las mujeres que en la “Narco-Cultura” son seducidas con gestos duros y dicción monocorde, dinero
a raudales y adoración prostibularia hasta que la maternidad las saque del mercado o las saque el gatillo fácil de
la conquista nueva. En la “Narco-Cultura” el macho es un semi-dios criminal de tipo latifundista o terrateniente
que gerencia oportunidades de triunfo a precio de vidas. Los hay diseminados en todo el mundo y no importa
cómo se camuflen. Dicen algunos datos que la industria del “narco” mueve casi las mismas sumas planetarias
que la industria bélica.

La “Narco-Cultura” es un auto-retrato cínico del capitalismo que sabe producir maquinas de guerra
ideológica con gran manufactura artística y tecnológica. Eso no le quita lo perverso. Aunque muestre
“descarnadamente”, ante sus cámaras, los submundos del sistema en decadencia, eso no implica una crítica.
Con la dosis descomunal de ambigüedades la “Narco-Cultura” está ahí para hacer difícil saber si se trata de una
apología del delito o de una moraleja masificada para la resignación. Impone un “espíritu” derrotado para que
aceptemos que “la cosa es así”, que “la ley del más fuerte” es la que manda y que sólo se llega a ser más fuerte
si se es más servil, más cruel y más ambicioso. No disfrutaremos este pastel de carne humana como si fuese un
logro estético. No importa cuántas moralejas nos inyecte la “Narco-Cultura”, no importan los silogismos de la
obediencia debida a la “supervivencia” que nos imponen. Se trata de una Guerra Ideológica que, directa e

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indirectamente, nos señala dónde está el poder y dónde está el dinero para estimular, a balazos, el tráfico de
cualquier cosa que satisfaga la voracidad del capitalismo, el más demencial comprador y consumidor de drogas,
violencia y vidas humanas que la humanidad ha padecido. Y lo pasan por la tele, impunemente.

La “Narco-Cultura” es ideología de la ostentación y del “todo vale” para lucirse poderoso. Diseña joyas,
armas, atuendos y santuarios con oro, con incrustaciones de esmeraldas u otras piedras costosas. Chamarras,
sacos y pijamas blindados e incluso protecciones para teléfonos celulares con marco de oro e incrustaciones con
diamantes, relojes de marca retocados con todo el glamour del mal gusto convertido en exhibicionismo de
prepotentes. Santería en platino y joyas para mujeres con un valor incalculable; autos y residencias y la felicidad
del despilfarro. El valor supremo es la lealtad burguesa. Jamás traiciones mis negocios. Eso incluye lealtad a la
religión, a la familia y al nacionalismo fanático del territorio en disputa. Todo por encima del Estado, la
democracia o cualquier noción institucionalidad que por sí mismas son blanco frágil que sucumbe a la
corrupción de moda. Es un producto capitalista que sueña con los más dogmáticos principios del liberalismo
económico o del neoliberalismo a balazos.

No será fácil…ni rápido.

Para derrotar a la metástasis dinámica que la “Narco-Cultura” desarrolla, en todo el espectro social, de
nada servirán sólo los discursos ni las reformas de maquillaje. Será necesario un plan de raíz y con miras muy
concretas sobre el corto, el mediano y el largo plazo. Será necesaria una contraofensiva económica y política
que sustenten a una contraofensiva Cultural emancipadora. Será necesario tocar a fondo los negocios y los
negociados del “Crimen Organizado”. Sin modificar su base económica será irrisorio todo intento de desactivar
sus dispositivos ideológicos. Será necesario activar leyes con base social muy profunda y estrategias de
regulación aplicadas directamente desde las bases. Será necesario un contingente de atención médica
multidisciplinario capaz de diseñar un plan de desintoxicación física e intelectual. Será necesario un corpus
educativo en todos los niveles y un plan de comunicación social que se despliegue ambiciosamente a mañana
tarde y noche con los mensajes pertinentes a una revolución emancipadora anti- “Crimen Organizado”. Serán
necesarios acuerdos internacionales multilaterales y será necesaria una nueva diplomacia de los pueblos capaz
de hacer valer los acuerdos y las tareas diarias que den cuenta pronta y medible de los avances en esta Guerra
que no sólo debe ser por la supervivencia de los seres humanos sino por su dignificación definitiva. Y está claro
que bajo el capitalismo y sus Narco-negociados eso será fácil.

Pero no es recomendable esperar a que las “condiciones objetivas” estén dadas para decidir si actuamos
contra las metástasis de la “Narco-Cultura”. La urgencia es ya dramática, los costos en vidas simplemente son
equiparables a los de las Guerras más cruentas y los estragos ya avanzan, aceleradamente, hacia lo irremediable
124
en no pocos casos. No hay manera probada de saber cuáles son las cantidades anuales que maneja el “Crimen
Organizado” en millones de dólares y, a pesar de algunas cifras aproximadas, no es sencillo calcular cuánto de
ese dinero se infiltra en “medios de comunicación” para una Guerra multifacética que tiene campos de batalla,
endógenos y exógenos, con muy diverso tamaño y contingentes.

A pesar de no contar con herramientas de medición precisas, a pesar de todas las asimetrías y los
peligros, se trata de una batalla que no puede quedarse en el olvido ni en la impotencia. Es preciso ensayar
caracterizaciones diversas y desarrollar tareas de base que, aun incipientes, incentiven el desarrollo de la
conciencia política y nos motiven a intervenir, como podamos y con lo que tengamos, tras la meta de generar
una movilización poderosa que no se encierre entre fronteras nacionales. Eso es ya un paso medular. Son
necesarias las indagaciones semióticas para comprender y para combatir al arsenal simbólico de las fuerzas de
la “Narco-Cultura”. Son necesarios los centros de investigación científica que aborden problemas psicológicos
individuales y de masas. Son necesarias las tareas de inteligencia popular de base donde se sabe, mejor que
nadie, dónde, cómo y cuánto afecta la “Narco-Cultura” a hombres y mujeres de todas las edades. Son necesarias
las estrategias comunicacionales y las estrategias de divulgación popular que organicen frentes de barrio para
resistir no sólo a los embates territoriales sino, también, a los embates mediáticos desde la televisión, la prensa,
los libros, la radio, las películas e Internet. Obturarle a la “Narco-Cultura” todo dominio sobre el concepto de
prestigio, sex appeal, poder y seducción. Nada fácil y nada rápido.

Todas las “autoridades”…todas, han sido superadas y, proporcionalmente, derrotadas desde los niveles
internacionales hasta los municipales y barriales. Ante “nuestras narices” circula la ideología perversa del
“Crimen Organizado”. Se pasea oronda y triunfalista, dueña de sí y dueña del mundo. Sale en la “tele” vestida
con las mejores galas de la impunidad y la impudicia. Sale altanera y atemorizante. Sale prepotente e
invencible. Se mete a las casas, a los estados del ánimo y a los sueños. Se vuelve aspiración y se vuelve
alternativa única para muchos que no ven caminos, que no tienen otro camino que el del “Crimen Organizado”
para salir de lodazal de miseria, explotación y humillación a que nos ha sometido el capitalismo. La “Narco-
Cultura” se mete en las viadas y erige sus reinos en ese lugar complejo, movedizo y peligroso, que es la
ideología de la clase dominante disfrazada de pensamiento genuino y de valores “populares” propios. Como los
que se maman desde la infancia. El reino de las conductas alienadas. La batalla será larga.

Telenovela-narco con el neoliberalismo como telón de fondo

Crimen mediático organizado para hacernos adictos a lo macabro

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Aprovechándose del muladar en que el neoliberalismo ha convertido la Historia reciente de México, la
narco-telenovela “El Señor de los Cielos” [1] exhibe al “crimen organizado” como si fuese un objeto de
diversión y un entretenimiento familiar. A lo largo de sus capítulos, de “primera y segunda temporada”, se
despliega ante nuestros ojos una manera sui géneris de tratar los hechos más aberrantes de la vida económica,
de la política y de la violencia desalmada que aplasta al pueblo de México. Algunos seguidores creen que es una
“denuncia”.

Ese “entretenimiento” incluye el repertorio farandulizado de corrupción familiar, militar, gubernamental,


empresarial y política tocadas por la mano del reino “narco”; incluye el papel de la DEA y sus siempre
sospechosas incursiones en todo el continente; incluye los devaneos de las relaciones internacionales entre
México y USA e incluye el inventario de todo lo macabro de, por ejemplo, el asesinato del candidato priista
Luis Donaldo Colosio. Todo tratado con los velos más socorridos en los estereotipos telenoveleros.

Esta serie televisiva utiliza la historia del neoliberalismo como decorado del “crimen organizado”. Una
especie de “juego de espejos” donde no se sabe qué crímenes son peores y no se sabe dónde comienza, ni dónde
terminará, una tragedia aberrante y sangrienta que ha instalado formas del doble poder mafioso en todo México.
¿Quién es más criminal el “narco” o el gobierno? Complementa este menú de crímenes, una dosis de erotismo
“vaquero” o “norteño”, una pizca de talento actoral, unos cuantos narco-corridos y porciones generosas de
símbolos religiosos, culto al familiarismo y fetiches del poder a granel. Las mansiones coronan el festín del
culto al macho “millonario” con siervos arrodillados incluyendo esposas y amantes. ¿Falta algo?

Sería simplista decir que basta y sobra con exhibir el álbum completo del fetichismo de la burguesía para
garantizar éxito al relato “biográfico” de un narco-traficante, hay que decir que, técnicamente, la historia y la
Historia son contadas con la eficacia que la mercancía llamada telenovela ha acumulado para forjar sus cánones
de calidad y de “éxito popular”. Y eso no es poco peligroso. Todo esto se confabula para que, en cadena con
todas las demás experiencias de narco-relato, comencemos a acostumbrarnos a ver, con la naturalidad más
conveniente, el reino del crimen organizado como parte del paisaje cotidiano y como parte de un nuevo catálogo
de héroes, heroínas y leyendas cuya moraleja es: hay que amasar fortunas, rápido y a toda costa… cueste lo que
cueste.

Es verdad que uno podría engolosinarse inventariando obviedades de esas que “El Señor de los Cielos”
nos muestra generosamente. Es verdad que uno podría creer que basta y sobra con listar algunos ingredientes de
esta narco-telenovela para contribuir a denunciar el peligro del acostumbramiento y de la imitación que ni son
lineales ni son imposibles. Y es verdad que la complejidad de estos paquetes semánticos nos exige
instrumentales especializados para desactivar su capacidad de daño social y es verdad también que no contamos
126
con laboratorios de trabajo, con equipos de expertos ni herramientas de difusión que hagan contrapeso, al
menos, mientras el capitalismo desarrolla su guerra de propaganda en nuestras narices.

No es suficiente con no ver -o dejar de ver- esta u otras narco-telenovelas. No es suficiente con apagar la
“tele”. El “Señor de los Cielos” no es el problema, el problema es el sistema que lo diseña, lo escribe, lo
financia, lo distribuye y hace de toda esa ofensiva ideológica un gran negocio que se paga, por colmo, con lo
que los pueblos gastan cuando consumen la chatarra que nos publicitan entre episodio y episodio. El problema
es el grupo complejo de racimos ideológicos dispuestos para que estallen en las cabezas de los destinatarios, que
actúen como “placeres” y nos vuelvan adictos a un modo del relato diseñado para que nos traguemos todos los
antivalores burgueses inventados hasta hoy como “espectáculo”.

“El Señor de los Cielos”, tocado por la mano de la DEA, es susceptible de todas las sospechas
semióticas que podamos enderezar. Y no se trata de atacar al “gusto” de los receptores, como si con esa
transferencia de responsabilidades pudiésemos conjurar el peligro de ésta y todas las narco-telenovelas juntas.
El paquete semántico no es responsabilidad del destinatario sino de quien lo elabora. La responsabilidad sobre
el contenido ideológico de esta clase de “producciones” debe ser evaluada y, en su caso sancionada, con las
leyes no sólo vigentes en cada país donde se exhibe sino con las leyes, reglamentos y códigos propios de la
defensa de los derechos humanos en todo el planeta.

No debemos quedarnos en silencio aunque sea poco lo que podamos hacer sólo con nuestros
argumentos. Hay que esforzarnos en advertir, en instrumentar y en multiplicar, tesis e hipótesis críticas y
científicas en torno al género naciente de las narco-telenovelas (entre otras ofensivas ideológicas burguesas).
Hagamos lo necesario al servicio del pensamiento crítico en materia de comunicación y de semiótica
emancipadora. No importa qué tan alto vuele el “Señor de los Cielos” en el firmamento simbólico -o mediático-
de las televisoras mercantiles, ni importa la velocidad de sus vuelos ni de sus revuelos, siempre es posible mirar
críticamente el “gusto” de mirar teledramas, siempre s posible no quedar anestesiados por los mil trucos de
publicitas y tv-productoras que anhelan narcotizarnos con sus imágenes. Al vuelo.

Nota

[1] “telenovela producida por Telemundo Studios alcanzó un rating promedio de 8,5 puntos y un share
de 14%, totalizando 2,19 millones de espectadores entre el 30 de junio y el 6 de julio manteniendo un
rendimiento similar al de semanas anteriores”. http://www.prensario.net/8993-Telemundo-emEl-Senor-de-los-
Cielos-2em-segunda-en-su-franja.note.aspx

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Empeorando

“Breaking bad”: ¿El (narco) show debe continuar?

Un cáncer televisado que se vuelve negocio. Hace tiempo que las “series” de televisión yanquis (y no
sólo) son escuelas ideológicas (falsa conciencia) y chatarra intelectual para las masas. Nada nuevo. Hace tiempo
que la burguesía usa sus “medios” para exhibir impúdicamente todo género de aberraciones y para infiltrar
valores (o anti-valores) convertidos en mercancías del morbo, muy rentables y muy premiadas por ellos
mismos. De mal en peor.

“Breaking Bad” es una de esas series televisivas “exitosa”, según los parámetros mercantiles de la
industria televisiva, y es una serie muy jugosa por la carga ideológica que cocina. Su éxito deriva de una muy
sofisticada cadena de producción que hace malabares con los miedos, con los estereotipos y con las
monstruosidades del crimen organizado, ahora convertido en puntero del “rating”. Es un producto con
sobresaliente calidad narrativa, y dotación técnica, al que debemos observarle la siempre presente bendición que
le otorga la DEA para calmar la doble moral del espectador común (o del pueblo-público) consumidor adicto al
espectáculo de su propia desgracia. “De acuerdo con reportes de la ONU, en Estados Unidos, Canadá y Europa
se queda la mayor parte de las ganancias de la venta de droga en el mundo, que en el caso de la cocaína
representa 70% de los 72 mil millones de dólares traficados al año.” [1] Más los “daños colaterales”.

“Breaking Bad” viene a contarnos, involuntariamente, lo que le sucede al capitalismo en su totalidad y


nos lo cuenta de la manera en que a la burguesía le encanta contar esas “cosas” que , principalmente, consiste en
culpar de todos sus males a las “periferias” sociales: a los inadaptados; a los “losers”; a los inferiores y a los
“latinos”. “Periferias” que son, a los ojos del “buen burgués”, nido de lacras que afean el paisaje con sus
“disfunciones” y con su primitivismo intelectual, sexual, alimentario y laboral. La escoria misma. Y mientras la
serie cuenta su “historia” narcótica, avanza como ofensiva ideológica discriminatoria, criminalizante y
estigmatizante. La lucha de clases en acción televisada.

En el imaginario de “Breakin Bad” sólo los agentes de la DEA son “los honestos”. (En cerca de 60 horas
de tele ni una palabra sobre las tropelías criminales de la DEA en Bolivia, Ecuador, Venezuela… México).
Aparecen como el alma pura de la sociedad yanqui (la misma que financia y aplaude las guerras y crímenes
globales) pero que, para los fines televisivos, sufre la maldición de tener que vigilar y combatir a esos bárbaros
que arriman a sus tierras el menú más completo de narco-tentaciones con trafico de armas, trafico de personas y
tráfico de órganos. Todo en un escenario cuidadosamente mexicanizado o latino-americanizado condimentado

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con dólares a mansalva. Galería con fetiches del simplismo y del maniqueísmo. Mientras tanto, la realidad no
recibe premios: “Más de 121 mil muertos, el saldo de la narcoguerra”. [2]

Era de esperarse que una serie de televisión cuya audacia es mostrar, farandulizada, parte de las entrañas
y la descomposición política del imperio, convirtiera en audacia su cinismo. No se priva de frases gruesas como
“te obligan a lamerle el culo al patrón”, dicho por uno de los protagonistas que se queja ante los pagos exiguos
(un millón y medio de dólares) como cocinero de metanfetaminas. No se priva de exhibir la desprotección
médica de las personas obligadas a “cualquier cosa” para pagar un tratamiento. No se priva de pasearse por los
pasillos de las ambigüedades y la corrupción de todas las jaurías que acechan a los latinos y a los “perdedores”
incapaces de subirse al “american way of life” tentados por los vicios, las blandenguerías psicológicas y la
promiscuidad de clases. El capitalismo al desnudo. En fin, “Breaking Bad” es un lavado de cara al sistema, uno
más, esta vez con sabores amargos y sangrientos pensados para la hora de la cena y en hi definition. Dosis de
violencia mediática antes de ir a la cama.

Se venden la “temporadas” completas o fragmentadas en las tiendas más ad hoc o en los palacios del
pirateo. Dicen que es la “serie más exitosa de toda la historia” que ha roto récords, que acumula premios de todo
tipo, que es ya un fenómeno televisivo mundial. Y mientras más se la publicita más se afianzan sus aberraciones
temáticas. ¿Comprenderán los “teleespectadores” en México, en Guatemala, en Honduras, en Colombia, en
Argentina… por qué los yanquis abordan estos temas desgarradores, para entretenerse, mientras a nuestros
pueblos nos cuesta sangre, desgarramiento y huellas psicosociales irreparables? ¿Hay algún mensaje
“edificante” o algún arrepentimiento, salido de la moral yanqui, para denunciar, de verdad, la red compleja de
crímenes paridos por el capitalismo presentados como narco-espectáculo? ¿Forma opinión, cuál… forma
modelos, cuáles? No hace falta ver toda la serie. Paraíso de la degradación, el envilecimiento, la decadencia y la
corrupción. Radiografía de un sistema que expresa sus metástasis en la vida cotidiana y hace negocios con eso.

“Breaking Bad” es un retrato cínico del imperio que sabe producir maquinas de guerra ideológica con
gran manufactura artística y tecnológica. Eso no le quita lo perverso. Aunque muestra “descarnadamente”, ante
sus cámaras, los submundos del sistema en decadencia, eso no implica una crítica. Con la dosis descomunal de
ambigüedades que la serie maneja, se hace difícil decidir si se trata de una apología del delito o de una moraleja
audiovisual para la resignación. La serie toda parece decir, empeorando, que la cosa es así, que “la ley del más
fuerte” es la que manda y que, también, se llega a ser más fuerte si se es más cruel y más ambicioso. No
disfrutaremos este pastel de carne humana como si fuese un logro estético. No importa cuántas escenas de
ternura intercalen, no importan los silogismos de la obediencia debida a la “supervivencia” que encadenen, no
importan los premios ni su fama. Se trata de una serie televisiva más que, directa e indirectamente, nos señala

129
dónde está el poder y dónde está el dinero para estimular, a balazos, el tráfico de cualquier cosa que satisfaga la
voracidad del capitalismo, el más demencial comprador y consumidor de drogas, violencia y vidas humanas que
la humanidad ha padecido. Y lo pasan por la tele, impunemente.

Notas

[1] http://www.proceso.com.mx/?p=292865

[2] http://www.proceso.com.mx/?p=348816

Narcicismo televisivo para educar nihilismos

Dr. House, ¿todo es mentira?

“El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema
teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la
realidad y la fuerza, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o la irrealidad de un
pensamiento aislado de la práctica, es un problema puramente escolástico” C. Marx.

“El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese
es un criminal!” - Beltolt Brecht

No es lo mismo mentir que hacer ficción. “Dr. House”es parte de la moda yanqui que produce series
televisivas de ficción, sobre abogados y sobre hospitales, en un país cuya realidad es vivir infestado de
injusticias, sin educación para todos y carente de atención médica popular.

Algunos productos del capitalismo aprovechan las virtudes del arte de la ficción para jugar, en serio, a
que lo real es falso y que la mentira es verdad universal. Buena parte de la ficción televisiva de “Dr. House”
130
gira su ruleta mercadológica para hipnotizar a los “fans” con ilusiones “científicas”, que se hacen pasar por
verdades, para conducirnos a la tesis farandulesca de que “todos mienten”. La serie televisiva “Dr. House”, de
la cadena Fox, salió al aire por vez primera en el otoño de 2004. Tuvieron que inventar un personaje narcisista,
autoritario, indolente, farmacodependiente, cínico y genio, para deslizar la ideología de la clase dominante: nada
es confiable. Si “todos mienten” mienten, también, “House” y Fox. No vamos a aceptar, por compasión, la
ideología deprimente de un personaje sarcástico, aunque sufra en una ficción mercantilizada, fabricado para
hacer “verdad”, en nuestros pensamientos, la ideología de la mentira burguesa. Fuera de la “ficción House”
existe un mundo en plena lucha de clases.

Es una serie magnífica para ensayar la crítica. No importa que tan brillantes resulten las maromas,
aparentemente lógicas, que exhiba “House” para sus “diagnósticos”. En los episodios y personajes de la
teleserie, la realidad histórica naufraga gracias a un lenguaje incomprensible, basado en jergas médicas y en una
red de relaciones humanas infestadas por psicologías opresoras y turbias. Un grupo de expertos, en apariencia
sobresalientes, acepta someterse a las humillaciones y los caprichos déspotas de un personaje cuyo grado de
genialidad es suficiente justificación para perdonarle todo. Parecería que el mayor desafío de los guionistas
radica en idear canalladas impunes para hacer lucir el genio terapéutico que “House” despliega gracias a su
ficcionada capacidad de síntesis y asociación (mayormente azarosa) de fenómenos patológicos. Parece “real”…
pero es ficción. Ya lo vimos con Sherlok Holmes.

Con estos ejercicios de propaganda vestida de “filosofía”, una audiencia nada despreciable en número,
es inducida a admirar las secuencias de situaciones planeadas para seducir con mentiras de un modo
“impecable”. El razonamiento queda derrotado siempre por la cantidad de factores que el espectador desconoce
y que, en apariencia, “House” entiende bajo fórmulas de su exclusivo dominio. Es una “buena serie”, coinciden
muchos, según los parámetros del modo de producción televisiva predominante. No pocos convergen en la
afirmación de que se trata de una serie de “gran calidad” y con no pocas puntas para que cierto pensamiento y
gusto “progres” afiance simpatías y coincidencias “intelectuales”. Pero todo es falso.

"Nuestra historia está dominada por lo falso" (U.Eco). Hoy la ideología de la clase dominante está en
una fase de crisis irreversible. Ya no saben qué inventar. Han manoseado todos los recursos “filosóficos” que
prohijaron y hoy no tienen cosa significativa que proponer porque tienen en claro que no tienen futuro.
Entonces ensucian todo. La ideología de la clase dominante tiene efectos nocivos, desde sus torres de marfil
mass media, aliadas con mafias “académicas”, inventan tesis oscuras que son “consumidas” por personas que,
con no poca frecuencia, se desorientan. Muchas creen que la ficción televisiva es real. O casi.

131
Durante mucho tiempo la estética burguesa ha barnizado sus discursos, también, con un “realismo”,
inventado por ella, capaz de hacer pasar por “verdad” absoluta -y fatalidad- los intereses usureros del
capitalismo. Ese “realismo” burgués ha servido para mentir, no sólo en series televisivas, sino incluso en
documentales y noticieros, con “gran realismo”. Han sido serviles al arte de la mentira vestida de “realidad”.
Con ese “gran realismo” afirmaron la existencia de las “armas de destrucción masiva”, por sólo mencionar una
de las “realidades” más falaces de la retórica imperialista. El “realismo” burgués no es más que otra modalidad
narrativa inventada, exprofeso, para evangelizar audiencias bajo la tesis resignada de que “así es el mundo”,
“así son las cosas”, es crudo y nada cambiará… y hay que hacerse cínicos porque eso queda “nice”. Está de
moda.

Desde los viajes de Marco Polo, que impulsaron las exploraciones de África y Asia, a las inexistentes
armas de destrucción masiva que llevaron a la Guerra de Irak o los antisemitas protocolos de los sabios de Sión,
"estamos rodeados de falsificaciones". Ese realismo con que la serie televisiva “Dr. House” presenta casos sobre
enfermedades casi siempre estrambóticas, se interrumpe, cronométricamente, para imponernos la verdad
publicitaria suprema con que se financia la ficción y su “rating”. Esa lógica de “House” ideada para identificar
patologías y resolver la trama de los capítulos, embelesa a muchos no por efectiva sino por individualista. Es un
gran negocio capitalista. Algunos creen ver en “House” la escuela “pragmaticista” de Peirce. Y le llaman
“abducción” para darle estatus científico a lo que es un juego “lógico” premeditado por los guionistas que
juegan al póker con todas las cartas a su favor. Nadie se engañe, no es la realidad, es una ficción, a veces muy
forzada, barnizada con realismo narrativo.

La realidad está en un mundo donde la industria imperialista más importante es la fabricación de armas,
le sigue el negocio de la publicidad, el negocio de la pornografía y luego el tráfico de drogas, armas y personas.
Una realidad en la que la inmensa mayoría de los seres humanos está sometida a una minoría pavorosamente
armada y experta en explotar y reprimir. Una realidad en la que crece el malestar, avanzan las revoluciones y
hay hambre de ideas para derrotar al capitalismo. Algunos dirán que hablar de eso no es el cometido verdadero
de una teleserie empeñada en repetir que “todo es mentira”.

Un equipo de guionistas, o libretistas, escribe para que el “Dr. House” parezca genio de la medicina. Y
como parece “real” incluso el círculo de médicos amaestrados por “House”, la tele-serie despliega su propio
lenguaje, en apariencia “científico”, y parece comprensible sólo por los iniciados. La filosofía de “House”
científico, es enemiga de la ciencia que defiende. “Todos mienten” dice la filosofía de la serie televisiva y sus
ideólogos de clase (FOX) recurren a cuanto simbolismo encuentran, hechos exprofeso, para que nadie los
comprenda y todos las acepten a-críticamente. Pero, a la hora de cobrar, a la hora de las ganancias, la verdad

132
suprema es el capitalismo. “House” aporta su cuota para completar la tarea mass media responsable de frenar,
de verdad, toda fuerza significativa que pueda cambiar el orden existente, no importa si para eso deban echar
mano de las artes de la ficción. Que no es lo mismo que las artes de la mentira.

"La verdad es siempre revolucionaria." - Vladimir Lenin

La Contra-Revolución sí será Transmitida

“El Comandante” serie de televisión para la usurpación simbólica.

Todos los territorios simbólicos que dejemos vacíos serán ocupados por las maquinarias de guerra
ideológica burguesas. Sembrarán ahí sus ofensivas y sus “interpretaciones” de la realidad entre anuncios
publicitarios y trompadasa la “lógica” hasta deformar integralmente la historia y terminar contándonos su
insoportable moralina de la mercancía. Nada está a salvo. Cuando se practique la autopsia del Capitalismo
escurrirán torrentes de odios putrefactos, incubados durante siglos contra el proletariado.

Todo el odio burgués (con tufo a Miami) acumulado contra Hugo Chávez, toma (ahora) forma de “tele-
serie” para paliar la impotencia de quieres no pudieron derrotarlo ni asesinándolo. Ponen en escena buena parte
de las perversiones incubadas en los cerebros de la farándula más reconocida por su mediocridad, su
analfabetismo cultural, su lógica pigmea y su revanchismo bobo. En suma “más de lo mismo”. Creatividad de
mercenarios.

Todo el esfuerzo que realizan tanto la productora, los anunciantes y las televisoras (acompañadas por
prensa, Internet y redes sociales) es engendro de un pecado de tontería originaria que desconoce la Historia y se
auto-condena a repetirla: cuanta más propaganda reaccionaria hagan contra Hugo Chávez más ayudarán a
consolidar su figura como un líder, socialista y revolucionario, monumental en el siglo XXI. Abran sus
apuestas.

Han gastado fortunas en inventar un “personaje” y una serie (mal logrados); se han tomado el trabajo de
anunciarlo con toda anticipación; han hecho honores a su lógica publicitaria y han involucrado a sus jaurías de
anunciantes para cerrar el cuadro de lo que será uno de los fracasos televisivos más estruendosos de la historia
reciente, no sólo en materia de “audiencia” sino en lo contra-producente que les resultará el discurso su propio
discurso de odio. Desde hoy ya podemos avisar cómo se expresará su derrota: a) se auto-premiarán con todos
los galardones que uno pueda imaginar, b) habrá entrevistas, lisonjas y besamanos de todos los tamaños y
géneros c) habrá vítores y habrá leyendas. Muestra clara, todo ello, del fracaso aquí preanunciado.

133
Ellos necesitan supurar el odio que les quema las entrañas, necesitan exteriorizar los elíxires perversos
de su irá de clase y andan como locos a la cacería de pretextos. Chávez les parece idóneo porque acarician la
peregrina idea de que muerto el comandante muere el Socialismo y la Revolución. Se aferran a la estupidez de
que la ausencia física de Chávez será convertida en debilidad popular que a ellos les facilitará el negocio turbio
de entregar Venezuela en charola de plata televisiva. Incluso. Está claro que el odio los ciega.

Casi no vale la pena detenerse en repasar la suma de falsedades que la “tele-serie” “El Comandante”
acumula como producto de ignorancia y de la venganza obcecada de sus autores y financistas. Casi no tiene
sentido repetir que escribir con tinta de odio desnuda la intencionalidad perversa de un plan de propaganda
disfrazado de tele-drama para embelezar a los propios y fabricarse orgasmos revanchistas. Casi es innecesario
acudir a un recuento de inexactitudes, episodios falsos, diálogos forzados, ripios, tonterías y inoperancias de la
dramaturgia y de la historiografía que saltan a la vista en todos los capítulos de esta serie fallida en todos sus
renglones. Pero no se la debe banalizar ni se la debe suponer más paupérrima de los que realmente es.

Este ejercicio de “calumnia” audiovisual o de usurpación simbólica ya ha sido ensayado por muchos
especialistas en guerra psicológica de todos los continentes y todos los frentes oligarcas. Unas veces y otras han
errado en el intento por una suma de razones que hacen ya antología de barbaridades comunicacionales de
coyuntura. Lo han intentado con películas, reportajes, documentales, fotografías y “revistas del corazón”. Lo
intentaron con Internet, con Twitter, con Facebook y con cuanta cosa han tenido a mano y el fracaso se les hizo
costumbre por ignorar tozudamente el lugar excepcional del líder Hugo Chávez en la lucha Revolucionaria y la
lucha Socialista de los pueblos encarnada en sus líderes. Más allá de Venezuela y del continente americano.

Pero la peor metedura de pata producida por esta serie televisiva es que nos regala la oportunidad de
revisar (y acaso corregir) auto-críticamente nuestras debilidades en el campo de la disputa simbólica y del uso
de las herramientas de comunicación para salvaguardar los patrimonios revolucionarios que las luchas han
forjado. No se trata de rasgarse las vestiduras, se trata de pasar a la ofensiva, de una vez por todas, en la
Revolución de la Comunicación y en la Guerrilla Semiótica que debemos desplegar por todos los medios.

Venezuela cuenta con los expedientes audiovisuales más originales, extraordinarios y potentes que la
Revolución ha producido en presencia y en ausencia de Hugo Chávez. Cuenta con documentos históricos
avalados por expertos de todo tipo. Cuenta con escritores reconocidos en el mundo entero, por propios y por
extraños, cuenta con músicos fenomenales, con actores y actrices de primer nivel. Cuenta con sonidistas,
vestuaristas, editores, escenógrafos, maquillistas… historiadores, sociólogos, filósofos y semiólogos. ¿Qué falta
para no esperar a que vengan a robarse otros el territorio simbólico que pertenece a la lucha revolucionaria?
Quien no tenga estos ingredientes producirá basura como es ya costumbre de muchos medios oligarcas.
134
Por método y por disciplina de ciencia semiótica (estamos en plena Guerra Mediática) habrá que dar
seguimiento a todo lo que inventen para darle oxigeno y artificios a “El Comandante” en las televisoras de las
burguesías. Ya se escuchan voces anhelantes de exhibir en sus terruños, los episodios de la estulticia televisada.
Ya hablan de “rating” y de “marketing” quieren “prime time” y quieren “branding”. Avanzan hacia el abismo
de su desmemoria. Mientras tanto, en otro extremo de la realidad social, los pueblos salen a las calles animados
por la búsqueda histórica de su victoria definitiva contra el capitalismo y en labios de no pocos se repite sin
cesar la frase “¡Chávez Vive!”

Algunas meteduras de pata en materia de Comunicación

¿Qué hicimos mal?

"La primera de todas las fuerzas es la opinión pública”. Simón Bolívar (1° de noviembre de 1817).

Guardadas todas las proporciones, tuvimos condiciones y oportunidades concretas para generar una
Revolución Comunicacional sin precedentes. Tuvimos una insurgencia semiótica parida por los pueblos, su
Historia y sus luchas. Tuvimos “viento a favor” en la lucha de clases. Tuvimos líderes probados en la lucha.
Tuvimos herramientas para consolidar la organización. Tuvimos en las manos un programa de acción y sus
derivados incluso tuvimos el “Informe MacBride”. Tuvimos millones de voluntades dispuestas a sumarse.
Tuvimos leyes, legisladores y jurisprudencias. Tuvimos la conciencia y el consenso de los pueblos. Tuvimos la
135
prerrogativa de la crítica y de la auto-crítica. Tuvimos los medios y los modos. Tuvimos y aún tenemos mucho.
¿Qué faltó? ¿Qué falló?

No faltaron las advertencias, los avisos, las amenazas ni los ataques de las oligarquías armadas, también,
con ejércitos mediáticos golpeando y destruyendo todo, desde los estados de ánimo hasta los estados
democráticamente constituidos. No faltaron las marrullerías, la corrupción ni las extorsiones que aceleraron el
proceso de monopolización mediática a pasos agigantados y demoledores. No faltaron las bases militares ni sus
compañeras las bases mediáticas. No faltó el espionaje, la siembra de pruebas falsas (y de muertos) ni el
linchamiento mediático. La burguesía hizo su tarea.

Pasó ante nuestros ojos el capítulo íntegro de una ofensiva mediática sin precedentes mientras soñamos
con desactivarla e impulsar (al mismo tiempo) luchando por la nueva comunicación emancipada y
emancipadora que la Historia nos exige. Y sin embargo, no. Muchos de los grandes pasos dados, de los logros y
de los saltos cualitativos se nos quedaron cortos, breves o efímeros. Muchas de las tareas necesarias no se
hicieron, muchas de las trincheras teóricas no se tocaron, muchos presupuestos y gastos no se ejercieron.
Muchos productos se quedaron en bodega, en silencio o en papales. Muchos llamados a la unidad quedaron en
el vacío, muchas asambleas olvidadas, muchos acuerdos congelados. Muchas soluciones creativas no se
idearon, no se aplicaron, no florecieron. Nos ahoga nuestra crisis de dirección revolucionaria y estamos como
atónitos. ¿Es esto un fin de ciclo? Sálvense las excepciones.

La burguesía acelera sus relojes llevada por sus ansias de usura, de odio y de venganza buitre. Resulta
que las contradicciones se agudizan, que el saqueo avanza y que la explotación abofetea a los pueblos en
horario “prime time” entre anuncios de “empresarios” que ocuparon los gobiernos. Resulta que la “Libertad de
Expresión” de los pueblos está más amenazada que nunca, que tenemos un “solo mundo con voces
hegemónicas”, que el “Nuevo Orden de la Información y la Comunicación” sigue siendo un buen deseo
esclerotizado entre papeles… y, también, resulta que la Historia insiste en que demos respuestas correctas y
prontas… que saquemos el diagnóstico y el pronóstico, de la etapa actual, porque resulta que no debemos ni
podemos quedarnos silenciados ni resignados.

¿Y qué podemos hacer con lo que nos queda?

1. Agendas propias capaces -desde las luchas y los frentes- de combatir todo lo que resta visibilidad
a los logros a la organización y la movilización social.
2. Apoyo económico y político a todo frente de emancipación comunicacional y comunicación
emancipadora.

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3. Apoyo económico y político a todo frente científico para la emancipación epistemológica de la
comunicación.
4. Apoyo económico y político a las escuelas de cuadros en materia de comunicación.
5. Salir de los estereotipos y de los acartonamientos; revolucionar las metodologías del relato, la
ética y la estética revolucionaria.
6. Sistematizar la auto-crítica. Reconocer nuestras zonas ciegas y nuestras debilidades teóricas y
prácticas.
7. Combatir las egolatrías, los individualismos, los reformismos y los sectarismos.
8. Habilitar tecnológicamente a las luchas mediáticas contra-hegemónicas.
9. Democratizar la semántica.
10. Garantizar la experimentación de tácticas y estrategias en medios de comunicación.

Todo se sintetiza en no repetir los que se ha hecho mal y garantizar que se haga bien aquello que no se
dejó progresar. Ahí donde abandonamos nuestra responsabilidad y nuestra lucha recuperar terreno y recuperar
militancias. Ahí donde nos ganaron presentar combate nuevo. Ahí donde somos fuertes, asegurar que no se nos
torne en debilidades. Ahí donde somos repetitivos, exagerados y acartonados propiciar lo creativo, la frescura,
el humor y la alegría inteligentes. A estas horas debemos debatir la expropiación de las herramientas de
producción y distribución, medios y modos, en comunicación, discutir organizadamente la expropiación en
todas las modalidades posibles. Provechar lo bueno críticamente

Llamar a un Referéndum Continental sobre el papel de las oligarquías y sus medios, discutir leyes
pertinentes para garantizar que nunca más, una actividad social estratégica y prioritaria como es la
comunicación, quede en manos de capitales privados manipulados transnacionalmente. No repetir las fórmulas
y los modelos burgueses, aprovechar lo mejor existente e impulsarnos desde ahí, en cantidad y calidad.
Capacitarnos permanentemente, democratizar el discurso y cambiar la estética. Multiplicar los medios, formar
comunicadores mejor habilitados para una praxis técnicamente, poéticamente superior y más compleja.
Consolidemos un Frente Internacionalista para la Comunicación Emancipadora que cambie las relaciones de
producción en comunicación. La derecha avanza, no seamos espectadores. “¿Quién dijo que todo está perdido?”

Semiótica de la guerra

Todos los dados están cargados. No hay palabra, gesto ni símbolo que no presente un frente de guerra o
no sea, en sí, un ejercicio de belicismo psicológico. La inmensa mayoría de los “efectivos” simbólicos de la
guerra mediática aparecen camuflados. Se requiere entrenamiento y experiencia defensiva para detectar en las
frases, los giros idiomáticos, los gestos, los maquillajes, las corbatas, las sotanas o las bendiciones… el plan de
137
contenidos ideológicos que se despliegan, agudizados, en situaciones de guerra. Está en juego muchísimo
dinero.

La ideología de la clase dominante, que se especialista en manipular ambigüedades, suele perfeccionar


sus ofensivas cuando más peligro corre de quedar en evidencia la grosería de sus dichos y sus hechos. Sus
trincheras favoritas son, por ejemplo, las “acciones humanitarias”, la “verdadera democracia”, la “defensa de los
bienes”, la “seguridad”, la “paz”… en el colmo de su cinismo, la ideología de la clase dominante se ha
adueñado de signos referentes que tienen diverso tipo de influencia en las sociedades y, así, han exhibido, sin
pudor, episodios “clericales” en los que se bendicen tanques de guerra, aviones bombarderos y batallones de
criminales. Algunos aviones caza llevan dibujada, en la punta, la dentadura de un tiburón… ellos saben a qué
juegan con eso. Nosotros también.

“Zona de exclusión aérea”, “Armas de destrucción masiva”, “Operación humanitaria”… ambigüedades


usadas por el capitalismo para generar impotencia colectiva, terror y rendición psicológica. Nadie se equivoque,
el capitalismo es responsable de la “inseguridad”, las invasiones, el robo de la propiedad y del producto del
trabajo. Te mato y luego te ayudo… es la conducta del imperialismo que, tras asesinar civiles inocentes y
luchadores conscientes, promete enviar asistencia “humanitaria”, acarreada por soldados como en Haití, como
el Afganistán, como en Libia, Siria… parte de la ambigüedad es el uso de imágenes sin fechas, sin referencias,
sin datos del autor ni del registro.

Contra las armas de Guerra Ideológica que la burguesía despliega, los pueblos en lucha, así como todas
las luchas emancipadoras, deben darse una estrategia comunicacional de base que le cuente el mundo los
crímenes del capitalismo, como los de la ONU-OTAN, y del premio “Nobel de la Paz”. La “Odisea del
Amanecer” de Obama debe ser desmontada por las fuerzas emancipadoras de la comunicación, paso a paso, día
a día. Todo lo que exhibe CNN, Televisa, Prisa y sus peleles, estén donde estén, es un problema de seguridad
nacional y continental que debe ser discutido con urgencia, porque el mapa completo de la criminalidad ONU-
OTAN se exhibe con toda impunidad en las pantallas de la oligarquía.

Parte de la ofensiva oligárquica consiste en mostrar, de manera velada y de manera descarada, sus planes
y tácticas. Así operarán en todo el mundo para quedarse con las riquezas naturales y con la mano de obra.
Televisa, CNN, Prisa y su red de complicidades en toda Latinoamérica, reivindican el “ejemplo humanitario” de
Obama y su Odisea Asesina. Despliegan impúdicamente todos sus “signos” de patología comunicacional,
severa, en el relato autoritario que ellos llaman “periodístico”, como en CNN que atraviesa un éxtasis de
necrofilia convulsiva. Repite y repite imágenes de odio y decadencia. Los lectores de boletines, que se hacen
llamar periodistas, repiten un canto imperialista que recorre el continente con tufo criminal. El relato de los
138
lectores de boletines, ampuloso y falaz, parece orgasmo necrófilo. Hacen llamar “periodismo” a su servilismo.
Ellos leen boletines necrófilos con placer y disfrutan los bombardeos. Se les nota.

Más que nunca la humanidad requiere dirección revolucionaria, unidad y acción objetiva y subjetiva,
contra el imperialismo y el capitalismo. Nadie se sorprendería si el premio “Nobel de la Paz” cocina en su
cabeza una invasión tipo ONU contra Cuba y Venezuela. Hoy más que nunca la unidad y la fuerza del ALBA
ilumina las esperanzas de soberanía para las luchas emancipadoras latinoamericanas.

Esta guerra desplegada también en las pantallas oligarcas, con la “legalidad” made in ONU, es un
mensaje a todos: el imperio anhela usurpar todas las riquezas que se le antoje, cuando se le antoje y donde se le
antoje… impunemente. Esta guerra no es sólo contra Libia, la ofensiva ha comenzado en todos los medios
oligarcas y es un mensaje contra todos los pueblos. El relato de los medios oligarcas en América Latina, y todo
lo que digan, es adelanto de sus proyectos golpistas y magnicidas. En México, en Brasil, en Argentina… las
cadenas mediáticas de la oligarquía relatan cómo “logro moral humanitario” la obscenidad imperial.

Digámoslo de una vez, no serán los mass media, incluso con las mejores intenciones, quienes hagan por
sí mismos la Revolución Socialista. No será la ética ni la estética de unos cuantos, por genios que se crean…
por “vanguardia” que se autoproclamen, quienes garantizarán el ascenso del socialismo, incluso en la
comunicación. Serán los trabajadores organizados, armados con cuanta herramienta se ponga al alcance,
quienes ascenderán con un programa, hecho por todos, hacia un proyecto socialista. El capitalismo no es sólo un
sistema de producción de mercancías, es además un sistema que produce cultura, valores éticos, morales y
estéticos ideados para consolidar, defender y reproducir las condiciones materiales de existencia burguesa.

A la tarea revolucionaria de planificar los contenidos y las formas en los mass media, compete un
compromiso apasionado por la investigación científica y la acción directa sobre las relaciones de producción,
con significado Socialista de la Comunicación. Poner al descubierto la ley económica que rige la producción
simbólica de una sociedad en movimiento revolucionario hacia su emancipación definitiva. Poner en evidencia
científica la inevitabilidad de la sustitución revolucionaria del capitalismo por el socialismo.

Planificar la comunicación implica investigar apasionadamente las leyes de la transición del capitalismo
al socialismo, los caminos y métodos para establecer el modo comunista de comunicación; las leyes objetivas
del socialismo que avanzan dialécticamente, las leyes de formación y desarrollo del sistema mundial del
socialismo. Una tarea de planificación en Comunicación con los mass media debe ser un arma en la lucha, una
guía para la acción. Tal planificación de la producción simbólica revolucionaria debe desenmascarar la esencia
del capitalismo, sostener una lucha contra todo sectarismo y burocratismo. Desarrollar un “control” democrático

139
y creativo de la Comunicación desde las bases, una “planificación” desde el punto de vista de los intereses de
los trabajadores, con la vigilancia y el trabajo de los obreros atentos a todo indicio de traición. Ya hemos visto
demasiadas traiciones, por ejemplo, las Guerras Imperialistas. Ni todas las repeticiones juntas de CNN, FOX,
BBC… lograrán asustarnos, ni disuadirnos, de luchar contra el capitalismo. Desarrollemos una semiótica en
combate.

Victorias en el campo simbólico

Desde 1910, con el estallido de la Revolución Mexicana, apareció en Latinoamérica el proceso de


“producción de sentido” revolucionario que marcó, también, la historia toda del siglo XX. Una tras otra, las
luchas revolucionarias del continente probaron ser (además del “motor de la historia”) el motor de la producción
de sentido que expresa claramente la lucha de clases con símbolos, también, y la disputa por los campos de la
conciencia en la “Batalla de las Ideas”. La gran Revolución continental de las “comunicación” emancipadora.
En cada escenario de las luchas sociales surgió un caudal semiótico que expresa, de manera desigual
combinada y revolucionaria, un “sentido” nuevo en la comprensión del mundo y un torrente de expresiones
libres para expresarlo. La Revolución social tiñó con su magnificencia la relación dialéctica entre los reinos del
conocimiento y de los enunciados. Desde luego que tal situación semiótica no es “creación” ni del siglo XX ni
de Latinoamérica, pero innegablemente el tiempo y el lugar definieron una fase del proceso que sembró
simientes genuinas en condiciones inéditas.
Es el caso de las imágenes de Emiliano Zapata, Francisco Villa, las “adelitas”… la música, la literatura,
la fotografía, el cine… la propaganda, la prensa revolucionaria y, en general, los procesos revolucionarios que
maduraron al calor de la lucha de clases y al calor de las fuerzas emancipadoras de cada frente y de cada
proceso histórico. La Revolución semiótica permanente.
Aún insuficientemente sistematizada, la Historia de las luchas emancipadoras latinoamericanas en
materia de comunicación, aguarda el momento de convertirse en el bastión central que esclarezca y organice los
fundamentos, los métodos y los alcances de grandes victorias simbólicas con claridad e inviolabilidad a toda
prueba. Aún insuficientemente consolidada -como fuente de inspiración y como base identitaria de la
Revolución- esa Historia semiótica emancipadora contiene claves indispensables para una Semiótica de
combate capaz de, con sus propios medios, nutrir las nuevas batallas que la Historia exige sin repetirse y sin
esclerotizarse.
Es ese el aporte semiótico revolucionario de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Chile, Argentina,
Brasil… que cambiaron el modo de entender el mundo y de expresarlo. Es el aporte semántico que encontró
diversidad de significantes con raíz popular incuestionable. Es el “signo” que orienta la certeza social de que
otro mundo es posible y que esa posibilidad no es una entelequia sino una realidad que tiene tiempo, lugar y

140
signos concretos. Es el aporte de las luchas revolucionarias que el aparato monopólico dominante ha
invisibilizado y ha deformado ante los ojos de los propios pueblos que, además, padecen el desfalco semiótico
de su Historia reciente bajo la metralla de las armas de guerra ideológica del capitalismo.
Visto desde la ética de una semiótica para la emancipación, el cuadro que aquí se muestra con su
exigüidad y sus limitaciones, es evidencia de una herencia de “sentido” cargada con responsabilidades sociales
de todo tipo. La primera, acaso, consiste en hacerlo visible… inteligible y sistematizado para ubicarlo como
pilar de toda reflexión concomitante hacia el desarrollo mismo de la ciencia semiótica que necesitamos. Es una
base contundente y lúcida que ha costado vidas y generaciones. Es el motor económico-político de un arcoíris
semiótico que recorre a todos los sectores y a todas las ideas que han puesto en marcha procesos
transformadores para salir del capitalismo y del conjunto perverso de sus disfraces y emboscadas.
Está por sistematizarse, en el mapa de los movimientos revolucionarios en materia de comunicación, el
mapa de las ideas revolucionarias y su dialéctica teórico-metodológica. Está por sistematizarse el mapa
pensamiento nacional e internacionalista en comunicación que pone a la sociedad, a la comuna, a los pueblos…
como prioridad de todas las prioridades. Eso implica, entre mil cosas, analizar el pensamiento y la influencia de
los clásicos revolucionarios, sus semillas y sus frutos comunicacionales en Latinoamérica. Analizar el
pensamiento y la acción comunicacional en la geografía de los movimientos revolucionarios como la Teología
de la Liberación, los Movimientos Indigenistas, las Luchas de Género, de preferencias sexuales… de
reivindicación y dignificación de los pueblos afro-descendientes, en suma, las luchas obreras, campesinas,
universitarias… que han signado de manera nueva, durante el siglo XX (y lo que va del XXI) a un continente
sediento de igualdad, de justicia y de dignidad… de información y de comunicación libres.
Semiótica Emancipatoria:

Año País Movimiento


1 1917 México Revolución Mexicana
2 1934 México Triunfo de Lázaro Cárdenas
3 1946 Argentina Primer Gobierno de Perón
4 1956 Cuba Revolución Cubana
5 1960 Uruguay Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros
6 1962 Perú Movimiento de Izquierda Revolucionario
7 1965 Colombia Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
8 1967 Bolivia Revolución guevarista del Ché
9 1968 México Matanza de Tlatelolco
10 1970 Chile Triunfo de Salvador Allende
11 1970 Brasil Movimiento de los Sin Tierra
12 1978 Costa Rica La Familia

141
13 1980 Salvador Frente Farabundo Martí
14 1983 Argentina Triunfo de Raúl Alfonsín
15 1989 Venezuela Caracazo
16 1992 Honduras Movimiento de Unificación Democrática
17 1994 México Ejército Zapatista de Liberación Nacional
18 1998 Venezuela Hugo Chávez presidente
19 2002 Brasil Triunfo de Lula
20 2003 Argentina Triunfo de Néstor Kirchner
21 2005 Bolivia Triunfo de Evo Morales
22 2007 Ecuador Triunfo de Rafael Correa
23 2007 Argentina Triunfo de Cristina Fernández
24 2011 México Fundación de MORENA
25 2014 México Movimiento popular por Ayotzinapa
Resumen no exhaustivo de los movimientos revolucionarios en Latinoamérica durante el siglo XX-XXI

“Las revoluciones políticas piden cada día nuevos signos para expresar nuevas ideas” Andrés Bello,
1860

Ética y Semiótica del Informe MacBride


142
Algunas disquisiciones desordenadas para un Nuevo Orden de la Información y la Comunicación

No se habían enfriado los cadáveres en Vietnam, no salíamos aun del estupor por las carnicerías
humanas que la televisión trasmitía en los horarios de meriendas y en los periódicos del desayuno… cuando la
UNESCO propuso a Sean MacBride el desarrollo de un Informe mundial (1976-1980) sobre los “medios de
comunicación” y el papel que jugaban y jugarían ante el Derecho de los pueblos recibir, proveerse y proveer,
información y comunicación. En 1983 el 90% de los medios en USA estaban controlados por 50 empresas… en
el año 2001 ese 90% estaba controlado por 6 empresas.

En el corazón del Informe MacBride fluye un conjunto de preocupaciones que no sólo tienen por
ingrediente las preocupaciones por los desarrollos comerciales de los medios, los avances tecnológicos y su
distribución, los problemas jurídicos y los problemas de Estado. Está, también, en debate y diagnóstico el
ejercicio de derechos cruciales que en el campo de la producción de información y de medios para la
comunicación social deben garantizar igualdad de condiciones y libertad para las múltiples necesidades
expresivas de los pueblos. Está en debate la hegemonía del capital en la producción de sentido y el papel de
contra la emancipación de los pueblos.

De manera implícita el Informe MacBride abre la puerta para analizar las herramientas con que será
posible construir el Nuevo Orden que reclama para la Información y la Comunicación más la forma de
garantizar igualdad de oportunidades e igualdad de condiciones a las “Voces Múltiples” que exigen su lugar en
“Un Solo Mundo”.

El problema es fundamentalmente económico. Ciencias como la Ética y la Semiótica emancipadas de


algunas hegemonías academicistas y léxicas, deberían ser herramientas muy dinámicas y apasionantes para las
tareas formativas y prácticas en la lucha por el conocimiento social forjado de manera dialéctica y no por
métodos escapistas y aislados. Los aportes científicos no pierden calidad cuando exponen, también, los
planteamientos políticos transformadores que los pueblos necesitan para sus luchas. Es urgente dejar de suponer
que la Ética o la Semiótica son disciplinas inconexas o formas pseudo-místicas asexuadas de uso exclusivo para
iniciados en las mieles de las canonjías y prebendas “académicas”.

Abundan los comunicólogos vendedores de vacío ideológico que, embriagados de sí mismos, fabrican
fetiches para olvidar la historia en que viven. Ni falta hace escribir sus nombres. Son padres, padrinos o
padrastros de dogmas a granel cuyo destino primario es convertirse en objeto de repetición zonza en bocas de
algunos estudiantes condenados a la mediocridad de lecturas infladas con alientos de cenáculos burgueses.

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Ética y Semiótica han sido mal-tratadas como si fuesen mercancías ideológicas impregnadas de
subjetivismos y relativismos hasta la náusea. No son pocas las bibliografías que miran en la Ética y en la
Semiótica paraísos para estudiar la realidad siempre reducida a juguete del racionalismo y del empirismo más
bobos. En esos paraísos es la conciencia la que determina al ser, lo social es una entelequia sin manchas de clase
y la historia es una rueda tarada que no avanza. Lo más progresista para ellos es el retorno a lo “primitivo”. Y
sobre esa sopa de confusiones y naderías flota una nata espesa de impotencia, inmovilidad y quietismo
pasmosos. Crema y nata del reformismo.

Ética y Semiótica deben convertirse pronto en herramientas para transformar la base económica de la
sociedad e impulsar una revolución de toda la superestructura. Ser útiles a los cambios materiales de las
condiciones económicas de producción y ser útiles en la transformación profunda de las formas jurídicas,
políticas, artísticas o filosóficas de una sociedad nueva sin clases y sin patrones. En suma, ser útiles en el
desarrollo de todas las fuerzas objetivas y subjetivas que la humanidad necesita para consolidar la conciencia de
sus fuerzas a la hora de resolver definitivamente su emancipación. Es absolutamente indebido desviar la praxis
de la Ética y la Semiótica, de los hechos económicos básicos, de las ideas políticas, de las estructuras
jurídicas… y los actos condicionados por ellas. El precio que se paga por esa desviación es que, entre otras
calamidades, se divorcia el contenido de la forma y caemos en la trampa oligarca anhelada para hundirnos en
errores y tergiversaciones.

Y cuando esa desviación determina nuestros métodos de análisis y de acción, negamos su desarrollo
social y negamos el papel y el efecto que la Ética y la Semiótica desempeñan en la historia. Descubrimos que
todo tratamiento anti-dialéctico y metafísico de la Ética y de la Semiótica distorsiona por definición los hechos
económicos y los hechos subjetivos, incluso desde sus propias causas. Y esa aberración es convertida en
negocio de ellos para entretenernos con sus aulas, con sus iglesias o con sus mass media. Por eso hay que
consolidar la Ética y la Semiótica como baluartes de la Ciencia Revolucionaria.

Necesitamos una Ética y una Semiótica desalineadas para intervenir -en clave de lucha- en la trama
jurídica, política, religiosa, artística o filosófica… así como en todas las formas “ideológicas” para desactivarlas
de raíz y esclarecer el cometido de inundar a los pueblos con “falsa conciencia”, ilusionismo e inmovilismo que
son motores de toda distorsión de la realidad. Requerimos Ética y Semiótica como ciencias emancipadas para
impulsar la emancipación de la humanidad.

Más vigente que nunca, el Informe MacBride sobrevive al olvido que le impusieron los comerciantes de
la Información y de la Comunicación y hoy sigue exigiéndonos las respuestas teórico-prácticas que más nos

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urgen, con la Ética y la Semiótica emancipadas y emancipadoras, siempre a la mano de las luchas populares.
Sin olvidar la Estética.

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