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Ecole des Sciences Politiques, entre el aplauso frenético de los estu-
diantes que: “lo que més aprecio de la juventud actual es que no teme
a la guerra; ni a la palabra, ni al hecho". A la transfiguracién idealis-
ta de la guerra, que habfa arrancado a los pueblos de su estado de
tranquila satisfacci6n para ponerlos ante nuevas y grandes empresas
heroicas, se sumé el fatalismo paralizante de los espiritus més Iici-
dos» (Mommsen).
CapiruLo 9
INTERNACIONALISMO OBRERO
Y MOVIMIENTO SOCIALISTA
1. Internacionalismo obrero y difusién del marxismo
No todos asumieron una actitud de fatal resignacién o de entu-
siasta adhesién a la politica del imperialismo y ante la perspectiva de
una guerra, El mayor ntimero de opositores surgié de las filas del mo-
vimiento socialista. Era una minorfa: la presion hegeménica de las
culturas nacionales produjo divisiones, desacuerdos y posiciones dife-
rentes en el seno del movimiento, pese a compartidas ideas interna-
cionalistas y pacifistas.
La experiencia de la Primera Internacional habfa sido significativa:
existian divergencias sustanciales entre proudhonianos, marxistas y
anarquistas, pero todos reconocfan la necesidad de coordinacién y
unidad de todos los trabajadores, sin distincién de nacionalidades ni
de razas, en la comtin aspiracién a un orden que superase las dife-
rencias de clase, estableciera la igualdad econémica y social y abolie-
rala guerra, En el congreso de Bruselas (1868) se habfa llegado a ame-
nazar con la huelga general ante la eventualidad de una guerra, a la
que se debfa considerar una lucha fratricida impuesta a los trabaja-
dores por las clases dominantes. Fundada en Londres el 28 de no-
viembre de 1864, por iniciativa de Marx y Engels, la Asociacién Inter-
nacional de los Trabajadores (Primera Internacional) era un pequenio
movimiento que en muchos pafses actuaba en la clandestinidad, o en
la semiclandestinidad, y se resentfa de las divergencias entre los se-
guidores de la teoria espontanefsta y andrquica de Bakunin, y la «cien-
tifica» e industrialist de Marx. No sorprende que las afirmaciones in-
ternacionalistas y pacifistas no surtieran ningtin efecto dos afios més
tarde, cuando estall6 la guerra franco-prusiana. Sin embargo, hay que
recordar que Wilhelm Liebknecht, fundador junto con August Bebel
del partido socialdemacrata alemdn, se negé a votar los créditos para248 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914
gastos militares, se opuso a la anexién de Alsacia y Lorena y pidié que
la vencida Francia fuera tratada con honor y magnanimidad. Fue pro=
cesado por alta traicién y condenado a dos aitos de prisién.
Los internacionalistas ni siquiera fueron los protayonistas de la Co-
muna de Paris (1871) —luego exaltada como el primer ejemplo de go-
bierno proletario y de dictadura del proletariado—; la mayorfa era ja-
cobino-blanquista. Aunque fue disuelta en 1876, la Primera interna.
cional ya agonizaba en 1872 a causa de la paralizante discordia
interna. La Segunda Internacional, fundada en 1889 por iniciativa del
partido socialdemécrata alemédn, heredaba de su antecesora las pro-
puestas internacionalistas y pacifistas. Entretanto, el marxismo se ha.
bia afirmado como el més s6lido fundamento teérico del movimiento
socialista y de los partidos obreros que se organizaban en Europa
Marx habfa muerto en 1883 y solo habia podido ver publicado el pri-
‘mer volumen de su obra més importante Fl Capital (1867). Su amigo
y fiel colaborador, Federico Engels, edité el segundo y el tercero en
1885 y 1894.
Al menos son dos las razones de la incidencia politica del marxis-
mo en Europa continental a partir de los afios ochenta: la répida pro-
agaci6n de la industrializacién, con procesos de concentracién capi
talista y proletarizacion que formaron una clase obrera segiin la in-
terpretacin que Marx habfa elaborado analizando especialmente la
idad inglesa, y la fundacién y el crecimiento del partido socialde-
mécrata alemén, que se convirtié en modelo de organizacién politica
para el movimiento socialista. Pero estos puntos de referencia, apa-
Tentemente simples, se ubican en un marco muy variado y complejo,
en el que aparecen peculiaridades nacionales y locales, posiciones
conceptuales ¢ interpretaciones diferentes, en una realidad politica y
social en continua transformacion.
Con la teorfa de la plusvalia y la caida tendencial del tipo de inte-
rés, Marx proponia una interpretacién «cientifica» de la explotacién
del trabajo asalariado por una parte, y de la imposibilidad de super-
vivencia del sistema de produccién y reproduecién capitalista por la
otra. La convocatoria a la organizacién, a la unién y a la rebelién de
los oprimidos y de los explotados, conducidos por la nueva clase re-
volucionaria, el proletariado industrial, se incorporaba a un podero-
so analisis econémico e histérico y a la «critica de la economia poli-
ticay madurada en la atenta lectura y conocimiento de los clasicos del
pensamiento econ6mico. La teorfa de Marx, en la que hoy es fécil ad-
vertir los limites positivistas y «progresistas», las previsiones infun-
dadas y las contradicciones no resueltas entre «valor» y precio, de-
mostré tener una excepcional vitalidad y se convirtié en una fuerza
historica que se desarrollé en muchos aspectos auténomamente y a
INTERNACIONALISMO OBRERO Y MOVIMIENTO SOCIALISTA 249
veces en contradiccién con las convicciones y los propésitos de su
autor.
En lo gue atafie en particular a la teoria del valor y del plusvalor,
se ha dicho, por ejemplo —cualquiera sea la valoracién cientifica
gue se le quiera dar— que fue muy eficaz: «Dio a los dirigentes de la
clase obrera, en los paises alcanzados por su influencia, la sensacién
de estar no sélo de parte de la justicia, sino también de la razén. Marx
siempre habia sostenido que el socialismo no se formulaba como as-
piracién utépica, sino como doctrina cientifica, y parecia que esa exi-
gencia quedaba esencialmente satisfecha. La teoria marxista propor-
cioné un sistema, construido con una légica formidable, que resistia
a cualquier argumento que pudiera oponer quien no compartia los su-
puestos basicos, y logré relegar a las sombras el hecho de que los pre-
supuestos en si no estaban ni probados, ni eran susceptibles de de-
mostracién o de verificacién objetiva, como exigiria el método cienti-
fico. La teorfa marxista fue, en efecto, un poderoso simbolo en el que
creer y por el que actuat, y en este sentido pragmatico era “verdade-
ra” para el fin que se proponta» (Cole)
2. El movimiento socialista en Inglaterra,
Francia y Alemania
El marxismo triunfé en los partidos socialistas de Europa cont
nental después de 1889, con la fundacién de la Segunda Internacional,
de la que provienen los fundamentos ideol6gicos, y con el nacimien-
to, al cabo de pocos afios, de los partidos que se inspiraban abierta-
menie en esa ideologfa. Sin embargo, no hay que olvidar que en los,
dos paises occidentales, Inglaterra y Francia, en donde las estructuras
econémicas y sociales eran més avanzadas y la lucha politica se desa-
rrollaba en el marco de instituciones liberales y parlamentarias més
arraigadas, el marxismo, aun ejerciendo una notable influencia, no te-
nfa una posicién predominante ni exclusiva en el campo socialista.
En Inglaterra era particularmente fuerte el movimiento de organi-
zacién sindical, el tradeunionismo, pero en el plano politico se expre-
saba apoyando las corrientes reformistas de los partidos tradicionales
especialmente las tendencias radicales del partido liberal. Probable-
mente el marxismo contribuyé de manera determinante, a partir de
los afios ochenta, a orientar a grupos de obreros y de intelectuales,
asociaciones politicas de izquierda y sindicatos, hacia la formacién del
partido politico aut6nomo de los trabajadores que mas tarde seria el
partido laborista. Pero la ideologfa marxista, el principio de la lucha
de clases, la aspiracién y la expectativa, por no decir la accién revolu-250 1A EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914
cionaria, fueron marginales, mientras no sélo se confirmaba el espe-
cial tipo de relaciones con las Trade Unions, sino que adquitfan im.
portancia grupos filantrépicos de investigacion y accién social, come
la Sociedad Fabiana. Expresién de los intelectuales y profesionales
londinenses que, contra las impaciencias y los entusiasmos revolucio.
narios, se adherfan a la téctica contemporizadora del general romasto
Quinto Fabio Méximo (de quien tomabe nombre fa asociacin), los fa.
bianos realizaron gran cantidad de estudios sobre las condiciones so.
ciales y una penetrante obra de propaganda a favor de un socialismo
Froderado, reformista y gradual, que se concretaria ineludible y pact.
ficamente dentro de un régimen democritico. Por mas que la impor.
tancia del fabianismo haya sido subestimada frecuentemente en la his:
{oria del socialismo, indica la peculiar situacién inglesa y el peso que
¢n los enfoques politicos pudo tener un pequerio grupo de intelectua.
les y una asociacién privada que encontr6 en el matrimonio Webb, y
en el escritor George Bernard Shaw a algunos de sus representantes
ms notables y combativos,
También en Francia la situacién era especialmente compleja por la
presencia de antiguas tradiciones de lucha popula, de ideales iguali
{arios y socialistas y de multiples organizaciones. La corriente jacobi-
narblanquista, que podfa adherir a los ideales igualitarios de In revo.
lucién y la practica babuvista, si bien perdfa terreno en su version mie
grcaica, constitufa, junto con la tendencia proudhoniana --que se di-
ferenciaba de ella en muchos aspectos e incluso podia parecer total.
mente opuesta por la exaltacién de la accién esponténea—- un terme,
no fértil para nuevas doctrinas y précticas, como la accién directa o
le huelga general del sindicalismo revolucionario. Por otra parte, le
penetracién del marxismo se unfa a la confianza en las posibilidades
¥ en Ia capacidad de organizacién politica de la clase obrera yen el
empleo de la via parlamentaria y de las instituciones democriticas, el
rigido enfoque clasista hacfa, sin embargo, que el uso de las libertades
sburguesas» fuera puramente instrumental y marcaba una diferencia
con los socialistas que cosideraban irrenunciables esas libertades, con.
cebian la democracia como fin y no como medio, y pensaban gue era
posible la colaboracién con la «burguesia» en ef Parlamento ¥ en el
gobierno para llevar adelante una politica de reformas. Jaure cera
fuego, en Francia, un exponeate de este socialismo democritico, Pero,
gn este punto llegamos a las discusiones que se abriran en el ambite
de la Segunda Internacional, del marxismo y de los partidos socialic,
tas al finalizar el siglo.
En otros paises, como Ttalla, y sobre todo Espafia, a la difusion y
la hegemonia del marxismo en el movimiento papular y la todavia dé.
bil organizacién de los obreros industriales se oponta la persistencia
INTERNACIONALISMO OBRERO Y MOVIMIENTO SOCIALISTA 251
de tendencias anargustas,alentadas po a prédica ye eemplo de Ba
Kunin y sus seguidores, que parecian adaptarse mejor a una societ
todavia principalmente rural y escasamente organizada. a
fn Alemania, el prestigo y Ia fuerza del solademocracia se con-
solidaron com Ia resistencia que opuso sla tepresin antsocialsta de
Bismarck. La unidad conseguida en Gotha en 1875 de los socialistas,
partidarios de Ferdinand Lasalle con el grupo marxista conducido por
Wilhelm Leblnecht y August Bebel mostré ser vital. Bl programa de
Gotha habia sido criticado por Marx, pero sus amigos alemanes y
mismo, consideraron que no era oportuno hacer piblicas las eriticas
para mantener la unidad lograda, gue era e! resultado mas importan-
te. En efecto, al menos en el plano programatico, como lo demostr6
el congreso de Erfurt (1891), los marssts triunfaron plenammente, No
se puede decir, sin embargo, que el socialismo con sello nacional de
Lasalle no constuyese una idea fuerza destinada a obrar profund-
mi de cualquier posicién internacionalista.
seri cha contra ins Lees amseocttistas de Bismarck, pero mas atin
Ja estructura fuertemente cerrada y jerarquica de la sociedad alemana
dotaron de otra caracteristica a la socialdemocracia alemana: la cons-
sucin de una especie de cuerpo separado, también en el campo cul-
tural, con una doctrina propia que tendia a convertirse en una verda
dera fe, Eta homogeneidad cultural y esta posicién doctrinaria fue-
ron una gran fuerza que siguié animando, atin mds rigidamente
después de la revolucién bolchevique, a algunos de los partidos
marxistas y marxistas leninistas. En sociedades mds abiertas, como las
de Francia, Inglaverra e Italia la circulacién de las ideas fue muy am-
plia y contribuyé a debilitar las posiciones dogmaticas.
3. Organizaciones obreras y vida politica
n conjunto, lo que aparece como el rasgo fundamental de los afios
echentay noveaa os el euginiente y conwoldacin de orpantact
nes auténomas de la clase obrera en el plano sindical y politico en casi
todos los paises de Europa. Estas organizaciones, aunque tenian dis-
tots onigenes, se adherian, casa vex mts a unk onodoxis marnista
que se expresaba en las delaraciones de la Segunda Intemacional y
encontraba un modelo en el programa de Erfurt de la socialdemocra-
cia alemans, propsgado y comentado por Kautsy, ef mayor teérico
marxista de aquellos aiios. Cronolégicamente, el momento en que la
cucstion socal y las huchas obreas tenden a asumir nuevos cardcter
y dimensiones se puede ubicar entre 1889 y 1891. En el congreso
Paris de 1889 se funda la Segunda Internacional, que proclama el 1 de252 LA EDAD CONTEMPORANEA, 1800-1914
mayo jornada de lucha mundial de todos los trabajadores y reivind:
42 jornada laboral de ocho horas. En ese mismo ano finaliza la hack
88 general de los trabajadores portuarias de Londres, cuya victoria im.
prime un poderoso impulso a la difusién de las organizaciones sindi.
cales. También en 1889, los mineros del Ruhr, del Saar y de Sile
consiguen éxitos parciales por medio de la huelga y el apoyo de la op
nién pablica. 1891 es el afo del programa de Erfurt y de la Rerum Ne,
varum.
Ei uso cada vez mas frecuente de la huelga como arma, la propa-
Sanda socialista y la presencia de organizaciones politicas y sindicgles
Ge los trabajadores modifican los términos y el marco de Ia vida pa
tics introduciendo una serie de elementos nuevos. La tension social
ae regia: La reivindicacién obrera de mejores condiciones de vida y
dk trabajo, que en los aitos ochenta haba sido acogida con sintpatt,
por una parte de las clases dirigentes, y considerada una exigencia jus
{a que merecia una respuesta paternalista, asociada ahora a reivindh,
SAR ES Pllticas, a exigencias de reformas radicales y a la propagan.
da de ls lucha de clases, generan preocupacidn y endireciniientorwie
Frentian les contrastes. Las soluciones a los nuevos planteos y pio,
plemas podrén ser diferentes, pero la presencia y la patticipocron de
los trabajadores organizados se convierte en un aspecto caracterieting
de la sociedad de masas que esta naciendo,
jfambicn los empresarios y los empleadores se asocian y buscan
quebrar el frente sindical 0 con medidas paternalistas, o con la orga,
nizacion de «sindicatos amarillose, o «libres». Se reprimen o toleng
mal las manifestaciones del 1 de mayo. Se intenta lanzar 0 reintrocke
Sane [eeislacién que ponga trabas a las asociaciones obreras y cas,
tigue la huelga, Incluso en un pais libre como Inglaterra, una sealer,
22 de 1901 considera responsables a fos sindicatos y a los trabajado.
res de los perfuicios que las huelgas provocaban a las empresas Selo
£7 4306, una ley anul6 las barreras que esa sentencia habla opuesto
'a actividad de los sindicatos y a la lucha de los trabajadores
{La reaceién contra la organizacién de los obreros y las ideas so-
cialistas asumia un carécter policial y brutalmente represive alli dene
yas Instituciones liberales y democréticas eran mas recientes y nde
débiles. Es tipico el caso de Italia en los atios noventat el importante
sreraente de reivindicaciones campesinas de Sicilia en 1894, los fas.