LA MAGIA NEGRA
Y EL OCULTISMO
EDICIONES CEDEL
DE
JOSÉ ORIOL ÁVILA MONTESÓ
VILADRAU BARCELONA, 8
Gerona Apartado 5326
1968
© Jo sé O riol Á vila M ontesó, 1968
Printed in Spain
Impreso en España
INTRODUCCIÓN ..................................... 9
PRÓLOGO ........................................................... 13
INFLUENCIA DE LO MAGICO EN EL
HOMBRE, por J.L. Yzaguirre ........ 21
I. HISTORIA DE LA MAGIA ............. 41
Mesopotamia, 41. — Egipto, 49. — Gre
cia, 67. — Roma, 85. — La Edad Me
dia, 91. — Del Renacimiento a los
tiempos actuales, 100.
II. LAS ARTES ADIVINATORIAS ......... 109
Cafeomancia, 109. — Astrología, 117.
Radiestesia, 162. — Fisiognomía, 175.
Astragalomancia, 188. — Cartomancia,
190. — Catoptromancia, 195. — Oniro
mancia, 196. — Quiromancia, 204
III. ARTES MÁGICAS MENORES ......... 215
Acultomancia, 215. — Aeromancia, 215.
Alectromancia, 216. — Aleuromancia,
216. — Amniomancia, 217. — Beloman-
cia, 217. — Botanomancia, 217. — Cap-
nomancia, 217. — Cristalomancia, 218.
Eromancia, 218. — Garosmancia, 218.
Goemancia, 219. — Geromancia, 219.
Giromancia, 219. — Hidromancia, 220.
Quirognomonía, 221. — Otras formas
de adivinación, 221.
IV. LA ALQUIMIA ...................................... 225
V. LA CABALA ........................................... 231
5
VI. MAGIA NEGRA ..................................... 241
El poder del diablo, 243. — El aque
larre, 246.
VIL MAGIA NEGRA (continuación) ........ 263
Brujos y diablos, 263. — Confesiones
de brujas, 266. — Captura de brujas,
270. — Brujería en África, 273.
VIII. LAS SECTAS SECRETAS ................... 277
Los gnósticos, 277. — Los neo-gnósti
cos, 281. — Los francmasones, 282.
El Cristo esotérico, 294. — Los rosa-
cruces, 295. — Los polares, 297. — Los
martinistas, 297. — Los filósofos des
conocidos, 298.
IX. DEL MAGNETISMO AL HIPNOTIS
MO ........................................................... 301
X. EL ESPIRITISMO ................................ 309
XI. LOS PODERES OCULTOS Y LA PA
RAPSICOLOGIA ..................................... 315
APÉNDICES ....................................................... 321
ESPIRITISMO Y FRAUDE, por María
del Mar Capilla ..................................... 323
MAGIA Y SUGESTIÓN, por Urbano
Ortiz ......................................................... 329
EL SIMBOLO TRADICIONAL DE LA
MUERTE, por Luis López-Motos ....... 337
SELECCIÓN DE TEXTOS .................. 345
De las Ciencias Ocultas, por E. Levi.
347. — Artículos del Boletín del Insti
tuto de Metapsíquica Internacional de
de París ................................................... 351
RETRATOS ......................................................... 362
6
Al Doctor D. Lorenzo
Frutos Carabias, mi amigo
El autor
INTRODUCCIÓN
9
extensión y rica variedad, necesitaríam os, no una
o b ra ni dos, sino diez y quizás h asta veinte; tal es
el fabuloso y am plio m undo de lo mágico, Nos
hem os visto obligados, pues, a estrecharnos lo m ás
posible, teniendo p o r tan to que d ejar p asa r m u
chas cosas p o r alto y dedicar un espacio m ínim o a
o tras m uchas. Creemos, sin em bargo, que hem os
extraído, al m enos parcialm ente, los conocim ien
tos que pueden re su ltar m ás interesantes y m ás
del agrado del lector. E n ocasiones —ello nos ha
ocurrido, p o r ejem plo, con el capítulo «Las artes
adivinatorias»—, hem os tenido que vencer u n a
fu erte resistencia. Teníam os la sensación de que
estábam os com portándonos com o crédulos niños
al h ab lar de tal o cual m ateria. E stos son p re ju i
cios difíciles de sepultar.
Si entendem os p o r m ágico todo aquello que es
significativo, sorprendente, entonces habríam os de
decir con u n au to r fra n c é s : «La m agia está fuera
de nosotros; la m agia está dentro de nosotros; vi
vim os en lo mágico». Y, efectivam ente, así es. P or
que m ágico es el am or, m ágico el proceso de la
vida y de la m uerte, m ágico el cam bio de las esta
ciones; hay m agia en las m anos del pian ista y del
cirujano, m agia en las p alab ras del psicoanalista
y del sacerdote, m agia en la m irada apacible de
u n niño, en la m irad a perd id a e inexplorada de un
esquizofrénico, en la m irada tiern a de una m a
d re... «¡Vivimos en lo mágico!» Pero n u estro es
tudio no se va a b asa r sobre esa bella e inquietante
m agia que nos rodea, que nos acom paña cálida
m ente h o ra a hora, que nos hace sentirnos m ás
vivos cada día; n u estro m odesto estudio versará
10
sobre o tra m agia quizá m enos bella pero no por
ello m enos inquietante, no m enos sorprendente.
La m agia que n o sotros vamos a analizar, es aqué
lla que se desprende de ese esp íritu hum ano fuerte
y orgulloso, egoísta y am bicioso, que a rra s tra al
hom bre, afo rtunadam ente, a bu scar h asta el desfa
llecim iento de sus fuerzas, a q u erer conocer los
poderes ocultos de la naturaleza p ara servirse de
ellos, a desear desesperadam ente constituirse en
u n dios, en m ás que u n dios. Avance, progreso, ci
vilización, todo se debe a ese esp íritu siem pre
am ante de la investigación y la utilización, a ese
anhelo frenético y loco de levantarse p o r encim a
del com ún de la n aturaleza hum ana.
P ara llevar a cabo este reducido trab ajo , me he
servido de la colaboración de unas personas de
firm e y p ro fu n d a form ación. Mis com pañeros en
este m inúsculo viaje p o r el m undo de lo ignorado,
h an sido:
M aría del M ar Capilla (Escritora).
Luis López-Motos (Periodista - ensayista - di
bujante).
José Luis Yzaguire (Periodista).
U rbano Ortiz (Diplomado en Orientación psi
cológica y dibujante).
José M anuel Muñoz (Dibujante-pintor).
T anto ellos com o yo, nos vemos em bargados
p o r u n único deseo: que el lector no se sienta de
cepcionado. Si de verdad lo conseguim os, nos
qu ed ará la inm ensa satisfacción de que nuestro
tiem po no ha sido estérilm ente em pleado.
R a m ir o A . C a l l e .
11
«Quien fuera de las matemáticas puras
pronuncie la palabra imposible, carece
de prudencia.»
A rago
PRÓLOGO
13
capacita p a ra re p resen ta r o provocar artificialm en
te los fenóm enos observados. Aparece así la cien
cia experim ental o positiva que le perm ite p e
n e tra r en las p rim eras causas de los hechos h asta
entonces tenidos p o r m ágicos, es decir, ex trao r
dinarios.
La Ciencia, con m ayúscula, como pretenciosa
m ente la escribim os, com ienza su lucha co n tra la
m agia —lo desconocido— abriendo sucesivas p u er
tas al m isterio o, dicho de otro m odo, va alejando
en u n tran sfondo infinito, sin resolverlas, las in
cógnitas que en cerraro n y que fueron m otivo del
pánico de nu estros antepasados que se asom bra
b an de las fases de la luna.
Ese pavor y la soledad de los prim eros hom
bres, intervienen h ereditariam ente, todavía, como
factores fundam entales que condicionan la p ro
pensión hu m ana hacia la in terp retació n m ágica de
la N aturaleza.
Pensem os p o r un m om ento en la trem enda so
ledad de n u estro p rim er antecesor en el rem oto
p retérito , aunque reciente, sin em bargo, en la vida
del cosm os que nosotros apreciam os. Un pavor
instintivo y oscuram ente racional hubo de estre
m ecerlo al considerarse solo an te u n m isterio to
tal, en m edio de u n a flora im pasible y u n a fauna
hostil, en constante asechanza. Y m ás allá de la
m irad a sólo signos am enazantes. T erro r a lo des
conocido en un m undo poblado de enigm as ame-
d ran tad o res, próxim os y lejanos. Aunque, quizá, su
situación no difiera, en cierto grado, con la del
hom bre actu al que piensa en la m icroscópica cau
sa del cáncer y en la existencia tenebrosa de la
14
arm m atería, acaso com plem entaria o reverso invi
sible del m undo palpable. Y en virtual correspon
dencia, tam bién concebim os aquella soledad in ti
m idada en geografías recién habitadas, con el p e r
sonal desam paro que experim enta después de evo
lucionar y p ro liferar la especie hum ana, constitui
da p o r seres insolidarios en p erm anente estado de
pie de g u erra trib al, de clan y h asta personal. Es
el hom bre-fiera que m uchos m ilenios después,
cuando ya p resum e de salvaguardar norm as esta
blecidas de convivencia, se llam ará con razón «el
hom bre, lobo del hom bre». D esaparecen las p rá c
ticas antropofágicas y la «explosión» dem ográfica
presiona hacia la m u erte del feto; las guerras cre
cen, au n q u e m engüen las epidem ias y la «fricción
civilizada» p o r la lucha de la vida pone al hom bre
en con stan te contingencia. Y surge o tra selva te rri
ble y peligrosa, la llam ada «del asfalto». El nuevo
dios Moloc de la civilización exige, insaciable, los
m ayores sacrificios.
El hom bre, p o r d istintos m otivos, continúa ate
nazado p o r el m iedo y busca esperanza y p rotec
ción en los poderes naturales, sobrenaturales y
ex tran atu rales; cree en el prodigio, y desea con
fiar en algo que le p ro te ja com o últim o recurso
p a ra su salvación o alivio.
A través de su historia, el hom bre cam ina es
forzándose p o r c o n ju ra r sus m ales físicos valién
dose p a ra ello de todos los m edios, hum anos o
divinos, n atu rales o artificiales. Y a veces, acierta
positivam ente utilizando desacreditados procedi
m ientos prim itivos de curación.
H ab rá quien piense que estos m étodos resid
ió
tan ineficaces, pero ello no es así, a la luz m ism a
de la ciencia actual, y en térm inos generales, se ha
d em ostrado que al conocim iento popular, con con
ju ro s y ensalm os —colaboradores sugestivos de
los pro d u cto s natu rales— no suele faltarle veraci
dad. E n realid ad esas prácticas tenidas p o r falsas
indicaciones m ágicas re su ltan perfectam ente váli
das p a ra la ciencia objetiva y re p resen tan con
frecuencia el p u n to de p a rtid a o rien tad o r de gran
des descubrim ientos m édicos. B astaría citar el
caso de la quina o de la adorm idera, utilizadas en
rito s m ágicos de pueblos en estado prim itivo, en
tre u n a larga teoría de ejem plos aleccionadores
p a ra la soberbia científica. E n este orden, u n va
lioso caudal de experiencias clínicas h a sido re
cientem ente recogido en M anrique, del estado
venezolano de Cojedes. Y e n tre los indios colom
bianos de Chocó se h an podido com pro bar los
adm irables efectos, realm ente terapéuticos, del
im pacto de sugestiones, incluso hipnóticas, que se
salen de la n o rm al com prensión.
Según el d octor Cadavid, que h a investigado la
cu ltu ra aborigen de los indios chowe, de Colom
bia, el m édico hechicero —Jaibaná— p o r m edio
de u n trata m ien to cultural de base sofrónica (hip
nótica) ayudado p o r ciertas drogas alucinógenas y
estupefacientes, produce estados iniciales de clari
videncia, llevando al paciente a la absoluta certeza
de su curación. De este m odo el esp íritu del re
m edio o b ra sobre el esp íritu de la enferm edad.
E l citado doctor acaba de hacer u n llam am ien
to a los científicos am ericanos aconsejándoles en
ta b la r u n diálogo científico con las cu ltu ras tra
16
dicionales aborígenes y d ejar de considerarlas
absurdas, ridiculas o com o estupideces p rim i
tivas.
Si com o se afirm a o pretende, la ciencia d estru
ye las «apariencias» m ágicas, el hom bre no ten
d ría ya an te sí el denso bosque de interrogaciones
que le cierran la vista y h ab ría em ergido de las
originales tinieblas. Y aunque hiciéram os nuestro
el aserto de que el prestigio de la m agia term ina
donde llega la ciencia, hem os de pen sar que si ésta
no puede darnos explicaciones de p rim eras cau
sas, resu lta exiguo el triu n fo h asta ahora obtenido
an te la distancia conceptual infinita que les re sta
p a ra darnos la llave del M isterio, la idea aluci
n ante, m ad re de la hum ana angustia hacia la que
la m agia in ten ta rem ontarse.
De o tro lado, recu rrien d o al D iccionario de la
Lengua, la definición académ ica de la m agia que
reza: «Ciencia o a rte que enseña a hacer cosas
extrao rd in arias y adm irables», no expresa en ab
soluto que nos enseñe a com prender, sino a hacer,
del m ism o m odo que la ciencia objetiva nos ex
plica cóm o se im itan algunos fenóm enos naturales.
Acaso, así basados, podam os osar com prender
a u n a y o tra com o u n a alianza indestructible,
p rácticam en te reconciliadas y m u tu am en te cola
b o radoras, com o entrevem os en los estudios sobre
las co stum bres ancestrales de los indios chowe.
Pero, claro es que queda cam peando la duda.
La du d a que expresa una form a p ru d en te del te
m or, de ese tem o r p ad re de la idea mágica.
Q uerem os en señar desde u n punto de vista
antropológico que sólo cuando en su constante
17
evolución el h om bre haya alcanzado la plenitud
m ental, desarrollándose el volum en del cerebro,
esto es después de a d q u irir el ahora ángulo facial,
los 360 grados de la circunferencia, sím bolo del
infinito, le será dado a n u estro fu tu ro «desem e
jante», «rey de la creación», com prender el Todo,
explicarse el M ilagro. Esperem os que m añana, p o r
el agujero m ental que intentó a b rir E instein, p e
n etre la idea clara, sin vagos conceptos m ágicos,
de lo que hoy entendem os p o r el «más allá».
Hem os de d isen tir de la frase del personaje
goethiano: «el hom bre cree que el m undo acaba
cuando su razón no encuentra salida». Por el con
trario , estim am os que cuando al «ser pensante» le
faltan razones, las intuye locam ente o las sueña
p o r el cam ino de poesía, am biciosa siem pre de
infinito.
E l hom bre, el superhom bre —que es el poe
ta — puede ver el triángulo de la Divinidad en
cada tres estrellas no situadas en la m ism a direc
ción. Y aunque aceptem os el principio latino de
que «nada hay nuevo b ajo el sol», creem os que p o r
encim a del sol saltan, p o r arte mágico, las m etáfo
ras poéticas.
Y es que todo el a rte tam bién es mágico, e im a
ginam os que cuando el hom bre prim igenio o, di
cho con m ás propiedad, hom ínido, contem plase su
ro stro b ru ta l en cualquier lago o rem anso acuoso
—p rim er reflejo del a rte im itativo— no sería m a
yor su en can tada so rp resa que la de cualquier so
d om ita contem poráneo nuestro que guste de re
d escu b rir la b ru je ría inverosím il que realiza el
a rtis ta p in to r al conseguir tres dim ensiones, con
18
honda perspectiva, en la plana superficie del
lienzo.
Aún no acertam os a m edir com parativam ente
la auten ticid ad m ágica que en tra ñ an ciertos h e
chos reales, ap aren tem ente sencillos y claram ente
advertibles de otros velados a n u estra percepción
y entendim iento, característicos del ocultism o
p ro p iam en te dicho.
E stas ligeras consideraciones m arginales con
intención prologal nos sugieren, dentro del m arco
de las vivencias m odernas, la g rata lectura que
nos ofrece la o b ra de R am iro Calle, joven au to r
y no digam os «aprendiz de brujo» p o rq u e nos da
p ruebas de ser versado m aestro en el tem a p o r el
que su p lum a discu rre con desenvuelto aire fam i
liar. E n calidoscópica presentación de facetas in
citantes, la sucesión de los capítulos nos hace re
co rrer el sugestivo m undo del arcano o, p o r lo m e
nos, curioso y pintoresco, a veces, cuando se le ve
el tru co fácil a la superchería. Un m undo p a ra el
gozo de los ojos présbitas, en el borde del pensa
m iento onírico, tu rb io y atractivo com o la sim a al
vértigo.
Llam adas de la M uerte a la Vida y de la Vida
a la M uerte, tesis sostenidas con hipótesis, en el
pu n to lím ite de una zona indecisa psicosom ática
de im presiones y apariencias en la que los engaños
ópticos y las alucinaciones enferm izas o produci
das p o r agentes quím icos, juegan al ocultism o con
estupendas realidades, y todo anim ado p o r hadas,
gnomos, b ru jo s, m agos, nigrom antes, hechiceros,
taum aturgos, incluso ogros y otros personajes in-
identificables o fantasm ales que en estado propicio
19
de tran ce em ocional podem os odiar o am ar y en
otros m om entos los reconocem os como inofensi
vos y graciosos actores de un inocente y encanta
dor, si no encantado, guiñol infantil.
Luis L ó p e z -M otos
20
INFLUENCIA DE LO MÁGICO
EN EL HOMBRE
Prefacio por J o sé L u i s Y z a g u ir r e
21
ab ierto al pensam iento cristiano-católico u n a de
las m ás im p o rtantes vías de evolución p a ra el
ho m b re fu tu ro p artiendo de unos supuestos cien
tíficos de difícil com prensión pero susceptibles de
veracidad, si bien no totalm ente ratificados y ap ro
bados p or la Iglesia Católica que en ocasiones le
h a considerado como un posible h ereje en po ten
cia, sitúa la aparición del hom bre prim itivo en el
in terio r de Africa. Si continuáram os n u estra bús
queda de los orígenes del hom bre am pliando las
consultas a u n m ayor núm ero de científicos y sa
bios, seguiríam os probablem ente perdidos en las
m ás opuestas teorías pero m anteniéndose la m is
m a incógnita: n u estro origen. Y ahora yo m e p re
gunto : si científicam ente no pueden aclararnos el
nacim iento de la raza hum ana, ¿cómo po d rán ex
plicarnos la finalidad y el destino del hom bre? Cui
dado, no quiere decir esto que vayam os a rechazar
a la ciencia. Pero sí nos parece m uy im p o rtan te
m antenernos abiertos al conocim iento, libres de
prejuicios, fanatism os y teorías inam ovibles que
fren an estúpida y lam entablem ente el progreso de
la H um anidad. Tam poco debem os olvidar que los
m ás im p o rtan tes descubrim ientos, aquéllos de los
que se beneficia n u estra civilización, los que han
alargado la vida del ser hum ano y los que
h an ab ierto horizontes sin lím ites, h an sido, casi
siem pre, censurados y perseguidos p o r la llam ada
ciencia oficial del m om ento y p o r el inm oral fana
tism o de u n a supuesta m oral.
P ara el hom bre m edieval, el descubrim iento de
Am érica resu ltab a algo ta n m ágico y extraordina
rio como pueda parecerlo hoy al hom bre m edio
22
las posibilidades del Láser o los prodigios del áto
mo. Tam bién debe parecer m ágico e im posible al
hom bre, m u jer o niño que Adven, duerm en y pere
cen en las calles de C alcuta o Bom bay, roídos por
el h am b re y la m iseria, el m enú diario norm al de
u n europeo o de u n norteam ericano.
Los vilipendiados alquim istas de la E dad Me
dia, a cuyo crisol deben la Física y la Quím ica m ás
de lo que los científicos actuales se atreven gene
ralm ente a reconocer, eran considerados p o r sus
contem poráneos com o m agos o brujos. Los estu
diantes y profesionales de la A stronom ía que son
ríen ante la p alab ra m agia, suelen olvidar que los
p rim eros observatorios p a ra el estudio de las es
trellas se en co n traban en los tem plos de Caldea y
M esopotam ia y que sus estudiosos eran los sacer
dotes, o m ejo r conocidos p o r el nom bre de magos.
E n u n a de sus eruditas obras, el español E d
m undo González Blanco nos dice que «la palabra
m ago se deriva del griego mago y del caldeo mag-
dum, alteraciones de los térm inos mog, megh,
mag, que en lengua zenda significaban sabio, ex
celente, superior. La m agia era entonces no la ne
gación de la ciencia, com o im agina la m ayoría de
los profanos, sino la ciencia m ism a, pero en el
sentido de ciencia sintética e integral». Creo que
u n magnífico ejem plo podem os encontrarlo, den
tro del cristianism o, en la figura de los tres Reyes
Magos, que vienen de O riente siguiendo la estrella
que les conducirá h asta el Niño-Dios, al que ado
ra n ofreciéndole oro, incienso y m irra, en todo su
sim bolism o.
La m ism a m edicina psicosom ática ha ido ínti-
23
m ám ente unida a la m agia, desde los poseídos del
Antiguo y Nuevo Testam ento, a los casos de b ru je
ría o m agia curativa de n u estra E dad Media, p a
sando p or las curaciones de Paracelso, enciclope
d ista suizo nacido en 1493 y m uerto en 1541, tras
u na vida dedicada a la búsqueda de la sabiduría
y cuyos descubrim ientos sobre la energía m ental
sirvieron de base al conocim iento del m agnetism o
m oderno, que encontró un seguidor en el zapatero
alem án Boehrne (1575-1624), seguido m ás ta rd e p o r
el célebre m édico alem án M esm er (1733-1815),
a u to r de la d o ctrina del m agnetism o anim al, que
p recedía sus curas de u n a p u esta en escena casi
circense, que term inó p o r sum irle en el descrédi
to; h asta llegar a la aparición del cirujano de Man-
chester, B raid (1841), fu ndador de la escuela hip
nótica, dando al hipnotism o utilización tera p éu ti
ca, p a ra germ inar en la figura del pro feso r Char-
cot, m aestro de Freud, que en 1875 o p eraba con
sus discípulos en los histéricos de la S alpetriére.
C harcot consiguió darle a la hipnosis u n a base
m ás científica, liberándola en p a rte del oscuran
tism o en que estaba envuelta. La psicofisiología de
C harcot d ejaba algunas lagunas que fueron m edio
cub iertas p o r los hom bres de la escuela de N ancy
y prin cip alm en te p o r sus m iem bros Liebault, Ber-
heim y B rem aud.
E n este b u sca r casi m ágico en el alm a del
hom bre, llegam os al judio vienés F reud, probable
m ente el m ás atrevido y audaz investigador de ese
m isterioso m undo interno que hay en cada ser h u
m ano, y que abrió posibilidades de com prensión
h asta entonces insospechadas con su teoría del
24
psicoanálisis. Y he aquí lo paradójico, uno de sus
discípulos, el suizo Cari G ustav Jung, se a p a rta de
lo que p a ra F reud es la fuente fundam ental de los
desarreglos m entales y vivenciales, la sexualidad,
y se dedica al estudio científico de lo mágico, p ro
fundizando en las leyendas y m itologías, en las re
ligiones p erdidas y nial conocidas, y en las des
concertantes técnicas orientales de liberación y
perfeccionam iento, tales com o el Yoga y el Zen,
así com o en la m ística cristian a e islám ica, p ara
descubrir, a trav és de los sím bolos repetidos o si
m ilares de la H um anidad, aún en los m ás lejanos
países, épocas, razas, religiones, rito s o costum
bres, ese m ágico y desconocido com pañero de la
existencia hu m an a que es el Arquetipo.
E l gran psicólogo P ierre Daco, define m agnífi
cam ente el A rquetipo en su o b ra en francés «Los
triunfos del Psicoanálisis»:
«En la experiencia religiosa com o en el am or,
sentim os u n a presencia que, a la vez nos invade y
nos sobrepasa. Así sucede cada vez que tom am os
contacto con la realidad. Eso real, con lo que en
tram o s en com unicación, lo sentim os presente, es
cierto, p ero al m ism o tiem po debe qu ed ar en lo
O tro, es decir, lo desconocido, lo m isterioso, lo
inagotable. E n el conocim iento, en la religión, en
el am or, se desvela en nosotros u n a presencia;
pero al m ism o tiem po esta presencia perm anece
velada p a ra prolongarse en el infinito; y nosotros
no term inarem os jam ás de descubrirla. Por eso, al
lado de ideas claras, bien definidas, que expresan
lo que hem os percibido de esa presencia, es p re
ciso que haya im ágenes, sím bolos, que son como el
25
cordón um bilical y la m atriz donde se engendran
n u estro s pensam ientos claros. La grandeza de
C. G. Jung es h ab er descubierto en las p ro fu n d id a
des de ese cosm os que es n u estra vida, los A rque
tipos, que son com o las nebulosas del universo
a stra l de donde surgirán los diferentes sistem as
p lan eta rio s...
»Los A rquetipos son el Ser que com ienza ya a
tem atizarse; es la m ateria prim itiva de las ideas
fu tu ras; es el tronco de m adera b ru ta que puede
convertirse, en tre las m anos del obrero, en m ue
ble, estatu a o venablo. P or lo tanto no hay que
ex trañarse de en contrar, en el origen de los fenó
m enos religiosos, los m ism os A rquetipos, los m is
m os sím bolos que volverem os a en co n trar como
base de o tras experiencias hum anas, tales como el
am or, la vida social, el arte...»
Vemos pues, que no podem os desentendem os
de la m agia, p o r así llam arlo, en esta m ágica ex
periencia que es la existencia hum ana.
Pretendem os realizar u n breve recorrido sobre
la influencia que h a tenido, tiene y te n d rá lo m á
gico en este devenir, en este intento de realizarse
que todos sentim os con m ás o m enos intensidad,
y del que no podem os su straern o s si tenem os en
cu enta el vertiginoso aceleram iento que nuestros
inventos y descubrim ientos han im puesto al pla
n eta que habitam os.
Si consultam os u n diccionario, vemos que la
definición de magia es: Ciencia o a rte que enseña
a h acer cosas extraordinarias y adm irables. E n
canto, hechizo o atractivo; mágico, ca: P ertene
ciente a magia. M aravilloso, estupendo. E stá claro
26
que si hacem os caso de esta definición, vivimos en
un m undo mágico, rodeados e influidos p o r estí
m ulos igualm ente m ágicos. H asta la economía,
ciencia m oderna y antigua a la vez, que parece ser
la fuerza p red o m in ante y m undialm ente com pren
dida, dom ina y es dom inada, gracias a la m agia de
esa dulce, in sinuante y constante hechicería que es
la Publicidad.
R esulta tristem en te paradójico que nosotros,
los hom bres del siglo veinte, que hem os recibido
una herencia fabulosa (legada p o r u n a legión de
locos geniales, de intrépidos buscadores, de in
com prendidos que quisieron com prender; hom
bres fam osos y desconocidos, ignorados en el p re
sente, cuando ellos precisam ente supieron com
p re n d er y crear el m añana), no sepam os utilizar
nu estro s conocim ientos, o lo que es peor, no
deseem os p o n er en juego los m edios que la m ági
ca ciencia nos b rin d a p a ra d ar de com er y beber
a los cuerpos y espíritus de tan to s m illones de se
res que perecen p o r falta de alim entos físicos, edu
cativos, y espirituales. Sin em bargo, a través de la
Publicidad, sabem os perfectam ente cóm o crear
necesidades innecesarias, influim os en las costum
bres, en la m oral, en los pensam ientos y p o r tanto
en las obras de otros seres hum anos. ¡Y con qué
perfección! ¡Cuántas veces no nos habrem os sor
pren d id o com prando cosas que no necesitam os;
ojeando revistas en idiom as que no com prende
m os, p ero cuyas bellas com posiciones publicitarias
nos atraen, excitan y se d u c e n !
Tenem os m uchos poderes m ágicos a nuestro
servicio. Podem os utilizar la sugestión en una
27
cam paña de Prensa, lanzar discursos y m archas
m ilitares a través de las ondas de radio y enviar
a hom bres a m atarse en tre sí; h a b itu a r al tabaco
y al alcohol p o r m edio de una hábil publicidad.
Seguim os con lo paradójico; decía antes que la
econom ía dom inaba y era dom inada por la p ubli
cidad. Me explicaré. El alcohol y el tabaco son
dos m agníficas fuentes de riqueza; crean puestos
de trab ajo , pro porcionan u n río de dinero en fo r
m a de im puestos y rinden magníficos intereses al
capital invertido. Visto así, es m uy ú til extender
su consum o. P ero... el uso hab itu al del alcohol y
del tabaco aco rta la vida y es causa de enferm eda
des sin cuento que perju d ican a esa m ism a econo
m ía que p reten d ían favorecer. Ante este sim ple
ejem plo, en tre tantos otros com o po d rían citarse,
h ab ría razón p a ra preg u n tarse si no estarem os
haciendo m agia negra sin darnos cuenta. Sabem os
que aquél que se dedica a la m agia con fines ne
gativos, corre el peligro de que los poderes con
los que p reten d e dom inar a los dem ás se vuelvan
co n tra él m ism o. Tal vez no fuera ninguna to n tería
el psicoanalizar n u estra llam ada civilización con
tem poránea.
Claro que tam bién es cierto que los hom bres
casi siem pre hem os sido diestros en el extraño
a rte de em plear m al n u estro s poderes. Ya en el
siglo xv an tes de Cristo se hacía m agia negra en
E gipto. E n u n curioso pap iro (escrito p o r Thutm es
en tiem pos de Ram sés III, últim o m onarca de la
décim ooctava dinastía) que se conserva en el Mu
seo B ritánico, vemos cóm o en ocasiones el sacer
dote hacía exorcism os al Kha de la m om ia o ca
28
dáver p a ra q u itarle su lib ertad y esclavizarle. El
K ha era el n om bre que daban los egipcios al cuer
po astral, llam ado p o r los chinos H auen y p o r los
hindúes B hut. Y aquí entram os en el alucinante
m undo de unos m isterios no tan lejanos del racio
nalism o m oderno com o en ocasiones creem os. Si
leem os que u n yogui h a salvado la vida de una
p erso n a tran sm itién dole p a rte de su energía vital,
sonreím os con suficiencia e incredulidad; sin em
bargo, estam os h ab ituados a la utilización bene
ficiosa de las transfusiones de sangre y adm itim os
con n atu ralid ad el que u n a persona haya renacido
y salvado su vida m erced a la inteligente sugestión
de algún conocido p siquiatra, o p o r o b ra y gracia
del Am or o la A m istad que le h an devuelto la fe
en la vida y los deseos de existir.
Me p arece in teresan te a este respecto lo que el
o rien talista Chabas opina en su traducción del
papiro llam ado de «H arris»:
«Sin re c u rrir a las im ponentes cerem onias de
la v arita de H erm es, ni a las oscuras fórm ulas
de u n im p en etrab le m isticism o, u n hipnotizador
puede en nu estro s días, con unos cuantos pases,
p e rtu rb a r el organism o del sujeto, inculcarle el
conocim iento de lenguas extrañas, tran sp o rta rlo a
lejanas tierras, in tro d u cirle en secretos lugares,
adivinar el pensam iento de los ausentes, leer ca r
tas cerrad as, etc.... El an tro de la sibila m oderna
es u n m odesto gabinete; y en vez de trípode dis
pone de u n velador, de u n som brero, u n plato,
cualquier o bjeto del a ju a r m ás ordinario; pero el
hip n o tizad o r de hoy supera al oráculo de la an ti
güedad, ya que éste únicam ente hablaba, y el
29
oráculo de n u estro s días escribe sus respuestas.
Al m an d ato del m édium los espíritus de los m u er
tos m ueven el objeto y los autores de pasados
siglos nos entregan obras escritas p o r ellos m ás
allá de la tum ba. Los lím ites de la credulidad h u
m ana no son hoy m ás estrechos que lo fueron en
la au ro ra de los tiem pos h istóricos... Como la te
ratología es actualm ente u n a p a rte esencialísim a
de la fisiología general, así las presu n tas ciencias
ocultas ocupan en los anales de la H um anidad un
lugar que no d eja de ten er im portancia, y atraen
p o r m ás de u n m otivo la atención del filósofo y
del historiador.»
N atu ralm en te no estam os totalm ente de acuer
do con las ideas del o rien talista Chabas, m ucho
m enos aún en cuanto que reina en ellas un ligero
confusionism o; pero sí hem os de reconocer que en
p a rte —siem pre ateniéndonos a lo dicho— le
sobra la razón.
E l m undo negro o de origen negroide, es uno
de los que m ejo r conserva, aún den tro del m ás
reciente m odernism o, u n a raíz y u n a percepción
de los poderes que el parapsicólogo atrib uye al
ho m b re prim itivo. La m úsica y los ritm os negros,
o sus derivados negroides, ejercen desde hace lus
tro s u n a au tén tica e irresistib le atracción sobre
las m ás d istin tas naciones y personas. Se diría que
estas m úsicas y ritm o s responden a u n a especie de
eco an cestral del inconsciente m undial colectivo,
h asta el p u n to de que suelen ser asim ilados y eje
cutados con igual o m ayor pericia p o r individuos
no p ertenecientes a la raza negra. Tam bién es
digno de o b servar cómo la raza negra excita por
30
lo general, con la negligente vitalidad de sus m o
vim ientos con sus rasgos en tre apasionados e in
fantiles, la sexualidad de las o tras razas. Y es que
tal vez fuera necesario devolver a la triste y vicio
sam ente acom plejada y «supercivilizada» sexuali
dad occidental la vital e ingenua vehem encia, la
apasionada alegría que caracterizan las relaciones
sexuales en tre los pueblos prim itivos; o al m enos,
lib erar al sexo, com o a tan ta s o tras cosas, de los
tab ú s y com plejidades m entales que contribuyen
a la situación n eu rótica de la existencia m oderna.
31
negra de u n m edio am biente prefabricado, se deja
conducir y llevar p o r u n a sociedad estereotipada
que sólo le perm ite com o p ráctica «vudú» de re
surrección som eterse a u n a Ciencia cada vez m ás
deshum anizada.
El aceleram iento científico y las enseñanzas
univ ersitarias se tecnifican olvidando el espíritu
del hom bre, h a sta los a rtista s se superintelectua-
lizan. E l h om bre m oderno, que h a conseguido
vencer tan tas enferm edades, no sabe vencer la
neurosis, que poco a poco va intoxicándole; es
entonces cuando acude al b ru jo o m ago m oderno,
que es el p siq u iatra o el psicoanalista. En el ú l
tim o Congreso M undial de P siquiatría, celebrado
en M adrid, Freud, el cread o r del psicoanálisis,
fue, a p esa r de las teorías nacidas después de su
m uerte, el m ás im p o rtan te y vigente protagonis
ta. H asta los fisiólogos ratificaron la im po rtancia
de los descubrim ientos realizados p o r Sigm und
Freud.
E l psicoanálisis es u n a especie de «Com andan
te Cousteau» buceando en el océano del subcons
ciente hum ano, p a ra e n c o n trar la verdadera e
ín tim a fuente de sufrim ientos de cada ser. El psi
coanálisis ayuda al hom bre a en co n trarse a sí
m ism o y con su sociedad, y esto sí que es u n a
v erdadera técnica m ágica que, en co n tra de lo
que los m al inform ados opinan, «podrá renovarse,
pero jam ás en terrarse», com o dice R am iro Calle.
Pues cierto es que hay psicoanalistas que hacen
m agia negra, pero no porque haya setas veneno
sas la H um anidad h a dejado de com erlas. Por
o tra p arte, el sacram ento de la confesión en la
32
religión católica, es u n a clara m u estra de psico
terap ia analítica.
33
2
Opino que el Haíha-yoga debe ser el punto de p a r
tid a p ara llegar a j'Ogas m ás trascendentales, pues
nos p roporciona u n cuerpo sano y arm onioso.
O tros yogas son:
34
E n cuanto al Zen, voy a sintetizar u n trab ajo
realizado p o r R am iro Calle y p o r m í hace algún
tiem po y destinado a unas publicaciones ibero
am ericanas :
35
en el siglo vx, aunque los zenistas sostienen que su
fu n d ad o r fue el G autam a B uda y que en el Zen
se en cu en tran inm ersas sus auténticas enseñanzas,
de lo que deducen que el actual budism o no es
sino u na degeneración de la verdadera ''d o c trin a”.
Pero dejarem os este ap u n te histórico y tratarem o s
de explicar de sus dificultades aquello que sus
practican tes entienden p o r Zen, sin olvidarnos de
que es asistem ático y contrario a toda divagación
filosófica.
»E1 Zen p a rte del supuesto de que tra ta r de
localizar la verdad fuera de uno m ism o es to tal
m ente estéril, dada la relatividad de los sentidos.
El cam ino m ás aconsejable p a ra llegar a la verdad
es el sum ergirse en uno m ism o. Esto nos recuerda
las p alab ras de san A gustín: "Cuando quieras
en co n trar la verdad introdúcete en ti m ism o. Ahí
hab ita la verdad.”
«Im aginam os la so rp resa del lector si ahora
escuchara de boca de un zenista:
»—¿Y qué im portancia tiene la verdad?
»—La verd ad es la razón de la vida —respon
d ería el lector.
»—¿Y qué im portancia tiene la vida?
»—M ucha, pues inm ersos en la vida podem os
en co n trar a Dios.
»— Y ah o ra la preg u n ta zenista sería:
»—¿Y qué im portancia tiene en co n trar a Dios?
«Algún lector p erd ería la paciencia (si no la ha
perdido ya) y preguntaría:
»—E ntonces, ¿qué tiene im portancia p ara
usted?
»—E l carbón.
36
»—¿Por qué?
»Y ah ora la resp u esta sería totalm ente descon
certante:
»—Porque el carb ón es verde.
«N uestro curioso lector ya h ab rá com prendido
que p o r el cam ino de la lógica jam ás entendería
el Zen ni al p ractican te zenista.
»E1 Zen tra ta de cam biar el punto de vista y
actitu d m ental del practicante, aniquilando los
opuestos (calor-frío; am argo-dulce) e im pulsán
dole a trascen d er la m ente p a ra en co n trar en sí
m ism o toda su energía intuicional, rom piendo con
todo proceso intelectivo. Así accederíam os a una
nueva, d istinta, pero m ás auténtica form a de exis
tencia. Alcanzar tal estado —poco claro p a ra la
m en talid ad occidental— recibe el nom bre de Satori.
»A quienes nos preguntasen ¿qué se experim en
ta en el S atori?, les contestaríam os preguntando
a su vez: ”¿A qué sabe el agua?” Difícil ¿verdad?
Pues im aginen que nunca han bebido agua.
«Vamos a dar u na definición de las usadas p o r
el m ás im p o rtan te divulgador del Zen, Daisetz
T eitaro Suzuki:
”E1 Zen es, en su esencia, el a rte de ver claro en
la p ro p ia naturaleza. M uestra el cam ino que con
duce de la esclavitud a la libertad. H aciéndonos
b eb er en la fuente m ism a de la vida, nos libera de
todos los yugos que, siendo com o som os seres
finitos, soportam os en este m undo. Se puede decir
que el Zen libera todas las energías n atu rales al
m acenadas en cada uno de nosotros y que, en
circunstancias ordinarias, son derivadas de su
expresión n o rm al.”
37
»E1 Zen h a sido tran sm itid o entre sus p ra cti
cantes a través de los siglos de form a oral o por
representaciones plásticas.
»Si pudiéram os establecer alguna com paración,
m encionaríam os com o posible equivalente de Sa-
to ri la "revelación” obtenida p o r los m ísticos cris
tianos, los santones m usulm anes, el "N irvana” de
los b u d istas y el "Sam adhi" de los yoguis, y como
p alab ra occidental lo traduciríam os p o r "Libe
ració n ”.
»Los m edios utilizados p a ra llegar al S atori
son en p rim er lugar el Koan y el Mondo, si bien
existen escuelas zenistas que los rechazan y ase
guran que no es necesario ejercitarse en estas
prácticas.
»E1 K oan consiste en el planteam iento de un
problem a de im posible solución lógica con el que
el m aestro p reten d e a c o rta r el cam ino del alum no
hacia el S atori. La im posibilidad de lógica solu
ción p o d rá ser com probada p o r el lector en los
ejem plos de Koans que citam os:
—Todo es reducible a uno, pero ¿qué es redu-
cible a ese uno?
—Todos conocem os el sonido producido p o r
dos m anos que se unen en u n a palm ada. Pero
¿qué sonido p roduciría una sola m ano?
La influencia del Zen en el Japón es ta n im
p o rtan te que se en cu en tra den tro de su vida
habitual. C ierto que hay m illones de japoneses
que no son zenistas y que ignoran incluso la exis
tencia del Zen; pero no p o r eso d ejan de vivir, sin
darse cuenta, de una form a que podríam os llam ar
zenista. La decoración de sus casas está influida
38
p o r la idea Zen; los célebres jardines japoneses,
cada vez m ás im itados en Occidente, en los que
sus com ponentes son piedras, rocas, arena, tro n
cos petrificados, fueron concebidos en sus oríge
nes com o lugares de m editación p ara llegar al
Satori. Igual ocu rre con la cerem onia del té, planta
ín tim am ente ligada al Zen, o con el bello arte de
la colocación y arreglo de las flores. Incluso las
artes m arciales, com o el a rte de la esgrim a o el
arte del arco, e incluso la defensa personal que
lam entablem ente h a degenerado en el com erciali
zado Judo, nacieron com o sendas y vehículos del
Zen...»
39
I
HISTORIA DE LA MAGIA
M eso po ta m ia
al
p ren d id a en tre el Tigris y el E ufrates, vivían en
u n a co n stan te zozobra. No son ya únicam ente los
dem onios y espíritus m alignos los que resultan
peligrosos y pueden a c arrear la desgracia y el
dolor, sino tam bién todos aquellos seres hum anos
que estén investidos de u n a serie de poderes ocul
tos y se sirvan de ellos p a ra d estru ir. La m agia
negra, de tal form a, se levanta com o u n m uro
infranqueable e inderrum bable; solam ente algunos
encantam ientos y prácticas m ágicas pueden ate
n u ar, jam ás anular, su im placable influencia.
E xisten espíritus buenos y m alos, com o existen
buenos y m alos dioses que controlan a dichos es
p íritu s. Es necesario, pues, e sta r a bien con los
dioses bondadosos y bu scar su protección, y p ara
ello se re cu rre a la realización de m uchas y di
versas categorías de sacrificios y confusos rituales.
A m edida que avanza el tiem po, esa m entalidad
prim itiv a que se inclina p o r el dualism o (lucha
en tab lad a e n tre las fuerzas del m al y del bien),
p ro g resa y evoluciona considerablem ente. Los
sacerdotes com ienzan a h ab lar de una divinidad
suprem a, de la cual surgen o tras divinidades de
carácter m ás inferior. Sin em bargo, el esp íritu y
la idea de lo m ágico p ersiste firm em ente en lo m ás
pro fu n d o del ser hum ano. Las fórm ulas m ágicas
y los encantam ientos se m ultiplican incansable
m ente, surgen los adivinos y taum aturgos y a casi
todo lo existente se le im prim e u n carác te r m ági
co. Los anim ales de las m ás diversas especies; el
fuego; la lluvia, los relám pagos, los truenos y
dem ás fenóm enos atm osféricos, todo tiene un
sentido característico de presagio, todo está ahí
42
p o rq u e así está convenido, sucede así porque in
dudablem ente quiere indicar algo.
Las p rácticas adivinatorias adquieren tam bién
m ucha im p o rtan cia en M esopotam ia. P ara p redecir
el fu tu ro los m agos se servían de la colocación de
las estrellas, de la form a en que rem o n tab a el
vuelo d eterm in ad a ave, de la dirección que tom a
b an las flechas al ser disparadas y de otros m u
chos procedim ientos tan carentes de lógica como
los ya citados.
43
— Kaschin: eran propiam ente los sacerdotes y
estab an encargados del estudio de la religión y
del culto a las divinidades.
— Gazrim: su m isión consistía en el estudio
de los astro s y sus influencias. A bundaron m ucho,
ya que la Astrología era considerada una de las
ciencias m ás preciadas.
44
que él hace que vuelva a b rillar lo que se h a ap a
gado, que resucite lo m uerto, que reverdezca lo
m archito.
45
prem o n ito rio de los sueños; la m ism a Biblia nos
habla de ello en m ás de u n a ocasión.
46
Y cien p rácticas m ás que nos abstendrem os de
en u m erar p a ra no fatigar al lector, pero que h a
cían el deleite de los caldeos, pues recreaba su
m aniático afán de interpretación.
47
ángulos estuviese en correspondencia con los cua
tro p u ntos cardinales. Cada uno de sus pisos tenía
el color de uno de los siete planetas. Así:
48
F ig. 1. Osiris y los cuatro hijos de H orus.
E g ipto
Religión
49
que podem os considerar en p arte la religión egip
cia como politeísta. Y decim os en p a rte porque
estam os altam ente convencidos de que esto sirve
solam ente p ara aquéllos que estaban poco ins
tru id o s y eran dados a ad o rar toda figura u objeto
que se les presentase.
E n tre las fuerzas que se veneraban cabe des
tacar:
50
Fig. 3. Sacerdote abrigado con u n a piel de p antera p a ra conseguir
el p oder del anim al.
51
— Aten, que es el disco lum inoso que se form a
alred ed o r del Sol.
— Hor.
— Shu.
52
— Nut, que era el cielo.
— Tifón, que se rep resen tab a en u n a cabeza
de cocodrilo y que era de naturaleza destructiva.
53
un id ad fu n dam ental del ser divino, se lee expre
sado en térm inos categóricos y enérgicos en los
textos que se rem ontan a esta época. Dios es Uno
y Ünico, existe p o r excelencia y vive en sustancia,
siendo el sólo generador en el Cielo y en la Tierra.»
Lo cierto es que m agia y religión estaban estre
cham ente unidas en E gipto y que am bas se influían
recíprocam ente. Un signo, u n a palabra, un gesto,
todo ad q u iría una im portancia capital.
— Un alm a.
54
Sobre esta teoría, am pliam ente discutible y
discutida, está basada toda la m agia en Egipto.
Vamos a estudiar, pues, con m ás detenim iento y
precisión estos elem entos que constituyen al ser
hum ano.
Poco se puede decir del cuerpo físico, m ás o
m enos suficientem ente conocido p o r todos. Es el
conjunto de órganos, carne, huesos y m úsculos
destinados a desaparecer poco tiem po después de
que la vida lo h a abandonado. Es u n m edio de
expresión en la tierra , u n a form a de com unica
ción, pero, p o r lo dem ás, totalm ente inútil una
vez h a cesado la vida.
55
Como m ás adelante analizarem os, los espiritistas
creen firm em ente no sólo en este elem ento sino
tam bién en la posibilidad de que se m anifieste 3'
pu ed a ser v entajosam ente consultado.
E n infinidad de bajorrelieves egipcios se puede
observar cóm o el a rtista no se conform aba con
re p resen ta r el cuerpo físico sino que tam bién lo
hacía con el astral, éste siem pre colocado detrás
de aquel.
E l Kha, d u ra n te la vida, estaba separado del
cuerpo físico y se creía que se hallaba en el cielo
o en el espacio. Sin em bargo, los lazos en tre el
cuerpo físico y el a stra l jam ás quedaban rotos,
ya que el Kha es el que infunde la vicia en el físico
y éste sin aquel carecería de toda fuerza vital.
A la m u erte del cuerpo físico el Kha descendía
a él. Los egipcios ponían especial atención y cui
dado en em balsam ar el cuerpo del recién fallecido,
p a ra que así el Kha lo encontrase en buenas con
diciones y se uniese a él, con lo que com enzaba
u n a nueva existencia m ucho m ás prolongada.
Cuando el cuerpo había sido debidam ente em
balsam ado era llevado a la siringas, lugar confor
tab le y cuidadosam ente construido en el que po
d ría descansar perfectam ente y perm anecer en
contacto con los K has de los antepasados y fa
m iliares.
Una vez el cuerpo en la siringas, se procedía al
ritu al req uerido p a ra que así el Kha descendiese.
Com enzaba entonces u n a com plicada cerem onia,
que era h arto m ás com plicada cuanto m ás fam oso
e im p o rtan te h abía sido el difunto.
La m om ia era cuidadosam ente guardada, con
56
el fin de que perm aneciese in tacta y el Kha p u
diese m anifestarse. E sta es la razón p o r la que las
tu m b as egipcias eran a pru eb a de bala; es decir,
au ténticas fortalezas inviolables e inderrum bables.
El lugar en donde la m om ia era colocada se lla
m aba estancia m o rtu o ria y era totalm ente ta
piada, a excepción de u n a pequeña a b e rtu ra que
servía p a ra in tro d u cir los alim entos necesarios al
difunto.
¿Alimentos necesarios p ara el difunto? Sí. Para
los egipcios la m u erte no era tal, solam ente era un
extraño viaje, u n p asa r a o tra form a de existencia.
El Kha se u n ía al cuerpo y seguía viviendo; era,
pues, necesario que se alim entase, razón p o r la
que los fam iliares del difunto le llevaban alim en
tos y aguas y tam b ién en ocasiones — ¡lo que hace
la fe!— alhajas y otros m uchos objetos valiosos.
Cuando el difunto no tenía fam iliares, de esta
m isión se encargaban los sacerdotes, siem pre ob
servando una serie de rito s que carecen totalm ente
de im portancia.
Los egipcios, obsesionados p o r la concepción
del Kha, pen saro n en todo y se preg u n taro n qué
sucedería en el supuesto de que alguna vez la
m om ia fuese destruida. ¿Dónde iría entonces el
«famoso» Kha? H abía que en c o n trar u n a solución
p ráctica y p a ra ello desataron su fantasía. ¡Pre
cauciones, había que to m ar precauciones! Y las
tom aron. Se autoconvencieron de que el Kha po
día co n tin u ar p erfectam ente existiendo aunque no
hubiese m om ia, pero, eso sí, siem pre que se con
tase con u na im agen altam ente fiel del difunto.
E sta es la razón de que en las estancias m o rtu o
57
rias se hayan encontrado estatuas; estas estatuas,
fiel im agen del m uerto, servían de soporte al Kha
y, p o r consiguiente, suplían al cuerpo. De tal form a
el Kha jam ás podía qu ed ar sin sostén, pues m uy
m ala fo rtu n a debía h a b e r p a ra que cuerpo físico,
ya m ejo r direm os m om ia, y estatu a quedasen des
truidos.
M ucho se h a hablado, y seguram ente se h a
blará, de dichas estatuas. Se les ha atrib u id o gran
des y fantásticos portentos, en tre otros la facultad
— ¡qué im aginación!— de hablar. Y vam os segui
dam ente a tra n sc rib ir unos hechos que re la ta
Gerin-Ricard en su conocido libro Historia del
Ocultismo.
«En el tiem po de la reina Hatshepsut —escri
be— d u ra n te u n a cerem onia, la e statu a de Amón
descendió de su pedestal y recorrió la sala p a ra
detenerse an te u n a joven que debía ser m ás tard e
Tuthmosis III. O tro ejem plo: La víctim a de u n
robo se dirigió a la m ism a estatu a con el fin de
en co n trar al ladrón. D urante una procesión la es
ta tu a indicó, con un gesto de cabeza, el escondite
del bandido, donde se descubrió tam bién su botín.
Y he aquí todavía o tro prodigio: Un obrero estaba
en litigio con u n vecino a causa de la propiedad
de una casa. Dirigiéndose a la estatua, exclam ó:
"¡Ven en m i ayuda, tú, m i gran Sol!”, y la e statu a
resolvió el conflicto, dando su opinión con u n m o
vim iento de cabeza en favor de su invocador. O tro
pi'odigio: Un sacerdote de Amón era sospechoso
de h ab e r com etido sustraciones frau d u len tas en
el granero del dios. El dios decidirá si había ro
bado o no. Se red actaro n dos textos. E n el prim e
58
ro se p reg u n tab a a dios si el sacerdote "estaba en
posesión de alguna cosa que no se pudiese en
c o n tra r”; en el segundo, si "no estaba en posesión
de n ad a de lo que no se podía en c o n trar”. E viden
tem ente, el dios eligió aquel que declaraba ino
cente al sacerdote...»
Y escribe m ás adelante:
«Hubo en todas las épocas quien se m o strara
escéptico en lo que respecta a estas estatuas que
intervenían en los asuntos de E stado o en de los
particu lares. Ya, H erm es, hablaba así a A sclepios:
"¡Sí, las estatuas, oh Asclepios, qué poca fe tienes!
Las estatu as anim adas, llenas de sentim iento y de
aspiraciones, que hacen tan tas y tan grandes cosas;
las estatu as p roféticas que predicen el porvenir
p o r los sueños y p o r otros m edios, que nos hacen
en ferm ar o nos cu ran los dolores según nuestros
m éritos...»
59
abandonó el Sol, de donde em ana, y a la m uerte
de ese ser hum ano se purificará y re to rn a rá al
astro del que salió, Pero este volver a su origen
no es definitivo, pues el K hu ten d rá que despren
derse de nuevo y u n irse a las dem ás p artes cons
titutivas de o tro ser. Y así d u ran te m ucho tiem po,
en ese continuo ciclo de m ilenios y m ilenios. Se
u n irá a m uchos seres hum anos y de todos ellos
se alejará a su suerte.
«Su destino —escribe H enri Durville— es el
de re p resen ta r el curso del Sol, residencia y sím
bolo de Ammon-Ra y cum plir com o él, el ciclo
obligatorio de los viajes, de la luz a la som bra
y de la som bra a la luz. Aquí encontram os la vida
com ún a todas las iniciaciones del ciclo perfecto
que se rep ro d u ce tantas veces como es necesario,
h asta que el ser hum ano está suficientem ente
cerca de la perfección p a ra absorberse en lo di
vino y en co n trar una vida sin deseo, perfecta y
consciente. De todas m aneras, esperando la ale
gría perfecta, le es necesario seguir el curso de
los días o de las noches, o sea la ro n d a de las
cam biantes e inm utables estaciones. La vuelta
hacia el Sol, re p resen ta el m ediodía p a ra el K hu
liberado, p ero todavía no m erece que esta luz sea
definitiva; después de un m om ento de plenitud,
d u ran te el cual se posa en la claridad, le es nece
sario volver al m undo, sen tir los crepúsculos ce-
cerrarse sobre él y caer en lo m ás profundo de la
oscura m ateria; el esp íritu lo sabe y conserva la
indefectible esperanza de la luz eterna.»
El K hu nos recuerda un tan to a esa chispa
divina de que hablan ta n frecuentem ente los
60
yoguis. Chispa divina que em ana de su origen
—n un ca hay explicación a este p o r qué—, vaga-
d u ra n te m ilenios, se redim e, se purifica y vuelve
al seno divino.
61
es u n a m asa in erte y el Kha, si no está som etido,
no piensa m ás que en las alegrías pasajeras. Es
el asiento de la inconsciencia y no es a él preci
sam ente a quien se puede p ed ir consejo p ara diri
gir la evolución.»
Medicina y Magia
62
rá c te r esotérico. «¡M árchate, funesto hacedor;
seas quien seas, aléjate!», se dice; o bien: «¡Des
vanécete, m u erto que vienes de las tinieblas, que
en tras a escondidas, de aplastada nariz y vuelta
la faz! ¡Desvanécete, fru strad o de aquello p a ra lo
que has venido! ¡Si vienes p a ra besarlo, no lo p er
m ito ; p a ra m arc arlo ; tam poco, p a ra quitárm elo,
p a ra calm arlo, tam poco! Le he hecho encanta
m ientos co n tra tu persona con la lechuga que
nace, ajos que te dañan, con m iel dulce p a ra los
hom bres, rep ugnante p a ra los m uertos, con las es
pinas del m orm iro, con la espina dorsal del
latus...»
Si el enferm o no se restablecía por m edio de
fórm ulas y pases m agnéticos, se re c u rría a las
hierbas y p lan tas tenidas p o r m edicinales. E stas
hierbas debían ser cogidas a u n a h o ra m arcada
del día o de la noche (según interesase la influen
cia solar o lu n ar) y después m ezcladas en tre sí
en unas vasijas de determ inadas características.
Se usaban, adem ás de las citadas, o tras m uchas
form as de curación, las cuales podían ser revela
das p o r la astrología o la onirom ancia.
Hermes Trimegisto
63
no, al que los rom anos llam aron M ercurio y los
egipcios Thoth, y H erm es Trim egisto, com pila
dor, sum o sacerdote y filósofo, y al que se le
atrib u y e la ciencia que llevaría su nom bre.
Sin em bargo, se h a llegado a la deducción de
que b ajo el n om bre de H erm es se encerraban u
ocultaban u n conjunto de m ísticos y filósofos (lo
m ism o que sucedía en la India con el nom bre
de Vyasa), y p o r ello H e n r i D u r v i l l e aconseja
que lo «debem os considerar como nom bre colec
tivo de un grupo de iniciados o com o sím bolo de
la iniciación».
A H erm es se le han atribuido infinidad de
obras. Sin ir m ás lejos, el neoplatónico Jámblico
nos asegura que a él pertenecen unos cuantos
m illares. Más sensato aunque m enos espectacular
nos parece el recuento de Clem ente de A lejandría,
que sólo estim a que debieron ser cu aren ta y dos.
E n tre las ob ras de Trim egisto (se desconoce
el núm ero exacto), tenem os:
64
Pim andro, seguram ente la obra m ás interesan te
de las que se conocen del au to r o autores:
«Doce defectos. El prim ero es la ignorancia;
el segundo, la tristeza; el tercero, la intem peran
cia; el cuarto, la concupiscencia; el quinto, la in
justicia; el sexto, la avaricia; el séptim o, el erro r;
el octavo, la envidia; el noveno, la astucia; el
décimo, la cólera; el undécim o, la tem eridad, y
el duodécim o, la m aldad. Son doce y tienen a sus
órdenes u n núm ero m ucho m ayor. Por la prisión
de los sentidos, som eten al hom bre in terio r a las
pasiones de los sentidos. Se alejan poco a poco
del que Dios ha com padecido y en esto consiste
el m odo y la razón del renacim iento. M ientras,
hijo mío, calla y alaba a Dios y su m isericordia
no nos abandonará. Purificado p o r las potencias
de Dios, alégrate, hijo mío, en la articulación de
la p alabra. El conocim iento de Dios h a entrado
en n o sotros y la ignorancia h a desaparecido. Llega
el conocim iento de la alegría y ante ella, hijo
mío, la tristeza h u irá hacia los que todavía la
pueden experim entar. La potencia que yo evoco,
después de la alegría, es la tem perancia, v irtud
encantadora. H ijo mío, apresurém onos a cogerla,
ya que su presencia a rro ja a la intem perancia. E n
cu arto lugar, evoco la continencia, la fuerza opues
ta a la concupiscencia. E ste grado, hijo mío, es el
asiento de la ju sticia; m ira cóm o sin com bate ha
vencido a la injusticia. Evoco la sexta potencia, la
com unidad de bienes, que viene hacia nosotros
p a ra lu ch ar co n tra la avaricia. Cuando esta ha
huido, evoco la verdad, el e rro r huye y aparece
la realidad. Mira, hijo mío, la plenitud del bien
65
que sigue a la aparición de la verdad con la vida
y la luz y en nosotros ya no quedan ni verdugos
ni tinieblas; todos se re tira n vencidos. H ijo mío,
conoces el cam ino de tu regeneración. Cuando
la década ha sido com pletada, hijo mío, el naci
m iento ideal se ha realizado, y el verdugo duo
décim o es arro jad o y nacem os a la contem plación.
El que obtiene de la m isericordia divina el naci
m iento en Dios, está libre de las sensaciones co r
porales, reconoce los elem entos divinos y goza
de una p erfecta felicidad.»
Osiris e Isis
66
—Osiris-Lunus (etéreo), que rep resen ta el as
pecto astral.
G r e c ia
67
m etafísico de u n a astronom ía positiva: esas alm as
son tan inflexibles como los teorem as de Euclides,
y si la tie rra es el centro del m undo es p o r razo
nes geom étricas. Sin duda, las p rim eras especu
laciones científicas se desprenden lentam ente de
la atm ó sfera m ágica: en cuanto al pitagorism o,
los núm eros son figuras y las figuras son las cosas;
se percibe en esto la identificación del sím bolo
con lo sim bolizado, característica de la eficacia
m ágica. P aradójicam ente, la m edicina prehipo-
crática es ya netam ente positiva, com o surge de
las curaciones descritas en la Iliada y la Odisea.
«Sin em bargo, arrinconada e n tre una física
em p irista y u n a m ecánica racionalista, la m agia
sufre ataques directos.»
68
Los dioses
<59
— Artemisa: R epresentaba la pureza y era la
diosa de la caza. Algunos autores opinan que su
origen puede m uy bien encontrarse en cualquier
diosa oriental de la fecundidad.
70
las ninfas. Tenía la m ala costum bre de aparecerse
de im proviso a algún que otro cam inante, causán
dole el m iedo consiguiente; p o r este m otivo, el
vocablo «pánico» se deriva de su nom bre.
71
ran, se m atab a una u o tra clase de anim al. P ara
H era, p or ejem plo, se sacrificaban vacas y ovejas;
p a ra Dyonisios, m achos cabríos; p a ra Afrodita, p a
lom as y pichones; toros blancos p a ra Zeus, etc.
Tales sacrificios iban acom pañados de los m ás
diversos ritos: cánticos, danzas, oraciones, gestos
especiales y dem ás fiorituras esotéricas.
72
ofender a todas las fuerzas m alignas y p o r tanto
v erdaderam ente peligroso; casarse sin consultar
a los pájaro s, resu ltab a verdaderam ente expuesto,
y em prender un viaje p o r corto que fuera sin
con su ltar a las estrellas, era u n a tem eridad; salir
de la ciudad antes de que h u b iera luna llena no
era correcto, e ir a la guerra sin consultar las
visceras de los anim ales, m ás que valiente, era un
acto de plena inconsciencia... ¿Puede vivirse m ás
m ágicam ente? ¿No es extraño que u n a raza inte
ligente, com o ya hem os señalado, caiga en estos
ab surdos extrem ism os? ¿No será que el ser h u
m ano, el de ah ora y el de entonces, necesita de
estas pequeñas cosas p a ra estim ular su m ente?
Pero n ad a de lo dicho tiene realm ente im por
tancia al lado de la m ucha de que gozan los orácu
los. «Pero lo que ocupa el p rim e r lugar en la
ciencia oculta en Grecia —escribe G rin-Ricard—
son los oráculos.»
El oráculo, vocablo que significa respuesta,
era u n diálogo —m ás acertado, desde luego, sería
decir m onólogo— en tre la pitonisa y el dios al
que se invocase. De cóm o eran psicológicam ente
estas pitonisas, no vam os a h ab lar aquí; lo que
sí podem os asegurar, sin em bargo, es que no debía
tra ta rs e de m u jeres psíquicam ente equilibradas,
aunque quizás nos estem os equivocando y no
fu eran m ás que sim ples m ujeres m uy diestras en
el arte de la in terp retació n y la sim ulación.
E stas m édium s antiguas e n tra b an en contacto
con el dios autoprovocándose u n a especie de
trance; en ocasiones este proceso se aceleraba
quem ando ciertas p lantas que em anaban unos
73
vapores realm ente m areantes. Sería interesante
saber las cualidades exactas de las hierbas y plan
tas incineradas.
Lo v erdaderam ente sorprendente del caso, es
que dichas pitonisas en m ás de u n a ocasión «esta
b an en lo cierto». Parece ser que fueron unas
cuantas las que p red ijero n con cierta exactitud
fu tu ro s acontecim ientos. ¿Cuál era la razón de
estos fenóm enos prem onitorios? No resu lta fácil
responder. ¿Azar, casualidad, au tén tica prem oni
ción? Quien sabe... En todo caso cualquier expli
cación es m ás válida que la de pensar que real
m ente el dios in sp irab a a la pitonisa.
El oráculo m ás fam oso sin duda alguna fue el
del Tem plo de Delfos, aunque h abía o tro s tam
bién b astan tes célebres, como el santuario de
Asclepios en Epidauro.
La P itonisa era quien desem peñaba la m isión
de oráculo de Delfos y estaba directam ente inspi
ra d a p o r Apolo. A título de curiosidad direm os
que «se le dio el nom bre de Pitonisa, ya que en
Delfos, Apolo exterm inó a la serpiente Pitón, que
se en cu en tra figurada m uchas veces en el trípode
m ístico, sea a causa de esta victoria, o sea porque
la serpiente nacida de la tierra, siem pre joven y
renaciente, sabe cosas secretas que no se revelan
a todos los m ortales» (Durville).
Las pitonisas eran siem pre o casi siem pre m u
jeres sencillas y que apenas sabían de los aconte
cim ientos políticos del m om ento. E n un principio,
fueron jóvenes de veinte y veintitantos años, pero
dado que en cierta ocasión fue ra p ta d a u n a de
ellas, se to m aro n ciertas m edidas de precaución
74
y se llegó a la conclusión de que tales sucesos
no acaecerían si las pitonisas fuesen de edad m ás
avanzada; a p a rtir de entonces, se seleccionaron
m ujeres de m ás de cincuenta años.
P ara recib ir el oráculo había días favorables
y días desfavorables; n atu ralm en te siem pre se
bu scab an los prim eros. La pitonisa antes de reci
b ir el oráculo, se b añaba y perfum aba concienzu
dam ente. Después, en actitu d concentrativa, espe
rab a la inspiración divina. E n trab a en trance, su
ro stro se dem udaba, sus ojos se volvían hacia
a rrib a quedando en blanco, se contraían todos los
m úsculos de su cuerpo y era víctim a de violentas
convulsiones sim ilares a las que produce la crisis
de epilepsia; se revolcaba sin control alguno por
el suelo y expulsaba espum a p o r la boca. En ese
m om ento com enzaba a hablar, y el sacerdote era
el encargado de in te rp re ta r sus confusas palabras.
Que tales crisis se producen y en especial en
m ujeres, es algo to talm ente com probado. Ataques
de histeria, podríam os denom inar a dichas crisis,
y sin du d a alguna eso eran. En m ás de una opor
tu n id ad hem os tenido ocasión de observar sim i
lares escenas en sesiones de ocultism o y desde
luego resu lta un espectáculo poco recom endable.
No sabem os h asta qué punto era sincera o no
la pitonisa. E stam os convencidos, sin em bargo,
que m uchas de ellas ten d rían la ñrm e creencia de
ser con toda seguridad fecundadas intelectualm en
te p o r la divinidad. Por lo que respecta a los
sacerdotes, ya es o tra cuestión. Por aquel tiem po
era com ún que aprovecharan la credulidad de las
gentes, ¿p o r qué iban a ser la excepción en esta
75
ocasión? Ellos eran los encargados de in te rp re ta r
las p alab ras de la P itonisa ¿quién les im pedía,
pues, in te rp re ta r las cosas a su capricho y antojo?
E n tre otro s oráculos, m erecen ser destacados
el de Zeus en Dodona, el de Trofoneos, de Her-
m es, de H era, de Poseidón, etc.
Pitágoras
76
los últim os años de su vida rodeado de la m ás
cruel de las m iserias. P ara unos m urió en el año
500 A. J.; p a ra otro s en el 470; realm ente no se
sabe.
¿Por qué países viajó Pitágoras? E ste es otro
enigma, Se dice que recorrió toda Fenicia y que
visitó Egipto y Babilonia; tam bién se dice que se
inició en los m isterios de Orfeo, de Isis y de Osi-
ris, p ero realm ente todo son m eras suposiciones
que se pierden en el aire.
Lo que sí es to talm ente seguro es la existencia
de su escuela en Crotona. P ara p e n e tra r en dicha
com unidad, que alcanzó u n a gran celebridad, era
necesario p asar u na serie de p ruebas tan to físicas
como m entales. E n tre estas pruebas estaba la de
gu ard ar celosam ente silencio d u ran te u n espacio
de tiem po que oscilaba e n tre dos y cinco años.
P ara Pitágoras y sus discípulos todo es redu-
cible a los núm eros y de o tra fo rm a las cosas son
ininteligibles y caóticas. El principio de todo se
encu en tra en los núm eros y tam bién el final. «Un
descubrim iento pitagórico perm itió expresar n u
m éricam ente las escalas m usicales. En efecto,
creían los pitagóricos que los cuerpos celestes
dependen en su ordenación de intervalos regula
dos p o r m usical arm onía y que en su m ovim iento
producen m ú s ic a : la fam osa armonía de las es
feras.»
Pitágoras y sus discípulos descubrieron unas
cuantas cosas de b astan te interés y sobre todo,
evolucionaron el pensam iento de su época. Den
tro de la A stronom ía se llegó al conocim iento del
foco circu lar de la Tierra. P ara el «gran m atem á
77
tico» el Universo es un orden en cuanto que existe
una p erfecta y arm ónica ordenación num érica.
La escuela pitagórica seguía u n a serie de re
glas de tipo ascético, tales com o la prolongada
m editación y la abstención de carne y bebidas;
generalm ente se alim entaban de vegetales, fru tas
y leche. E n su m entalidad filosófica estaba a rra i
gada la idea de que las alm as, u n a vez separadas
de sus cuerpos, podían p asa r a anim ales; es decir,
se m an ten ían en la teoría de la transmigración.
No h a quedado escrito casi nada directo de las
ideas filosóficas de Pitágoras; Él personalm ente
parece que no pasó sus pensam ientos nunca al
papel. Un discípulo suyo, b astan te adelantado por
cierto, sí escribió algo, y sus fragm entos han sido
im presos y publicados en 1818 por Bockh. El au to r
se llam aba Filolao.
Los alum nos de la escuela pitagórica tenían
que ap ren d erse una serie de reglas y principios
m orales y éticos; se les ha dado el nom bre de
Versos de Oro. ¿H asta qué punto podem os estar
convencidos de la autenticidad de estas m áxim as?
Siem pre existirá u n m argen de duda, a pesar de
que el doctor Durville escribe:
«Excepto algunas tradiciones m uy inciertas, no
nos queda gran cosa de la iniciación pitagórica.
El único docum ento al que podem os p re sta r fe,
es el que ha sido conservado p o r Lysis: los Versos
de Oro que parecen ser una reunión de m áxim as
m orales e iniciáticas p a ra uso de los alum nos.»
Durville h a creído conveniente seguir la tra
ducción del doctor Pablo Cantón igual hem os de
h acer nosotros.
78
Los versos de Oro
A) P reparación
B) Purificación
79
R espétate, p or encim a de todo, y que toda tu vida
y todas tus palabras se inspiren en la m ás p u ra
justicia.
SO
cias, de m an era que nunca tengas que arrepen-
tirte.
C) Perfección
Los medios de perfeccionamiento
® Exam en de sí m ism o. — Una vez despierto
aprovéchate ráp id am ente de la arm onía que pro-
81
cu ra el sueño p a ra elevar tu espíritu y reflexionar
sobre las buenas obras que has de realizar. Cada
noche, antes de en treg arte al descanso, haz exa
m en de conciencia, repasando varias veces en tu
espíritu las acciones realizadas d u ran te el día y
p reg ú n tate: ¿qué he hecho? ¿H e cum plido m i
deber con todos? Así exam ina sucesivam ente cada
uno de tu s actos. Si descubres que has procedido
m al, rep rén d ete severam ente y alégrate si has sido
irreprochable.
82
gítim os. Conocerás que los hom bres son los crea
dores de sus m ales. ¡Desgraciados! Ignoran que
los bienes verdaderos están a su alcance y en ellos
m ism os. E scasos son los que conocen la m anera
de lib rarse de sus torm entos. E sta es la ceguera de
los hom bres que tu rb a su inteligencia. S em ejantes
a cilindros que ro d a ran al azar, no están nunca
libres de los infinitos m ales que les agobian. No
sospechando la fu n esta incom prensión que les
acom paña en todas p artes, no saben discernir lo
que es necesario ad m itir y lo que deben abando
n ar sin rebelarse.
La recompensa •
83
eleves en el éter, dejando de ser m ortal, revestirás
la form a de un dios inm ortal.»
* * *
84
lebre fue sin du d a alguna Arato, pero seguram ente
su celebridad se debía m ás a sus facultades poé
ticas y a sus trab a jo s astronóm icos. E ra siciliano
y vivió en el siglo i i i A. J. M erece la pena des
tacar su poem a Los fenómenos.
R oma
85
discursos que los oyentes recogieron y pusieron
p o r escrito.»
Dichos discursos tra ta b a n de la ciencia adivi
n ato ria de los augures y arúspices; se esforzaban
en explicarlos.
Existe o tra leyenda, que fue recogida p o r Isi
doro. E n ella se dice que el joven Tageto m urió
tras h ab er expresado sus ideas.
Begoe era u n a ninfa y reveló la ciencia del
rayo; ciencia que se tenía p o r m uy sagrada y que
se estim aba debía ser secreta p o r lo que se ocultó
en el tem plo de Apolo, el Palatino.
Los penates
86
guía con sacrificios de diferentes clases, todos
p o r supuesto encam inados a to rn a r favorable la
influencia de los penates,
D entro de los penates, tenem os:
Las lamias
87
cia desm edida, en tre o tras razones porque se
sentían francam ente atem orizados. P osteriorm en
te, poco a poco, fueron perdiendo prestigio h asta
tal extrem o que en traro n a fo rm ar p a rte del grupo
de los llam ados dioses m enores.
C ontra las lam ias protegían los dioses lares.
Arúspices y Augures
88
Los arúspices tenían una influencia desm edida
e influían en los negocios públicos de u n a m anera
que rayaba en lo absurdo; y h asta tal extrem o
llegó su afán, que en el año 150 A. J., se pro m u l
gó u n a ley en la que se prohibía term inantem ente
que se tom ase alguna decisión estatal sin consul
ta r previam ente a los arúspices.
Se fo rm aro n colegios de arúspices y hubo p ro
fusión de ellos.
H abía un conjunto de anim ales que eran in
terp retad o s p o r los augures; ellos recibían el nom
b re de alites o de oscines, según que la in te rp re
tación se dirigiese al vuelo o a la voz. Cada divi
nidad tenía su ave m ensajera:
— Vesta: el pigarzo.
— Minerva: el mochuelo.
89
P r á c tic a s m á g ic a s
90
—Los hechizos: Tuvieron u n a gran repercu
sión en la m en talidad rom ana. Se em pleaban es
pecialm ente con fines am orosos.
L a E dad M e d ia
91
y desea su p erarse como sea, en co n trar algo que
le haga sentirse m ás grande, m ás potente.
Los árabes distinguen entre m agia divina que
es aquélla que actúa sirviéndose de p alab ras sa
gradas y talism anes, y m agia diabólica. E n tre los
m uchos textos que debieron trad u cirse y escri
birse, contam os con algunos tan valiosos como
son los que fo rm aban p a rte de la fabulosa biblio
teca de la que sin duda alguna era poseedor Ibs-
W ahsechiyyah. Tenem os, p o r ejem plo, el Libro
de los Venenos, el Libro de Tenkeluscha el Babi
lonio, el Libro de la Agricultura nabatea y el Libro
de los Secretos del Sol y de la Luna; éste últim o
incom pleto, aunque no p o r ello ha ejercido m enos
influencia que los otros citados.
Es curioso que sea en n u estra herm osa y siem
p re nueva a los ojos de los visitantes ciudad de
Toledo (reco n q u istada com o sabem os en 1085) en
donde rad iq u e el ocultism o que podríam os tach ar
de m ás profundo, m ás oculto, m ás «erudito» como
le llam a Rony.
92
prim ero y necesario régim en feudal no gobiernan
ya solos la actividad de los hom bres. É stos cono
cen o tras inquietudes, o tras necesidades. B ajo la
inspiración de la Iglesia civilizadora se organizan
las Cruzadas, que ponen al hom bre de la E dad
M edia en contacto con las civilizaciones m ás le
janas. Se fundan p o r doquier órdenes religiosas.
Los reyes, p rincipalm ente el rey de Francia, apo
yan, com o Luis VI hizo con el abad de Cluny,
estas oraciones de la m ás alta espiritualidad. Las
com unidades se em ancipan, sostenidas, en F ran
cia, p o r Luis el Gordo y p o r Suger, p o r el cetro
y el báculo; las artes florecen, las catedrales «se
arro d illan con sus tra je s de piedra». Es que el
ho m b re ha despojado m uchos de sus instintos
groseros y siente la irresistible necesidad de co
nocer y de crear. Las universidades, p o r toda
E uropa, form an a sabios y hum anistas, cuya ex
tensión, variedad de conocim ientos y a ltu ra de
m iras serían la adm iración de los siglos venide
ros. N unca m ás, p o r encim a de las fro n teras, m ás
allá del tiem po y del espacio, se verá sem ejante
pasión desin teresad a p o r lo bello y lo verdadero.
Y no hay re tiro , p o r m uy escondido que se en
cuentre, que no esté p enetrado p o r la luz. E n el
fondo de las fortalezas, los juglares, los trovado
res y los troveros balbucean los p rim eros ritm os
de la poesía. Y el dom inio m isterioso del ocultis
m o a tra e a los espíritus ávidos. E n la lite ra tu ra
se ve aparecer a M erlin el encantador; en arte,
com o verem os, las catedrales se adornan de sig
nos m isteriosos.»
93
P r á c tic a s m á g ic a s
94
tiene el papel arrollado? Pues el hecho supuesto
es real. ¿No gira? Pues es suposición errónea.
¿G ira en sentido inverso del anterior? Pues la
suposición es verd adera a m edias.» (Diccionario
de Ciencias Ocultas. E. Caymi.)
—Astrología
—Alquimia
—Oniromancia
—Cartomancia
—Invocaciones
— Conjuros.
Medicina mágica
95
—Pases magnéticos (dedicarem os u n capítulo
entero al m agnetism o).
96
m ás rem otos tiem pos ha sido la p lan ta m ágica por
excelencia. Sus raíces no tienen aparentem ente
tallo, y de su cabeza b ro tan grandes hijos, como
una gigantesca m ata de cabellos. P resentan poca
sem ejanza con el h om bre cuando se las encuen
tra en España, Italia, Asia M enor o Siria; pero en
la isla de Candía y en C aram ania, cerca de la
ciudad de Adán, tienen una form a h u m ana y son
apreciadas com o am uletos. Tam bién las llevan las
m u jeres a guisa de am uleto co n tra la esterilidad y
otros fines diversos. Son especialm ente eficaces
en la m agia negra.
«Los antiguos germ anos veneraban com o dio
ses lares a unos ídolos disform es fabricados con
la raíz de la m andrágora, y de ahí su nom bre de
alrunes, derivado de la voz alem ana A lraune (m an
dragoras). Aquellos que poseían una de tales fi
guras se consideraban felices, puesto que ellas
velaban co n stan tem en te p o r la casa y sus m ora
dores. Asimismo, con dichas figuritas, predecían
el porvenir, em itiendo ciertos sonidos y voces. El
poseedor de u n a M andrágora, adem ás obtenía, por
su influencia, cuantiosos bienes y riquezas.»
Y el D iccionario In fern al de Collin, la define
así:
«M andragoras: Demonios fam iliares. Aparecen
bajo la fo rm a de hom bres pequeñitos, sin b arb a
y con los cabellos enm arañados. Los antiguos a tri
buían m aravillosas v irtudes a la p lan ta llam ada
M andrágora, tales com o la de hacer fecundadas
a las m ujeres estériles y de a tra e r toda clase de
bienandanzas. Las m ás prodigiosas de estas raíces
eran las que habían sido rociadas con la orina de
97
un ahorcado, pero no se podían a rra n c a r sin
m orir, y p a ra evitar esta desgracia, ahondaban la
tie rra de alred edor de la raíz, ataban el extrem o
de u n a cuerda de cáñam o en ella, y el otro extre
m o al cuello de un p erro negro, al cual le p ro p i
nab an unos buenos latigazos p ara que, al huir,
a rra n c a ra la raíz. El pobre anim al m oría en esta
operación, y m ientras tanto, el dichoso m o rtal que
poseía esta raíz era dueño de u n poderoso talis
m án, u n tesoro inestim able, puesto que con ella
lo conseguía todo.»
Y p o r ú ltim o tran scrib irem o s la definición del
Diccionario E sotérico de Zaniah, el m ás conciso
y en especial el que reviste una m ayor seriedad:
«M andragora: Es una plan ta que se conside
rab a sagrada en la antigüedad. Se conoce vulgar
m ente con los nom bres de B erenjenilla o Uva de
Moro, y la em pleaban los hechiceros de la E dad
M edia en la com posición de sus filtros y recetas.»
Pero p a ra h acer el filtro curativo no era sólo
necesario b u sca r las p lantas e ingerirlas; era tam
bién preciso observar u n a serie de requisitos en
el m om ento de cogerlas: que fu e ra de día o de
noche, con tiem po claro o torm entoso, con una
debida posición astral, etc.
98
galápago», calm aba ciertos dolores, al igual que
la esm eralda, etc.
Los objetos de adorno se confeccionaban con
determ inados m etales de carácter terapéutico.
Así, u n anillo, una pulsera, un brazalete, tenía la
doble finalidad de a d o rn ar y p reserv ar o curar.
Pero podem os observar que estas supersticiones
se h an m antenido vivas h asta la actualidad. Mu
chas son las p ersonas que se sirven de pulseras
de diferentes m etales (generalm ente im antados)
p ara evitar las hem orragias o com batir el reum a.
99
■
—Si el acusado dem ostraba que era capaz de
levantar nueve veces u n a b a rra de h ierro al rojo
vivo, era inocente en caso contrario, culpable.
D el r e n a c im ie n t o a los t ie m p o s actuales
100
y otros m uchos que van viniendo y que al igual
que sus com pañeros, dom inados p o r ese m aravi
lloso afán de conocim iento, consagrarán sus exis
tencias en la to rtu o sa búsqiteda de la sabiduría;
búsq u ed a que puede dilatarse, desorientarse e in
cluso enajenarse, que tra e disgustos y problem as,
pero que jam ás resu lta infructuosa. Es herm oso
observar con qué em peño el hom bre se introduce
en su pequeño laboratorio, m ás parecido a una
covacha que a o tra cosa, y jugando con los alam
biques tra ta de asir en tre sus dedos el m ilagro.
Los hom bres, los m ás adelantados, tra b a ja n ais
ladam ente, sin p ercib ir ni siquiera rem otam ente
que sobre las espaldas de todos ellos cuelga el
carro de la civilización. Hechizos, conjuros, m á
gicas invocaciones, desenfrenados ritos, in trin ca
das supersticiones... Pero en tre toda esa argam asa
confusa y enferm iza, hay unas cuantas m anos que
tra b a ja n seguras, unos cuantos cerebros que pien
san con envidiable claridad, unos cuantos corazo
nes que saben lo que quieren y p o r qué lo quieren.
E xiste en esta época u n gran caos en la m ente
de la m ayoría de las personas: es uno de los m o
m entos decisivos de la H um anidad, en donde ten
dencias de las m ás diversas características se en
trem ezclan y confunden. Pero no olvidem os, que
siem pre tra s estos m om entos de oscuridad y des
concierto h a llegado la luz. Seres endem oniados,
reuniones diabólicas, m isas negras en donde el
sexo explota h asta p o r los poros, apariciones, pó
cim as m ilagrosas, b ru ja s raquíticas y desdentadas
cuyo esp íritu n ad a en la histeria, drogas fabulo
sas, grandes m u jeres (C atalina de Médicis, por
101
ejem plo) que tra n sp o rta n en el pecho un talism án
hecho con sangre hum ana y sangre de m acho
cabrío, m etales que llevan la salud, m ágicas com
binaciones m atem áticas, elixires que rejuvenecen,
ritos sacrilegos, m anuales de m agia negra o ro ja
o blanca que se leen con entusiasm o... ¡E xtraña
H um anidad! Es este u n m om ento —m om ento
largo, desde luego—- en que toda la H um anidad p a
rece hervir. E n el ser hum ano existe una m arcada
tendencia, de origen prim itivo, hacia todo lo m á
gico; nunca como ahora esta enferm edad cuenta
con m ás víctim as. Pueblos enteros se em briagan
de m agia y se desplom an en u n a colectiva «neu
rosis de ocultism o»; hom bres inteligentes parecen
p erd er el seso y se afanan en en co n trar el am u
leto liberatorio; m ujeres que teníam os p o r sensa
tas, caen en tran ce o se arañ an el ro stro víctim as
de violentas convulsiones; m adres que teníam os
p o r honestas, acuden a las m isas negras y se en
tregan a desenfrenados devaneos... Aunque sea de
reojo hem os de m ira r éste como u n m om ento
grande de la H um anidad. «Después de la tem pes
tad viene la calma.» Tras lo opaco h ab rá de venir
lo trasp aren te.
La Inquisición
102
ro ensañam iento. E n España, los Reyes Católicos
se sirvieron de la Inquisición. Sixto IV les conce
dió en 1480, m ediante bula, el privilegio de elegir
dos prelados que tenían la facultad de in q u irir
co n tra los herejes.
Inquisidores de C astilla fueron: F ray Tomas
de Torquem ada, Fray Diego de Deza y el Cardenal
Cisneros.
Los procesos llevados a cabo re su ltaro n des
graciadam ente num erosísim os. En m enos de un
año se quem aron m ás de 2000 hebreos. Y en tre
los h o m b res de im portancia que fueron p erse
guidos m erecen la pena ser destacados, F ray B ar
tolom é de Carranza, F ray Luis de León y el Beato
Ju an de Ávila.
A fortunadam ente, en el siglo x v n com ienza la
decadencia de la Inquisición que, posteriorm ente,
el 15 de julio de 1834, será definitivam ente abo
lida. Y decim os afortunadam ente porque estim a
m os que si existe algo verdaderam ente condena
ble es el hecho de q u erer im poner unas creencias
p o r m edio de la violencia.
103
zas. Porque si bien era cierto que había que poner
ciertas trab a s a todo ese m undo mágico, no era
necesario re c u rrir a tales m étodos. «Según es de
ver —com enta acertadam ente R uffat—, las to rtu
ras aplicadas p o r los nazis y p o r los E stados po
licíacos en general distan m ucho de ser originales
en lo tocante a confesiones «espontáneas». Y u n a
vez se h abía confesado —siem pre lo que los opre
sores deseaban—, el inculpado era conducido a la
hoguera.
¿Quiénes eran condenados al fuego? A parte de
los herejes, lo eran todos aquéllos que practicasen
la m agia —o que se pensase que la p racticab an —
y aquellos otro s que diesen síntom as de e sta r en
dem oniados. Un dolor inlocalizable, u n m iem bro
paralítico, u n a crisis de angustia, la m elancolía y
la depresión, la h isteria (estaba a la orden del
día), eran en tre otros, síntom as dem oníacos. Y,
com o escribe Michaelis, «la Inquisición ordena
que los culpables m ueran, y no de m u erte vulgar
sino tal que pueda esp an tar y servir de ejem plo a
toda suerte de gentes».
El siglo x v iii
El siglo xix
105
Cámara fotográfica ....... G. Eastm an............ 1888
E le c tró n ........................... Pi Suñer.................. 1879
Fonógrafo ........................ T. A. Edison ........ 1877
Herencia biológica ....... G, Mendel .............. 1865
Leucocitos ....................... Uya Metchenikov . 1884
Luz eléctrica .................. T. A. Edison ........ 1.879
Estructura de la neurona. Ramón y Cajal. ... 1880
R adioactividad................ Becquerel .............. 1896
Rayos X ........................... Roentgen ............. 1895
Submarino ....................... Isaac Peral.............. 1888
Teléfono .......................... . A. G. Bell .............. 1876
Telégrafo ......................... S. Morse .............. 1837
T u rb in a ............................ Foumeyron.............. 1827
106
encantam ientos, los talism anes, pero ¿por qué no
va a po d er el ser hum ano com unicarse con los
seres del m ás allá. Alian K ardec, creador del espi
ritism o m oderno, publica libros, ofrece conferen
cias, hace infinidad de adeptos. Es decir, el ocul
tism o no ha m u erto: ha tom ado distintos d erro
teros. F antasm as, m esas giratorias, m ensajes de
u ltratu m b a, m isteriosos golpes... ¡Fantástica for
m a de m a ta r el tiem po!
E n tre los m agos m odernos, d estac are m o s: Sta-
nislas de Guaita, Peladan, Papus, E liphas Levi,
etcétera.
El siglo xx
107
II
CAFEOMANCIA
109
«Déjese en la cafetera, el bagazo que el café
ha depositado; téngase cuidado en vaciar todo el
líquido, de su erte que quede aquél bien espeso en
el fondo, y hágase rep o sar u n a h o ra al m enos.
«El bagazo de la víspera es tam bién a p ropó
sito p ara la operación; y, sea viejo o fresco, da
siem pre resu ltados ciertos m ientras esté casi seco
cuando se q u iera em plear; entonces se tom a la
cafetera donde se halla sin agitarla nada o m uy
poco, y échase u n vaso de agua sobre el bagazo, si
es el resto de una onza de café, y dos, si es el de
dos onzas.
«Póngase en seguida la cafetera al fuego y há
gase calen tar el bagazo h asta que se deslíe en el
agua. Se ten d rá un plato de loza blanco, sin m an
cha alguna, bien enjuto y secado al fuego, si el
tiem po es húm edo. Meneóse luego el bagazo en
la cafetera con una cuchara, y vacióse en seguida
en el plato, pero en co rta cantidad y de m odo que
no se lleve sino la m itad de él.
«Agítese entonces el plato a todos lados con
ta n ta ligereza como sea posible, p o r espacio de un
m inuto, a co rta diferencia, y viértase con cuidado
todo lo que hay en él a otro jarro .
«Por este m edio no queda agua en el plato,
pero sí p artículas del bagazo, colocadas de m il
m aneras y que form an una m u ltitu d de caracteres
jeroglíficos.
«Si estos dibujos son m uy confusos, p o r ser
aquél dem asiada espeso y que el plato no parezca
u n m osaico irregular, póngase un poco m ás de
a g u a ; hágase calen tar de nuevo y principíese o tra
vez la operación.
110
«Sólo se pueden leer los secretos del destino,
cuando los dibujos del plato son claros y distintos,
aunque m uy apretados,
»Los bordes p o r lo regular son m uy espesos y
aun algunas veces hay en el m edio p arte s m uy
confusas; pero puédese adivinar cuando el m ayor
trozo del plato es descifrable.
«Léase en el bagazo del café todos los días de
la sem ana, a todas horas, de día y de noche.
«Sólo es necesario consultar p ara esta opera
ción la tem p eratu ra y el tiem po, el cual no es
co n trario sino cuando está húm edo, lluvioso y
cargado de nieblas.
«Hay, sin em bargo, un m edio de evitar los in
convenientes de la hum edad, y es el sacar el plato
del que se quiere uno servir y dejarlo u n cuarto
de h o ra cerca del fuego, de m odo que la m ano
sienta u n calor suave.
«Después de esta preparación se opera, sea
cual fuese el tiem po que haga, com o si se gozase
del sol de agosto.
«Algunas sibilas p retenden que deben decirse
ciertas p alab ras m isteriosas al vaciar el agua en
la cafetera, al m enear con la cuchara el bagazo
delante del fuego y al d erram arlo en el plato;
p ero esta es u n a superchería.
«Las p alab ras no tienen aquí v irtu d alguna.
«Ved ah o ra cóm o debe procederse:
«El bagazo del café, luego que se h a vaciado
en el plato, deja en él varias figuras todas signifi
cativas, las cuales es preciso sep arar bien pues
hay curvas, ondulaciones, círculos, óvalos, cuadra
dos, triángulos, etc.
111
»Si el núm ero de círculos, m ás o m enos p er
fectos, so b rep u ja al de las otras figuras, anuncia
que la p ersona consultante recibirá dinero,
»Si son pocos los círculos, recib irá algún de
trim en to o poca hacienda.
»Las figuras cuadradas presagian algunos dis
gustos, en razón de su núm ero.
»Las ovales p rom eten éxito en los negocios,
cuando son m uy distintam ente señaladas.
»Líneas, grandes o pequeñas, cuando son sa
lientes o m ultiplicadas, presagian u n a vejez dicho
sa, pero si son en corto núm ero indican la nece
sidad o escasez de la fortuna.
»Las ondulaciones o líneas que serpentean,
anuncian desgracias y dichas entrem ezcladas.
»Si term in an dulcem ente, prom eten la felicidad
después de algunos pesares.
»Una cruz en m edio de los dibujos del plato,
significa u n a m u erte feliz, cuatro cruces que casi
se tocan, anuncia que el consultante m o rirá entre
los cu aren ta o cu aren ta y cinco años si es señora,
y en tre los cu arenta y ocho o cincuenta y dos, si
es u n hom bre.
»Tres cruces presagian alguna dicha.
»Si se hallan m uchas, será el consultan te de
voto después del ím petu de las pasiones, y se
ato rm e n ta rá con austeridades en su vejez.
»Un triángulo prom ete u n em pleo honroso, y
tres a poca distancia uno de otro, son signo di
choso de fo rtu n a.
«G eneralm ente esta figura es u n buen presagio;
en corto n úm ero significa algún honor, en m ucho,
dinero.
112
»Un ángulo com puesto de una línea corta, apo
yada sobre o tra larga, es indicio de u n a m uerte
desgraciada.
»Una figura en fo rm a de H, anuncia u n encar
celam iento.
»Un círculo de m uchas caras, es decir, com
puesto de m uchos ángulos planos y reunidos, p re
sagia u n m atrim onio feliz. Un cuadrilátero bien
distinto, es seguro indicio de discordias dom ésti
cas, si éste está rodeado de cruces m ás o m enos
bien form adas la m u jer d ese rtará del hogar con
yugal, con alguna infidelidad, y com eterá la m ism a
falta el m arido si se hallan m uchos ángulos alre
dedor del cuadrilátero.
»Si en m edio de los dibujos del plato se ve una
línea de dos o tres pulgadas, m enos cargada que
el resto de las figuras, es presagio de buen viaje.
»Este será largo si la línea se extiende; fácil,
si está lim pia; peligroso, si la atraviesan líneas o
pun tito s; y si sobresale del fondo del plato, el
viaje será a un país extranjero.
»Un círculo en el que se hallen cuatro puntos
bien m arcados, p ro m ete u n hijo.
»Dos círculos, p ro m eten dos y así sucesivam ente.
»Si el círculo es casi perfecto, el hijo será va
rón; h em b ra si es im perfecto.
»Si uno de los círculos que encierran cuatro
p u n to s va acom pañado de u n a línea curva y on
dulante es infalible presagio de que el hijo espe
rado, te n d rá talen to y si esta curva fo rm a u n se
gundo círculo alred edor del cual se enrosca, po
d rán esp erarse en el hijo genio y talentos privi
legiados.
113
»Si se halla en el plato la figura de u n a casa al
lado de un círculo, puédese creer que se poseerá
una.
«Será en la ciudad si se ve una X y u n a H en su
alrededor y en el cam po si hay cerca de este signo
la fo rm a de u n árbol, de un arb u sto o de u n a
p lan ta cualquiera.
»La casa será dada o heredada, si va acom paña
da de ángulos o triángulos.
«Será uno dichoso en ella m ucho tiem po, si
está in m ediata a un sem icírculo.
»Si se ve u n a corona, será anuncio de aconteci
m iento en la corte. Si se descubren losanges, será
uno dichoso en am ores. Si m uchas figuras m ás o
m enos redondas, enlazadas como las cuentas de un
rosario, será preciso ten er paciencia; vuestros
am ores serán reprim idos y no debéis esp erar el
cum plim iento de los m ás caros votos, sino cuan
do halléis u n triángulo al fin de él.
»Se en cu entran a veces las figuras de m uchos
pececillos, lo cual anuncia que el consultante será
invitado a algún banquete.
»E1 dibujo de un cuadrúpedo p rom ete m iseria
y pesar.
»E1 de u n ave, fo rtu n a y lance feliz.
»Si el p á ja ro parece preso en u n a red, indica
u n proceso form ado de poco tiem po.
«La figura de u n a culebra o cualquier otro
reptil, anuncia u n a traición o u n com plot, que no
se ev itará sino a fuerza de destreza.
«La fo rm a de una rosa, p rom ete la salud.
«La de u n sauce llorón, la m elancolía.
»La de u n zarzal, retardos.
114
»Si hay u n cofre, recib irá u n a carta.
Una rueda, es señal de u n accidente que no
será funesto.
»La figura de u n coche aparejado, anuncia una
m u erte violenta.
»Un fusil, p resagia negocios enm arañados.
»Una ventana, o m uchos círculos, cuadrados,
óvalos y o tras figuras ju n tas, de m an era que fo r
m en u n a especie de celosía, advierten que el con
su ltan te será robado.
»Si se descubre en los dibujos del plato un n ú
m ero m uy distinto, puédese exponer a la lotería.
La experiencia p ru eb a que el núm ero revelado de
este m odo, ha salido siem pre recom pensado con
prem io.
»G eneralm ente se aco stu m b ra a ver, en el pla
to, alguna figura hum ana.
»Si es una cabeza sobre u n zagalejo, es evi
dente que rep resen ta u n a m ujer.
»Si es u n a cabeza y u n cuerpo apoyados sobre
piernas separadas, es u n hom bre.
«Cuando se vea salir u n a línea a m an era de
brazo, del cuerpo de la figura, es de esp erar reci
b ir algún favor de la persona señalada en el plato.
«Esta es m orena, si los dibujos que form a a su
lado el dibujo, son m uy distintos; es blanca cuan
do las líneas son m uy débilm ente m arcadas; y os
engañará con falsas prom esas, si no tiene m ás
que u n ojo.
»Si se h alla u n a cabeza o el cuerpo de un
p erro al lado de u n a figura hum ana, tenéis un
amigo seguro y fiel que h a rá p o r vosotros grandes
cosas.
115
»Si está al lado de u n círculo de m uchas ca
ras, vuestro m arido o v u estra m u je r os guardará
la m ás inviolable fidelidad.
»Si un joven hace la operación del bagazo del
café, y h alla en los dibujos del plato u n a figura
de m u jer em puñando o pareciendo em puñar un
b astón, su cu m b irá a las seducciones de u n a cor
tesana y se a rre p e n tirá am argam ente de su fla
queza.
»Igual su erte anunciará a u n a señora o seño
rita que haga la m ism a operación si ve a un hom
b re que tenga o parezca ten er en sus m anos un
b astó n o u n a espada, porque este hom bre re p re
senta un tem ible seductor.
»Si se descubre u n a m u jer y a su lado una flor
cualquiera, es u na am iga apreciable.
»Si la flor parece u n a rosa, es la am ante de un
joven; y si parece un tulipán, es la am iga de u n a
dam a, cuya am istad no es m uy segura.
»Si se ve u n h om bre m ontado a caballo o sobre
un asno o cualquier o tro cuadrúpedo, u n sujeto
estim able viaja p o r los largos cam inos, y os p re s
ta rá buenos servicios, cuando m enos lo esperéis.
»Si es u n a m u jer a caballo, o sobre cualquier
anim al de carga, u n a señora o u n a señorita h a rá
p o r vosotros m uchas extravagancias.
«Cuando se ven tre s figuras de hom bres, u n a al
lado de otra, es de esp erar algún honroso empleo.
»Si son tres señoras, éste será lucrativo.
»Si se distingue u n a corona de cruces, uno de
vuestros parien tes m o rirá en el m ism o año. Una
de triángulos o cuadrados anuncia la m uerte de
una parien ta, tam bién dentro del año.
lió
»Un ram illete com puesto ele cuatro o m ás llo
res, es el presagio m ás venturoso y si descubrís
algún triángulo a su alrededor, seréis infalible
m ente el m ás afo rtunado de los m ortales, tanto
en honores y contentos, com o en am ores y fam i
lia.» (Diccionario de Ciencias Ocultas. Caymi.)
ASTROLOGIA
117
son un tan to confusas, inextricables, pero realm en
te vienen a decir lo m ismo.
Clases de Astrología
La astrología es siem pre una, pero puede adop
ta r diversas m odalidades según unas u o tras ca
racterísticas dom inantes o la form a en que efec
tú e su estudio y desenvolvim iento:
118
— Astrología natal: La que versa sobre el
tem a natal.
— Astrología geocéntrica: Se in te rp re ta el
tem a tom ando a la T ierra com o centro del siste
m a solar, pues así se observa el fenóm eno desde
119
n u estro planeta, ya que sabem os que realm ente
el centro es el Sol.
— Astralogía heliocéntrica: Se in te rp re ta el
tem a tom ando al Sol com o centro, lo cual es lo
correcto; sin em bargo esta astrología está en ex
perim entación y m uy pocos astrólogos tienen a
bien servirse de ella.
120
M esham cp Dzani
G
d -r
Surya ...... Cura .......
K u ja ....... 6
Apunte histórico
121
m ente. Lo que sí podem os asegurar es que siem
p re ha habido una tendencia poderosa en el ser
hum ano que le ha im pulsado a contem plarse en
las estrellas.
E n la India, el Tíbet y China tam bién se p ra c
ticó con afán la astrología, aunque siguiendo ca
m inos u n tan to diferentes. E n el Tíbet, país sobre
el cual se ha centrado todo el m isterio, las p erso
nas se servían de la «ciencia de los astros» con la
m ayor n atu ralid ad. Todo era consultado y todo se
deseaba conocer.
E n la m entalidad egipcia, tan co n trad icto ria
realm ente, la astrología caló h asta lo m ás p ro
fundo. Los astro s eran personificaciones divinas y
nadie m ejo r que ellos podían p red ecir el futuro;
eran consultados con desorbitada frecuencia.
Cuando la astrología en tra en estrecho contac
to con la filosofía griega, sufre u n a ligera varia
ción: de colectiva que era generalm ente pasa a
ser individual; época en que astronom ía y a stro
logía tom an, afo rtunadam ente, diversos cam inos.
M ucho se h a hablado —especialm ente lo han
hecho los filoastrólogos— y asegurado que Pitá-
goras, el genio de las m atem áticas, era astrólogo.
N ada se sab e con certeza, pero no sería extra
ño debido a las influencias del m om ento y a
su carácter inquieto y afanoso de investigación.
S ócrates y Galeno se sirvieron de la astrología
com o terap éu tica m édica y no nos cabe la m enor
duda de que H om ero tam bién conocía am plia
m ente la m ateria, al m enos de lo que se deduce de
la lectu ra de sus obras. Platón y Aristóteles, m ás
escépticos, m ás avanzados, tenían sus dudas, pero
122
no debían ser de m ucho peso puesto que m o stra
ban cierto favoritism o p o r esta antigua m an d a.
Pero a decir verdad, será íTiparco (130 años a. J.),
hom bre de m ente am plia y diáfana, m atem ático
y astrónom o, el que dé un im pulso sensacional a
la astrología. Sus descubrim ientos, num erosos y
considerables, fu ero n aprovechados p o r los a stró
logos del m om ento, que los absorbieron y aplica
ron a sus conocim ientos.
E n Rom a la astrología decae ligeram ente aun
que el entusiasm o p o r ella continúa y surgen as
trólogos ta n fam osos com o Firm icus y M anilius.
P osteriorm ente, surge un hom bre que va a ser
decisivo p ara la h isto ria de la astrología. Su nom
b re : Claudio Ptolom eo. E n tre sus obras m erecen
ser destacadas La Sintaxis y, en especial, Tetrabi-
blos, que se consideraba com o la p rim era obra
científica de astrología. Ptolom eo escribe aguda
m ente sobre los signos del Zodíaco y las estrellas
fijas, así com o de la in terp retació n de un horósco
po, y de sus diferentes elem entos.
«De este m odo —escribe Sem entow sky Kuri-
lo— la época de Ptolom eo m arca un am plio cam i
no en la ru ta de la astrología, superando el pensa
m iento colectivo que regía h asta entonces, en co
rresp ondencia con u n a fase cu ltu ral en donde ocu
paro n u n lugar predom inante diversas creencias
sobre el papel decisivo de la N aturaleza. Ptolo
meo, que vivió en el últim o siglo antes de Jesu
cristo, es a su m an era un p re cu rso r de la nueva
era, es decir, de u n a nueva fase cu ltu ral en la que,
con el triu n fo del cristianism o, la hum anidad se
eleva a un nivel espiritual m ás firme, com o ya se
123
anuncia en la individualista m entalidad de la as-
trología de Ptolomeo.»
Aunque parezca paradójico dado su espíritu
conservador y un tan to herm ético a externas in
fluencias, la Iglesia contó con im portantes y ver
sados astrólogos, entre los cuales, que son num e
rosos, sólo destacarem os a Silvestre II, San Cle
m ente de A lejandría, Santo Tom ás de Aquino, San
Isidoro, San R aim undo Lulio, San Alberto Magno,
San Jerónim o, etc., etc.
E n tre los árabes la astrología adquiere su im
po rtan cia y en especial sus m ás sólidas bases y
principios. E n el siglo ix florecen infinidad de as
trólogos árabes, entre los que destacarem os a Al-
batenio, sin duda alguna el m ás profundo.
El rey castellano Alfonso X se interesa sobre
m anera, h asta tal extrem o que crea las prim eras
efem érides de las que se tiene noticia: Las Ta
blas Alfonsinas. P or aquel entonces surgen infini
d ad de figuras que se m u estran favorables a esta
disciplina: R oger Bacon, Paracelso, Villanova,
Agripa, Escoto, Dante, etc.
Pero en el R enacim iento es cuando la Astrolo
gía alcanza su edad de oro (m uchos p artid ario s de
esta disciplina sostienen que es ahora cuando la
está alcanzando; pero esto no es real en cuanto
que la astrología está en fran ca decadencia según
estim am os), am parada p o r fam osos artistas, ilus
tres papas y acaudalados príncipes. M erecen ser
destacados: Junctino de Florencia, que era cape
llán de Francisco de Valois y doctor en Teolo
gía, Vanini, N ostradam us, F errier, astrólogo de
C atalina de Médicis, etc.
124
E n 1614 N apier M urchiston, gran m atem ático,
crea los Logaritm os, los cuales serán a p a rtir de
entonces em pleados p o r los astrólogos de todo el
m undo.
D urante este últim o siglo la disciplina astro ló
gica h a cam biado considerablem ente, si no en su
m étodo que sigue con variaciones el em pleado en
la E d ad Media, sí su orientación. La antigua astro-
logia sólo estaba encargada de p red ecir el fu tu ro
del consultante; la m oderna, si bien predice asi
m ism o el fu tu ro , tra ta p o r o tra p a rte de estudiar
los principales rasgos del ca rác te r de u n a perso
na. Hoy con frecuencia ya no se habla de astro-
logia, sino de psicoastrología, lo que nos desagra
da p ro fu n d am en te pues tiende tal concepción a
crear grandes confusionism os. ¿Por qué m otivo
no se m antiene aislada a la astrología y se la es
tu d ia de tal form a? H ab lar de u n a astrología p si
cológica es tan to com o calificar, p o r ejem plo al
espiritism o de psiquiátrico. Las m aterias se estu
dian con m ayor claridad y profundidad cuando
se m antienen puras.
A fa v o r : En contra :
Aristóteles Cicerón
Plotín San Basilio
S anto Tomás San Agustín
de Aquino Petrarca
K epler Descartes
125
Galileo La Fontaine
Alfonso X Pascal
Calderón de la B arca D iderot
Newton V oltaire
Goethe Bailly
Balzac Paul Couderc
L afayette Jean R ostand
F ranklin R. P. Russo
Gabriel M arcel Piccardi
R iquet
Astrólogos contemporáneos
Abate N icoullaud
Alian Leo
W emyss
R am an
Sepharial
Julevno
K ersch
N erom and
Vogine
Drahy
C árter
W olh ,
Hess
Kraff (astrólogo de H itler, al p arecer)
Jean Velohw (astrólogo de H itler).
126
B arb au lt
K urilo
Heindel
Estadísticas astrológicas
127
«N osotros hem os tenido ya ocasión de decir
que este cálculo (el de probabilidades) era un
m étodo delicado y que los m atem áticos no pue
den aplicarlo con toda seguridad m ás que en los
sucesos sim ples y susceptibles de u n a re p resen ta
ción num érica.»
128
co n stan tem en te se esforzó p o r llegar h asta lo m ás
p rofundo de las cosas, estudió, aunque som era
m ente, la astrología y realizó u n a serie de p ru e
bas estadísticas que no carecen de interés. Por
considerarlo necesario, transcribim os a continua
ción unos p árrafo s de su libro La interpretación
de la naturaleza y de la psique:
«El m aterial estadístico dem uestra que se dio
una com binación del azar no sólo p ráctica sino
tam bién teóricam ente im probable, y que coincide
en form a notable con la esperanza astrológica tra
dicional. El que se produzca siquiera sem ejante
coincidencia es tan im probable y tan increíble,
que nadie se av en tu raría a p red ecir algo sim ilar.
E n efecto, d iríase que el m aterial estadístico fue
m anipulado y dispuesto p a ra to m ar la apariencia
de u n resu ltad o positivo. Las condiciones em ocio
nales y arq uetípicas de u n fenóm eno sincronísti
co existían, sin duda, p o r cuanto es evidente que
tan to m i colaboradora como yo m ism o estábam os
vivam ente interesados en el resultado, a lo que se
agrega tam bién que el problem a de la sincronici
dad m e h abía preocupado hondam ente desde m u
chos años atrás. Lo que en realidad parece que
ocurrió —y parece hab er ocurrido a m enudo, si
recordam os la larga tradición astrológica— es que
obtuvim os un resu ltado que presum iblem ente apa
reció ya m ás de u n a vez en la historia. Si los as
trólogos (con excepción de unos pocos) se hubie
ra n interesado m ás p o r la estadística explorando
científicam ente sus in terpretaciones, hace m ucho
que h ab ría n descubierto que sus afirm aciones
descansan sobre un fundam ento precario. Pero
129
5
supongo que tam bién en su caso, com o en el mío,
existió u n a convivencia secreta y m u tu a en tre el
m aterial y el estado psíquico del astrólogo. Esa
correspondencia sim plem ente está ahí, como
cualquier incidente propicio o enojoso, y m e p are
ce que científicam ente no puede dem ostrarse que
sea m ás que eso. La coincidencia p o d rá desorien
tarlo a uno, pero se requiere u n a piel de elefante
p ara no sen tirse im presionado p o r el hecho de
que, de cincuenta posibilidades, tres veces se m a
nifiesten precisam ente aquéllas que la tradición
considera típicas.»
«Como p a ra hacer aún m ás im presionante ese
inusitado resultado, descubrim os tam bién el p a
pel que había desem peñado el engaño inconscien
te. Al elab o rar p o r p rim era vez el m aterial esta
dístico, fui desviado del cam ino correcto p o r n u
m erosos erro res que afortunadam ente descubrí a
tiem po. Después de su p erar esa dificultad, olvidé
m encionar, en la edición suiza de este libro, que
la com paración de las horm igas, de ser aplicada a
n u estro experim ento, sólo es adecuada si respec
tivam ente se supone cada vez dos o tres horm igas
blancas. E sto reduce de m odo considerable la im
pro b ab ilid ad de nu estro s resultados. Luego a las
once horas, al volver el profesor Fierz a revisar
sus cálculos, encontró que había sido inducido a
e rro r p o r el factor 5. La im probabilidad de nues
tros resu ltad o s redújose así algo m ás, aunque sin
alcanzar u n grado susceptible de calificarse como
probable.' Todos los errores tienden a exagerar los
resultados de una manera favorable a la astrolo-
gía, y confirm an sospechosam ente la im presión de
un arreglo artificial o fraudulento de los hechos,
que nos era tan m olesto que hubiéram os preferido
no h ab lar del asunto.»
Y seguidam ente Jung escribe algo que es sin
duda alguna u n a de las anotaciones m ás im por
tan tes del libro:
«Sin em bargo, m i larga experiencia en estas
cuestiones m e h a enseñado que los fenóm enos sin
cronísticos espontáneos atra en al investigador, de
uno u o tro m odo, hacia lo que está ocurriendo, y
en ocasiones lo convierte en cóm plice del hecho.
Es ese u n peligro inherente a todo experim ento
parapsicológico.»
El horóscopo
131
«Zodíaco. Círculo o zona que antiguam ente de
cían que se extendía unos 8 grados a cada lado de
la eclíptica. Los astrónom os m odernos lo han en
sanchado h asta 9 grados p o r cada lado, a causa
de las latitu d es extrem as que alcanzan Venus y
M arte. La posición de cualquier p lan eta en el in
terio r del Zodíaco, es m edida p o r u n a perpendicu
lar a la eclíptica. El pu n to donde esta p erp en
d icular se ju n ta con la eclíptica es la longitud
geocéntrica de la estrella o planeta. En este senti
do, el Zodíaco es idéntico a la eclíptica, pues am
bos se m iden desde el p u n to de comienzo del equi
noccio vernal.»
Los astrólogos opinan que el Zodíaco, banda
m agnética que va a uno y o tro lado de la eclíptica,
es la zona m ediante la cual n u estro planeta se ve
influido p o r los cuerpos celestes.
A strológicam ente el Zodíaco se divide en doce
p arte s de 30 grados cada una, lo que hace la sum a
de 360 grados. Cada p a rte form a u n signo, p o r lo
que h ab rá doce signos, los cuales reciben el nom
b re tradicional de las doce constelaciones del Zo
díaco :
132
Leo, que se extiende del 120° al 150°
Aries ..............................................
Fig. 6. Aries.
133
Tauro ... V
Géminis IE
134
Cáncer
Fig. 9. Cáncer.
Leo
135
Virgo
Libra
136
Escorpión liMi
Sagitario
A 'W '
Acuario MV
Elementos de un Horóscopo
139
IC
Los planetas
Sol; C^)
El Sol es creador de vida; su luz y su calor
son beneficiosos, constructivos. Si no aparece m al
140
aspectado, el Sol confiere la alegría, el entusiasm o
de vivir, la energía; m al aspectado, sucede lo con
trario .
Sim boliza al padre, al hijo, al abuelo u otro
fam iliar m asculino cercano, y al esposo.
Rige el corazón y el cerebro.
L u n a : ©
La Luna, principio pasivo y fem enino, dom ina
los in stintos en el ser hum ano, así com o el mun-
141
do em ocional. Si aparece bien aspectada influye
am orosa y bondadosam ente; sucede lo contrario
si está m al aspectada, creando personas débiles,
inquietas y descontroladas.
F ig . 19. Luna.
142
M e r c u r io :
V en us:
M arte:
143
do crea personas destructivas, viles, carentes de
escrúpulos y principios, violentas y agresivas.
Sim boliza el m arido o cualquier persona re
lacionada con el ejército o la cirujía.
Rige diferentes zonas del cuerpo y actúa sobre
la piel en especial.
Jú p it e r :
S a t u r n o :
144
U r a n o :
N eptunq: T
Bien aspectado form a personas im aginativas
e intuitivas; m al aspectado, personas excéntricas
y ávidas de llam ar siem pre la atención.
Sim boliza a u n a persona relacionada con el
a rte o la invención.
Crea enferm edades m entales.
Las casas
145
Segunda casa: A suntos económicos. Negocios.
Ganancias.
146
T ip o s a str o ló g ic o s
ARIES;
147
estos defectos los suple con su generosidad, su
nobleza y su to tal carencia de hipocresía.
Rige: La cabeza.
TAURO:
Rige: E l cuello.
148
G É M IN IS:
CANCER:
149
siones. Es tím ido, un tanto tim orato y nada em
p rendedor. Egocéntrico.
LEO:
150
com prensivo. Se esfuerza siem pre en llegar h asta
el fondo de las cosas; su curiosidad le im pulsa a
ello. En am or, es fiel, tierno y cariñoso com o nin
gún o tro signo; no existe nada p o r duro que sea
que no pueda hacer p o r am or. Es a u to ritario y
esta característica le hace discutir con los que le
rodean; sin em bargo no es nada rencoroso. Los
nacidos bajo este signo am an las artes y crean
con facilidad dada su espléndida im aginación.
Rige: E l corazón.
VIRG O :
151
gún capricho. Son hipocondríacos, pesim istas y
generalm ente se ven afectados p o r la neurosis.
No se ad ap tan con facilidad; am an los cam bios y
las sensaciones nuevas.
LIBRA:
152
ESCORPIÓN:
Cualidades positivas: Valor. Coraje. Serenidad
im p erturbable. Calculador. Aguda concentración.
In tro v ersió n y extraversión.
Cualidades negativas: A veces crueldad que
raya en el sadism o. Ambición. Rencor. Vengativo.
Sexualidad anim al. Egoísmo. Violencia en ciertas
ocasiones.
SAGITARIO:
Cualidades positivas: G ran sinceridad. Fideli
dad. Sim patía. D esinterés económico. Confiado y
siem pre lleno de fe y esperanza. Am ante de la
verdad.
153
Cualidades negativas: E n ocasiones u n a since
rid ad d estru ctiva y dañina. Fanatism o. Ideas ina
m ovibles. D espilfarro. Ansiedad de av entura y
cam bio. C onstante busca de sensaciones nuevas.
CAPRICORNIO:
154
au to ritario . «Es m uy bueno —escribe Heindel—
ser amigo de los nativos de C apricornio y m uy
m alo es hacerse enemigo de ellos, porque les es
m uy difícil olvidar u n a ofensa real o im aginaria
o una inju ria, y siem pre están pensando en cual
q u ier daño que se les haya hecho. Por o tra parte,
u na vez que se h a conquistado su confianza o
am istad, son m uy constantes en tales relaciones.»
ACUARIO:
155
m elancolía, y siem pre se debe a que tra ta n de
h acer m ás de lo que en realidad sus fuerzas le
perm iten. Es m uy sensible y tiene sim patías y
antip atías m uy m arcadas.
P IS C IS :
156
pereza. Se puede confiar en ellos y saben guardar
los secretos como ningún otro signo. Aman el lujo
y son caprichosos, pero tam bién desean que todas
las perso n as pu ed an n ad ar en la abundancia y ser
felices.
A s t r o l o g ía m é d ic a
157
p asa la co rriente eléctrica están m uertos y los
in stru m en to s telefónicos o telegráficos no respon
den; de igual m odo cuando p o r alguna razón u
o tra el invisible fluido vital cesa de circular por
alguna p a rte del organism o hum ano en cantidad
suficiente aquella p a rte del cuerpo no realiza su
función debidam ente y, com o consecuencia de
esto, se p roduce u n a enferm edad continuando
h asta que se h a operado alguna intervención y se
h a dejado el paso expedito al fluido vital. Por
esta razón, u n Sol afligido produce siem pre en
ferm edades especialm ente en el horóscopo de un
hom bre, y en el horóscopo de u n a m u je r la Luna,
la cual es el reflector de las fuerzas solares, hace
su m ism o oficio y ejecuta sus m ism as funciones.
El corazón y el pons varolii, o lazo vital situado
en el cerebro, son las p arte s principales del orga
nism o hum ano dom inadas p o r el Sol. Cuando el
Sol está bien aspectado en Leo o en Aries, puede
esp erarse u n a salud magnífica. Pero, p o r o tra
p a rte cuando está afligido, produce enferm edades
diversas con arreglo al signo en que está colocado.
E stas enferm edades pueden relatarse como sig u e:
158
»El Sol afligido en Géminis da tendencia a la
pleuresía, a la b ro nquitis y a la hiperem ia de los
pulm ones.
CRITICA
159
h ab rá d istu rb ios políticos en Am érica del Sur.
Y es m uy factible acertar; pero eso no tiene m é
rito alguno, no es serio. S udam érica nos tiene
acostum brados a tales sucesos, h asta un niño
p o d ría h acer sem ejante p ru eb a de clarividencia.
Como ya apuntam os anteriorm ente, jam ás he
m os contem plado n ad a que nos haya adm irado.
Ahora bien, la astrología m oderna no es sólo una
m ancia que p reten d e adivinar el porvenir; tra ta
igualm ente de averiguar el carácter de la persona,
sus inclinaciones y aptitudes. La Cosmopsicología,
com o hoy se denom ina, se esfuerza p o r reflejar la
personalidad del individuo. ¿Lo consigue? Desgra
ciadam ente las estadísticas que a este respecto se
han elaborado son de nulo valor.
A p rim era vista determ inada persona, tra s leer
su horóscopo (m e estoy refiriendo a u n horóscopo
serio y no p o r supuesto a ese «deshecho» de as
trología que usan los periódicos p a ra rellenar sus
vacíos), está convencida de que éste h a reflejado
perfectam en te su personalidad. ¿Es esto así? En
absoluto. E l ser hum ano tiene u n a especial incli
nación a to m ar solam ente aquéllo que es suyo;
tal es su capacidad individualista de absorción.
Expliquém onos:
Se levanta el tem a (horóscopo) de Juan, naci
do, p o r ejem plo, el 3 de agosto del 1943 a las 2
a. m. Y el tem a e n tre o tras m uchas cosas dice:
Colérico, sensual, desigual, violento, dom inante,
fuerte, am argo, sibarita, am ante de la m úsica,
poseedor de facultades creadoras, ju sto en sus
juicios, etc.
Analicemos estos caracteres. Juan es violento y
160
colérico; perfecto. ¿Desigual? Sí, como todo el
m undo. ¿Poseedor de facultades creadoras? Eso
no le co stará ad m itirlo aunque sea m entira, pues
es halagador. ¿Amante de la m úsica? Todos lo
somos, aunque m ínim am ente. ¿S ibarita? Y bien,
¿quién no es un tan to sibarita? ¿Sensual? Todo
h om bre es m ás o m enos sensual. ¿Justo en sus
juicios? ¡Claro! ¿Quién tiene la valentía de adm i
tir que no es ju sto en sus juicios? Conclusión:
que Ju an se ve com o en verdad no es y la astro-
logia se ha hecho con u n nuevo partid ario . Pero
lo m ás curioso de todo esto, es que si Juan, por
equivocación, leyese como suyo el tem a de un
amigo, tam bién se vería reflejado. Y es que la
astrología, com o se dice vulgarm ente, da una de
cal y o tra de arena. Los tipos com o Ju an sola
m ente abso rb en la de cal.
Más acertad a nos parece la astrología en su
descripción de tipos astrológicos. H em os observa
do con b astan te sorpresa, que las personas naci
das bajo un m ism o signo zodiacal gozan de unas
líneas de carácter generales b astan te sim ilares.
¿Será que aquí tam bién la astrología da una de
cal y o tra de arena? Puede ser, ya que este defecto
existe incluso en los tests psicológicos. Sería ne
cesario som eter esto a las estadísticas.
Hay o tro aspecto que sería in teresan te estudiar
m inuciosam ente d entro de la astrología. Nos re
ferim os a la descripción constitucional de los di
ferentes tipos astrológicos. Los virginianos son
de esta tu ra m ediana, etc.; los leos altos y espiga
dos, etc. Sería in teresan te que aquí tam bién las
estadísticas jugasen su papel.
161
6
No nos cansarem os de re p etir que la estadís
tica (aunque es tam bién b astan te engañosa) es el
único procedim iento de hacer alguna luz. Y m ien
tra s no suceda así, no tendrem os m ás rem edio que
p en sar com o René Sudre, que escribe: «Cuando
se utiliza el cálculo de probabilidades no hay
nunca que olvidar que descansa sobre la ley de
los grandes núm eros. H asta que se haya operado
sobre decenas de m illares de individuos y no sobre
dos o tres centenas, tendrem os el derecho de
decir que la astrología no está basada en pruebas
científicas, y que puede tenérsela p o r una d octrina
falsa e ilusoria.»
RADIESTESIA
Apunte histórico
162
E n el año 510, Casiodoro, privado de Teodo-
rico, lanza la teo ría de que las aguas subterráneas
em anan unos efluvios de n aturaleza especial que
es factible sean captados.
Desde el año 510 h asta el siglo xv no existe do
cum ento alguno que denote ra stro de la radies-
tesia, lo que hace pen sar que la investigación de
dicha disciplina fue dejada un tan to de lado.
En los docum entos del siglo xv se habla de
que era usada la varilla en lugar del péndulo; las
causas se desconocen. Antes de com enzar la bús
queda radiestésica se hacían determ inados ritos
de natu raleza m ágica, tales como invocar a los
espíritus, etc.
E n 1456, B auer publica en B asilea su obra De
re metallien, que expone los m ás diversos proce
dim ientos p a ra h allar m etales preciosos p o r m edio
de la varilla.
De principios h asta m ediados del siglo xvxi los
esposos Ju an de C hastelet y M artina de B erteaux
tra b a ja ro n tenazm ente en la búsqueda de m inera
les ayudándose de los principios radiestésicos. El
m atrim onio fue p o sterio rm en te arrestad o y en
cerrado en la B astilla p o r orden del C ardenal
Richielieu.
E n 1690, Santiago Aymar se encargó a petición
del Juzgado de Lyón de la búsqueda de u n ase
sino.- Los docum entos dicen que logró su p ro
pósito.
E n 1691, Nicolás de G renoble publicó u n a obra
llam ada Arte de descubrir los manantiales sub
terráneos, en la que exponía sus am plios conoci
163
m ientos sobre la búsqueda de corrientes subte
rráneas.
A lrededor de este tiem po, el párroco de Valle-
m o n t publicó u n a o b ra en la que hablaba de las
v irtudes extraordinarias de la varilla.
D urante esta época hubo infinidad de publica
ciones sobre radiestesia. Chevreul en su obra La
varilla adivinatoria y el péndulo denominado ex
plorador, publicado a m ediados del siglo xix, ase
gura que e n tre 1634 y 1689 fueron llevadas a la
im p ren ta 17 obras de radiestesia.
Se tiene la com pleta seguridad que a princi
pios del siglo xvixi los suecos y los finlandeses se
servían del péndulo p ara la búsqueda de tesoros
ocultos y m etales preciosos.
E n 1863, el párroco de B arbuste, el reverendo
C arrié, publicó su o b ra Hidrospocografía, en la
que aseguraba que existen unos efluvios de las
aguas que pueden ser captados con facilidad.
E l 13 de abril de 1913, el científico Arm ando
Viré convocó u n concurso de radiestesistas en
París. Cinco especializados en radiestesia se p re
sen taro n y se encargaron de realizar diferentes
p ru eb as en los alrededores de París. Parece ser
que los resu ltados fueron tan sorprendentem ente
favorables que Viré, h a sta entonces contrario a
esta disciplina, se hizo u n ferviente radiestesista.
Pero seguram ente de todos estos hom bres el
m ás destacado en este cam po haya sido el reve
rendo M erm et, fallecido hace unos tre in ta años y
que dedicó buena p arte de su vida a la radiestesia,
exponiendo sus teorías. Creó la T elerradiestesia
(radiestesia a distancia) y parece que obtuvo éxi
tos dignos de to m arse en cuenta.
E n 1933, Viré convocó u n Congreso In te rn a
cional de radiestesistas. E n este Congreso es
cuando se creó el térm ino «radiestesia», pues
h asta entonces se venía usando com únm ente el de
«rabdom ancia». E l Congreso se celebró en Avig-
non y acudieron alrededor de 300 m iem bros.
E n 1954, se convocó otro Congreso In tern acio
nal de R adiestesia, que se vio favorecido p o r la
presencia de 600 p artid ario s y practicantes de
dicha disciplina.
D urante los últim os años son num erosísim as
las sociedades de radiestesia que se h an creado.
Francia, In g laterra, Alemania y otras m uchas n a
ciones cuentan con centros radiestesistas. Razón
p or la que sólo cabe preguntarse: ¿servirá p ara
algo?
¿Qué es la Radiestesia?
165
Y H. de France: «R adiestesia es el arte de u ti
lizar los m ovim ientos inconscientes de las m anos
p a ra descu b rir las cosas ocultas.»
Gerges H a rrar, basándose en sus tres princi
pios, la explica así:
166
nerviosas que son com parables a una corriente y
que co rren y se esparcen p o r las extrem idades.
167
agua producen u n cam po eléctrico en vertical,
capaz de ser captado m ediante la varilla debido
a u n a descarga potencial al evadirse la corriente
eléctrica p o r los extrem os.
168
rato s éstos que no son m ás que un m edio como
otro cualquiera capaz de reflejar la adivinación.
La varilla
169
ser: «una ram a bifurcada de avellano en form a
de horquilla, del grueso de un dedo, de u n pie y
m edio de largo aproxim adam ente, o sea, 40 a 50
centím etros de largo en total.»
«E n ciencias ocultas —explica el Diccionario
de Ciencias O cultas Caymi— se designa con el
n om bre de v arita rab d o m án tica u n a pequeña
ram a ah o rquillada que, retenida p o r las dos m anos
de quien se sirve de ella, gira y se inclina hacia
el lugar donde estén soterrados los m etales o los
m anantiales que se in ten ten descubrir.
»La citada v arita debe ser hecha con m adera
de avellano, cortada cuando aún esté verde y
contiene b astan te cantidad de m edula. Debe tam
bién p re p ara rse de m anera que quede en form a
de h o rq u illa p o r arrib a, y se co rta rá cuando al
com ienzo del día se levante el sol. Según varios
au to res se req u iere que sea cogida el m ism o día
que se vaya a utilizar, porque entonces produce
sus efectos con m ayor eficacia, y p a ra m ondarla
de ho jas se em pleará el m ism o cuchillo que sir
viese p a ra cortarla.
«Como q u iera que todos los que em plean la
varilla rab d o m ántica no la sostienen de igual m a
nera, resu lta que tam poco le dan todos al hacerla
la m ism a form a. R ecta com o un hueso, o com o un
palo cualquiera que se lleva en la m ano, b asta a
algunos; sin em bargo, la m ayoría prefiere em
p lear la que esté ahorquillada, p o r parecerles se
m ejan te disposición de la v arita m ás eficaz y m ás
cómoda.»
G eneralm ente se usa la varilla de avellano de
bido a su m ayor flexibilidad. La varilla se coge
no
con las dos m anos; una colocada en cada ex
trem o.
U ltim am ente las varillas de m adera se han
cam biado p o r la de ballena, alam bre de hierro,
m uelle de fleje de acero; cam biando tam bién un
tan to la form a clásica: rectas, triangulares, etc.
El péndulo
171
de la varilla. Va trata n d o de com penetrarse m ás
y m ás con las sensaciones, h asta que puede perci
b irlas considerablem ente.
P ara fam iliarizarse con las diversas sensacio
nes sigue p rim eram en te un cursillo de ap ren d i
zaje y realiza diferentes ejercicios p a ra hacerse
m ás sensitivo a las radiaciones.
P ara búsquedas a cam po abierto suele utilizar
se la varilla. Si se tra ta de localización sobre pla
no o lugar definido, se em plea preferiblem ente
el péndulo, pues goza de m ayor sensibilidad.
Aplicaciones de la radiestesia
—B úsqueda de m inerales.
—A preciación de tierras.
—Diagnóstico médico.
172
—Análisis de cultivos y calidad de semillas.
L a t e l e r r a d ie s t e s ia
CRITICA
173
científicos, sí casi científicos. N aturalm ente nos
estam os refiriendo a la radiestesia física y no a
la m ental.
Ahora bien, ¿por qué y cómo capta el organis
m o hum ano las radiaciones de los cuerpos? Y
m ás com plicado a ú n : ¿cómo un sim ple pedazo de
m ad era o u n trozo de h ierro pueden p ercib ir di
chas radiaciones? M ientras esta p ráctica m ágica
con pretensiones de ciencia no aclare estos y
otros m uchos conceptos, no puede ir m uy lejos.
E stá p erd id a de antem ano a pesar de sus m u
chos defensores y de los congresos de carácter
internacional que se convocan.
174
FISIOGNOMIA
La cabeza
175
El cabello
176
i> £—
JF i g . 21. División de la frente para su estudio en correspondencia
con las influencias astrológicas. Método practicado, entre otros,
p o r Jerónim o Cardán.
La frente
—F ren te grande y ancha: indica valor, te sta ru
dez, orgullo, soberbia.
—F ren te am plia y casi cuadrada: inm enso va
lo r que raya en el heroísm o, inconsciencia, in tre
171
pidez, fortaleza física y espiritual, orgullo desm e
dido, m ediana inteligencia, ideas fijas.
Las cejas
Los párpados
179
Los ojos
ISO
—Ojos m uy hundidos en sus cuencas: gran
capacidad de penetración, m entalidad com plica
da, perseverancia, reflexividad, testarudez, p a
ciencia.
Los labios
181
La nariz
Las mejillas
182
de espíritu; buena capacidad de adaptación; fina
sensibilidad.
La boca
El cuello
183
—Cuello ñno y largo: tim idez, pequeñas m a
nías, com plejo de inferioridad, conflictos em ocio
nales.
Los dientes
La lengua
184
—Lengua corta: tim idez, recato, discrección,
dulzura en el tra to con las personas.
La voz
La barbilla
185
■—B arbilla cuadrada y potente: fortaleza físi
ca, carácter crudo, esp íritu un tan to despiadado,
gran fuerza de voluntad.
Las orejas
La cara
186
m inación: indica las aficiones y otras tendencias
de la persona.
CRITICA
187
lies y el que generalm ente los ulcerosos sean del
gados, de ro stro enjuto, etc., etc., no quiere decir
que no existan ulcerosos con o tras características
físicas. La fiisiognomía m édica debería ser estu
diada y com probada debidam ente.
P ara un buen fisiógnomo no encierra gran di
ficultad el sab er si u n a persona es de carácter
flem ático o colérico. En ocasiones fallará, de
acuerdo; pero tam bién falla la penicilina.
De u na vez p o r todas debe sepultarse la fisiog
nom ía m ágica p a ra poder dar paso a u n a fi
siognom ía científica, que puede re su lta r de gran
utilid ad incluso p a ra ciencias com o la psicología
y la p siq u iatría (todos los enferm os m entales,
em ocionales y sociales se caracterizan, cada uno
en su categoría, p o r u n a serie de rasgos especí
ficos).
Tenem os proyectado p ublicar en n u estra co
lección, en un futuro no lejano, u n libro sobre
esta disciplina (enfocada desde un p u n to de vista
serio y racional). F rancam ente estim am os que
m erece la pena ese pequeño esfuerzo.
ASTRAGALOMANCIA
CRITICA
189
si el experim ento se rep ite varias veces, jam ás re
su lta rá lo m ism o. ¿Es que la fuerza oculta se con
funde? Lo que no se com prende —sí desde u n
p u n to de vista psicológico— es que haya infinidad
de seres hum anos que insistan u n a y o tra vez en
sem ejantes prácticas a p esa r de v er y com probar
lo disp aratad o del procedim iento. Claro, que si no
fuese así, no sería magia.
CARTOMANCIA
Significado
190
As (al revés): Se recibirán noticias
m alas
Rey (al derecho): G uerrero peligroso
Rey (al revés): D isputa. Inseguridad
Reina (al derecho); M ujer peligrosa
Reina (al revés): Calum nias
Caballo (al derecho): N arración des
v irtu ad a de los hechos
Caballo (al revés): N oticias desagra
dables
S ota (al derecho): Viaje corto
S ota (al revés): Viaje con inconve
nientes
Nueve (al derecho): M ala com bi
nación
Nueve (al revés): Problem as fam i
liares
Ocho (al derecho): S uerte en el am or
Ocho (al revés): E sfuerzo estéril
Siete (al derecho): N oticias agra
dables
Siete (al revés): C alum nias
191
Caballo (al derecho): M ujer libertina
que os busca
Caballo (al revés): Un conocido os
odia
S ota (al derecho): Esfuerzo estéril
Sota (al revés): Cárcel
Nueve (al derecho): M uerte; tam bién
im pedim entos
Nueve (al revés): M uerte de u n fa
m iliar
Ocho (al derecho): E nferm edad
Ocho (al revés): D isputa m atrim onial
Siete (al derecho): D isgustos sin im
p ortancia
Siete (al revés): C alum nias m enores
192
Ocho (al revés): A patía en el am or
Siete (al derecho): M atrim onio feliz
Siete (al revés): Disgustos m atrim o
niales y fam iliares
193
7
m am os que lo señalado es suficiente para que el
lector se haga una pequeña idea.
T arot
CRITICA
194
ciencia. Ningún argum ento m ás sim ple. No cree
m os que a la clarividencia, si acaso existe, le guste
en treten erse jugando a los naipes,
CATOPTROMANCIA
195
n alid ad que los espejos mágicos perseguían, se
han abolido casi en absoluto, y los que todavía
se usan, son sencillam ente discos de h o jalata
p intados de negro con u n punto b rillan te en el
centro.» (Diccionario de Ciencias Ocultas, Camy.)
ONIROMANCIA
196
m uere, indica que se p erd erá una considerable
cantidad de dinero.
Abismo: Soledad. T em or a caer en el vicio.
Abogado: Pleito en un fu tu ro próxim o. Compli
caciones.
Abrigo: V endrán m om entos m uy difíciles, pero
serán vencidos con gran voluntad.
Acacia: C ircunstancias favorables.
Aceituna: Comprensión por parte de las perso
nas conocidas.
Acostarse: Con un individuo del otro sexo: obs
táculo a sus designios; con u n a persona del
m ism o sexo, co n trariedad; con un hom bre feo,
enferm edad; con u n buen mozo, chasco; con
u n a linda m u jer, traición; con su m arido
ausente, m ala nueva; con su consorte, rego
cijo; con su m adre, seguridad en sus negocios;
con su h ija, escándalo; con su herm ana, cer
cano viaje; con una ram era, p erm anente fo r
tuna.
Agua: Enfermedad no grave.
á g u il a : Si v u e l a a g r a n a l t u r a d e n o t a b u e n a
su erte; a b a ja a ltu r a , d e s g r a c ia .
Anciano: D enota que una joven pura desea al
que lo h a soñado.
ángel: Días felices.
á r b o l : É x ito en lo s n e g o c io s ; si e stá seco, pér
d id a ; v ie jo , h e r e n c ia .
Arcó: Practicar el tiro al arco denota buenos
amigos.
Arma: R iñas, altercados.
Asno: Presagia días difíciles.
B anco: Lo que os han jurado no lo cumplirán.
19/
B atalla: Si se vence en la m ism a, días felices;
si se pierde, días desgraciados y llenos de com
plicaciones.
B oca: Dinero.
B oda : Duelo. M uerte de algún conocido.
B otella: Largo viaje lleno de interés.
B uitre : M uerte. Si se le caza, pasa el peligro.
B uho ; M uerte de algún conocido.
Caballo: Si es blanco, felicidad; negro, desgracia.
Cadáver: Funerales.
Cadenas: Ansias de lib ertad o independencia.
Calabozo: Si se sueña que se p en e tra en u n ca
labozo indica buena salud d u ran te m ucho tiem
po; si se sale, m ala salud.
Canario : Viaje a otro continente.
Cangrejo: R iñas con el cónyuge.
Capilla: Muerte.
Casa: Pobreza.
Castillo: Prisión.
Ceniza: Larga enferm edad.
Cielo: Serenidad de espíritu.
Cofre : Intrigas.
Collar : H onores.
Corazón: Afligido, peligrosa enferm edad; herido,
daño p a ra el m arido; falta de espíritu o de
corazón, cercana m uerte.
Corredor: Persecución.
Cuchillos: Se lastimará gravemente a algún co
nocido.
D ado: Mal presagio p ara la realización de ne
gocios.
Diablo: Mal augurio.
D iamante: Se encontrará un valioso tesoro.
198
Dios: Dicha en todos los aspectos.
E ntierro: Si se sueña que uno es enterrado en
vida, pobreza; si se sueña que es enterrado en
muerte, peligro.
E scaleras: Si se suben, triunfos; si se descien
den, penas.
E spada: Un am igo os h a rá traición.
E spejo: Traición.
E squeleto: La m u erte os ro n d a si el m ism o os
toca; si solam ente le veis, m u erte de u n co
nocido.
E strella: Se os distinguirá con honores.
Féretro: E s necesario cambiar de empleo; de
lo contrario habrá complicaciones.
Fuente: Conformidad consigo mismo.
Gato: Una mujer os hará grave traición.
Gusano: V uestros enem igos se u n irán p a ra des
tru iro s.
H acha: Desgracias familiares.
H ígado: Morirá el más anciano de la familia si
se toca; si no, sufrirá una enfermedad corta.
Hoz: Graves problem as con la justicia.
I glesia: Tendréis u n confesor a la m uerte.
I nfierno: C am biad de conducta o term inaréis
m al vu estra existencia.
Jabalí : Si d u ra n te el sueño se m ata denota gran
des triunfos; de lo contrario, adversidades.
Juego: Si se gana, fortuna; de lo contrario, mi
seria.
Langosta: Amor a la m úsica.
León: Se conocerá a algún artista famoso.
Limón: Sucesos amargos.
Luna: Deudas.
199
Madre: «Felicidad para el que sueña con su
madre; permanecer a su lado, seguridad; ha
blarla, feliz nueva; verla muerta, peligro per
sonal o de interés.»
Mar: Peligro de exilio.
Mármol: E ntierro.
Mujeres: V er u n a m ujer, dolencia; m uchas a la
vez, calum nia; u n a rubia, feliz suceso; u n a m o
rena, enferm edad; em barazada, noticia favo
rable; desnuda, m u erte de algún pariente; oírla
sin verla, partida.
N algas: L u ju ria reprim ida.
N egro: M ala señal.
N ubes: Largos y beneficiosos viajes: si las n u
bes son oscuras, peligro en el viaje.
Obispo: Una persona os ayudará generosamente.
Órgano: Si se escucha su m úsica, m u erte de un
fam iliar; si no se escucha, m u erte de u n co
nocido.
Oveja: Nueva am istad.
Palangana: Llena de líquido, riquezas; vacía,
tristeza y m iseria.
Pa n : «Comer pan blanco, provecho para el rico,
perjuicio para el pobre; pan moreno, lucro
para el pobre y pérdidas para el rico; comer
pan de cebada, salud y regocijo.
Papa: Conciencia tranquila.
Partes sexuales: Tenerlas sanas, gozan de salud
los p arien tes, y alcanzaréis nuevos bienes; en
ferm as, predice lo contrario; lo propio debe
entenderse p ara la m ujer; ten er dichas p artes
m ayores y m ás vigorosas que los dem ás, p re
sagia al h om bre fam a, fortaleza y herm osos
200
niños, a la m u jer ju sta reputación y u n a linda
h ija, si u na m u je r soñare ser hom bre, ten d rá
un hijo, h onor de su fam ilia; sueña u n hom bre
ser m u jer, tem a la infam ia; verse ex tirp a r las
p artes, p ronóstico de cercana m u erte o de
pobreza p a ra el que sueña o p a ra sus hijos;
so ñ ar au m en tar de volum en, alcanzaréis gran
des honores, y tendréis u n hijo virtuoso y cé
lebre; si lo contrario, tem ed p o r vuestra posi
ción social, y no extrañéis la desdicha o una
enferm edad de vuestros hijos; exponer sus
p arte s a la vista pública, anuncio de persecu
ciones p o r la justicia, y sus castigos; ten er las
p a rte s herniadas, seréis víctim a de vuestros
enemigos, y tendréis hijos enferm izos.
Peces: Riqueza, herencia.
Perro: Vuestros amigos os son nobles.
Pino : Apatía.
Pradera: Una joven os busca desesperada p ara
ofreceros su am or.
Puñal: N oticias inesperadas.
Rana: Temores imaginarios.
R ata: V uestros enem igos se p re p ara n p a ra a ta
caros.
R ayo: P érdida de fortuna.
R ío: N ad ar en él, próxim o daño; encontrarse en
u n im petuoso río y no poderse liberar, peli
gros, enferm edades y pleitos interm inables; ver
u n río apacible y poco caudaloso, posesión de
u n a lin d a m u je r o logro de sus anhelos; un
río tran sp a re n te re co rre vu estra habitación,
poderoso p ro tecto r; su agua es tu rb ia, quere
llas y desórdenes.
201
Rosas: Un nuevo amor os espera.
S al : Alegría y buena salud.
S ala: Soledad.
S angre: Peligro de accidente.
S illa: Honores.
Tabaco: L u ju ria m alsana.
T é : M alas noticias.
Tierra: Fértil, linda y virtuosa consorte; árida,
esposa terca y regañosa; espaciosa, placer y
riquezas; sem brada de trigo, tra b a jo prove
choso; de legum bres, aflicción; de m ijo, sum as
riquezas fáciles de alcanzar; tie rra negra, m e
lancolía y credulidad; se conm ueve la tierra ,
peligro p a ra los negocios y la vida; besar la
tierra, tristeza y hum illación.
Trigo: Riqueza.
Túnel: Desorientación en los negocios.
Uva: Amores pasajeros.
V elo : Intrigas.
V irgen: Pureza y am or.
Zorro: Un conocido trama algo contra vosotros.
CRITICA
202
existe, y si fu era así, observar la posibilidad de
que ésta pueda m anifestarse en sueños. Ahora
bien —n atu ralm en te dentro de lo im probable del
asunto—, vemos m ás fácil lo an terio rm en te seña
lado, que el p o d er creer en el total ab surdo de
que u n a «uva» en sueños quiere expresar «am ores
pasajeros». ¿Por qué se h a llegado a las diferen
tes interp retacio n es de los diversos objetos? ¿Por
qué se to m a a u n a uva com o «am ores pasajeros»
y no com o realizar un «viaje en triciclo»? Esto
sí sería in teresan te de estudiar, aunque las difi
cultades son ya tan tas —en especial el tiem po
tran sc u rrid o — que re su lta francam ente im posi
ble. E s decir, todo el interés podríam os basarlo
en sab er cóm o y p o r qué se ha desem bocado en
tales conclusiones; porque esa es, p o r oscura que
perm anezca, la ú nica explicación que debe existir.
Un «velo» es «intriga»: ¿quizá porque un velo
oculta algo? Puede que de esta form a se hayan
alcanzado tales in terpretaciones, pero cuando que
dam os confundidos es al observar que «aceituna»,
p or ejem plo, significa «com prensión». Ahora bien,
no debem os tra ta r de im poner la lógica en la
Magia; eso es to talm ente contrario a su esencia.
La onirom ancia nos puede in tere sa r tal vez
como fenóm eno sicológico (¿por qué tales com bi
naciones?); jam ás, hoy p o r hoy, como fenóm eno
parapsicológico, y m ucho m enos aún en cuanto
trasp lan ta d a a u n a serie de oscuros sim bolism os.
Todavía infinidad de personas, influenciadas
p o r la onirom ancia y víctim as de u n a idea fija,
estim an que el «análisis» —científico— de los
sueños es algo m ágico y, podríam os decir, des
203
preciable en cuanto que se tom a como algo que
desprestigia a quien lo practica. ¡ Qué absurdo y
qué ironía! T ener p a rte de la obra del doctor
F reud —uno de los hom bres m ás realistas de
n u estro siglo, aunque ese m ism o realism o en oca
siones le confundiera— com o algo m ágico es un
hecho, si bien de fácil com prensión, altam ente
condenable. Nos creem os en el deber de in fo rm ar
a nuestro s lectores que n ad a tiene de com ún la
onirom ancia con el análisis científico de los sue
ños. El oniro m ante juega a la prem onición; el
analista, m ediante el análisis de los sueños, tra ta
de llegar a los estrato s m ás profundos de la p er
sonalidad hum ana, lo que le perm ite to m ar una
m ás sólida conciencia del caso y am pliar sus co
nocim ientos sobre el paciente. Una y o tra disci
plina son to talm ente opuestas, incom parables.
La onirom ancia, tan practicada en la E dad
Media, no tiene ningún fundam ento real, porque,
dejando de lado el si la prem onición es posible
o no, sus sím bolos son de lo m ás cabalístico.
QUIROMANCIA
204
205
Y este m ism o origen basado en lo divino, tuvo
tam bién asiento entre los griegos, pues de lo con
tra rio A ristóteles no h u b iera dicho: «Las líneas
no están escritas sin ninguna razón en las m anos
del hom bre, sino que provienen de la influencia
del cielo en su destino.» Tam bién parece que sin
tiero n cierta afición p o r la quirom ancia Platón y
Tolomeo.
E n R om a tam bién tuvieron cabida los p rin ci
pios quirom ánticos. El m ism o Augusto se en tre
tenía consultando las líneas de las m anos de sus
súbditos y sacando sus conclusiones personales.
Pero es en la E dad M edia —época dorada de
la m agia— cuando la quirom ancia, com o tan tas
o tras p rácticas esotéricas, alcanza toda su im
portancia, llegando casi a convertirse en un juego
de sociedad. ¿Qué mago de ese tiem po no sabe de
quirom ancia? Paracelso, Agripa y otros m uchos
se in teresan p o r ella. Unos se sirven de ella p ara
dom inar económ ica y m oralm ente a los pobres
de espíritu; otros, inseguros de sí m ism os, tr a
tan de en co n trar un cam ino firm e conociendo su
fu tu ro m ediante las líneas de las m anos; los
m enos, obedeciendo a un apreciable afán de in
vestigación, tra ta n m ediante la quirom ancia de
am pliar sus conocim ientos y llegar a la verdad.
Pero estos últim os, en toda época, en todo m o
m ento, son efectivam ente siem pre los m enos; e,
in ju stam en te, suele p asa r a la p o sterid ad clasifi
cados en el grupo de los que m ás sum an: los
charlatanes.
206
E lem entos de q u ir o m a n c ia
Los montes
201
artes en general. C lara inteligencia y fino espíritu.
Exceso de m onte: Sibaritism o, am or desen
frenado al lujo, desm edida am bición, bús
queda de placeres bajos.
Defecto de m onte: Ideas superficiales. Espí
ritu vulgar.
Las líneas
Las líneas o rayas de la m ano tienen u n a im
p o rtan cia capital en el estudio de la quirom ancia.
Analizarem os lo m ás brevem ente posible la línea
del corazón, la de cabeza y la de la vida; y deja
rem os de lado, p o r falta de espacio y de interés,
las líneas de S aturno, la del Sol, la H epática y
otras.
Línea del corazón: Es la que atraviesa la
p a rte su p erio r de la palm a de la m ano; es decir,
la línea que va m ás próxim a a la raíz de los dedos.
208
—C laram ente definida, n atu ra lm e n te coloreada
y p artien d o del m onte de Jú p ite r p a ra finalizar
en el de M ercurio, expresa: B ondad de corazón,
ideas sólidas p ero tolerantes, espíritu am plio, ten
dencia a colaborar y a co m p artir lo propio con
los dem ás.
209
—No existe: peligro de m u erte p o r dolencia
del corazón; egoísmo; m ente calculadora y muy
fría.
210
—T ortuosa: deficiente salud. Clara inteligencia.
211
—Doble: Vida poderosa y feliz.
CRITICA
212
m iras científicas. N osotros personalm ente hem os
tenido ocasión de observar algunos hechos un
tan to so rp ren d en tes (jam ás predicciones). ¿Azar?
Seguram ente. Sin em bargo, todo debe ser p lan
teado y suficientem ente analizado antes de que
sea descartado p o r com pleto. Insistim os, pues, en
la necesidad de unas estadísticas serias y con
cienzudas.
213
III
Acultomancia
Aeromancia
215
La aerom ancia consiste en la in terp retació n
de las diversas form as y figuras que d ibujan las
nubes. Se aseguraba que m ediante dicha in ter
pretación podía llegarse a p redecir con toda exac
titu d los hechos de m ayor relevancia que acae
cerán a u n a p ersona a lo largo de su vida.
Alectromancia
Aleuromancia
216
A m n io m a n c ia
Belomancia
Bolanomancia
Capnomancia
217
C r is ta lo m a n c ia
Eromancia
E n tre todos los sistem as de adivinación, es
este seguram ente uno de los m ás absurdos. El
co n sultante so stendrá u n vaso de agua en tre sus
m anos y esp erará unos segundos. Si pasado u n
corto tiem po el agua no hierve, las cosas suce
d erán m al; si, p o r el contrario, el agua com ienza
a hervir, ello denota que todo sucederá felizm ente.
Dicho sistem a se usaba m uy frecuentem ente
en tre los p ersas y parece ser que la m ayoría de
las veces —en especial si el consultante era u n
h om bre poderoso— el agua com enzaba a hervir.
¿Cómo? Pensam os que en tre los persas había bue
nos aficionados de la prestidigitación.
Garosmancia
C onsistente en la adivinación p o r m edio de la
co rrecta in terp retació n de las figuras que form a
ban las llam as.
218
Se aseguraba que p ara que todo saliese con
exactitud debía p renderse la hoguera con ram as
que gozaban de unas específicas cualidades.
Geomancia
Geromancia
Giromancia
279
de las colocadas alrededor del círculo, letras de
las que el adivino debería servirse p a ra en co n trar
resp u esta a la pregunta form ulada.
Hidromancia
220
d ) O tra fo rm a de adivinación m ediante el
agua consistía en v erter sobre ésta u n a p iedra u
o tro o bjeto cualquiera y estu d iar detenidam ente
las olas y círculos que se form aban al in tro d u
cirse el objeto en el líquido.
Quirognomonía
221
Bibliomancia: adivinación p o r m edio de la in ter
p retació n de la Biblia.
Brizomancia: adivinación p o r m edio de los sueños.
Cansisnomancia: adivinación m ediante el estudio
de los contornos de las llam as.
Catophomancia: adivinación p o r m edio de los es
pejos.
Cephalomancia: adivinación p o r la conform ación
de la cabeza del b u rro .
Ceromancia: adivinación p o r la cera.
Cleromancia: adivinación p o r las habas.
Cranología: adivinación p o r la conform ación del
cráneo.
Cristomancia: adivinación p o r los bizcochos.
Crommiomancia: adivinación p o r las cebollas.
Dactilomancia: adivinación p o r los anillos.
Dafnomancia: adivinación p o r el laurel.
Ebanomancia: adivinación p o r el estudio de las
figuras que form a el hum o.
Gastromancia: adivinación p o r el estóm ago.
Hepatoscopia: adivinación p o r el estudio del hí
gado de algunos anim ales.
Hicromancia: adivinación p o r los sacrificios.
Hipomancia: adivinación m ediante los caballos.
Lebanomancia: adivinación p o r los perfum es.
Lecanomancia: adivinación p o r las diferentes con
form aciones de los diam antes.
Litomancia: adivinación p o r las piedras.
Metomoscopia: adivinación p o r m edio de las a rru
gas de la frente. Es una ram a de la fisiogno-
m onía.
Molibdomancia: adivinación por el plomo.
Minomancia: adivinación p o r los ratones.
222
■Onfalomancia: adivinación p o r la conform ación
del ombligo.
Oomancia: adivinación p o r los huevos.
Onicomancia: adivinación p o r la fo rm a de las
uñas.
Ornitomancia: adivinación p o r los pájaros.
Partenomancia: adivinación p o r la virginidad.
Psicomancia: adivinación p o r m edio de la evo
cación.
Piromancia: adivinación por m edio del fuego.
Scianomancia: adivinación p o r el estudio de la
som bra.
Teomancici: adivinación p o r m edio de la inspi
ración.
Trigonomancia: adivinación p o r m edio del trigo.
223
■
IV
LA ALQUIMIA
225
3
considerable im pulso en el avance de la civiliza
ción, y fueron seguram ente estos hom bres los p ri
m eros en v islu m brar un m undo m ás confortable,
m ás com pleto, m ejor.
P recursora de la quím ica m oderna, la alquim ia
encontró tal vez su origen en China, alrededor del
te rc e r siglo antes de n u e stra era. Pero m ás p ro
bables es la teoría que su sten ta que fue creada
(se dice que p o r H erm es) en Egipto, dado que
fue éste el p rim er lugar en donde se trató de
realizar la transm utación.
¿Fueron los árabes —los m ás adelantados en
este tiem po— los que in tro d u jero n la alquim ia
226
F ig. 24. Laboratorio alquim ista.
227
en E uropa? No se sabe con toda precisión. Lo le
gendario y lo real se m ezclan con dem asiada fre
cuencia.
Pero ¿qué hizo de positivo realm ente la alqui
m ia? É ste es el m ás grave de los interrogantes.
Se dice que Tullus H ostilius encontró la m uerte
m ien tras tra b a ja b a con fuerzas eléctricas Panse-
lenas conocía todos los secretos de la quím ica
fotográfica; Anselmo Tralle se servía con frecuen
cia del vapor; Roger Bacon usaba la pólvora.
¿Cierto? Las investigaciones h asta ahora realiza
das sólo conducen al confusionism o.
La alquimia superior
Es preciso distinguir dos categorías de alqui
m ia; la an terio rm en te expuesta, cuya única m isión
228
era la de tra n sm u ta r los m etales en oro (alquim ia
m aterialista); y o tra superior, que despreciaba los
placeres m undanos, tachaba de m iserables a
los alquim istas m aterialistas y no tenía el m enor
in terés en convertir los m etales en oro (alquim ia
espiritual).
La única tran sm utación que p reten d e el al
quim ista esp iritu al es la de sí m ism o. Conocer
los secretos de la naturaleza, identificarse con
sus sem ejantes, in teg rar la pro p ia personalidad,
purificar el yo, llegar a Dios, son las aspiraciones
de todo alquim ista espiritual. Y esta categoría de
alquim ia sí tiene un valor verdadero, unos p rin
cipios positivos dignos de toda alabanza.
229
V
LA CABALA
231
con la p articu larid ad de que aquélla era de esen
cia inicié tica.
La cébala, sistem a que se esfuerza en hallarle
u na significación secreta y esotérica a las pala
b ras del Antiguo Testam ento, goza de los siguien
tes libros:
232
—Cúbala no-escrita: «que se com pone del de
bido conocim iento acerca de la form a en que están
ordenados los sistem as sim bólicos en el Árbol de
la vida.»
Esencia cabalística
233
F ig. 27. Sello cabalístico de Agripa.
—La corona
—La sabiduría
—La inteligencia
—La bondad
—La fuerza
—La m isericordia
—La etern id ad
—La dignidad
—La ju sticia
—El reino.
234
F ig. 28. Dicho tridente, de efectos mágicos, era em pleado por
Paracelso con el fin de vencer la im potencia.
235
E ste sistem a —sistem a ante todo m ístico-nu
m érico, podríam os decir— se consolida en los
procedim ientos que a continuación detallam os:
236
Lux del Génesis, hicieron notaricón (N utriqum )
cabalístico, acaso sin saberlo, de la m ism a m a
n era que M. Jo u rd ain hablaba en prosa» (La Ma
gia. Bouisson).
237
Elementos humanos
238
toda cosa, como un vestido. La carne nos recuerda
el lado m alo del universo, el elem ento puram ente
exterior y sensible. Los huesos y las venas figuran
el carro celeste; las fuerzas que existen en el in
terior, los servidores de Dios. Todo esto, sin em
bargo, es sólo u n vestido: pues en el in terio r está
el m isterio del h om bre celeste: así com o el hom
b re terrestre, el Adán celeste es interior, y todo
ocu rre abajo com o arriba. En este sentido ha
sido dicho que Dios creó al hom bre a su im agen.
Pero igual que en el firm am ento que envuelve
todo el universo, vem os diversas figuras form adas
p o r las estrellas y los planetas, p a ra anunciarnos
cosas ocultas y pro fundos m isterios; así, sobre la
piel que rodea n u estro cuerpo, hay form as y ra s
gos que son como los planetas o las estrellas de
n u estro cuerpo.»
¿Se puede expresar m ás bellam ente u n a idea
sim ilar? Toda la cábala está llena de herm osas
exposiciones.
239
VI
MAGIA N EG R A
241
Fig. 30. Instrumentos mágicos
242
EL PODER DEL DIABLO
243
»Los dem onios del terc er género son llam ados
terrestres, pues no dudam os que han sido preci
pitados del cielo a la tie rra p o r su m ala conduc
ta. Unos h ab itan en los bosques y las selvas, y
tienden tram p as a los cazadores; otros, en pleno
F i g . 31. Diablo.
244
de las aguas hayan sido nom bradas p o r los an ti
guos m ás bien en sexo fem enino que en m ascu
lino.
»E1 quinto género se llam a subterráneo, por
h ab ita r en gru tas y cavernas y en las m ás re ti
rad as cavidades de las m ontañas. Es de u n a in
tención m uy m ala y se alian principalm ente a los
que cavan pozos y m inas de m etales o a los b u s
cadores de tesoros escondidos dentro de la tierra.
Por lo dem ás, están siem pre dispuestos a procu
ra r la ru in a del género hum ano, sea m ediante
grietas o abism os, erupciones de llam as o d erru m
bam ientos de edificios. De estos dem onios, los
unos son guardianes de los tesoros que la m alicia
de los hom bres h a escondido bajo la tierra, y que
g uardan p o r m iedo de que vuelvan de nuevo al
po d er de los hom bres, y m uy a m enudo los sus
trae n y los tra n sp o rta n a otro sitio.
«Finalmente, el sexto y últim o género es el
de los llam ados lucífugos, p orque huyen del día,
y no pueden to m ar o form arse un cuerpo m ás
que de noche.»
245
—Eurinomo: Tiene un poder grande, aunque
m enor que el de los anteriores, y es el príncipe
de la m uerte.
EL AQUELARRE
246
de sim ilares características. ¡Qué apetitoso m a
terial p ara un psiquiatra! Acom plejados, re p rim i
dos sexuales, obsesivos, psicóticos, todos se re
unían habitu alm ente allí con el fin de elevarse
dañinam ente sobre los dem ás.
E l aq u elarre se celebraba generalm ente en el
cam po, cerca de algún bosque o de u n lago. E ran
los m iércoles y sábados p o r la noche los p referi
dos p a ra tal clase de asam bleas. R aras veces se
celebraban d u ran te el día, ya que la luz im pedía
la llegada de los seres infernales.
El jefe de los b ru jo s dirigía la sesión. Antes
del cerem onial realizaba una com plicada serie de
ritos m ágicos y se u n tab a el cuerpo con grasa.
Cuando llegaban los otros b ru jo s, éste recibía
pleitesía de los recién llegados, y quedaba ab ierta
la reunión.
P alabras de oscuro significado, letanías m aca
bras, gestos en tre m ágicos y obscenos, esotéricos
cantos, histéricos aullidos, alcohol, sexo, p ro fa
naciones, blasfem ias, todo ello se m ezclaba y con
fundía creando u n a atm ósfera frenética y desqui
ciada; u n a atm ó sfera m orbosa, enferm iza.
¿F antasía o realidad? Seguram ente m ás im a
ginación que o tra cosa; si bien no puede dudarse
de la existencia de tales reuniones.
T ranscribim os con toda fidelidad u n a ca rta
enviada p o r el In quisidor de C alahorra al Con
destable de N avarra:
247
de saber lo que ha pasado y pasa en este nego
cio de brujas que he tenido en estos días, mán
deme Vuestra Señoría que por extenso le haga
saber lo que pasa y he descubierto, conociendo
cuáii servidor de nuestro Señor es Vuestra Seño
ría y espera lo que mejor cumple a las cosas de
nuestra santa je y servicio, porque también ayu
dará a remediar lo que según el mundo está tan
corrompido y las cosas de Dios tan olvidadas,
viendo la necesidad que hay para el remedio a
sus ofensas ayuda y favor semejante que la de
Vuestra Señoría, por extremo el mejor que puede
en este siglo para remedio de tanto mal; mucho
me ha pesado que antes de recibir la de Vuestra
Señoría no haya yo dádole a entender este nego
cio, mas aunque la obra haya faltado, la voluntad
siempre he tenido, como soy obligado con uno
de sus servidores.
»Seis meses se han pasado que salí de m i casa
por mandato del virrey del Consejo Real de este
reino, para visitar estas montañas que mucho
tiempo acá sabían poco qué cosa era hacer jus
ticia temporal ni espiritual y por poner remedio
en algunos males que habían acontecido y se ha
cían en las montañas, llegué al valle de Solazar, a
donde por mano de nuestro Señor he descubierto
este caso de las brujas, contra las cuales hicimos
proceso y todas manifestaron sus culpas y descu
brieron cosas que yo no pudiera hacer, especial
mente que decían que iban en persona a tener
ayuntamiento con el demonio y que salían por
ventanas y chimeneas y por cualquiera parte que
ellas quisieran, y como esto por conclusión tenían
248
y porque para esto hallé división de un texto yo y
algunos letrados, pareciendo que ellas serían en
gañadas del demonio, deseando quitarles aquel
vano pensamiento, hice que una de ellas en mi
presencia se untase y por una ventana fuese a su
ayuntamiento, como ellas solían hacer, y un vier
nes a la medianoche vánse a la posada donde
estaba el secretario Vega y con Pedro Díaz de
Tumoñoz, aguacil, y con Sancho de Mariana, cabo
de escuadra, y con otros soldados, hombres de la
tierra hasta veinte, y en presencia de todos ellos,
ella se aparejó y la pusieron en una cámara y yo
y el secretario y otros con ella; ella se untó por
la form a acostumbrada con un ungüento ponzo
ñoso que mata a los hombres y llegó a una ven
tana del aposento que m uy alta del suelo estaba
y debajo de ella una grande peña, que un gato se
hiciera pedazos, e hizo su evocación al demonio,
el cual vino como solía y la bajó en cuna hasta
que llegó al suelo, y porque fuese más satisfac
ción, dejé al dicho cabo de escuadra a un sol
dado suyo y con otro hombre de la tierra debajo
de la ventana por la parte de afuera y uno de ellos
espantado de ver tal cosa, se empezó a santiguar
y decir Jesús, y así se desapareció y fue de entre
manos y el día siguiente vino con otras siete tres
lenguas de allí en puerto grande, donde habían
estado otras veces, y cerrados los procesos desde
principio de Cuaresma, el presidente y algunos
del Consejo con algunos teólogos letrados, enten
dimos en la determinación, por lo cual hablamos
por escrito y por la experiencia que yo hice deter
minamos la duda que tenían por qué estas brujas
249
iban en persona y las llevaba el demonio; pero es
verdad que personalmente obran en estas opera
ciones malas y de la forma que abajo vuestra
Señoría verá y porque de sus culpas constaba, con
denamos a todas a m uerte y algunas fueron jus
ticiadas en Pamplona y yo fui con otras a este
valle a hacerlas justiciar y proseguir en la causa.
Después andando por estas montañas a donde he
descubierto tres ayuntamientos que se estaban
con el demonio, que solían tener el uno en este
valle, donde se solían juntar más de 120 de ellas
y tengo presas sesenta: el otro día descubro en
el cerro de Salazar, donde se juntaban más de
ciento, las cuales están presas y justiciadas, pasan
de más de ochenta, y el otro ayuntamiento descu
brí en el valle de Roncesvalle y el lavadero hasta
Pamplona, tomando a paz y a guerra en aquella
falda que se juntaban en número de esta tierra
más de doscientas brujas. No todo lo que pasa
en estos ayuntamientos tengo descubierto y hecho
justicia; noventa personas tengo para de aquí a
ocho días, placiendo a nuestro Señor otras veinte:
finalmente tengo tanto descubierto que si tuviese
quien me ayudase, podría hacer mucho en servi
cio de Dios y provecho de la República, y es de
mucho dolor ver el mal tan grande, porque es
tando en estos reinos que si Dios nuestro Señor
no se apiada de nosotros, ya este mal tan crecido,
por relación que Vuestra Señoría verá, que nadie
tendrá vida segura según la forma que tienen
cuando se tornan brujas y los males que hacen
por la forma siguiente:
»Lo primero que hacen es que reniegan de
250
Dios nuestro Señor y de su bendita Madre y
de todos los santos y santas de su santa fe y de
sus padres y madres, tomando por su señor al
d.emonio y señaladamente a Satanás, y así se
introducen a otras por ofrecimiento que el de
monio les hace, diciendo que les dará dinero,
riquezas y deleites, convirtiéndolas de su pro
pia voluntad con temor, de matarlas si no se con
vierten, y después que las ha convertido y hecho
renegar como dicho es, les muestra la form a que
han de tener para untarse en ciertas coyunturas
del cuerpo en la parte izquierda, para ir al ayun
tamiento que suelen tener con el demonio y esta
ceremonia que tienen con el demonio de untarse,
la tienen por él y así lo declaran en sus confe
siones, que con aquello pueden ir donde quieren
en el aire y aquel demonio las sostiene y las viene
a llevar, lo que no harían sino se untasen y de
esta manera las convirtiese y el que convierte a
otra va al dicho ayuntamiento, todos juntos y por
gran servicio la bruja o brujo que convierte a
otro, lo presenta al demonio y el demonio habla
con ella y ella con él y el demonio está en figura
de cabrón grande y negro y dice así este hombre
o esta mujer: "yo lo he convertido a la ley vuestra
y la traigo a vuestro servicio”, y el demonio los
recibe bien y le manda que se haga juez, diciendo
que él es el señor del mundo y que su ley es la
mejor de todas, y les prom ete dar dineros y lo
que han de menester, y así hacen reverencia y
acatamiento como a Señor con el pie izquierdo,
tocando con la mano izquierda en el pecho, puesta
la rodilla izquierda en el suelo, todo al revés, y le
251
adoran en el más sucio lugar de su cuerpo y es
un cabrón como digo, y por principios da al con
vertido dineros y monedas y cantan y toman
placer un rato y vuélvense a sus casas, y lo que
más suelen hacer en estos ayuntamientos, es que
comen pan y carne y otras viandas y beben una
cosa que parece vino, que el demonio les da, y
parece que las viandas se las da en plata y les
muestra grandes riquezas, y lo que es de mayor
dolor, que a los hombres dan mozas, a las m uje
res hombres, y a la verdad son demonios que
toman cuerpos fantásticos, y ciertamente tienen
parte con los demonios, y así los hombres como
las mujeres confiesan que tanta deleitación tienen
con el demonio en lo que hacen con él, como el
m ando con la mujer.
»Una de las cosas más principales y porque
siguen al demonio y le siguen, es por esta sucie
dad, y esto tenga por cierto Vuestra Señoría, y
averiguado que van por el demonio personal
mente, porque tengo más de cincuenta mozas y
mujeres de poca edad que están corrompidas por
el demonio, y entre ellas hay una que no llega a
doce años que está corrompida, y por experiencia
sé averiguar, y parece ser así, los mandamientos
que les manda guardar es que conviertan a su
servicio en mal a todos cuantos pudiesen hacer,
así en matar hombres como mujeres y criaturas,
como de estirpar panes, ganados, como bellotas
de los montes y a toda manera de fruta que la
tierra produce, que al que más mal hace el demo
nio le da mayor premio, y si alguno lo hace mal
lo maltratan y le dan palos, de manera que to
252
dos los que le siguen es forzoso que hagan mal.
»Las noches que tienen nombradas para ir a
tener ayuntamiento con el demonio, son el vier
nes a la medianoche, que van entre las once y las
doce y vuélvense en cantando los gallos, y la razón
que dan porque van más en viernes que en otros
días, es por más vituperio y ofensa a nuestro
Señor y por la alegría que muestran tener que
Judas vendió a Cristo por 30 dineros y en tal fue
crucificado, mayor fiesta hacen de alegría a la
noche del sábado al tiempo que el verdadero
cuerpo de nuestro Señor estaba en el monumento,
entonces trabajan para hacer mayores males y
manifiestan que en cantando los gallos no tienen
comunicación con los demonios; yo he trabajado
por saber la razón de esto, y la que me ha dado
una bruja y un brujo, es que al batir las alas el
gallo, es que dice tres veces que denota la nativi-
dad del Señor, por lo cual, el demonio se apartó
del hombre, y aquella separación que ahora hace,
denota también como san Pedro negó a nuestro
Señor la noche de su pasión estuvo en pecado
hasta que el gallo cantó, y cantando el demonio
se apartó de él; luego habiendo dolor de su pe
cado, estas dos interpretaciones que dan cada
una, es de grandísimo misterio, especialmente de
personas tan simples como son estas que andan
en esta sociedad y dicen que ninguna operación
tienen de hacer con la mano derecha, y lo que
más les es vedado es que no nombren el nombre
de Jesús ni se santigüen, y por muchas partes
tengo averiguado si le nombran andando en estos
pasos, y en ayuntamientos malos, que en dicién-
253
dolo desaparecen; también manifiestan ellas y
ellos, que para hacer operaciones con que matan
a las personas y destruyen los frutos y montes,
tratan y dicen que no se puede hacer sin corazo
nes de niños mezclados con lo que ellas hacen, y
a esta causa matan a los niños y los desentierran
y sacan las coradas como yo por experiencia, los
he hecho desenterrar y he hallado ser así por mis
procesos, y algunos me han manifestado haber
quitado los corazones, y hecho abrir las sepultu
ras y hallar los niños sin corazones. En la manera
que tratan a los niños hay un misterio muy gran
de, es que si la madre o ama que los cría, tiene
cuidado de los santiguar, no tienen poder para
matar, y si las que los crían no los santigua, el
demonio les lleva la nueva y dice, en tal parte
hay una criatura que no la han santiguado, iréis
allá y mataréis, y de esta manera se les aparece
como perro y otras veces en figura de hombre, y
se vienen a las puertas a hacer el unto, y para
más disimular, si algunos no matan les hechan
veneno en la boca para que de a pocos días se
mueran, y también está averiguado que si hay en
la pieza o cámara una figura a semejanza de un
Crucifijo o imagen de nuestra Señora o agua ben
dita, no tienen poder para hacer mal, y asimismo
confiesan que si, en alguna heredad, hay una Cruz
cualquiera que no se menoscabara ni destruiría
el fruto de ellas es cosa m uy probada, que consta
de confesión de ciertas brujas que tenían por
costumbre de cada año, apedrear la heredad de
un hombre y de pocos días a esta parte, puso una
Cruz ele palo, y después que la hubiese puesto,
254
coge sanos todos los frutos de ella, y no le em
piece la tempestad, confiesan por m uy averiguado
que después se hacen brujas no ven al Santísimo
Sacramento del altar, y si confiesan sus culpas, lo
tornan a ver como de antes, como si no fueran
brujas; se pueden conocer por una señal que se
les imprim e en el ojo, que la tal señal es la mano
del sapo, y está como digo en el ojo izquierdo,
encima de lo negro del ojo, y para conocer, tengo
personas que las conocen, que es cosa maravillosa
y averiguada; hay mucho que trata en los que he
hecho justiciar y en los que tengo presos, que
ios males que no se pueden contar v matan con
ponzoñas a los hombres y mujeres y criaturas y
otros parientes y parientas suyas, como consta
por sus confesiones y procesos, y por sus propias
manos han muerto sus ganados, y pierden la be
llota de los montes y herbajaderos v frutos de
la tierra, echando ponzoña por encima de la tierra
con la mano izquierda, con ciertas maldiciones
que dicen al campo que las echan, que suelen
hacer apedrear según lo que han confesado; y
crea Vuestra Señoría que cuando la tierra se pier
de por piedra y tempestades en este Reino, o en
otra cualquier parte que es por maleficio de ellas,
como yo cuando fuere necesario diré el inconve
niente, saben hechizar, y cuando salen a sus ayun
tamientos o malas operaciones, no los sienten en
las casas donde entran a hacer el mal, hacen dor
m ir de manera que pueden ir y entrar y volver
seguras, y saben hechizar para que el hombre no
tenga parte con su mujer, y he hallado por expe
riencia haber hechizado a sus propios hijos y nie
255
tos al tiempo de sus casamientos para hacer ma
yores males y despreciarlos, y cuando más mal
hacen y pueden hacer, y más grave es el pecado,
tanto más mérito tienen con Satanás, y por eso
matan a sus hijos y hacen otros maleficios y pe
cados gravísimos. La noche de Santa Cruz de sep
tiembre, vi ciertos valles y lugares y villas de esta
tierra, con una tempestad súbita que duró más
de dos horas, que cayó tanta agua que se llevó
muchos molinos y cercados y frutos y viñas y
árboles que dejó señal, y fue tan gran el daño,
que fue cosa monstrua. Yo he descubierto por
muchos brujos y brujas que venían con intención
de echar a perder las viñas de Pamplona, y no
pudieron salir con sus intereses, porque dAcen
que vieron una cruz grande y blanca, la cual tem
pestad fue tan grande de vientos y agua y piedra,
que derrocó una cruz grande que estaba en la
plaza de san Lorenzo de Pamplona alta, con cua
tro columnas y cubierta, y aunque yo he dado en
hacer justicia y tengo muchos presos, no deja el
demonio de hacer sus ayuntamientos con los que
quedan, y son tantos los males, que no se pueden
contar por largo juicio que se haga, y esto del
hacer mal, lo congregan y tratan en sus ayunta
mientos los que hay por prender y he sabido de
los que prendí, como el demonio los manda ahora
hacer más mal que nunca, y el demonio los induce
con falsos engaños, que sigan su ley con falsos
prometim ientos, y les dice que los que justician
y queman, les hacen exigentes, que los resucita y
les muestra las propias figuras que antes tenían
aquellos que han ajusticiado y que así hará a ellos
256
que no dejen de hacer el más mal que pudieran,
y que procuren de matarme a m í por todas las
vías que pudieren, que luego será acabada su per
secución en siendo yo acabado. Dios lo remedie
como puede por su infinita bondad: De Pamplona,
a trece días del mes de abril, del año de mil qui
nientos noventa.»
257
9
que se hacía, com o ya hem os apuntado, es u n ta r
el propio cuerpo con u n a extraña pom ada. Exis
ten infinidad de fórm ulas, al parecer, p a ra con
feccionar la m encionada pom ada. E n tre otras:
Extracto de opio ....................... 50 g
Extracto de betel ................... 30 g
Extracto de cinco en ram a... . 5g
Extracto de belladona ............ 15 g
Extracto de cáñamo indio ... . 250 g
Extracto de beleño negro ... . 15 g
Extracto de c ic u ta ..................... 15 g
Extracto de cantárida ............ 5g
Goma tragacanto ...................... Q.S.
Aenanthol .................................. 3 g
Azúcar .......................................... Q.S.
Y tam bién:
Manteca de c e rd o ...................... 100 g
Semilla de girasol triturada ... 30 g
Flor de amapola molida ........ 30 g
Flor molida de cáñamo ........... 30 g
Haxix ............................................ 5 g
Raíz de eléboro ....................... 30 g
Código de la Inquisición
Sin com entario alguno —sería inútil com batir
con las ab su rd as ideas de la época— vam os a m os
tra r los quince m otivos de acusación de los que se
sirvió A lejandro IV p a ra re d a c ta r su bula:
258
—«Reniegan de Dios
—«Blasfem an
—«Adoran al diablo
259
—»Se hacen en todo esclavos del diablo.»
260
m itivo, y que no pueda tragar, cuando está en la
p a rte superior, así como si p o r sí m ism o descien
de súbitam ente.
261
que le hagan parecerse a los atacados p o r el m al
caduco. Si sus m iem bros se ponen rígidos p o r fo r
m a de convulsión y espasm o. Si todas las p artes
de la cabeza se le hinchan, o sí están con tal la
situd que no se puede casi m over. Si se pone de
color am arillo y ceniciento p o r el cuerpo, pero
p rincipalm ente p o r la cara. Si tiene los párpad os
tan ap retados que pueda apenas a b rir los ojos, y
sin em bargo que tenga los ojos m uy claros y
tran sp aren tes. Si tiene los ojos extraviados. Si le
parece ver algún fan tasm a o nube.
262
VII
Brujos y diablos
263
de Tesalia, los que predecían el porvenir. E ran
frecuentem ente consultados.
D urante el Renacim iento, los casos de b ru je ría
son infinitos; posesiones, tentaciones, exorcism os,
aquelarres, m isas negras, conjuros...
E xistían b ru jo s inferiores que solam ente p ra c
ticab an el hechizo y otros que, m ás versados e
in stru id o s en la m ateria, desarrollaban poderes
de m ás esotérico significado.
264
p ersonas b ru jas eran del sexo débil y m e inclino
a p en sar que tal se debe a u n m ecanism o de cier
tas m u jeres p a ra escapar al dom inio del hom bre.
Las b ru ja s solían reclu tarse p o r línea heredi
ta ria de m adres a hijas, aunque había gran can
tidad de ancianas y cam pesinas inválidas que, por
no ten er descendencia, se m antenían d u ra n te un
tiem po indefinido —h asta que la m u erte llegaba—
en su oficio. Cuanto m ás h o rrib le su aspecto re
sultase, tan to m ejor. ¿No es eso lo que p retende
u n a b ru ja ?
Como ya queda dicho, en hom bres se daba
poco el caso de ser acusado de b ru jería. Sin em
bargo, se supone que en las reuniones de b ru jas
siem pre h ab ía com o figura principal u n hom bre;
éste encarn ab a el papel de diablo y se disfrazaba
de m acho cabrío, y a él, las m ujeres, le rendían
trib u to de diversas y obscenas m aneras. G eneral
m ente en tales reuniones, se renegaba de la reli
gión y se hacía m ofa de ella. Lo que allí sucedía
era h o rrib le... ¿Pero de verdad lo era? Me atrevo
a decir que casi todo cuanto sobre el p artic u la r
se ha escrito sobre las b ru ja s y dem ás criatu ras
fan tásticam en te extrañas, h a sido p roducto de
u n a im aginación m ás o m enos calenturienta.
¿Quién puede creer que S atán se aparecía en fo r
m a de h om bre m uy alto, con voz m uy p au sad a y
gruesa, b arb a negra de chivo, adornado con gran
des cuernos retorcidos, con unos ojos que tenían
fuego y despedían u n a especie de hum illo con un
fu erte olor a azufre?
265
Confesiones de brujas
2á<5
fue quem ada u na b ru ja que confesó h ab e r dado
m u erte a m ás de cu aren ta niños clavándoles una
aguja en el cerebro al tiem po que salían de la
m atriz.»
El fam oso proceso de las b ru jas de L ancaster
en el año 1612 a p o rta un buen núm ero de p ru e
bas condenatorias, aunque no se declara cóm o se
obtuvieron las confesiones.
Desde el año 1575 al 1700 la Inquisición incul
pó a un m illón de brujas.
Pero quizás el caso de m ás renom bre sea el
que se h alla en n u e stra historia de E spaña: Car
los II, el Hechizado. H om bre débil, abúlico, en
ferm o, que padecía de cólera, m elancolía, esteri
lidad genérica y ataques frecuentes.
Siendo joven Carlos, su confesor, el p ad re Car-
bonell, le hizo que analizase la posibilidad de que
estuviese hechizado. Desde entonces el m uchacho
vivió preocupado.
M ucho m ás adelante, varios cortesanos de
acuerdo con el confesor real, decidieron exorcisar
al m onarca. E n tan to que el p ad re Argüelles exor-
cisaba a tres m onjas posesas en Cangas de Tineo,
alrededor del rey se ru m o reab a que éste había
sido hechizado a la edad de catorce años con una
bebida antigenésica. Como posible culpable del
hechizo se denunció a la reina m adre, doña M aría
de A ustria, que le había dado a to m ar u n a taza
de chocolate, sesos y riñones en fecha 3 de
ab ril de 1675.
Se llevó a cabo el exorcism o con el rey. M ejoró
—seguram ente p o r sugestión— y entonces se sus
pendieron las prácticas antidiabólicas. Pero poco
267
tiem po después, el rey volvió a decaer y entonces
fue F ray M auro Tenda quien se encargó de cu
rarle, pese a la resistencia del m onarca.
Una posesa que fue llevada a palacio y exorci-
sada dijo que la reina hechizó al rey con polvo
de tabaco. E n los cuellos del rey y de la reina se
en co n traro n unos saquitos que contenían cásca
ras de huevo, pelos, uñas de los pies, y otros ele
m entos tom ados p o r reliquias p o r los m onarcas.
Cuando Don B altasar de M endoza fue nom
b rad o obispo de Segovia, nuevo inquisidor, se
hizo olvidar el asunto y, m ejorado el rey, fueron
procesados el p ad re F roilán y Fray M auro.
E stá claro que los tribunales m odernos, no
ad m itirían hoy día m uchos de los m étodos em
pleados p a ra in terro g ar y extraer confesiones de
las supuestas b ru jas. Se las som etía a continuas
preguntas, rep etidas incesantem ente y que cam
b iab an de orden, h asta que llegaban a co n trad e
cirse. E n ocasiones se las dejaba desnudas y se
las afeitaba com pletam ente todas las zonas del
cuerpo p a ra m ejo r descubrir las m arcas del dia
blo. ¿Los defensores? Se lim itaban a convencerlas
p a ra que confesasen en su propio bien y en el de
él m ism o, ya que si se creaba alguna dificultad
p o r p a rte del abogado, se le condenaba a éste
tam bién.
P ara que el lector se haga cargo de la fuerza
de las acusaciones, bástele saber que un juez de
L eicester ahorcó a nueve m ujeres porque u n niño
aseguró que le habían em brujado.
H abía quien confesaba librem ente, m as o tras
se negaban a hacerlo y se las condenaba porque
268
se suponía que era el diablo quien no las dejaba
hablar.
E n E u ro p a continental la Inquisición produjo
verdaderas atrocidades.
E n 1460 se p ro d u jo el sonado caso de Arrás,
en que se acusó de b ru je ría a varias notables p er
sonas de la ciudad, que al confesar, fueron ah o r
cadas, obligadas a llevar en la cabeza u n som
brero, com o signo de adoración al diablo. E n el
serm ón que les leyó el inquisidor, les describió
el aq u elarre que h abían confesado los condena
dos, que fu ero n entregados al poder secular p ara
p roceder a la ejecución. Los condenados g ritaron
diciendo el engaño de que habían sido objeto, ya
que se les prom etió una co rta peregrinación si
confesaban y salvarse así de m o rir abrasados. Los
gritos de los acusados se escuchaban con vehe
m encia. Todos pedían justicia. C om enzaron las
to rtu ras. Algunos las soportaron; los m ás débiles
fallecieron en ellas. Solam ente uno de aquellos
pobres desdichados fue liberado; pero p o sterio r
m ente se le acusó de h ab e r huido y se le buscó
incansablem ente p a ra ser condenado a veinte
años de prisió n a pan y agua.
E n Escocia los procedim ientos no variaban
m ucho con respecto a otros países. Se rodeaba de
cuerdas la cabeza del acusado y se le arran cab an
las uñas p a ra después clavarle agujas en la zona
dolorida. El dolor era cruel pero a pesar de todo
m uchos se resistían a confesar. ¿No sería que
tem ían la hoguera?
Lo que no nos debe ex trañ ar es que ante tan
despiadados torm entos, los acusados quedasen
269
trasto rn a d o s y declarasen, incluso totalm ente con
vencidos, ser b ru jo s de verdad y poseer grandes
poderes; poderes que no eran dudados p o r los
p resen tes ni p o r un instante.
Captura de brujas
270
española, d en tro de lo que podem os entender por
cuerdo en aquella desatinada época; puesto que
au to ridades seculares ordenaron cazas de b ru jas
en N avarra p o r el año 1526 y hubo diversidad de
opiniones, dado que se dudaba de si las b ru jas
en realidad h ab ían com etido los crím enes que
confesaban.
Los procedim ientos, com o en otros países,
eran tam bién b astan te infam es: incautación de
bienes, to rtu ra s, falsas denuncias, etc.
Los m édicos que no sabían la causa de una
enferm edad —esto en todos los países— o la te
nían p o r incurable, salvaban su reputación
— ¡siem pre a salvo, d u ran te todas las épocas, la
reputación de los m édicos!— diciendo que el p a
ciente estab a em brujado. Tal era la frecuencia
con que sucedían estos casos que los jueces de la
Inquisición se b asab an en absurdos síntom as p ara
acu sar a d eterm in ada persona de endiablada o
em brujada.
In g late rra jam ás —y esto sí que es raro , dado
el carácter un tan to obsesivo de sus gentes— con
denó a las b ru jas a la hoguera. La explicación es
que allí no se in tro d u jo la Inquisición. Pero un
m om ento, los ingleses —¿cóm o no?— tam bién co
m etiero n sus barb aridades. Los h erejes fueron
condenados a la hoguera; la b ru jería , sin em bar
go, no se consideraba u n a herejía.
Al no existir en G ran B retaña la Inquisición, la
su p lantab an los cazadores de b ru jas, e n tre los que
destacó M atthew H opkins, quien asim ism o se ca
lificaba de «descubridor general de brujas» y llegó
a p u b licar u n libro. H opkins dijo que cerca de su
211
casa se reu n ían de ocho a diez b ru ja s y ofrecían
sacrificios a Lucifer. Se puso incansablem ente a
b u scar a estos b rujos. Cuando en contraba una
m u jer a la que creía b ru ja , la obligaba a desnu
darse y com enzaba con u n a aguja a p in ch ar di
feren tes zonas de su cuerpo, a fin de en c o n trar
p u n to s insensibilizados p o r el diablo. No m e cabe
la m enor duda de que el señor Hoplcins era un
gran sádico y se pasaba unos agradables m o
m entos con tales m étodos. Es curioso que con
este individuo se cum plió ese antiguo adagio que
dice: «quien a h ierro m ata a h ierro m uere». Hop-
kins abandonó este m undo cuando fue requerido
p a ra que se som etiera —acusado de poseedor de
extraños p o d eres— a una pru eb a com ún p a ra las
su puestas b ru jas. H opkins sucum bió, y con ello
las persecuciones de b ru ja s perd iero n intensidad.
La cantidad de personas acusadas de b ru je ría
que fueron ejecutadas en E u ro p a difiere según
los h istoriadores. K urtz, h isto riad o r de la Iglesia,
sostiene que en 1484 se «ajusticiaron» 300 000
b ru jas. E n Alemania, donde la crueldad llegó a su
lím ite —anticipo pequeño de la crueldad que des
plegarían p o sterio rm en te co n tra la raza ju d ía—,
se estim a que fueron enviados a la hoguera m ás
de 100 000 b ru jo s; hay historiadores que aseguran
que b astan tes m ás.
O tro au to r, Ewen, basándose en los docum en
tos originales, dice que el núm ero de ejecuciones
p o r b ru je ría efectuadas en In g late rra en tre los
años 1542 y 1736 fue de m enos de mil; y se supo
ne que únicam ente en In g late rra la relación en tre
las acusaciones y ejecuciones no pasó del 30 por
272
ciento. Podem os, pues, decir que la excepción con
firm a la regla, y que esta vez los ingleses se
co m p o rtaro n con toda corrección.
Brujería en Africa
273
A B R A C A D A B R A
A B R A C A D A B R
A B R A C A D A B
A B R A C A D A
A B R A C A D
A B R A C A
A B R A C
A B R A
A B R
A B
A
Fig. 33. Talismán.
274
cial, que es la causa después de u n apetito extraño
p o r la carne hum ana.
Las b ru jas «azende» son reclutadas en tre las
m ás ancianas de la tribu, p o r tan to son las que
conocen m ejo r el secreto de las hierbas y sus efec
tos. E stas b ru ja s poseen unos tam bores, elabo
rados con piel hu m ana que, al golpearlos, tienen
u n sonido característico y especial ya que parece
g rita r: «¡carne hum ana, carne hum ana!» (¡Lo que
hace la im aginación!). E stas viejas son las m aes
tras de las jóvenes, que no pueden ac tu a r sin el
consentim iento previo de las m ayores, y todas las
sugerencias son discutidas, y si son aceptadas lo
son en la to talid ad de la reunión. Si eligen alguna
víctim a van a su choza y danzan a su alrededor
h asta que e n tra la b ru ja que m ás la odia y la saca
p a ra que las dem ás la ataquen y quiten p a rte de
su carne p a ra luego cocerla en las reuniones. E s
tos son casos típicos de canibalism o encubierto.
E stas b ru jas, p o r creencia, pueden tra n sfo rm a r
se, según ellas, en el anim al que desean, pequeño
o grande, incluso en insectos, y provocar actos
de p erversión com o lo hacían los íncubos, que
eran diablos que se unían carnalm ente con m u
jeres desconocidas.
Las b ru ja s de los basuto gustan de la carne
hum ana y son capaces de violar tum bas recientes
p a ra satisfacer su ansia violenta. Llevan dos va
ras, u n a de color ro jo y o tra de color negro. Con
la v arita negra pueden resu citar al m uerto y con
la ro ja pueden m atar.
Los sacrificios hum anos se han sucedido en
m uchas p arte s de Africa. A uténticos sacrificios
275
que causan h o rro r, pues éstos consistían, por
ejem plo, en m u tilar a la víctim a, p rocurando que
no m uriese, p a ra lo cual cauterizaban las heridas
con agua hirviendo o piedras en extrem o calien
tes. C ortaban trozos del brazo, o la cabeza, o bien
le sacaban los ojos o le co rtab an la lengua. Y todo
esto m ás que b ru jería, com o ya he dicho a n te rio r
m ente, es canibalism o; canibalism o quizás im pul
sado p o r unos principios confusos y adulterados.
216
VIII
LOS GNOSTICOS
277
día a día. Los fieles estaban clasificados en tres
categorías:
—Los hílicos: Aquellos que todavía poco fo r
m ados, no eran capaces m ás que de entender la
p a rte m aterial del culto.
278
Los códigos y Biblias, poco rep resen tan p a ra el
que se relaciona directam ente con la divinidad
y que tiene am istades con los ángeles, sus in stru c
tores. La gnosis, ya fuese enseñada p o r u n m aes
tro, o d irectam ente inspirada, era suficiente p ara
aseg u rar la salvación: desligada de cualquier en
señanza y ley religiosa o moral.»
E n este p á rrafo tam bién observam os puntos
de contacto con las doctrinas indias. P ara el yogui
evolucionado, p o r ejem plo, toda norm a, todo p rin
cipio im puesto, todo prejuicio religioso, toda
creencia está superada; seguram ente en eso e stri
b a su au tén tica lib ertad interior. Hay u n adagio
oriental que dice: «Solam ente cuando la d octrina
haya sido trascendida, encontraréis v u estra liber
tad.» N aturalm ente. ¿Cómo podem os decir que
som os libres m ien tras dependam os de algo, au n
que ese algo sea la doctrina? Los gnósticos así lo
com prendieron y debido a ello se hicieron fuertes
y resistentes. ¿Q uién sobrevive a lo largo de toda
la E dad Media? E l gnosticism o. Pero toda su fo r
taleza se vio m inada cuando, influenciando e in
fluenciada p o r todas las herejías albigenses, se
m ezcló con u n a m agia b u rd a y descarnada cuya
p rim o rd ial característica era u n instinto loco de
deform ación. Y entonces nacen ta n ta s doctrinas
gnósticas com o m iem bros poseía la d octrina p ri
m itiva.
Pero ajustém onos al gnosticism o prim ario, al
no deform ado, al único que m erece la pena de
to m ar en cuenta. Toda la d octrina prim itiva ten
día a que el ho m b re se purificase y encontrase un
ser espiritual.
279
«P rim eram ente —escribe Durville— el ser exis
te en tinieblas; asp ira a la claridad. Desde el
p u n to de vista cosm ogónico, rep resen ta el caos
inform e cuyo sím bolo es la p iedra en b ru to antes
de la transform ación. Desde el punto de vista me-
tafísico, es la im potencia de la acción como con
secuencia de la ignorancia en que se encuentra el
ser, con relación a la Actividad o Causa p rim era y
su sím bolo iniciático es el color negro. Desde el
p u n to de v ista de la H um anidad es la m ism a in
consciencia del agnosticism o y su sím bolo es u n a
an to rch a vuelta hacia abajo. En lo concerniente
al individuo, es el estado en que se encontró an
tes de su p rim er deseo de buscar la luz y en el
sim bolism o m ístico, este estado de esp íritu del
adepto, an tes que cualquier pensam iento divino,
corresponde a la desnudez.
»La iniciación gnóstica tiene p o r objeto enca
m in ar al que busca la luz, utilizando su iniciación
p a ra su evolución, lo cual constituye el verdadero
o bjeto de to d as las iniciaciones. P ara esto, la pie
d ra en b ru to debe llegar a ser la p ied ra tallada,
p a ra que pued a fo rm ar p a rte de la rítm ica arq u i
te c tu ra del que creó los m undos. P ara que la pie
d ra en b ru to se convierta en la p ied ra tallada,
d eb erá em plearse el m artillo, la voluntad, el cin
cel, el juicio. El m artillo rep resen ta la fuerza
inconsciente, la voluntad b ru ta l y m aciza que,
com o el m artillo, debe tenerse bien su jeta p o r el
esp íritu , único capaz de dirigir esta potencia casi
anim al. Por el contrario, el cincel rep resen ta el
juicio, la fuerza organizadora del espíritu. El es
p íritu debe su p rim ir del ciego deseo, todo lo que
280
p o d ría p erju d ic ar el plan preconcebido, aunque
la m ateria y la sensibilidad sufrieran. El discerni
m iento del esp íritu debe aplicar las tije ra s en los
p u ntos necesarios. Como en todas las iniciaciones,
observam os que las im pulsividades hum anas están
som etidas a la dirección del esp íritu que las con
duce, sirviéndose de ellas en beneficio del interés
colectivo y del bien com ún. A pesar de su perfecta
precisión, el cincel no puede h e rir sino bajo el
choque del m artillo. Es u n sím bolo, m uy bello, de
la im potencia de la ciencia sin u n anim ism o bien
dirigido que le proporcione el im pulso y su
fuerza.»
LOS NEO-GNÓSTICOS
E s u n gnosticism o m odernizado, podríam os
decir. Sus pioneros h an sido los franceses B ricaud
y el d o cto r Fugairon. Los prim itivos principios
gnósticos h an variado apenas sensiblem ente; ha
cam biado la term inología m ás que la esencia p ro
piam ente dicha.
Cada adepto a dicha escuela, debe ir pasando
p o r u n as p ru eb as que le irá n haciendo au m en tar
de grado y perfeccionam iento internam ente. E s
tos grados y p ru ebas son:
G rados N om bres Pruebas y M in isterio s
281
4.° grado Caballero de la M inisterio de la Unción
paleta y la espada (Confirmación en parte).
5.° grado M aestro adepto M inisterio del fue^o y del
viento (Confirmación)
6.° grado M aestro del Real M inisterio inefable
Secreto (Eucaristía)
7 ° grado M inistro de la M inisterio del gran Nombre
serpiente de cobre (Orden)
LOS FRANCMASONES
282
de 1717, festividad de san Juan, se inicia plena
m ente la m asonería m oderna, situándose una
Logia en Inglaterra.
E n los com ienzos la iniciación m asónica sólo
constaba de tres grados:
3. ° G rados filosóficos
4. ° Grados superiores.
283
El segundo grupo (grados capitulares) abarca
desde el grado cuarto (m aestro secreto) y quinto
(m aestro p erfecto) h asta el grado dieciocho (Su
blim e Príncipe Rosa-Cruz).
El tercer grupo se extiende desde el grado
diecinueve (G ran Pontífice de Jerusalén Celeste)
h asta el grado tre in ta (G ran elegido Caballero
Kadosch).
El cu arto grupo o serie com prende desde el
grado tre in ta y uno (Inquisidor, In sp ecto r y Co
m endador) al grado tre in ta y tres (Soberano gran
In sp ecto r General).
Existe o tra clasificación de grados, y es la que
se sigue en el Rito de M istraim . C uenta con cinco
series y el n úm ero de grados son noventa.
Las series según M istraim son:
284
Grado de Aprendiz
285
F ig. 34. «Gabinete de Reflexión». Todo aspirante a francm asón es
introducido en esta cám ara p a ra que pueda reflexionar.
286
leeremos el fondo de tu corazón! ¡Si aprecias las
distinciones humanas, sal, puesto que aquí no se
conocen! ¡ Si tu alma ha sentido el miedo, no pro
sigas! ¡Si perseveras serás purificado por los ele
mentos, saldrás del abismo de las tinieblas y
verás la luz! Se te podrán exigir los mayores sacri
ficios, hasta el de tu vida.; ¿estás dispuesto a
hacerlos?»
287
—¿Qué deberes tiene el hom bre con sus se
m ejan tes?
288
—Prueba del Aire: El asp iran te re co rre a cie
gas la estancia sorteando de m ala m anera los
objetos que en cu entra a su paso. E sta pru eb a
quiere significar que todo el m undo está a ciegas
en un principio y que debe ser ayudado p a ra que
la luz alcance su corazón.
289
lo
beza del aspirante. Es la consagración. Después
le ayuda a incorporarse, le abraza y exclama:
«¡Bienvenido, H erm ano!» Seguidam ente, el recién
adm itido, recibe las insignias de su grado y el
delantal (signo del tra b a jo y la actividad).
Grado de Compañero
Grado de Maestro
290
te p rep arad o p a ra ad q u irir la responsabilidad de
m aestro.
E l com pañero, antes de p asa r a m aestro, será
conducido a la cám ara de reflexión, aquella té
trica estancia en que fue probado cuando no era
m ás que un asp iran te. Ahora observará las negras
paredes, el gallo, el reloj de arena, el esqueleto, y
n ada de ello le sobrecogerá, porque todo eso debe
e star ya h arta m en te trascendido. Conoce los p e
queños m isterios, p ero desea conocer los grandes.
E l grado de com pañero le queda ya pequeño. Es
necesario evolucionar, continuar avanzando hacia
la m eta.
Cuando vaya a p a sa r a m aestro, sus superiores
le d irig irán tres pequeños discursos, «de los cua
les —escribe Durville— debe extraer tres leccio
nes, cuyo sentido m oral es el siguiente:
291
N aturaleza. D urante el curso de esta exposición
ráp id a se h a observado que las fiestas y pruebas
están basadas sobre fenóm enos n aturales y espe
cialm ente en la sucesión de las estaciones, figura
das o no p o r los cuatro elem entos. El sol, p ara
el iniciado, lo m ism o que p ara el egipcio, llegado
a la com prensión de su religión, re p resen ta una
im agen de Dios y las estaciones existen lo m ism o
p a ra el esp íritu que se reencarna, que p ara los
astros.
292
Son de especial interés las últim as palabras
que hem os tran sc rito de uno de los libros del
francés H enri Durville. Una sociedad puede ser
perfecta, o al m enos, no seam os am biciosos, bas
tan te perfecta; pero sus m iem bros no lo son; sus
m iem bros con frecuencia asp iran al poder p olíti
co-social, desean sentirse adm irados, fuertes, po
tentes. E sto no sólo sucede dentro de la m asone
ría, sino tam bién de o tras m uchas sectas y grupos
en cuanto que se hacen fuertes y sólidos. Lo que
empezó siendo algo p uram ente espiritualista, sin
cero, digno de todo elogio y colaboración, term ina
—y siem pre debido a sus m iem bros, especialm en
te a sus dirigentes— desvirtuándose, perdiendo
calidad, falseándose. La religión, la m etafísica, la
filosofía jam ás deben m ezclarse —porque confun
den, p o rq u e alteran — con la política. Una religión
o sistem a filosófico que sea político antes que
social está condenado a resentirse en sus p rin
cipios. La m asonería nació in sp irad a en los ritos
egipcios, rito s quizás hoy día trascendidos —aun
que el rito desgraciadam ente sigue form ando p arte
de la p ersonalidad hum ana—, pero no condena
bles. Algo p u ro en sus principios que term ina
enturbiándose; algo que com ienza trata n d o de
v erterse generosam ente sobre el alm a hum ana y
term in a vertiéndose, am biciosam ente, sobre las
altas esferas políticas. ¿Por qué? P orque el hom
b re es am bicioso y se cansa frecuentem ente de
«jugar a los buenos».
293
EL CRISTO ESOTÉRICO
294
»Por lo tanto, se puede ser, como yo, sacerdote
cristiano, liberal y h asta republicano, sin d ejar
de ser canónigo.»
Pero n u estro querido am igo se confundía, p o r
que m uy poco tiem po después la Iglesia ponía su
o b ra en el ín d ice y era suspendido.
Gerin-Ricard, acertadam ente, califica a dicha
secta, com o a o tras de la m ism a época, de «reli
gión en la que el m isticism o, el cientifism o, el so
cialism o y sobre todo el ocultism o están confun
didos y revueltos».
295
Mas en la actualidad, la única asociación Rosa-
Cruz que queda con fuerza, es la reform ada p o r
Heindel, afam ado astrólogo danés que ha escrito
infinidad de libros esotéricos tra s co n stitu ir la
sede de la sociedad en Los Ángeles, «am algam a
b arro ca de re sta u ra n te cooperativo, de sanatorio,
296
sonas que su sten tan altos cargos políticos y finan
cieros,
E n n u e stra opinión la actual Rosa-Cruz es un
negocio p erfectam ente m ontado, en el que llueven
los m illones —esto es com pletam ente seguro— y
se hace realm en te bien poco p o r la sociedad.
Menos fórm ulas esotéricas y m ás ayuda real.
LOS POLARES
LOS M ARTINISTAS
297
el siglo xviii . Su fu n d ad o r fue Claudio de Saint
M artin, en 1775. H abía absorbido todas las ideas
de su m aestro M artínez de Pascually, cabalista
nacido seguram ente en Portugal, que escribió
algún libro in teresan te y fundó u n a escuela lla
m ada «Elus-Coliens», fuente del M artinism o.
«E ncierra la filosofía de N uestro V enerable
M aestro —reza el ritu al de la orden M artinista—,
basad a esencialm ente sobre las teorías sacadas de
los egipcios, p o r Pitágoras y su Escuela. Contiene
en su sim bolism o la clave que ab re el m undo de
los E sp írtiu s y que no está cerrado; secreto ine
fable, incom unicable y únicam ente com prensivo
al verdadero Adepto. E ste trab a jo no pro fan a la
san tid ad del velo de Isis p o r im prudentes reve
laciones. El que es digno y el que está versado en
la h isto ria del herm etism o, de sus doctrinas y de
sus ritos, de sus cerem onias y de sus geroglíficos,
p o d rá p e n e tra r la secreta, pero real significación
del pequeño n úm ero de los sím bolos ofrecidos a
la m editación del H om bre de Deseo.»
Los M artinistas tra ta n de en c o n trar su cam ino
en la «Revelación». Creen en la in m o rtalid ad del
alm a y en Dios.
Los M artinistas rechazan en todo m om ento la
política y conservan u n a esencia doctrinal p u ra
m ente esp iritualista.
298
iniciación consta de 12 grados: 1) Aprendiz; 2)
C om pañero; 3) M aestro; 4) Elegido; 5) M aestro
Escocés; 6) Caballero de O riente; 7) Caballero Ro
sa-Cruz; 8) Caballero del Tem plo; 9) Filósofo Des
conocido; 10) Filósofo Sublim e; 11) Iniciado; 12)
Amigo de la Verdad.
E stu d ian las transform aciones in tern a s que
puede ir experim entando el ser hum ano en su
proceso hacia la purificación de la m ente y del
espíritu.
299
IX
301
p a ra ver la co rriente (aseguraban que la veían
alrededor de todo el cuerpo del m agnetizador,
intensificándose en las yem as de sus dedos) se
les llam aba sensitivos y eran personas verdade
ram en te sencillas de m agnetizar.
Paracelso en el siglo xvi estudió a fondo la
co rrien te m agnética y fue u n firm e convencido
de ella. Pero sería F riedrich Franz M esm er b astan
te tiem po después (1733-1815), quien estu d iara m ás
in tensam ente esta supuesta corriente y diese a co
nocer u n a p artic u la r teoría que sería du ran te
m uchos años el tem a preferido de discusión.
M esm er nació en Weil, Gran Ducado de Badén
y m urió olvidado en M ersburgo. Médico ya, em
pezó a in teresarse p o r el m agnetism o y lo aplicó
a la m edicina. M ediante la im posición de m anos
cu rab a a las p ersonas enferm as que a él acudían.
Las revistas y los periódicos com enzaron a h ab lar
de él con todo sensacionalism o. Un m édico que
sanaba con las yem as de los dedos no era algo
que se viera todos los días.
E n 1768, M esm er, ya fam oso, llegó a París, La
Academ ia de M edicina quiso analizar sus pro ce
dim ientos, p ero él no se som etió. Protegido de
M aría Antonieta, favorecido p o r el rey con u n a
sum a anual de 10 000 francos, com entado por
todas las revistas de sociedad y boletines cientí
ficos del m om ento, visitado p o r m iles de perso
nas, este m ag n etoterapeuta se puso de m oda en
to d a Francia.
«M agnetismo anim al, principio de vida de todos
los seres y alm a universal de cuantos respira»,
escribió. Y cada día, el núm ero de personas (aris
302
tó cratas, científicos, m ísticos, filósofos, ocultistas)
que acudían a v isitarle era m ayor.
E l m étodo que usaba M esm er era u n tan to
original. H abía u na gran cubeta llena de agua de
la que salían u n a serie de varillas. El agua era
debidam ente m agnetizada. Después, cada paciente
se sen tab a alred ed or de la cubeta y se asía a su
varilla correspondiente. E ntonces, M esm er daba
vueltas p o r toda la estancia m agnetizada y vigi
lando aten tam en te a sus pacientes. Cada persona
m agnetizada respondía de u n a form a d istin ta:
unas p en e trab an en u n a especie de letargo; otras
se sum ían en un profundo sueño; algunas eran
p resa de grandes convulsiones y espasm os; unas
últim as no sentían n ad a de especial.
Tres centros científicos estu d iaro n la teoría
m esm eriana: La Academ ia de Ciencias de París,
La Academ ia de B erlín y la Sociedad R eal de Lon
dres. La Academia p arisin a y la londinense guar
daron u n herm ético silencio ante la cabalística
teoría; la Academia de B erlín tachó de enajenado
a M esmer.
Poco a poco la fam a de M esm er fue descen
diendo. Aquéllos que en u n principio le habían
aceptado com o u n genio, le tom aban ah o ra com o
u n loco; las dam as de sociedad com enzaban a
ab u rrirse de lo que en su día fue novedad y ahora
tra ta b a n de b u scar otro entretenim iento. M esm er
com ienza a ser olvidado. Y así, aquel que fue el
p rim e r ho m b re de París, m illonario y adm irado,
le vem os al final de sus días pobre y totalm ente
ignorado, usando sus procedim ientos terapéuticos
en tre las pobres gentes que a él acudían. T rabajó
303
h asta su m u erte y siem pre convencido de sus
propios principios científicos. Pues hay algo que
jam ás se p o d rá d ejar de señalar en el m édico
vienés: su honradez.
M uerto el creador del m oderno m agnetism o,
sus discípulos continuaron con la tarea em pren
dida p o r aquél. Llega Puysegur, que hace pruebas
de clarividencia y descubre el sonam bulism o p ro
vocado; E llioston que cura en In g laterra sirvién
dose de pases; Gibbon, experto en p rueb as de
catalepsia; Esdile, que realizaba intervenciones
quirúrgicas en Calcuta usando el m agnetism o
com o ú nica anestesia; B randis, Nasse, Kluge, en
Alemania; Deleuze en Francia; el abate F aria en el
siglo x v i i i , que m ediante la p alab ra y una orden
im periosa («¡Duerm a!») dorm ía a los pacientes;
b aró n du Potet, que m agnetizaba en los ho sp ita
les; Kieser, que prefiere llam ar al m agnetism o,
telurism o; Lafontaine, afam ado m agnetizador del
que se relatan los hechos m ás fantásticos; y final
m ente, B raid, m édico de M anchester, hom bre ra
cional y científicam ente prep arad o que crea el
térm ino «hipnosis» y lleva a las personas al m ism o
estado que los m agnetizadores, pero sin necesidad
de pases. Después ya todo com ienza a ser fácil
p a ra la hipnosis: la p rim era escuela de Nancy,
encarn ad a en Liebault y Berheim ; B eaunis; Boi-
rac, C harcot; la segunda Escuela de Nancy, y algún
tiem po después el hipnotism o surge definitiva
m ente de las tinieblas de lo confuso, se despoja de
todo ocultism o y toda magia, y se constituye en
hipnosis científica. Pero en el m undo no h an sido
sepultadas las teorías m agnéticas. Todavía miles
304
de personas con tinúan ensayando pases y m ás
pases con el fin de d em o strar una m ilagrosa ener
gía que todo puede curarlo, restablecerlo. Ocul
tistas, teósofos, m entalistas, orientalistas, conti
nú an creyendo en esta discutida energía. Hoy por
hoy no podem os aceptarla científicam ente, pero...
Método magnético
2) Aliento cálido.
305
3) Pensam iento favorable e intenso de la idea
de que el paciente se va a dorm ir.
4) M irada enérgica.
1) Pases transversales
2) M irada dulce
3) Soplo frío
306
atención al m agnetism o. ¿No es m ás fácil creer
que lo que en realidad duerm e a la p ersona son
u n a serie de factores fisiológicos y la sugestión?
¿No es, pues, m ás sencillo inclinarse hacia la h ip
nosis que hacia el m agnetism o? Según los adeptos
al m agnetism o, la corriente m agnética es fácil de
p ro b ar: m over objetos con la m ano distanciada,
d o rm ir a p ersonas desprevenidas, im presionar ne
gativos en la oscuridad m ediante el fluido, etc.
Pero ¿dónde están estas pruebas? Todos los libros
fieles a las teorías m agnéticas describen cientos de
procedim ientos aclaratorios, pero lo cierto es que
la p erso n a se pone a experim entarlos con la m ejor
v oluntad y ninguno de ellos da resultado. ¿C har
latanism o? Indudablem ente. ¿Por qué los autores
recom iendan unos experim entos que ellos no han
sido capaces de lograr? Nos agradaría saberlo al
guna vez, al m enos p a ra encontrarles u n a piadosa
disculpa.
E n la actualidad, de u n a form a com pletam ente
científica, varios hom bres de ciencia están inves
tigando sobre el m agnetism o hum ano. No tra ta n
de d em o strar que esta energía sea terapéutica;
solam ente que existe. Si algo de realidad hay en
ello, no p asará m ucho tiem po sin que se sepa.
307
X
FX E S P IR IT IS M O
309
del chascar de sus huesos, principalm ente de
aquellos que com ponen los dedos de los pies. Ante
los ruidos la señora Fox se despertó. «¡Espíritus!»,
pensó, y delante de las niñas form uló u n a serie de
preg u n tas que p restam en te le fueron respondidas.
—¿Seguirías hablando conmigo —preguntó
ah o ra al supuesto esp íritu — si avisara a la vecina?
Y la resp u esta de éste fue totalm ente afirm a
tiva. Vino la vecina, y en días posteriores m ás
vecinos, y así al poco tiem po 1500 ciudadanos
exigían al Congreso que designase u n a com isión
que realizase u n estudio a fondo sobre los espí
ritu s que atra ían prodigiosam ente las herm anas
Fox. La ab su rd a exigencia fue p asad a p o r alto,
pero la m echa estaba prendida, las personas cuyo
débil esp íritu necesitaba algo con lo que alim en
tarse eran m uchas y la lucha en tre la creencia
fan ática y el escepticism o había dado comienzo.
M apes y E dm ons, dos hom bres im portantes (el
p rim ero pro feso r de quím ica de la Academia; el
segundo, expresidente del Senado) que no dudaron
en afiliarse a la nueva doctrina. Y con ellos, y otros
m uchos, m ás o m enos im portantes, qué m ás da,
el fanatism o se iba extendiendo.
Pocos años después, nos encontram os con que
los franceses, gentes am antes siem pre de sabo
re a r lo oculto, tam bién se esforzaban p o r levan
ta r u n a m esa en el aire, o p orque el esp íritu to
case el piano, o p orque apareciese algún ro stro de
u ltratu m b a que con su lum inosidad rom piese du
ra n te algunos in stantes las tinieblas que rodeaban
la sesión. Y luego, H olanda, Bélgica, Italia, Ale
m ania y, tam bién y con gran entusiasm o, España.
310
Libros, folletos, revistas, b o l e t i n e s , e l m ercado s e
llena con obras espiritistas. Y el espiritism o se
hace u n a v erd ad era doctrina, y después, algo
m ucho m ás peligroso: u n a m oda ¿Quién no tiene
u n m al velador en su casa con el que ju g ar a los
esp íritu s a finales del siglo xix?
E l esp iritism o cree —y esto no es original,
desde luego— que el ser hum ano consta de tres
envolturas:
—P luralidad de existencias.
311
—Se afirm a en la idea —elogiable— del paci
fismo ante todo.
—R epudia el ocio.
—C onsidera que los degenerados y delincuen
tes son dignos de lástim a y que en vez de casti
garlos, debem os in stru irlo s y acercarlos a la
verdad.
312
—Metapsíquica objetiva, encargada de estudiar
los fenóm enos p u ram en te físicos, como ¡evitación,
telekinesia, etc.
313
definir ni como agradable ni como desagradable,
sobrecoge, llega a angustiar, pero lo buscam os.
Y m ien tras el ser hum ano no alcance u n a verda
dera m adurez, u n a sólida preparación, u n a autén
tica afirm ación de su personalidad, la m agia y la
superstición, las creencias en lo intangible, en lo
indem ostrable, seguirán con vida, inderrum bables.
Y quién sabe si tal vez no sea así m ejor...
314
XI
LOS P O D E R E S OCULTOS
Y LA PARAPSICOLO GIA
315
Psicoquinesia: E s la influencia ejercida p o r la
m ente de u n sujeto sobre determ inado objeto o
acontecim iento. E jem plo: hacer que el as salga
en el juego de dados.
316
deseará en c o n trar resp u esta el lector. Pues bien,
contestam os, no se sabe. Ü ltim am ente m uchos de
estos poderes, que se tenían p o r el m undo cien
tífico com o el p ro ducto de personas de calentu
rie n ta im aginación, h an com enzado a ser tom ados
en serio. A la ciencia que se encarga del estudio
de estas extrañas facultades siem pre tan discu
tidas, se la ha venido en llam ar parapsicología, y
en la actu alid ad sum an ya m uchas las universi
dades que cu entan con su cáted ra y laboratorio
de dicha disciplina.
El lab o rato rio m ás im p o rtan te y con m ayor
afán de tra b a jo en favor de la parapsicología, es
el que se en cu en tra en la universidad estadouni
dense de Duke y cuyo d irecto r es el ya fam oso
doctor Rhine. E n Italia el m ás im p o rtan te de los
lab o rato rio s es el de Turín, bajo las órdenes del
p ro feso r Servadio. F rancia tiene el In stitu to Me-
tapsíquico In tern acional de P arís y cuenta con
investigadores tan im puestos en la m ateria como
R obert Am adou y R ené W arcolier, éste últim o es
pecializado en el cam po de la telepatía. In g laterra
cu enta con la Sociedad de Investigaciones Psíqui
cas y u n lab o rato rio m uy m oderno m ontado a tal
efecto recientem ente en Oxford. E n Sudam érica,
especialm ente en Buenos Aires, son m últiples los
centros que se dedican al análisis m inucioso y es
tadístico de esta disciplina. La Unión Soviética,
tan adelantada siem pre científicam ente, goza de
varios equipos de investigadores y puede consi
derarse feliz teniendo en este difícil y esquivo
cam po el asesoram iento del doctor Vasileiev. En
otros países, como Checoslovaquia y H olanda,
317
tam bién existen, aunque en m enor escala, cientí
ficos que se in teresan p o r la parapsicología.
E l p rim er paso de la parapsicología ha sido el
de a p a rta r estas presu n tas facultades hum anas de
la m agia y las ciencias ocultas. Si u n hom bre es
capaz de leer el pensam iento de o tro hom bre, no
es p o rq u e el diablo, las b ru ja s o los hechiceros
estén de su p arte, sino p orque determ inados m e
canism os —desconocidos h asta el m om ento— le
facilitan la percepción. El propósito de la p arap
sicología es analizar «aquellas facultades del hom
bre, reales o supuestas, que no parecen poder ex
plicarse p o r ninguna hipótesis generalm ente
adm itida». Y este es el verdadero objeto —o al
m enos este debe ser— de la parapsicología, tr a
tando de ac la rar todo aquello que el ocultism o ha
entu rb iad o y confundido d u ra n te tan to s y tantos
años.
Lo que es de desear sinceram ente, es que esta
nueva ciencia sea capaz de llegar a resultados po
sitivos. Al decir resultados positivos no p reten d e
m os que deba llegar a com probar que la telepatía
existe o la psicoquinesia es posible; entendem os
que igual de positivos deberían estim arse sus re
sultados si estos perm itiesen llegar al convenci
m iento de que la percepción extrasensorial es un
p u ro m ito. Debe juzgarse positivo siem pre y en
todo caso aquello que nos aproxim e a la verdad.
La parapsicología cuenta con u n potente, im
previsible adversario: el azar. Incluso en las es
tad ísticas ¿quién nos asegura que no influye el
azar? R epercute, indudablem ente, y así lo han
prevenido, p a ra evitar fu tu ra s confusiones, unos
318
cuantos investigadores. El azar se encuentra, in
cansable, en todas p artes y tra ta r de lim itarlo,
reducirlo a las probabilidades, es algo que puede
desplom arse en las redes de lo utópico. Vamos
p o r la calle, pensam os en u n amigo que no hem os
visto hace tre in ta años, y al doblar la esquina, nos
encontram os de fren te con él. ¿Azar? T araream os
u n a canción antigua, casi olvidada, y cuando nos
dam os cuenta n u estro com pañero de autobús está
entonándola a m edia voz. ¿Azar? Soñam os que
Ju an se casa, y pasados uno o diez días nos encon
tram o s en el buzón con u n a invitación de boda: la
abrim os y es Ju an uno de los fu tu ro s cónyuges.
¿Azar? El hijo se m ata en u n accidente violento
y la m ad re se d espierta en ese m ism o m om ento
sobresaltada. ¿Azar? Dos novios se m iran a los
ojos en silencio, y cuando van a hablar, los dos
profieren la m ism a palabra. ¿Azar?
Podríam os citar m il casos m ás que confunden
y nos im pulsan a cavilar. ¿Es el azar? ¿Es la ca
sualidad? ¿Es realm ente que p o r equis causas el
ser hum ano en ocasiones puede adivinar? Esto
es a lo que debe llegar la parapsicología, y para
eso debe tra ta r de com batir, siem pre alerta, a ese
m o n stru o poderoso que es el azar.
¿Qué pensaríam os si u n a persona lanzase ante
n o sotros u n a m oneda veinticinco veces al aire y
siem pre saliese «cara»? Podríam os sospechar que
los dos lados de la m oneda eran iguales, es cierto.
Pero supongam os que la m oneda es legal, ¿qué
pensaríam os entonces? Seguram ente preferiríam os
no m ed itar m ás sobre este asunto y, com o gene
ralm en te hacem os m uchas veces en la vida, lo
319
pasaríam os p o r alto. Y el caso es, que la m oneda
puede salir realm ente —sin tra m p a de ninguna
clase— veinticinco y m ás veces p o r u n a sola cara.
Tal es el p o d er del azar. R ecordem os, sin ir m ás
lejos, que en M ontecarlo el color rojo, en la ru le
ta, h a llegado a to car sin in terru p ció n cerca de
tre in ta veces, lo cual no h u b iera sido fácil supo
ner. Pequeñas sorpresas que deben ser tom adas
en cuenta.
320
A P É N D IC E S
n
ESPIRITISMO Y FRAUDE
323
p siq u iatra a tiem po acaban en suicidios y m ani
comios.
La com edia com ienza con espasm os, sueño si
m ulado, p alab ras incoherentes; con burdos re cu r
sos teatrales llegan al sistem a nervioso de ese ser
que ya ha caído en el fraude y que si antes no
tenía deseos de vivir, ah o ra los tiene solam ente
de m orir, ya que piensa que ese es el único ca
m ino p ara term in ar con la soledad y poder al fin
reunirse con el ser am ado que se le fue p ara
siem pre.
Él confía en estos com ediantes y ellos, m íseros
em baucadores, aseguran que van a ayudarle. Sin
em bargo, en lugar de quitarle ideas penosas de
su ato rm en tad a cabeza, lo que hacen con sus p ro
cedim ientos y supuestas apariciones espiritistas
es reavivar m ás el sufrim iento y sum ergir su m en
te en el caos.
¡Y qué decir cuando la persona crédula p o r
cualquier causa com prueba la fa lta de honradez
de los m é d iu m s! Se h u n d irá en el desencanto y la
desesperación ante el engaño sin em bargo y aun
que parezca paradójico, en la m ayoría de los casos
en lugar de ap a rta rse de estas gentes, seguirá
yendo a o tras sesiones, y será uno de esos recal
citran tem en te engañados que van dejando a giro
nes p o r los cam inos su salud física y su co rd u ra
esp iritual, h asta caer gravem ente enferm os de
cuerpo y m ente.
No es solam ente lad ró n y debe su frir condena
el que se apropia de bienes ajenos; m ás ladrón
es el fa rsan te que se aprovecha de la credulidad
del sufrim iento m oral de los dem ás, y se divierte
324
y juega con los cerebros. E stos sádicos son m ucho
m ás am orales que los com erciantes sin escrúp u
los. M uchos dicen que no solicitan ayudas econó
m icas, p ero ¿qué im portancia tiene lo m aterial
cuando an d a en juego la salud m ental?; ya que a
p ersonas nerviosas, deprim idas, propensas a la
neurosis, las llevan a pasos agigantados a la lo
cura, y en casos m enos graves a no h acer nada
concreto en provecho de la H um anidad o de ellos
m ism os, puesto que abandonándose a sus delirios,
alucinaciones y tem ores al «más allá» se van des
truyendo.
Y no hablem os de cuando adem ás de esto
especulan vendiendo falsas m edicinas, m ensajes,
cristalito s que los espíritus h an entregado al m é
dium p a ra rem ed iar la enferm edad... Se cae en la
superstición.
¿Cómo sabrem os cuando estam os en tre perso
nas de buen a fe? E n estas reuniones es im posible
saberlo, ya que hay cientos de casos de superche
ría, descubiertos generalm ente años después. Ya
es de todos conocido el caso de las herm anas Fox,
M argarita y Catalina, que después de cuarenta
años de ganancias m ateriales y popularidad sin
lím ite, solam ente p o rque ellas desearon descubrir
el engaño, se llegó a conocer el m isterio de sus
falsos «raps». Se hicieron célebres gracias a los
ruidos que realizaban con los huesos de sus pies
y rodillas, sobre u n a tarim a de m adera en la que
actu ab an : la resonancia era extraordinaria.
Uno de los esp iritistas m ás crédulos y de buena
fe, fue C raw ford, quien después de asidua lectura
o cu ltista y serios estudios sobre el tem a, se suici-
325
dó, p robablem ente al descubrir el engaño al que
le tuvo som etido la fam ilia Galigher, haciéndole
ver com unicaciones. Su colaborador y doctor en
Ciencias p o r las U niversidades de Londres y Bir-
m inghan, F o u rnier Dalbe, al hacer una investiga
ción se encontró con tal núm ero de em bustes y
supercherías que escribió desenm ascarando las
tre ta s y m alas artes de que se valían la m ayoría
de los llam ados espiritistas.
Ya se h a hablado con profusión de los trucos
realizados en estas sesiones, pero no está de m ás
ad v ertir sobre los ectoplasm as, los espejos colo
cados estratégicam ente, los veladores im pulsados
p o r m edio de palancas. Los ilusionistas con sus
tru co s en el circo nos m aravillan y recrean nues
tro s ojos, pero en estas sesiones nos hacen pali
decer y tem blar, dado que estim am os todo sobre
n atu ra l y la magia, en este caso, la creem os obra
de u ltratu m b a.
E n la p en u m bra de las habitaciones, en su
m ayoría encortinadas, la facilidad de sim ulación
que tienen todos estos falsarios es infinita, y con
tal de cau sar respeto y adm iración se lanzan a los
fraudes m ás ostentosos.
Las m uselinas han dado lugar a m iles de enga
ños; con ellas se han form ado caras espectrales,
m anos viscosas, figuras difusas que h an re p re
sentado infinidad de seres im aginarios. Las foto
grafías tam b ién han tenido su buena p a rte en estas
sesiones, donde las falsas invocaciones y la pala
b re ría im petuosa han sugestionado a ansiosos de
exotism o y m orbosidad.
No se puede decir que las prácticas del espiri-
326
tism o y ocultism o den siem pre lugar a la locura,
p ero sí se puede afirm ar que son num erosos los
practican tes que teniendo un buen equilibrio m en
tal, van cayendo en diversas etapas depresivas,
m aníaco-persecutorias, fetichistas, etc., de lo que
se deduce que personas en las que la psicosis
estab a oculta, y que era m uy probable que nunca
se hubiese en ellos m anifestado, acaban en el
m ejo r de los casos teniendo que ser som etidas a
tratam ien to con u n alienista.
M uchos em piezan estas sesiones de experim en
tación p o r curiosidad o aburrim iento, teniendo
los nervios com o vulgarm ente se dice m uy tem
plados, y poco tiem po después están con el sis
tem a nervioso tenso y excitado, dando origen a
tics nerviosos, pesadillas angustiosas, alucinacio
nes, y a los célebres desdoblam ientos de perso
nalidad, en que se llegan a creer santos, reyes o
gu errero s de la antigüedad.
P or lo tan to , no es que haya que a trib u ir siem
p re a estas prácticas las enferm edades m entales,
pero sí u n a bu en a p a rte de ellas, ya que la suges
tión que les h a influido es tan grande que acaban
viendo en todas p artes espíritus m alignos y reci
biendo órdenes de ellos.
La ansiedad no tiene razón lógica, viene a no
sotros p o rq u e sí; en u n día cualquiera de p rim a
vera puede ad e n trarse en n u e stra alm a, pero si
n u estro cerebro está sano, n u estra voluntad fu n
ciona, n u estro «yo» actúa con perfecta norm alidad
y som os dueños de n u estras em ociones, entonces
de la m ism a form a que surgió desaparecerá, que
dando solam ente un día o u n m om ento triste. Sin
327
em bargo, cuando la enferm edad está oculta, la
tente, u n in stan te de descuido puede re su lta r
fatal, pues la ansiedad se ap o d erará del sujeto en
cuestión y ya difícilm ente le abandonará.
Los neuróticos son propensos a altibajos de
carácter y con las prácticas del espiritism o se
convierten en p obres seres atorm entados que pien
san que están rodeados de entes m alignos, a quie
nes achacan en m ás de un caso sus enferm edades
y tropiezos en la vida, cayendo en u n a sorda an
gustia que únicam ente con el apoyo a tiem po de
u n psicoanalista y el abandono de lecturas y p rá c
ticas ocultistas, se puede evitar que vayan volun
tariam en te hacia u n a m u erte espiritual; solam en
te con cuidado puede conseguirse que con el tiem
po sean personas felices, m ejo r dicho norm ales,
viendo las nubes sin m elancolías y contem plando
los ríos al anochecer sin experim entar el im pulso
de a rro ja rse de cabeza a ellos.
Si aquí hablásem os de la falacia de los «mé
dium s» no term inaríam os, tendríam os que escribir
capítulos citando m iles de casos de sim ulaciones,
pudiendo d ar nom bres y fechas. No es esta nues
tra intención y solam ente querem os d ar u n a voz
de alarm a a los crédulos, co n tra esas personas de
m ala fe, y advertirles que hay que te n e r inquietud
espiritual, aspiraciones, afán de lucha, pero no
d ejarse llevar p o r las tem pestades y d estru ir las
propias vidas sin provecho alguno, y con estos
falsos conocedores de la verdad, no solam ente no
en co ntrarem os la paz ni fluirá en nosotros la
serenidad, sino que sin h allar u n ápice de espe
ranza nos hundirem os m ás y m ás en la angustia.
328
MAGIA Y SUGESTION
U rbano Ortiz
329
los prim eros ocultistas, con sus repetidos expe
rim entos h asta el infinito. De acuerdo en que todos
los sim bolism os resu ltan ya anticuados, pero no
así sus revelaciones, m ás de una vez sorprendente.
Los descubrim ientos de la teoría atóm ica, los ex
perim entos de partogénesis, las glándulas, han
sido, si no esclarecidos p o r el ocultism o, sí in tu i
dos y desarrollados, algunos de form a asom brosa.
Hoy día no existe duda, en los círculos m édi
cos y en otro s sectores profanos, que los llam ados
com ponentes aním icos son m uy im p o rtan tes en
el curso de to da enferm edad, y puede tam bién
decirse que la sugestión desem peña u n papel alta
m ente considerable en la curación de las enfer
m edades. Los auténticos agentes curativos, p o d ría
m os decir que son el cerebro y el sistem a n er
vioso.
Conociendo los efectos, pero en m uchas oca
siones sin poderse explicar el p o r qué, la m agia
egipcia u tilizab a los «fluidos m agnéticos» con fines
terapéuticos. Yo p articu larm en te prefiero llam ar
sugestión al fluido m agnético.
H an existido grandes hom bres m agnéticos y
p a ra m ejo r decirlo, hom bres que conocían y dom i
n aban el p o d er de la sugestión en las m asas. Po
dem os citar, e n tre otros, a H erm es Trim egisto,
iniciador de la filosofía oculta y la m agia. Según
algunos, H erm es vivió du ran te u n período de
3225 años.
Uno de los m agos m ás fam osos de la antigua
Grecia fue Apolonio de Tiana. V iajó por Egipto y
la In d ia en el siglo prim ero de n u estra era y p re
decía el p o rv en ir así com o al parecer tam bién cu-
330
rab a enferm edades y hacía resu citar a los m uer
tos, hechos a los que nos tienen acostum brados
los grandes tau m atu rgos de la Antigüedad.
En el siglo prim ero, el gran gnóstico Sim ón el
Mago hacía ver que se elevaba sobre el cielo, y
efectuaba prodigiosas curaciones, las cuales es
posible que ni el m ism o pudiese llegar a expli
carse, y que gracias a los innegables factores
aním icos se realizaban y le concedían u n consi
derable prestigio.
La p ru eb a de que existen estos factores, es que
o cu rre con frecuencia el hecho de que sanan en
ferm os que según buenas prognosis de especia
listas estab an condenados a sucum bir, y, p o r el
co n trario , que fallecen aquellos cuyas enferm eda
des no p arecían ten er tan fatales consecuencias.
No quiere lo an terio rm en te dicho expresar que
el fa cto r aním ico sea una panácea universal en
todas las enferm edades (esa la buscaron los alqui
m istas y jam ás la lograron); pero sí que debem os
u sar de él h asta los lím ites que nos entreguen las
posibilidades de la N aturaleza.
Los tau m atu rg o s de los prim eros tiem pos, que
a pesar de todos sus éxitos no conocían endocri
nología, biología o cualquier o tra ram a de la m e
dicina, ejecutaban frecuentes curaciones, que, si
entonces eran tom adas p o r m ilagrosas, hoy en día
tienen su científica explicación. Incluso la Iglesia,
afo rtu n ad am en te, es en la actualidad m ucho m ás
reservada en todo aquello que la m asa calificaba
velozm ente de m ilagro. Es difícil que la Iglesia
acepte con facilidad un hecho sorprendente de
los que suceden con m ás o m enos frecuencia en
331
Lourdes y lo tache de m ilagro; p a ra ello h ab rá
realizado prim eram ente infinidad de investigacio
nes, y si no son positivas, perm anecerá al m argen
del asunto.
E n Egipto efectuaban procesiones con la Mano
do rad a de lsis en el extrem o del báculo. E sta m ano
tenía cerrados el anular y el dedo m eñique, y los
otro s tres dedos dirigidos hacia lo alto. E ste sím
bolo era objeto de gran veneración religiosa y
efectuaba hechos un tan to espectaculares p o r lo
que sabem os.
Infinidad de curaciones se han logrado a tr a
vés de todos los tiem pos m ediante la im posición
de m anos, acto de origen egipcio seguram ente.
«Coloca tu m ano sobre el enferm o p ara calm ar
su dolor y pide que el dolor cese» —reza un p a
p iro de Tebas, que es algo así com o si dijera:
«Haz un acto de fe y cúrate.»
El h om bre siem pre ha realizado curaciones
sirviéndose de la im posición de m anos. Santos de
todas las religiones, incluso em peradores bizanti
nos y carolingios h an recu rrid o a este procedi
m iento. Así sabem os de curaciones efectuadas p o r
el em p erad o r Adriano, Olaf, Felipe I de Francia,
Carlos II de In g late rra —al cual, se dice, acudie
ron m ás de tre in ta m il enferm os. La Iglesia tes
tifica en escritos oficiales tre in ta y cuatro quiro-
tetas (curación p o r im posición de m anos) h asta
el fin de la E dad Media.
Se llegai'oxr a crear escuelas con el propósito
de descu b rir las leyes que perm itían tales pro d i
gios. Leyes de sugestión que ellos desconocían.
Y no debe ex trañarnos lo m ilagroso. Desde la
332
escuela de Nancy —ya eran otros tiem pos— h asta
la actualidad, se h an descubierto cosas so rp ren
dentes, com o radiaciones invisibles, pero com ple
tam en te eficaces, tales com o las radiaciones
Roentgen, las cósm icas, etc.
La terap éu tica sugestiva cada día tiene un
cam po m ás am plio en el que m anifestarse. Los
que hoy se llam an a sí m ism os m agnetizadores o
es p o rque les resu lta m ás com ercial o porque
desconocen las leyes m ás elem entales de la suges
tión. ¿Por qué ese afán de com plicar las cosas?
E l ho m b re puede recib ir sugestiones en todo
m om ento, dorm ido o despierto. N uestros conoci
m ientos de psicología nos perm iten p re p a ra r la
m ente del paciente de tal form a que la sugestión
tran sm itid a su rta el efecto deseado.
M uchas de las enferm edades o hechizos que
padecen algunas p ersonas son indudablem ente
debidas a sugestiones. El ejem plo m ás so rp ren
dente y espectacular lo encontram os en «la p e
queña ciudad de Abano (Lucania) de cincuenta
m il hab itan tes. Hay u n hom bre em brutecido, in
vadido p o r los p arásitos, casi totalm ente im bécil,
que no h a abandonado su abom inable cam a desde
hace cerca de veinte años, persuadido de hab er
sido em b ru jad o p o r u n enemigo. Si en esta ciudad
preguntásem os p o r el poder y eficacia de los b ru
jos, co n testarían afirm ativam ente las cincuenta
m il almas».
H em os aprendido la im portancia que tiene en
las enferm edades el facto r aním ico. Las enferm e
dades suelen ac tu a r sobre el sistem a nervioso, y
éste a su vez sobre el m undo aním ico. O curre
333
tam bién que en personas desequilibradas y n er
viosas, los defectos de su sistem a nervioso se ven
reflejados en los órganos correspondientes. En
personas irascibles es m uy posible u n a hiperse-
creción de ácido clorhídrico, que puede en oca
siones llegar a p ro d u cir la úlcera de estóm ago.
Se conocen infinidad de casos de ceguera ab
soluta en personas histéricas. Casos de fatiga res
p irato ria en el «asm a nervioso». Ejem plo: «un
joven de 33 años, quien había sufrido desde los
15 años de intensas crisis de asm a. Precediendo
los ataques siem pre había sufrido de vóm itos bi
liosos, de constipación y de intensas crisis de
dispepsia. E l paciente nunca bebía m ás de m edio
litro de líquido o poco m ás d u ran te el día, de
m odo que cuando se le puso el tratam ien to
de sorber y pensar sus intestinos y estóm ago co
m enzaron a realizar sus p rim eras funciones ade
cuadam ente p o r p rim era vez en m uchos años. Al
m ism o tiem po que las sugestiones, se utilizaban
algunas m anipulaciones que se consideraban b e
neficiosas en todos los casos de asm a, cualesquiera
que fuera la causa. Las m anipulaciones consisten
en levantar las p rim eras costillas con presión
desde atrás, m ientras la rodilla del operador se
coloca en tre las dos escápulas. E ntonces los brazos
del paciente se llevan hacia a trá s suavem ente y se
extienden sobre su cabeza. Las m anipulaciones
tienden a enderezar al paciente, aum entando su
expansión torácica y aliviando cualquier posible
com presión del nervio neum ogástrico. Un m es de
este vigoroso tratam ien to , acom pañado p o r el ali
vio de los trasto rn o s funcionales de los órganos
334
de n utrición, fue suficiente p ara o p erar enérgica
m ente sobre el paciente llevándole a la curación»
(Dr. Parkyn).
E ste caso d em uestra el éxito en p arte de la
terap éu tica sugestiva. O tros m uchos casos podrían
relatarse, com o curaciones del m al de san Vito
(Corea), epilepsia, trasto rn o s funcionales, p aráli
sis y curación in stantánea, etc.
E n el m onasterio existente en G inebra, hay un
supuesto fragm ento de la auténtica Cruz que
o peraba curaciones sobre los creyentes. Pero no
sotros sabem os que se sustituyó p o r u n trozo de
m ad era norm al y ordinaria, sin que los suplican
tes tuviesen noticias de ello, y —asom broso—
seguían realizándose curaciones sin dism inución
alguna; de tal m an era que en particu larísim a opi
nión la v irtu d cu rativa no estaba en la supuesta
reliquia, sino en la ac titu d de la m ente puesta
en actividad en el ju sto m om ento en que se de
seaba ard ien tem en te la curación. Ahora el lector
com p ren d erá cuán cuerdam ente se m u estra la
Iglesia al no acep tar un m ilagro porque sí y gozar
de u n a selección de técnicos en la m ateria que
puedan ju zg ar objetiva e im parcialm ente.
«La fe m ueve m ontañas», aunque la fe no es
p o r sí sola suficiente p ara resolver las enferm e
dades de u n siglo tan m aterialista com o el p re
sente. Antes re su ltab a fácil cu rar u n a jaqueca,
unas verrugas o cualquier o tra dolencia pequeña,
y p a ra ello solam ente hacía falta recom endarle al
enferm o que acudiese al cam po a m edianoche
con luna llena e ingeriese determ inadas plantas
de efectos m ágicos. Hoy ya no es así. El hom bre
335
h a avanzado y este avance le ha autolim itado en
pequeñas cosas.
Sin em bargo, últim am ente, p o r fortuna, vuelve
a sen tirse u n deseo casi absoluto de la hum ani
dad p or ab razar una m edicina clcl alm a; m edicina
p erd id a d u ra n te algún tiem po aún casi en las en
ferm edades p u ram en te psíquicas. Dejem os un
poco de lado las pastillas m ulticolores — ¡oh, gran
negocio!—, olvidém onos en tan to no sea necesa
rio del generalm ente m al aplicado electroshock,
tratem o s de servirnos en lo posible de psicoanáli
sis y no de la p siquiatría, del ejercicio físico y no
de estim ulantes o antidepresivos, de hom bres h u
m anos y sencillos y no de rígidos autóm atas de
ideas fijas. Y no es que yo sienta aversión hacia
la farm acopea, sería estúpido; pero sí debe de
h ab er m ás hum anización en la sim ple adm inis
tració n de u na aspirina. Debe ponerse no sólo el
conocim iento, sino tam bién el esp íritu y enseñar
al enferm o a u sar de sus propias facultades de
curación adem ás de entregarle u n a receta. Vol
vam os nuevam ente a la naturaleza. E nterrem os la
sugestión, que debe term in ar p o r superarse, pero
no dem os la espalda a esa bella cualidad que es
la com prensión. Que, en especial, las personas no
tengan que acu dir al curandero en busca de aque
llo que no en cuentran en el especialista.
336
EL SÍMBOLO TRADICIONAL
BE LA MUERTE
Luis López-Motos
337
terísticas form as, u n rico potencial de sugeren
cias p a ra la diversa y p artic u la r percepción h u
m ana. C ierta o aparentem ente, la infinita m orfo
logía del m undo plástico se m u estra suscitadora
de visiones que podríam os re p u ta r, a la vez, de
irreales y evidentes, en confusión seductora p a ra
los ojos penetrantes, abiertos o propicios al m i
lagro.
Si se quiere ver, la com binación o superposi
ción de form as y objetos puebla al m undo sen
sible de o tras configuraciones concretam ente iden-
tificables, como pertenecientes, al m odo de fan
tasm as corpóreos y visibles, a las zonas lím ites
e n tre la m ateria y el espíritu. No son precisos
ojos p résb itas p a ra el constante descubrim iento
de fenóm enos estéticos y dinám icos en las m ás
elem entales líneas y contornos de la N aturaleza
toda, si contem plam os las cosas con cierta ino
cencia y am o r sin recelos. ¿No estará aquí el p ro
fundo secreto de la poesía? De la poesía y de la
indescifrable sugestión m ágica, diríam os, si recha
zam os las prevenciones críticas sobre el cundido
criterio del reino de lo ex tran atu ral.
Como ap u n tado queda, no solam ente la im pre
sión óptica de im ágenes ab stractas, que son siem
p re estim uladoras de la libre fantasía, nos inducen
a c rear subjetivam ente, sino que la m ás concreta
configuración puede llevarnos a m uy com plejas
asociaciones de ideas, lejos de la precisa confor
m ación del o b jeto que exam inam os.
Con las necesarias licencias que el arte pide
siem pre a las severas prem isas de la recta razón
y com o ejem p lar ilustración de nuestros atrevi-
338
Fig. 36. Representación tradicional de la muerte.
339
bolos oculta esta vasta com plejidad re p resen ta
tiva, susceptible de largo análisis. Afirm aríam os
que la in sisten te contem plación del esquem a ca
davérico, po p u larm ente indicativo del m undo de
las tinieblas, nos deslum bró hiriendo nuestras
retin as donde nos bailan claros y tu rb io s signos
que pueden ser apreciados con m uy distin tas sig
nificaciones.
La síntesis sim bólica se desintegra así en in
finidad de elem entos ideales, en v irtu d de la in
terp retació n p ersonal del sujeto observador, de
m odo análogo a com o la objetiva percepción ex
p erim en tal del científico realiza la descom posición
de la fórm ula que estudia.
Advirtam os, p o r o tra parte, la ra ra p a rad o ja
que denuncia el hecho de que en la sucesiva y
cam biante expresión ideográfica de la M uerte, se
m anifiesta u n a gran vivencia..., pues la quieta
estam pa ósea p resen ta actividad, se m ueve con
vivo aliento, con física m udanza, im itando un
móvil calidoscopio que m u estra distin tas facetas
del hum ano trán sito , perm itiéndonos contem plar
el curioso absurdo de la M uerte..., anim ada o
gesticulante.
R esulta fácil h allar así ilusorios m otivos p a ra
creer que la sinopsis lineal de la M uerte cam bia
de expresión, se m odifica y tran sm u ta fantasm al
m ente, al m odo com o surgen y se desvanecen las
figuraciones im aginarias nacidas en el subscons-
ciente p o r el delirio febril, el sueño o el miedo.
Parécenos así que el funesto o negativo grafismo
se troca, con alucinante proteísm o, en nuevas
apariciones de variada com pensación ideográfica.
340
E n verdad, el procedim iento expresivo de las
«m otigrafías» nos hace visionarios, captadores de
form as tran sp u estas; nos aguza o fuerza el norm al
sentido de la vista aunque sólo fuera en el siem
p re so rp ren d en te y deslum brador cabo del tropo
donde la m etáfo ra juega al escondite con sem e
janzas en tre el o bjeto y el re trato .
E n verdad, el sujeto y el reflejo, el ser y la
representación, realidades y apariencias se con
trad icen y b u rlan en las «m otigrafías». En ellas
la P alab ra y la Línea tra ta n de desenm ascararse
m u tu am en te con sútiles equívocos y m aliciosos
conceptos y de ta l suerte nos abren tácitas expre
siones y so terrad as significaciones, y ya podrem os
decir que todo ello, la ideal m etam orfosis, el des
file evolutivo de ideas e im ágenes, la tran sfo rm a
ción de éstas y, en el p resen te caso, el ejem plo
de u n a sola que se transfigura repetidam ente, se
realiza com o u n trasu n to del arte m ágico o de
b ru jería, al m odo del h ad a que al toque de su
v arita convierte a u n a niña en u n a flor o a un ser
m aligno en u n árbol. En las «m otigrafías», el
Verbo, recordándonos palabras de abracadabra,
transfigura a la Im agen, consiguiendo especiales
o, digam os com unes, encantam ientos.
A títu lo de curiosa sim ilitud entre las «m oti
grafías» y el concepto tradicional de lo mágico y,
tam bién, com o pequeño ejercicio de la su b jeti
vidad en el ja rd ín m aravilloso de las m etáforas,
las que podem os considerar com o flores m ilagro
sas, b rindam os u n a breve teoría ejem plar de p re
tendidos encantam ientos que si bien pueden em-
p aren tarse con la m agia negra en v irtu d del tem a
341
trascen d en te y tem eroso elegido, clara re su lta su
real adscripción a la m agia blanca basada en el
ingenio y atractivo truco.
E n el núm ero veinticinco in terru m p im o s la
larga serie de visiones posibles que el lector con
tin u ará si, de verdad, desea realizar el mágico
ejercicio de subjetividad propuesto.
342
S ignificación. La muerte es la gran verdad;
no adelgaza.
S emejanza. Arm as fatales, cruzadas en una
panoplia.
V isión. La calavera, roto recipiente de los
pensamientos, de la psiquis que voló.
Paradoja. La contem plación de ese cráneo
vacío llena de ideas n u estras cabezas.
E xpresión. Tibias cruzadas, tach ad u ra de la
vida.
Apariencia. Sem eja un em blem a m ilitar de
bocam anga.
S ímil. La calabaza y la rota cayada del pere
grino del «más allá».
Figuración. Huesos, últim os cetros del «rey
de la creación».
Fin . ¿In m o rtalid ad del sabio? «A otro p erro
con ese hueso.»
E xplicación. Tiene la m u erte los huesos du
ros, pero tra b a ja sin descanso.
Grafismo. E tiq u eta de los venenos y antídoto
de la frivolidad.
Radiografía. N uestro re tra to postum o, p o r
rayos «equis».
343
SE L E C C IO N D E T E X T O S
DE LAS CIENCIAS OCULTAS
E l ip h a s Levi
347
veces los entusiasm os supersticiosos, otras los
m iserables cálculos del instinto m aterialista han
extraviado a las naciones y Dios em puja el m undo
hacia la razón creyente y las creencias razonables.
H abiendo tenido b astan te de profetas sin filosofía
y de filósofos sin religión, los creyentes ciegos y
los escépticos coincidían y venían a estar ta n le
jos, los unos com o los otros, de la salud eterna.
E n el caos de la duda universal y de los conflictos
de la ciencia y de la fe, los grandes hom bres y los
videntes no h an sido m ás que a rtistas enferm os
que b u scab an la belleza ideal con riesgo y peligro
de su razón y de su vida. ¡Ved todavía, a esos
sublim es m uchachos fantásticos y nerviosos como
m ujeres, que por nada se m olestan, a quienes
ofende la razón, que son injustos los unos con los
otros, y que no viven m ás que p a ra ser coronados;
son los p rim ero s en hacer en sus fantásticos hu
m ores, lo que Pitágoras prohíbe de una m anera
em ocionante en sus sím bolos adm irables: d estro
zar y pulverizar con sus pies las coronas! Son los
alienados de la gloria, pero Dios, p a ra evitar que
se conviertan en peligrosos, los contiene con las
cadenas de la opinión.
El trib u n al de la m ediocridad juzga al genio
sin apelación, p orque el genio siendo la luz del
m undo, es m irado com o nulo y com o m uerto
cuando no alum bra. El entusiasm o del poeta es
co n trastad o p o r la sangre fría de la m ultitud. El
en tu siasta que el buen sentido público no acepta,
no es un genio, es u n loco. No direm os que los
grandes a rtistas son esclavos de la m uchedum bre
ignorante, sino que es de ella de la que su talento
348
recibe el equilibrio de la razón. La luz es el equi
librio de la som bra y de la claridad. El m ovim ien
to es el equilibrio de la inercia y de la actividad.
La au to rid ad es el equilibrio de la sabiduría y del
poder. La sab id u ría es el equilibrio en los pensa
m ientos. La v irtu d es el equilibrio en las afeccio
nes; la belleza es el equilibrio en las form as. Las
líneas bellas son las líneas ju stas y las m agnifi
cencias de la natu raleza son u n álgebra de gracias
y de esplendores. Todo lo que es ju sto es bello;
todo lo que es bello debe ser justo. El cielo y el
infierno son el equilibrio de la vida m oral; el bien
y el m al son el equilibrio de la libertad.
La g ran o b ra es la conquista del punto cen
tra l donde reside la fuerza equilibradora. E n los
dem ás puntos, las reacciones de la fuerza equili
b ra d a conservan la vida universal p o r el m ovi
m iento p erp etu o del nacim iento y de la m uerte.
Por esto los filósofos herm éticos com paran el
oro con el sol.
Por esto es p o r lo que este oro cura todas las
enferm edades del alm a y da la inm ortalidad. Los
hom bres que llegan a ese punto cen tral son
los verdaderos adeptos, son los taum aturgos de la
ciencia y de la razón.
Son m aestro s de todas las riquezas del m undo
y de los m undos, son los confidentes y los amigos
de los príncipes del cielo; la naturaleza les obede
ce p o rq u e quieren lo que quiere la ley que hace
m arc h ar la naturaleza.
¡He ahí que lo que el salvador del m undo llam a
el reino de Dios, es el sanctum regnum de la santa
cábala! Es la corona y el anillo de Salom ón, es
349
el cetro de José ante el cual se inclinan las estre
llas del cielo y las m ieses de la tierra.
¡Esta om nipotencia que hem os encontrado, no
la vendem os; y si Dios m ism o nos h u b iera m an
dado venderla no encontraríam os com pradores,
aunque nos diesen toda su fortuna; adem ás les
pediríam os, no p a ra nosotros, sino p a ra ella, toda
su alm a y to d a su vida!
350
ARTÍCULOS DEL BOLETÍN
DEL INSTITUTO DE METAPSÍQUICA
INTERNACIONAL DE PARÍS
351
Actualm ente, m uchas de estas ideas y expo
siciones están altam ente trascendidas, m as no por
ello pierden su valor. Sin em bargo, m ejo r será
que juzgue p ersonalm ente el lector.
Dr . Geley
352
O bien operan en la oscuridad o con u n a luz
dem asiado débil p a ra una observación plenam ente
satisfacto ria y entonces pueden obtener m anifes
taciones potentes;
O bien exigen una fuerte luz y entonces los fe
nóm enos dism inuyen considerablem ente de im
portancia, eso en el caso de que no desaparezcan
totalm ente.
Se llega sin duda, con m ucha paciencia y un
en trenam iento prolongado del m édium , a experi
m en tar con una claridad suficiente. Así, p o r ejem
plo, Mme Bisson, ha llegado a relacionarse con
Eva. Pero, en todo estado de causa, hay u n a rela
ción inversa en tre la intensidad de la ilum inación
y la perfección de las m aterializaciones.
La acción p arásita de la luz sobre las form a
ciones ectoplásm icas no tiene nada de so rp ren
dente. Se sabe que la luz es netam ente abiótica
p ara los m icroorganism os y que parece incluso
m o lestar la organización de las form as de vida
prim ordiales.
Los gérm enes en evolución están en general
m ás o m enos su straídos a su acción, p o r las con
diciones n atu rales en las cuales se desarrolla. Los
p rim ero s estados de la vida em brionaria se pasan
en u n a oscuridad relativa o com pleta. Una de las
funciones de la clorofila en los vegetales parece
ser p recisam ente la protección de los tejidos de
licados co n tra la luz. Aún m ejor, es de observa
ción banal, que el crecim iento de los vegetales se
efectúa en m uy gran p a rte d u ran te la noche.
Si la luz m olesta los procesos biológicos en
los p rim ero s estados de la form ación orgánica,
353
12
teniendo en cuenta que esos procesos se ejecutan
n orm alm ente con gran lentitud, se concibe sin
ningún esfuerzo que debe paralizar positivam ente
esos m ism os procesos, cuando, d u ran te las sesio
nes de m aterialización, éstos se desarrollan con
una rapidez form idablem ente acelerada.
E l em brión hum ano, p o r ejem plo, necesita se
m anas p ara constituirse, al abrigo de la luz, en
el seno m aterno. D urante una sesión m etapsíqui-
ca, u n ser hum anoide o u n órgano hum ano com
pleto se form a en algunos segundos.
P ara com prender la acción negativa de la luz
en las sesiones m ediúm nicas, es necesario tener
en cuenta esta rapidez de los procesos de m ateria
lización. Si la luz es abiótica en la fase norm al
de la organización em brionaria, debe de aum en
ta rse en m iles de veces d u ran te la duración de
esta fase, ya que en lugar de contarse p o r días,
p o r sem anas, o p o r m eses, se cuenta p o r segundos.
Así, pues, todo es absolutam ente m uy natural,
y m uy lógico en la nocividad de la luz p ara las
experiencias de ectoplasm a.
354
ca, de Londres, sobre las experiencias de ectoplas-
m a hechas con Mlle. Eva C., en 1920, lam entá
bam os, en las notas personales y en distintas
ocasiones, el carác te r p artic u la r de los testim o
nios de M. DingwaJl, p restidigitador renom brado,
y llam ado a p a rtic ip a r com o testigo en las sesio
nes de la Sociedad de Investigación Psíquica. Re
cordábam os a este propósito, una declaración de
Mme. Bisson al Dr. S chrenck-N otzing: «Los ex
p erim en tad o res están hipnotizados p o r la idea de
los trucos»; y u n p asaje de u n a carta publicada
p o r M. O esterreich: «Fuera de la idea de trucos
y de fraudes, no hay nada en ellos.» P or m uy se
veras que puedan parecer esas apreciaciones, y
tal vez p a ra d em ostrar, con toda im parcialidad,
que las opiniones así expresadas pueden ser las
de ciertos p siquistas ingleses, reproducim os hoy,
sin com entarlo, u n extracto del artículo publicado
en Light del 18 de m arzo pasado, p o r S ir A rthur
Conan Doy le:
«H ablando de fotografía, yo sim patizo en tera
m ente con los m édium s que rehúsan som eterse
al exam en de personas en las que la a c titu d es
in ju sta y ofensiva... Tom em os el caso de M. Ding-
w all que recientem ente llam aba "b atib u rrillo ” de
fotografías psíquicas, dejando entender que una
u n a sim ple m ancha aparecía sobre la prueba. Yo
le he enviado ejem plares de seis fotografías, h a
ciéndole n o tar cuánto se parecían a los originales
y cómo, en algunos casos, eran m ás claras que
las p ersonas que h abían posado. N ingún hom bre
im parcial h ab ría osado negar: él negó. Yo puedo
p o r tan to d em o strar la evidencia enviando esos
355
m ism os docum entos a quien lo desee. Después
de esto, no ten d ré jam ás la idea de som eter nin
guna referencia psíquica a M. Díngwall, pues si
él fue capaz de tom ar estos docum entos p o r nu
los, le es im posible d ar su asentim iento a cual
q u ier o tra cosa. El no puede sino d esapro bar y
no pro b ar. Así pues, ¿para qué p erd er el tiem po?
»E1 reciente tra b a jo sobre Eva C. es un ejem
plo de lo que digo. ¡Cómo h ab rán sentido p erd er
su tiem po y su energía Mme. B isson y Eva! Me
parece en verdad que h an sido m uy m al tratadas.»
E IN ST E IN Y LA METAPS1QUICA
por R ene S udre
356
fuerza. E l doctor Osty ha procedido d u ran te tres
años a u n a serie de experiencias sobre él m ism o
y sus fam iliares con una veintena de sujetos lúci
dos. Todos los hechos de su existencia, pequeños
o grandes, le han sido predichos. El Dr. Osty es
cribe:
»”La predicción del fu tu ro no es u n a utopía,
no es un p ro d u cto de la credulidad, de la ingenui
dad, de la im aginación m ística, es un hecho inde
pendiente de toda teoría, de toda creencia, de toda
d o ctrin a filosófica es un fenóm eno de orden ex
perim ental, pudiendo ser indefinidam ente re p ro
ducido, así como indefinidam ente se puede re
p ro d u cir u n a experiencia de física”.
»En p rim er lugar será ú til señalar que el re
conocim iento de la previsión como verdad expe
rim en tal inflige a ciertos sistem as filosóficos y
notablem ente al de M. Bergson, un m entís cate
górico. Se sabe que el B ergsonism o reposa ente
ram en te sobre la concepción del tiem po. Desde
K ant se acordaba considerar el tiem po como una
form a de intuición interna, un cuadro que el su
jeto tiende al o b jeto y donde el objeto aparece en
el orden de la sucesión. Ese cuadro es inherente
a n u estra sensibilidad, es independiente del obje
to y de la im presión que el objeto hace sobre
no so tro s..., es decir, que la sensación no existe en
sí m ism o. Bergson h a conferido al tiem po, o m ás
bien a la duración, una realidad absoluta. Es por
o tra p a rte incapaz de definirla de u n a m anera
satisfactoria, pues el lenguaje le m ancha de espa-
cialidad, es decir de elem entos tom ados en el es
pacio. La duración es ”u n a m ultiplicidad cualita-
357
tiva, sin parecido con el nom bre, un desarrollo
orgánico que no es p o r tan to u n a cantidad cre
ciente, u n a heterogeneidad p u ra en el seno de la
cual no hay cualidades d istintas". E n resum en,
la duración es algo que no tiene nom bre en nin
guna lengua, salvo en la de M. Bergson. P ara sen
tir esta cosa en sí, que es im posible de conocer,
hay que h acer u n violento esfuerzo de reflexión,
siendo necesario sum ergirse bruscam ente en las
p ro fundidades de la conciencia entonces se ha
escapado al espacio y a la causalidad, se es verda
deram ente libre, pero esa zam bullida en el abso
luto no es fácil, según confiesa su inventor y no
podría ser si no instantánea: "Por este m otivo
—dice él— som os raram en te lib res”. Se estará de
acuerdo en que la m ística de S anta Teresa no
estab a n ad a cerca de la de M. B ergson...
«Estableciendo lo que se puede preveer, es de
cir, viendo de antem ano com o si fu eran actuales
acontecim ientos en donde se introducen volunta
des hum anas, la m etapsíquica anula esta extraña
e ininteligible concepción del tiem po, y por ta n
to, lo repetim os, toda la filosofía de M. Bergson.»
La cuarta dimensión:
358
do en Los Fenómenos psíquicos y supranormales
del espacio-tiem po, com binación indisoluble que
rep resen ta el Universo. Las proposiciones de la
geom etría se establecen en un espacio artificial
m ente reducido en una, dos o tres dim ensiones;
pero en el m om ento en que se quiere e n tra r en el
m undo real, es preciso in tro d u cir el m ovim iento
y p o r consiguiente el tiem po. Así pues, la cu arta
dim ensión se im pone en la m ecánica y en la física.
Acabamos de ver que parece im ponerse igual
m ente en la m etapsíquica p a ra explicar los hechos
m isteriosos de la lucidez. E n vano se dirá que
éstos no son m ás que sím bolos y esquem as. Con
venim os que hay un abism o entre el sistem a de
coordenadas de los geóm etras y el conjunto p ro
digioso de sensaciones que constituye p a ra nos
otros el m undo. Pero si querem os tra ta r de desen
re d ar este caos, de com prender el Universo, nos
es necesario re c u rrir a las m atem áticas. Las leyes
que las m atem áticas nos hacen descubrir no son
una creación a rb itra ria de n u estra im aginación,
expresan una relación objetiva constantem ente
verificable. Decir que el espacio tiene tre s dim en
siones norm ales, es expresar u n a verdad de la
experiencia. Decir que el tiem po es una cu arta
dim ensión, era en o tro tiem po expresar una ver
dad m atem ática; hoy en día es trad u c ir física
m en te esta verdad m atem ática y encontrarle ju s
tificaciones experim entales. E n un coeficiente cer
cano (coeficiente dicho im aginario, pero que posee
u n a existencia m atem ática real), el tiem po juega
el m ism o papel que las tres o tras dim ensiones
del espacio en las ecuaciones de la m ecánica. Si
359
se había dudado en asim ilarlo en el espacio, era
a causa de u na diferencia funcional, su carácter
universal y absoluto. Mas se ha establecido defi
nitivam ente que el tiem po, como el espacio, es
relativo, nada m ás se opone a la asim ilación audaz
que corona la teoría de la relatividad restringida.
No sabríam os disim ular las dificultades que
subsisten en la in terp retació n hiperespacial de la
lucidez en el tiem po. No dejarán de decirnos que
sería necesario com enzar p o r explicar la lucidez
en el espacio. ¿Cómo el esp íritu puede percibir
los fenóm enos que pasan lejos de él? ¿Es p o r la
com unicación subconsciente con u n testigo v er
dadero de esos fenóm enos? ¿Es por el traslado
efectivo, p o r u n a exteriorización de toda la sen
sibilidad? Problem a terrib lem en te arduo y que no
se ha resuelto m ás que p o r las experiencias labo
riosas sobre la transm isión de pensam iento, la
vista a través de los cuerpos opacos, la clarivi
dencia. Todos los fenóm enos del m edium nism o
intelectual se m antienen y es de la aproxim ación
de los m ás opuestos de los que tal vez surgirá
la luz.
Las objeciones que se harán a la teoría del
presen te etern o son de orden m oral. El hom bre
quiere conservar la ilusión de su libre albedrío y
no adm ite de buen grado las teorías filosóficas
que tienden a quitársela. Si él «ha obrado» en
lugar de o b rar, si el hom bre no es m ás que un
au tó m ata som etido a las leyes inflexibles que re
glam entan la m ateria, su responsabilidad desapa
rece, y tam bién su m érito. No hay sino, como el
oriental, que resignarse a lo ineludible. Aquellos
360
que razonan así no tienen razón; confunden el
fatalism o y el determ inism o. Adoptan la tesis m a
teria lista según la cual el pensam iento no es m ás
que una vibración del cerebro, y, p o r consecuen
cia queda som etido a las leyes de la m ateria. Así
pues, el m aterialism o es falso, de la m ism a m a
n era que su sucedáneo el paralelism o. Hay un
determ inism o psíquico y u n determ inism o m ate
rial, pero el p rim ero es com pletam ente diferente
del segundo: es infinitam ente m ás sutil y modifica
al otro m ezclándose con él. Como lo h a dem os
trad o ad m irab lem ente Fouillee, en su o b ra La
Libertad y el Determinismo, las ideas son fuerzas
que intervienen en los fenóm enos p a ra m odificar
su cu rso : «No es preciso ya proponer como ente
ram en te determ inado, independientem ente de mi
conocim iento aquello que no está determ inado en
p a rte m ás que p o r este conocim iento. H aga lo
que haga el ser p ensante no puede considerarse
él m ism o como u n m ecanism o inerte y pasivo...»
Más lejos, Fouillée m u estra que es una liberación
sincerarse de una necesidad p o r o tra que sobre
pasa la p rim era. La idea de la lib ertad crea una
lib ertad relativa en ese sentido que convierte el
determ inism o en m enos estrecho pero u n a duda
esencial p ersiste: ¿No será todavía m ás que una
necesidad tom ando la form a de la libertad, o es
la lib ertad tom ando la form a de la necesidad?,
p reg u n ta el agudo pensador. Y duda en d ar la
respuesta.
361
RETRATOS
Raimundo Lulio
Alberto Magno
363
tuvo dedicado al estudio y a la enseñanza. M ente
privilegiada, siem pre activa, fue obispo de Ratis-
bona en 1260. E scribió con profusión y siem pre
se interesó extrem am ente p o r las ciencias ocul
tas, la cábala y la alquim ia, llegando en m ás de
un lugar a ten er fam a de mago y hechicero. Dis
tinguía ya en tre m agia negra y m agia blanca, ca
lificando a la p rim era de dañina y a la segunda
de benéfica. Pero ap a rte del ocultism o tam bién
ten ía grandes conocim ientos de física, filosofía,
m atem áticas y teología. M urió en Colonia el 5 de
noviem bre de 1280.
Rogerio B acon
364
F ig. 37. Rogerio Bacon.
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m em oria, llegó a constituirse en uno de los ocul
tistas m ás prep arados de todas las épocas. Creó
u n a sociedad p a ra el análisis de las ciencias ocul
tas, sociedad que al parecer tenía m uchos p untos
de contacto con los rosacruces. Poco tiem po des
pués sirvió como secretario de M axim iliano I de
Alemania, p ero p ro n to se cansó de esta m isión y
la abandonó p a ra m eterse de lleno aún m ás en el
estudio del ocultism o. En 1510, tra s organizar
un pequeño escándalo en la U niversidad de Dole
p o r unas conferencias allí pronunciadas, fue envia
do p o r M aximiliano I a Londres p a ra re-solver unos
asuntos diplom áticos; allí estableció u n a sociedad
de sim ilares características a la de París. Después
pasó a Italia y dio algunas conferencias sobre
H erm es T rim egisto en la U niversidad de Pavía.
Tuvo nuevas dificultades, debido a que «atacó al
clero y a los inquisidores p o r el ho rrib le tra ta
m iento a que som etían a los supuestos hechice
ros». Volvió a Colonia y allí estuvo por espacio
de dos años practicando la m edicina y enseñando
Teología. Seguidam ente m archó a F rancia y en
Lyon fue m édico de Luisa de Saboya; m ás tard e
le n o m b raro n h isto riad o r de los Países Bajos.
Pero las cosas com enzaron luego a ir m al; m urió
M argarita de A ustria, quien le había ofrecido su
últim o cargo, y fue desposeído del m ism o. Debido
a ciertas deudas que no pudo pagar, fue condena
do. M urió, pobre y olvidado, en Grenoble el 18 de
febrero de 1535.
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P a r a c elso
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