Está en la página 1de 372

TECNICAS PARA EL CONOCIMIENTO DE SI MISMO

Y DE LOS DEMAS *******************


* * * * * * * * * * * * * * * * * * *
LA MAGIA NEGRA
Y EL OCULTISMO
C o lec c ió n «TÉCNICAS PARA EL CONOCI­
MIENTO DE S í MISMO Y DE LOS DEMÁS»

Dirigida por RAMIRO A. CALLE

LA MAGIA NEGRA
Y EL OCULTISMO

EDICIONES CEDEL
DE
JOSÉ ORIOL ÁVILA MONTESÓ
VILADRAU BARCELONA, 8
Gerona Apartado 5326
1968
© Jo sé O riol Á vila M ontesó, 1968

Depósito Legal. T. 1536 - 1967

Printed in Spain
Impreso en España

Talleres Gráficos Algueró y Baiges, S.R.C. - Cervantes, 19 - Tortosa


ÍNDICE DE MATERIAS

INTRODUCCIÓN ..................................... 9
PRÓLOGO ........................................................... 13
INFLUENCIA DE LO MAGICO EN EL
HOMBRE, por J.L. Yzaguirre ........ 21
I. HISTORIA DE LA MAGIA ............. 41
Mesopotamia, 41. — Egipto, 49. — Gre­
cia, 67. — Roma, 85. — La Edad Me­
dia, 91. — Del Renacimiento a los
tiempos actuales, 100.
II. LAS ARTES ADIVINATORIAS ......... 109
Cafeomancia, 109. — Astrología, 117.
Radiestesia, 162. — Fisiognomía, 175.
Astragalomancia, 188. — Cartomancia,
190. — Catoptromancia, 195. — Oniro­
mancia, 196. — Quiromancia, 204
III. ARTES MÁGICAS MENORES ......... 215
Acultomancia, 215. — Aeromancia, 215.
Alectromancia, 216. — Aleuromancia,
216. — Amniomancia, 217. — Beloman-
cia, 217. — Botanomancia, 217. — Cap-
nomancia, 217. — Cristalomancia, 218.
Eromancia, 218. — Garosmancia, 218.
Goemancia, 219. — Geromancia, 219.
Giromancia, 219. — Hidromancia, 220.
Quirognomonía, 221. — Otras formas
de adivinación, 221.
IV. LA ALQUIMIA ...................................... 225
V. LA CABALA ........................................... 231

5
VI. MAGIA NEGRA ..................................... 241
El poder del diablo, 243. — El aque­
larre, 246.
VIL MAGIA NEGRA (continuación) ........ 263
Brujos y diablos, 263. — Confesiones
de brujas, 266. — Captura de brujas,
270. — Brujería en África, 273.
VIII. LAS SECTAS SECRETAS ................... 277
Los gnósticos, 277. — Los neo-gnósti­
cos, 281. — Los francmasones, 282.
El Cristo esotérico, 294. — Los rosa-
cruces, 295. — Los polares, 297. — Los
martinistas, 297. — Los filósofos des­
conocidos, 298.
IX. DEL MAGNETISMO AL HIPNOTIS­
MO ........................................................... 301
X. EL ESPIRITISMO ................................ 309
XI. LOS PODERES OCULTOS Y LA PA­
RAPSICOLOGIA ..................................... 315
APÉNDICES ....................................................... 321
ESPIRITISMO Y FRAUDE, por María
del Mar Capilla ..................................... 323
MAGIA Y SUGESTIÓN, por Urbano
Ortiz ......................................................... 329
EL SIMBOLO TRADICIONAL DE LA
MUERTE, por Luis López-Motos ....... 337
SELECCIÓN DE TEXTOS .................. 345
De las Ciencias Ocultas, por E. Levi.
347. — Artículos del Boletín del Insti­
tuto de Metapsíquica Internacional de
de París ................................................... 351
RETRATOS ......................................................... 362

6
Al Doctor D. Lorenzo
Frutos Carabias, mi amigo

El autor
INTRODUCCIÓN

Cuando el señor Oriol Avila, d irecto r de E di­


ciones Cedel, m e pro puso que dirigiese u n a colec­
ción de m ás de u n a docena de libros, m e sentí
halagado y p ro fu n d am ente agradecido: halagado
p o r culpa de esa estúpida vanidad que acom paña
al hom bre h asta su m uerte: pro fu n d am en te agra­
decido p o rq u e se m e había concedido la o p o rtu ­
n idad de p o d er com unicarm e con los dem ás, de
po d er llegar de u n a form a m ás directa h asta el
individuo.
N u estra colección se llam aría EL CONOCI­
MIENTO DE SI MISMO Y DE LOS DEMAS, y
n u estro p ro p ó sito desde el principio siem pre fue
realizar u n a serie de obras que p o r su tem a y con­
tenido pudiesen in te re sa r al lector. Los libros que
seguirán a éste serán objeto de las m ism as norm as
que se observaron con los an terio res y con el p re­
sente: es decir, estarán redactados de u n a form a
clara, sencilla, n atu ral, a fin de que puedan llegar
al público en un sector m ás am plio. Nos propone­
m os divulgar, no com plicar.
E n el p resen te volum en trata m o s de estu d iar la
m agia. P ara hacerlo com pletam ente, en toda su

9
extensión y rica variedad, necesitaríam os, no una
o b ra ni dos, sino diez y quizás h asta veinte; tal es
el fabuloso y am plio m undo de lo mágico, Nos
hem os visto obligados, pues, a estrecharnos lo m ás
posible, teniendo p o r tan to que d ejar p asa r m u ­
chas cosas p o r alto y dedicar un espacio m ínim o a
o tras m uchas. Creemos, sin em bargo, que hem os
extraído, al m enos parcialm ente, los conocim ien­
tos que pueden re su ltar m ás interesantes y m ás
del agrado del lector. E n ocasiones —ello nos ha
ocurrido, p o r ejem plo, con el capítulo «Las artes
adivinatorias»—, hem os tenido que vencer u n a
fu erte resistencia. Teníam os la sensación de que
estábam os com portándonos com o crédulos niños
al h ab lar de tal o cual m ateria. E stos son p re ju i­
cios difíciles de sepultar.
Si entendem os p o r m ágico todo aquello que es
significativo, sorprendente, entonces habríam os de
decir con u n au to r fra n c é s : «La m agia está fuera
de nosotros; la m agia está dentro de nosotros; vi­
vim os en lo mágico». Y, efectivam ente, así es. P or­
que m ágico es el am or, m ágico el proceso de la
vida y de la m uerte, m ágico el cam bio de las esta­
ciones; hay m agia en las m anos del pian ista y del
cirujano, m agia en las p alab ras del psicoanalista
y del sacerdote, m agia en la m irada apacible de
u n niño, en la m irad a perd id a e inexplorada de un
esquizofrénico, en la m irada tiern a de una m a­
d re... «¡Vivimos en lo mágico!» Pero n u estro es­
tudio no se va a b asa r sobre esa bella e inquietante
m agia que nos rodea, que nos acom paña cálida­
m ente h o ra a hora, que nos hace sentirnos m ás
vivos cada día; n u estro m odesto estudio versará

10
sobre o tra m agia quizá m enos bella pero no por
ello m enos inquietante, no m enos sorprendente.
La m agia que n o sotros vamos a analizar, es aqué­
lla que se desprende de ese esp íritu hum ano fuerte
y orgulloso, egoísta y am bicioso, que a rra s tra al
hom bre, afo rtunadam ente, a bu scar h asta el desfa­
llecim iento de sus fuerzas, a q u erer conocer los
poderes ocultos de la naturaleza p ara servirse de
ellos, a desear desesperadam ente constituirse en
u n dios, en m ás que u n dios. Avance, progreso, ci­
vilización, todo se debe a ese esp íritu siem pre
am ante de la investigación y la utilización, a ese
anhelo frenético y loco de levantarse p o r encim a
del com ún de la n aturaleza hum ana.
P ara llevar a cabo este reducido trab ajo , me he
servido de la colaboración de unas personas de
firm e y p ro fu n d a form ación. Mis com pañeros en
este m inúsculo viaje p o r el m undo de lo ignorado,
h an sido:
M aría del M ar Capilla (Escritora).
Luis López-Motos (Periodista - ensayista - di­
bujante).
José Luis Yzaguire (Periodista).
U rbano Ortiz (Diplomado en Orientación psi­
cológica y dibujante).
José M anuel Muñoz (Dibujante-pintor).
T anto ellos com o yo, nos vemos em bargados
p o r u n único deseo: que el lector no se sienta de­
cepcionado. Si de verdad lo conseguim os, nos
qu ed ará la inm ensa satisfacción de que nuestro
tiem po no ha sido estérilm ente em pleado.

R a m ir o A . C a l l e .

11
«Quien fuera de las matemáticas puras
pronuncie la palabra imposible, carece
de prudencia.»
A rago

PRÓLOGO

La m agia, que se nos p re sen ta siem pre con ca­


racteres incom prensibles, nos da conciencia de la
lim itación intelectiva del «ser pensante», y p o r
serlo, podem os en ten der al hom bre com o ente m á­
gico, d en tro de su hu m ana naturaleza. En su n a tu ­
ral inclinación a saber, encuentra incógnitas que
estim ulan su sed de conocim ientos, desde el sim ple
m ovim iento aním ico de la curiosidad, a la inquie­
tud, la zozobra y la angustia por sentirse desco­
nocedor de sí m ism o, ignorante de sus propios
secretos íntim os, físicos y trascendentes.
E n u n principio, p ara el incipiente «hom o sa­
piens» todo lo ignorado era mágico, es decir, ocul­
to, y en tre las tinieblas originarias avanza lenta­
m ente el h om bre abriéndose paso p o r las in te rro ­
gantes que él m ism o va contestándose con gran
esfuerzo im aginativo. De este ejercicio inquisitivo
nace, com o facu ltad o cienciencia infusa, la deduc­
tiva o especulativa que le inducen a la observación
y exam en aten to de los fenóm enos am bientales
que le seducen o atem orizan.
La form ación de la idea se desarrolla en un
proceso visible, y es m ucho m ás tard e cuando se

13
capacita p a ra re p resen ta r o provocar artificialm en­
te los fenóm enos observados. Aparece así la cien­
cia experim ental o positiva que le perm ite p e­
n e tra r en las p rim eras causas de los hechos h asta
entonces tenidos p o r m ágicos, es decir, ex trao r­
dinarios.
La Ciencia, con m ayúscula, como pretenciosa­
m ente la escribim os, com ienza su lucha co n tra la
m agia —lo desconocido— abriendo sucesivas p u er­
tas al m isterio o, dicho de otro m odo, va alejando
en u n tran sfondo infinito, sin resolverlas, las in­
cógnitas que en cerraro n y que fueron m otivo del
pánico de nu estros antepasados que se asom bra­
b an de las fases de la luna.
Ese pavor y la soledad de los prim eros hom ­
bres, intervienen h ereditariam ente, todavía, como
factores fundam entales que condicionan la p ro ­
pensión hu m ana hacia la in terp retació n m ágica de
la N aturaleza.
Pensem os p o r un m om ento en la trem enda so­
ledad de n u estro p rim er antecesor en el rem oto
p retérito , aunque reciente, sin em bargo, en la vida
del cosm os que nosotros apreciam os. Un pavor
instintivo y oscuram ente racional hubo de estre­
m ecerlo al considerarse solo an te u n m isterio to ­
tal, en m edio de u n a flora im pasible y u n a fauna
hostil, en constante asechanza. Y m ás allá de la
m irad a sólo signos am enazantes. T erro r a lo des­
conocido en un m undo poblado de enigm as ame-
d ran tad o res, próxim os y lejanos. Aunque, quizá, su
situación no difiera, en cierto grado, con la del
hom bre actu al que piensa en la m icroscópica cau­
sa del cáncer y en la existencia tenebrosa de la

14
arm m atería, acaso com plem entaria o reverso invi­
sible del m undo palpable. Y en virtual correspon­
dencia, tam bién concebim os aquella soledad in ti­
m idada en geografías recién habitadas, con el p e r­
sonal desam paro que experim enta después de evo­
lucionar y p ro liferar la especie hum ana, constitui­
da p o r seres insolidarios en p erm anente estado de
pie de g u erra trib al, de clan y h asta personal. Es
el hom bre-fiera que m uchos m ilenios después,
cuando ya p resum e de salvaguardar norm as esta­
blecidas de convivencia, se llam ará con razón «el
hom bre, lobo del hom bre». D esaparecen las p rá c­
ticas antropofágicas y la «explosión» dem ográfica
presiona hacia la m u erte del feto; las guerras cre­
cen, au n q u e m engüen las epidem ias y la «fricción
civilizada» p o r la lucha de la vida pone al hom bre
en con stan te contingencia. Y surge o tra selva te rri­
ble y peligrosa, la llam ada «del asfalto». El nuevo
dios Moloc de la civilización exige, insaciable, los
m ayores sacrificios.
El hom bre, p o r d istintos m otivos, continúa ate­
nazado p o r el m iedo y busca esperanza y p rotec­
ción en los poderes naturales, sobrenaturales y
ex tran atu rales; cree en el prodigio, y desea con­
fiar en algo que le p ro te ja com o últim o recurso
p a ra su salvación o alivio.
A través de su historia, el hom bre cam ina es­
forzándose p o r c o n ju ra r sus m ales físicos valién­
dose p a ra ello de todos los m edios, hum anos o
divinos, n atu rales o artificiales. Y a veces, acierta
positivam ente utilizando desacreditados procedi­
m ientos prim itivos de curación.
H ab rá quien piense que estos m étodos resid ­


tan ineficaces, pero ello no es así, a la luz m ism a
de la ciencia actual, y en térm inos generales, se ha
d em ostrado que al conocim iento popular, con con­
ju ro s y ensalm os —colaboradores sugestivos de
los pro d u cto s natu rales— no suele faltarle veraci­
dad. E n realid ad esas prácticas tenidas p o r falsas
indicaciones m ágicas re su ltan perfectam ente váli­
das p a ra la ciencia objetiva y re p resen tan con
frecuencia el p u n to de p a rtid a o rien tad o r de gran ­
des descubrim ientos m édicos. B astaría citar el
caso de la quina o de la adorm idera, utilizadas en
rito s m ágicos de pueblos en estado prim itivo, en­
tre u n a larga teoría de ejem plos aleccionadores
p a ra la soberbia científica. E n este orden, u n va­
lioso caudal de experiencias clínicas h a sido re ­
cientem ente recogido en M anrique, del estado
venezolano de Cojedes. Y e n tre los indios colom ­
bianos de Chocó se h an podido com pro bar los
adm irables efectos, realm ente terapéuticos, del
im pacto de sugestiones, incluso hipnóticas, que se
salen de la n o rm al com prensión.
Según el d octor Cadavid, que h a investigado la
cu ltu ra aborigen de los indios chowe, de Colom­
bia, el m édico hechicero —Jaibaná— p o r m edio
de u n trata m ien to cultural de base sofrónica (hip­
nótica) ayudado p o r ciertas drogas alucinógenas y
estupefacientes, produce estados iniciales de clari­
videncia, llevando al paciente a la absoluta certeza
de su curación. De este m odo el esp íritu del re ­
m edio o b ra sobre el esp íritu de la enferm edad.
E l citado doctor acaba de hacer u n llam am ien­
to a los científicos am ericanos aconsejándoles en­
ta b la r u n diálogo científico con las cu ltu ras tra ­

16
dicionales aborígenes y d ejar de considerarlas
absurdas, ridiculas o com o estupideces p rim i­
tivas.
Si com o se afirm a o pretende, la ciencia d estru ­
ye las «apariencias» m ágicas, el hom bre no ten­
d ría ya an te sí el denso bosque de interrogaciones
que le cierran la vista y h ab ría em ergido de las
originales tinieblas. Y aunque hiciéram os nuestro
el aserto de que el prestigio de la m agia term ina
donde llega la ciencia, hem os de pen sar que si ésta
no puede darnos explicaciones de p rim eras cau­
sas, resu lta exiguo el triu n fo h asta ahora obtenido
an te la distancia conceptual infinita que les re sta
p a ra darnos la llave del M isterio, la idea aluci­
n ante, m ad re de la hum ana angustia hacia la que
la m agia in ten ta rem ontarse.
De o tro lado, recu rrien d o al D iccionario de la
Lengua, la definición académ ica de la m agia que
reza: «Ciencia o a rte que enseña a hacer cosas
extrao rd in arias y adm irables», no expresa en ab­
soluto que nos enseñe a com prender, sino a hacer,
del m ism o m odo que la ciencia objetiva nos ex­
plica cóm o se im itan algunos fenóm enos naturales.
Acaso, así basados, podam os osar com prender
a u n a y o tra com o u n a alianza indestructible,
p rácticam en te reconciliadas y m u tu am en te cola­
b o radoras, com o entrevem os en los estudios sobre
las co stum bres ancestrales de los indios chowe.
Pero, claro es que queda cam peando la duda.
La du d a que expresa una form a p ru d en te del te­
m or, de ese tem o r p ad re de la idea mágica.
Q uerem os en señar desde u n punto de vista
antropológico que sólo cuando en su constante

17
evolución el h om bre haya alcanzado la plenitud
m ental, desarrollándose el volum en del cerebro,
esto es después de a d q u irir el ahora ángulo facial,
los 360 grados de la circunferencia, sím bolo del
infinito, le será dado a n u estro fu tu ro «desem e­
jante», «rey de la creación», com prender el Todo,
explicarse el M ilagro. Esperem os que m añana, p o r
el agujero m ental que intentó a b rir E instein, p e­
n etre la idea clara, sin vagos conceptos m ágicos,
de lo que hoy entendem os p o r el «más allá».
Hem os de d isen tir de la frase del personaje
goethiano: «el hom bre cree que el m undo acaba
cuando su razón no encuentra salida». Por el con­
trario , estim am os que cuando al «ser pensante» le
faltan razones, las intuye locam ente o las sueña
p o r el cam ino de poesía, am biciosa siem pre de
infinito.
E l hom bre, el superhom bre —que es el poe­
ta — puede ver el triángulo de la Divinidad en
cada tres estrellas no situadas en la m ism a direc­
ción. Y aunque aceptem os el principio latino de
que «nada hay nuevo b ajo el sol», creem os que p o r
encim a del sol saltan, p o r arte mágico, las m etáfo­
ras poéticas.
Y es que todo el a rte tam bién es mágico, e im a­
ginam os que cuando el hom bre prim igenio o, di­
cho con m ás propiedad, hom ínido, contem plase su
ro stro b ru ta l en cualquier lago o rem anso acuoso
—p rim er reflejo del a rte im itativo— no sería m a­
yor su en can tada so rp resa que la de cualquier so­
d om ita contem poráneo nuestro que guste de re ­
d escu b rir la b ru je ría inverosím il que realiza el
a rtis ta p in to r al conseguir tres dim ensiones, con

18
honda perspectiva, en la plana superficie del
lienzo.
Aún no acertam os a m edir com parativam ente
la auten ticid ad m ágica que en tra ñ an ciertos h e­
chos reales, ap aren tem ente sencillos y claram ente
advertibles de otros velados a n u estra percepción
y entendim iento, característicos del ocultism o
p ro p iam en te dicho.
E stas ligeras consideraciones m arginales con
intención prologal nos sugieren, dentro del m arco
de las vivencias m odernas, la g rata lectura que
nos ofrece la o b ra de R am iro Calle, joven au to r
y no digam os «aprendiz de brujo» p o rq u e nos da
p ruebas de ser versado m aestro en el tem a p o r el
que su p lum a discu rre con desenvuelto aire fam i­
liar. E n calidoscópica presentación de facetas in­
citantes, la sucesión de los capítulos nos hace re­
co rrer el sugestivo m undo del arcano o, p o r lo m e­
nos, curioso y pintoresco, a veces, cuando se le ve
el tru co fácil a la superchería. Un m undo p a ra el
gozo de los ojos présbitas, en el borde del pensa­
m iento onírico, tu rb io y atractivo com o la sim a al
vértigo.
Llam adas de la M uerte a la Vida y de la Vida
a la M uerte, tesis sostenidas con hipótesis, en el
pu n to lím ite de una zona indecisa psicosom ática
de im presiones y apariencias en la que los engaños
ópticos y las alucinaciones enferm izas o produci­
das p o r agentes quím icos, juegan al ocultism o con
estupendas realidades, y todo anim ado p o r hadas,
gnomos, b ru jo s, m agos, nigrom antes, hechiceros,
taum aturgos, incluso ogros y otros personajes in-
identificables o fantasm ales que en estado propicio

19
de tran ce em ocional podem os odiar o am ar y en
otros m om entos los reconocem os como inofensi­
vos y graciosos actores de un inocente y encanta­
dor, si no encantado, guiñol infantil.

Luis L ó p e z -M otos

20
INFLUENCIA DE LO MÁGICO
EN EL HOMBRE

Prefacio por J o sé L u i s Y z a g u ir r e

Desde que hace u n m illón de años, m ilenio m ás


o m enos, el homo sapiens descendió de los árb o ­
les, adonde u na serie de com plejas evoluciones le
h ab ían conducido probablem ente procedente del
elem ento húm edo, o de lo m ás profundo de los
océanos, según nos dejan suponer, ya que no po­
dem os afirm arlo, las últim as y m ás recientes in­
vestigaciones, este extraño ser que llam am os hom ­
b re no h a dejado de hacerse una serie de pregun­
tas a las que generalm ente no h a encontrado h asta
ah o ra resp u esta racional. Solam ente la fe de algu­
nas religiones ha conseguido calm ar en algunos,
desdichadam ente no en todos, este ansia de saber,
de com prender, de justificar la existencia y en de­
finitiva de conseguir vencer a la m uerte, fin m ate­
rialm en te inevitable ya que el esp íritu incluso de
los m aterialm en te racionalistas se resiste a e n tre­
garse, pues p reten d en p asa r a la h isto ria a través
de sus obras, invenciones, conquistas y pasajero
poderío. Ese E instein de la antropología que es el
jesu íta francés P ierre T eilhard de C hardin, que ha

21
ab ierto al pensam iento cristiano-católico u n a de
las m ás im p o rtantes vías de evolución p a ra el
ho m b re fu tu ro p artiendo de unos supuestos cien­
tíficos de difícil com prensión pero susceptibles de
veracidad, si bien no totalm ente ratificados y ap ro ­
bados p or la Iglesia Católica que en ocasiones le
h a considerado como un posible h ereje en po ten ­
cia, sitúa la aparición del hom bre prim itivo en el
in terio r de Africa. Si continuáram os n u estra bús­
queda de los orígenes del hom bre am pliando las
consultas a u n m ayor núm ero de científicos y sa­
bios, seguiríam os probablem ente perdidos en las
m ás opuestas teorías pero m anteniéndose la m is­
m a incógnita: n u estro origen. Y ahora yo m e p re ­
gunto : si científicam ente no pueden aclararnos el
nacim iento de la raza hum ana, ¿cómo po d rán ex­
plicarnos la finalidad y el destino del hom bre? Cui­
dado, no quiere decir esto que vayam os a rechazar
a la ciencia. Pero sí nos parece m uy im p o rtan te
m antenernos abiertos al conocim iento, libres de
prejuicios, fanatism os y teorías inam ovibles que
fren an estúpida y lam entablem ente el progreso de
la H um anidad. Tam poco debem os olvidar que los
m ás im p o rtan tes descubrim ientos, aquéllos de los
que se beneficia n u estra civilización, los que han
alargado la vida del ser hum ano y los que
h an ab ierto horizontes sin lím ites, h an sido, casi
siem pre, censurados y perseguidos p o r la llam ada
ciencia oficial del m om ento y p o r el inm oral fana­
tism o de u n a supuesta m oral.
P ara el hom bre m edieval, el descubrim iento de
Am érica resu ltab a algo ta n m ágico y extraordina­
rio como pueda parecerlo hoy al hom bre m edio

22
las posibilidades del Láser o los prodigios del áto­
mo. Tam bién debe parecer m ágico e im posible al
hom bre, m u jer o niño que Adven, duerm en y pere­
cen en las calles de C alcuta o Bom bay, roídos por
el h am b re y la m iseria, el m enú diario norm al de
u n europeo o de u n norteam ericano.
Los vilipendiados alquim istas de la E dad Me­
dia, a cuyo crisol deben la Física y la Quím ica m ás
de lo que los científicos actuales se atreven gene­
ralm ente a reconocer, eran considerados p o r sus
contem poráneos com o m agos o brujos. Los estu ­
diantes y profesionales de la A stronom ía que son­
ríen ante la p alab ra m agia, suelen olvidar que los
p rim eros observatorios p a ra el estudio de las es­
trellas se en co n traban en los tem plos de Caldea y
M esopotam ia y que sus estudiosos eran los sacer­
dotes, o m ejo r conocidos p o r el nom bre de magos.
E n u n a de sus eruditas obras, el español E d­
m undo González Blanco nos dice que «la palabra
m ago se deriva del griego mago y del caldeo mag-
dum, alteraciones de los térm inos mog, megh,
mag, que en lengua zenda significaban sabio, ex­
celente, superior. La m agia era entonces no la ne­
gación de la ciencia, com o im agina la m ayoría de
los profanos, sino la ciencia m ism a, pero en el
sentido de ciencia sintética e integral». Creo que
u n magnífico ejem plo podem os encontrarlo, den­
tro del cristianism o, en la figura de los tres Reyes
Magos, que vienen de O riente siguiendo la estrella
que les conducirá h asta el Niño-Dios, al que ado­
ra n ofreciéndole oro, incienso y m irra, en todo su
sim bolism o.
La m ism a m edicina psicosom ática ha ido ínti-

23
m ám ente unida a la m agia, desde los poseídos del
Antiguo y Nuevo Testam ento, a los casos de b ru je ­
ría o m agia curativa de n u estra E dad Media, p a ­
sando p or las curaciones de Paracelso, enciclope­
d ista suizo nacido en 1493 y m uerto en 1541, tras
u na vida dedicada a la búsqueda de la sabiduría
y cuyos descubrim ientos sobre la energía m ental
sirvieron de base al conocim iento del m agnetism o
m oderno, que encontró un seguidor en el zapatero
alem án Boehrne (1575-1624), seguido m ás ta rd e p o r
el célebre m édico alem án M esm er (1733-1815),
a u to r de la d o ctrina del m agnetism o anim al, que
p recedía sus curas de u n a p u esta en escena casi
circense, que term inó p o r sum irle en el descrédi­
to; h asta llegar a la aparición del cirujano de Man-
chester, B raid (1841), fu ndador de la escuela hip ­
nótica, dando al hipnotism o utilización tera p éu ti­
ca, p a ra germ inar en la figura del pro feso r Char-
cot, m aestro de Freud, que en 1875 o p eraba con
sus discípulos en los histéricos de la S alpetriére.
C harcot consiguió darle a la hipnosis u n a base
m ás científica, liberándola en p a rte del oscuran­
tism o en que estaba envuelta. La psicofisiología de
C harcot d ejaba algunas lagunas que fueron m edio
cub iertas p o r los hom bres de la escuela de N ancy
y prin cip alm en te p o r sus m iem bros Liebault, Ber-
heim y B rem aud.
E n este b u sca r casi m ágico en el alm a del
hom bre, llegam os al judio vienés F reud, probable­
m ente el m ás atrevido y audaz investigador de ese
m isterioso m undo interno que hay en cada ser h u ­
m ano, y que abrió posibilidades de com prensión
h asta entonces insospechadas con su teoría del

24
psicoanálisis. Y he aquí lo paradójico, uno de sus
discípulos, el suizo Cari G ustav Jung, se a p a rta de
lo que p a ra F reud es la fuente fundam ental de los
desarreglos m entales y vivenciales, la sexualidad,
y se dedica al estudio científico de lo mágico, p ro ­
fundizando en las leyendas y m itologías, en las re ­
ligiones p erdidas y nial conocidas, y en las des­
concertantes técnicas orientales de liberación y
perfeccionam iento, tales com o el Yoga y el Zen,
así com o en la m ística cristian a e islám ica, p ara
descubrir, a trav és de los sím bolos repetidos o si­
m ilares de la H um anidad, aún en los m ás lejanos
países, épocas, razas, religiones, rito s o costum ­
bres, ese m ágico y desconocido com pañero de la
existencia hu m an a que es el Arquetipo.
E l gran psicólogo P ierre Daco, define m agnífi­
cam ente el A rquetipo en su o b ra en francés «Los
triunfos del Psicoanálisis»:
«En la experiencia religiosa com o en el am or,
sentim os u n a presencia que, a la vez nos invade y
nos sobrepasa. Así sucede cada vez que tom am os
contacto con la realidad. Eso real, con lo que en­
tram o s en com unicación, lo sentim os presente, es
cierto, p ero al m ism o tiem po debe qu ed ar en lo
O tro, es decir, lo desconocido, lo m isterioso, lo
inagotable. E n el conocim iento, en la religión, en
el am or, se desvela en nosotros u n a presencia;
pero al m ism o tiem po esta presencia perm anece
velada p a ra prolongarse en el infinito; y nosotros
no term inarem os jam ás de descubrirla. Por eso, al
lado de ideas claras, bien definidas, que expresan
lo que hem os percibido de esa presencia, es p re­
ciso que haya im ágenes, sím bolos, que son como el

25
cordón um bilical y la m atriz donde se engendran
n u estro s pensam ientos claros. La grandeza de
C. G. Jung es h ab er descubierto en las p ro fu n d id a­
des de ese cosm os que es n u estra vida, los A rque­
tipos, que son com o las nebulosas del universo
a stra l de donde surgirán los diferentes sistem as
p lan eta rio s...
»Los A rquetipos son el Ser que com ienza ya a
tem atizarse; es la m ateria prim itiva de las ideas
fu tu ras; es el tronco de m adera b ru ta que puede
convertirse, en tre las m anos del obrero, en m ue­
ble, estatu a o venablo. P or lo tanto no hay que
ex trañarse de en contrar, en el origen de los fenó­
m enos religiosos, los m ism os A rquetipos, los m is­
m os sím bolos que volverem os a en co n trar como
base de o tras experiencias hum anas, tales como el
am or, la vida social, el arte...»
Vemos pues, que no podem os desentendem os
de la m agia, p o r así llam arlo, en esta m ágica ex­
periencia que es la existencia hum ana.
Pretendem os realizar u n breve recorrido sobre
la influencia que h a tenido, tiene y te n d rá lo m á­
gico en este devenir, en este intento de realizarse
que todos sentim os con m ás o m enos intensidad,
y del que no podem os su straern o s si tenem os en
cu enta el vertiginoso aceleram iento que nuestros
inventos y descubrim ientos han im puesto al pla­
n eta que habitam os.
Si consultam os u n diccionario, vemos que la
definición de magia es: Ciencia o a rte que enseña
a h acer cosas extraordinarias y adm irables. E n ­
canto, hechizo o atractivo; mágico, ca: P ertene­
ciente a magia. M aravilloso, estupendo. E stá claro

26
que si hacem os caso de esta definición, vivimos en
un m undo mágico, rodeados e influidos p o r estí­
m ulos igualm ente m ágicos. H asta la economía,
ciencia m oderna y antigua a la vez, que parece ser
la fuerza p red o m in ante y m undialm ente com pren­
dida, dom ina y es dom inada, gracias a la m agia de
esa dulce, in sinuante y constante hechicería que es
la Publicidad.
R esulta tristem en te paradójico que nosotros,
los hom bres del siglo veinte, que hem os recibido
una herencia fabulosa (legada p o r u n a legión de
locos geniales, de intrépidos buscadores, de in­
com prendidos que quisieron com prender; hom ­
bres fam osos y desconocidos, ignorados en el p re­
sente, cuando ellos precisam ente supieron com ­
p re n d er y crear el m añana), no sepam os utilizar
nu estro s conocim ientos, o lo que es peor, no
deseem os p o n er en juego los m edios que la m ági­
ca ciencia nos b rin d a p a ra d ar de com er y beber
a los cuerpos y espíritus de tan to s m illones de se­
res que perecen p o r falta de alim entos físicos, edu­
cativos, y espirituales. Sin em bargo, a través de la
Publicidad, sabem os perfectam ente cóm o crear
necesidades innecesarias, influim os en las costum ­
bres, en la m oral, en los pensam ientos y p o r tanto
en las obras de otros seres hum anos. ¡Y con qué
perfección! ¡Cuántas veces no nos habrem os sor­
pren d id o com prando cosas que no necesitam os;
ojeando revistas en idiom as que no com prende­
m os, p ero cuyas bellas com posiciones publicitarias
nos atraen, excitan y se d u c e n !
Tenem os m uchos poderes m ágicos a nuestro
servicio. Podem os utilizar la sugestión en una

27
cam paña de Prensa, lanzar discursos y m archas
m ilitares a través de las ondas de radio y enviar
a hom bres a m atarse en tre sí; h a b itu a r al tabaco
y al alcohol p o r m edio de una hábil publicidad.
Seguim os con lo paradójico; decía antes que la
econom ía dom inaba y era dom inada por la p ubli­
cidad. Me explicaré. El alcohol y el tabaco son
dos m agníficas fuentes de riqueza; crean puestos
de trab ajo , pro porcionan u n río de dinero en fo r­
m a de im puestos y rinden magníficos intereses al
capital invertido. Visto así, es m uy ú til extender
su consum o. P ero... el uso hab itu al del alcohol y
del tabaco aco rta la vida y es causa de enferm eda­
des sin cuento que perju d ican a esa m ism a econo­
m ía que p reten d ían favorecer. Ante este sim ple
ejem plo, en tre tantos otros com o po d rían citarse,
h ab ría razón p a ra preg u n tarse si no estarem os
haciendo m agia negra sin darnos cuenta. Sabem os
que aquél que se dedica a la m agia con fines ne­
gativos, corre el peligro de que los poderes con
los que p reten d e dom inar a los dem ás se vuelvan
co n tra él m ism o. Tal vez no fuera ninguna to n tería
el psicoanalizar n u estra llam ada civilización con­
tem poránea.
Claro que tam bién es cierto que los hom bres
casi siem pre hem os sido diestros en el extraño
a rte de em plear m al n u estro s poderes. Ya en el
siglo xv an tes de Cristo se hacía m agia negra en
E gipto. E n u n curioso pap iro (escrito p o r Thutm es
en tiem pos de Ram sés III, últim o m onarca de la
décim ooctava dinastía) que se conserva en el Mu­
seo B ritánico, vemos cóm o en ocasiones el sacer­
dote hacía exorcism os al Kha de la m om ia o ca­

28
dáver p a ra q u itarle su lib ertad y esclavizarle. El
K ha era el n om bre que daban los egipcios al cuer­
po astral, llam ado p o r los chinos H auen y p o r los
hindúes B hut. Y aquí entram os en el alucinante
m undo de unos m isterios no tan lejanos del racio­
nalism o m oderno com o en ocasiones creem os. Si
leem os que u n yogui h a salvado la vida de una
p erso n a tran sm itién dole p a rte de su energía vital,
sonreím os con suficiencia e incredulidad; sin em ­
bargo, estam os h ab ituados a la utilización bene­
ficiosa de las transfusiones de sangre y adm itim os
con n atu ralid ad el que u n a persona haya renacido
y salvado su vida m erced a la inteligente sugestión
de algún conocido p siquiatra, o p o r o b ra y gracia
del Am or o la A m istad que le h an devuelto la fe
en la vida y los deseos de existir.
Me p arece in teresan te a este respecto lo que el
o rien talista Chabas opina en su traducción del
papiro llam ado de «H arris»:
«Sin re c u rrir a las im ponentes cerem onias de
la v arita de H erm es, ni a las oscuras fórm ulas
de u n im p en etrab le m isticism o, u n hipnotizador
puede en nu estro s días, con unos cuantos pases,
p e rtu rb a r el organism o del sujeto, inculcarle el
conocim iento de lenguas extrañas, tran sp o rta rlo a
lejanas tierras, in tro d u cirle en secretos lugares,
adivinar el pensam iento de los ausentes, leer ca r­
tas cerrad as, etc.... El an tro de la sibila m oderna
es u n m odesto gabinete; y en vez de trípode dis­
pone de u n velador, de u n som brero, u n plato,
cualquier o bjeto del a ju a r m ás ordinario; pero el
hip n o tizad o r de hoy supera al oráculo de la an ti­
güedad, ya que éste únicam ente hablaba, y el

29
oráculo de n u estro s días escribe sus respuestas.
Al m an d ato del m édium los espíritus de los m u er­
tos m ueven el objeto y los autores de pasados
siglos nos entregan obras escritas p o r ellos m ás
allá de la tum ba. Los lím ites de la credulidad h u ­
m ana no son hoy m ás estrechos que lo fueron en
la au ro ra de los tiem pos h istóricos... Como la te­
ratología es actualm ente u n a p a rte esencialísim a
de la fisiología general, así las presu n tas ciencias
ocultas ocupan en los anales de la H um anidad un
lugar que no d eja de ten er im portancia, y atraen
p o r m ás de u n m otivo la atención del filósofo y
del historiador.»
N atu ralm en te no estam os totalm ente de acuer­
do con las ideas del o rien talista Chabas, m ucho
m enos aún en cuanto que reina en ellas un ligero
confusionism o; pero sí hem os de reconocer que en
p a rte —siem pre ateniéndonos a lo dicho— le
sobra la razón.
E l m undo negro o de origen negroide, es uno
de los que m ejo r conserva, aún den tro del m ás
reciente m odernism o, u n a raíz y u n a percepción
de los poderes que el parapsicólogo atrib uye al
ho m b re prim itivo. La m úsica y los ritm os negros,
o sus derivados negroides, ejercen desde hace lus­
tro s u n a au tén tica e irresistib le atracción sobre
las m ás d istin tas naciones y personas. Se diría que
estas m úsicas y ritm o s responden a u n a especie de
eco an cestral del inconsciente m undial colectivo,
h asta el p u n to de que suelen ser asim ilados y eje­
cutados con igual o m ayor pericia p o r individuos
no p ertenecientes a la raza negra. Tam bién es
digno de o b servar cómo la raza negra excita por

30
lo general, con la negligente vitalidad de sus m o­
vim ientos con sus rasgos en tre apasionados e in­
fantiles, la sexualidad de las o tras razas. Y es que
tal vez fuera necesario devolver a la triste y vicio­
sam ente acom plejada y «supercivilizada» sexuali­
dad occidental la vital e ingenua vehem encia, la
apasionada alegría que caracterizan las relaciones
sexuales en tre los pueblos prim itivos; o al m enos,
lib erar al sexo, com o a tan ta s o tras cosas, de los
tab ú s y com plejidades m entales que contribuyen
a la situación n eu rótica de la existencia m oderna.

El Kha egipcio, el Hauen chino y el B hut h in ­


dú, tienen su versión m oderna y actual en el
Zoombi h aitiano y brasileño. En los registros civi­
les de H aiti y B rasil existen num erosas m enciones
a fenóm enos y casos conocidos con el nom bre de
«zoombi». El Zoom bi es u n m uerto que está vivo.
E n el m om ento de m o rir el b ru jo lo hechiza y se
convierte en su alm a y voluntad, que obedece
ciegam ente a su dueño. El fenóm eno «zoombi»,
así com o la p ráctica del Vudú son ejem plos de la
h ipersensibilidad característica del anim ism o afri­
cano. E l Kanzo, nom bre con que se denom ina
«vudú», es a un m ism o tiem po m u erte y re su rrec­
ción, estados sim bolizados en las m ás distintas ini­
ciaciones, desde el bautism o cristiano, que nos
ab re la resu rrecció n a la vida p o r m edio de la
gracia tra s la m u erte en que nos había sum ido el
pecado original, h asta la iniciación en las logias
m asónicas, p o r m encionar algunas.
A m í m e parece que el hom bre m oderno es
una especie de «zoombi» que, influido por la m agia

31
negra de u n m edio am biente prefabricado, se deja
conducir y llevar p o r u n a sociedad estereotipada
que sólo le perm ite com o p ráctica «vudú» de re ­
surrección som eterse a u n a Ciencia cada vez m ás
deshum anizada.
El aceleram iento científico y las enseñanzas
univ ersitarias se tecnifican olvidando el espíritu
del hom bre, h a sta los a rtista s se superintelectua-
lizan. E l h om bre m oderno, que h a conseguido
vencer tan tas enferm edades, no sabe vencer la
neurosis, que poco a poco va intoxicándole; es
entonces cuando acude al b ru jo o m ago m oderno,
que es el p siq u iatra o el psicoanalista. En el ú l­
tim o Congreso M undial de P siquiatría, celebrado
en M adrid, Freud, el cread o r del psicoanálisis,
fue, a p esa r de las teorías nacidas después de su
m uerte, el m ás im p o rtan te y vigente protagonis­
ta. H asta los fisiólogos ratificaron la im po rtancia
de los descubrim ientos realizados p o r Sigm und
Freud.
E l psicoanálisis es u n a especie de «Com andan­
te Cousteau» buceando en el océano del subcons­
ciente hum ano, p a ra e n c o n trar la verdadera e
ín tim a fuente de sufrim ientos de cada ser. El psi­
coanálisis ayuda al hom bre a en co n trarse a sí
m ism o y con su sociedad, y esto sí que es u n a
v erdadera técnica m ágica que, en co n tra de lo
que los m al inform ados opinan, «podrá renovarse,
pero jam ás en terrarse», com o dice R am iro Calle.
Pues cierto es que hay psicoanalistas que hacen
m agia negra, pero no porque haya setas veneno­
sas la H um anidad h a dejado de com erlas. Por
o tra p arte, el sacram ento de la confesión en la

32
religión católica, es u n a clara m u estra de psico­
terap ia analítica.

Existen dos técnicas o senderos de liberación


psicológica-espiritual desconocidas p o r m uchos y
tenidas p o r otros com o m ágicas. Y m ágicas son
en cuanto que se salen del cam po de la ciencia
p a ra p e n e tra r en el de la m etafísica. Ambas téc­
nicas han nacido y se han desarrollado en Oriente,
y creo sincera y em píricam ente que pueden ayu­
d ar al h om bre occidental en p articu lar, y al ser
hum ano en general. Son el Yoga y el Zen.
B ajo el n om bre de Yoga se en cuentran una
serie de sendas o d istintos yogas que conducen al
h om bre al en cuentro con su auténtico «yo», «yo-
universo» o «yo-Dios», liberándole de sus negati-
vism os y espejism os. E l Yoga es filosofía y técnica
a la vez. Su origen m ilenario hay que buscarlo en
los Vedas y Upanishads, que fueron escritos por
Rishis, santones que vivían en las regiones de
H ard w ar y R ishikew sh, bañadas p o r el Ganges;
allí nacieron los libros m ás antiguos que conoce la
H um anidad.
El Yoga, que etim ológicam ente quiere decir
«unión», p reten d e al igual que la filosofía china
del Tao, u n ir el Yang y el Ying, lo negativo y lo
positivo, lo fem enino y lo m asculino, la luna y el
sol; es decir, u n ir las p artes constitutivas de nues­
tro ser. Los yogas o senderos son num erosos. El
m ás conocido en Occidente es el Hathayoga o yoga
del cuerpo. Los ejercicios de Hatha-yoga producen
beneficiosos efectos sobre las glándulas endocri­
nas, la colum na v ertebral y los centros nerviosos.

33
2
Opino que el Haíha-yoga debe ser el punto de p a r­
tid a p ara llegar a j'Ogas m ás trascendentales, pues
nos p roporciona u n cuerpo sano y arm onioso.
O tros yogas son:

— Bhakti-yoga, que es el cam ino de la devo­


ción y del Am or Cósmico.

— Tantra-yoga, que es sin duda alguna u n ca­


m ino in teresan te y poco conocido, que busca la
realización p o r m edio del acto sexual.

— Karma-yoga, que es el cam ino que enseña


a hacer el bien en todas n u estras acciones, por el
p u ro placer de hacerlas bien, y sin esp erar recom ­
pensa alguna p o r ello.

— Jnana-yoga, que es el yoga del conocim iento


y deben seguirlo preferentem ente aquéllos que se
dedican al estudio y la investigación.
— Radja-yoga, que es el yoga de la m ente, el
m ás perfecto, el característico de la autorreali-
zación.

A quien desee iniciarse en el Yoga le rem ito a


la o b ra que sobre dicho tem a tiene el au to r del
presen te libro en esta m ism a editorial, p o r consi­
d erarlo claro y de fácil exposición; y a todos aque­
llos que deseen iniciarse en el Yoga, coordinán­
dolo con sus creencias cristianas, les recom iendo
el libro de J. M. Dechanet, titulado El camino del
silencio (Yoga C ristiano), editado p o r Ediciones
Desclée de B rouw er, Bilbao.

34
E n cuanto al Zen, voy a sintetizar u n trab ajo
realizado p o r R am iro Calle y p o r m í hace algún
tiem po y destinado a unas publicaciones ibero­
am ericanas :

«Decir qué es y qué significa el Zen es algo así


com o p re te n d er explicar la naturaleza de la ener­
gía eléctrica o in te n ta r llegar a la cu a d ratu ra del
círculo. Los propios zenistas (practicantes del
Zen) se afirm an en la im posibilidad de definirlo,
pues opinan que las definiciones lim itan y estas
a su vez sólo pueden explicarse p o r o tras definicio­
nes, degenerando en una m era sutileza m etafísica
que no conduce a lugar alguno. Sus p atriarcas
enseñan que el Zen es p ara vivirlo y no p a ra ex­
plicarlo.
»—Podem os decir a nu estro s lectores qué no
es el Zen:
»— E l Zen no es u n a religión.
»— El Zen no es un sistem a filosófico-religioso.
»— E l Zen no es teísta, lo que no quiere decir
que se declare ateo.
»— El Zen no tiene u n a m oralidad específica,
ignora y rep ru eb a toda especulación m etafísica y
se com place en aislarse de toda coloración ética.
»E1 Zen es originario de la India y fue trasla­
dado p o r B odhidharm a a China en época no bien
precisada. P osteriorm ente pasó al Japón, alrede­
dor del período de tiem po que va en tre los si­
glos xii y xiv, donde tom ó su fuerza y desarrollo
definitivo, a p esar de la resistencia que le oponía
el prim itivo budism o y el sintoísm o.
»Se dice que el Zen fue fundado p o r D arum a

35
en el siglo vx, aunque los zenistas sostienen que su
fu n d ad o r fue el G autam a B uda y que en el Zen
se en cu en tran inm ersas sus auténticas enseñanzas,
de lo que deducen que el actual budism o no es
sino u na degeneración de la verdadera ''d o c trin a”.
Pero dejarem os este ap u n te histórico y tratarem o s
de explicar de sus dificultades aquello que sus
practican tes entienden p o r Zen, sin olvidarnos de
que es asistem ático y contrario a toda divagación
filosófica.
»E1 Zen p a rte del supuesto de que tra ta r de
localizar la verdad fuera de uno m ism o es to tal­
m ente estéril, dada la relatividad de los sentidos.
El cam ino m ás aconsejable p a ra llegar a la verdad
es el sum ergirse en uno m ism o. Esto nos recuerda
las p alab ras de san A gustín: "Cuando quieras
en co n trar la verdad introdúcete en ti m ism o. Ahí
hab ita la verdad.”
«Im aginam os la so rp resa del lector si ahora
escuchara de boca de un zenista:
»—¿Y qué im portancia tiene la verdad?
»—La verd ad es la razón de la vida —respon­
d ería el lector.
»—¿Y qué im portancia tiene la vida?
»—M ucha, pues inm ersos en la vida podem os
en co n trar a Dios.
»— Y ah o ra la preg u n ta zenista sería:
»—¿Y qué im portancia tiene en co n trar a Dios?
«Algún lector p erd ería la paciencia (si no la ha
perdido ya) y preguntaría:
»—E ntonces, ¿qué tiene im portancia p ara
usted?
»—E l carbón.

36
»—¿Por qué?
»Y ah ora la resp u esta sería totalm ente descon­
certante:
»—Porque el carb ón es verde.
«N uestro curioso lector ya h ab rá com prendido
que p o r el cam ino de la lógica jam ás entendería
el Zen ni al p ractican te zenista.
»E1 Zen tra ta de cam biar el punto de vista y
actitu d m ental del practicante, aniquilando los
opuestos (calor-frío; am argo-dulce) e im pulsán­
dole a trascen d er la m ente p a ra en co n trar en sí
m ism o toda su energía intuicional, rom piendo con
todo proceso intelectivo. Así accederíam os a una
nueva, d istinta, pero m ás auténtica form a de exis­
tencia. Alcanzar tal estado —poco claro p a ra la
m en talid ad occidental— recibe el nom bre de Satori.
»A quienes nos preguntasen ¿qué se experim en­
ta en el S atori?, les contestaríam os preguntando
a su vez: ”¿A qué sabe el agua?” Difícil ¿verdad?
Pues im aginen que nunca han bebido agua.
«Vamos a dar u na definición de las usadas p o r
el m ás im p o rtan te divulgador del Zen, Daisetz
T eitaro Suzuki:
”E1 Zen es, en su esencia, el a rte de ver claro en
la p ro p ia naturaleza. M uestra el cam ino que con­
duce de la esclavitud a la libertad. H aciéndonos
b eb er en la fuente m ism a de la vida, nos libera de
todos los yugos que, siendo com o som os seres
finitos, soportam os en este m undo. Se puede decir
que el Zen libera todas las energías n atu rales al­
m acenadas en cada uno de nosotros y que, en
circunstancias ordinarias, son derivadas de su
expresión n o rm al.”

37
»E1 Zen h a sido tran sm itid o entre sus p ra cti­
cantes a través de los siglos de form a oral o por
representaciones plásticas.
»Si pudiéram os establecer alguna com paración,
m encionaríam os com o posible equivalente de Sa-
to ri la "revelación” obtenida p o r los m ísticos cris­
tianos, los santones m usulm anes, el "N irvana” de
los b u d istas y el "Sam adhi" de los yoguis, y como
p alab ra occidental lo traduciríam os p o r "Libe­
ració n ”.
»Los m edios utilizados p a ra llegar al S atori
son en p rim er lugar el Koan y el Mondo, si bien
existen escuelas zenistas que los rechazan y ase­
guran que no es necesario ejercitarse en estas
prácticas.
»E1 K oan consiste en el planteam iento de un
problem a de im posible solución lógica con el que
el m aestro p reten d e a c o rta r el cam ino del alum no
hacia el S atori. La im posibilidad de lógica solu­
ción p o d rá ser com probada p o r el lector en los
ejem plos de Koans que citam os:
—Todo es reducible a uno, pero ¿qué es redu-
cible a ese uno?
—Todos conocem os el sonido producido p o r
dos m anos que se unen en u n a palm ada. Pero
¿qué sonido p roduciría una sola m ano?
La influencia del Zen en el Japón es ta n im ­
p o rtan te que se en cu en tra den tro de su vida
habitual. C ierto que hay m illones de japoneses
que no son zenistas y que ignoran incluso la exis­
tencia del Zen; pero no p o r eso d ejan de vivir, sin
darse cuenta, de una form a que podríam os llam ar
zenista. La decoración de sus casas está influida

38
p o r la idea Zen; los célebres jardines japoneses,
cada vez m ás im itados en Occidente, en los que
sus com ponentes son piedras, rocas, arena, tro n ­
cos petrificados, fueron concebidos en sus oríge­
nes com o lugares de m editación p ara llegar al
Satori. Igual ocu rre con la cerem onia del té, planta
ín tim am ente ligada al Zen, o con el bello arte de
la colocación y arreglo de las flores. Incluso las
artes m arciales, com o el a rte de la esgrim a o el
arte del arco, e incluso la defensa personal que
lam entablem ente h a degenerado en el com erciali­
zado Judo, nacieron com o sendas y vehículos del
Zen...»

He p reten d id o en este breve estudio excitar la


curiosidad y el ansia de Realización del lector, tal
y com o hicieron conm igo u n sinnúm ero de amigos
conocidos y desconocidos. Finalizo con las pala­
b ras de u n joven de noventa y cuatro años; mi
m aestro y amigo, gran filósofo, m atem ático y
sobre todo, hum anista, B e r t r a n d R u s s e l :

«Debo antes de m orir, e n c o n trar algún m edio


de decir la cosa esencial que está en mí, que yo
no h e dicho nunca todavía, u n a cosa que no es ni
el am or, ni el odio, ni la piedad, ni el desprecio,
sino el aliento m ism o de la vida, ardiente y venido
de lejos, que ap o rta a la vida hum ana la inm en­
sidad, la h orrible, adm irable e im placable fuerza
de las cosas no hum anas.»

39
I

HISTORIA DE LA MAGIA

M eso po ta m ia

Según las m ás recientes investigaciones fue en


M esopotam ia donde se engendraron las p rincipa­
les ciencias herm éticas. R ealidad y fantasía se
com binan y tom an carne en la m entalidad de
aquellas gentes siem pre precavidas, tem erosas
an te esa neblina m isteriosa y sobrecogedora que
parece em an ar de todo aquello relacionado de
u n a u o tra fo rm a con la Magia. Las invocaciones,
el m al de ojo, los talism anes, la repetición de
fórm ulas de carác te r esotérico y dem ás superche­
rías están a la orden del día. Son en especial los
conjuros los que se u san con increíble frecuencia,
ya que m ediante ellos el individuo tiene la convic­
ción de que se protege a sí m ism o y a los suyos y
aleja todo m al posible.
Los h ab itan tes de M esopotam ia, región corn­

al
p ren d id a en tre el Tigris y el E ufrates, vivían en
u n a co n stan te zozobra. No son ya únicam ente los
dem onios y espíritus m alignos los que resultan
peligrosos y pueden a c arrear la desgracia y el
dolor, sino tam bién todos aquellos seres hum anos
que estén investidos de u n a serie de poderes ocul­
tos y se sirvan de ellos p a ra d estru ir. La m agia
negra, de tal form a, se levanta com o u n m uro
infranqueable e inderrum bable; solam ente algunos
encantam ientos y prácticas m ágicas pueden ate­
n u ar, jam ás anular, su im placable influencia.
E xisten espíritus buenos y m alos, com o existen
buenos y m alos dioses que controlan a dichos es­
p íritu s. Es necesario, pues, e sta r a bien con los
dioses bondadosos y bu scar su protección, y p ara
ello se re cu rre a la realización de m uchas y di­
versas categorías de sacrificios y confusos rituales.
A m edida que avanza el tiem po, esa m entalidad
prim itiv a que se inclina p o r el dualism o (lucha
en tab lad a e n tre las fuerzas del m al y del bien),
p ro g resa y evoluciona considerablem ente. Los
sacerdotes com ienzan a h ab lar de una divinidad
suprem a, de la cual surgen o tras divinidades de
carácter m ás inferior. Sin em bargo, el esp íritu y
la idea de lo m ágico p ersiste firm em ente en lo m ás
pro fu n d o del ser hum ano. Las fórm ulas m ágicas
y los encantam ientos se m ultiplican incansable­
m ente, surgen los adivinos y taum aturgos y a casi
todo lo existente se le im prim e u n carác te r m ági­
co. Los anim ales de las m ás diversas especies; el
fuego; la lluvia, los relám pagos, los truenos y
dem ás fenóm enos atm osféricos, todo tiene un
sentido característico de presagio, todo está ahí

42
p o rq u e así está convenido, sucede así porque in­
dudablem ente quiere indicar algo.
Las p rácticas adivinatorias adquieren tam bién
m ucha im p o rtan cia en M esopotam ia. P ara p redecir
el fu tu ro los m agos se servían de la colocación de
las estrellas, de la form a en que rem o n tab a el
vuelo d eterm in ad a ave, de la dirección que tom a­
b an las flechas al ser disparadas y de otros m u­
chos procedim ientos tan carentes de lógica como
los ya citados.

Los Caldeos, prim itivo pueblo sem ítico de p ro ­


cedencia seguram ente arábica, que habitó en Babi­
lonia m eridional, concedieron un valioso interés
a la magia. H asta tal punto el carácter y sentido
de lo m ágico se adueñó del esp íritu caldeo, que
éstos no eran m ás que en contadas ocasiones ca­
paces de to m ar decisiones p o r sí m ism os y la m a­
yoría de las veces lo hacían basándose en diferen­
tes y no claras p rácticas ocultistas. Caldeo llegó a
ser sinónim o de mago, y podem os considerar que
este pueblo ejerció una considerable influencia
sobre la m en talidad de los que irían viniendo.
Los m agos alcanzan todo su esplendor en esta
época y son venerados y respetados p o r todo el
m undo, h asta el extrem o de que un grupo b as­
tan te num eroso de ellos fueron alojados y m an­
tenidos en la corte babilónica.
Los m agos se clasificaban en:

— Asafin: eran los encargados de p redecir el


fu tu ro y se entregaban prim ordialm ente a las
p rácticas de carácter adivinatorio.

43
— Kaschin: eran propiam ente los sacerdotes y
estab an encargados del estudio de la religión y
del culto a las divinidades.
— Gazrim: su m isión consistía en el estudio
de los astro s y sus influencias. A bundaron m ucho,
ya que la Astrología era considerada una de las
ciencias m ás preciadas.

— Hartumin: se entretenían en re citar deter­


m inadas fórm ulas de efectos maléficos.

— Hakamin: en sus m anos estaba la m edicina


y la ciencia de cu rar en toda su extensión. Abun­
d aba en extrem o la superstición.
A parte de las citadas había otras m uchas cla­
ses y categorías de m agos. E n tre unas y o tras no
siem pre reinaba la paz y la confianza, sino que la
m ayoría de las veces surgían las envidias y discor­
dias y cada uno de sus com ponentes se em peñaba
en d em o strar su valía y poder, m otivo p o r el cual
se engendraron graves y muy frecuentes rencillas.

La astrología, supuesta ciencia que estu d iare­


m os con m ás detenim iento en otro apartado, ad­
quirió u na im portancia capital en tre los caldeos.
Cada plan eta tenía su significación:
La Luna: su influencia según los casos era b u e­
na o mala, debido a lo irreg u lar de sus fases.

Júpiter: es el plan eta bienhechor por excelen­


cia. Es el creador, el que entrega la vida; se dice

44
que él hace que vuelva a b rillar lo que se h a ap a­
gado, que resucite lo m uerto, que reverdezca lo
m archito.

El Sol: es el creador de la luz. Según estuviese


en uno u o tro lugar su influencia era positiva o
negativa.

Venus: es el planeta de la fecundidad y del


am or. Tiene, pues, carácter bienhechor.

Mercurio: según su colocación y aspectos ejer­


cía bu en a o m ala influencia.

Saturno: favorece la caza. G eneralm ente su in­


fluencia era to talm en te negativa.

Marte: es el p lan eta de efectos m ás negativos


y maléficos. R epresentaba al dios de la guerra y
gozaba de carácter d estructor.
S eguram ente no h ab rá existido otro pueblo en
la h isto ria que le baya concedido m ayor crédito
a la astrología que el caldeo.

Infinidad de o tras prácticas de carácter ocul­


tista eran llevadas a cabo por este pueblo. Noso­
tro s solam ente m encionarem os las siguientes:

— La hidrom ancia: consistente en adivinar de­


term inados hechos p o r m edio del agua.

— Análisis de los su e ñ o s: ningún pueblo como


el caldeo concedió m ayor im portancia al carácter

45
prem o n ito rio de los sueños; la m ism a Biblia nos
habla de ello en m ás de u n a ocasión.

— S orteo de flechas: se m ezclaban y confun­


dían un con ju nto de flechas en un carcaj, habién­
dose inscrito an terio rm en te los diferentes datos
en cada u n a de ellas (nom bres de diversas ciu­
dades, p or ejem plo). Se procedía después a extraer
u n a de las flechas p a ra leer su inscripción y guiar­
se p o r ella (el nom bre de la ciudad que se había
sacado era la que debía ser atacada p rim era­
m ente).

— El trin o de los pájaros.

— Los intestinos del asno.

— El corazón de los bueyes y ovejas.

— El hígado de las aves.

— Los reflejos que surgen de las piedras p re ­


ciosas: según em anasen los reflejos de u n a u o tra
fo rm a se estim aba si presagiaban u n bien o un
mal.

— El vuelo de los insectos.

-— Los m ovim ientos del p erro y del gato.

— El ru m o r de las ram as de los árboles al ser


m ovidas p o r los vientos.

46
Y cien p rácticas m ás que nos abstendrem os de
en u m erar p a ra no fatigar al lector, pero que h a­
cían el deleite de los caldeos, pues recreaba su
m aniático afán de interpretación.

Los h ab itan tes de Asiria, pequeña región situa­


da al n o rte de las tierra s b ajas de Babilonia, tam ­
bién tenían en alta estim a a la m agia y se volca­
ban sobre su faceta m ás lúgubre, m ás tétrica, m ás
desagradable. E ste q u erer sum ergirse en lo m ás es­
pantoso, en lo m ás ho rrib le (n atu ralm en te todo
ello debe ten er u na explicación psicológica), se
refleja claram ente en todas las líneas de su arte,
especialm ente en el escultórico.
Los K erubim y los Zigurat son los p untos cla­
ves, los pilares podríam os decir, de la m agia asiria.
Los K erubim , am pliam ente estudiados y cono­
cidos en la cu ltu ra actual, son toros alados con
ro stro hum ano, y el cabello recogido según la cos­
tu m b re asiria. Podían ser de diferentes tam años,
llegando algunos a alcanzar m ás de cuatro m etros
de altu ra. E stos toros alados se em plazaban a la
en trad a de las ciudades, de los tem plos, de los p a­
lacios o de las casas, ya que se estim aba que di­
chos talism anes ten ían el inm enso poder de no
p erm itir la en tra d a a ningún esp íritu m aligno o
enemigo y p reserv ar así a sus m oradores.
Los Z igurats, pirám ides escalonadas que adqui­
rían altu ra s fran cam ente increíbles y que recibían
nom bres tales com o Casa de la G ran Lum inaria,
Casa de la Vida, Casa del Cielo, gozaban de siete
pisos, edificados de ladrillo crudo que se revestía
de ladrillo cocido, y se hacía que cada uno de sus

47
ángulos estuviese en correspondencia con los cua­
tro p u ntos cardinales. Cada uno de sus pisos tenía
el color de uno de los siete planetas. Así:

— El p rim ero era negro y rep resen tab a a Sa­


turno.

— El segundo era n a ra n ja y rep resentaba a


Jú p iter.

— El tercero era ro jo y rep resen tab a a M arte.

— El cu arto era dorado y re p resen tab a al Sol.

— El quinto era am arillo y representaba a


Venus.

— El sexto era azul y rep resen tab a a M ercurio.

— El séptim o era plateado y rep resen tab a a la


Luna.

M ediante los Zigurats se conseguía e sta r en


buen a relación con los planetas citados y se to r­
n ab an en favorables sus influencias.
E n la zona superior de los Zigurats descansaba
u n a especie de pequeño santuario al que acudía
diariam ente p o r las noches u n a sacerdotisa, que
esperaba la b ajad a de u n dios p a ra unirse am oro­
sam ente a él. M ediante este rito, que no deja de
ser rico en herm osura, se aseguraba la fecundidad
de los rebaños, así com o el crecer fértil y des­
preocupado de los pastos.

48
F ig. 1. Osiris y los cuatro hijos de H orus.

E g ipto

No carece de razón G erin-Ricard cuando dice:


«En el estado actual de las investigaciones sobre
el ocultism o, es evidente que Egipto h a sido la
cuna de la m agia p a ra los países m editerráneos.»
Y efectivam ente, así es, y nadie com o el pueblo
egipcio h a profundizado tan to y de u n a form a tan
m inuciosa y d etallada en el m undo de lo mágico.

Religión

H abía u n a fu erte tendencia de fe en la m en ta­


lidad egipcia que les inducía a personificar todas
las fuerzas existentes en la naturaleza; razón p o r la

49
que podem os considerar en p arte la religión egip­
cia como politeísta. Y decim os en p a rte porque
estam os altam ente convencidos de que esto sirve
solam ente p ara aquéllos que estaban poco ins­
tru id o s y eran dados a ad o rar toda figura u objeto
que se les presentase.
E n tre las fuerzas que se veneraban cabe des­
tacar:

— Nephitys, Isis y Serapis, que eran conside­


rad as diosas de la vida y de la m uerte.

50
Fig. 3. Sacerdote abrigado con u n a piel de p antera p a ra conseguir
el p oder del anim al.

— Ra, que era el sol y uno de los dioses m ás


poderosos e im po rtantes, y al que solam ente p o ­
dían ven erar los privilegiados.
— Ammon, que re p resen ta al sol que po d ría­
mos llam ar diario, es decir, a aquel que sale todos
los días y se oculta p o r las noches.

51
— Aten, que es el disco lum inoso que se form a
alred ed o r del Sol.

— Okhar y Anubis, dioses encargados del «más


allá», del desenvolvim iento del ser hum ano una
vez m uerto su cuerpo.

— Hor.

— Shu.

— Nu, que era el agua.

— Seb, que era la tierra.

52
— Nut, que era el cielo.
— Tifón, que se rep resen tab a en u n a cabeza
de cocodrilo y que era de naturaleza destructiva.

A p esar de tan tas divinidades, la religión egip­


cia es sólo po liteísta en apariencia, pues si pro-

Fig. 5. Práctica terapéutica del magnetismo: muy conocida y ejer­


citada en Egipto.

fundizam os debidam ente en su esencia observa­


rem os que se sostiene sobre una idea p u ra de
m onoteísm o, y así lo explica el fam oso egiptólogo
M aspero cuando dice: «La unidad de Dios es la
base de la religión egipcia en su enseñanza supe­
rior. La teología esotérica es m onoteísta desde el
tiem po del antiguo im perio. La afirm ación de la

53
un id ad fu n dam ental del ser divino, se lee expre­
sado en térm inos categóricos y enérgicos en los
textos que se rem ontan a esta época. Dios es Uno
y Ünico, existe p o r excelencia y vive en sustancia,
siendo el sólo generador en el Cielo y en la Tierra.»
Lo cierto es que m agia y religión estaban estre­
cham ente unidas en E gipto y que am bas se influían
recíprocam ente. Un signo, u n a palabra, un gesto,
todo ad q u iría una im portancia capital.

El culto a los muertos


A los difuntos se les ofrecía un ritu a l y u n culto
especial, todo ello basado en los principios de la
gran obra literaria, m ezcla de religión y magia,
filosofía y superstición, el Libro de los Muertos.
Es u n a o b ra considerablem ente antigua, ya que su
redacción —n ad a se puede asegurar— debió lle­
varse a cabo en el período de tiem po que va de la
X V III a la XX dinastía. Es un libro difícil, de
conocim ientos oscuros y en ocasiones m uy confu­
sos, pero que sin lugar a dudas en el docum ento
m ás auténtico y com pleto que tenem os sobre la
época.
P ara los egipcios el ser hum ano estaba form a­
do por:

— El cuerpo propiam ente físico.

— Una especie de doble del cuerpo.


— Un aliento o soplo vital divino.

— Un alm a.

54
Sobre esta teoría, am pliam ente discutible y
discutida, está basada toda la m agia en Egipto.
Vamos a estudiar, pues, con m ás detenim iento y
precisión estos elem entos que constituyen al ser
hum ano.
Poco se puede decir del cuerpo físico, m ás o
m enos suficientem ente conocido p o r todos. Es el
conjunto de órganos, carne, huesos y m úsculos
destinados a desaparecer poco tiem po después de
que la vida lo h a abandonado. Es u n m edio de
expresión en la tierra , u n a form a de com unica­
ción, pero, p o r lo dem ás, totalm ente inútil una
vez h a cesado la vida.

Los otro s tres elem entos que form an al ser


hum ano se sirven del cuerpo; éste re p resen ta p a ra
ellos u n a guarida tem poral. E n cuanto al cuerpo
es un m edio que no goza de autonom ía propia, ya
que está firm em ente condicionado p o r los otros
elem entos, no es im putable ni responsable.

E l «doble», denom inado Kha p o r los egipcios,


es la co n tra p arte del cuerpo, solam ente que es de
u na energía m ucho m ás sutil e invisible y que no
obedece a las m ism as leyes. El Kha es el elem ento
que los esp iritistas h an denom inado periespíritu,
los teósofos cuerpo astral, los ocultistas «doble» o
cuerpo etéreo-fluídico, y los m agnetizadores m ag­
netism o o energía sutil, etc.
El Kha, se aseguraba, era tam bién capaz de
am ar, su frir y ser feliz, e, incluso en ocasiones,
m anifestarse y hacerse visible a los ojos de los
m ortales, adquiriendo diversas form as y m atices.

55
Como m ás adelante analizarem os, los espiritistas
creen firm em ente no sólo en este elem ento sino
tam bién en la posibilidad de que se m anifieste 3'
pu ed a ser v entajosam ente consultado.
E n infinidad de bajorrelieves egipcios se puede
observar cóm o el a rtista no se conform aba con
re p resen ta r el cuerpo físico sino que tam bién lo
hacía con el astral, éste siem pre colocado detrás
de aquel.
E l Kha, d u ra n te la vida, estaba separado del
cuerpo físico y se creía que se hallaba en el cielo
o en el espacio. Sin em bargo, los lazos en tre el
cuerpo físico y el a stra l jam ás quedaban rotos,
ya que el Kha es el que infunde la vicia en el físico
y éste sin aquel carecería de toda fuerza vital.
A la m u erte del cuerpo físico el Kha descendía
a él. Los egipcios ponían especial atención y cui­
dado en em balsam ar el cuerpo del recién fallecido,
p a ra que así el Kha lo encontrase en buenas con­
diciones y se uniese a él, con lo que com enzaba
u n a nueva existencia m ucho m ás prolongada.
Cuando el cuerpo había sido debidam ente em ­
balsam ado era llevado a la siringas, lugar confor­
tab le y cuidadosam ente construido en el que po­
d ría descansar perfectam ente y perm anecer en
contacto con los K has de los antepasados y fa­
m iliares.
Una vez el cuerpo en la siringas, se procedía al
ritu al req uerido p a ra que así el Kha descendiese.
Com enzaba entonces u n a com plicada cerem onia,
que era h arto m ás com plicada cuanto m ás fam oso
e im p o rtan te h abía sido el difunto.
La m om ia era cuidadosam ente guardada, con

56
el fin de que perm aneciese in tacta y el Kha p u ­
diese m anifestarse. E sta es la razón p o r la que las
tu m b as egipcias eran a pru eb a de bala; es decir,
au ténticas fortalezas inviolables e inderrum bables.
El lugar en donde la m om ia era colocada se lla­
m aba estancia m o rtu o ria y era totalm ente ta ­
piada, a excepción de u n a pequeña a b e rtu ra que
servía p a ra in tro d u cir los alim entos necesarios al
difunto.
¿Alimentos necesarios p ara el difunto? Sí. Para
los egipcios la m u erte no era tal, solam ente era un
extraño viaje, u n p asa r a o tra form a de existencia.
El Kha se u n ía al cuerpo y seguía viviendo; era,
pues, necesario que se alim entase, razón p o r la
que los fam iliares del difunto le llevaban alim en­
tos y aguas y tam b ién en ocasiones — ¡lo que hace
la fe!— alhajas y otros m uchos objetos valiosos.
Cuando el difunto no tenía fam iliares, de esta
m isión se encargaban los sacerdotes, siem pre ob­
servando una serie de rito s que carecen totalm ente
de im portancia.
Los egipcios, obsesionados p o r la concepción
del Kha, pen saro n en todo y se preg u n taro n qué
sucedería en el supuesto de que alguna vez la
m om ia fuese destruida. ¿Dónde iría entonces el
«famoso» Kha? H abía que en c o n trar u n a solución
p ráctica y p a ra ello desataron su fantasía. ¡Pre­
cauciones, había que to m ar precauciones! Y las
tom aron. Se autoconvencieron de que el Kha po­
día co n tin u ar p erfectam ente existiendo aunque no
hubiese m om ia, pero, eso sí, siem pre que se con­
tase con u na im agen altam ente fiel del difunto.
E sta es la razón de que en las estancias m o rtu o ­

57
rias se hayan encontrado estatuas; estas estatuas,
fiel im agen del m uerto, servían de soporte al Kha
y, p o r consiguiente, suplían al cuerpo. De tal form a
el Kha jam ás podía qu ed ar sin sostén, pues m uy
m ala fo rtu n a debía h a b e r p a ra que cuerpo físico,
ya m ejo r direm os m om ia, y estatu a quedasen des­
truidos.
M ucho se h a hablado, y seguram ente se h a­
blará, de dichas estatuas. Se les ha atrib u id o gran­
des y fantásticos portentos, en tre otros la facultad
— ¡qué im aginación!— de hablar. Y vam os segui­
dam ente a tra n sc rib ir unos hechos que re la ta
Gerin-Ricard en su conocido libro Historia del
Ocultismo.
«En el tiem po de la reina Hatshepsut —escri­
be— d u ra n te u n a cerem onia, la e statu a de Amón
descendió de su pedestal y recorrió la sala p a ra
detenerse an te u n a joven que debía ser m ás tard e
Tuthmosis III. O tro ejem plo: La víctim a de u n
robo se dirigió a la m ism a estatu a con el fin de
en co n trar al ladrón. D urante una procesión la es­
ta tu a indicó, con un gesto de cabeza, el escondite
del bandido, donde se descubrió tam bién su botín.
Y he aquí todavía o tro prodigio: Un obrero estaba
en litigio con u n vecino a causa de la propiedad
de una casa. Dirigiéndose a la estatua, exclam ó:
"¡Ven en m i ayuda, tú, m i gran Sol!”, y la e statu a
resolvió el conflicto, dando su opinión con u n m o­
vim iento de cabeza en favor de su invocador. O tro
pi'odigio: Un sacerdote de Amón era sospechoso
de h ab e r com etido sustraciones frau d u len tas en
el granero del dios. El dios decidirá si había ro ­
bado o no. Se red actaro n dos textos. E n el prim e­

58
ro se p reg u n tab a a dios si el sacerdote "estaba en
posesión de alguna cosa que no se pudiese en­
c o n tra r”; en el segundo, si "no estaba en posesión
de n ad a de lo que no se podía en c o n trar”. E viden­
tem ente, el dios eligió aquel que declaraba ino­
cente al sacerdote...»

Y escribe m ás adelante:
«Hubo en todas las épocas quien se m o strara
escéptico en lo que respecta a estas estatuas que
intervenían en los asuntos de E stado o en de los
particu lares. Ya, H erm es, hablaba así a A sclepios:
"¡Sí, las estatuas, oh Asclepios, qué poca fe tienes!
Las estatu as anim adas, llenas de sentim iento y de
aspiraciones, que hacen tan tas y tan grandes cosas;
las estatu as p roféticas que predicen el porvenir
p o r los sueños y p o r otros m edios, que nos hacen
en ferm ar o nos cu ran los dolores según nuestros
m éritos...»

«Son escépticos tam bién casi todos los egiptó­


logos que explican el fenóm eno de las estatuas
p arlan tes o gesticulantes com o supercherías de
los sacerdotes ventrílocuos o pulsadores de re ­
sortes. Los esotéricos, al contrario, p retendían
que se trata b a, al m enos en determ inados casos,
de fenóm enos de m edium nidad.»

«El K hu es el aliento vital y podríam os decir


que es al alm a (Ba) lo que el doble (K ha) es al
cuerpo.»
El K hu es, pues, el doble, la c o n tra p arte del
alm a. E n su día, cuando se unió al ser hum ano,

59
abandonó el Sol, de donde em ana, y a la m uerte
de ese ser hum ano se purificará y re to rn a rá al
astro del que salió, Pero este volver a su origen
no es definitivo, pues el K hu ten d rá que despren­
derse de nuevo y u n irse a las dem ás p artes cons­
titutivas de o tro ser. Y así d u ran te m ucho tiem po,
en ese continuo ciclo de m ilenios y m ilenios. Se
u n irá a m uchos seres hum anos y de todos ellos
se alejará a su suerte.
«Su destino —escribe H enri Durville— es el
de re p resen ta r el curso del Sol, residencia y sím ­
bolo de Ammon-Ra y cum plir com o él, el ciclo
obligatorio de los viajes, de la luz a la som bra
y de la som bra a la luz. Aquí encontram os la vida
com ún a todas las iniciaciones del ciclo perfecto
que se rep ro d u ce tantas veces como es necesario,
h asta que el ser hum ano está suficientem ente
cerca de la perfección p a ra absorberse en lo di­
vino y en co n trar una vida sin deseo, perfecta y
consciente. De todas m aneras, esperando la ale­
gría perfecta, le es necesario seguir el curso de
los días o de las noches, o sea la ro n d a de las
cam biantes e inm utables estaciones. La vuelta
hacia el Sol, re p resen ta el m ediodía p a ra el K hu
liberado, p ero todavía no m erece que esta luz sea
definitiva; después de un m om ento de plenitud,
d u ran te el cual se posa en la claridad, le es nece­
sario volver al m undo, sen tir los crepúsculos ce-
cerrarse sobre él y caer en lo m ás profundo de la
oscura m ateria; el esp íritu lo sabe y conserva la
indefectible esperanza de la luz eterna.»
El K hu nos recuerda un tan to a esa chispa
divina de que hablan ta n frecuentem ente los

60
yoguis. Chispa divina que em ana de su origen
—n un ca hay explicación a este p o r qué—, vaga-
d u ra n te m ilenios, se redim e, se purifica y vuelve
al seno divino.

Finalm ente tenem os el Ba, que sin duda algu­


na es el cuerpo o p a rte integrante que m erece una
m ayor consideración, dado que es el verdadero
elem ento su p erio r del hom bre, su alm a, su autén­
tica personalidad, su conciencia superior.
A la m uerte, el Ba se alejaba y los dem ás ele­
m entos tam bién se separaban. H abía u n a serie de
com plicados y pintorescos rituales encargados
de lograr u n a p erfecta p a rtid a del Ba. El Libro de
los Muertos nos h abla am pliam ente de todas estas
p rácticas esotéricas.

Después de h ab e r estudiado uno p o r uno los


diferentes elem entos constitutivos del ser hum a­
no, podem os esquem atizar así:

—E l cuerpo físico: Por sí solo no tiene fuerza


alguna y está som etido al im perio del K ha o
doble. E s el vehículo, u n m edio de com unicación.
Su fin inm ediato es el de desaparecer totalm ente.

—E l K ha o doble: Aunque m ás sutil que el


cuerpo físico, es tam bién algo m aterial. E stá li­
gado plenam ente a la tie rra y si no es dom inado
y canalizado, su actuación será negativa.
«Ni K ha ni el cuerpo tienen ninguna respon­
sabilidad —escribe Durville—; uno conduce a
o tro com o un ciego conduce a otro ciego; el cuerpo

61
es u n a m asa in erte y el Kha, si no está som etido,
no piensa m ás que en las alegrías pasajeras. Es
el asiento de la inconsciencia y no es a él preci­
sam ente a quien se puede p ed ir consejo p ara diri­
gir la evolución.»

—El Khu: Es el aliento divino, u n a especie de


etéreo cordón um bilical que une a la divinidad
con el ser hum ano. Del seno divino ha p artid o y
a él inexorablem ente reto rn ará.

—El Ba: Es el principio superior del hom bre,


la p arte verd aderam ente trascendental, aquélla
que m erece la pena purificar.
La teo ría egipcia de los cuerpos debe ser teni­
da en cuenta, principalm ente p o r la gran influen­
cia que ejerció sobre los sistem as filosóficos pos­
teriores.

Medicina y Magia

Si bien, p o r los últim os descubrim ientos sobre


la m ateria llevados a cabo, parece ser que existía
algún tra ta d o m édico del m ás estricto rigor cien­
tífico, lo indudablem ente cierto es que m edicina y
m agia se en cuentran estrecham ente unidas.
Cuando u n a persona enferm aba, se creía que
esto había sucedido p o r la influencia m aléfica de
algún dios o del doble (K ha) de u n ser hum ano.
P ara ro m p er la n efasta influencia, los sacerdotes
m agnetizaban u n a y o tra vez al enferm o y se en­
trete n ía n en re citar infinidad de fórm ulas de ca-

62
rá c te r esotérico. «¡M árchate, funesto hacedor;
seas quien seas, aléjate!», se dice; o bien: «¡Des­
vanécete, m u erto que vienes de las tinieblas, que
en tras a escondidas, de aplastada nariz y vuelta
la faz! ¡Desvanécete, fru strad o de aquello p a ra lo
que has venido! ¡Si vienes p a ra besarlo, no lo p er­
m ito ; p a ra m arc arlo ; tam poco, p a ra quitárm elo,
p a ra calm arlo, tam poco! Le he hecho encanta­
m ientos co n tra tu persona con la lechuga que
nace, ajos que te dañan, con m iel dulce p a ra los
hom bres, rep ugnante p a ra los m uertos, con las es­
pinas del m orm iro, con la espina dorsal del
latus...»
Si el enferm o no se restablecía por m edio de
fórm ulas y pases m agnéticos, se re c u rría a las
hierbas y p lan tas tenidas p o r m edicinales. E stas
hierbas debían ser cogidas a u n a h o ra m arcada
del día o de la noche (según interesase la influen­
cia solar o lu n ar) y después m ezcladas en tre sí
en unas vasijas de determ inadas características.
Se usaban, adem ás de las citadas, o tras m uchas
form as de curación, las cuales podían ser revela­
das p o r la astrología o la onirom ancia.

Hermes Trimegisto

H erm es Trim egisto es el nom bre en lengua


griega que d ab a al legendario dios Thoth, que era
llam ado «el tres veces grande» o «el triplem ente
superior»; de él recibe su denom inación la filo­
sofía herm ética.
Hubo, al parecer, dos H e rm e s: H erm es el divi­

63
no, al que los rom anos llam aron M ercurio y los
egipcios Thoth, y H erm es Trim egisto, com pila­
dor, sum o sacerdote y filósofo, y al que se le
atrib u y e la ciencia que llevaría su nom bre.
Sin em bargo, se h a llegado a la deducción de
que b ajo el n om bre de H erm es se encerraban u
ocultaban u n conjunto de m ísticos y filósofos (lo
m ism o que sucedía en la India con el nom bre
de Vyasa), y p o r ello H e n r i D u r v i l l e aconseja
que lo «debem os considerar como nom bre colec­
tivo de un grupo de iniciados o com o sím bolo de
la iniciación».
A H erm es se le han atribuido infinidad de
obras. Sin ir m ás lejos, el neoplatónico Jámblico
nos asegura que a él pertenecen unos cuantos
m illares. Más sensato aunque m enos espectacular
nos parece el recuento de Clem ente de A lejandría,
que sólo estim a que debieron ser cu aren ta y dos.
E n tre las ob ras de Trim egisto (se desconoce
el núm ero exacto), tenem os:

—La Tabla de E sm eralda.

—Asclepios o el discurso de la iniciación.

—Poem ander o Pim andro.

No se sabe si estas obras son el p roducto de


la lab o r llevada a cabo p o r u n solo hom bre o p o r
un conjunto de hom bres adheridos a la m ism a
escuela filosófica, pero estim am os que en realidad
eso es lo que m enos im porta.
T ranscribim os a continuación u n p árrafo del

64
Pim andro, seguram ente la obra m ás interesan te
de las que se conocen del au to r o autores:
«Doce defectos. El prim ero es la ignorancia;
el segundo, la tristeza; el tercero, la intem peran­
cia; el cuarto, la concupiscencia; el quinto, la in­
justicia; el sexto, la avaricia; el séptim o, el erro r;
el octavo, la envidia; el noveno, la astucia; el
décimo, la cólera; el undécim o, la tem eridad, y
el duodécim o, la m aldad. Son doce y tienen a sus
órdenes u n núm ero m ucho m ayor. Por la prisión
de los sentidos, som eten al hom bre in terio r a las
pasiones de los sentidos. Se alejan poco a poco
del que Dios ha com padecido y en esto consiste
el m odo y la razón del renacim iento. M ientras,
hijo mío, calla y alaba a Dios y su m isericordia
no nos abandonará. Purificado p o r las potencias
de Dios, alégrate, hijo mío, en la articulación de
la p alabra. El conocim iento de Dios h a entrado
en n o sotros y la ignorancia h a desaparecido. Llega
el conocim iento de la alegría y ante ella, hijo
mío, la tristeza h u irá hacia los que todavía la
pueden experim entar. La potencia que yo evoco,
después de la alegría, es la tem perancia, v irtud
encantadora. H ijo mío, apresurém onos a cogerla,
ya que su presencia a rro ja a la intem perancia. E n
cu arto lugar, evoco la continencia, la fuerza opues­
ta a la concupiscencia. E ste grado, hijo mío, es el
asiento de la ju sticia; m ira cóm o sin com bate ha
vencido a la injusticia. Evoco la sexta potencia, la
com unidad de bienes, que viene hacia nosotros
p a ra lu ch ar co n tra la avaricia. Cuando esta ha
huido, evoco la verdad, el e rro r huye y aparece
la realidad. Mira, hijo mío, la plenitud del bien

65
que sigue a la aparición de la verdad con la vida
y la luz y en nosotros ya no quedan ni verdugos
ni tinieblas; todos se re tira n vencidos. H ijo mío,
conoces el cam ino de tu regeneración. Cuando
la década ha sido com pletada, hijo mío, el naci­
m iento ideal se ha realizado, y el verdugo duo­
décim o es arro jad o y nacem os a la contem plación.
El que obtiene de la m isericordia divina el naci­
m iento en Dios, está libre de las sensaciones co r­
porales, reconoce los elem entos divinos y goza
de una p erfecta felicidad.»

Osiris e Isis

Osiris era considerado el Dios superior, la di­


vinidad solar p o r excelencia. Es el alentador de
vida, el regenerador, el que todo lo puede y todo
lo consigue, juez om nipotente y principal creador.
La Triada de Obidos, que es la m ás antigua
del m undo y que ta n ta influencia ejercería sobre
otros sistem as filosófico-religiosos, estaba form a­
da p o r:
—Osiris, que rep resen tab a al Padre.

—Isis, que rep resen tab a a la M adre.

—H orus, que rep resentaba al Hijo.

Y sus cu atro aspectos m ás im portantes eran:


—O siris-Horus (m ente), que rep resen ta el as­
pecto intelectual o m ental.

66
—Osiris-Lunus (etéreo), que rep resen ta el as­
pecto astral.

—O siris-Ptah (luz), que rep resen ta el aspecto


pu ram en te espiritual.

—Osiris-Tifón, que representa el aspecto m a­


terial.

Isis rep resen tab a la fecundidad y el am or m a­


ternal, siendo como elem ento fem enino la perso ­
nificación del Cosmos y de toda la N aturaleza.

G r e c ia

La m agia está fu ertem en te enraizada en la


m entalidad griega, pero el hom bre griego, a dife­
rencia del egipcio, p o r ejem plo, adopta u n a acti­
tu d m ás crítica, m ás inteligente.
«La originalidad de Grecia —escribe Rony—
está en la actitu d de los m ejores en tre ellos frente
al ocultism o. P or p rim era vez se plantea el p ro ­
blem a de la eficacia mágica. Apolo cuestiona a
Dionisio.
«Para la escuela jónica, en el siglo vi a. J., los
astro s ya no son dioses sino m eteoros; la m agia
cerem onial es socavada p o r la base y si escapa
de la crítica de los physikoe es p ara chocar con
la visión m atem ática del universo. Platón, A ristó­
teles y los estoicos restablecieron a las alm as en
el cielo, p ero su vitalism o no es sino el sostén

67
m etafísico de u n a astronom ía positiva: esas alm as
son tan inflexibles como los teorem as de Euclides,
y si la tie rra es el centro del m undo es p o r razo­
nes geom étricas. Sin duda, las p rim eras especu
laciones científicas se desprenden lentam ente de
la atm ó sfera m ágica: en cuanto al pitagorism o,
los núm eros son figuras y las figuras son las cosas;
se percibe en esto la identificación del sím bolo
con lo sim bolizado, característica de la eficacia
m ágica. P aradójicam ente, la m edicina prehipo-
crática es ya netam ente positiva, com o surge de
las curaciones descritas en la Iliada y la Odisea.
«Sin em bargo, arrinconada e n tre una física
em p irista y u n a m ecánica racionalista, la m agia
sufre ataques directos.»

Cuando se estudia la m agia en el pueblo egip­


cio, jam ás se debe olvidar que sin duda alguna
to d a ella, desde sus m ás profundos estratos, está
plenam ente influida —en parte, absorbida— p o r
la m agia caldea y egipcia. Se observará que infi­
n idad de ideas y puntos son com unes en tre am bas
form as de magia.
E n Grecia, m agia y religión tam bién aparecen,
com o en Egipto, estrecham ente ligadas, tan e stre ­
cham ente que no es fácil vislum brar las fro n teras
que separan a una de otra. T anto m agia como
religión se caracterizan p o r un fondo de intenso
sensualism o; característica que p o r o tra p a rte les
confiere a am bas u n a poesía y u n a herm o su ra
indescriptible.

68
Los dioses

Grecia hace gala de un sinnúm ero de dioses.


Hay dioses de todas clases y de los m ás diversos
tipos, y p o r si esto fuera poco, tam bién existen
infinidad de semi-dioses y de héroes.
El m ás grande de todos los dioses, aquel al
que se le atrib u ían los m ás excelsos atributos,
aquel que rein ab a p o r encim a de todo y todo lo
com penetraba, era principio y fin, luz y sabidu­
ría, am or y verdad, recibía el nom bre de Zeus
(los rom anos le denom inarían Júpiter).
E n tre otro s dioses, tenem os:

— Hera: Se la tuvo en gran consideración y


su culto alcanzó am plio eco. Aunque esposa de
Zeus, no ten ía su m ism a fuerza y poder ni era
reina de los cielos. Se irrita b a con frecuencia y
ello se m anifestaba en el cielo torm entoso.

—Palas Athenea: Diosa de la sabiduría, en


donde m ás culto se le rendía era en Atenas; era
p atro n a de las artes ciudadanas y personificaba
el rayo. E ra h ija de Zeus.

•—Afrodita: A m ante de Adonis y m adre de


E ros. R ep resentaba el am or y la belleza y había
surgido de la espum a del m ar.

—Poseidón: Rey y señor de todas las aguas y


dios de los caballos.

—H es tía: Diosa del am or conyugal y del hogar.

<59
— Artemisa: R epresentaba la pureza y era la
diosa de la caza. Algunos autores opinan que su
origen puede m uy bien encontrarse en cualquier
diosa oriental de la fecundidad.

—Hermes: Dios de los m ercaderes, vendedo­


res y com erciantes, así com o de la riqueza, de la
fecundidad y de los deportistas; rep resen tab a tam ­
bién algo así com o u n a ventana ab ierta del m undo
infernal al reino de la claridad.

—Hephaistos: Dios del fuego y sus siervos fue­


ro n los que fo rja ro n la arm ad u ra del fam oso
héroe Aquiles.

— Demeter: Diosa de los cultivos y de la fe r­


tilidad.

—Ares: H ijo de H era y rep resen tab a la guerra;


era, pues, u n dios sangriento y tem ible, ñero y
cruel.

— Apolo: Llam ado el «dios-sol», ya que re p re­


sentaba la luz. E ra adem ás dios de las m ás diver­
sas actividades m anuales y de la m edicina.

— Hades: H erm ano de Zeus y habitaba en


el reino de los infiernos, siendo el rey de las
som bras.

— Pan: Dios de los rebaños y se había consti­


tuido en vigilante de ellos. C om únm ente vagaba
de u n lado p ara otro y se divertía y danzaba con

70
las ninfas. Tenía la m ala costum bre de aparecerse
de im proviso a algún que otro cam inante, causán­
dole el m iedo consiguiente; p o r este m otivo, el
vocablo «pánico» se deriva de su nom bre.

—Helios: Dios de la percepción; todo lo oía y


veía, n ada podía o cultarse a él.

—Anfítrite: E sposa de Poseidón.

— Ops: E sposa de Cronos.

—Príapo: H ijo de A frodita y rep resen tab a la


fertilid ad y la generación.

—Heracles: H ijo de Zeus.

—Dyonisio: Dios del vino.

Como el lector observará, el panteón m itoló­


gico del pueblo griego resu lta verdaderam ente
exhaustivo.
De todos los dioses se hizo una herm osa es­
cu ltura, con fo rm a hum ana, y estaban celosam en­
te custodiadas en el Olimpo, el m onte m ás alto
de Grecia. Allí se celebraba en favor de ellos eso­
téricos rito s y esplendorosos sacrificios.
H abía dos clases de sacrificios: los sangrientos
y los que no lo eran. E n tre los segundos tenem os
las libaciones de vino y leche; la ofrenda de fru ­
tos, p lan tas, flores, etc.
Los sacrificios llam ados sangrientos fueron los
m ás com unes. Según a qué dios o diosa se ofrecie­

71
ran, se m atab a una u o tra clase de anim al. P ara
H era, p or ejem plo, se sacrificaban vacas y ovejas;
p a ra Dyonisios, m achos cabríos; p a ra Afrodita, p a­
lom as y pichones; toros blancos p a ra Zeus, etc.
Tales sacrificios iban acom pañados de los m ás
diversos ritos: cánticos, danzas, oraciones, gestos
especiales y dem ás fiorituras esotéricas.

Los oráculos y los presagios

Bien es cierto que en tre los griegos, raza m uy


inteligente como sobradam ente se h a com proba­
do, existían una serie de hom bres, perfectam ente
form ados y p reparados, que perm anecían con los
ojos ab ierto s y la razón despierta, adoptando ante
la m agia, si no u n a actitu d adversa, sí al m enos
escéptica. Pero u n puñado de hom bres, p o r ele­
gidos que éstos sean, no cuentan m ucho cuando
se tra ta de m asas, y es precisam ente la creencia
co n ju n ta y com ún la que no se p ierde a lo largo
de los años. Y p o r aquel entonces, el espíritu
m ágico había calado h asta lo m ás profundo de
esos seres hum anos que form aban la m ayoría.
El ho m b re griego se esforzaba p o r h allarle a
todo un significado m ágico, esotérico. Y así, den­
tro del m es existen días favorables y días desfa­
vorables; es nefasto que una corneja se pose en
las proxim idades de u n a casa en construcción;
b añ arse en el agua que ha usado an terio rm en te
p ara su aseo una m ujer, tra e consigo todas las
desgracias y m ales im aginables; sen tar a u n niño
de doce m eses o doce años en u n a tum ba es

72
ofender a todas las fuerzas m alignas y p o r tanto
v erdaderam ente peligroso; casarse sin consultar
a los pájaro s, resu ltab a verdaderam ente expuesto,
y em prender un viaje p o r corto que fuera sin
con su ltar a las estrellas, era u n a tem eridad; salir
de la ciudad antes de que h u b iera luna llena no
era correcto, e ir a la guerra sin consultar las
visceras de los anim ales, m ás que valiente, era un
acto de plena inconsciencia... ¿Puede vivirse m ás
m ágicam ente? ¿No es extraño que u n a raza inte­
ligente, com o ya hem os señalado, caiga en estos
ab surdos extrem ism os? ¿No será que el ser h u ­
m ano, el de ah ora y el de entonces, necesita de
estas pequeñas cosas p a ra estim ular su m ente?
Pero n ad a de lo dicho tiene realm ente im por­
tancia al lado de la m ucha de que gozan los orácu­
los. «Pero lo que ocupa el p rim e r lugar en la
ciencia oculta en Grecia —escribe G rin-Ricard—
son los oráculos.»
El oráculo, vocablo que significa respuesta,
era u n diálogo —m ás acertado, desde luego, sería
decir m onólogo— en tre la pitonisa y el dios al
que se invocase. De cóm o eran psicológicam ente
estas pitonisas, no vam os a h ab lar aquí; lo que
sí podem os asegurar, sin em bargo, es que no debía
tra ta rs e de m u jeres psíquicam ente equilibradas,
aunque quizás nos estem os equivocando y no
fu eran m ás que sim ples m ujeres m uy diestras en
el arte de la in terp retació n y la sim ulación.
E stas m édium s antiguas e n tra b an en contacto
con el dios autoprovocándose u n a especie de
trance; en ocasiones este proceso se aceleraba
quem ando ciertas p lantas que em anaban unos

73
vapores realm ente m areantes. Sería interesante
saber las cualidades exactas de las hierbas y plan­
tas incineradas.
Lo v erdaderam ente sorprendente del caso, es
que dichas pitonisas en m ás de u n a ocasión «esta­
b an en lo cierto». Parece ser que fueron unas
cuantas las que p red ijero n con cierta exactitud
fu tu ro s acontecim ientos. ¿Cuál era la razón de
estos fenóm enos prem onitorios? No resu lta fácil
responder. ¿Azar, casualidad, au tén tica prem oni­
ción? Quien sabe... En todo caso cualquier expli­
cación es m ás válida que la de pensar que real­
m ente el dios in sp irab a a la pitonisa.
El oráculo m ás fam oso sin duda alguna fue el
del Tem plo de Delfos, aunque h abía o tro s tam ­
bién b astan tes célebres, como el santuario de
Asclepios en Epidauro.
La P itonisa era quien desem peñaba la m isión
de oráculo de Delfos y estaba directam ente inspi­
ra d a p o r Apolo. A título de curiosidad direm os
que «se le dio el nom bre de Pitonisa, ya que en
Delfos, Apolo exterm inó a la serpiente Pitón, que
se en cu en tra figurada m uchas veces en el trípode
m ístico, sea a causa de esta victoria, o sea porque
la serpiente nacida de la tierra, siem pre joven y
renaciente, sabe cosas secretas que no se revelan
a todos los m ortales» (Durville).
Las pitonisas eran siem pre o casi siem pre m u­
jeres sencillas y que apenas sabían de los aconte­
cim ientos políticos del m om ento. E n un principio,
fueron jóvenes de veinte y veintitantos años, pero
dado que en cierta ocasión fue ra p ta d a u n a de
ellas, se to m aro n ciertas m edidas de precaución

74
y se llegó a la conclusión de que tales sucesos
no acaecerían si las pitonisas fuesen de edad m ás
avanzada; a p a rtir de entonces, se seleccionaron
m ujeres de m ás de cincuenta años.
P ara recib ir el oráculo había días favorables
y días desfavorables; n atu ralm en te siem pre se
bu scab an los prim eros. La pitonisa antes de reci­
b ir el oráculo, se b añaba y perfum aba concienzu­
dam ente. Después, en actitu d concentrativa, espe­
rab a la inspiración divina. E n trab a en trance, su
ro stro se dem udaba, sus ojos se volvían hacia
a rrib a quedando en blanco, se contraían todos los
m úsculos de su cuerpo y era víctim a de violentas
convulsiones sim ilares a las que produce la crisis
de epilepsia; se revolcaba sin control alguno por
el suelo y expulsaba espum a p o r la boca. En ese
m om ento com enzaba a hablar, y el sacerdote era
el encargado de in te rp re ta r sus confusas palabras.
Que tales crisis se producen y en especial en
m ujeres, es algo to talm ente com probado. Ataques
de histeria, podríam os denom inar a dichas crisis,
y sin du d a alguna eso eran. En m ás de una opor­
tu n id ad hem os tenido ocasión de observar sim i­
lares escenas en sesiones de ocultism o y desde
luego resu lta un espectáculo poco recom endable.
No sabem os h asta qué punto era sincera o no
la pitonisa. E stam os convencidos, sin em bargo,
que m uchas de ellas ten d rían la ñrm e creencia de
ser con toda seguridad fecundadas intelectualm en­
te p o r la divinidad. Por lo que respecta a los
sacerdotes, ya es o tra cuestión. Por aquel tiem po
era com ún que aprovecharan la credulidad de las
gentes, ¿p o r qué iban a ser la excepción en esta

75
ocasión? Ellos eran los encargados de in te rp re ta r
las p alab ras de la P itonisa ¿quién les im pedía,
pues, in te rp re ta r las cosas a su capricho y antojo?
E n tre otro s oráculos, m erecen ser destacados
el de Zeus en Dodona, el de Trofoneos, de Her-
m es, de H era, de Poseidón, etc.

Pitágoras

Es sin duda Pitágoras uno de los m ás grandes


filósofos con que cuenta la h isto ria de la H um a­
nidad. Nació en Sam os, aproxim adam ente hacia
el 570 A. J. Viajó d u ra n te m ucho tiem po p o r di­
versos países y finalm ente, con seguridad ya can­
sado, se estableció en C retona, fundando u n a es­
pecie de com unidad en la que los m iem bros m ás
sobresalientes eran aristócratas. Se tenía esta co­
m unidad p o r apolítica, pero lo cierto es que eje r­
ció una considerable influencia en la política local
del m om ento y actuó m uy directam ente sobre el
gobierno. Finalizó el poder de dicha com unidad
p o rque el pueblo, descontento e irritad o , se le­
vantó y destruyó su sede, prendiendo fuego, final­
m ente, a lo que de ella quedaba todavía.
¿Qué sucedió entonces con Pitágoras? No pue­
de darse u n a contestación plenam ente segura. Se­
gún unos h istoriadores, m urió en el incendio ju n to
con un núm ero elevado de discípulos; según otros
se m archó a T arento y allí finalizó sus días; existe
o tra co rrien te que asegura que Pitágoras pasó al­
gún tiem po en Tarento, pero que posteriorm ente
salió de allí y se dirigió a M etaponto, donde pasó

76
los últim os años de su vida rodeado de la m ás
cruel de las m iserias. P ara unos m urió en el año
500 A. J.; p a ra otro s en el 470; realm ente no se
sabe.
¿Por qué países viajó Pitágoras? E ste es otro
enigma, Se dice que recorrió toda Fenicia y que
visitó Egipto y Babilonia; tam bién se dice que se
inició en los m isterios de Orfeo, de Isis y de Osi-
ris, p ero realm ente todo son m eras suposiciones
que se pierden en el aire.
Lo que sí es to talm ente seguro es la existencia
de su escuela en Crotona. P ara p e n e tra r en dicha
com unidad, que alcanzó u n a gran celebridad, era
necesario p asar u na serie de p ruebas tan to físicas
como m entales. E n tre estas pruebas estaba la de
gu ard ar celosam ente silencio d u ran te u n espacio
de tiem po que oscilaba e n tre dos y cinco años.
P ara Pitágoras y sus discípulos todo es redu-
cible a los núm eros y de o tra fo rm a las cosas son
ininteligibles y caóticas. El principio de todo se
encu en tra en los núm eros y tam bién el final. «Un
descubrim iento pitagórico perm itió expresar n u ­
m éricam ente las escalas m usicales. En efecto,
creían los pitagóricos que los cuerpos celestes
dependen en su ordenación de intervalos regula­
dos p o r m usical arm onía y que en su m ovim iento
producen m ú s ic a : la fam osa armonía de las es­
feras.»
Pitágoras y sus discípulos descubrieron unas
cuantas cosas de b astan te interés y sobre todo,
evolucionaron el pensam iento de su época. Den­
tro de la A stronom ía se llegó al conocim iento del
foco circu lar de la Tierra. P ara el «gran m atem á­

77
tico» el Universo es un orden en cuanto que existe
una p erfecta y arm ónica ordenación num érica.
La escuela pitagórica seguía u n a serie de re ­
glas de tipo ascético, tales com o la prolongada
m editación y la abstención de carne y bebidas;
generalm ente se alim entaban de vegetales, fru tas
y leche. E n su m entalidad filosófica estaba a rra i­
gada la idea de que las alm as, u n a vez separadas
de sus cuerpos, podían p asa r a anim ales; es decir,
se m an ten ían en la teoría de la transmigración.
No h a quedado escrito casi nada directo de las
ideas filosóficas de Pitágoras; Él personalm ente
parece que no pasó sus pensam ientos nunca al
papel. Un discípulo suyo, b astan te adelantado por
cierto, sí escribió algo, y sus fragm entos han sido
im presos y publicados en 1818 por Bockh. El au to r
se llam aba Filolao.
Los alum nos de la escuela pitagórica tenían
que ap ren d erse una serie de reglas y principios
m orales y éticos; se les ha dado el nom bre de
Versos de Oro. ¿H asta qué punto podem os estar
convencidos de la autenticidad de estas m áxim as?
Siem pre existirá u n m argen de duda, a pesar de
que el doctor Durville escribe:
«Excepto algunas tradiciones m uy inciertas, no
nos queda gran cosa de la iniciación pitagórica.
El único docum ento al que podem os p re sta r fe,
es el que ha sido conservado p o r Lysis: los Versos
de Oro que parecen ser una reunión de m áxim as
m orales e iniciáticas p a ra uso de los alum nos.»
Durville h a creído conveniente seguir la tra ­
ducción del doctor Pablo Cantón igual hem os de
h acer nosotros.

78
Los versos de Oro

A) P reparación

—El culto de la divinidad: Tener una religión.


P rim eram ente concede a los dioses inm ortales el
culto p rescrito p o r la ley. G uarda la fe ju rad a.
A continuación reverencia, com o es debido, a los
H éroes sublim es y a los espíritus sem idioses.

B) Purificación

—El culto de la familia: Am ar a los padres.


Conserva el culto de la fam ilia: cum ple tu s de­
beres referen tes a tu padre, a tu m adre y a todos
tus parientes.

—El culto de la amistad: Amar a los sem e­


jantes. — E scoje p o r amigo al hom bre m ejo r y
m ás virtuoso. Obedece sus consejos suaves y sigue
su esp íritu saludable. E sfuérzate en no sep ararte
de él, a consecuencia de alguna leve ofensa, m ien­
tras puedas, ya que la voluntad reina al lado del
Destino com o potencia recta de n u estra evolución.

—La cultura personal: La cultural m ental. —


S er dueño de sí m ism o. No olvides que debes
ap ren d er a dom inar tus pasiones, a ser sobrio,
activo y casto. No te entregues nunca a la cólera.

• S er honrado, franco y ju sto . — Sé irre p ro ­


chable ante los dem ás y tam bién ante ti m ismo.

79
R espétate, p or encim a de todo, y que toda tu vida
y todas tus palabras se inspiren en la m ás p u ra
justicia.

• Ser reflexivo. — No tom es la costum bre de


vivir m aquinalm ente. Reflexiona bien que la m uer­
te es n u estro com ún destino y que las riquezas
m ateriales pueden a d q u irir y perderse con la
m ism a facilidad.

• T ra b ajar con toda confianza. — No te rebe­


les co n tra la su erte que te haya sido destinada
p o r las leyes divinas, p o r ru d a que sea, y resístela
con serenidad, esforzándote en m ejorarla. Los dio­
ses preserv an al sabio de los m ales m ayores.

• Ser to leran te y paciente. — La V erdad y el


E rro r se en cu en tran m ezclados en las opiniones.
P ara conservar tu arm onía, prívate de aprobarlos
o rechazarlas en conjunto. Si m om entáneam ente
triu n fa el erro r, aléjate y ten paciencia.

• C rearse u n juicio sano y firme.— P rocura


siem pre o b serv ar lo que voy a decirte. No te dejes
a rra s tra r sin reflexión p o r las palabras y los actos
de los dem ás. H abla y obra solam ente cuando tu
razón haya indicado el m ejor cam ino. La delibera­
ción obligatoria, antes de la acción, te evitará
actos irrazonables. H ab lar y o b ra r sin regla ni
m edida, hacen al hom bre desgraciado.

• E star prevenido. — P ara cada u n a de tus


decisiones m ira bien sus m ás lejanas consecuen-

SO
cias, de m an era que nunca tengas que arrepen-
tirte.

# S er m odesto. — No tengas la p retensión de


hacer lo que en realidad ignoras. P or el contrario,
aprovecha todas las ocasiones de in stru irte y de
esta m an era llevarás u n a vida altam ente agra­
dable.

® Seguir un régim en puro y fisiológico. H acer


ejercicio. — Es necesario tam bién velar p o r la
buen a salud del cuerpo. Tom a con m oderación los
alim entos, bebidas y haz el ejercicio necesario.
Tu ju s ta cortesía te p riv ará de corrom perte. Por
esta razón debes ac o stu m b ra rte a un régim en puro
y severo.

« S er reservado. — Puedes serlo sin o stenta­


ción, p a ra evitar la incom prensión rencorosa de
los ignorantes.
® S er ponderado. — No obres como la gente
sin juicio que derro ch an m ás de los que sus nece­
sidades exigen o bien se entregan a la avaricia.
A prende a conservarte en el ju sto m edio. No hagas
n ada que pueda serte perjudicial y razona bien
antes de proceder.

C) Perfección
Los medios de perfeccionamiento
® Exam en de sí m ism o. — Una vez despierto
aprovéchate ráp id am ente de la arm onía que pro-

81
cu ra el sueño p a ra elevar tu espíritu y reflexionar
sobre las buenas obras que has de realizar. Cada
noche, antes de en treg arte al descanso, haz exa­
m en de conciencia, repasando varias veces en tu
espíritu las acciones realizadas d u ran te el día y
p reg ú n tate: ¿qué he hecho? ¿H e cum plido m i
deber con todos? Así exam ina sucesivam ente cada
uno de tu s actos. Si descubres que has procedido
m al, rep rén d ete severam ente y alégrate si has sido
irreprochable.

• La m editación. La fe. La vida virtuosa. La


ciencia del Universo. — M edita estos consejos,
ám alos con to d a tu alm a y esfuérzate en p ra c ti­
carlos, ya que te conducirán a la v irtu d divina. Lo
aseguro p o r el que h a trazado en n u estro espíritu
la Tétrade Sagrada, fuente y em blem a de la Na­
turaleza eterna.

• La oración. — Al em pezar tu tarea, ruega sin


cesar a los dioses que te ayuden a cum plirla.

• La iniciación. — Cuando estés bien em pa­


pado de estos preceptos, llegarás a concebir la ín­
tim a constitución de los dioses, de los hom bres
y de todas las cosas y te darás cuenta de la un i­
dad que se m antiene en la obra entera. E ntonces
conocerás la ley universal en todas sus p arte s y
en el m undo; la m ateria y el esp íritu son id én ti­
cos en naturaleza.

9 La clarividencia. — Llegando a ser clarivi­


dente no estarás m ás atorm entado p o r deseos le­

82
gítim os. Conocerás que los hom bres son los crea­
dores de sus m ales. ¡Desgraciados! Ignoran que
los bienes verdaderos están a su alcance y en ellos
m ism os. E scasos son los que conocen la m anera
de lib rarse de sus torm entos. E sta es la ceguera de
los hom bres que tu rb a su inteligencia. S em ejantes
a cilindros que ro d a ran al azar, no están nunca
libres de los infinitos m ales que les agobian. No
sospechando la fu n esta incom prensión que les
acom paña en todas p artes, no saben discernir lo
que es necesario ad m itir y lo que deben abando­
n ar sin rebelarse.

• La verdad o c u lta .— ¡Dios, p ad re nuestro!


¡Líbralos de los sufrim ientos y m uéstrales de qué
potencia so b ren atu ral pueden disponer! Pero no:
estem os tran quilos, ya que los hom bres son de la
raza de los dioses y a ellos corresponde descubrir
las verdades sagradas que la N aturaleza les ofrece.

La recompensa •

• La sabiduría. La inm ortalidad bienaventu­


rada. — Si has llegado a poseerlas, cum plirás sin
dificultad todas m is prescripciones y m erecerás
ser librado de las pruebas. Prívate de los alim en­
tos prohibidos en las purificaciones y prosigue la
o b ra de lib e rta r tu alm a, haciendo u n a elección
reflexiva de todas las cosas, h asta conseguir el
triu n fo de lo m ejo r que existe en ti, o sea, del
E spíritu. Cuando abandones tu cuerpo m o rtal y te

83
eleves en el éter, dejando de ser m ortal, revestirás
la form a de un dios inm ortal.»
* * *

Las artes mágicas

E n tre o tras artes m ágicas, los griegos p ra cti­


caban con frecuencia las siguientes:

—E studio de las visceras de anim ales. E sta


p ráctica procedía seguram ente de Asia M enor. La
viscera p referid a era el hígado.

—O bservación de las ram as de los árboles al


ser agitadas p o r los vientos.

—H idrom ancia. Se p ra cticab a de fo rm a dife­


re n te que en otros países. Se lanzaba u n a p iedra
o cualquier o tro objeto al agua y se estudiaban
las ondas que se form aban y sus dibujos.

—A ritm om ancia. Es u n a p ráctica que consis­


te en p red ecir basándose en determ inados cálcu­
los y considerando en especial los núm eros 3,
7 y 9.

—O nirom ancia. La astrología. Es esta form a


de adivinación la que m ás im portancia segura­
m ente alcanzó. F ueron los caldeos que se in sta­
laron en Atenas los que enseñaron am pliam ente
esta práctica; entre ellos podem os citar a Paza-
tas, Beroso, Gabria. E n tre los griegos el m ás cé­

84
lebre fue sin du d a alguna Arato, pero seguram ente
su celebridad se debía m ás a sus facultades poé­
ticas y a sus trab a jo s astronóm icos. E ra siciliano
y vivió en el siglo i i i A. J. M erece la pena des­
tacar su poem a Los fenómenos.

R oma

Según H erodoto, los etruscos, procedentes de


Lidia, llevaron en el siglo xv antes de n u estra era
todo su m ágico sab er al país italiano. Parece ser
que los etruscos eran profundos conocedores del
ocultism o y fieles seguidores de sus principios.
Am antes de lo m isterioso, de lo velado, im agina­
tivos an te todo, supieron influir considerable­
m ente en la m entalidad rom ana, a pesar de que
ésta era de lo m ás realista.
Todo el genio de los etruscos, toda su fuente de
saber, su m ism a esencia, está representado, p ro ­
yectado en dos figuras fabulosas: Tages y Begoe.
Cicerón, con la facilidad que le caracterizaba, nos
h a dejado n a rra d a esta leyenda. «Cuentan que un
cam pesino de T arquinia estaba arando unos cam ­
pos cuando de súbito vio aparecer ante él, entre
los terrones, u n a figura de aspecto joven, pero de
juicio m aduro, cuyo nom bre era Tages o Tageto.
S orprendido p o r esta extraña aparición, llam ó a
grandes voces a m ucha gente. Una vez difundida
la noticia de este prodigio, no tard a ro n los m ora­
dores de E tru ria en tera en reunirse en aquel
lugar, y fue entonces cuando Tageto ofreció varios

85
discursos que los oyentes recogieron y pusieron
p o r escrito.»
Dichos discursos tra ta b a n de la ciencia adivi­
n ato ria de los augures y arúspices; se esforzaban
en explicarlos.
Existe o tra leyenda, que fue recogida p o r Isi­
doro. E n ella se dice que el joven Tageto m urió
tras h ab er expresado sus ideas.
Begoe era u n a ninfa y reveló la ciencia del
rayo; ciencia que se tenía p o r m uy sagrada y que
se estim aba debía ser secreta p o r lo que se ocultó
en el tem plo de Apolo, el Palatino.

Los penates

Se denom inan b ajo el nom bre de penates todos


aquellos dioses de carácter dom éstico. En señal
de culto —el culto adquiere en Rom a u n a im por­
tancia capital— se alim entaba un fuego perpetuo
y h asta en el últim o rincón eran adorados y consi­
derados.
H abía dos grandes categorías de penates:
—Los manes: eran las alm as de los m uertos,
pero ya divinizadas.

—Los lares: tenían u n a gran im portancia, ya


que eran genios estrecham ente unidos al tronco
fam iliar.

E n toda casa, en un lugar recogido, se colo­


caban unas estatuillas que rep resen tab an a los
penates. Allí se les hacía el culto y se les distin­

86
guía con sacrificios de diferentes clases, todos
p o r supuesto encam inados a to rn a r favorable la
influencia de los penates,
D entro de los penates, tenem os:

—Limentinus: divinidad que guardaba celosa­


m ente el u m b ral de la casa.
—Forculus: divinidad que guardaba la puerta.
— Potina : divinidad que m o strab a al niño la
form a de beber.
— Ossipago: divinidad que se encargaba de que
el niño se desarrollase bien constitucionalm ente.
— Cuba: divinidad que m o strab a al niño la
form a de acostarse.
—Adeona: divinidad que enseñaba al niño a
cam inar.
— Interduca: divinidad que conducía al niño
a la escuela.
— Statanus: divinidad que m o strab a al niño la
form a de e sta r de pie.

«La tare a del educador —escribe con fina iro ­


nía R uffat— estaba, según es de ver, asom brosa­
m ente sim plificada gracias a estos dioses-precep­
tores.»

Las lamias

Las lam ias eran u n a especie de genios m alig­


nos que m atab an a los cam pesinos y los devora­
b an después. E n u n principio los rom anos les
concedieron a estos genios ru rales u n a im p o rtan ­

87
cia desm edida, en tre o tras razones porque se
sentían francam ente atem orizados. P osteriorm en­
te, poco a poco, fueron perdiendo prestigio h asta
tal extrem o que en traro n a fo rm ar p a rte del grupo
de los llam ados dioses m enores.
C ontra las lam ias protegían los dioses lares.

Arúspices y Augures

Cicerón decía que los libros en los que se


en cerrab an las enseñanzas de Tagero y Begoe, es­
tab an divididos en tres clases:

—Aruspicini: Explicaban qué procedim iento


era necesario observar p ara in te rp re ta r la volun­
ta d de los dioses m ediante el examen de las vis­
ceras de determ inados anim ales.

—Fulguróles: explicaban las diversas p rácticas


m ágicas que se podían seguir p a ra aleja r las to r­
m en tas y tem pestades. Tam bién daban la clave
de cóm o in te rp re ta r dichas torm entas.

—Rituales: son un conjunto de reglas político-


sociales.

Los p rim eros arúspices, n atu ralm en te de p ro ­


cedencia etrusca, fueron im plantados en Rom a
p o r Róm ulo (herm ano de Rem o y —según ase­
gura la leyenda— hijo de una loba). E stos arú sp i­
ces eran sacerdotes cuya m isión era la de in ter­
p re ta r las visceras de diferentes anim ales.

88
Los arúspices tenían una influencia desm edida
e influían en los negocios públicos de u n a m anera
que rayaba en lo absurdo; y h asta tal extrem o
llegó su afán, que en el año 150 A. J., se pro m u l­
gó u n a ley en la que se prohibía term inantem ente
que se tom ase alguna decisión estatal sin consul­
ta r previam ente a los arúspices.
Se fo rm aro n colegios de arúspices y hubo p ro ­
fusión de ellos.
H abía un conjunto de anim ales que eran in­
terp retad o s p o r los augures; ellos recibían el nom ­
b re de alites o de oscines, según que la in te rp re ­
tación se dirigiese al vuelo o a la voz. Cada divi­
nidad tenía su ave m ensajera:

— Apolo: el azor y el cuervo.

— Vesta: el pigarzo.

— Marte: el pico verde.

—Atenea: la lechuza y la garza.

— Minerva: el mochuelo.

Pero no sólo las aves gozaban de la condición


de sagradas, sino que tam bién lo eran otros ani­
m ales com o el toro, la serpiente, el ratón, etc.
H asta tal p u n to es esto cierto, que no debem os
olvidar que Fabio M áximo renunció a la d icta­
d u ra p o r haberse cruzado con un ratón, y mil
hechos m ás que destacan p o r su to tal carencia
de lógica.

89
P r á c tic a s m á g ic a s

Son tan tas las prácticas m ágicas de que se


servían los rom anos, que nos vem os obligados a
en u m erar solam ente las que m ayor eco encon­
traro n .

—La danza: Puede decirse categóricam ente


que no hubo rito en el que no interviniese la
danza. Los que la p racticab an in cu rrían en una
h isteria colectiva: gritos frenéticos, im pulsivos
m ovim ientos, lastim eros gem idos, convulsiones,
espasm os; en fin, una especie de «yeyeísmo» clá­
sico.

—Las drogas: Se tom aban p o r m uy diferen­


tes m otivos: unas veces p a ra e n tra r en trance;
o tras p ara danzar; o tras p ara provocar sueños,
que se ten d rían com o prem onitorios.

—Axinomancia: es una p ráctica m ágica que


consiste en adivinar por m edio del hacha.

—Astrología: Como en la m ayoría de los pue­


blos de la antigüedad, la astrología era tenida en
gran estim a. No hay astrólogos que destaquen en
este período, pero sin duda alguna ello se debe a
la inm ensa com petencia existente. Se le tenía un
especial resp eto y precaución a la Luna, ya que
su influencia podía re su ltar de lo m ás nefasto al
parecer.

90
—Los hechizos: Tuvieron u n a gran repercu­
sión en la m en talidad rom ana. Se em pleaban es­
pecialm ente con fines am orosos.

¿Y h asta cuándo el poderío de este caótico


reino de la superstición?:
«Salidas de la vieja religión olvidada —escribe
R uffat—, las supersticiones rom anas sobrevivie­
ro n largo tiem po a los dioses m uertos, durm iendo
"envueltas en sus sudarios de p ú rp u ra ”. Volvemos
a en co n trarlas, deform adas pero intactas, difun­
didas m ás tard e p o r las Galias, adonde los solda­
dos de César habían tran sp o rta d o sus tem plos,
h asta que C onstantino, viendo en el cielo el signo
de su conversión, hizo g rab ar en sus espadas el
hoc signo vinces de los cristianos, dem oledores
de ídolos..., h asta aquel tiem po, y aún después de
él, p o rq u e las religiones se extinguen, m as las
supersticiones perm anecen adheridas al tem or
original del hom bre, como las gotas de sudor a
su piel.»

L a E dad M e d ia

Son los árabes, quienes indirectam ente, con


ese esp íritu siem pre inclinado hacia el m undo de
lo fantástico, extienden p o r todo el Occidente el
sentido de lo oculto y de lo mágico. Y jam ás como
en esta época están tan ab iertas las m entes como
p ara recibir el m ensaje de todo lo m isterioso.
Parece ser que el ser hum ano, se siente poca cosa

91
y desea su p erarse como sea, en co n trar algo que
le haga sentirse m ás grande, m ás potente.
Los árabes distinguen entre m agia divina que
es aquélla que actúa sirviéndose de p alab ras sa­
gradas y talism anes, y m agia diabólica. E n tre los
m uchos textos que debieron trad u cirse y escri­
birse, contam os con algunos tan valiosos como
son los que fo rm aban p a rte de la fabulosa biblio­
teca de la que sin duda alguna era poseedor Ibs-
W ahsechiyyah. Tenem os, p o r ejem plo, el Libro
de los Venenos, el Libro de Tenkeluscha el Babi­
lonio, el Libro de la Agricultura nabatea y el Libro
de los Secretos del Sol y de la Luna; éste últim o
incom pleto, aunque no p o r ello ha ejercido m enos
influencia que los otros citados.
Es curioso que sea en n u estra herm osa y siem ­
p re nueva a los ojos de los visitantes ciudad de
Toledo (reco n q u istada com o sabem os en 1085) en
donde rad iq u e el ocultism o que podríam os tach ar
de m ás profundo, m ás oculto, m ás «erudito» como
le llam a Rony.

Los judíos, raza inteligente, de m ente siem pre


clara y precisa (quizá p o r todo ello frecuente­
m ente perseguidos e in ju stam en te tratados), ex­
tienden p o r todo E uropa sus ideas ocultistas.
¿Y cómo era la E uropa de aquellos tiem pos?
P erm itam os que nos lo diga G erin-Ricard con ese
alegre estilo literario que le caracteriza:
«Tam bién en E u ro p a —escribe— el terren o es
propicio a esta fecundación oculta. La E d ad Me­
dia sale de la b arbarie. Los prim itivos instintos
de conservación que habían dado nacim iento al

92
prim ero y necesario régim en feudal no gobiernan
ya solos la actividad de los hom bres. É stos cono­
cen o tras inquietudes, o tras necesidades. B ajo la
inspiración de la Iglesia civilizadora se organizan
las Cruzadas, que ponen al hom bre de la E dad
M edia en contacto con las civilizaciones m ás le­
janas. Se fundan p o r doquier órdenes religiosas.
Los reyes, p rincipalm ente el rey de Francia, apo­
yan, com o Luis VI hizo con el abad de Cluny,
estas oraciones de la m ás alta espiritualidad. Las
com unidades se em ancipan, sostenidas, en F ran­
cia, p o r Luis el Gordo y p o r Suger, p o r el cetro
y el báculo; las artes florecen, las catedrales «se
arro d illan con sus tra je s de piedra». Es que el
ho m b re ha despojado m uchos de sus instintos
groseros y siente la irresistible necesidad de co­
nocer y de crear. Las universidades, p o r toda
E uropa, form an a sabios y hum anistas, cuya ex­
tensión, variedad de conocim ientos y a ltu ra de
m iras serían la adm iración de los siglos venide­
ros. N unca m ás, p o r encim a de las fro n teras, m ás
allá del tiem po y del espacio, se verá sem ejante
pasión desin teresad a p o r lo bello y lo verdadero.
Y no hay re tiro , p o r m uy escondido que se en­
cuentre, que no esté p enetrado p o r la luz. E n el
fondo de las fortalezas, los juglares, los trovado­
res y los troveros balbucean los p rim eros ritm os
de la poesía. Y el dom inio m isterioso del ocultis­
m o a tra e a los espíritus ávidos. E n la lite ra tu ra
se ve aparecer a M erlin el encantador; en arte,
com o verem os, las catedrales se adornan de sig­
nos m isteriosos.»

93
P r á c tic a s m á g ic a s

E n esta época en que la línea divisoria entre


lo real y lo fantástico se difundía considerable­
m ente; en que m agia y religión, ocultism o y m e­
dicina se entrem ezclan y confunden; en donde
todo es am uleto, hechizo, encanto, agua b en d ita o
señal de la cruz; en donde la superstición llega a
tal extrem o que concibe la idea —y la lleva a la
p ráctica con so rprendentes resultados; tal es el
po d er de la sugestión— de u n singular rosario
(p a te r de sangre) que co rta las hem orragias, las
artes m ágicas surgen con u n a potencia irre p ri­
m ible y ni la Iglesia, con ese peculiar poder tam ­
bién casi m ágico de que siem pre h a gozado, logra
apagar ese volcán en plena erupción.
P ara no rep etirn o s en próxim os capítulos, so­
lam ente nos extenderem os aquí en prácticas m á­
gicas a las que no volverem os a dedicar n u estra
atención; las o tras tendrem os ocasión de anali­
zarlas m ás lentam ente.

— Cleidomancia: «E ste arte, com o la cefalo-


mancia, la alfitomancia, la belomancia, etc., es el
juicio de Dios de las m uchedum bres. ¿Q uiérese
saber si alguien com etió tal o cual fechoría? Pues
se escribe su n om bre en u n trozo de papel, se
arro lla en el árb ol de u n a llave, se cuelga ésta así
dispuesta, p o r m edio de u n a h eb ra de seda, de
las hojas de u n a Biblia; tom a u n a virgen en sus
m anos el libro sagrado, y el consultante p ro n u n ­
cia en alta voz el nom bre escrito en el papel.
¿G ira en esto la llave en sentido inverso del que

94
tiene el papel arrollado? Pues el hecho supuesto
es real. ¿No gira? Pues es suposición errónea.
¿G ira en sentido inverso del anterior? Pues la
suposición es verd adera a m edias.» (Diccionario
de Ciencias Ocultas. E. Caymi.)

—Astrología

—Alquimia

—Oniromancia

—Alectryomancia: adivinación p o r m edio del


gallo.

—Cartomancia

—Invocaciones

— Conjuros.

Medicina mágica

Más correcto que h ab lar de u n a m edicina m á­


gica sería hacerlo de u n a m agia m édica, a pesar
de que surgen ya, aunque de ta rd e en tard e y ais­
ladam ente, ideas y prácticas que ya se podrían
calificar de científicas y positivas. Pero esto des­
graciadam ente sucede las m enos veces y es m ás
fácil confiarse a un am uleto que tra ta r de buscar
nuevos procedim ientos terapéuticos.
Plabía los siguientes m edios curativos:

95
—Pases magnéticos (dedicarem os u n capítulo
entero al m agnetism o).

—Plantas y hierbas: Los curanderos receta­


ban con sum a frecuencia las m ás extrañas póci­
m as form adas p o r hierbas y p lantas de distin tas
especies: ad o rm idera, artem isa, valeriana, etc.;
p ero la m ás recom endada de ellas p o r lo mágico
de sus efectos era la m andragora, p lan ta consi­
d erad a altam en te sagrada y que se usab a p ara
com poner los m ás extraños filtros. Tam bién re­
cibe el n om bre de Uva de M oro o B erenj enilla.
De ella dice el D iccionario de Ciencias O cultas
Caymi — ¡y lo dice en serio!:
«Se em plea poco en m edicina, en cam bio
desem peña u n papel m uy im p o rtan te en las artes
m ágicas. Botánica oculta: E sta p lan ta era cono­
cida p o r los hebreos con el nom bre de Jabora.
F orm a p a rte en la com posición del ungüento de
los bru jo s, p a ra asistir al aquelarre. La raíz es u n
poderoso condensador de las fuerzas astrales. Los
b ru jo s chinos, em plean esta planta, llam ada p o r
ellos Ging-Seng, p a ra p ro d u cir la locura o causar
terribles sufrim ientos. P ara ello deben coger la
p lan ta bajo d eterm inada influencia astrológica y
m an ip u larla según un rito maléfico. Los datos si­
guientes han sido extraídos del Glosario Teosó-
fico, de H. P. B lavatsky: la raíz de esta p lan ta
tiene fo rm a hum ana. E n ocultism o es utilizada
p o r los m agos negros p ara varios fines m alvados,
y algunos ocultistas «de la m ano izquierda» hacen
hom únculos con ella. Según creencia vulgar lanza
gritos cuando se la arran c a de la tierra . Desde los

96
m ás rem otos tiem pos ha sido la p lan ta m ágica por
excelencia. Sus raíces no tienen aparentem ente
tallo, y de su cabeza b ro tan grandes hijos, como
una gigantesca m ata de cabellos. P resentan poca
sem ejanza con el h om bre cuando se las encuen­
tra en España, Italia, Asia M enor o Siria; pero en
la isla de Candía y en C aram ania, cerca de la
ciudad de Adán, tienen una form a h u m ana y son
apreciadas com o am uletos. Tam bién las llevan las
m u jeres a guisa de am uleto co n tra la esterilidad y
otros fines diversos. Son especialm ente eficaces
en la m agia negra.
«Los antiguos germ anos veneraban com o dio­
ses lares a unos ídolos disform es fabricados con
la raíz de la m andrágora, y de ahí su nom bre de
alrunes, derivado de la voz alem ana A lraune (m an­
dragoras). Aquellos que poseían una de tales fi­
guras se consideraban felices, puesto que ellas
velaban co n stan tem en te p o r la casa y sus m ora­
dores. Asimismo, con dichas figuritas, predecían
el porvenir, em itiendo ciertos sonidos y voces. El
poseedor de u n a M andrágora, adem ás obtenía, por
su influencia, cuantiosos bienes y riquezas.»
Y el D iccionario In fern al de Collin, la define
así:
«M andragoras: Demonios fam iliares. Aparecen
bajo la fo rm a de hom bres pequeñitos, sin b arb a
y con los cabellos enm arañados. Los antiguos a tri­
buían m aravillosas v irtudes a la p lan ta llam ada
M andrágora, tales com o la de hacer fecundadas
a las m ujeres estériles y de a tra e r toda clase de
bienandanzas. Las m ás prodigiosas de estas raíces
eran las que habían sido rociadas con la orina de

97
un ahorcado, pero no se podían a rra n c a r sin
m orir, y p a ra evitar esta desgracia, ahondaban la
tie rra de alred edor de la raíz, ataban el extrem o
de u n a cuerda de cáñam o en ella, y el otro extre­
m o al cuello de un p erro negro, al cual le p ro p i­
nab an unos buenos latigazos p ara que, al huir,
a rra n c a ra la raíz. El pobre anim al m oría en esta
operación, y m ientras tanto, el dichoso m o rtal que
poseía esta raíz era dueño de u n poderoso talis­
m án, u n tesoro inestim able, puesto que con ella
lo conseguía todo.»
Y p o r ú ltim o tran scrib irem o s la definición del
Diccionario E sotérico de Zaniah, el m ás conciso
y en especial el que reviste una m ayor seriedad:
«M andragora: Es una plan ta que se conside­
rab a sagrada en la antigüedad. Se conoce vulgar­
m ente con los nom bres de B erenjenilla o Uva de
Moro, y la em pleaban los hechiceros de la E dad
M edia en la com posición de sus filtros y recetas.»
Pero p a ra h acer el filtro curativo no era sólo
necesario b u sca r las p lantas e ingerirlas; era tam ­
bién preciso observar u n a serie de requisitos en
el m om ento de cogerlas: que fu e ra de día o de
noche, con tiem po claro o torm entoso, con una
debida posición astral, etc.

-—Piedras y minerales: Las piedras tenían un


alto valor m édico; casi no había enferm edad que
ellas no pudiesen sanar. La piedra alectoria, por
ejem plo, «extraída de un capón de cuatro años»,
b ajab a la fiebre; el diam ante ayudaba a conciliar
el sueño; la galapaguina, «piedra de la cabeza del

98
galápago», calm aba ciertos dolores, al igual que
la esm eralda, etc.
Los objetos de adorno se confeccionaban con
determ inados m etales de carácter terapéutico.
Así, u n anillo, una pulsera, un brazalete, tenía la
doble finalidad de a d o rn ar y p reserv ar o curar.
Pero podem os observar que estas supersticiones
se h an m antenido vivas h asta la actualidad. Mu­
chas son las p ersonas que se sirven de pulseras
de diferentes m etales (generalm ente im antados)
p ara evitar las hem orragias o com batir el reum a.

Formas de hacer justicia

H abía infinidad de procedim ientos de lo m ás


absu rd o y siem pre condicionados p o r el azar p ara
saber si un acusado era culpable o inocente. Men­
cionarem os en tre otras:

—Si el acusado era capaz de cam inar descalzo


sobre u n trecho de carbones encendidos era ino­
cente; de lo contrario, culpable.

—Si era capaz en u n patio o recinto de ir sor­


teando con los ojos vendados una serie de obje­
tos al rojo vivo, era inocente; si fallaba, culpable.

—Los torneos tam bién era una form a —segu­


ram en te la m ás noble— de hacer justicia. El que
ganaba era el inocente, pues se estim aba que Dios
había estado de su p arte en la contienda.

99

—Si el acusado dem ostraba que era capaz de
levantar nueve veces u n a b a rra de h ierro al rojo
vivo, era inocente en caso contrario, culpable.

—Una de las form as m ás curiosas -—y cóm icas


d en tro de lo dram ático del caso— de hacer ju s­
ticia era la de coger al acusado y atarle la m ano
derecha al pie izquierdo y la izquierda al derecho;
seguidam ente se le lanzaba al agua. En el su­
puesto de que el cuerpo del acusado flotase, que­
ría in dicar que era culpable; si, p o r el contrario,
se hundía, era inocente: De todas form as no había
escapatoria, pues ¿cómo sacaban a los cuerpos
que se h u n dían? N unca se ha especificado.

—O tro procedim iento de hacer ju sticia — ¡qué


ironía!— era el de coger a los supuestos culpables
y hacerles que pusiesen los brazos en cruz y es­
p erar a ver quién era el p rim ero en bajarlos, pues
ese era el verdadero culpable.

D el r e n a c im ie n t o a los t ie m p o s actuales

A p a rtir de esta época la m agia se naturaliza


sobrem anera. La Astrología y la Alquim ia encuen­
tra n d u ran te u n tiem po su «edad de oro»; des­
pués la pierden. Surgen figuras relevantes, hom ­
b res que juegan con lo real y con lo fantástico,
que ap o rtan ideas y hacen pen sar a aquellos que
les rodean. Ya h an pasado Alberto el Magno, Ro-
ger Bacon, Arnaldo de Villanova, Miguel Escoto,

100
y otros m uchos que van viniendo y que al igual
que sus com pañeros, dom inados p o r ese m aravi­
lloso afán de conocim iento, consagrarán sus exis­
tencias en la to rtu o sa búsqiteda de la sabiduría;
búsq u ed a que puede dilatarse, desorientarse e in­
cluso enajenarse, que tra e disgustos y problem as,
pero que jam ás resu lta infructuosa. Es herm oso
observar con qué em peño el hom bre se introduce
en su pequeño laboratorio, m ás parecido a una
covacha que a o tra cosa, y jugando con los alam ­
biques tra ta de asir en tre sus dedos el m ilagro.
Los hom bres, los m ás adelantados, tra b a ja n ais­
ladam ente, sin p ercib ir ni siquiera rem otam ente
que sobre las espaldas de todos ellos cuelga el
carro de la civilización. Hechizos, conjuros, m á­
gicas invocaciones, desenfrenados ritos, in trin ca­
das supersticiones... Pero en tre toda esa argam asa
confusa y enferm iza, hay unas cuantas m anos que
tra b a ja n seguras, unos cuantos cerebros que pien­
san con envidiable claridad, unos cuantos corazo­
nes que saben lo que quieren y p o r qué lo quieren.
E xiste en esta época u n gran caos en la m ente
de la m ayoría de las personas: es uno de los m o­
m entos decisivos de la H um anidad, en donde ten­
dencias de las m ás diversas características se en­
trem ezclan y confunden. Pero no olvidem os, que
siem pre tra s estos m om entos de oscuridad y des­
concierto h a llegado la luz. Seres endem oniados,
reuniones diabólicas, m isas negras en donde el
sexo explota h asta p o r los poros, apariciones, pó­
cim as m ilagrosas, b ru ja s raquíticas y desdentadas
cuyo esp íritu n ad a en la histeria, drogas fabulo­
sas, grandes m u jeres (C atalina de Médicis, por

101
ejem plo) que tra n sp o rta n en el pecho un talism án
hecho con sangre hum ana y sangre de m acho
cabrío, m etales que llevan la salud, m ágicas com ­
binaciones m atem áticas, elixires que rejuvenecen,
ritos sacrilegos, m anuales de m agia negra o ro ja
o blanca que se leen con entusiasm o... ¡E xtraña
H um anidad! Es este u n m om ento —m om ento
largo, desde luego—- en que toda la H um anidad p a­
rece hervir. E n el ser hum ano existe una m arcada
tendencia, de origen prim itivo, hacia todo lo m á­
gico; nunca como ahora esta enferm edad cuenta
con m ás víctim as. Pueblos enteros se em briagan
de m agia y se desplom an en u n a colectiva «neu­
rosis de ocultism o»; hom bres inteligentes parecen
p erd er el seso y se afanan en en co n trar el am u­
leto liberatorio; m ujeres que teníam os p o r sensa­
tas, caen en tran ce o se arañ an el ro stro víctim as
de violentas convulsiones; m adres que teníam os
p o r honestas, acuden a las m isas negras y se en­
tregan a desenfrenados devaneos... Aunque sea de
reojo hem os de m ira r éste como u n m om ento
grande de la H um anidad. «Después de la tem pes­
tad viene la calma.» Tras lo opaco h ab rá de venir
lo trasp aren te.

La Inquisición

La Inquisición había sido creada en la E dad


M edia p o r el p ap a Inocencio III, con el fin de ex­
term in ar la h erejía de los albigenses.
El «brazo secular» era quien ejecutaba los cas­
tigos, y en m uchas ocasiones lo hizo con verdade­

102
ro ensañam iento. E n España, los Reyes Católicos
se sirvieron de la Inquisición. Sixto IV les conce­
dió en 1480, m ediante bula, el privilegio de elegir
dos prelados que tenían la facultad de in q u irir
co n tra los herejes.
Inquisidores de C astilla fueron: F ray Tomas
de Torquem ada, Fray Diego de Deza y el Cardenal
Cisneros.
Los procesos llevados a cabo re su ltaro n des­
graciadam ente num erosísim os. En m enos de un
año se quem aron m ás de 2000 hebreos. Y en tre
los h o m b res de im portancia que fueron p erse­
guidos m erecen la pena ser destacados, F ray B ar­
tolom é de Carranza, F ray Luis de León y el Beato
Ju an de Ávila.
A fortunadam ente, en el siglo x v n com ienza la
decadencia de la Inquisición que, posteriorm ente,
el 15 de julio de 1834, será definitivam ente abo­
lida. Y decim os afortunadam ente porque estim a­
m os que si existe algo verdaderam ente condena­
ble es el hecho de q u erer im poner unas creencias
p o r m edio de la violencia.

«Desde 1575 a 1700 —escribe G érin-Ricard—


la Inquisición inculpó a un m illón de hechiceros.»
Y los procedim ientos usados p o r ella no eran,
desde luego, de lo m ás m aternales: apropiación
de bienes, encarcelam iento perpetuo y to rtu ra s
com o colocación de grandes pesos en las m anos
o en los pies, baños fríos, suspensión de alim entos,
reducción del sueño, alfilerazos, rom pim iento de
huesos, descuartizam ientos y dem ás atrocidades
que son el resultado de m entes sádicas y enferm i­

103
zas. Porque si bien era cierto que había que poner
ciertas trab a s a todo ese m undo mágico, no era
necesario re c u rrir a tales m étodos. «Según es de
ver —com enta acertadam ente R uffat—, las to rtu ­
ras aplicadas p o r los nazis y p o r los E stados po­
licíacos en general distan m ucho de ser originales
en lo tocante a confesiones «espontáneas». Y u n a
vez se h abía confesado —siem pre lo que los opre­
sores deseaban—, el inculpado era conducido a la
hoguera.
¿Quiénes eran condenados al fuego? A parte de
los herejes, lo eran todos aquéllos que practicasen
la m agia —o que se pensase que la p racticab an —
y aquellos otro s que diesen síntom as de e sta r en­
dem oniados. Un dolor inlocalizable, u n m iem bro
paralítico, u n a crisis de angustia, la m elancolía y
la depresión, la h isteria (estaba a la orden del
día), eran en tre otros, síntom as dem oníacos. Y,
com o escribe Michaelis, «la Inquisición ordena
que los culpables m ueran, y no de m u erte vulgar
sino tal que pueda esp an tar y servir de ejem plo a
toda suerte de gentes».

El siglo x v iii

D urante el siglo x v m abundan ya los intelec­


tuales que no dan crédito a n ad a de lo que se
relacione con la m agia o con el ocultism o; el es­
cepticism o se está apoderando de las m entes de
los hom bres avanzados: todo tra ta de explicarse
científicam ente, lo que desde luego no quiere decir
que el esp íritu positivo haya alcanzado la victo­
ria; p o rque el m ovim iento mágico y el m ovim iento
racional están librando u n a ard u a pelea. Si hay
hom bres que tra ta n de a c la rar las cosas, tam bién
los hay que, como Cagliostro, tra ta n de en tu rb ia r­
las p o r com pleto, y si se venden libros cuerdos y
científicos, tam bién se venden al p o r m ayor m a­
nuales de adivinación, de alquim ia y de o tras m il
artes m ágicas. H ay quienes están incondicional­
m ente a favor del ocultism o —en especial ciertos
ricos caprichosos que se sirven de la m agia p ara
co ndim entar sus p obres existencias— y quienes
están en contra; quienes sostienen que el fluido
m agnético es algo portentoso y quienes anuncian
que es u na p atrañ a; quienes invocan a los esp íri­
tus de los m u erto s y quienes no les invocan ni
creen en dichos espíritus. A bundan las sectas se­
cretas y las logias, los m agos y hechiceros, los
filósofos cabalistas o alquim istas, y en tre toda
esta algarabía feb ril tam bién abundan los que
p ro testan enérgicam ente. Así se desenvuelven las
cosas d u ran te el siglo xvm .

El siglo xix

¡Magnífico siglo! Abundan los grandes hom bres


y las grandes ideas. Es el siglo de los inventos y
descubrim ientos:

Anestesia por cloroformo Samuel Guthrie. ... 1831


A sp irin a............................. H. Dressel ............. 1893
Automóvil ......................... Cari Benz .............. 1885
Bacilo de la tuberculosis. Robert Kock ........ 1882

105
Cámara fotográfica ....... G. Eastm an............ 1888
E le c tró n ........................... Pi Suñer.................. 1879
Fonógrafo ........................ T. A. Edison ........ 1877
Herencia biológica ....... G, Mendel .............. 1865
Leucocitos ....................... Uya Metchenikov . 1884
Luz eléctrica .................. T. A. Edison ........ 1.879
Estructura de la neurona. Ramón y Cajal. ... 1880
R adioactividad................ Becquerel .............. 1896
Rayos X ........................... Roentgen ............. 1895
Submarino ....................... Isaac Peral.............. 1888
Teléfono .......................... . A. G. Bell .............. 1876
Telégrafo ......................... S. Morse .............. 1837
T u rb in a ............................ Foumeyron.............. 1827

Y m uchos descubrim ientos m ás que no enu-


m eram os p a ra no fatig ar al lector.
Siglo de oro de la ciencia. Siglo m il p o r m il
fru ctífero sobre todo en sus postrim erías. El pen­
sam iento m ágico se sublim a en científico. Los
hom bres avanzados prefieren b u sca r lo oculto en
la ciencia an tes que en la m etafísica, y así la m a­
gia, no renovada en sus principios, em pobrecida
en sus ideas, atacada violenta y continuam ente en
su esencia p o r la Iglesia (todavía se exorcisa a los
poseídos), va perdiendo fuerza, va quedando re ­
legada a m entes prim itivas u ociosas, a m entes
pobres o enferm izas. Ahora la verdadera m agia
es la ciencia, que tra ta de aventajarlo todo, de
dom inarlo todo.
Solam ente u n a ram a del ocultism o va a adqui­
rir u na im p o rtancia capital; su influencia se va a
h acer sen tir en los m ás alejados rincones; grandes
sabios van a dedicarse a su estudio: el espiritis­
mo. Se adm iten com o falsos los hechizos, los

106
encantam ientos, los talism anes, pero ¿por qué no
va a po d er el ser hum ano com unicarse con los
seres del m ás allá. Alian K ardec, creador del espi­
ritism o m oderno, publica libros, ofrece conferen­
cias, hace infinidad de adeptos. Es decir, el ocul­
tism o no ha m u erto: ha tom ado distintos d erro ­
teros. F antasm as, m esas giratorias, m ensajes de
u ltratu m b a, m isteriosos golpes... ¡Fantástica for
m a de m a ta r el tiem po!
E n tre los m agos m odernos, d estac are m o s: Sta-
nislas de Guaita, Peladan, Papus, E liphas Levi,
etcétera.

El siglo xx

Llegamos a n u estro siglo, y con ello al final de


n u estro corto viaje a lo largo de la h isto ria de la
magia. Sigm und Freud, Adler, C. Jung, Flemig,
C hardin, R ussel..., éstos son nu estro s verdaderos
m agos contem poráneos.
A principios de siglo se estudia científicam ente
el espiritism o: Bisson, Bozzano, Dubois, Flam-
m arion, P. F orthuny, G. Geley, Lam bert, Lodge,
Maxwel, Osty, R ichet, Sudre, etc. A tal fin se crea
el In stitu to M etapsíquico de París: los inform es
finales son adversos. Pero no se ha fracasado;
existe la posibilidad de que haya realm ente d eter­
m inados poderes ocultos en el ser hum ano (tele­
patía, prem onición, etc.). Del antiguo ocultism o
pasam os a u n a nueva y sorprendente ciencia: La
Parapsicología.

107
II

LAS A R T E S ADIV IN A TO RIA S

Podríam os decir que las artes adivinatorias


son a la M agia lo que la ciru jía a la m edicina;
ellas son el esqueleto, el arm azón de toda la doc­
trin a ocultista; rep resen tan la m agia puesta en
acción, la m anifestación de un todo vivo que ne­
cesita hacerlo p ara continuar siendo. Debemos,
pues, aunque sea u n tan to superficialm ente (cada
arte adivinatoria nos p o d ría ocupar un libro),
detenernos a analizar los diversos procedim ientos
m ánticos existentes.

CAFEOMANCIA

«Los prep arativ o s p ara leer los sucesos fu tu ­


ros en el bagazo del café, son en extrem o sen­
cillos.

109
«Déjese en la cafetera, el bagazo que el café
ha depositado; téngase cuidado en vaciar todo el
líquido, de su erte que quede aquél bien espeso en
el fondo, y hágase rep o sar u n a h o ra al m enos.
«El bagazo de la víspera es tam bién a p ropó­
sito p ara la operación; y, sea viejo o fresco, da
siem pre resu ltados ciertos m ientras esté casi seco
cuando se q u iera em plear; entonces se tom a la
cafetera donde se halla sin agitarla nada o m uy
poco, y échase u n vaso de agua sobre el bagazo, si
es el resto de una onza de café, y dos, si es el de
dos onzas.
«Póngase en seguida la cafetera al fuego y há­
gase calen tar el bagazo h asta que se deslíe en el
agua. Se ten d rá un plato de loza blanco, sin m an­
cha alguna, bien enjuto y secado al fuego, si el
tiem po es húm edo. Meneóse luego el bagazo en
la cafetera con una cuchara, y vacióse en seguida
en el plato, pero en co rta cantidad y de m odo que
no se lleve sino la m itad de él.
«Agítese entonces el plato a todos lados con
ta n ta ligereza como sea posible, p o r espacio de un
m inuto, a co rta diferencia, y viértase con cuidado
todo lo que hay en él a otro jarro .
«Por este m edio no queda agua en el plato,
pero sí p artículas del bagazo, colocadas de m il
m aneras y que form an una m u ltitu d de caracteres
jeroglíficos.
«Si estos dibujos son m uy confusos, p o r ser
aquél dem asiada espeso y que el plato no parezca
u n m osaico irregular, póngase un poco m ás de
a g u a ; hágase calen tar de nuevo y principíese o tra
vez la operación.

110
«Sólo se pueden leer los secretos del destino,
cuando los dibujos del plato son claros y distintos,
aunque m uy apretados,
»Los bordes p o r lo regular son m uy espesos y
aun algunas veces hay en el m edio p arte s m uy
confusas; pero puédese adivinar cuando el m ayor
trozo del plato es descifrable.
«Léase en el bagazo del café todos los días de
la sem ana, a todas horas, de día y de noche.
«Sólo es necesario consultar p ara esta opera­
ción la tem p eratu ra y el tiem po, el cual no es
co n trario sino cuando está húm edo, lluvioso y
cargado de nieblas.
«Hay, sin em bargo, un m edio de evitar los in­
convenientes de la hum edad, y es el sacar el plato
del que se quiere uno servir y dejarlo u n cuarto
de h o ra cerca del fuego, de m odo que la m ano
sienta u n calor suave.
«Después de esta preparación se opera, sea
cual fuese el tiem po que haga, com o si se gozase
del sol de agosto.
«Algunas sibilas p retenden que deben decirse
ciertas p alab ras m isteriosas al vaciar el agua en
la cafetera, al m enear con la cuchara el bagazo
delante del fuego y al d erram arlo en el plato;
p ero esta es u n a superchería.
«Las p alab ras no tienen aquí v irtu d alguna.
«Ved ah o ra cóm o debe procederse:
«El bagazo del café, luego que se h a vaciado
en el plato, deja en él varias figuras todas signifi­
cativas, las cuales es preciso sep arar bien pues
hay curvas, ondulaciones, círculos, óvalos, cuadra­
dos, triángulos, etc.

111
»Si el núm ero de círculos, m ás o m enos p er­
fectos, so b rep u ja al de las otras figuras, anuncia
que la p ersona consultante recibirá dinero,
»Si son pocos los círculos, recib irá algún de­
trim en to o poca hacienda.
»Las figuras cuadradas presagian algunos dis­
gustos, en razón de su núm ero.
»Las ovales p rom eten éxito en los negocios,
cuando son m uy distintam ente señaladas.
»Líneas, grandes o pequeñas, cuando son sa­
lientes o m ultiplicadas, presagian u n a vejez dicho­
sa, pero si son en corto núm ero indican la nece­
sidad o escasez de la fortuna.
»Las ondulaciones o líneas que serpentean,
anuncian desgracias y dichas entrem ezcladas.
»Si term in an dulcem ente, prom eten la felicidad
después de algunos pesares.
»Una cruz en m edio de los dibujos del plato,
significa u n a m u erte feliz, cuatro cruces que casi
se tocan, anuncia que el consultante m o rirá entre
los cu aren ta o cu aren ta y cinco años si es señora,
y en tre los cu arenta y ocho o cincuenta y dos, si
es u n hom bre.
»Tres cruces presagian alguna dicha.
»Si se hallan m uchas, será el consultan te de­
voto después del ím petu de las pasiones, y se
ato rm e n ta rá con austeridades en su vejez.
»Un triángulo prom ete u n em pleo honroso, y
tres a poca distancia uno de otro, son signo di­
choso de fo rtu n a.
«G eneralm ente esta figura es u n buen presagio;
en corto n úm ero significa algún honor, en m ucho,
dinero.

112
»Un ángulo com puesto de una línea corta, apo­
yada sobre o tra larga, es indicio de u n a m uerte
desgraciada.
»Una figura en fo rm a de H, anuncia u n encar­
celam iento.
»Un círculo de m uchas caras, es decir, com ­
puesto de m uchos ángulos planos y reunidos, p re ­
sagia u n m atrim onio feliz. Un cuadrilátero bien
distinto, es seguro indicio de discordias dom ésti­
cas, si éste está rodeado de cruces m ás o m enos
bien form adas la m u jer d ese rtará del hogar con­
yugal, con alguna infidelidad, y com eterá la m ism a
falta el m arido si se hallan m uchos ángulos alre­
dedor del cuadrilátero.
»Si en m edio de los dibujos del plato se ve una
línea de dos o tres pulgadas, m enos cargada que
el resto de las figuras, es presagio de buen viaje.
»Este será largo si la línea se extiende; fácil,
si está lim pia; peligroso, si la atraviesan líneas o
pun tito s; y si sobresale del fondo del plato, el
viaje será a un país extranjero.
»Un círculo en el que se hallen cuatro puntos
bien m arcados, p ro m ete u n hijo.
»Dos círculos, p ro m eten dos y así sucesivam ente.
»Si el círculo es casi perfecto, el hijo será va­
rón; h em b ra si es im perfecto.
»Si uno de los círculos que encierran cuatro
p u n to s va acom pañado de u n a línea curva y on­
dulante es infalible presagio de que el hijo espe­
rado, te n d rá talen to y si esta curva fo rm a u n se­
gundo círculo alred edor del cual se enrosca, po­
d rán esp erarse en el hijo genio y talentos privi­
legiados.

113
»Si se halla en el plato la figura de u n a casa al
lado de un círculo, puédese creer que se poseerá
una.
«Será en la ciudad si se ve una X y u n a H en su
alrededor y en el cam po si hay cerca de este signo
la fo rm a de u n árbol, de un arb u sto o de u n a
p lan ta cualquiera.
»La casa será dada o heredada, si va acom paña­
da de ángulos o triángulos.
«Será uno dichoso en ella m ucho tiem po, si
está in m ediata a un sem icírculo.
»Si se ve u n a corona, será anuncio de aconteci­
m iento en la corte. Si se descubren losanges, será
uno dichoso en am ores. Si m uchas figuras m ás o
m enos redondas, enlazadas como las cuentas de un
rosario, será preciso ten er paciencia; vuestros
am ores serán reprim idos y no debéis esp erar el
cum plim iento de los m ás caros votos, sino cuan­
do halléis u n triángulo al fin de él.
»Se en cu entran a veces las figuras de m uchos
pececillos, lo cual anuncia que el consultante será
invitado a algún banquete.
»E1 dibujo de un cuadrúpedo p rom ete m iseria
y pesar.
»E1 de u n ave, fo rtu n a y lance feliz.
»Si el p á ja ro parece preso en u n a red, indica
u n proceso form ado de poco tiem po.
«La figura de u n a culebra o cualquier otro
reptil, anuncia u n a traición o u n com plot, que no
se ev itará sino a fuerza de destreza.
«La fo rm a de una rosa, p rom ete la salud.
«La de u n sauce llorón, la m elancolía.
»La de u n zarzal, retardos.

114
»Si hay u n cofre, recib irá u n a carta.
Una rueda, es señal de u n accidente que no
será funesto.
»La figura de u n coche aparejado, anuncia una
m u erte violenta.
»Un fusil, p resagia negocios enm arañados.
»Una ventana, o m uchos círculos, cuadrados,
óvalos y o tras figuras ju n tas, de m an era que fo r­
m en u n a especie de celosía, advierten que el con­
su ltan te será robado.
»Si se descubre en los dibujos del plato un n ú ­
m ero m uy distinto, puédese exponer a la lotería.
La experiencia p ru eb a que el núm ero revelado de
este m odo, ha salido siem pre recom pensado con
prem io.
»G eneralm ente se aco stu m b ra a ver, en el pla­
to, alguna figura hum ana.
»Si es una cabeza sobre u n zagalejo, es evi­
dente que rep resen ta u n a m ujer.
»Si es u n a cabeza y u n cuerpo apoyados sobre
piernas separadas, es u n hom bre.
«Cuando se vea salir u n a línea a m an era de
brazo, del cuerpo de la figura, es de esp erar reci­
b ir algún favor de la persona señalada en el plato.
«Esta es m orena, si los dibujos que form a a su
lado el dibujo, son m uy distintos; es blanca cuan­
do las líneas son m uy débilm ente m arcadas; y os
engañará con falsas prom esas, si no tiene m ás
que u n ojo.
»Si se h alla u n a cabeza o el cuerpo de un
p erro al lado de u n a figura hum ana, tenéis un
amigo seguro y fiel que h a rá p o r vosotros grandes
cosas.

115
»Si está al lado de u n círculo de m uchas ca­
ras, vuestro m arido o v u estra m u je r os guardará
la m ás inviolable fidelidad.
»Si un joven hace la operación del bagazo del
café, y h alla en los dibujos del plato u n a figura
de m u jer em puñando o pareciendo em puñar un
b astón, su cu m b irá a las seducciones de u n a cor­
tesana y se a rre p e n tirá am argam ente de su fla­
queza.
»Igual su erte anunciará a u n a señora o seño­
rita que haga la m ism a operación si ve a un hom ­
b re que tenga o parezca ten er en sus m anos un
b astó n o u n a espada, porque este hom bre re p re­
senta un tem ible seductor.
»Si se descubre u n a m u jer y a su lado una flor
cualquiera, es u na am iga apreciable.
»Si la flor parece u n a rosa, es la am ante de un
joven; y si parece un tulipán, es la am iga de u n a
dam a, cuya am istad no es m uy segura.
»Si se ve u n h om bre m ontado a caballo o sobre
un asno o cualquier o tro cuadrúpedo, u n sujeto
estim able viaja p o r los largos cam inos, y os p re s­
ta rá buenos servicios, cuando m enos lo esperéis.
»Si es u n a m u jer a caballo, o sobre cualquier
anim al de carga, u n a señora o u n a señorita h a rá
p o r vosotros m uchas extravagancias.
«Cuando se ven tre s figuras de hom bres, u n a al
lado de otra, es de esp erar algún honroso empleo.
»Si son tres señoras, éste será lucrativo.
»Si se distingue u n a corona de cruces, uno de
vuestros parien tes m o rirá en el m ism o año. Una
de triángulos o cuadrados anuncia la m uerte de
una parien ta, tam bién dentro del año.

lió
»Un ram illete com puesto ele cuatro o m ás llo­
res, es el presagio m ás venturoso y si descubrís
algún triángulo a su alrededor, seréis infalible­
m ente el m ás afo rtunado de los m ortales, tanto
en honores y contentos, com o en am ores y fam i­
lia.» (Diccionario de Ciencias Ocultas. Caymi.)

ASTROLOGIA

¿Qué se entiende por Astrología?

M uchas son las definiciones que pueden o frecer­


se sobre astrología. Podem os decir, p o r ejem plo,
que es la ciencia (lo de ciencia está realm ente por
d em o strar) que estu dia la influencia que ejercen
las energías celestes sobre la personalidad hu m a­
na; o, la ciencia que tra ta de las diversas influen­
cias que ejercen sobre el ser hum ano las poten­
cias cósm icas em anadas de los cuerpos celestes;
o m ás retóricam ente, antigua ciencia, m adre de la
m oderna astronom ía que estudia la influencia que
ejercen los cuerpos celestes sobre el ser hum ano,
los anim ales y la tie rra y tra ta , m ediante el cono­
cim iento de dicha influencia, de p redecir futuros
acontecim ientos.
«Como es a rrib a es abajo», y quizá sea esta
observación de H erm cs la que aplicándola a la
Astrología m ejo r la defina. Sencillam ente: la as-
trología estudia la influencia de los astros sobre el
hom bre. Las m odernas definiciones de astrología

117
son un tan to confusas, inextricables, pero realm en­
te vienen a decir lo m ismo.

Tres teorías m erecen ser destacadas e n tre las


m uchas existentes que tra ta n de explicar la in­
fluencia astral:

1) Cifra toda influencia en el poder de la luz,


a la que concede, p o r supuesto, una im portancia
capital. Es la radiación lum ínica, con m ayor o
m enor intensidad, la que actúa sobre el ser h u ­
m ano condicionándole de una u o tra form a.

2) E stim a que la influencia es p uram ente


m agnética, tal cual poderoso im án que condicio­
nase al h om bre y le im pulsase a m overse en de­
term in ad o sentido.

3) E s esta terc era la m ás curiosa de las teo­


rías, aunque no por ello la m ás aceptable. Basa
la influencia en la «respuesta» personal que con­
fiere cada cosa a u n determ inado sím bolo o a r­
quetipo cósm ico. E sta teoría es aún m ucho m ás
m ágica que las anteriores, en cuanto que estim a
que en dicha influencia no existe ningún factor
de carácter físico.

Clases de Astrología
La astrología es siem pre una, pero puede adop­
ta r diversas m odalidades según unas u o tras ca­
racterísticas dom inantes o la form a en que efec­
tú e su estudio y desenvolvim iento:

118
— Astrología natal: La que versa sobre el
tem a natal.

— Astrología meteorológica: La que se encar­


ga de p red ecir los diferentes fenóm enos atm osfé­
ricos que sucederán.
— Astrología médica: La encargada del diag­
nóstico de las diversas enferm edades que pueden
a q u e ja r al ser hum ano. (Más adelante volvere-
m os sobre ella.)
— Astrología horaria: Aquella de la que uno
se sirve p a ra realizar u n a p reg u n ta o consulta en
el m om ento; se levanta el horóscopo y se estudia.
— Astrología indiciaría: Es la generalización
de la astrología. No se encarga ya de estu d iar so­
lam ente la influencia que puede ejercer sobre de­
term inado ser hum ano, sino sobre un pueblo, ciu­
dad o nación.
— Astrología predictiva: La ram a de la A stro­
logía que tra ta de las «Direcciones», o sea los
m étodos p o r los cuales se descubren las influen­
cias fu tu ras. La consideración de esta ram a p lan­
tea la cuestión en tera del H ado contra el libre
albedrío, y establece al m ism o tiem po la diferen­
cia en tre el astrólogo «exotérico» y el «esotérico».
(D iccionario de Astrología de Nicolás de Bore.)

— Astrología geocéntrica: Se in te rp re ta el
tem a tom ando a la T ierra com o centro del siste­
m a solar, pues así se observa el fenóm eno desde

119
n u estro planeta, ya que sabem os que realm ente
el centro es el Sol.

— Astralogía heliocéntrica: Se in te rp re ta el
tem a tom ando al Sol com o centro, lo cual es lo
correcto; sin em bargo esta astrología está en ex­
perim entación y m uy pocos astrólogos tienen a
bien servirse de ella.

— Astrología geomántica: E n realidad no tiene


esta m ancia n ad a o casi nada de astrología. Se
hacen doce divisiones y en cada u n a de ellas se
inscribe el plan eta gobernante y el signo geomán-
tico.

— Astrología teológica: E studio de la teología


m ediante la posición de los cuerpos celestes.

— Astrología uraniana: Su cread o r h a sido


Alfredo W itte, p erteneciente a la Escuela de As­
trología de H am burgo y que se h a separado de
la astrología ortodoxa p ara fu n d a r u n sistem a u n
tan to original y personal.

— Astrología hindú: Es la astrología em plea­


da siem pre p o r el pueblo hindú, tan aficionado
—y tan poco acertad o — a las predicciones a stro ­
lógicas. No explicarem os aquí este sistem a, el cual
es u n tan to com plicado y b astan te diferente del
occidental; tan sólo y p o r curiosidad n o m b rare­
m os su signos astrológicos y planetas:

120
M esham cp Dzani

M ithuna .. n K etu ........

R ichabha 8 K anya .....

K ark atak a V ristchika

Sim ba .... fL M akaram

Tulam ,... M inam ...

D hanus ... C handra .


a a a /
K um bha . /WV D zukra ...

G
d -r
Surya ...... Cura .......

B udham . R ahu .......

K u ja ....... 6
Apunte histórico

¿Cuándo nació la astrología? Es en verdad di


fícil de precisar. Caldea, sin duda alguna, fue la
cuna de la astrología, pero todo nos hace suponer
que m ucho antes ya era altam ente conocida. Los
pueblos antiguos siem pre fueron aficionados a
con su ltar sus destinos sirviéndose de los cuerpos
celestes; la astrología era u n a ciencia sagrada que
enseñaba en los tem plos y era preservada celosa­

121
m ente. Lo que sí podem os asegurar es que siem ­
p re ha habido una tendencia poderosa en el ser
hum ano que le ha im pulsado a contem plarse en
las estrellas.
E n la India, el Tíbet y China tam bién se p ra c ­
ticó con afán la astrología, aunque siguiendo ca­
m inos u n tan to diferentes. E n el Tíbet, país sobre
el cual se ha centrado todo el m isterio, las p erso ­
nas se servían de la «ciencia de los astros» con la
m ayor n atu ralid ad. Todo era consultado y todo se
deseaba conocer.
E n la m entalidad egipcia, tan co n trad icto ria
realm ente, la astrología caló h asta lo m ás p ro ­
fundo. Los astro s eran personificaciones divinas y
nadie m ejo r que ellos podían p red ecir el futuro;
eran consultados con desorbitada frecuencia.
Cuando la astrología en tra en estrecho contac­
to con la filosofía griega, sufre u n a ligera varia­
ción: de colectiva que era generalm ente pasa a
ser individual; época en que astronom ía y a stro ­
logía tom an, afo rtunadam ente, diversos cam inos.
M ucho se h a hablado —especialm ente lo han
hecho los filoastrólogos— y asegurado que Pitá-
goras, el genio de las m atem áticas, era astrólogo.
N ada se sab e con certeza, pero no sería extra­
ño debido a las influencias del m om ento y a
su carácter inquieto y afanoso de investigación.
S ócrates y Galeno se sirvieron de la astrología
com o terap éu tica m édica y no nos cabe la m enor
duda de que H om ero tam bién conocía am plia­
m ente la m ateria, al m enos de lo que se deduce de
la lectu ra de sus obras. Platón y Aristóteles, m ás
escépticos, m ás avanzados, tenían sus dudas, pero

122
no debían ser de m ucho peso puesto que m o stra­
ban cierto favoritism o p o r esta antigua m an d a.
Pero a decir verdad, será íTiparco (130 años a. J.),
hom bre de m ente am plia y diáfana, m atem ático
y astrónom o, el que dé un im pulso sensacional a
la astrología. Sus descubrim ientos, num erosos y
considerables, fu ero n aprovechados p o r los a stró ­
logos del m om ento, que los absorbieron y aplica­
ron a sus conocim ientos.
E n Rom a la astrología decae ligeram ente aun­
que el entusiasm o p o r ella continúa y surgen as­
trólogos ta n fam osos com o Firm icus y M anilius.
P osteriorm ente, surge un hom bre que va a ser
decisivo p ara la h isto ria de la astrología. Su nom ­
b re : Claudio Ptolom eo. E n tre sus obras m erecen
ser destacadas La Sintaxis y, en especial, Tetrabi-
blos, que se consideraba com o la p rim era obra
científica de astrología. Ptolom eo escribe aguda­
m ente sobre los signos del Zodíaco y las estrellas
fijas, así com o de la in terp retació n de un horósco­
po, y de sus diferentes elem entos.
«De este m odo —escribe Sem entow sky Kuri-
lo— la época de Ptolom eo m arca un am plio cam i­
no en la ru ta de la astrología, superando el pensa­
m iento colectivo que regía h asta entonces, en co­
rresp ondencia con u n a fase cu ltu ral en donde ocu­
paro n u n lugar predom inante diversas creencias
sobre el papel decisivo de la N aturaleza. Ptolo­
meo, que vivió en el últim o siglo antes de Jesu­
cristo, es a su m an era un p re cu rso r de la nueva
era, es decir, de u n a nueva fase cu ltu ral en la que,
con el triu n fo del cristianism o, la hum anidad se
eleva a un nivel espiritual m ás firme, com o ya se

123
anuncia en la individualista m entalidad de la as-
trología de Ptolomeo.»
Aunque parezca paradójico dado su espíritu
conservador y un tan to herm ético a externas in­
fluencias, la Iglesia contó con im portantes y ver­
sados astrólogos, entre los cuales, que son num e­
rosos, sólo destacarem os a Silvestre II, San Cle­
m ente de A lejandría, Santo Tom ás de Aquino, San
Isidoro, San R aim undo Lulio, San Alberto Magno,
San Jerónim o, etc., etc.
E n tre los árabes la astrología adquiere su im ­
po rtan cia y en especial sus m ás sólidas bases y
principios. E n el siglo ix florecen infinidad de as­
trólogos árabes, entre los que destacarem os a Al-
batenio, sin duda alguna el m ás profundo.
El rey castellano Alfonso X se interesa sobre­
m anera, h asta tal extrem o que crea las prim eras
efem érides de las que se tiene noticia: Las Ta­
blas Alfonsinas. P or aquel entonces surgen infini­
d ad de figuras que se m u estran favorables a esta
disciplina: R oger Bacon, Paracelso, Villanova,
Agripa, Escoto, Dante, etc.
Pero en el R enacim iento es cuando la Astrolo­
gía alcanza su edad de oro (m uchos p artid ario s de
esta disciplina sostienen que es ahora cuando la
está alcanzando; pero esto no es real en cuanto
que la astrología está en fran ca decadencia según
estim am os), am parada p o r fam osos artistas, ilus­
tres papas y acaudalados príncipes. M erecen ser
destacados: Junctino de Florencia, que era cape­
llán de Francisco de Valois y doctor en Teolo­
gía, Vanini, N ostradam us, F errier, astrólogo de
C atalina de Médicis, etc.

124
E n 1614 N apier M urchiston, gran m atem ático,
crea los Logaritm os, los cuales serán a p a rtir de
entonces em pleados p o r los astrólogos de todo el
m undo.
D urante este últim o siglo la disciplina astro ló ­
gica h a cam biado considerablem ente, si no en su
m étodo que sigue con variaciones el em pleado en
la E d ad Media, sí su orientación. La antigua astro-
logia sólo estaba encargada de p red ecir el fu tu ro
del consultante; la m oderna, si bien predice asi­
m ism o el fu tu ro , tra ta p o r o tra p a rte de estudiar
los principales rasgos del ca rác te r de u n a perso­
na. Hoy con frecuencia ya no se habla de astro-
logia, sino de psicoastrología, lo que nos desagra­
da p ro fu n d am en te pues tiende tal concepción a
crear grandes confusionism os. ¿Por qué m otivo
no se m antiene aislada a la astrología y se la es­
tu d ia de tal form a? H ab lar de u n a astrología p si­
cológica es tan to com o calificar, p o r ejem plo al
espiritism o de psiquiátrico. Las m aterias se estu ­
dian con m ayor claridad y profundidad cuando
se m antienen puras.

Animadores y detractores de la astrología

A fa v o r : En contra :

Aristóteles Cicerón
Plotín San Basilio
S anto Tomás San Agustín
de Aquino Petrarca
K epler Descartes

125
Galileo La Fontaine
Alfonso X Pascal
Calderón de la B arca D iderot
Newton V oltaire
Goethe Bailly
Balzac Paul Couderc
L afayette Jean R ostand
F ranklin R. P. Russo
Gabriel M arcel Piccardi
R iquet

E xisten otro s m uchos hom bres célebres que se


definieron p o r u n a u o tra p o stu ra pero no los ci­
tarem os p ara no fatigar al lector.

Astrólogos contemporáneos

Abate N icoullaud
Alian Leo
W emyss
R am an
Sepharial
Julevno
K ersch
N erom and
Vogine
Drahy
C árter
W olh ,
Hess
Kraff (astrólogo de H itler, al p arecer)
Jean Velohw (astrólogo de H itler).

126
B arb au lt
K urilo
Heindel

Se supone que H itler, b astan te ocultista por


todo lo que se conoce de él, tuvo contratado u n
equipo de seis em inentes astrólogos.

Estadísticas astrológicas

A p rim eros de siglo Paul C hoisnard llevó a


cabo u n a serie de estadísticas cuya prim ordial fi­
nalidad era la de averiguar qué había de cierto
d en tro de la astrología. Los resultados fueron al
p arecer b astan te favorables p a ra esta ciencia,
pero n u estro escepticism o nos hace d u d ar u n ta n ­
to de los m edios y m ecanism os em pleados. Para
p ro b a r algo sería in teresan te re p etir la expe­
riencia.
Paul F lam bart, fervoroso seguidor de la as­
trología, publicó u n libro que dio m ucho que h a ­
b lar e n tre los m etapsiquistas: La Astrología y la
Lógica. El boletín inform ativo del In stitu to Meta-
psíquico de P arís com entó así el hecho:
«Con u n a g ran perseverancia, M. Paul Flam ­
b a rt m ultiplica sus esfuerzos p o r d em o strar que
la astrología es u n a ciencia verdadera, digna de
en c o n trar un lu g ar en tre las disciplinas exactas.
Según él, la astrología "es u n a ciencia n atu ra l de
correspondencias psicológicas, una grafología ce­
leste".»
Y m ás adelante:

127
«N osotros hem os tenido ya ocasión de decir
que este cálculo (el de probabilidades) era un
m étodo delicado y que los m atem áticos no pue­
den aplicarlo con toda seguridad m ás que en los
sucesos sim ples y susceptibles de u n a re p resen ta­
ción num érica.»

E n 1939 K rafft realizó u n a extensa serie de


p ru eb as estadísticas sobre infinidad de sujetos;
los resu ltad o s —aseguran los astrólogos— fueron
m uy satisfactorios. Poco después J. H ieroz reali­
zaba unas p ru eb as de m enor im portancia.

«Pero, realm ente —h a escrito u n a astróloga


española—, las m ás im portantes corroboraciones,
han sido realizadas actualm ente p o r u n francés
llam ado M ichel Gauquelin. E ste investigador no
sólo recalca que no es astrólogo, sino que afirm a
que «el móvil que le im pulsó a llevar a cabo sus
estadísticas fue dem ostrar, definitivam ente, la fal­
sedad de la astrología...». Sin em bargo, los resul­
tados obtenidos en la observación de diversas po­
siciones p lan etarias (ascendiendo, culm inando, et­
cétera), en distintos tipos profesionales (m édicos,
actores, escritores), fueron tan sorprendentes que
se vio obligado a acep tar la existencia de u n a
«fuerza a stra l real».
D esgraciadam ente nada sabem os de estas expe­
riencias, razón suficiente p ara que no em itam os
com entario alguno.

C. G. Jung, ese gran investigador siem pre a tre ­


vido y desprejuiciado —afortunadam ente— que

128
co n stan tem en te se esforzó p o r llegar h asta lo m ás
p rofundo de las cosas, estudió, aunque som era­
m ente, la astrología y realizó u n a serie de p ru e­
bas estadísticas que no carecen de interés. Por
considerarlo necesario, transcribim os a continua­
ción unos p árrafo s de su libro La interpretación
de la naturaleza y de la psique:
«El m aterial estadístico dem uestra que se dio
una com binación del azar no sólo p ráctica sino
tam bién teóricam ente im probable, y que coincide
en form a notable con la esperanza astrológica tra ­
dicional. El que se produzca siquiera sem ejante
coincidencia es tan im probable y tan increíble,
que nadie se av en tu raría a p red ecir algo sim ilar.
E n efecto, d iríase que el m aterial estadístico fue
m anipulado y dispuesto p a ra to m ar la apariencia
de u n resu ltad o positivo. Las condiciones em ocio­
nales y arq uetípicas de u n fenóm eno sincronísti­
co existían, sin duda, p o r cuanto es evidente que
tan to m i colaboradora como yo m ism o estábam os
vivam ente interesados en el resultado, a lo que se
agrega tam bién que el problem a de la sincronici­
dad m e h abía preocupado hondam ente desde m u­
chos años atrás. Lo que en realidad parece que
ocurrió —y parece hab er ocurrido a m enudo, si
recordam os la larga tradición astrológica— es que
obtuvim os un resu ltado que presum iblem ente apa­
reció ya m ás de u n a vez en la historia. Si los as­
trólogos (con excepción de unos pocos) se hubie­
ra n interesado m ás p o r la estadística explorando
científicam ente sus in terpretaciones, hace m ucho
que h ab ría n descubierto que sus afirm aciones
descansan sobre un fundam ento precario. Pero

129
5
supongo que tam bién en su caso, com o en el mío,
existió u n a convivencia secreta y m u tu a en tre el
m aterial y el estado psíquico del astrólogo. Esa
correspondencia sim plem ente está ahí, como
cualquier incidente propicio o enojoso, y m e p are­
ce que científicam ente no puede dem ostrarse que
sea m ás que eso. La coincidencia p o d rá desorien­
tarlo a uno, pero se requiere u n a piel de elefante
p ara no sen tirse im presionado p o r el hecho de
que, de cincuenta posibilidades, tres veces se m a­
nifiesten precisam ente aquéllas que la tradición
considera típicas.»
«Como p a ra hacer aún m ás im presionante ese
inusitado resultado, descubrim os tam bién el p a ­
pel que había desem peñado el engaño inconscien­
te. Al elab o rar p o r p rim era vez el m aterial esta­
dístico, fui desviado del cam ino correcto p o r n u ­
m erosos erro res que afortunadam ente descubrí a
tiem po. Después de su p erar esa dificultad, olvidé
m encionar, en la edición suiza de este libro, que
la com paración de las horm igas, de ser aplicada a
n u estro experim ento, sólo es adecuada si respec­
tivam ente se supone cada vez dos o tres horm igas
blancas. E sto reduce de m odo considerable la im ­
pro b ab ilid ad de nu estro s resultados. Luego a las
once horas, al volver el profesor Fierz a revisar
sus cálculos, encontró que había sido inducido a
e rro r p o r el factor 5. La im probabilidad de nues­
tros resu ltad o s redújose así algo m ás, aunque sin
alcanzar u n grado susceptible de calificarse como
probable.' Todos los errores tienden a exagerar los
resultados de una manera favorable a la astrolo-
gía, y confirm an sospechosam ente la im presión de
un arreglo artificial o fraudulento de los hechos,
que nos era tan m olesto que hubiéram os preferido
no h ab lar del asunto.»
Y seguidam ente Jung escribe algo que es sin
duda alguna u n a de las anotaciones m ás im por­
tan tes del libro:
«Sin em bargo, m i larga experiencia en estas
cuestiones m e h a enseñado que los fenóm enos sin­
cronísticos espontáneos atra en al investigador, de
uno u o tro m odo, hacia lo que está ocurriendo, y
en ocasiones lo convierte en cóm plice del hecho.
Es ese u n peligro inherente a todo experim ento
parapsicológico.»

El horóscopo

Sabiendo el año, el día, la h o ra y el lugar de


nacim iento de u n a persona, se puede, siguiendo un
com plicado procedim iento levantar su horóscopo.
H oróscopo viene de hora, y es un plano o esque­
m a del cielo en el que se rep resen tan los planetas,
tom ándose en cuenta los aspectos que reinan en­
tre ellos y observando en qué divisiones (signos)
y en qué casas caen.

Los signos del Zodíaco

Antes de h ab lar de los signos, darem os una


breve visión de lo que es el Zodíaco y p ara ello
buscarem os su definición en el Diccionario de As-
trología de Vore:

131
«Zodíaco. Círculo o zona que antiguam ente de­
cían que se extendía unos 8 grados a cada lado de
la eclíptica. Los astrónom os m odernos lo han en­
sanchado h asta 9 grados p o r cada lado, a causa
de las latitu d es extrem as que alcanzan Venus y
M arte. La posición de cualquier p lan eta en el in­
terio r del Zodíaco, es m edida p o r u n a perpendicu­
lar a la eclíptica. El pu n to donde esta p erp en ­
d icular se ju n ta con la eclíptica es la longitud
geocéntrica de la estrella o planeta. En este senti­
do, el Zodíaco es idéntico a la eclíptica, pues am ­
bos se m iden desde el p u n to de comienzo del equi­
noccio vernal.»
Los astrólogos opinan que el Zodíaco, banda
m agnética que va a uno y o tro lado de la eclíptica,
es la zona m ediante la cual n u estro planeta se ve
influido p o r los cuerpos celestes.
A strológicam ente el Zodíaco se divide en doce
p arte s de 30 grados cada una, lo que hace la sum a
de 360 grados. Cada p a rte form a u n signo, p o r lo
que h ab rá doce signos, los cuales reciben el nom ­
b re tradicional de las doce constelaciones del Zo­
díaco :

Los signos son:

Aries, que se extiende del 0o al 30°

Tauro, que se extiende del 30° al 60°

Géminis, que se extiende del 60° al 90°

Cáncer, que se extiende del 90° al 120°

132
Leo, que se extiende del 120° al 150°

Virgo, que se extiende del 150° al 180°

Libra, que se extiende del 180° al 210°

Escorpión, que se extiende del 210° al 240°

Sagitario, que se extiende del 240° al 270a

Capricornio, que se extiende del 270° al 300°

Acuario, que se extiende del 300° al 330°

Piscis, que se extiende del 330° al 360°

Cada signo tiene un sím bolo correspondiente.


Así:

Aries ..............................................

Fig. 6. Aries.

133
Tauro ... V

Géminis IE

134
Cáncer

Fig. 9. Cáncer.

Leo

135
Virgo

Libra

Fig. 12. Libra.

136
Escorpión liMi

Sagitario

Fig. 14. Sagitario.


C apricornio

A 'W '
Acuario MV

Fig. 16. Acuario.


Piscis y í

Fie. 17. Piscis.

Elementos de un Horóscopo

P ara in te rp re ta r un horóscopo es necesario


to m ar en cuenta:
—E m plazam iento de los planetas. (¿E n qué
signo están y en qué casa?)
—Colocación de las casas.
—Aspectos que reinan en tre los diferentes pla­
netas.

E xisten otros elem entos de m enor im p o rtan ­


cia. L evantar un horóscopo es, al contrario de lo
que nos hacen creer las revistas fem eninas y
periódicos, sum am ente pesado y com plicado; es
necesario realizar infinidad de cálculos y re c u rrir
a los logaritm os. In te rp re ta rlo es aún m ás arduo.
Un astrólogo m uy im puesto en su disciplina puede
m uy bien in v ertir de ocho a diez horas en hacer
un estudio com pleto del horóscopo de u n a perso-

139
IC

F ig. 20. Horóscopo de Napoleón.

na determ inada. Tiene, pues, su m érito; lo in te­


resante sería que tuviese tam bién alguna u ti­
lidad.

Los planetas

Sol; C^)
El Sol es creador de vida; su luz y su calor
son beneficiosos, constructivos. Si no aparece m al

140
aspectado, el Sol confiere la alegría, el entusiasm o
de vivir, la energía; m al aspectado, sucede lo con­
trario .
Sim boliza al padre, al hijo, al abuelo u otro
fam iliar m asculino cercano, y al esposo.
Rige el corazón y el cerebro.

L u n a : ©
La Luna, principio pasivo y fem enino, dom ina
los in stintos en el ser hum ano, así com o el mun-

141
do em ocional. Si aparece bien aspectada influye
am orosa y bondadosam ente; sucede lo contrario
si está m al aspectada, creando personas débiles,
inquietas y descontroladas.

F ig . 19. Luna.

Sim boliza a la m adre, la hija, la herm ana, la


abuela o la esposa.
Rige el sistem a nervioso principalm ente.

142
M e r c u r io :

Dom ina el intelecto y las actividades profe­


sionales. Bien aspectado creará personas con un
claro juicio y discernim iento, am antes de la in­
vestigación y el conocim iento. Mal aspectado crea
personas m ezquinas, un tan to cínicas y de ideas
turbias.
Sim boliza al artista, al herm ano m enor, a un
amigo querido, al sabio.
Rige el ap arato resp irato rio y el digestivo.

V en us:

Venus im pulsa al ser hum ano hacia lo herm o­


so, lo perfecto le confiere ánim o y le inclina hacia
el arte. B ajo influencias positivas crea hom bres
bondadosos, am antes de la belleza, afables y tie r­
nos. Mal aspectado se m anifiesta en la ira y la
avaricia, así como en los placeres m ás bajos y
criticables.
Sim boliza a la am ante, la esposa, la novia, e
incluso la m adre o u n a hija.
Rige el sexo y la garganta.

M arte:

Bien influido crea personas llenas de energía,


activas, sistem áticas, constructivas. Mal aspecta-

143
do crea personas destructivas, viles, carentes de
escrúpulos y principios, violentas y agresivas.
Sim boliza el m arido o cualquier persona re ­
lacionada con el ejército o la cirujía.
Rige diferentes zonas del cuerpo y actúa sobre
la piel en especial.

Jú p it e r :

E s el p lan eta de la justicia. Bien aspectado


creará personas sanas, m oralm ente fuertes, ju stas
an te todo y em ocionalm ente equilibradas. Si se
ve influido negativam ente, fo rm ará personas
duras, de crueles sentim ientos e ideas fijas.
Sim boliza a cualquier persona relacionada de
u n a u o tra fo rm a con la justicia, las leyes o la
autoridad.
E jerce control sobre el hígado.

S a t u r n o :

Bien influido crea personas seguras de sí m is­


m as, confiadas y tranquilas; de lo contrario, seres
hum anos dom inados continuam ente p o r la angus­
tia y la ansiedad.
Sim boliza a una persona m ayor.
Crea enferm edades difíciles y dem asiado la r­
gas, sobre todo de tipo nervioso.

144
U r a n o :

Bien aspectado crea personas llenas de inge­


nio, intuitivas, dinám icas, con u n a gran capacidad
de inventiva. N egativam ente influido hace perso­
nas egocéntricas y egoistas, extravagantes y va­
nidosas.
Sim boliza a personas relacionadas de u n a u
o tra fo rm a con la técnica.
Crea en la p ersona enferm edades nerviosas,
m entales y emocionales.

N eptunq: T
Bien aspectado form a personas im aginativas
e intuitivas; m al aspectado, personas excéntricas
y ávidas de llam ar siem pre la atención.
Sim boliza a u n a persona relacionada con el
a rte o la invención.
Crea enferm edades m entales.

Las casas

Doce son las casas en todo horóscopo y ejer­


cen influencia sobre las diferentes situaciones de
la vida. Cada casa tiene su significación. Así:

Primera casa: Infancia. P rim eras vivencias. Pri­


m eras influencias recibidas.

145
Segunda casa: A suntos económicos. Negocios.
Ganancias.

Tercera casa: H erm anos y herm anas. Inclinacio­


nes. T raslados y viajes. Cambios de hogar.

Cuarta casa: Los últim os años de la existencia.


El hogar.

Quinta casa: Amor. Noviazgo.

Sexta casa: La salud. Diversas enferm edades


que pueden padecerse.

Séptima casa: Relaciones sociales. M atrim onio.

Octava casa: Todo lo relacionado con la m uerte


y con la herencia.

Novena casa: Cam bios de lugar que d ejarán una


huella profunda. Credo religioso. Tendencias
m ísticas.

Décima casa: Profesión. Relaciones sociales. Ni­


vel social.

Undécima casa: Am istades y conocim ientos.

Duodécima casa: Sucesos negativos. Disgustos.


C ircunstancias adversas.

146
T ip o s a str o ló g ic o s

ARIES;

Cualidades positivas: Dinam ism o. Actividad.


G enerosidad. O ptim ism o. Energía. Decisión. Des­
envolvim iento. B uena capacidad de adaptación.
Franqueza. Claridad.

Cualidades negativas: Poco tacto. Excesiva­


m ente au to ritario . Caprichoso. A m ante de la aven­
tu ra en grado extrem o. D espilfarro. Im pulsividad
desm edida.

Características generales: El tipo Aries está


lleno de vida y de energía, lo que en ocasiones
red u n d a en co n tra de sí m ism o. Le agrada que
co n stan tem en te le den la razón y cuando así no
se hace se encoleriza con facilidad. No es renco­
roso. E ste tipo es am bicioso y au to ritario , dos
buenas cualidades p a ra m antenerse en puestos de
im p o rtan cia donde sea necesario dirigir. Jam ás
a teso rará grandes sum as de dinero, ya que es un
tan to d esp ilfarrador. Aries no es cread o r —le
falta originalidad—; es un buen asim ilador. Cuan­
do se propone u n a cosa generalm ente la consigue,
pues su capacidad de tra b a jo es grande y su vo­
lu n tad firme. Sincero ante todo, no te n d rá m u­
chos am igos. Seguro de sí m ism o, inam ovible en
sus pensam ientos e ideas, agresivo h asta cierto
punto, siem pre deseoso de im poner sus ideas, re ­
sulta en ocasiones francam ente insoportable. Pero

147
estos defectos los suple con su generosidad, su
nobleza y su to tal carencia de hipocresía.

Rige: La cabeza.

TAURO:

Cualidades positivas: Firm e voluntad. E stabi­


lidad em ocional. C arácter sereno. Sinceridad.
A m ante de la ju sticia y la verdad. E quilibrio in­
telectual.

Cualidades negativas: T estarudez. M aterialis­


m o excesivo en ocasiones. Ideas fijas. Ligero ren ­
cor. Sibaritism o.

Características generales: El tipo Tauro es


fu erte y goza de excelente salud. En ocasiones
se sobrepasa en sus trab a jo s y aunque le sobra
energías, se ve dañado su equilibrio orgánico. Es
tran q u ilo y reposado p o r lo que resu lta difícil
sacarle de quicio; sin em bargo, u n a vez irritad o ,
es tem ible y no hay quien le haga razonar. Am ante
del lujo y del bien vivir, tiene un sentido práctico
m uy desarrollado y resu lta u n genial negociante.
No posee m uchos am igos, pues su cabezonería en
todo no es fácil de resistir. Sin em bargo, los am i­
gos que tenga le pro fesarán una gran estim a, pues­
to que ad m irarán su nobleza y buenos senti­
m ientos.

Rige: E l cuello.

148
G É M IN IS:

Cualidades positivas: El tipo Géminis es dis­


traído, bu en com pañero, am ante de las reuniones.
Fácil adaptación. B uena capacidad de com pren­
sión. Excelente m em oria. Afabilidad. Tolerancia.

Cualidades negativas: Superficialidad. Vani­


dad. Ligero egocentrism o. V ersatilidad.

Características generales: El tipo Géminis es


com únm ente delicioso. Sagaz, abierto, despreocu­
pado, tra ta siem pre de llegar a los dem ás. Es elo­
cuente, m entalm ente claro y tiene gran facilidad
p ara expresar sus ideas. E studia con avidez, pero
jam ás profundiza; es m ás un enciclopedista que
u n especialista. Ama en extrem o los viajes, las
reuniones, las charlas, las cosas nuevas.

Rige: El ap arato respiratorio, los brazos y el


sistem a vegetativo.

CANCER:

Cualidades positivas: Fácil identificación (lo


que a veces es m ás un defecto que u n a virtud).
Im aginación m uy desarrollada. E xquisita sensibi­
lidad. E sp íritu investigador. Tenacidad. G ran sen­
tido de la responsabilidad. Prudencia.

Cualidades negativas: A veces su sensibilidad


se desplom a en la sensiblería. D ram atiza en oca­

149
siones. Es tím ido, un tanto tim orato y nada em ­
p rendedor. Egocéntrico.

Características generales: Su n atu raleza re ­


traíd a, aunque parezca paradójico, le inclina a
b u scar grandes amigos, am igos de verdad. El tipo
Cáncer necesita com prensión y afecto. Es fiel y
resu lta estupendo en cualquier labor que le sea
encom endada. Ama el hogar, pero tam bién am a
la aven tu ra y el traslad a rse de un sitio p ara otro
con frecuencia. No es creador, pero absorbe m uy
bien las enseñanzas de otros.

Rige: El estóm ago.

LEO:

Cualidades positivas: Gran vitalidad. D esbor­


d an te entusiasm o. Decisión. Firm e voluntad. G ran
capacidad de im aginación. F acultades creadoras y
artísticas. G enerosidad. Bondad. M agnanim idad.

Cualidades negativas: Vanidad. Deseo de ser


el centro de atracción. Pedantería. Ansias de ap a­
ren tar. Vehemencia. Autosuficiencia.

Características generales: El tipo Leo es agudo


y profundo en sus reflexiones. Puede parecer su­
perficial, pero jam ás lo es en realidad; am a p ro ­
fundam ente todo lo que tiene sentido y signifi­
cado. Sabe ad ap tarse con toda facilidad a las m ás
diversas circunstancias. Es leal y generalm ente

150
com prensivo. Se esfuerza siem pre en llegar h asta
el fondo de las cosas; su curiosidad le im pulsa a
ello. En am or, es fiel, tierno y cariñoso com o nin­
gún o tro signo; no existe nada p o r duro que sea
que no pueda hacer p o r am or. Es a u to ritario y
esta característica le hace discutir con los que le
rodean; sin em bargo no es nada rencoroso. Los
nacidos bajo este signo am an las artes y crean
con facilidad dada su espléndida im aginación.

Rige: E l corazón.

VIRG O :

Cualidades positivas: Intelectualism o. Fino


razonam iento. Agudo criterio. Fácil asim ilación.
M em oria excelente. M inucioso análisis. A uténtica
m oralidad.

Cualidades negativas: Egocentrism o. E gotis­


mo. Ironía. Exigente. D ram ático. A m ante de la
crítica. Desconfianza. C obarde en ocasiones.

Características generales: Los nacidos bajo el


signo Virgo son de u n carácter sum am ente in trin ­
cado y difícilm ente analizable. E n ellos tom an
carne todas las contradicciones, a pesar de que
son frío s, irónicos y calculadores. Son ingeniosos
y se desenvuelven con facilidad, aunque p a ra ello
es necesario que venzan su ligera tim idez. Aman
los negocios y se esfuerzan p o r acum ular riq ue­
zas, si bien son generosos y no se escatim an nin­

151
gún capricho. Son hipocondríacos, pesim istas y
generalm ente se ven afectados p o r la neurosis.
No se ad ap tan con facilidad; am an los cam bios y
las sensaciones nuevas.

Rige: El abdom en.

LIBRA:

Cualidades positivas: G ran equilibrio em ocio­


nal. Sentido de la justicia. C om prensión. Buen
sentido de la sociabilidad. Diplom acia y sinceri­
dad: dos cualidades difíciles de congeniar.

Cualidades negativas: Exigencia. E n ocasiones


es de una ju stic ia im placable. Vehem encia. Capri­
choso. Inconstancia.

Características generales: Los nacidos b ajo


este signo son bondadosos, afables y de ca rác te r
suave y m oderado. A veces, cuando se les quiere
im poner algo que no es razonable, se revelan con
u n a fu ria desenfrenada. Tienen u n a habilidad es­
pecial p ara las relaciones sociales y raram en te se
enfadan con nadie. G eneralm ente están contentos
y felices, aunque en ocasiones se desplom an sin
sab er el p o rq u é en una p ro fu n d a m elancolía. Aman
'lo estético y lo bello p o r encim a de todo y hacen lo
que sea p a ra defenderlo.

Rige: Los riñones.

152
ESCORPIÓN:
Cualidades positivas: Valor. Coraje. Serenidad
im p erturbable. Calculador. Aguda concentración.
In tro v ersió n y extraversión.
Cualidades negativas: A veces crueldad que
raya en el sadism o. Ambición. Rencor. Vengativo.
Sexualidad anim al. Egoísmo. Violencia en ciertas
ocasiones.

Características generales: El tipo Escorpión


es hosco, agresivo tal vez, dem asiado franco en
u n as ocasiones, b ru ta l en otras, pero suele ser
h o nrado y honesto. Ama el trab a jo y desprecia el
ocio. Cuando se propone u n a cosa la consigue
como sea, sirviéndose de su fría y calculadora
m entalidad. Puede ser m uy bueno o m uy m alo,
según quién y cómo le traten . Cuando le sale algo
m al se vuelve resentido y huraño, y entonces es
peligroso en su trato . Tiene u n a inteligencia gran ­
diosa y u n a g ran facilidad de palabra, m edios que
u sa p ara llevar y dirigir a los dem ás a donde
desea y cree conveniente.

Rige: Los órganos sexuales.

SAGITARIO:
Cualidades positivas: G ran sinceridad. Fideli­
dad. Sim patía. D esinterés económico. Confiado y
siem pre lleno de fe y esperanza. Am ante de la
verdad.

153
Cualidades negativas: E n ocasiones u n a since­
rid ad d estru ctiva y dañina. Fanatism o. Ideas ina­
m ovibles. D espilfarro. Ansiedad de av entura y
cam bio. C onstante busca de sensaciones nuevas.

Características generales: Los nacidos bajo


este signo son an te todo am antes de la verdad y
de las ideas claras y tran sp aren tes. Poseen una
buena im aginación y u n a excepcional intuición.
E n el cam po de la invención o de la filosofía sue­
len d estacar con facilidad. Poseen m uchos amigos
y am an la novedad.

Rige: Las caderas.

CAPRICORNIO:

Cualidades positivas: G ran sentido de lo p rá c­


tico. H onestidad y honradez. Prudencia. Inm ensa
tenacidad. Justicia. D esarrollado sentido de la
responsabilidad. Seriedad.

Cualidades negativas: Egoísmo. Egocentrism o.


Fanatism o. M uchas veces tacañería. Testarudez.
Exigencia. E sp íritu im placable. C arácter excesiva­
m ente conservador.

Características generales: Capricornio es un


tipo curioso y com plicado en extrem o. Tímido,
huidizo, desconfiado, cuando se fam iliariza con las
dem ás personas, tra ta de dirigirlas siem pre y bajo
todos los casos a donde él desea; es sum am ente

154
au to ritario . «Es m uy bueno —escribe Heindel—
ser amigo de los nativos de C apricornio y m uy
m alo es hacerse enemigo de ellos, porque les es
m uy difícil olvidar u n a ofensa real o im aginaria
o una inju ria, y siem pre están pensando en cual­
q u ier daño que se les haya hecho. Por o tra parte,
u na vez que se h a conquistado su confianza o
am istad, son m uy constantes en tales relaciones.»

Rige: Las rodillas y la piel.

ACUARIO:

Cualidades positivas: A uténtico idealism o.


Conciencia social. Progresista. Investigador p ro ­
fundísim o. C uriosidad científica y filosófica. Fina
intuición. Liberal y am plio de ideas. Tolerancia.

Cualidades negativas: Extravagancia. Ansias


desenfrenadas de originalidad. Amante en exceso
de todo lo nuevo. Excentricidad.

Características generales: El tipo Acuario es


an te todo un renovador. D esprecia todo lo an ti­
guo, todo lo tradicional, todos los m oldes im po­
sitivos, to d a herencia intelectual. P ersistente, p ro ­
fundo en sus ideas, orgulloso de sí m ism o y de la
raza hum ana, el tipo Acuario quiere llegar a las
cosas p o r sí m ism o, sin nadie que le m u estre el
cam ino, sin nadie que le im ponga el m enor con­
cepto o idea. Aunque su voluntad es fu erte y sus
nervios son tem plados, en ocasiones caen en la

155
m elancolía, y siem pre se debe a que tra ta n de
h acer m ás de lo que en realidad sus fuerzas le
perm iten. Es m uy sensible y tiene sim patías y
antip atías m uy m arcadas.

Rige: El aparato circulatorio.

P IS C IS :

Cualidades positivas: H onradez. Fidelidad.


G ran honestidad. Sentido de la responsabilidad.
E sp íritu com pasivo, generoso, confiado y bonda­
doso. Concreto e inteligente.

Cualidades negativas: Pierde con facilidad el


hilo en la conversación. Es distraído, un poco in­
consciente y a veces superficial. D espistado y apa­
ren tem en te desinteresado por todo. Su calm a
exaspera. E xcesivam ente soñador y fantasioso.
Im aginación desenfrenada.

Características generales: El tipo Piscis se


d eja afectar fácilm ente p o r el am biente que le
rodea, ya que es de u n a gran sensibilidad y se
sugestiona con cierta frecuencia; tiene un gran
poder de identificación. No es fu erte de voluntad,
p ero siem pre sabe lo que quiere y p o r qué lo
quiere. Es pacífico h asta la desesperación y antes
prefiere verse desposeído de todos sus derechos
que reaccionar con agresividad o violencia. Los
nacidos b ajo este signo son u n tan to inactivos y
flem áticos; se dejan dom inar fácilm ente p o r la

156
pereza. Se puede confiar en ellos y saben guardar
los secretos como ningún otro signo. Aman el lujo
y son caprichosos, pero tam bién desean que todas
las perso n as pu ed an n ad ar en la abundancia y ser
felices.

Rige: Los ganglios.

A s t r o l o g ía m é d ic a

D urante los últim os años en especial, u n a serie


de auto res tra ta n de p ropagar la llam ada «Astro­
logía m édica» o «Astrodiagnosis». Se levanta el
horóscopo de la p ersona enferm a y atendiendo a
las zonas corporales que rige cada signo y a otros
elem entos (influencias p lanetarias, p o r ejem plo),
se tra ta de diagnosticar la dolencia que padece el
enferm o.
Max H eindel, uno de los grandes pioneros de
esta disciplina (m e desagrada la idea de llam ar
ciencia a todo aquello que no está com probado),
nos habla am pliam ente de los astros. Y así, por
ejem plo, dice del Sol:
«El Sol rige en p rim e r lugar el fluido vital que
p asa al organism o p o r m edio del brazo, se tra n s­
fiere al plexo so lar y desde aquí se distribuye p o r
todo el cuerpo. E ste fluido vital es invisible a la
h u m anidad ordinaria, pero aquellos dotados de
vista esp iritu al lo ven com o un fluido rosáceo que
es parecido a la electricidad de los cables de una
co rriente telefónica o telegráfica. Cuando p o r los
cables destinados a tra n sp o rta r electricidad no

157
p asa la co rriente eléctrica están m uertos y los
in stru m en to s telefónicos o telegráficos no respon­
den; de igual m odo cuando p o r alguna razón u
o tra el invisible fluido vital cesa de circular por
alguna p a rte del organism o hum ano en cantidad
suficiente aquella p a rte del cuerpo no realiza su
función debidam ente y, com o consecuencia de
esto, se p roduce u n a enferm edad continuando
h asta que se h a operado alguna intervención y se
h a dejado el paso expedito al fluido vital. Por
esta razón, u n Sol afligido produce siem pre en­
ferm edades especialm ente en el horóscopo de un
hom bre, y en el horóscopo de u n a m u je r la Luna,
la cual es el reflector de las fuerzas solares, hace
su m ism o oficio y ejecuta sus m ism as funciones.
El corazón y el pons varolii, o lazo vital situado
en el cerebro, son las p arte s principales del orga­
nism o hum ano dom inadas p o r el Sol. Cuando el
Sol está bien aspectado en Leo o en Aries, puede
esp erarse u n a salud magnífica. Pero, p o r o tra
p a rte cuando está afligido, produce enferm edades
diversas con arreglo al signo en que está colocado.
E stas enferm edades pueden relatarse como sig u e:

«El Sol afligido en Aries, el signo que rige la


cabeza da la tendencia a la afasia, pérd id a de la
m em oria, fiebres cerebrales, hem orragias y m enin­
gitis; a la anem ia cerebral o congestión de la san­
gre, los desm ayos y dolores de cabeza.

»El Sol afligido en Tauro da tendencia a las


anginas, d ifteria y pólipos de la nariz. En las Plé­
yades p roduce afecciones en la vista.

158
»El Sol afligido en Géminis da tendencia a la
pleuresía, a la b ro nquitis y a la hiperem ia de los
pulm ones.

»El Sol afligido en Cáncer da tendencia a la


anem ia, a la hidropesía, a la dispepsia y a las fie­
bres gástricas», etc.
Max H eindel, ap arte de astrólogo —hoy p o r
hoy no se sabe con exactitud si esto es u n a v irtud
o u n defecto—, es ocultista, p o r lo que su lenguaje
m édico-oculto re su lta un tan to chocante en p rin ­
cipio.
S ería m uy in teresante, y relativam ente fácil,
hacer u n a serie de estadísticas sobre la astrología
m édica. Coger, p o r ejem plo, a todas aquellas p e r­
sonas que padezcan de asm a, o tuberculosis, y
levantar su horóscopo, p a ra u n a vez hecho esto
estu d iar las posibles correspondencias, lo que nos
ofrecería u n a solución positiva o negativa.

CRITICA

¿Qué hay de real en la astrología? E sta pregun­


ta se lleva m anteniendo en pie, com o u n gigante
inderrum bable, d u ran te cientos de años. E n los
m eses que nos hem os dedicado al estudio de esta
disciplina jam ás hem os visto n ad a sorprendente;
coincidencias sí, quizá dem asiadas.
H em os sido testigos de infinidad de prediccio­
nes: jam ás las hem os visto cum plirse. Es fácil
vaticinar, p o r ejem plo, que a lo largo del año 1967

159
h ab rá d istu rb ios políticos en Am érica del Sur.
Y es m uy factible acertar; pero eso no tiene m é­
rito alguno, no es serio. S udam érica nos tiene
acostum brados a tales sucesos, h asta un niño
p o d ría h acer sem ejante p ru eb a de clarividencia.
Como ya apuntam os anteriorm ente, jam ás he­
m os contem plado n ad a que nos haya adm irado.
Ahora bien, la astrología m oderna no es sólo una
m ancia que p reten d e adivinar el porvenir; tra ta
igualm ente de averiguar el carácter de la persona,
sus inclinaciones y aptitudes. La Cosmopsicología,
com o hoy se denom ina, se esfuerza p o r reflejar la
personalidad del individuo. ¿Lo consigue? Desgra­
ciadam ente las estadísticas que a este respecto se
han elaborado son de nulo valor.
A p rim era vista determ inada persona, tra s leer
su horóscopo (m e estoy refiriendo a u n horóscopo
serio y no p o r supuesto a ese «deshecho» de as­
trología que usan los periódicos p a ra rellenar sus
vacíos), está convencida de que éste h a reflejado
perfectam en te su personalidad. ¿Es esto así? En
absoluto. E l ser hum ano tiene u n a especial incli­
nación a to m ar solam ente aquéllo que es suyo;
tal es su capacidad individualista de absorción.
Expliquém onos:
Se levanta el tem a (horóscopo) de Juan, naci­
do, p o r ejem plo, el 3 de agosto del 1943 a las 2
a. m. Y el tem a e n tre o tras m uchas cosas dice:
Colérico, sensual, desigual, violento, dom inante,
fuerte, am argo, sibarita, am ante de la m úsica,
poseedor de facultades creadoras, ju sto en sus
juicios, etc.
Analicemos estos caracteres. Juan es violento y

160
colérico; perfecto. ¿Desigual? Sí, como todo el
m undo. ¿Poseedor de facultades creadoras? Eso
no le co stará ad m itirlo aunque sea m entira, pues
es halagador. ¿Amante de la m úsica? Todos lo
somos, aunque m ínim am ente. ¿S ibarita? Y bien,
¿quién no es un tan to sibarita? ¿Sensual? Todo
h om bre es m ás o m enos sensual. ¿Justo en sus
juicios? ¡Claro! ¿Quién tiene la valentía de adm i­
tir que no es ju sto en sus juicios? Conclusión:
que Ju an se ve com o en verdad no es y la astro-
logia se ha hecho con u n nuevo partid ario . Pero
lo m ás curioso de todo esto, es que si Juan, por
equivocación, leyese como suyo el tem a de un
amigo, tam bién se vería reflejado. Y es que la
astrología, com o se dice vulgarm ente, da una de
cal y o tra de arena. Los tipos com o Ju an sola­
m ente abso rb en la de cal.
Más acertad a nos parece la astrología en su
descripción de tipos astrológicos. H em os observa­
do con b astan te sorpresa, que las personas naci­
das bajo un m ism o signo zodiacal gozan de unas
líneas de carácter generales b astan te sim ilares.
¿Será que aquí tam bién la astrología da una de
cal y o tra de arena? Puede ser, ya que este defecto
existe incluso en los tests psicológicos. Sería ne­
cesario som eter esto a las estadísticas.
Hay o tro aspecto que sería in teresan te estudiar
m inuciosam ente d entro de la astrología. Nos re ­
ferim os a la descripción constitucional de los di­
ferentes tipos astrológicos. Los virginianos son
de esta tu ra m ediana, etc.; los leos altos y espiga­
dos, etc. Sería in teresan te que aquí tam bién las
estadísticas jugasen su papel.

161
6
No nos cansarem os de re p etir que la estadís­
tica (aunque es tam bién b astan te engañosa) es el
único procedim iento de hacer alguna luz. Y m ien­
tra s no suceda así, no tendrem os m ás rem edio que
p en sar com o René Sudre, que escribe: «Cuando
se utiliza el cálculo de probabilidades no hay
nunca que olvidar que descansa sobre la ley de
los grandes núm eros. H asta que se haya operado
sobre decenas de m illares de individuos y no sobre
dos o tres centenas, tendrem os el derecho de
decir que la astrología no está basada en pruebas
científicas, y que puede tenérsela p o r una d octrina
falsa e ilusoria.»

RADIESTESIA

Apunte histórico

¿Cuándo comenzó a p ra cticarse la radiestesia?


Difícil es de p recisar, pero nos consta que ya el
pueblo egipcio debía ten er u n a idea aproxim ada
sobre el asunto. Suponem os que esta disciplina
era p racticad a única y exclusivam ente por la clase
sacerdotal, estando seguram ente vedada al resto
de las gentes.
Que los rom anos se sirvieron de la radiestesia
estam os seguros; historiadores com o Tertuliano,
M arcelino y Eliano se detienen en explicarnos el
proceso que se seguía p a ra localizar corrientes
su b terrán eas de agua.

162
E n el año 510, Casiodoro, privado de Teodo-
rico, lanza la teo ría de que las aguas subterráneas
em anan unos efluvios de n aturaleza especial que
es factible sean captados.
Desde el año 510 h asta el siglo xv no existe do­
cum ento alguno que denote ra stro de la radies-
tesia, lo que hace pen sar que la investigación de
dicha disciplina fue dejada un tan to de lado.
En los docum entos del siglo xv se habla de
que era usada la varilla en lugar del péndulo; las
causas se desconocen. Antes de com enzar la bús­
queda radiestésica se hacían determ inados ritos
de natu raleza m ágica, tales como invocar a los
espíritus, etc.
E n 1456, B auer publica en B asilea su obra De
re metallien, que expone los m ás diversos proce­
dim ientos p a ra h allar m etales preciosos p o r m edio
de la varilla.
De principios h asta m ediados del siglo xvxi los
esposos Ju an de C hastelet y M artina de B erteaux
tra b a ja ro n tenazm ente en la búsqueda de m inera­
les ayudándose de los principios radiestésicos. El
m atrim onio fue p o sterio rm en te arrestad o y en­
cerrado en la B astilla p o r orden del C ardenal
Richielieu.
E n 1690, Santiago Aymar se encargó a petición
del Juzgado de Lyón de la búsqueda de u n ase­
sino.- Los docum entos dicen que logró su p ro ­
pósito.
E n 1691, Nicolás de G renoble publicó u n a obra
llam ada Arte de descubrir los manantiales sub­
terráneos, en la que exponía sus am plios conoci­

163
m ientos sobre la búsqueda de corrientes subte­
rráneas.
A lrededor de este tiem po, el párroco de Valle-
m o n t publicó u n a o b ra en la que hablaba de las
v irtudes extraordinarias de la varilla.
D urante esta época hubo infinidad de publica­
ciones sobre radiestesia. Chevreul en su obra La
varilla adivinatoria y el péndulo denominado ex­
plorador, publicado a m ediados del siglo xix, ase­
gura que e n tre 1634 y 1689 fueron llevadas a la
im p ren ta 17 obras de radiestesia.
Se tiene la com pleta seguridad que a princi­
pios del siglo xvixi los suecos y los finlandeses se
servían del péndulo p ara la búsqueda de tesoros
ocultos y m etales preciosos.
E n 1863, el párroco de B arbuste, el reverendo
C arrié, publicó su o b ra Hidrospocografía, en la
que aseguraba que existen unos efluvios de las
aguas que pueden ser captados con facilidad.
E l 13 de abril de 1913, el científico Arm ando
Viré convocó u n concurso de radiestesistas en
París. Cinco especializados en radiestesia se p re ­
sen taro n y se encargaron de realizar diferentes
p ru eb as en los alrededores de París. Parece ser
que los resu ltados fueron tan sorprendentem ente
favorables que Viré, h a sta entonces contrario a
esta disciplina, se hizo u n ferviente radiestesista.
Pero seguram ente de todos estos hom bres el
m ás destacado en este cam po haya sido el reve­
rendo M erm et, fallecido hace unos tre in ta años y
que dedicó buena p arte de su vida a la radiestesia,
exponiendo sus teorías. Creó la T elerradiestesia
(radiestesia a distancia) y parece que obtuvo éxi
tos dignos de to m arse en cuenta.
E n 1933, Viré convocó u n Congreso In te rn a ­
cional de radiestesistas. E n este Congreso es
cuando se creó el térm ino «radiestesia», pues
h asta entonces se venía usando com únm ente el de
«rabdom ancia». E l Congreso se celebró en Avig-
non y acudieron alrededor de 300 m iem bros.
E n 1954, se convocó otro Congreso In tern acio ­
nal de R adiestesia, que se vio favorecido p o r la
presencia de 600 p artid ario s y practicantes de
dicha disciplina.
D urante los últim os años son num erosísim as
las sociedades de radiestesia que se h an creado.
Francia, In g laterra, Alemania y otras m uchas n a­
ciones cuentan con centros radiestesistas. Razón
p or la que sólo cabe preguntarse: ¿servirá p ara
algo?

¿Qué es la Radiestesia?

R adiestesia etim ológicam ente significa: Sensi­


bilidad a las radiaciones. Y p o r extensión pode­
m os decir que la radiestesia es el a rte de ca p ta r
dichas radiaciones p a ra así localizar determ inado
objeto.
E l físico C harloteaux d ijo : «Es el estudio e
in terp retació n de los cam pos de fuerzas de origen
eléctrico, m agnético y gravítico de la N aturaleza,
sobre el organism o hum ano.»

165
Y H. de France: «R adiestesia es el arte de u ti­
lizar los m ovim ientos inconscientes de las m anos
p a ra descu b rir las cosas ocultas.»
Gerges H a rrar, basándose en sus tres princi­
pios, la explica así:

«Primer principio. Todos los cuerpos em iten


co n stan tem en te radiaciones que son propias de
cada uno de ellos, las cuales form an cam pos de
fuerzas. E stas fuerzas navegan p o r el espacio
com o lo hacen las ondas u ltraco rtas. É stas tienen
adem ás la m ism a com posición: son vibratorias.
»Todo cuanto existe vibra y varía. La evolución
de las fuerzas y la evolución de la m ateria nos
enseñan que la m ateria está hecha de vibraciones
d istin tas las unas de las otras; la energía atóm ica
no es m ás que una energía ra d ian te de frecuencias
diferentes.
»Todos los cuerpos —líquidos, sólidos o gaseo­
sos— pro d u cen en torno de ellos cam pos de in­
fluencias o de fuerzas.
»Estos cam pos eléctricos, m agnéticos y v ib ra­
torios varían según la posición, los lugares, el
tiem po, la naturaleza, el género, las estaciones del
año, el día y la noche, su situación sobre la tie rra
o b ajo tierra; según se tra te de personas, anim a­
les o m inerales.
«Además, cada cuerpo em ite u n a o varias ra ­
diaciones que le son propias.

»Segundo principio. El cuerpo hum ano está


pen etrad o p o r todas estas influencias, p o r estas
fuerzas, p o r estas ondas fluídicas; tiene reacciones

166
nerviosas que son com parables a una corriente y
que co rren y se esparcen p o r las extrem idades.

»Tercer principio. El péndulo o la varilla


ob ran com o canalizadores. Si los com param os
con un recep to r de radio, digam os que reaccionan
a la vez como condensador de ondas y como
am plificador. Si tenem os en la m ano u n a varilla o
un péndulo, el fluido invisible que em ana de los
cuerpos se m anifiesta p o r los m ovim ientos que
im prim e a esos indicadores.»
Como puede observarse la explicación de Har-
ra r parece b astan te correcta —siem pre que se
p a rtie ra de la idea de que la radiestesia es correc­
ta—, pero, sin em bargo, son m uchos los que no
aceptan dicha teoría.

Teorías sobre la radiestesia

1) Teoría antigua: M ediante la debida invo­


cación de los espíritus, éstos descendían y eran
quienes, invisiblem ente, dirigían la varilla que
descansaba en tre las m anos del zahori.

2) Teoría del Diablo: El zahori invocaba al


diablo p a ra que éste dirigiese su varilla h asta
donde pudiese e n c o n trar oro y otros m etales p re­
ciosos. Nos suponem os que a cam bio el p ra c ti­
cante debía ofrecer su alm a.

3) Teoría del campo eléctrico: Sostiene que


un yacim iento m ineral o bien u n a corriente de

167
agua producen u n cam po eléctrico en vertical,
capaz de ser captado m ediante la varilla debido
a u n a descarga potencial al evadirse la corriente
eléctrica p o r los extrem os.

4) Teoría de la transformación: Sostiene que


m ediante determ inado proceso la energía quím ica
acum ulada en la T ierra se tran sfo rm a en energía
eléctrica capaz de ser captada. Om itim os su ex­
plicación dada lo in trin cad a que resulta.

5) Teoría de los sentidos: Teoría ésta de lo


m ás fantástico, sostiene que los sentidos hum anos
cap tan las radiaciones, las tran sm iten al cerebro,
el cerebro tran sm ite a su vez a la m ano y ésta nos
dirige al lugar apetecido. El cuerpo hum ano actúa
sim plem ente com o una antena.

6) Teoría del rayo radiestético: M antiene


que los cuerpos em anan una especie de rayo
energético capaz de ser captado p o r la varilla o el
péndulo.

7) Teoría de la clarividencia: Sus seguidores


aseguran que la teoría de las radiaciones es to tal­
m ente ab su rd a y nula y que el organism o hum ano
es incapaz de cap tar las radiaciones de los cuer­
pos. Se afirm an en la creencia de que lo descu­
b ierto se debe a poderes paranorm ales, en este
caso concreto al de clarividencia.
La m ente hum ana averigua clarividentem ente
dónde se en cu en tra u n a corriente de agua y lo
tran sm ite a la m ano y a la varilla o péndulo, apa­

168
rato s éstos que no son m ás que un m edio como
otro cualquiera capaz de reflejar la adivinación.

8) Teoría de Padey: De acuerdo con el in ­


vestigador Bcnoit Padey, las radiaciones p ro d u ­
cidas son tran sm itid as p o r cinco clases de corrien­
tes correspondientes a las siguientes cinco z o n a s:

A) Telúrica, con unos 3 m etros de espesor.

B) Etérica, con u n espesor de unos 160 m etros.

C) Eólica, con u n espesor de 5760 m etros.

D) Cósmica, con u n espesor de 9762 m etros.

E ) Hipercósmica, con u n espesor de unos


54 000 m etros.

La varilla

La varilla recibe tam bién el nom bre de b a­


queta, horquilla, vírgula divina, com o la llam aban
los rom anos, etc. Es u n a ram a ahorquillada en
fo rm a generalm ente de Y o de V de la que se
sirven las rad iestesistas p a ra la captación de ra ­
diaciones y la localización de u n determ inado
objeto.
Los rad iestesistas aseguran que la m ejo r va­
rilla es aquella que está hecha de avellano y según
el reverendo V allem ont la características deben

169
ser: «una ram a bifurcada de avellano en form a
de horquilla, del grueso de un dedo, de u n pie y
m edio de largo aproxim adam ente, o sea, 40 a 50
centím etros de largo en total.»
«E n ciencias ocultas —explica el Diccionario
de Ciencias O cultas Caymi— se designa con el
n om bre de v arita rab d o m án tica u n a pequeña
ram a ah o rquillada que, retenida p o r las dos m anos
de quien se sirve de ella, gira y se inclina hacia
el lugar donde estén soterrados los m etales o los
m anantiales que se in ten ten descubrir.
»La citada v arita debe ser hecha con m adera
de avellano, cortada cuando aún esté verde y
contiene b astan te cantidad de m edula. Debe tam ­
bién p re p ara rse de m anera que quede en form a
de h o rq u illa p o r arrib a, y se co rta rá cuando al
com ienzo del día se levante el sol. Según varios
au to res se req u iere que sea cogida el m ism o día
que se vaya a utilizar, porque entonces produce
sus efectos con m ayor eficacia, y p a ra m ondarla
de ho jas se em pleará el m ism o cuchillo que sir­
viese p a ra cortarla.
«Como q u iera que todos los que em plean la
varilla rab d o m ántica no la sostienen de igual m a­
nera, resu lta que tam poco le dan todos al hacerla
la m ism a form a. R ecta com o un hueso, o com o un
palo cualquiera que se lleva en la m ano, b asta a
algunos; sin em bargo, la m ayoría prefiere em ­
p lear la que esté ahorquillada, p o r parecerles se­
m ejan te disposición de la v arita m ás eficaz y m ás
cómoda.»
G eneralm ente se usa la varilla de avellano de­
bido a su m ayor flexibilidad. La varilla se coge

no
con las dos m anos; una colocada en cada ex­
trem o.
U ltim am ente las varillas de m adera se han
cam biado p o r la de ballena, alam bre de hierro,
m uelle de fleje de acero; cam biando tam bién un
tan to la form a clásica: rectas, triangulares, etc.

El péndulo

E l péndulo es u n cuerpo m ás o m enos pesado


que cuelga del final de un hilo o alam bre o ca-
denita.
«El péndulo —escribe R icardo Chevalier— es
una m asa m ás o m enos pesada suspendida de un
hilo o cadena flexible de m odo que puesto en
m ovim iento, desarrolle oscilaciones regulares.
»Por lo tan to la plom ada de los albañiles, una
m asa de cobre o cualquier otro m etal suspendido
de u n a cadena constituyen péndulos. E n resu ­
m en, todo cuerpo suspendido de u n punto, alre­
dedor del cual pu eda d esarro llar m ovim ientos
com pletam ente libres constituye u n péndulo, y
p or tanto, esta definición com prende tam bién los
péndulos de los radiestesistas.»

Método. No vam os a explicar aquí detallada­


m ente el m étodo que sigue el radiestesista, entre
otros m otivos p o rq ue no tenem os espacio p ara
ello y p o rq u e existen infinidad de obras a las que
p o d rá re c u rrir el lector interesado.
El rad iestesista se orienta p o r las oscilaciones
y vueltas de su péndulo; vibraciones si se tra ta

171
de la varilla. Va trata n d o de com penetrarse m ás
y m ás con las sensaciones, h asta que puede perci­
b irlas considerablem ente.
P ara fam iliarizarse con las diversas sensacio­
nes sigue p rim eram en te un cursillo de ap ren d i­
zaje y realiza diferentes ejercicios p a ra hacerse
m ás sensitivo a las radiaciones.
P ara búsquedas a cam po abierto suele utilizar­
se la varilla. Si se tra ta de localización sobre pla­
no o lugar definido, se em plea preferiblem ente
el péndulo, pues goza de m ayor sensibilidad.

Aplicaciones de la radiestesia

H asta la actualidad la radiestesia se h a em ­


pleado para:

—B uscar corrientes subm arinas de aguas.

—B úsqueda de m inerales.

—Mediciones y pruebas psicológicas.

—B úsqueda de determ inadas personas.

—A preciación de tierras.

—D eterm inación de sexo.

—Diagnóstico médico.

—Localización de enferm edades.

172
—Análisis de cultivos y calidad de semillas.

Y o tras cien aplicaciones que no enum eram os


p ara no fatigar excesivam ente al lector.

L a t e l e r r a d ie s t e s ia

Es la rad iestesia em pleada a distancia. N ingu­


no de sus p artid ario s ha dado una explicación
m ás o m enos discutible de la posibilidad de di­
cha disciplina; sim plem ente se h a argum entado
que existen poderes ocultos, tan to físicos como
psíquicos y m etapsíquicos que la hacen posible.
Se p ractica sobre un plano que sea reflejo
perfecto del lugar que se desea som eter a inves­
tigación. Se usa exclusivam ente el péndulo, que
debe p asarse sobre el plano p a ra que pueda cap­
ta r y a su vez em itir.
M ucho se ha hablado de la posibilidad de que
H itler tuviera un cuerpo de telerradiestesistas.
Se sabe que ten ía cierta inclinación hacia el ocul­
tism o, pero no puede asegurarse que llegara has­
ta estos extrem os.

CRITICA

E stim am os que u n a m en tira es tan to m ás pe­


ligrosa cuanto m ás dosis de verdad encierre. Y
esto puede suceder con la radiestesia. E sta disci­
plina, sobre todo en su v ertien te m ás m oderna,
p arte de u n a serie de principios, si no totalm ente

173
científicos, sí casi científicos. N aturalm ente nos
estam os refiriendo a la radiestesia física y no a
la m ental.
Ahora bien, ¿por qué y cómo capta el organis­
m o hum ano las radiaciones de los cuerpos? Y
m ás com plicado a ú n : ¿cómo un sim ple pedazo de
m ad era o u n trozo de h ierro pueden p ercib ir di­
chas radiaciones? M ientras esta p ráctica m ágica
con pretensiones de ciencia no aclare estos y
otros m uchos conceptos, no puede ir m uy lejos.
E stá p erd id a de antem ano a pesar de sus m u­
chos defensores y de los congresos de carácter
internacional que se convocan.

La rad iestesia m ental se apoya en unos p rin ­


cipios to talm ente diferentes a los de la rad ieste­
sia física. Es u n a especie de «doble vista» o de
«clarividencia» lo que lleva al sujeto h asta el
cuerpo que se busca, y no las radiaciones m en­
cionadas. E n este caso ya no es necesario explicar
cóm o el cuerpo hum ano y la varilla reciben esas
radiaciones; eso está descartado. Lo im p o rtan te
es poder llegar a la convicción de que esa «doble
vista» es posible. Y aún adm itiendo esa especie
de clarividencia, ¿por qué u sar u n a varilla u otro
objeto cualquiera? La verdadera clarividencia no
debería necesitar de estos soportes.
T anto la teo ría radiestésica m ental com o la
física, no tienen argum entos ni lógicos ni válidos
con los que sostenerse. Y seguram ente p o r esta
razón todavía la radiestesia pertenece al m undo
fabuloso de lo mágico.

174
FISIOGNOMIA

La fisiognomía es el a rte de conocer, m edian­


te las facciones del ro stro y diversas p artes de la
cabeza, las inclinaciones, aptitudes, condiciones
m orales y esp irituales de determ inada persona.
Se h abla tam bién frecuentem ente de u n a fi­
siognom ía general, que consiste en el estudio de
las facciones del ro stro, form a de la cabeza (fre­
nología), líneas de la m ano (quiromancia), gestos
y adem anes (mímica), inclinaciones de la escritu ­
ra ( grafología), y dem ás elem entos. Pero general­
m ente se lim ita el vocablo fisiognom ía y se le
aplica al estudio de las distintas p artes del ro stro
hum ano.

La cabeza

—Cabeza p ro p o rcionada y de form a norm al:


d enota p erso n a equilibrada y ju sta en sus deci­
siones, inteligencia.

—Cabeza achatada: cinism o, envidia, curio­


sidad.

—Cabeza cuadrada: fortaleza física, te sta ru ­


dez, obcecación.

—Cabeza a la rg a d a : pedantería, vanidad, cla­


rid ad m ental.

175
El cabello

—Cabello áspero, hirsuto, erizado: denota o r­


gullo, carácter fácilm ente colérico, osadía, calm a,
luju ria, m ediana inteligencia.

—Cabello liso, lacio, sedoso, rubio: tim idez,


constitución no m uy fuerte, esp íritu pacífico,
cordial.

—Cabello crespo: testarudez, ideas sencillas,


tra to áspero pero lleno de franqueza.

—Cabello corto y ásp ero : curiosidad, esp íritu


sim ple, m ediana inteligencia, franqueza, in tre ­
pidez.
—Cabello espeso y com pacto: lujuria, fuerte
orgullo, rencor, esp íritu rebelde, m ente clara, cu-
riosidad, dejadez.
—Cabello abu n d an te y castaño: sinceridad, si­
b aritism o, inclinaciones sanas, am or a la belleza
y a la naturaleza.

—Cabellos negros: espíritu trab a jad o r, n a tu ­


raleza pacífica y servicial, am ante del lujo, since­
ridad.

—Cabello rubio: sentido del honor, p a trio tis­


mo, rigidez espiritual, sentido artístico.
—Cabello espeso en las sienes: lealtad, fran ­
queza, bondad.

176
i> £—
JF i g . 21. División de la frente para su estudio en correspondencia
con las influencias astrológicas. Método practicado, entre otros,
p o r Jerónim o Cardán.

—Cabello blanquecino (en la ju v en tu d ): so­


berbia, esp íritu un poco sádico, inconstancia, al­
tivez.

La frente
—F ren te grande y ancha: indica valor, te sta ru ­
dez, orgullo, soberbia.
—F ren te am plia y casi cuadrada: inm enso va­
lo r que raya en el heroísm o, inconsciencia, in tre ­

171
pidez, fortaleza física y espiritual, orgullo desm e­
dido, m ediana inteligencia, ideas fijas.

—F ren te am plia y elevada: generosidad, inte­


ligencia clara, am or a la naturaleza, sensibilidad.

—F ren te redondeada: volubilidad, dejadez,


fina sensibilidad, am o r al lujo, sibaritism o, claro
discernim iento, fina inteligencia.

—F ren te huesuda: rencor, avaricia, inteligen­


cia elevada, rapidez m ental, sadism o.

—F ren te redonda un tan to saliente en la p a rte


superior: so rp rendente m em oria, rapidez m ental,
vivacidad, frialdad intelectual, dureza de corazón,
esp íritu calculador.

Las cejas

—Cejas ju n ta s y espesas: sentido artístico,


p rofundo am o r al arte, testarudez, en ocasiones
ideas fijas, dejadez, carácter reflexivo, pensa­
m ientos ricos en profundidad, vanidad, orgullo.

—Cejas m uy separadas una de la otra: super­


ficialidad, calm a, carácter cordial, personalidad
equilibrada, ideas sim ples y desprovistas gene­
ralm en te de interés.
—Cejas m uy espesas: lujuria, sibaritism o, o r­
gullo, ideas fijas, testarudez, ráp id a penetración,
autodom inio.
—Cejas fin a s : m ediana inteligencia, debilidad
de carácter, tim idez, sensibilidad, esp íritu tim o ra­
to, ideas huidizas, falta de autodom inio.

—Cejas angulosas: am or al trab ajo , energía,


actividad, fácil penetración, sentido com ercial.

—Cejas ligeram ente arqueadas: carácter afa­


ble, m odestia, sencillez, am or a la naturaleza.

Los párpados

—P árpados co rrectam ente arqueados: clari­


dad intelectual, p rofundidad en las ideas, orgullo
desm edido, tendencias excéntricas, am or a la ju s­
ticia.

—P árpados g ru e so s: ignorancia, ideas fijas, ne­


cia testarudez, orgullo equivocado, am ante del
trab a jo ru tin ario , constancia.

—Párpados am plios: atrevim iento, espíritu


tran q u ilo y osado, soberbia.

—P árpados cortos: tim idez, sensibilidad, ca­


rá c te r débil.

—P árpados caídos: hipocresía, espíritu sádico,


refinam iento, am an te del lujo y de la com odidad,
inteligencia fría y calculadora, m em oria excelen­
te, cinismo.

179
Los ojos

—Ojos azules: denotan, aunque no siem pre,


carác te r débil y esp íritu sensible, cinism o e hipo­
cresía, con frecuencia am aneram iento, agudeza
m ental.

—Ojos negros: fortaleza, p ro fundidad intelec­


tual, decisión, ac titu d m editativa, capacidad re­
flexiva.

—Ojos v erd es: valor, entusiasm o, exhaltación;


m ediana inteligencia, buena m em oria; facilidad
de adaptación.
—Ojos con ángulo alargado hacia la nariz:
gran capacidad intuitiva, sentido de lo justo, re ­
flexión elevada.

—Ojos grandes y de color azul m uy claro: ten ­


dencia al capricho, egotism o, afán de sobresalir
y llam ar la atención, perspicacia, esp íritu a n to ja­
dizo; inteligencia clara, cinism o, celos.
—Ojos pequeños y negros: astucia, diplom a­
cia, esp íritu com ercial, m aniobras ocultas.

—Ojos pequeños, b rillan tes y so n rie n te s: astu ­


cia, cinism o, m ente calculadora, rencor, frialdad,
am an te de la intriga, perspicaz, inteligente.

—Ojos saltones: dejadez, abandono, veleidad,


m ediana inteligencia, pensam ientos deficiente­
m ente coordinados, bondad, m entalidad simple.

ISO
—Ojos m uy hundidos en sus cuencas: gran
capacidad de penetración, m entalidad com plica­
da, perseverancia, reflexividad, testarudez, p a ­
ciencia.

Los labios

—Labios delgados: denotan cierta m alicia, di­


plom acia, esp íritu contradictorio, astucia, m ala
capacidad de adaptación, aguda inteligencia.

—Labios muy delgados: avaricia, egoísmo, fino


esp íritu com ercial, fácil penetración, equilibrio
em ocional.

•—Labio su p erio r sobresaliente: esp íritu sim ­


ple, m anías, fobias, len titu d m ental, tendencia a
la locura.

—Labio inferio r sobresaliente: ideas fijas, sim ­


plicidad de espíritu, lenta asim ilación, carácter
colérico.

—Labios bien dibujados, ni gruesos ni delga­


dos, de color n atu ral: carácter cordial, equilibrio
em ocional, sinceridad, buena capacidad de adap­
tación, m aneras cordiales; am or a la naturaleza,
buen sentido de la estética.

—Labios carnosos y gruesos: sensualidad, si­


baritism o, am or al lujo, facilidad de acción.

181
La nariz

—N ariz en punta: avaricia, buen sentido co­


m ercial, m aterialism o, claro discernim iento, m en­
talid ad fría.

—N ariz larga y afilada: inconsciencia, valor,


tem eridad, dejadez, energía.

—Nariz ancha en la base y larga: gran sentido


del honor, buenas costum bres, m oralidad, paz
espiritual.

—Nariz chata: ironía, ap aren te dejadez, m en­


talidad fría y calculadora pero no perversa, m a­
terialism o, falta de tacto.

—Nariz ancha y larga: fortaleza de espíritu,


orgullo, buen sentido de la cortesía, m entalidad
analítica.

—Nariz aguileña: magnífico sentido com ercial,


gran capacidad de penetración, inteligencia supe­
rior, m en talidad reflexiva, prudencia.

—Nariz volum inosa: Nobleza, fácil oratoria,


carácter enérgico, cordialidad.

Las mejillas

—M ejillas redondeadas, de color natu ral, bien


m o deladas: carácter sencillo y cordial; am plitud

182
de espíritu; buena capacidad de adaptación; fina
sensibilidad.

—M ejillas enflaquecidas: am argura, carácter


agrio.

—M ejillas inflam adas: sensualidad, dejadez,


apatía.

La boca

Boca m uy pequeña: dejadez, pereza, am or al


ocio, orgullo m al entendido, tim idez.

—Boca siem pre m edio ab ie rta : sorna, espíritu


b urlón, ironía.

—Boca un poco torcida: avaricia, esp íritu re ­


finado, hipocresía, cinismo.

—Boca pequeña: discreción, cordialidad.

—Boca grande: atrevim iento, tem eridad, espí­


ritu desprejuiciado, buena capacidad de adap­
tación.

El cuello

—Cuello ancho pero largo: vanidad, osadía,


confianza en sí m ism o.

183
—Cuello ñno y largo: tim idez, pequeñas m a­
nías, com plejo de inferioridad, conflictos em ocio­
nales.

—Cuello corto y grueso: testarudez, ideas fi­


jas, dejadez, carác te r pacienzudo pero colérico
u n a vez que se irrita.

Los dientes

—Dientes pequeños, ligeram ente separados en­


tre sí: afabilidad, am or a las buenas costum bres,
fina sensibilidad, naturaleza sentim ental.

—Dientes desiguales: buena capacidad de


adaptación, facilidad p a ra com ulgar con todas las
ideas, cinism o, aguda penetración.

—D ientes afilados y distanciados: recelo, en­


vidia, suspicacia.
—Dientes gruesos y potentes: fortaleza física
y espiritual; tendencia al exhibicionism o.

La lengua

—Lengua delgada: carácter alegre y apacible,


ideas ingeniosas.
—Lengua gruesa: sentido de la realidad, cru ­
deza, tendencia a sobresalir, vanidad, seguridad
en sí m ismo.

184
—Lengua corta: tim idez, recato, discrección,
dulzura en el tra to con las personas.

—Lengua larga: atrevim iento, carencia del


sentido del ridículo, necedad, engreim iento.

La voz

—Voz débil: timidez.

—Voz fuerte: atrevim iento, fortaleza, seguri­


dad en sí m ismo.

—Voz a l t a : grosería, ansias de sobresalir, fan­


farronería.

—Voz clara y sonora: seguridad en sí m ism o,


sinceridad, afán de ju sticia y claridad.

—Voz trém ula: desconfianza, envidia, recelo.

La barbilla

—B arbilla avanzada: seguridad en sí m ism o,


afán de investigación, energía.

—B arbilla p a rtid a o con hoyuelo: esp íritu re ­


suelto, fe en los propios juicios, sentido de la
realidad.
—B arbilla recta: sensibilidad, fina inteligencia,
ju sticia en las p ropias decisiones.

185
■—B arbilla cuadrada y potente: fortaleza físi­
ca, carácter crudo, esp íritu un tan to despiadado,
gran fuerza de voluntad.

Las orejas

—O rejas con el lóbulo desprendido: claridad


m ental, carácter resuelto, extroversión, afabilidad.

—O rejas largas: dejadez, vanidad, egotism o.

—O rejas gruesas: em botam iento m ental, ideas


fijas, carácter crudo.

—O rejas p e q u e ñ a s: discrección, tim idez, com ­


plejos.

—O rejas n aturales, bien form adas: buen ca­


rácter, excelente capacidad de adaptación, facili­
dad p a ra en co n trar el cam ino ideal.

La cara

P ara los estudiosos de esta disciplina, el ros­


tro está dividido en tres zonas:

—La fren te: denota la inteligencia, la capaci­


dad intelectiva de la persona.

—La zona que com prende el espacio que ab a r­


ca desde el nacim iento de la nariz h asta su te r­

186
m inación: indica las aficiones y otras tendencias
de la persona.

—La zona que se extiende del final de la nariz


a la barbilla: sugiere los instintos prim arios.

—Las caras carnosas indican dejadez, aplom o,


falta de energía.

—Los ro stro s delgados, enjutos, expresan ener­


gía, actividad, am o r al trabajo.

CRITICA

Indudablem ente, no puede predecirse el desti­


no de u n ser hum ano m ediante la consulta de sus
rasgos fisiognómicos; eso se com prende fácil­
m ente. Ahora bien, el estudio de esta disciplina
(desde un pu n to de vista científico) y la experien­
cia h a d em ostrado que infinidad de rasgos y fac­
ciones expresan claram ente el carácter y la perso­
nalidad del individuo estudiado. F altan estad ísti­
cas serias, se carece de datos concretos y suficien­
tem ente com probados, pero existe u n fondo de
verdad.
H em os observado en m ás de u n a ocasión cómo
ha resu ltad o fácil p a ra u n fisiognomo (serio y p re­
parad o ) sab er la dolencia de u n a persona. Asmá­
ticos, ulcerosos, enferm os del hígado, tuberculo­
sos, cada grupo tiene unos rasgos, com unes a to­
dos sus com ponentes, que le diferencia de los
otros. N atu ralm en te existen infinidad de excepcio-

187
lies y el que generalm ente los ulcerosos sean del­
gados, de ro stro enjuto, etc., etc., no quiere decir
que no existan ulcerosos con o tras características
físicas. La fiisiognomía m édica debería ser estu­
diada y com probada debidam ente.
P ara un buen fisiógnomo no encierra gran di­
ficultad el sab er si u n a persona es de carácter
flem ático o colérico. En ocasiones fallará, de
acuerdo; pero tam bién falla la penicilina.
De u na vez p o r todas debe sepultarse la fisiog­
nom ía m ágica p a ra poder dar paso a u n a fi­
siognom ía científica, que puede re su lta r de gran
utilid ad incluso p a ra ciencias com o la psicología
y la p siq u iatría (todos los enferm os m entales,
em ocionales y sociales se caracterizan, cada uno
en su categoría, p o r u n a serie de rasgos especí­
ficos).
Tenem os proyectado p ublicar en n u estra co­
lección, en un futuro no lejano, u n libro sobre
esta disciplina (enfocada desde un p u n to de vista
serio y racional). F rancam ente estim am os que
m erece la pena ese pequeño esfuerzo.

ASTRAGALOMANCIA

«Adivinación por los dados. Tóm anse los da­


dos m arcados como de costum bre con los núm e­
ros 1, 2, 3, 4, 5 y 6 las doce caras. Se puede a rro ­
jar, si se quiere, un dado sólo o los dos a la vez.
¿Queréis adivinar un negocio que os em baraza o
p en e trar en los secretos del porvenir? Em pezad
d ib ujando la p reg u n ta sobre u n papel que habréis
pasado p o r el hum o de la m adera de jen jib re;
luego colocad este papel con los escritos m irando
p a ra abajo, encim a de la m esa de m anera que lo
escrito no se vea, y tira d los dados. E scribiréis las
letras a m edida que se vayan presentando, y com ­
binándose os d arán la contestación que buscáis.
El nú m ero 1 equivale a la letra A, el 2 a la E, el
3 a la I, el 4 a la O, y el 5 a la U, el 6 a la B o P
o V, el 7 a la C o K o Q, el 8 a la D o T, el 9 a la
F o S o X o Z, el 10 a la G o J, el 11 a la L o M
o N, y el 12 a la R. Echase generalm ente u n dado,
luego altern ativ am ente los dos a la vez. Si la con­
testación es oscura no se debe uno adm irar, pues
la suerte algunas veces sólo da iniciales, y si no
com prendéis n ada re cu rrid a o tras adivinaciones.
La le tra H no está m arcada p orque no es nece­
saria. Las reglas de la su erte no necesitan estar
som etidas a la ortografía; la PH se expresa m uy
bien con la F y la CH con la K.» (La Magia Negra.
E. M a u c c i .)

CRITICA

Y efectivam ente, la contestación es siem pre


tan oscurísim a que el consultante debe re c u rrir
a o tras m an d as. Es u n m étodo tan absurdo, tan
im probable (es increíblem ente difícil que se dé
la posibilidad de que las letras se com binen co­
rrectam en te y form en u n a palab ra con sentido)
que no m erece ni siquiera crítica alguna. Además,

189
si el experim ento se rep ite varias veces, jam ás re ­
su lta rá lo m ism o. ¿Es que la fuerza oculta se con­
funde? Lo que no se com prende —sí desde u n
p u n to de vista psicológico— es que haya infinidad
de seres hum anos que insistan u n a y o tra vez en
sem ejantes prácticas a p esa r de v er y com probar
lo disp aratad o del procedim iento. Claro, que si no
fuese así, no sería magia.

CARTOMANCIA

La cartom ancia es u n a de las prácticas m ági­


cas m ás an tigua de la H um anidad. Se estim a que
encontró su origen en O riente, y se sirvieron asi­
duam ente de ella los egipcios, los lidios, los ro ­
m anos, y, p o steriorm ente, franceses, germ anos,
italianos, españoles y otros tantos pueblos.
E xisten casi tan to s m étodos de echar las car­
tas com o n úm ero de naipes tiene la b araja. Va­
m os a su jetarn o s al m étodo m ás corriente, que
se sirve de 32 cartas:
Nueve, ocho, siete, seis de espadas, bastos, co­
pas y oros; as, rey, reina, caballo y sota de los
cu atro palos.

Significado

—E sp ad as: As (al derecho:): Se recibirán no­


ticias

190
As (al revés): Se recibirán noticias
m alas
Rey (al derecho): G uerrero peligroso
Rey (al revés): D isputa. Inseguridad
Reina (al derecho); M ujer peligrosa
Reina (al revés): Calum nias
Caballo (al derecho): N arración des­
v irtu ad a de los hechos
Caballo (al revés): N oticias desagra­
dables
S ota (al derecho): Viaje corto
S ota (al revés): Viaje con inconve­
nientes
Nueve (al derecho): M ala com bi­
nación
Nueve (al revés): Problem as fam i­
liares
Ocho (al derecho): S uerte en el am or
Ocho (al revés): E sfuerzo estéril
Siete (al derecho): N oticias agra­
dables
Siete (al revés): C alum nias

—B astos: As (al derecho): V ictoria en lo que


se desea
As (al revés): Malas noticias
Rey (al derecho): Un hom bre tra ta
de p erju d icaro s
Rey (al revés): Quien os quiere p er­
ju d icar no lo logrará
R eina (al derecho): Abandono
Reina (al revés): M ujer h ipócrita

191
Caballo (al derecho): M ujer libertina
que os busca
Caballo (al revés): Un conocido os
odia
S ota (al derecho): Esfuerzo estéril
Sota (al revés): Cárcel
Nueve (al derecho): M uerte; tam bién
im pedim entos
Nueve (al revés): M uerte de u n fa­
m iliar
Ocho (al derecho): E nferm edad
Ocho (al revés): D isputa m atrim onial
Siete (al derecho): D isgustos sin im ­
p ortancia
Siete (al revés): C alum nias m enores

—Copas: As (al derecho): N oticia m uy agra­


dable
As (al revés): E ncuentro con un am igo
Rey (al derecho): A m istad fiel
Rey (al revés): Una persona tram a
algo co n tra vosotros
R eina (al derecho): M ujer cariñosa
R eina (al revés): M ujer libertina
Caballo (al derecho): M ilitar fan ­
fa rró n
Caballo (al revés): M ilitar celoso
S ota (al derecho): V ictoria en lo que
se planeaba
S ota (al revés): E m presa fracasada
Nueve (al derecho): Alegría
Nueve (al revés): Disgusto pequeño
Ocho (al derecho): Éxito en el am or

192
Ocho (al revés): A patía en el am or
Siete (al derecho): M atrim onio feliz
Siete (al revés): Disgustos m atrim o ­
niales y fam iliares

—O ros: As (al derecho): Alegría


As (al revés): Alegría en m enor escala
Rey (al derecho): A m istad sincera
Rey (al re v é s): A m istad sincera, pero
con reservas
Reina (al derecho): M ujer cariñosa y
sincera
Reina (al revés): M ujer llena de in­
trigas
Caballo (al derecho): G ran am or
Caballo (al revés): Fracaso inm inente
Sota (al derecho): Dinero
Sota (al revés): D isputa
Nueve (al derecho): Éxito en el am or
y en em presas com erciales
Nueve (al revés): Se recibirá un re ­
galo pequeño
Ocho (al d e re c h o ): Éxito en los ne­
gocios
Ocho (al revés): Dificultades en los
negocios
Siete (al derecho): Fracaso en el am or
Siete (al revés): Deuda.

N atu ralm en te no todo se reduce a esto, pues


es tam bién necesario b a ra ja r y c o rta r de d eter­
m inada fo rm a y ap ren d er a relacionar el signifi­
cado de unas cartas con otras. Sin em bargo, esti-

193
7
m am os que lo señalado es suficiente para que el
lector se haga una pequeña idea.

T arot

El Tarot es una serie de 77 cartas, de origen


o rien tal y nom bre egipcio (Jar: vía, sendero, ca­
m ino; R ot: rey), que se usa p ara p redecir el p o r­
venir. La serie de cartas está dividida en dos gru­
pos: Arcanos m ayores (21 cartas) y Arcanos m e­
nores (56 cartas).
E l m ejo r Tarot que se posee en la actualidad
es el de M arsella, realizado por el d ib u jan te Goul-
lin at bajo la dirección de Elifas Levi y de Papus.

CRITICA

Es to talm ente absurdo el m antener la creencia


de que existe u n a fuerza oculta (ya sea externa o
in tern a a la «echadora») que d irije las cartas y las
coordina p a ra h allar una solución. Si —con m ucha
im aginación— pensáram os que existe esa m iste­
riosa fuerza, h ab ría que preguntarse: ¿por qué no
actú a uniform em ente? Es d ecir: ¿por qué si a la
m ism a p erso na se le tira n dos veces las cartas,
la p rim era y la segunda difieren tanto? ¿Es que
ha cam biado el porvenir de la persona en cuestión?
Algunos cartom ánticos sostienen que en sí las
cartas no expresan nada, y que solam ente son un
so porte de la atención p ara llegar a la clarivi-

194
ciencia. Ningún argum ento m ás sim ple. No cree­
m os que a la clarividencia, si acaso existe, le guste
en treten erse jugando a los naipes,

CATOPTROMANCIA

«Adivinación que se p ractica p o r m edio de los


espejos. E n ellos el diablo hace aparecer, p o r
a rte y p o d er de los conjuros, la persona y objeto
que se desea ver. E n pasadas edades, las b ru jas
em pleaban m ucho este sistem a p ara descubrir los
ignorados au to res de robos y de m uertes, que el
consultante veía aparecer en la tersa superficie
del espejo de m odo claro y preciso. Hoy las Cien­
cias O cultas nos hablan de los espejos mágicos,
y es m an era de investigar lo distan te y lo desco­
nocido que goza de m ucho renom bre. Cagliostro
hizo célebres sus estupendas revelaciones hechas
de esta m anera. E n la antigüedad producíase el
m ism o efecto m iran do la superficie del agua de
determ inadas fuentes, ríos y lagos. E n los espejos
m ágicos enseña la m agia que no hay que ver la
m aterialid ad del objeto, sino los efectos que el
objeto produce.
»E1 espejo m ágico afecta la form a cóncava y
e s tá 'h e c h o de asfalto. Los antiguos grababan en
él m uchos dibujos raro s y algunos h orripilantes,
y en el centro, sobre todo, uno que prep o n d erara
sobre los dem ás. La consagración del espejo se
hacía el día lunes. Hoy m ás conocedores de la fi­

195
n alid ad que los espejos mágicos perseguían, se
han abolido casi en absoluto, y los que todavía
se usan, son sencillam ente discos de h o jalata
p intados de negro con u n punto b rillan te en el
centro.» (Diccionario de Ciencias Ocultas, Camy.)

ONIROMANCIA

A la onirom ancia o a rte de in te rp re ta r los


sueños y p red ecir el fu tu ro m ediante dicha in ter­
pretación, nos tiene h artam en te acostum brados la
h isto ria de la Antigüedad y en especial el Antiguo
Testam ento.
E scrib ir a fondo y en toda su extensión sobre
onirom ancia puede llevarle a un au to r doscientos
o m ás folios; tal es el m aterial existente. Por estar
el p resen te libro dedicado a d ar u n a visión am plia
de la m agia y no de u n a de sus p artes, vam os
exclusivam ente a m o stra r al lector unos cuantos
significados; p a ra facilitarle la tarea, lo harem os
p o r riguroso orden alfabético.

Las representaciones m ás com unes son:

Abadía: S ucederá algo no agradable, pero no hay


que desesperar, ya que h ab rá solución.
Abanico: Intriga.
Abeja: Señal de dinero. Si la ab eja pica al que
sueña, quiere decir que u n amigo tra ta rá de
estafarle; pero no lo conseguirá. Si la abeja

196
m uere, indica que se p erd erá una considerable
cantidad de dinero.
Abismo: Soledad. T em or a caer en el vicio.
Abogado: Pleito en un fu tu ro próxim o. Compli­
caciones.
Abrigo: V endrán m om entos m uy difíciles, pero
serán vencidos con gran voluntad.
Acacia: C ircunstancias favorables.
Aceituna: Comprensión por parte de las perso­
nas conocidas.
Acostarse: Con un individuo del otro sexo: obs­
táculo a sus designios; con u n a persona del
m ism o sexo, co n trariedad; con un hom bre feo,
enferm edad; con u n buen mozo, chasco; con
u n a linda m u jer, traición; con su m arido
ausente, m ala nueva; con su consorte, rego­
cijo; con su m adre, seguridad en sus negocios;
con su h ija, escándalo; con su herm ana, cer­
cano viaje; con una ram era, p erm anente fo r­
tuna.
Agua: Enfermedad no grave.
á g u il a : Si v u e l a a g r a n a l t u r a d e n o t a b u e n a
su erte; a b a ja a ltu r a , d e s g r a c ia .
Anciano: D enota que una joven pura desea al
que lo h a soñado.
ángel: Días felices.
á r b o l : É x ito en lo s n e g o c io s ; si e stá seco, pér­
d id a ; v ie jo , h e r e n c ia .
Arcó: Practicar el tiro al arco denota buenos
amigos.
Arma: R iñas, altercados.
Asno: Presagia días difíciles.
B anco: Lo que os han jurado no lo cumplirán.

19/
B atalla: Si se vence en la m ism a, días felices;
si se pierde, días desgraciados y llenos de com ­
plicaciones.
B oca: Dinero.
B oda : Duelo. M uerte de algún conocido.
B otella: Largo viaje lleno de interés.
B uitre : M uerte. Si se le caza, pasa el peligro.
B uho ; M uerte de algún conocido.
Caballo: Si es blanco, felicidad; negro, desgracia.
Cadáver: Funerales.
Cadenas: Ansias de lib ertad o independencia.
Calabozo: Si se sueña que se p en e tra en u n ca­
labozo indica buena salud d u ran te m ucho tiem ­
po; si se sale, m ala salud.
Canario : Viaje a otro continente.
Cangrejo: R iñas con el cónyuge.
Capilla: Muerte.
Casa: Pobreza.
Castillo: Prisión.
Ceniza: Larga enferm edad.
Cielo: Serenidad de espíritu.
Cofre : Intrigas.
Collar : H onores.
Corazón: Afligido, peligrosa enferm edad; herido,
daño p a ra el m arido; falta de espíritu o de
corazón, cercana m uerte.
Corredor: Persecución.
Cuchillos: Se lastimará gravemente a algún co­
nocido.
D ado: Mal presagio p ara la realización de ne­
gocios.
Diablo: Mal augurio.
D iamante: Se encontrará un valioso tesoro.

198
Dios: Dicha en todos los aspectos.
E ntierro: Si se sueña que uno es enterrado en
vida, pobreza; si se sueña que es enterrado en
muerte, peligro.
E scaleras: Si se suben, triunfos; si se descien­
den, penas.
E spada: Un am igo os h a rá traición.
E spejo: Traición.
E squeleto: La m u erte os ro n d a si el m ism o os
toca; si solam ente le veis, m u erte de u n co­
nocido.
E strella: Se os distinguirá con honores.
Féretro: E s necesario cambiar de empleo; de
lo contrario habrá complicaciones.
Fuente: Conformidad consigo mismo.
Gato: Una mujer os hará grave traición.
Gusano: V uestros enem igos se u n irán p a ra des­
tru iro s.
H acha: Desgracias familiares.
H ígado: Morirá el más anciano de la familia si
se toca; si no, sufrirá una enfermedad corta.
Hoz: Graves problem as con la justicia.
I glesia: Tendréis u n confesor a la m uerte.
I nfierno: C am biad de conducta o term inaréis
m al vu estra existencia.
Jabalí : Si d u ra n te el sueño se m ata denota gran ­
des triunfos; de lo contrario, adversidades.
Juego: Si se gana, fortuna; de lo contrario, mi­
seria.
Langosta: Amor a la m úsica.
León: Se conocerá a algún artista famoso.
Limón: Sucesos amargos.
Luna: Deudas.

199
Madre: «Felicidad para el que sueña con su
madre; permanecer a su lado, seguridad; ha­
blarla, feliz nueva; verla muerta, peligro per­
sonal o de interés.»
Mar: Peligro de exilio.
Mármol: E ntierro.
Mujeres: V er u n a m ujer, dolencia; m uchas a la
vez, calum nia; u n a rubia, feliz suceso; u n a m o­
rena, enferm edad; em barazada, noticia favo­
rable; desnuda, m u erte de algún pariente; oírla
sin verla, partida.
N algas: L u ju ria reprim ida.
N egro: M ala señal.
N ubes: Largos y beneficiosos viajes: si las n u ­
bes son oscuras, peligro en el viaje.
Obispo: Una persona os ayudará generosamente.
Órgano: Si se escucha su m úsica, m u erte de un
fam iliar; si no se escucha, m u erte de u n co­
nocido.
Oveja: Nueva am istad.
Palangana: Llena de líquido, riquezas; vacía,
tristeza y m iseria.
Pa n : «Comer pan blanco, provecho para el rico,
perjuicio para el pobre; pan moreno, lucro
para el pobre y pérdidas para el rico; comer
pan de cebada, salud y regocijo.
Papa: Conciencia tranquila.
Partes sexuales: Tenerlas sanas, gozan de salud
los p arien tes, y alcanzaréis nuevos bienes; en­
ferm as, predice lo contrario; lo propio debe
entenderse p ara la m ujer; ten er dichas p artes
m ayores y m ás vigorosas que los dem ás, p re­
sagia al h om bre fam a, fortaleza y herm osos

200
niños, a la m u jer ju sta reputación y u n a linda
h ija, si u na m u je r soñare ser hom bre, ten d rá
un hijo, h onor de su fam ilia; sueña u n hom bre
ser m u jer, tem a la infam ia; verse ex tirp a r las
p artes, p ronóstico de cercana m u erte o de
pobreza p a ra el que sueña o p a ra sus hijos;
so ñ ar au m en tar de volum en, alcanzaréis gran­
des honores, y tendréis u n hijo virtuoso y cé­
lebre; si lo contrario, tem ed p o r vuestra posi­
ción social, y no extrañéis la desdicha o una
enferm edad de vuestros hijos; exponer sus
p arte s a la vista pública, anuncio de persecu­
ciones p o r la justicia, y sus castigos; ten er las
p a rte s herniadas, seréis víctim a de vuestros
enemigos, y tendréis hijos enferm izos.
Peces: Riqueza, herencia.
Perro: Vuestros amigos os son nobles.
Pino : Apatía.
Pradera: Una joven os busca desesperada p ara
ofreceros su am or.
Puñal: N oticias inesperadas.
Rana: Temores imaginarios.
R ata: V uestros enem igos se p re p ara n p a ra a ta ­
caros.
R ayo: P érdida de fortuna.
R ío: N ad ar en él, próxim o daño; encontrarse en
u n im petuoso río y no poderse liberar, peli­
gros, enferm edades y pleitos interm inables; ver
u n río apacible y poco caudaloso, posesión de
u n a lin d a m u je r o logro de sus anhelos; un
río tran sp a re n te re co rre vu estra habitación,
poderoso p ro tecto r; su agua es tu rb ia, quere­
llas y desórdenes.

201
Rosas: Un nuevo amor os espera.
S al : Alegría y buena salud.
S ala: Soledad.
S angre: Peligro de accidente.
S illa: Honores.
Tabaco: L u ju ria m alsana.
T é : M alas noticias.
Tierra: Fértil, linda y virtuosa consorte; árida,
esposa terca y regañosa; espaciosa, placer y
riquezas; sem brada de trigo, tra b a jo prove­
choso; de legum bres, aflicción; de m ijo, sum as
riquezas fáciles de alcanzar; tie rra negra, m e­
lancolía y credulidad; se conm ueve la tierra ,
peligro p a ra los negocios y la vida; besar la
tierra, tristeza y hum illación.
Trigo: Riqueza.
Túnel: Desorientación en los negocios.
Uva: Amores pasajeros.
V elo : Intrigas.
V irgen: Pureza y am or.
Zorro: Un conocido trama algo contra vosotros.

(Por falta de m aterial, en algunas significacio­


nes nos hem os servido de las que entrega La
Magia Negra de Maucci)

CRITICA

Son m uchas las personas que creen en la n a ­


turaleza p rem onitoria de los sueños; p a ra llegar
a tal convencim iento sería p rim eram en te nece­
sario ten er la seguridad de que la prem onición

202
existe, y si fu era así, observar la posibilidad de
que ésta pueda m anifestarse en sueños. Ahora
bien —n atu ralm en te dentro de lo im probable del
asunto—, vemos m ás fácil lo an terio rm en te seña­
lado, que el p o d er creer en el total ab surdo de
que u n a «uva» en sueños quiere expresar «am ores
pasajeros». ¿Por qué se h a llegado a las diferen­
tes interp retacio n es de los diversos objetos? ¿Por
qué se to m a a u n a uva com o «am ores pasajeros»
y no com o realizar un «viaje en triciclo»? Esto
sí sería in teresan te de estudiar, aunque las difi­
cultades son ya tan tas —en especial el tiem po
tran sc u rrid o — que re su lta francam ente im posi­
ble. E s decir, todo el interés podríam os basarlo
en sab er cóm o y p o r qué se ha desem bocado en
tales conclusiones; porque esa es, p o r oscura que
perm anezca, la ú nica explicación que debe existir.
Un «velo» es «intriga»: ¿quizá porque un velo
oculta algo? Puede que de esta form a se hayan
alcanzado tales in terpretaciones, pero cuando que­
dam os confundidos es al observar que «aceituna»,
p or ejem plo, significa «com prensión». Ahora bien,
no debem os tra ta r de im poner la lógica en la
Magia; eso es to talm ente contrario a su esencia.
La onirom ancia nos puede in tere sa r tal vez
como fenóm eno sicológico (¿por qué tales com bi­
naciones?); jam ás, hoy p o r hoy, como fenóm eno
parapsicológico, y m ucho m enos aún en cuanto
trasp lan ta d a a u n a serie de oscuros sim bolism os.
Todavía infinidad de personas, influenciadas
p o r la onirom ancia y víctim as de u n a idea fija,
estim an que el «análisis» —científico— de los
sueños es algo m ágico y, podríam os decir, des­

203
preciable en cuanto que se tom a como algo que
desprestigia a quien lo practica. ¡ Qué absurdo y
qué ironía! T ener p a rte de la obra del doctor
F reud —uno de los hom bres m ás realistas de
n u estro siglo, aunque ese m ism o realism o en oca­
siones le confundiera— com o algo m ágico es un
hecho, si bien de fácil com prensión, altam ente
condenable. Nos creem os en el deber de in fo rm ar
a nuestro s lectores que n ad a tiene de com ún la
onirom ancia con el análisis científico de los sue­
ños. El oniro m ante juega a la prem onición; el
analista, m ediante el análisis de los sueños, tra ta
de llegar a los estrato s m ás profundos de la p er­
sonalidad hum ana, lo que le perm ite to m ar una
m ás sólida conciencia del caso y am pliar sus co­
nocim ientos sobre el paciente. Una y o tra disci­
plina son to talm ente opuestas, incom parables.
La onirom ancia, tan practicada en la E dad
Media, no tiene ningún fundam ento real, porque,
dejando de lado el si la prem onición es posible
o no, sus sím bolos son de lo m ás cabalístico.

QUIROMANCIA

Breve apunte histórico

La quirom ancia es realm ente antigua. La co­


nocieron suficientem ente los egipcios, caldeos,
sirios y hebreos. Entonces esta disciplina era te­
nida p o r divina.

204
205
Y este m ism o origen basado en lo divino, tuvo
tam bién asiento entre los griegos, pues de lo con­
tra rio A ristóteles no h u b iera dicho: «Las líneas
no están escritas sin ninguna razón en las m anos
del hom bre, sino que provienen de la influencia
del cielo en su destino.» Tam bién parece que sin­
tiero n cierta afición p o r la quirom ancia Platón y
Tolomeo.
E n R om a tam bién tuvieron cabida los p rin ci­
pios quirom ánticos. El m ism o Augusto se en tre­
tenía consultando las líneas de las m anos de sus
súbditos y sacando sus conclusiones personales.
Pero es en la E dad M edia —época dorada de
la m agia— cuando la quirom ancia, com o tan tas
o tras p rácticas esotéricas, alcanza toda su im ­
portancia, llegando casi a convertirse en un juego
de sociedad. ¿Qué mago de ese tiem po no sabe de
quirom ancia? Paracelso, Agripa y otros m uchos
se in teresan p o r ella. Unos se sirven de ella p ara
dom inar económ ica y m oralm ente a los pobres
de espíritu; otros, inseguros de sí m ism os, tr a ­
tan de en co n trar un cam ino firm e conociendo su
fu tu ro m ediante las líneas de las m anos; los
m enos, obedeciendo a un apreciable afán de in­
vestigación, tra ta n m ediante la quirom ancia de
am pliar sus conocim ientos y llegar a la verdad.
Pero estos últim os, en toda época, en todo m o­
m ento, son efectivam ente siem pre los m enos; e,
in ju stam en te, suele p asa r a la p o sterid ad clasifi­
cados en el grupo de los que m ás sum an: los
charlatanes.

206
E lem entos de q u ir o m a n c ia

Los montes

E n la palm a de la m ano, en el nacim iento de


cada dedo existe u n a pequeña elevación a la que
los quirom ánticos entregan el nom bre de m on­
tículo o m onte. Cada m onte recibe u n a denom i­
nación y posee unas características propias. Los
m ontes m ás principales son:

—JÜ PITER : E stá situado debajo del dedo


índice. Sus características son: jovialidad, des­
preocupación, am o r a lo bello y a la naturaleza,
am or al arte, orgullo noble.
Exceso de m o n te: Orgullo ofensivo. Afán de
dom inar. C arácter au to ritario . Vanidad.
Defecto de m onte: Dejadez, veleidad, caren­
cia de am bición, apatía, falta de toda dig­
nidad.

—SATURNO: E stá colocado debajo del dedo


m edio. Sus características son: prudencia, frial­
dad, m eticulosidad, orden.
Exceso de m o n te: C arácter introspectivo;
ten dencia enferm iza a la soledad y el aisla­
m iento, escepticism o, am argura.
Defecto de m onte: Ideas vulgares, superficia­
lidad, dejadez, trastornos.

—APOLO: E stá situado debajo del dedo anu­


lar. Sus características son: facultades p a ra alcan­
zar la gloria y dem ás honores. Amor a todas las

201
artes en general. C lara inteligencia y fino espíritu.
Exceso de m onte: Sibaritism o, am or desen­
frenado al lujo, desm edida am bición, bús­
queda de placeres bajos.
Defecto de m onte: Ideas superficiales. Espí­
ritu vulgar.

—M ERCU RIO : Se halla debajo del m eñique.


Sus características son: Amor a la ciencia, a las
ideas claras y capaces de favorecer a la hum ani­
dad. E sp íritu elevado y altru ista, capaz de sacri­
ficarse en todo m om ento p o r la ciencia.
Exceso de m onte: Tendencia a la calum nia y
a la intriga, así com o al robo.
Defecto de m onte: C arácter inconstante y p o r
tan to poco apto p a ra la ciencia y todo aque­
llo que req u iera perseverancia.
E xisten otros m ontes de m enor im p o rtan cia:
Venus, M arte y la Luna, p o r ejem plo.

Las líneas
Las líneas o rayas de la m ano tienen u n a im ­
p o rtan cia capital en el estudio de la quirom ancia.
Analizarem os lo m ás brevem ente posible la línea
del corazón, la de cabeza y la de la vida; y deja­
rem os de lado, p o r falta de espacio y de interés,
las líneas de S aturno, la del Sol, la H epática y
otras.
Línea del corazón: Es la que atraviesa la
p a rte su p erio r de la palm a de la m ano; es decir,
la línea que va m ás próxim a a la raíz de los dedos.

208
—C laram ente definida, n atu ra lm e n te coloreada
y p artien d o del m onte de Jú p ite r p a ra finalizar
en el de M ercurio, expresa: B ondad de corazón,
ideas sólidas p ero tolerantes, espíritu am plio, ten ­
dencia a colaborar y a co m p artir lo propio con
los dem ás.

—Corta; es decir, m enos extensa que lo n o r­


m al (no ab arca de Jú p ite r a M ercurio): am or fí­
sico; se da poca im portancia a las cualidades m o­
rales de la p ersona deseada y se tiene u n interés
desorbitado p or sus encantos físicos. L ujuria.

—Larga: am or apasionado, fidelidad, tern u ra,


afán de ag rad ar a la persona am ada, com prensión.

—Muy larga; es decir, que va m ás allá de Jú ­


p iter y M ercurio: Am or que desem boca en lo sen­
siblero y ya m olesto p a ra la persona am ada; te r­
n u ra em palagosa; celos.

—Pálida y m uy an ch a: perversión, lu ju ria


desenfrenada, m orbosidad, inestabilidad am orosa.

—Muy ancha y m uy coloreada: tendencia al


asesinato p o r celos infundados.

—Poco definida: am or egoísta y poco gene­


roso, afán au to ritario .

—Finaliza en el m onte de S aturno: peligro de


m uerte.

209
—No existe: peligro de m u erte p o r dolencia
del corazón; egoísmo; m ente calculadora y muy
fría.

Línea de cabeza: E s la que reco rre la palm a


de la m ano ju sto p o r debajo de la línea del cora­
zón y en cu en tra su origen generalm ente en tre la
zona que existe e n tre el pulgar y el índice.

—Larga (aunque no m ucho) y recta: nobleza,


coraje, valentía, sentido de la dignidad, fu erte vo­
lu ntad, capacidad de sacrificio, inteligencia clara.

—D em asiado larga: egoísmo y avaricia, tem or


obsesivo a la pobreza.

—Si no está un id a a la línea de la vida (la que


va p o r debajo de ella): seguridad en sí m ism o y
en los dem ás, despreocupación, valentía.

—Sólo h asta la m itad de la p alm a: superfi­


cialidad, ideas fijas, inteligencia m ediana, vulga­
ridad.
—Muy ancha y m uy pálida: torpeza, vulga­
ridad.

—Dividida: peligro de accidente grave.

—C orta y m uy profunda: peligro de m uerte en


la juventud.
—Bien definida, grande y coloreada: excelente
m em oria.

210
—T ortuosa: deficiente salud. Clara inteligencia.

Línea de la vida: E s la que encuentra su


origen entre el pulgar y el índice y se dirige hacia
la muñeca.

—Precisa, bien definida, suavem ente colorea­


da, larga: buena salud; vida larga.

—P rofunda y falta de todo color: salud defi­


ciente; envidia.

—Ancha, pálida y profunda: m ezquindad, ideas


fijas, testarudez.
—C orta: existencia breve.

—C ortada (pero en la o tra m ano, no): acciden­


te peligroso.

—Q uebrada (en las dos m an o s): m uerte o


locura.
—Mal dibujadas, borrosa: vida com plicada y
enferm iza.

—Muy coloreada y m uy ancha: violencia, b ru s­


quedad.

—T runcada p o r pequeñas rayas: tan tas enfer­


m edades com o rayas.
—U nida a la línea del corazón y de la cabeza:
m u erte violenta.

211
—Doble: Vida poderosa y feliz.

—Desigual: inestabilidad emocional.

—M uy delgada: salud deficiente.

E xisten infinidad de form as y tipos m ás en


cada línea, así com o otros m uchos elem entos, pues
la quirom ancia es verdaderam ente variada y ex­
tensa. Sin em bargo, no nos entretendrem o s m ás.

CRITICA

Lo p eo r que sucede con todas estas disciplinas


—com o desgraciadam ente con o tras m uchas m a­
teria s— es que, p o r considerarlas infantiles y
h asta cierto p u n to despreciables, no son som eti­
das a la estadística, único procedim iento capaz
de llevar la luz, aunque sea de u n a form a incom ­
pleta. La quirom ancia se d erru m b a p o r su p ro p ia
insensatez, pero ¿y la quirología? La quirom ancia
se esfuerza en predecir; la quirología únicam ente
en averiguar el carácter y personalidad de la p e r­
sona en cuestión. De acuerdo: eso son tonterías,
nos decim os; pero ¿por qué?, ¿por prejuicios?
Porque, realm ente, no nos hem os detenido a saber
si en cierra o no un m ínim o de verdad.
E n la actualidad existen infinidad de p a rtid a ­
rios de la quirología (evolución científica, en lo
que cabe, de la quirom ancia) y son varios los
centros que se encargan de su estudio, si bien no
sabem os h asta qué pu n to se sirven o no de unas

212
m iras científicas. N osotros personalm ente hem os
tenido ocasión de observar algunos hechos un
tan to so rp ren d en tes (jam ás predicciones). ¿Azar?
Seguram ente. Sin em bargo, todo debe ser p lan­
teado y suficientem ente analizado antes de que
sea descartado p o r com pleto. Insistim os, pues, en
la necesidad de unas estadísticas serias y con­
cienzudas.

213
III

ARTES MAGICAS MENORES

Acultomancia

C onsiste en adivinar el núm ero de enemigos


que se cru zarán a lo largo de la existencia del
consultante. Sobre u n plato o escudilla se colo­
can veinticinco agujas, siem pre de fo rm a que
unas no queden m ontadas sobre las otras. Des­
pués, desde m edio m etro de a ltu ra aproxim ada­
m ente, se vierte agua. E l chorro de agua m overá
las agujas y h a rá que éstas se crucen en tre sí. El
n úm ero de agujas que se hayan cruzado será el
equivalente que te n d rá en enem igos el consul­
ta n te en cuestión.

Aeromancia

Hay quienes sostienen que esta form a de adi­


vinación es u n a ra m a de la astrología, pero real­
m ente poco o n ada tiene que ver con ella.

215
La aerom ancia consiste en la in terp retació n
de las diversas form as y figuras que d ibujan las
nubes. Se aseguraba que m ediante dicha in ter­
pretación podía llegarse a p redecir con toda exac­
titu d los hechos de m ayor relevancia que acae­
cerán a u n a p ersona a lo largo de su vida.

Alectromancia

E n el suelo, sobre la arena, se trazab a u n a cir­


cunferencia y se la dividía en 24 porciones de igua­
les dim ensiones; sobre dichas porciones se dibu­
jab a cada u n a de las letras del alfabeto y se
colocaba u n grano de maíz o trigo. Seguidam ente
se fo rm u lab a u n a preg u n ta y después se tom aba
u n gallo y se le dejaba en el centro de la circun­
ferencia. N aturalm ente, el anim al en cuanto se
ve lib re com ienza a picar uno y otro grano de ali­
m ento. La respuesta a la p reg u n ta form ulada se
com pondrá con las letras dibujadas en las p o r­
ciones de las cuales el anim al haya comido.

Aleuromancia

Sobre u n a superficie plana se depositaba una


pequeña cantidad de harina, que sería m ojada y
expuesta al sol p a ra que se seque. Una vez lá
h arin a seca, te n d rá en su superficie u n a serie de
líneas y dibujos aptos p a ra ser in terp retad o s y
ofrecer la resp u esta que espera el consultante.

216
A m n io m a n c ia

Se tra ta de p redecir el destino del recién n a ­


cido m ediante la posible m em brana que pueda
re cu b rir su cabeza.

Belomancia

Consiste en adivinar determ inado hecho m e­


diante la extracción de u n a flecha que se encuen­
tra en tre o tras m uchas. Según se saque u n a u
o tra flecha, así serán los acontecim ientos.
Dicha p ráctica ha sido m uy usada en todos los
pueblos de la antigüedad, pero fueron seguram en­
te los h ab itan tes de M esopotam ia los que m ás se
sirvieron de ella.

Bolanomancia

La resp u esta a la preg u n ta form ulada se h a­


llará en la dirección que tom en las hojas de los
árboles tran sp o rta d as p o r el viento. Es, pues, una
p ráctica adivinatoria que se sirve de las hojas.

Capnomancia

P ara llevar a cabo dicha p ráctica adivinatoria


es necesario h acer u n fuego con determ inadas
hojas y ram as. El hum o que se desprende de
dicho fuego ad opta diversas figuras, que el con­
su ltan te deberá in terp re tar.

217
C r is ta lo m a n c ia

Es u na p ráctica adivinatoria que consiste en


p red ecir el porvenir de u n a persona o los hechos
m ás im po rtan tes de su vida m ediante un espejo.
E l adivino enfoca toda su atención en el espejo y
asegura ver allí reflejados los hechos que suce­
d erán al consultante.
Los espejos deben aju starse a determ inadas
form as y deben e sta r hechos con una serie de
sustancias especiales que no citarem os p a ra no
fatig ar al lector.

Eromancia
E n tre todos los sistem as de adivinación, es
este seguram ente uno de los m ás absurdos. El
co n sultante so stendrá u n vaso de agua en tre sus
m anos y esp erará unos segundos. Si pasado u n
corto tiem po el agua no hierve, las cosas suce­
d erán m al; si, p o r el contrario, el agua com ienza
a hervir, ello denota que todo sucederá felizm ente.
Dicho sistem a se usaba m uy frecuentem ente
en tre los p ersas y parece ser que la m ayoría de
las veces —en especial si el consultante era u n
h om bre poderoso— el agua com enzaba a hervir.
¿Cómo? Pensam os que en tre los persas había bue­
nos aficionados de la prestidigitación.

Garosmancia
C onsistente en la adivinación p o r m edio de la
co rrecta in terp retació n de las figuras que form a­
ban las llam as.

218
Se aseguraba que p ara que todo saliese con
exactitud debía p renderse la hoguera con ram as
que gozaban de unas específicas cualidades.

Geomancia

Se tra ta de p red ecir el porvenir in terp retan d o


la superficie de la tierra.

Geromancia

Consiste en p red ecir determ inados sucesos m e­


diante la m inuciosa in terp retació n de las visceras
de u n a persona. Por ejem plo, p a ra p redecir si se
ganaría o p erd ería la guerra, se cogía a u n ene­
migo y, tra s abrirle, se estudiaban sus visceras y
según las características de las m ism as se p ro ­
cedía a la predicción.
Tan cruel sistem a se llevó a cabo en casi todos
los pueblos de la antigüedad y se concedió a dicha
p ráctica u n a im p o rtancia desm esurada.

Giromancia

E l adivino trazab a un círculo en el suelo y a


su alred ed o r escribía las letras del alfabeto. Se­
guidam ente, in tro d ucía al consultante en el círcu­
lo y le invitaba a d ar vueltas h asta que éste m a­
reado se desplom aba co n tra el suelo. Al caer, el
cuerpo del consultante tap ab a diferentes letras

279
de las colocadas alrededor del círculo, letras de
las que el adivino debería servirse p a ra en co n trar
resp u esta a la pregunta form ulada.

Hidromancia

E ran diversas las form as de adivinación m e­


diante el agua:

a) Se cogía un vaso de agua y se m antenía


e n tre las m anos, m ientras que los concurrentes
com enzaban a re citar diferentes fórm ulas de ca­
rá c te r mágico. Si pasados algunos m inutos el
agua se desbordaba, indicaba que algo nada agra­
dable iba a suceder; si, p o r el contrario, el agua
perm anecía en actitu d m ansa, el presagio era
favorable.

b) E n algunos pueblos, especialm ente los ger­


m anos, era com ún la p ráctica de coger al recién
nacido y lanzarle al agua, a fin de v er si el hijo
era legítim o y la esposa fiel por lo tanto. Si el
niño flotaba aseguraba su legitim idad; si, p o r el
contrario, se hundía, d em ostraba pertenecer a otro
hom bre.

c) Se llenaba un recipiente de agua y se fo r­


m ulaba la p reg u n ta que se deseaba conocer; se­
guidam ente se efectuaba u n com plicado ritu al y
se esperaba a que la resp u esta apareciese en la
superficie del líquido.

220
d ) O tra fo rm a de adivinación m ediante el
agua consistía en v erter sobre ésta u n a p iedra u
o tro o bjeto cualquiera y estu d iar detenidam ente
las olas y círculos que se form aban al in tro d u ­
cirse el objeto en el líquido.

e) Tam bién se podía p red ecir el buen o m al


desenvolvim iento de u n a em presa m ediante el
estudio e in terp retació n de los accidentes de un
río y de las ondulaciones y m ovim ientos de sus
aguas.

/) S obre un recipiente lleno de agua se vertía


unas gotas de aceite que, al e n tra r en contacto
con ésta, fo rm ab an determ inadas figuras que el
adivino debía in terp re tar.

Quirognomonía

Consiste en adivinar los hechos m ás im p o rtan ­


tes de la vida de u n a persona m ediante la con­
form ación de sus m anos. Es en el fondo u n a ram a
de la quirom ancia.

OTRAS FORMAS DE ADIVINACIÓN

Astrafalomancia: adivinación p o r m edio de los


dados.
fíatracomancia: adivinación p o r los m ovim ientos
de las ranas.

221
Bibliomancia: adivinación p o r m edio de la in ter­
p retació n de la Biblia.
Brizomancia: adivinación p o r m edio de los sueños.
Cansisnomancia: adivinación m ediante el estudio
de los contornos de las llam as.
Catophomancia: adivinación p o r m edio de los es­
pejos.
Cephalomancia: adivinación p o r la conform ación
de la cabeza del b u rro .
Ceromancia: adivinación p o r la cera.
Cleromancia: adivinación p o r las habas.
Cranología: adivinación p o r la conform ación del
cráneo.
Cristomancia: adivinación p o r los bizcochos.
Crommiomancia: adivinación p o r las cebollas.
Dactilomancia: adivinación p o r los anillos.
Dafnomancia: adivinación p o r el laurel.
Ebanomancia: adivinación p o r el estudio de las
figuras que form a el hum o.
Gastromancia: adivinación p o r el estóm ago.
Hepatoscopia: adivinación p o r el estudio del hí­
gado de algunos anim ales.
Hicromancia: adivinación p o r los sacrificios.
Hipomancia: adivinación m ediante los caballos.
Lebanomancia: adivinación p o r los perfum es.
Lecanomancia: adivinación p o r las diferentes con­
form aciones de los diam antes.
Litomancia: adivinación p o r las piedras.
Metomoscopia: adivinación p o r m edio de las a rru ­
gas de la frente. Es una ram a de la fisiogno-
m onía.
Molibdomancia: adivinación por el plomo.
Minomancia: adivinación p o r los ratones.

222
■Onfalomancia: adivinación p o r la conform ación
del ombligo.
Oomancia: adivinación p o r los huevos.
Onicomancia: adivinación p o r la fo rm a de las
uñas.
Ornitomancia: adivinación p o r los pájaros.
Partenomancia: adivinación p o r la virginidad.
Psicomancia: adivinación p o r m edio de la evo­
cación.
Piromancia: adivinación por m edio del fuego.
Scianomancia: adivinación p o r el estudio de la
som bra.
Teomancici: adivinación p o r m edio de la inspi­
ración.
Trigonomancia: adivinación p o r m edio del trigo.

223

IV

LA ALQUIMIA

El térm ino alquim ia no es m ás que el vocablo


quím ica precedido p o r el artículo árabe (ül-
Khem i), y se supone que está tom ado del griego.
Los alquim istas com enzaron trata n d o de lo­
g ra r la tran sm u tació n de los m etales bajo s en
oro, y p a ra ello pensaban que era im prescindible
en c o n trar la llam ada «piedra filosofal».
La «piedra filosofal» ha recibido con frecuencia
tam bién el no m b re de «polvo de proyección», y,
p o r lo que dicen los alquim istas, era u n polvo de
virtu d es m aravillosas (capaz de realizar la tra n s­
m utación), de gran densidad, color ro jo sangre y
untuoso al tacto. ¿H alló alguien este polvo? ¿Exis­
tía realm ente? No hay p ruebas auténticas de que
así fuera, si bien sus p artid ario s se afirm an en
creer en su existencia.
Pero no solam ente im p o rtab a en co n trar la
«piedra filosofal»; tam bién era de sum o interés
el «elixir de la vida» y la «panacea universal».
Sueños, utopías; p ero todo ello representó un

225
3
considerable im pulso en el avance de la civiliza­
ción, y fueron seguram ente estos hom bres los p ri­
m eros en v islu m brar un m undo m ás confortable,
m ás com pleto, m ejor.
P recursora de la quím ica m oderna, la alquim ia
encontró tal vez su origen en China, alrededor del
te rc e r siglo antes de n u e stra era. Pero m ás p ro ­
bables es la teoría que su sten ta que fue creada
(se dice que p o r H erm es) en Egipto, dado que
fue éste el p rim er lugar en donde se trató de
realizar la transm utación.
¿Fueron los árabes —los m ás adelantados en
este tiem po— los que in tro d u jero n la alquim ia

F ig. 23. Flor octogonal que representa aquello que pretende la


alquim ia espiritual: la totalidad del ser hum ano.

226
F ig. 24. Laboratorio alquim ista.

227
en E uropa? No se sabe con toda precisión. Lo le­
gendario y lo real se m ezclan con dem asiada fre­
cuencia.
Pero ¿qué hizo de positivo realm ente la alqui­
m ia? É ste es el m ás grave de los interrogantes.
Se dice que Tullus H ostilius encontró la m uerte
m ien tras tra b a ja b a con fuerzas eléctricas Panse-
lenas conocía todos los secretos de la quím ica
fotográfica; Anselmo Tralle se servía con frecuen­
cia del vapor; Roger Bacon usaba la pólvora.
¿Cierto? Las investigaciones h asta ahora realiza­
das sólo conducen al confusionism o.

La alquimia superior
Es preciso distinguir dos categorías de alqui­
m ia; la an terio rm en te expuesta, cuya única m isión

F ig. 25. Sello oculto de la «gran obra», según el grim orio de


Honorio. Abundan en dicho sello los símbolos alquim istas y
cabalísticos.

228
era la de tra n sm u ta r los m etales en oro (alquim ia
m aterialista); y o tra superior, que despreciaba los
placeres m undanos, tachaba de m iserables a
los alquim istas m aterialistas y no tenía el m enor
in terés en convertir los m etales en oro (alquim ia
espiritual).
La única tran sm utación que p reten d e el al­
quim ista esp iritu al es la de sí m ism o. Conocer
los secretos de la naturaleza, identificarse con
sus sem ejantes, in teg rar la pro p ia personalidad,
purificar el yo, llegar a Dios, son las aspiraciones
de todo alquim ista espiritual. Y esta categoría de
alquim ia sí tiene un valor verdadero, unos p rin ­
cipios positivos dignos de toda alabanza.

229
V

LA CABALA

E l vocablo cábala proviene de qabbalah, en


hebreo. Se considera que el verdadero creador
de los principios cabalísticos m odernos fue Isaac
el Ciego, que pasó su vida en Pesquieres, al sud­
este de Francia, y m urió a finales del siglo x m .
La cábala es u n sistem a místico-filosófico-reli-
gioso que in terp re ta la escritu ra esotéricam ente
y se sirve de infinidad de com binaciones num é­
ricas.
Si bien la cábala es hebrea, sostienen sus se­
guidores que los principios propios de ella son
to talm en te universales y que su verdadero origen
lo encu en tra en las civilizaciones m ás arcaicas.
D urante todas las épocas los cabalistas ocul­
taro n con celo todo su saber, convirtiéndose la
cábala en algo to talm ente oscuro y secreto a los
ojos de los profanos.
Existe u n a leyenda —no pasa de ahí— que ase­
gura que la cábala es de origen divino y que fue
conferida p o r Dios a Moisés a la vez que la Ley,

231
con la p articu larid ad de que aquélla era de esen­
cia inicié tica.
La cébala, sistem a que se esfuerza en hallarle
u na significación secreta y esotérica a las pala­
b ras del Antiguo Testam ento, goza de los siguien­
tes libros:

EL LIBRO DE LA FORMACIÓN (Sepher Yot-


sira): del siglo vi al vil.

EL LIBRO DEL ESPLENDOR (Sepher Ha


Zohar): red actado en el siglo x m p o r Moisés Ben
Shem Tob, de León.

EL LIBRO DEL ÁNGEL RAZIEL (Sepher


Raziel).

Hay u n a leyenda que dice que el Libro de la


Creación o Formación y el Libro del Esplendor
fueron escritos p o r seres puros que no habían
com etido pecado alguno y tenían su esp íritu lim ­
pio de to d a falta.
G regor M athers clasifica la cébala en cuatro
categorías:

— Cabala práctica: versa sobre las cerem onias


y los talism anes.

—Cúbala dogmática: encierra la lite ra tu ra ca­


balística.

— Cúbala literal: versa sobre el diferente uso


y com binación de los núm eros y letras.

232
—Cúbala no-escrita: «que se com pone del de­
bido conocim iento acerca de la form a en que están
ordenados los sistem as sim bólicos en el Árbol de
la vida.»

F ig. 26. Representación del Sefirot.

Esencia cabalística

P ara la cábala Dios es el ser superior, el m ás


grande, el cread o r de toda existencia, el m ás sabio
y poderoso. Él es el S er Innom inado, el Ser Su­
prem o, el Ser Absoluto, el S er Ilim itado. Todo
surge de Él y b ajo Él reposa. Creó el Universo
con las 32 vías de la S abiduría (las 32 vías están
com puestas p o r los núm eros que form an la p ri­
m era década y las 22 letras del alfabeto hebreo.
Se expande p o r m edio de los 10 Sephiroth o
atrib u to s, que son:

233
F ig. 27. Sello cabalístico de Agripa.

—La corona
—La sabiduría
—La inteligencia
—La bondad
—La fuerza
—La m isericordia
—La etern id ad
—La dignidad
—La ju sticia
—El reino.

Los S ephiroth están divididos en dos catego­


rías: los tres m ás próxim os a Dios (Corona, Sabi­
duría, Inteligencia) y los siete restantes.
Los tres prim eros S ephiroth form an la T rini­
d ad y «E sta S uprem a T rinidad (Microposopo) se
asom ó al abism o p a ra suscitar, a su im agen, un
nuevo universo. E ntonces, los seis S ephiroth de
Chased a Yesod, revistieron form a hum ana, con-

234
F ig. 28. Dicho tridente, de efectos mágicos, era em pleado por
Paracelso con el fin de vencer la im potencia.

virtiéndose en los m iem bros de la D ivinidad Ma­


n ifestada (Macroposopo), el H ijo y el Rey, reflejo
del Anciano de los Días y en p a rtic u la r de su
aspecto m asculino; m ien tras que el últim o Sephi-
ro th , M alkuth, se reviste de apariencia fem enina,
convirtiéndose en esposa de Dios m anifestado y
en Reina».

235
E ste sistem a —sistem a ante todo m ístico-nu­
m érico, podríam os decir— se consolida en los
procedim ientos que a continuación detallam os:

— Themura: consistente en cam biar la p rim era


letra del alfabeto p o r la últim a, la segunda p o r la

F ig . 29. «Círculo mágico» y otros elementos cabalísticos.

penúltim a, la te rc era p o r la antepenúltim a, etc.; y


en dividir el alfabeto en dos m itades y cam biar
la p rim era letra de la p rim era m itad (alef) p o r la
p rim era de la m itad segunda (lam ed).

—Nutriqum : «según el cual se com pone una


p alab ra nueva con las iniciales de las palabras
que com ponen una frase; así, p o r ejem plo, quie­
nes de la frase F ábrica Italian a Automóviles T urín
com pusieron la sigla Fiat, rem em orando el Fiat

236
Lux del Génesis, hicieron notaricón (N utriqum )
cabalístico, acaso sin saberlo, de la m ism a m a­
n era que M. Jo u rd ain hablaba en prosa» (La Ma­
gia. Bouisson).

— Gematría: «que establece u n a oculta corres­


pondencia en tre dos seres cuyos nom bres re p re­
sentan el m ism o valor num érico.»

Planos de Manifestación y de Inmanifestación

Los planos de m anifestación son:

—Aziluth: R epresenta el m undo de las ideas


y se le ha llam ado «Mundo Divino Arquetípico».

—Briah: Es el m undo de los espíritus, orga­


nizado p o r los arcángeles dirigidos p o r Dios. Se
le denom ina tam bién «Mundo de la Creación».

— Yetzirah: Es la esfera de los ángeles y tam ­


bién se le llam a «Mundo de la Form ación».

—Assiah; Es el m undo m aterial, en el que


Dios se sirve de su realización m ediante el zodíaco
y los planetas.

Los planos de Inm anifestación son:


—N egatividad (Ain)
—Ilim itación (Ain-Soph)
—Luz Ilim itad a (Ain Soph Aur).

237
Elementos humanos

P artiendo de la cábala el ser hum ano se com ­


pone de los siguientes siete elem entos:

—La unión su perior del principio espiritual del


h om bre con Dios (Lechidah)

—La esencia divina vertida en el espíritu


(Chaia)

—El alm a espiritual (Neshamah)

—El alm a m oral (Ruach)

—El alm a in stintiva (Nephesh)

—El fluido vital

—El cuerpo físico, m aterial.

«No vayas a creer —dice el Zohar— que el


h om bre sea solam ente carne, u n a piel, huesos y
venas: ¡Lejos de eso! Lo que hace realm ente al
hom bre es su alm a; y las cosas de las que acaba­
m os de hablar, la piel, la carne, los huesos y las
venas no son p a ra nosotros m ás que un vestido,
u n velo, pero no son el hom bre. Cuando el hom ­
b re se va, se despoja de todos los velos que le
cubren. Sin em bargo, las diferentes p artes del
cuerpo están conform es con los secretos de la
sab id u ría suprem a. La piel rep resen ta el firm a­
m ento que se extiende p o r todas p artes y cubre

238
toda cosa, como un vestido. La carne nos recuerda
el lado m alo del universo, el elem ento puram ente
exterior y sensible. Los huesos y las venas figuran
el carro celeste; las fuerzas que existen en el in­
terior, los servidores de Dios. Todo esto, sin em ­
bargo, es sólo u n vestido: pues en el in terio r está
el m isterio del h om bre celeste: así com o el hom ­
b re terrestre, el Adán celeste es interior, y todo
ocu rre abajo com o arriba. En este sentido ha
sido dicho que Dios creó al hom bre a su im agen.
Pero igual que en el firm am ento que envuelve
todo el universo, vem os diversas figuras form adas
p o r las estrellas y los planetas, p a ra anunciarnos
cosas ocultas y pro fundos m isterios; así, sobre la
piel que rodea n u estro cuerpo, hay form as y ra s­
gos que son como los planetas o las estrellas de
n u estro cuerpo.»
¿Se puede expresar m ás bellam ente u n a idea
sim ilar? Toda la cábala está llena de herm osas
exposiciones.

239
VI

MAGIA N EG R A

La m agia —estudio y p ráctica de las leyes y


poderes secretos de la naturaleza, con el fin de
dom inarlos y ejercer u n estrecho control sobre
los planos invisibles— se divide en blanca (teur-
gia) y negra (goecia). No es fácil definir u n a y
o tra form a, ya que los elem entos de am bas se
confunden con frecuencia.
«La voluntad, el am or, y la im aginación —es­
cribe H a rtm an n — son poderes m ágicos que todos
poseen, y aquél que sabe la m anera de d esarro ­
llarlos y servirse de ellos de u n m odo consciente
y eficaz, es un mago. El que lo em plea p a ra fines
buenos, p ractica la m agia blanca; el que lo usa
p ara fines egoístas o m alos, es u n m ago negro.»
Seguram ente no sea esta la definición m ás p ro ­
funda, p ero sí nos consta que es la m ás clara de
cuantas se han hecho sobre la m ateria.
Vamos a ocuparnos en el presente capítulo de
todas aquellas p arte s del ocultism o que estén
relacionadas con la m agia negra.

241
Fig. 30. Instrumentos mágicos

242
EL PODER DEL DIABLO

Es S atán el jefe suprem o, rey indiscutible de


todos los diablos, su corte, sus siervos, sus ayu­
dantes en la cam paña del m al. ¿C uántos diablos
hay? Infinidad de ellos. Jean W ier, sin necesidad
de ir m ás lejos, aseguraba que la corte dem o­
níaca contaba con 72 príncipes y l i l i legiones
de diablos, que sum aban un to tal de 7 405 926.
Como se puede observar, los había p a ra todos los
gustos y caprichos.
Según W ier, existen seis clases de diablos.
Y los define así:

«El p rim er género es de los llam ados ígneos,


porque vagan alred edor de la suprem a región del
aire y no tienen ningún com ercio en tie rra con
los b ru jo s, p o rq u e no b ajan nunca de allí. Los del
segundo género se califican de aéreos, porque
deam bulan p o r el aire y perm anecen m uy cerca
de nosotros. E stos pueden descender y, fo rm án ­
dose de los cuerpos del aire m ás grueso, aparecer
algunas veces com o hom bres. P ertu rb a n la a t­
m ósfera, suscitan tem pestades y truenos, y todos
ju n to s ponen en ru inas al pobre género hum ano.
E stán m ovidos p or pasiones como los hom bres,
p rincipalm ente p o r el orgullo y la envidia, se
d ejan a rra s tra r a turbulencias. No todos tienen
la m ism a form a, sino varias; cam bian a m enudo
según la variedad de los deseos que les hacen ap a­
recer an te la invocación de las b ru ja s o que los
em p u jan a h acer daño y a p erju d ic ar a ciertos
m ortales.

243
»Los dem onios del terc er género son llam ados
terrestres, pues no dudam os que han sido preci­
pitados del cielo a la tie rra p o r su m ala conduc­
ta. Unos h ab itan en los bosques y las selvas, y
tienden tram p as a los cazadores; otros, en pleno

F i g . 31. Diablo.

cam po, hacen que se extravíen los viajeros; el


resto, m enos furibundo, se deleita habitando os­
cu ram en te en tre los hom bres.
»E1 cuarto género de dem onios lleva el titulo
de acuáticos, p o rque h ab itan los lagos y los idos...
S uscitan tem pestades en el m ar... y hacen p erd er
a m uchos la vida en m edio de las aguas. Tales
dem onios, cuantas veces plasm an en cuerpos vi­
sibles, aparecen por lo com ún en sexo fem enino.
De ahí que las laidas, las nereidas y las ninfas

244
de las aguas hayan sido nom bradas p o r los an ti­
guos m ás bien en sexo fem enino que en m ascu­
lino.
»E1 quinto género se llam a subterráneo, por
h ab ita r en gru tas y cavernas y en las m ás re ti­
rad as cavidades de las m ontañas. Es de u n a in­
tención m uy m ala y se alian principalm ente a los
que cavan pozos y m inas de m etales o a los b u s­
cadores de tesoros escondidos dentro de la tierra.
Por lo dem ás, están siem pre dispuestos a procu­
ra r la ru in a del género hum ano, sea m ediante
grietas o abism os, erupciones de llam as o d erru m ­
bam ientos de edificios. De estos dem onios, los
unos son guardianes de los tesoros que la m alicia
de los hom bres h a escondido bajo la tierra, y que
g uardan p o r m iedo de que vuelvan de nuevo al
po d er de los hom bres, y m uy a m enudo los sus­
trae n y los tra n sp o rta n a otro sitio.
«Finalmente, el sexto y últim o género es el
de los llam ados lucífugos, p orque huyen del día,
y no pueden to m ar o form arse un cuerpo m ás
que de noche.»

E n tre los lucífugos, los m ás espectaculares,


podem os señalar com o m as célebres a:

Malfas: Suprem o presid en te del reino in fer­


nal y que se rep resen ta en form a de cuervo. E je r­
ce dom inio sobre cu aren ta legiones de dem onios
y su p o d er es inm enso.

— Chax: Tiene b ajo su m ando trein ta legiones


de dem onios y se rep resen ta com o u n a cigüeña.

245
—Eurinomo: Tiene un poder grande, aunque
m enor que el de los anteriores, y es el príncipe
de la m uerte.

—Leonardo: Es uno de los m ás im portantes;


al m enos, un gran organizador. Tiene tres cuernos
y b a rb ita de chivo.

—Alocer: Con grandes conocim ientos de as­


tro n o m ía y título de gran duque, tiene bajo su
m ando trein ta y seis legiones de diablos.

Y otros m uchos que sería absurdo y cansado


en um erar, pues el reino infernal, com o una au tén ­
tica nación, goza de todo un gobierno de diablos
que sum an cifras astronóm icas. Cada diablo tiene
su nom bre, su m isión, su cargo, su encuadra-
m iento.

EL AQUELARRE

El aq u elarre o S abath era la reunión de magos


negros, b ru jas, hechiceros y sim patizantes, que
m antenían con el fin exclusivo de poder e n tra r en
contacto con el diablo y su reino.
El aq u elarre es la m ás clara representación
de la m agia negra. Los que allí acudían, sólo lo
hacían con la idea de en co n trar algún filtro m alé­
fico, dom inar las energías ocultas y d estru ir a sus
enemigos, com poner u n am uleto p a ra violar a
alguna m u jer deseada, y u n a larga serie de actos

246
de sim ilares características. ¡Qué apetitoso m a­
terial p ara un psiquiatra! Acom plejados, re p rim i­
dos sexuales, obsesivos, psicóticos, todos se re ­
unían habitu alm ente allí con el fin de elevarse
dañinam ente sobre los dem ás.
E l aq u elarre se celebraba generalm ente en el
cam po, cerca de algún bosque o de u n lago. E ran
los m iércoles y sábados p o r la noche los p referi­
dos p a ra tal clase de asam bleas. R aras veces se
celebraban d u ran te el día, ya que la luz im pedía
la llegada de los seres infernales.
El jefe de los b ru jo s dirigía la sesión. Antes
del cerem onial realizaba una com plicada serie de
ritos m ágicos y se u n tab a el cuerpo con grasa.
Cuando llegaban los otros b ru jo s, éste recibía
pleitesía de los recién llegados, y quedaba ab ierta
la reunión.
P alabras de oscuro significado, letanías m aca­
bras, gestos en tre m ágicos y obscenos, esotéricos
cantos, histéricos aullidos, alcohol, sexo, p ro fa­
naciones, blasfem ias, todo ello se m ezclaba y con­
fundía creando u n a atm ósfera frenética y desqui­
ciada; u n a atm ó sfera m orbosa, enferm iza.
¿F antasía o realidad? Seguram ente m ás im a­
ginación que o tra cosa; si bien no puede dudarse
de la existencia de tales reuniones.
T ranscribim os con toda fidelidad u n a ca rta
enviada p o r el In quisidor de C alahorra al Con­
destable de N avarra:

«El capitán Valentín Deffesso llegó a este lugar


con una carta de V. S. y por la relación que el
capitán me hizo de su parte, y vista la voluntad

247
de saber lo que ha pasado y pasa en este nego­
cio de brujas que he tenido en estos días, mán­
deme Vuestra Señoría que por extenso le haga
saber lo que pasa y he descubierto, conociendo
cuáii servidor de nuestro Señor es Vuestra Seño­
ría y espera lo que mejor cumple a las cosas de
nuestra santa je y servicio, porque también ayu­
dará a remediar lo que según el mundo está tan
corrompido y las cosas de Dios tan olvidadas,
viendo la necesidad que hay para el remedio a
sus ofensas ayuda y favor semejante que la de
Vuestra Señoría, por extremo el mejor que puede
en este siglo para remedio de tanto mal; mucho
me ha pesado que antes de recibir la de Vuestra
Señoría no haya yo dádole a entender este nego­
cio, mas aunque la obra haya faltado, la voluntad
siempre he tenido, como soy obligado con uno
de sus servidores.
»Seis meses se han pasado que salí de m i casa
por mandato del virrey del Consejo Real de este
reino, para visitar estas montañas que mucho
tiempo acá sabían poco qué cosa era hacer jus­
ticia temporal ni espiritual y por poner remedio
en algunos males que habían acontecido y se ha­
cían en las montañas, llegué al valle de Solazar, a
donde por mano de nuestro Señor he descubierto
este caso de las brujas, contra las cuales hicimos
proceso y todas manifestaron sus culpas y descu­
brieron cosas que yo no pudiera hacer, especial­
mente que decían que iban en persona a tener
ayuntamiento con el demonio y que salían por
ventanas y chimeneas y por cualquiera parte que
ellas quisieran, y como esto por conclusión tenían

248
y porque para esto hallé división de un texto yo y
algunos letrados, pareciendo que ellas serían en­
gañadas del demonio, deseando quitarles aquel
vano pensamiento, hice que una de ellas en mi
presencia se untase y por una ventana fuese a su
ayuntamiento, como ellas solían hacer, y un vier­
nes a la medianoche vánse a la posada donde
estaba el secretario Vega y con Pedro Díaz de
Tumoñoz, aguacil, y con Sancho de Mariana, cabo
de escuadra, y con otros soldados, hombres de la
tierra hasta veinte, y en presencia de todos ellos,
ella se aparejó y la pusieron en una cámara y yo
y el secretario y otros con ella; ella se untó por
la form a acostumbrada con un ungüento ponzo­
ñoso que mata a los hombres y llegó a una ven­
tana del aposento que m uy alta del suelo estaba
y debajo de ella una grande peña, que un gato se
hiciera pedazos, e hizo su evocación al demonio,
el cual vino como solía y la bajó en cuna hasta
que llegó al suelo, y porque fuese más satisfac­
ción, dejé al dicho cabo de escuadra a un sol­
dado suyo y con otro hombre de la tierra debajo
de la ventana por la parte de afuera y uno de ellos
espantado de ver tal cosa, se empezó a santiguar
y decir Jesús, y así se desapareció y fue de entre
manos y el día siguiente vino con otras siete tres
lenguas de allí en puerto grande, donde habían
estado otras veces, y cerrados los procesos desde
principio de Cuaresma, el presidente y algunos
del Consejo con algunos teólogos letrados, enten­
dimos en la determinación, por lo cual hablamos
por escrito y por la experiencia que yo hice deter­
minamos la duda que tenían por qué estas brujas

249
iban en persona y las llevaba el demonio; pero es
verdad que personalmente obran en estas opera­
ciones malas y de la forma que abajo vuestra
Señoría verá y porque de sus culpas constaba, con­
denamos a todas a m uerte y algunas fueron jus­
ticiadas en Pamplona y yo fui con otras a este
valle a hacerlas justiciar y proseguir en la causa.
Después andando por estas montañas a donde he
descubierto tres ayuntamientos que se estaban
con el demonio, que solían tener el uno en este
valle, donde se solían juntar más de 120 de ellas
y tengo presas sesenta: el otro día descubro en
el cerro de Salazar, donde se juntaban más de
ciento, las cuales están presas y justiciadas, pasan
de más de ochenta, y el otro ayuntamiento descu­
brí en el valle de Roncesvalle y el lavadero hasta
Pamplona, tomando a paz y a guerra en aquella
falda que se juntaban en número de esta tierra
más de doscientas brujas. No todo lo que pasa
en estos ayuntamientos tengo descubierto y hecho
justicia; noventa personas tengo para de aquí a
ocho días, placiendo a nuestro Señor otras veinte:
finalmente tengo tanto descubierto que si tuviese
quien me ayudase, podría hacer mucho en servi­
cio de Dios y provecho de la República, y es de
mucho dolor ver el mal tan grande, porque es­
tando en estos reinos que si Dios nuestro Señor
no se apiada de nosotros, ya este mal tan crecido,
por relación que Vuestra Señoría verá, que nadie
tendrá vida segura según la forma que tienen
cuando se tornan brujas y los males que hacen
por la forma siguiente:
»Lo primero que hacen es que reniegan de

250
Dios nuestro Señor y de su bendita Madre y
de todos los santos y santas de su santa fe y de
sus padres y madres, tomando por su señor al
d.emonio y señaladamente a Satanás, y así se
introducen a otras por ofrecimiento que el de­
monio les hace, diciendo que les dará dinero,
riquezas y deleites, convirtiéndolas de su pro­
pia voluntad con temor, de matarlas si no se con­
vierten, y después que las ha convertido y hecho
renegar como dicho es, les muestra la form a que
han de tener para untarse en ciertas coyunturas
del cuerpo en la parte izquierda, para ir al ayun­
tamiento que suelen tener con el demonio y esta
ceremonia que tienen con el demonio de untarse,
la tienen por él y así lo declaran en sus confe­
siones, que con aquello pueden ir donde quieren
en el aire y aquel demonio las sostiene y las viene
a llevar, lo que no harían sino se untasen y de
esta manera las convirtiese y el que convierte a
otra va al dicho ayuntamiento, todos juntos y por
gran servicio la bruja o brujo que convierte a
otro, lo presenta al demonio y el demonio habla
con ella y ella con él y el demonio está en figura
de cabrón grande y negro y dice así este hombre
o esta mujer: "yo lo he convertido a la ley vuestra
y la traigo a vuestro servicio”, y el demonio los
recibe bien y le manda que se haga juez, diciendo
que él es el señor del mundo y que su ley es la
mejor de todas, y les prom ete dar dineros y lo
que han de menester, y así hacen reverencia y
acatamiento como a Señor con el pie izquierdo,
tocando con la mano izquierda en el pecho, puesta
la rodilla izquierda en el suelo, todo al revés, y le

251
adoran en el más sucio lugar de su cuerpo y es
un cabrón como digo, y por principios da al con­
vertido dineros y monedas y cantan y toman
placer un rato y vuélvense a sus casas, y lo que
más suelen hacer en estos ayuntamientos, es que
comen pan y carne y otras viandas y beben una
cosa que parece vino, que el demonio les da, y
parece que las viandas se las da en plata y les
muestra grandes riquezas, y lo que es de mayor
dolor, que a los hombres dan mozas, a las m uje­
res hombres, y a la verdad son demonios que
toman cuerpos fantásticos, y ciertamente tienen
parte con los demonios, y así los hombres como
las mujeres confiesan que tanta deleitación tienen
con el demonio en lo que hacen con él, como el
m ando con la mujer.
»Una de las cosas más principales y porque
siguen al demonio y le siguen, es por esta sucie­
dad, y esto tenga por cierto Vuestra Señoría, y
averiguado que van por el demonio personal­
mente, porque tengo más de cincuenta mozas y
mujeres de poca edad que están corrompidas por
el demonio, y entre ellas hay una que no llega a
doce años que está corrompida, y por experiencia
sé averiguar, y parece ser así, los mandamientos
que les manda guardar es que conviertan a su
servicio en mal a todos cuantos pudiesen hacer,
así en matar hombres como mujeres y criaturas,
como de estirpar panes, ganados, como bellotas
de los montes y a toda manera de fruta que la
tierra produce, que al que más mal hace el demo­
nio le da mayor premio, y si alguno lo hace mal
lo maltratan y le dan palos, de manera que to­

252
dos los que le siguen es forzoso que hagan mal.
»Las noches que tienen nombradas para ir a
tener ayuntamiento con el demonio, son el vier­
nes a la medianoche, que van entre las once y las
doce y vuélvense en cantando los gallos, y la razón
que dan porque van más en viernes que en otros
días, es por más vituperio y ofensa a nuestro
Señor y por la alegría que muestran tener que
Judas vendió a Cristo por 30 dineros y en tal fue
crucificado, mayor fiesta hacen de alegría a la
noche del sábado al tiempo que el verdadero
cuerpo de nuestro Señor estaba en el monumento,
entonces trabajan para hacer mayores males y
manifiestan que en cantando los gallos no tienen
comunicación con los demonios; yo he trabajado
por saber la razón de esto, y la que me ha dado
una bruja y un brujo, es que al batir las alas el
gallo, es que dice tres veces que denota la nativi-
dad del Señor, por lo cual, el demonio se apartó
del hombre, y aquella separación que ahora hace,
denota también como san Pedro negó a nuestro
Señor la noche de su pasión estuvo en pecado
hasta que el gallo cantó, y cantando el demonio
se apartó de él; luego habiendo dolor de su pe­
cado, estas dos interpretaciones que dan cada
una, es de grandísimo misterio, especialmente de
personas tan simples como son estas que andan
en esta sociedad y dicen que ninguna operación
tienen de hacer con la mano derecha, y lo que
más les es vedado es que no nombren el nombre
de Jesús ni se santigüen, y por muchas partes
tengo averiguado si le nombran andando en estos
pasos, y en ayuntamientos malos, que en dicién-

253
dolo desaparecen; también manifiestan ellas y
ellos, que para hacer operaciones con que matan
a las personas y destruyen los frutos y montes,
tratan y dicen que no se puede hacer sin corazo­
nes de niños mezclados con lo que ellas hacen, y
a esta causa matan a los niños y los desentierran
y sacan las coradas como yo por experiencia, los
he hecho desenterrar y he hallado ser así por mis
procesos, y algunos me han manifestado haber
quitado los corazones, y hecho abrir las sepultu­
ras y hallar los niños sin corazones. En la manera
que tratan a los niños hay un misterio muy gran­
de, es que si la madre o ama que los cría, tiene
cuidado de los santiguar, no tienen poder para
matar, y si las que los crían no los santigua, el
demonio les lleva la nueva y dice, en tal parte
hay una criatura que no la han santiguado, iréis
allá y mataréis, y de esta manera se les aparece
como perro y otras veces en figura de hombre, y
se vienen a las puertas a hacer el unto, y para
más disimular, si algunos no matan les hechan
veneno en la boca para que de a pocos días se
mueran, y también está averiguado que si hay en
la pieza o cámara una figura a semejanza de un
Crucifijo o imagen de nuestra Señora o agua ben­
dita, no tienen poder para hacer mal, y asimismo
confiesan que si, en alguna heredad, hay una Cruz
cualquiera que no se menoscabara ni destruiría
el fruto de ellas es cosa m uy probada, que consta
de confesión de ciertas brujas que tenían por
costumbre de cada año, apedrear la heredad de
un hombre y de pocos días a esta parte, puso una
Cruz ele palo, y después que la hubiese puesto,

254
coge sanos todos los frutos de ella, y no le em ­
piece la tempestad, confiesan por m uy averiguado
que después se hacen brujas no ven al Santísimo
Sacramento del altar, y si confiesan sus culpas, lo
tornan a ver como de antes, como si no fueran
brujas; se pueden conocer por una señal que se
les imprim e en el ojo, que la tal señal es la mano
del sapo, y está como digo en el ojo izquierdo,
encima de lo negro del ojo, y para conocer, tengo
personas que las conocen, que es cosa maravillosa
y averiguada; hay mucho que trata en los que he
hecho justiciar y en los que tengo presos, que
ios males que no se pueden contar v matan con
ponzoñas a los hombres y mujeres y criaturas y
otros parientes y parientas suyas, como consta
por sus confesiones y procesos, y por sus propias
manos han muerto sus ganados, y pierden la be­
llota de los montes y herbajaderos v frutos de
la tierra, echando ponzoña por encima de la tierra
con la mano izquierda, con ciertas maldiciones
que dicen al campo que las echan, que suelen
hacer apedrear según lo que han confesado; y
crea Vuestra Señoría que cuando la tierra se pier­
de por piedra y tempestades en este Reino, o en
otra cualquier parte que es por maleficio de ellas,
como yo cuando fuere necesario diré el inconve­
niente, saben hechizar, y cuando salen a sus ayun­
tamientos o malas operaciones, no los sienten en
las casas donde entran a hacer el mal, hacen dor­
m ir de manera que pueden ir y entrar y volver
seguras, y saben hechizar para que el hombre no
tenga parte con su mujer, y he hallado por expe­
riencia haber hechizado a sus propios hijos y nie­

255
tos al tiempo de sus casamientos para hacer ma­
yores males y despreciarlos, y cuando más mal
hacen y pueden hacer, y más grave es el pecado,
tanto más mérito tienen con Satanás, y por eso
matan a sus hijos y hacen otros maleficios y pe­
cados gravísimos. La noche de Santa Cruz de sep­
tiembre, vi ciertos valles y lugares y villas de esta
tierra, con una tempestad súbita que duró más
de dos horas, que cayó tanta agua que se llevó
muchos molinos y cercados y frutos y viñas y
árboles que dejó señal, y fue tan gran el daño,
que fue cosa monstrua. Yo he descubierto por
muchos brujos y brujas que venían con intención
de echar a perder las viñas de Pamplona, y no
pudieron salir con sus intereses, porque dAcen
que vieron una cruz grande y blanca, la cual tem­
pestad fue tan grande de vientos y agua y piedra,
que derrocó una cruz grande que estaba en la
plaza de san Lorenzo de Pamplona alta, con cua­
tro columnas y cubierta, y aunque yo he dado en
hacer justicia y tengo muchos presos, no deja el
demonio de hacer sus ayuntamientos con los que
quedan, y son tantos los males, que no se pueden
contar por largo juicio que se haga, y esto del
hacer mal, lo congregan y tratan en sus ayunta­
mientos los que hay por prender y he sabido de
los que prendí, como el demonio los manda ahora
hacer más mal que nunca, y el demonio los induce
con falsos engaños, que sigan su ley con falsos
prometim ientos, y les dice que los que justician
y queman, les hacen exigentes, que los resucita y
les muestra las propias figuras que antes tenían
aquellos que han ajusticiado y que así hará a ellos

256
que no dejen de hacer el más mal que pudieran,
y que procuren de matarme a m í por todas las
vías que pudieren, que luego será acabada su per­
secución en siendo yo acabado. Dios lo remedie
como puede por su infinita bondad: De Pamplona,
a trece días del mes de abril, del año de mil qui­
nientos noventa.»

E s desagradable que el ser hum ano p a ra rea­


lizar actos sim ilares a los expuestos y otros de
m uy d istin ta categoría, se arro p e bajo la som bra
de Dios. El Inqu isidor de C alahorra era in d u d a­
blem ente u n te rrib le crédulo —la credulidad al­
canza en ocasiones lím ites insospechados—, o un
desenfrenado fabulista; am bas especies ab u n d a­
b an m ás de lo deseado en aquella época. A pesar
de lo poco serio, podríam os decir, que es el docu­
m ento, el m ism o alcanza un alto grado pintoresco
que agrada y desp ierta el interés de quien lo an a­
liza. Sucesos parecidos se com entaban con sum a
frecuencia en la E dad Media, sin que hoy día
hayam os podido llegar a saber qué h ab ía de exac­
to en todos estos peculiares relatos. Que se re ­
u n ían p ersonas —p ersonas enferm izas general­
m ente— p a ra ad o ra r e invocar al Diablo, está
m ás que com probado; que m atasen niños, viola­
sen m u jeres vírgenes, realizasen actos de bestia-
lismo, y otros desenfrenos de sem ejantes carac­
terísticas, eso es algo que en realidad no está
p len am en te confirm ado.
El llam ado G ran A quelarre se celebraba sola­
m ente cu atro veces al año; el Pequeño Aquelarre,
h asta dos y tres veces a la sem ana. Lo prim ero

257
9
que se hacía, com o ya hem os apuntado, es u n ta r
el propio cuerpo con u n a extraña pom ada. Exis­
ten infinidad de fórm ulas, al parecer, p a ra con­
feccionar la m encionada pom ada. E n tre otras:
Extracto de opio ....................... 50 g
Extracto de betel ................... 30 g
Extracto de cinco en ram a... . 5g
Extracto de belladona ............ 15 g
Extracto de cáñamo indio ... . 250 g
Extracto de beleño negro ... . 15 g
Extracto de c ic u ta ..................... 15 g
Extracto de cantárida ............ 5g
Goma tragacanto ...................... Q.S.
Aenanthol .................................. 3 g
Azúcar .......................................... Q.S.

Y tam bién:
Manteca de c e rd o ...................... 100 g
Semilla de girasol triturada ... 30 g
Flor de amapola molida ........ 30 g
Flor molida de cáñamo ........... 30 g
Haxix ............................................ 5 g
Raíz de eléboro ....................... 30 g

E sta pom ada se u n tab a en las orejas, el cuello,


los hom bros, las axilas y las p lantas de los pies.
M ediante ella se en tra b a en contacto con el mal.

Código de la Inquisición
Sin com entario alguno —sería inútil com batir
con las ab su rd as ideas de la época— vam os a m os­
tra r los quince m otivos de acusación de los que se
sirvió A lejandro IV p a ra re d a c ta r su bula:

258
—«Reniegan de Dios

—«Blasfem an
—«Adoran al diablo

—»Le consagran sus hijos

—»En ocasiones los sacrifican

— »Los consagran a S atán desde el vientre de


su m ad re

— »Le p ro m eten a tra e r a todos los que puedan


a su servicio
— «Juran p o r el nom bre del dem onio y hace
de ello u n honor

— «No resp etan ya ninguna ley y com eten in­


cestos

— «Matan a las personas, las hacen hervir y se


las com en
»—Se alim entan con carne hum ana e incluso
de ahorcados
— «Hacen m o rir a la gente m ediante venenos
y sortilegios

—«Hacen m o rir al ganado

— «Hacen p erecer los fru to s y causan la este­


rilidad

259
—»Se hacen en todo esclavos del diablo.»

Los jueces de la Inquisición estim aban que con


alguno de los siguientes síntom as ya había com ­
plicidad diabólica:

—«Si la enferm edad es tal que los m édicos no


la pueden descu brir ni conocer.

—»Si au m enta en vez de dism inuir a p esar de


h aberse p ro cu rado todos los rem edios posibles.

—»Si desde el comienzo p resen ta grandes sín­


tom as y dolores co n tra lo acostum brado de las
o tras enferm edades que crecen poco a poco.

— »Si es inco nstante y variable en sus días, sus


horas, sus períodos, y adem ás que tenga en efecto
m uchas cosas diferentes de las n aturales, aunque
en apariencia se m u estre sem ejante.

—»Si el paciente no puede decir en qué p arte


del cuerpo siente el dolor, aunque esté m uy en­
ferm o.

—»Si lanza suspiros tristes y desgarradores sin


ninguna causa legítim a.

—»Si p ierd e el apetito y vom ita lo que ha to ­


m ado de carne; si tiene el estóm ago com o enco­
gido y ap retad o y que le parezca ten er dentro algo
pesado o bien si siente en él algún trozo que sube
hacia el esófago y luego vuelve a su lugar p ri­

260
m itivo, y que no pueda tragar, cuando está en la
p a rte superior, así como si p o r sí m ism o descien­
de súbitam ente.

— »Si siente calores punzantes y otros pincha­


zos agudos en la región del corazón, de tal form a
que prefiera que se le p a rta en pedazos.

—»Si se le ven las arte rias la tir y tem b lar al­


red ed o r del cuello.

—»Si está ato rm entado p o r algún cólico o do­


lo r vehem ente de los riñones, o si tiene acerbas
punzadas en el ventrículo; o tam bién si siente un
viento frío o caliente exagerado recorrerle el vien­
tre u o tra p a rte del cuerpo.

—»Si se vuelve im potente p ara el oficio de


Venus.

—»Si tiene algún sudor ligero, incluso du ran te


la noche, cuando el tiem po y el aire es b astan te
frío.

—»Si tiene los m iem bros y p artes del cuerpo


como ligados.

—»Si llegan a faltarle fuerzas p o r todo el cuer­


po, con sum a languidez. Si siente la cabeza pesa­
da y se com place en decir sim plezas, com o les
sucede a los m elancólicos. Si está afligido p o r
varias clases de fiebres que no llegan a explicarse
los m édicos. Si tiene m ovim ientos convulsivos

261
que le hagan parecerse a los atacados p o r el m al
caduco. Si sus m iem bros se ponen rígidos p o r fo r­
m a de convulsión y espasm o. Si todas las p artes
de la cabeza se le hinchan, o sí están con tal la­
situd que no se puede casi m over. Si se pone de
color am arillo y ceniciento p o r el cuerpo, pero
p rincipalm ente p o r la cara. Si tiene los párpad os
tan ap retados que pueda apenas a b rir los ojos, y
sin em bargo que tenga los ojos m uy claros y
tran sp aren tes. Si tiene los ojos extraviados. Si le
parece ver algún fan tasm a o nube.

— »Si no puede m ira r al sacerdote fijam ente o


que le cueste tra b a jo o dificultad m irarle. Si el
blanco de los ojos le cam bia diversam ente.

— »Si se trasto rn a , se asu sta o recibe algún


cam bio n o table cuando el que es sospechoso de
haberle pasado el m al en tra en el lugar donde
está.

—«Finalm ente, si cuando p a ra la cura del m al


el sacerdote h a b rá aplicado algunos ungüentos sa­
grados en los ojos, en los oídos, en la fren te u
o tras p arte s del cuerpo, estas p arte s llegan a
tra n s p ira r o p resen tan algún otro cambio.»

Lo que realm en te sí nos extraña es que p a r­


tiendo de estos síntom as, los m ism os jueces no
fuesen procesados p o r brujos. H abía que ser casi
u n «superhom bre» p a ra no caer en m anos de la
Inquisición.

262
VII

MAGIA NEGRA (Continuación)


por
Urbano Ortiz

¿E n qué época el ser hum ano no h a sentido


tem o r hacia la b ru jería ? Desde la E dad Media
h asta la actualidad no cabe duda de que la b ru ­
je ría h a decaído sobrem anera, exceptuando cier­
tos rincones del C ontinente africano, donde to d a­
vía causa te rro r y m uerte. E n Africa la angustia
experim entada an te la b ru je ría llega al paroxis­
mo; los hechiceros, buenos conocedores de su
oficio, actú an sobre el ánim o supersticioso de
unas pobres gentes.

Brujos y diablos

E n Grecia los b ru jo s alcanzaron una im p o rtan ­


cia capital; eran ellos, al igual que las m ujeres

263
de Tesalia, los que predecían el porvenir. E ran
frecuentem ente consultados.
D urante el Renacim iento, los casos de b ru je ría
son infinitos; posesiones, tentaciones, exorcism os,
aquelarres, m isas negras, conjuros...
E xistían b ru jo s inferiores que solam ente p ra c­
ticab an el hechizo y otros que, m ás versados e
in stru id o s en la m ateria, desarrollaban poderes
de m ás esotérico significado.

«Ven, infernal, celeste y terrestre Bomba, tú


que eres la gran diosa de los grandes caminos y
bosques, tú que traes la luz y traes la noche, a ti
a quien gusta el aullido del perro y la sangre
esparcida mezclada con las entrañas; a ti que
andas entre tumbas llenas de cadáveres de blan­
cas osamentas... asiste con deleite a este sacri­
ficio.»

Pero lo diabólico no term in a aquí, ya que se­


gún opiniones, los b ru jo s despertaban los espíri­
tu s de los m uertos y hacían pactos escritos con
sangre con el diablo. Dichos pactos se realizaban
p a ra p o d er p ro d u cir toda clase de infam ias m e­
diante los poderes que el gran S atán les concedía.
Como dato curioso hago observar que en su
De Praestigiis, Jean W ier, en 1568 establecía el
reino diabólico en siete m illones y m edio de dia­
blos. Y este h isto riad o r negro, el m ejo r contable
de diablos de todos los tiem pos, anota: «Salvo
e rro r de cálculo.» Y realm ente la cosa no deja
de ten er hum or.
Es in teresan te observar que la m ayoría de las

264
p ersonas b ru jas eran del sexo débil y m e inclino
a p en sar que tal se debe a u n m ecanism o de cier­
tas m u jeres p a ra escapar al dom inio del hom bre.
Las b ru ja s solían reclu tarse p o r línea heredi­
ta ria de m adres a hijas, aunque había gran can­
tidad de ancianas y cam pesinas inválidas que, por
no ten er descendencia, se m antenían d u ra n te un
tiem po indefinido —h asta que la m u erte llegaba—
en su oficio. Cuanto m ás h o rrib le su aspecto re­
sultase, tan to m ejor. ¿No es eso lo que p retende
u n a b ru ja ?
Como ya queda dicho, en hom bres se daba
poco el caso de ser acusado de b ru jería. Sin em ­
bargo, se supone que en las reuniones de b ru jas
siem pre h ab ía com o figura principal u n hom bre;
éste encarn ab a el papel de diablo y se disfrazaba
de m acho cabrío, y a él, las m ujeres, le rendían
trib u to de diversas y obscenas m aneras. G eneral­
m ente en tales reuniones, se renegaba de la reli­
gión y se hacía m ofa de ella. Lo que allí sucedía
era h o rrib le... ¿Pero de verdad lo era? Me atrevo
a decir que casi todo cuanto sobre el p artic u la r
se ha escrito sobre las b ru ja s y dem ás criatu ras
fan tásticam en te extrañas, h a sido p roducto de
u n a im aginación m ás o m enos calenturienta.
¿Quién puede creer que S atán se aparecía en fo r­
m a de h om bre m uy alto, con voz m uy p au sad a y
gruesa, b arb a negra de chivo, adornado con gran­
des cuernos retorcidos, con unos ojos que tenían
fuego y despedían u n a especie de hum illo con un
fu erte olor a azufre?

265
Confesiones de brujas

La evidencia en la existencia de las b ru ja s —o


lo que fuesen— está b asad a en las acusaciones
que se hicieron co n tra ellas; confesiones que
m uchas veces fueron arran cad as m ediante to r­
m entos de los m ás refinados. C uántas condenas
y cuántas in ju sticias se com etieron b ajo presión.
¡Qué anticipación de los procedim ientos nazis en
u n m undo desquiciado y carente de toda o rien ta­
ción! Los inquisidores, exigían de la b ru ja la con­
fesión de sus propios labios y p a ra ello se la fo r­
zaba de m il m aneras distintas.
Quizás la p rim era ejecución de u n poseído fue­
se en el año 1357 en N avarra, y, posteriorm ente,
en el año 1374 Gregorio IX ordenó perseguir enér­
gicam ente a los b ru jo s y en G inebra se quem aron
quinientos b ru jo s en sólo tres meses.
Del año 1400 al 1504 el Santo Oficio envió a la
hoguera a tre in ta m il b ru jas, incluida Ju an a de
Arco. Llegó la obsesión a to m ar cuerpo de tal
fo rm a en la m ente de algunos, que se acusaba a
u n a m u jer de b ru ja p o r llevar la m irad a b aja o
p o rq u e tenía u n a sim ple verruga. Y lo p eo r de
esto, es que las m ism as m ujeres, sin serlo, sin
ten er n i siquiera p o d er p a ra p re p a ra r un m al
guiso, se creían b ru ja s y llegaban a convencerse
de que volaban p o r los aires y confeccionaban fil­
tro s de efectos maléficos y perniciosos. Y, suges­
tionadas, así lo confesaban.
El Malleus Maleficorum tiene relatos como
e s te :
«En la diócesis de Basel, en la ciudad de Dann,

2á<5
fue quem ada u na b ru ja que confesó h ab e r dado
m u erte a m ás de cu aren ta niños clavándoles una
aguja en el cerebro al tiem po que salían de la
m atriz.»
El fam oso proceso de las b ru jas de L ancaster
en el año 1612 a p o rta un buen núm ero de p ru e­
bas condenatorias, aunque no se declara cóm o se
obtuvieron las confesiones.
Desde el año 1575 al 1700 la Inquisición incul­
pó a un m illón de brujas.
Pero quizás el caso de m ás renom bre sea el
que se h alla en n u e stra historia de E spaña: Car­
los II, el Hechizado. H om bre débil, abúlico, en­
ferm o, que padecía de cólera, m elancolía, esteri­
lidad genérica y ataques frecuentes.
Siendo joven Carlos, su confesor, el p ad re Car-
bonell, le hizo que analizase la posibilidad de que
estuviese hechizado. Desde entonces el m uchacho
vivió preocupado.
M ucho m ás adelante, varios cortesanos de
acuerdo con el confesor real, decidieron exorcisar
al m onarca. E n tan to que el p ad re Argüelles exor-
cisaba a tres m onjas posesas en Cangas de Tineo,
alrededor del rey se ru m o reab a que éste había
sido hechizado a la edad de catorce años con una
bebida antigenésica. Como posible culpable del
hechizo se denunció a la reina m adre, doña M aría
de A ustria, que le había dado a to m ar u n a taza
de chocolate, sesos y riñones en fecha 3 de
ab ril de 1675.
Se llevó a cabo el exorcism o con el rey. M ejoró
—seguram ente p o r sugestión— y entonces se sus­
pendieron las prácticas antidiabólicas. Pero poco

267
tiem po después, el rey volvió a decaer y entonces
fue F ray M auro Tenda quien se encargó de cu­
rarle, pese a la resistencia del m onarca.
Una posesa que fue llevada a palacio y exorci-
sada dijo que la reina hechizó al rey con polvo
de tabaco. E n los cuellos del rey y de la reina se
en co n traro n unos saquitos que contenían cásca­
ras de huevo, pelos, uñas de los pies, y otros ele­
m entos tom ados p o r reliquias p o r los m onarcas.
Cuando Don B altasar de M endoza fue nom ­
b rad o obispo de Segovia, nuevo inquisidor, se
hizo olvidar el asunto y, m ejorado el rey, fueron
procesados el p ad re F roilán y Fray M auro.
E stá claro que los tribunales m odernos, no
ad m itirían hoy día m uchos de los m étodos em ­
pleados p a ra in terro g ar y extraer confesiones de
las supuestas b ru jas. Se las som etía a continuas
preguntas, rep etidas incesantem ente y que cam ­
b iab an de orden, h asta que llegaban a co n trad e­
cirse. E n ocasiones se las dejaba desnudas y se
las afeitaba com pletam ente todas las zonas del
cuerpo p a ra m ejo r descubrir las m arcas del dia­
blo. ¿Los defensores? Se lim itaban a convencerlas
p a ra que confesasen en su propio bien y en el de
él m ism o, ya que si se creaba alguna dificultad
p o r p a rte del abogado, se le condenaba a éste
tam bién.
P ara que el lector se haga cargo de la fuerza
de las acusaciones, bástele saber que un juez de
L eicester ahorcó a nueve m ujeres porque u n niño
aseguró que le habían em brujado.
H abía quien confesaba librem ente, m as o tras
se negaban a hacerlo y se las condenaba porque

268
se suponía que era el diablo quien no las dejaba
hablar.
E n E u ro p a continental la Inquisición produjo
verdaderas atrocidades.
E n 1460 se p ro d u jo el sonado caso de Arrás,
en que se acusó de b ru je ría a varias notables p er­
sonas de la ciudad, que al confesar, fueron ah o r­
cadas, obligadas a llevar en la cabeza u n som ­
brero, com o signo de adoración al diablo. E n el
serm ón que les leyó el inquisidor, les describió
el aq u elarre que h abían confesado los condena­
dos, que fu ero n entregados al poder secular p ara
p roceder a la ejecución. Los condenados g ritaron
diciendo el engaño de que habían sido objeto, ya
que se les prom etió una co rta peregrinación si
confesaban y salvarse así de m o rir abrasados. Los
gritos de los acusados se escuchaban con vehe­
m encia. Todos pedían justicia. C om enzaron las
to rtu ras. Algunos las soportaron; los m ás débiles
fallecieron en ellas. Solam ente uno de aquellos
pobres desdichados fue liberado; pero p o sterio r­
m ente se le acusó de h ab e r huido y se le buscó
incansablem ente p a ra ser condenado a veinte
años de prisió n a pan y agua.
E n Escocia los procedim ientos no variaban
m ucho con respecto a otros países. Se rodeaba de
cuerdas la cabeza del acusado y se le arran cab an
las uñas p a ra después clavarle agujas en la zona
dolorida. El dolor era cruel pero a pesar de todo
m uchos se resistían a confesar. ¿No sería que
tem ían la hoguera?
Lo que no nos debe ex trañ ar es que ante tan
despiadados torm entos, los acusados quedasen

269
trasto rn a d o s y declarasen, incluso totalm ente con­
vencidos, ser b ru jo s de verdad y poseer grandes
poderes; poderes que no eran dudados p o r los
p resen tes ni p o r un instante.

Captura de brujas

Teodoro de C anterbury, alrededor del año 1690,


se opuso firm em ente a quienes ofrecían o hacían
sacrificios a los dem onios y efectuaban hechizos
co n tra las personas.
E n el año 940 E th elstan decretó la pena de
m u erte p a ra aquellos que se dedicaban a la m a­
gia, b ru je ría o hechicería.
Un libro llam ado El martillo de las brujas y
escrito p o r F ray E n riq u e K ram er y F ray Jacobo
Sprenger, causó m uchísim as víctim as. No pode­
m os p recisar la cantidad de m illares de personas
que m u riero n a causa de esta obra; m uchas fue­
ron. E ste libro tra ta b a del procedim iento a seguir
p a ra culpar a los b ru jo s. Decía que los hijos de­
b ían denunciar a los pad res ante cualquier sos­
pecha. A los abogados defensores los tachaba de
sospechosos y ya puede el lector suponerse que
bajo tales condiciones nadie quería defender a
u n a supuesta b ru ja, p o r lo que la acusación era
ya p o r sí sola una pena de m uerte en la hoguera.
E n E spaña, cuna de la Inquisición, fue donde
la persecución no resu ltó afortunadam ente tan
in ten sa y nunca se asistió a las hogueras de m a­
sas, com o o cu rría en F rancia y Alemania. Supo
—aunque no siem pre— ser cuerda la Inquisición

270
española, d en tro de lo que podem os entender por
cuerdo en aquella desatinada época; puesto que
au to ridades seculares ordenaron cazas de b ru jas
en N avarra p o r el año 1526 y hubo diversidad de
opiniones, dado que se dudaba de si las b ru jas
en realidad h ab ían com etido los crím enes que
confesaban.
Los procedim ientos, com o en otros países,
eran tam bién b astan te infam es: incautación de
bienes, to rtu ra s, falsas denuncias, etc.
Los m édicos que no sabían la causa de una
enferm edad —esto en todos los países— o la te­
nían p o r incurable, salvaban su reputación
— ¡siem pre a salvo, d u ran te todas las épocas, la
reputación de los m édicos!— diciendo que el p a­
ciente estab a em brujado. Tal era la frecuencia
con que sucedían estos casos que los jueces de la
Inquisición se b asab an en absurdos síntom as p ara
acu sar a d eterm in ada persona de endiablada o
em brujada.
In g late rra jam ás —y esto sí que es raro , dado
el carácter un tan to obsesivo de sus gentes— con­
denó a las b ru jas a la hoguera. La explicación es
que allí no se in tro d u jo la Inquisición. Pero un
m om ento, los ingleses —¿cóm o no?— tam bién co­
m etiero n sus barb aridades. Los h erejes fueron
condenados a la hoguera; la b ru jería , sin em bar­
go, no se consideraba u n a herejía.
Al no existir en G ran B retaña la Inquisición, la
su p lantab an los cazadores de b ru jas, e n tre los que
destacó M atthew H opkins, quien asim ism o se ca­
lificaba de «descubridor general de brujas» y llegó
a p u b licar u n libro. H opkins dijo que cerca de su

211
casa se reu n ían de ocho a diez b ru ja s y ofrecían
sacrificios a Lucifer. Se puso incansablem ente a
b u scar a estos b rujos. Cuando en contraba una
m u jer a la que creía b ru ja , la obligaba a desnu­
darse y com enzaba con u n a aguja a p in ch ar di­
feren tes zonas de su cuerpo, a fin de en c o n trar
p u n to s insensibilizados p o r el diablo. No m e cabe
la m enor duda de que el señor Hoplcins era un
gran sádico y se pasaba unos agradables m o­
m entos con tales m étodos. Es curioso que con
este individuo se cum plió ese antiguo adagio que
dice: «quien a h ierro m ata a h ierro m uere». Hop-
kins abandonó este m undo cuando fue requerido
p a ra que se som etiera —acusado de poseedor de
extraños p o d eres— a una pru eb a com ún p a ra las
su puestas b ru jas. H opkins sucum bió, y con ello
las persecuciones de b ru ja s perd iero n intensidad.
La cantidad de personas acusadas de b ru je ría
que fueron ejecutadas en E u ro p a difiere según
los h istoriadores. K urtz, h isto riad o r de la Iglesia,
sostiene que en 1484 se «ajusticiaron» 300 000
b ru jas. E n Alemania, donde la crueldad llegó a su
lím ite —anticipo pequeño de la crueldad que des­
plegarían p o sterio rm en te co n tra la raza ju d ía—,
se estim a que fueron enviados a la hoguera m ás
de 100 000 b ru jo s; hay historiadores que aseguran
que b astan tes m ás.
O tro au to r, Ewen, basándose en los docum en­
tos originales, dice que el núm ero de ejecuciones
p o r b ru je ría efectuadas en In g late rra en tre los
años 1542 y 1736 fue de m enos de mil; y se supo­
ne que únicam ente en In g late rra la relación en tre
las acusaciones y ejecuciones no pasó del 30 por

272
ciento. Podem os, pues, decir que la excepción con­
firm a la regla, y que esta vez los ingleses se
co m p o rtaro n con toda corrección.

Brujería en Africa

P ara el africano la b ru je ría va ligada a su


vida; es u na tradición m ás. En este continente se

Fig. 32. Homúnculo.

tem e, se odia y se cree en las b ru ja s en grado


sum o. Incluso africanos cultos que he tenido el
gusto de conocer, sienten tem o r ante la b ru jería.
E n Africa se ejerce con frecuencia el hechizo.
Hay am uletos form ados con sustancias extrañas
que —eso aseguran los crédulos— producen llu­
via. Los hechiceros de las trib u s cum plen ritos

273
A B R A C A D A B R A

A B R A C A D A B R

A B R A C A D A B

A B R A C A D A

A B R A C A D

A B R A C A

A B R A C

A B R A

A B R

A B

A
Fig. 33. Talismán.

m ágicos con extrañas pócim as que pueden servir


p ara la m agia blanca o la m agia negra, según el
caso.
El b ru jo en Africa es tam bién u n curandero,
sangrador, vidente, adivino, hechicero, etc. Se es
b ru jo generalm ente p o r herencia. E n la Costa de
Oro incluso puede im ponerse la b ru je ría en con­
tra de la voluntad.
E n Nigeria, los ibo tem en a las b ru ja s que pue­
den v erte r en sus alim entos una sustancia espe­

274
cial, que es la causa después de u n apetito extraño
p o r la carne hum ana.
Las b ru jas «azende» son reclutadas en tre las
m ás ancianas de la tribu, p o r tan to son las que
conocen m ejo r el secreto de las hierbas y sus efec­
tos. E stas b ru ja s poseen unos tam bores, elabo­
rados con piel hu m ana que, al golpearlos, tienen
u n sonido característico y especial ya que parece
g rita r: «¡carne hum ana, carne hum ana!» (¡Lo que
hace la im aginación!). E stas viejas son las m aes­
tras de las jóvenes, que no pueden ac tu a r sin el
consentim iento previo de las m ayores, y todas las
sugerencias son discutidas, y si son aceptadas lo
son en la to talid ad de la reunión. Si eligen alguna
víctim a van a su choza y danzan a su alrededor
h asta que e n tra la b ru ja que m ás la odia y la saca
p a ra que las dem ás la ataquen y quiten p a rte de
su carne p a ra luego cocerla en las reuniones. E s­
tos son casos típicos de canibalism o encubierto.
E stas b ru jas, p o r creencia, pueden tra n sfo rm a r­
se, según ellas, en el anim al que desean, pequeño
o grande, incluso en insectos, y provocar actos
de p erversión com o lo hacían los íncubos, que
eran diablos que se unían carnalm ente con m u­
jeres desconocidas.
Las b ru ja s de los basuto gustan de la carne
hum ana y son capaces de violar tum bas recientes
p a ra satisfacer su ansia violenta. Llevan dos va­
ras, u n a de color ro jo y o tra de color negro. Con
la v arita negra pueden resu citar al m uerto y con
la ro ja pueden m atar.
Los sacrificios hum anos se han sucedido en
m uchas p arte s de Africa. A uténticos sacrificios

275
que causan h o rro r, pues éstos consistían, por
ejem plo, en m u tilar a la víctim a, p rocurando que
no m uriese, p a ra lo cual cauterizaban las heridas
con agua hirviendo o piedras en extrem o calien­
tes. C ortaban trozos del brazo, o la cabeza, o bien
le sacaban los ojos o le co rtab an la lengua. Y todo
esto m ás que b ru jería, com o ya he dicho a n te rio r­
m ente, es canibalism o; canibalism o quizás im pul­
sado p o r unos principios confusos y adulterados.

216
VIII

LAS SECTA S SEC R ETA S

LOS GNOSTICOS

Gnosis procede del griego y significa conoci­


m iento, vocablo que p a ra los gnósticos goza de
u n am plio sentido.
Los gnósticos tom aban los conocim ientos por
trad ició n oral e in terp re tab an la B iblia a su m a­
nera, un tan to esotéricam ente, p o r lo que p red i­
caban u n cristianism o b astan te dispar con el p re ­
dicado p o r los apóstoles.
E sta escuela o m ovim iento fue creado por
Sim ón el Mago, Dositeo y M enandro. La enseñan­
za era u n a m ezcla u n poco confusa de los princi­
pios cristianos y de los judíos alejandrinos. Con
b astan te rapidez se form aron cantidad de sectas
fieles a tal m ovim iento. E n S iria nos encontram os
con Tatiano, S atu rnino de A ntioquía y B ardesano
de Edeso; en Egipto con V alentín y los Ofitas.
Todas las sectas gnósticas se esforzaban p o r­
que sus m iem bros se superasen espiritualm ente

277
día a día. Los fieles estaban clasificados en tres
categorías:
—Los hílicos: Aquellos que todavía poco fo r­
m ados, no eran capaces m ás que de entender la
p a rte m aterial del culto.

-—Los psíquicos: Más evolucionados, captaban


m ejo r la esencia del culto, pero no p ro fu n d a­
m ente.

—Los neumáticos: E stos habían alcanzado la


com pleta perfección de espíritu y se encontraban
en óptim as condiciones p a ra hacer com prender la
d o ctrin a a los dem ás.
Los gnósticos creían firm em ente en la teoría
de la reencarnación. El alm a surge de la divini­
dad, encarna, se purifica y fortalece, y re to rn a
nuevam ente a la divinidad. ¿Por qué m otivo el
alm a tiene que desligarse de la divinidad y venir
a la tie rra p a ra som eterse a un proceso de p u ri­
ficación? ¿Es que la divinidad no es lo b astan te
p u ra? E stas y o tras p reguntas aparecen con fre­
cuencia sin que haya resp u esta correcta p ara ellas.
Como se observará, dicha teo ría no es original;
seguram ente sus orígenes los encuentre en el hin-
duísm o prim itivo.
«El peligro del gnosticism o —escribe H. Dur-
ville— en ciertas alm as exaltadas, especialm ente
los esp íritu s que influyen con fuerza sobre el
pueblo, es que, p a ra el que ha recibido la ilum i­
nación divina, las leyes hum anas y h asta las fó r­
m ulas religiosas no tienen la m enor im portancia.

278
Los códigos y Biblias, poco rep resen tan p a ra el
que se relaciona directam ente con la divinidad
y que tiene am istades con los ángeles, sus in stru c­
tores. La gnosis, ya fuese enseñada p o r u n m aes­
tro, o d irectam ente inspirada, era suficiente p ara
aseg u rar la salvación: desligada de cualquier en­
señanza y ley religiosa o moral.»
E n este p á rrafo tam bién observam os puntos
de contacto con las doctrinas indias. P ara el yogui
evolucionado, p o r ejem plo, toda norm a, todo p rin ­
cipio im puesto, todo prejuicio religioso, toda
creencia está superada; seguram ente en eso e stri­
b a su au tén tica lib ertad interior. Hay u n adagio
oriental que dice: «Solam ente cuando la d octrina
haya sido trascendida, encontraréis v u estra liber­
tad.» N aturalm ente. ¿Cómo podem os decir que
som os libres m ien tras dependam os de algo, au n ­
que ese algo sea la doctrina? Los gnósticos así lo
com prendieron y debido a ello se hicieron fuertes
y resistentes. ¿Q uién sobrevive a lo largo de toda
la E dad Media? E l gnosticism o. Pero toda su fo r­
taleza se vio m inada cuando, influenciando e in­
fluenciada p o r todas las herejías albigenses, se
m ezcló con u n a m agia b u rd a y descarnada cuya
p rim o rd ial característica era u n instinto loco de
deform ación. Y entonces nacen ta n ta s doctrinas
gnósticas com o m iem bros poseía la d octrina p ri­
m itiva.
Pero ajustém onos al gnosticism o prim ario, al
no deform ado, al único que m erece la pena de
to m ar en cuenta. Toda la d octrina prim itiva ten ­
día a que el ho m b re se purificase y encontrase un
ser espiritual.

279
«P rim eram ente —escribe Durville— el ser exis­
te en tinieblas; asp ira a la claridad. Desde el
p u n to de vista cosm ogónico, rep resen ta el caos
inform e cuyo sím bolo es la p iedra en b ru to antes
de la transform ación. Desde el punto de vista me-
tafísico, es la im potencia de la acción como con­
secuencia de la ignorancia en que se encuentra el
ser, con relación a la Actividad o Causa p rim era y
su sím bolo iniciático es el color negro. Desde el
p u n to de v ista de la H um anidad es la m ism a in­
consciencia del agnosticism o y su sím bolo es u n a
an to rch a vuelta hacia abajo. En lo concerniente
al individuo, es el estado en que se encontró an­
tes de su p rim er deseo de buscar la luz y en el
sim bolism o m ístico, este estado de esp íritu del
adepto, an tes que cualquier pensam iento divino,
corresponde a la desnudez.
»La iniciación gnóstica tiene p o r objeto enca­
m in ar al que busca la luz, utilizando su iniciación
p a ra su evolución, lo cual constituye el verdadero
o bjeto de to d as las iniciaciones. P ara esto, la pie­
d ra en b ru to debe llegar a ser la p ied ra tallada,
p a ra que pued a fo rm ar p a rte de la rítm ica arq u i­
te c tu ra del que creó los m undos. P ara que la pie­
d ra en b ru to se convierta en la p ied ra tallada,
d eb erá em plearse el m artillo, la voluntad, el cin­
cel, el juicio. El m artillo rep resen ta la fuerza
inconsciente, la voluntad b ru ta l y m aciza que,
com o el m artillo, debe tenerse bien su jeta p o r el
esp íritu , único capaz de dirigir esta potencia casi
anim al. Por el contrario, el cincel rep resen ta el
juicio, la fuerza organizadora del espíritu. El es­
p íritu debe su p rim ir del ciego deseo, todo lo que

280
p o d ría p erju d ic ar el plan preconcebido, aunque
la m ateria y la sensibilidad sufrieran. El discerni­
m iento del esp íritu debe aplicar las tije ra s en los
p u ntos necesarios. Como en todas las iniciaciones,
observam os que las im pulsividades hum anas están
som etidas a la dirección del esp íritu que las con­
duce, sirviéndose de ellas en beneficio del interés
colectivo y del bien com ún. A pesar de su perfecta
precisión, el cincel no puede h e rir sino bajo el
choque del m artillo. Es u n sím bolo, m uy bello, de
la im potencia de la ciencia sin u n anim ism o bien
dirigido que le proporcione el im pulso y su
fuerza.»

LOS NEO-GNÓSTICOS
E s u n gnosticism o m odernizado, podríam os
decir. Sus pioneros h an sido los franceses B ricaud
y el d o cto r Fugairon. Los prim itivos principios
gnósticos h an variado apenas sensiblem ente; ha
cam biado la term inología m ás que la esencia p ro ­
piam ente dicha.
Cada adepto a dicha escuela, debe ir pasando
p o r u n as p ru eb as que le irá n haciendo au m en tar
de grado y perfeccionam iento internam ente. E s­
tos grados y p ru ebas son:
G rados N om bres Pruebas y M in isterio s

l.° grado Discípulo secreto Pruebas físicas en los


subterráneos
2.® grado Discípulo perfecto Pruebas intelectuales y m orales
3.® grado Sublim e albañil M inisterio del agua y del
gnóstico hum o (Bautism o)

281
4.° grado Caballero de la M inisterio de la Unción
paleta y la espada (Confirmación en parte).
5.° grado M aestro adepto M inisterio del fue^o y del
viento (Confirmación)
6.° grado M aestro del Real M inisterio inefable
Secreto (Eucaristía)
7 ° grado M inistro de la M inisterio del gran Nombre
serpiente de cobre (Orden)

El l.° y el 2.° grados en tra n d en tro de la cate­


goría de alum no o aprendiz gnóstico; el 3.° y el 4.°
en la de discípulo o com pañero gnóstico; el 5.°
y 6.° en la de M aestro gnóstico, y el 7.° en la de
M aestro elegido gnóstico.

Por las referencias que tenem os, dicho m ovi­


m iento no h a encontrado m ucho eco y ello es
lógico si se considera que sus pruebas, clasifica­
ciones, term inologías, y dem ás com plicaciones,
están u n tan to pasadas de m oda p a ra el hom bre
actual, que tra ta en todo m om ento de abreviar,
sim plificar y en c o n trar el cam ino m ás corto en tre
dos puntos.

LOS FRANCMASONES

La m asonería es, ante todo, un sistem a filosó­


fico cuya sim bología y rito s se apoyan sobre p arte
de los M isterios de la antigüedad.
¿Cuándo surgió? Según m uchos autores la m a­
sonería se form ó hace cientos de años; pero real­
m ente —al m enos p a ra poder seguir fielm ente su
tray ecto ria— son b astantes m enos. El 24 de junio

282
de 1717, festividad de san Juan, se inicia plena­
m ente la m asonería m oderna, situándose una
Logia en Inglaterra.
E n los com ienzos la iniciación m asónica sólo
constaba de tres grados:

1. ° Aprendiz: Aquel que com enzaba y nada


sabía todavía de los principios del sistem a.

2 ° Compañero: Aquel que ya conoce ciertos


detalles de no poca im portancia, pero que todavía
no h a profundizado lo suficiente.

3.° Maestro: Aquel que conoce todos los se­


cretos de la «Obra».
Así, pues, solam ente existían tres grados. Pero
posteriorm ente, cuando la m asonería se fue con­
solidando, se adm itieron b asta 33 grados, según
el R ito Escocés. Se dividen estos 33 grados en
cu atro s e rie s :

1° G rados sim bólicos


2. ° G rados capitulares

3. ° G rados filosóficos

4. ° Grados superiores.

Los grados sim bólicos —los tradicionales, los


realm ente auténticos— contienen al aprendiz (será
som etido a p ruebas físicas), al com pañero (será so­
m etido a p ru eb as m orales), y al m aestro (será
som etido a p ruebas intelectuales).

283
El segundo grupo (grados capitulares) abarca
desde el grado cuarto (m aestro secreto) y quinto
(m aestro p erfecto) h asta el grado dieciocho (Su­
blim e Príncipe Rosa-Cruz).
El tercer grupo se extiende desde el grado
diecinueve (G ran Pontífice de Jerusalén Celeste)
h asta el grado tre in ta (G ran elegido Caballero
Kadosch).
El cu arto grupo o serie com prende desde el
grado tre in ta y uno (Inquisidor, In sp ecto r y Co­
m endador) al grado tre in ta y tres (Soberano gran
In sp ecto r General).
Existe o tra clasificación de grados, y es la que
se sigue en el Rito de M istraim . C uenta con cinco
series y el n úm ero de grados son noventa.
Las series según M istraim son:

—Los Grados sim bólicos

—Los G rados filosóficos

—Los G rados m ísticos

—Los G rados cabalísticos

—E l Soberano G ran M aestro Absoluto (Grado


noventa).

Vam os a estudiar, según el R ito Escocés, los


tres prim ero s grados o etapas, que son realm ente
los que se b asan y en cuentran su origen en las
prim itivas iniciaciones egipcias.

284
Grado de Aprendiz

Analicemos las p ruebas físico-m entales a que


es som etido el Aprendiz. P rim eram ente, se le in­
tro d uce en u n a sala norm al en donde debe des­
p o jarse de todo o bjeto de m etal que lleve con­
sigo: reloj, anillo, todo debe ser ap artad o del
p ropio cuerpo. Es u n rito. Un rito que tiene la
finalidad de dem o strar, hacer cavilar m ejor, que
la riqueza, el dinero, los objetos m undanos, no
tiene valor alguno y que el individuo puede estar
sum ergido en joyas y re su ltar, sin em bargo, el
ser m ás m ísero de la tierra. La verdadera riqueza
está en el corazón, en el alm a: esto es lo que p re ­
tende reflejar sem ejante rito. Sin em bargo, el
aprendiz no hace voto de pobreza; b a sta con que
se convenza de que la riqueza m aterial es algo
realm ente superfluo.
D espojado de todo m etal, el profano será con­
ducido a la llam ada «Cám ara de Reflexión». Como
su n om bre indica, es u n a estancia, aislada y tra n ­
quila, en donde el recién llegado puede m editar.
La C ám ara de m editación es u n a habitación
b astan te tétrica. Las paredes están pin tad as de
negro y si ro m p en su m onotonía es p a ra m o stra r
algún que o tro esqueleto, calavera o guadaña. Hay
tam b ién dibujados u n gallo y u n reloj de aren a:
todos sím bolos que inducen a pensar. El gallo
está colocado p o r encim a del reloj de arena y
en tre am bos existe u n espacio en el que está es­
crito: Vigilancia y perseverancia.
E n o tro lugar de la sin iestra pared, se puede
leer:

285
F ig. 34. «Gabinete de Reflexión». Todo aspirante a francm asón es
introducido en esta cám ara p a ra que pueda reflexionar.

«¡Si la curiosidad te ha conducido aquí, vete!


¡Si temes contemplar tus propios defectos te en­
contrarás mal entre nosotros! ¡Si eres capaz de
disimular, tiembla; va que te penetraremos y

286
leeremos el fondo de tu corazón! ¡Si aprecias las
distinciones humanas, sal, puesto que aquí no se
conocen! ¡ Si tu alma ha sentido el miedo, no pro­
sigas! ¡Si perseveras serás purificado por los ele­
mentos, saldrás del abismo de las tinieblas y
verás la luz! Se te podrán exigir los mayores sacri­
ficios, hasta el de tu vida.; ¿estás dispuesto a
hacerlos?»

E n la celda existe u n a m esa de m ad era y un


escabel. S obre la m esa de m adera —p o r si el p ro ­
fano tiene ideas religiosas—, u n Evangelio de san
Ju an (único aceptado p o r la F rancom asonería,
alegando que m u estra la v erd ad era enseñanza eso­
térica). Como toda com ida, u n pan y u n cántaro
de agua: se está allí p ara reflexionar, no p a ra de­
leitar el organism o.
E l profano qu edará algún tiem po en aquella
estancia. Debe pensar. M editar sobre la finalidad
del ser hum ano, la posibilidad de u n Dios y otros
aspectos filosófico-metafísicos es el deber del que
allí se encuentra.
Una vez el Aprendiz haya acabado sus reflexio­
nes, to m ará u n papel que hay sobre la m esa y re s­
p o n d erá a las siguientes tres preguntas que se le
form ulan:

—¿Qué deberes tiene el ser hum ano hacia sí


m ism o?

—¿Qué deberes tiene el hom bre p a ra con la


p atria?

287
—¿Qué deberes tiene el hom bre con sus se­
m ejan tes?

S eguidam ente el adepto h a rá u n testam ento


m o ral y filosófico. Una nueva vida se abre ante
él; es necesario olvidarse, sep u ltar la pasada. Ya
se lo avisó el com pañero que le in tro d u jo en aquel
som brío lugar: «Pronto en tra rás en u n a nueva
vida.»
Tiem po después vendrán en busca del asp iran ­
te y le v endarán los ojos. E ntonces él debe des­
p o jarse de sus ropas. Se rasg ará la cam isa p o r la
zona del corazón, lo que sim boliza que siem pre
estará su corazón abierto a los dem ás; p o n d rá al
descubierto su brazo, lo que quiere expresar que
tra b a ja rá con sinceridad y a la vista de todo el
m undo, sin sucias m aniobras; y finalm ente m os­
tra rá su rodilla derecha, lo que quiere significar
que siem pre está dispuesto a la adoración y la
hum ildad.
H a llegado el m om ento en que el profano llam e
a la p u e rta de la Logia. Una voz le p re g u n ta rá :
«¿Qué deseas?» El aspirante expondrá las razones
que le im pulsan a hacerse m iem bro, los m otivos
y h a rá saber que es u n hom bre libre y m oral. Se
ab re la p u erta. El fu tu ro francm asón, todavía ven­
dado, se echa al suelo. Cuando se incorpora es
som etido a la p ru e b a de la espada. E l acero roza
su pecho; él percibe dicha sensación. Si com ete
traició n alguna vez, deberá pagarla (esto es m e­
táfora, p o r supuesto). Y después com ienzan las
grandes p ruebas:

288
—Prueba del Aire: El asp iran te re co rre a cie­
gas la estancia sorteando de m ala m anera los
objetos que en cu entra a su paso. E sta pru eb a
quiere significar que todo el m undo está a ciegas
en un principio y que debe ser ayudado p a ra que
la luz alcance su corazón.

—Prueba del Agua: El neófito introduce su


m ano en el agua. Tiene que lim p iar sus im pu­
rezas.

—Prueba del Fuego: P asará al asp iran te por


en tre las llam as. Es necesario quem ar im purezas
y alcanzar el perfecto dom inio de sí m ism o.

—Prueba del Cáliz de la Amargura: B eberá el


fu tu ro Aprendiz de un cáliz. P rim eram ente el
contenido será dulce; luego am argo. E sto quiere
expresar que la vida es dulce si se sigue el recto
sendero; am arga si se tom a el que no se debe.

Y con la p ru eb a del cáliz de la am argura, el


asp iran te es despojado de la venda que oculta sus
ojos. Abre los ojos y entonces, sorprendido, ob­
serva que todo el grupo de com pañeros le ap u n tan
con sus espadas. Teme. Pero realm ente no hay
n ada que tem er, pues lo que quieren expresar sus
com pañeros con ta l ac titu d es que todos están
unidos co n tra la falsedad.
P ara finalizar, el que p ro n to será recibido, se
dirige hacia el V enerable y, arrodillándose ante
él, toca su espada. El venerable tom a la espada, la
levanta en el aire y luego la coloca sobre la ca­

289
lo
beza del aspirante. Es la consagración. Después
le ayuda a incorporarse, le abraza y exclama:
«¡Bienvenido, H erm ano!» Seguidam ente, el recién
adm itido, recibe las insignias de su grado y el
delantal (signo del tra b a jo y la actividad).

Grado de Compañero

Cuando se lleva unos cinco o seis m eses de


«aprendiz» puede asp irarse al grado de com pañe­
ro. P ara ello el M aestro de su logia —que en el
m om ento op ortuno tiene que darle u n certifi­
cado— h a de observar que el aprendiz h a m ejo ra­
do desde que entró en la secta; es decir, que se
ha vuelto m ás generoso, m ás hum ilde, m ás h u ­
m ano. Después h ab rá de p a sa r p o r unas cuantas
p ru eb as m orales de profundo significado espiri­
tualista. Finalm ente, cuando ha alcanzado la m a­
durez necesaria, renueva el voto de silencio y el
de adhesión, y tra s recib ir cinco golpes de mazo de
su m aestro, p asa al grado de com pañero. A p a rtir
de ese m om ento, su delantal lucirá u n a estrella de
cinco p u n tas y él com enzará a tra b a ja r como
m iem bro activo en favor de la Logia.

Grado de Maestro

V aría el tiem po que es necesario perm anecer


en el grado de com pañero p ara p asa r al de m aes­
tro. ¿Cuándo se pasa a la etapa siguiente? Bien
fácil: cuando el com pañero está lo suficientem en­

290
te p rep arad o p a ra ad q u irir la responsabilidad de
m aestro.
E l com pañero, antes de p asa r a m aestro, será
conducido a la cám ara de reflexión, aquella té ­
trica estancia en que fue probado cuando no era
m ás que un asp iran te. Ahora observará las negras
paredes, el gallo, el reloj de arena, el esqueleto, y
n ada de ello le sobrecogerá, porque todo eso debe
e star ya h arta m en te trascendido. Conoce los p e­
queños m isterios, p ero desea conocer los grandes.
E l grado de com pañero le queda ya pequeño. Es
necesario evolucionar, continuar avanzando hacia
la m eta.
Cuando vaya a p a sa r a m aestro, sus superiores
le d irig irán tres pequeños discursos, «de los cua­
les —escribe Durville— debe extraer tres leccio­
nes, cuyo sentido m oral es el siguiente:

1) «Una idea de m oral política: H iram fue un


artesan o conducido p o r su genio al m ás elevado
escalón de la potencia social. El pueblo m ism o,
una vez ad q u iera conciencia de toda su fuerza,
llegará a ten er un poder form idable. No se dice
que tam b ién será u n a potencia ciega, com o cual­
q u ier colectividad, com puesta de unidades in te­
ligentes. P ara com prender este pensam iento se
exigirán conocim ientos que no se en cuentran en la
francm asonería m oderna. P resentada en esta for­
m a, debe tem erse que la potencia del pueblo
llegue a la demagogia.

2) »Una idea de m oral científica, basada en el


papel bienhechor del sol y de su acción, ú til a la

291
N aturaleza. D urante el curso de esta exposición
ráp id a se h a observado que las fiestas y pruebas
están basadas sobre fenóm enos n aturales y espe­
cialm ente en la sucesión de las estaciones, figura­
das o no p o r los cuatro elem entos. El sol, p ara
el iniciado, lo m ism o que p ara el egipcio, llegado
a la com prensión de su religión, re p resen ta una
im agen de Dios y las estaciones existen lo m ism o
p a ra el esp íritu que se reencarna, que p ara los
astros.

3) »Una idea de m oral filosófica b asad a sobre


la legitim idad de las reinvindicaciones del Bien
desconocido y perseguido contra el eterno déspota
llam ado Mal. Existe siem pre la idea de una liber­
ta d sin lím ites, incom patible con la idea iniciá-
tica. El com pañero debe e sta r som etido al M aestro
y el no iniciado al m ás sabio que él. Tal iniciación
conduciría a u n a teocracia científica si pudiera
pro d u cirse en n u estro s días. La m ayoría de los
m aestro s se detienen en la p rim era lección y se
confían en u n a acción política y social que adula
su am bición. A spiran a las funciones del estado y
u san de la Logia com o u n m edio de acción. Igno­
ra n to talm en te las finalidades elevadas que los an ­
tiguos iniciadores propusieron a los neófitos. E ste
cam bio es de hace poco tiem po. E n 1849, prescin-
tiendo el dogm a iniciático derrotado, la F rancm a­
sonería proclam ó, com o dogm a fundam ental, la
creencia en Dios y en la inm ortalidad del alm a.
R ecientem ente estos dogm as se b o rra ro n del ritu al
y el verdadero sentido de la iniciación m asónica
se perdió definitivam ente.»

292
Son de especial interés las últim as palabras
que hem os tran sc rito de uno de los libros del
francés H enri Durville. Una sociedad puede ser
perfecta, o al m enos, no seam os am biciosos, bas­
tan te perfecta; pero sus m iem bros no lo son; sus
m iem bros con frecuencia asp iran al poder p olíti­
co-social, desean sentirse adm irados, fuertes, po­
tentes. E sto no sólo sucede dentro de la m asone­
ría, sino tam bién de o tras m uchas sectas y grupos
en cuanto que se hacen fuertes y sólidos. Lo que
empezó siendo algo p uram ente espiritualista, sin­
cero, digno de todo elogio y colaboración, term ina
—y siem pre debido a sus m iem bros, especialm en­
te a sus dirigentes— desvirtuándose, perdiendo
calidad, falseándose. La religión, la m etafísica, la
filosofía jam ás deben m ezclarse —porque confun­
den, p o rq u e alteran — con la política. Una religión
o sistem a filosófico que sea político antes que
social está condenado a resentirse en sus p rin ­
cipios. La m asonería nació in sp irad a en los ritos
egipcios, rito s quizás hoy día trascendidos —aun­
que el rito desgraciadam ente sigue form ando p arte
de la p ersonalidad hum ana—, pero no condena­
bles. Algo p u ro en sus principios que term ina
enturbiándose; algo que com ienza trata n d o de
v erterse generosam ente sobre el alm a hum ana y
term in a vertiéndose, am biciosam ente, sobre las
altas esferas políticas. ¿Por qué? P orque el hom ­
b re es am bicioso y se cansa frecuentem ente de
«jugar a los buenos».

293
EL CRISTO ESOTÉRICO

R ealm ente esta secta no tiene gran interés,


dado que en ella no existe nada original —sí pin ­
toresco— y que apenas debe quedar adepto alguno
a ella.
E l canónigo Roca, discípulo de E stanislas de
Guaita, fundó esta escuela y se dirigió a la m aso­
n ería en estos térm inos:
«Las d octrinas sociales de la francm asonería
están de com pleto acuerdo con la idea esotérica
de las palab ras evangélicas y de los dogm as fu n ­
dam entales del cristianism o, cuyas finalidades so­
ciales no se h an com prendido aún.»
Y los m asones, sin tom arle m uy en cuenta, se
lim itaron m ás p o r cortesía que p o r verdadero en­
tusiasm o a felicitarle. Y este hom bre, que deseaba
an te todo ser u n refo rm ad o r («A la an arquía que
—escribe— tan to en religión com o en política,
nos viene dividiendo, tiene que suceder p ro n to la
sinarquía, es decir, el reino im personal de la cien­
cia, de la ju stic ia y de la econom ía sociales, go­
b ern ad as p o r instituciones im personales, en que
los principios lo sean todo y los príncipes, p o r
m uchos ro p ajes y m uchos colorines que lleven
encim a, no sean ya nada»), se sentía francam ente
satisfecho. Y jactándose, agrega:
«Roma está inform ada del deseo que he fo r­
m ado de p u b licar estas doctrinas. La C uria ro ­
m ana no m e h a puesto ninguna objeción, y nin­
guno de m is libros figura en el Indice.
»Esos son los signos de los tiem pos.

294
»Por lo tanto, se puede ser, como yo, sacerdote
cristiano, liberal y h asta republicano, sin d ejar
de ser canónigo.»
Pero n u estro querido am igo se confundía, p o r­
que m uy poco tiem po después la Iglesia ponía su
o b ra en el ín d ice y era suspendido.
Gerin-Ricard, acertadam ente, califica a dicha
secta, com o a o tras de la m ism a época, de «reli­
gión en la que el m isticism o, el cientifism o, el so­
cialism o y sobre todo el ocultism o están confun­
didos y revueltos».

LOS ROS ACRUCES

¿Quién era realm ente Max H eindel? ¿Un des­


equilibrado? ¿Un visionario? ¿Un charlatán? Cual­
q u iera sabe. Lo cierto es que aseguró haberse
puesto en contacto con los espíritus superiores y
que estos le h ab ían ordenado re fo rm ar la secta
Rosa-Cruz.
La Rosa-Cruz prim itiva, u n a orden de lo m ás
oculto y m isterioso que pueda suponerse, fue
creada en Alem ania en el siglo x m p o r C hristian
R osenkreutz. Nació com o un grupo de filósofos
y m ísticos. Pero el verdadero nom bre de la socie­
dad (entonces p arece ser que a p esar del apellido
del fu n d ad o r no se llam aba así) surgió tra s dos
m anifiestos: Fama Fraterniíatis Rosae-Crucis
(1610) y Confessio Fratrum Rosae-Crucis (1615),
am bos seguram ente redactados p o r Juan Valentín
Andreae.

295
Mas en la actualidad, la única asociación Rosa-
Cruz que queda con fuerza, es la reform ada p o r
Heindel, afam ado astrólogo danés que ha escrito
infinidad de libros esotéricos tra s co n stitu ir la
sede de la sociedad en Los Ángeles, «am algam a
b arro ca de re sta u ra n te cooperativo, de sanatorio,

F ig . 35. Alegoría rosacruciana.

de ecclesia m asónica donde reaparecen regular­


m ente los herm anos m ayores», en palabras de
Gerin-Ricard.
Ahora bien, ¿de dónde el señor H eindel sacó
el dinero p a ra co n stru ir el M onasterio p a ra la
sociedad? Incógnita. ¿Quién le entregó el dinero,
quién fue el m ecenas? P orque la verdad es que
hoy en día en esta sociedad hay introducidas p e r­

296
sonas que su sten tan altos cargos políticos y finan­
cieros,
E n n u e stra opinión la actual Rosa-Cruz es un
negocio p erfectam ente m ontado, en el que llueven
los m illones —esto es com pletam ente seguro— y
se hace realm en te bien poco p o r la sociedad.
Menos fórm ulas esotéricas y m ás ayuda real.

LOS POLARES

A seguran éstos ser los verdaderos, auténticos


rosacruces, fieles seguidores del Conde de Saint-
G erm ain, su especie de elegido.
P ara ser aceptado en la secta de los Polares, es
necesario p asa r u n a iniciación, consistente en al­
gunas p ru eb as físicas y m entales. Los seis grandes
M aestros, cubiertos con u n a m áscara, reciben al
asp iran te y tras hacerle las p ruebas e im ponerle
que ju re fidelidad de rodillas, le entregan u n a ca r­
tu lin a que dice: «El que se p resen ta a ti es tu
herm ano bajo el signo de la estrella Polar.»
Los Polares com baten el egoísmo, la vanidad,
el orgullo, la falsedad, y publican asiduam ente un
boletín inform ativo de ideas firm es y sólidos pen­
sam ientos que le hacen, sin duda alguna, uno de
los m ejores de su especie.

LOS M ARTINISTAS

El M artinism o es u n a escuela o secta filosófico-


h erm ética que se separó de la F rancm asonería en

297
el siglo xviii . Su fu n d ad o r fue Claudio de Saint
M artin, en 1775. H abía absorbido todas las ideas
de su m aestro M artínez de Pascually, cabalista
nacido seguram ente en Portugal, que escribió
algún libro in teresan te y fundó u n a escuela lla­
m ada «Elus-Coliens», fuente del M artinism o.
«E ncierra la filosofía de N uestro V enerable
M aestro —reza el ritu al de la orden M artinista—,
basad a esencialm ente sobre las teorías sacadas de
los egipcios, p o r Pitágoras y su Escuela. Contiene
en su sim bolism o la clave que ab re el m undo de
los E sp írtiu s y que no está cerrado; secreto ine­
fable, incom unicable y únicam ente com prensivo
al verdadero Adepto. E ste trab a jo no pro fan a la
san tid ad del velo de Isis p o r im prudentes reve­
laciones. El que es digno y el que está versado en
la h isto ria del herm etism o, de sus doctrinas y de
sus ritos, de sus cerem onias y de sus geroglíficos,
p o d rá p e n e tra r la secreta, pero real significación
del pequeño n úm ero de los sím bolos ofrecidos a
la m editación del H om bre de Deseo.»
Los M artinistas tra ta n de en c o n trar su cam ino
en la «Revelación». Creen en la in m o rtalid ad del
alm a y en Dios.
Los M artinistas rechazan en todo m om ento la
política y conservan u n a esencia doctrinal p u ra ­
m ente esp iritualista.

LOS FILÓSOFOS DESCONOCIDOS

Secta fundada en 1773, sus m iem bros se dedi­


can de lleno al m isticism o y a la alquim ia. Su

298
iniciación consta de 12 grados: 1) Aprendiz; 2)
C om pañero; 3) M aestro; 4) Elegido; 5) M aestro
Escocés; 6) Caballero de O riente; 7) Caballero Ro­
sa-Cruz; 8) Caballero del Tem plo; 9) Filósofo Des­
conocido; 10) Filósofo Sublim e; 11) Iniciado; 12)
Amigo de la Verdad.
E stu d ian las transform aciones in tern a s que
puede ir experim entando el ser hum ano en su
proceso hacia la purificación de la m ente y del
espíritu.

299
IX

DEL MAGNETISMO AL HIPNOTISMO

Los m agnetizadores —y los sistem as esotéri­


cos, p o r supuesto— sostienen que el ser hum ano
es dueño de u n a energía sutil, de especiales ca­
racterísticas, capaz de pro d u cir fenóm enos ocul­
tos y cu rar las m ás diversas dolencias.
No vam os a re la ta r toda la h isto ria del m ag­
netism o, ya que es larga y no tiene ningún interés
p a ra el lecto r no especializado en este tem a. Sólo
direm os que la idea de que el organism o hum ano
era capaz de em itir radiaciones m agnéticas de
terap éu ticas cualidades, se rem onta h asta Egipto
y quizás m ás allá. E n la India, con frecuencia, los
brah m an es se sirvieron de dichos procedim ientos;
en Egipto y Caldea la clase sacerdotal tam bién
puso en p ráctica esta teoría. D urante la E dad
M edia fueron infinidad de personas las que cre­
yeron en esta sutil energía. A aquellos capaces de
co n tro lar la co rriente m agnética y servirse de
ella se les tenía casi p o r superhom bres; a los aptos

301
p a ra ver la co rriente (aseguraban que la veían
alrededor de todo el cuerpo del m agnetizador,
intensificándose en las yem as de sus dedos) se
les llam aba sensitivos y eran personas verdade­
ram en te sencillas de m agnetizar.
Paracelso en el siglo xvi estudió a fondo la
co rrien te m agnética y fue u n firm e convencido
de ella. Pero sería F riedrich Franz M esm er b astan ­
te tiem po después (1733-1815), quien estu d iara m ás
in tensam ente esta supuesta corriente y diese a co­
nocer u n a p artic u la r teoría que sería du ran te
m uchos años el tem a preferido de discusión.
M esm er nació en Weil, Gran Ducado de Badén
y m urió olvidado en M ersburgo. Médico ya, em ­
pezó a in teresarse p o r el m agnetism o y lo aplicó
a la m edicina. M ediante la im posición de m anos
cu rab a a las p ersonas enferm as que a él acudían.
Las revistas y los periódicos com enzaron a h ab lar
de él con todo sensacionalism o. Un m édico que
sanaba con las yem as de los dedos no era algo
que se viera todos los días.
E n 1768, M esm er, ya fam oso, llegó a París, La
Academ ia de M edicina quiso analizar sus pro ce­
dim ientos, p ero él no se som etió. Protegido de
M aría Antonieta, favorecido p o r el rey con u n a
sum a anual de 10 000 francos, com entado por
todas las revistas de sociedad y boletines cientí­
ficos del m om ento, visitado p o r m iles de perso­
nas, este m ag n etoterapeuta se puso de m oda en
to d a Francia.
«M agnetismo anim al, principio de vida de todos
los seres y alm a universal de cuantos respira»,
escribió. Y cada día, el núm ero de personas (aris­

302
tó cratas, científicos, m ísticos, filósofos, ocultistas)
que acudían a v isitarle era m ayor.
E l m étodo que usaba M esm er era u n tan to
original. H abía u na gran cubeta llena de agua de
la que salían u n a serie de varillas. El agua era
debidam ente m agnetizada. Después, cada paciente
se sen tab a alred ed or de la cubeta y se asía a su
varilla correspondiente. E ntonces, M esm er daba
vueltas p o r toda la estancia m agnetizada y vigi­
lando aten tam en te a sus pacientes. Cada persona
m agnetizada respondía de u n a form a d istin ta:
unas p en e trab an en u n a especie de letargo; otras
se sum ían en un profundo sueño; algunas eran
p resa de grandes convulsiones y espasm os; unas
últim as no sentían n ad a de especial.
Tres centros científicos estu d iaro n la teoría
m esm eriana: La Academ ia de Ciencias de París,
La Academ ia de B erlín y la Sociedad R eal de Lon­
dres. La Academia p arisin a y la londinense guar­
daron u n herm ético silencio ante la cabalística
teoría; la Academia de B erlín tachó de enajenado
a M esmer.
Poco a poco la fam a de M esm er fue descen­
diendo. Aquéllos que en u n principio le habían
aceptado com o u n genio, le tom aban ah o ra com o
u n loco; las dam as de sociedad com enzaban a
ab u rrirse de lo que en su día fue novedad y ahora
tra ta b a n de b u scar otro entretenim iento. M esm er
com ienza a ser olvidado. Y así, aquel que fue el
p rim e r ho m b re de París, m illonario y adm irado,
le vem os al final de sus días pobre y totalm ente
ignorado, usando sus procedim ientos terapéuticos
en tre las pobres gentes que a él acudían. T rabajó

303
h asta su m u erte y siem pre convencido de sus
propios principios científicos. Pues hay algo que
jam ás se p o d rá d ejar de señalar en el m édico
vienés: su honradez.
M uerto el creador del m oderno m agnetism o,
sus discípulos continuaron con la tarea em pren­
dida p o r aquél. Llega Puysegur, que hace pruebas
de clarividencia y descubre el sonam bulism o p ro ­
vocado; E llioston que cura en In g laterra sirvién­
dose de pases; Gibbon, experto en p rueb as de
catalepsia; Esdile, que realizaba intervenciones
quirúrgicas en Calcuta usando el m agnetism o
com o ú nica anestesia; B randis, Nasse, Kluge, en
Alemania; Deleuze en Francia; el abate F aria en el
siglo x v i i i , que m ediante la p alab ra y una orden
im periosa («¡Duerm a!») dorm ía a los pacientes;
b aró n du Potet, que m agnetizaba en los ho sp ita­
les; Kieser, que prefiere llam ar al m agnetism o,
telurism o; Lafontaine, afam ado m agnetizador del
que se relatan los hechos m ás fantásticos; y final­
m ente, B raid, m édico de M anchester, hom bre ra ­
cional y científicam ente prep arad o que crea el
térm ino «hipnosis» y lleva a las personas al m ism o
estado que los m agnetizadores, pero sin necesidad
de pases. Después ya todo com ienza a ser fácil
p a ra la hipnosis: la p rim era escuela de Nancy,
encarn ad a en Liebault y Berheim ; B eaunis; Boi-
rac, C harcot; la segunda Escuela de Nancy, y algún
tiem po después el hipnotism o surge definitiva­
m ente de las tinieblas de lo confuso, se despoja de
todo ocultism o y toda magia, y se constituye en
hipnosis científica. Pero en el m undo no h an sido
sepultadas las teorías m agnéticas. Todavía miles

304
de personas con tinúan ensayando pases y m ás
pases con el fin de d em o strar una m ilagrosa ener­
gía que todo puede curarlo, restablecerlo. Ocul­
tistas, teósofos, m entalistas, orientalistas, conti­
nú an creyendo en esta discutida energía. Hoy por
hoy no podem os aceptarla científicam ente, pero...

Método magnético

«El m agnetism o —escribió M esm er— se m ani­


fiesta p rincipalm ente en el cuerpo hum ano, con
propiedades análogas a las del im án; tam bién en
el h o m b re se distinguen dos polos opuestos que
pueden com unicarse, cam biarse, d estru irse o re­
forzarse.»
Así, pues, el cuerpo está polarizado: la p arte
derecha y la p a rte fro n ta l del cuerpo son positi­
vas; la izquierda y p osterior, negativas. Todo ser
hum ano —aseguran los m agnetizadores— em ite
energía, pero es necesario p re p ara rse física y m en­
talm en te p a ra po d er controlarla y em plearla.
E n el m agnetism o se usan prim ordialm ente
los pases, que pueden ser longitudinales o tra n s­
versales, según lo que se pretenda, las im posicio­
nes de m anos los frotam ientos; las fricciones; el
aliento; la m irada.
P ara m agnetizar:

1) Pases longitudinales, lentos, que van de la


cabeza al epigastrio.

2) Aliento cálido.

305
3) Pensam iento favorable e intenso de la idea
de que el paciente se va a dorm ir.

4) M irada enérgica.

P ara desm agnetizar:

1) Pases transversales

2) M irada dulce

3) Soplo frío

4) Pensam iento m antenido de que el paciente


va a d espertar.

La técnica m agnética es extensísim a, razón p o r


la que no podem os ab arcarla totalm ente. Tenem os
proyectado u n libro de hipnosis p a ra n u e stra
colección en la que todos estos aspectos se expli­
carán m ás detalladam ente.
Los m agnetizadores aseguran que la energía
m agnética es la m ism a que hace posible la tele­
patía, la clarividencia y dem ás fenóm enos ocultos.
No estam os de acuerdo. El que algún día se p ru e ­
be la telepatía (se viene trab a jan d o activam ente
en ello desde hace m uchos años), no quiere decir
que quede p robado el m agnetism o. E nergía sí,
pero ¿p o r qué con la facultad de p re stá rsela al
paciente y restablecerle? El m agnetism o tuvo su
m om ento y no dem ostró nada. E n la actualidad
la telepatía, los fenóm enos prem onitorios, se dis­
cuten; sin em bargo, ya poca gente seria le p re sta

306
atención al m agnetism o. ¿No es m ás fácil creer
que lo que en realidad duerm e a la p ersona son
u n a serie de factores fisiológicos y la sugestión?
¿No es, pues, m ás sencillo inclinarse hacia la h ip ­
nosis que hacia el m agnetism o? Según los adeptos
al m agnetism o, la corriente m agnética es fácil de
p ro b ar: m over objetos con la m ano distanciada,
d o rm ir a p ersonas desprevenidas, im presionar ne­
gativos en la oscuridad m ediante el fluido, etc.
Pero ¿dónde están estas pruebas? Todos los libros
fieles a las teorías m agnéticas describen cientos de
procedim ientos aclaratorios, pero lo cierto es que
la p erso n a se pone a experim entarlos con la m ejor
v oluntad y ninguno de ellos da resultado. ¿C har­
latanism o? Indudablem ente. ¿Por qué los autores
recom iendan unos experim entos que ellos no han
sido capaces de lograr? Nos agradaría saberlo al­
guna vez, al m enos p a ra encontrarles u n a piadosa
disculpa.
E n la actualidad, de u n a form a com pletam ente
científica, varios hom bres de ciencia están inves­
tigando sobre el m agnetism o hum ano. No tra ta n
de d em o strar que esta energía sea terapéutica;
solam ente que existe. Si algo de realidad hay en
ello, no p asará m ucho tiem po sin que se sepa.

307
X

FX E S P IR IT IS M O

El espiritism o 1 nace y se desenvuelve con ver­


d ad era fiebre d u ra n te el siglo xix. El ocultism o
m edieval da paso a esta nueva form a de m agia un
tan to insp irad a en la egipcia.
E n 1847, el señor Vekm an abandonaba su casa
en Hidesville alegando que en ella había infinidad
de m olestos y extraños ruidos, de dudosa proce­
dencia, inlocalizables, que le hacían las noches
im posibles. La casa estuvo vacía d u ran te unos
siete m eses, h asta que fue hab itad a p o r los Fox,
fam ilia m eto d ista form ada p o r el m atrim onio y
seis hijos.
Llegada la noche en que habían ocupado la
casa, u n a vez los esposos, agotados por el viaje, se
h u b ieron m archado a su habitación, dos de los
seis hijos, las niñas M argarita y C atalina, tuvieron
la desdichada idea de im itar aquellos ruidos de
los que habían oído hablar. P ara hacerlo se servían
1. E n n uestro libro P oderes ocultos tocarem os m ás extensa­
m ente el tema.

309
del chascar de sus huesos, principalm ente de
aquellos que com ponen los dedos de los pies. Ante
los ruidos la señora Fox se despertó. «¡Espíritus!»,
pensó, y delante de las niñas form uló u n a serie de
preg u n tas que p restam en te le fueron respondidas.
—¿Seguirías hablando conmigo —preguntó
ah o ra al supuesto esp íritu — si avisara a la vecina?
Y la resp u esta de éste fue totalm ente afirm a­
tiva. Vino la vecina, y en días posteriores m ás
vecinos, y así al poco tiem po 1500 ciudadanos
exigían al Congreso que designase u n a com isión
que realizase u n estudio a fondo sobre los espí­
ritu s que atra ían prodigiosam ente las herm anas
Fox. La ab su rd a exigencia fue p asad a p o r alto,
pero la m echa estaba prendida, las personas cuyo
débil esp íritu necesitaba algo con lo que alim en­
tarse eran m uchas y la lucha en tre la creencia
fan ática y el escepticism o había dado comienzo.
M apes y E dm ons, dos hom bres im portantes (el
p rim ero pro feso r de quím ica de la Academia; el
segundo, expresidente del Senado) que no dudaron
en afiliarse a la nueva doctrina. Y con ellos, y otros
m uchos, m ás o m enos im portantes, qué m ás da,
el fanatism o se iba extendiendo.
Pocos años después, nos encontram os con que
los franceses, gentes am antes siem pre de sabo­
re a r lo oculto, tam bién se esforzaban p o r levan­
ta r u n a m esa en el aire, o p orque el esp íritu to ­
case el piano, o p orque apareciese algún ro stro de
u ltratu m b a que con su lum inosidad rom piese du­
ra n te algunos in stantes las tinieblas que rodeaban
la sesión. Y luego, H olanda, Bélgica, Italia, Ale­
m ania y, tam bién y con gran entusiasm o, España.

310
Libros, folletos, revistas, b o l e t i n e s , e l m ercado s e
llena con obras espiritistas. Y el espiritism o se
hace u n a v erd ad era doctrina, y después, algo
m ucho m ás peligroso: u n a m oda ¿Quién no tiene
u n m al velador en su casa con el que ju g ar a los
esp íritu s a finales del siglo xix?
E l esp iritism o cree —y esto no es original,
desde luego— que el ser hum ano consta de tres
envolturas:

—C uerpo físico o m aterial


—C uerpo a stra l o cuerpo fluídico-etéreo
—C uerpo m en tal o superior.

El cuerpo a stra l es el que está llam ado a m a­


n ifestarse en las reuniones espiritistas, siendo
capaz de m over objetos, ponerse en com unicación
m ediante golpes o bien tom ando posesión de la
m édium y hablando por boca de ella, e incluso
g astar alguna que o tra b ro m a si es u n espíritu
burlón. E l esp iritista, p o r supuesto, cree en la
reencarnación.
Los p u n to s de la doctrina esp iritista son:

—Existencia de Dios, S er Suprem o.

—Se adm ite la com unicación con los h ab itan ­


tes del «más allá».

—Se estim a que existen varios m undos h a­


bitados.

—P luralidad de existencias.

311
—Se afirm a en la idea —elogiable— del paci­
fismo ante todo.

—«Vivir p a ra trab a jar» : este parece ser su


lema.
—Creencia en la inm ortalidad del alm a y en
su reencarnación.

—Opina que la inspiración que puede ofrecer


los herm anos de u ltra tu m b a es francam ente in­
teresante.

—R epudia el ocio.
—C onsidera que los degenerados y delincuen­
tes son dignos de lástim a y que en vez de casti­
garlos, debem os in stru irlo s y acercarlos a la
verdad.

—E stim a que la m u jer es totalm ente igual en


facultades al h om bre y que no debe jam ás subes­
tim ársela.

A principios de siglo el espiritism o fue estu ­


diado am pliam ente p o r hom bres de gran relieve;
hom bres que en ocasiones se d ejaro n engañar
com o bobos p o r la habilidad de los m édium s,
verdaderos genios en el cam po del ilusionism o.
Se creó la metapsíquica (térm ino innovado p o r
C harles R ichet), que tenía la m isión de llevar a
cabo un «estudio racional de los fenóm enos lla­
m ados supranorm ales». E sta disciplina se dividió
en dos ram as:

312
—Metapsíquica objetiva, encargada de estudiar
los fenóm enos p u ram en te físicos, como ¡evitación,
telekinesia, etc.

—Metapsíquica subjetiva, que estudiaba los fe­


nóm enos pensantes, como telepatía, prem onición,
etcétera.

D urante m ucho tiem po reinó la confusión en


to rn o a la d o ctrin a esp iritista, pero finalm ente fue
rechazada p o r los centros de ciencia, si bien es
cierto que infinidad de científicos juzgaron que el
h ab e r tom ado tal decisión había sido u n acto fran ­
cam ente descabellado. Lo cierto es que el esp iri­
tism o tuvo su ocasión, su m om ento —un m om ento
b astan te largo, p o r supuesto— y no dem ostró
n ada positivo. Los m édium s con frecuencia actua­
ro n de m ala fe y recu rriero n al fraude, razón p or
la que el espiritism o quedó desprestigiado. Pero
no h a m uerto. Miles y m iles de personas continúan
practicándolo asiduam ente; existen centros, bole­
tines, diarios; y la tum ba de su m ayor apóstol, el
verdadero im p u lsador del espiritism o europeo,
Alian K ardec, siem pre podem os verla cu b ierta de
frescas y herm osas flores. Porque el ser hum ano,
cuando se en cu en tra abatido, triste, desesperado,
busca consuelo sin m irar en donde. A parte del
facto r consuelo, tam bién influye sobrem anera esa
tendencia infantil, signo de inm adurez, que todos
los hom bres llevam os dentro y nos im pulsa poten­
tem ente hacia el m undo de lo mágico, de lo des­
conocido, de lo nuevo. Lo m isterioso excita y
desquicia, p roduce u n a sensación que no podem os

313
definir ni como agradable ni como desagradable,
sobrecoge, llega a angustiar, pero lo buscam os.
Y m ien tras el ser hum ano no alcance u n a verda­
dera m adurez, u n a sólida preparación, u n a autén­
tica afirm ación de su personalidad, la m agia y la
superstición, las creencias en lo intangible, en lo
indem ostrable, seguirán con vida, inderrum bables.
Y quién sabe si tal vez no sea así m ejor...

314
XI

LOS P O D E R E S OCULTOS
Y LA PARAPSICOLO GIA

Los poderes ocultos 1 m ás conocidos son:

Telepatía: E s la transmisión de mente a


mente de pensamientos, sensaciones o imágenes.

Telestesía: E s la visión de sucesos o cosas


a distancia.

P sicometría : Es la facultad de p ercib ir ex-


trasensorialm ente, m ediante la tom a de contacto
con un objeto, los sucesos y circunstancias, pasa­
das o presentes, que rodean y están ligados a dicho
objeto. Saber, p o r ejem plo, que Juan está casado
con d eterm in ad a persona, solam ente p o r el con­
tacto m antenido con su estilográfica.

1. E n tre los volúmenes proyectados p ara n u estra colección,


tenem os destinado uno al tan debatido problem a de los Poderes
ocultos.

315
Psicoquinesia: E s la influencia ejercida p o r la
m ente de u n sujeto sobre determ inado objeto o
acontecim iento. E jem plo: hacer que el as salga
en el juego de dados.

Telekinesia: Consiste en la facu ltad de m over


objetos a distancia. E sta es una facultad que se
h a querido a trib u ir a infinidad de m édium s espi­
ritistas.

Clariaudiencia: Es la facultad de poder es­


cu ch ar a distancia.

Premonición: F acultad de poder p redecir el


futuro , con sus acontecim ientos y sucesos m ás
notables, de u n a p ersona determ inada, un grupo
e incluso u n continente entero.

Clarividencia : Es este u n térm ino m uy am ­


plio que bien puede en c errar todos los anteriores
poderes. E s la facultad de adivinar los m ás diver­
sos hechos y sucesos, así com o las personas que
van a e sta r relacionadas con ellos. Un clarividente
es u n adivino, podríam os decir.

Doble vista: Es la facultad de ver psíquica­


mente —es decir, mentalmente— un objeto no
lejano y que esté relacionado —generalmente, aun­
que no siempre— con la persona en cuestión.

¿Y qué hay de cierto en todos estos supuestos


poderes? Es seguram ente la preg u n ta a la que

316
deseará en c o n trar resp u esta el lector. Pues bien,
contestam os, no se sabe. Ü ltim am ente m uchos de
estos poderes, que se tenían p o r el m undo cien­
tífico com o el p ro ducto de personas de calentu­
rie n ta im aginación, h an com enzado a ser tom ados
en serio. A la ciencia que se encarga del estudio
de estas extrañas facultades siem pre tan discu­
tidas, se la ha venido en llam ar parapsicología, y
en la actu alid ad sum an ya m uchas las universi­
dades que cu entan con su cáted ra y laboratorio
de dicha disciplina.
El lab o rato rio m ás im p o rtan te y con m ayor
afán de tra b a jo en favor de la parapsicología, es
el que se en cu en tra en la universidad estadouni­
dense de Duke y cuyo d irecto r es el ya fam oso
doctor Rhine. E n Italia el m ás im p o rtan te de los
lab o rato rio s es el de Turín, bajo las órdenes del
p ro feso r Servadio. F rancia tiene el In stitu to Me-
tapsíquico In tern acional de P arís y cuenta con
investigadores tan im puestos en la m ateria como
R obert Am adou y R ené W arcolier, éste últim o es­
pecializado en el cam po de la telepatía. In g laterra
cu enta con la Sociedad de Investigaciones Psíqui­
cas y u n lab o rato rio m uy m oderno m ontado a tal
efecto recientem ente en Oxford. E n Sudam érica,
especialm ente en Buenos Aires, son m últiples los
centros que se dedican al análisis m inucioso y es­
tadístico de esta disciplina. La Unión Soviética,
tan adelantada siem pre científicam ente, goza de
varios equipos de investigadores y puede consi­
derarse feliz teniendo en este difícil y esquivo
cam po el asesoram iento del doctor Vasileiev. En
otros países, como Checoslovaquia y H olanda,

317
tam bién existen, aunque en m enor escala, cientí­
ficos que se in teresan p o r la parapsicología.
E l p rim er paso de la parapsicología ha sido el
de a p a rta r estas presu n tas facultades hum anas de
la m agia y las ciencias ocultas. Si u n hom bre es
capaz de leer el pensam iento de o tro hom bre, no
es p o rq u e el diablo, las b ru ja s o los hechiceros
estén de su p arte, sino p orque determ inados m e­
canism os —desconocidos h asta el m om ento— le
facilitan la percepción. El propósito de la p arap ­
sicología es analizar «aquellas facultades del hom ­
bre, reales o supuestas, que no parecen poder ex­
plicarse p o r ninguna hipótesis generalm ente
adm itida». Y este es el verdadero objeto —o al
m enos este debe ser— de la parapsicología, tr a ­
tando de ac la rar todo aquello que el ocultism o ha
entu rb iad o y confundido d u ra n te tan to s y tantos
años.
Lo que es de desear sinceram ente, es que esta
nueva ciencia sea capaz de llegar a resultados po­
sitivos. Al decir resultados positivos no p reten d e­
m os que deba llegar a com probar que la telepatía
existe o la psicoquinesia es posible; entendem os
que igual de positivos deberían estim arse sus re ­
sultados si estos perm itiesen llegar al convenci­
m iento de que la percepción extrasensorial es un
p u ro m ito. Debe juzgarse positivo siem pre y en
todo caso aquello que nos aproxim e a la verdad.
La parapsicología cuenta con u n potente, im ­
previsible adversario: el azar. Incluso en las es­
tad ísticas ¿quién nos asegura que no influye el
azar? R epercute, indudablem ente, y así lo han
prevenido, p a ra evitar fu tu ra s confusiones, unos

318
cuantos investigadores. El azar se encuentra, in­
cansable, en todas p artes y tra ta r de lim itarlo,
reducirlo a las probabilidades, es algo que puede
desplom arse en las redes de lo utópico. Vamos
p o r la calle, pensam os en u n amigo que no hem os
visto hace tre in ta años, y al doblar la esquina, nos
encontram os de fren te con él. ¿Azar? T araream os
u n a canción antigua, casi olvidada, y cuando nos
dam os cuenta n u estro com pañero de autobús está
entonándola a m edia voz. ¿Azar? Soñam os que
Ju an se casa, y pasados uno o diez días nos encon­
tram o s en el buzón con u n a invitación de boda: la
abrim os y es Ju an uno de los fu tu ro s cónyuges.
¿Azar? El hijo se m ata en u n accidente violento
y la m ad re se d espierta en ese m ism o m om ento
sobresaltada. ¿Azar? Dos novios se m iran a los
ojos en silencio, y cuando van a hablar, los dos
profieren la m ism a palabra. ¿Azar?
Podríam os citar m il casos m ás que confunden
y nos im pulsan a cavilar. ¿Es el azar? ¿Es la ca­
sualidad? ¿Es realm ente que p o r equis causas el
ser hum ano en ocasiones puede adivinar? Esto
es a lo que debe llegar la parapsicología, y para
eso debe tra ta r de com batir, siem pre alerta, a ese
m o n stru o poderoso que es el azar.
¿Qué pensaríam os si u n a persona lanzase ante
n o sotros u n a m oneda veinticinco veces al aire y
siem pre saliese «cara»? Podríam os sospechar que
los dos lados de la m oneda eran iguales, es cierto.
Pero supongam os que la m oneda es legal, ¿qué
pensaríam os entonces? Seguram ente preferiríam os
no m ed itar m ás sobre este asunto y, com o gene­
ralm en te hacem os m uchas veces en la vida, lo

319
pasaríam os p o r alto. Y el caso es, que la m oneda
puede salir realm ente —sin tra m p a de ninguna
clase— veinticinco y m ás veces p o r u n a sola cara.
Tal es el p o d er del azar. R ecordem os, sin ir m ás
lejos, que en M ontecarlo el color rojo, en la ru le­
ta, h a llegado a to car sin in terru p ció n cerca de
tre in ta veces, lo cual no h u b iera sido fácil supo­
ner. Pequeñas sorpresas que deben ser tom adas
en cuenta.

320
A P É N D IC E S

n
ESPIRITISMO Y FRAUDE

María del Mar C a p il l a

M uchas gentes hacen u n juego con el dolor de


los dem ás, unas veces p o r lucro y o tras p o r puro
exhibicionism o, p a ra poder ser el centro de la
contem plación de pobres incautos, y así darse
im portancia. Fingen ver a los espíritus, h ablar
con ellos, y en estas reuniones «secretísim as» ce­
lebradas a m edia luz, exprim en la te rn u ra de
la m ad re que perdió a su hijo, o la curiosidad del
am an te de em ociones nuevas.
Ya se sabe que u n a p ersona angustiada, dolo­
rida, bu sca siem pre algo, ese «algo» que ella cree
que puede darle consuelo, unas veces en religiones
y o tras en estas reuniones donde hay la esperanza
de o ír e incluso ver al ser am ado, y los engañado­
res, los em busteros sin escrúpulos, com ercian con
los sentim ientos, fingen com unicaciones, y esto
no sólo no sirve de ayuda al que acudió a ellos,
sino que en m iles de casos dan lugar a h isterias
y a depresiones en las que si no interviene el

323
p siq u iatra a tiem po acaban en suicidios y m ani­
comios.
La com edia com ienza con espasm os, sueño si­
m ulado, p alab ras incoherentes; con burdos re cu r­
sos teatrales llegan al sistem a nervioso de ese ser
que ya ha caído en el fraude y que si antes no
tenía deseos de vivir, ah o ra los tiene solam ente
de m orir, ya que piensa que ese es el único ca­
m ino p ara term in ar con la soledad y poder al fin
reunirse con el ser am ado que se le fue p ara
siem pre.
Él confía en estos com ediantes y ellos, m íseros
em baucadores, aseguran que van a ayudarle. Sin
em bargo, en lugar de quitarle ideas penosas de
su ato rm en tad a cabeza, lo que hacen con sus p ro ­
cedim ientos y supuestas apariciones espiritistas
es reavivar m ás el sufrim iento y sum ergir su m en­
te en el caos.
¡Y qué decir cuando la persona crédula p o r
cualquier causa com prueba la fa lta de honradez
de los m é d iu m s! Se h u n d irá en el desencanto y la
desesperación ante el engaño sin em bargo y aun­
que parezca paradójico, en la m ayoría de los casos
en lugar de ap a rta rse de estas gentes, seguirá
yendo a o tras sesiones, y será uno de esos recal­
citran tem en te engañados que van dejando a giro­
nes p o r los cam inos su salud física y su co rd u ra
esp iritual, h asta caer gravem ente enferm os de
cuerpo y m ente.
No es solam ente lad ró n y debe su frir condena
el que se apropia de bienes ajenos; m ás ladrón
es el fa rsan te que se aprovecha de la credulidad
del sufrim iento m oral de los dem ás, y se divierte

324
y juega con los cerebros. E stos sádicos son m ucho
m ás am orales que los com erciantes sin escrúp u­
los. M uchos dicen que no solicitan ayudas econó­
m icas, p ero ¿qué im portancia tiene lo m aterial
cuando an d a en juego la salud m ental?; ya que a
p ersonas nerviosas, deprim idas, propensas a la
neurosis, las llevan a pasos agigantados a la lo­
cura, y en casos m enos graves a no h acer nada
concreto en provecho de la H um anidad o de ellos
m ism os, puesto que abandonándose a sus delirios,
alucinaciones y tem ores al «más allá» se van des­
truyendo.
Y no hablem os de cuando adem ás de esto
especulan vendiendo falsas m edicinas, m ensajes,
cristalito s que los espíritus h an entregado al m é­
dium p a ra rem ed iar la enferm edad... Se cae en la
superstición.
¿Cómo sabrem os cuando estam os en tre perso­
nas de buen a fe? E n estas reuniones es im posible
saberlo, ya que hay cientos de casos de superche­
ría, descubiertos generalm ente años después. Ya
es de todos conocido el caso de las herm anas Fox,
M argarita y Catalina, que después de cuarenta
años de ganancias m ateriales y popularidad sin
lím ite, solam ente p o rque ellas desearon descubrir
el engaño, se llegó a conocer el m isterio de sus
falsos «raps». Se hicieron célebres gracias a los
ruidos que realizaban con los huesos de sus pies
y rodillas, sobre u n a tarim a de m adera en la que
actu ab an : la resonancia era extraordinaria.
Uno de los esp iritistas m ás crédulos y de buena
fe, fue C raw ford, quien después de asidua lectura
o cu ltista y serios estudios sobre el tem a, se suici-

325
dó, p robablem ente al descubrir el engaño al que
le tuvo som etido la fam ilia Galigher, haciéndole
ver com unicaciones. Su colaborador y doctor en
Ciencias p o r las U niversidades de Londres y Bir-
m inghan, F o u rnier Dalbe, al hacer una investiga­
ción se encontró con tal núm ero de em bustes y
supercherías que escribió desenm ascarando las
tre ta s y m alas artes de que se valían la m ayoría
de los llam ados espiritistas.
Ya se h a hablado con profusión de los trucos
realizados en estas sesiones, pero no está de m ás
ad v ertir sobre los ectoplasm as, los espejos colo­
cados estratégicam ente, los veladores im pulsados
p o r m edio de palancas. Los ilusionistas con sus
tru co s en el circo nos m aravillan y recrean nues­
tro s ojos, pero en estas sesiones nos hacen pali­
decer y tem blar, dado que estim am os todo sobre­
n atu ra l y la magia, en este caso, la creem os obra
de u ltratu m b a.
E n la p en u m bra de las habitaciones, en su
m ayoría encortinadas, la facilidad de sim ulación
que tienen todos estos falsarios es infinita, y con
tal de cau sar respeto y adm iración se lanzan a los
fraudes m ás ostentosos.
Las m uselinas han dado lugar a m iles de enga­
ños; con ellas se han form ado caras espectrales,
m anos viscosas, figuras difusas que h an re p re­
sentado infinidad de seres im aginarios. Las foto­
grafías tam b ién han tenido su buena p a rte en estas
sesiones, donde las falsas invocaciones y la pala­
b re ría im petuosa han sugestionado a ansiosos de
exotism o y m orbosidad.
No se puede decir que las prácticas del espiri-

326
tism o y ocultism o den siem pre lugar a la locura,
p ero sí se puede afirm ar que son num erosos los
practican tes que teniendo un buen equilibrio m en­
tal, van cayendo en diversas etapas depresivas,
m aníaco-persecutorias, fetichistas, etc., de lo que
se deduce que personas en las que la psicosis
estab a oculta, y que era m uy probable que nunca
se hubiese en ellos m anifestado, acaban en el
m ejo r de los casos teniendo que ser som etidas a
tratam ien to con u n alienista.
M uchos em piezan estas sesiones de experim en­
tación p o r curiosidad o aburrim iento, teniendo
los nervios com o vulgarm ente se dice m uy tem ­
plados, y poco tiem po después están con el sis­
tem a nervioso tenso y excitado, dando origen a
tics nerviosos, pesadillas angustiosas, alucinacio­
nes, y a los célebres desdoblam ientos de perso­
nalidad, en que se llegan a creer santos, reyes o
gu errero s de la antigüedad.
P or lo tan to , no es que haya que a trib u ir siem ­
p re a estas prácticas las enferm edades m entales,
pero sí u n a bu en a p a rte de ellas, ya que la suges­
tión que les h a influido es tan grande que acaban
viendo en todas p artes espíritus m alignos y reci­
biendo órdenes de ellos.
La ansiedad no tiene razón lógica, viene a no­
sotros p o rq u e sí; en u n día cualquiera de p rim a­
vera puede ad e n trarse en n u e stra alm a, pero si
n u estro cerebro está sano, n u estra voluntad fu n ­
ciona, n u estro «yo» actúa con perfecta norm alidad
y som os dueños de n u estras em ociones, entonces
de la m ism a form a que surgió desaparecerá, que­
dando solam ente un día o u n m om ento triste. Sin

327
em bargo, cuando la enferm edad está oculta, la­
tente, u n in stan te de descuido puede re su lta r
fatal, pues la ansiedad se ap o d erará del sujeto en
cuestión y ya difícilm ente le abandonará.
Los neuróticos son propensos a altibajos de
carácter y con las prácticas del espiritism o se
convierten en p obres seres atorm entados que pien­
san que están rodeados de entes m alignos, a quie­
nes achacan en m ás de un caso sus enferm edades
y tropiezos en la vida, cayendo en u n a sorda an ­
gustia que únicam ente con el apoyo a tiem po de
u n psicoanalista y el abandono de lecturas y p rá c ­
ticas ocultistas, se puede evitar que vayan volun­
tariam en te hacia u n a m u erte espiritual; solam en­
te con cuidado puede conseguirse que con el tiem ­
po sean personas felices, m ejo r dicho norm ales,
viendo las nubes sin m elancolías y contem plando
los ríos al anochecer sin experim entar el im pulso
de a rro ja rse de cabeza a ellos.
Si aquí hablásem os de la falacia de los «mé­
dium s» no term inaríam os, tendríam os que escribir
capítulos citando m iles de casos de sim ulaciones,
pudiendo d ar nom bres y fechas. No es esta nues­
tra intención y solam ente querem os d ar u n a voz
de alarm a a los crédulos, co n tra esas personas de
m ala fe, y advertirles que hay que te n e r inquietud
espiritual, aspiraciones, afán de lucha, pero no
d ejarse llevar p o r las tem pestades y d estru ir las
propias vidas sin provecho alguno, y con estos
falsos conocedores de la verdad, no solam ente no
en co ntrarem os la paz ni fluirá en nosotros la
serenidad, sino que sin h allar u n ápice de espe­
ranza nos hundirem os m ás y m ás en la angustia.

328
MAGIA Y SUGESTION

U rbano Ortiz

Desde tiem pos p rehistóricos los hom bres han


buscado lo m ágico en las fuerzas del Universo y
en sí m ism os. E n todas las latitudes, la m agia se
sirvió de cualquier objeto que pu d iera serle útil.
El b ru jo preh istórico ya se disfrazaba, pues
así creía apo d erarse de la fuerza y astucia del
anim al cuya piel revestía, y de tal form a p erm itía
a su trib u la victoria sobre el enemigo.
P in tu ras de las grutas de Africa del Sur, o de
la región del lago Onega (URSS), entre o tras, nos
dejan ver com o el hom bre ya preten d ía dom inar
con su ingenio, vencer a la naturaleza. Nos con­
cede tam bién la facultad de estudiar el pensa­
m iento de aquellas m entes y sus expresiones an­
cestrales, que sentían el deseo de som eter.
P en etra r en los secretos de la N aturaleza, des­
c o rrer el velo de lo oculto, ha sido, y es p a ra todo
h om bre consciente, u n a idea que le acom paña
h asta la m u erte y quizás m ás allá...
El conocim iento del m acrocosm os, fue ley en

329
los prim eros ocultistas, con sus repetidos expe­
rim entos h asta el infinito. De acuerdo en que todos
los sim bolism os resu ltan ya anticuados, pero no
así sus revelaciones, m ás de una vez sorprendente.
Los descubrim ientos de la teoría atóm ica, los ex­
perim entos de partogénesis, las glándulas, han
sido, si no esclarecidos p o r el ocultism o, sí in tu i­
dos y desarrollados, algunos de form a asom brosa.
Hoy día no existe duda, en los círculos m édi­
cos y en otro s sectores profanos, que los llam ados
com ponentes aním icos son m uy im p o rtan tes en
el curso de to da enferm edad, y puede tam bién
decirse que la sugestión desem peña u n papel alta­
m ente considerable en la curación de las enfer­
m edades. Los auténticos agentes curativos, p o d ría­
m os decir que son el cerebro y el sistem a n er­
vioso.
Conociendo los efectos, pero en m uchas oca­
siones sin poderse explicar el p o r qué, la m agia
egipcia u tilizab a los «fluidos m agnéticos» con fines
terapéuticos. Yo p articu larm en te prefiero llam ar
sugestión al fluido m agnético.
H an existido grandes hom bres m agnéticos y
p a ra m ejo r decirlo, hom bres que conocían y dom i­
n aban el p o d er de la sugestión en las m asas. Po­
dem os citar, e n tre otros, a H erm es Trim egisto,
iniciador de la filosofía oculta y la m agia. Según
algunos, H erm es vivió du ran te u n período de
3225 años.
Uno de los m agos m ás fam osos de la antigua
Grecia fue Apolonio de Tiana. V iajó por Egipto y
la In d ia en el siglo prim ero de n u estra era y p re­
decía el p o rv en ir así com o al parecer tam bién cu-

330
rab a enferm edades y hacía resu citar a los m uer­
tos, hechos a los que nos tienen acostum brados
los grandes tau m atu rgos de la Antigüedad.
En el siglo prim ero, el gran gnóstico Sim ón el
Mago hacía ver que se elevaba sobre el cielo, y
efectuaba prodigiosas curaciones, las cuales es
posible que ni el m ism o pudiese llegar a expli­
carse, y que gracias a los innegables factores
aním icos se realizaban y le concedían u n consi­
derable prestigio.
La p ru eb a de que existen estos factores, es que
o cu rre con frecuencia el hecho de que sanan en­
ferm os que según buenas prognosis de especia­
listas estab an condenados a sucum bir, y, p o r el
co n trario , que fallecen aquellos cuyas enferm eda­
des no p arecían ten er tan fatales consecuencias.
No quiere lo an terio rm en te dicho expresar que
el fa cto r aním ico sea una panácea universal en
todas las enferm edades (esa la buscaron los alqui­
m istas y jam ás la lograron); pero sí que debem os
u sar de él h asta los lím ites que nos entreguen las
posibilidades de la N aturaleza.
Los tau m atu rg o s de los prim eros tiem pos, que
a pesar de todos sus éxitos no conocían endocri­
nología, biología o cualquier o tra ram a de la m e­
dicina, ejecutaban frecuentes curaciones, que, si
entonces eran tom adas p o r m ilagrosas, hoy en día
tienen su científica explicación. Incluso la Iglesia,
afo rtu n ad am en te, es en la actualidad m ucho m ás
reservada en todo aquello que la m asa calificaba
velozm ente de m ilagro. Es difícil que la Iglesia
acepte con facilidad un hecho sorprendente de
los que suceden con m ás o m enos frecuencia en

331
Lourdes y lo tache de m ilagro; p a ra ello h ab rá
realizado prim eram ente infinidad de investigacio­
nes, y si no son positivas, perm anecerá al m argen
del asunto.
E n Egipto efectuaban procesiones con la Mano
do rad a de lsis en el extrem o del báculo. E sta m ano
tenía cerrados el anular y el dedo m eñique, y los
otro s tres dedos dirigidos hacia lo alto. E ste sím ­
bolo era objeto de gran veneración religiosa y
efectuaba hechos un tan to espectaculares p o r lo
que sabem os.
Infinidad de curaciones se han logrado a tr a ­
vés de todos los tiem pos m ediante la im posición
de m anos, acto de origen egipcio seguram ente.
«Coloca tu m ano sobre el enferm o p ara calm ar
su dolor y pide que el dolor cese» —reza un p a ­
p iro de Tebas, que es algo así com o si dijera:
«Haz un acto de fe y cúrate.»
El h om bre siem pre ha realizado curaciones
sirviéndose de la im posición de m anos. Santos de
todas las religiones, incluso em peradores bizanti­
nos y carolingios h an recu rrid o a este procedi­
m iento. Así sabem os de curaciones efectuadas p o r
el em p erad o r Adriano, Olaf, Felipe I de Francia,
Carlos II de In g late rra —al cual, se dice, acudie­
ron m ás de tre in ta m il enferm os. La Iglesia tes­
tifica en escritos oficiales tre in ta y cuatro quiro-
tetas (curación p o r im posición de m anos) h asta
el fin de la E dad Media.
Se llegai'oxr a crear escuelas con el propósito
de descu b rir las leyes que perm itían tales pro d i­
gios. Leyes de sugestión que ellos desconocían.
Y no debe ex trañarnos lo m ilagroso. Desde la

332
escuela de Nancy —ya eran otros tiem pos— h asta
la actualidad, se h an descubierto cosas so rp ren ­
dentes, com o radiaciones invisibles, pero com ple­
tam en te eficaces, tales com o las radiaciones
Roentgen, las cósm icas, etc.
La terap éu tica sugestiva cada día tiene un
cam po m ás am plio en el que m anifestarse. Los
que hoy se llam an a sí m ism os m agnetizadores o
es p o rque les resu lta m ás com ercial o porque
desconocen las leyes m ás elem entales de la suges­
tión. ¿Por qué ese afán de com plicar las cosas?
E l ho m b re puede recib ir sugestiones en todo
m om ento, dorm ido o despierto. N uestros conoci­
m ientos de psicología nos perm iten p re p a ra r la
m ente del paciente de tal form a que la sugestión
tran sm itid a su rta el efecto deseado.
M uchas de las enferm edades o hechizos que
padecen algunas p ersonas son indudablem ente
debidas a sugestiones. El ejem plo m ás so rp ren ­
dente y espectacular lo encontram os en «la p e­
queña ciudad de Abano (Lucania) de cincuenta
m il hab itan tes. Hay u n hom bre em brutecido, in­
vadido p o r los p arásitos, casi totalm ente im bécil,
que no h a abandonado su abom inable cam a desde
hace cerca de veinte años, persuadido de hab er
sido em b ru jad o p o r u n enemigo. Si en esta ciudad
preguntásem os p o r el poder y eficacia de los b ru ­
jos, co n testarían afirm ativam ente las cincuenta
m il almas».
H em os aprendido la im portancia que tiene en
las enferm edades el facto r aním ico. Las enferm e­
dades suelen ac tu a r sobre el sistem a nervioso, y
éste a su vez sobre el m undo aním ico. O curre

333
tam bién que en personas desequilibradas y n er­
viosas, los defectos de su sistem a nervioso se ven
reflejados en los órganos correspondientes. En
personas irascibles es m uy posible u n a hiperse-
creción de ácido clorhídrico, que puede en oca­
siones llegar a p ro d u cir la úlcera de estóm ago.
Se conocen infinidad de casos de ceguera ab ­
soluta en personas histéricas. Casos de fatiga res­
p irato ria en el «asm a nervioso». Ejem plo: «un
joven de 33 años, quien había sufrido desde los
15 años de intensas crisis de asm a. Precediendo
los ataques siem pre había sufrido de vóm itos bi­
liosos, de constipación y de intensas crisis de
dispepsia. E l paciente nunca bebía m ás de m edio
litro de líquido o poco m ás d u ran te el día, de
m odo que cuando se le puso el tratam ien to
de sorber y pensar sus intestinos y estóm ago co­
m enzaron a realizar sus p rim eras funciones ade­
cuadam ente p o r p rim era vez en m uchos años. Al
m ism o tiem po que las sugestiones, se utilizaban
algunas m anipulaciones que se consideraban b e­
neficiosas en todos los casos de asm a, cualesquiera
que fuera la causa. Las m anipulaciones consisten
en levantar las p rim eras costillas con presión
desde atrás, m ientras la rodilla del operador se
coloca en tre las dos escápulas. E ntonces los brazos
del paciente se llevan hacia a trá s suavem ente y se
extienden sobre su cabeza. Las m anipulaciones
tienden a enderezar al paciente, aum entando su
expansión torácica y aliviando cualquier posible
com presión del nervio neum ogástrico. Un m es de
este vigoroso tratam ien to , acom pañado p o r el ali­
vio de los trasto rn o s funcionales de los órganos

334
de n utrición, fue suficiente p ara o p erar enérgica­
m ente sobre el paciente llevándole a la curación»
(Dr. Parkyn).
E ste caso d em uestra el éxito en p arte de la
terap éu tica sugestiva. O tros m uchos casos podrían
relatarse, com o curaciones del m al de san Vito
(Corea), epilepsia, trasto rn o s funcionales, p aráli­
sis y curación in stantánea, etc.
E n el m onasterio existente en G inebra, hay un
supuesto fragm ento de la auténtica Cruz que
o peraba curaciones sobre los creyentes. Pero no­
sotros sabem os que se sustituyó p o r u n trozo de
m ad era norm al y ordinaria, sin que los suplican­
tes tuviesen noticias de ello, y —asom broso—
seguían realizándose curaciones sin dism inución
alguna; de tal m an era que en particu larísim a opi­
nión la v irtu d cu rativa no estaba en la supuesta
reliquia, sino en la ac titu d de la m ente puesta
en actividad en el ju sto m om ento en que se de­
seaba ard ien tem en te la curación. Ahora el lector
com p ren d erá cuán cuerdam ente se m u estra la
Iglesia al no acep tar un m ilagro porque sí y gozar
de u n a selección de técnicos en la m ateria que
puedan ju zg ar objetiva e im parcialm ente.
«La fe m ueve m ontañas», aunque la fe no es
p o r sí sola suficiente p ara resolver las enferm e­
dades de u n siglo tan m aterialista com o el p re­
sente. Antes re su ltab a fácil cu rar u n a jaqueca,
unas verrugas o cualquier o tra dolencia pequeña,
y p a ra ello solam ente hacía falta recom endarle al
enferm o que acudiese al cam po a m edianoche
con luna llena e ingeriese determ inadas plantas
de efectos m ágicos. Hoy ya no es así. El hom bre

335
h a avanzado y este avance le ha autolim itado en
pequeñas cosas.
Sin em bargo, últim am ente, p o r fortuna, vuelve
a sen tirse u n deseo casi absoluto de la hum ani­
dad p or ab razar una m edicina clcl alm a; m edicina
p erd id a d u ra n te algún tiem po aún casi en las en­
ferm edades p u ram en te psíquicas. Dejem os un
poco de lado las pastillas m ulticolores — ¡oh, gran
negocio!—, olvidém onos en tan to no sea necesa­
rio del generalm ente m al aplicado electroshock,
tratem o s de servirnos en lo posible de psicoanáli­
sis y no de la p siquiatría, del ejercicio físico y no
de estim ulantes o antidepresivos, de hom bres h u ­
m anos y sencillos y no de rígidos autóm atas de
ideas fijas. Y no es que yo sienta aversión hacia
la farm acopea, sería estúpido; pero sí debe de
h ab er m ás hum anización en la sim ple adm inis­
tració n de u na aspirina. Debe ponerse no sólo el
conocim iento, sino tam bién el esp íritu y enseñar
al enferm o a u sar de sus propias facultades de
curación adem ás de entregarle u n a receta. Vol­
vam os nuevam ente a la naturaleza. E nterrem os la
sugestión, que debe term in ar p o r superarse, pero
no dem os la espalda a esa bella cualidad que es
la com prensión. Que, en especial, las personas no
tengan que acu dir al curandero en busca de aque­
llo que no en cuentran en el especialista.

336
EL SÍMBOLO TRADICIONAL
BE LA MUERTE

Luis López-Motos

¿Cuál es la razón prim ordial p o r la que el


h om bre se h a dirigido hacia la Magia? Una sobre
todas: la b ú squeda de la inm ortalidad. Ante el
te rro r que siem pre le h a inspirado la idea de la
m uerte, se h a subterfugiado en el análisis de lo
mágico, de lo oculto, de aquello que está p o r en­
cim a de sus sentidos. N osotros, deseosos de darle
a n u estras páginas la m ayor variedad tem ática po­
sible y u n a p ro fu ndidad que invite a pen sar a
nu estro s lectores, dam os cabida al siguiente en­
sayo «m otigráfico» sobre el sím bolo de la m uerte
—em blem a tan usado com o soporte de m edita­
ción en todas las sociedades secretas, en todos los
sistem as esotéricos— . Ponem os fin a n u estro es­
tudio con este ensayo, salpicado de hum or negro,
que nos h a cedido, generosam ente, Luis López-
Motos.

Las m ás vulgares im ágenes de seres y objetos


guardan en su en tra ñ a y expresan con sus carac-

337
terísticas form as, u n rico potencial de sugeren­
cias p a ra la diversa y p artic u la r percepción h u ­
m ana. C ierta o aparentem ente, la infinita m orfo­
logía del m undo plástico se m u estra suscitadora
de visiones que podríam os re p u ta r, a la vez, de
irreales y evidentes, en confusión seductora p a ra
los ojos penetrantes, abiertos o propicios al m i­
lagro.
Si se quiere ver, la com binación o superposi­
ción de form as y objetos puebla al m undo sen­
sible de o tras configuraciones concretam ente iden-
tificables, como pertenecientes, al m odo de fan­
tasm as corpóreos y visibles, a las zonas lím ites
e n tre la m ateria y el espíritu. No son precisos
ojos p résb itas p a ra el constante descubrim iento
de fenóm enos estéticos y dinám icos en las m ás
elem entales líneas y contornos de la N aturaleza
toda, si contem plam os las cosas con cierta ino­
cencia y am o r sin recelos. ¿No estará aquí el p ro ­
fundo secreto de la poesía? De la poesía y de la
indescifrable sugestión m ágica, diríam os, si recha­
zam os las prevenciones críticas sobre el cundido
criterio del reino de lo ex tran atu ral.
Como ap u n tado queda, no solam ente la im pre­
sión óptica de im ágenes ab stractas, que son siem ­
p re estim uladoras de la libre fantasía, nos inducen
a c rear subjetivam ente, sino que la m ás concreta
configuración puede llevarnos a m uy com plejas
asociaciones de ideas, lejos de la precisa confor­
m ación del o b jeto que exam inam os.
Con las necesarias licencias que el arte pide
siem pre a las severas prem isas de la recta razón
y com o ejem p lar ilustración de nuestros atrevi-

338
Fig. 36. Representación tradicional de la muerte.

dos conceptos, querem os o p erar hoy con el tópi­


co, tradicional y consagrado sím bolo de la M uer­
te, rep resen tació n m édica y farm acológica de la
quím ica m o rtal o nociva; nos referim os a la con­
vencional alegoría constituida p o r una calavera y
dos tibias cruzadas que un día em pezó am edran-
tad o ram en te en las banderas p irata s y que con­
tin ú a utilizándose com o indicación de peligro en
los ta rro s de las boticas y en ciertas instalaciones
eléctricas e industriales.
Como artístico y literario sím bolo m agistral
de la finiquitud hum ana, si cabe entender estos
conceptos en su sim plicidad gráfica, intentam os
red escu b rir ah ora el funesto o m acabro em blem a,
p o rq ue realm ente, la sum a sencillez de los sím-

339
bolos oculta esta vasta com plejidad re p resen ta­
tiva, susceptible de largo análisis. Afirm aríam os
que la in sisten te contem plación del esquem a ca­
davérico, po p u larm ente indicativo del m undo de
las tinieblas, nos deslum bró hiriendo nuestras
retin as donde nos bailan claros y tu rb io s signos
que pueden ser apreciados con m uy distin tas sig­
nificaciones.
La síntesis sim bólica se desintegra así en in­
finidad de elem entos ideales, en v irtu d de la in­
terp retació n p ersonal del sujeto observador, de
m odo análogo a com o la objetiva percepción ex­
p erim en tal del científico realiza la descom posición
de la fórm ula que estudia.
Advirtam os, p o r o tra parte, la ra ra p a rad o ja
que denuncia el hecho de que en la sucesiva y
cam biante expresión ideográfica de la M uerte, se
m anifiesta u n a gran vivencia..., pues la quieta
estam pa ósea p resen ta actividad, se m ueve con
vivo aliento, con física m udanza, im itando un
móvil calidoscopio que m u estra distin tas facetas
del hum ano trán sito , perm itiéndonos contem plar
el curioso absurdo de la M uerte..., anim ada o
gesticulante.
R esulta fácil h allar así ilusorios m otivos p a ra
creer que la sinopsis lineal de la M uerte cam bia
de expresión, se m odifica y tran sm u ta fantasm al­
m ente, al m odo com o surgen y se desvanecen las
figuraciones im aginarias nacidas en el subscons-
ciente p o r el delirio febril, el sueño o el miedo.
Parécenos así que el funesto o negativo grafismo
se troca, con alucinante proteísm o, en nuevas
apariciones de variada com pensación ideográfica.

340
E n verdad, el procedim iento expresivo de las
«m otigrafías» nos hace visionarios, captadores de
form as tran sp u estas; nos aguza o fuerza el norm al
sentido de la vista aunque sólo fuera en el siem ­
p re so rp ren d en te y deslum brador cabo del tropo
donde la m etáfo ra juega al escondite con sem e­
janzas en tre el o bjeto y el re trato .
E n verdad, el sujeto y el reflejo, el ser y la
representación, realidades y apariencias se con­
trad icen y b u rlan en las «m otigrafías». En ellas
la P alab ra y la Línea tra ta n de desenm ascararse
m u tu am en te con sútiles equívocos y m aliciosos
conceptos y de ta l suerte nos abren tácitas expre­
siones y so terrad as significaciones, y ya podrem os
decir que todo ello, la ideal m etam orfosis, el des­
file evolutivo de ideas e im ágenes, la tran sfo rm a­
ción de éstas y, en el p resen te caso, el ejem plo
de u n a sola que se transfigura repetidam ente, se
realiza com o u n trasu n to del arte m ágico o de
b ru jería, al m odo del h ad a que al toque de su
v arita convierte a u n a niña en u n a flor o a un ser
m aligno en u n árbol. En las «m otigrafías», el
Verbo, recordándonos palabras de abracadabra,
transfigura a la Im agen, consiguiendo especiales
o, digam os com unes, encantam ientos.
A títu lo de curiosa sim ilitud entre las «m oti­
grafías» y el concepto tradicional de lo mágico y,
tam bién, com o pequeño ejercicio de la su b jeti­
vidad en el ja rd ín m aravilloso de las m etáforas,
las que podem os considerar com o flores m ilagro­
sas, b rindam os u n a breve teoría ejem plar de p re ­
tendidos encantam ientos que si bien pueden em-
p aren tarse con la m agia negra en v irtu d del tem a

341
trascen d en te y tem eroso elegido, clara re su lta su
real adscripción a la m agia blanca basada en el
ingenio y atractivo truco.
E n el núm ero veinticinco in terru m p im o s la
larga serie de visiones posibles que el lector con­
tin u ará si, de verdad, desea realizar el mágico
ejercicio de subjetividad propuesto.

S igno. B ajo el cráneo vacío, las tibias form an


u na equis, la incógnita del «más allá».
Matemático. La Muerte multiplicada por...
Laboriosa. Querem os ver a la M uerte cruzada
de brazos, pero ella jam ás huelga.
E spera. Tibias cruzadas, ¿quiere esto expre­
sar que la m u erte nos espera sentada?
R epresentación. H uesos «cruzados», pero no
dispuestos en cruz.
D iabólico. Las tibias dibujan u n a cruz..., de­
rrum bada.
H erencia. Quien muere sólo deja huesos para
el festín de los vivos.
No analices. En este sím bolo advertim os que
tenem os dem asiado grande el alojam iento ce­
rebral.
Debilidades. V erdad es que la carne es flaca.
R estos. ¿Consumió la vida en el com ercio de
la carne?
D efinición. La M uerte es la Vida desnuda...
I dentificación. Parece u n soldado con casco
de cam paña.
Imagen. La calavera sobre los diez pecados
capitales.

342
S ignificación. La muerte es la gran verdad;
no adelgaza.
S emejanza. Arm as fatales, cruzadas en una
panoplia.
V isión. La calavera, roto recipiente de los
pensamientos, de la psiquis que voló.
Paradoja. La contem plación de ese cráneo
vacío llena de ideas n u estras cabezas.
E xpresión. Tibias cruzadas, tach ad u ra de la
vida.
Apariencia. Sem eja un em blem a m ilitar de
bocam anga.
S ímil. La calabaza y la rota cayada del pere­
grino del «más allá».
Figuración. Huesos, últim os cetros del «rey
de la creación».
Fin . ¿In m o rtalid ad del sabio? «A otro p erro
con ese hueso.»
E xplicación. Tiene la m u erte los huesos du­
ros, pero tra b a ja sin descanso.
Grafismo. E tiq u eta de los venenos y antídoto
de la frivolidad.
Radiografía. N uestro re tra to postum o, p o r
rayos «equis».

343
SE L E C C IO N D E T E X T O S
DE LAS CIENCIAS OCULTAS

E l ip h a s Levi

El secreto de las ciencias ocultas es el de la


n atu raleza m ism a, es el secreto de las generacio­
nes de los ángeles y de los m undos, ¡es aquél de
la om nipotencia de Dios! ¡Seréis com o los
Elohim s, conociendo el bien y el m al, h a dicho
la serp ien te del Génesis, y el árbol de la ciencia
se convierte en el árbol de la m uerte! Desde hace
seis m il años, los m ártires de la ciencia tra b a ja n
y m u eren al pie de este árbol p a ra que se con­
vierta en el árb o l de la vida. Lo absoluto buscado
p o r los insensatos y encontrado p o r los sabios,
es, ¡la verdad, la realid ad y la razón del equilibrio
universal! El equilibrio es la arm onía que resu lta
de la analogía de los contrarios. H asta el presente
la h u m anidad h a ensayado el tenerse sobre un
solo pie, bien sobre uno, bien sobre el otro. Las
civilizaciones se han elevado y se h an perdido,
sea p o r la clem encia anárquica del despotism o, sea
p o r la an arq u ía despótica de la revuelta. Unas

347
veces los entusiasm os supersticiosos, otras los
m iserables cálculos del instinto m aterialista han
extraviado a las naciones y Dios em puja el m undo
hacia la razón creyente y las creencias razonables.
H abiendo tenido b astan te de profetas sin filosofía
y de filósofos sin religión, los creyentes ciegos y
los escépticos coincidían y venían a estar ta n le­
jos, los unos com o los otros, de la salud eterna.
E n el caos de la duda universal y de los conflictos
de la ciencia y de la fe, los grandes hom bres y los
videntes no h an sido m ás que a rtistas enferm os
que b u scab an la belleza ideal con riesgo y peligro
de su razón y de su vida. ¡Ved todavía, a esos
sublim es m uchachos fantásticos y nerviosos como
m ujeres, que por nada se m olestan, a quienes
ofende la razón, que son injustos los unos con los
otros, y que no viven m ás que p a ra ser coronados;
son los p rim ero s en hacer en sus fantásticos hu­
m ores, lo que Pitágoras prohíbe de una m anera
em ocionante en sus sím bolos adm irables: d estro ­
zar y pulverizar con sus pies las coronas! Son los
alienados de la gloria, pero Dios, p a ra evitar que
se conviertan en peligrosos, los contiene con las
cadenas de la opinión.
El trib u n al de la m ediocridad juzga al genio
sin apelación, p orque el genio siendo la luz del
m undo, es m irado com o nulo y com o m uerto
cuando no alum bra. El entusiasm o del poeta es
co n trastad o p o r la sangre fría de la m ultitud. El
en tu siasta que el buen sentido público no acepta,
no es un genio, es u n loco. No direm os que los
grandes a rtistas son esclavos de la m uchedum bre
ignorante, sino que es de ella de la que su talento

348
recibe el equilibrio de la razón. La luz es el equi­
librio de la som bra y de la claridad. El m ovim ien­
to es el equilibrio de la inercia y de la actividad.
La au to rid ad es el equilibrio de la sabiduría y del
poder. La sab id u ría es el equilibrio en los pensa­
m ientos. La v irtu d es el equilibrio en las afeccio­
nes; la belleza es el equilibrio en las form as. Las
líneas bellas son las líneas ju stas y las m agnifi­
cencias de la natu raleza son u n álgebra de gracias
y de esplendores. Todo lo que es ju sto es bello;
todo lo que es bello debe ser justo. El cielo y el
infierno son el equilibrio de la vida m oral; el bien
y el m al son el equilibrio de la libertad.
La g ran o b ra es la conquista del punto cen­
tra l donde reside la fuerza equilibradora. E n los
dem ás puntos, las reacciones de la fuerza equili­
b ra d a conservan la vida universal p o r el m ovi­
m iento p erp etu o del nacim iento y de la m uerte.
Por esto los filósofos herm éticos com paran el
oro con el sol.
Por esto es p o r lo que este oro cura todas las
enferm edades del alm a y da la inm ortalidad. Los
hom bres que llegan a ese punto cen tral son
los verdaderos adeptos, son los taum aturgos de la
ciencia y de la razón.
Son m aestro s de todas las riquezas del m undo
y de los m undos, son los confidentes y los amigos
de los príncipes del cielo; la naturaleza les obede­
ce p o rq u e quieren lo que quiere la ley que hace
m arc h ar la naturaleza.
¡He ahí que lo que el salvador del m undo llam a
el reino de Dios, es el sanctum regnum de la santa
cábala! Es la corona y el anillo de Salom ón, es

349
el cetro de José ante el cual se inclinan las estre­
llas del cielo y las m ieses de la tierra.
¡Esta om nipotencia que hem os encontrado, no
la vendem os; y si Dios m ism o nos h u b iera m an­
dado venderla no encontraríam os com pradores,
aunque nos diesen toda su fortuna; adem ás les
pediríam os, no p a ra nosotros, sino p a ra ella, toda
su alm a y to d a su vida!

350
ARTÍCULOS DEL BOLETÍN
DEL INSTITUTO DE METAPSÍQUICA
INTERNACIONAL DE PARÍS

D urante el año 1922 el In stitu to M etapsíquico


In tern acio n al de París desarrolló u n a fru ctífera
lab or en el cam po de la m etapsíquica y de la p a­
rapsicología. Se im prim ió u n B oletín con los re ­
sultados —siem pre tu rb io s— y los estudios que
se estab an llevando a cabo. E n dicho boletín cola­
b o ra ro n hom bres de la talla de Binet-Sanglé,
Conan Doyle, Geley, Joire, K ritzinger, Lodge, Osty,
R ichet, Sudre, F orthuny y otros m uchos que no
enum eram os p a ra no fatigar al lector.
Hem os estim ado conveniente el tran sc rib ir
unos cuantos artículos científicos, tom ados todos
ellos del original boletín en francés. E n la tra d u c ­
ción h a colaborado José Luis Yzaguirre, perfecto
conocedor de la lengua francesa.
E s curioso observar cóm o m uchos de estos
hom bres, a p esa r de su sólida form ación y firme
prep aració n científica, h an sido engañados y con­
fundidos en sus m últiples experiencias; tal era la
habilidad de los supuestos m édium s.

351
Actualm ente, m uchas de estas ideas y expo­
siciones están altam ente trascendidas, m as no por
ello pierden su valor. Sin em bargo, m ejo r será
que juzgue p ersonalm ente el lector.

UNA ACLARACIÓN RACIONAL PARA LAS EX ­


PERIENCIAS DE ECTOPLASMA

Dr . Geley

Una de las grandes dificultades de las expe­


riencias de ectoplasm a proviene, es bien sabido,
de la acción n efasta de la luz sobre la p ro d u c­
ción de los fenóm enos.
La luz p arece p erju d ic ar de dos fo rm a s : p ri­
m ero, m olestando y tu rb an d o el tran c e del m é­
dium ; segundo, co n trarian d o los procesos m ism os
de la m aterialización. Por estos dos m otivos, el
ectoplasm a es p o r tan to m ás difícil de o b ten er en
la m edida en que la luz es m ás viva.
Es sobre todo en las p rim eras fases del fenó­
m eno cuando esta acción anuladora está m ás m ar­
cada. Cuando la m aterialización está orgánica­
m ente com pleta, «epiderm izada», so p o rta m ucho
m ejo r la ilum inación o la claridad que d u ran te
sus fases prim eras, aquéllas de la exteriorización
de la su stancia am orfa y aquélla del p asaje del
estado am orfo al estado organizado.
Los experim entadores se en cuentran así ante
un dilem a de los m ás desconcertantes:

352
O bien operan en la oscuridad o con u n a luz
dem asiado débil p a ra una observación plenam ente
satisfacto ria y entonces pueden obtener m anifes­
taciones potentes;
O bien exigen una fuerte luz y entonces los fe­
nóm enos dism inuyen considerablem ente de im ­
portancia, eso en el caso de que no desaparezcan
totalm ente.
Se llega sin duda, con m ucha paciencia y un
en trenam iento prolongado del m édium , a experi­
m en tar con una claridad suficiente. Así, p o r ejem ­
plo, Mme Bisson, ha llegado a relacionarse con
Eva. Pero, en todo estado de causa, hay u n a rela­
ción inversa en tre la intensidad de la ilum inación
y la perfección de las m aterializaciones.
La acción p arásita de la luz sobre las form a­
ciones ectoplásm icas no tiene nada de so rp ren ­
dente. Se sabe que la luz es netam ente abiótica
p ara los m icroorganism os y que parece incluso
m o lestar la organización de las form as de vida
prim ordiales.
Los gérm enes en evolución están en general
m ás o m enos su straídos a su acción, p o r las con­
diciones n atu rales en las cuales se desarrolla. Los
p rim ero s estados de la vida em brionaria se pasan
en u n a oscuridad relativa o com pleta. Una de las
funciones de la clorofila en los vegetales parece
ser p recisam ente la protección de los tejidos de­
licados co n tra la luz. Aún m ejor, es de observa­
ción banal, que el crecim iento de los vegetales se
efectúa en m uy gran p a rte d u ran te la noche.
Si la luz m olesta los procesos biológicos en
los p rim ero s estados de la form ación orgánica,

353
12
teniendo en cuenta que esos procesos se ejecutan
n orm alm ente con gran lentitud, se concibe sin
ningún esfuerzo que debe paralizar positivam ente
esos m ism os procesos, cuando, d u ran te las sesio­
nes de m aterialización, éstos se desarrollan con
una rapidez form idablem ente acelerada.
E l em brión hum ano, p o r ejem plo, necesita se­
m anas p ara constituirse, al abrigo de la luz, en
el seno m aterno. D urante una sesión m etapsíqui-
ca, u n ser hum anoide o u n órgano hum ano com ­
pleto se form a en algunos segundos.
P ara com prender la acción negativa de la luz
en las sesiones m ediúm nicas, es necesario tener
en cuenta esta rapidez de los procesos de m ateria­
lización. Si la luz es abiótica en la fase norm al
de la organización em brionaria, debe de aum en­
ta rse en m iles de veces d u ran te la duración de
esta fase, ya que en lugar de contarse p o r días,
p o r sem anas, o p o r m eses, se cuenta p o r segundos.
Así, pues, todo es absolutam ente m uy natural,
y m uy lógico en la nocividad de la luz p ara las
experiencias de ectoplasm a.

LOS PRESTIDIGITADORES Y LA CRÍTICA


DE LOS FENOMENOS PSÍQUICOS
por Pascal Forthuny

E n n u estro precedente fascículo, com entando


los procedim ientos, volum en 32, enero 1932, esta­
blecido p a ra la Sociedad de Investigación Psíqui-

354
ca, de Londres, sobre las experiencias de ectoplas-
m a hechas con Mlle. Eva C., en 1920, lam entá­
bam os, en las notas personales y en distintas
ocasiones, el carác te r p artic u la r de los testim o­
nios de M. DingwaJl, p restidigitador renom brado,
y llam ado a p a rtic ip a r com o testigo en las sesio­
nes de la Sociedad de Investigación Psíquica. Re­
cordábam os a este propósito, una declaración de
Mme. Bisson al Dr. S chrenck-N otzing: «Los ex­
p erim en tad o res están hipnotizados p o r la idea de
los trucos»; y u n p asaje de u n a carta publicada
p o r M. O esterreich: «Fuera de la idea de trucos
y de fraudes, no hay nada en ellos.» P or m uy se­
veras que puedan parecer esas apreciaciones, y
tal vez p a ra d em ostrar, con toda im parcialidad,
que las opiniones así expresadas pueden ser las
de ciertos p siquistas ingleses, reproducim os hoy,
sin com entarlo, u n extracto del artículo publicado
en Light del 18 de m arzo pasado, p o r S ir A rthur
Conan Doy le:
«H ablando de fotografía, yo sim patizo en tera­
m ente con los m édium s que rehúsan som eterse
al exam en de personas en las que la a c titu d es
in ju sta y ofensiva... Tom em os el caso de M. Ding-
w all que recientem ente llam aba "b atib u rrillo ” de
fotografías psíquicas, dejando entender que una
u n a sim ple m ancha aparecía sobre la prueba. Yo
le he enviado ejem plares de seis fotografías, h a­
ciéndole n o tar cuánto se parecían a los originales
y cómo, en algunos casos, eran m ás claras que
las p ersonas que h abían posado. N ingún hom bre
im parcial h ab ría osado negar: él negó. Yo puedo
p o r tan to d em o strar la evidencia enviando esos

355
m ism os docum entos a quien lo desee. Después
de esto, no ten d ré jam ás la idea de som eter nin ­
guna referencia psíquica a M. Díngwall, pues si
él fue capaz de tom ar estos docum entos p o r nu­
los, le es im posible d ar su asentim iento a cual­
q u ier o tra cosa. El no puede sino d esapro bar y
no pro b ar. Así pues, ¿para qué p erd er el tiem po?
»E1 reciente tra b a jo sobre Eva C. es un ejem ­
plo de lo que digo. ¡Cómo h ab rán sentido p erd er
su tiem po y su energía Mme. B isson y Eva! Me
parece en verdad que h an sido m uy m al tratadas.»

E IN ST E IN Y LA METAPS1QUICA
por R ene S udre

La lucidez y el presente eterno:


«El segundo gran problem a que p resen ta la
M etapsíquica h a sido siem pre considerado como
de orden filosófico y al cual la ciencia p o d rá ap o r­
ta r aclaraciones inesperadas. Concierne a la n a ­
turaleza del tiem po y p o r consecuencia, al deter-
m inism o universal. E stá supervalorado p o r los
fenóm enos de lucidez y de prem onición, hoy tan
incontestables com o no im p o rta qué fenóm enos
físicos. E n su tra ta d o de m etapsíquica, C harles
R ichet no duda en ap ro b a r a Bozzano, cuando el
sabio italiano declara que de todos los hechos de
lucidez, la prem onición, a pesar de su rareza,
es pro b ab lem en te el que ha sido p robado con m ás

356
fuerza. E l doctor Osty ha procedido d u ran te tres
años a u n a serie de experiencias sobre él m ism o
y sus fam iliares con una veintena de sujetos lúci­
dos. Todos los hechos de su existencia, pequeños
o grandes, le han sido predichos. El Dr. Osty es­
cribe:
»”La predicción del fu tu ro no es u n a utopía,
no es un p ro d u cto de la credulidad, de la ingenui­
dad, de la im aginación m ística, es un hecho inde­
pendiente de toda teoría, de toda creencia, de toda
d o ctrin a filosófica es un fenóm eno de orden ex­
perim ental, pudiendo ser indefinidam ente re p ro ­
ducido, así como indefinidam ente se puede re ­
p ro d u cir u n a experiencia de física”.
»En p rim er lugar será ú til señalar que el re ­
conocim iento de la previsión como verdad expe­
rim en tal inflige a ciertos sistem as filosóficos y
notablem ente al de M. Bergson, un m entís cate­
górico. Se sabe que el B ergsonism o reposa ente­
ram en te sobre la concepción del tiem po. Desde
K ant se acordaba considerar el tiem po como una
form a de intuición interna, un cuadro que el su­
jeto tiende al o b jeto y donde el objeto aparece en
el orden de la sucesión. Ese cuadro es inherente
a n u estra sensibilidad, es independiente del obje­
to y de la im presión que el objeto hace sobre
no so tro s..., es decir, que la sensación no existe en
sí m ism o. Bergson h a conferido al tiem po, o m ás
bien a la duración, una realidad absoluta. Es por
o tra p a rte incapaz de definirla de u n a m anera
satisfactoria, pues el lenguaje le m ancha de espa-
cialidad, es decir de elem entos tom ados en el es­
pacio. La duración es ”u n a m ultiplicidad cualita-

357
tiva, sin parecido con el nom bre, un desarrollo
orgánico que no es p o r tan to u n a cantidad cre­
ciente, u n a heterogeneidad p u ra en el seno de la
cual no hay cualidades d istintas". E n resum en,
la duración es algo que no tiene nom bre en nin ­
guna lengua, salvo en la de M. Bergson. P ara sen­
tir esta cosa en sí, que es im posible de conocer,
hay que h acer u n violento esfuerzo de reflexión,
siendo necesario sum ergirse bruscam ente en las
p ro fundidades de la conciencia entonces se ha
escapado al espacio y a la causalidad, se es verda­
deram ente libre, pero esa zam bullida en el abso­
luto no es fácil, según confiesa su inventor y no
podría ser si no instantánea: "Por este m otivo
—dice él— som os raram en te lib res”. Se estará de
acuerdo en que la m ística de S anta Teresa no
estab a n ad a cerca de la de M. B ergson...
«Estableciendo lo que se puede preveer, es de­
cir, viendo de antem ano com o si fu eran actuales
acontecim ientos en donde se introducen volunta­
des hum anas, la m etapsíquica anula esta extraña
e ininteligible concepción del tiem po, y por ta n ­
to, lo repetim os, toda la filosofía de M. Bergson.»

La cuarta dimensión:

E sta idea de considerar el tiem po como una


cu a rta dim ensión del espacio, había ya sido fo r­
m ulada, y m uy netam ente, p o r A lem bert, en la
Enciclopedia (1754). E instein y sobre todo Min-
lcowski lo h an sistem atizado agregándola a la
teoría de la relatividad. N osotros hem os ya habla-

358
do en Los Fenómenos psíquicos y supranormales
del espacio-tiem po, com binación indisoluble que
rep resen ta el Universo. Las proposiciones de la
geom etría se establecen en un espacio artificial­
m ente reducido en una, dos o tres dim ensiones;
pero en el m om ento en que se quiere e n tra r en el
m undo real, es preciso in tro d u cir el m ovim iento
y p o r consiguiente el tiem po. Así pues, la cu arta
dim ensión se im pone en la m ecánica y en la física.
Acabamos de ver que parece im ponerse igual­
m ente en la m etapsíquica p a ra explicar los hechos
m isteriosos de la lucidez. E n vano se dirá que
éstos no son m ás que sím bolos y esquem as. Con­
venim os que hay un abism o entre el sistem a de
coordenadas de los geóm etras y el conjunto p ro ­
digioso de sensaciones que constituye p a ra nos­
otros el m undo. Pero si querem os tra ta r de desen­
re d ar este caos, de com prender el Universo, nos
es necesario re c u rrir a las m atem áticas. Las leyes
que las m atem áticas nos hacen descubrir no son
una creación a rb itra ria de n u estra im aginación,
expresan una relación objetiva constantem ente
verificable. Decir que el espacio tiene tre s dim en­
siones norm ales, es expresar u n a verdad de la
experiencia. Decir que el tiem po es una cu arta
dim ensión, era en o tro tiem po expresar una ver­
dad m atem ática; hoy en día es trad u c ir física­
m en te esta verdad m atem ática y encontrarle ju s ­
tificaciones experim entales. E n un coeficiente cer­
cano (coeficiente dicho im aginario, pero que posee
u n a existencia m atem ática real), el tiem po juega
el m ism o papel que las tres o tras dim ensiones
del espacio en las ecuaciones de la m ecánica. Si

359
se había dudado en asim ilarlo en el espacio, era
a causa de u na diferencia funcional, su carácter
universal y absoluto. Mas se ha establecido defi­
nitivam ente que el tiem po, como el espacio, es
relativo, nada m ás se opone a la asim ilación audaz
que corona la teoría de la relatividad restringida.
No sabríam os disim ular las dificultades que
subsisten en la in terp retació n hiperespacial de la
lucidez en el tiem po. No dejarán de decirnos que
sería necesario com enzar p o r explicar la lucidez
en el espacio. ¿Cómo el esp íritu puede percibir
los fenóm enos que pasan lejos de él? ¿Es p o r la
com unicación subconsciente con u n testigo v er­
dadero de esos fenóm enos? ¿Es por el traslado
efectivo, p o r u n a exteriorización de toda la sen­
sibilidad? Problem a terrib lem en te arduo y que no
se ha resuelto m ás que p o r las experiencias labo­
riosas sobre la transm isión de pensam iento, la
vista a través de los cuerpos opacos, la clarivi­
dencia. Todos los fenóm enos del m edium nism o
intelectual se m antienen y es de la aproxim ación
de los m ás opuestos de los que tal vez surgirá
la luz.
Las objeciones que se harán a la teoría del
presen te etern o son de orden m oral. El hom bre
quiere conservar la ilusión de su libre albedrío y
no adm ite de buen grado las teorías filosóficas
que tienden a quitársela. Si él «ha obrado» en
lugar de o b rar, si el hom bre no es m ás que un
au tó m ata som etido a las leyes inflexibles que re­
glam entan la m ateria, su responsabilidad desapa­
rece, y tam bién su m érito. No hay sino, como el
oriental, que resignarse a lo ineludible. Aquellos

360
que razonan así no tienen razón; confunden el
fatalism o y el determ inism o. Adoptan la tesis m a­
teria lista según la cual el pensam iento no es m ás
que una vibración del cerebro, y, p o r consecuen­
cia queda som etido a las leyes de la m ateria. Así
pues, el m aterialism o es falso, de la m ism a m a­
n era que su sucedáneo el paralelism o. Hay un
determ inism o psíquico y u n determ inism o m ate­
rial, pero el p rim ero es com pletam ente diferente
del segundo: es infinitam ente m ás sutil y modifica
al otro m ezclándose con él. Como lo h a dem os­
trad o ad m irab lem ente Fouillee, en su o b ra La
Libertad y el Determinismo, las ideas son fuerzas
que intervienen en los fenóm enos p a ra m odificar
su cu rso : «No es preciso ya proponer como ente­
ram en te determ inado, independientem ente de mi
conocim iento aquello que no está determ inado en
p a rte m ás que p o r este conocim iento. H aga lo
que haga el ser p ensante no puede considerarse
él m ism o como u n m ecanism o inerte y pasivo...»
Más lejos, Fouillée m u estra que es una liberación
sincerarse de una necesidad p o r o tra que sobre­
pasa la p rim era. La idea de la lib ertad crea una
lib ertad relativa en ese sentido que convierte el
determ inism o en m enos estrecho pero u n a duda
esencial p ersiste: ¿No será todavía m ás que una
necesidad tom ando la form a de la libertad, o es
la lib ertad tom ando la form a de la necesidad?,
p reg u n ta el agudo pensador. Y duda en d ar la
respuesta.

361
RETRATOS

Raimundo Lulio

Nacido en 1235 y m uerto en 1315. Afamado


filósofo y alquim ista español (nacido en M allorca)
que p o r su clara inteligencia fue denom inado «El
Ilum inado».
E n 1266 ingresó en la O rden F ranciscana y
poco después se aisló d u ran te cerca de diez años
en su celda, dedicándose al estudio y la m edita­
ción. Cuando salió de su voluntario encierro, via­
jó a O riente y perm aneció largas tem poradas en
Africa con el em peño de convertir a los m oros.
M urió en Baghiah el 30 de junio.
H om bre inteligente y de sólida form ación, ha
dejado escritas ob ras de sum o interés sobre filo­
sofía, m etafísica, teología, cábala y alquim ia.

Alberto Magno

Nació en Launingen en 1206. Ingresó a los die­


cisiete años en la O rden de los Dominicos, de la
que p o sterio rm en te sería provincial en Alemania.
Fue m aestro de Tom ás de Aquino y siem pre es-

363
tuvo dedicado al estudio y a la enseñanza. M ente
privilegiada, siem pre activa, fue obispo de Ratis-
bona en 1260. E scribió con profusión y siem pre
se interesó extrem am ente p o r las ciencias ocul­
tas, la cábala y la alquim ia, llegando en m ás de
un lugar a ten er fam a de mago y hechicero. Dis­
tinguía ya en tre m agia negra y m agia blanca, ca­
lificando a la p rim era de dañina y a la segunda
de benéfica. Pero ap a rte del ocultism o tam bién
ten ía grandes conocim ientos de física, filosofía,
m atem áticas y teología. M urió en Colonia el 5 de
noviem bre de 1280.

Rogerio B acon

Nació en 1214 en Ilchester, en el condado de


Som erset. A la edad de ventiséis años se ordenó
Franciscano. Fue u n entusiasta de la alquim ia, el
ocultism o, la física, las m atem áticas, la filosofía
y la quím ica. Fue u n p ro feta y en algunas de sus
obras nos asegura que llegará el día en que se
verán coches sin caballos y ap arato s que volarán
p o r los aires. E scribió infinidad de obras y fue
acusado de b ru je ría y encarcelado. Fue libertado
gracias a Clem ente IV, que siem pre sintió una
gran sim patía p o r Rogerio.

Agrippa von N ettesheim

Nació en Colonia el 14 de septiem bre de 1486.


P ertenecía a la fam ilia N ettesheim , de estirpe no-

364
F ig. 37. Rogerio Bacon.

ble, y fue educado sólida y firm em ente en la Uni­


versidad de Colonia. Desde m uy joven estudió a
fondo todo lo relacionado con las ciencias ocultas
y debido a su fina inteligencia y a su sorprendente

365
m em oria, llegó a constituirse en uno de los ocul­
tistas m ás prep arados de todas las épocas. Creó
u n a sociedad p a ra el análisis de las ciencias ocul­
tas, sociedad que al parecer tenía m uchos p untos
de contacto con los rosacruces. Poco tiem po des­
pués sirvió como secretario de M axim iliano I de
Alemania, p ero p ro n to se cansó de esta m isión y
la abandonó p a ra m eterse de lleno aún m ás en el
estudio del ocultism o. En 1510, tra s organizar
un pequeño escándalo en la U niversidad de Dole
p o r unas conferencias allí pronunciadas, fue envia­
do p o r M aximiliano I a Londres p a ra re-solver unos
asuntos diplom áticos; allí estableció u n a sociedad
de sim ilares características a la de París. Después
pasó a Italia y dio algunas conferencias sobre
H erm es T rim egisto en la U niversidad de Pavía.
Tuvo nuevas dificultades, debido a que «atacó al
clero y a los inquisidores p o r el ho rrib le tra ta ­
m iento a que som etían a los supuestos hechice­
ros». Volvió a Colonia y allí estuvo por espacio
de dos años practicando la m edicina y enseñando
Teología. Seguidam ente m archó a F rancia y en
Lyon fue m édico de Luisa de Saboya; m ás tard e
le n o m b raro n h isto riad o r de los Países Bajos.
Pero las cosas com enzaron luego a ir m al; m urió
M argarita de A ustria, quien le había ofrecido su
últim o cargo, y fue desposeído del m ism o. Debido
a ciertas deudas que no pudo pagar, fue condena­
do. M urió, pobre y olvidado, en Grenoble el 18 de
febrero de 1535.

366
P a r a c elso

Nació en E insiedeln el 17 de diciem bre de 1493.


E ra hijo de u n m édico y estudió en la U niversidad
de Basilea, siendo du ran te algún tiem po discípu­
lo del ab ate Joh ann T rithem ius, m aestro de
Agrippa. Viajó m uchísim o, visitando toda E u ro ­
pa, p a rte de Asia y Africa, y ejerciendo siem pre la
m edicina en uno y o tro sitio. Es sin duda alguna
el perso n aje m ás im p o rtan te de la E dad Media,
poseyendo unos am plísim os conocim ientos en
todo lo relacionado con el O cultism o y la Medici­
na. Se asegura que en C onstantinopla fue iniciado
en los m ás diversos ritos y m isterios. Cuando vol­
vió a Alemania tra b a jó intensam ente p a ra re fo r­
m ar las ciencias y la m edicina. Y ya sabem os lo
que o cu rre siem pre con los p rim eros reform ado­
res: son acusados y perseguidos intensam ente. Des­
poseído de su cáted ra de m edicina, se dedicó a ir
de un lugar a o tro y a realizar obras benéficas
curando a toda clase de personas. El 24 de sep­
tiem b re de 1541 m urió en Salzburgo, perdiéndose
u na gran figura, u n valiente innovador.

367

También podría gustarte