ORACIONES
PARA REZAR POR LA CALLE
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es una palabra hebrea de hondo
contenido vocacional. Una palabra
que desde siempre han pronunciado
los lamados a la amistad de Jestis
COLECCION «HINNENI»
Tecoge
1 eco y facilita entre nos.
a traduccién de ese cheme
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otros 1,
aqui» (bin
ORACIONES
PARA REZAR POR LA CALLE
por Michel Quoist
cEs dificil rezar? Si a
Pefiase en contestar
leer cua
cido con exactitud y ca-
Martin Des
LIBROS SOBRE LA ORACION
dos por Ediciones Sigueme
public
Enséfanos a orar
por B. Bro
Buscando a Dios
por G, de Larigaudie
Plegarias del hombre nuevo
por Fermin Cebolla
Ecce Homo
por José M. Cabodevilla
Queremos ver a Cristo
por R. Guerre y M. Zinty
Joven, levantate
por P. A. Liegé
Sabado
por José M. Cabodevilla
Meditaciones biblicas
por O. KarerMICHEL QUOIST
eee TON E'S
PARA REZAR POR LA CALLE
traducido por
JOSE LUIS MARTIN DESCALZO
y
RAMON MARIA SANS VILA
NOVENA foo —
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ae NTORISTAS
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DICIONES S{GUEME
Apartado 332
SALAMANCA
1963francesa, Priéres, de MICHEL QUOIST, publicada por
"Las Epitions Ouvaitaus, de Parls, el afio 1954
- Fotograffas originales de Esteve, Gili y Monistrot
OTRAS OBRAS DE MICHEL QUOIST
REUSSIR: Triunfo
Editorial Estela. Barcelona, Bailén 232 bis
AIMER OU LE JOURNAL DE DANY:
Amor, El diario de Daniel
Editorial Herder. Barcelona, Provenza 338,
DONNER OU LE JOURNAL D’ANNE-MARIE:
Dar, El diario de Ana Maria
Editorial Herder
= Bancaona
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t{NDICE
PROLOGO . Sd
$I SUPIERAMOS ESCUCHAR A DIOS.
Amo a los nifios .- a
Mi mejor invento es mi “Madre |
Despiértate ya, hijo mio, por favor
SI SUPIERAMOS CONTEMPLAR LA VIDA... .
Me gustaria levantarme en vuelo
..TODA LA VIDA NOS HABLARIA DE EL .
El teléfono .
Pizarras verdes
La tela merdlica .
f El pisordn ‘i
EL tensor de Ia abici>
‘Mi amigo
El ladrillo .
El nifio .
Carteles .
El metro
E] columpio
La puerta .
-TODA LA VIDA SERIA UNA ORACION .
Oracién ante un billete de mil pt
La revista Rerraeriica .
_ El tractor 5 :El hambre .
La vivienda
El hospital .
En medio de Ia calle
falnBar's 5...
Esclavos. .
pated a fulano
La calva 2
Futbol nocturno .
Tengo tiempo . ‘
No bay m mds ‘gue dos ‘amores
Todo
ETAPAS DEL ENCUENTRO De : CRISTO. aN LOS
HOMBRES . . .
Sefior, librame de mi mismo . z
Sefior, gpor qué me has dicho que a amase?
Ayddame a decir «si». 3 ae
Nada, nada, yonosoy nada. . . . -
Seftor, estoy aterrado . aes
aitoonacion! ! ee. Perey i
Pecado . .
Es de noche .
Ta me has cautivado
Ante Ti, Sefior
ORACIONES PARA REZAR Por EL CAMINO DE LA
Ba
Jestis es pied; a muerte .
Jestis con la cruz a cuestas .
Jestis cae por primera vez .
Jestis encuentra a su Madre 2
El Cireneo ayuda a Jestis a llevar la cruz
La Verénica enjuga el rostro de Jestis .
Jestis cae por segunda vez . x
Tes teprende a las hijas de Jerusalén é
lestis cae por tercera vez .
lestis es despojado de sus vestiduras
se es clavado en la cruz .
festis muere en la cruz . wy
ie en los brazos de su Madre |
festis es colocado en el sepulcro
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209ORACION: UNA PALABRA DESPRESTIGIADA
A la hora de traducir este libro de Michel Quoist
ha habido para nosotros una palabra rebelde, una a la
que hemos dado vueltas y vueltas. Me refiero a la pala-
bra que sirve de titulo a la edicién francesa de la obra:
«Priéres».
¢Oraciones? ¢Plegarias? St, cualquiera de las dos
traducciones hubiera servido pero... Nos imaginabamos
el libro ya en los escaparates: perdido entre novelas de
titulos brillantes y libros de memtorias. Veiamos la por-
tada y sobre ella una sola palabra: «Oraciones».
Imaginarse al hontbre de la calle parado ante este
escaparate era cosa también facil. ¢Qué pensaria de
esa extraa palabra perdida entre colorines y colorines
que gritan como la vida?
Y es que entre nosotros oracién es una palabra
abiertamente desprestigiada. O quité mejor: arrinco-
El hombre de la calle viéndola campear en la
tada de un libro seguramente sentiria una dificil
ion, como si este libro hubiera sido algo raro
entre los otros, cual si estuviera aislado por una
neumatica y un globo de aire destilado lo
e rexzat», pero sabe también perfectamente decir
| demds horas que «ahora no estamos en Misa»y reservar su capacidad religiosa para «mejores mo-
mentos».
Por eso vacilébamos a la hora de traducir este
titulo. Tentamos que decirle a nuestro hombre del
escaparate que este libro era para él, que este libro
no era un pedazo de iglesia injertado en una libreria,
sino sencillamente una librerta y una calle vistas con
Ojos cristianos.
éPero es que unos ojos cristianos tienen algo que
hacer en plena calle o en los dltimos rincones de la
vida? En la mente del hombre de hoy surge siempre
esta vieja tentacién: la mds antigua y peligrosa de
todas, la maniquea. Hemos ido credndonos un cristia-
nismo celeste, hemos ido cogiéndole miedo al mundo
y pensando que el tinico modo de que no se nos man-
chase la religién era aislandola de todo contacto con
la realidad. Lo del viejo cuento de las manzanas: las
buenas en un frutero aparte, no fuesen a contagiarse
de las malas.
El resultado estaba siendo en muchos casos una
religion sin nervio y una vida sin alma. Muchos cris-
tianos se trasladaban durante media hora semanal a un
viejo siglo arrancado a la Edad Media, y, luego, a la
Salida se «cepillaban» esta antigtiedad y... «vivian».
Dentro hablaban un lenguaje «embalsamado», fuera un
lenguaje «laico».
Para muchas almas el problema se multiplicd cuan-
do la vida religiosa se les «embalsamé» también y
comenzaron a construirse una oracion «sin . Dios»
| unas misas «sin Cristo». Dios al final estaba tan
usente de sus veinticinco minutos como de las veinti-
horas y treinta y cinco. Era ya una «religiosidad
El padre Arrizabalaga escribié con acierto que
cs
esmuchos iban a mtisa por la misma razén que a los
caddveres sigue saliéndoles barba: por inercia vital.
Muchos de los que rezabanestaban ya muertos cuando
iban a misa. Vistos desde fuera seguian pareciendo
vivos, pero el alma cristiana estaba ya lejos de ellos.
Rezaban en la mds aterradora ausencia de Dios.
DIOS ESTA VIVO
Por eso la primera tarea de los cristianos cons-
cientes de hoy es meter a Dios en la oracién de sus
hermanos. Y, como Dios esté vivo, meter la vida en
toda oracién cristiana. Conseguir que esta palabra
«oracién» no siga sonando en nuestros oidos como una
Bt palabra vieja: «centauro», «sirena» o «magiier». Meterla
en la vida, en este siglo XX que vivimos. Rezar por
la calle. Llevar la oracién a la vida, llevar la vida a la
oracién, exactamente.
Llevar la oracién a la vida no es, naturalmente,
caminar por ella con los ojos cerrados. Ya sabéis lo de
Santa Teresita: quiso un dia, de chiquilla, mortificar
la vista y se decidid a caminar a ciegas. El resultado
fue muy simple: un cesto de manzanas rodando por
suelo. Santa Teresita aprendié la leccidn: un santo
ojos cerrados sélo consigue fastidiar al prdjimo,
tamente, claro. Se trata de ir por la vida con los
abiertos, con los ojos cristianos.
Llevar la vida a la oracién tampoco es disiparse.
hombre de hoy sigue precisando los «bafos de
ncio» de que Claudel hablaba. Lo que ya no es
claro es que estos «baitos» deban ser de deshuma-
én, que el hombre haya de abandonar sus barros,
11su gabardina, su alma ala puerta de la oracion y acer-
carse a Dios con una careta arcangélica.
Es preciso volver a las cosas como son: la religion
y la vida como una sola cosa. El cristiano ba de apren-
der a «vivir la oracién» y «obrar la vida». No sdlo
«orar en la vida» sino orar la misma vida.
NO TENER MIEDO AL MUNDO
Todo esto exige una gran sencillez de alma, una
vision sin retdricas de misterios tan limpios como que
Dios es nuestro Padre, que Dios se hizo uno de nuestra
raza, que los hombres somos todos hermanos, que todos
somos esa cosa maravillosa que es ser hijos.
Exige también no tener miedo al mundo, amar las
dulces cosas de la tierra y todo lo de abajo, amar —con
terrible amor — esta naturaleza tan pegadiza al pecado.
Un cristianismo menos celeste, en suma.
AL PAN PAN Y AL VINO VINO
A las casas se entra por los portales, y el portal
de la oracion es su lenguaje. La oracién —siendo asi —
tiene el portal bastante desvencijado. Hace poco oi
rezar una novena que sumaba un total de 44 «isimas»:
Santisima, dulcisima, purisima... Cuarenta y cuatro, no
exagero. Me dijeron que era una novena que daba
mucha devocién. «A pesat de los isimas» pensé. Porque
0, la verdad, no podia menos de sonreir al imagi-
arse a los novios dirigiéndose a sus parejas con frases
e estilo: «Oh, excelentisima y preciostsima sefora
: asomado al espectaculo de vuestra sin pariY qué bonita y sencilla fue siempre la oracion!
«Los viejos salimos —ha escrito el padre Charles — nos
hablan de las ranas y de los mosquitos, de la lengua
de los perros, del mochuelo y de los asnos salvajes, del
queso, de la manteca, del aceite y de la cerveza, de las
vacas que paren —abundantes in egressibus suis —
y de las vainas que se dan de comer a los cerdos.
Todo esto no es muy académico, pero el Espiritu Santo
no se entorpece con los escrtipulos de nuestros estetas».
iY la subline sencillez de la liturgia! Es hermoso
leer esa misa en la que no hay una palabra que no
pudiera entender un carretero, siempre, naturalmente,
que los traductores fueran tan amigos de los carreteros
como de los diccionarios.
jQué mala suerte, en cambio, han tenido las demés
oraciones! El siglo XVII volcé sobre ellas la maravillosa
y complicadisima construccién de sus frases, el XVIII
la friisima sabiduria de sus sabios preceptistas, el XIX la
selva de su retérica y mal gusto. El XX no parece
haberse inclinado sobre ellas hasta el presente. Y, sin
embargo, los hombres que hoy rezamos hemos nacido
casi todos en este siglo XX. Y tenemos nuestro len-
guaje. Y nuestras manias y nuestros modos de decir
las cosas. Un lenguaje bueno o malo, pero nuestro,
Unas preocupaciones hondas o superficiales, pero nues-
tras. Unas esperanzas mas o menos sélidas, pero pro-
fundamente nuestras.
éQué impide entonces que el siglo XX aporte su
lenguaje a la oracién de hoy? Sélo la rutina, sdlo una
tradicion mal entendida.
Mal entendida y funesta. Porque quizd en ella se
basa, en gran parte, esa extraiia sensacién que sentimos
13muchas veces al entrar en las iglesias. En muchos casos
el lenguaje que allt otmos es plenamente extranjero
y dista del lenguaje corriente poco menos que el
checoslovaco.
LAS ORACIONES DE QUOIST
Ya esté dicho por qué traducimos las oraciones
de Michel Quoist: porque en ellas encontramos las
preocupaciones y esperanzas del hombre de hoy, expre-
Sadas con un lenguaje siglo XX ciento por ciento.
Oraciones siglo XX por lo comunitarias. Quizé
nunca —salvo en la liturgia— hemos leido oraciones
en las que pesase tanto el préjimo. Casi dirtamos que
es este el gran descubrimiento de Quoist: la carga de
fraternidad que todas sus palabras llevan, la batalla
al egoismo religioso, la lucha contra una piedad que
consuele y atonte en vez de empujar hacia el amor
a los demas.
Este descubrimiento del projimo leva encadenado
el hallazgo del dolor del mundo: una gran zona del
mundo sufriente clama en todas estas paginas. Y clama
sin demagogias ni formulas declamatorias; con todo
el peso de unos hechos que no precisan comentario.
‘dos los casos que en este libro se cuentan — nos
en una de las notas la edicién francesa— son
amente histéricos». La nota nos parece intere-
pero no era necesaria. Quien haya vivido con
medianamente abiertos —en Francia o en
se habra encontrado docenas de dolores
5. Que desgraciadamente no hay fronteras para
Como no las bay para la Gracia.
siglo XX por su lenguaje: ese decir lascosas como son, sin adornarlas, que es una de nuestras
caracteristicas mas acusadas. Decirlas casi con des-
alifio, como las contaria una mujer de barrio o un
dependiente de comercio.
Esta era —hemos de confesarlo— la mayor dificul-
tad ala hora de traducir este libro. Porque una mujer
de barrio espatiola habla con sus modismos, y estos
son forzosamente diversos de los usados en una calle
parisina. Esto ha hecho que mds que traducirlas haya-
mos debido trasplantarlas de boca. El libro que quiere
ser rezado por hombres de la calle no podia «saber»
@ francés. Y ello ba hecho que hayamos optado més
por el «sabor espaiiol» que por la exactitud matemé-
tica a la hora de nuestro trabajo. Si el lector no encon-
trase tropiezos a la hora de leer nos sentiriamos felices.
CUATRO PARTES
Y ahora debentos abrir ante el lector la estructura
del libro de Quoist. No porque sea dificil, sino porque
Siempre vendra bien una vision de conjunto trazada
desde el principio.
En las primeras oraciones —tres solamente —
habla Dios. Porque la oracién es antes que nada
«escuchar». Estamos demasiado habituados a entender
la oracién como charla por parte del hombre, y hay
asi —también en lo religioso— mds charlatanes que
utes. Y lo primero es oir. ¢Pero cémo atreverse
entar las palabras que Dios dirigird al lector de
“Paginas? Quoist lo intenta y jcon cuanto acierto!
endo la trayectoria de Péguy ha puesto en la
del Padre palabras infinitamente paternales, infan-
15tiles casi. Estamos en la ribera opuesta de ese Dios
terrible que muchos imaginan. Quoist le hace hablar
en voz baja, con un tono Ileno de dulce humor e impre-
sionante cario. Y es bueno que el lector comience
aprendiendo esta leccién a través de la boca de Dios:
hablar sencillamente, rezar humildemente, con un tono
familiar, como decimos «buenos dias» o «basta ma-
fana, Juan».
En la segunda parte Dios sigue hablando, pero
abora a través de las cosas. ;Si supiéramos ver! jSi su-
piéramos oir! Todas las cosas nos transmtitirian esa
leccién de amor que Dios dejé escrita en todas ellas,
todo nos hablaria. A través de pequefas plegarias,
Quoist nos dibuja la pequeha palabra de unas cuantas
pequeitas cosas. Pero jqué gran libro de oracién seria
el mundo si supiéramos recoger todas estas infinitas
paginas esparcidas por el ancho mundo!
Siguen luego las oraciones en las que el hombre
habla de Dios. También aqui la oracién nace de la
vida, de los sucesos cotidianos, de los dolores diarios.
De un amigo encontrado, de un problema entrevisto.
Estas oraciones, digdmoslo en seguida, son a veces
_ molestas, «fastidiarén a algunos» dice el autor en el
- Prélogo a la edicién francesa. A pesar de ello nosotros
_— quisiéramos pedir al lector espaiol que sea «lo sufi-
atemente valiente como para no saltarse esas pagi-
inquietantes a fin de oir las preguntas que a
de ellas Dios querré plantearle». La oracién
‘Ser un sonmifero ni una morfina y, si debe
ae paz, no podemos confundir paz con
La paz cristiana — esto lo sabe todo el que
alguna vez el Evangelio— es una mexlade serenidad y espada. En estas oraciones es la espada
quien despunta, no para Hevar a la angustia, pero si
a una conciencia mas abierta al mundo y a una accidn
menos complaciente.
La cuarta parte de esta obra intenta iluminar el
sentido del camino del cristiano. Visto a través de las
etapas normales de todo cristiano al principio; ilumi-
nado después por el «Camino» de Jestis. Paginas todas
estas que llevan hacia la luz, pero sin camuflar un solo
instante las sombras que hacia ella conducen.
COMO HAY QUE REZAR ESTE LIBRO
¢Nos perdona el lector si alargamos un poco mds
este prologo para darle atin unos consejos que le hagan
mas util este libro? Seremos ya breves:
Recordarle, ante todo, que no lo ha de leer de un
tiron, como una novela. Hay en estas paginas oracio-
hes escritas en los mas diversos estados de dnimo y
tos. Quiza el camino fuese, tras una primera lec-
dejarlo como libro amigo al que se acude de
en cuando y se busca los dias tristes para leer
oracién y los alegres «tal otra». Entonces alcan-
lector todo su jugo.
tir también que este libro no se cierra con
inas. Se trata mas de dar modelos de oraciones
que de realizarlas todas.
er aviso: leerlas conecténdolas con los textos
s que las preceden. Demasiadas veces hemos
acién alejéndonos del Evangelio. Quoist no lo
ast, y este es otro de los méritos de este libro:
a
17unas sencillas citas que puestas a la altura de la vida
de hoy parecen todas escritas hoy también. Si el lector
leyendo lograra sentirse vivo dentro atin del mundo
evangélico...
Ultimo consejo: leer orando. La oracién suele ter-
minar donde empieza, y mal podria concluir en oracion
lo que comenzé en literatura. O en superficialidad.
MUNDO MEJOR, ORACION MEJOR
Y ahora ya sdlo tiene el lector que pasar una
pagina para entrar en el clima de Quoist. Si en las
paginas que siguen aprendieran muchos lo sencilla que
es la oracion, el fruto de este libro estaria conseguido.
Y seria tan importante...
«Deseamos —ha escrito Rademacher — un hombre
nuevo, una familia nueva, un estado nuevo, una socie-
dad nueva, una cultura nueva y una nueva tierra.
Pero las realidades exteriores de la vida no pueden
renovarse sin gue haya una regeneracién interior. Sédlo
cuando hayamos tendido un puente sobre el abismo
que separa al hombre de Dios, podremos Ilenar las
otras simas».
Ese puente es la oracién y todas las reformas han
de empezar por ella. Tendremos un mundo mejor
cuando tengamos una oracién mejor. Cuando tenga-
mos una verdadera unidn con Dios y los demas bom-
s, cuando ni un solo dolor del mundo nos resulte
rato, cuando nos llegue a parecer normal ver 4
caminando por una de nuestras calles y acer-
a El, y decirle: «Hola, Seftor, gcémo estas?»
JOSE LUIS MARTIN DESCALZOSi supiéramos
escuchar a Dios...
Porque Dios nos habla. Ha hablado en
su_evangelio.
Y habla todavia boy en la vida, este
quinto Evangelio, que pagina a péagina
vamos escribiendo nosotros todos los dias.
Pero nuestra fe es demasiado enclenque
y nuestra vida demasiado vulgar.
He abi por qué llega tan pocas veces
hasta nosotros el mensaje de Dios.
¢Por qué no nos intaginamos lo que El
nos diria hoy a los hombres del siglo XX
puesto a traducirnos su Evangelio?
Tal vez esto nos ayude a escuchar su
voz en los comienzos de nuestra vida de
mistad con Cristo.AMO A LOS NINOS
Y le presentaron unos nifios para que pusiera sus manos sobre
ellos, pero los discipulos comenzaron a refunfuiar. Viéndolo Jestis,
se enojé y les dijo:
« Jestis puso en él los ojos amorosamente
y le dijo: «Una sola cosa te falta: vende cuanto tienes..., luego
ven y Signeme>. (Mc. 10, 17-21)
Viéndole (a Pedro) una sierva sentado a la lumbre y
dose en él, le dijo: «Este estaba también con Els. El lo negé di
do: «No le conozco, mujer». Estaba atin hablando cuando canté
el gallo. Vuelto el Sefior miré a Pedro, y Pedro se acordé de Ia
palabra del Seftor... Y, saliendo fuera, lloré amargamente.
(Le. 22, 56-57, 60-62)
Asi que estuvo cerca, al ver la ciudad, (Jesus) Mord sobre
ella diciendo: «Si al menos en este dia conocieras lo que hace
ala paz tuyar. (Lc. 19, 41-42)
Andrés condujo (a su hermano Simén) a Jestis, que fijando
en él la vista, dijo: «Tu eres Simén, el hijo de Juan; td seris
Wamado Cefas>. (Jn. 1, 24)
La lémpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere
Sano, todo tu cuerpo estard luminoso. Pero si tu ojo estuviere em
fermo, todo tu cuerpo estard en tinieblas. (Mt. 6, 22)canté
de la
62)
rb
ba?
Ahora, Sefior, voy a cerrar mis pdrpados:
hoy ya han cumplido su oficio.
Mi mirada ya regresa a mi alma
tras de haberse paseado durante todo el dia por
el jardin de los hombres.
Gracias, Sefior, por mis ojos, ventanales abiertos sobre
el mundo;
gracias pot la mirada que lleva mi alma a hombros
como los buenos rayos de tu sol conducen el calor
y la luz.
Yo te pido, en la noche, que majfiana, cuando abra
mis ojos al claro amanecer, sigan dispuestos a
setvit a mi alma y a mi Dios,
Haz que mis ojos sean claros, Sefior.
Y que mi mirada, siempre recta, siembre afén de
pureza.
Haz que no sea nunca una mirada decepcionada
desilusionada
desesperada
sino que sepa admirar
extasiarse
contemplar.
Da a mis ojos el saber cerrarse para hallarte mejor,
pero que jams se aparten del mundo por tenerle
miedo.
Concede a mi mirada el ser lo bastante profunda como
Pata conocer tu presencia en el mundo
y haz que jamds mis ojos se cierren ante el Ianto
del hombre.
Que mi mirada, Sefior, sea clara y firme,
Pero que sepa enternecerse
¥ que mis ojos sean capaces de llorar.
71