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Deliberadamente digo "atenuar los dilemas", no resol-

verlos. Enseña la experiencia que dilemas son aquellos pro-


blemas cuyas soluciones plantean nuevos problemas. En vez
de resolverlos, tengo la esperanza de que el diálogo -ins-
trumento social fundante del discurso bioético- podrá"di-
solverlos" en la superior síntesis "simpática" del consenso
deseado y buscado por investigadores, médicos, expertos y
gente de toda condición. Intencionadamente hablo de pro-
cedimiento secular para indicar que el marco de referencia
deseable debe superar creencia, intuición, dogma o doctri-
na. Solamente el ciego fundamentalismo puede significar
hoy peligro para la humanidad: sean de orden económico,
ideológico o religioso, los fundamentalismos y las
intolerancias son la negación de todo lo que significa ser
humano, ser abierto a los otros, al diálogo, a la amistad y a
la tolerancia. Quiero creer que la negación de lo humano
entraña reales peligros y que la negación de lo humano con-
lleva la negación del razonamiento moral.
Como todo esto es más fácil de decir que de ejercer,
una finalidad ulterior que me propongo es que de la lectu-
ra de este libro se desprenda la convicción de que todos
compartimos responsabilidades en 10 que acontece y acon-
tecerá. Por más que las mayorías silenciosas se obstinen
en el silencio de su abstención electoral o en la negativa a
intervenir en los debates perennes, tiempo y lugar de im-
portantes decisiones llegan para todos: para los prepara-
dos y los ignorantes, para los fuertes y los débiles, para
hombres y para mujeres. Este principio de común y co-
munitaria responsabilidad preside el esfuerzo teórico de
muchos autores que he convertido en mentores.
Muchas de las afirmaciones de este texto no están de-
sarrolladas y pueden sugerir, por su concisión, dogma-

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