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Mirar los apócrifos bajo los lentes históricos y contextuales nos abre un mundo que nos
ayudará a comprender de forma mucho más madura la fe cristiana. En los programas de
historia de la iglesia o de teología del Nuevo Testamento se habla de estos escritos, pero
lamentablemente, en la mayoría de los casos se hace de forma muy resumida (¿una o dos
clases?). Es más, casi nunca se tiene contacto con el mismo escrito apócrifo, sino que se
leen síntesis de sus creencias. En lo personal, creo que existe una especie de censura
hacia el logro de un pensamiento analítico, uno que cuente con las suficientes
herramientas para discernir y argumentar con causa de conocimiento sobre los orígenes
de nuestra fe. Algunos domestican esta censura en la forma "paternalista". Es esa actitud
de cariñosa protección que no permite a los "menores" acceder a herramientas
"peligrosas". Pero esta práctica tiene como problema que genera dependencia hacia estos
"padres" y "madres", posiciona a estos últimos en un lugar de control sobre los demás,
anula el ejercicio del discernimiento en el que conozcamos por la confrontación de
nuestras creencias, la argumentación fundamentada, y el aprendizaje dialogante con
quienes discrepamos sin caer en la violencia. Cuando se cortan nuestros derechos y
libertades a conocer, nos prohíben el acceso a la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32).
Por los apócrifos se sabe que desde los orígenes el cristianismo fue diverso, que tuvo
como base fuertes enseñanzas fundamentales, pero que hubo también importantes
diferencias. En muchos casos, los cristianos siguieron las prácticas de los judaísmos que
les dieron origen, pero también bebieron de la cultura grecorromana de la época en la que
coexistían diferentes creencias y religiosas sin que una fuera hostil a las otras. Cuando se
piensa en un cristianismo único y uniforme que más tarde se dividió no puede sino
violentarse los datos que tenemos de la época. Al parecer, lo que sucedió en realidad fue
que desde sus orígenes existió en muchos casos una sana convivencia que, más tarde, fue
quebrada con la intención de crear un cristianismo uniforme y servil al imperio.
Gracias a los apócrifos del Nuevo Testamento conocemos datos de la historia que son
sumamente significativos. Muchas de las creencias en torno a la familia e infancia de Jesús
provienen de los evangelios apócrifos. Y si estos datos no fueran del todo ciertos, sí nos
ayudan a comprender cómo las comunidades cristianas imaginaron la infancia de Jesús en
base a sus propias perspectivas de infancia, de familia, de divinidad, etc. Lo mismo
podemos ver respecto a las enseñanzas de Jesús respecto a la mujer. La ruptura de las
miradas patriarcales que realizó durante su ministerio fue seguida por muchos seguidores.
Así, nos encontramos con iglesias y movimientos donde las mujeres expresaron sus
libertades en Cristo y contribuyeron al desarrollo de relaciones justas para todos. No
tendríamos muchos datos de cómo los cristianos procesaron las primeras persecuciones
sin los grandes aportes de los Hechos apócrifos. La hermosa historia de Quo vadis en la
que Pedro decide volver a Roma y dar testimonio de su fe por la crucifixión nos sería
desconocida. Por estos evangelios, hechos, cartas y otros, tenemos mejor información de
cómo entendieron los primeros cristianos la relación de Jesús con apóstoles como con
Felipe, Judas, María de Magdala, Tomás, entre otros.
Los estudios sobre los apócrifos del Nuevo Testamento están haciendo también un gran
aporte con datos contemporáneos a la composición de los Evangelios y Hechos. Así, por
ejemplo, el Evangelio Copto de Tomás o Dichos de Jesús es usado actualmente como
fuente comparativa para conocer la historia de los dichos de Jesús y la composición de los
Sinópticos. Algunos investigadores que datan la redacción final de algunos Evangelios
canónicos a los años 80 o 90, encuentran en los evangelios apócrifos algunos vínculos
importantes que pueden enriquecer la comprensión de los canónicos y viceversa. Los
estudios de los Hechos de los apóstoles nos abren un panorama mucho más extenso de lo
que fue la actividad de los primeros apóstoles en el imperio romano, no solamente en
occidente. Sus datos nos ayudan a conocer el impacto de sus enseñanzas en otras partes
del mundo, y a leer con más elementos las escenas creadas por el autor del libro de
Hechos canónico.
Cuando se habla del proceso del Canon debemos de conocer cuáles y por qué ciertos
escritos no fueron incluidos, pero será imposible conocerlo si no los estudiamos.
Observaremos que el proceso que fue largo también fue bastante más complejo de lo que
imaginamos, que participaron muchas comunidades, tradiciones teológicas y personas.
Que el Canon no fue un mero proceso de "cacería de brujas", sino de definición de un
grupo de escritos sagrados en un marco teológico que diera continuidad en las
enseñanzas de Jesús y sus discípulos. En este sentido también, habrá que discernir entre
los distintos libros apócrifos, no caer en "meter todos en la misma bolsa". La creación de
un Canon no consistió en la expulsión de otros libros o en la persecución hacia quienes
tenían creencias diferentes. Si bien es cierto hubo tensiones, disputas y aún, más tarde,
persecuciones, esta última no respondió en sí a la existencia de un Canon. Por otro lado,
debe saberse que varios escritos apócrifos fueron valorados por quienes consensuaron el
Canon y los sugirieron como libros de edificación. De hecho, algunos de sus contenidos
influyen en la teología cristiana hasta hoy (p.e., La Didajé).
Por último, la riqueza del Canon del Nuevo Testamento está también en el advertir sus
particularidades y sus grandes diferencias teológicas con los demás escritos
contemporáneos. Esto es posible conociendo los demás escritos. Un estudio académico y
profundo no podrá realizarse sin conocer los textos apócrifos, sus enseñanzas y
perspectivas en contexto. Actualmente estos estudios adquieren gran vigencia en base a
la publicación de una serie de apócrifos del Nuevo Testamento que han llamado la
atención de la opinión pública. Se han levantado una serie de preguntas sobre el Canon
que no se pueden responder adecuadamente sin estudiar dichos libros para observar las
razones por las que no fueron incluidos, o bien, aquellas otras que los hicieron normativos
para ciertas iglesias. En una actitud respetuosa de diálogo seguramente aprenderemos a
ver aún más la riqueza del Canon sin caer en miradas agresivas hacia quienes profesaron
una fe con perspectivas diferentes.