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la ii e’ c 11 i t
C / EDITORIAL
Título original: Pessimistische Kardinalsatze. Ein Vademekum fü r die frei-
esten Geister. Moderne Versuche eines Religionersatzes.
Edición digital: José Toribio Barba
P R O P O S I C I O N E S C A R D I N A L E S D EL P E S I M I S M O . U N V A D E M E C U M PARA LOS E S
P IR I T U S MAS LIB R ES
IN T E N T O S M O D E R N O S DE S U S T I T U I R A LA R E L I G I O N . ENSAYO F ILO SO FI CO
Introducción. El fem inism o pesimista de Helene von
Druskowitz: vida y obra de un espíritu (más) libre
M A N U E L P É R E Z C O R N E J O , VIATOR
H E L E N E V ON D RU SKO W ITZ
M ICH E L HOUELLEBECQ
nables, como los llama Cristina Cam po»!, personas que term inan pa
gando m uy clara su decisión de vivir y pensar libremente. Ella, igual que
su béte noire, Friedrich Nietzsche, se vio internada con solo treinta y cinco
años en un hospital psiquiátrico, seguram ente por la autonomía e inde
pendencia hacia las norm as y usos sociales e intelectuales de las que hizo
gala a lo largo de toda su vida; y allí moriría en 19 18 , cuando la Primera
Guerra Mundial tocaba a su fin (una contienda que, quizás, habría inter
pretado nuestra autora como la expresión m ás evidente de la nefasta
voluntad de poder propugnada por el filósofo de Rócken).
Helene von Druskowitz (su nom bre real era Helena Maria Drus-
chkovich) nació el 2 de mayo de 1856 en Hietzing (Viena). Sus padres te
nían tres hijos, y ella era la más joven y la única mujer. A la edad de dos
años, su padre m urió y la herencia le permitió, tanto a ella como a sus
herm anos, recibir una educación superior, destacando m uy pronto por
sus inusitadas dotes intelectuales. Ella m ism a, recordando su niñez, se
describe como una niña superdotada:
lada Byrorís «Don Juan», que sería publicada en 1879. Era la prim era aus
tríaca en obtenerlo y la segunda m ujer en elevarse a este grado después de
la polaca Stefania Wolicka (1851-1895), que lo había logrado en 1875. Es
Com ienza a publicar diversos escritos, como el drama Sultán und Prinz
(1881), que no tuvo éxito, y diversos trabajos literarios y de crítica musical,
utilizando multitud de seudónimos: «Adalbert von Brunn», «Erna von
Calagis», «H. Foreign», «Frl. E. v. René», «H. Sakkorausch», «H. Sakro-
sant»...). En 1884, nuestra doctora publica un libro dedicado a estudiar la
figura de Percy B. Shelley, continuando así su interés por la literatura
romántica anglosajona, que nunca le abandonará, pues traduce a Alger-
non Charles Swinburne y estudia a William Blake; en 1885 dedica un en
Por la tarde di un largo paseo con m i nueva am iga Drudkowitz [sic], que
vive con su madre a pocas casas de distancia de la pensión «Neptun»;
entre todas las m ujeres que he conocido, es la que se ha dedicado con
mayor seriedad a la lectura de mis libros y no sin obtener frutos. Mira a
ver si te gustan sus últimos trabajos (Tres poetisas inglesas, entre las cua
les Eliot, de la que es gran admiradora, y un libro sobre Shelley). Ahora
está traduciendo al poeta inglés Swinburne. Me parece una criatura de
era quien publicaba sus libros y los de Karl Hillebrand£. Por su parte, en
una carta a C. F. Meyer, Helene afirma: «En Nietzsche sobrevive algo del
espíritu y del im pulso rapsódico de los antiguos profetas».
Pero en diciembre de ese m ism o año ya aparecen signos evidentes de
distanciamiento entre ambos. En una carta a Meyer del 22 de diciembre
de 1884, la joven expresa, ya sin ambages, sus dudas sobre la capacitación
filosófica de aquel filólogo metido a filósofo:
Tampoco puede negarse que exista algún que otro pensam iento original
y geniales relámpagos lum inosos en sus análisis psicológicos. Pero, en
general, puede decirse de sus reflexiones filosóficas que el tratamiento
de los problemas no armoniza con su importancia; que expresiones de
auténtica sabiduría alternan con inútiles ocurrencias y dudosas sofis
terías; pruebas de auténtica agudeza, con paradojas, y en ocasiones
lamentables errores, y que el autor casi se contradice en cada punto. [...]
Mi estimada señorita:
El ejem plar le estaba enviado en propiedad, pero algo diferente es
apropiarse siquiera de una palabra de él. ¡Y ahora quiere usted incluso
escribir sobre esas cosas!, respecto de las cuales aún no ha vivido nada,
ni mucho menos tenido ese sacudimiento sagrado e interior que ten
dría que preceder a todo grado de comprensión.
Para mi triste sorpresa, observo de s u ------------ por lo que sé de estas
p[ersonas] actuales, mi esperanza es pequeña.
Disculpe, m i estimada señorita, pero no soy de aquellos que «hacen
literatura]», ni m ucho m enos de los que creen que se puede hablar
públicamente de todas las cosas. A quien no me está agradecido desde
el fondo más profundo de su corazón por el hecho de que simplemente
haya expresado algo así como mi Z[aratustra], a quien no bendice toda
existencia por el hecho de que sea posible en él algo como este Z[ara-
tustra], le falta todo, oído, entendimiento, profundidad, formación,
gusto y, en general, la naturaleza de un «ser hum ano escogido». A estos
escogidos quiero atraer a m í con e llo :-----------
que Schopenhauer!».H
tigar al profesor Nietzsche: se diría que hubiera querido casarse con él»±5.
La verdad es que aquella «tontuela» no cejaría en su mordaz empeño, y
en 1888 volvería al ataque, defendiendo a Eugen Dühring frente a Nie
m is talentos.!?
escribe en las revistas Der heilige Kam pf[La lucha sagrada] y Der Fehderuf
[Llamada a las armas] y publica piezas literarias como Die Emanzipations-
Schwarmerin (1890), en la que se pone de manifiesto que, aunque consi
deraba que las m ujeres poseen los m ism os derechos que los hombres, no
por eso debe perseguirse una confusión de los sexos. En esta comedia,
Druskowitz opone a las m ujeres supuestam ente «emancipadas», que sue
ñan con la liberación mediante grandilocuentes discursos, la figura de
una estudiante que afirma:
Siem pre el m ism o cuadro clínico: se trata de una persona con un ele
vado concepto de sí m ism a y mucha autoestima; m uy selectiva en las
relaciones con los pacientes, pero siem pre gentil y afable; se ocupa de
problemas filosóficos, escribe tratados, pone anuncios en las revistas.
[...] Está tratada continuamente con hipnóticos. Realiza a la perfección
actividades literarias. Compone con una caligrafía ininteligible confusos
tratados andrófobos. [...] Se muestra creativa y se dice espiritista y socia
lista. Todavía quedan restos consistentes de la vasta cultura que antes
poseía. [...] Aunque agitada por alucinaciones, la paciente sigue siendo
inofensiva.
Su comportamiento no varía: fum a tabaco en pipas inglesas, se m ues
tra diligente, se prepara el té, compone poesías alabando el alcohol, es
cribe ilegibles y confusos dramas y tratados filosóficos, manda sátiras
andrófobas a revistas feministas y se siente en el ápice de su actividad
literaria. Sufre mucho por la carencia de aprecio de sus semejantes,
pero, no obstante, es inofensiva, buena y se muestra m uy agradecida
ante cualquier palabra cortés que le dirija cualquier hombre, al que le
declara enseguida que él es una excepción de su sexo, dotado de escro
tos caprinos.20
nales del pesimismo. Un vademécum para los espíritus más libres] — cuyo tí
tulo parece desafiar ya desde el comienzo el concepto nietzscheano de
«espíritu libre»— de «confuso tratado andrófobo»? Aunque Curt Paul
Janz afirma que «los desm esurados ataques al mundo m asculino [que
contiene este panfleto] no pueden ser leídos sino con risas y cabeceos»2i,
lo cierto es que con él Druskowitz conseguía su peculiar cuadratura del
círculo filosófica al sintetizar de forma magistral, en m uy pocas páginas,
dos conceptos que parecían hasta ese momento irreconciliables (sentado
el precedente abiertamente m isógino del Buda de Frankfurt): fem inism o
y pesim ism o^. Para ella, un espíritu solo puede considerarse auténti
camente «libre» si sobrevuela los prejuicios m isóginos que han lastrado la
Mauer-Óhling, 9-julio-i90723
Los tres escritos filosóficos más relevantes de Helene von Druskowitz son:
Moderne Versuche eines Religionsersatzes. Ein philosophischer Essay [Intentos
crea que hay que quedarse aquí y considerar el actuar hum ano sub spe-
cie necessitatis, es alguien que no comprende la voz de la naturaleza; no
reconoce aquello a lo que la naturaleza apunta con todo su poder, aun
que a m enudo con una selección y aplicación insuficiente de sus
m edios .29
21/10/1905.H
Saletta piensa que sería erróneo considerar las Proposiciones cardinales del
pesimismo únicamente como una expresión de un odio visceral hacia los
hombres; en realidad, serían más bien un intento de abrirle al varón los
ojos de una forma concreta sobre la situación de semiesclavitud en la que
se encontraba la m ujer en su época. Druskowitz estaba convencida de que
no solo la m ujer debía de ser reeducada, sino también el hombre, pues el
mundo ha comenzado a ser otro desde que la m ujer comenzó a
Adentrándonos ya en las páginas del ensayo, hay que decir que el acer
bo pesim ism o del que hace gala Druskowitz a lo largo de él no es nuevo
en el ámbito femenino, pues la corriente pesim ista contó con m ujeres
destacadas, como Agnes Taubert (1844-1877), Alm a Lorenz (1854-1931)
— ambas sucesivas esposas de Eduard von H artmann— y Olga Plüma-
cher (1839-1895); lo interesante es que en el escrito de Druskowitz los
postulados pesim istas están unidos a una metafísica feminista original que
no aparece en los escritos de las otras adalides del movimiento.
En este escrito, como ha señalado A. Gudrun, Druskowitz primero
desarrolla la lógica m etafísica de su argumentación, tratando de encontrar
una vía intermedia entre el teísmo y el materialism o, en el marco de una
metafísica dualista de corte neoplatónico, e incluso gnóstico-teosófico, con
condenable y necia»!2.
Para Druskowitz no existe la especie hum ana, sino que hay dos espe
cies: la masculina y la fem enina, y la prim era ha corrompido el apelativo
«hum ano» dominando a las m ujeres, cuyo origen era distinto, pues
provenían del m ar (la autora no aclara de un modo preciso de dónde ex
trae esta afirmación, de tintes mitológicos). Son los hombres los que, lle
vados por su horrible voluntad de poder, han hecho de este mundo, que
podría haberse elevado paulatinamente a la perfección de la «esfera supe
rior», un mundo feo, torpe e inviable, sometiéndolo a ira y fuego. «El
“pesim ism o” de Druskowitz respecto del mundo material nace preci
rior» originaria^.
Entre la «esfera superior», símbolo de la perfección, y la materia, que se
desarrolla evolutivamente, Druskowitz elabora una deconstrucción inver
sora de la tradición m isógina enraizada en el pesim ism o schopenhaue-
riano o en la filosofía trágica de Nietzsche. Si Schopenhauer había des
crito a la m ujer como una especie de ente intermedio entre el niño y el
hombre, Druskowitz considera que el varón, con su fea apariencia, no se
amolda propiamente al ámbito de los seres dotados de razón; si Scho
penhauer había descrito al género fem enino como mentiroso, falso, infiel,
traidor, desagradecido, despilfarrador y vanidoso, Druskowitz caracteriza
al sexo m asculino como codicioso, envidioso, peleón, pendenciero, arro
gante y ávido de placeres, sexualidad y poder. Según ella, el macho hu
mano está, incluso, por debajo de los propios anim ales, porque es el
único que golpea y martiriza de la manera más refinada a su hembra, lle
gando al extremo de matarla. Es un ser nacido bajo el signo de lo dem o
níaco y del mal, el más peligroso de todos los seres vivos, la furia de las
Furias, la Megera de las Megeras (aunque esta Erinia alude a la intran
sigencia fem enina respecto de la infidelidad matrimonial). Si el mundo
ha ido degradándose y se encuentra en decadencia, esto es solo responsa
bilidad del hombre, mientras que las m ujeres son seres más dignos y no
bles porque pertenecen a una estirpe más perfecta y aristocrática.
La m encionada superioridad hace que la m ujer aparezca ante los ojos
de Druskowitz como el único «ser humano» verdadero y como salvadora
del mundo. Lo malo es que las fém inas suelen ser víctimas de sus in s
tintos descontrolados, lo que las hace infantiles, ingenuas e inm aduras
ante los hombres, por lo que, para alcanzar plena madurez y autocontrol,
deben ser educadas en un oficio libremente, al m argen del mundo
masculino, y, por supuesto, fuera de cualquier matrimonio. El fem inism o
debe dotarse de «brillo y esplendor» porque es el ideal de la época m o
derna. Si el hombre reconociese su caída, así como la evidente superio
ridad del sexo femenino, retornándole todos sus derechos, tanto ellas
pensar en ella como en el alter ego fem enino del filósofo suicida de Offen-
bach del Meno. Según A. Gudrun, Helene von Druskowitz sostiene que
final último, sin sufrimiento ni violencia»!!. Para alcanzar este fin último,
recomienda a las fém inas luchar contra el mundo m asculino lanzándoles
este lema: «¡Odiad a los hombres y el matrimonio, y sed fieles a vosotras
m ism as!».
Lo estremecedor de esta concepción no es tanto que el hombre desapa
rezca de la tierra, sino, más bien, que esta desaparición se piensa como
necesaria, y aún más, como algo moralm ente bueno y legítimo: «Lo espe
cial de esta utopía es que nadie sobrevive; que este fin es un fin de todo y
para todos, y nadie se aprovecha de él; que todos los sufrim ientos de la
ttliche), 19 0 0 .
Das Mannerproletariat oder die Fallung des Mannes ais Tier und Denker,
19 0 0 .
Der Kultus der Frau, 19 0 0 .
Teilung der Stadte nach den Geschlechtern, 19 0 1.
Gegensatze im Sein, 19 0 2 .
Die Frau und der Tod, 19 0 2.
Ethischer Pessimismus, 1903.
Philosophische Rundfragebogen, 1903.
Schein und Sein. Gedichte, 19 0 4.
Das Geheimnis des Tisches, 19 0 4 .
Der Kam pf um das Grab, 19 0 4.
Ratsel, 1905.
Der Weg des Todes, 1905.
Blanca, 1905.
Pessimistische Kardinalsatze. Ein Vademekum fü r die freiesten Geister (von
www.insm .at/publications/^-iunior-visiting-fellows-conferences/gudrun-ankele/
Guthm ann, H., «Helene von Druskowitz. Von der Schau der letzten
Dinge zum Endesende», en Christensen, B., Baum , A., Blátter, S., Kus-
19 9 3. p - IX -
2 Druskowitz, H. v., Unerwartet, R udolf Petzhold, Dresde, 188 9 , p. 102.
I Ursula Kubes-Hoffmann ha señalado que, con los criterios actuales, He
lene fue promocionada en literatura, aunque sus estudios habían sido de
filosofía y los había realizado en esta Facultad: cf. Kubes-Hoffm ann, U.,
Druskowitz», op. cit., p. 156, y Gudrun, A., «Helene von Druskowitz Pes
simistische Kardinalsatze (1905) ais Manifest», en Institut für die Wissens-
chaften vom Menschen. Transit (Europaische Revue).
t Sobre las relaciones entre Helene von Druskowitz y Nietzsche, cf.
Druskowitz, H. v., Una filosofa dal manicomio, op. cit., pp. XIV-XV.
1 Nietzsche, F., Correspondencia. Volumen IV, ed. de L. E. de Santiago
Guervós, Trotta, Madrid, 2 0 10 , p. 494. Ha de tenerse en cuenta la in
fluencia de la poesía de Shelley sobre la figura de Zaratustra.
2 Diethe, C., Nietzsche’s Women: Beyond the Whip, Walter de Gruyter, Ber
lín/Nueva York, 19 9 6 , p. 96.
2 Janz, C. P., Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante, Alianza
Editorial, Madrid, 1985, pp. 279-281.
12 Cf. Druskowitz, H. v., Una filosofa dal manicomio, op. cit., p. XV, y L6-
chel, R., «Hasset die Mánner!», Vor 150 Jahren wurde die pessimis-
tischen Radikalfeministin Helene von Druskowitz geboren, en
www.literaturkritik.de.
ü En una postal, fechada en Venecia el 1 de agosto de 1885, le decía Nie
tzsche a Heinrich Kóselitz: «Querido amigo: Discúlpem e otro pedido de
envío de un ejem plar del Z[aratustra]: a la señorita Helene Druscowicz (la
dirección es Unter-St. Veit bei Wien). Esta muchacha me escribió en estos
días de manera m uy amable y espontánea: y usted sabe que hay que estar
agradecido por todo lo espontáneo sobre la tierra, ¡es tan poco frecuente!»
20 Cf. Druskowitz, H. v., Una filosofa dal manicomio, op. cit., p. X V III, y
Massara, D., Enciclopedia delle Donne, en www.enciclopediadelledonne.it
21 Janz, C. P., Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante, op. cit,
p. 279.
www.literaturkritik.de.
31 Idem.
22 Idem.
21 Saletta, E., «H. v. Druskowitz. Engagierte Intellektuelle und Satirikerin
12 Cf. De Martino y Bruzzese, G., M., Las filósofas. Las mujeres protago
15 Idem.
Conducid a un nonagenario ante un tribunal
y experimentaréis algo parecido
a lo que sentiréis al leer este escrito.
tonan ante las atalayas del mundo bello [schónen Welt]. Así de
exaltado está el «eslabón intermedio» en la fase del amor; e
igualmente se muestra insoportable e impertinente en extremo,
y más caliente que una bestia hambrienta, cuando ha tenido
éxito tras su ataque y posee a su presa. Es el único que golpea a
su mujer, martirizándola de la manera m ás refinada, al tiempo
que persigue a otras mujeres, haciéndolas esclavas de su escan
dalosa y ridicula dotación sexual... Su lujuria se transfiere, in
cluso, al m undo animal, como se muestra en los corrales de po
llos y entre los perros domésticos, mientras que, en las regiones
salvajes, la vida sexual está mucho menos desarrollada y los ani
males solo se codician unos a otros de vez en cuando y com edi
damente.
15. [El hombre] es el sujeto más venal [dasfeilste Subjekt]. Es, de arri
ba abajo y en todos los aspectos, un vulgar comerciante y un
desvergonzado mercachifle. Es el productor y em presario de las
cosas m ás insignificantes, en las que lo que cuenta es satisfacer
los deseos animalescos y los im pulsos m ás vulgares.
absurdo [Unsinn] que tiene lugar ante nuestros ojos, fundado y re
gido por el hombre— no puede tasarse m uy alto.
22. Por doquier, el espíritu filosófico (que únicam ente se presenta
en casos aislados) ve la devastación que causan la insensatez y
la depravación. En todas partes encontramos el horrible arre
bato de los propietarios de bienes inm uebles y de los gober
nantes, ya se m anifieste como búsqueda de honores y riva
lidad, o como odio, envidia, deseo de placer sexual y lujuria,
codicia y matonismo.
23. Por mucha fantasía que pueda contener incluso la producción
particular del hombre, toda ella aparece, igual que la perla en la
concha, como una «enferm edad del animal».
24. El hombre, por su deseo de placer sexual, por su carencia, bajo
cualquier aspecto, de auténtica razón, y a pesar de todo el
cuidadoso empeño que ha puesto en compensarlo con los in
numerables chism es y entretenimientos que ha introducido en
por debajo del nivel de los animales. Adem ás, los anim ales suelen
vivir, en la mayoría de los casos, bajo condiciones filosóficamente
más favorables que el ser hum ano [Mensch],pero, debido a que en
cuentran alimento con dificultad, hacen acto de presencia en todas
partes en pequeñas manadas, allí donde el ser hum ano [Mensch],
es decir, el hombre [Mann], ha almacenado grandes cantidades de
alimento para multiplicarse sin fin, tanto él m ism o como su ga
nado.
26. La m ism a insatisfacción domina en todos los ámbitos cientí
ficos. Las proposiciones más conocidas son cuestionadas de
nuevo, con lo que, al final, todo el edificio se derrumba fácil
mente. Personalmente, me tomaré la libertad de desm entir la
astronomía. Las maravillas del firmamento solo son para mí
im ágenes del electromagnetismo, del calor y del frío, y las esta
ciones del año puros procesos y oscilaciones meteorológicas.
— No cabe hablar aquí de que las principales ciencias apenas
progresen. Parece como si fuésem os para atrás, como los can
grejos. Pues lo más doloroso de todo es que, por ejemplo, los
antiguos filósofos a menudo ya descubrieron y enseñaron la
verdad, mientras parece como si los m aestros posteriores la
hubiesen oscurecido y luego la hubiesen aclarado con agua
sucia.
27. Y, sin embargo, la ciencia es, en cierto modo, algo beneficioso
porque es el arma más importante contra la religión. Pues, des
graciadamente, el hombre también ha basado la religión en todo
trar que las artes no solo son perjudiciales, por cuanto inflaman
el afecto, sirven a los ídolos de la superstición y transmiten
toda suerte de apariencias falsas y frívolas producidas por la
vida (con la excepción de algunas pocas obras, que apenas des
piertan sensaciones puras), sino que sirven como
una rara avis, y como tal un fenóm eno extraordinario, sino que
incluso allí donde aparece de forma incompleta actúa como un
bálsamo, porque se encuentra en camino hacia la verdad. Por
eso también debe tomar la palabra, para conducir, por una vez
clerigalla y sus ridiculeces. Pues aquel loco [Narr] no solo fue, por
una parte, un enem igo mortal de la filosofía [ein Todfeind der
Philosophie], sino que también lo fue del sim ple cristianismo, cuya
doctrina moral, aunque no m uy profunda, puede, no obstante, lla
marse buena y no tiene nada que ver con la vulgar arbitrariedad.
Las tareas que se desprenden de nuestras principales pro
posiciones resultan fáciles de adivinar. Según ellas, la parte del
I «Termina en cola de pez la m ujer hermosa» (Horacio, Ars poética, 4). [N.
del T.]
nosis [die Hypnosej que ejercéis que aun ahora pocos son los que
se dan cuenta de la insostenible situación en la que os encontráis.
¡Devolved a las m ujeres todo su derecho, no viváis m ás tiempo
de su honra, no busquéis en ellas la redención de vuestros erro
res naturales, no las apetezcáis en matrimonio, liberadlas de
vuestra inmediata presencia, no perjudiquéis m ás su salud,
dejadlas ser para sí m ism as, dejadlas vivir en sus propios dis
tritos de las ciudades, como sacerdotisas de su sexo!
¡Dejad que las m ujeres ocupen por sí m ism as su propia esfera!
Las m ujeres han de ser sus propias educadoras, maestras, m édi
cas, economistas y funcionarías de rango superior. En la m ayo
ría de los aspectos, sois lo m ás tosco que haya existido jam ás
dentro del desarrollo de los Estados. Pues aun en las antiguas
mitologías las más elevadas alegorías para el Derecho, la Ciencia
y la Fuerza de la Naturaleza eran representaciones fem eninas;
los romanos, además, atribuyeron toda su sabiduría a sacer
mano [eines idealen Bedürfnisses des Menschengeistes], aunque solo sea una
necesidad provisional e imperfecta. A pesar de todos los elementos per
judiciales que la acompañan, puede dar una cierta elevación a los ánimos
y dejarles presentir algo superior, aunque de forma ilógica, mientras que
el nuevo ateísmo cuenta entre sus m anifestaciones más insatisfactorias la
carencia de piedad y la consecuencia necesaria de la falta de cualquier tipo
de seriedad. Por eso no se puede permanecer en la sim ple negación de la
religión y, en el fondo, solo tiene pleno derecho a ser un espíritu libre
cuya fuerza puede abrir camino a la nueva doctrina. Se trata del entu
siasmo de los mejores [der Enthusiasmus der Besten/. Igual que cualquier reli
gión necesitó de una m uchedumbre de fieles enfervorizados para llegar a
erigirse en un poder que dom inase a las masas, el sustituto de la religión
deberá ser sustentado con entrega entusiasta por una m inoría de elegidos
capaces de poner en movimiento las naturalezas más limitadas.
Quien considera posible que las naciones modernas — que paulati
namente han ido renegando del cristianism o (y entre las cuales se hallan
las mejores que, hasta donde conocemos, han habitado esta tierra)— se
vean animadas por una nueva y más perfecta cosmovisión y puedan ele
varse a una vida superior, considerará que el problema de encontrar un
sustituto de la religión es uno de los más significativos, y de aquellos a los
que nunca podrá dedicársele reflexión suficiente.
Desde Comte y Feuerbach, una serie de pensadores y escritores se han
apoderado de este incierto problema. Sobre él se han proclamado los con
ceptos más dispares. Solo pocos pensadores han tenido en cuenta la ge
neralidad; la mayoría solamente pensaron en un sustituto para los intelec
tuales. Exponer estos intentos de manera concisa, y someterlos a crítica,
evitando explicaciones lentas y pesadas, es la tarea que busca resolver este
escrito. Advertimos, asim ism o, que ninguno de los pensadores y escri
tores que traeremos a colación en sus páginas ha tratado el problema de
manera satisfactoria ni lo ha abordado en todos los sentidos, conside
rándolo desde todos sus puntos de vista. Sin embargo, en los diversos
intentos sí se encuentran expuestos de forma dispersa, aunque desta
cados con m ás o m enos energía y vivacidad, todos los elementos signifi
cativos de un sustituto de la religión. Mas únicam ente podrá aceptarse
como verdadero y perfecto sustituto de la religión aquel cuerpo doctrinal
que sea capaz de unificar todas esas partes dispersas, configurando un
todo poderoso mediante una hábil combinación de todas ellas.
Una parte de estos intentos ha partido de presuponer falsamente que el
sustituto de la religión debería tener el carácter de una religión ateísta
d e l o s d i f e r e n t e s s u s t i t u t o s d e la r e l i g i ó n , n o s p r o p o n e m o s f i ja r p r o v i s i o
n a lm e n te q u é n e c e s id a d e s e s p ir itu a le s justificadas s a t i s f a c e la r e l i g i ó n e n
s u s m a n i f e s t a c i o n e s m á s e le v a d a s (p u e s s o lo d e e s t a s p u e d e t r a t a r s e a q u í)
y, p a r t i e n d o d e e l l a s , t r a t a r e m o s d e v e r q u é n e c e s i d a d e s d e b e s a t i s f a c e r
t a m b i é n e l s u s t i t u t o d e la r e l i g i ó n , a u n q u e d e m a n e r a m á s p e r f e c t a .
E n s u s f o r m a s d e d e s a r r o l l o m á s a l t a s , la r e l i g i ó n o f r e c e , p r i m e r o , u n a
d e l m u n d o e n la q u e e l h o m b r e v i n c u l a t o d a s l a s c o s a s y s e r e s , e n c a b e
z a d o s p o r é l, c o n u n p o d e r m á s e le v a d o , u n f u n d a m e n t o m á s p r o fu n d o
d e l m u n d o , q u e lo d e s i g n a c o m o u n s e r limitado; a d e m á s , la r e l i g i ó n d e s
p i e r t a e n é l la confianza [Vertrauen] e n la e le v a d a p e r f e c c ió n d e l T o d o p o
d e r o s o y e n la m e t a d e l p r o c e s o d e l m u n d o , c o n d i c i o n a d a y d e t e r m i n a d a
p o r É l, s u s c i t a n d o e n e l s u j e t o , e n f i n , u n respeto [Ehrfurcht] a n t e la p o t e n
m i s t e r i o s o . E l s u s t i t u t o d e la r e l i g i ó n d e b e d a r c u e n t a , p o r t a n t o , d e l o s
in d e m o s t r a b le d e u n D io s p e r s o n a l. S i, e n e l c r i s t i a n i s m o , e l m o m e n t o d e
la confianza s e r e f ie r e a u n p o d e r d iv in o y a u n fu tu r o r e in o s u p r a te r r e n a l,
r i z a d o , e l s u s t i t u t o d e la r e l i g i ó n h a b r á d e p o n e r , a n t e t o d o , s u c o n f i a n z a
p u n t o d e v i s t a r e a l i s t a o lo c o n s i d e r e m o s d e s d e u n p u n t o d e v i s t a i d e a l i s t a
c o m o in e x p lic a b le e in a p r e h e n s ib le — , y lu e g o , t a m b ié n , e n e l p r o c e s o d el
m undo [Weltprozejl] (q u e s e c u m p le , a u n q u e e n u n a ín f im a p a r te , a n te
n u e s t r a s m ir a d a s ) , to d a v e z q u e ta l c o n f ia n z a e s líc ita y e s tá c o n d ic io n a d a
s u b j e t i v a m e n t e p o r e l c a r á c t e r y la e s t i r p e d e l a s m e j o r e s n a c i o n e s m o d e r
n a s , p a r a la s c u a l e s h a d e s e r c r e a d o u n s u s t i t u t o s u p e r i o r d e la r e l i g i ó n :
e s t o e s lo q u e d o s p e n s a d o r e s h a n d e m o s t r a d o e n u n g ra d o a lta m e n te
c o n v in c e n te y cuyos c o r r e s p o n d ie n te s in te n to s a p r e c ia r e m o s m ás ade
l a n t e . P e r o la r e l i g i ó n t a m b i é n i n t e r v i e n e , a d e m á s , c o n f i g u r a n d o l a v id a ,
a u n q u e d e u n a m a n e r a c o m p le ta m e n te u n ila te r a l, d e m a n e r a q u e ta m
b i é n a q u í e l s u s t i t u t o d e la r e l i g i ó n d e b e o f r e c e r a l g o m á s p e r f e c t o , l l e
n a n d o la v id a c o n u n c o n t e n i d o s u p e r i o r a l q u e f u e c a p a z d e o f r e c e r la
religión, y tanto más cuanto dicho sustituto ha de designar la tierra como
el único teatro del hombre. En su perspectiva de futuro, el sustituto per
fecto de la religión habrá de desterrar los sueños de inmortalidad en los
que se ha expresado de la manera más ingenua la vanidad hum ana, apun
forma sociaR
La Politique positive está dedicada a su recuerdo; y en las palabras que se
dirigen a ella hay algo del espíritu que nos habla desde la Vita nuova de
Dantel y el Epipsychidion de Shelley!.
Como puede ver el lector, a partir de las citas que transcribimos en las
notas, el sentimiento que embargaba a nuestro filósofo no era en absoluto
mezquino, e incluso llegó a ser en él algo casi enferm izo, en lo que se re
fiere a la elaboración de su nueva religión. Nunca hubo un espíritu que se
sintiese más llamado a una m isión superior, ni nunca se sintió nadie más
justificado para em itir una palabra última y decisiva sobre todas las gran
des cuestiones que Comte. Revistiéndose con la dignidad de un sum o
sacerdote, enseguida llegó a convertirse en un pontífice capaz de som e
terlo todo, llegando a im aginarse que era infalible.
Lo cierto es que, aparentemente, nadie podía entender mejor a la
hum anidad que Comte. La suerte que tuvo de poder disfrutar a lo largo
de un año de su amor por Clotilde de Vaux afianzó en él, desde muy
mos que amoldar**. Por eso, el segundo m iem bro de la fórmula, que
Comte sitúa en la cúspide de su Politique positive reza: L’ordre pour base2 .
Así, en el culto de la nueva religión, el dogma del ordre pour base se corres
ponde con el principio de vivre pour autrui. El dogma positivo no es una
cosa fácil en absoluto, pues le exige al adepto de la nueva religión nada
menos que el dominio de todas las ciencias de la «fórm ula enciclopédica»,
es decir, matemáticas, astronomía, física, química, biología y sociología.
En cualquier caso, plantea, por tanto, exigencias demasiado grandes al en
tendimiento del hombre común.
El orden del universo, invariable en lo esencial, presenta, sin embargo,
un progreso, porque el hombre, mediante el conocimiento de las leyes
naturales, es conducido, por una parte, a resignarse, y por otra, a la ac
ción. Por eso, el tercer m iem bro de la fórm ula de la religión de Comte
reza: Le progres pour bout 12- Es esta proposición la que apunta a la acción
práctica y a la política.
La nueva religión da, por tanto, al pensar, al sentir y al actuar una direc
ción, detalle que Comte designa como uno de los principales rasgos de las
entendim iento^, cuyo mérito más alto consiste, de nuevo, en esta colabo
ración, pues el corazón y el sentimiento se imponen en la nueva doctrina
sobre el intelecto. Como el entendimiento ha de prestar ayuda al corazón
contra el egoísm o, también debe subordinarse al corazón. Si fue saludable
que el entendimiento adquiriese un carácter dominante para que las cien
cias pudiesen alcanzar su actual altura, con esto se hizo lo más importante
a este respecto, y ahora ha de ponerse fin a la supremacía del entendi
miento, que se da desde la Edad Media, asum iendo el corazón, en lo suce
sivo, la dirección de la humanidad. Comte señala la diferencia entre su
prim er y su segundo período filosófico, en lo que se refiere a la relación
o b r a r h u m a n o . P e r o C o m t e v a m á s l e j o s , p u e s é l m i d e la j u s t i f i c a c i ó n d e
la e x i s t e n c i a d e l o s a n i m a l e s y p l a n t a s s o l a m e n t e s e g ú n s u p r o v e c h o p a r a
e l h o m b r e , y l l e g a a la c o n c l u s i ó n d e q u e t o d o s l o s a n i m a l e s y p l a n t a s q u e
n o c u m p la n e s t e fin h a n d e s e r e lim in a d o s .
E n e l p o s it iv is m o , e l a r t e t i e n e u n s i g n i f i c a d o m á s g r a n d e q u e la c i e n
c ia , p u e s to q u e s e d ir ig e al s e n t im ie n t o . A p e s a r d e e llo n o s e le c o n c e d e
m e n o s lo s a r t i s t a s ! ! . La e x ig e n c ia d e C o m t e d e q u e to d o a r t e d e b e s e g u ir
u n a t e n d e n c i a m o r a l , n o e s a lg o q u e p u e d a s o r p r e n d e r e n é l. P e r o d a d o
e n t o n c e s s o lo c a b e e s p e r a r q u e s u m á s a lto f l o r e c i m i e n t o s e p r o d u z c a e n
e l f u tu r o . S o lo e n t o n c e s c o n o c e r á e l a r te s u p r e c is a ta r e a , y h a b r á d e s u p o
n é r s e le u n c a r á c te r m á s su a v e , q u e p r e s ta rá e x p r e s ió n , p r in c ip a lm e n te , a
la s s e n s a c i o n e s m á s d u lc e s y b e n e v o le n t e s , q u e s o n m u c h o m á s e s t é t ic a s
q u e la s d e l o d i o !!. A s im is m o , s o lo e n t o n c e s p o d r á d e s p le g a r s e lib r e m e n t e
e l a r t e , s e g ú n la c o n c e p c i ó n d e C o m t e , p u e s t o q u e ú n i c a m e n t e e n e s e m o
m e n to , co n u n a m ir a d a c a r e n t e d e p r e ju ic io s , s e c o n s id e r a r á n la s d if e
r e n te s é p o c a s y m a n ife s ta c io n e s h is tó r ic a s !^ . U n p e n s a m ie n to m u y c o n
c r e t o d e C o m t e e s q u e la s a c tiv id a d e s a r t ís t ic a y e s p e c u la tiv a n o n e c e s it a n
s e p a r a r s e e n a b s o lu t o , s i n o q u e p u e d e n u n i r s e e n la m i s m a p e r s o n a .
A l p o n e r C o m t e e l b i e n d e la h u m a n i d a d c o m o f i n y m e t a d e t o d a a c t i
b e z a d e l m e t a fís ic o ]» . S o lo e s te t ie n e v a lo r y s ig n ific a d o , n o e n s í, s in o
c o m o p a r te d e l to d o !£ . P e r o e l Étre-Supréme n o a b a rc a , e m p e ro , a to d o el
s é q u i t o d e l o s h o m b r e s , s i n o s o l a m e n t e a l o s m i e m b r o s ú t i l e s d e la s o c i e
d a d y, c i e r t a m e n t e , a l o s p a s a d o s , p r e s e n t e s y f u t u r o s ^ . T a m b i é n q u i e r e
e s t o , d ic h o s e r s e d i f e r e n c i a f a v o r a b l e m e n t e d e l v ie jo D io s p o r q u e n o e s
u n a e s e n c ia a b s o lu ta , s in o u n e n te s u s c e p tib le d e d e s a r r o llo , a c u y o c r e c i
p e r f e c c io n a m o s n o s o tr o s m is m o s 2 2 . E n e s te c o m p o r ta m ie n to r e s p e c to d e l
Grand-Étre s e e n c u e n t r a , t a m b i é n , u n s u s t i t u t o p a r a la f a n t á s t i c a i l u s i ó n
d e la i n m o r t a l i d a d p e r s o n a l . L a e x i s t e n c i a h u m a n a e s , e n p a r t e , u n a e x i s
t e n c i a o b j e t i v a , r e a l y, e n p a r t e , u n a e x i s t e n c i a s u b j e t i v a . N o o b s t a n t e , e n
esta última solo ingresan aquellos cuya existencia objetiva ha estado al
especial. Como sexe affectif 24, ellas son las más altas representantes del
principio m ás elevado de la nueva religión, y juegan un gran papel en el
proceso de regeneración: solo en la medida en que las m ujeres sean in
cluidas en el movimiento, este puede llegar a su fin. A través de su exal
tado amor por una mujer, Comte llegó a un culto dedicado a todo el gé
nero femenino. Exige que cada hombre vea en su m ujer una repre
sentante de la humanidad, a fin de prepararse, mediante el culto a su
compañera, para el culto a la humanidad. Dice que, hasta ahora, las m uje
res solo llegaron a ser honradas verdaderamente en la Edad Media. La
Nueva Era debe basarse en costumbres republicanas, sustentadas sobre
eludir sus deberes frente a la hum anidad ni debe temer «vivre au grand
jour»^2.; el séptimo sacramento designa un razonable retiro de la vida pú
blica y la elección del sucesor; el octavo significa que el sacerdote expone y
prueba que el muerto ha vivido de una manera digna, uniendo el lamento
de la sociedad a las lágrim as de los parientes; el noveno entra en vigor
siete años después de la muerte y designa el juicio por el que se decide si
un hombre es digno de ser asumido en el Gran-Étre.
El culto público se cum ple anualmente en 84 fiestas, que son cele
bradas en los templos por sacerdotes, alrededor de los cuales se agrupan
las mujeres. Los templos apuntan con su fachada principal hacia París, y
en ellos se encuentra el bois sacre ¿o, en donde reposan los dignos servi
dores del Grand-Étre, mientras que los delincuentes, los duelistas y los
suicidas son enterrados fuera de él.
La nueva religión posee un clero num eroso y estrictamente organizado,
del deseo, compartirlo con los otros, y con ello, que se rechace cualquier goce
que no se deje parcelar de esta manera». ¡Vaya pensamiento! Entonces las
naturalezas escogidas deberían renunciar a los únicos goces que les son
accesibles, suprim ir sus elevados afectos y sus sublim es pensam ientos,
porque estos no pueden ser gozados en común con la generalidad. Por el
contrario, el siguiente pasaje de Mili se diferencia adecuadamente del
En otro pasaje dice Mili que la religión, mediante las esperanzas so
brenaturales, podría asegurar a la moral una mayor influencia sobre el
IV
E l s e r e s u n m i s t e r i o d e la i n t u i c i ó n , d e l s e n t i m i e n t o , d e l a m o r . S o l o e n
c o s a — , e s d e c i r , lo i n d i v i d u a l , v a l o r a b s o l u t o ; s o l o e n e l l o s l o finito e s lo
v e r d a d d e l a m o r . S o lo e l a m o r e n e l D io s q u e c u e n t a c a d a u n o d e lo s
p e l o s d e la p i e l e s v e r d a d y re a lid a d .!?
Y a a n t e s a p u n t a m o s la d i f e r e n c i a q u e h a y e n t r e la r e l i g i ó n d e la h u m a
n i d a d d e C o m t e y la r e l i g i ó n d e l a m o r d e F e u e r b a c h . E n C o m t e la b e n e v o
l e n c i a e s s u s c i t a d a y f o r t a l e c i d a m e d i a n t e la r e f l e x i ó n , m i e n t r a s q u e e n
F e u e r b a c h e l a fe c to v ie n e d ir e c t a m e n t e d e l c o r a z ó n . S in e m b a r g o , a m b o s
t r u i s m o c o m o la e s e n c i a d e la r e l i g i ó n .
A s i m i s m o , a p a r e c e n c o n c o r d a n c ia s e n lo q u e s e r e f ie r e a la s i n t u i c i o n e s
d e a m b o s p e n s a d o r e s ; t a m b i é n F e u e r b a c h a c e n t ú a , a la v e z q u e C o m t e , la
l e y d e la s t r e s f a s e s d e l e s p í r i t u , a l m e n o s p a r a e l i n d i v i d u o , c u a n d o d e
c l a r a q u e « D i o s f u e m i p r i m e r p e n s a m i e n t o , la r a z ó n e l s e g u n d o , y e l
h o m b r e m i te r c e r y ú ltim o p e n s a m ie n t o » . P o r e s o , ig u a l q u e C o m te , el
p e n s a d o r a le m á n q u ie r e s a b e r q u e to d a s la s c o s a s s e r e f ie r e n a l h o m b r e , y
q u e p a r a é l t a m p o c o h a y n a d a m á s a l t o q u e la h u m a n i d a d , n i e x i s t e h o m
b r e a l g u n o c o m o t a l, s a lv o e l h o m b r e s o c i a l . A s í , l e e m o s e n l o s Principios
de la filosofía del futuro: « E l h o m b r e p a r tic u la r para sí n o t i e n e la e s e n c ia
in t é r p r e t e d e F e u e r b a c h , e n s u o b r a , a p a r e c id a m u y p r o n to , n o s o lo h a y a
p a s a d o p o r a lto tr a z a r u n m in u c io s o p a r a le lo e n t r e a m b o s p e n s a d o r e s ,
s in o q u e ta m p o c o c ita u n a s o la v e z e n s u s o b r a s e l n o m b r e d e C o m te .
C o m o F e u e r b a c h v e la e s e n c i a d e la r e l i g i ó n e n e l a m o r , f u n d a m e n t a
to d a m o r a l e n e l s e n t im ie n t o d e id e n tid a d , e n e l a m o r n a tu r a l d e l h o m b r e
hacia el hombre. La enseñanza de la moral no consiste en el sentimiento
bajo la ley moral, bajo el requerimiento de aquella voz que le grita al hom
bre «tú debes», sino en el respeto ante el prójimo. El amor de Feuerbach
no es, en el fondo, otra cosa que la com pasión de Schopenhauer, y se dife
rencia, igual que esta, del altruismo de Comte. Ambos pensadores, Scho
penhauer y Feuerbach, se encuentran aquí en la m ism a posición opuesta
frente a Kant, y los dos se equivocan en su oposición.
Ambos parten, en prim er lugar, de la falsa concepción según la cual en
la moral solo se trataría de la relación de hombre a hombre, mientras que
también entra en consideración la relación respecto de la propia perso
nalidad, así como hacia la idea y hacia la verdad, la cual se designa m e
diante la conciencia intelectual. La conciencia intelectual, empero, puede
determinarnos, bajo otras circunstancias, a la dureza, incluso a la cruel
dad contra el prójimo, conservando su derecho, sin embargo, la m ora
lidad. Pero también cuando se trata de proporcionar un provecho al pró
jimo o de preservarlo de perjuicios, los sentimientos de respeto, simpatía
y amor solo han de jugar un papel secundario, si querem os que nuestras
por una razón superior, sino que apunta hacia una razón superior. Por
tanto, ciertamente debemos poner en la causa lo que radica en el efecto;
lo que procede de ella también debe haber estado dentro de ella. Pero,
ciertamente, es solo la limitación de nuestro representar hum ano lo que
nos lleva a diferenciar en el universo causa y efecto, exterior e interior.
No es, por tanto, aquello de lo que nos sentimos dependientes una ruda
superpotencia, ante la que nos inclinam os anulados con muda resig
nación, sino que es, a la vez, orden y ley, razón y bien, a los que nos
entregamos con amorosa confianza. Y aún más: puesto que percibimos
en nosotros m ism os la disposición a lo razonable y bueno, que creemos
reconocer en el mundo, y como en los seres que conocemos encontra
mos que aquellas disposiciones deben de llegar a ser algo personal, nos
sentimos, al m ism o tiempo, emparentados en lo más íntimo con aque
llo de lo que nos sentim os dependientes; y en la dependencia nos en
contramos, a la vez, libres, de manera que en nuestro sentimiento del
V
Considerarem os ahora diferentes intentos que parecen pertinentes en
este punto y frente a los cuales hemos de pronunciarnos de forma absolu
tamente negativa.
No queremos dejar de citar, al m enos, como escritores que se ocupan
de nuestro problema, al Dr. Lówenthal y al Dr. Edward Reich. Sin em
bargo, las m anifestaciones de ambos son demasiado poco significativas
como para que necesitemos ocuparnos con más detalle de ellas. Resulta
digno de m ención que el Dr. Reich se encuentre fuertemente influido por
Comte, aunque no en un sentido m uy elevado. Su «Iglesia de la hum a
nidad» pertenece más bien a las cosas más ramplonas que jamás se hayan
imaginado.
Nos acercaremos ahora a la concepción de Friedrich Albert Lange,
según la cual el cristianismo, ciertamente, ha de m antenerse, pero ha de
No hay más que dos caminos entre los que es preciso elegir, después de
madura reflexión — dice Lange, en relación con el futuro de la
éticos y estéticos.*!
verdadera fe, para que se pasaran a la m ism a. Que creyentes de una reli
gión traten de convertir a los heterodoxos a su fe es clara prueba de que lo
que le importa al creyente no es solamente la elevación espiritual, sino el
objeto hacia el que él se eleva.
Finalmente, nuestro filósofo se remite a aquellos hom bres superior
mente dotados y de amplia formación que se atienen a la religión, en
contraposición con los burlones cabezas huecas, «porque desde su infan
cia la sensibilidad ha desempeñado un gran papel en su vida, porque la
imaginación, el corazón, el recuerdo de horas afortunadas lo unen con
una antigua es m enester que dos grandes cosas se combinen: una idea
moral capaz de inflam ar el mundo y una dirección social bastante poderosa
como para elevar a un grado considerable las m asas o p r im id a s » ^ .
VI
Entre los esfuerzos más valiosos para resolver el problema que nos ocupa
escrito, puesto que los m ism os motivos que han de impedir el surgimiento
del genio son los que dificultan su efectividad.
¿De quién fue esencialmente la culpa — pregunta Nietzsche— de que
Schopenhauer debiera esperar tanto tiempo, hasta que, finalmente, llegó
Pero para esto hay un consuelo — leemos al final del capítulo «Para la
historia de los sentimientos m orales»— : Estos dolores son los dolores
del parto. La mariposa quiere rom per su envoltura, la despedaza, la des
garra; entonces se siente cegada y embriagada por la luz desconocida: el
una idea superior y más perspicaz el mirar más allá de esas conse
cuencias inmediatas para el prójimo a fin de alentar designios de mayor
alcance, a riesgo de hacer padecer a los demás, verbigracia, em pujar
hacia el conocimiento no obstante la certeza de que nuestra libertad
espiritual comenzara por sum ir a los demás en la duda, el pesar y algo
todavía peor.^
bido de manera más afectiva [affektiver] que cualquier otro. Sin embargo,
como le sucede a menudo, Nietzsche es desviado por el afecto, de manera
que apunta m uy por encima y mucho más lejos de la meta.
Citaremos los principales pasajes del prim er discurso de Zaratustra, en
el que este se dirige a la m uchedum bre del pueblo reunida, para que el
lector deduzca de las palabras del héroe los principales pensamientos del
libro y se haga una representación de cómo hace hablar el autor a
Zaratustra^!.
VII
Ahora tenemos que hablar de otros tres pensadores, cada uno de los cua
les ha destacado un sustituto superior de la religión, de una m anera más
o m enos efectiva, sin que, sin embargo, ninguno de ellos haya resuelto el
la siguiente m anera^:
terrible, estando ahí, además, como algo tan grande y extraordinario que
no solamente es captado por la apetencia de conocimiento como un ob
jeto apropiado de la investigación, sino también de una forma tan seria
que la curiosidad se acalla ante él, provocando en cualquier hombre
receptivo esta clase de conmoción.
Este es el carácter que muestra el misterio, tal como hace acto de pre
sencia en la religión; pero también fuera de la m ism a existe algo parecido.
La necesidad de elevarse hacia la idea, o más bien, captarla con el senti
cierto temor ante su misterio, considera como una ofensa a su Dios per
sonal que se quisiese presentarlo ante él solamente como un objeto de in
vestigación, para la humanidad incrédula este im pedim ento desaparece.
Duboc concede que este «verse estéticamente conmovido con recogi
miento y elevación» depende de la capacidad individual, del sentimiento,
del grado de formación de cada uno, pero considera que el motivo para
ello está objetivamente dado.
Ahora bien, para que nosotros concibamos el misterio del mundo como
algo «sublim e» que introduce en nosotros respeto y no temor, debemos
conocer, ante todo, que hay un sentido contenido en el proceso del uni
verso, mientras que el pesim ism o no ve en él más que carencia de sentido
[Sinnlosigkeit]. Duboc busca probar el «sentido» del proceso cósmico expli
cando primero el sentido del tender humano, y de ahí extrae una conclu
sión para el proceso del mundo. Mas el sentido del tender hum ano con
de dolor cósmico, no puede verse más que como algo que es puesto tan
solo para que llegue a com prenderse que, en el transcurso de las genera
ciones, la claridad solo se desarrolla a partir de estimulaciones instin
tivas, oscuros im pulsos, y componentes ínfim os, y que la sum a de esa
claridad, aumentando a través las generaciones siguientes, les podrá
ahorrar a estas un padecimiento del que eran dependientes hasta ahora.
[...] abrirse paso de la luz desde la oscuridad, del orden a partir del caos,
y una superación de la necesidad y de las cadenas de la servidumbre
Pero no basta con saber esto, también hay que sentirlo. Al captar afecti
vamente el pensam iento del progreso del m undo nos entregamos al
m ism o con un recogimiento que nos embarga, al menos en ciertos
m omentos; y, al m ism o tiempo, nos elevamos por encima de la tierra, de
nuestra individualidad y de sus relaciones respecto de nosotros, alzán
donos también, por tanto, por encima de la compasión y, en la medida de
lo posible, por encima del propio padecimiento y dolor. A través de la con
fianza en el progreso en el proceso del mundo o el optim ism o en el sen
tido científico de la palabra, superam os el peligro «de perder, debido al
efecto del dolor sobre nuestro sentir terrenal, el carácter elevado del m is
terio del mundo, y con ello la religiosidad, el sentir estético-religioso».
Con esto, el autor, en lo que de él depende, ha lanzado un puente desde el
sim ple concebir el mal del m undo en el sentido del optimismo, como un
m omento del proceso de desarrollo, hacia el lado del sentimiento estético
del hombre. Mediante la liberación, mediante el despegarse de la indivi
dualidad y la elevación a una esfera superior, el hombre se llena de una
paz y una alegría que son el «puro reflejo de lo sublim e»; pero, a la vez,
esta elevación estética es un digno ejercicio de preparación para la m uer
te, entendida como el completo extinguirse de la conciencia individual.
Con esto, Duboc piensa las esferas práctica y estética como ámbitos que
no se contraponen en absoluto, como sí sucede, de hecho, en el caso del
cristianismo.
V III
[...] porque son también los efectos los que conducen al hombre y lo
satisfacen; y, por consiguiente, también lo hacen todas las relaciones
bien trabadas entre lo que no siente y el que siente. No es cosa del mero
entendimiento, sino que también se trata, para el ánimo del ser sen
sible, de una participación en la disposición del mundo; y esta verdad,
que captaron los griegos, la han alcanzado más ampliam ente que nunca
los pueblos actuales, que ingresan en ella con un ánim o ennoblecido y
ven el fundamento del mundo a la luz de sus propios im pulsos más no
bles.
dría alcanzar el dominio sobre las naciones cultas que marcan la pauta»so.
Pero lo que establece una diferencia entre los fundadores de religión y los
representantes de la nueva dirección espiritual es que aquellos hablaron
en nombre de una autoridad im aginaria, mientras que estos han de ha
blar y actuar «en nombre del espíritu de los pueblos modernos».
Que el hundim iento de la religión cristiana debía suceder con nece
sidad, es algo que para Dühring no ofrece ninguna duda. Como observa
nuestro filósofo con acierto, a la larga, no existirá una resistencia contra el
sustituto de la religión, salvo la basada en la falsa costumbre de los
ánim os, especialmente la esperanza relacionada con la muerte,
artificialmente estimulada, y en las m iserias que conducen a desesperar
IX
Y después: «La moral es, por su esencia, ideal. No es lo que los hom
bres hacen, sino lo que deberían hacer; ni es lo que desean, sino aquello
que deberían desear». En estas proposiciones, tal como están expresadas,
se nos ofrece una caracterización demasiado pesim ista del estado actual
de la sociedad, y necesitan que se les añadan restricciones. Salter habría
tenido tan solo derecho a decir que la mayoría de los hombres ni practica
ni desea la moral, mientras que no cabe negar que ella sea deseada y
puesta en práctica por muchos. Sin embargo, aun cuando Salter tiene en
poco la medida actual de la moral, considera que el hombre es capaz de la
más alta perfección moral. Así, leemos: «Si quieres ver lo perfecto debes
crearlo; hasta ahí sudas en vano sobre la tierra por el cielo; solamente la
idea de la perfección está en nosotros; lo perfecto llegará a ser»*5. «Nada le
está cerrado al espíritu. Las cosas divinas más perfectas son solamente
pensam ientos de aquello que puede ser. Nosotros debemos llegar a ser
divinos; debemos hacer de este m undo un escenario de justicia»^, con lo
que se presupone que nosotros también somos capaces de hacer algo así.
Quizás estas proposiciones son demasiado confiadas. Nos está negado ab
solutamente poner al hombre una meta fija, y hacernos una determinada
figura de su capacidad de perfeccionamiento. El maestro de moral no
puede hacer otra cosa que incitar al hombre, y esperar que él sea capaz de
perfeccionarse cuando marche solo. Hay en esta obra del maestro de
moral de Chicago, por lo demás tan adecuada y elevada, cierta carencia de
sano realismo, de una justa apreciación de la realidad y una incapacidad
para darse cuenta de que lo posible no es ya, por sí m ism o, algo cierto. La
meta de la moral la ve Salter en la felicidad general, una concepción que,
como ya indicam os anteriormente, es errónea. En ese punto Salter se
muestra de nuevo kantiano, al atenerse a la libertad de la voluntad, bajo la
cual está claro que él solo puede entender la libertad inteligible.
Salter pone el énfasis en la división de la acción moral, destacando los
siguientes momentos: una acción moral debe ser nuestra propia acción;
deben pretenderse en ella buenos resultados; debe cum plirse volunta
riamente; no debe haber en sus fundam entos ningún motivo de interés
propio, y ha de suceder partiendo de un principio. Resum iendo, el resul
Por eso Salter se dirige a los patronos como aquellos que pueden poner
remedio a dicha situación, y la sección acaba con las sencillas, pero cálidas
palabras:
chidion («Canto del alma», o «Un alma nacida del alma») en 18 2 1, tra
tando en él el concepto de la poesía y el objeto principal de esta: el amor.
[N. del T.j
lidades» (2.a edición, 1874, p. 42); Politique positive, 11, p. 8. «Ante todo,
debo designar aquí la vaguedad e incertidumbre que todavía presenta la
22 Ibid., p. 363.
20 Ibid., iv, p. 30: «Este Gran-Ser es el conjunto de seres pasados, futuros
y presentes que concurren libremente a perfeccionar el orden universal».
corporación» [cf Comte, A., Catecismo positivista, op. cit., p. 183]. [N. del T.]
28 «Pareja fundamental». [N. del T]
2£ «Vivir a plena luz del día». [N. del T.]
30 «Bosque sagrado». [N. del T.]
31 «Ninguna sociedad puede conservarse ni desarrollarse sin algún tipo
£ P. 89. [Stuart Mili, J., Estudios sobre la religión, op. cit., pp. 91-92].
13 «Me parece no solamente posible, sino probable, que, en una condición
superior, y sobre todo, más feliz de la vida hum ana, la idea insoportable
fuera, no la del aniquilamiento, sino la de la inmortalidad; y que el hom
bre, aunque contento en el presente y sin prisa alguna por dejarlo, hallará
consuelo y no una causa de aflicción en pensar que no está condenado
por una eternidad a una existencia consciente que no estaría seguro de
I 3 3 ’ P - I0 2 -
1? Ibid., §§ 59-60, p. 123.
12 Strauss, D. F., Der alte und der neue Glaube. Fin Bekenntnis, S. Hirzel,
Leipzig, 1872.
52 Ibid., p. 590.
54 Ibid., p. 597.
55 Ibid., p. 598.
56 Ibid., p. 599.
52 Véanse estos dos pasajes: p. 92: «Un erudito nunca será filósofo», y p.
97: «Pero ya Kant fue, como solemos ser los eruditos, excesivamente
34-36]-
65 Que el pensam iento de este «tránsito» y «ocaso» del hombre ha desper
tado de un modo completamente súbito en Nietzsche, lo vemos en el si
Z2 p- 172.
ZI p. 2 3 0 .
11 p- 139.
Zi p . 16 3 .
75 P. l 6 6 .
Zé p- 197.
ZZ P. 248 y ss.
78 P. 248.
79 P. 262.
80 p. 263.
81 P. 265.
52 Dühring dice solamente, en la p. 256: «Siem pre quedará algo para la
iniciativa de los pocos. Pues, en caso contrario, está claro que se acabaría
ese tipo de creación que, por lo que m uestran todos los fenóm enos, es el
único que resulta pensable hasta ahora en la naturaleza».
83 «1. Hail the glorious Golden City, / pictured by the seers o f oíd! / Ever-
lasting light shines o’er it, / Wondrous tales o f it are told: / only righteous
men and wom en / dwell within its gleam ing wall; / wrong is banished
from its borders, / justice reigns suprem e o’er all. // 2. We are builders o f
that city; / all our joys and all our groans / help to rear its shining ram-
parts; / all our lives are living stones: / whether hum ble or exalted, / all
are called to taslc divine, / all must aid alike to carry / forward one sublim e
design. // 3. And the work that we have builded, / oft with bleeding hands
and tears, / and in error and in anguish, / will not perish with our years: /
It will last and shine transfigured / in the final reign o f right, / it will
m erge into the splendours / o f the City o f the Light». [1. ¡Salve, gloriosa
ciudad dorada, / descrita por los videntes de antaño! / La luz eterna brilla
sobre ella, / y sobre ella se cuentan historias maravillosas: / solo hombres
y m ujeres rectos / habitan dentro de su reluciente muro; / los que yerran
son expulsados de sus fronteras, / y la justicia suprem a reina sobre toda
ella. // 2. Somos nosotros los constructores de esta ciudad; / todas nues
tras alegrías y lamentos / contribuyen a alzar sus brillantes m urallas; /
todas nuestras vidas son piedras vivientes: / ya sea humilde o exaltado, /
todos están llamados a la tarea divina, / todos han de ayudar a llevar / ade
lante un proyecto sublim e. // 3. Y la obra que hemos construido, / a m e
nudo con m anos sangrantes y lágrim as, / con errores y angustias, / no
perecerá con nuestros años: / durará y brillará transfigurada / en el reino
final de la justicia, / y se fusionará con el esplendor / de la Ciudad de la
86 p. 8.
87 P. 8 l.
88 p. 137.