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Deme cubriendo todos los espejos.

Por: Sofía Montero

Lo único que se me viene a la cabeza en este día, es el primer y único velorio al que he asistido.

Lo recuerdo como si fue ayer, mi tío Enner Cedeño, quien lamentablemente falleció por la gran
problemática ecuatoriana, el narco tráfico. Después de años de desempleo y subempleo, el sicariato lo
alcanzó. Inició como solo una historia más, un vendedor más, y terminó como un muerto más.

Mi abuelita Crucita está con el alma llorando (personificación), destrozada e herida. Yo estuve ahí
cuando se enteró. Vi como en picada al piso caía su espíritu (hipérbaton).

Tenía 11 años y medio. Vi en sus ojos un aire de paz y de desesperación (antítesis). Sabe que su hijo está
en un lugar mejor, pero le duele.

Pasaron par de horas que yo las sentí eternas. Empezaron a organizar la velación. Ahí es cuando mi
abuelita me buscó y me dijo:

- Hijito, hágame el favor con sus primos de tapar todos los espejos de la casa con las sábanas
blancas, o voltéelos si es posible. No quiero que el alma del tío se quedé atrapada. (realismo
mágico)

No me acordaba de la historia que me había contado la abuelita. Como se velan los parientes en la casa,
su alma sigue ahí con nosotros despidiéndose, pero si ve los espejos se queda atrapada en ellos. Y no se
pueden ir en paz.

Se paró fuerte y llevó a cabo todo el velorio. Como siempre se hace por nuestro barrio en Manabí, lo
velamos en la casa de la abuelita, por dos días. Y dijo algo que se quedó conmigo para siempre.

- “Ni son todos los que están, ni están todos los que son” (retruécano)

Ahora mi abuelita se ha ido, ya tengo 20 años, y veo su mirada dulce (sinestesia) en el aire. Voy hacer las
cosas tal y como ella las hubiese querido. Iniciando por cubrir todos los espejos de su casa, nuevamente.

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