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Victor BROCHARD Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento Brochard, Vicor {Los etipticos gzgor.- tad. Buenos Ais Loads 2008.-30% pr 22x 14 cn. Biblia de obras saesias de pensamienso) ‘Tradveido por: Vicente Quiateros ISBN 85003-78561 1. Flovofa. 1. Quintero, Vente H, Thslo cop 160 Tita de orginal fancies Les repiguc gee 1 edict en Biblioteca de Obras Maesuas del Penssinento: octave de 2005 © Beltorial Loca, S.A Buenos Aires 1945 Dinuibuctia: GavtaFedras Vacearo Sinche2, Morena 796 + piso (G08) Buenos Aires, Argentins Interior Distsinaidore Berwin, Av. Vile Serie 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina Toteiovee: Tar del Sir (Quela hecho el depdsito que mares fey 1723 ibe de edieisn agente Impress en la Argentina Printed in Argentine Los escépticos griegos Traduccidn: Vicersre Qurrrenos EDITORIAL LOSADA. BUENOS AES LOSADA Sooee Intweduccién Los antecedentes del escepticismo cerla nacer. En fin,lla duda misma no es el escepticisms. De la duda solamente podria deciase que es mas o menos contemporinea del pensamiento humano; en efecto, pa ta un espiritw que reflexiona, el descubrimiento del pri mer error basta para inspicar una ciecta desconfianza de s; y éeuinto tiempo ha sido menester « los esplritus un po Go, stents para entcrasse de que se habian equivocnda EL uso de Ja Lengua autoriza quizs a empleas la pala bora evepticinmo para designer al estado de ua espirita, no solamente que duda, sino que duda de inzento, por rizo- nes generales cientificamente detorminadas, No es és to Gavia su significacion verdadera y definitiva; pes, segiin esto, équé filésofo no seria un escéptico? La filosofia, en tanto se distingue del sentido comin y se éleva por enci- ima de éste, siempre pone en duda algunas ce sus mane- sas de ver, recusa algunas de sus razones de creer; en cier- to sentido, hay escepticismo en toda filosofia, El verdade- 10 eseéptico no es el que duda de intento y rellexiona so bbre su dudas no es siquiera el que no cree en nada ¥ afi ‘ma que nada es verdadero, otra significacién de la palabra ‘que hz dado lugar a muchos equivocos: el verdadero es éptico es el que de intento y por razones generales duda de toro, excepto de los fendmenos, y se contenta con la duds. Pero de estas tres formas de escepticiemo, se admitica sin esfuerzo que la primera precede naturalmente a las owas dot y conduce a ellas, Esa clase de escepticisino, muy impropiamente llamado, que consise en ctidar a sa- biendas de variae cosas, os el antecedente natural de exe escepticismo que niega toda verdad. ¥ el escepticismo que niega toda verdad, en virtud de la disposicién del ex pirity humano a ir siempre de un extremo 4 ot10, como ua péndulo que no encuentra del primer golpe su punto [10 canto 1 La filosofia presocritica Si tuviera que creetse a ciertos escépricos, no seria me aster remontarse demasiado alto para enconirar los ori- genes dal escepticismo; ellos se confundirian con los ork {genes mismos del pensamiento humano. “Algunos escép- teas —dice Didgenes Laercio— consideran a Homero co- ‘mo-el precursor de su teeta, porque, mas que nadie, ex ppresa sobre Jos mismos temas ideas diferentes, sin jams efinir ni afirmar neda expresamente.” Bastaba también, ique se encontrase en los sete sibios mximas tales como. Estas: Nede de mds; 0 Promesa, casa de rsing, para que Se Jes contara entre los antepasados del escepricismo. Pero apenas es necesario sefialar que: tales aserciones, inspira~ das por el dereo, tan Frecueate entre los griegos, de justix ficar todo lo que se afisma por una cita de Homero, repo- fan en un equivoco. La movilidad de espiriu y Ia incon- sisteacia de Jos pensamientos son muy diferentes de la duda; la pradencia y a reserva en las cosas cle orien préc= tico, el temor a los empefios temerarios, tal como la expe encia de la vida es suficiente para inspirarlo, no son to- devia la duda tedrica, tl como la reflexi6n s6lo pcde he- (91 de equilibrio, precede también 2 ese excepticismo que no sabe si algo es verdadero ¥ no afirma nada més alla de los apariencias. ‘Las dos primeras formas del escepticismo pueden, por Jo tanto, considerarse como los gérmenes del verdadero cscepticismo. En la historia aperecen mucho tiempo an- tes de que el escepticismo esté definitivamente constitui- do. Sea cual fuere la confianza ingenua que el pensamien- to avmano tenia en sf mismo, era imposible que desde sus primcros pasos no advirticra algunos de los obsticu- los contra los cuales chocaba y no aprendiera temprano a dlesconfiar de si mismo. Por esto vemos sefiales de escep- tseisme desde los primeros tiempos de Ia filosofia; las hay cn las Gldsafes presocriticos, sobre todo en los sofistas, fun en los socriticas 1. Quiad si poseyésemos informes completos sobre los primeros flésofes de Grecia, encontrariamos en ellos reflexiones sobre los limites y las dificultades de la ciencia andlogas a las que encontrarnos en sus sucesores, ¥ que se fofrecen tan naturalments al espiritu de rodos los que bus- can la verdad, Sin embargo, mientras que los eleatas, He- riclito, Empédacles, Demécrito y Anaxigoras estén ex resamente designados por varios escpticos como los precurzores de su doctrina, no vernos nada semejante 2 ropésito de los antiguos jéaicos y de los pitegéricos. En fea 6poca, come lo ha mostrado Eduard Zeller! el esplrie tw humano se aplica dizectaraente al estudio de lo real, sin cospechar la actividad subjetiva que participa en la forma- Cdn de sus ideas: el sujeto y el objeto sélo forman uno; Ia inteligencia no duda ua momento de su poder y de su veracidad. "Muy distinto es ya en la época de los eleatas: hasta pa- rece que se ve aparecer un escepticismo expresamente for. an smulado en el fundador de esta escuela, Jendfanes de Co- lofén. “Jamés ha habido, dice jamér habri un hombre gue conozca con certeza todo Lo que digo de los dioses y del universo. Aun cuando ere hombre encontrara la ver dad acerca de estos tépicos, no estarfa seguro de poseeria: Izopinién reina en todas las cosas.” En otra parte? parece ety consceen Sh Teron advesthis tempo, como pede reve Por u31 dilcaades del dence eg le mime concusin: Los ojory las orejas, dice Heritico, son malos tesigos pata les gue tienen almas bésbares”™ Hericlito fue uno de fos psimeros, i no el primero, en mostrar que la sen sacién Supone un doble factors el movimiento del objeto Yel del eujeto. Parménides recusaba el testimonto de los Jenddos porque nos muesttan la avaltplicidad y cl cazy- Boy Hedin pra aot rpeenan fs ese como oseyendo unided y duracin pata apsrcion ce la escuela de Flea sefala en la historia de ja flosofla gtiega y aun de la filosofla en general una fecha capital Purméatdes y Zenon tuvleron {a gloria de jnuoducir ideas que, una vez propucsias, debian impo- ene, 7 que todos los flécofos ulterires, de comdn euetdo, aceptaron, En lo sucesivo cs un axioma para el nsamiento giiego que el ser en si mismo es eterno, it~ fmovi, sustrako a la generacién y 4 Ie use, 0 amo aids ee ha sepetide tanto, que nada nace de nada y Ger nate pusde parece Lov cause de low Eléetee Re vinieron despa de clos tendieron sinicamente a ex: Dliear eGmo esa unided y esa perisencia del ser pusde Conclave con la diversidad y el cambio, que es imposi= bie poner en duda seriamente Se sabe c6mo Empédocles, por bu teorta de lor cusiro elementos, Leueipo y Demé- Bite, por la de los tomes, Anaxigoras, por lade las ho- meoiietias, todos por la concepcion mecanicist, que ex plica la diversdad de los seres por la yurtaposici6n tem poral de prncipios inmutables, enssyaron revolver el pro- blemna y conciiar a Parménides con Hlericlito, Una consecuencia necesaria de estas vistas sobre el ser, siempre anteriores, en los filésofos de aquella época, a toda tcorla dl conocimiento, era que lor seatidos no nos hacen conocer la verdad. Esos principios inmuta bes «los cuales se lama elementos, dtomos 3 homeo- us) eat ee see pl Sain eh de eel stoner nm came a ene coon il cin Soha feito 7 in ne BEE at etn a zene aie a mele ore ch de ieee cm ne oes cu Eieerimmeenty amar corer bee ee ee BabA yet, ema ek Se eer en cae eee seepale WC Sin wren oe Sole ee aes Soe nee ocr some ane eee ls) las reslidades necesarias para explicarlos. Tl es el conoci= micnto legitime (yvnoin), opucsto al conocimiento ‘oscuro de los sentidas (korn). Ks més o menos lo que Descattes diré posteriormente. Asi, mientras conserva las fermulss citadas aribs, Demécrito puede deci, en el mis- mo momento en que las emplea." que son los étomos y el vacio lo que existe realmente (even). Finalmente, Demécrito no es escéptico en el sentido pleno de ls palabra; no lo et sino parcialmente. Si 2 con- secuencia de esto los nuevos académicos se complacicron fea ver en él un precursor, Sexto Empirico, mucho mejor advertido, despuzs de haber sefialado las analogias, tiene ‘caidado™ de indica: las diferencias que separan a DemS- ito de los pisrénicos. “No basta, dice" muy justamente, para ser escéptico, hablar a veces como un eccéptico; se deja de serlo desde que se pronuncia una afismaciin dos Pero si no hay, propiamente hablando, escépticos an- tes de los tofistas, es necesario reconocer que, de hecho, todas las escuclas ¢ cucaminan hacia el escepticismos his toricamente, todas ellas han concluido ahi. De los eleatas procederd Gorgias: de Heréclito, Protigozas y Cratilo,* el ‘cual llegard a.no osar ya proauneize un juicio. Valver=mos pronto sobre los principales sofistas. Demécrito tuvo fambidn sucesores escépticos: tal fie Mewrodoro de Quio,® sea que haya sido directamente su diseipulo, sea aque haya recibido sus lecciones por intermedio de Neso. No contento con atacar la percepcién sensible, Metrodds, 10 declara que no sabemos nada, ni siquiera sabemos si sabemos algo 0 nada.” Después de Metrodoro de Quio viene Anaxarco de Abdera. Desgraciadamente, poseemos pocos informes s0- bre este perronaje extrano, compafiero de Alejandro, jgualmente pronto a halagar a su sefior y a decicle verda~ (18) combinacién de elementos que las explics. Todos po- dhian repetir la méxima de Parménides: "No se piensa lo ‘que noe ‘A Deméesto, sobre todo, se le ha considerado a me- udo como un eseéptico o como un sofists** El hecho ex gue en élse encuentran muchas frmulas escépticas. No hhablamos dela mixima ou wGNQo», porque resalsa muy claramente de un texto de Sexto Empitico” que aquel le daba un sentido muy diferente del de Pirrén. Pero ponia en dud [a verdad d= tod Lo que los sentido nos iscen conocer. En la obia intituleda Kparrwvripia,* cunque hnubiese prometido mostrar que los sentidos merecen con: fiaznza, les condenabz. “No conocemos la zealidad, deci, sino solamente To que se offece 2 nosotres segs la mane. za como se afecta nuestro cueypo, sein la natureleze de To gue entra en nuestros érgands y sale de ellos." ¥ habla repetide#” muchas veces que no compreademos jamés la verdadera naturaleza de las coses Sin embargo, esas fSrmulas se coacilian muy mal con todo lo que sabemos del testo de su filosofa.¥ atoms ro no es nada si no e¢ una explicacion dogmética del tiverso. Asf lo comprendieron los epiciveos, que est vieron en abierta oposicién con los ezeépticos a lo com: piendié Demécrit® mismo, ‘Afortunsdamente, poscemos un docunenio™ que permite explicar la contradiceién aparente entre las fr rmulas de Demeento y su doctrina. Cuando es escéptica, Io es tnicamente con respecto 4 los datos sensibles Pe. 10 hy, segin é, otx0 modo de eonecimients mucho mis verdadero es a a26n 0, masbien, el razonamiento, A de- sir verdad, no parece haber ereido que la razén cf sufi- Cente por sf sola para aleanzar la verdad mde bien se ce- paraba de los eleaias en este punto.” Pero aplieindose a los dacos sensible el rzonarniento:nos permite conocer 17) des desogradablessbandonado «toda las voluptuoida- des capa, su tues To pba, de soporer lor mt ‘quale tomentor con prodigoto valoc* Pero sabemot tcl que pens tla exit de Dendcrt, foe diac pul de Metodoro ode su disspulo Disgene’y que fe Bieramente ecepico?” compar la cotss con is ree seaaclouel que te eu co ur tae o con lar img fue fecuentan el suefo y Is logue. Ahors bien ese Anaxtreo fue el companerey amigo de Pia, enya aie Jona cogiay adie: Aut de nas hay un vince de flacién hrc entre In eeuaa de Dembero lao fhe erp Légicumante, el tinsito del dogmatiomo mecanicieta y mathiaioe al eserpicimo se crpien tn crue. Complotaments ceuptdes en ss invesugacionas fics, Ton primero Flésofeerecomaceron pronto isufcen? Gh de lh expesineia male; perm nr conflence ingen Sra azon no na sido conmovide, Sinembarps, ler fidad de refund « lor cuales legaron debe nspiet tsconfanee ss succor los plazas penctonees, fo debian tna tn Comprender que pueden dugare nt a tain sina argumenton andlogora los que han Serunado le confanza ptmerumente otegadaaatdatos ar lor sentdon Lor peneros Hono sedetevieton 2 tried del camino, lo sofitas iin mas adelante IL. No hemos de hacer aqui la historia de la sofistica, ni buscar las causas que favorecieron su zparicign en Ate- znas; nuestra tarea ¢3 inicamente sefalar les relaciones {que existen entre los sofistas los escépticos cle a escue- la pirrénica, y cémo los primeros abricron la ruta a los se- gundes. Los falsos sabios que se designan bajo el nombre de sofistas fueron muy numerosos; los unico: de que hemos us) de oenpamos son Protégorss y Gorgias. Los dems, en efecto, mientras hublaban y obraban como si no hubiera ‘verdad, asi no parecen habersesplicado + determina lat sazones tebrieas de su duda_ Su esceptcismo es sobre tor do practico; piensan en expiotaro mis bien que en expli carlo. Todos los sofistas, pero en especial los del seguodo period, fteron principalmente proterores de retérica, de politica, de no importa cusl ota cencia 0, més bien, de zo importa cudl arte; habrian ereido perder sa tempo Y su esfuerzo si se bubiesen detenido a demostar que nada es verdadero, Esta aserein es pronto tomnada por los co- smo un axioma que no se discute ya. No se detienen en los peincipios; conren asus aplicaciones. Sia daléciee Gene asus ojos lan gran importancia, es Gnicamente a causa de los servicios que puede proporeionar en la trbuna yen el teibunal; silos dseipulos se esttechan alrededor de ellos, fs porque esperan, gracias a sus lecciones, converte en abogados sutiles Libiles,capaces de deslumbrat ass ‘oyentes, perder a sus adverscrice y nat las peores causes. Confuodir a un interlocutor; arvjacle razones, buenas 0 rmalas, que Je atucen le ieren la boca en el momento en que deberia hablar; desconcercarse por Io imprevisto de las respuestas 0 por la extraneza de lar cucstiones; abi set contra dl de una palabra infeliz y ponerle en rdiculo. ppor todos los medior: he agus toda fu ambicion. Por exo Ia dialdetia de los sofisas ¢s silo una rutina, que no se ensea por principios, sino cuyos cofiemas mas sraales som aprendifos de memoria: ex, poco miso menos, ‘in a ingenioss comparacién de Aritételes,'| como si ck zguien prometiera ensefiar el medio de evita el dolar de Dies, después no encefare ni hacer zapatos, i siquiera procurarse unos buenos, sino que se contentara con dat ‘na gen canidad de tos ls Formate oh ceo (29) somos afeetados 0 ettamor organizados. Protigoras, vale Ja pena sefialatlo, se coloca siempre en un punto de vista objetivo: Ia r2z6n de lo que pensamos esti Fuera de nosc- tnos. Lo que existe en fa realidac® se encuentra en un per petuo movimiento entre esos movimientor incesantes, Js unos, al encontrarse con los sentidos, provocan una sensacién; loz otros no la provocan; pero al mismo ins- ‘ante, diversas personas pueden percibir, a proptxiro de Jun mismo objeto, diversas sensaciones: el mismo objeto puede aparecer como un hombre © como un muro 0 co ‘mo una galera. “En estado normal se perciben las cosas que deben aparecer en estado normal; en ef caso contrae Fo, se perciben otras cosas.” De abi la diferencia de sen- saciones segiin la edad, el sueho, la vigil la locura. éCS- ‘mo hacer, entonces, una distincién entte las sensaciones, declarar a unas verdacleras, a las otras, falsas? Todas ells son iguslmente verdaderas, siendo todas noturales, te- nitendo todas sus causas fuera de nosotras. Por lo tanto, todo es verdadero. En estas dos argumentaciones puede decirse que se encuentran en germen todas las tesis que el pirronismo desarrollard més tarde. La teorla de Protigoras le habia si cdo sugerida por el sistema de Hericlitos pero; para justisi- carla, habla recurrido a los ertores de los sentidos, a las contradicciones de las opiniones humanas: Enesidemo no hard otra cosa cuando enuumeratd sus diez teopos, y to- dos loz eseépticos proceden de igual modo. Es el método de laescuela de Flea el que aplica Gor sat: vuelve [a dialéctica de Parménides y de Zenéa con- fe sus propias tess. Aqui todavia su ejemplo serd imite- do. Entre la eritica de la idee del ser, tal como la he aco- metido el sofista, y [a erftica de la nocidn d= causa, ta co ‘mo la haré Enesidemo, el parentesco es evidente. Los hé- bitos y la direccién de espiritu de los nuevos escépticos. [221 La tesis general de que hay que dudar de todo, aun- aque destruya toda la filosofa es ain omay Glosbfica para tllos y esth muy por encima Ge su aleance. Por poca esti- rmacion que se quiera tener por los pirténicos, ellos son incomparablemente supenores la mayor perte de lor 20- Fis; los escepticos son fil6sofos: los sfisas som charia- tones. Seria rendir mucho honor & las argucies de ua Ea ridemo ode un Dionisodoro suponertes un parentezco caalquieza con los engumentos de un Carnéades 0 de un Snesiderno. [Etos caracteres son, en diferentes grados, los de todos los sofistas; en vano Grote® ha intentado defenderlos: et alegato es sélo ingenioso y su caus esti perdida. Sin embargo, sera muy injusto eonfundisa les fandadores de Is sofitica con los juglares que Patéa nos presenta en el Eutidono, Protigor2s y Gorgias son, es certo, los Fandado- res de la eitica:ésta procece de ellos en Linea recta pe- 10 en este camino spieron detenerse 1. Hempo! tenen sin una ceriedad de pensamiento, una dreecién de cor dlucra, un euidado de légiea que los colees muy por enc sma de sus indigaos sucasores. En Platén, ue n0 es sonpe- choso, Socrates no habla jamds de ellos sin consideracio- rcs: hesta ocurre que le envia discipalos « Protégores. Sé Io ellos, entre los sofsts, son todavia fl6sofOs ‘Se sabe que, por vies diferentes y com ayuda de forme las en sparionela opuertas, Protigorss y Gorgiss legan 2 tuna conclusién iddntica: “El hombre, dice Pocigora, 3 | mec de todas ls coms’, pues slo lat sensacionet le hacen conocer le que es; ahora bien la sensacién, cue 1 suits, como ya lo habla mosuado Herielito, del encuen- tuo del movimiento del objeto con el de los sentidos, ci ssencialmente telativa: no nos hace conocer lar cosa: ta les come soa, sino tales como se ros aparecen, Ia max rnera como se nos aparecen depende de la manera como (21) son de tal modo semejantes Los de Gorgias, que cuando Sexio™ resume una parte del watado Dee naturale o del NoSer agrega de si mismo y ess sn advertisto azgumen- tos y aclaraciones que se tnen muy bien con el resto de Ja exposicién y forman un cuerpo con ella: s6lo por un esfuetzo de atencion y comparando el texto con eldel De ‘Moki, falzomente stribuido 4 Arstételes, se los puede dstinguir” Sise descendiera al detille, muchas otras analogies 62 presentarlan. Protigors ataca ya la astronoma:* escribe {obre mtemétiar, probablemente pare poneren duda sa certeza Gentifica los escéotieos se impondran més tarde J misma tare, ampliindola y extendiéndole a todas las ciencizs (tye Ua fuerta). De igual mode, por una cconsecuencia disecta de si célebre maxima, Protigora> declara que, sobre cualquier asunto, pueden oponerse dios aserciones contranias:* es ésta Ia primera forme de ‘sa itor de los escépticos, en la cual, oponiendo so- bre cada cuestion dos fess contrarias que e equilibran, se declacan’ en la imposibilidad de pronunciarse. Las nuevos ecadémicos ce sjercitarin en alegar por todas par- tes cl pro y el contra, Si hay escepricisma en la eristica de los sofistas, se verd més Iejos que hey también eristi- ca en el escepticismo, En las cuestiones de moral, Protigoras y Gorgiss per- manecen atin apegados 2 las antiguas eadiciones. Otros sofistas, a eemplo de Hipies, oponen el dezecho natural 21 derecho etcrito, fandado tnicamente sobre la costum- bre: esl tesis que retomarin mis tarde Parén y Carne des. Y ellos preparan tambien of camino a Camesdes cuands, para etacar la seliién popular, insisten sobre la dliversdad de ls religione y, con Prodico, explican que Jos primeros hombres han divinizado todo lo que les era ul 23) Sin embargo, al lado de las anclogias hay diferencias esenciales: Ia sofistica se parece al escepticismo como el Losqujo a la obra acabade, come Ia figura del nifo 2 Ia del hombre hecho. En primer lugar, como lo indica Sex- to Empirico,® que ha tenido el cuidado de seialar algu- tas de erar diferenciss, la soflstica es conducida 2 una conclusién dogmatica gue recusa el pirronismo; éste no Gice que todo ex verdadero ni quie nada es verdadero: de- clara que no sabe nada de ello. En el fondo, no hay qui- 24 gran diferencia: a lo menos la posicién tomada por el cacepticismo e mis ficil de defender y esti mas habil- mente clegida. Ademés, lar negaciones de Protigoras re poran sobre una base dogmética: declara que fuera de no- sotros todo esta siempre en movimiento y que a la diver~ sidad de movimientos corzesponde la diversidad de sen- saciones: dos puntos sobre los cuales Sexto no puede en tenderse con él. La sofistiea no se ha encerrado atin com- pletamente en ia conciencia: el reino del puro subjetivi ‘mo no ha llegado todavia. ‘Ademis de estas diferencias, indicadas por Sexto, pue- den sefialarse otras, no menos importantes. Primersmen- te, los argumentos de los sofistas son presentados sin o- den y sin ninguna preocupacién de método. Se veri, por fl contraria, con cudnto arte consumaclo los nuevos aca fone bays CI Ce, Al {Dy 7s; Tsog, 5 Seer, Vik 5 Daeg. 58: Hl, Vr. ne 10; Clem, St, 1V, 46; Valera, da 3: Pn Pe, i, Daa 1 Digg. 63 © Sept i, 200, 188. (2 Hi dele Gree tad Sedo t XU p. 178 i, Pets, Lactoe, 860. © Vease Zien op sts th 5251 M Bide p35 Lo due Sex (P, 1218) laa, cou una palaba desconoct, cn d= portant © Sexe) P1218. ome 1 Vélne Zl, os itp. 902, note 3. 8 Aa, dit i 2 998 3 Digg! De 85. Zala, op. ay 5 5 Digs ESL > THe ae 129) Cavtravo Th Sécrates y los socriticos 1. Socrates ha sido cl adversatio cacarnizado de los sofistas; durante mucho tiempo se ha creido que no ha- ba nada de comin entre ellos y él y que era su opuesto fen todas las cosas. Ciertos historiadores moderos han cambiado todo eso: Hegel! encuentra que Sécrates se ase- maja 2 los sofictar; Grote estima que los principales sofistas se parceen a Sécrates; en fin de cuentas, Sdcrates seria sdlo al mds ilustre de los sofistas, Séerates, dice He- gel, no ha salido de repente de la tierra como un bongo: ext en perfecta continuidad con eu tiempa, Come los sofistas, renuncia 2 exclicar el mundo; se coloca en el Punto de vista subjetivo. Si, dice Grote, en medio de Ia geerra del Peloponeso se hubiese preguntado a cualquier ateniense: {Cusles son los principales sofistas de vuestea ciudad? hubiera nombrado con seguridad a Sécrates en~ tre los primeroz Sin entrar aqui en una discusién que nos apastaria de- masiado de nuestro tema, debemos senalar lo que hay de cxagerado en esas opiniones. Si bay algunas analogias « tre los sofistas y su ilustre contemporineo, las diferencias ou son mucho mis numerosas y mis importantes. Asimilar ‘Sdcrates misma a Provagoras y a Gorgias es ala vez hacer- Je une injutia inmerecida y cometer un grave enor bistS- rico, Sean cuales feren los medios que él emplea y los 70- deos en que se complace su pensamiento, Sécrates sélo hha perseguide un fins encontrar sina verdad absolut, universal, que se imponga a todo espiritu y cuya concien* cia individual no sez la medida de ella. Su filosofia ha si- do may bien llamada la ilosoffa de los concepts, ¥ lla hha definido claramente al decir que Is ciencia es el cona- cimiento de lo general. Scan cuales fucren sus vacilacio- nes y sus reservas, hay puntos sobre os cuales no ha va- riado jamés, 2Dénde se ve que haya dudado de la virtud, de la diferencia de lo justo y de lo injusto, de Ia obliga. cin de hacer el bicn? Jams moralista alguao ba mostra- do una comviceién més profinda, win ardor més sincera y ‘més comunicativo pare predicar la virtud. Si puede repro- chirsele algo, es haber tenido mucha confiznza en la cien- cia, haber identificado la virtud con la eertidumbre abso- uta que se apodera del espirita cuando éste ha llegado 2 reconccer la verdadera naturaleza del bien. ¥ si el pensa- miento de Séerates tuviera algo en comin con el escepti- cismo, écémo comprender que sus més brllantes disespu- los, Platén y Aristéceles, indose en su expirita y continuando su obra, hayan legado a construir los siste- mas mas dogméticos que existieron jamée? Séerates no sélo ha tenido fe en la ciencia, sino que hha descubierco un método excelente, Ete exemen que & cada uno recomienda hacer sobre si mismo, y que tan bien sabia practicar sobre el prdjimo; eze andlisie de lat nociones, ésa prucba por la ironia y la dieléctica a la cual sometfa a sus discfpulos, era verdaderamente un procedi- miento cientifico. Ne es aquél el método experimental, Puesto que el EXcyxo5, ée aplica a objetos exteriores (32) de haber detenido el progreso del expiritu humano y de hhaberlo extreviado “por millares de afios en el déalo del idealismo platénico”# Pero, os evidente que profesaba por Jo que hoy lamamos la ciencia positiva un desdén exce- sivo. Cuando recomienda estudiar aritmética y geometsia sélo en la medida en que son précticamente stiles? em- ples exactamente el mismo lenguaje que tendré mas tarde Sexto Empirico: es, verdaderamente, una especie de es- cepticismo. Tor el método que emplea, Sécrates se distingue aun de los flécofos que le habien precedido y sc aproxime a los sofistas. Desde of instante en que se confinabsa al and lisis de conceptos, la dialéctica era el nico método que fe convenfa. Ahora bien; era necesario una gran atencién para derce cuenta do que los mismos medio: pueden ser ‘cinpleados en vista de fines muy diferentes. Agreguernos que, sea por una imparieecién inberente al espirita gric- £0, sca por las necesidades que le imponta uns lucha co- tidiana con espiritus ejercitados y terntbles, In dialéctica de Sécrates es a menudo sutil y parece eapeiosa, Tadavin hoy, al leer algunos didlogos de Platén, no sucede que nos preguntamos cudl es el sofista? No es sorprendente ‘que algunos contemporineos, como Aristéfanes, s2 he- ‘yan engafiado sobre ella. Aun en este punto, Sécrates de- bia tener imitadores: los fildsofoe de la nueva academia ae autorizan con su nombre y lo reivindiean por uno de los sayos." En fin, aun en las cuestiones en que tenfa las convic- ciones mas decididas, en las euestiones morales, las nece- sidades de la discusisn y el cardcter de su mécocio obliga- ban a Sécrates a tomar una actituc eseéptica. Ea todas las dliscusiones, su primera palabra era que no sabfa nada: st primera preocupacién ra mostrar, ea a adversarios pre- siuntuos0s, sea a discfpulos inexpers, que ignaraba tado; 41 conserva siempre un carseter dialéctico y subjetivo; pero f+ algo andlogo y que procede del mismo espiritu. Grote, ue a pesar de todo sabe hacerle justicia, le compara, ba” jo este aspecco, a Bacon. “Pl Blancos, tal como, Socrates lo aplicaba, dice otra vez con razén el historiador inglés es- taba animado del espiries més verdadero de Ia ciancia po- sitiva y constituia un precursor indispensable que ayuda~ Daa llegar a sta.” “Sderates, agrega, ea lo contraria de un. escéptico: nadie miré jams la vide con una viste més po- sitiva y mas prictiea; nadie re encaming jamds a su fin con una percepcién mis clara de la ruta que recomia; ne die combind jamés como él el entusiagma del misionero con la sutileza, la oxiginalidad, el talento de los recursos Inventivos y Ja comprensién generalizadora del flésofo.” Sin embargo, si Sécrates cs lo contrasio de un escépti co, es necessrio reconacer que hay en su dogratismo par- tes de escepticismo. Cuando sepudia la ciencia de la na ruraleza y declara que tales tépicos exceden el entendi miento humano, que la divinidad los oculta a sus ojos, habla come los sofistas y como los exeépticos de todos los tiempos. Es cierto que da una definicién de la ciencia, y en eto te diferencia de los sofiscar y de las excépticor; pe- 20, no hay que engafiarse en esto, la ciencia de que habla #2 nicamente la cieneia moral los conceptos que cons tituyen su objeto son tinicamente conceptos morales Qué es el bien, lo justo y Io injusto, 1a piedad? He aqui las cucstiones que examina mds a menudo en los Mezo- rables de Jenofonte; ¥, ciertamente Jenofonte, nos repre- senta a Sécrates mis fielmente que Plarén. Como los 50. eta, la prictica le interesa mucho mas que la teoria: to- dda su ambicién, como la de éstos, es formar hombres titi- Ics, buenos ciudadanos; s6lo difiere de ellos por la idea jgue se hace del fin por alcanzar y de los medios més ade- Cuados de lograrlo. No queremes, con A. Lange, acusarle 13) ‘y agregaba que no tenfa nada que ensefarlest De abt Ia Formula tan conocida: “Lo que sé mejor es que no sé na- de" 0 tambien: "Sélo la Divinidad pasee la sabiciurias la Cieacia humana no tiene sino poco valor, ¢ incluso no tie fe ninguno’.” La tiniea supenioridad que osara arribuirse sabre los demés era le de no creer que sabia cuando igno- faba. A Fuerza de hacer de la jgnorancia y de la cuda un clogio inmoderado, ha terminado por ser tomado al pie Ce Ia letra: se han equivocado con respecto a su ironta, y sin saberlo ni quererlo, ese dogmatismo ha favorecido on su nombre y sas ejemplot las empresas ulteriores del cescepticismo. LL. Bate Jos succsores de Séerates, aquellos que se aman los soeriticor menace: sélo a media fueron fieles 2 su maestro; a lo menos, si se acordaron de su ensefienza, no la conservaron sin mezels, y se ve reaparecer en sus doctrinas Ia influcacia de filésofos anteriores y de sofis ta: a del elestismo y de Gorgias, en los megéricos y los cinicos:" la de Herfclito y de Protégoras, en los cirenai- ot. De ahi en esas doctrinas gérmenes de escepticismo (que no tardaron en desarrollarse. Euclides es, ciertamente, un filésafo dogmitico. Con sus maestros eleatas, epite que los sentidos nos engaiian; pero tiene una confianzs absoluez en la razén: cree en 12 Unidad del Ser" inmaterial y cleo, que llama igualmen- te ol Bien o la Razénj admite [a teoria de las ideas. Pero, como los cleatas tambiga, las cxigencias de Ia causa que defendia lo levaron a la dialéetica. No era cosa facil de- fender divectamente y hacer aceptar la teoria segtn la cual 1 Ser verdadero et uno, inmaterial e inmucable; era mas flcil conformar a los que se atienen a las aparicncias sen- sibles y mostratles que su creencia conduce 2 inevitables contradicciones. La misma razén que habia hecho apare: (351 cere] método indirecto de Zendn de Blea después de Pare ménides debfa esta vex atin suscitar Ia eritica después de la dialéctiea, a Eubélides después de Buclides. ‘Fabélides continia o inventa’” los elebret ¢ofiemas sel Engactudo, del Memtroso, del Mone 0 tel Caton, del Cor- mun; estamos en plena sofistica: Eutidemo y Dionisodo- ro no bablaban de otra manera sos sofistas no merecen que te ocupen de ellos, pero debemos hacer una excepcidn con Diedora de Crono, vi goroso dialéctico, segiin el testimonio de Cicerén!" y que tha cjercido una cierta influencia sobre la ercuela eseépti- cea. Sexto le cita a menudo, para burlarse, es cierto, de él 7 de su dialéctica; hasta Ie llama sofista.® Sin embargo, focurre que toma por sa propia ewenta” log argumentos contra Is posblided del movimiento, que Diocoro mis: mo habia tomado a Zenén de Eles. Estilpén reine las doctrinas megéricas y las de la es- ccuela einica.* Sostiene, como lo habia hecho ya Antiste ‘nes, la imposibilided de unir dos téeminos en tn juicio, por ejemplo: el caballo corre, porque ser caballo y correr son dos cosas muy diferentes. Como muchos cinicos, die rige contra Ia religién popular ataques que hacen prever Caméades." El filésofo megarense Alexino® comba- te de igual modo la teoria de Zenén de Citio sobre el al- ma del mundo por un argumento que Carnéades se ha apropiado mds tarde, Piirdn, nacido en Elis, que ha sido disefpulo de Bri- sén, hijo de Estilpén 0 de oo Brisén, fue ciertamente iniciado temprano en esa dialéctica o en esa erfsticas y Bs: SIpén fue el maestro de Timén. Hey, pucs, un vinculo histérico entre la escusla de Mégara y el pirtonismo. Pero les mis tarde, sobre todo, cuando se manifestaron las ana- logias entre las dos escuslas. Las tres esculas salidas de Socrates debian, en su transiormacién, dar nacimiento a 136) maneras de designar una misma cota. Si ne se entienden, ‘es porque, creyendo hablar de un mismo objeto, en real dad hablan de otro, Si se hablara del mismo, se entende- fan; no pueden contradecirse, porque no se dicen nada Aristételes tenia, pues, raz6n de concluir también de cee proposicién que ella leclara todo error le. Pero, ademas de que esta teoria, quiérelo o m0, es una comple ta renunciacién a fa cienciz, se conven en que tales su> filezas confinan en la sofistics; en el Extideno de Platén, a sofista Dionisoxoro tiene exactamente ef mismo Ien- {guaje. Antistencs no ha concluido directamente de aque Ila proposicidn que la ciencia es imposible; pera sus suce- sores irin més lejos: todas las ciencias (éyxtiehier sadr\uaTa) scrin para ellos, asf como para los eseépti- cos, como si no existier ‘Aristipo y Tos cirenaicos estén de acuerda can los cf nicos para disminuic el papel de la cienciay pero sus 1220 nes son diferentes. Tenemos, dicen, sensaciones; pero no sabemos nada de las cosas que lae producen. Lo dulce y To amargo, el fio y el calor, lo blanco y Io negro son es- tados de nuestra conciencia (né9n); pero no podemos deci ni que la mict es dulce, Ia hierba suave, amarga; ni {que el hielo es frio y el vino generoso ni que el aire de la noche es oscuro! Como en tina chuciad sitiada, estamos aislados de las cosas exteriores: s6la nos conocemot @ 20° sotros misinos. Ni siquiera podemos decir que todos s0- mos afectados de la misma manera, en las mismas cir ‘aunstancias; en efecto si dos hombres dicen que ven el color blanco © el negro, équiéa puede ascgurar que ellos sienten sensaciones icéntieas? Cada uno de ellot no co- ‘oce sino Ia cuya. Hay, por otra parte, grandes diferencias entte los hombres y los animales: alguags de ellos no gus- tan de la miel; otros se alimentan de hierba suave; a veces el frlo quema y el vino enfria; el sol ciega y hay sores que (381 las es grandes eseueles postasistotélicas: los cinicos son og precursores de os estoicos; los cirenaicos, de los ep izes; los megiricos, de los escépticos. ‘Con Anaistenes y las cinicos vemos aparecer una dis- posicién completamente nueva a subordinar Ja ciencia a a moral. Hasta una ceorfa de Antistenes, manifiestamen= te inspizada por los recuerdos de la ensefianza de Gorgias, conducis directamente 2 la destruccién de coda ciencis, Scan él, no puede unirss en un juicio un sujeto y un ate buro; en efecto, el concepto del uno difiere del concepto del ott, y de dos cosas cuyos conceptos difieren, no po- dela decirse que la una es la otra. Es siempre esa rigurosa aplicacién del prisicipio de contradicci6n cuyo abuso en Farménides hemos ya sefialado. Por ejemplo, decir: af hombre es bueno es decir que el hombre es otra cosa que al mismo. En otros eérminos, coda definieién es impos ble, Se ha dicho todo lo que puede saberse cuando se ha designado una cosa, cuando se la ha nombrado; son los sexes individusles lo que realmente existe: los conceptos no son sino manera de pensar y no corresponden 2 nada zal. Yo veo los hombres, desis Antistenes:” yo no veo la humanidad. Este nominalismo es exactamente lo contra: io dela doctrina de Sécrates y de Platéa. Esta clase de aromismo légico llevaba a Antistenes a proposiciones inquictantes, como ésta, que recuerda las formulas sofiticas: es imposible que dos personas se con- tradigen* ‘Sin embargo, Antistenes no es etcéptico, Eseribié un_ libro sobre la distincién entre Ja opinién y la ciencia:® juzga incluso que la ciencia es necesacia para preparar la ‘moral. La fecmula que acabemos de citar no tiene para él tuna significecion excéptica Si dor persona: no pueden contzadecirse, es porque en su teorie nominalista, siendo designado cada ser por un nombre individual, no hay dos (37) ven con claridad durante la noche, Si descamos cyitar el terror, no hay que hablar sino de nuestros estados de cor Gencia. No digamos que las coses existen, sino que parc. ‘cen. ¥ porque nuestra ciencia se reduce a conocer lo que ‘ocuire en nosotros, _l placer ¢s el dinico bien. ‘Al expresarse ati, los clrenaicos vuelven 31 punto de vista puramente subjetivo de Protigoras; 0, més bien, tllos lo exceden. En efecto, Procigoras, Jo hemos visto, explicaba el carécter selativo de la sensaci6n por el dogina hrerscliteano del flujo perperuo de las cosas; objetivaba huestses sensaciones cuando afismaba que todo lo que es representado existe realmente, que todo es verdadero. Los Gtenaicos se eximen de toda afismacién metallica; se tienen al puro fenamenismo; por abi estin mas cerca del escepticismo. Tan proximos estin a éste, que Sexto se ha erefdo obligado a sefialar las diferencias que separan las dos doctrinas.» Los cirenaicos, dice, afirman que los objetos ‘exteriores no pueden ser percibidos; el eseéptico no be nada de ello. La diferencia, es evidente, se reduce a POSpero Ioe cirenaicot se limitaban 2 indicar esta teorfa sin insists mucho en ellas no ¢5 para ellos sino un medio de justificar su doctrina capital, la que pretende que el plover es el nico bien: éste no es ain el verdadero escep- ficismo. ILL, Seria ridiculo buscar huellas de excepticismo en Platdn’y Aristételes. €Qué afinidad puede haber entre los cxeépticos y estos grandes Flésofos que, en todas sus obras, hablan con una confianza tan orgullosa de las €o- 28 en si del ser en tanto que ser, del bien absoluto e in- mutable? Jams se les ha ccustide que pudiera vivisse ex la duda y contentasse con ella; y se habrian rorprencigo 139) ‘mucho si se hubieran expresado ante ellos las femulas del pitronismo, La tinica forma de ercepticiona que ha- yyan conocido es, no la que duda de todo, sino la que nic- {ga toro, es decir, un dogmatismo invertido. Se sabe de ‘qué manera la han tratado. Basta recordar aqul la vigoro- sa refutaciOn de Protégoras en el Tero, la de Ia teorta del placer en el Filebos el Gorgias y el Sofiia terminan por mostrarnos con la mayor claridad lo que Platén penssba de los sofistas y cuinto caso hacla de sus argucias. Ea cuanto a Aristételes, si se ha tomzdo al trabajo, en sus Ree faacioncse los sofistas, de resolver aleunas de les dificulta- des suscitadas por ellos, es todo lo mis cuando, en las r= vistas generales de los flsofes anteriores por las cuales gusta comenzar sus grandes obras, se digna mencionar a ‘yeees las tesis de los mis célebres sofistas: Bl xe contenta con formular claramente, con establecer magistralmente el principio de contradiccién; no hace a Protégoras y a Gorgias ol honor de diseutirles como a un Parménidet 0 aun Pitégoras. EA que se debe, pues, que toda una rama de Ia eseus- Ja escéptica, la nueve academi, no haya dejada de hacer se pasar como guardiana fiel de las tradiciones platéni- cas? Y ha encontrado crédito en la Antigiiedads pues Ci- cerdn parece tomar en serio esta pretensign y Sexto Em Pirico diserta doctamente sobre la cuestién de saber si Platén es dogmético o escéptico.™ Esto et un error, indu- dablemente; pero hombres que no estaban ni privados de inteligencia ni de mala fe no han podido enganarze sin que haya por lo mencs una apariencia que expligue su equivocscién. 2Qué hay, pues, en la filosofia de Pla tn que pueda scrvir de pretexto a una interprctacién es céprica? Ya hemos indicado las razones que obligaron a Shera" tes, rodeaco de adversarios tan habiles, a no hablar sino (40) dada 0, como él decfa, de una hipStesis, se deducen todas las consecuencias, positivas o negativas, que estin conte- nidas all, se buscan las que armonizan con ella o la con- teadicen, se examinan, en wna palabra, bajo todos aus a: pectos; cenemos un ejemplo notable de este método en el Parmérides* De abi la costumbre que se habia perpetua- do en la escuela de examinar en cada tema todas las alter- nativas posibles y de pesar ora el pro, ora el contra. Con el tiempo, se olvids el fin, para no conservar sino el me- dio; el eepiritu pasé y la letra permaneci6. Algunas inteli xgencias menos elevadlas que Ta ce Platén padieron creer de buena fe que aplicaban su método, cuendo habian cconservado slo la forma exterior y el procedimiento téc- rico y cuando, a decir verdad, baefan todo lo contrario. Es una decadencia progresiva, anéloga a la que Plat6ri mismo he deccrito tan finamente, cuando muestra, en el libro VITT de ls Repittica, como de Ia forma més perfecta de gobierno nacen poco a poco, por degradaciones casi insensibles las formas inferiores. IV. $i Aristételes ha sido inchuido entre los maestios cuyos nombres seivindicaban los exeépticos de la aueva ‘Academia, aunque Tle nombran poco e insisten menos en hhacer de él uno de los suyos, e8 porque él atribula tam- bign gran importancia a lt dialéetica, En le teorta de lait duccida, el gran filésof habia encontrado e) problema, {que preocupa a todos las modemos; éedmo pasar de ale unos casos observados a la ley que rige todos los casos ‘Semiejantes? €e6mo, sia hacer una enumeracién complera, manifiestamente imposible, afirmar de todos los seies de tun mismo género lo que sélo se ha constarado de algue nos? Es por medio de la dialéctica como habia ensayado Tlenar el intervalo, Dados los easas abservacar, las ereen- cas gencralmente adoptadas, los proverbios, sobre todo 142) con prudencia, a no afirmar nacla sino con euidado y ba: iendo tode clase de reservas. Platén toma, naturalmente, las mismas precauciones, sobre todo cuando hace hablar 1 Sécrates. De abi que en sus dilogos haya numerosos ppasajes en que parece vacilar, en. que se sirve de frmulas ubitativas: “Afirmar —dice,® después de haber expucsto tl mito del Feddn—, que las cosas son tales como las he escrito no convendria a un hombre sensato”. “En sus obras, declara 2 su vez Cicerén,% Platén no afirma nada: discute el pro ¥ el con:re, vacila en todas las cuestiones, no dice nada que sea incudable.~ Pero, visiblemente, Ci ccerdu cxagera. En el pasaje que acabamos de citar, latén bce las reservzs que todo hombre razonable debe hacer y puede hacer sin conceder nada al escepticismo. {Es du- at de la veread decir: e6lo Dios puede conocer Ia verdad completamente; 0 aun: durante su vida mortal el alma rho puede tener Ia intuiciéa pura de la verdad,” y, final- menite, que ea no puede ser entrevista sino en raras oca- siones y con mucho esfusrzo®” Si esto es escepticismo, tados los flésofos son eseépticos. Pero aquél no era ye necesario a hombres apzsionados, que buscaban. por (0- as partes autoridades y deseaban tener antepasados a to- a costa. Abusaban del derecho que se atribufan de con- tentarsc eat todas las cosas de las apariencias. Sin embargo, una razén tan débily un preteto tan miserable! no bastan pata hacemos comprender que le nueva Academia haya podido hacerse pasar por [a hered=- rr legitima de Plata: cs nccesario que haya entze ella y él tun vinculo real de parentesco. Bre parentesco es, por otra parte, muy ilegftimo. Con una intencién completamente dogmitiea, a fin de ejercitar el espisitu, de habituarle a moverse con facili dad en la regién abstracta de las ideas, Platén habla reco- mendado discusiones dialécticas cn las cuales, de una idea 1411 Jas opiniones de los hombres ms instuidos, es necssaio, nce de fonnvlar na ley general someter cxos hochos initia, examinar daléeeamente lo que de ellos puede dirs en pro'y en conta, pasar revs « Is difculades yy ensayar resolves: De ah expresiones® andlogas alas {ue los scépticos debian empleac ws tarde; hay que du Ef antes de saber es duda merlica de Descartes. Nt da mds rezocable y mfs conforme con el verdadero esi Stu doginitico, scan ctales Feren las Feserras qe, Pot bur parte, puedan hacerse con sespecto ean manera de Gomprende a incucei6n. Pero, aqui de eevo,babfa tna Spatcncia de escepticismo; eva aperiencia bastaba a los Spletus poco exgentes Ten resumen, si se toma Ia palabra erpticino en ou sentido preciso e histrica, no ba habido exceptcino ates de Pinén: cl puronismo es zealments una teori eriginal, una concepci6n nueva introducida en la floso- fa Seven sso os Gaon antes alguns de fos argumentor de que te cervicin Tos escepticns; se des- Cubren en aquellos [os lincarmientos de 8 doctrine. Pero, Semis de que estos agumentos re encuentran en ellos Sélo en estado de bosqucio, no esti ain agrupados ba jo una ides comin y sstematizados en vista dena mis- tha conclusion. La sofisen misma est muy alejeda dl ‘verdadero escepticismo, Pero razones andiogné a ax que Tabfan dado nacimicnto a la soflsica: Ia diversidad de doe sutemag us lagunas 0 st contradleciones Intmas tambien, s'se Genen en cuenta cicunstancias excriores ln muerte de Alejandro y el trstorno que la cada de se perio leva al mundo grcgo, van a lvorcee la apasi cién del pnronisme. 143) Notas 5 Gechive de Pils, Up. <2 (Wika XIV; Ben, Dunder, 1833) 2 He dele Ge a Sad t 0p 173 yi Pas Lense 1846) 2 Ensue ie it 198 be eb) Ve soe cl verdana sonia del loo de Sete aco 0 catudio de Bm. Boatous, Shue feta de ia ara (Sate Eangucde Acad dere moles ples 160), Pop cia pA 9 Jovem roe, I, 14 IN 6 Arte, Met 7 Greamos ve Fouls, n'a ites, por sum pare tan atable, La lenplr cde Secrag yl Dar Dale 187) ln naga ‘ctr measice de otf de Sdaser El soe ton conoeto del Fn D&A, sobre el cul rpem ers todo inkrpreacion shai eremente ‘Sttenct dl punto devi de Sterns, apse a apa ol unde por {bores com l dear Rdsofor antares Sepucstar sexi homore fare mundo; pro sou ao imptea ue Siturms de ctf Lenin sine fade qu te ups Seatac y Caps Imes recone more CE Fue Hoots, op et Por atm par, quedo por saber en ee pe Pc ‘meeps, non propio pensamine, tne al esa mn, yew my a de meteor wad Pomme 1p 80. ais 187 2 Jenene, man VM Glee, Wezi,4 1M Pia, 150, Cs Atte 4D. A: Ais, Soph wh, DH Glew dette F118 Pla Aol S721. 3 Bit > = Aneixenes abt sit disciple Gorgas Dido, We Ach. V 220% fn cuanto a Baclides, no sdtemes come fue lao eh is docs de le ‘Sete de Her poo es dudoso quel haya ened. Cesta (Ae 5,129) ince singurs dispose la ual lea y be Meas ‘aylamade mds aye ha escula de Bly Snabenceseele de Eizee cr (b Maen vib cube otis dae cad CL Atos ag Pre en 07 loc Wale, Hite del de Mgret des lke tlie Tae Wal (Gecinb de Lag tome 1,2, 38 Lega, Hel 1881) a lewyea on ofion um rigcn mega. 2c pd Up. 232,343") se incine de biea ponser gee yu Ls softs habla vende deel Tard expone deslodemente fies case asomiet be zee (44) Bin as x 85,9. rtha B Bae mot tn eye B Mats de Cte 22123, 2 Regal aronamlet, sen Seno A 1K 100s E pts ale ne agocel grec et pcm cl eerie, te el gue no er rman. de a Eid com rapes ee. No ay tas mcr quel fend: por ot Signo es poem» tamaece, Bc, Son B31, Ae A V2 Sinn, eee ra 63, 23 tat ae 19958 dora 2 Bio. VE 2 Bigs VE 1, 3st, 33, 14 3 Pla de Cae CE Ge eT ary 12; vn, 205 SA ug patediss Dep koe $i pis Bu Teper wie, v6 hol npomevemeion ng va bev PL 2s. 1 ‘Ripile, Vi, 506, EVI, 51,35 Fd 248, A. 10 Sic abe dele plas prose encontrar ea até algo de a maner delov vteticon pou ba dche (Rep, 179, Cor ae coat Sige dn ote upon ore ovberepe TRS, CCE Rae 10, Dy Monin 8, E- © Tips ol Bina By i 8, Veo sobre eta tere, als opp. 28,3 ee 9" Ba tt "En B cy sropijom Bouhoutons pstpyou 7 Be nopige welts: f yap tarepor eimopia Nlaiy "Oe mparepe Bropouudves tor CE Bera Mie, VILL [a5 Libro El antiguo escepticismo cepticismo, Se debe, pues, comenzar el nuevo escepticise mo, no can Enesidemo, sino con el autor de los cinco tropes, el cual sebemos que es Agtipa. ‘Sin embargo, en favor de la divisién ordinariamente adoptada se pueden invocar muchas buenas razones. Priv ‘mersmente, fegiin wn testimonia formal, el de Aretocles,’ Enesidemo renové el escepticismo que habia suftido un eclipse durante un tiempo bastante largo. Ademds, si ce considera el contenido mismo de las doctrinas, es impo- sible no reconocer una gran diferencia entre Enesidemo y sus antecesores. En Pinsdn y Timon se encueatan quiz ‘ya (es un punto controvertido) los diez twopos; sin embar- 40, no parecen haberlos clasificado y enumerado met6di- ‘camente, Pero, sobre todo, no encontramos en ellos nada semejante a la critica de la idea de causa y de la demostra- cién que ha intentado Enesidemo. Flay ahi, si no nos equivocamos, un elemento completamente nuevo, de una importancia capital, y que ha ¢jercido una gran in- Aluencia sobre el desacrollo ulterior del escepticistno. Los sucesores ce Fnesidemo, entre ello: Sexto, reproducen las razones de Enesidemo; y a pesar de que tracn nuevos at~ gumentos, es ficil ver que Ie toman su método y aplican los mismos procedimientos de discusidn a otras nociones que Enesidemo no habia pensado quiza discatir. Haas! nos parcee muy injusto coa Enesidemo cuando le reluisa toda originalidad; declara que es un filésofo mediocre y sin genio; que no ha tenido discipalos y no ha hecho épo- ‘ca.en la historia del escepticitmo. La manera como los il timos escépticos hablan de él; el hecho de que le pongan fen el mismo rango que Pirrén y Timén testificen que no cian en él un hombre ordinario. Pero, sobre todo, el es- tudio de sus argumentes tan vigorosos y tan profundos, animados de un espliitu cientifico tan raro en la Antigiie: ad, nos muestran en él un fil6sofo de primer orden. [50] Canttue t Divisién de la historia del escepticismo Los historiadores dividen de ordinario la historia del cexeepticizmo en dos partes: distinguen el antiguo escepti- cismo y ef nuevo; entre los dos se coloca, naturalmente la ‘Academia nueva. Entre lo: antiguos escépticos, Pirrén y ‘Timén son los sinicos sobre los cualcs tenemos informes precisos; el nuevo escepticismo comienza con Eneside: m0; Agtipa y Sexto Empirico son sus principales repre- Esta divisidn tiene un gran defecto: estd en desacuer- do con la que indican loz escépticos mismos. Un texto de Sexto distinguc bien los antiguos y los nuevos escépticos pero Enesidemo esti colocado entre los antiguos. “Los antiguos escépticos, dice Sexto,' nos han transmnitido diez twopos que terminan en la suspension del juicio.” Ahore bien: en otro pasale, os diez tropos son formalmente ati bbuidos a Enesideme.? Haas,’ el primero en sefalar esta di ficultad, hace notar, ademés, que en todas partes en que Sexto cita a Enesidemo, le pone en compania de Pirrén y de Tumdn.! Diégenes' y Anstocles' cian también a Ene- sidemo al mismo tiempo que a lor dos fundadores del 149) Encontramos muchas més analogias entre Enesidemo y los tiltimos escépticos que entre el mismo filosofo y los primeros. Si fuera necesario conservar a toda costa Ia dis- fincién entre los antiguos y los nuevos escépticos, a pesar del testimonio de Sexto y de los argumentos recordacos arriba, no vacilariamos en adherimas a la opinién comtin que-ve en Enesidamo al primero de los nuevos eseépticos. Pero Zes necesario conservar esta division? Ella no tie~ ne gran valor hist6rico, y s6lo es indieada dos veces de pa- so por Sexto, que no parece darle mucha importancia. Si cuenta a Enesicemo entre los antiguos escépticos, como ccreemos que hay que concedérselo 2 Haas, es, sin duda, por una razén cronolégica 0 porque ha sido impresiona” do por las diferencias, muy reales por otra parte, que dis tinguen ¢u propia doctrina de la de Enesiemo. Pero cha romada suficientemente en cuenta la diferencia que sepa- raa Enesidemo de Pirron y de Timén? A la distancia en. que se encontraba de esios filésofas, éno era mis fécil = Sexto medila exactamente? Quizi no se preocupé casi de ello. En fin, Pintén no habla escrito nada; es probable que Sexto no conociera « los antiguos escépticos sino por los escritos de Enesidemo; no debia, pucs, hacer distincién centze elloz. Por todas estas razones, creemios que no puede aban- donarse sin inconvenientes la vieja division entre los an- tiguos y los nuevos escépticos, y atenerse a una distincién ‘nueva entre ellos, fondada en los caracteres intrinsecos de las doctrinas. Esta division comprenderfa tres perfodos, Jos cuales corresponden a tres aspectos bien seperados de Ia doctrina esciptica, El primero es el de Pirron y de Timén. Tiene por ca rieter distintiva el desdén por fa dialéctien: hay la preocu- paciéa ante todo de escepar a las cutilezas de los sofistas. ‘Veremos mis adelante que Pirrén y Timén, obsesos con [31] ses diseusiones sn fn, han tomado la decisién de no res. ponder mas a nadie. De ahi las fOrmulas: yo no sé nada 0 no defino nada. Toda si ambicién se limita a encon: tear un medio de vive flies y tranquilos. La moral, 0 si esta palabra es demasiado precisa para designar tna filo- sofia que no admite la dstincid natural entre el bien y el mal, la vida prictica es etencial s aut ojoe. En aso som, axin soctiticos; pexo Séeratesfunclaba la moral en la cien cia; ellos han intentado fundaria en la negacion de [a ciencia o, mis bien, fuera de la ciencia, Podifa designarse este perioro con el nombre de sseticiza moral 0, i este nombre es equivoco, com el de-eepticimo prtco. El segundo periode, separado del primero, sea lo que de €l dijere Hass, por un interval bastante fargo, come prende a Enesidemo 7 sus sucevores inmediatos. Bote pe- rfodo presenta un caricier completamente puesto al del precedente: el escepicisme llega a ser, sobre todo, dialée- tico. Pinrén y Tunén ya habian opuesto Tos seatides a le rarén; pero insistian expecialments en las contradiceiones de as opiniones y del testimonio de ls sentidos. Eneside- mo conserva estos argamentos; clasifica los diez topos, pero se dedica principalmente a mostar dialécticamente In impotencia de la razéa. Prosigue, renovindolo, el mé- todo de los eleatas y se propone poner la 1226n en todas partes en contradiceian consigo misma. Puede designarse ‘te periodo con el noinbre de expiciona daléce Fl tercer periodo presenta atin wa caricter completa: ‘mente nuevo y al cual no nos parece que los historiadores hayan atribuido siempze le necesaria importancia. La eo: «ucla escéptica, que continda aprovechandose de los ta bbsjos de sus antecesores, recusa el textimonio de lor sti dos, se sitve de la daléctia, y hasta abusa de ella, para ‘mostrar Ia immpotencia de la razén. Pero, en el fondo, des- precia le dialéeticas’ por hébito, por una especie de dic Us Notas 2 8, 1,36: Tapa Bovees cuwians map ta Spxciaripos orem ‘rucis Yodan Bi dv Hh brogh varyeatat Bout, Blea Tov Betas, Ted, 1 Bs wecoeapen serrrech Napatistoen panovs vy ons ‘nbvte robots, CEL TT: My VI, 3e8snatinepiatfener tds maple ARagorbinep apétrous Emsves Pla cusiin de saber wos der ops dcben erent tsar 4 Basidemoy ont ectde rie fe, 9, 3 Di Pies poo cevias de ina, Wir, Saber 175, p28. 4 Pot 18,210,221, 138; LL, VU, 36, 30,0 2 Digg 1m ap te, Pp XIN 0, 16 AP. Hus, Pra XN, Sut, 29. Alonowtis i dogo siptgero 0 ibkow Touro. Op aap “Yess parcalemente le te carone capt sabe oe eat ce on tals ea 06) ope end i cee ee (541 letantsmo, para dats el plecer de mostrar a sas adversa Hos que sabe mancjar sus armas y, volvrles contra ellos, resis tantos rszonamientos ses; pero sabe lo que hay je pensar dela dialécce: no se cngahia. El carter pro tho Ge los escepticos de esta épnea es que son al mimo tiempo médicosempiricos conocen o, mis bien, entrever ti metodo de observacion; han aevertido que, conetatan- do series de fendmencs, pucde preverse emplricemente st rayaso: ets es el metodo que desean svbtinra a cine fica. Aqaél no es ls ciencia, si ae quicre: coun ate 0 une qutina, Pero qae, asus jos, es prefeible a [arama ciencis on la eu se han, contentado todos hasta entonees: cb Lina especie de poritiveme. Como los primeros eseept Cos, os filésofor deadefan, aunque de él se seven el rez0- hsniento para yladaléetica pero no es slo a vitsad per som, la fuerza del carter, le indiferencia del sabio lo aque desean rabsituir sla ciencia: et la experiencia y la ob- Sivacion, fot es el periodo del erapticno emp. “Ademis de esi ues periodos, hay que hacer un Ine gar a la Academia nueva: La cucstin, fan discutida ya por los antiguos, de raber sla doctrina de Ia Academia hhneva es la miata qc la de los exeépticos, exd exami nada caando las docrinas hayan vido expuevtas. Las ane logis exteriores son suficientes para que sca imposible Inner lo historia dal escepticizma sin hablar de la nueva ‘Academia. Esta se coloca naturalmente, por el orden de ins fechao, entre el primero y el segundo period del es cxpeiciemna, Dividiremos, pues, el presente estudio en cuatro li bros, y examinarcmos sucesivamente: el escepticiemo peictico (Pintén y Timén), el probebilizmo (Academia neva), el ercepricamo dilécrco CEnesidemo y Aging) y ¢ ecepticiama empirice (Sexto Empirice). 1531 ‘Canindto 1 Los origenes del antiguo escepticismo De todas las escuelas filoséficas de la Antigtedad, la escuela piszOnica es ciertamente equelle euyas doctrinas ‘nos son mejor conocidas. Mis favorecido que sus tivales, cl estoicismo y el epicureismo, por up libro uténtico, ‘obra de uno de sus principales representantes, Sexto Em pirico, el pirronismo be llegado hasta nosotros, y ese libro rho es s6lo un resumen o manual, come los eupia B6Eat ce Epicuro. Platén mismo y Aristételes no han tenido la feliz fortuna de dejar tas sf uns exposicién clara, sistemé= thea y completa de su doctrina. Pero sino hey ningune du- dda sobre lo que han pensado los fil6sofos que dudaban de todo, no ocurre lo mismo con sus personas y sus biogra fas. Ni sobre Pirin, ni sobre Enesidemo, ni sobre Sexto Empirico poseemos informes suficientes. Todos estos fild sofas se han desvanscido en cierto modo detris de so obra: cl olvido profundo en que han caido es como el res- cate del renombre qu= se ha dado a su doctrina. Apenas Ia fisonom(a de uno de ellos, del que ha dado su nombre 2a secta, puede discemirse més menos. Pero los orfge- nes, la historia intima de su pensamiento se nos escapan 155)

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