Está en la página 1de 81

Biografía de un cimarrón 

es una testimonio o novela


testimonio sobre la vida Esteban Montejo (1860 - 1973), un
esclavizado cubano de 108 años que cuenta la historia de su
rebeldía en primera persona y que fue publicada en 1966 por el
renombrado antropólogo cubano Miguel Barnet. Esteban Montejo
"nació en la esclavitud, huyó a las montañas, participó en la
guerra de independencia de Cuba y en la batalla de Cienfuegos
contra los norteamericanos".1 Es considerado como el texto
fundacional del testimonio desde el que se organizaran y se
proyectaran otros testimonios en América Latina a partir de los
años setenta.2La obra obtuvo aclamación crítica al ser publicada y
se difundió en varios países del mundo. Esto hizo que Barnet sea
considerado el máximo exponente de la novela testimonial
hispanoamericana.3
Biografía de un cimarrón empieza con una introducción en donde
el autor explica cómo se dio el encuentro con Esteban Montejo.
Barnet explica que vio una publicación en el periódico sobre
varios ancianos que sobrepasaban los 100 años. Lo que más le
interesó a Barnet fue que uno de los ancianos decía haber sido
cimarrón, es decir, un esclavizado que huyó para ser libre.
Entonces Barnet fue a entrevistarlo. De allí empieza la historia de
Esteban Montejo narrado en la primera persona. La historia
empieza con los primeros recuerdos bajo la primera sección del
libro llamado ‘La Esclavitud’. Montejo explica un poco sobre lo
que sabe sobre sus padres biológicos y sobre sus padrinos que
conoció alrededor de 1890. Luego Montejo cuenta sobre la vida
en los barracones y cómo trabajaba de niño en los ingenios. Esta
parte como todo el libro es bastante etnográfica y descriptiva. Por
ejemplo Montejo describe la vida en los barracones para los
esclavos. Toca con muchos temas como los castigos, diferentes
tipos de trabajos en el ingenio, religiones, nacionalidad de los
esclavos, la brujería, bailes, cómo se divertían los negros en los
barracones. Después viene el capítulo “la vida en el monte”. De
aquí deriva el nombre del título del libro ya que es la vida de
Montejo como esclavo huido, o sea cimarrón. En esta sección se
nota la personalidad de Montejo ya que le gusta estar en la
soledad y apartado de la sociedad. Montejo explica cómo hacía
para sobrevivir, que hacía para comer, como vivía en la cueva, y
del estigma de ser cimarrón según otros esclavos. Luego viene la
segunda sección del libro llamado ‘La Abolición de la
Esclavitud’. Esta es la parte más larga del libro y explica más
sobre la vida en los ingenios. Similar a la primera parte toca en
muchos temas diferentes, por ejemplo relaciones con mujeres,
fiestas y ceremonias de los negros, y se nota la personalidad de
Montejo ya que tiene una opinión fuerte sobre lo que dice.
Finalmente la última sección trata de la guerra de independencia
de Cuba y el involucramiento de Montejo. Montejo describe
cómo era la vida durante la guerra y al final habla sobre la
influencia americana sobre Cuba después de la guerra. Hay una
continuidad narrativa durante el libro donde el lector conoce a
Cuba a través de las descripciones de Montejo sobre diversos
temas. El libro es importante porque da una perspectiva sobre
cómo era la Cuba colonial para los negros. Hay que tener en
cuenta que aunque es narrado en primera persona a través de
Montejo, es Barnet el que escribió el libro.
Creación[editar]
La académica Carmen Ochando Aymerich señala varias obras que
influenciaron a Miguel Barnet para crear una obra de novela-
testimonio. Por ejemplo destaca el relato etnográfico Juan Pérez
Jolote (1948) de Ricardo Pozas, Taso, trabajador de la
caña (1960) de Sidney W. Mintz, y Los hijos de Sánchez (1964)
de Oscar Lewis.2 Además Ochando Aymerich dice que los
antropólogos cubanos Fernando Ortiz y Lydia Cabrera tienen
suma importancia sobre la obra de Barnet.2 En especial
menciona Los negros Esclavos (1916) y Contrapunteo cubano
del tabaco y el azúcar (1940) de Fernando Ortiz, El Monte (1954)
de Lydia Cabrera y el estudio de Manuel Moreno Fraginals El
ingenio: el complejo económico social cubano del azúcar (1964).2
Aparte de estos textos científicos Ochando Aymerich dice
que Barnet también se inspiró en textos literarios. La más
destacada es “la literatura antiesclavista desarrollada a lo largo del
siglo XIX cubano”.2
El mismo Barnet ha dicho mucho sobre su mayor influencia en
crear Biografía de un cimarrón: “me molesta mucho que me
digan que soy un seguidor de Oscar Lewis o de Truman Capote.
Para nada, yo soy un epígono, quizás un poquito más audaz, un
poquito más revolucionario, del gran antropólogo mexicano,
don Ricardo Pozas”.4
Barnet explica que el libro Juan Pérez Jolote de Ricardo
Pozas fue “muy interesante, muy conmovedor. Había leído mucha
literatura alemana, española, rusa, latinoamericana y de pronto
digo ¿Cómo es posible que yo con esa inclinación que tengo hacia
las grandes novelas este librito me haya conmovido tanto? No
entendía. Pero al cabo del tiempo me di cuenta que este librito me
había dado la posibilidad de desarrollar, de alguna manera, una
obra similar en cuba. Ahí fue donde dije ‘voy entrevistar a
Esteban Montejo’”.4
Barnet menciona el apoyo que le dio Ricardo Pozas al darle
aliento a través de cartas desde México y fue el primero en leer el
manuscrito de Biografía de un cimarrón.4
Además mas Barnet habla sobre su encuentro con Esteban
Montejo:
“En el periódico El Mundo, leí una entrevista a mujeres y
hombres centenarios que se habían alfabetizado, una entrevista
periodística banal. Vi en la foto del periódico a Esteban Montejo
y me llamo la atención, así que fui al Hogar del Veterano y me lo
encontré sentado en un taburete con un sombrero de pajilla raído
y se inició el diálogo. Fue difícil porque era una persona muy
herida, con miles y miles de llagas, llagas interiores. Imagínate,
yo con 23 años dialogando con un hombre de 103 años que había
sido esclavo y cimarrón, o sea esclavo fugitivo. Suena una cosa
verdaderamente surrealista. Estábamos haciendo un trabajo sobre
los barracones, un trabajo de carácter etnográfico, un trabajo
morfológico de las viviendas de barracones donde quedaban
hacinados los esclavos del siglo XIX”.4
Más adelante Barnet explica:
“Empecé a hacer la entrevista a Esteban, primero sin grabadora,
sin nada. Después iba con una grabadora checa que pesaba como
25 kilos en el ómnibus al hogar del veterano. Al principio
rechazaba la grabadora cuando quería decir algo. Es a lo que voy,
la gente tiene guardado su ego. Hay que expresar eso, hay que
dejar que la gente se exprese, que se explaye, que hable, que se
desarrolle. Entonces yo seguí el modelo de Juan Pérez Jolote”.4
Estructura[editar]
El libro está dividido en tres partes y además cuenta con una
introducción y un glosario.1
Las tres partes son:1

1. La esclavitud
o Primeros Recuerdos
o La vida en los barracones
o La vida en el monte
2. La abolición de la esclavitud
o La vida en los ingenios (ingenio azucarero)
3. La guerra de la independencia
o La vida durante la guerra
En la primera parte se encuentra varias descripciones de la vida
del esclavo, por ejemplo: como atrapaban a los negros en África,
la vida en los barracones, las diversiones, las creencias religiosas,
la brujería, la vida sexual, las enfermedades y los remedios.2 La
segunda parte del libro se basa en la vida en los ingenios. Temas
destacados son: el trabajo, la comida, la diversión, la descripción
del central azucarero, los entierros, las tradiciones, etc.2 La tercera
y última parte describe la involucración de Montejo en las guerras
de independencia cubanas.2
Novela-testimonio hispanoamericano y género literario[editar]
La novela-testimonio ha dado mucho de qué hablar en el mundo
académico sobre el género al que pertenece, o si en realidad es un
género de por sí. El mismo Barnet ha intentado definir el término
novela-testimonio.5 A pesar de esto hay críticos académicos que
han acertado ciertas características de la novela-testimonio. Por
ejemplo la académica Carmen Ochando Aymerich denomina a la
obra de Barnet como un “híbrido textual” ya que el texto combina
lo científico y lo literario.2 Esta “hibridez textual” se debe a lo
literario del texto que consiste en una narrativa de origen oral y
además tiene motivos científicos.2
José Ismael Gutiérrez destaca algunas características importantes
que pertenecen a Biografía de un cimarrón. El protagonista debe
haber vivido momentos importantes de la historia del país, la
técnica narrativa requiere la discreción en el uso del yo, el
investigador debe actuar en complicidad del informante, tiene que
contribuir al conocimiento de la realidad, mostrar el otro lado de
la realidad, el lenguaje debe basarse en lengua hablada, el recurso
de la memoria es fundamental, la obra define la identidad
nacional cubana.6 También enfatiza que la extensión genérica de
la novela-testimonio es su característica más distintiva.6 Por
ejemplo dice que el testimonio es un texto de literatura, historia,
sociología, antropología, y política sin decidirse por una
disciplina.6 Además acierta que puede ser considerado un texto
literario porque pasa por las manos de un autor-editor que
selecciona el contenido y le da una forma novelesca.6 Las
entrevistas, grabaciones, manejo de fichas, e investigación de la
época forma la parte científica del texto.6 Gutiérrez destaca que la
novela-testimonio es subversiva porque presta atención a la gente
“sin historia” o “sin voz” y se basa en versiones personales y
subjetivas del pueblo anónimo que son fuentes no oficialistas.6
Finalmente Gutiérrez problematiza la novela-testimonio porque
dice que solo podrá ser considerado un género cuando haya obras
suficientemente numerosas de consistencia.6
Según Sklodowska la novela-testimonio es científica por el
método de recopilación de material (entrevista, grabación, fichas,
investigación de la época) mientras que su organización es
estética (selección, condensación, montaje, línea dramatúrgica).3
Además sugiere que la editorial del texto por parte de Barnet
en Biografía de un cimarrón dio el ritmo dramatúrgico y
secuencia cronológica a la historia de Montejo (esclavitud,
cimarronaje, la Guerra de independencia, guerra racial cubana de
1912).3 También acierta que la novela-testimonio reclama la voz
de gente marginada.3 Sklodowska hace una comparación
interesante entre Biografía de un cimarrón y la tradición picaresca
“en las características del protagonista-narrador (su marginalidad
y la calidad de antihéroe, su humorismo plebeyo)” (800).3
Miguel Barnet sobre novela-testimonio[editar]
En su ensayo La Novela Testimonio: Socio-Literatura Barnet usa
varios términos para clasificar la novela-testimonio como “relato
etnográfico” o la “novela realidad” (287).5 En su ensayo explica,
“la novela testimonio debía ser un documento a la manera de un
fresco, reproduciendo o recreando—quiero subrayar esto último
—aquellos hechos sociales que marcaran verdaderos hitos en la
cultura de su país” (288).5 Señala que una característica
importante de la novela-testimonio es que tiene que “contribuir al
conocimiento de la realidad” (289).5 Explica la importancia del
protagonista porque “son testigos reales, en la medida sociológica
y no en la literaria, porque a pesar de que están recreados por mí,
manejados por medio de algunas cuerdas de ficción, son seres de
carne y hueso, reales y convincentes” (288).5 También destaca la
importancia del lenguaje y dice “lo fundamental del lenguaje en la
novela-testimonio es que se apoye en la lengua hablada. Solo así
posee vida” (292).5
En su entrevista con Yanko González C. Miguel Barnet complica
el término:
“con Biografía de un cimarrón hice una edición crítica, un libro
que no tenía parangón en la literatura cubana, extraño, híbrido ,
con prólogo, con notas al pie enjundiosas, con un epílogo , con un
glosario. “¿Qué era eso? ¿una novela? ¿un testimonio? Era
Historia de Vida” (101).
Biografía de un cimarrón y la revolución[editar]
Es importante reconocer que “la obra de Miguel Barnet se
inscribe en su integridad en el marco de la literatura cubana de la
Revolución” (799).3 Según Ochando Aymerich en Biografía de
un cimarrón hay una clara intención ideológica porque la historia
favorece un personaje con sentimiento individualista y un espíritu
revolucionario.2
Gutiérrez propone que el año 59 representa un cambio drástico en
la vida de Barnet porque triunfa la Revolución que tendrá un
fuerte impacto sobre él.6 Gutiérrez dice “el escritor se siente
estimulado a solidarizarse con la reivindicación de los valores
nacionales exaltados por el nuevo régimen” (57).6 Además Barnet
menciona a la Revolución de manera positiva ya que devolvió al
pueblo sus riquezas materiales con dignidad que hasta entonces
no existía.6
Timothy Cox dice que Barnet se esconde detrás de la voz de
Montejo para hacer comentarios sobre la política cubana
contemporánea. Cox acierta que uno puede ver evidencia clara en
el texto que muestra el apoyo de Barnet del gobierno castrista.7
Por ejemplo muestra una nación post-esclavitud de ciudadanos
con una colectiva fuerte en contra de influencias exteriores.7 En
suma implica que los problemas de Cuba son del exterior.
Además existe la sospecha que Barnet uso la historia de Montejo
para resumir su vida literaria pública ya que estaba desfavorecido
con el gobierno en los años 60. Por esta razón se implica que
Barnet enfatizo los aspectos revolucionarios e independientes de
Montejo para no ser censurado.7
Personalidad de Esteban Montejo[editar]
Timothy Cox hace un análisis de cómo es representada la
personalidad de Montejo en Biografía de un cimarrón y enfatiza
la independencia del personaje como un tema recurrente. Montejo
parece estar preocupado con defender la moralidad de su
existencia anti-social durante su relato.7 Se destaca una necesidad
por parte de Montejo de distanciarse de la situación para ganar
perspectiva.7 Su memoria de hechos del pasado se puede
interpretar como una vista que intenta mantener distancia o
moderación.7 El protagonista hace su etapa de cimarrón un tema
central de su ser.7 No tiene religión o contrato con creencias, pero
en cambio tiene fe en la naturaleza y su propio mente y cuerpo.7
Según Cox la personalidad de Montejo se define en términos de
su escape de los roles que otros intentan imponer sobre él.7 Su
actitud de supervivencia solitaria es una muestra de cómo
Montejo trabaja para sí mismo y que no es fugitivo de abusos de
poder.7 Cox también destaca un lado tolerante y flexible de
Montejo ya que su filosofía de vida se basa en respeto mutuo y
reverencia.7 Montejo deja a la gente vivir como se le dé la gana.
Montejo acierta que lo mejor de la vida son las mujeres. Se puede
considerar que tiene una actitud anti-social con sus parejas porque
abusa de su generosidad y toma su dinero para comer y apostar.7
Finalmente la vida de Montejo puede ser vista como la lucha
continua de un hombre intentando mantenerse fiel a sí mismo ante
la presencia de extremos que atacan su espíritu y pertenencia.7
Barnet dice “el personaje de Biografía de un cimarrón es un
personaje con una sedimentación filosófica” (102).4
Breve Historia de Cuba
Originalmente ocupado por los pueblos Guanahatabey y Ciboney,
los Tainos eventualmente llegaron a Cuba alrededor de 500CE,
desplazando a los pueblos indígenas anteriores. Fue el Taino con
el que Cristóbal Colón entró en contacto cuando llegó a Cuba en
1492 y reclamó la isla para la Corona española. Fue el negocio de
azúcar bruto más lucrativo en el siglo XVIII, ganando el título de
"La Perla de las Antillas".8
A través de los siglos de ocupación española, Cuba tuvo muchos
movimientos de independencia y levantamientos contra el
gobierno español, hasta 1898 cuando las fuerzas americanas y
cubanas derrotaron a los españoles en la guerra hispanoamericana.
Ganó su independencia de España poco después, pero fue
eclipsado por los Estados Unidos.8
El 1 de enero de 1959, Fidel Castro encabezó un grupo de
rebeldes para derrocar al gobierno del dictador Fulgencio Batista.
Sin embargo, después de la revolución y de los lazos cada vez
más estrechos de Cuba con la Unión Soviética, perdieron el apoyo
de Estados Unidos y de algunos otros países. El final de la Unión
Soviética en la década de 1990 tuvo un mayor impacto en la
economía y el bienestar de Cuba, creando lo que se conoce como
el "período especial" ,9 un período de inestabilidad. No fue sino
hasta diciembre de 2014 cuando Estados Unidos anunció que
pondría fin al embargo contra Cuba.8
Grupos Etnicos
La isla de Cuba tenía originalmente dos sociedades principales:
los pueblos Guanahatabey y Ciboney, que vivían en la isla de
alrededor de 4.000BCE a alrededor de 500CE, cuando llegaron
los tainos, viviendo no solo en Cuba, sino también en las Antillas
Mayores y las Bahamas. En el momento de la llegada de los
españoles, los tainos constituían el noventa por ciento de la
población cubana. En la década de 1550, solo unos 3.000 de esa
población original se mantuvo, diezmado por las enfermedades
europeas, las malas condiciones de trabajo y el hambre de varias
hambrunas. Hoy en día solo hay unos pocos descendientes
sobrevivientes basados en la Sierra del Puriario en el este de
Cuba. De acuerdo con las estadísticas de 2011, alrededor de un
cuarto de los cubanos son mulatos (los de ascendencia europea y
africana), dos tercios son descendientes de blancos europeos, la
mayoría de España. El último diez por ciento son de herencia
africana, con un porcentaje muy pequeño restante de la
ascendencia indígena y asiática.
Esclavitud y Trabajo
Debido a la escasez de trabajadores indígenas, en el siglo XVI,
España comenzó a trasladar esclavos africanos a Cuba para
trabajar en plantaciones de azúcar. Alrededor de 800.000
africanos fueron enviados, sobre todo durante el siglo XVIII a
principios del siglo XIX en su mayoría de Senegal y la costa de
Guinea. En la primera parte del siglo XX, decenas de miles de
trabajadores, principalmente de Haití o Jamaica, fueron
contratados como trabajadores por cuenta ajena. Con la anulación
de Gran Bretaña de la trata de esclavos transatlántica en el siglo
XIX, los terratenientes cubanos comenzaron a contratar alrededor
de 125.000 trabajadores indentured de China, casi en su totalidad
de Cantón. Pero en 1899, solo quedaban 14.000 en Cuba. Esto se
debió principalmente a las duras condiciones de vida y el
tratamiento experimentado mientras trabajaba para los
terratenientes, y muchos buscaron empleo en los Estados Unidos
u otros países latinoamericanos como resultado. Aunque más
trabajadores chinos y japoneses llegaron a principios del siglo
XX, muchas familias de clase media y alta abandonaron Cuba
después de la revolución de 1959.
Notas

Biografía de un Cimarrón. Historia de verdades ausentes

Nina Gerassi-Navarro
Mount Holyoke College

Hábleme.
Hay algo
maravillo
so en su
voz.

Hay que
volver a
la voz.
Oscar
Wilde

Contar la vida de otro: tomar entre manos un pasado y darle


cuerpo a través de la escritura. Biografías. Historias de vidas que
guardan o dicen guardar cierta correspondencia con la realidad.
La ilusión de una veracidad "documentada" entre la vida/realidad
y la escritura parecería marcar la lectura biográfica. Esa referencia
a lo exterior, es lo que legitima la "verdad" de la biografía y la
inserta dentro del campo de la "realidad". La historia, apelando a
una realidad objetiva, exterior, garantiza la verdad; (1) mientras
que la Verdad de la ficción está inserta dentro del texto en su
realidad imaginaria. Pero si se cuenta la vida de un otro que jamás
existió no hay corroboración posible y, sin embargo sigue
habiendo bio-grafía.
El biógrafo, al igual que un detective, se mete a urgar en la vida
del otro para desentrañar el sentido de ella, un sentido. (2) Pero a
diferencia del detective que debe tomar en cuenta cada uno de los
hechos para poder resolver el enigma, el biógrafo parte con el
veredicto en mano y va hilando los hechos que é1 considera
significativos para fundamentar su juicio y explicar su
interpretación. Lo que importa entonces es el relato más allá de su
veracidad, pues en definitiva la vinculación con la realidad en
nada asegura la "veracidad" de lo relatado por más que nosotros
insistamos en creerlo.

Sin embargo es cierto que desde el momento en que se expone un


coqueteo con la Historia nuestra lectura parecería insertarse en un
mundo "real" como referente. La literatura testimonial (ficción de
"realidad") es un ejemplo de este coqueteo: el su.jeto que relata su
vida es el portavoz de una verdad que se construye desde su vida
y que se legitima en el relato "real" de vida. El testimonio del
sujeto es justamente la corroboración de la "verdad".

Miguel Barnet, etnólogo y escritor cubano, parte de este juego de


seducción para construir sus "novelas
testimoniales". (3) Ficciones que intentan documentar parte de la
historia a través del testimonio o testimonios de personas reales.
Volcar en la realidad imaginaria de la ficción una realidad
histórica, a través de la verdad del sujeto. Bio-grafia de un
cimarrón y Canción de Rachel son dos ejemplos de este tipo de
literatura.

Biografía de un cimarrón (1968) (4) aparentemente no apelaría a


ningún juego narrativo; tal como lo explicita el título es la historia
de la vida de un cimarrón: aquellos esclavos que prefirieron vivir
prófugos en busca de su libertad. Pero el libro es en realidad una
autobiografía oral relatada por el cimarrón, Esteban Montejo,
transcripta y ordenada por Miguel Barnet.En la introducción que
precede al relato autobiográfico Barnet explica cómo fue
"confeccionado" el libro. Partiendo de una investigación
etnográfica en equipo y de numerosas conversaciones (muchas de
ellas grabadas) con el cimarrón, Barnet y su equipo se dieron
cuenta de que tenían un valioso material documental sobre la
realidad cubana. La historia de Montejo narraba la vida de los
campesinos y de los negros en la Cuba colonial: su trabajo, la
discriminación racial, las fiestas y ceremonias religiosas. La
historia de Montejo era la historia -realidad- de aquellos hombres
y mujeres que no tuvieron historia, por no haberla podido escribir
y documentar.

Barnet decide entonces documentarla y lo hace reproduciendo su


relato de la forma más directa posible: "Preferimos que el libro
fuese un relato en primera persona, de manera que no perdiera su
espontaneidad, pudiendo así insertar vocablos y giros idiomáticos
propios del habla de Esteban." (p. 6)

La introducción tiene una función clave en cuanto al lugar que


pretende ocupar el libro. Desde allí Barnet y su equipo legitiman
la veracidad del relato. Lo transcripto -explica Barnet- pertenece a
un narrador oral cuya existencia queda comprobada por el
testimonio del mismo Barnet y por los datos que nos agrega sobre
su informante. Esteban Montejo existió. Nació en el ingenio de
Santa Teresa, Cuba, en 1860 y murió el 10 de febrero de 1973.
Trabajó en los carretones de bagazo de otros ingenios y luego se
fugó. Peleó en la guerra de Independencia, presenció la llegada de
los norteamericanos a Cuba y luego se retiró otra vez al campo.

Barnet, además de ser el autor, es quien firma la introducción a


pesar de hablar en una voz plural, constituyéndose así en la voz
autorizada, la voz de la escritura. Desde allí presenta al libro
como un "trabajo" de documentación que se desliga de la ficción.
Si bien Barnet nos asegura que la palabra de Montejo es "real"
aclara que tuvo que ordenar el relato e inclusive en muchos casos
parafrasear lo dicho. Es decir que ha tenido que traducirnos el
discurso de Montejo. Nuestra lectura es unasegunda lectura a
pesar del relato en primera persona del que aparentemente Barnet
estaría ausente.Traición o juegos de la narración. Voces que se
entrecruzan; verdades que se superponen.

Cederle la voz a un personaje/testigo le permite a Barnet


despojarse de su individualidad -rasgo que caracterizaría toda
ficción- o por lo menos usarla con cierta "discreción" para asumir
la realidad y la voz de otro, escribir la voz otra. Esta voz es la de
los seres marginados que no han podido articular una voz propia
dentro de la escritura, no han podido inscribir su voz. Esta
despersonalización del autor, donde "el arte se aproxima a la
ciencia"(5) es fundamental para Barnet porque permite que la
"novela-testimonial" se aleje un grado de la ficción para acercarse
a la Historia.

Sin embargo una vez inmersos en el relato de Montejo el poder de


Barnet aparentemente se diluye dejando como voz, voz autorizada
de verdad, la del esclavo cimarrón.

Montejo cuenta su vida porque se lo piden y a pesar de no tener


conciencia de la escritura tiene conciencia de su propio "yo",
condición indispensable para el relato autobiográfico. Pues la
autobiografía es justamente un testimonio que fija el valor del
propio " yo". Esta conciencia de su "yo" le permite al cimarrón
estructurar su relato de tal modo que sea él quien afirme o niegue
lo sucedido, es decir que sea él quien tenga la voz de autoridad.

Contar lo vivido, describir como presente un objeto, una persona,


una época que ya no existe, transforma al testigo en la
corporización del objeto. El hecho pasado deja de tener tanta
importancia para cedérsela al testigo presente que lo puede evocar
y sí existe. Hacer presente el pasado, o proyectar el presente en el
pasado, de eso parece que se tratara la historia. El haber visto, el
haber vivido un pasado, convierte al testigo en una voz
autorizada, pues ellos -los testigos- son la documentación de una
realidad.

La verdad entonces se constituye a partir del ver, del testimonio; y


sólo se ve lo que se vive: "Siempre ha habido gente ignorante en
el mundo" sentenciará Montejo, "Para saber algo hay que estar
viéndolo. Yo no sé como es un ingenio por dentro si no lo miro."
(84). Todo el relato de Montejo se construye a partir de lo vi-vido
lo "positivo", que es lo que legitima su relato y por otra parte es la
fuente de su saber. Así la única voz autorizada es la suya, y
Montejo lo sabe. Mucho de lo que recuerda resulta imposible de
corroborar, pero eso no solo no le quita "veracidad" sino que
además lo coloca en una posición privilegiada. "Ya esas viviendas
no existen, así que nadie las puede ver. Pero yo las vide" (19).
Montejo desdice el presente invadiándolo con su pasado.

El decir de Montejo es un decir otro, firme y seguro,que no


titubea ante los demás: -Yo le hice el cuento del diablillo una vez
a un joven y me dijo que eso era mentira. Pero, aunque parezca
mentira, es cierto. (118).

Si bien el eje del relato son sus recuerdos, muchas veces Montejo
los reconstruye a partir de las palabras de otro. Lo que otros
"dicen" abre un primer relato o afirmación que luego puede ser
confirmado o negado sin, aparentemente, demasiado fundamento:

Hay gente que dice que cuando un negro moría


se iba Para Africa. Eso es mentira. Como iba a
irse un muerto Para Africa!...Los chinos, sí; ellos
morían aquí, por lo menos eso contaban, y
resucitaban en Cantón. (117)

El por qué los negros, muertos , no podían resucitar y los chinos


sí, no resulta muy evidente; no por nada Montejo concluye al final
de su relato, "el pensamiento agota" (117).

Otras veces a partir de lo que "se dice" Montejo elabora sus


propias conjeturas que carecen de corroboración.Son los casos en
que no tiene tiene un saber seguro: "La verdad es que me pongo a
pensar y no doy pie con bola" (14) ; "Todo está oscuro y no hay
quien diga la verdad" (109).

En ese todo, el ver es lo único que puede corroborar la "realidad"


de lo contado. Pero no solamente el ver del sujeto sino el ver del
otro también. Saber ver de los demás es otra fuente de saber.
Montejo de pronto declara no haber visto algo, pero sabe verlo a
través de las palabras de otros. Es decir que sabe escuchar.
Refiriéndose a su pasado,en particular al hermano de su madre
que lo crió, dice: "Claro que no vide a ese hombre nunca, pero sé
que es positivo ese cuento porque me lo hicieron mis padrinos."
(15)

Saber creer. Creer ver lo que otros vieron y creer lo que se


escucha, permite ver hasta lo invisible. Montejo recuerda cómo
los negros, al morir, se iban volando "por el cielo y cogian para su
tierra." Y lo reafirma categóricamente: "Eso yo lo conozco palmo
a palmo y es positivo" (40); otras veces simplemente asegura:
"Eso es positivo porque a mí me lo contaron muchas. veces" (87).

La presencia de otras voces, legitimadas o des-dichas,expande el


relato convirtiéndolo en una especie de compendio de la tradición
oral: un relato colectivo. Dar pruebas exactas de lo afirmado deja
de ser necesario para que el relato tenga sentido. No se trata de
demostrar nada,simplemente de contar lo propio. Las voces
"otras" que Montejo incluye se despliegan en forma de abanico y
es únicamente la voz de Montejo la que puede abrir y cerrarlo.

Del mismo modo en que Barnet reproduce el discurso del


cimarrón y se lo apropia, Montejo incluye discursos de otros
haciéndolos propios también.

Sin embargro Montejo proyecta su verdad más allá de lo


subjetivo. Por lo general luego de relatar una experiencia personal
-parte de un pasado puntual-, agrega una afirmación en tono de
sentencia semejante a un refrán popular:

-Hay que respetar las religiones, aunque uno no crea


mucho (76);

-El que habla demasiado, se enreda (145);

-El que mira de reojo, pierde (115);

-Hay que tener una fe. Creer en algo. Si no estamos


jodidos, (125);

-EI respeto es el que abre las puertas de todo (120).


-De los hombres hay que desconfiar. Eso no es triste
porque es verdad, (170)

Estas enseñanzas o consejos -especie de verdad absoluta- diluyen


el pasado permitiendo insertar lo relatado en el presente e
inclusive en el futuro. Son verdades formuladas en presente que
escapan a un límite temporal. Este traspaso de lo personal a lo
impersonal refleja un tono didático que subyace en todo el texto
transformándolo en un relato mayor de saber colectivo.

El saber de Montejo es efectivamente un saber popular, oral,


basado en el hacer propio y de otros, que sólo tiene sentido en
tanto se pueda contar. La experiencia, el vi-vir importa en la
medida en que se pueda compartir, transmitir a otro, enseñar. Pero
eso también implica saber callar. Haber sabido callar es lo que le
permite contar hoy. El vi-vir se desdobla entretejiendo el ver, el
escuchar, el callar y el contar. Cuatro actos que constituyen un
ciclo vital y conforman el saber todo de Montejo: un saber
"positivo", cierto; su vida, una verdad.

A pesar de leer el relato de Montejo como un relato


autobiográfico "real" y propio, quien le ha cedido la palabra (la
palabra escrita) es Miguel Barnet. Barnet, a pesar de declararse
ausente del relato marca su presencia constantemente. No
solamente ha trabajado el relato previamente (decodificando,
ordenando, parafraseanado) sino que además él se hace presente
durante el relato a través de la bastardilla y de las notas a pie de
pie de página.

La presencia de una grafía distinta que remite a un glosario final


es una clara forma de subrayar la necesidad de una decodificación
para que nosotros, los lectores, podamos comprender el sentido
del relato. (6) Al transcribir el relato oral, el destinatario original
(Barnet y su equipo)cambia. Este cambio de sujeto provoca un
cambio en el objeto: el relato. La elección de las palabras que se
explican está sujeta al destinatario supuesto, al que ya no se dirige
Montejo sino Barnet. La glosa es una máscara de esa apropiación.
Las notas a pie de página, lejos de ser meras aclaraciones
impersonales, son datos que Barnet agrega para corroborar,
ampliar o aclarar lo relatado por Montejo. En varias ocasiones
Barnet también cita otras voces, que discurren sobre el mismo
tema del que habla el cimarrón. En una oportunidad cuando
Montejo se refiere a unas viviendas que ya no existen, Barnet
agrega una cita de Don Honorato Bertrand Chateausalins que no
sólo corrobora lo afirmado por Montejo, sino que además agrega
ciertos detalles descriptivos aconsejando su modo de
construcción. Es decir que la voz de Montejo ya no es la única en
su relato propio.

De las dieciocho notas pocas veces aparece la fuente y la cita sin


ningún otro rasgo distintivo. Por lo general las notas son datos
informativos -biográficos o geográficos- sin cita, hechos a modo
de comentario (comentario que alguien emite; un otro que acota).
A veces aparece una voz plural que introduce la cita: "leemos...",
o que formula algún tipo de explicación: "Consignamos este
hecho ... ya que hasta donde alcanza nuestro conocimiento..."
(191).

A pesar de que las notas jamás se oponen al relato de Montejo,


afirman la presencia de una voz que no es la suya. Es una voz que
está ligada al mundo de la investigación, que cita, opina y
fundamenta. No es la palabra de quien habla, sino de quien
escribe.

Tanto las notas como las bastardillas recuerdan que por encima o
por debajo de las palabras de Montejo rasguña otra voz: la voz de
la escritura. La voz otra, la del saber oral, está sometida a la voz
escrita, al saber de la escritura. Esta es la voz que ordena, traduce
y da sentido a la voz otra.

Barnet otorga a Montejo la responsabilidad, la autoría,de lo


relatado, pero no de lo escrito. Por eso reproduce el relato en una
forma discursiva que refleja esa identidad entre lo que se dice y
quien lo dice. El que habla es un viejo cimarrón que recuerda su
vida, por lo tanto la sintaxis, el léxico y la fonética le
corresponden a Montejo. El centro de perspectiva es el suyo. Los
acontecimientos son relatados desde su punto de vista. Barnet se
acopla a esta mirada según la cual selecciona y ordena el relato.
Pero el haber aclarado previamente el proceso de elaboración del
relato en la introducción, y el insertar la glosa y las notas en el
relato para corroborar su "veracidad", le permiten a Barnet
separarse de la voz de Montejo y al mismo tiempo meterse dentro
del relato. Ese es el poder de la escritura.

Esta línea divisoria entre la voz oral y la escrita es lo que permite


construir dos campos de verdad. El valor de verdad para Montejo
se construye a través de su testimonio autorreferencial, su decir.
El de Barnet, también está dado por su testimonio, un testimonio
que escribe el decir del otro, la historia del otro. Aún cuando la
voz de Montejo resuena por si sola (su historia y su modo de
hablar), es la escritura la que se apropia de todo. No en vano el
libro es una "biografía" firmada por Barnet y no una autobiografia
firmada por Montejo.

El decir en la escritura es mudo: sólo dicen las voces que se


escriben, las voces que inscriben su decir -su saber- en el texto. Al
recrear la voz de Montejo con todos sus matices, Barnet le otorga
un espacio/una realidad que no tenía. Inscribiendo la voz de
Montejo articula una voz hasta entonces muda en la historia: la
voz del cimarrón. El mérito de Barnet es no haber castrado esa
voz otra con su escritura. Biografía de un cimarrón abre el
abanico para desplegar unarealidad de verdades y saberes que se
corroboran fuera y dentro del sujeto. La vida, como un texto,
toma cuerpo: su cuerpo. Documento e ilusión. Voces que se
escuchan más allá de la ficción y de la historia. Verdades que se
inscriben. Testimonios.

Notas

1. Si bien tradicionalmente la historia se ha caracterizado por


los rasgos de objetividad y veracidad, hoy ya no se puede
decir que lo que el historiador reproduce sea un conjunto de
hechos objetivos sino su interpretación de esos hechos.
James Olney, Metaphors of Self (Princeton: Princeton UP,
19-12) cap.I
2. Georges Gusdorf "Conditions and Limits of
Autobiography. Autobiography. Essays.Theoretical and
Critical. James Olney ed. (Princeton: Princeton UP, 1980)
28-48.
3. Si bien Barnet llama sus novelas "testimoniales" el término
es inexacto, pues quien relata la historia no es quien la
escribe. Las novelas de Barnet son en realidad un testimonio
de testimonio.
4. Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (España: Ariel
1968). Todas las citas pertenecen a esta edición, a menos
que sea especificado lo contrario. Entre las numerosas
reediciones que ha habido no todos los prólogos coinciden;
en caso de usar como referencia otro prólogo de la edición
citada se especificará la edición a la que corresponda dicho
prólogo.
5. Miguel Barnet, apéndice, La canción de Rachel, (Barcelona:
Edit Laia, 1979 ) 136.
6. Oswald Ducrot, "La noción de sujeto hablante" El decir y lo
dicho (Bs.As: Hachette,1984) 251-277.

Trabajos citados

 Barnet, Miguel. Biografía de un cimarrón. Barcelona: Ariel


1968.
 ---. La canción de Rachel. Barcelona: Laia, 19-19.
 Barthes, Roland. "Del habla a la escritura." El grano de la
voz. México: siglo XXI, 1983. 11-15
 ---. "El discurso de la historia." Estructura y literatura.
Comp. José Sazbón. Bs.As.: Nueva Visión, 1972. 35-50
 Ducrot, Oswald. El decir y lo dicho. Bs.As.: Hachette, 1984.
 Efrom, Analía. Entrevista. "Conversaciones en la
Habana." Consignas 1987: 9-10.
 Gusdorf, Georges.-Condition and Limits of
Autobiography." Autobiography. Essays Theoretical and
Critical. Trad. and ed. James Olney. Princeton: Princeton
UP, 1980.
 Olney, James. Metaphors of Self. The Meaning of
Autobiography. Princeton: Princeton UP, 1972.
 Starobinsky, Jean. "El progreso del intérprete." La relación
crítica. Madrid: Taurus, 1974: 65-77.

Biografía de un cimarrón empieza con una introducción en donde


el autor explica cómo se dio el encuentro con Esteban Montejo.
Barnet explica que vio una publicación en el periódico sobre
varios ancianos que sobrepasaban los 100 años. Lo que más le
interesó a Barnet fue que uno de los ancianos decía haber sido
cimarrón, es decir, un esclavizado que huyó para ser libre.
Entonces Barnet fue a entrevistarlo. De allí empieza la historia de
Esteban Montejo narrado en la primera persona. La historia
empieza con los primeros recuerdos bajo la primera sección del
libro llamado ‘La Esclavitud’. Montejo explica un poco sobre lo
que sabe sobre sus padres biológicos y sobre sus padrinos que
conoció alrededor de 1890. Luego Montejo cuenta sobre la vida
en los barracones y cómo trabajaba de niño en los ingenios. Esta
parte como todo el libro es bastante etnográfica y descriptiva. Por
ejemplo Montejo describe la vida en los barracones para los
esclavos. Toca con muchos temas como los castigos, diferentes
tipos de trabajos en el ingenio, religiones, nacionalidad de los
esclavos, la brujería, bailes, cómo se divertían los negros en los
barracones. Después viene el capítulo “la vida en el monte”. De
aquí deriva el nombre del título del libro ya que es la vida de
Montejo como esclavo huido, o sea cimarrón. En esta sección se
nota la personalidad de Montejo ya que le gusta estar en la
soledad y apartado de la sociedad. Montejo explica cómo hacía
para sobrevivir, que hacía para comer, como vivía en la cueva, y
del estigma de ser cimarrón según otros esclavos. Luego viene la
segunda sección del libro llamado ‘La Abolición de la
Esclavitud’. Esta es la parte más larga del libro y explica más
sobre la vida en los ingenios. Similar a la primera parte toca en
muchos temas diferentes, por ejemplo relaciones con mujeres,
fiestas y ceremonias de los negros, y se nota la personalidad de
Montejo ya que tiene una opinión fuerte sobre lo que dice.
Finalmente la última sección trata de la guerra de independencia
de Cuba y el involucramiento de Montejo. Montejo describe
cómo era la vida durante la guerra y al final habla sobre la
influencia americana sobre Cuba después de la guerra. Hay una
continuidad narrativa durante el libro donde el lector conoce a
Cuba a través de las descripciones de Montejo sobre diversos
temas. El libro es importante porque da una perspectiva sobre
cómo era la Cuba colonial para los negros. Hay que tener en
cuenta que aunque es narrado en primera persona a través de
Montejo, es Barnet el que escribió el libro.
Creación[editar]
La académica Carmen Ochando Aymerich señala varias obras que
influenciaron a Miguel Barnet para crear una obra de novela-
testimonio. Por ejemplo destaca el relato etnográfico Juan Pérez
Jolote (1948) de Ricardo Pozas, Taso, trabajador de la
caña (1960) de Sidney W. Mintz, y Los hijos de Sánchez (1964)
de Oscar Lewis.2 Además Ochando Aymerich dice que los
antropólogos cubanos Fernando Ortiz y Lydia Cabrera tienen
suma importancia sobre la obra de Barnet.2 En especial
menciona Los negros Esclavos (1916) y Contrapunteo cubano
del tabaco y el azúcar (1940) de Fernando Ortiz, El Monte (1954)
de Lydia Cabrera y el estudio de Manuel Moreno Fraginals El
ingenio: el complejo económico social cubano del azúcar (1964).2
Aparte de estos textos científicos Ochando Aymerich dice
que Barnet también se inspiró en textos literarios. La más
destacada es “la literatura antiesclavista desarrollada a lo largo del
siglo XIX cubano”.2
El mismo Barnet ha dicho mucho sobre su mayor influencia en
crear Biografía de un cimarrón: “me molesta mucho que me
digan que soy un seguidor de Oscar Lewis o de Truman Capote.
Para nada, yo soy un epígono, quizás un poquito más audaz, un
poquito más revolucionario, del gran antropólogo mexicano,
don Ricardo Pozas”.4
Barnet explica que el libro Juan Pérez Jolote de Ricardo
Pozas fue “muy interesante, muy conmovedor. Había leído mucha
literatura alemana, española, rusa, latinoamericana y de pronto
digo ¿Cómo es posible que yo con esa inclinación que tengo hacia
las grandes novelas este librito me haya conmovido tanto? No
entendía. Pero al cabo del tiempo me di cuenta que este librito me
había dado la posibilidad de desarrollar, de alguna manera, una
obra similar en cuba. Ahí fue donde dije ‘voy entrevistar a
Esteban Montejo’”.4
Barnet menciona el apoyo que le dio Ricardo Pozas al darle
aliento a través de cartas desde México y fue el primero en leer el
manuscrito de Biografía de un cimarrón.4
Además mas Barnet habla sobre su encuentro con Esteban
Montejo:
“En el periódico El Mundo, leí una entrevista a mujeres y
hombres centenarios que se habían alfabetizado, una entrevista
periodística banal. Vi en la foto del periódico a Esteban Montejo
y me llamo la atención, así que fui al Hogar del Veterano y me lo
encontré sentado en un taburete con un sombrero de pajilla raído
y se inició el diálogo. Fue difícil porque era una persona muy
herida, con miles y miles de llagas, llagas interiores. Imagínate,
yo con 23 años dialogando con un hombre de 103 años que había
sido esclavo y cimarrón, o sea esclavo fugitivo. Suena una cosa
verdaderamente surrealista. Estábamos haciendo un trabajo sobre
los barracones, un trabajo de carácter etnográfico, un trabajo
morfológico de las viviendas de barracones donde quedaban
hacinados los esclavos del siglo XIX”.4
Más adelante Barnet explica:
“Empecé a hacer la entrevista a Esteban, primero sin grabadora,
sin nada. Después iba con una grabadora checa que pesaba como
25 kilos en el ómnibus al hogar del veterano. Al principio
rechazaba la grabadora cuando quería decir algo. Es a lo que voy,
la gente tiene guardado su ego. Hay que expresar eso, hay que
dejar que la gente se exprese, que se explaye, que hable, que se
desarrolle. Entonces yo seguí el modelo de Juan Pérez Jolote”.4
Estructura[editar]
El libro está dividido en tres partes y además cuenta con una
introducción y un glosario.1
Las tres partes son:1

1. La esclavitud
o Primeros Recuerdos
o La vida en los barracones
o La vida en el monte
2. La abolición de la esclavitud
o La vida en los ingenios (ingenio azucarero)
3. La guerra de la independencia
o La vida durante la guerra
En la primera parte se encuentra varias descripciones de la vida
del esclavo, por ejemplo: como atrapaban a los negros en África,
la vida en los barracones, las diversiones, las creencias religiosas,
la brujería, la vida sexual, las enfermedades y los remedios.2 La
segunda parte del libro se basa en la vida en los ingenios. Temas
destacados son: el trabajo, la comida, la diversión, la descripción
del central azucarero, los entierros, las tradiciones, etc.2 La tercera
y última parte describe la involucración de Montejo en las guerras
de independencia cubanas.2
Novela-testimonio hispanoamericano y género literario[editar]
La novela-testimonio ha dado mucho de qué hablar en el mundo
académico sobre el género al que pertenece, o si en realidad es un
género de por sí. El mismo Barnet ha intentado definir el término
novela-testimonio.5 A pesar de esto hay críticos académicos que
han acertado ciertas características de la novela-testimonio. Por
ejemplo la académica Carmen Ochando Aymerich denomina a la
obra de Barnet como un “híbrido textual” ya que el texto combina
lo científico y lo literario.2 Esta “hibridez textual” se debe a lo
literario del texto que consiste en una narrativa de origen oral y
además tiene motivos científicos.2
José Ismael Gutiérrez destaca algunas características importantes
que pertenecen a Biografía de un cimarrón. El protagonista debe
haber vivido momentos importantes de la historia del país, la
técnica narrativa requiere la discreción en el uso del yo, el
investigador debe actuar en complicidad del informante, tiene que
contribuir al conocimiento de la realidad, mostrar el otro lado de
la realidad, el lenguaje debe basarse en lengua hablada, el recurso
de la memoria es fundamental, la obra define la identidad
nacional cubana.6 También enfatiza que la extensión genérica de
la novela-testimonio es su característica más distintiva.6 Por
ejemplo dice que el testimonio es un texto de literatura, historia,
sociología, antropología, y política sin decidirse por una
disciplina.6 Además acierta que puede ser considerado un texto
literario porque pasa por las manos de un autor-editor que
selecciona el contenido y le da una forma novelesca.6 Las
entrevistas, grabaciones, manejo de fichas, e investigación de la
época forma la parte científica del texto.6 Gutiérrez destaca que la
novela-testimonio es subversiva porque presta atención a la gente
“sin historia” o “sin voz” y se basa en versiones personales y
subjetivas del pueblo anónimo que son fuentes no oficialistas.6
Finalmente Gutiérrez problematiza la novela-testimonio porque
dice que solo podrá ser considerado un género cuando haya obras
suficientemente numerosas de consistencia.6
Según Sklodowska la novela-testimonio es científica por el
método de recopilación de material (entrevista, grabación, fichas,
investigación de la época) mientras que su organización es
estética (selección, condensación, montaje, línea dramatúrgica).3
Además sugiere que la editorial del texto por parte de Barnet
en Biografía de un cimarrón dio el ritmo dramatúrgico y
secuencia cronológica a la historia de Montejo (esclavitud,
cimarronaje, la Guerra de independencia, guerra racial cubana de
1912).3 También acierta que la novela-testimonio reclama la voz
de gente marginada.3 Sklodowska hace una comparación
interesante entre Biografía de un cimarrón y la tradición picaresca
“en las características del protagonista-narrador (su marginalidad
y la calidad de antihéroe, su humorismo plebeyo)” (800).3
Miguel Barnet sobre novela-testimonio[editar]
En su ensayo La Novela Testimonio: Socio-Literatura Barnet usa
varios términos para clasificar la novela-testimonio como “relato
etnográfico” o la “novela realidad” (287).5 En su ensayo explica,
“la novela testimonio debía ser un documento a la manera de un
fresco, reproduciendo o recreando—quiero subrayar esto último
—aquellos hechos sociales que marcaran verdaderos hitos en la
cultura de su país” (288).5 Señala que una característica
importante de la novela-testimonio es que tiene que “contribuir al
conocimiento de la realidad” (289).5 Explica la importancia del
protagonista porque “son testigos reales, en la medida sociológica
y no en la literaria, porque a pesar de que están recreados por mí,
manejados por medio de algunas cuerdas de ficción, son seres de
carne y hueso, reales y convincentes” (288).5 También destaca la
importancia del lenguaje y dice “lo fundamental del lenguaje en la
novela-testimonio es que se apoye en la lengua hablada. Solo así
posee vida” (292).5
En su entrevista con Yanko González C. Miguel Barnet complica
el término:
“con Biografía de un cimarrón hice una edición crítica, un libro
que no tenía parangón en la literatura cubana, extraño, híbrido ,
con prólogo, con notas al pie enjundiosas, con un epílogo , con un
glosario. “¿Qué era eso? ¿una novela? ¿un testimonio? Era
Historia de Vida” (101).
Biografía de un cimarrón y la revolución[editar]
Es importante reconocer que “la obra de Miguel Barnet se
inscribe en su integridad en el marco de la literatura cubana de la
Revolución” (799).3 Según Ochando Aymerich en Biografía de
un cimarrón hay una clara intención ideológica porque la historia
favorece un personaje con sentimiento individualista y un espíritu
revolucionario.2
Gutiérrez propone que el año 59 representa un cambio drástico en
la vida de Barnet porque triunfa la Revolución que tendrá un
fuerte impacto sobre él.6 Gutiérrez dice “el escritor se siente
estimulado a solidarizarse con la reivindicación de los valores
nacionales exaltados por el nuevo régimen” (57).6 Además Barnet
menciona a la Revolución de manera positiva ya que devolvió al
pueblo sus riquezas materiales con dignidad que hasta entonces
no existía.6
Timothy Cox dice que Barnet se esconde detrás de la voz de
Montejo para hacer comentarios sobre la política cubana
contemporánea. Cox acierta que uno puede ver evidencia clara en
el texto que muestra el apoyo de Barnet del gobierno castrista.7
Por ejemplo muestra una nación post-esclavitud de ciudadanos
con una colectiva fuerte en contra de influencias exteriores.7 En
suma implica que los problemas de Cuba son del exterior.
Además existe la sospecha que Barnet uso la historia de Montejo
para resumir su vida literaria pública ya que estaba desfavorecido
con el gobierno en los años 60. Por esta razón se implica que
Barnet enfatizo los aspectos revolucionarios e independientes de
Montejo para no ser censurado.7
Personalidad de Esteban Montejo[editar]
Timothy Cox hace un análisis de cómo es representada la
personalidad de Montejo en Biografía de un cimarrón y enfatiza
la independencia del personaje como un tema recurrente. Montejo
parece estar preocupado con defender la moralidad de su
existencia anti-social durante su relato.7 Se destaca una necesidad
por parte de Montejo de distanciarse de la situación para ganar
perspectiva.7 Su memoria de hechos del pasado se puede
interpretar como una vista que intenta mantener distancia o
moderación.7 El protagonista hace su etapa de cimarrón un tema
central de su ser.7 No tiene religión o contrato con creencias, pero
en cambio tiene fe en la naturaleza y su propio mente y cuerpo.7
Según Cox la personalidad de Montejo se define en términos de
su escape de los roles que otros intentan imponer sobre él.7 Su
actitud de supervivencia solitaria es una muestra de cómo
Montejo trabaja para sí mismo y que no es fugitivo de abusos de
poder.7 Cox también destaca un lado tolerante y flexible de
Montejo ya que su filosofía de vida se basa en respeto mutuo y
reverencia.7 Montejo deja a la gente vivir como se le dé la gana.
Montejo acierta que lo mejor de la vida son las mujeres. Se puede
considerar que tiene una actitud anti-social con sus parejas porque
abusa de su generosidad y toma su dinero para comer y apostar.7
Finalmente la vida de Montejo puede ser vista como la lucha
continua de un hombre intentando mantenerse fiel a sí mismo ante
la presencia de extremos que atacan su espíritu y pertenencia.7
Barnet dice “el personaje de Biografía de un cimarrón es un
personaje con una sedimentación filosófica” (102).4
Breve Historia de Cuba
Originalmente ocupado por los pueblos Guanahatabey y Ciboney,
los Tainos eventualmente llegaron a Cuba alrededor de 500CE,
desplazando a los pueblos indígenas anteriores. Fue el Taino con
el que Cristóbal Colón entró en contacto cuando llegó a Cuba en
1492 y reclamó la isla para la Corona española. Fue el negocio de
azúcar bruto más lucrativo en el siglo XVIII, ganando el título de
"La Perla de las Antillas".8
A través de los siglos de ocupación española, Cuba tuvo muchos
movimientos de independencia y levantamientos contra el
gobierno español, hasta 1898 cuando las fuerzas americanas y
cubanas derrotaron a los españoles en la guerra hispanoamericana.
Ganó su independencia de España poco después, pero fue
eclipsado por los Estados Unidos.8
El 1 de enero de 1959, Fidel Castro encabezó un grupo de
rebeldes para derrocar al gobierno del dictador Fulgencio Batista.
Sin embargo, después de la revolución y de los lazos cada vez
más estrechos de Cuba con la Unión Soviética, perdieron el apoyo
de Estados Unidos y de algunos otros países. El final de la Unión
Soviética en la década de 1990 tuvo un mayor impacto en la
economía y el bienestar de Cuba, creando lo que se conoce como
el "período especial" ,9 un período de inestabilidad. No fue sino
hasta diciembre de 2014 cuando Estados Unidos anunció que
pondría fin al embargo contra Cuba.8
Grupos Etnicos
La isla de Cuba tenía originalmente dos sociedades principales:
los pueblos Guanahatabey y Ciboney, que vivían en la isla de
alrededor de 4.000BCE a alrededor de 500CE, cuando llegaron
los tainos, viviendo no solo en Cuba, sino también en las Antillas
Mayores y las Bahamas. En el momento de la llegada de los
españoles, los tainos constituían el noventa por ciento de la
población cubana. En la década de 1550, solo unos 3.000 de esa
población original se mantuvo, diezmado por las enfermedades
europeas, las malas condiciones de trabajo y el hambre de varias
hambrunas. Hoy en día solo hay unos pocos descendientes
sobrevivientes basados en la Sierra del Puriario en el este de
Cuba. De acuerdo con las estadísticas de 2011, alrededor de un
cuarto de los cubanos son mulatos (los de ascendencia europea y
africana), dos tercios son descendientes de blancos europeos, la
mayoría de España. El último diez por ciento son de herencia
africana, con un porcentaje muy pequeño restante de la
ascendencia indígena y asiática.
Esclavitud y Trabajo
Debido a la escasez de trabajadores indígenas, en el siglo XVI,
España comenzó a trasladar esclavos africanos a Cuba para
trabajar en plantaciones de azúcar. Alrededor de 800.000
africanos fueron enviados, sobre todo durante el siglo XVIII a
principios del siglo XIX en su mayoría de Senegal y la costa de
Guinea. En la primera parte del siglo XX, decenas de miles de
trabajadores, principalmente de Haití o Jamaica, fueron
contratados como trabajadores por cuenta ajena. Con la anulación
de Gran Bretaña de la trata de esclavos transatlántica en el siglo
XIX, los terratenientes cubanos comenzaron a contratar alrededor
de 125.000 trabajadores indentured de China, casi en su totalidad
de Cantón. Pero en 1899, solo quedaban 14.000 en Cuba. Esto se
debió principalmente a las duras condiciones de vida y el
tratamiento experimentado mientras trabajaba para los
terratenientes, y muchos buscaron empleo en los Estados Unidos
u otros países latinoamericanos como resultado. Aunque más
trabajadores chinos y japoneses llegaron a principios del siglo
XX, muchas familias de clase media y alta abandonaron Cuba
después de la revolución de 1959.
Notas[editar]

1. ↑ Saltar a:a b c Barnet, Miguel (1968). Biografía de un


Cimarron. Barcelona: Ediciones Ariel.
2. ↑ Saltar a:a b c d e f g h i j k Ochando Aymerich, Carmen
(1998). «Historia, testimonio y nueva novela
latinoamericana. Biografía de un cimarron». Historia,
Antropología y fuentes orales (19): 115. Consultado el 24
de enero de 2017.
3. ↑ Saltar a:a b c d e f Sklodowska, Elzbieta (julio-septiembre
2002). «Miguel Barnet y la Novela-testimonio». Revista
Iberoamericana. Consultado el 24 de febrero de 2017.
4. ↑ Saltar a:a b c d e f González C., Yanko (2007). «Entrevista
a Miguel Barnet: Ni epigono de Oscar Lewis ni de Truman
Capote». Revista austral de ciencias sociales. Consultado el
23 de febrero de 2017.
5. ↑ Saltar a:a b c d e f Barnet, Miguel (1986). «La Novela
Testimonio. Socio-Literatura». En René Jara y Hernán
Vidal, ed. Testimonio y Literatura. Minneapolis, Minnesota:
Society for the Study of Contemorary Hispanic and
Lusophone Revolutionary Literature. p. 280.
6. ↑ Saltar a:a b c d e f g h i j Gutierrez, José Ismael (abril de
2000). «Premisas y avatares de la Novela-testimonio:
Miguel Barnet». Revista Chilena de Literatura. Consultado
el 24 de enero de 2017.
7. ↑ Saltar a:a b c d e f g h i j k l m Cox, Timothy J. (2001).
«Chapter Four. Oscillatory Structures, Running Away, and
(Dis)Locating the Self». En William E. Cain,
ed. Postmodern Tales of Slavery in the Americas: From
Alejo Carpentier to Charles Johnson (en inglés). New
York: Garland Publishing.
8. ↑ Saltar a:a b c Levinson, Sandra H., and Franklin W.
Knight. "Cuba." Encyclopædia Britannica. Encyclopædia
Britannica, inc., 01 Nov. 2016. Web. 20 Mar. 2017.
9. ↑ "Guerra Fría." Wikipedia. Wikimedia Foundation,
14 Apr. 2017. Web. 17 Apr. 2017.
Bibliografía[editar]

 Barnet, Miguel (1968). Biografía de un Cimarron.


Barcelona: Ariel.
 Cox, Timothy J. (2001). «Chapter Four. Oscillatory
Structures, Running Away, and (Dis)Locating the Self». En
William E. Cain, ed. Postmodern Tales of Slavery in the
Americas: From Alejo Carpentier to Charles Johnson (en
inglés). New York: Garland.
 "Guerra Fría." Wikipedia. Wikimedia Foundation, 14 Apr.
2017. Web. 17 Apr. 2017.
 González C., Yanko (2007). «Entrevista a Miguel Barnet:
Ni epigono de Oscar Lewis ni de Truman Capote». Revista
austral de ciencias sociales: 93-110. Consultado el 23 de
febrero de 2017.
 Gutiérrez, José Ismael (Abril de 2000). «Premisas y avatares
de la Novela-testimonio: Miguel Barnet». Revista Chilena de
Literatura: 53-59. Consultado el 16 de marzo de 2017.
 Levinson, Sandra H., and Franklin W. Knight.
"Cuba." Encyclopædia Britannica. Encyclopædia Britannica,
inc., 01 Nov. 2016. Web. 20 Mar. 2017.
 Ochando Aymerich, Carmen (1998). «Historia, testimonio y
nueva novela latinoamericana. Biografia de un
cimarron». Historia, Antropologia y fuentes orales (19): 105-
116. Consultado el 16 de marzo de 2017.
 Sklodowska, Elzbieta (julio-septiembre 2002). «Miguel
Barnet y la Novela-testimonio». Revista Iberoamericana: 799-
806. doi:10.5195/reviberoamer.2002.5970. Consultado el 16
de marzo de 2017.

BIOGRAFÍA DE UN CIMARRÓN, LA NOVELA-


TESTIMONIO DE BARNET

Por: Luisa Campuzano
27/11/2018

Como siempre ha recordado su autor con mucho cariño, y yo


se lo agradezco invariablemente, hace poco más de cincuenta
años publiqué en el recién fundado Caimán Barbudo  una de
las primeras reseñas de Biografía de un Cimarrón,  surgida de
lo que había significado para mí el impacto, el
deslumbramiento causado por la revelación vívida,
conmovedora de ese vergonzoso, traumático pero también
heroico, memorable pasado de la nación que había conocido
de la mano de Juan Pérez de la Riva en los años en que,
siendo muy jovencita, trabajé con él en Colección Cubana de
la Biblioteca Nacional.

 Luisa Campuzano y Eduardo Heras León. Foto: Abel


Carmenate

La historia de la gente sin historia, como la denominara mi


jefe, me era narrada ahora directamente, sin ningún
intermediario, a mí, una destinataria sorprendida, ávida,
cautiva, invitada a instalarme como oyente, como
interlocutora silenciosa, en el espacio que tan generosamente
me ofrecía un texto hablado como conversación, con pausas,
con silencios, y lleno de respuestas que no habría encontrado
en los libros, respuestas a preguntas que tantas veces nos
habríamos hecho o que no nos habríamos atrevido a
plantearnos, o no se nos habría ocurrido hacerlo. Un relato
que, además, se expresaba en una lengua llena de sustantivos,
frases, giros, matices que nos eran al mismo tiempo
novedosos y familiares, actuales o pretéritos, con esa prosodia
entrecortada, en esa tonalidad coloquial que nosotros todavía
habíamos alcanzado a escuchar en la voz de los viejos de
antes, o en los cuentos de nuestros abuelos, que tanto supimos
apreciar en aquella niñez tan desprovista de aparatajes
eléctricos y electrónicos, pero tan llena de humanidad, de
gente. La narración sin fingidos tapujos, pero con sus
misterios y triquiñuelas, de un viejo negro centenario, que
había sido esclavo, cimarrón y soldado del Ejercito
Libertador. Un viejo que vivía a cuadra y media de mi casa de
La Víbora, en el Hogar del Veterano. Un viejo frente al cual
yo había pasado durante años camino del colegio sin prestarle
mucha atención, devolviéndole tal vez en ocasiones, desde la
otra acera, con respeto, pero nada más, su saludo; o no
distinguiéndolo del resto de sus cada vez más escasos
compañeros cuando el 10 de octubre, el 24 de febrero o el 20
de mayo íbamos con los condiscípulos del Instituto Edison a
homenajearlos en medio del alboroto de bajar en grupo la
loma de Felipe Poey.

Barnet y Montejo. Foto: Cortesía de la Uneac

Recientemente he releído con unos estudiantes parte de


Cimarrón: los primeros años de Esteban y la vida en el
ingenio, y aunque tanto ahora como en cada ocasión en que he
vuelto a este unicum  de la literatura universal se despiertan en
mí viejas emociones, de todas ellas la que me gana y me
embarga es la nostalgia, porque aunque quiera ya no puedo
leerlo como cuando lo tuve por primera vez en mis manos,
cuando, recién publicado, su autor me lo llevó, con una
preciosa dedicatoria, a la Escuela de Letras en que yo
empezaba a dar clases.

Y es que entre aquel lejano entonces, y mis sucesivos


reencuentros con sus páginas, han pasado no solo muchos
años, sino muchos estudios, muchas teorías, mucha distancia
critica, mucho ir y venir profesional que apagan
implacablemente el placer de una lectura fresca, ingenua,
feliz.

De modo que lo que hoy me he propuesto escribir como


prólogo a su merecidísima inclusión en la colección Literatura
Latinoamericana y Caribeña de la Casa de las Américas tiene
dos caras, dos tiempos… Quiere ser, por una parte, un rescate
de aquel lejano ayer de mi primera lectura de Cimarrón, y por
otra, un acercamiento actual al tiempo en que se escribió, se
publicó y, sobre todo, se empezó a leer Cimarrón, a su
contexto nacional de creación y de recepción, y a su
influencia decisiva en la canonización del testimonio
latinoamericano.

I
En todas la literaturas ―escribía en el entonces de mis
veintitrés años― hay libros entrañables que, curiosamente,
rebasan los límites de lo exclusivamente literario. Y recordaba
cómo poco antes habíamos hallado en las Memorias de una
cubanita que nació con el siglo, de Renée Méndez Capote, la
revelación, algo así como el descubrimiento del encanto, de la
fascinación íntima de la tierra, de los matices sutiles e
inefables de eso que nos decían que se llamaba la cubanía. No
lo he olvidado porque veía en las Memorias de la cubanita,  en
su querer y no querer un pasado conflictivo, en su lenguaje, en
sus descripciones minuciosas de los objetos y las costumbres,
de las ilusiones y los reveses de la vida cotidiana de una
época, en la expresión raigal de su pensamiento siempre
rebelde, toda una manera de entender una historia que no era
la oficial, pero que era tan imprescindible como la que nos
iban a ofrecer Esteban Montejo y Miguel Barnet.

Y lo primero que pensaba, que sentía entonces, era


que Biografía de un Cimarrón  venía a ser ―solo, por
supuesto, en cierta medida, y a manera de confrontación―
una contrapartida y un complemento de la Cubanita.  Que lo
que en aquella eran las postales de nuestra modesta Belle
Époque, en el Cimarrón  era la cara terrible de los últimos
años de la Colonia; que ambos textos nos daban más de
cuarenta años de vida nacional ―de muy difíciles y decisivos
años de vida nacional― vistos desde espacios y clases muy
distantes, pero con la misma intensidad, por los ojos chinitos
de una niña rica y por los de un negro esclavo, cimarrón y
mambí. Que Cuba era ambas cosas, y que teníamos que
aprender a lidiar y a vivir y a construir esa tremenda
condición de pueblo nuevo ―como lo definiría Darcy
Ribeiro―, de pueblo que habría de nacer dolorosamente de la
convivencia y el entendimiento entre blancos descendientes de
esclavistas o de gente de algún modo beneficiada por el
régimen colonial o aliada a él, y negros y mestizos
descendientes de esclavos, víctimas del régimen colonial.
Esteban Montejo ―“Yo estuve años y años sin conversar con
nadie”― parecía haber estado esperando por las preguntas de
Miguel Barnet, y al cabo de un siglo de silencio se puso a
relatar su vida, no como esos viejos que se creen actores
infatigables de la historia, sino como un testigo curioso de su
tiempo, capaz de dar opiniones, de lanzar juicios y anatemas,
alegre y juguetón, parcial a su raza, desconfiado, sabio,
mujeriego ―demasiado mujeriego, demasiado machista, diría
hoy.

Miguel Barnet, con un temprano saber que trascendía su


condición de etnólogo y de poeta, y que parecía provenir de
no sé qué misteriosa intuición, conservó, en la medida de lo
posible, el habla alucinada del cimarrón: sus arcaísmos, su
léxico medio campesino, medio negro, las citas de los bozales,
con su precario español; mantenía sus giros sintácticos y,
sobre todo, su increíble forma de asociación de ideas, puesta
de manifiesto en algo que está presente desde la primera
página, algo que encanta y seduce al tiempo que brinda una
nueva dimensión al personaje y a la obra: la “filosofía” de
Esteban, su cosmogonía un tanto panteísta por lo ingenua y
sabia al mismo tiempo.

 Los barracones de la esclavitud y de la abolición, los


bateyes, el monte, los ingenios, los pueblos,
la manigua insurrecta aparecen descritos en todas sus
dimensiones. Foto: Internet

Con esta forma de mirar las cosas que lo acompañaba desde la


infancia ―“lo que pasa es que a mí me ha dado por ver las
cosas de lejos”―, Esteban se refería a lo real y lo imaginario,
lo cotidiano y lo mágico de su vida. Los barracones de la
esclavitud y de la abolición, los bateyes, el monte, los
ingenios, los pueblos, la manigua insurrecta aparecen
descritos en todas sus dimensiones. Habla de los juegos: los
billetes, el tejo, los bolos, el mayombe, que era más bien un
rito religioso; los juegos “de relajo”; los juegos de los niños y
las niñas: bolas, muñecas de trapo, prendas; los juegos de
baraja: a la cara, al mico y el clásico monte decimonónico; los
juegos de los pueblos: los gallos, las competencias de caballos
con púas o con patos; los juegos de los chinos: el botón y la
charada. Rememora los bailes: en los barracones, el maní, la
yuka y el baile francés; los bailes de los guajiros, el zapateo y
la caringa; los bailes de los bateyes: rumbas; la jota española,
la danza y los danzones. Repasa las fiestas con sus rifas de
Semana Santa, patrocinadas por los curas, los titiriteros:
“gitanos, españoles y cubanos”, los adivinadores, los
saltimbanquis, los cómicos de las ensaladillas que deben de
haber sido algo así como los entremeses medievales; y las
bebidas y frituras de las fiestas, con un catálogo de nombres
inolvidables. Las ropas de la esclavitud, las esquifaciones, y
las ropas de la libertad, de tela encubridora; los vestidos de las
mujeres que parecían “escaparates ambulantes”. Las tabernas,
las fiestas de San Juan, las monedas: las carandolesas
mexicanas, los doblones, los centenes, las onzas, las medias
onzas; el enamoramiento campesino, los bandidos, los curas,
la hora del baño, las “canchanchanas”, los serenos, los
castigos, los médicos, los chinos de Sagua, Manuel García, las
inconsútiles brujas canarias, los tambores.

Esteban no olvida nada. Recuerda con gran exactitud el


proceso de fabricación del azúcar en el ingenio Flor de agua,
donde trabajó cuando era un adolescente. Repite con precisión
las recetas de las comidas de los santos.  Barnet, en la
“Introducción” a Cimarrón,  en entrevistas y en
conversaciones, ha contado su interés inicial en que Esteban
le informara de las religiones africanas, y cómo el viejo
veterano ―“Hay que respetar las religiones. Aunque uno no
crea mucho”― se mostraba esquivo y pretendía no saber nada
de ellas. Pero en el transcurso de las charlas se animó a contar
también estos recuerdos. Y así describe los ritos de
los lucumises  ―“Eran los más rebeldes y valentones”―,
cómo hacían o tallaban las imágenes de sus dioses y cómo
tenían el don de la adivinación; y los ritos de los congos
―“eran más bien cobardones… Hay una jutía muy conocida
que le dicen conga; muy cobardona ella…”―, el chicherekú,
el mayombe, la brujería ―“La brujería tira más para los
congos que para los lucumises.  Los lucumises  están más
ligados a los santos y a Dios”―. Esteban cuenta con asombro,
añoranza y melancolía, sus conversaciones con los negros de
nación ―el Congo del Timbirito, Ma Lucía― y repite las
historias de África, de elefantes, sapos, jicoteas, orangutanes,
y recuerda los rostros patriarcales de sus interlocutores, el
respeto que inspiraban, la valentía que mostraron en la Guerra
de los Diez Años. Pero donde el poder recreador de la
memoria de Esteban sorprende mucho más es en la narración
de la vida en el monte. Allí no solo relata las peripecias
diarias y describe el bosque y sus habitantes, sino restablece
ese vínculo del hombre y la naturaleza que conforman la
soledad y el silencio, lo que Esteban expresa con toda su
ingenua poesía al recordar los nombres y las voces
inconcebibles de los pájaros, el sabor escapadizo del agua de
río y las virtudes omnímodas de las hojas del monte.

Comentaba entonces en mis paginas cómo algunos


historiadores muy rigurosos, no bien publicado Cimarrón,  ya
habían comenzado a discutir si todavía en la década de los
setenta podía haber cimarrones, o si se habían tomado en
cuenta o no ciertos factores en la descripción de la batalla de
Mal Tiempo y, en general, de la Guerra de Independencia. Y
lo hacían prescindiendo de lo que Barnet dice en la
“Introduccion” del carácter eminentemente subjetivo de la
narración de Esteban. La Historia es ―en definitiva― una
ciencia, si no exacta, por lo menos amante de la exactitud. La
literatura ―prescindamos de la etnografía― se interesa por la
visión personal y solo de esta forma logra hacer vívido
aquello que en la historia queda como esquema o
consideración general. Al fin y al cabo cada prejuicio, cada
actitud del personaje viene a tener también su explicación
histórica.

Cuando Esteban Montejo se huyó, a finales de la década de


los setenta del siglo XIX, ni se conocían, ni se plasmaban
igualmente en todas partes las hoy llamadas “consecuencias
inmediatas” de la Guerra de los Diez Años. La esclavitud
estaba en decadencia; en algunos sitios se hacia incosteable;
pero en otros no, y en estos su decadencia recrudecía los
malos tratos. Frente a eso el esclavo no podía más que cumplir
con su íntimo afán de rebelión y huirse.

Cuando Esteban regresa del monte al barracón de la abolición,


todo sigue siendo igual: los amos, el mayoral, la faina,  la
guardia civil, los curas. El desencanto tácito que se ha
advertido en otros capítulos se agudiza, y el cimarrón se va a
la guerra, sin entusiasmo, solo porque “los muertos se iban a
morir igual y sin provecho para nadie”. En su descripción de
la guerra, en los juicios que emite sobre los jefes, se pone de
manifiesto la subjetividad de sus opiniones, la parcialidad
para su raza y más que nada su desconfianza innata: “Lo
mejor para la guerra es la desconfianza. Para la paz, igual…
De los hombres hay que desconfiar”. Y es que lo que él narra
no es la guerra que conocemos por los libros de historia, por
las memorias de los ilustres patricios; lo que Esteban cuenta
no son las dificultades, los avances y los retrocesos de la
estrategia en grande, de las luchas por prevalecer, por dominar
sectores, por establecer privilegios para el futuro, los manejos
que anunciarían la gran traición burguesa del 98; sino la vida
de la tropa, sus relaciones con los jefes, el hambre, los
castigos, el fango, la discriminación, las pequeñas traiciones.
Sus opiniones sobre Máximo Gómez son muy prestablecidas,
muy prejuiciosas, pero revelan todo un aspecto muy debatido
de la guerra: la discriminación dentro del Ejército, la
existencia de bandolerismo, la indisciplina de los pequeños
jefes, la falta de consideración a la tropa. Y por otra parte, se
ve su ingenua admiración por Maceo que respetaba a la tropa
―“Él decía que los soldados no eran culpables de los
errores”―, que “era más duro que un guayacán” y que era
negro, como Quintín Banderas, a quien también elogia.

De la guerra Esteban salió más desconfiado aún ―“La  guerra


tiene esas cosas, por eso yo dio que mata la confianza de los
hombres”―. Había sido una guerra “sin vencidos ni
vencedores”, pero habían ganado los yanquis: “Por eso
cuando los jefes dijeron: ¡Ya se terminó la guerra, hay que
trabajar!, yo cogí mi bulto y fui a la terminal de trenes, al lado
de la muralla de La Habana”.

Esteban Montejo ―“Yo era cimarrón de nacimiento”― se fue


al monte solo ―“cimarrón con cimarrón, vende cimarrón”―,
sin seguir un criterio común, o unirse a otros compañeros y
apalencarse. De la misma manera se unió a la guerra: “Al
principio nadie explicó la revolución. Uno se metía de porque
sí. Yo mismo no sabía del porvenir. Lo único que decía era
¡Cuba Libre!”. Y es que así se hace la historia, así hace la
historia la masa inconmensurable de hombres sin historia.
Esteban pudo, al cabo de un siglo de silencio, contarnos lo
que hizo, “pero hubo quien ni siquiera salió del monte. Del
caballo para debajo de la tierra”.

II

Llego a mi lectura de hoy, de hace dos años, de cuando quise


celebrar el medio siglo de Biografía de un
cimarrón  repasando las circunstancias en que se escribe y
empieza a leerse; y debo comenzar por el principio.

El impacto del triunfo revolucionario, a más de sus múltiples


consecuencias inmediatas y perspectivas futuras, hizo resurgir
en el imaginario colectivo la heroicidad del pasado, tanto del
más cercano, casi contemporáneo, como del más remoto.
Recordemos la caballería mambisa con que Camilo
Cienfuegos entró en La Habana al frente de los campesinos
que poblarían con sombreros de yarey y machete en mano la
Plaza de la Revolución el 26 de julio de 1959.

Así, en el campo literario cubano de los primeros sesenta y en


su correlato editorial es fácil encontrar textos recientes o
pretéritos con marcados objetivos políticos, que actualizaban,
revisaban, visibilizaban la historia nacional desde la
perspectiva o desde la escritura de sus protagonistas del
presente o del pasado. Sin duda el más relevante de ellos
fue Pasajes de la guerra revolucionaria,  del Che, de 1963. Y
como el Che no solo hubiera recomendado a los combatientes
del Ejército Rebelde, sino también a los alfabetizadores que
recogieran sus experiencias, se multiplicaron los textos que
daban testimonio del presente de luchas y de distintos tipos de
campañas libradas por un pueblo entusiasta en el que los
jóvenes marchaban al frente.

Foto: Internet

Por eso no deja de ser significativo que la revista Casa de las


Américas publicara muy tempranamente dos textos
testimoniales sobre la Campaña de Alfabetización, en 1961 el
de un escritor, traductor, fundador de revistas que había
participado en ella: Pepe Rodríguez Feo; y en 1963, el de una
alfabetizadora popular: Matilde Manzano. Tampoco debía de
haber sorprendido que en 1962 el premio de novela concedido
por mayoría en su casi recién estrenado certamen recayera
en Maestra voluntaria,  de Daura Olema, texto que por su
estatuto híbrido, en buena medida testimonial, desconcertara a
sus primeros críticos y lectores. Ni que ya en los primeros
años del catalogo editorial de la Casa aparecieran dos textos
testimoniales. Uno, debido a Lisandro Otero, de quien se
publica en 1960 un largo reportaje: Cuba ZDA,  o sea, zona de
desarrollo agrario. Y otro, La favela, o Quarto de despejo, de
Carolina María de Jesús, diario o memorias de una cartonera
de Sao Paulo, que en 1966 será uno de los primeros libros
incluidos en la colección Literatura Latinoamericana, recién
creada para reunir las obras canónicas de las letras del
continente.

Entre las memorias aparecidas por esos años anoto también


una que fuera premiada por el Instituto Cubano del Arte e
Industria Cinematográficos (Icaic) como guion
cinematográfico en 1961, y luego publicada en 1963 por
Ediciones Unión: Primeros recuerdos de Araceli de Aguililla.
Y muy especialmente, la aparición en su primera edición, de
1963, por la Universidad de Las Villas, de las ya
mencionadas Memorias de una cubanita que nació con el
siglo, de Renée Méndez Capote, quien gozaba desde los años
treinta de gran prestigio intelectual y político en nuestro
ámbito cultural, al cual regresaba con este texto
extraordinario, que en su segunda edición por la colección
Bolsilibros de la Uneac, de 1964, llegaría a ser uno de los
libros más leídos y elogiados por la critica cubana de la época,
y un clásico de la autobiografía hispanoamericana.

Por otra parte, en aquellos primeros sesenta se desarrolla con


Ambrosio Fornet un camino que será muy influyente: el del
rescate de lo que él llamara “literatura de campaña”, a partir
de dos libros referidos a la Guerra de los Diez Años que
fueran publicados en 1890: un testimonio directo, sin
mediación: A pie y descalzo: Trinidad a Cuba 1870-71
(Recuerdos de campaña), de Ramón Roa, y otro
mediado, Episodios de la Revolución cubana, escrito por uno
de los más notables autores de fines del XIX, Manuel de la
Cruz, a partir de testimonios de veteranos de esa primera
contienda.

Es obvio que A pie y descalzo… y los Episodios…, editados y


leídos en los años en que se estaba decidiendo, bajo el acicate
de José Martí, el inicio de la segunda guerra de
independencia, tuvieron en su momento una función
movilizadora, eminentemente política, frente a la ofensiva
conservadora de las tendencias autonomistas que promovían
una perpetuación light  del dominio colonial.

El 13 de marzo de 1965 Fidel había reclamado enfáticamente


la recuperación del pasado para la consolidación del presente:
“Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy
habrían sido como nosotros”, y es en este contexto en el que
se va a producir la creación, por Fornet, en la editora del
Consejo Nacional de Cultura, de la colección “Literatura de
campaña”, cuyo primer titulo es El viejo Eduá, texto escrito
en 1892 por Máximo Gómez, en el cual el generalísimo
rememora la figura y las acciones de su asistente, un negro
viejo que fuera esclavo, cimarrón y combatiente en el Ejército
Libertador. A este se sumaron las reediciones de diarios de
campaña del 68 y el 95. Pero al mismo tiempo se escriben,
reeditan o rescatan, a más de textos producidos durante las
guerras de independencia, los testimonios de revolucionarios
de los años treinta o de quienes participaron en la Guerra
Civil española. En ellos se subvierte la historia oficial o se
completa con facetas antes invisibilizadas. Son ejemplos
notables La Revolución del 30 se fue a bolina (1969), de Raúl
Roa, Tiene la palabra el camarada Roa, larga entrevista sobre
esta temática que le concede a Ambrosio Fornet (1969), y,
sobre todo, los textos de Pablo de la Torriente
Brau: Aventuras de un soldado desconocido cubano,
Peleando con los milicianos (1968) y, en particular, Presidio
Modelo, excepcional testimonio de la cárcel, cuyo manuscrito
conservaba Roa y se da a conocer en 1969.

Foto: La Jiribilla

Otra vertiente importante de este substrato nacional del


testimonio, fundamental en nuestro caso, es la etnográfica,
nutrida por las enseñanzas de Fernando Ortiz y de Lydia
Cabrera en su trabajo con informantes. A ellas habría que
sumar la impronta de la escuela de Robert Redfield
introducida por su discípula Calixta Guiteras, de quien se
publicara en los años sesenta en los Estados Unidos y México
su libro Los peligros del alma: visión del mundo de un tzotzil ,
aparecido posteriormente en La Habana.

Al constituirse a comienzos de los sesenta el Instituto de


Etnología y Folklore, dirigido por Argeliers León y del que
sería asesora Calixta, surgen dos proyectos destinados a
preservar, no solo por razones científicas, sino también por su
carga política, la cara oculta de zonas marginales o la
experiencia de grupos olvidados a los que los investigadores
aplicarían instrumentos rigurosamente diseñados para obtener
sus historias de vida. Es así que se propone, por una parte,
trabajar con habitantes de un barrio marginal de La Habana en
proceso de desaparición: Las Yaguas ―que ya había suscitado
el interés de la lente de Walker Evans (1933) y del
antropólogo Oscar Lewis (1946, 1960)―, y documentar su
tránsito a nuevas viviendas. De ahí surgen textos
como Manuela la mexicana, de Aida García Alonso (1968),
y Amparo, millo y azucena, de Jorge Caderón (1970), que
tendrán, sobre todo el primero, marcada relevancia en esta
arqueología del testimonio.

Hay, como decía, un segundo proyecto, destinado al mismo


fin de preservar la memoria y la experiencia de protagonistas
o grupos olvidados, el cual consistía en entrevistar a
centenarios, según una guía temática cuidadosamente
organizada, Y de ahí surge en 1966 Biografía de un cimarrón,
publicado por el referido Instituto con una introducción en la
cual el autor expone las características de su trabajo y de su
método como propios de una investigación etnográfica.

Pero muy pronto, casi coincidiendo con su publicación, el


libro gana independencia, se ibera de la marca etnográfica,
deja de ser exclusivamente un documento científico para
convertirse en un texto literario, leído como se lee una
ficción, solo que en este caso el lector no tiene que pensar que
tal vez el autor ha basado su “novela” en un personaje y unas
situaciones y experiencias reales, y que ha adoptado giros y
voces correspondientes a estos, sino que su protagonista
existe, que le ha contado su vida, que el autor la ha grabado,
la ha transcrito, la ha editado…

Poco tiempo después Miguel Barnet decide otorgar una nueva


denominación, la de novela-testimonio, a lo que ya también
fuera de Cuba había sido ampliamente leído como ficción, y
comenzado a desatar la que sería una de las grandes tormentas
teóricas dentro del trascendental ascenso del testimonio en las
letras latinoamericanas.

Se trataba de los problemas éticos e ideológicos que implica


la transcripción del otro, de las relaciones entre emisores y
editores. La famosa pregunta de Gayatri Spivak sonaba como
un memento mori dirigido a la legitimidad del testimonio y
sus estudios. ¿En verdad podía hablar el subalterno? ¿Qué es
lo que nos llegaba de su voz mediada por la escritura del
editor, de la editora? De regreso a lo más estrechamente
literario, ¿cuáles eran, por tanto, los problemas
epistemológicos y retóricos implicados en la transcripción de
estos discursos? ¿Cómo llevar la oralidad a la escritura?
¿Cómo el texto se convertía en libro?, ¿qué paratextos
introducía el editor, la editora, es más, la editorial? ¿Cuál era,
de nuevo, la relación entre verdad y ficción, lo fáctico y lo
ficticio? ¿Cómo se narraba y cómo se leía el testimonio?
¿Cuál era su recepción? ¿Cómo influía, estaba influyendo, en
géneros literarios canónicos?

Y a ello había venido a poner fin la nueva definición


propuesta por Miguel, la de novela-testimonio, ampliamente
acogida por la crítica. Un hibrido en que la ficción, con sus
recursos y procedimientos literarios, y la realidad, lo
fundamental, el meollo, se complementan. En que el autor, el
gestor, el editor del testimonio decanta, filtra, selecciona para
al final poder decir, como en Canción de Rachel: “esta es la
historia de ella, de su vida tal y como ella me la contó y tal
como luego yo se la conté a ella” ―y a nosotros, por
supuesto.Nota:
 El autor ha tenido la generosidad de entregar para esta
edición dos importantes textos: “Para llegar a Esteban
Montejo: los caminos del Cimarrón”, y “La novela
testimonio: socio-literatura”. Ambos contribuyen a lograr, de
primera mano e incuestionablemente, una mucho mejor
lectura de su obra, a una amplia y documentada comprensión
de su poética y de su método, y a calibrar la omnipresencia
de Cimarrón en el escenario mundial y en las disimiles
manifestaciones artísticas a las que se ha incorporado como
tema. Nadie se arrepentirá de leerlo Transcripción del
Prólogo: Zita Corrales Romero 
LAS CARACTERISTICAS SINGULARES DE ESTEBAN
MONTEJO Y SU ESPIRITU REVOLUCIONARIO

Resumen:Biografía de un cimarrón (1966) se considera como


modelo de la novela testimonio, que Miguel Barnet propuso como
un género que representa la identidad colectiva del pueblo. Sin
embargo, el narrador-personaje de la obra, Esteban Montejo, tiene
características singulares que lo distinguen del pueblo por su
inclinación individualista. En el prólogo del texto, el autor trata de
identificar dichas características con el espíritu revolucionario,
destacando el hecho de que Montejo fue un cimarrón que escapó
de la esclavitud y participó en la guerra de Independencia. Con
base en la idea de que el texto se enfoca en la representación del
protagonista como un modelo revolucionario, el presente trabajo
analiza la singularidad del narrador-personaje y la estrategia
textual de relacionarlo con la Revolución cubana.

Palabras clave:Cimarrón, Revolución cubana, Libertad,


Identidad masculina, Representación.

Abstract:The Autobiography of a Run Away Slave (1966) is


considered as a model of the testimonial novel that Miguel Barnet
proposed as a genre that represents the collective identity of the
people. However, the narrator/character of the novel, Esteban
Montejo, has unique characteristics that distinguish him from the
people such as an individualistic inclination. In the prologue of
the text, the author tries to identify those characteristics with the
revolutionary spirit highlighting the fact that Montejo was a
runaway slave who escaped from slavery and participated in the
war of independence. Based on the assumption that the text
focuses on representing the protagonist as a revolutionary model,
this paper analyzes the uniqueness of narrator/character and the
textual strategy that relate it to the Cuban Revolution.

Keywords:Run away Slave, Cuban Revolution, Liberty,


Masculine Identity, Representation.
Introducción

Biografía de un cimarrón de Miguel Barnet logró gran éxito casi


inmediatamente después de haberse publicado en 1966, y luego
empezó a considerarse como modelo del género de ‘la novela
testimonio’ que el autor propuso. Como señala la denominación,
en el subgénero se superponen al menos dos voces: la del testigo
que narrar su historia y la del autor que convierte el testimonio en
un texto literario. Además, ambos actores representan las culturas
respectivas a las que pertenecen y sus voces reflejan distintas
visiones del mundo. En consecuencia, el subgénero plantea una
pregunta a la que no se puede contestar con seguridad: ¿quién
habla? Es la pregunta fundamental que define el género como una
forma de transición que se ubica en el intersticio entre las culturas
del opresor y del oprimido, como afirma John Beverley (1987).
Según Elzbieta Sklodowska (2002), este esquema nos hace
percibir la potencial discrepancia en las intenciones de las voces:
“Mientras que para Montejo el destinatario de su confesión es el
editor, éste, a su vez, se propone dirigir el texto a un círculo más
amplio de lectores, con el objetivo de testimoniar y reivindicar”
(p. 801).

Sin embargo, aunque varias voces se registran entrelazadas, la


del autor nunca pierde la posición privilegiada. Como
antropólogo, Barnet investiga el caso de Esteban Montejo y, como
escritor, reorganiza la narración y convierte al informante en un
personaje de novela. En apariencia, hace hablar al narrador en vez
de expresar directamente su propia voz y reduce su papel solo al
de redactor. Pero, al fin y al cabo, tiene la autoridad definitiva
sobre la obra y la voz del narrador no puede transmitirse al lector
sin la elaboración del autor. Es el escritor quien convierte una
narración ilegible en una obra legible. Barnet (1992) también
reconoce alusivamente ese privilegio definiendo el papel doble
que desempeña el autor:

No soy un escritor puro. Soy algo así como un híbrido de halcón


y jicotea. He intentado conciliar las tendencias sociológicas y
antropológicas con la literarias, convencido de que andan juntas
por cavernas subterráneas, buscándose y nutriéndose en jubilosa
reciprocidad. Si ando a caballo entre estas dos corrientes es
porque creo, que ya es hora de que ellas vayan de la mano sin
negarse la una de la otra (p. 76).

Como se aprecia en esta definición, el género se basa en la


combinación entre la imaginación y la memoria, o la literatura y
las ciencias sociales. A través de un eclecticismo que sintetiza
ambos campos, el autor trata de otorgarse a sí mismo la
objetividad científica, pero al mismo tiempo la libertad de la
creación artística.

Desde este punto de vista, nos enfocaremos en el estudio de


cómo la voz privilegiada del autor influye en la del otro, Esteban
Montejo. Aunque sea imposible distinguir con exactitud sus
voces, podemos acercarnos al objetivo a través del enfoque en los
indicios que muestra la obra. Como señala William Luis (1989),
el intento del autor se impone a la voz del narrador-personaje en
el proceso de la representación literaria:

Aware of the lack of historical information on the subject of


slavery, Barnet, the ethnologist, was guided by a concern to fill a
void in literature and history. Writing or rewriting history was
indeed an important component of Barnet’s project which he
completed successfully. As the creator of memory, Barnet
intervenes most noticeably as he reconstructs Montejo’s language
and paraphrases much of his story, though he is careful to
maintain the informant’s syntax. When transforming him into a
literary figure, Barnet could no longer be loyal to Montejo, the
person. Barnet set out to recreate not only what Montejo was, but,
also and even more important, what he should have been (p. 481).

En efecto, Montejo se describe como un personaje que tiene


ciertas características singulares que lo distinguen de sus vecinos.
Además, a medida que se desarrolla el texto, la peculiaridad del
narrador-personaje se convierte en una personalidad
extraordinaria y hasta heroica. En el prólogo a la edición de la
Biblioteca Ayacucho, el autor expresa cuál es el motivo de esta
representación:
El espíritu revolucionario se ilustra no solo en el propio relato
sino en su actitud actual. Esteban Montejo, a los ciento cinco años
de edad, constituye un buen ejemplo de conducta y calidad
revolucionarias. Su tradición de revolucionario, cimarrón primero,
luego libertador, miembro del Partido Socialista Popular más
tarde, se vivifican nuestros días en su identificación con la
Revolución Cubana (Barnet, 2012, p. 9).

Así, Barnet trata de definir a Esteban Montejo como un modelo


revolucionario, lo cual nos hace pensar que sus características
tienen que ver con la intención de justificar la Revolución. Con
base en esta premisa, el presente trabajo definirá la singularidad
de la caracterización del narrador-personaje, y luego analizará
cómo el texto la relaciona con el espíritu revolucionario.

La inclinación individualista y la aspiración a la libertad

Miguel Barnet (1992, p. 75) define que el papel del autor de la


novela testimonio es representar las voces que se excluyen de la
historia oficial: “El rico arsenal de leyendas, mitos y refranes
creados por esta llamada «gente sin historia» quedaría anónimo
esperando un siglo vindicador, una revolución de la voluntad y la
fundación, por la fuerza del testimonio”. Según Barnet (1992), a
través de esta estrategia, el género puede reivindicar los valores
ocultos y revelar la identidad colectiva del pueblo cubano. Esta
justificación revela una grieta principal del texto. Se puede
suponer que, para representar la psiquis colectiva, el narrador-
personaje de la obra necesite identificarse con el pueblo o, al
menos, que tenga suficientes puntos comunes con él. Sin
embargo, Montejo se destaca no por los puntos de contacto con su
vecindad sino por las diferencias, y tampoco muestra la
conciencia de comunidad. Aunque participó en varios momentos
importantes de la historia cubana, su vida es excepcional y
solitaria, como afirma Lindsay Puente (2012, p. 35).

En efecto, entre las características singulares de Montejo, lo que


más se destaca es la inclinación individualista. Como se señala en
el prólogo de la novela, Montejo tiene “un firme sentimiento
individualista […] [que lo inclina] a vivir aislado […] [y]
despegado de sus semejantes” (Barnet, 1977, p. 5). El
protagonista mismo menciona esa tendencia repetidas veces a lo
largo de todo el relato y expresa sin cesar el deseo de estar solo
con varias expresiones, como “separatista”, “independencia”,
“espíritu de cimarrón”, etc. Pareciera que tiene ganas de destacar
de manera especial cuánto le gusta la vida solitaria. Además,
como se expresa en sus alocuciones, siempre toma una actitud
indiferente ante sus vecinos y no quiere tener relaciones
amigables con ellos. Hasta en la fiesta, se queda afuera como un
forastero. Tampoco le interesa formar una familia ni le importa si
existen o no los hijos que pudo haber engendrado.

El individualismo firme se expresa de manera extrema en la


vida como cimarrón. A pesar de todas las dificultades de la vida
en el monte, Montejo mantiene su estado de aislamiento sin
ninguna ayuda de otros. Otros cimarrones andan de dos o tres,
pero él no confía en nadie y considera peligroso acompañarse con
otros. Su incredulidad no es ilógica porque los cimarrones
siempre corrían el riesgo de ser atrapados y de ser esclavizados de
nuevo. Sin embargo, es insólito que mantenga una vida tan
solitaria sin conversar con nadie por varios años y que nunca
sienta soledad. Más bien, parece que le resulta más feliz vivir en
el monte sin tener ninguna relación con otros: “Como a mí
siempre me ha gustado gobernarme, me mantenía aislado de ellos.
De todos. Hasta de los bichos me aislaba yo. [...] Por eso digo que
me sentía bien de cimarrón. Ahí me gobernaba yo solo y me
defendía igual.” (p. 23).

Esta inclinación individualista tan fuerte no parece común entre


el pueblo, pero en el texto, el individualismo de Montejo no se
identifica como excentricidad ni se considera inaceptable. El
protagonista se representa no solo como un hombre singular, sino
también como un personaje fuerte y resistente que puede aguantar
una vida dura y solitaria para ser libre de la opresión de la
esclavitud. La libertad es la palabra clave que explica su carácter
peculiar y que, además, le otorga a Montejo una posición superior
a otros:
En Ariosa había dos negros que me conocían de muchacho. Un
día le dijeron a Lucas: “Este vivía como un perro en el monte”. Y
yo los vide después y les dije: “Oigan, los que vivían así eran
ustedes que recibían cuero”. Y es que toda esa gente que no se
huyó, creía que los cimarrones éramos animales. Siempre ha
habido gente ignorante en el mundo. Para saber algo hay que estar
viviéndolo. Yo no sé cómo es un ingenio por dentro si no lo miro.
Eso es lo que les pasaba a ellos (p. 38).

El excimarrón es sensible a la represión y siempre trata de


rehuir a todo lo que pueda oprimir su libertad. Por eso, se siente
orgulloso de haber escapado de la vida en los barracones donde
vivían los esclavos y de haber alcanzado su independencia. Por el
contrario, la mayoría de sus compañeros no expresan el deseo de
ser libres y sufren la esclavitud con paciencia. Aun después de la
abolición de la esclavitud, los afrocubanos que están
acostumbrados a la vida como esclavos tienen miedo de disfrutar
la libertad pero, a diferencia de ellos, Montejo no comprende ese
miedo y actúa con valentía como dueño de su vida:

Los negros que trabajaban en Purio habían sido esclavos casi


todos. Y estaban acostumbrados a la vida del barracón, por eso no
salían ni a comer. Cuando llegaba la hora del almuerzo, se metían
en el cuarto con sus mujeres y almorzaban. En la comida era
igual. Por la noche no salían. Ellos le tenían miedo a la gente y
decían que se iban a perder. Siempre estaban con esa idea. Yo no
podía pensar así, porque si me perdía, me encontraba. ¡Cuántas
veces no me perdí en el monte sin hallar un río! (p. 27).

Así, el narrador-personaje se distancia de otros en un doble


sentido. Primero, no se relaciona afectivamente con nadie y vive
aislado por su propia voluntad. Segundo, destacando las
diferencias entre el ‘yo’ y el ‘ellos’, en la aspiración a la libertad y
el espíritu de resistencia, se distingue de sus compañeros. A través
de este doble distanciamiento, se representa a Montejo como un
personaje más valiente y firme que otros, y hasta como un hombre
heroico que resiste a la opresión injusta e inhumana, como la
esclavitud o el colonialismo.
Por otra parte, además de insinuar su preeminencia, el narrador-
personaje trata de definir el carácter rebelde como su
característica innata: “Pero yo tenía un espíritu de cimarrón arriba
de mí, que no se alejaba. Y me callaba las cosas para que nadie
hiciera traición porque yo siempre estaban pensando en eso, me
rodeaba la cabeza y no me dejaba tranquilo.” (p. 19). Así, el
narrador-personaje explica su singularidad desde el punto de vista
de la narración, lo cual no sería una mirada retrospectiva sobre el
pasado, sino una estrategia del texto para imponerle un atributo
invariable. La explicación que se remonta a su niñez muestra esta
intención:

Cuando un negrito era lindo y gracioso lo mandaba para


adentro. Para la casa de los amos. Ahí lo empezaban a endulzar
y... ¡qué sé yo! El caso es que el negrito se tenía que pasar la vida
espantando moscas, porque los amos comían mucho. Y al negrito
lo ponían en la punta de la mesa mientras ellos comían. [...] Yo
nunca hice eso porque a mí no me gustaba emparentarme con los
amos. Yo era cimarrón de nacimiento (p. 8).

Esta mención tendría un aspecto inverosímil. Aunque no le


hubiera gustado emparentarse con los amos, no habría podido
rechazar el mandato de ellos porque era solo un esclavo pequeño;
a pesar de esa contradicción, dice que no hizo el trabajo de servir
como si hubiera resistido por su propia voluntad. Montejo afirma
que siempre había anhelado la libertad desde niño y sigue
destacando que esa aspiración era el motivo de su naturaleza
independiente.

Como se ha mencionado en el apartado anterior, el autor trata de


representar la vida entera de Montejo como un modelo de la
Revolución cubana. Para que la definición se justifique, la
identidad del narrador-personaje tiene que ser consistente, y que
pueda expresarse por algunas cualidades extraordinarias. Así, en
el texto, el espíritu de resistencia de Montejo se describe como
naturaleza invariable e invencible que le otorga superioridad.
Además, ese carácter innato se destaca naturalmente por la vida
del excimarrón que siempre se representa en situaciones que
oprimen la libertad, como la esclavitud y el dominio imperialista
de España.

La identidad masculina como base del espíritu revolucionario

El apego a la libertad del protagonista se relaciona con otra


característica: la actitud ambivalente hacia las mujeres y la
sexualidad. En el texto, Esteban Montejo se describe como un
hombre mujeriego. Siempre anda buscando mujeres para seducir
y a veces vive con algunas de ellas. Declara que las mujeres son
importantes en su vida: “una mujer es una cosa muy grande” (p.
29) y que “las mujeres son lo más grande de la vida” (p. 59). Pero,
al contrario de estos comentarios, nunca busca reciprocidad o
relaciones íntimas de afecto con ellas, solo se jacta de su atracción
sexual y de cómo las ha seducido fácilmente:

La verdad es que lo que a mí me han gustado en la vida han sido


las mujeres. […] Y a veces sin tener que llegar a los pueblos me
conseguía una mujer. Yo era muy atrevido; a cualquier prieta
linda le sacaba conversación y ellas se dejaban enamorar (p. 29).

Confiesa con orgullo -y posiblemente exagerando- que, al


terminar la guerra, se acostó con más de cincuenta mujeres solo
en una semana en el ambiente de fiesta de La Habana. A juzgar
por estas actitudes, se puede suponer que lo único que quiere de
las mujeres es saciar el apetito sexual. Su admiración hacia las
mujeres como “una cosa muy grande” (p. 29), no es más que una
expresión que insinúa que el protagonista las reduce al objeto de
su deseo.

El narrador-personaje justifica ese carácter describiendo a otros


personajes disolutos, como si la vida licenciosa no hubiera sido
rara en aquella época. Sin embargo, la justificación más
significativa se realiza de manera inversa: la renuncia al deseo
sexual. Montejo confiesa que cuando vivió en el monte, lo único
que le faltó fue el sexo: “La pura verdad es que a mí nunca me
faltó nada en el monte. La única cosa que no podía hacer era el
sexo. Como no había mujeres, tenía que quedarme con el gusto
recogido.” (p. 23). A pesar de la falta, estaba satisfecho con la
vida de cimarrón como si no le hubiera importado el problema,
solo por la razón de que pudo disfrutar su soledad y sin explicar
cómo contuvo el deseo sexual en aquel tiempo. Aunque parezca
contradictoria, la actitud hacia la sexualidad se basa en una
premisa: para Montejo, la libertad es el valor supremo. Por eso, el
protagonista abandona todo tipo de relaciones sexuales para
liberarse de la esclavitud y, al mismo tiempo, puede entregarse
solo al sexo rechazando la intimidad afectiva con las mujeres, con
el pretexto de la vida independiente.

Lindsay Puente (2012) argumenta que el celibato consistente de


Montejo implica una estrategia textual para justificar la identidad
masculina como base principal del espíritu de resistencia:

Thus Montejo is forced to sacrifice all forms of sexual


intercourse for his freedom quest. His impulses to hetero-
normative masculinity urge him to opt for celibacy rather than
homosexual sex or bestiality, and thus ensure that his audience is
able to continue to fully esteem him. In this way, his celibacy
actually increases his masculine identity and creates a figure that
is almost unimaginably dedicated to the cause of personal
freedom (p. 38).

Montejo puede disfrutar y abandonar la sexualidad a su albedrío


porque no le interesa tener relaciones recíprocas, ya que considera
a las mujeres como un objeto que añade cierto placer a su vida y,
por consiguiente, la libertad que excusa su actitud se puede
calificar como egoísta o machista. Sin embargo, el texto trata de
identificar la libertad personal con valores sublimes, como la
resistencia a la injusticia o el espíritu revolucionario.

La visión androcéntrica que se relaciona con la intención textual


de justificar la Revolución ya se revela en el proceso de
seleccionar a Montejo como informante:

Dos de los entrevistados nos llamaron la atención. Uno era una


mujer de 100 años; el otro, un hombre de 104. La mujer había
sido esclava. Era además santera y espiritista. El hombre, aunque
no se refería directamente a tópicos religiosos, reflejaba en sus
palabras una inclinación a las supersticiones y a las creencias
populares. Su vida era interesante. Contaba aspectos de la
esclavitud y de la Guerra de Independencia. Pero lo que más nos
impresionó fue su declaración de haber sido esclavo fugitivo,
cimarrón, en los montes de la provincia de Las Villas. Olvidamos
a la anciana y a los pocos días nos dirigimos al Hogar del
Veterano, donde estaba albergado Esteban Montejo (p. 3).

Barnet dice que su interés primordial radicaba en los aspectos


generales de las religiones de origen africano que se conservaban
en Cuba. Si el autor hubiera querido investigar la religión
afrocubana, habría sido mejor entrevistar a la mujer porque había
sido santera y espiritista. No obstante, elige a Esteban Montejo
porque le llama la atención otro hecho: fue un cimarrón y
participó en la Guerra de Independencia. Estas experiencias no se
pueden separar del hecho de que Montejo es un hombre fuerte y
rebelde.

El texto destaca la identidad masculina del narrador-personaje a


lo largo de la historia, basado en ese motivo de selección. La
tendencia machista se muestra más evidentemente cuando el
protagonista se convierte en un hombre heroico luchando por la
Independencia. La última parte de la historia que trata de la guerra
se centra en describir el mundo masculino y sangriento. Todos los
personajes principales son hombres belicosos y valientes, y el
narrador-personaje ensalza a los héroes guerreros: “Maceo se
portó como un hombre entero en Mal Tiempo. Iba al frente
siempre. Llevaba un caballo moro más bravo que él mismo.” (p.
72). En cambio, las mujeres están excluidas o marginadas al
servicio de los hombres de alta categoría y, en el mismo sentido,
los hombres que no son varoniles también se marginan: “Nadie
puede ir a la guerra y cruzarse de brazos, porque hace el papel de
maricón.” (p. 72).[1]

Narración objetiva y científica

La singularidad de Montejo también se expresa en el estilo de


narración. El narrador-personaje tiene conocimiento extenso sobre
la cultura y la religión de los afrocubanos, y describe la vida en
los barracones y en los ingenios con todo detalle. Por eso, en el
prólogo del texto, el autor menciona la importancia de la
información que ofrece el testimonio de Montejo: “En Cuba son
escasos los documentos que reconstruyan estos aspectos de la
vida en la esclavitud. De ahí que más que una descripción
detallada de la arquitectura de los barracones, nos llamara la
atención la vida social dentro de estas viviendas-cárceles.” (p. 4).
Pero Montejo es un informante ideal no solo porque los datos que
ofrece son de gran valor, sino también porque tiene una buena
capacidad de observación y testimonia lo que ha observado con su
memoria excelente, facultades que destacan su carácter
excepcional. Sin embargo, como la inclinación individualista no
es una idiosincrasia simple, el punto de vista de narrar la historia
también tiene una función más profunda.

A pesar de la indiferencia ante la vida ajena, el narrador siempre


observa lo que está ocurriendo en su entorno y lo graba en su
memoria. Por eso, en toda la historia, se usan frecuentemente
expresiones como “yo vide”, o “me acuerdo”. Por ejemplo, en la
parte que trata de la vida en los barracones, Montejo describe
minuciosamente una ceremonia de brujería de los congos:

Para los trabajos de la religión de los congos se usaban los


muertos y los animales. A los muertos les decían nkise y a los
majases, emboba. Preparaban unas cazuelas que caminaban y
todo, y ahí estaba el secreto para trabajar. Se llamaban ngangas.
Todos los congos tenían sus ngangas para mayombe. Las ngangas
tenían que jugar con el sol. Porque él siempre ha sido la
inteligencia y la fuerza de los hombres. [...] Cuando tenían algún
problema con alguna persona, ellos seguían a esa persona por un
trillo cualquiera y recogían el polvo que ella pisaba. Lo guardaban
y lo ponían en la nganga o en un rinconcito. Según el sol iba
bajando, la vida de la persona se iba yendo. Y a la puesta del sol
la persona estaba muertecita. Yo digo esto porque da por
resultado que yo lo vide mucho en la esclavitud (p. 14, las
cursivas son del texto.).
Como se puede ver en la cita, el narrador-personaje sabe las
palabras de origen africano y explica sistemáticamente el rito
destacando el hecho de que lo vio en persona. Así, la narración
objetiva que se basa en la observación y la memoria domina en
toda la historia.

En cambio, a pesar de que mira con atención lo que pasa a su


alrededor, el narrador-personaje no interviene activamente. Como
no le interesa meterse en la vida de otros, casi siempre se queda
fuera de la escena que describe y reduce su papel solamente al de
observador externo. La perspectiva hacia las religiones muestra
esa actitud. Aunque no se pueda explicar racionalmente, la
brujería es importante para la vida cotidiana de la comunidad
afrocubana y el narrador-personaje también cree que existe el
poder misterioso. Pero, al contrario de esa creencia, nunca
participa voluntariamente en las ceremonias religiosas y se
mantiene a distancia de ellas. En vez de tomar parte en los ritos,
solo los observa y aumenta sus conocimientos como si fuera un
investigador que viene del exterior.

La distancia entre Montejo y la religión afrocubana también se


muestra por medio de la mención de que nadie trató de hacerle
brujería al narrador: “A mí nunca nadie trató de hacerme brujería,
porque yo he sido siempre separatista y no me ha gustado conocer
demasiado la vida ajena” (p. 14). Como menciona el narrador-
personaje, la primera razón de la indiferencia se relaciona con su
estilo de vida porque hacer brujería significa ejercer influencia
sobre otros. Pero esa no es la única razón. En otra parte, Montejo
hace una descripción detallada sobre varias hechicerías de los
congos, y dice que sabe cómo usar los amuletos y hasta cómo
llamar y controlar al diablo. Pero tampoco le interesa la gran
fuerza que puede ejercer el diablo y explica por qué no tiene
interés en la brujería:

Los hombres como yo no somos muy dados a la brujería,


porque no tenemos paciencia. A mí me gustaba mucho la maldad
y la jodedera. Y así no se puede llevar la brujería. Me gustaba ver
y oír para desengañarme. Lo que me fastidiaba era que me dijeran
que tal o cual cosa no se podía tocar o conocer. Entonces yo me
ponía subido y quería salirme con las mías (p. 56).

La mención de que le gusta ver y oír para desengañarse significa


que tiene aspiración al conocer el mundo. Para Montejo, la
religión afrocubana no es más que una parte del mundo. Si
practicara la brujería y fuera adicto a ella, tendría que
compenetrarse con la comunidad y su conocimiento sería
limitado. Por esa razón, manteniendo distancia, solo observa las
hechicerías para obtener un conocimiento más amplio. Además,
como consecuencia lógica del distanciamiento, Montejo considera
que todas las religiones son iguales y respetables:

Hoy mismo hay mucha gente que le dice a uno: “Yo soy
católico y apostólico.” ¡Qué va! ese cuento que se lo hagan a otro.
Aquí el que más y el que menos tiene su librito, su regla. Nadie es
puro así de llano. Todas las religiones se han mezclado aquí en
esta tierra. El africano trajo la suya, la más fuerte, y el español
también trajo la suya, pero no tan fuerte. Hay que respetarlas
todas. Esa es mi política (p. 58).

Si se considera la situación religiosa de Cuba en la que varias


religiones se mezclan, el juicio de Montejo es justo. Sin embargo,
aunque sea convincente su visión, no parece que el pueblo
afrocubano de aquella época también pensara así, renunciando a
su fe. La actitud del narrador-personaje se puede calificar como
objetiva o científica, y obviamente, es diferente de la del resto de
los personajes en el texto. Más bien, como señala González
Echevarría (1980), Montejo se acerca más a un antropólogo,
como el autor, a través de la mentalidad científica y de la actitud
observadora:

He was a true skeptic who rarely established lasting affective or


social bonds. When Montejo returned to society after abolition he
was able to look upon it not with the eyes of the future informant
of Miguel Barnet, but as a sort of social anthropologist in his own
right (p. 261)
[Era un verdadero escéptico que rara vez se estableció lazos
sociales efectivos o duraderos. Cuando Montejo regresó a la
sociedad después de la abolición, fue capaz de mirar no con los
ojos de un futuro informante de Miguel Barnet, sino como una
especie de antropólogo social por derecho propio].

La perspectiva objetiva y científica reduce la distancia entre la


cultura afrocubana y los lectores que no la conocen. Las
explicaciones que se acompañan con las descripciones de la
brujería neutralizan el aspecto misterioso que no se entiende
racionalmente y que puede irritar a los lectores. En consecuencia,
la singularidad cultural se reduce al exotismo inocuo. Hasta
cuando menciona su experiencia de haber visto algunas fantasmas
espantosas, el narrador-personaje añade comentarios adicionales
diciendo que ya esas visiones no aparecen más y que en realidad
los vivos son más peligrosos. En el prólogo, el autor confiesa que
tuvo que parafrasear lo que Montejo le contaba para que el libro
fuera fácil de entender. Sin embargo, para que la historia se acepte
sin reparos, el protagonista también tiene que ser un personaje que
puede entenderse ante los ojos de los lectores. En consecuencia, la
similitud entre el autor y el narrador-personaje se extiende hasta
incluir a los contemporáneos de la obra.

Por otra parte, el texto consolida la semejanza no solo por el


estilo de narración, sino también por las opiniones que expresa el
protagonista. Por ejemplo, Montejo cuenta una anécdota
relacionada con su inclinación política:

Llegó a decir en la misma misa que a los comunistas había que


exterminarlos y que eran hijos del demonio. Me encabroné,
porque por aquellos años yo estaba afiliado al Partido Socialista
Popular; por las formas que tenía y por las ideas. Sobre todo por
las ideas, que eran para bienestar de los obreros (p. 62)

A diferencia de su actitud indiferente hacia la actividad


colectiva, se afilia al Partido Socialista Popular sosteniendo sus
ideas principales y se enfada ante la crítica que juzga de injusta
contra los comunistas. Además, usa la frase “bienestar de los
obreros” con la que se apropia más del contexto histórico después
de la Revolución. De esta manera, el narrador-personaje se acerca
gradualmente a los contemporáneos de la obra, lo cual es una de
las bases sobre las que se representa el espíritu revolucionario.

La expresión del espíritu revolucionario

La historia de Montejo se compone de tres capítulos: ‘La


esclavitud’, ‘La abolición de la esclavitud’ y ‘La guerra de
independencia’. Si el primero y el segundo representan las
características del protagonista como la singularidad esencial, el
tercero muestra cuál es el objeto de la representación. A medida
que se traslada el centro de la narración a la guerra, la actitud del
narrador-personaje cambia dramáticamente. Por ejemplo, en el fin
del segundo capítulo, Montejo justifica la guerra de
Independencia con un tono elocuente:

Hacía falta la guerra. No era justo que tantos puestos y tantos


privilegios fueran a caer en manos de los españoles nada más. No
era justo que las mujeres para trabajar tuvieran que ser hijas de los
españoles. Nada de eso era justo. No se veía un negro abogado,
porque decían que los negros nada más que servían para el monte.
No se veía un maestro negro. Todo era para los blancos españoles.
Los mismos criollos blancos eran tirados a un lado. Eso lo vide
yo. […] No había libertad. Por eso hacía falta la guerra (p. 69)

En contra de su actitud habitual, el narrador-personaje muestra


un espíritu colectivo suponiendo una comunidad contra los
españoles que puede abarcar a los marginados, como los negros y
las mujeres. En este sentido, Nérida Segura-Rico (1999) señala
que Montejo muestra la conciencia nacional en esa escena:

In this paragraph, the voice of a cimarrón looses some of its


locution, and illocution, of personal autonomy to include other
men or women as his fellow “brethren” in the haughty enterprise
of the creation of a nation that will provide everybody
opportunities for personal development as citizens but not
subjects (p. 160).
Este cambio podríamos considerar que tiene como base las
características singulares de Montejo que se han analizado en los
apartados anteriores. El narrador-personaje siempre rechazaba
meterse en una situación complicada y prefería estar solo hasta
entonces. Sin embargo, como el autor menciona en el prólogo, la
inclinación individualista no es obstáculo para la integración en
hechos colectivos, como la guerra, porque es una expresión de la
aspiración a la libertad. La vida como cimarrón es un ejemplo
más significante, pero al mismo tiempo, es una rebeldía que se
limita a la dimensión pasiva y personal. En cambio, la
participación en la guerra significa la resistencia más activa y
colectiva. A pesar de la diferencia, el texto trata de equiparar
ambas actitudes resistentes bajo el nombre del espíritu de
cimarrón e identifica la libertad individual con la Independencia
nacional.

Con base en el proceso de identificación el protagonista se


convierte en un soldado heroico que lucha por la Independencia
de Cuba con riesgo de su vida y que comparte el espíritu
comunitario. En consecuencia, expresa el sentimiento de
pertenencia por primera vez y usa la palabra ‘nosotros’ más
frecuentemente que en los capítulos anteriores:

La clase de tropa nuestra sirvió de ejemplo; eso lo sabe todo el


que peleó en la guerra. Por eso fue que se aguantó la Revolución.
Yo estoy seguro que casi todas las tropas hubieron hecho igual en
esa situación. Nosotros tuvimos coraje y pusimos a la revolución
por arriba de todo. Esa es la verdad (p. 81).

Pero, al mismo tiempo, también se destaca su aspecto


sobresaliente que lo distingue de otros. Por ejemplo, a diferencia
de los hombres crueles que matan los soldados españoles sin
piedad, el narrador-personaje muestra generosidad y hasta
perdona al enemigo:

A mí en Mal Tiempo me quisieron matar. Fue un galleguito que


me vio de lejos y me apuntó. Yo lo tomé por el cuello y le
perdoné la vida. A los pocos minutos lo mataron a él. Lo que hice
fue quitarle las municiones, el fusil y no recuerdo si la ropa. Creo
que no, porque la ropa nuestra no estaba tan mala (p. 71).

Además, mantiene una perspectiva crítica hacia sus jefes y


resiste al mandato injusto aunque lo castiguen. Hasta en la
situación confusa de la guerra, nunca pierde el dominio de sí
mismo, y por eso dice que estuvo con unas personas degeneradas
en el ejército, pero pudo salir limpio. Así, las características del
narrador-personaje, como la inclinación independiente y la
identidad masculina, se convierten en aspectos heroicos y, a
través de este proceso, Montejo se representa como un ejemplo
que muestra el espíritu de resistencia que se hereda de la época
colonial a la Revolución.

Pero no es la única estrategia de representar al protagonista


como modelo revolucionario. Si la vida como cimarrón y la
participación en la guerra simbolizan las experiencias de enfrentar
opresiones, la perspectiva objetiva y crítica hacia la realidad que
tiene el narrador-personaje refleja la vista histórica de la
Revolución. En este sentido, la situación de posguerra es
significante, aunque no se describe detalladamente en el texto. A
pesar de la independencia, la realidad injusta no se cambia
radicalmente y, además, aparece nueva amenaza para la libertad
nacional, la intervención de los Estados Unidos, y por eso la
historia de posguerra también se llena de resistencias ante la
tiranía y la invasión exterior. Desde el punto de vista después de
la Revolución, la Independencia no fue la liberación verdadera
sino el comienzo de nueva subordinación.

Como se revela en los comentarios negativos sobre el desorden


de la capital y la discriminación constante contra los negros, el
narrador-personaje comparte esa visión crítica hacia la situación
después de la guerra. Además, sus críticas más severas se dirigen
hacia los invasores estadounidenses:

Los de los americanos sí que era el colmo. Abrían un hoyo y


tiraban la comida dentro. Todo el pueblo conoció eso, lo vivió.
Wood, Teodoro Roosevelt, fue otro, que no me acuerdo ya ni
como se llamaba; en fin, la partida de degenerados esos que
hundieron este país (p. 87).

Al mismo tiempo, el protagonista atribuye la realidad injusta no


solo a la influencia exterior sino también a la clase dirigente de
Cuba:

Después la mayoría de la gente dice que los americanos eran lo


más podrido. Y yo estoy de acuerdo; eran lo más podrido. Pero
hay que pensar que los blancos criollos fueron tan culpables como
ellos, porque se dejaron mangonear en su propia tierra (p. 87, las
cursivas son del texto).

En el mismo contexto, Antonio Vera-León (1989) argumenta


que la condición invariable de vida del protagonista es una
interpretación crítica de la historia de subordinación de Cuba
porque el excimarrón también se implica continuamente en
situaciones opresivas e injustas a lo largo de toda la historia:

Retomar el lenguaje de la fuga es una estrategia narrativa y


crítica para representar el movimiento de la historia nacional. Al
nivel de la enunciación se produce una circularidad discursiva
cuyo proyecto es resaltar las semejanzas entre la situación del
esclavo antes y después de la fundación de la república para
cuestionar el triunfo del movimiento independentista y el
proyecto nacional republicano. Montejo queda encerrado en su
condición de esclavo en fuga ya sea de los barracones de la
esclavitud o de la ciudad de La Habana (p. 13).

La visión crítica hacia la historia cubana se expresa no solo por


la voz del narrador-personaje sino también por la condición
general de su vida. Por consiguiente, el protagonista no puede
sentirse tranquilo aún después de haber luchado heroicamente en
la guerra. Más bien, hasta en el último momento de la historia
muestra la voluntad de resistencia en vez de conformarse con la
realidad: “Por eso digo que no quiero morirme, para echar todas
las batallas que vengan. Ahora, yo no me meto en trincheras ni
cojo armas de ésas de hoy. Con un machete me basta.” (p. 90). La
conclusión del texto insinúa que la situación opresiva se
continuará mientras que se mantenga vigente la historia de
subordinación, lo cual es la base de la circularidad textual que
señala Antonio Vera-León (1989). Pero, al mismo tiempo, la
realidad injusta requiere inevitablemente una nueva oposición
porque la estructura circular se compone de dos series: la de
resistencias y la de opresiones. Por eso, el desenlace también
implica otra resistencia que sigue a la situación de posguerra: la
Revolución cubana.

Conclusión

En el prólogo, Miguel Barnet expone el objetivo de la obra:

Este libro no hace más que narrar vivencias comunes a muchos


hombres de su misma nacionalidad. La etnología las recoge para
los estudiosos del medio social, historiadores y folcloristas.
Nuestra satisfacción mayor es la de reflejarlas a través de un
legítimo actor del proceso histórico cubano (p. 5).

No obstante, narrar vivencias comunes o el hecho de que el


testigo ha pasado por una historia llena de vicisitudes no garantiza
la legitimidad como el actor principal del texto. En cambio, la
vida del testigo se elabora según el intento textual y, a través de
este proceso, Esteban Montejo se convierte en un personaje que
representa el espíritu revolucionario.

En consecuencia, como hemos analizado en los apartados


anteriores, cuando se le da voz en el texto, el narrador-personaje
empieza a hablar no solo de las historias ocultas sino también de
las opiniones oficiales de la Cuba revolucionaria. Al contrario del
argumento de que el autor de la novela-testimonio tiene que
reducir su papel a un gestor, el autor ejerce una gran influencia
desde una posición privilegiada.

Sin embargo, no podemos concluir que el narrador-personaje


pierde completamente su propia voz. A pesar de que la voz del
autor prevalece en el texto, es el narrador-personaje quien puede
revelar esa influencia opresiva. Así, las voces del autor y del
narrador-personaje interactúan entre sí, aunque la interacción se
componga de opresiones y resistencias. La representación
completa de la voz del otro parece imposible.

Referencias

Barnet, M. (1977). Biografía de un cimarrón. Buenos Aires:


Centro Editor de América Latina.

_________. (2012). Biografía de un cimarrón. Caracas:


Biblioteca Ayacucho.

_________. (1992). La novela testimonio: alquimia de la


memoria. La Palabra y el Hombre 82, 75-78.

Beverley, J. (1987). Anatomía del testimonio. Revista de


Crítica Literaria Latinoamericana 8 (25), 7-16.

González, R. (1980). Biografía de un cimarrón and the Novel of


the Cuban Revolution. Novel: A Forum on Fiction 13 (3),
249-263.

Luis, W. (1989). The Politics of Memory and Miguel Barnet’s


The Autobiography of a Run away Slave. MLN 104 (2), 475-
491.

Puente, L. (2012). Creating Revolutionary Cuba’s National


Hero: The Cultural Capital of the Cimarrón. Mester 41 (1),
27-48.

Segura-Rico, N. (1999). Biografía de un cimarrón and the


Discourses of Slavery. Inti: Revista de Literatura Hispánica
49, 153-165.

Sklodowska, E. (2002). Miguel Barnet y la novela-testimonio.


Revista Iberoamericana, 68 (200), 799-806.

Vera-León, A. (1989). Montejo, Barnet, el cimarronaje y la


escritura de la historia. Inti: Revista de Literatura Hispánica
29, 3-16.
Notas

[1] En este sentido, la perspectiva textual hacia la


homosexualidad es un tema interesante. El narrador-personaje
menciona una vez a algunos homosexuales que vio en los
barracones: “Otros hacían el sexo entre ellos y no querían saber
nada de las mujeres. Esa era su vida: la sodomía. Lavaban la ropa
y si tenían algún marido también le cocinaban. Eran buenos
trabajadores y se ocupaban de sembrar conucos. Les daban los
frutos a sus maridos para que los vendieran a los guajiros.
Después de la esclavitud fue que vino esa palabra de afeminado,
porque ese asunto siguió. Para mí que no vino de África; a los
viejos no les gustaba nada. Se llevaban de fuera a fuera con ellos.
A mí, para ser sincero, no me importó nada. Yo tengo la
consideración de que cada uno hace de su barriga un tambor.” (p.
17). Si consideramos la tendencia individualista de Montejo, su
actitud indiferente hacia ellos puede ser natural. Sin embargo, el
autor añade una nota que concluye con una mención significativa:
“[…] La vida sexual del ingenio estaba limitada por muchas
razones y la primera de ellas era el profundo desequilibrio
existente entre ambos sexos. […] Algunos hacendados trataron de
ofrecer una excusa religiosa por este desequilibrio y afirmaron
que no llevaban negras para evitar el pecado de contacto sexual
entre personas no casadas. A esta argumentación, el padre
Caballero dio la respuesta exacta: ‘¡Peor pecado sería que todos
fueran masturbadores, nefandistas y sodomitas!’.” (p. 17).

 sus 50 años de fructífera existencia llega esa obra imprescindible


de las letras cubanas y universales que es Biografía de un
cimarrón, una novela testimonio con la que su autor, Miguel
Barnet, echó mano a la palabra de Esteban Montejo, un centenario
exesclavo y excimarrón, para inmortalizar la historia contada
desde la perspectiva de esos “nadies”, que a fin de cuentas son los
que la protagonizan.
Para recordar las cinco décadas de una obra que constituye un
paradigma del género, el Foro Literario de la Uneac, que forma
parte de las actividades de la Feria, contempló, en su segunda
jornada, la celebración de un panel moderado por el crítico
Alberto Guerra, en el que ofrecieron sus impresiones el escritor y
poeta Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura, y el
doctor Emmanuel Tornés, junto a algunos miembros del apretado
público presente.
Como un hecho insólito, que desde sus inicios fue considerado
excepcional, “como si de pronto la historia, las páginas muertas,
detenidas en un tiempo congelado, volvieran a la vida” consideró
el Chino Heras la aparición de esta obra, de la que disertó en
palabras tituladas El Cimarrón revisitado, a propósito del genial
uso de las técnicas narrativas que para hacerlo posible empleó el
entonces joven antropólogo, que pretendió tocar con delicadeza y
oficio una zona de la historia cubana desde una voz inusitada, la
de un hombre que vivió los horrores de la esclavitud.
Convincentes ejemplos puso sobre el tapete para demostrar que el
argumento lo cuenta un narrador híbrido ubicado a medio camino
entre el narrador real (Esteban Montejo) y el ficticio (Miguel Bar-
net), que la teoría llama también autor implícito y no debe
confundirse con el escritor.
Sobre la técnica empleada, parece consistir, dijo, en apropiarse
del discurso del testimoniante, pasar por el filtro de la sensibilidad
del autor, es decir por su poética, y devolverla transformada en
material literario, cuyo logrado equilibrio entre ambos narradores
es lo que permite con acierto llamarla novela testimonio.
Aun cuando el empleo de un solo punto de vista puede convertirse
en un recurso monótono que conspire contra la eficacia, aquí hay
tal variedad de matices en la voz narradora del discurso, que muy
lejos de abrumar al lector, constituye una de las hazañas técnicas
del libro y se convierte en un verdadero sistema de composición
por lo que también desde ese parámetro se trata de una obra
maestra.
Por haber tenido Barnet la lucidez y la sensibilidad de vislumbrar
en lo cotidiano la posibilidad de ver algún día al ser humano
viviendo en un tiempo todos los tiempos, lo consideró Tornés uno
de los creadores imprescindibles de Cuba y del continente  en la
segunda mitad del siglo XX.
En palabras que tituló Biografía de un cimarrón y la novela
intrahistórica, destacó que entre las muchas peculiaridades de la
obra está la del “interés por asignarle el papel de héroe y portavoz
del relato a un antihéroe por excelencia, a un personaje anónimo,
una de las criaturas más discriminadas y zarandeadas por la
historia y la sociedad clasista” pero excepcional, por tratarse de
un referente real que contiene en sí mismo una historia colectiva,
“la de todos los desposeídos de nuestro país, un hombre sin duda
alguna extraordinario porque fue con posterioridad soldado
común de la guerra de independencia, ciudadano de la república
mediatizada y, finalmente, testigo de una nueva era, la de la
Revolución Cubana de 1959”.
Un libro clásico, como se sabe,  es aquel que nunca termina de
decir lo que tiene que decir, expresó el escritor Francisco López
Sacha, desde el público. Ese es el carácter que Cima-
rrón… alcanzó 50 años después. “La tesis del libro, que es lo que
la va a sostener para siempre, es la resistencia del pueblo cubano
en cualquier circunstancia. Cimarrón está adelantándonos esa
enorme capacidad de resistencia, y está proyectando hacia el
futuro esa capacidad de la identidad cubana, que es la que nos ha
sostenido hasta hoy.
Barnet recordó a Esteban Montejo como un hombre
extraordinario, de gran capacidad, con un lenguaje cortante,
lacónico, pero muy profundo. “Solo lo tomé como un pretexto, él
estaba ahí esperando por mí, para narrar la historia de Cuba desde
la gente sin historia. El método fue el alma del poeta, el oído
aguzado y saber escoger”.
Tras explicar pasajes asociados a las motivaciones personales  y a
la génesis de la novela, Barnet, resumió tanta emoción dando por
hecho que “Esteban Montejo soy yo, y él puede decir, y sé que lo
está diciendo, desde el más allá, Miguel Barnet soy yo”.
En 1963, Miguel Barnet conoció en Cuba al último cimarrón
superviviente de América, un ex esclavo que logró huir a las
cimas de los montes de la provincia de Las Villas: Esteban
Montejo, de 103 años de edad. Durante más de tres años, Barnet
apuntó la historia de su vida, dándole un orden cronológico, y la
escribió con toda su fuerza documental y literaria conservando el
sabor y el color del lenguaje de su protagonista. Un documento
único e irrepetible que nos cuenta las distintas etapas de la
existencia de un esclavo: desde la dureza de su vida, la huida y el
aislamiento, el trabajo en las plantaciones de caña de azúcar, las
costumbres o las ceremonias de los santeros de las religiones
afrocubanas, hasta la Guerra de la Independencia de España.
El Cimarrón fue publicado en 1966 en Cuba y obtuvo
inmediatamente un gran éxito internacional. Debido a esta
extraordinaria acogida, el autor decidió escribir una versión
adaptada para los jóvenes lectores cubanos, que se publicó en
1967, y que ahora se presenta por primera vez en España con un
nuevo prólogo del autor.

Diez razones para leer Biografía De Un Cimarrón, de Miguel


Barnet
Por Xiomara Garcia Machado / 04/01/2017

Por: Xavier A. Carbonell

En una carta de José Lezama Lima a su hermana, el poeta habla


con entusiasmo de «otro escritor joven, Miguel Barnet, que
escribió La historia de un cimarrón» y dice también que «es de lo
mejor entre los jóvenes. Esa obra que te cito de él, es la historia
de un negro que tiene más de 100 años y a quien él le hace una
larga entrevista». No podría describir mejor el contenido
de Biografía de un cimarrón. Pero lo intentaré:
1. Un joven Miguel Barnet, investigador del Instituto de
Etnología y Folklore, descubre —con un poco de tacto y con
mayor suerte— la existencia de Esteban Montejo Mera, un
hombre que ha podido moverse en la historia cubana con la
misma naturalidad que cualquier abuelo.
2. Barnet, que no es un conversador ingenuo, sabe que quien
ha vivido desde 1860 pudo tocar con sus manos los instantes
medulares de la vida de la nación: la Colonia, la República y
la Revolución. Con la simpleza de cualquier amigo, el
investigador comienza sus trabajos.
3. Al principio, Esteban es arisco y desconfiado —cimarrón al
fin—, no habla con facilidad de su vida. Sin embargo, la
habilidad de su interlocutor logra que las palabras fluyan
como la miel, y la experiencia de la vida de un hombre se
transforma en el retrato de un país.
4. Dulces de coco, tabacos, y sobre todo la atención de un oído
ávido de enseñanzas, extraen de Montejo el relato de su vida
como cimarrón. Esteban cuenta sus escapes, su amor al
monte, sus encuentros con otros cimarrones que compartían
con él su deseo de libertad.
5. Pero la vida severa del monte daría paso, en la historia de
Esteban, a las luchas independentistas del 95. El combate de
Mal Tiempo se narra con familiaridad y viveza; y las figuras
de Maceo —verdadero titán para el cimarrón— y de Gómez
—sobre el cual Esteban mantiene criterios polémicos e
interesantísimos— llenan varias páginas del relato.
6. Finalmente, el cimarrón logra vivir la República hasta que el
investigador, fascinado, concluye sus entrevistas y
grabaciones: tiene material suficiente para organizar una obra
transgresora, que se mueve entre la letra y la vida, donde la
vieja etiqueta «basado en hechos reales» cede ante la certeza
de la palabra. Y de una palabra que está viva.
7. Precisamente lo extraordinario de Biografía de un
cimarrón es que nada entre dos aguas. Por un lado, la ficción
que es inherente a todo texto novelado, por otro, las palabras
de un hombre real, de carne y hueso, que describe su vida tal
como la ha visto y padecido.
8. Obra altamente significativa para nuestra
literatura, Biografía de un cimarrón constituye un documento
valiosísimo para el conocimiento de Cuba en el siglo xix. El
monte, la guerra, los centrales, son imágenes vivenciales, no
salidas de una aburrida crónica histórica.
9. La novela testimonio, género que Barnet funda, disuelve
barreras entre lo real y lo imaginario, entre la sabiduría
mágica de los ancestros africanos y los fusiles y machetes
mambises, que la convierte en una lectura personal e insólita
de estos años.
10. «Por cimarrón no conocí a mis padres. Ni los vide siquiera.
Pero eso no es triste porque es verdad», nos dice Esteban
Montejo en las páginas iniciales de la novela. Que sirvan de
invitación a la lectura de esta novela de Barnet, junto a la
promesa de una aventura que va al centro mismo de lo
cubano.

Sabías que a Miguel Barnet le llevó 3 años entrevistar a Esteban


Montejo, quien había sido esclavo y cimarrón en los montes del
centro de Cuba, diálogo que inspiró su novela testimonio
Biografía de un cimarrón?
Esteban Montejo y Miguel Barnet
Miguel Barnet, este 28 de enero cumplió 81 años de edad. Es el
escritor cubano vivo más publicado dentro y fuera de Cuba. Al
decir del historiador y demógrafo cubano-francés Juan Pérez de la
Riva: «Biografía de un cimarrón es el testimonio más
importante publicado sobre las postrimerías de la esclavitud y la
vida en los campos de Cuba libre».

ESTEBAN MONTEJO ES ALGUIEN CON QUIEN


DIALOGO TODAVÍA

Por: Adianez Márquez Miranda


3/6/2016

Todo comenzó con la curiosidad de un investigador, de un


antropólogo que quería conocer sobre la vida en “la vivienda-
cárcel que fueron los barracones”, como él mismo los define.
Su visión de la historia patria alejada del triunfalismo y la
intención de contarla desde adentro, sumadas a su espíritu
rebelde, son algunas de las razones que nos permiten celebrar
este año el 50 aniversario de Biografía de un cimarrón, un
libro trasgresor —como pretendió su autor desde el inicio—
que sin dudas humanizó un período importante de la historia
de Cuba. El resto fue la sinceridad de un hombre llamado
Esteban Montejo, y el olfato y la genialidad narrativa del
joven poeta Miguel Barnet.

“Los seres humanos no son un bloque de granito ni una


unidad sellada, son personas que tienen virtudes y defectos,
son seres humanos. Yo quise dar esa imagen de la historia
desde dentro de un personaje considerado marginal por la
historiografía burguesa, hegemónica o, como alguien calificó
a ese segmento escamoteado, de gente sin historia”.

Esteban Montejo fue un hombre que no conoció a sus padres y


recibió todo tipo de castigos mientras era esclavo. A los 14
años decidió huir al monte y convertirse en cimarrón, allí
estuvo hasta la abolición de la esclavitud. Para él fue difícil
creer que finalmente era un hombre libre.

“Para mí uno de los capítulos más conmovedores del libro es


cuando él se encuentra con una señora que llevaba un niño en
brazos y le pregunta: ` ¿es verdad que ya somos libres?′ Ella
le responde que sí, pero él mantenía esa duda, esa reticencia
de todo hombre que había sufrido los crueles castigos de la
esclavitud y el desprecio de la sociedad burguesa”.

El encuentro, el comienzo

En aquella época Miguel era parte de un equipo que estaba


haciendo una investigación sobre los barracones, un tema que
siempre había llamado su atención, pues quería conocer cómo
vivían allí los esclavos, de qué hablaban, a qué jugaban o qué
comían, cuestiones que estaban parcialmente descritas en
algunos libros de historia.

Pero era el año 1963 y quedaban vivas muy pocas personas


que pudieran responder sus interrogantes. Entonces el
periódico El Mundo publicó una entrevista a hombres y
mujeres centenarios. Uno de ellos se llamaba Esteban
Montejo, decía tener 103 años y no solo haber sido esclavo,
sino también cimarrón. El joven antropólogo fue a visitarlo
hasta el Hogar del Veterano donde vivía. Comenzó así una
serie de encuentros que durarían 3 años y se convertirían más
tarde en Biografía de un cimarrón.

Hoy Miguel recuerda que el principio fue muy difícil, ya que


él era un hombre joven, delgado, de ojos claros y piel blanca.
Su entrevistado era precisamente lo opuesto: un hombre negro
que de tan viejo tenía los ojos azules.

“El mejor método fue llevarle tabaco y ron, y decirle: ¡Qué


hombre tan inteligente es usted, parece mentira que con 103
años mantenga esa memoria tan fresca! Él empezó a hablarme
de lo inmediato, quería una colchoneta mejor, que le dieran un
jabón todos los días, que le mejoraran la comida del Hogar del
Veterano. Esas cosas yo las escuchaba con una atención casi
socrática”, asegura el antropólogo.

Semanas más tarde, le preguntó sobre el pasado. “Poco a poco


se abrió como un fuelle, con un hálito extraordinario de
sinceridad y de poesía, y me contó su vida en la medida en
que pudo”.

Apuntes, grabadora, un testimonio

Al mismo tiempo que realizaba una investigación sobre las


danzas cubanas de los siglos XVII, XVIII y XIX —su trabajo
en la Academia de Ciencias de Cuba—, el joven antropólogo
no faltaba a sus encuentros con Montejo. “Entrevistaba a
Esteban semanalmente, y semanalmente acumulaba
información. No existía nada digital, ni siquiera la mini
cassette. La grabadora que usaba era una Tesla grande, checa,
que pesaba más de 30 libras, con la cual tenía que cargar en la
guagua que va para el Hogar del Veterano”.

Al mismo tiempo que realizaba una investigación sobre las


danzas cubanas de los siglos XVII, XVIII y XIX —su trabajo
en la Academia de Ciencias de Cuba—, el joven antropólogo
no faltaba a sus encuentros con Montejo. 

Aunque a Esteban no le gustaba aquel aparato, Miguel quiso


un día grabar la historia de Ma´ Lucía y le explicó al
centenario Montejo cómo funcionaba. Se trasladaron hacia la
barbería del hogar donde estaba el único enchufe y frente a un
grupo de veteranos de la guerra de independencia grabaron
varias historias. La primera vez que Esteban Montejo escuchó
su voz saliendo de la enorme Tesla se rio muchísimo, igual
que el resto de sus compañeros del hogar. El joven
investigador pensó que sería difícil continuar a causa de
aquellas risas, así que decidió regresar a los apuntes. Semanas
más tarde el propio Esteban preguntó por el equipo. “Quería
oír su voz, y cuando volví con el aparato y le puse el
micrófono me habló con una soltura y un orgullo tremendos,
casi como el que da una conferencia”, cuenta Barnet, quien
tampoco puede evitar sonreír al recordar aquella escena.
La mayor parte de las historias que Esteban contó durante
esos tres años fueron anotadas en libretas y luego reescritas.
“No voy a mentir, no inventé nada, pero sí recreé
literariamente el libro, porque Estaban hablaba en
monosílabos; hubiera sido un testimonio muy árido. Entonces
utilicé mis mañas como escritor y poeta, leí lo que Alejo
Carpentier calificó como escritura gnómica y fui construyendo
el libro”, confiesa el autor, quien añade que todo testimonio es
una obra de creación desde el momento en que se edita y
ensambla.  Explica, además, que en este proceso no
distorsionó ninguno de los pensamientos de su entrevistado ni
ninguna de sus historias.

“No voy a mentir, no inventé nada, pero sí recreé


literariamente el libro, porque Estaban hablaba en
monosílabos; hubiera sido un testimonio muy árido".Esteban
Montejo, Miguel Barnet, el presente

Hoy, medio siglo después de publicado por primera


vez Biografía de un cimarrón, y de algunos años más de
comenzar la amistad entre estos dos hombres, Miguel asegura
haber aprendido de Esteban que la historia no es en blanco y
negro, y que los seres humanos, aun cuando han tenido la vida
más dramática, cruenta y terrible, siempre conservan un hálito
de fe y esperanza.

Recuerda que su protagonista no era rencoroso, sino una


persona que amaba la vida y un hombre de una gran
honestidad, cualidades que, según Barnet, son las que más
aprecia en una persona. “Él no miraba hacia el pasado con
nostalgia ni con tristeza; tenía una filosofía estoica, digamos
que era un estoico sin haber leído a Séneca. Cuándo él dice
`Por cimarrón no conocí a mis padres, ni los vide siquiera,
pero eso no es triste porque es la verdad´, me emocioné hasta
las lágrimas, y hay testigos de eso”.

Con motivo de las celebraciones por las cinco décadas de la


primera edición del libro, su autor viajó a Santa Clara y fue a
lo que es hoy el central Héctor Rodríguez, antiguo Ingenio
Santa Teresa, donde nació Esteban Montejo.

“Ahí quedan ruinas del barracón y de la enfermería donde


nacían los niños, los criollitos. El historiador de allí, de una
manera muy natural y displicente, me dijo: `Mira, aquí nació
Esteban´. Miré aquel cuadrilongo rodeado de piedras y me dio
una emoción demasiado fuerte, no pude evitarlo. Soy una
persona serena, pero sentí una profunda tristeza porque la
crueldad más grande que ha cometido el ser humano es la
esclavitud; como decía Martí, es la gran pena del mundo”.

La esclavitud es el holocausto más terrible que ha cometido la


especie humana sobre la tierra, menciona una vez más Barnet.
“Pensar que ese hombre nació ahí, que ese niño fue trasladado
después a los corrales para que lo amamantara una nodriza
que él no conocía… Lo separaron desgarradamente de los
padres, a quienes no conoció hasta que los padrinos, muchos
años después, le dijeron más o menos quiénes creían que
habían sido”.

Sin embargo, el recuerdo que Miguel mantiene de Esteban


Montejo es el de un hombre alegre, optimista, solidario con
sus amigos, muy suspicaz, de una inteligencia excepcional y
una total lucidez, aun cuando ya pasaba de los 100 años.

Ese es el Esteban que regresa cada vez que alguien se detiene


a leer Biografía de un cimarrón, una obra que aún medio siglo
después de su publicación continúa acompañando a su autor,
quien asegura que Esteban Montejo, más que un personaje de
este libro, es una persona que está junto a él y con quien
dialoga todavía.

EL CIMARRÓN

Cumplió 50 años uno de los libros sagrados de la


cubanía, Biografía de un cimarrón, y la Universidad Central de
las Villas le entregó a su autor, Miguel Barnet, el título de Doctor
Honoris Causa. A modo de elogio hice estas palabras sobre
Miguel, mi hermano, mi compañero en tantísimas batallas, un
sabio, un poeta inagotable, un mito viviente de la cultura cubana.  

Elogio de Miguel Barnet

Es la segunda vez que tengo el honor de hablar aquí, en la


Universidad Central, en un acto de este tipo. La primera fue hace
muchos años, cuando se le otorgó aquí el doctorado honoris causa
a esa figura cimera de nuestra cultura que fue Cintio Vitier.
Ahora, por solicitud de nuestro querido compañero el doctor
Andrés Castro, me corresponde hacer el elogio de otro
imprescindible: el gran poeta, narrador y etnólogo Miguel Barnet.
Mientras redactaba estas notas me daba cuenta de que, salvando la
distancia generacional que separa a Cintio y a Miguel y salvando
también las distancias entre las diferentes trayectorias
intelectuales de los dos y entre sus diferentes miradas o puntos de
vista sobre nuestros procesos culturales, al homenajear a Cintio y
a Miguel la Universidad Central coincide en honrar a dos
incansables estudiosos de la cubanía, a dos defensores de la
cubanía, a dos creadores que nos han ayudado decisivamente,
cada uno en su campo, cada uno en estilo, a entender qué somos,
de dónde venimos y a vislumbrar hacia dónde vamos, es decir, a
entender el itinerario de la nación cubana, a entender su pasado,
su perfil, su sentido, su destino, todo eso junto.

Este justísimo homenaje a Miguel Barnet de la Universidad


Central coincide con el aniversario cincuenta de su Cimarrón.
Una obra capital de la literatura y de la cultura cubanas, que fundó
un género, la novela-testimonio, y nos iluminó acerca de un
personaje clave de la historia de Cuba, acerca de una pieza clave
del rompecabezas de nuestra identidad. Esteban Montejo viaja de
la mano de Miguel desde lo singular de su experiencia vital hasta
una dimensión simbólica única. Desde las páginas de ese libro
primordial nos llega la trayectoria de un individuo y algo mucho
más trascendente: el cimarronaje como rasgo básico de la cultura
de la resistencia; el acto de romper todas las trabas para irse al
monte y levantar allí un reducto, una trinchera; el salto, por
encima de todos los obstáculos imaginables, hacia un espacio de
libertad plena que nadie podrá arrebatarnos.

Siempre se ha dicho, con razón, que en la cultura las efemérides


no adquieren sentido por un acto o una celebración, sino cuando
sabemos valernos de ellas para promover el estudio de una obra,
de una figura, el reencuentro de la gente con ellas, y acercarnos a
la huella que ha dejado esa obra o esa figura o ese acontecimiento
en nuestra memoria cultural. Este cumpleaños cincuenta
del Cimarrón de Miguel debería servirnos para releerlo con el
mayor rigor, para convocar a maestros, profesores y estudiantes a
que se adentren en sus páginas y reciban directamente, sin
intermediarios, el extraordinario legado en términos de
conocimiento de nuestra identidad y en términos éticos,
patrióticos, ajenos a toda retórica, de este libro esencial. Desde los
rituales y dioses que trajeron consigo los esclavos, desde la visión
mágica del mundo ―ingenua y sabia a la vez― que comparte
Esteban Montejo con Miguel, desde las tácticas de supervivencia
material y espiritual que practicaron esclavos y cimarrones en
barracones, cuevas y montañas, hasta el ingreso en la épica
libertadora de aquel niño ya crecido que no guarda recuerdo
alguno de sus padres, todo, absolutamente todo en este libro nos
habla de una manera nueva, naciente, inesperada, de componentes
determinantes de la nación cubana que desconocíamos o
conocíamos de manera muy parcial, desde fuera.

Biografía de un cimarrón nos instala en una zona de la cubanía


que la República Neocolonial ―tan groseramente racista― había
desdeñado y marginado, con una visión «blanca», europeizada o
yancófila, que la Revolución heredó y contra la que tuvo que
batallar. Y Miguel, inspirado por su maestro mayor, Fernando
Ortiz, estuvo en la primera línea de esa batalla. Y una de las
armas más formidables de la labor formativa, descolonizadora,
antirracista, de apropiación plena y altiva de nuestra herencia
africana, fue este libro que cumple por estos días cincuenta años.
En él redescubrimos creencias, supersticiones, una cosmología
que ―como decía Lezama― rebasa «la causalidad aristotélica»
para revelarnos conexiones que Occidente ignora y hasta métodos
de razonar y de filosofar que han nutrido al pueblo cubano desde
sus orígenes.

En medio del torrente de estereotipos y de trivialidad que


caracteriza el clima cultural o seudocultural del presente, la voz
de Esteban Montejo, con tanta fuerza, con tanta autenticidad, con
tanta fe, adquiere una gravedad conmovedora. Y le creemos, sí,
creemos todo lo que dice, porque habla desde el sitial
inconmovible de su experiencia y de sus certidumbres. Creemos,
con él, que era posible conquistar a una mujer a través de tabaco
molido y mezclado con «una mosca […] verde», que «la calvicie
la trajeron a Cuba los gallegos» y que «el alma en el sueño se va
para afuera» y «Lo deja a uno vacío». Y, por supuesto, sabemos
que no se aparta ni un milímetro de la verdad cuando hace
explícito su orgullo por la valentía de su tropa, «que sirvió de
ejemplo»: «Nosotros tuvimos coraje y pusimos a la revolución
por arriba de todo. Esa es la verdad. Sin embargo, muchos
coronelitos y otros oficiales se cagaban fuera de la taza todos los
días. Hacían cosas que ni los niños».

Miguel era muy joven cuando encontró a Esteban Montejo en un


asilo de veteranos. Como dijo en una entrevista reciente, podría
haber hecho un trabajo académico, documentado, impecable y
probablemente frío; pero, por fortuna para todos nosotros, su
intuición de poeta, de gran poeta, lo llevó a construir a partir de
los diálogos con Esteban Montejo la primera novela-
testimonio. Cimarrón en formato de investigación académica
hubiera perdido su encanto, su fuerza irradiante, y hubiera sido
útil, por supuesto, pero no habría marcado la cultura cubana y
universal como lo hizo.

Hasta la primera noticia que tiene aquel joven investigador que


era entonces Miguel Barnet de Esteban Montejo tiene un sabor
misterioso, casi mítico. Lo vio, según atestigua el propio Barnet,
en un periódico, y le llamó la atención que confesara haber sido
cimarrón y en particular le llamaron la atención sus ojos, «unos
ojos grandes, muy expresivos […], aquella mirada, tan incisiva».
Cuando Esteban Montejo le hace saber que se aproximaba su
cumpleaños (el 26 de diciembre, día de San Esteban), se funda
una complicidad entre ellos: «Después de todo, sus mecanismos
de defensa y los míos no eran tan diferentes. Cada uno por
razones distintas era un solitario, y por qué no, un cimarrón. Y eso
nos identificó a la larga. No fue el Tarot, no fue la astrología, fue
la vida la que nos unió».

Miguel no solo encontró en Esteban Montejo un personaje


deslumbrante: halló, con él, otro modo de contar la historia, otra
cronología, conectada con la subjetividad popular. El propio
Miguel nos explica cómo se le ocurrió la forma de organizar el
libro en el largo viaje en guagua desde el Hogar del Veterano, en
la Víbora, hasta su casa en el Vedado. Así, nos dice,

organicé un libro linealmente. Una historia cronológica, pero


cuya cronología estaba marcada, no por fechas históricas, sino
por hechos y acontecimientos sociales que estaban dentro de la
leyenda, dentro de la mitología, dentro de un sistema de valores
muy diferentes al sistema que habían empleado tradicionalmente
los historiadores. Me basaba en los hechos, repito, que habían
dejado una marca poética en la gente.

Es particularmente impresionante el tratamiento que se le da en el


libro a un hecho muy dramático, que marcó de manera definitiva
a Esteban Montejo y a sus contemporáneos: la intervención del
Imperio yanqui en la guerra y la ocupación de Cuba. Hace más
intensa y apasionante la descripción del momento el punto de
vista que se adopta: el de un mambí negro sin formación política,
que ha luchado por la libertad de Cuba desde sus impulsos más
puros y contempla la jugada canallesca de los interventores, no a
partir de una visión antiimperialista madura y meditada, sino de la
mirada limpia, instintiva, sencilla, de un combatiente que percibe
la infamia.

Hay una frase en Biografía de un cimarrón que parece una


advertencia quemante, dura, estremecedora, que lanzan Miguel y
Esteban Montejo hacia el futuro, hacia este presente que estamos
viviendo, «los americanos se cogieron a Cuba con
engatusamientos», con la colaboración entusiasta de algunos
falsos patriotas. Ahora, cuando estamos viviendo una etapa en que
proliferan los intentos de «engatusarnos», hay que mirar a aquel
momento histórico tan doloroso, tan amargo y perverso.

Los coronelitos cubanos, cuando terminó la guerra, le dieron


mano abierta a McKinley para que hiciera con esta isla lo que él
quisiera. Ahí donde está el central Santa Marta había unas
tierras del Marqués de Santa Lucía. Esas tierras, según yo me
enteré, él las había dejado para los libertadores. El caso es que
esas tierras se las repartieron los americanos con Menocal. ¡El
negocio más sucio de toda la guerra! Menocal se calló la boca y
dispuso a sus anchas. Ese era más americano que el mismo Mac
Kinley. Por eso nadie lo quería. Fue patriota de negocio, no de
manigua.

De esa combinación singularísima que hay en Miguel de Poeta


con mayúscula y de investigador científico, de antropólogo, nació
Cimarrón tal como lo conocemos y nació buena parte de su obra
en prosa, Canción de Rachel, Gallego, La vida real.

Aparte de sus novelas, de sus cuentos ―uno de ellos, «Fátima o


El Parque de la Fraternidad», sirvió de base a una excelente
película; del mismo modo que Rachel inspiró la inolvidable La
bella del Alhambra―, de su poesía, de sus ensayos, Miguel ha
ido regalándonos una obra de enorme valor como editor, como
promotor de investigaciones de mucha significación, como
promotor cultural infatigable. Su trabajo al frente de la Fundación
Fernando Ortiz ―nacida en 1995― ha cubierto un campo que
ninguna institución había atendido en realidad en toda su
dimensión. Resulta imposible comprender los fundamentos, los
ingredientes, los elementos que han nutrido el ser cubano, que lo
conforman en ese proceso dinámico en perpetuo movimiento y
renovación que es nuestra identidad, sin acudir a la espléndida
colección de libros La fuente viva, a la revista Catauro y en
general a las publicaciones de la Fundación. Miguel formó un
equipo pequeño de colaboradores y en pocos años ha levantado
una catedral admirable. La cultura contemporánea cubana cuenta
gracias a la Fundación Fernando Ortiz con un verdadero
paradigma, un modelo, una referencia ineludible, asociados a la
coherencia, a la hondura, a la seriedad, al culto a la tradición y a
la memoria y al propio tiempo a una mirada alerta hacia los
fenómenos más recientes. Y esto se debe en primerísimo lugar a
la visión tan clara que ha tenido Miguel y a su liderazgo.

Entre aquel joven que fue al Hogar del Veterano a conocer a


Esteban Montejo y el intelectual ya premiado y reconocido en
Cuba y en el mundo que creó la Fundación Fernando Ortiz
pasaron obviamente muchos años y muchas experiencias y
aventuras vitales e intelectuales; pero entre los dos, entre el
Miguel de 1963 y el de 1995, hay, en mi opinión, un núcleo
común que se ha mantenido inalterable, donde conviven la avidez
del investigador por llegar más y más al fondo de su objeto de
estudio, el anhelo del cazador de mitos, del poeta, que toma sin
titubeos los caminos hacia donde apuntan sus intuiciones, el amor
por Cuba, por sus secretos, por sus héroes con nombres y
apellidos y por sus héroes anónimos ―como lo era Esteban
Montejo hasta que se convirtió en el Cimarrón por
antonomasia―, por su historia, por su pueblo.

Ese amor tan intenso por Cuba llevó también a Miguel a situarse,
sin medias tintas, muy tempranamente, en la vanguardia
intelectual revolucionaria. Aunque sufrió aquellos años de
distorsión por gente mediocre y dogmática de la política cultural
trazada por Fidel en Palabras a los intelectuales, jamás permitió
que nada ni nadie lo alejara de la causa emancipadora que había
abrazado desde que era un adolescente. Ha detestado
invariablemente, por principios, las actitudes quejosas y de
autocompasión. Ha puesto siempre, como la tropa mambisa de
Esteban Montejo, «la revolución por arriba de todo». Su lealtad
hacia Fidel, hacia Raúl, hacia la Cuba renacida en 1959, no ha
conocido dudas ni vacilaciones. Con valentía, con brillantez, con
su indiscutido prestigio literario, Miguel ha defendido a nuestra
patria en los más complejos escenarios internacionales, en aquella
manipulada Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en el
Comité Ejecutivo de la UNESCO, en la reciente Cumbre de
Panamá, en el Foro de la Sociedad Civil.

Tuve el privilegio de trabajar muy cerca de él cuando, a finales de


los ochenta, se constituyó la comisión organizadora del IV
Congreso de la UNEAC, y luego, durante buena parte de los
noventa, en aquella etapa tan difícil, de tanta incertidumbre, en
medio de una situación tan dramática, bajo las consecuencias
económicas y morales del derrumbe del llamado «socialismo
real». Nos tocó ver el triste espectáculo de oportunistas,
acobardados y arrepentidos, de los que querían marcar distancia
de la Revolución, de los que cambiaron de casaca. Hubo que
hacer un esfuerzo tremendo, desgastante, para mantener la unidad
del movimiento intelectual y artístico. En esa coyuntura conocí
mejor la faceta de Miguel más propiamente ética, que tiene que
ver con su radical compromiso revolucionario. En esos días tan
tensos lo admiré y lo quise más.

Como sabemos, Miguel ha recibido premios internacionales muy


señalados. Incluso, no hace mucho, la Universidad de La
Sapienza, de Roma, le entregó un título similar al que se le otorga
hoy aquí. Pero me atrevo a asegurar que este doctorado de la
Universidad Central representa para él algo muy especial, por el
vínculo tan antiguo y entrañable que lo une con este centro de
estudios y con esta ciudad.

Felicidades, hermano, por este título tan merecido.

Anuncios

También podría gustarte