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EXPRESSO CORTADO

Por Gilberto Medina Casillas

La culpa.

Segunda parte de dos.

La culpa pecaminosa, desencadena un conflicto que involucra a tu propia


alma, se convierte en una piedra en el cerebro, que comienza a lastimar. {Así
es como debe de ser, aseguran los catequistas.}

Voy a citar, de la Biblioteca D. Winnicott: ‘Freud hablaba del id (o ello),


refiriéndose a las pulsiones o impulsos instintivos, y del ego (o yo),
refiriéndose a aquella parte del ser que guarda relación con el medio
ambiente. El ego se encarga de modificar el medio ambiente o entorno con el
fin de dar satisfacción al id, al mismo tiempo que reprime los impulsos del id
con el fin de sacar el máximo provecho de lo que ofrece el entorno,
igualmente para satisfacción del id ‘.

En este enfoque, la culpa, se manifiesta como ‘sentimiento de culpabilidad’ y


agrede al id, con feos arañazos; de acuerdo a los individuos en lo particular,
podemos decir que hay quienes sí han desarrollado la capacidad de
experimentar estas ideas ansiosas y en ocasiones angustiantes, englobadas
bajo el ‘sentimiento de culpa’, cosa que les afea la vida horriblemente.
Pero, aquí es cuando rechinan los rieles. Hay personas que no experimentan
‘sentimiento de culpa’, ni nada que se le parezca, y dice un autor del
proyecto D. Winnicott: “alguien se hace conspicuo por su ausencia de
sentimiento de culpa”. Involuntariamente me vino la imagen del presidente
Truman, de los EE.UU., dibujada en el hongo de Hiroshima.

Olvídense de echar la culpa, que siempre miramos la paja en el ojo ajeno, hay
personas que logran entender la culpa, su culpa, como un evento que se
debe superar. Esa forma de pensar ya acusa una maduración emocional del
individuo. Al cabo, todo tiene que ver con asumir la responsabilidad.

Ir por la vida cargando sentimientos de culpa, es como ir en tu auto con el


freno de mano puesto.

Colofón:

‘De los artistas cabe decir que algunos no son capaces de experimentar
culpabilidad y, pese a ello, logran la socialización gracias a su talento
excepcional. A las personas corrientes, dominadas por la culpabilidad, esto
les parece desconcertante; y, sin embargo, sienten un oculto respeto hacia
esa gente creativa, por su falta de remordimientos’.

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