Está en la página 1de 9

Hannelore Schultz

5 de diciembre de 2013

Ensayo académico.

Aspectos teológicos en El gran teatro del mundo

Don Pedro Calderón de la Barca (1601-1680) fue un poeta español del período Barroco

quien tuvo la oportunidad de familiarizarse con la poesía clásica durante sus estudios en Alcalá y

Salamanca. En su contribución a la literatura escribió poemas, comedias y autos sacramentales.

En el presente trabajo se pretende analizar algunos aspectos teológicos de su auto sacramental: El

gran teatro de mundo. En primer lugar, se considerará  la definición y el objetivo teológico que

perseguía este tipo de obra. En segundo lugar, se analizará el doble nivel alegórico que se

presenta en el mismo título de la obra. Luego, algunas consideraciones acerca del

antiprotestantismo de la obra, seguidas de una observación de aspectos teológicos pasados y

presentes en cuanto a la doctrina del limbo. Se concluirá con una breve reflexión acerca de la

vigencia temática del auto como recurso para la sociedad contemporánea.

El auto sacramental consiste en una obra de teatro de carácter religioso de uno o varios

actos, con personajes que pueden ser o no, alegóricos. En un sentido amplio, pueden clasificarse

en: autos marianos, los escritos en alabanza a la Virgen María; autos políticos, cuando se realizan

en honor a una familia real como el caso de la Casa de Asturias y autos antiprotestantes, cuando

su objetivo es reafirmar la doctrina católica. Según  su máximo exponente, Don Pedro Calderón
de la Barca, los autos sacramentales son: “Sermones/ puestos en verso, en idea/ representables

cuestiones/ de la Sacra Teología, / que no alcanzan mis razones/ a explicar ni a comprender”

(Pedraza Jiménez, González Cañal y Marcello 5).

El auto que nos ocupa, El gran teatro del mundo, fue representado por primera vez en

ocasión de la fiesta del Corpus Christi de Valencia en 1641, aunque su autoría se remonta entre

1633 y 1636. Los autos tenían la finalidad de integrar emocionalmente a los espectadores en la

celebración de la fe católica. La doctrina particular que destacaban es la salvación por medio de

Jesucristo expresada en la eucaristía. El gran teatro del mundo, como obra de carácter

teológico-didáctico, en su representación persiguió el objetivo de ilustrar a los feligreses de la

época. Su intención fue la afirmación de la verdad frente a las desviaciones teológicas que

pululaban ricamente en las postrimerías del cisma luterano. Con todo, es necesario destacar la

observación que Bataillon hace acerca del argumento antiprotestante y reafirmar la intención

directriz que parte del clero asumía con gran responsabilidad en las celebraciones del Corpus y

que obligaban una mirada más profunda hacia el corazón del evento (Arellano, Los estudios

sobre los autos sacramentales de Calderón 227-228). La obra pretendía ser una “brújula sirviendo

a las gentes de guía y consuelo” (Pedraza Jiménez, González Cañal y Marcello 3).

Como toda obra alegórica El gran teatro del mundo presenta, por lo menos, dos niveles

posibles de interpretación. Por un lado, el título en su sentido hiperbólico, puede significar que

todo el mundo es un teatro. La vida del mundo se desarrolla sobre tablas. En este caso, la

sociedad se representa a si misma transformándose de este modo su totalidad en espectáculo y

espectador simultáneos. Por otro lado, el sentido del título puede interpretarse de manera
metafórica. La vida humana es representada sobre las antedichas tablas. El teatro representa la

realidad y se convierte en un instrumento lúdico-didáctico (Pedraza Jiménez, González Cañal y

Marcello 4). Esta doble interpretación del título se evidencia entre los versos 44 al 66 en los que

Autor se dirige a Mundo ofreciendo una explicación de la obra:

y es representación la humana vida,


una comedia sea
la que hoy el cielo en tu teatro vea.
Si soy Autor y si la fiesta es mía,
por fuerza la ha de hacer mi compañía. 50
Y pues que yo escogí de los primeros
los hombres, y ellos son mis compañeros,
ellos, en el Teatro
del mundo, que contiene partes cuatro,
con estilo oportuno 55
han de representar. Yo a cada uno
el papel le daré que le convenga,
[…]
Seremos, yo el Autor, en un instante, 65
tú el teatro, y el hombre el recitante. (Calderón 47-57, 65-66)

Con su llamado, el Autor se erige en creador que trae a la existencia al Mundo que

aparece de la nada, como el Fénix (Calderón v. 25). Entonces, Autor decide que la vida es una

representación y en su soberanía resuelve que los hombres serán su compañía. La vida humana

se constituye así en pieza teatral en la que cada hombre es un “recitante” en el tablado del

Mundo. Desde esta perspectiva el discurrir de la historia puede verse como un texto espectacular

(v 55-56). Cada hombre es un actor; cada vida, una presentación única, irrepetible y singular. Al

mismo tiempo, no se puede negar que el texto está también escrito y en ello, acota su alcance a

papel y letra dejando la opción obligada de interpretar el título en el sentido evidente de

metáfora. Esta organización de la metáfora permite transformar un evento histórico o una


leyenda, en una expresión doctrinal en la que cada elemento de la obra tiene su contraparte en el

plano del sentido religioso (Arellano, Introductory Questions about the Meaning of "Auto

Sacramental" 197).

En el análisis del auto sacramental, como en el de cualquier obra literaria, es siempre

sabio considerar el público al que el autor se proponía alcanzar. Los autos, como obras teatrales

festivas y conmemorativas iban dirigidas en primer lugar a las clases nobles, los “mecenas” por

decirlo de alguna manera. En su representación inaugural siempre se exhibían frente a los

gobernantes y eclesiásticos de monta del lugar en el marco de la fiesta del corpus. El

financiamiento acomodado de la obra permitía a su autor la indulgencia de una puesta en escena

más o menos ostentosa, acompañada de música y despliegues técnicos de marcada opulencia.

 Sin embargo, siempre permanecía el trasfondo didáctico del auto. En el caso de El gran teatro

del mundo, es imposible negar su carácter teológico dogmático. Si fue escrito en 1636, es dable

considerar que respondía a una controversia calvinista ya establecida en la península. Calvino

había dedicado su Institución de la religión cristiana a “todos los fieles de la nazion española

que desean el adelantamiento del reino de Jesu Cristo” (Calvino xiii) y Cipriano de Varela había

culminado su traducción hacia 1597. En este tratado se manifestaron diversos asuntos teológicos

en oposición a la doctrina defendida desde Roma. Cabe suponer entonces que Calderón, desde

una corte con presunción de ortodoxia, buscó defender y enseñar el dogma oficial y que los autos

constituyeron, sin lugar a dudas, un vehículo en extremo excelente.  

Entre los temas que defiende el autor se presenta el del juicio retributivo con ocasión del

perdón póstumo, a saber, el purgatorio. En la teología protestante floreciente de la época, los


teólogos insistían en la imposibilidad de cambiar el destino después de la muerte. Esta postura se

aprecia claramente en el libro III, capítulo V de la antemencionada obra calvinista:

Hay, pues, que gritar cuanto pudiéremos, y afirmar que el purgatorio es una perniciosa

invención de Satanás, que deja sin valor alguno la cruz de Cristo, y que infiere una

gravísima afrenta a la misericordia de Dios, disipa y destruye nuestra fe. Porque, ¿qué

otra cosa es su purgatorio, sino una pena que sufren las almas de los difuntos en

satisfacción de sus pecados? De tal manera, que si se prescinde de la fantasía de la

satisfacción, al punto su purgatorio se viene abajo. Y si por lo poco que hemos dicho se

ve claramente que la sangre de Jesucristo es la satisfacción por los pecados de los fieles, y

su expiación y purificación, ¿qué queda, sino que el purgatorio es simplemente una

horrenda blasfemia contra Dios? (Calvino 516)

Cuando se toma en cuenta que lo antedicho circulaba en el ámbito español, se puede entender la

importancia que la enseñanza del dogma asumía en cada presentación del auto como recurso para

 unificar la enseñanza del dogma.

Si bien es verdad que los autos estaban a disposición primera de las autoridades, no es de

menos importancia el hecho de que servían también de instrumento educativo para las masas. La

primera presentación se celebraba para ilustración de las autoridades y los prelados, pero luego,

se seguía de una presentación para un auditorio más público. Es muy posible que para el tiempo

de Calderón, grupos teatrales ambulantes llevaran los autos a las ferias y a las plazas de toda la

península. Este deambular, tal vez con puestas escénicas menos espectaculares, ciertamente

acercaba el aula teológica a los lugares distantes e ignorantes de la ortodoxia (Arellano,

Introductory Questions about the Meaning of "Auto Sacramental" 198-199). La divulgación de la


verdad romana se hacía evidente desde los versos del auto cuando llama a la Hermosura y al

Labrador desde el lugar de pago, al que habían estado confinados después de pasar por la puerta

de la muerte:

suba la Hermosura ahora 1550

con el Labrador, alegres

a esta mesa misteriosa,

pues que ya por sus fatigas

merecen grados de gloria (Calderón de la Barca 1550-1554).

Es de suponer entonces, que luego de presenciar el auto, los fieles contrastaran los diversos

discursos para acercarse a la verdad. Teniendo en cuenta que los autos eran obras presentadas

bajo la venia de las autoridades religiosas, se puede presumir que la población en general

adoptaba estas enseñanzas como auténticas y veraces. Máxime si se recuerda que gran parte de la

población era analfabeta y carecía de los medios necesarios para acceder a modo alguno de

educación formal. El teatro (la plaza mayor) era el aula y la obra, la lección.

Entre el grupo de personajes que Don Pedro Calderón eligió incluir en El gran teatro del

mundo, llama la atención la incorporación del Niño. Resulta interesante puesto que para la época,

no se incorporaba a la niñez en el seno de los derechos humanos ni se los presentaba como

agentes sociales de importancia. Sin embargo, considerando que los autos pretendían servir

también de consuelo para la gente, el tratamiento de la niñez y en particular, la niñez no

bautizada, se conforma a este objetivo. Resulta imposible determinar el número de pérdidas de

neonatos, de mortalidad en la primera infancia, etc., para una época que no llevaba ni estadísticas

ni registro civil de infantes. No obstante se puede inferir, desde los anales históricos de la
medicina, que las cifras eran importantes y que el tema pesaba sin lugar a dudas sobre el corazón

de la población entera. Es posible que no existiese familia que no conociese en su entorno,

alguien con esta tragedia en su seno. El consuelo ante la incertidumbre debía venir desde el seno

de la iglesia y tal vez es por esto que Calderón incluyera tal personaje en su auto.

La Comisión Teológica Internacional de la Iglesia Católica Apostólica Romana afirma

que la idea del limbo como destino de las almas sin bautizar, pero sin oportunidad de cometer

pecado mortal, se desarrolló a partir de la Edad Media y que hasta épocas recientes permanecía

sin entrada en el dogma del Magisterio (Comisión Teológica Internacional s.p.). Para el tiempo

del auto, se consideraba que el limbo era el destino de estas almas que, a causa del pecado

original, estaban privadas de participar en la presencia inmediata de Dios por habérseles negado

el acceso a la gracia redentora de las aguas bautismales. La temática del destino eterno de la

niñez sigue siendo relevante en la actualidad. En abril del 2007, el Papa Benedicto XVI aprobó el

documento que sostiene la “posibilidad” de la entrada al paraíso para los niños no bautizados. De

esta forma y aunque no se haya expedido ex –cátedra, se revierte la idea que la tradición y en ese

contexto el auto, sostuvieron por cientos de años. El incremento actual del número de niños sin

bautizar ciertamente justificó, en el seno pastoral, el esfuerzo teológico por encontrar una

respuesta a las inquietudes de millones de fieles (Comisión Teológica Internacional s.p.).

La relevancia del auto que nos ocupa puede apreciarse en el hecho de que los temas que

aborda siguen siendo motivo de discusión casi cuatro siglos después de que se lo representara

por primera vez sobre las tablas españolas. Las inquietudes acerca del propósito del vivir

humano en este “teatro” de la vida y el destino que los seres humanos tienen al traspasar el
umbral de la “segunda puerta”, siguen siendo planteadas en cada generación. El genio de

Calderón radica indudablemente, en su capacidad de plasmar, en el espacio de poco más de 1500

versos, una respuesta a esas inquietudes. Con respecto a su capacidad didáctica, este auto sigue

enseñando verdades trascendentes. Aunque en la actualidad el acceso a la educación se haya

generalizado y la masa de fieles católicos tiene la capacidad de acceder a la lectura para adquirir

los conocimientos teológicos que considere necesarios, sigue siendo ventajoso el aprendizaje que

se puede adquirir por medio de obras teatrales. La representación de un auto puede enseñar y

mucho, también hoy en día. Con respecto a la doctrina del limbo, se puede afirmar que el tema

sigue cercano al corazón de millones de fieles y, aunque la enseñanza de la iglesia en la

actualidad difiera de la del Barroco, su tratamiento puede despertar la inquietud necesaria que

provoque la reflexión oportuna. Los autos calderonianos y entre ellos El gran teatro del mundo,

deben seguir siendo representados en las tablas del siglo XXI para deleite y progreso de toda la

sociedad.

Bibliografía

Arellano, Ignacio. «Introductory Questions about the Meaning of "Auto Sacramental".» Somaiya
Baratiya Sanskriti Peetham, K. J. K y University of Navarra GRISO. East and West
Exploring Cultural Manifestations. na: Somaiya Publications, Pvt. Ltd, na. 197. PDF.

Arellano, Ignacio. «Los estudios sobre los autos sacramentales de Calderón.» Reichenberger,
Kurt y Roswitha Reichenberger. Estado Actual de los Estudios Calderonianos. Kassel:
Festival de Almagro, 2000. 325-350. PDF.

Calderón de la Barca, Pedro. «EduMec Biblioteca Digital.» s.f. Ministerio de Educación y


Cultura Uruguay. PDF. 10 de octubre del 2013.
Calvino, Juan. Institución de la religión cristiana. Buenos Aires: Nueva Creación, 1996. Libro

Comisión Teológica Internacional. «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin
bautismo.» 19 de Enero de 2007. Comisión Teológica Internacional Sitio Web.
Documento. 20 de Noviembre de 2013.

Pedraza Jiménez, Felipe B, R González Cañal y Elena Marcello. «Calderón: sistema dramático y
técnicas escénicas.» Actas de las XXIII Jornadas de Teatro Clásico. Almagro:
Universidad de Castilla-La Mancha, 2001. PDF. 10 de octubre del 2013.

También podría gustarte