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CONTENIDO Lo que hay que saber acerca de Franz Las cosas que alegran a Franz Franz se queda en distintos lugares De cémo solucionéd Franz su problema La huelga de Franz De cémo se veng, Franz w 9 49 LO QUE JAY QUE SABER ACERCA DE FRANZ | Franz tiene ocho aiios. Vive con su mamé, su papa y un hermano mayor llamado Josef. Tiene una abuelita que vive en un ancianato y una amiga que se Hama Gabi.-Ella es vecina de Franz y también tiene ocho afios, pero le lleva una cabeza de estatura: en reali- dad, Franz es muy pequejio. Tan pe- quejio que la gente suele preguntarle: «{Ya vas a entrar ala escuela?» A Franz esto lo enoja muchisimo y les hace una cara terrible a quienes le hacen esa pregunta tan tonta. La gente le dice entonces: «{Eres una ni- fiita muy malcriada!» Esto enoja a Franz todavia mas y, entonces, le saca la lengua a quienes hacen semejante observacién. El no puede evitar ser tan pequefio, pero sf puede evitar que lo consideren una nifia. Asi, por ejemplo, durante un tiempo se afeité la cabeza y quedé calvo: las nifias no son calvas. Durante un tiempo también se pein los cabe- los con gomina y éstos le quedaban parados en forma de cepillo: ninguna nifia tiene lus cabellos en forma de cepillo. Luego, Franz se dejé crecer nuevamente sus rubios crespos, pues Gabi le dijq un dia: —jMe encantan los -cabellos rubios ondulados! Ahora Franz anda siempre de cor- bata y en su mufieca lleva un inmenso reloj. También se pone tirantes y botas de vaquero, y en el bolsillo del panta- J6n mantiene una navaja, cuyo estu- che lleva pintada una calavera. De su cintur6n cuelgan unas tenazas, una broca y un destornillador. Franz piensa: «Sélo un tonto me confundirfa con una nifia, viendo que Uevo corbata, tirantes, teloj gigante, botas de vaquero, Navaja, tenazas, broca y. destornillador! ;Y no hay que Préocuparse por Jo que diga un tonto!» z Franz también tiene problemas con su voz. Esta se le pone muy aguda cuando esté enojado, triste o nervioso. Por eso se ve en dificultades cuando pelea con otros nifios. Puede amena- zar, alegar y maldecir cuanto quiera, pero sélo provoca risa en los demés. «Piii-piii», lo remedan, sin entender lo que Franz dice nerviosamente. Slo con Gabi puede pelear de ver- dad. Ella lo conoce desde que nacié y entiende lo que quiere decir con su voz de pito. Con frecuencia, sin em- 10 bargo, cuando quiere jugarle una mala pasada, hace como si no le en- fendiera. Cuando Franz chilla ra- bioso: —Tonta estuipida. Ella le pregunta como si nada: —Perdén, qué me quieres decir? Si Franz vuelve a repetir: —Tonta estiipida. Ella sigue preguntdndole con su voz de mosquita muerta: —Perdén, zqué me has querido de- cir? - Si Franz vuelve a chillar por tercera vez: —iTonta estuipida! Ella dice: —De veras lo siento. No entiendo! Franz se muere de la ira, pero se queda como si nada hubiese pasado, pues sabe que a Gabi le encanta ha- cerlo rabiar. Entonces toma una hoja de papel y le escribe: «/ TONTA ESTUPIDA!» Lue- go hace una bolita con el papel y se la lanza a Gabi a la cabeza. LAS COSAS QUE ALEGRAN A FRANZ Franz tiene vacaciones cuatro veces al ano. Una vez en octubre, tras la entrega de calificaciones, otra en Navidad, otra en Pascua y la ultima a mediados del afio, durante el verano. Franz no sabe cual es la época de vacaciones que més le gusta. A veces piensa: «jLas vacaciones de Navidad, por el arbol, la nieve y los regalos!» Otras veces Piensa: nes de. verano, largas!» Luego piensa: octubre, paseo!» Finalmente se le Ocurre: ciones de Pascua, con mi abuela!» «jLas vacacio- Porque son Jas més «jLas vacaciones de Porque puedo salir de : La mamé de Franz agreg6: —jNo es'posible. En estas vacacio- nes la abuela se hard un tratamiento! —y agreg6 con un suspiro—: jY Lily también dijo que no, pues encontré un empleo mejor! Entonces Franz pregunt6: —jNo ‘podria entonces quedarme tres semanas donde Gabi y tres sema- nas donde Daniel? Su mama agit6é la cabeza: —jDejarte mds de una semana donde Daniel serfa abusar de la bon- dad de la sefiora Eberhard! A Franz le molesté mucho saber 30 que su madre opinaba que su estadia por mas de una semana donde Daniel pudiera convertirse en un abuso. Sin embargo, no dijo nada y sdlo se limit a preguntar: ‘—éNo seré posible, entonces, que me quede cinco semanas donde Gabi? Su mama observ6: —Donde Gabi sélo puedes que- darte dos semanas. Después ella se ird de viaje con sus padres. Franz hizo cuentas: dos semanas con Gabi, una semana con Daniel, tres semanas con sus padres:'eso da seis semanas. Luego pregunté: —2Y donde me quedaré las tres se- manas restantes? —iNo.tengo idea! —dijo su mamé, dando un suspiro. Entonces Franz re- cordé que Daniel iba a una casa de vacaciones para nifios. El le habfa con- tado con mucho entusiasmo cémo era esa casa; hablaba de lo maravilloso que alli se pasaba: decia que la comida era excelente y que las sefioritas que cuidaban a los chicos eran magnificas personas. Contaba, incluso, que habia un pony para montar y un Jago para bafiarse. También habia aparatos para 32 hacer gimnasia. Entonées Franz sugi- rid: : —Qué te parece si voy con Eber- hard a la casa de vacaciones? —Esa si seria una solucién —ob- servé su mama. En la casa vacacional quedaba todavia un cupo libre. La mamé de Franz se alegré muchisimo. El, en cambio, se alegraba cada dia menos y el ultimo 33 dia de clases, antes de salir a vaca- ciones, ya estaba completamente desi- lusionado de la idea. Jamas habia es- tado fuera de casa sin su papa, su maméa o su abuela., Hasta entonces, munca habia pasado una noche sin ellos y, sobre todo, sentia miedo de s6lo' imaginarse las noches en la casa de vacaciones. Sin embargo, no se lo habia dicho a nadie, pues no queria admitir que tenia miedo. jPensaba que era tonto sentir miedo de las no- ches sin compaiiia de la familia! Los tiltimos dias antes de partir, Franz rezaba: «jDios mio, enviame un sarampion! | Virgen Maria haz que me dé gripe! jCristo, rémpeme una pierna!» Infortunadamente, sus oraciones no sirvieron de nada: el dia de la partida estaba mas saludable que nunca; pero atin conservaba una esperanza: «j|Qui- zas haya un atascamiento de autos camino a la estacidn! jEntonces per- deré el tren!» Mas no hubo ningun 34 atascamiento, y egaron mds puntua- les que nunca a la estaci6n. Franz pen- saba: «jEn este momento lo tinico que me puede salvar es un resbalén con caida y conmocién cerebral». Tres ve- 35 ces intenté una caida aparatosa: una vez en la sala de espera de la estacién, otra vez en la escalera automéatica y otra en el andén de acceso al tren. La primera vez su pap lo sustuvo, la segunda, su mamé lo agarré y la ter- cera vez le cay6,a Daniel en los brazos, como. un bulto de papas, Este. ex- clam6: —jEstds que te caes de la emocién? Franz comprendi6.que ya no podia escapar. Ab{ que, sin protestar, se dejé dar el beso de despedida de sus pa- dres; tampoco dijo nada luego, cuando Daniel lo empujé al interior del tren y de un empellén Jo sénté en un compartimiento. Allf ya habfan to- mado asiento dos muchachos, uno de lds cuales sefialé a Franz yle pregunté a Daniel: —{Es tu hermanito menor? Daniel Eberhard exclamé: —Estas loco? jFranz es mi compa- fiero de clase! El otro muchacho observ6 burlén: —iHabra que '‘ponerlo entonces en el libro de récords, como el nifio de ocho afios mas pequefio del mundo! Franz se senté al Jado de la ventana y siguié con ja mirada a sus padres, 37 que ya se disponfan a salir de la esta- cién. Unas cuantas lagrimas ‘asoma- ron a sus Ojos. —iEstés triste? —pregunté Daniel. Franz no respondié. Triste como es- taba,.su voz no hubiera sido mas que un pito'agudo. Sélo falt6 que los dos muchachos dijeran: «|Habra que poner también al chiquillo en el libro de los récords, como el que tiene la voz de pito mas aguda del mundo!» =, LA HUELGA DE FRANZ La vida en Ja casa vacacional no era tan mala como Franz se la habfa ima- ginado. El primer’ dia, algunos nifios se rieron de él por ser tan pequefio, pero Daniel los puso inmediatamente en su sitio, previniéndoles: —jAl que llegue a ofender a Franz, lo volveré papilla! Entonces Jo dejaron en paz. La ma- yoria de los nifios, sin embargo, fue- ron amables con Franz desde el pri- mer dia. Las noches tampoco eran tan 39 malas que digamos. Franz dormia.con Daniel y Tomy en el mismo cuarto. Ambos parecian estar en una com: petencia de ronquidos. Daniel ron- caba silbando, al estilo del papa de Franz, y Tomy dando un resoplido, igual que la mamé. jFranz se sentia practicamente como-en-casa! Una de las sefioritas que los cuida- ban, la sefiorita Ruby, nombr6é.a Franz peinador del pony, jy élestaba feliz de poder peinarle la'cola todos los dias! Franz era el que mejor nadaba en el lago..A pesar de ser una cabeza ‘mas pequefio que los otros, siempre les , tomaba un cuerpo de ventaja (un cuerpo del tamafio de Franz, natural- mente), lo cual lo hacia sentir muy orgulloso. Hasta la comida sabia bien en aque- lla casa, salvo el chocolate, que tenfa siempre nata por encima. A Franz, sin embargo, sdlo le molestaba una cosa: iTodo estaba ya programado y fijado por horario! A las siete y media debian levan- tarse. A las ocho en punto debian de- 41 sayunar y a las nueve habia que ir al campo a jugar. A las doce en punto era la hora del almuerzo. Y asi trans- curria el dia en estricto orden hasta la noche. A las ocho ya debian estar en la cama y a las nueve en punto apagaban la luz. A Daniel y a Tomy tampoco les gustaba ese horario tan estricto y siempre le daban la razon a Franz cuando éste se:quejaba: —jAqui siempre est4 uno progra- mado! Un dia, cuando Ja campana llamé.a almorzar, Daniel se recosté sobre la cama, cruzé los brazos y dijo: —iYa no juego més a esto! _ —jLo mismo digo yo! —murmuré Tomy y también cruz6 los brazos. 42 —Pero tenemos que ir a almorzar —dijo Franz. —No tenemos que ir —dijeron Tomy y Daniel. Entonces Franz se re- costé también sobre la cama, cruzé los 43 brazos y miré de reojo su reloj. A las doce y doce minutos se abrié la puerta y un chico les grité: ; —jOigan, que vengan a almorzar! Los- tres ni se mosquearon, y el chico simplemente se limité a decir: : —jTontos! —y se fue. Franz conti- nud mirando su reloj. : Alas doce y veinte volvi6 a abrirse la puerta y la sefiorita Ruby entré en —

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