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"ALTERNATIVOS" AL SISTEMA
http://aletheia-informa.blogspot.com/
En los discursos que se erigen hoy como alternativos a la crisis sistémica que padecemos subyace
una serie de claves que es preciso tratar de desvelar y reflexionar con calma al objeto de comprobar
si constituyen o no soluciones más o menos factibles o definitivas a la misma. Aunque son, en este
sentido, diversos los autores y tendencias, y aunque, en ellos, los énfasis en determinados temas o
aspectos pueden variar más o menos, salta a la vista que existe un conjunto de presupuestos
básicos de partida que, en general, se comparten, y que no siempre salen explícitamente a la luz.
Está, por otro lado, la naturaleza de las soluciones que se plantean. Casi siempre postuladas
desde la opción o actuación individual, casi nunca colectiva. Y aquélla, la individual, desde el
ámbito de lo privado, casi nunca desde lo público. Así, se nos pide -en un rosario de “pequeños
gestos” que no pueden dejar de recordarnos a la debilidad postmoderna por su visión única de las
visiones fragmentadas de la realidad- que, como consumidores, adquiramos productos ecológicos,
de comercio justo (normalmente sustentados asimismo por pequeñas empresas) y de bajo
consumo, reciclemos la basura, militemos en alguna asociación, hagamos de vez en cuando un
apagón de cinco minutos en casa o apadrinemos un niño. Recursos de mínimos. O anémicos, dada
la gigantesca envergadura de la crisis. Y, a este respecto, es más que significativo el lema de la
“alterglobalización”: «piensa globalmente, actúa localmente». ¿Y por qué hemos de actuar
exclusivamente desde lo local? ¿No será, nuevamente, por el miedo, precisamente, a lo
unitario -concebido como totalitario-, haciéndosenos así caer en el pozo sin fondo de la
dictadura de lo múltiple, de lo disperso, de lo inarticulado? De esta forma, sin concebirse que
es lo verdaderamente unitario lo que respeta la singularidad de sus partes (como lo hace, por
ejemplo, nuestro cuerpo, o nuestro pensamiento, cuando es coherente) y la parte que se impone
abusivamente sobre el todo el origen de todo totalitarismo, es como el capitalismo, a pesar de sus
abismales contradicciones internas, sigue campando a sus anchas, sin sentirse amenazado por
nada o por nadie.
Sólo desde la comprensión profunda de que nuestro ser está llamado a ser singular sólo
desde la solidaridad y solidario sólo desde el logro de nuestra singularidad (que no es
peculiaridad, ni excentricidad, sino, justamente, lo mejor de nosotros mismos, que es, al contrario de
lo que suele creerse, lo que nos hace únicos, mientras que es lo vulgar lo que nos convierte en
“cualesquiera”); sólo desde esa comprensión, decíamos, que constituye la verdadera alegría de la
existencia, es concebible el logro de la fe y la fuerza suficientes para lograr nuestra
transformación y la de nuestro mundo. Ya no se trata, pues, únicamente de “poner límites” a
nuestra codicia (que en el fondo, pues, continúa legitimándose: nos podemos lucrar en sus “justos
términos”), sino de vivir como un presente (en el sentido de que se presencia justamente y de que
constituye un auténtico regalo) para sí mismo y para los otros. Y viceversa. Ya no se trata, pues,
meramente de “desmaterializar” la felicidad (¿desde cuándo ha estado basada la verdadera felicidad
en la posesión material?), haciendo de la necesidad virtud, sino de concebirnos por fin como seres
netamente creadores (hasta ahora, en su inmensa mayoría, gravemente limitados en sus
potencialidades humanas), la plenitud de cuya existencia consiste en la dignidad de dar y en la
alegría de recibir lo mejor del otro.
Tampoco se trata, pues, de concebir una sociedad más volcada hacia el “ocio” -visión, no lo
neguemos, que no deja de ser algo triste y poco imaginativa, que viene también concibiéndose por
diferentes intelectuales. Se trata de mucho más: de la búsqueda de la realización plena a través del
ejercicio y el desarrollo de la vocación, único camino para el desenvolvimiento del ser humano
integral. Éste debe ser, y no otro, el pivote sobre el que gire la nueva sociedad: el trabajo libre.
Sólo así todo lucro (concebido éste como toda recompensa que sobrepase la restitución en sus
condiciones óptimas iniciales del desgaste exclusivamente de nuestra fuerza de trabajo) podrá ser
visto como lo que auténticamente es: la utilización de uno mismo y de otros como puro medio, y no
como fines en sí mismos. Es por ello que el nuevo ser humano que nazca de esta crisis
paradigmática será el que nos presencie como fines en sí mismos. Habremos dado entonces,
pues, el auténtico paso evolutivo a nivel espiritual: el de la recuperación, en un nivel superior, de
nuestra propia inocencia.