Está en la página 1de 5

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO

“Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre”

División de Ciencias Económico-Administrativas


LIC. EN COMERCIO INTERNACIONAL

Materia: DERECHO INTERNACIONAL

Trabajo: ENSAYO SOBRE “LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO”

Docente: M.C. RODOLFO ALEXANDRO BUENDÍA CASTRO

Presenta: AL. PÉREZ MONTELLANO MARVIN

Grupo: 709

Fecha: 07 – DIC - 2021

TEXCOCO DE MORA, ESTADO DE MÉXICO.


ENSAYO: LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO
INTRODUCCIÓN
El éxito empresarial significa producir, pero, sobre todo, no dejar de hacerlo.
Guiados por nuestros líderes espirituales, nos enriquecemos de un hablar
entusiasmado de posibilidades, bendiciones y cosas positivas, cosas grandes. Y
eso nos está enfermando.
A esta conclusión llega Byung-Chul Han en este libro “La sociedad del cansancio”,
o en su título original, que en una traducción más exacta sería “La sociedad de la
fatiga”. Es importante hacer la distinción entre fatiga y cansancio en tanto difieren
en grado de intensidad. Han comienza la mayoría de las partes de su obra citando
las ideas de otros pensadores, pero ciertamente no tiene miedo de contradecirlas.
El autor Byung-Chul Han revisa los pensamientos de reconocidos filósofos como
Freud, Arendt, Ehrenber, Deleuze, Foucault, etc. sobre las dolencias de la
sociedad en un intento de diagnosticar lo que está sucediendo ahora. Un buen
ejemplo es su examen de las afirmaciones de Hannah Arendt de que hemos
renunciado a nuestro individualismo y nos hemos convertido en engranajes de
máquinas, lo que genera una sociedad demasiado cansada y agotada para
pensar. La contrademanda de Han es que estamos demasiado llenos de ego:
tenemos como consigna ser nuestro propio jefe y subordinar al mismo tiempo a los
demás.
Byung-Chul Han, en su obra, busca caracterizar circunstancialmente a la
sociedad. Una de las características del “logro” contemporáneo es que el hombre
ya no necesita ser disciplinado, después de todo, ha sufrido un periodo de
disciplina, por lo tanto, el “sujeto del logro” queda libre de cualquier instancia
externa de dominación que lo obligue a trabajar. Este nuevo sujeto se entrega a la
libertad compulsiva; es decir, a una libertad que maximiza los triunfos personales,
liderando un proceso de autoexplotación.
Se puede entender y decir entonces, que nos explotamos bajo el peso de una
libertad que trae consigo la finalidad de un rendimiento positivo. No hay espacio
para la interrupción, para el detenerse. Al identificarnos como un proyecto de vida,
el ser humano ya no diferencia el trabajo del ocio. El amo se ha vuelto esclavo de
sí mismo. Entramos en una libertad paradójica, que se manifiesta mediante las
enfermedades neuronales, de ser libres porque sentimos que todo lo podemos
hacer. Es paradójica porque ese hacer permanente es al mismo tiempo nuestra
“cárcel social”.
LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO
En una sociedad donde el “logro” es el objetivo, la aceptación del aburrimiento es
progresivamente más pequeña. No hay tiempo para perder. Esta incapacidad para
tolerar el aburrimiento podría volverse altamente problemática, ya que los logros
culturales de la humanidad requieren una atención profunda y contemplativa.
Como sostenía Walter Benjamin, aburrirse es una virtud. La verdadera libertad es
la contemplación, es el detenerse, el entretiempo.
La “vida activa”, señala Han, rompe completamente con el concepto de la “vida
contemplativa”. Para el autor, esto último es la capacidad para interrumpir, vacilar
o disminuir la velocidad de los logros personales. Es una vía de escape. Por eso,
el aburrimiento, precursor necesario de la creatividad, es la única forma para evitar
que tengamos una vida llena de repeticiones.
Quien puede tolerar al aburrimiento, encuentra nuevos espacios para la creación.
Nietzsche afirmaba que aprender a mirar es acostumbrar al ojo a contemplar. Solo
de esa forma podemos alimentar el pensamiento y no someternos a impulsos. En
un mundo donde las pausas y los descansos son cada vez más cortos, tanto
Nietzsche como Han enfatizan la importancia de dar un paso atrás y la necesidad
de desarrollar la capacidad de resistir una multitud de atracciones.
Han comparte la idea de Hegel de que el no hacer no es impotencia, sino un
camino alternativo que completa al hacer. Por lo tanto, la negatividad es una de
las grandes facultades del hombre, en tanto contraparte de la positividad se
refiere. Esto se manifiesta en el momento en que el hombre se detiene en la
posibilidad de contemplar, teorizar y reflexionar: ser lo que realmente es. La falta
de negatividad en la vida conduce a la hiperactividad, seguida del agotamiento.
Como ya no podemos negarnos a alguien en las obligaciones que asumimos,
quedamos atrapados en un ciclo de sobreproductividad, comunicación maníaca e
hiperexpectación. El resultado es una epidemia de colapsos y ansiedades.
La actividad que permite al hombre contemporáneo cubrir el exceso de estímulos
e impulsos que afectan nuestra atención es conocida como multitasking, o
multitarea. Esta no es una habilidad privativa del hombre moderno, sino una
capacidad primitiva que obliga a los animales a activar muchos niveles de
percepción para sobrevivir. Dividir la atención en múltiples objetivos, dice Han,
hace más difícil aún la contemplación. El multitasking debe entenderse como una
regresión hacia instancias de supervivencia animal. Las incontables distracciones,
los plazos que nos fijamos, los planes de vida, los infinitos proyectos y la
multitarea se han convertido en una forma de vida. La paradoja de la positividad
nos destruye: “Es una ilusión creer que cuanto más atractivo se vuelve, más libre
somos”, concluye Han.
DE SOCIEDAD DISCIPLINARIA A UNA SOCIEDAD DEL LOGRO.
Pasamos entonces de una “sociedad disciplinaria” a una “sociedad del logro”, en
la que prevalece nuevas formas de violencia inmanentes al sistema. Por ser
constitutivas al sistema, no se pueden conocer como extrañas ni mucho menos
generar una reacción inmunológica violenta. Hemos dejado de ser una sociedad
de control por la vigilancia para ser una sociedad obligada por el rendimiento. El
término control no termina de explicar exactamente nuestra realidad actual, ya
que, según Han, el control supone la existencia de rasgos de negatividad y la
existencia de un otro que nos controla, mientras que la obligación del rendimiento
es consustancial a la propia persona. Un ejemplo de esto es la cultura del
emprendedor, tan enraizada en nuestra forma de vida. Un culto al “hacer” y al
“poder hacer”. No son nuestros jefes quienes nos están explotando, somos
nosotros quienes nos auto explotamos, ejecutando un comando incesante para
lograr alcanzar ese sueño extraordinario.
Un tema sustancial es cómo estos factores sociales y culturales dan forma a
nuestra psique y vida espiritual. Han argumenta que las suposiciones de Freud
sobre el inconsciente ahora están desfasadas. El padre del psicoanálisis también
vivió en la “sociedad disciplinaria” de Foucault, un concepto superado según el
paradigma neurológico. En dicha cultura, los individuos se autocorregían en el
intento de mantenerse en el lado correcto de los supuestos morales: ser normales,
no anormales; ser sanos, no locos; ser respetuosos a la ley, no quebrantar las
reglas. Éramos monitoreados habitualmente, como si estuviéramos viviendo bajo
una vigilancia constante que nos obliga, y eventualmente castiga ante la violación
de la norma. El factor psicoanalítico en este contexto es el superyó: esa voz
interna o reguladora que aumenta la ansiedad a medida que nos rebelamos. Pero,
ahora, como sociedad del logro, el imperativo de inhibirse ha abierto el camino a
un imperativo de producirse. El “no debería” ha sido reemplazado por el “yo
puedo”. La naturaleza de las estructuras psíquicas esta sociedad son una psique
adictiva formada por el principio del placer, y al mismo tiempo, abrumada por las
heridas narcisistas que inevitablemente derivan de la incapacidad de prosperar,
lograr, florecer o triunfar.
CONCLUSIÓN
Finalmente, el autor prevé qué será nuestra sociedad en el futuro, a partir de los
signos que encuentra en la actualidad: la transición de la “sociedad del logro” a la
“sociedad del dopaje”. Ya no existe más esa dialéctica de la explotación externa.
El obrero explotado ahora es el emprendedor que sueña con ser millonario. Dentro
de este contexto, Han propone su particular comprensión del cansancio, reflexivo
y potencialmente creativo, como contrapunto (y salvación) del estéril y agotador
cansancio de la producción del dopaje.  Existe el peligro de una rutina y fatiga que
conduce a lo que él llama un “infarto del alma”, y lo que es peor, esto es una
aflicción individual que separa a las personas. En este punto, Han utiliza el Ensayo
sobre el cansancio de Peter Handke para explicar cómo cree que deberíamos
abordar el problema. Para ambos, es necesario hacer un espacio en el mundo
para cambiar el agotamiento individual por un agotamiento colectivo, uno que
realmente promueva la necesidad de negar los excesos de la positividad.
El imperativo de vivir en una sociedad del rendimiento conduce a una paradoja:
producir sin ser productivo. Cada vez más somos parte de la sociedad del dopaje,
que permite a los individuos seguir rindiendo, y nunca parar. Seguimos
construyendo una sociedad de la fatiga, un cansancio que aísla y que fragmenta.
Si todos soñamos lo mismo, no tendremos la posibilidad física ni mental para
alcanzar metas tan iguales. Estamos inmersos en un ruido incesante, que no calla,
que no nos permite cansarnos, pero tampoco descansar. Eso provoca en nosotros
una fatiga crónica. Siempre tenemos a nuestro alrededor estímulos, y eso impide
un silencio necesario a nivel mental.
Nuestras vidas se reducen a tratar de ejercerlo todo, y seguir creyendo con gran
vehemencia que todo lo podemos. Nos dañamos de una manera que nos
agotamos. Y lo peor: la violencia de lo positivo no necesita hostilidad. No tiene que
ser hostil para dañarnos. Prolifera en una sociedad permisiva, por eso es más
difícil identificarla y verla. Han la denomina “invisible”. Se ha convertido en una
ideología masiva, está en todas partes. Y no podemos escapar de ella. Nos
sentimos culpables al no poder hacerlo. Instauramos en nuestra determinación
que, aunque estemos deprimidos, debemos trabajar. Aunque estemos triste,
debemos sonreír. Aunque estemos desvelados, debemos terminar nuestra rutina.
Porque somos posibles de todo y nada a la vez. 

También podría gustarte