Disfruta de la lectura…
Staff
Traducción Corrección
Sleep Pumpkin Frida
Ed Nigma Risseto
Anaile Scrifish
Corrección
Mata ilusiones y
Alex
Revisión Final
Sunflower
Chloé
Soraya
Teter Velaris
Chloé
Ed Nigma
PLAYLIST
“Older Than I Am” — Lennon Stella
“Lonely” — Justin Bieber
“Bad Child” — Tones And I
“Modern Loneliness” — Lauv
“Lie Like This” — Julia Michaels
“At My Worst” — Pink Sweat$
“Love Songs” — Sarah Barrios
“Wonder” — Shawn Mendes
“Take Care of You” — Ella Henderson
“Golden” — Harry Styles
“love language” — Ariana Grande
“What a Man Gotta Do” — Jonas Brothers
“Wildest Dreams — Taylor Swift
“lie to me” — Tate McRae & Ali Gatie
“Hold On” —Chord Overstreet
“Stay” — Gracie Abrams
“Last Time I Say Sorry” —Kane Brown & John Legend
“XO” — John Mayer
CONTENIDO
SINOPSIS 13 Santiago
27
PROLOGO Chloe
Santiago 14 Chloe
28
1 Santiago
Chloe 15 Santiago
29
2 Chloe
Santiago 16 Santiago
30
3 Chloe
Chloe 17 Chloe
31
4 Chloe
Chloe 18 Santiago
32
5 Santiago
Santiago 19 Santiago
33
6 Chloe
Chloe 20 Santiago
34
7 Chloe
Santiago 21 Chloe
35
8 Santiago
Chloe 22 Santiago
36
9 Chloe
Santiago 23 Santiago
37
10 Santiago
Chloe 24 Chloe
38
11 Chloe
Santiago 25 Chloe
39
12 Santiago
Chloe 26 Santiago
40 45 50
Santiago Santiago Chloe
41 46 51
Chloe Chloe Santiago
42 47 EPILOGO
Santiago Santiago Chloe
43 48 EPILOGO
Chloe Chloe EXTENDIDO
44 49 Santiago
Chloe Santiago
SINOPSIS
Santiago Alatorre
Un error destruye mi carrera.
Paso de ser el soltero más codiciado a ser un monstruo, escondiéndome del
mundo.
Al menos hasta que Chloe irrumpe en mi casa.
Mi nueva novia falsa es una solución temporal a mi mayor problema.
Pero a medida que nuestro juego cambia, también lo hacen mis
sentimientos.
Sólo hay un problema que me impide reclamarla.
Yo.
Chloe Carter
Todo comenzó con un deseo de cumpleaños, un poco de vodka y una prueba
de ADN de descendientes.
Así es como termino en Italia, encontrando a mi padre desaparecido.
Pero una decisión me hace conseguir un novio falso que no quiero.
Cuanto más fingimos, más fácil se vuelve nuestra farsa.
Me dije que no me enamoraría de un mentiroso como Santiago.
Debí haberme hecho caso.
PROLOGO
Santiago
Hace tres años
Una multitud de aficionados ruge en la distancia, alimentando la adrenalina
que se acumula en mi interior. Las luces del Gran Premio Prix de Silverstone
se reflejan en el capó de mi auto rojo Bandini. El sudor resbala por mi espalda
debido al calor del motor que vibra detrás de mí.
Respiro profundamente y retengo la respiración mientras cada una de las
cinco luces del Prix se apaga.
Vamos1. Aprieto el acelerador. Mi auto chirría al pasar la primera recta. Noah,
mi cuñado y el mejor corredor de F1, encabeza el grupo de pilotos. Su
parachoques trasero se mantiene a poca distancia cuando paso la primera
curva detrás de él.
La humedad posterior a la lluvia hace que la pantalla de mi casco se empañe
mientras corremos vuelta tras vuelta. Las carreteras resbaladizas desafían
mis habilidades y mis neumáticos. Levanto la visera protectora un
centímetro, dejando que el aire caliente de mi boca salga por el hueco del
casco.
1 En español original.
Mis pulmones se tensan con cada respiración pesada. Me esfuerzo por
superar el cansancio e intento rodear el auto de Noah. Él se mantiene en el
centro de la pista, lo que hace imposible ocupar su primer puesto.
—Controla mejor tu auto en la cuarta curva. Estás conduciendo de forma
descuidada porque está mojado —me dice James Mitchell, el director del
equipo de Bandini, por el auricular.
—Lo tengo —Agarro el volante con más fuerza, concentrándome en la
carretera.
Vuelta tras vuelta, igualo la velocidad de Noah. Aunque él es de la familia y
mi compañero de equipo, ambos ansiamos ganarnos el uno al otro siempre
que podamos. Pero juntos, funcionamos como una fuerza imparable de
Bandini que compite contra todos los demás.
Noah entra en el pit lane necesitando neumáticos nuevos, dejando la pista y
su primer puesto libre para mí. Es mi momento de oportunidad.
Todo cuenta. Cada respiración, cada giro de rueda, cada maldito segundo que
pasa.
El ritmo de mi corazón aumenta a medida que paso por otra tribuna
desdibujada llena de aficionados que animan. Mi cuerpo zumba con un
torrente de energía. Es una sensación incomparable con cualquier otra cosa.
No he estado drogado ni un solo día en mi vida, pero supongo que se siente
así: excitante e intocable. Sonrío detrás de mi casco mientras conduzco entre
la multitud.
Noah vuelve con toda su fuerza y acelera a mi alrededor en la última recta.
Sus neumáticos chirrían al pisar los frenos en una curva.
Pulso el botón para cambiar de marcha. —Bastardo. Siempre intentando
robar el protagonismo.
—Nuestros ordenadores muestran que está entrando un chubasco ligero. Por el
amor de Dios, ten cuidado con las manchas de humedad y no choques con
Noah —La voz de James resuena en mi oído.
—¿Nos van a dejar cambiar a neumáticos de lluvia?
—Creo que la llamada debería llegar pronto. Aguanta —James se silencia.
La niebla de las ruedas de Noah se dispara en el aire. La visibilidad se vuelve
difícil cuando los neumáticos de Noah hacen que salpique más agua contra
mi casco. Me paso la mano enguantada por la visera, limpiando la
condensación.
Con la visera limpia de agua, agarro el volante con ambas manos. Se me corta
la respiración al pasar por un trozo de pavimento resbaladizo.
Un respiro. Una rotación de neumáticos. Un segundo para perderlo todo.
El control se me escapa. Mi auto pasa a toda velocidad por la esquina en la
que debería girar. Se desata el infierno mientras me aferro al inútil volante.
—Mierda. Mierda. ¡Mierda! —Golpeo mi zapatilla contra los frenos, pero nada
funciona para frenar mi auto lo suficientemente rápido.
—¡Santiago, joder! ¡Aguanta! —James grita algo más, pero no puedo oírle por
encima de la sangre que late en mis oídos.
Todo se desdibuja mientras el auto se propulsa por la grava a más de
trescientos kilómetros por hora. Mi auto se dirige a toda velocidad hacia la
barrera de protección, sin reducir la velocidad. El alerón delantero derecho
de mi auto se estrella contra los neumáticos que recubren la barrera de
hormigón. Los neumáticos de goma vuelan, haciendo poco para proteger mi
auto de carreras del drástico impacto.
Mis dientes chasquean y mi cuerpo se sacude por el golpe. Un dolor cegador
me sube por la pierna derecha. El corazón se me acelera en el pecho y
respiraciones cortas e irregulares se escapan de mis pulmones. Me duele todo
el cuerpo. Parpadeo para no llorar mientras mis manos tiemblan contra el
volante.
—Santiago, ¿estás bien? El equipo de seguridad está en camino —grita James.
El temblor de su voz delata su miedo.
Joder. El mundo gira sobre su eje mientras contemplo los daños. Mi
parachoques delantero parece una bola de metal destrozada, siendo el lado
derecho el más dañado. El humo sale por detrás de mí y me nubla la vista.
Me levanto de mi asiento. Un dolor agudo me recorre el cuerpo y me obliga a
morderme la lengua. —Necesito un médico. Ahora —Mis palabras salen como
un gemido.
James maldice por el micrófono. —¿Puedes salir de tu auto y ponerte detrás
de la barrera de seguridad?
¿Barrera de seguridad? Qué broma, ya que hizo un trabajo de mierda para
mantenerme protegido.
Intento quitarme el arnés, pero otra oleada de dolor me arranca un gemido.
—No. Joder. No puedo levantarme —Intento mover los dedos de los pies, pero
el derecho sigue entumecido— ¡No puedo moverme! Ay, Dios2. Joder, joder,
joder.
Los pensamientos negativos alimentan el pánico que se acumula en mi
interior. ¿Por qué no puedo moverme? ¿Por qué no puedo salir de este maldito
auto? ¡Levántate! ¡Haz algo!
Todo lo que intento hacer se topa con una aguda punzada de dolor. Mi visión
se nubla y el ácido sube por mi garganta.
—¡Santi! El equipo de seguridad ya está aquí —La voz de mi hermana retumba
mientras se acerca corriendo a la barrera rota. Una valla metálica se eleva
por encima de la barricada y nos separa. Sus enloquecidos ojos marrones se
clavan en los míos mientras se agarra frenéticamente a los eslabones de la
cadena.
—Maya. No te preocupes3 —Intento calmar sus preocupaciones mientras
quito el volante del salpicadero y lo tiro sobre el alerón delantero. El
movimiento vuelve a sacudir mi cuerpo, enviando otro dolor estremecedor por
el lado derecho de mi cuerpo.
2 En español original.
3 En español original.
—¡Te sacarán! Deja de moverte —La voz de Maya se eleva mientras pide ayuda
a cualquier médico.
—No podría levantarme, aunque quisiera —Mi cuerpo se calienta mientras el
sudor resbala por mi cara. Todo a mi alrededor se ralentiza mientras intento
comprender el dolor de mi pierna. ¿Así es como se siente el shock?
La adrenalina se me escapa como un globo que se desinfla. Mi visión se
oscurece mientras intento permanecer consciente. Maya se tira del cabello
castaño, tratando de captar mi atención, pero no respondo. Procesar sus
palabras supone un esfuerzo, y mi cuerpo quiere rendirse.
El equipo de seguridad se apresura a entrar en escena. Hacen preguntas
rápidas que aumentan mi malestar. Me esfuerzo por explicar mi situación y
ellos se esfuerzan por sacarme.
Maya se acerca a mi lado y se agarra a mi mano. —Todo irá bien. La
ambulancia está en camino —Se le escapan las lágrimas.
—Duele tanto, joder. Creo que me voy a desmayar.
—Quédate conmigo4.
No puedo evitar la sensación de pánico que se genera en mi interior mientras
los médicos me sacan del auto.
—Maya —gruño.
Alguien la obliga a soltarme la mano mientras me trasladan a una tabla
espinal.
—Todo irá bien. Cuidarán de ti —grita por encima de los gritos de la
tripulación y el ruido de las sirenas.
Las luces de la ambulancia parpadean a mi alrededor. No quiero dejarme
llevar por la oscuridad, pero el dolor de piernas que me aturde tiene otros
planes. Me roba la conciencia y, con ella, el sueño de ganar otro campeonato.
4 En español original.
El olor a antiséptico me llega primero. La mezcla de alcohol y agujas de pino
me hace estremecer la nariz, y los ojos me arden al ver las brillantes luces del
techo.
Tardo unos instantes en registrar mi entorno. Los pitidos de las máquinas
coinciden con mi acelerado latido de mi corazón. Una aguja intravenosa me
pincha la mano, unida a bolsas de fluidos.
Parpadeo, obligando a mis ojos a ajustarse. Mi cerebro nublado no quiere
comprender por qué estoy en una cama de hospital.
—Ay Dios, ya estás despierto 5 —Mi madre se levanta de una silla frente a mí
y atrae mi mano hacia la suya. Lleva el cabello castaño recogido en un moño
desordenado y las arrugas de su ropa coinciden con las de su rostro.
Maya y mi padre se acercan al otro lado de mi cama. Noah se coloca detrás
de mi hermana, rodeando su cuerpo con los brazos.
—¿Mami? ¿Papi? 6¿Qué estáis haciendo aquí? —digo con voz áspera.
Mi padre se pasa una mano por el cabello gris, haciendo que los mechones se
desplacen por todas partes. Sus ojos marrones reflejan la misma
preocupación que los de los demás.
¿Qué ocurre?
Los ojos marrones de mi madre brillan mientras me mira. —Mi cariño7 —
Solloza mientras se echa encima de mí. El repentino movimiento sacude mi
cuerpo.
¿Qué carajo? Mi madre nunca llora así. Ni cuando apenas podía pagar las
facturas, ni cuando tenía que trabajar durante mi cumpleaños cada año. Ni
5 En español original.
6 En español original.
7 En español original.
siquiera cuando mi padre perdió su trabajo, haciéndome casi imposible
competir en una carrera de karts. Siempre ha sido una guerrera.
Levanto mi brazo libre y lo envuelvo alrededor de su cuerpo tembloroso.
—Estoy bien, Mami8. Estaré bien. Solo ha sido un accidente.
Maya me pone una mano temblorosa en el hombro. —Santi... —La forma en
que me mira hace que la máquina de pitidos se ponga en marcha. Su mirada
hace saltar todas mis alarmas internas y me cuesta entender por qué.
Mi cerebro se mueve a paso de tortuga para ponerse al día con todo.
—¿Qué está pasando...?
Un médico mayor entra en la habitación y me interrumpe. Ojea unos papeles
en su portapapeles. —Oh, qué bien. Me alegra ver que estás despierto,
Santiago.
—¿Quién es usted?
Sonríe. —Mi nombre es Dr. Michaelson. Nos alivia que estés levantado y
hablando. Todos estábamos preocupados por ti, especialmente tu familia.
Has pasado por una experiencia traumática.
—¿Por qué estoy aquí? —Mis cejas se juntan.
Su sonrisa sigue siendo brillante y cálida, pero no hace nada para calmar mi
errático ritmo cardíaco. —Te estás recuperando de una cirugía. Soy el médico
al que se le asignó tu caso y pienso ayudarte en todo este proceso.
—¿Cirujano? ¿Por qué te necesito?
Lo que sea que haya dicho hace que mi madre se aferre a mi hombro, con sus
uñas mordiendo la bata de hospital que cubre mi cuerpo. Se le escapa otro
sollozo, y el sonido me golpea justo en el pecho.
8 En español original.
El médico se aclara la garganta. —Has pasado por mucho en las últimas
veinticuatro horas. Puedo decir que eres un hombre fuerte. ¿Tienes algún
dolor ahora mismo?
¿Dolor? Todo dentro de mí se siente... entumecido. Nada que ver con lo que
suelo sentir después de un accidente, con mis extremidades doloridas y mi
cabeza doliendo. Es como si alguien le diera a un botón de reinicio en mi
cuerpo, y todavía estoy arrancando.
—No. No siento nada —Me erizo cuando encuentro la mirada del médico.
Ahí está esa mirada de nuevo. Algo en sus ojos no me gusta.
El médico me examina el cuerpo antes de ofrecerme otra sonrisa
tranquilizadora. —Siento que tengamos que encontrarnos en estas
circunstancias. Soy un gran admirador de su forma de conducir.
El ritmo de la máquina de monitorización del corazón aumenta mientras los
ojos del médico pasan de mí a mi familia. —Si te parece bien, Santiago, me
gustaría hablar contigo en privado un momento.
Nadie dice nada. Ni una sola persona hace un movimiento para salir de la
habitación. Es tan condenadamente silencioso que el goteo del suero hace
más ruido que la gente que me rodea.
Lo que tenga que decir el médico no puede ser bueno. Joder. ¿Es cáncer? ¿Un
órgano roto? ¿Por qué necesitaría un cirujano en primer lugar?
Aprieto mis manos temblorosas, inseguro de poder hacer esto por mí mismo.
—Todo lo que necesites decir puede ser dicho delante de ellos.
El doctor como quiera que se llame frunce las cejas mientras respira
profundamente.
—Actualmente está muy medicado, así que me disculpo por cualquier
confusión que pueda estar experimentando en este momento —El médico se
acerca al extremo de mi cama. Su cálida sonrisa baja una fracción,
convirtiéndose en algo que no quiero ver. Haber crecido pobre y desvalido me
permite reconocer la lástima al instante. Está escrita en la cara del médico.
Me pilla desprevenido porque hace tiempo que no la experimento. No desde
que lo logré y me convertí en alguien. No desde que empecé a vivir mi sueño
y a demostrar que todos los que dudaban de mí estaban equivocados.
Una gota de sudor resbala por mi frente. —Sigue con ello. Me estás poniendo
nervioso.
El ceño del médico se frunce más. —Lo siento mucho, Santiago, pero has
tenido un accidente muy traumático.
—No me digas. Ve al grano —le digo.
Maya respira repentinamente. —Santi.
—No pasa nada. Me imagino que esto es estresante y no estoy ayudando. Por
no mencionar que los cambios de humor y la niebla son de esperar con la
cantidad de morfina que te dieron para combatir el dolor —Sus ojos pasan de
mi cara a la parte inferior de mi cuerpo.
Estoy tenso.
Suelta una respiración temblorosa. —Quiero que sepas que el accidente no
fue culpa tuya. No había absolutamente nada que pudieras haber hecho para
cambiar lo que pasó hoy. Siento mucho tener que decirte que no pudimos
salvar los huesos de debajo de tu rodilla derecha. Se rompieron con el
impacto, junto con el cartílago, hasta el punto de que no nos quedó nada con
lo que trabajar en el quirófano. Pudimos realizar la amputación de emergencia
para asegurar que el resto de su pierna pudiera salvarse...
Todo a mi alrededor se detiene. El silbido de las máquinas. Los gritos de mi
familia cuando se derrumban frente a mí. Todo el maldito mundo se
desvanece en un gris tan oscuro que roza el negro. Una palabra me golpea
como un ariete en el cráneo.
Amputación.
Amputación.
¿Amputación?
Me agarro a la sábana que cubre la mitad inferior de mi cuerpo. Se me
revuelve el estómago al oír el grito que suelta mi madre cuando se gira hacia
mi padre.
Me planteo decir a mi familia que el médico debe estar equivocado. Tiene que
estar equivocado. Pero algo me detiene mientras levanto la sábana con dedos
temblorosos.
Solo hace falta un segundo para que mi mundo se desmorone a mi alrededor.
Un segundo para darme cuenta de que mi vida ha terminado antes de que
empezara de verdad. Un segundo para desear volver atrás.
Miro fijamente mi cuerpo. Mi pierna derecha está vendada y mal. Tan
jodidamente mal que apenas puedo mirarla, con el ácido subiendo por mi
garganta. Me dan arcadas y miro hacia otro lado. Alguien coloca un recipiente
de plástico sobre mi pecho mientras la bilis escapa de mi boca.
Nunca había experimentado un dolor así. Del tipo emocional que roza lo
físico, como si alguien hubiera hecho estallar una bomba dentro de mi pecho.
No estoy seguro de quién empuja la sábana sobre mi cuerpo, pero lo
agradezco. Cierro los ojos y me digo que nada de esto es real. Pero mi mente
tiene otros planes y no me permite pensar más allá de mi pierna.
Todo lo que hay debajo de mi rodilla derecha ha desaparecido. El pie que uso
para presionar el pedal. Los músculos de la pantorrilla que trabajo a diario
en el gimnasio para hacerme más fuerte. La parte de mí de la que dependo en
cada carrera ha desaparecido, como si nunca hubiera existido.
Se me escapan las lágrimas. Odio la sensación de que resbalen por mis
mejillas. Me apresuro a apartarlas, no quiero que nadie me vea derrumbarse.
Todo permanece en un inquietante silencio mientras mi mundo se destruye
a mi alrededor. Un espacio vacío ocupa el lugar de mi pecho donde antes
estaba mi corazón, a juego con la extremidad que me falta.
La voz del médico rompe el silencio. —Lo siento mucho, Santiago. Tengo la
esperanza de que podamos ayudarte a tener una rápida recuperación. Con
nuestros pacientes, es normal que se sientan abrumados por el shock...
—¿Shock? ¿Sabes lo que es impactante? Descubrir que mi hermana estaba
saliendo con el único hombre que no quería en su vida. O quizá enterarme de
que iba a fichar por el mejor equipo de F1 después de solo un par de años de
carrera. ¿Esto? Esto es jodidamente catastrófico. —siseo—. Así que no finjas
que es otra cosa que una sentencia de muerte. —Miro fijamente al doctor con
todo el odio que puedo reunir. El odio se siente mejor que el entumecimiento
que se filtra en mi sangre, borrando todo lo que una vez fui. El odio es algo a
lo que puedo aferrarme. El odio es algo que puedo recordar cuando todo lo
demás me falla.
—Santiago —Mi padre habla con una voz mansa, carente de su habitual
seguridad.
No puedo encontrar en mí que me importe y me disculpe. No puedo encontrar
en mí para hacer nada.
—Quiero que todos se vayan —digo en voz baja, pero la frase tiene un sentido
de finalidad.
Los gritos de Mami se hacen más fuertes. Papi la atrae hacia su pecho,
amortiguando sus sollozos.
—No deberías estar solo en este momento —La pequeña mano de Maya se
aferra a mi hombro.
Noah se asoma detrás de ella como la maldita sombra que es. No puedo
mirarlo a los ojos. Reconocer su presencia me recuerda todo lo que he
perdido. El trabajo de toda mi vida por el desagüe en cuestión de veinticuatro
horas.
—Todo ha desaparecido. Un movimiento erróneo y toda mi vida está acabada.
Un maldito movimiento estúpido de conducir por la parte equivocada del
pavimento —Escondo mi cara detrás de mis manos temblorosas. No quiero
que nadie vea mi dolor ni mis lágrimas porque siento que me han robado otra
cosa. Mi orgullo. Mi hombría. Mi dignidad. Todo ello robado después de un
error. Un error devastador, que acabó con mi carrera.
A la mierda.
El final de la vida. Un error final de vida.
—Tu vida no ha terminado. Vamos a arreglar esto —dice Maya en voz alta por
encima de mi fuerte respiración.
Noah coloca la palma de su mano sobre la de ella, dándome un apretón más
fuerte en el hombro. —Tu vida no se ha acabado porque no voy a dejar que te
rindas. Esto no es el final.
Me niego a levantarle la vista. Mi familia ignora mis protestas y se queda a mi
lado mientras pierdo la cabeza en silencio, cediendo al dolor emocional y
físico.
1
Chloe
Actualidad
—Hola, mamá. Esto es una sorpresa. Brooke no viene a casa hasta las
ocho —Abro la puerta de mi apartamento.
Entra en el espacio, pasando sus manos temblorosas por su ropa desaliñada.
Su cabello oscuro y grasiento se le pega a los lados de la cabeza, resaltando
la palidez de su piel. Todo en ella parece un cadáver. Desde sus clavículas
sobresalientes hasta sus mejillas hundidas, es como si alguien le hubiera
quitado la vida con una aspiradora.
La forma en que me mira me pone de los nervios. Es la misma mirada que
tenía cada vez que la trabajadora social intentaba que nos reconciliáramos,
solo para que mamá lo volviera a estropear. La mayoría de la gente tiene un
diablo y un ángel en cada uno de sus hombros. Mi madre tenía dos demonios
que apoyaban sus vicios preferidos: las drogas y las malas decisiones.
—Cariño. Quería llamarte. —Su tono dulzón me pone la piel de gallina. Me
mira con ojos azules saltones— Sé que teníamos planes para esta noche, pero
tengo que cancelarlos. No me encuentro bien.
Más bien no se siente drogada. Cruzando los brazos, me apoyo en la encimera
de la cocina. Podría ponerme cómoda para otra ronda de decepción. Pensé
que esta vez sería diferente entre nosotras. Pensé que ella sería diferente.
Estúpida Chloe. ¿Cuándo aprenderás?
Continúa, tomando mi silencio como una aceptación. —Estoy en una
situación difícil. Verás, le debo dinero a Ralph, y ya sabes cómo se pone
cuando no le pago.
—¿Duro y manos largas?
Ralph es la razón por la que mi trabajador social revocó la custodia de mi
madre. Cuando el novio de mi madre no era muy duro con ella, era
espeluznante conmigo. La trabajadora social me sacó de casa y determinó que
mamá podría volver a intentarlo en unos años si trabajaba en sí misma y
dejaba a su novio. Mamá decidió que el hecho de que Ralph fuera su
proveedor habitual de drogas era más beneficioso que el gordo cheque que
recibía del gobierno por ser una madre a medias. Si es que alguien puede
llamar paternidad a dejarme en un apartamento infestado de cucarachas.
Ella se burla. —No te pediría dinero si no lo necesitara.
—No, mamá. Tú preguntarías. Ese es nuestro problema. Cada vez que te doy
dinero, prometes recuperarte —Y cada vez que dices que te vas a desintoxicar,
me lo creo porque todavía no puedo dejar atrás mi estúpida mentalidad
esperanzada.
Tira de su labio agrietado entre los dientes. —Lo siento. Ya sabes cómo soy.
—¿Una mentirosa?
Su risa roza el cacareo. —Oh, Chloe. No seas así.
—¿Honesta?
Parece que su estado de ánimo se pone peor y sus ojos se oscurecen.
—Los comentarios mordaces son bonitos para ligar con los chicos, pero
pierden su encanto cuando se usan contra tu madre.
Suelto una tensa respiración de mis pulmones. —No tengo dinero.
—Estás mintiendo. Es fin de mes. Eres del tipo responsable con tus facturas.
Por supuesto, ella vendría el día de la paga. ¿Cómo pude ser tan tonta para
pensar que ella quería verme en mi cumpleaños? —No. No estoy mintiendo.
—Solo dame trescientos dólares y me iré. Es todo lo que necesito —Se muerde
una uña rota.
—No.
Los ojos de mi madre pasan de mí a mi bolso colgado en un gancho junto a
la puerta. El mismo monedero en el que está el pago de mi alquiler mensual.
—Ni se te ocurra —Quiero gritar, pero mi voz no es más que un susurro ronco.
Por favor, no pienses en robarme. Soy tu hija, por el amor de Dios. Se me hace
un nudo en la garganta ante la idea.
—No lo entiendes. Los espasmos empeoran sin mis cosas —Hace que su
adicción a los opioides suene como una necesidad casual de helado. Siempre
ha sido así, con ella deseando sus cosas más que ser madre.
—Prometiste dejarlo —Mi voz ronca, la tristeza carcome mi falsa frialdad.
Ella se burla, su paciencia aparentemente se está agotando. —Sí, bueno,
mentí. Lo siento. Lo intenté, pero fue terrible. No puedo vivir sin ello.
Aunque he pasado la mayor parte de mi vida escuchando dulces mentiras y
disculpas vacías, las palabras siguen pesando en mi pecho cada vez que las
dice. Es como si me llevaran a la época en que era una niña.
Siento no haber ido a la sesión de hoy con la terapeuta, Chloe. Iré la próxima
semana, lo juro.
Siento que Ralph haya entrado mientras te duchabas. Ya sabes que se olvida
de llamar a la puerta.
Siento haberme perdido la Navidad este año. Estuve ocupada, pero te
compensaré la próxima vez.
Mamá aprovecha mi distracción y se precipita hacia mi bolso. Me agarro al
dobladillo de su camisa para hacerla retroceder, y ella se da la vuelta. El
chasquido de su palma al golpear la piel de mi mejilla resuena en las paredes
pintadas.
Ella realmente me golpeó joder. A mí, una maldita adulta. Doy un paso atrás
y me aprieto la palma de la mano contra la mejilla que me escuece. El torrente
de sangre me llena los oídos y me cuesta oírla.
Mamá busca en mi bolso como una posesa. Gime cuando encuentra mi
cartera y arrebata los billetes con sus huesudos dedos. Sus codiciosas manos
se aferran a más de trescientos dólares, pero no hago nada para detenerla.
Estoy demasiado aturdida por el animal en el que se convierte cuando no
consigue sus drogas. ¿Cómo soporta mirarse al espejo? Me sorprende que su
piel no se desprenda de su cuerpo en una rebelión repulsiva.
Mamá deja caer mi cartera al suelo. —Lo siento, pequeña. Ojalá no tuviera
que ser así. Algún día te lo devolveré, lo prometo. —Me mira con una mirada
vacía, igual que sus palabras.
Me odio a mí misma por desear que muestre un ápice de piedad por cómo me
trata. El odio se amolda a algo oscuro y feo dentro de mí. Una ira tóxica que
se acumula en mi interior y que amenaza con explotar contra ella.
—Hemos terminado. No te molestes en volver aquí. Haz lo que mejor sabes
hacer y olvida que existo. Para siempre.
—No quieres decir eso —Tiene la audacia de fruncir el ceño.
—¡Sal de aquí! —Me lanzo hacia ella.
Sale corriendo de mi apartamento. La puerta se cierra con un suave golpe en
su ausencia.
Me vuelvo hacia la cocina y busco una compresa fría para calmar mi ardiente
mejilla.
Mientras me pongo hielo en el rostro, me doy cuenta de que mi madre ni
siquiera me ha deseado un feliz cumpleaños. Era la única razón por la que se
suponía que iba a pasar por aquí en primer lugar. La única razón estúpida
por la que la invité en años.
Esto me pasa por pensar con el corazón y no con la cabeza. Ahora estoy a dos
céntimos de estar otra vez en la ruina porque se ha ido el dinero del alquiler.
Mi madre no trae más que destrucción a mi vida, y esta vez es peor porque es
mi culpa. Le creí cuando me llamó y me dijo que quería cambiar. Cómo
empezó a asistir a un programa de rehabilitación gratuito porque estaba
dispuesta a ser una mejor madre.
Una nueva oleada de tristeza empapa mi ira. La primera lágrima cae por mi
rostro, silenciosa y burlona. Me apresuro a borrarla de mi piel porque odio lo
patética que me vuelvo cuando mi madre entra en escena. Ya no soy esa niña
desesperada que suplica la atención de mamá.
El pensamiento produce más lágrimas en lugar de extinguirlas. Antes de
darme cuenta, se me mancha el rostro y se me tapa la nariz. Me niego a seguir
prestando atención a su traición y redirijo mi energía.
Aunque la positividad me hace seguir adelante, la perseverancia es lo que me
da el valor para luchar un día más. Para seguir adelante y empezar una nueva
vida para mí persiguiendo lo que me hace feliz.
Agarro mi diario de deseos de la mesita de noche de mi habitación. El grueso
cuaderno es el único objeto que he llevado conmigo a lo largo de los años,
siguiéndome a través de los hogares de acogida. Cada vez que pido un deseo,
lo escribo. Con un bolígrafo cualquiera, garabateo lo primero que se me
ocurre.
El ceño de Brooke hace que la piel dorada de sus cejas se arrugue. Se agarra
el grueso cabello castaño y lo recoge en un moño desordenado.
Me encoge el gesto. Brooke solo lo hace si está enfadada o si está trabajando
en su último proyecto para la escuela. Es de las que no suele alborotar las
ondas que ha heredado de cualquier padre desconocido. Y después de todo lo
que pasó antes con mi madre, es difícil no envidiar a Brooke ahora mismo por
no saber quiénes son sus padres. Me ahorraría un montón de dolor.
Vale, es una mierda lo que he dicho. Sé lo mucho que le molesta a Brooke lo
de sus padres desaparecidos. No es que la culpe. Al menos mi madre tuvo la
decencia de darme a luz. Brooke no fue tan afortunada. La abandonaron
cuando era recién nacida en las frías escaleras de una estación de bomberos
de Brooklyn con una nota escrita en tagalo, la única pista que tenemos sobre
su herencia filipina.
Los ojos color coñac de Brooke evalúan mi rostro. —Prométeme que no la
verás más. Es tóxica.
Bajo la cabeza. —Lo sé. Tenías razón. No estaba preparada para una relación
conmigo después de todo.
—Odio tener razón en esto, pero te mereces algo mejor que ella. Siempre lo
has hecho y siempre lo harás.
Me tiembla el labio. —Prometo dejarla ir esta vez. De verdad. Hoy ha sido
horrible y no es lo que esperaba. Siempre ha sido verbal o negligente, pero
nunca se había puesto física. Lección aprendida. —Las palabras suenan tan
patéticas saliendo de mi boca como en mi cabeza.
Aquí estoy, oficialmente con veinticuatro años y todavía aguantando la mierda
de mi madre. Pensé que el hecho de que yo envejeciera la empujaría a
cambiar. Como una tonta sin remedio, esperaba algo diferente de nuestra
relación a medida que crecía.
—Nada de esto es culpa tuya. Se aprovechó de tu esperanza, pero ella se lo
pierde —Brooke me atrae con un abrazo.
—¿Qué haría yo sin ti?
—No lo sé. Probablemente te aburrirías. Me han dicho que puedo ser bastante
emocionante.
Me río y salgo de su abrazo. —Qué asco.
—Perversa. —Brooke me saca la lengua—. ¿Sabes lo que quieres
desear? —Me pasa un plato con un solo cupcake que tiene una vela en el
centro. Es una tradición que mantenemos desde que nos alojamos juntas en
nuestra casa de acogida hace tantos años.
—Sí —Sonrío.
—¿El mismo deseo de siempre?
Brooke me conoce mejor que nadie. Congeniamos en cuanto nos conocimos,
una vez que me colocaron en el mismo hogar de acogida que a ella. Ella fue
abandonada cuando era un bebé y creció dentro del sistema, lo que le dio la
oportunidad de enseñarme los trucos. Unos padres horribles no son algo que
deba unir a dos adolescentes, pero nuestro instinto de supervivencia lo exigía.
Y juntas, en lugar de permitir que nuestras circunstancias nos arruinaran,
nos apoyamos mutuamente en los momentos más oscuros.
Con la amistad de Brooke, hice lo que otros no se atrevieron. Pedí deseos. Ya
fuera un deseo de cumpleaños o una anotación nocturna garabateada en mi
diario de deseos, me atrevía a pedir un deseo tan grande que el mismísimo
Walt Disney se pondría celoso.
Cada cumpleaños, año tras año, pido un deseo. A pesar de que el resultado
es el mismo una y otra vez, siempre reúno una nueva esperanza de que éste
sea el año en que descubra quién es mi padre. Nunca renuncio a mi deseo.
Ni siquiera después de que mi madre me confesara un año que no tenía ni
idea de quién era mi padre porque estaba drogada en el momento de mi
concepción. Mientras que algunas chicas son el producto de dos personas
que se quieren mucho, yo soy el resultado de alguien que se preocupó más
por las drogas en su organismo que por protegerse de un embarazo no
deseado.
Para contrarrestar los feos pensamientos que tenía en mi interior a lo largo
de los años, me inventé una gran historia sobre quién y dónde estaba mi
padre. Se convirtió en un héroe en mi cabeza que no tenía ni idea de que yo
había nacido. Si supiera de mi existencia, no se detendría ante nada para
encontrarme.
Brooke enciende la vela y me devuelve al momento. —Sueña en grande, Chloe.
Cierro los ojos y me echo el cabello oscuro hacia atrás, sin querer quemar un
mechón con la llama. Por favor, que este sea el año en que encuentre alguna
pista nueva sobre mi padre. Suelto una ráfaga de aire y apago la llama.
Brooke da una palmada. Coge un cuchillo y corta la magdalena por la mitad
antes de deslizar mi mitad por nuestra encimera de fórmica que se
resquebraja. Algunas personas podrían mirar de reojo nuestro apartamento
inspirado en los años cincuenta y del tamaño de un armario. Brooke y yo nos
hemos dejado la piel para permitirnos una casa en Nueva York, así que
estamos orgullosas de ella. Tengo dos trabajos para cubrir mi mitad del
alquiler. Mis mañanas consisten en cuidar a los niños en una guardería,
mientras que las tardes las paso trabajando todos los turnos que puedo en
un restaurante. Mientras tanto, Brooke tiene su vida planeada, ya que está a
pocos semestres de graduarse en Periodismo de Moda. A diferencia de Brooke,
yo no puedo pensar en el próximo mes, y mucho menos en lo que quiero hacer
el resto de mi vida.
Brooke saca un regalo envuelto del armario de las especias.
Levanto una ceja. —¿De verdad? ¿Decidiste esconderlo ahí?
—Ya que no puedes cocinar para salvar tu vida, me pareció un lugar
apropiado para esconder este chico malo —El paquete suena cuando lo agita
una vez para asegurarse.
—Espero que no hayas comprado nada...
—Caro. Conozco las reglas —Mueve la cabeza de forma burlona.
Le sonrío. —Eres la mejor. Lo sabes, ¿verdad?
—¡Ábrelo! —Brooke grita.
Rasgo el papel, revelando lo último que esperaba.
—Oh Brooke, pensé que habíamos dicho que no lo haríamos —Paso un dedo
tembloroso por el envoltorio del kit de ascendencia.
—No. Dije que no lo haría. Solo seguiste mi plan porque querías hacerme feliz.
Pero decidí tomar tu destino en mis propias manos.
El año pasado nos planteamos hacer la prueba genética, pero nos
acobardamos después de considerar la posible decepción si los resultados no
eran satisfactorios. Brooke se opuso rotundamente y yo acepté porque no
quería hacerlo sin ella.
Dejo que mi mejor amiga me conozca mejor que yo mismo.
—No deberías haberlo hecho —Esta es la carga de ser un soñador. Es todo
diversión y juegos hasta que la Cloud Nine9 se convierte en un aguacero
torrencial. Y el lado razonable de mi cerebro dice que este sueño puede
transformarse en un huracán de categoría cinco.
Pero ver el kit en mis manos hace que el sueño de conocer a mi padre sea
alcanzable. No, Chloe. Es otro sueño que podría romper tu corazón.
Brooke agarra una botella de vodka barato de la parte superior de la nevera.
—No hay tiempo como el presente. ¿Qué te parece? ¿Escupimos en el tubito,
lo enviamos y luego nos emborrachamos hasta el culo para celebrarlo?
Todo este plan tiene el potencial de explotarme en la cara. Podría acabar con
un árbol genealógico vacío o descubrir que mi padre es un ser humano
terrible que sabía de mi existencia todo este tiempo. Pero -la parte irracional
de mi cerebro interviene- podría terminar encontrando a un padre que no
sabía que yo existía en primer lugar. Alguien que quiera conocerme y
acogerme como su familia. Un padre que quiera amarme y recuperar el tiempo
perdido, no porque tenga que hacerlo, sino porque quiere hacerlo.
Este último razonamiento gana, haciendo retroceder mis preocupaciones.
Respiro profundamente. —Hagamos esto.
9
Sensación de bienestar o euforia
2
Santiago
Las aspas del ventilador del techo giran por encima de mí, confundiéndose en
un gran círculo. Vuelvo a mirar la hora en mi teléfono. Solo han pasado cinco
minutos desde la última vez que miré.
Esta es mi vida. Sin incidentes. Aislada. Sombría.
Me he convertido en una cáscara de persona porque es más fácil que
enfrentarme a mi futuro sin sentido. Cualquier cosa es mejor que eso, incluso
la tristeza debilitante.
Debería volver a llamar a mi terapeuta y pedir otra cita.
Debería hacer un viaje por carretera y visitar a mis padres.
Debería hacer algo -cualquier cosa, en realidad-, pero no puedo encontrar en
mí la forma de vencer la niebla que se apodera de mi cerebro.
Mi terapeuta lo llama depresión. Yo lo llamo mi vida post-accidente.
No debería haber leído el artículo de anoche. El que daba un informe detallado
de mi tercer aniversario desde mi accidente. Fue un error. Cualquier
esperanza de volver a mi vida anterior se extingue con cada frase o titular de
artículo negativo. No hablan de mi exitosa recuperación. O de cómo soy capaz
de caminar como un hombre normal, aunque parezca cualquier cosa menos
eso.
Aunque estoy bien físicamente, no lo estoy mentalmente. Incluso después de
tres años, sigo aferrándome a viejos fantasmas de mi pasado. Eso es lo que
pasa cuando tengo todo el tiempo del mundo para pensar. Pero con el exceso
de pensamientos llega mi huida hacia el entumecimiento porque es más fácil
deslizarse en el espacio mental donde no necesito preocuparme, para apagar
mis sentimientos hacia mi situación. La apatía es mi armadura de batalla en
mi nueva y dura realidad. Porque si me importara, tendría que aceptar los
horribles artículos publicados sobre mí.
La nueva asistente de Santiago Alatorre habla de su discapacidad.
Lea sobre la lucha de Santiago Alatorre contra la adicción a la morfina, el
alcoholismo y la depresión.
Santiago Alatorre visita a su terapeuta por primera vez en meses. Informes
exclusivos dicen que tiene tendencias suicidas y que fue llevado al hospital.
Los titulares se confunden, con un fondo esencial: todos quieren verme
fracasar. Creía que el éxito era lo que interesaba a la gente, pero en realidad
les interesa más mi caída. La derrota vende titulares, mientras que el éxito
vende patrocinios. Ya no me ocupo de esto último. Pasé de ser tratado como
un dios a no ser más que un suspiro de titular una vez al año.
Al final, los periodistas tienen razón. No soy la misma persona. No puedo
conducir un auto más rápido que el límite de velocidad medio sin sentir
náuseas y paralizarme de miedo. Así que, sí, soy el último corredor que debe
volver a la parrilla de la F1.
Mi trauma me da la excusa perfecta para esconderme. Solo estoy yo y mi
enorme casa, secuestrado en una pequeña ciudad lacustre rodeada de
cordilleras italianas. Lo llamo mi infierno personal, rodeado de paraíso.
La alarma de mi teléfono vuelve a sonar. Pulso el botón de repetición,
ignorando la vocecita de mi cabeza que me suplica que salga de la cama. La
parte cuerda de mí me insta a conducir mi auto por la sinuosa carretera de
la costa. A afeitarme la barba porque es un recordatorio físico de mi falta de
motivación. A llamar a mi familia y pedirles que me visiten porque no puedo
soportar el silencio en mi casa un día más.
No. Todo el mundo ha seguido adelante, y tú solo eres un perdedor atrapado
en tus recuerdos del pasado.
Los pensamientos esperanzadores se alejan mientras la oscuridad se apodera
de nuevo. Me doy la vuelta en la cama, dejando que la luz del sol de la tarde
me caliente la espalda. Los colores se agotan a mi alrededor mientras cierro
los ojos, obligándome a esconderme en mi mundo gris un día más.
3
Chloe
Miro fijamente la pantalla de inicio de sesión de la empresa de pruebas. El
ratón pasa por encima del botón de inicio de sesión, pero lo retiro.
—¿Piensas mirar la pantalla todo el día o...? —Brooke se apoya en el
mostrador a mi lado.
—Tengo miedo —susurro como si el ordenador pudiera detectar mi miedo.
—Yo también tendría miedo. Pero piensa que has pasado las últimas seis
semanas esperando ansiosamente esto. —Ella choca su cadera con la
mía—¿Es más fácil si aprieto el botón?
Asiento con la cabeza, cerrando los ojos.
—Sí —Es inútil mentirme a mí misma. Aunque sea optimista, no estoy
delirando. Espero que la prueba esté vacía de información sin sentido. Eso lo
puedo soportar. La opción alternativa, la de la esperanza, parece poco
realista.
—Bien. Lo tienes, amiga.
Mi corazón se aloja en algún lugar de mi garganta mientras Brooke pulsa el
botón.
—¡Oh, mierda! Ha funcionado —El grito de Brooke hace que mis oídos
estallen.
—¿Qué? —Mis ojos se abren de golpe.
—¡Tienes una coincidencia! —Ella salta y aplaude—. ¡Sí!
Parpadeo ante la pantalla. Los resultados que tengo delante me dificultan la
producción de palabras, por no hablar de una reacción. Para mi sorpresa, la
prueba me relaciona con un hombre con el que comparto casi el cincuenta
por ciento de mi ADN.
Oh, Dios mío. Realmente funcionó.
Se siente como si después de todas las dificultades que he tenido en la vida,
finalmente me hubiera tocado la lotería genética.
—¡Tienes un padre! —Brooke me agarra de la mano y me hace girar en círculo.
Nos reímos hasta el techo, dejando que la esperanza llene nuestro pequeño
apartamento hasta el punto de reventar.
Chloe
Después de llegar ayer al Lago de Como y de desmayarme por un intenso caso
de jet lag en el destartalado bed and breakfast cerca del centro de la ciudad,
finalmente camino por la calle principal del pueblo.
El lago de Como es una hermosa ciudad lacustre rodeada de cadenas
montañosas. El pueblo es realmente algo robado directamente de la historia,
con viejos edificios de estuco y calles empedradas. Mi encantador hogar
temporal tiene una población del tamaño del aeropuerto de La Guardia un
martes. En serio, Google me dijo que aquí viven menos de dos mil personas.
Por no mencionar que George Clooney tiene una casa aquí.
Sí. Estoy hablando de ese George Clooney.
¿Me arriesgué al no haber mandado nunca un mensaje a Matteo para hacerle
saber que era su hija perdida que quería conocerle después de todos estos
años? Seguramente. Pero no podía arriesgarme a que se cerrara en banda y
dijera que era una estafadora. Así que, en lugar de eso, me arriesgué y decidí
presentarme a la antigua usanza: en persona mientras cagaba ladrillos. Pero
primero, tengo que averiguar dónde vive.
Las pequeñas tiendas se alinean en las calles, con gente que se saluda y niños
que corretean. Me reconforta ver que los lugareños se preocupan por los
demás. Es como un cuento de hadas, con gente que se detiene a conversar.
Su amabilidad me hace tener la esperanza de que alguien sepa quién es
Matteo y dónde puedo encontrarlo. Desgraciadamente, las habilidades de
acoso de Brooke tienen un límite. La dirección de Matteo no era información
pública, para nuestra frustración.
Como un mal vendedor, visito diferentes tiendas tratando de averiguar dónde
vive. Intento la misma horrible conversación en italiano en cuatro tiendas
diferentes antes de dar con la mina de oro.
—Sto circando signore Accardi 10—Hago un gesto hacia el último accesorio
que tengo en mis manos y pregunto por Matteo. Brooke sugirió hacerme pasar
por un repartidor de comida.
—Signore Accardi e morto11—El dueño de la tienda frunce el ceño.
¿Accardi ha muerto? Me río para mis adentros. No es cierto. El hombre
actualizó ayer su foto de perfil en Facebook. No sé a qué Accardi se refiere,
pero supongo que es un apellido popular aquí. —¿Morto? No. Sto circando
signore Matteo Accardi12 —Subrayo su nombre de pila para que quede claro.
Sus labios forman una O. Se disculpa en italiano y garabatea la dirección de
Matteo en un papel.
El pueblo italiano. Tan amables. Tan confiados. Los verdaderos héroes
anónimos de la Expedición en Busca de mi Padre.
Salgo de la tienda y tiro la bolsa de papel vacía en una papelera cercana. Todo
el camino de vuelta a mi cama y desayuno lo paso sonriendo como una loca
a la gente del pueblo.
Es hora de conocer al hombre que he pasado toda mi vida deseando.
10 En italiano original. Sto circando signore Accardi = Estoy buscando al señor Accardi.
11 En italiano original. Signore Accardi e morto = El señor Accardi está muerto.
12 En italiano original. ¿Morto? No. Sto circando signore Matteo Accardi = ¿Muerto? No. Estoy
Santiago
Si no fuera por el timbre del móvil en mi mesita de noche, habría considerado
que el de anoche fue el sueño más extraño que he tenido en mucho tiempo.
Un sueño protagonizado por una intrusa de cabello oscuro que me dio un
rodillazo lo suficientemente fuerte en las bolas como para dejar una impresión
duradera un día después.
Desde que me mudé aquí hace unos años han entrado un puñado de
personas. Los reporteros y los paparazzi desalmados no pueden resistirse a
colarse para echar un vistazo a mi vida de reclusión. Son como tiburones en
aguas sangrientas, desesperados por probar.
El teléfono de la intrusa vuelve a sonar por tercera vez en media hora. Alguien
debe estar desesperado por ponerse en contacto con ella. Al principio pensé
que era un novio preocupado, pero Brooke es la única persona que envía
mensajes de texto y llama a la misteriosa mujer. Cuando respondí a su
llamada, Brooke gritó al teléfono que la tortura sigue siendo legal en 141
países y que más vale que rece para que no me encuentre en uno de ellos. Al
menos, después de esa llamada, dejó de llamarme.
Esperemos que la mujer regrese por su teléfono y revele su identidad. Necesito
que la arresten y se encarguen de ella. Responsabilizar a gente como ella envía
un mensaje adecuado a todos los demás que quieran intentar la misma
mierda.
El timbre se detiene antes de reanudarse. Un número italiano aleatorio
parpadea en la pantalla, despertando mi curiosidad.
Respondo. —Hola.
Una voz rasposa suelta un chorro de maldiciones lejos del teléfono antes de
volver. —Tú.
Ah, nos encontramos de nuevo. —Soy yo.
—Veo que has robado mi teléfono.
—Estás confundiendo la palabra robar con salvar.
Un jódete murmurado por su parte me hace sonreír como un idiota.
—De nada —indago.
—Ya que estoy siendo tan inusualmente agradecida, gracias por asustarme
con tu erección ayer. Tan encantador como se sintió contra mi estómago, es un
pase difícil para mí.
—Culpa de la excitación a la adrenalina por encontrar una criminal en mi
propiedad.
Ella se burla. —Bien. Aclaremos dos cosas. Primero, no soy una criminal. Ser
detenido no es lo mismo que ser arrestado. Y dos, si eso es lo que sientes por
la adrenalina, tengo miedo de ti en el dormitorio. Eso fue...
La ridiculez de su comentario me hace reír hasta el punto de que me arden
los pulmones. —¿En serio me estás felicitando ahora mismo?
—¿Me hace ganar los puntos que necesito desesperadamente para recuperar
mi teléfono? A los hombres les encanta que les exageres el tamaño de la polla.
Mi buen humor se desvanece con la realidad de que ella me acosa para
conseguir lo que quiere. Típico. —No. El que encuentra, se lo queda.
—Tienes que estar bromeando.
—No sobre esto.
—¿Por qué necesitas un teléfono con una carcasa brillante?
La coloco en el altavoz y compruebo el estuche transparente con agua de
purpurina y lentejuelas en su interior. —Complementa mis ojos.
Su burla suena más como una risa. —Estás siendo imposible.
—Mejor que ser alguien que ya ha sido arrestado una vez. ¿Preparada para
añadir una segunda condena a tu historial? —Las palabras no filtradas salen
de mi boca de forma precipitada.
—Genial. En realidad, fui detenida, no arrestada. Y para ser honesta, prefiero
ser alguien que fue acusada erróneamente de un crimen que un imbécil que
necesita robar mierda para sentirse como un hombre. Espero que te guste mi
iPhone de mierda de hace cinco años. Adiós —Termina la llamada.
Mierda. Con mi teléfono, vuelvo a llamar al número. Alguien responde el
teléfono y me pregunta qué quiero pedir en un restaurante cualquiera de la
ciudad.
Maldita sea. Es inteligente, no deja un rastro para que yo lo siga. Sonrío,
cautivado por su ingenio. De alguna manera, me encontré con alguien que no
se molesta en encajar el status quo de mi vida últimamente.
En lugar de mi habitual abatimiento, tomo mi portátil e investigo cómo
hackear el móvil de alguien. Espero encontrar alguna información sobre mi
misteriosa intrusa. Utilizando las instrucciones detalladas de alguien en un
tablón de Reddit, intento desbloquear el teléfono. Todo lo que acabo haciendo
es forzar que su teléfono se apague después de tomar una foto mía con el
Face ID.
Mi teléfono suena con una llamada entrante, interrumpiendo mi próximo
hackeo de Reddit. Lo tomo y contesto. —Hola.
—Así que... no te enfades —me dice mi hermana pequeña al teléfono como si
fuera una niña.
Gruño de desaprobación. —¿Qué has hecho?
—Bueno, ¿recuerdas que te dije que quería visitarte pronto?
—No, debes haber olvidado ese pequeño hecho divertido en las tres veces que
hemos hablado en las últimas dos semanas.
—Bueno, yo llamo, pero tú no respondes.
Hago una mueca de dolor en su voz. No es que intente ignorar sus llamadas,
pero algunos días no puedo obligarme a moverme, y mucho menos a hablar.
Mi razonamiento no alivia la culpa que crece en mis entrañas.
Deja escapar una risa nerviosa. —Bueno, te extraño y quiero visitarte. Ha
pasado un mes desde que te vi por última vez.
—Eso es porque estás viajando con Noah mientras él corre —Intenta ser más
amable, idiota irritable.
Ella suspira. —Sabes que planea retirarse en una o dos temporadas.
—Genial. Se lo merece después de todo su éxito —Intento con todo lo que hay
en mí para no sonar amargo, pero las palabras salen así de todos modos. No
es culpa de Noah. Se ha dejado la piel, compitiendo y ganando contra los
talentos más jóvenes año tras año. A diferencia de mí.
—No estás siendo justo contigo mismo.
—La vida no es justa. Solo porque te hayamos protegido de esa lección no
significa que el resto de nosotros sobreviva ileso —Mierda. Mi boca sigue
metiéndome en problemas hoy. Maya no se merece mi amargura, por mucho
que la vida me duela a veces—. Maya, lo siento. No quise decir eso. Sabes que
aceptaría cualquier cosa para asegurarme de que estás bien.
Se queda callada durante unos segundos antes de sollozar.
Joder. Los sollozos no. Se me aprieta el pecho por molestar a la persona que
más significa para mí. —Lo siento. No te merecías eso.
—Está bien. Hay algunas lecciones de las que no puedes protegerme, por
mucho que quieras —Su voz se quiebra.
Algo retumba al otro lado del teléfono y Maya protesta antes de que su voz se
desvanezca.
—Si no es el idiota de la década. ¿Qué tal te va? No es que deba importarme
después de que hayas molestado a Maya —dice Noah.
Mi vida se ha vuelto tan jodida que he llegado a apreciar su gilipollez hacia
mí. Me recuerda que todavía soy un hombre adulto. Cualquier cosa es mejor
que mis padres, que me tratan como si fuera de porcelana, o que Maya, que
esconde historias sobre Noah y Marko porque no quiere molestarme.
—Diría que bien, pero como estoy hablando contigo cuando estás enfadado,
me decantaré por lamentable.
Él resopla. —Buena idea. Si vas a ser un gilipollas malhumorado, ahórratelo
para todos menos para tu hermana ahora mismo. ¿Crees que puedes manejar
una petición tan pequeña?
Aprieto los dientes. —Definitivamente.
—Bien. Te ahorraré el susto de nuestra sorpresa ya que sé lo mucho que te
gustan. Estaremos en tu casa en una hora. No hagas de esto un problema.
Necesitamos tu ayuda, así que pon tu sonrisa más falsa y deja la rutina de
imbécil gruñón para tu hermana —Noah cuelga, dejándome con la boca abierta
y mirando el teléfono.
Mierda.
14 En español original.
comunicación hacen pasar por mí. Se siente bien ser el héroe de la historia
de otra persona, aunque solo sea por unas horas. Y por eso, el niño me tiene
atado al dedo meñique.
Maya aparta la mano de Marko de mi pierna y baja la tela de mi pantalón de
deporte. —Marko, ¿qué he dicho sobre tocar a otras personas sin preguntar?
Mete la barbilla en el pecho. —No tocar.
Maya me dispara una sonrisa tambaleante. —Lo siento. Le dije que no te
llamara más Iron Man, pero debió de renunciar a...
—Deja que haga lo que quiera. Y deja de tratarme con guantes de seda, Maya.
Aunque me encanta que te preocupes, creo que con criar a un hijo es
suficiente, ¿no crees? No hace falta que me cuides a mí también —digo.
Maya se pone rígida.
Noah se levanta del asiento paralelo al mío. —Fuera. Ahora.
La letalidad de su tono hace que mi columna vertebral se enderece. No se
molesta en mirar hacia atrás para comprobar si le sigo.
El arrepentimiento me golpea al instante y me enfrento a mi hermana.
—Siento lo que he dicho. Tengo que controlarme mejor —Saco a Marko de mi
regazo y pongo sus pies en el suelo.
Maya asiente, apartando la mirada de mí. Se frota el rostro con la manga de
su jersey.
—Maya, no llores. Lo siento —Le doy un abrazo.
Me empuja después de unos segundos, sin mirarme a los ojos. —No pasa
nada. Solo estoy hormonal. Ve a hablar con Noah.
Me merezco que me rechace. Mi hermana es la última a la que quiero hacer
llorar, pero no puedo evitar la oleada de ira que estalla en mí cada vez que me
siento débil y mimado. No es fácil pasar de ser el proveedor a alguien a quien
todos miman. Me hace sentir menos que nadie. Y lo más importante, me
recuerda todo lo que he perdido.
Salgo de mi casa y encuentro a Noah de pie en la orilla del lago.
—¡Apúrate, carajo! Mi paciencia se está agotando —grita Noah y me da la
espalda.
La ira de Noah hace que me arrepienta al instante de haber perdido la calma
con Maya. Nadie se mete con su mujer. Ni siquiera yo.
—Ya voy, imbécil —Camino hacia él con facilidad. Después de mi insoportable
viaje por la fisioterapia, puedo caminar como una persona normal. Tan
normal, que, si no llevara pantalones, la gente no sabría que me falta un
componente clave. Es una de las razones por las que elijo llevar pantalones
en el calor abrasador. Prefiero fingir. Mantiene la oscuridad lo
suficientemente alejada como para que pueda funcionar con mi familia.
Me detengo a su lado, pero permanezco en silencio. Su ira me golpea como
una ola mientras se concentra en el lago que tenemos delante.
—Si vuelves a comportarte así con Maya, te arrancaré una de tus pelotas a
juego con tu pierna —No se molesta en mirar hacia mí.
Hago una mueca. —Lo siento. No quise romper así y hacerla llorar.
Sus hombros caen. Es sutil, pero el cambio en su comportamiento me pone
en alerta. Noah no es de los que se ven derrotados.
—¿Qué pasa?
Permanece en silencio.
—¿Por qué habéis decidido venir sin avisar? Eso no es propio de ustedes
dos —Las palabras salen disparadas de mi boca.
—Lo estamos pasando mal.
—¿Problemas en el paraíso? —Le doy un codazo en las costillas, tratando de
aligerar el ambiente. Estos dos están locos el uno por el otro. Noah adora a
Maya cada vez que puede, y ella le hace feliz a su vez. No me imagino que
tengan problemas matrimoniales.
—No. Nada de eso —Noah suspira. Me mira. Sus ojos se nublan de una
manera que nunca he visto antes en él.
—¿Qué pasa, tío? Me estás preocupando —Me quedo clavado en el suelo,
mirando con los ojos muy abiertos mientras él disimula un resoplido con un
gruñido.
—Maya y yo... —Maldice en voz baja—. Maya y yo necesitamos que cuides de
Marko durante un par de semanas mientras estoy de vacaciones de verano
en el Campeonato.
El ácido rueda en mi estómago. —¿Por qué? Siempre te pasas las vacaciones
de verano preparándote para la segunda mitad de la temporada.
—Surgió algo más importante. Así que, Maya y yo necesitamos un tiempo
para conectarnos y descansar de todo. Salir de la red.
—¿Y quieres que cuide de Marko? ¿Por qué no mis padres?
—Eran nuestra primera opción, pero hoy se van a un crucero de dos semanas
por el Caribe y Maya no quiere detenerlos.
Ouch. No sé qué es peor: no saber que mis padres se iban de vacaciones o ser
la segunda opción. —Vale...
—Maya estaba embarazada —Se le quiebra la voz.
Tiene que estar bromeando. No...
Noah no puede apartar la mirada del lago. —El bebé...
Coloco mi mano en el hombro de Noah y le doy un apretón tranquilizador.
—No tienes que decir nada más.
Se quita una lágrima perdida con el dorso de la mano.
Mierda. Mi pobre hermana. No ha dejado de hablar de querer otro bebé desde
el año pasado. Saber que está sufriendo por la pérdida de un hijo... me hace
doler de una manera que no sabía posible.
Ella tenía razón después de todo. Hay cosas de las que no puedo salvarla, y
esta es una de ellas. Debe matar a Noah sentir este tipo de impotencia,
también.
Tose. —Tenemos que tomarnos unas pequeñas vacaciones. Ella lo necesita.
Dudo que pueda convencer a Maya de que se aleje de Marko durante las dos
semanas, pero quiero intentarlo. Ella solo necesita algo de tiempo para...
—Lo tengo. No hace falta explicarlo —Levanto la barbilla.
Noah me mira con ojos rojos. —Más o menos. Si sigues actuando como un
gilipollas, va a acabar cancelando la idea. Cree que no puedes manejar a
Marko por tu cuenta.
—Puedo hacerlo —El hecho de que mi hermana piense que no puedo cuidar
de mi sobrino durante dos malditas semanas me entristece más que me
enfada. Nunca haría nada que lo pusiera en peligro.
Noah se encoge de hombros. —Quiero decir, siéntete libre de ofenderte, pero
no gritas precisamente que seas capaz.
Entrecierro los ojos, la rabia de antes vuelve con fuerza.
Noah pone los ojos en blanco. —No por eso, idiota. Por cómo no te
cuidas —Señala con su índice mi barba incipiente y mi cabello crecido.
—¿Me estás diciendo que Maya necesita unas vacaciones, pero que la única
manera de que vaya a una es si la convenzo de que puedo cuidar de Marko?
—Sí. ¿Entonces puedes bajar la actitud por un día? Planeamos quedarnos a
dormir esta noche, así ella puede probarte y ver si estás dispuesto. Eso
significa que tienes que animarte y poner tu mejor acto de niñera. No me
importa lo que tengas que hacer, pero tu hermana necesita este viaje. Quiere
pensar en todas las razones por las que no debería ir, así que demuéstrale lo
contrario.
—No hay problema. Seré tan convincente que incluso tú dudarás de mi
capacidad —Sonrío.
—Que Dios nos ayude a todos.
6
Chloe
Me deslizo por el mismo tablón de madera deformado de la noche anterior.
Las nubes oscuras ocultan la luna, lo que dificulta mi recorrido por el patio
cubierto de maleza con solo una pequeña linterna. Mi estado de ánimo decae
cuando tropiezo con un grupo de raíces expuestas. Aterrizo de rodillas,
raspándolas en el proceso. La suciedad húmeda se adhiere a mis piernas
cuando me pongo de pie, y estoy bastante segura de que mi camisa se ha
rasgado por la espalda a causa de la brisa que me hace cosquillas en la piel.
—¿Este hombre ha oído hablar alguna vez de un cortacésped? —murmuro en
voz baja mientras me quito un trozo de tierra de la espinilla.
De alguna manera, logro atravesar el laberinto de árboles y arbustos sin más
accidentes. Mi cuello se arquea al ver la ominosa mansión a la que este
hombre llama hogar. Es tan acogedora como una siesta en un ataúd.
—Me he hecho oficialmente enemiga del Conde Drácula. Es bueno
saberlo —Busco en la entrada, pero no encuentro ningún auto en el camino
de entrada. Como una tonta desesperada, busco en todos los rincones una
llave de repuesto, pero no encuentro nada.
Sigo el perímetro de la casa y me asomo a algunas ventanas. Las habitaciones
están lo suficientemente oscuras como para que pueda ver mi reflejo en los
cristales. Mi confianza crece mientras alabo a Dios por ayudarme y
asegurarse de que la casa está vacía.
Me acerco al porche trasero. Probando mi suerte, pruebo el pomo y descubro
que está cerrado. El cerrojo estándar es fácil de forzar gracias a la información
que obtuve antes en el curso intensivo de YouTube sobre cómo forzar
cerraduras. No estoy del todo orgullosa de las veces que lo vi hasta que
dominé los movimientos.
Saco de mi mochila un destornillador especial que he conseguido en una
tienda local. Con la minilinterna en la boca, reproduzco los movimientos que
he practicado en la puerta de mi propio baño esta tarde. Tras unos cuantos
intentos fallidos a causa de mis nervios, la puerta se abre con un clic.
La oscuridad cubre la casa de sombras y formas aleatorias. Mi pequeña
linterna no sirve para guiarme por la cocina. Nada destaca en los
mostradores, así que sigo avanzando.
—Bien, piensa. Si yo fuera un desquiciado, ¿dónde escondería un
teléfono? —Salgo a trompicones de la habitación.
Atravieso un amplio pasillo antes de ser escupida en una gran sala. Todo va
bien hasta que tropiezo con algo que no he visto con la linterna. Suelto un
grito y caigo hacia delante, cayendo sobre las manos y las rodillas raspadas.
Los ojos me lloran cuando algo se incrusta en mis manos.
Mis dedos rozan un montón de pequeñas formas rectangulares con crestas.
Acerco una a mis ojos y analizo el objeto extraño.
—¿Un puto Lego? Este lugar sí que es propiedad del diablo —Me arrastro por
la zona de guerra de Lego, apartando las piezas.
Llego a una gran escalera iluminada por el resplandor de un candelabro de
hierro colgante. Estoy a mitad de camino cuando la puerta principal se abre
con un gemido. El infierno se desata en el vestíbulo de la casa y me duelen
los oídos por los gritos de una mujer.
Se me atasca el corazón en la garganta. —En serio. ¿Por qué no puedo tener
un respiro esta semana? —susurro en voz baja. Todo ese esfuerzo para nada.
Apresurada, meto la linterna en el bolsillo trasero y giro sobre mis talones,
golpeando a los invitados con mi mejor sonrisa. Con las rodillas amenazando
con doblarse, me agarro a la barandilla para apoyarme.
Unas luces superiores se encienden, revelando a una morena con una falda
ondulada y una camiseta. —Oh, Dios mío. Santiago, ¿quién es
esa? —Vuelve a gritar por si acaso.
Tengo la tentación de taparme los oídos, pero me detengo.
—Hmm. No esperaba que aparecieras sin avisar —La misma voz áspera de
antes me produce un escalofrío. ¿Cómo quería exactamente que apareciera?
—El comité de bienvenida y la banda de música estaban ocupados esta noche,
así que no pude anunciar mi llegada —Le sonrío, esperando que mis ojos
griten jódete.
Me tomo un momento para ver bien al hombre más gruñón que he conocido.
Por supuesto, Santiago debe tener un nombre sexy a la altura de su aspecto.
La luz de la araña ilumina su cálida piel dorada, haciendo brillar sus ojos
marrones. El imbécil resulta ser el hombre más atractivo que he tenido
ocasión de mirar en mi corta vida.
Me siento engañada por la luz de la luna de anoche porque Santiago parece
más sexy a la luz. Hace que lo rudo parezca atractivo en el mejor de los
sentidos, con una barba espesa y corta y un cabello largo que le roza los
hombros en un desorden ondulado. Su camisa oscura resalta los músculos
abultados y sus pantalones de chándal grises muestran los fuertes músculos
de los muslos.
Maldita sea. En serio, este hombre no debería andar por ahí en público. Es
un peligro para la sociedad y las mujeres de todo el mundo por múltiples
razones. La primera empezando por la atracción instantánea que siento en
su presencia.
La mujer se agarra al brazo de Santiago. —¿Esta es tu novia? Nos has estado
ocultando. No me extraña que no hayas respondido a mis
llamadas —Habla con mucho gusto ante la idea.
Oh, Dios. No. Mi rostro debe decir todo lo que las palabras no pueden.
Santiago sonríe como si estuviera en una broma que aún no he entendido.
Hablo al mismo tiempo que él. —Esto no es lo que parece...
—Mi novia no debía estar aquí.
¿Novia? ¿Perdón?
El imbécil tiene el valor de sonreírme. Al menos tiene unos labios carnosos
para distraerme de las astutas mentiras que suelta.
Maya me mira con el ceño fruncido. —¿Estás bien? Tienes las rodillas
cubiertas de tierra.
Mis mejillas se enrojecen mientras me quito de encima los restos de suciedad.
—Oh, sí. Estaba trabajando en el jardín.
Su ceja se levanta. —¿De noche?
—Mi piel clara tiende a quemarse fácilmente, así que me gusta trabajar de
noche —Bueno, eso no es una mentira total.
Aparece otro tipo, acunando a un niño pequeño contra su pecho. Vale, en
serio, ¿qué hay en el agua italiana y dónde puedo conseguirla? Su cabello
oscuro y su penetrante mirada azul me hacen querer pellizcarme el brazo
para asegurarme de que no estoy soñando.
Los ojos de Santiago se estrechan hacia mí. —Se suponía que iba a venir
mañana para ayudarme a hacer de canguro. Eso, si aceptas que Marko se
quede, claro —Mira a la mujer antes de que sus ojos se encuentren con los
míos—. Debe haber confundido los días.
Bueno, no puedo dejar que gane esta ronda. Prefiero ganarle en su propio
juego que dejar que tenga la ventaja.
Bajo las escaleras con toda la energía de Julie Andrews de The Princess
Diaries que puedo reunir en circunstancias tensas. —He oído hablar mucho
de Marko. Estoy deseando ayudar a hacer de canguro. De hecho, pasé años
trabajando en una guardería antes de venir a Italia.
—Oh, ¡qué bien! Soy Maya, la hermana de Santiago —Una Maya
excesivamente emocionada me ofrece su mano. Sus ojos marrones
evaluadores me ponen nerviosa.
—Chloe —La sacudo con una sonrisa falsa.
—Chloe... —La forma en que Santiago dice mi nombre hace que los dedos de
mis pies se enrosquen en mis zapatillas. Que se joda esta misión hasta el
infierno y de vuelta. ¿Pensará que soy rara si le pregunto si puedo grabarle
diciendo mi nombre un par de veces? Para actividades de meditación de
atención plena, obviamente.
Santiago inclina la cabeza en dirección al otro varón. —Este es Noah, el
marido de mi hermana —Lo dice de una manera que me hace sentir que
debería reconocer a su cuñado.
Parpadeo hacia Noah, tratando de ubicarlo. No. Me quedo en blanco.
—Santiago habla de ti todo el tiempo —Bueno, eso sonó como lo correcto para
decir.
Noah sonríe de par en par, con un aspecto demasiado atractivo para su
comodidad. —Oh, ¿lo hace ahora? Me siento halagado.
—Sí. No es mi culpa que tu fea cara esté siempre en la televisión —ofrece
Santiago, salvándome.
No tengo ni idea de por qué la cara de Noah está en la televisión, pero
basándome en su aspecto, Hollywood le sentaría bien. —He oído hablar
mucho de ti. —Me muevo hacia la puerta principal—. Bueno, es bastante
tarde y tengo que madrugar. Ha sido un placer conocerlos a los dos.
—Oh, no —El labio inferior de Maya se tambalea.
—No te vayas todavía —Santiago, con su típico no me hagas caso, soy un
psicópata en secreto, me agarra y me atrae hacia su cuerpo. Sus fuertes
brazos rodean mi cuerpo y me envuelven en su tentador aroma y calor. Tengo
la tentación de restregar mi rostro en su camisa como si fuera la rara.
Mal Chloe. Este hombre es cualquier cosa menos estable. Sin mencionar que
robó tu teléfono.
—Sí, por favor, quédate unos minutos más. —Maya junta las manos—. Así
que... Santiago no te mencionó hoy.
—Ya lo conoces. Prefiere tener una vida llena de secretos en este gran castillo
suyo.
Todos se ríen. Interesante. La trama se complica.
—Ya veo por qué te escondió de nosotros —Los ojos azules de Noah se
iluminan.
La mano de Santiago se desliza por mi costado, chamuscando mi piel.
—Chloe me tenía calado desde la primera noche que me conoció.
—Sí, parece que fue ayer.
La forma en que Santiago se ríe, suelta y áspera, hace que Maya y Noah nos
miren con los ojos muy abiertos. Algo en su reacción me dice que Santiago no
se ríe así a menudo.
¿Puedo hacer que lo haga de nuevo? Siempre he soñado con tener un
superpoder.
Marko se agita en los brazos de Noah.
Maya le roza la cabeza con una ternura que no estoy acostumbrada a ver.
—Nos encantaría desayunar contigo antes de irnos mañana. No puedo creer
que Santiago te haya mantenido en secreto durante tanto tiempo. Necesito
saber todo sobre ti. No ha tenido una novia desde que era un adolescente.
Me estoy comiendo todas estas pistas sobre Santiago como si fueran
caramelos con descuento después de Halloween.
—Oh. Chloe no puede desayunar con nosotros ya que tiene que visitar a su
amiga —Santiago habla por mí.
Sí. Mi amiga. También conocido como el padre por el que he viajado miles de
kilómetros, pero al que aún no he tenido el valor de conocer.
La sonrisa de Maya cae.
Los ojos de Noah pasan del rostro de su mujer al mío. —Insisto en que nos
acompañes. Estoy seguro de que a tu amiga no le importará cambiar la fecha.
—Bueno... —Me muerdo el labio inferior.
—No nos visitamos a menudo —dice Noah.
—Más bien nunca —murmura Maya en voz baja.
Habla. —Umm...
Los brazos de Santiago me rodean de una manera que dice que no confieses
nuestra mentira o te mataré. Al menos, eso es lo que asumo por la forma en
que su cuerpo se tensa detrás de mí. Le sigo la corriente porque,
sinceramente, no me extrañaría que tuviera un cementerio en algún lugar de
esta propiedad.
—Claro. Puedo quedar con mi amiga más tarde —ofrezco.
El rostro de Maya se ilumina de nuevo. Obliga a Santiago a soltarme y me
rodea con sus brazos en un abrazo. —¡Estoy más que emocionada por pasar
un tiempo contigo! No sabía que Santiago estaba creando una vida aquí.
Me quedo helada, desacostumbrada a este tipo de afecto por parte de alguien
que apenas conozco. En realidad, estoy desacostumbrada a este tipo de afecto
por parte de personas que sí conozco. Me suelta tras un último apretón.
Ella y Noah dan las buenas noches y se retiran arriba con Marko.
Espero a que desaparezcan antes de girarme y mirar fijamente a Santiago.
—¡¿Novia?! —grito susurrado.
Se encoge de hombros. —Fue lo mejor que se me ocurrió bajo presión. Sonaba
mejor que llamarte mi pequeña criminal, ¿o me equivoqué?
Quiero ignorar la posesividad de su apodo para mí. No debería provocarme
un cosquilleo en el pecho, pero aquí estoy. Ahora no es el momento de darme
cuenta de que me gustan los asesinos y los espeluznantes. Quiero culpar a
demasiados episodios de Dexter a una edad joven e impresionable, pero es
inútil negar la atracción que siento por Santiago.
Me aclaro la garganta, recuperándome. —Por supuesto que está mejor. Pero
ahora necesito desayunar con tu familia y fingir que sé quién demonios eres.
Pone los ojos en blanco. —Puedes dejar de fingir. El acto inocente fue lindo
frente a ellos, pero ya puedes dejarlo.
—Lo siento, ¿qué? ¿Una actuación inocente? Tú eres el que está actuando,
obligándome a fingir que reconozco a algún actor de Hollywood y a su mujer.
No soy precisamente del tipo que hojea la revista People, ya que tengo que
trabajar todo el tiempo.
Las cejas de Santiago se juntan. —¿Actor de Hollywood?
—Sí. Noah. El tipo que 'vemos juntos en la televisión'. —Ofrezco con comillas
de aire—. Nunca he visto a ese hombre en ningún programa. Entonces, ¿es
un actor de la lista D o algo así?
El ceño de Santiago se convierte en una sonrisa de satisfacción. —O algo así.
La forma en que sus ojos brillan con algo desconocido me eriza. —Estás
tramando algo.
—Eso es gracioso viniendo de la mujer que entró en mi casa.
No puedo evitar la risa que me brota. Es difícil mantenerse serio ante lo
ridículo de nuestra situación. En serio. ¿En qué demonios se ha convertido
mi vida? Aquí estoy discutiendo con un hombre que conocí hace menos de un
día sobre una relación falsa.
Santiago me mira con tanta intensidad que los músculos de mi estómago se
contraen. —Bueno, será mejor que descanses antes del desayuno de mañana
—Me abre la puerta principal.
Se me cae la mandíbula. —Espera. ¿Qué pasa con mi teléfono?
—Lo tendrás mañana después del desayuno. Considéralo una garantía.
—Realmente eres un psicópata —Resoplo en voz baja.
—Es curioso, yo diría lo mismo de alguien que entrara no una, sino dos veces
en la propiedad de la misma persona. Hablando de eso, ¿qué ventana
rompiste para entrar? Supongo que no pagarás la factura por el estado de tu
ropa —Me pasa un dedo por la espalda rasgada de la camisa. Su contacto
provoca una reacción corporal que no tengo tiempo de comprender. Solo
puedo describirla como fuegos artificiales que salen disparados de mi piel,
forzando a cada célula de mi interior a ponerse en marcha.
Respiro y giro sobre mis talones, enfrentándome a él en todo su atractivo
esplendor. —Tengo más talento que eso.
—Me disculpo por haber subestimado tus habilidades después de la mierda
de exhibición de ayer a escondidas.
Me froto el corazón como si sus palabras me dolieran. —Uno: no me estaba
escabullendo. Y dos: no me gustas.
—De acuerdo, claro. —Se burla—. No necesito que te guste. Solo necesito que
aparezcas y finjas un poco más. Nos vemos por la mañana. —Me lanza una
sonrisa tensa antes de cerrar la puerta en mi cara con un suave golpe.
La audacia de este hombre. Quiero odiarlo, pero acabo respetándolo por
actuar sin disculparse.
Santiago, sea cual sea su último nombre, parece el tipo de hombre que atrae
a la gente para que le dé lo que quiere. Y como un idiota, me meto de buena
gana en su red de mentiras.
7
Santiago
He tomado un puñado de decisiones estúpidas en las últimas veinticuatro
horas. Después de mi accidente, renuncié a la impulsividad como a la peste.
Las decisiones imprudentes arruinaron todo lo que había preparado para mi
vida, y me negaba a caer en la misma trampa de nuevo. Sin embargo, aquí
estoy, tomando una decisión estúpida tras otra desde que Chloe entró en mi
vida hace cuarenta y ocho horas.
No esperaba que Chloe entrara en mi casa mientras llevábamos a Marko a
dar un paseo por el lago. Ella ha resultado ser un torbellino bastante
inesperado en mi vida dolorosamente mundana. No me gusta nada. La
sencillez de la repetición hace que no pueda seguir jodiendo mi vida. Mis días
suelen incluir levantarse, hacer ejercicio, cocinar y trabajar en cualquier auto
que decida restaurar después. Mientras no me hunda en el lugar oscuro de
mi mente, me empujo a mantenerme ocupado.
Chloe lo echó todo a perder en cuanto mi hermana puso los ojos en ella. Su
allanamiento de morada me obligó a inventar una mentira que tiene a Maya
prácticamente echando espuma por la boca de excitación. Tanto es así que
Maya se ha despertado al mismo tiempo que yo para preguntarme por Chloe.
Entretengo su curiosidad porque ya le ha pasado suficiente mierda
últimamente. Si esta conversación la hace feliz, se la doy.
—Chloe parece agradable —Mueve las pestañas.
Chloe parece una delincuente que necesita ser encerrada, pero me abstengo
de soltar datos. —Así es.
—¿Cómo es ella?
—Escurridiza y astuta.
Maya se ríe. —Me recuerda a ti, ya que la mantuviste en secreto durante
cuánto tiempo.
—¿Un año? —Parece una cantidad sólida de tiempo.
—¡¿Un año?! —Maya grita al techo—. ¿Cómo has podido ocultarnos esto
durante tanto tiempo?
Levanto una ceja y agito las manos ante su reacción.
Se ríe. —Vale, es cierto. Pero, aun así. Guardarme secretos no está bien.
Sobrevivo a otros diez minutos de preguntas de Maya. Hasta ahora, he
inventado la afición de Chloe a restaurar autos conmigo, nuestro vínculo con
las películas de terror y su preferencia por el chocolate en lugar de los dulces.
Básicamente, he creado una versión femenina de mí mismo que mi hermana
adora. Está tan cautivada que no se da cuenta de las improbables similitudes.
—¿Por qué no la habías mencionado antes?
—Por la forma en que estás actuando ahora —Buena atajada, Santi.
—Mami va a enloquecer cuando se entere de esto.
—No se lo digas todavía —No quiero que mi madre se encariñe con mi falsa
novia. La misma novia que no tiene ni idea de quién demonios soy, y mucho
menos de mi familia y de la Fórmula 1. Esa información en sí misma aumenta
mi interés por ella. Y el interés es malo. El interés lleva al encaprichamiento,
y yo no puedo molestarme en entretenerme con ninguno de los dos.
—Te daré dos semanas para que se lo digas tú mismo. De todas formas, está
de crucero, así que no podrá ir corriendo a bombardear a Chloe como yo
querría. Pero si no se lo dices tú, lo haré yo porque no voy a dejar que te libres
de que se conozcan.
Me trago el nudo en la garganta. —Trato hecho. ¿Significa eso que vas a dejar
a Marko conmigo después de todo?
—Sí. Creo que estará bien cuidado contigo y con Chloe —Ofrece con voz
cantarina.
Reprimo las ganas de gemir. —¿Has sacado esa conclusión sobre Chloe a
partir de la única conversación con ella?
—Ella trabajó en una guardería. Esa es una carta de recomendación brillante
si alguna vez he escuchado una.
—Eres demasiado confiable. Gracias a Dios que Noah os vigila a ti y a Marko.
Maya abre la boca para hablar, pero el timbre de la puerta nos saca de la
cocina. Mi hermana abre la puerta como si fuera la dueña del lugar. Atrae a
Chloe para darle un fuerte abrazo y le da la bienvenida a la casa.
Ahora entiendo por qué Noah invitó a Chloe a desayunar, porque la felicidad
de Maya hace que este loco plan merezca la pena. Haría cualquier cosa por
desterrar la mirada triste de sus ojos cada vez que la sorprendo soñando
despierta.
Chloe nos mira a los dos con ojos azules de mezclilla. Me tomo un momento
para apreciar su aspecto a la luz del día por primera vez. Su vestido blanco
la hace parecer bastante inocente, pero sus zapatillas de deporte raídas dicen
otra cosa. Una que muestra que probablemente corre y se mete en problemas
a diario.
Es más alta y me gusta cómo me llega a la barbilla. Sus mechones negros
sueltos se balancean cuando se mueve, asemejándose al cielo nocturno, con
toques de azul marino cuando cambian con la luz.
Dios. Es preciosa. Probablemente se salga con la suya en un montón de cosas
ilegales porque su belleza tiene el poder de distraer a un hombre.
Me retracto de lo que dije acerca de que este loco plan valía la pena. La forma
en que mi cuerpo responde a su proximidad me tienta de inmediato a
expulsarla por la puerta principal. La sangre acude a mi polla cuando se lame
los labios en forma de arco.
¿Es demasiado tarde para decir que hemos roto?
Se acerca a mí y me ofrece un ramo de flores atado con una cinta hecha
jirones. El conjunto de flores va del naranja al morado, mezclado con
mechones aleatorios de blanco y verde. Su sonrisa atrae mi atención hacia
una pequeña cicatriz blanca que cruza en diagonal desde su arco de cupido
hasta su labio superior.
—Las recogí del bosque que llamas jardín delantero.
¿Por qué demonios iba a recoger flores de mi jardín? ¿Es una especie de
princesa delirante que se pasea con un equipo de animales cantores?
En serio, ¿de dónde es esta chica y cuál es la política de devoluciones?
—Interesante elección. Gracias —Me muevo para agarrarlos de sus manos.
Nuestros dedos se rozan, calentando mi piel como si fueran llamas.
Se balancea hacia atrás sobre sus zapatillas de deporte hechas jirones.
—Pensé que podría animar el lugar.
Noah se ríe mientras baja las escaleras con Marko en brazos. —Vas a
necesitar más que una docena de flores para eso. Este tipo es tan pesimista
que necesita una inyección de serotonina para sobrevivir a la semana.
—Creo que son adorables —Maya adula a Chloe.
Miro el ramo. Las flores silvestres me recuerdan a ella, hermosas de una
manera indómita y discreta. Las agarro con más fuerza, obligando a que
algunos tallos se rompan por accidente. Un par de pétalos caen al suelo y
Chloe los mira con horror. Mi hermana me quita el ramo de las manos y me
frunce el ceño.
Mierda. —¿Vamos a seguir charlando o alguien quiere comerse los
panqueques que he hecho?
—¡Panqueques! —Marko se retuerce en los brazos de Noah.
—Con trozos de chocolate —Agarro a Marko del agarre de Noah—. ¿Qué dices,
pequeño?
Grita que sí mientras lo lanzo por los aires.
Echo una mirada furtiva a Chloe, encontrando su boca abierta. —Espero que
te gusten los panqueques.
—¿No sabes si a tu novia le gustan los panqueques? —Maya me mira con los
ojos entrecerrados.
Joder. Tengo que esforzarme más para engañar a todos. —Normalmente nos
saltamos el desayuno porque tenemos otras prioridades —suelto.
Chloe gime, cubriendo sus ojos con las manos. —Dios mío. No acabas de
insinuar lo que creo que acabas de hacer.
La mirada de Noah me inquieta. —Le encantaba avergonzar a los demás. Me
alegra ver que ese rasgo encantador ha vuelto.
—¿Ha vuelto? —Chloe levanta una ceja—. Te creería si no fuera porque lo he
encontrado bastante embarazoso en todo el tiempo que lo he conocido.
No se da cuenta de que en las cuarenta y ocho horas que la conozco, he
actuado más como mi antiguo yo que en los últimos tres años. Es desarmante
lo mucho que me gusta meterme con ella. Ni siquiera sé quién es realmente,
pero disfruto de la forma en que sus mejillas se ruborizan por la vergüenza.
—Me alegra saber que se comporta como siempre contigo —Maya le sonríe a
Chloe de una manera que me revuelve el estómago.
Odio mentir a mi hermana, pero ¿qué es una mentira blanca en el gran
esquema de las cosas? Vale, más bien unas cuantas mentiras. Empezando
por el hecho de que estoy ocultando lo famoso que es Noah y mi conexión con
él.
Chloe camina por mi casa, apenas intentando ocultar su sorpresa mientras
observa su entorno. Maya distrae a Noah, dándole a Chloe la oportunidad de
quedarse boquiabierta.
Entiendo que no es lo que la gente espera. Aunque el castillo tiene un aspecto
gótico por fuera, elegí un mobiliario cómodo para mi prisión. Los sofás de
felpa y las alfombras mullidas dan un tono acogedor a pesar del gilipollas que
vive aquí.
—¿No es lo que esperabas? —Camino junto a ella, sosteniendo a un Marko
que se retuerce.
Pasa un dedo por el respaldo de un sofá gris aterciopelado. —Se ve diferente
a la luz del día.
Me río entre dientes. —Imagino que con tu línea de trabajo no tienes la
oportunidad de apreciarlo todo.
Sus ojos se estrechan hacia mí. —Quiero golpearte ahora mismo.
Puse a Marko entre nosotros, fingiendo que me acobardaba. —Nada de
violencia delante del niño.
Su ceño fruncido se convierte en una pequeña sonrisa cuando le hace
cosquillas a Marko, lo que hace que sea un reto para mí sujetarlo mientras
se contonea.
—Inteligente.
Chloe se pone en fila con todos los demás, toma un plato y se sirve ella misma
antes de sentarse a mi lado como si lo hiciéramos siempre. Noah corta la
comida de Marko mientras mi hermana toma su taza de café.
—Así que Chloe, he oído que te gusta restaurar autos —Noah levanta la vista
del plato de Marko.
Deja que Maya comparta todo sobre Chloe con Noah. ¿De dónde ha sacado
tiempo? Los ojos de mi hermana recorren la habitación sin fijarse en nada.
—Oh, lo hago. Es mi pasatiempo favorito —Chloe me mira con las cejas
fruncidas.
No me molesto en contener mi disfrute. Se me escapa una sonora carcajada
que hace que Noah me mire fijamente durante unos segundos.
—¿Cuál es el auto de tus sueños? —Maya apoya los codos en la mesa.
—Umm. Un Chevy Impala de 1967. Si le añades a Dean Winchester también,
no me opondría —Chloe ni siquiera tropieza con esa respuesta.
—¡A mí también me encanta Supernatural! —Maya se desmaya.
—Amas a los chicos de Supernatural. Hay una diferencia —Noah sonríe.
Chloe escucha a Maya y Noah ir de un lado a otro, tirando de su labio inferior
con los dientes de una manera que no pretende ser sexy. El movimiento hace
que me duela el cuerpo como hacía tiempo que no lo sentía. Hace tanto tiempo
que, en lugar de disfrutarlo, desconfío de la atracción que siento hacia ella.
No sabes nada de ella, y todo lo que sabes es una mentira. Y bajar la guardia
no es algo que quiera hacer pronto.
—¿Y dices que trabajabas en una guardería antes de venir a
Italia? —pregunta Noah.
—Sí. Durante unos cuatro años.
—¿Cuál es tu segundo nombre y tu apellido? —Noah la mira.
—¿Qué es esto, una entrevista? ¿Quieres su número de la seguridad social
mientras estás en ello? —Intervengo antes de que Noah se desborde.
—Eso facilitaría el proceso —Noah se encoge de hombros.
Chloe pone los ojos en blanco, ignorándome. —Mi nombre completo es Chloe
Arabella Carter. Nacida y criada en Nueva York.
Noah saca su teléfono y se entretiene.
Mi hermana conversa con Chloe y la machaca con una pregunta tras otra.
Chloe hace su papel y responde a cada pregunta con gracia. Según ella,
nunca ha ido a un espectáculo de Broadway y tuvo un amigo imaginario hasta
la loca edad de ocho años. Entre sus pasatiempos favoritos está dormir la
siesta porque, al parecer, no duerme lo suficiente.
—¿Por qué presentaste una orden de alejamiento contra Ralph
Williams? —Noah levanta la vista de su teléfono.
Aprieto los puños. —¡Qué mierda, Noah!
—¡Santiago! Nada de malas palabras —me amonesta Maya.
—¡Mierda! —Marko ofrece excitado—. ¡Mierdaaaaaa!
Maya sacude la cabeza ante mi sobrino. —¡No! Es una mala palabra.
—Lo siento, mamá —Marko se mete trozos de panqueque en la boca.
Noah frunce el ceño. —No voy a dejar a mi hijo con cualquiera, especialmente
si Chloe está en peligro. Si ella no puede decirme quién es Ralph, entonces
llevaremos a Marko con nosotros.
Mi piel se calienta mientras mi irritación crece ante la displicencia de Noah.
—¿Así que escarbas en la vida de alguien sin ninguna apariencia de
privacidad? ¿Hay alguna línea que no vayas a cruzar?
—Tú harías lo mismo si estuvieras en mi lugar —replica.
—No pasa nada. —Chloe me da un apretón de manos por debajo de la mesa.
El contacto hace que mi piel se estremezca de una forma nueva a la que temo
prestar más atención—. Ralph es el novio de mi madre... Ya no es un peligro
para mí, especialmente desde que estoy tan lejos de casa. Cuando era
adolescente, mi asistente social insistió en presentar una orden después de
que le pillaran haciendo algo que no debía. Pero después de eso no volvió a
molestarme. Por lo vago que es, creo que es más bien un peligro para sí
mismo. —Su risa no consigue quitarle importancia a la situación.
¿Qué significa eso? ¿Qué mierda triste ha colgado por su madre? Estoy
atrapado mirándola como un idiota sorprendido. Exactamente el tipo de idiota
que no debería ser si se trata de mi verdadera novia. Escudriño mis rasgos,
ignorando la urgencia de molestar a Chloe para obtener respuestas.
Ella y Noah se miran. Ninguno de los dos se echa atrás mientras él lee su
cara como el robot sin emociones que suele ser con cualquiera que no sea de
la familia.
Chloe levanta la barbilla y echa los hombros hacia atrás. —Si te preocupa que
Marko esté con alguien, debería ser con Santiago. Podría enseñarle todas las
malas palabras mientras estás fuera. Y además tiene un terrible don de
gentes, así que me sentiría mal por Marko.
—Oye, eso no está bien —Le pellizco el costado, sonriendo cuando se ríe y me
aparta.
Tengo la tentación de volver a tocarla. Me gusta cómo se le iluminan los ojos
y se le pone la piel de gallina por mi culpa.
Todos se unen para reír, y la tensión se disipa.
—Por favor, cuéntanos cómo os conocisteis. Santiago no se molestó en
compartir esta mañana —Maya da una palmada.
Jesús.
Chloe se golpea los labios con el dedo índice. —Un día estaba en un...
—Parque —termino por ella.
—Sí. —Un parque. Y estaba subiendo a un árbol —Ella se detiene.
—Para ayudar a ese gato callejero —ofrezco.
—Sí. Ese pobre gato. Le faltaban mechones de cabello y tenía un ojo
ciego —El labio de Chloe se tambalea de forma impresionante.
Estoy absolutamente cautivado por su actuación. Maldita sea.
Maya se inclina hacia nosotros, sonriendo como una loca. —¡Cuéntame más!
—Bueno, me caí del árbol porque tu hermano me asustó.
Retengo mi risa por pura fuerza de voluntad. Al menos esa parte de su historia
es la verdad.
—¡No! —Maya retrocede.
—¿Y luego qué? —Noah sonríe a Chloe, claramente complacido después de
su pequeña prueba. Imbécil.
—Salvamos a la gata y la llevamos juntos al veterinario. Santiago la acunó
como a un pequeño bebé, lo que fue más que tierno. Definitivamente tenía mi
atención después de eso —Chloe demuestra el movimiento, haciendo que sus
perfectas tetas suban un centímetro.
Joder. Y definitivamente tiene mi atención después de eso. Es oficial. Chloe
necesita salir de aquí. Ella es un peligro para mi autocontrol, lo cual dice
mucho porque tengo cantidades infinitas de él cuando se trata de mujeres.
—Me sorprende que Santi haya dejado su pequeño castillo para ir a visitar
un parque en primer lugar —Noah limpia el jarabe de los dedos de Marko.
—Ahora que lo conozco, me sorprende que él también lo haya hecho. —Chloe
asiente. Todo lo que dice es una absoluta mierda, pero extrañamente
precisa—. Supongo que no pudo resistirse a venir en mi ayuda.
No debería disfrutar de esta farsa tanto como lo hago. —Los pantalones cortos
que llevaba hicieron que la misión de rescate valiera la pena.
Chloe me da un golpe en el brazo. Suelto una sonora carcajada, disfrutando
de la forma en que sus mejillas se vuelven rosas.
Maya y Noah nos miran fijamente a los dos. Noah se cruza de brazos y me
sonríe mientras mi hermana se queda abiertamente boquiabierta.
Desvío la mirada, no me gusta el peso de sus miradas.
El resto del desayuno transcurre sin problemas. Chloe y yo hacemos un
espectáculo de felicidad doméstica, con ella secando los platos que yo lavo.
Salto en mi sitio cuando Marko me levanta disimuladamente la pernera del
chándal mientras guardo los platos. Mi primer secreto sucio que le he
ocultado a Chloe sale a la luz cuando Marko le ruega a Iron Man que le ayude
a volar.
Chloe se queda mirando mi pierna. La forma en que parpadea un par de veces
me revuelve el estómago. Es una mirada que interpreto inmediatamente como
aversión. La odio. Pero, sobre todo, desprecio lo inferior que me hace sentir.
Esto es exactamente lo que intento evitar al no permitir que entren nuevas
personas en mi vida.
Maya entra en la habitación y agarra a Marko. —¿Qué te dije ayer sobre la
pierna de Tío Santi?
Me duele la sien por la presión. Me agarro a la encimera, intentando calmar
la frustración que me invade. No es que pueda echar una mierda delante de
mi hermana, ya que mi novia debería saber este hecho básico.
La mirada de Chloe pasa de mi pierna a mi cara. Me sonríe de una manera
que me hace sentir algo en el pecho. No sé qué pensar de la expresión de su
rostro. Es una mirada que quiero calificar de agradecimiento, pero no tiene
sentido. Pero ¿es eso sorprendente cuando nada en ella tiene sentido?
Una pequeña parte de mí -una parte tan pequeña que olvidé que existía- se
pregunta si puede sentirse físicamente atraída por mí como yo lo estoy por
ella. Un destello de esperanza me invade. Es microscópico, pero lo
suficientemente fuerte como para abrumarme.
Chloe, la criminal, tiene la devastación escrita por todas partes, y necesito
que corra en dirección contraria. Porque ahora que he estado cerca de ella,
no sé quién es más peligroso: ella o yo.
8
Chloe
Por segunda vez en dos días, me encuentro atrapada. Marko me tiene como
rehén bajo un fuerte de almohadas que ha construido con una manta
cualquiera como techo. Intenté escapar cuando Maya y Noah anunciaron que
se iban, pero Marko me obligó a quedarme prometiendo galletas. Aunque
podría haber dicho que no a los dulces, su sonrisa torcida me convenció para
quedarme una hora entera después de que sus padres se fueran de viaje en
pareja.
—Marko. Es hora de dejar que Cloe se vaya a casa —Santiago habla desde
algún lugar fuera de nuestro castillo imaginario. La forma en que su acento
se hace más fuerte cuando dice el nombre de Marko me hace sonreír. ¿Quién
diría que un acento español podría sonar tan sexy?
Marko me tapa la boca con los dedos, mirándome con ojos azules parecidos
a los de su padre. —Shh. El dragón de las cosquillas nos oye. Te salvo.
Reprimo mi risa. Un dragón con cosquillas es algo nuevo, incluso para mí.
Marko agita su cuchara en el aire, casi golpeando mi rostro. —No se roba la
princesa bonita. No te la puedes comer.
Siempre quise que un hombre defendiera mi honor. Pero no esperaba que
fuera Marko, un niño de cuatro años con una cuchara de madera como
espada. La idea me hace reír.
La mano de Marko me tapa la boca. —¡Cállate!
Santiago ruge. La cara de Marko se ilumina de emoción cuando nos arrebata
la manta por encima de nuestras cabezas. —¡Corre, Chloe! Hazle cosquillas
al dragón.
Marko me abandona mientras huye del fuerte. Demasiado para ser mi
salvador. Santiago se lanza tras él, haciendo todo un calvario para tratar de
rebatirlo. Me siento fasrostra por su desenfado con su sobrino. Las risas
rebotan en las paredes de la casa mientras persigue a Marko por los pasillos
como si su pierna de metal no fuera un problema.
Santiago no se molesta en mirar hacia atrás para comprobar si les sigo. Es
de esperar, ya que me evitó después de que su sobrino revelara su
“superpoder”.
Al principio, me sorprendió la pierna de Santiago. Pero después de que la
sorpresa inicial desapareciera, lo miré bajo una nueva luz. La idea perfecta
que tenía de él se rompió de la mejor manera. Lo hizo más realista. Porque,
aunque parezca guapo, sigue siendo un humano con defectos. Me ha
interesado saber más sobre su historia, aunque se avergüence de su pierna.
Esto último me pesa mucho. Su vergüenza es obvia en la forma en que se
comportó después de la revelación, poniéndose más erguido y fingiendo como
si nunca hubiera visto su pierna para empezar.
Los sigo hacia la entrada principal, donde todo comenzó anoche. Santiago
está de pie sobre Marko, que yace en el suelo, riéndose de las cosquillas. Es
una imagen preciosa. Mi corazón se derrite un poco más por el hombre
desaliñado.
Así es como nos metemos en problemas, Chloe. Resiste al hombre con un
pasado dañado y un corazón a la altura.
Santiago me descubre mirando. Su sonrisa se convierte en algo plano y vacío.
Una sensación de pérdida se apodera de mí, deseando que me sonriera como
antes.
Levanta a Marko del suelo y lo lleva hacia la puerta principal. —Marko, es
hora de decir adiós a Chloe. —Saca mi teléfono del bolsillo de su sudadera y
me lo pone en la mano—. Aquí tienes.
Mi piel se calienta por el contacto. Tengo la tentación de arrastrar su mano
hasta la mía y probar la conexión, pero vuelve a ser el mismo de siempre. El
que preparó el desayuno y bromeó con todo el mundo acerca de que íbamos
a salir ya se ha ido. No hace falta ser un genio para entender que yo soy el
problema y la razón de su cambio. Ahora que su familia se ha ido, la fachada
ya no es necesaria.
La sensación de rechazo se convierte en algo grande y feo en mi pecho,
alimentándose de mi inseguridad de no ser querida. Un demonio despiadado,
que aparece en el peor momento.
Abre la puerta. —Gracias por ayudarme.
—¿Así que eso es todo? ¿Ya no necesitas una novia falsa? —Me encoge el tinte
de tristeza en mi voz.
—Bueno, mi hermana no va a volver por...
—Chloe. Por favor, quédate —Marko se aferra a mis piernas con ambos brazos
y piernas.
—Tengo que ir a casa, pequeño —Le acaricio la cabeza.
—¿Volverás mañana? —Su labio se tambalea mientras me mira
fijamente—. Tío Santi me va a llevar en su barco.
¿Este hombre también tiene un barco? Lo más parecido a un barco en el que
he estado es el ferry que tomé para visitar la Estatua de la Libertad. Para ser
real, me encantaría salir en un barco y ver el lago de Como desde una vista
diferente.
Alargo el cuello hacia atrás, en busca de aprobación. La altura de Santiago
hace que cualquier cosa a la altura de los ojos sea un reto. Mi sonrisa
disminuye cuando él niega con la cabeza, respondiendo a mi pregunta.
No sé por qué esperaba más de él, pero la decepción me pesa en el pecho.
—Lo siento, amigo. Tengo mucho que hacer mañana.
Marko se separa de mí y deja escapar una bocanada de aire. —Miércoles.
Mis ojos se abren. —¿Perdón?
—Miércoles Papá lo dice cuando pierde carreras.
Oh. La charla de los niños para mierda. Lo tengo. Noah debe tomar los juegos
de pillar con su hijo en serio.
Santiago suelta una carcajada. Es incontenible y hace que su cara se ilumine.
Me gustaría que lo hiciera más a menudo, y me acuerdo de guardar ese
pensamiento para mi diario más tarde. Mírame pidiendo deseos para otras
personas. Lo contaría como mi acto desinteresado del día.
—¿Volverás? —Marko vuelve a sonreír.
—No te preocupes. Creo que te veré pronto —Le guiño un ojo.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque pido deseos y últimamente se hacen realidad.
—¿Y quieres volver a verme? —Los ojos de Marko se vuelven tan grandes
como dos cuartos.
—Por supuesto. ¿Quién más me protegería del dragón de las cosquillas?
Marko me da un fuerte abrazo antes de salir corriendo, alegando que tiene
que vigilar el castillo.
Santiago se frota la nuca. —Así que...
—Estas han sido las cuarenta y ocho horas más extrañas de mi vida —Salgo
al porche.
—Quiero estar de acuerdo, pero me han pasado cosas raras —Se apoya en la
jamba de la puerta.
Mis ojos revolotean hacia su pierna cubierta antes de darme cuenta de mi
error.
El comportamiento de Santiago cambia a algo irreconocible y casi aterrador.
Sus ojos se oscurecen y su mandíbula se tensa, ensombreciendo sus
pómulos. —No me refería a eso, pero gracias por el recordatorio.
—Lo siento. No quise decir eso...
—Está bien. Todo el mundo tiene la misma reacción. Lástima, asco y todo lo
demás. No eres un unicornio inmune a mi discapacidad —Escupió la última
palabra con tal desagrado que cubrió el aire que nos rodeaba.
No me molesto en dejarle decir la última palabra. En su lugar, doy un paso
hacia él, acortando la distancia y poniéndome de puntillas. Le paso la mano
por la nuca y atraigo su cara hacia la mía.
Nuestros labios chocan. Su cuerpo se pone rígido ante el beso y sus brazos
permanecen pegados a sus costados. Esa reacción no puede ser. Le paso la
lengua por el borde de los labios para tentarle. La suavidad de sus labios me
produce un cosquilleo en la columna vertebral. Se relaja y se deja llevar por
el instinto mientras me atrae hacia su cuerpo. Su boca se abre y su lengua
arremete contra la mía.
Es desordenado y caótico. No planificado y desquiciado. Algo que no se parece
a nada que haya experimentado antes, con los dedos de los pies curvándose
dentro de las zapatillas y la cabeza mareada. Una de sus manos callosas me
sujeta la cabeza mientras la otra recorre mi cuerpo. Es todo lo que no sabía
que me faltaba cuando besaba a los chicos en el pasado.
Mi cuerpo se estremece con su contacto, y gimo cuando su gran palma me
agarra una de las nalgas. Una abrumadora sensación de atracción invade mi
cabeza, la química que se crea entre nosotros es como la electricidad.
Besarlo es una experiencia totalmente diferente. Santiago me besa como un
hombre que ha encontrado un oasis en medio de un desierto. No es nada de
lo que esperaba, pero es todo lo que quiero. Y ese pensamiento me aterra,
especialmente con nuestra situación.
Aparto mi boca con brusquedad a pesar de que todo en mi interior quiere
continuar. Sus brazos caen a los lados, liberándome.
Me paso el labio inferior hinchado con la lengua.
Parece que quiere continuar, pero de alguna manera se contiene. Bien. No
creo que mi cuerpo pueda soportar la segunda parte.
Aprovecho su silencio. —La próxima vez que pienses que te miré con asco,
recuerda ese beso. No soy un unicornio porque prefiero ser un dragón en la
historia. De todos modos, son más malotes.
Se queda boquiabierto. No me molesto en dejar que me responda. Me alejo y
le lanzo una sonrisa que espero que exprese que ese ha sido el mejor beso
que he recibido en mi vida. Aunque no vuelva a ver a Santiago, podrá recordar
ese regalo de despedida. —Disfruta de tu tiempo con tu sobrino, Santiago —
Me deslizo hacia la zona de la valla por la que me colé antes.
—¡Puedes pasar por la puerta principal como una persona normal!
—Soy cualquier cosa menos normal, así que ¿por qué molestarse en fingir?
—grito, ignorando los arbustos que me rozan.
La carcajada que suelta mientras me desvanezco en el fondo me produce un
escalofrío.
Sonrío durante todo el camino de vuelta al hotel con su risa repitiéndose en
mi cabeza.
—¿Dónde demonios has estado? Hace una eternidad que me llamaste desde
ese restaurante italiano de mala muerte —La voz alzada de Brooke hace crujir
el altavoz de mi teléfono.
—¡Lo siento mucho! Hacía lo que podía dadas las circunstancias —Me tiro en
mi cama, los resortes crujen ante el repentino asalto.
—¿Qué pasó? Dejaste la parte en la que el tipo te robó el teléfono y planeaste
entrar en su casa para robarlo de nuevo. Pero pensé que te habían atrapado
ya que no me llamaste anoche.
Resoplo. —No vas a creer lo que ha pasado.
—Esto tiene que ser bueno. No escatimes ni un solo detalle.
Me sumerjo en una de las historias más salvajes de mi vida. Brooke escucha,
sin molestarse en preguntar mucho mientras le explico la serie de
acontecimientos que me llevaron a este momento.
—Mierda —susurra.
—¡Lo sé! Fue una locura.
—¿Y besaste a este hombre al azar después de conocerlo apenas un fin de
semana? Eso es tan...
—Diferente de mí. Lo sé. Pero empezó a cerrarse de nuevo, pensando que me
parecía feo por su pierna perdida. Lo llevaba escrito en la cara.
—¡Espera! No mencionaste nada sobre una pierna perdida. Cuéntame más.
—Bueno, creo que le falta todo por debajo de la rodilla derecha. No pude ver
mucho más porque su sobrino estaba en el camino.
—Suena caliente en un tipo de daño. Yo me lo montaría.
Gimoteo. —¡Brooke!
—¿Qué? Crees que es sexy y lo besaste. No es que vayas a casarte con él. No
hay daño, no hay falta.
—¡Sí, falta! Una gran Miércoles falta.
—¿Miércoles?
Mierda. —No podía maldecir delante de Marko.
—Mira cómo te pones en plan Disney Channel. Qué bonito.
—De todas formas, tu plan es una mierda porque, aunque quisiera volver a
besarle, no tengo ni su número ni su nombre completo.
—Voy a encender una vela por ti.
—Eso solo funciona en las iglesias.
Se burla. —No tiene sentido. El poder está en la voluntad. Eso y la vela de
Jesús de mayor calidad que pueda comprar un dólar.
Pongo los ojos en blanco. —Estás loca.
—De vuelta a ti. Así que, en toda esta historia, te perdiste una gran parte.
Me frunzo los labios pensando en lo que me he podido perder.
Brooke llena el silencio. —¿Ya te has presentado a tu padre?
—Oh. —Sí, Chloe, ¡la maldita razón por la que viniste aquí en primer
lugar!—. Estaba un poco ocupada.
—Claro, demasiado ocupada jugando a las casitas con Santiago, cuyo nombre
es injustamente sexy, muchas gracias —Su risa cacarea a través del pequeño
altavoz.
—Pienso pasar por la casa de Matteo mañana, ya que sé que Santiago no
estará allí.
—¡Alto chica! ¿Estás planeando escalar un árbol de nuevo?
—No. —Resoplo—. Pero en serio, no estoy segura de lo que haré. La idea de
hablar con él cara a cara me aterra.
—Es comprensible. Pero creo en ti y en tus deseos. Esto estaba destinado a
ser.
Cuanto más lo dice la gente, más lo creo. Pero hay una razón por la que la
gente dice que hay que tener cuidado con lo que se desea. Solo que aún no
he descubierto por qué.
Miro fijamente la misma puerta a la que llegué hace tres días. Esta vez no veo
ningún auto en la entrada ni oigo la música que suena en el patio trasero.
Miro la caja de altavoces que hay junto a la entrada. Por mucho que grite a
mis extremidades para que se muevan hacia ella, me quedo pegada en el sitio.
Las preguntas inundan mi cabeza cada vez que me planteo hablar con Matteo.
¿Cómo debo presentarme? ¿Y si dice que sabía de mí todo este tiempo y que
no le interesaba conocerme? ¿Y si me pregunta cómo ha sido mi vida hasta
este momento y mi sinceridad le asusta?
Mi confianza se agota con cada nueva pregunta que surge en mi cabeza.
Llamo a Brooke, desesperada por el apoyo.
Ella contesta al segundo timbre. —¿Qué pasa? Me preguntaba dónde has
estado toda la mañana.
—Todavía es de noche allí. ¿Qué haces despierta ahora mismo?
—Ultimando los últimos detalles para mi proyecto. ¿Qué no estás haciendo
ahora desde que me llamaste para distraerte?
—No puedo hacerlo.
—¿No puedes tener sexo con el chico bueno que vive en el castillo espeluznante?
—No. No encuentro el valor para hablar con Matteo. Mi cuerpo se tensa cada
vez que me animo a visitar su casa.
—Tal vez te preocupa que no sea una introducción natural.
—No estoy segura de que algo parecido a “Hola, soy la hija que no sabías que
existía” pueda sonar natural.
—¿En qué estás pensando?
—¿Qué quieres decir?
—Vamos. Sé cómo eres. Tiendes a ser impulsiva y quiero ver cómo puedo
disuadirte de cualquier nuevo plan que hayas pensado.
—¿Y si solicito un trabajo en la cafetería que tiene?
—¿Cómo sabes que es dueño de una cafetería?
—Umm... le seguí ayer después de nuestra llamada telefónica.
Brooke silba. —Maldita sea, chica. Ahora estás infringiendo todo tipo de leyes.
Primero, fuiste una mirona, luego te acusaron de un buen allanamiento de
morada a la antigua, ¿y ahora acechas a alguien? ¿Dónde estaba esa vena
rebelde cuando teníamos dieciséis años y te rogué que te escaparas a la fiesta
de Jack Gibson conmigo?
—No quería que me echaran de otra casa.
—Sin embargo, ahora estás en el camino hacia una casa más permanente. La
casa grande, si me entiendes.
Me río. —Bueno, ya está hecho. Estoy dejando atrás mi pasado ilegal. Ya no
soy esa chica.
—Vaya, tienes un tiempo de respuesta rápida para cambiarte.
—Brooke...
—¡Está bien! Dios, últimamente estás muy seria. Así que de vuelta a tu trabajo
en la cafetería.
Golpeo mi pie contra el suelo. —¿Qué te parece ese plan?
—Mal. No te gusta el café.
—Bueno, para trabajar en una cafetería no es necesario que te guste el café.
Todo lo que tengo que hacer es venderlo.
—Y hacerlo.
—Eso no es nada que YouTube no pueda arreglar.
Brooke se ríe. —Así que deduzco que planeas quedarte allí mucho más tiempo
que las dos semanas originales que planeamos.
Me muerdo el labio. —Sí. Puedo poner un anuncio para que alguien
subalquile mi apartamento y así no tendremos problemas para pagar el
alquiler mientras yo no esté.
Brooke chasquea la lengua. —No te preocupes. Estoy segura de que puedo
encontrar a alguien de la escuela que necesite un lugar para dormir.
—Gracias.
—Puedes agradecérmelo compartiendo todos los detalles sucios de esta
aventura. En serio, no puedo esperar a los futuros desarrollos de cómo intentas
colar tu verdadera identidad mientras trabajas para tu padre.
Suspiro y aprieto la cabeza contra el frío metal de la puerta. No recuerdo la
última vez que me cuestioné así. Y no estoy segura de ser capaz de lograr lo
que siempre he soñado.
Una familia a la que llamar mía.
9
Santiago
Hay ciertas cosas que quiero olvidar de mi vida. La primera es lo que sentí al
caminar con dos piernas normales. La segunda es la sensación de adrenalina
bombeando por mis venas mientras corría en un Prix. Y la tercera es la forma
en que Chloe me besó como si necesitara resucitar la parte dañada de mi
corazón que creía desaparecida desde hace tiempo.
El tercer recuerdo es el que me sigue molestando por muy ocupado que esté
cuidando de Marko. Me asalta en los momentos más inoportunos. Y no es
que mi sobrino ayude a mi causa de intentar superar el beso. No deja de
hablar de Chloe mientras protege su castillo, alegando que tiene que esperar
a su princesa.
Parece que no solo tiene embelesado a mi sobrino, sino también a mí. La
mujer es un enigma. Todo, desde la forma en que las mentiras fluyen a través
de sus labios sobre nuestra "relación" hasta la forma en que destroza la idea
preconcebida que tenía de que me encontraba repulsivo.
Ni siquiera es la forma en que me besó lo que tiene a mi cerebro enloquecido.
Más bien es todo lo que ese beso significó para ella y lo que quiso demostrar.
Chloe me desafió a mí y a mi idea de que ella estaba asqueada de mí y de mi
deficiencia. Se arriesgó y funcionó. Funcionó tan bien, que la respeto más por
ello. De hecho, me gustaría poder preguntarle si quiere repetirlo en otra
circunstancia sin mi sobrino cerca. Pero como el idiota que he sido con Chloe,
me doy cuenta de que nunca conseguí su número.
En lugar de permitir que la decepción se instale en mis entrañas, tomo el
asunto como lo que es. Una señal para no perseguirla. El destino tiene una
forma de intervenir en mi vida sin mí consentimiento, y ya es hora de que
escuche.
Chloe
Me apoyo en una pared a la vuelta de la esquina de la cafetería. —Puedes
hacerlo, Chloe. Este es el momento que has estado esperando veinticuatro
años de tu vida.
Después de respirar tan profundamente como para limpiar los pulmones de
cualquiera, mis nervios vuelven a un nivel algo aceptable. Una campana
suena por encima de mí cuando entro en la cafetería de Matteo. El aroma de
los granos de café expreso me golpea en la cara y una máquina gira en la
distancia.
Dejo de moverme cuando mis ojos se posan en mi padre por primera vez. Se
concentra en preparar una taza de algo, lo que me da tiempo a recomponerme
y mirarlo bien. Su cabello oscuro parece tan negro como el mío, con unas
leves canas en las sienes.
Sus ojos marrones captan los míos. Dos cejas oscuras se juntan mientras sus
ojos escudriñan mi rostro. Le pasa algo, pero niega con la cabeza.
¿Me reconoce? ¿Me parezco a mi madre? Quizá esperaba demasiado cuando
creé un escenario en mi cabeza en el que él me reconocía inmediatamente
como su hija perdida.
—Ciao. ¿Che cosa vuio bere?15
Sí, definitivamente esperaba demasiado. Abro la boca antes de volver a
cerrarla. Unas lágrimas inesperadas pinchan mis ojos, pero respiro
profundamente y me digo a mí misma que todo está bien. Ahora estoy aquí,
y eso es mejor que nunca.
Sus labios se vuelven hacia abajo, mostrando algunas arrugas profundas
cerca de sus ojos y boca.
—No hablo mucho italiano —suelto.
Asiente con la cabeza.
—Yo también sé hablar inglés. Mi madre nació en Nueva York. —Sonríe de
una manera que hace que me flaqueen las rodillas. Toda la experiencia de
conocerlo es algo indescriptible, con mi pecho apretado y las esperanzas a las
que hace tiempo renuncié filtrándose por mi cabeza.
Me froto las palmas húmedas por el vestido de algodón. —Oh, qué bien. Nueva
York. —Puedes hablar de la pintura de una pared, pero ahora pierdes la
capacidad de hablar cuando importa.
Se ríe para sí mismo. —Sí. ¿Has venido a por un café?
—Bueno, en realidad, me preguntaba si estaba contratando a un
barista. —Muy bien, mi enfoque fue tan suave como el papel de lija.
Mira alrededor de la tienda casi vacía, sus ojos rebotan del único cliente en
una esquina hacia mí. —Como no tenemos muchos clientes aquí, yo me
encargo de todos los pedidos.
Mi propio padre me echa la bronca. Me reafirmo mentalmente y levanto la
barbilla. No he pasado por un infierno para llegar hasta aquí y rendirme a la
primera señal de problemas.
15
¿Qué deseas tomar?
—Puedo ayudarte en lo que necesites. La contabilidad, el pedido de
suministros, el control de las existencias. —Enumero todo aquello en lo que
no tengo experiencia. Si aprendí a abrir una cerradura en YouTube, entonces
el mundo es mi ostra.
Sus cejas se levantan. —Bueno, me vendría bien la ayuda en una cosa, pero
la paga no es muy buena.
Intento mantener mi asentimiento a un nivel normal de entusiasmo. A estas
alturas aceptaría trabajar gratis porque estoy dispuesta a hacer casi
cualquier cosa para pasar más tiempo con él. —Claro. ¿De qué se trata?
Me explica el sueldo y que necesita ayuda para limpiar la tienda todos los
días porque se estropeó la espalda hace unos años. Mi emoción no decae
cuando me pasa un trapo y un limpiacristales. Pasar tiempo con Matteo es el
motivo por el que he viajado hasta aquí. ¿A quién le importa si estoy barriendo
el suelo o haciendo un café terrible para los clientes desafortunados?
Mientras pueda estar con él, no me importa mi trabajo.
Pienso aprovechar cada segundo con él, aunque signifique vivir una fantasía
de Cenicienta. ¿Quién necesita un hada madrina cuando me tengo a mí
misma?
Se necesitan dos días para limpiar los cristales, el asqueroso cuarto de baño
y fregar la pegajosa baldosa en silencio antes de que Matteo rompa la
incomodidad.
—¿De qué parte de Estados Unidos eres? —Hace la pregunta más sencilla,
pero de todos modos hace que mi corazón se acelere en el pecho.
—Nací en Nueva York. —Tal vez si le doy datos aquí y allá, entienda la
indirecta.
—Ah, como mi madre. Solía ir allí cada verano con mi hermano a
visitarla. —Se aclara la garganta y vuelve a concentrarse en la limpieza de su
cafetera.
Apenas puedo oír mi propia voz por encima del sonido de mi sangre golpeando
mis oídos.
—Entonces, ¿qué hiciste en Nueva York? —Me estremece la desesperación de
mi voz. Suave, Chloe, suave.
Matteo se ríe. —Casi todo. Mi madre se mudó a Estados Unidos después de
que ella y mi padre se divorciaran, así que cuando mi hermano y yo íbamos
de visita, solíamos aprovechar al máximo.
¿Recuerda haberse acostado con mi madre? ¿Se sorprenderá al darse cuenta
de que tiene una hija? Obligo a mis pensamientos a ir más despacio.
Matteo sigue con sus asuntos, ignorando que estoy clavada en el sitio,
mirándole fijamente. Mi cerebro grita que lo ataque con más preguntas. Pero
algo me dice que me contenga porque no quiero que sospeche de mí.
—¿Y es aquí donde vivías en los otros momentos del año?
—Sí. Mi padre nació y se crio aquí. Él mismo puso en marcha esta
tienda. —Matteo mira alrededor de la tienda, sonriendo.
—Vaya, es increíble. —Aprecio la tienda bajo una nueva luz, sabiendo que ha
pasado por cada generación.
—Sé que este pueblo es más pequeño que una manzana de Nueva York, pero
me encanta la gente y la tranquilidad.
—Tienes razón. Todavía me estoy acostumbrando a pasar por delante de la
misma gente cada mañana y a que me sonrían. En Nueva York, si sonriera a
un desconocido, podrían llamar a la policía por comportamiento sospechoso.
Matteo se ríe. Es un sonido pleno y sincero, con sus ojos arrugados.
Me quedo boquiabierta y un repentino impulso me impulsa a confesar quién
soy. Podría dejar de lado este disfraz y dedicar un tiempo real a conocerle en
plan hija-padre. Pero racionalizo que nuestra relación debe tomarse con
calma en lugar de lanzarme de cabeza. Me recupero de mi error de apreciación
temporal y consolido mi necesidad de contenerme.
—¿Te gusta esto?
Considero su pregunta y cómo la última semana ha sido lo más salvaje que
se me ha ocurrido. Desde colarse en la vida de otra persona hasta trabajar
para mi padre sin que él lo sepa, nada de mi experiencia ha sido típica.
Incluso el kit de ascendencia que se está elaborando me hace cuestionar de
dónde viene toda esta buena fortuna a lo largo de mi vida. Es como si cumplir
veinticuatro años significara que todas las partes de mi vida se alinearan tras
años de soledad y decepción.
Me decido por algo un poco más discreto.
—Puede que me parezca una locura, pero esta ciudad parece tener un poco
de magia. —Él. La gente. Santiago.
Matteo asiente con la cabeza. —La magia está en todas partes y en todo. La
gente solo tiene que creer en ella para que funcione. Si la notas, abrázala
porque eso es lo que nos hace soñadores.
Que mi padre hable de nosotros como un dúo hace que mis pulmones ardan
por una repentina inhalación de aire. Deseo tanto que haya un nosotros que
estoy dispuesta a embotellar toda la magia de esta maldita ciudad y
acapararla. Pero no todo está hecho para ser contenido, y la magia no es la
excepción a la regla.
11
Santiago
Me paso una semana entera manteniendo a Marko entretenido de alguna
manera dentro de los confines de mi casa. Para ser honesto, mi hermana no
me advirtió que el niño es lindo pero una bola de demolición humana. Nunca
había pasado tanto tiempo cuidándolo y estoy empezando a ver por qué. Al
octavo día de su estancia, ya ha pintado mis paredes con todos los crayones
de su arsenal y ha orinado más veces fuera del baño que dentro. He estado
lavando la ropa a todas horas para mantenerme al día con toda la comida que
cae sobre su cuerpo, y mi sofá se ha convertido en un ejemplo de lo que ocurre
cuando a los niños se les da vasos para adultos en lugar de vasos infantiles.
Desesperado por ayudar a Marko a expulsar algo de energía después de la
cena, le llevo a una muy necesaria visita al parque del lago. A mí también me
vendría bien algo para calmarme porque últimamente no consigo poner mi
mente en blanco. Si no estoy pensando en revisar el correo electrónico con la
propuesta de Noah, entonces estoy pensando en Chloe y en lo que está
haciendo durante nuestro tiempo de separación. Es como si los dos hubieran
trabajado juntos para causar estragos en mi cabeza durante los últimos dos
días.
Marko me entretiene, sin dejar que mis pensamientos se deslicen demasiado
hacia los profundos y oscuros pozos del autodesprecio cuando considero lo
que dijo Noah. Mi sobrino me muestra que todavía hay algo bueno que esperar
en el mundo, aunque no lo sienta exactamente así a menudo.
—¡Mira quién es! ¡La princesa Chloe! —La mano de Marko se escapa de la mía
mientras corre por el césped.
Me detengo y la miro fijamente a través del césped. Está sentada en la hierba
con las piernas cruzadas, agarrada a un objeto circular. Como una vieja mala
costumbre, me bajo la gorra para ocultarme de cualquiera que pase junto a
nosotros. No me preocupa demasiado que algún fanático me encuentre,
teniendo en cuenta lo vacío que está el parque a esta hora.
—¡Oye, tú! —Chloe se ríe mientras tira lo que estaba haciendo en la hierba.
Extiende sus brazos y Marko se lanza a ellos. La rodea con los brazos y las
piernas, demostrando por qué le apodaron Mono en primer lugar.
Mi curiosidad se dispara ante el objeto en el que estaba trabajando. Es un
círculo de bordado a medio terminar. El diseño es impresionante y
extremadamente detallado, con la brillante mezcla de flores aleatorias
destacando sobre el material de lino blanco.
Señalo su trabajo. —Estoy viendo una tendencia aquí. ¿Te gustan las flores
silvestres?
—Hay algo hermoso en el caos.
—Me recuerdan a ti. —Las palabras escapan de mi boca antes de que pueda
detenerlas.
¿De dónde coño ha salido eso?
Sus mejillas se sonrojan. —Algunas personas se sentirían ofendidas al ser
comparadas con un montón de hierbas.
—Tengo la sensación de que no estás en la misma categoría que esa gente.
—¿Por qué? —Un atisbo de sonrisa cruza sus labios.
—Porque los que ven la belleza en el caos también ven flores en lugar de malas
hierbas, y eso es un regalo en un mundo como el nuestro.
—Eso es bastante poético de tu parte. —El color rosa de sus mejillas se
intensifica.
Sonrío ante su reacción. Me lo pone demasiado fácil, y no voy a negar que
estoy deseando hacerla sonrojar. Coquetear con Chloe me vigoriza de una
manera que no había sentido en mucho tiempo.
Marko da un beso descuidado en la mejilla de Chloe, robando su atención de
nuevo. —Te he echado de menos. —Se baja de su regazo y se sienta a su lado.
Su pequeña mano acaricia la hierba a su lado mientras me mira.
Vamos, Marko. Se supone que eres mi copiloto. Miro el césped con tanto odio
que me sorprende que no se incendie. Levantar y bajar del suelo siempre fue
una de las actividades de fisioterapia que menos me gustaban. No porque
fuera difícil, sino porque hacía tan evidente que, para empezar, tengo una
discapacidad.
Chloe se ríe, suave y despreocupadamente, mientras aparta un mechón de
cabello del ojo de Marko. —Aw, yo también te extrañé.
—¿De verdad? —Sonríe de esa manera tan contagiosa que tiene. Sus ojos se
estrechan hacia mí mientras vuelve a dar una palmada en el suelo—. Siéntate,
Tío.
Evito la mirada de Chloe mientras respiro profundamente. He practicado este
movimiento cientos de veces en rehabilitación, pero ejecutarlo cerca de Chloe
me hace sentir otra sensación de temor. Que me haya besado no significa que
esté interesada en algo más. Y el beso fue una forma de probar su punto de
vista en lugar de hacerme sentir bien. Basado en la forma en que ella no mira
en mi dirección, soy el único idiota que no puede sacarlo de mi cabeza.
Ignorando el ácido que rueda por mi estómago al hacerme parecer menos
hombre delante de Chloe, adelanto la pierna izquierda para mantener el
equilibrio y luego doblo la derecha. Mi prótesis golpea la hierba al mismo
tiempo que las palmas de mis manos. Transfiriendo el peso de mi cuerpo a
los brazos, tiro de las piernas hacia adelante y delante de mí. Es incómodo e
inconexo, y cada segundo pasa a paso de tortuga.
Chloe se centra en hacer cosquillas en el estómago de Marko. Su indiferencia
me llena de una nueva ola de aprecio. Es como si supiera lo que tiene que
hacer sin que yo tenga que pedírselo, y eso es algo que todavía no he
experimentado con nadie. Ni siquiera mi propia familia sabe cómo actuar
cuando tardo más en hacer lo que antes era algo natural.
Sus cosquillas dejan a Marko sin aliento y con la cara roja.
—Acaba de comer, así que a menos que quieras que se convierta en un
lanzador de vómitos, yo pararía. —Coloco las manos detrás de mí mientras
contemplo la puesta de sol reflejada en el lago.
Marko hace un ruido de mala leche.
—Qué asco. No queremos eso. —Ella arruga la nariz de la manera más linda.
Marko abandona su lugar entre nosotros y corre en círculos, haciendo ruidos
de arcadas entre risas.
—Tengo curiosidad. ¿Qué te hizo querer dar un paseo por el parque? Pensé
que no salías mucho de tu castillo. —Arrastra un dedo por debajo de la visera
de mi gorra, levantándola.
Sus ojos azules se oscurecen mientras se centran en mí lamiendo mis labios.
Hmm. Tal vez ella también piensa en nuestro beso. —Quería asegurarme de
que no había ningún gato que necesitara ser rescatado.
Deja caer la cabeza hacia atrás y se ríe. —No he oído ningún llanto en los
árboles, así que creo que estamos bien.
—Eso es genial. No podemos permitir que los revises y te caigas de nuevo.
—No habría caído si no fuera por una sombra grande y melancólica que me
asustó en medio de la noche.
—No todos los días tengo un intruso que quiere subirse a un árbol de mi
propiedad.
Se burla. —El hecho de que tengas que especificar qué tipo de intruso tienes
dice mucho.
Me encojo de hombros. —La gente es rara e invasiva.
—Tal vez estén interesados en comprobar si su casa está embrujada.
Es mi turno de reír. —¿Qué?
En serio, ¿cómo puede esta chica no saber que soy famoso? No puedo
recordar la última vez que he sido completamente anónimo. A los dieciocho
años, ya tenía más de cien mil seguidores en mis cuentas de redes sociales.
—Tú casa. ¿La has visto? Es como la Mansión de Luigi pero menos divertida.
—¿Eres fan de Nintendo?
—¿Tú no? Ten cuidado con la respuesta. Podría tener que terminar esta
amistad antes de que tenga una oportunidad real.
¿Amistad? Tiene que estar bromeando. No voy a ser amigo de una mujer que
me besa como si pudiera morir sin ella. De ninguna manera. Al diablo con
eso.
—Por supuesto que me gusta Nintendo. Crecí usando Mario Kart como
práctica.
—¿Práctica para qué? —Sus cejas se fruncen.
Mierda. Ignoro el impulso de revelar mi pasado en las carreras. —Para
conducir de verdad. ¿Qué más?
—No sabría decirte. Nunca aprendí a conducir.
—¿Qué? ¿No sabes conducir? —Trato de asimilar el concepto. Llevo
conduciendo karts desde los cuatro años.
—¡No! Crecí en Nueva York. Nadie sabe conducir.
—Vaya. Eso necesita ser enmendado.
Se ríe para sí misma. —¿Y vas a ser tú quien se sacrifique por la causa?
—No es un sacrificio si estoy dispuesto. —Sonrío.
Marko, un extraordinario bloqueador de pollas, nos interrumpe, apretando
mi cuello con sus brazos sudorosos. —¿Hora de tomar un helado?
—Hmm, no lo sé. Ya comiste helado ayer.
—¡Por favor! —Me aprieta más el cuello—. Eres el mejor tío de la historia.
—Gracias. Ha sido una dura competición conmigo mismo, pero me alegro de
haber ganado.
Chloe se ríe y yo quiero escuchar más.
—¿Entonces sí? —Marko se queja.
—¿Por qué no vas a correr un poco más? —Ve a correr. Ve a esconderte. Ve a
arrancar hierba del suelo como hacía yo cuando tenía tu edad. Cualquier cosa
para darme una pizca de privacidad con Chloe.
—Entonces, me pondré a vomitar. —Hace arcadas falsas.
La profunda risa de Chloe hace que mi polla se despierte como si fuera la
hora de jugar.
—Entonces siéntate. —Le doy una palmadita a la hierba. Si funcionó
conmigo, tal vez funcione con él.
Se acerca a Chloe, se mete en su regazo y le sujeta el rostro con sus manos
regordetas. —Princesa, ¿puedes llevarme? El dragón de las cosquillas está
malhumorado.
La pequeña mierda.
Chloe me mira con una ceja levantada. —No quiero que el dragón de las
cosquillas se enfade conmigo.
—Por favor. —Marko hace un mohín.
—Bien. Podemos irnos. —Exhalo.
—¡Sí! —Marko aplaude y se levanta, ofreciendo su mano a Chloe—. ¿Vienes?
Chloe abre la boca, claramente queriendo rechazar a Marko.
Yo intervengo. —No quieres decepcionar a un niño de cuatro años porque
tienden a guardar rencor. Y este pequeño es el peor en eso. Me obligó durante
toda una semana a disfrazarme de Elsa porque no quería ver Frozen con él.
Se ríe para sí misma mientras recoge los pocos objetos que tenía esparcidos
por la hierba. —Claro. ¿Por qué no? No tengo nada más que hacer esta noche.
—Se levanta del suelo con facilidad.
Hago un movimiento para levantarme antes de recordar que ya no puedo
hacerlo de la misma manera. La vena sobre mi ojo palpita mientras me
preparo.
Joder. Esto fue una idea terrible. Subir es mucho peor que bajar.
—Hey. —Chloe se inclina y me clava dos ojos de zafiro—. Marko te llama Iron
Man, ¿verdad?
Levanto una ceja, ignorando la contracción de los músculos de mi estómago
por la nueva ola de nervios. —Sí.
La cicatriz que tiene sobre el labio se mueve mientras sus labios se separan.
—¿Y sabes lo que hace especial a Iron Man?
—¿Su traje?
Se ríe y se inclina hacia mi oído. El aire caliente que sale de su boca me hace
saltar chispas. —No. Iron Man es especial porque es dueño de lo que es, sin
importar lo que la gente piense de él. No pide disculpas y la gente se siente
atraída por él como un imán. Personalmente, no me importa si tardas un
minuto o una hora en levantarte. Lo único que importa es que lo hagas.
¿Cómo diablos la vida me ha puesto a esta chica en el camino? Estoy
destinado a destruirla antes de que tenga la oportunidad de escapar. Ella es
demasiado buena para alguien como yo.
Me trago el nudo en la garganta. —¿Es tu discurso del día del partido?
—Este es mi discurso de sacar la cabeza del culo. Reservo los discursos del
día del partido para ocasiones especiales como maratones de sexo y para salir
de la cama los domingos.
Mi polla está interesada en ambas opciones con ella. Chloe es la mezcla
perfecta de dulzura y sensualidad, y me la pone dura solo con su presencia y
sus palabras.
Se aleja de mí, llevándose su calor. Marko le pide que le vea correr por la
hierba, y ella se acerca a él.
Hago lo que me dijo Chloe y dejo de lado la idea de que me mire. En su lugar,
me concentro en los movimientos para levantarme. Agarro mi prótesis y la
cruzo sobre mi pierna izquierda. Rodando sobre mis rodillas, llevo el pie
izquierdo hacia adelante y lo presiono contra el suelo antes de ponerme de
pie.
Limpio la suciedad que se adhiere a mis manos. Nadie me presta atención y
disfruto de la calidez que me recorre el pecho por mi logro. En lugar de mi
habitual odio hacia mí mismo, me siento más fuerte. No solo porque he podido
levantarme, sino porque he encontrado a alguien cuyo primer instinto no es
el de cuidarme o evitar hablar de mi lesión. Sinceramente, parece que a Chloe
le importa una mierda. Me trata de igual a igual, que es más de lo que puedo
decir de mucha gente. Me tiene deseando conocer a la verdadera ella en lugar
de la mentira que he creado en mi cabeza. Y ya no me opongo a ello.
Chloe
—Qué imbécil. —Brooke habla por encima del pitido de las bocinas de una
ajetreada mañana en Nueva York. No es normal que me llame en su paseo
matutino, pero la entretuve desde que Matteo salió de la tienda.
—Dímelo a mí. No puedo creer que mintiera sobre la enfermedad de un niño.
¿Quién hace eso? —Paso la fregona por el suelo de la cafetería.
—¿Alguien que está acostumbrado a mentir para salirse con la suya?
Arrugo la nariz. —Ugh. Debería haberlo sabido.
—¿Qué vas a hacer con él entonces?
—Bueno, espero que no nos encontremos nunca más.
—Hablando de encontrarse con alguien...
Respiro con fuerza. —¿Qué ha pasado?
—Me encontré con tu madre.
—No. ¿Cuándo?
—Sí. Esta mañana volvió a pasar por nuestro apartamento. No la vi cuando salí
corriendo por la puerta, así que terminé derramando mi café sobre mi blusa
favorita cuando nuestros cuerpos chocaron.
Hago una mueca de dolor y me doy cuenta de que tengo que pagar la factura
de la tintorería de Brooke. —Estás bromeando.
Brooke suspira. —Lamentablemente no. Mientras estaba allí, empapada de
café caliente, tuvo la audacia de preguntarme si estabas allí. Le dije que
estabas en Europa.
—¿Qué?
—Joder. Sabía que era lo que no debía decir. —Ella gime—. Lo siento. Fue mi
culpa. Pero para ser justos, no estaba pensando bien. Todo mi café había caído
en mi camisa en lugar de en mi boca.
Suspiro. —No necesitas disculparte conmigo. Ella no es tu problema.
—Pero todavía me siento culpable.
Odio poner a Brooke en esta posición. No debería tener que actuar como
intermediaria entre mi madre y yo, especialmente cuando no estoy allí para
ayudar. —No lo hagas. Por favor. Ella es la que se equivocó. ¿Qué dijo cuando
le dijiste que estaba fuera del país?
—Me preguntó si ahora trabajabas de azafata porque era la única forma de
poder permitirte viajar.
—Qué perra.
—Estoy de acuerdo. Le dije que se fuera a la mierda y que tuviera un buen día.
Me apoyo en el mostrador y me quito el cabello suelto del rostro. —¿Debo
llamarla y decirle que deje de venir a nuestra casa? No quiero que te moleste
mientras yo no esté.
—No. No le prestes atención. Si hay algo que he aprendido de mis
espeluznantes ex-novios, es que la atención solo refuerza su comportamiento.
—¿De verdad?
—Sí. Lo he probado una y otra vez. Primero se enfadan porque no les das lo
que quieren, pero al final se rinden y encuentran a otro al que acosar.
—¿Y funciona?
—Eventualmente. No es como si pudiera obtener dinero de ti si ni siquiera estás
aquí.
—Tienes razón.
Se ríe. —Como siempre.
—Gracias por tratar con ella y por aguantarme. ¿Cómo podré compensarte?
—Encuéntrame un marido. Todo lo que pido es alguien con un gran..
—¡Brooke!
—¡Corazón! Un gran corazón.
Suelto una risita, borrando cualquier ansiedad por mi madre. Ella no puede
molestarme cuando estoy a miles de kilómetros de distancia. Y al final, soy
yo quien da permiso a la gente para hacerme daño. Por fin, me pongo en
contra de ella y dejo atrás esa parte de mi vida.
Esta vez utilizo la puerta lateral como una persona normal y entro en la casa
de Santiago. Un llanto procedente del fondo del pasillo me guía hasta un
dormitorio del primer piso.
Marko se retuerce en el colchón. Su camiseta de pijama está arrugada en el
suelo, cubierta de vómito.
—¡Chloe! —Marko grita en cuanto me ve.
Santiago se pone al lado de Marko y le agarra la mano con un apretón de
acero. Mira por encima de su hombro y el alivio inunda instantáneamente su
rostro. —Muchas gracias por venir. Estoy muy agradecido de que estés aquí.
Aparto el revoloteo de mi estómago ante su sinceridad. Contrólate, Chloe. Este
hombre es una mala noticia. Es el equivalente humano de la sección de
obituarios del periódico.
—No hay problema. Deja que le eche un vistazo. —Coloco mi mano en el
hombro de Santiago y le doy un apretón. Los músculos se tensan bajo mi
contacto.
—En serio. Te lo debo. No tengo ni idea de cómo arreglar esto o cómo ayudar.
—Las arrugas en la frente de Santiago disminuyen. Da un paso atrás,
dejándome algo de espacio.
Sonrío a Marko. —Hola, pequeño.
—Hola —dice con voz áspera Marko, sentándose más alto.
—¿Qué pasa? —Le aparto el cabello húmedo de la frente y le aprieto la mano—
. Al menos no tiene fiebre. Eso es una buena noticia.
—Yo atrape la bleh16 —Marko frunce la nariz.
—Creo que le bajó la fiebre después de vomitar la segunda vez. —El aliento
de Santiago me calienta el cuello, haciéndome temblar.
Chloe, concéntrate en el niño, no en la figura corpulenta detrás de ti.
—Echo de menos a mamá. Ella me besa mejor —murmura Marko.
16
Referirse a estar enfermo.
—Lo sé. Mamá también desearía estar aquí. ¿Quieres beber un poco de agua?
Quizá te haga sentir mejor. —Tomo la botella de plástico de la mesita de noche
y se la paso.
Marko me lo arrebata de las manos y chupa la pajita.
Me dirijo a Santiago. —¿Qué han comido hoy los dos?
—Nada fuera de lo normal. Hice nuestros habituales panqueques por la
mañana, pasta para el almuerzo y luego pollo y arroz para la cena.
—¿Y has comido lo mismo? ¿Te sientes bien?
—Sí, y me siento bien. La única diferencia son los bocadillos que come, pero
los ha estado comiendo todo el tiempo que ha estado aquí. Nunca se enfermó
antes.
Pienso en mi formación en la guardería. —¿Alguna alergia alimentaria?
Se tira de su grueso cabello. —No. Puede comer cualquier cosa y todo.
—Entonces debe tener un virus estomacal.
—¿Princesa? —Marko me toca el hombro.
—¿Sí? —Me vuelvo hacia él.
—No me siento bien de nuevo. —Su rostro, incluso en la tenue iluminación,
pierde parte de su colorido.
Me quedo helado. —¡Oh, no! ¿Dónde está el cubo, Santiago?
—¿Cubo?
Ugh. Tal vez pueda llevarlo al baño antes...
El agua que Marko ha tragado vuelve a aparecer, y no soy fan de la repetición.
Satura el edredón.
Santiago murmura algo en voz baja.
Se me aprieta el pecho al ver que Marko vuelve a llorar. Tiro el edredón de las
piernas de Marko y lo lío en la esquina del colchón.
Me estremezco cuando los lamentos de Marko se convierten en toses
desgarradas. —Si sigue así, puede que tengamos que llevarlo al hospital.
—Mi hermana se asustaría y volvería corriendo aquí. Si tienes otra idea, me
parece bien. —La voz de Santiago alcanza un nuevo nivel de pánico.
—Bueno, está bien. Relájate. Vamos a ver qué pasa en la próxima hora.
Deberíamos trasladarlo a tu cama para que puedas vigilarlo. —Me quito de
en medio para dejarle espacio a Santiago para que agarre a Marko. Cada paso
que da es seguido por un fuerte golpe.
Compruebo el soporte físico que lleva en la pierna. Nunca había visto nada
parecido. Su pierna derecha está sujeta a una especie de dispositivo en el que
puede arrodillarse sobre una almohadilla unida a un poste estabilizado. La
rodilla y el muñón descansan cómodamente sobre la almohadilla, cubiertos
por una especie de calcetín protector.
Marko se arrastra a los brazos de Santiago que le esperan.
Vuelvo a echar un vistazo al tipo especial de muleta para caminar. —
¿Quieres que lo lleve yo en su lugar?
Su espalda se tensa.
Así se dice lo que no se debe.
Su espalda sube y baja mientras respira profundamente. —No hagas eso.
—¿Hacer qué?
—No empieces a tratarme como si fuera diferente —susurra.
Mi cuerpo se bloquea al oír su voz rota. Incluso después de que me mintiera,
mi corazón se duele de él de una manera que nunca había sentido antes.
Hace que sea imposible seguir enfadada con él. No con su aspecto derrotado,
atormentado por cualquier pensamiento que le corroa.
—Lo llevo así todas las noches después de que se duerma en mi cama. No es
gran cosa. —Se vuelve hacia la puerta, sin molestarse en mirarme.
¿Cómo puedo hacer desaparecer la tristeza de su voz?
Piensa, Chloe, piensa.
—Nadie debería estar tan bien como tú mientras llevas un niño. Eres un
riesgo para que los ovarios de las mujeres exploten en todo el mundo —digo
mientras imagino un enjambre de emojis de morenas con palmas en la cara
flotando alrededor de mi cabeza.
¿Qué puedo decir? No hay mejor manera de romper la incomodidad que hacer
un cumplido a un hombre. Sus egos son como plantas hambrientas que
necesitan sol.
Capto su sonrisa antes de que salga de la habitación. Boom. Logro
desbloqueado.
Tampoco miento. Ver a Santiago cargando a Marko es lo máximo para los
ojos. Olvídate de los abdominales y de los brazos con tendones. Después de
esta exhibición, me encantan los hombres que acunan a niños pequeños y
les besan la frente. Santiago está oficialmente en la cima de mi lista sexy.
Está bien, ¿a quién quiero engañar? Él es la lista.
Los sigo por detrás, fascinado por la forma en que Santiago se mueve con su
aparato. Santiago camina más despacio, con el sonido del estabilizador
resonando en las paredes de su casa. Sigue siendo ágil con el dispositivo tipo
muleta, claramente cómodo en su entorno. Para ser sincera, es más elegante
que yo, que tengo las dos piernas firmemente plantadas en el suelo.
Deja de caminar. —Prácticamente puedo sentir tus ojos sobre mí.
—Lo siento. Soy demasiado curiosa para mi propio bien. —Me sonrojo.
Agradezco estar detrás de él porque lo último que necesito es mostrarle lo
nerviosa que estoy.
—Créeme, soy muy consciente.
—¿Cómo se llama?
—Un iWalk17. Es lo que me gusta llevar cuando no quiero pasar por la
molestia y la incomodidad de la pierna. —Continúa caminando.
Algo me dice que el simple hecho de admitir su dolor y su malestar le sacó de
quicio. Es la primera vez que me habla de su discapacidad de forma directa y
no como algo de lo que avergonzarse. Me encuentro con ganas de fomentar
más de eso en él.
Ugh. Tiene razón. Soy demasiado curiosa y seguro que salgo perjudicada por
ello.
Disimulo mi sorpresa. —Es la cosa más genial que he visto nunca. Marko
tiene razón. Eres Iron Man.
La espalda de Santiago tiembla por la risa silenciosa. —Deberías ver mis otros
aparatos y artilugios.
—No sé si eso es una insinuación para algo no clasificado como PG18.
Santiago refunfuña algo que no puedo oír antes de hablar más alto. —No
quieres nada más que PG de mí. —Entra en su habitación, dejándome en el
pasillo.
Me tomo un momento para recuperar el aliento. ¿Por qué este hombre es tan
exasperante? Y lo que es peor, ¿por qué me preocupa cambiar la forma en
que se percibe a sí mismo? Ha mentido, Chloe. Solo estás aquí para ayudar a
Marko, no para saber más sobre su tío.
Así es como me meto en problemas cada vez. Creo que puedo arreglar a las
personas dañadas cuando acaban como mi madre: decepcionantes y
crónicamente alérgicas a la estabilidad.
Entro en su dormitorio. La luz de la luna llena se cuela por un gran ventanal,
guiando nuestros movimientos. Santiago lleva a Marko al baño y le ayuda a
lavarse los dientes.
17iWalk BIOM es un pie protésico que está activado robóticamente. Eso le permite comportarse como un pie
natural y adaptarse mejor a diferentes tipos de terreno abrupto, rampas y escaleras
18 Audiencia para todo público.
La estética de la habitación encaja con el propietario, con colores oscuros y
pocos recuerdos. Su espacio carece de cualquier cosa que me ayude a
entender al hombre que vive aquí. Sinceramente, es bastante triste. La
habitación de Santiago no se parece en nada a mi dormitorio en casa, que
rebosa de todo lo que amo en el mundo. Crecer en un hogar de acogida me
hizo apreciar cada centímetro de espacio, haciendo de cada lugar en el que
vivo un hogar.
Una masculina cama con dosel domina el centro de la habitación con su
enorme colchón. Resisto la tentación de saltar sobre ella y probar los muelles.
—¿Pijamada? —Marko murmura, con los ojos caídos.
—Esta noche dormirás conmigo. —Santiago le ayuda a acomodarse en el
centro de la cama, las oscuras mantas se lo tragan.
—Chloe. Quédate. —Marko palmea la cama a su lado.
Mis ojos pasan de la cama a Santiago. No se molesta en mirarme, sino que
prefiere concentrarse en sus manos. Gracias por nada.
—Uhm. Me voy a sentar en el sofá del salón durante una hora por si me
necesitas. —Me muevo para hacer mi salida.
—No —se queja Marko.
Me cuesta resistirme. Malditos niños con sus pequeños ceños fruncidos y sus
ojos tristes. ¿Cómo puede alguien decirles que no?
—¿Te importa? —Miro a Santiago.
Por favor, que te importe. Digamos que esto es una mala idea y terminemos la
noche.
Sacude la cabeza.
Bastardo.
Refunfuño para mis adentros mientras tiro de los cordones de mis zapatillas
y las arranco. Subir a la cama de Santiago es toda una experiencia. El colchón
es de una espuma vudú, y suspiro mientras mi cuerpo se hunde en el cojín.
Santiago va a tener que contratar una grúa para sacarme porque no voy a
salir nunca de esta cama.
Marko se acurruca a mi lado y coloca su cabeza en mi pecho. —Mamá me ha
abrazado así. —Me arranca la mano y la coloca en su espalda—. Tío. Tú
también. —Da las mismas palmaditas en la cama que a mí.
Santiago me mira fijamente y traga visiblemente.
Sonrío. ¿Qué te parece ahora, traidor?
Sus manos se aprietan delante de él, formando dos bolas apretadas.
—Tío —habla Marko más alto, con la voz entrecortada.
Santiago baja la cabeza, dejando escapar la respiración más larga.
—No pasa nada. Esta cama es lo suficientemente grande como para que
quepa toda una familia —le ofrezco, esperando aliviar su malestar.
Se sube a la cama y nos da la espalda. El silencio se rompe con los chasquidos
que hace para quitarse las correas de su iWalk. Coloca su funda de calcetín
en la mesilla de noche con una mano temblorosa.
Me duele el corazón ante su angustia. Quiero decirle algo para que se sienta
mejor, pero no sé cómo reaccionará.
Los músculos de Santiago se tensan mientras se coloca bajo las sábanas.
Mantengo la mirada fija en su rostro para ofrecerle algo de intimidad, pero no
la suficiente como para que piense que me desánimo. Me niego a volver a
recorrer ese camino porque no sobreviviré a besarle de nuevo. El único que
tuvimos se ha quedado grabado para siempre en mi memoria, con los labios
hormigueando ante la idea.
Marko me toma la mano y la une a la de Santiago. Una sensación eléctrica se
extiende por mi piel debido al contacto. Santiago flexiona su mano antes de
apretar la mía. ¿Siente él el mismo tipo de conexión entre nosotros? ¿Cómo
puede no sentirla? Es como si salieran chispas de nuestra piel cada vez que
nos tocamos.
—Mucho mejor. Como mamá y papá cuando tengo miedo. —Marko palmea
nuestras manos unidas.
Le arranco una sonrisa a Marko tratando de recrear lo que le hace sentir
cómodo.
Marko no tarda en dormirse sobre mí. Al final deja escapar suaves ronquidos
al inspirar y espirar.
—Gracias por venir a salvar el día. No sé qué habría hecho sin ti. —Los ojos
de Santiago siguen concentrados en el techo.
—De nada.
Parecen diez minutos antes de que vuelva a decir algo. —Podrías haber dicho
que no.
—Sé que puedo tener algunos contras, pero no soy precisamente malvada.
—Simplemente letal. —Una leve sonrisa cruza sus labios.
Dejé escapar una carcajada.
Santiago gira su cabeza hacia la mía. —Siento haber mentido para no ir en el
barco contigo.
Mis ojos encuentran los suyos. Un espectro de sentimientos brota de él con
una sola mirada. Dolor. Tristeza. Arrepentimiento. Es la misma mirada que
reconozco en mí a lo largo de los años. Verla en otra persona me golpea de
forma diferente, obligándome a empatizar con él.
Evito el deseo de responderle con un chiste sobre los mentirosos que siempre
se disculpan. En su lugar, suelto un fuerte suspiro. Marko no se inmuta
cuando mi pecho se mueve.
—Me arrepiento de haberte mentido —susurra—. Al final, todo fue para nada.
Dejé que mi propia inseguridad gobernara mi comportamiento, y ni siquiera
importó. Te molesté al querer evitar que vieras exactamente lo que te mostré
esta noche. Excepto que esta versión es mucho peor.
—¿Por qué? —Una palabra, un montón de preguntas diferentes que necesitan
una respuesta. Intento sacar mi mano de su agarre, ya no necesito fingir por
el bien de Marko.
Santiago me sujeta. —Me ponía nervioso que me vieras solo con el traje de
baño y la pierna. —Hace una pausa—. Nadie me ve así, excepto mi familia.
Cuando te invité a nadar, no me di cuenta de mi error. Todo parecía tan...
Natural. Quiero completar la palabra por él, pero me detengo. Mi corazón se
resquebraja por este hombre que lucha por reconciliarse consigo mismo. La
baja autoestima es una dura batalla. Su confesión me golpea de forma
diferente porque parece un Adonis en todo el sentido de la palabra. Una vez
más, Santiago revela otra capa de sí mismo que no puedo dejar de apreciar.
¿Cómo puede alguien que parece tan perfecto tener tantos defectos?
—No me importa algo como una prótesis de pierna, pero te niegas a aceptarlo.
Tu lesión no te define. Tus decisiones lo hacen. —Cierro los ojos, queriendo
escapar de su mirada. Sin embargo, todo lo relacionado con nuestra
proximidad hace que mi cuerpo sea consciente de él de una forma que
desearía que no fuera posible.
El silencio cubre el aire. Su agarre en mi mano se afloja y me zafo de su
agarre.
Permanezco despierta y espero una respuesta que nunca llega. Al final, me
duermo con la constante respiración de Marko.
Chloe
Me agarro al mango de la fregona mientras la paso por el suelo de la tienda.
Suena el timbre de la puerta y me giro para mirar a los recién llegados.
—¡Hola, Chloe! —Marko saluda. Sus auriculares hacen juego con su traje de
Iron Man.
Me giro a tiempo, dejando caer la fregona mientras Marko corre a mis brazos
para abrazarme. —¡Hola! Me alegra ver que te sientes mejor.
—Ya no hay más vomito. —Marko pone una cara divertida.
—Me gusta tu traje. Me recuerda a alguien que conozco. —Miro a Santiago.
Lleva una gorra de béisbol que oculta sus ojos bajo la visera. Su camiseta y
sus jeans amoldan a su firme torso. Suspiro.
Sonríe cuando mis ojos conectan con los suyos. —Hola.
Atrapada. ¿Cómo una palabra de su boca hace que todos los nervios de mi
cuerpo se disparen al unísono?
Mis mejillas se calientan. —Hola.
Le tiembla el labio. Coloca a Marko en una mesa vacía con su iPad antes de
volver a caminar hacia mí. —No tuve la oportunidad de darte las gracias de
nuevo antes de que te escaparas esta mañana.
¿Ha venido hasta aquí para dar las gracias? Mi corazón me traiciona, se
acelera en mi pecho. —Sí. No quería llegar tarde a mi turno.
—Ya veo. —Santiago mira alrededor de la tienda vacía. Matteo está trabajando
en la oficina de atrás, contando los suministros ya que es un día lento.
—Así que... —Me balanceo sobre mis talones.
—Bueno, en realidad necesito decirte algo. Anoche te quedaste
dormida y... —Su voz se interrumpe. Sus ojos se deslizan por mi cuerpo, y
siento cada segundo.
—Bueno, para ser justos, no dijiste nada durante un rato y me quedé como
noqueada.
Él sonríe, pequeño y vacilante. —Sí. Sobre eso... No quiero que haya más
mentiras entre nosotros. Fue divertido -y un poco desastroso- fingir delante
de Maya y Noah lo nuestro, pero no suelo ser así. Te juro que has visto las
peores partes de mí.
—¿Seguro que hay una parte buena?
Se ríe. —Puede ser. Pero, en realidad, a mi hermana le entusiasmó la idea de
ti, así que le seguí la corriente. Está pasando por un momento difícil, e hice
lo primero que pensé que la distraería. Y para ser justos, una novia falsa fue
la primera idea que se me ocurrió para explicar por qué había un extraño en
mi casa. Pero, de cualquier manera, no está bien, y planeo confesarle la
verdad una vez...
—No tienes que hacer eso. Está bien. Podemos inventar algo en su lugar. Pero
debería ser tu última mentira.
—De acuerdo. —Santiago se aclara la garganta, llamando mi atención sobre
su grueso cuello y los músculos que sobresalen de la espalda de su camisa.
Se quita la gorra y se pasa la mano por el cabello de forma pícara. Los
músculos de sus brazos se mueven, intentando saludar.
En serio. ¿Puede ser menos atractivo, por favor?
Mis ojos se deslizan de su cuerpo a su cara. —¿Era eso todo lo que
necesitabas decirme?
—No. No quiero que te enfades, pero hay algo más que debes saber sobre mí.
Espero que mi honestidad sobre la situación compense la falta de honestidad
en primer lugar porque me gusta salir contigo. De verdad. Así que, por favor,
no te enfades demasiado, ¿está bien? —Su voz lleva una nota de esperanza,
pero sus palabras me hacen sentir aprensión.
—No es justo pedirle a alguien que no se enfade antes que tú...
—Oh, mio dio, ¡sei Santiago Alatorre! 19
19
—Oh, Dios mío, ¡eres Santiago Alatorre!
—Déjame explicarte. —Los ojos de Santiago pasan de mí a Matteo y de nuevo
a mí.
Se me revuelve el estómago al ver su cara.
Matteo se abre paso, claramente sin leer la habitación.
—Por supuesto. Hemos sido leales a Bandini durante décadas. —Su cara
parece la de un niño en la mañana de Navidad. Esta es la mayor emoción que
he visto en mi padre, y resulta que es hacia la única persona de la que
claramente no sé mucho.
Lo único que sé es que Santiago Alatorre es un mentiroso. Un mentiroso
grande, gordo e imposiblemente atractivo.
—Mi hijo es un gran fan tuyo y de tu cuñado. Dice que han sido el mejor dúo
en años. —Matteo sonríe.
Una poderosa ola de celos me golpea. ¿Matteo tiene un puto hijo? Me tiemblan
las rodillas y cierro las piernas para no caerme. Los celos se enroscan en mi
corazón y le dan un apretón.
—¿Tu hijo? —Se me atragantan las palabras.
Matteo asiente. Sus ojos escudriñan mi rostro y sus labios se vuelven hacia
abajo. —¿Estás bien? Estás pálida.
—No sabía que tenías un hijo. Nunca ha venido por aquí antes.
—Oh, sí. Está viviendo en Milán, haciendo unas prácticas de verano
organizadas por su universidad.
Intento recuperar la calma, pero el mundo gira de una manera que me hace
tropezar. Nunca durante toda la investigación de Brooke encontró
información sobre un hijo.
Santiago me rodea con un brazo y me atrae hacia su lado. Quiero arrancarle
las manos de encima por mentir sobre algo que parece bastante fundamental,
pero también agradezco su presencia. Matteo sigue soltando demasiadas
bombas para que pueda procesarlas todas a la vez.
Los ojos de Matteo pasan de mi rostro al brazo de Santiago. —Espera, Chloe.
¿Cómo conoces a Santiago?
De alguna manera, hago acopio de ingenio y sonrío. De las cien respuestas
que podría dar, me quedo con la que espero que me permita acceder mejor al
círculo íntimo de mi padre. Si el camino a su corazón es a través de su hijo,
estoy dispuesta a recibir algunos golpes.
Me pongo más cerca. —Matteo, te presento a Santiago Alatorre, mi novio.
La forma en que se iluminan los ojos de Matteo me entusiasma con mi
elección.
Lo siento, Santiago Alatorre. Puede que él sea el rey de las mentiras, pero yo
soy el as de espadas. Y eso solo significa una cosa para él.
Se acabó el juego.
14
Santiago
¿Su novio? Qué. Jodida. Mierda. Eso es todo lo que se le ocurre a mi cerebro
mientras Chloe me acaricia la mano que cubre su cadera. ¿Es así como se
sintió ella cuando yo hice lo mismo? Tengo que reconocerlo: esta ronda de
venganza es una locura de otro nivel.
El teléfono de Matteo suena desde algún cuarto trasero y frunce el ceño
mientras se apresura a contestar.
Me muevo para retirar mi mano pero la palma de Chloe presiona la mía.
—No lo hagas.
Una palabra me tiene helado. ¿Entiende lo que acaba de hacer?
Por supuesto, no lo sabe. No te molestaste en decirle quién eras anoche y ahora
esto es el karma.
Sí, karma, pues que te jodan. A nadie le gusta el imbécil que dice: “Te lo dije”.
Matteo vuelve corriendo al comedor principal. —Lo siento mucho, pero tengo
que ir a recoger a mi amigo. Odio tener que irme. —Me mira con el ceño
fruncido.
El rostro de Chloe se ilumina. —¡Oh! ¡Está bien! ¿Y si te invitamos a cenar la
semana que viene?
Me rechinan los dientes. ¿Ahora está invitando a gente al azar a mi casa?
Quiero interrumpir y cancelar estos planes antes de que tengan la
oportunidad de prosperar, pero la sonrisa en el rostro de Chloe me hace
dudar. Quizá hacer de falso novio en un par de ocasiones delante de su jefe
no sea lo peor. No es que tenga mucho más que hacer cuando Marko se vaya.
Además, no me importa su marca de positividad. Es mejor que vivir solo,
contando los días desde mi cama.
El ceño de Matteo se transforma en una sonrisa. —¿De verdad?
Chloe asiente. —Claro. Me encantaría pasar tiempo contigo.
Levanto las cejas. Hay algo en la forma en que Chloe tropieza con sus palabras
que me desconcierta. Nadie se muestra tan entusiasmado por una cena con
su jefe.
El entusiasmo de Matteo le hace perder de vista el significado de las palabras
de Chloe. —Genial. Podemos fijar una fecha cuando vengas para el turno de
mañana. No puedo esperar. Aquí tienes la llave de repuesto para que cierres
la tienda. —La coloca sobre el mostrador—. ¡Santiago Alatorre! ¡Vaya! —Me
sonríe antes de salir por la puerta principal de su tienda.
Cuando Matteo desaparece, se aleja de mí.
—¿Quién demonios eres tú? —La felicidad que tenía hacia Matteo se escapa
mientras me mira fijamente con los ojos entrecerrados y las mejillas
enrojecidas.
Estoy desesperado por que vuelva a sonreírme. Cualquier cosa que no sea
esta versión enfadada de ella serviría.
—¿Qué tanto quieres saber la verdad?
—Más de lo que quiero escuchar una mentira —amenaza.
Miro al techo, rezando por las palabras adecuadas. —¿Recuerdas cuando
pensabas que Noah era un actor?
—Sí.
—Bueno... no lo es.
—No me digas —escupe con mucho sarcasmo.
—¿Has oído hablar de la Fórmula 1? —No puedo creer que le esté haciendo
esta pregunta a alguien. Esto es definitivamente la primera vez para mí.
—¿Un poco? ¿Es esa en la que conducen en círculos como en la película
Cars?
Se me escapa una carcajada. —No. Eso es la NASCAR. Por favor, no vuelvas
a insultarme comparando la F1 con eso.
Su ceño se frunce.
Bien… —¿Por qué no tomamos asiento? —Señalo una mesa vacía frente a
Marko. El chico no se ha molestado en levantar la vista desde que llegamos
porque está inmerso en cualquier película que se esté reproduciendo en su
iPad.
Tanteo y saco una silla para Chloe. —Así que mi cuñado es probablemente el
mejor corredor de Fórmula 1 de la década. Demonios, tal vez de todo el
deporte.
—Bien... —Ella se sienta—. ¿Y tú eres?
Tomo asiento frente a ella. —...fui su compañero de equipo. —Mis ojos caen
sobre mi regazo—. Antes de mi lesión.
Su boca se abre al mismo tiempo que sus ojos se ensanchan. —¿Quieres decir
que eres un famoso piloto de carreras y me lo has ocultado todo este tiempo?
Levanto las manos en señal de sumisión. —Para ser justos, no tuve mucha
oportunidad de decírtelo. Entre fingir que teníamos una relación...
—Oh, ¿te refieres a la mentira de una relación que empezaste?
Trago, esperando aliviar la sequedad de mi garganta. —Claro... entre eso y
todo lo demás, seguí con ello.
—No me des una excusa a medias. Reconoce lo que hiciste porque tuviste
mucho tiempo después para explicar quién eras.
Maldita sea. Disfruto de su forma de ser tan franca. De todos modos, no me
gusta leer entre líneas.
—Siento haber mentido. Es mi culpa, y no estoy excusando esa parte. Pero
tienes que creerme cuando digo que no lo hice desde un lugar malicioso. En
absoluto.
—Entonces, ¿por qué hacerlo en primer lugar? ¿Por qué no confesar una vez
que tu hermana se fue? Fingiste ser alguien que no eres delante de mí durante
dos semanas.
—Porque no me miraste como si fuera ese tipo. Me trataste como el hombre
que soy ahora, y no como el que fui una vez. Y eso era algo especial para mí
que quería conservar un poco más. Mi razonamiento fue puramente egoísta,
pero no quise herirte. Hoy he venido a admitirte la verdad porque no podía
soportar seguir mintiéndote al respecto. Porque tú valoras la honestidad, y yo
valoro la forma en que te comportas conmigo. —Las palabras salen de mí,
crudas y serias.
Ahí está. La verdad divina que me hizo desesperar por mantener mi secreto
de Chloe.
Sus ojos se suavizan y su mueca se convierte en una línea plana. —¿Y cómo
actúo contigo?
—Como si quisieras conocer quién soy sin la fama, la fortuna y el equipaje
asociado a mi nombre. Y eso es algo que ya no me ocurre.
—Eso es porque no sabía que existía en primer lugar.
Sacudo la cabeza. —No. Después de pasar tiempo contigo, sé que no te habría
importado de ninguna manera. Fue estúpido por mi parte pensar que
cambiarías al saber lo que hice antes.
—Sinceramente, todavía no tengo ni idea de quién eres. —Su risa sale un
poco asustada.
—Sabes más de lo que he compartido con nadie desde mi accidente. ¿Cuántas
personas crees que he dejado que me vean con mi iWalk?
—Umm... ¿un puñado?
—Ninguna. Aparte de ti y de Marko, claro.
Sus cejas se levantan. —¿De verdad? ¿Ni siquiera tu familia?
Sacudo la cabeza de lado a lado.
Se echa hacia atrás. —¿Por qué?
—Porque no me gusta mostrar ningún tipo de debilidad. Especialmente a mi
familia.
Chloe frunce el ceño. —No es una debilidad necesitar algo así. Iron Man
estaría de acuerdo. —Asiente con la cabeza hacia Marko.
Mis labios se mueven, luchando contra una sonrisa. En serio, ella tiene esa
capacidad de borrar el hielo de mis venas cada vez que hablo de mi lesión.
—Siento haber mentido y haberme aprovechado de la situación.
—Yo también lo siento. Tampoco es que sea completamente inocente. Te seguí
la corriente y le mentí a tu familia. Y acabo de mentir a mí —mira a lo
lejos— a Matteo.
—¿Quién es él para ti?
—Alguien importante.
—¿Lo sabe él?
—No. —Se mira las manos—. No lo sabe.
—¿Por qué? —Hablo en voz baja, sin juzgar.
Su cabeza se levanta. —Es mi padre. Pero, para empezar, no sabe que existo.
—Ella habla, explicando su experimento del kit de ascendencia y cómo acabó
en el lago de Como.
Se retuerce las manos. —Después de ver cómo reaccionó cerca de ti, me
asusté y dije lo primero que pensé que haría que siguiera interesado en verme
fuera de aquí. —Ella agita una mano alrededor de la cafetería—. He intentado
varias veces que vaya a comer después de mi turno y siempre tiene otra cosa
que hacer. Me estaba desesperando. Pero siento haberte utilizado así. No lo
habría hecho si hubiera sabido que en realidad eres una celebridad.
No es de extrañar que fingiera que yo era su novio. Prácticamente se tropezó
con sus pies para conocerme, y ella aprovechó la oportunidad. No puedo
culparla cuando básicamente hice lo mismo con mi hermana.
—No debería importar quién soy. Le dijiste que soy tu novio, y dudo que
puedas ir y retractarte. Además, no hay razón para hacerlo.
—¿Por qué? Fingiré que hemos roto. —Sus ojos se alejan de los
míos—. Honestamente, probablemente sea lo mejor. Tampoco quiero
mentirle. Eso me convierte en una gran hipócrita.
—¿Te sientes preparada para decirle quién eres?
Mueve la cabeza de un lado a otro. —No, en absoluto. Hoy fue honestamente
la primera vez que lo vi animado de esa manera. Es simpático y todo, no me
malinterpretes, pero me trata como a una empleada.
Me siento como una mierda. Aquí está tratando de conectar con su padre, y
yo le robo su atención después de unos minutos. Un torrente instantáneo de
culpa me golpea, queriendo enmendar la situación. —Entonces no. No puedes
decirle la verdad todavía. Mentira concedida, deberías pasar algún tiempo con
él —le suelto.
—¿Por qué no quieres que le diga la verdad?
—Porque puedes pasar más tiempo con él, usándome como una forma de
mantener su interés. —Dios, espero que no sea el caso. Es bastante triste que
ella haya viajado hasta aquí para encontrarlo, solo para estar escondida. Debe
ser solitario para ella.
Como lo es para mí.
Sus cejas se levantan. —¿Por qué demonios quieres que te utilice?
—Digamos que tengo mis propias razones egoístas para quererte cerca.
Y, sinceramente, me gusta. Me gusta la forma en que Chloe me hace sentir
normal de nuevo. Es algo que necesito más, y este sacrificio parece un
pequeño precio a pagar. Puedo construir mi confianza alrededor de ella
mientras me usa como un accesorio.
—Siento que estoy recibiendo la mejor parte del trato aquí.
Sacudo la cabeza de lado a lado. —Te puedo asegurar que definitivamente no
lo estas.
—Bueno... Si insistes, supongo que no es la peor idea que existe. —Sus ojos
azules se iluminan al posarse en mí.
Me siento más alto en mi silla y me inclino hacia ella. —Solo pediré un favor
a cambio.
—¿Qué?
—Acompáñanos a Marko y a mí a cenar mañana. Es su última noche antes
de irse, y no ha dejado de hablar de ti desde que te conoció.
—¿Por qué?
—Porque ya es hora de que nos conozcamos. El verdadero nosotros.
—En aras de la coherencia. Inteligente.
Ella quiere coherencia, yo quiero a alguien que alivie la soledad que sentiré
cuando Marko se vaya. Esta solución es lo mejor de ambos mundos.
Y con un movimiento de cabeza, sé que la tengo atrapada. Ella consigue pasar
tiempo con su padre gracias a mí, y yo consigo sentirme como una mejor
versión de mí mismo.
Es un maldito ganar-ganar.
15
Chloe
—A ver si lo entiendo: ¿Santiago es famoso, le has mentido a tu padre y le has
dicho que Santiago es tu novio, y piensas organizar una cena como una pareja
feliz para pasar más tiempo con dicho padre, que todavía no conoce tu
verdadera identidad? —La voz de Brooke resuena en el teléfono.
—Sí. —Me pellizco el puente de la nariz y caigo sobre el colchón con un fuerte
golpe—. En una escala de 0 a 10, ¿qué tan mala es esta idea?
—Rompiste el sistema de clasificación de la mejor manera. Imagina lo divertido
que será esto. —Los dedos de Brooke escribiendo en un teclado resuenan en
el altavoz—. Espera. ¡Santiago es jodidamente famoso! ¡Oh, Dios mío!
Me quito el teléfono de la oreja. —¡Brooke! Deja de buscarlo en Google.
—¡Pero si vale más de 100 millones de dólares! ¿Cómo demonios has atrapado
a este tipo?
—Es falso, así que no lo atrapé exactamente.
—Bueno, maldita sea. Nunca es tarde para intentarlo. Deberías cobrarle por
tus servicios de 'novia'. Puede prescindir de unos cuantos miles de dólares.
Confía en mí. ¡Estoy comprobando la disposición de su yate ahora mismo! Ya
sabes, porque tu novio hizo que GQ lo entrevistara.
—Él es el que debería cobrarme. Yo soy la que necesita su ayuda ahora.
—Ugh, no eres divertida. —Su ratón hace clic en el fondo. Murmura algo sobre
una colección privada de autos y una casa en España antes de que la
detenga.
—¿Puedes dejar de entrometerte en su vida?
—No. ¡Esto es lo más divertido que he tenido en todo el año! Tengan piedad de
una chica de pueblo que necesita un poco de romance en su vida.
—Naciste en Nueva York.
—Disculpa, pequeña señorita Buzzkill20. Bien. Nací con un corazón de pueblo.
Además, ¡no todos los días tu mejor amiga sale con alguien famoso! Dame un
respiro. Te decepcionarías si no lo buscara en Google por ti.
—Relación falsa. Y no quiero saber lo que dice Internet sobre él.
—¿Y los informes sobre cómo está dotado como un caballo?
—¡No! ¡Ni siquiera eso! —grito. El recuerdo de su impresionante erección
presionando contra mí la noche en que nos conocimos está grabado a fuego
en mi cerebro.
Brooke se ríe para sí misma. —¿Qué tal la historia de que come coños como si
fueran siete platos? O que su posición favorita resulta ser la de vaquera porque
la vista desde abajo vale la pena por la falta de dominio.
—Dios mío, ¿de dónde sacas esta información? ¡Basta! —Mi piel se calienta
por los chismes de Brooke.
Nada de lo que me canto borra las imágenes de mi cabeza. Se reproducen en
bucle, recordándome por qué puedo mirar, pero no puedo tocar. He estado
allí, he besado eso. Todo lo que tenga que ver con Santiago implica problemas
en dos idiomas diferentes.
Brooke divaga. —Tengo mis fuentes en la web oscura.
20 Aguafiestas.
—Reddit no cuenta como la web oscura.
—Bien, bien. Pero es un buen sitio para este tipo de mierda. ¿Cómo si no ibas
a saber el tamaño de su polla?
—Uhm, ¿tocándolo?
Ella se burla. —Por favor. No te acordarías de una polla ni, aunque te dieran
con un libro de anatomía en la cabeza.
—Te odio. Solo porque haya pasado mucho tiempo desde que tuve algún tipo
de relación íntima, no significa que no recuerde cómo complacer a otra
persona.
—No, te encanta que te llame la atención por la falta de compañía masculina
últimamente. Si no llegas al orgasmo en el acto tocando su polla de nueve
pulgadas, entonces te destierro de nuestro apartamento. No te molestes en
volver.
Una carcajada brota de mí. —¿Qué te pasa?
—Estas saliendo falsamente con alguien que se rumorea que se folla los coños
con la lengua como si no necesitara oxígeno para respirar.
Ignoro la forma en que se me eriza la piel, esperando que el torrente de sangre
que recorre mi cuerpo se calme.
—¿De verdad la gente comparte ese tipo de información? Sobre su... —Hago
una mueca—. Eso es una invasión de la privacidad.
—¿Qué esperabas? Es famoso. Pierde todo derecho a ser considerado humano
en el momento en que TMZ publica varias historias sobre ti.
—¿Qué hago? No debería haber accedido a cenar esta noche con Marko.
Diablos, no debería haber accedido a nada de esto. Las relaciones falsas son
mi peor idea.
—Relájate y disfruta. Todo lo que has hecho en tu corta vida es crecer
demasiado rápido y trabajar hasta caer. Te digo que te pongas las botas de
vaquera y salgas a pasear. Después de la cena, eso es, porque no necesitas
asustar al niño pequeño, por muy tentadora que parezca la mesa del comedor
para un buen polvo.
—Eres el peor sistema de apoyo. Deberías decirme que esto es una idea
terrible y que debería cancelarlo.
—Es una idea terrible, ¡Que es exactamente por lo que deberías hacer! ¿Qué
tiene de malo fingir delante de su familia y de la tuya un par de veces? Los dos
sacan algo de ello.
—No me gusta utilizar a la gente. —La sola idea me da asco.
—Tú no eres ella.
Parecerse a algo cercano a mi madre es lo último que quiero en la vida. No
puedo negar que todo lo que se sale de control me recuerda a ella.
—Sí, bueno, últimamente se siente así con las mentiras que se acumulan.
—Escucha, es normal que te preocupes por salir como tu madre, pero esto es
diferente. Santiago está dispuesto a participar.
—Sí, pero...
—Sin peros. ¿No aceptó ser el anfitrión de una cena con tu padre la próxima
semana cuando Marko se vaya y las cosas se calmen?
—Sí.
—Bien. ¿Suena como alguien que está siendo forzado?
Me muerdo el labio inferior. —No.
—¿Una persona normal aceptaría ser utilizada?
—No uno sano.
—¡Ves! Es mutuo entonces. Tú le ayudas, él te ayuda. Ahora... si quieres su
ayuda en el dormitorio, estoy segura de que estará encantado de complacerte
también.
—¡Ya no puedo contigo!
—¡Mierda! —Brooke jadea.
—¿Qué?
—¡No me dijiste que su hermana es Maya Slade! Es famosa en YouTube. Vi su
vlog el año pasado cuando estaba mostrando un viaje a Suiza.
—¿Qué? —Con cada nueva información que sale a la luz sobre Santiago
Alatorre, un año se recorta de mi vida.
—Hace un montón de vídeos de viajes y estilo de vida. ¡No relacioné el nombre
de Santiago con el de ella cuando lo mencionaste! Oh, Dios mío. ¡El maldito
Noah Slade! —Brooke grita una retahíla de palabras al teléfono—. Ya está,
voy a hacer las maletas. Necesitas un compañero en el crimen, y yo
directamente necesito un compañero. Tienen que tener algún amigo caliente y
famoso para la pequeña y vieja yo.
Me río hacia el techo, amando a Brooke por haber borrado mis
preocupaciones por ver a Santiago esta noche. —Si vienes aquí, nunca te irás.
—No me tientes.
16
Chloe
Esta noche no se parece en nada a mi última visita. Para empezar, Marko me
abandona nada más entrar en la casa. Se sienta en el sofá del salón con los
ojos pegados a la televisión. Su ausencia hace que la presencia de Santiago
sea mucho más desalentadora, como una fuerza oscura que me engulle. Yo,
por mi parte, tengo miedo de pasar un rato sin supervisión con el hombre alto
que cumple todos mis requisitos y más.
Me lleva a su lujosa cocina. Los olores que salen de los fogones y del horno
me hacen salivar. No es nada a lo que esté acostumbrada.
Que Santiago sepa cocinar me desarma por completo de una manera nueva.
Me apoyo en la encimera, cautivada por él cortando cebollas como si fuera
una versión española de Gordon Ramsey. Sus brazos se flexionan con cada
movimiento. Los cinco minutos que paso babeando sobre la encimera
solidifican mi compromiso de dar un atracón a todos los programas de cocina
disponibles en la televisión. Que le den a Love Island, estoy aquí por la isla de
la cocina.
Gracias a Dios que lo tengo encerrado como un falso novio. No debería estar
permitido en el mundo de las citas con talentos como los suyos.
Me río para mis adentros de mi posesividad por algo irreal.
Levanta la vista de la tabla de cortar. —¿Qué es tan gracioso?
—Oh, nada —le digo a su bíceps en tensión.
Aprieta el cuchillo, obligando a los músculos de su brazo a flexionarse.
Mis mejillas se calientan cuando levanto la mirada, captando sus ojos. —No
sabía que sabías cocinar. Como cocinar de verdad, ya sabes, con cuchillos
elegantes y verduras de verdad.
—Casi me da miedo preguntar a qué te refieres con 'verduras de verdad'.
—Oye, no juzgues. No tengo talento en la cocina, así que me conformo con lo
congelado.
—¿Cosas congeladas? ¿Por qué harías eso?
—Este es un resumen aproximado: quemo el pan.
La risa que suelta hace que se me ponga la piel de gallina. —Eso es como mi
hermana. No podría orientarse en una cocina ni aunque le dieras
instrucciones paso a paso y un video tutorial.
—Yo quemaría la guía y pediría comida para llevar. Parece la opción más
segura para todos los involucrados.
—¿Estás dispuesta a aprender?
—¿A cocinar? —Le miro fijamente mientras me lamo el labio inferior. La idea
de que Santiago me enseñe algo doméstico me hace jadear.
Sus ojos se oscurecen y se dirigen a mi lengua. —¿Puedes dejar de hacer eso?
Me distrae. —Arrastra su pulgar por mi labio inferior, secándolo.
Me ahogo al inhalar el aliento. Mis dedos se aferran a la encimera mientras
lucho por arrancar un pulmón. —¿Qué?
—¿Quieres ayudarme? —Ignora mi pregunta y señala los ingredientes que
cubren el mostrador.
—¿De verdad?
—Lo consideraré mi deber con la sociedad. No podemos tenerte por el mundo
comiendo verduras congeladas y arriesgando la vida de los demás quemando
pan. —Sonríe.
Le lanzo una sonrisa, disfrutando de su desenfado. —Si volviera a Estados
Unidos sabiendo hacer algo más que macarrones con queso instantáneos,
creo que mi mejor amiga, Brooke, te enviaría personalmente una cesta de
regalo.
Santiago se ríe, áspero y cálido. —¿Sabes pelar patatas?
Asiento con la cabeza. —Brooke y yo intentamos demasiadas cenas navideñas
sin éxito.
Me pasa el pelador y el bol de patatas. —¿Qué tal si haces eso mientras yo
termino aquí? —Reanuda el corte.
Trabajo al ritmo de una abuela artrítica, sin querer que mi tiempo con
Santiago termine. La forma en que realiza las tareas lleva la definición de
porno gastronómico a un nuevo nivel. Se mueve a lo largo, trabajando en
diferentes ingredientes con tanta facilidad. Estoy seriamente tentada de
abanicarme con un guante de cocina.
Tomo otra patata del bol y me pongo a trabajar. —¿Qué estás haciendo para
la cena?
—Empanadas porque son las favoritas de Marko, y otras tapas para
nosotros.
En serio, este hombre es un nivel completamente diferente de irresistible.
Cocina, hace de niñero y es gruñón. Mi tipo de kriptonita.
—Vaya. A la mayoría de los niños les gusta la pizza y los nuggets de pollo,
pero a él le gusta la comida española de lujo.
—Las empanadas son de todo menos elegantes. —Santiago se ríe.
Qué manera de hacer que suene elegante para un millonario, Chloe. —Oh,
claro. —Ignoro el calor que me sube por el cuello, esperando que Santiago no
lo vea.
A juzgar por cómo se agranda su sonrisa, no puedo considerarme tan
afortunada. Su mirada me eriza la piel. —Puedo ver por qué piensas eso
basándote en la cantidad de ingredientes que necesitamos. Es la receta de mi
madre. Me la enseñó cuando era un poco mayor que Marko.
—¿En serio? Tu madre es una mujer inteligente, te entrenó desde pequeño
para ser el material ideal para un marido. —Las palabras se me escapan antes
de que intervenga mi filtro. Me abofetearía si no tuviera las manos ocupadas.
—Más bien le rogaría a Mami que me enseñara para poder robar piezas antes
de la cena. Pero no voy a mentir, es muy útil cuando trato de impresionar a
una mujer hermosa.
Por supuesto que cocina para atraer a mujeres desprevenidas. ¿Por qué iba a
pensar que soy un copo de nieve tan especial con el que cocina?
—¿Alguien te ha dicho que tienes un rostro extremadamente
expresivo? —Señala la punta de su cuchillo en mi dirección.
Si tuviera algún sentido de la auto-preservación, lo consideraría un asesino
en serie de miedo. —No. ¿Por qué?
—Porque tu sonrisa cayó después de que hablé. Debería ser más claro. Te
estoy impresionando con empanadas, tapas y buen vino.
Mi corazón se acelera en mi pecho. —¿De verdad?
Me guiña un ojo. Yo me sonrojo. El ciclo se repite.
Me aclaro la garganta. —Entonces, ¿dónde está el vino del que hablas porque
me vendría bien una copa ahora mismo?
Sacude la cabeza con una sonrisa. —No hasta que se guarden los objetos
puntiagudos.
Trabajamos codo con codo, con Santiago explicando cada paso del proceso.
Juntos, hacemos una tanda de empanadas. Las que creé están un poco
torcidas y rellenas hasta los topes, pero Santiago se rio y las cocinó
igualmente.
Santiago trabaja en un par de sus tapas mientras yo bebo una copa de vino.
Marko viene cuando Santiago lo llama. Los tres nos sentamos juntos y
comemos, actuando como una pequeña familia feliz que solo he
experimentado en presencia de Santiago. Mi juventud no incluyó nada
parecido a esto. Pero en lugar de la típica frialdad que me recorre las venas
ante la idea de mi pasado, una inyección de algo cálido se extiende por mi
pecho.
Oh, Dios. No te apegues a algo que nunca podrás tener.
Aparto los pensamientos y centro toda mi atención en Marko. Me distrae con
su parloteo sobre todas las cosas divertidas que ha hecho hoy con su tío antes
de que yo apareciera.
—¿Qué vas a hacer ahora, Marko? —Le miro.
—Mamá y papá me llevan a correr. —Hace un ruido de zoom parecido al de
un auto mientras se lleva una empanada a la boca.
—¿A una carrera? ¡Vaya! —Me río al verlo. El chico es tan apestosamente
lindo que quiero que se quede una semana más.
—Se irán al próximo Prix una vez que Maya lo recoja mañana y se una a
Noah. Pasarán el verano viajando con el equipo antes de que Marko empiece
la escuela de nuevo.
—¡Qué divertido! ¿A dónde van ahora?
—Monza para el Gran Prix de Italia. —Habla en voz baja.
Marko aplaude. —¡Sí! ¡Italia! ¡Papá ganará!
Sonrío. —¿Cómo lo sabes?
—Es el mejor.
La sonrisa de Santiago cae. El cambio es oscuro e inconfundible. Los
recuerdos tienen una forma de torturarnos a todos, sin importar el tiempo o
el lugar.
Odio la mirada que cruza su rostro. Pensando con el corazón y no con el
cerebro, suelto una locura porque quiero que su tristeza desaparezca.
—Entonces, Santiago, ¿cuáles son tus planes para la próxima semana
cuando Marko se vaya?
Un par de arrugas marcan su frente mientras sus cejas se juntan. —No hay
mucho más que nuestra cena del martes. Alguien va a entregar un auto nuevo
para que lo restaure, así que supongo que trabajaré en ello durante las
próximas semanas.
—Ah, ¿sí? ¿Recuerdas que me encanta arreglar autos? Es una nueva pasión
mía.
Su ceño fruncido desaparece mientras esboza una sonrisa. —Sí. Recuerdo
ese dato sobre ti. Autos de época, ¿verdad?
—Oh, sí. Cuanto más antiguo, mejor. —Eso sonó como lo correcto.
Su sonrisa se convierte en algo francamente tortuoso. —Qué raro. A mí
también me gustan los autos antiguos.
Me aprieto la palma de la mano en el pecho y finjo mi sorpresa. —¿Ves eso?
¡Quién iba a decir que teníamos eso en común! Estoy segura de que no te
importará que me una a ti entonces para reparar el auto que hayas elegido.
Sus ojos cautelosos se encuentran con los míos. —¿Por qué querrías hacer
eso?
Sí, Chloe, ¿por qué? Mantengo la calma y la tranquilidad a pesar de mis
pensamientos acelerados. Mis acciones apenas tienen sentido para mí, ya que
nunca hemos hablado de pasar tiempo juntos fuera de la farsa. Pero no puedo
resistirme a querer eliminar la mirada triste de sus ojos cuando piensa en su
familia corriendo sin él. Incluso si eso significa bajar la guardia.
17
Chloe
—Supongo que será mejor que me vaya. —Entrelazo mis dedos y me balanceo
sobre mis talones.
Con Marko dormido en su cama y todos los platos guardados, parece que es
el momento adecuado para irse.
—¿Quieres quedarte un poco más? ¿Puedo abrir otra botella de
vino? —Santiago se apresura a pronunciar las palabras, su voz vacilante pero
esperanzada.
Oh, Dios. ¿Está nervioso? Intento sacar una palabra, pero nada pasa por mis
labios. Yo, sin palabras. Brooke se moriría de risa ante la idea.
—No hay presión. Si no puedes porque tienes que ir a trabajar mañana
temprano, entonces no te preocupes —divaga.
Que lo jodan por meterse en mi piel y sentirse como en casa. No puedo
resistirme a asentir con la cabeza, aceptando un rato a solas con él. Es como
si emitiera feromonas, atrapándome con sus músculos, su sexy acento
español y sus tímidas sonrisas.
Santiago nos lleva de nuevo al salón antes de salir a por una botella de vino.
Mis ojos se posan en la etiqueta cuando vuelve a entrar en la habitación. Es
la misma marca que he admirado durante la cena, afirmando que nunca he
probado nada tan bueno, ya que suelo comprar cualquier cosa con la etiqueta
“compre uno, llévese otro gratis”. El hecho de que haya tomado otro de la
misma marca me tiene casi cayendo por desmayarme.
Santiago toma asiento en el sofá, ahorrando un poco de espacio entre
nosotros. Se lo agradezco porque esta noche estoy dudando seriamente de mi
autocontrol con él. Se comporta de forma demasiado dulce para mi gusto.
Me pasa una copa de vino llena. Su mano roza la mía, enviando una corriente
de energía por mí brazo.
Alejo mi mano. —¿Qué auto piensas restaurar?
—Un Jaguar C-Type de 1951. —Sonríe para sí mismo.
—¿Suena... lujoso? —Lo único que sé de los autos es que los que tienen el
silenciador más ruidoso suelen señalar que hay un hombre con la polla
pequeña cerca.
Se ríe de una manera que hace que los dedos de mis pies se enrosquen dentro
de mis zapatos. —En base a cómo se ve ahora, no dirías eso.
—¿De verdad? ¿Por qué comprarlo entonces?
—Porque lo divertido es arreglarlo.
—¿Cuánto tiempo llevas con esta afición?
Mira hacia otro lado. —Desde que me lo puedo permitir.
Intento ocultar mi sorpresa. —¿Y cuándo fue eso?
—Cuando lo logré con las carreras. Antes de eso, era una lucha para que mi
familia llegara a fin de mes. Todo esto —señala a la sala— costó mucho
trabajo. Mis padres no tenían una situación económica muy buena. Al menos
no hasta que lo solucione con suficientes ahorros para vivir el resto de sus
vidas cómodamente.
—Oh. Wow. No sabía eso de ti. —Ese pequeño dato sobre él me hace mirarlo
con una nueva perspectiva. Tal vez tenemos más en común de lo que
inicialmente pensé.
—Si me buscas en Google, probablemente sea una de las primeras cosas que
aparezcan. —Sacude la cabeza—. Espera. No me busques en Google. Nunca
es una buena idea.
Bueno, técnicamente no lo he buscado en Google.
Sus ojos se estrechan mientras escudriña mi cara. —Lo hiciste, ¿verdad?
Desvío la mirada, derritiéndome bajo su escrutinio. —Umm... yo no. Pero
Brooke sí. Pero no me dijo mucho.
—¿Qué ha dicho?
Miro a todas partes menos a la fuente de mi vergüenza, como si sus ojos
pudieran detectar mis pensamientos. —Solo que tienes un patrimonio neto
comparable al de un país pequeño.
—¿Eso es todo? Bueno, no está tan mal. —Frunce la nariz de forma adorable.
Dios mío, ¿adorable?
Chloe, por favor, controla tus ovarios. Están causando estragos en tu cerebro.
—Mm-hmm. —Agarro mi copa de vino y me trago la mitad del contenido de
un tirón.
Su cabeza se inclina, y un fantasma de sonrisa cruza sus labios. —Me gusta
cómo puedes mentir a todo el mundo menos a mí. Es bastante entrañable.
—¿Qué? —Espeté.
—Te lo concedo. Eres impresionante mintiendo. A mi hermana, a mi cuñado,
a tu padre. Es algo que me llamó la atención de ti. Pero cuando te tengo a
solas, lo delatas todo. Así que te lo preguntaré una vez más. ¿Qué ha dicho
tu compañera de piso? —El tono autoritario de su voz hace que mi parte
inferior se apriete.
—Brooke me ha dicho que tienes una polla enorme digna de poemas.
Santiago echa la cabeza hacia atrás y suelta una carcajada. —En realidad, he
cambiado de opinión. Búscame en Google todo lo que quieras. Cuanto más
atrevidos sean los artículos, mejor, por favor.
Me inclino y le doy un empujón. Mi mano se detiene en su antebrazo antes
de apartarla, reprendiéndome por ser susceptible. —Oye. Yo no te he
investigado. Brooke lo hizo.
—Brooke es mi nueva persona favorita. Quizás sea yo quien le envíe la cesta
de agradecimiento, en su lugar.
Mis ojos pasan de su cara a sus jeans, la curiosidad carcome mi cortesía.
—Entonces, ¿no lo niegas?
—Un hombre sería estúpido si negara ese tipo de afirmaciones. Especialmente
si son ciertas.
Oh. Mi. Dios. Me retuerzo en mi asiento. Ahora me hago una idea de lo que
lleva debajo de esos jeans y me da vueltas la cabeza.
Se sirve un poco más de vino antes de llenar mi copa. —Ahora que sabes un
secreto mío, es tu turno.
—¿Un secreto? Tú eres el que presume de tener un tubo de acero por polla.
Eso no es un secreto. Es un hecho.
La cara de Santiago se pone roja mientras se ríe más fuerte de lo que le he
oído nunca. —Cuéntame un secreto de todos modos. Siento que estoy perdido
aquí.
—Los secretos requieren confianza, y yo no confío en ti. —Mi sonrisa cae.
—¿Qué te llevaría a confiar en mí?
Suspiro. —Esa es una pregunta cargada ya que no confío en la gente
fácilmente. Paso.
Sus cejas se fruncen. —¿Por qué no confías en los demás?
—¿Por qué no confías en los demás? Tú eres el que me ha mentido sobre tu
identidad durante dos semanas. Esa decisión no grita confianza —digo
bruscamente.
Los ojos de Santiago se abren de par en par.
Mierda. Mentalmente enfundo mis garras. —Lo siento, yo...
—Está bien. Admito que no fue mi mejor momento. En cuanto a la confianza
en los demás... he conocido a algunas de las personas más desagradables que
se alimentan de la fama y el fracaso. Ver lo peor de la humanidad me ha
hecho comprender el valor de la gente en la que puedo confiar.
Su respuesta es inverosímil comparada con la mía, con su vida en el
candelero, pero tenemos similitudes que no puedo negar. Unas que son
fundamentales, sin importar la circunstancia de cada uno.
—Yo también he visto lo peor de la gente. Y suelen tener una forma de
decepcionarme. En lugar de herir mis sentimientos confiando en la persona
equivocada, prefiero no hacerlo.
—¿Qué pasa con Brooke?
—La excepción a la regla.
—Entonces, ¿estás dispuesta a romper la tuya sobre la confianza? —Sus ojos
me toman prisionera mientras una sonrisa adorna sus labios.
—Tal vez. Depende de la persona.
—Eso es suficiente para mí. Además, tal vez aprendas que estar rodeada de
gente mala te da la capacidad de apreciar a los buenos. —Su mirada se
detiene en mi rostro de una manera que me hace sentir incómoda.
No me gusta la sensación de facilidad que se extiende por mi cuerpo por sus
palabras. No, no, no. Sobreviví a años de acogida porque no me dejé llevar
por las palabras floridas y las promesas vacías. A mí me gusta tener el control
de cuánto comparto sobre mí misma.
Sus ojos se suavizan. —Puede que no confíes en mí ahora, pero al final lo
harás.
—Es una gran afirmación viniendo de ti.
—No soy de los que declaran cosas que no quieren. Si te lleva algo más de
tiempo abrirte, está bien. No voy a ninguna parte precisamente. —Señala su
iWalk—. Además, tenemos un auto que arreglar juntos. Ya has ofrecido tus
servicios.
Se me encoge el corazón ante esta idea. Es la primera vez que aborda
abiertamente su lesión sin un ápice de desprecio. Su reacción me hace
sonreír.
—¿Por qué quieres mi confianza de todos modos? Eso no es un requisito de
las relaciones falsas.
—Porque algunas personas en la vida merecen el esfuerzo extra.
Sus palabras me dejan sin aliento. Pensé que sería divertido sacar al ermitaño
de su caparazón, pero resulta que está haciendo su propia magia conmigo.
Me hace esperar que me demuestre que estoy equivocada. Y eso es lo más
preocupante de él.
Santiago
—¡Me dijiste que no le dirías nada hasta que yo lo hiciera! —Me paso las dos
manos por el cabello, tirando de las gruesas hebras.
Maya y yo susurramos en la cocina mientras Marko juega con sus juguetes
en el salón. Hoy ha venido ella sola a recoger a Marko mientras Noah está
ocupado en la sede de Bandini en Milán, preparando su carrera en Monza 21.
Maya levanta las manos. —¡No fui yo! Marko se la mencionó a Mami cuando
hablaron por teléfono esta mañana después de aterrizar en Madrid. ¿Qué
esperabas que hiciera? ¿Arrancarle el teléfono de las manos y colgar?
—¿Es mucho pedir?
Me da una palmada en el hombro. —Sí. Es un niño pequeño. No es que sepa
lo que debe o no debe decir. Además, una vez que Marko le dio la noticia, dijo
que iba a reservar un vuelo y que se reuniría conmigo la próxima semana
antes de la carrera de Noah. Bueno, eso y que quería encontrarse conmigo
aquí para poder saludarte.
—¿Hola? Más bien quería interrogar a mi novia. —Todavía no puedo creer que
mi madre venga a visitarme en la próxima hora.
Chloe
—¿Hablas en serio? No puedes hablar en serio. —Brooke mira fijamente a la
cámara del videochat con los ojos muy abiertos.
Muevo la cabeza de arriba abajo. —Estoy a punto de ser anunciada al mundo
como la novia de Santiago el próximo fin de semana.
Solo de pensarlo se me revuelve el estómago como una lavadora. ¿Por qué
acepté esto? Porque te hizo un favor, y tú le debes uno.
—¡OH, DIOS MÍO!
—Lo sé. ¡LO SÉ!
Brooke sonríe. —Vas a pasar de fingir en privado delante de la familia del otro
a la alfombra roja muy rápido, querida. Eso es lo que yo llamo resplandecer.
—No me lo recuerdes.
—¿Cómo piensas sobrevivir a algo así? No tienen precisamente cubos de
basura alineados con las cuerdas de terciopelo para que vomites en ellos
cuando te pongas nerviosa.
Brillar y vomitar se están convirtiendo en sinónimos en mi cabeza ahora
mismo.
Mis ojos se estrechan. —Eso pasó una vez.
—¡Solo porque mágicamente te ponías enferma cada vez que teníamos una obra
de teatro escolar después! Algunos pensaban que odiabas la Navidad porque
nunca formabas parte de la producción.
¿Por qué clase de monstruo me tomaron mis compañeros? —Planeo inyectarme
antes de llegar al evento. Eso debería curar cualquier miedo escénico.
Brooke asiente. —Pasando a mi siguiente pregunta sobre este desastre de
plan. ¿Cómo de nervioso crees que se siente al volver? Si tú estás asustada,
seguro que él está muerto de miedo.
Es lo único en lo que puedo pensar. ¿Cómo manejará Santiago ese tipo de
presión? ¿Cómo será para él volver al único lugar del que juró no volver a
formar parte? ¿Se derrumbará bajo la presión? Mi lista de preguntas crece a
medida que pasan los días.
—Créeme, sí pienso en él. Todavía no puedo creer que aceptara hacerlo en
primer lugar. Quiero decir, solo va por Noah, pero, aun así.
—No hay nada que me guste más que un buen sacrificio a la antigua.
—Eso salió muy mal, para que sepas.
Brooke se ríe. —Muy bien. Cuéntame tu plan para el fin de semana. Y si no
incluye tocarle la polla, te quito la amistad y vendo toda tu mierda en Facebook
Marketplace.
—No te atreverías.
—Pruébame. —Ella sonríe.
—Chloe, espero que no te importe que te haga esta pregunta, pero no puedo
aguantar más. —Matteo cierra el cajón de la caja registradora.
Hago una pausa en mi limpieza de la ventana de cristal. —¿Sí? —De alguna
manera, mi voz se mantiene tranquila a pesar de mi creciente ritmo cardíaco.
¿Qué podría querer preguntarme? ¿Es demasiado esperar que finalmente me
reconozca después de haber trabajado juntos durante tanto tiempo? Tenemos
el mismo color de cabello y ambos estamos de acuerdo en que los ochenta fue
la mejor década de la historia. No es exactamente un emparejamiento, pero
se acerca bastante.
—¿Por qué trabajas aquí si estás saliendo con Santiago? No es que no esté
agradecido por tu ayuda, pero...
La decepción empaña mi entusiasmo. En lugar de sumirme en mi
negatividad, digo lo primero que se me ocurre. —Estoy interesada en abrir
una cafetería yo misma, así que he pensado que la mejor manera de aprender
es de alguien que tiene una.
Muy bien. Respuesta A+. Te juro que dejaré de mentir cuando revele mi
identidad a Matteo. Hasta entonces, planeo tejer una red de mentiras con mis
dedos hipócritas porque no puedo soportar enfrentar la verdad.
Me odio un poco más cada día que trabajo aquí. Es agotador fingir que no me
muero por conocer todo lo personal de él y dar una oportunidad real a nuestra
relación.
Frunce los labios. —Ahh. No sabía que te interesaba eso.
Sí, yo tampoco. —He pasado tiempo visitando diferentes tiendas y
aprendiendo sobre ellas. —Bien, eso es cierto. Suelo visitar un Starbucks
ocasionalmente cuando me quedo sin café para la semana.
—¿Qué has aprendido hasta ahora de mí?
—Que te encanta tu chupito de café expreso con un chorrito de leche y que
cantas 'Take A Chance on Me' de ABBA cuando estás pensando en
algo. —Me doy de bruces mentalmente con lo acosadora que parezco.
—Prestas atención.
Esa es una forma de replantear mi comportamiento psicótico.
Sonrío. —Sí. Además, he estado observando cómo preparas diferentes
bebidas y aprendiendo por mí misma.
Da una palmada en el mostrador con una sonrisa. —Si te interesa aprender
más, puedes empezar a trabajar detrás del mostrador conmigo.
—¿De verdad? —La pregunta sale de mis labios con un chillido.
—Claro. Ven mañana una hora antes y te enseñaré lo básico.
—¡Sí! ¡Me encantaría! Claro. —Me encoge mi desesperación.
—Ojalá mi hijo estuviera tan entusiasmado como tú por conocer el negocio
familiar. —Matteo se ríe para sí mismo.
Se me aprieta el pecho. Es una afirmación tan casual, pero me hace sonreír
para mis adentros. No quiero ser mezquina con mi supuesto hermano
pequeño. No es su culpa que quiera ir a la universidad y vivir su mejor vida
en Milán. La parte egoísta de mí quiere algo de lo que Matteo pueda estar
orgulloso de mí, y esta parece ser mi manera de entrar. Si eso significa
aprender todo sobre el café y hacerme pasar por alguien que no soy, que así
sea.
—¿Cómo está tu hijo? —Me ofrezco para aliviar algo de mi culpa.
—Está bien. En realidad, he querido preguntarte algo sobre la cena de
mañana.
—¿Tienes que cambiar la fecha? —Por favor, no cambies la fecha.
—No. —Mueve la cabeza con furia—. Todo lo contrario. No quiero
entrometerme, pero en cuanto le conté a mi hijo que había conocido a
Santiago Alatorre y que me habían invitado a cenar con él, se emocionó. Me
rogó que si me podía acompañar. Verás, habíamos oído los rumores de que
vivía al lado. Incluso vimos a algunos periodistas de vez en cuando, pero
nunca tuvimos la oportunidad de conocer a tu novio. Así que quería
preguntarte si mi hijo podía acompañarme a conocer a Santiago, pero
entiendo si ambos no quieren.
El pánico que se apodera de mí es sustituido por una sensación de decepción.
¿Quiere traer a su hijo a cenar con nosotros? ¿Todo por culpa de Santiago?
¿Qué demonios se supone que debo decir a eso? Lo siento, no, su vástago no
debe venir porque quiero conocerte yo sola. No puedo decir exactamente que
no cuando Matteo claramente quiere ser un padre genial para su hijo.
En lugar de gritar una obscenidad, asiento con la cabeza. —Claro. Nos
encantaría conocerlo.
Santiago va a odiar el plan aún más que yo. Que un hermano pequeño se
colara en nuestra cena no formaba parte del acuerdo, y menos alguien que
parece un gran fan. En lugar de enfadarme, dejo a un lado los sentimientos.
Probablemente es normal que un hijo ruegue a su padre que nos acompañe.
Si yo estuviera en su lugar, haría cualquier cosa por conocer a mi ídolo.
Tengo que centrarme en mi objetivo final. Elegir el camino fácil no es una
opción, así que sigo mi instinto. Si Matteo y su hijo quieren una superestrella,
les daré una. Solo espero que Santiago no me mate por ello.
—¿Por qué ibas a decir que sí a algo así? —Santiago me pasa los suministros
para la ensalada y una guía paso a paso en una hoja de papel.
—En serio, ¿un manual de cómo crear una ensalada? —Tomo el papel y le
doy un vistazo.
Frunce el ceño. —Podrías haber dicho 'no'. ¿Has oído hablar de esa palabra?
—Basándome en que dije que sí a tu loco plan de pasar todo un fin de semana
con tu familia, puedo ver por qué piensas eso.
—Sé seria por un segundo. ¿Por qué aceptaste?
Dejé escapar un suspiro agitado. —Temía que se molestara si le negaba una
petición tan fácil.
—El objetivo de esta cena era que lo conocieras fuera del café.
—Sí, bueno, no todo puede ser perfecto. Me estoy arreglando con una
situación de mierda.
—No me gusta este plan.
Me encojo de hombros. —No te gustan muchos planes a menos que se trate
de recluirte en tu gigantesca guarida de casa.
—Divertidísimo.
—¿Qué es lo peor que puede salir mal?
Se queja. —No digas eso en voz alta. Da mala suerte.
—Bien. —Resoplo dramáticamente.
Santiago y yo trabajamos juntos, preparando la comida. Se pasa todo el
tiempo poniéndome a prueba con preguntas sobre él. Mis respuestas le hacen
alternar entre la risa y el ceño fruncido, pero el juego me distrae.
Lo aprecio un poco más por desviarse de su camino para hacerme sentir
cómoda. No importa cuántas veces me advierta sobre Santiago, no puedo
evitar la atracción que siento hacia él. Este hombre es más que simpático, y
no sé qué hacer al respecto.
20
Chloe
—¡Ya vienen! —Llamo a Santiago mientras ajusto las copas de vino por tercera
vez.
—Relájate. —Los brazos de Santiago me envuelven. Su cálido aliento me
calienta el cuello y me hace cosquillas en la oreja.
Vaya. Esta es la primera vez que él inicia el tocarme sin público, y no me
opongo precisamente a ello. Sinceramente, quiero más. Estoy tentada de
aferrarme a él como un koala bebé y sentirme como en casa.
Presiona su pulgar en mi punto de pulso. —Vas a tener un ataque al corazón
si sigues así.
No, señor, me va a dar un ataque al corazón si sigue así. Dejé escapar una
respiración temblorosa. —Es hora de poner en marcha este espectáculo.
—Una ronda rápida de preguntas. ¿Cuál es mi película favorita? —Santiago
se aleja de mí.
El aire frío sustituye a su cálido abrazo, y noto la pérdida inmediatamente.
—El resplandor porque eres clínicamente certificable.
Se ríe. —Nombra algo para lo que tenga talento.
—¿Tienes talento?
Sus ojos se oscurecen al posarse en mi boca. —Puedes pensar en una cosa,
estoy seguro.
Umm, está bien. Discúlpame mientras me ahogo con mi propia saliva. —Una
mente tan traviesa.
—Travieso insinúa que las cosas que quiero hacerte están mal. Puedo
prometerte que se sentirán muy bien. —Su guiño hace que mi mitad inferior
dé una ovación.
Intento pensar en algo que decir además de mirarle fijamente como si quisiera
darle una vuelta a su polla, pero me interrumpe de nuevo.
—¿Cuántos campeonatos del mundo he ganado?
—Dos.
Sonríe. —¿Y soy una persona matutina o nocturna?
—Nocturna porque la luz del sol mata tu actitud de pereza.
—Deberías probar la comedia. Siento que te estás perdiendo una opción de
carrera viable.
—Tomo nota.
Asiente con la cabeza. —Parece que estás lo más preparada posible para esta
noche, pero... —Su voz se apaga.
—¿Pero?
—Pero tenemos que prepararnos mejor para un viaje con mi familia.
—¿Por qué?
Alarga la mano y pasa sus nudillos por mi mejilla, enviando una corriente de
energía por mi columna vertebral como una estrella fugaz. —Porque
supuestamente eres mi novia, y aun así te sorprendes cuando te toco.
—Eso es porque lo estoy.
—Bueno, hay que modificarlo.
—Que alegría —digo en voz alta.
Su sonrisa pasa de dulce a seductora. Querido Señor, que alguien le pida por
favor que guarde sus blancos perlados. Me hacen perder de vista al peligroso
hombre que está frente a mí.
Sus labios rozan mi sien, haciendo que mi piel se estremezca.
El timbre de la puerta desvía nuestra atención. Santiago me hace un gesto
para que abra la puerta. Agarro la manilla y tiro, encontrando a Matteo y a
mi hermano al otro lado, sonriendo.
Mi nuevo hermano parece unos años más joven que yo, con una mata de
cabello oscuro y ojos marrones claros.
—Merda. Santiago Alatorre. —Los ojos marrones de mi hermano se abren de
par en par mientras se queda con la boca abierta.
Merda tiene razón. Matteo presenta a su hijo como Giovanni. Mi hermano se
parece a mí, con la misma tenue salpicadura de pecas en la nariz y la piel
pálida.
No se me ocurre nada más que un saludo de bienvenida. Matteo y Giovanni
ignoran mi falta de palabras, centrando toda su atención en el gigante que
está a mi lado. Giovanni suelta un puñado de palabrotas entre dientes
mientras golpea a Santiago con unas cuantas preguntas. La mandíbula de
Santiago se estremece con cada una de ellas. Le agradezco que fuerce una
sonrisa a pesar de lo mucho que odia esto. No debe ser fácil responder a las
preguntas de un fan después de años de esconderse del mundo. Una pequeña
oleada de culpa me golpea por ponerlo en esta situación en primer lugar y
hacerlo vulnerable. Si saliéramos de verdad, le ofrecería una mamada por
esta ronda de tortura.
Santiago nos hace pasar al comedor principal, manteniendo su mano
presionada contra la parte baja de mi espalda. Me estremezco ante la
posesividad de su tacto. La adicción debe de ser cosa de familia, porque estoy
enganchada a sus caricias, ansiando nuestra conexión para mantener los
pies en la tierra.
Excepto que todo esto es falso, Chloe.
Giovanni y Matteo se sientan uno al lado del otro en la mesa. Santiago me
acerca la silla para ayudarme a sentarme. Tomo asiento y Santiago me
empuja antes de sentarse a mi lado. Va más allá con su exhibición, incluso
se ofrece a servirme la comida.
Uf. Cocina, me soporta y se comporta como un caballero. Si no hubiera
conocido a su madre, habría pensado que venía del espacio exterior.
Todos los demás se turnan para servir, y las brillantes sonrisas en la sala me
indican que la cocina de Santiago es un éxito. Me pavoneo de que todos coman
mi ensalada.
—Esta comida es increíble. —Giovanni cierra los ojos mientras se mete otro
trozo de pollo en la boca.
—Nunca he probado nada parecido. —Matteo apuñala un trozo de lechuga.
Santiago me sonríe. Me sonrojo y miro hacia otro lado, volviendo a centrarme
en mi familia.
—He visto algunos de tus vídeos de cocina con tu hermana. YouTube no hace
justicia a tu comida. —Giovanni sonríe de manera infantil. Está
absolutamente impresionado y lo encuentro algo entrañable.
—Cierto. Casi me olvido de que estaban ahí. —La mirada de Santiago baja a
su plato.
—¿Se te olvidó? ¡Tienen millones de visitas! ¿Cómo no puedes recordar algo
así?
Santiago se aclara la garganta, con un ligero rubor en las mejillas. —Cosas
así son fáciles de olvidar.
—¿Por qué hace tiempo que no haces uno? —Mi hermano, que carece de un
adecuado don de cómo tratar a la gente, prosigue.
—No quiero que me filmen más. Prefiero alejarme de cualquier tipo de
atención como esa. —Los puños de Santiago se cierran bajo la mesa.
—A mí tampoco me gusta la atención. —Me agarro a su puño más cercano y
le fuerzo a separar los dedos. Se entrelazan con los míos, y él los sujeta a su
muslo. El gesto íntimo se siente tan bien que me asusta.
—Obviamente Santiago te ha estado escondiendo del mundo. Nunca te había
visto —dice Giovanni.
—Justo como me gusta. —La mano de Santiago se aprieta alrededor de la
mía, cortando toda la circulación. Ouch.
La mirada de Giovanni pasa de mí a Santiago. —¿Crees que volverás alguna
vez?
—Gio... Smettila22. —Matteo frunce el ceño ante su hijo.
Esta noche está yendo terriblemente mal, y no sé cómo detenerla. Santiago
corta cualquier esperanza de circulación de sangre a mi mano.
Me aclaro la garganta. —Giovanni, Matteo me ha dicho que estás terminando
la carrera en una universidad de Milán. ¿Cómo te ha parecido?
Mi hermano me mira con una ceja levantada. —Es divertido y tengo muchos
amigos.
—Es genial. Siempre veía estudiantes felices cuando pasaba por la
Universidad de Nueva York de camino al trabajo. ¿Cómo es? —Mi cabeza se
inclina con entusiasmo.
Santiago inclina la cabeza hacia mí, sus ojos escudriñan mi rostro. El peso
de su atención es el equivalente a tener brasas calientes sobre mi piel.
—¿No tienes un título universitario? —Matteo frunce el ceño.
Sacudo la cabeza. —No. Tristemente tenía otras prioridades. Pero acepté que
algunas personas no están hechas para la universidad.
22 Detente en italiano
—Mi tío decía lo mismo. —Giovanni se ríe.
—Y mira cómo ha acabado. —Los ojos de Matteo se estrechan ante su hijo.
Bien, supongo que el hermano de Matteo es un tema delicado. Intento no
prestar mucha atención al desprecio en la voz de Matteo por no asistir a la
universidad, pero es más fácil decirlo que hacerlo. La sensación de asco se
apodera de mí, haciéndome sentir menos por no tener un título caro.
Ese tipo de oportunidades no son para gente como yo. Son para los que tienen
dinero o para los que pueden permitirse perder tiempo y obtener
innumerables préstamos.
Es como si un nubarrón se hubiera cernido sobre mi cabeza, oscureciendo
mi estado de ánimo.
Como si percibiera el cambio, Santiago suelta un poco mi mano. Intento
retirarla, pero la atrapa contra su muslo. Su dedo índice me pasa por los
nudillos, recorriendo la piel que se me pone de gallina.
Ya no sé en qué concentrarme: en su tacto o en la bomba de una conversación
con mi familia. Me decido por lo segundo y señalo mi cuchillo con la mano
izquierda.
Santiago resopla y suelta mi mano de su sensual tortura. Sonríe ante el
espectáculo que hago al estirar los dedos. —Giovanni, ¿qué estás estudiando?
—Ingeniería. —Matteo responde por él mientras se sienta más alto en su
asiento, acicalándose como un pavo real orgulloso de su hijo.
—Oh, eso es impresionante. ¿De qué tipo? —Tomo mi copa de vino de la mesa
y bebo un sorbo.
—Mecánica. Me interesa trabajar en la industria de las carreras. —La mirada
de Giovanni pasa de mí a Santiago de nuevo.
Oh, vaya. Aquí vamos de nuevo. Su enamoramiento fue divertido mientras
duró. Alguien tiene que enseñarle a mi hermano el arte de no ir demasiado
fuerte. No quiero imaginármelo recogiendo mujeres en un bar.
La conversación vuelve a girar en torno a las carreras y los autos. Giovanni
evita preguntarle a Santiago algo demasiado personal, centrándose más en
su colección de autos y en otras aficiones que le gustan, como la navegación.
Matteo y Giovanni parecen olvidar que me siento al lado de su corredor
favorito. Santiago intenta una y otra vez incluirme, respondiendo de una
manera que debería atraer su atención de nuevo hacia mí. Nada funciona.
Odio la mirada de preocupación que me dirige Santiago. Es una que me he
pasado toda la vida viendo en las caras de los demás. Es como si me dijera
que soy la pobre niña de acogida que encontró a su familia, solo para darse
cuenta de que no les intereso en absoluto. Créeme, lo veo. No necesito que la
conciencia de Santiago se sume a mi vergüenza. Es obvio que Matteo no vino
aquí por mí. Ha venido a recoger su premio al “Papá del Año” después de
haber presentado a Giovanni la siguiente mejor cosa desde la invención del
iPhone.
El malestar se apodera de mis entrañas, creciendo a cada minuto. Todo esto
es falso, desde mi relación con Santiago hasta el hecho de que Matteo haya
venido a pasar tiempo conmigo. Es triste darse cuenta de que lo más genuino
aquí esta noche es el enamoramiento de Giovanni. Los pensamientos
incómodos me golpean.
Me escuecen los ojos y me pongo de pie apresuradamente. —¡Voy a ir por una
botella de vino!
Los ojos de Matteo se posan en la botella llena de vino blanco que hay en el
centro de la mesa. Se me ocurre una excusa a medias sobre otro tipo de vino
que prefiero después de la cena. Se me calienta el cuello, me doy la vuelta y
salgo corriendo hacia la cocina.
Una respiración entrecortada se escapa de mis pulmones. Abro la puerta de
un armario que oculta la bodega, apodada por mí como la cueva de los
murciélagos. Mis zapatillas resuenan en las paredes de piedra mientras subo
las escaleras de dos en dos.
Aprieto la espalda contra una de las puertas de cristal de la nevera y me
deslizo hacia abajo, abrazando las rodillas contra el pecho. Hace falta todo lo
que hay en mí para no soltar lágrimas frustradas.
Nada de esta noche está saliendo como yo quiero. Todas las decisiones que
he tomado hasta este momento con Matteo han salido terriblemente mal,
convirtiendo mi vida en un desastre. ¿Y para qué? ¿Un padre que ya tiene
una familia y ni siquiera sabe que existo?
Soy una broma. Un fraude. Nada mejor que mi madre, mintiendo para salirme
con la mía. Al darme cuenta, aparecen las lágrimas contra las que he luchado
antes. Me las quito de encima, odiando la evidencia de mi angustia.
—Tienes dos opciones. Puedes salir y mostrarles lo que se están perdiendo, o
puedes esconderte aquí y yo les diré que se vayan. —La voz grave de Santiago
rebota en las paredes. Un par de zapatillas se detienen frente a mí, su cuerpo
proyecta una sombra sobre mí.
Mi corazón se aloja en algún lugar de mi garganta. —¡Santo cielo! ¿Cómo es
que estás tan condenadamente callado todo el tiempo? —Aprieto mi mano
contra el pecho mientras inclino la cabeza hacia atrás.
—Práctica. —Su sonrisa se convierte en un ceño fruncido cuando sus ojos
recorren mi rostro manchado de lágrimas.
Deja escapar un suspiro mientras se pone en cuclillas con elegancia.
Mi corazón se calienta ante la idea de que se esfuerce al máximo para
encontrarse conmigo donde estoy. Inclino la cabeza hacia delante, evitando
su mirada. —Esta noche apesta.
Me mete un dedo grueso y calloso bajo la barbilla, obligándome a mirarlo.
—Ehh. Son un asco. Solo hay una persona en esa mesa que lo hace todo
soportable. —Sonríe de una manera que me hace querer sacudirlo.
Al diablo sus pensamientos. Yo ofrecería a mi primogénito si eso significa
tener acceso a una parte de su mente.
—Me he equivocado, ¿no?
Sacude la cabeza. —No, no lo hiciste. Y tampoco puedo culparlos exactamente
porque la fama vuelve a la gente estúpida. Creen que la forma de hacerme
feliz es haciéndome preguntas sobre mí, pero no podrían estar más
equivocados.
—¿Por qué? —Las palabras salen de mi boca en un susurro.
—Porque obviamente el camino al corazón de cualquier hombre es a través
de su novia.
—Falsa novia. —murmuro sin entusiasmo. Las falsas novias no deberían
sentir lo que yo siento por él, pero aquí estoy, deseando a un maldito
ermitaño.
Sacude la cabeza, luchando contra una sonrisa. —¿Qué te parece jugar un
juego?
—¿Un juego? —Mi mandíbula se abre.
—Sí. Un juego. —Asiente con la cabeza, su sonrisa crece—. El que se invente
la historia más ridícula sobre nuestra relación gana lo que quiera.
Me río. Es fuerte y desenfrenada, resonando en las paredes. —¿Por qué
haríamos eso?
—Porque prefiero verte sonreír que llorar.
Respiro con fuerza. Sus dulces palabras se hunden, reparando el daño de
esta noche. Me asusta confiar en alguien como él. Pero al mismo tiempo, no
puedo ignorar la seguridad que me ofrece.
—¿Qué consigo si gano? —Mi sonrisa se amplía.
—La verdadera pregunta que tienes que hacer es qué me toca a mí cuando
gane. —Su sonrisa se vuelve traviesa, licuando mis entrañas.
Oh. Mierda.
Estoy dispuesta a perder si con ello consigo otra sonrisa como esa. También
podría ondear mi bandera de rendición ahora porque Santiago parece del tipo
que no toma prisioneros.
21
Santiago
No pensar en mis planes se está convirtiendo en un patrón, desde que Chloe
entró en mi vida. Al descubrirla llorando en el suelo de mi sótano, mi corazón
se retorció de una manera que me hizo actuar primero y pensar después.
La noche es todo lo que esperaba, lo que aumenta mi preocupación. Debería
haber confiado en mis instintos y haber rechazado este plan. Mi instinto
estaba en lo cierto. La familia de Chloe está completamente impresionada.
Estaba escrito en sus caras desde el momento en que entraron en mi casa. Al
principio, lo atribuí a mis dudas sobre las intenciones de los demás,
esperando que también quisieran conocer a mi novia. En cambio, esta noche
han pasado por encima de todos los comentarios sobre Chloe y se han
centrado en mí.
Chloe está dando mucha importancia a que Matteo la acepte una vez que le
admita su identidad. Me temo que solo se sentirá decepcionada si él la
rechaza. Y lo que es peor, me pone nervioso que ya no tenga una razón para
quedarse aquí si él le rompe el corazón. Él es la única persona que la ata a
este pueblo, y no puedo permitir que lo arruine. Disfruto demasiado de su
compañía como para perderla ahora.
Esperaba equivocarme sobre Matteo y su hijo, pero todo lo que ha pasado
esta noche demuestra que probablemente tenga razón. Y que se jodan los dos
si eso hace que Chloe se sienta miserable. Así que, de ahí, mi estúpido juego.
El mismo que reavivó el fuego dentro de Chloe, desterrando sus lágrimas.
Como una campeona, marchó por mi casa y tomó asiento junto a mí.
Me aferro a su mano, manteniéndola como rehén contra el tablero de la mesa.
Ella levanta una ceja y yo sonrío. La vocecita de mi cabeza me susurra que
las líneas se están desdibujando y que los sentimientos están destinados a
herir. Pero, por una vez en los últimos años de mi vida aislada, no me molesto
en escucharla. He pasado demasiado tiempo insensible. Ya estoy tan cansado
de ello, que voy a jugar a todos estos juegos con Chloe y a disfrutar de
nuestras apuestas privadas.
Matteo se queda mirando nuestras manos unidas sobre la mesa. —¿Cuánto
hace que se conocen?
Parpadeo ante él. El imbécil por fin hace una pregunta sobre nosotros, en
lugar de solo sobre mí.
Chloe aprovecha mi silencio y me lanza una sonrisa reveladora. —Oh. Desde
la infancia. Fue un romance a fuego lento de las épocas. —Mueve las
pestañas.
Esto tiene que ser bueno. Me inclino más hacia ella, respirando
profundamente su aroma floral antes de susurrarle al oído. —Quien consiga
que le hagan más preguntas sobre una historia, gana. Que sea justo e
imparcial.
Aspira con fuerza y su cuerpo se estremece cuando el aire caliente sale de mi
boca. Su gesto de aprobación pone en marcha nuestro juego.
Giovanni sonríe. —Ah, ¿sí? Recuerdo haber oído hablar de la ex de Santiago
en uno de los vlogs de su hermana. Pero no salió ninguna otra información
sobre ella.
Hago una mueca. Todo el mundo tenía siempre curiosidad por mi ex novia,
pero yo mantenía esa historia encerrada con otras. Durante las entrevistas,
prefería mantener mi vida en privado, y los periodistas lo tomaban como algo
jugoso en lugar de inocente.
Chloe se encoge de hombros de una manera falsamente tímida, con sus largas
pestañas revoloteando. —Bueno, soy yo. Este tipo grande era reservado en
todo.
—¿Por qué? —Matteo toma un sorbo de su vino.
—Le daba vergüenza contar a los demás cómo me perdió después de que le
rompiera el corazón.
Obligo a mi risa a convertirse en una tos desgarrada.
—¡De ninguna manera! ¿Le has roto el corazón? ¿Por qué? —Los ojos de
Giovanni amenazan con salirse de sus órbitas.
—Cuando lo conocí, era solo un chico con el sueño de correr algún día. Pero
la fama cambia a la gente, y yo tenía miedo. —Su labio se tambalea.
Todo el mundo queda cautivado por su historia, incluido yo mismo. Nos
aferramos a cada nueva información que comparte. Llevo la cuenta mental de
cada pregunta, y la historia de nuestra ruptura se lleva un total de once
preguntas. Va a ser difícil de superar.
Chloe se regodea como si estuviera en lo alto de un podio y me lanza una
sonrisa burlona. Habla así cuando su familia no está mirando.
Matteo se excusa para ir al baño. Giovanni le sigue, alegando que él también
necesita ir. Es un intermedio adecuado para nuestra cena y espectáculo.
Alargo la mano hacia ella, rozando su labio inferior con el pulgar. Su sonrisa
desaparece y sus ojos se abren de par en par.
No hay razón para acercarse a ella, pero no puedo evitarlo. Y lo más
importante, no quiero hacerlo. —No planees tu desfile de la victoria todavía.
Pone los ojos en blanco, pero su respiración se vuelve más superficial cuando
mi pulgar le frota de un lado a otro el labio inferior. —No veo cómo vas a
superar once preguntas. Si cuentas los gruñidos como un segundo idioma.
Me río, bajo y áspero. —Si conocieras a mi antiguo yo, retirarías esa
afirmación. No me gusta perder.
Sus ojos se suavizan. —No necesito conocer al antiguo tú.
—¿Y eso por qué? —Mi pulgar se mueve hacia su mejilla, acariciando la suave
piel.
Nada de esto es falso ahora. Su reacción, mi interés, la forma en que nuestros
cuerpos responden al contacto del otro. Es todo tan jodidamente real, que
prácticamente puedo saborear la atracción entre ambos.
—Porque esta versión de ti me parece suficientemente embriagadora. —Sus
ojos se cierran mientras se inclina hacia mi contacto.
—¿Y si digo que realmente quiero besarte ahora mismo?
—Entonces te diría que tomaras lo que quieres antes de perder la
oportunidad.
La sangre me recorre el cuerpo y mi polla se retuerce bajo los pantalones.
Aprieto mis labios contra los suyos y Chloe suelta un suspiro.
Algunos besos avivan la pasión. Algunos besos curan el alma. Besar a Chloe
es una combinación de las dos cosas: la medicina más dulce que conduce a
una adicción de por vida.
Le paso la lengua por el labio inferior y pruebo su vino favorito. Su cuerpo se
estremece y sus labios tiemblan bajo mi asalto. En mi interior crece el deseo
de acercarme a ella. De recomponerme con su ayuda.
El golpeteo de los zapatos contra el suelo de mármol hace que nos alejemos
el uno del otro. Tengo un fuerte deseo de tirar de ella, pero nuestra compañía
me lo impide.
Los ojos de Chloe rebotan entre mis labios y mis ojos. —Eso fue...
Real. Increíble. Jodidamente innegable y si me vuelves a la zona de amigos te
juro por Dios que te saco la palabra directamente de tu vocabulario. —Solo es
el principio. —Le paso el pulgar por el labio inferior una última vez, y su
turgencia se convierte fácilmente en mi distracción favorita.
Matteo y Giovanni entran en el comedor, robando nuestra atención una vez
más.
Me alejo de Chloe a pesar de las ganas que tengo de robársela y dar por
terminada la noche. —Chloe me ha recordado una anécdota graciosa
mientras ambos estaban en el baño.
—¡Oh, claro que sí! —Giovanni da una palmada.
—No sé si has leído algo en los periódicos sobre la vez que una fan
desesperada fue escoltada fuera de la propiedad de la F1 después de que se
colara en mi suite para confesar su amor...
La risa de Chloe resuena en las paredes, consolidando mi elección. Me gusta
demasiado cómo suena.
—¡No! Vaya. ¿Hace cuánto tiempo fue esto? —Matteo sonríe.
Una pregunta menos, once más.
Puede que me haya alejado de los podios de la F1, pero eso no significa que
haya dejado de desear una victoria. Y estoy listo para vencer a la competencia
hasta la sumisión.
—Vamos a morir. Es oficial. Que Dios nos salve —murmura Chloe, mirando
hacia el techo del auto. Hace la señal de la cruz de forma incorrecta, y yo me
río mientras le enseño cómo se hace realmente.
—Relájate. —Observo los alrededores. La calle está vacía y es plana: el lugar
perfecto para enseñar a alguien a conducir.
—Cuando ganaste anoche, no esperaba que desperdiciaras tu victoria en esto.
—Bueno, dije que teníamos que enmendar tu asunto de no saber conducir.
Eso es ilegal en mi casa. —Froto el salpicadero de cuero del Jeep. Le ofrezco
a Chloe el más robusto de mis vehículos para que aprenda a conducir.
—Hay tres pedales. ¿Por qué hay tres pedales? —Se queja.
El sonido envía una descarga directa a mi polla. Respiro profundamente,
aliviando el dolor que se ha vuelto familiar alrededor de Chloe. —Porque los
autos automáticos son para las abuelas.
—Está bien, está bien. Admitiré que soy una abuela porque, de todos modos,
apenas salgo. Quiero decir, yo bordo como pasatiempo. Estoy prácticamente
a un año de acoger gatos y vivir el resto de mi vida pegada a un tanque de
oxígeno.
Le ofrezco una expresión inexpresiva, negando mis ganas de reír.
Me muestra las manos en forma de oración. —Por favor, no me hagas hacer
esto. No eres John Cusack, y esto no es Say Anything.
—¿De qué estás divagando?
—¿Has visto la película?
—No.
Mira al techo. —Parece que ahora tengo dos cosas por las que rezar. No me
extraña que lleves tanto tiempo soltero. ¿Siquiera sabes cómo cortejar a una
mujer?
Parpadeo hacia ella. —No necesito cortejar.
—Todo el mundo se enamora. Estás rompiendo mi corazón de amante de los
ochenta.
—¿De verdad? ¿A cuántos hombres has cortejado?
Sus mejillas se sonrojan.
—Uhm... yo no cortejo. Pero eso es diferente. —Las palabras se precipitan de
su boca.
—Por supuesto que sí. Los dobles estándares tienden a ser extrañamente
convenientes.
Su boca se abre. —¿Perdón? No hay doble moral. ¡Solo que nunca me interesó
cortejar a alguien antes! Eso es totalmente diferente.
—¿Porque tu corazón ochentero puso tus estándares de amor demasiado
altos?
—Exactamente. Lo entenderías si hubieras crecido alrededor de mi madre y
su novio de mierda. Prefiero tener un alto nivel de exigencia que ese basurero
mal etiquetado como romance.
—Espera. ¿No has estado enamorada? —No sé por qué me sorprende. Yo
tampoco me he enamorado nunca, pero Chloe... es diferente. Alguien ya
debería haberle llamado la atención. Al menos por un tiempo.
Ella se concentra en el volante. —No. ¿Y tú?
—No —respondo con sinceridad.
—Ves, tal vez si cortejaras a una chica, ya estarías enamorado. —Ella me
muestra una sonrisa.
Sacudo la cabeza y vuelvo a prestar atención a la tarea. —Deja de distraerme
para que te explique cómo se hace esto.
Le explico cada paso, el cambio de marchas, los pedales y todo lo que necesita
saber.
Se agarra a la palanca de cambios e intenta moverla. Sus cejas se juntan
mientras suelta un exagerado suspiro. —Bueno, supongo que como el auto
no funciona, deberíamos dejarlo ahora antes de que alguien salga herido. Más
vale prevenir que lamentar.
—Te has olvidado de encender el auto. —Cubro mi sonrisa con el puño.
—Estás disfrutando demasiado de mi lucha. Sabía que estabas demente, pero
esto es un nivel completamente nuevo de desastre, Santiago Alatorre. —Chloe
hace rodar sus Rs perfectamente.
Mi polla reacciona cuando dice mi nombre. Todavía no he compartido mi
apodo con ella, lo cual es nuevo para mí. Me gusta que Chloe sea una de las
pocas personas que me llama Santiago en lugar de Santi. Es mejor
mantenerlo así. Me contoneo en mi asiento, ajustándome mientras le explico
cómo encender el auto.
Le arranco la mano de la palanca de cambios y le muestro los movimientos.
El adictivo olor de ella invade mi nariz mientras me inclino hacia ella. Quiero
quedarme en esa posición, con mi polla palpitando y ella conduciendo mi auto
convirtiéndose en un sueño erótico.
Sí, soy un jodido cachondo. Lo sé. Cualquiera lo sería después de estar en
una relación con su mano derecha durante tanto tiempo como yo.
—¿Acabas de oler mi cabello? —La voz incrédula de Chloe me saca de mi
fantasía.
—No.
—¡Dios mío, sí que lo hiciste! —Su risa se convierte en una carcajada.
—Estás alucinando. Estaba intentando comprobar si había alguna fuga de
gas.
—¿En mi cabello? —Se gira hacia mí. Su pecho roza mi brazo, recordándome
todo lo que estoy tentado de tocar—. Eres tímido. —Me pasa un dedo por las
mejillas calientes.
Su toque enciende un fuego en mis venas, forzando más sangre en las mismas
mejillas que acaricia.
Joder. ¿Desde cuándo soy tímido?
Desde que te convertiste en un bicho raro para el público, la pequeña pero
efectiva voz en mi cabeza ofrece.
Cubro mis oscuros pensamientos con un giro de ojos. —No. Los hombres
como yo no son tímidos.
Me toca el pecho antes de arrastrar su dedo por los músculos de mi estómago.
—Lo eres totalmente. Dime, ¿por qué te gusta oler mi cabello?
—¿Verdad o mentira?
Su mirada se encuentra con la mía. —La verdad. Siempre la verdad.
—Porque hueles muy bien y quería más, ¿de acuerdo? ¿Estás contenta
ahora?
—Absolutamente encantada. Huele cuanto quieras, pervertido. —Su risa
ahoga el arranque del auto.
Su humor es contagioso. Lo absorbo y dejo que su energía positiva me
atraviese. Cada vez disfruto más de la presencia de Chloe a medida que
pasamos más tiempo juntos. Y, sinceramente, una parte de mí se pregunta
qué más puedo hacer para que se quede un poco más cerca de mí.
22
Chloe
Barro sin pensar el suelo de la cafetería.
¿Qué debo llevar este fin de semana?
¿Qué se supone que debo decir?
Pero, espera, ¿cómo se supone que voy a vivir en la misma habitación de hotel
con Santiago durante días y mantener las cosas entre nosotros únicamente
platónicas?
—Chloe, he querido hablar contigo.
Salto al oír la voz de Matteo. La escoba se me escapa de las manos y
repiquetea contra el suelo. —Dios. ¡Me has asustado!
Se ríe. —Lo siento. Te llamé varias veces, pero no me oíste.
Oh. Deja de soñar despierta en el trabajo.
Me giro hacia él. Me hace un gesto para que nos sentemos en una de las
mesas vacías.
¿Va a despedirme? Nunca es tan formal, y después de nuestra cena del
infierno, las cosas entre nosotros han estado un poco tensas. Intento no
echárselo en cara, pero sigo estando ligeramente amargada.
—¿Qué pasa? —Mantengo mi tono casual a pesar de los fuertes pensamientos
que golpean mi cabeza como una banda de música.
—Bueno, siento que las cosas no han estado bien entre nosotros.
Vaya. Este hombre realmente es mi padre. ¿Cómo si no podría sentir mi
molestia?
Continúa. —Has estado muy callada y no has sido la de siempre desde
nuestra cena del otro día.
Que alguien le dé un premio a este hombre. Entiende a las mujeres y las
busca para hacer las cosas bien. Esta ciudad es realmente mágica después
de todo.
—Sí. Sobre eso...
Levanta la mano. —Mi hijo y yo... fuimos vergonzosos. Ahora me doy cuenta.
Mi boca se abre. Vaya. Muy bien. Puedo seguir detrás de este tipo de
autoconciencia.
—No, ambos estaban emocionados.
—Ambos fuimos groseros, y no trates de encubrirlo como algo más. Salva mi
dignidad aquí.
Se me escapa una risa. —Bueno...
—Nunca habíamos estado cerca de alguien famoso, y nos comportamos como
tontos. Tú debes estar acostumbrada a Santiago porque es tu novio, pero para
nosotros fue como conocer a nuestro ídolo por primera vez. Santiago Alatorre
es uno de los más grandes, junto con su cuñado. Tu novio está a la altura de
Michael Schumacher.
¿Quién es Michael Schumach?
—Bien. —Bueno, eso sonaba mucho más seguro que hacer más preguntas
sobre el novio del que debería saberlo todo.
—Nos invitaste allí para pasar tiempo contigo fuera del trabajo, y lo
acaparamos molestando a Santiago. Por favor, perdónanos por haber actuado
como tontos delante de ustedes. Me avergüenza haber reaccionado así.
Si tuviera un vaso de agua, me atragantaría con él ahora mismo. Su disculpa
es sincera, y no puedo evitar perdonarle. No es que pueda echarle en cara
nada. Si alguien me dijera que estoy a punto de cenar con Michelle Obama,
también estaría flipando.
Espera, ¿podría Santiago ayudarme a conseguir una cena con los Obama?
Eso sí que despierta mi interés por su fama.
Le aseguro a Matteo que todo está bien entre nosotros y volvemos al trabajo.
No soy de las que guardan rencor porque la vida es demasiado corta para
pasarla enfadada con gente que se preocupa de verdad. Matteo podría no
haberse disculpado y dejar las cosas como estaban. Pero su valentía y
honestidad me hacen apreciarlo bajo una luz totalmente nueva.
—¿Me pasas el destornillador, por favor? —Santiago sale de los bajos del auto
y me clava sus ojos marrones.
Destaca sobre el suelo de cemento gris del garaje. ¿Existe algo así como ser
demasiado lindo? Preguntando por el macho que me mira con una sonrisa
que debería ser ilegal en cualquier país en el que resida.
Agarro la herramienta y se la paso. Gracias a Dios que me enseñó los nombres
de todas sus herramientas, porque me habría quedado jodida después de que
mencionara la plantilla para automóviles y el desabollador.
Echo un vistazo a su garaje. Es algo sacado de una película de Fast and
Furious, con toneladas de autos de varias generaciones. Tengo la tentación de
hacer un gran robo de auto y agarrar el descapotable rojo mientras duerme.
La palabra clave es "tentada".
—¿A qué viene esa mirada? —Me señala con el destornillador.
—Pensando en lo que supondría robar uno de tus autos.
—Sabía que eras una criminal.
—Los criminales son atrapados. —Le lanzo una sonrisa traviesa.
Vuelve a rodar por debajo del auto. —¿Estás lista para este fin de semana?
—Lo más preparada que se puede estar para el apocalipsis.
Su risa se impone a los ruidos de sus herramientas. —No es tan malo.
—Oh, de verdad. Entonces es una verdadera maravilla cómo te mantuviste
alejado de todo esto durante tanto tiempo. —Me lo imagino poniendo los ojos
en blanco.
—Ya sabes por qué.
—Bien. ¿Qué hiciste durante todo el tiempo que estuviste fuera de la tierra
de los lujos?
Los ruidos debajo del auto se detienen. —¿Por qué lo preguntas?
—Solo tengo curiosidad por saber más sobre ti.
Resopla.
Sonrío. —Entiendes que necesito saber más sobre mi falso novio que el hecho
de que le gustan los autos, que solía correr y que disfruta de los paseos cortos
en los que nadie lo molesta, ¿verdad?
—Enfatiza la parte de "nadie me molesta", por favor.
Me río fuerte. —Vamos. ¿Qué es lo que nadie sabe de ti?
—¿Por qué iba a compartir algo así contigo, solo para que se lo cuentes a un
periodista?
Vaya, vaya, alguien está malhumorado hoy. —No voy a decírselo a nadie. Pero
quiero tener una idea de quién eres como persona. Ya sabes, para cuando
necesite inventar historias que requieran cierta consistencia.
—Solía tocar la guitarra todas las noches antes de acostarme.
—Para. De ninguna manera. —Me inclino y miro debajo del auto, solo para
encontrarme con la parte superior de su cabeza. No hay forma de verle.
Refunfuña algo que no puedo entender.
De alguna manera vuelvo a levantar la mandíbula del suelo. —¿En serio tocas
la guitarra?
Ahí va haciendo una pausa en su trabajo de nuevo. —Acústica.
—¡Oh, Dios mío! Tienes que tocar para mí.
—No.
—Vamos —me quejo.
—Todavía es un no.
—Eres un aguafiestas.
—Nunca he afirmado lo contrario.
Pongo los ojos en blanco. —Cuando corrías, ¿solías llevar tu guitarra contigo?
El destornillador repiquetea contra el suelo.
Ugh. Pregunta equivocada.
—No impor...
—Sí. Siempre viajaba con mi guitarra durante la temporada de carreras.
Hacía que los días malos fueran soportables y los buenos memorables.
Me apoyo en el capó del auto para no caerme. El desmayo puede hacer eso a
una chica. —¿Todavía tocas?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque la música es el alimento del alma, y la mía siente que le falta.
Vaya. Su corazón llama al mío, rogándome que le ayude. Puede parecer
hermoso por fuera, pero no está más que roto por dentro. Me tiene
absolutamente embelesada.
Tengo la sensación de que Santiago ama demasiado. Ya sea a su familia, o a
las carreras, o incluso a la música que toca, ama sin reparos y con todo lo
que lleva dentro. ¿Y cómo se puede superar el nivel de angustia que
experimentó cuando perdió la pierna y dejó de competir?
—Espero que vuelvas a tocar algún día. —Quiero decir cada palabra.
—Yo también, Chloe. Yo también.
23
Santiago
Paso la toalla por el espejo empañado del baño. Mi rostro desaliñado me
devuelve la mirada, con la barba crecida y el cabello áspero en los bordes.
Nunca lo había tenido tan largo. Me paso una mano por los mechones y mis
dedos se enganchan en algunos nudos por la ducha.
¿Es esto lo que quiero mostrar al mundo este fin de semana? ¿El tipo que
dejó que sus circunstancias lo quebraran hasta el punto de apenas
reconocerse a sí mismo? Y más importante, ¿es este el tipo que quiero ser
frente a Chloe? Quiero impresionarla, no hacer que quiera correr en dirección
contraria.
Una mirada a mí mismo me hace preguntarme por qué no huyó en la primera
oportunidad que tuvo. Me veo como alguien que ha visto días mejores.
Demonios, alguien que ha visto una vida mucho mejor.
Abro uno de los cajones del tocador y saco el material para recortarme la
barba. Puede que solo sea un cambio cosmético, pero no deja de ser un
cambio.
Tardo lo que parece una eternidad en eliminar todo el exceso de vello facial.
Me paso una mano por la barba incipiente y sonrío. —Ahora, ¿qué diablos
voy a hacer con mi cabello?
—¡Cariño, estoy en casa! —Chloe llama desde la puerta principal.
Entro en la entrada y observo sus maletas, que parecen estar a punto de
romperse. Me sorprende cómo esas maletas tan dañadas han aguantado todo
el camino desde Estados Unidos.
—¡Santo cielo! —jadea—. ¿Quién eres y qué has hecho con Santiago?
A juzgar por la reacción de Chloe, el gran corte de cabello ha merecido la
pena. Mi cabeza se siente cien veces más ligera, con los mechones peinados
como me gustaban.
—Hola. —Me froto la nuca.
Sus ojos pasan de mi cara a mi cabello y a mi cara de nuevo. —Vaya. ¿Eso es
lo que escondías bajo esa barba y ese cabello? Es como El diablo viste de
Prada, pero más masculino. Y definitivamente más sexy como a mil grados.
Me río en voz baja e inclino la cabeza hacia sus maletas. —¿Traes todo eso
para un viaje de fin de semana?
—No. Pensaba mudarme aquí después. ¿Qué te parece? —Habla con voz
cantarina mientras mueve las pestañas de una manera que grita todo menos
inocencia.
—Bonito —ofrezco con voz seca.
—Me fui del hostal por el fin de semana porque el dinero no crece en los
árboles por aquí. ¿Te importa si guardo algunas de mis maletas aquí? —Sus
ojos se dirigen a sus raídas zapatillas de deporte.
Odio que el tema del dinero parezca avergonzarla. Obviamente, no puedo
ocultar el hecho de que tengo mucho, y sus luchas añaden una brecha entre
nosotros que odio. Quiero decirle que, al fin y al cabo, una cuenta bancaria
solo puede hacer feliz a alguien hasta cierto punto. A partir de cierto umbral,
los signos de dólar pierden su sentido, como la gente que acude a mí por ello.
Opto por no hacerlo, no queriendo avergonzarla más. —Puedes guardarlas
aquí. Por un momento pensé que eras mucho más exigente de lo que
creía —bromeo, queriendo librarla de su nerviosismo.
—Dios no. Soy tan exigente como un pez de colores. —Ella empuja su equipaje
hacia mí.
—El que tenía de pequeño murió, así que no tengo una buena referencia con
la que compararlo. —Se la quitó y lo meto en el armario que hay debajo de
las escaleras.
—Viendo que nunca tuve una mascota para empezar, tampoco es que pueda.
Vuelvo a reírme y ella sonríe. Es una mirada hermosa, con sus ojos brillando
bajo la luz del candelabro. Estoy tentado de besarla. Aquí y ahora.
Sus labios se separan mientras sus ojos analizan mi rostro. Me acerco un
poco más y le paso la mano por el cuello.
El tono de llamada personalizado de mi madre nos interrumpe. Gruño y me
froto una mano por la cara. —Será mejor que vaya a contestar. Siéntete como
en casa mientras tomo las maletas.
Sus hombros caen un centímetro. Es sutil, pero el movimiento me acelera el
pulso. Me gusta hacer que me desee. Me devuelve una parte esperanzadora
de mí que guardé hace tiempo. Una que me da miedo soltar en primer lugar,
no porque no quiera, sino porque no se puede parar una vez que empieza. Y
ese es un juego peligroso con alguien que solo planea estar aquí
temporalmente.
Me dirijo a mi dormitorio y agarro el teléfono de la mesita de noche. En la
pantalla aparece un mensaje de voz de mi madre. Me habla de meter en la
maleta ropa extra por si acabamos asistiendo a varias actividades en un
mismo día. Incluso después de mudarme a los dieciocho años, sigue
mimándome.
Me dirijo hacia mi equipaje en la cama, revolviendo mi ropa hasta que todo
encaja. Al arrastrar mi equipaje fuera de la cama, se me escapa de las manos
y se golpea contra el suelo. Un golpe de agonía directa se dispara a mi pierna
derecha. Los pulmones me arden por la repentina inhalación de aire que
hago.
Dolores fantasmas. Pensaba que había superado esta parte de mi curación,
pero otra punzada me dice lo equivocado que estaba. Son una de las peores
partes de la pérdida de mi pierna. Los mensajes se disparan desde mi cerebro,
solo para encontrarse con la falta de la extremidad. Es como un ataque de
pánico dentro de mi cuerpo, con mis nervios enloquecidos.
Que se joda mi pierna derecha hasta el infierno y de vuelta. Que se joda todo.
Este dolor no es real. Tu pierna hace tiempo que se fue. Canto mi viejo mantra,
rezando para que el dolor desaparezca.
Otra oleada de agitación me hace encorvarme. Contengo una maldición y
rechino los dientes para combatir el dolor. Un sudor frío recorre mi piel
mientras suelto un gemido.
—Dios mío, ¿estás bien? Oí que algo se caía y estaba preocupada. —La voz
de Chloe se abre paso entre los sonidos de mi pesada respiración.
Odio lo preocupada que suena, tanto como odio que me encuentre así. Débil.
Desesperado. Con un dolor increíble. Es como si mi demonio no me dejara
encontrar la felicidad ni siquiera por un par de días con otra persona.
No. Mi pierna necesita ser la estrella del espectáculo, una y otra vez.
—Saldré en unos minutos cuando se me pase esto. —Mi voz se quiebra.
Tanteo la pierna, arañando mis pantalones mientras levanto el dobladillo.
Otro escalofrío me recorre mientras mi cuerpo interpreta una herida donde
no hay una puta extremidad. No puedo contener mi gemido delante de Chloe.
—¡Me estás asustando y no sé cómo ayudarte!
—Ve afuera. Se pasará en unos minutos. —De alguna manera, reúno la
energía suficiente para responder. Cada palabra requiere un esfuerzo, entre
mi jadeo y el dolor.
—Sí, no. Estás más loco de lo que pensaba si crees que te voy a dejar aquí
así. —Chloe arrastra hacia mí una enorme silla con respaldo desde la esquina
de mi habitación. El ruido del raspado contra la madera hace que se me ponga
la piel de gallina en los brazos.
Lo último que quiero es su ayuda, pero no puedo encontrar en mí algo
miserable para alejarla antes de que vea el desastre que realmente soy. Todo
lo nuestro ha sido un gran cuento de hadas, con nosotros evitando la verdad
y fingiendo delante de todos. Pero no es real. Si ella es la princesa que recoge
flores silvestres e irradia sol, yo soy la bestia, con una personalidad a la
altura. Y como la bestia, es mejor que me dejen en paz. Noticia para los
románticos: Bella sufrió el síndrome de Estocolmo. Ninguna mujer habría
querido a ese bastardo si no fuera una prisionera.
—Por favor, vete —le digo con rudeza.
—No. Lo traduciría al español, pero es la misma mierda, diferente idioma. Así
que no y no. —Ella arrulla la última palabra con un acento falso.
Quiero sonreír, pero me quedo con el ceño fruncido.
Me empuja los hombros, obligándome a tomar asiento. —¿Cómo puedo
ayudar?
Las profundas respiraciones que hago no alivian el dolor. —Joder. Dame un
segundo —consigo decir entre los dientes que rechinan.
—¿Es tu pierna? ¿Tengo que llamar a una ambulancia? —Chloe se aferra a
mi mano temblorosa y me ayuda a subir el dobladillo de los vaqueros por la
pierna.
Ahí está mi prótesis en todo su esplendor.
Chloe me mira directamente a los ojos y no se molesta en parpadear.
—Dime qué hacer y deja de actuar como una princesa al respecto.
—¿Puedes ayudarme a caminar hasta el espejo de allí? —Señalo el enorme
espejo de cuerpo entero que hay junto a mi tocador. Lo he guardado después
de todo este tiempo para ocasiones como esta, pero la maldita cosa está
demasiado lejos.
Sus cejas se juntan, pero no hace preguntas. Me ayuda a sostener mi cuerpo
mientras cojeo hacia el espejo. Intento mantener la mayor parte de mi peso
sobre la pierna buena, pero tropiezo. Chloe gruñe ante el repentino cambio
de peso.
Mi confianza disminuye cuando nos detenemos ante la alfombra. Coloco la
cabeza baja contra mi pecho. —¿Te importa ayudarme a llegar al
suelo? —Susurro la simple petición, con el asco instalándose en lo más
profundo de mis entrañas.
Esto es lo peor que me podría haber pasado con Chloe. Me siento humillado
mientras ella me ayuda a colocarme en la mullida alfombra frente al espejo.
Me meto la prótesis detrás del espejo, ocultando la extremidad mientras evito
la mirada de Chloe. Tengo miedo de lo que pueda encontrar tras esos ojos
azules.
Dijo una y otra vez que no le importaba mi pierna, pero ¿cómo no va a
hacerlo? Apenas puedo mirarla sin sentir asco. ¿Y en este momento? Me
desprecio absolutamente a mí mismo.
—¿Puedo ayudarte en algo más? ¿Necesitas un Advil o algo? —Su dulce
petición me hace soltar una risa cínica.
—No. Lo que necesito es borrar tu memoria de los últimos diez minutos.
—Bueno, parece que ahora estás atrapado conmigo ya que los Hombres de
Negro están ocupados.
Suspiro, odiando lo que viene a continuación. —Ya puedes irte.
—¿Quieres que lo haga?
—¿No quieres irte? —La miro de reojo.
Sus ojos reflejan la misma calidez que siempre tiene hacia mí. De hecho, hay
un brillo en sus ojos que no había antes.
Genial, ahora le he dado ganas de llorar. Sacudo la cabeza y vuelvo a
concentrarme en mi pierna.
—No hay ningún lugar en el que prefiera estar que aquí contigo. —Se deja
caer en la alfombra frente a mí y cruza las piernas.
Otro fuerte latido resuena en mi cuerpo, robando mi atención. No tengo
tiempo para concentrarme en la presencia de Chloe. Exploto toda mi energía
en los ejercicios que aprendí durante mi estancia en rehabilitación. La terapia
del espejo es el más cruel de todos los ejercicios, en el que manipulo mi
cerebro para que crea que tengo dos piernas enteras.
El dolor de mi cuerpo disminuye cuando finjo que la pierna que veo en el
espejo no es mi prótesis. Hago los movimientos, flexionando el pie y curvando
los dedos antes de pasar a movimientos más complejos. Tardo treinta minutos
en erradicar el dolor. Al final, me tumbo contra la alfombra, sudoroso y
agotado. Las sombras juegan en el techo mientras el ventilador que tengo
encima gira.
Chloe se tumba a mi lado, el calor de su cuerpo calienta mi costado. —¿Crees
en los deseos?
La ridiculez de su pregunta me toma por sorpresa. —¿Qué?
—¿Crees en los deseos? ¿Sí o no? —Gira la cabeza hacia mí.
Nuestras respiraciones se mezclan por la proximidad.
Mis ojos se dirigen a sus labios. —Uhm... ¿No?
Se toca el rostro. —Me lo imagino.
—¿Por qué?
—Porque creo en los deseos.
No puedo evitarlo. Su respuesta me hace reír, liberando la tensión de mi
cuerpo.
—Oye, no está bien reírse de alguien que comparte una historia. Solo se la he
contado a otra persona en todo el mundo, y tu reacción hace que no quiera
compartirla más. —Me pellizca el costado, conociendo el punto exacto para
hacer que mi cuerpo se estremezca.
—Tienes razón. Por favor, perdóname...
Su sonrisa no coincide con su falsa ofensa. —Sí. Así que, tengo esta cosa
llamada un diario de deseos. Y entiendo que es ridículo, pero he pedido deseos
desde que veía Pinocho de niña.
—Pero, ¿deseas en un diario en lugar de en una estrella? ¿Cómo funciona
eso?
—En Nueva York, la única estrella que encontrarás está en Broadway, ya que
hay demasiadas luces para ver el cielo con claridad. Fui práctica y encontré
un diario en su lugar. Además, así es más fácil llevar la cuenta de todos mis
deseos. Y vaya si llevo la cuenta.
—No sé qué es más impactante de esta historia. El hecho de que escribas
deseos en un diario o que los llames prácticos.
Chloe deja escapar una risa melódica hasta el techo. —Bien listillo, ¿y si te
digo que algunos de mis deseos se hacen realidad?
—Entonces te diría que tienes un caso impecable de sesgo de confirmación.
Chloe se vuelve loca por mi comentario. Dios. Me encanta cómo se ríe, como
si fuera a morir por falta de oxígeno. Estoy tentado de hacerla reír una y otra
vez. El aislamiento me ha convertido en una triste sombra de hombre,
mendigando la atención de alguien que parece igualmente solitario.
Pone los ojos en blanco. —De acuerdo, por favor, deja el acto de comedia
mientras estás delante. Solo hay espacio para uno de nosotros en esta farsa
de relación, y no eres tú, amigo.
Me río. —Bien.
—De todos modos, a algunos les parecerá una estupidez —sus ojos se
entrecierran al girar la cabeza en mi dirección— pero mi diario de deseos es
realmente importante para mí. Era lo único que era exclusivamente mío,
sobre todo después de que me viera obligada a mudarme de casa de mi madre
a un hogar de acogida.
Su voz carece de la nota de tristeza que esperaría de una historia tan
deprimente como ésta. Me imagino a una joven Chloe, aferrada a un diario,
deseando que las circunstancias sean mejores, pero decepcionada una y otra
vez. La idea me pesa en el pecho. ¿Cómo puede ser tan positiva después de
haber crecido así? ¿Quién lo haría?
Continúa: —Puedes reírte todo lo que quieras, pero uno de mis deseos me
trajo aquí, así que diría que hay un poco de magia en mi diario. ¿No crees?
Estoy enganchado a la historia, deseando más de ella. —¿Qué has deseado?
—Dos cosas en realidad.
—Ah, ¿sí?
—El primer deseo era encontrar a mi padre y reunirme con él.
—Y obviamente eso ocurrió.
Ella sonríe —Sí.
—¿Y cuál era tu segundo deseo?
—No sé si debería compartirlo. Puede que esté sufriendo un malvado sentido
del sesgo de confirmación. —Me saca la lengua.
Mis ojos se centran en cómo su lengua se arrastra por su labio inferior. Siento
la tentación de ponerme encima de ella y besarla.
Ella sacude la cabeza. —No. No voy a ir allí ahora mismo contigo.
—Aguafiestas. —Suspiro—. Entonces dime qué más deseabas.
—Quería que alguien apreciara mi presencia en lugar de destruirla.
Frunzo el ceño, odiando que tenga que desear algo así en primer lugar.
—¿Por qué has deseado eso?
—Esa es una historia para otro día.
Que se joda otro día. Quiero la historia ahora. —Vamos.
—No.
—Bien por ahora. Pero, ¿cómo sabes que el deseo se hizo realidad?
—Porque te conocí.
Mierda. ¿Cómo es que su simple declaración hace que mi corazón lata más
fuerte contra mi pecho?
Maldita sea, me gusta esta chica. Espero que el miedo infecte mi sentido
común, pero no pasa nada. Ni un atisbo de otra cosa que no sea felicidad
resuena en mi cuerpo.
—¿Por qué compartes esto conmigo? —¿Eso es lo mejor que se te ocurre? La
chica básicamente te está diciendo que le gustas, y tú lo estás jodiendo. Soy
un idiota. Esa es la maldita verdad.
Se ríe de nuevo, su sonrisa desvanece mis pensamientos. —Quería compartir
la única cosa que me hace vulnerable.
—¿Por qué?
—Porque todos tenemos debilidades, Santiago. Tú crees que la tuya es que te
falta una pierna, y yo creo que la mía es mi soledad paralizante y mi
preferencia por desear en lugar de hacer. Pido deseos para combatir el vacío
que siento por todas las decepciones de mi vida. Los deseos son lo más
parecido a la magia que tengo.
Quiero decirle que la magia está dentro de ella, no en unos deseos
garabateados en un diario. Y anhelo fastidiar a todas las personas que la han
decepcionado y han amenazado con destruir su felicidad.
No digo nada, prefiriendo empaparme de sus palabras. El zumbido de la
energía reconstituyente de Chloe me llena de algo que ya no puedo ignorar.
Quiero algo serio con ella. Las citas, las risas, y el sentimiento que ella saca
de mí una y otra vez.
Ella describe su soledad como una debilidad, pero yo solo la veo como una
fortaleza. Mientras la gente como yo se marchita en las sombras, la gente
como ella crea su propia luz. Es como la luna que brilla a pesar de la
interminable oscuridad.
Y me hace desear que la luz del día no llegue nunca más.
24
Chloe
—¿Estás listo para nuestro viaje por carretera? —Abro la puerta del pasajero
del G-Wagon de Santiago. Gracias a Dios tengo las piernas largas porque este
todoterreno es un monstruo. Me agarro al dobladillo de mi falda boho y uso
el escalón para saltar dentro del auto.
—Está a menos de dos horas. He conducido en carreras más largas que eso.
—Oh, de acuerdo, señor, soy un corredor famoso, escúcheme presumir.
¿Olvidas que crecí en Nueva York? ¡Nunca fui a ninguna parte!
Santiago se sube al asiento del conductor y se pone unas Ray Bans. Mi
corazón obsesionado por los ochenta canta al verlo. Es una mezcla de todos
los personajes de John Hughes que me encanta ver.
Por favor, no me hagas hablar de su nuevo look. Sabía que Santiago era sexy
antes, pero no me había dado cuenta de que era tan sexy bajo la barba y el
cabello largo. En serio, no creo que tenga suficiente autocontrol para
aguantar un viaje en auto junto a él, y mucho menos un fin de semana entero.
Santiago arranca el auto. —¿Es la primera vez que viajas fuera de Estados
Unidos?
—Es la primera vez que salgo de Nueva York. Y punto. Nunca he estado en
ningún otro sitio aparte de aquí y de la escala de cuatro horas en Portugal.
Así que, técnicamente hablando, he visitado otros dos lugares además de
Nueva York.
—No se puede contar una escala como una visita a otro país. Eso es triste.
—No. Es solo la verdad. —Cruzo los brazos y miro por la ventana. No es que
Santiago quiera juzgarme, pero lo parece.
El aire se mueve entre nosotros mientras yo permanezco en silencio. Puedo
pasar dos horas en silencio mientras no ponga música de jazz. Es un límite
duro.
Se aclara la garganta. —Siento si lo que he dicho ha sonado mal. No intentaba
insultarte.
—Está bien.
—Uh-oh.
Me muevo en mi asiento y me giro hacia él. —¿Qué?
—'Bien' es el código para decir “no estoy bien y si lo ignoras, te diré lo mal que
estoy dentro de unas horas y desearás haber preguntado más desde el
principio”.
Resoplo. —¿Qué? ¿Quién te ha contado esa información clasificada?
—Crecí con una hermana. Ella me enseñó lo básico cuando era adolescente.
—Bien, tu comentario me ha molestado un poco...
Levanta una ceja.
—Está bien, mucho. Pero no es culpa tuya. Solo me recuerda todo lo que me
perdí y que otros han experimentado. Crecer como lo hice dejó mucho que
desear.
—Lo siento. No quise hacerte sentir mal porque no hayas viajado. Y menos
por tu circunstancia.
—No pasa nada. No es gran cosa. —Sonrío.
Se muerde el labio inferior de una forma que no pretende ser sexy pero que
es lo suficientemente caliente como para romper un termómetro de cristal.
—Así que... ¿Qué solías disfrutar haciendo en tu tiempo libre además de
trabajar?
Genial. Él está tratando de ser educado y yo estoy aquí deseándolo.
—¿Además de bordar? Quiero decir, no tengo exactamente mucho tiempo
libre para empezar.
—Cuéntame más sobre eso entonces.
Me echo hacia atrás en el asiento sorprendida, golpeando mi cabeza contra el
reposacabezas como una idiota. —¿Qué quieres saber?
—Para empezar, ¿cómo te metiste en ese tipo de afición?
—Bueno, solía tener algunos problemas de ira.
—Me resulta muy difícil de creer. —Intenta mantener una cara seria, pero se
ríe de todos modos.
—Es verdad. —Le doy un puñetazo en el brazo para enfatizar.
Solo se ríe más fuerte.
—Así que mi trabajadora social me llevó a la tienda de hobbies un día después
de un incidente. —Me estremezco al recordar el día en que perdí a mi madre,
mi hogar y mi última pizca de inocencia—. Me dijo que podía elegir cualquier
cosa de la tienda, pero tuve que aceptar que sería mi válvula de escape para
mis emociones y no para algo físico.
—¿Y qué te hizo elegir eso?
—Pensó que me ayudaría apuñalar algo. La aguja parecía una opción segura.
La risa de Santiago rebota en el techo del auto. —Nunca hubiera imaginado
que tuvieras tanta agresividad reprimida.
—De adolescente estaba bastante enfadada con el mundo.
Su sonrisa cae. —Lo siento.
—No lo sientas. Es lo que hay.
—¿Por qué haces eso?
—¿Hacer qué?
—¿Hacer que todo parezca que está bien?
Me encojo de hombros. —Porque es así. No puedo hacer nada para cambiar
el pasado, así que ¿por qué seguir dejando que me moleste?
Asiente con la cabeza y vuelve a centrar su atención en la carretera. La ciudad
del lago desaparece mientras conducimos por las sinuosas carreteras hacia
Monza.
—¿Se te da bien? —Rompe el silencio.
—¿Bordar?
—Sí.
—No soy de las que presumen, pero ahora llevo una de las piezas que
hice. —Señalo mi camiseta bordada. Es una camiseta básica con bolsillos,
con un montón de delicadas flores multicolores diseñadas sobre el bolsillo.
Fue una auténtica pesadilla diseñarla, pero me encanta aún más por lo difícil
que fue hacerla.
—Vaya. Pensé que la habías comprado.
Sacudo la cabeza, ocultando mi sonrisa. —No. Me gusta diseñar piezas como
esta.
—¿Has pensado alguna vez en venderlos al público?
Resoplo. —La verdad es que no. Nunca he tenido tiempo ni dinero para
montar mi propia tienda Etsy.
—¿Te interesaría? Si tuvieras tiempo, claro.
Me detengo y lo considero. Pensar en diseños alimenta el lado creativo que he
descuidado a lo largo de los años mientras trabajaba en exceso. Me encanta
la emoción que siento al dibujar mis creaciones en la tela y darles vida. La
paz del proceso y la sensación de logro una vez que la pieza está terminada
es otra ventaja.
Me encanta todo. De principio a fin.
—En un mundo perfecto en el que tuviera dinero ilimitado y no tuviera que
trabajar tanto, claro. Pero el mundo dista mucho de ser perfecto, así que me
ceñiré a las cosas que sé que me mantendrán.
—Deberías considerar dedicar más tiempo a tu afición.
—¿Por qué?
—Porque si amas algo lo suficiente como para sonreír como lo estás haciendo
ahora, entonces debes perseguirlo antes de que sea demasiado tarde.
Me llevo una mano a los labios. —No tengo el tiempo.
—Y nunca lo tendrás si sigues encontrando razones para no hacerlo.
Vaya. Aquí he estado empujando a Santiago fuera de su zona de confort, solo
para que él haga lo mismo. Santiago se está bordando a sí mismo en mi piel
como los diseños que tanto me gustan, y no sé exactamente qué voy a hacer
al respecto.
25
Santiago
Me arrepiento de haber aceptado visitar a mi familia en el circuito de Monza.
Me cuesta mucho salir del auto después del viaje por carretera desde el lago
Como. Los valet no me dejan muchas opciones, ya que se encargan de tomar
nuestro equipaje de la parte trasera. Me pongo la gorra sobre la cara y respiro
profundamente el aire fresco.
Chloe sale del auto con una enorme sonrisa en el rostro, mirando nuestro
hotel con asombro. —¡Oh, Dios mío! Mira este lugar. Es aún más genial que
tu casa, ¡y tú vives en un castillo!
Nunca me fijé en los detalles de este antiguo hotel cuando me alojé aquí con
el equipo de Bandini. Mirándolo con las gafas de Chloe, aprecio la
arquitectura y el diseño clásico.
Parpadea ante el edificio. —Vaya. Me recuerda a la finca Biltmore.
—¿La qué?
Deja escapar un suspiro. —Oh, olvídalo. A veces olvido que no eres de
América.
Abro la boca para responder, pero algo me llama la atención. Un transeúnte
saca su teléfono y hace una foto de nosotros. Estoy tentado de llamar la
atención sobre su falta de privacidad, pero Chloe me saca de mis
pensamientos.
—¿Crees que está embrujado? —Ella me toca el pecho.
Suelto una respiración temblorosa, ignorando a los curiosos. —No. Al menos
espero que no lo esté. Será mejor que nos registremos antes de que se forme
una multitud.
Chloe recorre la entrada y sus ojos se detienen en los fans que se han reunido
cerca del vestíbulo. —Sabes, una cosa es aprender que eres famoso, pero otra
muy distinta es experimentarlo en primera persona.
—Esto no es nada —murmuro mientras la dirijo hacia la recepción.
—¡Te están grabando! Eso es tan espeluznante.
Agradezco que los pantalones me cubran la pierna. Nada del escrutinio de
mis fans me hace sentir bien, pero no puedo hacer nada al respecto mientras
estemos al aire libre. —Ignóralo. Te acostumbrarás a ellos al final del fin de
semana.
—No sé si es algo a lo que quiero acostumbrarme en primer lugar. —Ella
frunce los labios.
La empleada nos registra, con la mirada fija en mí. Se le cae la tarjeta de
acceso dos veces antes de que me acerque a ella y se la quite de sus manos
temblorosas con un gesto de agradecimiento.
Me pica la piel cuando las miradas de la gente me calientan la nuca.
—Vamos —gruño, desviando la atención de Chloe de un elegante cuadro que
estaba mirando. Con las manos inquietas, me agarro a nuestro equipaje y me
dirijo hacia el ascensor.
Entramos en uno que nos espera. Las puertas se cierran y yo exhalo.
—¿Estás bien? —Chloe inclina la cabeza hacia mí.
—Solo quiero llegar a la habitación y relajarme.
—Mmm está bien. —Se balancea hacia atrás sobre sus zapatillas.
Los números cambian a paso de tortuga mientras el ascensor comienza su
lento ascenso. Golpeo con los dedos el manillar metálico.
—¿Quieres cancelar? No es demasiado tarde para dar la vuelta y volver a casa.
Casa. Una palabra como esa que sale de su boca no debería hacer que mi piel
se calentara con un nerviosismo bienvenido, pero lo hace. Algo dentro de mí
no le importaría llevar a Chloe a casa. A cualquier sitio menos aquí.
Sacudo la cabeza. —No. Y basándome en la cantidad de fotos que tomaron
los fans, estoy seguro de que todos sabrán que estoy aquí al final de la hora.
Si huyo, entonces pareceré un cobarde.
—O alguien que valora su privacidad. —Se encoge de hombros.
Su gesto es dulce, pero no podría escapar de este destino, aunque quisiera.
El ascensor se detiene y se abren las puertas de nuestra suite.
—Mierda. —Chloe se queda con la boca abierta mientras sale del ascensor,
dejándome atrás para meter las maletas dentro.
Las luces rebotan en la lámpara sobre nuestras cabezas, resaltando el amplio
espacio. Chloe pasa la mano por un sofá de gamuza. Disfruto de la expresión
de asombro en su rostro mientras lo asimila todo.
—La única manera de que este fin de semana mejore es que me digas que hay
champán y chocolate gratis en esta habitación. —Se tira en el sofá.
Su reacción me recuerda a la primera vez que experimenté la vida de lujo de
la Fórmula 1. Me perdí en el lujo de todo, sin darme cuenta de la facilidad
con que me lo podían quitar.
Frunzo el ceño ante la idea. Por desgracia, así fue. La herida psicológica se
convierte en algo tangible, con un dolor que emana a través de mi cuerpo
hacia la pierna. Si vuelve a ocurrir un dolor fantasma delante de Chloe, juro
que pierdo la cabeza. Una vez fue suficiente golpe para mi confianza. Dos
veces en un día sería catastrófico.
Inhalando profundamente, me giro hacia la puerta en el extremo opuesto de
la habitación. Me cuesta mucho no tropezar. —Siéntete libre de ponerte
cómoda. Yo me voy a echar una siesta.
—Oh, claro. —Su sonrisa cae—. Me quedaré callada y exploraré el palacio.
Quiero decir el lugar. —Se ríe para sí misma.
Otro dolor me atraviesa la pierna. Mierda. Me agarro al pomo y abro la puerta
de golpe. Sin mirar atrás, entro en la habitación, aislándome de la ayuda de
Chloe.
Me niego a que siga viéndome débil. ¿Cómo va a quererme si sigo siendo un
lisiado que no puede funcionar como un hombre normal? Lo último que
quiero es que me vea como algo inferior.
Los pensamientos oscuros carcomen mi contención, haciéndome cuestionar
si este fin de semana fue una buena idea. Pero como todo en mi vida, mis
decisiones rápidas llevan a consecuencias drásticas.
Trabajo con el dolor fantasma por mi cuenta. Sin mi espejo, los ejercicios y
los juegos mentales tardan veinte minutos más de lo habitual en hacer efecto.
Y en ausencia de Chloe, me cuesta respirar mejor mientras el dolor se
desvanece. Ya echo de menos que me saque de mi nube mental de
autodesprecio como ha hecho esta mañana.
Me doy cuenta de ello. Me estoy volviendo dependiente de una mujer que tiene
todas las posibilidades de irse. Y maldita sea, quiero que se quede, aunque
sea por un tiempo más.
Santiago
—Chloe, ¿estás segura de que te parece bien que te filmen para mi
vlog? —Maya mira a Chloe con la cámara agarrada en la palma de la mano.
Desde que pisé la pista de carreras vacía, mi piel está húmeda y mi corazón
late a un ritmo acelerado.
Los empleados de Bandini trabajan en la línea de pits. El equipo asegura los
neumáticos de repuesto y comprueba las piezas del auto después de las
primeras rondas de entrenamiento de Noah. Si cierro los ojos, puedo imaginar
los ruidos y los olores de un día de carreras. Aparte de algún miembro del
equipo que nos mira, todo el mundo es muy reservado. No me había dado
cuenta de lo mucho que echaba de menos el bullicio energético del box en un
fin de semana de carreras. Se ha convertido en un recuerdo lejano después
de todos estos años.
—¡Claro! ¿Qué tan difícil puede ser una carrera? —Chloe echa un vistazo al
elegante auto deportivo de Bandini.
¡¿Una carrera?!
—¿Contra Maya? No dejes que te engañe. Sabe moverse en un auto mejor que
la mitad de la tripulación. —Noah rodea la cintura de Maya con un brazo.
Meto la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos y la aprieto contra
mi costado. —¿Desde cuándo planeas una carrera? —Le susurró al oído.
—Desde que tu hermana me mandó un mensaje esta mañana preguntando
si quería hacer un vlog con ella. Es muy persuasiva y me costó mucho decir
que no.
—¿Cómo consiguieron el número de la otra? —Me pellizco el puente de la
nariz y respiro profundamente—. Olvídalo. No importa. No puedes conducir.
—¿Por qué? —Ella sacude la cabeza de forma descarada.
Lo encontraría entrañable en cualquier otra circunstancia. Ahora, su desafío
me molesta.
—Maya, Chloe no puede conducir. No tiene carnet —anuncio al grupo.
—No mames —murmura Chloe en voz baja.
Le meto un mechón de cabello detrás de la oreja y me inclino para susurrarle:
—Mi objetivo es que tú lo hagas, pero esto es suficiente por ahora.
Sus mejillas carmesí son la única respuesta que obtengo.
—Oh. No me di cuenta de que acababas de aprender a conducir. Podemos
hacer otra cosa. ¿Qué tal una entrevista exclusiva? Seguro que mis fans se
volverían locos por saber más de ti. —Los ojos de Maya se animan.
No, por supuesto. Ese plan es de alguna manera incluso peor que este.
—Me parece una gran idea. —La sonrisa de Noah se hace más grande al
calibrar mi reacción.
Maldito. Lo último que quiero es que Maya entreviste a Chloe. Podría poner
nuestro juego en riesgo, y no puedo tener eso. Es puramente egoísta de mi
parte, pero quiero seguir fingiendo con Chloe. Le da una razón para estar
cerca de mí.
Yo intervengo. —¿Qué tal un partido de vueltas rápidas? Noah contra mí.
Estoy seguro de que ese tipo de vlog interesaría a tus fans un poco más que
una entrevista con Chloe. No te ofendas. —Las palabras se escapan de mis
labios antes de que tenga la oportunidad de considerar las consecuencias.
Noah me mira fijamente sin parpadear mientras Maya se queda con la boca
abierta.
Quiero decir que entiendo que es sorprendente, pero vamos. De ninguna
manera voy a dejar que mi hermana entreviste a Chloe, pero tampoco voy a
dejar que Chloe se ponga al volante de un auto que vale un cuarto de millón
de dólares.
Maya se ríe nerviosamente. —Oh, no. No te preocupes. Podemos tachar el vlog
e ir a cenar temprano en su lugar con mamá y papá.
Levanto una ceja. —¿Tienes miedo de que le gane a tu marido? Sé que es viejo
y todo eso, pero ten un poco de fe en él.
Chloe me mira fijamente con los labios entreabiertos. Tengo la tentación de
besar su rostro de sorpresa, pero me abstengo. Que ya no pueda conducir un
auto de F1 no significa que no pueda competir con Noah como en los viejos
tiempos en un auto deportivo normal como éste. He practicado con autos
similares que tengo en los últimos dos años.
—Si me ganas, está claro que he perdido el toque. —Noah me extiende la
palma de la mano para que la estreche.
—Que gane el mejor. —Me agarro a su mano extendida y la aprieto.
—¡Tengo que ir a buscar mi cámara de repuesto y el soporte para el auto!
Ahora vuelvo. —Maya sale corriendo, divagando en español.
—Tomare las llaves de la oficina. —Noah se marcha.
Me acerco al auto de Bandini y paso el dedo por el capó. Hacía años que no
me subía a este tipo de auto deportivo. Uno destinado a romper todos los
límites de velocidad y quedar bien haciéndolo.
Cierro los ojos mientras imagino el ronroneo del motor, que se acelera cuando
aprieto el acelerador. La inquietud me recorre la columna vertebral al pensar
que estoy bajando por una pista a una velocidad de vértigo. Mi mano vacila y
resbala sobre el capó.
—No tenías que salvarme allí. Podría haber hecho una entrevista con tu
hermana. —Chloe coloca su mano sobre la mía. Una sensación de energía
reemplaza la frialdad de mis pensamientos anteriores.
—¿Y arriesgarte a inventar historias terribles sobre mí a los viejos fans? Ya
me imagino la indignación.
—Solo lo llevaría hasta cierto nivel.
—¿Y qué nivel es ese? —Mi voz baja mientras apoyo el culo contra el capó y
abro las piernas. Me agarro a sus caderas y la giro hacia mí, asegurándola
frente a mí.
—Oh, no lo sé. —Ella mira al cielo—. Solo revelaría un esqueleto o dos sobre
ti.
—Por favor, por todos los medios, comparte lo que tenías en mente. Tengo
curiosidad por saber qué sucios secretos has recogido durante nuestras pocas
semanas juntos.
—Eres un ladrón de mantas. —Sonríe de una manera que me arrebata el
oxígeno de los pulmones. Joder. Es como si mi cuerpo no pudiera mantenerse
unido a ella.
—No lo soy.
—Lo eres. Anoche casi me muero de frío. Me dejaste con el rincón más
pequeño que apenas podía mantener mis pies calientes, por no hablar de mi
cuerpo.
Me río. —Bueno, eso explica por qué estabas abrazada a mí esta mañana.
Se encoge de hombros. —Traté de advertirte.
Asiento con la cabeza, sin poder ocultar mi sonrisa.
Arruga la nariz con desagrado. —Bueno, ahora que estamos aquí
enumerando defectos, roncas. Y muy fuerte, debo añadir.
Echo la cabeza hacia atrás y me río. —Ahora sé que solo lo dices para que me
moleste.
—¿Funciona? —Pone la palma de la mano sobre mi pecho tembloroso. El calor
de su mano me hace estremecer.
Quiero probar su tacto en una circunstancia diferente, preferiblemente sin
nadie más alrededor.
—Tendrás que hacer mucho más que eso para que me altere.
—Oh, tengo algunas ideas...
—¿Listo? —Noah grita.
Chloe se estremece cuando mis manos aprietan sus caderas. —No tienes que
hacer esto si no quieres. —Su voz no es más que un susurro en el viento.
Sacudo la cabeza, esperando borrar la preocupación de sus ojos. —He nacido
para esto.
—Voy a unirme a Noah en su auto. Chloe, si quieres quedarte en la zona de
boxes, ¡acabaremos rápido! —Maya se concentra en montar la cámara en mi
auto.
—Espera, ¿te vas con él? —Los ojos de Chloe rebotan entre Maya y Noah.
—¡Por supuesto! Es muy divertido. —Mi hermana sonríe.
—Oh. —Chloe me mira con ojos brillantes, haciendo que algo en mi pecho se
apriete como una bobina—. ¿Puedo ir contigo? Si no te importa, claro.
—Claro.
Excepto que estoy muy inseguro de todo esto una vez que tomo asiento en el
auto. El olor a cuero fresco no ayuda a calmar mi corazón acelerado, y mi
estómago se revuelve con el ronroneo del motor al arrancar. Chloe se pone el
casco antes de asegurarse el arnés de protección.
Miro fijamente el volante, con el puño apretado alrededor del cuero para evitar
que me tiemblen las manos. Mi respiración se vuelve más superficial mientras
los pensamientos asaltan mi cabeza.
¿Y si pierdo el control?
¿Y si me estrello y le hago daño a Chloe en el proceso?
¿Y si yo...?
—¿Qué te parece si hacemos una apuesta? —Chloe se aferra a mi mano
apretada y suelta mis dedos uno a uno del volante. Enlaza nuestras manos,
manteniendo la mía como rehén.
Me concentro en su tacto y no en el pánico que se acumula en mi interior y
que se instala en lo más profundo de mis huesos.
—¿Una apuesta? —murmuro.
—Una apuesta. Apuesto a que Noah te gana.
—¿Apuestas contra mí? —La audacia de esta mujer. Pensar que la invité a
un fin de semana de tortura y alcohol gratis.
—Por supuesto. Noah es el actual campeón y todo eso. —Sonríe
burlonamente.
—¿Qué ganas si pierdo con mi cuñado?
—Hmm. Si gano, podré hacerte una mamada.
El aliento que tomo se convierte en un ataque de tos.
—¿Qué? —Quizá merezca la pena perder solo por ese premio. Pero Noah se
regodearía durante días, y no estoy seguro de que ninguna mamada merezca
ese tipo especial de tormento.
—¿Me has oído bien o estás mareado por la sangre que se traslada del cerebro
a la polla?
¿Qué tiene esta chica que me hace soltar constantemente profundas
carcajadas?
Me aprieta la mano. —Entonces, ¿eso es un sí?
—Claro, Chloe.
—¿Y qué quieres? Si ganas, claro.
Quiero borrar esa sonrisa de satisfacción de su rostro. —Cuando gane, podré
hacerte correr cuando quiera.
—¿Cuándo quieras? —Ella resopla.
—Cuando quiera. De la manera que quiera. ¿Qué dices? Hagamos una
apuesta.
—Trato hecho. —Agita nuestras manos ya unidas de arriba a abajo.
Dejo de lado mis preocupaciones porque tengo un nuevo objetivo. Vencer a
Noah no era suficiente. Derrotar a Noah mientras me aseguro un ligue con
Chloe tiene mi piel zumbando con un tipo diferente de emoción. Una que me
permite alimentar mi adrenalina.
Esto es igual que conducir tus otros autos. Has practicado estos movimientos
exactos con tu pierna antes.
Noah y yo nos acercamos a la línea de cuadros.
Mi hermana baja la ventanilla y saluda desde el asiento del copiloto. Pulsa un
botón del mando a distancia y la luz roja de la cámara del salpicadero se
enciende y se apaga. —La cámara está grabando. El primero que pase por la
línea de meta después de diez vueltas gana.
—Buena suerte —dice Noah.
—Te veo en mi espejo retrovisor. —Acelero el motor una vez, dejando que el
estruendo me impregne. La energía crepita a mí alrededor mientras mi
confianza crece.
Y al final de la cuenta atrás de Maya, me lanzo a la pista con Chloe gritando
a mi lado. Los neumáticos chirrían en señal de protesta mientras Noah y yo
nos precipitamos uno al lado del otro por el pavimento. Mi corazón amenaza
con salirse del pecho y mis manos tiemblan por la nueva descarga de
adrenalina.
—Oh, Dios mío, ¡Esto es lo más estúpido que he hecho nunca! —Chloe grita.
—Oh, Chloe. Si esto es lo más estúpido, está claro que no estás
viviendo. —La miro, sonriéndole.
Siempre ha sido hermosa. ¿Pero ella a mi lado mientras lucho contra mis
demonios? Es una imagen que no se puede comparar.
—¡Concéntrate en la maldita carretera!
—Estoy confundido. ¿Esperabas que fuera despacio? —Aprieto el acelerador,
pasando por delante del auto de Noah y cortándole el paso. Piso el freno y
sale humo de los neumáticos.
—Oh, Dios. Siento no rezarte lo suficiente, pero ahora es el mejor momento.
Por favor, no me dejes morir. —Aprieta las palmas de las manos.
Me río, cambiando de marcha para adaptarme a las curvas y rectas de la
pista. —Solo morirás cuando mi lengua te folle hasta el olvido. Te lo prometo.
—¡Estamos en la cámara! —Chloe saluda al equipo de vlogs de mi hermana.
—No te preocupes. Mi hermana tiene a alguien que edita sus vídeos.
—¿Cómo es eso una buena excusa?
Me río, ignorándola.
Noah pasa a toda velocidad por delante de mi auto en la siguiente recta,
empujándome para superarle. De un lado a otro, luchamos por el primer
puesto en la segunda vuelta de la carrera. Cada músculo de mi cuerpo se
tensa mientras fuerzo el auto hasta su límite.
No tengo tiempo para dudar de mí mismo, y mucho menos para preocuparme
por chocar a altas velocidades.
—¡Te odio! —Chloe grita de nuevo cuando giro bruscamente, los neumáticos
del auto se bloquean en la sumisión. Vamos a la deriva, dejando atrás otra
columna de humo.
La risa estalla en mí. —Diviértete conmigo.
—¡Me divertiré cuando pierdas esta maldita carrera! —grita.
—¿Es un reto?
—Es un hecho.
—La linda Chloe se burla de mí. —Aprieto el acelerador, obligando a Noah a
ponerse en segunda posición mientras le adelanto una vez más.
Mira hacia otro lado, sin poder ocultar su sonrisa. Interesante. Se está
divirtiendo. La pequeña criminal es una buena farsante después de todo.
Después de unas cuantas vueltas, los chillidos de Chloe pasan del miedo al
disfrute. Sus reacciones me empujan a derrapar más en los bordillos y a
forzar el auto hasta un nuevo punto de ruptura.
De repente me doy cuenta de que me estoy divirtiendo. Por primera vez en
mucho tiempo, estoy disfrutando mientras conduzco. Me lo paso tan bien que
no evito alcanzar casi los ciento setenta kilómetros por hora. Es lo más rápido
que he ido desde que estaba en una carrera de autos de F1.
La verdadera sensación es embriagadora. Había olvidado lo mucho que me
obsesionaba la velocidad y la adrenalina. Es como una inyección de emoción
en las venas, con el corazón bombeando rápidamente en mi pecho. Todo lo
que he hecho desde mi accidente para sustituir esta sensación es solo una
imitación barata. Me encanta. Lo echo de menos. Y quiero absolutamente más
de ella.
La carrera de hoy no ha disminuido mi necesidad, sino que ha creado una
nueva. Crucé la línea de meta con la mayor de las sonrisas en la cara.
—¡Has ganado! —Ella levanta los brazos en el aire y se ríe.
—¡Joder, sí! —Golpeo la palma de la mano contra el volante, sonriendo
mientras detengo el auto.
Se ríe mientras se quita el casco. Su cabello oscuro es un amasijo de ondas y
mechones sueltos.
Tiro de un mechón. —No deberías haber dudado de mí.
—Nunca lo hice.
—Entonces, ¿por qué hacer una apuesta en primer lugar?
—Porque, ¿cómo puedes concentrarte en estar ansioso si estás demasiado
concentrado en ganar algo que quieres?
Mi mirada se oscurece mientras me centro en sus labios. —Hoy he ganado
más que una carrera.
Ella guiña un ojo. —Y no lo olvides.
Si no supiera ya que me gusta esta chica, hoy habría cerrado el trato.
27
Chloe
—Buenos días —La áspera voz de Santiago me saluda cuando salgo de la
habitación. Está sentado en el sofá de la habitación del hotel, sin camiseta,
mientras lee en un iPad.
¿Cómo es que siempre se despierta antes que yo?
Escudriño la parte superior de su cuerpo, mis ojos se clavan en las crestas
de los músculos de su estómago. Por Dios. Hasta ahora no había conocido a
un tipo que pareciera salir en la portada de una revista. Toso, recuperándome
de mi observación —¿Se te ha perdido la camiseta en algún sitio?
Se ríe. —No duermo con una.
—Bueno, siempre puedes despertarte con una.
Su sonrisa se amplía. —¿Y perderme la mirada en tu rostro mientras me
miras? ¿Por qué clase de hombre me tomas?
—¿Seguro que quieres escuchar mi respuesta?
Se ríe. —Quizá sea mejor que no lo haga.
—Buena elección —Sonrío.
—Así que tengo una sorpresa.
Mi sonrisa desaparece. —No.
—Escúchame.
—No hago sorpresas. Nunca.
—¿Qué tal si se trata de ir de compras?
—Sobre todo si se trata de compras.
Se atreve a reír. —Lo siento entonces. De verdad que lo siento. Pero mi
hermana y mi madre quieren llevarte a comprar un vestido para la gala de
esta noche.
—Ugh —Me tiro dramáticamente en el sofá. Mis piernas caen sobre sus
muslos y él las sujeta a su regazo.
—Intenté disuadirlas del plan, pero están muy decididas a hacerlo.
—¡Me estás echando a los lobos en el segundo día!
—No te lo pediría si no creyera que puedes soportarlo.
—Bien. Y déjame adivinar. No vas a venir con nosotras.
Frunce el ceño. —Podría hacerlo si quieres. Es solo que nunca voy de compras
con ellas, y parecen entusiasmadas por tener un tiempo a solas contigo.
—Esto es un desastre en ciernes. Descubrirán nuestra artimaña en una hora
o menos.
Santiago sacude la cabeza, tratando de ocultar su sonrisa de satisfacción. —
No. Estarán concentradas en ti y en las compras que no notarán nada raro.
—Cualquier cosa que me invente sobre ti delante de tu familia es culpa tuya.
—No esperaba menos de ti. Cuanto más escandaloso, mejor.
—Oh, lo planeo. Empezaré con lo mucho que te gustan en secreto las bombas
de baño con adornos —Sonrío.
—Si te preguntan, por favor, solo recomienda las que huelen a lavanda o a
cítricos. Cualquier otra cosa hace que me pique la piel.
Mientras que la versión gruñona de él era tolerable, un Santiago bromista es
bastante adictivo. Uno tan maravillosamente tóxico que no me importaría
tener una sobredosis por la experiencia.
El primer foco de la cámara me ciega. Parpadeo para alejar los puntos negros
de mi visión, solo para que otra luz parpadeante me haga retroceder. —¿Cómo
puede alguien caminar por la alfombra roja si no puede ver? —Me agarro al
brazo de Santiago y mis dedos se clavan en el material de su esmoquin.
De alguna manera, mi discurso de preparación para el día del juego funcionó
en él, mientras que mi confianza desaparece por momentos. Se pavonea por
la alfombra como si estuviera hecho para esta vida mientras yo me esfuerzo
por seguirle el ritmo, con la atención desviada por los periodistas que gritan
preguntas.
—Yo diría que te puedes acostumbrar, pero espero que no tengamos que
asistir a otro de estos en mucho tiempo.
Mis pies se detienen ante sus palabras. —¿Nosotros?
Sus ojos se posan en todo, menos en mi rostro. —Nosotros. Yo. Resbalón de
la lengua.
Sí. Frunzo el ceño.
Un reportero grita el nombre de Santiago. Refunfuña algo en voz baja
mientras nos conduce hacia la cuerda de terciopelo rojo. —Vamos a terminar
con esto y luego podemos beber hasta que el mundo se desdibuje.
Me río mientras le sigo.
—¡Santiago Alatorre! ¡Qué placer tenerte aquí en Monza con nosotros! —El
reportero sonríe a mi cita.
—Estoy feliz de estar aquí —Santiago ofrece una media sonrisa.
Le doy un codazo en las costillas y le susurro: —Esfuérzate un poco más.
—¿Y quién es tu pareja para esta noche? —El reportero mueve el micrófono
de la cara de Santiago a la mía.
—Oh. —Respiro con fuerza—. Soy Chloe.
El periodista me mira expectante. —¿Chloe qué?
—Carter.
—¿De dónde? —pregunta, con el ojo derecho temblando como si quisiera
contener un giro de ojos.
—¿América?
El reportero se ríe mientras Santiago parece haber chupado un limón. ¿Me
estoy haciendo quedar como un idiota en la televisión en vivo? Si tuviera una
madre a la que le importara, le pediría disculpas después.
El hombre vuelve a dirigir su atención hacia mi malhumorado acompañante.
—Santiago, ¿te veremos en la pista este domingo animando a Noah?
—Por supuesto. Es la carrera de casa de Bandini y es el último Gran Prix de
Italia de Noah. No me lo perdería por nada del mundo. —La sonrisa de
Santiago parece más bien una mueca de dolor.
Le doy una palmadita en la mano y él me rodea con su brazo musculoso,
atrayéndome hacia su lado. Mi corazón se acelera por su contacto, y todos los
nervios de mi cuerpo se vuelven locos.
—¿Y cuánto tiempo llevan saliendo?
—Un mes.
—Un año. —Los dos hablamos al mismo tiempo.
La cabeza del reportero se mueve de un lado a otro.
—Un año y un mes. —Santiago aplasta la confusión del hombre.
Convierto mi risa en una tos. De alguna manera, mi falsa relación ha tenido
más éxito que mis dos últimas relaciones juntas.
El periodista me pregunta si necesito agua, pero le hago un gesto para que se
vaya. —Lo siento. Tengo alergia crónica.
—Una lástima, siempre se dispara en los momentos más
inoportunos —Santiago esboza una sonrisa en mi dirección.
El reportero continúa, expresando su entusiasmo por conseguir una
entrevista con el enigma que está a mi lado.
Aprendo algunas cosas mientras seguimos por la alfombra, respondiendo a
las preguntas de los demás periodistas. La gente se interesa de verdad por lo
que ha hecho Santiago. Su mirada sigue siendo sincera mientras le hacen las
preguntas oportunas. Pero, sobre todo, Santiago se anima a medida que gana
valor con ellos.
No quiero suponer, pero creo que en el fondo extraña esto. La atención, la
charla sobre los autos de carreras, toda la situación de no me importa, soy
jodidamente famoso.
La parte curiosa de mí se pregunta qué haría falta para que Santiago se diera
cuenta de que tiene lo necesario para volver.
Parece que después de este viaje, necesito añadir algo nuevo pero esencial a
mi expedición europea. Me niego a dejar Italia sin ayudar a Santiago a
recuperar su antigua gloria. Ya sea compitiendo o viviendo una vida fuera de
las sombras, quiero ayudarlo. Y nada puede impedirme lograr lo que me
propongo. Ni siquiera un hombre malhumorado de dos metros que busca ser
invisible cuando está destinado a brillar.
28
Santiago
He sobrevivido a la alfombra roja de la tortura. Mi cabeza palpita y las palmas
de mis manos permanecen permanentemente sudorosas mientras Chloe y yo
nos abrimos paso entre la multitud de personas que se encuentran dentro del
salón de baile.
En lugar de centrarme en sus obvias miradas, sigo concentrado en Chloe. No
es una tarea difícil en lo más mínimo. Estoy encantado con ella.
Absolutamente, totalmente cautivado por la belleza castaña que emana
calidez y confianza a pesar de su miedo a la atención. Pagaría por cien
vestidos más si pudiera volver a verla vestida así. El material fluye por sus
curvas como el agua, cambiando de color según la luz.
Mi atracción no es ni siquiera por el vestido que lleva o el maquillaje que se
puso. Es más que eso. Es ella. Antes de ella, no me interesaba el amor, pero
maldita sea si estoy dispuesto a intentarlo ahora. Nuestra falsa relación ha
sido divertida y todo eso, pero me pregunto si ella quiere cambiar por el
verdadero acuerdo.
Nos acercamos a Maya y Noah. Maya rodea a Chloe con sus brazos y desvía
su atención de mí.
—No lo he dicho antes, pero gracias por venir este fin de semana. Significa
mucho para nosotros. —Noah me atrae para darme un abrazo.
—No me atrevería a perderme tu despedida de Bandini antes de que te vayas
al asilo.
Se ríe mientras me da una palmada en la espalda y se aleja. —Relájate.
Todavía me quedan un puñado de carreras.
—Las últimas para el resto de tu vida. ¿Cómo se siente?
—Estoy dispuesto a pasar el resto de mis años con Maya y Marko, viajando y
disfrutando de la vida. No puedo llevarme exactamente mi dinero a la tumba,
así que mejor usarlo.
Mi hermana tuvo suerte al encontrar a alguien como Noah. Él la quiere como
se merece, y no puedo evitar sentirme feliz por ella. No hay mejor pareja para
ella y Marko.
—¿Estás listo para la fiesta? —Maya mueve las cejas.
—Has visto demasiadas veces Bad Moms —refunfuña Noah.
—Es una de mis películas favoritas. —Le sonríe a Chloe—. Pero vamos, mi
madre está viendo Marko esta noche, así que podemos divertirnos.
—¿Qué tal si empezamos con una copa y vemos a dónde nos lleva la noche?
—Chloe ofrece.
—Inteligente. No dejes que mi hermana te engañe con los shots. Es más ligera
que una pluma —Sonrío.
—Deja de arruinar mi diversión. —Maya pone los ojos en blanco—. Vamos a
la otra barra. La cola parece más corta. —Mi hermana se abraza a Chloe y la
dirige hacia el extremo opuesto del salón de baile.
—Se llevan bien. —Noah asiente en su dirección.
—Genial. —Se me cierra la garganta mientras me distraigo con todos los que
nos rodean.
Los asistentes a la fiesta miran en nuestra dirección y susurran entre ellos.
Algunos se acercan, claramente queriendo interrumpir. Su atención me
ahoga. Sin Chloe, el peso de la situación me golpea. Estoy tentado de caminar
en dirección contraria a Noah porque estoy seguro de que él es la razón del
interés de todos en nosotros. Noah es una estrella brillante con la que todos
quieren tener cinco minutos.
Noah se ríe. —¿Por qué parece que estás a punto de vomitar?
Pasa un mesero, le hago señas para que se acerque y agarro dos copas de
champán. Me tomo la primera antes de dar un sorbo a la segunda.
—Ah, estás nervioso. Qué bonito. —Noah pone una mano en mi hombro.
—Llámame bonito otra vez y te daré un puñetazo.
Pone los ojos en blanco. —Nadie te va a molestar si no hablas abiertamente
con ellos.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque estamos rodeados de gente que solía trabajar a tu lado. No son las
mismas personas que escribieron esos desagradables artículos sobre ti. Y si
quieres que sea realista contigo, el equipo de Bandini te extraña. No quieren
espantarte antes de tener la oportunidad de ganarte de nuevo.
Mis pulmones se aprietan mientras intento respirar profundamente. —No
puedes saber eso.
Sacude la cabeza. —Sí que lo sé. Mi retirada ha levantado un gran revuelo.
Un puesto libre con Bandini de nuevo es algo grande.
—El más grande —Tengo la sensación de que sé a dónde quiere llevar esta
conversación Noah.
—Quiero que luches por ello.
Sí. Lo he adivinado. Me llevo el borde de la copa de champán a los labios y
me bebo el resto del contenido de dos tragos.
Noah continúa. —Esta es tu oportunidad de volver. No hay nadie más que
quiera que ocupe mi lugar que tú. Y no hay nadie que lo merezca más.
Me aferro a la copa vacía con el puño apretado. —No puedo hacerlo.
—Puedes hacerlo. Solo tienes que volver a subirte al auto e intentarlo. Solo
hace falta una vez para dejar que el subidón se apodere de ti y borre tus
miedos. La gente como nosotros anhela ese tipo de adrenalina, y nunca
desaparecerá, por mucho que lo intentes. Y yo he ayudado a crear la
tecnología para...
—Te quiero como un hermano por querer ayudarme, pero no puedo hacerlo.
No lo entiendes.
—Dame una razón por la que debería dejarlo. Una buena razón. No las
mismas tonterías que has estado soltando durante años.
—¿Hay alguna razón más importante que el hecho de que tengo una pierna
menos y no debería estar al volante en primer lugar?
—¿No lo extrañas? ¿La carrera de ayer contra mí no despertó nada en ti?
Por supuesto que sí. La carrera me hizo sentirme zumbado hasta el punto de
sentirme borracho sin haber tocado una onza de alcohol. Pensaba que no
sería capaz de hacerlo, pero logré vencer mi miedo con Chloe a mi lado. Me
recordó que lo extraño más que nada en el mundo. Pero extrañar algo que
nunca podré volver a lograr no sirve de nada.
Desear lo imposible es estúpido. Chloe me mataría por decirlo, pero eso no
hace que mis palabras sean menos ciertas. Los deseos llevan a la desilusión,
y la desilusión lleva a la depresión, y ya he dejado de luchar contra esa
oscuridad. Es agotador luchar en una guerra invisible dentro de mi cabeza.
—No creo que pueda volver a correr con la F1.
Asiente con la cabeza, mirando hacia otro lado. —Puedo manejar eso.
—¿Qué? —Me retraigo.
—Dijiste que 'no crees'. Has pasado años diciendo que no lo harás, pero esta
es la primera vez que no estás seguro. Que dudas cuando te lo pido. Todo lo
que tengo que hacer es convencerte de lo contrario.
Sacudo la cabeza de lado a lado. —No puedes.
—Tal vez no pueda, pero ahora tienes a alguien por quien vale la pena
esforzarse. Tal vez quieras demostrarle a ella y a ti mismo que puedes ser el
hombre que ella merece. El tipo que pasaría por el infierno para salir
victorioso al otro lado. Y eso es suficiente para que vuelvas a estar al volante.
Lo sé.
No intento corregirlo. No puedo revelar que toda mi relación es una farsa. Y
sobre todo, no sé si Noah está del todo equivocado. Ya he conseguido más
cosas en el poco tiempo que conozco a Chloe que en los últimos años. Pero
mientras ella me hace sentir bien, no puedo ignorar los sentimientos que
crecen dentro de mí.
Un golpe en los hombros me roba la atención. Me doy la vuelta y me encuentro
cara a cara con James Mitchell. Tiene el mismo aspecto desde el día en que
dejé el mundo de las carreras. Su cabello canoso está peinado hacia atrás y
su traje sigue tan impecable como siempre.
—¡Mira quién es! —Sus ojos verdes se iluminan mientras su sonrisa se
amplía.
—Hola, James.
—Es bueno tenerte de vuelta.
Mi postura se vuelve rígida. —Por el fin de semana.
Su sonrisa no vacila. —Mejor aún. Mi vejez significa que solo puedo manejar
a uno de ustedes, imbéciles, a la vez. —Guiña un ojo.
Noah se ríe a mi lado. Mis hombros caen y suelto una respiración que no
sabía que estaba reteniendo. No sé por qué esperaba que James me
presionara con el tema, pero él permanece relajado.
James me pasa un brazo por el hombro y me atrae hacia él. —Relájate.
Estamos contentos de tenerte, aunque sea por un fin de semana.
Asiento con la cabeza y le devuelvo el abrazo. Después de haber estado fuera
tanto tiempo, no me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos a
James. He descuidado esta parte de mi vida durante demasiado tiempo.
Me suelta. —¿Qué te parece saludar a algunos de los antiguos compañeros?
Han querido saludar, pero no querían cruzar ningún límite.
¿Desde cuándo me he convertido en un pedazo de mierda intimidante? Ese
siempre fue el trabajo de Noah. Miro a mi cuñado, preguntándome cómo me
he convertido en el imbécil gruñón de los dos.
Noah levanta una ceja como respuesta silenciosa.
Claro que sí.
¿Es así como quiero que me recuerden? Incluso después de que Noah se retire
y no tenga que volver a mostrar mi cara en un hipódromo, pasaré a la historia
como el recluido que dejó que mis circunstancias me arruinaran. Y nadie
quiere ser recordado como el perdedor de la historia.
Asiento con la cabeza, consolidando mi decisión. Que se jodan las
consecuencias. Voy a saludar, aunque un poco de mi dignidad se encoja y
muera.
James nos conduce hacia unos antiguos compañeros de trabajo. Paso los
siguientes diez minutos respondiendo a preguntas fáciles y escuchando las
historias de los chicos que trabajan en el pit. Todos son amables y accesibles,
y nadie me pregunta sobre el tema que más odio.
Odio admitirlo, pero Noah tenía razón. Realmente parece que estos chicos me
extrañan. Se nota en sus sonrisas y en la forma en que comparten historias
sobre los días de carrera con Noah. Se burlan de él y me hacen reír todas las
veces que Noah mete la pata, lo cual no es muy frecuente. Nadie trata de
recordar mis viejos tiempos. En cambio, se centran en preguntarme qué he
hecho últimamente.
Algo se libera dentro de mí. No sé qué ocurre, pero es como si algo que he
mantenido encerrado saliera por fin a la superficie. La honestidad brota de
mí, describiendo mi tiempo como niñera de Marko y todos los desastres que
ocurrieron. Comparto detalles sobre los diferentes autos que he restaurado y
cómo he empezado a disfrutar por fin de la vida en el lago Como. Todo el
mundo sigue interesado, y las preguntas que hacen facilitan la conversación.
Algo que brilla en el rabillo de mi ojo capta mi atención. Todo se desvanece
cuando Chloe entra en mi campo de visión con su radiante sonrisa y su halo
de positividad. Los ojos de todos se dirigen hacia ella cuando echa la cabeza
hacia atrás y se ríe de algo que dice Maya. Todos somos polillas indefensas
que buscan su luz.
La visión me congela. Se me aprieta el pecho mientras la acojo, dejando que
me inyecte una nueva vida con nada más que su presencia.
Tal vez debería pedir un deseo después de todo, porque mujeres como Chloe
Carter no aparecen a menudo. Y maldita sea, ella me hace desear algo más
que volver a conducir o escapar de la prisión que me he creado. Ella me hace
desear el amor, y eso es lo más peligroso para alguien como yo. No porque no
lo quiera, sino porque lo deseo hasta el punto de estar dispuesto a hacer
cualquier cosa para conseguirlo.
Absolutamente todo. Al diablo con los sacrificios.
29
Santiago
Los tacones de Chloe chocan contra el suelo de baldosas cuando entramos
en el ascensor del hotel. Pulso el botón del ático y la cabina gime al subir.
Chloe se cierne en la esquina de la cabina, mirando al techo. Escudriño su
cuerpo, luchando por elegir entre centrarme en su rostro, sus tetas o su culo.
El vestido le queda increíble, y estoy tentado de comprar uno en todos los
colores.
El aire se espesa a nuestro alrededor, cargado de tensión, mientras sus ojos
se centran en mí. En mí.
Me alzo más, disfrutando de la forma en que sus ojos se oscurecen al recorrer
mi cuerpo.
Chloe se sonroja y aparta la mirada cuando sus ojos se encuentran con los
míos. Silba y yo me río.
Me como la distancia entre nosotros. —¿Estás nerviosa?
—¿Honestamente?
Asiento con la cabeza.
—Sí, la forma en que me miras me asusta —Traga saliva y dirige sus ojos
hacia el dial estilo antiguo situado sobre la puerta del ascensor y que indica
que solo estamos en el piso diez de treinta.
Le paso mis nudillos por el pómulo. —¿Por qué?
—Porque lo que sea que estés pensando no puede ser bueno.
—Pero seguro que puede ser divertido.
Me muero de ganas de llevarla a nuestra suite porque pienso cobrar mi
victoria en la carrera con Noah. Sus mejillas se sonrojan cuando le doy un
suave beso en la boca. Aspira y yo sonrío.
Un fuerte ruido chirría contra mis oídos. Rodeo a Chloe con mis brazos
mientras el ascensor desciende. Mi estómago coincide con el repentino
descenso de la cabina. El ascensor se sacude al caer, el chirrido me recuerda
a los clavos en una pizarra. El grito de Chloe hace que mis oídos piten en
señal de protesta.
La cabina se detiene con un tirón, como si lo hubieran jalado con una cuerda.
Tropiezo, pero nos atrapo antes de que nos caigamos.
Chloe se aferra a mí mientras el ascensor hace un último ruido de chirrido.
—Oh, Dios mío —Apoya su cabeza en mi pecho.
Las luces parpadean antes de apagarse. Ambos respiramos con dificultad, los
sonidos de nuestras inhalaciones y exhalaciones coinciden. La oscuridad
total nos rodea. Apoyo la barbilla sobre la cabeza de Chloe, regulando mi
respiración.
—¿Casi morimos? —dice rasposamente.
—No. Por supuesto que no. Los ascensores tienen mecanismos de seguridad
para situaciones como ésta. Especialmente en edificios antiguos como
éste. —No tengo ni idea de la mecánica de los ascensores, pero algo en su voz
me dice que finja que todo está bien.
La caja de altavoces se activa cuando alguien nos habla en italiano. Suelto a
Chloe y me acerco al panel eléctrico.
—Aiuto23 —Es una de las pocas palabras que puedo reunir mientras pulso
el botón de llamada.
La persona habla sin parar, diciendo cosas que no entiendo. La voz
desaparece cuando dice algo que supongo que se refiere a que ya viene la
ayuda. Compruebo si mi teléfono tiene servicio, pero la falta de barras me
hace maldecir.
—¿Cuánto tiempo crees que estaremos atrapados aquí? —La voz de Chloe no
tiene su habitual seguridad. Suena pequeña y débil, lo que me preocupa.
—No lo sé. Podría ser una hora o más probablemente. Depende de si estamos
atrapados entre pisos.
—No puedo decidir si tengo ganas de vomitar o de llorar —El golpeteo de su
tacón contra el suelo delata su agitación.
No estoy seguro de si el subidón de adrenalina o la gratitud por estar bien me
hace reír hacía el techo de la cabina. —Aunque odiaría que lloraras, por favor
no vomites aquí. Eso empeoraría mucho una mala situación.
—¡Esto no es gracioso!
—Es un poco gracioso.
—¿Cómo? ¡Casi morimos!
Me acerco a ella y aprieto mi cuerpo contra el suyo, atrapándola en una
esquina. Mi mano tiene una mente propia, envolviendo mechones de cabello
de Chloe alrededor de mis dedos. —Pero no lo hicimos.
—Eso no es nada tranquilizador. —Su voz vacila—. ¿Es ahora el momento de
revelarte que no me gustan los espacios estrechos y oscuros?
—Mierda. ¿Eres claustrofóbica?
23
ayuda
—Umm.
Joder. Su respiración se acelera. Saco mi teléfono del bolsillo y uso la linterna.
Se estremece ante la repentina luminosidad. Me agacho y coloco el teléfono
en el suelo, iluminando el espacio lo suficiente como para distinguir su
sombra.
—¿Así está mejor?
—Un poco. —Su voz alcanza un nuevo tono alto.
Bien, entonces no es mejor. Piensa, Santiago.
Todo encaja en su sitio. Utilizo el mango detrás de Chloe para arrodillarme.
El movimiento es cualquier cosa menos firme y fluido, pero la limitada
iluminación oculta mi lucha.
La mano de Chloe se congela en mi hombro. —¿Qué estás haciendo?
—¿Qué parece que estoy haciendo?
—Bueno, viendo que apenas puedo ver en primer lugar... ¿Se te cayó algo?
Su reacción me hace reír. —No.
—¿Entonces por qué te arrodillas en el suelo?
—Adivina.
—No es momento de juegos. —Su voz se quiebra. Es obvio que está a punto
de enloquecer en cualquier momento.
—¿Por qué iba a jugar si ya he ganado? —Paso mis dedos por su vestido antes
de levantar el dobladillo.
—Oh, Dios. —La voz de pánico de Chloe se transforma en jadeos sin
respiración.
—Ni siquiera Él puede salvarte de mí. —Presiono un beso contra su centro
cubierto de seda. El material me bloquea, pero Chloe entiende mi mensaje.
—Joder. Joder, joder, joder.
Me río en voz baja. —Salta al manillar y agárrate al dobladillo del vestido.
—¿Y la palabra mágica?
—¿Orgasmo?
Se ríe hacia el techo. —No.
—Polla.
—Por favor.
—Sabía que podías suplicar si realmente te lo proponías —Trazo un dedo
sobre el material húmedo que cubre el lugar que quiero probar
desesperadamente.
—Bastardo.
—Prefiero bastardo que está a punto de hacer que te corras, pero al final lo
conseguiremos.
El cuerpo de Chloe tiembla cuando presiono mi pulgar contra su clítoris. Ella
sigue mi orden, abriendo las piernas delante de mí.
Las sombras me dan poca capacidad para memorizar su aspecto, y lo odio.
Pero lo que sí sé es que es perfecta. Tan jodidamente perfecta que estoy fuera
de mí de la emoción. Hacía mucho tiempo que no tenía ningún tipo de
conexión con alguien así. Lo absorbo, disfrutando exactamente de lo que es.
Una conexión humana. Algo tan fundamental que me he negado durante
años.
Trazo mis dedos por sus piernas con el más ligero toque. Es leve, lo suficiente
para decirle que estoy aquí. Para asegurarme de que sabe que soy yo quien
controla la situación. Su piel se estremece cuando mis dedos se aferran a sus
bragas. Tiro de la tira de tela satinada hacia abajo y la meto en mi bolsillo.
Mi confianza crece ante su entusiasmo. Dios, prácticamente se me hace la
boca agua al verla extendida frente a mí. La linterna de mi teléfono revela la
más leve sonrisa en sus labios. Me aferro a esa imagen de ella, grabándola en
mi memoria mientras mis labios descienden sobre ella. Dejo atrás besos en el
interior de su muslo antes de trazar su unión con la lengua.
El gemido que suelta hace que mi polla palpite en mis pantalones. Me vuelvo
adicto a cada gemido y suspiro sin aliento que suelta mientras la complazco.
Es la mejor sensación, darle vida de la misma manera que ella lo hace
conmigo. Soy un hombre perdido, que vuelve a encontrar trozos de sí mismo
con la ayuda de Chloe.
Se vuelve loca mientras le chupo el clítoris. Mi pequeña diablilla,
desenfrenada y necesitada, pide mi polla con sus gemidos. Le meto un dedo
y ella se agarra a mi cabello con un suspiro. Si antes pensaba que era adicto
a Chloe, ahora estoy perdido. No te molestes en inscribirme en rehabilitación.
Tocarla es un sueño, ya que responde increíblemente a todo lo que hago. El
calor me recorre la espina dorsal cuando acepta mis dos siguientes dedos sin
protestar.
Hacer que Chloe se excite es mi siguiente cosa favorita, junto con hacerla reír.
La torturo, llevándola al borde del placer antes de retirarme de nuevo.
Sus dedos se aferran a mi cabello, tirando de la raíz. —Si no haces que me
corra, juro por Dios que cuando te devuelva el favor, estarás suplicando
mucho más tiempo que yo.
Sonrío y aumento el ritmo de mis dedos al penetrarla. Chupo su clítoris y uso
la lengua a mi favor.
Sus gemidos resuenan en las paredes mientras se deshace sobre mí. No me
detengo hasta que su cuerpo deja de temblar y sus dedos liberan mi cabello
de su agarre mortal.
Su cabeza golpea la pared detrás de ella con un golpe. —Es oficial. He
descubierto la cura para la claustrofobia.
—¿Orgasmos?
Se ríe. Su distracción oculta mi lucha mientras me levanto del suelo con la
ayuda del manillar. Me estremece la presión en la pierna y se me escapa un
siseo antes de que pueda contenerme.
Chloe se agarra a mi mano. —¿Estás bien?
No hay nada que quiera más que Chloe olvide que soy diferente. No necesito
que me mimen porque ella piense que no debo hacer lo que un hombre normal
puede hacer. Que se joda. Que se joda todo, porque ya he superado esa
mierda cerca de ella. Soy todo un hombre. Ninguna lesión o pierna de metal
puede impedirme demostrárselo.
Ignoro su pregunta, le rodeo la cintura con el brazo y la atraigo hacia mí. Mis
labios presionan los suyos. Nuestro beso está cargado. Enloquecido.
Necesitado. Como si cada célula de mi cuerpo tuviera la misión de encenderse
al mismo tiempo.
Me rodea el cuello con los brazos y empuja su cuerpo contra el mío. Sus
piernas me rodean la cintura y yo presiono mi erección contra ella.
Me pasa la mano por el pecho y se posa en la banda del pantalón. Dejo caer
mi cabeza en el pliegue de su cuello y gimo mientras se acerca al lugar que
ruega por su atención. Y quiero decir suplicando. Considero que el líquido
preseminal que gotea de mi punta es una lágrima de alegría. Hacía demasiado
tiempo que no disfrutaba de este tipo de contacto genuino, lleno de
desesperación y lujuria. Suplicaría de rodillas por su contacto si no me hiciera
parecer una especie de bicho raro.
Me quedo helado cuando la imagen de Chloe a la altura de mi pierna
ortopédica acosa mi cerebro. La idea acaba con mi zumbido de lujuria. Me
aferro a su mano y la vuelvo a poner alrededor de mi cuello.
—¿Por qué has hecho eso?
—¿Hacer qué? —Me muevo para besarla de nuevo, pero ella se aparta.
—Detenerme.
—Porque ese no es el objetivo de esta noche. —Giro su rostro hacia él mío.
—Déjate de tonterías. Cualquier hombre de sangre caliente me dejaría hacer
lo que quiero —La oscuridad cubre su rostro de sombras, sin darme nada
más que su voz irritada.
—No hablemos de otros hombres mientras mis labios aún saben a ti.
Gruñe y me empuja el pecho. Me alejo y ella se desliza por el manillar.
Sus tacones chocan contra el suelo mientras me atrapa en una esquina del
ascensor. —Tienes miedo.
Suelto una risa sarcástica que me chirria los oídos. —¿Qué? Eso es ridículo.
—¿Es porque tienes una polla pequeña después de todo, y te preocupa que te
lo diga?
—Tú eres la que realmente está loca. Es una pena que me esté dando cuenta
ahora. —¿A quién quiero engañar? Estoy dentro del huracán de locura que
es Chloe Carter. Quiero perderme en su tormenta y no salir nunca.
—Señor, si no se dio cuenta de que estaba loca después de irrumpir en su
casa, entonces se preparó para ese tipo de decepción.
Su comentario me hace resoplar de la manera menos halagadora.
Me alisa la solapa del esmoquin, distrayéndome con el calor de su palma. Su
otra mano vuelve a acariciar mi polla.
Me estremezco, incapaz de controlar la respuesta de mi cuerpo a su contacto.
—Te dije que esta noche no se trata de mí.
—¿Por favor?
Joder. La forma en que susurra la palabra hace que mi polla palpite bajo su
mano. Solo esta chica pediría la oportunidad de chuparme la polla. Cualquier
pensamiento racional desaparece de mi cabeza cuando su palma sube y baja
por mi polla.
Presiono mi mano contra la suya, deteniendo el movimiento. —Una condición.
—¿Cuál es? —Su voz insinúa su excitación, y el sonido envía otra ráfaga de
calor a través de mi pecho.
—Las luces tienen que estar apagadas.
Abandona mi erección y busca a tientas mi teléfono, apagando la linterna en
un santiamén.
La oscuridad oculta todo lo que estoy desesperado por ocultar a Chloe en un
momento íntimo. Nada dice tanto como una vista cercana de mi muñón.
Es solo que... aún no estoy preparado para eso. Si pudiera esconderme en las
sombras durante el sexo por el resto de mi vida, lo haría.
Chloe me da un suave beso en los labios, ganando mi atención. —Te concedo
tu única petición porque me apetece más esto que forzar tus límites. No te
consideres libre de tus miedos todavía, —susurra, con una voz que me parece
más que sexy.
Me apoyo en la pared, deseando verla de rodillas frente a mí. En lugar de
permitirme la realidad, la imagino como un sueño vívido en mi cabeza.
Sus manos tantean mis pantalones. La desesperación de su tacto me hace
gemir hacia el techo.
Saca mi polla de los boxers y frota su pulgar por la punta, recogiendo mi
excitación.
Me agarro al manillar mientras su lengua sustituye a su pulgar, pasando por
mi punta. —Mierda.
Chloe se burla antes de que el calor de su boca rodee mi polla. Me somete,
alternando entre chuparme y pasar su lengua por mi polla. Es el mejor tipo
de tortura. No sé si alguna vez he sentido algo tan increíble como su boca
sobre mí.
Los ruidos que salen de mi boca la animan y sus movimientos se vuelven más
descuidados. Mi aliento sale entrecortado. Una repentina oleada de energía
me recorre la columna vertebral mientras mi mundo da vueltas.
Chloe no hace caso a mi advertencia cuando le digo que estoy a punto de
correrme. Un fuego se extiende por mis venas mientras hago erupción. Se
traga mi descarga, sin separarse hasta que dejo de temblar.
Dios. Creía que me gustaba, pero ahora no sé qué hacer con los sentimientos
que se agolpan en mi pecho. No es nada como lo que he experimentado antes,
y no puedo diseccionarlos exactamente. Parece que, es más. Chloe vuelve a
meterme la polla en los boxers y me ayuda a abrocharme los pantalones.
Se levanta sin mi ayuda y la atraigo hacia un beso. Es suave, con nuestros
labios rozándose ligeramente. Pero de alguna manera, parece mucho más que
un simple beso. Es como si ella hubiera destruido el mundo que yo había
creado para mí, y no sé qué hacer al respecto. ¿Cómo puedo volver a ser la
persona que era antes de que Chloe entrara en escena? Y, sobre todo, no creo
que quiera hacerlo.
—Gracias —digo con voz ronca. ¿Gracias? Qué demonios. Dios mío, chupó tu
polla, hombre. Estás actuando como si te hubiera invitado a un café.
Chloe se ríe de una manera que hace que la ansiedad se derrita de mi cuerpo.
—De nada —Me da una palmadita en el pecho.
—No puedo esperar a salir de este maldito ascensor y follar contigo esta
noche.
Se congela en mis brazos. —No. —Su voz es lo suficientemente débil como
para que yo no entienda su significado.
—¿Eh?
—No —Habla con más fuerza la segunda vez. La calidez se escapa cuando se
aleja de mis brazos, aumentando la distancia entre nosotros.
—¿Por qué no?
—No puedo tener sexo contigo.
—¿Entonces cómo llamas a lo que acabamos de hacer?
—Algo sorprendente.
Estoy absolutamente desconcertado. Me da vueltas la cabeza.
Continúa. —Fue increíble, al menos para mí. Pero no quiero tener sexo hasta
que estés listo para revelarte a mí. Y me refiero a todo tú.
Mi ritmo cardíaco aumenta. —¿Por qué? —La realidad vuelve a estrellarse a
mí alrededor.
—Porque el sexo no es algo de lo que me avergüence, pero está claro que tú
no sientes lo mismo por ti.
—Esto es lo que soy. Tómalo o déjalo. —Me rechinan las muelas.
—Esa es la cuestión. Veo quién eres, y quiero tomarlo. La verdadera pregunta
es si realmente estás preparado para algo así.
Chloe me ha atrapado en su hechizo. Pero no sé cómo puedo aceptar la
versión de mí que ella ve.
El silencio nos rodea, acompañado de las sombras. Los dos nos sentamos en
lados opuestos, con las piernas rozándose. Me pica la piel mientras la brecha
emocional entre nosotros se amplía.
No quiero eso. No en lo más mínimo.
—¿Chloe?
—Mmm.
—¿Por qué te dan miedo los espacios pequeños?
Si estuviéramos fuera, imagino que los grillos llenarían el silencio. No dice
nada, y considero la posibilidad de dejarlo.
—Cuando era pequeña, mi madre solía encerrarme en mi habitación cuando
venían sus visitas.
¿Qué carajo?
Ella sigue parloteando, sin darse cuenta de mi disgusto. —Mi habitación no
era grande ya que éramos pobres. Sinceramente, era más un armario que una
habitación. —Se ríe, pero parece poco sincero—. Pero era un lugar seguro si
mi madre tenía cualquier novio de la época, drogándose y haciendo otras
cosas. Incluso de pequeña sabía lo que pasaba porque los niños del colegio
hablaban. Resulta que ella no tenía la mejor reputación. Así que, de todos
modos, mi madre no quería que me metiera en medio, así que me encerraba
en mi habitación hasta que ella terminaba.
El calor burbujea dentro de mí, creciendo bajo la superficie de mi piel. —No
tienes que seguir. Lo entiendo.
—No, está bien.
No lo es, pero no me molesto en discutir con ella. Dudo que esto sea fácil de
compartir.
—Lo que pasa es que mi madre es olvidadiza, sobre todo si estaba drogada
cuando me encerraba en mi habitación. —Su voz se quiebra, y algo en mi
pecho se aprieta ante el sonido—. Por eso odio los espacios pequeños. Es
como si me llevaran a esos años, y hay alguna respuesta automática en mi
cuerpo que reclama salir.
Arrastro mi cuerpo por el suelo para llegar a su lado. Ella acepta que la rodee
con mi brazo y la atraiga a mi lado. —Siento que te haya pasado eso.
Quiero decir más, pero las palabras no me salen fácilmente. Y no quiero
asustarla revelando lo mucho que me parezco a ella.
—No pasa nada. No hay razón para enfadarse. Está en el pasado.
—¿Lo es? ¿Cómo puede alguien superar eso?
—Porque entonces perdería de vista lo que es importante.
A estas alturas, estoy seguro de que Chloe puede oír cómo mi corazón late
con fuerza en mi pecho.
—¿Y qué es eso?
—La vida consiste en crear los recuerdos que importan, mientras se olvidan
los que no importan.
Quiero crear nuevos recuerdos. Con mi familia, con las carreras, y tal vez
incluso con Chloe.
No puedo cambiar el hecho de haber perdido la pierna. Pero me pregunto si
realmente he estado viendo mi vida mal desde el accidente. Tal vez Chloe
tenga razón, y no puedo lanzarme a algo serio con ella si no puedo aceptarme
a mí mismo primero.
Quiero ver lo que ella ve en mí. He vivido los últimos tres años en un mundo
de blanco y negro. La depresión y el aislamiento se comieron al hombre que
era, creando alguien que no reconozco. Así que, sí, quiero experimentar el
mundo a través de los ojos de Chloe porque es como ver el color por primera
vez. Es impresionante y espectacular, y cambia fundamentalmente la vida tal
y como la conozco.
Ella es mi caleidoscopio en un mundo gris.
30
Chloe
Está bien, quedarme atrapado en un ascensor anoche no fue la peor
experiencia de mi vida. El equipo de mantenimiento tardó dos horas en
liberarnos a Santiago y a mí de la pequeña cabina. Después de mi rechazo a
su propuesta de “hagámoslo” y mi confesión sobre mi madre, pasamos la
mayor parte de los noventa minutos sin hablar. Tomé su silencio como lo que
era. Indiferencia.
Descubrió mi mentira. No es que no quiera tener sexo con él. Pero algunas
cuestiones tienen prioridad, y qué sentido tiene tener intimidad si él no puede
estar lo suficientemente cómodo como para dejar una linterna encendida.
Después de liberarnos del ascensor, los dos hicimos como si no hubiera
pasado nada. Funcionó bien, ya que ambos nos fuimos a la cama enseguida.
Excepto ahora, después de una noche de sueño agitado, mi piel se calienta
por el recuerdo de sus labios en los míos. Demonios, de sus labios en otros
lugares de mi cuerpo, provocando sensaciones que solo podía soñar. Brooke
estaría fuera de sí porque resulta que Santiago realmente tiene las
habilidades para respaldar esos ridículos artículos.
Abrumada no cubre lo que siento en este momento. Los mecánicos, el equipo
y los representantes de Bandini corren por el garaje. Santiago, Maya y su
madre están alrededor del auto de carreras de Noah y charlan juntos. Yo me
mantengo al margen, ofreciendo muy poca conversación.
Por una vez, no sé qué decir. Es como si todas las palabras que aprendí en
mi corta vida se hubieran escapado de mi cerebro. Santiago finge no
inmutarse, pero yo leo su lenguaje corporal como un libro. Su columna
vertebral está más recta que una varilla y su mandíbula permanece
permanentemente cerrada. Dice tantas palabras como yo, que a estas alturas
son cero.
—¿Qué te parece la escena de la carrera? —Daniela mira en mi dirección.
—Oh, es umm... un montón.
La risa de Santiago se le atasca en la garganta. —Esa es una forma de
describirlo.
—¿Qué sabes de la F1? —Maya mueve su atención de Marko a mí.
—Oh, toneladas. A Santiago le encanta charlar sobre sus días de carrera.
Santiago se pone rígido a mi lado. Mierda. Me equivoqué al decirlo. Oh, Dios.
¿Es demasiado tarde para fingir un dolor de garganta?
—Oh, ¿lo hace ahora? —Noah levanta una ceja—. ¿Te ha contado cómo me
ganó el título de campeón del mundo una vez?
Santiago pone los ojos en blanco.
Sonrío, rezando para que no se enfade demasiado por la tormenta de mierda
que he iniciado. —Bueno, no tuvo que compartir mucho porque me mostró
las repeticiones. Diría que lamenta el accidente, pero estaría mintiendo.
Noah y Santiago se ríen juntos. Algunos miembros de la tripulación miran
hacia nosotros. Ya veo por qué. Noah y Santiago disfrutando es todo un
espectáculo.
Alguien llama a Noah para una entrevista previa a la carrera con un canal de
noticias local. Santiago agarra a Marko y lo lanza por los aires, alternando
entre los ruidos de un helicóptero y los de un avión a toda velocidad.
Ugh. ¿Por qué tiene que ser tan perfecto todo el tiempo? Está dañando mi
autocontrol.
Una pequeñísima parte de mí está tentada de cancelar mi estúpido mentira y
ceder a nuestra atracción. Pero entonces Santiago se eriza cuando un
miembro de la tripulación pasa por delante, observando su pierna como si el
empleado tuviera visión de rayos X para ver más allá de sus pantalones. La
forma en que Santiago frunce el ceño y se protege de más escrutinios me hace
consolidar mi elección.
Si Santiago quiere tener una relación más seria conmigo, ya sea sexual o de
otro tipo, tiene que aceptarse a sí mismo. Porque, al fin y al cabo, nadie que
se vea y actúe como él debería esconderse del mundo. Es una maldita lástima,
a la altura de Brad Pitt dejando a Jennifer Aniston y de la ruptura de ABBA.
No puedo dejar que Santiago se esconda en la oscuridad y en los secretos
cuando está destinado a brillar, incluso si eso significa dejar de lado mi propia
agenda. Los planes no siempre salen como es debido, y me niego a renunciar
a ayudarle. Las prioridades cambian y revelar mi identidad a mi padre ya no
es lo más urgente en mi vida.
Soy oficialmente una adicta a la F1. Hoy no podría ser mejor, con nuestra
propia sala privada para ver la carrera. Hay champán gratis y acceso
exclusivo a la radio del equipo de Noah. Nunca he sido de los que dan vueltas
de lujo, pero Santiago me convenció en el momento en que me pasó una
mimosa. Un día de carrera es como un brunch, pero sin la factura cara.
Los televisores masivos reproducen las imágenes de las cámaras de la F1 y
los drones. El equipo coloca a los pilotos de forma cruzada en la parrilla, con
el auto de Noah a la cabeza.
Santiago sacude la cabeza. —Nadie puede bajarlo de su pedestal, incluso
después de todo este tiempo.
—Solo hay un hombre que tiene la mejor oportunidad, y está de pie en esta
habitación —Maya da un sorbo a su mimosa.
Santiago frunce el ceño ante su hermana. —¿Intentas que me levante?
—Si te estoy sacando de quicio, significa que algo de esta situación te sigue
molestando. ¿Alguna vez lo has pensado así?
—No. Creo que mi molesta hermanita olvidó sus modales por un segundo.
—Santiago —siseo en voz baja—. Basta ya.
Maya me hace señas para que me detenga, lanzando una mirada a su
hermano. —Tu lugar está ahí fuera.
Santiago mira hacia su madre en busca de ayuda, pero ella se encoge de
hombros y vuelve a centrar su atención en Marko. Mujer inteligente. Estoy
tentado de ir allí y unirme a ellas.
—Mami no te va a salvar de esta conversación. Solo sé sincero conmigo. ¿Lo
extrañas? —Maya se vuelve hacia el televisor.
Una a una, las cinco luces situadas sobre los autos brillan antes de apagarse.
Los autos chirrían al pasar a toda velocidad por la parrilla y por la primera
curva. Una cámara en el salpicadero ofrece a los aficionados y a nosotros la
visión perfecta del ala delantera de Noah al pasar la primera recta. Habla con
sus ingenieros, transmitiendo las estadísticas de su volante.
Los ojos de Santiago permanecen pegados al televisor. Su cuerpo se pone más
tenso a medida que Noah recorre el circuito una y otra vez.
—Claro que sí. —Habla en voz baja, su voz apenas es un susurro en voz baja.
—Entonces, ¿podrías por lo menos revisar el auto en el que él trabajó? ¿Por
favor? Si no es por él, hazlo por mí. —Los ojos de Maya se suavizan.
Santiago no mira a su hermana.
Me tenso cuando sus ojos se posan en los míos. Se agarra a mi mano,
ocultando el temblor a su familia. Su mandíbula se tensa mientras observa
mi rostro antes de centrarse en su pierna.
Me siento incómoda mientras el silencio continúa. Dejando espacio a
Santiago, vuelvo a centrar mi atención en la carrera. Noah continúa por la
pista. La emoción de todos crece, especialmente la de Marko, mientras su
padre lucha contra los otros corredores. Nadie se atreve a adelantar el auto
de Noah. Aplaudo mientras Maya chilla de alegría cuando pasa la siguiente
vuelta sin problemas. Miro a Santiago, esperando que esté viendo la carrera,
pero sus ojos están fijos en mí.
—Probaré el auto con una condición —Santiago habla con su hermana, pero
sus ojos no se apartan de mi rostro.
Maya levanta la vista de Marko hacia su hermano. —¿Cuál?
—Probaré el auto si Chloe viene a la pista conmigo.
Me quedo con la boca abierta y respiro profundamente. El movimiento
repentino me hace arder los pulmones y toso. —¿Otra vez?
El ceño fruncido de Santiago se convierte en una sonrisa mientras asiente
con la cabeza. —Probaré el auto si vienes conmigo al garaje.
Oh, mierda.
Supongo que Santiago no ha terminado conmigo después de todo. Todo lo
contrario. Este macho engreído va a tratar de vencer sus miedos. Y
basándome en la forma en que me mira, puedo decir que es algo más que por
el sexo.
Algo más se esconde detrás de sus ojos. No puedo averiguarlo por más que lo
miro fijamente. Parece que antes me equivoqué al confundir su silencio con
indiferencia. Más bien, resulta que era algo mucho más peligroso.
Un plan.
Brooke: Necesito digerir esta información contigo. Por favor, dime que
tuviste algo de acción después de lucir así anoche.
Brooke: Vale, tu madre acaba de pasar por aquí mientras me ponía hielo
en el dedo del pie. Estoy un poco asustada por lo emocionada que parecía
cuando mencionó a tu nuevo galán. ¡Llámame!
Se me hunde el estómago. No puedo creer que mi madre haya pasado sin
avisar. Me apresuro a contestar a Brooke.
Yo: Oh no. ¿Dijo lo que quería?
Brooke: Hola a ti también, Srta. Soy demasiado famosa para mi mejor
amiga ahora.
Brooke: Y no. Lo mantuvo muy discreto, pero dijo que se pondría en
contacto contigo. Me entraron escalofríos después de que dijera eso.
Querida Madre parecía una hija de puta aterradora y drogada, si es que
lo digo yo. No le contestes si te llama. Recuerda que hablar con ellos es
un refuerzo para el mal comportamiento.
Yo: No puedo ignorar que se pase por nuestra casa. Tu estrategia no está
funcionando.
Me muerdo el labio inferior mientras espero la respuesta de Brooke. Lo último
que necesito es que mi madre cree problemas entre Santiago y yo. Puede que
me haya engañado en el pasado, pero no voy a considerar que su visita por
mi apartamento sea más que una coincidencia.
Brooke: No te lo recomiendo porque es una zorra, pero si realmente
sientes que lo necesitas, entonces deberías llamarla y ponerla en su sitio.
No me importa espantarla, pero la decisión es tuya.
¿Qué opción tengo? Corro el riesgo de que haga alguna estupidez, y lo último
que quiero en este planeta es que mi madre hunda sus garras en mi nueva
vida aquí.
Mi nueva vida temporal.
Utilizo el Wi-Fi para llamar a mi madre. Me contesta sin dejar que salte el
buzón de voz, y lo considero un pequeño milagro. —Hola, Chloe. Ya era hora
de que llamaras a tu madre.
—¿Qué quieres?
—Ahora, ¿es esa la forma de hablarme después de todo este tiempo?
—Déjate de estupideces. Las sutilezas no te convienen.
Deja escapar un resoplido. —He visto las fotos. Estoy orgullosa de ti. Te has
hecho con una buena presa mientras paseabas por Europa.
Me rechinan los dientes. —¿Qué quieres?
—¿Cuánto estás dispuesta a pagar para mantener tu pequeño y sucio secreto
en secreto?
—¿Mi qué? —Retrocedo, golpeando mi columna vertebral contra el grifo.
—Tengo pruebas de la agresión. Ya sabes, cuando golpeaste la cabeza de
Ralph contra la pared de la ducha después de que te sorprendiera en el baño.
—Oh, ¿te refieres a la pared contra la que se estaba masturbando mientras
me veía ducharme? ¿Esa pared? —No puedo creer su atrevimiento. Si no
fuera por los diversos intentos del gobierno por reunirnos, dudaría de que
fuera mi madre. ¿Cómo puede alguien que me dio a luz despreciarme tanto?
¿El dinero y las drogas valen su alma?
Que se joda. Las madres están destinadas a proteger a sus hijos de los
asquerosos, y lo único que hizo fue proporcionarle acceso a mí sin parar. Me
estremezco al recordar sus ojos brillantes mirándome. Haciéndome sentir
sucia y asquerosa. Sacudo la cabeza en un intento de alejar el recuerdo.
—No importa lo que haya pasado antes. Lo que importa es que tengo fotos y
documentación del hospital sobre el estado en que lo dejaste.
No pensé que fuera posible odiarla más que antes. Está muy arraigado, como
un crecimiento canceroso después de años de su abuso.
—¿Y qué? —Dejé escapar una risa estridente—. No puedes relacionarlo
conmigo y lo sabes. Por lo que se sabe, Ralph se resbaló.
—Se resbaló después de que le dieras una patada en las pelotas.
—Se merecía algo mucho peor.
—Ah, ¿sí? ¿Quieres jugar conmigo por algo tan serio como esto?
—No estoy jugando. Sigue adelante y suelta lo que quieras a quien quieras.
Ya no te tengo miedo. Sus pruebas son circunstanciales en el mejor de los
casos, ya que yo era menor de edad. Y honestamente, es su palabra contra la
mía. —He terminado con sus juegos mentales y sus engaños. Quiero cortar
mi conexión con ella con unas tijeras de podar.
—No puedes hablar en serio. ¿Estás dispuesta a dejar que el mundo te vea
como la rata de alcantarilla que eres?
—Claro. Quizá otras niñas como yo también puedan desear escapar de
monstruos como tú.
—Esto es decepcionante. Te di la opción fácil, Chloe.
—Ahí es donde te equivocas. La opción fácil es olvidar que has existido. Voy
a bloquear tu número y Brooke no volverá a abrirte la puerta. Esta es la
última vez que dejo que me amenaces o abuses de mí para que te dé lo que
quieres. No tengo miedo de cualquier evidencia que tengas de lo que hice. La
policía retiró los cargos, y Ralph es el que tiene la orden de alejamiento contra
él. Así que, haz lo que te ayude a dormir por la noche.
—Chloe, será mejor que me escuches...
La interrumpo. —No, Anne, será mejor que tú me escuches. Voy a seguir
adelante con mi vida. No eres más que un recuerdo del pasado que no tengo
interés en revivir nunca más. Espero que tengas una vida feliz, y buena suerte
con Ralph. La vas a necesitar porque he terminado de apoyar tu adicción.
Adiós. —Pulso el botón rojo con una mano temblorosa.
Ya no me escondo de mi pasado. Me ayudó a convertirme en la persona que
soy, rata de alcantarilla y todo. Anne Carter subestimó su poder sobre mí. La
haré caer conmigo, aunque sea lo último que haga.
Solo espero haber tomado la decisión correcta. Estoy jugando con alguien que
está desquiciado en su mejor día, y francamente inmoral en el peor. Pero no
puedo dejar que alguien como ella me controle: mis pensamientos, mis
deseos, mi felicidad. Mis experiencias con ella mancharon mi idea de los
demás, sus intenciones y mi propio futuro. He alejado a los novios. Apenas
he hecho amigos, y mucho menos me he establecido en algo más que en dos
trabajos que apenas he tolerado. Después de pasar tiempo con Santiago,
comprendo que también he dejado pasar mi vida. Ha hecho falta ver a otra
persona sumirse en sus oscuros pensamientos una y otra vez para sacarme
de los míos.
He estado viviendo con miedo, lo cual no es realmente vivir. Me he cansado
de experimentar la vida en pausa. Quiero desafiarme a mí misma para ser
mejor. Para ser alguien de quien me sienta orgullosa, ya sea cursando una
licenciatura o viajando por el mundo.
Todo lo que sé es que ya es hora de que me centre en las personas que
importan, en lugar de las que no importan.
Hago todo lo posible por fingir que no estoy nerviosa después de la impactante
llamada con mi madre. Santiago me mira un par de veces durante unos
segundos más de lo que me gustaría, pero no me pregunta si pasa algo.
Durante el resto del día, me dedico a interpretar a la novia obediente de
Santiago. Lo apoyo mientras responde a las preguntas de los periodistas y
visitas a los empleados de Bandini. Al igual que yo, es como si se hubiera
encendido un interruptor dentro de él durante el fin de semana. Es el mejor
espectáculo, con él comprobando a viejos amigos, preguntando por sus hijos
y sus familias. Me encanta cada segundo. De hecho, dejando a un lado la
llamada telefónica, me gusta este fin de semana mucho más de lo que debería.
Me entristece que llegue a su fin.
No es hasta que ambos entramos en su mansión, horas después, que la
realidad nos golpea. Sus manos se detienen en las asas de mi equipaje, sin
que él las pase por alto. Destacan como un pulgar dolorido sobre sus suelos
de mármol y su lujoso papel pintado.
Me muevo para arrebatarle una. —Escucha, he estado pensando...
Habla al mismo tiempo. —Deberías mudarte conmigo...
Mis ojos amenazan con salirse de sus órbitas. —¡¿Qué?!
—¿Y si vivieras aquí en lugar de pagar por un lugar para quedarte? —Sus
mejillas doradas se sonrojan.
Santiago Alatorre tiene que dejar de sorprenderme porque estoy bastante
segura de que mi corazón ha entrado oficialmente en paro cardíaco. SOS.
Alguien tiene que llamar al médico porque no voy a salir viva de este fin de
semana.
31
Santiago
Escucha. Lo entiendo. Todo el mundo piensa que me estoy volviendo loco
después de este fin de semana, con mi decisión de probar el nuevo volante de
Noah. Incluso Chloe me mira ahora como si le hubiera dicho que soy un
extraterrestre. No puedo empezar a explicar mis razones para invitarla a vivir
conmigo. Es una locura y algo inesperado, pero es por mis propias razones
egoístas. ¿Quiero ayudarla cuando está claro que no debería gastar sus
ahorros en una cama y desayuno de mierda? Por supuesto. Pero tampoco
puedo soportar más el silencio. Esta enorme casa es solitaria, con mis
pensamientos ocupando todo el espacio.
Después de mi valentía de este fin de semana, tengo miedo de volver a cómo
era la vida antes. Experimentar el caos de Chloe es mucho más divertido que
sumirse en el odio a uno mismo. Me he encariñado con sus palabras elegidas
y su enérgica presencia. Y, sobre todo, me gusta mucho. Así que, sí, soy un
jodido egoísta que se beneficia más de tenerla cerca que de lo contrario.
Demándame. La vida es injusta, y predicaré esa lección hasta el día de mi
muerte.
Chloe parpadea, con las cejas fruncidas. —¿Quieres que me mude contigo?
Asiento con la cabeza.
—Bien, jaja, muy gracioso —Da un paso vacilante hacia la puerta como un
animal asustado.
Me muevo con cuidado porque tengo miedo de asustarla con la idea.
—Escucha. ¿Por qué molestarse en pagar una habitación en un hotel cuando
tengo espacio de sobra?
Se queda mirando sus zapatillas. —No puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—Porque es una locura.
—Por supuesto que sí. Pero, ¿desde cuándo rehúyes de la locura?
—Desde que terminé irrumpiendo en la casa de alguien y fingiendo toda una
vida a una larga lista de personas amables que no merecen que se les mienta.
Cualquier pequeño terreno en el que me sostenía se está escapando de debajo
de mí. —Bueno, viendo que tengo dieciséis habitaciones aquí, no es un gran
problema si ocupas una de ellas. Es alojamiento y comida gratis.
Ella pone los ojos en blanco. —Tu cabeza acaba de crecer un poco más.
—¿Qué dices? Podemos ser compañeros de piso.
—¿Compañeros de piso? —Sus labios se fruncen.
Mierda. Esto está siendo terrible. Todo lo que digo suena peor a cada segundo.
—La razón por la que te ofrezco un lugar para quedarte es porque no deberías
estar viviendo en un hotel por el resto del verano. Piénsalo. Podrías quedarte
aquí, justo al lado de tu padre, lo que podría llevar a más encuentros. Y te
ofreciste a ayudarme con la remodelación de mi auto... y eso requiere un
servicio de guardia 24/7.
Dios, eso sonó tan desesperado como me siento.
—24 horas al día, ¿eh? —Sonríe.
—De todo lo que dije, ¿eliges eso?
Se ríe hacía el techo. —Este es el verano más extraño de mi vida. Y tú me
llamas loca. Me pides que me mude contigo y apenas te conozco.
Frunzo el ceño. —Ya me conoces.
—No lo suficiente como para mudarme contigo. Eso no es normal.
—¿Desde cuándo sigues el statu quo?
—Bueno... sí lo pones así. —Ella resopla.
Maldita sea. Después de nuestro fin de semana, definitivamente no puedo
dejar que se vaya. La idea de estar solo aquí de nuevo es... sofocante.
—¿Es eso un sí? —Mi voz suena patética para mis propios oídos, pero no me
importa.
—No.
Mi corazón se hunde. La idea de que Chloe me deje en mi silenciosa y vacía
mansión me llena de temor. Odio la idea más de lo que debería, pero no puedo
evitarlo. Estar solo es como ahogarse en medio del océano. Nadie puede
encontrarme, y mucho menos salvarme de mí mismo.
Se balancea hacia atrás sobre sus zapatillas. —Pero...
Cubro mi sonrisa con la mano. —¿Sí?
—Tal vez acepte si me dices la verdadera razón por la que quieres que me
mude contigo.
Sopeso el coste de decirle la verdad. No las palabras floridas que compartí
antes, sino la verdad.
Me siento tentado a ponerla en evidencia, pero el hecho de que se aferre a su
equipaje y lo haga rodar hacia ella me hace detenerme.
Mierda. ¿Realmente se irá?
—Los últimos días en el hotel han sido increíbles. No quiero volver a como
estaban las cosas.
—¿Y cómo es eso?
—Solitario. Sin ti y sin Marko, la idea de volver a estar solo es horrible.
Absolutamente insoportable. Es como si tuviera un agujero en el pecho que
solo se ha empezado a llenar en las últimas semanas.
Su labio inferior sobresale. —Oh, Santiago.
Me acerco a ella, agarrando el asa de su equipaje y empujándolo en dirección
contraria. —Y, sobre todo, haces que los días malos sean mejores. Quiero más
de eso. Si te vas, me temo que volveré a las andadas.
Me pasa la mano por el pecho antes de colocarla contra mi corazón que late
rápidamente. —No quiero ser una muleta. Tienes que luchar por ti mismo
porque quieres. No porque yo esté aquí, por mucho tiempo que sea.
Algo en mi pecho se constriñe por su partida definitiva. —Quiero luchar por
mí mismo. Esa es la cuestión. Y tú no eres una muleta. Eres parte de los
cimientos para ayudarme a llegar a donde quiero estar.
—¿Y eso es?
—Aceptar que, aunque nunca podré ser el hombre que era, puedo
convertirme en un hombre con el que quieras estar. —Le paso el pulgar por
el labio inferior.
Sus ojos se abren de par en par. —No puedes hablar en serio.
—¿Por qué no?
—No nos conocemos lo suficiente.
—Dame una oportunidad entonces. Una oportunidad real. Sin fingir. Sin
aparentar. Solo que pasemos tiempo juntos, aprendiendo el uno del otro.
Tira de su labio inferior entre los dientes. El silencio me pone nervioso, pero
aguanto, esperando que ceda.
Deja escapar un suspiro tenso. —De acuerdo. Pero hay una regla en la casa.
—Nómbralo y es tuyo.
—Nada de sexo. Hasta que no trabajes en ti mismo, de verdad, no me acostaré
contigo. En pocas palabras.
Mierda. Asiento con la cabeza, aceptando mi destino. Si lo que Chloe quiere
es una batalla conmigo mismo, entonces es una batalla que va a conseguir.
Excepto que me niego a ser un perdedor esta vez.
—Por favor, dime por qué carajo una mujer llamó a mi asistente pidiendo tu
número, Santiago. —Noah se salta las galanterías y pasa directamente a la
razón de su llamada aleatoria.
—¿Quién?
—Anne Carter llamó pidiendo ponerse en contacto contigo. Ya sabes, la madre
de Chloe.
Ahora tengo un nombre completo para las horrendas historias que Chloe
compartió sobre su madre. El nerviosismo sube por mi columna vertebral
ante la mujer desquiciada que intenta infiltrarse en mi círculo íntimo. Eso se
detiene ahora. Chloe ha pasado toda su vida escapando de las garras de su
madre, y que me condenen si la persigue también en Europa.
—¿Qué quería? —gruño.
—No tengo ni idea. Dejó un mensaje de voz confuso sobre la necesidad de
hablar contigo porque no puede ponerse en contacto con Chloe. Siento la
necesidad de advertirte...
¡Mierda! Todo esto es culpa mía. Yo soy el que empujó a Chloe en el centro de
atención, y ahora su madre se enteró.
—¿Dejó un número para llamar?
—¿Por qué no le preguntas a tu novia?
—Viendo que tiene una orden de alejamiento contra el novio de su madre, ¿es
realmente la mejor idea?
Noah resopla. —No.
—Entonces dame su número.
Noah dice el número que la madre de Chloe dejó a su asistente. Una parte de
mí quiere contarle a Chloe que su madre se ha contactado con Noah, pero me
asalta un intenso deseo de protegerla. No quiero sacar a relucir viejos
recuerdos, sobre todo si la culpa es mía. Su madre no se molestaría con Chloe
si no fuera por mí.
Chloe no pidió este tipo de atención. Demonios, ella me advirtió en primer
lugar que no lo hiciera. Es mi responsabilidad arreglar cualquier daño que se
haya hecho y esperar que su madre se arrastre de vuelta a cualquier bolsillo
del infierno del que haya salido.
Marco el número. Suena antes de saltar el buzón de voz. Mi segundo intento
es un éxito, y la voz rasposa de Anne atiende después del tercer timbre.
—Hola.
—Este es Santiago Alatorre.
—Bueno, no pensé que mi mensaje llegaría a ti. —Su voz no coincide con la
calmada de Chloe.
—Empezaré esta llamada diciéndote que no vuelvas a llamar a Noah Slade.
Demonios, no contactes con nadie que tenga algo que ver conmigo, Chloe
incluida.
—Es una gran afirmación para alguien que esconde un secreto aún mayor.
—¿Qué secreto? —¿Está drogada ahora mismo?
—El hecho de que estás saliendo con alguien que fue arrestado por cargos de
asalto agravado.
Joder. Casi se me cae el teléfono antes de atraparlo. —¿Perdón?
—Chloe atacó a mi pobre novio, Ralph, cuando estaba en el instituto. Le dejó
una conmoción cerebral, dos costillas rotas y un diente astillado, según el
informe del hospital que tengo. De alguna manera, su asistente social convenció
a la policía para que retirara los cargos, pero no importa. Con su fama, dudo
que sea algo que quieras asociar a tu nombre. ¿Ahora lo es?
¿Qué demonios pasaba dentro de la casa de Chloe cuando crecía? Apenas
puedo concentrarme en las viles palabras de su madre mientras intento
imaginarme viviendo con miedo como lo hacía Chloe. Obligada a pasar el
tiempo dentro de un armario mientras su madre se drogaba con hombres.
Defendiéndose de un hombre repugnante que intentaba aprovecharse de
alguien más pequeño que él.
Toda esta situación me da asco. Asco hasta el punto de que quiero que Anne
Carter desaparezca para siempre.
—¿Cuánto? —Odio hacer tratos con la escoria de la tierra, pero para proteger
a Chloe, haré cualquier cosa. Incluso si significa apoyar a una drogadicta
como ella.
—¿Cuánto crees que vale el secreto de Chloe? Tengo un vídeo de Ralph
hablando en contra del ataque, y no es bonito. —Anne se ríe para sí misma.
El ácido rueda por mi estómago. ¿Cuánto cuesta mantener callado a un
drogadicto? Joder, si lo sé. —Cincuenta mil dólares.
Ana se ríe. El sonido provoca el mismo escalofrío que escuchar las uñas
corriendo por una pizarra. —Tendrás que hacerlo mejor que eso. Te he buscado
en Google. Todo el mundo sabe cuánto llevas en esa cartera. ¿De verdad
quieres arriesgarte a que revele al mundo quién es tu novia? Algo me dice que
la gente con la que corres no aceptará a alguien como ella.
Mi mandíbula se aprieta. —Si alguien no la acepta, entonces nunca fue parte
de mi grupo para empezar.
—Ya veo por qué le gustas. —Se ríe.
Me agarro a mi teléfono con fuerza. —Trescientos mil dólares. Esa es mi oferta
final.
—Sabía que estabas dispuesto a pagar el precio justo. Con todos esos autos y
casas de lujo, es apenas una gota en el cubo.
—Eres repulsiva.
—Nunca dije que no lo fuera. Pero también soy un oportunista. El mundo es un
lugar duro, y mi hija encontró por casualidad al tipo adecuado. Estoy orgullosa.
—Esta es la última vez que me pides dinero.
—No te preocupes. Esa cantidad de dinero me mantendrá feliz durante mucho
tiempo —Suspira de forma soñadora.
—Déjame ser claro. Te doy el dinero y te alejas de mi familia, incluyendo a
Chloe. Eso significa que desapareces de todas nuestras vidas. Y punto.
Aunque tengas una historia pésima y cualquier prueba de poca calidad que
tu cerebro drogado pueda reunir, tengo infinitas conexiones para borrarte del
mapa si vuelves a meterte con nosotros. Así que, si vuelves a salir de la cloaca
de la que saliste para causarnos problemas, haré que te envíen a un centro
donde vivirás la vida que te mereces. Sin drogas. Sin gente. Nada más que la
sobriedad y tus desagradables pensamientos para hacerte compañía.
¿Entendido?
—Tan irritable. Ya veo por qué mi hija se siente atraída por ti.
Mi mandíbula se aprieta. —Quiero una respuesta real de sí o no. Tu oferta
desaparece en tres... dos...
—Prometo no ponerme en contacto contigo, ni con tu familia, ni con Chloe —Me
da un número al que transferir su dinero, y termino el trato sin dudarlo.
Chloe me dijo que había terminado con ese pedazo de basura, y yo solo la
ayudé a resolver ese problema más rápido.
32
Santiago
Chloe solo se mudó a mi casa hace dos semanas y la energía ya está
cambiando entre nosotros. La rutina en la que hemos caído es fácil, con
ambos modelando la felicidad doméstica. Nuestros días juntos incluyen
cocinar juntos y noches de cine, con la restauración del auto en medio.
Cada vez que se va a trabajar, me agito. Un malestar se acumula dentro de
mí en su ausencia y me desespero por llenar el tiempo. Tanto es así que paso
la mayor parte de la mañana haciendo ejercicio en el gimnasio. Pero ni
siquiera eso es suficiente para satisfacer el límite dentro de mí. Lo utilizo como
excusa para comprar algo estúpido mientras Chloe está en el trabajo.
Mi última compra tarda dos días en llegar. La empresa de transporte instala
mi nuevo sistema en una habitación vacía del primer piso de mi casa, lejos
de cualquier otra persona.
Con pasos vacilantes, me dirijo a la habitación, aferrándome al paquete que
Noah me envió después del fin de semana de Monza. Respirando
profundamente, entro en la sala. El sistema de simulación de la F1 se
encuentra frente a unos enormes monitores. Me tiemblan las manos cuando
me acerco a la máquina y arranco el flamante envoltorio de plástico.
Los pedales se burlan de mí y me recuerdan la forma en que solía correr.
Ignoro el impulso de salir corriendo de la habitación, y en su lugar opto por
quitar el volante estándar y sustituirlo por el hecho a medida por Noah. Las
piezas encajan en su sitio mientras el nuevo volante domina la parte delantera
de la máquina.
—Si no prácticas, nunca volverás a salir. —Me agarro al respaldo del sillón
de cuero y respiro con tranquilidad.
Pulso el botón de encendido y la máquina cobra vida. La tensión chisporrotea
bajo mi piel al practicar con el nuevo volante.
Esto podría ser un desastre. Un fracaso total y absoluto de proporciones
épicas.
Pero también podría ser lo mejor que me ha pasado en años. Imagina que
vuelva a salir ahí fuera.
Mi dilema se ve interrumpido por unas zapatillas que chirrían detrás de mí.
Me doy la vuelta para encontrar a Chloe mirando la máquina.
Entra en la habitación. —¡Mira este montaje! Puedo escuchar a los nerds de
todo el mundo llorando de alegría.
—Esto no es para nerds, —murmuro en voz baja.
—De acuerdo, claro. Lo que tú digas. Pero hablemos en serio: ¿Puedes jugar
a Mario Kart en él?
Me quedo con la boca abierta. —¿Mario Kart?
Mira los monitores con anhelo. —Lo que daría por lanzar caparazones de
tortuga y cáscaras de plátano a otros corredores con esta configuración.
La ridiculez de su idea me hace echar la cabeza hacia atrás y reír.
—Sinceramente, no sé si esta máquina más nueva es compatible con ello.
—Entonces, ¿para qué sirve?
—Carreras de F1.
Sus labios forman una O. —Entendido. Bien, siento interrumpirte. Te dejo
con ello entonces. —Camina hacia atrás antes de chocar con una pared.
—Espera.
Se detiene.
—¿Quieres probarlo? ¿Si puedo descargar Mario Kart, claro?
Sus ojos se estrechan. —¿Por qué tengo la sensación de que estás tratando
de distraerte para no tener que hacer lo que sea que querías hacer aquí?
Sonrío. —Porque eso es exactamente lo que estoy haciendo.
Su sonrisa cae. —Entonces no, gracias. Paso.
Lo último que quiero es quedarme solo en esta habitación. —De acuerdo,
bien. ¿Qué tal si competimos en una partida de Mario Kart? El que tenga la
mayor puntuación gana lo que quiera.
—¿Estás seguro de eso?
Asiento con la cabeza.
—Muy bien, si eso es lo que quieres. Pero para que lo sepas de antemano, no
apuesto por hacerte una mamada esta vez.
Mi piel se calienta. —¿Por qué no?
—Porque si gano, te voy a pedir que pruebes la simulación de F1 con ese
volante tan elegante que tienes ahí. —Señala el que envió Noah.
—Será mejor que no pierda entonces.
Puedo descargar la versión más reciente de Mario Kart sin ningún problema.
Chloe hace crujir sus nudillos uno a uno. —Apártese, señor. Bowser está aquí
para rockear.
—¿Bowser?
—¿Esperabas que eligiera a la princesa Peach? Y yo que pensaba que me
conocías mejor que eso. —Me saca la lengua.
Se me eriza la piel al recordar esa lengua en mi piel. Toso mientras cargo la
pantalla, intentando controlar mis hormonas.
Chloe y yo nos turnamos para competir en un campeonato. Ella tiene un
talento innato, y a mí me resulta difícil seguirle el ritmo a sus altas
puntuaciones. Y lo que es peor, apenas me esfuerzo por vencerla.
No me importa perder la apuesta. Mientras Chloe se quede a mi lado, puedo
intentar la simulación después. Sinceramente, jugar con ella no era para
evitar lo que había venido a hacer. Solo quería pasar tiempo juntos ya que
ella no estuvo toda la mañana, y me pareció una buena idea.
No se va ni una sola vez mientras me sitúo en la falsa cabina y arranco el
último juego de simulación. Me tiemblan las manos al sentir la paleta del
acelerador. Los falsos autos de F1 se alinean en la parrilla, uno por uno,
recordándome los viejos tiempos de las carreras.
La mano de Chloe cubre la mía. —Solo quiero que sepas que estoy muy
orgullosa de ti ahora mismo.
Un rubor aparece en mis mejillas. —Es solo un juego.
—Es más que eso.
—¿Cómo es eso?
—Esta es tu redención.
Chloe pasa la aguja por el lino antes de subírselo por encima de la cabeza. Se
sienta de forma cruzada en una de las sillas de jardín junto al lago, pareciendo
disfrutar de la brisa de la mañana.
—¿Qué estás haciendo? —Me dejo caer en la silla junto a ella después de mi
ejercicio matutino de cortar el césped. ¿Podría pagar a alguien para que lo
hiciera? Claro, pero ¿podría renunciar a la oportunidad de dar a Chloe un
asiento en primera fila para verme trabajar con la máquina mientras oculta
su atracción? Definitivamente, no.
Me enseña el círculo de bordado. Es una réplica exacta del lago y las
montañas que nos rodean.
—Vaya, tienes un talento increíble. ¿Cómo has conseguido que parezca tan
real? —Me acerco y compruebo los finos detalles del hilo. Tiene que haber
cientos de puntadas multicolores recreando la escena.
—Primero esbozo el diseño que quiero en la tela. Luego elijo los hilos. Para un
diseño intrincado como este, divido los hilos para hacerlo más fino.
Mis ojos se abren de par en par. —Espera. ¿Tú dibujaste eso primero?
—No es tan difícil. —Sus mejillas se sonrojan.
—No. Es increíble. ¿Tienes fotos de otros que hayas creado?
No me había dado cuenta de que era tan buena en sus diseños. Son como
piezas de arte, tejidas con miles de hilos. Es una pena que oculte este talento
al mundo.
Saca su teléfono y abre un álbum. —Toma. Puedes hojearlos todos.
Lo agarro con manos codiciosas. Los diferentes diseños de Chloe van desde
pintorescas escenas de la naturaleza hasta citas y poemas. Todos sus diseños
aparecen en diferentes objetos, desde ropa hasta accesorios. No tenía ni idea
de que tuviera tanto talento.
—¿Segura que no quieres abrir una tienda? Estos son increíbles.
Se ríe. —Nunca has visto otros diseños para saber si eso es cierto. ¿Y si soy
secretamente terrible y no tienes ni idea?
Pongo los ojos en blanco y saco el teléfono.
—¿Qué estás haciendo?
—Investigando el mercado.
Ella resopla. —¿Por qué harías eso?
—Porque alguien que conozco habla desde una alta tribuna a los demás sobre
el aumento de su autoestima y sin embargo no hace lo mismo con ella misma.
—Quemada —sisea ella.
Sonrío y recorro Etsy y Pinterest. Pasar tiempo con Maya me enseñó todos los
trucos de dónde comprar ciertos tipos de artículos personalizados. Hay
bastantes tiendas de bordado con talento, pero nada se compara con los
diseños que hace Chloe. Es como si canalizara su Bob Ross interior y creara
intrincados paisajes con hilo y una aguja.
—Bien. He completado mi análisis y tengo los resultados. —Me giro hacia ella.
—¿Y? —Se muerde el labio.
—Tus diseños son superiores. Fin. Tienes que abrir una tienda, lo antes
posible.
Se ríe. —Agradezco tus amables palabras. Es agradable.
—¿Pero?
—Pero abrir un negocio es lo último que debería hacer.
—¿Por qué no?
—Bueno, una vez que regrese a Estados Unidos, tengo que retomar mis
trabajos. Este verano ha sido divertido y todo, pero la realidad llamará a la
puerta en algún momento. Brooke no puede vivir con un extraño
subarrendando mi habitación para siempre.
Mi estómago se revuelve ante sus palabras. —¿Cuándo piensas irte?
Se encoge de hombros. —No estoy segura. Todavía estoy pensando cuándo le
diré a Matteo quién soy.
¿Puedo dar mi voto para nunca? —¿Y si se lo dices?
—Entonces supongo que veré a partir de ahí. Nunca he sido muy
planificadora. —Su sonrisa no me llena de la calidez que la acompaña.
—¿Has considerado quedarte aquí, incluso después de decírselo? ¿No quieres
quedarte con tu padre después de estar separados todo este tiempo? —Mi voz
lleva una nota de esperanza.
Sus ojos vuelven a su círculo de bordado. Juguetea con la aguja, haciéndola
girar con los dedos. —Sinceramente, no, ni siquiera pensé que fuera una
opción vivir aquí. No pensé tanto en el futuro cuando reservé mi billete. Pero
ahora que lo mencionas, me pregunto si es una posibilidad.
—¿De verdad? —No esperaba que admitiera eso. Quizá haya alguna
esperanza después de todo.
—Quiero decir, es mi padre, y no tengo muchos lazos en Estados Unidos
además de Brooke. No digo que me quede, pero tampoco es exactamente un
no. ¿Tiene sentido?
Tiene mucho sentido. Todo lo que tengo que hacer es convencer a alguien que
ya quiere quedarse de que no debería irse en primer lugar.
Misión aceptada.
33
Santiago
—Por favor, dime que estás bromeando.
—Ojalá fuera así. —Pulso el botón para encender el proyector. La pantalla
baja del techo y las luces se atenúan solas.
Puede que el dinero no compre la felicidad, pero puede comprar momentos
como este con Chloe. Prefiero la felicidad doméstica en el cine de mi casa que
en el cine real. Las multitudes no son lo mío, y no es como si pudiera ocultar
mi estatus de celebridad del mundo e ir a una cita normal.
Chloe se levanta de su lado del sofá. —¿Nunca has visto Pretty in Pink?
¿Como nunca?
—No.
—¿Siquiera eres humano?
—Desgraciadamente.
Se ríe y me arrebata el mando de las manos. —Tenemos que arreglar esto.
—¿Por qué?
—Porque esa película puso mis estándares demasiado altos para el romance.
Ahora, ella tiene mi atención. —Cuéntame más.
—La razón por la que estoy obsesionada con las películas de los ochenta en
primer lugar es porque mi madre adoptiva solo tenía un sistema de VHS, sin
televisión por cable.
Bueno, este es un comienzo deprimente para su historia.
—Brooke y yo nos pegamos un atracón de todas las cintas que tenía una y
otra vez. Todavía hoy tenemos un maratón anual para conmemorar nuestra
infancia.
—¿Y qué películas son tus favoritas?
Todo su rostro se ilumina. —Pretty in Pink, duh. Y luego El club de los cinco,
Ferris Bueller's Day Off y Say Anything. Esa escena con el radiocasete es una
de mis favoritas. —Su entusiasmo crece a medida que explica diferentes
películas de las que no tengo ni idea.
Le hago preguntas solo para oírla hablar. Es muy divertido ver cómo se le
ilumina él rostro cada vez que le pregunto algo. ¿Quién iba a decir que no
tener ni idea de un tema podía ser tan divertido? Chloe pone los ojos en blanco
cuando cometo un error evidente y sonríe cuando recuerdo un detalle que ha
compartido unos minutos antes.
Cada maldito segundo de la conversación vale la pena.
Me aclaro la garganta. —Será mejor que empecemos si pensamos ver todas
estas películas.
—¿Quieres verlas?
—Por supuesto. Tengo curiosidad por ver cómo alguien corteja a una mujer
con un radiocasete fuera de su casa.
—Con una canción significativa, por supuesto. Puntos extra para la nostalgia
si tocas 'In Your Eyes'.
—Estoy anotando mentalmente todo esto.
—¿Planeas cortejar a alguien en un futuro próximo?
—Nunca se sabe. Alguien me dijo que el cortejo es importante. —Sonrío.
Sonríe para sí misma mientras se acomoda en el extremo opuesto del sofá.
—¿No solo vas a torturarme con esta película sino también sentándote lejos?
¿Por qué clase de hombre me tomas?
—¿De los que quieren hacerme feliz?
—¿Y mi felicidad?
—Por supuesto que es importante.
Señalo mi lado vacío. —Entonces trae tu culo aquí. Me gusta acurrucarme.
Suelta un resoplido exagerado y se acerca a mí. Coloco mi brazo en el respaldo
del sofá, dándole espacio para que se apoye en mí.
—Un tipo inteligente habría hecho un movimiento en lugar de obligarme a
venir aquí.
—Estoy lisiado. Ten piedad de mí.
Me pellizca el costado. —Ni siquiera lo intentes.
Me río. —¿Por qué molestarme en hacer un movimiento cuando sé que voy a
conseguir lo que quiero?
Esa afirmación me hace ganar un pellizco más fuerte justo en medio dos de
mis costillas.
—Eres terriblemente engreído24.
—Énfasis en la polla.
Suelta una risa odiosa que la deja sin aliento. —Por favor, para. Mi corazón
no puede soportar más de esto.
La película comienza, interrumpiéndonos con la introducción de Pretty in
Pink. Chloe se acurruca a mi lado y apoya su cabeza en mi pecho.
La rodeo con mi brazo.
Chloe
—He estado pensando en algo... —Le paso a Santiago la llave inglesa que me
pidió. ¿He mencionado ya que me encanta su garaje? ¿No?
Haría llorar a los hombres adultos, es así de bonito. Demonios, yo
consideraría derramar una o dos lágrimas por el Camaro que parece
Bumblebee25 en la esquina.
Saca la mitad de su cuerpo de debajo de su último arreglo. —Eso nunca es
una buena idea.
Empujo mi pie contra su aparato rodante, intentando empujarlo de nuevo
bajo el auto.
Se ríe de mi esfuerzo. —Estaba bromeando. ¿En qué has estado pensando?
—Bueno, que vuelvas a las carreras para empezar.
Su mirada penetrante se mantiene fija en la mía. —¿Qué hay de eso?
—¿Cuándo piensas programar tu carrera de prueba?
25
Automovil de Transformers
Vuelve a meterse debajo del auto sin responderme. El sonido de las
herramientas llena el silencio, y unos cuantos tornillos caen al suelo de
cemento.
—Lo programé para la próxima semana.
—¿Qué? —Me agacho, tratando de ver sus ojos—. ¡Me lo has estado
ocultando!
—Lo he reservado para un día que estés trabajando.
—¿Por qué has hecho eso? —Un latido al que no estoy acostumbrado florece
dentro de mi pecho. Pensé que quería que me fuera con él. ¿Cambió de
opinión?
—No es por ti —Vuelve a salir de debajo del auto. Con más agilidad de la que
espero de él, se levanta.
—¿No quieres que vaya más? —De alguna manera oculto el dolor en mi voz.
—No es por ti, es por mí.
De acuerdo. Una clásica despedida. Por alguna razón, se siente muy diferente
estar en el extremo receptor.
—¿Entonces qué?
—No quería decepcionarte. Tenía miedo de acobardarme y hacerlo sería
mucho más fácil sin ti.
—Porque no te pediría explicaciones.
Sacude la cabeza, entrando de nuevo en mi burbuja personal. —Porque
hacerte infeliz es lo último que quiero.
Alarga la mano hacia mi mejilla. La aspereza de su palma roza mi piel, y todo
lo que hay dentro de mí ansía más. —Quiero que estés orgullosa de mí.
—Por supuesto que estoy orgullosa de ti. ¿Qué compañera de piso no lo
estaría? Me has pateado el culo en Mario Kart antes y has completado un
montón de vueltas de simulación. —Le doy un empujón en broma en el
hombro, pero parece forzado. Mis ojos se cierran cuando su pulgar pasa por
mis labios.
—Compañeros de piso, ¿eh?
—El mejor. Como la serie Friends.
—¿En la que se reúnen todos? Yo mismo no podría haber elegido una opción
mejor.
Mis ojos se abren de golpe. —No me refería a eso.
—Intentas con todo lo que tienes resistirte a nosotros. —Me pasa un dedo por
la clavícula, provocando un escalofrío.
—Me esfuerzo por mostrarte que ciertas cosas son más importantes que el
sexo.
—¿Eso existe?
Esta vez le empujo el hombro con más fuerza. Se mueve un centímetro antes
de mantenerse firme.
—Eres divertidísimo. De verdad. —El sarcasmo pesa sobre mis palabras—. Y
deja de cambiar de tema.
—Entonces deja de evitar lo que importa. Estoy cambiando, y si no te has
dado cuenta, entonces no estás buscando lo suficiente.
Tiene razón. Es evidente que está cambiando, poco a poco. Entre sus
entrenamientos diarios en el laboratorio de simulación y sus discusiones por
teléfono con Noah, realmente está intentando volver a salir. Incluso ha
comprado un segundo juego de simulador de F1 para que podamos jugar
juntos a Mario Kart todos los días después de que yo llegue a casa del trabajo.
¿Puedo retener lo que ambos queremos cuando él está tratando de ser
diferente?
No me molesto en contestar una vez que sus labios tocan los míos. El beso
que tenía en mi cabeza desde el ascensor no le hace justicia al real. Es como
comparar una sola llama con un soplete.
Sus labios dominan, robando mis pensamientos. Traza la costura de mis
labios con su lengua, suplicando la entrada. Le rodeo el cuello con los brazos
y dejo que tome el control. No puedo evitarlo. Besarlo es como comer el postre
antes de la cena. Sé que es malo para mí y que me quitará el apetito para
todo lo que venga después, pero no puedo evitar querer hacer algo prohibido.
Sus manos tocan mi culo antes de levantarme. Enrollo las piernas alrededor
de su cintura y me agarro con fuerza mientras me coloca sobre el capó de su
auto. Mis manos buscan cualquier tipo de agarre.
Sus labios nunca abandonan mi cuerpo. Mi cuello, mis labios, la zona blanda
de detrás de mí oreja son víctimas de sus caricias. Me duele, mi parte inferior
palpita de necesidad.
Nada puede detener su implacable tortura. Agarra la parte inferior de mi
camisa y me la quita del cuerpo. Sus codiciosas manos exploran cada
centímetro de mi piel mientras sus labios recorren mi cuello. —Dime que no
pare.
¿Está loco? Mi cuello late rápidamente, cada respiración se convierte en una
tarea.
—No pares —susurro, con la voz ronca y desesperada.
Empuja mi cuerpo contra el capó del auto. El metal se dobla bajo nuestro
peso, pero no me importa. No puedo encontrar en mí nada más que sentir.
Se inclina y presiona su erección contra mi centro.
Mis dedos se clavan en sus hombros mientras gimo. —Si vas a ir más lejos,
será mejor que tengas un condón.
Me abandona para ir al carrito rodante y encuentra su cartera entre el
desorden de herramientas. Prácticamente lloro al ver el paquete de papel de
aluminio en sus manos.
—¿Lo has guardado para cuando tengas suerte? —Sonrío.
—He tenido suerte desde que tropezaste en mi vida. Esto es una ventaja
añadida. —Sonríe. Es diabólica, con un toque de algo más en sus ojos.
Oh, Dios mío. No acaba de decir eso. Mi pulso se acelera mientras él hace un
rápido trabajo con sus pantalones de deporte.
Todo parece prometedor hasta que se congela, con los pantalones a medio
camino de las piernas. Su cuerpo se tensa mientras exhala un profundo
suspiro.
Eso no puede ser bueno. Quiero detenerlo antes de que su cerebro se ponga
en marcha.
—Hola. —Chasqueo los dedos mientras me apoyo en el capó del auto.
Sus ojos se dirigen a mí. Permanece estoico, su rostro es ilegible.
—Santiago, si no me follas, te mato. Maldita sea la pierna.
Su frente se frunce mientras contempla los demonios que amenazan con
apoderarse de él. Se aferra al preservativo con un apretón de muerte. La
lámina se arruga por la presión añadida, pero no se mueve ni un milímetro
hacia mí.
Nuestro momento se pierde ante cualquier pensamiento que se apodere de su
lujuria. Libero una tensa respiración mientras me deslizo por el capó del auto.
Me apresuro a buscar mi ropa, agarro la camiseta del suelo y me la pongo por
encima de la cabeza.
Me muevo hacia él, ayudándole a subir la banda de su pantalón de deporte
para cubrirse. —Está bien. Todavía no estás preparado.
Sus hombros se tensan. Evade mi mirada, sus hombros se levantan con cada
respiración agitada que hace. —¿Cómo puedes decir que está bien? ¿Cómo
puedes siquiera querer estar conmigo en primer lugar? Estoy dañado...
Lo interrumpo. —Porque vale la pena esperar por ti. Ya sea hoy, o semanas,
o incluso meses a partir de ahora. Esto no se trata de mí. Se trata de ti.
Sacude la cabeza y se aparta de mí. Tira el condón en el carrito y sale del
garaje sin mirar atrás.
Quiero correr tras él. Detenerlo y explicarle cómo lo veo. Pero algo me detiene.
Tengo miedo. He pasado toda mi vida siendo rechazada una y otra vez, y no
sé si tengo ganas de pasar por ello una vez más.
Los pensamientos más oscuros amenazan con apoderarse de mí, pero los
alejo.
No. Esto no es sobre mí. Se trata de él luchando contra la parte más oscura
de sí mismo y aceptando quién es, con o sin pierna.
Intento con todas mis fuerzas quedarme despierta por Santiago. El salón
parece menos cálido sin él, y ningún show puede mantener mi atención. Mis
esfuerzos fracasan y me rindo ante el sueño que pide apoderarse.
Algo me despierta. El ruido sordo del iWalk de Santiago me saca del sueño.
—¿Qué estás haciendo? —susurro.
—Shh.
Me acurruco en su pecho, respirando el fresco aroma del suavizante.
—Peso mucho. —¿Y qué hay de la presión extra en su pierna? No podía
soportar la idea de causarle más dolor.
Se burla. —Podría levantarte con el banco en mi peor día.
—Deja de ser tan condenadamente engreído. Es poco atractivo. —Le aprieto
el bíceps antes de bostezar.
—Vuelve a dormir. —La puerta de mi habitación cruje al abrirse.
—Estaba durmiendo hasta que me interrumpieron bruscamente.
—Hablas demasiado para alguien que estaba durmiendo hace tres minutos.
Otro bostezo detiene mi respuesta. Santiago tira el edredón a un lado y me
coloca en la cama. Me arropa de nuevo, arrastrando la manta hasta mi
barbilla.
Se vuelve hacia la puerta, pero yo grito su nombre.
—¿Te quedas?
La luz de la luna que se filtra en mi habitación resalta los abultados músculos
de su espalda. —¿Por qué?
—Porque te quiero aquí.
—Chloe, escucha...
—No me rechaces en mi propia habitación. Eso es horrible.
Él gruñe. —No me obligues.
—No estoy pidiendo sexo. Lo juro. Solo te quiero aquí. —Porque te extraño
cuando no estás.
—¿Sin sexo?
—Nada. Seré una santa. Lo prometo. —Le ofrezco la señal de la cruz,
haciéndolo mal a propósito.
Me corrige como siempre, con una pequeña sonrisa en los labios. Su mano
me aparta un mechón de cabello de los ojos. —Es difícil decirte que no.
—Entonces no te molestes en intentarlo. —Me acurruco entre las sábanas.
Es obvio que he ganado este asalto y él lo sabe. Su iWalk golpea el suelo
mientras rodea el lado de la cama. Sonrío al ver el movimiento de mis sábanas
en su lado.
Sigue su rutina y yo mantengo los ojos cerrados. La temperatura de la
habitación se calienta cuando se instala a mi lado.
Echo un vistazo en su dirección. Su cuerpo permanece rígido mientras mira
al techo, con los brazos cruzados sobre el pecho. Eso no va a funcionar en
absoluto.
Me doy la vuelta, lanzando mi pierna sobre la suya sin pensarlo. Cada
músculo de su cuerpo se bloquea cuando mi muslo roza su muñón.
¡Mierda, Chloe! —Oh, Dios. Lo siento mucho, no estaba pensando y...
Sus brazos permanecen pegados a su pecho, inmóviles como si estuvieran
tallados en piedra. —Está bien.
—Pero acabo de tocarte y... —Intento volver a mi lado de la cama.
La mano de Santiago me detiene. Me pasa la palma de la mano por el muslo,
asegurándome a su cuerpo. —Chloe. Lo digo en serio. Está bien.
—Como el bien, bien, o el bien que te enseñó tu hermana.
Deja escapar una suave carcajada. —Bien, bien.
Me acurruco contra él, encontrando el lugar perfecto entre su hombro y su
cuello para recostar la cabeza. La palma de mi mano tiene una mente propia,
presionando contra el algodón de su camisa.
Dejo escapar un suspiro, por fin contenta después de un día duro.
—Chloe, —dice Santiago.
—Mmm. —Lucho por mantenerme despierta, pero mi cuerpo quiere volver a
ese dichoso lugar de descanso.
—Gracias por no huir, incluso cuando te doy todas las razones para
hacerlo, —susurra. Sus palabras nos envuelven, llenándome de una calidez
que no esperaba.
Le paso la palma de la mano por el pecho con un movimiento tranquilizador.
—No voy a huir porque no te sientas lo suficientemente cómodo como para
tener sexo conmigo. Eso es una estupidez y una doble moral.
—¿Cómo es eso?
—Porque, si me sintiera así, te haría esperar a propósito.
—¿Por qué? —El humor se filtra en su voz.
—Porque ningún hombre merece mi tiempo si no está dispuesto a luchar
conmigo contra mis demonios.
La mano de Santiago me aprieta el muslo. Su otra mano serpentea a mí
alrededor, acercándome a su cuerpo. —Los mataría a todos por ti.
—¿Los dragones de las cosquillas y todo eso? Porque esos son unos bastardos
astutos.
Se ríe antes de depositar un beso en mi frente. —Me gustas mucho.
—Si te gusto, prométeme una cosa.
Las aspas del ventilador del techo resuenan en el aire, llenando el silencio.
Responde después de lo que parecen horas. —¿Qué clase de promesa?
—No vuelvas a huir. Cuando las cosas se pongan difíciles, quédate conmigo.
No puedo ayudarte a luchar contra lo que te retiene si te retiras a la primera
señal de problemas.
—Lo haré, pero solo si tú prometes lo mismo.
—Trato.
Los dos caemos en un cómodo silencio. La consciencia se me escapa mientras
me sumerjo en un sueño satisfecho con Santiago a mi lado.
35
Santiago
Debería haber esperado que Chloe me acompañara en mi viaje al hipódromo.
No se molestó en mencionar que ella misma llamó a Noah y le pidió la
información para poder tomarse el día libre en el trabajo. Subestimé su
compromiso para llevar a cabo este proceso, y ahora que estamos aquí, lo
agradezco.
Su presencia hace que la experiencia sea más ligera. Más manejable. Me hace
responsable de superar el día de hoy, sin importar lo difícil que sea. No quiero
decepcionarla. Y sobre todo, no quiero decepcionarme a mí mismo.
Hoy no se trata de hacer feliz a mi familia, ni siquiera a Chloe. Se trata de
probarme a mí mismo que puedo volver a salir. Puedo tener el regreso que
soñé si me comprometo a trabajar duro.
Un equipo mínimo rodea la pista de pruebas. Noah está de pie a un lado,
revisando hojas de papel con James. Ver a mi antiguo jefe y a Noah
trabajando juntos de nuevo me impacta de forma diferente a la anterior. Esta
vez, no se trata de las carreras de Noah o de su competencia. Se trata de
meterme en el maldito auto.
Mis ojos se dirigen a la lona gris con el logotipo de Bandini. Esto es todo.
Un miembro de la tripulación deja caer un neumático cuando mis ojos se
posan en ellos, y la rueda gira en mi dirección.
Noah levanta la cabeza al oír el ruido y se encuentra con mi mirada. —Mira
quién ha aparecido por fin.
Le dije que no tenía que venir, pero me dijo que no se perdería este momento.
No es que pudiera decirle que no, sobre todo si tenía una semana libre entre
carreras.
—Estoy a tiempo, imbécil.
James cruza los brazos sobre su enorme pecho. —Si no llegas temprano...
—Llegas tarde —respondemos Noah y yo al mismo tiempo.
—Algunas cosas nunca cambian —James nos sonríe a los dos. Se acerca a
mí y me ofrece su mano—. Estoy feliz de tenerte aquí de nuevo.
Me trago el nudo en la garganta. —Lo sé.
James asiente antes de mirar a Chloe. —Me alegro de volver a verte. Cuando
te conocí en la gala de Monza, no me di cuenta del poder que tenías sobre
nuestro gruñón corredor de aquí. —James empuja su cabeza en mi dirección.
Chloe sacude la cabeza. —El poder insinuaría que tengo control sobre él.
—Nunca te subestimes —James sonríe.
—Es modesta, pero ha sido de gran ayuda. —Le sonrío y le rodeo la cintura
con el brazo—. Y ganar a Noah en nuestro partido de hot-laps fue el verdadero
motivador.
—Te dejé ganar —dice Noah con una sonrisa.
—Hablas como un verdadero perdedor.
Chloe amortigua su risa con la palma de la mano.
La cabeza de James se mueve entre los tres. Un miembro de la tripulación le
llama y se vuelve hacia mí. —Estaré en la radio ayudándote con lo que
necesites. No hay necesidad de apresurar nada en este proceso. Estás aquí
para probar un auto y pasarlo bien.
—Lo tengo.
—Lo digo en serio. Sin presión. Vamos a divertirnos y a quemar
gasolina. —Se aleja una vez que le hago un último gesto de comprensión.
Noah tira de la lona que cubre el auto de Bandini. La brillante pintura roja
resplandece bajo el sol de la tarde y me invade un torrente de recuerdos. Doy
un paso vacilante hacia delante y paso la mano por el elegante capó.
Me tomo mi tiempo para recorrer todo el auto, disfrutando de su brillo. Mis
ojos se empañan al evaluar el volante que Noah ayudó a crear. Es una réplica
exacta del que he estado practicando en casa. El auto tiene el mismo aspecto
que el anterior, excepto por la barra de aceleración añadida en el volante.
Respiro profundamente y pongo una mano tentativa en el volante.
—Espero que te guste. Sé amable conmigo en estas primeras pruebas. Tengo
un estilo de conducción diferente al tuyo, pero he estudiado suficientes cintas
tuyas para saber cómo te gusta conducir. —Noah se pone a mi lado.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto.
—Eres un hermano para mí. —Me pone la mano en el hombro y me da un
apretón.
—No sé qué decir.
—Tres años de silencio es suficiente, ¿no crees?
—Sí, lo es —susurro en voz baja—. Gracias.
Noah me abraza. —Agradéceme cuando entres en una pista de verdad y
compitas contra todos los demás. Alguien con tanto talento como tú no
debería pasar sus mejores años de carrera desperdiciándose.
Asiento con la cabeza. Los miembros del equipo me traen el equipo para
cambiarme y me tomo mi tiempo en el vestuario del garaje. Me pongo el traje
ignífugo a tientas, luchando contra el temblor de mis manos.
¿Qué pasa si estrello este auto? ¿Hay una rueda de repuesto? ¿Querrá James
que vuelva si no puedo hacer una simple prueba?
Me apoyo en el mostrador y agacho la cabeza.
Un suave golpe en la puerta me saca de mis pensamientos.
—Un momento.
El pomo de la puerta traquetea.
—Dije que me dieras un minuto.
—Soy yo. —La voz de Chloe está amortiguada por la puerta.
Abro la puerta sin pensarlo. Si hay alguien que me ha visto en mi peor
momento, es ella. ¿De qué sirve traerla aquí si no dejo que me ayude cuando
más lo necesito?
Le doy la espalda cuando entra en el pequeño espacio. Ella me ofrece una
sonrisa mansa a través del espejo.
—Vaya. Así es como te ves cuando te arreglas. —Se muerde el labio.
La forma en que lo dice me hace echar la cabeza hacia atrás y reír.
—Es injusto, ¿sabes? —Se acerca por detrás de mí, haciéndome un gesto para
que me dé la vuelta.
Hago lo que me pide y apoyo mi culo en el mostrador. —¿Qué es injusto?
—Cómo puedes estar tan bien con algo tan horrible.
Inclino la cabeza hacia ella, luchando contra la sonrisa que pide hacer acto
de presencia. —A algunas mujeres les encanta el traje.
—¿Eso? ¿Cómo pueden? No deja nada a la imaginación. —Jadea
burlonamente—. ¿Es eso el contorno de tu... paquete? —se tapa la boca, se
inclina y susurra.
—No lo sé. ¿Quieres averiguarlo? —Le guiño un ojo.
—Oh, claro. —Ella entra en mi espacio.
Me apoyo en el mostrador y la atraigo hacia mi cuerpo. Los limitados metros
cuadrados del baño no nos dejan mucho espacio. Ella echa la cabeza hacia
atrás, sus ojos permanecen fijos en los míos mientras su mano recorre la
parte delantera de mi traje de carreras. Su tacto me calienta la piel.
Su mano se detiene justo encima de la zona que palpita por su atención.
—Esperaré hasta después de la carrera para averiguarlo. —Se ríe y se aparta
de mi alcance.
—¿Qué? —balbuceo, tratando de arrastrarla de nuevo a mi pecho.
Ella sacude la cabeza, evadiendo mi agarre. —No se puede tocar hasta
después de probar el auto. Considéralo una garantía.
Sonrío ante su referencia. —¿Al menos me das un beso para la buena suerte?
Mira al techo como si necesitara contemplarlo.
La agarro por sus caderas y la aprieto contra mi cuerpo. Mi mano se aferra a
su nuca mientras mis labios aplastan los suyos. Nuestro beso es frenético.
Rápido, enérgico y todo lo que necesitaba para calmarme antes de salir.
Es como si esta chica supiera exactamente qué hacer sin tener que
preguntarme. Definitivamente me estoy enamorando de ella, y en lugar de
temerlo, lo acepto de corazón.
Solo espero que ella sienta lo mismo. Si la forma en que me besa es una
indicación, podría estar a salvo.
Se separa de mi agarre. —Eso es todo. No más besos hasta después.
—Te tomo la palabra.
Chloe sonríe por encima del hombro mientras abre la puerta. El zumbido del
garaje resuena en el pequeño espacio.
Maldita sea. Chloe no solo robó un pedazo de mi corazón. Grabó sus iniciales
en él, marcándome de por vida.
Entrar en el auto, aunque es incómodo sin mi prótesis, es fácil. Aunque odio
necesitar ayuda, mi seguridad es más importante. Mi médico me recomendó
que no condujera con mi prótesis por si ocurría otro accidente. Se convertiría
en un inconveniente más que en una ayuda en ese tipo de circunstancias, y
en un riesgo mayor del que merece la pena.
Incluso los mecánicos que me acercan a la línea de meta y James que me
prepara por la radio del equipo no tienen ningún problema. ¿Pero llevar mi
mente a su punto de ruptura para superar mi trauma? Eso sí que es duro de
verdad.
El motor ronronea a mis espaldas, recordándome viejas sensaciones del día
de la carrera que bloqueé de mi mente. Antes, los recuerdos del pasado me
producían dolor, y el dolor me causaba depresión. Pero ahora, sentado en el
auto de carreras, todo vuelve a ser real.
Hay un poder en estar detrás del volante. Una mezcla de adrenalina y
complejo de Dios, entrelazados para crear atletas que ponen a prueba sus
límites cada día.
Quiero volver a ser ese tipo. Quiero ser ese tipo con tantas ganas que estoy
dispuesto a trabajar con los malos recuerdos y el estrés para conseguirlo.
Porque al final, los campeones rotos no hacen historia.
Miro hacia delante y me concentro en la carretera. El auto traquetea y me
absorbe un vórtice. Las imágenes inundan mi cerebro. Los neumáticos
chirrían y me apresuro a presionar las manos sobre el casco. Algo se
estremece contra mi espalda antes de que el metal roce. La humedad se
adhiere a mi traje de carreras, haciendo que mi respiración sea pesada. Las
carreteras asfaltadas frente a mí se desvanecen en un pavimento resbaladizo
por la lluvia.
Joder. Otro flashback no. Me agarro al muñón y aprieto los dientes. El
movimiento me hace volver al presente. Me recuerda quién soy y dónde estoy.
Esta no es la misma pista. Este no es ese día. Respira.
—¿Estás listo, Santi? —James habla a la radio incrustada en mi oreja.
Respiro profundamente varias veces, regulando mi ritmo cardíaco. —Lo más
preparado que se puede estar después de todo.
—Recuerda lo que te dije. Nadie espera que seas una estrella el primer día. A
Noah le costó meses dominar el volante, y ya sabes lo perfeccionista que es.
Dudo que Noah haya tardado tanto en dominar estos controles, pero aprecio
el comentario de James de todos modos. —Hagamos esto. —Aprieto los puños
alrededor de las asas del volante.
El equipo se aleja del auto. Me pongo a jugar con los mandos,
familiarizándome con el tacto en mis manos.
—Empieza con el acelerador. Tómatelo con calma y pruébalo. Es como el
laboratorio de simulación.
Tiro ligeramente del acelerador. El motor ronronea a mis espaldas,
retumbando mientras el auto avanza más rápido de lo previsto. Antes de
perder el control, piso el pedal del freno con el pie izquierdo. Mi cuerpo se
sacude y mi casco choca contra el reposacabezas. Los neumáticos chirrían en
sumisión y el metal se estremece a mí alrededor cuando el auto detiene su
movimiento.
—He dicho que te lo tomes con calma. Eso no es con calma. —James se ríe
por el micrófono.
—Me alegro de que te diviertas.
—Lo siento, me has recordado a Marko probando su primer kart en el pit
lane.
—En serio, ¿estás comparando mi forma de conducir con la de mi sobrino de
cuatro años? Vaya manera de aumentar mi confianza.
James se ríe. —De acuerdo, vamos a intentarlo de nuevo. Solo tienes que
sentir el pedal del acelerador y confiar en tu instinto. Los frenos son los
mismos que el antiguo pedal del pie izquierdo.
—Bien, lo tengo, —susurro para mí.
Intento el mismo movimiento, esta vez dándole a mi auto la posibilidad de
llegar a la recta antes de volver a frenar. Es una salida lenta, pero el viento
que pasa por encima del guardabarros delantero me hace sonreír bajo el
casco.
—¡Mucho mejor! Ves, eso es lo que quiero decir con calma. Tienes un talento
natural —ofrece James.
Me quedo mirando la primera curva, preguntándome cómo puedo manipular
el volante, el acelerador y el freno a la vez. Los pensamientos preocupados
corroen mi incipiente confianza.
—Ahora es cuando las cosas se ponen difíciles. Vas a tener que girar el volante
al mismo tiempo que sueltas el acelerador, mientras controlas el pedal del
freno bajo tu pie. Es todo mental.
Repaso los movimientos en mi cabeza, intentando memorizarlos. No es fácil.
El sudor me empapa la espalda mientras me esfuerzo por controlar el pedal
del freno y la paleta del acelerador simultáneamente.
Tiro del pedal del acelerador, obligando al auto a acelerar en la curva en lugar
de reducir la velocidad. Mi zapatilla golpea el freno y el auto gira. Los
neumáticos chirrían y el auto se detiene.
Mierda. Algo en el auto chisporrotea mientras las luces del volante parpadean
antes de apagarse.
—La batería está muerta. Buen intento con el giro. Al final conseguirás
controlarlo. —James habla con mucha sinceridad.
Lo único que puedo hacer es fruncir el ceño al volante. El equipo de Bandini
viene a asegurar mi auto y me empuja hacia el garaje. Me retuerzo en mi
toxicidad, permitiendo que ésta cubra el brillo posterior a la conducción.
Chloe sale corriendo hacia los boxes con una enorme sonrisa en el rostro. El
sol brilla sobre ella, resaltando el rubor de sus mejillas.
No entiendo la sonrisa en su rostro. He fallado. Simple y llanamente. Ella no
estaría sonriendo si viera lo que solía ser capaz de lograr en la pista.
—Oh, Dios mío. Lo hiciste. —Corre hacia la cabina y se inclina sobre el borde.
Le paso el volante al mecánico y me quito el casco de la cabeza. —¿Qué hice?
¿Pararme en la primera curva?
—¡No! —Se ríe melódicamente mientras se agarra a mis dos mejillas,
obligándome a mirarla—. Te metiste en el auto y condujiste. Tú. Lo. Hiciste.
Absorbo su positividad como la tierra absorbe la lluvia después de una sequía.
Noah entra en la pista, evaluando el auto antes de ofrecerme su mano.
—Buen trabajo ahí fuera.
—Los dos están actuando como si hubiera ganado una carrera en lugar de
probar un auto.
Noah sacude la cabeza. —Echo de menos al antiguo engreído. Era mucho más
divertido que esta versión autodespreciativa.
Chloe se da la vuelta, ocultando su risa.
Levanto una ceja. —¿Te parece divertido?
—¿A quién, a mí? —Presiona una palma contra su pecho y agita las pestañas.
—Sí. ¿Por qué te ríes?
Se encoge de hombros. —Porque Noah tiene razón. Como que matas las
vibraciones.
Frunzo el ceño. —¿Quieres que sea todo amor propio, ahora?
—Sinceramente, sí. Creo que nos debemos a nosotros mismos amar sin
reparos lo que somos, pase lo que pase. Porque si no te amas a ti mismo, ¿por
qué esperas que los demás lo hagan?
Contemplo lo que dice. Noah aparta la atención de Chloe y le habla de las
estadísticas de las carreras y del secreto que hay detrás del volante que ha
creado.
Si no me quiero a mí mismo, ¿quién lo hará? Y qué clase de amor estoy
pidiendo si me empeño en mostrar la peor versión de mí mismo, una y otra
vez.
¿Es eso lo que quiero ser? ¿El tipo que se rinde después de una vez porque
las cosas se pusieron difíciles?
No. Lo contrario de un ganador no es un perdedor. Es la persona que permite
que la pérdida arruine cualquier posibilidad de volver a intentarlo. La actitud
derrotista tiene que parar. Aquí mismo. Ahora mismo.
Me aferro al volante, pasando un dedo por la sensible paleta del acelerador.
—¿Oye, Noah?
—¿Qué pasa?
—¿Tienes una batería extra en el garaje?
—Por supuesto.
—¿Qué dices de probar el auto de nuevo?
Noah sonríe. —Pensé que nunca lo pedirías.
36
Santiago
Algo dentro de mí cambió durante el tiempo que pasé en el circuito. Es como
si todo encajara en el momento en que volví a conducir un auto de carreras
de F1. Ningún auto del mundo puede igualar esa velocidad, y todos los autos
de lujo que tengo son solo imitaciones baratas de los auténticos. Olvidé cómo
se sentía el subidón después de la carrera. Me pica la piel por el subidón que
se formó dentro de mí, suplicando dejarlo salir.
Conducir hoy temprano alimentó la parte de mi alma que estaba hambrienta
de atención. La misma parte que quería desesperadamente volver a sentirse
útil. Sentirse necesitado y deseado.
Lucho con la incredulidad mientras me ducho y me reúno con el equipo para
discutir las estadísticas de las pruebas. Chloe se dedica a bordar mientras yo
paso tiempo con Noah y James, revisando las cintas y las estrategias. Cada
sonrisa que me dedica me hace sentir mejor. Su presencia me mantiene con
los pies en la tierra porque mi mente amenaza con estallar de tanta
información.
Conduzco de vuelta a casa desde el hipódromo con el piloto automático, sin
molestarme en decir una sola palabra. Chloe se queda callada, mirando por
la ventana, dándome paz. Se lo agradezco. Demonios, le agradezco por todo.
Si ella no me empujara a ser mejor, no estaría en la posición en la que estoy
ahora. No habría sido capaz de lograr lo que hice sin ella, porque ella hace la
vida más ligera. Y ya es hora de que le demuestre lo agradecido que estoy por
ella.
Me meto en el garaje y apago el auto. Ninguno de los dos se mueve durante
minutos, ambos atrapados en nuestras propias mentes.
—Ha sido divertido. —Chloe rompe el silencio y me mira con sus ojos azules.
Sonrío. —Lo fue.
—¿Piensas volver a hacerlo pronto?
—Ya he reservado una sesión de pruebas para mañana por la mañana.
—¿En serio? —Sus labios se separan.
Asiento con la cabeza y mi sonrisa se amplía. —En serio.
Aplaude. —¡Sabía que podías hacerlo! Solo tenías que creer en ti mismo.
—Tenías razón.
—Dilo otra vez.
—Tenías razón. ¿Estás contenta?
—¡Encantada!
Salgo del auto y camino alrededor del capó para abrir la puerta de Chloe.
—Tengo algo que quiero mostrarte.
Me toma la mano y la levanto del asiento.
Me sigue por el garaje y entra en la casa. Sigo avanzando hasta que nos
detenemos frente a una puerta que he mantenido cerrada durante demasiado
tiempo.
Se muerde el labio. —Si esto no es un Cuarto Rojo del Dolor, me molestaré.
—¿Qué?
—No importa. —Se burla.
Abro la puerta con la llave que no he usado en mucho tiempo. Con un toque
al interruptor, todas las luces se encienden.
—Oh. Dios mío. —Chloe me rodea y entra.
Trofeos de todas las formas y tamaños se alinean en las estanterías desde el
suelo hasta el techo, brillando bajo las luces. Son los recuerdos de mi pasado,
polvorientos y descuidados tras años de abandono. Las fotos de mi familia,
mis amigos y mi equipo dividen el espacio, mostrando algunos de mis
momentos de mayor orgullo.
Chloe se acerca a un trofeo de colores brillantes que parece una nave espacial
alienígena. Pasa un dedo por el metal, trazando una línea en el polvo. —Vaya.
Sabía que eras bueno, pero no me había dado cuenta de lo bueno que eres.
Mi pecho se hincha de orgullo. —Esto es un vistazo a lo que hice antes.
Estornuda, haciendo volar una columna de polvo en el aire.
Hago una mueca. —Lo siento. Está un poco sucio ahora mismo.
—Por favor, no te disculpes. Esto es increíble. —Presta especial atención a
cada trofeo, leyendo la carrera y el año.
Me apoyo en la pared, disfrutando de su asombro. Cualquier incomodidad
que solía sentir cada vez que entraba en esta habitación está ausente. Por
primera vez en lo que parece una eternidad, no me molesta estar rodeado de
mi éxito del pasado. En cambio, alimenta la bestia que hay dentro de mí y
que quiere volver.
Es la razón por la que he venido hoy aquí y he invitado a Chloe a
acompañarme. Ahora es el momento de consolidar el corredor que era
entonces con el hombre que soy ahora. En lugar de luchar, quiero aceptar
cada parte.
—¿Por qué me enseñas esto? —Se detiene frente a mi primer trofeo del
Campeonato Mundial. La enorme pieza aún brilla después de años de
abandono. Es el trofeo que inició todo mi viaje, el que no solo cambió el
camino de mi vida, sino también el de mi hermana.
—Porque quería mostrarte el corredor que era.
—¿Eso es todo? —susurra.
—Y quería recordarme por qué vale la pena luchar por mí. Por qué no debo
tener miedo de la reunión que programé con la Fórmula Corp para defender
mi caso.
—¿De verdad? —Ella gira sobre sus talones y termina la distancia entre
nosotros—. ¿Vas a hablar con ellos?
—Voy a luchar por mi derecho a correr de nuevo, y no hay nadie a quien
quiera allí más que a ti.
Las lágrimas brillan en sus ojos, pero las aparta antes de que tengan la
oportunidad de bajar por sus mejillas. —Estoy tan orgullosa de ti. Tanto que
mi pecho duele porque estoy ridículamente orgullosa.
—No podría haber hecho esto sin ti.
Me ofrece una sonrisa acuosa. —Podrías haberlo hecho.
—De acuerdo, déjame enmendarlo. No hubiera querido hacerlo sin ti.
—Vale, me tienes. —Chloe echa la cabeza hacia atrás y me sonríe. Se pone de
puntillas y deja un beso en mis labios.
Profundizo el beso, acunando su cabeza con la palma de la mano mientras
mi lengua acaricia la suya. Chloe deja escapar un suave gemido y yo tomo la
iniciativa. Me alejo de sus labios y me agacho. Ella grita cuando la lanzo por
encima de mi hombro. La pierna protésica me pellizca un poco, pero nada
que no pueda soportar durante unos minutos. Algunas cosas tienen
prioridad, y la forma en que mi polla palpita me dice que estoy tomando la
decisión correcta.
—¿Qué estás haciendo? —grita.
—Tengo una última cosa que mostrarte.
—¿Qué?
La agarro por la parte posterior de sus muslos y la llevo por la casa. Me
pellizca el culo y se queja de la sangre que le sube a la cabeza, pero la ignoro.
Con la mano libre, le quito los zapatos. Los zapatos caen al suelo.
Entro en mi dormitorio. La puesta de sol en el lago proyecta un resplandor
anaranjado sobre las paredes. Chloe suelta un sonoro oomph cuando la arrojo
a la cama.
Saco algunas cosas de un cajón y las coloco junto a la mesita de noche.
—Noticia de última hora: he visto tu dormitorio. Esto no es nada nuevo ni
impactante. —Se aparta el cabello de los ojos. Los mechones oscuros
destacan sobre las almohadas blancas.
Me quedo clavado en el sitio, mirándola como un tonto. Es perfecta en todos
los sentidos. Desde su sonrisa hasta las pequeñas pecas que recorren su
nariz. Pero, sobre todo, me gusta la forma en que me mira. Como si fuera algo
más que un chico.
Como si yo le importara tanto como ella a mí.
—Idiota, —dice con la misma voz de la película que vimos.
Sonrío.
Me golpea en el pecho con el pie. —¿Qué tienes que mostrarme?
—Lo mucho que me importas.
Eso la hace callar. Chloe sigue desconcertada mientras me doy la vuelta y me
arrastro sobre ella. Me detengo, inseguro de cómo dar los siguientes pasos
sin que las cosas se pongan incómodas entre nosotros.
—¿Puedes hacer algo por mí? —Chloe se mueve debajo de mí.
—¿Qué?
—¿Intercambiarías posiciones conmigo?
Parpadeo al verla. Siguiendo su orden, pongo mi espalda contra el colchón.
Mi cabeza se hunde en las suaves almohadas y Chloe la sigue, cubriendo mi
cuerpo con el suyo.
Los labios de Chloe presionan suavemente contra los míos. Sus manos
recorren mis hombros antes de descender por mis abdominales. Cada
músculo que toca se contrae, se tensa hasta que sigue adelante. Sus manos
levantan el dobladillo de mi camisa y me la quitan por la cabeza. Me besa por
todo el cuerpo. Soy adicto a la sensación de su lengua recorriendo los
músculos rígidos.
Mi polla palpita dolorosamente contra la costura de mis pantalones de
chandal. Sus ligeras caricias me dejan con ganas de más. Más de ella. Más
de esto. Más de todo lo que ofrece.
—Mantén los ojos cerrados. Si los abres, esto se acaba. —Su aliento caliente
recorre mi piel.
Eso es lo último que quiero. Cierro los ojos y me agarro al edredón. En lugar
de pensar, me concentro en la sensación de sus labios contra mi cuerpo.
Toma la cintura de los pantalones y de mis boxers al mismo tiempo. Cada
músculo de mi cuerpo se tensa cuando los desliza por mis piernas, revelando
la parte de mí que mantengo oculta al mundo.
¿Piensa ella que mi pierna es tan horrible como yo? ¿La cicatriz irregular y la
piel fruncida la asustan? Mi cuerpo se bloquea ante la avalancha de
pensamientos negativos. Intento desterrar la idea de que Chloe vea de cerca
mi muñón y mi pierna de metal, pero todo lo que rodea a la situación me
incomoda.
—Santiago. Deja de pensar y concéntrate en cómo te hago sentir. —Cloe me
pasa las palmas de las manos por los muslos. Se acomoda entre mis piernas
y su calor borra parte de la frialdad que se cuela en mis huesos. La piel se me
pone de gallina cuando su palma recorre la longitud de mi polla.
La sangre retumba en mis oídos ante su contacto. Es como estática que
recorre mi piel, crepitando por la presión y la anticipación. Sus labios
sustituyen a su mano y dejan tras de sí unos tenues besos por toda mi
longitud. Cualquier pensamiento de miedo que tuviera se desvanece cuando
su boca caliente envuelve mi polla.
Es una mezcla de cielo e infierno. Lo correcto y lo incorrecto. Desesperación
por hacer que el momento dure más tiempo mientras anhelo mi liberación de
la tortura de su boca.
Mi polla se estremece mientras me la chupa, llevándome al borde del placer
antes de apartarse de nuevo. Agarro un puñado de su cabello y tiro. —Me
estás matando.
Sus labios se abren mientras suelta mi polla de su boca. —Considera esto
una venganza por la última vez. —Bombea mi polla otra vez.
—Suficiente —siseo.
—¿Por qué? —continúa, moviendo la mano de arriba abajo.
Mis bolas se tensan, y la sensación de hormigueo se extiende por mi columna.
—Se acabó.
Los ojos abiertos de Chloe son lo primero que veo cuando abro los míos.
—He terminado con los juegos.
Ella sonríe. —Tú eres el que rompió la primera regla.
—A partir de ahora, solo hay una regla que importa y es hacer que te
corras. —Me deslizo lejos de su cuerpo y planto mis pies en el suelo.
Se ríe mientras la arrastro hasta el borde de la cama. Con su ayuda, le quito
rápidamente la camiseta y los pantalones. Mis movimientos son apresurados
y carecen de cualquier tipo de delicadeza. Su ropa interior y su sujetador
corren la misma suerte en el suelo de la habitación, y finalmente la veo
desnuda.
Cualquier preocupación por mi prótesis abandona la habitación cuando la
compruebo. Los rayos del atardecer procedentes de la puerta corredera bañan
su piel con un brillo dorado. Resaltan lo oscuro de su cabello, los mechones
ondulados que cubren la sábana blanca que tiene detrás.
Todo en ella es perfecto. Desde sus tetas, que caben en la palma de mi mano,
hasta la pequeña marca de nacimiento en su hueso de la cadera. Pero lo que
más destaca es cómo irradia belleza de dentro a fuera.
—Eres impresionante, ¿lo sabías?
Se muerde el labio y mira hacia otro lado.
Agarro sus muslos y los separo. —Ahora no es el momento de ponerse tímida
conmigo.
Esto ha sido una estupidez. Me doy cuenta de ello, mientras la miro fijamente,
preguntándome cómo carajo puedo lograr complacerla de la manera en que
estoy acostumbrado. ¿Arrodillarme mataría el estado de ánimo? No es que
levantarme sea el proceso más rápido.
—¿Santiago? —Cloe se apoya en los codos.
—Hmm. —Me miro la pierna.
—Por el amor de Dios. No. Me importa.
Respondo con un murmullo a medias.
—Pero me importará si me dejas tirada, rogando por tu polla porque estás
demasiado cohibido para tomar lo que quieres.
Sonrío. —Mandona.
—Te voy a enseñar lo mandona que soy. Arrodíllate ante tu reina, o si no haré
el trabajo yo misma.
Sacudo la cabeza y bajo al suelo. Chloe jadea cuando le doy besos en la parte
interior del muslo. Mi lengua rastrea el lugar que me muero por probar, y el
cuerpo de Chloe se sacude contra el colchón. Cambio entre chupar su clítoris
y acariciar su entrada.
Me obsesiono con los ruidos que hace Chloe. Cada jadeo, cada gemido, cada
maldito suspiro que sale de su boca alimenta al monstruo que llevo dentro.
Gime mi nombre mientras sus manos golpean las sábanas por encima de su
cabeza. Sus suspiros se convierten en un himno en mi cabeza que quiero
repetir una y otra vez.
Mi cabeza se nubla a medida que Chloe se desespera más por su liberación.
Se restriega contra mi cara y yo sonrío. Su paciencia se desvanece y mi
confianza se dispara cuando se aferra a mi cabello. Hay algo de dolor, y lo
devuelvo con una fuerte succión en su clítoris.
Su cuerpo se tensa y los dedos de los pies se curvan mientras se le escapa
otro suspiro. Se separa mientras yo lamo su excitación en círculos tortuosos,
sin parar hasta que su cuerpo se relaja bajo mí.
Esto es algo a lo que podría volverme adicto. Joder, ¿qué estoy diciendo? Soy
adicto a ella.
No sé por qué me preocupaba tanto arrodillarme. Chloe es incoherente
mientras acelero el proceso de levantarme del suelo.
—Ve al centro de la cama. —Llamo por encima de mi hombro mientras hago
rodar el condón por mi eje.
Chloe sigue mi orden. Me subo a la cama y me arrastro sobre su cuerpo. Su
mano presionando mi hombro me detiene.
—¿Confías en mí? —Me mira fijamente.
¿Lo hago? No puedo imaginarme tener ninguna razón para no hacerlo. Ha
estado a mi lado durante meses, apoyándome en algunos de mis momentos
más bajos. Si hay alguien en quien debería confiar, es en ella.
Se me hace un nudo en la garganta mientras asiento con la cabeza.
—¿Te la vas a quitar entonces? —Ella mira mi prótesis.
—¿Quitarla? —Mi voz no es más que un susurro en la oscuridad. ¿Puedo
hacerlo? ¿Acaso quiero hacerlo?
—Te prometo que no me importa si te falta una pierna, o un brazo, o cualquier
otra cosa. No define la persona que eres. —Coloca su palma contra mi
corazón—. Esto sí lo hace. Y resulta que tienes uno de los más bonitos.
Mi ritmo cardíaco se acelera mientras miro lo único que me retiene. Se supone
que el sexo es lo más íntimo que pueden tener dos personas, pero esto parece
más.
La última vez fue nada menos que un desastre, y me preocupa que esta noche
pueda ser similar.
Pero esta es Chloe.
—Para mí eres hermoso pase lo que pase. No importa, —susurra con voz
ronca mientras coloca la palma de su mano en mi mejilla.
—¿Hermoso? —Mi sonrisa se tambalea.
—Que no se te suba a la cabeza. —Pone los ojos en blanco mientras sonríe.
Algo en ella borra el miedo que amenaza con tomar el control.
Puedo hacer esto por ella.
Puedo hacer esto por mí.
Me doy la vuelta y me siento, dándole la espalda. Con dedos temblorosos,
aprieto el pasador situado en la parte inferior de mi prótesis. Se desliza con
facilidad y cae al suelo. A continuación, me quito el calcetín y lo coloco en la
mesita de noche.
Esto es todo. Esto es lo último que se interpone en mi camino.
Utilizando la fuerza de mis brazos y mi única pierna buena, me muevo de
nuevo sobre su cuerpo. La sonrisa que Chloe me dedica me oprime el pecho.
No por los nervios, sino porque está realmente feliz de estar conmigo.
Mierda. Nunca pensé que alguien me miraría así por mi pierna.
—Gracias por ser tú mismo conmigo. —Sus ojos brillan, la luz de la luna
resalta las lágrimas no derramadas.
Me inclino y la beso con todas las emociones que siento dentro de mí. Miedo,
felicidad, deseo... emoción. El mundo se desvanece y nos quedamos solos.
Le sostengo la mirada mientras me alineo y me deslizo dentro de ella,
confiando en la fuerza de mis brazos y mi rodilla buena para sostenerme. Mi
cuerpo se estremece cuando la lleno al máximo. Cierro los ojos, disfrutando
del momento en que nos convertimos en uno.
Chloe se siente como el cielo, el infierno y todo lo que hay en medio. Es el
éxtasis y el veneno. Lujuria y amor. Todo lo que quiero y a la vez todo lo que
temo.
La espalda de Chloe se arquea cuando me separo para volver a penetrar en
ella. Sus manos recorren las hendiduras de mi columna vertebral y la piel me
arde allí donde su tacto se detiene.
Mis ojos no saben dónde enfocar. Su rostro me sonríe con cada pizca de
emoción que me devuelve. Sus tetas se agitan con cada empuje de mis
caderas. Nuestros cuerpos se conectan en todos los sentidos. Físicamente.
Emocionalmente. Como dos corazones unidos el hilo rojo del destino.
Me araña la espalda mientras mi ritmo pasa de ser pausado a desesperado,
cada vez más descuidado. El sudor cubre mi piel mientras expulso cada
gramo de energía. Ella me responde con vigor, igualando mi fuerza con la
suya.
Nuestro sexo es como ella: salvaje y enloquecido.
Chloe ordeña mi polla, moviendo las caderas con cada golpe. Me agarro a su
cabello y tiro de él, acercando su cuerpo al mío. No hay ni un solo rastro de
piel que no lama y muerda. Sabe a verano, con el sabor salado de nuestro
esfuerzo pegado a su piel.
El calor sube por mi columna vertebral como si fueran llamas que me lamen
la piel. Los gemidos que emite cuando cambio de posición alimentan el deseo
que crece en mi interior.
Joder. La experiencia con Chloe es como ir a toda velocidad por la pista
después de ganar una carrera. Es un subidón que encuentro más
satisfactorio que cualquier bandera a cuadros o podio.
Se separa cuando presiono su clítoris con el pulgar. Mi polla palpita mientras
ella se aprieta a mí alrededor. Bramo mientras golpeo un par de veces más, y
me separo al encontrar mi liberación.
Chloe Carter me destruyó en todo lo que necesitaba. Me destrozó antes de
volver a pegarme, reparándome de dentro a fuera.
No voy a dejar que esta chica se escape.
Ni ahora ni nunca.
37
Chloe
El débil sonido de una guitarra me despierta de mi profundo sueño. Es una
melodía que no puedo ubicar, pero de todos modos me encuentro embelesada.
Abro un ojo y encuentro a Santiago sentado en una silla junto al ventanal. El
resplandor de la luna resalta la guitarra apoyada en su muslo. Una mano la
agarra, presionando delicadamente las cuerdas.
No puedo creer que haya vuelto a tocar la guitarra. Después de todo lo que
dijo sobre evitar la música antes, está aquí mismo, tocando delante de mis
propios ojos.
¿Estoy soñando? Me pellizco el brazo con fuerza por si acaso. No, sigue ahí.
La música se detiene y él me mira.
Cierro los ojos y finjo dormir.
Se ríe para sí mismo. —No necesitas fingir. Prácticamente puedo sentir tus
ojos sobre mí.
Abro un ojo y evalúo su rostro. Un fantasma de sonrisa lo hace parecer joven.
Feliz, incluso.
—Atrapada. —Me sujeto la sábana al pecho mientras me siento.
Se ríe en voz baja. Sus manos comienzan a moverse de nuevo, llenando la
habitación de música. —¿Alguna petición?
Mis ojos se expanden hasta el punto del dolor. —¿Qué?
—¿Tienes una canción favorita?
—¿Yo? —La pregunta sale como un susurro.
Mira dramáticamente alrededor de la habitación buscando a alguien más.
Le tiro una almohada a la cabeza. Cae al suelo delante de él con un golpe
insatisfactorio.
—¿Sabes tocar 'XO' de John Mayer?
Toca los primeros acordes de la canción.
—Impresionante. Es como mi propio concierto, desde la cama. —Me vuelvo a
hundir en el colchón y le sonrío mientras se pierde en la música.
Sus ojos se cierran y sus manos se mueven de la forma más fascinante. No
se me escapa la importancia de que vuelva a tocar. Santiago Alatorre recuperó
una parte de su alma, y no quiero que vuelva a perderla.
Me tiro en el sofá y me tapo los ojos con el codo. Santiago me aparta el brazo
del rostro. —¿Qué pasa?
Parpadeo y veo el ceño fruncido en su cara.
—Matteo me despide porque la temporada de trabajo se está acabando; no he
hecho ningún progreso en nuestra relación. —Escupo todos los hechos como
un vómito de palabras.
—Tal vez eso sea lo mejor.
Me levanto como un rayo de mi posición. —¿Cómo puedes decir eso?
Santiago toma asiento a mi lado. —Porque ya has estado posponiendo esto
durante meses.
Frunzo el ceño. —Cosas como esta llevan su tiempo.
—Y cosas como esta requieren valor.
—Soy valiente.
—Créeme, soy muy consciente de eso. No mucha gente habría logrado lo que
tú hiciste para empezar. —Me ofrece una tímida sonrisa.
—Entonces, ¿cuál es tu punto?
—Chloe... —Se aferra a mi mano y enlaza nuestros dedos—. Me has estado
ayudando, y es hora de que yo haga lo mismo.
Mis ojos se dirigen al lado opuesto de la sala de estar, centrándose en el
cuadro que cuelga sobre la chimenea de ladrillo.
Me aprieta la mano, obligándome a volver a centrarme en él. —Tienes que
decírselo.
—Pero ¿qué pasa si me rechaza?
—Una mujer sabia y descarada me enseñó cómo las cosas que más tememos
a menudo merecen ser superadas porque no se trata del riesgo. Se trata de
la recompensa.
—¿Quién es esa mujer sabia y dónde puedo encontrarla?
Sonríe. —No dejes escapar la oportunidad. Acabarás arrepintiéndote, y ese
no es tu estilo.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan positivo y todo eso?
—Desde que llegaste a mi vida.
¿Esa sensación dentro de mí? ¿En la que mi corazón se acelera y mi pecho se
aprieta incómodamente? No es algo que vaya a olvidar en esta vida. Se parece
mucho al amor, y no estoy segura de qué hacer con él.
Maldita sea, Santiago Alatorre.
Chloe
La silla cae detrás de Matteo mientras salta hacia atrás. —¿Qué? —Nada
podría haberme preparado para la absoluta mirada de horror en su rostro.
Me destroza por dentro como una trituradora de papel.
Esperaba cualquier otra cosa. Conmoción, tristeza, sorpresa. Cualquier cosa
menos horror e indignación.
—Hay un error. Un gran, gran error. —Da un paso atrás y tropieza con su
silla.
Dios mío. Me muevo para ayudarlo, pero él levanta sus manos temblorosas.
—Para. —Se agarra a la base de la silla con una mano temblorosa y se levanta.
—Por favor, déjame explicarte.
—No hay nada que explicar. Debe haber habido una confusión en la prueba.
No soy tu padre.
El hombre con el que pasé todo el verano trabajando codo con codo ya no
está. Su mueca se ha quedado grabada en su cara, junto con una capa de
sudor que se ha acumulado en su frente.
Mi cuerpo está en piloto automático, incapaz de dejarlo ir sin tener la
oportunidad de explicar lo que pasó. No pasé por todas mis circunstancias de
mierda para echarme atrás a la primera señal de problemas. —Te aseguro
que no lo hay. —Doy un paso hacia él.
Merodea como un animal enjaulado, acercándose al pasillo que lleva a la
puerta principal. —No eres mi hija. No hay absolutamente ninguna manera.
—Cuando visitaste Nueva York hace tantos años... te acostaste con mi madre.
No sé si la recuerdas, pero... bueno... descubrió que estaba embarazada de
mí... —Mi voz se pierde. Suelto una carcajada rasposa, con la esperanza de
aligerar el ambiente.
Por la forma en que los ojos de Matteo se ensanchan, diría que no fue como
se pretendía. Es como si fuera un fantasma que le persigue con la verdad.
—Nosotros... yo necesito llegar al fondo de esto. Esto es un error. Un jodido
gran error.
—Solo escúchame. Tal vez si te hablo de mi madre, te acordarás de ella...
—No sé quién carajo es tu madre, pero no eres mi hija, —dice.
Me encojo.
Se frota las palmas de las manos temblorosas por la cara. —Lo siento. Por
favor, perdóname. Solo... déjame averiguar qué está pasando. —No me da la
oportunidad de responder. Su forma de irse es lo último que veo antes de que
la puerta que se abre y se cierra que resuena en la distancia.
Con las piernas temblorosas, me deslizo por la pared y me siento en el suelo
de mármol, haciéndome un ovillo. El rechazo se instala en lo más profundo
de mis huesos. Me llena de una nueva sensación de temor, borrando todos
los progresos que hice con Matteo.
No es que pensara que Matteo me aceptaría con los brazos abiertos. Pero la
mirada de disgusto en su rostro persigue mis pensamientos, recordándome
cómo otro padre no me quiere.
Había olvidado lo que se siente ser abandonada. La sensación de frío me roba
el calor, recordándome los sentimientos pasados hacia mi madre. No fui más
que una molestia para ella, y ahora no soy más que un arrepentimiento para
mi papá. El producto de una aventura de una noche poco memorable. Ni
siquiera vale la pena que me escuchen.
Las lágrimas corren por mi rostro mientras me trago los sollozos. Coloco mi
frente contra mis rodillas mientras respiro profundamente. No estoy segura
de cuánto tiempo permanezco allí sentada, pero parecen horas antes de que
Santiago regrese.
El golpeteo de su iWalk, que suele ser tranquilizador, no ayuda a aliviar el
vacío que hay en mi pecho.
—Oh, Chloe. —Su voz se quiebra.
Le miro, limpiando mis mejillas manchadas de lágrimas.
Su frente se frunce mientras sus ojos estudian mi rostro. —Vamos. —Me
tiende la mano.
Ni un gruñido sale de él mientras me agarro a él y me pongo de pie.
Santiago me atrae hacia su cuerpo y me envuelve en su calor. No habla
mientras me lleva hacia el salón. Estoy aturdida y caigo en su regazo mientras
él se posa en el sofá.
—¿Qué ha pasado? —Me aparta el cabello del rostro.
—No se lo tomó bien.
Hace un ruido con su garganta. Sus brazos me rodean y me aprietan contra
su cuerpo. La forma en que me acuna me recuerda a un niño. Me llena de la
misma sensación de seguridad en mi momento de angustia.
Escondo mi cabeza contra su pecho, amortiguando mis sollozos. —Terminó
siendo el peor de los casos. Se tropezó literalmente con él mismo para salir
por la puerta. Y ni siquiera me dio la oportunidad de explicarle, y mucho
menos de asegurarme si estaba bien.
—Tal vez necesita algo de tiempo para asimilarlo. Es mucho para asimilar,
estoy seguro.
Sacudo la cabeza. —No viste su cara. Era como si yo fuera un monstruo para
él.
Santiago pasa su mano por mi espalda. —No eres un monstruo.
—Es difícil no sentirse así cuando la gente que debería quererme no lo hace.
Hace una pausa. —Si no te quieren, entonces no son las personas que
necesitas en tu vida, independientemente de si son tus padres o no.
—Eso es fácil de decir para ti. Tienes una familia. Tienes gente que quiere
ayudarte y asegurarse de que eres feliz. Yo no tengo a nadie. —Me río para
mis adentros. El sonido es chillón y amargo, haciendo que mi carne se
estremezca. —Todo lo que tengo es Brooke. Y ni siquiera está aquí para que
me desahogue.
—Chloe. —Pone un dedo bajo mi barbilla y me obliga a mirarle.
Su rostro me toma desprevenida, lleno de angustia mientras me mira
fijamente a los ojos. —Me tienes a mí.
—Sí, ¿por cuánto tiempo?
—Siempre que me quieras. —Sus brazos me rodean con fuerza.
Siempre que me quieras. ¡¿Siempre que me quieras?! ¿Qué dice alguien a eso?
¿Cómo se siente alguien al respecto?
Santiago me toma la barbilla con el toque más suave. —No sé por qué Matteo
huyó. Solo puedo suponer que está en estado de shock, y que más pronto que
tarde se hará a la idea de ti. Pero te prometo que no estás sola en esto. Tienes
gente que se preocupa por ti. —Sus mejillas se sonrojan—. A mí me importas.
A Brooke le importas. Así que lo que importa no es la cantidad de gente que
se preocupa, sino la calidad de esa atención. Puede que sea poco parcial, pero
quien no se preocupe por ti está loco, porque eres una de las mejores personas
que conozco. Y no me apena lo más mínimo que huyan, porque eso significa
que puedo tenerte toda para mí. Porque contigo me gusta ser egoísta.
Mi visión se nubla. Algo en la forma en que Santiago me mira hace que algo
en mi pecho se apriete alrededor de mis pulmones, sacando el oxígeno de mí.
Santiago es todo lo que no sabía que me faltaba en mi vida. Seguridad.
Amistad. Amor. La pequeña voz en mi cabeza susurra.
Me estoy volviendo dependiente de una persona y no puedo negar el miedo
que tengo hacia eso. Y los deseos son malos. Los deseos llevan a la
destrucción y al dolor de corazón, y no estoy segura de poder dejar un mal
hábito como él. Todo en él canta a la parte rota de mi corazón que quiere
desesperadamente que le cuiden. Que me amen y me aprecien porque soy
importante. Amar plenamente a otra persona y no dejar que pase un día sin
que lo sepa.
—Me gustas mucho, —susurro. No es una declaración de amor, pero es lo
máximo que puedo hacer por ahora.
Me da un suave beso en la comisura de los labios. —Tú también me gustas
mucho. Me gustas mucho más que nadie.
Me pasa la mano por el cabello. Me tranquiliza, aliviando el dolor de mi pecho.
—¿Cuándo sabes si te gusta o si amas a alguien? —Mi voz ronca rompe el
silencio entre nosotros.
—Solo puedo hablar por experiencia personal, pero creo que puedo saber eso
cuándo se necesita todo mi autocontrol para no pisar el patio de mi vecino y
golpearlo por hacer llorar a mi chica. —Todo se detiene. Mi corazón. Mi
respiración. La mano de Santiago rozando mi cabello.
Parpadeo hacia él. —¿Experiencia personal?
Asiente con la cabeza.
—¿Me amas?
—Estaría loco si no lo hiciera.
No puedo pensar, y mucho menos hablar. Le rodeo el cuello con los brazos y
atraigo sus labios hacia los míos. Las lágrimas resbalan por mis mejillas, pero
las ignoro. Santiago me devuelve el beso. Es una batalla de lenguas que
chocan y de labios que se estrellan. Estoy embriagada, emborrachándome de
respirar su vida.
Se aleja. —Te amo, Chloe. Te amo tanto que a veces me pregunto si es normal
tener una sensación de incomodidad en el pecho cuando no estás cerca.
—Ni siquiera sé cómo se siente amar a otra persona, y mucho menos cómo
aceptarlo de alguien. —Frunzo el ceño, odiando lo ciertas que son esas
palabras.
—¿Me dejas enseñarte?
Su simple pregunta me deja sin aliento. Asiento con la cabeza, desesperada
por reemplazar la fealdad que dejó Matteo. No hay nada que desee más que
el amor de Santiago. Quiero saber qué se siente al ser el centro del mundo de
alguien, aunque sea por unas horas.
Santiago se levanta del sofá y me pone de pie. Me toma de la mano y me
arrastra por la casa hacia su dormitorio.
Mi centro palpita mientras me arroja sobre la cama. Una pesada respiración
sale de mi boca, cubriendo los ruidos de Santiago quitando su iWalk. Un
zumbido constante se apodera de mi cuerpo. Mi piel se calienta bajo la ropa
y me arranco todos los obstáculos.
Santiago se arrastra sobre mi cuerpo, riéndose. —¿Quieres saber cómo se
siente el amor? —Tantea la zona que suplica atención. Un solo dedo recorre
mi excitación, extendiéndola.
—Sí. —Asiento con la cabeza de arriba abajo. Alguna vez. ¿Cómo puede
alguien decirle alguna vez que no? Me mira de una manera que nunca antes
había visto.
—Amarte se siente como si hubiera encontrado una balsa salvavidas en medio
de un océano embravecido.
—¿Se supone que eso es romántico? —Me burlo.
Me tira del cabello y me obliga a arquear la espalda. Sus labios recorren mi
cuello antes de chuparme el pezón. Sus manos ansiosas tocan cada
centímetro de mi piel, como si necesitara memorizar mi cuerpo.
Gimo cuando introduce un dedo y presiona su pulgar contra mi clítoris. Su
tacto es eléctrico. Emocionante. Adorador.
Esto es el amor. Ser apreciado y venerado porque la persona quiere, no porque
tiene que hacerlo.
Deja un débil beso en mi centro. —Amarte es como estar varado en un
desierto sin comida ni agua. Como si estuviera medio alucinando,
preguntándome si todo esto es un espejismo, porque nada debería sentirse o
verse tan bien. —Su lenta tortura da un giro cuando aumenta su ritmo e
introduce otro dedo dentro de mí.
Su toque experto enciende cada célula de mi interior. El calor recorre mi piel
mientras acaricia mi punto más sensible, obligando a mi espalda a levantarse
del colchón. Pronto me deja jadeando mientras se pone rápidamente el
condón.
Vuelve, alineándose en mi entrada. —Y, sobre todo, amarte es darse cuenta
de que el cielo no es un lugar, sino una persona.
Me agarro a su espalda mientras se desliza dentro de mí. Olas de calor
recorren mi piel mientras tomo cada centímetro de él. La sensación es
diferente a todo lo que he experimentado antes, con una oleada de emociones
que me golpean todas a la vez. Las palabras de Santiago se filtran en la parte
aplastada de mí, reviviendo algo que olvidé que existía en primer lugar. La
parte que mi madre rompió. La parte que escondí del mundo tras años de ira
y decepción.
Las lágrimas salen de mis ojos, empapando la almohada que tengo debajo. La
forma en que Santiago me mira me hace arder por dentro. Me siento como un
ave fénix que pide resurgir.
Su pulgar limpia una de mis lágrimas. —Te amo, Chloe. Y no pasa nada si no
sabes lo que significa ser amada por alguien, y mucho menos amar a otra
persona, porque prometo amarte lo suficiente para los dos. Amarte cada día
para compensar a todos los demás que fallaron miserablemente.
Realmente me ama. Profundamente. Con locura. Incondicionalmente.
Aprieto mis piernas alrededor de su cintura, acercándolo lo más posible a mi
cuerpo. —Quiero ese tipo de amor.
Sus labios chocan con los míos como un relámpago que atraviesa el cielo
tormentoso. Alimenta el hambre que crece en mi interior. Su amor nos rodea,
curándome en el proceso.
Me devuelve al momento, besándome hasta dejarme sin sentido. Juntos,
encontramos nuestra liberación.
Esto es la felicidad.
Esto es amor.
Somos nosotros.
39
Santiago
El sueño me evade mientras pienso en todo lo que Chloe compartió sobre
Matteo. Hay algo en la situación que no me cuadra, y no puedo quitármelo de
encima. Necesito que entienda por qué esto es tan importante para Chloe.
Ella se merece una oportunidad para explicarse, y él tiene que escucharla.
Necesito una cantidad insana de fuerza de voluntad para arrastrarme fuera
de la cama y dejar a Chloe atrás. Parece tranquila, agarrando sin pensar una
almohada en mi ausencia. Tengo la tentación de mirarla durante unos
minutos, pero decido no hacerlo. Si sigo así, nunca me iré.
Después de ponerme la prótesis y algo de ropa, me dirijo hacia la casa de
Matteo. Pulso el timbre de su puerta.
—¿Chi e?
—Santiago Alatorre. —Mantengo mi voz neutral.
No pasa nada. Pasan los minutos y no sale ni un solo sonido del altavoz. Me
dispongo a pulsar de nuevo el botón, pero me detengo cuando las puertas se
abren con un chirrido.
Los rayos de sol de la mañana guían mi paseo por su largo camino de entrada.
Apenas presto atención a lo que me rodea, sino que me centro en Matteo, de
pie en su porche.
—Entra. —Suspira y me hace pasar por la puerta principal.
Observo mi entorno, mirando las chucherías y las fotos que cubren las
paredes.
—Sé por qué estás aquí. —Toma asiento en una vieja silla.
Le sigo, tomando asiento frente a él. —Necesito que hables con Chloe. Hoy.
—No puedo. —Sacude la cabeza.
—¿Por qué carajo no?
Hace una pausa. Sus ojos se mueven por la habitación y se posan en un
punto detrás de mi cabeza. —Porque no soy su padre.
—Tiene una prueba de ADN que dice lo contrario.
Traga visiblemente mientras evita mi mirada. —Lo he oído. Pero la prueba
está mal. No soy su padre.
No puedo creer a este tipo. —Tengo curiosidad por saber quién crees que es
su puto padre entonces si no eres tú.
Me mira con unos ojos que no estaban vidriosos hace un segundo.
¿Qué demonios?
Una sola lágrima recorre su mejilla. —No puedo ser el padre de Chloe. Nunca
he estado con una mujer de Estados Unidos, y fui fiel a mi novia -ahora ex
esposa- en el momento de la concepción de Chloe. Ella no es mía. No puede
ser mía.
—¿Lo niegas porque tienes miedo de que tu ex mujer o tu hijo se enteren de
que les fuiste infiel entonces? ¿Es eso?
Sacude la cabeza. —No. En absoluto. Mi ex es la menor de mis
preocupaciones. —Cierra los ojos—. Simplemente no es posible. Estoy siendo
sincero, lo juro.
Trato de entender las tonterías que Matteo suelta por la boca, pero me cuesta.
—La prueba vinculó a Chloe contigo. No me importa la fantasía que crees
para lidiar con esto, pero Chloe es tu hija.
Se levanta de la silla. —No. Tienes que entender. Solo hay una forma posible
de que Chloe esté relacionada conmigo.
Algo en su mirada salvaje me hace morderme la lengua.
Se pasea por el pequeño espacio del salón, pasándose las manos por el
cabello.
—Mio fratello mi sta fregando, persino dall'aldila 26
—¿Qué?
—Mi hermano sigue jodiéndome.
Mi corazón se detiene en mi pecho. No me atrevo a respirar. No me atrevo a
moverme. No puedo hacer nada más que mirar a Matteo en silencio.
¿Hermano? Matteo no se molesta en decir nada mientras sale de la habitación.
Golpeteo mis dedos contra mi rodilla. El golpeteo de diferentes cajones en la
distancia me hace saber que Matteo sigue en algún lugar cercano. Al menos
no ha huido de la propiedad antes de tener la oportunidad de aclarar lo que
sea que esté pasando.
Cuanto más espero, más fuertes son mis náuseas. ¿Qué quiso decir con eso
de que su hermano lo sigue jodiendo?
Matteo vuelve a entrar en la habitación, agarrando un marco de fotos. Limpia
el cristal con la manga antes de pasármelo.
Joder. No podría haber inventado lo que estaba mirando, aunque quisiera. Y
maldita sea, quiero porque esto es lo último que esperaba.
El marco traquetea a medida que aumenta el temblor de mis manos. Hay dos
Matteos idénticos de pie, uno al lado del otro. Un Matteo mira a la cámara
mientras el otro mantiene un rostro neutro, con un aspecto delgado y pálido.
26
Mi hermano me está jodiendo, incluso desde el más allá
Matteo pasa un dedo por la cara que miro fijamente. —Ese es mi hermano
gemelo. Dominic.
Menos mal que estoy sentado porque no creo que hubiera llegado a una silla
antes de desmayarme.
Matteo vuelve a sentarse frente a mí. —Él es la única explicación para todo
esto. Nunca tuve sexo con alguien en Nueva York... y mi hermano... se metía
en todo tipo de problemas cuando visitábamos a mi madre.
No me importa lo que haya hecho su hermano mientras pueda traer su
lamentable culo aquí pronto. A Chloe le importará un bledo el rechazo de
Matteo si consigo asegurar a su verdadero padre.
—¿Dónde está tu hermano? Necesito encontrarlo. Si puedo convencerlo de
que venga aquí, podrá conocer a Chloe, y eso resolverá todos nuestros
problemas. —Y entonces se quedará.
Puedo arreglar esto. Claro, Chloe pasó todo el verano conociendo a Matteo en
vez de a su verdadero padre. Pero no es exactamente tiempo perdido. Es su
tío después de todo.
Las mejillas enrojecidas de Matteo pierden su color. —Mi hermano no puede
venir aquí.
—¿Por qué no? ¿Dónde está? Pagaré todo lo que necesite para llegar aquí.
La cabeza de Matteo cuelga contra su pecho.
Se me cae el estómago y un escalofrío se extiende por mi piel. —¿Dónde está
tu hermano, Matteo? —digo más fuerte de lo que pretendía.
Matteo se sienta en silencio, mirándose las manos.
Mi paciencia disminuye cuando Matteo no responde. —Voy a necesitar que
me digas cómo puedo ponerme en contacto con Dominic. No me importa si es
una mala persona o tiene problemas, solo necesito reunirme con él una vez
para aclarar las cosas. Yo arreglaré el resto.
Me mira, con el dolor grabado en su rostro como arrugas permanentes. —No
puedes ponerte en contacto con mi hermano porque está muerto.
40
Santiago
Me ahogo con mi propio aliento.
¿Muerto?
¿Muerto?
¿Cómo diablos voy a arreglar esto si el único hombre que necesito no está
vivo para empezar? Me limpio las palmas sudorosas en los pantalones.
¿Qué demonios se supone que va a hacer Chloe si su padre ni siquiera está
vivo?
Me decido por una pregunta a pesar de la avalancha de ellas que llenan mi
cabeza. —¿Qué ha pasado?
Matteo coloca el marco de fotos boca abajo en la mesa de café. —Mi hermano
tenía problemas.
—¿Qué tipo de problemas?
—De los que acaban en una muerte prematura.
No puedo decir que me sorprenda exactamente. Basado en la única
interacción que tuve con la madre de Chloe y las historias, parece que ella
tenía un tipo.
—Lamento tu pérdida.
Su cabeza baja. —Yo también. El dolor se hace más llevadero, pero luego
sucede algo como esto para que todo vuelva a ser como antes.
—No puedo imaginar lo que es tener un hermano que luchó y falleció. La sola
idea de perder a mi hermana me pone enfermo. —Quiero a Maya con todo lo
que hay en mí. Si luchara contra los mismos problemas que el padre de Chloe,
una parte de mí lucharía con ella.
—No tienes idea de las cosas que hice para ayudarlo. No estoy orgulloso de la
mitad de ellas, pero no tuve elección. Era mi hermano.
—Puedo decir que te preocupabas mucho por él.
—Al final no fue suficiente. Le fallé. Y ahora, él no está aquí, y Chloe... Dios,
¿qué voy a hacer? —Se pasa ambas manos por su cabello oscuro.
—Tienes que decirle la verdad. —Disimulo el temblor en mi voz. La idea de
esto me enferma de náuseas.
Por mucho que odie lo que le pasó al padre de Chloe, evitar el tema no le hará
volver. Chloe merece saber qué le pasó antes de invertir más de sus
sentimientos en su relación con Matteo.
—Sigue metiéndome en problemas, incluso después de todo este tiempo.
—Si no te importa que te pregunte, ¿qué le pasó?
—Drogas, alcohol, problemas legales. Lo que sea, él luchó con ello. Fue un
desastre hasta el día de su muerte, pero yo le quería a pesar de todo. El verano
anterior a su muerte, se metió en cosas más duras, y su cuerpo no pudo
seguir el ritmo. Murió de un paro cardíaco en medio de un apartamento
infestado de ratas en Nueva York. No lo encontraron hasta dos días después
de su muerte. Mi madre quedó absolutamente destrozada. Y yo... —Se aclara
la garganta mientras se quita una sola lágrima de la mejilla.
Mierda. Qué manera tan horrible de irse. —Lamento tu pérdida. De verdad
que sí.
—Perder a un hermano es duro. Pero perder a un gemelo es como si me
hubieran cortado el brazo.
Me encojo.
Dice algo en italiano. —Lo siento, fue una mala elección de palabras. Es que,
cuando perdí a mi gemelo, fue como si perdiera una parte de mí que nunca
recuperé. Incluso con todos sus problemas, estábamos cerca. Quiero decir,
éramos copias del otro, y nos encantaba. —Una pequeña sonrisa se dibuja en
los labios de Matteo—. Nos metió en todo tipo de situaciones al crecer. Pero
yo era muy leal, y le saqué de apuros demasiadas veces en la vida. Tal vez yo
era parte del problema, por salvarlo siempre. Tardé una década en dejar de
sentirme culpable por su muerte. Me consumía la idea de que tal vez si le
hubiera conseguido ayuda antes, todavía podría estar aquí. Tal vez podría
haber tenido esta conversación contigo después de todo. Tal vez podría haber
conocido a su hija. —Sus ojos caen sobre su regazo. Una lágrima resbala por
su rostro antes de aterrizar en sus manos empuñadas.
—No puedo imaginar lo difícil que fue para ti.
—¿Cómo voy a decirle a Chloe que no soy su padre y que su verdadero padre
está muerto? —Su voz se quiebra.
—No estoy seguro de que haya una forma fácil de decírselo.
Sacude la cabeza. —No creo que pueda hacerlo. La destruiría.
—¿Qué quieres decir con que no crees que puedas hacerlo? Tienes que
decírselo. —No me gusta la expresión de su cara. No me gusta ni un poco.
—¿Cómo le dices a alguien que su verdadero padre está muerto? ¿Cómo
esperas que lo haga?
—No sé cómo deberías decírselo, pero lo harás. Ella merece escucharlo de ti.
—¿Y si se lo dices tú en vez de yo?
Yo balbuceo. —¿Qué? —Este hombre está loco.
—Sí. Eres su novio. Ella es la que más confía en ti. Sería más fácil viniendo
de ti que de mí, alguien que es básicamente un extraño. Puedes suavizar el
golpe, y luego compartiré con ella quién era mi hermano cuando esté
preparada.
No puedo encontrar el valor para romper su corazón. No cuando trabajé todo
el verano para ganarlo en primer lugar.
Sacudo la cabeza de lado a lado con agresividad. —De ninguna manera. No
me lo vas a achacar a mí. Se merece escucharlo de la persona que estuvo más
cerca de su padre. Y esa no soy yo. No puedo responder a ninguna de las
preguntas que pueda tener. —Y lo último que quiero hacer es romper su
corazón. Prefiero que sea Matteo quien lo haga.
No puedo encontrar en mí la posibilidad de arrancarle a alguien su sueño. A
mí me ha pasado, y ese tipo de dolor puede ser devastador.
—Cazzo27. —Matteo se pellizca el puente de la nariz.
No necesito un traductor para sacar mis propias conclusiones sobre esa frase.
Su vacilación y desagrado sobre el plan no es mi problema. Para ser honesto,
me importa un carajo lo que le moleste esta situación. Chloe necesita
escuchar esta noticia de alguien, y él es la mejor opción. Él puede ayudarla a
llorar la pérdida de su padre mejor que yo.
—Te doy un día para resolver esta mierda. Llevaré a Chloe a algún sitio, y tú
pensarás en la mejor manera de dar la noticia. ¿Entendido?
—No puedo creer que esto esté sucediendo. No sé si un día es suficiente para
saber qué hacer.
—Un día es todo lo que vas a tener. Ella va a querer verte de nuevo, y no
puedes fingir que eres alguien que no eres.
Sus ojos miran hacia otro lado. Me pone nervioso y necesito controlar la
situación.
27
Mierda en italiano
—¿Crees que esto es fácil para mí? No lo es. Lo último que quiero es que esta
situación la arruine de una manera diferente a la anterior. No tienes ni idea
de lo emocionada que estaba por pasar tiempo contigo, pensando que eras su
padre. —Cada músculo de mi cuerpo se bloquea ante la idea de que Chloe se
entere de todo esto.
Los ojos de Matteo se abren de par en par. —¿Acaso quiere tener una
cafetería?
Sacudo la cabeza de lado a lado.
—Vaya. —Sus ojos caen—. ¿Se pasó todo el verano haciendo cosas que no le
interesaban para conocerme?
—Ella lo haría todo de nuevo, solo por la oportunidad de pasar tiempo contigo.
Estaba desesperada por estar cerca de ti de cualquier manera. Y ahora...
—Ahora voy a romper su corazón.
Es inútil negar la afirmación de Matteo. Amo a Chloe, pero no puedo ser quien
destruya su felicidad. No cuando ella hizo su misión de ser mía. Prefiero
ayudar a recoger los pedazos de su corazón roto una vez que Matteo destroza
su mundo en nada más que deseos robados y oportunidades perdidas.
Cierro la puerta del dormitorio tras de mí sin hacer ruido. Chloe está en el
mismo lugar en el que la dejé, con aspecto tranquilo mientras se aferra a la
almohada. Algo se aprieta en mi pecho ante su vulnerabilidad. Un sentimiento
de impotencia me golpea al pensar en lo que me acabo de enterar hace menos
de una hora.
Nada en el mundo puede arreglar lo que está a punto de pasar. Lo único que
puedo hacer es que el proceso sea lo menos doloroso posible para ella.
Me quito rápidamente los zapatos, la ropa y la prótesis y vuelvo a acomodarme
en la cama. Atraigo a Chloe hacia mi cuerpo. Me pasa una pierna por encima
del cuerpo y se acurruca en el pliegue de mi hombro. La rodeo con mis brazos
y la estrecho contra mi pecho. Es como si mi conversación con Matteo nunca
hubiera ocurrido. Sinceramente, me gustaría poder retroceder en el tiempo y
borrar el recuerdo de su confesión.
Me quedo así durante una hora. No me muevo ni un centímetro, con miedo a
despertarla después de la noche infernal que ha pasado. Y lo que es peor, me
preocupa que si la despierto, la culpa me destroce. La culpa me vuelve
estúpido e imprudente. Ella quiere que yo sea mejor, incluyendo el decirle la
verdad sin importar lo que pase. Incluso si eso significa herirla.
Sacudo la cabeza, rechazando la idea. Lo hago por ella. Matteo tiene que
pensar en la mejor manera de decírselo, y yo tengo que esperar.
Se despierta de golpe, su cuerpo se sacude contra el mío.
—Buenos días. —Le quito el cabello del rostro.
—Buenos días. —Una sonrisa perezosa adorna su rostro.
—¿Cómo te sientes?
—Como si tuviera la peor resaca, sin el alcohol.
—¿Por lo de anoche?
Ella asiente. —Llorar le hace eso a una chica.
—Siento que haya sucedido así. —Y siento tener que mentirte a la cara y fingir
que no sé la verdad. Lo siento muchísimo.
Se merece mucho más que las cartas de mierda que la vida le ha dado una y
otra vez. Alguien como ella no debería estar atormentada por la tristeza y la
desesperación año tras año.
Ella traza los surcos en mi pecho con sus dedos. —De todas las formas en las
que pensé que las cosas irían mal, no esperaba que huyera, ¿sabes? Quiero
decir, sabía que era una posibilidad, pero estúpidamente esperaba que fuera
mucho mejor que eso.
Mierda. No esperaba tener la tentación de derrumbarme y decírselo después
de un minuto. La insistente voz en mi cabeza me obliga a detenerme y pensar
en las consecuencias.
¿Y si se molesta y se va? ¿Y si se da cuenta de que no me ama después de
todo, y la verdad de Matteo es lo último que le impide irse a América? ¿Y si soy
yo quien la empuja a ese resultado?
No quiero ser el malo de la película. Hay demasiadas variables desconocidas,
y necesito que Matteo sea el que resuelva esto.
Me trago las palabras que piden salir. —¿Qué quieres hacer al respecto?
Sus ojos se apartan de mí. —No sé. Pensé en ir allí y hablar con él.
—¿Cuándo quieres ir? —Por favor, hoy no.
—Estaba pensando en darle el día para que lo piense todo. Si voy demasiado
pronto, tengo miedo de que vuelva a enloquecer, y no creo que pueda soportar
eso otra vez.
Asiento con la cabeza. Gracias a Dios. Será mejor que Matteo se ponga las
pilas en las próximas veinticuatro horas. No voy a fingir que no lo sé ni un
día más. Esto es una tortura.
—He estado pensando. —Le acomodo un mechón de cabello suelto detrás de
la oreja.
—El mundo se debe estar acabando después de todo.
—Eso es muy grosero de tu parte. —Me pongo encima de su cuerpo y le hago
cosquillas.
—¡Para! ¡Lo siento! —grita mientras se revuelve contra las sábanas.
Aprovecho su distracción y le planto un beso en los labios.
Me sonríe. —¿En qué estabas pensando?
—¿Qué te parece hacer una locura hoy?
—¿Locura, dices? ¿Qué tienes en mente?
—¿Quieres ir a un lugar especial?
—Un lugar especial es exactamente lo que recetó el médico. —Su sonrisa se
amplía.
Dios, es preciosa. El sol de la mañana brilla a través del balcón, resaltando
los fríos tonos de azul de sus ojos. Ojalá tuviera una cámara para fotografiar
el momento.
Me alejo, queriendo irme antes de acabar de nuevo en la cama con ella.
—Vístete con algo que se pueda mojar.
Ella se sienta. —¿Mojar? Qué travieso.
Le doy un ligero empujón en el hombro y se deja caer en la cama. —Pervertida.
Me refiero a un traje de baño. Vamos a salir en el barco.
—¡Sí! ¡Nunca he estado en un barco! —Se levanta de la cama y sale corriendo
de la habitación sin mirar atrás.
Experimentar la vida a través de los ojos de Chloe es un nuevo tipo de
emoción. Las cosas más sencillas la hacen feliz, y yo lo encuentro contagioso.
Quiero ser el que le robe todas las primeras veces y ser el último.
A pesar de su entusiasmo, algo en mi pecho se aprieta. Miro el reloj de la
mesita de noche.
Faltan 22 horas y 30 minutos. Puedo hacerlo.
Anclo el barco en medio del lago. El agua azul brilla bajo el sol del mediodía,
pareciendo un mar de diamantes. El extenso valle nos rodea, estableciendo
un hermoso telón de fondo de exuberantes bosques verdes. Nuestro pequeño
pueblo bordea la orilla. Los edificios parecen hormigas multicolores,
diseminados frente a las montañas.
El barco se balancea. Es uno de mis barcos más pequeños, con cojines en la
parte delantera para descansar y una parte trasera pensada para saltar al
agua caliente.
—¿Qué te parece? —Apago los motores.
—Es impresionante. Podría acostumbrarme totalmente a esto. —Se inclina
hacia delante en la proa.
—Yo también. —No me molesto en mirar la vista porque la única vista que
me importa es ella.
Me mira por encima del hombro y se sonroja. El significado tácito de mis
palabras se interpone entre nosotros.
Me gustaría que ella dijera algo de vuelta sobre querer quedarse aquí. Sobre
querer explorar más nuestra relación y ver a dónde van las cosas si le damos
una oportunidad. Haría cualquier cosa para que ella confirmara lo que puedo
decir que está creciendo entre nosotros.
Se queda callada como siempre. Puedo decir que le gustan mis palabras, pero
una sonrisa es la única confirmación que obtengo.
—¿Vamos a meternos en el agua o qué? —Se pone de pie y se pasa las manos
por sus pantalones cortos rotos.
Exhalé un profundo suspiro, liberando la creciente agitación en mi interior.
Dale tiempo. Ella no estuvo rodeada de amor mientras crecía como tú. —Te reto
a una carrera hasta el agua. —Sonrío.
—Ya está. —Tantea con su ropa, haciendo un rápido trabajo con todas las
prendas.
Como un idiota, todo lo que puedo hacer es mirarla una vez que revela su
maldito bikini rosa brillante. No son más que dos trozos de tela que ocultan
mal su pecho. Se da la vuelta para meter los pantalones cortos en la mochila
y me encuentro con la vista perfecta de su culo.
Quienquiera que haya creado los bikinis con tanga se merece una tarjeta de
agradecimiento firmada por su servidor, un hombre que sin duda tendrá una
erección permanente hoy.
—Joder. —Mi polla cobra vida en mi bañador. La tela se eleva en la parte
delantera, y no hago nada para ocultarla.
—¡Hola! Ni siquiera lo estás intentando. Y eso es mucho decir cuando solo
necesitas quitarte la camiseta. —Ella agita sus manos en mi pecho
completamente vestido.
Me agarro a la camiseta y me la arranco de la cabeza. —¿Feliz ahora?
—¡Encantada! —Me muestra una sonrisa. Sus ojos rebotan entre mí y la parte
trasera del barco.
Ah. Estoy bloqueando su única salida. —Y aquí estabas, sintiéndote segura de
ganar.
Su sonrisa se convierte en una astuta. —Oh, Santiago. ¿Cuándo te darás
cuenta de que no voy a hacer lo que esperas de mí?
No tengo la oportunidad de cuestionar lo que quiere decir. Chloe se gira y
corre hacia la parte delantera del barco. Lo último que veo es su trasero
rebotando mientras se sumerge en la proa.
Maldita sea. Esta chica no es nada de lo que esperaba, pero es todo lo que
quiero. No pararé hasta que sea mía. Ninguna discapacidad o noticia de
mierda sobre su padre puede impedirme reclamarla para mí.
Si tengo voz y voto, a Chloe Carter nunca le faltará nada.
—¡Oye, perdedor! ¿Piensas quedarte mirando el paisaje todo el día o vas a
meterte en el agua? —Chloe llama desde la parte trasera del barco.
Me dirijo a la plataforma trasera. Mis ojos se posan en mi pierna ortopédica
y un torrente de emociones me golpea. Pero no son los habituales
pensamientos negativos. No me preocupa cómo me ve Chloe por mi pierna.
No me preocupa mostrar esta parte de mí y prepararme para el disgusto.
No estoy preocupado. Y punto. Fin de la historia. Más bien, estoy orgulloso.
La idea me golpea de la nada, y tropiezo. ¿Orgulloso?
Enderezo mi columna vertebral. Sí, orgulloso. Este soy yo, y esta es la persona
que Chloe siempre ha aceptado. Diablos, esta es la persona que yo acepto.
Nada de esto habría sido posible, para empezar, sin Chloe. Gracias a ella y a
mi empuje hacia la reincorporación a la F1, por fin puedo tener algo de
confianza.
La cabeza de Chloe asoma por debajo de la superficie. Unas gotas de agua le
resbalan por el rostro, cubriendo sus pestañas y mejillas, goteando en las
líneas de su sonrisa. —¿Siempre te quedas mirándote tanto? Sé que eres sexy
y todo eso, pero el narcisismo solo es atractivo hasta cierto punto.
Resoplo. —Eres ridícula.
—Ridículamente divertida.
Vuelve a aparecer esa extraña sensación en mi pecho. El sentimiento de culpa
por su situación se apodera de mí, carcomiendo mi buen humor.
Sacudo la cabeza. Basta ya.
Tomo aire y salto al agua, salpicando a Chloe. Su risa es lo último que oigo
antes de hundirme bajo la superficie.
Se sube a mi espalda en cuanto me levanto. Me aferro a ella y giramos en
círculos, elijo disfrutar del día de hoy. Ya me preocuparé del mañana cuando
llegue, porque ahora no puedo hacer nada.
Algunas cosas están fuera de mi control, y como dice Chloe, es lo que hay.
41
Chloe
Despertamos listos para afrontar el día. Después de pasar el día de ayer con
Santiago, me recordé a mí misma que la gente se toma su tiempo para entrar
en calor. Santiago es el ejemplo perfecto de ello. Hace unos meses, no me
dejaba ver su muñón, y mucho menos subir al barco con él. Pero ayer se soltó
a plena luz del día y se divirtió conmigo. Se puso su prótesis y ni siquiera se
inmutó por su pierna.
No voy a mentir, algunas lágrimas de alegría salieron de mis ojos. Pero fue
una visión hermosa, con él no ocultando su verdadero ser de mí.
El gran logro de Santiago me recordó cómo Matteo también necesita tiempo.
Cómo la gente necesita procesar sus sentimientos. Después de todo, le dije a
Matteo que era su hija, y no es algo que se pueda digerir fácilmente después
de un día. Así que bajé mis expectativas después de repensar mi situación.
—¿Segura que no quieres que te acompañe? —Santiago se pasea por la
entrada de su casa.
Anudo dos veces los cordones de mi zapatilla. —No. Aprecio la oferta, pero
creo que Matteo podría hacerlo mejor si estoy sola. Puedes ser una especie de
distracción, sin ofender.
No se ríe de mi broma. —Pero puedo estar en otra habitación. Ya sabes, por
si me necesitas como el otro día.
El recuerdo de Santiago ayudándome durante mi bajón hace que mi sonrisa
tiemble.
Respiro hondo, alejando mi preocupación. —Vives en la puerta de al lado. Si
algo va mal, puedo venir andando en menos de un minuto. Te prometo que,
si te necesito, te llamaré.
Se pasa una mano por el cabello, obligando a los mechones a ponerse en
distintas direcciones. —Volverás en el momento en que las cosas no se
sientan bien, ¿verdad?
—Si las cosas no se sienten bien. —¿Por qué está tan nervioso? Ni siquiera
estoy tan nerviosa, y soy yo la que está a punto de hablar con Matteo después
de lo que pasó.
—Bien. Si. —Su voz carece de su habitual confianza.
—Hey. —Me acerco a él y le rodeo la cintura con mis brazos, obligándole a
dejar de moverse—. No tienes que tener miedo. He aceptado que esto no va a
ser un proceso fácil, y ya está.
Su cuerpo se tensa. —¿Qué quieres decir?
—Entiendo que Matteo necesita adaptarse a la idea de mí. No es que haya
tenido tiempo de prepararse para esto como yo.
—Bien, —susurra.
—Sí. Está bien si se asusta una o dos veces. Yo lo haría si estuviera en su
lugar. Es de esperarse.
—No se espera nada de esto, —refunfuña en voz baja.
Me río. —¡Volveré pronto! Relájate. —Lo suelto y me dirijo hacia la puerta
principal.
—Chloe, —grita.
Agarro la manilla y miro por encima del hombro. —¿Sí?
—No importa lo que diga, recuerda que me importas, ¿vale? Siempre tendrás
un lugar aquí conmigo, y nada de lo que diga cambiará eso.
Un calor se extiende por mi pecho cuando sus palabras salen. La dulzura que
Santiago comparte conmigo es algo a lo que definitivamente podría
acostumbrarme. Es algo a lo que quiero acostumbrarme, y eso es una novedad
para mí. Anhelo el tipo de estabilidad que él puede ofrecerme. Lo anhelo, y
punto.
Le sonrío. —Me gusta esta versión de ti.
—¿Y qué versión es?
—Del que me estoy enamorando. —Me escabullo fuera de la casa, dejando a
un Santiago boquiabierto detrás de mí.
Santiago
Agitado, pulso por tercera vez el timbre de la puerta de Matteo. La paciencia
es cosa del pasado después de pasar toda la noche fingiendo que no sabía el
secreto de Matteo.
Más vale que pida clemencia porque mi estado de ánimo ha caído en picado
desde que Chloe se durmió anoche. Apenas dormí, pensando en todo lo que
ella compartió sobre su padre.
Esto me pasa por confiar en alguien que no lo merecía en primer lugar. El
pedazo de mierda le contó un montón de historias, y quién carajo sabe si son
ciertas. Y ahora, no solo tuve que escabullirme de la casa por segunda vez en
dos días, sino que tuve que hacerlo para visitar a este idiota.
Matteo Accardi está en mi lista de mierda, y nada ni nadie podrá convencerme
de lo contrario.
Pulso el botón por cuarta vez y recorro la zona pavimentada. Los rayos de sol
se asoman entre las nubes de la mañana, iluminando la zona con un tenue
resplandor.
Los viejos engranajes suenan en señal de protesta cuando se abre el portón.
Me dirijo a la puerta principal y llamo tres veces. Me rechinan los dientes
mientras espero unos minutos a que Matteo me honre con su presencia.
Matteo no se molesta en mirarme a los ojos cuando abre la puerta. Ni siquiera
parece desarreglado en su pijama. Qué encantador. Estoy aquí sintiéndome
como un desastre por culpa del insomnio mientras que él parece fresco como
un bebé después de una siesta gorda.
—¿Qué es exactamente lo que no entendiste sobre decirle a Chloe la verdad?
—Me quejo.
Tiene la audacia de parecer sorprendido. —Escucha, puedo explicarlo.
—Por favor, hazlo, porque tengo curiosidad por saber cómo diablos piensas
sacarnos de este puto lío que has creado.
Matteo hace un gesto para que entre. Es como si repitiera esta maldita
pesadilla todos los días como un jodido remake del Día de la Marmota.
Matteo me lleva a su destartalada cocina. Le tiemblan las manos cuando toma
una jarra de agua y se sirve un vaso.
—Matteo. Necesito que vayas al punto de esta historia porque estoy a dos
segundos de enloquecer. Y realmente no quieres que eso suceda.
Da un sorbo a su agua y la vuelve a dejar sobre la encimera. —No pude
hacerlo.
—No jodas que no pudiste hacerlo. Pude sacar esa conclusión yo mismo
cuando Chloe volvió a mi casa con la apariencia de estar flotando en una
maldita nube.
—Ella me contó su historia y fue demasiado. No esperaba que la historia de
su vida fuera...
—¿Trágica?
Asiente con la cabeza. —Siempre ha sido feliz conmigo. Pensé que era una
chica normal, ¿sabes?
—Su pasado no cambia el hecho de que no eres su padre. Tampoco significa
que debas ocultarle la verdad. Te di un día para resolver esto, y no lo hiciste.
Sus ojos se mueven de mí a sus manos en puño. —He estado pensando.
Un sentimiento frío me recorre. No puede ser tan estúpido como para sugerir
lo que creo que quiere decir.
—¿Y si...?
Sí. Es oficial. Bajó de categoría de idiota a descerebrado. —No.
—Escúchame.
—No. Joder, no. Eso está mal en tantos niveles, que no sabría ni por dónde
empezar.
—¿Pero qué daño podría hacer? Él era mi gemelo, y ella es mi sobrina. Se
merece que alguien la cuide. Su madre —se estremece— es repugnante.
—Soy muy consciente de lo horrible que es esa mujer. Créeme. Yo mismo he
tenido el placer de tratar con ella. Pero no va a molestarla más. Y Matteo, ¡no
puedes pretender ser el padre de alguien! No. Esa no es una opción. —No
puedo creer su plan después de todo el problema que me dio el otro día por
confesar su identidad en primer lugar. ¿Cómo puede una situación que ya
era terrible para empezar empeorar progresivamente cada día?
Que alguien ponga fin a esta pesadilla. Es eso o una bala en la cabeza, sería
misericordioso.
Junta las manos. —Ella no tendría que saberlo.
—No podría vivir conmigo mismo si ella no supiera la verdad.
—¿La amas?
No lo dudo. —Por supuesto que sí. No estaría aquí si no lo hiciera.
—Entonces no me hagas destruirla. Piensa en lo que le haría la verdad.
—Eso es todo lo que he hecho. Y es la única razón por la que digo que no a
tu idea en primer lugar. La amo demasiado como para dejar que le mientas
por el resto de su vida.
Sacude la cabeza. —Está cometiendo un error. Tú y yo sabemos que un tío
no puede sustituir lo que ella ha estado buscando desesperadamente.
—Lo que la gente quiere no siempre es lo que necesita. Al final lo entenderá.
Pero decirle la verdad no es negociable. Si no lo haces, lo haré yo, y mi versión
no será tan indulgente con tus errores. ¿Me entiendes?
Sus ojos se oscurecen. —¿Me estás amenazando?
—Piensa lo que quieras. Haría cualquier cosa para protegerla, aunque sea de
ti. Y que no le digas la verdad y le llenes la cabeza de historias falsas no es lo
que acordamos. Estás haciendo más daño que bien, y si continúas, no tendré
otra opción.
—Las historias eran todas reales. Solo fingí que eran desde mi perspectiva en
lugar de la de mi hermano.
Mi mandíbula hace tictac. —Matteo.
—Si, sí. Lo entiendo. —Se concentra en sus manos.
Me pongo de pie. —Bien. Y lo digo en serio, Matteo. Será mejor que se lo digas
la próxima vez.
—Lo tengo.
Asiento, complacido por su sumisión. No se trata de lo que quiera ninguno de
los dos. Chloe es lo suficientemente mayor como para tomar decisiones por sí
misma sin que ninguno de nosotros juegue a ser Dios. Solo hay un hombre
que manda desde arriba y ya hace un buen trabajo jodiendo la vida de todos
sin que nosotros nos metamos.
Chloe
Hay algo en Matteo que no está bien hoy. No sé qué es, pero apenas me mira.
Es como si no estuviera realmente aquí, aunque esté sentada en el sofá frente
a él. Al principio fue extraño que no mostrara ningún tipo de entusiasmo
cuando le enseñé fotos de mi infancia. La idea me dolió, pero lo relacioné a
que no se sentía bien. Pero ahora, ni siquiera sonríe cuando habla de
Giovanni. Y yo sé cuánto quiere a Giovanni.
—¿Estás bien? —Me muevo.
Sacude la cabeza como si pudiera hacer desaparecer lo que sea que esté
pensando. —No.
Me quedo helada. —¿Qué pasa?
Suspira. Su mirada me penetra y me clava en el asiento. —Tengo algo que
decirte.
Oh, Dios. Esto no puede ser bueno. La última vez que alguien tenía algo que
decirme, acabé en la parte trasera de un auto de policía por culpa de Ralph.
—¿Sí? —susurro sin aliento.
—No he sido del todo sincero contigo.
—¿Qué quieres decir? —De alguna manera, consigo sacar las palabras a
pesar de la opresión en la garganta. Todos los músculos de mi cuerpo se
bloquean y me cuesta respirar con facilidad.
Matteo no me responde. En cambio, deja escapar un sollozo mientras se
derrumba. Su cuerpo tiembla mientras se encorva y se protege la cara de mí.
¿Qué demonios? Con las piernas temblorosas y el corazón acelerado, me
muevo para sentarme a su lado en el sofá y le paso el brazo por su hombro.
No puedo quedarme de brazos cruzados y ver cómo pierde la cabeza sin
ofrecerle algún tipo de apoyo.
—¿Qué pasa? Me estás asustando.
Resopla. —Lo siento. Lo siento de verdad, joder. No quería decírtelo, pero
Santiago me dijo que era lo correcto, y probablemente tenga razón. Pero
todavía no sé cómo hacer esto, así que dame un segundo.
—¿Santiago? —siseo.
Algo feo y oscuro burbujea dentro de mí, suplicando que lo deje salir. ¿Qué
está pasando y qué demonios me ha ocultado Santiago?
Matteo asiente, enjugando una lágrima perdida.
—¿Por casualidad estás hablando de otro Santiago?
Mueve la cabeza de un lado a otro.
Mi estómago se revuelve y el ácido sube por mi garganta. Me lo trago.
No sé qué preguntar primero. ¿Por qué Matteo y Santiago hablarían en primer
lugar? ¿Qué es lo que molesta tanto a Matteo como para que llore?
Matteo no me da ninguna opción. Sigue adelante, claramente ganando algo
de valor después de su arrebato. —Chloe, me mata hacerte esto. Mierda, me
mata haberte mentido en primer lugar.
Siento mi cuerpo como si hubieran absorbido todo el calor, sustituyendo la
sangre por agua helada. —¿Qué quieres decir con que has mentido?
—No es fácil decirte esto, pero... Dios. No soy tu padre, Chloe.
Me río de una manera que dice que estoy de todo menos bien mentalmente.
¿En serio estamos pasando por este ciclo otra vez? Con Matteo, es como si
diera dos pasos adelante antes de correr una milla hacia atrás. —Sí, lo eres.
Se aleja de mí, dándole suficiente espacio para mirarme fijamente a los ojos.
—No. Mi hermano gemelo idéntico era tu padre. Siento decirte esto, pero en
realidad eres mi sobrina. No puedo ser yo tu padre. Lo juro por mi hijo y por
mi vida.
Puede que no tenga un título universitario, pero no hace falta ser un genio
para entender la genética y el ADN de los gemelos.
Como un dique que se rompe, las lágrimas brotan de mis ojos, cubriendo mis
pestañas. —¿Cómo puedes estar seguro? —Por favor, no estés seguro. No
puedo soportar este nivel de engaño.
La ironía no se me escapa. Prefiero la mentira a la verdad en cualquier
momento.
—Solo he estado con un puñado de mujeres en mi vida, y ninguna de ellas
era de Estados Unidos. Fui fiel a mi ex-esposa, novia en ese momento. Pero
mi hermano... era diferente. Más arriesgado. —Su voz se quiebra—. A mi
hermano le habrías encantado. Me recuerdas a él con tu humor y tu sonrisa.
Incluso tenía la misma mirada que tú cuando tenía una idea o se emocionaba
demasiado.
Matteo sigue hablando, pero me cuesta procesar todo lo que dice. Nada
importa, salvo el hecho de que habla de su hermano en tiempo pasado.
—¿Por qué hablas de él como si estuviera muerto?
Matteo mira su regazo. —Falleció el verano después de que tú nacieras.
Las pocas lágrimas que he derramado antes se convierten en una cascada
que resbala por mi rostro antes de aterrizar en mi regazo. No puedo creerlo.
No quiero creerlo. Después de todos estos años esperando y deseando...
Después de que Matteo fingiera ser mi padre y me contara historias. Nada de
eso importa. Todo este maldito viaje fue inútil. Mi padre ni siquiera está aquí,
y mucho menos vivo.
Dios, ¿cómo es posible que mi vida siga empeorando con el paso de los años?
No me molesto en apartar mis lágrimas. Caen en un chorro continuo por mi
rostro, desapareciendo en la tela de mis pantalones bordados a medida.
Mi padre está realmente muerto. Se fue antes de que tuviera la oportunidad
de conocerlo. Me arden los pulmones mientras inhalo profundamente,
tratando de aliviar el dolor que se acumula en mi pecho.
—Di algo. Por favor, —dice la voz de Matteo.
—¿Qué quieres que diga? Que has mentido.
Joder, duele. Y lo que es peor, debería haberlo esperado. En vez de eso, bajé
la guardia con la única persona que esperaba que estuviera ahí para mí.
Dejé escapar una risa estridente. Por supuesto que me ha decepcionado. Es
como si estuviera maldita, atrapada para siempre rodeada de gente que no
tiene ninguna intención de levantarme.
Hace una mueca de dolor. —Nunca quise mentirte. Pero no sabía cómo decirte
la verdad una vez que supe más sobre ti. Has pasado por demasiadas
tragedias en tu corta vida, y no quería añadir más.
—No hay nada más trágico o cruel que sentir que he ganado un padre solo
para perderlo en la misma semana, —digo.
—Lo siento.
—Sentirlo no hace que esté bien.
Asiente con la cabeza. —Tienes razón. Quiero compensarte.
Me pongo de pie, incapaz de soportar más de esta conversación. Necesito
tiempo para procesar. Para llorar. Para hacerme a la idea de que mi padre
está muerto. —Dijiste que Santiago te dijo que tenías que decirme la verdad
porque era lo correcto. ¿Qué quisiste decir con eso?
Matteo asiente como un muñeco culpable.
La idea de que Santiago supiera esto por días me enferma. —¿Él sabe de tu
verdadera identidad?
Más movimientos.
Quiero gritar. Quiero vomitar. Quiero lanzar algo frágil por la habitación y ver
cómo se rompe en un millón de pedazos como mi corazón en el pecho.
—¿También me lo ocultó voluntariamente? —digo las palabras más para mí
misma que para Matteo. Mi corazón no quiere creer las palabras, pero en el
fondo, sé la verdad.
¿Cómo puede Santiago decirme que me ama un minuto y mentirme al
siguiente? Eso no es amor, es engaño.
—Escucha, quería que te lo dijera en cuanto lo supiera, pero le dije que
esperara hasta que pudiera...
Levanto la mano, deteniendo las palabras de Matteo. —Los dos se han
equivocado. No me importa la excusa que quieras inventar por él. Ocultar
información es un tipo de mentira más bonita destinada a hacer que los
mentirosos se sientan mejor con sus acciones.
—Nunca quiso mentir.
—Entonces no debería haberlo hecho en primer lugar. —Salgo de la
habitación, dejando atrás a un Matteo boquiabierto.
Abro la puerta principal y salgo a la calzada. Las lágrimas siguen cayendo y
las aparto con dedos temblorosos.
—Espera. ¡Chloe! ¡Espera! —Matteo llama desde atrás—. Por favor, por favor,
dame la oportunidad de explicar todo mejor. Cuando estés tranquila, claro.
Lo único que puedo hacer es asentir con la cabeza. Quiero más respuestas,
por muy dolorosas que sean. Puede que no sea fácil, pero necesito cerrar lo
de mi padre, y eso nunca ocurrirá si huyo. Pero no puedo ocuparme de Matteo
en este día. Si lo hago, podría romperme en mil pedazos, y no estoy preparada
para ese tipo de experiencia devastadora.
Es mejor tratar el desamor en privado, lejos de los que lo hicieron posible.
44
Chloe
Estoy en pie de guerra cuando vuelvo a la casa de Santiago. Mis lágrimas se
han secado en mis mejillas, dejando tras de sí rayas en mi rubor. Santiago
no está en la puerta cuando vuelvo. Estoy algo agradecida porque me da la
posibilidad de pensar en lo que hizo.
Me meto en mi habitación y dejo la puerta abierta, sin importarme si Santiago
entra.
No tarda en encontrarme. Me da pena por el punto de la tormenta de mierda
en la que entró, pero al fin y al cabo él es el causante.
—¿Qué pasa? —Su ceño se frunce mientras evalúa mi equipaje en la cama.
—Me voy. —Mi voz es dura.
El golpe de su iWalk llena el silencio. —¿Qué? ¿Por qué?
Me encojo de hombros antes de meter la ropa en el equipaje, sin importarme
cómo caiga mientras llegue allí. Estoy desesperada por hacer este proceso lo
menos doloroso posible para mí. No soy cobarde ante el dolor, pero incluso
yo tengo mis límites. Y este hombre de aquí es la última prueba de ellos.
—Matteo me habló de mi padre. —Arrojo un par de zapatillas con un poco
más de fuerza en mi equipaje, y se golpean contra mi ropa.
—¿Qué quieres decir? Mírame. —Santiago presiona una mano en mi hombro.
Hago una mueca de dolor ante su contacto y él suelta la mano. —No finjas
que no lo sabes. Me lo ha contado todo, incluso que sabías desde hace días lo
de mi verdadero padre y no me lo dijiste. Si hay algo que te pido durante esta
conversación es que no finjas más. Creo que ya he tenido suficientes mentiras
tuyas para toda la vida. —Mi voz ronca se quiebra. Parpadeo para contener
las lágrimas que amenazan con salir de mis ojos.
Puede que haya llorado con Matteo, pero me niego a llorar delante de
Santiago. Es la última persona que se merece mis lágrimas, sobre todo
cuando él es la razón de ellas en primer lugar.
—Chloe, por favor escúchame. No te he mentido.
Me doy vueltas. —Para mí, ocultar la verdad es lo mismo que mentir; no
importa cómo quieras validarlo en tu cabeza. Sabías la verdadera identidad
de Matteo y no dijiste nada. Me dejaste seguir con mis días como si nada
hubiera pasado. Y lo que es peor, me dejaste creer que mi padre estaba
realmente vivo, y eso es simplemente cruel.
Se echa atrás. —No quería hacerlo. Le dije que dijera la verdad y no me
escuchó. Tienes que creerme. Cuando fuiste a su casa por primera vez, se
suponía que te lo iba a decir. Ese era el plan.
Todo encaja. —Lo sabías. Por eso querías venir conmigo.
Asiente con la cabeza y se siente visiblemente incómodo cuando mi ceño se
frunce.
—Y por eso te abalanzaste sobre mí cuando volví. Y me hiciste cientos de
preguntas. Lo sabías, incluso entonces.
Deja escapar un profundo suspiro. —Sí.
Coloco una mano sobre la cama, necesitando la estabilidad. —¿Y qué hiciste
cuando te diste cuenta de que no me había dicho la verdad?
—Fui allí y le dije que no tenía más remedio que contarte la verdadera
historia. Que tenías derecho a saber que tu padre falleció. El hombre quería
fingir que era tu padre permanentemente, por el amor de Dios. Sin mí, quién
sabe lo que habría hecho. Solo hice lo que creí que era la mejor opción para
asegurarme de que lo escucharas de la persona correcta.
—Deberías habérmelo dicho en cuanto lo supiste. Pensé que éramos
cercanos. Que nos entendíamos. —Mi voz se quiebra, igualando el
sentimiento dentro de mí. Todo me duele mientras manejo mis pensamientos.
—Por supuesto que somos cercanos. Te amo. No hay nada más cercano que
eso. —Da un paso hacia mí.
Voy hacia atrás, golpeando la mesita de noche. —Si me quisieras, no habrías
fingido en mi cara que Matteo era mi padre. Te conté historias sobre él. Nos
reímos de las locuras que compartía conmigo. ¿Cómo te sentaste ahí y
actuaste como si no lo supieras todo este tiempo?
Levanta las manos al aire. —¡Intentaba protegerte! Pensé que sería mejor
escucharlo de él y no de mí.
—¿Por qué?
—Porque tenía miedo de hacerte daño. Sabía que te destruiría saber de tu
padre por mí.
—Bueno, resulta que tu elección me dolió mucho más.
—Por favor, dame la oportunidad de explicarme.
Niego. —No. No puedo hacer eso ahora. Necesito espacio.
—Me dijiste que no me dejarías.
—Eso fue antes de descubrir que podías mentirme directamente a la cara y
ni siquiera inmutarte mientras lo hacías. Me siento como una tonta por
confiar en ti. ¿Sabes lo difícil que es para alguien como yo? ¿O lo doloroso
que es admitir que amo a alguien? Pero debería haber esperado esto. Tú
creciste rodeado de amor mientras que yo crecí siendo manipulada.
Empieza a hablar, pero lo interrumpo. —No puedo seguir aquí.
—¿Vuelves a Estados Unidos? —El pánico inunda su voz.
—No. Todavía no. Necesito hablar más con Matteo y aprender sobre mi padre.
Se estremece.
Sí, imbécil, no me voy a quedar aquí por ti. —Pero que me quede no significa
que quiera vivir aquí después de saber lo que hiciste.
Aprieta las manos a los lados como si tuviera que contenerse. —No te vayas.
Por favor.
Cierro la cremallera de mi maleta y la quito de la cama, ignorándole.
—Chloe, para. Por favor. —Su voz falla—. Debes quedarte aquí. Yo me iré y
me quedaré en otro sitio. Me importa una mierda.
Me detengo, con la mano congelada en el asa del equipaje. —¿Qué? —¿Por
qué iba a ofrecer algo así?
—Quiero que te quedes aquí. Sé que ahora no me crees del todo, pero te amo
y no quiero que te quedes en un hotel. Esta será siempre tu casa si así lo
quieres. Además, te da acceso a ver a Matteo en cualquier momento.
—No quiero eso ahora mismo.
—Pero podrías quererlo, y al menos estarás cerca. Y es gratis. —Sus palabras
tiemblan, como si necesitara soltarlas todas antes de que yo saliera corriendo
hacia la salida.
Quiero gritarle que deje de ser cariñoso. Es lo último que necesita mi
vulnerable corazón, pero cedo. Me enganchó con la palabra gratis.
—Bien. Me voy a quedar únicamente porque necesito ahorrar el dinero para
mi billete de vuelta a casa. Eso es todo.
Con la cabeza baja, asiente.
—¿De verdad no vas a dormir aquí? —Todavía no puedo creerlo.
—No. Iré a otro lugar.
Asiento con la cabeza y volteo hacia mi equipaje. —De acuerdo.
Deja escapar una respiración temblorosa. —¿Me darás la oportunidad de
arreglar esto?
No me molesto en mirar en su dirección. —Las personas no son como tus
autos. No puedes reparar lo que está demasiado roto sin posibilidad de
arreglarse.
—Hubiera dicho lo mismo de mí, pero entonces llegaste tú. No voy a decirte
que lo siento. Voy a demostrarlo.
Abro la boca para decir algo, pero no sale ninguna palabra. Una ola de
cansancio me golpea y mis hombros caen. Mantenerme fuerte me está
pasando factura.
Deja escapar un suspiro. Sus pasos se desvanecen en la distancia. La
cerradura de la puerta principal no tarda en girar. En lugar de sentirme
aliviada por la ausencia de Santiago, me invade una ola de tristeza.
Me arrastro hasta la cama y me hago un ovillo. Los acontecimientos de hoy
pesan mucho en mi pecho. Justo cuando creía que todo iba bien en mi vida,
Dios me ha lanzado una bomba en el regazo y espera que la desactive.
Mi padre está muerto, Santiago lo sabía y no me dijo nada, y todo por lo que
vine a Italia en primer lugar no tiene sentido.
No sé qué hacer a partir de aquí, pero sí sé una cosa. Odio a los mentirosos,
y de alguna manera me enamoré del mejor.
—¡Cállate maldita sea! Esto no puede ser real —grita Brooke en su teléfono.
—Ugh. —Me dejo caer de nuevo sobre el colchón, dejando que me trague
entera. Al menos Brooke escuchó toda la historia antes de gritar. Hasta el
último detalle, incluyendo todo lo relacionado con Santiago. Desde su engaño
hasta el hecho de que me permitiera quedarme en su casa sin que él se
quedara aquí.
—¿Cómo es posible? La prueba no puede estar mal.
Me agarro al hilo suelto de mis harapientos pantalones de pijama y tiro.
—Son gemelos. Gemelos idénticos. Eso significa que comparten básicamente
el mismo ADN. Es ciencia.
—Es una estupidez.
—No lo hace menos cierto.
—Mierda. —La voz de Brooke se convierte en un ronco susurro.
—Sí. —Parpadeo para alejar las lágrimas que empañan mis ojos.
—¿Qué vas a hacer ahora? ¿Quieres volver a casa?
Los pensamientos inundan mi cabeza. Apenas puedo asimilar todo lo que
Matteo me ha revelado, y mucho menos puedo decidir si debo irme. Cualquier
pensamiento sobre irme es reemplazado instantáneamente por los de
Santiago y cómo me ocultó la verdad. ¿Cómo puedo confiar en alguien que
fingió delante de mi cara que no sabía quién era Matteo en realidad?
Brooke suspira. —¿Qué vas a hacer?
—¿Verter vino en un biberón y llorar hasta quedarme dormida?
—¿Y?
—No lo sé. No he tenido suficiente tiempo para pensar en un plan. Eres la
primera persona con la que hablé después de que mi vida pasara de Película
Original de Disney Channel a Diarios de Chernóbil.
Ella resopla. —Diarios de Chernobyl fue una película terrible.
—Ese es mi punto.
—¿Quieres hacer FaceTime?
—¿Tienes que preguntarlo?
—Toma tu vino favorito y tu portátil. Vamos a tener una cita.
Se me hace un nudo en la garganta. —¿Brooke?
—¿Hmm?
—Te quiero. Solo para que lo sepas.
—Qué asco. Guárdate la mierda sensiblera para la polla de nueve pulgadas de
la que te has enamorado.
—La gente no se enamora de las pollas. —Dejo escapar mi primera carcajada
de la noche a pesar de la sensación de opresión en mi pecho ante sus
palabras. Brooke siempre tiene esa forma de borrar mi dolor, aunque sea por
unas horas.
—¿La persona o el miembro? Porque tengo argumentos para ambos.
Mi risa se convierte en un ataque de risa.
Poco a poco, el dolor en mi pecho disminuye al pensar que Santiago me ha
engañado. Por supuesto, comprendo que no mintió abiertamente, pero
ocultar la verdad sigue considerándose un engaño.
Pero, ¿por qué no me siento tan enfadada o molesta porque Matteo haga
exactamente lo mismo? ¿Es porque estoy demasiado desesperada por una
conexión con una figura paterna como para preocuparme? ¿O es porque
voluntariamente le di a Santiago la oportunidad de romper todas las barreras
que quedaban alrededor de mi corazón antes de que él las rompiera?
Dios, odio esta discusión dentro de mi cabeza. Nadie me advirtió de lo que
ocurre después de que dos personas se enamoran. Cómo una vez que los
créditos llegan, el arco iris desaparece y el mundo es empujado de nuevo a la
realidad de las tormentas y los días feos.
Pero para ser sincera, ¿qué esperaba? Soy yo quien se enamoró de alguien
que construyó una relación mientras engañaba a los demás. No hay nadie
con quien deba estar molesta aparte de mí misma. Soy básicamente el cerdito
idiota de los -Tres cerditos- que pensaba que la vida era buena en una casa
hecha de paja antes de que el lobo feroz derribara la casa y me demostrara
que estaba equivocada.
Enfadada conmigo misma más que con Santiago, me arranco las sábanas del
cuerpo y salgo de la cama para recoger mis provisiones para el videochat.
Paso de tomar una copa y elijo una botella de vino, aislándome de cualquier
tipo de pensamiento relacionado con Santiago o Matteo.
Y juntas, me emborracho con mi mejor amiga mientras guardo mi dolor para
otro día.
45
Santiago
Nunca he experimentado una caminata de vergüenza como la de un hotel
local. Mantengo la cabeza gacha, evitando a los residentes que puedan
reconocerme.
Dejar a Chloe sola en mi casa fue una de las cosas más difíciles que tuve que
hacer en mucho tiempo, y últimamente he hecho muchas cosas difíciles.
Saber que estaba herida por mis acciones hizo que la tarea fuera casi
imposible. Pero ella merece mi respeto, y eso comienza con darle espacio para
calmarse. No la culpo por sentirse enojada y necesitar espacio para procesar
su vida. Ella solo se enteró de que su padre había muerto hace unas horas.
Y en lugar de apoyarse en ti para pedirle ayuda como ella debería poder
hacerlo, lo arruinaste todo. Bien hecho, idiota.
Me odio un poco más sabiendo que está sola, probablemente llorando hasta
quedarse dormida esta noche por todo.
El empleado del hotel me da la llave de mi habitación en el primer piso. Entro
al pequeño espacio y dejo escapar un suspiro, tirando mi bolso a la esquina.
Sin molestarme con la lámpara de noche, me acomodo en la cama.
—Tenías que arruinar lo único que te trajo la verdadera felicidad. —le susurro
al techo.
Dormir sin Chloe se siente extraño. Como si algo en el mundo estuviera mal
y nada pudiera arreglarlo. La cama está demasiado vacía, las sábanas
demasiado frías. Ninguna posición se siente lo suficientemente cómoda, no
importa cuánto lo intente.
Reajusté mi almohada por tercera vez, golpeándola hasta el punto en que
algunas plumas salen volando de la funda de la almohada. Me recuesto y
miro al techo.
Maldita sea, desearía poder estar abrazando a Chloe en mi cama ahora mismo.
Mi pecho se aprieta ante la idea.
¿Es terrible que espere que ella me extrañe tanto como yo?
Solo puedo rezar para que el sueño me resulte fácil porque no puedo soportar
otra noche inquieta y llena de culpa.
Podría haberle dicho a Chloe que no dormiría en mi casa, pero ella no dijo
nada en contra de visitarla. La semántica es mi amiga. La semántica es lo que
me va a sacar de este lío que me he creado para empezar.
Utilizo mi llave para abrir la puerta trasera. Los rayos de sol de la mañana se
asoman a través de las ventanas, guiándome por la cocina. Ningún sonido me
alerta de que Chloe está despierta. Suele dormir hasta tarde los fines de
semana, hasta al menos las 10 de la mañana, pero yo quiero estar seguro. Lo
último que necesito es que se enoje porque me encontró al acecho de nuevo.
Ella confió en que la dejaría sola aquí, y planeo seguir adelante tanto como
pueda.
Después de unos minutos de silencio, me arriesgo. Con manos temblorosas,
coloco un jarrón de flores silvestres en la encimera de la cocina. Agarro la
nota adjunta que escribí de mi bolsillo y la coloco al lado del ramo. Si bien mi
carta es más de disculpa, todavía espero que transmita el mismo sentimiento.
Si todo sale de acuerdo al plan, leerá la nota y se presentará en el lugar de
encuentro que mencioné. Solo necesito una oportunidad para explicar lo que
pasó y lo mucho que ella significa para mí.
Se necesita mucho autocontrol para salir de mi casa nuevamente. Si Chloe
no me perdona pronto, me quedaré atascado pidiendo deseos para
recuperarla.
Verifico la hora en mi teléfono por tercera vez en los últimos cinco minutos.
Chloe ya llega media hora tarde a nuestra reunión, y ya he abierto un camino
a través de la hierba después de tanto caminar. La llamaría para verificarla,
pero dudo que salga bien.
¿De verdad me dejó plantado?
¿De verdad creíste que aparecería en primer lugar?
Suspiro para mí mientras me apoyo en el árbol donde la encontré trepando
por primera vez hace tantos meses. ¿Qué hago ahora? Si este plan no
funcionó, ¿qué funcionará? ¿Qué pasa si Chloe ya no quiere tratar conmigo,
pero no sabe cómo decírmelo?
Miro hacia las ramas como si tuvieran las respuestas.
Una ramita se rompe y me vuelvo hacia el sonido.
—¿Chloe?
Nadie responde.
—Si estás ahí, quiero empezar diciendo que lo siento.
Los grillos chirrían en respuesta.
Excelente. Mi decepción crece a medida que pasan los minutos y Chloe no se
muestra. Si no está aquí, ¿qué está tramando?
La curiosidad se apodera de mí. La idea de regresar a mi habitación de hotel
sin al menos ver cómo está ella no me sienta bien. Mi decisión se toma
simplemente por mi necesidad de asegurarme de que ella esté viva y bien.
Cierto. Simplemente la extrañas, mentiroso pedazo de mierda.
Me aferro a las sombras, utilizándolas para disfrazarme mientras camino
hacia la parte trasera de la casa. Cada habitación de la casa está oscura,
excepto por las luces brillantes que vienen de la parte de atrás.
Mantengo la distancia, asegurando un buen ángulo para ver el interior de la
cocina. Nota personal: enséñele a Chloe la importancia de no dejar todas las
persianas abiertas. Cualquier extraño podría ver lo que sucede dentro.
Chloe me da la espalda. Abre el horno y una nube de humo le entra en el
rostro. Utiliza un guante de cocina para limpiar el aire.
Mierda. No consideré cómo es un riesgo para la seguridad de ella y de la casa.
Si sigue así, quemará todo antes de que yo tenga la oportunidad de mudarme
de vuelta.
Chloe se aferra a la sartén. Hago una mueca de dolor al ver el bulto negro de
algo no comestible que se desmorona en el centro. Camina hacia la papelera
y presiona el pedal con el pie. La comida carbonizada cae en el recipiente,
justo encima de los tallos de las flores que sobresalen de la parte superior.
Algo frío se filtra a través de mi pecho, reemplazando cualquier calidez al ver
a Chloe en primer lugar.
¿Tiró mis flores? ¿Qué demonios?
¿Se molestó siquiera en leer mí nota o corrió la misma suerte que las flores?
Guau. No puedo creer que las haya tirado.
En lugar de aceptar la derrota por su rechazo de mi regalo, lo uso para
alimentarme. En primer lugar, fui un tonto por pensar que un jarrón de flores
y una nota conseguirían que ella me diera una oportunidad. Las flores y las
cosas dulces no son el camino a su corazón, y debería haberlo sabido mejor.
Ella siempre ha sido inesperada y yo seguí con la idea más básica.
Tomo hoy como el desafío que es. No soy del tipo que retrocede ante las
fuerzas de oposición. Si lo fuera, nunca habría ganado un Campeonato
Mundial en primer lugar. Demonios, no habría vuelto a correr después de mi
lesión si no fuera un luchador. Claramente, subestimé a mi oponente.
Puede que la primera ronda haya sido para Chloe, pero planeo ganar toda la
maldita cosa.
¿Qué le doy a una chica a la que no le importan mucho los regalos? ¿Cómo
expreso que la amo y lo siento a través de acciones en lugar de palabras?
Me sobresalto en la cama cuando se me ocurre una idea. A Chloe le encantan
los romances de los ochenta, y estoy aquí para cumplir eso. Es hora de
canalizar mi John Hughes interior y ponerme manos a la obra.
La siguiente idea toma un tiempo insoportablemente largo en completarse.
Me frustra porque siento que estoy perdiendo un tiempo precioso
recuperándola. No sé cómo diablos Chloe hace estos malditos círculos de
bordado tan rápido como lo hace, pero lo que debe llevarle unos minutos me
lleva horas. Me he ganado una nueva apreciación por los diseños que crea
porque esto es muy duro. Los hilos se anudan constantemente y pincho mis
dedos con las agujas más veces de las que puedo contar.
Todo el proceso merece la pena. Chloe parece la chica que aprecia algo hecho
a mano. Y nada dice “lo siento” como una pieza de desastre bordada. Claro,
el diseño se ve un poco torcido, pero fue hecho con amor. Estoy seguro de
que, si Chloe cierra el ojo izquierdo y entrecierra los ojos con el derecho, se
verá muy bien.
En serio, podría ser parcial, pero perdonaría a quienquiera que me haya
hecho algo tan atroz como esto. Cualquiera puede darse cuenta de que la
persona no tiene vergüenza y está tan desesperadamente enamorada que la
crearían en primer lugar. Soy un tonto bobo que no tiene nada que perder y
mucho que ganar luchando por el perdón de Chloe.
Dejo escapar un suspiro tembloroso.
Ahora o Nunca.
46
Chloe
En medio de un aturdimiento medio dormido, alcanzo a Santiago y me
encuentro con sábanas vacías y frías.
No está aquí porque le dijiste que no estuviera.
Sí, bueno, no está aquí porque mintió de nuevo.
Las voces en mi cabeza luchan.
No estás siendo justa con él. Al menos escúchalo. ¿Habrías hecho algo mejor
que él si estuvieras en esa posición?
Uh, probablemente comenzaría con tal vez no llevarme en un bote y fingir que
todo es excelente en nuestro pequeño mundo. Suena como un buen comienzo.
Gimo mientras me cubro el rostro con una almohada y bloqueo al mundo.
Racionalizar las acciones de Santiago apesta porque no tengo idea de lo que
hubiera hecho si estuviera en la misma posición que él. Y me molesta más de
lo que quiero admitir.
Me invade un vacío cuando me despierto y me levanto de la cama. La casa
está inquietantemente silenciosa excepto por mis pies golpeando contra el
piso mientras camino por las habitaciones.
A pesar de todo, Santiago fue demasiado amable para dejarme quedarme
aquí. No es correcto que yo acepte su oferta y lo obligue a dormir en otro
lugar.
Pero te hizo daño. Así que ahí está.
Una parte de mí está agradecida por su ausencia. Además de que dejó su
regalo hace unos días, no ha aparecido. Ni siquiera me ha enviado un mensaje
de texto ni ha cogido una muda extra de ropa. Su silencio me sorprende más
de lo que quisiera admitir, y no sé qué hacer con él. Al igual que no sé qué
hacer con su regalo del otro día.
¿Pensó que un jarrón de flores arreglaría todo entre nosotros? Hizo
exactamente lo contrario. Pasé toda la mañana con una opresión en el pecho
cada vez que las miraba.
El recordatorio visual de nosotros me llenó de un tipo diferente de tristeza. Y
luego me enojé porque estaba triste, y me quedé con la ira porque parecía
una emoción más segura.
Durante una avalancha de sentimientos, rompí la nota y tiré el ramo, solo
para arrepentirme instantáneamente. Las cosas hermosas como las flores no
deben destruirse por enojo. Saqué mi frustración con Santiago por sus
regalos, y no está bien.
No es que no quiera perdonarlo. Ojalá mi corazón no fuera tan vulnerable y
perdonador como es. Y esa debilidad me frustra porque quiero perdonarlo a
pesar de todo, y no estoy segura de cómo me siento al respecto.
¿Lo amo? Sí.
¿Estoy enojada con él por ocultar el mayor secreto de mi vida?
Absolutamente.
¿Podría perdonarlo después de que prometió no mentir más? No estoy muy
segura.
Pero al final, ¿es un amor construido sobre mentiras es realmente amor en
absoluto?
—Cuando me contaste historias sobre ti en el pasado, ¿fue realmente sobre
ti o mi papá? —Me ahogo con la última palabra. La idea de que mi papá ya
no está vivo toma algún tiempo para acostumbrarse. Es como si estuviera
atrapado en un limbo extraño, de luto por un hombre que nunca conocí.
Matteo se sienta en su sillón de cuero y toma un sorbo de café. Decidí que
sería mejor que nos encontráramos en su casa. La casa de Santiago no se
siente bien sin él, y no puedo soportar estar allí más tiempo del necesario.
¿Es justo que perdonara a Matteo antes que a Santiago? Probablemente no.
Pero algunas cosas tienen prioridad, incluido aprender todo lo que pueda
sobre mi padre antes de regresar a Estados Unidos. Porque volaré de regreso
pronto. ¿Cierto?
El pequeño ángel en mi hombro se cruza de brazos y hace pucheros.
Sí, sí. Mira a dónde me llevaron tus buenas obras.
Matteo me ofrece una sonrisa vacilante. —Todo lo que compartí contigo el
otro día fue sobre él. Lo siento, no soy lo suficientemente genial como para
recorrer Milán. Mi hermano era el chico salvaje, mientras que yo era más
reservado.
—¿Un chico salvaje dices? —Mi interés se despierta.
— Nada pudo domesticarlo. Siempre que alguien le decía que no, era como si
su cerebro reconfigurara la palabra en un sí.
—Me han dicho que yo misma puedo ser un poco salvaje. —Sonrío ante la
conexión con mi papá.
—No lo dudo ni un poco. Ese tipo de genes no se saltan una generación.
Junto mis manos en mi regazo. —¿Qué más puedes compartir sobre él?
—¿Estás segura de que te sientes preparada para oír hablar de él? No quiero
molestarte.
—Sí. Quiero saber sobre él antes de regresar a Estados Unidos.
Las cejas de Matteo se elevan. —¿Planeas volver? ¿Por qué?
—Vine aquí para buscar a mi papá, y bueno, él ya no está exactamente aquí.
Aquí no hay nada para mí.
—Pero ¿Qué hay de Santiago?
Mierda. Es tu novio para el mundo, Chloe. Por supuesto, debes pensar en cómo
le afectan tus decisiones.
Me apresuro a responder. —Creo que nos vendría bien un descanso.
Él frunce el ceño. —¿Por lo que pasó entre nosotros tres?
Aparto la mirada y asiento con la cabeza. —Sí. Me resulta difícil perdonar a
los mentirosos. No hablar contigo no es una opción para mí porque quiero
aprender sobre mi padre. Pero con Santiago… he tenido muchas malas
experiencias con personas que manipulan la verdad para toda la vida.
—Puedo ver de dónde vienes. Realmente puedo, aunque no lo he pasado yo
mismo. Pero has estado saliendo con él durante un año. Eso es mucho tiempo
para simplemente levantarse e irse cuando las cosas se ponen difíciles. ¿Estás
segura de que no puedes solucionarlo?
Es difícil no burlarse de la idea de salir con Santiago durante un año. Ni
siquiera he tenido una relación con mi suscripción a Netflix durante tanto
tiempo.
Elijo mis palabras sabiamente. —Un descanso podría darnos algo de
distancia para resolver las cosas.
—La distancia no arregla las cosas. Hablar sí lo hace.
—No te ofendas, pero la única razón por la que estoy hablando contigo es
porque quiero saber sobre mi papá. Tampoco estoy exactamente feliz contigo.
—Lo sé. Y agradezco que quieras pasar tiempo conmigo, incluso si es por tus
propios motivos. Te prometo que me esforzaré más por ser una persona
permanente con la que puedas contar en tu vida porque eres mi sobrina. Mi
hermano no esperaría menos de mí.
Trago el nudo en mi garganta. —Okey.
—Y como tu tío, siento la necesidad de disculparme en nombre de Santiago.
Oh Dios. Pensé que ya había superado esto.
Continúa, ignorando la expresión de mi rostro. —Es correcto explicar lo que
pasó. Mira, mantuvo la calma cuando le dije la impactante verdad. El pobre
se lo tomó como un campeón, diciéndome repetidamente que necesitaba
compartir la verdad contigo. Le pedí que te lo dijera a ti en lugar de hacerlo
yo, pero ahora me doy cuenta de que no fue justo para él. Tenía razón en que
la noticia habría sido mejor recibida si te lo hubiera contado. Entonces,
estaba atrapado en el medio entre querer protegerte y querer decirte la
verdad. No es como si le hiciera el trabajo más fácil ocultándote la verdad
cuando viniste. Estuvo mal por mi parte, y lamento mucho haberte hecho
eso. Vino a la mañana siguiente muy furioso como el infierno y me dijo que
te dijera la verdad o de lo contrario él lo haría. Y su versión de la verdad sería
sin duda mucho peor.
Mi garganta se aprieta, lo que limita mi capacidad para hablar.
Toma una respiración profunda. —No fue justo y tenías razón. Fue cruel. Y
Chloe, espero que algún día me perdones. Entiendo que la honestidad es
extremadamente importante para ti y realmente quiero compensarlo. No solo
porque eres mi sobrina, sino porque me preocupo por ti. Mi hermano me
golpearía si estuviera aquí ahora mismo por lastimarte en primer lugar.
Lágrimas inevitables llenan mis ojos ante la mención de que mi papá quería
lastimar a alguien por hacerme infeliz. Es un concepto extraño para mí
cuando todo lo que he hecho es ser lastimada por aquellos que se suponía
que debían defenderme.
—¿Eso crees? ¿Que estaría enojado contigo? —Mi voz se quiebra.
—Absolutamente. Me habría pateado el trasero por hacerte llorar. Él era así
de agresivo. Te lo digo niña, salvaje en letras mayúsculas.
—Ojalá hubiera podido llegar a conocerlo.
—También deseo eso. Me recuerdas a él de la mejor manera.
—¿Cómo es eso?
—Tienes este tipo de confianza que no veo a menudo. Él era similar. Siempre
atraía a la gente hacia él, sin importar si eran extraños o viejos amigos. Y
tengo ese mismo sentimiento de ti. Eres bastante encantadora. Te tomó
menos de cinco minutos conseguir un trabajo conmigo y nunca contraté a
nadie.
Mis cejas se elevan. —¿En verdad?
—Por supuesto. Siempre tengo adolescentes que quieren ganar dinero rápido
durante el verano cuando es la temporada alta. Siempre dije que no, pero
había algo en tus ojos que me decía que valía la pena el pago y el esfuerzo
extra.
¿Qué le pasa a este hombre con traer el suministro de lágrimas? Soy como
un grifo que gotea a su alrededor. —Gracias.
—No. Gracias, Chloe. Por darme otra conexión con mí hermano de
nuevo. —Sus ojos brillan, reflejando lágrimas no derramadas.
—Tienes una forma de hacerme llorar, y no soy muy llorona. —Lloriqueo.
Él se ríe. —Eres muy valiente. No mucha gente tendría el coraje de confrontar
a alguien por ser su padre perdido hace mucho tiempo, pero tú lo hiciste. Y
ahora que he tenido tiempo para pensar en ello, puedo decir que fue
increíblemente valiente por tu parte.
—O estúpido. Depende de cómo se mire.
Matteo se ríe. — Deberías estar orgullosa de ti misma. Estoy feliz de que hayas
compartido quién eras conmigo porque ahora me da la oportunidad de volver
a conectarme con mi hermano de una manera diferente.
—Maldita sea, Matteo. Debes detenerte con todas las palabras bonitas. —Me
froto el rabillo del ojo antes de que se me escape otra lágrima.
—Lo siento.
—Es molesto porque estoy tratando de mantenerme enfadada contigo.
—Entonces no lo lamento en lo más mínimo.
Dejé escapar una risa genuina. —¿Me contarías una historia sobre mi papá?
El asiente. —Por supuesto. ¿Qué te gustaría saber?
—¿Crees que le gustaron las películas de John Hughes?
—Es gracioso que digas eso. Siempre le gustó The Breakfast Club. Tal vez fue
su naturaleza rebelde lo que lo hizo resonar con el chico principal.
Le muestro una gran sonrisa. —¡También me encanta esa película!
—Te lo digo, son más parecidos de lo que crees.
Matteo me cuenta historias sobre el pasado de mi padre. Memorizo cada
palabra.
Si bien no obtuve exactamente lo que deseaba, tengo la oportunidad de
aprender sobre mi padre y quién era a lo largo de los años que estuvo vivo. Y
para mí, eso es mejor que nunca tener la oportunidad de empezar.
Santiago
Chloe me mira fijamente, con los ojos muy abiertos e inmóvil mientras sus
ojos rebotan entre mi gabardina, el estéreo sobre mi cabeza y mi cara.
Sí, soy un tonto enamorado. Un gran tonto que no puede evitar recrear una
de sus escenas de películas favoritas solo para recuperarla. El mayor idiota
por buscar en todo Internet un estéreo de los ochenta como el de la película.
¿Necesitaba hacer esto? Probablemente no. Pero no corría ningún riesgo en
caso de que mi obra de arte no la ganara. Chloe vale la pena sacrificar mi
autoestima.
Sus pies permanecen plantados en el porche delantero. No esperaba una gran
muestra de afecto de ella, pero cualquier cosa es mejor que el silencio en este
momento. Peter Gabriel canturrea por encima de mi cabeza y llena el vacío
entre nosotros.
Le lanzo una sonrisa vacilante. Cualquier día de éstos.
Ella sale de su aturdimiento y corre a toda velocidad hacia mí. Apenas tengo
tiempo para dejar el estéreo en el suelo antes de que ella se arroje a mis
brazos. Tropiezo antes de recuperar el equilibrio.
Es una bendición tenerla de vuelta conmigo. Sus brazos se envuelven
alrededor de mi cuello justo antes de que sus labios se estrellen contra los
míos. Nuestro beso es como dos autos chocando. Sin control, con las chispas
que vuelan y el mundo que se detiene a nuestro alrededor. Paso mis dedos
por su cabello y la sostengo en su lugar, disfrutando de la sensación de su
cercanía.
Dios, la extrañaba. La extrañé en mis brazos y la forma en que suelta un
suspiro cuando acaricio mi lengua contra la suya.
Todo sobre ella me llama.
El desenfreno de su toque, codicioso y reverente.
La forma en que su cuerpo se amolda al mío en todos los lugares correctos,
como si estuviera destinada a ser mi pareja.
La forma en que susurra mi nombre en voz baja cuando paso las manos por
su cuerpo.
¿Cómo sobreviví una semana sin ella? Quita eso. ¿Cómo sobreviví la mayor
parte de mi vida sin saber que ella existía? Podría pasar una eternidad con
ella, y todavía no sería suficiente.
Primero se separa del beso y sale de mi abrazo.
Coloco un mechón de su cabello detrás de su oreja. —Siento mucho haberte
ocultado la verdad. Fue terrible lo que hice con Matteo y tu papá. Mantenerlo
en secreto fue una de las cosas más difíciles que tuve que hacer, y he hecho
muchas cosas difíciles en mi vida. Pero lo juro, pensé que estaba haciendo lo
correcto. No sabía qué decir y pensé que Matteo lo explicaría mejor todo. Pero
luego él…
Presiona su dedo índice contra mis labios, deteniéndome. —Lo sé. No es justo
tenerlo en tu contra cuando te pusieron en una situación imposible para
empezar. Me di cuenta de eso.
Mi cuerpo se calienta con sus palabras. —Te juro que de ahora en adelante
siempre te diré la verdad. No importa la consecuencia. No importa la
situación. No importa cuánto pueda lastimarme a mí o a ti.
—¿Lo prometes?
Asiento con la cabeza.
—¿Incluso cuando te pregunte si me veo gorda con un par de jeans?
—¿Es eso una pregunta con trampa?
Me pellizca en las costillas.
Sonrío, amando la sonrisa en su rostro. —Te lo diré, especialmente si te ves
gorda con tus jeans. Cuantas más curvas, mejor. —Muevo mis cejas.
Se arroja de nuevo a mis brazos y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
Me recuesto contra mi auto y me quito algo de peso de la pierna. —¿Estoy
perdonado?
—Sí, te perdoné en el momento en que leí tu carta en la parte posterior del
diseño. Si bien tus acciones apestaron, me doy cuenta de que tenías buenas
intenciones y eso es lo que más importa. Ya no puedo culparte por querer
salvarme de una experiencia dolorosa.
La miro con los ojos muy abiertos con incredulidad.
—Prometo no mentir más. No importa cuál sea mi razonamiento, siempre te
mereces la verdad.
Ella se ríe entre dientes y acuna mi cara. —¿Incluso cuando te pregunto qué
piensas de mi cocina?
—Especialmente cuando preguntas sobre tu cocina. Morir por intoxicación
alimentaria no está en mi agenda actual.
Ella se ríe de la manera más hermosa.
—Te amo, Chloe.
—Yo también te amo.
Le doy un suave beso en la frente antes de respirar profundamente su aroma
floral.
—Así que soy tu flor silvestre, ¿eh?
Mis mejillas se calientan. Podría haberme excedido un poco con mi escritura.
No soy Robert Frost, pero también puedo inspirarme.
—Me encanta cuando te vuelves tímido conmigo. Es lindo.
—No soy tímido.
Ella levanta una ceja. —Pensé que no diríamos más mentiras.
—¿Es demasiado tarde para cancelar esta conexión?
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. —No soy un plan de datos de teléfono
celular. No puedes cancelarme cuando te apetezca. Además, no puedes
escribir una carta de amor como esa y esperar que desaparezca. Eso es con
lo que sueñan todas las chicas.
—¿Hizo feliz a tu corazón romántico?
—No. Hizo que mi corazón se completara.
Chloe
—Mantén los ojos cerrados.
Abrí los dedos una fracción de pulgada, solo para que Santiago los golpeara
ligeramente.
—¿Alguna vez escuchaste?
—No sé. Escuché bastante bien anoche. —sonrío.
No estoy nombrando nombres, pero ahora alguien tiene mucha confianza en
el dormitorio. Y con su autoestima mejorada vienen muchas experiencias
nuevas. Y me refiero a nuevas. Cosas por las que la revista Cosmo se
sonrojaría. Demonios, me sonrojo solo de pensar en eso.
—Si sigues así, nunca verás tu sorpresa.
Yo gimo. —¿Sorpresa? ¡Pensé que estábamos de acuerdo en que esos son los
peores! Justo a la altura de las fiestas de revelación de género que siguen
existiendo.
Su aliento me hace cosquillas en la oreja mientras suelta una risa ronca.
—Prometo que te gustará esta. Confía en mí.
Una puerta se abre con un crujido y Santiago me empuja dentro. Mantengo
mis dedos asegurados sobre mis ojos. En el fondo no quiero arruinar lo que
ha planeado, incluso si es una sorpresa.
—¿Finalmente agregaste una Cuarto Rojo del Dolor a este espeluznante
castillo?
—No. Y el Sr. Grey no te verá ahora, ni nunca. —Se detiene, obligándome a
detenerme.
—Eres un poco sexy cuando te pones celoso.
Sus labios se presionan contra los míos. Es breve y anhelo más en el momento
en que se aleja.
—¿Alguna vez dejas de hablar?
—Solo cuando tu polla está en mi boca.
Deja escapar un aullido de risa.
Dejo caer mis manos, queriendo ver su sonrisa. Lo que encuentro es mucho
mejor.
—Ay Dios mío. —Miro la habitación con los ojos muy abiertos.
¿Alguien puede levantar mi mandíbula del piso y devolverla a su legítimo lugar?
Santiago permanece en silencio mientras lo asimilo todo.
Los enormes ventanales permiten que el sol de la tarde ilumine la habitación.
Una enorme mesa blanca y una cómoda silla están colocadas en el medio.
Los aros de bordado vacíos de todos los tamaños se alinean en una pared, lo
que crea un diseño muy atractivo. Cajones transparentes llenos de
suministros se alinean en otra pared.
Camino hacia uno de los cajones y lo abro. Las camisetas de todos los colores
y materiales están perfectamente alineadas. El siguiente cajón revela hilos de
todo el arcoíris. Otros cajones albergan jeans de todos los tamaños,
sombreros y suéteres. Lo que sea, lo compró.
Es un paraíso artesanal. No podría haber soñado con este diseño incluso si
quisiera.
Me vuelvo hacia el hombre que hizo posible todo esto y corro a sus brazos.
Me levanta y me hace girar en círculo. —¿Te gusta?
Agarro su cara y le doy un montón de besos por todos lados. —¿Me gusta?
¡Me encanta!
—Ahora no tienes excusa para no perseguir tu sueño. Hay una tienda de Etsy
esperándote.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —digo entre besos.
—No. Gracias por recordarme lo que significa tener una pasión. Este es solo
el comienzo de devolver ese favor.
—¿Es esta tu forma de hacer que venga todos los días una vez que tenga mi
propio apartamento en la ciudad?
Él sonríe. —No. Esta es mi forma de conseguir que te quedes.
Permanentemente. No quiero que te mudes.
—No podemos vivir juntos. ¡Ni siquiera estamos casados!
Él ríe. —¿Es eso una necesidad? Porque puedo corregir ese problema muy
rápido.
Golpeo su brazo. —No bromees.
—¿Quién dijo algo sobre bromear?
—¿Quieres que me vaya a vivir contigo? ¿Una eternidad?
—A menos que tengas otro lugar adónde ir, creo que eso es lo que significa
permanentemente.
Pongo los ojos en blanco. —No puedes hablar en serio.
—Lo hago.
—Estás loco.
—Tú también.
—Yo no cocino.
Él ríe. —Yo lo hago.
Marco otro dedo en mi mano.
—No limpio mucho.
—Hay una sirvienta para eso.
—Dejo mi maquillaje en el mostrador y mi ropa nunca llega al cesto.
—Todavía no he escuchado algo realmente negativo en todas estas
divagaciones tuyas.
Le sonrío.
—¿De verdad quieres esto?
—Más que cualquier otra cosa.
—Eso no puede ser verdad. Tiene que haber algo más que quieras.
—Lo hay. Pero algunas cosas llevan tiempo e incluso tú no estás preparada
para eso.
¡¿Qué diablos significa eso?!
Se inclina y me besa. Es una tormenta eléctrica que crece entre nosotros,
transformándose en algo incontrolable. Como si un rayo pudiera estar
cayendo a nuestro alrededor y ni siquiera nos daríamos cuenta.
Sería una tonta si dijera que no después de una declaración de amor como
esa. Parece que, después de todo, me quedaré en Italia.
Santiago
Chloe y yo caminamos tomados de la mano hacia la sala de juntas, siguiendo
a Noah y Maya. Me recuerda a una sala de justicia con los panelistas sentados
en una fila de asientos donde suele residir un juez.
Me detengo y Chloe se tambalea por el impulso de ser retenida. Ella mira
hacia atrás por encima del hombro. Apenas puedo concentrarme en ella
debido a la vista frente a mí.
Todos los asientos de la sala están llenos de gente de mi pasado competitivo.
Maya toma asiento junto a Sophie y Liam, quienes me saludan desde la
primera fila. Al lado de Liam se sienta Jax, quien tiene su brazo envuelto
alrededor de Elena. Me ofrece la punta de la barbilla antes de volver su
atención a Elena y Elías.
Innumerables miembros de la tripulación de Bandini se sientan en las filas
detrás de ellos, todos charlando o sonriéndose unos a otros. No hay una cara
que no reconozca. La vista me asalta y me obliga a respirar
entrecortadamente.
¿Todas estas personas están aquí para mí?
James me hace señas para que me acerque de la mesa del frente destinada a
los abogados.
Chloe aprieta mi mano, llamando mi atención. —¿Listo?
Trago el nudo en mi garganta. —Yo diría que no, pero se supone que debo
actuar con calma, calma y serenidad según Noah, o de lo contrario me pateará
el trasero.
Ella se ríe en voz baja. —Tienes esto. Nadie se ha preparado más que tú para
algo como esto.
—Es difícil competir contra nadie. No es que muchos corredores hayan estado
en esta posición antes.
Se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla. —No hay nadie mejor
preparado para hacer esto que tú. Ya demostraste que puedes ponerte al
volante y correr tan bien como el resto de ellos. Durante tu última prueba,
incluso rompiste tu antiguo récord. No hay nadie más destinado a conducir
más que tú.
Asintiendo con la cabeza, llevo a Chloe hacia su asiento junto a Maya.
Presiono un beso en la parte superior de su cabeza antes de dirigirme hacia
Noah y James.
—¿Listo? —Noah me da una palmada en la espalda.
—Tan listo como nunca lo estaré. —Mis ojos recorren el panel.
Es un montón de trajes, mirándome con caras estoicas. Un sudor frío me
cruza la frente y lo limpio con la manga de mi traje.
—Relájate. Sería una tontería que dijeran que no. Eres una leyenda, y todo el
mundo es fanático de una buena historia de regreso. —James me sonríe.
El jefe del panel se presenta y comienza la reunión. Noah y James presentan
mis estadísticas de carrera en la pista de pruebas y discuten el volante que
diseñó Bandini que me permite correr como todos los demás.
Escondo mis manos temblorosas debajo de la mesa durante toda la reunión.
Mi corazón permanece alojado permanentemente dentro de mi garganta
mientras todos hablan.
El director de la reunión me mira y me llama por mi nombre.
—Sí señor. —Me paro.
—¿Tienes miedo de volver a salir?
Miro por encima del hombro a Chloe. Ella levanta sus dos pulgares y me lanza
una sonrisa tonta, haciéndome sonreír de vuelta.
Tengo miedo. Solo un idiota no lo tendría.
Me vuelvo hacia el orador principal. —El miedo no siempre es malo.
Sus cejas se levantan. —¿Cómo es eso?
—El miedo me motiva. Me recuerda cómo las mejores cosas de la vida siempre
nos atemorizarán, pero eso no debería impedirnos perseguirlas de todos
modos. Pasé tres años de mi vida permitiendo que el miedo guiara mis
decisiones y mire adónde me llevó. Prefiero tener miedo y conducir de todos
modos que tener miedo y ver pasar la vida. Porque al final, nada es más
terrible que darse cuenta de que la vida continúa, contigo o sin ti.
Todas las personas en el panel asienten con la cabeza.
Una mujer al final de la fila levanta la mano para hablar. —Santiago, quiero
preguntarte cómo planeas abordar tu lesión con el público.
—Siendo sincero al respecto. Alguien me enseñó que la honestidad requiere
fuerza. —Mis ojos se deslizan del panel a Chloe. Sus ojos adquieren un brillo
en ellos mientras me mira.
Vuelvo a concentrarme en el panel. —Quiero ser un campeón para aquellos
como yo. Quiero mostrarles que, sin importar lo que quieran lograr en la vida,
ninguna lesión u obstáculo debería detenerlos. Pero también quiero ser un
modelo para aquellos que han sido destrozados por sus circunstancias
porque ellos también merecen esperanza.
El líder pregunta si alguien más tiene alguna pregunta. El panel permanece
en silencio y se pide a todos en la sala que se vayan durante la deliberación.
Todos salimos como ganado. Noah y yo giramos hacia una esquina mientras
James se excusa para hablar con un colega.
Chloe me encuentra y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura.
—¡Lo hiciste increíble! Estoy más que impresionada por tus respuestas.
Beso su sien. —Gracias.
—¡Me encantaron todas tus respuestas! Y pensar que las pensaste sobre la
marcha. Vaya, —Maya interviene.
—Hey hombre. Mucho tiempo sin verte. Me gusta tu nuevo look. —Liam
envuelve su brazo alrededor de mi hombro.
—Es mejor que lo de Duck Dynasty que tenías por ti mismo. ¿Te molestaste
siquiera en usar el lubricante para barba que te compré para Navidad el año
pasado? —Jax me ofrece su puño para golpear.
Arrugo la frente. —Pensé que era una broma.
—No hombre. A Sophie le encanta esa mierda, especialmente durante ciertas
actividades. —Liam guiña un ojo.
Sophie esconde su rostro en su pecho, solo dándome un vistazo a su cabello
rubio.
Algunas cosas nunca cambian. Olvidé cuánto extrañaba la tranquilidad de
nuestras amistades. Una oleada de vergüenza me golpea por descuidarlos
durante mi tiempo de oscuridad. Pero como dice Chloe, no puedo cambiar el
pasado. Solo puedo compensarlo ahora.
—Me sorprende que todos hayan venido. —Algo aprieta mi pecho.
—No podemos perdernos el comienzo de tu historia de regreso. Después de
todo, así es como se hacen las leyendas. —Elena me sonríe.
Toso y miro mis zapatos.
—¿Y supongo que esta es Chloe? He escuchado mucho sobre ti de Noah y
Maya. —Jax le sonríe a Chloe.
—Oh. —Las mejillas de Chloe se sonrojan.
—Me gustaría que todos conocieran formalmente a Chloe, mi novia.
Sus brazos se aprietan alrededor de mi cintura mientras todos la evalúan.
Ella es linda. Shophie habla antes de guiñarme un ojo.
—Es un placer conocerlos a todos. —Chloe sonríe.
—¿Lo es realmente? —Noah sonríe—. No mientas. Los cuatro son mucho
menos geniales que Maya y yo.
—Espera, ¿Maya ha salido contigo y no ha dicho nada? —Los ojos azules de
Sophie rebotan entre su mejor amiga y Chloe.
Chloe asiente con la cabeza en las cuatro direcciones, sin darle a nadie una
respuesta clara.
Me rio de su ansiedad. —No te preocupes por Sophie. Tiende a ponerse celosa.
—¿De qué? ¿De quién te guardan secretos? Tienes una novia. Nunca has
tenido una novia además de esa chica de la escuela primaria. —balbucea
Sophie.
—Honestamente, pensé que eras gay durante unos cinco segundos, pero
luego Maya me dijo que no era cierto. —Elena levanta la mano.
—¿Pensaste que era gay? —Mi boca se abre.
Elena asiente.
Yo gimo. —¿Es demasiado tarde para esconderse de nuevo? Chloe, ¿estás a
favor?
Su cuerpo tiembla por la risa silenciosa. —No. Creo que estás justo donde
perteneces.
—Oh, qué lindo. —Nos arrulla Sophie—. Mira a Santiago enamorado. Que
alguien agarre una cámara antes de que el momento desaparezca.
Liam tira de ella hacia él. —¿Por qué molestarse? Si está enamorado de ella,
nunca la dejará ir.
Toda la razón.
Miro a la chica salvaje que capturó mi corazón. Ella pertenece a mi lado,
sonriendo a mis amigos y riéndose de sus bromas. Me llena de calidez verla
divirtiéndose con las personas que considero familia. Quiero darle esto.
Mostrarle a su familia no se trata de sangre, sino del vínculo entre las
personas que se preocupan lo suficiente como para quedarse, incluso en los
momentos más difíciles.
Chloe
Santiago y yo hemos caído en el mejor tipo de rutina juntos desde que me
pidió que me mudara. Mientras él se ocupa de las rondas de práctica en el
hipódromo con Bandini, yo paso mis días con Matteo y trabajo en mis últimos
diseños para mi tienda de Etsy. Ya tengo algunos pedidos después de que
Maya me ayudó a tomar fotos de las diferentes piezas de ropa que hice.
De alguna manera, mientras buscaba a mi padre, encontré un hombre a
quien amar y un trabajo que me hace feliz de despertarme cada mañana. Es
como si hasta la última pieza encajara en mi lugar.
Bueno, casi hasta la última pieza. Nunca pensé que descubriría realmente
qué me haría feliz en la vida, pero parece que todo lo que podría desear ha
caído en mi regazo cuando menos lo esperaba.
Incluso Brooke envió todas mis pertenencias, con la ayuda de Santiago. Lo
que una vez fue una casa desprovista de emociones ahora estalla con mantas
de colores y plantas en los alféizares de las ventanas. Convertimos su casa en
un hogar, y es un lugar en el que no me importaría pasar muchos años de mi
vida arreglando.
Santiago prepara la cena mientras yo bebo vino y miro.
Hace una pausa en su corte para mirarme. —¿Estás feliz?
—¿Moi? —Levanto una ceja.
Él sonríe. —Sí.
—¡Por supuesto! ¿Qué clase de pregunta es esa?
Se encoge de hombros, reanudando el corte de las verduras de esta noche.
—Ayer estabas un poco deprimida.
—Eso es porque estoy en mi período, bobo. No siempre puedo ser del tipo que
arroja confeti donde quiera que vaya.
Él frunce el ceño. —¿Es por eso que lloraste mientras veías Bridesmaids?
Me estremezco. ¿De verdad lloré durante una comedia? De acuerdo, tal vez
ayer estuve un poco emocionalmente reactiva. —Me emocionó.
—¿Por qué?
—Porque es la película favorita de Brooke y me hizo extrañarla. No la he visto
en una eternidad y está tan lejos que incluso nuestras llamadas telefónicas
habituales no son suficientes.
—Lo deduje después de que te quedaste dormida con tu computadora portátil
mientras charlabas por video con ella la semana pasada.
—No estoy hecha para las relaciones a distancia. Apestan.
—Gracias a Dios por eso. —Él sonríe.
—¿Estás sonriendo en serio? Eres malo.
—Solo en las formas que cuentan. —Él guiña un ojo.
Levanto las manos. —¿Y eso que significa?
Santiago mira el reloj del horno. — 3... 2... 1...
No pasa nada. Un pájaro gorjea desde afuera, lo que se suma al incómodo
silencio entre nosotros.
De alguna manera encontré a alguien tan loco como yo. Qué hazaña de lograr.
—¿Te sientes bien? Eso fue anticlimático, por decir lo menos.
Él pone los ojos en blanco. — Espero demasiado de la gente. Parece que llegar
a tiempo es cosa del pasado.
—¿Qué vas a hacer al-
La puerta de entrada se abre de golpe en la distancia. —Cuando me dijiste
que te estabas quedando en un castillo que tenía un ambiente de
Transilvania, ¡no estabas bromeando!
El sonido de la voz de Brooke me hace gritar mientras corro por los pasillos
para encontrarme con ella.
Me arrojo a sus brazos, obligándola a dejar su equipaje en el suelo. —¡Oh,
Dios mío! ¡Estás aquí! ¡Estás realmente aquí! ¡¿Cómo llegaste aquí?!
Ella deja escapar una bocanada de aire. —Dios, pesas mucho más. ¿Qué te
han estado dando de comer aquí? ¿Galletas para el desayuno, el almuerzo y
la cena?
Carcajeo, dejándola ir. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Santiago me pidió que viniera a visitarte. —Ella sonríe.
Miro por encima del hombro y veo a Santiago sonriéndonos. Saluda a Brooke
y se presenta.
—¿Seriamente? ¿Siempre serás así de perfecto o desaparecerá como la
garantía de un auto? —Mis ojos se deslizan de Santiago a mi mejor amiga,
asegurándome de que no inventé nada de esto.
Todo lo que hace Santiago es sonreírme. Es uno que brilla de adentro hacia
afuera, prácticamente iluminando la maldita entrada con su positividad.
—El dúo dinámico ha vuelto. —Brooke baila un poco a mí alrededor.
—¿De verdad vas a visitarnos por un tiempo? ¡No puedo creerlo! —Vuelvo a
rodearla con mis brazos y le doy un apretón.
Ella combina mi abrazo con uno de los suyos. —Bien…
La suelto y doy un paso atrás. —¿Qué?
Ella se muerde el labio. —Ya que ahora soy una graduanda orgullosa con un
título en mi haber, y estamos en la tierra de la realeza del diseñador...
—No. —Mi boca se abre. ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo?
—¡Sí! —ella chilla—. Solicité un montón de trabajos aquí. Londres, París,
Milán. Si hay un país con una revista de moda, lo intento.
—¿Vas a vivir en Europa? ¿Te mudas permanentemente?
Ella sonríe. —Depende de dónde me contraten, pero será en algún lugar de
este lado del mundo, eso es seguro. No puedo permitir que mi mejor amiga se
mude a Europa sin mí. Somos como un par de riñones.
—Mejor juntos que nunca separados. —Yo sonrío.
Santiago se acerca a mi lado y me pasa el brazo por encima del hombro.
—Tenemos una habitación de invitados preparada para ti en el piso de arriba.
Me imagino que quieres relajarte y darte una ducha después de ese largo
vuelo.
Miro al hombre que reparó mi corazón roto con superpegamento y pura fuerza
de voluntad. —¿Estás seguro de que quieres apuntarte a otro compañero de
cuarto?
—Por un tiempo, al menos hasta que se estabilice y consiga un trabajo. Sin
mencionar cuando sugirió que se quedara en el mismo lugar que tú, le dije
que no podía permitir eso. No le desearía eso a mí peor enemigo... Bueno, tal
vez Noah, pero solo porque sería una experiencia de humildad para nuestra
Alteza Real.
Lucho por contener la risa.
—Hablando de Noah Slade… ¿Tiene amigos? Es decir, cualquier amigo
soltero. —Brooke mueve las cejas.
Santiago niega con la cabeza. —Desafortunadamente, todos estamos
atrapados.
—¿Escuchas eso? —Brooke se inclina y susurra.
—¿Qué? —Le levanto una ceja.
—Pensé que escuché a todas las mujeres del mundo llorar, pero tal vez me
estoy volviendo loca.
Santiago y yo nos reímos. Él la mira con un poco de asombro. —Veo por qué
Chloe te ama.
Brooke se pavonea como un maldito fanfarrón. —Oh, dame más. Me encantan
los elogios.
—Tienes el mismo tipo de magia que ella.
Me sonrojo.
—¿Es posible que yo también me enamore indirectamente de ti? ¿Estás
pidiendo un amigo? —Brooke habla con su rostro más serio a pesar de que
puedo decir que quiere estallar en carcajadas.
Me río hasta el techo. Mi pecho se llena con un nuevo tipo de calidez ante la
idea de tener a mi mejor amiga viviendo en el mismo continente que yo.
Ni siquiera necesitaba pedir un deseo para que se hiciera realidad. Todo lo
que necesitaba era Santiago, un hombre decidido a demostrar que la magia
no es el deseo en sí, sino las personas que hacen realidad el sueño.
51
Santiago
Siete meses después
—Los niños están listos para ti. —Chloe entra en mi suite Bandini.
Le sonrío mientras me abrocho la cremallera de mi traje de carrera. —¿Están
todos ahí fuera?
Ella asiente y me ofrece su mano. —Listos para ver a su piloto favorito correr
en su primer Gran Prix.
Termino de ponerme mi iWalk antes de levantarme del sofá. Juntos, Chloe y
yo salimos de la autocaravana Bandini donde me preparo y me relajo antes
de las carreras.
Caminamos por la carretera principal hacia la serie de etapas donde los
corredores y patrocinadores se encuentran con los fans.
Chloe balancea nuestras manos entre nosotros. —¿Estás listo para tu
primera temporada de regreso?
—Sí.
La gente se detiene y mira. Algunos miran boquiabiertos mi iWalk mientras
que otros evitan el contacto visual directo conmigo. Debería hacerme sentir
incómodo, pero una mirada al rostro sonriente de Chloe me hace ignorarlos.
¿A quién le importa el resto del mundo cuando el mío gira en torno a esta
chica?
Ella me lleva hacia el escenario. —¿Estás nervioso?
—Sorprendentemente no.
—¿Cómo te sientes con el auto?
—¿Estás segura de que quieres la respuesta a eso? Puede que te pongas
celosa.
Sus hombros tiemblan mientras se ríe para sí misma. —¿Yo? ¿Celosa de un
auto?
—La amé antes que a ti. —bromeo.
Me saca la lengua. —Ella podría ser tu primer amor, pero no será el último.
—Alguien es arrogante.
—Me he ganado mi lugar. —Ella guiña un ojo.
Una risa brota de mí.
Paramos en la entrada del escenario. La empujo hacia mi cuerpo y le doy un
beso en la cabeza. Queriendo sumergirme en el momento, respiro
profundamente unas cuantas veces.
Chloe juguetea con la cremallera de mi traje.
—Solo una advertencia justa. Podría haber hecho algo muy especial por hoy.
—Casi tengo miedo de preguntarte.
—¿Por qué no te muestro en su lugar? —La sonrisa tortuosa de Chloe me
pone en alerta.
Tomados de la mano, subimos los escalones del escenario. Cientos de niños
gritan a todo pulmón cuando entro en el enorme escenario. No están usando
el equipo Bandini que les envié como parte del paquete de bienvenida de
caridad.
No.
Todos los niños, desde bebés hasta adolescentes con sonrisas engreídas,
usan variaciones de la ropa de Iron Man. Algunos agitan sus brazos protésicos
en el aire, sosteniendo carteles con mi nombre. Si bien todos se ven diferentes,
desde su origen étnico hasta su edad, todos tienen una cosa en común.
Todos son como yo.
Parpadeo ante sus disfraces, que definitivamente no formaban parte del plan.
—¿Sorpresa? —Chloe me mira de una manera que parece querer medir mi
reacción.
La multitud grita cuando mi familia sale al escenario. Noah se aferra a Marko,
quien está ataviado con su propio disfraz de Iron Man. Maya y mis padres se
unen a él, sonriéndome con sus camisetas Bandini. Mi mamá se limpia una
lágrima que le resbala por la mejilla mientras mi papá la abraza contra su
costado.
Miro a la mujer que amo. —¿Planeaste todo esto?
—Bueno, me pediste que te ayudara a organizar el evento de hoy.
La multitud comienza a cantar Iron Man cada vez más fuerte. Camino hasta
el borde del escenario, completamente desconcertado.
Chloe coloca algo en mis manos y lo miro. Es un nuevo casco de carreras
personalizado. El símbolo del reactor de arco de Iron Man está centrado en la
parte superior, rodeado por la bandera española. Le doy la vuelta y miro la
parte de atrás. Una calcomanía personalizada con la delicada escritura de
Chloe se encuentra en la parte inferior del casco.
Chloe
Dos líneas rosadas. Eso es todo lo que se necesita para cambiar mi vida.
Sacudo el palo, como si pudiera hacer que una de las líneas se desvanezca.
—Esto no es un maldito Etch A Sketch, Chloe. —No, es solo una prueba de
embarazo positiva.
Yo. Embarazada.
—Mierda.
Espera, ya no puedo decir mierda.
Ay Dios mío. Estoy embarazada. Como en realidad, en realidad, el noventa y
nueve por ciento está embarazada, si las estadísticas de la prueba de
embarazo de la farmacia son precisas. Me arrepiento instantáneamente de
haber comprado la prueba con anticipación y haberla guardado en mi baño
porque ahora no tengo forma de negar los hechos.
Voy a tener un hijo con Santiago. Me hundo en el fresco azulejo del baño
porque no confío en mis piernas en este momento.
¿Cómo pasó esto?
Cuando dos personas tienen relaciones sexuales sin...
Está bien, obviamente sé cómo sucedió. Pero, ¿cómo sucedió tan rápido?
Santiago y yo acordamos dejar de usar condones hace menos de unos meses.
Quiero decir, mierda, solo nos casamos este año. Y después de escuchar las
luchas de Maya por tener hijos, anticipé que podría llevarnos algo de tiempo.
¿Pero esto? En serio, ¿qué tipo de esperma mágico tiene Santiago?
La mano que agarra la prueba de embarazo tiembla. Mierda. Realmente voy
a ser mamá. Como si estuviera a punto de pasar de maratones sexuales y
domingos perezosos a cambiar pañales, amamantar y quejarme con Brooke
de lo mucho que apesta poner un cochecito en el maletero de un automóvil
mientras se cuida a un bebé.
—¿Pero y si soy una madre terrible? ¿Qué pasa si me odian porque me
equivoco o piensan que no soy tan buena como todas las demás mamás de
su clase porque no puedo cocinar, hornear, o incluso hacer mucho sin ser
torpe?
—Chloe, ¿te sientes bien? Dejaste la mesa a toda prisa. —La voz de Santiago
llega a través de la puerta cerrada.
Me fui porque mi teléfono me envió una alerta justo en medio de nuestra cena
sobre la falta de mi período dos semanas seguidas. Claramente, mi aplicación
de rastreo lo tiene más elaborado que yo en este momento.
—Seguro. —Mi voz sale ronca.
—¿Necesitas alguna ayuda?
—¿Define lo que quieres decir con ayuda?
Él tose. —Bueno, umm, ¿hay suficiente papel higiénico ahí?
Me siento tentado a abrir la puerta solo para golpearlo en su cara después.
—Para que lo sepas, los chistes en el baño no son bienvenidos en este
matrimonio.
—¿Eso no te hizo reír? Ahora sé que algo realmente anda mal contigo.
El pomo de la puerta suena, pero la cerradura permanece en su lugar.
—Vete —murmuro.
—¿Qué ocurre? Háblame.
Me arrastro hasta la puerta y abro la cerradura. Se abre con un clic suave y
Santiago entra en el espacio. Sus ojos rebotan entre la prueba en mi mano y
mi rostro.
—Porque gracias a ti y a tu esperma mágico, estoy embarazada.
Su cara se tiñe de color. Se deja caer al suelo sin gracia y me empuja hacia
su cuerpo. —Mierda. Estas embarazada.
—Es 'miércoles' ahora. No maldecir delante del niño, por favor.
Santiago echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Esbozo una sonrisa, pero
ninguna risa se me escapa.
Sus cejas se juntan mientras evalúa mi rostro. —¿Qué pasa? ¿Pensé que esto
era lo que querías?
Los brazos que amo se aprietan a mí alrededor, asegurándome a su cuerpo.
Dios, extrañaré que pueda abrazarme así. Nunca volverá a ser lo mismo una
vez que tenga el tamaño de una pelota de playa humana.
—¿Chloe? —Coloca un suave beso en la curva de mi cuello.
Algunas lágrimas se me escapan de los ojos. —Estoy feliz. Te lo prometo. —
Y realmente lo soy, pero hay mucho que procesar en este momento, y mi
mente lucha por mantenerse al día.
—¿Entonces por qué lloras?
—Porque me temo que nunca seré lo suficientemente buena para nuestro
hijo.
Me aprieta más fuerte antes de darme la vuelta en su regazo, obligándome a
mirarlo. Su mano mete un mechón suelto de mi cabello detrás de mí oreja.
—Serás la mejor madre.
—Por supuesto que tienes que decir eso. Después de todo, me dejaste
embarazada.
El niega con la cabeza. —No. Lo digo porque realmente creo que lo serás. El
tipo de amor que compartes con tus seres más cercanos es el regalo más
preciado, y estoy algo celoso de tener que compartirlo con...
—Jellybean.
—Jellybean. —Él sonríe ampliamente, el color marrón de sus ojos se
ilumina— Entonces, sí, estoy celoso de que Jellybean me robe parte de tu
amor, pero me las arreglaré.
—Qué gentil de tu parte.
Coloca un suave beso en mis labios. —Lo digo en serio. Serás la madre más
increíble. Eres generosa y amable. Perdonadora pero fuerte. El mejor modelo
a seguir y la mejor amiga. Ya sea que tengamos un solo hijo o una horda de
ellos...
Extiendo mi mano. —Está bien, vaya. Comencemos con Jellybean y veamos
cómo va porque la palabra horda hizo que mi vagina se apretara de miedo.
Santiago se ríe a carcajadas y me uno a él. Juntos en el piso del baño,
discutimos ideas relacionadas con nuestra futura horda, desde ridículas
ideas de fiestas reveladoras de género hasta extravagantes nombres de bebés.
Pero en toda la locura, hay una cosa en la que Santiago y yo nos decidimos.
Juntos, criaremos a este bebé con cada gramo de amor que tenemos en
nosotros.
Y si bien Santiago ha tenido la oportunidad de redimirse con las carreras,
esta es la mía.
Es hora de dejar atrás mi pasado y decirlo en serio.
Santiago
En los altavoces ocultos entre las paredes de la casa de Liam y Sophie suena
la interpretación de una canción navideña en alemán. Cada una de nuestras
familias está sentada en su mesa redonda individual con los suministros de
la casa de jengibre esparcidos por la superficie. Parece que alguien ha hecho
estallar una bomba en el pueblo de Santa Claus.
Las dos únicas casas que tienen éxito son la de Marko y la de Stella. Todos
los años es lo mismo, ambos compiten en todos los juegos navideños que
planean los Zander. Estoy medio convencido de que Liam y Sophie siguen
proponiendo ideas extravagantes solo para ver qué se les ocurre a los dos
niños. Raya en lo ridículo, pero dejamos que Marko y Stella se salgan con la
suya porque nos entretiene demasiado a todos.
Todas las familias están vestidas con ridículos pijamas navideños a juego que
ha elegido Sophie. Es una tradición desde que nos casamos y decidimos que
preferíamos pasar las fiestas juntos que separados.
Jax, Elena y Lennox, su hijo, se sientan juntos, tratando de mantener las
paredes de su casa. Sol, su hija menor, roba un bastón de caramelo del techo
mientras nadie mira. Aunque sus dos hijos son adoptados, nadie podría
decirlo por sus mechones oscuros a juego y su gama de tonos de piel dorados.
Maya hace una foto de Noah balanceando a mi sobrina pequeña en su regazo.
Les costó muchos años de sanación y disfrute de la vida antes de querer volver
a intentarlo, pero con la ayuda de un médico y la fecundación in vitro, mi
hermana consiguió su deseo de tener otro hijo. Ya está a punto de cumplir
tres años y cada día está más grande. Marko, que ya es lo suficientemente
mayor como para tener un poco de barba en la barbilla y una camisa que se
llena de músculos, se sienta a su lado con su pijama a juego. Con todos sus
viajes de F2, siento que me he perdido el último año de su vida. Está mucho
más gruñón de lo que recordaba. Pensé que le haría feliz conseguir por fin
aquello por lo que tanto ha trabajado durante años, pero su ceño fruncido
durante todo el fin de semana ha contado una historia diferente.
Los ojos de Marko permanecen pegados a Stella, que discute con Leo, su
hermano mellizo. Sus pijamas están cubiertos de caramelos y glaseados de
todos los colores. A juzgar por las gomitas pegadas en el cabello rubio de
Stella y los trozos de pan de jengibre en el de su hermano, se han enzarzado
en una guerra de comida.
Nada cambia.
—Teddy, ¿te importaría hacernos una foto? Ya que no eres parte de la familia
y todo eso. —Liam sonríe al primer novio de Stella, Theodore.
—¡Papá! Se llama Theodore. —Stella sacude la cabeza.
Oh, Stella, ¿qué esperabas? Somos una panda de gilipollas protectores.
Theodore lleva un par de ropas normales porque no le ofrecieron un par de
pijamas a juego de los Zander. Intenta disimular su ceño fruncido ante su
nuevo apodo, pero no me extraña. Para ser sincero, Theodore no ha tenido la
mejor noche después de que Liam lo apodara Teddy delante de todos.
—Como la maldita ardilla. Qué bonito. —Marko resopla en la mesa contigua
a la mía.
Ahora que miro a Theodore, sí que se parece a uno, con sus mejillas llenas,
su cabello castaño y sus ojos almendrados.
—Buen ojo. —Le guiño un ojo.
Los ojos azul eléctrico de Stella se deslizan de su novio a los de Marko.
—O Theodore Roosevelt.
—Que también se llama Teddy. —La sonrisa de Marko se amplía cuando
Stella centra toda su atención en mi sobrino.
Teddy se queda con la boca abierta, como espectador de la batalla de Stella y
Marko. Casi esperaba que el novato saliera corriendo por la puerta después
de que Liam lo interrogara antes con la ayuda de Noah y Jax, pero aguantó.
—No te preocupes por eso, nena. Los apodos siempre son
bienvenidos. —Teddy pasa su brazo alrededor del hombro de Stella.
La mandíbula de Marko se crispa. Tal vez sea hora de que tenga una charla
con mi sobrino sobre su pequeño enamoramiento de Stella. Han pasado años
y aún no ha hecho ningún movimiento. No está bien que se moleste cuando
apenas le ha dirigido una palabra, salvo cuando le entrega un regalo de
Navidad de los Slade. Pero ahora que lo pienso, tal vez era de él basándome
en el trabajo de papel de envolver a medias. Mi hermana nunca envolvería
algo así.
Interesante. Muy interesante.
—Nadie llama a mi hija ‘nena’ delante de mí. Inténtalo de nuevo cuando los
dos no sean adolescentes. —Liam iguala la mirada de muerte de Marko
mientras arranca el brazo de Teddy de los hombros de su hija. Empuja su
teléfono en las manos de Teddy, que lo espera, y atrae a Stella hacia su
cuerpo.
—Papá, tenemos dieciséis años. —Stella pone los ojos en blanco.
Liam frota la cabeza de Stella.
—¿He dicho adolescente? Quise decir que lo intentes de nuevo cuando seas
una persona mayor. Al menos, para entonces ya me habré ido de este planeta.
Jax cacarea en una esquina con Elena mientras Noah sonríe. Incluso después
de todos estos años, seguimos siendo un grupo de payasos que se meten con
la siguiente generación en lugar de con los demás.
Chloe roba mi atención cuando se inclina sobre mi hombro y me susurra al
oído:
—Por fin he terminado de envolver el último regalo. La operación Polo Norte
está en marcha. —Coloca su taza de ponche de huevo sobre la mesa antes de
deslizarse sobre mi regazo.
La rodeo con mis brazos. —¿Por qué no has aceptado mi oferta de ayuda?
—Porque no puedes envolver un regalo para salvar tu vida.
Ah, de sobrino a tío.
Mueve las manos delante de mi cara.
—Hay suficientes regalos en el ático como para competir con una juguetería,
y mis dedos están destrozados. Siento que me merezco un descargo de
responsabilidad sobre esto. No esperaba que quisieras crear tu propio ejército
de niños.
—Bueno, te encanta tener sexo. —Le guiño un ojo.
—No puedo ser responsable de mis hormonas. Debería haberme casado con
alguien menos atractivo. Mi vagina me lo habría agradecido a la larga.
—Me siento ligeramente insultado, pero también divertido.
—Mami, me duele la barriga. —Una vocecita gime a nuestro lado.
—Hablando de nuestro ejército. —Me río entre dientes.
Ambos miramos a Olivia, la menor de nuestros tres hijos. Nos mira con sus
grandes ojos marrones enmarcados por pestañas oscuras. De alguna manera,
se las ha arreglado para manchar su pijama con glaseado verde. La verdadera
escena del crimen es su boca, que está teñida de verde como el Grinch.
—Oh, Dios. Eso va a ser un dolor para limpiar antes de las fotos. —Chloe
gime.
—¿Tal vez podamos sentarla junto al árbol y fingir que es un adorno?
Chloe resopla. Le pasa a Olivia un vaso de agua para que beba.
—¡Papá! Creo que hemos visto a Papá Noel —Serena, nuestra hija mediana,
se lanza a mi regazo, sustituyendo el lugar de Chloe.
Le doy un apretón. —Ah, ¿sí? ¿Fuiste tan amable como para ofrecerle
galletas?
—¡No! Nos pusimos nerviosos —grita Camilo, el mayor.
—Ho, ho, ho. —James Mitchell llama desde detrás de nosotros. Me giro,
evaluando su traje de Santa Claus de primera calidad. Cada maldito año se
pone el traje con una sonrisa. Me sorprende que los más jóvenes no adivinen
quién es. Aunque Marko, Stella, Leo y Lennox son mayores y parecen no
inmutarse por la llegada, los pequeños se vuelven locos.
El salón se convierte en un mosh pit de niños gritando y agitando sus manos
cubiertas de glaseado en el aire.
—¡Mira quién es! —Liam aplaude después de ponerse el sombrero de duende.
Maldita sea, realmente disfruta siendo el anfitrión de las festividades
navideñas. Extiende una lista de forma dramática—. Entonces, ¿quién ha
sido travieso este año?
—¡Yo no! —Mi sobrina pequeña sonríe.
—¡No! —Olivia y Serena hablan.
—Solo robé una galleta de más una vez —comenta Camilo.
Los ojos de Liam se encuentran con los míos. No consigue ocultar su enorme
sonrisa.
Me encojo de hombros. Bueno, al menos mi hijo es sincero. Será mejor que
pase una de sus últimas Navidades pensando que Santa Claus todavía existe.
—¿Quién está listo para los regalos? —grita Sophie, rodeando con su brazo
la cintura de Liam.
—¡Yo! —Nuestro ejército de Alatorre salta y grita al unísono.
Chloe me da un suave beso en el pliegue del cuello.
—Ahora es nuestra oportunidad de huir mientras los niños están distraídos.
Sinceramente, dudo que nos echen de menos. ¿Qué te parece?
—¿Por qué iba a huir? Tengo todo lo que podría desear.
—¿Incluyendo a los niños que se comen todos los paquetes de glaseado en
lugar de hacer una casa de jengibre?
—Especialmente eso. Ya es prácticamente una tradición. —Agarro su taza y
bebo un sorbo. A pesar de mi asco, me trago el contenido—. ¿Por qué
demonios bebes ponche de huevo sin alcohol? Eso es un sacrilegio aquí.
Levanta los hombros con falsa inocencia y me mira por debajo de sus gruesas
pestañas. —El alcohol no va a estar en el menú por un tiempo.
Mi corazón se detiene. De ninguna manera. —¿Qué?
—Cuando dices que tienes todo lo que podrías desear, ¿tienes un poco más
de espacio para un Alatorre más? —Su sonrisa se amplía cuando termina de
hablar.
Me deshago del ponche de huevo. La taza repiquetea contra la mesa,
derramándose por todo el mantel de temática navideña. —Estás bromeando.
Sacude la cabeza y suelta una risita. —Yo le pregunté al médico lo mismo.
Resulta que tus pequeños nadadores son unos triunfadores.
Vaya mierda. Le doy un montón de besos en el rostro, sin dejar un centímetro
de piel sin tocar.
—Oh, Dios mío. Vamos a tener otro hijo.
—Prepárate, Iron Man. Va a ser una salvajada. Pensaba que tres eran
muchos, ¿pero cuatro? Eso es material de monovolumen.
Ambos miramos a nuestros tres hijos. Mis brazos rodean a Chloe y le doy un
beso en el cuello.
—Gracias por los mejores regalos, incluido éste. —Coloco la palma de la mano
sobre su vientre plano.
—Y gracias por mostrarme cómo la vida es un regalo en primer
lugar —susurra ella.
Beso al amor de mi vida con todo el cariño que siento. De alguna manera, el
peor accidente de mi vida dio lugar a la mejor sorpresa. Una vida llena de
amor, felicidad y risas.
Una vida que pienso aprovechar al máximo, hasta mi último aliento.
FIN