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Una reflexión de José María Alsina Casanova para este primer viernes de mes
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José María Alsina Casanova es también presidente del Instituto del
Corazón de Cristo
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1.- Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre
Ese corazón se ha formado en cuanto hombre como hijo tratando a San José.
A él le dirigía cariñosamente la palabra Abba con la que luego enseñaría a
sus discípulos a rezar y a dirigirse al Padre.
Nos dice el evangelio de Lucas que “Jesús vivía sometido a sus padres”. La
obediencia que le llevó a la Cruz fue ejercida en perfección atendiendo a las
indicaciones de sus padres en Nazaret. Nos estremece pensar que el
“hágase” de Getsemaní lo había pronunciado tantas veces secundando los
mandatos de José.
El hijo se sabe Hijo en cuanto que el Padre se goza de tenerlo como tal. Jesús
en cuanto hombre tuvo esa experiencia paterna de ver cómo José se llenaba
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de gozo al ejercer su misión de padre. Aquella palabra pronunciada por el
Padre en el Jordán, “Este es mi Hijo amado en quien he puesto todas mis
complacencias”, resonaría en el Corazón de Cristo como eco de la voz suave
de su amado padre en la tierra, el Buen José.
Dice Santo Tomás de Aquino que uno de los frutos de la caridad es la paz. En
Nazaret hay paz porque aquella familia se quiere. En el amor que su padre
José tiene a la Virgen, Jesús aprendería la gran lección de la paz y
reconciliación que luego con su Cruz y Resurrección llenaría el mundo de
esperanza.
Parece la letanía más adecuada para poner en los labios de San José, patrón
de la buena muerte. Según la tradición, José moriría acompañado por Jesús
y María. Mirando a Jesús, que tantas veces habría descansado en su regazo
paterno, San José en el momento de la muerte descansaría en la paz con
aquellas palabras que luego el Hijo pronunciaría en la Cruz: “Todo está
cumplido”.