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APIANO

ISTORI A
O M A N A
III

GUERRAS CIVILES
(LIBROS III-V)

TRAD UCCIÓ N Y NOTAS DE

A N TO NIO SANCHO ROYO

&
EDITORIAL GREDOS
BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 84
A sesor p a ra la sección griega: C a r l o s G a r c ía G u a l .

Según las norm as de la B. C. G ., la trad u cció n de este volum en ha


sido revisada por A n t o n i o G u z m á n G u e r r a .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, M adrid. E spaña, 1985.

D epósito Legal: M. 14338-1985.

ISBN 84-249-3552-7.
Im preso en E spaña. P rin ted in Spain.
G ráficas C óndor, S. Á., Sánchez Pacheco, 81, M adrid, 1985. — 5832
LIBRO III

SINOPSIS

1. A rgum ento del lib ro III.


2-3. D isturbios y m u erte de Amatio.
4. A ntonio propone la vuelta y u n a indem nización a Sexto Pom-
peyo.
5. Antonio p e rsiste e n su política de c o n citar favores.
6. P royectos de B ru to y Casio.
7-8. M anejos de Antonio so b re la asignación de las provincias.
9. Octavio se e n te ra en A polonia del a se sin ato de César.
IO. Octavio c ru za el A driático.
11. M archa so b re Bríndisi.
12. Avance h acia Rom a de Octavio.
13. Octavio hace su e n tra d a en Rom a.
14. El h e red e ro de C ésar a cep ta la adopción.
15-17. E n tre v ista de O ctavio y Antonio: discu rso de Octavio.
18-20. R espuesta de Antonio.
21. D iversas reacciones en R om a a n te la enem istad e n tre Octavio
y Antonio.
22. L itigios p o r la h e ren c ia de C ésar.
23. Octavio p ugna p o r a tra e rs e el fav o r del pueblo.
24. Antonio decide hacerse con el e jé rcito de M acedonia.
25. El senado elige a A ntonio general d el ejército m acedonio.
26. M uerte d e T rebonio en Asia.
27. Antonio solicita la p e rm u ta de las provincias.
28. Octavio in te n ta p o n e r en vigor el d e cre to sobre la aurea sella.
29. Los trib u n o s solicitan y obtien en de Antonio u n a reconcilia­
ción con Octavio.
8 HISTORIA ROMANA

30. Antonio o btiene la C isalpina con la ayuda de Octavio.


31. Antonio se opone a la elección de O ctavio com o tribuno.
32. N ueva intervención de los tribunos.
33-38. R espuesta de A ntonio a los trib u n o s.
39. Breve reconciliación e n tre O ctavio y A ntonio y nueva ru p tu ra
de las hostilidades.
40. A ntonio p a rte p a ra B ríndisi y O ctavio p a ra Cam pania.
41. C annutio y O ctavio h ab lan al pueblo.
42. El ejército se niega a lu c h a r c o n tra Antonio.
43-44. M otín de las tro p a s en B ríndisi.
45. Antonio vuelve a Rom a.
46. Antonio p a rte desde T íb u r a A rim ino.
47. El senado decide ap o y ar a Octavio.
48. Octavio estrech a los lazos de u nión con su ejército.
49. Décimo B ru to se e n c ie rra en M ódena y Antonio pone cerco
a la ciudad.
50. La sesión se n a to rial de 1.° de en ero del 43 a. C.
51. El senado d e cre ta diversos h o n o re s a Octavio.
52-53. D iscurso de Cicerón al senado.
54-60. D iscurso de Pisón al senado.
61. C icerón re d ac ta los a cu erd o s del senado so b re Antonio.
62. R espuesta de A ntonio a los em bajadores.
63. A ntonio es d e cre ta d o enem igo público p o r el senado.
64. D udas de O ctavio sob re la in te n c io n a lid a d de los decretos del
sen ado.
65. H irtio y Octavio p a rte n h acia M ódena p a ra a y u d a r a Décimo.
66. H uida de C icerón a n te la am enaza de P. Ventidio.
67-70. La b a ta lla del Forum Gallorum.
71. Segunda d e rro ta de A ntonio en M ódena.
72. A ntonio p a rte hacia los Alpes.
73. Octavio rechaza u n a o fe rta de D écim o p a ra c onferenciar.
74. P ro p u estas de C icerón en R om a a n te la n oticia de la victoria
en M ódena.
75-76. Coloquio de P ansa y Octavio.
7V-78. La situación en Siria.
79. La situación en M acedonia.
80. O ctavio b u sc a la alianza con Antonio.
81. Consejos de O ctavio a Lépido y a Asinio Pollón.
82. P ro p u e sta de O ctavio a C icerón de c o m p a rtir el consulado.
GUERRAS CIVILES III 9

83-84. E n cu en tro y alianza en tre. Antonio y Lépido.


85. C onsternación y m iedo a A ntonio en Rom a.
86. E m bajada de los centuriones.
87. Arenga de O ctavio a los soldados.
88. N ueva em bajada de los cen tu rio n es. Octavio m archa sobre
Roma.
89. D esconcierto en la ciu d ad a n te el avance de Octavio.
90. El senado decide re s is tir a Octavio.
91. P re p a ra tiv o s p a ra la defensa de Rom a.
92-93. O ctavio p e n e tra en Rom a.
94. E lección com o cónsul de O ctavio y n o m b ram ien to oficial com o
h e red e ro de César,
95. Octavio dispone los a su n to s en Rom a.
96. El senado accede a la reconciliación e n tre O ctavio y Antonio.
97. H u id a de Décim o B ruto.
98. M uerte de Décimo B ruto.

Así, Gayo César, que h ab ía sido el m ás d estacado i


con m u ch o en ex ten d e r los lím ites del im perio rom ano,
fue asesin ad o p o r su s enem igos y en te rra d o por el pue­
blo. Todos sus asesinos re cib iero n su castigo. S in em­
bargo, este lib ro y el siguiente m o stra rá n cóm o fueron
castigados los m ás no tables de e n tre ellos, así com o las
o tras g u e rra s civiles que b ro ta ro n al m ism o tiem po en­
tre los rom anos
El senado hizo re sp o n sab le a A ntonio del contenido 2
de su discu rso fú n eb re en h o n o r de César, p o r cuya cau­
sa, en especial, el pu eb lo excitado h ab ía despreciado el
decreto de am n istía recién ap ro b ad o y h ab ía acudido
con fuego c o n tra las casas de los asesinos. P ero Antonio

1 C apítulo intro d u cto rio , que debe a trib u irse al propio Apiano, usual
al com ienzo de cada libro, y en el que el a u to r en g arza con el final
del p re ce d en te y d a u n avance del arg u m en to c en tra l del m ism o. En
el caso del p re sen te lib ro se tra ta de cóm o el castigo, la némesis, se
a b ate so b re los asesinos de César.
10 HISTORIA ROMANA

tro có la irrita c ió n del senado en b u en a disposición h a­


cia sí m ed ian te el siguiente y único acto político 2. Ha­
b ía un c ierto Pseudo-M ario, llam ado Am atio, que fingía
ser nieto de M ario y que, en re cu erd o de éste, e ra m uy
q u erid o p o r el pueblo. Siendo, p o r tanto, de acuerdo
con esta p reten sió n , u n fa m ilia r de C ésar 3, se condo­
lió en exceso p o r su m u e rte y co n stru y ó u n a lta r ju n to
a la p ira fú n e b re 4. R eunió a u n a b an d a de hom bres te­
m era rio s y, en todo m om ento, provocaba el t e n o r de
los asesinos. Algunos de éstos h a b ía n hu id o de la ciu­
dad, y los que h ab ían recibido de C ésar el gobierno de
las provincias h ab ían p a rtid o h a c ia sus zonas de m an ­
do, Décim o B ru to h acia la G alia C isalpina, T rebonio h a­
cia el Asia M enor, y T ilio C ím ber h ac ia B itin ia 5. Ca­
sio y M arco B ruto, q ue era n los favoritos del senado,
h ab ían sido elegidos tam b ién p o r C ésar gobernad ores
p a ra el próxim o año, Casio, de S iria, y B ru to , de M ace­
donia, p ero com o era n todavía p re to re s u rb a n o s ( p e r ­
2 Sobre la a c titu d de v aloración con re sp ec to a la política de An­
tonio en e sta p rim e ra p a rte del lib ro III (a! p a re c e r antiantoniana),
en relación con la m ism a p o lítica a ra íz del a sesin ato de César, en
el final del lib ro II (filoantoniana), en la trad ició n apianea, y, en gene­
ral, con resp ec to a su juicio de la p o lítica de O ctavio y el senado, cf.
E . G a b b a , A ppiano e la storia delle Guerre Civile, Florencia, 1956, pági­
nas 153-174.
3 M ario se h ab ía casad o con u n a p a tricia , Julia, tía de César. En
o tra s fuentes se le conoce conio H erófilo.
4 Acerca del a lta r, cf. S. W e i n s t o c k , D ìv u s lulius, Oxford, 1971,
pàgs. 364-367. S obre la d isp a rid a d de las Fuentes, en to rn o al m onu­
m ento co n sag rad o a C ésar in m e d iatam e n te después d e su m u erte
(altar, en las fu e n te s griegas y colum na, en las rom anas) y su im p o r­
tan c ia p a ra la valoración del c u lto a C ésar, cf. C . C o g r o s s i , «Pietà po­
polare e divinizzazione nel c u lto di C esare del 44 a. C.», en Religione
e politica nel m ondo antico, M ilán, 1981, págs. 141-160.
5 P a rtie ro n p a ra sus g obiernos en las provincias a prin cip io s de
ab ril del 44 a. C. R especto de la situ ac ió n de las prov in cias y de sus
g o bernadores en el año 44 a. C., cf. Syme, The R o m a n R evolution, Ox­
ford, 1939, págs. 102-103 y 110-111, aunque, en todo caso, h a b ría que
h a ce r c o n sta r que la do cu m en tació n al resp ec to es o sc u ra e inexacta.
GUERRAS CIVILES III 11

m an eciero n en R o m a) necesariam ente. M ediante dis­


posiciones in h eren tes a su cargo de p re to r tra ta ro n de
conciliarse a los colonos, e n tre o tra s fig u ra b a u n a que
les p erm itía ven d er su s parcelas, en ta n to que la ley
h a sta entonces p ro h ib ía la enajenación de tie rra s m ien­
tra s no h u b ie ra n tra n s c u rrid o veinte años 6.
Se decía que Am atio a g u a rd a b a la o p o rtu n id ad de 3
coger a B ru to y Casio. Antonio, p o r tanto, basándose
en este ru m o r de la asechanza y con su a u to rid a d de
cónsul, cogió p risio n ero a Am atio y lo hizo m a ta r sin
ju icio en fo rm a h a rto te m eraria. El senado se quedó es­
tu p efacto an te el hecho, pu esto q u e lo co n sid erab a g ra­
ve e ilegal, p ero disim u laron, con sum o gusto, su u tili­
dad, pu es e ra n de la o pinión que sin u n acto de tal osa­
día no se h u b iera p odido a se g u ra r la situación de B ruto
y Casio. Sin em bargo, los seguidores de A m atio y el res­
to del pueblo, a cau sa de su no stalg ia de éste y de su
indignación con lo o cu rrid o , en especial p orque el cau­
san te de ello h ab ía sido Antonio, el cual h ab ía recibido
la estim a po p u lar, no co n sin tiero n que se les d esprecia­
ra así. Se ad u eñ aro n , p o r tanto, del foro con gritos, y
v itu p era ro n a A ntonio y exigieron que los m agistrados,
en lu g ar de Amatio, c o n sa g rara n el a lta r e h icieran so­
b re él los p rim ero s sacrificios a César. Mas al se r ex­
pulsados del fo ro p o r soldados enviados por Antonio se
irrita ro n a ú n m ás, v o ciferaro n y algunos m o stra ro n los
lugares de los que h ab ían sido q u ita d a s las e sta tu a s de

6 Debía de tra ta rs e de u n a nueva lex agraria. A hora bien, de este


año 44 a. C. sólo conocem os la p ro p u e sta de u n a nueva lex agraria
del herm ano de M. Antonio, Lucio Antonio, la cual contem plaba la crea­
ción de u n septenvirato. E sta ley fue a p ro b a d a en ju n io del 44 a. C.
y p o ste rio rm en te anulada p o r el senado el 4 de en ero del 43 a. C. E sta ­
ba d estin ad a a reso lv er el p ro b lem a de los v eteranos de César, que
todavía se h a lla b an en Rom a, cuan d o fue asesinado, p endientes de re ­
c ib ir su s lotes (cf. C. N ic o l e t , R om a y la conquista del m u n d o m edite­
rráneo, I [trad. cast.], B arcelona, 1982, pág. 65).
12 HISTORIA ROMANA

C é s a r7. Cuando uno dijo que les indicaría el taller don­


de las estatu a s estab a n siendo d estru id as, le siguieron
al p u n to y, al verlo, lo incendiaron, y, finalm ente, des­
pués que A ntonio envió o tro s soldados, algunos m u rie­
ron al t r a t a r de d efen d erse y o tro s fueron hechos p ri­
sioneros, de los cuales los esclavos fu ero n crucificados
y los lib res arro jad o s desde el precipicio.
4 El tu m u lto cesó, p ero u n odio indecible, surgido de
un ap recio extrem o, se d esp ertó e n tre el pu eb lo c o n tra
Antonio. El senado, en cam bio, e sta b a contento, pues
co n sid erab a que p o r n in g ú n o tro m edio h u b ie ra n deja­
do de te n e r que tem er p o r B ru to y los suyos. Y cuando
A ntonio pro p u so , adem ás, que se h iciera volver de Es­
paña, donde to davía e ra atacad o p o r los lu g arten ien tes
de César, a Sexto Pom peyo, el hijo de Pom peyo Magno,
que e ra aú n añ orado p o r el pueblo, y que, en com pensa­
ción p o r la confiscación de la h ac ie n d a p a te rn a , se le
concedieran con cargo a los fondos públicos cin cu en ta
m illones de d racm as áticas, y q u e se le d esig n ara co­
m an d an te del m ar, igual que lo fue su p a d re 8, y que
u tiliza ra los b arco s ro m anos d o n d eq u iera que estuvie­
sen, p a ra los asu n to s m ás acu cian tes, el senado, atóni­
to, aceptó con vehem encia ca d a u n a de las p ro p u e sta s
y aclam ó a Antonio d u ra n te un d ía entero. P ues pensa­
ban que no h ab ía u n d efensor m ás acérrim o de la R epú­
blica que Pom peyo M agno, y, p o r ende, m ás añorado.
C asio y B ru to que era n am bos de la facción de Pom pe­
yo y los que, a la sazón, gozaban de m ay o r estim a en tre
todos, p en sa ro n que te n d ría n ase g u ra d a su salvación,
que q u e d a ría consolidado el m óvil de sus actos, re sta u ­
rad a, p o r fin, la R ep ú b lica y triu n fa n te su p artid o . Cice­
ró n alab ab a tam b ién co n tin u am en te a A ntonio p o r es­

7 Sobre estos hechos, cf. W e i n s t o c k , D ivus lulius, págs. 364-365.


8 En el año 67 a. C., p o r m edio de la lex Gabinia, p a ra c o m b a tir
la p ira te ría (cf. n. 45 bis a! 1. II).
GUERRAS CIVILES III 13

tas razones, y el sen ado al d arse cu e n ta de que el


pueblo co n sp irab a c o n tra A ntonio p o r cau sa de ellos,
le concedió que se rodease de u n a g u ard ia p erso n al ele­
gida p o r él m ism o e n tre los veteranos resid en tes en la
ciud ad 5.
Antonio, ya sea p o rq u e lo h u b ie ra hecho todo con 5
vistas a esto m ism o, o bien acogiendo con satisfacción
la circ u n sta n cia com o m uy ú til p a ra él, eligió la g u a r­
dia y la in crem en tó h a s ta seis m il hom bres, no de entre
los que h ab ían sido soldados rasos, con los cuales creía
p o d er co n tar, cuando los n ec esitara, de cu alq u ier o tra
form a, sino e n tre los que e ra n centuriones, p o r ser m ás
aptos p a ra el m ando, m ás ex p erto s en la g u e rra y cono­
cidos suyos a cau sa de su m ilitan cia bajo César. Les
designó trib u n o s elegidos e n tre ellos m ism os, y revesti­
dos con la dignidad del cargo, los tuvo en honor y les
hizo p artíc ip e s de los planes que dio a conocer. El sena­
do em pezó a so sp ech ar de su nú m ero y de la selección
rigurosa, y le aconsejó q ue re d u je ra la g u ard ia personal
h a sta un n ú m ero su ficiente com o p a ra no su s c ita r envi­
dia. Él p ro m etió h acerlo cu an d o se extinguiera el de­
sorden del pueblo. Se h ab ía d ecretad o que fu e ran ra ti­
ficados todos los actos de C ésar y cuantos planes tenía
en ca rtera. A ntonio po seía el m em orándum de los p ro ­
yectos de C ésar y el se c re ta rio de César, Faverio, le era
fiel en todo, p u esto q u e el m ism o César, cuando se dis­
p onía a p a rtir, h ab ía d ejado tales peticiones a la d iscre­
ción de Antonio, el cu al hizo m uchas adiciones p a ra
a tra e rse el favor de n u m ero sa s personas. Hizo regalos
a ciudades, a p rín cip es y a sus p ro p io s guardianes; y,
aunque se ad v ertía a todos que ésta era la v o luntad de
César, quienes los re cib ían sab ían que el favor era de

9 E videntem ente, éste e ra el objetivo de Antonio, a c re c e n ta r su


p oder personal, y no, en m odo alguno, fav o recer los proyectos del se­
nado o los in te reses de los cesaricidas.
14 HISTORIA ROMANA

Antonio. Con idéntico p ro p ó sito in scrib ió a m uchos en


el senado e hizo m u ch as o tra s cosas p a ra a g ra d a r a este
últim o, a fin de que no tu v ie ra todavía recelos de su
g u ard ia p e r s o n a l10.
6 M ientras Antonio e sta b a ocupado en estos asuntos,
B ru to y Casio, com o no se evidenciaba ningún signo de
paz h acia ellos de p a rte del pu eb lo o de los veteranos,
y co n sid erab an que no era algo im posible que cu alq u ier
otro p u d iera tenderles alguna asechanza como la de Ama-
tio, sin tiero n te m o r de la veleidad de Antonio, que, ade­
m ás, ten ía u n ejército, y al ver q u e la R epública no es­
ta b a consolidada con hechos sospecharon tam bién de
Antonio p o r e sta razón; así que d ep o sitaro n toda su con­
fianza en Décim o B ruto, que te n ía tres legiones en las
fro n te ras del país, y enviaron, en secreto, m ensajeros
a T rebonio en Asia y a Tilio en B itin ia p a ra que recolec­
taran a ocultas dinero y reunieran un ejército. Ellos m is­
m os estab a n ansiosos de h acerse cargo del gobierno de
las provincias que les h ab ían sido concedidas p o r Cé­
sar, pero, com o no h ab ía llegado aú n el tiem po p a ra
ellos, co n sid eraro n poco conveniente ab a n d o n a r su ca r­
go de p re to re s en la ciudad, sin h a b e r acabado el plazo,
y a tra e r sobre sí la sospecha de u n deseo d e p o d er so­
b re las provincias. Sin em bargo, eligieron p a s a r el tiem ­
po que aú n les quedaba, en algún lu g ar com o ciu d ad a­
nos privados, com o p o r un asu n to de necesidad, m ás
bien que seg u ir en el cargo de p re to res en la ciudad,
donde no estab an lib res de te m o r ni e ra n h o n ra d o s de
m an era acorde con lo q u e h a b ía n hecho en defensa de
la p atria . M ientras estab a n em bargados p o r tales pen­
sam ientos, el senado, que p a rtic ip a b a de su m ism a opi­
nión, les en carg ó que se p re o c u p a ra n del su m in istro de
trigo a la ciu d ad desde cu alq u ier p u n to de la tie rra que

10 P a ra el uso, p o r p a rte de Antonio, de los A cta Caesaris, cf. H.


F r is c h , Cicero's Fight for the R epublic, K obenhavn, 1946, págs. 74-75.
GUERRAS CIVILES III 15

les fu e ra posible h a sta que lleg ara el tiem po de hacerse


cargo del m an d o de las provincias l0bis.
El senado actu ó d e esta form a p a ra que, en m odo
alguno, p a re c ie ra que B ru to y C asio h ab ían huido. Tan­
ta e ra su preo cu p ació n y resp eto h acia ellos, que ayuda­
ro n a los dem ás asesinos p rin cip a lm en te p o r su causa.
C uando B ru to y Casio saliero n de la ciudad, Antonio, 7
que gozaba ya de un p o d e r m onárquico, m iró p o r ha­
cerse con el gobierno de u n a provincia y con u n ejército
p a ra sí É l deseaba, p o r en cim a de todo, Siria, pero
no ig n o rab a que al e s ta r ya b ajo sospecha, lo e sta ría
m ás si p ed ía u n a cosa así. Además, el senado h ab ía ins­
tado, en secreto, a Dolabella, el o tro cónsul, a oponerse
a él, pu es siem pre h a b ía m antenido d iscrep an cias con
Antonio. E ste últim o conociendo que D olabella e ra jo­
ven y am bicioso, lo convenció p a ra que p id iera Siria,
en lu g ar de Casio, y el ejército levado c o n tra los partos,
p a ra a ta c a r a éstos, p ero que no h iciera la petición al
senado —pues no e ra fa cu ltad de éste—, sino al pueblo,
m ediante u n a ley. D olabella se m o stró encantado y p re­
sentó de inm ed iato la ley. C uando el senado le acusó
de q u e b ra n ta r los decretos de C ésar, él contestó que la
g u e rra c o n tra los p arto s no h ab ía sido asignada a nadie
p o r César, y que Casio, a quien se le había encargado

10 bis S egún Syme, The R o m á n R evolution, pág. 116, esta resolu­

ción la tom ó el senado el d ía 5 de junio.


11 La no ticia que aparece en Apiano con respecto a la asignación
p or C ésar de las pro v in cias de S iria y M acedonia a Casio y B ruto,
respectivam ente (cf. A p i a n o , B.C. III 2, 7, 12, 16, 24, 35, 36; IV 57), no
está co nfirm ada p o r el re sto de las fuentes, salvo F l o r o , II 17, 4. Se­
gún G a b b a (Appiano..., pág. 155), se tiene actualm ente p o r u n a inven­
ción de la trad ició n a p ian ea (cf. ibid., n. 2, bib lio g rafía al respecto).
Lo que sabem os con se g u rid a d es que, a finales de m arzo o principios
de abril del 44 a. C., el senado asignó las provincias c o n su lares para
el año siguiente, es decir, el 43 a. C., y, según e sta asignación, D olabe­
lla recibió S iria y Antonio, M acedonia (p a ra la fecha del 18 de abril,
cf. Cíe., A d Attic, XIV 9, 3). V er S y m e , The. R o m á n R evolution, pág. 107.
16 HISTORIA ROMANA

del gobierno de Siria, h ab ía sido el p rim ero en a lte ra r


los decretos de César, p o r co n se n tir que los colonos ven­
dieran sus p arcelas an tes de que e x p ira ra el plazo de
veinte años fijados p o r la ley. Y dijo tam b ién que senti­
ría vergüenza, si no e ra designado go b ern ad o r de Siria,
siendo él D olabella, en vez de Casio. El senado p e rsu a ­
dió a un cierto A sprena p a ra que le d iera u n a falsa in­
te rp re ta c ió n de los au g u rio s d u ra n te los com icios, en
la confianza de que A ntonio co o p e raría con ellos, pues
era cónsul y augur, y se suponía que aún m an ten ía dis­
crepancias con Dolabella. Sin em bargo, Antonio, una vez
que al lleg ar los com icios, A sprena dijo que los augu­
rios eran desfavorables, cuando era c o stu m b re e n c ar­
g ar a o tro s de este m en ester, se irritó m ucho con Aspre­
n a p o r su m en tira y ordenó q u e las trib u s v o tara n en
el asu n to de D olabella.
8 De este m odo D olabeíla llegó a s e r g o b ern ad o r de
S iria y general de la g u erra c o n tra los p arto s, y del ejér­
cito levado p o r C ésar p a ra esta g u e rra ju n to con aquel
o tro que se h ab ía a d e la n tad o h a s ta M acedonia. E nton­
ces, p o r p rim e ra vez, se conoció q u e A ntonio cooperaba
con Dolabella. Después que este asu n to fue resu elto con
la intervención del pueblo, A ntonio solicitó del senado
la p rovincia de M acedonia, en la seguridad de que se
avergonzarían de n eg a rle M acedonia, u n a vez que S iria
h ab ía sido concedida a D olabella, m áxim e cuando aque­
lla p ro v in cia no te n ía ningún ejército. Se la concedie­
ro n c o n tra su v o lu n tad y ex tra ñ ad o s de que A ntonio h u ­
b iera entreg ad o a D olabella el ejército que h ab ía en ella,
pero, co n tentos, sin em bargo, de que D olabella tuviera
el ejército m ejo r que Antonio. A provecharon la o p o rtu ­
nidad p a ra p ed ir a A ntonio o tra s provincias p a ra B ruto
y Casio, y les fueron concedidas C irene y C reta o, según
dicen otro s, am b as a Casio y B itinia a B ru to l2.

12 P a ra las d isc rep a n cia s en la exposición de los hechos tal com o


ap arecen en Apiano (caps. 2-8) y el re sto d e las fu en tes conteporáneas,
GUERRAS CIVILES III 17

Tal e ra la situ ació n en Rom a. A su vez, Octavio, el 9


hijo de la h ija de la h erm a n a de C ésar u, había sido
prefecto de ca b allería del propio C ésar d u ra n te u n año
solam ente l4, debido a que C ésar h ab ía convertido, en
ocasiones, esta m a g is tra tu ra en an u al y la ro ta b a en tre
sus am igos. C uando e ra todavía un jovenzuelo h ab ía si­
do enviado p o r C ésar a la ciu d ad de A polonia l5, que
está a o rillas del A driático, p a r a re cib ir educación 16 y
ser ejercitad o en el a rte de la g u erra, a fin de que p u ­
d iera aco m p añ arle c o n tra los enem igos 1?. M ientras es­
ta b a en Apolonia, co m pañías de ca b allería procedentes
de M acedonia le aco m pañaron, p o r turnos, en sus ejer­
cicios, y algunos oficiales del ejército le visitaro n con
asid u id ad en su calid ad de fa m iliar de César. Surgió
así u n conocim iento p ro fu n d o e n tre aquéllos y éste, y
un sen tim ien to de b u en a voluntad hacia su perso n a de
p a rte del ejército, p u es acogió a todos con am abilidad.
Al sexto m es de su e stan c ia en Apolonia, h ac ia el a ta r­
cf. G a b b a , Appiano..., pág. 155, n. 1. Las provincias de C reta y C irene
parece que las concedió el senado a com ienzos del m es de agosto
(cf. S y m e , op. cit., pág. 1 1 9 ) .
13 E ra hijo de Gayo O ctavio y de Atia, h ija de Julia, segunda h e r­
m an a de César, y, p o r tanto, sobrino-nieto de este últim o. O tros lo
consideran com o sob rin o de César,
14 E sta noticia no es m uy fidedigna y, de u n a u o tra form a, los
a u to re s m o d ern o s la ponen en tela de juicio; así p a ra G a b b a , Appia­
no..., pág. 155 n. 3, que sigue a F. E. Annocfc, CAH, IX, págs. 725-726,
este dato pudo te n e r sólo u n v alo r propagandístico, p a ra o tro s es un
e r ro r de Apiano (cf. G a b b a , ibidem). De o tro lado, A. H. M. J o n e s , en
su libro Augusto, B uenos Aires, 1974, pág. 22 ( —A ugustus, Londres,
1970), afirm a que C ésar « a p are n te m en te le n om bró m agister eq u itu m
p a ra la cam paña» (contra los p a rto s, que n o se llevó a cabo p o r h a b er
sido asesinado).
15 C iudad de Iliria, en la co sta de la actu al Albania.
16 Su m ae stro de re tó ric a fue A polodoro de Pérgam o, distinguido
re tó rico griego.
17 Se puede p e n sa r que las enseñanzas m ilita res c o rre ría n a c a r­
go de oficiales de las legiones aca n to n a d a s e n la vecina M acedonia
p a ra lu ch ar c o n tra los p a rto s.
18 HISTORIA ROMANA

decer, le fue an u n ciad o el ase sin a to de C ésar en el edifi­


cio del senado a m anos de las p erso n as m ás queridas
p a ra él y, a la sazón, sus m ás poderosos subordinados.
Sin em bargo, com o no le fue com unicada ninguna noti­
cia de los re sta n te s acontecim ientos, le atenazó el te­
m o r y la in certid u m b re de si el hecho e ra o b ra del sena­
do en su con ju n to o u n a acción p riv ad a de los autores
del crim en; y de si h ab ían recib id o ya castigo de p a rte
de u n a m ayoría senatorial, o era ésta cóm plice tam bién,
o si el pu eb lo estab a contento con lo ocurrido.
10 Ante este pan o ram a, sus am igos de R om a le sugirie­
ro n que se re fu g iara ju n to al ejército que e sta b a en Ma­
cedonia p a ra p ro teg e r su in te g rid a d física, y cuando su­
p iera que el hecho no ten ía u n c a rá c te r institucional,
que v en g ara a C ésar con renovados b río s, en las p erso ­
n as de sus enem igos; algunos de los oficiales le prom e­
tiero n su p rotección, si acudía. Sin em bargo, su m adre
y su p a d ra s tro Filipo 18 le esc rib ie ro n desde R om a que
no se envaneciera ni co n fia ra en dem asía, sino que se
a c o rd a ra de lo que le hab ían hecho a César, el triu n fa ­
d o r de todos sus enem igos, sus am igos m ás queridos;
que p refiriese la situ ació n de privado, en las circu n s­
tan cias p resentes, com o aq u ella de m en o r riesgo, y que
se diese p ris a en m a rc h a r al lado de ellos en Rom a, to­
m ando precau cio n es. O ctavio cedió an te esto s consejos,
p u es desconocía lo o cu rrid o después de la m u erte de
César, así que se despidió de los oficiales del ejército 19
18 Se tr a ta de L. M arcio Filipo, a ris tó c ra ta que accedió al consu­
lado en el 56 a. C. y se casó en segundas n upcias con Atia, m adre
de Octavio, siendo, p o r tan to , su p a d ra s tro (cf., sobre él, M ü n z e r , en
RE, s.v. Marcius, núm . 76; y, tb., G r u e n , «Pompey, the R om án A risto­
cracy, a n d the C onference of Luca», H istoria 18 (1969), 97-98, y J. v a n
O o t e g h e m , Lucius M arcius Phiíippus et sa fam ille, B ruselas, 1961, en
especial, pags. 173-185.
19 E n tre ellos se e n co n trab a n Q. Salvidieno R ufo y su com pañero
de estu d io s M arco V ipsanio A gripa, h o m b res desconocidos h a sta en­
tonces, pero que h a b ría n de alc an z a r la gloria, y que e ra n p a rtid ario s
GUERRAS CIVILES III 19

y cruzó el A driático, no en dirección a B rindisi, pues,


com o no h ab ía tan tea d o al ejército de allí, evitó todo
riesgo, sino h acia o tra ciudad, no lejos de B rindisi, que
estab a fu e ra de la ru ta m ás d irecta, y cuyo nom bre era
L upia 20. Allí acam pó y dejó p a sa r el tiem po.
C uando tuvo u n a in form ación m ás exacta a c erc a del u
crim en y del d o lo r del pueblo, y le llegaron las copias
del testam en to y de los d ecreto s del senado, algunos de
sus am igos p en saro n q u e d ebía tem er m ás a ú n a los
enem igos de César, p u esto que e ra su hijo adoptivo y
heredero, y le aco n sejaron que re n u n c ia ra a la adop­
ción ju n to con la heren cia. P ero él consideró que tanto
esto com o el no ven g ar a C ésar sería un deshonor, así
que se dirigió a B rin d isi enviando por d elan te algunos
exp loradores p o r tem o r a que c u a lq u ie ra de los asesi­
nos le h u b ie ra tendido u n a tram p a. Una vez que tam ­
bién el ejército de allí le salió al en cu en tro y le recibió
como hijo d e C ésar, co bró ánim os, llevó a cabo u n sa­
crificio y ad o p tó de in m ed iato el no m b re de C ésar. Pues
es co stu m b re p a ra los rom anos q u e los hijos de adop­
ción tom en el nom bre de sus p ad res a d o p tiv o s 21. Y él
no sólo lo asum ió, sino que incluso cam bió totalm ente
su propio n om bre y su p atroním ico, y en vez de O cta­
vio, el hijo de Octavio, se llam ó C ésar, el hijo de César,
y continuó usándolo siem pre 22. Al punto afluyeron h a ­
d e u n a a c c ió n r á p id a , ig u a l q u e o t r o s o f ic ia le s d e l e jé r c it o (cf. S y m e,
The R o m a n R evolution, pág. 129).
20 A unos tre in ta km s. al su r de B rindisi.
21 N ota a c la ra to ria de Apiano.
22 Aunque, de hecho, él se llam ó siem pre a sí m ism o Gayo Julio
César, no so tro s le llam arem os O ctavio p a ra e v ita r confusión con su
p a d re adoptivo César. A raíz de la deificación de este últim o, obtuvo
el titu lo de Divi Itd ii filius, y, desde el 38 a. C. en adelante, los líderes
de la facción cesarian a le llam aro n Im p era to r Caesar; u n a vez que a su ­
m ió el títu lo de A ugusto (concedido el 27 a. C., cf. n. 7 al 1. I), su titu la ­
ción fue Im perator Caesar Caesaris Divi filiu s Augustus, La p o ste rid a d
l o conoció com o Divus A ugustus (cf. S y m e , The R om an R evolution, pá­
ginas 111-112).
20 HISTORIA ROMANA

cia él, en m asa, y desde todas p a rte s, com o h ac ia el hijo


de César, u n a m u ch ed u m b re de hom bres, algunos por
am istad con César, o tro s que e ra n sus lib erto s y escla­
vos, y ju n to s con ellos iban tam b ién soldados, que lleva­
b a n en seres y d in ero h a c ia M acedonia, o tra ía n a Brín-
disi o tra s sum as de d in ero y trib u to s de las dem ás
provincias.
12 E ntonces, Octavio, lleno de confianza p o r el gran
núm ero de personas que acudían a su la d o 23, p o r la fa­
m a del p ro p io C ésar y p o r la b u en a disposición de to­
dos p a ra con él, se p u so en cam ino h acia R om a con u n a
m u ltitu d notable, que, com o u n to rre n te , crecía m ás y
m ás cada día. Aunque estab a a salvo de u n ataque abier­
to, a cau sa de la m ism a m u ltitu d que le acom pañaba,
recelaba, sobre todo, p o r este m ism o m otivo de las em ­
boscadas, p u es h ac ía poco tiem p o q u e h ab ía conocido
a casi todos sus aco m pañantes. Algunas de las re sta n ­
tes ciudades, no obstante, no le era n to talm e n te favora­
bles; sin em bargo, los veteranos de César, que h ab ían
sido d istrib u id o s en colonias, aflu ía n desde sus asen ta­
m ientos p a ra s a lu d a r al m uchacho, se lam en tab a n por
C ésar y m ald ecían a A ntonio p o r h a b e r dejado im pune
tam año crim en, al tiem po que exclam aban que si alguien
los guiaba, ellos serían sus vengadores. O ctavio alabó
su actitud , p ero pospuso, p o r el m om ento, este hecho
y los envió de reg reso a sus casas. C uando se h allab a
en T a r ra c in a 24 a unos cu atro cien to s estadios de Roma,
recibió la n o ticia de q u e Casio y B ru to h ab ían sido p ri­
vados de S iria y M acedonia p o r los cónsules y, como
com pensación, h ab ían recibido a cam bio o tra s provín-

23 H acia m ediados de abril, e stá atestiguada su presencia en Cam­


pania. Allí se e ncontró con su p a d ra stro Filipo y con B albo, secretario
y confidente de C ésar (cf. Cíe., A d A ttic. XIV 10, 3). H ircio y Pansa,
e n tre o tro s destacados seguidores de C ésar, e stab an en las cercanías
(ibid., XIX 11, 2).
24 T am bién llam ada Anxur, ciu d ad del Lacio.
GUERRAS CIVILES III 21

cias m ás pequeñas, C irene y C reta; del regreso de algu­


nos exilados; de que se h ab ía hecho volver a Pompeyo;
de que se h ab ían in scrito algunos senadores en el sena­
do de acu erd o con el testam en to de César, y de algunos
o tro s sucesos.
Cuando llegó a la c iu d a d 25, de nuevo, su m adre,
Filipo y todos sus fa m iliares tu v iero n m iedo de la h o sti­
lidad del senado h acia C ésar y del decreto de que no
h u b iera p rocesos con p ena de m u e rte p o r cau sa de Cé­
sa r y del d esprecio de Antonio, todopoderoso entonces,
hacia él, pues no h ab ía acudido al lado del hijo de Cé­
sar, a su llegada, ni h a b ía enviado a nadie a recibirlo.
P ero él apaciguó tam b ién estos tem ores diciéndoles que
iría al en cu en tro de Antonio, com o hom bre m ás joven
hac ia uno de m ayor ed a d y com o privado h ac ia el cón­
sul, y que se o cu p a ría del senado en la fo rm a conve­
niente. Dijo, adem ás, que el d ecreto se había producido
porq u e n ad ie h ab ía perseguido ju d icialm en te a los ase­
sinos; sin em bai'go, cu an d o alg u n a persona tu v iera el
valo r de e n ta b la r u n p roceso judicial, el pueblo y el se­
nado le p re sta ría n su apoyo com o a u n acto legal y los
dioses en razón de su ju sticia, y de igual m odo Antonio.
Pero, si rech azab a la h eren cia y la adopción, fa lta ría
a C ésar y com etería u n a in ju sticia con el pueblo en re­
lación con su p artic ip a ció n en el testam ento.
C uando finalizaba su alocución, p ro rru m p ió en alta
voz que no sólo sería algo ho n ro so p a ra él c o rre r un
riesgo, sino incluso m o rir tam bién, si, después de hab er
sido distinguido h a sta tal extrem o p o r C ésar en tre to­
dos, se m o stra b a digno de él, que había sido el m ás
am ante del peligro. Y rep itió las p alab ras de Aquiles,
que, a la sazón, estab a n m uy frescas en su m ente, vol­
viéndose h ac ia su m ad re cual si se tra ta ra de Tetis:

25 Su e n tra d a en Rom a tuvo lu g ar en la p rim e ra m itad de mayo


del 44 a. C.
22 HISTORIA ROMANA

Ojalá muriese, en el acto, ya que no pude ayudar a mi


[amigo muerto

T ras h a b e r dicho esto, añadió que estas p alab ras y,


en especial, su g esta h ab ían pro p o rcio n ad o a Aquiles,
m ás que n in g u n a o tra cosa, su au reo la inm ortal; y él
invocó a C ésar, no com o a u n am igo, sino com o a un
padre; no com o a un com pañero de arm as, sino com o
a u n general, y no com o a alguien que h a caído según
la ley de la gu erra, sino com o a quien h a sido abatido,
de m an era im pía, en la m an sió n senatorial.
A cau sa de ello, su m adre, tro ca n d o su tem o r en
gozo, lo ab razó com o a la ú n ica p erso n a digna de C ésar
y, absten ién d o se ya de h ab lar, le u rg ió a que acom etie­
ra, con ay u d a de la fo rtu n a , lo q u e ten ía decidido. Le
aconsejó, no o b stan te, que u s a ra todavía de m aña y re ­
signación, m ás bien que de o sad ía m anifiesta. Octavio
alabó su consejo y, tra s p ro m ete rle que o b ra ría así, en­
vió de inm ediato recad o a sus am igos esa m ism a tarde,
convocando a cada uno p a ra que acudiera al foro al am a­
necer en com pañía de u n a m asa de gente. P resen tán d o ­
se allí a Gayo Antonio, el h erm a n o de Antonio, que era
el p re to r de la ciudad, le com unicó que aceptaba la adop­
ción de César. Pues e ra c o stu m b re en tre los rom anos
que los hijos adoptivos se p re s e n ta ra n a los p re to res
en p resen cia de testigos 17. D espués que el escribano
público re g istró su declaración, m archó, al punto, des­
de el foro al lado de Antonio. É ste se h a lla b a en los
jard in e s que le h ab ía reg alad o C ésar y que h ab ían p e r­
tenecido an te rio rm e n te a Pom peyo. Al p ro d u c irse u n a
prolongada dem ora a las p u e rta s de la casa, Octavio sos­
pechó de este hecho com o indicio de la h o stilid ad de

26 II XV III 98-99.
27 N ota a c la ra to ria de Apiano. S o b re la adopción en Rom a, cf.
L e o n h a r d , en RE, s .v . A doption 2.
GUERRAS CIVILES III 23

Antonio, pero, u n a vez que fue recibido en el interior,


tuv iero n lu g ar los saludos y p re g u n ta s m u tu as propias
de la ocasión. Y cuan d o llegó el m om ento de h a b la r so­
b re las cu estio n es que era n necesarias, Octavio dijo 28:
«Yo, p ad re Antonio, pues te ju stific a n com o tal los fa- 15
vores de C ésar p a ra contigo y tu g ra titu d hacia él, ala­
bo algunos de tu s actos p o sterio re s a su m u erte y te
estoy agrad ecid o p o r ellos, p ero cen su ro otros, y te h a­
b la ré con la fran q u eza a la que me em puja mi dolor.
Mo estab as a su lado cuando m urió, puesto que te h a­
bían reten id o los asesinos en la p u erta , ya que le hu bie­
ras salvado o h u b ieras co rrid o el riesgo de su frir el m is­
m o destino con él; y si h u b ie ra tenido que o c u rrir la
últim a de estas altern ativ as, fue p a ra bien que no estu ­
vieras p resen te. C uando algunos senadores vo taro n una
recom pensa p a ra los asesinos com o tiran icid as, te opu­
siste enérgicam ente, y p o r este hecho te doy las gracias
de corazón, au n q u e sab ías que los asesinos h abían pla­
neado m a ta rte a ti tam b ién no, com o pensam os noso­
tro s, p o rque fu e ras a se r el vengador de C ésar, sino,
com o ellos dicen, p o r tem o r a que fueras el sucesor
en la tiran ía. P ero aquéllos no iban a ser tiranicidas,
a no se r que a un tiem po fu e ran tam bién asesinos, por
lo cual precisam en te h u yeron al C apitolio com o reos su­
plicantes h acia un tem plo o igual que enem igos hacia
u n a fortaleza. ¿De dónde, pues, h a b ría n obtenido ellos
u n a am n istía e im p u n id ad p a ra su crim en, a no ser que
u n a p a rte del senado y del pu eb lo estu v iera sobornada
p o r aquéllos? Y tú d eb erías h a b e r velado p o r el interés

24 Es de n o ta r en este discu rso de O ctavio cóm o se enjuician ios


hechos o c u rrid o s a raíz de los Idus de m arzo, bajo la persp ectiv a de
la p ro p ag an d a a u g u stea y, p o r tan to , a n tian to n ian a, en c o n tra del p u n ­
to de v ista m antenido al final del libro II (cf., so b re este asunto, G a b b a ,
Appiano..., págs. 157-159). De o tro lado cabe se ñ a la r cóm o Apiano in­
c o rp o ra aquí el m étodo tucidideo al c o n tra p o n e r discursos desde el
pun to de v ista de cada in te rlo cu to r.
24 HISTORIA ROMANA

de la m ayoría, pu esto que eras cónsul. P ero incluso si


tú h u b iera s deseado la o tra altern ativ a , vengar tam añ a
im piedad y aleccionar de o tro m odo a los extraviados,
tu cargo te cap acitab a p a ra ello. Sin em bargo, tú en­
viaste rehenes de tu p ro p ia fam ilia a los asesinos al Ca­
pitolio p a ra su seguridad.
»Pero dem os p o r su p u esto ta m b ién este hecho, que
los sobornados te fo rzaron a hacerlo. Sin em bargo, cuan­
do, al se r leído su te stam en to y p ro n u n c ia r tú m ism o
u n d iscu rso fú n eb re ju sto , el pueblo, que sintió un vivo
recu erd o de César, acu d ió con fuego c o n tra su s casas
y los p erd o n ó p o r ca u sa de sus vecinos, p ero acordó
volver con arm as al d ía siguiente, ¿cóm o no cooperaste
con el p u eb lo y lo g u iaste con fuego o con arm as, o por
qué no so m etiste a ju icio a los asesinos, si es que h ab ía
necesidad de juicio c o n tra los que h ab ían sido cogidos
en su acto crim inal, tú que eras am igo de C ésar, tú,
el cónsul, tú , Antonio?
16 »M ario fue ejecu tad o en v irtu d de u n a o rd en tuya
en razón a la p len itu d de tu poder, pero co nsentiste que
unos asesinos esc ap aran e, incluso, que algunos pasa­
ra n a sus provincias, que re tie n en im píam ente después
de h a b e r dado m u erte al que se las concedió. B ien es
verd ad que tú y D olabella, los cónsules, ac tu a n d o co­
rre c ta m e n te re cu p erasteis S iria y M acedonia p a ra voso­
tro s m ism os cuando recien tem en te re o rd en a ste is los
asu n to s públicos. Y p o r este hecho te e s ta ría agradeci­
do, si no h u b ie ra is votado al p u n to p a ra ellos Cirene
y C reta y h u b iera is co n sid erad o dignos de u n as provin­
cias a unos d este rra d o s p a ra que se defen d ieran c o n tra
mí en todo m om ento; y si no h u b iera is p erm itid o que
Décimo o b tu v iera la G alia C iterior, a p e sa r de que él,
com o los dem ás, e ra u n o de los asesinos de m i padre.
Sin em bargo, puede q u e tam b ién alguien diga que estas
cosas fu ero n d ec retad a s p o r el senado. P ero tú a p o rta s­
te tu voto y p re sid iste el senado, tú a quien m ás que
GUERRAS CIVILES III 25

a ningún o tro convenía que te h u b ie ra s opuesto p o r ti


m ism o. Pues la concesión de la am n istía im plicaba tan
sólo a se g u ra r a aquéllos su seg u rid a d personal como
asu n to de favor, pero votarles d e nuevo provincias y
recom pensas era pro p io de unos hom bres q u e u ltra ja ­
ban a C ésar e in v alid aban tu decisión.
»El dolor, en verd ad , me im pulsó a h a b la rte así, en
contra, ta l vez, de lo que h u b ie ra sido adecuado a mi
edad y al resp eto que te debo. No obstante, m is pala­
b ra s h an sido dichas a n te quien es el am igo m ás conspi­
cuo de C ésar y que h a sido objeto p o r aquél del m áxim o
honor y poder, y que, incluso, h u b ie ra sido adoptado
p o r él, si h u b ie ra sab id o que tú ac ep tab as fig u ra r entre
los d escendientes de Eneas en lu g ar de los de H ércules;
pues este hecho {le h izo) v ac ila r cuando reflexionaba
en p ro fu n d id ad sobre su sucesión 29.
»Con v istas al fu tu ro , Antonio, te conjuro p o r ios n
dioses que p resid en la am istad y p o r el m ism o César,
p o r si q u ieres ca m b ia r algunas de las m edidas ad o p ta­
das, pu es tú puedes h ac erlo si quieres; y si no, a que,
al m enos, en el fu tu ro m e asistas y cooperes conm igo
en to m a r venganza so b re los asesinos con la ayuda del
pueblo y de esas p erso n as que todavía son am igos de
mi padre. Pero si tienes algún resp eto h acia aquéllos
o hacia el senado, no seas d u ro con nosotros. B aste lo
dicho con relació n a e ste asu n to . Conoces cóm o están
m is negocios privados, y el gasto p a ra el re p a rto del
dinero que m i p a d re d isp u so que le fu e ra concedido al
pueblo, y el ap rem io p a ra ello a fin de que no parezca
que soy u n desagradecido, p o r razón de m i tardanza,
ni cu an to s h an sido asignados a las colonias y perm ane­
cen en la ciu d ad p ierd a n el tiem po p o r mi causa. De

29 Se decía que la e stirp e de A ntonio descendía de H ércules, así


corno C ésar se vanag lo riab a de te n e r p o r a n tep asad o s a E neas y a Ve­
nus (cf. S y m e , The R o m a n R evolution, pág. 263). '
26 HISTORIA ROMANA

tod as las p erte n en cia s de C ésar, que, a raíz de su m u er­


te, fueron tra sla d a d a s a tu casa com o lu g ar seguro des­
de la suya que entonces c o rría peligro, m e parece bien
que te quedes con las que co n stitu y an u n re cu erd o y
con cu a lq u ie r o tro objeto de ad o rn o y todo lo dem ás
que q u ieras to m ar de nosotros, p ero te ruego que, p a ra
que p u ed a d is trib u ir su legado al pueblo, m e devuelvas
el oro acu ñ ad o que él h ab ía re u n id o p a ra su fra g a r las
g u e rra s que ten ía en proyecto. Me b a sta ría , de m om en­
to, p a ra re p a rtirlo en tre trescien to s m il hom bres. El res­
to del im porte, si m e a tre v iera a co n fiar en ti, tal vez
podías p restárm elo tú o tom arlo p re sta d o del tesoro pú­
blico p o r tu m ediación, si m e lo concedes; y de inm edia­
to p o n d ré en v en ta mi p ro p ia hacienda.»
18 Después que O ctavio hubo p ro n u n c ia d o tales p ala­
bras, A ntonio quedó perplejo, pues su franqueza y osa­
día le p arecían que d e sb o rd ab an en exceso lo que cabía
e sp e ra r y era n im p ro p ias de su juventud. Irrita d o con
sus p alab ras, que no le g u a rd ab an el resp eto que le era
debido y, en especial, con la reclam ación del dinero, le
respondió con d u reza en los térm in o s siguientes: «Jo­
ven, si C ésar te h u b ie ra dejado a ti, ju n to con su h eren ­
cia y su nom bre, el gobierno, h u b ie ra sido lógico que
tú m e p id iera s cu en tas de m is actos públicos y que yo
te las diera. P ero si los rom anos jam ás concedieron el
gobierno a nadie en v irtu d de sucesión, ni siq u iera en
la época de los reyes, a los cuales ex p u lsaro n y ju ra ro n
no a c e p ta r m ás a o tro s —cargo que tam bién los asesi­
nos im p u taro n , en especial, a tu p ad re cuando afirm a­
ron que le h ab ían m atad o p o r com portarse com o un rey,
y no com o u n líd e r—, no hay necesidad de que yo te
resp o n d a de m is acto s públicos. Y p o r esta m ism a ra ­
zón te exim o de que me g u ard es g ra titu d alguna por
ellos, pues fueron realizados no p a ra satisfac erte a ti,
sino al pueblo, a excepción de u n o solo, y que p recisa­
m ente fue el m ás im p o rtan te de todos p a ra C ésar y pa-
GUERRAS CIVILES III 27

ra ti. Pues si, p o r razón de m i p ro p ia seguridad perso ­


nal y p a ra no a tra e rm e enem istades, h u b iera yo consen­
tido que le fu e ran votados h onores a los asesinos como
a unos tiran icid as, C ésar se h u b ie ra convertido en un
tirano, p a ra quien n ingún tip o de gloria ni honor ni la
confirm ación de sus actos h u b ie ra sido posible; no h u ­
b ie ra ten id o la p o sib ilid ad de h a c e r testam ento, ni h u ­
b iera tenido hijo, ni hacienda, ni su propio cuerpo
h u b ie ra sido co n sid erad o digno de re cib ir un funeral,
ni siq u iera com o un ciu dadano privado. Pues las leyes
a rro ja n fu e ra de las fro n teras, insepultos, a los cuerpos
de los tiran o s, u ltra ja n su re cu erd o y confiscan sus p ro ­
piedades.
»Temiendo yo cada u n a de estas consecuencias, luché 19
en favor de C ésar, con riesgo p erso n al y granjeándom e
enem istades, p a ra que o b tu v iera u n a gloria in m o rtal y
u n fu n e ral público, fre n te a unos hom bres p resto s a la
acción y sanguinarios y que, com o tú sabes, habían cons­
pirad o ya c o n tra mí, y fren te al senado que estab a irri­
tado con tu p a d re p o r h ab e rle a rre b a ta d o su poder. Sin
em bargo, p re fe rí v o lu n tariam en te c o rre r este riesgo y
su frir cu a lq u ie r cosa, a co n se n tir que C ésar q u ed ara in­
sepulto y deshonrado, el ho m b re m ás destacado de su
época, el m ás afo rtu n ad o en todos los aspectos y el que
m ás que n ingún o tro era p a ra m í digno de estim a. Y
p o r h a b e r in cu rrid o yo en estos m ism os peligros tienes
tú tam bién todos tu s ac tu ales honores com o heredero
de César, su linaje, su nom bre, su dignidad y su hacien­
da. Y h u b iera sido m ás ju s to que m e m o strases tu ag ra ­
decim iento p o r estas cosas que re p ro ch a rm e las conce­
siones que tuve que h a c e r p a ra a p a cig u ar al senado, o
com o com pensación p o r aquellos o tro s favores que ne­
cesité de él, o de ac u erd o con o tra s necesidades o razo­
nes, tú un ho m b re joven a uno de m ayor edad.
»Y b aste con lo d icho h a sta aquí sobre estas cuestio­
nes. P ero h as m an ifestado tam b ién que yo am biciono
28 HISTORIA ROMANA

ei liderazgo, no siendo así, au n q u e no m e considero in­


digno de él, y que estoy enojado p o r no h ab e r sido m en­
cionado en el testam en to de C ésar, pese a que estás de
acu erd o conm igo en que tam b ién m e b a s ta el linaje de
los heraclid as.
20 »Y resp ecto a tu s n ecesid ad es p ec u n ia rias, h u b iera
creído que h ab lab as en b ro m a cuando q u erías to m ar
u n p ré sta m o del teso ro público, si no fu e ra posible aún
p en sa r q ue tú desconoces que las arcas del E stad o han
quedado vacías p o r c a u sa de tu padre; p o rq u e desde
que accedió al poder, los trib u to s públicos h an ido a
p a r a r a sus m anos en vez de al teso ro púb lico y se en­
co ntrarán de inm ediato entre la hacienda de César, cuan­
do votem os que se a b ra u n a investigación sobre ella.
Pues no s e rá in ju sta e s ta investigación p a ra César, aho­
ra q ue ya está m u erto , y tam poco le h u b ie ra p arecido
a él in ju sta si en vida se le h u b ie ra exigido u n a ren d i­
ción de cu en tas. Y p u esto que m uchos ciudadanos p ri­
vados d is p u ta rá n contigo p o r cad a u n a de las p a rte s de
su hacienda, p o d ra s d a rte c u e n ta tú m ism o de que la
posees no sin contestación. En cu a n to al d in ero tra sla ­
dado a m i casa, no e ra u n a su m a tan gran d e com o tú
co njeturas, ni existe a h o ra ca n tid a d alguna en m i po­
der, p u esto que los h o m b res que d eten ta b an las m agis­
tra tu ra s y el poder, ex cepto D olabella, y m is herm anos,
lo re p a rtie ro n en su to ta lid a d de inm ediato com o la pro­
p ied ad de u n tirano, pero, g racias a m i intercesión, se
le dio o tro destino, a fin de o b te n e r el apoyo p a ra los
decretos en fav o r de C ésar. Así q u e tú, si eres sensato,
cuando ten g as el re sto lo d is trib u irá s e n tre los que es­
tá n enem istados contigo, m ás b ien que e n tre el pueblo.
Pues aquéllos, si son juiciosos, en v iarán al pueblo a sus
colonias; el pueblo, en cam bio, com o h as apren d id o tú
recien tem en te in stru id o en los estu d io s griegos, es algo
inestab le com o las olas del m a r que o ra avanzan, o ra
retro ced en . De igual m odo tam bién, e n tre nosotros, el
GUERRAS CIVILES III 29

pueblo, en todo m om ento, tra s e n c u m b ra r al m áxim o


a sus favoritos los a rro ja de nuevo a sus p i e s 30.»
Indignado con m u ch as de las p ala b ra s de Antonio,
dichas en son de u ltra je , O ctavio se re tiró invocando
a su p a d re rep etid am en te p o r su no m b re y puso al pun­
to en v en ta la to talid a d de la hacien d a que le h ab ía co­
rresp o n d id o p o r h erencia, in stan d o al pueblo a que le
apo y ara a la v ista de su celo. U na vez que se h ab ía he­
cho p a te n te la en em istad de A ntonio h acia él y que el
senado h a b ía d ec retad o la investigación in m ed iata del
teso ro público, la m ay o ría em pezó a re c e la r del joven
C ésar a ca u sa de la benevolencia de su p ad re hacia los
soldados y la plebe, y a ca u sa de su ac tu a l p o p u larid ad
b asad a en la d istrib u ció n del dinero, y debido tam bién
a la hacienda, que al h ab e rle llegado en abundancia, h a ­
cía p en sa r a la m ay o ría que no se iba a m an ten e r den­
tro de los lím ites de u n ciudadano privado. P ero tem ían,
sobre todo, que Antonio, im poniendo su influencia so­
bre Octavio, u n h o m b re joven, distinguido y rico, se hi­
ciera an tes que éste con el p o d e r absoluto de César.
O tros estab a n en can tad o s cori la situación presente, en
la creen cia de que am bos v arones llegarían a e sto rb a r­
se m u tu am en te y de q ue la riqueza de C ésar se esfum a­
ría de inm ed iato con m otivo de la investigación del te­
soro público, y de que el e ra rio del E stad o se llenaría
con la h acien d a de aquél, p u es la m ayor p arte de los
fondos p ú blicos se e n c o n tra ría n e n tre las pertenencias
de César.
M uchos de ellos som etieron a O ctavio a diversos
pleitos en relación con las tie rra s, aduciendo cada uno
u n a ca u sa so b re cada p redio e n tre o tra s diferentes, pe­
ro u n a com ún a la m ayoría, a saber, que estas tierra s
perten ecían a p erso n as que h ab ían su frid o confiscacio­
nes, o h ab ían sido d e ste rra d a s o m u erta s en v irtu d de

30 C f. D e m ó s t e n e s , XIX 136.
30 HISTORIA ROMANA

la p ro scrip ció n . Llevaron los pleitos an te el m ism o An­


tonio o a n te D olabella, el o tro cónsul. Y si algún juicio
se celeb rab a an te o tro m ag istrad o , las m ás de las veces,
en to d as p a rte s O ctavio e ra igualm ente d e rro ta d o p a ra
a g ra d a r a Antonio, a u n cu an d o m o stra b a que las com ­
p ra s las h ab ía hecho su p ad re del agro público, y que
el d ecreto m ás recien te ra tific a b a todos los actos de Cé­
sar. M uchas in justicias se com etieron c o n tra Octavio en
el cu rso de los pro ceso s y el ca p ítu lo de p érd id a s p ro ­
gresab a h asta el infinito, h a sta que Pedio y P inario 31,
que ten ían tam b ién u n a p a rte de la h e ren cia según el
testam en to de César, se q u ejaro n a A ntonio en nom bre
de ellos m ism os y en el de O ctavio de que estab a n su­
frien d o in ju sticias en c o n tra del decreto del senado.
C reían que él debía a n u la r tan sólo los actos destinados
a ag rav iar a C ésar y ra tific ar, en cam bio, todos aque­
llos o tro s que h ab ían sido realizados p o r él. A ntonio re ­
conoció que tal vez su s actos esta b a n en contradicción,
de alg u n a form a, con lo que h ab ía sido decretado, pero
dijo tam b ién que los d ecreto s h ab ían sido reg istrad o s
en un sen tid o diferen te de su in terp re ta c ió n o riginaria.
Pues, m ie n tra s que la am n istía e ra la ú n ica cosa urgen­
te, la cláu su la de que «no se tra s to c a ra n in g u n a de las
m edidas tom adas con anterioridad», no se añadió en vir­
tu d de ella m ism a, ni siq u iera p o rq u e fu e ra válida p u ra
y sim plem ente p a ra todos los asuntos, sino, m ás bien,
p a ra a tra e rs e y ap acig u ar al pu eb lo que e sta b a alb o ro ­

31 Lucio Pinario y Q uinto Pedio e ran sobrinos o sobrinos-nietos


de C ésar (cf. S u e t ., Caes. 83, 2). P inario es u n personaje b a sta n te des­
conocido, P edio había sido legado de C ésar d u ra n te la g u e rra de las
G alias (cf. Be//. Galt. II 2, 1), y p ro có n su l de la E sp a ñ a C iterior a fines
del 45 a, C. (cf. C.I.L. I2, pág. 50), y cónsul en el 43 a. C. (para m ás
detalles, cf. G r u e n , The Last Generation o f the R o m á n Republic, B erke­
ley, 1974, págs. 119 y 205-206, y S y m e , The R o m á n R evolution, pá­
gina 128, n. 4). Ambos h ab ían recibido u n a c u a rta p a rte en el te sta ­
m ento de C ésar, en tan to que O ctavio recib ió las tre s c u a rta s p a rte s
(cf. J o n e s , Augusto, págs, 23-24).
GUERRAS CIVILES III 31

tad o con estos sucesos. S ería m ás ju sto que, siguiendo


al esp íritu del d ecreto m ejor que a la letra, no se opu­
sieran, en c o n tra de lo razonable, a tan to s hom bres que
h ab ían sido despojados de sus p ro p ied ad es personales
o de las de sus an tep asad o s p o r ca u sa de las luchas ci­
viles, en favor de un jovenzuelo q u e h ab ía recibido una
can tid ad tan g ran d e de dinero p erte n ecie n te a o tro s e
im propia de su condición de privado, m ás allá de sus
esperanzas, y que u sa b a de su fo rtu n a de m an era inco­
rre c ta p a ra las a v e n tu ras m ás d escabelladas. Y q u e él
se c u id aría de ellos u n a vez que su lote h u b iera sido
sep arad o del de Octavio. De esta fo rm a respondió Anto­
nio a Pedio y Pinario. Y éstos to m aro n de inm ediato
su p a rte a fin de no p e rd e rla en los juicios, no tan to
p o r ellos m ism os com o p o r el interés de Octavio, pues
poco tiem po después se la ib an a p re s ta r a aquél.
Se avecinaba el espectáculo 32 que en honor del p re­
to r B ru to se d isponía a c e le b ra r Gayo Antonio, el h er­
m ano de Antonio, y que se en carg ab a de los o tro s debe­
res de la p re tu ra de B ru to cuando éste estab a ausente.
El p re p ara tiv o p a ra los juegos era costoso y h ab ía la
esp eran za de q u e el pueblo, cautivado p o r el espectácu­
lo, llam ara de nuevo a B ru to y Casio. Octavio, p o r su
parte, en u n in ten to p o r c a p ta rse el favor de la plebe,
re p a rtía cu an to d in ero h ab ía pro d u cid o la v enta de sus
bienes e n tre los cabezas de las trib u s, p o r turno, p a ra
que lo d istrib u y esen e n tre quienes vinieran los prim e­
ros a tom arlo. R eco rría los locales en los que se efec­
tuab an las ventas y o rd e n ab a a los su b astad o res que
ofrecieran todo al p recio m ás b ajo posible, p o r causa
de su in certid u m b re y tem o r p o r los juicios todavía pen­
dientes y a causa tam b ién de su p re m u ra. Todo lo cual,
precisam ente, d esp ertó la piedad y la benevolencia del

32 Se tr a ta de los ludi Apollinares q u e se c eleb ra b a n e n tre el 6


y el 13 de julio (cf. W e in s t o c k , Divus Iulius, pág. 369, sobre estos juegos).
32 HISTORIA ROMANA

pueblo h acía él com o h acia alguien indigno de su frir


un tra to así. Pero, u n a vez que, después de la herencia
de César, puso tam b ién a la v en ta p a ra su d istrib u ció n
al pueblo to d a aquella h acienda de su p ro p ied a d que
h ab ía recib id o de su p a d re O ctavio o que poseía de al­
guna o tra p arte, y cu an to p erte n ecía a su m ad re y a
Filipo, así com o la p a rte de la h eren cia que h a b ía tom a­
do en p ré sta m o a Pedio y P inario, p o rq u e a consecuen­
cia del litigio no fue suficiente la p ro p ied a d de C ésar
p a ra este único p ro p ó sito, el pueblo, co n sid eran d o que
no se tra ta b a ya de la donación del a n te rio r C ésar sino
de la de este m ism o, se apiadó p ro fu n d am en te y lo elo­
gió p o r cóm o su fría y p o r a b rig a r u n a am bición tal. Y
estab a claro que no ib an a so p o rta r p o r m ucho tiem po
el u ltra je de A ntonio hacia él.
24 Y m o stra ro n sus sentim ientos en el tra n sc u rso de
los juegos de B ru to , a p e s a r de la m agnificencia de és­
tos; pues, cuando alg unas personas, b ajo soborno, de­
m an d aro n a gritos la vuelta de B ru to y Casio después
de h a b e r tra ta d o de su sc ita r en el re sto del auditorio,
de fo rm a dem agógica, un sen tim ien to de p ied ad hacia
aquéllos, irru m p iero n en oleadas en el in te rio r del re­
cinto y detu v iero n los juegos h a s ta que acallaro n su de­
m anda. B ru to y Casio, u n a vez que O ctavio fru stró las
esp eran zas que ten ían p u estas en los juegos, decidieron
ir a S iria y M acedonia, ya que h ab ían sido su s provin­
cias an tes de que les fu e ra n votadas a A ntonio y Dola-
bella, y to m arlas p o r la fuerza C uando fu e ro n cono­
cidas sus intenciones, D olabella se a p re su ró a m a rc h a r
a S iria y an tes de S iria a la provincia de Asia p a ra obte­
n e r d in ero de ella. A su vez, Antonio, co n sid eran d o que
33 El re la to de A piano resp ec to de los av atares de e sta s provin­
cias es, ya lo hem os dicho, confuso; an te s se m encionó (cf. cap. 8) que
el senado les h ab ía dado a cam bio C reta y Cirene, aun q u e en u n con­
texto no concorde cronológicam ente con e ste hecho, ya que fue p o ste­
rio r (cf. n. 12).
GUERRAS CIVILES III 33

iba a n ec e sita r tro p as p a ra sus p lan es fu tu ro s, decidió


tra n fe rirse a sí m ism o el ejército que estab a en Mace­
donia, que e ra el m ás ag u errid o y el m ás gran d e por
su n ú m ero de efectivos, pues e sta b a in teg rad o por seis
legiones am én de un g ra n n ú m ero de arqueros, de tro ­
pas ligeras o sin arm a m en to y g ra n ca n tid a d de caballe­
ría y m ateria l de g u e rra en u n a p ro p o rció n cabal; au n ­
que p arecía que en rig o r p e rte n e c ía a Dolabella, el cual
estab a en cargado de S iria y de la g u e rra c o n tra los p a r­
tos, y C ésar se d isponía a u tiliz a r estas tro p as co n tra
los p arto s, y se lo q u iso an ex io n ar especialm ente p o r­
que estab a próxim o y con c ru z a r ta n sólo el Adriático
estab a ya en Italia.
De rep en te saltó el ru m o r de que los getas, al en­
te ra rs e de la m u e rte de C ésar, h ab ían invadido M acedo­
nia y la saqueaban. E ntonces, Antonio solicitó este ejér­
cito al senado p a r a ca stig a r a los getas, aduciendo que
él h ab ía sido p re p a ra d o p o r C ésar p a ra a ta c a r a los ge­
tas antes que a los p arto s y que estos últim os estaban
tran q u ilo s p o r el m om ento. El senado desconfiaba del
ru m o r y envió em isario s p a ra q u e realizaran u n a inves­
tigación. E ntretanto, Antonio, trata n d o de disipar su mie­
do y sus sospechas, p ro p u so un d ec reto de que no fu era
posible a nadie, bajo ningún m otivo, ni h a b la r de una
d ictad u ra, ni votarla, n i ac ep tarla, si se ofrecía, y que
el que co n trav in iera alg u n a de e sta s prohibiciones pu­
diera m o rir im punem ente a m anos de cualquiera. Y, tras
hab erse ganado de este m odo a su a u d ito rio y h ab e r
llegado al ac u erd o con los p a rtid a rio s de D olabella de
que le d a ría u n a legión, fue elegido general en jefe de
las fu erzas de M acedonia. C uando obtuvo lo que quería,
despachó de inm ed iato a su h erm an o Gayo p a ra que co­
m u n icara con p re m u ra el d ecreto al ejército. Los o b ser­
vadores, a su regreso, d ijero n que no habían visto getas
en M acedonia, p ero añ ad iero n , ya sea porque fu era ver­
dad o p o rq u e h u b ie ra n sido aleccionados p o r Antonio,
34 HISTORIA ROMANA

que existía el tem o r de que si se tra sla d a b a el ejército


los getas llevaran a cabo u n a incursión en M acedonia.
26 M ientras ésta e ra la situ ació n en Rom a, Casio y
B ru to estab a n reu n ien d o d in ero y un ejército, y T rebo­
nio, el g o b ern ad o r de la p rovincia de Asia, fo rtificab a
las ciudades p a ra ellos. C uando llegó D olabella, Trebo-
nio no le ad m itió ni en P érgam o ni en E sm irna, sino
que le p erm itió únicam ente, com o cónsul, ap ro v isio n ar­
se fu e ra de las m u rallas. P ero cu an d o D olabella atacó
con fu ria los m uros y no consiguió nada, T rebonio le
dijo que le re cib iría en Éfeso. Aquél p a rtió de inm edia­
to h acia allí y Trebonio envió u n d estacam ento p a ra que
le sig u iera a u n a c ie rta distancia; éstos, al sobrevenir
la noche, viendo que D olabella p ro se g u ía su m arc h a y
sin a lb e rg a r ya sospecha alguna, re g resaro n a E sm irn a
después de d ejar unas pocas tro p a s p a ra que le siguie­
ran. D olabella tendió una em boscada a esto s pocos, y
tra s h ab erlo s copado los m ató y reg resó esa m ism a no­
che a E sm irna, y al e n c o n tra r la ciudad d esguarnecida
se ap o d eró de ella p o r m edio de escaleras.
Trebonio, que h ab ía sido c a p tu ra d o m ie n tra s estab a
aún en el lecho, o rd en ó a sus ca p to res que le conduje­
ra n an te D olabella, pu es íes seg u iría voluntariam ente.
Y un o de los cen tu rio n es le respondió en son de b urla:
«Ve tú, p ero deja aq u í tu cabeza, pues nos fue ordenado
llev arte n o a ti sino a tu cabeza.» Y n ad a m ás d ecir
esto, lo d ecapitó 34. Al am anecer, D olabella ord en ó que
la cabeza fu e ra ex p u e sta sobre la silla del p re to r, en
la que T rebonio ac o stu m b ra b a a aten d e r los asu n to s pú­
blicos. A su vez, los soldados y dem ás p erso n al de servi­
cio del ejército , com o T rebonio h ab ía p a rtic ip a d o en la
m u erte de C ésar al h a b e r en treten id o a Antonio con una

34 La noticia de la m uerte de T rebonio se conoció en Rom a a prin­


cipios de m arzo (cf. Cíe., FU. 11, que da com o fecha el 6 de m arzo;
adem ás, S y m e , The R o m a n R evolution, pág. 1 7 2 ) .
GUERRAS CIVILES III 35

conversación a las p u e rta s del edificio del senado m ien­


tra s C ésar e ra asesinado, se lanzaron con sañ a c o n tra
el re sto de su cu erp o y com etieron en él toda clase de
violencias. Y p asán d o se la cabeza unos a o tro s como
u n a pelota, p o r el p avim ento de las calles de la ciudad,
a m odo de un juego, la m ach a caro n y tritu ra ro n . Y éste
fue el p rim ero de los asesinos que recibió ta l castigo.
Antonio planeó tra sla d a r el ejército desde M acedonia 27
a Italia, pero, com o no d isp o n ía de ningún p re te x to pa­
ra ello, solicitó al sen ado que le c a m b ia ra la provincia
de M acedonia p o r la de la G alia C isalpina, que estaba
bajo el m ando de Décim o B ru to Albino 35. Pues sabía
Antonio q u e César, p artie n d o desde esta provincia gala
hab ía vencido a Pompeyo, y p en sab a que d a ría la im ­
presió n de que tra sla d a b a el ejército no a Italia sino
a la Galia. P ero el senado, que co n sid erab a esta provin­
cia de la G alia com o u n a fo rtaleza p a ra ellos, se irritó,
y entonces, p o r vez p rim era, se dieron cu en ta de la
estratag em a y se a rre p in tie ro n de h ab erle dado Mace­
donia. Los sen ad o res m ás influyentes escrib iero n en
privado a Décimo p ara que sostuviera el m ando con ener­
gía y re u n ie ra tro p a s adicionales y dinero si Antonio
u tilizab a la violencia; h a s ta ta l p u n to sen tían tem or y
odio h acia este últim o. Mas Antonio planeó so licitar es­
ta p rovincia al pueblo m ed ian te u n a ley, en vez de al
senado, de la m ism a fo rm a que tam b ién C ésar la había
obtenido an terio rm en te, y D olabella h ab ía obtenido Si­
ria en época m ás reciente. Sin em bargo, y p a ra in tim i­
d ar al senado, o rdenó a Gayo que c ru z a ra de inm ediato
el A driático con el ejército h a sta B ríndisi.

35 La ley, titu la d a Lex de perm u ta tio n e provinciarum , fue p re sen ­


tad a el día p rim e ro de junio, a unque fue ap ro b ad a algunos días m ás
tarde, y p ro p o n ía el cam bio de la G alia C isalpina y la G alia Com ata
por la provincia de M acedonia. P a ra el d e sacu erd o de este p u n to de
la tradición de Apiano con la versión de Díón Casio (XLV 9), cf. Gabba,
Appiano..., pág. 156 n. 2.
36 HISTORIA ROMANA

É ste se disp u so a hacerlo com o se le h a b ía ord en a­


do. E n tre ta n to era ya la fecha de los juegos 36 que se
disponía a o frecer el edil C ritonio. Y Octavio, con vistas
a los juegos, h ab ía p re p a ra d o el tro n o de o ro y la coro­
na de su p ad re que el senado h ab ía concedido m ediante
decreto que estu v ieran ex p u estas ante él en todos los
juegos 37. Sin em bargo, C ritonio dijo que no to lera ría
que C ésar fu e ra h o n ra d o en u n o s juegos costeados por
él, p o r lo que O ctavio le condujo an te A ntonio en su
calid ad de cónsul. P ero cuando este últim o anunció que
re m itiría el asu n to al senado, Octavio, indignado, dijo:
«Rem ítelo, p ero yo expondré el tro n o m ie n tra s tenga
vigencia el d ecreto .» E ntonces, A ntonio se irritó y lo im­
pidió. Y tam b ién lo im pidió, de fo rm a todavía m ás ab­
su rd a, en los siguientes juegos 38, que costeó el propio
Octavio, in stitu id o s p o r su p a d re en h o n o r de V enus Ge-
36 No se sabe con certeza de qué juegos se tra ta b a , algunos au to ­
re s (cf. S y m e , The R o m á n R evolution, pág. 116) sostienen que e ran los
ludi Ceriales, los cuales se celebraban e n tre el 12 y el 19 de abril, y
que h a b ría n sido pospuestos, en e sta ocasión, a m ita d de m ayo, así
R ic e H o l m e s , The architect o j the R o m á n Em pire, 2 vols., Oxford,
1928/31, I, pág, 191; según Cíe., A d Attic. XV 3, 2, al 22 de m ayo. Sin
em bargo, W e in s t o c k (Divus Iulius, pág. 368) d e sc a rta que fu eran éstos
ni los celebrados en los Parilia, ni tam p o co los ludi M artiales, creados
con p o sterio rid ad .
37 El d e cre to fue pro m u lg ad o e n tre el 2 6 de enero y el 19 de fe­
b re ro del 44 a. C., e n tre los h onores c onferidos a C ésar al n o m b rarle
dictator perpetuus (cf. W e i n s t o c k , op. cit., págs. 2 8 1 y sigs. y 3 6 8 ; se­
gún él form ab a p a rte este trono, ju n to con la diadem a o corona, de
los a trib u to s divinos de César).
38 Se tr a ta de los ludi Victoriae Caesaris a c e le b ra r en julio, en­
tre el 20 y el 30 de ese m es, que O ctavio pensó fu sio n a r con los ludi
Veneris Genetricis, tam bién celeb ra d o s en e sta s fechas, com o hizo su
p a d re adoptivo cuando los creó en el 46 a. C. O ctavio m anifestó sus
planes al resp ecto en u n a alocución en to rn o al 18 de m ayo (cf. Cíe.,
A d Attic. XV 2, 3). S o b re el c a rá c te r de estos juegos, cf. W e in s t o c k ,
op. cit., págs i 368-369). En todo caso, e sto s juegos ten ía n u n c a rá c te r
m enos oficial y m ás fam iliar, de ahí la ap reciación de Apiano sobre
la a c titu d a b su rd a de A ntonio al im p e d ir ia exhibición del trono, lo
que, adem ás, e ra u n acto p e rfectam en te legal.
GUERRAS CIVILES III 37

netrix, cuando le dedicó el tem plo del foro ju n to con


el m ism o foro. Y fue entonces cuando b ro tó ya un odio
m anifiesto de todos h acia Antonio, p o rq u e p arecía que
no se tra ta b a ta n to de u n a riv alid ad con el joven C ésar
com o de u n sen tim ien to vejato rio y desagradecido ha­
cia el an terio r.
Octavio en p ersona, con u n a m u ltitu d a m odo de
g u ard ia p ersonal, m ero d eab a e n tre la plebe, e n tre aque­
llos que h ab ían recibido favores de su p ad re o habían
servido a sus ó rdenes en la g u erra, p a ra d e sp e rta r su
enojo y les su p licab a que no re p a ra ra n en él, a p esa r
de que s u fría tales y tan gran d es vejaciones, y que lo
ign oraran, p o r propio deseo, p e ro que defendieran, en
cambio, a su com an d an te en jefe y benefactor, deshon­
rad o p o r Antonio; y q u e se d efen d ieran tam bién a sí
m ism os, p o rq u e no iban a te n e r en seg u rid ad n ad a de
lo que h ab ían recibido de César, a no se r que los decre­
tos dados en su h o n o r p erm a n ecie ran con plena vigen­
cia. Y p o r to d as p a rte s de la ciudad, subiéndose a un
lug ar elevado, g rita b a c o n tra Antonio: «Deja de e star
irrita d o y de u ltra ja r a C ésar p o r m i causa, o h Antonio,
pues, en especial, p a ra ti fue el m ás grande benefactor.
Dirige c o n tra mí cu an to s u ltra je s quieras, pero detén
el saqueo de su h acien d a h a s ta que los ciudadanos se
lleven su p a rte de la h eren cia y q u éd a te con todo el res­
to; yo, au n q u e pobre, m e d aré p o r satisfecho si la gloria
de mi p ad re p erm an ece y si p erm ites que se lleve a ca­
bo la d istrib u ció n e n tre el pueblo.»
A p a r tir de este m om ento los gritos de p ro testa con­
tra A ntonio fu ero n ya continuos y públicos. Sin em b a r­
go, este últim o am enazó a O ctavio con m ayor acritud,
y, cuando fueron conocidas sus am enazas, todos se exar-
cebaron m ás aún. Los trib u n o s de la g u ard ia de Anto­
nio, que h ab ían servido bajo el a n te rio r C ésar y goza­
ban, a la sazón, de los m áxim os honores de p a rte de
Antonio, le p id iero n q u e co n tu v iera su a c titu d violenta
38 HISTORIA ROMANA

en beneficio de ellos y del suyo propio, p u esto que él


h a b ía servido bajo C ésar y h ab ía alcanzado de éste los
privilegios que ah o ra tenía. A ntonio, en efecto, se m os­
tró de acu erd o con la veracid ad de estas p alab ras, y
sintiendo resp eto h acia quienes h ab ían hecho la p eti­
ción y necesitan d o al m ism o tiem po del p ro p io Octavio,
p o r cau sa del pueblo en relación con su p e rm u ta de la
G alia C isalpina, estuvo conform e con la p ro p u e sta de
ellos y ju ró que sus hechos era n b astan te opuestos a
su intención, p ero que su cam bio de a c titu d se había
debido al jovenzuelo, que se h a b ía m o strad o in su frib le­
m ente engreído, a p e sa r de ser todavía u n ho m b re tan
joven, y sin ningún re sp eto u h o n o r h a c ia sus m ayores
en ed ad y au to rid ad . Y au n q u e el talan te del joven se
m erecía u n a m ay o r re p rim e n d a, en su propio beneficio,
no obstan te, en atención a la d em an d a de ellos, depon­
d ría su có lera y re to rn a ría a su a n te rio r disposición e
intención, si tam bién aquél d esistía de su arrogancia.
30 Los trib u n o s se c o n g ratu laro n p o r este hecho y lle­
varon a am bos a u n a reunión. Ellos, tra s h acerse algu­
nos rep ro ch es m utuos, c o n c e rta ro n u n a alianza. La ley
relativ a a la G alia C isalpina fu e p re se n ta d a de inm edia­
to, an te el pánico trem en d o del senado, que p ensó im ­
p e d ir que se som etiese a debate previo, si A ntonio la
llevaba p rim ero al senado, y, si la p re se n ta b a al pueblo
sin p rev ia deliberación, enviar a los trib u n o s de la ple­
be p a ra q ue la vetasen. H ubo quienes p id iero n que se
concediera la lib e rta d to tal a la provincia, p u es h asta
tal p u n to tem ían la p ro x im id ad de la G alia C isalpina.
Y A ntonio les cen su ró que la confiasen a Décimo por­
que h ab ía asesin ad o a C ésar, y, en cam bio, no tuviesen
confianza en él p o rq u e no h ab ía asesinado ai que som e­
tió la p ro v in cia y la p u so ante sus rodillas, arro jan d o
estos rep ro ch es ab iertam en te a todos com o a hom bres
que se aleg rab an de lo ocu rrid o . Una vez que llegó el
día fijado p a ra los com icios, el senado e sp e ra b a que la
GUERRAS CIVILES III 39

asam blea se re u n ie ra p o r cen tu rias, pero Antonio y los


suyos, que h ab ían rodeado el foro con u n a cu e rd a m ien­
tra s to davía e ra de noche, la convocaron p a ra que en­
tra ra n p o r tribus, según un acu erd o previo. Y aunque
la plebe estab a irrita d a con Antonio, cooperó, sin em ­
bargo, debido a que Octavio perm anecía ju n to a la cu er­
da y se lo pedía. Y a c tu ó de e sta form a, sobre todo,
p a ra que Décimo no tu v iera el m ando de u n a provincia
estra té g ica y de un ejército, siendo uno de los asesinos
de su p ad re, y, adem ás, p a ra sa tisfa c e r a Antonio, con
el que h a b ía llegado a un pacto. E sp erab a tam bién ob­
te n e r a cam bio alg u n a ay u d a de Antonio. Y com o los
trib u n o s h ab ían sido sobornados p o r este últim o y se
m an tu v iero n callados, la ley e n tró en v ig o r39 y Anto­
nio, con u n m otivo ju stificad o , hizo cru z a r el A driático
a su ejército.
H abiendo m u erto un o de los trib u n o s de la plebe,- :
Octavio favoreció a F lam inio en la elección de su suce­
sor. E l pueblo pensó, sin em bargo, que él deseaba el
cargo, p ero que no se h ab ía p re sen tad o com o candidato
porque no co n tab a con la edad req u erid a, y decidió de­
sig n ar trib u n o a O ctavio en los com icios ‘l0. El senado
estab a receloso del increm ento de su poder y tem ía que,
si llegaba a ser trib u n o , co n d u jera a los asesinos de su
p ad re an te el pueblo p a ra un juicio. Y Antonio, h acien­
do caso om iso de la alianza recién co n certad a con O cta­
vio, ya sea p a ra a g ra d a r al senado o p a ra apaciguarlo
porque estab a irrita d o p o r la ley relativ a a la G alia Ci­
salpina, o p o r alguna o tra razón p a rtic u la r, publicó un
edicto com o cónsul, de que O ctavio no in te n ta ra nada
c o n tra la ley o que, de o tro m odo, u sa ría co n tra él de
todo el peso de su au to rid a d . Como el edicto constituía

39 Cf. n. 35 a este libro.


'40 E stam os a fines de ju iio del 44 a. C. (cf. Cíe., Fil. 1, 8, y F r is c h ,
Cicero's Figkí..., págs. 113-115).
40 HISTORIA ROMANA

un acto de in g ra titu d hacia Octavio, y u n ataq u e a la


vez co n tra su p erso n a y el pueblo, este ú ltim o se enco­
lerizó y se d ispuso a co n ten d er en los com icios, h asta
el p u n to de que Antonio tuvo m iedo y suspendió éstos,
dándose p o r satisfecho con el n ú m ero re sta n te de trib u ­
nos. E ntonces, Octavio, al se n tirse ya claram en te a tac a­
do, envió m uchos em isario s a las ciudades colonizadas
p o r su p ad re p a ra que les co m u n ica ran lo que o cu rría
y se in fo rm aran del estad o de opinión de cada u n a de
ellas. Y envió tam bién a algunos p a ra que se in tro d u je­
ra n en el cam p am en to de Antonio, a m odo de com er­
ciantes, y to m ara n co n tacto con los soldados m ás osa­
dos y d istrib u y era n panfletos, en secreto, en tre la tropa.
32 M ien tras O ctavio estab a ocupado en estos asuntos,
los trib u n o s solicitaron nuevam ente una audiencia a An­
tonio y le dijeron: «N osotros, oh Antonio, y todos aque­
llos que, sirviendo contigo b ajo C ésar, co n trib u im o s a■
e stab le cer su p o d e r y persistim os, día a día, en se r los
soportes del m ism o, sabem os que sus asesinos nos odia­
ron y co n sp ira ro n p o r igual c o n tra nosotros, y que el
senado les otorgó su favor a aquéllos. Sin em bargo, cuan­
do el pueblo los d esterró , cobram os nuevos ánim os al
ver que los actos de C ésar no carecían p o r com pleto
de am igos, ni h ab ían sido olvidados, ni estab a n faltos
de g ra titu d . Y pusim os n u e stra seg u rid ad fu tu ra en tus
m anos, p o rq u e eras el am igo de C ésar y el m ás experto
de todos desp u és de él en el m ando, así com o n u estro
jefe actu al y el m ás ap to p a ra ello. M as ah o ra ren acen
nuestros enemigos, u san de la violencia, con osadía, con­
tra S iria y M acedonia, re ú n en d in ero y u n ejército con­
tr a n o sotros, el senado excita a Décim o c o n tra ti, y tú
m alg astas el p o d er de tu m ente en rencillas con el jo­
ven C ésar, así que tem em os con razón que v u e stra pug­
na p riv ad a se añ ad a a u n a g u e rra que, si no h a estalla­
do ya, es inm inente, y que se c u n p la p a ra n u estro s
enem igos todo aquello que q u iere n c o n tra nosotros. Te
GUERRAS CIVILES III 41

pedim os q u e reflexiones sobre e sta s cosas p o r piedad


hacia César, p o r salv ag u ard arn o s a nosotros que, en ab­
soluto, hem os m erecid o tu reproche, y an tes que por
nosotros, p o r tu p ropio interés, y que, m ie n tra s todavía
puedas, ayudes a O ctavio solam ente, pues eso b astará,
a castig ar a los asesinos. Luego, tú puedes d is fru ta r del
p o d er de inm ediato, sin preocupaciones, y tam b ién nos
h abrás procurado seguridad a nosotros que tenem os mie­
do p or n o so tro s m ism os y p o r ti.»
A las co n sid eracio n es de los trib u n o s respondió An­
tonio en los siguientes térm in o s 41: «C uánta am istad y
fervor h acia César, m ien tras estuvo vivo, m ostré, sien­
do el p rim ero de to d o s en a r r o s tr a r el peligro en los
m om entos crítico s p a r a aquél, lo conocéis perfectam en ­
te, vosotros que fuisteis m is com pañeros de arm as y
partícip es de los acontecim ientos. Mas el favor y la esti­
ma, tan grandes, que aquél tuvo conm igo en el tra n s ­
curso de su vida, no e s tá bien que sea yo quien lo te sti­
m onie. Y los asesinos, que conocían bien am bos hechos,
conspiraron m atarm e a mi tam bién ju n to con César, por­
que ellos e ra n conscientes de que, m ien tras yo viviera,
no iba a c e d er an te u n hecho tal. Y qu ien q u iera que
los hizo m u d a r de opinión, no actu ó im pulsado por un-
deseo benévolo de salv ar mi vida, sino p o r p re serv ar
la ap arien cia de u n tiranicidio, a fin de que no parecie­
ra que m a ta b a n a m uchos com o enem igos, sino a uno
solo com o a un tiran o . ¿Quién, p o r tanto, p o d ría c reer

41 E ste d isc u rso de A ntonio es im p o rta n te p a ra c o m p re n d er la


p o stu ra de la trad ició n a p ian ea con resp ec to a A ntonio y O ctavio y,
sobre todo, p a ra avanzar u n a explicación m ás concreta en cuanto al
tono filoantoniano del final del lib ro II y a n tia n to n ian o de los c a p ítu ­
los iniciales del libro III, y com pleta los conceptos v ertid o s por am bas
p ersonalidades en la e n tre v ista h a b id a e n tre ellos (cf., sobre todo, el
d iscurso de Octavio de los cap. 15-57). V éase u n análisis porm enoriza­
do de este d isc u rso en G a b b a , Appiano..., págs. 159-165, en especial,
159-162.
42 HISTORIA ROMANA

que yo m e desp reo cu po de C ésar, que fue m i bienhe­


chor, y que p refiero a sus enem igos, y que agradezco
su m u erte v o lu n tariam en te a los que c o n sp ira ro n con­
tra mí, com o piensa el joven C ésar? ¿De dónde, pues
les vino la am n istía y los p uestos de responsabilidad?
P ues q u iere im p u tarm e a mí estos hechos, en vez de
al senado. E n terao s de com o ocu rrió .
34 »Cuando C ésar fue m uerto, de im proviso, en e l sena­
do, m e sobrevino m ás que a ningún otro, u n tem or, en
razón de m i am istad con él y p o r m i fa lta de conoci­
m ien to exacto, pues no conocía los p a rtic u la re s de la
conspiración, ni c o n tra cuántos iba dirigida. El pueblo
e sta b a a terro riza d o y los asesinos, en com pañía de los
gladiadores, se ap o d e raro n del C apitolio y se e n c erra­
ro n en él. El senado e sta b a de su p arte , ig u al que tam ­
bién lo está ah ora m ás claram en te aú n , y p ro p u so v otar
u n a reco m p en sa a los asesinos com o a u nos tiran icid as.
Si C ésar h u b iera sido d ec la rad o u n tiran o , h u b ie ra sido
posible m atarn o s a n o so tro s todos com o a am igos de
u n tiran o . De este m odo, enco n trán d o m e yo en m edio
de la confusión, an sied ad y m iedo, en u n a situ ació n en
la que no h ab ía lu g ar p a ra una a c titu d te m e ra ria ni va­
cilante, si exam ináis con aten ció n h allaréis que, donde
hubo necesid ad de audacia, fui el m ás o sado y, donde
de ingenio, el m ás m añoso. Lo p rim ero de todo, porque
im plicaba todo lo dem ás, e ra im p ed ir que se vo taran
las recom pensas a los asesinos. Y esto p recisam en te lo
conseguí oponiéndom e con todas m is fu erzas al senado
y a los asesinos, con u n arro jo te m e ra rio y lleno de peli­
gros p o rq u e entonces creía que los p a rtid a rio s de C ésar
sólo estaría m o s seguros en el caso de que éste no fu e ra
declarad o un tirano. S in em bargo, com o q u ie ra que los
enem igos y el p ropio senado e sta b a n aquejados del m is­
m o tem o r de que, si C ésar no era d eclarado un tirano,
serían ap resad o s p o r asesin ato y, p o r este m otivo, se
oponían, m e avine a que se les o to rg a ra la am n istía en
GUERRAS CIVILES III 43

vez de las recom pensas, a fin de o b ten er a cam bio lo


que n ecesitab a. ¿Y cu á n to era esto y de qué im p o rtan ­
cia? Que el no m b re de César, el m ás q u erid o de todos,
con m ucho, p a ra m í no fu e ra b o rrad o , ni su hacienda
fu e ra confiscada, ni la adopción de la cual ah o ra ese
joven se enorgullece fu e ra anulada, ni invalidado su tes­
tam ento, que su cu erp o recib iera un fu n e ral regio, que
los honores in m o rtales que le h ab ían sido decretados
prev iam en te p erm a n ecie ran con pleno vigor, que todos
sus actos fu e ran ratificad o s y q u e su hijo y nosotros
sus am igos, así com o sus generales y soldados, gozára­
m os de u n a seg u rid ad p erso n al g aran tizad a y de una
vida de honor, en lu g ar de ignom inia.
»¿Acaso os p arece que pedí pocas cosas o de escaso 35
valor al senado a cam bio de la am nistía?, o ¿pensáis
que el senado m e las h a b ría concedido sin la am nistía?
Y, en verdad, h u b iera sido ju s to cam biar, con h o n esti­
dad, estas cosas p o r aquellas o tra s y resp etar, con in­
tención sincera, la vida de los asesinos en provecho de
la gloria in m o rtal de C ésar y de la g a ra n tía de n u estra
seg u rid ad p ersonal. Sin em bargo, yo no ac tu é con u n a
intención tal, sino con la idea de d ife rir su castigo. Y
un a vez que, ciertam en te, obtuve del senado lo que ne­
cesitab a en p rim e r lu gar, y los asesinos aflojaron su
g u ard ia p o r creerse lib res de ansiedad, reco b ré nuevos
brío s y socavé la am n istía no p o r m edio de votos o d e­
cretos —pu es ello e ra im posible—, sino granjeándom e
el favor del pueblo de form a im perceptible. Y, así, so
p retex to de su fu neral, conduje el cadáver de C ésar al
foro y dejé al d escu b ierto sus heridas, m o stran d o su
núm ero y su ro p a en sa n g re n ta d a y d esg a rra d a p o r los
golpes. En m i oració n fúnebre, recordé, en m edio de
todos, en térm in o s p atético s su valor y am or hacia el
pueblo, llorándole com o a u n m uerto, pero invocándole
com o a un dios. E sto s hechos y p a la b ra s m íos excitaron
al pueblo, que encendió fuego después de la am nistía
44 HISTORIA ROMANA

y lo llevó c o n tra las casas de los enem igos y expulsó


a los h o m b res de la ciudad. Y cóm o esto o cu rrió en con­
tra y con el enojo del senado lo reveló, al pu n to , el he­
cho de que m e ac u saro n de so liv ian tar al pueblo y el
que env iaro n a los asesin o s a to m a r el m an d o de las
provincias, B ru to y Casio, a S iria y M acedonia, que es­
tab an p ro v istas de g ran d es ejércitos, diciéndoles que se
a p re s u ra ra n antes, incluso, del tiem po establecido, bajo
el p retex to de su p re o cu p ació n p o r el aprovisionam ien­
to de trigo. E ntonces, en verdad, se ap o d eró de mí o tro
m iedo a ú n m ayor, p u esto que no ten ía n in g ú n ejército
propio, n o fu e ra a s e r que q u ed áram o s inerm es ante
tan to s h o m b res arm ados. S ospechaba, adem ás, de mi
colega, p u es en todo m om ento d iscre p ab a conm igo, fin­
gía h a b e r p a rtic ip a d o en la co n sp iració n c o n tra C ésar
y h ab ía p ro p u e sto q u e el día de su asesin ato se festeja­
r a com o el del n acim iento de la R epública.
»En ta l grad o de desco n cierto y ap rem io p o r des­
a rm a r a n u e stro s enem igos y tra n s fe rir sus arm a s a los
n u estro s, di m u erte a Am atio e hice volver a Pompeyo,
a fin de p ro p icia rm e n uevam ente al senado con estas
m edidas y p o n erlo de mi p arte . Pero, com o ni aun así
m e fiab a de él, convencí a D olabella p a ra que reclam a­
ra Siria, no del senado, sino del pueblo m ed ian te una
ley, y le ayudé en su petición p a ra que D olabella se con­
v irtiera en enem igo de los asesinos, en vez de en su am i­
go, y p a ra que re s u lta ra u n a a fre n ta p a ra los senadores
oponerse a mi petició n de la provincia de M acedonia
después de la de D olabella. Sin em bargo, tam poco en­
tonces m e h u b ie ra n concedido M acedonia, a u n después
de Dolabella, a ca u sa del ejército que h a b ía allí, a no
ser p o rque tra n sfe rí a éste el ejército, sobre la base de
que S iria y la g u e rra c o n tra los p a rto s e n tra b a n en el
m ism o lote. Y, a su vez, tam poco le h u b ie ra n q uitado
a B ru to y Casio sus p rovincias de M acedonia y Siria,
si no les h u b ie ra n dad o o tra s a cam bio p a ra su seguri­
GUERRAS CIVILES III 45

dad. Cuando, p o r consiguiente, se hizo necesario el tru e ­


que, m irad qué provincias les fu e ro n concedidas como
com pensación y cu án ca ren tes de tro p as, C irene y Cre­
ta, a las q u e incluso d esp recian n u estro s enem igos por
no co n sid erarlas seg u ras p a ra ellos m ism os, y tra ta n
ah o ra de ap o d e rarse p o r la fuerza de las que les fueron
quitadas. De esta form a, realm ente, fue tra n sfe rid o a
Dolabella el ejército desde n u e stro s enem igos, p o r m e­
dio de artificios, estra ta g e m a s y com pensaciones, pues
cuando las arm as b rilla n p o r su au se n cia se hace nece­
sario a c tu a r b ajo el im perio de la ley.
»Después de estos sucesos, n u e stro s enem igos re- 37
uniero n o tro ejército, y yo tuve necesidad del que es­
tab a en M acedonia, p ero m e hacía fa lta un pretexto.
E ntonces cu n d ió el ru m o r de que los g etas esta b a n de­
vastando M acedonia. Sin em bargo, no se dio créd ito a
esta noticia, y m ie n tra s esta b a n au sen tes los en carg a­
dos de in v estig ar su au ten ticid ad , yo conseguí la ap ro ­
bación de u n a m oción relativ a a la d ictad u ra, en el sen­
tido de que no se p erm itiese h a b la r de ella, ni votarla,
ni a c e p ta rla si alg u n a se ofrecía. Y los senadores, sedu­
cidos en especial con e s ta proposición de ley, m e conce­
dieron el ejército . E ntonces, p o r p rim e ra vez, me consi­
deré en ig u ald ad de condiciones con m is enem igos, y
no con ésto s que están a la vista, com o piensa Octavio,
sino con los m ás n u m erosos y m ás fu e rte s que quieren
todavía p erm a n ece r en la som bra. M as u n a vez que h u ­
be logrado éstos, to d av ía m e q u ed ab a en el flanco o tro
de los asesinos, D écim o B ruto, al m ando de u n a posi­
ción e stra té g ic a y de u n n u trid o ejército. Como yo tenía
a éste p o r m ás osado q u e los dem ás, tra té de privarlo
de la G alia C isalpina, p ro m etien d o en tre g arle en com ­
pensación M acedonia con objeto de g u a rd a r las form as,
por el m om ento, c a ra al senado. P ero el senado se in­
dignó y se dio cu en ta, al fin, de la estra ta g em a y voso­
tros conocéis en qué tono y con cu á n ta persisten cia
46 HISTORIA ROMANA

escrib iero n m uchos de ellos a Décim o y cóm o han soli­


v ian tad o a m is su ceso res en el consulado. P or tanto, de­
cidí, en fo rm a m ás osada, to m a r la provincia, en vez
del senado, del pueblo m ediante u n a ley e hice c ru zar
al ejército desde M acedonia h a s ta B rín d isi p a ra utili­
zarlo en las em ergencias. Y con la ayuda de los dioses
lo u sarem o s cuan d o la necesidad nos invite a ello.
»De este m odo hem os pasad o de u n a situ ació n ante­
rio r en que un gran tem o r se ce rn ía sobre nosotros, a
o tra de u n a seg u rid ad to ta l de n u e stra s personas y de
m oral elevada an te n u estro s enem igos. Y al hacerse pa­
ten te esta situación, se ha revelado tam b ién el celo de
la m ayoría co n tra los enemigos. Pues estáis viendo cuán
gran d e es su a rrep e n tim ien to p o r los d ecreto s ap ro b a­
dos, y cu á n to su em peño p o r a rre b a ta rm e la provincia
gala que m e h a sido concedida. C onocéis las c a rta s que
han escrito a Décimo y con c u á n to s arg u m en to s inten­
ta n convencer a m is su cesores en el consulado p a ra que
cam bien su voto resp ecto a la ley co n cern ien te a la Ga-
lia C isalpina. Sin em bargo, con la ay u d a de nu estro s
dioses p atrio s, con u n a intención piad o sa y con vuestro
valor, con cuyo auxilio tam bién C ésar obtuvo sus victo­
rias, le vengarem os a él, sin escatim arle el apoyo de nues­
tra s fuerzas y la ay u d a de n u e s tro s propósitos. Mien­
tra s estab a n en cu rso estas ta re a s, cam aradas, m e fue
n ecesario m an ten e rlas ocultas, pero, u n a vez que han
sido realizadas, las h e expuesto a n te vosotros, a quie­
nes os co n sid ero co p artícip es de m is hechos y de m is
proyectos en todo. C om unicádselas a los dem ás que no
co m p ren d an la razón de las m ism as, a excepción única­
m ente de Octavio, q ue m u e stra ta n ta in g ra titu d hacia
nosotros.»
Las p alab ras p ro n u nciadas p o r Antonio hicieron pen­
s a r a los trib u n o s que él h ab ía hecho todo m oyido por
una anim osidad acerba c o n tra los asesinos y m aniobran­
do co n tra el senado. No ob stan te, le pidieron que se re-
GUERRAS CIVILES IH 47

concillara con Octavio y, después de convencerle, logra­


ron que nuevam ente se reconciliasen en el Capitolio.
Pero, poco tiem po después, A ntonio p resen tó ante sus
am igos a algunos m iem bros de su g u ard ia p erso n al b a­
jo la acu sació n de s e r los esb irro s de O ctavio en una
con sp iració n c o n tra é l 41bis. E hizo esta acusación, ya
fu e ra de fo rm a calum niosa, o b ien p o rq u e la creía real­
m ente o p o rq u e se h ab ía e n te ra d o de los que habían
sido enviados a su cam pam ento y confundió la conspi­
ración c o n tra su actu ación com o d irig id a h acia su p er­
sona. C uando se d ifundió la noticia, se levantó un pú­
blico alb o ro to y u n a enorm e indignación. Pues eran
pocos los que ten ían la suficiente p ersp icacia p a ra com ­
p re n d e r que a Octavio le convenía m ás que Antonio vi­
viera, au n q u e fu e ra in ju sto p a ra él, ya que aquél era
el te rro r de los asesinos. P orque si A ntonio m uriese,
aquéllos se atre v erían a todo sin m iedo alguno, en espe­
cial, p o rq u e co n tab an con la ay u d a del senado. Los m ás
inteligentes se h acían estas conjeturas, p ero la m asa,
al v er qué tipo de vejám enes y castigos su fría Octavio
diariam ente, no consideraban increíble la acusación, aun­
que creían que no era piadoso ni to lerab le co n sp ira r
con tra la vida de Antonio m ientras él era todavía cónsul.
Octavio co rrió con u n a fu ria enloquecida hacia los
que pen sab an de e sta fo rm a y les g ritó que e ra él quien
su fría una co n sp iració n u rd id a p o r A ntonio p a ra p ri­
varle de la am istad del pueblo, que era lo único que
le quedaba. Acudiendo a las p u e rta s de la casa de Anto­
nio g ritab a las m ism as cosas, ponía p o r testigos a los

4i bis E ste oscuro episodio tuvo lu g ar h acia el 6 o 7 de o ctubre


del 44 a. C. T ras la reconciliación en el C apitolio y el a rre sto de los
veteranos, tu vieron lu g ar u n a serie de hechos que Apiano silencia: se­
sión se n a to rial de 1 de agosto en la que C alpum io Pisón atacó, sin
e n co n trar apoyo, a Antonio; o tr a sesión el 1 de septiem bre, ataques
violentos e n tre C icerón y Antonio, etc. (cf. S y m e , The R om an R evolu­
tion, págs. 119 y 123),
48 HISTORIA ROMANA

dioses y p ro fe ría to d a clase de m aldiciones invitándole


a so m eterse a u n a investigación judicial. Como nadie
salía de la casa, dijo: «Acepto s e r juzgado p o r tu s am i­
gos», y tra tó de p e n e tra r en el in terio r. Mas, al serle
im pedido de nuevo el paso, p ro rru m p ió en lam entos e
insu lto s c o n tra él y se irritó con los g u ard ian es de la
p u e rta p o r im p ed ir q ue se le p id ie ra n cu en tas a Anto­
nio. E ntonces se m arc h ó y puso al pueblo p o r testigo
de que, si le o c u rría u n a desgracia, su m u e rte se debe­
ría a las in trig as de Antonio. Y com o esto lo dijo con
enorm e p atetism o , la m u ltitu d experim entó un cam bio
y se p ro d u jo en ellos u n a m u tació n de su a n te rio r opi­
nión. H abía, em pero, algunos que todavía desconfiaban
y v acilaban en p o n er su confianza en cada uno de ellos,
p o r c re e r que com o h acía poco que h ab ían llegado a
u n ac u erd o en el tem plo, m aq u in ab a n estas cosas con­
tra los enem igos. O tros, a su vez, p en sab an q u e A ntonio
u rd ía tales añagazas p a ra in c re m e n ta r su g u ard ia p er­
sonal o b ien p a ra en a je n ar a las colonias de veteranos
de C é s a r42.
40 C uando le fue co m unicado a O ctavio p o r sus em isa­
rios secreto s que el ejército de B ríndisi y los veteranos
de las colonias estab a n irrita d o s c o n tra A ntonio p o r de­
sen ten d e rse del ase sin a to de C ésar, y que estab a n dis­
p uesto s a ay u d arle si podían, A ntonio p a rtió p a ra B rín ­
disi p o r estas razones 4\ Y Octavio, p o r tem o r a que si
re g resab a con el ejército le cogiera desguarnecido, m a r­
chó con d in ero a C am pania p a ra tr a ta r de convencer
a los soldados v eteran o s de las ciudades fu n d ad as p o r
su p a d re de que se e n ro la ra n b ajo su servicio. P ersu a­
dió, en p rim e r lugar, a los de C alatia y, después, a los
de Casilino, dos ciu d ad es situ a d a s a uno y o tro lado de
Capua. M ediante el pago de quin ien to s d ra cm as p o r ca-
42 S ituación de incertidum bre que refleja, com o ya dijim os, la tra ­
dición h istó ric a de Apiano.
43 El d ía 19 de o c tu b re del 44 a. C.
GUERRAS CIVILES III 49

beza consiguió re u n ir diez m il hom bres, no totalm ente


arm ados ni equipados p o r cohortes, sino com o un cu e r­
po único de g u ard ia p ersonal, b ajo u n a sola bandera.
Los ciu d ad an o s de Rom a, que tem ían el regreso de An­
tonio con el ejército, cuando se e n te ra ro n de que O cta­
vio tam b ién se acerc ab a con otro, se sin tie ro n algunos
doblem ente alarm ados, p ero o tro s se alegraron, en cam ­
bio, al p en sa r que po d ían u tiliz a r a Octavio c o n tra An­
tonio. O tros, incluso, que h ab ían p resen ciad o la recon­
ciliación en el C apitolio pen sab an que lo que o cu rría
era un falso juego, á cam bio del cual A ntonio iba a ob­
ten er el p o d er ab so lu to y O ctavio la venganza sobre los
asesinos.
En m edio de un tal estado de zozobra, el trib u n o
C annutio 43bis, que era enem igo de A ntonio y, p o r lo
m ismo, am igo de Octavio, salió al en cu en tro de este úl­
timo, y cuando supo su intención, se dirigió al pueblo
p a ra com unicarle que O ctavio avanzaba c o n tra Antonio
con u n a clara h o stilid ad y que los q u e tem iera n que An­
tonio a s p ira ra a la tira n ía se p u siera n del lado de aquél,
pues no ten ían o tro ejército p o r el m om ento. T ras decir
esto, m arch ó ju n to a Octavio, que estab a acam pado de­
lante de la ciudad, en el tem plo de M arte, a una d istan ­
cia de quince estadios 44. Cuando llegó, avanzó h asta el
43bis M ü n z e r , en RE, s .v . Cannutius, núm . 3, lo identifica con un
C. Cannutius, reco rd ad o com o enem igo de Octavio y Antonio en S u e t .,
De Rhet. 4. Según D ió n C a s io , XLVIH 14, 4, aparece e n tre los caídos
en P eru sia (cf„ tb., infra, V 49) u n T. Cannutius, trib u n o de la plebe
en el 44 a. C., am igo de O ctavio y enem igo de Antonio. En este pasaje
la a m istad de C annutio es hacia Octavio, luego c ab ría suponer, si es
el m ism o, que trocó la a m ista d después de la c o n stitu c ió n del triu n v i­
rato (según V e l e y o , II 64, 4, h a b ría sido una de las p rim e ra s víctim as
de las proscripciones).
44 O ctavio hab ía o cupado el F oro el d ía 10 de noviem bre. E n tre
las diversas posibilidades que se le o frecián cu an d o e sta b a en C am pa­
nia: p erm a n ec e r en C apua e im p ed ir el re to rn o de Antonio a Roma,
o in te rc e p ta r a las legiones de Antonio que se encam inaban a ia Galia
C isalpina, o m a rc h a r a Rom a, eligió esta últim a.
50 HISTORIA ROMANA

tem plo de C ástor y Pólux, que sus soldados rodearon


ceñidos con esp ad as ocultas, y C annutio h abló en p ri­
m e r lu g ar an te el pu eblo c o n tra Antonio. A co ntinua­
ción, O ctavio les reco rd ó tam b ién a ellos la m em oria
de su p ad re y las cosas que h a b ía su frid o él m ism o de
m anos de Antonio, a cau sa de lo cual h a b ía enrolado
el p re sen te ejército p a ra su g u ard ia p erso n al. Añadió
que él sería un sum iso serv id o r de su p a tria en todo
y que estab a d isp u esto a e n fre n ta rse a A ntonio en las
actu ales circu n stan cias.
D espués de p ro n u n c ia r e sta s p ala b ra s y disolver la
asam blea, el ejército consideró que se en c o n trab a allí
p a ra lo co n trario , es decir, p a ra s u s te n ta r la reconcilia­
ción e n tre A ntonio y Octavio, o b ien p a ra serv ir sim ple­
m ente de g u ard ia p erso n al a este últim o y p a ra to m ar
venganza so b re los asesinos, p o r lo cual se indignó p o r
la declaració n p ú blica de g u e rra c o n tra Antonio, que
h ab ía sido su general y e ra entonces cónsul. Y algunos
de ellos p id iero n re g re s a r a sus hogares p a ra proveerse
de arm as, p u es no p o d ían a c e p ta r o tra s arm as que las
suyas p ro p ias. Otros, incluso, in sin u aro n el m otivo ver­
dadero. Octavio, p or tanto, se encontraba en apuros, pues
el asu n to h ab ía to m ad o u n sesgo co n tra rio a sus expec­
tativas; sin em bargo, esperando ganarlos a su causa m ás
p o r la p ersu asió n que p o r la fuerza, accedió a sus excu­
sas y envió a algunos a p o r las a rm a s y a otros, sencilla­
m ente, a sus casas 45. Sin re v elar su enojo, elogió a to­
dos los reu n id o s, los obsequió con regalos y les dijo que
los reco m p en saría con m ay o r prodigalidad, pues se ser­
vía de ellos p a ra las situaciones de em ergencia, como

45 La p o stu ra u n ta n to ecléctica de A piano o de su tradición his­


tó rica a n te la a ctitu d de A ntonio y O ctavio se refleja en su in terés
de p resen tar, re itera d a y porm enorizadam ente, las dudas y recelos sus­
citados e n tre las tropas, e incluso e n tre la clase cívica, a la h o ra de
to m a r p a rtid o en una lu ch a e n tre am bos. E sta p o stu ra debía de refle­
j a r fielm ente la realid ad histórica.
GUERRAS CIVILES III 51

am igos de su p ad re, an tes que com o soldados. Con es­


tas p a la b ra s sólo consiguió que de los diez m il p erm a­
necieran ju n to a él unos m il o tre s m il hom bres, pues
las fuentes d iscrep an en cu an to al núm ero. Los dem ás
p artie ro n entonces, p ero re c o rd a ro n de inm ediato los
trab ajo s de la ag ric u ltu ra, las ganancias de la milicia,
las p alab ras de Octavio, su docilidad a n te las dem andas
de ellos y los favores que h ab ían recibido y que esp e ra­
ban re cib ir todavía. Y, com o u n a m u ltitu d inconstante,
cam biaron de parecer, y utilizando su pretexto p ara que­
d a r bien se arm a ro n y re to rn a ro n a su lado. Octavio,
p o r este tiem po, con nuevos re cu rso s m onetarios reco­
rría R ávena y todos los territo rio s vecinos alistando con­
tinu am en te tropas, y envió a todas a A rretio 46.
E n tre ta n to se h ab ían reu n id o con Antonio en B rin­
disi c u a tro de las cinco legiones que estab a n en M ace­
donia. Los soldados de éstas le re p ro ch a ro n que no
h u b ie ra pro ced id o c o n tra los asesinos de C ésar y, sin
m anifestaciones de plácem e, le hicieron co m p arecer en
la trib u n a p a ra que les d iera explicaciones, en p rim er
lugar, sobre este asunto. Y él, irrita d o con ellos por cau­
sa de su silencio, no se contuvo, sino que les censuró
su in g ra titu d p orque no le h ab ían testim oniado ningún
signo de ag rad ecim ien to p o r h ab erlo s tran sferid o de la
cam paña c o n tra los p a rto s a Italia. Tam bién les re p ro ­
chó que no h u b iera n conducido a su presencia a las p er­
sonas enviadas p o r un jovenzuelo im pulsivo, pues así
llam aba a Octavio, p ara sem b rar la discordia entre ellos.
A estos hom bres, dijo, él m ism o se e n c arg a ría de encon­
trarlo s, y llev aría el ejército a la provincia que le había
sido votada, la p ró sp e ra Galia, y d a ría cien dracm as a
cada uno de los presen tes. Los soldados se rieron de

46 Octavio, a n te la negativa de los v eteran o s de la C am pania de


c o m b atir c o n tra Antonio, hubo de e m p re n d er o tra gira p o r E tru ria
y la C ispadana h a sta R ávena p a ra re co lec tar nuevas tropas.
52 HISTORIA ROMANA

su esp íritu m ezquino y, al irrita r s e Antonio, arm aro n


m ay o r alb o ro to aún y se sep araro n . E ntonces Antonio
se levantó y dijo solam ente: «A prenderéis a obedecer.»
Y ordenó a los trib u n o s m ilitares que tra je ra n a los sol­
dados de e sp íritu sedicioso —p u es es co stu m b re en el
ejército ro m an o te n e r an o tad o el c a rá c te r de cada hom ­
b re — 47 y echó las su e rte s en tre ellos de acuerdo con
la ley de la m ilicia, p ero no castigó con la m u erte a
la décim a p a rte en to tal, sino a u n a fracción de ella,
pensando q ue con un pequeño castigo los a terro riza ría;
ellos, sin em bargo, en vez de u n te m o r m ayor, sintieron
hacia él, a cau sa de este hecho, m ás ira y odio.
A la v ista de esta situación, aquellos a los que Oc­
tavio h a b ía enviado p a ra co rro m p e r a los soldados de
Antonio, in u n d aro n el cam pam ento con m uchos panfle­
tos in v itándoles a ca m b ia r la m ezq u in d ad y crueldad
de A ntonio p o r el re cu erd o de C ésar, la ay u d a a O ctavio
y la p articip ació n de sus pródigos regalos. A ntonio tra ­
tó de e n c o n tra r a estos hom bres, ofreciendo grandes re ­
com pensas a los d elato res y am enazas p a ra quien los
ocu ltara. Pero, com o no pudo coger a ninguno, se irritó
p o rq u e p en sab a que el ejército los encubría. C uando se
e n teró de lo que O ctavio había hecho en las colonias
y en Rom a, se alarm ó y acudiendo, de nuevo, ante el
ejército dijo que e sta b a enojado p o r lo q u e les h ab ía
o cu rrid o a unos pocos p o r ca u sa del im perativo de la
disciplina m ilitar, au n que la ley exigía el castigo de un
n ú m ero m ay o r aún, p ero que ellos sabían, con seguri­
dad, que A ntonio no e ra m ezquino ni cruel. Y prosiguió:
«Váyase a paseo, en b u e n a h o ra , el rencor, satisfecho
con estos e rro re s y castigos. R especto a los cien drac-
m as, ord en é que os fu e ra n en treg ad o s no com o u n rega­
lo, pues no es ello digno de la fo rtu n a de Antonio, sino
com o u n p re sen te de bienvenida p o r n u e stro p rim e r en-

47 A claración de Apiano.
GUERRAS CIVILES III 53

cuentro; p ero es necesario tan to en este asu n to como


en los dem ás o bedecer a las leyes de la p a tria y de la
m ilicia.» D espués de d ec ir esto, n o añadió ninguna cosa
a su donativo, p a ra no d a r la im presión de que el gene­
ral h ab ía cedido an te sus soldados, y ellos, sea por a rre ­
pen tim ien to o p o r m iedo, lo aceptaron. Antonio, sin em­
bargo, ya fu e ra p o rq u e seguía a ú n irrita d o con la sedi­
ción o p o rq u e tu v iera alg u n a o tra sospecha, cam bió a
los trib u n o s m ilitares, p ero tra tó bien al re sto porque
n ecesitab a de sus servicios y los envió p o r d estacam en­
tos co stean d o la o rilla h a s ta Arímino.
Él, a su vez, eligió del to tal de las tro p as a una 45
cohorte p re to ria n a in tegrada p o r hom bres escogidos por
su p resen cia física y c a rác te r, y se encam inó h acia Ro­
m a p a ra p ro se g u ir desde allí hacia Arímino. P en etró en
la ciu d ad con altivez, dejando acam pado fu e ra de los
m u ro s a su escu ad ró n de caballería. Sin em bargo, los
que le aco m p añ ab an ib a n vestidos com o p a ra la g u erra
y m o n taro n la g u ard ia en to rn o a su casa d u ra n te la
noche, en arm as; se les dio u n a co n tra señ a y se releva­
b an p o r tu rn o s com o en el cam pam ento. Convocó al se­
nado 48 p a ra q u ejarse p o r la actu ació n de Octavio, y,
cuando e sta b a e n tra n d o a la cám ara, se en teró de que
una de las cu a tro legiones, la llam ad a M artia, se había
pasado a O ctavio d u ra n te el viaje. M ientras se hallaba
detenido a la en trad a, p re sa del desconcierto, se le co­
m unicó que tam b ién la llam ada C u arta se había pasado
a Octavio a sem ejanza de la M artia. P or consiguiente,
totalm en te co n tu rb ad o , p en e tró en el edificio del sena­
do y, so p retex to de h aberlos convocado p ara otros asun­
tos, les dijo un as pocas p a la b ra s 49 y p a rtió de inme-

48 H ubo u n a p rim e ra convocatoria et 24 de noviem bre, que no tu ­


vo tugar, y o tr a el 28 de noviem bre, que debió de se r u n a sesión a pro
su ra d a y casi de trám ite p o r la gravedad de las noticias llegadas.
49 Pidió u n voto de agradecim iento p a ra Lépido, quien h a b ía lle­
gado a un acuerdo con Sexto Pom peyo bajo la prom esa de com pensar-
54 HISTORIA ROMANA

diato h acia las p u e rta s de la ciudad, y desde allí a la


ciudad de A lb a 50 con idea de h a c e r d esistir de sus pla­
nes a los desertores. Pero, como fue víctim a de una agre­
sión desde las m urallas, se retiró y envió quinientos drac-
m as a cada uno de los soldados de las o tra s legiones,
y con las tro p as que ten ía p a rtió hacia T íb u r 51, llevan­
do el equipo u su al p a ra los que m arc h an a la guerra,
pues é sta e ra ya evidente al no h a b e r ren u n ciad o Déci­
m o a la G alia C isalpina.
M ientras se h allab a en aquella ciudad, casi todo el
senado, la m ay o r p a rte de los ca b allero s y lo m ás flori­
do de la clase plebeya acu d iero n p a r a re n d irle hono­
res 52. Le en c o n traro n a su llegada tom ando ju ram e n to
a los soldados bajo su m ando q u e estab an presentes,
así com o a aquellos o tro s v eteran o s que h a b ía n acudido
tam bién, y cuyo n ú m ero e ra crecido, que ju ra b a n a la
vez v o lu n tariam en te que no fa lta ría n a su a m ista d y fi­
delidad h a c ia Antonio; h a sta el p u n to de se r ciertam en ­
te difícil sa b e r quiénes e ra n los que poco antes, en la
asam b lea de O ctavio 53, h ab ían in su lta d o a Antonio.
le p o r la confiscación de su hacienda p a te rn a . Se a d ju d ic aro n adem ás
las provincias p re to ria s p a ra el próxim o año: C reta y C irene fueron
adjudicadas a B ru to y Casio, y M acedonia fue asignada a Gayo Anto­
nio, p re to r y h erm ano del triu n v iro (cf. S y m b , The R o m á n R evolution,
pág. 126).
50 C iudad o cupada p o r los legionarios am otinados de la M artia.
51 C iudad del Lacio, al e ste de Rom a, la actu al Tívoli (cf., sobre
las d iscrep an cias e n tre el re la to de A piano y el d e C i c e r ó n [Ad Fam.
X 28, 1; Fil. 3, 24], G a b b a , Appiano,.., pág. 166 n. 1, con bibliografía).
En la segunda p a rte del lib ro III, la trad ició n apianea adopta
en especial u n a a ctitu d polém ica y c rític a fren te a la política senato­
rial p e rso n ific ad a en su m áxino exponente, Cicerón. Si el objetivo del
senado e ra loable, es decir, la defensa de su p ro p ia lib e rta d e indepen­
dencia en consonancia con la trad ició n republicana, falló en los m e­
dios am biguos y m ezquinos de los que hizo uso, y ello es lo que c rítica
Apiano. (Cf., sobre la política sen ato rial, desde e sta perspectiva, G a b ­
b a , Appiano..., págs. 165-175.)

53 La celeb rad a el 10 de noviem bre del 44 a. C. (cf. cap. 41 a este


libro).
GUERRAS CIVILES III 55

De este modo, con brillantez, se puso en m arch a ha­


cia Arím ino, que form a fro n te ra con la G alia C isalpina.
Su ejército estab a form ado, a p a rte de las tro p as recién
reclu tad as, p o r las tre s legiones tra sla d a d a s desde Ma­
cedonia, pues el re sto de ellas h a b ía llegado ya, y una
de v eteran o s que, a p e sa r de su edad, parecía, no obs­
tante, que valían dos veces m ás que los recién re clu ta­
dos. Así que Antonio disponía de cu a tro legiones de hom ­
bres bien ad iestrad o s, adem ás d e los auxiliares que
usualm ente suelen acom pañar a éstas, de su guardia per­
sonal y las tro p as ú ltim am en te en ro lad as. E n España,
Lèpido S4, con c u a tro legiones, y Asinio Polión 5S, con
dos, y Planeo 56 en la G alia T ransalpina, con tres, pa­
recían h a b e r tom ado posición p o r Antonio 57.
Octavio, p o r su p arte , ten ía dos legiones igualm ente 47
eficaces, las que h ab ían d ese rtad o de Antonio a sus
filas, u n a sola de nuevos re clu tas y o tra s dos de ve­
teranos, no com pletas ni en n ú m ero ni en arm am ento,
aunque su plía e sta fa lta con tro p as recién levadas. Des­
pués de c o n c en trar a todas las fuerzas en A lb a 5a, es­
cribió al senado acerca de sus m ovim ientos. É ste se m os­
tró, de nuevo, com placido con O ctavio h asta el punto

54 M. E m ilio Lèpido e ra gob ern ad o r de la Galia N arbonense y de


la E spaña C iterior en el 44 a. C. (cf. B r o u g h t o n , The m agistrales o/
thè R om an Republic, I y II y supl., Nueva Y ork, 1950-1960, II, pág. 326).
55 G. Asinio Polión e ra g o b ern ad o r de la E spaña U lterior en el 44
a. C. (cf. n o ta 118 bis al lib ro II).
56 L. M unacio Planeo, cónsul d esignado p a ra el 42 a. C., goberna­
ba la Galia C ornata (cf. H a n s u k , en RE, s.v. M unatius, núm . 30). H abía
sido legado de C ésar en la Galia el 54 a. C. y prae/ectus urbis en el
46-45 a. C. Fue cónsul en el 42 a. C., p e ro antes, en el 43 a. C., se
unió a Antonio después de la iucha e n tre éste y el senado.
57 S o b re la a c titu d p o lític a d e los tr e s y, e n g e n e ra l, d e los co m ­
p o n e n te s del se n a d o a fin e s d e l 44 a. C., cf. S yme , The R om an R evolu­
tion, p ág s. 163 y sig s.
58 E sta noticia c o n tra sta con lo que se dice en el cap. 42, donde
se re la ta que Octavio co ncentró sus tro p a s en A rretio (hoy, Arezzo),
cf. F r i s c h , Cicero's Fight..., pág. 1 6 6 y n . 8 .
56 HISTORIA ROMANA

de que h u b ie ra sido u n dilem a, en este caso tam bién,


d ecir qué sen ad o res e ra n los q u e h ab ían salido a en­
c o n tra rse con Antonio poco antes. No ob stan te, estab an
irrita d o s con el hecho de que las legiones se h u b iera n
pasad o a O ctavio en vez de al senado, pero, con todo,
elogiaron a sus soldados y a O ctavio 59, y dijeron que
en b reve se p ro m u lg aría un decreto sobre lo que había
que hacer, tan p ro n to com o los nuevos m ag istrad o s ac­
ced ieran a sus cargos. E sta b a claro que p en sab an u tili­
z a r estas fu erzas c o n tra Antonio; sin em bargo, com o no
ten ían n ingún ejército propio ni la posib ilid ad de reclu­
ta rlo sin cónsules, p o sp u siero n todos los asu n to s h asta
la llegada de los nuevos m agistrados.
48 El ejército pro p o rcionó a O ctavio Hctores provistos
de fasces y le rogó que asum iera, p o r p ro p ia iniciativa,
el títu lo de p ro p re to r y, com o tal, d irig iera la g u erra
y a ellos, aco stu m b rad o s siem pre a se rv ir bajo m agis­
trad o s. Él les agrad eció el honor, p ero rem itió el asunto
al senado. Y cuando q u isiero n m a rc h a r todos ju n to s en
apoyo de e sta d em an d a lo p ro h ib ió e im pidió que envia­
ran em isario s al senado, en la creen cia de que éste le
vo taría v o lu n tariam en te estas cosas «tanto m ás, añadió,
si saben de v u estro celo y de m i duda».
D isuadidos, a d u ra s penas, de este m odo, cuando los
oficiales se quejaro n a él p o r su desprecio, les explicó
que el senado se h a b ía inclinado de su lado no tan to
p o r benevolencia h ac ia él com o p o r m iedo a Antonio
y p o r la fa lta de u n ejército, «y así será, dijo, h a s ta que
no sotros destruyam os a Antonio, y los asesinos, que son
am igos y fam iliares de los senadores, re ú n a n su propio
ejército; y com o conozco estos hechos, he fingido e sta r
a su servicio. No seam os los p rim ero s en desv elar esta
ficción, p u esto que, si nos adelantam os a to m a r el car-
59 La a c titu d favorable del senado h a cia Antonio hay que ponerla
en relación con la Fil. 3 y 4 de C ic e r ó n ( c f . E. C ia c e r i , Cicerone e i
suoi íem pi, II, Milán, 1941, págs. 351 y sigs.).
GUERRAS CIVILES III 57

go, nos acu sarán de arro g an tes y de violentos, y, en cam ­


bio, si nos m o stram o s respetuosos, tal vez lo concedan
ellos p o r m iedo, no sea que lo tom e yo de vosotros».
Después de pronunciar tales palabras, contem pló las m a­
nio b ras de las dos legiones que h a b ía n d ese rtad o de An­
tonio y que, en fren tán d o se e n tre sí, ejecutaron, sin r e ­
gateos, to d as las acciones p ro p ias de u n com bate, con
la ú n ica excepción de m atar. Así pues, co n ten to con el
espectáculo y alegre p o r p o d er to m arlo com o pretexto,
re p a rtió p a ra cad a ho m bre o tra s q u in ien tas d racm as y,
si h ab ía necesidad de com batir, les prom etió cinco mil
m ás a cad a uno si re su ltab a n vencedores. De esta for­
m a Octavio, gracias a la p ro d ig alid ad de sus donativos,
refo rzab a los lazos de unión con los m ercenarios.
M ientras estas cosas o c u rría n en Italia, en tre tan to , 49
en la G alia Cisalpina, Antonio ordenó a Décimo que se
tra sla d a ra a M acedonia com o acto de obediencia al pue­
blo y p o r su p ro p ia seg u rid ad personal. Él, sin em bar­
go, le envió com o re sp u e sta las c a rta s que le habían
sido llevadas de p a rte del senado p a ra d arle a entender
que no d eb ía él p legarse an te la voluntad del pueblo
m ás de lo que A ntonio ante la del senado. A ntonio le
fijó un día com o lím ite, a p a r tir del cual lo co n sid eraría
un enem igo, y Décim o le ex h o rtó a que se fija ra uno
p o sterio r p a ra él m ism o, no fu e ra a ser que se convir­
tie ra m ás p ro n to en u n enem igo del senado. Aunque An­
tonio le h u b iera podido vencer con facilidad, pues toda­
vía se h allab a en te rre n o abierto, decidió avanzar hacia
las ciu d ad es y éstas le a b rie ro n su s p u ertas. Y Décimo,
tem iendo no po d er e n tra r ya en nin g u n a de ellas, se fa­
bricó c a rta s del senado, llam ándole a R om a ju n to con
el ejército, y se re tiró h acia Italia, y era acogido por
todos, p u esto que p en sab an que e sta b a de paso, h a sta
que llegó, a la p ró sp e ra ciu d ad d e M ódena 60. Aquí ce-

60 En la p a rte c en tra l de la G alia C isalpina.


58 HISTORIA ROMANA

rró las p u e rta s de la ciudad, se in cau tó de las provisio­


nes de sus h ab itan tes con objeto de a v itu a lla r a su ejér­
cito y saci’ificó y conservó en sal a todos los anim ales
de tiro ex istentes, p o r m iedo a que el asedio fu e ra p ro ­
longado, y esperó a Antonio. Su ejército co n sistía en un
gran n ú m ero de g lad iadores y tre s legiones de infante­
ría, u n a de las cuales estab a co m p u esta p o r hom bres
recién reclu tad o s y todavía inexpertos. En cam bio, las
o tra s dos, que h ab ían servido ya an tes bajo sus órde­
nes, e ra n dignas de to d a confianza. A ntonio m arch ó con
ra b ia c o n tra M ódena y la rodeó de un m u ro y un foso.
50 Décimo, pues, su fría el asedio, y, e n tre ta n to , en Ro­
ma, con la llegada del nuevo año, los cónsules H irc io 61
y P ansa 62 convocaron de inm ediato al senado después
de los sacrificios, en el m ism o tem plo, p a ra tr a ta r de
Antonio “ . Cicerón y sus am igos pid iero n q u e fu e ra de­
clarad o ya, m ed ian te un decreto, enem igo p ú b lic o 64,
po rq u e se h a b ía ap o d erad o p o r la fu e rza de las arm as
de la G alia C isalpina, en c o n tra de la volu n tad del sena-

61 A. H ircio, cónsul en el 43 a. C., fue uno de los novi hom ines


de César; so b re sus escritos, cf. nn. 197 y 209 al lib ro II.
62 G . Vibio Pansa Cetroniano, cónsul en el 43 a. C„ había sido otro
de los novi hom ines de César, oriu n d o de Perusia, es decir, de fam ilia
no rom ana y del ord en e c u e stre (cf., so b re ello, G r u e n , The Last Gene­
ration, y p a ra el c o n tra ste con los seguidores de Pom peyo, cf., tb„ G u n -
d e l , en RE, s.v. Vibius, núm . 16, y B r o u g h t o n , II, págs. 234-236).
63 H ubo u n a p rim e ra sesión se n a to rial convocada p o r los trib u ­
nos el día 20 de diciem bre, en la que C icerón esbozó u n pro g ram a
de acción p a ra el fu tu ro , cuyos p u n to s c ap itales eran d e c la ra r enem i­
go público a A ntonio p o r no ser un v e rd ad e ro cónsul y a se g u ra r la
legitim idad (publica auctoritas) p a ra las actu acio n es (privatum consi­
lium ) de Octavio y Décimo B ruto. La v e rd a d e ra sesión se inició, sin
em bargo, el d ía 1 de enero del 43 a. C. P a ra los p a rtic u la re s sobre
este debate, que d u ró tre s d ías según el re la to de Apiano, o c u atro
según o tra s fu en tes (cf. Cíe., Fil. 6, 3), m e rem ito a la extensa nota
de G a b b a , Appiano..., pág. 167 n. 1, con bib lio g rafía so b re el m ismo.
64 Sobre la ilegalidad de e sta p ro p u esta, cf. S y m e , The R o m a n Re­
volution, pág. 168 y n. 2.
GUERRAS CIVILES III 59

do, p a ra u tiliza rla com o base de ata q u e c o n tra la p a tria


y h ab ía conducido a Italia el ejército que se le había
concedido p a ra la cam p aña de T racia. Le acusaban, ade­
m ás, de a s p ira r al p o d e r su p rem o después de C ésar, al
h acerse aco m p añ ar en la ciudad pú b licam en te por tan ­
ta ca n tid ad de cen tu riones, y esta b le c e r su dom icilio
p a rtic u la r bajo la pro tección de las arm as y co n trase­
ñas com o u n a fortaleza, así com o de m o stra rse hacia
ellos en los dem ás asu n to s en fo rm a h a rto m ás arro g an ­
te de la que co rresp o n d ía a u n m ag istrad o anual. Lucio
Pisón, que e ra el s u s titu to de A ntonio d u ra n te su ausen­
cia y uno de los h o m b res m ás n o tab les de Roma, y to­
dos aquellos que estab a n de su lado en atención a éste,
o gracias a Antonio, o p o r p ro p ia decisión dem andaxon
que se le citase a juicio, pu esto que no e ra costum bre
p a tria co n d en ar a un h om bre sin juicio, ni e ra decente
d eclarar enem igo hoy a quien h asta ayer h ab ía sido cón­
sul, y del que p recisam en te los dem ás y, en especial,
C icerón h a b ía n p ro n u n ciad o en m u ch as ocasiones con­
tinuos y encendidos elogios. El senado se m antuvo divi­
dido en su s opiniones, en form a eq u ilib rad a h a sta la
llegada de la noche, y al día siguiente m uy tem prano
se re u n ie ro n p a ra tr a ta r del m ism o asunto. E n esta oca­
sión h ab ía m ay o ría e n tre los p a rtid a rio s de Cicerón, y
Antonio h u b ie ra sido d ec retad o enem igo público, de no
h ab er sido p orque el trib u n o de la plebe Salvio ordenó
que se p o sp u siera la votación —ya que e n tre los m agis­
tra d o s el q u e opone su veto siem pre prevalece— 65.
Los ciceronianos re p ro c h a ro n e in su lta ro n al tribu- 51
no de fo rm a m uy violenta, y, saliendo precip itad am en ­
te, ex citaron al pu eb lo c o n tra él y llam aron a Salvio
a que co m p areciera an te ellos. E ste últim o se dispuso
a hacerlo sin p e rtu rb a rs e u n ápice, h a sta que el senado
lo retu v o p o r tem o r a que h iciera cam b iar de opinión

65 Nota a c la ra to ria de Apiano.


60 HISTORIA ROMANA

al pueblo tray en d o a su m em o ria el re c u e rd o de Anto­


nio. Pues los sen ad o res no ig n o rab a n que estab a n con­
denando, sin juicio previo, a u n ho m b re m uy ilustre,
y que el pu eb lo le h a b ía concedido a él la G alia Cisalpi­
na. Pero, com o tem ían p o r la vida de los asesinos, se
irrita ro n c o n tra A ntonio p o r h a b e r sido él quien había
dado los p rim ero s p asos c o n tra ellos d espués de la am ­
nistía, y p o r esta razó n h ab ían u tilizad o a O ctavio fren ­
te a aquél. Y, au n q u e O ctavio e ra consciente de este he­
cho, aceptó el ofrecim iento, sin em bargo, p a ra a b a tir
a Antonio. Tal e ra el m otivo del enojo del senado hacia
Antonio. Así que, cu an d o d ifiriero n la votación, com o
h ab ía o rd en ad o el trib u n o , d e c retaro n , no ob stan te, fe­
licita r a Décim o p o r no h a b e r en treg ad o la G alia Cisal­
pina a A ntonio y que O ctavio ay u d a ra a los cónsules
H ircio y P ansa con el ejército que ten ía decidieron,
adem ás, reco m p en sarle con u n a e s ta tu a de o r o 67 y
oto rg arle el derecho a e x p resar su opinión e n tre los con­
sulares del senado desde entonces 68 y a a sp ira r al con­
sulado diez años a n tes del período le g a l69, y que les
66 Le con firiero n el im perium pro-praetore y la dirección de la
g u e rra c o n tra A ntonio en com pañía de los cónsules, con lo que se
cum plieron los cálculos de Octavio c u an d o rechazó e sta o fe rta de sus
pro p io s soldados e sp e ra n d o o b ten e rla del senado (sobre el im perium
pro-praetore, cf. W. J a s h e m s k i , The Origins a n d H istory o j Proconsular
and Propraetorian Im p e riu m to 21 B.C., Chicago, 1950).
67 La p ro p u e sta fue p re se n ta d a p o r su p a d ra stro M arcio Filipo.
68 La adm isión de O ctavio e n tre las filas de los se n a d o re s supo­
nía u n a grave irreg u larid a d , dado que, com o privatus, el senado no
po d ía en v irtu d de p rá ctic a alguna ni, p o r su puesto, de ninguna legali­
dad pro ced er a tal hecho. E r a el p ueblo quien elegía a los m ag istra ­
dos, condición sin la cu al e ra im posible el acceso al sen ad o (cf. S y m e ,
The R om án R evolution, págs. 167-168).
69 O ctavio no co n ta b a a ú n 20 años de edad (había nacido el 24
de sep tiem b re del 63 a. C.) y le fa ltab a n diez p a ra a s p ira r al consulado.
E sta m edida, en cam bio, así com o la de c o n ferirle la dirección de la
g u e rra a un h o m b re que no h a b ía d esem peñado n inguna m ag istra tu ra ,
las había ad o p tad o ya en ocasiones a n te rio re s y excepcionales el sena­
do (por ejemplo. P, Escipión, elegido en el 211 a. C. procónsul de España).
GUERRAS CIVILES III 61

fu e ra concedido a expensas del teso ro público a las le­


giones que h ab ían d ese rtad o de Antonio a Octavio la
to talid ad del dinero que este ú ltim o les h ab ía p ro m eti­
do en caso de re s u lta r vencedores.
Después de h a b e r votado estos d ecreto s levantaron
la sesión, en la creen cia de que A ntonio se d a ría cuenta,
a p a r tir de ellos, que h ab ía sido declarado, de hecho,
enem igo público, y q u e el trib u n o no in te rp o n d ría ya
su veto al día siguiente. La m ad re, la esp o sa y el hijo
—todavía u n m u ch ach o — de Antonio, y su s dem ás fa­
m iliares y am igos, v isita ro n a lo largo de to d a la noche
las casas de los p erso n ajes influyentes y les suplicaron.
Al d ía siguiente, cu an d o se d irig ían al senado, los in te r­
ce p ta ro n arro ján d o se a sus pies con gritos y lam entos
y, vestidos de luto, g rita b a n ju n to a las p u ertas. Algu­
nos sen ad o res q u ed a ro n im presionados p o r los gritos,
por el espectáculo y p o r u n a tan grande y repentina m u­
tación en la fo rtu n a , y Cicerón, tem eroso por el re su lta ­
do, se dirigió al senado en los térm inos siguientes:
«La decisión que debía to m arse sobre Antonio, la 52
tom am os ayer. Pues en la m edida en que otorgam os ho­
nores a sus enem igos, en esa m ism a m edida d ecreta­
m os que él e ra u n enem igo. Y que Salvio fu e ra el único
que se o p u siera hay que entenderlo, o bien porque era
m ás inteligente que todos, o p o rq u e le m ovía a ello su
am istad p erso n al o su desconocim iento de la realidad
circundante. De estas altern ativ as la m ás hum illante p a­
ra no so tro s es la de q ue todos parezcam os ser m enos
inteligentes que un o solo, y, en cam bio, p a ra el propio
Salvio lo es el q ue an teponga su am istad al in terés co­
m ún. Pero, si desconoce las circ u n sta n cias presentes,
debía co n fiar en los cónsules, en vez de en sí mismo,
en los p reto res, en sus com pañeros de trib u n ad o y en
el re sto de los sen ad o res que, siendo ta n su p erio res en
dignidad y n ú m ero y aventajando a Salvio p o r edad y
experiencia, condenam os a Antonio. Y así re su lta que
62 HISTORIA ROMANA

en n u e s tra s elecciones y juicios la ju stic ia se decanta


siem pre del lado de la m ayoría. No ob stan te, si precisa,
con todo, conocer a h o ra los m otivos de n u e s tra conde­
na, en u m eraré brevem ente, a m odo de recuerdo, los de
m ayor peso.
»A la m u e rte de C ésar, A ntonio se apropió de n u estro
dinero. T ras h a b e r alcanzado de n o so tro s el gobierno
de M acedonia, se lanzó sobre la G alia C isalpina sin nues­
tra autorización. Después de obtener el ejército p a ra ope­
r a r c o n tra los tracio s, en lu g ar de c o n tra éstos, lo con­
dujo a Ita lia p a ra u tilizarlo c o n tra no so tro s. Nos pidió
au to rizació n p a ra ca d a uno de esto s actos, p o r razones
ocultas, y cuando no lo obtuvo, a c tu ó p o r cu e n ta p ro ­
pia. E n B ríndisi organizó u n a co h o rte re al p a ra uso
personal, y hom bres arm ad o s le d ab a n esco lta y p ro tec­
ción, p ú b licam en te en la ciudad, día y noche bajo con­
trase ñ as. Condujo desde B rín d isi a la ciu d ad a todo el
re sto del ejército, asp iran d o , p o r u n a vía m ás corta, a
los m ism os proyectos que C ésar. Sin em bargo, com o el
joven C ésar se le an ticip ó con o tro ejército, tuvo m iedo
y se volvió a la G alia C isalpina to m án d o la p o r u n a es­
traté g ic a p latafo rm a de operaciones c o n tra nosotros,
pu esto que César, h ab ien d o p a rtid o desde allí, se con­
virtió en n u e stro dueño.
53 »Con o bjeto de te n e r sum iso al ejército, p o r m edio
del tem or, p a ra eje c u ta r estos planes, a fin de que no
vacilara en secu n d ar n inguna ord en ilegal, echó las su er­
tes y condenó a m u e rte a uno de cad a diez, aunque no
se h ab ían sublevado, n i h ab ían ab andonado la g u ard ia
o la fo rm ación en tiem po de g u erra, p o r los cuales deli­
tos ú n icam en te estab lece la ley m ilita r u n castigo tan
cru el y, con todo, son pocos los que lo ap lican y, en
estos casos, a d u ras penas, en tiem po de m áxim o peli­
gro y bajo im p erio sa necesidad. S in em bargo, él condu­
jo a la m u e rte a estos ciu d ad an o s p o r ca u sa de u n ruido
o de u n a risa, y a u n a m u e rte no de gente que h abía
GUERRAS CIVILES III 63

sido d eclarad a convicta y co n fesa de u n crim en, sino


de aquellos que les h ab ía tocado en suerte. Por consi­
guiente, los que pu d ieron, h iciero n deserción, y voso­
tro s a ellos, com o a p ersonas q u e h an obrado bien, le
v o tasteis ay er unos donativos. E n tan to que los que no
pu d iero n d e s e rta r se h a n unido a él en sus fechorías,
m ovidos p o r su m iedo, y avanzan c o n tra un te rrito rio
v u estro y sitia n a v u estro g en eral y a v u estro ejército,
al que vosotros o rd en asteis p o r m edio de cartas que p er­
m an eciera en la G alia y, en cam bio, A ntonio le ordena
evacuarla. ¿Acaso, pues, som os n o so tro s los que vota­
m os que A ntonio es un enem igo, o es A ntonio quien nos
com bate ya a n o so tro s? Y n u e stro trib u n o desconoce
estos hechos aún, y los ig n o rará h a s ta que Décimo sea
expulsado y u n a p ro v in cia ta n gran d e y vecina nuestra,
ju n to con el ejército de Décimo, se añ ad a a las esp eran ­
zas de A ntonio c o n tra nosotros. Pues sólo entonces, su­
pongo, el trib u n o le v o ta rá enem igo, cuando llegue a
ser m ás fu e rte que nosotros.»
M ientras C icerón se h a lla b a aún en el uso de la 54
p alabra, sus p a rtid a rio s p rovocaban u n alb o ro to in te r­
m inable y no p e rm itía n que n ad ie re p licara, h asta que
P isón se ad elan tó y el re sto del senado gu ard ó silencio
p o r re sp eto hacia él, y tam b ién se contuvieron los cice­
ronianos. E ntonces dijo Pisón: «La ley, senadores, exige
que el pro p io reo oiga la acusación y sea juzgado des­
pués de h a b e r p ro n u n ciad o su defensa; e invito a que
co rro b o re la veracid ad de m is p a la b ra a Cicerón, nues­
tro o ra d o r m ás em inente. Sin em bargo, pu esto que va­
cila en a c u s a r a A ntonio cu an d o está él p re sen te y, en
cam bio, en su ausencia, p ro n u n ció algunas acusaciones
que co n sid era las m ás graves de to d as y fu e ra de toda
duda, m e h e ad e la n tad o p a ra m o strar, en pocas p ala­
bras, que estas acusaciones son falsas. Él dice que, des­
pués de la m u erte de C ésar, A ntonio se apropió del
din ero público, p ero la ley al lad ró n no lo d eclara ene­
64 HISTORIA ROMANA

m igo público, sino que lo castig a con u n a p en a ya esta ­


blecida. Sin em bargo, B ruto, después de a se sin a r a Cé­
sar, lo acusó tam b ién a n te el pueblo de que se h abía
llevado el teso ro p ú b lico y h a b ía dejado vacías las arcas
del tesoro. Y, poco después, A ntonio p ro p u so a b rir una
investigación sobre el asunto, y vosotros acep tasteis y
co n firm asteis tal p ro p u e sta , y p ro m etisteis u n diezm o
com o reco m p en sa p a ra los delatores, la cual recom pen­
sa d oblarem os n o sotros, si alguien p u ed e p ro b a r la p a r­
ticipación de A ntonio en este robo.
»Esto p o r lo que re sp e c ta al d in ero público. P ero es
que tam p o co votam os n o so tro s el gobierno de la G alia
C isalpina p a ra Antonio, sino que se lo concedió el pue­
blo, estan d o p re sen te Cicerón, m ed ian te u n a ley, pro ce­
dim iento p o r el que ya h ab ía concedido a m enudo o tra s
provincias y esta m ism a g o b e rn a tu ra a C ésar con an te­
rio rid ad . Y e ra p a rte de la ley que Antonio, al llegar
a la p ro v in cia que le h ab ía sido asignada, si Décimo no
la entregaba, le h iciera la g u erra y que condujera el ejér­
cito, en vez de c o n tra los tracios, que esta b a n tra n q u i­
los, a la G alia C isalpina c o n tra el que se le oponía. Sin
em bargo, C icerón no co n sid era enem igo a Décimo, que
oponía sus arm as a la ley, y sí, en cam bio, a Antonio
que lu ch ab a a fav o r de ella. Y si ac u sa a la p ro p ia ley,
está acu san d o a los q u e la prom ulgaron; a los cuales
debería h ac er cam biar de opinión y no insultarlos, cuan­
do él m ism o estuvo de acu erd o con ellos, y no debería
h a b e r confiado la p ro v incia a Décimo, a quien el pueblo
expulsó de la ciu d ad a raíz del asesinato, ni ponerle en
du d a a A ntonio aquello que el pueblo le h a b ía concedi­
do. Y no es de b u en o s consejeros a n d a r a la gresca con
el pueblo, esp ecialm ente en ocasiones de peligro, ni
olvidarse de q ue tam b ién esta m ism a cap acid ad de de­
cid ir q u ién es am igo o enem igo co rresp o n d ía antes al
pueblo. Pues, de acu erd o con las leyes antiguas, sólo
el pu eb lo e ra el á rb itro de la paz y de la g u erra. Y ¡oja­
GUERRAS CIVILES III 65

lá que éste no ponga su s ojos en ninguna de estas cosas


y se irrite , en consecuencia, con nosotros, u n a vez que
h a en co n trad o un líder!
»Pero tam b ién dice que A ntonio m ató a algunos sol­
dados. E n efecto, p u esto que e ra el com andante en jefe
y h ab ía sido investido p o r vosotros p a ra este cargo. Y
jam ás ningún co m andante en jefe rindió cuentas por ac­
tos sim ilares. Pues las leyes d ecidieron que no e ra p ro ­
vechoso p a ra no so tro s que el general d iera cu en ta de
sus actos a los soldados. No existe cosa p eo r en el ejé r­
cito que la desobediencia, p o r cu y a causa h an m uerto
algunos, incluso después de h a b e r logrado la victoria,
sin que nadie p idiera cu enta a sus m atadores. Ni siquiera
ha h ab id o nadie e n tre sus fam iliares que haya p re sen ta­
do, en el caso p resen te, q ueja alguna, salvo Cicerón,
quien, al a c u sarle de asesinato, lo tild a de enem igo pú­
blico, en vez de p ed ir p a ra él las penas fijadas p o r la
ley p a ra los asesinos. H asta qué grad o de indisciplina
y d esprecio h acia A ntonio h ab ía llegado el ejército, lo
m u estran las dos legiones que d e se rta ro n de él, sobre
las cuales vo tasteis q u e sirv ieran bajo A ntonio y que,
en cam bio, d esertaro n , en flag ran te violación de las le­
yes m ilitares, no h ac ia vosotros sino h acia Octavio. A
p esa r de ello, C icerón las elogió y vosotros ayer le con­
cedisteis un estipendio a costa del erario público; y ¡ojalá
que no os acarree sin sab o res el ejem plo! A C icerón le
ha hecho c a e r en la co n trad icció n su en em istad perso ­
nal, pues h a acu sad o a A ntonio de a sp ira r a la tiran ía
y de c a stig a r a sus soldados, y re su lta que los que p re­
tenden tal cosa son siem p re com placientes con sus tro ­
pas, no severos. Pero, p u esto que no dudó en ta c h a r de
tirán ica la re sta n te actuación de gobierno de Antonio,
pues bien, q u iero ex am in ar cad a uno de sus actos.
»¿A quién dio m u erte, sin juicio, a m odo de tirano,
el que ah o ra co rre el riesgo de ser condenado sin ju i­
cio? ¿A q u ién expulsó de la ciu d ad ? ¿A quién calum nió
66 HISTORIA ROMANA

en p resen cia v u estra? ¿O, acaso, no hizo tal a cada uno


individualm ente y, en cam bio, conspiró c o n tra todos no­
sotros com o colectividad? ¿C uándo, C icerón? ¿Cuando
consiguió que se ap ro b ase la am n istía p a ra los hechos
ocu rrid o s? ¿O cuando se abstuvo de e n ta b la r u n a que­
re lla crim in al co n tra nadie p o r cau sa del asesinato?
¿Fue, acaso, cuando o rd en ó a b rir u n a investigación so­
b re el d in ero público? ¿O, ta l vez, con m otivo de h ab er
hecho re g re sa r a Pom peyo, el hijo de v u estro Pompeyo,
y h aberle re stitu id o la hacien d a p a te rn a con cargo a los
fondos del E stad o ? ¿O cuando hizo prisionero, p o r cons­
p irar, al falso M ario y le dio m u e rte y todos le ap lau d is­
teis y, p o r v u estra ac titu d , fue la ú n ica acción que no
calum nió C icerón? ¿F ue cuando p re sen tó u n decreto de
que n adie h iciera n in g u n a p roposición ac erc a de la dic­
ta d u ra ni la votara, o, de lo co n tra rio , que m u rie ra im­
pun em en te a m anos de quien q u isiera? É stos fueron los
acto s de gobierno que llevó a cabo A ntonio p a ra noso­
tro s en dos m eses, los únicos que perm aneció en la ciu­
dad después de la m u erte de C ésar, m ien tras el pueblo
p erseg u ía a los asesinos y vosotros teníais m iedo del
fu tu ro . Si h u b iera sido un ho m b re vil, ¿qué o p o rtu n i­
dad h u b iera él ten id o m ejo r que ésta? Pero, ta l vez, ob­
je ta ré is que sucedía lo co n tra rio , que no te n ía au to ri­
dad. ¿Cómo? ¿N o fue él solo q u ien d eten tó el m ando
después de la p a rtid a de D olabella a S iria? ¿N o tuvo
p re p ara d o en la ciu d ad el e jército que le d isteis voso­
tro s? ¿No m antuvo b ajo cu sto d ia la ciudad d u ra n te la
noche? ¿N o estableció u n a g u a rd ia p erso n al d u ra n te la
noche c o n tra cu alq u ier asechanza de sus enem igos? ¿No
ten ía com o excusa el asesin ato de César, su am igo y
bienhechor, y el h o m b re m ás q u erid o p o r el pueblo?
¿N o ten ía o tra excusa p erso n al en el hecho de que los
asesinos h ab ían co n sp irado tam bién c o n tra su vida? Sin
em bargo, no m ató a n in guno de ésto s o lo d esterró , sino
que les concedió el p erd ó n que p erm itía un m ínim o de
GUERRAS CIVILES III 67

decoro y no tuvo recelo de que le fu eran concedidos


los gobiernos de provincias que les habían sido ofrecidos.
»Conocéis, en verdad ya, rom anos, las acusaciones
m áxim as e in d isp u tab les de C icerón co n tra Antonio.
Pero, p u esto que a las acusaciones se h an añ adido tam - 58
bién ciertas co n jetu ras, com o aquella de q u e Antonio
se d isponía a llevar el ejército c o n tra la ciudad, pero
tuvo m iedo p o rq u e O ctavio se le h a b ía anticipado con
o tro ejército , ¿cóm o se explica, pues, que el m ero inten­
to califique a u n h o m b re com o enem igo, en tan to que
al que realm en te vino y acam pó ju n to a nosotros, sin
n ingún títu lo p a ra ello, no se le ten g a p o r enem igo? ¿Y
cómo, si e ra v o lu n tad d e Antonio, no llegó? ¿O hay que
p en sa r que con tre in ta m il soldados perfectam ente equi­
pados tuvo m iedo de los tre s m il de O ctavio a m edio
a rm a r y desorganizados, que h ab ían acudido en tropel
a su lado sólo p a ra g ra n je arse su am istad, y que, tan
p ro n to com o se d iero n cu e n ta de que los h ab ía elegido
p a ra com batir, lo ab an d o n aro n ? ¿Y si tuvo m iedo de
venir con tre in ta mil, cóm o vino, entonces, con tan sólo
m il? ¿Qué inm enso gentío le acom pañam os cuando, en
com pañía de estos soldados, salió h acia T íbur? ¿Y cuán­
tos unim os v o lu n tariam en te n u e s tro ju ra m e n to de fide­
lidad sin que se nos req u iriese p a ra ello? ¿C uántas ala­
banzas d erro ch ó C icerón p a ra con su lab o r de gobierno
y sus v irtu d es? ¿Y cóm o el p ro p io Antonio, si h u b iera
concebido u n proyecto tal, nos h u b iera dejado esas pren ­
das que a h o ra e stán d elan te del edificio del senado, a
su m adre, a su esposa y a su hijo adolescente? Los cua­
les llo ran y tem en a h o ra no p o r la política de Antonio,
sino p o r el p o d e r excesivo de sus enem igos.
»He expuesto a n te vosotros e sta s razones cóm o un 59
ejem plo de la defen sa d e A ntonio y de la v ersatilid ad
de Cicerón; p ero quiero a ñ a d ir u n consejo p a ra los hom ­
bres sensatos, no hagáis in ju sticia ni al pueblo ni a An­
tonio, no atraigáis enem istades y peligros sobre los asun­
68 HISTORIA ROMANA

tos públicos, m ien tras la R epública p erm anece todavía


enferm a, y está fa lta de quien la defienda con presteza;
sino que, estableciendo en la ciudad, an tes de provocar
el desorden en el ex terior, u n a fu e rza suficiente, p reca­
veos, entonces, de los que en cad a m om ento os acom e­
tan y to m ad las decisiones que q u e rá is cu an d o seáis ca­
paces de cu m p lir lo decidido. ¿Cóm o será posible esto?
Si dejam os que Antonio, b ajo c u a lq u ie r p re te x to o co­
m o vo lu n tad del pueblo, tenga la provincia de la G alia
y hacem os v en ir aquí a Décim o con las tre s legiones
que tiene, y, u n a vez llegado, lo enviam os a M acedonia,
pero reten em o s las legiones; y si las dos legiones que
d ese rtaro n de Antonio, d e se rta ro n hacia nosotros, co­
m o dice C icerón, hag ám oslas v en ir tam bién a éstas des­
de ju n to a Octavio a la ciudad. Pues, de este m odo, cuan­
do estem os en posesión de cinco legiones, podríam os
v o tar lo que nos p a re c ie ra conveniente, con toda a u to ri­
dad, sin te n e r su sp en sas n u e stra s esperanzas del favor
de h o m b re alguno.
»E stas p alab ras están d irig id as a quienes m e escu­
chan sin envidia ni rivalidad. A aquellos otros, en cam ­
bio, q ue sin co n sid eración ni prep aració n , p o r cau sa de
u n a en em istad o riv alid ad personal, os tra ta n de soli­
vian tar, les ex h o rto a que no sean unos jueces p recip i­
tad o s y violentos c o n tra h o m b res de m áxim o prestigio
y que m an d an un ejército poderoso, y a que no les fu e r­
cen a c o m b atir c o n tra su voluntad. Que se acu erd en de
M arcio C oriolano y de los recien tes hechos de César,
a quien de m odo sim ilar, cuando estab a al fren te de
u n ejército y nos o frecía las m ejores p ro p u e sta s de paz
posibles, le votam os enem igo, de form a p recip itad a, y
le obligam os, en realid ad , a que lo fu e ra de hecho. Que
tengan consideración h ac ia el pueblo que hace poco p er­
seguía a los asesinos de C ésar, n o sea que parezcam os
que, p o r in su lta rle, concedem os a unos el gobierno de
las provincias, y que elogiam os a Décimo, p orque inva­
GUERRAS CIVILES III 69

lidó la ley del pueblo, y votam os enem igo a Antonio,


porque acep tó la p rovincia de la G alia de m anos del
pueblo. S ería m en ester que los b u enos consejeros refle­
x ion aran sobre estas razones p o r aquellos que todavía
están extraviados, y q u e los cónsules y trib u n o s de la
plebe se m u ltip licaran ante los peligros públicos.»
De ta l su erte hizo Pisón la defensa, en tono de cen- 61
su ra y am enaza, y fue claram en te el responsable de que
Antonio no fu e ra d eclarado enem igo. Sin em bargo, no
logró co n serv arle el g o b ierno de la Galia, pues los am i­
gos y los fam iliares de los asesinos lo im pidieron, por
tem o r a que, so lventada la g u erra, se a p re s ta ra a ven­
g ar el crim en reconciliándose con Octavio; p o r esta ra ­
zón, tam bién, m an io b ra b an p a ra m a n te n e r en continua
q u erella a O ctavio y a Antonio. Así que d ec retaro n o fre­
cer a Antonio, M acedonia a cam bio de la Galia, y o rd e­
naro n , sin caer en ello o de propósito, que C icerón
p u sie ra p o r escrito las dem ás decisiones y se las e n tre ­
gara a los em b ajad o res 70. Este últim o a lteró el e sp íri­
tu del d ecreto y escrib ió lo que sigue: «Antonio debe
lev an tar de in m ediato el cerco de M ódena y ceder a Dé­
cim o la G alia C isalpina, re tira rs e al lado de acá del río
Rubicón, q u e es el lím ite e n tre Ita lia y la provincia de
la Galia, an tes de un d ía fijado y som eterse sin reservas
al senado.» De fo rm a ta n p ro vocadora y falsa redactó
C icerón las órdenes, y no p o rq u e la tie ra tam añ a ene­
m istad, sino, según parece, p o rq u e algún genio m aléfi­
co in co rd iab a b u scan d o la m u tació n de la R epública y
conspirando c o n tra el propio Cicerón. Los restos de Tre-
bonio h acía poco que h ab ían sido traídos, y, cuando se
supo coi} m ay o r ex actitu d de la violencia com etida con­
tra él, el senado, sin ap en as oposición, declaró enem igo
a D olabella.
70 D r u m a n n -G r o e b e , Gesch. Rom ans., I, pág. 176, y F r i s c h , Cice­
ro í Fíght..., pág. 183 y n. 8, piensan que e ste dato es, probablem ente,
un añadido p a ra d e sp re stig ia r aún m ás a Cicerón.
70 HISTORIA ROMANA

Los em b ajad o res 71 que h a b ía n sido enviados a An­


tonio, avergonzados del tono insolente de las órdenes,
no d ijeron n ad a y se las en treg aro n . Antonio, en su in­
dignación, p ro firió m u chos im p ro p erio s c o n tra el sena­
do y c o n tra Cicerón, ató n ito a n te el hecho de que a
César, que h ab ía p ro c u rad o los m ayores beneficios al
im perio, le tu v ieran p o r u n tira n o o un rey y, en cam ­
bio, a Cicerón, a quien C ésar ap resó en la g u e rra y no
le dio m u erte, no lo co n sid erara n así. Y de q u e C icerón
a n tep u sie ra los asesinos de C ésar a sus am igos y h u b ie­
ra odiado a Décimo, m ie n tra s fu e am igo de César, y lo
q u isiera ah o ra que h ab ía sido su ejecutor. Y de que to­
m ara p a rtid o p o r u n h o m b re que no h ab ía recibido de
nadie la pro v in cia de la Galia, tra s la m u e rte de César,
y, p o r el co n trario , h iciera la g u e rra a quien la h ab ía
tom ado de las m anos del pueblo. « Y a los soldados de­
serto res de las legiones que m e fu e ro n v o tad as les oto r­
ga recom pensas, en ta n to que no se las d a a los que
perm an ecen fieles, co rro m p ien d o así las leyes de la m i­
licia, no m ás en p erju icio m ío que en el de la ciudad.
H a o to rg ad o la am n istía a los asesinos, en la cual yo
tam b ién consentí a cau sa de dos h o m b res m uy ilu stres.
Sin em bargo, co n sid era enem igos a A ntonio y Dolabe-
11a, p o rq u e reten em o s lo que se nos dio. Pues ésta es
la causa real. Y si m e d esp ren d o de la G alia ya no soy
enem igo ni a u tó crata. C iertam ente que con estos te sti­
m onios d ejaré sin efecto la a m n istía que no quieren.»
Antonio, desp u és de h a b e r dicho m uchas o tra s cosas
del m ism o tenor, escrib ió su re sp u e sta al decreto, di­
ciendo que se so m etería en todo al senado, p o r se r la
voz de la p a tria , p ero a C icerón, que h ab ía escrito las
órdenes, le resp o n d ió de esta guisa: «El pueblo m e con­
cedió la G alia en v irtu d de u n a ley, y p erseg u iré a Déci-

71 In teg ra b an la em b ajad a tre s consulares: L. Pisón, M arcio Fili-


po y Servio Sulpicio.
GUERRAS CIVILES III 71

m o p o r deso b ed ecer a la ley y re c la m a ré el castigo por


el asesin ato sólo de él en re p resen ta ció n de todos los
dem ás, p a ra que el senado se p u rifiq u e de la im pureza
de la que a h o ra está lleno a ca u sa del apoyo que Cice­
rón p re sta a Décimo.» É sta fue la re sp u esta que Anto­
nio escribió n, y el senado le decretó, al punto, enem i­
go a él y al ejército que ten ía a sus ó rd e n e s 73, si no
le ab andonaba. Se asignó el gobierno de M acedonia
y de la m ism a Iliria y las tro p as que quedaban en am ­
bas p ro vincias a M arco B ruto, h a s ta que estu v ieran res­
tablecidos los asu n to s públicos. E ste últim o contaba ya
con u n ejército pro p io y algunas tro p a s que h ab ía reci­
bido de Apuleyo, am én de navios de g u erra, naves de
tra n s p o rte y unos dieciséis m il talen to s en m oneda ju n ­
to con o tra s m uchas arm as que enco n tró en D em etrias,
donde h ab ían sido u b icad as desde h acía m ucho tiem po
p o r Gayo C ésar. El senado dispuso, en esta ocasión, que
u tiliza ra todos estos re cu rso s en beneficio de la p atria.
D ecretaron, adem ás, que Casio se h iciera cargo del go­
biern o de S iria y co m b atiera a Dolabella, y que todos
los re sta n te s jefes que tu v ieran el m ando de alguna p ro ­
vincia o ejército rom anos, desde el A driático h a sta el
O riente, obed ecieran cu a lq u ie r ord en de C asio o B ruto.
Con ta l celeridad, y aprovechando la ocasión, dieron 64
lu stre a la situ ació n de Casio y los suyos. Y Octavio,
cuando oyó cad a u n a de estas m edidas, no supo qué
hacer. C onsideraba, en efecto, q u e la am n istía revestía
la ap a rien cia h erm o sa de un acto de generosidad y de
pied ad h acia estos h o m b res de p a rte de quienes eran
sus fam iliares e iguales en rango, y que la razón de ha­

n Los em bajadores, a excepción de Sulpicio, que m urió en ef via­


je, re g re sa ro n el 1 o 2 de febrero. E ste cap ítu lo de Apiano tiene un
c a rá c te r de resu m en (cf., p a ra los hechos y cronología, F r is c h , op. cit.,
págs. 198-217).
73 En realidad, A ntonio fue d e cre ta d o enem igo después de la se­
gunda b a ta lla de M ódena (cf. C íe ., A d Brut. I 3, 4).
72 HISTORIA ROMANA

berles concedido m andos de poca im p o rtan cia e ra sim ­


plem ente de seg u rid ad personal; le parecía, en fin, que
el hecho de h ab erle confirm ado a Décimo la provincia
de la Galia se d ebía a la d iscre p an cia del senado con
A ntonio resp ecto a su asp iració n al p o d er suprem o, b a­
jo cuya p reten sió n se sen tía m ovido, él tam bién, a lu­
c h a r co n tra Antonio. S in em bargo, el d e c re ta r enem igo
a D olabella p o r h a b e r dado m u e rte a uno solo de los
asesinos, el cam b iar el m ando de B ru to y Casio a las
provincias m ayores, el concederles en bloque gran can­
tid ad de tro p as y d in ero y designarles com o jefes de
todos los jefes que h a b ía m ás allá del A driático, e ra un
indicio seguro de la in tención sen a to ria l de ac rec en tar
el p a rtid o de Pom peyo y d e stru ir el de C ésar. Reflexio­
nó, adem ás, sobre la tr e ta seguida con él m ism o, cual
si de un jovenzuelo se tra ta ra , al concederle u n a esta­
tu a y un asien to de h o n o r y designarle p ro p re to r, pero
despojarle, de hecho, de su p ro p io ejército, pues cuan­
do los cónsules p re s ta n servicio con u n m ag istrad o tal,
el p ro p re to r carece-de au to rid ad . Las recom pensas de­
cretad as ú n icam en te a aquellos d e su s soldados que ha­
bían d esertad o de A ntonio se le an to jab a n u n a ofensa
p a ra los que se h ab ían alistado a sus órdenes. Y que
la guerra, en sum a, co m p o rtab a u n a desh o n ra p a ra él,
pues, de hecho, el senado le u tiliza ría c o n tra Antonio
h a s ta que a n iq u ilara n a este últim o.
Aunque e sta b a sum ido en estas m editaciones, las
m antuvo o cu ltas, y tra s re alizar los sacrificios debidos
a la m a g is tra tu ra q ue le h ab ía sido conferida, dijo a
su ejército: «Este h o n o r os lo debo a vosotros, cam ara­
das, no ah o ra sino desde que m e concedisteis el m ando,
pues el senado m e lo concedió g racias a vosotros. Así
que sabed que yo os d eb eré m i g ra titu d p o r este favor
y que, en el caso de que los dioses m e p ro c u ren el éxito
p o r este favor, os lo devolveré con creces.»
GUERRAS CIVILES III 73

De este m odo reforzó los vínculos de unión en tre él


y el ejército. E n treta n to , Pansa, u n o de los cónsules, re ­
c lu tab a tro p a s a trav és de Italia, y el otro, H ircio, com ­
p artió con O ctavio el m ando del ejército y, com o le h a ­
b ía o rd en ad o en secreto el senado, reclam ó com o p arte
del re p a rto las dos legiones que h a b ía n d esertad o de
Antonio, pu es sab ía q u e éstas era n las de m ay o r valor
del ejército. O ctavio se m o stra b a com placiente en todo,
y disp u esto a co m p artirlo , se re tira ro n am bos jun tos
a los cu a rteles de invierno. Avanzado ya el invierno, Dé­
cim o com enzó a s u frir de h am b re, e H ircio y Octavio
se p u siero n en m arc h a h acia M ódena p o r tem or a que
A ntonio re cib iera en rendición al ejército de Décimo,
exh austo p o r la fa lta de alim entos 74. Sin em bargo, co­
m o M ódena estab a so m etida a u n a fé rre a vigilancia por
Antonio, n o se atre v iero n a tr a b a r com bate con él con
todas las fuerzas reu n id as y ag u ard aro n a P a n s a 75. H u­
bo frecu e n te s com bates ecu estres, pu esto que Antonio
ten ía m u ch as m ás tro p as de cab allería, p ero la dificul­
ta d del terren o , que e sta b a atra v esad o por to rren tes,
anuló la v en taja de su su p e rio rid a d num érica.
Así estab a n las cosas en M ódena. M ientras tanto, 66
en Roma, en au sen cia de los cónsules, C icerón se h ab ía
hecho dueño de la situ ación p o r m edio de sus alocucio­
nes públicas. Se ce le b rab a n frecu e n te s asam bleas y se
p ro c u ra b a arm as forzando a los arte san o s arm ero s a
fa b ricarla s sin re cib ir n in g u n a paga; recolectaba dinero
e im ponía carg as m uy gravosas a los am igos de Anto­
nio. E stos ú ltim o s las so p o rtab a n sin quejas p a ra ev itar

74 Véanse, al r e s p e c to , las razones a d u cid as p o r Antonio en una


c a rta a b ie rta dirigida a H ircio y Octavio (Cíe., Fil. 13, 22-48). E sto suce­
d ía a finales de m arzo del 43 a. C. La m a rc h a de H ircio y Octavio
hacia M ódena tuvo lu g a r en el m ism o m es de m arzo desde la zona
de Rávena, donde h a b ía n acam pado.
75 Pansa h a b la ab an d o n ad o Rom a el 19 de m arzo con c u a tro le­
giones de tro p a s recién reclu tad as.
74 HISTORIA ROMANA

la calum nia, h a sta q ue Publio V e n tid io 76, que había


servido con Gayo C ésar y e ra am igo de Antonio, no tole­
ró la p re sió n de C icerón y m arc h ó a las colonias de Cé­
sar, donde, com o era bien conocido, re clu tó dos legio­
nes p a ra e n tra r al servicio de A ntonio y se ap resu ró
hacia R om a p a ra ap o d erarse de C icerón 11. E ntonces se
pro d u jo u n a com m oción inm ensa, y la m ayoría sacó fue­
ra de la ciu d ad a sus m u jere s e hijos, p re sa del pánico,
y el m ism o Cicerón h uyó de la ciudad. C uando lo supo
V entidio desvió su ru ta h acia A ntonio, pero, al ser in­
te rc ep tad o p o r O ctavio e H ircio, avanzó h a s ta el Piceno
donde re clu tó o tra legión y ag u a rd ó el d esa rro llo de los
acontecim ientos.
Al ac erc arse P ansa con el ejército, O ctavio e H ircio
enviaron a su en cu en tro a C arsuleyo con la co h o rte p re ­
to rian a de O ctavio y la legión de M arte, con objeto de
ay u d arle en su paso a trav és del desfiladero. Antonio
no p re stó aten ció n al desfilad ero p o r e n te n d e r que ello
no co n d u cía a o tra cosa que a p o n e r u n o b stácu lo ai
enem igo, p ero m ovido p o r su afán de lucha y com o no
po d ía d e sta c a r con la c a b allería debido a que el te rre n o
e ra p an tan o so y e sta b a atra v esad o p o r fosos, em boscó
a sus dos m ejores legiones en el pantano, ocultándolas
con los cañav erales a uno y o tro lado del cam ino, que
h ab ía sido co n stru id o artific ia lm e n te y e ra estrecho.
C arsuleyo y P ansa atra v e sa ro n el desfiladero d u ra n ­
te la noche, y al am an e cer tan sólo con la legión M artia
y o tra s cinco co hortes p e n e tra ro n en el cam ino cons­
tru id o artificialm en te, que to d av ía se h a lla b a lim pio de
enem igos. M ientras in sp eccio n ab an el p an tan o a uno y
otro lado de la ca rretera, el leve m ovim iento de las cañas

76 Cónsul su ffec tu s en el 43 a. C.
77 E ste hecho es re p u ta d o p o r algunos a u to re s com o fa n tá stic o
y en la línea de h o stilid ad h acia C icerón que existe en el re la to de
Apiano (cf. G a b b a , Appiano..., pág. 170 n. 2).
guerras CIVILES III 75

desp ertó sus sospechas, después b ro tó aquí y allá el b ri­


llo de algún que o tro casco y yelm o, y de re p en te surgió
ante ellos, p o r el fren te, la co h o rte p re to ria n a de Anto­
nio. Los soldados de la M artia, ro deados p o r todas p a r­
tes y sin posib ilid ad ninguna de escape, o rd e n a ro n a
los novatos que, si se les ac e rc a b a el enem igo se a b stu ­
v ieran de u n irse a ellos en el com bate p a ra que no les
p e rtu rb a ra n a cau sa de su fa lta de experiencia. Y la
coho rte p re to ria n a de O ctavio se en fren tó a la de Anto­
nio, E l re sto de las tro p a s se escin d iero n en dos y pene­
tra ro n a un o y o tro lado del pan tan o , bajo el m ando
de P an sa y C arsuleyo respectivam ente. Así que se e n ta­
b laro n dos b atallas en dos p an tan o s, im pidiendo la ca­
rr e te ra que cad a uno su p ie ra de la su e rte del otro; y
a lo larg o de la c a rre te ra las co h o rtes p re to ria n a s soste­
nían su o tra b a ta lla p artic u la r. Los soldados de Antonio
tenían la in ten ció n de vengarse de los legionarios de la
M artia p o r su deserción, p o r co n sid erarlo s traid o res pa­
ra con ellos m ism os, y, a su vez, los de la M artia q u e­
ría n v en g arse de aquéllos p o r su to leran cia con la m a­
tan za de sus com p añ eros en B ríndisi. S abedores unos
y o tro s de que c o n stitu ía n la flo r y n a ta de am bos e jé r­
citos, esp e rab a n d ecid ir la su erte de toda la g u e rra en
este único com bate. A unos los anim ab a la vergüenza
de que dos legiones fu e ra n d e rro ta d a s p o r u n a sola y
a los otros, en cam bio, la am bición de d e rro ta r ellos
solos a dos legiones.
Con ta l grad o de enojo y am bición se atac aro n mu- 68
tuam ente, considerando este asu n to m ás com o algo p ro ­
pio que de sus generales, A c a u sa de su v eteran ía no
diero n n ingún g rito de g u erra, pues no esp e rab a n a te ­
rro riz a rse unos a otro s, ni en el tra n sc u rso de la lucha
nadie dejó o ír su voz, ta n to si vencía com o si era d e rro ­
tado. Como no h ab ía lu g ar a evoluciones y cargas, por
co m b atir en zona p a n ta n o sa y con fosos, lu ch ab an codo
a codo, y al no p o d er re c h a z a r al ad v ersario se enzarza-
76 HISTORIA ROMANA

b an e n tre sí con las esp ad as com o en u n a lucha e n tre


atletas. N ingún golpe re su lta b a fallido sino que se p ro ­
ducían herid as, m u erte s y en vez de gritos, gem idos tan
sólo. El que caía e ra re tira d o al pu n to , y o tro ocupaba
su lugar. No h acían fa lta ad v erten cias y g rito s de alien­
to, pues a cau sa de la experiencia cada uno era su p ro ­
pio general. Y cu an d o estab a n agotados de fatiga, com o
en los certám en es gim násticos, se sep a rab a n u n poco
p a ra to m a r re sp iro y de nuevo se re in te g rab an a la lu­
cha. El estu p o r se ap o deró de los bisoños cuando llega­
ron, al co n tem p lar tales luchas re alizad a s en profundo
silencio y orden.
69 E sforzándose así todos de m an era so b reh u m an a, la
coh o rte p re to ria n a de O ctavio p erd ió h asta el últim o
hom bre. Aquellos soldados de la M artia a las órdenes
de C arsuleyo se im p u siero n a su s adversarios, que se
re tira ro n n o de form a vergonzante, sino poco a poco.
En cam bio, los que estab a n bajo P an sa su frían , de igual
modo, la p eo r parte, pero, con todo, resistiero n p o r igual
p o r am bas p arte s h a s ta que P an sa fue h erid o en el cos­
tad o p o r u n a jab alin a y fue re tira d o del cam po de b a ta ­
lla a B o n o n ia ?s. E n to nces sus soldados se replegaron,
p rim ero p aso a paso, después con m ayor rapidez vol­
viendo la esp a ld a com o en u n a huida. Los soldados no­
vatos, al verlos, h u y ero n en deso rd en dando gritos h a ­
cia el cam p am en to que p re cisam en te h a b ía p re p ara d o
el c u e sto r T o rcu ato m ie n tra s se d e sa rro lla b a la b a ta lla
an te la sospecha de q u e fu e ra necesario. Los bisoños
se congregaron en su in te rio r en m edio de la confusión,
a p e sa r de que e ra n italian o s igual que los de la M artia.
Pues h a s ta tal p u n to aventaja el ejercicio a la raza en
cuestiones de valor. Los de la M artia, en cam bio, no
p e n e tra ro n en el cam pam ento p o r m iedo al deshonor

78 C iudad de la G alia Cisalpina, en tre M ódena y Rávena. Tam bién


se ¡a conoce con el no m b re de Felsina.
GUERRAS CIVILES 111 77

y p erm an eciero n en su proxim idad, y au n q u e agotados


p o r la fatiga, co n tab an aú n con el suficiente coraje p a­
ra, si alguien los atacab a, seguir com batiendo h a sta el
final inexorable. No obstante, Antonio se abstuvo de ata­
c a r a los legionarios de la M artia, p o r se r ello una em ­
p re sa h a rto penosa, y cayendo so b re los nuevos re clu ­
tas causó u n a g ran m o rta n d a d e n tre ellos.
C uando H ircio se e n teró de la b atalla, cerca de Mó-
dena, a u n a d istan cia d e sese n ta estadios, se lanzó a
la c a rre ra con la o tra legión que h a b ía d ese rtad o de An­
tonio. E ra ya la caíd a de la ta rd e y los soldados victo­
riosos de A ntonio se re tira b a n entonando him nos de
triun fo . E ntonces, H ircio ap areció an te éstos, que no
estab a n en o rd en de b atalla, con u n a legión en perfecta
form ación, com p leta y fresca. Ellos fo rm aro n de nuevo,
obligados p o r la situación, y llevaron a cabo ante estas
tro p as tam b ién m u chos y b rilla n te s actos de valor, pe­
ro, com o estab a n cansados, fu ero n d erro tad o s p o r unos
hom b res q ue venían de refresco, y la m ayoría de ellos
pereció en esta b a ta lla con H ircio, quien, sin em bargo,
no los p ersig u ió p o r te m o r a los pan tan o s y, com o ya
n eg reab a la tard e, les p erm itió escap ar. Una am plia zo­
na del p an tan o quedó llena de arm as, cadáveres, hom ­
b res m orib u n d o s y h eridos, y de algunos incluso que,
aun estan d o incólum es, se a b a n d o n aro n a sí m ism os a
causa del cansancio. Los jin etes que todavía le queda­
ban a A ntonio re c o rrie ro n la zona d u ra n te toda la no­
che y los recogieron; a algunos los ponían, en lu g ar de
ellos, sobre los caballos, a o tro s los colocaban a la g ru ­
pa con ellos y a o tro s les ex h o rtab an a que se a g a rra ra n
a la cola de los caballos y c o rrie ra n a su lado, p a ra ay u ­
darles de este m odo a salvarse. Así fue cóm o las fuerzas
de Antonio que h ab ían com batido espléndidam ente fue­
ro n d e stru id a s p o r la llegada de H ircio. Y acam pó en
u n a aldea cercan a a la llan u ra, sin protección alguna,
78 HISTORIA ROMANA

que se llam ab a el «Foro de los galos» 79. De los re sta n ­


tes, cay ero n la m ita d apro x im ad am en te p o r u n o y o tro
lado; la co h o rte p re to ria n a de O ctavio p ereció en su to­
talid ad , y las p érd id a s de H ircio fu ero n escasas.
Al día siguiente se rep le g aro n todos a sus cam pa­
m en to s en M ódena. Antonio, d espués de tan severa de­
rro ta , ten ía la in ten ció n de no a ta c a r ya a los enem igos
en u n co m b ate general, ni siq u iera de p re s e n ta r b a ta lla
si le atacab an , sino de in co rd ia rles ta n sólo a d iario con
la cab allería, h a s ta q u e Décimo, que e sta b a reducido a
u n a necesid ad ex trem a p o r el h am bre, se rin d iera . Sin
em bargo, H ircio y Pansa, p o r e s ta razón, se veían ap re­
m iados a so lv en tar la situ ació n en u n a b atalla. Como
Antonio no salía cu an d o le p re se n ta b a n b atalla, se des­
plazaron h ac ia el o tro lado de M ódena, q u e e sta b a m ás
desg u arn ecid o a cau sa de lo im p racticab le del terreno,
con la in ten ció n de fo rzar el p aso h acía el in te rio r de
la ciu d ad con su p o ten te ejército. Antonio, tam bién en
esta ocasión, les atacó sólo con la caballería; pero, co­
m o el enem igo se defendió, a su vez, con la cab allería
solam ente, y el re sto del ejército prosiguió el avance
hacia su objetivo, A ntonio tuvo m iedo p o r la su e rte de
M ódena y sacó a dos legiones. E ntonces, su s adversa­
rios co n ten to s se volvieron y com batieron. A ntonio lla­
m ó a las o tra s legiones; pero, com o éstas llegaron con
len titu d a co n secuencia de lo re p en tin o de la llam ada
y de la larg a distan cia, las tro p a s de O ctavio se im pu­
siero n en la b a ta lla 80. H ircio irru m p ió en el cam pa­
m ento de A ntonio y cayó com batiendo cerca de la tien ­
d a del general. O ctavio hizo u n a in cu rsió n y rescató su
cu erp o e, incluso, llegó a ap o d e ra rse del cam pam ento

79 É ste fu e el lu g ar de la batalla. E r a una p equeña localidad a


unos 8 o 10 km s. de M ódena. Tuvo lu g a r el 14 de a b ril del 43 a. C.
80 E sta segunda b atalla de M ódena aconteció una sem ana después
de la an te rio r, es decir, el 21 de abril.
GUERRAS CIVILES III 79

h asta que, poco después, fue expulsado p o r Antonio. Y


cada ejército pasó la noche en arm as.
Antonio, tra s su frir este segundo golpe, tom ó conse- 72
jo con sus am igos n ad a m ás co n c lu ir el com bate. A és­
tos les p arecía que él debía p e rs is tir en su prim itiva
intención de s itia r M ódena y no sa lir a p re s e n ta r b a ta ­
lla. Pues decían que las b ajas e ra n sim ilares p a ra am ­
bos, ya que H ircio h a b ía m uerto, P ansa e sta b a enferm o,
ellos e ra n su p erio res en ca b allería y M ódena h ab ía sido
red u cid a a un grado extrem o de n ecesidad y se ren d iría
de inm ediato. É stos e ra n los consejos de su s amigos,
y e ra n realm en te los m ejores. Sin em bargo, Antonio,
ofuscado y a p o r alguna divinidad, tuvo m iedo de que
Octavio, tr a s h ac er u n in ten to com o el del día preceden­
te, p e n e tra ra en M ódena, o bien tra ta ra de rodearle, ya
que co n tab a con m ano de o b ra m ás ab undante, «en cu­
yo caso, dijo, n u e s tra ca b allería q u e d a rá red u cid a a la
im potencia, y Lépido y Planeo m e d esp reciarán com o
si h u b iera re su ltad o d erro tad o . P ero si levantam os el
cerco de M ódena, V entidio se u n irá a n o so tro s de inm e­
diato desde el Piceno con sus tre s legiones, y Lépido
y P laneo co m b atirán con m ayor arro jo a su lado» 8I.
Hizo estas reflexiones p o r m ás que no fu e ra un hom bre
tim o rato en situ acio n es de peligro, y n ad a m ás com uni­
carlas levantó el cam po y se p uso en cam ino hacia los
Alpes.
Una vez que Décimo se vio lib re del asedio, su tem or 73
se m udó h acia Octavio, pues al e s ta r au sen tes los cón­
sules, le tem ía com o a u n enem igo. Así que, antes de
d e sp u n ta r el día, co rtó el p u en te sobre el río y envian­
do a algunos hom bres en un bote le testim onió su reco­

81 En realidad, el apoyo d e Lépido lo consiguió un m es m ás ta r­


de, pero en aquel m om ento ese refuerzo e ra m uy dudoso aún. Apiano,
u n a vez m ás, hace ju g ar, en u n m om ento decisivo, el fa cto r de la fo rtu ­
n a com o causa condicionante de u n a decisión personal.
80 HISTORIA ROMANA

n o cim ien to com o resp o n sab le de su salvación. Y le pi­


dió que se u n ie ra con él, en la o rilla o p u e sta del río,
p a ra co n ferenciar, con los ciu d ad an o s com o testigos,
pues e sp e rab a convencerle de q u e un e sp íritu m aléfico
le h ab ía ofuscado y q u e h a b ía sido a rra s tra d o p o r otros
a la co n sp iració n c o n tra César. O ctavio resp o n d ió a los
em isario s de fo rm a a ira d a y declinó el ag radecim iento
que Décim o le ofrecía, diciendo: «Yo no estoy aquí p a ra
salvar a Décimo, sino p a ra co m b atir co n tra Antonio, con
el que en c ie rta o casión m e p erm itió el d estin o que lle­
g ara a un acuerdo; p e ro m i n a tu ra le z a no m e m ueve
ni a v er n i a h a b la r a Décimo; quede a salvo, no ob stan ­
te, h a sta ta n to lo d ecidan las a u to rid a d e s de Roma.»
C uando Décim o conoció su resp u esta, se colocó de pie
a orillas del río y, llam ando p o r su nom bre a Octavio,
le leyó en voz alta las c a rta s del senado que le conce­
dían a él el m ando de la p ro v in cia de la Galia, y p ro h i­
bió a O ctavio que sin el consentim iento de los cónsules
cru zara el río y p en e trase en la zona de gobierno de
otro, así com o que p e rsig u ie ra ya a Antonio, p u es él se
b astab a p a ra hacerlo. O ctavio sab ía que el senado le
h ab ía im pulsado a esta acción au d az y aunque, con sólo
ord enarlo, h u b ie ra po dido a p o d e ra rse de él, lo resp etó
p o r el m om ento y se volvió h ac ia B ononia ju n to a Pan­
sa. Allí escrib ió al senado dando cu e n ta de todo lo ocu­
rrid o y lo m ism o hizo Pansa.
74 E n Rom a, C icerón leyó al p u eb lo el re la to del cón­
sul, p ero el de O ctavio sólo al senado. P or la victo ria
sobre Antonio pro p u so que se d ec retaran cin cu en ta días
de acción de gracias, cifra n u n ca d e c re ta d a p o r los ro ­
m anos ni d esp u és de la g u e rra c o n tra los galos ni de
ninguna o tra g u erra B2. Los indujo, adem ás, a conceder

82 E n algunas fuentes parece que se le otorgó u n a ovatio, en ta n ­


to que a Décim o le fue concedido u n triu n fo . Sin em bargo, este hecho
no e stá c la ro (cf. Syme, The R o m a n R evolution, pág. 176 y n. 2).
GUERRAS CIVILES III 81

el ejército de los cónsules a Décimo, aunque P ansa esta ­


b a vivo todavía, pues se h ab ía p erd id o ya la esperanza
de salvarle, y a que d esig n aran a Décim o com o único
general c o n tra A ntonio y se h icieran rogativas públicas
p o r su triu n fo . T an g ra n d es e ra n el apasionam iento y
la fa lta de escrú p u lo s de C icerón en lo to can te a Anto­
nio. C onfirm ó de nuevo p a ra las dos legiones que h a­
b ía n d ese rtad o de A ntonio las cinco m il d racm as p ro ­
m etid as a cad a h o m b re con an te rio rid a d con cargo al
e ra rio pú b lico y com o reco m p en sa p o r la victoria, co­
m o si realm en te h u b iera ya vencido, y que p u d iera n lle­
v a r de p o r vida u n a co ro n a de olivo en los festivales
públicos. S in em bargo, sobre O ctavio n ad a se m encio­
n ab a en los decretos, ni ta n siq u iera su nom bre. Tal
e ra su actitu d , p o r el m om ento, de desprecio hacia An­
tonio com o si ya e stu v iera d e s tr u id o 83. E scribieron
tam b ién a Lèpido, P laneo y Asinio p a ra que prosiguie­
ra n la g u e rra a fin de tra b a r com bate con Antonio.
M ientras o c u rría esto en Rom a, Pansa, m oribundo
a consecuencia de su h erid a, llam ó a Octavio a su lado
y le d ijo 84: «Yo quise a tu p a d re tan to com o a mí m is­
mo, p ero n o pu d e ven g ar su m u e rte ni d ejar de unirm e
a la m ayoría, a q u ienes p recisam en te tam b ién tú has
hecho bien en o b ed ecer au n q u e tengas u n ejército. Y
si bien, en u n principio, tuv iero n m iedo de ti y, en espe­
cial, d e Antonio, p u es éste se m o stra b a el m ás am bicio­
so en seg u ir p o r la senda de C ésar, se alegraron con

w R esu lta evidente el tono anticicero n ian o d e e ste pasaje.


84 E ste coloquio, que pone de relieve la p re ca rie d ad de la posi­
ción de O ctavio en la e stim a del senado y de su líder C icerón, lo
estim an ficticio algunos a u to re s. Según G a b b a , Appiano..,, pág. 171 y
notas, proviene de una fuente favorable a A ugusto y se in se rta en un
contexto filoantoniano p a ra d e sp re stig ia r al senado p o r boca de uno
de sus cónsules; cf. allí o tro s detalles p a ra la precisión de la fuente,
Asinio Polión, según este a u to r. S y m e , op. cit., pág. 177 y n. 4, afirm a,
justificándolo, que O ctavio e ra c onsciente de su posición, sin que el
cónsul P ansa tu v ie ra que a b rirle los ojos al respecto.
82 HISTORIA ROMANA

v u estra s disensiones p ensando que ac ab aría is p o r des­


tru iro s el u n o al otro. Pero, u n a vez que te vieron como
dueño ab so lu to del ejército, tra ta ro n de p ro c u ra rse tu
favor, com o el de u n m uchacho, con honores especiosos
y ca ren tes de u n v alo r real. Y cu an d o te m o stra ste m ás
arrogante y resisten te a los honores, en especial en aque­
lla ocasión en que no ac ep taste la m a g istra tu ra que te
h a b ía o frecido el ejército, se d esc o n certa ro n y te desig­
n aro n n u e stro general p a ra que p u d iéram o s su stra e rte
las dos legiones con m ayor cap acid ad operativa, con­
fiando en q u e al ser d e rro ta d o u n o de vosotros, el o tro
q u ed a ría d eb ilitad o y solo, y en que, tra s d e s tru ir des­
pués de éste a todo el p a rtid o de C ésar, volverían a re s­
ta u r a r en el p o d er a la facción de Pom peyo. Pues éste
es su p rin cip al objetivo.
76 »H ircio y yo cum plim os n u e stra s órdenes h a sta h u ­
m illar a Antonio, que se m o strab a con un desprecio arro ­
gante, p ero pensam os reco n ciliarlo contigo, u n a vez de­
rro ta d o , con objeto de p o d e r devolver así la deuda de
g ra titu d d eb id a a n u e s tra am istad con C ésar y que era
el único m odo de a y u d a r m ejo r a su p a rtid o c a ra al fu­
tu ro . No fue posible re fe rirte esto antes, p ero ahora,
vencido Antonio, m u e rto H ircio y estan d o yo en brazos
de la m u erte, e ra la ocasión de decírtelo no p a ra que
m e debas g ra titu d d espués de m u erto , sino p a ra que
tú, nacido b ajo u n feliz d estin o com o tu s hechos reve­
lan, conozcas lo que te conviene y sepas la voluntad y
necesidad m ías y de H ircio. El ejército que tú m ism o
nos diste e s tá p erfec ta m e n te ju stific ad o que te sea de­
vuelto, y yo te lo devuelvo. Y si puedes re te n e r a las
tro p as bisoñas, tam b ién te las en tre g aré , p e ro si sien­
ten d em asiad a im p resió n h acia el senado, p o rq u e sus
oficiales fu e ro n enviados ad em ás com o espías n u estro s,
y este hecho te pu ed e a c a rre a r envidias y m olestias an­
tes de tiem po, el c u e s to r T o rcu ato se h a r á cargo dé
GUERRAS CIVILES III 83

ellas.» D espués de h a b e r p ro n u n c ia d o estas palabras,


encargó el m ando de los bisoños al c u e sto r y expiró.
El cuestor, según un d ec reto del senado, tra n sfirió las
tro p as n o vatas a Décimo, y O ctavio otorgó un ilu stre
fu n e ral a H ircio y P an sa y envió sus cadáveres a Rom a
en m edio de honores.
E n tr e ta n to e5, ten ían lu g ar en S iria y M acedonia los
hechos siguientes. Gayo C ésar, cuando atrav esó Siria,
h ab ía dejado allí una legión, pues ten ía p laneada ya una
expedición c o n tra los p arto s. Cecilio B aso la tuvo a su
cuidado, p ero la d ignidad del carg o de com andante la
o sten tab a Ju lio Sexto, u n ho m b re joven em p aren tad o
con César, quien, en treg ad o a u n a vida de molicie, lle­
vaba a la legión de fo rm a indecorosa p o r todas partes.
C uando B aso se lo rep ro ch ó e n c ie rta ocasión, le rep li­
có con insultos; y, cu an d o llam ó a Baso, poco tiem po
después, y éste obedeció con len titu d , ordenó que lo tra ­
je ra n a ra s tra s . Se p ro d u jo u n tu m u lto e intercam bio
de golpes, y el ejército no soportó la vejación y dio m u er­
te a Julio. Y, al p u n to , se a rre p in tie ro n y tuvieron m ie­
do de C ésar. P or consiguiente se to m aro n m u tu o ju r a ­
m ento de que, si no se les concedía el perdón y la
confianza, lu ch arían h a s ta la m u erte, y obligaron a B a­
so a este m ism o ju ram e n to . Después, re clu taro n o tra
legión y la in co rp o raro n a sus en tren am ien to s. E sto es
lo que algunos refiere n acerca de Baso; pero Libo 86 di­
ce que él p erten eció al ejército de Pom peyo y que, tras
la d e rro ta de éste, fue u n ciu d ad an o priv ad o en Tiro,
donde so bornó a algunos soldados de la legión, los cu a­
les m ataro n a Sexto y se p u siero n a las ó rdenes de Ba-

85 E nero-febrero de! 43 a. C.
86 Puede tra ta rs e de L. E scribonio Liba (cf. M ü n z e r , en RE, s.v.
Scribonius, núm . 20), que ya hab ía tom ado p a rte en la g u e rra civil
al lado de Pom peyo (anos 49-48 a. C.) y se ría el fu tu ro cónsul del 34
a. C., o de un e rro r p o r Livio.
84 HISTORIA ROMANA

so. Sea com o fuere, ésto s d e rro ta ro n de fo rm a co n tu n ­


d en te a E stay o M urco 87, que h a b ía sido enviado con­
tr a ellos p o r César, h a s ta que M urco llam ó a M arcio
C rispo 88, g o b ern ad o r de B itinia, y éste acudió en su
auxilio con o tra s tre s legiones.
78 C uando B aso y sus soldados se e n c o n trab an sitia­
dos 89 p o r estos últim os, se p re se n tó Casio de rep en te
y asumió, al punto, el m ando de las dos legiones de aquél
y de las seis que lo sitiab an , las cuales se en tre g aro n
de u n m odo am igable y le obedecieron com o a u n p ro ­
cónsul. Pues se h ab ía decretado, com o h e dicho antes,
que todos o b edecieran a Casio y B r u to 90. Y p re cisa­
m en te ento n ces Alieno 91, que h a b ía sido enviado a
E gipto p o r D olabella, tra jo desde allí c u a tro legiones
de los soldados que h a b ía n sido d isp ersad o s a raíz de
las d e rro ta s de Pom peyo y C raso o de o tro s dejados en
aquel p aís p o r C ésar p a ra C leopatra. Casio lo rodeó a
él, ig n o ran te de lo ocurrido, en P alestin a y le obligó a
re n d irse ya que no se atrev ió a lu c h a r con sus cu atro
legiones c o n tra las ocho de Casio. Y de este m odo Ca­
sio, c o n tra todo p ro n ó stico, se vio dueño, de golpe, de
doce legiones, y puso cerco a D olabella q u e venía de
Asia con dos legiones y h ab ía sido recibido en Laodicea
com o u n am igo. El senado, al e n te ra rse de estas noti­
cias, se m o stró su m am ente com placido.

87 L. E stayo M urco, general cesariano, p rocónsul de S iria en el


44 a. C. (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Staius, núm. 2, y B r o u g h t o n , II, pág. 330).
88 Q. M arcio Crispo, p ro có n su l de B itin ia en el 4 5 a. C., e ra tam ­
bién u n general cesarian o (cf. M ü n z e r , ibid., s.v. M arcius, núm . 5 2 , y
B r o u g h t o n , II, p á g . 3 0 9 ) .
89 E n la ciu d ad de Apam ea, en Siria.
90 El reconocim iento p o r p a rte del senado de la u su rp a ció n de la
provincia de S iria y del m an d o de doce legiones, tuvo lu g ar m ás de
dos m eses después que o c u rrie ra n esto s hechos, hacia finales de abril
del 43 a. C. (cf. S y m e , The R o m a n R evolution, pág. 172).
91 A. Alieno, o tro general cesariano.
GUERRAS CIVILES III 85

E n M acedonia, Gayo A n to n io 91, el h erm an o de Mar- 79


co Antonio, d isen tía d e B ru to y le h a c ía la g u erra con
u n a legión de soldados de in fan tería. Como e ra in ferio r
a B ruto, le tendió u n a em boscada. Éste, no obstante,
consiguió esc ap ar y, a su vez, le tendió otra, pero no
le causó dañ o alguno, a p e sa r de h ab e rlo copado, sino
que o rdenó a su p ro p io ejército que sa lu d a ra a sus ad ­
versarios. Y au n q u e éstos, en cam bio, no respondieron
al saludo ni acep taro n el gesto, les dejó m a rc h a r indem ­
nes de la em boscada. Después, dando un rodeo por otros
cam inos, se ap o stó de nuevo en unos riscos y, p o r se­
gu n d a vez, no les atacó, sino que los saludó. E ntonces
ellos, al c o n sid erar q u e los p erd o n ab a com o a com ­
p a trio ta s y que e ra digno de la fam a que te n ía p o r su
sab id u ría y m oderación, le salu d aro n y se p asa ro n a él.
Tam bién se en treg ó Gayo, que fu e objeto d e un tra to
honroso p o r p a rte de B ruto, h a sta que, tra s in te n ta r re­
p etid as veces so b o rn a r al ejército, fue convicto de este
delito y ejecutado. Así que B ruto, incluyendo sus a n te­
rio res fuerzas, tuvo seis legiones. Y com o elogió el va­
lor de los m acedonios, reclu tó e n tre ellos dos legiones
y las en tre n ó a la u san za italia n a 9i.
Tal era la situación en S iria y M acedonia. E ntretan- so
to, en Italia, Octavio, au n q u e consideró un insulto el
hecho de que h u b iera sido elegido Décimo, en vez de
él, com o general c o n tra Antonio, ocultó su enojo y soli­
citó un triu n fo p a ra co n m em o rar sus hechos de a r­
m as 94. Sin em bargo, a l se r objeto de m enosprecio por
p a rte del senado com o si a s p ira ra a honores que e s ta ­
b an p o r encim a de su edad, tuvo m iedo de que, si Anto-

92 H abía desem barcado en D irraquio, a com ienzos de en ero del


43 a. C„ p a ra a su m ir el m an d o de la provincia de M acedonia.
93 El senado legalizó la u su rp a ció n ilegal de M acedonia e Iliria
p o r p a rte d e B ruto, a com ienzos de fe b re ro y a p ro p u e sta de C ic e r ó n
¡Ti/. 10, 25 ss.).
94 Cf. n. 82 al cap. 74.
86 HISTORIA ROMANA

nio e ra d estru id o , fu e ra a se r todavía m ás m enosprecia­


do, y deseó vivam ente llegar a u n acu erd o con él, tal
com o le h a b ía aconsejado P ansa en su lecho de m u er­
te 55. Por consiguiente, tra tó de g an a rse la am istad de
aquellos oficiales o soldados del ejército de A ntonio que
an d ab an extraviados y los enroló e n tre sus propios sol­
dados, o b ien envió a A ntonio a aquellos o tro s que así
lo d esearo n , a fin de no p a re c e r que m a rc h a b a c o n tra
él p o r ca u sa de u n a en em istad irrem ediable. A cam pan­
do ju n to a Ventidio 94, el am igo de Antonio, que m an­
d ab a tre s legiones, le infundió tem or, p ero no com etió

n ingún acto hostil, sino que, de igual m odo, le p erm itió


u n irse a él o re to rn a r con su ejército sin te m o r ju n to
a Antonio y re p ro c h a r a éste p o r ig n o rar su s in tereses
com unes. V entidio com prendió la a c titu d d e Octavio y
reg resó al lado de A ntonio 97. A Decio, u n o de los ofi­
ciales de Antonio, que h a b ía sido hecho p risio n ero en
M ódena lo tra tó con h o n o r y le perm itió, si quería, vol­
ver con Antonio. Y, cu an d o Decio le p re g u n tó sobre sus
95 Cf. n. 83 al cap. 74.
E ste P. Ventidio, ya m encionado a propósito de su persecución
a Cicerón en el cap. 66 (cf. n. 77), es u n a p erso n alid ad m ilita r y política
sin g u lar de la época c esarian a y triu n v ira l (cf. J. E. S b a v e r , «P. Venti-
dius N eglected Rom án M ilitary Hcro», Class. Jour. 47 [1951-52]). Tal
vez fu era hijo de aquel P. V entidio m encionado p o r Apiano (B.C. capí­
tulo 47) e n tre los jefes italianos. Fue p re to r en el 43 a. C. y cónsul
su jfectus ese m ism o año ( B r o u g h t o n , II, págs. 337 y 339). E n el 41
a. C., tuvo un m ando en la Galia T ran salp in a (B r o u g h t o n , II, pág. 375).
V éanse S y m e , The R o m á n R evolution, en m uchos lugares, y G u n d e l ,
en R E , s.v. Ventidius, núm . 5.
97 El en cu en tro tuvo lu g a r en la lo calid ad rib ere ñ a de V ada Sa-
b a tia (en la co sta de Liguria) el d ía 3 de m ayo de! 43 a. C. Antonio
h abía descrito en su viaje h a cia el O este u n arco: m arch ó desde M óde­
na a Parm a, P lacen tia y D erto n a (ciudad de la Liguria), y descendió
h a sta la localidad ya c ita d a a u n o s c u a re n ta kms. de G enua (Génova)
(cf. S y m e , op. cit.., pág. 1 2 8 ) . O ctavio perm an eció a la expectativa en
B ononia sin in te rfe rir la conjunción de las legiones de V entidio y el
resto del ejército de Antonio.
GUERRAS CIVILES III 87

sentim ientos h acia Antonio, le dijo que ya había dado


n u m ero sas p istas a las p erso n as inteligentes y que a los
necios ni siq u iera m ás les re su lta ría n suficientes.
Octavio p ro c u ró a A ntonio tales indicios, pero, en si
cam bio, a Lépido y a Asinio les escrib ió con m ayor fran ­
queza sobre el u ltra je com etido c o n tra él y la rápida
prom oción de los asesinos, infundiéndoles el tem or de
que, p o r fav o recer al p a rtid o de Pom peyo, ca d a uno de
los cesarian o s s u friría in dividualm ente cosas sim ilares
a las de Antonio, p u esto que tam b ién este últim o se veía
aquejado d e ta n p enosa situ ació n p o r ca u sa de su in­
sensatez y d esprecio de un te m o r tal. Les advirtió, ad e­
m ás, de que, p a ra g u a rd a r las form as, p re sta ra n ju r a ­
m ento al senado, p ero que se m o stra ra n concordes en
m ira r p o r su p ro p ia seg uridad, m ien tras les fuera posi­
ble, que re p ro c h a ra n a Antonio su co n d u cta y que im i­
ta ra n a sus pro p io s soldados que no se disp ersaro n , ni
siq u iera cu an d o fu ero n relevados del servicio m ilitar,
a fin de no co n v ertirse en un fácil blanco de ataque pa­
ra sus enem igos, sino que p re firie ro n m an ten erse ag ru ­
pados en u n a tie rra co n q u istad a p o r la fuerza a d isfru ­
ta r in d ividualm ente de la suya p atern a. Tales consejos
dio O ctavio en su m isiva a Lépido y a Asinio. Los solda­
dos veteran o s de Décim o cay ero n enferm os p o r com er
en exceso desp u és del h am b re su frid a y padecieron de
disentería, en tan to q ue los nuevos reclu tas estab an aún
faltos de en tren am ien to . P laneo se le unió después con
su ejército, y Décim o escrib ió al senado que d aría caza
a Antonio, convertido en u n vagabundo; y ya h ab ían te­
nido lu g ar algunos co m bates navales 97bis.
C uando los pom peyanos se e n te ra ro n de esto —cosa 82
adm irable, cu án to s ap a rec ie ro n —, p ro clam ab an a g ri­
tos que, p o r fin, se h ab ía re cu p erad o la lib e rta d p atria,

97 bis £[ texto está, probab lem ente, co rru p to .


88 HISTORIA ROMANA

y ofreciero n in d iv id u alm ente sacrificios y se eligieron


decenviros en carg ad o s de exigir cu en tas a A ntonio p o r
su m a g istra tu ra . E sto fue u n p rim e r p aso p a ra invali­
d a r las disposiciones de César, pues Antonio n ad a o m uy
poca co sa h a b ía hecho p o r él m ism o, p ero h a b ía adm i­
n istrad o to d o de ac u erd o con el testam en to de César.
A unque el senado conocía b ien este hecho, consintió en
a n u la r alg u n as de las m edidas b ajo u n c ie rto pretexto,
esp eran d o con ello a n u la r la to ta lid a d en el fu tu ro . Los
decenviros p u b licaro n u n edicto p o r el que se h ac ía sa­
b e r que cu a lq u ie ra q u e h u b ie ra recib id o alg u n a cosa en
el tra n sc u rso del m an d ato de A ntonio debía d a r cu en ta
de ello de inm ediato y p o r escrito, y am en azaro n a los
que desob ed ecieran el edicto. Los pom peyanos b u sca­
b an tam b ién el consulado p a ra el re sto del añ o en lugar
de H ircio y Pansa, p ero a este carg o a sp ira b a, a su vez,
Octavio, q u ien no lo solicitó entonces del senado, sino,
en privado, de C icerón y le exhortó, adem ás, a q u e fue­
ra su colega ", diciéndole que él, com o ho m b re de m a­
y o r edad y experiencia, se ría q uien eje rc e ría el gobier­
no, en tan to que él, Octavio, se c o n te n ta ría únicam ente
con d is fru ta r del títu lo de cónsul com o m edio p a ra de­
p o n e r las a rm a s de m an era decorosa, razó n ésta p o r
la que p recisam en te h a b ía solicitado antes ce le b ra r el
triu n fo . Cicerón, ex citado p o r tal proposición, a causa
de su am bición de poder, dijo al senado que se daba
cu e n ta de las negociaciones que b ajo cu e rd a h ab ía en ­
tre los g enerales al m ando de las provincias y les acon­
sejó que tra ta ra n de reco n ciliarse a u n h o m b re que se
sentía u ltra ja d o y e s ta b a todavía al m ando de un gran
ejército, y que e ra p re ferib le re te n e rlo en la ciudad en
el ejercicio de u n a m a g istra tu ra a n tes de la edad regla-

()8 P a ra esto s hechos, cf. S y m e , op. cit., págs. 1 8 2 - 1 8 3 . Sobre e l to­


no anticiceroniano d e este capítulo, cf. G a b b a , A ppiano—, págs. 1 7 1 - 1 7 2
y n. 1.
GUERRAS CIVILES III 89

m e n ta ría p a ra ello, a q ue p erm a n ecie ra en arm as lleno


de rencor. Pero, a fin de que él no p u d ie ra co m eter una
acción co n tra ria a los in tereses del senado, aconsejó que
se eligiera com o su colega a alg ú n ho m b re p ru d e n te en­
tre los de m ás edad, com o firm e pedagogo de su inm a­
durez. El senado se rió de la am bición de Cicerón, y,
en especial, los fam iliares de los asesinos se pusieron
tem erosos de que Octavio, siendo cónsul, se vengara so­
b re aquéllos. Y p o r diversos m otivos se produjo un 83
re tra s o legal de la elección. E n treta n to , Antonio había
cru zad o los Alpes, tra s p e rs u a d ir a Culeo, que h ab ía si­
do colocado p o r Lèpido p a ra que los guardase, y llegó
a u n río en donde e sta b a acam pado este ú ltim o sin
em bargo, no se rodeó de u n a em palizada y foso por con­
sid e ra r q u e fijab a su cam pam ento ju n to a u n amigo.
E ra frecu e n te el in tercam b io de m ensajeros en tre am ­
bos cam pam entos. A ntonio re c o rd a b a a L èpido su am is­
ta d y favores diversos y tra ta b a de h acerle v er que, tras
de sí, iban a su frir u n a su e rte sem ejante, uno a uno,
todos los q u e h ab ían gozado de la am istad de César;
Lèpido, a su vez, ten ía m iedo del senado q u e le había
orden ad o co m b atir a Antonio, pero, no o bstante, le p ro ­
m etió que no le a ta c a ría p o r p ro p ia voluntad. Los sol­
dados de Lèpido, sintiendo re sp e to p o r la dignidad de
Antonio, p ercatán d o se del in tercam b io de m ensajeros
y satisfechos p o r la n a tu ra lid a d de su acam pada, en ta­
b laro n relaciones con los soldados de Antonio, p rim ero
en secreto, y después de m an era ab ierta, p o r conside­
ra rlo s conciudadanos y com pañeros de arm as; desobe­
decieron las p ro h ibiciones de los trib u n o s y construye-

99 Antonio, desde Vada Sabatia, m andó su caballería hacia el N or­


te p a ra que c ru z a ra los Apeninos en d irección a P ollentia (en la Ligu­
ria central). Décimo B ruto cayó en la tra m p a y la siguió, con lo que
tuvo el cam ino expedito p a ra p e n e tra r a trav é s de los Alpes m arítim os
en la G alia N arbonense y alcanzó Forum lu lii h acia m ediados de m a­
yo. Pocos d ías después, tuvo lu g ar el e n cu e n tro con Lépido.
90 HISTORIA ROMANA

ro n u n p u en te de b arcas so b re el río p a ra fa cilitar la


com unicación. Y la décim a legión, que h a b ía sido reclu­
ta d a p o r A ntonio en un principio, arre g ló los asuntos
p a ra él en el in te rio r del cam p am en to de Lèpido.
84 C uando L ateresio, uno de los m iem b ro s distinguidos ■
del senado, se dio cu e n ta de la situación, p u so sobre
aviso a Lèpido, y com o éste se m o stra b a reacio a c re e r­
le, le ex h o rtó a que d ividiera el ejército en v arias p arte s
y las en v iara a fu e ra so p re te x to de algunas n ecesida­
des u rg e n te s con v istas a p ro b a r su tra ic ió n o fidelidad.
Lèpido lo dividió en tre s p a rte s y les ord en ó p a rtir de
noche p a ra que d ieran p ro tecció n a algunos convoyes
que esta b a n acercándose. Sin em bargo, ellos, arm ados
com o p a ra la salida, alre d ed o r de la ú ltim a g u a rd ia se
ap o d eraro n de las p a rte s fo rtific ad as del cam pam ento
y ab rie ro n las p u e rta s a Antonio. E ste ú ltim o llegó co­
rrie n d o h a s ta la tien d a de Lèpido, cuyo ejército le daba
ah o ra escolta a él y p ed ía a L epido paz y com pasión
p a ra con u n o s co n ciu dadanos in fo rtu n ad o s. Lèpido, ta l
com o estab a, se lanzó desde el lecho, sin ceñir, h acia
ellos y les p ro m etió que así lo h a ría , saludó a Antonio
y alegó com o excusa la n ecesid ad 10°. O tros consideran
que él se p o stró an te Antonio, p u es e ra u n h o m b re irre ­
soluto y tím ido, p ero no todos los esc rito res dan fe a
este hecho ni yo tam poco, pues n u n ca h ab ía él realiza­
do n ingún acto de en e m istad c o n tra Antonio del que pu­
d iera te n e r m iedo. De este m odo, A ntonio alcanzó de
nuevo u n g ran p o d er y se convirtió en el ho m b re m ás
tem ible p a ra sus enem igos; p u es ten ía el ejército con
el que h a b ía levantado el cerco de M ódena, incluida su
esp léndida cab allería, en el cam ino se le h ab ían unido
las tres legiones de V entidio, y Lèpido se h ab ía conver­
tido en su aliado con siete legiones de in fan tería, u n
100 El 30 de m ayo se celebró el acto de conciliación, y L épido es­
c ribió al senado alegando los m otivos im periosos que le h ab ían lleva­
do a tal acción (cf. Cíe., A d Fam. 35, 2).
GUERRAS CIVILES III 91

gran n úm ero de tro p as auxiliares y la im pedim enta acor­


de con ellos. E n estas fuerzas Lèpido ten ía el m ando
nom inalm ente, p ero A ntonio disponía, de hecho, todo.
Al conocerse esto s hechos en Rom a, se p rodujo de 85
nuevo u n a ad m ira b le y re p e n tin a m utación, unos tro c a ­
ron su desp recio inm ediato en tem o r hacia A ntonio y
el m iedo de o tro s m udó a u n a a c titu d de arrojo. Los
edictos de los decenviros fu ero n rotos con escarnio y
la elección de los cónsules fue p o sterg a d a todavía más.
E l senado, en su to talid ad , no sabía qué h ac er y tem ía
que O ctavio y Antonio fo rm a liz ara n u n a alianza m utua,
así que envió a dos de sus m iem bros, Lucio y Pansa,
a B ru to y Casio, en secreto, so p re te x to de su p erv isar
los juegos en Grecia, con objeto de que les so co rrieran
en cu a n to les fu e ra posible. T am bién hizo re g re sa r de
Á frica a dos de las tre s legiones que servían bajo Sex-
tio, y o rdenó que la te rc e ra fu e ra entreg ad a a Cornifi-
cio q ue e ra favorable al p a rtid o sen ato rial y estab a al
m ando de o tra zona de África, a p e sa r de que sabían
que estos soldados h ab ían servido bajo Gayo C ésar y
sospechaban de todo lo relativo a este últim o; sin em ­
bargo, su ato lo n d ra m ien to les im pulsó a este acto de
precipitación, ya que tam b ién eligieron de nuevo, en fo r­
m a h a rto inadecuada, a O ctavio y a Décimo com o gene­
rales c o n tra A ntonio p o r tem o r a que lleg ara aquél a
una alianza con este últim o.
P ero O ctavio d esp e rtó en el ejército la ira co n tra 86
el senado, p o r m otivos personales, al sen tirse objeto de
co n tin u as vejaciones, y p o r su s soldados, puesto que se
les enviaba a u n a segunda cam p añ a antes de que h u b ie­
ra n recibido las cinco m il d ra cm as p o r hom bre que les
h ab ían p ro m etid o d arle s p o r la cam paña an terio r. Y les
aconsejó que enviaran em isarios y las reclam asen. Ellos
enviaron a sus cen tu rio n es l0‘. El senado com prendió

101 En ju lio del 43 a. C.


92 HISTORIA ROMANA

que h ab ían sido aleccionados en este asu n to y les con­


testó que les re sp o n d ería p o r m edio de o tro s em isarios.
Y enviaron a unos a los que in stru y e ro n p a ra que se
d irig ieran a las dos legiones q u e h ab ían d ese rtad o de
Antonio, cu an d o no e stu v ie ra p re se n te Octavio, y les
aco n sejaran que no p u sie ra n sus esperanzas en u n solo
hom bre, sino en el senado, que e ra el único q u e tenía
un p o d er im p erecedero, y que se en c am in ara n al cam ­
pam en to de Décimo, en el que e n c o n tra ría n el dinero
prom etido. D espués de o rd e n arles d ec ir esto, a p o rta ro n
ya la m ita d de la reco m p en sa y eligieron a diez hom ­
b re s p a ra su d istrib u ción, a los cuales ni siq u iera aña­
dieron, en undécim o lugar, a Octavio. Como las dos
legiones n o ad m itiero n e n c o n tra rse con ellos sin la p re­
sencia de Octavio, los em b ajad o res se volvieron sin h a­
b e r realizad o nada. O ctavio ya no se dirigió a ellos de
p a la b ra p o r m edio de terc ero s ni juzgó o p o rtu n o h acer­
los e s p e ra r m ás, sino que él m ism o se p re se n tó ante
el ejército, reu n id o en asam blea, y enum eró los u ltra je s
que h ab ía recib id o de p a rte del senado y la conspira­
ción de este últim o p a ra d e stru ir, uno a uno, a todos
los am igos de Gayo C ésar; y les exhortó, p o r la seguri­
dad de ellos m ism os, a re celar de su tra sfe re n c ia a u n
general h o stil a su p a rtid o y de su envío a u n a g u e rra
tra s o tra p a ra se r an iquilados o p rovocar disensiones
m u tu as. Pues, con este objetivo, a p e sa r de que la ac­
ción en to rn o a M ódena h ab ía sido o b ra de todos, se
h ab ían oto rg ad o reco m pensas sólo a dos legiones, a fin
de in su flar e n tre ellos la d isco rd ia y la disensión.
87 «Sabéis, dijo, p o r qué m otivos A ntonio h a sido de­
rro ta d o hace poco, y os hab éis e n terad o de qué cosas
han hecho los pom peyanos dé la ciu d ad c o n tra los que
habían recibido algunos regalos de César. ¿Qué confianza
hay p a ra v o sotros en co n se rv ar los te rrito rio s y el dine­
ro que recib isteis de aquél, o p a r a m í m ism o respecto
a mi seg u rid ad p ersonal, m ie n tra s dom inen de este mo-
GUERRAS CIVILES III 93

do en el senado los fam iliares de los asesinos? Yo, por


mi parte, a c ep taré el final, cu a lq u ie ra que m e sobreven­
ga, pu es es algo herm o so tam b ién s u frir p o r ay u d ar a
un p ad re, p ero tem o p o r vosotros, h om bres tales y en
tan g ran núm ero, que a rro s trá is los peligros en favor
m ío y de m i p ad re. Sabéis, en verdad, que yo estoy lim ­
pio de am bición desde que no acep té ser p re to r cuando
vosotros m e lo o frecisteis con las insignias de este c a r­
go. Pero ah o ra sólo veo u n único m edio de seguridad
p a ra v o sotros y p a ra mí, co n seg u ir el consulado con
v u estra ayuda. P ues todo lo que m i p ad re os dio, os se­
rá co n firm ad o y se a ñ a d irá n las colonias q u e todavía
se os deben, así com o se os p ag a rán cabalm ente todas
las recom pensas; yo castig aré a los asesinos y os exim i­
ré de nuevas guerras.»
D espués que h u b o p ro n u n c ia d o estas palabras, el 88
ejército p ro rru m p ió en ap asionados g rito s y envió de
inm ed iato a sus ce n tu rio n es p a ra que so licitaran el
consulado p a ra Octavio. C uando el senado pretex tó su
juventud, los ce n tu rio n es d ijeron lo que se les h abía en­
señado, que tam b ién en o tro tiem po C orvino h abía de­
sem peñado el cargo siendo todavía m ás joven y, con pos­
terio rid ad , los dos E scipiones, ta n to el viejo com o el
joven, y la p a tria h ab ía obtenido m uchos fru to s de la
ju v en tu d de am bos. A dujeron, adem ás, los ejem plos re ­
cientes de Pom peyo M agno y D olabella, y que incluso
al m ism o C ésar se le h ab ía p erm itid o a s p ira r al consu­
lado diez años an tes de la ed ad l e g a l M i e n t r a s los
cen tu rio n es exponían estos casos con m ayor franqueza,
algunos de los sen ad o res no to le ra ro n que unos c e n tu ­
riones h a b la ra n con ta l lib e rta d de p a la b ra y les ab ro n ­
caro n p o rq u e o sab an excederse de lo que e ra adecuado
a los soldados. C uando el ejército lo supo, se irritó aún

102 El propio C icerón hab ía a ducido la ju v en tu d y los m éritos


cuando solicitó honores p a ra O ctavio (cf. nn. 66, 67 y 68 al cap. 51).
94 HISTORIA ROMANA

m ás y pidió que los llevara al p u n to a la c iu d ad p a ra


elegirle cónsul ellos m ism os m ed ian te u n a elección ex­
cepcional, p u esto que e ra hijo de César. Al m ism o tiem ­
po y de fo rm a in ag o table p ro n u n c ia b an m u ch as alaban­
zas del a n te rio r C ésar. U na vez q u e O ctavio los vio en
u n grad o ta l de excitación, condujo de in m ed iato desde
la asam b lea a ocho legiones de in fan te ría, a u n n ú m ero
suficiente de c a b allería y a cu a n ta s tro p as auxiliares
servían con las legiones. Y d espués de a tra v e s a r el río
R ubicón desde la G alía a Italia, el cu al tam b ién h ab ía
cru zad o su p ad re, igualm ente, al com ienzo de las Gue­
rra s Civiles, dividió to d as sus fuerzas en dos p artes. A
u n a de ellas le o rdenó que le sig u iera a su aire, a la
otra, en cam bio, la m ejor e in te g ra d a p o r h o m b res ele­
gidos, la hizo av an zar a m arc h as forzadas dándose p ri­
sa en coger a los de la ciu d ad m ie n tra s estab a n sin p re­
paración. Al en c o n trarse en su cam ino con un convoy
que llevaba p a rte del din ero que el senado h a b ía envia­
do com o reco m p en sa p a ra los soldados, O ctavio tuvo
m iedo del efecto que p u d iera te n e r sobre su s m ercena­
rio s y envió en secreto u n d estacam en to en van g u ard ia
p ara que los asustaran, y aquéllos huyeron con el dinero.
C uando la n o ticia llegó a la ciu d ad se p ro d u jero n
un tu m u lto y un tem o r incontenibles, y algunos co rrían
p o r to d as p arte s, p re sa del desconcierto, y tra sla d a b a n
a sus m ujeres, hijos o c u a lq u ie r o tra cosa que tu v ieran
de m u ch o v alo r a los cam pos o a las p arte s fo rtificad as
de la ciu d ad . Pues en m odo alguno se sab ía que sólo
a sp ira b a al consulado, y al h a b e r oído que se acercab a
u n ejército con in ten ción h o stil ten ían m iedo de todo.
El senado quedó sobrecogido p o r u n pasm o sin lím ites,
p u esto que no c o n tab a n con n in g u n a fuerza p re p a ra d a
y, com o o c u rre en las situ acio n es de peligro, se hacían
m u tu o s rep ro ch es. Unos se q u ejab a n de q u e h a b ía n qui­
tad o a O ctavio de fo rm a u ltra ja n te el m an d o de la cam ­
p añ a c o n tra Antonio; otros, del desprecio h ac ia su peti-
GUERRAS CIVILES n i 95

ción de c e le b ra r un triunfo, que no e ra injusta; otros,


de h ab e rle priv ad o p o r envidia del h o n o r de d istrib u ir
el dinero; otros, p o r no hab erle in sc rito ni siq u iera en
u ndécim o lu g ar en la lista de ios decenviros, y otros
im p u tab an la h o stilid ad de los soldados a los m ism os
prem ios, q ue no h a b ía n sido dados ni rá p id a ni cum pli­
dam ente. E n especial, se hacían rep ro ch es p o r lo ino­
p o rtu n o de la contienda, en u n m om ento en el que
B ru to y C asio se e n c o n trab an lejos y en fase de acopla­
m iento aún, y en los flancos, A ntonio y Lépido, en cali­
dad de enem igos, de qu ienes cu an d o p en sab an que po­
dían coaligarse con Octavio, el m iedo alcanzaba las m ás
altas cotas. Cicerón, que, d u ra n te largo tiem po, había
ocupado u n a situ ació n de p rim ac ía en tre ellos, no dio
señales de vida 10}. ,
De rep en te se p ro d u jo un cam bio de a c titu d de todos
en todos los asu n to s. En vez de dos m il quinientos drac-
m as se co n ced iero n cinco m il y no sólo a dos legiones,
sino a las ocho legiones, y se d ec retó que fu e ra Octavio
quien d istrib u y e ra el d in ero en lu g ar de los decenviros
y que se p re s e n ta ra com o ca n d id a to al consulado m ien­
tra s estu v iera ausente. Se d esp ach aro n a to d a p risa em ­
bajad o res en carg ad o s de co m u n icarle estas m edidas.
N ad a m ás a b a n d o n ar éstos la ciudad, el senado se a rre ­
pintió p o r tem o r de que no deb ían h ab erse dejado am e­
d re n ta r ta n co b ardem ente, ni a c e p ta r o tra tira n ía sin
m o ta de sangre, ni a c o s tu m b ra r a los que deseaban un
cargo a o b ten erlo p o r la fuerza, ni a los soldados a go­
b e rn a r la p a tria en v irtu d de u n a orden. Antes bien, de­
b erían a rm a rse a p a r tir de los re cu rso s existentes y
oponer la fu erza de la ley a los agresores, pues cabía
la esp eran za de que ni siq u iera aquéllos, si e ra esgrim i­

103 De nuevo d escrib e A piana la a c titu d vergonzosa del senado


p resa del p ánico y la vile 2 a ex trem a de C icerón re su m id a en la frase
final, lacónica pero elocuente.
96 HISTORIA ROMANA

da la fu erza de la ley, llevaran las arm a s c o n tra su p a ­


tria. Y si las llevaban, re sistir el asedio h a s ta que Déci­
m o o P laneo llegasen, y d efen d erse h a s ta la m u erte
an tes que e n tre g arse v o lu n tariam en te a u n a esclavitud
que, con tales orígenes, sería irrem ed iab le. R ecordaban
la elevada m o ral y el su frim ien to de los antiguos rom a­
nos p o r ca u sa de la lib ertad , los cuales no cedieron
an te n ad a cuando de d efenderla se tra ta b a .
P u esto que las dos legiones que h ab ían hecho v enir
de Á frica llegaron al p u e rto ese m ism o día, creyeron
que los p ro p io s dioses les ap rem iab an a defender su li­
b erta d . Su arrep e n tim ien to se consolidó y, tra s ap are­
cer de nuevo C icerón e n tre ellos, ca m b iaro n todos los
decretos. Todo el que e sta b a en ed a d m ilita r fue llam a­
do a las arm as, así com o las dos legiones procedentes
de África y los m il jin etes que les aco m pañaban y o tra
legión que P an sa h ab ía dejado p a ra la defensa de la ciu­
dad; to d as estas fuerzas fu ero n d istrib u id a s en diversos
lugares. Algunos cu sto d iab an el m onte Janículo, donde
se g u a rd a b a el dinero, o tro s el p u e n te sobre el río, y
los p reto res urb an o s fueron rep artid o s e n tre ellos. Otros
p re p a ra b a n en el p u e rto los b arco s pequeños y grandes
y el d in ero p o r si n ecesitab an h u ir p o r m a r en caso de
ser d erro tad o s. M ientras realizab a n estos p rep arativ o s
con co raje y tan g ran rapidez, esp erab an , a su vez, asu s­
ta r a O ctavio e in d u cirle a p ed irle s a ellos el consulado
en lu g a r de al ejército, o bien a d efenderse ellos m is­
m os con energía. T am bién e sp e rab a n que los de la fac­
ción o p u esta se p o n d rían de su p a rte ahora, al m enos,
cuando se lu ch ab a p o r la lib ertad . Sin em bargo, no en­
co n tra ro n a la m ad re y a la h e rm a n a de Octavio, aun­
que las b u sca ro n en secreto y públicam ente, y se ala r­
m aron, p o r tanto, al verse p riv ad o s de ta n im p o rtan tes
rehenes. Y com o los ce sarian o s no m o stra ro n en abso­
lu to nin g u n a p red isp o sició n h a c ia ellos, p en sa ro n que
las m u jeres estab a n celosam ente g u ard ad as p o r los
m ism os.
GUERRAS CIVILES III 97

M ientras los em b ajadores se hallaban reunidos toda­


vía con Octavio, llegó la n o ticia de la anulación de los
decretos, así que los em bajadores lo d ejaro n y em p ren ­
diero n el reg reso ab o chornados. Octavio, con el ejército
aún m ás exasperado, avanzó con rapidez, tem eroso de
que les h u b ie ra o cu rrid o algo a las m ujeres. Envió jine­
tes al pueblo, que e sta b a consternado, anim ándole a no
te n e r m iedo y, en m edio del asom bro general, ocupó
u n a posición al o tro lado del m o n te Q uirinal, sin que
nadie se a tre v ie ra a e n ta b la r com bate o a im pedírselo.
Y de nuevo tuvo lu g ar o tro cam bio rep en tin o y so rp ren ­
dente, y los p atric io s c o rrie ro n h ac ia él y le saludaron;
tam b ién acu d ió p re su ro so el pueblo llano y recibieron
la b u en a form ació n de los soldados com o u n signo de
paz. Octavio, dejando el ejército donde p recisam en te es­
taba, avanzó al día sig uiente h ac ia la ciu d ad con una
g u ard ia p erso n al suficiente. Y los ciudadanos, en esta
ocasión tam b ién , saliero n a su en cu en tro a lo largo de
todo el cam inó, p o r grupos, y le salu d aro n sin om itir
expresiones de bienvenida o de tibios halagos. Su m a­
dre y su h erm an a, que estab a n en el tem plo de V esta
con las vírgenes vestales lo ab razaro n . Y las tres legio­
nes, sin o bedecer a sus generales, le enviaron em baja­
dores y d e se rta ro n a él. C ornuto, uno de los generales
de éstas, se suicidó y los o tro s lo g raro n u n a alianza y
g aran tías p ersonales. C icerón, al e n te ra rse de esto ú lti­
mo, tra tó p o r m edio de los am igos de O ctavio de e n tre ­
vistarse con él, y cuando lo logró se defendió a sí
m ism o y exaltó de fo rm a en fática la p ro p u e sta del con­
sulado p a ra Octavio, la cual él m ism o h ab ía presentado
con an te rio rid a d en el senado. O ctavio le respondió tan
sólo, en to n o irónico, que le p a re c ía que le saludaba
el últim o de sus am igos.
P or la noche, surgió de rep en te el ru m o r de que dos
legiones de Octavio, la M artia y la C uarta, se habían
pasado a la ca u sa de la ciudad, aduciendo que contra
98 HISTORIA ROMANA

la p a tria h ab ían sido conducidas con engaño. Los p re to ­


res y el senado, en fo rm a h a rto negligente, d iero n crédi­
to al ru m o r, aunque el ejército e sta b a m uy próxim o. Y
pensando que po d rían re sis tir con la ayuda de estas tro ­
pas, que e ra n las m ejores, al re s to del ejército de Octa­
vio, h a s ta q ue le llegasen refu erzo s de algún o tro lugar,
enviaron esa m ism a noche a M anió Aquilio C raso a la
región del Piceno p a ra que re c lu ta ra un ejército, y or­
d en aro n a Apuleyo, u n o de los trib u n o s de la plebe, que
re c o rrie ra la ciu d ad y co m u n ica ra al pu eb lo la b u en a
nueva. El senado se re u n ió aq u ella noche en el edificio
sen ato rial y Cicerón los recibió a las p u erta s, p ero cuan­
do el ru m o r se reveló falso, este últim o h u y ó en u n a
lite ra 104.
94 O ctavio se so nrió p o r la a c titu d de ellos y condujo
el ejército m ás ce rca de la ciu d ad , a la lla n u ra llam ad a
de M arte, pero, en esta ocasión, no castigó a ninguno
de los p reto res, ni siq u iera a C raso, el que h ab ía p a rti­
do h acia el Piceno, au n q u e fue conducido a su presen ­
cia tal com o se en c o n tra b a al ser apresado, con u n dis­
fraz de esclavo, sino q u e los dejó m a rc h a r a todos p a ra
d a r la im p resió n de clem encia. S in em bargo, poco tiem ­
po después fu ero n p u esto s en la lista de los p roscritos.
O rdenó q ue fu e ra re u n id o to d o el dinero público que
h ab ía en el Jan ícu lo o en cu a lq u ie r o tro lugar, y alguno
m ás, y la su m a que, a p ro p u e sta de C icerón, se les h a ­
b ía concedido p rev iam en te la distribuyó, dos m il qu i­
n ien tas d racm as p o r h om bre, y p ro m etió en tre g arles el
resto . Luego se re tiró fu e ra de la ciu d ad h a s ta que fue­
ra n elegidos los cónsules en los com icios. Y u n a vez que
re su ltó elegido él, ju n to con el h o m b re que q u e ría com o
colega, Q uinto Pedio l0\ el que le h ab ía regalado su

10'* C ulm ina en e ste p u n to la d escripción del re la to de Apiano so­


b re la a ctitu d senatorial, re la to do tad o de u n a feroz iro n ía con respec­
to al com p o rtam ien to de los sen ad o res y, en especial, de Cicerón.
los Cf. n. 31 al cap. 22.
GUERRAS CIVILES III 99

p a rte de la h eren cia de César, e n tró de nuevo en la ciu­


d ad com o c ó n s u l106. M ientras re alizab a los sacrificios,
se le ap a rec ie ro n doce b u itres, el m ism o nú m ero que
dicen que fue visto cu an d o R óm ulo fu n d a b a la ciu­
dad '07. D espués de los sacrificios som etió d e nuevo a
ratificació n la adopción p o r su p ad re, de acu erd o con
la ley curiata —ya que es posible o b ten er la adopción
ra tific ad a p o r el pu eb lo —, pues llam an curias a las frac­
ciones en que dividen las trib u s u o tra s divisiones loca­
les, ju sto com o los griegos, supongo, las llam an fratrías.
Y e n tre los rom anos éste era el m étodo de adopción más
aco rd e con la ley, p a ra los h u érfanos, y los así ad o p ta­
dos tienen iguales derechos que los hijos legítim os res­
pecto a los fam iliares y lib erto s de las perso n as que los
h an adoptado. C ésar ten ía e n tre o tro s legados espléndi­
dos, m uchos lib erto s ricos, y tal vez p o r este motivo,
sob re todo, Octavio solicitó este tipo de adopción, ad e­
m ás de la a n te rio r q u e obtuvo con el testam en to 108.
M ediante o tra ley abolió la que d ec la rab a enem igo
a D olabella, y p re sen tó o tra p a ra que se c e le b raran ju i­
cios p o r la m u e rte de C ésar l09. Al p u n to se p re sen ta­
ron escrito s de acu sación in culpando los am igos de Cé­
sa r a unos, de la a u to ría del hecho, y a otros, de un
conocim iento culpable. E ste ú ltim o cargo se im putó in­
cluso a personas que no habían estado en la ciudad cuan­
do C ésar fue asesinado. Fue fijado p o r m edio de una
pro clam a u n único d ía p a ra el ju icio de todos, y todos
fueron juzgados y condenados en rebeldía, ocupando Oc­
tavio la p resid en cia del trib u n a l y sin que ninguno de
los ju eces e m itie ra un voto absolutorio, con excepción

ios El 1 9 J e agosto del 43 a. C.


107 Cf. S u et., Div. Aug. 95.
108 E xtensa aclaración del p ropio Apiano.
105 E n v irtu d de la lex Pedia, p ro p u e sta p o r el cónsul suffectus
(43 a. C) Q. Pedio (cf. B r o u g h t o n , II, págs. 336-337, y Dión Cas., 48-49).
100 HISTORIA ROMANA

de un solo p atricio, que en aq u ella ocasión no sufrió


percan ce alguno, p ero poco d espués fue incluido con
o tro s en la lista de los p ro sc rito s. P arece que p o r estos
días, Q uinto Gallio, un p re to r u rb a n o h erm a n o de M ar­
co Gallio que servía con Antonio, pidió a O ctavio el m an­
do de Á frica y, cuando lo h u b o obtenido, conspiró con­
tra aquél. S us colegas en el m an d o le p riv aro n de éste,
el pu eb lo a rra s ó su ca sa y el senado lo condenó a m uer­
te. Octavio le o rd en ó re u n irse con su herm ano, y parece
que, desp u és de h a b e r em barcado, ya no fu e visto en
nin g u n a p a rte no.
96 C uando O ctavio dio fin a estos asuntos, concibió el
proyecto de reco n ciliarse con Antonio, pues se había en­
tera d o de que B ru to y Casio h ab ían re u n id o a veinte
legiones, y n ecesitab a de la ayuda de A ntonio p a ra
en fre n ta rse a estas fuerzas. P a rtió de la c iu d a d en di­
rección al A driático y avanzó con le n titu d p a ra v er la
a c titu d del senado. Pedio, tra s la p a rtid a d e Antonio,
convenció al senado d e que no h icieran irrem ed iab les
las diferen cias en tre am bos y tr a ta ra n de fav o recer la
reconciliación con Lépido y Antonio. Los senadores, aun­
que p rev iero n que la reconciliación no e ra p a ra prove­
cho de ellos ni en defensa de la p a tria , sino com o ayuda
a O ctavio c o n tra Casio y B ruto, la ap ro b aro n , sin em ­
bargo, y d iero n su asen tim ien to forzados p o r la necesi­
dad. Así pues, fu ero n anulados los d ecreto s p o r los que
se d ec la rab a n enem igos a A ntonio y Lépido y a los sol­
dados que estab an b ajo su m ando, y le enviaron otros
en térm in o s pacíficos. O ctavio les escribió c a rta s con­
g ratu lán d o se p o r este hecho y les p ro m etió que auxilia­
ría a A ntonio c o n tra Décimo, si e r a necesario. Ellos le
co n testaro n de inm ediato, a su vez, en tono am istoso
y a lab a ro n su ac titu d , y el p ro p io Antonio escrib ió que
él ca stig a ría a Décim o p a ra ven g ar a C ésar, y a Planeo

110 Cf. S u e t ., Div. Aug. 27, 4.


GUERRAS CIVILES III 10 1

p a ra vengarse él m ism o, y que u n iría sus fuerzas con


las de Octavio.
É stas fu ero n las c a rta s que c u rs a ro n e n tre ellos. 97
M ientras A ntonio p erseg u ía a Décimo, se le unió Asinio
Polión con dos legiones. Asinio llevó a cabo u n a recon­
ciliación con Planeo, y éste, con tre s legiones, se pasó
al lado de Antonio, de tal m odo que A ntonio tuvo ya el
m ando del ejército m ás p o d e r o s o D é c i m o tenía diez
legiones, de las cuales las c u a tro m ás ex p e rtas habían
sido m erm ad as p o r el h am b re y todavía estab a n debili­
tadas, y las o tras seis e ra n de levas recientes, faltas aún
de en tren am ien to y sin ex p erien cia en los trab a jo s de
la m ilicia. P or tanto, sin esp eran zas de luchar, decidió
h u ir ju n to a B ruto, que estab a e n M acedonia. Pero no
escapó p o r el lado de acá de los Alpes, sino hacia Ráve-
n a y Aquileia. Y com o Octavio viajaba p o r esta ruta,
planeó u n viaje m ás largo y difícil, c ru z a r el Rin y a tra ­
vesar p o r el país salvaje de los b árb aro s. Por e sta ra ­
zón, a cau sa de la n ecesidad y del cansancio, los nuevos
re clu tas lo ab a n d o n aro n y se u n iero n a Octavio; tras
de aquéllos, las c u a tro legiones de veteranos d esertaro n
a Antonio y lo m ism o h icieron las tro p as auxiliares, ex­
cepción h ech a de u n a g u ard ia p erso n al in teg rad a por
jinetes galos. E ntonces, Décimo p erm itió re g re sa r a sus
casas a los que q u isieran de e n tre estos últim os, y, des­
pués de h ab erlo s reco m pensado con el oro que todavía
te n ía consigo, avanzó h ac ia el R in con los trescientos
que ta n sólo p erm an eciero n a su lado. Mas como el río
e ra difícil de v ad ear con pocas tro p as, fue abandonado
tam bién p o r éstos, excepto diez. C am bió su vestido por
ro p a gala y, ex p erto com o e ra en la lengua gala, viajó
con aquéllos com o si fu e ra u n galo, p ero sin seguir ya
la ru ta m ás larga, sino h acia Aquileia, pites p en sab a que

111 Cf. S y m e , The R o m a n Revolution, págs. 179-180, p a ra estos he­


chos o c u rrid o s e n tre ju n io y agosto del 43 a. C.
102 HISTORIA ROMANA

p a sa ría d esapercibido, debido a lo exiguo del núm ero


de sus fuerzas.
T ras se r ap resad o y a tad o p o r unos bandidos, p re ­
guntó a la trib u a qué p ríncipe galo pertenecían, y cuan­
do supo que se tra ta b a de Camilo, a quien él le había
hecho m uchos favores, les ordenó que lo co n d u jeran a
presen cia d e Camilo. Éste, al v erle conducido prisione­
ro, p ú b licam en te le saludó en térm in o s am igables y re ­
crim inó a su s cap to res p o r su ignorancia, p o r u ltra ja r
a u n h o m b re ta n im p o rtan te, p ero , en secreto, dio cuen­
ta del hecho a Antonio. E ste últim o, em b arg ad o de u n a
cie rta desazón, an te este cam bio de fo rtu n a, no soportó
ver al hom bre, p ero o rd en ó a C am ilo q u e le d ie ra m u er­
te y le en v iara su cabeza. Y cu an d o vio la cabeza, orde­
nó a los suyos que la e n te rra ra n . É ste fue el final de
Décimo, que h ab ía sido p refecto d e cab allería de César,
g o b ern ado r de la G alia A ntigua b ajo aquél, y que h ab ía
sido designado p o r él p a ra d esem p eñ ar el co nsulado al
siguiente año y com o g o b ern ad o r de la o tra Galia. É ste
fue el segundo de los asesinos, después de Trebonio,
en re c ib ir castigo al año y m edio del asesinato. P or este
m ism o tiem po, M inucio B asilo, o tro de los asesinos de
C ésar, fue m u erto p o r sus esclavos cuando c a stra b a a
algunos de ellos com o castigo.
LIBRO IV

SINOPSIS

1. A rgum ento de! lib ro IV.


2. C onstitución del T riu n v irato .
3. M edidas to m ad as p o r los triunviros.
4. Prodigios e n Roma.
5. E la b o rac ió n de las lista s de p roscripción.
6. Pánico en R om a a n te los p rim ero s a p resam ien to s y m uertes.
7. E n tra d a e n Rom a de los triunviros.
8-11. Texto de la proscripción.
12-51. Las p roscripciones.
52. P anorám ica de las g u e rra s en el exterior.
53. C ornificio y Sextio; com ienzos de la g u e rra en África.
54. E pisodio d e Sitio.
55-56. A rabio y Sextio vencen a Lelio y C ornificio: fin de la g u e rra
en África.
57. Sucesos del 44 a. C., relativos a B ru to y Casio.
58. S ucesos del 43 a. C., relativ o s a B ru to y Casio.
59. Casio o b tie n e c u a tro legiones de Alieno.
60-62. Asedio y c a p tu ra de Laodicea. S uicidio de Dolabella.
63. Casio d esiste d e a ta c a r E gipto.
64. El destino de T arso.
65. C onferencia e n tre B ru to y Casio. O peraciones a principios
del 42 a. C.
66. E m bajada ro d ia a Casio.
67-68. D iscurso de A rquelao de Rodas.
69-70. R espuesta de Casio a A rquelao.
104 HISTORIA ROMANA

71. D e rro ta de la flota rodia en Mindo.


72-73. A sedio y tom a de Rodas.
74. D iversas m edidas de Casio tra s la c a p tu ra de Rodas.
75. Intro d u cció n a las operacio n es de B ru to en Licia.
76-80. H eroico y trág ico destino d e la ciu d ad de Janto.
81. T om a y expolio de la ciu d a d de P atara.
82. O tras operaciones de B ru to en Licia. C om bate naval en tre
M urco y A ntonio en el Peloponeso.
83-84. Intro d u cció n a la g u e rra con S exto Pom peyo en Sicilia.
85. Pom peyo consolida su situación en Sicilia. C om bate naval
con Salvidieno.
86. A ntonio y Octavio c ru z a n de B rin d isi a M acedonia. Domicio
A henobarbo y M urco c o rta n el paso d e sum inistros.
87. Tom a de posiciones en M acedonia.
B ru to y Casio p a sa n re v ista a sus tro p as en el golfo de
M élana.
89. Confianza de B ruto y Casio ante la m agnitud de sus efectivos.
90-100. D iscurso de C asio a sus tro p as.
101. Las tro p as de B ru to y Casio avanzan p o r ía c o sta de Tracia.
102. Saxa se re tira d el desfilad ero d e los corpilos.
1 0 3 -1 0 4 . B ru to y Casio fran q u e a n el d e sfila d ero de los sapeos.
105. B ru to y Casio en Filipos. S itu ació n de la ciudad.
106. E stablecim iento y situación del cam pam ento de B ru to y Casio,
107. A ntonio avanza ju n to al cam p am en to enem igo. F o rtiñ ca ció n
d e am bos cam pam entos.
108. B ru to y Casio d ejan p a s a r el tiem p o sin com batir.
109. . Antonio y Casio realizan labores de fortificación en el pantano.
110 - 112 . P rim era b a ta lla de Filipos.
113. M uerte de Casio.
114. B ru to llo ra la m u e rte de Casio y se p u lta su cadáver.
1 1 5 -1 1 6 . B atalla naval en el A driático: d e stru cc ió n de la flota de
A ntonio y Octavio.
117-118. A renga d e B ru to a su s soldados.
1 1 9 -1 2 0 . A renga de A ntonio a su s tro p as.
121. B ru to re h ú sa co m b atir, pese a la s m an io b ras de Octavio,
122 . S ituación d e se sp era d a de A ntonio y O ctavio a n te la falta
de provisiones.
1 2 3 -1 2 4 . B ru to , a su p esar, consiente en com batir.
1 2 5 -1 2 7 . P re p a ra tiv o s p a ra la batalla.
128. Segunda b a ta lla de Filipos.
GUERRAS CIVILES IV 105

129. Antonio y O ctavio p ersiguen a las tro p as fugitivas.


130. H u id a de B ruto.
131. M uerte de B ruto.
132-134. Sem blanza de B ru to y Casio.
135. E n tie rro de B ruto. B ajas en Filipos.
136. D estino de o tro s n o tab le s tra s la d e rro ta de Filipos.
137-138. C onsideraciones finales so b re esto s hechos.

De este m odo recib iero n su castigo dos de los asesi- i


nos de C ésar, ab atid o s am bos en sus respectivas p ro ­
vincias, T rebonio en Asia, y Décim o en la Galia. Y cóm o
lo re cib iero n tam b ién Casio y B ruto, quienes, en espe­
cial, encab ezaro n la co n sp iració n c o n tra C ésar y con­
tro la ro n to d o el te rrito rio desde S iria a.M acedonia y
poseyeron u n ejército inm enso, ta n to en fuerzas ecues­
tre s com o navales y m ás de veinte legiones de in fan te­
ría, así com o naves y dinero al m ism o tiem po, este cuarto
lib ro de las g u erras civiles lo m o stra rá . Al hilo de estos
sucesos tu v iero n lu g a r en Rom a la b ú sq u ed a y c a p tu ra
de los p ro scrito s, y to d a su e rte de h o rro re s, cuales no
se tien e m em o ria que h u b ie ra n o cu rrid o ni en las lu­
chas civiles o en las g u e rra s de los griegos, ni tam poco
en situaciones sim ilares e n tre los rom anos, salvo, úni­
cam ente en época de Sila, quien fue el prim ero que pros­
cribió a sus enem igos. Pues M ario buscó y castigó a los
que encontró, en cam bio S ila p roclam ó m ediante edicto
la m u erte de c u a lq u ie r p ro sc rito p rom etiendo grandes
reco m p en sas a sus m a ta d o re s y b ajo la am enaza de si­
m ilares castigos p a r a q u ienes los o cu ltaran . Sin em b ar­
go, los sucesos de M ario y Sila ya h an sido expuestos
en la h isto ria de aquéllos, p ero lo que o cu rrió después
es com o sigue l.

1 C apítulo in tro d u c to rio , com o es h a b itu a l en cada u n o de los li­


b ro s y que debem os a trib u ir d irec ta m en te a Apiano. En este libro IV
se puede e stab lec e r u n a e s tru c tu ra cla ram e n te definida: a) capítulo
106 HISTORIA ROMANA

2 Octavio y A ntonio p a c ta ro n su reconciliación en una


isleta p eq u eñ a y llan a del río L a v in io 2, en las cerca­
nías de M ódena. Cada uno ten ía cinco legiones y, des­
pués de estacionarlas fren te a frente, avanzaron con tres­
cientos h o m b res u n o y o tro h a s ta los p u e n te s sobre el
río. Lépido en p erso n a se ad elan tó e inspeccionó la isia
y agitó su clám ide com o señal p a r a que ac u d ieran . E n­
tonces, ca d a uno dejó a su s tresc ie n to s h o m b res sobre
los p u en tes al cargo de sus am igos y fu e ro n h a s ta el
c e n tro de la isla, a la v ista de todos, y allí conferencia­
ron los tre s \ o cu p an do O ctavio el c e n tro en su cali­
dad de cónsul. Estuvieron reunidos d u ran te dos días des­
de la m añ an a h a sta la noche, y decid iero n lo siguiente:
que O ctavio d ep o n d ría su m a g is tra tu ra de cónsul y la
a su m iría V e n tid io 4 p o r lo que re s ta b a de año; que se­
de in tro d u c ció n (cap. 1), b) c ap ítu lo s so b re la c o n stitu c ió n del triu n v i­
ra to (del 2 al 12, am bos inclusive), c) d escrip ció n d e las pro scrip cio n es
(del 13 al 51), d) introducción a la segunda p a rte d el lib ro IV (capítulo
52), e) lucha e n tre los triu n v iro s y los c esaricid a s B ru to y Casio (hasta
el final del libro); a su vez, en co n tram o s, en e sta segunda p a rte , diver­
sificada la acción en d istin to s escenarios: Á frica, Sicilia, Siria, Mace­
donia, lo q u e obliga al h isto ria d o r a in s e r ta r pequeñas introducciones
a l p a sa r de u n escenario a o tro (asi, p o r ejem plo, el cap. 57, p a ra la
e m p re sa en el o rien te de B ru to y Casio; e! cap. 75, p a ra las acciones
de B ru to en Licia; los caps. 83-84, p a ra lo s hechos de Pom peyo en Sici­
lia, etc.). P a ra m ás detalles, cf. C a o b a , A ppiano e la storia delle Guerre
Civile, Florencia, 1956, págs. 177-179.
2 De se r c ie rto el n o m b re del río, se deconoce su ubicación. De­
bía de e s ta r e n tre M ódena y B ononia.
3 N oviem bre del 43 a. C. (cf. R ic e H o i m e s , The architect o f the
R o m á n E m pire, 2 vols., O xford, 1928/31, I, pág. 216).
4 Como cónsul su ffec iu s (cf., so b re él, n. 96 a cap 80 del 1. III).
En calid ad de colega, fue designado ta m b ié n com o cónsul suffectus
G. C arrinas. S obré este últim o, cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Carlinas, núm e­
ro 2. E ra h ijo del fam oso cau d illo de M ario en el B ellu m Italicum ,
de origen e tru sco o um bro; h a b ía sido del p a rtid o de César, p re to r
en el 46 a. C., go b ern ad o r de la E sp a ñ a U lterio r en el 45 a. C. (cf.
T. R. S. B r o o g h t o n , The m agistrates o f the R o m á n Republic, I-II y supl.,
N ueva York, 1950-1960, II, pág. 308), en donde luchó c o n tra Sexto Pom­
peyo (cf. infra, IV 83).
GUERRAS CIVILES IV 107

ría c read a u n a nueva m a g is tra tu ra 3 p o r ley p a ra dar


salid a a los conflictos civiles p a ra Lèpido, A ntonio y Oc­
tavio, quienes la d e te n ta ría n d u ra n te cinco años con po­
deres co n su lares 6, así lo decidieron en vez de llam ar­
la d ictad u ra, tal vez p o r cau sa del d ecreto de Antonio
que p ro h ib ía que e x istiera u n dictador; que ellos desig­
n a ría n de inm ediato a los m agistrados anuales de la ciu­
d ad p o r u n p erío d o de cinco años 7; que d istrib u iría n
el m ando de las provincias, obten ien d o A ntonio toda la
G a lia 4, salvo aq u ella p a rte q u e lim ita con los m ontes
P irineos y a la q u e llam an la G alia A n tig u a 9, en la
cual p arte , ju n to con E spaña, m a n d a ría Lèpido, y O cta­
vio te n d ría el m ando de Á frica 10, C erdeña y S icilia y
las o tra s islas del e n to rn o

5 Su títu lo era tresviri rei publicae constituendae; de hecho, se tra ­


tab a d e u n a nueva m o d alid ad a nivel in stitu cio n al de la ya abolida
y pro h ib id a d icta d u ra . R evivida la d ic ta d u ra bajo e s ta nueva especie,
ya nunca después los cónsules re c o b ra ría n su a u to rid ad , aun q u e que­
d a ría n garatizad o s a ú n el p re stig io d e e sta m a g istra tu ra y su vincula­
ción a la nobleza (cf. S y m e , The R o m a n R evolution, O xford, 1939, pági­
n a 188).
6 H a sta el 31 de diciem b re del 38 a. C. S obre la fecha final del
triu n v ira to , véase la discusión e xhaustiva de E. G a u b a , A ppiani Bello-
rum C ivilium . Liber Q uintus, Florencia, 1970, V, págs. LXIX-LXXIX.
7 P a ra el 42 a. C., fu e ro n designados có n su les M. E m ilio Lépido
(por segunda vez, ya lo h a b ía sido e n eí 46 a. C. con César) y L. Muna-
cio Planeo; p a r a el 41 a. C., P. Servilio Isá u ric o y L. Antonio, y p a ra
el 40 a. C., Asinio Polión y Gn. D om icio Calvino.
8 Es decir, la G alia C isalpina y la G alia Com ata.
9 G alia N arbonense, que, ju n to con la E sp a ñ a C iterior, fue p a ra
Lépido. É ste recibió tam b ién de m anos de Polión la E sp a ñ a U lterior.
10 Cuya posesión e ra dudosa, p u e s estu v o in m e rsa varios años en
u n a g u e rra civil. El excesarian o Q. C ornificio, p ro có n su l de Africa Ve­
tas, en el 44 a. C., p erm aneció fiel al senado y no reconoció al triu n v i­
rato. Él sostuvo u n a g u e rra c o n tra T. Sextio, g o b e rn ad o r de Africa
Nova (cf. cap. 53 de este libro, y S y m e , The R o m a n R evolution, pági­
n a 189 y n. 4).
11 S obre todo, Córcega. E sto s a cu e rd o s se vieron reforzados, co­
m o e ra usual, con u n a política de alianza m atrim o n ial. Octavio repu-
108 HISTORIA ROMANA

3 Así se re p a rtie ro n los tres, e n tre ellos, las posesio­


nes de los ro m an o s y ap lazaro n el re p a rto de las del
lado de allá del A driático, co n tro la d as a ú n p o r B ru to
y Casio, c o n tra quienes iban a lu c h a r A ntonio y O cta­
vio. Pues Lèpido o cu p a ría el consulado el año próxim o
y p erm a n ece ría en la c iu d a d p a ra a te n d e r a lo que fue­
r a n ecesario allí, delegando en o tro s el gobierno de Es­
p aña. D ecidieron tam b ién que L èpido re tu v ie ra tre s le­
giones de su pro p io ejército p a ra la cu sto d ia de Roma,
y que O ctavio y A ntonio se re p a rtié ra n las o tra s siete,
tre s p a ra O ctavio y c u a tro p a r a Antonio, de fo rm a que
cad a uno llev ara a la g u e rra veinte legiones 11bis. Y
ac o rd aro n a n im ar desde aquel m om ento al ejército con
la esp eran za en el b o tín de la g u erra, prom etiéndoles,
e n tre o tro s dones, la concesión de colonato de diecio­
cho ciu d ad es de Italia, d istin g u id as p o r el esp len d o r de
su riqueza, de su suelo y edificaciones, y que serían re­
p a rtid a s e n tre los soldados incluyendo el suelo y las ca­
sas com o si h u b iera n sido co n q u istad as, en vez de un
te rrito rio enem igo, en la g u e rra . E n tre e sta s ciudades
las m ás fam osas de to d as eran , so b re todo, Capua, Re­
gio, Venusia, Benevento, N uceria, Arím ino e H ip o n io l2.
De este m odo seleccionaron las ciudades m ás herm osas

dio a S ervilia, h ija de P. S ervilio Isá u rico , colega de C ésar e n el 48


a. C., y se casó con C laudia, h ija de Clodio y Fulvia, esposa, e sta ú lti­
m a, de A ntonio y, p o r ta n to h ija stra de Antonio.
11 bis La sum a de 43 legiones es el to ta l de las fu erzas d e Occi­
dente, no la s d e stin a d as a a s e n ta r en colonias (éstas e ra n solam ente
28 legiones, cf. infra, V 5). Sobre este a su n to , cf. G a b b a , Appiani..., V,
In tro d ., págs. LIX-LX.
12 Conocida tam b ién com o Vibo Valentia (en el B rutio). E sta ú lti­
m a y Regio fu e ro n excluidas, después, de la confiscación y asignación,
en consideración a su im p o rta n cia en la g u e rra c o n tra Sexto Pom peyo
(cf. cap. 86 de este libro). E n general, so b re la política de colonias
y asignaciones a g ra ria s de los triu n v iro s, cf. G a b b a , Appiani..., V, App.
IV, págs. LIX y sigs., y C. N ic o l e t , R o m a y la conquista del m undo
m editerráneo, I (trad. cast.), B arcelona, 1982, pág. 65.
GUERRAS CIVILES IV 109

de Italia p a ra el ejército, p ero d ecidieron a c a b a r antes


con sus enem igos p a rtic u la re s p a r a que no les p e rtu r­
basen m ien tras estab an em peñados en estas tareas y lle­
vaban a cabo u n a g u e rra en el ex terio r. É stas fueron
sus decisiones y todas ellas las p u siero n p o r escrito. Oc­
tavio, en su calid ad de cónsul dio le c tu ra de las m ism as
a los soldados, a excepción de las listas de proscritos.
Y ellos, al oírlas, p ro rru m p ie ro n en g rito s de jú b ilo y
se a b raza ro n unos a o tro s en señal de reconciliación.
M ien tras ten ían lu g ar estos hechos, o c u rrie ro n en 4
R om a m uchos prodigios y señales terrib le s 13. Y, así,
los p erro s au llab an co n tinuam ente com o lobos —u n sig­

13 S o b re este tem a, cf. W e in s t o c k , D ivus lulius, Oxford, 1971,


págs. 191-199. H em os de v e r en este hecho una in fluencia en Rom a
de la d o c trin a e tru sc a so b re la teo ría del saeculum . Los etru sco s utili­
zaron este concepto com o u n id ad de c ó m p u to o m edida de la h isto ria
(así, según C ensorino, e sc rito r del siglo III de n u e stra era, el poder
e tru sco ven d ría a su fin después de diez saecula, cf. C e n s ., 17, 5 ss.).
P or saeculum hay que e ntender, según W einstock, el espacio de tiem ­
po de u n a vida h u m an a (cf. C e n s ., 17, 2), o bien que u n saeculum em ­
pieza con la fundación de ciu d ad es y co m unidades y term in a con la
m u e rte de los m ás viejos d e aquellos h o m b res que h a n coincidido con
la fundación. E l final de un saeculum es anun ciad o p o r prodigios ex­
tra o rd in a rio s q u e son re co rd a d o s en los lib ro s ritu a les de los haruspi­
ces.— E n Rom a ya existían p re ce d en te s de tales prodigios en m om en­
tos c ru ciales de su h istoria, bien a n te la llegada de u n hom bre clave
en el d e cu rso d e la h isto ria rom ana, o bien a n te un cam bio im portante
en los hechos políticos, el inicio de una nueva e ta p a (así, en el 88 a,
C., se p ro d u je ro n prodigios in te rp re ta d o s p o r los haruspices com o ei
inicio de un nuevo saeculum y con él la g u e rra civil; cf. n. 256 al libro
I p a ra Sila). E n el 55 a. C., se vio u n com eta d u ra n te los ludí Victo.riae
Caesaris, y el haruspex V ulcanio d e claró que e ra la señal del noveno
saeculum y el inicio del décim o, revelado lo cu al m urió. A hora se ini­
cia u n a etap a decisiva en la h isto ria d e Rom a: la e ta p a triu n v ira l, que
va a d a r paso a una form a de gobierno in stitu c io n a l rad icalm ente dis­
tin ta p a ra siem p re y, a nivel m ás concreto, a u n a e ta p a de h o rro res
con las p roscripciones, de ahí que pueda e n te n d erse com o el inicio
de un nuevo saeculum , p recedido de m uchos prodigios e in te rp reta d o
p o r los haruspices, el m ás viejo de los cuales (como en el caso de V ul­
canio) m u rió tr a s d a r u n a in te rp re ta c ió n de los m ism os.
110 HISTORIA ROMANA

no d esa g rad a b le— y los lobos a tra v e sa ro n el foro, ani­


m al éste im p ro p io de la fa u n a ciudadana; el ganado va­
cuno em itió voz h u m an a y u n a c ria tu ra recién nacida
habló; alg u n as e s ta tu a s su d aro n y o tra s su d a ro n san­
gre, y se oyeron g ran d es voces h u m an as, fra g o r de a r­
m as y c a rre ra s de caballos, sin q u e se p u d ie ra ver a
nadie. A parecieron m uchos signos desfavorables alrede­
d o r del sol, h u b o lluvia de p ie d ra s y co n tin u o s rayos
caían so b re tem plos y estatu a s. A la v ista de lo cual,
el senado tra jo de E tru ria a sac rificad o res y adivinos,
y el m ás an cian o en tre ellos, tra s d e c ir que re to rn a ría
el p o d er re al de a n ta ñ o y que todos sería n reducidos
a la esclav itu d con la ú n ica excepción de su persona,
m antuvo c e rra d a la b oca y contuvo el alien to h a sta que
m urió.
5 T an p ro n to com o los triu n v iro s e n tra ro n en el ejer­
cicio de su s funciones, re g istra ro n en u n a lista a las
p erso n as que h ab ían de m o rir, e in scrib iero n en ella a
los poderosos, p o rq u e so spechaban de su poder, y a sus
enem igos perso n ales, y se in terc am b ia ro n e n tre ellos a
sus p ro p io s fam iliares y am igos p a r a que fu e ra n ejecu­
tad o s entonces y p o sterio rm e n te . Pues añ a d ie ro n a la
lista u n o s n o m b res tr a s o tro s, algunos p o r enem istad,
otro s sim plem ente p o r re n co r o p o rq u e e ra n am igos de
sus enem igos o enem igos de sus am igos o p o rq u e d esta­
cab an p o r su riq u eza M. P uesto que los triu n v iro s ne­
ce sitab an g ran d es su m as de d in ero p a ra la g u erra, ya
que los trib u to s p ro ced en tes de Asia h ab ían sido e n tre ­
gados a B ru to y Casio, que a ú n esta b a n recaudándolos
y co n trib u ían tam bién los reyes y sátrap as, en tan to que
ellos, debido a q ue E u ro p a, y so b re todo Italia, estab a n

14 Los estrag o s cau sad o s p o r e sta m ed id a e n tre los d istin to s ó r­


denes sociales y políticos Fueron de índole diversa, y su valoración
re su lta difícil y no siem p re exenta d e apasionam iento (cf. S y m e , The
R o m a n R evolution, págs. 191 y sigs.).
GUERRAS CIVILES IV 111

ex h au stas p o r las g u erras e im puestos, carecían de re ­


cu rso s. P or estas razones a c ab aro n p o r im p o n er co n tri­
buciones m uy gravosas a los plebeyos e, incluso, a las
m ujeres, y co n tem plaron la im posición de tasas por ven­
tas y alquileres. Alguno hubo, p o r entonces, que fue pros­
crito p o r p o see r villas y casas h erm o sas. E n total, los
condenados a penas de m u e rte y confiscación de bienes
fu ero n a lre d ed o r de trescien to s, e n tre los senadores, y
unos dos m il del o rd en ecuestre. E n tre ellos h ab ía h er­
m anos y tío s de los triu n v iro s y algunos oficiales a sus
ó rd en es que h ab ían tenido algún tropiezo con los jefes
o ca m a rad a s de oficialidad. .
C uando los triu n v iro s se en cam in aro n h ac ia R om a 6
desde el lu g a r de la conferencia, aplazaro n la p ro sc rip ­
ción de la m ay o ría de aquéllos, p ero decidieron enviar
a algunos em isarios de im proviso p a ra q u e m a taran por
anticip ad o a doce h o m b res o, según dicen otros, a dieci­
siete e n tre los m ás influyentes, e n tre los cuáles estaba
Cicerón. De todos ésto s fu e ro n m u erto s de inm ediato
cu a tro en b an q u etes y en los lu g ares donde se en c o n tra­
ban. Los o tro s fu ero n b u scad o s y ra stre a d o s por tem ­
plos y casas p a rtic u la re s, p o r lo que se p rodujo un
tu m u lto d u ra n te to d a la noche, g rito s y c a rre ra s acom ­
p añ ad as de lam entos com o en u n a ciu d ad tom ada. Al
conocerse que estab a teniendo lu g a r u n apresam iento
de h o m b res y que ninguno de los condenados previa­
m ente fig u ra b a en u n a lista, cada u n o pensó que él era
uno de los b u scad o s p o r los perseg u id o res. Y en un gra­
do tal de desesperación, u nos se d isp u siero n a p re n d er
fuego a sus p ro p ias casas, o tro s a los edificios públicos,
hab ien d o elegido en su alucinación llevar a cabo algún
hecho te rrib le an tes de que les su ced iera algo. Y ta l vez
lo h u b ie ra n hecho así, de no s e r p o rq u e Pedio el cónsul,
corrien d o de u n lado p a ra o tro con heraldos, les anim ó
a que a g u a rd a ra n h a s ta el a lb a p a ra conocer con exacti­
tu d los acontecim ientos. C uando se hizo de día, en con-
112 HISTORIA ROMANA

tr a del p a re c e r de los triu n v iro s, Pedio p ro sc rib ió a die­


cisiete h o m b res com o si fu e ra n ellos solos los únicos
resp o n sab les de las d esgracias civiles y los únicos con­
denados, y a los dem ás les otorgó g a ran tías públicas,
desconociendo las decisiones de los triu n v iro s. Y Pedio
m u rió , a consecuencia del cansancio, la n o ch e siguien­
te !S.
7 Los triu n v iro s h iciero n su e n tra d a en la ciu d ad en
tre s días sucesivos, cada uno de ellos p o r separado, Oc­
tavio, A ntonio y Lèpido, con u n a co h o rte p re to ria n a y
u n a legión de in fa n te ría cada uno. Y ta n p ro n to com o
en tra ro n , la ciu d ad se llenó de arm a s y de insignias mi­
litares d istrib u id as p o r los lugares estratégicos y, al pun­
to, fu e convocada u na asam blea en m edio d e estas tro ­
pas. E l trib u n o de la plebe P ublio T itio p ro p u so im a
ley 16 p a ra la creación de u n a nueva m a g is tra tu ra en­
carg ad a de a rre g la r el desorden p re sen te e integrada,
con u n a vigencia de cinco años, p o r tre s hom bres, Lèpi­
do, Antonio y Octavio, con poderes consulares —su equi­
valente griego sería el de harm ostés, no m b re que los
lacedem onios dan tam bién a los gobernadores de las ciu­
dades vasallas 16bis. No se concedió ningún m argen de
tiem po p a ra e s tu d ia r la ley, ni se fijó con antelación
u n d ía señalado p a ra s u votación, sino que la ley se ra ­
tificó de inm ediato. E sa m ism a noche se hizo pública,
en diversos lugares de la ciudad, la proscripción de cien­
to tre in ta hom bres, adem ás de los diecisiete, y poco des­
pués la de o tro s ciento cin cu en ta. Y, sucesivam ente, se
añ ad iero n a las lista s los n o m b res de los que fueron

13 R esu lta e specialm ente p a té tic a la m u e rte de este hom bre (aquí
a trib u id a a u n m otivo excesivam ente banal), h o rro riz a d o p o r u n a m i­
sión que h u b o de d e se m p e ñ ar en razón de su cargo com o tribuno.
16 La lex Titia, que Fue vo tad a el 27 d e noviem bre del 43 a. C.
y que e stab lec ía el T riu n v irato según el p a c to de B ononia (la actu al
Bolonia).
i6 bu A claración de Apiano.
GUERRAS CIVILES IV 113

condenados con p o sterio rid a d o de los que, p o r erro r,


h ab ían sido m u erto s an tes, p a ra qué p a re c ie ra que su
m u erte e ra ju sta. Se o rd e n ó que las cabezas de todos
los ejecu tad o s se llev aran a n te los triu n v iro s a cam bio
de u n a reco m p en sa fijada; é sta co n sistía en dinero, pa­
ra el h o m b re libre, y p a ra el esclavo, en su libertad,
adem ás del dinero; se o rdenó que todos fra n q u e a ra n el
acceso a su s dom icilios p a rtic u la re s p a ra u n a investiga­
ción, que quienes aco g ieran u o c u lta ra n a p ro sc rito s o
no p e rm itie ra n la investigación s u frie ra n p en as sim ila­
res, y los q u e fa c ilita ra n inform ación re la tiv a a cada
uno de esto s p a rtic u la re s re c ib ie ra n recom pensas sim i­
lares.
E l texto de la p ro sc rip ció n era com o sigue: «Marco 8
Lépido, M arco A ntonio y O ctavio César, los que h an si­
do elegidos p a ra arm o n izar y en d erezar los asuntos p ú ­
blicos, d eclaran lo siguiente: De no h a b e r sido p o r la
p erfid ia de unos h o m b res viles que, g racias a sus ru e ­
gos, fu e ro n o bjeto de clem encia y que, u n a vez la encon­
tra ro n , se to rn a ro n enem igos de su s bienhechores y lue­
go co n sp iraro n c o n tra ellos, ni h u b iera n asesinado a Ga­
yo C ésar aquellos a q uienes él salvó p o r su clem encia,
después de h acerlo s p risio n ero s e n la g u erra, y les dio
su am istad y co n firió co n ju n tam en te cargos, honores y
presen tes, ni n o so tro s nos veríam os obligados a u sar
de tam año rig o r c o n tra quienes nos h an u ltra ja d o y de­
clarad o enem igos públicos. P ero la re alid ad es que, al
ver que la m ald ad de aquellos q u e co n sp ira ro n co n tra
no so tro s y a cuyas m anos m u rió Gayo C ésar no puede
se r atem p e rad a p o r la generosidad, hem os preferid o an­
ticip arn o s a n u estro s enem igos a s u frir a sus m anos.
Y, en verdad, que n ad ie considere n u e s tra acción in ju s­
ta, cru el o desm edida, teniendo p re se n te lo que Gayo
C ésar y n o so tro s hem os sufrido. A Gayo, au n q u e e ra el
m ag istrad o su p rem o y P ontífice M áximo, aunque había
som etido y anexionado a las naciones m ás tem ibles p a ­
114 HISTORIA ROMANA

ra los ro m an o s y au n q u e h ab ía sido el p rim e r hom bre


en atre v erse a c ru z a r el m a r no navegado, m ás allá de
las C olum nas de H ércules, y el p rim e ro que descubrió
u n p aís desconocido p a ra los rom anos, lo m ataro n en
m itad del edificio del senado, lu g a r considerado sag ra­
do, bajo la m irad a de los dioses, con saña cruel, de vein­
titré s p u ñ aladas, unos hom bres q u e h ab ían sido sus p ri­
sioneros y p o r él salvados, y algunos in scrito s com o
co h ered ero s de su fo rtu n a . Y los dem ás, después de es­
te execrable crim en, en vez de castigarlos, enviaron a sus
asesinos a d esem p eñ ar cargos oficiales y gobiernos de
provincias, de cuyas p re rro g a tiv a s se valieron éstos pa­
r a saq u e ar el teso ro público, g racias al cual andan re u ­
nien d o u n ejército c o n tra n o so tro s y pid en o tro a gen­
tes b á rb a ra s, enem igas siem pre de n u e stro im perio. Y
de las ciudades sú b d itas de R om a, a las q u e no p udie­
ro n p ersu ad ir, las incendiaron, d estru y ero n o a rra sa ro n
h a s ta sus cim ientos, y a o tras, después de a te rro riz a r­
las, las conducen c o n tra la p a tria y c o n tra nosotros.
9 »De alg unos ya nos hem os vengado, y los restantes^
si el dios nos asiste, al p u n to veréis que recib en su cas­
tigo. Y au n q u e las em p re sas m ás im p o rtan tes las he­
m os re m a tad o ya y e stá n bajo control, así las co rres­
pondientes a E spaña, la G alia y éstas de aquí de Italia,
todavía re s ta u n a sola ta re a , c o m b atir a los asesinos
de Gayo al o tro lado d el m ar. Y nosotros, en tran c e de
lib ra r u n a contienda fo rán ea en v u e stra defensa, no juz­
gam os conveniente d e ja r en re ta g u a rd ia a o tro s enem i­
gos que p u d iera n ap ro v ech arse de n u e s tra au sen cia y
a g u a rd a r las o p o rtu n id ad e s que les p ro c u ra se n las cir­
cu n stan cias de la g u erra, ni, a su vez, debíam os dem o­
ra rn o s p o r su cau sa en ta n g ra n aprem io, sino dejarlos
fu e ra de co m bate de u n a vez p o r to d as a ellos que h a­
b ían com enzado la g u e rra c o n tra nosotros, al d e c la ra r­
nos ju n to con n u e stro s ejército s enem igos públicos.
GUERRAS CIVILES IV 115

»¡A q ué inm ensa can tid ad de ciudadanos le a c a rre a ­


ron la ru in a aquéllos, ju n to con la n u estra , desp re­
ciando la venganza de los dioses y la condena de los
hom bres! N osotros, en cam bio, no cebarem os n u estra
có lera en nin g u n a m u ch ed u m b re ni señalarem os com o
enem igos a todos lo q u e se nos o p u siero n o co n sp iraro n
co n tra nosotros, ni tam poco a los que se distinguen sim ­
plem ente p o r su riqueza, ab u n d a n cia o dignidad social,
ni siq u iera d arem os m u erte a un nú m ero igual al que
ajustició o tro h om bre que d eten tó el p o d er su p rem o an ­
tes que n o sotros, cuando, aquél tam bién, reg u lab a los
asun to s del E stad o en m edio de lu ch as civiles, al cual
llam asteis A fortunado a cau sa de sus éxitos; y, sin em ­
bargo, es forzoso que tre s h o m b res tengan m ás enem i­
gos que u n o solo. A p e sa r de todo, sólo nos vengarem os
de los m ás m iserab les y culpables de todos, y ello lo
h arem o s en beneficio v u e stro no m enos que en el n u es­
tro. Pues, m ien tras ex istan diferen cias e n tre nosotros,
necesariam en te os veréis envueltos en te rrib le s su fri­
m ientos, y, p o r o tra p arte , debem os tam b ién p ro c u ra r
cierta satisfacción al ejército, que h a sido ultrajado, exa­
cerb ad o y d ecretad o enem igo público p o r n u estro s co­
m unes enem igos. Y au n que hub iéram o s podido d eten er
sobre la m a rc h a a q u ienes habíam os decidido, p re fe ri­
m os p ro sc rib irlo s a ap resarlo s sin su conocim iento p re ­
vio; tam b ién p rocedim os así p o r v u estro interés, p ara
que no fu e ra posible a los soldados, p o r m or de su irri­
tación, co m eter abusos c o n tra ciudadanos inocentes, si­
no que se lim itaran a quienes h ab ían sido cu id ad o sa­
m ente en u m erad o s y designados p o r su nom bre y se
a b stu v iera n de los dem ás en v irtu d del m ism o decreto.
»¡Que la su erte os acom pañe! Que nadie acoja a
ninguno de los re g istra d o s en este d ec reto de p ro sc rip ­
ción, ni lo oculte, ni le facilite la salida, ni se deje so­
b o rn a r con dinero. Aquel que se d esc u b ra q u e tra ta de
salvarlos o ayudarlos o que está en connivencia con ellos,
116 HISTORIA ROMANA

a ése n o sotros, sin ad m itirle ningún tipo de excusa o


perdón, lo pondrem os en la lista de p ro scrito s. Y quie­
nes los m aten, q ue traig a n las cabezas ante nosotros y
re cib irán las sig uientes recom pensas, el ho m b re libre,
veinticinco m il d racm as áticos p o r cabeza, y el esclavo,
su lib ertad , diez m il d racm as áticos y el d erech o de ciu­
d ad an ía de su dueño. Las m ism as recom pensas h a b rá
p a ra los d elato res. N adie que las re cib a se rá in scrito
en n u estro s reg istro s a fin de que quede en el anonim a­
to.» T al e ra el texto de la p ro sc rip ció n en la m edida
en que p u d e v erte rlo del latín a la lengua griega 17.
El p rim e ro en d a r com ienzo a la lab o r de p ro sc rip ­
ción fue Lépido, y el p rim ero de los p ro sc rito s fue su
h erm an o Paulo; el segundo en este q u eh acer fue Anto­
nio, y el segundo lu g ar e n tre los p ro sc rito s lo ocupó
Lucio, el tío de Antonio, p o rq u e estos dos h om bres h a­
b ían sido los p rim ero s que v o taro n a L épido y a Anto­
nio enem igos p ú blicos 18. La te rc e ra y c u a rta víctim as
e ra n fam iliares de los que fig u ra b a n en o tra tab lilla co­
m o cónsules p a ra el año próxim o, Plocio lp, el h erm a­
no de Planeo, y Q uintio, el suegro de Asinio. E stos cua­
tro h o m b res fu ero n an tep u esto s a los dem ás p ro scrito s
no p o r la sola razón de su dignidad, sino m ás bien p a ra
p ro d u c ir estu p efacció n y desesperación, de m a n e ra que

17 Sobre la im p o rta n cia de e ste p a sa je y, en especial, de la ano­


tación de A piano, que hay que en te n d erla en el sentido de que tra n s ­
cribió lite ralm e n te el texto del decreto de u n a fuente la tin a (pues co­
nocía p erfe c ta m en te e sta lengua, ya que h a b ía sido causídicos e n los
trib u n a les rom anos), p a ra p re c isa r la Fuente de la trad ició n apianea
en estos hechos, que sería Asinio Polión, c f . G a b b a , Appiano..., pá­
ginas 242 y sigs.
18 E stos hom bres, sin em bargo, no m urieron. Según S y m e (The Ro­
m án R evolution, pág. 192), la m u erte o p ro sc rip ció n de los fam iliares
de los triu n v iro s hay que e n ju ic ia rla com o u n a g a ra n tía de so lid arid ad
e n tre ellos y p a ra in sp ira r te r r o r a sus enem igos, no debido a su sed
de sangre.
19 L. Plocio Planeo m u rió , c ie rta m en te (cf. P u n i ó , X III 25).
GUERRAS CIVILES IV 117

n ad ie p e n sa ra en p o d er salvarse. E n tre los p ro scrito s


se en c o n trab a tam b ién T oranio, del que algunos de­
cían que h ab ía sido p re cep to r de Octavio. Al tiem po que
se p u b licaro n las listas, se c e rra ro n las p u erta s de la
ciu d ad y to d as aq u ellas o tra s vías de salida de la m is­
m a, así com o el p u erto , los p an tan o s y b ancales o cual­
q u ier o tro lu g ar que fu e ra sospechoso de p ro c u ra r la
h u id a o u n escondite; se ordenó a los cen tu rio n es que
llev aran a cab o o peraciones de ra s tre o p o r todo el te­
rrito rio circu n d an te, y todo esto tuvo lu g ar al m ism o
tiem po.
Así pues, de inm ediato, en el cam po y en la ciudad,
según donde cad a uno e ra encontrado, tuvieron lugar
n um ero so s ap resam ien to s repentinos, y to d a su erte de
m uertes, decapitaciones p a ra exhibir la cabeza y co b rar
la recom pensa, hu id as indignas y grotescos disfraces en
co n tra ste con el a n te rio r lu stro . Algunos descendieron
al in terio r de pozos, otro s a las cloacas pestilentas, otros
se re fu g iaro n en so m b rías chim eneas o perm anecieron
sentad o s b ajo las tejas com pactas de los techos en el
m ás p ro fu n d o silencio. Pues algunos tem ían m ás a sus
m ujeres o a sus hijos, m al d isp u esto s h ac ia ellos, que
a los pro p io s asesinos; otros, en cam bio, a sus libertos
y esclavos; otros, a sus deudores, p o r causa de los p ré s­
tam os, y otro s, en fin, a sus vecinos, que codiciaban sus
tierra s. Se produjo, entonces, de golpe, u n a eclosión de
todas aquellas p asio n es d u ra n te larg o tiem po adorm e­
cidas, aco m p añ ad a de u n a m u tació n an o rm al en la con­
dición de senadores, cónsules, p re to re s o trib u n o s de
la plebe —tan to si ib an a o c u p a r sus respectivos c a r:
gos, com o si ya los h a b ía n desem peñado—, quienes se
arro ja b a n a los pies de sus p ro p io s esclavos, en m edio
de lam entos, y así co n sid erab an a su siervo com o su
salvador y dueño. Y lo m ás tris te de todo fue que ni
a p e s a r de a r ro s tra r sem ejante h u m illación m erecieron
piedad.
118 HISTORIA ROMANA

14 Se d iero n cita toda clase de h o rro re s, p ero no com o


en las luchas civiles o en las c a p tu ra s p o r los enem igos,
pues no sucedía, com o en aquellos casos, que se tem e
a la facción riv al o al enem igo p e ro se e n c u e n tra refu ­
gio en el h o g ar propio, sino que in clu so a éste se tem ía
m ás que a los m atad o res, pues com o no sen tían el m ie­
do que se ex p erim en ta en u n a g u e rra o en la lucha civil,
se co nvertían, de inm ediato, de fam iliares en enem igos,
ya fu e ra en v irtu d de alguna en e m istad so te rra d a o p o r
las reco m p en sas p u b licad as o p a r a ap ro p ia rse del oro
y p la ta existen tes en las casas. P o r estos m otivos, cada
uno traicio n ó a su dueño y an tep u so su p ro p io prove­
cho a la p ied ad h acia aquél. E, incluso, el q u e se m an­
tuvo fiel o b ien d isp u esto tuvo m iedo de socorrerlo,
o cu ltarlo o e s ta r en connivencia con él a c a u sa de la
sim ilitud de los castigos p a ra tales actos. Y la cosa aca­
b ó en lo o p u esto al m iedo a n te rio r a raíz de los diecisie­
te aju sticiad o s en p rin cipio. Pues entonces, com o nadie
h ab ía sido pro scrito , sino que algunas p erso n as fu ero n
apresadas de im proviso, todos experim entaron un tem or
igual y se ay u d aro n codo a codo. Pero, después de las
proscripciones, algunos quedaron expuestos de inm edia­
to a la traic ió n de todos, y otros, seguros de su salva­
ción y m ovidos p o r el lucro, se co nvirtieron en p erro s
de p resa de los dem ás en busca de las recom pensas ofre­
cidas p o r los perseg u idores. De la m asa re sta n te , algu­
nos saq u earo n las casas de los que h ab ían m uerto, y
el afán de en riq u ecerse a p a rta b a a sus esp íritu s de la
co m p ren sió n h acia las calam idades presentes; otros, en
cam bio, con m ayor ju icio y m oderación, estab a n atóni­
tos p o r cau sa del te rro r, y les re su lta b a m ás ilógico aún,
cuando, sobre todo, reflexionaban en que, m ie n tra s al
re sto de las ciudades las luchas civiles las h a b ía n a rru i­
nado y la co n co rd ia las salvó, a ésta, en cam bio, las lu­
GUERRAS CIVILES IV 119

chas in tern a s e n tre los líderes la h a b ía n d estru id o , y


su reconciliación ca u sab a tales desm anes 20.
Algunos m u riero n d efendiéndose de sus m atadores,
otros, en cam bio, sin o p o n er resisten cia, p o r c reer que
no serían atacad o s p o r éstos; y hubo quienes se suicida­
ron p o r ham bre, ahorcados, ahogados o arrojándose des­
de el techo de sus casas o d en tro del fuego; otros, inclu­
so, se o freciero n a sus asesinos o los m an d aro n llam ar
si se re tra sa ro n ; otros m u riero n bu scan d o u n escondri­
jo o su p lican d o de fo rm a indigna, o al in te n ta r soslayar
el peligro o co m p rar su salvación. Y algunos perecieron
tam bién en c o n tra de la voluntad de los triunviros, por
e rro r o en v irtu d de alg una in trig a privada. El cadáver
de alguien no p ro sc rito se reconocía a sim ple v ista p o r­
que su cabeza e sta b a u n id a a él, y a que las de los p ro s­
crito s estab a n ex p u estas en el foro, ju n to a la ro stra,
a donde h a b ía que llevarlas p a ra re cib ir la recom pensa.
Igualm en te p alp ab le fu e el valor de o tro s —de m ujeres,
niños, h erm an o s y esclavos—, quienes salvaron y pla­
n earo n m uchos m edios de fuga p a ra los p ro sc rito s y
m u riero n con ellos cu ando sus p lanes no tuvieron éxi­
to. O tros se su icid aro n sobre los cadáveres de los m u e r­
tos. De aquellos que lo g raro n escap ar, algunos p ere­
cieron víctim as de nau fragios, pues la su erte les fue
adversa h a s ta el final, otros, p o r el co n trario , re to rn a ­
ron, c o n tra to d a expectación, a o cu p ar m ag istratu ra s
ciud ad an as, cargos m ilitares en las g u e rra s y a celeb rar
triunfos. Tal s a rta de hechos ex tra o rd in a rio s m ostró
aquel tiem po.
Y estas cosas aco ntecieron no en u n a ciu d ad vulgar,
ni siq u iera en u n rein o débil y pequeño, sino que la di­
vinidad sacudió a la m ás p o d ero sa y señ o ra de ta n ta s
20 C apítulos m uy acord es con el se n tir de la trad ició n apianea,
e m peñada en re fle ja r la desin teg ració n m oral y los h o rro re s de una
contienda civil (cf. caps, iniciales a l lib ro I), en este caso a un nivel
m ás re strin g id o y c oncreto: el de las p roscripciones.
120 HISTORIA ROMANA

naciones p o r tie rra y m ar, asentándola, al cabo de m u­


cho tiem po, en el bu en ord en p re s e n te 21. O tros hechos
sim ilares, en efecto, h ab ían o cu rrid o en ella en época
de Sila, y to davía an tes de éste, en la de Gayo M ario,
cuyos h o rro re s m ás n o tab les ya he n a rra d o en las histo ­
ria s de aquéllos, a los que se añadía, adem ás, aquella
o tra infam ia de n o d a r se p u ltu ra a los cadáveres. P ero
esto s sucesos son m ás m em orables p o r la dignidad de
los triu n v iro s y, en especial, p o r la valía y b u e n a e stre­
lla de un o de ellos, que organizó el gobierno sobre u n a
base sólida y dejó com o legado su linaje y su nom bre,
que ah o ra ocupa el p o d e r suprem o. P asaré ah o ra a ex­
p o n er los m ás b rilla n te s de estos sucesos y los de p eo r
c a ta d u ra , p ero que están m ás vivos en la m em oria, por­
que h an sucedido m ás recientem ente. Sin em bargo no
re la ta ré todos, pues no m erecen m ención la m era des­
tru cc ió n y h u id a, o el reg reso u lte rio r de algunos que
fu ero n p erd o n ad o s p o r los triu n v iro s y p a s a ro n su vida,
tra s su reto m o , de form a inadvertida, sino tan sólo aque­
llos que, p o r ser de n atu ra le z a m ás ex tra o rd in a ria , po­
d ría n c a u s a r estu p efacción y co n ferir cred ib ilid ad a lo
que ya se h a dicho. Son m uchos y num erosos tam bién
los escrito res rom anos que los recopilaron, sucesivam en­
te, en ab u n d an tes lib ro s n . Yo, en cam bio, a m odo de
resu m en y en a ra s de la brevedad, re la ta ré unos pocos
de cad a clase p a ra co n firm a r la v eracid ad de cada m o­
delo y p a ra d a r m ay o r b rillo a la felicidad de los tiem ­
pos actuales.
La m atan z a com enzó, de fo rm a fo rtu ita , p o r los que
o cu p ab an to davía m a g istra tu ra s, y el p rim e ro en m o rir
21 Apiano, com o en o tro s lu g are s de su obra, c o n tra sta e sta épo­
ca de h o rro re s con la a p ac ib ilid a d y buen ord en de su época, tal com o
sucede en los prolegóm enos a las G u e rra s Civiles.
22 E s t o s r e la to s t u v ie r o n u n a m p lio e c o e n e l te r r e n o lite r a r io y
s ir v ie r o n , s e g ú n S yme (The R o m á n R evolution, p á g . 1 9 0 y n . 6), p a r a
c o m p e n s a r c o n s u m e z c l a d e f i c c i ó n y r e a l i d a d l a f a lt a d e p r o s a n o v e ­
le s c a e n tr e lo s ro m a n o s.
GUERRAS CIVILES IV 121

fue el trib u n o de la plebe Salvio. E sta m a g is tra tu ra es


sag rad a e inviolable según la ley y está rev estid a de los
m áxim os poderes, h a s ta ta l p u n to q u e h a hab id o trib u ­
nos que h a n p u esto en p risió n a algunos cónsules. El
trib u n o en cu estió n e ra aquel que en un p rin cip io h abía
im pedido con su veto que A ntonio fu e ra d eclarado ene­
m igo público, pero después h ab ía cooperado en todo con
Cicerón. C uando se en teró del ac u erd o del triu n v irato
y de su m arc h a p re c ip ita d a h acia la ciudad, ofreció un
b an q u e te a sus fam iliares, p u es pensó que ya no te n ­
d ría m u ch as o p o rtu n id ad es de e s ta r con ellos. Al irru m ­
p ir los soldados en m edio del banquete, algunos de los
com ensales se lev an taro n b ru scam en te, con alboroto y
m iedo, p ero el ce n tu rió n de los soldados les ordenó
que se re co stara n en sus asientos y perm an ecieran quie­
tos, y a Salvio, ta l com o estaba, asiéndole de los cabe­
llos p o r encim a de la m esa le a r ra s tró lo necesario y
le co rtó la cabeza; y, de nuevo, ordenó a los invitados
que p erm an ecieran tran q u ilo s en sus asientos y no p ro ­
vocaran tu m u lto alguno so p en a de s u frir u n a su erte
igual. Éstos, u na vez que se hubo re tira d o el centurión,
p erm an eciero n ató n ito s, sin voz, h a sta bien e n tra d a la
noche, reco stad o s ju n to al cu erp o d ecap itad o del trib u ­
no. E l h o m b re que m u rió en segundo lu g ar fue el p re­
to r M inucio, cuando cele b rab a los com icios en el foro.
Al e n te ra rse de que los soldados iban a p o r él, saltó
h acia ad elan te y, m ie n tra s c o rría de u n lado a o tro y
pen sab a en dónde se ib a a o cu ltar, se cam bió de in d u ­
m en taria p en e tran d o en el in te rio r de u n a tien d a y des­
pachó a su s asisten tes con las insignias d e su cargo.
É stos, sin em bargo, p o r resp eto o p o r pied ad hacia él,
perm an eciero n ce rca del lu g ar y fa cilitaro n involunta­
riam en te a los asesinos el hallazgo del p re to r.
A Annalis, o tro p re to r, que acom pañaba en su gira 18
ciu d ad an a a un hijo suyo, ca n d id ato al cargo de cues­
tor, en b u sca de su frag ios p a ra él, lo ab an d o n aro n los
122 HISTORIA ROMANA

am igos que lo aco m p añaban y los que llevaban las in­


signias de su cargo al e n te ra rse de que fig u ra b a en las
tab lillas de los p ro scrito s. E ntonces, él b u scó refugio
ju n to a un cliente suyo que poseía u n c u a rtu c h o peque­
ño y m ísero, insignificante p o r to d o s los aspectos, en
el a rra b a l de la ciu d ad y se ocultó en seg u rid ad h asta
que su p ro p io hijo, sospechando que h ab ía hu id o al la­
do de su cliente, guió a sus asesinos h a s ta el lugar, y
los triu n v iro s le d iero n a él la fo rtu n a de su p a d re y
lo eligieron p a ra el edilato. C uando re g re sa b a b o rrach o
a su casa, tuvo u n tropiezo p o r algún m otivo y m urió
a m anos de unos soldados que, p recisam en te, h ab ían
dado m u erte a su padre. T u ra n io 25, que ya n o e ra p re­
tor, p ero lo h a b ía sido, y que e ra p a d re de u n joven
que era u n b ala p erd id a p o r lo general p ero gozaba de
m u ch a in flu en cia an te Antonio, pidió a los cen tu rio n es
que d etu v ieran su m u e rte p o r u n breve espacio de tiem ­
po h a s ta que su hijo p u d ie ra in te rc e d e r p o r él ante An­
tonio. Mas ellos, riéndose, dijeron: «Ya intercedió, pero
p a ra lo co n trario .» Y el viejo, cuando com prendió esto,
solicitó de in m ediato o tro brevísim o in terv alo h asta que
viera a su hija; al verla, le dijo que no re clam ara su
p a rte de la h eren cia p a te rn a , no fu e ra a ser que su h er­
m ano p id iera tam b ién a A ntonio la pena de m u e rte pa­
ra ella. Y sucedió que este joven, después de d ilap id ar
la fo rtu n a en u n a fo rm a disoluta, fue acu sad o de robo
y condenado al d estierro .
19 Cicerón, quien, a ra íz de la m u e rte de C ésar, h ab ía
gozado del m áxim o p o d e r que p u ed e te n e r u n o ra d o r
público, fue p ro sc rito ju n to con su hijo, su herm ano,
el hijo de su h erm ano, todos sus fam iliare s y sus com ­
pañ ero s de facción y am igos. T ras e m b a rc a r en un
pequeño bote, no so p o rtó el m are o y a rrib ó a u n a pose-

23 P ersonaje de oscuro linaje, p re to r en el 44 a. C. (cf. S ym k, ibid.,


pág. 193).
GUERRAS CIVILES IV 123

sión suya, que yo he v isitado a p ro p ó sito de la n a r ra ­


ción de este in fo rtu n ad o suceso, cerca de Caieta, una
ciu d ad de it a l ia 24, y perm aneció tran q u ilo allí. Cuando
sus p erseg u id o res estab a n ce rca —pues a él le buscaba
Antonio con m ay o r ahínco que a todos los dem ás, y tam ­
b ién todos p o r d arle g usto a A ntonio—, unos cuervos
p e n e tra ro n en su h ab itac ió n y se p u siero n a graznar,
desp ertán d o le de su sueño y le q u ita ro n las ropas de
su cuerpo. F inalm ente, sus esclavos, adivinando que el
hecho se tra ta b a de u n presagio divino, le p u siero n de
nuevo en u n a lite ra y le co n d u jero n h a s ta el m ar, sin
ser vistos, a trav és de u n a selva espesísim a. H abía m u ­
chos g ru p o s de p ersecu ción que an d a b an de un lado p a ­
ra o tro p reg u n ta n d o si C icerón h ab ía sido visto p o r al­
guna p arte , y en g en eral la gente, p o r benevolencia y
pied ad h ac ia él, d ecían que se lo h ab ían llevado y esta ­
b a en la m ar, p ero u n za p atero clien te de Clodio y que
e ra enem igo acérrim o de C icerón, le indicó el sendero
al ce n tu rió n Lena, que le p erseg u ía con unos pocos sol­
dados. É ste se lanzó tra s él, y al ver que sus esclavos,
m uy su p erio res en n ú m ero a sus p ro p ias fuerzas, se
ap restab an a defenderle, g ritó con u n a añagaza m ilitar:
«Que avancen al fren te los centuriones de la últim a fila.»
E ntonces los esclavos q u ed aro n a te rra d o s al pensar
que venían m ás soldados. Lena, aunque había sido 20
salvado p o r Cicerón, en c ie rta ocasión, d e u n juicio, le
sacó la cabeza de la lite ra y se la co rtó golpeándolo tres
veces y aserrán d o sela p o r inexperiencia. Tam bién le am ­
p u tó aq u ella m ano con la q u e h a b ía escrito los d iscu r­
sos c o n tra Antonio, calificándolo de tirano, y que había
titu lad o Filípicas, a im itación de D em óstenes. Acto se­
guido, algunos m o n taro n so b re su s caballos y o tro s a
b ord o de las naves p a ra llev ar ráp id am en te la buena
nueva a Antonio. L aina le m o stró la cabeza y la m ano

24 S itu a d a en un pro m o n to rio , en la región del Lacio.


124 HISTORIA ROMANA

agitán d o las desde lejos, m ien tras él e sta b a sentado en


el foro. A ntonio se alegró e x tra o rd in aria m e n te , coronó
al ce n tu rió n y lo reco m pensó con doscientos cincuenta
m il d racm as adem ás de lo estipulado, p o r h a b e r dado
m u erte al h o m b re que h ab ía sido el m ay o r y m ás acé­
rrim o de su s enem igos. La cabeza y m ano de Cicerón
fu ero n colgadas d u ra n te m ucho tiem po en el foro, de­
lan te de la ro stra, en donde C icerón se h a b ía dirigido
an tes al pueblo. Y acu d iero n a v erlas m ás perso n as de
las que h ab ían ido a escucharle. Se dice tam b ién que
Antonio, d u ra n te el b anquete, colocó la cabeza de Cice­
ró n delan te de la m esa h a s ta q u e se sació de aquella
visión nefanda.
De este m odo C icerón, varón fam oso p o r su elocuen­
cia, incluso en el p resen te, y q u e h a b ía p re sta d o a su
p a tria los m ay o res servicios cu an d o d eten tó el consula­
do, fue asesin ad o y u ltra ja d o después de su m u erte. Su
hijo h ab ía ido p rev iam en te a G recia al lado de B ruto.
A su vez, Q uintio, el h erm a n o de C icerón, fu e apresado
ju n to con su hijo y p idió a sus verdugos q u e le m a ta ra n
an tes que a su hijo; este últim o, p o r su p arte , solicitó
m o rir an tes que el p ad re. E n tonces sus verdugos repli­
caro n que ellos sa tisfa ría n a am bos y dividiéndose en
dos grupos, tom ó cad a uno a u n o de ellos y los aju sti­
ciaro n a la vez a u n a señal convenida 2\
21 Los Egnacios, p a d re e hijo, m u rie ro n am bos de un
solo golpe fundidos en u n ab razo y sus cabezas fueron
co rta d as, p e ro los cu erpos p erm an ecen todavía ab ra z a ­
dos. B albo envió p o r d elan te a su hijo p a r a que h u y era
h a s ta el m ar, a fin de no se r vistos si m arc h ab an ju n to s
y lo siguió poco d esp u és a c ie rta distancia; cu an d o al­
guien le inform ó, p o r m ala fe o p o r erro r, que aquél

25 Sobre la m u e rte de Cicerón, hay n u m ero sas y cum p lid as refe­


rencias, ad em ás de la de A piano (así T . Livio, citado p o r S é n e c a , Suas.
6, 17; P lu t., Cic. 47 ss.), y, a juicio de Sym e, la m ejo r es la de Asinio
Polión citado p o r S é n e c a , Suas. 6, 24 (cf. S y m e , up. cit., pág. 193).
GUERRAS CIVILES IV 125

h ab ía sido apresado, regresó e hizo v en ir a su s v erd u ­


gos. Y o cu rrió que su hijo pereció en u n naufragio. H as­
ta este p u n to la su erte se cebó en las calam idades de
entonces. A rru n tio convenció a reg añ ad ien tes a su hijo,
que no co n sen tía en e sc ap ar sin él, p a ra que se salvara
a sí m ism o en atención a su ju v en tu d , y su m adre lo
acom pañó h a sta las p u e rta s de la ciu d ad y regresó p a ra
e n te r ra r el cad áv er de su m arido. P ero cu an d o se ente­
ró de que su hijo h ab ía perecido en el m ar, se suicidó
de ayuno v o luntario.
B asten estos re la to s com o ejem plos de hijos buenos
y m alos. H ubo dos herm anos, de no m b re Ligario, que
fu e ro n p ro sc rito s a la vez y se o cu ltaro n en u n fum ario
h a sta que sus esclavos los d escu b riero n . Uno de ellos
m u rió en el acto, p e ro el o tro consiguió esc ap ar y, cuan­
do supo la m u erte de su herm ano, se arro jó desde el
pu en te a la co rrien te del río. Una vez que lo recogieron
algunos pescad o res p o r p en sa r que se h ab ía caído al
agu a en vez de a rro ja rs e a ella, se resistió p o r m ucho
tiem po y tra tó de a rro ja rse a la co rrien te de nuevo. Y,
reducido, finalm ente, p o r los pescadores, les dijo: «No
m e estáis salvando a mí, sino lab rán d o o s v u e stra ruina
p o r a y u d a r a un p ro scrito .» Ellos, no o b stan te, lo salva­
ro n p o r piedad, p ero algunos soldados que estab an de
g u ard ia en el p u en te acudieron p resu ro so s al verle y
le co rta ro n la cabeza. De o tro s dos herm anos, uno se
arro jó a la co rrien te del río, y u n esclavo buscó su cu er­
po p o r espacio de cinco días h a s ta que lo encontró, to­
davía reconocible, y lo decapitó m iran d o p o r la recom ­
pensa; al o tro , que se h ab ía refu g iad o en u n a cloaca,
lo delató o tro esclavo y los perseg u id o res d esistieron
de e n tra r en ella, p ero le clavaron su s lanzas y lo saca­
ron al ex terio r y, com o estab a, sin lim p iarle la cabeza
se la co rtaro n . O tro, al se r ap resad o su herm ano, corrió
a su lado p o r ig n o ran cia de que tam b ién él h ab ía sido
p ro sc rito co n ju n tam en te con aquél y dijo: «M atadm e a
126 HISTORIA ROMANA

mí en vez de a é s te .» Y el cen tu rió n , con la lista exacta


de p ro sc rito s en la m ano, dijo: «Pides u n a cosa adecua­
da, p u es tú fig u ras en la lista antes q u e él», y tra s decir
esto, los m ató a am bos en el ord en debido.
B asten estos casos tam bién com o ejem plos de h er­
m anos. A L igario lo ocultó su m ujer, quien particip ó
de su secreto solam ente a u n a esclava, y cuando fue
traic io n a d a p o r ésta, acom pañó el tra sla d o de la cabeza
de su m arid o gritando: «Yo le acogí y qu ien ac tú a así
es reo del m ism o ca stig o .» Sin em bargo, com o nadie la
m ató ni la delató, fue p o r sí m ism a a los triu n v iro s y
se acu só a ella m ism a, y cuando aquéllos la p erd o n aro n
tam b ién a causa de su am or conyugal, se suicidó por
h am b re. H e hecho m ención de ella en este lugar, p o r­
que fracasó en el in ten to de salv ar a su m a rid o y no
le sobrevivió. P ero aquellas o tra s q u e triu n fa ro n en su
am o r al esposo las m encionaré e n tre las p erso n as que
lograron salvarse. O tras, en cam bio, co n sp iraro n de m o­
do im pío c o n tra sus m aridos. E n tre ellas se cu e n ta la
esposa de Septim io, que ten ía relaciones extraconyuga-
les con un cierto am igo de Antonio. A fanosa p o r tro c a r
en m atrim o n io su relación a d ú lte ra , solicitó este favor
de Antonio a trav és de su am ante, y Septim io fue inclui­
do de inm ed iato en las listas de p ro scrito s. C uando él
lo supo, h u y ó a la casa de su esposa, desconociendo la
traició n de su m ujer; y ella, fingiendo u n a solicitud am o­
rosa, cerró tra s él las p u e rta s y retu v o a su esposo h as­
ta que llegaron los verdugos, y en el m ism o día que ajus­
ticiaro n a su m arid o celebró sus nuevas nupcias.
Salaso logró e sc a p a r y, sin sa b e r qué hacer, regresó
a la ciu d ad de noche, cu an d o le p areció que el peligro
h ab ía d esap arecid o casi p o r com pleto. Su casa había
sido vendida. El p o rtero , que h a b ía sido vendido ju n to
con la casa, fue el ú n ico que lo reconoció y lo acogió
en su h ab itac ió n con la pro m esa de que lo o cu ltaría y
le proporcionaría alim entos en la m edida en que pudiera.
GUERRAS CIVILES IV 127

S alaso le encargó que h iciera v en ir a su esp o sa desde


la casa de ella. É sta fingió e s ta r ansiosa p o r acudir, pe­
ro adujo q u e ten ía m iedo de lev an ta r sospechas en ple­
n a noche y en tre los esclavos y dijo que a c u d iría de día.
Al am anecer, m an d ó llam ar a los ejecutores, y el p o rte­
ro, a n te su tard an za, acudió a ca sa de ella p a ra darle
p risa. Salaso, cuando se hubo ido el p o rtero , tem iendo
que se h u b iera m arch ad o p a ra ten d erle u n a tram pa, su­
bió al tejado p a ra v er lo o cu rrid o y, al ver no al po rtero
sino a su esp o sa g uiando a los esb irro s, se arro jó desde
el tejado. Fulvio huyó ju n to a u n a esclava con la que
h ab ía estad o am an ceb ado y a la que, posteriorm ente,
le h ab ía dad o la lib e rta d y u n a dote p a ra su casam ien­
to. Sin em bargo, ésta, a p e sa r de h a b e r recibido tantos
favores, lo traicio n ó p or la envidia que te n ía de la m u­
je r con la que se h a b ía casad o Fulvio después de sus
relaciones con ella. Q ueden esto s relato s expuestos co­
m o testim onios de m u jeres d ep rav ad as. E stacio el Sam-
nita, que h a b ía ju g ad o u n g ra n papel con los sam nitas
en la G u e rra Social, y que h ab ía sido elevado a la cate­
goría de sen a d o r rom ano p o r la b rillan tez de sus he­
chos, p o r su riqueza y p o r su linaje, y co n tab a ah o ra
ochenta años, fue p ro sc rito a causa de su riqueza. Abrió
su casa al pueblo y a los esclavos p a ra que se llevaran
todo lo que quisieran , y las dem ás cosas él m ism o las
arrojó, y, cuando su casa quedó vacía, cerran d o las p u er­
tas le p ren d ió fuego y m urió, y el fuego alcanzó a m u­
chos otro s lug ares de la ciudad. C apito e n tre a b rió las
p u e rta s de su casa y, d u ra n te m u ch o tiem po, m ató uno
p o r uno a los q u e tra ta b a n de fo rz a r el paso hacia el
interio r, pero, al se r su p erad o p o r el nú m ero de los a ta ­
cantes, m u rió tra s h ab e r dado m u erte a m uchos de ellos.
V etulino re u n ió en to rn o a Regio a u n a fu e rza num ero­
sa de h o m b res p ro sc rito s com o él y de los que habían
h u id o con éstos, y o tro s p ro ced en tes de las dieciocho
ciudades q u e h ab ían sido ofrecidas com o prem io por
128 h is t o r ia romana

la v ictoria a los soldados y que estab a n m uy indignadas


p o r este hecho. Con estas tro p as, V etulino dio m u erte
a los cen tu rio n es que an d ab an e n su b u sca, y, cuando
fue enviado un ejército m ás n u m ero so c o n tra él, no ce­
jó p o r ello, sino que cruzó a S icilia ju n to a Pompeyo,
el cual do m in ab a en la isla y dio acogida a los fugitivos.
D espués siguió lu ch an d o con encono, h a s ta que, d erro ­
ta d o en v ario s com bates, envió a M esina a su hijo y a
los dem ás p ro scrito s que le h abían acom pañado, y, cuan­
do él vio que el bote cru zab a el E strecho, cayó sobre
el enem igo y fue descuartizado.
26 Naso, traic io n a d o p o r u n lib e rto que h a b ía sido su
favorito, le a rre b a tó la e sp a d a a u n o de los soldados,
dio m u e rte al tra id o r solam ente y se en treg ó p o r p ro p ia
v o lu n tad a sus ejecu tores. Un siervo fiel a su dueño lo
dejó en u n a colina, m ie n tra s iba él a a lq u ila r u n bote
a la o rilla del m ar. Al re g resar, vio que su am o estab a
siendo asesin ad o y, cu an d o to d av ía re sp ira b a un poco
en su agonía, le g ritó con voz fuerte: «A guarda un poco,
m i señor», y atacan d o de im proviso al ce n tu rió n lo m a­
tó. D espués se asestó u n golpe m o rta l y dijo a su dueño:
«Ya tien es consuelo.» L ucio en tre g ó oro a su s dos lib er­
tos m ás fieles y se dirigió h ac ia la costa, pero, al p a rtir
aquéllos ap resu rad am ente, reto rn ó , u n a vez p erd id as las
esp eran zas de salvarse, y se d elató a sus asesinos. La-
bieno, q u ien h ab ía c a p tu ra d o y d ad o m u e rte a m uchos
en la época de las p ro scrip cio n es de Sila, pensó que se­
ría indigno, p o r su p a rte , n o a fro n ta r con v alen tía u n
destin o sim ilar, así q ue salió y se sentó en u n a silla a
la p u e rta de su casa ag u a rd an d o a sus ejecutores. Ces-
tio se o cultó en los cam pos e n tre sus esclavos fieles,
pero, com o los cen tu rio n es c o rría n de un lado a otro,
co n tinuam ente, con las a rm a s y las cabezas de los pros­
critos, no so p o rtó un te rr o r prolongado y convenció a
sus esclavos p a ra que encendieran u n a p ira fúnebre, con
objeto de que p u d ie ra n d ec ir que e n te rra b a n a Cestio
GUERRAS CIVILES IV 129

m u erto . Ellos cayeron en el engaño y la encendieron,


y entonces él se arro jó en su in te rio r. Aponio, aunque
estab a o culto en lu g ar seguro, no to leró una existencia
tan vil y se p resen tó p a ra que lo m ataran . O tro p ro sc ri­
to se sentó v o lu n tariam en te en lu g ar visible y, com o sus
m atad o res se re tra sa b a n , se colgó a la vista de todos.
Lucio, el su egro del entonces cónsul A sin io 2Shis, h u ­
yó p o r m ar, p ero no p u do s o p o rta r el vértigo del oleaje
y se arro jó p o r la borda. A C erennio, que h a b ía escapa­
do de sus perseguidores y exclam aba que no estaba pros­
crito , sino que e ra víctim a de u n a co n sp iració n p o r p a r­
te de ellos a cau sa de su dinero, éstos le condujeron
a n te la lista de p ro sc rito s y le o rd e n aro n que leyera su
prop io nom bre, y, m ien tras lo hacía, lo m ataron. Emilio,
ig no ran te de que h ab ía sido p ro scrito , al v er que otro
e ra p erseguido le p reg u n tó al ce n tu rió n que iba tra s él
q uién e ra el p ro scrito . El ce n tu rió n reconoció a Em ilio
y dijo: «Tú y aquél», y los m ató a los dos. Cilón 26 y
Decio salían del edificio del senado cuando se e n te ra ­
ro n de q ue sus n o m b res fig u ra b an en las listas de los
p roscrito s, y com o no los p erseg u ía nadie, em p ren d ie­
ron u n a h u id a d eso rd en ad a a trav és de las p u erta s de
la ciu d ad y su m ism a c a rre ra los delató a los c e n tu rio ­
nes con los que se to p a ro n en el cam ino. Icelio, que h a­
bía sido u no de los ju eces en el ju icio de B ru to y Casio,
cuando O ctavio p resid ió el trib u n a l en com pañía de su
ejército y que, m ien tras los dem ás jueces ap o rta b a n en
secreto su voto de condena, fue el único en d ep o sitar
púb licam en te un o a b s o lu to rio 27, h abiéndose olvidado
ah o ra de su m ag n án im a lib era lid ad an terio r, arrim ó el
h om b ro y ayudó a llev ar a sus p o rtea d o res el lecho con
el cad áv er de un h o m b re que e ra tra n sp o rta d o p a ra su
entierro . C uando los g u ardianes de las p u e rta s de la ciu-
25bis C ónsul designatus p a ra el 40 a. C. (cf. n. 7 a e ste libro).
26 Sobre este personaje, cf. W e in s t o c k , D ivus lulius, pág. 394.
27 Cf. supra, III 95.
130 HISTORIA ROMANA

d ad vieron que los que llevaban el cadáver excedían en


u n solo h o m b re al n ú m ero h ab itu al, no so sp ech aro n de
ellos, p ero insp eccio n aron el lecho p o r te m o r a que al­
guien tra ta ra de sim u la r un m u erto . E n tonces los por­
tead o res p ro c u ra ro n la p ru e b a de q u e Icelio no estaba
con ellos en su oficio y, al se r reconocido, los asesinos
le m ataro n .
28 Varo, desp u és de h a b e r sido traic io n a d o p o r un li­
b erto, huyó de m onte e n m onte y fu e a p a r a r a la zona
p an tan o sa de M in tu rn a 2S, en donde se detuvo p a ra d ar­
se un descanso. Los h a b ita n te s del lu g ar re c o rría n el
p an tan o en b u sca de u n a g u arid a de ladrones, y las ho­
jas de las cañas, al ag itarse, d esc u b riero n a Varo. C uan­
do fue ap resad o dijo que e ra un ban d id o y se resignó
al ser condenado a m u e rte p o r este hecho. Sin em bar­
go, com o se d isp u siero n a to rtu ra rle p a ra q u e revelara
a sus cóm plices, ya no sop o rtó u n a a fre n ta ta l y dijo:
«Os p ro h íb o a vosotros h a b ita n te s de M in tu rn a que me
to rtu ré is o m atéis a m í que he sido cónsul y —lo que
es de m ás p recio p a ra los g o b ern an tes ac tu a les— tam ­
b ién u n p ro scrito ; y si no m e es p o sib le escap ar, es m e­
jo r q ue m u e ra a m anos de los de igual rango.» Los de
M in tu rn a an d a b an desconfiados y sospechaban de sus
p alab ras, p e ro u n ce n tu rió n que m ero d eab a p o r los al­
red ed o res lo reconoció y lo decapitó dejando a los de
M in tu rn a el re sto del cuerpo.
A Largo lo c a p tu ra ro n en los cam pos o tro s que no
iban tra s de él, sino q ue p erseg u ían a o tra persona. Pe­
ro se com padecieron de él p o rq u e h ab ía sido apresado
sin ser b u scad o y lo d ejaro n que esc a p a ra p o r el bos­
que. Al ser p erseguido p o r o tro s, re to rn ó a la c a rre ra
ju n to a los an terio res y les dijo: «M atadm e m ejor voso­
tros, que os ap iad asteis de m í p a ra que os llevéis la re­
com pensa en lu g ar de éstos.»

24 C iudad del Lacio.


GUERRAS CIVILES IV 131

Así pues, Largo les dio e s ta com pensación al m o rir


p o r su g enerosidad h acia él. R ufo tenía u n a m ansión 29
m uy h erm o sa cerca de la de F u lv ia 2Sbis, la esposa de
Antonio, que ésta había deseado com prarle hacía ya tiem ­
po sin conseguirlo, y ahora, au n q u e se la dio como
regalo, fue p ro scrito . C uando su cabeza fue llevada a
p re sen cia de Antonio, éste dijo q u e no le co n cern ía el
asu n to y se la envió a su esposa, la cu al ordenó que
fu e ra ex p u esta delan te de la casa en vez de en el foro.
O tro p o seía u n a finca de recreo m uy b ella y con árboles
um brosos, en la que h ab ía u n a cueva h erm o sa y p ro fu n ­
da, y tal vez p o r todo esto fue p ro scrito . Se encontraba
casu alm en te tom ando el aire fresco en la g ru ta cuando
u n esclavo vio a los q ue venían en su b u sca todavía a
lo lejos. E ntonces lo condujo h a sta la p a rte m ás recón­
d ita de la cueva, se vistió con la tú n ic a c o rta de su am o
y fingió q u e e ra éste y que e sta b a tem eroso, y tal vez
h a b ría sido m u erto en lu g ar de aquél, si uno de los es­
clavos no h u b ie ra d escu b ierto la tram p a. De este m odo
m u rió el dueño, p ero el pueblo, irritad o co n tra los triu n ­
viros, no descansó h a s ta que el esclavo q u e lo descu­
b rió fue cru cificad o y el que lo in ten tó salv ar obtuvo
la lib ertad . Un esclavo reveló el escondite de Aterio y
reco b ró al p u n to su lib ertad ; licitó c o n tra los hijos del
m u erto en la venta de los bienes y los in su ltó de form a
intolerable. Ellos le sig uieron p o r todas p a rte s lloran­
do, h a sta q u e el pueblo se irritó y los triu n v iro s lo con­
v irtiero n de nuevo en esclavo de los hijos del proscrito,
p o r h ab e rse excedido en sus funciones.

2 8 bis c f £ l B a b c o k , «The Early C areer of Fulvia», Am. Jour. Phi­

lo!. 86 (1965), 1-32. La p ro p a g an d a a u g ú stea da una versión peyorativa


de ella e n e ste a su n to de las p ro sc rip cio n es y, so b re todo, en la g u erra
de P erusia (cf. Dión C a s ., XLVIII 4, 1-3 y 6). Se había casado, en p rim e ­
ra s nupcias, con P. Clodio P ú lq u e r y, después, con Gn. E scribonio Cu­
rio. Con A ntonio se casó en el 47 o 46 a. C. y tuvo dos hijos: M. Antonio
Antilo, m u erto p o r O ctavio después de la tom a de A lejandría y Julio
Antonio (cf. n. 11 a e ste libro).
132 HISTORIA ROMANA

Tales fu ero n las m iserias de las p erso n as adultas.


P ero el in fo rtu n io alcanzó tam b ién a los h u érfanos, en
aquel tiem po, a cau sa de su riqueza. Uno de ellos fue
asesin ad o cu an d o ib a a la escuela ju n to con su p recep­
to r, quien ro d eó con su s brazos al niño y no lo soltó.
Atilio, que acab ab a de to m ar la toga viril, se encam inó,
com o e ra co stu m b re, con u n co rte jo de am igos hacia
los tem plos p a ra re alizar los sacrificios, y, al se r in scri­
to de re p en te en las lista s de p ro scrito s, su s am igos y
esclavos lo ab an d o n aron. Y él, solo y desp ro v isto de su
herm o so cortejo, m archó a casa de su m a d re que, sin
em bargo, tam p o co lo acogió p o r m iedo. E ntonces, Ati­
lio no juzgó o p o rtu n o e fe c tu a r o tro intento, u n a vez que
le h ab ía fallad o su m adre, y huyó a la m ontaña. Obliga­
do p o r el h am b re descendió desde allí a la llan u ra, en
donde fue ap resad o p o r u n ho m b re que ac o stu m b ra b a
a ro b a r a los v ian d an tes y a em p learlo s en tra b a jo s fo r­
zados. El m uchacho, com o no pudo a cau sa de su vida
refin ad a, s o p o rta r la d u reza del trab ajo , escapó con los
grilletes p u esto s al cam ino frecu e n ta d o y se delató a
sí m ism o a unos ce n tu rio n es que p asa b an p o r él, los
cuales le m ataro n .
M ientras ten ían lu g a r estos sucesos, L épido celebró
su triu n fo p o r sus hechos en E sp añ a y se publicó u n
edicto en los térm inos siguientes: «Que la fo rtu n a os
sea p ro picia. Sea de público conocim iento p a ra todos
los h o m b res y m ujeres, q u e festejen este día con sacrifi­
cios y b anquetes; aq u ella p erso n a que ap a rez ca incum ­
pliendo e s ta o rd en se rá in clu id a e n tre los proscritos.»
Lépido condujo la pro cesión triu n fa l al tem plo, escolta­
do p o r to d o s los ciu d ad an o s que m o stra b a n u n a ap a­
rien cia ju b ilo sa, p ero esta b a n enojados en su corazón.
Se hiciero n lotes de las p ro p ied ad es de los p roscritos,
p e ro no h ab ía m uchos co m p ra d o res de su s tierra s, ya
que algunas gentes se avergonzaban de so b re c a rg a r la
m ala su erte de los in fo rtu n ad o s. O tros p en sab an que
GUERRAS CIVILES IV 133

la posesión de los bien es de éstos les a c a rre a ría m ala


su erte y que no sería en ab so lu to g a ra n tía de seguridad
p a ra ellos el ser vistos con oro y p lata, ya que ni siquie­
r a estab a n lib res de peligro su s actu ales patrim onios
y co n stitu iría u n fa c to r de riesgo adicional increm en­
tarlo s. Ú nicam ente aquellos que acudieron em pujados
p o r su osadía, al se r ellos solos, co m p raro n a los p re­
cios m ás bajos. P o r esta razón, los triu n v iro s que espe­
ra b a n que estas v en tas b a s ta ría n p a ra sus prep arativ o s
bélicos, se q u ed aro n co rto s en doscientos m illones de
dracm as.
Los triu n v iro s d iero n cu en ta de este hecho al pue- 32
blo y confeccionaron u n a lista p ú b lica de las m il cu a­
tro cie n ta s m u jeres m ás ricas, a las que se las requirió
p a ra que hicieran u n a evaluación de sus fo rtu n as y ap o r­
ta ra n p a ra los gastos de la g u erra la p a rte que los triu n ­
viros asig n aran a cad a u n a de ellas. Además, se fijaron
penas p a ra las que o c u lta ra n u n a p a rte de sus bienes
o h icieran u n a estim ación fa lsa de los m ism os, y recom ­
p ensas p a ra quienes d e la ta ra n estos hechos, ya se tra ta ­
ra de p erso n as lib res o de esclavos. Las m ujeres deci­
d iero n elevar sú p licas a los fa m iliares fem eninos de los
triun v iro s. Con la h e rm a n a de O ctavio no fra c a sa ro n en
su p ropósito, ni tam p o co con la m a d re de Antonio, pero
Fulvia, la esp o sa de este últim o, las rechazó de m ala
m a n e ra de las p u e rta s de su casa, u ltra je que no to lera­
ron. E ntonces fo rzaro n el paso h a s ta el foro, hacia la
trib u n a de los triu n v iro s, y el pueblo y los g uardianes
les fran q u earo n el acceso. Allí, p o r boca de H ortensia K
que h ab ía sido elegida p a ra h ab lar, p ro n u n c ia ro n las
siguientes palabras: «En aquello que correspondía a unas
m ujeres de n u e stro ran g o so lic ita r de vosotros, re c u rri­
m os a v u estra s m ujeres, p ero en lo que no estab a acor­
de, el ser u ltra ja d a s p o r Fulvia, nos hem os visto em pu-

19 H ija del o ra d o r H ortensio.


134 HISTORIA ROMANA

ja d a s a acu d ir, todas ju n ta s, ai foro, p o r su causa.


V osotros n o s hab éis a rre b a ta d o a n u e stro s padres, hi­
jos, m arid o s y h erm an o s acusándolos de que h ab íais su­
frid o agravio p o r ellos; p ero si, adem ás, nos priváis tam ­
bién de n u e stra s p ro piedades, nos vais a re d u c ir a u n a
situ ació n indigna de n u e s tro linaje, de n u e stra s costum ­
b re s y de n u e s tra condición fem enina. Si afirm á is que
hab éis su frid o agravio de n o so tras, igual q u e de n u es­
tro s esposos, p ro scrib id n o s tam b ién a n o so tra s com o a
aquéllos. P ero si las m ujeres no os d eclaram os enem i­
gos p ú blicos a ninguno de vosotros, ni d estru im o s vues­
tra s casas, ni an iquilam os v u estro s ejército s o conduji­
m os o tro s c o n tra vosotros o im pedim os que obtuvierais
m a g is tra tu ra s y honores, ¿ p o r q u é p artic ip a rem o s de
los castigos, n o so tras que no p artic ip a m o s en las ofen­
sas?
33 »¿Por qué hem os de p ag a r trib u to s n o so tra s que no
tenem os p articip ació n en m a g istra tu ra s, honores, gene­
ralato s, ni, en absoluto, en el gobierno de la cosa p ú b li­
ca, p o r las cuales razones os enzarzáis en luchas p erso ­
nales q ue abocan en calam idades ta n grandes? ¿P orque
decís que estam o s en g u e rra ? ¿Y cuándo no hubo gue­
rra s ? ¿C uándo las m u jeres h an co n trib u id o con trib u ­
tos? A éstas su p ro p ia condición n a tu ra l las exim e de
ello en to d a la h u m an idad, y n u e s tra s m ad res, p o r enci­
m a de su p ro p io ser d e m ujeres, a p o rta ro n su trib u to
en c ie rta ocasión y p o r u n a sola vez, cuando estabais
en peligro de p e rd e r to d o el im p erio e, incluso, la m is­
m a ciudad, bajo el acoso cartag in és. P ero entonces re a­
lizaron u n a co n trib u c ió n vo lu n taria, y no a co sta de sus
tie rra s o cam pos, o dotes, o casas, sin las cuales cosas
re su lta im posible la v ida p a ra las m u jeres libres, sino
sólo con sus joyas p erso n ales, sin que éstas estuvieran
som etidas a u n a tasación, ni bajo el m iedo de delatores
o acu sad o res, ni bajo coacción o violencia, y tan sólo
lo que q u isiero n d a r ellas m ism as. Y, adem ás, ¿qué mié-
GUERRAS CIVILES IV 135

do tenéis ah o ra p o r el im perio o p o r la p a tria ? Venga,


ciertam en te, la g u erra c o n tra los galos o los p arto s y
no serem os in feriores a n u e stra s m ad res en c o n trib u ir
a su salvación, p ero p a ra luchas civiles no a p o rta ría ­
m os jam ás n ad a n i os ay u d aríam o s a unos c o n tra otros.
Pues tam p o co lo hicim os en época de C ésar o Pompeyo,
ni nos o b ligaron a ello M ario ni Cinna, ni siq u iera Sila,
el que ejerció el p o d er absoluto so b re la p atria , y voso­
tro s afirm á is que estáis consolidando la R epública.»
M ien tras H o rte n sia p ro n u n c ia b a ta l discurso, los
triu n v iro s se irrita ro n de que u n as m ujeres, cuando los
h o m b res perm an ecían en silencio, se atre v ieran a h a ­
b la r en la asam blea y a en ju ic ia r los actos de los m agis­
tra d o s y a n eg arse a c o n trib u ir con dinero, en tan to que
los h o m b res servían en el ejército. O rdenaron a los lic-
to res que las e x p u lsaran del trib u n al, pero, al p ro d u c ir­
se un clam o r e n tre la m u ltitu d del ex terio r del recinto,
los lictores desistieron de su labor y los triunviros anun­
ciaro n que el asu n to se posponía p a ra el día siguiente.
En este día co n feccionaron u n a lista p ú b lica de c u a tro ­
cien tas m ujeres, en vez de las m il cu atro cien tas, que
debía p re se n ta rle s u n a evaluación de sus bienes, y de­
c re ta ro n q ue cu a lq u ie r ho m b re que tuviese m ás de cien
m il dracm as, ciu d ad an o o ex tran jero , libre o sacerdote
y de cu alq u ier nacionalidad, sin exclusión de nadie, d e­
b e ría n p re s ta r de inm ed iato u n a cincuenteava p arte de
su p atrim o n io y a p o rta r p a ra la g u e rra la re n ta de un
año con igual tem o r a los castigos que a los delatores.
Tales calam id ad es afligieron a los rom anos en v ir­
tu d de las órdenes de los triu n v iro s, p ero los soldados,
al desobedecerlas, o casionaron o tra s to d av ía peores.
Pues, cuan d o se d iero n cu e n ta de que la seguridad de
los triu n v iro s en su actuación se b a sa b a solam ente en
el ejército, unos exigían las casas, los cam pos, las villas
de recreo o toda la h eren cia de los que h ab ían sufrido
136 HISTORIA ROMANA

confiscación, otros, p o r su p a rte , reclam ab a n Ser adop­


tad o s hijos p o r los h o m b res (ricos), o tro s com etían, p o r
pro p ia iniciativa, todo género de desm anes, m atan d o a
perso n as no p ro sc rita s y saqueando las ca sas de gente
que no e sta b a acu sad a de nada; de tal fo rm a que los
triu n v iro s p u b licaro n un edicto p o r el que u n o de los
cónsules re p rim iría a aquellos q u e se excedieran de lo
ordenado. P ero el cónsul tuvo m iedo de m e te r en cin tu ­
ra a los soldados, p o r tem o r a que d e sc a rg a ra n su irri­
tación c o n tra él y, ap resan d o a algunos esclavos que,
a guisa de soldados, com etían las fech o rías ju n to con
aquéllos, los hizo cru cificar.
36 Tales fueron, en especial, los casos lím ites de in­
fo rtu n io a que se vieron abocados los p ro scrito s. Aque­
llas o tra s circu n stan cias, sin em bargo, que de form a
in esp erad a les o cu rriero n a algunos h a sta el pu n to de
p ro c u rarle s u n a salvación in m ed iata y estim a posterior,
m e re s u lta m ás g rato co n tarlas y son de m ay o r u tilid ad
p a ra los lectores, al o bjeto de que n u n ca desfallezcan
en su ánim o y siem pre ab rig u en la esp eran za de salvar­
se. Los que p u d iero n h u ir lo hicieron ju n to a Casio o
B ru to , o b ien a África ju n to a C ornificio, q u e tam bién
h ab ía ab razad o la ca u sa re p u b lic a n a 30. No obstante,
los m ás se d irig iero n a Sicilia, p o r su proxim idad con
Italia y p o rq u e Pom peyo los acogió calurosam ente. Pues
Pom peyo, en aquella ocasión, m o stró el m ás adm irable
afán h acia los in fo rtu n ad o s, enviándoles h erald o s que
in v itab an a todos a a c u d ir a su lado y p rom etien do a
quienes los salvaran, fu e ran lib res o esclavos, el doble
de las recom pensas ofrecidas p o r su c a p tu ra . Sus cha­
lu p as y b arco s m erc an tes salían al en cu en tro de los que
escap ab an p o r m ar, y sus b arco s de g u e rra p a tru lla b a n
las costas haciendo señales a los que vagaban p o r la
orilla, y salvaban al q ue encontraban. Él en persona acu-

Cf. n. 10.
GUERRAS CIVILES IV 137

día a re c ib ir a los recién llegados y les fa cilitab a de


inm ediato ropas y enseres; y, a los capacitados p a ra ello,
les co n fería p u esto s de m ando en su s fu erzas de tie rra
y m ar. Y e n los p acto s que u lte rio rm e n te llevó a cabo
con los triu n v iro s, se negó a signarlos h a sta que e stu ­
vieran incluidos en ellos todos los que se h ab ían re fu ­
giado ju n to a él. De este m odo p re stó el m ay o r servicio
a su p a tria en u n a situ ación tal de infortunio, y ad q u i­
rió p o r este hech o u n a a lta re p u ta c ió n personal, en adi­
ción a la h ered ad a de su p ad re y no inferior a ella. Otros
h u y ero n de fo rm a d iv ersa o se o cu ltaro n h a s ta la firm a
de la paz, algunos en los cam pos o en las sepulturas,
o tro s so b rellev aro n en la m ism a ciu d ad u n a existencia
envuelta en u n a an g u stia lam entable. Se p u d iero n ver
notab les ejem plos de am o r conyugal y filial hacia espo­
sos y pad res, y de esclavos, m ás allá de lo que es n a tu ­
ral, h acia sus dueños. De todos ellos re la ta ré cuantos
fuero n m ás so rp ren d en tes.
Paulo, el h erm a n o de Lépido, fue re sp etad o por los 37
centu rio n es, p o r tra ta rs e del h erm an o de un triunviro
y huyó sin tem o r ju n to a B ruto. A la m u erte de este
últim o, se traslad ó a M ileto, de donde no quiso re to r­
nar, ni siq u iera u n a vez co n clu id a la paz, a p e sa r de
que fue invitado a h acerlo. La m ad re de A ntonio acogió
a su h erm an o Lucio, tío de A ntonio, pero sin ocultarlo
y los cen tu rio n es la re sp e ta ro n d u ra n te m ucho tiem po
p o r ser la m a d re de u n triu n v iro . M as cuando, con pos­
terio rid ad , tra ta ro n de llevárselo p o r la fuerza, se lanzó
al foro, donde estab a sen tad o A ntonio en com pañía de
sus colegas y le dijo: «Me denuncio a m í m ism a, triunvi­
ro, an te ti de h a b e r acogido b ajo m i techo a Lucio, de
ten erlo to davía y de que lo te n d ré h a s ta que nos m ates
a los dos ju n to s, pu es h an sido prom ulgadas penas igua­
les p a ra aquellos que den acogida a un proscrito.» Él
le rep ro ch ó a ella, com o b u en a h e rm a n a p ero m adre
im pru d en te, diciéndole que no debería tr a ta r de salvar
138 HISTORIA ROMANA

a Lucio ah o ra, sino h ab e rle im pedido que votase a su


hijo enem igo público; no ob stan te, m an io b ró p a ra que
el cónsul P laneo re h a b ilita ra a Lucio m ed ian te u n de­
creto.
38 M é s a la 31, ho m b re joven e ilu stre , escapó al lado de
B ruto, y los triu n v iro s tem iendo la arro g an c ia de su es­
p íritu p u b licaro n el siguiente edicto: «Puesto que los
fam iliares de M ésala nos h an d em o strad o claram en te
que él no se en c o n trab a en la ciu d ad cuando Gayo Cé­
sa r fue asesinado, sea b o rra d o de la lista de los p ro sc ri­
tos el no m b re de M ésala.» Éste, sin em bargo, no aceptó
el perdón; pero, cuan do B ru to y Casio h a b ía n caído en
Tracia, au n q u e el ejército e ra todavía m uy num eroso
y ten ía naves, d in ero y esp eran zas de v icto ria bien fun­
dadas, no aceptó la elección de ellos p a ra o cu p ar el m an­
do y los convenció de que, cediendo a la su e rte avasa­
lladora, se u n iera n a las fuerzas de Antonio. Después,
fue íntim o de Antonio, h a sta que éste se convirtió en
esclavo de C leopatra, cuya rep ro b ació n lo llevó a u n irse
a Octavio. E ste ú ltim o lo designó cónsul en lu g ar del
m ism o Antonio, u n a vez que A ntonio fue d epuesto y vo­
tado, p o r seg u n d a vez, enem igo público, y tra s com ba­
t i r en u n a b a ta lla naval en Accio c o n tra Antonio, O cta­
vio lo n o m b ró g en eral p a ra so fo car la rebelión de los
galos, p o r cuya v icto ria le concedió el triunfo.
B íb u lo 32 obtuvo el favor de A ntonio al m ism o tiem ­
po que M ésala, y recibió de aquél u n p u esto de m ando

31 Se tr a ta de M. V alerio M ésala Corvino, hijo del cónsul del 61


a. C. Sobre él, cf. H a n s l ik , en RE, s.v. Valerius, núm . 261; S y m e , The
R o m á n R evo lu d o n , págs. 198, 206 y 237-238 en especial.
32 L. C alpurnio B ibulo, cf. M ü n z b r , en RE, s.v. C alpum ius, núm e­
ro 28. E ra hijo de M. C alpurnio B íbulo, colega de C ésar en el consula­
do de! 59 a. C. D espués de Filipos, se pasó a Antonio y llegó a se r
praefectus classis. T rató de re co n c iliar a A ntonio y O ctavio en v arias
ocasiones. S u m adre, Porcia, la hija de C atón (cf. B r o u g h t o n , II, pági­
n a s 187-188).
GUERRAS CIVILES IV 139

en la flo ta y, en n u m ero sas ocasiones, sirvió de in ter­


m ed iario en las negociaciones e n tre A ntonio y Octavio.
F inalm ente, fue designado p o r A ntonio g o b ern ad o r de
S iria y m u rió m ien tras desem peñaba este cargo.
Acilio huyó en secreto de la c iu d a d y, cu an d o un 39
siervo reveló su esco n dite a los soldados, convenció a
éstos, con la esp eran za de m ayores ganancias, p a ra que
en v iaran a algunos de e n tre ellos a su m u je r con un
anticip o q u e él m ism o les entregó. E lla les dio a su lle­
gada todas sus joyas y dijo que se las d ab a a cam bio
de que cu m p lieran lo que h ab ían prom etido, pero sin
sa b e r si, en efecto, m a n te n d ría n su palab ra. Y, c ierta­
m ente, no quedó d efrau d a d o su am o r conyugal, pues
los soldados alq u ilaro n u n b arco p a ra Acilio y lo envia­
ro n a Sicilia. La esp o sa de L éntulo pidió a su m arido
que le p e rm itie ra h u ir con él y se m antuvo ai acecho
p a ra este p ropósito, p ero él no quiso q u e co m p artiera
el peligro y escapó en secreto a Sicilia. Allí Pompeyo
le dio el cargo de p re to r, y él le hizo sa b e r a su esposa
que e sta b a a salvo y que o cu p ab a un pu esto de m ando.
C uando ésta supo en q u é lu g ar se en c o n tra b a su m ari­
do, escapó a la vigilancia de su m ad re en com pañía de
dos esclavas. Hizo el viaje con ellas con m uchas penali­
dades y m uy escasos medios, disfrazada de esclava, hasta
que consiguió a tra v e sa r desde R egio a M esina hacia la
caíd a de la tard e. Se inform ó sin d ificu ltad en dónde
e sta b a la tien d a del p re to r y en contró en ella a Léntulo, j
no en la a c titu d de un p re to r, sino en u n jerg ó n en el
suelo, con el cabello desaliñado y provisiones m íseras,
p re sa de la no stalg ia de su esposa.
La esposa de Apuleyo am enazó a éste con d elatarle 40
si escap ab a él solo. Y el m arid o la llevó c o n tra su vo­
lun tad , y consiguió d isip a r las sospechas de su fuga al
h ac er el viaje de m an era ostensible acom pañado de su
m u jer y de su s esclavos y esclavas. La esposa de Antio
envolvió a éste en una fu n d a de cam a y entregó el b ulto
140 HISTORIA ROMANA

a unos p o rtea d o res p a ra que lo tra n s p o rta ra n desde la


casa h a s ta la o rilla del m ar, desde donde huyó a Sicilia.
La m u jer de Regino o cultó p o r la noche a su m arido
en u n a cloaca, en la que los soldados no se atrevían
a p e n e tra r d u ra n te el d ía a ca u sa del m al olor; a la no­
che siguiente, lo disfrazó com o u n tra fic a n te en carbón
y le p ro po rcio n ó u n asno carg ad o con c a rb ó n p a ra que
lo arrease, y ella le p re ced ía a u n a c o rta d istan cia en
u n a litera. Uno de los cen tin elas de las p u e rta s de la
ciu d ad sospechó de la lite ra y realizó u n a inspección;
Regino, p re sa del tem or, avivó el paso y, com o si fuera
u n viandante, pidió al centinela q u e no im p o rtu n ase a
las m u jeres. É ste, to m ándolo p o r u n carbonero, le res­
pondió con acritu d , pero, al reconocerlo —pues h ab ía
servido a sus órdenes com o soldado en S iria —, le dijo:
«Prosiga, en b u en a h o ra, su cam ino, m i general, ya que
así debo llam arte tam b ién ahora.» La m u je r de Copo-
n i o 33 com pró a A ntonio la salvación de su m arid o a
co sta de su honra, au n q u e h ab ía sido casta h a s ta enton­
ces, rem ed ian d o de esta fo rm a u n a desdicha con otra.
El hijo de G eta fingió que q u em ab a el cu erp o de
su p ad re en u n p atio de la casa, h aciendo c re e r que se
h ab ía ahorcado, y lo dejó oculto en un cam po recién
com prado. Allí el an ciano cam bió su fisonom ía ponién­
dose u n a b a n d a so b re u n ojo; u n a vez que se firm ó la
paz y se q u itó la b an d a, h ab ía p erd id o la visión del ojo
p o r fa lta de uso. A Opio, que q u e ría q u ed a rse debido
a su escasez de fu erzas a ca u sa de la vejez, lo llevó su
hijo sobre su s esp ald as h a sta que lo sacó p o r las p u e r­
ta s de la ciudad. El re sto del viaje h a s ta S icilia lo tra n s ­
p o rtó hacién d o le de g u ía o llevándolo a cu estas, sin que

33 E ste p e rso n aje e ra o riu n d o de u n a noble fam ilia de T íb u r (cf.


S ym e, The R o m a n R evolution, pág. 193 y n. 4 y pág. 283 y n. 2). Parece
que su p ro sc rip ció n hay que im p u tá rse la a Planeo, y el m otivo fue
el litigio p o r el po d er y la riqueza e n tre fam ilias de la nobleza local,
e xtrem o al que llevó tam b ién las p roscripciones.
GUERRAS CIVILES IV 141

nadie sospechara, com o cabía esp e rar, de este espectá­


culo o se b u rla ra de él, igual que tam b ién cu en tan que
Eneas fue resp etad o p o r sus enem igos cu an d o llevó a
su padre. E l pueblo alabó al joven p o r su acción y, pos­
terio rm en te, lo eligió edil; sin em bargo, com o le había
sido confiscada su fo rtu n a y no podía a te n d e r a los gas­
tos del c a r g o 34, los arte san o s re alizaro n las obras in­
h eren tes al m ism o sin c o b ra r nada, y cad a uno de los
esp ectad o res a rro jó a la o rq u e sta tan to din ero cuanto
quiso h a s ta h ac erlo rico. Según el testam en to de Arria-
no, en la tu m b a de su p ad re re z a b a la siguiente in scrip ­
ción: «Aquí yace un o a quien, cu an d o fue p ro scrito , su
hijo, que no lo h ab ía sido, lo ocultó, huyó con él y lo
salvó.»
H ab ía dos M etelo, p a d re e hijo. El p ad re ocupaba 42
u n p u esto de m ando, a las ó rd en es de Antonio, en la
b a ta lla de Accio, y fue cogido p risio n ero y no reconoci­
do; el hijo co m batía al lado de O ctavio y tam bién tenía
u n cargo m ilita r en Accio. C uando Octavio p rocedía a
la clasificación de los p risioneros, en Sam os, el hijo es­
ta b a sen tad o a su lado; el anciano fue conducido llevan­
do el cabello largo lleno de m ise ria y m ugre, com pleta­
m en te m etam o rfo sead o p o r tales accidentes. Y cuando
fue n o m b rad o p o r el h eraldo, en la fila de p risioneros,
el hijo saltó h acia ad e la n te desde su asiento y, tra s re­
conocer con d ificu ltad a su p ad re, lo abrazó con lam en­
tos. C onteniendo d esp u és sus exclam aciones de dolor,
dijo a Octavio: «E ste hom bre es tu enem igo, Octavio,
yo tu aliado; y éste debe re c ib ir de ti u n castigo, yo,
en cambio, debo en c o n tra r u n a recom pensa. Te pido que
salves a m i p ad re p o r m i ca u sa o que m e m ates a su
lado p o r la su y a.» Se alzaro n lam entos desde todas p a r­
tes y O ctavio concedió que M etelo se salvara, a pesar

34 E n especial, los ju eg o s públicos que, a sus expensas, daban al


cesar en su cargo, de ahí que el edilato requiriera ser persona adinerada.
142 HISTORIA ROMANA

de que h a b ía sido su enem igo m ás encarnizado y de que,


en v arias ocasiones, h ab ía desd eñ ad o m u ch as ofertas
p a ra d e s e rta r de Antonio.
Sus esclavos g u ard aro n a M arco con fidelidad y
b u en a fo rtu n a d u ra n te todo el tiem po d e la p ro sc rip ­
ción d en tro de su casa, h a s ta que, concedida la im puni­
dad, M arco salió de su casa com o desde el exilio. Hir-
cio 35 escapó de la ciu d ad con sus siervos dom ésticos
y atrav esó Ita lia lib era n d o p risio n ero s, re u n ien d o a los
fugitivos y devastando pequeñas ciudades, p rim ero, de
escasa im p o rtan cia y, luego, de m ay o r en tid ad , h asta
que se hizo dueño de u n a fu e rza suficiente y venció a
la trib u de los b ru tio s. C uando fu e enviado un ejército
c o n tra él, navegó a través del E strecho, con las tro p as
que tenía, ju n to a Pompeyo.
C uando R estio huyó, creyendo que e sta b a solo, fue
seguido, en secreto, p o r un esclavo, que h a b ía sido cria­
do p o r él m ism o y, en u n principio, m uy b ien tratado,
pero, posteriorm ente, m arcado al fuego p o r su m ala con­
ducta. Al d eten erse R estio p a ra descan sar, e n u n p a n ta ­
no, el esclavo se acercó a él, y al p ro n to su visión lo
dejó sobrecogido p o r el m iedo, sin em bargo el esclavo
le dijo que él no ten ía p re sen te su s ac tu ales m arcas,
sino el re cu erd o de los beneficios an terio res. A conti­
nu ació n le b u scó u n lu g a r de d escanso en u n a cueva
y reu n ió p a ra aquél cu a n ta s provisiones pudo. Algunos
soldados que estab an e n las proxim idades, tuvieron sos­
pechas de la cueva en relació n con R estio, y se encam i­
n aro n h acia ella. El esclavo p ercatán d o se de ello los
siguió, y, an ticip án d o se, dio m u e rte a u n anciano que
p asa b a p o r el lu g ar y le co rtó la cabeza. Los soldados
qu ed aro n p erplejos y lo d etu v iero n com o a u n saltead o r

35 El no m b re v e rd ad e ro e ra L ucillo H irro y e ra p rim o de Pom pe­


yo el G rande (cf. S y m e , The R o m a n R evolution, pág. 194 n. 1, y p a ra
su relación con Pom peyo, pág. 31 y n. 1).
GUERRAS CIVILES IV 143

de cam inos, y, entonces, les dijo: «He m atad o a Restio,


m i dueño, que m e m arcó con estas señales.» Ellos le
arre b a ta ro n la cabeza p a ra c o b ra r la recom pensa y se
a p re su ra ro n en vano h acia la ciudad, y el esclavo sacó
a fu e ra a su am o y le hizo c ru z a r el E strech o h asta
Sicilia.
Apio se h allab a descansando en su finca de recreo 44
cuando los soldados fu eron en su b u sca. E ntonces un
siervo suyo se p u so sus ro p a s y, acostándose en el lecho
com o si fu e ra su am o, m u rió v o lu n tariam en te en lu g ar
de aquél, que p erm an ecía a su lado vestido com o un
esclavo. C uando los esclavos acu d iero n a la casa de Me­
nenio, u n esclavo se in tro d u jo e n la lite ra de su am o
y se hizo s a c a r fu e ra de la casa p o r sus com pañeros
de esclav itu d h asta que fue asesin ad o vo lu n tariam en te
com o si fu e ra M enenio, m ien tras éste escap ab a hacia
Sicilia. Un lib erto de Vinio, Filem ón, que poseía u n a lu­
josa casa, o cultó a aq u él en el lu g ar m ás recóndito de
la m ism a, en u n a rca de h ie rro de las que se usan p ara
g u a rd a r d in ero o m an u scrito s, y lo alim en tab a p o r las
noches h a s ta que llegó la paz. O tro liberto, que tenía
bajo su cu sto d ia la tu m b a de su am o, ocultó en la tu m ­
ba, con su padre, al hijo de su dueño que h ab ía sido
proscrito .
Lucrecio, que an d a b a e rra b u n d o en com pañía de dos
esclavos fieles, a cau sa de la fa lta de alim entos se enca­
m inó h acia la ca sa de su esposa en la ciudad, llevado
en u n a lite ra p o r sus esclavos com o si fu e ra u n hom bre
enferm o. Uno de los p o rtea d o res se rom pió u n a pierna,
así que L ucrecio pro sig uió su cam ino apoyando su m a ­
no en el o tro. C uando estu v iero n a las p u e rta s de la
ciudad, en el lu g ar donde el p a d re de Lucrecio, p ro sc ri­
to p o r Sila, h ab ía sido apresado, vio que u n a cohorte
de soldados salía p o r las p u e rta s y, a te rra d o p o r la coin­
cidencia del lugar, se o cultó con el esclavo en u n a tu m ­
ba. Al a p a re c e r unos p ro fan ad o re s de tu m b as que an d a­
144 HISTORIA ROMANA

b a n ra strean d o éstas p a ra saq u earlas, el esclavo se ofre­


ció a ellos p a ra ser expoliado, en tan to que L ucrecio
escap ab a h ac ia las p u e rta s de la ciudad. Allí le aguardó
L ucrecio y, después de re p a rtir su ro p a con él, llegaron
a casa de su esposa, siendo o cu ltad o p o r ésta e n tre las
tejas de u n doble techo h a s ta que algunos am igos consi­
gu ieron que su n o m b re fu e ra b o rra d o d e las lista s de
los p ro sc rito s. D espués de lleg ar la paz, obtuvo el con­
sulado.
S ergio se escondió en la casa del p ro p io Antonio
h a s ta que é ste convenció al có n su l P laneo p a r a que le
concediera u n decreto de am nistía. P or este m otivo, Ser­
gio, algún tiem p o después, cuando el senado v o tab a que
Antonio fu e ra d eclarad o enem igo público, fu e el único
que p ú b licam en te dep ositó su voto absolutorio. Así se
salvaron to d o s éstos. A su vez, P om ponio se vistió con
las ro p as de p reto r, disfrazó a sus esclavos com o sus
ay u d an tes oficiales y atrav esó la ciu d ad com o si fuera
u n p re to r asistid o p o r los lictores. Sus siervos se apiña­
b an a su alred ed o r p a ra ev itar que fu e ra reconocido por
otro, y en las p u e rta s de la c iu d a d subió a u n ca rro
oficial y atrav esó Italia, siendo recibido y despedido p o r
todos com o u n p re to r enviado p o r los triu n v iro s a nego­
c ia r con Pompeyo. F inalm ente em b arcó en u n a nave ofi­
cial y cruzó el E strec h o p a ra u n irse a aquél.
Apuleyo y A runtio 36 se hicieron p a sa r p o r centurio­
nes y d isfrazaro n a su s esclavos de soldados. A travesa­
ro n a la c a rre ra las p u e rta s de la ciu d ad com o si fu eran
unos centuriones que perseguían a otros; d u ra n te el resto
del cam ino, separándose, lib e ra ro n a los p risio n ero s y
re u n ie ro n a los fugitivos h a sta que cad a uno llegó a te­
n e r u n a fu erza suficiente, enseñas m ilitares, arm as y
el aspecto de u n ejército. Cuando cad a uno de ellos avan­

36 E ste perso n aje p e rte n ec ía a la fam ilia de los A runtios d e Ati­


na, ciu d ad de los volseos (cf. S y m e , ibid., pág. 1 9 4 y n. 3 ).
GUERRAS CIVILES IV 145

zó p o r cam inos d iferen tes h a sta el m ar, acam p aro n a


uno y o tro lado de u n a c ie rta co lin a m irán d o se m u tu a­
m ente con g ra n tem or. Al am anecer, d espués de h acer­
se un reconocim iento recíproco, ca d a u n o tom ó al o tro
p o r u n ejército enem igo que h ab ía sido enviado co n tra
él m ism o. Así pues, tra b a n d o com bate lu ch aro n h asta
que, p o r fin, se d iero n cu e n ta del e rro r, a rro ja ro n las
arm as y se lam en taro n con re p ro ch e s h acia la m ala es­
tre lla que se h ab ía cebado c o n tra ellos en todo. Des­
pués, navegaron u no ju n to a B ruto, y el o tro al lado
de Pompeyo; este ú ltim o regresó del exilio a la p a r que
Pompeyo, y el o tro fue go b ern ad o r de B itin ia bajo B ru ­
to, y cuan d o éste cayó, rin d ió B itinia a A ntonio y reco­
b ró su s d erechos de ciudadanía. Un lib erto engrilló a
V entidio n a d a m ás s e r p ro sc rito com o si tu v iera la in­
tención de en tre g arle a sus verdugos, pero, d u ra n te la
noche, aleccionó a sus esclavos y los disfrazó de solda­
dos y sacó a su dueño d isfrazad o de centurión. En su
viaje a trav és de Ita lia h a sta Sicilia, hicieron alto en
el cam ino, en m uchas ocasiones, en com pañía de otros
ce n tu rio n es que an d a b an b u sca n d o a Ventidio.
A o tro p ro sc rito lo ocultó en u n a tu m b a un liberto,
pero, com o el h o m b re no podía so p o rta r el h o rro r del
lugar, lo traslad ó a u n a casu ch a m iserab le de alquiler.
Sin em bargo, u n soldado h a b ita b a en las cercanías y,
no p u d ien d o so p o rta r tam poco el tem or, tro có su co­
b a rd ía en au d acia so rp ren d en te. Se co rtó el cabello y
ab rió u n a escuela en R om a h a sta que llegó la paz. Volu-
sio fue p ro sc rito m ien tras desem peñaba el cargo de edil
y le pidió a un amigo, sac erd o te de Isis, su ro p a talar.
Se vistió con esta te la de lino h a s ta los pies, se puso
la cabeza de p erro y con este hábito, celebrando los m is­
terio s de Isis, realizó el viaje h a s ta u n irse a Pompeyo.
Los h a b ita n te s de Cales 37 p ro teg iero n a Sitio, uno de

37 C iudad de C am pania.
146 HISTORIA ROMANA

sus ciu d ad an o s que h ab ía efectu ad o generosas a p o rta ­


ciones de su propio pecunio en beneficio de ellos; lo
d o taro n de u n a g u ard ia personal, am enazaron a los es­
clavos y p ro h ib iero n que los soldados se acercasen a
las m u rallas. F inalm ente, cuando el riesgo dism inuyó,
enviaron em isario s a los triu n v iro s p a ra in te rc e d e r por
él y ob tuv iero n que S itio p erm a n ecie ra en su ciudad,
p ero excluido del re sto de Italia. De este m odo, Sitio
fue el p rim ero , o tal vez el único de los hom bres, que
su frió d e stie rro en su p atria . V a r r ó n 38 e ra u n filósofo
e h isto riad o r, al tiem po que u n b u e n soldado y general,
y ta l vez p o r estas razones fue p ro sc rito com o enem igo
de la m on arq u ía. Sus am igos a rd ía n en deseos de darle
acogida y riv alizaban e n tre sí p o r ello, h a sta que Caleño
obtuvo el privilegio y lo hospedó en su villa de recreo,
donde A ntonio solía d esc an sar cuando iba de viaje. Sin
em bargo, n in g ú n esclavo ni del p ro p io V arrón ni de Ca­
leño reveló q u e V arró n estab a allí.
Verginio, un h om bre de o ra to ria persuasiva, hizo ver
a sus esclavos que, si lo m a ta b a n p o r u n poco de dinero
y de dudoso cobro, se iban a s e n tir llenos de rem ordi­
m ien to s y de g ran d es tem ores en el fu tu ro , y si, por
el co n trario , lo salvaban, gozarían de u n a reputación
de fidelidad, de b u en as esperanzas y, m ás ta rd e , de m u­
cho m ás d in ero y m ás seguro. E llos le hiciero n escap ar
en su com pañía, com o si fu e ra un esclavo m ás, y, al
ser reconocido' d u ra n te el viaje, lo defen d iero n luchan­
do c o n tra los soldados. Sin em bargo, com o q u iera que
fu e ra ap resad o p o r éstos, tam bién los convenció de que
no lo iban a m a ta r p o r razón de en em istad sino ta n sólo
p o r cau sa de la recom pensa, p ero q u e o b te n d ría n u n a
m ás ju s ta y a b u n d a n te si le acom p añ ab an a la costa,
«en donde, dijo él, m i esposa se h a en cargado de tra e r
u n a nave con dinero». Ellos h iciero n caso de sus pala­

39 M. T erencio V arrón, el escrito r.


GUERRAS CIVILES IV 147

b ra s y descendieron h a sta la costa. La m ujer, ciertam en­


te, h ab ía llegado a la orilla, pero, al re tra s a rse Vergi-
nio, pensó que él h ab ía navegado ya hacia Pompeyo y
levó anclas, dejando, sin em bargo, un esclavo en la pla­
ya p a ra com u n icárselo si acudía. El esclavo, cuando vio
a Verginio, co rrió h ac ia su dueño y le m o stró la nave,
visible aún, y le dio cu e n ta de su m ujer, del dinero, y
de p o r qué él h ab ía sido dejado a trá s. E ntonces los sol­
dados co n fiaro n ya p len am en te en todo y, cu an d o V er­
ginio les pidió q u e ag u ard asen h a s ta que su esposa fue­
ra llam ad a de v u elta o que fu e ra n con él tra s ella, en
b u sca del dinero, e m b arcaro n en u n bote y lo escolta­
ro n h a s ta S icilia rem an d o con ard o r. Allí obtuviero n lo
pro m etid o y ya no re g resaro n , sino que perm anecieron
a su servicio h a s ta q u e llegó la paz.
Un ca p itá n de b a rc o acogió en su nave a Rebilo p ara
llevarlo a Sicilia y le exigió el d in ero am enazándole con
delata rlo si no lo obtenía. P ero Rebilo, igual que hizo
T em ístocles en su h u ida, lo contraam enazó con d elata r­
lo él, p orque le ay u d ab a a e sc a p a r m ediante soborno.
El capitán tuvo m iedo y lo puso a salvo ju n to a Pompeyo.
M arco e ra lu g arte n ie n te de B ruto, y fue p ro scrito
p o r esta razón. Cuando B ru to fue derro tad o , él cayó pri­
sionero, fingió ser u n esclavo y lo com pró B ar bula. Es­
te últim o vio que era hábil y lo p uso al fren te de los
dem ás esclavos, y le encargó de la ad m in istració n de
sus negocios. M as com o re su ltó inteligente en todos los
aspectos y de n a tu ra l su p e rio r al de u n esclavo, em pezó
a sosp ech ar y le in fu n d ió la esp eran za de que, si confe­
sab a que e ra uno de los p ro sc rito s, lo salvaría. Él lo
negó con ahínco e, incluso, se inventó u n a fam ilia, un
nom bre y a n terio res dueños. E ntonces, B arb u la lo con­
dujo a Rom a, en la creen cia de q u e v acilaría en llegar
h a sta Rom a, si era u n p ro scrito . Sin em bargo, el otro
lo siguió, incluso, en esta te situ ra . A las p u e rta s de la
ciudad, un o de los am igos de B arb u la que se topó con
148 HISTORIA ROMANA

él, al v er a M arco que estab a a su lado com o un esclavo,


le reveló su id en tid ad en secreto a B arbula. Y este ú lti­
m o solicitó el p erd ó n de O ctavio p o r m edio de Agri­
pa 38bis, y el no m b re de M arco fue b o rra d o de la lista
de p ro scrip ció n . Llegó a se r am igo de O ctavio y, no m u­
cho después, sirvió com o sú lu g a rte n ie n te en Accio con­
tra Antonio. B arb u la servía entonces en el ejército de
A ntonio y su frió u n destino sim ilar al de M arco. Pues,
al ser d e rro ta d o Antonio, B arb u la cayó p risio n ero y fin­
gió ser u n esclavo, y M arco lo com pró com o si no lo
conociera, p ero puso to d o el asu n to en conocim iento de
Octavio, y solicitó y obtuvo devolver a B arb u la u n tra to
sim ilar. Su p areja b u en a fo rtu n a p ersistió p a ra am bos
en el tiem po venidero, pues los dos obtuvieron a u n tiem-
50 po la m a g is tra tu ra p rin cip a l en la ciudad. B albino huyó
al lado de Pom peyo y regresó del exilio con él, y no
m ucho después fue cónsul. Lépido, re d u cid o p o r O cta­
vio de triu n v iro a la condición de p riv ad o 38“r, se p re­
sen tó a B albino obligado p o r la n ecesidad siguiente.
M ecenas dem andó ju d icialm en te al hijo de L épido p o r
c o n sp ira r c o n tra O ctavio y tam b ién a su m a d re p o r te­
n e r conocim iento de este hecho. A Lépido lo ignoró, en
cam bio, consid erán d o lo p erso n a c a re n te de im p o rtan ­
cia. M ecenas envió al hijo a O ctavio en Accio, pero, a
fin de ev itar que su m ad re fu e ra con d u cid a tratá n d o se
de u n a m ujer, le exigió d ep o sitar u n a fianza ante el cón­
sul de que se p re se n ta ría a O ctavio. Como n ad ie ofreció
la fianza, Lépido p a sa b a el tiem p o frecu en tem en te de­
lan te de la p u e rta de la casa de B albino, y acudió al
trib u n al; au n q u e los u jiere s tra ta ro n m ucho tiem po de

38 bis ¡y, v ip sa n io A gripa, fue coetáneo de O ctavio y su com pañe­


ro de estu d io s (cf. Nic. D a m ., Vii. Caes. 7 , 1 6 ; y n. 1 9 al libro III), se
ignora el origen de su fam ilia (cf. S y m e , The R o m á n R evolution, pági­
n a 1 2 9 ) . E stab a con él en Apolonia y c o n P. Salvidieno R ufo cuando
el a sesin ato de César.
38 ■" En el 3 6 a. C. (cf. infra, V 1 2 6 ) . ,
GUERRAS CIVILES IV 149

alejarlo, a d u ra s penas dijo: «Los acu sad o res testifican


m i inocencia, p u esto q u e dicen q u e yo no e sta b a en con­
nivencia con m i m u je r y m i hijo. A ti no te proscribí,
p ero yo estoy ah o ra p o r debajo de los p roscritos. Sin
em bargo, en atención a la m u d an za de los asu n to s hu­
m anos y a m i p ersona, que p erm an ece ante ti, concéde­
me el favor de a c e p ta r m i g a ra n tía de que m i esposa
se p re se n ta rá an te Octavio o perm ítem e p a r tir hacia allí
con ella.» T ras h a b e r p ro n u n ciad o Lépido estas pala­
b ras, B albino no pudo so p o rta r el cam bio de su fo rtu n a
y exim ió a la m u je r de la fianza.
C icerón, el hijo de C icerón, h ab ía sido enviado con si
a n te rio rid a d a G recia p o r su padre, que h ab ía previsto
que ib an a o c u rrir tales acontecim ientos. Desde G recia
se un ió a B ruto, y a la m u erte de éste se fue con Pompe-
yo, y de u n o y o tro obtuvo la distin ció n de un puesto
de m an d o en la m ilicia. D espués, Octavio, p a ra defen­
derse de la su traic ió n de C icerón, lo designó de inm e­
diato pontifex, poco después c ó n s u l35 y luego procón­
sul de S iria. C uando la d e rro ta de A ntonio en Accio fue
com unicada p o r Octavio, este m ism o C icerón, en su ca­
lidad de cónsul w, dio lectu ra del escrito al pueblo y lo
expuso en la ro s tra en el lu g ar donde había estad o ex­
p u esta an tes la cabeza de su p adre. Apio re p a rtió sus
bienes e n tre sus esclavos y huyó con ellos a Sicilia. Al
sob rev en ir u n a to rm en ta, los esclavos m aq u in aro n que­
darse con su d in ero y colocaron a Apio en u n bote pe­
queño bajo el p re te x to de tra sla d a rlo a un lu g ar m ás
seguro; y o cu rrió así, p u esto que él realizó la travesía,

39 Fue cónsul suffectu s en el 30 a. C. E sta m edida Fue tom ada,


en tre otras, p o r Octavio p a r a d a r la im p re sió n de u n a instauración
de la R epública (cf. S y m e , op. cit., pág. 339) a raíz de su victoria en
Accio {31 a. C.).
40 C icerón regresó a R om a después del pacto de M iseno (39 a. C.)
y anunció al senado, en su calid ad d e cónsul, la m u e rte de Antonio,
no la d e rro ta de Accio (cf. H a n s l ik , en RE, s.v. Tullius, núm . 30).
150 HISTORIA ROMANA

en c o n tra de lo esperado, y los o tro s p ereciero n todos


al h u n d irse la nave. Publio, el c u e sto r de B ruto, fue re­
q u erid o p o r los p a rtid a rio s de A ntonio p a ra que traicio ­
n a ra a aquél y, com o n o aceptó, fue p ro sc rito p o r esta
razón. O ctavio le re s ta u ró sus derechos de ciudadanía
y fue su amigo, y, cu an d o en c ie rta ocasión acudió a
visitarlo, Publio expuso ante él algunas estatu as de B ruto
y tam b ién recibió elogios de O ctavio p o r e s ta acción.
É sto s fu ero n los sucesos que acaecieron de form a
so rp re n d en te a algunos de los p ro sc rito s y les p ro c u ra ­
ro n la m u e rte o la salvación; he om itido, con todo, m u­
chos o tro s sim ilares a los an terio res. M ientras estas
cosas ten ían lu g ar en Rom a, todos los países d e allende
las fro n teras estab an conm ocionados p o r gu erras a causa
de esta lu ch a c iv il41. Las m ás im p o rtan tes de ellas
era n las que se lib ra b a n en Á frica e n tre C ornificio y
Sextio, la de S iria e n tre Casio y D olabella y la de Sicilia
co n tra Pompeyo. M uchos h o rro re s p ad eciero n las ciu­
dades a consecuencia de su ca p tu ra; yo p a sa ré p o r alto
las m ás p eq ueñas y m e ceñiré a las de m ay o r tam año
y m ay o r lu s tre que las o tra s en razó n de su prestigio,
tales com o L a o d ic e a 42, T a r s o 43, R o d a s 44, P a t a r a 45 y
J a n t o 46. Las v icisitudes de la c a p tu ra de cada u n a de
ellas, p a r a ex p o n erlas con la brev ed ad de u n resum en,
fu ero n las siguientes.
Los ro m an o s llam an to d av ía Á frica A ntigua a aque­
lla p a rte de Á frica q u e a rre b a ta ro n a los cartagineses;
a aquella o tra p a rte que p erten eció al rey J u b a y que
obtuvieron después p o r m edio de Gayo C ésar, la llam an,

41 E ste capítulo, com o ya dijim os a n te s (cf. n. 1), sirve a m odo


de in tro d u c ció n p a ra la segunda p a rte del libro.
42 En Siria.
43 E n Cilicia.
44 C iudad e ista del Egeo.
45 En Licia.
46 En Licia.
GUERRAS CIVILES IV 15 1

p o r este m otivo, Á frica Nueva; tam b ién p o d ría recibir


el n o m b re de Á frica N um ídica. Pues- bien, Sextio gober­
nab a en Á frica N ueva p o r encargo de O ctavio y reclam ó
a C ornificio que le ced iera la Antigua, ya que África,
en su totalid ad , h ab ía sido asig n ad a a O ctavio en el re­
p a rto de los triu n v iro s 47. C ornificio replicó que él no
conocía el re p a rto que h ab ían hecho los triu n v iro s en­
tre sí, y que, p uesto q ue h ab ía recib id o el m ando de
m anos del senado, no lo ced ería a nadie sin la au to riza­
ción del m ism o. A p a r tir de aquí com enzaron las ho sti­
lidades e n tre am bos. C ornificio ten ía un ejército m ás
pesado y num eroso; Sextio, en cam bio, uno arm ad o de
m an era m ás liviana y con m enos efectivos, p o r lo cual
hizo in cu rsio n es p o r las zonas in te rio re s del te rrito rio
de C ornificio y provocó la defección; sin em bargo, fue
sitiado p o r Ventidio, un lu g arten ien te de Cornificio, que
h ab ía sido enviado c o n tra él con tro p as m ás num ero­
sas, después de defen d erse tenazm ente. Y Lelio, o tro lu­
garten ien te de C ornificio, devastó la p a rte de Á frica de
Sextio y, acam p an d o en to rn o de C irta, la sitió.
Ambas p a rte s env iaron em isario s p a ra a se g u rarse la 54
alian za del rey A rabio y de los llam ados sitianos, pue­
blo que recib e este no m bre en razón de la circu n stan cia
siguiente. Un cierto S itio 48, p o r no a fro n ta r un proce­
so p rivado en Roma, huyó y, hab ien d o reu n id o un ejér­
cito en la p ro p ia Ita lia y en E spaña, cruzó a África y
se alió altern ativ a m en te con los reyes african o s en sus
m u tu as g u erras. Como aquellos a los que se u nía siem ­
p re re su ltab a n vencedores, S itio llegó a gozar de una
buen a re p u tació n y su ejército estuvo brillantem ente en­
trenado. Luchó com o aliado de Gayo César, cu an d o éste

47 Cf. n. 10 a este libro.


48 E ste Sitio e ra un a v en tu re ro de N uceria (cf., so b re él, n. 213
al lib ro II, y al cap. 96 de este libro). Tal vez sea un p a rie n te de aquel
P. Sitio p ro sc rito p o r los triu n v iro s (cf. cap. 47 de este libro).
152 HISTORIA ROMANA

persiguió en África a los pom peyanos, y m ató a Sabu­


rra , fam oso general de J u b a 49; en reco m p en sa p o r es­
tos servicios recibió de C ésar el te rrito rio de M asinisa,
no en su to talid ad , sino la m ejo r p arte. M asinisa era
el p ad re de este A rabio y aliado de Ju b a, y C ésar e n tre­
gó su te rrito rio a este S itio y a Bocco, rey de M au rita­
nia, y S itio re p a rtió su p a rte e n tre su s soldados. E nton­
ces, Arabio 50 huyó a E sp añ a al lado de los hijos de
Pompeyo, p ero regresó a Á frica tra s la m u e rte de C ésar
y con tin u ó enviando algunas tro p a s african a s a Pom pe­
yo el Joven a E spaña, recibiéndolas en tre n ad as, gracias
a lo cual a rre b a tó a B o c c o 50bis su territo rio y dio m u er­
te a S itio con u n engaño. A unque e sta b a bien dispuesto
h ac ia los pom peyanos, p o r los m otivos expuestos, adop­
tó, sin em bargo, u n a a c titu d c o n tra ria a este p artid o
debido a que ten ía siem pre de c a ra a la fo rtu n a y se
u n ió a Sextio, p o r m edio del cual obtuvo el favor de
Octavio. T am bién se u n iero n a él los sitíanos, en este
caso p o r su an tig u a am istad con César.
55 P or tanto, Sextio, crecido p o r estos refuerzos, rom ­
pió el cerco y salió a com batir; V entidio cayó m uerto
en el com bate y el ejército h u y ó p re sa del desorden.
Sextio los p ersig u ió m atan d o y h aciendo p risioneros. Al
en terarse de esto, Lelio levantó el asedio de C irta y avan­
zó h acia C ornificio. Sextio, exaltado p o r lo sucedido, se
encam inó h acia Útica co n tra el m ism o Cornificio y acam ­
pó fren te a él, aunque co n tab a con fuerzas superiores.
C ornificio envió a Lelio con su c a b a lle ría p a r a efectu ar
u n reconocim iento, y Sextio envió a A rabio p a ra que
co m b atiera con la su ya fro n ta lm e n te c o n tra Lelio; él,
a su vez, se dirigió con las tro p a s ligeras h a c ia los flan-

« Cf. supra, II 45 y 100.


50 Cf. infra, IV 83.
5DbiS c f G a b b a , Appiani.,., V, págs. 5 4 - 5 5 , sobre Bocco y Bogudes,
reyes de M auritania, y G s e l l , Hist. Arte, de l ’A frique d u Nord, VIII,
ver Indice.
GUERRAS CIVILES IV 153

eos del co m bate ecu estre, y atac an d o p o r allí provocó


la confusión. Finalm ente, Lelio, aunque no h ab ía sido
derro tad o , tuvo m iedo de que le c o rta ra n la re tira d a
y tom ó posesión de u n a colina próxim a. Arabio, pisán ­
dole los talones, dio m u e rte a m uchos y rodeó la colina.
C uando C ornificio vio esto, salió con el grueso de su
ejército p a ra a y u d a r a Lelio. Sextio, que estab a a sus
espaldas, cargó a la c a rre ra c o n tra él, pero Cornificio
se volvió y logró rech azarlo a costa de grandes p érd i­
das.
E n treta n to , Arabio, con unos hom bres ac o stu m b ra­
dos a escalar, subió p or las esc arp a s y se deslizó a ocul­
ta s en el cam pam ento de C ornificio. Roscio, el g u ardián
del cam pam ento, cu an d o éste h ab ía sido ca p tu rad o , se
ofreció a u n o de sus ayu d an tes p a ra que le m atase y
así lo hizo. Cornificio, fatigado p o r la lucha, se traslad ó
ju n to a Lelio h acia la colina, ig n o ran te de lo que h ab ía
o cu rrid o en su cam pam ento. C uando e sta b a re tirá n d o ­
se, la ca b allería de A rabio lo atacó y lo m ataron. Lelio,
al v er lo o cu rrid o desde la colina, se suicidó. Una vez
m uerto s los jefes, el ejército huyó en diversas direccio­
nes. De los p ro scrito s que h ab ían hu id o ju n to a Cornifi­
cio, unos se em b arcaro n ru m b o a Sicilia y otros hu ye­
ron p o r donde cada cual pudo. Sextio recom pensó a Ara­
bio y a los sitían o s con u n cu an tio so botín, pero a las
ciudades las puso bajo la fidelidad a O ctavio y les ga­
rantizó el perd ó n a todas.
É ste fue el desenlace de la g u e rra de Á frica en tre
Sextio y Cornificio, que pareció de escasa entidad a cau­
sa de la rapidez de sus hechos.
Paso ah o ra a ex p o n er lo relativ o a C asio y B ruto,
aunq u e an tes re p ita com o re co rd a to rio u n as pocas co­
sas de las ya dichas 5I. Después del asesinato de César,

51 Apiano in serta aquí a m odo de introducción a las cam pañas de


B ru to y Casio, los av atares de éstos a ra íz del a sesin ato de César.
154 HISTORIA ROMANA

sus asesinos se ap o d eraron del Capitolio 52 y bajaro n de


él cuando fue d ec retad a u n a am n istía p a ra ellos. Du­
ra n te las exequias fú n ebres, el pueblo, lleno de com pa­
sión p o r C ésar, b uscó a los asesinos re c o rrie n d o la ciu­
d a d 53. Ellos, entonces, se defendieron desde los tejados
de sus casas, y los que h ab ían sido designados p o r el
pro p io C ésar com o g o b ernadores de provincias, p a rtie ­
ro n al p u n to de la c iu d a d 54. C asio y B ru to era n toda­
vía p re to res urbanos, p ero h a b ía n sido elegidos ya p o r
Gayo C ésar go b ern ad o res de provincias; Casio, de S iria
y B ruto, de M acedonia 55. Sin em bargo, com o no po­
dían acced er a su nuevo p u esto antes del tiem po legal
y ten ían m iedo de p erm a n ece r en la ciudad, p a rtie ro n
m ie n tra s eran todavía p re to res. Y el senado les encargó
de o cu p arse del ap ro v isionam iento de trigo, p a ra g u ar­
d a r las form as, a fin de que no se p e n sa ra que h abían
h u id o en el in te rv a lo 56. D espués de su p a rtid a , S iria y
M acedonia fu ero n tra n sfe rid a s a los cónsules Antonio
y D olabella m ed ian te u n decreto, a p e s a r de la indigna­
ción to tal del senado, y, no o b stan te, les fu ero n con­
cedidas a cam bio C irene y C reta, a B ru to y C a sio 57.
É stos d espreciaron sus nuevos destinos p o r insignifican­
tes y re u n ie ro n tro p as y dinero p a r a invadir S iria y Ma­
cedonia.
M ientras ellos estab a n en treg ad o s a estos m eneste­
re s D olabella dio m u e rte a T rebonio en A sia 5S, y An­
tonio sitió a Décimo en la G alia C isalpina 59. El sena­
do, p re sa de la cólera, d ecretó que D olabella y Antonio

52 Cf. supra, II 120.


53 Cf. supra, II 147.
M Cf. supra, III 2.
55 Ibidem .
56 Cf. supra, III 6.
57 Cf. supra, III 7 y 8, y 30.
58 Cf. supra, III 26.
5? Cf. supra, III 97-99.
GUERRAS CIVILES IV 155

eran enem igos públicos 60, re in te g ró a B ru to y Casio a


sus an terio res destinos y añadió Iliria al de B r u to 61.
Tam bién o rd e n aro n a todos cu a n to s estab an al m ando
de p ro vincias o ejércitos rom anos, desde el A driático
h a sta Siria, que obed ecieran lo que les o rd e n asen Casio
o B ru to <2. Después de estos hechos, Casio se anticipó
a D olabella en la invasión de S iria, levantó las insignias
de u n g o b ern ad o r y asum ió, de golpe, el m ando de doce
legiones q u e h ab ían sid o alistad as y e n tre n a d a s p o r Ga­
yo C ésar desde m ucho tiem po a trá s. A u n a de ellas la
h ab ía dejado C ésar en Siria, cuando planeaba ya su cam ­
pañ a c o n tra los p arto s, y la h a b ía puesto bajo el cuida­
do de Cecilio Baso, au nque la d ignidad del m ando la
o sten tab a u n joven, fa m ilia r de C ésar, llam ado Sexto
Julio. El ta l Julio, en treg ad o a u n régim en de vida diso­
luto, llevó a la legión a la m olicie de form a h a rto indig­
n a y u ltrajó , en c ie rta ocasión, a B aso cu an d o le re p ro ­
chó u n a co n d u cta tal. D espués llam ó a B aso y, com o
se re tra sa b a , o rd en ó q ue lo llev aran a ra stra s. Se p ro ­
dujo un altercad o indigno y B aso sufrió algunos golpes,
y el ejército, no pud ien do s o p o rta r el espectáculo, asae­
teó a Julio. Al pu n to siguió u n a rre p e n tim ie n to y tem or
de César. E n consecuencia, se ju ra m e n ta ro n en tre ellos
que, si no se les concedía el p erd ó n y la confianza, lu­
ch a rían h a sta la m uerte, y obligaron a B aso al m ism o
ju ram en to . R eclu taro n o tra legión y se e n tre n aro n am ­
bas ju n ta s y lu ch aro n con v alen tía c o n tra E stayo Mur-
co, enviado por C ésar c o n tra ellos con tres legiones. M ar­
cio C rispo vino en ayu da de M urco desde B itinia con
o tras tres legiones, y las seis legiones sitiaron, a un tiem ­
po, a B aso 6\

60 Cf. supra, III 61.


61 Cf. supra, III 63.
62 Ibidem .
63 Cf. supra, III 77-78.
154 HISTORIA ROMANA

sus asesinos se apod eraron del C ap ito lio 52 y bajaron de


él cuando fue d ec retad a u n a a m n istía p a ra ellos. Du­
ra n te las exequias fú n ebres, el pueblo, lleno de com pa­
sión p o r C ésar, b uscó a los asesinos re co rrie n d o la ciu­
dad 53. Ellos, entonces, se defendieron desde los tejados
de sus casas, y los que h a b ía n sido designados p o r el
pro p io C ésar com o g o b ern ad o res de provincias, p a rtie ­
ro n al p u n to de la ciu d ad 54. Casio y B ru to e ra n toda­
vía p re to re s u rb an o s, p e ro h a b ía n sido elegidos ya p o r
Gayo C ésar g o b ern ad o res de provincias; Casio, de S iria
y B ruto, de M ac ed o n iass. Sin em bargo, com o no po­
dían acced er a su nuevo p u esto a n tes del tiem po legal
y ten ían m iedo de p erm a n ece r e n la ciudad, p artie ro n
m ien tras e ra n todavía p reto res. Y el senado les encargó
de o cu p arse del ap ro v isionam iento d e trigo, p a ra g u ar­
d a r las form as, a fin de que no se p e n sa ra que habían
huid o en el in te rv a lo 56. D espués de su p a rtid a , S iria y
M acedonia fu ero n tra n sfe rid a s a los cónsules Antonio
y D olabella m ed ian te u n decreto, a p e s a r de la indigna­
ción to ta l del senado, y, no o b stan te, les fu e ro n con­
cedidas a cam bio C irene y C reta, a B ru to y Casio 57.
Éstos d espreciaron sus nuevos destinos p o r insignifican­
tes y re u n ie ro n tro p as y din ero p a r a invadir S iria y Ma­
cedonia.
M ientras ellos estab a n en treg ad o s a estos m eneste­
re s D olabella dio m u e rte a T rebonio en Asia 5®, y An­
tonio sitió a Décim o en la G alia C isa lp in a 59. El sena­
do, p re sa de la cólera, decretó que D olabella y Antonio

52 Cf. supra, II 120.


53 Cf. supra, II 147.
54 Cf. supra, III 2.
55 Ibidem .
56 Cf. supra, III 6.
57 Cf. supra, III 7 y 8, y 30.
58 Cf. supra, III 26.
» Cf. supra, III 97-99.
GUERRAS CIVILES IV 155

eran enem igos públicos 60, re in te g ró a B ru to y Casio a


sus a n terio res destinos y añadió Iliria al de B r u to 61.
T am bién o rd e n aro n a todos cu a n to s estab a n al m ando
de provincias o ejército s rom anos, desde el Adriático
h a s ta Siria, que obed ecieran lo que les o rdenasen Casio
o B r u to 62. D espués de estos hechos, Casio se anticipó
a D olabella en la invasión de S iria, levantó las insignias
de u n g o b ern ad o r y asum ió, de golpe, el m ando de doce
legiones q u e h ab ían sido a lista d a s y e n tre n ad as p o r Ga­
yo C ésar desde m ucho tiem po a trá s. A u n a de ellas la
había dejado C ésar en Siria, cuando planeaba ya su cam ­
p añ a c o n tra los p arto s, y la h a b ía pu esto bajo el cuida­
do de Cecilio Baso, au n q u e la dignidad del m ando la
o sten tab a u n joven, fa m iliar de C ésar, llam ado Sexto
Julio. El ta l Julio, en tregado a u n régim en de vida diso­
luto, llevó a la legión a la m olicie de form a h a rto indig­
na y u ltrajó , en c ie rta ocasión, a B aso cuando le re p ro ­
chó u na co n d u c ta tal. Después llam ó a B aso y, como
se re tra sa b a , o rd en ó q u e lo llevaran a ra s tra s. Se p ro ­
dujo u n altercad o indigno y B aso su frió algunos golpes,
y el ejército , no pud ien do s o p o rta r el espectáculo, asae­
teó a Julio. Al p u n to siguió u n a rrep e n tim ien to y tem or
de César. E n consecuencia, se ju ra m e n ta ro n e n tre ellos
que, si no se les concedía el p erd ó n y la confianza, lu­
ch a rían h a s ta la m u erte, y oblig aro n a Baso al m ism o
ju ram e n to . R eclu taro n o tra legión y se e n tre n a ro n am ­
bas ju n ta s y lu ch aro n con v alen tía c o n tra E stayo Mur-
co, enviado p o r César co n tra ellos con tres legiones. M ar­
cio C rispo vino en ayu da de M urco desde B itinia con
o tras tres legiones, y las seis legiones sitiaron, a un tiem ­
po, a B aso w.

60 Cf. supra, III 61.


61 Cf. supra, III 63.
62 Ibidem.
63 Cf. supra, III 77-78.
156 HISTORIA ROMANA

Casio intervino con rapidez en este asedio y, al


punto, tom ó el m ando del ejército de B aso con su asen­
tim iento, y, después, el de las legiones de M urco y M ar­
cio, que se en tre g aro n a él de fo rm a am igable y le obe­
decieron en todo de acuerdo con el d ec reto del senado.
P o r este tiem po, Alieno, que h a b ía sido enviado a Egip­
to p o r Dolabella, reg resó de allí con c u a tro legiones in­
teg ra d as p o r resto s de las tro p as d isp ersa s a raíz de
la d e rro ta de Pom peyo y Craso, o p o r aquellas o tras
que h ab ían sido d ejad as p o r C ésar a C leopatra. Casio
lo rodeó de im proviso en P alestina, m ie n tra s se h allab a
a ú n ig n o ran te de lo sucedido y le obligó a u n irse a él
y a en tre g a rle su ejército, ya que Alieno n o se atrevió
a co m b atir con cu a tro legiones c o n tra ocho. De este m o­
do, Casio, de fo rm a insospechada, se vio en posesión
de golpe de doce legiones excelentes 64. Tenía, adem ás,
com o aliados a algunos a rq u ero s p a rto s m ontados a ca­
ballo, gracias a su rep utación en tre los partos desde que,
com o c u e sto r de C raso, se h ab ía m o strad o m ás inteli­
gente que éste.
D olabella p asab a el tiem po en Jo n ia 6Í, donde dio
m u erte a Trebonio, im puso trib u to a las ciudades y, por
m edio de L ucio Fígulo, alquiló u n a flota a los rodios,
licios, p anfilios y cilicios. C uando lo tuvo todo dispues­
to, avanzó h ac ia S iria con dos legiones, p o r tierra , en
tan to que Fígulo lo h acía p o r m ar. In fo rm ad o de las
fuerzas de Casio, p ro siguió h a s ta Laodicea, ciudad am i­
ga suya y situ ad a en u n a península, q u e e sta b a bien fo r­
tificad a p o r el lado d e tie rra y te n ía u n p u e rto desde
el que p o d ría p ro c u ra rse alim entos con facilid ad p o r
vía m arítim a, y podría h acerse a la m a r sin riesgo, cuan­
do lo d eseara. C uando Casio se en teró de esto s detalles,
tem iendo q u e D olabella se le escap ara, cruzó el istm o

64 E s te p a s a je e s u n a r e p ro d u c c ió n l ite r a l d e III 78.


65 H a c ia el o to ñ o d e l 4 3 a. C., cf. B r o u g h t o n , II, p á g . 3 4 4 .
GUERRAS CIVILES IV 157

con u n te rra p lé n de dos estad io s de long itu d acum ulan­


do p ie d ra s y to d a clase de m a te ria l pro ced en tes de fin­
cas de recreo, de casas su b u rb a n a s y de tum bas, y en­
vió a p o r naves a Fenicia, Licia y Rodas.
Ig n o rad o p o r todos, salvo p o r los sidonios, sostuvo 61
u n co m bate naval con D olabeila en el que fueron hu n d i­
das u n n ú m ero su stan cio so de naves p o r cad a p a rte y
D olabeila ap resó a cinco naves con sus tripulaciones.
Casio envió, de nuevo, em isario s a los q u e hab ían desa­
ten d id o su dem an d a y tam b ién a C leopatra, la rein a de
E gipto, y a S erapio su re p re se n ta n te en C hipre. Los
tirio s, los arad io s y S erapio, sin c o n su lta r previam ente
a C leopatra, le env iaro n cu a n ta s naves tenían. La reina,
en cam bio, adujo com o p re te x to an te Casio q u e el ham ­
b re y la p este oprim ían por entonces a Egipto, pero real­
m ente ella co o p erab a con D olabeila en razón de su rela­
ción ín tim a con el a n te rio r C ésar. Y p o r este m otivo
le h ab ía enviado c u a tro legiones p o r m edio de Alieno
y ten ía d isp u esta o tra e sc u a d ra p a ra socorrerle, pero
los vientos co n tra rio s la re te n ía n en puerto. Los rodios
y los licios d ijero n q ue no co m b atirían com o aliados de
Casio y B ru to en g u e rra s civiles, toda vez que a Dolabe-
11a le d iero n las naves com o esco lta sin sab e r que iban
a se r u tilizad as p a ra co m b a tir com o aliados.
Así pues, una vez que Casio hubo efectuado de nue- 62
vo cu an to s p re p a ra tiv o s le p e rm itía n las circu n stan cias
del m om ento, se en fren tó p o r segunda vez a Dolabeila.
En el p rim e r encu en tro, la b a ta lla estuvo equ ilib rad a
p o r u n o y o tro lado, p e ro D olabeila fue d e rro ta d o en

66 S o b re S erap io , cf. M ü n z e r , e n RE, s.v. Serapio, n ú m . 3; e r a co n ­


se je ro d e T o lo m e o X II A u le te s y d e C le o p a tr a y e s ta b a e n R o m a c u a n ­
d o m u r ió C e sá r. L a is la d e C h ip re p e r te n e c ía a lo s T o lo m eo s h a s ta
fin a le s del 58 a. C., c u a n d o , en v ir tu d d e la lex Cassia, C a tó n fue e n v ia ­
do a llí p a r a a n e x io n a r la a R o m a (cf. E. B adian, « M . P o rc iu s C a to in
th e A n n e x a tio n a n d E a rly A d m in is tra tio n o f C y p ru s» , Jour, of Rom.
St. 55 [1965], 110-121) y lu e g o fu e c o n c e d id a p o r C é s a r a A rsínoe.
158 HISTORIA ROMANA

el siguiente com bate naval, y C asio com pletó el te rra ­


plén y b atió ya la m u ra lla de D olabella h a s ta que la
derru m b ó . Como no pudo so b o rn a r a M arso, el cap itán
de la g u ard ia n o ctu rn a, sobornó a los ce n tu rio n es de
g u ard ia d u ra n te el día, y m ie n tra s M arso descansaba,
p en e tró con luz d iu rn a a través de nu m ero so s portones
qu e les fu e ro n ab ierto s sucesivam ente. D espués que la
ciu d ad fue tom ada, D olabella p re se n tó su cabeza a su
cen tin ela p ersonal, y le ordenó que la c o rta ra y se la
llevara a C asio com o su propio salvoconducto. Él se la
co rtó y se degolló a continuación, y tam b ién se suicidó
M arso. C asio hizo p re s ta r un nuevo ju ra m e n to de fideli­
dad a su p erso n a al ejército de D olabella, saqueó los
tem p lo s y el teso ro p ú blico de Laodicea, castigó a los
ciudadanos m ás ilu stres e im puso fu e rtes trib u to s al res­
to h a s ta que la ciu d ad quedó re d u c id a a la extrem a
m iseria.
D espués de la c a p tu ra de Laodicea, Casio desvió su
aten ció n h acia Egipto, ya que se h ab ía e n terad o de que
C leo p atra se disponía a re u n irse con O ctavio y Antonio
con u n a g ran flota, y se p ro p u so im p ed ir la navegación
y castig ar a la re in a p o r sus planes. P reviam ente h abía
reflexionado sobre la idoneidad del m om ento, ya que
E g ipto se en c o n trab a ex h au sto p o r el h a m b re y sin un
ejército ex tra n jero n u m ero so a raíz de la p a rtid a de los
soldados de Alieno. C uando se h allab a p re s a de tales
ansias, esp eran zas y o p o rtu n id ad , recibió u n a llam ada
u rg e n te de B ru to diciéndole que O ctavio y A ntonio esta­
b an cruzando ya el Adriático. P or consiguiente, y en con­
tra de su voluntad, Casio abandonó sus expectativas so­
b re E gipto, envió de regreso a su p a tria a los jinetes
arq u ero s p arto s, con regalos, y despachó em bajadores
al rey de éstos p a ra so licita r u n nú m ero m ay o r de tro ­
pas auxiliares; éstas llegaron d espués de la b a ta lla e hi­
cieron in cu rsio n es p o r S iria y m u ch as de las provincias
vecinas h a sta Jo n ia y se re tira ro n . Casio dejó a su cuña­
GUERRAS CIVILES ÏV 159

do en S iria con u n a sola legión y envió en vanguardia


a C apadocia a su cab allería, la cu al dio m u e rte p o r sor­
presa a A riobarzanes, p o r h a b e r conspirado c o n tra Ca­
sio, y llevaron de vu elta a éste los ab u n d an tes tesoros
de aquél y diverso equipo de guerra.
El pueblo de T arso estab a dividido en facciones, de
las cuales u n a h a b ía co ronado a Casio, que había llega­
do en p rim e r lugar, y o t r a de ellas a D olabella, que vino
después. Y am b as h iciero n esto en nom bre de la ciu­
dad. Como h o n ra b an a cad a uno de fo rm a altern a, ta n ­
to Casio com o D olabella, tra ta b a n a la ciu d ad con ac ri­
tu d p o r su volubilidad. Casio, después de su victoria
sob re D olabella, les im puso u n trib u to de m il quinien­
tos talen tos. Ante la fa lta de re cu rso s y la exigencia vio­
len ta del d in ero p o r los soldados, vendieron el tesoro
público en su to talid ad y, después, acu ñ aro n en m oneda
todos los objetos sagrad os destin ad o s a las procesiones
y las ofrendas. P uesto que no se com pletaba la sum a
to tal con n in g u n a p a rtid a , los m ag istrad o s procedieron
a la venta de los ciu d ad anos libres, p rim ero las donce­
llas y los niños, y después las m u jere s y los ancianos
m iserables, com prados a u n p re cio m uy bajo, y fin al­
m ente los jóvenes. La m ayoría d e ellos se suicidaron.
Casio, a su regreso, cu an d o vio en qué situación se en­
co n trab an , se apiadó de ellos y les exim ió del resto del
trib u to .
Tales fu ero n las d esg racias de T arso y Laodicea.
Casio y B ru to so stu v ieron u n a re u n ió n en tre ellos 67;
B ru to e ra p a rtid a rio d e que u n ie ra n sus fuerzas e hicie­
ra n de M acedonia la b ase de su objetivo, ya que los ene­
m igos co n tab an ento n ces con c u a re n ta legiones, de las
que ocho h ab ían cruzado el A driático 6S, Casio, en cam-
67 E l e n c u e n tr o tu v o lu g a r e n E s m ir n a a fin e s d e l 43 a. C.
68 E s ta leg io n es h a b ía n sid o e n v ia d a s p o r A n to n io y O ctavio, a
p r in c ip io s d e e n e ro d e l 42 a. C., c o m o u n a a v a n z a d illa . E s ta b a n b ajo
e l m a n d o d e G. N o rb a n o F la c o y L. D e c id ió S ax a, q u ie n e s m a rc h a ro n
160 HISTORIA ROMANA

bio, e ra de la opinión de que no se p re o c u p a ra p o r el


m om ento de los enem igos, ya que ellos m ism os se ve­
ría n m erm ad o s p o r la fa lta de alim entos a cau sa de su
excesivo núm ero; pensaba, sin em bargo, q u e h ab ía que
so m eter a los ro dios y a los licios que eran favorables
a aquéllos y poseían u n a flota, a fin de que no les a tac a­
ra n p o r la esp ald a cu an d o ellos e n tra ra n en acción. Una
vez que se tom ó esta decisión, B ru to m archó c o n tra los
licios y Casio c o n tra los rodios 6I>, en cuya isla se ha­
b ía edu cad o e in stru id o en la c u ltu ra griega. Como ha­
bía de en fren tarse en com bate con hom bres q u e poseían
u n a técnica naval m uy depurada, p re p aró sus naves con
sum o cuidado, com pletó las trip u lacio n es y las entrenó
en M in d o 70.
66 Los rodios 71 d istin guidos ten ían m iedo de u n a con­
fro n tació n con los rom anos; en cam bio, el pueblo llano
e stab a im buido de u n a m oral elevada, pu esto que re­
co rd ab a an tig u as em p resas fre n te a h om bres dispares;
así pues, b o taron sus trein ta y tres m ejores navios. Mien­
tra s realizab an esta o peración, enviaron, no obstante,
algunos em b ajad o res a M indo p a r a p e d ir a Casio que
no m en o sp reciara a R odas, pues la ciudad se h ab ía de­
fendido siem p re de q uienes la h ab ían despreciado, ni
tam poco los tra ta d o s existentes e n tre R odas y Roma,
en v irtu d de los cuales ninguno de los dos pueblo lleva­
ría sus arm as co n tra el otro. P ero que si les re p ro ch a­
b a algún p u n to relativo a la alianza, q u ería n oírlo de

a lo largo de la vía E gnacia, a trav é s de M acedonia, d e ja ro n a trá s Fili-


pos y ocu p aro n u n a posición favorable (cf. S y m e , The R o m a n R evolu­
tion, pág. 202).
69 H a sta finales del v erano del 42 a. C., B ru to y C asio se van a
d e d ic ar a estos m en e stere s y a re co lec tar d in ero en Asia y organizar
sus recursos.
70 C iudad c o stera de Caria.
71 P ara los rodios en estos años, cf. H. H. S c h m it t , R o m u n d R ho­
dos, M unich, 1957, págs. 185 y sigs.
GUERRAS CIVILES IV 161

boca del senado rom ano, y que si éste se lo ord en ab a


afirm aro n que c o n trib u iría n com o aliados.
Tales fu ero n las p ro p u e sta s d e los em bajadores ra ­
dios. Casio, a su vez, les dijo que en las dem ás cuestio­
nes d ec id iría la g u e rra en vez de las p alab ras, pero que,
en relación con el tra ta d o que p ro h ib ía llevar la g u erra
a un o c o n tra otro, lo h ab ían violado los rodios al a lia r­
se con D olabella fren te a Casio; q u e el tra ta d o ord en a­
ba ay u d arse m u tu am en te en la g u erra, y que a la de­
m an d a de Casio resp o n d iero n con iro n ía sobre el sena­
do rom ano, ya que éste se en c o n tra b a hu id o o cautivo
en la ac tu a lid a d p o r los que se h ab ían hecho am os de
la ciudad. Y que éstos re c ib iría n su castigo, igual que
los rodios p o r p o n erse de su p a rte , a no se r que obede­
cieran con p resteza lo ordenado. É sta fue la resp u esta
de Casio, y los m ás sen satos de los rodios tuvieron aún
m ay o r tem or. Sin em bargo, a la m u ltitu d la encadila-
ban con su dem agogia A lejandro y M nareas, recordán­
doles que tam bién M itrídates h abía navegado co n tra Ro­
das con u n nú m ero m ayor de naves y D em etrio antes
que M itrídates.
E n consecuencia, ellos eligieron p o r estas razones a
A lejandro com o su patrono, que es p recisam en te entre
ellos el m ag istrad o que o sten ta el m áxim o poder, y co­
mo a lm iran te de la flota designaron a M nareas.
Sin em bargo, enviaron todavía o tro em bajador a 67
Casio, en la persona de A rquelao que había sido su m aes­
tro e n las letras griegas en R odas, con objeto de que
h icira una petició n m ás pertinaz. Y Arquelao, cogiéndo­
le de la m ano d erecha, en u n gesto de fam iliaridad , lo
hizo en los térm inos siguientes 72: «No destru y as una

72 Sobre el episodio de los rodios, cf. G a b b a , Appiano..., páginas


182-184. E ste a u to r in te rp re ta este pasaje de Apiano com o una réplica
c o n tra la p ro p ag an d a aug ú stea que acu sab a a B ru to y Casio de a rro ­
garse el h o n o r de lu c h a r p o r la lib e rtad , que, en cam bio, negaban a
los pueblos orientales (así, los licios y los jan tio s en el caso de Bruto).
162 HISTORIA ROMANA

ciu d ad griega tú , ho m bre am an te de lo griego, no des­


tru y as a R odas tú, hom bre am an te de la lib ertad . No
m ancilles la re p u ta ció n de u n E stad o dorio que no h a
sido vencido h a sta el p resen te, no olvides las herm osas
h isto ria s q u e ap ren d iste en R odas y en Rom a; en Ro­
das, cu án to h icieron los rodios fren te a ciudades y re­
yes, en especial fren te a los que p arecían q u e eran in­
vencibles, D em etrio y M itrídates, en defensa de esa li­
b e rta d p o r la que tam b ién tú dices ah o ra que com bates;
en Roma, c u á n ta ayu da recib isteis de n o so tro s co n tra
otros, y en especial c o n tra Antíoco el G rande, en cuyo
recuerdo existen entre vosotos estelas g rabadas en nues­
tro honor».
»Queden estas p alab ras, rom anos, com o ejem plo de­
bido a n u e s tra raza, dignidad y condición de lib e rta d
h a sta el p resen te, y de n u e s tra alianza y b u e n a volun-
68 ta d h ac ia vosotros. Y en tu caso concreto, Casio, de­
bes un resp eto p a rtic u la r h ac ia la ciu d ad en la que tú
naciste, te educaste, viviste y tu v iste u n h o g a r y m i es­
cuela; y m e debes tam b ién re sp eto a mí, que esp erab a
p o d er van ag lo riarm e alguna vez, de m is enseñanzas a
tí, en o tro s fines, y que, en cam bio, ah o ra las tengo que
em p lear en defensa de la p a tria , p a ra que no se vea for­
zada a co m b atir c o n tra su propio discípulo y pupilo y
tenga n ecesariam en te que o c u rrir u n a de e sta s dos co­
sas: o que los ro dios sean to talm e n te aniquilados o que
Casio su fra u n a d erro ta. Y, adem ás de mi ruego, quiero
d a rte el consejo de que, m ie n tra s andes ocupado en ta­
les em presas, pongas a los dioses en todo m om ento co-

Según G abba, se ju stific a el p ro c ed e r de Casio en Apiano, pues los


rodios h ab ían elegido la cau sa de los u su rp a d o re s de esa lib e rta d en
Rom a y con ello se la b ra ro n su pro p io destino. Ve, adem ás, u n a acti­
tu d co h eren te en la política d e am bos c esaricid as, que, de o tro lado,
sienten dolor e in te n tan m itig a r la d e sg rac ia de am bos pueblos (cf.,
tam bién, D. M a g ie , R o m á n R ule in Asia M inor [ 2 vols.], Princeton, 1950,
I, págs, 423-424 p a ra los rodios, y 528-529 p a ra los jantios).
GUERRAS CIVILES IV 163

m o guías de tus actos. V osotros, rom anos, ju ra ste is por


los dioses cuando, no hace m ucho, renovasteis con no­
sotro s un tra ta d o p o r m edio de Gayo César, y, después
del ju ram e n to , h icisteis libaciones y ten d isteis vuestra
m ano derecha, signos todos que tienen m ucha fuerza
incluso e n tre enem igos ¿N o la van a te n e r e n tre amigos
y m aestro s? Y, adem ás de los dioses, salvaguardad vues­
tra re p u ta ció n an te los hom bres, pues n ad a hay peor
que la violación de u n tratad o , acción que provoca el
d escréd ito to tal de su s tra n sg re so re s ante los ojós de
los am igos y de los enem igos.»
T ras d ecir esto, el anciano no le soltó la m ano, sino 69
que v ertió lág rim as so bre ella, h a s ta el p u n to de que
Casio se ru b o rizó an te el espectáculo y experim entó una
sensación de vergüenza, pero, no obstante, re tiró su m a­
no y dijo: «Si tú no aconsejaste a los rodios que no me
h icieran agravio, tú m ism o m e lo hiciste; y si, habiéndo­
selo advertido, no los p ersu ad iste , te vengaré por ello.
Que he sido in ju riad o está claro. En p rim er lugar, cu an ­
do os pedí ayuda y fu i ignorado p o r quienes era n mis
educadores y tu to res, y, p o r segunda vez consecutiva,
cuando d iero n p re fere n cia so b re mí a Dolabella, al que
ni ed u caro n ni criaro n ; p ero lo p eo r de todo, oh rodios,
am antes de la libertad , es que yo, y B ruto, y cuantos
m iem bros preclaros del senado tenéis ante vuestros ojos,
éram os fugitivos de la tira n ía y tratá b am o s de lib era r
a n u e s tra p a tria , m ien tras que D olabella q u e ría hacerla
esclava de otros, aquellos, precisam ente, a los que an ­
tes hab éis ayudado, y p re te n d éis ah o ra q u e re r ab sten e­
ros de n u e stra s g u e rra s civiles. É sta, en efecto, sería
un a g u e rra civil si n o so tro s asp irásem o s al poder abso­
luto tam bién, p ero es evidente q u e se tra ta de u n a gue­
rr a de la R ep ú b lica c o n tra la M onarquía. Y dejáis sin
ayuda a la R epública vosotros que apeláis a m í en de­
fensa de v u e stra lib ertad . Y au n q u e hacéis pública de­
claració n de am istad h a c ia los rom anos, no os compa-
164 HISTORIA ROMANA

decéis de q uienes son p ro sc rito s a m u erte y confisca­


ción sin juicio, sino que p re te n d éis oírlo del senado, que
está su frien d o estas calam idades y que, en m odo algu­
no, se pued e defen d er a sí m ism o. Sin em bargo, él ya
os dio su re sp u e sta cu an d o d ecretó que todos los p u e­
blos de O riente nos ay u d a ran a m í a y B ruto.
7o »Ahora tú nos re cu erd as la cooperación que nos
b rin d a ste is cuando co nquistábam os nuevos territo rio s,
p o r la que o b tu v isteis a cam bio beneficios y recom pen­
sa, p ero que no nos ayudáis cu an d o su frim o s vejaciones
en la lu ch a p o r la lib e rta d y salvación, lo pasas p o r al­
to. Y deberíais, au n q u e no h u b ie ra hab id o ningún tipo
de relación e n tre n o sotros, a h o ra al m enos, com enzar
a lu ch ar v o lu n tariam en te en defen sa de la R epública
rom ana, p o r ser v o sotros un pu eb lo dorio. Pero, en vez
de te n e r u n a ac titu d y p en sam iento tales, alegáis tra ­
tad o s —p actad o s con vosotros p o r Gayo C ésar, el ins-
ta u ra d o r de esta m o n arq u ía—, y, sin em bargo, estos
tra ta d o s dicen que los rom anos y los rodios se ayuden
m u tu am en te en los tiem pos de necesidad. ¡Ayudad, p o r
tanto, a los rom anos cu an d o se h allan inm ersos en los
m ayores peligros! Es C asio quien apela a estos tra ta d o s
y os pide v u estro auxilio —u n ciu d ad a n o rom ano y un
gen eral ro m an o —, según dice el decreto del senado, en
el que se o rd en a que todos los pueblos de allende el
A driático nos obedezcan. Os p re sen tan estos m ism os de­
creto s B ru to y tam b ién Pom peyo, que fue investido p o r
el senado con el m ando del m ar, y se añ aden las súpli­
cas de to d o s aquellos senadores que han huido, unos
h acia mí y B ruto, y o tro s al lado de Pom peyo. Lo conve­
nido en el tra ta d o es que los rodios so c o rra n a los ro ­
m anos, incluso en el caso de que sean individuos singu­
lares q uienes ten g an n ecesid ad de esa ayuda. Pero si
no nos co n sid eráis com o generales, ni siq u iera com o ro ­
m anos, sino com o exilados o e x tra n jero s o condenados,
tal com o dicen los p ro sc rito s, oh rodios, vosotros no
GUERRAS CIVILES IV 165

tenéis ya tra ta d o s con nosotros sino con los rom anos.


Y, siendo, p o r tanto, ex tran jero s y ex trañ o s a los tra ta ­
dos, os co m b atirem o s en el caso de que no nos obedez­
cáis en todo.»
Con esta re sp u esta iró n ica d espachó Casio a Arque-
lao. A lejandro y M nareas, los líderes rodios, se hicieron
a la m ar con tre in ta y tres naves p a ra a ta c a r a Casio
en Mindo, con la idea de so rp re n d erlo por lo repentino
del ataque. A brigaban la esperanza, fu n d ad a u n poco
a la ligera, sobre la opinión de q u e h ab ía sido tam bién
p o r nav egar c o n tra M ítríd ates en M indo com o habían
llevado a bu en p u erto el final de la g u erra. El p rim er
día em p learo n la re m a d u ra en señal de alard e y pasa­
ron la noche en Cnido, y al día siguiente se m o straro n
a las fu erzas de Casio desde el m ar. Éstos, con ad m ira­
ción, se hicieron, a su vez, a la m a r y la b atalla fue
u n d erro ch e de fu erza y cap acid ad p o r am bas partes.
Los rodios, con naves ligeras, ro m p ían la línea de com ­
b ate enem iga con rapidez, ciabogaban y atac ab an por
la re tag u ard ia; los rom anos, sobre naves m ás pesadas,
cuando a b o rd ab an a los enem igos se im ponían a causa
de su ím p etu m ás poderoso, com o si co m b atieran en
tie rra firm e. Pero, u n a vez que Casio pudo ro d e a r a las
naves enem igas g racias a la su p erio rid a d n u m érica de
sus naves, los rodios no pu d iero n ya navegar alrededor
y ro m p er la form ación; y, com o sólo podían em bestir
de fren te y ciar, su exp eriencia n á u tic a de n ad a les va­
lió, rodeados en un lu g ar estrecho. Sus espolones y vi­
rajes se to rn aro n ineficaces c o n tra las pesadas naves
rom anas, y, en cam bio, las de éstos eran efectivas fre n ­
te a u n as m ás livianas. F inalm ente, los navios rodios
fueron ca p tu rad o s con sus trip u lacio n s, dos fueron p er­
forados y se h u n d iero n y los re sta n te s h uyeron averia­
dos a R odas. Todos los navios ro m an o s re g resaro n a
Mindo, donde fu ero n rep arad o s, pues tam bién re su lta ­
ron d añados la m ay o ría de ellos.
166 HISTORIA ROMANA

É ste fue el d esenlace del com bate naval e n tre rom a­


nos y rodios en Mindo. Casio contem pló su desarro llo
desde u n a m o n tañ a, y, cuando hubo re p a ra d o sus b a r­
cos, navegó h asta Lorim a, un fo rtín rodio situ ad o en
el continente, fren te a la isla, e hizo tra n s p o r ta r la in­
fa n te ría a R odas a b o rd o de tra n sp o rte s al m ando de
Fannio y L éntulo. Él m ism o navegó con las ochentas
naves eq u ip ad as p a ra in fu n d ir el m áxim o te rro r, y, h a ­
biendo ap o stad o en to rn o a R odas a su in fa n te ría y a
la escu ad ra, p erm aneció a la espera, en la creen cia de
que los enem igos ce d erían algo. P ero éstos se hicieron
a la m a r de nuevo llenos de co raje y, tra s p e rd e r dos
naves, fu e ro n rod ead o s p o r com pleto. C orriendo enton­
ces p o r encim a de las m u rallas las ap rovisionaron to­
talm en te de arm as, y rechazaron, a la vez, a las tro p as
de Fannio, que les atacab an desde tierra , y a Casio, que
avanzaba con la flota, d isp u esta p a ra el com bate c o n tra
las m u rallas, c o n tra las defensas sobre el m ar. E ste úl­
tim o, com o esp e rab a que p u d ie ra o c u rrir algo tal, h a ­
b ía llevado consigo to rre ta s desm o n tad as q u e entonces
levantó. R odas, desp u és de h a b e r su frid o dos d erro tas
en el m ar, se vio cercad a p o r tie rra y m ar, y com o suele
su ced er en u n a acción rá p id a e in esp erad a se encontró
inerm e a n te un asedio. P or este m otivo re su lta b a evi­
dente que sería c a p tu ra d a con p ro n titu d la ciudad ya
fu e ra p o r la fu erza o p o r el h am bre. Los m ás previsores
de los rodios se dieron cu e n ta de ello, y Fannio y L éntu­
lo en tab la ro n conversaciones con ellos.
M ientras estos hechos se h alla b a n en curso, Casio
se p resen tó en m edio de la ciu d ad con u n a fueza escogi­
da, sin que h u b iera h ab id o ningún indicio de violencia,
ni de u tilización de escalas. Y la m ayoría conjeturó, co­
m o al p a re c e r sucedió, que aquellos ciudadanos favora­
bles a él h a b ía n ab ierto los p o rto n es p o r p iedad hacia
la ciu d ad y p o r m iedo al h am b re.
GUERRAS CIVILES IV 167

Así fue to m ad a Rodas, y Casio se sentó sobre el tri­


b u n al y clavó la lanza a su lado p a r a in d icar que había
sido to m ad a p o r la fuerza. Dio órdenes e stric ta s al ejér­
cito de que p erm an eciera tran q u ilo y proclam ó por m e­
dio de u n h erald o la p ena de m u e rte p ara aquel que
saq u e ara o com etiera alguna violencia; él m ism o citó
nom inalm ente a cin cu en ta ciu d ad an o s rodios y, cuando
fuero n conducidos a su presencia, los castigó con la
m uerte. A otros, ap ro x im ad am en te veinticinco, que no
fuero n encontrados, o rdenó que fu e ran desterrados. Ex­
polió c u a n to dinero, en oro o p lata, h a b ía en los tem ­
plos y en el teso ro público: o rd e n ó que los ciudadanos
privados llevaran lo que poseyeran, en un d ía estip u la­
do, y proclam ó m ed ian te un h erald o la pena de m uerte
p a ra q uienes o c u lta ra n algo, u n diezm o p a ra los infor­
m adores y la lib ertad p a ra los esclavos. En un p rin ci­
pio, m uchos lo o cu ltaro n creyendo que no h a b ría de lle­
gar h asta el final en su am enaza, pero, cuando vieron
que era n ab o n ad as las recom pensas y castigados los de­
latores, tu v iero n m iedo y, tra s h a b e rse p ro c u rad o la fi­
jación de o tro día, algunos desenterraron el dinero, otros
lo Sacaron de pozos y o tro s de las tum bas en m ucha
m ás ca n tid ad que los an terio res.
Tales fu ero n las desgracias de los rodios. Lucio Va- 74
ro quedó al cargo de ellos con u n a guarnición. Casio,
con ten to p o r la rap id ez de la c a p tu ra y p o r la gran can­
tid ad de d in ero conseguido, ordenó, sin em bargo, que
todos los re sta n te s pueblos de Asia p ag a ran los trib u to s
de diez años, y ellos lo h iciero n en u n breve espacio
de tiem po. E ntonces, le fue co m u n icad a la noticia de
que C leopatra se disp o nía a e m p re n d er la trav esía con
u n a flo ta n u m ero sa y eq u ip ad a p esadam ente p a ra u n ir­
se a O ctavio y Antonio. Pues ella h ab ía elegido ya desde
tiem po a trá s la ca u sa de éstos p o r sus relaciones con
el a n te rio r César, y ah ora, so b re todo, p o r m iedo a Ca­
sio. E ste últim o envió a M urco al Peloponeso con una
168 HISTORIA ROMANA

legión de soldados escogidos y algunos arq u ero s, a se­


sen ta naves acorazadas, p a ra que e s p e ra ra en las proxi­
m idades de T é n a ro ” , (y así lo h izo ) reun ien d o cuan­
to b o tín pudo desde el Peloponeso.
75 P aso a o cuparm e, a continuación, de lo referen te a
la actu ació n de B ru to en Licia, reto m an d o u n poco el
hilo de los acontecim ientos a m odo de recuerdo. Una
vez que él recibió de A p u ley o 74 u n cierto n ú m ero de
tro p a s que éste ten ía bajo su m ando y dieciséis m il ta ­
lentos, producto de los trib u to s recogidos en Asia, avanzó
h a s ta Beocia. C uando el senado d ecretó que u tilizaran
e s ta su m a de d in ero p a ra h a c e r fre n te a su situación
ac tu a l y que tu v iera el m an d o de M acedonia y de Iliria,
se hizo cargo de las tre s legiones que esta b a n en Iliria
y que V atinio, el a n te rio r g o b ern ad o r de esta provincia,
le e n tre g ó 75. O tra se la quitó a Gayo, el herm an o de
Antonio, en M acedonia 76. Y, adem ás de éstas, reunió
o tra s cu atro , con lo que estuvo en posesión de ocho le­
giones, la m ayoría de las cuales h a b ía n servido bajo Ga­
yo César. P oseía tam b ién u n n ú m ero co n siderab le de
tro p a s de cab allería, así com o soldados de in fan te ría
ligera y arq u ero s, y teniendo en u n alto grad o de estim a
a los m acedonios los e jercitó a la u san za italiana. Mien­
tra s e sta b a reu niendo todavía a las tro p a s y el dinero,
le acaeció el siguiente suceso favorable en T racia. Pole-
m ocracia, esp o sa de u n o de los p rín cip e s de aq u ella re ­
gión, p erd ió a su m arid o a m anos de sus enem igos y
tem iendo p o r su hijo, que e ra a ú n un m uchacho, llegó
con éste ju n to a B ru to y le p uso en sus m anos a la vez
que los teso ro s de su m arido. Él entregó el niño a los
h ab itan tes de Cícico p a ra que lo c u id a ra n h a sta que tu-

73 P ro m o n to rio de L aconia.
74 Cf. supra, III 63. S obre esta sum a, cf. B r o u g h t o n , en T. F r a n k ,
Econ. Su rvey o f A ncient R om e, IV, B altim ore, 1938, págs. 562-563.
75 Cf. supra, III 63, IV 58; y, asim ism o, Sobre Iliria 13.
76 Cf. supra, III 79.
GUERRAS CIVILES IV 169

viese tiem po de volver a en tro n iz arlo en su reino, y en­


co n tró e n tre los teso ro s u n a ca n tid a d in esp erad a de oro
y plata.
Acuñó esta ca n tid a d y la convirtió en m oneda. Tan
p ro n to com o se p resen tó Casio y se aco rd ó em pezar por
so m eter a los licios y rodios, B ru to se dirigió, en p rin c i­
pio, c o n tra los h a b ita n te s de Jan to , en Licia. Éstos des­
tru y ero n los a rra b a le s de su ciu d ad p a ra que B ru to no
los dem oliese y p u d ie ra o b ten er m a te ria l de ellos, y ro ­
dearo n la ciu d ad de u n a em palizada y u n foso de m ás
de cin cu en ta pies de p ro fu n d id a d y u n a an c h u ra p ro ­
porcional a la a n terio r, desde el que se defendían, h asta
el p u n to de que, colocados de pie ju n to a él, d isp arab an
venablos y flechas com o si estu v ieran protegidos en m e­
dio p o r u n río in fran q u eable. B ruto, no obstante, p er­
sistió en su acción ofensiva, colocó m anteletes delante
de las cu ad rillas de trabajo, d istrib u y ó su ejército en
tu rn o s de d ía y noche e hizo tra n s p o rta r, desde m ucha
distancia, los m ateria le s de co n stru cció n a la c a rre ra
y con gritos de aliento com o en u n a com petición, y no
escatim ó n in g ú n celo ni esfuerzo. A ca u sa de lo cual,
u n a ta re a q u e se esp eraba-que no fu e ra rem a tad a debi­
do a la oposición del enem igo, o que lo fu e ra con difi­
cu ltad al cabo de m uchos m eses, quedó realizada en
pocos días, y los h ab itan tes de Jan to se en co n traro n so­
m etidos a un cerco total.
B ru to condujo c o n tra ellos a soldados que, desde las
m áq u in as de asalto, b a tía n las m u rallas y a otros de
a pie c o n tra las p u erta s, y renovaba a todos co n tin u a­
m ente. Los defensores, oponiéndose siem pre a tropas
de refresco, aunque can sados y herid o s todos, re sistie­
ron, sin em bargo, h a s ta que p erm an eciero n de pie sus
parap eto s. C uando éstos fueron dem olidos y las to rre s
se resq u eb rajaro n , B ruto, sospechando lo que iba a ocu­
rrir, ordenó a los que estab an apostados c o n tra las p u er­
tas que se re tira ra n . Los de Jan to pen saro n que los tra-
170 HISTORIA ROMANA

bajos del enem igo estab a n desguarnecidos y sin vigilan­


cia e h iciero n u n a salida a la c a rre ra con an to rc h as pa­
ra in cen d iar las m áq u in as de asalto, pero, a u n a señal,
los ro m an o s carg aro n c o n tra ellos, que h u y ero n de nue­
vo hacia las p u e rta s de la ciudad. Al c e rra r los gu ard ia­
n es éstas antes de tiem po p o r tem o r a que los enem igos
se p re c ip ita ra n con ellos en el in te rio r tuvo lu g ar u n a
gran c a rn icería e n tre los de Ja n to que h a b ía n quedado
fu e ra en to rn o a las p u ertas.
78 No m ucho tiem p o después, los re sta n te s llevaron a
cabo u n a nueva salida, en to rn o al m ediodía, a raíz de
que se h u b iera n re tira d o o tra vez las fu erzas rom anas,
y qu em aro n to d as las m áquinas d e asalto a u n tiem po.
Como los ra strillo s de las p u e rta s h ab ían quedado le­
v an tad o s p o r m o r del d esa stre an terio r, unos dos m il
rom anos p e n e tra ro n con ellos en el in te rio r de la ciu­
dad. M ientras los dem ás se am o n to n ab an a la e n tra d a
tra ta n d o de p en e trar, cayeron de re p en te los rastrillos,
al ro m p erse las cu erd as, ya fu e ra p o r cau sa de los de
Ja n to o de m an era accidental, de ta l form a que algunos
de los ro m an o s que p u g n ab an p o r a b rirse paso re su lta ­
ro n m u erto s y otro s q u ed a ro n en el in te rio r atrapados,
p o rq u e no p u d iero n lev an ta r los ra strillo s, que habían
quedado sin las c u e rd as p a ra elevarlos. A lcanzados, en
u n lu g ar estrecho, p o r los pro y ectiles arro jad o s desde
a rrib a p o r los jantios, ab rién d o se p aso a la fu erza llega­
ro n al foro, que e sta b a cerca, y allí vencieron a los que
tra b a ro n co m bate con ellos, pero, asaetead o s p o r u n a
nube de d ard o s y com o no disp o n ían de ningún arco
ni de jab alin as, to m aro n refugio en el tem plo de Sarpe-
dón a fin de no verse rodeados. Los ro m an o s de fuera
de las m u rallas estab a n afligidos y tem ían p o r la su erte
de sus com pañeros del in te rio r —corriendo B ru to de
un lad o p a ra o tro — y se ap licaro n a toda clase de te n ta ­
tivas. Sin em bargo, no fu ero n capaces de ro m p e r los
ra strillo s p o rq u e estab a n re c u b ie rto s con h ie rro y care-
GUERRAS CIVILES IV 17 1

cían de escaleras y de to rres, ya que h ab ían sido incen­


diadas. Con todo, algunos im p ro v isaro n escalas, otros
arrim a ro n a los m u ro s tro n co s de árboles y trep a ro n
com o si fu e ran escaleras, o tro s a ta ro n ganchos de hie­
rro con m aro m as y los lanzaron p o r a rrib a de las m u ra ­
llas, y cu an d o alguno q u ed ab a fijado se au p ab an ellos
m ism os.
Los de Enoanda, que eran vecinos y se habían aliado
con B ru to p o r en em istad con los de Jan to , escalaron
las m u rallas a trav és de los p recipicios y, al verlos los
rom anos, los im itaro n su frien d o m uchas penalidades.
M uchos se despeñaron, pero h u b o algunos que lograron
fra n q u e a r la m uralla, y a b rie ro n u n p o rtó n protegido
p o r u na tu p id a em palizada y recibieron a los m ás a rries­
gados de los asa lta n te s que se atrev iero n a p a sa r p o r
encim a de las estacas. Y, al ser m ás num erosos, com en­
zaron a c o r ta r los ra strillo s que no estab a n protegidos
p o r h ierro p o r su c a ra interna, en tan to que otros, des­
de el ex terio r, h acían lo m ism o con ellos al m ism o tiem ­
po y les ayudaban. M ientras los jan tio s atac ab an con
fu ertes g rito s a los ro m anos e n c errad o s en el tem plo
de S arpedón, aquellos o tro s que estab a n en torno a las
p u ertas, p o r d en tro y p o r fuera, tem iendo p o r la su erte
de sus com pañeros se esforzaron con frenético afán y,
después de ro m p erlas, p e n e tra ro n en oleadas en el inte­
rior, a la p u esta del sol, dando fu ertes alaridos p ara
que sirv ieran com o u n a señal a los que estab a n dentro.
T ras la c a p tu ra de la ciudad, los jan tio s se a g ru p a­
ron en el in te rio r de sus casas, m a ta ro n a sus seres m ás
queridos que se ofrecieron voluntariam ente p ara ser ase­
sinados. Cuando se alzaron los gritos de lam ento, B ruto
pensó que h ab ía em pezado el saqueo y ordenó al ejérci­
to que lo in te rru m p ie ra , p o r m edio de heraldos. Pero,
tan p ro n to com o se en teró de lo que o cu rría, se apiadó
del esp íritu am an te de la lib e rta d de tales hom bres y
envió em isario s p a ra ofrecerles p ro p u e sta s de paz. Sin
172 HISTORIA ROMANA

em bargo, ellos d isp a ra ro n proyectiles c o n tra los m en­


sajero s y, tra s d a r m u erte a todos los suyos, los coloca­
ro n so b re p ira s prev iam ente p re p a ra d a s en sus casas,
les p re n d ie ro n fuego y se degollaron ellos m ism os so­
b re ellas. B ru to salvó lo que pudo de los tem plos, pero
sólo c a p tu ró a los esclavos de los jantios, y de los ciu­
dadanos a u n as pocas m ujeres lib res y poco m enos de
ciento cin cu e n ta hom bres.
Y ésta fu e la te rc e ra vez que los jan tio s se inm ola
ro n a sí m ism os p o r su am o r a la libertad. Pues en tiem ­
pos de H arp ag o el m edo, general de Ciro el G rande, se
su icid aro n de igual m odo an tes que a c e p ta r la esclavi­
tu d , y la ciu d ad fue la tu m b a de los jan tio s asesinados
p o r H arpago en aquella ocasión. Igual destino dicen que
su friero n en época de A lejandro el hijo de Filipo, no
so p o rtan d o obed ecer ni siquiera a A lejandro, que había
llegado a ser dueño de u n im p erio ta n grande.
81 B ru to descendió desde Ja n to h a s ta P atara , u n a ciu­
dad que serv ía de fo n deadero a los jantios, y rodeándo­
la con su ejército les ordenó a sus h a b ita n te s que le
obed ecieran en todo o que a c e p ta ra n s u frir la m ism a
su erte que los jantios. F ueron conducidos a presencia
de aquéllos algunos jan tio s, que se lam en taro n de sus
desgracias y les aco n sejaron que to m ara n m ejores deci­
siones. Como los de P a ta ra no dieron re sp u esta alguna a
éstos, les concedió el re sto del día p a ra que considera­
ra n el asu n to y se re tiró . Al día siguiente se p resen tó
con el ejército. Los h a b ita n te s g rita ro n desde las m u ra ­
llas que le obedecerían en lo que q u isiera y le ab rie ro n
las p u erta s. B ruto, tra s e n tra r en la ciudad, no expulsó
ni m ató a nadie, p ero re u n ió el o ro y la p la ta que poseía
la ciu d ad y o rd en ó q u e cad a ciu d ad an o tra je ra su p ro ­
pio peculio, bajo la am enaza de los castigos y recom ­
pensas que Casio h a b ía pro m u lg ad o en R odas. Así lo
hicieron, p ero un esclavo declaró que su dueño había
ocu ltad o o ro y se lo m o stró a u n c e n tu rió n que había
GUERRAS CIVILES IV 173

sido enviado a p o r él. C onducidas todas las p artes ante


ei trib u n a l, el dueño guardó silencio, pero su m adre,
que lo h a b ía seguido, tra ta n d o de salv ar a su hijo gritó
que h ab ía sido ella q u ien ocultó el oro. El esclavo, sin
ser in terro g ad o , le replicó que m en tía y que su hijo lo
h ab ía ocultado. B ru to aceptó el silencio del joven y el
su frim ien to de la m ad re y p erm itió que am bos se m a r­
c h a ra n indem nes con su oro, y crucificó al esclavo por
excederse de lo ord en ad o al c o n sp ira r c o n tra sus amos.
P or este m ism o tiem po, L éntulo fue enviado a An- 82
driace, el p u e rto de los m iresios, rom pió la cadena que
c e rra b a el p u erto y subió a M ira 77. Los m iresios acep­
taro n lo que les ordenó y , después de reco g er el dinero
igual que en P atara, reg resó ju n to a B ruto. La confede­
ració n licia envió em b ajadores a B ru to prom etiéndole
aliarse con él y a p o rta r el d in ero que pudieran. Él les
im puso trib u to s y rein teg ró su ciu d ad a los jan tio s li­
bres, y o rdenó que la flota licia ju n to con las o tras
naves nav eg aran h acia A b id o 78, a donde tam bién con­
dujo el ejército de in fan tería, y ag u a rd ó a Casio proce­
dente de Jo n ia p a ra c ru z a r ju n to s h asta Sesto 79. Cuan­
do M urco, que e sta b a al ancla en el Peloponeso a la
esp e ra de C leopatra, se en teró de que su flota había su­
frid o daños a consecuencia de un tem p o ral en la costa
de Libia, y vio los pecios a rra s tra d o s p o r las olas h asta
Laconia, y supo que la re in a h ab ía reg resad o a su país
con dificultad aquejada de una enferm edad, navegó hasta
B ríndisi p a ra no e s ta r inactivo con u n a esc u ad ra tan
grande. T ras an c la r en la isla que está ju n to al puerto,
im pidió el paso del re sto del ejército enem igo y que
a tre v esaran las provisiones h a c ia M acedonia. Antonio
luchó c o n tra él con los pocos navios de línea que tenía,
77 C iudad al s u r de Licia.
78 C iudad c o stera de la T róade, en Frigia.
79 C iudad costera del Q uersoneso Tracio, península frente a la eos*
ta de la T róade.
174 HISTORIA ROMANA

y con to rre s que m o n tó sobre arm ad ías, cad a vez que


él enviaba a su ejército sobre b arcazas, p o r destacam en­
tos, a la esp e ra de un fu e rte viento p ro ced en te de tie rra
p a ra que n o fu e ran c a p tu ra d a s p o r M urco. Sin e m b ar­
go, com o su fría daños, llam ó en su ayuda a Octavio,
que e sta b a com batiendo en el m a r c o n tra Sexto Pompe-
yo, en to rn o a Sicilia, p o r la posesión de esta isla.
83 La situ ació n de Pom peyo e ra la siguiente. P or ser
el hijo m ás joven de Pom peyo el G rande, no fue tenido
en consideración, al principio, p o r Gayo C ésar en E spa­
ña, pues p en sa b a que n o h a b ría de re alizar ningún he­
cho de im p o rtan cia debido a su ju v en tu d e inexperien­
cia. Él m erodeó p o r los alred ed o res del océano con unos
pocos dedicándose a la p ira te ría y o cu ltan d o que era
Pom peyo 80. C uando se unió a él m ás gente, p o rq u e se
dedicaba al saqueo, y tuvo ya u n a fuerza poderosa, re­
veló que e ra Pom peyo. Y, de inm ediato, todos los que
h ab ían sido soldados de su p a d re y de su h erm ano y
llevaban u n a existencia e rra b u n d a acu d iero n a su lado
com o su líd e r n atu ra l, y tam b ién llegó A rabio proceden­
te de África, que h ab ía sido despojado del re in o de su
p ad re según he referid o. De este m odo, al h a b e r aum en­
tad o el n ú m ero de sus tro p as, su s actos fu e ro n ya de
m ás en v erg ad u ra que la p ira te ría y el no m b re de Pom­
peyo co rrió de boca en boca a trav és de to d a España,
que e ra la m ás ex ten sa de las provincias. No obstante,
evitó p elear con los gobernadores de ella designados por
Gayo C ésar. E n terad o este ú ltim o de estos hechos, en­
vió a C arrin a con un ejército m ás n u trid o p a ra que com ­
b a tie ra a Pompeyo. P ero éste, al s e r m ás ligeras sus tro ­
pas, se m o stra b a de re p en te y desaparecía, y acosaba
así a su enem igo, y se ap o d eró entonces de algunas ciu­
dades pequeñas y g randes 81.
80 Año 45 a. C. Cf. supra, II 105.
81 Año 45 a. C. Cf. supra, II 122, y III 4. Sobre C arrina, cf. n. 4
a este libro.
GUERRAS CIVILES IV 175

C ésar envió a Asinio Polión com o su ceso r de C arrina, 84


p a ra co m b atir a Pom peyo 82, y, m ie n tra s am bos soste­
nían e n tre sí u n a g u e rra de sim ilares características,
Gayo C ésar fue asesin ado y el senado hizo re g re sa r a
Pompeyo. É ste se detuvo en M arsella y a g u a rd ó el ru m ­
bo de los acontecim ientos en Rom a. C uando fue elegido
p a ra co m an d ar el m a r con los m ism os poderes que tuvo
su p ad re, no reg resó ya a la ciudad, sino que se hizo
a la m a r con las naves que h ab ía en el p u erto , adem ás
de las que h ab ía tra íd o consigo desde E sp añ a 83. Una
vez co n stitu id o el go b ierno de los triu n v iro s, p a rtió h a ­
cia S icilia y, com o B itínico, el g o b ern ad o r de la isla,
no se la entregó, le puso cerco h a s ta que H ircio y Fan­
nie 83bis, dos p ro sc rito s h uidos de Rom a, convencieron
a B itínico p a ra que e n tre g a ra S icilia a Pompeyo.
Así se ad u eñ ó Pom peyo de Sicilia, y tuvo naves, una 85
isla b ien situ a d a fren te a Italia y u n ejército, a la sazón,
num eroso, com puesto p o r las tro p as que ten ía de antes
y aquellas o tras de gente libre o esclava que llevaron
h a s ta él los fugitivos de R om a y las que le enviaron,
desde Italia, las ciu d ad es que h ab ían sido ofrecidas pú­
blicam en te a los soldados com o botín p o r la victoria.
E stas ciudades, en efecto, tem ían en sus planes, m ás
que todo, a la victo ria de los triu n v iro s y se oponían
p o r todos los m edios en secreto. Los ciudadanos ricos
hu y eron de su p atria, p o r no c o n sid erarla ya com o tal,
al lado de Pompeyo, p u es e ra el que m ás cerca estaba
y gozaba del cariño de todos en aquel entonces. Tenía
consigo, adem ás, m arin o s p ro ced en tes de África y de
España, ex pertos en la m ar, de ta l m odo que Pompeyo
estab a bien p ro visto de oficiales, de naves, de soldados

82 Año 44 a. C.
83 Año 43 a. C. Cf. supra, III 4.
S3bis G . Fannio (c f. M ü n z e r , e n RE, s .v . Fannius, n ú m . 9), p re to r
en el 55 a. C. (c f. infra, V 139). B r o u g h t o n , II,pág. 189,duda entre
55 y 54 a. C.
176 HISTORIA ROMANA

de in fa n te ría y de dinero. C uando O ctavio se en teró de


esto, envió a S a lv id ie n o 84 con u n a flo ta p a ra que na­
vegara c o n tra Pompeyo, en la id ea de que sería ta re a
fácil destru irlo . Y él m archó a través de Italia p a ra u n ir­
se a S alvidieno en Regio. Pom peyo salió al en cuentro
de Salvidieno con u n a gran e s c u a d ra y tuvo lu g ar una
b a ta lla naval en tre am bos, en la boca del E strecho, a
la a ltu ra de Escileo 85. Las naves de Pom peyo, p o r ser
m ás ligeras y e s ta r gobernadas p o r hom bres m ás exper­
tos en la m ar, se im p u sieron p o r su rapidez y experien­
cia, m ie n tra s que las rom anas, m ás pesadas y de m ayor
tam año, tuvieron d ificultades. Y, cu an d o sobrevino la
m arejad a usu al del E s tre c h o 85bls y el m a r rom pía a ca­
da lado a causa de la corriente, las tripulaciones de Pom­
peyo su fría n m enos al e s ta r h a b itu a d a s al oleaje, p ero
las de Salvidieno, m anteniéndose de pie a d u ra s penas
p o r la falta de co stu m bre, incapaces de m an eja r los re­
m os y de te n e r bajo co ntrol los gobernalles, cayeron en
el desorden. En consecuencia, h ac ia la p u e sta de sol,
S alvidieno fue el p rim ero en to c a r a re tira d a y tam bién
lo secundó Pompeyo. Las naves de cad a b an d o sufrie­
ro n p o r igual. Salvidieno se re tiró al p u e rto de B alaro,
en la b oca del E strecho, donde re p a ró eí re sto de su
flota, que h ab ía q u edado d añ a d a y averiada.
Octavio, a su llegada, dio a los h a b ita n te s de Regio
e H iponio g aran tías solem nes de qüe sería n exceptua­
dos de la lista de p rem io s p o r la victoria, pues tem ía

84 Se tra ta de Q. Salvidieno R ufo (cf. supra, n. 1 9 al libro III, y


n. 38 a este libro), ejem plo típico de ho m o novus (cf., al respecto, n.
6 2 al libro III); según D ió n C a s ., XLVIII 3 3 , 2 , h ab ía sido p a sto r y e ra
u n joven oficial que tra b ó a m ista d con O ctavio cuando se e n co n trab a
en Apolonia. Llegó a se r có n su l designatus p a ra el 3 9 a. C., aun sin
s e r m iem bro del senado, sino sólo c a b a lle ro (cf. V e l ., II 7 6 , 4 ). E ste
com bate naval tuvo lu g ar en el m es de enero o fe b re ro del 4 2 a. C.
85 C iudad c o stera del B rutio.
«bis Cf. n. 244 al libro V.
GUERRAS CIVILES IV 177

sobre todo su pro x im idad al E strecho. Como Antonio


le h ab ía llam ado con urgencia, navegó h acia él en Brín-
disi, ten ien d o a su izq uierda a S icilia y Pompeyo, pero
posterg ó la co n q u ista de la isla p o r el m om ento. Murco,
ante la aproxim ación de Octavio, se re tiró u n poco de
B ríndisi, con objeto de no q u e d a r en m edio de Antonio
y Octavio, y ag u ard ó el paso de las naves de tran sp o rte
que tra sla d a b a n el ejército desde B rín d isi a M acedonia.
É stas eran escoltadas p o r trirre m es, pero, com o se le­
vantó p o r azar u n fu e rte viento favorable, cru zaro n sin
tem o r y no tu v iero n necesidad de escolta. Aunque M ur­
co se llenó de irritació n , aguardó, sin em bargo, el re­
greso de los barco s vacíos. P ero éstos, tam bién en esta
ocasión y llevando nuevam ente o tro ejército, cruzaron
el E strech o a todo tra p o h a sta q u e el ejército en su to­
talidad, ju n to con Octavio y Antonio; hubo pasado. M ur­
co, pese a e stim a r que h ab ía su frid o el revés por causa
de alg u n a fatalid ad , m antuvo su posición p a ra cau sar
cuan to dañ o p u d ie ra a las naves que les llevaran desde
Italia pertrechos, alim entos y tro p as suplem entarias. Do-
m icio Ahenobarbo 84 fue enviado p o r B ruto y Casio con
o tras cin cu en ta naves, u n a legión y arq u ero s p a ra que
co o p eraran con él en esta ta re a q u e juzgaban de sum a
utilidad; pues, com o las tro p as de Octavio y Antonio ca­
recían de su m in istro ab u n d a n te de provisiones desde
alguna o tra p arte, les pareció conveniente c o rta rles el
que les venía de Italia.
Y, así, ellos, con ciento tre in ta navios de línea y un
n ú m ero m ay o r de b arco s au x iliares y con u n ejército
n um eroso navegaban de u n lado p a ra o tro y acosaban

86 Gn. Dom icio A henobarbo, p a rtic ip ó con su p a d re L. Domicio


A henobarbo (cónsul en el 54 a. C.) en la g u e rra civil de! 49 a. C. c o n tra
César. Fue cónsul en el 32 a. C. y , poco a n te s de Accio, se pasó a O cta­
vio, p e ro m u rió p ro n to (cf. S u e t ., Ñero 3, 3-4; y , en general, Münzer,
en RE. s.v. D om itius, núm . 23).
178 HISTORIA ROMANA

al enem igo. Decidió y N orbano, a quienes Octavio y


Antonio h ab ían enviado previam ente a M acedonia con
ocho legiones, avanzaron desde allí h a sta la zona m on­
tañ o sa de T racia, d istan te u nos m il quin ien to s estadios,
h a sta que tra sp a sa ro n la ciudad de Filipos 87 y se apo­
d e raro n de los pasos m ontañosos de los corpilos y sa-
peos, que estab a n b ajo el p o d er de R ascúpolis y que
era n la ú n ica ru ta conocida p o r donde e ra posible c ru ­
zar de Asia a E uropa. É ste fue el p rim e r o b stácu lo con
el que tro p ez aro n B ru to y Casio después d e atra v esar
de Abido a Sesto 8\ R ascúpolis y R asco e ra n dos h er­
m anos de la fam ilia re a l de T racia, que g o b ern ab an un
solo p aís y estab a n divididos entonces en su opinión so­
b re la alianza. R asco h a b ía to m ad o p a rtid o p o r Octavio
y Antonio, en tan to que R ascúpolis lo h a b ía hecho p o r
B ru to y Casio, y cad a uno ten ía tre s m il jin etes. Cuando
los de C asio tra ta ro n de in fo rm arse de las ru ta s, R ascú­
polis dijo q ue la que p asab a a trav és de E no 89 y Ma-
ro n ea 90 e ra corta, u su al y frecu en tad a, p ero llevaba al
desfiladero de los sapeos que e sta b a ocupado p o r los
enem igos y era im posible de atra v esar, y que la ru ta
de circunvalación era trip le de la rg a y difícil.
Sin em bargo, ellos, p ensando que los enem igos se
h ab ían ad elan tad o no p a ra im pedirles el paso, sino que
h ab ían p asado de M acedonia a T ra cia p o r fa lta de víve­
res, sig uieron la ru ta de Eno y M eronea desde Lisima-
quea y C ardia, ciu d ad es que c ie rra n el Q uersoneso tra ­
cio a m odo de p u e rta s, y al día siguiente llegaron al
golfo de M elana. Allí p asaro n revista al ejército que a rro ­

87 O C rénides, en la zona su ro rie n ta l de M acedonia, c asi lim ítro ­


fe con T racia. Fue el esc en a rio de dos céleb res ba ta lla s.
88 B ru to y Casio se e n c o n tra ro n en É feso, pa sa ro n a Abido y c ru ­
zaron el H elesponto, a finales de veran o del 42 a. C.f h a sta la cost
del Q uersoneso T racio, a la ciu d ad de Sesto.
89 C iudad c o stera dei s u r de T racia, en la r u ta a M acedonia.
90 C iudad c o stera del s u r de T racia, en la ru ta a M acedonia.
GUERRAS CIVILES IV 179

jó un balan ce to tal de diecinueve legiones de infantería.


B ru to ten ía ocho y Casio nueve, no com pletas, pues dos
legiones estab a n aún incom pletas, de form a que en con­
ju n to su m ab an unos o chenta m il soldados de in fan te­
ría. B ru to ten ía c u a tro m il jin etes galos y lusitanos y
otro s dos m il tracios, ilirios, p a rto s y tesalios. Casio,
a su vez, ten ía dos m il jin etes españoles y galos, y cu a­
tro m il arq u ero s a caballo árab es, m edos y partos. Le
acom pañaban, adem ás, com o aliados, reyes y tetra rcas
de los g álatas de Asia con o tra fu e rza nu m ero sa de in­
fa n te ría y m ás de cinco m il jinetes.
A e s ta ca n tid ad ascendía el núm ero de tro p as re­
v istad as p o r Casio y B ru to en el golfo de M elana, y con
ellas avanzaron p a ra la batalla, dejando el resto p ara
aten d e r a lo que fu e ra n ecesario en otros lugares. Des­
pués de llevar a cabo u n a lu stra c ió n del ejército en la
form a aco stum brada, co m pletaron el pago de las recom ­
pensas p ro m etid as que a ú n se deb ían a algunos, pues
se h ab ían p ro visto de ab u n d an tes re cu rso s m onetarios
y tra ta b a n de p ro p iciarse a los soldados, en especial,
a aquellos que h ab ían servido bajo Gayo C ésar, no fue­
ra a se r q ue alguno, an te la visión o el nom bre hom óni­
mo del joven César, que estab a avanzando, ca m b iara de
actitud. Y p o r este m otivo les pareció o p o rtu n o d irig ir­
se nuevam ente en público a los soldados. En consecuen­
cia, se co n stru y ó u n a g ra n p latafo rm a y subieron a ella
los g enerales acom pañados de los senadores; el ejérci­
to, en cam bio, tan to el propio de cad a uno com o los
aliados, estab a n de pie a lre d ed o r abajo de la tribuna,
contentos al p ro n to an te la visión de ta n g ra n núm ero
de tro p as in teg ra n te s de am bos ejércitos, la m ás pode­
ro sa que jam ás se h a b ía m o strad o a sus ojos. Y, al p u n ­
to, tam bién, am bos g enerales se vieron em bargados de
un arro jo y u n a firm e esp eran za al m an d ar u n a c a n ti­
dad tan in m en sa de tro p as. E ste hecho, m ás que cu al­
q u ier o tra cosa, co m p actab a al ejército en su fidelidad
180 HISTORIA ROMANA

h ac ia sus co m andantes, pues las esp eran zas com unes


en g endran buenos sentim ientos. H ab ía un g ra n alboro­
to, com o suele o c u rrir e n tre ta n ta gente, y los heraldos
y tro m p etero s to caro n a silencio, y, cuando p o r fin éste
se hizo, C asio —pu es e ra el de m ás edad— se adelantó
un poco de la fila h a sta el c e n tro y dijo lo siguiente:
«El objetivo com ún de n u e stra lu ch a 91, cam arad as, es
lo p rim ero q u e nos u ne en u n a fid elid ad m u tu a, pero
tam b ién nos ata el que os hem os dado cu an to habíam os
prom etido, lo que co n stituye la m ejo r g a ra n tía en rela­
ción con aquellas o tra s cosas q u e os tenem os p ro m eti­
das p a ra el futu ro . N u e stras esp eran zas ra d ic a n en el
v alo r de vosotros, que com batís com o soldados, y de
noso tro s, a quienes veis sobre e sta trib u n a , tan to s y tan
cualificad o s m iem bros del senado. Tenem os, com o veis,
gran ab u n d an cia de m a te ria l de g u erra, de trigo, de a r­
m as, de dinero, de naves y tro p a s au x iliares de nues­
tra s p ro vincias y de los reyes aliados. Así que ¿qué ne­
cesidad hay de e x h o rta r con p ala b ra s a m o s tra r su celo
y co ncordia a quienes vinculan u n p ro p ó sito com ún y
unos com unes in tereses? En lo que re sp ecta a las ca­
lum nias q ue han p ro p alad o c o n tra n o so tro s dos hom ­
b re s enem igos, las conocéis con la m ay o r exactitud, y
p o r esa m ism a razón estáis disp u esto s a lu c h a r a nues­
tro lado. Con todo, p arece adecuado explicar ahora, una
vez m ás, la razón que deja bien p a te n te que a nosotros
nos asiste la cau sa m ás h o n ro sa y ju s ta de la guerra.
»N osotros, en efecto, en cu m b ram o s a C ésar, com ­
batien d o en las g u erras con él a v u e stro lado y desem ­

91 S obre el significado de este largo d isc u rso de Casio, cf. G a b b a ,


Appiano..., págs. 180-182. G abba ve en este d isc u rso de Casio, que no
tiene c o n tra p a rtid a p o r p a rte de los adversarios, u n nuevo inten to de
c o n tra p o n er, en el re la to histó rico , razones y arg u m e n to s que ju stifi­
quen la cau sa del b ando repu b lican o fren te a los p a rtid a rio s de C ésar
y la p ro p a g an d a augústea. Adem ás de la finalidad co n creta de d a r áni­
m os a un e jército fiel a n tes de u n a b a ta lla decisiva.
GUERRAS CIVILES IV 181

peñando a sus ó rd en es cargos m ilitares, y continuam os


siendo sus am igos p o r m ucho tiem po, de m odo que na­
die p u ed e p en sa r q ue conspiram os c o n tra su persona
por razón de u n a en em istad privada. P ero fue en época
de paz cuan d o se hizo ac ree d o r de rep u lsa, y no por
a te n ta r c o n tra n o so tro s sus am igos, ya que incluso en­
tre éstos éram os distinguidos, sino c o n tra las leyes y
el o rd en am ien to constitucional. E ntonces no quedó en
pie ninguna ley, aristo crática o popular, que rigiera aque­
llas institu cio n es que, precisam ente, en su totalidad, ha­
bían estab lecid o n u estro s p ad res de fo rm a arm ónica,
cuando ex p u lsaro n a los reyes y ju ra ro n e im precaron
m aldiciones de no to le ra r en el fu tu ro o tro poder real.
N osotros, los d escendientes de los que así ju ra ro n , por
defen d er aquel ju ra m e n to y a p a rta r de nosotros m is­
m os las m aldiciones, no pudim os so p o rta r p o r m ucho
tiem po el co n se n tir que un solo hom bre, aunque fuera
n u estro am igo y benefactor, a rre b a ta ra al pueblo el con­
tro l del teso ro público, los ejército s y las elecciones de
m ag istrad o s, y al senado la designación de los goberna­
dores de provincias, y que se c o n v irtiera en ley en lugar
de las leyes, en so b eran o en lu g ar de la so b eran ía popu­
la r y en a u tó c ra ta en lu g a r de la a u to rid a d del senado,
y p a ra todo propósito.
»Tal vez vosotros no com prendíais con exactitud el 92
alcance de estos hechos y tan solo veíais su valor en
el com bate. Pero ah o ra podréis co m p ren d erlo con faci­
lidad, observando, tan sólo, la p a rte que a vosotros os
concierne. Pues vosotros, que sois el pueblo, obedecéis
en la g u e rra en todo a los generales com o a soberanos,
pero, en tiem po de paz, re cu p eráis esta so b eran ía sobre
nosotros. El senado d elib era previam ente p a ra que no
com etáis erro res, pero sois vosotros los que decidís, y,
votando p o r trib u s o ce n tu rias, designáis a los cónsu­
les, trib u n o s de la p lebe y p reto res. Y en los com icios
tom áis decisiones so b re los asu n to s de m ayor trascen-
182 HISTORIA ROMANA

dencia, e im ponéis castigos o recom pensas cu an d o nos


hacem os acreed o res de u n a u o tra cosa en el ejercicio
de n u estro cargo. E ste eq u ilib rio de poderes, ciudada­
nos, ha- llevado a n u estro im perio a la cúspide de la feli­
cidad, y otorgó honores a los que se lo m erecían, y los
h o m enajeados os m o stra ro n su g ra titu d . E n v irtu d de
este poder, h icisteis cónsul a E scipión, cuando testim o­
n iasteis en su favor en lo co n cern ien te a África; y elegís
trib u n o s de la plebe, cad a año, a quienes queréis, opo­
niéndoos a n o so tro s en in teré s vuestro, si es preciso,
¿pero a qué e n u m erar m u ch as cosas que ya conocéis?
93 »Sin em bargo, desde que C ésar se hizo dueño abso­
lu to del poder, ya no elegisteis ni u n solo m agistrado,
fu e ra p re to r, cónsul o trib u n o de la plebe, ni testim o­
n iasteis en favor de los hechos de nadie, ni au n q u e lo
h u b ie ra is hecho, h u b ie ra is podido recom pensarle. Por
decirlo en u n a p alab ra, nadie os debió g ra titu d p o r u n a
m a g istra tu ra , o gobierno de provincia, ni p o r v u estra
ap ro bación de su gestión o p o r su absolución en el ju i­
cio. Y lo que fue m ás lam en tab le de todo, ni siquiera
p u d isteis a y u d a r a v u estro s trib u n o s, cu an d o fueron
agraviados, u na m a g istra tu ra que habíais establecido co­
m o p ro p ia y p erp etu a, y h ab íais designado sag rad a e
inviolable; an tes bien, incluso, visteis que u nos hom bres
inviolables eran despojados de la inviolabilidad de su
cargo y de sus o rn am en to s sagrados, con sañ a y sin ju i­
cio previo, p o r la o rd e n de u n solo hom bre, p orque
decidieron p ro c ed er en v u estra defensa c o n tra los que
q u ería n p ro c la m arlo rey. H echo que, p o r lo dem ás, p ro ­
vocó la reacción m ás a ira d a p o r p a rte del senado y en
razón de v u estro in terés, pues el cargo de trib u n o es
de v u estra com petencia y no de la del senado. No
obstante, no pudieron ce n su rar abiertam ente a este hom ­
b re ni llevarlo a ju icio a causa del p o d er de sus ejérci­
tos, que, aunque tam b ién habían p ertenecido largo tiem ­
po a la R epública, los h ab ía hecho suyos propios, y, en
GUERRAS CIVILES IV 183

consecuencia, re c u rrie ro n a la ú n ica fo rm a que todavía


qued ab a de d efenderse de la tira n ía , cual e ra co n sp irar
c o n tra la p erso n a del tirano.
»Se p re cisab a que la decisión co rresp o n d iera a los 94
hom bres m ás destacados, p ero que el hecho fu e ra obra
de unos pocos. Y, u n a vez que el acto tuvo lugar, el
senado reveló de in m ediato el se n tir com ún con clari­
dad, cu an d o p ro p u so que se co n ced ieran recom pensas
a los tiran icid as. Sin em bargo, com o A ntonio se opuso
a ellos con el p retex to de que se pro v o caría el desor­
den, y com o n o sotros no tuvim os la intención de ayudar
a R om a p o r razón de u n a recom pensa sino ta n sólo por
el p ro p io in teré s de la p atria , se ab stu v iero n de esta
m edida p o rq u e no q u e ría n u ltra ja r a C ésar y sí ú n ica­
m ente verse lib res de la tiran ía. P ero votaron, no obs­
tante, que hubiese am nistía p a ra todos y, de m anera m ás
explícita, que no h u b iera procesos ju d iciales p o r causa
del asesinato. Y, al poco tiem po, cuando Antonio soli­
v iantó a la m u ltitu d c o n tra nosotros, el senado nos con­
cedió cargos y el gobierno de las provincias m ás exten­
sas y nos designó jefes de todos los te rrito rio s desde
el A driático h a s ta S iria, ¿acaso castigándonos com o a
unos crim inales, o distinguiéndonos com o a unos tira ­
nicidas con la p ú rp u ra sagrada, con las fasces y las h a­
chas? P or e s ta razón hicieron re g re sa r del exilio al jo­
ven Pompeyo, que no estab a im plicado en estos hechos,
sólo p o rq u e era hijo de Pom peyo el G rande, que fue el
prim ero que luchó en favor de la R epública, y porque
se h ab ía o p u esto u n poco a la tiran ía, de fo rm a s o te rra ­
da, en E spaña. T am bién d e c re ta ro n que le fu e ra devuel­
to con cargo al e ra rio público el im p o rte estim ativo de
la h eren cia p a te rn a y lo d esignaron com andante en jefe
del m a r a fin de que él tam bién, com o defensor de la
República, o ste n ta ra alg una m ag istratu ra . ¿Qué m ás he­
chos o indicios q u eréis re c a b a r del senado de que todo
se hizo conform e a su voluntad, salvo que únicam ente
184 HISTORIA ROMANA

os lo co n firm en tam bién de p a la b ra ? P ero esto m ismo,


adem ás, lo van a h acer y lo d irá n y, al m ism o tiem po,
os recom pensarán con grandes dones cuando puedan ha­
b la r y recom pensaros.
»Pues cu ál es su condición actual, la sabéis. H an
sido p ro sc rito s sin ju icio y sus p ro p ied a d es confisca­
das; son asesin ad o s sin que m edie u n a condena, en sus
casas, en las calles, en los tem plos p o r los soldados, es­
clavos y enem igos personales; son sacados a ra s tra s de
sus escondites, p erseg uidos p o r doquier, au n q u e las le­
yes p erm iten el exilio voluntario. E n el foro, donde no
llevam os jam ás la cabeza de nin g ú n enem igo, sino sólo
arm as y ro s tra s de navios, están ex p u estas las cabezas
de los que ayer m ism o e ra n cónsules, p re to res, trib u ­
nos, ediles y caballeros; y, p a ra colm o, hay establecidas
recom pensas p a ra estas atro cid ad es. Ello h a supuesto
u n a eru p ció n de todos aquellos h orrores, p o r largo tiem ­
po adorm ecidos, ap resam ien to s rep en tin o s de hom bres,
crím enes nefandos y diversos de m ujeres y niños, lib er­
tos y esclavos. A u n a ta n g ran d e c o rru p ció n y a tal
condición se h a visto ab ocada la ciudad. Y quienes en­
cabezan a los hom bres m alvados en estas cosas abom i­
nab les son los triu n v iro s, que p ro sc rib en an tes que los
o tro s a sus pro p io s herm anos, tíos y guardianes. Se di­
ce que en o tro tiem po la ciudad fue c a p tu ra d a p o r los
b á rb a ro s m ás salvajes, p ero a n adie le c o rta ro n la cabe­
za los galos, n i co m etieron vejaciones c o n tra los cadá­
veres, ni q u ita ro n a sus enem igos la o p o rtu n id ad de
esconderse o escapar. Ni nosotros, jam ás, a ninguna ciu­
d ad de las que con q u istam os le im pusim os un tra to se­
m ejante, ni sabem os de otros que lo hicieran, como ahora
u n a ciudad, que no es u n a c iu d a d cu alq u iera, sino la
ciu d ad hegem ónica, su fre el atro p e llo de aquellos que
fu ero n elegidos p a ra re g u la rla y re sta b le c e r el orden
institu cio n al. ¿Qué acción com p arab le a ésta hizo Tar-
quinio? Al cual, p o r el u ltra je in ferid o a u n a sola m u­
GUERRAS CIVILES IV 185

jer, inflam ado p o r la pasión, y a p esa r de se r el rey,


n u estro s an tep asad o s lo expulsaron del tro n o y, p o r es­
ta ú nica acción, p ro m etiero n que ya n u n ca serían go­
b ern ad o s p o r reyes.
»Y m ien tras los triu n v iro s com eten esto s hechos,
nos llam an crim inales im píos y, so pretex to de vengar
a César, p ro sc rib en a los que ni siq u iera se en co n tra­
b an en la ciu d ad cuando fue asesinado. E n tre los cuales
se cu en tan tam b ién éstos que aquí veis, p ro sc rito s por
su riqueza, linaje o p o r el ta la n te de su e sp íritu re p u b li­
cano. P or esta razón fue p ro sc rito Pompeyo, ju n to con
nosotros, a u n cuando e sta b a lejos, en E spaña, cuando
actuam os. Y, p o rque es hijo de u n p a d re republicano
—m otivo p o r el cu al fue hecho re g re sa r p o r el senado
y obtuvo el m ando del m ar—, fue p ro scrito p o r los triu n ­
viros. Y ¿qué p artic ip a ció n tuv iero n en la conspiración
c o n tra C ésar las m u jeres co ndenadas a p ag a r trib u to ?
¿C uál fue la de aq u ella p a rte del pueblo, cuya hacienda
alcance u n v alo r de h a s ta cien m il dracm as, que ha sido
conm inada a h ac er u n a evaluación de la m ism a bajo la
presió n de denuncias y castigos, y a la que se le im po­
nen nuevas tasas y trib u to s? Pero, ni au n q u e han recu ­
rrid o a estas m edidas, h an pagado en su to talid ad la
sum a p ro m etid a a sus soldados. En cam bio, nosotros,
que no hem os hecho n ad a im pío, os dim os lo prom etido
y tenem os dispuestos otros fondos p a ra m ayores recom ­
pensas. De esta form a, n o so tro s gozam os del favor de
la divinidad, p o rq u e actuam os con justicia.
»Pero, adem ás del favor divino, podéis v er la opi­
nión de los h o m b res volviendo los ojos h acia estos ciu­
dadanos vuestros, a los que conocisteis en num erosas
ocasiones com o v u estro s generales y com o cónsules, y
alabados en uno y o tro caso; veis que h an huido a n u es­
tro lado, com o ju n to a unos h o m b res h o n rados y defen­
sores de la R epública. H an elegido n u e s tra cau sa y se
han unido a n o sotros en las súplicas y con su ayuda
186 HISTORIA ROMANA

m ateria l p a ra lo que q u ed a p o r hacer. Pues m ucho m ás


ju s ta s son las recom pensas que hem os ofrecido p o r su
salvación, que aquellas que ofrecieron los triu n v iro s por
su m u erte. Y sab en los triu n v iro s que, si m atam os a
C ésar p o rq u e q u ería g o b ern ar en solitario, no vam os a
co n se n tir q u e asum an el p o d er de aquél ni tam poco lo
asu m irem o s n o sotros m ism os, sino que le ofrecerem os
el gobierno en com ún al pueblo siguiendo la tradición
p a tria . Veis, p o r consiguiente, q u e no es el m ism o p ro ­
p ósito p o r el que cada bando h a em puñado las arm as:
unos lo h acen p o r co n seguir el p o d e r ab so lu to y la tira ­
nía, com o lo han d em o strad o ya con las proscripciones;
nosotros, en cam bio, p o r nin g u n a o tra razón que la de
p o d er vivir tan sólo com o ciu d ad an o s privados, bajo el
im perio de la ley, en n u e s tra p a tria lib era d a u n a vez
m ás. N a tu ralm en te estos hom bres, y los dioses antes
que ellos, h an elegido n u e stra causa. Y no existe espe­
ranza m ás grande en la g u erra q u e la ju stic ia de la cau­
sa de uno.
98 »Que no sea o b stácu lo p a ra n adie p e n sa r que fue
soldado de C ésar. P ues ni entonces siq u iera fuim os sol­
dados de él, sino de la p a tria , y tam poco el salario y
las recom pensas recib idas e ra n de C ésar, sino del e ra ­
rio público, igual que a h o ra no sois un ejército de Casio
o de B ruto, sino de Rom a. Y n o so tro s som os vuestros
com pañeros de arm as, unos g enerales del pu eb lo ro m a­
no. Si n u estro s enem igos p e n sa ra n esto m ism o, sería
posible p a ra todos d ep o n er sin p eligro las arm as y de­
volver a la ciu d ad todos los ejércitos, y que ésta eligiera
lo que fu e ra conveniente. Si a c ep tan estas cosas, les in­
vitam os a h acerlo. Pero, pu esto que no las aceptan, ni
po d rían a c ep tarla s ya a causa de las p roscripcion es y
de todo lo dem ás que h an hecho, vayam os cam aradas
con san a esp eran za y sin cero afán, a co m b atir en com ­
p añ ía del senado y del pueblo rom ano, solam ente por
la libertad.»
GUERRAS CIVILES IV 187

Todos g ritaro n a una: «Adelante», y pidieron ser con­


ducidos de inm ediato, y Casio, contento con su ardor,
proclam ó de nuevo silencio y dijo: «¡Ojalá que los dio­
ses, que p resid en las g u erras ju stas, cam arad as, os re­
com pensen p o r v u estro celo y confianza. E nteraos aho­
ra que aquello que depende de la h u m an a previsión de
los generales lo poseem os en m ay o r núm ero y m ejor
que n u e stro s enem igos. E stam os eq u ilib rad o s en el n ú ­
m ero de legiones de in fan tería, au n q u e hem os dejado
a trá s m uchas o tra s tro p a s p a ra a te n d e r a las necesida­
des de m uchos o tro s lugares; som os, en cam bio, muy
su p erio res en cab allería y en naves, así com o en tropas
aux iliares enviadas p o r reyes y provincias que se ex­
tienden h a s ta los m edos y los p arto s. Sólo tenem os ene­
m igos d elan te de n o sotros, p ero contam os a sus espal­
das con Pom peyo, que co o p era con nosotros en Sicilia,
y, en el A driático, M urco y A henobarbo, con u n a gran
flota, ab u n d a n cia de b arco s au xiliares, dos legiones de
soldados y arq u ero s, n avegan de u n lado a o tro conti­
n uam en te y los acosan de m uchas form as, en tan to que
la tie rra y el m a r e stán lim pios de enem igos a n u e stra
re ta g u ard ia. E n cu an to al dinero, que algunos llam an
los nervios de la g u erra, ellos no lo tienen y ni siquiera
han entreg ad o al ejército las can tid ad es prom etidas. Los
fondos allegados m ed iante las p ro scrip cio n es no cum ­
pliero n sus expectativas, p u esto q u e ningún hom bre de
buenos sen tim ientos quiso c o m p ra r tie rra s que su scita­
ban odio. No pu ed en o b ten er re cu rso s de alguna o tra
p arte, ya que Ita lia se e n c u e n tra ex h au sta p o r cau sa de
las luchas in testin as, de los im puestos y las p ro scrip ­
ciones. En cam bio, nosotros, gracias a n u e stra gran p re­
visión, las poseem os de form a ab u n d an te p o r el m om en­
to, de tal m odo que podem os e n tre g aro s o tra s sum as
de inm ed iato y m u ch as m ás después, las cuales se en­
cu e n tran en cam ino, re u n id a s e n tre los pueblos que es­
tán a n u e stra s espaldas.
188 HISTORIA ROMANA

100 »Y las provisiones, cuyo su m in istro re s u lta lo m ás


difícil p a ra los g ran d es ejércitos, no existen p a ra aqué­
llos, salvo las que pueden o b ten er sólo de M acedonia,
p aís m ontañoso, y de Tesalia, p aís pequeño, y éstas de­
b en serles llevadas p o r tierra , con grandes dificultades.
Y si tra ta n de im p o rtarlas de L ucania, A pulia o África,
se lo im piden p o r com pleto Pom peyo, M urco y Domi-
cio. N osotros, en cam bio, poseem os víveres, y nos son
tra n sp o rta d o s a diario, sin esfuerzo, a trav és del m a r
y desde las islas y toda aquella p a rte del continente que
está e n tre T racia y el río E u frates, y sin que pueda im­
p ed irlo nadie, pu es no tenem os a nin g ú n enem igo de­
trá s de n o sotros. P or consiguiente, e s ta rá en n u e stra s
m anos a c e le ra r la celebración de la b a ta lla o d eg astar
al enem igo p o r h am b re m ed ian te su dilación. T antos y
de tal im p o rtan cia son los p rep arativ o s, cam arad as, en
lo que d epende de la previsión h u m an a. ¡Ojalá que el
cu rso de los aco ntecim ientos e n c o n tra ra ju s ta co rres­
pondencia p o r p a rte de los dioses y p o r v u e stra parte!
Y com o no so tro s ya os hem os pagado cuanto os prom e­
tim os p o r vu estro s a n terio res hechos y hem os recom ­
p en sad o v u e stra fid elidad con regalos abun d an tes, os
recom p en sarem o s tam b ién p o r e s ta gran b atalla, con la
ay u d a de los dioses, en fo rm a dig n a de ella. P ero ahora,
p a ra in c re m e n ta r el celo con el que avanzáis ya hacia
el com bate, con m otivo de esta re u n ió n y de estas pala­
b ra s, ofrecerem os de inm ediato com o sum a adicional,
desde esta trib u n a , m il quin ien to s d racm as italianos a
cada soldado, a cad a c e n tu rió n cinco veces e sa sum a
y u n a ca n tid a d p ro p o rcio n al a ca d a trib u n o m ilitar.»
101 D espués de h a b e r p ro n u n c ia d o estas p a la b ra s y de
te n e r p re p ara d o al ejército ta n to aním ica com o m ate­
rialm ente, disolvió la asam blea. Los soldados p erm ane­
cieron p o r m ucho tiem po elogiando a Casio y B ru to y
les p ro m etiero n que h a ría n c u a n to estu v iera en m anos
de ellos. Los generales d istrib u y ero n , acto seguido, el
GUERRAS CIVILES IV 189

dinero e n tre ellos y añ ad iero n o tra s recom pensas a los


m ás b ravos bajo m uy d iversos p retex to s. A los que re ci­
bían el dinero, los enviaban sobre la m archa, p o r d esta­
cam entos, hacia D orisco 92, y ellos los siguieron poco
después. Dos águilas se p o saron sobre las o tra s dos de
p lata de los esta n d a rte s picoteándolas o, según dicen
otros, protegiéndolas. Y p erm an eciero n allí, alim en ta­
das p o r los generales a costa de las provisiones p úbli­
cas, h a sta que em p ren d iero n el vuelo el día a n te rio r a
la batalla. D espués de u n a m arc h a de dos días b o rd e an ­
do el golfo de M elana, llegaron a Eno y, desde aquí,
a D orisco y a todas las dem ás ciu d ad es co steras que
se ex tien d en h a sta el m onte S e r r e io 53.
Como el citado m onte se a d e n tra b a en el m ar, ellos 102
to rcie ro n h acia el in terio r, p ero enviaron a Tilio Cím-
b e r con la flota, u n a legión de soldados y algunos a r­
q uero s p a ra que co stea ra el p ro m o n to rio que e sta b a
d esierto de tiem po atrás, aunque e ra fértil, pues los tra-
cios no u tilizan el m ar n i descienden a la co sta p o r te ­
m or a los p iratas. P o r ello, o tro s griegos y los calcideos
se posesio n aro n de él, p o r se r pueblos m arineros, y lo
hiciero n flo recer p o r el com ercio y la ag ric u ltu ra, con
el co n ten to de los trac io s a ca u sa del in tercam b io de
productos. Finalm ente, Filipo, el hijo de Am intas, de­
p o rtó a los dem ás griegos y a los calcideos, de form a
que no p u d o verse ya n ingún ra s tro de ellos, salvo las
ruinas de sus tem plos. Tilio, bordeó, por tanto, esta costa
que estab a d esierta de nuevo, com o se le h ab ía o rd en a­
do p o r Casio y B ruto, hizo m ediciones y dibujos de los
lugares adecuados p a ra acam par, y se aproxim aba al­
tern ativ am en te con las naves, a fin de que las tro p as
de N orbano, en la creen cia de que e ra in ú til ocuparlo

52 C iudad tra c ia al n o rte de Eno.


93 El m onte S erreio es u n p ro m o n to rio en la costa de T racia a
poca distancia de Dorisco. E ste avance tiene lugar en el otoño del 42 a. C.
190 HISTORIA ROMANA

p o r m ás tiem po, ab a n d o n ara n el desfiladero. Y ocurrió


com o h a b ía esperado, pues ante la ap a rició n de las n a­
ves, N o rb an o se sintió m uy alarm ad o por el desfiladero
de los sepeos y llam ó a Decidió desde el paso de los
corpilos 94 p a ra que acu d iera en su auxilio rá p id am en ­
te. Así lo hizo, y al q u ed a r ab an d o n ad o este paso ú lti­
mo, B ru to y Casio lo atrav esaro n .
103 C uando se d escu b rió la estratag em a, N orbano y De­
cidió o cu p aro n fu e rtem en te el p aso de los sepeos, y, de
nuevo, B ru to y Casio vieron interceptado el camino. Cun­
dió el desánim o, an te el te m o r de q u e tu v ie ra n que em ­
p ez ar ah o ra el circ u ito que h ab ían desdeñado y volver
sobre sus pasos a p e sa r de lo avanzado del tiem po y
de la estación. M ien tras se h alla b a n en tal estado, Ras-
cúpolis les dijo que h a b ía u n a ru ta de circunvalación,
ju n to al m ism o desfiladero de los sepeos, de tre s días
de m arch a, in tra n sita b le p a ra los h o m b res h a s ta enton­
ces a ca u sa de los precipicios, de la fa lta de agua y de
su s bosques densísim os. P ero si podían llev ar agua y
h ac er un sendero estrecho, au n q u e suficiente, no serían
divisados ni siq u iera p o r los p ájaro s p o rq u e los cu b ri­
ría u n a so m b ra total. Al c u a rto d ía llegarían al río Har-
peso, que desem boca en el H erm o, desde donde en un
solo día m ás e sta ría n en Filipos, tra s h a b e r rodeado al
enem igo h a s ta el p u n to de dejarlo aislado p o r com pleto
e im pedirle la retirada. Ellos se decidieron p o r este plan,
po rq u e no les q u ed ab a o tra a lte rn a tiv a y, en especial,
p o r la esp eran za de ro d e a r a u n ejército tan grande de
enem igos.
104 E nviaron un d estacam en to al m ando de Lucio Bíbu-
l o l>5, p a ra que ab rieran el sendero en com pañía de Ras-
cúpolis. Y éstos, aun a costa de grandes esfuerzos, así
lo hicieron, poniendo en ello su co raje y afán, y en m a­

94 E ste p a so e ra el p rim e ro en la r u ta h acia F ilipos desde Asia.


95 L. C alpurnio B íbulo (cf. n. 32 a e ste libro).
GUERRAS CIVILES IV 191

yor m edida después que re to rn a ro n algunos que habían


sido enviados en avanzadilla diciendo que h ab ían divi­
sado el río desde lejos. Pero, al c u a rto día, fatigados
p o r el tra b a jo y la sed, pues escaseab a el ag u a que ha­
bían traído, reco rd a ro n lo que se les h ab ía dicho, que
sólo e s ta ría n sin agua d u ra n te tre s días. Y sin tiero n un
pánico te rrib le de h ab e r caído en u n a tram p a, no por­
que desco n fiaran de que h u b iera n visto el río los envia­
dos en avanzada, sino p o rq u e p en sab an que eran con­
ducidos p o r o tro cam ino. E sta b a n descorazonados y
dab an fu e rte s gritos, y cuando veían a R ascúpolis que
c o rría de un lado p a ra o tro y los anim aba, lo in sultaban
y le a rro ja b a n p ied ras. M ientras B íbulo les suplicaba
con p ala b ra s p ro p icia to ria s que hicieran un esfuerzo fi­
nal, fue divisado el río p o r los que iban en vanguardia
h acia la caíd a de la tard e. Se alzó, com o e ra natural,
un g rito p en e tran te de aleg ría que fue p asando sucesi­
vam ente a los de d e trá s h a sta que llegó a los de r e ta ­
guardia. C uando B ru to y Casio se en teraro n , se lanza­
ron al p u n to a la c a rre ra con el resto del ejército a
través del sendero ab ierto a golpe de m achete. Sin em­
bargo, no p asa ro n d esapercibidos h a sta el final p a ra los
enem igos, n i los ro d earon, pues Rasco, el herm an o de
R ascúpolis, sospechando a consecuencia del grito, llevó
a cabo u n reconocim iento y, al v er lo que o curría, se
quedó p asm ad o de que un ejército ta n grande reco rrie­
ra u n sen d ero en el que no h a b ía agua y p o r el que
p en sab a que ni siq u iera u n a fiera salvaje se ad e n tra ría
a cau sa de la d en sid ad del follaje, y se lo com unicó a
N orbano y a Decidió. É stos h u y ero n p o r la noche desde
el paso de los sapeos h a s ta Anfípolis 96. Y am bos h e r­
m anos trac io s estab a n de boca en boca e n tre los solda­
dos, uno, p o rq u e los h a b ía conducido p o r u n a ru ta des­
conocida, y el otro, p o rq u e los h ab ía descubierto.

96 Al su ro e ste de Filipos.
192 HISTORIA ROMANA

ios B ru to y Casio, m ed ian te un golpe de aud acia inespe­


rado, avanzaron h asta Filipos, en donde desem barcó tam ­
b ién T ilio y, nuevam ente, estuvo re u n id o todo el ejérci­
to. La ciu d ad de Filipos se llam ab a an tes D ato y, más
prim itivam ente, Crénides, pues h ab ía num erosos m anan­
tiales allí alred ed o r de u n a c o lin a 97. Filipo la fortificó,
pues la co n sid erab a u n lu g ar m uy b ien dotado por la
n atu ra leza com o plaza fu e rte c o n tra los tracios, y la lla­
m ó Filipos, p o r su p ro p io nom bre. La ciudad sé encuen­
t r a situ a d a sobre u n a colina ro d e ad a de precipicios y
su tam añ o es ta n grande com o la an c h u ra de la colina.
H acia su p a rte n o rte h ab ía bosques a trav és de los cua­
les condujo R ascúpolis a B ru to y Casio; y h a c ia el me­
diodía hay u n a zona p an tan o sa que se extiende h asta
el m ar. P o r el E ste se h allan los d esfilad ero s de los sa-
peos y de los corpilos, y p o r su lado oeste existe una
llan u ra m uy fértil y bella, de unos tresc ie n to s cincuen­
ta estadios, que llega h a s ta las ciudades de M urcino y
D rabisco y el río E strim ón. E n ella, se cu e n ta que tuvo
lu g ar el ra p to de Core 9a, m ie n tra s recogía flores, y allí
e stá el río Zigactes, en cuya tra v e sía dicen que se rom ­
pió el yugo del c a rro del dios ", y, de ahí, el nom bre
del río. La llan u ra está en declive, de m an era que resu l­
ta cóm oda p a ra los que descienden desde Filipos, p ero
p enosa p a ra los que suben desde Anfípolis.
106 H ay o tra colina, no lejos de Filipos, que llam an
colina de Dioniso, en la que se en c u e n tra n las m inas
de oro llam ad as las Asila. Diez estad io s m ás allá de ésta
existen o tra s dos colinas, a dieciocho estad io s de Fili­
pos y que d istan entre sí ocho estadios; sobre éstas acam ­
p aro n C asio y B ruto, el p rim ero so b re la q u e estab a al

97 En griego, krén significa «fuente».


98 Perséfone, hija de D em éter y Zeus, y fue ra p ta d a p o r H ades,
su tío, m ie n tra s cogía flo res con u n a s ninfas en el llano de Enna, en
Sicilia. En Rom a se la identificó con P roserpina, diosa de los infiernos.
99 En griego, zugón «yugo» y á g n u m i «quebrar», «rom per».
GUERRAS CIVILES IV Í9 3

S u r y el o tro sobre la de m ás al N orte l0°. No avanza­


ron c o n tra N orbano y Decidió, que se b atían en re tira ­
da, p o rq u e se e n teraro n de que se ap ro x im ab a Antonio,
habiendo q u edado O ctavio en E pidam no p o r causa de
u n a en ferm ed ad 101, y p o rq u e la lla n u ra e ra m agnífica
p a ra lu c h a r y las colinas p a ra acam par. En efecto, por
uno de sus lados h ab ía pan tan o s y lagunas que se ex­
tend ían h a sta el río E strim ón, y, p o r el otro, desfilade­
ros in tran sita b le s y desprovistos de cam inos. Los ocho
estad io s que m ediaban e n tre las dos colinas constituían
la p rin cip al vía de acceso de E u ro p a a Asia, a m anera
de p u erta s. Ellos co n stru y e ro n u n a línea de fo rtifica­
ción, a trav és de este espacio, desde u n cam pam ento
al o tro y d ejaro n u n as p u e rta s en el centro, de tal m a­
n e ra que los dos cam p am entos fueron uno solo. A lo
largo de la fo rtificació n fluía u n río, que algunos lla­
m an G anga y otro s Gangites, y d etrá s estab a el m ar don­
de po d ían te n e r sus alm acenes y un lu g ar de anclaje
seguro. E stab leciero n su b ase de aprovisionam iento en
la isla de Tasos, d istan te cien estadios, y ten ían an cla­
das las trirre m e s en N eápolis 10Z, a seten ta estadios.
M ien tras B ru to y Casio, satisfechos con el lugar, 10 7
pro ced ían a su fortificación, A ntonio se puso en cam ino
rápidam ente con su ejército queriendo anticiparse al ene­
m igo en o c u p a r Anfípolis com o lu g a r ventajoso p a ra la
b atalla. C uando se e n te ró de que ya h a b ía sido fortifica-

100 E stas colinas debían de e s ta r situ ad a s al este de Filipos, ha­


cia T racia.
101 Octavio, en todo caso, estuvo p re se n te en el lu g ar de los he­
chos el dia de la p rim e ra b a ta lla (cf. cap. 1 0 8 ), p ero no salió p rá ctic a ­
m ente de su tienda, enferm o aún, y poca cosa hizo en la segunda. E l
m érito fue sólo de Antonio; pues, de o tro lado, O ctavio nunca fue un
b uen soldado (cf. S y m b , The R om án R evolution, pág. 2 0 1 ), aunqu e en
esta ocasión no p u d iera p e rm itir que A ntonio se llevara él solo la glo­
ria del com bate (cf. A. H. M. J o n e s , A ugusto [trad. cast.], pág. 39).
102 C iudad c o stera al su r de Filipos. F ren te a ella e stá la isla de
Tasos.
194 HISTORIA ROMANA

d a p o r N o rb an o y Decidió, se alegró, dejó allí su im pe­


dim en ta con u na sola legión, al m ando de P inario
y él en p e rso n a avanzó con g ra n arro jo y acam pó en
la lla n u ra a u n a d istan cia de tan sólo ocho estadios de
los enem igos. Al p u n to quedó p a te n te la in ferio rid ad y
su p erio rid a d de uno y o tro cam pam ento. Unos, en efec­
to, estab a n situados so bre u n a colina, los o tro s en la
llan u ra; aquéllos se p ro c u ra b a n la m a d e ra de los m on­
tes, éstos de las zonas p an tan o sas; los p rim ero s obte­
nían el ag u a del río, los segundos de pozos recién exca­
vados; los u n o s se h acían tra e r las provisiones desde
Tasos, a pocos estad io s de d istan cia, los o tro s desde An-
fípolis, d istan te trescien to s cin cu e n ta estadios. Parece
que Antonio actu ó así p o r necesidad, puesto que no exis­
tía ninguna o tra colina, y el re sto de la llan u ra, al que­
d ar com o u n a especie de hondonada, e ra anegada en
ocasiones p o r el río, a ca u sa de lo cu a l se en c o n traro n
ab u n d an tes m an an tiales de agua dulce en los pozos ex­
cavados. Su golpe de au dacia, pese a que estuvo provo­
cado p o r la necesidad, a te rró a los enem igos, al verle
acam p ar ta n cerca y con tan to desprecio n a d a m ás lle­
gar. Él levantó n u m ero sos fo rtin es y fortificó todos con
rapid ez con fosos, m u ros y em palizadas, en tan to que
los enem igos fo rtific ab an lo que a ú n les faltab a. Cuan­
do Casio vio que el avance de A ntonio se debía a un
im pulso desesperado, prolongó la fo rtificació n desde el
cam p am en to h a sta el pantano, el único lu g ar que les
re sta b a p o r fo rtific ar y que h ab ía sido exceptuado debi­
do a su estrechez, de fo rm a que ya n ad a q u ed ab a sin
fo rtific ar salvo la zona de p recipicios en el flanco de
B ruto, la zona p a n ta n o sa al costado de Casio, y el m ar
tra s el pan tan o . E n el ce n tro to d o e sta b a in tercep tad o
con fosos, em palizadas, m uros y pu ertas.

103 Sobre este Pinario, p a rie n te de O ctavio y h e red e ro de César


(cf. supra, III 22 y notas).
GUERRAS CIVILES IV 195

Así se fo rtificaro n p o r cad a bando, y en el ín terin ios


tan sólo se ta n te a ro n con la cab allería y en esc ara m u ­
zas. C uando tu v iero n culm inados todos sus planes, lle­
gó O ctavio que, au n q u e no te n ía aún fuerzas p a ra el
com bate, se h acía llevar en u n a lite ra p o r e n tre las hile­
ra s de soldados. O ctavio y A ntonio desplegaron de in­
m ed iato sus tro p as p a ra la b atalla, y B ru to y Casio hi­
cieron, a su vez, lo pro pio so b re las altu ra s, pero no
b ajaro n , p u es h ab ían decidido no a p re su ra rse a com ba­
tir, en la esp eran za de re d u c ir a los enem igos p o r la
fa lta de provisiones. H ab ía diecinueve legiones de in­
fa n te ría p o r cad a lado, p ero m ie n tra s a B ru to y Casio
les fa lta b an algunas tro p as p a ra e s ta r al com pleto, An­
tonio y O ctavio las ten ían en exceso. E stos últim os con­
tab an con tre c e m il jin etes, y B ru to y Casio ten ían vein­
te mil, incluidos los tracio s en uno y otro caso. Por
consiguiente, debido al elevado nú m ero de tropas, al co­
ra je y al v alo r de sus generales, y al arm am en to y m ate­
rial de guerra, unos y o tro s o frecían un espectáculo es­
p len doroso en su form ación de com bate. Sin em bargo,
d u ra n te m uchos días no hicieron nada, pu esto que B ru ­
to y Casio no q u erían tr a b a r com bate, sino a g o tar antes
a los enem igos p o r la fa lta de provisiones. Ya que ellos
tenían a Asia p o r desp ensa y todo se lo hacían llevar
p or vía m arítim a desde m uy cerca, en tan to que los ene­
m igos no ten ían n ad a en ab u n d a n cia ni en su propio
territo rio . Pues no podían o b ten er m ercancía alguna por
m edio de los m ercad eres desde Egipto, exhausto com o
e stab a este país p o r el h am bre, ni de E sp añ a o África
a cau sa de Pompeyo, ni de Ita lia p o r im pedirlo M urco
y Domicio. Y M acedonia y Tesalia, los únicos países que
entonces les p ro c u ra b a n víveres no les se ría n suficien­
tes p o r m ucho tiem po.
B ru to y Casio, com o se d ab an c u e n ta de estos he- 109
chos so b re todo, d ejab an tra n s c u rrir el tiem po. Antonio
tem ió esta dem o ra y resolvió fo rz a r a los hom bres al
196 HISTORIA ROMANA

com bate y planeó re a liz a r en secreto u n a trav e sía del


pantano, si ello era posible, a fin de situ a rse a la re ta ­
g u ard ia de los enem igos sin que se p e rc a ta ra n y a rre b a ­
tarles el su m in istro que les llegaba desde Tasos. En con­
secuencia, desplegó cad a día to d as las b an d e ra s del
ejército p a ra com batir, con objeto de h a c e r c reer que
el ejército en tero se en c o n trab a en ord en d e b atalla, y
con u n a p a rte de las tro p as, día y noche, se a b ría un
e strech o sen d ero en el m arjal, co rta n d o las cañas y re ­
llenándolo con tie rra y p ied ras a cada lado p a ra que
no cediera la tierra , y p o n teab a las p a rte s pro fu n d as
con pilotes clavados en el suelo, to d o ello en el m ás p ro ­
fundo silencio. El cañaveral que todavía c recía a am bos
lados del sen d ero im pedía a los enem igos la visión del
trabajo. Después de tra b a ja r de esta form a d u ra n te diez
días, envió p o r la noche algunas co h o rtes de im proviso
y en línea recta, se ap oderó de los lu g ares m ejo r d ota­
dos p o r la n atu ra leza tra s las lín eas enem igas y cons­
truyó, a la vez, m uchos reductos. C asio se quedó p erple­
jo an te el p lan de la o b ra y de su disim ulo, pero, a su
vez, pro y ectó in te rc e p ta r la com unicación e n tre Anto­
nio y estos reductos fortificados. Así que tam bién él pro­
longó la lín ea de fortificación, en dirección oblicua, a
trav és de to d o el p an tan o com enzando desde el cam pa­
m ento h asta el m ar, co rtando las cañas y haciendo puen­
tes igual que Antonio y colocando la em palizada sobre
las zonas rellen ad as, con lo que in terc ep tó el sendero
c o n stru id o p o r Antonio, a fin de q u e los del in te rio r no
p u d iera n esc ap ar h acia éste, ni él p u d ie ra ir en auxilio
de ellos.
no Cuando A ntonio vio esto, alre d ed o r del m ediodía,
ta l com o estab a condujo de in m ed iato con ím p etu y fu­
ria a su p ro p io ejército, apostado hacia o tro lugar, d iri­
giéndolo c o n tra la fo rtificació n tra n sv e rsa l de Casio en­
tre el p an tan o y su cam pam ento. Llevó consigo garfios
de h ie rro y escaleras, p a ra to m a rla al asalto y a b rirse
GUERRAS CIVILES IV 197

paso h acia el cam p am en to de Casio. M ientras él llevaba


a cabo esta carg a con audacia, oblicuam ente y colina
a rrib a , p o r el espacio de terren o que sep a rab a a los dos
ejércitos, los soldados de B ru to se indignaron ante este
acto de violencia, pu es m ien tras los enem igos corrían
a trav és con sum o arro jo, ellos perm an ecían de pie en
arm as, y carg aro n , a su vez, c o n tra ellos p o r su cu en ta
y riesgo, sin re cib ir la o rd en de ninguno de sus oficiales
y d iero n m u erte en m asa a cu a n to s se en co n traro n , co­
m o o cu rre cuan d o se a ta c a p o r el flanco. Dieron, pues,
com ienzo a la b a ta lla de u n a vez p o r todas y cargaron
c o n tra el ejército de Octavio, que e ra el que, sobre todo,
e stab a ap o stad o c o n tra ellos, y, poniéndolo en fuga, lo
p ersig u iero n h a sta el cam pam ento que A ntonio y O cta­
vio o cu p ab an en com ún. Sin em bargo, O ctavio no se en ­
c o n tra b a en el in terio r, p orque h ab ía sido advertido en
sueños que se g u a rd a ra de aquel día, según dejó escrito
él m ism o en sus M em orias l04.
C uando A ntonio vio que h ab ía sido tra b a d a la bata- i
lia, se alegró de h ab e r sido él qu ien la forzara, pues
ten ía m ucho m iedo p o r el aprovisionam iento, y decidió
no volver a la llan u ra, no fu e ra a ser que su ejército
ro m p iera la form ación en la m an io b ra de giro. Así pues,
p ersistió en su ím petu, ta l com o había com enzado, se
m antuvo en la c a rre ra y siguió subiendo, bajo u n a llu­
via de proyectiles, h asta que logró a b rirse paso a la fu er­
za en tre el ejército de Casio, q u e h ab ía conservado la
posición asig n ad a y e sta b a sobrecogido por lo in esp era­
do del hecho. T ras q u e b ra n ta r la línea de vanguardia
enem iga, se lanzó con o sad ía c o n tra la fortificación en ­
tre el p an tan o y el cam pam ento, dem olió la em palizada,
rellenó el foso, m inó los trab a jo s de defensa, dio m u e r­
te a los g u ard ian es de las p u e rta s agu an tan d o los im-

104 Cf., s o b r e e s t o , S y m e , The R o m a n R evolution, p ä g . 2 0 4 y n . 2;


G abba, Appiano..., p ä g . 1 8 6 y , e n e s p e c i a l , n . 2.
198 HISTORIA ROMANA

pacto s de cu a n ta s cosas le a rro ja b a n desde las m u ra ­


llas h a s ta que forzó la e n tra d a a trav és de las pu ertas,
y otro s p en e traro n p o r las b rech as de la m u ra lla y otros
incluso tre p a ro n p o r los escom bros. Y todo sucedió tan
rápidam ente, que los que se h a b ía n apoderado de la for­
tificació n se en c o n traro n con los h o m b res de Casio que
estab a n trab a jan d o en el p an ta n o y c o rría n al auxilio
de los suyos. Con u n a carg a violenta p u siero n en fuga
a éstos tam bién, y re to rn a ro n ya c o n tra el m ism o cam ­
p am en to d e Casio tan sólo aquellos que, en com pañía
de Antonio, h ab ían tra sp a sa d o la fortificación, pues el
re sto de las tro p a s lu ch ab a c o n tra el enem igo fu e ra de
las m u rallas.
112 El cam pam ento, p o r tra ta rs e de u n lu g ar bien p ro ­
tegido de m odo n atu ral, e sta b a cu sto d iad o p o r unas po­
cas tro p as tan sólo, p o r lo que A ntonio las venció con
facilidad. E n estos m om entos el ejército de Casio re su l­
tó d e rro ta d o en el e x te rio r y, al v er la c a p tu ra de su
cam pam ento, se d isp ersó en u n a fuga desordenada. La
victo ria fue com pleta y sim ilar p o r am bas p artes. Pues
B ru to puso en fuga al ala izq u ierd a de los enem igos y
se apoderó de su cam pam ento, en tan to que Antonio ven­
ció a Casio con au d a cia irre sistib le y saqueó tam bién
el cam pam ento de éste. H ubo u n a g ra n m atan za p o r am ­
bos lados, pero, a ca u sa de lo extenso de la llan u ra y
del polvo, ig n o rab an la su e rte unos de otros, h a s ta que
se d iero n cu e n ta y llam aro n a los supervivientes. Estos
re g resaro n con asp ecto de p o rtea d o res m ás bien que de
soldados, y n i au n entonces se reconocieron m u tu am en ­
te n i se vieron con clarid ad , pues, de o tro m odo, hu b ie­
ra n a rro ja d o cu an to llevaban y se h u b ie ra n acom etido
con fiereza unos a o tro s, que con ta n to desorden lleva­
b an el p ro d u c to de su saqueo. Se calcu la que el núm ero
de b ajas su frid a s p o r el ejército de Casio fue de ocho
mil, y el doble de esta cifra las h ab id as del lado de
Octavio.
GUERRAS CIVILES IV 199

Casio, u n a vez que fue rechazado fu e ra de sus for- 1 13


tificaciones y no pudo e n tra r ya en su cam pam ento, as­
cendió a la colina de Filipos y echó u n vistazo a la si­
tuación. Sin em bargo no pudo d arse cu e n ta exacta de
la re alid ad a ca u sa de la polvareda, ni alcanzó a ten er
u n a p an o rám ica total, tan sólo p u d o v er que su cam pa­
m ento h ab ía sido cap tu rad o , así que ordenó a su escu­
dero P índaro que cay era sobre él y lo m atara. M ientras
P índaro se tom aba su tiem po, llegó p re su ro so uno anun­
ciando q u e B ru to h a b ía vencido en la o tra ala y había
devastado el cam p am en to de los enem igos. P ero Casio
sim plem ente respondió: «Dile a él que ojalá alcance una
victo ria com pleta», y to rn án d o se hacia P índaro, le dijo:
«¿Por qué te dem oras?, ¿p o r qué no me lib ras de mi
deshonor? Y P ín d aro dio m u erte a su dueño que le ofre­
ció el pecho. T al es la versión que algunos dan de la
m u erte de Casio. O tros, en cam bio, piensan que, al ap ro ­
xim arse u no s jin etes de B ru to p a ra tra e r la b u en a noti­
cia, creyendo que se tra ta b a de enem igos envió a Titi-
nio p a ra q ue se in fo rm ara con exactitud; los jin etes
ro d e aro n con jú b ilo a éste, com o am igo de Casio, y p ro ­
rru m p ie ro n en gritos de v icto ria con fu e rtes voces, y
Casio, pen san d o que T itinio h a b ía caído en m anos de
los enem igos, dijo: «¡Que hayam os esp erad o p a ra ver
ap resad o a un am igo!», y se re tiró a u n a tien d a en com ­
p añ ía de P índaro, quien ya no fue visto jam ás. P or lo
cual algunos creen tam b ién que este últim o m ató a Ca­
sio sin u n a o rd en previa.
Casio acab ó su vida en el día de su cum pleaños, en
el cual p recisam en te aconteció la celebración de esta
b atalla 10S, y T itinio, cu lp ándose p o r su dem ora, se sui-

105 E s t a b a t a l l a t u v o l u g a r e l 2 3 d e o c t u b r e d e l 4 2 a . C. L a s e g u n ­
d a , e n la c u a l m u r i ó B r u t o , f u e u n a s t r e s s e m a n a s m á s t a r d e , h a c ia
e l 1 4 d e n o v i e m b r e d e e s t e m i s m o a ñ o (c f. Sym e, op. cit., pág. 202 y
n. 2, y J o n e s , Augusto, p á g , 39; G a b b a , s i n e m b a r g o , q u e a d u c e f u e n t e s
200 HISTORIA ROMANA

cidó. B ru to llo ró sobre el cadáver de Casio y lo llam ó


el ú ltim o de los rom anos, com o dando a en te n d e r que
ya no h a b ría o tro que le ig u a la ra en v irtu d . Lo re p ro ­
chó p o r su rapidez y p recipitación, y lo consideró feliz
p o r cu an to h ab ía q u edado lib re de cu itas y preocupa­
ciones, las cuales ¿h acia qué final conducen a B ruto?
D espués en treg ó el cu erp o a sus am igos, que lo e n te rra ­
ron en secreto p a ra no h acer b ro ta r las lágrim as en el
ejército al verle, y él en persona, sin p ro b a r bocado y
sin p re o cu p arse de sí m ism o, p asó to d a la noche re o r­
ganizando el ejército de Casio. Con la llegada del día,
los enem igos desplegaron su ejército p a ra la b atalla, a
fin de no p a re c e r que hab ían sido d erro tad o s, y B ruto,
al co m p ren d er la intención, dijo: «A rm ém onos tam bién
n o so tro s y finjam os q u e hem os su frid o u n a derrota.»
Pero, cuan d o form ó a su ejército, aquéllos se re tira ro n ,
y B ru to , en so n de b u rla , dijo a sus am igos: «Ellos nos
in citaro n a co m b atir p ensando que estáb am o s exhaus­
tos, p ero ni siq u iera in te n ta ro n probarlo.»
En el día en el que tu v o lu g ar la b a ta lla de Filipos
se p ro d u jo o tro g ran d esa stre en el A driático. Domicio
Calvino conducía so b re barco s de tra n s p o rte a dos le­
giones de in fa n te ría p a ra Octavio, u n a de las cuales era
conocida com o la legión M artia, así llam ad a com o tim ­
b re de h o n o r a su valor. Llevaba, adem ás, u n a cohorte
p re to ria n a de dos m il hom bres, c u a tro escuadrones de
ca b allería y o tro n ú m ero co n sid erab le de tro p as escogi­
das. Le d ab an escolta u n as pocas trirre m es. M urco y
A henobarbo le saliero n al e n c u en tro con ciento tre in ta
navios de línea. Las naves de tra n s p o rte q u e iban en
cabeza lo g raro n e sc a p a r a vela, e n escaso núm ero, pero
las dem ás, al ech arse de re p en te el viento, q u ed a ro n a
la d eriva p o r el m ar, en m edio de u n a calm a chicha,

sim ilares a Sym e (cf. Appiani..., V, pág. 3), coloca en e sta fecha la se­
gunda b a ta lla y la p rim e ra u n m es an tes.
GUERRAS CIVILES IV 201

y así fu ero n en treg ad as a los enem igos p o r o b ra de al­


guna divinidad, pues éstos em b estían sin tem or a cada
u n a y le ab ría n u n a vía de agua. Ni siq u iera pudieron
p re sta rle s auxilio las trirre m e s de escolta, pues, a cau ­
sa de su escaso núm ero, fu e ro n rodeadas. Las tropas
que esta b a n en peligro llevaron a cabo m uchas y diver­
sas proezas, a veces u n ía n sus b arco s con rapidez por
m edio de m aro m as y los afian zab an en tre sí con p é rti­
gas p a ra que los enem igos no p u d ie ra n irru m p ir a tra ­
vés de su línea. Pero, cuando lo lograban, M urco les
lanzaba flechas in cen d iarias, y ten ían que so ltar con
presteza las ata d u ra s y sep a rarse u n as de o tra s p o r cau­
sa del fuego, qued an d o expuestas, de nuevo, a se r ro ­
dead as y em b estid as p o r las trirre m e s.
C undió la irrita c ió n en tre los hom bres, y, en espe- i
cial, e n tre los soldados de la M artia, porque, siendo su­
p erio res en valor, m o rían sin poder in terv en ir. Algunos
se su icid aro n an tes del incendio, o tro s se lanzaron h a­
cia las trirre m e s de los enem igos y vendieron caras sus
vidas. N aves a m edio q u em ar navegaron en círculo d u ­
ra n te m ucho tiem po, con h om bres m oribundos p o r cau­
sa del fuego, del h am b re o de la sed. O tros, asidos de
las velas o de los m ad ero s de cu b ierta, fu ero n a rro ja ­
dos p o r la b o rd a sobre acan tilad o s y prom ontorios de­
siertos, y, e n tre éstos, hubo algunos que se salvaron de
form a inesperada. Algunos resistieron durante cinco días
chup an d o pez o m ascando las velas o las m arom as h a s­
ta que el oleaje los llevó a tie rra . Y hubo m uchos que,
vencidos p o r las desgracias, se e n tre g aro n a los enem i­
gos. Tam bién se rindieron diecisiete trirrem es, y los hom ­
b res de M urco to m aro n a sus trip u lacio n es el ju ra m e n ­
to de fid elidad a éste. El general Calvino, al que se
ten ía p o r m u erto , re to rn ó a B ríndisi, al cabo de cinco
días, a b o rd o de su p ro p ia nave.
T al fue el d esastre que acaeció en el A driático el m is­
m o día de la b a ta lla de Filipos, sea m en ester llam arlo
202 HISTORIA ROMANA

n au frag io o co m bate naval. La coincidencia de estos h e­


chos, al se r conocida p o sterio rm e n te , causó estu p efac­
ción.
117 B ru to reu n ió a su ejército en asam b lea y le dijo lo
siguiente: «No hay, cam arad as, n in g ú n asp ecto del com­
b ate de ay e r en el que no fu erais su p e rio re s a los ene­
m igos. C om enzasteis la b a ta lla con ahínco, aunque sin
ó rd en es p revias, y a la legión C u arta, que, p o r se r m uy
re n o m b rad a en tre ellos, ten ía confiada el ala del ejérci­
to, la d e stru iste is entera, y a los q u e la asistía n los p er­
seguisteis h asta el cam pam ento; y y a antes h ab íais cap­
tu ra d o el pro p io cam pam ento y lo h ab íais saqueado.
H a sta ta l p u n to excede esta v icto ria n u e stra a la d e rro ­
ta que su frim o s en el ala izquierda. S in em bargo, cuan­
do p u d isteis h a b e r re m a tad o p o r com pleto la victoria,
p re feristeis e n tre g aro s al saqueo en vez de m a ta r a los
vencidos, p u es la m ay oría de vosotros pasó de largo de
v u estro s enem igos y se lanzó sobre sus pertenencias.
Y tam b ién en lo siguiente obtuvim os m ay o r provecho,
pu es ellos c a p tu ra ro n uno de n u e stro s dos cam pam en­
tos, p ero n o so tro s poseem os todos los suyos de m an era
que n u e s tra s ganancias doblan n u e stra s pérd id as. Tan
gran d e fue n u e stra su p e rio rid a d en la b atalla. E n rela­
ción con todos aquellos o tro s aspectos en los que les
aventajam os, podéis in fo rm aro s p o r los p risio n ero s de.
g u erra, así resp ecto a su fa lta de provisiones, al costo
de las m ism as y a la d ificu ltad de su tra n sp o rte . Pues
no pueden recib irlas desde Sicilia, Cerdefia, África o Es­
paña, deb id o a que Pom peyo, M urco y A henobarbo, con
doscientos sesen ta b arco s les c ie rra n el p aso p o r m ar.
H an dejado ex h a u sta ya a M acedonia, y solam ente tie­
nen com o b ase de ap ro visionam iento a Tesalia, la cual
¿ h a sta cuándo será suficiente p a ra ellos?
118 »Por consiguiente, cu an d o veáis que os ap rem ian en
so b rem an era p a ra co m b atir, co n sid erad entonces que
h an escogido m o rir en com bate presionados p o r el ham ­
GUERRAS CIVILES IV 203

bre. N osotros, en cam bio, les opondrem os n u estro plan,


co nsisten te en que el h am b re realice previam ente n u es­
tra tarea, a fin de que, cu an d o sea necesario luchar,
nos encontrem os con unos hom bres debilitados y exhaus­
tos. No nos dejem os a r r a s tr a r a d estiem po p o r nuestros
afanes. Que nadie co n sidere mi ex p erien cia en el m an­
do com o u n fa c to r de dilación, m ás bien que de rapidez
en la acción, si m ira el m a r que hay tra s de nosotros,
que, al en v iarn o s ta n ta ayuda y provisiones, nos p erm i­
te alcan zar u n a v icto ria sin riesgo, en el caso de que
sepáis e s p e ra r y no tengáis en c u e n ta las chanzas y p ro ­
vocaciones de los enem igos que no son su periores, co­
m o quedó p a te n te en el com bate de ayer, sino que tra ­
ta n de re m e d iar o tro tem or. El celo que ah o ra os pido
rep rim áis, m o strad lo en ab u n d a n cia cu an d o os lo de­
m andem os. Os p ag aré el im porte to tal de las recom pen­
sas p o r la v icto ria cuan do los dioses d ecidan p o n er fin
a n u estro s trab ajo s. Ahora, y p o r vuestro valor en el
día de ayer, en tre g aré a cad a soldado m il d racm as y
a los oficiales u n a ca n tid a d proporcional.»
É stas fu e ro n sus p alab ras y distribuyó, al punto, el
din ero e n tre las legiones. Algunos esc rito res creen que
les p ro m etió en tre g arles las ciudades de Lacedem ón y
T esalónica p a ra que las saq u earan .
O ctavio y Antonio, conocedores de que B ru to no
lu ch aría v o lu n tariam en te, re u n ie ro n a sus tropas, y An­
tonio les dijo lo siguiente: «Soldados, yo sé que los ene­
m igos se atrib u y en , en sus discursos, u n a p a rte de la
victo ria de ayer, p o rq u e p ersig u iero n a algunos de no­
so tro s y saq u earo n n u e stro cam pam ento, pero, de he­
cho, m o s tra rá n que to d a es v u estra. P ues os aseguro
que ni m añ an a, ni en los días sucesivos irá n de form a
v o lu n taria al com bate. Lo cual es la g a ra n tía m ás segu­
ra de su d e rro ta y de su m iedo de ayer, cuando se m an­
tengan fu e ra de la com petición com o los que han sido
vencidos en los juegos. Pues, con certeza, no reunieron
204 HISTORIA ROMANA

un ejército tan gran d e p a ra esto, p a ra fo rtific a r zonas


d esérticas de T racia y h ab itarla s, sino que las fo rtifica­
ron p o r tem or, an te la inm inencia de n u e s tra llegada,
y cuando llegasteis h ab itan en su in te rio r a cau sa de
la d e rro ta de ayer. Por esta razón tam bién, el de m ayor
ed ad y ex p erien cia de sus generales, tra s p e rd e r las es­
p eran zas en todo, se suicidó, lo que co n stitu y e el m áxi­
m o exponente de su situación calam itosa. E n consecuen­
cia, p u esto que, a p e sa r de n u e stro req u erim ien to , no
acep tan ni descienden desde las m o n tañ as, sino que po­
n en su confianza en los precipicios en vez de en sus
m anos, sedm e, pues, valientes, soldados de Rom a, y obli­
gadles de nuevo, com o les ob lig asteis ayer. C onsiderad
u n a d esh o n ra ced er a n te h o m b res am ed ren tad o s, ab ste­
n ern o s de quienes se m u e stra n vacilantes y, soldados
com o som os, se r m ás débiles que las m urallas. Pues no
hem os venido p a ra p a s a r la vida en la lla n u ra ni co n ta­
m os con au to n o m ía de m edios en el caso de que nos
dem orem os. Antes bien, si som os sensatos, debem os im­
p rim ir ce lerid ad a la g u erra y ase g u rarn o s la paz por
m ucho tiem po.
»El m om ento adecuado y los m edios p a ra ta l fin
los p rocurarem os nosotros, que no hem os m erecido vues­
tro s rep ro ch es p o r el ataq u e y la e stra te g ia de ayer.
V osotros, p o r v u e stra p arte, cu an d o seáis solicitados,
co rresp o n d ed a v u estro s g enerales con v u e stro valor.
No os irrité is p o r el saqueo de ayer, ni siq u iera p o r un
instan te, p u es la riq u eza no co n siste en lo que posee­
m os, sino en vencer con au to rid a d , lo que nos devolve­
rá, si resu ltam o s vencedores, aquello que ay e r nos fue
a rre b a ta d o y que to d avía se e n c u e n tra in ta c to en m a­
nos enem igas y las m ism as p erte n en cia s de los enem i­
gos com o añ ad id u ra. Y, si estam o s ansiosos p o r apode­
ra rn o s de ellas, ap resu rém o n o s a la b atalla. Además,
n u estro b o tín de ay er com pensa de m an era suficiente
n u e stra s pérd id as, e, incluso, ta l vez las supera, puesto
GUERRAS CIVILES IV 205

que ellos tra je ro n consigo todo cu a n to expoliaron y sa­


qu earo n en Asia y, en cam bio, vosotros, com o venís de
v u e stra p a tria , d ejasteis en casa los objetos m ás caros,
y trajiste is tan sólo lo im prescindible. Y si h ab ía alguna
cosa de valor, nos p erten ecía a n o so tro s los generales
quienes estam os en can tados de en tre g áro slo todo com o
reco m p en sa p o r v u e stra victoria. Sin em bargo, com o
com pensación p o r ta l p érd id a os en treg arem o s u n a re ­
com pensa adicional de cinco m il d racm as p a ra cada sol­
dado, cinco veces esa su m a p a ra cada ce n tu rió n y a los
trib u n o s m ilitares el doble de los centuriones.»
D espués de p ro n u n c ia r e s ta arenga, al día siguiente 121
puso, de nuevo, al ejército en línea. Como en esta oca­
sión tam p o co b ajaro n los enem igos, A ntonio se disgustó
m ucho, p ero con tin u ó desplegando a d iario a sus tro ­
pas. A su vez, B ru to ten ía a u n a p a rte de su ejército
en o rd en de b atalla, p o r si e ra obligado a com batir, y
con la o tra p a rte o cu p ab a las ru ta s de acceso de las
vituallas necesarias. H ab ía u n a colina m uy próxim a al
cam p am ento de Casio y de difícil c a p tu ra p a ra los ene­
migos, que no podían s u stra e rse a los d isp aro s de p ro ­
yectiles desde el cam p am ento p o r razón de su cercanía.
Sin em bargo, Casio la h ab ía m an ten id o bajo vigilancia
p o r tem o r a que alg u ien in te n ta ra u n a taq u e p o r so r­
presa. C uando fue ab an d o n ad a p o r B ruto, los soldados
de O ctavio la o cu p aro n p o r la noche con c u a tro legio­
nes llevando m u ch as p lan ch as de m im bres entrelazados
y pellejos d e cuero com o p ro tecció n co n tra los proyecti­
les. Una vez que se p o sesio n aro n de ella, tra sla d a ro n
o tra s diez legiones a u n a d istan cia de m ás de cinco es­
tadios, en d irecció n al m ar, y o tra s dos a c u a tro esta ­
dios m ás allá, con o b jeto de a d e la n ta rse de este m odo
h a sta el m a r y, así, fo rz a r las líneas enem igas, ya fu e ra
a lo largo del m ism o m a r o a trav és del p an tan o o de
cu a lq u ie r o tra m an era, y c o rta rle el su m in istro de víve­
res. B ruto, p o r su p a rte , tra tó de c o n tra rre s ta r esta ma-
206 HISTORIA ROMANA

nio b ra de diversas form as y, sobre todo, oponiendo guar­


niciones a los cam pam entos de aquéllos.
122 La ta re a ap rem iab a a O ctavio y a Antonio, y el ham ­
b re se d ejaba s e n tir ya, y a la vista de su m agnitud,
el tem o r se acrecen tab a día a día. Pues ya no e ra n sufi­
cientes los su m in istro s de Tesalia, ni podían e sp e rar na­
da del m ar, donde d eten ta b an el dom inio ab so lu to las
naves de los enem igos. Les h a b ía sido com unicado ya
a u n o s y a otro s el recien te d e sa stre en el A driático,
lo que acrecen tó sus tem ores, en especial al invierno,
que ya e sta b a próxim o, pues ac am p ab an en u n a llan u ra
cenagosa. M ovidos p o r estas reflexiones, en v iaro n una
legión a Acaya p a ra que re u n ie ra n toda la com ida que
p u d iera n e n c o n tra r y la hicieran lleg ar rápidam ente. Pe­
ro, no so p o rtan d o la p ro x im id ad de un peligro tan gran­
de, no p ro b a ro n ya o tra s estra te g ias, ni desplegaron en
el fu tu ro el ejército en la llanura, sino que subieron dan­
do grandes g rito s h a s ta las m ism as fortificaciones de
los enem igos e in citaro n a B ru to a com batir, con b u rlas
e insultos, decididos no tan to a un asedio com o a provo­
carle p a ra que tra b a ra com bate, en c o n tra de su volun­
tad, p o r m edio de un a rre b a to de locura.
123 P ero B ru to p ersistió en su p lan originario, y con
m ay o r firm eza aú n cuando se en teró del h am b re y de
su éxito en el A driático y cu an d o vio la desesperación
de los enem igos p o r la fa lta de su m in istro s. P refería
so p o rta r un asedio y c u a lq u ie r o tra cosa a lu c h a r con
ho m b res acosados p o r el h am b re y que h ab ían perdido
sus esp eran zas en los dem ás recu rso s, que sólo m ante­
nían viva su confianza en la lucha. Sin em bargo, su ejér­
cito, p o r im p ru d en cia, p en sab a d e d istin to m odo y lle­
vaban m uy a m al p erm a n ece r en c errad o s en el interior,
com o m ujeres, inactivos y tem erosos. T am bién estab a n
irrita d o s los oficiales, aunque ap ro b ab an el p lan de B ru­
to, p ero creían que p o d rían vencer m ás ráp id am en te a
los enem igos con u n ejército lleno de a rd o r bélico. La
GUERRAS CIVILES IV 207

cau sa de estas ac titu d es ra d ic ab a en la p ro p ia m odera­


ción y am ab ilid ad de B ru to h a c ia todos, a diferencia
de Casio, q u e h ab ía sido u n h o m b re au stero e im perio­
so en todo. Por esta razón le obedecían a la p rim era
orden, n ad ie se in terp o n ía en el ejercicio de su poder
ni tra ta b a n de sab e r la razón de su s m andatos, ni cuan­
do la sab ían le p ed ían cu en ta de ellos. Pero, en el caso
de B ru to , n o a sp ira b a n a o tra cosa que a c o m p a rtir con
él el m ando a ca u sa de la bo n d ad de su carác te r. F inal­
m ente, en las com pañías y co rro s de soldados saltó la
in terro g a n te de fo rm a m ás ab ierta: «¿Por qué nos con­
d en a n u e s tro general? ¿Q ué recien te delito hem os co­
m etido noso tro s, que hem os salido vencedores y hem os
perseguido al enem igo; no so tro s, que dim os m u erte a
los ad v ersario s que teníam os en fren te y les capturam os
el cam pam ento?» B ru to se desentendió, adrede, de es­
tos ru m o re s y no convocó u n a asam blea, no fu e ra a ser
que, en fo rm a c o n tra ria a su dignidad, se viera forzado
a ca m b ia r p o r u n a m u ch ed u m b re irreflexiva y , en espe­
cial, p o r ca u sa de los m ercen ario s, p a ra los que en todo
m om ento, com o a los esclavos q u e cam bian con facili­
d ad h acia otro s am os, la esp eran za de su seg u rid ad p e r­
sonal co n sistía en la d eserción al adversario.
Lo in co rd iab an tam b ién sus oficiales y lo exhorta- 124
ban a ap ro v ech a r la codicia p re sen te del ejército, que
h a b ría de llevar a cabo u n a acción b rilla n te con ra p i­
dez. Y, si sobrevenía u n co n tratiem p o en el tra n sc u rso
de la lucha, p o d ían re tira rs e de nuevo a las m urallas
e in te rp o n e r las m ism as defensas e n tre el enem igo y
ellos. B ru to se irritó , sobre todo, con éstos, p orque se
tra ta b a de sus oficiales, y se dolió de que, estando ex­
puestos al m ism o p elig ro que él, to m ara n p artid o por
la soldadesca con ligereza, la cual p re fería u n a aventu­
ra du d o sa y rá p id a a u n a victoria sin riesgo. No obstan-..
te, cedió p a ra su p ro p ia perd ició n y la de aquéllos, y
ta n sólo les hizo el siguiente reproche: «Nos asem eja­
208 HISTORIA ROMANA

m os a Pom peyo el G rande en la fo rm a de llev ar la gue­


rra , no ejercien d o el m ando, sino siendo m ás bien m an­
dados.» Y m e p arece que sólo dijo esto p o r o c u lta r lo
que sobre todo tem ía, que el ejército, que h a b ía servido
en o tro tiem po bajo César, se ir rita r a y d e s e rta ra al ene­
migo. P recisam ente, p o r a b rig a r desde u n p rin cip io es­
ta sospecha, tan to él com o C asio n o les h ab ían dado
en n in g u n a ocasión a ellos u n m otivo de enojo c o n tra
su s perso n as.
De este m odo sacó B ru to a su ejército y lo ordenó
en form ació n d elante d e la m u ralla, ad virtiéndoles que
no se a d e la n ta ra n m ucho desde la colina p a ra que la
re tira d a, si se h acía n ecesaria, les re s u lta ra fácil y go­
z aran de u n a b u en a posición p a r a d isp a ra r c o n tra los
enem igos. E n cada bando, todos se ex h o rtab an m u tu a­
m ente y existía un an sia grande p o r com batir, así com o
u n a confianza excesiva. A unos les m ovía su m iedo al
ham b re, a los o tro s u n p u d o r ju stificad o , porque h a ­
bían fo rzad o a su general, que abogaba p o r d iferir
todavía la acción, y tem ían q u ed a rse p o r debajo de sus
p ro m esas o re s u lta r m ás débiles q u e sus b ra v atas, y ex­
po n erse así a u n a ren d ició n de cu e n ta s b ajo acusación
de tem erid ad , m ás q u e a se r dignos de elogio p o r su
bu en consejo. B ruto, re co rrie n d o las filas a caballo, les
esp etab a estas cosas con el ro s tro grave y las reco rd ab a
con las breves p alab ras que la ocasión le b rindaba: «Vo­
so tro s q u isiste is lu ch ar, vosotros m e obligasteis a lu­
ch ar, cu an d o podía h a b e r obtenido la victo ria de o tro
modo, no d efrau d éis m i esp e ran z a ni la v u estra. Tenéis
com o aliad a a la colina y todo es de vosotros a vu estras
esp aldas. Los enem igos se en c u e n tra n en u n a situación
in cierta, e stán e n tre vosotros y el ham bre.»
P asaba al tro te diciendo tales cosas, y los soldados
lo anim aban, desde sus filas, a confiar en ellos y le acom­
p añ a b an con el eco de su s g rito s d e aliento. Octavio y
Antonio, reco rrien d o a sus tro p as, estre ch ab a n las dies­
GUERRAS CIVILES IV 209

tra s de aquellos que estab an m ás próxim os y les anim a­


ban con tono m ás solem ne a ú n a que cu m p lieran con
su deber, sin o cu ltarles el fa n ta sm a del h am b re p o r con­
sid era rlo u n o p o rtu n o acicate p a ra e stim u la r su valor.
«Hemos en co n trad o , soldados, a los enem igos —les
decían—, tenem os an te nosotros a aquellos que p re te n ­
díam os coger fu e ra de las m u rallas; que ninguno de vo­
sotros m ancille su propio coraje ni sea in ferio r a su am e­
naza; que n ad ie p re fie ra el h am bre, ru in a irrem ediable
y dolorosa, a los m u ro s y cuerpos de los enem igos, los
cuales ceden an te la osadía, la esp ad a y la desesp era­
ción. N u e stra situ ació n actu al es ta n agobiante, que no
p erm ite p o sp o n er n ad a p a ra m añana, sino que hay que
d ecid ir todo en el día de hoy h a s ta u n a victo ria to tal
o u n a m u e rte ho n ro sa. Si os h acéis con la victoria, po­
déis conseguir, en u n solo día y en u n a sola batalla,
alim entos, dinero, naves, cam pam entos y las recom pen­
sas que os hem os ofrecido p o r la victoria. Y tal será
el re su ltad o , en el caso de que, desde n u e s tra p rim era
acom etida, nos acordem os de las necesidades que nos
urgen; después, tra s q u e b ra n ta r sus líneas, dejém osles
aislados fu e ra de las m u ra lla s y em pujém oslos co n tra
los p recipicios o h acia la llan u ra, p a ra que la g u erra
no re b ro te d e nuevo, n i los enem igos se refugien en o tro
perío d o de inactividad. Pues ellos son los únicos enem i­
gos que, a ca u sa de su debilidad, no ponen su s esp eran ­
zas en la pelea, sin o en no pelear.»
Con estos gestos y exhortaciones, O ctavio y Antonio
anim ab an a los q u e estab a n ju n to a ellos. A todos los
em b arg ab a el p u n d o n o r de m o s tra rs e dignos de sus ge­
nerales y esc ap ar a la p enuria, que se h a b ía agigantado
de m odo im previsto a raíz de lo o cu rrid o en el A driáti­
co. Y p referían , si e ra necesario, m o rir en com bate y
con la esp eran za del triu n fo , a se r consum idos p o r un
m al sin rem edio.
210 HISTORIA ROMANA

Im buidos p o r tales sentim ientos, que cad a uno tra n s­


m itía a su vecino, el e s p íritu de am bos ejército s se ele­
vó so b re m a n era y se llen aro n de u n a au d a c ia im p e rtu r­
bable. En la p resen te situación ya no se a c o rd ab a n de
que eran conciudadanos unos de otros, sino que se am e­
nazaban com o si fu e ra n enem igos n a tu ra le s y de distin­
ta estirp e. H asta ta l p u n to el ap asio n am ien to del m o­
m ento o fu scab a en ellos su ra zó n y su n atu ra leza . De
igual m odo, unos y otros adivinaban que, en ese día y
en esa b atalla, se ib a a d ec id ir el destin o de Rom a. Y
así sucedió en realidad.
128 E l d ía se consum ió en esto s p re p ara tiv o s h a s ta la
h o ra nona, cuando dos águilas, cayendo sobre el espa­
cio que sep a rab a a am bos ejércitos, pelearon en tre ellas.
R einaba el m ás p ro fu n d o silencio. Pero, cuando la del
lado de B ru to huyó, un grito agudo surgió de en tre los
enem igos y se alzaron las enseñas p o r uno y o tro ban­
do. La carg a fue so b erb ia y te rrib le . Poca n ecesid ad ha­
bía de flechas, p ied ras o jab alin as, com o e ra costum bre
en la g u erra, pu esto q ue ni siq u iera se servían de las
diversas estra te g ias y posicionam ientos u su ales en los
com bates, sino que, en com bate c u e rp o a cu erp o y con
las esp ad as desnudas, ase sta b an y recib ían los golpes
m o rtales y tra ta b a n de ex p u lsarse m u tu am en te de la
form ación, los unos, en pos de su seg u rid a d personal
m ás que de la victoria, y los otros, en pos de la victoria
y de p ro c u ra r satisfacción al general al que h a b ía n obli­
gado a lu ch ar. La c a rn ic e ría y los gritos de dolor eran
enorm es. Los cu erpos de los q u e ca ía n e ra n retirad o s
del cam po de b a ta lla y otros o cu p a b an su lu g a r proce­
den tes de las tro p a s de reserva. Los generales, m ientras
re co rría n su s filas e in speccionaban todo, los anim aban
p o r su celo, y ex h o rta b an a los co m b atien tes a p e rsistir
en la lu ch a y relev ab an a los que estab a n exhaustos,
de tal fo rm a que siem p re h a b ía u n a rd o r renovado en
el frente.
GUERRAS CIVILES IV 211

Finalm ente, los soldados de Octavio, ya fu era por m ie­


do al h am b re o bien p o r la b u e n a e stre lla del propio
Octavio, p u es ciertam en te las tro p a s de B ru to no m ere­
cieron el m ás m ínim o reproche, em pezaron a desplazar
de su posición al ejército adversario, y p a re c ía tal com o
si estu v iera n haciendo g ira r a u n a m áquina pesadísim a.
Estos últim os fueron rechazados paso a paso hacia atrás,
lentam en te al principio, y sin d ecaer en su coraje. Mas,
un a vez que la fo rm ación h ab ía qu ed ad o ya rota, re tro ­
cediero n m ás ap risa y, al re tro c e d e r tam b ién con ellos
los que estab a n en la segunda y te rc e ra filas, m ezclán­
dose todos e n tre sí de fo rm a desordenada, se vieron des­
b o rd ad o s p o r ellos m ism os y los enem igos que presio­
naban incansablem ente, y, finalm ente, em prendieron una
c la ra h u id a. E ntonces, sobre todo, los soldados de O cta­
vio tu v iero n p resente, de m odo especial, la orden reci­
b id a y se ap o d e raro n de las p u e rta s a co sta de c o rre r
un riesgo enorm e, p u es esta b a n expuestos a los proyec­
tiles desde a rrib a y desde el fren te, h a sta que im pidie­
ro n que m uchos enem igos p e n e tra ra n en el in terio r. Es­
tos ú ltim o s h u y ero n h acia el m a r y h acia la m ontaña
a trav és del río Zigactes.
Una vez que la h u id a se produjo, los generales se 12 9
re p a rtie ro n el re sto del trabajo; O ctavio se encargó de
a p re s a r a los que h ab ían sido expulsados fu e ra del cam ­
pam ento, así como de la custodia del propio cam pam en­
to; Antonio, a su vez, e sta b a en todo y a ta c a b a a todos,
a los que h u ía n y a los q u e a ú n perm an ecían en pie
agrupados, al re sto de los cam pam entos, y descargaba
su violencia c o n tra to d o a la vez, con u n ím petu feroz.
P or tem o r a que los oficiales se le esc ap aran y reu n ie­
ra n de nuevo o tro ejército, envió a la ca b allería a los
cam inos y a las vías de salida del cam po de b a ta lla p a ra
c a p tu ra r a los que tra ta ra n de h u ir. É stos se dividieron
el trab ajo , y unos fu ero n a las m o n tañ as en com pañía
de R asco el tracio, que h ab ía sido enviado con ellos por
212 HISTORIA ROMANA

su conocim iento de los cam inos, y, ro d ean d o las posi­


ciones fo rtificad as y los precipicios, cazaban com o a fie­
ras a los q ue salían huyendo y m a n te n ía n b ajo vigilan­
cia a los de ad en tro . O tros p ersig u iero n al m ism o B ru­
to. C uando Lucilio vio que p e rsistía n con in siste n cia en
su c a rre ra , se en treg ó y, haciéndose p a sa r p o r B ruto,
pidió ser conducido a p resencia de A ntonio en vez de
an te Octavio. P o r lo que, p recisam en te, se pensó ta m ­
bién que e ra B ruto, q u e tra ta b a de re h u ir a su enem igo
irreconciliable. Al e n te ra rse A ntonio que lo llevaban pri­
sionero, salió a su en cu en tro y se detuvo u n m om ento
a reflex io n ar en el h ad o y la d ignidad del hom bre, así
com o en su valor, y a p e n sa r en cóm o re c ib iría a B ruto.
A proxim ándose Antonio, se le p re se n tó Lucilio y le dijo
con m u ch a sangre fría: «B ruto no h a sido cap tu rad o ,
ni jam ás la v irtu d será p re sa de la m aldad; yo he enga­
ñado a ésto s y, p o r eso, estoy aquí.» Y Antonio, al ver
que los jin etes estab an avergonzados, los consoló dicién-
doles: «No h ab éis cazado u n a pieza peor, sino m ejor pa­
ra m í de lo que p ensáis, en la m edida en q u e u n am igo
es de m ás v alo r que u n enem igo.» A continuación e n tre ­
gó a Lucilio al cuidado de uno de su s am igos y, poste­
rio rm en te, lo retu v o con él com o hom bre de confian­
za 106
130 B ru to escapó a los m ontes con u n n ú m ero conside­
ra b le de tro p as, con la in ten ció n de re g re sa r p o r la no­
che al cam p am en to o d escen d er h a s ta el m ar; pero, co­
m o to d as las ru ta s h ab ían sido p u estas bajo vigilancia,
pasó la noche en arm a s con todos sus efectivos. Y dicen
que m iran d o a las e stre lla s exclam ó:
Oh Júpiter, que no se te oculte el que es el responsable
[de estas desdichas

Cf. Plut., Brut. 50.


GUERRAS CIVILES IV 213

refiriéndose, com o era natural, a Antonio l07. Y tam bién


se cu e n ta que el m ism o A ntonio repitió, p o sterio rm en ­
te, estas palabras, en m edio de sus propios peligros, a rre ­
pen tid o de que, hab ien do podido aso ciarse a Casio y
B ruto, se h a b ía co n vertido en el lacayo de Octavio ,os.
Pero, en esta ocasión, A ntonio p asó tam b ién la noche
en arm as en los p u esto s de vigilancia establecidos fren ­
te a B ru to , ro d eándose de u n a em palizada co n stru id a
con los cadáveres y despojos ap ilad o s ju n to s. Octavio
tra b a jó h a s ta m edia noche y se re tiró , a ca u sa de su
enferm edad, tra s h ab er encargado a N orbano de la g u ar­
dia del cam pam ento.
B ruto, al día siguiente, al ver q u e p ersistía la vigi- I3i
lan cia de los enem igos y com o ten ía cu a tro legiones no
com pletas, que h ab ían subido con él a la m ontaña, evitó
d irig irse él en p erso n a a sus tro p as, p ero envió em isa­
rios a sus oficiales, q u e estab a n avergonzados y a rre ­
pentidos de su falta, p a ra ta n te a r si estab an dispuestos
a fo rz a r el paso a trav és de las líneas enem igas y re c u ­
p e ra r su p ro p io cam pam ento, q u e todavía se en co n tra­
ba bajo la cu sto d ia de los suyos que h abían sido deja­
dos allí. É stos, au n q u e se h ab ían lanzado a la b atalla
de fo rm a irreflexiva y aunque h a b ía n sido valerosísi­
mos d u ra n te la m ayor p a rte del tiem po, ofuscados ya
p o r la divinidad, re sp o n d iero n d e m odo indigno a su
propio g en eral que se p re o c u p a ra p o r su seguridad p er­
sonal, pues ellos h ab ían ten tad o ya en num erosas oca­
siones a la su erte y no iban a a rro ja r p o r la b o rd a la
ú ltim a esp eran za de reconciliación. E ntonces B ruto di­
jo a sus am igos: «De n in g u n a u tilid a d soy ya p a ra la
p atria, si ta l es la m an era de p e n sa r de éstos», y 11a-

107 E s ta c o n s id e ra c ió n d e A n to n io c o m o v e r d a d e r o a r tífic e d e la
v ic to ria d e F ilip o s a p a r e c e d e f o rm a r e c u r r e n te e n el lib ro V (cf. c a p í­
tu lo s 14, 33 y 58), y e s u n o d e lo s a r g u m e n to s p r in c ip a le s d e la p r o p a ­
g a n d a c o n tr a A u g u sto (cf. G a b b a , Appiano..., p ág . 1 8 6 n. 3).
108 P l u t a r c o (Brut. 29) p o n e en b o c a d e B r u to e s ta s p a la b ra s .
214 HISTORIA ROMANA

m an d o a E strato , el ep iro ta, que e ra am igo p erso n al su­


yo, le o rd en ó que lo a tra v e sa ra con su espada. M ientras
éste le aconsejaba todavía que reflexionara, llam ó a uno
de los esclavos. Y E s tra to le dijo: «No te fa lta rá , B ruto,
u n am igo, a n tes que tu s siervos, p a r a e je c u ta r tu s últi­
m as ó rd enes, si ya e stán decididas.» Y m ie n tra s decía
e stas p alab ras, clavó la esp ad a en el costado de B ruto,
que no esquivó ni cedió a n te el golpe lw.
132 Así m u riero n B ru to y Casio, dos ro m an o s e n tre los
m ás nobles e ilu stre s y de in co m p arab le v irtu d , a ex­
cepción de un solo crim en. A los cuales, Gayo César,
au n q u e e ra n del p a rtid o de Pom peyo el G rande, y ha­
b ían sido su s enem igos en la paz y ad v ersario s en la
g u erra, los hizo sus am igos y, tra s de esto, los tra tó co­
m o a hijos. El senado tuvo siem pre u n a deb ilid ad espe­
cial h acia ellos y, cu ando cayeron en la desgracia, la
m áxim a com pasión, y p o r ellos concedió la am nistía a
todos. C uando escaparon, los envió a gobiernos de pro­
vincias p a ra que no fu e ra n exilados, y no lo hizo como
gesto de d esprecio h ac ia Gayo C ésar, ni p o rq u e se ale­
g ra ra con lo que le h a b ía o cu rrid o a él, de quien, en
vida, ad m iró su v alo r y b u en a fo rtu n a y, u n a vez m u er­
to, le otorgó un fu n eral público, ratificó sus actos y creó,
d u ra n te larg o tiem po, las m a g is tra tu ra s y gobiernos de
provincias de acu erd o con el te stam en to de César, en
la creencia de que no podía hacerse n ad a m ejor que cum ­
p lir con su voluntad. P ero su afán p o r estos hom bres
y su so licitu d p o r ellos, llevó al senado h a s ta h acerse
sospechoso de calum nia. T an ta e stim a re cib iero n ellos
dos de todos. Y tam bién, p o r p a rte de los exilados de
m ay o r lu stre, fu ero n m ás h o n ra d o s que Pom peyo, aun­
que estab a m ás p róxim o y no te n ía u n a cu lp a irreconci­
liable, m ien tras que estos dos esta b a n m ás lejos y eran
irreconciliables.
109 S o b re la s p a la b r a s d e B r u to al m o r ir , c f . D ión C a s ., XLV II
49, 2.
GUERRAS CIVILES IV 215

Y cu an d o fue necesario re c u rrir a las arm as, en dos 1


años no com pletos, re u n iero n m ás de veinte legiones de
soldados de in fan tería, unos veinte m il jinetes, m ás de
doscientos navios de g u e rra y el re s ta n te equipo en p ro ­
porción, riquezas incontables, tan to de aquellos que con­
trib u y ero n v o lu n tariam en te com o de los que lo hicieron
obligados. S ostuvieron g u e rra s con pueblos y ciudades
y c o n tra m uchos de la facción o p u esta, culm inándolas
con éxito. D om inaron to d as las naciones que se extien­
den desde M acedonia h a sta el E u frates; y, a cuantos hi­
cieron la gu erra, los convencieron de que se a liaran con
ellos, y se aseg u raro n , así, su fidelidad. Tam bién u tili­
zaron los servicios de reyes y príncipes, e incluso de
los p arto s, au n q u e e ra n enem igos n a tu ra le s de los ro ­
m anos, p ero a estos últim os sólo los em plearon en asun­
tos de m en o r im po rtan cia; m as, p a ra la acción decisiva,
no e sp e ra ro n su llegada, a fin de que un pueblo b árb a­
ro y h o stil no se aco stu m b rase a lu c h a r c o n tra rom a­
nos. Y lo m ás so rp re n d en te de todo, en verdad, el ejér­
cito, que e ra en su m ayor p a rte el de Gayo C ésar y
h ab ía estad o un id o a éste p o r u n a adhesión m aravillosa
y pro n ta, se dejó g an a r p o r éstos, que h ab ían sido los
asesinos de aquél, y los siguieron c o n tra el hijo de Cé­
sa r con m ay o r fidelidad que a Antonio, com pañero de
arm as y colega de César; pues ninguno de ellos d esertó
de B ru to o Casio, ni siq u iera cuando h ab ían sido d e rro ­
tados, los m ism os que h ab ían d ese rtad o de Antonio en
B ríndisi an tes del com ienzo de la g u erra. La razón de
su m ilicia, en tiem pos de Pom peyo y entonces, no fue
lu ch ar p o r sus in tere se s personales, sino p o r defender
la dem ocracia, n om bre especioso p e ro siem pre falto de
provecho "°. Y cuando ju zg aro n que ya no eran de uti-
1,0 Gabba, Appiano..., p á g . 1 8 4 , n . 1, se m u e s tra de acuerdo con
A. Z e r d ik , Quaestiones Áppianneae, tesis doct., Kiliae, 1 8 8 6 , p á g . 5, n .
2, en q u e e s ta a f irm a c ió n h a y q u e i n t e r p r e t a r l a n o c o m o u n ju ic io p e ­
s im is ta d e su fu en te, sin o co m o a p r e c ia c ió n p e rs o n a l d e A piano.
216 HISTORIA ROMANA

lid ad p a ra la p atria , am bos d esp reciaro n , p o r igual, sus


pro p ias vidas. En sus preocupaciones y esfuerzos, Ca­
sio atendió, sin d esviar su atención, ta n sólo a la gue­
rra , igual que los g ladiadores clavan la m ira d a en su
an tag o n ista. En cam bio, B ruto, donde q u ie ra que estu ­
viese, le g u stab a co n tem p lar y e sc u c h a r todo, ya que
poseía u n e s p íritu filosófico en n a d a desdeñable.
P ero a unos h o m b res de tal c a lib re en todos los
asp ecto s sólo ca b ría oponerles su alevoso crim e n con­
tr a C é s a r 111, El cual no fue, ciertam en te, u n crim en
sencillo ni de poca en vergadura, p u es fue com etido de
fo rm a in esp erad a c o n tra u n am igo, con in g ra titu d con­
tra u n b en efacto r que les h a b ía salvado la vida en la
guerra, de m an era im pía c o n tra la cabeza del Estado,
en el edificio del senado y c o n tra u n p ontífice revestido
con sus o rn am en to s sagrados y con u n p o d er com o nin­
gún o tro, y que h ab ía p re sta d o m ay o res servicios que
nad ie a su p a tria y al im perio. P or estas razones, la
divinidad se irritó c o n tra ellos y se lo indicó en num e­
ro sas ocasiones p o r m edio de p resagios funestos. P or
ejem plo, a Casio, cu an d o re alizab a u n a lu stra c ió n p a ra
su ejército, el licto r le puso la co ro n a del revés; u n a
V ictoria, e sta tu a de o ro o fren d ad a p o r Casio, se cayó;
m uchas aves se p o saro n sobre su cam p am en to sin em i­
tir ningún sonido, y n u trid o s en jam b res de abejas p er­
m anecían apo sen tad o s co n tin u am en te en este m ism o
cam pam ento. A su vez, B ruto, m ie n tra s cele b rab a su
cum pleaños en Sam os, dicen que, en el tra n sc u rso del

111 S e g ú n G a b b a (Appiano..., p á g s . 184-187), a d if e re n c ia d e l c aso


d e P o m p ey o , e n el trá g ic o f in a l d e lo s c e s a r ic id a s ta l c o m o lo p r e s e n ta
A p ian o c o n flu y e , ju n to a la c o n c e p c ió n f a ta lis ta d e l h is to r ia d o r , u n a
ra z ó n m á s p r o fu n d a : la f a ta l n e c e s id a d d e e x p ia r el a s e s in a to d e Cé­
s a r, h u m a n a m e n te in ju s tific a b le , q u e p u d o d e s a ta r la i r a d e lo s d io se s
c o n tr a la q u e d e n a d a v a lió la b o n d a d p le n a m e n te r e c o n o c id a a la c a u ­
sa d e B r u to y C asio y a l a lto id e a l q u e a m b o s s u s te n ta b a n .
GUERRAS CIVILES IV 217

banquete, au n q u e no e ra hom bre dado a tales citas, gri­


tó, sin ca u sa ap aren te, el siguiente verso:
Pero a mí, un hado funesto y el hijo de Leto me han
[matado.

Cuando se d isponía a c ru z a r desde Asia a E uropa, m ien­


tra s e sta b a d esp ierto d u ra n te la noche, se to rn ó m o rte­
cina la luz y tuvo u n a visión de u n a form a so rp ren d en te
que se p o n ía a su lado, y, al p re g u n ta rle con m ucho
valor qué h o m b re o dios era, el fan tasm a le contestó:
«B ruto soy tu genio m alo y m e a p a rec eré a ti en Fili-
pos.» Y cu en tan que se le apareció antes de la últim a
b atalla.
C uando el ejército salía a c o m b atir d elan te de las
m u rallas, le salió al en c u en tro un etíope. Los soldados
lo h iciero n pedazos de inm ediato p o r co n sid erarlo co­
m o u n m al augurio. Y, sin duda, fue algo debido a los
dioses el hecho de que Casio, d espués de u n a lucha in­
cierta, d ese sp erara de todo sin razón, y el que B ruto
fu e ra forzado a a b a n d o n ar su p ru d e n te po lítica de de­
m o ra p a ra en ta b la r co m bate con unos h o m bres agobia­
dos p o r el h am b re, a p e sa r de te n e r ab u n d an cia de pro­
visiones y d o m in ar el m ar, así que sufrió la d e rro ta m ás
bien p o r ca u sa de sus p ro p ias tro p as, que p o r las de
sus enem igos. Y, p o r ú ltim o, au n q u e h ab ían p artic ip a­
do en com bates y n u n ca h ab ían su frid o ningún daño
en ellos, am bos llegaron a s e r sus propios asesinos, co­
m o lo h a b ía n sido de César. Tal fue el castigo que su­
friero n B ru to y Casio.
C uando A ntonio en contró el cadáver de B ruto, lo 135
revistió con el m ejo r vestido de p ú rp u ra , de inm ediato,
y, desp u és de in cin erarlo , envió las cenizas a su m adre
S ervilia “2. El ejército de B ru to , al e n te ra rse de su

112 Cf. P lut . Brut. 53.


218 HISTORIA ROMANA

m u erte, envió em isario s a Octavio y a Antonio, y alcan­


zaron el p erd ó n y fu ero n re p a rtid o s e n tre los ejércitos
de am bos. S u m ab an a lre d ed o r de ca to rce m il hom bres.
T am bién se rin d iero n los que ocupaban los fo rtin es, que
eran m uchos. Octavio y A ntonio e n tre g aro n estos fo rti­
nes y el cam p am en to enem igo a sus soldados p a ra que
los saq u earan . E n tre los hom bre n o tab les que acom pa­
ñ aban a B ruto, algunos m u rie ro n en los com bates l13,
o tro s se su icid aro n igual que los generales, y o tro s con­
tin u a ro n lu ch an d o de p ro p ó sito h a sta m orir; e n tre és­
tos se en c o n trab a Lucio Casio, el cuñado de Casio, y
C atón el h ijo de Catón, que cargó n u m ero sas veces con­
tr a los enem igos y, cu an d o sus h om bres se re tira ro n ,
se despojó del yelm o p a r a ser reconocido o convertirse
en u n b lan co fácil, o p o r am bas razones. Labeo, notable
p o r su sap ien cia y p a d re de aquel o tro Labeo que toda­
vía hoy goza de fam a com o ex p e rto en leyes, cavó en
su tien d a u n a zanja del tam añ o de su cuerpo, dio orden
a sus esclavos en relación con el re sto de su s asuntos
y dispuso su ú ltim a v o lu n tad p a ra su esposa e hijos p o r
m edio de c a rta s que entregó a su s siervos p a ra que se
las en tre g asen a aquéllos; entonces, cogiendo de la m a­
no d erech a a su esclavo m ás fiel, le hizo d a r u n a vuelta
en círculo, com o es co stu m b re p a ra los rom anos que
conceden la lib e rta d a u n esclavo, y a continuación le
en treg ó u n a esp ad a y le ofreció el pecho.
136 Y de este m odo su tien d a fue su tum ba. Rasco, el
tracio , re g resó de las m o n tañ as con m u ch as tro p as y
solicitó com o recom pensa, y la obtuvo, la salvación de
su h erm a n o R ascúpolis. P or lo cual quedó de m anifies­
to que no h ab ían existido d iferen cias desde u n p rin ci­
p io e n tre estos tracios, sino que, al ver dos ejércitos
g randes y eq u ilib rad o s en su te rrito rio , se re p a rtie ro n

113 S o b re lo s m ie m b ro s d e la n o b le z a c a íd o s e n F ilip o s, cf. Syme,


The Román Revolution, p á g s . 205-206.
GUERRAS CIVILES IV 219

su destino in cierto p a ra que el ven ced o r salv ara al ven­


cido. P orcia, la esposa de B ru to y h erm a n a de Catón
el Joven, cu an d o se e n te ró de que am bos h ab ían m uerto
en la fo rm a dicha, au n q u e e ra vigilada m uy estre ch a­
m en te p o r sus servidoras, a rre b a tó algunos tizones en­
cendidos q ue era n tra sp o rta d o s en u n b ra se ro y se los
tragó. De los m iem bros de la nobleza que huyeron a
Tasos, unos se h iciero n a la m a r desde allí, y o tro s se
rin d iero n con el re sto del e jército a M ésala Corvino y
Lucio B íbulo, hom bres de igual rango, p a ra que hicie­
ra n con todos ellos lo que h u b ie ra n decidido h acer con
ellos m ism os. Y éstos llegaron a u n acu erd o con Octa­
vio y A ntonio p o r el cual e n tre g a ro n a este últim o, a
su llegada a Tasos, todo el din ero y las a rm a s que había
allí, ad em ás de ab u n d a n te s provisiones y g ra n cantidad
de m a te ria l de g u erra alm acenado !14.
De esta form a, Octavio y Antonio, g racias a u n a 137
aud acia peligrosa, re alizaro n en dos com bates de infan­
te ría tal h azañ a com o no hubo o tra an terio rm en te. Pues
n u n ca h a s ta entonces h ab ían contendido e n tre sí dos
ejército s ta n g randes de rom anos y de calid ad sim ilar.
E stos soldados no estab a n re clu tad o s a p a r tir de levas
o rd in aria s, sino que h ab ían sido elegidos p o r su valor;
no e ra n novatos, sino tro p a s con gran v eteran ía y que
luch ab an e n tre sí y no con gentes de o tra s razas o con
pueblos b árb aro s. Y, com o ten ían la m ism a lengua, la
m ism a técn ica m ilita r y u n en tre n am ien to y disciplina
sim ilares, p o r estas m ism as razones eran casi invenci­
bles el uno p a ra el otro. Jam ás se puso en la g u erra
un afán y u n a osad ía ta n grandes, ya que se tra ta b a
de ciu d ad an o s que lu ch ab an c o n tra ciudadanos, de fa­
m iliares c o n tra fam iliares y de c a m a rad a s co n tra cam a­
radas. Y p ru e b a de ello es que el núm ero de bajas, si
se to m an en co n sid eración am bas b atallas, parece que

114 Cf. Syme, ibid., pág. 206.


220 HISTORIA ROMANA

no fue in fe rio r e n tre los vencedores que e n tre los venci­


dos.
El ejército de A ntonio y O ctavio hizo b u en o el cálcu­
lo de sus g enerales al p asa r, en u n solo día y en v irtu d
de u n a sola acción, del peligro ex trem o del h am b re y
el m iedo a la d estru cció n a u n a situ ació n d e ab u n d an ­
cia o p u len ta y de salvación seg u ra y a u n a v icto ria glo­
riosa. Y, ciertam en te, se cum plió lo que, cu an d o iban
al com bate, h ab ían p resag iad o p a r a los rom anos, pues
quedó d ecid id a su fo rm a de gobierno, gracias, sobre to­
do, a aq u ella b atalla, y ya no re to rn a ro n a la dem ocra­
cia, ni tu v iero n n ecesid ad de co n tien d as sim ilares en tre
ellos, con excepción de la lu ch a civil, no m ucho des­
pués, e n tre A ntonio y Octavio, que fue la ú ltim a que
tuvo lu g ar e n tre rom anos. Los sucesos que acaecieron
e n tre am bos hechos, después de la m u e rte de B ru to y
b ajo (Sexto) Pom peyo y los am igos de C asio y B ru to que
h ab ían escapado con u n a p a rte im p o rtan te d e los restos
de tan g ran m ateria l de g u erra, n o se p u ed en co m p arar
ya a esta co n tien d a ni p o r la o sad ía ni p o r la adhesión
de los h o m b res y de las ciudades, y de los soldados a
sus jefes; p u es ni la nobleza, ni el senado, ni la m ism a
gloria se p u siero n de p a rte de ellos com o se hab ían pues­
to del lado de C asio y B ruto.
LIBRO V

SINOPSIS

1. In tro d u cció n al libro V.


2. Los seguidores de B ru to , después de Filipos.
3. Antonio y Octavio se d istrib u y en las tare as, provincias y ejér­
citos después de Filipos.
4-6. Antonio e n Éfeso. C ontribuciones im p u estas a Asia.
7. Antonio re c o rre y org an iza las p rovincias del O riente,
8-10. E n cu e n tro e n tre A ntonio y C leopatra en Tarso. A taque a
Palm ira.
11. A ntonio inverna en A lejandría.
12-13. Octavio e n Italia. D ificultad e n las asignaciones a g ra ria s a
los veteranos.
14. Intervención de L. Antonio y Fulvia, esposa de Antonio.
15-17. Consecuencias del trasto rn o a g rario y social. P repotencia del
ejército. C onsideraciones so b re la nueva m entalidad de
los soldados.
18. Caos económ ico en Ita lia y h a m b re en Roma.
19. A ctuación del cónsul L. Antonio.
20. El e n cu e n tro de Teano.
21-23. Nuevos y vanos in te n to s de reconciliación e n tre am bas
facciones,
24. P re p a ra tiv o s m ilita re s p o r am bos bandos.
25. Pom peyo in cre m e n ta su poder.
26. La situación en África. A henobarbo a ta c a B ríndisi.
27. Italia se divide e n tre las dos facciones a n te la inm inencia
de la g u e rra .
28-29. Ú ltim o in te n to fallid o de lle g a r a u n acuerdo.
30-31. A contecim ientos bélicos h a sta el asedio de Perusia.
32-33. L ucio se r e tira a P erusia. B loqueo de la ciu d ad p o r Octavio.
34-37. O ctavio re fu e rz a el asedio. In ten to s vanos de los asediados
p o r rom perlo.
HISTORIA ROMANA

38. D eserciones y desánim o e n tre la s tro p a s de Lucio.


39. D iscurso de Lucio a sus tro p as.
40. E m b ajad a de Lucio a Octavio.
41-45. E n cu e n tro e n tre Lucio y Octavio.
46-47. - La rendición del ejército.
48-49. C ap tu ra e incendio de P erusia. C astigo de los culpables.
50. D ispersión de las tro p a s a n to n ia n a s en Italia.
51. La m u erte de Fufio Caleño. O ctavio se a p o d era del ejército
de Antonio en la Galia.
52. Antonio p a rte de A lejandría. Sus relaciones con Sexto
Pom peyo.
53-54. D isposiciones de O ctavio en Italia a n te u n a posible alianza
e n tre Antonio y Pom peyo.
55. E n cu e n tro en el A driático de A ntonio y A henobarbo.
56. A ntonio d esem barca en Italia y pone cerco a B ríndisi.
57. Octavio organiza la defensa d e Italia.
58-59. Antonio y O ctavio en to rn o a B ríndisi. M uerte de Fulvia.
60-63. La m ediación de L. Cocceyo N erva.
64-65. El acu erd o de Octavio y A ntonio en B ríndisi.
66. O ctavio y A ntonio en Rom a.
67-68. S ublevación en Roma.
69. P rim e r in te n to de acu erd o con Sexto Pom peyo.
70. D iscrepancias sobre el acuerdo e n tre las tropas de Pompeyo.
71-73. El e n cu e n tro de M iseno.
74. Alegría en Italia p o r el acuerdo.
75. A ntonio dispone los a su n to s de O rien te según su s planes.
76. A ntonio inverna en A tenas.
77. R u p tu ra del acu erd o e n tre O ctavio y Pompeyo.
78-79. D efección de M enodoro a Octavio. É ste llam a a Ita lia a O cta­
vio.
80. P re p a ra tiv o s de guerra.
81-83. La b a ta lla naval de Cum as.
84-86. D erro ta de la flota de O ctavio en el E strec h o de M esina.
87-90. La noche después de la batalla. L a tem pestad del día siguiente
d estruye casi p o r com pleto la flo ta de Octavio.
91. M edidas de O ctavio p a ra p a lia r la grave situación.
92. M edidas p o líticas y m ilita res de Octavio.
93-95. El e n cu e n tro de T aren to .
96. Defección de M enodoro a Pom peyo. Lustratio de la flota.
97. Com ienzo de las hostilid ad es. P lan de defensa d e Pompeyo.
98-99. O peraciones navales de Octavio. Una tem p e stad d aña seria­
m ente a su flota.
100-102. A ctitud de Pom peyo y nueva defección de M enodoro.
103. Octavio p re p a ra el desem b arco en Sicilia.
GUERRAS CIVILES V 223

104. P apias d estruye p a rte de las naves de Lépido.


105-108. M aniobras de la flota de O ctavio. La b a ta lla de Milas.
109-110. El d esem barco de Octavio.
111. D erro ta de la flo ta de Octavio.
112. M edidas de O ctavio p a ra a fro n ta r la situación.
113-115. Cornificio se repliega al in te rio r de la isla y llega a Milas.
116-117. D efensa de Pom peyo en la c o sta sep ten trio n al.
118-121. La b a ta lla de N auloco y la d e rro ta de Pompeyo.
122. H uida de Pom peyo. Tom a de M esina.
123-126. In ten to n a fallid a de L épido y su d e stin o final com o privado,
127-129. O ctavio recom pensa a su ejército, sofoca una sublevación
d e sus tro p a s e im pone trib u to s a Sicilia.
130-131. O ctavio en Rom a. H onores d ecre ta d o s a él. D evolución de
los esclavos a sus dueños.
132. M edidas de O ctavio so b re p o lítica interna.
133. La fuga de Pom peyo a Asia.
134-136. E m b ajad a pom peyana a A ntonio y réplica d e éste a los
em bajadores.
137-139. Pom peyo en Asia. Su lucha c o n tra los generales de Antonio.
140-142. La c a p tu ra de Sexto Pompeyo.
143-144. Breve sem blanza d e Sexto Pom peyo. La resp o n sab ilid ad de
su m uerte.
145. C apítulo final: el lib ro Sobre ¡liria.

D espués de la m u e rte de Casio y B ruto, Octavio i


regresó a Italia y Antonio m archó a Asia, en donde Cleo­
p a tra , la re in a de Egipto, se reu n ió con él, y, n ad a m ás
verla, quedó subyugado ante su belleza E sta pasión
ac arreó la ru in a de am bos y de todo Egipto, tra s ellos.

1 Como es co stu m b re en los libros de la Guerras Civiles y, en ge­


neral, en la o b ra de Apiano, se inicia este lib ro con u n cap ítu lo de
introducción de su pro p io cuño, en el que expone el argum ento. Sobre
la e stru c tu ra del m ism o y, en general, so b re e ste lib ro V, véase el m ag­
nífico co m entario de E . G a b b a , en A ppiani B ellorum Civilium Liber
Quintus, Florencia, 1970, im prescindible p a ra todo aquel que quiera
p ro fu n d izar en los tem as tra ta d o s en este libro; de la e stru c tu ra , en
concreto, tr a ta en la In troducción, págs. IX-XVII.
224 HISTORIA ROMANA

P or esta razón, E gipto va a o c u p a r u n a p a rte de este


libro, p a rte pequeña, sin em bargo, y no m ereced o ra de
u n títu lo específico, p u esto que se tra ta de u n episodio
incidental a las G u erras Civiles, de m u ch a m ayor p ro ­
porción. Pues, ciertam en te, después de B ru to y Casio,
h u b o o tra s g u erras civiles sim ilares, au n q u e ya no ha­
b ía n in g ú n general al m ando de to d as las tro p a s com o
en el caso de aquéllos. E stas ú ltim as g u erras fu ero n es­
po rádicas, h a sta que S exto Pom peyo, el hijo m ás joven
de Pom peyo el G rande y últim o re p re se n ta n te de esta
facción fue m u erto , com o lo h a b ía n sido B ru to y Casio,
y Lèpido fue desposeído de su p a rc e la de p o d er en el
triu n v irato , y todo el gobierno d e R om a vino a p a ra r
a las m anos de dos h o m bres solam ente, A ntonio y O cta­
vio 2. C ada un o de estos hechos sucedió com o sigue.
2 Casio, de so b ren o m bre P arm esio \ h a b ía sido deja­
do p o r B ru to y Casio en Asia, con u n a flo ta y u n ejér­
cito p a ra q u e re co lecta ra dinero. T ras la m u erte de
Casio, sin p re v er un d estin o sem ejan te p a r a B ruto, se­
leccionó a tre in ta naves rodias, las que p en sab a d o tar
de trip u lació n , y quem ó las re sta n te s, salvo la sagrada,

2 E ste lib ro com prende el p e ríodo h istó ric o que va desde el m o­


m ento p o ste rio r a Filipos h a sta la m u erte de Sexto Pom peyo (35 a.
C.), lo que im plica u n a c ie rta d iscrep an cia con lo expresado p o r el
a u to r en su Pról. 14, y supra, I 6, de c o n c lu ir su h isto ria después de
Accio. G a b b a (Appiani..., V, pág. X) a trib u y e este hecho a razones pa­
trió ticas (él e ra o riu n d o de Egipto), en v irtu d de las cu ales h ab ría tra n s­
ferid o los hechos p o ste rio re s al 35 a. C. a su Historia de E gipto (hoy
perdida), y tam b ién dado que, según el p ro p io a u to r a firm a en este
capítulo, la g u e rra en E gipto e stab a en ín tim a conexión con las Gue­
r ra s Civiles (cf., tam bién, n. 10 al lib ro I).
3 G. Casio de P arm a, tal vez c u e sto r e n el 43 a. C. (cf. T. R. S.
B r o u g h t o n , The m agistrates o f the R o m á n R epublic, I-II y supl., Nueva
York, 1950-1960, II, pág. 341). H abía p a rtic ip a d o en la c o n ju ra c o n tra
C ésar (aunque no aparece en la lista de c o n ju ra d o s que d a Apiano en
II 113). Se unió, después de Filipos, a S exto Pom peyo, y en el 35 a.
C. se pasó a A ntonio (cf. infra, V 139). M urió en A tenas después de
la b a ta lla de Accio (cf. V a l . Máx., I 7 , 7 ).
GUERRAS CIVILES V 225

a fin de q u e no p u d iera n p ro v o c ar u n a revuelta. Des­


pu és de llevar a cabo esto, se hizo a la m a r con sus
pro p io s b arco s y las tre in ta naves. C lo d io 4, que había
sido enviado p o r B ru to a R odas con trec e naves, al en­
c o n tra rse con que los rodios 5 se h ab ían sublevado —
pu es ya e sta b a m u erto tam b ién B ru to — rescató a la
gu arnición co n sistente en tre s m il soldados y se unió
a Parm esio. T am bién lo hizo T u ru lio 6, con o tra s naves
y g ra n ca n tid a d de d in ero q u e h ab ía tom ado de Rodas
prev iam en te p or la fuerza. A esta flota, que ten ía ya una
fuerza considerable, acu d iero n todos aquellos que p res­
ta b a n servicios en div ersas p a rte s de Asia, y ellos la do­
taro n de trip u lació n tom ando soldados de donde podían,
y rem eros e n tre los esclavos o p risio n ero s y e n tre los
isleños de la s islas a las que a rrib ab an . Se unieron a
ellos C icerón, el hijo de C ic e ró n 1, y cu an to s otros
m iem bros de la nobleza h ab ían escap ad o de Tasos 9. Y
ráp id am en te con taro n con un n ú m ero im p o rtan te y cua­
dro s dignos de oficiales, soldados y naves. U na vez que
se les u n ió L é p id o 9 con u n contingente adicional de
tro p as, que h ab ían som etido a C reta bajo la ju risd ic­
ción de B ruto, n av eg aron h a sta el A driático p a ra unirse

4 Cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Clodius, n úm . 3.


5 Sobre los rodios en e ste tiem po, cf. n. 71 al libro IV.
6 Acabó com o a lm ira n te d e Antonio (cf. Dión C a s ., LXI 8, 2;V a l .
M íx., I 1, 19). .
7 Cf., so b re él, nn. 39 y 40 al cap. 51 del libro IV.
8 Sobre los huidos a Tasos, cf. n. 113 al cap. 134 del libro IV.
9 De indentificación d iscutida, según M. G ra n t, From Imperíum
to Auctoritas, C am bridge, 1949, págs. 35 y sigs., se tra ta ría de P. Aemi-
lius P.f. Lepidus, un m o n etal (cf. B r o u h g t o n , II, pág. 342). P a ra R h o ­
d e n , en RE, s.v. Aemilius, núm . 82, podía se r P. (o L.) E m ilio Lépido,
hijo de u n h erm an o del triu n v iro , que fue p ro sc rito con su p a d re en
el 43 a. C. (cf. Dión Cas., LIV 2, 1), se u nió a los cesaricid as y, luego,
se reconcilió con O ctavio cuan d o este lu ch a b a con Sexto Pom peyo (cf.
S u e t ., Aug. 16, 3), fue cónsul suffectus en el 34 a. C.
226 HISTORIA ROMANA

a M urco 10 y a Dom icio A henobarbo quienes tenían


a su m ando u n a fu erza naval m uy estim able. Algunos
de ellos atrav esaro n , con M urco, h a sta S icilia y se unie­
ron a las tro p as de Sexto Pom peyo, o tro s se quedaron
ju n to a A henobarbo y crearo n su p ro p ia facción. De tal
m odo tuvo lu g ar la p rim e ra co n cen tració n de los efecti­
vos que h ab ían q u edado de todos los p re p ara tiv o s he­
chos p o r Casio y B ruto.
3 D espués de la victoria de Filipos, O ctavio y Antonio
ofreciero n u n sacrifio m agnífico y elogiaron a sus tro ­
pas. Con objeto de p ro c ed er a la e n tre g a de las recom ­
pensas p o r la victoria, O ctavio m arch ó a Ita lia p a ra re­
p a r tir la tie rra en tre ellos y ase n ta rlo s en las colonias
—pues h ab ía elegido p a ra sí esta ta re a a c a u sa de su
en ferm ed ad — y A ntonio avanzó h a sta los pueblos de
allende el Egeo p a ra re u n ir el d in ero que les hab ían
prom etido. Se re p a rtie ro n e n tre sí las provincias, como
an tes n, y añadieron, adem ás, las de L épido l3. Pues se
h ab ía decidido, a in stancias de Octavio, o to rg a r la inde­
pendencia a la Galia C isalpina l\ de acuerdo con el cri­
terio de César. Lépido fue acu sad o de tra ic io n a r los
in tereses del triu n v ira to en favor de Pom peyo y se deci­
dió que si Octavio en c o n trab a fa lsa esta acusación, se

10 Cf. n. 87 al cap. 77 del libro III, y Gabba, Appiani..., V, com.


ad loe.
11 Cf. n. 86 al cap. 86 del libro IV.
12 Cf. supra, IV 2.
13 De éstas, Antonio obtu v o la G alia N arbonense y retuvo la Co-
m ata, en ta n to que Octavio recibía las dos E spañas.
14 Que p asa b a a fo rm a r p a rte de Italia, y que A ntonio prom etió
en tre g ar. Ita lia e stab a in clu id a en la división. Según D ió n C a s ., XLVIII
1, 3 y 22, 2, h u b o u n re p a rto de las prov in cias a fric an a s (Octavio ha­
b ría conservado Africa Nova y A ntonio h a b ría o btenido la Vetus) (cf.
R ic e H o l m e s , The architect of the R om án Empire, 2 vols., Oxford,
1928/31, I, págs. 218-219, qu ien la rechaza, y , p o r el c o n tra rio , G s e l l ,
Hisí. Arte, de VAfrique du Nord, VIII, págs. 188 y sigs., en especial pági­
na 191 y nn., que sigue la versión de D i ó n Casio).
GUERRAS CIVILES V 227

le e n tre g a ría n o tra s provincias 15. L icenciaron a aque­


llos soldados que h ab ían cum plido su período com pleto
de m ilicia l6, salvo ocho m il, los cuales solicitaron se­
guir e n el servicio. A estos últim os los acep taro n de nue­
vo, y se los re p a rtie ro n y los fo rm a ro n en cohortes pre-
torianas '7. El resto de las tropas con las que contaban,
incluyendo aquellas que se habían pasado de B ruto, arro ­
ja b a n u n to ta l de once legiones de in fa n te ría y catorce
m il jinetes. De estas tro p as, A ntonio tom ó, p a ra su ex­
pedición al ex tran jero , seis legiones de in fan te ría y diez
m il jinetes, y Octavio, c u a tro m il jin etes y cinco legio­
nes, p ero dio a Antonio dos de e sta s ú ltim as a cam bio
de o tras que h ab ían sido dejadas en Ita lia p o r Antonio
bajo el m an d o de C aleño ia.

15 Como e n efecto o c u rrió (cf. cap. 12). Lépido re p re se n tab a , en


estos m om entos, la tendencia c o n serv ad o ra y se n a to rial a la que había
estado ligado trad icio n a lm e n te p o r vínculos fam iliares. De hecho, su
p articip a ció n en el triu n v ira to se debió fu n d am en talm en te a la im por­
tancia de su ejército, al nom bre de su fam osa gens p a tric ia y a los
vínculo políticos que lo u n ian a la o lig a rq u ía se n a to rial (cf. S y m e , The
R om án R evolution, Oxford, 1939, págs. 165 y sigs. y 230 y sigs.).
16 Parece concluirse de aquí u n tiem po lím ite de perm anencia con­
tin u a d a en la m ilicia, tal vez 16 años (cf. G a b b a , Appiani..., V, com.
ad loe.; y , a d e m á s , R. E. S m it h , Service ín Post-Marian R om án Army,
M anchester, 1958, pág. 35, y P. B r u n t , Italian M anpower [225 B.C.-A.D.
14}, Oxford, 1971, págs. 400 y sigs.).
17 G a b b a , Appiani..., V , c o m . ad loe., c ita al respecto a M. D u r r y ,
Les cohortes prétoriennes, P arís, 1938, págs. 75-76.
18 El cual hab ía p erm an ecid o allí p a r a c o n tro la r realm ente a Lé­
pido, que h a b ía quedado al m ando de Ita lia cu an d o A ntonio y Octavio
p a rtie ro n h acia O riente c o n tra B ru to y C asio a com ienzos del 42 a.
C. (cf. S y m e , The R o m á n R evolution, pág. 202). S obre e ste personaje,
Q. Fufio Caleño, cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Fufius, núm . 10. H abía sido
trib u n o de la plebe en el 61 a. C., p re to r en el 59 a. C„ legado de
C ésar en ia G alia en el 51 a. C. y cónsul en el 47 a. C. Tal vez sea
el m ism o que, según Apiano (supra, IV 47), ayudó a salvarse a V arrón
d u ra n te las proscripciones. E n el 41 a. C. (cf. cap. 51 de este libro),
a p arece com o com andante de A ntonio en la G alia T ransalpina, con 11
legiones, y es posible que, a p e sa r de h a b e r sido req u erid o p a ra ello.
228 HISTORIA ROMANA

4 Así pues, Octavio se dirigió h a c ia el A driático, y


Antonio, cu an d o estuvo en É feso 19, ofreció con gran
pom pa u n sacrificio a la diosa de la ciu d ad 20 y p erd o ­
nó a los q u e se h ab ían refu g iad o en su tem plo com o
su p lican tes 21 después del d e sa stre de B ru to y Casio,
con excepción de P e tro n io 22, q u e h ab ía sido convicto
de p a rtic ip a r en el ase sin a to de C ésar, y de Q uinto, que
h ab ía p u esto en m anos de Casio a D olabella, m ediante
traició n en L aodicea z\ Reunió, p o sterio rm en te, a los
griegos y a todos los dem ás pueblos que ocu p an la p a r­
te de Asia en to rn o a Pérgam o, ya sea que estuvieran
presentes p o r delegaciones, en conform idad con el acuer­
do 24 o que h u b iera n sido citados allí, y les dijo lo si-

no hubiese cedido a Octavio el m ando d e las dos legiones que tenía


(cf. cap. 20 d e este libro, y, adem ás, P. B r u n t , Italian..., págs. 489-493).
19 Según Plut., Ant. 23, h ab ría perm anecido algunos m eses en Gre­
cia, y el paso a Asia debió de ten e r lu g ar en la p rim a v era del 41 a.
C. S obre la p o lítica de A ntonio en O riente y su conexión con los acon­
tecim ientos en Italia, cf., en general, H. B u c h h e im , Die O rientpolitik
des T riu n v im M. A ntonius. Ihre Voraussetzungen, E n tw icklu n g u n d Zu­
sam m enhang m it den politischen E reignissen in Italien, en Abhandl.
d e r H eid elb erg er Akadem ie d e r W issench, Phil.-H ist. K lasse, 1960, 3.
20 Se trata de la Artemis (Diana) efesia (cf. L. Sechan-P. L evéo ue,
Les grandes d ivinités de la Gréce, París, 1966, págs. 358-359).
21 Su tem plo e ra fam oso p o r el derecho de asilo (cf., adem ás, ca­
p ítu lo 9; E s t r a b ., XIV, 23; S t e n g e l , en R E , s.v. Asylon, col. 1884). La
trad ició n apianea, filoantoniana, silencia e l recibim iento «dionisíaco»
de Antonio en Éfeso y su p o lítica religiosa en el O riente, fuente de
c rític a s u lte rio re s hacia su p e rso n a (cf., so b re este p a rtic u la r y la valo­
ración del episodio de Éfeso, G a b b a , Appiani..., V, com . ad loe.).
22 Tal vez, u n senador (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Petronius, núm . 85).
23 Cf. supra, IV 62.
24 Se re fie re al p acto del ko in ó n de Asia. Tom o e sta traducción
de G a b b a (Appiani..., V, com . ad loe.), que sigue a B u c h h e im , Die Orient­
politik..., pág. 99 n. 15, el c u al p ien sa que aquí se alude al k oinón de
Asia. H abría, pues, que d istin g u ir e n tre los griegos del koinón, presen­
te s p o r delegaciones, de los no griegos «convocados». D e in in g e r , por
el c o n tra rio («B rutus und die B ithyner», Rh. Mus. 106 [1966], 366-368),
d e sc a rta esta in te rp reta ció n y p iensa que la reu n ió n de É feso fue del
GUERRAS CIVILES V 229

guíente 25: «A vosotros, oh griegos, v u estro rey Átalo 26


os puso en n u e stra s m anos en su testam en to , y al punto
fuim os p a r a vosotros m ejores de lo que lo había sido
Átalo, pues os exim im os de los trib u to s q u e pagabais
a éste, h a s ta que la ap arición, tam b ién e n tre nosotros,
de agitadores populares hizo necesario estos tributos
Mas cu an d o esto o cu rrió, no os los im pusim os en razón
a u n a estim ació n fijada, de fo rm a que pudiéram os re­
c a u d a r u n a su m a segura, sino q u e os ordenam os que
c o n trib u y erais con u n a p a rte p ro p o rcio n al de vuestras
cosechas an u ales p a ra así p a rtic ip a r de v u estras vicisi­
tudes. Y cuando los en cargados de la recaudación por
delegación del senado os vio len taro n y os exigieron m u­
cho m ás de lo debido za, Gayo C ésar os devolvió una
te rc e ra p a rte de v u estra ap o rtació n y puso fin a los abu­
sos, Pues p u so en v u e stra s m anos la ta re a d e recau d ar

tip o de la de S ila (c f. A p ia n o , Mitríd. 6 1 -6 2 ) y que h a b r ía q u e entender


epi synthtsei « para u n a c l a r i f i c a c i ó n » .
25 S egún G a b b a (Appiani..., V, com . ad loc.j, el d isc u rso de Anto­
nio proviene de u n a fuente óptim a que p o d ría ser de vectigalium Asiae
constitutione de Mésala (cf., adem ás G a b b a , Appiani..., V, Intr., pág. XVI).
26 Atalo III Fiiom étor, de Pérgam o, m u erto en la p rim av era del
133 a, C. (cf. A p ia n o , Mitríd. 62). Sobre las c o n tro v ersias surgidas en tre
las ciudades griegas del antig u o reino de Pérgam o en el 133 (y, en
especial, e n tre el 123 y 50 a. C.) y los pubticani, así com o sobre la
exención de trib u to s, cf. G a b b a , Appiani..., V, com. ad loe., y considera­
ciones de N ic o l e t , Rom a y la conquista det mundo mediterráneo, I
(trad. cast.), B arcelona, 1982, págs. 179 y sigs., con bib lio g rafía especí­
fica sobre el tem a en pág. 401.
27 Por m edio de la lex de vectigalibus de Provincia Asia de G. Sem­
pronio Graco, en el 123 a. C., p o r la que todas las ciudades griegas
h a sta aquel m om ento inm unes se vieron obligadas a p a g a r una tasa
(en c o n tra de las cláu su las del testa m en to de Átalo), con excepción
de Pérgam o. Es im p o rta n te e sta ley, pues a p a r tir de e sta fecha el
sistem a de a rre n d a m ie n to de gastos y percep ció n de ingresos va a su­
frir u n a m odificación su sta n c ia l y se van a c re a r sociedades anónim as,
que se llam ab an según el nom bre de la provincia o del tipo de im pues­
to que ten ía n bajo control.
28 Cf. A p ia n o , Mitríd. 121, y supra, II 92.
230 HISTORIA ROMANA

ios trib u to s a los ag ricultores. Y a quien tuvo u n com ­


p o rtam ien to tal n u estro s ciudadanos h onorables lo lla­
m aro n tiran o , y v o sotros les ay u d a ste is con grandes su­
m as de d in ero a ellos que eran los asesinos de vuestro
b ien h ech o r y en c o n tra de n o so tro s que perseguíam os
su venganza.
s »Sin em bargo, com o la ju s ta fo rtu n a sentenció la
g u e rra no en el sentido que vosotros qu eríais, sino co­
m o debía ser, si fu e ra necesario tra ta ro s com o a unos
aliados de n u estro s enem igos h a b ría que castigaros, pe­
ro, p u esto que creem os v o lu n tariam en te q u e vosotros
hab éis ac tu a d o así en v irtu d de u n a fu erza m ayor, os
exim im os de las penas m ás severas, m as necesitam os
dinero, tie rra y ciu d ad es com o prem io s p a ra la victoria
de n u estro s ejércitos. H ay veintiocho legiones de infan­
te ría 29, que, ju n to con las tro p a s au xiliares, arro ja n
u n a cifra de m ás de ciento se te n ta m il h om bres, ade­
m ás de la ca b allería y de o tro s diversos cuerpos de tro ­
pas. En razón de un nú m ero ta n gran d e de soldados,
podéis im ag in ar la en v erg ad u ra de n u e stra s necesida­
des. O ctavio h a p a rtid o p a ra Ita lia a fin de p ro ced er
al re p a rto de tie rra s y ciudades e n tre ellos, p a ra expro­
p ia r Italia, p o r d ecirlo lisa y llanam ente. Y con objeto
de no ex p u lsaro s de v u estras tie rra s, ciudades, casas,
tem plos y tu m b as, hem os pen sad o que v u e stra a p o rta ­
ción sea en d in ero y no de todo el que ten éis —pues
ni siq u iera p o d ríais p a g a r la su m a—, sino de u n a p a rte
de él, y m uy pequeña, que os va a a le g ra r cuando os
en teréis de ella. Nos b a s ta rá con re c ib ir lo que en tre­
gasteis 30 a n u estro s enem igos en dos años —y les dis­
teis los trib u to s de diez años en ese tiem po—, p ero de­
béis pag arlo en uno solo, pues nos acucia la necesidad.
Y com o sois sensibles a n u e stro tra to de favor hacia

29 Cf. n. 11 bis a IV 3, en donde se da u n total de 43 legiones.


30 Cf. supra, IV 75 y n. 74.
GUERRAS CIVILES V 231

vosotros, q u iero a ñ a d ir sim plem ente que el castigo im­


puesto no es co m parable a nin g u n a de v u e stra s faltas.»
É stas fueron sus p alab ras, haciendo referencia al
pago de u n a ap o rta ció n p a ra veintiocho legiones de
infan tería, en tan to que, según tengo entendido, eran
c u a re n ta y tre s cuando llegaron a u n ac u erd o en Móde-
n a 31 y les p ro m etiero n estas recom pensas, pero la gue­
r r a las h a b ría red u cid o pro b ab lem en te a esta cifra 32.
Los griegos, m ien tras él estab a hablando, se arro jab an
c o n tra el suelo y aleg aron en su defensa la coacción y
la violencia ejercida c o n tra ellos p o r B ru to y Casio, y
que no se m erecían castigo, sino com pasión; que ellos
h ubieran entregado el dinero voluntariam ente a sus bien­
hechores, p ero que h ab ían sido p rivados de él p o r los
enem igos, a quienes h ab ían dado no sólo su dinero, si­
no tam bién, a fa lta de éste, sus objetos de valor y sus
o rn am en to s sagrados, y que h a b ía n acuñado en m oneda
e stas cosas en p resen cia de ellos. Finalm ente, ante la
insisten cia de sus ruegos, consiguieron re b a ja r la canti­
dad a tasas de nueve años p ag ad eras en dos. Se ordenó
tam bién el pago de u n as sum as adicionales a los reyes,
p rín cip es y ciudades libres, según las disponibilidades
de cad a un o de ellos.
M ien tras A ntonio llevaba a cabo u n a gira por las
provincias, L u c io 33, el herm ano de Casio, y algunos
o tro s que tem ían p o r su in teg rid ad física, al en terarse
del perdón de Éfeso, se acercaron com o suplicantes. Les
31 Se re fie re al en cu en tro de B ononia (Bolonia) en noviem bre del
43 a. C., celebrado en u n a isla a m ita d de cam ino e n tre M utina (Móde-
na) y B ononia (cf. supra, IV 2 y n. 3).
32 Cf. n. í 1 bis al lib ro IV, cap. 3 y R ic e H o l m e s , The architect
o f the R o m á n E m pire, I, págs. 217-218.
33 L. Casio Longino (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Cassius, núm . 65). Es­
tuvo con C ésar en la g u e rra civil del 49 a. C. Fue trib u n o de la plebe
en el 44 a. C. y no tom ó p a rte en la g u e rra civil al lado d e su herm ano,
lo que sí hizo su hijo G. Casio, el cesaricida, que cayó en la b atalla
de Filipos (cf. supra, IV 135).
232 HISTORIA ROMANA

concedió el perd ó n a todos, excepción hecha de los que


h ab ían sido convictos del asesin ato de C ésar, pues con
éstos ú n icam en te fue im placable 34. Dio u n re sp iro a
las ciu d ad es que h ab ían su frid o m ás severam ente, y así
exim ió del pago de los trib u to s a los licios, im pulsó la
re co n stru cc ió n de Ja n to y dio a los rodios A ndros, Te-
nos, Naxos y M in d o 35, de las cuales fu ero n despojados
poco después, p o rque las g o b ern aro n con excesiva ru ­
deza 36. Otorgó la lib ertad a las ciudades de L ao d ic ea37
y T arso 38 y las exim ió del pago de trib u to s, y a los ha­
b itan tes de esta últim a, que h a b ía n sido vendidos como
esclavos, los lib eró de la esclav itu d m ed ian te u n edic­
to 39. C uando los aten ienses acu d iero n a él p a ra p ed ir­
le Teños, les dio Egina, Icos, Ceos, E scíatos y Pepare-
tos 40. P rosiguió su avance h ac ia F rigia, M isia 41, Gala-
cia de Asia, C apadocia, Cilicia, Cele-Siria, P alestina, Itu-
r e a 42 y las dem ás regiones de Siria, e im puso sobre to­
das ellas fu e rte s co n trib u cio n es y actu ó de á rb itro en­
tre ciudades y reyes —en C apadocia, p o r ejem plo, e n tre
A riárates 43 y Sisina, a qu ien ayudó a o b te n e r el tro n o
a causa de su m ad re G lafira, que se le an to jó u n a her-

34 En v irtu d de la /ex Pedia (cf. supra, III 95 y n. 109).


35 Islas del Egeo del gru p o de las C icladas.
36 Tal vez después de Accio (cf. S c h m i t t , Rom und Rhodos, Mu­
nich, 1957, págs. 186-187).
37 Cf. supra, IV 52, 60 y 62.
38 Cf. supra, IV 52 y 64.
39 Cf. R o s t o v t z e f f , Historia social y económica del mundo hele­
nístico, M adrid, 1967.
40 Icos, E scíatos y P eparetos son las tre s islas principales del gru­
po de las E sp ó ra d as septen trio n ales. Ceos es u n a isla del grupo de
las Cicladas. E gina e stá fre n te a la c o sta del Ática.
41 Ambas, Frigia y Misia, form aban p a r te de la provincia de Asia.
42 Región de Siria.
43 A riarates h ab ía su stitu id o en el tro n o de C apadocia, en el 42
a. C., a A riobarzanes, m u erto p o r C asio (cf. supra, IV 63).
GUERRAS CIVILES V 233

m osa m ujer; en S iria lib ró a las ciudades de los tiranos,


una tra s o t r a <4.
C uando C leopatra se reu n ió con él en Cilicia 45, le 8
rep ro ch ó a ella q ue no h u b ie ra p a rtic ip a d o de sus vici­
situ d es p o r vengar a C ésar. Ella, en cam bio, en lugar
de defenderse, pasó a e n u m e ra r lo que h ab ía hecho di­
ciendo que h ab ía enviado de inm ediato a D olabella las
cu a tro legiones que te n ía c o n s ig o 4Í, y que el viento
c o n tra rio y el p ro p io D olabella, cuya d e rro ta acaeció
antes de lo previsto, le h ab ían im pedido en v iar o tra flo­
ta, que te n ía ya d ispuesta; p ero q u e no se h ab ía aliado
con Casio, el cu al la h a b ía am enazado p o r dos veces,
y que, a p e s a r de la h o stilid ad de aquéllos, se h ab ía h e­
cho a la m a r ru m b o al A driático con u n a flo ta m uy po­
dero sa sin tem er a Casio, ni p recav erse c o n tra M urco
que estab a al an cla ag u ard an d o su paso, p ero que una
tem p estad q u eb ran tó las naves y ella m ism a cayó en fer­
m a, razón p o r la que no pudo después h acerse a la m ar
de nuevo h a s ta que ellos ya h a b ía n obtenido la victoria.
E ntonces, Antonio, p erp lejo an te su sagacidad, am én de
su belleza, quedó p re n d ad o de ella con u n a pasión p ro ­
p ia de u n m uchacho, aunque contaba, a la sazón, cu a­
re n ta años de edad 47. Se dice que él e ra p o r n a tu ra le ­
za proclive a estos asu n to s y que ya en otro tiem po,
cuando ella e ra todavía u n a niña, h ab ía sentido una fu er­
te atra cció n h acia ésta, n ad a m ás verla, cuando, aún
mozo, siguió a G a b in io 48 a A lejandría como prefecto de
caballería.
44 P rim avera del 41 a. C.
45 Según Plut., Aní. 25-27, este e n cu e n tro tuvo lu g ar en e! río Cid-
no, ju n to a la ciudad de T arso, y C leopatra hab ía sido convocada por
Antonio a trav és de Q. Delio, p a ra re n d irle cuen tas de su política.
46 Cf. supra, IV 61.
47 Según P lu t., Ant. 86, 8, A ntonio h a b ría m u erto a los 53 o 56
años de edad, en el 30 a. C. La fecha de su n acim iento se sitú a en
el 86 o 83 a. C. Los c u a re n ta años son aproxim ados.
48 E n el 55 a. C., cu an d o re sta u ró en el tro n o de E gipto a Tolo-
234 HISTORIA ROMANA

9 En consecuencia, la atención que Antonio había p res­


tad o a to d as las ta re a s h a sta entonces em pezó a debili­
tarse, to d a ella, de inm ediato. Se h acía lo q u e C leopatra
ord en ab a, sin el m en o r resp eto hacia las leyes divinas
y h u m an as. Y así, m ien tras A rsín o e w, h e rm a n a de
C leopatra, estab a en M ileto acogida com o su p lican te de
Á rtem is L eu c o frien e50, Antonio envió a unos asesinos
p a ra que le d ieran m uerte, y a S e ra p io 51, que h ab ía si­
do su p refecto en C hipre y h ab ía com batido com o alia­
do de Casio, ord en ó a los tirios, e n tre quienes se h alla­
b a com o su p lican te 5J, que lo e n tre g a ra n a C leopatra.
Tam bién o rd en ó a los arad io s 53 que en tre g a ra n a o tro
su p lican te al que ten ían en su poder, que se h ab ía he­
cho p a sa r p o r Tolomeo, cu an d o Tolom eo el h erm a n o de
C leopatra h ab ía d esap arecido en la b a ta lla naval del Ni­
lo c o n tra C ésar. M andó que fu e ra conducido a su p re­
sencia el sacerd o te de Á rtem is en Éfeso, al que llam an
Megabizos, que, en c ie rta ocasión, h a b ía recibido a Ar­
sínoe com o reina, p ero an te las sú p licas que los efesios
hiciero n a C leo p atra lo dejó libre. T an rá p id a fue la mu-

m eo XII A uletes (cf. n. 45 b is del lib ro II). Fue p re fe c to de cab allería


de G abinio (cf. P l u t ., Ant. 3).
49 H e rm an a m enor de C leopatra. Se h a b ía hecho reco n o cer reina
de E gipto al com ienzo de la G u e rra A lejandrina (cf. C é s a r , B.C. III
112), después de la d e rro ta César, la h a b ía llevado en su triu n fo en
Rom a (cf. n. 225 al lib ro II) y, p o ste rio rm en te , fue lib e rad a (cf. D ión
C a s ., XLIII 19).
50 Algunos a u to re s re p u ta n este p asaje de Apiano com o e rróneo
(cf. M a g ie , R om án R u te in Asia M inor [2 vols.], P rinceton, 1950, II, pá­
gina 1279, n. 5) y sostienen que debe e n te n d e rse M agnesia, en vez de
M ileto (así Viereck, e n su edición de Apiano). En efecto, en M agnesia
e ra objeto especial de culto L eucofriene, diosa asim ilad a a Á rtem is
o u n a advocación de la m ism a. P ero G a b b a (Appiani..., V, com . ad loe.),
piensa que, en M ileto, debió de e x istir u n tem plo a e sta diosa.
51 Cf. supra, IV 61 y n. 66.
52 S eg u ram en te en el tem plo de M elkart-H erakles, el m ás im por­
tan te de la ciu d ad (cf. B ü l t e , en RE, s.v. Tyros, col. 1 8 9 8 , en esp. 1 9 0 3 ).
53 H ab itan tes de Arados, im p o rta n te c iu d a d de Fenicia.
GUERRAS CIVILES V 235

tación de Antonio, y esta pasión fue el principio y el


final de los m ales que después le acaecieron. Cuando
C leopatra reg resó a su país, A ntonio envió a un cuerpo
de c a b allería a la ciu d ad de P a lm ir a 54, q u e estab a a
poco d istan cia del E u frates, p a ra que la saquearan, con
el fú til p re te x to de que, al h allarse en la fro n te ra en tre
los ro m an o s y los p arto s, m a n ten ían u n as am biguas re­
laciones con u nos y con o tro s —p u es com o m ercaderes
tra n sp o rta b a n las m ercancías de la In d ia y de A rabia
desde P ersia y disp o n ían de ellas en el te rrito rio
rom an o —, p ero su intención, en realidad, era p ro p o r­
cion ar b o tín a su cab allería. Sin em bargo, los de Palm i­
ra, al e n te ra rse con an telación de este hecho, tra sla d a ­
ro n sus p erten en cias al o tro lado del río y se estacio na­
ro n en la o rilla d isp u esto s a a s a lta r a quien les atacara,
pues era n unos a rq u e ro s excelentes. Los jinetes, al en­
c o n tra r vacía la ciudad, em prendieron el regreso sin tra ­
b a r co m bate y con las m anos vacías.
P arece que esta acción de A ntonio provocó el esta- 10
llido de la g u e rra p a rta no m ucho tiem po después, pues
num erosos tiran o s expulsados de S iria se refugiaron en­
tre los p arto s. S iria, h a s ta el re in a d o de Antíoco el P ia­
doso y del hijo de éste, Antíoco 5S, fue gobernada por
reyes d escendientes de Seleuco N icátor, com o ya dije
al h a b la r de este país. C uando Pom peyo la anexionó a
R o m a 56, designó p re to r de ella a E scau ro 57. Después

54 Im portante nudo com ercial, en el desierto de Siria, entre O rien­


te y O ccidente, que h a b ía m an ten id o u n a situación de independencia
e n tre el im p erio rom ano y eí de los p a rto s (cf. P u n ., V 88).
55 Antíoco XIII Asiático, con el que term in a la sucesión legítim a
de la casa re a l seléucida in sta u ra d a p o r Seleuco I N icátor. P a ra la
h isto ria de S iria antes de la co n q u ista rom ana, cf. A p ia n o , Sir. 52-70,
y G a b b a , «Sul L ibro S iriac o di Appiano», R end. Line., ser. VIII, XII
(1957), 348 y sigs.
56 En el 63 a. C.
57 En el 63-62 a. C. (cf. Sir. 51, y B r o u g h t o n , II, págs. 168 y 175).
236 HISTORIA ROMANA

de éste, el senado envió a o tro s 58, e n tre los que esta­


b a G abinio 59, el que luchó c o n tra los alejandrinos, y
después de G abinio a C ra s o 60, qu ien m u rió e n tre los
p arto s, y a co n tinuación a B ibulo 41. E n el tra n sc u rso
de la m u erte de Gayo César® y de la subsiguiente gue­
rr a civil, los tiran o s se hicieron de nuevo p au latin am en ­
te con el p o d er de las ciudades, ayudados p o r los p a r­
tos. Pues estos ú ltim o s invadieron S iria a ra íz de la de­
rro ta de C raso y co o p eraron con los tiran o s. Antonio
expulsó a éstos “ , que se refu g iaro n ju n to a los partos,
im puso fu e rte s trib u to s sobre las poblaciones y com e­
tió el m encionado atro p ello c o n tra los de P alm ira, y no
ag u a rd ó a que se a q u ie ta ra la situ ació n del país, sino
que re p a rtió a su ejército p o r las provincias p a ra p a sa r
el invierno y él m ism o m arch ó a E gipto al lado de Cleo­
p a tra .
il É sta le d ispensó u n a b rilla n te acogida. É l invernó
a l l í 64 sin las insignias de su cargo, con la ap arien cia
58 En el 61-60 a. C., L. M arcio Filipo (cf. Sir. 51, y B r o u g h t o n ,
II, págs. 180 y 185); en el 59-58 a. C., Gn. C ornelio L éntulo M arcelino
(cf. Sir. 51, y B r o u g h t o n , II, págs. 190-197).
39 A. G abinio, del 57 al 55 a. C. (cf. n. 54 b is a l lib ro II y n. 43
a este libro, y B r o u g h t o n , II, p á g s . 203, 210-211 y 218).
60 M. Licinio Craso, pro có n su l en 5 4 a. C. (cf. Sir. 5 1; supra, II
18, y B r o u g h t o n , II, pág. 2 2 4 . P a ra s u m u e rte en C arrae, cf. n. 6 4 al
lib ro II.
61 M. C alpurnio B ibulo, procónsul e n el 51-50 a. C. (cf. Sir, 51;
supra IV 38, 104 y 136, y B r o u g h t o n , II, págs. 242 y 250. En el 52
a. C., h ab ía quedado, com o p ro c u esto r, G. Casio Longino, el fu tu ro
cesaricid a (cf. A p ia n o , / liria 13; supra III 2, IV 57 ss., y B r o u g h t o n ,
II, pág. 237).
62 Apiano no da el n o m b re de los sucesores de B ibulo (cf. rela­
ción, en J a s h e m s k i , The origins and History o f Proconsular and Pro-
praeíorian Im perium to 27 B.C., Chicago, 1950, págs. 156-157).
63 E n el 41 a. C.
64 Invierno del 41 al 40 a. C. Sobre la e stan c ia de Antonio en Ale­
jan d ría, véase el extenso re la to de P l u t , Ani. 28-29, y G a b b a , Appiani..,
V, In tr., págs. XLIII y LVI ss. El re la to d e P lu tarco e stá lleno de ele­
m entos no favorables a A ntonio (al que se p re se n ta com o u n guiñol
en m anos de Cleopatra), p ro ced en tes de la p ro p a g an d a de Octavio.
GUERRAS CIVILES V 237

y el régim en de vida de u n privado, ya fu e ra porque


se en c o n trab a en u n a ju risd icció n e x tra n je ra y en una
ciud ad g o b ern ad a p o r u n p o d er real, o p o rq u e hizo de
su in v ern ad a u n a ocasión p a ra la fiesta; pu esto que in­
cluso p rescin d ió de los cuidados y de la escolta de un
general, y u sab a la tú n icca c u a d ra n g u la r g riega en lu­
g ar de la de su p ropio país, y calzaba el zapato blanco
de A tenas q u e g astan los sacerd o tes atenienses y alejan­
drinos, al cu al llam an fe c a sio 6S. Sus ú nicas salidas
e ra n a tem plos, escuelas o a ch a rla s de e ru d ito s y pasa­
b a su vida e n tre griegos bajo la atención de Cleopa­
tr a 66, a quien, ciertam en te, consagró p o r en tero su es­
tan cia allí.
T al e ra el estad o de cosas de Antonio. En cuanto 12
a Octavio, cu an d o re g resab a a Rom a, se agudizó peli­
grosam en te su enferm edad, en especial en B rindisi y
co rrió el ru m o r de que incluso e sta b a m uerto. Sin em ­
bargo, tra s reponerse, volvió a la ciu d ad y m ostró las
c a rta s de A ntonio a los am igos de éste. Los del p artido
de A ntonio o rd e n aro n a Caleño q u e e n tre g a ra a Octavio
las dos legiones 67 y esc rib ie ro n a Sextio en Á fric a 68,
p a ra que tra s p a s a ra el m ando de esta provincia a O cta­
vio. M ientras cum plían estas órdenes, Octavio no encon­
tró que Lèpido h u b ie ra com etido ninguna falta grave
y le tra n sfirió la pro v in cia de Á frica en com pensación

65 Cf. S c h u p p e , en RE, s.v. fecasio, y G . G ia n g r a n d e , «T extkriti­


sche B eiträg e zu lateinischen D ichtern», H erm es 95 (1967), 110-121, e s­
pecialm ente pág. 111.
66 S obre el in terés de C leopatra p o r la filosofía, cf. F il ó s t r ., Vit.
Soph. 1, 5; N icolás de D am asco, de ten d e n cia p e rip a té tic a , fue p recep­
to r de los hijos de A ntonio y C leopatra, cf. J a c o b y , Fr. Gr.' Hi.it. 90
T 2, lie, págs. 229-230.
67 Sobre este a su n to y Caleño, cf. n. 1 8 a este libro, y S y m e , The
R om an R evolution, pág. 202.
64 G o b ern ad o r de am b a s p rovincias a fric an a s desde fines del 42
a. C. (cf., so b re la situación d e África, n. 10 al lib ro IV, y cap. 53 de
ese m ism o libro; y, tam bién, cap. 26 de e ste libro V).
238 HISTORIA ROMANA

p o r las a n te rio re s w, al tiem po que p uso en v enta el


re sto de las p ro p ied ad es confiscadas d u ra n te las pros­
cripciones. T area difícil p a ra él fue la de a sig n ar los
soldados a las colonias y re p a rtir e n tre ellos la tierra.
Pues los soldados reclam ab an las ciudades que habían
sido seleccionadas antes de la g u e rra 70 com o recompe-
sas p o r su valor, y, a la vez, las ciudades exigían que
to d a Italia se re p a rtie ra la carga o que se h icieran lotes
e n tre u n as y o tra s ciu dades y se p a g a ra el im p o rte de
la tie rra a quienes la en treg aran ; p ero no h a b ía dinero.
A cudieron en oleadas sucesivas a Rom a, jóvenes y an­
cianos, m u jeres con sus hijos, al foro y a los tem plos
y se lam en taro n diciendo que no h ab ían com etido nin­
gu n a fa lta y que, sin em bargo, a p e sa r de se r italia­
nos 71, era n expulsados de sus tie rra s y de su s hogares
com o si h u b ie ra n sido conquistados en la g u erra. Ante
este espectáculo, los rom anos se su m aro n a la irrita ­
ción de ellos y a sus lágrim as, en especial cu an d o refle­
xionaron so b re el hecho de que la g u e rra se h ab ía em­
pren d id o y las recom pensas p o r la v icto ria h ab ían sido
oto rg ad as no en defensa del E stado, sino c o n tra ellos
m ism os y p a ra ca m b ia r la fo rm a de gobierno; y que las
colonias fu ero n estab lecidas p a ra q u e la d em o cracia no
lev an tara de nuevo la cabeza, p u es se tra ta b a de colo­
nos establecidos p o r los g o b ern an tes com o m ercenarios
dispuestos a e jec u tar lo que éstos íes m andasen 72.

69 La gu e rra de Perusia (Perugia) postergó el cum plim iento de esta


decisión {cf. caps. 53 y 75 d e este libro).
70 En el e ncuentro d e M ódena-B olonia del 43 a. C. (cf. supra, IV
3 y n. 12, y IV 86).
71 Cf. G a b b a , Appiani..., V, Intr., pág. XXVII. En general, sobre las
colonias y asignaciones a g ra ria s de los triu n v iro s, cf. ibid., V, Apénd.
IV, págs. LIX-LXVIII, y recientem ente, L. K e p p i e , Colonisaliott a n d Ve­
teran S e tllem en t in Italy 47-14 B.C., L ondres, 1983.
72 V er e sto s m ism os conceptos en el caso de las asignaciones de
Sila (cf. supra, I 96 y 104).
GUERRAS CIVILES V 239

O ctavio in te n ta b a ex p licar a las ciudades la necesi- 13


dad del caso, aunque p en sab a que no se d a ría n por sa­
tisfechas, com o en efecto sucedió. El ejército se lanzó
con violencia sobre las tie rra s de la gente q u e estab a
pró x im a a ellos, a rreb a tá n d o le s m ás de las que les h a­
bían sido d ad as y eligiendo las m ejores tie rra s. Y ni si­
q u ie ra p u siero n térm in o a sus atropellos, a p e sa r de las
am enazas de O ctavio y de los o tro s m uchos presentes
que les hizo, p u esto que d esp reciab a n a su jefes porque
sab ían que éstos los n ecesitab an a ellos p a ra la consoli­
dación de su poder. Pues ya e sta b a expirando el plazo
de cinco años 73 y te n ía n u n a necesid ad m u tu a p a ra su
p ro p ia seguridad. Los jefes d ep en d ían de sus soldados
p a ra co n tin u a r en el poder, y los soldados, p a ra con ser­
v ar lo que h ab ían recibido, n ec esitab an de la p erm a­
nencia en el p o d er de quienes se lo h abían dado. Y co­
m o p en sab an que no ten d ría n u n a posición seg u ra a no
ser que sus donantes tu v iera n tam b ién u n gobierno só­
lido, favorecían su p o d e r con obligada solicitud. Octa­
vio obsequió con m u ch as o tra s dádivas a los soldados
indigentes, to m ándolas en p ré sta m o de los tem plos 74.
P o r esta razón, el ejército polarizó h acia él sus senti­
m ien to s y se granjeó la m ay o r g ra titu d de los soldados,
porque le a trib u ía n la donación de tie rra s, ciudades, di­
nero y casas, y, de o tro lado, p o rq u e se hizo acreedor
de la condena p o r p a rte de aquellos que era n despoja­
dos, y p o rq u e p en sab an que m a n te n ía esta a c titu d vio­
lenta p o r co m p lacer al ejército.

73 Hay que en ten d erlo en el sen tid o de que se conocía el lím ite
del m andato triu n v ira l, pues éste no te rm in a b a h a sta el 31-XII-38 a.
C. (cf. n. 6 al ¡ibro IV), y a ú n se e stab a a finales del 42 a. C. y com ien­
zos del 41 a. C.
74 E sta noticia, que se re p ite en los caps. 22, 24 y 27, es, a juicio
de G a b b a (Appiani..., V, com . ad loe.), u n p u n to de c ie rta im portancia
esgrim ido p o r la p ro p a g an d a a n to n ia n a y del que se d efenderá Octavio
(cf. Res Gestae 24) to m an d o la acusación c o n tra Antonio.
240 HISTORIA ROMANA

14 Al d arse cu e n ta de esta situación, el h erm an o de


Antonio, Lucio A ntonio 75, que e ra entonces cónsul, y
F u lv ia 76, la esposa de Antonio, así com o M an ió 77, el en­
carg ad o de los negocios de aquél d u ra n te su ausencia,
tra ta ro n de d ife rir el ase n ta m ie n to de las colonias has­
ta el re g reso de Antonio, con objeto de que n o p areciera
que to d o e ra o b ra de Octavio, y de que no se llevara
él solo el ag radecim iento, ni A ntonio se v iera privado
del favor de los soldados. M as com o p a re c ía evidente
que esto e ra inviable a ca u sa del aprem io del ejército,
pid iero n a O ctavio que to m a ra a los líderes de los colo­
nos de las legiones de A ntonio de e n tre los am igos de
este ú ltim o, au n q u e el acu erd o con A ntonio dejaba ex­
clusivam ente en m anos de Octavio dicha selección; ellos
se q u ejaron, sin em bargo, de que A ntonio no estu v iera
presen te. Llevaron, adem ás, an te los soldados a Fulvia
y a los hijos de A ntonio 78 y les su p licaro n , en térm i­
nos tales com o p a ra d e s p e rta r envidia, que no consin­
tiera n que A ntonio fu e ra desposeído de la gloria y de
la g ra titu d debida p o r su s servicios hacia ellos. P or en­
tonces la fa m a de A ntonio se h allab a en su p u n to m ás
álgido, no sólo e n tre los soldados, sino tam b ién entre
todos los dem ás, pues se co n sid erab a que la victo ria de
Filipos se d ebía en su to ta lid a d a A ntonio a cau sa de
la en ferm ed ad de O ctavio en aq u ella ocasión 79. Y Oc­
tavio, au n q u e no desconocía que e ra objeto de agravio
en relación con lo p actado, cedió, no o b stan te, com o fa-

75 CF. K l e b s , en RE, s.v. Antonius, núm . 23.E ra h e rm a n o m e


del triu n v iro y h a b ía sido trib u n o de la p leb e en el 44 a. C. {cf. B r o u c h -
t o n , II, pág. 323). P a ra su p re sid en c ia del se p ten v irato agrario, cf. n.

6 al lib ro III. H abía p a rtic ip a d o con su h e rm a n o en ¡a g u e rra civil


en la C isalpina, en el 43 a. C. P a ra su tra ta m ie n to h istó ric o en la tra d i­
ción apianea, cf. G a b b a , Appiani..., V, In tr., págs. XVII y sigs.
76 Cf. n. 28 bis al libro IV.
77 Cf. M ü n z e r , en RE, s.v. M anius, núm . 1.
78 Cf. n. 28 bis al libro IV.
79 Cf. n. 107 al lib ro IV.
GUERRAS CIVILES V 241

vor h acia Antonio. Y los am igos de este últim o designa­


ron a los líd eres de las colonias p a ra las legiones de
A ntonio80. E stos líderes, a fin de p arece r que eran m ás
favorables de lo que h ab ía sido Octavio, h acia los solda­
dos, p erm itiero n a ésto s que co m etieran atropellos to­
davía m ayores. Y así, o tro g rupo co n sid erab le de ciuda­
des 81 , vecinas de las desposeídas, sufrieron m uchas in­
ju ria s a m anos de la soldadesca y g rita b a n c o n tra O cta­
vio, diciendo que la colonización e ra m ás in ju sta que
las p ro scrip cio n es, p u es éstas se h ab ían realizado con­
tra enem igos, p ero aq u ella o tra c o n tra quienes no h a­
b ía n com etido ofensa alguna.
Octavio no desconocía las ofensas su frid a s p o r los 15
ciudadanos, p ero estab a im potente ante ellas, pues no
ten ía d in ero con el que p ag a r el p recio de la tie rra a
los cam pesinos, ni p o d ía p o sterg a r las recom pensas a
cau sa de las g u erras que estab an en cu rso todavía. Pom-
peyo e ra dueño del m a r y tra ta b a de re d u cir a la ciudad
p o r h am b re, m ediante el co rte de sum inistros; Aheno-
b arb o y M urco esta b a n reu n ien d o un ejército y o tra flo­
ta, y los soldados e s ta ría n m enos celosos en el futuro,
si no recib ían las recom pensas precedentes. Y asunto
de g ran im p o rtan cia e ra el que ya estab a expirando el
plazo de cinco años de su m an d ato y necesitaban, nue­
vam ente, de la so licitu d del ejército, p o r lo cual, p re ci­
sam ente, entonces toleraba de m anera voluntaria la a rro ­
gancia y el d esprecio de los soldados. Una vez, en el
teatro , cu an d o él e sta b a p resen te, u n soldado que no
enco n tró u n sitio vacío en su lu g ar pasó al de los ca b a­
lleros; el pueblo indicó el hecho y O ctavio hizo lev an tar­
se al soldado. El ejército se indignó, y, rodeándole a
la salid a del teatro , re clam ab an a su cam arada, puesto

80 C f., a l respecto, E . G a b b a , «Sulle colonie triu m v irali di Anto­


nio in Italia», Par. Pass. 8 (1953), 102, n. 3.
81 C f. G a b b a , Appiani..., V, Intr., pàg. XXVII, y Appiano..., pàg. 230.
242 HISTORIA ROMANA

que, com o n o se le veía, p ensaban que h ab ía sido aju sti­


ciado. C uando com pareció, creyeron que h ab ía sido con­
du cid o en ese m om ento desde la cárcel, p ero el soldado
lo negó y re la tó lo o currido, los dem ás, sin em bargo,
le d ijero n que m en tía p o r h a b e r sido sob o rn ad o y lo
in su lta ro n p o r tra ic io n a r sus in tereses com unes. Tal fue
la insolencia del hecho o cu rrid o en el te a tro 82.
P or este tiem po fueron convocados al Cam po de
M arte p a ra el re p a rto de tie rra s y acudieron, todavía
de noche, con precipitación; com o O ctavio se dem ora­
ba, se llen aro n de enojo. Nonio S3, u n o de los ce n tu rio ­
nes, los recrim in ó con franqueza, haciéndoles v er la ac­
titu d d eb id a p a ra unos soldados h ac ia su general, y ex­
plicándoles que la dem ora se debía a la en ferm ed ad de
Octavio y no a su desconsideración hacia ellos. En un
p rin cip io , los soldados se b u rla ro n de él, tra tá n d o lo de
adulador; pero, cuando se calentaron los ánim os p o r am­
b as p artes, lo in su ltaro n , le a rro ja ro n p ie d ra s y, cuando
huyó, lo p ersig u iero n h a sta el río. El cen tu rió n se su­
m ergió en él, p ero ellos lo sacaro n , le d iero n m uerte
y a rro ja ro n su cadáver p o r donde se disponía a p a sa r
Octavio. Los am igos de O ctavio aco n sejaro n a este ú lti­
m o que no se ac erc ara h a sta ellos y que, p o r el co n tra­
rio, se m an tu v iera alejado de su im p u lso de locura. Pe­
ro él p ro sig u ió su avance pen san d o que la lo cu ra de
aquéllos se a c en tu aría todavía m ás si no acudía. Cuan­
do vio el cu erp o de N onio se desvió de su ru ta y, p resu ­
m iendo que el crim en h ab ía sido o b ra de u nos pocos,

82 Cf., sobre este hecho, S u e t ., Aug. 14, 2. Según Ja ¡ex Roscia thea-
íralis, p ro p u e sta por el trib u n o L. R oscius O tho en el 67 a. C. (cf. G.
R o t o n d i , Leges publicae p o p u li R om ani, H ildesheim , reim pr. 1966, pá­
ginas 374-375), se h a b ía estab lecid o el d erech o de los c ab allero s a ocu­
p a r las p rim e ra s cato rce filas de asien to s in m ed iatam en te d e trá s de
los senadores.
83 E ste episodio sólo es conocido p o r Apiano (cf. M ü n z e r , en RE,
s.v. Nonius, núm . 2).
GUERRAS CIVILES V 243

los ce n su ró y les aconsejó que en el fu tu ro se g u ard a­


ra n m u tu o respeto. Acto seguido, procedió a re p a rtir
la tierra . E ncargó a los m erecedores de recom pensas
que las p id ie ra n y concedió o tra s a algunos que no las
m erecían, en co n tra de lo que esp erab an , h a sta que la
m asa de la tro p a quedó confundida, se a rre p in tió y sin ­
tió vergüenza de su insolencia; se co n d en ab an a sí m is­
mos, y le p ed ían que b u sc a ra y c a stig a ra a los asesinos
de Nonio. P ero O ctavio replicó que él los conocía y que
los c a stig a ría ta n sólo con su p ro p io rem ordim iento y
la condena de sus cam aradas. E ntonces ellos, honrados
con el perdón, la estim a y las recom pensas, cam biaron
al p u n to y le aclam aro n con júbilo.
S irv an estos dos casos com o ejem plo, e n tre otros 17
m uchos, de la in su b o rd in ació n im p era n te entonces. Y
la cau sa de la m ism a ra d ic ab a e n que la m ayoría de
los g enerales no eran elegidos de fo rm a regular, com o
o cu rre en épocas de g u e rra civil, y sus ejércitos no eran
reclu tad o s según la co stu m b re p a tria a p a r tir de levas
o rd in arias, ni p o r necesidades de la nación, ni p re sta ­
b an servicio al com ún, sino ta n sólo a aquellos que los
reun ían , y a éstos les servían no p o r la fuerza de la ley,
sino p o r las pro m esas p artic u la res; y no c o n tra enem i­
gos com unes, sino c o n tra enem igos personales; ni con­
tra extranjeros, sino c o n tra ciudadanos e iguales en ra n ­
go. Todas estas circ u sta n cias los su s tra ía n a la discipli­
n a m ilitar, pues co n sid erab an que ellos no p re sta b an
u n servicio re g u la r en el ejército, sino que ayudaban
con su p ro p io fav o r y juicio a uno jefes que los necesi­
tab an p a ra sus objetivos personales. La deserción, que
desde an tañ o h ab ía sido im perdonable p a ra los rom a­
nos, entonces se hizo ac ree d o ra incluso de recom pen­
sas. La p ra c tic a b a n los ejército s en m asa, así com o al­
gunos h o m b res ilu stres, pues p en sab an que no era de­
serción el cam bio a u n a ca u sa sem ejante. Pues todas
las cau sas eran sim ilares, ya que ninguna de ellas e ra
244 HISTORIA ROMANA

reconocida com o o p u esta a u n enem igo com ún de Ro­


ma. Y la exclusiva p re te n sió n de los generales, de que
todos ay u d ab an a su p a tria p a ra su beneficio, los p re­
disponía con m ás facilidad al cam bio bajo la idea de
que en cu a lq u ie r p a rte podían p re s ta r ayuda a su país.
Como los generales e ra n conscientes de estos hechos,
to lera b an esta co n d u cta, p o rq u e co n sid erab an que el
m ando que ejercían sobre sus tro p a s dep en d ía m ás de
los regalos que de la l e y 84.
De este m odo, entonces, todo desem b o cab a en fac­
ciones y los ejércitos caían en la in d iscip lin a h ac ia los
jefes de las d istin tas facciones, m ien tras el h am b re opri­
m ía a Rom a, ya que el m a r no les tra ía su m in istro algu­
no p o r ca u sa de Pom peyo, ni Ita lia e ra cu ltiv ad a debido
a las g u erras. Y lo poco que se producía, lo consum ían
los ejércitos. La m ay o ría ro b a b a p o r la noche en la ciu­
dad, y se p ro d u cían altercad o s m ás violentos aún que
los robos q ue qu ed ab an im punes y cuya a u to ría se a tri­
b u ía a los pro p io s soldados. El pu eb lo ce rró las tiendas
y expulsó a los m ag istrad o s de sus sedes, com o si ya
no h u b iera n ecesidad de m a g istra tu ra s ni de profesio­
nes artesan ales, en u n a ciu d ad c a re n te de to d o y som e­
tid a al b an d id aje 85.
Lucio, que e ra u n rep u b lican o y veía con desagrado
el gobierno de los triu n v iro s 86, el cu al p a re c ía que no
ib a a fin alizar siq u iera en el plazo previsto, tuvo algu­
nos choques con O ctavio que se co nvirtieron en diferen-
84 consideraciones sim ilares en C ú r n e l i o N e p o t e , E um en. 8 ,
C f.
Bell. lugurt. 8 6 , 3 .
2 , y S a lu s tio ,
85 Sobre la d ram ática situación económ ica en Italia, cf. G a b b a , Ap­
piani..., V, com . ad loe., y so b re las b a n d a s de p ro sc rito s en Italia,
cf. supra, IV 25.
86 C aracterización p e cu liar y exclusiva de Apiano. Aunque insis­
tía en u n a adhesión a su herm ano, debió de m a n te n e r una p o stu ra
independiente (cf. G a b b a , Appiani..., V , In tr., págs. LV-LIX. S obre su
defensa de ios ag ric u lto re s despojados d e su s p ropiedades, cf. ihid.,
p ágina XX III, y n. 75 a e ste libro).
GUERRAS CIVILES V 245

cias m ás graves. Fue el único que, a los cam pesinos que


h ab ían sido despojados de sus tie rra s y acu d ían com o
su p lican tes a cad a un o de los h o m b res influyentes, los
recibió con am ab ilid ad y les p ro m etió ayudarles, con
la p ro m esa p o r p a rte de éstos de so co rrerle en lo que
les o rd e n ara . P or esta razón, el ejército de Antonio y
el p ropio Octavio le censuraron, p o rq u e ac tu a b a en con­
tra de los in tereses de Antonio, y tam b ién Fulvia lo acu­
só de p ro v o car u n a g u e rra en u n m om ento inoportuno,
h a sta que M anió, de fo rm a m alintencionada, consiguió
que ésta c a m b ia ra de a c titu d al d ecirle que, m ientras
Italia e stu v iera en paz, A ntonio p erm a n ece ría con Cleo­
p atra , p ero que, si e stallab a la g u erra, a c u d iría allí rá ­
pidam ente 87. Entoces Fulvia, h erid a en su condición de
esposa, incitó a Lucio a la discordia. Y cuando Octavio
h ab ía salido de la ciu d ad p a ra a s e n ta r ai re sto de las
colonias, Fulvia envió a los hijos de Antonio, en com pa­
ñía de Lucio, p a ra que lo sig u ieran con objeto de que
Octavio, con su exclusiva presencia, no o b tu v iera una
m ayor ascendencia an te el ejército. Mas, cuando un cuer­
po de ca b allería de O ctavio llevó a cabo u n a incursión
h acia la c o sta de B rutio, que e ra d evastada p o r Pompe-
yo, Lucio creyó o fingió c re e r q u e estos jin etes habían
sido enviados c o n tra él m ism o y los hijos de Antonio,
y acudió a las colonias de Antonio, donde reunió una
g u ard ia p erso n al y acu só a O ctavio a n te el ejército de
tra ic io n a r a Antonio. P ero O ctavio replicó, a su vez, que
h ab ía u n a am istad y u n a com u n id ad to tal e n tre Antonio
y él, y que Lucio, p o r razones ajenas, tra ta b a de susci­
ta r la g u e rra e n tre ellos, a c tu a n d o c o n tra el p o d er de
los triu n v iro s, g racias al cual los soldados poseían sus
colonias en seguridad, y que la cab allería se en co n trab a
ah o ra e n tre los b ru tio s p a ra c u m p lir las órdenes recibi­
das.

87 Cf. c a p . 66 d e e s te lib ro .
246 HISTORIA ROMANA

C uando los oficiales 89 del ejército se e n te ra ro n de


estos hechos, llevaron a cabo u n a rb itra je e n tre Lucio
y Octavio, en T e a n o 89, y los reconciliaron en base a las
siguientes condiciones: que los cónsules d esem peñaran
sus funciones, según la co stu m b re del país, sin ser obs­
taculizados p o r los triunviros; que no se re p a rtie ra tie­
r r a a nadie que no h u b iera com batido en la b a ta lla de
Filipos; que los soldados de A ntonio que esta b a n en Ita­
lia o b tu v ieran igual p artic ip a ció n del d in ero pro d u cto
de las confiscaciones y de las ganancias de las cosas
que aún q u ed ab an p o r vender; que ni O ctavio ni Anto­
nio re c lu ta ra n tro p as, de ah o ra en adelante, de Italia
m ed ian te levas; que Octavio asu m ie ra el m an d o de las
dos legiones de A ntonio 90 en su cam p añ a c o n tra Pom-
peyo; que les fu e ra fran q u ead o el paso de los Alpes a
las tro p as enviadas p o r O ctavio h ac ia E spaña, y que Asi-
nio P o lió n 91 no les in te rc e p ta ra el cam ino, y, a su vez,
Lucio, satisfecho con estas condiciones, devolviera su
g u ard ia perso n al y desem peñara su cargo sin m iedo. Ta­
les fu ero n los acu erd os a los que am bos llegaron gra­
cias a la in tercesió n de los oficiales del ejército. De
todos ellos sólo se cu m plieron los dos últim os, y Salvi-
dieno 91, co n tra su v o luntad ” , cruzó con él los Alpes.
Como el re sto de las condiciones, o no se cum plían
o se dem oraban, Lucio avanzó h acia P reneste 9‘1, dicien­

88 Cf. G a b b a , ibid., pág. XXV.


89 La fecha de] en cu en tro fue junio-julio del 41 a. C . E n D ió n C a s .,
XLVIII 10, los veteranos a c tú a n p o r invitación de Octavio.
90 Con seguridad, los que e stab a n b a jo el m ando de Caleño, cf.
supra, 3 y n. 18.
91 Su situación en la C isalpina en el 41 a, C. no está clara.
92 Cf. n. 84 al libro IV.
93 El pasaje, o está c o rru p to , o existe u n a confusión de Apiano,
pues a quien debiera c o rre sp o n d e r la adjetivación «co n tra su volun­
tad» no es a Salvidieno, sino a Asinio Polión.
94 Donde e sta ría Fulvia con su séquito de senadores y caballeros
(cf. Dión Cas., XLVIII 10, 3).
GUERRAS CIVILES V 247

do que te n ía m iedo de Octavio, pues éste contaba con


u n a g u ard ia perso n al en razón de su cargo, en tanto
que él carecía de p rotección. O tro tan to hizo Fulvia an­
te Lépido 9S, arg u m en tan d o que sen tía tem o r por sus
hijos, pu es utilizó com o p retex to a éste en vez de a Oc­
tavio. C ada uno de ellos escribió c a rta s a Antonio y se
las enviaron p o r m edio de sus am igos p a ra que ellos
le in fo rm aran de los p orm enores. Yo no p u d e encon­
tra r, aunque la busqué, cu alq u ier resp u esta c la ra de An­
tonio a e llo s 96. Los oficiales de los ejército s se conju­
ra ro n p a ra d irim ir de nuevo e s ta desavenencia entre
sus jefes, en el sentido que les p a re c ie ra ju sto , y obligar
a cu m p lir su decisión a los que no q u isieran hacerlo,
y llam aro n a Lucio y a sus am igos p a ra tr a ta r del asun­
to. Como aquéllos reh u saron, O ctavio los vituperó, para
p ro v o car su descrédito, an te los oficiales del ejército
y en p resen cia de los o p tim ates rom anos. E stos últim os
se a p re s u ra ro n a ir an te Lucio y le su p licaro n que tu ­
viera p ied ad p o r la ciu d ad y p o r Ita lia a n te la persp ecti­
va de n uevas g u erras civiles, y que a c e p ta ra p o r com ún
acuerdo que la decisión fu e ra tom ada bien p o r ellos m is­
m os o p o r los oficiales del e jé r c ito 97.
A unque Lucio sen tía resp eto p o r los in terlo cu to res
y p o r su s p alab ras, M anió, con m ucha osadía, d ijo ’8
que, m ie n tra s A ntonio no h ac ía o tra cosa que re u n ir
din ero ta n sólo e n tre gente ex tra n jera, O ctavio se an ti­
cip ab a a p ro p iciarse el ejército m ediante favores y a

95 Que, tal vez, podría en co n trarse en Rom a (cf. infra, V 29, y Dión
XLVIII 1 3 , 4).
C a s .,
96 Sin em bargo, é ste debió de enviarla, aunque fu e ra en térm in o s
vagos (cf. cap. 29, en el que M anió lee u n a c a rta de Antonio).
97 E stas dos intervenciones del ejército y de la clase política tie­
nen su co rresp o n d en cia en Dión C a s ., XLVIII 11, 1-2 Y 3-4, respectiva­
m ente.
98 Una c la ra exposición de los m otivos de quejas d e los a ntonia­
nos se e n cu e n tra en e sta re sp u esta de Manió.
248 HISTORIA ROMANA

aseg u rarse de an tem ano la posesión de los p u n to s es­


tratég ico de Italia, y que así h ab ía concedido la lib ertad
a la G alia C isalpina, que h ab ía sido d ad a previam ente
a Antonio, con engaño de este últim o; y que h ab ía ins­
c rito com o b otín p a ra los soldados a casi la to talid ad
de Italia, en vez de las dieciocho ciudades; y que había
accedido a re p a rtir e n tre tre in ta y c u a tro legiones ",
en vez de las veintiocho com batientes, no sólo la tierra ,
sino incluso el d in ero p rocedente de los tem plos, que
h ab ía reco lectad o bajo el p re te x to de u sarlo en la lucha
co n tra Pom peyo, c o n tra el que, sin em bargo, no h ab ía
em p ren d id o acción alguna, a p e sa r de que la ciu d ad su­
fría de tal fo rm a p o r el ham bre; q u e h ab ía distrib u id o
el dinero a los soldados p a ra g ra n je a rse su favor co n tra
Antonio, y que las propiedades confiscadas, m ás que ven­
did as les h ab ían sido regaladas a ellos; y, finalm ente,
dijo que e ra necesario, si q u ería en re a lid a d h a c e r la
paz, que rin d ie ra cu e n ta de las m edidas ya to m ad as y
que, en el fu tu ro , se lim ita ra a h a c e r ú n icam e n te lo que
h u b ie ra n aco rd ad o en com ún. Con ta n ta o sad ía m ani­
festó M anió su p a re c e r de que ni O ctavio e ra dueño de
uno solo de sus actos ni ten ía validez su p ac to con An­
tonio, au n q u e en él se e stip u la b a que cada u n o de ellos
dos ten ía p len a p o testad en los asu n to s de su com peten­
cia y que sus m u tu as acciones sería n ra tificad as. Por
consiguiente. Octavio se percató de que desde todas p ar­
tes an d a b an ellos deseosos de com batir, y cad a uno lle­
vó a cabo sus p rep arativ o s.
23 Dos legiones d el ejército ase n ta d as com o colonias
en la ciu d ad de Ancona, que h ab ían p re sta d o servicio
bajo C ésar y, después, bajo A ntonio, al e n te ra rse de los
p re p ara tiv o s p a rtic u la re s de unos y otros, a cau sa del
afecto que a títu lo privado sen tían hacia ca d a uno de
w E sta c ifra re su lta de su m a r las 28 legiones que com batieron
en Filipos con las seis que d eb ía tra e r O ctavio (cuatro que se trajo
de regreso a Italia y dos de Caleño).
GUERRAS CIVILES V 249

ellos, enviaro n em b ajadores a R om a p a ra so licitar de


am bos que lleg aran a la reconciliación. O ctavio les dijo
que él no h acía la g u e rra c o n tra Antonio, sino que era
Lucio quien h acía la g u e rra c o n tra sí m ism o. Entonces
los em b ajad o res se re u n ie ro n con los oficiales del ejér­
cito y, todos ju n to s, acudieron en u n a em bajada com ún
ante Lucio p a ra p ed irle que co m p areciera con Octavio
a n te u n trib u n al. Y dejaron claro lo que se disponían
a hacer, si no se acep tab a el a rb itra je 10°. Lucio y los
suyos ac ep taro n la p ro p u e sta y se fijó com o lu g ar p ara
el ju icio la ciu d ad de Gabii, a m edio cam ino en tre Ro­
m a y P reneste. Se p re p a ró u n a sala p a ra los jueces y
se lev an taro n en el c e n tro dos trib u n a s p a ra los orado­
res, com o en un juicio h ab itu al. Octavio, q u e había lle­
gado p rim ero , envió algunos jin etes a la c a rre te ra por
la que h a b ía de llegar Lucio p a ra que realizaran una
inspección, no fu e ra a s e r que se d esc u b riera en alguna
p a rte u n a em boscada. Estos jin etes se en c o n traro n con
otro s de Lucio que ib an en v an g u ard ia o en m isión de
espionaje com o aquéllos y m a ta ro n a algunos de ellos.
Y Lucio se re tiró tem iendo, según dijo, u n a tram p a, y
aun q u e le llam aro n los oficiales del ejército, que le p ro ­
m etiero n d arle escolta, no pudo se r convencido 101.
De este m odo los in tentos de reconciliación resulta- 24
ro n ineficaces, y O ctavio y Lucio se decidieron a com ­
b a tir y se atac aro n ya m u tu am en te con p roclam as v iru ­
lentas. El ejército de Lucio estab a in teg rad o p o r seis
legiones de in fan tería, a las cu ales h ab ía enrolado al
acced er al consulado, y o tra s once de A ntonio bajo el
m ando de Caleño, to d as ellas en Italia 102. Octavio tenía
100 Cf. G a b b a , Appiani..., V, com . uil loe.
101 En Dión C a s ., XLVIII 12, 3-4, se dice sólo que los antonianos
no se p re sen ta ro n , e n ta n to que A piano in tro d u c e u n a justificación
de este hecho y hace recaer la responsabilidad, m ás bien, sobre Octavio.
102 Cf., sin em bargo, cap. 33, y G a b b a , Appiani..., V, Intr., páginas
XLVIII y sigs. E n general, so b re los m ovim ientos m ilita res h a sta la
tom a de Perugia, cf. ibid., págs. XLVII-LIX.
250 HISTORIA ROMANA

c u a tro legiones en Capua, las co h o rtes p re to ria n a s con


él, y o tra s seis legiones que Salvidieno conducía desde
E sp añ a !03. El d in ero de Lucio p ro c ed ía de las provin­
cias de Antonio, en las cuales re in a b a la paz 104, en tan ­
to que to d as aquellas que le h a b ía n co rresp o n d id o a Oc­
tavio, a excepción de C erdeña 104bis, su fría n de la gue­
rra . P or e s ta razón tom ó en p ré sta m o dinero de los tem ­
plos, con la p ro m esa de devolverlo con p ro n titu d —del
tem plo C apitolino 105 de Rom a, de los de Antio 106, La-
nuvio 107, Nem os 108 y T íb u r m, en las cuales ciudades,
so b re todo, incluso hoy 110 existen ab u n d a n te s tesoros
de d in ero sagrado.
25 T am bién le an d ab an revueltas a O ctavio las cosas
fu e ra de Italia. Pues Pom peyo, com o consecuencia de
las p roscripciones, de las colonizaciones del ejército y
de las divergencias e n tre Lucio y Octavio, h a b ía acre­
centado g randem ente su prestigio y su poderío. En efec­
to, quienes tem ían p o r su seg u rid ad p erso n al o hab ían
sido despojados de sus p ro p ied ad es o d isen tían absolu­
tam en te del sistem a de gobierno im perante, se un ieron
so b re todo a él. El re sto de la juv en tu d , an sio sa de la
m ilicia p o r afán de ganancias, co n sid eran d o que no ha­
bía d iferen cia bajo q u ién se m ilitara, pues en cu alq u ier
caso siem p re serv irían b ajo rom anos, p re fe ría n u n irse
105 S obre este dato, al p a re c e r erróneo, p u e s Salvidieno no llegó
a E spaña, cf. G a b b a , Appiani..., V, a p ara t. c rít. y com. ad loe.
104 S obre todo la Galia,
104n» Existe pro b ab lem en te u n a laguna en el texto.
105 T em plo de Jú p ite r O ptim o Máximo.
106 P robablem ente, de los tem plos de la F o rtu n a y E sculapio (cf.
H ü l s e n , s.v. A ntium , núm . 1, col. 2.562).
197 C u y o t e m p lo p r i n c i p a l e r a e l d e ¡uno Sospes M ater Regina (c f.
P h il ip p , e n RE, s .v . Lanuvium, c o l . 6 9 5 ).
108 E n d o n d e r a d ic a b a e l f a m o s o t e m p l o d e D ia n a , j u n t o a l la g o
Nemorensis ( c f . W ís s o w a , e n RE, s .v . Diana, c o is. 328 y 330).
109 Con su riquísim o tem plo de H ércules (cf. W e in s t o c k , en RE,
s.v. Tibur, cois. 828-829).
110 G losa del pro p io Apiano.
GUERRAS CIVILES V 251

a Pompeyo, ya que re p re se n ta b a la cau sa m ás ju sta. És­


te se h ab ía enriquecido ya, g racias a la p ira te ría y
poseía m u ch as naves 112 y dotaciones com pletas. Mur-
co se le u nió con dos legiones de soldados, quinientos
arq u ero s, g ran ca n tid a d de din ero y o ch en ta naves, y
m andó v en ir a o tro ejército de C efalenia " 3. P or estos
m otivos se pensó, entonces, que, si Pom peyo hubiera
atacado, se h a b ría ap o d erad o fácilm ente de Italia, que
se h a lla b a ex h au sta p o r el h am b re y las luchas civiles,
y que ten ía p u esto su s ojos en él.
Pero Pompeyo, p o r inexperiencia, e sta b a decidido a 26
no a ta c a r, sino a defen derse únicam ente, h asta que in­
cluso tam b ién fraca só en esto últim o. En África, Sex-
tio "4, el lu g arten ien te de Antonio, acababa de entregar
el ejército, obedeciendo u n a o rd e n de Lucio, a F an­
go 113, el lu g arten ien te de Octavio. C uando se le o rd e­
nó que volviera a a su m ir el m ando, Fango se negó a
devolverlo, y Sextio le hizo la g u erra, tra s re u n ir a
algunos veteranos, a u n a m u ltitu d de africanos y a otras
tro p as au x iliares cedidas p o r los reyes del país. Al ser
d e rro tad o en am bas alas y c a p tu ra d o su cam pam ento,
Fango p ensó que esta d e rro ta se debía a u n a traición
y se suicidó. Y Sextio quedó, de nuevo, com o dueño de
las dos provincias de África. B occo "í\ rey de M aurita­
nia, fue p ersu ad id o p o r Lucio p a r a que h iciera la gue-

111 F uente im p o rta n te de po d er a unque exagerada p o r la p ro p a ­


ganda triu n v ira l y antiaugústea.
112 R ecordem os que, en 43 a. C., h a b ía sido investido p o r el sena­
do com o praefectus classis e t orae m a rítim a s y pudo h ab erse ap o d era­
do de la flo ta de César.
113 Isla griega en el m a r Jonio fren te a la costa de A carnania.
114 Cf. n. 68 a este libro.
113 C. Fuficio Fango (cf. M ü n z e r , en RE, s .v . Fuficius, núm . 5). Se
suicidó hacia m ediados del 40 a. C.
116 Cf., so b re este rey y su cop artícip e en el reino de M auritania,
Bogudes, n. 212 bis la libro II, y n. 50 bis al libro IV,
252 HISTORIA ROMANA

r r a a C arrin a 117, el p ro c u ra d o r de O ctavio en España.


A henobarbo, con seten ta barcos, dos legiones de solda­
dos, arq u ero s, un cierto núm ero de honderos, tro p as li­
geras y gladiadores, re co rrió el A driático y devastó las
zonas sum isas a los triu n v iro s. N avegó h a c ia B ríndisi,
se ap oderó de algunas trirre m e s de Octavio, incendió
o tras, en c erró a los h a b ita n te s d e n tro de las m urallas
y saqueó el país.
Octavio envió u n a legión a B rín d isi e hizo regresar,
a, to d a p risa, a Salvidieno de su r u ta h acia E spaña. Lu­
cio y O ctavio enviaron delegados p a r a que re c lu ta ra n
tro p a s a trav és de Italia, y en tre los re clu tad o res hubo
escaram u zas de m ay o r o m en o r im p o rta n c ia y em bos­
cadas frecu en tes. E l favor de los italian o s estaba, con
m ucho, de p a rte de Lucio, pues p en sab a que él com ba­
tía en d efensa de ellos c o n tra los nuevos colonos H8. Y
no sólo las ciudades re g istra d a s p a r a los soldados, sino
casi Ita lia en te ra se levantó p o r m iedo a s u frir el m is­
m o trato . A los que h ab ían p re sta d o a O ctavio dinero
pro ced en te de los tem plos los ex p u lsaro n de sus ciuda­
des o los m ataro n , se ap o d e raro n de sus m u ra lla s y se
u n iero n a Lucio. De o tro lado, los soldados asentados
com o colonos tam b ién se u n iero n a Octavio, com o si
cad a uno ejerciera su opción a n te u n a g u e rra que se
les an to jab a suya propia.
A unque estab an en cu rso estos sucesos, no obstante,
O ctavio convocó al senado y al orden e c u e stre y les dijo
lo siguiente: «Tengo plena conciencia de que h e sido acu­
sado p o r Lucio y su s p a rtid a rio s de d eb ilid ad y cobar­
d ía p o rq u e no les ataco, acusaciones que, tam b ién aho­
ra, p ro fe rirá n c o n tra m í con m otivo de h ab e ro s reunido
en esta asam blea. Poseo u n ejército fu e rte que h a su fri­

117 Cf., p a ra este personaje, n. 81 al lib ro IV.


1)8 S obre estos hechos, cf. G a b b a , Appiani..., V, In tr., págs. XVII
y XXVII.
GUERRAS CIV ILES V 253

do agravio junto conm igo, al se r desposeído p o r Lucio


de sus colonias, y tam b ién lo es el o tro que tengo bajo
m i m ando, y en todos los o tro s asp ecto s soy fu erte ex­
cep tu an d o tan sólo m i e sp íritu de com bate. P ero no me
re s u lta ag rad ab le lu c h a r en g u e rra s civiles, salvo en ca­
so de su m a necesidad, ni u tiliza r al re sto de los ciuda­
danos en m u tu o s en fren tam ien to s y, sobre todo, en esta
g u e rra civil, cuyas n o ticias no os llegarán desde Mace­
donia o desde T racia, sino que te n d rá lu g ar en la m is­
m a Italia, que, si llega a co n v ertirse en n u e stro cam po
de b atalla, ¡cuántas calam idades d eb e rá su frir, ap a rte
de la p érd id a de vidas hum anas! P o r estas razones, p re­
cisam ente, ando yo rem iso. Y a h o ra tam bién quiero tes­
tim o n iaro s que no he com etido agravio alguno co n tra
Antonio ni lo he recibido de su p a rte , y os exhorto a
que p re sen téis estas quejas, p o r v u e stra p ro p ia cuenta,
ante Lucio y sus ca m a rad a s y los traig áis a u n a reconci­
liación conm igo. Y si tam poco a h o ra se av in iera a ello,
les m o stra ré de inm ed iato que m i a c titu d h a sta el p re­
sen te se h a debido a m i b u en a v o lu n tad y no a mi co­
b ard ía, y os pido que seáis m is testigos en tre vosotros
m ism os y a n te A ntonio y que m e p restéis vuestro apoyo
a ca u sa de la arro g an c ia de Lucio.»
Así h ab ló Octavio. E n consecuencia, algunos de los 29
asisten tes p a rtie ro n de nuevo h acia P reneste. Lucio di­
jo, sim plem ente, que am bos b andos h ab ían em pezado
ya las h o stilid ad es y que O ctavio fingía, pues acababa
de en v iar u n a legión a B rin d isi p a ra im pedir el regreso
de Antonio. M anió m o stró u n a c a rta de Antonio, ya fue­
ra falsa o verdadera, ordenando com batir, si alguien ata­
cab a su dignidad. Y cu ando los senadores p re g u n taro n
si h ab ía su frid o algún m enoscabo la d ignidad de Anto­
nio e in staro n a so m eter este a su n to an te u n tribunal,
M anió, a su vez, adujo m u ch as o tra s m arru lle rías, has­
ta que ellos re g resaro n sin h a b e r logrado n a d a y no se
reu n iero n p a ra d a r u n a re sp u e sta en com ún a Octavio,
254 HISTORIA ROMANA

bien p o rq u e cad a uno se la h ab ía com unicado p o r sepa­


rado, bien p o r vergüenza o p o r alg u n a o tra razón. La
g u e rra estalló, y O ctavio p artió p a r a in c o rp o ra rse a ella
dejando a Lépido con dos legiones p a ra c u sto d ia r Ro­
m a. Y la m ay o ría de los nobles dejó b ien claro, enton­
ces, que no estab an satisfechos con el gobierno de los
triu n v iro s, pues se u n iero n a Lucio.
30 H e aquí los acontecim ientos capitales de esta guerra.
Se p ro d u jo u n a sedición en dos de las legiones de Lu­
cio, en Alba, las cu ales expulsaron a sus oficiales y se
d e c la ra ro n en rebeldía. O ctavio y Lucio se a p re su ra ro n
h acia ellas, p ero Lucio se an ticip ó y logró re te n erlas
p o r m edio de u n a fu e rte su m a de d in ero y de grandes
pro m esas. M ien tras F urnio 119 conducía o tro ejército
p a ra Lucio 12ü, Octavio atacó su re ta g u a rd ia . F urnio se
refugió en u n a colina y, p o r la noche, se a p re su ró hacia
Sentía, u n a ciudad de su m ism a facción, y Octavio no
lo p ersig u ió p o r tem o r a u n a em boscada d u ra n te la no­
che, p ero al día siguiente puso cerco, a la vez, al cam pa­
m ento de F u rn io y a Sentía. Lucio, p o r su p a rte , m ien­
tr a s se d ab a p risa en llegar a Rom a, envió p o r delante
a tre s co h ortes, las cuales p e n e tra ro n en secreto p o r
la noche en la ciudad, y él en persona, con el grueso
del ejército, jin etes y g ladiadores, las siguió. N onio 121,
que ten ía a su cargo la vigilancia de las p u e rta s de la
ciudad, lo adm itió en el in te rio r y puso en sus m anos
119 G . F u rn io (cf. K a p p e lm a c h e r , en RE, s.v. F u m iu s, núm . 3). Tal
vez fue p re to r en el 42 a. C. (cf. B r o u g h t o n , II, pág. 359); se rá después
(en el 36 o 35 a. C.) g o b e rn ad o r de Asia p o r encargo de Antonio (cf.
cap. 137 de este libro).
120 S eguram ente, F u rn io venía de las colonias de A ntonio e n el
te rrito rio del Piceno y de U m bría con v ete ran o s en ro lad o s allí, y O cta­
vio, pro ced en te del n o rte del te rrito rio sabino, lo rechazó h acia Sentía
(Sentinum, hoy S asso ferrato ) en U m bría. Allí tuvo lu g a r el en cuentro
e n tre Octavio y Salvidieno, que re g re sa b a de su viaje a E spaña (cf.
G a b b a , Appiani..., V, com. ad loe.). .
121 Cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Nonius, núm . 3, que no es el m ism o
que el cen tu rió n que a p arece en el cap. 16 (v. n. 83).
GUERRAS CIVILES V 255

las tro p as que ten ía b ajo su m ando. Lépido huyó ju n to


a Octavio, y Lucio se dirigió en u n a alocución al pueblo
de Rom a diciéndole que c a stig a ría de inm ediato a O cta­
vio y L épido p o r su gobierno ilegal y que su herm ano
ced ería v o lu n tariam en te su p artic ip a ció n en el poder
triu n v ira l y a c ep taría a cam bio el consulado, u n a m a­
g is tra tu ra legal, en vez de u n a ilegal, y conform e a la
co n stitu ció n p atria, en vez de aq u e lla o tra tirán ica.
Todos se aleg raro n d e sus p ala b ra s y p en sa ro n que 31
el gobierno del triu n v ira to h a b ía quedado disuelto. Y
Lucio, aclam ado com o com andante suprem o p o r el pue­
blo, m arch ó c o n tra Octavio, y re clu tó o tro ejército de
las ciu d ad es colonizadas p o r los soldados de Antonio
y las fo rtificó ,n. E stas colonias estab a n bien dispues­
tas h acia Antonio. B arb a tio el c u e sto r de Antonio,
que h ab ía tenido algún tropiezo con este ú ltim o y, por
esta razón, se h allab a de regreso, dijo, al se r in terro g a­
do, que A ntonio e sta b a irrita d o con quienes luchaban
c o n tra O ctavio en d etrim en to de su com ún soberanía.
Aquellos q u e no se d iero n cu e n ta del engaño de B arba­
tio, d e se rta ro n de Lucio a Octavio. Lucio salió al paso
de Salvidieno que re g resab a desde la G alia al lado de
Octavio con un ejército num eroso. Seguían tam bién a
Salvidieno, Asinio y V entidio 124, generales am bos de
Antonio, con objeto de im pedirle avanzar. A gripa l2S, el
am igo m ás q u erid o de Octavio, tem iendo que Salvidie-

122 Según G abba, debia de tr a ta rs e de colonias de E tru ria m eri­


dional en tre g ad a s en ese año (41 a. C.) a v eteran o s de Filipos (cf. Ap­
piani..., V, In tr., pág. LXI).
12J P ara su identificación, cf. S y m e , «M issing S enators», Historia
4 (1955), 52-71, en especial, 57, y «Who w as V edius Pollio?», Jour, of
R om , St, 51 (1961), esp. 24-25. Su n o m b re com pleto es M. B arbatio
Pollón (cf. Cíe., Fil. 13, 2). S o b re e ste hecho, cf., adem ás, B u c h h e im ,
Die O rientpolitik..., pág. 105, n. 65.
124 Cf. n. 96 a cap. 80 del libro III.
125 Cf. n. 38 bis al libro IV.
256 HISTORIA ROMANA

no fu e ra rodeado, se apoderó de S u trio 126, u n a plaza


fu e rte m uy ú til p a ra Lucio, con la idea de a tr a e r hacia
sí a Lucio y a p a rta rlo de Salvidieno, y de que, a su vez,
este últim o lo p u d iera so co rrer a él al q u e d a r en la re­
tag u ard ia de Lucio. Todo ocurrió tal com o esperaba Agri­
pa. Así que Lucio, habiendo fraca sa d o en sus planes,
m arch ó a u n irse con Asinio y V entidio, bajo el acoso
de Salvidieno y Agripa, que esp erab an , adem ás, la oca­
sión p a ra cogerlo en los desfiladeros.
C uando Lucio se p ercató del p lan de éstos, no se
atrevió a co m b atir con am bos, m ie n tra s lo ro d eab an por
un o y o tro flanco, y p rosiguió su avance h ac ia Peru-
sia n\ ciu d ad con sólidas defensas, y acam pó ju n to a
ella, a la e sp e ra de V entidio y los suyos. Agripa, Salvi­
dieno y O ctavio av anzaron c o n tra él y, a la vez, c o n tra
P eru sia con tres ejércitos y los ro d earo n . O ctavio hizo
v en ir tam b ién , a to d a p risa, a las re sta n te s tro p a s como
c o n tra el ce n tro neu rálgico de la g u e rra en el cual ten ía
en cerrad o a Lucio. Y envió a o tro s en v an g u ard ia p a ra
que o b stacu lizaran la aproxim ación de V entidio y sus
tro p as. E sto s últim os, sin em bargo, d u d ab a n en avan­
za r p o r d ecisión propia, pues d esa p ro b ab a n en general
la g u e rra y no conocían la opinión de A ntonio y porque
no q u ería n ced erse u n o a o tro el m an d o p o r razón de
prestig io 128. De o tro lado, Lucio no p re se n ta b a b atalla
a sus sitiad o res, dado que eran m ejores, m ás num ero­
sos y p erfectam en te en tren ad o s, m ie n tra s q u e la m ayor
p a rte de su ejército estab a co m p u esta p o r tro p a s recién
reclu tad as; tam poco p ro seg u ía su viaje, p u esto que le
acosaban a la vez tan to s enem igos. Envió a M anió a pre­
sencia de V entidio y Asinio p a ra que los a p re m ia ra a

126 C iudad de E tru ria m erid io n al. .


127 En E tru ria orien tal, lim itro fe con U m bria. Hoy Perugia.
128 P a ra las desavenencias e n tre Asinio, V entidio y M unacio Plan-
co, cf. S y m e , The R om an R evolution, pägs. 318 y 512.
GUERRAS CIVILES V 257

so co rrerle a él, Lucio, en su asedio, y envió tam bién a


Tisieno 129 con cu a tro m il jin etes p a ra que saquearan
las provisiones de Octavio, a fin de obligarle a levantar
el cerco. Y él m ism o en tró en P erusia, p a ra invernar
en u n a ciu d ad bien fo rtificad a, si e ra necesario, h asta
q ue lleg aran V entidio y Asinio.
Octavio, al punto, con rapidez y con todo su ejército,
con stru y ó u n a lín ea de circunvalación alre d ed o r de Pe-
ru sia co m p u esta de em palizada y foso, y con u n p e rí­
m etro de cin cu en ta y seis estadios a ca u sa de la colina
sobre la q u e e sta b a situ ad a la ciudad; extendió ram ales
de con sid erab le lo n g itu d p o r el T íber p a ra que no se
p u d iera in tro d u c ir n a d a en P eru sia no. Lucio, p o r su
p arte , co n stru y ó o tra línea sim ilar con em palizada y fo­
so pro teg ien d o la base de la colina. Fulvia urgió a Ven­
tidio, Asinio, Ateyo 131 y Caleño p a ra que se a p re su ra ­
ra n a m a rc h a r desde la G alia en auxilio de Lucio, y ella
m ism a, desp u és de re u n ir o tro ejército, o rd en ó a Plan­
eo q ue se lo llevara a Lucio. P laneo d estruyó u n a legión
de O ctavio que se h allab a en cam ino hacia Roma. M ien­
tra s Asinio y Ventidio, no o b stan te su re lu c tan cia e in-
ce rtid u m b re sobre el p arece r de Antonio, se dirigían h a­
cia Lucio, gracias a la p resió n de Fulvia y Manió, con
la in tención de fo rzar el bloqueo. O ctavio les salió al
paso acom pañado de Agripa, d espués de h a b e r dejado
u n a g u ard ia en P erusia. Los p rim ero s com o en m odo
alguno se h allaban com penetrados ni avanzaban con m u­
cha decisión, h u y ero n cad a uno p o r u n lado, Asinio a

129 Tisieno Galo, de o rig en sabino, ta l vez (cf. S y m e , Sallust,


Berkeley-Los Ángeles, 1964, pág. 229, y B r o u g iit o n , II, pág. 376). Des­
p u é s de la rendición de P erugia pasó a Sicilia a l lado de Pompeyo
(cf. infra, V 104).
130 S obre el asedio de Perugia, cf. G a b b a , Appiani..., V. com. ad
loe., e In tr. y Apénd,
131 Cf. K l e b s , en RE, s .v . Ateius, núm . 2 . C om andante a las órde­
nes de V entidio o de Asinio.
258 HISTORIA ROMANA

Rávena, V entidio a Arím ino, y P laneo a E spoletio I32.


Octavio opuso u n ejército a cad a uno de ellos p a ra evi­
ta r que p u d ie ra n u n ir sus fu erzas y regresó a P erusia,
donde refo rzó las trin c h e ra s y dup licó la p ro fu n d id ad
y an c h u ra del foso h a s ta u n a m ed id a de tre in ta pies,
elevó la a ltu ra de la m u ra lla y colocó sobre ella m il qui­
n ien tas to rre ta s de m a d e ra a sese n ta pies d e distan cia
un as de o tras. T am bién eran m uy n u m ero sas las alm e­
nas de las q u e disponía, así com o los re sta n te s disposi­
tivos, to d as ellas con dos caras, u n a m iran d o hacia los
sitiad o s y o tra m iran d o al lado o p u esto p a ra re p eler los
ataq u es p ro ced en tes del exterior. E stas lab o res se lle­
varon a cabo, a la vez que se p ro d u c ía n escaram uzas
y com bates, en los cuales los soldados de O ctavio re su l­
ta b a n se r m ejores en el uso de los proyectiles, en tan to
que los gladiadores de Lucio vencían en el com bate cuer­
po a cuerpo, y m a ta ro n a m uchos de e sta form a.
34 C uando O ctavio tuvo to talm en te acabados todos sus
trab a jo s de asedio, el h am b re ac u ciab a a Lucio, y este
m al tuvo u n a v iru len cia m ás feroz, pu esto que ni él ni
la ciu d ad h ab ían tom ado prev iam en te nin g ú n tip o de
precauciones. Octavio se dio cu e n ta de e s ta situación
y m antuvo u n a vigilancia m ás rig u ro sa aún. En el día
precedente 133 a las calendas de enero, Lucio, aguardan­
do al m om ento de la p rocesión com o ocasión p a ra que
los enem igos relajasen la vigilancia, llevó a cabo u n ata­
que esa noche co n tra las p u e rta s de éstos, con la idea
de fo rzar el paso a trav és de ellos h acia el ex terio r e
in tro d u c ir en la ciu d ad a o tro ejército, p u es ten ía m u­
chas tro p as en m uchos lugares. P ero la legión que ocu­
p a b a u n lu g ar de vigilancia m ás próxim o y el propio

132 E stos hechos tu v ie ro n lu g a r en d iciem bre del 41 a. C.—


E spoletio, en U m bría m eridional.
133 El 31 de diciem bre del 41 a. C„ ú ltim o día d
fiesta p a ra el ejército, a u n q u e no oficial.
GUERRAS CIVILES V 259

Octavio con las co hortes p re to ria n a s re alizaro n u n a ta ­


que fu lm in an te y, au n q ue Lucio com batió con m ucha
valentía y coraje, fue repelido. P o r esto s m ism os días,
en Rom a, com o q u iera que el trig o e ra cu sto d iad o bajo
arm as p a ra los soldados, la plebe p ro rru m p ió en m aldi­
ciones p ú b licas c o n tra la g u e rra y la v icto ria y, pene­
tra n d o en las casas p a rtic u la re s en b u sc a de trigo, sa­
qu earo n todo el que en co n traro n .
V entidio y los suyos se avergonzaron de co n sen tir 35
que Lucio estu v iera su friendo de h am bre, y avanzaron
todos h ac ia él, con la in tención de fo rzar el paso en tre
los soldados de O ctavio que le ro d e ab an p o r todas p a r­
tes y le h o stig ab an sin cesar. A gripa y Salvidieno salie­
ro n a su en cu en tro con fuerzas todavía m ás num erosas,
y ellos tu v iero n m iedo de verse rodeados y se desviaron
hacia u n a fo rtaleza llam ada Fulginio, d istan te ciento se­
sen ta estadios de P erusia. Allí los sitió A gripa y ellos
encen d iero n m uchos fuegos com o señales p a ra Lucio.
Ventidio y Asinio eran de la opinión de proseguir la m a r­
cha p a ra lu ch ar, pero P laneo m anifestó que se encon­
tra ría n e n tre Octavio y A gripa y que e ra necesario aún
e sp e ra r acontecim ientos. P revaleció la opinión de P lan­
eo. Los que estab an en P eru sia se aleg raro n de ver los
fuegos, pero, al d em o rarse los hom bres, co n jetu raro n
que tam b ién ellos se h allab an en d ificultades y, cuando
cesó el fuego, pen saro n que h a b ía n sido aniquilados. Lu­
cio, acu ciado p o r el h am bre, efectu ó un nuevo com bate
n o ctu rn o desde la p rim e ra g u ard ia h a sta el am anecer
en to rn o a toda la o b ra de circunvalación, p ero fracasó
en su in ten to y fue rechazado h a c ia el in te rio r de P eru ­
sia. E ntonces reu n ió el re sto de las provisiones y p ro h i­
bió que se les d iera n in g u n a a los esclavos, al tiem po
que cu id ab a que no esc a p a ra n inguno de ellos p a ra que
los enem igos no p u d ie ra n conocer m ejor su te rrib le si­
tuación. Los esclavos, p o r tanto, an d a b an e rra n te s p o r
la ciu d ad en oleadas y se a rro ja b a n al suelo, tan to en
260 HISTORIA ROMANA

el in te rio r de la m ism a com o en el espacio interm edio


en tre las fortificaciones, y com ían cu alq u ier yerba u ho­
ja s verdes que en co n traran . A los q u e m u rie ro n Lucio
los e n te rró en zanjas m uy larg as p a r a que, si los que­
m aba, no p u d iera n d arse cu en ta los enem igos, y, si que­
dab an in sep u lto s, no b ro tase la p este a consecuencia
de las em anaciones pestilentes.
Como no se v islu m b rab a nin g ú n final p a ra el ham ­
b re y las m u ertes, los soldados, irrita d o s con la situ a­
ción, in sta ro n a Lucio p a ra que re a liz a ra u n nuevo ata­
que c o n tra las fo rtificaciones enem igas con objeto de
dem olerlas p o r com pleto. Él acogió su a rd o r y les dijo:
«Hace poco, no lu cham os con ta n to ahínco com o exigía
n u e s tra p re sen te necesidad. A hora debem os, o bien ren­
dirnos, o, si pensam os que esto es p eo r que la m uerte,
lu ch ar h asta m orir.» Todos aceptaron calurosam ente sus
p a la b ra s y, p a ra que n ad ie tu v ie ra a la noche com o p re­
texto ellos le pid iero n que los llev ara a lu c h a r bajo la
luz del día, y Lucio los condujo al com bate al am ane­
cer. Tenía m uchos in stru m en to s de h ierro iv' de los que
se u san en el asalto a las m u ra lla s y escalas p re p ara d as
de to d as las form as. T am bién llevaba consigo m áquinas
p a ra re lle n a r los fosos y to rre s plegables, desde las que
se ten d ían plan ch as h a c ia los m uros, toda clase de p ro ­
yectiles y p ied ra s y p lan ch a s de m im b res p a r a a rro ja r­
las sobre las picas IK. A tacando con ím petu violento re­
llen aro n el foso, escalaro n ia em palizada y, cuando se
aproxim aron al m uro, unos m inaron los cim ientos, otros
ad o saro n las escalas y o tro s las to rre s. A tacaban a la
vez que se defendían con piedras, flechas y bo las de plo­
mo, con u n desprecio to tal h acia la m u erte. Y u n a vez
que*** se diversificó el ataq u e en m uchos lugares la
resisten cia enem iga estuvo m ás debilitada.
¡34 Harpagones y m a n u s ferrae (cf. n. 236 a este libro).
135 Palos o in stru m e n to s de h ie rro con la p u n ta aguzada fijos en
el suelo de los fosos.
GUERRAS CIVILES V 261

T ras ser ab atid as las planchas sobre algunas p artes


de la m uralla, entonces sobre todo fue en extrem o arries­
gada la lucha p a ra los soldados de L ucio que com batían
sobre ellas, y desde to d as p a rte s llovían sobre ellos, a
u n o y o tro lado, las jab alin as y las flechas; sin em bargo,
fo rzaro n el paso y unos pocos alcanzaron el m uro, y
a éstos siguieron otro s m ás. Y ta l vez h a b ría n culm ina­
do algún hecho im p o rtante, en su desesperación, de no
h a b e r sido porque, conocido que ten ían pocas m áqui­
nas de esa clase, ios m ejores soldados de O ctavio fue­
ro n conducidos de refresco desde la reserva c o n tra unos
hom b res fatigados. E stas tro p as, en efecto, arro jaro n
de las m u rallas a los enem igos, rom pieron las m áqui­
nas y les d isp a ra ro n desde a rrib a sin ningún tem or ya.
E stos últim os, aunque sus arm a s y sus cuerpos todos
estab a n hechos pedazos, e incluso les fa lta b an los g ri­
tos de g u erra, no o b stan te re sistie ro n con coraje. Pero,
cuando los cadáveres de los m u erto s sobre las m urallas
fuero n arro jad o s abajo, e n tre ellos, expoliados, no re­
sistiero n p o r m ás tiem po el u ltraje, sino que se a p a rta ­
ro n a u n lado h o rro rizad o s p o r el espectáculo y se que­
d aro n de p ie p o r u n m om ento sin sab er qué hacer, al
m odo de los atletas que tom an u n re sp iro en los juegos
gim násticos. Lucio tuvo lástim a de la situación en que
se en c o n trab an ellos y tocó a re tira d a con la trom peta.
Las tro p a s de Octavio se aleg raro n de esto e hicieron
so n ar las arm as en señal de victoria, e irrita d o s los sol­
dados de Lucio a rre b a ta ro n de nuevo las escalas —pues
ya no ten ían to rre s — y las llev aro n con desesperación
h acia las m u rallas, au n q u e no p u d iero n ca u sa r daño al­
guno, pu es no ten ían cap acid ad p a ra ello. Lucio corrió
entre ellos pidiéndoles que no sacrificaran p o r m ás tiem ­
po sus vidas y los condujo, e n tre quejas y c o n tra su
voluntad, en re tira d a .
É ste fue el fin al de aquel asa lto a la m uralla, com ­
b atid o con to d a acritu d . Octavio, a fin de que los enemi-
262 HISTORIA ROMANA

gos no se atre v ieran a re alizar u n nuevo in ten to co n tra


los m uros, estacionó a lo largo de ellos a un ejército
que m an ten ía en re se rv a e in stru y ó a o tra s tropas, en
otro s lugares, p a ra q u e s a lta ra n sobre el m u ro al toque
de tro m p eta. C ontinuam ente re alizab a n este ejercicio,
au n q u e n ad ie los ap rem iase, con objeto de fam iliarizar­
se con él e in s p ira r m iedo a los enem igos. El desánim o
hizo p re sa en los h o m b res de Lucio y, com o suele ocu­
r r ir en ocasiones tales, los g u ard ian es re la jaro n la vigi­
lan cia y, en consecuencia, se p ro d u je ro n las desercio­
nes de m uchos. Y no d e se rta b a n ú n icam en te los solda­
dos rasos, sino incluso algunos de los oficiales. Lucio
se sen tía inclinado ya h acia la p az p o r lástim a de la
p érd id a de ta n ta s vidas hu m an as, p ero el tem o r perso­
nal que sen tían algunos enem igos de O ctavio lo reten ía
aún. Sin em bargo, cu an d o se vio la acogida h u m an a y
am igable que O ctavio d isp en sab a a los desertores, se
in crem en tó m ás el deseo de todos h acia la paz, y Lucio
tuvo m iedo de ser en treg ad o si se oponía.
39 R ealizado u n sondeo a ta l objeto, las expectativas .
re su lta ro n alen tad o ras, así que re u n ió al ejército y le
dijo lo siguiente: « E ra m i intención, cam arad as, devol­
veros el sistem a de g obierno de n u estro s p ad res, una
vez que el p o d er del triu n v ira to h ab ía degenerado en
una tira n ía y que ni siq u iera se disolvió tra s la m u erte
de Casio y B ruto, que h ab ían sido el p re te x to p a ra su
constitución. Y así, m ie n tra s L épido fu e despojado de
su p artic ip a ció n en el gobierno y A ntonio se en co n trab a
m uy lejos reu n ien d o dinero, éste solo g o b ern ab a todos
los asu n to s a su lib re albedrío, y las in stitu cio n e s tra d i­
cionales ro m an as e ra n sólo u n a ficción y un objeto de
b u rla. Yo, p recisam en te, p o r tr a t a r de ca m b ia r esta si­
tu ació n en aq u ella o tra a n te rio r de lib e rta d y gobierno
dem ocrático solicité, que u n a vez fu e ran d istrib u id a s
las recom pensas p o r la victoria, se disolviera la m o n ar­
quía. Mas, com o no fu e ro n escu ch ad as m is dem andas,
GUERRAS CIVILES V 263

inten té im p onerlas p o r la fuerza, valiéndom e del poder


de m i m a g istra tu ra . O ctavio m e calum nió an te el ejérci­
to acusándom e de que yo o b stacu lizab a los asentam ien­
tos de colonos p o r p ied ad h acia los cam pesinos. No su­
pe de esta acusación d u ra n te m ucho tiem po, pero, ni
siquiera cuando m e enteré, creí que alguien p u d iera d a r­
le crédito, al ver que los oficiales de colonias que iban
a re p a rtir e n tre vosotros las tie rra s hab ían sido desig­
nados p o r mí. Sin em bargo, la calu m n ia hizo m ella en
algunos que se u n ie ro n a aquél p a ra co m b atir c o n tra
vosotros, según creen, aunque, con el tiem po, sab rán
que están luchado c o n tra ellos m ism os. Soy testigo de
que v o sotros elegisteis la ca u sa m ejo r y que hab éis su­
frido p o r encim a de v u e stra s fuerzas, pero som os de­
rro ta d o s n o p o r los enem igos, sino p o r el ham bre, a la
que precisam en te tam bién hem os sido abandonados por
n u estro s generales. A mí, ciertam ente, m e re su ltaría ven­
tajoso lu ch ar en defensa de n u estra p a tria h asta la m uer­
te, p u es u n fin al así c o ro n aría de u n halo de gloria u n a
decisión ta n encom iable. Sin em bargo, no acepto este
d estin o p o r vosotros, a quienes antepongo a mi fam a.
E nviaré, pues, legados al vencedor y le p ediré que haga
conm igo solo, en lu g ar de con todos vosotros, lo que
desee, y que os oto rg u e a vosotros, en vez de a mí, una
am nistía, pues sois conciudanos suyos y, en o tra oca­
sión, sus soldados, y ah o ra no h ab é is com etido ofensa
alguna, sino que peleáis p o r u n a h erm o sa causa, y no
sois d erro tad o s p o r la g u erra, sino p o r el ham bre.».
Así h ab ló Lucio y envió, al punto, a tre s hom bres 40
elegidos e n tre los optim ates. E n tre la m u ltitu d , algunos
se lam en tab an p o r ellos m ism os y o tro s p o r su general,
que les p arecía el m ejo r y m ás favorable a la causa re ­
pub lican a p o r su ac titu d , p ero que h ab ía sido d e rro ta ­
do p o r la ex trem a necesidad. Los tre s hom bres, cuando
se h allaro n en p re sen cia de O ctavio, le re co rd a ro n que
e ra u n a sola la e stirp e de los soldados de uno y otro
264 HISTORIA ROMANA

ejército, que en o tro tiem po h ab ían sido tam b ién com ­


pañ e ro s de arm as, le h ab laro n de la a m ista d e n tre los
nobles de am bos lados y de la v irtu d de los antepasados
que im pelían a no to rn a r irrem ed iab les las discrepan­
cias. Expusieron, adem ás, todos aquellos argum entos afi­
nes a éstos que e ra lógico p en sa r que re su lta ría n seduc­
to res a Octavio. E ste últim o, conociendo que, en tre las
tro p as enem igas, u n a p a rte e sta b a in teg ra d a p o r solda­
dos in ex p erto s aún, y o tra p o r colonos veteranos y bien
ejercitad o s, dijo, con a rtim añ a , que concedía la am nis­
tía a los veteran o s de Antonio, com o u n favor hacia és­
te, p ero o rd en ó que los dem ás se rin d iera n a él sin con­
diciones. E sto fue lo que dijo en p resen cia de todos, pe­
ro cogiendo en priv ad o a uno de los tres, a F urnio, le
hizo a b rig a r esp eran zas de u n tra to m ás clem ente p a ra
Lucio y los re sta n te s a excepción de sus enem igos
perso n ales 136.
41 E n consecuencia, los enem igos de O ctavio, al sospe­
c h a r q ue la en tre v ista p riv ad a de F u rn io h ab ía tra ta d o
de ellos, re p ro c h a ro n al p ro p io F urnio a su reg reso y
exigieron a Lucio que solicitara, de nuevo, u n a paz igual
p a ra todos, o peleara h a s ta la m u erte, pues no era aqué­
lla u n a g u e rra p a rtic u la r de alguien, sino pública y en
defensa de la p atria . Lucio dio su ap robación p o r pie­
dad h acia unos h o m b res de igual rango y les dijo que
en v iaría o tro s legados. P ero añ a d ió que no h ab ía nadie
m ejo r que él p a ra esta m isión y se puso en cam ino de

136 La precisión de la trad ició n a p ia n ea p a ra p re se n ta r el estado


de ánim o de los soldados y jefes, así com o la riqueza de datos del
d e sa rro llo de los hechos en Perugia, h ace n p e n sa r a G a b b a que aquélla
depende de inform ación d ire c ta de testig o s de los hechos (cf. Appia­
ni..., V, com. ad loe.)' las noticias so b re los em b ajad o res pueden prove­
n ir de algún tipo de m em oranda de G . Furnio (cf., adem ás, caps. 140-142).
S obre el tono polém ico que reviste el re la to de estos hechos relativos
a la g u e rra p e ru sin a y, en especial, de los co n cern ien tes a la actuación
del cónsul L. Antonio (cf. caps. 19 ss.). V er G a b b a , Appiano..., págs.
189-198 y notas.
GUERRAS CIVILES V 265

inm ediato, sin h eraldos, p reced id o ta n sólo de aquellos


que an u n ciaro n a O ctavio la llegado de Lucio. Aquél sa­
lió a su en cu en tro al punto. Así pues, estu v iero n ya a
la v ista uno de o tro acom pañados p o r sus am igos, y des­
tacab an e n tre los dem ás p o r sus enseñas y vestim entas
de generales. Entonces, Lucio, ab andonando a sus am i­
gos, avanzó con dos licto res solam ente, m o stran d o a un
tiem po su intención p o r m edio de tal gesto. Octavio lo
com prendió e im itó su ejem plo, indicando, a su vez, tam ­
b ién su b u en a v o lu n tad hacia Lucio. Pero, al ver que
Lucio se a p re s u ra b a a av an zar h a s ta su propio cam pa­
m ento p a ra p aten tiza r tam b ién así que se en tre g ab a in­
condicionalm ente, O ctavio se le anticipó y salió del cam ­
pam ento, p a ra que Lucio tu v iera todavía la lib e rta d de
d elib e ra r y d ecidir acerca de su persona. Ellos, al a p ro ­
xim arse u n o a o tro, p re lu d ia b an ya tales intenciones a
cau sa de su in d u m en taria y ap a rien cia externa.
C uando llegaron al borde del foso, se salu d aro n m u ­
tu am en te y Lucio dijo 137: «Si yo h u b ie ra sido u n ex­
tra n je ro en g u erra contigo, Octavio, h a b ría considerado
u n d esh o n o r la ac tu a l d e rro ta y m ayor desh o n ra aún
la rendición, y h a b ría tenido u n p rocedim iento fácil pa­
ra lib rarm e a mí m ism o de esta vergüenza. Mas, como
he litigado con u n co m p atrio ta de igual rango y en de­
fensa de n u e s tra p a tria , no juzgo deshonroso ser venci­
do p o r u n ho m b re tal y en sem ejan te causa. Y te digo
estas cosas, no p o rque d esa p ru eb e s u frir el castigo que
q u ieras im ponerm e —p ues p o r e ste m otivo he venido
a tu cam p am en to sin g a ra n tía s—, sino p a ra p ed irte p a­
ra los dem ás un p erd ó n que es ju sto y conveniente p a ra
tus in tereses. P ero es m e n e ste r que yo, al in te n ta r m os­
tra r te este hecho, d eslinde la c a u sa de aquéllos de la
m ía pro p ia, con objeto de que co n cen tres c o n tra m í to-

137 P a ra el c a rá c te r y contenido de am bos discursos, cf. G abba,


Appiani..., V, Intr., págs. XVII y sigs.
266 HISTORIA ROMANA

da tu ira cuando conozcas que sólo yo he sido el res­


ponsable de lo ocu rrid o . Y no c reas que tra to de intim i­
d a rte con u n lenguaje franco —p u es sería inoportuno—,
sino de d ecirte la verdad, sin la cu al no m e es posible
h ab lar.
43 »Yo em p ren d í c o n tra ti la g u e rra n o p a ra d e s tru irte
y su ced erte en el gobierno, sino p a ra re s ta u ra r a la pa­
tria el go b iern o de los p atricio s, q u e h ab ía quedado di­
suelto p o r el p o d er del triu n v irato , com o ni incluso tú
m ism o p o d rá s negarlo. Pues, cu an d o lo establecisteis,
estab a is de acu erd o en que e ra ilegal, y de ahí que lo
in sta u ra se is com o u n a m a g is tra tu ra n ec esaria y coyun-
tu ra l, p u esto que Casio y B ru to esta b a n vivos a ú n y vo­
sotro s no podíais reconciliaros con aquéllos. Pero, des­
pu és que m u riero n ellos, que e ra n los cabecillas de la
facción, y que los re stan tes, si q u ed ab an algunos, no
em p u ñ ab an las arm as c o n tra el E stado, sino p o r tem or
a vosotros, y cuando, adem ás, e sta b a ex p iran d o el pe­
río d o de cinco años, pedí que las m a g istra tu ra s se esta­
b lecieran de nuevo según las co stu m b res de la p atria,
y no p re fe ría con ello a m i h erm a n o an tes que a mi
país, sino que e sp e rab a convencerle v o lu n tariam en te a
su regreso y m e d ab a p ris a p a ra que éste tu v iera lugar
en el tiem po de mi m a g istra tu ra . Y si tú h u b ie ra s co­
m enzado este proceso, sólo tú te h u b iera s llevado la glo­
ria. Pero, com o no logré convencerte pensé m a rc h a r con­
tr a R om a y em p lear la coacción, p u esto que e ra un ciu­
dadano, u n h o m b re noble, y adem ás cónsul. Así pues,
los m otivos p o r los que com encé la g u e rra fu ero n éstos
exclusivam ente, y no mi herm ano, ni M anió, ni Fulvia,
ni el asen tam ien to en colonias de los que lu ch aro n en
Filipos, ni la p ied ad h acia los cam pesinos despojados
de sus posesiones, ya que yo m ism o asigné p a ra las le­
giones de m i h erm ano líderes de la colonización, los cua­
les d esp ojaro n a los a g ric u lto res de sus tie rra s y las
re p a rtie ro n e n tre los soldados. S in em bargo, tú m e hi-
GUERRAS CIVILES V 267

ciste esta acusación ante los soldados, trasladando la


causa de la guerra desde ti m ism o al asentamiento de
los colonos y, de este modo, sobre todo, los pusiste de
tu lado y me has vencido, pues estaban convencidos de
que yo les hacía la guerra y ellos se defendían de mi
ataque injusto. Ciertamente, m ientras estabas en gue­
rra, te fue necesario usar de añagazas, pero ahora que
has vencido, si eres enem igo de la patria, debes de con­
siderarme a mí también enem igo tuyo, puesto que he
deseado lo que me pareció que era conveniente para ella,
pero no lo pude cumplir por causa del hambre.
»Y, mientras digo estas cosas, me pongo en tus ma­
nos, tal como te anuncié, para lo que desees hacer
conmigo. He venido aquí tan sólo para mostrar qué pen­
saba sobre ti antes de la guerra, durante la misma y
todavía en este momento. Y baste con esto por lo que
a mí respecta. Sin embargo, con relación a m is amigos
y al ejército todo, si no vas a sospechar de mis pala­
bras, te aconsejaré lo que es más útil para ti, y ello
es que no les impongas una pena severa por causa de
una disputa entre tú y yo. Y ya que eres un mortal y
estás som etido a la fortuna, cosa inestable, no disuadas
a quienes tal vez quieran correr peligro por defenderte
en tiem pos azarosos o difíciles, enseñándoles que de
acuerdo con esta tu ley no existe esperanza de salva­
ción más que para los vencedores. Pero si todo consejo
de un enem igo es sospechoso o falto de crédito, no vaci­
lo tampoco, en este caso, en exhortarte a que no casti­
gues a m is amigos por m is faltas y mi mala estrella,
sino que concentres contra mi persona todo castigo, pues
soy el culpable de todas las cosas. Y, precisam ente, con
esta intención dejé tras de mí a aquéllos, con objeto de
que no pareciera que, al decirte esto a ti en su presen­
cia, estaba hablando con artificios en mi propia defensa.»
Después que Lucio, tras hablar así, se sum ió en el
silencio, Octavio le contestó: «Cuando vi que venías sin
268 HISTORIA ROMANA

escolta hacia mí, Lucio, salí a tu encuentro rápidamen­


te mientras te hallabas fuera de m is defensas, a fin de
que, cuando eras todavía dueño de ti mismo, delibera­
ras y dijeras e hicieras aquello que, a tu juicio, fuera
más conveniente para ti. Pero, una vez que te has pues­
to en m is manos, lo cual es propio de los que reconocen
que han com etido una falta, no tengo necesidad de refu­
tar todas las acusaciones que con artera falsedad has
hecho contra mí. Desde el principio escogiste injuriar­
me y continúas en esa línea. Si estuvieras negociando
la paz conmigo, te hubieras encontrado con quien ha
sido objeto de agravio y ha resultado vencedor; pero,
al entregarte sin condiciones tú m ism o y a tus amigos
y a tu ejército, has suprim ido no sólo toda nuestra ira,
sino también las prerrogativas que necesariam ente me
hubieras conferido de haber mediado negociaciones.
Pues en este asunto se imbrica, de un lado, el castigo
que vosotros os m erecéis y, de otro, el decoro de aque­
llo que es justo que yo haga. Precisamente, prestaré es­
pecial atención a este últim o aspecto, a causa de los
dioses, de mí mism o y de ti, Lucio, y no voy a defraudar
tu esperanza sobre mi persona, con la cual has venido
hasta aquí.»
Esto fue lo que se dijeron entre ambos, en la medida
en que me fue posible conocer el espíritu de lo que se
dijo a partir de los com entarios 13S, y verterlos a nues­

138 P a ra G a b b a , que se m u e stra en ello de acu erd o con S chw artz


(ibid., págs. XXI-XXII), no se tra ta de la o b ra de nin g ú n h isto riad o r,
sino de los llam ados acta Urbis o p o p u li acta diurna, que, según el
testim onio de Dión Casio, a p arecen alu d id o s p o r el térm in o griego
h y p o m n ím a ta . Véase, adem ás, G a b b a , Appiano..., págs. 2 1 2 y sigs. so­
b re la im p o rta n cia p a ra p re c isa r el m odo de trab a jo de Apiano y dis­
c e rn ir cuál pudo se r su m odelo, pues éste es uno de los dos casos
(el o tro es IV 11, so b re el d e cre to triu n v ira l de las proscripciones),
en los que alude a u n a lab o r suya de tra d u c c ió n del la tín al griego.
GUERRAS CIVILES V 269

tra lengua. Después se separaron, y Octavio alabó y ad­


m iró a Lucio porque no había dicho nada innoble ni
estúpido, com o suele ocurrir en las situaciones adver­
sas, en tanto que Lucio sentía lo propio hacia Octavio
por su clem encia y concisión al hablar. Los demás de­
dujeron el significado de los discursos a partir del ros­
tro de cada uno de ellos.
Lucio envió a los tribunos de los soldados para que
recibieran de Octavio la contraseña 139 para el ejército;
ellos le llevaron, a su vez, el número de soldados, según
es costum bre todavía en la actualidad que el tribuno
que pide la contraseña entregue al emperador el regis­
tro diario con el número de tropas presentes. Ellos re­
cibieron la contraseña, pero mantuvieron aún bajo con­
trol sus puestos de vigilancia, pues ésta había sido la
orden de Octavio, que cada ejército mantuviera su pro­
pia guardia esa noche. Al día siguiente, Octavio hizo un
sacrificio, y Lucio le envió el ejército con las armas,
pero preparado para la marcha. Los soldados aclama­
ron desde lejos a Octavio com o general en jefe y se si­
tuaron de pie por separado cada legión donde lo había
ordenado Octavio, los colonos veteranos separados de
los nuevos reclutas. Y Octavio, una vez finalizado el sa­
crificio, coronándose con laurel, símbolo de la victoria,
se sentó en la parte delantera de la tribuna y ordenó
que todos depusieran las armas en el lugar en que se
encontraban; cuando así lo hicieron, ordenó a los vete­
ranos que se aproximaran; resuelto a reprocharles su
ingratitud y a infundirles temor. Pero, com o se conocía
de antemano lo que se disponía a hacer, su propio ejér­

139 E! sigm tm (cf. K u b i t s c h e k , en RE, s.v. signa, cois. 2.345-2.347).


A juicio de G a b b a (Appiani..., V, com. ad loe.), la com paración de Apia­
no es m uy poco apropiada. Él alude al trib u n o que m andaba la cohor­
te p re to ria n a de g u ard ia e n el P alatino, que p ed ía d iariam en te la con­
traseñ a al em perador.
270 HISTORIA ROMANA

cito, ya sea adrede —puesto que los soldados son adver­


tidos con frecuencia previamente— o bien por afecto
hacia unos hombres fam iliares suyos, rompieron la for­
m ación que les había sido asignada, se acercaron a los
soldados de Lucio y arremolinándose en torno a ellos
los abrazaron y lloraron con ellos e intercedieron en
su favor ante Octavio sin dejar de gritar y de abrazarse,
sum ándose también a esta explosión de afecto los nue­
vos reclutas de uno y otro ejército, así que ya nada era
identificable y fácil de discernir.
A la vista de lo cual, Octavio no persistió en su
intención sino que, tras acallar el griterío con dificul­
tad, dijo a los suyos: «Vosotros, camaradas, habéis teni­
do siempre un com portamiento tal conmigo, qué ningu­
no me puede pedir una cosa en vano. Yo estim o que
las tropas recién levadas sirven a Lucio bajo coacción,
pero era m i intención preguntar a estos veteranos, que
en muchas ocasiones fueron camaradas vuestros y aho­
ra se han salvado gracias a vosotros, qué daño recibie­
ron de parte nuestra o en qué favor se vieron defrauda­
dos o qué m ás esperaban de otro como para empuñar
las armas contra mí, contra vosotros y contra ellos m is­
mos. Pues las penalidades que he soportado, todas lo
han sido en defensa de la asignación de las colonias,
en la cual ellos han tenido su participación. Y, si me
lo permitís, quiero hacerles tam bién estas preguntas.»
Mas ellos no se lo perm itieron y continuaron suplicán­
dole sin descanso. «Accedo a lo que queréis —dijo—,
que se marchen sin sufrir castigo por sus faltas, siem­
pre y cuando tenga igual com portam iento con vosotros
en el futuro.» Así lo prometieron por ambas partes con
vítores y gracias a Octavio. E ste últim o perm itió que
algunos de sus hombres recibieran como huépedes a cier­
tos m iem bros del otro ejército, pero ordenó que la ma­
sa acampara en tiendas en el sitio donde precisam ente
GUERRAS CIVILES V 271

se encontraban, hasta que él les asignara ciudades para


invernar y a los que habían de conducirlos a ellas M0.
Luego se sentó en la tribuna e hizo venir a Lucio 48
desde Perusia acompañado por los magistrados roma­
nos. Acudieron muchos senadores y muchos caballeros,
todos con un aspecto lamentable en razón del repentino
cam bio de fortuna. Tan pronto com o salieron de Peru­
sia una guardia rodeó la ciudad U1. Y una vez que lie­
garon, Octavio colocó a su lado a Lucio; de los restan­
tes, algunos fueron recibidos por los amigos de Octavio
y de otros se hicieron cargo los centuriones, todos los
cuales habían sido instruidos previamente para que les
dispensaran un tratamiento honroso y los vigilaran con
disimulo. A los habitantes de Perusia, que le suplicaban
desde las murallas, les ordenó que se acercaran, con
exclusión tan sólo del Consejo de la ciudad, y cuando
acudieron a él los perdonó H2. Los consejeros, en cam­
bio, fueron hechos prisioneros, y al cabo de poco tiem ­
po fueron ejecutados, excepto Lucio Emilio, el cual cuan­
do actuaba en Roma com o juez por el asesinato de
Gayo César 143, depositó públicam ente su voto de con-

140 La benevolencia de Octavio, sea de acu erd o con algo pactado


previam ente con Lucio o p o r p resión de su s soldados, c o n tra sta con
el relato de Dión C a s ., XLVIII !4, 5, según el cual la m ayor p a rte de
las tro p as c a p tu ra d a s fueron m u ertas. E sta versión responde a la p ro ­
p aganda difu n d id a p o r los a d v ersario s de O ctavio ace rca de su cru el­
dad con ocasión de la rendición de Perugia.
141 La c aíd a de P erugia tuvo lu g a r a fines de fe b re ro o com ien­
zos de m arzo del 40 a. C.
142 C o n trasta nuevam ente la versión que Apiano d a de estos he­
chos con la que aparece en DtóN C a s io , quien afirm a (XLVIII 14, 3-4)
que hubo u n a hecatom be de 300 sen ad o res y m uchos cab allero s inm o­
lados sobre u n a lta r erigido en h o n o r de C ésar (así, tam bién, S u e t .,
Aug. 15, 1-2, quien señala la coincidencia con los Idus d e marzo), y
que pereciero n (XLVIII 15, 5) la m ayor p a rte de los h a b ita n te s de
Perugia.
14> Cf. supra, III 95.
272 HISTORIA ROMANA

d ena y ex h o rtó a todos a que h icieran lo m ism o a fin


de e x p iar la cu lp a del crim en.
O ctavio ten ía decidido e n tre g a r al ejército la m ism a
P eru sia p a ra que la saquearan, p ero Cestio, uno de los
ciudadanos, ho m b re p en d en ciero que h a b ía luchado en
M acedonia y se au to llam aba, p o r ello, el M acedonio,
pren d ió fuego a su casa y se arro jó él m ism o al fue­
go 144. E l viento expandió las llam as y las p ropagó p o r
to d a P erusia, que ard ió en su to ta lid a d a excepción del
tem plo de Vulcano. É ste fue el fin al de P erusia, ciudad
que gozaba de fam a p o r su a n tig ü ed a d e im portancia,
p u es dicen que fue u n a de las p rim e ra s doce ciudades
fu n d ad as an tig u am en te en Ita lia p o r los etru sco s, por
la cual razón veneraban tam bién a Juno, com o los e tru s­
cos l45. Pero, entonces, aquellos que se re p a rtie ro n a
su erte los re sto s de la ciudad, o p ta ro n p o r V ulcano, en
vez de Jun o , com o divinidad tu te la r p a ra ellos. Al día
siguiente, O ctavio hizo la paz con todos, p ero el ejército
no cesó de a rm a r alb o ro to c o n tra algunos h a s ta que és­
tos fueron ejecutados. Se tra ta b a de los enem igos p rin ­
cipales de Octavio, en especial, C anutio l46, Gayo Fla­
vio 147, Clodio B itínico 148 y o tro s. É ste fue el final del
asedio de Lucio en P erusia, y así quedó zan jad a la gue­
r r a que se esp e rab a h ab ía de se r la m ás gravosa y de
u n a larg a d u ració n p a ra Italia.

144 En V e l„ II 74, 4, tam b ién recae en C estio (llam ado princeps


eius loci) la resp o n sab ilid ad del incendio (cf., sin em bargo, Dión Cas.,
XLVIII 14, 5). Sobre Cestio, cf. G roag, en RE, s.v. Cestius, núm . 12.
145 Sobre la Perugia etru sca, cf. H. H. S cu i i .a r d , The Etruscan Ci­
ties and Rome, Londres, 1967, en especial, págs. 231-236 so b re duode-
cim populi.
146 Cf. n. 43 bis al libro III.
147 Sólo m encionado a q u í (cf. M ü n z e r , en RE, s .v . Flavius, núm e­
ro 13).
148 Cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Claudius, núm . 18.
GUERRAS CIVILES V 273

E n efecto, Asinio, Planeo, V entidio, C raso 149, Ateyo so


y los dem ás de este p a rtid o que ten ían fu erzas conside­
rables, h a sta un to tal de trece legiones ejercitadas y seis
m il quin ien to s jinetes, co n sid eran d o que el fa cto r p rin ­
cipal de la g u e rra h ab ía sido Lucio, se re tira ro n de in­
m ediato h acia el m ar, cad a u n o p o r cam inos diferentes.
Algunos fu ero n h acia B rindisi, o tro s h a sta Rávena,
o tro s a T arento, otro s ju n to a M urco o A henobarbo y
algunos ju n to a Antonio. Los am igos de Octavio los
siguieron y les o frecieron p ro p u e sta s de paz, y, cuando
reh u saro n , aco saro n en especial a la in fan tería. P recisa­
m en te de e sta s tro p as, ta n sólo a dos legiones, in tercep ­
tad as en C am eria 150, consiguió convencer Agripa p ara
que d e se rta ra n a él. T am bién huyó Fulvia con sus dos
hijos h acia D icearquía 151 y, desde allí, a B rindisi con
tre s m il jin etes que le h abían sido dados com o escolta
p o r los generales. E n B rindisi subió a b o rd o de uno de
los cinco navios de g u e rra que h ab ían sido enviados des­
de M acedonia 152 en su busca, y se hizo a la m ar. Plan­
eo navegó con ella, después de h a b e r abandonado por
co b ard ía al re sto de su ejército. Los soldados de éste
eligieron a V entidio com o su co m an d an te en jefe. Asi­
nio atra jo a A henobarbo a la am istad de A ntonio y
am bos escrib iero n a A ntonio dándole cu en ta de estos
hechos y le p re p a ra ro n p o r Ita lia lu g ares de desem bar­
co y provisiones, en esp e ra de su inm inente llegada.

1,9 P. C anidio C raso (cf. M ü n z e r , en R E , s.v. Canidius, núm . 2),


legado de L èpido en la Galia, h a b ía c ooperado en el 4 3 a. C. ai acuerdo
e n tre éste y Antonio; fue cónsul su ffectu s e n el 4 0 a. C. (cf. B r o u g h t o n ,
II, pág. 378).
150 P robablem ente, C am erino, ciu d ad de U m bría (cf. H ü l s e n , en
RE, s.v. Camerinum).
151 O Puteoli, ciudad de la Cam pania.
152 G obernador de A ntonio en M acedonia e ra L. M arcio C ensori­
no (cf. B r o u g h t o n , II, pág. 382).
153 Cf. cap. 55. El e n cu e n tro tuvo lu g ar en algún sitio del A driá­
tico.
274 HISTORIA ROMANA

Octavio, a su vez, p lan ea b a h a c e rse de o tro gran


ejército de Antonio, que e sta b a cerca de los Alpes bajo
el m ando de Fufio Caleño, pues te n ía ya sospechas de
A ntonio y e sp e rab a o b ien co n serv ar estas tro p as p a ra
él si co n tin u ab a siendo su am igo, o a u m e n ta r sus pro­
pios efectivos con u n a fu erza im p o rtan te si aquél le h a­
cía la g u erra. Sin em bargo, m ie n tra s se d em o rab a y
ag u a rd ab a la o p o rtu n id ad de u n pretexto, Caleño m u­
rió !54, y Octavio, en la creen cia de h a b e r h allad o una
b u en a excusa p a ra am bos p ropósitos, se encam inó allí
y asum ió el m ando del ejército y, adem ás, de la G alia
y de E sp añ a 155, que e ra n tam b ién provincias de Anto­
nio. A terrorizado Fufio, el hijo de Caleño, le entregó to­
do sin re sisten c ia alguna.
Y, ciertam en te, Octavio, m ed ian te esta ú n ic a acción
e n tró en posesión de once legiones de in fa n te ría y de
un inm enso territo rio , tra s de lo cu al relevó a los oficia­
les de sus m andos, los sustituyó p o r o tro s suyos 156 y
regresó a Roma. Antonio, p o r su parte, com o e ra todavía
invierno 157, retu v o a los enviados que, procedentes de
las colonias, h ab ían llegado a su lado 158 y m antuvo en
secreto sus proyectos. En la p rim av e ra 159 efectuó el
viaje de A lejandría a T iro y, desde allí, cru zó a Chipre,
R odas y a la provincia de Asia, en donde se en teró de
lo acontecido en P erusia, y colm ó de rep ro ch es a su her-
154 E n ju n io del 40 a. C., Octavio e stab a e n la G alia a p rim ero s
de julio.
!SS É sta había sido asignada ya a Octavio (cf. cap. 3 de este libro).
136 E n la G alia puso com o g o b e rn ad o r a Q. Salvidieno Rufo (cf.
cap. 66); de E spaña, a L. Antonio, h e rm a n o del triu n v iro (cf. cap. 54;
e ran g obernadores en el 40 a. C., Peduceo y o tro Lucio).
157 Invierno del 41-40 a. C. A ntonio se e n co n trab a e n Alejandría,
desde donde siguió el d e sa rro llo de los acontecim ientos en Italia sin
d efinirse claram en te so b re ellos.
158 Cf. caps. 21 y 29 de este libro.
159 H acia m arzo del 40 a. C. (cf. T a r n , The A ugustan E m pire 44
B.C.-A.D. 70, CAH, X, C am bridge, 1966, p á g . 41; B u c h h b im , Die Orient­
politik..., p á g . 7 5 , y G a b b a , Appiani..., V, In tr., p á g . LVII.
GUERRAS CIVILES V 275

m ano, a Fulvia y, en especial, a M anió. E n co n tró a Ful­


via en A tenas, a donde h ab ía h u id o desde B ríndisi. A
su m ad re Ju lia que h a b ía escap ad o ju n to a Pompeyo,
este últim o la envió desde S icilia a b o rd o de barcos de
g u erra, y le d ab an esco lta algunos de los notables del
p a rtid o pom peyano, Lucio Libo el suegro de Pom pe­
yo 16°, S atu rn in o 161 y otros, los cuales, atra íd o s p o r la
c ap acid ad de gestión de A ntonio p a ra g randes em pre­
sas, tra ta b a n de recon ciliarle con Pom peyo y de que for­
m a ra u n a alianza con él c o n tra Octavio. Antonio les res­
pondió que le d aba las g racias a Pom peyo p o r haberle
enviado a su m ad re y que le devolvería el favor en su
m om ento; y que, si lu ch ab a c o n tra Octavio, se aliaría
con Pom peyo, p ero que, si O ctavio p erm an ecía en lo
aco rd ad o con él, tra ta ría de re co n ciliar a Pom peyo con
Octavio 162.
Tal fu e su resp u esta, y, cu an d o O ctavio reg resab a a S3
R om a desde la G alia l63, se en teró de la navegación de
aquéllos a A tenas, y, com o no sab ía exactam ente la res­
p u e sta de Antonio, excitó a las colonias c o n tra este últi­
m o b ajo la suposición de que in ten tab a h ac er re g resar
a Pom peyo con los p ro p ieta rio s de las tie rra s que ellos
poseían en la actu alid ad, pues la m ayoría de los cam pe­
sinos expropiados se h a b ía n refugiado ju n to a Pom pe­
yo. Pero, au n q u e el fa c to r de d isco rd ia e ra convincente,
ni a u n así los veteran o s asentados com o colonos em pu­
ñ aro n con a rd o r sus a rm a s en c o n tra de Antonio; tan
gran d e e ra el ferv o r p o p u la r que le h ab ía dep arad o a

160 L. E scribonio Libo (cf. n. 86 al lib ro III). E n el 44 a. C. era


ya suegro de Sexto Pom peyo.
161 Gn. S entio S a tu rn in o V étulo (cf. Groag, en R E, s.v. Sentius,
núm. 9), fue p a d re de G. Sentio S a tu rn in o , cónsul en el 19 a. C.
162 A ntonio p e rsiste en su a c titu d de expectativa ya m encionada
p a ra la g u e rra de P erugia (cf. n. 157).
163 En la segunda m ita d de julio d el 40 a. C.
276 HISTORIA ROMANA

éste la g lo ria de la b a ta lla de Filipos l64. Octavio, por


su p arte, se co n sid erab a su p e rio r a Antonio, Pompeyo
y A henobarbo en cu an to al n ú m ero de tro p as de infan­
te ría —ya que entonces m an d ab a m ás de c u a ren ta
legiones—, pero, com o no ten ía ningún navio ni tiem po
p a r a co n stru irlo , y dado que aquéllos poseían quinien­
tos, tuvo m iedo, de que, p atru lla n d o alre d ed o r de Ita ­
lia, la re d u je ran a una situación de h am b re. M ientras
reflexionaba sobre esta cuestiones —y ya le h a b ía n sido
exp u estas o fe rtas de m atrim o n io resp ecto a m uchas
doncellas—, escribió a M ecenas 165 p a ra que llegara a
un acu erd o con E scrib onia l6s, la h e rm a n a de Libo, el
suegro de Pompeyo, a fin de te n e r a ésta com o baza
p a ra las negociaciones de paz, si fu e ra necesario. Cuan­
do Libo se enteró, ord enó p o r c a rta a sus fam iliares que
la p ro m etieran en m atrim o n io a O ctavio sin dudarlo.
Octavio envió a d iferen tes lu g ares y b ajo diversos p re­
textos a aquellos am igos y soldados de A ntonio que le

164 Cf. n. 107 al libro IV. La d u d a d e las tro p as (tanto de la ofi­


cialidad com o de los soldados) en seguir a Octavio c o n tra A ntonio es
objeto de énfasis p o r p a rte de la tra d ic ió n apianea.
165 S obre e ste personaje, que ya a p are ció e n el cap. 50 del libro
IV com o d em an d an te del hijo de Lépido, cf. S t e i n , en R E , s.v. M aice­
nas, núm . 6. Fue un perso n aje de en o rm e relieve e n el c írc u lo de alle­
gados a Octavio, d u ra n te el triu n v ira to y, después, en el P rincipado
(cf., adem ás, p a ra su origen de la e stirp e real etru sca, S y m e , The Ro­
m á n R evolution, pág. 129, y, e n general, passim). H abilísim o diplom á­
tico, tom ó p a rte en u n sin fín de delicadas m isiones en carg ad as por
Octavio.
166 E ste m atrim onio, del que D ió n C a s io (XLVIII 16, 2-3) afirm a
que fue im puesto p o r la necesid ad de q u e b ra n ta r u n a alianza en tre
Antonio y Pompeyo, tuvo lu g ar en el invierno del 40 a. C. Octavio se
divorció de ella al año siguiente, el d ía p re cisa m e n te en que nació su
h ija Ju lia (Suet., Aug. 62, 2). Poco después, se casó con Livia D rusila.
Sobre E scribonia, cf. F l u s s , e n RE, s.v. S cribonius [Scribonia], nú­
m ero 32); e ra su te rc e r m atrim o n io , a n te rio rm e n te se h a b ía desposado
con Gn. Cornelio L éntulo M arcelino (cónsul en el 56 a. C.) y con un
E scipión, tal vez el cónsul del 38 a. C., de los que h a b ía tenido hijos.
E ra m ayor que Octavio.
GUERRAS CIVILES V 277

resu ltab an sospechosos, y a Lépido lo envió a África i6?,


la p ro v in cia que le h ab ía sido asignada, con las seis le­
giones de Antonio de las que d esco n fiab a m ás.
Luego, llam ando a Lucio, lo alabó p o r el am or profe- S4
sado h a c ia su herm ano, si es que p o r p e rsistir en la
volu n tad de A ntonio h a b ía hecho suya la falta, pero le
rep ro ch ó p o r su in g ratitu d , si, d espués de h a b e r encon­
tra d o en él u n a disposición tal, no e sta b a tam poco aho­
ra d isp u esto a h a c e r alguna confesión acerca de Anto­
nio, de q u ien ya se decía q u e h ab ía hecho claram ente
un pacto con Pompeyo. «Yo, porque confiaba en ti —dijo
O ctavio—, a la m u erte de Caleño, ad m in istré p a ra Anto­
nio a trav és de m is am igos las provincias y el ejército
de aquél, a fin de que no quedasen sin un jefe. P ero aho­
ra q ue se h a revelado el com plot h a ré m ías todas aq u é­
llas, y si deseas m a rc h a r ju n to a tu herm ano, te p erm i­
to que lo hag as sin tem or.» Así habló, tal vez porque
tra ta b a de p ro b a r a Lucio, o b ien porque q u ería que
sus p a la b ra s lleg aran a Antonio. P ero Lucio le respon­
dió e n el m ism o tono q ue antes: «Sabía que Fulvia era
favorable a la M onarquía, p ero m e un í a ella y utilicé
las tro p as de m i h erm an o p a ra d e stru iro s a todos voso­
tros. Y ah o ra, si mi h erm a n o v in iera p a ra a c a b a r con
la M onarquía, m e u n iría a él p ú b lica o secretam ente,
p a ra lu c h a r de nuevo en defensa de la p a tria c o n tra ti,
au n q u e seas m i bienhechor. Pero, si aquél tam bién bus­
ca y elige a sus co m pañeros de m onarquía, com batiré
a tu lado c o n tra él, m ie n tra s c re a que tú no tra ta s de
estab lecer la M onarquía, pues yo siem pre antepondré
el in terés de m i p a tria a la g ra titu d y a la familia.»
De este te n o r h abló Lucio, y O ctavio lo tuvo tam bién
en la m ism a estim a que antes y dijo que no q u ería inci-

167 En cum plim iento de lo decidido tiem po a trá s, cf. caps. 3 y 12


y n. 69.
278 HISTORIA ROMANA

ta rle c o n tra su h erm ano, sino confiarle, en razó n de su


talan te, to d a E sp añ a y el ejército que h ab ía en ella, así
com o a P educeo y Lucio, sus ac tu ales gobernadores, en
calid ad de lu g arten ien tes.
De esta form a, O ctavio despidió a Lucio con h onor
y le m an tu v o en secreto, bajo vigilancia p o r m edio de
55 sus lu g artenientes 16a. Antonio dejó a Fulvia enferm a en
Sición 169, y, desde C orcira, navegó h ac ia el A driático
con un ejército no m uy n u trid o y doscientas naves que
h ab ía co n stru id o en Asia. C uando A ntonio se en teró de
que A henobarbo venía a su en cu en tro con u n a flota y u n
ejército num eroso, a algunos de su s am igos les pareció
que no e ra cosa seg u ra co n fiar en los acu erd o s que se
hab ían intercam biado, pues A henobarbo h ab ía sido con­
denado en el juicio p o r el asesin ato de Gayo César, y
h ab ía sido p ro sc rito tra s la co n d en a y h ab ía com batido
en Filipos c o n tra A ntonio y Octavio. No o b stan te, Anto­
nio avanzó con cinco de sus navios m ás veloces p a ra
d a r la im presión de q u e tenía confianza y ordenó a las
re sta n te s q ue lo sig u ieran a u n cierto trecho. Una vez
que estuvo a la v ista A henobarbo, que se aproxim aba
en rá p id a re m a d a con todo el ejército y la flota, Planeo,
situ ad o de pie al lado de Antonio, tuvo m iedo y le pidió
que d etu v iera la navegación y en v iara p o r delan te a al-

168 De e ste episodio se concluye, de u n lado, la a c titu d insegura


de Octavio an te los m ovim ientos de Antonio; de hecho, la posición ines­
table de Octavio, le im pidió sa c a r el m áxim o provecho a su triu n fo
en P erugia (cf. la ya a lu d id a in ce rtid u m b re y relu ctan cia, p o r pa rte
de los colonos y las 'tro p as, a alzarse e n a rm a s c o n tra Antonio, por
ejem plo, cap. 53); y, d e otro lado, el tra ta m ie n to fav o rab le y el relieve
político y h um ano que tiene el cónsul del 41 a. C., L ucio Antonio, en
la trad ició n apianea (cf. nn. 75 y 85 a e ste libro p a ra e sta cuestión).
E ste ú ltim o debió de m o rir después en E sp a ñ a y ya no se vuelve a
o ír h a b la r de él. Sobre Peduceo y el o tro L ucio no existe identificación
segura (cf. B r o u g h t o n , II, págs. 385 y 384).
169 C iudad del Peloponeso, a poca d istan c ia del golfo de C orinto
y al Oeste de e sta ciudad.
GUERRAS CIVILES V 279

gunos a m odo de prueba, pues tenían enfrente a un hom ­


b re de intenciones no claras. Sin em bargo, éste replico
que p re fe ría m o rir p o r u n a violación del trata d o , a sal­
varse b ajo la im presión de se r to m aad o p o r u n cobarde,
y prosiguió el rum bo. E stab an y a ce rca unos y otros,
y las naves cap itan as se d istin g u ían p o r sus enseñas y
p roseg u ían su ru m b o u n a h acia la o tra. E ntonces el jefe
de los lictores de Antonio, que ib a de pie a la p ro a como
e ra la co stu m b re, ya fu e ra porque se olvidó de que Ahe-
no b arb o e r a u n h o m b re de a c titu d no bien definida y
que tam b ién él nav eg ab a al fren te de su p ro p io ejército
o bien p o r cau sa de u n sen tim ien to de su p erio rid a d an­
te la idea de que ib a al en cu en tro de hom bres vasallos
e in feriores, les o rd en ó que a r ria ra n la enseña. Así lo
hicieron y s itu a ro n la nave al co stad o de la de Antonio.
C uando los co m an d an tes se divisaron, se salu d aro n m u­
tu am en te y el ejército de A henobarbo saludó a Antonio
com o g eneral en jefe 170. Planeo reco b ró su coraje con
dificultad. A ntonio recibió en su nave a A henobarbo y
navegó h a s ta Paloeis i71, donde e sta b a la in fan te ría de
este últim o. Allí A henobarbo cedió su tien d a a Antonio.
Desde allí navegó h a sta B ríndisi, que se hallaba pro- S6
tegid a p o r cinco co h o rtes de Octavio. Sus h ab itan tes ce­
rra ro n las p u e rta s de la ciu d ad a A henobarbo p o r ser
un enem igo de antaño, y a A ntonio p o r tr a ta r de in tro ­
d u cir a u n enem igo. E ste últim o se irritó y consideró
que esto e ra u n p retex to, p ero que, en realidad, le ce­
rra b a las p u e rta s la gu arnición de Octavio y siguiendo
las in stru ccio n es de éste, así que atravesó el istm o que
u nía a la ciu d ad con el con tin en te p o r m edio de un foso

170 E s de d e sta c a r el c a rá c te r au tó p tico q u e tiene la descripción


de este encuentro, pro ced en te de algún testigo p resen cial de los he­
chos tal vez del propio Asinio, p re sen te en el ejército de A henobarbo
o de Antonio (cf. n. 153 a cap. 50 de este libro ).
171 Se tr a ta del p u e rto de Palé, en la isla de Cefalenia, fren te a
la A carnania.
280 HISTORIA ROMANA

y u n a em palizada. La ciudad se e n c u e n tra en u n a pe­


n ín su la a fre n ta d a a u n p u e rto en fo rm a de m edia luna,
y no e ra posible a los que venían del co n tin en te avanzar
hacia el em plazam iento su p erio r de la m ism a que se
en c o n trab a aislado e in terc ep tad o p o r u n a em paliza­
d a m . A ntonio rodeó tam b ién de u n c in tu ró n de to rre s
m uy denso el pu erto , que e ra grande, y las islas de su
in terio r. Envió tro p a s p o r las zonas c o steras de Italia
con la o rd e n de que se a p o d e ra ra n de los p u n to s e stra ­
tégicos, y en carg ó a Pom peyo q u e n avegara co n tra Ita­
lia y llevara a cabo lo que p u d iera. É ste envió de inm e­
d iato 173, con alegría, a M enodoro 174 con m u ch as naves
y cu a tro legiones y se apoderó de C erdeña, q u e perten e­
cía a Octavio, y de las dos legiones q u e h a b ía allí y que
estab a n a te rra d a s de su acu erd o con Antonio. En Italia
las tro p as de este ú ltim o se ap o d e raro n de la ciudad
de S ip u n te 175 de Ausonía, y, a su vez, Pom peyo puso
cerco a T urios 176 y C onsentia 177 y devastó su te rrito rio
con la cab allería.
Octavio, atacad o de re p en te y p o r tan to s lugares a
la vez, envió a Agripa al te rrito rio de A usonia p a ra auxi­
lia r a sus m altrech o s h ab itan tes. Agripa incorporó a sus
filas a los colonos v eteran o s que se enco n tró en el cam i­
no, los cuales le sig uieron a u n a c ie rta d istan cia en la
172 Sobre el p u erto de B ríndisi y la situación de la ciudad, cf. H ül­
sen , en RE, s.v. B rundisium .
173 H acia agosto del 40 a. C.
174 E ra u n liberto de Gn. Pom peyo (cf. cap. 81); en P l u t a r c o (Ant.
3 2 , 1), se le califica de p ira ta , que fue a p re sa d o p o r Pom peyo y, des­
pués, liberado. Apiano es el ún ico que lo lla m a p o r el n o m b re com ple­
to, en ta n to q u e el re sto de las fu e n te s la tin a s y griegas utilizan la
fo rm a a b rev iad a de M enas (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Menodoros, núm .
1, y M o d r z e , ibid., s.v. Menas, núm . 3 ).
175 P u erto im p o rta n te p a ra las com unicaciones con G recia, en la
A pulia se p ten trio n al (llam ada, p o r A piano, Ausonia, cf. G a b b a , Appia­
ni..., V, com . ad loe.).
176 E n tre L ucania y B rutio. T am bién llam ad a S ibaris.
177 Hoy, Cosenza, en el B rutio.
GUERRAS CIVILES V 281

creen cia de que m arc h ab an c o n tra Pom peyo, pero, al


en te ra rse de que lo q u e o c u rría e ra según la decisión
de Antonio, se volvieron de in m ed iato en secreto. E ste
hecho asu stó en so b rem an era a Octavio. Sin em bargo,
m ientras él realizaba el viaje con o tro ejército hacia Brin­
disi, se encontró, de nuevo, con los veteranos de las co­
lonias, y los hizo ca m b ia r de opinión y se llevó consigo
a los que h ab ían sido asentados com o colonos p o r él
en p ersona, pu es sin tiero n vergüenza de re h u s a r y ab ri­
gaban la sec reta in ten ción de re co n ciliar a Antonio y
Octavio, y en el caso de que Antonio no accediera y com­
b atiera, d efenderían entonces a Octavio 178. E ste últim o
estuvo retenido p o r enferm edad en Canusio durante unos
días. Aunque e ra su p erio r to talm en te a Antonio en cuan­
to al n ú m ero de tro p as, en contró que B rindisi estab a
inco m unicada p o r u n a línea de fortificación, y no pudo
h a c e r o tra cosa q u e a c am p ar ju n to a ella y a g u a rd ar
acontecim ientos.
A ntonio era capaz de defenderse con seguridad g ra­
cias a sus defensas, au n que te n ía u n n ú m ero de tropas
m uy in ferio r, p ero llam ó a toda p risa al ejército de Ma­
cedonia y, en tretan to , re c u rrió a la estra ta g em a de en­
viar a la m a r p o r la noche, en secreto, barco s de g u erra
y m ercan tes llenos de ciudadanos privados, los cuales
re to rn a ro n sucesivam ente al h ac erse de día arm ados
com o si v in ieran de M acedonia, m ie n tra s Octavio con­
tem p lab a la arrib ad a. Antonio te n ía y a p re p a ra d a s las
m áq u in as de asalto y se disponía a a ta c a r la ciudad de
B rindisi, con la consiguiente có lera de O ctavio que no
podía soco rrerlo s. Pero, h ac ia el atard ece r, llegaron no­
ticias a un o y o tro ejército de que A gripa h a b ía recupe­

176 Una vez m ás vem os la confusión re in a n te en Italia e n tre los


colonos (en e ste caso, ta l vez del Sam nio y Cam pania, cf. G a b b a , Appia­
ni..., V, com . ad loe.) y el ejército, a la h o ra de decidirse a com batir
c o n tra Antonio, cuyo p re stig io no h a b ía d ism inuido (cf., adem ás, capí­
tulos 59 y 64 de e ste libro).
282 HISTORIA ROMANA

rad o S ip u n te y que Pom peyo h a b ía sido rechazado de


T urios, au n q u e todavía sitia b a C onsentía, a ca u sa de lo
cual A ntonio se irritó . Y, cuando se anunció que Servi-
lio 179 venía con refuerzos p ara Octavio con m il quinien­
tos jinetes, Antonio no pudo re fre n a r su im pulso, se le­
vantó al p u n to de la m esa y, con los am igos que encon­
tró dispuestos y cuatrocientos jinetes, dándose prisa, con
sum a intrepidez, cayó sobre los m il quinientos hom bres,
que aún dorm ían, en las cercan ías de la ciu d ad de Hi-
ria l8°, los llenó de te rr o r y se ap o d eró de ellos sin lu­
char, y en ese m ism o día regresó a B ríndisi. H a sta tal
p u n to les a te rro riz ó la fam a de invencible que h abía ob­
tenido A ntonio a raíz de la b a ta lla de Filipos.
59 Las co h o rtes p re to ria n a s d e Antonio, con la m oral
alta p o r esta reputación, se ap ro x im a ro n al cam pam en­
to de Octavio, p o r grupos y re p ro c h a ro n a sus antiguos
ca m a rad a s que v in ieran a co m b a tir c o n tra Antonio, el
ho m b re que a todos ellos les h a b ía salvado la vida en
Filipos. Y, com o aquéllos les re p lic aro n a su vez que
tam bién ellos estab a n allí p a ra lu c h a r c o n tra sus cam a­
rad as, se suscitó la d isp u ta y se ac u sa ro n m utuam ente;
los h o m b res de A ntonio se qu ejab an de h ab é rseles im ­
pedido el acceso a B rín disi y de h ab e rles sido a rre b a ta ­
do el ejército de Caleño, en ta n to que los de Octavio
los acu sab an del aislam iento y asedio de B ríndisi, de
la invasión del te rrito rio de Ausonia, del p ac to con Ahe­
nobarbo, u n o de los asesinos de Gayo César, y del pacto
con Pom peyo, el enem igo de am bos. F inalm ente, los sol­
dados de O ctavio rev elaron su intención a los otros, a
saber, que h ab ían aco m pañado a O ctavio no p orque h u ­
b iera n echado en olvido el m érito de Antonio, sino con
el p ro p ó sito de p ro c u ra r o tra reconciliación e n tre ara-

179 P. Servilio R ullo (cf, B r o u g h t o n , n , pág. 385).


180 H iria (Una, P u n ió , III 100), es u n a ciudad en tre T arento y B rin­
disi, en la via Apia (cf. W e i s s , en RE, s.v. Hyrìa, nùm . 2).
GUERRAS CIVILES V 283

bos o, en el caso de que A ntonio re h u s a ra y prosiguiera


la g u erra, de defen d erse de él. Y tam b ién dijeron ellos
estas cosas p ú b licam en te cuando se acercaro n al cam ­
pam en to de Antonio.
M ien tras ten ían lu g ar estos hechos, fue anunciada
la m u erte de Fulvia. Se dijo que ella e sta b a descorazo­
n ad a a ca u sa de los rep ro ch es de A ntonio y que había
caído enferm a, y se creyó que se h a b ía dejado consum ir
p o r la enferm edad, de m odo v oluntario, a cau sa de la
cólera de Antonio, q u ien la h a b ía dejado cu an d o estaba
enferm a y, ni siq u iera al p a rtir, h a b ía acudido a verla.
A am bas p a rte s les p areció que les b en eficiaría m ucho
la m u erte d e u n a m u jer en tro m e tid a que h ab ía su scita­
do u n a g u e rra ta n g ran d e p o r su envidia de C leopatra,
pues se veían ya lib res de ella. Sin em bargo, Antonio
se en tristeció m ucho con este suceso, puesto que se con­
sideraba, en cierto m odo, el responsable ,81.
H ab ía u n cierto Lucio Cocceyo l82, que e ra am igo de so
am bos y h ab ía sido enviado p o r O ctavio a Fenicia junto
a Antonio, el verano a n te rio r l83, en com pañía de Ceci­
na, y, cu an d o regresó este últim o, h ab ía perm anecido
con Antonio. E ntonces, este Cocceyo no desaprovechó
la ocasión y fingió que h a b ía sido enviado p o r Octavio
p a ra tra sm itirle sus saludos cordiales 184. Cuando Anto­
nio le p erm itió que p artie ra, Cocceyo le preguntó, p a ra
tan tea rle, si q u ería él enviar tam b ién alguna m isiva a
Octavio sirviéndose de su persona com o correo. A lo que

181 C f., so b re este hecho y sus im plicaciones, D ió n C a s., XLVIII


2 8 , 3.
182 L. Cocceyo N e r v a (cf. G r o a g , e n R E , s.v. Cocceius, n ú m . 1 2 , y
Suppl. B a n d VII, col. 90).
183 En el 41 a. C. (cf. G a b b a , Appiani..., V, Intr., pág. LVI, a p a rt. 2).
184 S obre el c a rá c te r p a rtic u la r del e n cu e n tro de Cocceyo y Anto­
nio, cf. G a b b a , Appiani..., V, Intr., pág. XXVI, p a ra quien la d escrip ­
ción p arece re p ro d u c ir de m odo v erb al el coloquio y la inform ación
es de p rim e ra m ano.
284 HISTORIA ROMANA

Antonio contestó: «¿Qué podríam os escribim os nosotros,


que som os enem igos, a no se r in su lto s m u tu o s? Ya con­
testé, sin em bargo, a las c a rta s de hace tiem po p o r m e­
dio de Cecina; si quieres, tom a tú las copias.» Así re s­
pondió en son de b u rla, p ero Cocceyo no consintió en
que lla m a ra enem igo a Octavio, q u e h ab ía tenido tan
bu en co m p o rtam ien to con Lucio y los o tro s am igos de
Antonio. Y éste le replicó: «Me h a im pedido e n tra r en
B ríndisi, m e h a despojado, adem ás, de m is provincias
y del ejército de Caleño y sólo es am able con m is am i­
gos, y m e p arece que no es p o r co n serv ar su am istad,
sino p a ra co n v ertirlo s en m is enem igos p o r m edio de
sus beneficios.» Cocceyo, cuando hubo oído estos rep ro ­
ches, no quiso ya ex c ita r a u n tem p eram en to de p o r sí
apasio n ad o y p a rtió hacia Octavio.
Al verle este últim o, se quedó ex tra ñ ad o de que no
h u b ie ra venido m ás pronto, pues, dijo: «No salvé a tu
h erm an o 185 p a ra que seas m i enem igo.» Y Cocceyo re ­
plicó: «¿Cómo es que tú haces a los enem igos, am igos,
y, en cam bio, llam as a los am igos, enem igos y les q u itas
su ejército y sus provincias?» «No h u b ie ra estado bien
—dijo O ctavio— que, a la m u e rte de Caleño, h u b iera n
ido a p a r a r a las m anos del hijo de éste, un jovenzuelo
aún, tan g ra n can tid ad de efectivos, m ien tras Antonio
e sta b a todavía ausente. Además, Lucio se h allab a exci­
tado h a sta la lo cu ra p o r aquéllos, y Asinio y Ahenobar-
bo, que estab an cerca, tra ta b a n de u s a r estas tropas con­
tr a nosotros. Así que m e ap o d e ré a to d a p ris a de las
legiones de Planeo, p a ra que no se u n iera n a Pompeyo,
pues su cab allería h ab ía navegado h a sta Sicilia.» «Aun­
que estos asu n to s fu ero n expuestos de o tra fo rm a —dijo
Cocceyo—-, sin em bargo, A ntonio no les dio crédito, has-

185 M. Cocceyo N erva (cf. G r o ag , en RE, s.v. Cocceius, núm . 13),


salvado, quizás, p o r Octavio p o r h a b e r to m ad o p a rte en la g u e rra de
Perugia.
GUERRAS CIVILES V 285

ta que fue excluido de B ríndisi com o si fu e ra u n enem i­


go.» O ctavio respondió que él no h ab ía dado ninguna
ord en al resp ecto —pues ni siq u iera conocía de antem a­
no su llegada, ni h ab ía previsto que viniera acom paña­
do de enem igos—, sino que los propios h ab itan tes de
B ríndisi y el p refecto que les h a b ía sido dejado a ellos
a ca u sa de las invasiones de A henobarbo h ab ían exclui­
do a A ntonio p o r p ro p ia iniciativa p o r e s ta r coaligado
con u n enem igo com ún, Pom peyo, y p o r tr a ta r de in tro ­
d ucir a A henobarbo, asesino de su padre, que había si­
do condenado p o r el voto del senado, p o r el veredicto
de los ju eces y p ro scrito , y que h a b ía sitiado a B ríndisi
después de la b atalla de Filipos y todavía bloqueaba el
Adriático, y que h a b ía quem ado sus b arco s y saqueado
Italia.
E n to n ces Cocceyo dijo: «V osotros convinisteis mu- 62
tu am en te en p a c ta r con quienes quisierais, y Antonio,
con todo, no ha hecho un pacto con ninguno de los ase­
sinos y h o n ra a tu p ad re tan to com o tú m ism o. Aheno­
b arb o no e r a uno de los crim in ales y el voto de condena
contra él se debió a razones de enem istad personal, pues,
p o r aquellos días, n i siquiera h ab ía tom ado p a rte en el
plan l86. P ero si consideram os que no m erece perdón en
tan to que am igo de B ruto, ¿no ten d ríam o s que irrita r­
nos sin ta rd a n z a con casi todos? De o tro lado, Antonio
no p actó con Pom peyo u n a alian za ofensiva, sino para,
en el caso de que tú le h icieras la guerra, ten erlo de
su p a rte com o aliado o tr a ta r de reconciliarlo contigo,
puesto que aquél tam poco h ab ía com etido ningún daño

186 S obre la com plicidad de A henobarbo, las opiniones están di­


vididas tan to en tre los a u to re s antiguos com o m odernos: así, p a ra T a r n
(CAH, X, pág. 43, n. 1) es segura, b a sá n d o se en Cíe', FU. II 27 y 30,
en tan to que S u e t ., N erón 3, 2, la niega; M ü n z e r , en RE, s.v. D omitius,
n. 23, col. 1.328, se m u e stra indeciso, y G a b b a , Appiani..., V, com. ad
loe., aun q u e da por segura su a m ista d con B ruto, p a rec e inclinarse
p o r la no p a rticip a ció n d ire c ta en la conjura.
286 HISTORIA ROMANA

irre p ara b le . Mas tú tienes tam b ién la cu lp a de estos he­


chos, p u es si no se h u b iese su scitad o la g u é rra en Ita­
lia, ésos no se h u b ie ra n atrevido a en v iar em bajadores
a Antonio.» Y Octavio, todavía en tono acusador, res­
pondió: «C ontra Italia y co n tra m í, ju n to con ella, Ma­
nió, Fulvia y Lucio h iciero n la g u erra; y Pom peyo, no
an tes, sino ahora, h a p u esto el pie en la c o sta anim ado
p o r Antonio.» «No anim ado p o r A ntonio —replicó
Cocceyo—, sino enviado p o r él, p u es no te o c u ltaré que
tam b ién h a rá in cu rsio nes con u n a flota n u m ero sa con­
t r a el re sto de Italia, que carece de ella, a no ser que
lleguéis a u n acuerdo e n tre vosotros.» O ctavio, que h a ­
b ía escu ch ad o con atención su a r te ra p ro p u esta, refle­
xionando u n poco dijo: «Pero no se ale g ra rá Pompeyo,
un ho m b re indigno que indignam ente acaba de ser re ­
chazado p o r los tu rio s .» E ntonces, Cocceyo evitó ya to­
da co ntroversia, y ab o rd ó el tem a de la m u e rte de Ful­
via y el c a rá c te r de e s ta m u erte, diciendo que p o r no
p o d e r so p o rta r el enojo de A ntonio h a b ía caído enferm a
y la en ferm ed ad la h ab ía consum ido debido a su desco­
razonam iento, pues A ntonio no h a b ía acudido a verla
ni cuando e sta b a enferm a, p o r lo que h a b ía sido el res­
ponsable de la m u erte de su esposa. «Y a h o ra que aqué­
lla ya está m u e rta —continuó—, n a d a os fa lta ya, excep­
to deciros la verdad, c a ra a c a ra, acerca de todas las
sospechas que tenéis.»
Conversando de esta su erte con Octavio, Cocceyo pa­
só aquel día com o h u ésp ed ju n to a él y le pidió que
le e sc rib ie ra algunas le tra s p a ra A ntonio, com o de un
ho m b re joven a o tro de m ás edad. P ero éste le dijo que
él no esc rib ía a alguien que to d av ía estab a en g u erra
con él, p u es tam poco lo h ab ía hecho aquél, p ero que
se q u ejaría a la m a d re de Antonio, porque, a p e sa r de
ser ella fam iliar suyo y gozar de los m áxim os honores
de su p arte , h ab ía hu ido de Ita lia com o si no p u d iera
o b ten er de él cu alq u ier cosa, al igual que de su propio
GUERRAS CIVILES V 287

hijo. De e sta form a, Octavio se las ingenió p a ra escrib ir


a Julia. C uando Cocceyo ab a n d o n ab a el cam pam ento,
m uchos de los oficiales le rev elaro n el se n tir del ejérci­
to. Y él tran sm itió a Antonio lo dem ás, y esto últim o
p a ra que su p ie ra que estab an d isp u esto s a lu ch ar con­
tra él, si no llegaba a u n acuerdo. Aconsejó, p o r tanto,
que h iciera re g resar a Pom peyo a S icilia desde los luga­
res que e sta b a saq u ean do y que en v iara a a lg u n a.p arte
a A henobarbo h a s ta q ue se co ncluyera el trata d o . Su
m ad re in sta b a tam b ién a A ntonio p a ra que siguiera es­
tos consejos —pues p erte n ecía al clan Ju lio 187—, pero
éste sen tía la vergüenza de que te n d ría que llam ar de
nuevo a Pompeyo, si fraca sa b an las negociaciones de
paz. M as com o la m ad re le in fu n d ía esp eran zas de que
éstas se efectu aría n y Cocceyo lo co nfirm aba haciendo
c re e r que sab ía m ás cosas, A ntonio cedió y ordenó que
Pompeyo re g resara a Sicilia, com o si fu e ra a ocuparse él
p erso n alm en te de los asu n to s convenidos e n tre am bos,
y envió a A henobarbo com o g o b ern ad o r de B itinia l88.
C uando los soldados de O ctavio se e n teraro n de
¿stos hechos, eligieron a u nos m ism os em isarios p ara
am bos, con objeto de que p u sie ra n fin a sus acusacio­
nes so b re la base d e que ellos no h a b ía n sido elegidos
p a ra ju zg ar sus litigios, sino p a ra reconciliarlos tan só­
lo; añ ad iero n a esta em b ajad a a Cocceyo, p o r ser amigo
de am bos, a Polión, del p a rtid o de Antonio, y a Mece­
nas, del p a rtid o de Octavio. D ecidieron que h u b iera en ­
tre O ctavio y Antonio u n a m u tu a am n istía p o r las cosas
pasad as y am istad en el fu tu ro . Como h ab ía m u erto re ­
cien tem en te M arcelo l89, el esposo de Octavia, la her-

187 P a ra el stem m a de lo s Julios, cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Iulii, p á ­


gina 183.
188 La gobernación de A henobarbo se prolongó desde el 39 a. C.
h a sta el 35 a. C.
189 Se tr a ta de G. C laudio M arcelo (cónsul en el 50 a- C., cf. su­
pra, II 26 y n. 88, 27 y 31-33), m u erto a com ienzo del 40 a. C. Según
288 HISTORIA ROMANA

m an a de Octavio 190, los gestores de la reconciliación


decidieron que Octavio d iera en m atrim o n io a su h e r­
m an a a Antonio, lo q u e hizo de inm ediato. E ntonces,
A ntonio y O ctavio se ab raza ro n y b ro ta ro n del ejército
grito s y aclam aciones in acab ab les hacia c a d a uno de
ellos, a lo largo de todo el día y de toda la noche.
65 Octavio y Antonio se re p a rtie ro n de nuevo e n tre sí
todo el im p erio de los rom anos l9\ se estableció como
lím ite la ciudad iliria de E scodra '92, que se suponía es­
tab a situ ad a en m edio del golfo Adriático; todas las p ro ­
vincias e islas al E ste de esta isla y h a s ta el río E u fra­
tes p erte n ece rían a Antonio, y las que q u ed a b an al Oes­
te h a sta el océano c o rresp o n d erían a Octavio; Lèpido
g o b ern aría en África, de acu erd o con la donación que
le h ab ía hecho Octavio; este ú ltim o h a ría la g u e rra a
Pompeyo, si no se llegaba a u n pacto, y A ntonio lucha­
ría c o n tra los p arto s p a ra vengar la traic ió n que com e­
tiero n con Craso. E n tre A henobarbo y O ctavio se m an­
tuvieron los pacto s que ya se h a b ía n efectu ad o con An­
tonio, y cad a uno de ellos dos fu e libre de a lis ta r en
Italia u n n ú m ero igual de tro p a s

P lu t ar c o(Ant. 31, 5), O ctavia enviudada d e sd e hacía m enos de diez


m eses, necesitó p a ra c asarse u n senaíus consultum .
190 O ctavia minor, p a ra diferenciarla de O ctavia maior, herm anas­
tra de O ctavio e hija de G. Octavio y A nearía. O ctavia m in o r e ra hija,
igual que Octavio, de G. O ctavio y de su segunda esposa Atia; se habia
c asado con G. C laudio M arcelo (cónsul en 5 0 a. C.) a n te s del 5 4 a. C.
y h a b ía ten id o dos h ija s y u n hijo, M. C laudio M arcelo, nacido en el
4 2 a. C. y fu tu ro yern o de A ugusto (cf. H a m m o n d , en R E , s.v. Octavius
[Octavia], núm . 96).
191 La fecha de e ste tra ta d o e stá fijad a h acia finales de septiem ­
b re y com ienzos de o c tu b re del 4 0 a. C. (cf. detalles en G a b b a , A ppia­
ni..., V, com. ad loe.).
152 C iudad en la zona occidental de Iliria (hoy S actari).
193 D erecho que, en la p rá ctic a , fue difícil de e je rc e r p a ra Anto­
nio p o r su lejanía de Italia (que acabó p o r e n tra r to ta lm e n te en la
esfera de Octavio) y tam bién p o r la g u e rra de Sicilia, q u e concentró
los re cu rso s italian o s (cf. cap. 93).
GUERRAS CIVILES V 289

É stas fu ero n las ú ltim as condiciones de paz entre


O ctavio y Antonio. Y, al punto, ca d a uno envió a sus
am igos a o cu p arse de los asu n to s m ás urgentes, Anto­
nio envió a V entidio a Asia p a ra sojuzgar a los parto s
y a L abieno l94, el hijo de Labieno 195, quien, ju n to con
los p arto s, h ab ía hecho incursiones en S iria y en la zo­
na de Asia que se extiende h a s ta Jonia, d u ra n te estas
ú ltim as conm ociones 196.
Las cosas que Labieno y los p a rto s llevaron a cabo
y pad eciero n lo m o s tra rá mi Historia de Partía l97. Por 66
este tiem po 19B, Heleno, el lu g arten ien te de Octavio, que
h ab ía re cu p erad o C erdeña m erc ed a u n ataq u e violen­
to, fue expulsado nuevam ente de allí p o r M enodoro, el
lu g arte n ie n te de Pompeyo, y Octavio, irrita d o en espe­
cial p o r este hecho, no aceptó los intentos de Antonio
p o r reconciliarlo con Pompeyo. Así pues, avanzaron h as­
ta R om a y celeb raro n los esponsales. Antonio m andó
m a ta r a M anió p o r h a b e r in citad o a Fulvia con sus acu­
saciones c o n tra C leo p atra y h a b e r sido el ca u san te de
ta n ta s desgracias. Asim ism o reveló a O ctavio que Salvi-
dieno, el com andante de su ejército del R ódano, había
tenido la idea de d e s e rta r a él y le h ab ía enviado un
m ensaje sobre este asu n to m ie n tra s se en c o n trab a si­
tiando B ríndisi. Antonio hizo esta com unicación sin con-

194 Q. L abieno (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Labienus, núm . 5). H abía


sido enviado e n el 43 a. C. p o r B ru to y C asio a la co rte de P a rtía y
allí se quedó después de Filipos (cf. D iónCas., XLVIII 24, 4 ss., 25,
2 ss. y 39, 3 ss.).
195 T. Labieno, legado d e César en la Galia, seguidor posteriorm en­
te de Pom peyo y m u erto en M unda en el 45 a. C. (cf. supra, II 62,
87, 95 y 105).
196 A finales del 41 a. C. y p rin cip io s del 40 a. C.
197 Véase, al respecto, so b re e sta su p u e sta H istoria de Partía, a
la que alu d e Apiano en v a ria s p a rte s de su o b ra (cf. supra, II 18, y
Sir. 51), V ie r e c k -R o o s , A ppiani H istoria R om ana, Leipzig, 1962 (ed. e s­
ter. de la de 1939), I, pág. VII n. 1.
198 H acia otoño del 40 a. C.
290 HISTORIA ROMANA

ta r con la ap ro bación de todos, p o rq u e era de n a tu ra l


fran co y p ro n to p a ra d e m o stra r la b u en a voluntad. Oc­
tavio llam ó de inm ed iato a Salvidieno con urgencia, ba­
jo el p re te x to de te n e r necesidad de él p a ra u n asunto
y enviarle, al punto, de vuelta al ejército. A su llegada
le p ro b ó los cargos y le dio m u erte, y concedió a Anto­
nio su ejército p o r co n sid erarlo sospechoso
El h am b re op rim ía a los rom anos, p o rq u e los m er­
cad eres de O riente no se atrev ían a navegar p o r tem or
a Pom peyo y a Sicilia, ni se a tre v ían los de O ccidente
a cau sa de C erdeña y Córcega, o cu p ad a p o r los solda­
dos de Pompeyo, ni tam poco se h ac ía n a la m a r desde
las zona fro n te ra de África, p o r m o r de los m ism os ene­
m igos, que dom inaban con sus flo tas en am bos lito ra­
les. Así pues, todo se encareció y ech aro n la culpa de
ello a la d isco rd ia e n tre los jefes, a los que v itu p era b an
y u rg ían a que h icieran la paz con Pom peyo. Como ni
siq u iera así cedió Octavio, A ntonio le pidió que acelera­
ra la g u e rra a cau sa de la escasez. Sin em bargo, al
n o ex istir d in ero p a ra ella, se publicó un edicto de que
los p ro p ietario s de esclavos a p o rta ra n p o r ca d a uno de
ellos la m ita d de las veinticinco d racm as fijadas p a ra la
g u e rra de Casio y B ru to 20°, y que aquellos que d isfru ­
ta ra n de alg u n a p ro p ied a d p o r razón de h eren cia con­
trib u y e ra n con u n a p a rte p ro p o rc io n a l201. El pueblo
destrozó e ste edicto con fu ria salvaje, pues les llenó de
cólera que, después de h a b e r dejado exhausto el tesoro
público, de h a b e r esq uilm ado las provincias y de opri­
m ir a la m ism a Italia con trib u to s y tasas y confiscacio-

199 Sobre e sto s hechos, cf. G a b b a , Appiani..., V, com. ad loe.


2(K> S o b re las tasas fija d as p o r los triu n v iro s en el 43 a. C., cf. su ­
pra, IV 31 ss.
201 Tal vez el edicto tenga alguna relación con la lex Falcidia, p ro ­
p u e sta p o r el trib u n o P. o (C.) Falcidio, del 4 0 a. C. (cf. M ü n z k r , en
R E , s.v. Falcidius, núm . 3; so b re la ley, cf. R o t o n d i , Leges publicae...,
pág. 438).
GUERRAS CIVILES V 291

nes, no p a ra g u erras ex tra n je ra s ni p a ra extender el im­


perio, sino c o n tra enem igos p erso n ales y en defensa del
p o d er p a rtic u la r de cad a uno —p o r lo cual p recisam en­
te h ab ían acontecido las proscripciones, m atan zas y es­
ta pen o sísim a h a m b re —, tad av ía tra ta ra n los triunviros
de q u itarles, incluso, lo que les quedaba.
Se u n iero n en b an d ad as gritan d o , y a los que no se
les u n ían les a rro ja b a n p ied ras y los am enazaban con
saq u earles sus hogares y p re n d erles fuego. F inalm ente, 68
el pueblo en su to talid a d se sublevó, y O ctavio con sus
am igos y u n o s pocos servidores fue h ac ia el foro con
la intención de so sten er un en c u en tro con el populacho
y d a r razón de sus rep ro ches. Éste, n ad a m ás verle, em ­
pezó a arro ja rle p ied ras sin m isericordia, y no se aver­
gonzó siq u iera cuando le vio que re sistía el aluvión de
p royectiles y se o frecía a sí m ism o y re su lta b a herido.
U na vez q ue Antonio se enteró, acudió en su ayuda con
presteza. A éste el pueblo no le arro jó p ied ras cuando
descendía p o r la vía S acra, p u esto que él e ra favorable
a p a c ta r con Pompeyo, pero le p id iero n que se re tira ra,
y, com o no obedeció, tam b ién le lanzaron entonces pie­
d ras. É l llam ó a u n n ú m ero m ay o r de tro p as que esta ­
b an fu era de las m urallas. Pero, com o ni aun así le ab rie­
ro n paso, los soldados se dividieron en dos filas a los
costados de la calle y el foro y atac aro n desde su fo r­
m ación estre ch a y d iero n m u erte al que les salió al p a­
so. E n esta ocasión, la m asa del pueblo ya no pudo es­
c a p a r fácilm ente, ap iñ ados a ca u sa del núm ero, ni tuvo
u n a salid a del foro, p o r lo cual se p ro d u jo u n a m antaza,
h erid as y lam entos, y g rito s desde los techos de la ca­
sas. Antonio avanzó con d ificu ltad y rescató a Octavio,
que se h allab a en u n a situación de peligro extrem o, y
lo p u so a salvo en su p ro p ia casa. Una vez que la m u lti­
tu d fue p u e sta en fuga, a rro ja ro n al río 202 los cadáve-

202 E l T íb e r.
292 HISTORIA ROMANA

res de los m u erto s a fin de e v ita r su lace ran te visión.


Y u n nuevo m otivo de p esa r fue verlos a rra s tra d o s por
la c o rrien te y a los soldados despojándolos, ju n to con
cierto s m alhechores, que se llevaron sus m ejores p re n ­
das com o si fu eran suyas propias. Así pues, esta revuel­
ta fue sofocada a co sta del m iedo y del odio hacia ios
triu n v iro s; el h am b re se agudizaba, y el pueblo se la­
m entaba, p ero p erm an ecía tran q u ilo .
A ntonio a c o n se jó 203 a los fam iliares de Libo que
h icieran v en ir a éste desde Sicilia so p retex to de re la ­
ciones 204 fam iliares y realizar, adem ás, u n asu n to de
m ay o r im p o rtan cia, y le g aran tizó la in m u n id ad p a ra
él. Sus fa m iliares le e sc rib ie ro n rá p id a m e n te y Pompe-
yo accedió. A su llegada, Libo echó el ancla en la isla
de P itecusa, la actu al E n aria 20S. C uando el pueblo su­
po esto, se reu n ió de nuevo y suplicó con lágrim as a
O ctavio que enviara g aran tías perso n ales a Libo, quien
q u ería neg o ciar con él sobre la paz. É ste lo hizo c o n tra
su voluntad, y el pueblo, am enazando tam b ién con que­
m a r a M ucia 206 la m ad re de Pom peyo, la envió p ara
que tra b a ja ra , a su vez, en las negociaciones de paz.
C uando Libo com prendió que los enem igos iban a ce­
der, pidió q u e se re u n ie ra n los p ro p io s jefes con objeto
de que p u d iera n ellos m ism os h a c e rse las concesiones
m u tu a s que estim ara n o p o rtu n as. El pu eb lo los forzó

203 P rim av era del 39 a. C.


204 Pasaje controvertido. Los m an u scrito s tienen epl synésthései,
lección que sigue W hite y que no da m ucho sentido, p o r lo que M us­
grave y M endelssohn p ro p u sie ro n la c o rrecció n epi synthései, que si­
gue G a b b a , quien tra d u c e «con il p re te s to del ra p p o rto di parentela»
(App., pág. 288) y que he adoptado. Libo e ra h e rm a n o de E scribonia,
la m u je r toú kédous de Octavio.
205 Isla situ ad a fren te a la c o sta de C am pania (hoy Isquia).
206 Cf. F l u s s , en RE, s.v. M ucius (Tertia Mucia), núm . 28. Fue la
te rc e ra e sp o sa de Pom peyo el G rande; e ra h ija de Q. M ucio Escévola
(cónsul en el 95 a. C.), y de Pom peyo tuvo dos hijos: Gn. Pom peyo
y Sexto Pom peyo, y u n a hija.
GUERRAS CIVILES V 293

tam bién en este p u n to y, en consecuencia, O ctavio y An­


tonio p a rtie ro n hacia B ayas 207.
Todos tra ta b a n de convencer un án im em en te a Pom ­
peyo de que h ic ie ra la paz, excepto M enodoro, quien
le escribió desde C erdeña aconsejándole proseguir la gue­
rra con fuerza o dem orar todavía las negociaciones, pues­
to que el h am b re co m b atía p o r ellos y las condiciones
de paz, si se decidía p o r esta vía, serían m ás ventajosas,
y le ex h o rtó a que re c e la ra de M urco, que se oponía
a estas m edidas, ya que, a su juicio, e sta b a buscando
p o d er p a ra él m ism o. Pom peyo, quien ya d u ra n te largo
tiem po h ab ía so p o rtad o a M urco de m ala gana a causa
de su dignidad y de la firm eza de su juicio, sintió m a­
yor rechazo hacia él p o r este m otivo y, en adelante,
no h u b o asu n to sobre el que c o n su lta ra el p arece r de
M urco, h a s ta que éste se re tiró enojado a S iracusa, y,
al ver que le seguían algunos g u ard ia s de Pompeyo, m a­
nifestó pú b licam en te an te ellos ac erb a s c rític a s sobre
aquél. E ntonces, Pom peyo sobornó a un trib u n o y a un
ce n tu rió n del p ro p io M urco, y los envió p a ra que lo m a­
tasen y d ijera n que h ab ía sido asesinado p o r unos es­
clavos. Y, p a ra co n firm ar esta m en tira, crucificó a los
esclavos. Sin em bargo no logró o c u lta r este nuevo c ri­
m en —el segundo después del de B itínico 208—, p erp e­
tra d o c o n tra un h o m b re ilu stre p o r sus hechos de gue­
rra , que h ab ía sido am igó leal de esta facción desde sus
com ienzos y h ab ía p re sta d o ay u d a en E sp añ a al m ism o
207 L ocalidad de C am panía, en el golfo d e Pozzuoli (Puteoli), fren ­
te a E naria.
208 A. Pom peyo B itínico, g o b e rn ad o r de Sicilia en el 44 a. C. y en
el 43 a. C., después de re sistir a n te Pom peyo, llegó a u n pacto con
él y le entregó la isla (cf. supra, IV 48). E n este episodio se ha de ver
la pugna e n tre los dos b loques del e n to rn o de Pom peyo, los exilados
rom anos favorables al acu e rd o (entre ellos, E stayo M urco, el único
rom ano con m ando im p o rta n te e n la flota) y el gru p o de libertos con
cargos de responsabilidad, c o n tra rio s al m ism o y p a rtid a rio s de una
política radical.
294 HISTORIA ROMANA

Pom peyo y se h a b ía unido a él v o lu n tariam en te en


Sicilia.
7! De ta l su e rte m u rió M urco. Y los dem ás am igos
u rg ían a Pom peyo p a ra negociar la paz y acu sab an a
M enodoro de am bición de poder, p u esto que se oponía,
no m ovido p o r buen a v o luntad h a c ia su dueño, sino pa­
ra co n seg u ir el m ando de su ejército y su provincia. En
consecuencia, Pompeyo cedió y navegó hacia E n aria con
u n n ú m ero ab u n d an te de sus m ejores barcos, y se em ­
b arcó él m ism o en u n a nave de seis bancos de rem os
y lu jo sam en te ad o rnada. Con este boato, h ac ia la caída
de la tard e , costeó D icearquía a la vista de sus enem i­
gos. Al am anecer, se h in caro n pilotes en el m a r a un
co rto trech o y se colocaron p lan ch a s sobre los pilotes,
y a través de ellas O ctavio y A ntonio avanzaron h a sta
la platafo rm a co n stru id a m ás próxim a a la orilla, y Pom ­
peyo y Libo h acia la que se a d e n tra b a u n poco m ás en
el m ar; los sep a rab a u n a pequeña vía de agua de m ane­
ra que p u d iera n oírse m u tu am en te sin g rita r 209. Como
Pom peyo c re ía que h ab ía acudido p a ra re c ib ir u n a p ar­
ticip ació n en el gobierno en lu g a r de Lépido, en tan to
que ellos ta n sólo le concedían la v u elta del exilio, se
sep a raro n en esta ocasión sin h a b e r logrado n ad a posi­
tivo, p ero siguieron los contactos frecu en tes a nivel de
los am igos sobre p ro p u e sta s diversas p o r p a rte de uno
y o tro lado. Pompeyo exigió que en relación con los pros­
crito s que se h ab ían u n id o a él, a los p artíc ip e s en el
asesinato de Gayo C ésar se les concediese u n exilio en
seguridad, y a los re sta n te s u n re to rn o a la p a tria con
todos los h o n o res y la re stitu c ió n de las propiedades
que h ab ían sido vendidas. A cuciados p a ra negociar por
el h am b re y el pueblo, accedieron a d u ra s p en as a resti-
209 El e n cu e n tro debió de ten e r lu g a r en ju n io o ju lio del 39 a.
C. E l lu g ar exacto es contro v ertid o , p e ro h a b ría que situ a rlo en algún
lu g ar indeterm in ad o del a rco del golfo e n tre M iseno, B ayas y Puteoli
(cf. m ás detalles en G a b b a , Appiani..., V, com . ad loe.).
GUERRAS CIVILES V 295

tu ir u n a c u a rta p a rte de lo confiscado, la cual prom e­


tiero n co m p ra r a sus ac tu ales poseedores. E scribieron
a los p ro p io s p ro scrito s sobre estos asu n to s con la es­
peranza de que se alegrarían. Ellos aceptaron todo, pues­
to que sen tían tem o r ya del m ism o Pom peyo a causa
del crim en de M urco, y acudiendo ju n to a Pom peyo le
pidieron que llegara a u n acuerdo. Entonces, éste se ras­
gó su vestido y exclam ó que tam b ién e ra traicionado
por aquéllos en defensa de los cuales h ab ía luchado,
e invocaba con frecu en cia el n o m b re de M enodoro co­
m o la ú n ica p erso n a con dotes de m ando y bien dis­
pu esto h ac ia él.
F inalm ente, a in stan cias de su m adre, Mucia, y su 72
esposa, Ju lia 2I°, se re u n ie ro n de nuevo los tres hom ­
b res en el m alecón de D icearquía, bañ ad o a am bos la­
dos p o r el m a r y con las naves ancladas en las cerca­
nías com o g u ard ian as, y llegaron a un acu erd o sobre
la base de las condiciones siguientes 2": que p ondrían .
fin a la g u erra, p or tie rra y por m a r y no se im pediría
el com ercio en p arte alguna; que Pom peyo re tira ría to­
das las guarniciones que ten ía en Italia y no d a ría aco­
gida a esclavos fugitivos ni a ta c a ría con su s naves el
lito ral de Italia; que te n d ría el gobierno de C erdeña, Si­
cilia y Córcega, así com o de cu a n ta s o tra s islas tuviera
entonces, tan to tiem po com o A ntonio y O ctavio d eten ta­
ra n el m ando de sus o tra s provincias; que enviaría a
R om a el trig o que h acía ya m ucho tiem po se había o r­
denado a estas islas enviar com o trib u to , y que p o d ría
210 Según G a b b a (ibid., com. ad loe.), debe de tra ta rs e de u n e rro r
de Apiano, la m u jer de Pom peyo e ra u n a ta l E scribonia (que jam ás
a p arece nom brada). M ü n z e r , en RE, s.v. [ulius (Iulia), núm . 548, piensa
que el e r ro r está, sobre todo, en el calificativo de esposa, y no en el
nom bre de Ju lia (m adre de Antonio) que debió in te rv en ir en las nego­
ciaciones.
211 En general, sobre la valoración de este acuerdo, favorable a
Pom peyo, cf. G a b b a , Appiani..., V, com . ad loe., con bibliografía, y nota
258 a este libro.
296 HISTORIA ROMANA

to m a r el m ando del Peloponeso, adem ás de las islas ci­


tadas; que podría desem peñar el consulado, en su ausen­
cia p o r m edio de c u a lq u ie ra de los am igos que eligiese
y ser in scrito en el colegio de los pontífices m áxi­
m os 212. É stas fueron las condiciones relativas al propio
Pompeyo. Además, se aco rd ó el re g reso del exilio de los
nobles, con excepción de aquel que h u b iese sido conde­
nad o p o r el voto del senado o en ju icio p o r el asesinato
de Gayo César; las p ro piedades d e los re sta n te s que h a­
bían hu id o p o r m iedo y h ab ían p erd id o su h acien d a p o r
la violencia les serían devueltas ínteg ram en te, salvo los
bienes m uebles, y a los p ro sc rito s, u n a c u a rta p a rte de
los suyos: los esclavos que h ab ían servido en el ejército
de Pom peyo serían libres, y a las p erso n as libres, cuan­
do fin alizara la m ilicia, les sería n en tre g ad as las m is­
m as recom pensas que aquéllas o to rg ad as a los que h a­
b ían servido bajo Octavio y Antonio.
É stos fueron los térm inos del acuerdo, que re d acta­
ro n p o r escrito y sig n aron y en viaron a R om a b ajo la
cu sto d ia de las V írgenes V estales. Acto seguido, se aga­
sajaro n u n o s a otros, d eterm in an d o m ed ian te sorteo el
ord en de las invitaciones. Pom peyo fue el p rim ero en
o frecer un b an q u e te a b o rd o de su b arco de seis bancos
de rem os, an clado ju n to al m alecón; y, en los días suce­
sivos, lo h iciero n Antonio y O ctavio en tien d as que h a­
b ían sido lev an tad as tam bién so b re el m alecón, b ajo el
p re te x to de que todos podían p a rtic ip a r del ban q u ete
en la orilla, p ero tal vez b u scan d o u n a seg u rid ad libre
de recelos, pues ni siq u iera en e sta s condiciones olvida­
ro n sus precauciones. Antes bien, sus b arco s estaban
anclados ju n to a la o rilla y los ro d e ab an su s guardias
personales, y los asisten tes al b a n q u e te estab a n ceñi­
dos, a ocultas, con puñales. Se dice que M enodoro, m ien­
í12 No se tra ta del pontificado, sino d el augurado, del que fue des­
poseído en el en cu en tro de T aren to del 37 a. C. (cf. D ión Cas., XLVIII
36, 4, y 54, 6).
GUERRAS CIVILES V 297

tra s los tre s hom bres asistían a u n b an q u e te en la nave,


envió u n a m isión a Pom peyo anim ándole a a ta c a r a és­
tos y v en g ar las ofensas com etidas c o n tra su p ad re y
herm ano, y a re c u p e ra r el m ando p ate rn o g racias a una
ocasión m uy favorable, pues él e n perso n a con las na­
ves se c u id a ría de que no escapase nadie. P ero Pom pe­
yo le dio u n a re sp u e sta digna de su a lcu rn ia y de su
condición actual: «Ojalá que M enodoro h u b ie ra realiza­
do esto sin m i conocim iento, p u es cu a d ra a M enodoro
com eter p erju rio , p ero no a Pom peyo. » En este ban que­
te se celebró el m atrim o n io e n tre la h ija de Pompeyo
y n ieta de Libo con M arcelo el h ija stro de Antonio y
sobrino de O c ta v io 2B. Al día siguiente, designaron los
cónsules p a ra los próxim os c u a tro años 21\ p a ra el p ri­
m e r a ñ o 215 Antonio y Libo, el prim ero de los cuales te­
n ía el privilegio, sin em bargo, de p o n er com o su stitu to
al que quisiera; al año siguiente 2'6, Octavio y Pom pe­
yo; después 111, A henobarbo y Sosio, y, de nuevo 218, otra
vez A ntonio y Octavio, quienes, com o iban a ser cónsu­
213 Cf. n. 1 9 0 a este libro. E ra hijo de O ctavia m inor, h erm ana
de Octavio.
214 Ya antes, en el e n cu e n tro de B rin d isi (a prin cip io s de octu b re
del 40 a. C.), se h ab ían designado los cónsules p a ra los ocho añ o s si­
guientes, del 38 al 31 a. C. (cf. Dión Cas., XLVIII 35, 1-3), aunque Apia­
no, al tr a ta r de este acu e rd o (cf. supra, V 64), silencia el dato. Ahora
se tra ta r ía de m odificaciones sobre los últim os c u a tro años, del 34
al 31 a. C. (cf. G a b b a , Appiani..., V, com . ad loc., e Intr., págs. LXXI-II,
ap art. 5).
215 Año 34 a C. M. A ntonio abdicò el p rim e r d ía y fue sustituido
p o r L. S em pronio A tratino; Libo fu e c ó n su l los p rim e ro s seis m eses
y fue su stitu id o p o r P. E m ilio L èpido (cf. B r o u g h t o n , II, págs. 410-411).
216 E n el 3 3 a. C. Fue cónsul O ctavio con L. Volcacio Tullo, los
cuales no a ca b aro n su s m an d a to s (cf. B r o u g h t o n , II, págs. 4 1 3 4 1 4 ) .
217 E n el 3 2 a. C. Gn. Dom icio A henobarbo (cf. n. 1 8 8 a e ste li­
bro) y G. Sosio (cf. S y m e , The Roman Revolution, en especial, pá­
gina 2 0 0 y passim; B r o u g h t o n , II, p á g . 4 1 7 ).
218 E n el 31 a. C., p e ro A ntonio no a p are ce com o cónsul o rd in a ­
rio de este a ñ o (cf. G a b b a , Appiani..., V, In tr., págs. LX X II y sigs.), y
sí M. V alerio M ésala C orvino (cf. B r o u g h t o n , II, págs. 4 1 9 -4 2 0 ).
298 HISTORIA ROMANA

les entonces p o r te rc e ra vez, se e sp e ra b a que en aquella


ocasión devolverían el gobierno al pueblo.
Una vez que acab aro n todos esto s asuntos, se sepa­
ra ro n . Pom peyo m arch ó p o r m a r a Sicilia, y Octavio y
Antonio em prendieron viaje p o r tie rra hacia Roma. Cuan­
do la ciu d ad e Italia se en teraro n , se p ro d u jo al punto
u n a explosión de jú b ilo to tal an te la llegada de la paz, y
la lib eració n de u n a g u e rra in testin a , del alistam iento
de los hijos, del u ltra je de los g u ard ian es, de la deser­
ción de los esclavos, del saqueo de los cam pos, del aban­
dono de la a g ric u ltu ra y, p o r encim a de to d as las cosas,
del h am b re, que les o p rim ía ya h a sta el extrem o, de
ta l m odo q u e a los triu n v iro s, en el tra n s c u rso de su
itin erario , le fu ero n ofrecidos sacrificios com o a unos
salvadores. Y la c iu d ad se disp o n ía a d e p a ra rle s u n a
b rilla n te acogida, de no h a b e r sido porque, p o r ev itar
la envidia, p e n e tra ro n en R om a d u ra n te la noche en se­
creto. Sólo estab a n irrita d o s aquellos a los que les h a­
b ían co rresp o n d id o lotes de tie rra de las propiedades
de los que iban a re g re sa r con Pom peyo, p o rq u e pensa­
b an que iban a ten er com o vecinos a unos enem igos irre­
conciliables que, incluso, si alg u n a vez podían, les a ta ­
carían. Los exilados que esta b a n con Pom peyo, en
su m ay o r p arte , excepto unos pocos, se d esp id iero n de
éste en D icearquía y navegaron de re g reso a Roma.
Nuevo fue el co n ten to de la p lebe y varios los gritos
de júbilo, al h ab e rse salvado, de m odo inesperado, un
g ra n n ú m ero de h o m b res ilu stres.
D espués de estos sucesos, O ctavio hizo u n a expedi­
ción a la Galia, que se h a lla b a re v u elta 219, y Antonio
p a rtió p a ra la g u e rra con los p a rto s. Una vez que el se­
n ad o le votó que sería n ra tific ad o s sus actos pasados
219 Cf., adem ás, Dión Cas., XLVIII 49, 2-3. Ya h ab ía tenido que
in terv en ir, e n este año (39 a. C.); Agripa, su gobernador, lo h a rá en
el 38 a. C. cuando culm ine e sta serie de rebeliones con la sublevación
de A quitania (cf. supra, V 92).
GUERRAS CIVILES V 299

y fu tu ro s 22°, envió de nuevo lugartenientes en todas di­


recciones y arreg ló el re sto de los asuntos ta l com o los
ten ía planeados en su totalidad. E rigió reyes aquí y allá,
a su gusto, sobre la b ase del pago de un tributo; en el
Ponto, a D arío, el hijo de F arn aces y nieto de M itrída-
tes; en Idum ea y S am aría, a H erodes 22‘; en Pisidia, a
A m intas m ; en u n a p a rte de Cilicia, a Polem ón, y a
otro s en o tro s pueblos. Como q u e ría en riq u e cer y ejer­
c ita r al ejército que se d isp o n ía a in v ern a r con él, envió
algunas tro p as c o n tra los p árte n o s 223, u n a trib u iliria
vecina de E pidam no, que se h a b ía m o strad o m uy favo­
ra b le a B ruto; a otro s los m andó c o n tra los dárdanos,
o tra trib u iliria que siem p re a n d a b a h aciendo incursio­
nes c o n tra M acedonia; ordenó que o tro s perm anecieran
en E p iro a fin de ten erlo s a todos en to rn o suyo, puesto
que se disp o n ía a in v ern a r en A tenas. Envió a Furnio
a África p a r a que tra je ra a las c u a tro legiones que esta­
b an a las órdenes de Lépido, con objeto de utilizarlas
c o n tra los p arto s, p u es a ú n desconocía que Lépido se
las h ab ía q u itad o ya a Sextio.
D espués de h a c e r estos p re p ara tiv o s, pasó el invier- 76
no en Atenas en co m p añía de Octavia, igual com o en
A lejandría lo h ab ía p asado con C leopatra, supervisando
los inform es enviados desde el ejército, habiendo troca-
220 Cf. Gabba, Appiani,,., V, In tr., pág. LXXI, a p a rt. 4. D ato im­
p o rta n te p a ra e stab lec e r las relaciones e n tre el p o d e r triu n v ira l y el
senado.
221 Cf. O t t o , en RE, Suppl. II, s.v Herodes, núm . 14. S obre la si­
tu ació n de Ju d e a y las d iscrep an cias en to rn o a este pasaje, cf. Gabba,
Appiani..., V, com. ad loe.
222 R ecom pensa p o r h a b e r d e se rta d o a los triu n v iro s antes de la
segunda b a ta lla de Filipos (cf. D ión Cas., XLVII 48, 2), adonde había
sido enviado a c o m b a tir c o n tra ellos p o r D eyótaro, te tra rc a de los gá-
latas.
223 ■ E xpedición c onducida p o r Asinio Polión, que obtuvo el triu n ­
fo el 25 de o c tu b re del 39 a. C., m ie n tra s A ntonio e stab a aún en Italia
(cf. J. A n d r f , La vie et l'oeuvre de C. A sinino Pollion, P arís, 1949, pági­
nas 22-23).
300 HISTORIA ROMANA

do de nuevo su condición de general p o r la sim plicidad


de un privado, u san d o el vestido c u a d ra n g u la r y el cal­
zado ático y sin g u ard ia s a la p u e rta de su casa. Salía,
de igual m odo, sin las insignias de su cargo, acom paña­
do p o r dos am igos y dos asisten tes, a las d iatrib as y
lectu ras p ú b licas de los m aestro s. Sus com idas las h a­
cía a la u san za griega y p asab a su s ra to s de ocio en tre
griegos d isfru tan d o de sus festivales 224 en com pañía de
Octavia, pues estab a m uy en am o rad o de ella, siendo un
ho m b re de n a tu ra l proclive en g ra d o sum o a los am o­
río s con m ujeres. Sin em bargo, a l fin alizar el invierno
p arecía o tro hom bre. C am bió nuevam ente su indum en­
ta ria y con ella su asp ecto externo. H ubo, al punto, en
to rn o a las p u e rta s de su casa, g ra n ca n tid a d de insig­
nias, de oficiales y gu ardianes, y todo quedó im pregna­
do de m iedo y sobrecogim iento. Se dio au d ien cia a em ­
b ajad as q ue d u ra n te larg o tiem po h a b ía n ag u ard ad o a
la esp e ra de re c ib ir órdenes, se resolvieron juicios, se
b o taro n b arco s y se p uso en m ovim iento todo el resto
de los p rep arativ o s.
77 M ientras A ntonio e sta b a ocu p ad o en estos asuntos,
el tra ta d o ex isten te e n tre O ctavio y Pom peyo quedó ro ­
to p o r causas, com o se sospechaba, d istin tas a aquellas
que fueron aducidas en público p o r Octavio, y que fue­
ro n las siguientes: A ntonio h ab ía en treg ad o el Pelopo-
neso a Pom peyo, a condición de que éste le en tre g ara
el trib u to que todavía le a d e u d ab an los peloponesios,
o p ro m etiera resp o n sab ilizarse de su devolución, o bien
a g u a rd a ra h a s ta q ue se h u b ie ra efectuado la recau d a­
ción. P ero Pom peyo no h ab ía acep tad o el país bajo tales
condiciones, p o r en te n d e r que se le había en treg ad o ju n ­
to con las deudas. Y, entonces, irritad o , según dijo Oc-

m Sobre la identificación de Antonio con las costum bres griegas,


véase lo dicho en el cap. 4 de este lib ro e n relación con su estancia
en Éfeso, y las nn. 19, 20 y 21; adem ás, G a b b a , Appiani*., V, com. ad. loc.
GUERRAS CIVILES V 301

tavio, ya fu e ra p o r este m otivo, o p o r su n a tu ra l des­


confiado, o p o r envidia de o tro s que poseían grandes
ejércitos, o p o rque M enodoro lo in citó a c o n sid erar el
tra ta d o com o u n a treg u a, m ás b ien que com o un tra ta ­
do estable, con stru y ó o tras naves, reunió tripulaciones
y, en ocasiones, se dirigió en público al ejército dicién-
dole que d eb ía e sta r p re p ara d o p a ra todo. De nuevo
u n a p ira te ría e n c u b ie rta infestó el m ar, y poco o nulo
fue el rem edio p a ra el h am b re de los rom anos, h asta
el p u n to que decían a gritos que el tra ta d o no les había
tra íd o el cese de los m ales, sino la adquisición de un
cu a rto tirano. O ctavio ap resó y som etió a to rm en to a
u n a p a rtid a de p irata s, quienes a firm a ro n h ab er sido
enviados p o r Pom peyo. E ste hecho lo puso Octavio en
conocim iento del pueblo y dio cu en ta p o r escrito al m is­
m o Pompeyo, m as este últim o se excusó de estos he­
chos y, a su vez, se quejó p o r la cuestión del Pelopone-
so ,25.
Aquellos nobles que todavía se en c o n trab an ju n to a 78
Pom peyo, al v er que éste siem pre estab a a m erced de
la in flu en cia de sus libertos, co rro m p iero n a algunos
de ellos, bien en su propio in teré s o p o r d a r satisfac­
ción a Octavio, p a ra que in c ita ra n a su dueño contra
M enodoro que a ú n te n ía el m an d o de C órcega y Cerde-
ña. Y ellos, com o envidiaban tam b ién el p o d er de M eno­
doro, lo hicieron con gusto. De este m odo, Pom peyo fue
a rra s tra d o a u n ex trañ am ien to d e M enodoro, y p o r es­
tos m ism os días Filadelfo, u n lib erto de Octavio, nave­
gó al lado de M enodoro p a ra ap ro v isio n arse de trigo,
y Milicio, el am igo m ás fiel de M enodoro, acudió al la­
do de Octavio p a ra tr a ta r de la deserción de aquél. P ro­
m etió e n tre g a r C erdeña y Córcega, tre s legiones y otro
g ran n ú m ero de tro p as ligeras 226, E sta oferta, ya fue-
225 P a ra u n juicio general sobre los m otivos de d esacuerdo p re ­
textados, cf. G a b b a , Appiani..., V, In tr., pág. X II y com . ad loe.
226 La deserción de M enodoro tal vez fu e ra la esp o leta que p ro ­
302 HISTORIA ROMANA

ra o b ra de la gestión de Filadelfo o consecuencia de las


calum nias proferidas p o r Pompeyo contra M enodoro, Oc­
tavio, au n q u e no de inm ediato, la aceptó, no obstante,
pues creyó que la paz estab a ro ta de hecho. Invitó a
A ntonio a q ue ac u d ie ra desde A tenas a B rín d isi en un
día d eterm inado, a fin de d e lib e ra r en su com pañ ía so­
b re la g u e rra p resente. Y envió con rapidez, desde Rá-
vena, navios de g u e rra y, desde la Galia, u n ejército y
el re sto de su m a te ria l bélico a B rín d isi y D icearquía,
con la inten ció n de h ac erse a la m a r desde am bos lados
c o n tra Sicilia, en el caso de que A ntonio fu e ra de su
m ism a opinión.
79 E ste ú ltim o acudió en el día señalado con unas
pocas tro p as y, al no e n c o n tra r a Octavio, no lo aguar­
dó, bien p o rq u e le re p ro ch a b a su decisión de com batir
p o r co n sid erarlo u n a violación del tra ta d o o p o rq u e ha­
b ía visto q u e los p re p ara tiv o s de O ctavio e ra n grandes
—p ues el deseo del p o d er ab so lu to jam ás d ejab a des­
c a n sa r sus tem o res—, o porque se alarm ó a cau sa de
u n prodigio 227. Pues uno de los g u ard ia s que dorm ían
a lre d ed o r de su tienda fue hallado devorado p o r las fie­
ras, a excepción de su ro stro , com o si éste h u b ie ra sido
resp etad o p a ra su identificación, y sin que h u b ie ra da­
do u n solo g rito ni lo h u b ie ra v isto ninguno d e sus com ­
p añ ero s de descanso. Los de B rín d isi dijeron que, antes
del am anecer, se h a b ía visto s a lir co rrien d o a u n lobo
desde las tiendas. E scribió, p o r los dem ás, a Octavio
conm inándole a que no ro m p iera lo p ac ta d o y am enazó
a M enodoro con so m eterle a suplicio com o a u n esclavo

vocó el estallid o de la g u e rra , p u e s ro m p ía el e q u ilib rio de zonas e sta ­


blecido en el acuerdo de M iseno. La d eserció n tuvo lu g a r en la prim a­
v era del 38 a. C.
227 Apiano silencia la que tal vez fu e ra la razón p rim o rd ia l de la
p a rtid a de Antonio, su p a rticip a ció n en la fase decisiva de la cam paña
c o n tra los p a rto s (cf. Dión C a s ., XLVIII 46, 3). Sobre la acusación de
que Octavio a sp ira b a al p o d e r absoluto, cf. G a b b a , Appiano..., pág. 203.
GUERRAS CIVILES V 303

fugitivo; pu es él h ab ía perten ecid o a Pom peyo el G ran­


de, cuya h acien d a h ab ía com prado A ntonio cuando h a ­
b ía sido p ig n o rad a según ley p o r se r la de u n enem i­
go 228.
O ctavio envió a C erdeña y a Córcega a los e n c a r­
gados de re cib ir su en treg a de m anos de M enodoro y
reforzó el lito ral de Italia con n u m ero so s fortines p a ra
im p ed ir que Pom peyo h iciera nuevas incursiones con­
tras estas zonas m . Ordenó la construcción de o tras tri­
rrem es en R om a y R ávena e hizo re g re sa r de Iliria a
un g ran ejército. A la llegada de M enodoro, lo convirtió
de inm ed iato en ho m b re libre, en vez de su condición
de liberto, y le en carg ó el m ando de aquellas naves que
h ab ía llevado consigo com o lu g arte n ie n te del alm irante
Calvisio 230. Una vez que tuvo hechos estos preparativos
y hubo reu n id o a ú n m ayores efectivos, se dem oró un
cierto tiem po y rep ro ch ó a A ntonio p o r no haberle es­
perado. O rdenó a C o rn ific io 231 que tra sla d a ra desde
R ávena a T arento el m ateria l que hubiese p re p ara d o ya.
Sin em bargo, cuando este ú ltim o e sta b a de crucero, le
sobrevino u n a tem p estad, y únicam ente fue d estru id a
la nave cap itan a que h ab ía sido c o n stru id a p a ra Octa-
228 C f. supra, III 4; D ió n C a s., XLII 50, 5; P lu t., Ant. 10, 2, y F lo ­
ro , II 18, 5.
229 S o b re todo, l a C a m p a n ia (cf. D ió n C a s ., XLVIII 46, 1-4).
230 A piano m enciona erró n e a m e n te a un Calvisio en II 60 (cf. n.
167). En este caso se tra ta de G. Calvisio Sabino (cf. M ü n z e r , en RE,
s.v. Calvisius, núm . 13). E ra o riundo de E spoletio y su ciu d ad le dedicó
u n recuerdo a su pietas, p o r ser u n o de los dos senadores, ju n to con
L. M arcio C ensorino, que in te n ta ro n d efen d er a C ésar en los Id u s de
m arzo (cf. S y m e , The R o m á n R evolution, pág. 221, y L a to m u s 17 [1958],
73-80).
231 L. C ornificio (cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Cornificius, núm . 5). De­
bía de ser ya antiguo seg u id o r de Octavio, pu es h ab ía perseguido a
B ruto, e n calid ad de trib u n o de la plebe, en aplicación de la lex Pedia
(cf. S y m e , op. cit., págs. 236-237). P o r su p a rticip a ció n en la fase u ltim a
de la g u e rra dé Sicilia (cf. cap. 111), fue recom pensado con el consula­
do e n el 35 a. C. '
304 HISTORIA ROMANA

vio. E ste suceso se tuvo com o u n m al p resag io de lo


porvenir. Dado que todavía p re v alecía la sospecha de
que la g u e rra inm inente iba en c o n tra del tra ta d o , O cta­
vio tra tó de d isip ar ta l recelo. E scrib ió a la ciudad y
dijo él m ism o a los soldados que Pom peyo h a b ía roto
los pactos al p ira te a r el m ar, y q u e los p ira ta s habían
confesado este hecho y M enodoro h ab ía revelado la to­
talid ad del plan, y que Antonio lo supo y, p o r esta ra ­
zón, no h ab ía en treg ad o el Peloponeso.
81 C uando lo tuvo todo a p u n to y ju n to a él, se hizo
a la m a r ru m b o a S icilia 232, él, desde T arento, y Calvi-
sio S abino y M enodoro, desde E tru ria . La in fa n te ría hi­
zo el viaje p o r tie rra h a sta Regio y todas las operacio­
nes se v erificab an con afán y r a p id e z 233. Pom peyo se
en teró de la deserción de M enodoro cu an d o Octavio se
h allab a ya navegando co n tra él, y, ante el ata q u e p o r
m a r desde am bos lados, él m ism o a g u a rd ó en Mesi-
na 254 a Octavio y ordenó a M enécrates, el enem igo m ás
ab o rrecib le de M enodoro e n tre sus libertos, que saliera
al e n c u en tro de éste y de Calvisio con u n a gran flota.
M enécrates fue avistado p o r los enem igos, cercan a ya
la noche, en alta m ar. É stos se re fu g iaro n en la bahía
próxim a a Cum as 235 y p asa ro n allí la noche, en tanto

232 La b a ta lla c eleb ra d a en C um as tuvo lu g ar en la prim avera, ya


avanzada, d el 38 a. C. (cf. cap. 89).
233 El plan de Octavio e ra a tra e r a Pom peyo a dos frentes: el m ar
T irreno y el Jonio, p a ra p o d e r él h a ce r p a s a r las tro p as de tie rra desde
R egio a M esina.
234 Pom peyo había co n cen trad o sus tro p a s en la p u n ta nororien-
ta l de la isla, en el trián g u lo form ado p o r T índaris, M esina y Taurom e-
nio; y en la p a rte noroccidental, en Lilibeo, a fin de re c h a z a r u n posi­
ble ataq u e d e Lépido desde África.
235 Es difícil p re c isa r en qué golfo se de sa rro lló la ba ta lla , si en
el que está e n tre Sinuesa y Cum as, com o p arece ded u cirse del tón
ká lpon tón hypér Kymes, de Apiano, o en el golfo e n tre M iseno y el
p ro m o n to rio d e M inerva, conocido com o sin o s cum anus o C ratere (cf.
detalles en G a b b a , Appiani,.., V, com . ad loe.).
GUERRAS CIVILES V '3 0 5

que M enécrates p rosiguió h a s ta E naria. Al d esp u n tar


el día, los de Calvisio se hicieron a la m a r costeando
el lito ral de la bahía, ta n próxim os a la p laya como po­
dían y con la flo ta en fo rm a de m edia luna a fin de
e v ita r que los enem igos p u d ie ra n q u e b ra n ta r su línea
de form ación. M enécrates de nuevo apareció ante ellos
y, al pu n to se les aproxim ó con violencia y rapidez. Sin
em bargo, com o no av anzaron h ac ia el m a r ab ierto y él
no podía llev ar a cabo ninguna acción im p o rtan te se
lanzó en pos de ellos y los rechazó h acia la tie rra . Ellos,
a su vez, hiciero n en c allar a u n tiem po su s barco s y
se d efen d iero n de las em bestidas de las naves. A M ené­
c ra te s le e ra posible re tira rs e a m a r a b ie rto y a tac ar
cu an d o q u isiera, y ca m b ia r p o r tu rn o a sus barcos por
o tro s de refresco, en ta n to que sus ad v ersario s sufrían
sev eram en te p o r causa de las rocas en las que habían
em b arran c ad o y p o r la im posibilidad de m aniobra de
la naves, pues se asem ejaban a fuerzas de tie rra com ba­
tiendo c o n tra fu erzas navales, incapaces de p erseg u ir­
las y de re tira rse.
E n tretan to , M enodoro y M enécrates se avistaron mu- 82
tu am en te y, tra s d esen ten d erse del re sto del com bate,
se a ta c a ro n de inm ed iato uno a o tro con fu ria y clam or,
com o si p u siera n la v icto ria y el m eollo de la b atalla
en este duelo en el que uno de ellos se disponía a ven­
cer. Las naves de am bos colisionaron e n tre sí con vio­
lencia y la u n a rom pió el espolón de la nave de M enodo­
ro, en ta n to que ésta quebró, a su vez, el gobernalle
de la de M enécrates. M as cu an d o fueron lanzados los
arpeos 236 desde cad a u n a de ellas, ya no hubo lugar
p a ra naves, p o rque h ab ían quedado trab a d as u n a a o tra,
pero los hom bres, com o en u n com bate en tierra, no
m Martus ferrae (c f. cap. 3 6 y n. 1 3 4 , y cap. 1 0 6 , y, asim ism o, L am -
m ert, en RE, s.v.); se diferenciaban de los harpagones en que estab an
p rovistos de m ayor n úm ero de garfios. S obre la d escripción del harpa-
go, c f . cap. 1 1 8 .
306 HISTORIA ROMANA

anduvieron faltos de esfuerzo y valor. Pues nubes de


jabalinas, p ied ras y flechas cru zab an en tre unos y otros,
y se ab a tía n pu en tes 237 sobre las naves p a ra a ta c a r a
trav és de ellos. Pero, com o la nave de M enodoro era
m ás elevada, sus p u en tes ten ían u n m ejor acceso p a ra
los que se atrevían a cruzarlos y los disparos desde ellos,
al e s ta r m ás altos, eran m ás efectivos. D espués que m u­
chos estab a n ya m u erto s y h erid o s los re sta n te s, Meno­
doro fue alcanzado en el brazo p o r u n dardo, el cual
le fue extraído. A su vez, M enécrates fue h erid o en el
m uslo p o r u n a ja b alin a esp añ o la 238, toda de h ierro y
con m uchas p untas, q u e no fue posible sa c a r con ra p i­
dez. Y, au n q u e M enécrates quedó y a in ú til p a ra el com ­
bate, perm aneció, no ob stan te, ex h o rta n d o a los dem ás,
h a sta que al ser c a p tu ra d o su b arco , se arro jó a las pro­
fun d id ad es del m ar. M enodoro a m a rró a la nave cap tu ­
ra d a y la rem olcó h a sta tie rra , p u esto que ni siquiera
él m ism o podía h ac er ya n a d a m ás.
83 Así fu e ro n las cosas en el ala izq u ierd a del com ba­
te naval. P o r su p arte, Calvisio, m ie n tra s navegaba des­
de el ala d erech a h ac ia el ala izquierda, in terc ep tó a
algunas de las naves de M enécrates y las persiguió cuan­
do escap ab an h acia el m a r ab ierto . A su vez, Demóca-
res 239, co lib erto de M enécrates y lu g arte n ie n te suyo,
cayó sobre el re sto de las naves de Calvisio, puso en
fuga a u n a p a rte y a o tra la hizo ch o car c o n tra las ro­
cas, y, u n a vez d esem barcados los hom bres, prendió fue­
go a los cascos de los barcos. F inalm ente, Calvisio re­
gresó de su p ersecu ció n e hizo volver a aquellos de sus

237 Véase, en G a b b a , Appiani..., V, com . ad loc., e n tre otros, H. T.


W The Boarding-Bridge o f the R om ans, 1956, p á g . 49.
a l l in g a ,

238 El llam ado so lliferreum (cf. S c h u l t e n , en RE, s.v. solliferreum


y pilum ).
239 Cf. M ü n z e r , e n R E , s.v. D emochares, núm . 7 . P a ra G a b b a , A p­
piani..., V, com . ad loc., se tra ta ría de la m ism a p e rso n a q u e aparece
designada com o Papias (cf. caps. 104 ss.).
GUERRAS CIVILES V 307

barco s que estab an en fuga e im pidió que se quem aran


m ás. Como se echó encim a la noche, todos fondearon
en donde lo h ab ían hecho la noche an terio r.
É ste fue el re su ltad o de la b a ta lla naval en la que
llevó la m ejo r p a rte la flota de Pom peyo. Sin em bargo,
Dem ócares, acongojado p o r la m u e rte de M enécrates co­
m o p o r la m ás grande d e rro ta —pues estos dos, M ené­
crates y M enodoro, h ab ían sido los m ás eficaces ca p ita­
nes de Pom peyo en el m a r—, abandonó todo de sus m a­
nos y navegó al p u n to h ac ia Sicilia, com o si no hu b iera
perd id o ta n sólo el c u e rp o de M enécrates y u n a nave,
sino to d a la flo ta entera.
Calvisio, m ien tras esp erab a que D em ócares atacaría,
ag uardó en donde p re cisam en tre e sta b a al ancla, por
no h a lla rse cap acitad o p a ra e n ta b la r u n com bate naval,
p u esto q u e sus m ejo res barco s h ab ían sido d estruidos
y los o tro s h a b ía n q u edado in servibles p a ra u n a b a ta ­
lla. Pero, u n a vez que se en teró q u e aquél se había m ar­
chado a Sicilia, re p aró sus naves y costeó el litoral b o r­
deando los golfos. E n treta n to , O ctavio navegó desde Ta-
re n to a Regio con m uchas naves y un gran ejército y,
en los alred ed o res de M esina, se en contró con Pom pe­
yo, que ten ía sólo c u a ren ta naves, de form a q u e sus am i­
gos le aco n sejaro n a O ctavio que ap ro v ech ara esta m á­
xim a o p o rtu n id ad y a ta c a ra a Pom peyo con su flota tan
grande, y a que aquél ten ía u n as pocas naves, antes de
que tu v iera ju n to a él al re sto de la flota. Sin em bargo,
él no les obedeció, sino que esp e ró a Calvisio y dijo que
no e ra p ru d e n te c o rre r un riesgo cuando se esperaban
refuerzos.
Tan p ro n to com o D em ócares a rrib ó a M esina Pom ­
peyo, lo designó a él y a A polófanes 24°, o tro de sus li­
b erto s, alm iran tes, en lu g ar de M enodoro y M enécrates.
C uando O ctavio supo d e lo o cu rrid o en Cum as, puso

2,t0 Cf. K lebs, en RE, s.v. 'Apollophanes, núm . 10.


308 HISTORIA ROMANA

p ro a a la salid a del E strech o p a r a ir al e n c u en tro de


Calvisio. D espués de h a b e r re c o rrid o la m ay o r p a rte del
m ism o, cuando ya estab a a la a ltu ra de E stilis 241 y do­
b lab a en dirección a Escileo, Pom peyo se lanzó desde
M esina, cayó sobre la re ta g u ard ia, p ersig u ió a los de
vanguardia, lo atacó en toda la lín ea y lo in citó a com ­
b a tir 242. Las naves, sin em bargo, aunque así azuzadas,
no se volvieron p a ra p re s e n ta r b atalla, pues O ctavio no
lo perm itió ya fu e ra p o rque tem ía lu c h a r en el E strecho
o p o rq u e se m antuvo en su p rim e ra decisión, no com ba­
tir sin Calvisio. Así pues, p o r o rd e n suya se re tira ro n
h acia la o rilla todos, ech aro n el an cla y se defendieron
de p ro a c o n tra el ataq u e de los enem igos. D em ócares
colocó a dos de sus b arco s c o n tra cad a uno de los ene­
m igos, lo q u e provocó la confusión, y al ch o c ar c o n tra
las ro cas y e n tre ellos m ism os em pezaron a llenarse de
agua. Y tam b ién estas naves fu ero n d e stru id a s, igual
que las del com bate en C um as, sin h a b e r asestad o un
solo golpe, anclad as y su frien d o las em b estid as de los
enem igos que las atacaban y se re tira b an sin obstáculos.
86 O ctavio saltó desde su b a rc o a las ro c as y recogió
a los que se esfo rzab an en sa lir del m a r a nad o y los
envió a lo alto del m onte. P ero C ornificio y el re sto de
los g enerales que estab a n allí, se dieron ánim os m u tu a ­
m en te y, sin e sp e ra r órdenes, levaron b ru sc am en te an­
clas y se hicieron a la m a r c o n tra los enem igos, juzgan­
do que era p referib le su frir u n a d e rro ta m ie n tra s se
luch ab a, a re s is tir inm óviles y sin lu c h a r el ata q u e ene-

241 La ubicación de e sta ciu d a d es d u d o sa, se la id en tifica con la


localidad ad F retum ad S ta tu a m y e sta ría e n tre Regio y Escileo, frente
a Sicilia (c f. m ás detalles e n G a b b a , Appiani..., V, com . ad loe.).
242 P a ra u n a com paració n e n tre los re la to s disc rep a n te s de Apia­
no y D ió n C a s io (XLVIII 4 7 ss.) so b re e sta b a ta lla , cf. M il t n b r , en RE,
s.v. Pompeius, núm . 33 (Sex. P om peius M agnus), cois. 2.213-2.250, en
especial, 2.230-2.231, e ste a rtíc u lo es de g ra n im p o rta n cia p a ra todo
!o con cern ien te a Sexto Pom peyo.
GUERRAS CIVILES V 309

migo. En p rim e r lugar, Cornificio, con u n a osadía ad­


m irable, p erforó la nave cap itan a de D em ócares y la cap­
turó. D em ócares saltó a otra. M ientras tenían lu g ar una
conflagración y d estru cció n tales, ap a rec ie ro n aproxi­
m ándose desde a lta m a r Calvisio y M enodoro. Las tro ­
pas dé O ctavio no los veían ni desde tie rra ni desde el
m ar, pero los de Pompeyo, p o r h a lla rse m a r adentro,
los divisaron y, al verlos, se re tira ro n , pues ya oscure­
cía y no se atrevían, estan d o cansados, a tra b a r com ba­
te con h o m b res de refresco.
C iertam ente, este evento aconteció m uy o p o rtu n a­
m ente p a ra los que h ac ía ya largo ra to an d a b an en una
situ ació n m uy apu rad a.
Al c e rra r la noche, algunos, lanzándose desde las 87
naves, se refugiaron, tra s alcan zar la orilla, en las m on­
tañ as y encen d iero n m uchas ho g u eras com o señales p a­
ra los que to davía se en c o n trab an en el m a r y pasaron
la noche de este m odo, sin co m er ni c u id a r de sí m is­
m os y faltos de to d o 245. Octavio, que se hallab a en una
situ ació n sem ejante, ib a e n tre ellos y los an im ab a a re ­
sis tir h a s ta la m añana. P ero ni cu an d o p asab a p o r estos
apu ro s tuvo conocim iento de la a rrib a d a d e Calvisio,
ni se p o d ía e sp e ra r alg u na ayuda p rocedente de las n a­
ves, o cu p ad as en los resto s del naufragio. Sin em bargo,
en v irtu d de o tro golpe de fo rtu n a favorable, la decim o­
te rc e ra legión se acerc ab a a trav és de las m o n tañ as y,
en terad o s de la catástro fe, atra v e sa ro n los precipicios
guiándose en el cam ino p o r m edio de las hogueras. E n ­
co n tra ro n a su co m an d ante en jefe y a los que iban con
él en su h u id a en un estad o ex trem o de cansancio y fal-

243 El re la to de Apiano en estos a rtíc u lo s ad q u iere una plastici­


dad, fre sc u ra y precisión que hacen p e n sa r a G abba (cf. Appiani..., V,
Intr., pág. XV) en u n a fu en te autó p tica. T al vez, según este a u to r, p u ­
d iera tr a ta rs e de las M em orias de M. V alerio M ésala Corvino, p e rso n a ­
je que tuvo u n a actuación d e stac ad a en algunos de esto s sucesos (cf.
cap ítu lo s 112-113).
310 HISTORIA ROMANA

ta de alim entos y les p re sta ro n cuidados diversificando


e n tre ellos su asistencia. Los cen tu rio n es co n d u jero n al
com an d an te a u n a tien d a im provisada, ya que ninguno
de los siervos en carg ad os de su cu id ad o e s ta b a presen ­
te, pues h ab ían sido d isp ersad o s en la noche y en m edio
de un d eso rd en tan grande. O ctavio envió de inm ediato
m en sajero s p o r to d as p a rte s p a ra a n u n c ia r que estab a
a salvo, y ento n ces se en teró de q u e Calvisio h ab ía a rri­
bad o con la v an g u ard ia de su flo ta y, a la v ista de estos
dos aco ntecim ientos favorables e inesperados, se tom ó
un descanso.
Al d ía siguiente, cuando inspeccionó la superficie
del m ar, contem pló naves quem adas, o tras a m edio que­
m ar, o tra s todavía a m edio a rd e r y o tras deshechas; y
vio el m a r lleno de velas, de g obernalles y pecios, y a
la m ay o r p a rte de las naves que se h ab ían salvado, gra­
vem ente av eriadas. P o r consiguiente, colocó delante la
esc u ad ra de Calvisio y procedió a re p a ra r aquellos b a r­
cos que le u rg ían m ás, colocándolos al sesgo, m ien tras
los enem igos p erm an ecían quietos, ya fu e ra p o r m iedo
a Calvisio o p o rq u e h u b ie ra n decidido a ta c a rle s nueva­
m en te cu an d o salieran a alta m ar. Así se m an tuvieron
cada u n o h a sta que a m ediodía sobrevino u n viento del
S u r que levantó u n violento oleaje en este E strech o de
corrientes im petuosas 2"4. Pompeyo estaba en el interior
del p u e rto de M esina, p ero las naves de O ctavio fueron
lanzadas de nuevo so b re la co sta rocosa y sin p u erto s
y se estre lla ro n c o n tra las ro cas y e n tre sí, pues no te­
n ían sus dotaciones com pletas p a r a c o n tro la rlas con
eficacia.
Así pues, M enodoro, com o suponía q u e el viento
h u ra can a d o iría a m ás puso p ro a m a r ad e n tro y se man-

244 S obre los fenóm enos m arin o s en el E strec h o de M esina, cf.,


en G a b b a , Appiani..., V , com . ad loc., G . M. C o l u m b a , [ p o r ti della Sici­
lia, Rom a, 1906, págs. 249 y sigs.
GUERRAS CIVILES V 311

tuvo al ancla. Allí, debido a la p ro fu n d id a d del agua,


las olas era n m ás débiles pero, con todo, tuvo que ap li­
ca rse a u n a fu e rte re m a d a p a ra e v itar ser a rra stra d o
h acia la orilla, y algunos o tro s le im itaron. Sin em b ar­
go, el re sto del grueso de la flota, pensando que el vien­
to cedería pronto como suele o c u rrir en prim avera, afian­
zaron las naves con anclas a am bos lados, de la p arte
del m a r y de la de tie rra , y sep a rab a n unas de o tras
p o r m edio de pértig as. Pero, com o el viento se encrespó
todavía m ás, todo quedó revuelto y las naves, ro tas las
anclas, se destrozaron entre sí al ser arro jad as unas con­
tr a o tra s o c o n tra la playa. Se p ro d u jo un g riterío en­
trem ezclad o de los q u e esta b a n aterrad o s, ju n to con
aquellos o tro s q u e se lam en tab an y quienes se ex h o rta­
b an m u tu am en te com o a sordos, pues no h abía posibili­
dad de p e rc ib ir las p alab ras, y no existía diferencia en­
tre el p ilo to y el m arin e ro ni por razón de conocim iento
ni p o r las órdenes dadas. Sino que se p ro d u cía la m is­
m a m o rtan d a d e n tre los que esta b a n en las propias n a ­
ves y aquellos otro s que, arro jad o s p o r la borda, eran
destrozados p o r los vientos, las olas y los trozos de m a­
d e ra flo tan tes. Pues el m a r e sta b a lleno de velám enes,
de pecios, de h o m b res vivos y m uertos; y todo el que,
huyendo de estos peligros, tra ta b a de e sc a p a r a nado
hacia la costa, era estrellado c o n tra las rocas por la fuer­
za de las olas. La convulsión, tan p ro n to com o se apode­
ró del m ar, lo que es h a b itu a l en este E strecho, aterró,
de un lado, a los h o m b res que no estab a n ac o stu m b ra­
dos a este fenóm eno, y a las naves, entonces sobre todo,
las hizo chocar en tre sí arrastrán d o las unas contra otras.
El viento arrec ió m ás con la llegada de la noche, h asta
el p u n to de que ya no m o rían siq u iera a la luz del día,
sino en la oscuridad.
T oda la noche se oyeron los g rito s de dolor y las 90
llam ad as de los fam iliares, que c o rría n de u n lado a
o tro p o r la playa, y llam ab an p o r su nom bre a los que
312 HISTORIA ROMANA

estab an en el m ar, y se apenaban, cu an d o no obtenían


resp u esta, al darlos p o r m u erto s, y, a su vez, tam bién
de aquellos otro s que, m edio sum ergidos en el m ar, im ­
p lo rab a n el auxilio de los que se e n c o n tra b a n en tierra .
Sin em bargo, n ad a se podía h a c e r ni en uno ni en otro
caso. Pues no sólo el m a r re s u lta b a inexorable p a ra los
que p e n e tra b a n en él y p a ra aquellos que seguían a b o r­
do de los b arcos, sino que la tie r r a no lo e ra m enos
que el m ar, p o r el m iedo a que el oleaje los e stre lla ra
co n tra las rocas. Y p adecían ta n to p o r ca u sa del ca rác­
te r atípico de la tem p estad, que e sta b a n m u y próxim os
a tie rra y tem ían la tie rra , y no p o d ían h u ir de ella h a­
cia alta m a r ni m an ten e r la d ista n c ia n ecesaria entre
unos y otros. Pues la estrechez del lugar, la dificultad
n a tu ra l de su salida, el em bate de las olas, el viento
que soplaba en círculo en ráfagas h u ra c a n a d a s a conse­
cuencia de los m ontes circ u n d an tes y la convulsión del
fondo del m a r que su ccionaba todo, no p e rm itía n p er­
m an ecer ni escapar. Y todo lo ag rav ab an las tinieblas
de u n a noche especialm ente oscura. P or esta razón m o­
ría n sin verse m u tu am en te, algunos p ro firie n d o gritos
confusos, otro s ab an d onándose en calm a y aceptando
su d esg racia e, incluso en algún caso, cooperando a ello
p o r creerse to talm en te perdidos. Pues el d esa stre supe­
ró sus expectativas h a sta el p u n to de q u itarles toda es­
p eran za de salvación fo rtu ita. Finalm ente, al aproxim ar­
se el día, el viento rem itió de re p en te y, u n a vez salido
el sol, quedó en calm ado p o r com pleto. No ob stan te, el
oleaje, au n entonces, cu an d o h a b ía cesado el viento, se
m antuvo fu e rte d u ra n te m ucho tiem po. Ni siq u iera los
lugareños reco rd ab an u n a tem p estad tal jam ás. Fue m a­
y o r de lo n a tu ra l y acostu m b rad o , y, en consecuencia,
d estru y ó la m ay o r p a rte de los b a rc o s y de los hom bres
de Octavio.
Octavio, q u ien el día a n te rio r h a b ía su frid o m ucho
a ca u sa del co m bate y que se h a b ía visto aquejado por
GUERRAS CIVILES V 313

estos dos d esa stres sim ultáneos, se p u so en cam ino de


inm ed iato hacia H iponio 245 a trav és de las m ontañas,
aquella m ism a noche, con rapidez, sin tra ta r de
re m e d iar su calam ito sa situación, p a ra la que no podía
c o n ta r con n ingún socorro. E nvió c a rta s a todos sus
amigos y generales advirtiéndoles de que estuvieran aten­
tos p a ra que no se p ro d u je ra n in g u n a conspiración con­
tr a él de u n a u o tra p arte, dado que se en c o n trab a en
precario . T am bién despachó a las fuerzas de in fan tería
que ten ía consigo h acia todo lo larg o del lito ra l de Ita ­
lia p a ra im p ed ir que Pom peyo se a tre v iera a a ta c a r el
con tin en te debido a su éxito. P ero este ú ltim o no pla­
n eab a n in g ú n ataq u e a tie rra firm e, ni atacó a los n a­
vios supervivientes del n au frag io ni a los barcos que
se alejab an cuando cesó la to rm en ta. P or el contrario,
no p re stó atención a aquellos que, habiendo reforzado
los b arco s en la quilla com o podían, navegaban con la
ay u d a del viento ru m b o a H iponio, ya sea porque p en ­
sab a que la desg racia enem iga e ra b a sta n te p a ra él, o
p orq u e no sabía cóm o p erseg u ir la victoria, o, como ya
he dicho tam b ién en o tra p arte , p o rq u e e ra ab so lu ta­
m en te rem iso a a ta c a r y e sta b a resu elto a defenderse
solam ente de quienes le a ta c a ra n 246.
Se salvó m enos de la m ita d de la flota de Octavio 92
y ésta, adem ás, con graves desperfectos. Dejó, no obs­
tante, algunos oficiales allí p a ra que se ocuparan de ella
y se puso en m arc h a h acia C am pania, m uy contrariado,
pues ni ten ía o tra s naves, a u n q u e estab a necesitado de

245 Antiguo nom bre griego de Vibo Valentía (cf. Punió, III 73). Da­
da la im p o rtan cia de su p u e rto com o b a se naval y te rre s tre c o n tra
Pom peyo, e sta ciudad, ju n to con Regio, h a b ía sido exceptuada del con­
ju n to de ciudades elegidas p a ra s e r e n tre g a d a s a los v eteran o s como
recom pensa (cf. supra, IV 3 y 86).
246 Cf. cap. 25 de este libro. S obre la fa lta de resolución de Pom ­
peyo, fa cto r d ete rm in a n te p a ra la valoración que de él hace Apiano,
cf. G a b b a , Appiani..., V, In tr., pág. XIV.
314 HISTORIA ROMANA

m uchas, ni tam poco tiem po p a ra co n stru irla s, agobiado


com o e sta b a p o r el h am b re y acosándole de nuevo el
pu eb lo con resp ecto a la firm a de los pactos, al tiem po
que se to m ab a a b ro m a la g u e rra p o r re p u ta rla ilegal.
N ecesitab a tam b ién d in ero y no lo tenía, p u es los rom a­
nos no p ag ab an sus im puestos ni ib an a p e rm itir la u ti­
lización de los ingresos que ten ía pro y ectad a. M as, co­
m o e ra ho m b re háb il en todo m om ento p a ra p ercatarse
de lo conveniente p a ra él, envió a M ecenas a Anto­
nio >A1, a fin de h acerle cam b iar de opinión sobre aque­
llos asu n to s que recien tem en te h a b ía n sido objeto de
m u tu o s rep ro ch es y de tr a ta r de llevarlos a u n a alianza.
Y si M ecenas no lo g rab a convencerlo, proyectó em b ar­
ca r la in fan te ría en los barcos de tran sp o rte , c ru z a r has­
ta Sicilia y, aban d o n ando el m ar, e n ta b la r la g u e rra en
tie rra firm e. M ientras se e n c o n tra b a en u n estado tal
de ab atim iento, le fue com unicado que A ntonio estab a
de acu erd o en c o n c e rta r u n a alianza, y se e n te ró de una
esp lén d id a victo ria so bre los galos de A quitania o bteni­
d a bajo el m ando de Agripa. Y su s am igos y algunas
ciudades le p ro m etiero n b arco s y se los construyeron.
En consecuencia, Octavio, u n a vez lib erad o de su pe­
na, llevó a cabo p re p ara tiv o s navales m ás espléndidos
93 que los an terio res m . Al com ienzo de la p rim av era 249,
A ntonio navegó desde A tenas h a s ta T aren to con tres-

247 E sta em b ajad a debió de te n e r lu g a r en el oto ñ o del 38 a. C.


La noticia d e la m ism a fa lta en el re stó de la trad ició n , lo que ha
llevado a algunos autores a considerarla inaceptable, s in em bargo G abba
no e n cu e n tra argum entos válidos p a ra n e g a r su re a lid a d (cf., sobre
e sta problem ática, Appiani..., V, su co m e n tario al pasaje).
248 E stos p re p ara tiv o s d u ra ro n desde finales del 38 a. C. h a sta fi­
nales del 37 a. C. (cf. T. Liv., Per. 128; D ió n C a s ., XLVIII 49, 2-5), y
e n tre ellos d e staca la c o n stru cció n del p o rtu s Iulius, en Cam pania, p a ­
ra c o n stru ir y a d ie stra r a la flota al re sg u ard o del enem igo (cf. D ió n
C a s ., ibidem).
249 La p rim a v era del 37 a. C.
GUERRAS CIVILES V 315

cientas naves p a ra ay u dar com o aliado a Octavio 25°, tal


y com o h ab ía p rom etido. P ero este últim o había cam ­
biado su p lan y p o sp u esto las operaciones h a sta ten er
construidos los barcos. Cuando fu e requerido nuevam en­
te y se le hizo sab e r que las fuerzas de A ntonio estaban
p re p a ra d a s y era n suficientes, ad u jo nuevos m otivos de
dem ora, y quedó claro que de nuevo estab a quejoso de
algo c o n tra Antonio o que d esp reciab a su alianza a cau­
sa de la ab u n d an cia de sus p ropios recu rso s. Antonio,
au n q u e e sta b a irritad o , aguardó, no ob stan te, y lo lla­
m ó u n a vez m ás, pues e sta b a m al de fondos, debido a
los gastos de la flota, y n ec esitab a de u n ejército italia­
no p a ra su cam paña c o n tra los p a rto s y su idea era cam ­
b ia rle a O ctavio naves p o r tro p a s de infantería, pues
aunque e sta b a estip u lad o en el tra ta d o que cada uno
po d ía re c lu ta r tro p as en Italia, ello le iba a re su lta r di­
fícil, u n a vez que Ita lia le h ab ía co rresp o n d id o en lote
a O ctav io 2il. Así pues, Octavia 252 acudió ju n to a su her­
m ano p a ra serv ir de in te rm e d ia ria e n tre am bos. O cta­
vio se quejó de h a b e r sido ab an d o n ad o en los peligros
que h ab ía su frid o en el E strecho, y ella le contestó que
este asu n to h ab ía sido explicado p o r m edio de Mecenas.
Octavio dijo que Antonio h ab ía enviado a su lib erto Ca-
llias a Lépido p a ra fra g u a r u n p a c to con éste en co n tra
suya; p ero O ctavia replicó que él sabía ya que Callias
h ab ía sido enviado p a ra tr a ta r u n a cuestión de bodas,

250 Según D ió n C a s io (XLVIII 5 4 , 1), Antonio viene a Italia p a ra


e sp iar a Octavio, no p a ra ayudarlo, y P l u t a r c o (Ant. 3 5 , 1) afirm a que
vino con intención hostil p o r lo que a lgunos rechazan com o in cierta
la noticia so b re la em b ajad a de M ecenas.
251 Cf. n. 193 a e ste lib ro sobre el acu erd o de B ríndisi.
252 Según S y m b , The R o m á n R evolution, pág. 225 n. 2, el papel
de O ctavia h a sido em bellecido p o r la tra d ic ió n áulica (cf. D ió n C a s .,
XLVIII 54, 1 y P l u t ., Ant. 35) c la ram e n te hostil a A ntonio en estos
sucesos; según G a b b a , Appiano..., pág. 203 n. 3, el papel de Octavia
en Apiano es convencer a su h erm an o de sus erro res.
316 HISTORIA ROMANA

pues Antonio q u ería c a sa r a su h ija 253 con el hijo de


Lépido 23\ tal com o estab a acordado, an tes de la expe­
dición c o n tra los p arto s. O ctavia llevó a cabo esta m e­
diación, y A ntonio envió tam b ién a C allias con el en car­
go de p ro b a r a Octavio, p ero este ú ltim o no lo recibió,
sino que le dijo que iría y se re u n iría con A ntonio entre
M etaponto y Tarento, con el río 255 que da nom bre a es­
ta ciu d ad en m edio de ellos.
P or azar, am bos coincidieron en su llegada al r í o 256,
y A ntonio saltó de su c a rro y em barcó solo en uno de
los botes a m arrad o s a la o rilla y cruzó hacia Octavio,
confiando en él com o en u n am igo. Octavio, al verle,
lo im itó. Se en c o n traro n am bos en m ita d del río y dis­
cu tiero n en su deseo de d ese m b a rca r en la o rilla del
co n trario . Prevaleció Octavio, p o rq u e q u ería, adem ás,
ir a T aren to a v isita r a su h e rm a n a Octavia. Hizo el via­
je con A ntonio en el c a rro de este últim o, y, en T arento,
prosiguió h a s ta el lu g ar de h ospedaje de Antonio, sin
protección, y descansó d u ra n te la noche igualm ente sin
g u ard ia p erso n al ju n to a aquél. Al día siguiente, Anto­
nio hizo gala de u n a d em ostración sim ilar de confianza.
De esta fo rm a hubo e n tre ellos un cam bio continuo, des­
de las sospechas n acid as p o r c a u sa de su am bición del
m ando a las p ru e b as de confianza m otivadas p o r la ne­
cesidad m utua.
Octavio postergó su expedición co n tra Pom peyo p a ra
el año próxim o. Antonio, sin em bargo, no podía espe­
r a r a cau sa de la g u e rra con los p arto s, pero, no o b stan ­

253 H ija de Antonio y de su segunda esposa, de n o m b re Antonia.


254 S obre su inten to de con sp iració n c o n tra Octavio, cf. supra, IV
50. El m atrim o n io no se efectuó jam ás.
255 El río T aras.
256 S obre la fecha del e n cu e n tro hay disensiones, p e ro suponien­
do que las dudas, recelos y m ediaciones e n tre u nos y o tro s llevaran
algún tiem po, este e n cu e n tro debió de a c a ec er hacia el verano-otoño
del 37 a. C.
GUERRAS CIVILES V 317

te, h icieron un intercam bio, A ntonio cedió a Octavio


ciento veinte naves, que envió de inm ediato y las en tre­
gó en T arento, y O ctavio p rom etió enviarle a cam bio
veinte m il soldados de in fa n te ría 257. O ctavia regaló a
su h erm ano, p o r el favor solicitado de p a rte de Anto­
nio, diez fesoles equipados a la m an era de trirrem es
—com binación de barco s m ercan tes y de g u e rra —, y Oc­
tavio obsequió a su h e rm a n a con m il soldados escogi­
dos p a ra q u e le sirviesen de g u a rd ia personal, a elec­
ción de Antonio. Y com o el tiem po del m an d ato decre­
tad o p o r los triu n v iro s estab a exp iran d o 25S, se fijaron
o tro p erío d o de cinco años, sin c o n su lta r tam poco al
pueblo. Así se sep araro n, y A ntonio se a p re su ró de in­
m ediato h a c ia S iria dejando a O ctavia con su herm ano
y en com p añ ía de u n a hija 259, h ab id a y a en tre ellos.
M enodoro, en tre tan to , ya sea porque fu e ra de n a tu ­
ra l traicion ero , o p o rq ue tem ía la a n te rio r am enaza de
Antonio, quien le h ab ía dicho que lo ca stig a ría como
a un esclavo rebelde, o p o rq u e pensaba que h ab ía sido
tenido en m enos estim a de la que esperaba, o porque
los otro s lib erto s de Pom peyo le hacían continuos re­
proches p o r la in fid elid ad h ac ia su dueño y lo ex h o rta­
b an a reg resar, a h o ra que h ab ía m u e rto M enécrates, pi­

257 S obre estos porm enores, cf. T a r n , «A nthony’s Legions», Cías.


Quar. 2 6 ( 1 9 3 2 ), 7 5 -8 1 , espec. 7 7; K r o m a y e r , «Klcine F orschungen zur
G eschichte des zw eiten T ríum virats», H erm es 3 3 (1 8 9 8 ), 1-70, espec.
2 1 ; T a r n , «The B attle of Actium», Jour. o / R om . Sí. 21 (1 9 3 1 ), 1 7 3 -1 9 9 ,
espc. 1 9 9 ; p a ra una v aloración general d e l pacto, cf. M . A. L e v i , Otta­
viano capoparte, II, Florencia, 1 9 3 3 , págs. 7 0 y sigs. S o b re los com an­
da n te s de la s flotas, cf. G r a n t , From Im perium ..., 4 3 y sigs. y 5 2 y
sigs., y B r o u g h t o n , II, pág. 4 0 1 .
258 En verdad, com o se h a dicho a n te s (v, n. 211), h a b ía expirado
el 31-XII-38 a. C. Así que el triu n v ira to e stab a en una situación «ilegal».
259 Antonio p a rtió de Ita lia en el otoño del 3 7 a. C. La h ija era
A ntonia m aior, n acida e n el 3 9 a. C. (cf. G r o e b e , en RE, s.v. A ntonius
[Antonia], núm . 1 1 3). O ctavia e sta b a e n cin ta ya de la segunda hija, q u e
n a ce ría el 3 1 -1 -3 6 a. C.
318 HISTORIA ROMANA

dió g a ran tías p erso n ales y, cu an d o las h u b o obtenido,


d e s e rtó 260 a Pompeyo con siete naves, sin que Calvisio,
el alm iran te de Octavio, tu v iera conocim iento de ello.
P or este m otivo, O ctavio d estituyó a Calvisio de su c a r­
go y colocó en su lu g a r a A gripa.
Cuando la flota estuvo p re p a ra d a , Octavio llevó a ca­
bo su p u rificació n 26\ que se c e le b ra de la siguiente
m an era. Se levantan a lta re s al b o rd e del m a r y la m u lti­
tu d se coloca en to rn o a ellos, a b o rd o de las naves,
en el m ás p ro fu n d o silencio. Los sacerd o tes realizan los
sacrificios de pie ju n to al m a r y p o r tre s veces llevan
las v íctim as sacrificiales a b o rd o de lanchas en to rn o
a la flota, acom pañados en su navegación p o r los gene­
rales e im p recan d o a los dioses que se to rn e n los m alos
augurios co n tra estas Víctimas expiatorias en vez de con­
tr a la flota. Y tro ceán d o las a continuación, a rro ja n u n a
p a rte al m a r y o tra la colocan sobre los a ltares y la
quem an, m ien tras el pueblo acom paña con su canto. De
este m odo p u rifican los ro m anos a las flotas.
Se aco rd ó que Octavio se h a ría a la m a r desde
D icearquía, Lépido desde Á frica, y T a u r o 262 desde Ta­
rento, c o n tra Sicilia, p a ra ro d e a rla a la vez p o r el Este,
p o r el O este y p o r el S ur. El día en que ib a a hacerse
a la m a r O ctavio h ab ía sido com unicado previam ente
a todos, y era el día décim o d espués del solsticio de
verano 263, que corresponde, e n tre los rom anos, a las
calen d as del m es que, en h o n o r del a n te rio r César, 11a-
260 T al vez en el invierno del 37 al 36 a. C.
261 G abba, a cep ta la tesis de M. H a d a s , S e xta s Pompey, Nueva
Y ork, 1930, pág. 123, de q u e é sta tuvo lu g a r en el p o rtu s Iulius, en
el 36 a. C. S obre la lustratio classis, cf. B o e h m , en RE, s.v. lustratio,
cois. 2.035-2.036.
262 T. E statilio T auro, que h a b ía sido cónsul su fecto en el 37 a.
C., de origen lucano, legado de C alvisio S abino y el m ás cercano cola­
b o ra d o r de O ctavio después de A gripa (cf. S y m e , The R o m á n R evolu­
tion, pág. 237, y B r o u g h t o n , II, pág. 403).
263 Día 1 de julio del 36 a. C.
GUERRAS CIV ILES V 319

m an Julio, en lu g ar de Q uintilio. O ctavio h ab ía fijado


este día pen san d o que tal vez le se ría favorable, debido
a que su p ad re siem p re resu ltó victorioso. Pom peyo si­
tuó a Plinio 264 en Lilibeo, con u n a legión y otro gran
núm ero de tro p as arm a d as a la ligera, p a ra h ac er fren ­
te a Lèpido. A su vez, m antuvo bajo cu sto d ia toda la
co sta de Sicilia, al E ste y al Oeste, y en especial a las
islas L íp ara 265 y C osira 2M, p a ra que ni esta últim a ni
aqu élla sirv iera n a Lèpido y Octavio, respectivam ente,
de fon d ead ero s y bases navales estra té g icas c o n tra Sici­
lia. La p a rte m ejor de su flota la conservó ju n ta en Me-
sana 267, a la esp era de acudir donde fu e ra necesario 26S.
T ales era n las disposiciones tom adas p o r cada lado. 98
C uando llegaron las calendas, todos se hicieron a la m ar
al am anecer, Lèpido, desde Á frica, con m il naves de
tra n sp o rte , seten ta navios de línea y doce legiones de
soldados, q u in ientos jin etes núm idas y m ucha o tra im ­
pedim enta; T auro, desde T arento, con sólo ciento dos
naves de las cientos tre in ta de Antonio, puesto que las
trip u lacio n es de las re sta n te s h ab ían perecido d u ra n te
la tem pestad, y Octavio, desde D icearquía, después de
h a b e r realizado sacrificios y v e rte r libaciones en el m ar
desde la nave cap itan a a los V ientos propicios, a Neptu-
no p ro c u ra d o r de seguridad, y al M ar sin olas p a ra que
fu e ran sus aliados c o n tra los enem igos p atern o s. Algu­
nos de sus barco s ib an en v an g u ard ia y exploraban los

264 L. Plinio Rufo, legatus pro praetore (cf. B rou g h to n , II, p á­


gina 405).
265 P erteneciente al archipiélago de las L ipari, al n o rte de Sicilia,
fren te a la c o sta de B rutio.
266 Isla al su ro este de Sicilia, e n tre e sta isla y la c o sta africana.
267 M esina.
268 E l p lan de ataq u e de O ctavio y la defensa de Pom peyo revis­
ten c a ra c te rístic a s sim ilares a las del 38 a. C. (cf. n. 233 y 234; H a d a s ,
S extu s Pompey, pág. 124, y M il t n e r , en R E , col. 2.233; p a ra una com ­
paració n con el re la to de D ión Casio so b re estos hechos, cf. G a b b a ,
Appiano..., pág. 201 n. 2, con bibliografía).
320 HISTORIA ROMANA

en tra n te s del m ar, y Apio 269 con g ra n n ú m ero de n a­


ves los seguía cu b rien d o la re ta g u ard ia. Al te rc e r día
de la p a rtid a , se levantó un fu e rte viento del S u r e hizo
zo zo b rar a m uchos b arco s de tra n s p o rte de Lépido, pe­
ro éste, no o bstante, logró a n c la r en Sicilia y, tra s po­
n e r cerco a Plinio en Lilibeo, se a tra jo a algunas ciuda­
des y a o tra s las som etió p o r la fuerza. A su vez, Tauro,
cuando em pezó a so p lar el viento reg resó de nuevo a
T arento. J u s to cuando Apio co stea b a el p ro m o n to rio de
M inerva 27°, algunos de sus b arco s se h iciero n pedazos
c o n tra los escollos, o tro s fu e ro n desviados p o r la vio­
len cia del oleaje, h acia los bajíos y o tro s fu ero n d isp er­
sados no sin su frir daño. Al com ienzo de la tem pestad.
Octavio se refugió en el golfo de E lea 271, que estab a
re sg u ard ad o , salvo u n o de sus b a rc o s dé seis bancos
de rem os que se estre lló c o n tra los acantilados. El vien­
to del S u r ro ló al S u ro este y el golfo se agitó, pues esta­
b a abierto al Oeste, y no fue posible ya salir a m a r abier­
to ten ien d o el viento del golfo en contra, ni ag u an tab an
los rem os y las anclas, sino que las naves e ra n lanzadas
u n as c o n tra o tra s o c o n tra las rocas. Y d e noche el de­
sa stre se to rn ó to d av ía m ás confuso.
Cuando, p o r fin, am ainó el tem poral, O ctavio ente­
rró a los m u erto s, aten d ió a los h erid o s, p ro c u ró ropas
a los que se h ab ían p u esto a salvo a nado y les p ro p o r­
cionó nuevas arm as, y a su flo ta e n te ra la re p aró , según
pudo, con los m edios que te n ía a la m ano. Q uedaron
d estru id o s seis de sus b arco s de m ay o r tonelaje, veinti­
séis m ás ligeros y un n ú m ero m ay o r aún de la clase
«libum ia» 272. Se dispuso a consum ir trein ta días en las

269 Cf. M ü n z e r , en R E , s.v. Claudius, núm . 298.


270 P ro m o n to rio que se p a ra el golfo de N ápoles del de Posidonia-
P aestum .
271 O Velia (ciudad de la c o sta de Lucania), se e n cu e n tra en una
e n sen ad a e n tre el p ro m o n to rio E nipeo y el p ro m o n to rio Palinuro.
272 Cf. supra, II 37, e ¡liria 7, sobre el nom bre y tipo de esta naves.
GUERRAS CIVILES V 321

rep aracio n es citadas, cu ando el verano estab a ya en las


p o strim erías, razón p o r la cual le pareció lo m ejor pos­
p o n er la g u e rra h a sta el verano siguiente. Sin em bargo,
com o el pueblo su fría p o r la escasez, varó sus barcos
y los re p a ró con rapidez y despachó las tripulaciones
de las naves p erd id as p a ra que se in c o rp o ra ra n a aque­
llas o tra s vacías de la flo ta de T auro. Con objeto de evi­
ta r un co n tratiem p o m ás serio, envió a M ecenas hacia
R om a a ca u sa de los q ue todavía se h allab an sobrecogi­
dos p o r el re cu erd o de Pom peyo el G rande, pues la fa­
m a de este hom bre aú n no h ab ía dejado de ejercer su
influjo sobre ellos. Octavio, en persona, reco rrió las nue­
vas colonias a trav és de Italia y disipó sus tem ores por
los recien tes sucesos. C ruzó h a sta T arento y pasó rev is­
ta a la flo ta de T auro. P rosiguió viaje a Hiponio, allí
arengó a la in fan tería e im prim ió rapidez al equipam ien­
to d e las naves. Y estab a ya cercan o el m om ento de la
segunda invasión de Sicilia.
Pompeyo, sin em bargo, no co n sid eró o portuno a p ro ­
vecharse de u n a ocasión ta n p ro p icia a cau sa de tan tos
naufragios, y solam ente realizó u n sacrificio al M ar 273
y a N eptuno y aceptó ser llam ado hijo de éstos 27\ con­
vencido de que los enem igos h ab ían sido derrotados por
dos veces, de este m odo, en ese verano con la ayuda
de la divinidad. Y se cu e n ta que él, enorgullecido por
estos hechos, tam bién cam bió la h ab itu a l clám ide de los
generales rom anos de rojo p ú rp u ra a azul oscuro, q u e­
rien d o significarse así com o hijo adoptivo de N eptuno.
E sp erab a que Octavio desistiría, m as cuando se enteró

273 Thalásse es in te rp re ta d o p o r algunos c o n Salacia, m u je r de


N eptuno (cf. G a b b a , Appianl..., V, com. ad loe.).
114 D ió n C a s ., XLVIII 19, 2, a trib u y e la adopción de esa p a te rn i­
dad al m om ento p o ste rio r a la b a ta lla en el E strecho, e n el 42 a. C.,
c o n tra Salvidieno R ufo (cf. supra, IV 85); p a ra o tro s aspectos de la
relación e n tre Pom peyo y N eptuno, cf. W e i n s t o c k , en RE, s.v. Neptu-
nus, cois. 2.528-2.531.
322 HISTORIA ROMANA

de que e sta b a co n stru yendo b arco s y que iba a em pren­


d e r u n a nueva expedición ese m ism o verano, le sobre­
cogió la idea de co m b atir c o n tra u n h o m b re de esp íritu
tan indom able y con tales p re p ara tiv o s. E nvió a Meno-
do ro con las siete naves que h a b ía tra íd o consigo p a ra
que reco n o ciera los arsen ales de O ctavio y le ca u sara
cu an to daño pudiese. P ero M enodoro, irrita d o de tiem ­
po atrás, p o rq u e no le h ab ía sido concedido el m ando
de la flota, y al v er que entonces, p o r sospecha, se le
h ab ían confiado sólo los barco s que él trajo , planeó de
nuevo la d eserción í75.
Pensando, no obstante, en re a liz a r p rev iam en te una
ho m b rad a, en la creen cia de que le re su lta ría ú til en
cu a lq u ie r aspecto, d istrib u y ó en tre sus com pañeros de
navegación cu an to oro ten ía y cu b rió a golpe de remo,
en tres días, una d istan cia de m il qu in ien to s estadios
y cayó com o un rayo, sin se r visto, c o n tra las naves que
ten ían la cu sto d ia de las que era n c o n stru id a s p o r O cta­
vio, y, re tirá n d o se h a c ia u n a posición oculta, se llevó
dos o tre s naves de las que e sta b a n de g u ard ia y hun­
dió, ap resó o quem ó las naves de tra n sp o rte que lleva­
b an trig o y estab a n al ancla o navegaban a lo largo de
la costa. Todo se llenó de confusión a consecuencia del
golpe de m ano de M enodoro, pues Octavio e sta b a ausen­
te to d av ía y tam bién Agripa, que h ab ía salido a b u sc a r
m adera. E n valentonado M enodoro, e m b arran c ó de p ro ­
pó sito la nave en u n b anco de a re n a suave, con desp re­
cio, y fingió que ella e sta b a aten a zad a p o r el fango, h as­
ta que los enem igos se lanzaron a la c a rre ra desde las
m o n tañ as c o n tra él, com o si se tra ta s e de u n a p re sa
de caza bien d isp uesta, y entonces él hizo c ia r la nave
y p a rtió en m edio del chasco de sus adversarios.

275 F uente de estos hechos, p a ra G a b b a , Appiani..., V, com. ad loe.,


son las M em orias de M ésala C orvino (cf., adem ás, n. 243 a este libro).
GUERRAS CIVILES V 323

Una vez que hubo m o strad o suficien tem en te qué cla­


se de am igo y enemigo podía ser, liberó a Rébilo 276, un
sen a d o r que h a b ía h ech o p risio n ero , pues ten ía
p u esto ya su pen sam ien to en el fu tu ro . En su a n te rio r 102
d eserción h a b ía trab a d o am istad con M indio M arce­
lo 277, uno de los co m pañeros de Octavio, y M enodoro
le dijo a los suyos que el tal M indio p lan ea b a la d ese r­
ción y la traic ió n a su p artido. E ntonces se acercó a
los enem igos e invitó a M indio p a r a que se re u n ie ra con
él en u n a isleta con objeto de c e le b ra r u n a conferencia.
C uando tuvo lu g ar el encuentro, le dijo, sin que ningún
o tro lo oyera, que h ab ía d ese rtad o a Pom peyo p o r los
u ltra je s recibidos de p a rte del a lm iran te de entonces,
Calvisio, p ero que, com o A gripa h ab ía tom ado el m ando
de la flota, estab a d isp u esto a re g re sa r ju n to a Octavio,
ya que no le h ab ía hecho nada, si M indio le tra ía g aran ­
tías p erso n ales de p a rte de M ésala que era el su stitu to
en el m ando en au sen cia de Agripa. Añadió que, a su
regreso, re p a ra ría con b rilla n te s hechos de arm as el d a­
ño an terio r, p ero que h a sta te n e r las g aran tías seguiría
castigando de igual m odo a las fu erzas de Octavio, a
fin de e v ita r sospechas. Y así lo hizo de nuevo. M ésala
dudó an te una p ro p u e sta vergonzante, p ero cedió, sin
em bargo, sea p o rque p en sa ra que estas cosas eran ga­
jes n ecesario s de la g u e rra o b ien p o rq u e se adelantó
a p rev er y c o n je tu ra r la decisión de Octavio. Así pues,

276 E n B r o u g h t o n , II, pág. 376, fig u ra com o legado o lug arten ien ­
te de Sexto Pom peyo en Sicilia e n tre el 40 a. C. y 36 a. C. Según Sym e,
The R o m a n R evolution, pág. 236, n. 1, se ría hijo de G. Caninio Rébilo,
cónsul sufecto en el 45 a. C. (para éste, cf. M ü n z e r , en RE, s.v. Cani-
nius, núm . 9, y Suppl. I, col. 274).
277 Según S y m e , op. cit„ pág. 132, n. 1, se tra ta de M . Mindio M ar­
celo, oriu n d o de la ciu d ad de V elitra, en donde se conserva u n a ins­
cripción (cf. SE G 4, 102 = A nné Épigr. 1.925, núm . 93) e n que aparece
com o praefectus classis ( c f . , adem ás, B r o u g h t o n , II, pág. 4 0 5 ) . Segui­
d o r de Octavio, se h a b ía enriq u ecid o con las confiscaciones.
324 HISTORIA ROMANA

M enodoro d esertó nuevam ente y, arro ján d o se a los pies


de Octavio, le pidió p erd ó n sin exponerle las razones
de su a n te rio r huida. Él le concedió su seg u rid ad perso­
nal a cau sa de las g aran tías dadas, p ero le hizo vigilar
en secreto; a los cap itan es de sus trirre m es, sin em b ar­
go, los dejó ir lib rem en te p o r donde quisieran.
103 C uando la flota estuvo d isp u esta, O ctavio se hizo
de nuevo a la m a r y, a rrib a n d o a H iponio, ordenó a Mé­
sala que c ru z a ra con dos legiones de in fa n te ría h asta
Sicilia p a ra u n irse al ejército de Lépido, y que atra v esa­
ra h a sta el golfo q ue está d elan te de T aurom enio y an­
c la ra allí 278. Envió tre s legiones a E stilis en el extre­
m o del E strecho, p a ra que e stu v iera n a la esp e ra de los
acontecim ientos, y o rdenó a T au ro que co steara, desde
T arento, h asta el m onte E scilacio m , que e s tá frontero
a T aurom enio. T au ro así lo hizo, p re p a ra d o p a ra com ­
b a tir y re m a r a la vez; lo acom p añ ab a su in fan tería, en
ta n to que la cab allería ex p lo rab a la co sta y las libur-
n ias el m ar. Octavio, m ie n tra s T au ro se h allab a e n tre ­
gado a estas operaciones, avanzando desde H iponio se
p re sen tó en Escilacio y, después de d a r su aprobación
al bu en o rd en de las fuerzas, re to m ó a Hiponio, A su
vez, Pom peyo, según he d ic h o 3S0, m an ten ía bajo custo­
dia todos los p u n to s de desem barco de la isla y reten ía
sus naves en M esana, p a ra que a c u d ie ra n en auxilio allí
donde h iciera falta.
104 M ientras ellos se h allab an en ta l estad o de p re p a ra ­
ción, n u evam ente las naves de tra n s p o rte llevaban a Lé­
pido, desde África, las c u a tro legiones que re sta b a n de
su ejército. A éstas les salió al en c u en tro en alta m ar

278 Sobre el plan de Octavio y la in terp retació n del pasaje, cf. Gab­
ba, Appiani..., V, com . ad loc.
279 E scilacio está en la costa o rie n ta l del B rutio, so b re el m a r Jo-
nio (cf. Gabba, Appiani..., V, com . ad loc., p a ra las hipótesis propuestas).
280 Cf. cap. 97.
GUERRAS CIVILES V 325

P apias 2SI, un ca p itán de Pom peyo, y las destruyó des­


pués que lo h ab ían recibido com o am igo, pues pensa­
ron que e ra n barco s de Lépido q u e les salían al encuen­
tro. Lépido envió a sus barco s d em asiado tarde, y las
naves de tra n s p o rte p o sterio rm en te, ante la proxim idad
de estos barcos, tom ándolos p o r o tro s navios enemigos,
huyeron; así que algunos fueron incendiados, o tro s cap­
turados, otro s hundidos y otros reg resaro n a África. Dos
legiones p ereciero n en el m a r y a los que de éstos tra ta ­
ro n de e sc a p a r a nado, Tisieno 282, el lu g arten ien te de
Pom peyo, les dio m u erte cu an d o alcanzaron la orilla.
Las o tras legiones re sta n te s re em b arc aro n p a ra unirse
a Lépido, unos de inm ediato, y o tro s, algún tiem po des­
pués. P apias navegó de vuelta ju n to a Pompeyo.
Octavio navegó desde H iponio con to d a la flota 105
h a s ta E stró n g ila 283, u n a de las cinco islas de Éolo 2M,
tra s u n a p revia exploración del m a r p o r su parte. Al
v er u n a g ra n can tid ad de tro p as en la costa de Sicilia
que ten ía fren te a él, en P eloria 28S, en M ilas 286 y en
T índaris, dedujo que estab a p re sen te allí el propio Pom­
peyo, así que encargó a A gripa del m ando operacional
de esta zona, y él navegó de reg reso a H iponio y, desde
aquí, p a rtió a to d a p risa al cam pam ento de T au ro en

281 Parece ser u n doblete p a ra D em ócares, el a lm iran te de Pom ­


peyo, a dversario de Lépido en Diún C a s ., XLIX 8, 2. En los caps, sigs.,
105-108, e n los se que d escribe la b a ta lla de Milas, aparece nom brado
com o D em ócares, y después siem pre Papias. El p o rq u é de este hecho
no e stá cla ro (cf., m á s detalles, en G a b b a , Appiani..., V , com. ad loc.,
y B r o u g h t o n , II, 3 9 4 ).
282 Sobre él, cf. n. 129 a e ste libro.
283 Hoy E stróm boli, la m ás se p ten trio n al de tas Lípari.
284 N om bre con el que se conoce tam b ién al archipiélago d e las
L ípari (cf. T u c íd i d e s , III 88, 2).
285 P rom ontorio en el ex trem o n o ro rien tal de Sicilia (hoy Capo di
Faro).
286 Fondeadero en el b o rd e n o ro rien tal de Sicilia (hoy Milazzo).
326 HISTORIA ROMANA

com pañía de M ésala con tres legiones, a fin d e c a p tu ra r


a Taurom enio, m ien tras todavía se hallaba ausente Pom-
peyo, y p a ra a tac arle desde dos fren tes. En consecuen­
cia, Agripa navegó desde E stró n g ila a H iera 287 y, como
la gu arn ició n de Pom peyo no le ofreció resisten cia, se
ap o d eró de la isla de H iera, y al día siguiente se dispu­
so a a ta c a r en M ilas a D em ócares, el lu g arte n ie n te de
Pompeyo, que ten ía c u a re n ta barcos. Pompeyo, a su vez,
observando la ac titu d violenta de A gripa envió a Demó­
ca res o tro s c u a re n ta y cinco b arco s bajo el m an d o del
lib erto Apolófanes, y él m ism o los siguió con otros
setenta.
Agripa, an tes del am anecer, levó anclas desde H iera
con la m itad de sus barcos, con idea de so sten er un com ­
b ate naval con P apias solam ente 2BB. Sin em bargo, una
vez que vio las naves de A polófanes y las se te n ta al o tro
lado, notificó de inm ediato a O ctavio que Pom peyo es­
ta b a en M ilas con la m ay o r p a rte de su flota. E ntonces
él situó sus b arco s de m ás tonelaje en el c e n tro e hizo
v en ir a to d a p risa al re sto de la flo ta desde H iera. Los
p re p ara tiv o s p o r u n a y o tra p a rte era n todos m agnífi­
cos y las naves llevaban to rre ta s a popa y a proa. Una
vez que se llevaron a cabo las ex h o rtacio n es de rigor
y que se izaro n las enseñas en cad a nave, se atacaro n
m utu am en te, unos de frente, o tro s p o r el flanco con vis­
ta s a u n a m an io b ra envolvente, y en uno y o tro caso
acom pañados de g rito s y del fra g o r de las naves que
provocaban m uy d iv ersa co n stern ació n . Las em b arca­
ciones de Pom peyo e ra n m ás c o rta s y ligeras, y ráp id as
p a ra el ata q u e y la navegación en círculo, las de Octa­
vio, en cam bio, e ra m ayores y m ás pesadas y, p o r ello,
287 La m ás m eridional de las L ípari, tam b ién se la conoce com o
T erm esa. E ra la m ás p ró x im a a Sicilia y u n a base de operacio n es ideal
c o n tra esta isla.
288 Dión C a s ., XLIX 2, 2 ss., re p ro d u c e la b a ta lla con c ara c te rís­
tic a s sim ilares a las de Apiano.
GUERRAS CIV ILES V 327

m ás lentas tam bién, pero m ás fuertes, sin em bargo, para


em b estir y con m ayor re sisten c ia p a ra s u frir daño. En
c u an to a las tripu lacio n es, las de Pom peyo eran m ás
m arin e ras que las de Octavio, p e ro estas ú ltim as eran
m ás fu e rtes. E n consecuencia, las p rim era s eran supe­
rio re s no en los choques fro n tales, sino solam ente en
las m an io b ra s de envolvim iento, y ro m p ían las palas de
los rem os de las em barcaciones m ayores o sus goberna­
lles, o c o rta b a n los rem os o se p a ra b a n to talm en te a las
naves y les ca u sab an tan to daño com o el espolón en un
ataque frontal. Los navios de Octavio las perforaban con
sus espolones, p u esto que e ra n de m ay o r tam año, o las
sacu d ían y rom pían en pedazos; y cada vez que las abor­
daban, les d isp ara b an desde lo alto, al s e r las o tras m ás
bajas, y les lan zab an m ás fácilm ente los cuervos 289 o
las m an o s de h ierro . Los de Pom peyo, cuando eran des­
bord ad o s, se lan zab an al m a r y las em barcaciones au ­
x iliares de éste, que m ero d eab an alrededor, los re ­
cogían. A gripa se lanzó to talm en te en línea re cta c o n tra
P apias y, tra s em b estirle p o r debajo de la proa, sacudió
la nave y le ab rió u n a vía de ag u a en la bodega. La vio­
lencia del im p acto despidió a los que estab a n en las
to rre s y el m a r p en etró de golpe en el in te rio r del
barco, y todos los b ancos de rem ero s in ferio res q u ed a­
ro n copados, p ero los otros ro m p iero n la c u b ierta y es­
cap aro n a nado. P ap ias hizo tra sb o rd o a o tra em b arca­
ción que estab a al costado de su b a rc o y regresó de nue­
vo a la b atalla. Pompeyo, al ver desde u n a m o n tañ a que
sus b arco s ob ten ían poco provecho y que clareab a n sus
trip u lacio n es cada vez que iban al abordaje, y adem ás,
que o tra flo ta de re fresc o p a ra A gripa navegaba desde

289 El corvus e ra un garfio de a b o rd aje que se lanzaba a d istan ­


cia p a ra tra b a r la nave enem iga. L as m a n u s ferreae tam bién e ra n gar­
fios de abordaje, pero de cinco p u n tas, com o los dedos de una m ano,
de ahí su nom bre (cf., adem ás, n. 236).
328 HISTORIA ROMANA

H iera, dio la señal de re tira rs e en b u en orden. Y así


lo hicieron, atacan d o y re tirá n d o se en todo m om ento
poco a poco. A gripa p ersistió en su acoso, y ellos se
refu g iaro n no en la playa, sino e n tre los bajíos form a­
dos en el m a r p o r los aluviones del río.
ios Como los pilotos de Agripa 290 im pidieron a éste que
se a d e n tra ra con barcos de gran calado en aguas poco
pro fu n d as, perm an eció al ancla en el m a r ab ierto con
la intención de b lo q u ear a los enem igos y c e le b ra r una
b a ta lla naval n o ctu rn a, si e ra necesario. S in em bargo,
sus am igos le aco n sejaron que no se d e ja ra llevar de
u n im pulso irreflexivo ni ag o tara a su ejército p o r la
fa lta de sueño y el esfuerzo, ni co n fia ra en u n m a r m uy
torm en to so , así que, a regañadientes, se re tiró , a la caí­
da de la tard e. Las fu erzas de Pom peyo p u siero n rum bo
a sus p u erto s, tra s h a b e r perd id o tre in ta de sus barcos
y h u n d id o cinco navios enem igos, y hab ien d o causado
otro s daños de consideración, así com o su frid o otros
sem ejantes. Pompeyo los felicitó p o r haberse m edido con
unas naves de tal en v erg ad u ra y les dijo que ellos h a­
b ían co m batido c o n tra m uros m ás que c o n tra barcos,
los recom pensó com o si h u b ie ra n vencido y los anim ó
a que co n fiaran en q ue en el E strecho, a ca u sa de la
corrien te, serían su p eriores, p o r ser ellos m ás ligeros,
y añadió tam b ién que elevaría algo la a ltu ra de sus
naves.
Tal fue el desenlace de la b a ta lla naval de M ilas
109 en tre A gripa y Papias. P ero Pom peyo, sospechando, co­
m o era en efecto, que O ctavio se h ab ía ido al cam pa­
m ento de T auro y tra ta ría de a ta c a r Taurom enio, inm e­
d iatam en te después de la cena p uso p ro a a M esana, ha-

290 El re la to de D ió n C a sio (XLIX 4) es algo diferente, en este pun­


to, del de A piano. Según él, A gripa no p e rsistió en su a ta q u e ni tuvo
intención de hacerlo y añade que algunos dicen que ni quiso d e sp e rta r
la envidia de Octavio consiguiendo u n triu n fo d em asiado aplastante.
GUERRAS CIVILES V 329

biendo d ejad o u n a p a rte de su flo ta en M ilas p a ra que


Agripa crey era que él seguía to d av ía allí. Agripa, tras
d a r u n b reve descanso a su ejército, navegó con cu an ta
rapidez p u d o h acia T índaris, que p arecía proclive a ce­
der. Y p en etró en el in terio r, p ero la guarnición se de­
fendió lu ch an d o con b ra v u ra y fu e rechazado. En cam ­
bio, o tras ciudades abrazaron su causa y aceptaron guar­
niciones, y él reg resó a H iera. E n tre ta n to , Octavio ha­
b ía nav eg ad o d esd e E scilacio h a s ta L eu c o p etra 29\
cuando supo con m ay o r certeza aún que Pom peyo se
h ab ía traslad a d o desde M esana a M ilas a cau sa de Agri­
pa. Y se disp u so a a tra v e sa r de noche el E strecho desde
L eu co p etra h a sta T aurom enio. Mas, al e n te ra rse de la
b a ta lla naval, cam bió de opinión, p o r e stim a r im propio
de un vencedor o c u lta r la trav e sía y no h acerlo a plena
luz del día y confiado con su ejército, pues estab a abso­
lu tam en te convencido todavía de que Pom peyo p erm a­
necía fre n te a Agripa. Por consiguiente, cuando hubo
inspeccionado la superficie del m ar, de día, desde las
m o ntañas y se p ercató de que e sta b a lim pio de enem i­
gos, se hizo a la m a r con c u a n ta s tro p as cabían en las
naves, dejando a M ésala al m an d o del re sto h asta que
las naves re g re sa ra n a p o r él. Una vez que a rrib ó a Tau­
rom enio, envió em isarios p a ra exigir la rendición; m as,
com o la g u arnición no los adm itió, prosiguió la navega­
ción h asta el río O nobalas 292 y el san tu ario de Venus 293
y ancló ju n to al tem plo de A rquegeta 294, el dios de los
naxios, con la intención de u b ic a r allí el cam pam ento
y a ta c a r T aurom enio. El A rquegeta es u n a pequeña es­

291 P rom ontorio en el extrem o su ro c cid e n ta l de Italia, fren te a


T aurom enio (hoy, Capo dell'Arm i).
2.2 Cf. Z ie g l e r , en RE, s.v. Onobalas,
2.3 Ibid., s.v. Naxos, núm . 4, col. 2.078.
294 T u c íd id e s , V I 3 , 1, m enciona tam bién u n a lta r de Apolo A rque­
geta erigido en la isla de Naxos.
330 HISTORIA ROMANA

ta tú a de Apolo que erigieron los p rim ero s naxios em i­


g rad o s a S icilia 295.
Allí, m ien tras d esem barcaba, O ctavio resb aló y ca­
yó, p ero se levantó p o r sí m ism o. C uando se en co n trab a
aún d isponiendo el cam pam ento, se p re se n tó Pompeyo
con u n a g ra n flota, espectáculo so rp re n d en te e inespe­
rado, pues se creía que él había sido d e rro ta d o p o r Agri­
pa. E n su ata q u e apoyaba a Pom peyo la cab allería, que
rivalizab a con la flota en la ra p id e z de m aniobra, y la
in fa n te ría se m o strab a desde o tro lugar, de m a n e ra que
todos q u ed a ro n a terrad o s, al e n c o n tra rse en m edio de
tres ejército s enem igos, y tam b ién tuvo m iedo Octavio,
pues no podía en v iar a b u sc a r a M ésala. Los jin etes de
Pompeyo, en efecto, a ta c a ro n a los h o m b res de Octavio,
m ien tras co n stru ían las fo rtificacio n es del cam pam en­
to. Y si la flo ta y la in fa n te ría h u b ie ra n atacad o sim ul­
tán eam en te con la caballería, tal vez Pom peyo h u b iera
culm inado u n a g ran victoria, p e ro la re a lid a d fue que,
p o r su fa lta de ex p eriencia en la g u erra, p o r su ignoran­
cia del d esco n cierto ex isten te e n tre los soldados de Oc­
tavio y p o r su duda de com enzar la b a ta lla a la caída
de la tard e , una p a rte de sus tro p a s an claro n ju n to al
cabo Coccino 296, y la in fan te ría no juzgó conveniente
ac am p ar cerca de los enem igos y se re tiró a la ciudad
de Fénix 297. Y aquella noche, m ie n tra s ellos descansa-

295 Naxos h a b ía sido la p rim e ra colonia griega en Sicilia (734 a.


C.), fue d e stru id a en el 403 a. C, y re su rg ió en el 358 a. C. sobre la
colina próxim a. E stab a al s u r de T aurom enio y a c o rta distancia de
esta ciudad (c f . Z ie g l e r , art. cit., cois. 2.072-2.073). A piano parece alu ­
d ir aquí a u n a colonización de la Naxos siciliana, a carg o de naxios
o riu n d o s de la isla de Naxos, pero, p o r lo que sabem os, los colonos
eran calcidios, y tan sólo H elánico (cf. J a c o b y , Fr. Gr. Hist., fr . 82) re ­
c u erd a una p a rticip a ció n c o n ju n ta de los naxios (cf. Z ie g l e r , art. cit.,
cois. 2.066-67 y 2.077).
296 Cf. Z i e g l e r , en RE, s.v. K okkynos, sólo c ita d o en Apiano. Tal
vez d eba id en tificarse con el cabo San A ndrea o S an Alesio.
297 Cf. Z i e g l e r , ibid., s.v. Phoinix, núm . 20, id entificada con segu-
GUERRAS CIVILES V 331

ban, los soldados de O ctavio a c ab aro n la fortificación


del cam pam ento, p ero qu ed aro n in ú tiles p a ra la batalla
a cau sa del tra b a jo y la fa lta de sueño. E stas tropas
con sistían en tre s legiones, quinientos jin etes sin caba­
llos, m il soldados de tro p a ligera, dos m il colonos que
servían com o aliados sin en ro lam ien to y, adem ás, su
flota.
111 O ctavio puso to d a la in fa n te ría a las órdenes de
Cornificio, y le encargó que rech az ara a los enem igos
en tie rra y a c tu a ra conform e a lo que la situación exi­
giera. Él, p o r o tra p arte, a n tes del am an ecer se hizo a
la m a r con las naves h ac ia m a r abierto, p o r tem or a
que los enem igos lo e n c e rra ra n p o r este lado. Dio a Ti-
tin io m el m an d o del ala derecha, y a C arisio 299 el de
la izquierda, y él en p erso n a em b arcó en u n a liburnia
y navegó alre d ed o r de toda la flo ta anim ando a todos.
D espués de esto, y com o e ra c o stu m b re en ocasiones
de m áxim o peligro, a rrió las insignias de general. A su
vez, Pom peyo se h ab ía hecho a la m a r c o n tra él y por
dos veces se atac aro n m u tu am en te y la b a ta lla finalizó
con la noche 30°. Los b arco s de O ctavio re su ltaro n cap­
tu ra d o s o incendiados; algunos izaron sus velas peque­
ñ as y h u y ero n h ac ia Italia, d esp recian d o las órdenes re­
cibidas; a ellos los siguieron a co rto trecho las naves
de Pom peyo, p ero después volvieron c o n tra las restan-

rid a d con T am aricios o Palm a, ciu d ad m encionada en el Itin. Ant. 87,


1, situ ad a a 20 m illas de M esina y a 15 d e T aurom enio.
298 Cf.Z ie g l e r , e n RE, s .v . Titinius, núm . 4; B r o u g h t o n , II, pági­
na 405.
299 Tal vez P. C arisio, legado de O ctavio en E sp a ñ a (cf. S y m e , The
R o m a n R evolution, pág. 2 3 6 , n . 1), a u n q u e G r o a g , en R E , s.v. Carisius,
núm . 1, n o m enciona su p a rticip a ció n en esta g u e rra , sí, en cam bio,
B r o u g h t o n , II, pág. 4 0 4 , quien lo m en cio n a com o com andante del a la
izquierda de ia flota de O ctavio en T aurom enio y, sin em bargo, no
alu d e a su legación en E spaña.
300 V é a n s e p o r m e n o r e s s o b r e e s t a b a t a l l a e n H a d a s , S extu s Pom­
pey, p á g s . 1 3 5 y s i g s ., y M il t n e r , e n RE, c o l . 2 .2 3 8 .
332 HISTORIA ROMANA

tes y, de éstas, cap tu raro n igualm ente a algunas y a otras


las q u em aron. Y, de aquellos m iem bros de sus trip u la ­
ciones que alcanzaron la o rilla a nado, algunos recib ie­
ron la m u e rte o fu e ro n apresad o s p o r la cab allería de
Pompeyo; otros in ten taron gan ar el cam pam ento de Cor­
nificio, y éste los socorrió 301 cuando estab a n cerca, en­
viándoles tan sólo a las tro p a s ligeras, p u es no le p are­
cía o p o rtu n o p o n er en m ovim iento a sus legiones, que
tenían la m oral baja, teniendo en fren te la in fan tería ene­
m iga con elevada m oral, com o era lógico, p o r su victoria.
O ctavio p erm an eció gran p a rte de la noche en tre
sus b arco s de servicio, en duda sobre si re g re s a r ju n to
a C ornificio a través de u n n ú m ero tan gran d e de pe­
cios o re fu g iarse con M ésala, p ero la providencia le des­
vió h a sta el p u erto de A b a la 3D2 con sólo uno de su
g u ard ia p ersonal, sin am igos, ni asisten tes, ni siervos.
Algunas p erso n as que b a ja ro n desde las m o n tañ as p a ra
inform arse de lo ocurrido, lo en co n traro n ajado de cuer­
po y e s p íritu y lo traslad a ro n , cam biándole de u n bote
de rem o a otro, p a ra que p a sa ra desapercibido, h asta
el cam pam ento de M ésala que no e sta b a lejos. Octavio,
de inm ediato, sin h a b e r recibido asisten cia aún, envió
u n a nave lib u rn ia a C ornificio y despachó m ensajeros
p o r las m o n tañ as a todos los lu g ares con la n o ticia de
que él e sta b a a salvo, y ordenó a todas sus tro p a s que
ay u d aran a Cornificio, y él m ism o le escrib ió diciéndole
que le enviaría auxilio al punto. D espués de aten d e r a
su cu erp o y d escan sar u n poco, p a rtió esa noche, acom ­
p añ ad o p o r M ésala, p a ra E stilis, lu g ar donde C arrina
tenía tres legiones d isp u estas p a r a em b arcar, y le o rd e­
nó a éste que cru zara al o tro lado, donde tam b ién él
se d isponía a ir en breve. Adem ás, escribió a A gripa y
301 Sigo la corrección a ce p ta d a p o r G a b b a , epekoúrei en vez de
epekheírei (cf. a p art. crit. de su edición).
302 No e stá identificado. Gabba p iensa que h a b ría que situ arlo en
la costa del B rutio, fren te a Sicilia (cf. com . ad loe.).
GUERRAS CIVILES V 333

le ordenó que enviara rápidam ente a Laronio 303 con un


ejército p a ra so co rrer a C ornificio que e sta b a en peli­
gro, y de nuevo envió a M ecenas a R om a a causa de
los revolucionarios, algunos de los cuales, que estaban
incitando a la rebelión, fueron castigados. Tam bién en ­
vió a M ésala a D icearquía p a ra a tra e r a H iponio a la
p rim e ra legión 30,1.
E ste M ésala 305 e ra el m ism o al que los triu n v iro s 113
proscribieron en Rom a y por cuya m uerte se habían ofre­
cido p ú b licam en te d in ero y lib e rta d com o recom pensa.
Mas él huyó ju n to a Casio y B ruto, y después de la m u er­
te de éstos, en treg ó su flota a A ntonio en v irtu d de un
pacto. Me p areció conveniente tra e r al recuerdo este he­
cho, ah ora, en h onor y loa de la virtu s rom ana, a p ro p ó ­
sito de M ésala, quien tuvo a su m erced solo y en una
situación de in fo rtu n io tan g ra n d e a su p ro sc rip to r y,
sin em bargo, lo cuidó com o a su general y lo salvó.
C ornificio pudo re ch az ar a sus enem igos del cam pa­
m ento con facilidad, pero, com o c o rría peligro p o r la
fa lta de aprovisionam iento, se desplegó en ord en de b a ­
ta lla e in citó a co m b atir al enem igo. Sin em bargo, Pom-
peyo no quiso tra b a r co m bate con unos hom bres que
cifrab an sus esp eran zas tan sólo en la lu ch a y esperó
a re d u cirlo s p or ham bre. En consecuencia, Cornificio
se puso en r u t a 30<, h ab ien d o colocado en el cen tro a
los soldados que se h ab ían re fu g iad o con él proceden-

303 Q. Laronio, cf. L ie b e n , en RE, s.v. Laronius, núm . 2; S y m e , The


Román Revolution, pág. 337, n. 2, y B r o u g h t o n , II, pág. 404.
304 Sobre el cam bio de e strateg ia de Octavio, cf. G a b b a , Appiani...,
V, com. ad loe., que sigue a A. A iello, II nuovo piano di attaco del
Triumviro Ottaviano alia Sicilia dopo la rotta di Tauromenio, C atania,
1893, págs. 17 y sigs.
305 Cf. n. 31 al libro IV. S obre los h ech o s a los que aquí se alude,
cf. supra, IV 38 y 136.
304 P a ra la re tira d a de C orniñcio, cf. G a b b a , Appiani..., V, com. ad
loe. E stos hechos son n a rra d o s tam b ién p o r Dión C a s ., XLIX 6, 1 ss.,
en form a m enos expresiva y m ás convencional que Apiano.
334 HISTORIA ROMANA

tes de las naves y que carecían de arm as, gravem ente


expuesto a los ataq u e s de la c a b a lle ría en el terren o
ab ierto y, en los lu g ares escarpados, a los d isp aro s de
las tro p as ligeras y de rá p id a m an io b ra n ú m id as y afri­
canas, que d isp ara b an desde g ra n d es d istan cias y se ba­
tían en re tira d a an te la c a rg a de los enem igos.
Al c u a rto día llegaron con d ificu ltad a u n a zona sin
agua, de la que se decía que u n a co rrie n te de fuego,
descendiendo en o tro tiem po desde la m o n tañ a h asta
el m ar, la inundó y secó to d as las fu en tes que había
en ella. Los lugareños hacían el viaje p o r este paraje
sólo de noche, porque, desde aquel tiem po, em anaba de
ella u n ca lo r asfixiante y e sta b a llen a de polvo de ceni­
za. Sin em bargo, C ornificio y sus tro p a s no se atrevían
a a v e n tu ra rse en la noche, en especial en u n a noche sin
luna 307, a cau sa de su desconocim iento de las ru ta s y
p o r tem o r a una em boscada, ni tam poco so p o rtab an el
viaje de día, pues se asfixiaban y q u em aban las p lantas
de los pies, al ser la época m ás ca lu ro sa del estío, en
especial los que iban descalzos. M as, com o no podían
d em o rarse, debido al to rm en to de la sed, n o hicieron
fre n te ya a ninguno de los que les d isp arab an , sino que
se dejaro n h e rir sin p ro teg e rse con nada. Y u n a vez que
vieron que otro s enem igos h ab ían ocupado la salida de
aq u ella zona tó rrid a, los que ten ían fu erzas se despreo­
cu p aro n de los m ás débiles y de los descalzos, y se lan­
zaro n h acia el d esfilad ero con o sad ía e x tra o rd in a ria y
fo rzaron el paso e n tre los enem igos con lo que les res­
tab a de fuerza. Pero, cuando tam b ién se en c o n traro n
ocupados los desfiladeros siguientes, perd iero n todas sus
esp eran zas de salvación y se a b a n d o n aro n a m o rir de
sed, de ca lo r y de fatiga. C ornificio, no o b stan te, les in­
fundió nuevos brío s al m o stra rle s que h ab ía u n a fuente

307 S egún D r u m a n n - G r o e b e , Gesch. R om ans., IV, pág. 583, n. 5, se


tr a ta r ía de la luna nueva del 15 de agosto del 36 a. C.
GUERRAS CIVILES V 335

cercan a y, de nuevo, fo rzaron el paso, a u n a costa de


su frir n u m ero sas bajas, pero o tro s enem igos ocupaban
la fu en te y, entonces ya, los h o m b res de C ornificio fue­
ron p re sa del desánim o absoluto y se e n tre g aro n por
com pleto.
E n un estad o tal de desesperación, divisaron desde lis
lejos a Laronio, que h a b ía sido enviado p o r A gripa con
tres legiones, aunque aú n no estab a claro que fu e ra un
am igo; pero, com o ab rig ab an en to d o m om ento la espe­
ra n z a de que o c u rrie ra algo tal, de nuevo reco b ra ro n
ánim os. Y tan p ro n to com o v iero n que los enem igos
ab an d o n ab an el agua p a ra n o q u e d a r e n tre dos fuegos,
g rita ro n de jú b ilo con todas sus fuerzas, y, al co rres­
po n d erles el ejército de Laronio, se ap o d e raro n a la ca­
rr e r a de la fuente. Los jefes im pidieron que b ebieran
de golpe, y aquellos que les desobedecieron m u riero n
al tiem po que bebían.
De e s ta fo rm a inesp erada, C ornificio y la p arte de
su ejército que h ab ía sobrevivido se salvaron ju n to a
Agripa en Milas 508. Agripa, a su vez, acababa de apode- 116
ra rs e de T índaris, u n a plaza fu e rte llena de provisiones
y m uy bien d o tad a p o r la n atu ra le z a p a ra la g u e rra en
el m ar. Allí tra n s p o rtó Octavio su in fa n te ría y caballe­
ría. E n to ta l tuvo en S icilia v ein tiu n a legiones de infan­
tería, vein te m il jin etes y m ás de cinco m il soldados de
tro p a ligera. La ciu d ad de M ilas y todo el litoral, desde
Milas h a sta N auloco 309 y Pelorio, estab a en posesión de
la gu arniciones de Pom peyo, las cuales, p o r tem or, en
especial, a Agripa, m an ten ían co n tin u am en te encendido
el fuego con idea de q u em ar el b a rc o que les atacase.
Tam bién do m in ab a Pom peyo los desfiladeros de am bos
lados de la isla, e in terc ep tó con tro p as los pasos de
308 H ay que e n te n d e r e sta expresión com o en los a lred ed o res de
Milas, pues e sta localidad estaba, según se dice en el capítulo siguien­
te, en m anos de Pom peyo.
309 F ondeadero e n tre M ilas y Pelorio.
336 HISTORIA ROMANA

m o n tañ a en las cercanías de T aurom enio y alred ed o r


de Milas. H ostigó a Octavio cu an d o avanzaba desde Tín-
daris, p ero sin que llegara a tr a b a r com bate. Al creerse
que A gripa navegaba hacia Pelorio, Pom peyo trasladó
su cam pam ento, dejando los desfiladeros de alrededor
de Milas. Y Octavio los ocupó, así com o M ilas y A rtem i­
sio 3!l>, u n villo rrio m uy pequeño en el que se dice que
estu v iero n las vacas del Sol y donde tuvo lu g ar el sueño
de Ulises 3".
117 C uando la creen cia de la venida de A gripa se reveló
falsa, Pom peyo se lam entó p o r la p é rd id a de los desfila­
dero s y llam ó en su ay u d a a Tisieno con el ejército. Oc­
tavio in ten tó salirle al paso a Tisieno, p ero extravió el
cam ino en las cercanías del m onte M iconio 3I2, donde
pasó la noche sin tiendas. Se desencadenó u n fu erte
aguacero, com o suele o c u rrir en la época otoñal, y algu­
nos de sus escuderos sostuvieron d u ra n te to d a la noche
un escudo galo sobre su cabeza. Se oyeron, adem ás, sor­
dos ru g id o s y m ugidos prolongados del m onte E tn a
acom pañados de relám pagos que ilu m in ab an al ejérci­
to, h a sta el p u n to de que los germ anos saltaro n de sus
lechos, p re sa de te rro r, y o tro s que h ab ían oído las co­
sas que se decían sobre E tna, no les p a re c ía increíble,
a la v ista de ta n g ran d es p o rten to s, que se a b a tie ra con­
tr a ellos incluso la co rrie n te de lava. D espués de esto,
Octavio devastó el te rrito rio de los palestenos 3I3, y allí
se le u nió Lépido que an d a b a recogiendo trigo, y am bos
acam p aro n ju n to s en M esana.
310 Al s u r de M ilas y m uy próxim o a ella. P a ra las m an io b ras de
am bos ejércitos, cf. G a b b a , Appiani..., V, com . ad loe.
311 Cf. H o m e r o , Od. X II 2 6 0 s s .
312 Según G a b b a , Appiani..., V, com . a d loe., se tra ta ría del m onte
que dom ina el pueblo de M ontalbano d'E licona.
313 De identificación difícil. Se h a n p ro p u e sto d iv ersas correccio­
n es al texto. G a b b a , ibid., com . ad loe., p ien sa que, en todo caso, este
te rrito rio e sta ría en la b a se de las e strib a cio n e s noroccidentales del
E tna, e n tra B ro n te y Randazzo.
GUERRAS CIVILES V 337

Sin em bargo, com o p o r toda S icilia m en udeaban las na


escaram uzas, p ero no ten ía lu g ar ninguna acción im ­
p o rtan te , O ctavio envió a T au ro p a r a que c o rta ra el su­
m in istro de provisiones a Pom peyo y em pezara p o r apo­
d e ra rse de las ciudades que le ab astecían . Y Pompeyo,
presionado, sobre todo, p o r este hecho, decidió a rrie s­
g ar en u n a g ra n b a ta lla la su e rte de todo. Mas, como
no ten ía la in fan te ría de O ctavio y, en cam bio, confiaba
plen am en te en sus naves, envió u n a m isiva a Octavio
y le p re g u n tó si acep tab a que la g u e rra se decidiese en
u n co m bate naval. A O ctavio le h o rro riz a b a todo lo re ­
lativo al m ar, pues h a s ta aquel m om ento no le había
re su ltad o p ro p icia la experiencia en él, p ero com o le
p arecía vergonzoso re h u sa r aceptó. F ijaron am bos un
día 314 en el que estu v ieran p re p a ra d a s trec ien tas naves
p o r cad a u n a de las p artes, pro v istas de toda clase de
proyectiles, de to rre s y de cu a n ta s m áquinas pudieran
idear. A gripa ideó el llam ado «arpón» 515, u n astil de
m ad era de cinco codos de largo, recu b ierto de h ierro
y con aro s en cad a uno de los extrem os; a uno de estos
aros estaba sujeto el «arpón» propiam ente dicho, un g ar­
fio de h ierro , y al o tro m uchos cables que tirab a n del
«arpón» p o r m edio de m áquinas, cuando éste, lanzado
por u na catapulta, h abía hecho presa en la nave enemiga.
C uando llegó el día se ñ a la d o 316, hubo en principio 119
gritos de riv alid ad e n tre los rem eros, acom pañados del

514 El 3 de septiem bre del 3 6 a. C. (c f. D e g r a s s i, Inscr. Italiae, XIII,


2, pág. 2 0 5 ). El lugar fue e n tre M ilas y N auloco (c f. S u e t ., Aug. 16,
1, e infra, V 121).
3,5 Harpago (cf. n. 236). La im p o rta n cia de e ste a rtilu g io consis­
tía en la posibilidad de lanzarlo desde g ra n d istan c ia y en sü revesti­
m iento m etálico.
316 N uevam ente ten d ríam o s aquí, según G abba, u n re la to prove­
niente de u n a fuente autó p tica, en relación con el de D i <Jn C a s ., XLIX
9, 1-10), que, ciertam ente, re su lta convencional y tucidideo. O tros tes­
tim onios so b re esta b a ta lla en T. Liv., Per. 129; V e l ., II 79, 5; F l o r o ,
II 18. 7, y O r o s ., VI 18, 29.
338 HISTORIA ROMANA

lan zam ien to de proyectiles, p o r m edio de m áquinas y


m an u alm en te, con sistentes en pied ras, d ard o s incedia-
rio s y flechas. Luego ya, las p ro p ias naves a rrem etiero n
un as c o n tra o tras, algunas lo hiciero n c o n tra los costa­
dos, o tras co n tra la p ro a y o tras c o n tra las ro stra s, lu­
g ar donde los golpes son especialm ente violentos h asta
el p u n to de d ar en cu b ie rta con los trip u lan tes y dejar
in ú til al navio. O tras naves fo rzaro n el p aso en tre las
opu estas a ellas d isp aran d o proyectiles y flechas, y los
barco s au x iliares recogían a los que caían p o r la borda.
Los soldados com batían; m arin e ro s y pilotos d erro ch a­
b an en erg ías y técnica, respectivam ente; los generales
ex h o rtab an a sus hom bres, y to d as las m áquinas esta­
b an funcionando. El pu esto de h o n o r era, en especial,
p a ra el «arpón», pues a cau sa de su poco peso era arro ­
jad o desde m u ch a d istan cia c o n tra los b arco s y se que­
dab a clavado, sobre todo, cu an d o tira b a n h ac ia a trá s
de él p o r m edio de cables. Y no re su lta b a fácil de cor­
t a r p o r aquellos que re cib ían su im pacto, debido a su
rev estim ien to de h ierro, al tiem po que su m ism a longi­
tu d ponía a los cables fu e ra del alcance de quienes in­
ten tab an cortarlos. Tam poco se conocía previam ente este
artilu g io com o p a ra te n e r p értig a s p ro v istas de guada­
ñas. Sólo se les o cu rrió u n a cosa ante esta situación
in esp erad a, cia r la nave y tir a r en sentido co n trario , pe­
ro com o los enem igos h ac ía n tam b ién la m ism a m anio­
b ra la fuerza de los h o m b res q u ed a b a eq u ilib rad a y el
«arpón» realizab a su trab ajo .
E n consecuencia, cad a vez que las naves se ab o r­
daban, se p ro d u c ía to d a clase de lucha, sa lta b a n unos
so b re otro s y ya no e ra igualm ente fácil d istin g u ir al
enem igo, p u es p o r lo g en eral u sa b a n las m ism as arm as
y casi to d o s h ab lab an la lengua latina, y las co n trase­
ñ a s se in tercam b iab an entre am bos bandos m ien tras es­
taban entrem ezclados unos con otros. A causa de lo cual,
sobre todo, tuv iero n lu g ar nu m ero so s engaños y de di-
GUERRAS CIVILES V 339

verso tipo en tre am bas p a rte s y sobrevino u n a descon­


fianza hacia los que pronunciaban las contraseñas, y ade­
m ás no se reconocían unos a otros, com o suele o c u rrir
en la g u e rra y en el m a r lleno de cadáveres, arm as y
pecios; pu es n ad a les faltó p o r p ro b a r excepto el fuego,
del cual se abstuvieron después del p rim er ataque a cau­
sa de los ab o rdajes. La in fan te ría de cada ejército tenía
los ojos p u esto s en el m a r desde tie rra firm e, con tem or
y ansiedad, en la idea de que ellos ponían las esp eran ­
zas sobre su seg u rid ad personal en esta b atalla. C ierta­
m ente, n a d a eran capaces de d istin g u ir, ni a u n escu d ri­
ñ an d o con la m áxim a atención, excepto a seiscientas
naves desplegadas en u n a larg u ísim a línea y gritos de
lam en to s p rovenientes de u n a y o tra p a rte a lte rn a tiv a ­
m ente.
Finalm ente, con dificultad, a p a r tir de los colores 121
de las to rre s, que era n el único m edio p o r el que se
diferen ciab an e n tre sí, Agripa 317 com prendió que h a ­
bían sido d estru id o s m ay o r n ú m ero de barco s de Pom-
peyo y espoleó a los que estab a n con él, com o si ya h u ­
b ie ra n vencido. Entonces, de nuevo, atacó a los enem i­
gos y p ersistió en su ataque incansablem ente, h asta que,
desbordados los que en especial estab an apostados frente
a él, a rro ja ro n las to rre s y, h aciendo v ira r las naves,
se d irig iero n h acia el E strecho. T uvieron tiem po de es­
c a p a r hacia allí diecisiete naves. Las re sta n te s fueron
in tercep tad as p o r Agripa y algunas encallaron en la cos­
ta, al ser p erseguidas, y sus perseg u id o res, debido al
im pulso, tam b ién en callaro n con ellas, y o bien tiraro n
de las m ism as p a ra p o n er a flote a las varadas, o las
incendiaron. Los que aún lu ch ab an en alta m ar, al ver
lo sucedido a su alred edor, se e n tre g aro n a los enemi-

■” El v e rd ad e ro a rtífice de la victoria, pues O ctavio ni siquiera


es m encionado d u ra n te la b a ta lla {cf., adem ás, De vir. ili. 84, 4; S u e t .,
Aug. 16, 2; Vbl., II 81, 3, y Dión C a s ., XLIX 14, 4).
340 HISTORIA ROMANA

gos. E n tonces la flota de Octavio lanzó u n alarid o de


victo ria en el m a r y la in fa n te ría les resp o n d ió desde
tie rra firm e. A su vez, las tro p as de Pom peyo p ro rru m ­
piero n en lam entos, y él m ism o p a rtió desde Nauloco
y se a p re su ró h acia M esana sin h a b e r dado ningún tipo
de ó rd en es a la in fa n te ría a ca u sa del pánico. P or esta
razón, O ctavio recibió tam b ién la rendición de ésta, ba­
jo acuerdo, de m anos de Tisieno, adem ás de la caballe­
ría ren d id a p o r sus propios oficiales. En la b a ta lla se
h u n d iero n tre s naves de Octavio y veintiocho de Pom pe­
yo, y el re s to fue incendiado o c a p tu ra d o o se hizo pe­
dazos al e m b a rra rc a r en la costa. Sólo consiguieron es­
c a p a r las d iecisiete m encionadas.
122 Pom peyo se en teró de la defección de su in fan tería,
m ie n tra s se en co n trab a de viaje, y cam bió su ro p a de
g eneral p o r la de u n p aisan o y envió órdenes a M esana
de que e m b arcaran en las naves cuando fu e ra posible.
Pues todo estab a ya p re p ara d o desde h acía m ucho tiem ­
po. Hizo v en ir a to d a p risa a Plinio desde Lilibeo con
las ocho legiones que tenía, con la idea de h u ir con
éstas 3'8. Y Plinio se a p re su ró a su encuentro; m as, co­
m o o tro s am igos, g u arniciones y soldados estab a n de­
serta n d o y los enem igos navegaban h acia el.E strech o ,
Pom peyo ni siq u iera ag u ard ó a P linio en su ciu d ad p e r­
fectam ente fortificada, sino que huyó desde M esana con
las d iecisiete naves al lado de Antonio, p u esto que, en
o tro tiem po, h ab ía salvado a la m ad re de éste en cir­
cu n stan cias sim ilares. Plinio a rrib ó a M esana y, al no
en c o n trarle, ocupó la ciudad. O ctavio, a su vez, p erm a­
neció en su cam pam ento de Nauloco, pero ordenó a Agri­
p a que p u siera cerco a M esana, lo cual hizo este últim o
en com pañía de Lépido. Plinio envió em isarios p a ra tra-

318 S o b re la p ro b lem ática que p la n te a n las operacio n es de Plinio


tal com o a p are ce n en el texto de Apiano, cf. Gabba, Appiatti..., V, com.
ad loc.
GUERRAS CIVILES V 341

ta r de las condiciones de paz, y A gripa se m o stró p a rti­


d ario de a g u a rd a r la llegada de O ctavio al día siguiente,
p ero Lèpido les g aran tizó las condiciones de paz, y, con
la intención de ap o d erarse del ejército de Plinio, p erm i­
tió que se u n ieran con el o tro ejército en el saqueo de
la ciudad.
Y los soldados, al en c o n trarse con u n a ganancia ines­
perada, adem ás de la seguridad personal, única cosa por
la q ue p recisam en te h ab ían suplicado, saq u earo n Mesa-
na d u ra n te la noche e n te ra ju n to con las tro p as de Lèpi­
do y se p u siero n a las ó rdenes de éste. Lèpido, que, con 123
este re fu erzo llegó a te n e r veintidós legiones 319 de in­
fa n te ría y u n g ra n n ú m ero de jin etes, se sintió em bra-
vuconado y p lan eó a p o d e rarse de S icilia bajo el p retex ­
to de que h ab ía sido el p rim ero en p o n er el pie en la
isla y se h ab ía ganado a m ás ciudades. Envió, de inm e­
diato, ó rdenes a las g u arniciones de que no recibieran
a los enviados de O ctavio y se apoderó de todos los des­
filaderos. Octavio llegó al día siguiente e hizo reproches
a Lèpido a trav és de am igos que d ijeron que él había
acudido a Sicilia como aliado de Octavio y no p a ra apo­
d e ra rse de la isla p o r su p ro p ia iniciativa. Pero aquél
replicó que h ab ía sido despojado de su a n te rio r asigna­
ción que ah o ra estab a solam ente en p o d er de Octavio,
y que, de grado, en tre g a ría entonces África y Sicilia a
cam bio de aquella asignación. Octavio, irritad o , se p re ­
sentó en p erso n a y, p re sa de la cólera, vitu p eró a Lèpi­
do p o r su in g ra titu d y, tra s c ru z a r m u tu as am enazas,
se sep araro n . De inm ed iato se hiciero n ro d e a r de g u a r­
dianes p o r separado, y las naves de O ctavio p erm ane­
cieron al an cla a c ie rta d istan cia de la orilla, pues se
dijo que Lèpido ten ía pensado incendiarlas.

319 Cf. V e l ., II 80, 1-2, cuyo texto es m uy próxim o a la tradición


de Apiano.
342 HISTORIA ROMANA

El ejército estab a irrita d o ante la idea de que fueran


a e n tra r n u evam ente en o tra g u e rra civil y de que ja ­
m ás les ab a n d o n ara n las luchas internas. S in em bargo,
no eq u ip arab an a O ctavio y a Lèpido, ni siq u iera los
pro p io s soldados de éste últim o lo hacían, sino que ad­
m iraban el carác te r em prendedor de Octavio y eran cons­
cientes de la indolencia de Lèpido; y tam b ién re p ro ch a­
b an a éste que h u b iera dado u n a p a rte eq u itativ a a los
vencidos en el m ism o saqueo. P ercatán d o se O ctavio del
estad o de ánim o de ellos, envió m en sajero s p a ra que
le aco n sejaran, en secreto, a ca d a u n o de sus propios
in tereses. Y u n a vez que tuvo sobornado a m uchos, y
sobre todo a los que h ab ían servido bajo Pom peyo, quie­
nes ten ían m iedo de que las g aran tías que les h abían
sido dadas no tu v ieran vigor si n o las ra tific a b a O cta­
vio, m ie n tra s Lèpido ig n o rab a a ú n estas m aniob ras a
cau sa de su inoperancia, Octavio se p resen tó en su cam ­
pam en to con g ran can tid ad de jin etes a los que dejó
delan te de la em palizada y p en e tró con unos pocos. En
su avance testim o n ió an te cad a u n o de los que se en­
c o n tra b a que le estab a n abocando a la g u e rra co n tra
su voluntad. Aquellos que lo vieron lo salu d aro n com o
a un general; en p rim e r lugar, acu d iero n p resu ro so s los
pom peyanos que h ab ían sido co rrom pidos y le solicita­
ron el p erd ó n p a ra ellos. Él les dijo que se ex trañ ab a
de que p erso n as que solicitaban el perdón no hicieran
lo que era ú til p a ra ellos. Y éstos co m p ren d iero n su in­
tención, y de inm ediato a rre b a ta ro n su s enseñas y se
p asa ro n a Octavio, m ie n tra s o tro s p legaban las tiendas.
Cuando Lèpido se dio cu en ta del alboroto, saltó afue­
ra de la tien d a h acia las arm as. H a b ía ya intercam b io
de p royectiles y uno de los p o rte a d o re s de las arm as
de Octavio cayó ab atido, y el m ism o O ctavio fue alcan­
zado en la co raza p o r u n dardo, p ero éste no llegó h a sta
la piel y O ctavio se refugió e n tre sus jinetes. Un desta-
GUERRAS CIVILES V 343

cam ento de Lèpido se b u rló de su h u id a precipitada,


y Octavio, encolerizado, no p a ró h a s ta que los copó con
la caballería y los aniquiló. Algunos oficiales de las otras
guarniciones d ese rtaro n a O ctavio de inm ediato desde
el lado de Lèpido, y o tro s d u ra n te la noche; algunos,
sin req uerim iento, y otros, so p re te x to de h ab e r sido
m olestados m ás o m enos p o r los jinetes. H ubo tam bién
quienes re sistie ro n los ataques y los repelieron, pues
Lèpido enviaba refuerzos a todas p arte s. Mas, cuando
estos m ism os refuerzos d ese rtaro n , el re sto del ejército
de Lèpido, incluyendo a aquella p a rte que todavía se
en c o n trab a b ien d isp u esta h acía él, cam bió de opinión.
Y, de nuevo, fueron los p rim ero s en d e s e rta r los pom-
peyanos, q u e todavía estab a n ju n to a él, haciéndolo su ­
cesivam ente p or destacam entos. Lèpido arm ó a otras tro­
pas p a ra que se lo im pidieran, p ero los que h ab ían sido
provistos de arm as p a ra este p ro p ó sito em p u ñ aro n sus
enseñas y d e se rtaro n con los o tro s a Octavio. Lèpido
los am enazó y suplicó m ien tras esta b a n partiendo, se
apod eró de las enseñas y dijo que no las en treg aría. Fi­
nalm ente, uno de los signíferos le dijo que las dejara
o e ra ho m b re m u erto y, p o r m iedo, las dejó.
La cab allería, que fue la ú ltim a en d ese rtar, envió 126
un em isario a Octavio p a ra p re g u n ta rle si m atab an a
Lèpido, pu esto que ya no e ra un general, p ero Octavio
lo im pidió. De esta fo rm a Lèpido, p o r la desconfianza
in esp erad a de todos, pasó de u n a situación de gran fo r­
tu n a y de e s ta r en posesión de u n ejército ta n grande
a hallarse solo en breve espacio de tiem po. Cambió, pues,
su in d u m en taria y co rrió hacia Octavio, acom pañado en
su c a rre ra p o r los esp ectad o res com o si de un esp ectá­
culo se tra ta ra . O ctavio se levantó y salió a su encuen­
tro im pidiéndole que se a rro ja ra a sus pies al llegar,
y lo envió a Rom a con el m ism o vestido de privado que
precisam en te llevaba, sin m ando de general, pero con-
344 HISTORIA ROMANA

serv an d o la m a g istra tu ra sacerd o tal 320 que entonces


tenía.
Y, así, este h om bre que h ab ía sido m u ch as veces co­
m an d an te en jefe, que h ab ía fo rm ad o p a rte del triu n v i­
rato, que h ab ía designado m agistrados y p ro sc rito a tan­
tos h o m b res de igual rango que el suyo, p asó el resto
de su vida com o un privado y solicitando favores a al­
gunos de los p ro sc rito s que fu e ro n m ag istrad o s des­
p u é s 321. O ctavio no p ersiguió a Pom peyo ni encargó a
o tro s de e s ta tarea, y a fu e ra p o r p recau ció n a invadir
el dom inio ajeno de Antonio, o p o rq u e ag u a rd ab a el fu­
tu ro y lo que p u d iera o c u rrirle a Pom peyo a m anos de
A ntonio y te n e r u n m otivo de d isp u ta si no e ra u n tra to
ju sto —p ues no se h ab ían apagado las sospechas, desde
h ac ía m u ch o tiem po, de que a ca u sa de su am bición
ch o carían e n tre ellos cuando p u sie ra n fu e ra de com ba­
te a los dem ás enem igos—, o bien, com o el m ism o Octa­
vio dijo después, p o rq u e Pom peyo no h ab ía sido uno
de los asesinos de su padre. R eunió a su ejército, que
estab a com puesto p o r veinticinco legiones de in fan te ría
pesada, veinticinco m il jin etes y unos c u a re n ta m il sol­
dados arm ad o s a la ligera, adem ás de seiscientos b a r­
cos. C ontaba tam bién con una in m en sa ca n tid a d de b a r­
cos m ercan tes que, sin em bargo, hizo re g re s a r ju n to a
sus dueños. R ecom pensó al ejército con prem io s p o r la
victoria, a algunos en efectivo y a o tro s b a jo prom esa;
d istrib u y ó coronas y h onores p a ra todos, y concedió el
p erd ó n a los oficiales de Pom peyo.
A consecuencia de todas estas m edidas, llegó a ser
objeto de la m áxim a ad m iració n y la divinidad tuvo en­
vidia de su p ro sp e rid ad , y su ejército se am otinó, en
especial el suyo p ropio, y lo p re sio n a ro n p a ra que los
lib ra ra del servicio y se les co n ced ieran recom pensas

320 L épido conservó el pon tificad o m áxim o (cf. cap. 131).


321 Cf. supra, IV 50, p a ra el episodio ai que se a lu d e aquí.
guerras c iv il e s v 345

sim ilares a las de aquellos que h a b ía n luchado en Fili-


pos. Él era consciente de que este com bate no era sem e­
ja n te a aq u el otro, p ero les p rom etió, sin em bargo, en­
treg a rles u n a reco m p ensa digna, incluyendo a los que
h ab ían servido bajo Antonio, cu an d o aquél regresara.
En relació n con la in d isciplina m ilitar, les reco rd ó en
tono am en azad o r las leyes de la p a tria , así com o los
ju ram e n to s y los castigos. Mas, com o no lo escucharon
con e sp íritu sum iso, cedió en su am enaza, a fin de que
no se p ro d u je ra ningún tu m u lto e n tre las tro p as recién
in co rp o rad as y les dijo que, a su debido tiem po, los li­
b e ra ría del servicio ju n to con Antonio; y añadió, ade­
m ás, que, en aquel m om ento, no ios iba a m e te r de nue­
vo en luchas civiles, que afo rtu n a d a m e n te h abían aca­
bado, sino que iban a co m b atir c o n tra los ilirios y otros
pueblos b á rb a ro s que esta b a n p e rtu rb a n d o la paz tan
costo sam en te ad q u irid a, y de la cual cam paña ellos
o b ten d rían beneficios im portantes. Los soldados, no obs­
tante, afirm aro n que no irían n uevam ente a u n a expedi­
ción h a sta que h u b iera n recibido las recom pensas y ho­
nores p o r las an terio res cam pañas. Octavio respondió
que ni au n entonces p o sp o n d ría los honores y que, au n ­
que ya h ab ía otorgado m uchas, a ñ a d iría o tra s coronas
todavía a las legiones, y p a ra los cen tu rio n es y tribunos
tú n icas festo n ead as de p ú rp u ra y el rango de decu­
r i ó n 322 en sus ciudades de origen. Pero, m ientras se ha­
llab a re p artien d o o tro s honores sim ilares, el trib u n o
Ofilio exclam ó que las coronas y la p ú rp u ra e ra n jugue­
tes p a ra niños, y que las recom pensas del soldado, en
cambio, co n sistían en tie rra y dinero. La soldadesca res­
pondió a g rito s que estab a bien dicho, y Octavio des­
cendió de la trib u n a lleno de indignación. Los soldados
se arrem olin aro n en to rn o al trib u n o cubriéndole de elo­
gios y cen su ran d o a los que no se u n ían a él. Pero él
322 Cf., so b re esto, Gabba, «R icerche su ll’esercito...», A thenaeum
2 9 (1 9 5 1 ), 2 4 5 - 2 4 7 .
346 HISTORIA ROMANA

dijo que se b a sta b a p o r sí solo p a ra d efen d er tan ju sta


causa.
D espués de decir esto, al día siguiente desapareció
129 y no se supo qué fue de él. Los soldados, p o r miedo,
ya no se atrev iero n a lev an tar la voz singularm ente, pe­
ro en com ún p ed ían a gritos, re u n id o s en grupos, que
se les d isp en sara de las labores de la m ilicia. Octavio
se a tra jo a sus líd eres de form a diversa y concedió la
d isp en sa a aquellos q u e así lo d eseab an e n tre los que
h a b ía n lu ch ad o en Filipos y M ódena, p o r e n ten d e r que
h ab ían estad o d u ra n te m ucho tiem po en el servicio. A
veinte m il de éstos los relevó de inm ediato y los hizo
sa lir de la isla p a ra q ue no co n tag ia ran a o tro s com pa­
ñeros. T an sólo a los que hab ían servido en M ódena les
dijo, adem ás, que les sa tisfa ría la to talid a d de lo que
entonces les prom etió, aunque e stu v iera n dispensados
del servicio p o r este p ro ced im ien to 323. D espués avanzó
an te el re sto de la soldadesca y los puso com o testigos
del p erju rio de aquellos que h a b ía n ab andonado el ser­
vicio, pu es lo h ab ían hecho sin el con sen tim ien to de su
general, y alabó a los que se h a b ía n quedado y les hizo
concebir esperanzas en un p ro n to licénciam iento, dicién-
doles que ninguno se iba a a rre p e n tir, sino que serían
ricos al licen ciarse y que les e n tre g a ría a cad a hom bre
quinientos dracm as ahora. T ras d ecir tales palabras, im­
pu so u n trib u to a S icilia p o r v alor de m il seiscientos
talen to s, designó p ro p re to re s p a ra Á frica y Sicilia 324 y
re p a rtió el ejército e n tre cad a u n a de ellas. Envió de
reg reso a T aren to las naves de Antonio, y, del resto del
ejército, envió u n a p a rte en v an g u a rd ia hacia Italia a

323 C f. D ió n C a s ., XLIX 14 , 1-2, y co m en tario del p a sa je en K r o -


m ayer, «Die M ilitarcoionien O ctavians u n d C aesars in G allia N arbo-
nensis», H erm es 31 (1 8 9 6 ), 1 -18.
324 G ob ern ad o r de las dos prov in cias a fric an a s fue designado Es-
tatilio T au ro (cf. D ió n C a s ., XLIX 14, 6). El g o b e rn ad o r de Sicilia es
desconocido.
GUERRAS CIVILES V 347

b ord o de navios y o tra se la llevó consigo cuando a tra ­


vesó desde la isla.
A su llegada, el senado le votó honores sin lím ite 325 130
y dejó a su alb ed río la acep tació n de todos ellos o de
cu an to s q uisiera. S alieron a su en c u en tro m uy lejos de
la ciu d ad los sen ad o res y el pu eb lo llevando coronas
en sus cabezas, y lo esc o lta ro n h a sta los tem plos y al
regreso de éstos h acia su casa. Al d ía siguiente, él p ro ­
nunció d iscu rso s an te el senado y a n te el pueblo, en u ­
m eran d o su s hechos de arm as y su lab o r de gobierno
desde un p rin cip io h a sta entonces. E stos d iscu rso s los
recopiló p o r escrito y los re p a rtió en fo rm a de folletos
en tre el pueblo -i?6. Anunció la paz y la concordia 327,
u n a vez fin alizad as las g u erras civiles, condonó los tri­
b u to s im pagados, las ren tas a los a rre n d a ta rio s p ú b li­
cos y a los que ten ían p ro p ied ad es públicas en alquiler
les p erd o n ó lo que todavía debían. De los honores v ota­
dos a él acep tó u na ovatio 328, que fu e ran fiestas cada
año los días en que h ab ía obtenido sus victorias 329 y
que le fu e ra erig id a en el foro u n a e sta tu a de oro con
el tra je que llevaba cuando e n tró en la ciudad, sobre
u n a co lu m n a ro d ead a de las ros tra s de los navios cap­
turados. Y se colocó la e sta tu a con la siguiente leyenda:
«La paz, larg am en te tu rb a d a , la restab leció en tie rra y
m ar.»
325 Una relación de los m ism os se e n c u e n tra en D ió n C a s., XLIX
15, 1.
326 P a ra G r e n a d e , Essai sur les origines du Principat, París, 1961,
pág. 84, en e s ta idea de p u b lic a r sus dos discursos e stá en germ en
aquella o tra de las Res Gestae.
327 P ara G r e n a d e , ibid., págs. 79-80: p a x et securitas. M endelssohn
pro p o n e la corrección euthénian (prosperidad, abundancia), apoyada
p o r W e i n s t o c k , «Pax a n d the Ara Pacis», lour. of. R om . St. 50 (1960),
44-58, esp. 4 7 y n. 32.
328 C elebrada el 13 de noviem bre del 36 a. C.
329 En especial, el 3 de sep tiem b re del 3 6 a. C., fecha de su victo­
ria en Sicilia: esta fiesta se ría su p rim id a con po sterio rid ad , ju n to con
la de Accio, p o r C alígula (cf. S u e t ., Calig. 2 3 , 1).
348 HISTORIA ROMANA

131 C uando el pueblo tra tó de tra n s fe rir de Lépido a


O ctavio el cargo de P ontífice M áximo, que e sta b a fijado
p o r ley com o vitalicio, no lo aceptó, y cuando le in sta­
ron a que d iera m u erte a Lépido, com o enem igo, no lo
consintió 33°. E nvió c a rta s selladas a todos los cam pa­
m en to s con la observación de que se a b rie ra n todas en
un día señ alad o y se e je c u ta ra n las órdenes que en ellas
se daban. E stas eran relativas a los esclavos que, en
el tra n s c u rs o de las lu ch as civiles, se h a b ía n escapado
y se h ab ían enrolado en el ejército, p a ra quienes Pom-
peyo h a b ía solicitado la lib ertad , y el senado y los tra ta ­
dos la h ab ían otorgado. Ellos fu e ro n a p resad o s en u n
solo día. U na vez conducidos a R om a, O ctavio los devol­
vió a sus dueños ro m anos o italian o s o a sus herederos
y tam bién devolvió a los de dueños sicilianos 331. A to­
dos los que no los reclam ó nadie, los aju stició en las
m ism as ciu d ad es desde las que huyeron.
132 E sto p arecía, ciertam en te, que era el fin al de las
G u erras Civiles. O ctavio ten ía entonces veintiocho
años 332 de edad y las ciudades le u b icaro n en tre sus
dioses tu telare s. P or esta época, ta n to la m ism a Rom a
com o Italia estab an som etidas, d e m an era ab ierta, a las
depred acio n es de b an d a s de salteadores, y sus acciones
se asem ejab an m ás a un saqueo descarad o que a u n la­
tro cin io en cu b ierto . F ue elegido p o r O ctavio p a ra p o n er
fin a tales atro p ello s Sabino, q u ien ejecutó a gran nú­
m ero de bandidos ap resad o s y, al cabo de u n año, re-
condujo to d o a u n a paz en seguridad. Y se dice que des­
de aquel tiem po a rra n c a la co stu m b re y el sistem a de

330 O ctavio accedió a e ste p u e sto sólo después de la m u erte de


Lépido el 6 de m arzo del 12 a. C. (cf. R es Gestae 10, 2).
331 E sta m edida, de g ran alcance político y favorecedora de los
in te reses de los g ran d es te rra te n ie n te s en Italia y Sicilia, violaba los
a cu erd o s del M iseno (cf. caps. 72 y 74).
332 H abía nacido, com o se re co rd a rá, el 23 de sep tiem b re del 63
a. C.
GUERRAS CIVILES V 349

las co h o rtes de vigilancia n o ctu rn a , to d av ía en vigor.


Octavio, que fue objeto de ad m iració n p o r h a b e r puesto
rem edio con u n a rap id ez tan in esp erad a, p erm itió que
los m agistrados anuales gestionaran m uchos asuntos pú­
blicos según las leyes del país. Q uem ó cu an to s escritos
conten ían evidencias de la lu ch a civil y dijo que devol­
vería ín teg ram en te el gobierno cu an d o A ntonio regresa­
ra de la g u e rra co n tra los p arto s, pues estab a convenci­
do de que aquél tam b ién q u ería d ejar el poder, una vez
que h ab ían finalizado las luchas civiles. P or estas razo­
nes, lo eligieron p or aclam ación trib u n o de por vida m,
instándole p o r m edio de esta m a g istra tu ra vitalicia a
deponer la an terio r. É l la aceptó, pero escribió, en se­
creto, a A ntonio en relación con el gobierno. Antonio
dio in stru ccio n es a Bíbulo, que p a rtía de su lado en to n ­
ces, p a ra que se e n tre v ista ra con Octavio; envió gober­
nad o res a sus provincias, al igual que lo h ab ía hecho
Octavio, y pensó ten erlo s a su lado en su cam paña con­
tr a los ilirios.
Pompeyo, en su h u id a d esd e Sicilia al lado de Anto­ 133
nio, se detuvo en el cabo Lacinio 334 y expolió el tem ­
plo de Juno, que e ra rico en ofrendas. D espués de a r ri­
b a r a M itilene 33S, pasó un cierto tiem po allí, en donde
su p ad re, cuando todavía era él u n niño, le había depo­
sitado con su m ad re 336, m ien tras co m b atía c o n tra Ga­
yo César, y u n a vez que fue d e rro ta d o lo recogió o tra
vez. Como Antonio co m b atía en M edia c o n tra m edos y
333 En relación con todas estas m edidas y, sobre todo, con el p ro ­
blem a de la asunción p o r O ctavio de la tribunicia potestas, según Apia­
no en el 36 a. C. (sin em bargo, Dión Cas., LUI 52, 5 ss., la ubica en
el 23 a. C.), cf. Gabba, Appíani..., V, com . ad loe.
334 En la costa o rie n ta l del B rutio, al S u r y no lejos de Crotona.
Más porm enores sobre la huida de Pom peyo, en D ió n Cas., XLIX 17, 1-4.
335 Antes de Fársalo, según H a d a s , Sextus..., págs. 22 y sigs., y
M il t n e r , art. cit., col. 2.215.
336 Se tr a ta de su m a d ra stra C ornelia, la ú ltim a esposa de Pom ­
peyo el G rande.
350 HISTORIA ROMANA

parto s, Pom peyo tom ó la decisión de co n fiarse a él a


su regreso. Al e n te ra rse de la d e rro ta de A ntonio y de
que las n o ticias co n firm aban lo o cu rrid o , reco b ró nue­
v am ente la esperanza de su ced er a Antonio, si es que
h ab ía m u erto , o c o m p a rtir su p o d e r cuando regresara.
Y ten ía siem pre p re sen te en su in te rio r el caso de La-
bieno, quien no hacía m ucho tiem p o que h a b ía hecho
incursiones p o r la provincia de Asia 337. M ientras se h a­
llab a sum ido en estos pensam ientos, se le anunció el
reg reso de Antonio a A lejandría. T ra ta n d o a ú n de p ro ­
c u ra rse u n a doble vía envió em b ajad o res a n te él, po­
niéndose a su disposición y ofreciéndose com o amigo
y aliado, p ero in ten tando, en realidad, investigar la si­
tu ació n de Antonio. Despachó, adem ás, otros em isarios
a T racia y al Ponto, en secreto, a los p rín cip e s de am ­
bas regiones con la intención de, si no lo g rab a o b ten er
lo que d eseab a de Antonio, e sc a p a r a través del Ponto
h a sta Arm enia. T am bién envió em isario s a los p arto s
esp eran d o que, en lo que re sta b a de g u e rra c o n tra An­
tonio, lo ac ep taría n de corazón com o general, porque
era ro m an o y, sobre todo, el hijo de Pom peyo el G ran­
de. R eparó las naves y ejercitó a las tro p a s que h ab ía
tra íd o en ellas, so p retexto, p o r un lado, d e te n e r m iedo
de O ctavio y, p o r otro, de p re p a ra rla s p a ra Antonio.
Tan p ro n to com o A ntonio supo de la llegada de
P o m p e y o H8, designó general c o n tra él a T itio m , y le
ordenó que to m ara naves y tro p a s de S iria y lo com ba­
tie ra con energía, si venía con ánim o h ostil, pero que
lo tra ta ra con h o n o r si se ponía á sí m ism o en sus m a­

337 Cf. cap. 65 de este libro.


338 Invierno del 36-35 a. C,
339 M. T itio (cf. H a n s l ik , en RE, s.v. Titius, núm . 18) e ra sobrino
de L. M unacio Planeo. Su padre, Lucio, h a b ía sido p ro sc rito y huyó
ju n to a Sexto Pom peyo a Sicilia. Él, com o su tío, e ra seg u id o r de Anto­
nio y había p a rticip a d o en la g u e rra p á rtic a com o c u e s to r (cf. B r o u g h ­
t o n , II, pág. 401).
GUERRAS CIVILES V 351

nos. C oncedió au d ien cia a los em b ajad o res de Pompe-


yo, que ya h ab ían llegado, y éstos dijeron lo siguiente:
«Nos h a enviado Pom peyo no p o rq u e no pueda, sí tuvie­
ra decidido p ro seg u ir la guerra, n av eg ar h a sta España,
país que le es am igo desde la época de su p ad re y que
abrazó su cau sa cuando e ra joven y tam b ién ah o ra le
invita a esta em presa, sino p o rq u e ha preferid o vivir
en paz a tu lado y com batir, si fu e ra necesario, a tus
órdenes. Y esta o ferta no te la hace ah o ra p o r prim era
vez, sino cu an d o era todavía dueño de S icilia y estaba
devastando Italia, cuando salvó a tu m ad re y te la envió
de vuelta. Y si tú la h u b iera s aceptado, Pom peyo no h a­
b ría sido expulsado de Sicilia —pues no le h ab ría s p ro ­
porcionado a Octavio naves c o n tra él—, ni tú habrías
sido d e rro ta d o en tre los p arto s p o r no h a b e rte enviado
Octavio el ejército q u e pactó contigo que te enviaría;
y h u b ieras sido dueño ya, adem ás de lo que posees, tam ­
bién de Italia. M as, ya que no ac ep taste su ofrecim iento
entonces cuando h u b iera sido p a ra ti de la m áxim a opor­
tunidad, co n sid era tam b ién ah o ra que no debes dejarte
a tra p a r en re ite ra d a s ocasiones p o r las p alab ras de Oc­
tavio y p o r la relación fa m iliar ex isten te e n tre él y tú,
pues debes re co rd a r que, au n q u e está vinculado a Pom ­
peyo p o r vía del m atrim onio, le hizo la g u erra sin p re­
texto alguno, y, desp u és de los acuerdos, a Lèpido, que
p a rtic ip a b a en el gobierno, le a rre b a tó su p a rte y de
n ing u n a de ellas te dio p artic ip a ció n a ti.
T ú eres ah o ra el único o b stácu lo que queda e n tre él
y la m o n arq u ía que ta n to codicia, y ya h u b iera estado
en lucha a b ie rta contigo si no m ed iara aún Pompeyo,
H u b iera sido lógico q ue tú h u b ie ra s previsto estas co­
sas p o r ti m ism o, p ero Pompeyo, con b u en a intención,
te las pone an te los ojos, pues p re fiere un hom bre sen­
cillo y m agnánim o a o tro falso, tram p o so y m arrullero.
Y no te rep ro ch a la en tre g a de las naves que diste a
352 HISTORIA ROMANA

O ctavio p a ra com batirle, obligado p o r la necesidad, pi­


diéndole a cam bio re cib ir un ejército p a ra la g u erra con­
tra los p arto s, pero te re cu erd a q u e el ejército no te
h a sido enviado. Por decirlo en u n a p a la b ra , Pompeyo
se pone en tu s m anos, ju n to con las naves q u e aún con­
serva y el ejército m ás fiel, que no le h a abandonado
ni siq u iera en su huida. Si se m an tien e la paz, o bten­
d rá s u n a gloria p o r h a b e r salvado al hijo de Pompeyo
el G rande y, en caso de guerra, u n re fu erzo suficiente
con vista a la co n tien da que p arece que e stá ya a las
p u e rta s .»
Tales fu ero n las p alab ras de los em bajadores, y
A ntonio les reveló a ellos las órdenes que h ab ía dado
a Titio; y les dijo que, si en re alid ad Pom peyo pensaba
de esta form a, v en d ría en p e rso n a escoltado p o r Titio.
M ien tras o cu rrían estos sucesos, los m en sajero s envia­
dos p o r Pom peyo a los p arto s fu e ro n ca p tu rad o s por
los g enerales de Antonio y llevados a A lejandría. Y des­
pués que A ntonio supo cada uno de los detalles, llam ó
a los em b ajad o res de Pom peyo y les m o stró a los ca u ti­
vos. Incluso en u n a te situ ra tal, ellos tra ta ro n de ex­
c u lp ar a Pom peyo com o hom bre joven, en u n a situación
desesp erad a, bajo el tem o r de que A ntonio no lo aco­
giera com o am igo y obligado, incluso, a ta n te a r a los
enem igos acérrim o s de siem p re p a ra los rom anos. Y di­
jero n que el p ropio Pom peyo lo h a ría p a te n te cuando
su p iera el p a re c e r de A ntonio y no tu v iera necesidad
de solicitud n i de añagazas. Antonio confió en éstos, pues
e ra tam b ién en los dem ás aspectos, en todo m om ento,
u n h om bre sencillo, m agnánim o y sin m alicia 34°.

340 U na vez m ás vem os la valo ració n p ositiva del c a rá c te r de An­


tonio en la tra d ic ió n d e Apiano. De o tro lado, en el d isc u rso de los
pom peyanos se pueden ver los arg u m e n to s de la polém ica antoniana
so b re los q u e se cifra b an las esp e ra n z as d e una reconciliación e n tre
Pom peyo y Antonio en su h u id a h acia O riente.
GUERRAS CIVILES V 353

E n treta n to , F u rn io 341, el p re fec to de A ntonio en la 137


p rovincia de Asia, recibió a Pom peyo, que llegó pacífi­
cam ente, y adem ás p o rq u e no ten ía fuerzas suficientes
p a ra im ped írselo n i conocía en ab so lu to la decisión de
Antonio. Mas, cuando vio que su ejército se estab a en ­
tren an d o , re clu tó alg u n as tro p as e n tre los estados v asa­
llos y llam ó en su auxilio a to d a p risa, a Ahenobar-
bo 342, q u e m an d ab a u n ejército en las cercanías, y a
A m intas 343 desde o tro lugar. Ellos acudieron con p ro n ­
titu d , y Pom peyo se quejó de que lo tu v iera n p o r un
enem igo a él que h a b ía enviado em b ajad o res a Antonio
y a g u a rd a b a la re sp u e sta de éste. M ientras decía estas
cosas, sin em bargo, p lan eab a a p o d e ra rse de Ahenobar-
bo gracias a la traició n de C urio, u n o de sus oficiales,
en ia confianza de te n e r en A henobarbo u n a baza im ­
p o rta n te con vistas a u n posible canje p o r él m ismo.
Pero, d esc u b ie rta la traición, C urio fue convicto ante
los ro m an o s que estab a n p re sen tes y m urió ajusticiado;
a su vez, Pom peyo dio m u erte a su lib erto Teodoro, que
e ra el que ú n icam en te se h allab a al c o rrien te del plan,
p o r p en sa r que lo h a b ía revelado. Como no esp erab a
ya p o d er o c u lta r sus planes p o r m ás tiem po a Furnio,
se ap o d eró a tra ic ió n de la ciu d ad de Lám psaco 344, la
cual ten ía m uchos italian o s a consecuencia de la coloni­
zación de Gayo C ésar, a los cuales enroló a su servicio
com o soldados, de inm ediato, a cam bio de fu ertes su ­
m as de dinero. C uando tuvo ya doscientos jin etes y tres
legiones de in fan tería, atac ó Cícico 345 p o r tie rra y por
m ar. Sus h ab itan tes repelieron su ataque por am bas par-

341 S obre él, cf. n. 119 a e ste libro. Año 35 a. C.


342 Cf. cap. 63 y n. 118 a e ste libro.
343 Cf. cap. 75 de este libro. E ra entonces rey de los g álatas de
Asia.
344 C iudad sobre el H elesponto (hoy, E strecho de los Dardanelos).
345 P u e rto p rin cip al de la provincia de Asia so b re la Propóntide
(hoy, m a r d e M árm ara), en la base de la pen ín su la de A rctonesos.
354 HISTORIA ROMANA

tes, pues h ab ía en e sta ciudad u n ejército de Antonio,


no m uy n u trid o , com o g u ard iá n de los gladiadores que
éste in s tru ía allí. Así pues, Pom peyo se re tiró al p u erto
de los Aqueos 546 y reunió provisiones.
138 F u rn io no fue el p rim ero en co m b atir, sino que
acam p ab a en todo m om ento ju n to a él con m uchos jine­
tes y no le p erm itía fo rra je a r ni a tra e rs e a las ciudades.
Como Pom peyo no poseía caballería, atacó el cam pa­
m ento de F u rn io p o r el fren te y envió dando u n rodeo
tro p a s en secreto, p o r la re ta g u a rd ia . P or e sta razón,
F u rn io hizo fren te a Pom peyo, p ero fue expulsado de
su cam p am en to p o r los que a ta c a ro n p o r la re ta g u a r­
dia. E n su h u id a a través de la lla n u ra del E scam andro,
Pom peyo los persiguió y dio m u e rte a m uchos, pues la
llan u ra estab a en ch arcad a a consecuencia de las lluvias.
Y los que se salvaron en esta ocasión se re tira ro n , pues
no estab a n en condiciones de co m b atir. M ientras espe­
ra b an u n a ayuda de M isia, la P ropóntide y de alguna
o tra parte, aquellos que h ab ían q u ed ad o em pobrecidos
p o r los co n tin u o s trib u to s se alistab an , con gusto, com o
m ercen ario s bajo Pompeyo, so b re todo a ra íz de la fa­
m a o b ten id a con su victoria en el p u e rto de los Aqueos.
Pom peyo fa lto de ca b allería y p o r esta razón incapaci­
tado p ara el aprovisionam iento, se enteró de que un cuer­
po de ca b allería itálico iba a re u n irse con Antonio, en­
viado p o r Octavia que estaba pasan d o el invierno en Ate­
nas 3I>7. Así que envió de in m ed iato a algunos hom bres
con oro p a ra so b o rn a r a estas tro p as.
Sin em bargo, el p refecto de A ntonio en M acedonia,
c a p tu ró a estos ho m b res y d istrib u y ó el o ro e n tre los

346 E n la T róade, sobre el H elesponto, e n tre D árdano y la desem ­


b o c ad u ra del río E scam andro (cf. P u n i ó , V 124; E s t r a b ., X III 1, 3 1 ;
H ir s c h f e l d , en RE, s.v. A khaión lim en, núm . 1. Se llam aba así por
c ree rse que en ese lu g ar estuvo el cam p am en to de los aqueos en la
g u e rra de Troya).
347 Cf. cap. 95 de este libro.
GUERRAS CIVILES V 355

jinetes. A p esa r de ello, Pom peyo se apoderó de N icea 139


y N icom edia 34a, obtuvo gran ca n tid a d de dinero y su
fu erza au m en tó en todos los aspectos de form a n o ta­
ble y ráp ida, y c o n tra lo esp erad o . P ero a Furnio, que
e stab a acam p ad o no lejos de él, le llegaron en p rim e r
lu g ar desde Sicilia, al com ienzo de la prim avera, seten­
ta naves supervivientes de aquellas que Antonio había
p re sta d o a O ctavio p a ra lu ch ar c o n tra Pompeyo, pues
después del conflicto de Sicilia, O ctavio se las devol­
vió 349. Y tam b ién vino, desde S iria, Titio, con o tras
ciento veinte naves y u n gran ejército, y todos a rrib a ­
ro n a Proconeso. Por consiguiente, Pom peyo tuvo m ie­
do y quem ó sus naves y arm ó a los rem eros com o solda­
dos de infantería, creyendo que sería m ás ventajoso com ­
b a tir con to d as las tro p a s re u n id a s en tie rra . Casio de
P arm a 350, N asidio 3SI, S atu rn in o 352, T erm o 353 y Antis-
tio 354, y cu an to s m iem bros de la nobleza estab a n p re ­
sentes to davía con Pom peyo com o am igos, y el m ás no­
tab le de e n tre ellos, F annio 355, y el suegro de Pom pe­
yo, L ib o 3S6, tan p ro n to com o vieron que él, ni aunque
estab a p re sen te Titio a quien A ntonio h ab ía confiado
toda la em presa, se ab stenía de co m b atir c o n tra alguien
su p erio r a él, p erd ie ro n sus esp eran zas en Pom peyo y,
tra s p ro c u ra rse g aran tías p ersonales, d ese rtaro n a
Antonio.
Pompeyo, ah o ra ya sin am igos, se re tiró hacia e l 140
in te rio r de B itinia, se dice q u e ap resu rán d o se en direc-
346 L as dos ciu d ad es prin cip ales de B itinia,
349 Cf. cap. 129 de e ste libro.
350 Cf. n. 3 a este libro.
351 M ü n z e r , en RE, s.v. Nasidius, núm . 4, y B r o u g h t o n , II, 394.
352 Cf. n. 161 de este libro.
353 Q. M inucio T erm o (cf. M ü n z e r , en RE, s.v Minucius, núm . 67,
y B r o u g h t o n , II, pág. 592).
354 G . A ntistio R egino (cf. supra, IV 40; B r o u g h t o n , II, pág. 238).
355 Cf. cap. 84 del libro IV y n.83 bis.
356 Cf. n. 86 al libro III y n. 160 a e ste libro.
356 HISTORIA ROMANA

ción a A rm enia. C uando una noche se re tira b a en secre­


to, lo p ersig u iero n F urnio y Titio, a los q u e se sum ó
Am intas. D espués de u n a p ersecución im placable lo al­
canzaron al a ta rd e c e r y acam p aro n cad a u n o por sepa­
ra d o al pie de u n a c ie rta colina, sin foso ni em palizada,
a causa de lo avanzado de la h o ra y del cansancio. Mien­
tra s se h allab an en tal estado, Pom peyo les atacó por
la noche con tres mil soldados de tro p a ligera, y dio
m u erte a m uchos todavía en el lecho y saltan d o de él.
El resto, incluso to talm e n te desnudos, em prendió una
hu ida vergonzosa. Y p arece que, si Pompeyo h u b iera ata­
cado en esta ocasión con todo el ejército d u ra n te la no­
che o h u b ie ra p erseguido h a sta d a r caza a los fugados,
tal vez h u b ie ra conseguido u n a v icto ria definitiva sobre
ellos. P ero la re alid ad es que, p o r alg u n a ofuscación di­
vina, pasó p o r alto estas altern ativ a s, y no obtuvo m a­
yo r provecho de ta l acción que p e n e tra r nuevam ente ha­
cia el in te rio r del te rrito rio . Y sus enem igos se unieron,
y lo seguían y le im pedían aprovisionarse. F inalm ente,
cuando c o rría peligro p o r cau sa de la fa lta de alim en­
tos, se decidió a co n feren ciar con Furnio, que h ab ía
sido am igo de Pom peyo el G rande y av en tajab a a los
dem ás p o r su dignidad y p o r la m ayor seried ad de su
carácter.
141 Así pues, dejando en m edio u n río, dijo que h ab ía
enviado u n a em b ajad a a A ntonio y añadió que, estando
falto de alim entos en el intervalo y desatendido p o r ellos,
h ab ía hecho tales cosas. «Y si vosotros m e com batís por
decisión de Antonio, éste h a to m ad o u n a m ala resolu­
ción p a ra él, al no p re v er la g u e rra inm inente; pero
si os hab éis an ticip ad o a la decisión de Antonio, apelo
a v u estro testim o n io y os ruego que ag u ard éis a la em ­
b ajad a que he enviado ante él o q u e m e cojáis y llevéis
ya a su p resencia. P ero yo m e re n d iré sólo a ti, Furnio,
pidiéndote com o única g aran tía que m e conduzcas a sal­
vo an te Antonio.» Así hab ló Pom peyo, p o rq u e confiaba
GUERRAS CIVILES V 357

en A ntonio com o ho m b re de b u en n a tu ra l y sólo tem ía


lo que p u d iera o c u rrirle en el intervalo. P ero F urnio le
respondió lo siguiente: «H ubiera sido p ro p io de ti, si
q u erías re n d irte a Antonio, h a b e rlo hecho al comienzo
o h a b e r p erm anecido tran q u ilo en M itilene a la esp era
de su resp u esta, y, de otro lado, si q u erías la guerra,
h a c e r todo lo que has hecho. ¿Qué necesidad, pues, hay
de d ecir estas cosas a quien ya las conoce? P ero si re al­
m ente estás arrep en tid o , no nos indispongas a nosotros
los g enerales los unos con los o tro s y rín d ete a Titio,
pues a él le h a encarg ado A ntonio todo lo relativo a tu
persona. La g arantía que m e pides, puedes pedírsela tam ­
bién a Titio. A ntonio le ha ord en ad o que te m ate si le
haces la g u erra, p ero que si te pones en sus m anos te
escolte an te él de m an era honrosa» 557.
Pom peyo e sta b a irrita d o p o r la in g ra titu d de Titio,
que h ab ía acep tad o e m p re n d er e s ta g u e rra co n tra él,
pues u n a vez que lo tuvo c a p tu ra d o com o prisionero
le h ab ía salvado la vida. Además de su enojo, co n sid era­
b a u n a desh o n ra, siendo un Pom peyo, e s ta r bajo Titio,
hom b re en ab soluto de noble abolengo, y sospechaba
de él com o p erso n a indigna de confianza, ya fuera por­
que lo ded u cía de su c a rá c te r o p o rq u e e ra consciente
de alg u n a an tig u a ofensa co m etid a c o n tra él antes del
m encionado favor. N uevam ente, pues, le propuso la ren­
dición a F u rn io y le p idió que la aceptara. Como no le
convenció, le dijo que tam bién se re n d iría a Amintas,
p ero F u rn io afirm ó q ue éste no lo aceptaría, pues ello
im plicaba u n u ltraje a la p erso n a que había sido e n c ar­
gada de todo p o r Antonio, y así term in ó la conversa­
ción. La opinión que re in a b a e n tre la gente de F urnio
era la de que Pom peyo, a cau sa de la escasez de vitua-

357 Es de re sa lta r la excelente inform ación de la tradición apia-


nea so b re la etap a asiática de Sexto Pom peyo y sus últim o s m om entos,
igual que el caso de Perugia.
358 HISTORIA ROMANA

lias, se re n d iría al día siguiente a Titio. P ero Pompeyo,


p o r la noche, dejó a rd e r los fuegos h a b itu a le s y que los
tro m p etero s in d icaran las señales u su ales a intervalos,
com o era la costum bre, y salió en secreto del cam pa­
m ento con un puñado de tro p a s escogidas a las que ni
siq u iera se les h ab ía dicho p rev iam en te a dónde iban
a ir. Él p lan eab a llegar h a sta el m a r y q u em ar la flota
de Titio, y tal vez lo h u b ie ra conseguido, si E scauro 358
no h u b iera d esertad o y h u b iera revelado la salida y la
r u ta que h ab ía tom ado, si bien no conocía el plan. En­
tonces, A m intas salió en su persecución con m il quinien­
tos jinetes, en tan to que Pom peyo carecía de caballería.
Los soldados de este ú ltim o se p a sa ro n a Am intas, cuan­
do estuvo cerca, algunos de fo rm a so te rra d a y otros a
las claras. P o r consiguiente, Pom peyo, q u e estab a solo
y tem ía ya incluso p o r los suyos, se en treg ó sin condi­
ciones a A m intas 359, a p e sa r de q u e h abía juzgado in­
digno re n d irse a Titio bajo condiciones.
143 De este m odo fue c a p tu rad o Sexto Pompeyo, el único
hijo que q u ed ab a de Pom peyo el G rande. Fue privado
de su p ad re en su infancia, y de su h erm an o cuando
e ra un jovenzuelo; tra s la m u e rte de éstos se m antuvo
oculto p o r m ucho tiem po y p ra cticó en se c re to el b an d i­
daje en E spaña, h a sta que m uchos se congregaron a su
alred ed o r, pu es e ra reconocido com o el hijo de Pom pe­
yo. E ntonces se en tregó al pillaje de m an era m ás clara.
D espués de la m u erte de Gayo C ésar, com batió con ener­
gía, reu n ió u n g ran ejército, naves y dinero, se apoderó
de islas y llegó a se r dueño del m a r occidental, hizo
que Italia p ad eciera h am b re y obligó a los enem igos a
p a c ta r bajo las condiciones q u e quiso. Y lo m ás im por-

350 M. E m ilio E scauro, hijo del p re to r hom ónim o del 56 a. C. y


de M ucia, te rc e ra m u je r de Pom peyo el G ran d e (cf. n. 206 a este libro).
E ra, p o r ta n to , h erm ano u te rin o de Sexto Pompeyo.
359 Según Dión C a s ., XLIX 18, 4, la rendición tuvo lu g ar en la lo­
calidad frigia de Mideo.
GUERRAS CIVILES V 359

tante, al co n v ertirse d u ra n te las p ro scripciones en de­


fensor de la ciudad, que su frió toda su erte de ruina,
salvó a m uchos h o m b res de la nobleza, los cuales esta ­
ban entonces en ella g racias a él. Sin em bargo, p o r una
ofuscación de origen divino no atacó jam ás él a sus ene­
migos, a p esa r de que el destino le dep aró m uchas opor­
tu n id ad es de hacerlo, sino que se defendió tan sólo.
Después de u na tra y e c to ria tal, Pom peyo fue cogido
prisio n ero , y Titio tra n sfirió su ejército a Antonio y al
propio Pom peyo le dio m u erte en M ileto, cuando conta­
b a c u a re n ta años de edad 36°, ya fu e ra por p ro p ia ini­
ciativa, p orq u e estu v iera irrita d o a cau sa d e algún ul­
tra je an terio r, y se m o stró así d esagradecido p a ra con
el beneficio u lterio r, o bien p o rq u e se lo o rd e n a ra Anto­
nio. Algunos dicen que fue Planeo, y no Antonio, quien
dio la orden. P recisan que, m ie n tra s Planeo m andaba
en S iria, h ab ía sido encargado p o r Antonio, p o r m edio
de cartas, de sig n ar con su nom bre los asuntos urg en ­
tes y u s a r su sello. Algunos piensan tam b ién que Planeo
firm ó la sen tencia de m u erte con el conocim iento de
Antonio, quien, en cam bio, tuvo rep aro de firm a rla a
ca u sa del n om bre de Pompeyo, y por C leopatra, que era
favorable a Pom peyo a ca u sa de su padre, Pom peyo el
G rande. O tros opinan, sin em bargo, que lo hizo el m is­
m o Planeo p o r p ro p ia iniciativa, pues sabía todas esas
cosas y tom ó precau cio n es p a ra que Pom peyo y C leopa­
tra co operando con él no p e rtu rb a ra n el respeto favora­
ble ex isten te e n tre A ntonio y O c ta v io 361.

360 Ello situ a ría la fecha de su nacim ien to en el 75 a C ., ya que


nos en co n tram o s en el 35 a. C. Sin em bargo, e sta fecha es rechazada
p o r G a b b a (Appiani..., V, com. ad loe.), q u e piensa, siguiendo a Hitza
y M iltner, q u e tal vez haya que situ a rla en e! 66 o 68 a. C.
361 Es evidente que la trad ició n de A piano inten ta m o stra r como
culpable a Planeo. En D ió n C a s ., XLIX 18, 4-5, se dice que Antonio
envió dos c a rta s a Titio, u n a con la o rd e n de e je cu ta rlo y o tra p o ste ­
rio r con el perdón, pero que éstas llegaron en o rd e n inverso y T itio
360 HISTORIA ROMANA

145 Sea como fuere, Pompeyo murió, y Antonio, nueva­


mente, hizo una expedición contra Armenia, y Octavio
contra los ilirios, que pirateaban Italia, algunos de los
cuales jamás habían estado som etidos a los romanos y
otros se habían sublevado en la época de las Guerras
Civiles. Puesto que yo no he llegado a conocer estos acon­
tecim ientos de Iliria con exactitud, ni ellos abarcan en
conjunto materia suficiente para un volumen específi­
co 362, ni pueden ser relatados en algún otro lugar, me
pareció oportuno referirlos anteriormente, a partir del
momento en que fueron anexionados a Roma, aglutinan­
do los sucesos de su historia hasta el final, y añadirlos
a la historia de Macedonia que marcha a 'su compás.

enten d ió la orden de ejecución com o m odificación dé la que concedía


el perdón, y lo ejecutó. En cu alq u ier caso, la m u erte de Pom peyo fue
objeto de u n a polém ica surgida en tre O ctavio y Antonio (cf. Díón C a s .,
L 1, 4, y V el„ II 87, 2 y 79, 5).
362 Se tra ta de su libro Sobre ¡liria, especie de apéndice al libro
Sobre Macedonia.
ÍNDICE DE NOMBRES

Abala (puerto de Sicilia), V 112. A lejandro (Magno, rey de Macedo­


Abido (ciudad de la Tróade), IV 82, nia), IV 80.
87. A lejandro (p rítan o de los rodios),
Acaya (región de Grecia), IV 122. IV 66, 71.
Accio (prom ontorio de A carnania y Alieno (oficial de Dolabella), I I I 78;
batalla), IV 38, 42, 49-51. IV 59, 61, 63.
Acilio (un proscrito), IV 39. Alpes (cordillera de Europa), U I 72,
A driático (mar), IH 9-10, 24, 27, 30, 83, 97; V 20, 51.
63-64, 96; IV 3, 58, 63, 65, 70, 94, Amatio (el Pseudo-Mario), I I I 2-3,6,
99, 115-116, 122-123, 127; V 2, 4, 36.
8, 26, 55, 61, 65, A m intas (padre de Filipo de M ace­
«Afortunado» (título de Sila), IV 10. donia), IV 102.
Africa, III 85, 91, 95; IV 2, 36, 52, A m intas (rey de Pisidia), V75, 137,
(Antigua y Nueva) 53; (Numídica) 140, 142.
53, 54, 56, 83, 85, 92, 100, 108, Ancona (ciudad de Umbría), V 23.
117; V 12, 26, 53, 65, 67, 75, 97-98, A ndriace (puerto de los m iresios),
104, 123, 129. IV 82.
Agripa (amigo íntim o de Octavio), A ndros (isla de las Cicladas), V 7.
IV 49; V 31-33, 35, 50, 57-58, Anfípolis (ciudad de Macedonia), IV
92, 96, 101-102, 105-110, 112, 104-105, 107.
115-118, 121-122. A nnalis (p re to r proscrito), IV 18.
Ahenobarbo (cf. Domicio, oficia! de Antio (ciudad del Lacio), V 24.
B ru to y Casio). Antio (un proscrito), IV 40.
Alba (colonia ro m an a e n tre los Antíoco «Asiático» (hijo de Antio­
ecuos), III 45, 47; V 30. co Pío), V 10.
A lejandría (ciudad de Egipto), V 8, Antíoco el G rande, IV 67.
52, 76, 133, 136. Antíoco Pío (rey de Siria), V 10.
362 GUERRAS CIVILES

A ntistio (nobie rom ano), V 139. A riárates (rey de Capadocia), V 7.


Antonio, Gayo (herm ano del T riun­ A rím ino (Rímini, ciudad de Italia),
viro), III 14, 23, 25, 79. III 44, 46; IV 3; V 33.
Antonio, Lucio (herm ano del triu n ­ A riobarzanes (rey de Capadocia),
viro), V 14, 19-38,40-42,45-50, 54, IV 63.
60-62. A rm enia (país), V 133, 140, 145.
Antonio, M arco (el triunviro), III A rquegeta (estatu a de Apolo), V
2-8, 12-15, 17-18, 21-33, 39-44, 109.
46-67, 69-76, 79-87, 89, 95-98; IV A rquelao (rodio tu to r de Casio), IV
1, 3, 7-9, 17-20, 23, 29, 32, 37, 40, 67, 70.
42, 45-47, 49, 51, 57-58, 63, 74-75, A rretio (ciudad de E tru ria), III 42.
82, 86-87, 94, 106-112, ¡19, 121, A rriano (un p roscrito), IV 41.
122, 126-127, 129-130, 133, A rru n tio (un proscrito), IV 21.
135-138; V I , 3-4, 7-11,14,19-24, Arsínoe (herm ana de Cleopatra), V
26, 28, 29, 31-33, 39-40, 50-69, 9.
71-75, 77-80, 92-96, 98, 113, 122, A rtem isio (villorrio de Sicilia), V
127-129, 132-134, 136-139, 141, 116,
144-145. A runtio (un p roscrito), IV 46.
Apio (oficial de m arin a de Octavio), Asia (país), III 6, 78; IV 1, 5, 58,
V 98. 74-75, 87, 106, 108, 120, 134; V
Apio (un proscrito), IV 44. 1-2, 55, 65; (provincia de - ), I I I 24,
Apio (otro proscrito), IV 51. 26; V 52, 133, 137; (gálatas de - ),
Apolo (dios), V 109. IV 88; ( - en to rn o a Pérgam o), V
Apolófanes (prefecto de la Flota de 4.
Sexto Pompeyo), V 84, 105-106. Asila (m inas de oro en Tracia), IV
106.
Apolonia (ciudad de Iliria), III 9.
Asinio (cf. Polión, Asinio).
Aponio (un proscrito), IV 26.
A sprena (tribuno), III 7.
Apuleyo (M., p ro p reto r de Asia), III
63; IV 46, 75. Átalo (Filom étor, rey de Pérgamo),
V 4.
Apuleyo(Q., tribuno), I I I 93: IV 40.
A tenas (ciudad de Grecia), V i l ,
A pulia (región de Italia), IV 100.
52-53, 75-76, 78, 93, 138.
Aqueos (puerto de los -), V 137-138.
A terio (un p roscrito), IV 29.
Aquileia (ciudad de la Galia), I I I 97.
Ateyo (lugarteniente de Antonio), V
A quiles (héroe griego), III 13.
33, 50.
Aquilio Craso, Manió (general p ro s­
Atilio (un p roscrito), IV 30.
crito), III 93.
A ugusto (cf. O ctavio César).
Aquitania (región de la Galia), V 92. Ausonia (territorio), V 57, 59.
A rabia (país), V 9.
A rabio (hijo de M asinisa), IV 54-56, B alaro (puerto del E strecho de Me-
83. sina), IV 85.
ìn d ic e d e n o m b r e s 363

B albino (un proscrito), IV SO. B ruto, M arco Cepión (conspirador


Balbo (G. Octavio, u n proscrito), IV c o n tra César), III 2-3, 6-8, 12,
21. 23-24, 26, 35,36, 54, 63-64,78-79,
B a rb atio (M. Filipo, c u esto r de An­ 85, 89, 96-97; IV 1, 3, 5, 20, 27,
tonio), V 31. 36-38, 46, 49, 51, 57-58, 61, 63, 65,
B arbula (rom ano adinerado), IV 49. 69-70, 75-82, 86-89, 98, 101-114,
Basilo, M inucio (conspirador con­ 117, 119, 121, 123, 125, 127-136,
tra César), III 98. 138; V 1-4, 6, 39, 43, 62, 67, 75,
Baso, Cecilio (oficial d e César), III 113.
77-78; IV 58-59.
Bayas (ciudad de la Campania), V C aieta (ciudad del Lacio), IV 19.
69. C alatia (colonia de César), III 40.
Benevento (ciudad del Samnio), IV Caleño (anfitrión de Varrón), IV 47.
3. Caleño, Fufio (lugarteniente de An­
Beocia (región de Grecia), IV 75. tonio), V 3, 12, 24, 33, 51, 54,
Bibulo, L, C alpurnio (proscrito y 59-61.
oficial de B ru to y Antonio), IV Cales (ciudad de la Cam pania), IV
38, 104, 136; V 132. 47.
Bibulo, M arco (Apiano da errò n e a ­ C altias (liberto de Antonio), V 93.
m ente Lucio, colega de César), V Calvino (v. Dom icio Calvino).
10. Calvisio, Gayo (Sabino, prefecto de
B itinia (país), III 2, 6, 8, 77; IV 46, la flota de Octavio), V 80-81,
58; V 63, 140. 83-88, 96, 102.
B itínico (A. Pom peyo, gob ern ad o r C am eria (ciudad de Italia), V 50.
de Sicilia), IV 84; V 49, 70. Cannilo (jefe galo), III 98.
Bocco (reyezuelo m auritano), IV 54; C am pania (región de Italia), I I I 40;
V 26. V 92.
Bononia (ciudad de Italia), III 69, C annutio (T., u n tribuno), III 41; V
73. 49.
Brindisi (ciudad de Italia), III 10-11, C anusio (ciudad de la Apulia), V 57.
27, 37, 40, 43, 52, 67; IV 82, 86, Capadocia (país de Asia), IV 63; V 7.
116, C apito (un proscrito), IV 25.
133; V 12, 26-27, 29, 50, 52,
56-61, 66, 78-79. C apitolino (tem pio de Roma), V 24.
B rutio (región de Italia), V 19. Capitolio (edificio de Roma), I I I 15,
Bruto, D écimo B. Albino (intim o de 34, 39-40; IV 57.
César), III 2, 4, 6, 16, 27-30, 32, C apua (ciudad de Italia), III 40; IV
37-38,45, 49-50, 53, 55, 59-65,71, 3; V 24.
73-74,76, 80-81, 85-86, 90, 96-98; Cardia (ciudad del Q uersoneso Tra­
IV 1, 58. cio), IV 88.
364 GUERRAS CIVILES

C arisio (P., com andante de O cta­ 57-59, 61, 68, 70, 74-75, 83-84, 89,
vio), V i l i . 91, 94, 96-98, 124, 132-134; V 3-4,
Carríria (lugarteniente de César), IV 7-10, 23, 48, 55, 59, 71-72, 97, 133,
83-84; V 26, 112. 137, 143.
C arsuleyo (oficial de Antonio), III C estio(ei m acedonio, ciudadano de
66-67, 69. Perusia), V 49.
Casilino (ciudad de la Cam pania), C estio (un p roscrito), IV 26.
III 40. Cícico (ciudad de Asia), IV 75; V
Casio (Gayo Longino, c o nspirador 137.
c o n tra César), III 2-4, 6-8, 12, Cilicia (país de Asia), V 7-8, 75.
23-24, 26, 35-36, 63-64, 78, 85, 89, Cilón, (un proscrito), IV 27.
96; IV Î, 3, 5, 27, 36, 38, 52, 57-74, C ím ber Tilio (co n sp irad o r c o n tra
76, 81-82, 86-89, 98-99, 101-114, César), III 2, 6, 117.
121, 123-125, 130, 132-135, 138; Cinna (L., cónsul), IV 33.
V 1, 2, 4, 6-9, 39, 43, 67, 113. Círene (ciudad de África), I I I 8, 12,
Casio, Lucio (sobrino de Gayo Ca­ 16, 36; IV 57; V 2.
sio), IV 135. Ciro el G rande (em p erad o r persa),
Casio, Lucio (otro, en Siria), IV 63. IV 80.
Casio de P arm a (noble rom ano), V C irta (ciudad de África), IV 53, 55.
2, 139. C leopatra (reina de Egipto), I I I 78;
C astor y Pólux (templo de - ), I I I 41. IV 38, 59, 61, 63, 74, 82; V 1, 8 11,
Catón («el Joven», o ra d o r romano), 19, 59, 66, 76, 144.
IV 135-136. Clodio (amigo de Cicerón), IV 19.
Catón (hijo del anterior), IV 135. Clodio (cf. B itínico, Clodio).
C ecina (com pañero de Cocceyo), V Clodio (oficial de B ruto), V 2.
60. Cnido (ciudad de Asia), IV 71.
Cefalenia (isla griega), V 25. Cocceyo, L ucio (Nerva, am igo de
Cele-Siria (en la época im perial ro ­ A ntonio y Octavio), V 60-64.
m ana, la p a rte n o rte de Siria), V Coccino (prom ontorio), V 110.
7. C onsentía (ciudad del Brutio), V 56,
Ceos (isla griega), V 7. 58.
C erdeña (isla del M editerráneo), IV C opoñio (un proscrito), IV 40.
2, 117; V 24, 56, 66-67, 70, 72, 78, C órcega (isla del M editerráneo), V
80. 67, 72, 78, 80.
C erennio (un proscrito), IV 27. C orcira (isla del Epiro), V 55.
César, Gayo Julio (político ro m a­ C ornificio (general al m ando de la
no), III 1-30, 32-35, 38-40, 43-44, Vieja África), I I I 85; IV 36, 52-53,
50, 52, 54-55, 57,60, 62-64, 66, 73, 55-56.
75-78, 82-83, 85-88, 94-96, 98; IV Cornificio (lugarteniente de O cta­
1, 8, (Gayo) 9, 19, 33, 38, 53-54, vio), V 80, 86, 111-115.
ìn d ic e d e n o m b r e s 365

C ornuto (general), III 92. D em etrio (hijo de Antigono), IV


Corvino (cónsul de antaño), III 88. 66-67. .
Corvino (cf. M ésala, Corvino). D em ócares (oficial de Sexto Pom-
C osira (isla de África), V 97. peyo), V 83-86, 105.
Craso (cf. Aquilio Craso, Mania), III D em óstenes (orador griego), IV 20.
94. D iana (Leucofriene, en Mileto), V 9;
C raso (P. Canidio, lu garteniente de ( - de Éfeso), V 9.
Antonio), V 50. D icearquía (ciudad de la C am pa­
Craso, M. L icinio (el triunviro), III nia), V 50, 71-72, 74, 78, 97-98,
7-8; IV 59; V 10, 65. 112.
Crenides (nom bre antiguo de la ciu­ D ioniso (colina de, en Tracia), IV
d a d de Filipos), IV 105. 106.
C reta (isla), III 8, 12, 16, 36; IV 57; D olabella (P. Cornelio, cónsul), III
V 2. 7-8, 16,20, 22,24-27,36, 57, 61-64,
C rispo, A. M arcio (gobernador de 78, 88, 95; IV 52, 57-62, 64, 66, 69;
Bitinia), III 77; IV 58-59. V 4, 8.
C ritonio (edil). III 28. Domicio (Calvino, lugarteniente de
«Cuarta» (nom bre de una legión), César), IV 115-116.
III 45, 93; IV 117. Domicio A henobarbo (lugartenien­
Cuíco (oficial de Lèpido), III 83. te de B ru to y Casio), IV 86, 99,
Cum as (ciudad de la Campania), V 100, 108, 115, 117; V 2, 15, 26, 50,
81, 85. 53, 55-56, 59, 61, 62-63, 65, 73,
C urio (oficial de Dom icio Aheno- 137.
barbo), V 137. D orisco (lugar de Tracia), IV 101.
Drabisco (ciudad de Tracia), IV 105.
C hipre (isla del M editerráneo), IV
61; V 9, 52. Éfeso (ciudad de Jonia), III 26; V 4,
7, 9.
D ario (hijo de Farnaces), V 75. Egeo (m ar e n tre G recia y Asia Me­
D ato (nom bre antiguo de la ciudad nor), V 3.
de Filipos), IV 105. E gina (isla griega), V 7.
Decidió (Saxa, lugarteniente de An­ Egipto (país de África), IH 78; IV 59,
tonio), IV 87, 102-104, 106-107. 61, 63, 108; V 1, 10.
«Décima» (nom bre de una legión), E gnacios (proscritos), IV 21.
III 85. E lea (golfo), V 98.
Dècim o (cf. B ruto, D. B. Albino). E m ilio (un proscrito), IV 27.
Decio (oficial de Antonio), III 80. E m ilio Lèpido (el triunviro), I I I 46,
Decio (un proscrito), IV 27. 72, 74, 81, 83-84, 89, 96; IV 2-3,
D em etrias (ciudad de Tesalia), III 7-8, 12, 31, 37, 50; V 1, 3, 12. 21,
63. 29-30, 39, 53, 65, 71,75,93, 97-98,
366 GUERRAS CIVILES

103-104, 117, 122-126, 131, 134. E statilio T au ro (cf. T auro, E.).


(Su hijo hom ónim o aparece sin E stilis (ciudad), V 85, 103, 112.
nom bre: IV 50; V 93.) E stra to (amigo de Bruto), IV 131.
Emilio, Lucio (m iem bro del Conse­ E strim ó n (río e n tre M acedonia y
jo de Perusia), V 48. Tracia), IV 105-106.
E m ilio P aulo (herm ano de Lépido E stró n g ila (una de las islas Lípa­
el triunviro), IV 12, 37. ras), V 105.
E n a ria (otro nom bre de la isla Pi- E tna (volcán d e Sicilia), V 117.
tecusa), V 69, 71, 81. E tru ria (región de Italia), IV 4; V 81.
E neas (héroe griego), III 16; IV 41. E u fra te s (río de Asia), IV 100, 133;
Eno (ciudad de Tracia), IV 87-88, V 9, 65.
101. E uropa, IV 5, 87, 106, 134.
E noanda (ciudad de Licia), IV 79.
Éolo (islas de - [ = islas L íp a ras]),
V 105. Fango (lugarteniente de Octavio), V
Epidam no (ciudad de Iliria), IV 106; 26.
V 75. Fannio (lugarteniente de Casio), IV
E p iro (país al n o ro este de Grecia), 72.
V 75. Fannio (pro scrito fugitivo), IV 84.
E scam andro (llanura de la Tróade), V 139.
V 138. F arn aces (rey del Ponto), V 75.
E scau ro (cuestor de Pompeyo), V Faverio (secretario de César), I I I 5.
10 . Fenicia (pais de Asia Menor), IV 60;
E scauro (hijo del anterior), V 142. V 60.
Escíatos (isla cerca de Tesalia), V 7. Fénix (ciudad de Sicilia), V 110.
E scilacio (monte), V 103, 109. Fígulo, Lucio (oficial de Dolabella),
Escileo (prom ontorio), IV 85; V 85. IV 60.
Escipión, P. Cornelio E m iliano Filadelfo (liberto de Octavio), V 78.
(Africano Joven), IV 92. Filem ón (liberto de Vinio), IV 44.
E scipiones, III 88. Filípicas (discurso de Cicerón), IV
E sco d ra (ciudad de Iliria), V 65. 20 .
E sc rib o n ia (herm ana de Libo, sue­ Filipo (el m acedonio, p adre de Ale­
gro de Pompeyo), V 53. jandro), IV 80, 102, 105.
E sm irn a (ciudad de Jonia), III 26. Filipo (padrastro de Octavio César),
E spaña, III 4, 46; IV 2-3, 9, 31, 54, III 10, 13, 23.
83-85, 94, 96, 108, 117; V 20, 24, Filipos (ciudad de M acedonia), IV
26-27, 51, 54, 70, 134, 143. 87, 103, 105-106,134; V 3, 43, 55,
Espoletio (ciudad de Umbría), V 33. 59, 128-129; (colina de -), IV 112;
E stacio (el Sam nita, proscrito), IV (batalla de - ), IV 115-116; V 20,
25. 53, 58, 61, (victoria de - ), 3, 14.
ìn d ic e d e n o m b r e s 367

Flam inio (candidato al tribunado), G u erras Civiles, III 88; V 1, 131,


III 31. 145.
Flavio, Gayo (enem igo de Octavio), G u e rra Social, IV 24.
V 49.
«Foro de los galos» (aldea), III 70. H arpago (general persa), IV 80.
Fufio (hijo de Fufio Caleño), V 51. H arp eso (río de Tracia), IV 103.
Fulginio (plaza fuerte), V 35. H ércules (dios rom ano), III 16; (co­
Fulvia (esposa de Antonio), IV 29, lum nas de - ), IV 8.
32; V 14, 19, 21, 33, 43, 50, 52, H eleno (lug arten ien te de Octavio),
54-55, 59, 62, 66. V 66.
Fulvio (un proscrito), IV 24. H erm o (rio de Tracia), IV 103.
F u rn io (oficial de Lucio Antonio), H erodes (rey), V 75.
V 30, 40-41, 75, 137-142. H iera (una de la s islas Líparas), V
105-107, 109.
H iponio (ciudad del Brutio), IV 3,
Gabii (ciudad del Lacio), V 23.
Gabinio, Aulo (cónsul), V 8, 10.
86; V 91, 99, 103, 105, 112.
H ircio (cónsul), III 50-51, 65, 66,
Galacia (región de Asia Menor), V 7.
70-72, 76, 82.
Galia (país de Europa), III 43, 53,
H ircio (proscrito), IV 43, 84.
59-64,73, 88; IV 1,9; V 31,33, 51,
H iria (ciudad en tre T arento y B rin­
53,75, 78; ( - Transalpina), I I I 46;
disi), V 88.
(-Cisalpina), III 2, 27, 29, 30-31,
H o rte n sia (m ujer rom ana), IV 32,
37-38, 45-46, 49-52, 55; IV 58; V
34.
3, 22; ( - Cisalpina y Transalpina),
IV 2; (-C ite rio r), III 16; ( ­
Icelio (juez de B ruto y Casio), IV 27.
Antigua o Transalpina), I I I 98; IV
Icos (una de las islas Cíclades), V 7.
2.
Id u m ea (región de Asia Menor), V
Gallio, M. (herm ano del a n te rio r y
75.
oficial de Antonio), III 95.
Iliria (país de Europa), IV 58,75,80.
Gallio, Q. (p reto r urbano), III 95. In d ia (país de Asia), V 9.
Ganga (río de Tracia), IV 106. - Isis (diosa egipcia), IV 47.
G angites (otro nom bre del río Gan­ Italia, III 24, 27, 43, 49-50, 52, 61,
ga), IV 106. 64, 80, 88; IV 3, 5, 9, 19, 36, 43,
Gayo (cf. Antonio, Gayo, h erm ano 45,46-47, 54, 85-86, 99, 108; V 1,
de M arco Antonio). 3, 5,12, 18-22, 24-25,27-28,49-50,
Geta (un proscrito), IV 41. 53,56, 61-63, 65, 67, 72, 74, 80,
G lafira (m adre de Sisinia), V 7. 91, 99, 111, 129, 132, 134, 143,
G recia (país de Europa), III 85; IV 145.
20, 51. Itu re a (país de Asia Menor), V 7.
368 GUERRAS CIVILES

Janículo (colina de Roma), III 91, Lelio (lugarteniente de Comificio),


94. IV 53, 55-56.
Ja n to (ciudad de Asia Menor), IV L ena (centurión), IV 19-20.
52, 76, 77, 79, 81; V 7. Léntulo (lugarteniente de Casio), IV
Jonia (zona co stera e in su la r de 72, 82.
Asia Menor), IV 60, 63, 82; V 65. L éntulo (un proscrito), IV 39.
Ju b a (rey de los númidas), IV 53-54. L èpido (cf. E m ilio Lèpido).
Ju lia (esposa de Sexto Pom peyo, L èpido (tal vez sobrino del triunvi­
e rro r p o r E scribonia), V 72. ro), V 2.
Ju lia (m adre de Antonio), V 52, 63; Leto (hijo de -, diosa rom ana), IV
(sin m en cio n ar nom bre), IV 37. 134.
Ju lio (clan rom ano), V 63. L eu co p etra (ciudad del B rutio), V
Ju lio (nuevo nom bre del m es Quín- 109.
tilio), V 97. Libia (país de África), IV 82.
Juno (diosa), V 49; (tem plo de -), V Libo, III 77.
133. Libo, Lucio (cuñado de Sexto Pom­
Jú p ite r (dios rom ano), IV 13. peyo), V 52-53, 69, 71, 73, 139.
Licia (país de Asia Menor), IV 60,
Labeo (hom bre ilu stre del ejército 75.
de B ruto), IV 135. L idia (país de Asia Menor), IV 76.
Labeo (hijo del anterior), IV 135. L igario (herm anos proscritos), IV
Labieno (lugarteniente de Pom pe­ 22 .
yo), V 65. L igario (otro, p ro sc rito tam bién),
L abieno (hijo del anterior), V 65, IV 23.
133. Lilibeo (ciudad y p uerto de Sicilia),
Labieno (un proscrito), IV 26. V 97-98, 122.
Lacedem ón (ciudad de Tracia), IV L íparas (archipiélago), V 97.
118. L isim aquea (ciudad de la Tracia),
Lacinio (cabo), V 133. IV 88.
L aconia (región de Grecia), IV 82. L orim a (fortín rodio), IV 72.
Lám psaco (ciudad de la Tróade), V L ucania (región de Italia), IV 100.
137. L ucilio (oficial de Bruto), IV 129.
L anuvio (ciudad del Lacio), V 24. L ucio (gobernador de E spaña, in­
L aodicea (ciudad de Siria), III 78; c ie rta identificación), V 54.
IV 52, 60, 62-63, 65; V 4, 7. L ucio (herm ano de Casio), V 7,
Largo (un proscrito), IV 28. L ucio (senador), III 85.
L aronio (oficial de Agripa), V 112, Lucio (suegro del cónsul Asinio Fo­
115. lión), IV 27.
L ateresio (senador), III 84. Lucio (tío d e A ntonio el triunviro),
Lavinio (río), IV 2. IV 12, 37.
ìn d ic e d e n o m b r e s 369

Lucio (un proscrito), IV 26. M a u rita n ia (país de África), IV 54;


Lucio Antonio (cf. Antonio, L„ h e r­ V 26.
m ano del triunviro), V 19 ss. M ecenas (un rom ano), IV 50; V 53,
L ucrecio (un proscrito), IV 44. 64, 92-93, 99, 112.
L upia (ciudad de Calabria), III 10. M edia (país de Asia), V 133.
M egabizos (sacerdote de Ártemis),
M acedonia (país al n o rte de G re­ V 9.
cia), I I I 2 ,8 ,1 2 ,1 6 ,2 4 -2 5 ,2 7 ,3 2 , M elana (golfo de T racia), IV 88-89,
35-37, 43, 46, 49, 52, 59, 61, 63, 101.
77,79-80, 97; IV 1, 57, 65, 75, 82, M em orias (escritos de Octavio), IV
86-88,100, 108, 117,133; V 28,49, 110; (V 45, ta l vez no). .
50, 58, 138; (historia de -), V 145. M enécrates (lugarteniente de Pom-
M anió (encargado de negocios de peyo), V 81-84, 96.
Antonio), V 14, 19, 22, 29, 32-33, M enenio (un proscrito), IV 44.
43, 52, 62, 66. M enodoro (prefecto de la flota de
M ar (personificación divina), V 98, Sexto Pompeyo), V 56, 66, 70-71,
100. 73, 77-84, 86, 89, 96, 100-102.
M arcelo (sobrino de Octavio), V 73. M ésala C orvino (general), IV 38,
M arcelo, C laudio (esposo de O cta­ 136; V 102-103, 105, 109-113.
via), V 64. M esana (puerto, en Sicilia), V 97,
M arcelo, M indio (com pañero ín ti­ 103, 109, 117, 121-122.
m o d e Octavio), V 102. M esina (ciudad de Sicilia), IV 25,
M arcio (cf. C rispo, Marcio), IV 59. 39; V 81, 84, 88.
Marcio Coriolano, Gn. (famoso cau­ M etaponto (ciudad de Sicilia), V 93.
dillo), III 60. M ételo (padre e hijo, soldados de
M arco (lugarteniente de B ru to y Octavio y Antonio), IV 42.
proscrito), IV 49. Micilio (amigo de Menodoro), V 78.
M arco (un proscrito), IV 43. M iconio (m onte de Sicilia), V 117.
M ario ([?] ejecutado p o r Antonio), M ilas (ciudad de Sicilia), V 105-106,
III 16. 108-109, 115-116.
M ario, Gayo (fam oso d icta d o r ro ­ M ileto (ciudad de Asia Menor), IV
mano), III 2; IV 1, 16, 33. 37; V 9, 144.
M aronea (ciudad de Tracia), IV M indo (ciudad de Caria), IV 65-66,
87-88. 71-72; V 7.
M arso (capitán de Dolabella), IV 62. M inerva (prom ontorio de - ), V 98.
M arte (tem plo de -), III 41; (campo M inturna (zona pantanosa, en el
de M arte, en Roma), I I I 94; V 16. Lacio), IV 28.
«M artia» (nom bre de u n a legión), M inucio (preto r proscrito), IV 17.
III 45, 66-67, 69, 93; IV 115-116. M ira (ciudad de Licia), IV 82.
M asinisa (rey africano), IV 54. Misia (país de Asia Menor), V 7, 138.
370 g u e r r a s c iv il e s

M itilene (ciudad de la isla de Les­ O ctavio (padre de Octavio César),


bos), V 133, 141. III 11, 23.
M itrídates (rey del Ponto), IV 66-67, Octavio C ésar (em perador rom a­
71; V 75. no), III 9-12, 14, 18, 21-24, 28-32,
M nareas (líder rodio), IV 66, 71. (joven César) 33, 37-48, 51, (joven
M ódena (ciudad de Italia), III 49, César) 52, 56, 58 , 59, 61, 64-67,
61, 65-66, 70-72, 80, 84, 86; IV 2; 69-76, 80-82, 85-86; 88-97; IV 1,3,
V 6, 129. 7-8,12,27,32,38,42,49-51,53-54,
M ucia (m adre de Sexto Pompeyo), 56, 63, 74, 82, 85-87, (joven César)
V 69, 72. 89, 93, 106, 108, 110, 112, 119,
M urrino (ciudad de Tracia), IV 105. 121-122, 126-130, (hijo de César)
Murco, Estayo (conspirador contra 133, 135-138; V 1, 3-5, 12-16,
César), I I I 77; IV 58-59, 74, 82, 86, 19-42, 45-69, 71-75, 77-81, 84-103,
99-100, 108, 115-117; V 2, 8, 15, 106, 109-112, 116-118, 121-129,
25, 50, 70, 71. 131-132, 134-135, 139, 145.
OfiJio (tribuno), V 128.
N asidio (noble rom ano), V 139. O nobalas (río de Sicilia), V 109.
N aso (un proscrito), IV 26. Opio (proscrito), IV 41.
N auloco (ciudad de Sicilia), V 116,
121 - 122 . P alestin a (país de Asia Menor), III
N axos (isla griega), V 7. 78; IV 59; V 7.
Neápolis (ciudad de Tracia), IV 106. P a lm ira (ciudad de Siria), V 9-10.
N em os (ciudad), V 24. P aloeis (puerto de Palé, en la isla
N ep tu n o (dios rom ano), V 98, 100. de Cefalenia), V 55.
N icea (ciudad de Bitinia), V 139. P an sa (cónsul), I I I 50-51, 65-67, 69,
N icom edia (ciudad de Bitinia), V 71-76, 80, 82, 91.
139. P ansa (senador hijo del anterior),
Nilo (río de Egipto), V 9. III 85.
N onio (centurión), V 16. Papias (capitán de Sexto Pompeyo),
Nonio (oficial custodio de las p u e r­ V 104, 106-108.
ta s de Roma), V 30. P a rtía (historia de -), V 65.
N orbano (C. Flaco, oficial de O cta­ P atara (puerto de los jantios), IV 52,
vio y Antonio), IV 87, 102-104, 81-82.
106-107, 130. P aulo (cf. Em ilio, Paulo, herm ano
N uceria (ciudad de la Cam pania, y de Lépido el triunviro), IV 12,37.
de Um bría), IV 3. Pedio, Q uinto (benefactor de Octa­
vio), III 22-23, 94, 96; IV 6.
O ctavia (herm ana de Octavio Cé­ Peduceo (gobernador de España), V
sar), V 64, 75, 93-95, 138. 54.
ìn d ic e d e n o m b r e s 371

Peloponeso (región de Grecia), IV Pompeyo, Gneo «el Grande» (triun­


74, 82; V 72, 77, 80. viro), III 4, 14, 27, 57, 64, 75,
Pelorio (cabo de Sicilia), V 105, 116. 77-78, 81, 88; IV 33, 54, 59, 83,94,
P eparetos (isla griega), V 7. 124, 132-133; V 1, 10,79,99, 133,
Pérgam o (ciudad de Asia Menor), 135, 140, 143-144.
III 26; V 4. Pompeyo, Sexto (herm ano de Pom­
Perséfone (diosa rom ana), IV 105. peyo el Joven), III 4, 12, 36, 57;
Persia (país de Asia), V 9. IV 25, 36, 39, 43, 45-48, 50-52, 70,
P e ru sia (ciudad de E truria), V 82-86, 94, 96, 99-100, 108, 117,
32-33, 35, 48, 49, 52. 138; V 1-3, 15, 18-19, 20,22, 25-26,
P etronio (partícipe e n el asesinato 52-54, 56-59, 61-63, 65-74, 77-78,
de César), V 4. 80-81, 83-84, 86, 88, 91, 95-97,
Piceno (territo rio de Italia), III 66, 100, 102-111, 113, 116-118,
72, 93-94. 121 '122, 124, 127, 131, 133-145.
Pinario (benefactor de Octavio), III Pom ponio (proscrito), IV 45.
22-23; IV 107. Pontio (región de Asia Menor), V 75,
P indaro (escudero de Casio), IV 133,
113. Porcia (esposa de Bruto), IV 136.
Pirineos (cordillera europea), IV 2. P reneste (ciudad def Lacio), V 21,
Pisidia (país de Asia Menor), V 75. 23, 29.
Pisón, Lucio (Calpurnìo, suegro de Proconeso (isla de la Propóntide),
César), III 50, 54, 61. V 139.
Pitecusa (isla cerca de Neápolis), V Propóntide (zona entre el Helespon-
75. to y el Euxino), V 138.
Planeo (general), III 46, 72, 74, 81, Pseudo-M ario, III 2, 57.
90, 96-97; IV 12, 37, 45; V 33, 35, Publio (cuestor de Bruto), IV 51.
50, 55, 61, 144.
Q uersoneso T racio, IV 88.
P linio (alm irante de Sexto Pompe-
Quintilio (nom bre de un mes del ca­
yo), V 97-98, 122.
len d ario rom ano), V 97.
Plocio (herm ano de Planeo), IV 12.
Q uintio (suegro de Asinio Polión),
Polem ocracia (esposa de un princi­ IV 12.
pe tracio), IV 75.
Q uintio (herm ano de Cicerón), IV
Polem ón (rey d e u n a p a rte de Cili­
20.
cia), V 75. Q uinto (centurión q u e traicionó a
Polión, Asínio (general). III 46, 74, Dolabella), V 4.
81, 97; IV 12, 27, 84; V 20, 31, 32, Q uirinal (m onte de Roma), III 92.
64.
Pom peyo (hijo m ay o r de Pom peyo Rasco (príncipe tracio), V 87, 104,
e! Grande), IV 54. 129, 136.
372 GUERRAS CIVILES

Rascúpolis (herm ano del anterior), S atu rn in o (Gn. Sentio Vétulo, pom-
IV 87, 103-105, 136. peyano), V 52, 139.
Rávena (ciudad de Italia), I I I 42,97; Seleuco (I N icátor, rey de Siria), V
V 33, 50, 78, 80. 10.
Rehilo (proscrito), IV 48. S entía (ciudad de Italia), V 30,
Rebilo (senador), V 101. S eptim io (un proscrito), IV 23.
R egino (proscrito), IV 40. S e ra p io (prefecto d e C leopatra en
Regio (ciudad de Italia), IV 3,25,39, Chipre), IV 61; V 9.
85-86; V 81, 84. Sergio (un p roscrito), IV 45.
R estio (proscrito), IV 43. Serreyo (m onte de Tracia), IV 101.
Rin (río de E uropa), III 97. S ervilio (Rullo, oficial de caballe­
R ódano (río de E uropa), V 66. ría de Octavio), V 58.
Rodas (isla griega), IV 52, 60, 66-67, S esto (ciudad eu ro p ea en el Heles-
71-73, 81; V 2, 52. ponto), IV 82, 87.
Rom a, III 2, 9-10, 1 2 ,2 6 ,4 0 ,4 4 ,4 5 , Sextio, T. (general), I I I 85; IV 52-53,
49-50, 65-66, 73-76, 85; IV 1, 3-4, 55, 56; V 12, 26, 75.
6, 8, 47, 49, 52, 54, 66, 67, 84-85, Sexto, (Julio) C ésar (cónsul), IV 58.
94,98, 119, 127; V 1, 10,12,17-18, Sexto, Julio (fam iliar de César), III
23-24, 29-30, 33-34,43,48, 51, 53, 77.
66, 72-74, 80, 99, 112, 113, 126, Sicilia (isla dei M editerráneo), IV
131-132, 145. 2, 25, 36, 39-40,41,43-44, 46, 48,
R óm ulo (rey de Roma), III 94. 51, 52, 56, 84-86, 99, 117; V 2, 52,
R oscio (guardián del cam pam ento 61, 63, 67, 69-70, 72, 74, 78, 81,
de Cornificio), IV 56. 83-84, 92, 97-99, 103, 105, 109,
R ubicón (río de la Galia Cisalpina), 116, 118, 123, 129, 133-134, 139.
III 61, 88. Sición (ciudad de la Argólide), V 55.
Rufo (un proscrito), IV 29. Sila, C ornelio (d ictad o r rom ano),
IV 1, 16, 26, 33, 44.
Sabino (oficial de Octavio), V 132. S ip u n te de A usonia (ciudad de Ita­
S a b u rra (general de Juba), IV 54. lia), V 56, 58.
«Sacra» (vía de Roma), V 68. S ira c u sa (ciudad de Sicilia), V 70.
S alaso (un proscrito), IV 24. S iria (país de Asia M enor), I I I 2,7,
Salvidieno (lug arten ien te de O cta­ 8, 12,16,24, 27,32, 35, 36,57,63,
vio), IV 85; V 20,24, 27,31-32,35, 77, 80; IV 1, 38, 40, 51-52, 57-58,
66 . 60, 63, 94; V 7, 10, 65, 95, 134,
Salvio (tribuno de la plebe), III 139, 144.
50-52; IV 17. S isinia (rey de Capadocia), V 7.
Sam aría (región de Palestina), V 75. Sitio (Caleño, u n proscrito), IV 47.
Sam os (isla griega), IV 42, 134. Sitio (N ucerino, leva u n contingen­
S arpedón (tem plo de -), IV 78-79. te de tro p a s en África), IV 54.
INDICE DE NOMBRES 373

Sol (dios rom ano), V 116. T itinio (amigo de Casio), IV 113.


Sosio (cónsul), V 73. T itinio (oficial de Octavio), V I H .
S u trio (plaza fuerte), V 31. T itio (general de Antonio), V 134,
136, 139-142, 145.
T arento (ciudad de Calabria), V 50, Titio, Publio (trib u n o de la plebe),
80-81, 84, 93-95, 97-99, 103, 129. IV 7.
T arquinio (rey de Roma), IV 95. T oiom eo (hijo de A uletes y herm a­
T arso (ciudad de Cilicia), IV 52, no de C leopatra), V 9.
64-65; V 7. T o ran io (p recep to r de Octavio), IV
Tasos (isla en la co sta de Tracia), !2.
IV 106-107, 109, 136; V 2. T o rcu ato (cuestor), III 69, 76.
T au ro (E statilio, a lm iran te de Oc­ T racia (país de Europa), III 50; IV
tavio), V 97-99, 103,105, 109,118. 38,75,87-88, 100, 119; V 28, 133.
T aurom enio (ciudad de Sicilia), V T rebonio (conspirador c o n tra Cé­
103, 105, 109, 116. sar), III 2, 6, 26, 61, 98; IV 1, 58,
T eano (ciudad de Campania), V 20. 60,
Tem ístocles (caudillo griego), IV 48, Tulio Cicerón, Mar co (orador y po­
T énaro (lugar de Grecia), IV 74. lítico romano), I I I 4, 50,51, 54-59,
T eños (isla griega), V 7. 61-63, 66, 74, 82, 89, 91-94; IV 6,
Teodoro (liberto de Sexto Pompe- 17, 19-20, 51; V 2.
yo), V 137. Tulio C icerón (hijo del anterior), IV
T erm o (noble rom ano), V 139. 51; V 2.
T erracina (ciudad del Lacio), I I I 12. T u ran io (ex-pretor, proscrito), IV
T esalia (región de Grecia), IV 100, 18.
108, 117, 122. T urios (ciudad de Sicilia), V 56, 58.
T esalónica (ciudad de Tracia), IV T u rii'io (oficial de B ruto y Casio),
118. V 2.
T etis (m adre de Aquiles), III 13.
T íb er (río de Roma), V 33. Ulises (héroe griego), V 116.
T ibur (ciudad del Lacio), I I I 45,58; O tica (ciudad de África), TV 55.
V 24.
Tilio (cf. Cím ber, Tilio), III 6; IV V aro (un proscrito), IV 28.
105. Varo, Lucio (jefe d e la guarnición
T índaris (ciudad de Sicilia), V 105, rodia), IV 74.
109, 116. V a rró n (escrito r rom ano), IV 47,
Tiro (ciudad de Asia Menor), I I I 77; V atinio (gobernador de Iliria), IV
V 52. 75.
Tisieno (Galo, lu garteniente de Lu­ Ventidio (lugarteniente de Cornifi-
cio y de S. Pompeyo), V 32, 104, cio), IV 53, 55.
117, 121. V entidio (un proscrito), IV 46.
374 GUERRAS CIVILES

Ventidio, Pubiio (amigo y oficial de V etulino (un proscrito), IV 25.


Antonio), III 66, 72, 80, 84; IV 2; Vinio (un proscrito), IV 44.
V 31-33, 35, 50, 65. Vírgenes V estales (colegio sacerdo­
V enus (- Genetrix), III 28; (santua­ tal rom ano), V 73.
rio de -, en Sicilia), V 109. V olusio (edil proscrito), IV 47.
V ulcano (tem plo de -, en Perusia),
Venusia (ciudad de la Apulia), IV 3,
V 49.
V erginio (un p roscrito), IV 48.
V esta (tem plo de -), III 92. Zigactes (río de Tracia), IV 105,128.
ÍNDICE GENERAL

GUERRAS CIVILES

Págs.

Libro III ......................................................................... 7


Libro IV .......................................................................... 103
Libro V ............................................................................ 221

I n d ic e d e n o m b r e s .................................................................. 361

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