Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
RATZINGER, J., Introducción Al Espíritu de La Liturgia, 2006
RATZINGER, J., Introducción Al Espíritu de La Liturgia, 2006
Introducción
al espíritu
de la liturgia
Colección
Litur8ia
ADVIENTO, EL
Silvano Slfbom, la. ed.
ARTE DE PRESIDIR LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS, EL
Antonio Sorrentino, la. ed.
CRISTO, FIESTA DE LA IGLESIA
Augusto Bergammt, la. ed
ERAN ASIDUOS EN LA ORACIÓN
Mauro Paternoster. la. ed.
GUÍA A LA LITURGIA DE LAS HORAS
Angefo de Simone. la. ed.
INTRODUCCIÓN AL ESPÍRITU DE LA LITURGIA
Joseph Ratzinger, 2a. reimpr.
LENGUAJE SIMBÓLICO DE LA LITURGIA. EL
Silvano Srrboni, la. ed.
LITURGIA DE LAS HORAS DEL PUEBLO. 3a. ed
ORDINARIO DE LA MISA (Tela)
ORACIÓN DE LOS FIELES. TIEMPO ORDINARIO-FERIAL
Luigi Guglielmoni. la. ed
SEMANA SANTA
~
SEMANA MAYOR. LA
Silvano Sirboni, la. ed.
SÍMBOLOS LITÚRGICOS SAN PABlO
Alberto Beckhiiuser, la. ed.
l
Prefacio
5
I'W''' l'!t•hrm lo fucaristía, se hallaba del todo presente el desarrollo
,¡, 1,11 /rll 11/tl.\ ltuo;~ims a partir de los orígenes. Sin embargo, para los
/tfllt•, t'\falm c·omo escondida detrás de formas devocionales privadas.
e,,,u 10\ almm•imienw littírgico y, sobre rodo, y de manera definitiva,
ol \ ÍlfH ano /1, el fresco quedó a la vista de todos, dejándonos repen-
tiiUIIIIc'lllt' foscinado.t por SIIS formas y colores.
lbn dC's¡més, esre fresco ha sufrido daiios de gran consideración,
ltct\/tl wm!lla~orruina, por falta de las necesarias acciones de restau-
mc w11 y reconstrucción y por la propia re~piración de las masas que
lo nmtl•mplan. Todo esto puede llegar a ser grave, si no se arbitran Primera parte
tnmt•diawmente los medios necesarios para evitar tan perniciosos
t1"ectos. Naturalmente que 110 se puede volver a cubrir el f resco con
l'Muco. Sin embargo, hace falta volver al pro.fu11do respeto que exige
Sobre la esencia de la liturgia
la liturgia. Se impone una nueva percepción de sus mensajes y de sus
realidades, a fin de que el redescubrimiento de la liturgia no Si! con-
vierta en el primer paso hacia su destrucción definitiva.
Este libro tiene por objetivo de contribuir a la mencionada recom-
prensión de la liturgia. Su intención primordial coincide co11 la que
tu vo en su día el pequetio ensayo de Guardi11i. Por esa razón escogf
un título que trajera inmediatamente a La memoria aquel clásico de la
teología littírgica. Es preciso, de todos modos, introducir una adver-
tencia. Lo que Guardini llevó a cabo coincidiendo con el final de la
primera guerra mundial, se hallaba en un contexto histórico rotal-
mente distinto al que caracteriza nuestras denwndas, esperanzas y te-
mores. El tema que voy a desarrollar debe ser contemplado dentro del
nuevo marco de comprensión en que vivimos. Como Guardini, tam-
poco yo pretendo entrar aquí en disertaciones científicas o iniciar una
investigación propiamente dicha. Mi interés se centra en hacer IIUÍs
asequible la fe y en servir de ayuda a La celebración de la Liturgia que
es su forma nuclear de expresión. Si esta obra sirve para poner en
marcha sobre bases nuevas un "movimiento litúrgico", si contribuye
a que la celebración de los santos misterios sea más profunda, se
habrá cumplido el propósito que me impulsó a realizar este trabajo.
Roma, en la festividad tle san Agustín de 1999.
CARDENAL JOSEPJ-1 RA TZlNGER
6
Capítulo I
~ v~kh~ .~c-e~-1-)
~ e~, t.-v~ ~ """'~ ~-t.t<.
12 13
total secularización del derecho, empeñada en apartar a como dé luoar0
ocupar físicamente la propia tien·a, y, sin embargo, puede sentirse pnsio
los ojos que miraban a Dios en la configuración del derecho. ncm de Egipto. La sola posesión de la tie1rcl y de un Estado propios no
Sin embargo, no se debe olvidar que sigue dándose una real co- garantizan la libe1tad. Eso puede conve1tirse en la más tosca de las escla-
nexión entre estos tres elementos. Un derecho que no se fundamenta vitudes. Cuando, a su vez, Israel pierde de manera total el sentido del de-
mornJmente, se convierte en injusticia. Una moral y un derecho que no recho, acaba perdiendo la tien-a.
proceden. de la mjrada hacia Dios terminan degradando al hombre, ya En todo el Pentateuco puede verse hasta dónde la "l iturgia", es decir,
que.lo pnva~ ?e su má~ ele~ada referencia y de su mejor posibHidad y la libertad para rendir culto a Dios, fue lo que se reivindicó ante el fa-
1~ meg~ la VISIÓn de lo mftmto y de lo eterno. A través de esta supuesta raón como el único objetivo de la sal ida de Egipto. He aquí el contenido
liberación, el hombre cae bajo la dictadura de la mayoría dominante del éxodo. Este auténtico "canon dentro del canon", esta pattícula del
regida por criterios exclusivamente humanos, los cuales acaban por vi~ Libro Sagrado de Israel, juega el papel de un todo cuando Israel se halla
lentar al propio ser humano. fu era de TierTa Santa. Este "canon dentro del canon" termina en el
. La tercera consideración nos vuelve a llevar al punto de partida, es de- límite del desierto, "más allá del Jordán", cuando Moisés repite otra vez
Cir, a la pregunta por la esencia del culto y de la liturgia. Una organización de modo resumido el mensaje del Sinaí. De este modo se hace patente
de las cosas humanas en la cual Dios no tiene entrada, empequeñece al lo que es fundamental para todo ser en la tierra, es decir, la condición
hombre. ~or ~sta razón el culto y el derecho no pueden st:r del todo sepa- para poder vivir en comunidad y en libertad. Se trata de permanecer en
rados. 01os t1ene derecho a la respuesta del hombre. Dios tiene derecho un derecho divino capaz de ordenar las cosas humanas, tal y como se
sobre el hombre mismo. Donde este derecho de Dios desaparece de modo pueden modelar a prutir de Dios y teniéndolo a Él como meta.
absoluto, se disuelve también el orden jurídico humano. Y es que, en tal Preguntemos ahora: ¿Qué significa lo hasta aquí dkho para nuestro
caso, falta la piedra angular que soporta todo el edificio. tema? En primer Jugar, es evidente que el "culto", entendido en sus ver-
daderas dimensiones, sobrepasa a la acción litúrgica. En última ins-
. ¿Qué significan, ?ues, pura la cuestión en que estamos, los dos obje-
tancia, el culto abarca el orden de toda la vida humana si se atiende al
ttvos del éxodo, temendo en cuenta que lo que en última instancia in-
sentido de la sentencia de san lrcneo. El hombre deviene glorificación
quiri~os es la esencia de la lin1rgia? Digamos que se percibe como al-
de Dios, arroja luz sobre Él. El culto es tal cuando vive de la contem-
go evidente que lo que ocurrió en el Sinaf, en la permanencia junto a la
plación de la divinidad. Al contrario, pt,ede decirse que ni el derecho ni
~ontaña tras el camino por el desierto. es constitutivo respecto al sen-
el ethos se sostienen cuando no se hallan anclados en el medio litúrgico
tido de la entrada en la tierra prometida. El Sinaí no es en modo alnuno
y reciben de la liturgia su inspiración.
UJ~a estación intermedia, algo así como un período de reposo en ca- el
mmo. Esta experiencia proporciona, al mismo tiempo, el sentimiento Así pues, ¿qué clase de realidad nos sale al encuentro en la liturgia?
íntimo de la tien·a, sin el cual no resultaría habitable. Únicamente por Digamos, en primer lugar, lo siguiente: el que deja a Dios fuera del
el .hecho de que Israel viene a ser constituido como Pueblo por la concepto de verdad es sólo un presunto realista. Abstrae aquello en lo
Ahanza, por el derecho divino que en ella se contiene y por el hecho que nosotros "nos movemos, existimos y somos" (Hch 17, 28). Esto
de haber recibido una configuración jurídica común, puede la tie 1Ta ser quiere decir que sólo cuando la relación con Dios es con·ecta, todas las
considerada por el propio Israel como un don. El Sinaf seguirá estando demás relaciones -las de Jos hombres entre sí y las que Jos ponen en
presente. t.'ontacto con el resto de la creación- pueden estar en orden. Ya lo
hemos visto: el derecho resulta constitutivo de cara a la libertad y a la
. En la mism~ medida en la que se desvirtúa su significudo, se va per- vida en comunidad.
diendo el amor mterior por la tierra hasta llegar a la expulsión de ella acae-
cida durante el exilio. Israel pierde la libc1tad cuando dese11a de la recta La adoración es el justo comportamiento hacia Dios y. u su modo,
veneración de Dios, cuando nbandona al Dios verdadero para adorar a Jos también es constitutivo del derecho. Podemos ya ampliar este punto de
ídolos, que son los poderes y valores inmanentes al mundo. Israel puede vil>ta, dando un paso adelante: la adoración, que es el modo recto de
14 15
ejercer el culto y la relación con Dios es, a su vez, constitutivo de la exis- glorificar a ese Dios que sacó a Israel de Egipto y piensa c¡ue se es
tencia humana auténtica en el mundo. Hasta tal punto es superior a todos capaz de plasmar su fuerza misteriosa en la figura del beceJTO. Aparen-
los elementos de la cotidianidad, que nos eleva al modo de existencia del temente todo está en orden, incluso puede suponerse que se observa un
"cielo", nos hace p::utícipes del mundo de Dios, contribuyendo, con ello, rilllal adecuado confonne con lo prescrito. Y, no obstante, estan1os ante
a que la luz del cosmos divino inunde nuestro cosmos. En efecto, el culto un abandono del Dios verdadero y una opción por los ídolos.
posee, desde este punto de vista, el carácter de anticipación, como ya De dos maneras se actúa este deslizamiento casi imperceptible. En
quedó patente en el análisis que hicimos de la acción de "jugar". El culto primer lugar se transgrede la prohibición de rendir culto a imágenes. Los
se anticipa y se apropia de una vida definitiva. confiriendo, precisamente braelitas ya no son capaces de mantenerse unidos al Dios invisible, Jeja-
por ello, su medida a la vida presente. Una vida de la que estuviera no y misterioso. Hay una pretensión de hacer de Él algo propio. visible
ausente esa anticipación, en la que el cielo no pudiera abrirse, se tomaría e inteligible. De este modo, el culto ya no es una ascensión hacia Él, sino
plomiza y vacía. Es esta la razón por la que no encontramos ninguna so- un intento por arrastrar a Dios a la categoría de las posesiones humanas.
ciedad sin culto. Precisamente por esto los sistemas decididamente ateos Dios tiene que estar disponible del modo y manera en que el hombre de-
y materialistas se han inventado una forma de culto, que naturalmente cida necesitarlo. El hombre utiliza a Dios y. aunque la situación aparente
sólo puede ser una ilusión, procurando esconder su vacuidad con la otra cosa. en realidad se coloca por encima de Él.
pomposa celebración ele sus ttiunfos. El segundo elemento de desviación queda ya apuntado en Jo que
Así llegamos a una última retlexión. El hombre no puede simple- venimos diciendo. Este culto brota del propio poder humano. Puesto
mente "producir" el culto. Se encuentra con el vacío si Dios no se le re- que Moisés parece no regresar y Dios se pierde en su inaccesibilidad,
vela. Cuando Moisés le dice al faraón: "No sabemos todavía qué hemos se procede a fabricar algo que lo sustituya. Este culto se convierte en
de ofrecer a Yahveh" (Ex 1O, 26), hace patente con sus palabras una ley una tiesta que la propia comunidad se invcntn. Esta fiesta tiene la
l
fundamental de to<.la liturgia. Aunque Dios no se manifestara al hombre, funci ón de confirmar a la propia comunidad. El olvido de la adoración
podría éste con toda :c1tcza construir altares al "dios desconocido" (cf.
Hch 17, 23). Se basaría en la intuición de Dios que lleva inscrita dentro
a Dios provoca un movimiento circular en torno a la propia comunidad
que se entrega a comer, a beber, y a todo tipo de placeres. La danza al-
'
de sí mismo. El hombre puede estirarse con su entendimiento hacia Dios rededor del beceJTO de oro es un signo del culto de quien se busca a sí
y desan·ollar un sentido del tacto de su ser. Todo esto no deja de ser mismo. Todo ello deviene una autosatisfacción banal.
cierto, sin embargo, la verdadera liturgia tiene que dar por supuesto que La historia del becerro de oro sirve de adve11encia <mte un culto fabri-
Dios responde y muestra cómo hemos de rendirle culto. La liturgia tiene cado por el hombre como producto de su egoísmo. Ya no se tratn de poner
el cometido de propiciar alguna forma de "designación" de lo que corres- a Dios en el centro. Se procura. más bien. construir un mundo altcmativo
ponde al culto. A la liturgia no le es dado evadirse de nuestras fantasía o de reducidas dimensiones que sólo cuenta con los elementos de la propia
de nuestra propia creatividad. Si fuera así, se convertiría en un grito en el vida humana. Si se trasladara una cosa así a la liturgia, ella quedaiÍa con-
vacío o en una pura conlimtación de sí misma. Pero la liturgia propone vcltida en un vano pasatiempo. O peor aún, en una defección del Dios vi-
de antemano y en fom1a concreta la alteridad total, cosa que, no obstante, viente al que se pretende cubrir con una falsa capa de l>acralic..lad. En tal
se nos manifiesta y enriquece nuestra existencia. caso, lo que se saca al final es una gran f111stración, un sentimiento de va-
Este carácter de no arbitrariedad del culto viene a ser apoyado por do. Ya no se hace patente aquella experiencia que es el supremo evento y
una serie de testimonios conmovedores. En ningún lugar aparecen tan en la que tiene lugar el auténtico encuentro con el Dios vivo.
claros estos hechos como en el pasaje del becerro de oro. Este culto
dirigido por el sumo sacerdote Aarón no tenía por objeto la veneración
de los dioses paganos. La apostasía es más sutil aún. No huye del Dios
verdadero para irse al pie de los fdolos de modo abie1to, sino que per-
manece presuntamente en el ámbito del propio Dios. El hombre quiere
16 17
1 lntroducció11 al tSflfrillt dt lo liturgia
...
Capítulo II
[
Liturgia, cosmos, historia 1
19
go parecido a un acto de socialización de la comunidad que ejercita el
"Sabbar". Y es que el relato de la creación y las prescripcionC!i del
culto. En estas religiones se llegaría a objetivar la mutua pertenencia
Sinaí sobre el "Sabbat" proceden de la misma fuente.
de sus individuos a través de símbolos. Se halla extendida la concep-
ción de que se trata de un circuito marcado por el dar y el recibir. Es preciso leer las prescripciones de la Thorá sobre el "Sabbat"
Según esto, Jos dioses sostienen el mundo. El hombre, por su parte, para llegar a entender correctamente el sentido del relato de la ~rea
está obligado a alimentar y sustentar a los dioses a través del cu lto que ción. Si se hace tal lectura, queda patente que el "Sabbat" es el s1gno
les profesan. En el circuito del ser están integrados los dos elementos: de la Alianza entre Dios y Jos hombres. El "Sabbat" resume desde
la potencia de los dioses que sustenta el mundo, y también la ofrenda dentro la esencia de la Alianza. Desde esta atalaya podemos de-
terminar cuál fue la intención del relato de la creación: la creación es
de los hombres que cuidan de los dioses tomando del mundo lo que
el ámbito de la Alianza que Dios desea establecer con los hombres. La
ellos necesitan. Esto sirve de base a la idea de que los hombres han sido
meta de la creación es la Alianza, que refiere una historia de amor
creados principalmente para sustentar a los dioses, constituyéndose, de
entre Dios y el ser humano. La libertad y la igualdad que el "Sab~ar''
este modo, en un elemento esencial dentro del circuito del todo.
ha de operar nada tiene que ver con una simple visión antropológ1ca o
Por muy rudimentaria que nos parezca esta concepción, muestra en sociológica. Se trata de algo sólo pensable "teo-lógicamente.". Sólo en
sí misma el sentido del ser humano. El hombre existe para Dios. De el momento en el que el hombre se halle del lado de D10s por_ la
esta forma sirve al todo. Naturalmente que la subversi6n de los térmi- Alianza, será libre. Entonces hará su aparición la igualdad Y la d•g-
nos y su utilización torcida están acechando detrás de cada rincón. El nidad de todos los hombres. Dando, pues, por supuesto, que todo
peligro estribaría en creer que el hombre tiene de algún modo poder depende de la Alianza, adquiere toda su importancia la c~mprensi_ón
sobre Jos dioses. El comportamiento del hombre con los dioses lo hace de que la Alianza estriba en una relación. Es una autodooac1~n de OJOs
capaz de entrar en posesión de las claves de la realidad. Los dioses ne- u Jos hombres, y, aJ tiempo, una respuesta de los hombres a El.
cesitan al hombre, aunque, desde luego, el hombre necesita a los
La respuesta del hombre a un Dios que es bue_no para _el ser humano
dioses. Si el ser humano hiciera mal uso de su poder, dañaría a los
se resume en la palabra "amor". Amar a Dios qmere dec•r adorarlo. La
mismos dioses y se destruiría a sí mismo.
creación se concibe como espacio para la Alianza, como_lugar del en-
En el relato veterotestamentario de la creación (Gn 1, 1-2, 4), estas cuentro entre Dios y el hombre. Esto significa, al mismo t1empo, que la
formas de ver la realidad son del todo reconocibles, aunque hay que decir creación es contemplada como un ámbito de adoración. Aquí surge ou·a
que se hallan transfiguradas. La creación se encamina aJ "Sabbat", al dia pregunta: ¿Cuál es el significado propio de la adoración? ¿Qué hay e~
en el que el ser humano, junto con todo el cosmos, tomará parte en el des- ella de diverso con respecto a la concepción del circuito del dar Y reci-
canso de Dios, en su libe1tad. Aquí no hallamos ni siquiera una palabra bir, que determinó el mundo del culto precristiano?
sobre el culto. Mucho menos se habla de algo así como la necesidad que
Antes de que nos ocupemos de la cuestión que acabo de m~ncionar,
tendría el Creador de Jos dones de su criatura. El "Sabbat" es una visión
debo hacer algunas adve11encias sobre los pasajes con que se c1erran las
de la libertad. Ese día el esclavo y su señor son iguales.
prescripciones cultuales en el libro del Éxodo. Se trata de un texto cons-
La "santificación" del "Sabbat" significa precisamente que todas truido siguiendo un exacto paralelismo con respecto aJ relat~ de lacre~
las relaciones de sumisión quedan paralizadas y que el peso del traba- ción. Aquí se dice siete veces: "Moisés realizó lo que el Senor le _habta
jo se inteJTumpe durante un tiempo. Alguno podría sacar de aquí la con- urdenado". En este artificio literario se muestra la con·espondencta en-
clusión de que el Antiguo Testamento no ha sido capaz ele vincular la tre las siete jornadas de erección del santuario y las siete jornadas de la
creación con la adoración, que esta parte de la Biblia desemboca en creación. Al final, la nan·ación ele la erección del santuario acaba ~o•: una
una simple visión de una sociedad liberada como meta de la historia y suerte de visión sabática. De esta manera Moisés llevó a cumphm1ento
que, desde el comienzo, muestra un rostro únicamente antropológico, su obra. La nube cubrió la tienda de la revelación y la gloria de Dios lle-
socinl y hasta revolucionario. Ese tal desconocería el significado del nó su morada (cf. Ex 40, 33ss). La consumación de la morada del san-
20 21
tuario tiene como modelo la consumación de la creación, pues Dios pensamjento bíblico- en la unión del hombre y de la creación con Dios.
establece su morada en el mundo; se unen el cielo y la tien·a. Pertenecer a Dios nada tiene que ver con la desti1Jcción o el no ser, sino,
al contrario, con un modo particular de ser. Quiere decir salir del estado
Dentro de este contexto resulta interesante notar que el verbo "bara"
de la separación, de la aparente autonomía, del existir sólo para sí mismo.
sólo tiene dos significados posibles en el Antiguo Testamento. Por una
Significa aquel "perderse a sí mjsmo", en que estriba el único modo de
parte, designa el acto de la creación del mundo, la separación de los ele·
encontrarse a sí mismo (cf. Me 8, 35; Mt 10, 39). Por este motivo pudo
mentas, que hace que, del caos, sUJja el cosmos. Por ou·a parte, designa
decir san Agustín que el verdadero "sacrificio" es la Civiras Dei, esto es,
el acomecimicmo fundamental de la historia de la salvación, o lo que es
la humanidad convertida al amor que diviniz.a la creación y se convierte
lo ~smo, la elección, y, con ella, la separación de lo puro con respecto
en entrcga a Dios de todo. Dios todo en todas las cosas (cf. 1Co 15, 28):
a lo m1puro. Con esta palabra se hace referencia al acontecimiento en
he aquí la meta del cosmos, he aquí la esencia del ''sacrificio" y del culto.
que estriba la historia que Dios comparte con los hombres. De esta ma·
nera, se pone_de reli~ve la creación espiritual, es decir, la creación que Ahora podemos decirlo: la finalidad del culto y la meta de la creación
se da en la Alianza, sm la cual el mundo, salido de la manos de Dios, no son la misma: la divinización, un mundo de libertad y de amor. Así es co·
sería sino una carcasa vacfa. Por esta razón creación, historia y Alianza mo en lo "cósmico" se hace patente el elemento histórico. El cosmos no es
se hallan en una relación en la que Jos términos son convertibles. La algo así como un edificio prefabricado y tenninado para siempre. No se
creación aguardn a la Alianza, y, por su prute, la Alianza lleva a ténni· trata de un escenario ajeno en el que de vez en cunndo se representa eJ dra·
no la creación sin apartarse de su lado. Cuando el culto bien entendido ma de la historia. El mismo mundo es movimiento, desde su origen mjsmo
se ~ace alma de la ~li anza, no está salvando sólo a los hombres, sino que hasta su culminación. En cierto modo, él mismo es historia.
red1me toda la real1dad y la conduce a la comunión con Dios. Todo esto puede presentarse en las formas más variadas. Prutiendo de
las bases de una cosmovisión evolucionista, Tcilhard de Chru·din describió
Ahora podemos volver a planteamos la cuestión cuya respuesta había
quedado en suspenso. ¿Cuál es el significado propio de la adoración? el mundo como un proceso de ascensión, como un crunino hacia la uni·
¿Qué sucede cuando ella se da? Prácticamente en todas las religiones apa· ficación. Desde los elementos más simples, este camino conduce a uni·
dades cada vez mayores y más complejas. En ellas la misma complejidad
rece el sacrificio como núcleo del culto. De todos modos, nos hallamos
ante una idea que está cubie1ta por un montón de escombros hechos de no queda suprimida, sino que funde todos sus componentes en una síntesis
hasta llegar a la noosfera en la que el espíritu y su capacidad de intelección
malentendidos. La idea más común es aquella que atribuye al sacrificio al·
lo abarcan todo y dan lugar a una especie de organismo viviente.
gún tipo de destrucción. Significaría la transferencia a Dios de una cierta
entidad de mucho valor para el hombre. Una tal transferencia presupone Tomando como punto de arranque las cartas paulinas a los efesios
que la realidad transferida queda sustraída a la posesión y al disfrute del y a los colosenses, Teilhard contempla a Cristo como la energía tracto-
hombre. Ello sólo podría tener lugar en la destrucción de la realidad tnms· ra que lo lleva todo hacia la noosfera y que, por último. lo incluye todo
ferida, de modo que, precisamente por este hecho, esa realidad queda fuera dentro de su "plenitud". Desde estos presupuestos quiere Teilhard otor·
del alcance de disponibilidad que el hombre pudiera tener sobre ella. gar un nuevo significado al culto cristiano. La hostia transubstanciada
es para él la anticipación de la transubstanciación de la materia y de su
En este momento surge inmediatamente la contrapregunta: ¿Qué ale·
gría podría encontrar Dios en la destrucción? ¿Se le entrega algo cuando divinización en una "plenüud" de índsole cristológica. Según él, la Eu-
caristía marca, por así decirlo, la dirección del movimiento cósmico.
se destruye aquello que pretendidamente se le quería dar? Se suele res·
Pone ante los ojos de manera anticipada la meta de todas las cosas, y,
ponder diciendo que la destrucción esconde el reconocimiento de la
desde allf, las atrae a todas.
soberanía de Dios sobre todas las cosas. Pero un acto formal de estas
características, ¿puede estar al servicio de Dios? Es claro que no. La ver- La tradición antigua parte comprensiblemente de otro modelo. Su
dadera entrega a Dios tiene, por tanto, que estar dotada de otras señas de modelo no es la flecha ascendente. Piensa, más bien, en un movimiento
identidad. Consiste -según lo ven los Santos Padres en conexión con el circular, con sus dos elementos esenciales del "exitus" y "reditus" a los
22 23
que podemos dar la denominación de "salida" y ''regreso". Este "para- propia de los entes sería, según esto, una suerte de pecado, una nega-
digma", común a la historia general de las religiones, a la Antigüedad cris- lividad que debe ser subsanada por el retorno a lo infinito.
tiana y a la Edad Media, admite dentro de sí diversas configuraciones. Este El regreso -reditus- consiste precisamente en que en lo más
círculo puede ser entendido como un gran movimiento cósmico, como profundo de la caída. el movimiento muestra una di rección ascendente.
ocun·e dentro del pensamiento cristiano. En las re)jgiones naturales y en Al final , ''el pecado" de la finitud del "no-ser-Dios", y, en ese sentido,
muchas filosofías no cristianas puede ser tenido por un movimiento Dios llega a serlo todo en todas las cosas. El camino del "reditus"
puramente cíclico. repetitivo que vuelve sobre sí mismo. comporta salvación y la salvación significa liberación de la finitud, que,
Si se aplica la luz del conocimiento, se adquiere la convicción de que en cuanto tal, es el verdadero lastre de nuestro ser. En este supuesto, el
lo contrario a estas dos maneras de ver las cosas no son tan excluyentes culto tiene que ver con el movimiento del retomo. El culto alude a lo
entre sí como en una primera aproximación podría parecer. Y es que, más íntimo de la caída, y, al mismo tiempo, al instante del arrepen-
también para la visión cristiana del mundo, los pequeños círculos de las timiento experimentado por el hijo pródigo, a la capacidad para poner
biografías de los individuos se hallan inscritos en el gran círculo de la otra vez ante los ojos el propio origen.
historia, marcado por el "exitus" y el "reditus". Todos estos círculos me- Y ya que según muchos de esos lilósofos el conocimiento y el ser
nores llevan dentro de sí el ritmo general de la totalidad. Cada uno de son una misma cosa, la nueva contemplación de los comienzos signifi-
.los pequeños círculos realiza en sí los elementos del gran círculo y le ca, por sí misma, una ascensión hacia ellos. El cu lto, como contempla-
confiere la fuerza de su movimiento. En el gran círculo único se en- ción de aquel que preexistía a todo y que todo lo sobrepasa, es, de
cuentran también inscritos los círculos vitales de las diversas culturas y acuerdo con su propia esencia, conocimiento y, en cuanto conocimien-
de las distintas comunidades históricas, en las cuales se consuma reno- to, movinúento, regreso, salvación. Naturalmente que, a pa1tir de aquí,
vadamente el drama desde el principio hasta el final , pasando por sus los caminos de las filosofías sobre el cullo se separan. Hay una temía
partes intermedias. En ellos se aprecia constantemente el fin de los tiem- que propone que el único camino es el que recorren los filósofos, los es-
pos, que, a su modo, preparan el terreno del futuro. La suma de los píritus habiütados para el pensamiento más elevado. Sólo ellos serían
círculos es un reflejo del círculo total, mientras que el círculo con las capaces de una ascensión, de la divinización, de la salvación y la libe-
biografías de los individuos y el de las diversas culturas y las distintas ración de la finitud. Para los otros, ~ara las almas sencillas, incapaces
comunidades históricas remiten el uno al otro y se entrelazan en su tra- aún de la contemplación perfecta, estarían las diversas liturgias, las
yecto. El culto tiene que ver con estas tres dimensiones: con la personal, cuales les ofrecen una cierta salvación, sin poderlas conducir, no obs-
con la social y con la universal. tante, a la altura de la deidad. Esta distinción entre unos y otros viene a
Antes de intentar arrojar más luz sobre el asunto que nos ocupa, ser aliviada frecuentemente por la doctrina referente a la trasmigmción
debemos tomar en consideración la segunda alternativa - importante de las almas. Ella abre una esperanza de que, alguna vez, en el itinerario
bajo múltiples conceptos- la que se encierra en el mencionado es- de la existencia, se alcanzará el punto en el que, por fin, se consiga la sa-
quema del "exitus" y el "reditus". En ella encontramos la concepción lida de la fmitud y del suplicio que ella lleva aparejado. Conforme a esta
que, de modo impresionante, fue elaborada por el filósofo Plotino en enseñanza, el conocimiento ("gnosis") es la auténtica fuerza salvadora y,
la tardía antigüedad pero que determina distintas formas de las cultu- por ello, la mejor forma de elevación. La gnosis llevaría a la unión con
ras y religiones no cristianas. El "exitus", que hace aflorar el ser e n su Dios. Por este motivo, el resultado que deviene de estos principios, aun
faceta no divina, no es considerado como salida, sino como fracaso, presentando apreciables diferencias por lo que hace al pensamiento y los
como caída desde las alturas de la divinidad, que, en conformidad con sistemas religiosos, es conocido bajo el apelativo de "gnosis".
las leyes de la propia caída, arrastran a más profundas simas, a un ale- Para el cristianismo naciente, la discusión con la gnosis significó la
jamiento cada vez más pronunciado con respecto a la divinidad. Ello lucha por la propia identidad. Y es que la fascinación por tales visiones
significa que el ser no divino se identifica con el ser caído. La finitud de la realidad es grande y parecen poderse identificar fácilmente con el
24 25
1~
men aje cristiano. El "pecado original", tan difícil de entender desde idea cristiana del "Dios todo en todas las cosas". Sin embargo, el todo
otros parámetros, se hace coincidir con la caída en la finitud, tomándose se halla ligado a la libertad y la libertad de la creación es susceptible de ir
así inteligible que es inherente a todos los que se hallan en el ámbito de desviación, de aniquilación en la caída, en el "no-querer-depender", en
11 Ir
la finitud. Entonces la salvación, en cuanto liberación, se toma asequi- el negarse al "reditus". Cuando esto ocurre, el amor se concibe como
ble, etc. También en nuestros días y de forma renovada surte efectos la dependencia, y, como tal, viene a ser rechazado. Su lugar es ocupado ll
fascinación que ejercen los gnósticos. Las religiones procedentes del por la autonomía y la autarquía, que es tanto como intentar ser desde sí 11
Extremo Oriente llevan en su propia entraña Jos rasgos esenciales de es- mismo y en sí mismo con exclusión de Dios.
te paradigma. Las configuraciones más variadas de la doctrina sobre la Es así como se rompe el arco del "e.xitus" y el "reditus". Ya no se
salvación ofrecidas por esas religiones resultan altamente convincentes. deseará el regreso, aunque la ascensión hacia el infinito utilizando sólo 1
Los ejercicios de relajación corporal y de vaciamiento de la mente se la propia fuerza, se demuestre imposible. Cuando el "sacrificio" mues-
presentan como otros tantos accesos a la salvación. Apuntan a la libera- tra su esencia según el simple retomo del amor, se convierte en algo
ción de la finitud. Esta liberación, conseguida en un momento, manifies- divinizante. En ese momento el culto entrará en la dinámica de la santi- 1
ta persuasivamente la energía terapéutica de tales doctrinas. ficación, de la libertad admirable, de la expiación, de la purificación, de ~
Como ya se ha dicho, eJ pensamiento cristiano aceptó plenamente el la eliminación de la enajenación. La esencia del culto es el "sacrificio"
esquema del "exitus " y el "reditus", si bien distinguió muy bien uno de en cuanto proceso que lleva a la semejanza, al amor que se expande. Es :
1
otro movimiento. En primer lugar, el "exitus" no es una defección de la así como se abre la vía a la libertad y a la mismidad. El sacrificio asume 1
infinitud, una privación de ser, y, en ese sentido, el origen de la miseria del siempre en sí el momento de la salvación, de la transfiguración amorosa
mundo. El "exitus", por otra parte es, antes que nada, algo plenamente po- de la libertad rota y Jo transporta todo a una reconciliación deseada.
sitivo. Se trata del acto creacional libre, por el que el Creador quiere po- Precisamente porque todo se había ido extinguiendo por obra del
sitivamente que exista lo creado como algo bueno y distinto de Él . De ello "ser- por-sí-mismo", es decir, de la autosuficiencia, es preciso vol~er a
ha de surgir una respuesta de amor en libertad. Por ello, el no-ser- Dios no poner en primer plano la referencia a los demás. Tal referencia me hbra- 1
es en sí mismo algo negativo, sino, muy al contrario, fruto positivo del rá de aquellas atadura.<> de las que ya no puedo verme a salvo por mí mis- ~'
querer divino. No se basa en una caída, sino en una decisión de Dios que mo. La salvación postula un Salvador. Los Santos Padres encontraron
es bueno y obra el bien. El acto de ser de Dios que origina el ser creado, una expresión de todo ello en la parábola de la oveja perdida. Esa oveja
es una acto de libertad. En esta medida, el principio de la libertad se halla que se halla atrapada por las zarzas y que no es capaz de encontrar el
presente desde su fundamento en el ser mismo. El "e.xitus", o, si se desea camino de regreso es para ellos una imagen del hombre incapaz de
P.
una expresión más adecuada, el acto creacional libre de Dios apunta, de librarse de las zarzas, del hombre que ya no reconoce el camino de re-
hecho, al "reditus". Con ello no se alude a la reasunción del ser creado, tomo a Dios. El pastor que lo pone sobre sus hombros y lo lleva al
sino a lo que ya hemos propuesto más arriba. aprisco que es el propio Logos, la eterna Palabra, el sentido eterno de
Se trata de que, en el "retomo-a-sí mismo", la criatura dé una res- todas las cosas. Este sentido se halla en el Hijo de Dios, el cual se pone
puesta de libertad al amor de Dios. Se trata de que se asuma la creación en camino hacia nosotros y coloca a la oveja perdida sobre sus espaldas,
como un mandato de amor, haciéndose viable, con ello, un diálogo de es decir, asume la naturaleza humana, y en cuanto Dios humanado, lleva
amor, capaz de crear aquella unidad a que sólo el amor puede dar Jugar. ul hombre creado al hogar. De este modo se hace real el .. ,-editus" que
En ese amor el ser del otro no queda absorbido ni disuelto. La condición nos da la posibilidad del retorno.
de autodonación propia del amor le confiere un carácter de mismidad. Naturalmente, en este punto el "sacrificio" adquiere la configuración
Se origina una unidad la cual se halla colocada muy por encima de de la cnrz de Cristo. Él se entrega a la muerte con un amor que nada tiene
aquella unidad propia de lo que no es susceptible de división por su ín- que ver con la destrucción, sino que es un acto inaugural de la nueva crea-
dole de elemental. El «reditus» de que hablo es un "regreso", pero no ción por el cual atrae hacia sí mismo la antigua creación. Todo culto es una
aniquila la creación, sino que le confiere plenitud definitiva. He aquí la participación de esta "Pascha" de Cristo, de ese "paso" que lo llevó de la
26 27
divinidad a lo humano, de la vida a la muerte, de la unidad de Dios a la
dls~rsi?n de la humanidad. El culto cristiano es el cumplimiento y la
re.altzacaón concreta de aquella palabra que Jesús pronunció al inicio de la
gran semana, el Domingo de Ramos, en el templo de Jerusalén: "Cuando
sea alzado de la tierra, atraeré todo hacia mf' (Jn 12, 32).
Se aprecia la distinción entre el círculo cósmico y el círculo histórico.
El elemento histórico aJcanza su sentido irrevocable por el don de la li-
Capítulo m
bertad. La libertad se convierte en el punto de intersección entre el ser
creado y el ser divino. Ello no significa que el elemento histórico se des- Del Antiguo al Nuevo Testamento
prenda del elemento cósmico. A pesar de sus diferencias, los dos círcu-
los siguen constituyendo, en última instancia, un único círculo de ser. La
liturgia histórica del cristianismo sigue siendo cósmica de manera inse-
parable, pero no mezclando y confundiendo el mundo con la historia.
Sólo de este modo conserva toda su grandeza. Desde Juego que hay una
novedad iJTepetible en el cristianismo. Sin embargo, ello no se opone a
la búsqueda propia de la historia de las religiones. El cristianismo, más
bien: asume toda la temática presente en las grandes religiones, esta-
bleciendo así una estrecha unión con ellas. Configuración de la liturgia cristiana
a partir de la fe bíblica
Se puede decir que la intención más profunda de los cultos de todas
lus religiones tiene que ver con la pacificación de todas las cosas. Esta
pacificación es propiciada por la paz con Dios, por la conjunción del
l'iclo con la tierra. Una tal configuración fundamental de lo que es el
nalto se halla determinada concretamente y se produce en la concien-
da de la caída y del alejamiento. Es necesario, pues, que el culto sea
l't>nsiderado como un estrechamiento de lazos a través de la expiación,
del perdón, de la reconciliación. La conciencia de pecado pesa sobre
lu humanidad. El culto es un intento, presente en toda la historia de las
religiones, de superar el pecado para reconducir al mundo y la propia
vida al recto orden. Todo esto está presidido por un inmenso sentimien-
to de inutilidad. Ello otorga un trágico perfil a la historia del culto. ¿Có-
mo podría el hombre estar en condiciones de reconducir a la unidad
~·nlre el mundo y Dios? ¿De qué manera podría llevar a efecto una
n·~oneiliación adecuada? El único don aceptable a Dios sólo podría
llll'l' el hombre mismo.
28 29
mente se haya desaiToJiado el sentido religioso. De este convencimiento persona de Jesucristo, en su cruz y su Resunección. Lo que en.~n p~imc.1:
han brotado fom1as grotescas y crueles de culto. Entre ellas ocupan el golpe de vista aparecía corno una fractura, se revela corno plemtud
primer lugar los sacrificios humanos. Aparentemente se entrega a Dios gracias a una contemplación más cercana. Inesperadamente todos los ca-
lo mejor. No obstante, los sacrificios humanos manifiestan una crueldad minos recon·idos hasta ese punto se unen.
refinada y, por ello, deben ser rechazados de plano. Además, es preciso El que lee sólo el libro del Levítico -contemplado desde el capítu-
abstenerse de entender la entrega como una autodestrucción. Es cierto
lo 26 con su amenaza del destierro y la promesa de un indulto- puede
que en las religiones más desarrolladas se ha eliminado este tenible in- llegar a la convicción de que en estos pasajes se ha llegado a una imagen
tento de reconciliación. Pero no es menos cierto que se ha manifestado del culto eternamente válida a la hora de determinar el orden permanente
con toda claridad que en cualquiera de sus cultos no tiene lugar nada au- del mundo. Según esto la histotia queda suprimida como novedad, pues-
téntico. Todos ellos están recorridos sólo por un sucedáneo. to que, dentro del ciclo anual, se repiten inexorablemente, aunqu~ ,de
La esencia del sacrificio en las religiones de la tierra, incluido Israel, manera renovada, la expiación, la limpieza religiosa, y la recreacJOn.
se basa ~n la idea de la substitución vicaria. Pero, ¿cómo podrían las Parece ser un orden del mundo de carácter estático, o, si se prefiere,
ofrendas de los animales o de los frutos del campo substituir al hombre de índole cíclico, que pe rmanece inmutable por ser capaz de jugar con
y conseguir la expiación? Nada de ello puede ser tenido por representa- su peso y su contrapeso de un modo adecuado. Sin embargo, ya el
ción vicaria. Todo ello es sólo sucedáneo. El culto que se alimenta de su capítulo 26 rompe esta impresión, al menos hasta cierto punto. De to~os
propio sucedáneo se manifiesta como un culto al sucedáneo. De algún modos, resulta impo1tante leer el Levítico en el contexto de la Thora y
modo, en estos cultos está ausente lo auténtico. del conjunto de la Biblia.
¿En qué consiste lo específico de la liturgia de Israel? Sin dudarlo Me parece que posee una cierta relevancia el. hecho de qu~ el ? éne-
digo que, e n primer lugar, consiste en sus destinatarios. Otras religio- sis y el Éxodo inauguran dos realidades a] com1enzo de la h1stona del
nes tienden a dirigir su cu lto a potencias que ocupan un lugar interme- culto, en las que la problemática de la mediación es mencionada .de
dio. Justamente por la conciencia de que el Dios único no se le puede manera clara y directa. En primer lugar, nos encontrarnos con el sacnfi-
aplacar por el sacrifi cio de animales, se abandona su culto. Los sacri- cio de Abraham. Abraham, obediente al mandato divino, quiere sacrificar
fi cios se ofrecen a las "fuerzas y potestades" del mundo, con las que 11 su hijo Isaac, el po1tador de la promesa. Abraham tendría ~ue haber
el hombre se enfrenta diariamente, ante las que tiene que mostrar su ufrecido a Dios, junto con su hijo, todas las cosas, ya que la tterra pro-
temor, a las que ha de e levar himnos de alabanza y con las que se ha metida no tiene sentido para quien carece de descendencia, porque esa
de reconciliar. Israel no renegó simplemente de estos "dioses", sino tierra fue prometida a la descendencia. En el último mom~~to, Dios
que los fue considerando cada vez más como espíritus capaces de lle- mismo le impedirá consumar un sacrificio así. En vez de su hiJO, le será
var al hombre al distanciamiento del Dios verdadero. La adoración de- dado un carnero, un cordero macho, que tendrá que ofrecer a Dios en
bida sólo a Dios: he aquí el primer mandamiento. Este Dios único será lugar de su hijo. El sacrificio vicario encontrará justificación en la si-
honrado con el tipo de sacrificio reglamentado cuidadosamente y has- guiente instrucción divina: es Dios quien pone en sus manos el cordero,
ta los últimos detalles. l iUC el propio Abraham le devuelve.
Quien se acerca con mayor atención a la historia del culto de Israel, La anáfora romana dice que "de entre estos dones y ofrendas" lleva-
se tropieza con una segunda particularidad, que, en último término, lleva mos nosotros a efecto nuestro sacrificio. Precisamente, la conservación
sus consecuencias interiores hasta el Jesucristo del Nuevo Testamento. del recuerdo de esta historia hizo que perdurara el ansia, la esperanza
Precisamente a partir de una lectura de la historia del culto, el Nuevo Tes- dc:l "verdadero Cordero" que procede de Dios y que, justamente por
tamento se pone en conexión profunda con el Antiguo. Es el Nuevo Tes- rilo, no es para nosotros ningún sucedáneo, sino el auténti~o interme-
tamento el que facilita al Antiguo, de acuerdo con su drama interior, la dialio. Somos conducidos otra vez a Dios por Él. La teolog1a del culto
unificación de los elementos contradictorios, tal como se dan en la cristiano -comenzando por Juan el Bautista- reconoció en Cristo a
30 31
este verdadero Cordero entregado por Dios. El libro del Apocalipsis de- en el Templo estuvo siempre acompañado de una conciencia aguda de
signa a este Cordero ofrecido y que vive el sacrificio, como centro de la su insuficiencia. "Si hambre tuviera, no habría de decírtelo, porque mío
liturgia celestial. La liturgia celestial se hace presente en medio del es el orbe y cuanto en él se encierra. iES que voy a comer la carne de
mundo a través del sacrificio de Cristo. Ello quila todo valor a cualquier los toros, o a beber la sangre de Jos machos cabríos?" (Sal 50, 12-14).
otra liturgia vicaria (cf. Ap 5). La crítica radical al Templo, que conforme al relato contenido en el
En segundo lugar, quiero llamar la atención sobre la fundamenta- capítulo 7 de los Hechos de los Apóstoles, pronunció Esteban en su ar-
ción de la liturgia pascual, tal como parece en el capítulo 12 del Éxodo. diente discurso, resulta inusual en su forma neotestamentaria, ya que se
En este pasaje se regula que el cordero pascual se contemple como cen- halla imbuida del nuevo patlws cristiano. Pero no es algo totalmente aje-
rro del año litúrgico y de la memoria de la fe de Israel. La propia litur- no a la historia de Israel, en la que siempre tuvo lugar una crítica expresa
gia es. al mi mo liempo, una permanente fundamentación de la fe del a la deformación del sacrificio en su configuración concreta. En definiti-
Pueblo. El cordero aparece con toda claridad como un rescate por el va, en el núcleo de su crítica, Esteban no hace otra cosa que valerse del
cual Israel se verá libre de la muerte. Pero ese rescate posee también un profeta Amós: "¡Yo detesto y desprecio vuestras fiestas y no gusto del
carácter de demanda divina. En última instancia, se trata de la propia olor de vuestras reuniones! Si me ofrecéis holocaustos no me complazco
primogenitura, que Dios reclama para sí: "Todos los primogéni tos de en vuestras oblaciones ni presto atención a vuestros sacrificios de co-
los hijos de Israel me pertenecen, tanto de hombres como de animales" munión de novillos cebados. ¡Apa1ta de mi lado la multitud de tus can-
(Ex 13, 2). El cordero sacrificado manifiesta la necesaria santidad de ciones, no quiero la salmodia de tus arpas" (Am 5, 2 1-23; Hch 7, 42).
los seres humanos y de la creación en su conjunto; es un signo que se Todo el discurso de Esteban se halla reco1Tido por la supuesta incul-
trasciende a sí mismo. Por eso podemos afirmar que el sacrificio pas- pación que se puso en su boca: "Jesús el Nazareno destruirá esta edifi-
cual no se detiene en sí mismo, sino que compromete a todos los pri- cación [se refiere al Templo] y cambiará las costumbres que Moisés
mogénitos, y, en ellos, al conjunto del pueblo, y, en última instancia, a entregará al Pueblo". Esteban responde sólo indirectamente a esta supo-
toda la creación. Desde este punto de vista habría que entender la ex- .,ición de que él mantenía una actitud crítica frente al Templo y frente a
presión con la que Lucas designa a Jesús como el "Primogénito" ya en los sacrificios del Antiguo Testamento. Interpretó el discutido pasaje de
el Evangelio de la Infancia (Hch Le 2, 7). Las cartas de la cautividad Amós 5, 25-27, que, en su antigua versión, ofrece un sentido casi indes-
presentan a Cristo como "primogénito de toda criatura". Sólo en Él lle- l· ifrable. Se vale de la versión de la Biblia griega. En ella se aprecia una
IJ ga a cumplimiento aquella santificación de la primogenitura que a to- l rítica al culto ejercido durante los cuarenta años pasados en el desierto.
dos nos involucra. Aquella experiencia terminada con la adoración al becerro de oro, de
1
Pero permanezcamos en el Antiguo Testamento. Su carácter sa- modo tal que la liturgia de todo ese período de la vida de Israel no parecía
1 crificial se halla siempre acompañado por una inquietud profética que ' ino una continua defección: "¿Es que sacrificios y oblaciones en el de-
cuestiona constantemente el propio sacrificio. Ya en el pasaje de 1S 15, ., ¡ ~rto me ofrecisteis, durante cuarenta años, oh casa de Israel? Vosotros
22 nos encontramos con una palabra profética primitiva, que recorre el llevasteis a Sikkut, vuestro rey, y a Keván, vuestro dios, esos ídolos que
Antiguo Testamento con diversas modulaciones, hasta que Jesús la m, habíais fabricado; pues yo os deportaré más allá de Damasco, clice
hace suya: "Más valiosa que los sacrificios es la obediencia; la docili- Y.1hveh, cuyo nombre es Dios Sebaot". La ofrendas de animales apare-
ll' ll en este pasaje como una distorsión de la adoración del único Dios.
dad es mejor que la grasa de los carneros". En Oseas esta palabra ad-
quiere la siguiente configuración: "Prefiero la fidelidad de la Alianza a Estas palabras del profeta, en la versión de los intérpretes alejandrinos
las víctimas del sacrit1cio; el conocimiento de Dios me resulta más lll· la que se vale Esteban, hubieron de golpear los oídos de Jos presentes.
grato que los holocaustos" (Os 6, 6). En Jos labios de Jesús este tema b .teban bien pudo haber añadido la dramática apelación de Jeremías:
es formulado de una forma totalmente sencilla y elemental: "Miseri- ··('uando yo saqué a vuestros padres del país de Egipto, no les hablé
cordia quiero, no sacrificios" (Mt 9, 13; 12, 7). El culto que se tributaba 111 les mandé nada tocante a holocausto y sacrificio" (Jr 7, 22). Este-
32 33
l~lt·•ducci6n al espíritu de la liturgia
ban renuncia a cualquier profundización de estos textos, que nos hacen como idéntica, casi incluso en su formulación, a la acusación que ocupa
suponer duras e interiores confrontaciones dentro del Israel anterior al el centro del proceso contra Jesús. Y es que a Jesús se le atribuyó el di
exilio. En su lugar añade otras tres series de pensamientos para hacer cho: "Yo destruiré este templo hecho por hombres y en tres días levanta-
comprensible el sentido de la interpretación del mensaje de Cristo. ré otro no construido por mano de hombres" (Me 14, 58). Naturalmente
Moisés -así se expresa Esteban- habría mandado construir la que los testigos no pudieron ponerse de acuerdo sobre la textualidad de
tienda ritual según el mandato de Dios conforme a la imagen original que la profecía de Jesús (cf. Me 14, 59). Pero resulta claro que este argu-
viera sobre el monte santo (cf. Ex 25, 40). Este pasaje posee un significa- mento jugó un papel decisivo en la disputa sobre Jesús.
do muy preciso. La tienda ritual terrestre es sólo una representación y no En la medida en que esto es así, nos hallamos aquí ante la cuestión
el Templo verdadero. Se trata de una imagen y una parábola de algo que cristológica por antonomasia, la que se pregunta por el ser de Jesús. A l
lo trasciende. David, que había hallado gracia ante Dios, le pidió que le mismo tiempo. esta cuestión nos introduce en el corazón de la cuestión
permitiera edificar un santuario al Dios de Jacob. "Pero fue Salomón el sobre el verdadero culto a Dios. La profecía de la destrucción del Tem-
que edificó la casa" (Hch 7, 48). El paso de la tienda ritual con toda su plo, que sirve de acusación contra Jesús, remite por sí misma a la es-
provisionalidad a la casa que pretende servir de morada a Dios con una cena relatada por los cuatro evangelistas, según la cual Jesús desalojó
estructura de piedra, es ya contemplado como una defección, "Puesto que a los vendedores del Templo. No se trata de una ataque de cólera con-
el Altísimo no habita en edificios fabricados por manos humanas". Ira el abuso de los comerciantes de lo sagrado. Situaciones similares
Finalmente Esteban une a la idea de la provisionalidad. aún tangible se dan en todos los santuarios. Esta escena adquiere aquí un signi fi -
en la tienda ritual, que ha quedado oculta en el edificio del Templo, a toda l'ado más intenso. E n última instancia, la actitud de Jesús tuvo q ue ser
la dinámica interior de la historia veterotestamentaria. Una tal historia ha considerada como un ataque al culto del Templo, a las ofrendas de ani-
de poner todo su empeño en conservar la provisionalidad de la tienda. males y a las divisas del Templo que, para llevar a efecto tales sacrifi-
Cita una profecía mesiánica, la cual, en un cierto modo, llega a constituir- l"ÍOS de animales, era preciso adquirir en esos puestos.
se como cima del Deuteronomio (cf. Dt 18. 15) y que, según Esteban, nos C ierto es que, en este contexto, ninguno de los sinópticos nos fa-
proporciona la clave de interpretación del Pentateuco entero: "Dios os '- ilita una palabra de Jesús que ponga en claro sus intenciones. Juan, por
suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos" (Hch 7, 37). Si MI parte. la ofrece como explicación profética de una acción: "Destruid
la función primordial de Moisés consistió en la erección de la tienda ri- l'stc Templo y en tres días lo levantaré" (Jn 2, 19). Jesús no dice que
tual y el establecimiento de un orden del culto, que, al mismo tiempo, ~1 aniquilaría el Templo. Esta versión fue un falso testimonio contra Él.
sirvió como ordenación jurídica y como instrucción moral. entonces re- Sm embargo, profetizó que sus acusadores llevarían a efecto precisa-
sulta evidente que el nuevo y definitivo profeta dejaría sin vigor el tiem- n~t•nte una cosa así. Se trata de una profecía que tiene a la cruz por ob-
po pasado de la tienda ritual con su provisionalidad así como las ofrendas Jl'IU. Jesús hace saber que el fin de su cuerpo terreno coincidirá con el
de animales. Él liquidaría el Templo y mudaría todos los usos dados por 1111 de l Templo. Con su Resurrección se inaugurará el nuevo Templo.
Moisés. La serie de profetas que siguieron a Moisés fue testigo de excep- htc te mplo será el cuerpo viviente de Jesucristo, que ya se encuentra
ción de la provisionalidad de tales usos. Con sus clamores, los profetas 11 la derecha de D ios y que ha sido constituido como nuevo ámbito de
fueron capaces de empujar la historia conduciéndola al nuevo Moisés. l llllo. Dentro de este C uerpo Jesús introduce también a los hombres.
Esta línea culmina con el Justo que fue crucificado (cf. Hch 7, 5 1ss). Y l'S que, no teniendo ya nada que ver con la tienda ri tual construida
Esteban no impugna las palabras que se le atribuyen como un pe- ror manos humanas, se constituye en ámbito para la verdadera adora-
cado. Al contrario, se empeña en demostrar cómo en ellas se pone de .: Ión de Dios. Así se disipa la sombra y se da lugar a la m isma realidad.
manifiesto la más honda fidelidad al mensaje del Antiguo Testamento, La profecía de la Resurrección, leída en toda su profund idad, es al
al mensaje de Moisés. En este sentido, resulta muy importante que la 1111\lllO tiempo, una profecía de la Eucaristía. Se anuncia el misterio
acusación contra el primer mártir de la historia de la Iglesia aparezca de l cuerpo ofrecido y vivificado de Cristo. Se nos hace partícipes de
34 35
este Cuerpo y, por su medio, somos conducidos a una relación real con En el Israel preexHico no faltó jamás la llamada de atención que, ca-
Dios. En este cuadro hay que colocar aún una indicación que se halla da vez de manera más clara, ponía en cuestión un sincretismo que se
en los sinópticos. Los tres relatan que en el momento de la muerte de deslizaba hacia formas sacrificiales poco claras. El exilio se convirtió en
Cristo, e l velo del Templo se rasgó de arriba a abajo (cf. Me 15, 38; una exigencia de formular lo positivo, lo que aún estaba por venir.
Mt 27, 51; Le 23, 45). Con ello quieren decir: en e l momento de la Durante el exilio no había Templo alguno, ninguna forma pública y
muerte de Cristo queda abolida la función de l antiguo Templo. El comunitaria de la veneración a Dios tal como había sido prescrito por
Templo se acaba. Ya no es el lugar en el que se da la presencia de Dios. la ley. En esta situación de carencia de culto, Israel debió sentirse in-
no sigue actuando como el «escabel de sus pies», sobre el que había mensamente pobre y desprotegido, con sus manos vacías ante Dios.
reposado su majestad. La destrucción exterior del Templo, que tendría Se acabó la expiación y la alabanza del holocausto no volvió a
lugar algunos años después, se ha visto ya precedida por una compren- elevarse hasta e l Altísimo. Durame esta crisis fue tomando forma, cada
sión teológica. El culto de las prefiguraciones. el culto sucedáneo, se ter- vez con mayor claridad, el pensamiento de que el sufrimiento de Israel
mina en el mismo instante en que el culto verdadero comienza. por Dios y para Dios, de que el gemido de su afligido corazón, de que
La entrega del Hijo, que se hizo hombre y se constituyó en "Cor- su apremiante plegaria tendrían que estar ante el Dios silente como "sa-
dero", en "Primogénito" que encierra en sí todo culto a Dios, conduce a crifico de animales cebados" y en lugar de la ofrenda del incienso. Los
los hombres, que yacían en la sombra y se alimentaban de prefigura- israelitas se convencieron que precisamente las manos vacías y el co-
ciones, a la realidad de la unión con el Dios viviente. En el gesto pro- razón lleno eran, por sí mismos, un culto equivalente interiormente al
fético de arrojar a Jos mercaderes del Templo, la renovación del culto a de los sacrificios del Templo, los cuales ya no tenían lugar.
Dios ha Uegado a la meta de su verdadera fonna. Se ha cumplido la En e l tiempo de la nueva opresión del culto judío, bajo Amíoco IV
profecía que lo anunciaba: "El celo de tu casa me devora" (Sal 69, 10; Jn Epífanes (175-163 a. C.) estos pensamientos, tal como lo encontramos
2, 17). Al final, el "celo" de Jesús por la adoración auténtica lo llevó a la retratado en el libro de Daniel, experimentaron un nuevo vigor y ad-
cruz. Precisamente de este modo quedó expedito el camino para la edi- quirieron mayor profundidad. Siguieron siendo actuales tras la reno-
ficación de la auténtica casa "no construida por manos humanas" que es vación del Templo por los Macabeos, en el mismo momento en que se
el Cuerpo resucitado de Jesús. También se cumple la palabra clave deJe- formó la comunidad del Qumram que nació como contestación al
sús, que los sinópticos nos trasmiten como signo en acción de Jesús: "Mi sacerdocio real de los propios Macabeos. Esta comunidad nunca quiso
casa será llamada casa de oración para todas las gentes" (Me 11 , 17). reconocer el Te mplo y se re mitió de nuevo a un "culto espiritual ". A
Con la desaparición del Templo, se inaugura el nuevo universalismo de esto hay que añadir, por fin que, en el ámbito de Alejandría, se dio un
la adoración «en Espíritu y en Verdad» (Jn 4, 23), que Jesús había anun- contacto con la crítica helénica al culto. De este modo va madurando,
ciado en su conversación con la samaritana. Por este motivo, ni e l Espí- cada vez de modo más evidente, e l pensamiento de la veneración de la
ritu ni la Verdad pueden ser concebidos al estilo de la Ilustración y de mente (thysia). Ella nos sale al paso en el versículo 3 del capítulo 12 de
modo subjetivo. Tienen, más bien, que ser considerados a partir de aquel ( 'arta a los romanos como respuesta cristiana a la crisis del culto reinante
que dijo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6). en todo el mundo antiguo.
Hemos de sacar algunas conclusiones, aunque sea de manera abre- El "sacrificio" lo es en tanto que se expresa en la palabra. Se trata de
viada. Ellas nos llevarán a entender mejor qué significa la transitorie- Ju palabra oracional que sube desde e l hombre y asume en sí toda la exjs-
dad de l Templo. Para ello hemos de prestar oídos a la extendida crítica lcncia del hombre haciendo que él mismo se convierta en "palabra" (lo-
al propio Templo, tal como hemos visto hasta aquí. A tal objeto será bue- ~os). El hombre que configura el Iogos y que se convierte en lagos por
no que nos apliquemos aún a la descripción de la dinámica ínsita en al- medio de la fe, ese es el sacrificio, la verdadera gloria de Dios en este
gunas ideas sobre e l culto veterotestamentario. En esta voz crítica se mundo. Se Llegó, pues, a colocar en un primer plano la palabra de la
atisba ya la novedad. nración como equivalente del sacrificio partiendo de la experiencia del
36 37
dolor del exilio y de la época helenística. Es entonces cuando entran, a resultaban irreconciliables y que discurren por caminos opucslos en
través del " logos", todos los conceptos filosóficos del mundo griego. Por todo el Antiguo Testamento sin encontrarse jamás, alcanzan aquí su
fin, el espírilu griego e leva todo esto a la idea mística de la unión con el unidad. Por fm la "palabra" no usurpa el lugar de otra realidad corpó
Logos que es el sentido mismo de todas las cosas. rea. Ahora la autoentrega de Jesús en la cruz se une a toda la realidad
Los Padres de la Iglesia asumieron todo este desarrollo espiritual. de la vida y el sufrimiento humano. Ya no estamos ante un culto suce-
Ellos designaron a la Eucaristía, según su esencia, como oratio, como dáneo, sino que el culto vicario de Jesús nos asume y nos transporta a
oración hecha palabra. Esta palabra se hizo verdadero lugar del culto aquella glorificación de Dios, a aquel convertirse en amor en que con-
cristiano para los círculos espirituales de la antigüedad que buscaban siste la verdadera adoración.
e l camino verdadero del hombre y deseaban encontrarse con Dios. El Por este motivo, la Eucaristía, que brota de la Cruz y de la Re-
hecho de que los Santos Padres designen a la Eucaristía como "ora- surrección de Jesús, sale al encuentro de las expectativas del Antiguo
ción'', es decir, sacrificio hecho palabra, indica que en su mente hay al- Testamento, y hasta de la historia de las religiones. Es el c ulto en el
go más de lo que podía dar de sí la idea griega del logos. Quedaba, con que siempre h emos puesto nuestra esperanza y, no obstante, e l culto
ello abierta, la misma cuestión que se había ido esbozando en la teología que excede nuestras posibilidades, la adoración "en Espíritu y en
veterotestamentaria referida a la oración y el sacrificio. Verdad". El velo rasgado del Templo es el velo rasgado que separaba
Los grandes avances veterotestamentarios hacia la idea del culto como la faz divina con respecto a este mundo. En e l costado traspasado del
"palabra" comportaron llamativas divisiones. Por un lado, abren la pue1ta Crucificado se halla el propio costado abierto de Dios. En él vemos
a una nueva y positiva configuración del culto a Dios. Pero, por otro lado, quién es Dios y qujénes somos nosotros. Ya e l cielo no está cerrado.
se manifiesta que este planteamiento es insuficiente. La sola palabra no Dios ha salido de su enclaustramiento. Por este motivo, Juan une e l sen-
basta. Por eso se sigue aguardando la reconstrucción del Templo en su lido de la cruz y la esencia del nuevo culto a Dios en la misteriosa locu-
forma más pura. Aquf es donde se nos muestran evidentes contradiccio- ción profética de Zacarías (cf. Za 12, 10). Mirarán al que traspasaron
nes, tal como aparecen en el Salmo 50. Por una parte encontramos ma- (cf. Jn 19, 37). Nos encontraremos de nuevo esa palabra en Ap l, 7. De
ravillosamente desarrollada la nueva idea del culto: "Los sacrificios no te momento podemos ya buscar resumidamente algunos resultados que,
satisfacen[ ... ]. El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu quebrantado". por cuanto hemos dicho. resultan claros.
Por otra parte, se alude a otra visión de plenitud distinta: "Entonces te l . El culto cristiano, o si se prefiere, la liturgia de la fe cristiana no pue-
agradarán los sacrificios justos -holocaustos y oblación entera-, se de ser entendida simplemente como una forma cristianizada del culto de
ofrecerán entonces sobre tu altar novillos'' (Sal 50. 18-21). h1 Sinagoga, por mucho que, en su configuración concreta, tenga algo que
••gradecer a ese culto. La Sinagoga se hallaba subordinada al orden litúr-
Por su lado, y por muy grande y hermosa que pueda ser, la mística
gico del Templo. Tras la destrucción del Templo, la Sinagoga continuó
griega del logos deja al cuerpo material desprovisto de toda esencia
ejerciendo sus funciones. La liturgia de la Palabra que se realizaba en ella
real. Según el esquema gnóstico, del que ya hemos hablado, la sal-
¡;on una magnífica profundidad, sabe perfectamente que está incompleta.
vación consistiría en una pura elevación, en una esperanza de unión Por ello mismo, se distingue de la liturgia de la palabra del Islam, vincu-
con e l todo. En este modo de entender las cosas falta algo. La idea del l;~da a la peregrinación y al ayuno, que configura la totalidad del culto a
lagos-sacrificio llegará a su culminación en la idea del Lagos-encar- 1>ios exigido por el Corán. En cambio, el servicio litúrgico que se ejerce
nado, en la Palabra hecha carne que atrae hacia sí a toda carne en la dl•ntro de la Sinagoga está circunscrito a un determinado tiempo, puesto
glorificación de Dios. En este punto cabe decir que el logos ya no es tJue no hay Templo y el pueblo ag·uarda su reconstrucción.
sólo sentido más hondo y trascendente de todas las cosas. Él mismo
se ha metido en la carne y ha tomado un cuerpo. Él hace suyas nues- En cambio, el culto cristiano contempla la destrucción del Templo de
tras penas y nuestras esperanzas; Él se identifica con las esperanzas de Jl·rusalén como algo definitivo y como teológicamente necesario. Su lu-
la creación y las lleva hasta Dios. Las dos líneas que en el sa lmo 50 Alilr ha sido ocupado por el Templo universal de Cristo resucitado, cuyos
hra7.0S extendidos en la cruz se hallan tendidos sobre el mundo, para
18
39
atraer a todos al abrazo del amor eterno. Ya existe un nuevo Templo y la creación. el logos que habita al hombre y el Logos eterno hecho hom-
con él también el nuevo y definiti vo sacrificio. Éste consiste en la humani- bre-el Hijo-llegan a ser una misma cosa. Todas las demás prescripcio-
dad de Cristo que ha alcanzado su plenitud en la Cruz y en la Resurrección. nes ceremoniales se quedan demasiado cortas. Si se describe la Eucaristía
La plegaria del hombre Jesús se funde con el diálogo intratrinitario en cuanto un fenómeno litúrgico como "reunión". o -tomando como
del amor eterno. Jesús introduce a los hombres en esta plegaria a través de punto de partida su acto fund acional- se la designa dentro de la última
la Eucaristía, la cual es la pueJta siempre abierta de la adoración y el ver- Pascua de Jesús como "banquete", se captan sólo elementos individuales.
dadero sacrificio, el sacrificio de la Nueva Alianza, el culto a Dios que se pero no se ve por parte alguna el gran contexto teológico e histórico. En
ejerce conforme al "logos". cambio. la palabra "Eucaristía", que remite al concepto de adoración. es
En las disputas teológicas de la modernidad ha tornado auge de mane- decir, a la Encamación. a la Cruz y a la Resurrección de Cristo como for-
ra perniciosa la idea de que el culto del Nuevo Testamento ha de ser con- mas históricas de adoración. puede ser utilizada como fórmula abreviada
cebido de manera puramente sinagoga!, en abierta contradicción con el de la idea de la "logike latreia". Por ende. puede ser tenida como expre-
Templo que sería expresión de la ley, la cual constituye un escalón de la sión adecuada de la liturgia cristiana.
"religión" totalmente superado. De este modo ni sacerdotes ni sacrificios 4. Todas estas visiones liberan una dimensión esencial de la liturgia
tendrían ya explicación. Si este modo de pensar tuviera éxito, se perdería cristiana, que consideraremos en el próximo capítulo de forma más con-
la posibilidad de contemplar la total "plenitud" de la historia de la Salva- creta. La liturgia cristiana es, como ya vimos. la liturgia de las promesas
ción precristiana y la unión interior de los dos Testamentos. Una mirada nunplidas. En ellas se ha alcanzado la meta del movimiento de búsqueda
más profunda está llamada a reconocer que, en la liturgia cristiana, no presente en la historia de las religiones. Sin embargo, sigue siendo liturgia
sólo ha penetrado la Sinagoga, sino también el Templo. lk· la esperanza. Ella también lleva en sí los signos de la provisionalidad.
2. Ello significa que la universalidad es algo propio del culto El nuevo Templo no construido por manos humanas está ya en ella. y, no
cristiano. Se trata del culto de cielos abiertos. No estamos ante la reali- nhstante, se halla todavía en proceso de construcción. El gran gesto del
dad de una comunidad que se encuentra circunscrita a un lugar. Cele- 1hrazo que arranca del Crucificado no ha conseguido aún su objetivo.
brar la Eucaristía significa introducir una glorificación total de Dios ('l'ro ya ha comenzado a esbozarlo. La liturgia cristiana es una liturgia
en el ágora abierta del cielo y de la tierra. Ello ha sido inaugurado con ltmcrantc, una liturgia de la peregrinación que conduce a la transfigura-
la cruz y la Resurrección . La liturgia cristiana no es jamás la reunión ~ lón del mundo. Ella alcanzará su cumplimiento pleno cuando "Dios sea
de un determinado grupo, de un círculo particular, ni siquiera de una ludo en todas las cosas".
cierta Iglesia local. El dirigirse de la humanidad hacia Cristo se entre-
cruza con el dirigirse de Cristo a los hombres. Él desea unirse a la hu-
manidad y dar lugar a la única Iglesia, a la única asamblea de Dios en
la que se hallen presentes todos los hombres. Las dimensiones hori-
zontales y verticales, la unicidad de Dios y la unidad de los hombres.
la comunión de todos en el Espíritu y en Verdad son cosas que se
corresponden mutuamente.
3. Desde este punto de vista, se puede contemplar la idea paulina
de la "logike latreia ", del culto a Dios según ellogos, como fórmula
adecuada para la configuración esencial de la liturgia cristiana. En esta
idea fluye el movimiento espiritual del Antiguo Testamento así corno
los procesos de las purificaciones interiores de la historia de las religio-
nes y se dan cita la búsqueda humana y la respuesta de Dios. El logos de
40 41
Parte II
45
importancia, un estadio que nos conduce hacia el cumplimiento de las que realmente la ha derramado. Por fin, este Cuerpo no es el cadáver de
promesas del Antiguo Testamento. Pero resulta evidente que la esperan- alguien que ha fallecido para siempre, ni la Sangre un e lemento sin vida.
za no ha llegado todavía a su meta. Su entrega se convierte en don, ya que el Cuerpo entregado y la Sangre
vertida por amor entraron en la eternidad por obra de la Resurrección
La nueva Jerusalén que ya no necesita Templo alguno, ya que el Dios
regida por un amor más fuerte que la muerte. Sin Cruz y Resurrección,
todopoderoso y el Cordero son su Templo. Es una ciudad en la que, en
el culto cristiano es vano. Una teología de la liturgia que excluyera es-
lugar de sol y luna, resplandece La gloria de Dios y es iluminada por la
las relaciones vivas, de nada podría hablar realmente, sino que sería
santidad del Cordero (cf. Ap 2 1, 22ss). Pero esta ciudad aún no ha llega-
de un juego vacío.
do. Por tal razón los Santos Padres no describieron los estadios previos
a la plenitud simplemente como una confrontación entre el Antiguo y el Aun considerando este fondo de realidad característico de la liturgia
Nuevo Testamento, sino según los tres grados de sombra, imagen y rea- ' ristiana, hay algo que aún resulta importante. La crucifixión de Cristo,
lidad. En la Iglesia del Nuevo Testamento la sombra desaparece por obra su muerte en la cruz y, a su manera, la resurrección del sepulcro que
de la imagen: "La noche está avanzada. El día se avecina" (Rm 13, 12). 'onfiere incorruptibilidad a lo corruptible, son eventos históricos únicos
Pero, como Gregorio Magno nos advierte, nos hallamos en el tiempo de que, como tales, pertenecen al pasado. Ellos están marcados en el sen-
la aurortt en el que se mezclan las tinieblas con la luz. El sol está ya des- tido más propio del término por el "semel" (ephapax), el "de una vez
puntando, pero aún no ha salido. De este modo, el tiempo del Nuevo Tes- para todas", expresamente mencionado por la Carta a los hebreos en
tamento da origen a un peculiar "tiempo intermedio" hecho de "ya, pero contraposición a los sacrificios de la Antigua Alianza, muchas veces re-
todavía no". En él las condiciones empú·icas siguen teniendo vigencia petidos. Pero, si se tratara sólo de hechos del pretérito que aprendemos
aunque, de alguna manera, ya han sido superadas y siempre tendrán que en los libros de histmia, no podría tener lugar ninguna contemporanei-
serlo, hasta que Cristo haga su entrada definitiva. dad con ellos. Serían inalcanzables por nosotros. No obstante, al acto
exterior de la crucifixión corresponde un acto interior de entrega -el
A partir de esta comprensión del Nuevo Testamento como tiempo
C'uerpo "será entregado por vosotros"-. Nadie me puede quitar la vida.
intermedio, como imagen hecha de sombra y de realidad, se configura
Yo mismo la entrego voluntariamente. dice el Señor en el Evangelio de
la forma específi ca de la liturgia cristiana. Esta forma de la liturgia
Juan (Cf. Jn 10, 18). Tal acto de entrega no es sólo un evento espiritual,
c ristiana nos apena claridad, siempre que tomemos en consideración
mcluye también lo corpóreo, involucra al hombre entero, y, al tiempo,
los tres estad ios de los que hemos hablado. Ellos son esencia les para
es un acto del Hijo.
la constitución del culto cristiano. Hay un estadio intermedio que nos
resulta fa miliar. Se manifiesta en las palabras pronunciadas por Jesús La voluntad humana de obediencia de Jesús se ha introducido en el
en la Última Cena y en los gestos que realizó en aquel momento. Así eterno "sr· del Hijo al Padre, tal como Máximo el Confesor expuso mag-
pues, ellos constituyen e l núcleo de la celebración litúrgica cristiana, nflicamente. De tal suerte incluye este "dar" que, desde la pasividad de
cuya construcción, por otra parte, incorpora elementos que sintetizan ~er crucificado convierte en actividad del amor la pasión del ser humano
los provenientes de la Sinagoga y del Templo. En lugar de la ofrenda y transforma todas las dimensiones de la realidad: cuerpo, alma, espíritu,
sacri ficial del Templo se halla la anáfora de la Eucaristía como f01ma de lngos. Lo mismo que el dolor corporal se mete dentro del pathos del es-
penetrar en el comportamiento de Jesús durante su Última Cena y como plritu convirtiéndose en un "sí'' de la obediencia, así el tiempo es intro-
entrega de los dones que se han transubstanciado. Pero este plano litúr- ducido en aquello que supera el tiempo. El acto propiamente interior, que
gico no se sostiene en sí mismo. Sólo tiene sentido en cuanto se relacio- no tendría consistencia alguna sin el exte1ior, sobrepasa lo temporal, pero
na con un acontecimiento real que, en su actualidad esencial, llega a puesto que procede de lo temporal, puede lo temporal ser siempre resca-
constituirse en realidad permanente. De otro modo sería como una di- tado en ese acto. EUo hace posible la contemporaneidad. Es esto lo que
visa sin cobertura financiera, sin valor real. El Señor sólo podría de- piensa Bemardo de Clairvaux cuando dice que el verdadero "semel" (de
signar su Cuerpo como entregado porque, de hecho, lo ha entregado; una vez) comporta el "semper" (por siempre). En lo que ocurre una sola
sólo podría ofrecer el cáliz de su Sangre derramada por muchos, por- Vel. tiene lugar lo que permanece.
46 47
En la Biblia el "de una vez'' queda resaltado por la Carta a los he- quede igualado a Dios. Esta es la razón por la que, en la antigua Iglesia .
breos más que por cualquier otro escrito. Pero cuando uno la lee aten- se contemplaba el martilio como una verdadera celebración cucanstk.t.
tamente, se e ncuentra con que esa relación entre el "seme/ " y el "pro Se trataba de la realización más evidente de la contemporaneidad wu
semper", expresada por san Bernardo, es precisamente el núcleo central Cristo, del ser uno con Él. Efectivamente. la liturgia me remite a lo
que se comunica en este texto bíblico. El ephapax (de una vez) se halla cotidiano. a la existencia personal. Ella apunta, como ya Pablo dijo en el
ligado al aionios (por siempre). El "hoy" incluye a todo el tiempo de la mencionado texto, a que "nuestro cuerpo" --es decir, nuestra existencia
Iglesia. Siendo esto así, en la liturgia cristiana no es sólo el pasado lo corpórea y terrena- es una "víctima viva", que se une al "sacrificio" de
que se alcanza. sino que ocurre una contemporaneidad con Jesucristo. Cristo (cf. Rm 12, 1). Sólo desde aquí es comprensible la oración sobre
He aquí lo que fundamenta la liturgia. Es este el núcleo propio y la ver- las ofrendas, característica de toda liturgia cristiana.
dadera dimensión de la Eucaristía, que, en cuanto banquete, es penetra- Una teología que no viera los contextos contemplados hasta aquí.
ción en la contemporaneidad con el misterio pascual de Cristo, en su sólo podría advertir contradicciones en todo esto, o bien regresaría a la
paso de la tienda de la caducidad a la faz de Dios. l'tapa precristiana, ya que el sacrificio de Cristo tuvo lugar hace mucho
Volvamos al punto de partida. Hemos dicho, en primer lugar, que tiempo. Pero en cuanto mediación no ha llegado al final. E l ''semel" (de
existe un plano de hechos fundantes. En segundo lugar, hemos mencio- una vez) desea alcanzar su "semper" (por siempre). Este sacrificio sólo
nado el plano de la actualización como plano propiamente litt1rgico. Ya "~rá pleno cuando el mundo llegue a ser ámbito para el <unor, tal como
intenté demostrar cómo ambos planos se entrecruzan. E l pretérito y el lo ve san Agustín en su Ciudad de Dios. Entonces - hablamos de ello al
presente se penetran mutuamente. Lo más esencial del pasado no es al- principio-- la plenitud del culto se confundirá con la plenitud del Gól-
go que se ha ido del todo. Posee, más bien. una fuerza que da lugar al I!!Ota. Por eso pedimos en la oración sobre las ofrendas que sean transfor-
presente. Ello significa que el futuro está presente en tal acontecer, que, madas y que esa transformación nos involucre también a nosotros. He
de acuerdo con su esencia, puede ser llamado anticipación de lo que está ·•~¡uf la razón por la que nos unimos en el canon romano con los grandes
por ven ir. Sin emba ;o. en este punto no nos es lícito precipitarnos. El uterentes de la prehistoria: Abel, Me lquisedec, Abraham. Ellos exis6e-
pensamiento en el "eschaton ",en el Cristo que regresará, pugna por ha- I<HI históricamente antes de Cristo, fueron sus anticipaciones. o como lo
cerse adelante, cosa que está bien. Pero entonces nos sale al e ncuentro rxpresan los santos Padres. los "typoi" de Cristo. También los que lo
otra dimensión que debemos tener presente. Esta liturgia -<:omo ya he- pH.'Cedieron en gozar de la contemporaneidad con Él. Ellos interceden
mos visto-- no es un sucedáneo, sino una mediación. Pretendo dejar cla- pe11 nosotros.
ro lo que se insinua con esa distinción. No se sacrificarán animales. no Uno podría estar tentado a decir que esta tercera dimensión de la
se ofrecerá una "cosa", que, en última instancia. nos resulta extraña. liturgia. su tensión entre la Cruz de Cristo y nuestra e ntrada viviente
Esta liturgia se apoya sobre la Pasión sufrida por un hombre, que se 11 aquel que ha sido nuestro mediador y que quiere ser " uno" con no-
ha introducido con su propio ''yo" en el misterio del mismo Dios. Este litros (cf. Ga 3, 18-28) es expresión de una exigencia moral. Sin duda ,
hombre es el "Hijo". De tal modo nunca será una "actio /iturgica" va- ' lllé en el culto cristiano se contiene una exigencia moral, pero se trata
cía. Aquello de lo que procede lleva dentro de sí su futuro, también en de· .ligo más que de un puro moralismo. El Señor nos antecedió; Él ya
el sentido de que la mediación implica al mediador, el cual no se queda luto todo lo que nos habría correspondido a nosotros; ya ha abierto el
fuera de dicho futuro, sino que lo configura. La contemporaneidad con Lilrnino que no podíamos franquear nosotros, pues nuestra fuerza no era
la Pascua de Cristo, que tiene lugar en la liturgia de la Iglesia, también ul1ciente para construir puentes que nos unieran con Dios. Él se ha con-
es una realidad antropológica. La celebración no se reduce a rito. no es WII ido en nuestra fuerza. Se trata ahora de que nos dejemos incorporar
sólo un '1uego" litúrgico, pues pretende llegar a ser '' fogike fat reia" (cul II I.'SC "ser-para", de que permitamos que nos rodeen sus brazos abier-
lo razonable), "configuración según ellogos" de mi existencia, contem hl' que nos atraen hacia Él. Él, el Santo. nos santifica con la santidad
poraneidad interior entre mi ser y la entrega de Cristo. Su entrega quierl' '111'' no podríamos alcanzar jamás. Seremos incluidos en el gran proceso
hacerse mía, para que esa contemporaneidad llegue a su plenitud y yo h• ~h11ico por cuya virtud el mundo sale al paso de la promesa de Dios
48 49
lllll!•ducción al tspfritu dt la littugia
de ser "todo en todas las cosas". En este sentido, lo que aparece en pri- cristiana ya no es un culto sucedáneo, sino una venida a nosotros dl'l
mer término como una dimensión moral, es, al mismo tiempo, la diná- mediador, un camino hacia la mediación como introducción en la misma
mica escatológica de la liturgia. La "plenitud" de Cristo, de la que hablan realidad. Tomamos parte en el liturgia celestial. Pero esa participación M!
las Cartas de la cautividad de san Pablo, se hará real. De esta guisa el nos propicia a través de los signos terrenos, que el Salvador nos ha mostra-
acontecimiento pascual atravesará la historia dándole plenitud. El "hoy" do como espacio de su propia realidad. En la celebración litúrgica se lleva
de Cristo dura hasta el final (cf. Hb 4, 7ss). a efecto la conversión mutua entre el "exirus" y el "reditus". La salida se
Si consideramos retrospectivamente las reflexiones de este ca- convierte en retomo, el descenso de Dios se constituye en nuestro ascenso.
pítulo, se nos muestra que por dos veces y en distintos ámbitos nos he- La liturgia facilita que el tiempo terreno penetre en el tiempo de Jesucristo
mos encontrado con los tres pasos de la liturgia. Como ya pudimos y entre en su presente. Ella es el punto crucial en el proceso de la salvación.
advertir, la liturgia se halla marcada por la tensión entre la Pascua histó- El Pastor toma sobre sus hombros la oveja perdida y la lleva consigo.
rica de Jesús (Cruz y Resurrección) como su base real. Lo eterno ha to-
mado forma en lo único e irrepetible. A través de ello -segundo paso-
entra en nuestro presente por la acción litúrgica; y -tercer paso-, a
partir de aquí, la vida de los que celebran la liturgia, y, en última instan-
cia, la realidad histórica en su conjunto, alcanzará su plenitud. Lo que
ocurre inmediatamente - la liturgia- está lleno de sentido y significa
para nosotros la vida, porque compOJ1a las otras dos dimensiones, ya que
el pasado, el presente y el futuro se compenetran y tocan la eternidad.
Anteriormente hemos reconocido tres grados de la historia de la Salva-
ción, que -según la formulación de los Santos Padres- avanza en pro-
gresión como quien va desde la tiniebla a la imagen para acabar en la
realidad. El velo del Templo se rasgó y así quedó abierto el cielo por la
unión del hombre Jesús con todos los seres humanos a los que abrió al
contacto con el Dios vivo. Pero esta nueva apertura se nos hace media-
ción ante todo en los signos de la Salvación. Necesitamos la mediación
y no vemos aún al Señor "como Él es". Si juntamos los dos esquemas
-el histórico y el litúrgico-, queda patente que la liturgia es pre-
cisamente la expresión de esta situación histórica del "tiempo interme-
dio", de la imagen en la que aún nos hallamos. La teología de la liturgia
es una forma especial de "teología simbólica", de teología de los
súnbolos que nos une al arcano presente.
Regresamos ahora a la pregunta definitiva de la que habíamos partido.
Después de que el velo del Templo se rasgó y el corazón de Dios quedara
abierto para nosotros en el corazón traspasado del Crucificado, ¿seguimos
;
teniendo necesidad de espacios sagrados, de tiempos sagrados, de sfmbo-
los que actúen como aproximaciones a la realidad? Desde Juego que los ne-
cesitarnos. Precisamente a través de las imágenes, a través de los signos
aprendemos a contemplar el cielo abierto. De este modo nos capacitamos
para reconocer el misterio de Dios en el corazón del Crucificado. La liturgia
50 51
Capítulo 11
Lugares sagrados.
Significado de los templos
l
no cristianos no debería elevarse, de todas maneras, a una contraposición En primer lugar, era la "cátedra de Moisés", de la que el propio
por la que quedara cortada la continuidad interior de la historia religiosa Señor habla en el Evangeli o (cf. Mt 23, 2). El rabbí no dice cosas de
de la humanidad. Esta historia no disuelve los vínculos que unen al su propia cosecha. Tampoco es un profesor de universidad que anali za
Antiguo y al Nuevo Testamento, a pesar de las diferencias. racionalmente la Palabra de Dios. E l rabbí hace presente la Palabra
Cirilo de Jerusalén llama la atención en su Catequesis 18 (23- 25) que Dios dirigió a Israel a través de Moisés. Dios habla hoy por boca
sobre el hecho de que la "convocatio" (synagogé-ekklesfa, es decir. de M oisés. La cátedra de Moisés no existe sólo a fm de recluir al Sinaí
reunión del Pueblo de Dios convocado por Él). hace su aparición como en el pasado lleno de protagonismos humanos, ya que en la Sinagoga
término específico cuando Aarón propone una organización dirigida al no es importante lo que dicen los hombres sino la Palabra de Dios.
culto, tal como el Pentateuco refiere. Muestra cómo esto es válido para La cátedra de Moisés no existe para sí ni se explica desde sí mis-
otros muchos pasajes de la Thorá, y cómo, en el tránsito al Nuevo Tes- ma. Ni siquiera se halla orientada sin más al pueblo. El rabbí, como
tamento, no se pierde esta orientación. La convocación y la llamada tie- todos en ella, dirige su mirada al Arca de la Alianza o, dicho con más
nen un fundamento. Este fundamento es el culto del cual y hacia el cual propiedad, al cofre de la Thorá que hace las veces del Arca de la
surge la llamada. Se trata de lo que une a los convocados, lo que con- Alianza perdida. Hasta el tiempo del exilio, e l Arca de la Alianza era
fiere dignidad y sentido a su congregación, es decir, el ser uno en el único "obj eto" que podía entrar en el "sancta sanctorum" otorgán-
aquella "paz" que el mundo no puede dar. Ello se muestra en la imagen dosele una significación particular. El Arca era ten ida por el trono
originaria de la "ekklesfa" del Antiguo y del Nuevo Testamento, de la vacío sobre el que se asentaba la shekiná, es decir, la nube del Dios
comunidad creada en las faldas del Sinaí. La congregación se reúne pa- presente. Los querubines en los que los elementos del cosmos se
ra escuchar la Palabra de Dios y para sellar lo que en ella se proclama hallaban representados, actuaban en esta pieza como "asistentes al
a través del sacrificio, de modo que se establezca una "Alianza" entre trono". Ya no son divinidades independientes, sino expresiones de las
Dios y los hombres. fuerzas de la creación que adoran al único Dios. "Tú que asientas tu
Pero detengámonos a contemplar la configuración concreta del trono entre los querubines": así se dirigirán los israelitas a D ios, al que
templo cristiano con más precisión antes de seguir con otras conside- no pueden alcanzar en el cielo, pero que ha decidido posar sus pies so-
raciones. Continuando las investigaciones de E. L. Sukenik, Louis bre el "escabel" del Arca como signo de su presencia. En tal sentido,
Bouyer puso de relieve cómo la casa cristiana consagrada al servicio el Arca viene a dar cuerpo a algo parecido a su presencia real entre los
divino se halla en total continu idad con la Sinagoga, sin darse una rup- ~¡uyos. Es, al mismo tiempo, una forma impresionante de la renuencia
tura dramática gracias a la comunión con Jesucristo, el crucificado, el a plasmar a Dios en imágenes propias del culto veterotestamentario
resucitado, pero conservando su novedad específicamente cristiana. que mantiene a Dios en su soberanía. El Arca ofrece a Dios sólo un
Esta estrecha conexión con la Sinagoga, su forma arquitectónica y su escabel para su trono. En el exilio se perdió el Arca de la Alianza,
configuración de espacio dedicado al culto no contradice lo que he- quedando vacío en adelante el "sancta sanctourm". Así lo encontró
mos dicho aquí mismo, es decir. que la liturgia cristiana involucra al Pompeyo cuando pasó a través del Templo tras arrancar el velo, cuan-
Templo y no es sólo una continuación de la Sinagoga. Y es que la pro- do entró lleno de curiosidad al "sancta sanctorum " y precisamente
pia Sinagoga se entend fa a sí misma como orientada aJ Templo. La encontró allí lo más característico de la religión bíblica. E l "sancta
Sinagoga jamás fue tenida sólo por un espacio de simple adoctrina- wnctorum" vacío se había con vertido sólo en un testimonio de la es-
miento, sino también cozmo una especie de aula de religión, en expre- pera y de la esperanza de que Dios restablecería su trono.
sión de Bouyer. La Sinagoga, por e l contrario, se hallaba orientada La Sinagoga que guarda algo así como un Arca de la Alianza en el
siempre a la presencia actual de Dios. Esa presencia de Dios se hallaba cofre que contiene la Thorá se convierte en un espacio para una
-y sigue hallándose todavía- para los judíos indisolublemente uni- especie de presencia real. Esto es así porque en ella se custodian los
da al Templo. De acuerdo con esto, la Si nagoga estaba marcada a ro llos con la Thorá, la Palabra viviente de Dios a través de la cual Él
fuego por dos características. mismo ha establecido su trono entre los suyos. Por este motivo el
54 55
diaria que tenía lugar por la mañana y por la tarde'"l. ¿Cómo no r\!cordill
cofre fue rodeado con signos de reverencia adecuados a la misteriosa
en ello el Trisagio de la liturgia cristiana. el clamor del "tres vece~ San
presencia de Dios. Este cofre se encontraba protegido por un velo.
tu" al comienzo de la anáfora? En él la comunidad no proclama alguno~
Ante é l lucían las siete lámparas de la menora, el candelabro de los pensamientos o recita algunos poemas que ella se haya inventado. sino
siete brazos. Esta disposición de la Sinagoga con su Arca de la que. elevándose por encima de ella misma, puede cantar el himno de
Alianza no significa en modo alguno que la comunidad local fuese, ulabanza cósmica de los querubines y serafines.
por así decirlo, autárquica, autosuficiente. Ella es, más bien, e l lugar
La otra gran plegaria sinagoga! culmina "con la recitación del /o.voda,
de la autotrascendencia hacia e l Templo, hacia la comunión del (lnico
que, según los rabinos, era la oración consecratoria de la ofrenda de los
Pueblo de Dios creado por el propio Dios. La Thorá se encuentra en
holocaustos en el Templo"3 • Se añadía a esta plegaria una petición por la
todas partes y siempre es una y la misma. De este modo el Arca re mite
llegada del Mesías y la rehabilitación de Israel. Esto último pudo, según
a algo que está más allá de sí misma, al ámbito de la presencia divina.
Bouyer, "ser considerado como expresión de la esencia propia del acto
Ese ámbito ha sido escogido por e l propio Dios, es el "sancta sane- sacrificial"'. Hagamos memoria en este momento del tránsito de los sa-
tonan " del Templo de Jerusalé n. El "sancta sanctomm" del Templo '-'rificio~ de animales a la "adoración según ellogos", que marca el paso
permaneció, según expresión de Bouyer, como "el punto central por del Anllguo al Nuevo Testamento. Por fin. hay que mencionar aún que
excelencia en el culto a Dios por parte de la Sinagoga" 1• "En esta no se produjo ningún estilo arquitectónico especial para la Sinagoga. Se
situación se hallaban todas las Sinagogas en tiempos de nuestro Señor sirvieron de la "fonna típica de los edificios griegos destinados a las reu-
y desde entonces siguieron teniendo esa disposición". El rabino y el Pue- niones públicas que llevaban el nombre de basílica"5• Ellas posibilitaban
blo miraban al Arca de la Alianza. Haciendo una cosa así pretendían vol- lu circulación de los que las visitaban con sus naves separadas por series
ver su rostro a Jerusalén, se dirigían al "sancta sanctorwn" del Templo de columnas.
como lugar de la presencia de Dios para su Pueblo. Esta costumbre per-
Me he detenido con tan~ minucia en la descripción de la Sinagoga
duró tras la destrucción del Templo. El "sancta sanctorum" vacío era ya
porque las constantes esenciales del ámbito cultural de los cristianos son
expresión de la esperanza, de la misma forma que el Templo deslruido
ya visibles en ella. Así se pone nuevamente de manifiesto la unidad de
era una esperanza del regreso de la shekiná, de su reconstrucción por el
lm. dos Testamentos. Nadie debe extrañarse de que la estructura interior
Mesías que había de venir.
de la Sinagoga y del edificio destinado al culto cristiano más típico casi
Esta orientación hacia el Templo y, con ella, la vinculación de la li- llll'mpre manifestaran continuidad y, al tiempo, se diera una cierta inno-
turgia de la Palabra de la Sinagoga con la liturgia del sacrificio del Tem- vm:ión por lo que toca al mundo cristiano. Ello es evidente si se consi-
plo se manifiesta en forma de oración. A partir de oraciones rituales, se dl·ra el ámbito espiritual de los edificios de la cristiandad semita no
desarrollaron otras oraciones que tenían lugar en el acto del despliegue y tzncga. es decir, en e l ámbito de las Iglesias monofisitas y nestorianas
la lectura del rollo de la Escritura. Originariamente estas plegarias se del Oriente Próximo que, en e l curso de las confrontaciones del siglo V,
hallahan en el contexto de las acciones sacrificiales del Templo. Pero M' separaron del Imperio bizantino.
ahora, y de acuerdo con la tradición del tiempo en el que e l Te mplo no
A partir de la esencia de la fe cristiana se dieron tres tipos de reno-
existía, tales plegarias pudieron ser contempladas como equivalente del
v,•ción con relación a la forma apuntada de la Sinagoga. Así se confi-
sactificio. La primera de las dos grandes plegarias del rito sinagoga! cul-
t~ura e l perfil nuevo y propio de la liturgia cristiana. La primera consiste
mina en la recitación común del Quiddusch al cual pertenecen los
r n que ya no se dirige la mirada a Jerusalén, pues el Templo destruido
himnos de los serafines de Isaías 6 y el himno de los querubines de Eze-
quiel 3. En este punto dice Bouyer: "Posiblemente la cosa discurría de no ~crá nunca más contemplado como lugar de la presencia terrena de
tal manera que el canto a coro de los hombres en esta canción celestial
en este culto del Templo, era una evocación de la ofrenda de inciens~ ' lhid . p 27.
1 lllld p.27
4 ltnd p. 28
l. BotiYER. úturgir 1111d An:l1itrl:tur Einsicdeln, Johannes Verlag, 1993, p.21. 1\ II•IJ p 23.
56 57
Dios. El Templo hecho de piedra ya no será expresión de la esperanza partes de la cristiandad el Oriente quedó señalado con una cruz. Ello se
de los cristianos. El velo de ese Templo se había rasgado para siempre. realizó a partir de una conjunción entre Ap 1, 7 y Mt 24, 30. En el mismo
Se dirigirá el rostro hacia el Este. hacia el lugar por donde sa le el sol. libro del Apocalipsis se dice: "Mira, él viene sobre las nubes del cielo y
No se trata de un culto al sol, sino de una convicción en que el cosmos lodos los ojos Jo verán, incluso a9uellos que lo traspasaron y todas las
habla de Cristo. Será Él quien esté presente en la mente de la comunidad estirpes de la tierra clamarán por El. Sí. Amén".
cuando se entone desde ahora el cántico contenido en el Salmo 19, en El texto del Apocalipsis se apoya aquí en el Evangelio de Juan. ca-
el que se dice que el sol es como "un esposo que sale de su tálamo [.. .]. pítulo 19, versículo 37, en el que, concluida la escena de la cruciftxión,
A un extremo del cielo es s u salida, y su órbita Uega al otro extremo" se cita el misterioso texto de Zacarias 12, JO, el cual cobra repentinamen-
(Sal 19, 6s). Este Salmo pasa sin solución de continuidad de una ala-
te un contenido concreto: ''Mirarán al que traspasaron". Por fin , en el
banza de la creación a un himno de alabanza de la ley. Desde ahora ello
versículo 30 del capítulo 24 del Evangelio de Mateo se nos trasmite la
se aplicará a Cristo, que es la Palabra viva, el Verbo eterno, la luz ver-
siguiente palabra del Señor: "Entonces, al final de los tiempos, aparecerá
dadera de la creación, el cual salió en Belén del tálamo nupcial de la
en e l cielo la señal del Hijo del Hombre; entonces harán duelo todas las
novia, la virgen Madre, y que en este tiempo ilumina el mundo. El Este
razas de la tierra y verán al Hijo del Hombre -es una cita implícita de
cumple las funciones de símbolo de Jerusalén. Cristo -representado
Zacarías 12, 10-. Y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del
por el sol- es e l lugar de la shekiná, el verdadero trono del Dios
cielo -he aquí otra cita implfcita, en este caso de Dan 7, 13- con gran
viviente. En la Encarnación, la naturaleza humana se ha conve1tido ver-
poder y g loria". La señal del Hijo del hombre que fue traspasado por la
daderamente en trono de Dios, el cual queda, por e llo, ligado a la tierra
para siempre y se hace accesible a nuestra plegaria. lanza es la cruz, que a partir de este momento, se convierte en signo de
victoria del Resucitado. De esta sue11e el simbolismo de la cruz y del
La oración que se hace mirando al Este es contemplada en la antigua
Oriente se funden. Los dos son expresión de la misma y única fe, en la
Iglesia como una tradición apostólica. Aunque la costumbre de volverse
cual la memoria de la Pascua de Cristo crea presente y confiere dinámica
hacia el Este y la abolición de la mirada hacia el Templo no pueden
u la esperanza que sale al encuentro de lo que está por venir.
datarse con exactitud, resulta, de todos modos, seguro que se remonta a
los tiempos más remotos y que siempre fue tenida por una señal dis- En fin , este volverse hacia el Este significa que el cosmos y la histo-
tintiva de la liturgia cristiana, lo mismo que de la oración privada. En tal ria de la Salvación son partes de un todo. También el cosmos ora aquí
"orientación" - la palabra misma indica el "Oriente", el Este. El vocablo en espera de la salvación. Precisamente esta dimensión cósmica está
"orientación" alude a la dirección hacia el Este- de la oración cristiana presente en la liturgia cristiana. Ella nunca se realiza en un mundo exclu-
se dan cita varios signi ficados. "Orientación" quiere decir, antes que na- aivamente hecho por la mano del hombre. Se trataba siempre de una li-
da, simplemente la dirección de la mirada hacia Cristo como lugar de turgia cósmica y el tema de la creación es propio de la oración cristiana.
encuentro entre Dios y el hombre. Esta orientación es expresión del ca- Esta oración pierde toda su grandeza cuando se aparta de este contexto.
rácter cristológico fundamental de muestra oración. l,or esta razón, siempre que sea posible, se debería reemprender esta
El hecho de que se encuentre el símbolo de Cristo en el sol naciente lrudición apostólica de orientar los edificios del culto cristiano hacia el
remite a una determinada cristología escatológica. El sol es figura del Se- Este. Volveremos sobre el tema cuando nos ocupemos del orden de la
ñor que retorna. En él se ve la definitiva salida del sol sobre la historia. nración litúrgica cristiana.
Rezar con el rostro vuelto hacia el Este significa salir al encuentro del La segunda renovación frente a la Sinagoga tiene que ver con la
Cristo que llega. Así pues, la liturgia que se consuma con el rostro mi- aparición de un elemento totalmente nuevo. En la pared oriental, es decir,
rando hacia el Este equivale a entrar en la procesión de la historia hacia en el ábside del lugar cristiano de culto, se halla ahora el altar, sobre el
s u futuro, hacia los nuevos cielos y la nueva tien·a, que nos salen al en- ~ual se ofrece la Eucaristía. Como.,ya hemos visto, la Eucaristía supone
cuentro en Cristo. Se trata de una plegaria de esperanza, de una oración un ingreso en la liturgia celestial. A través de e lla puede el hombre ha-
que se hace de camino en la dirección que nos muestra la vida de Cristo. c:trse contemporáneo al acto de adoración de Jesucristo. En ese acto Él
su Pasión y su Resurrección. Hasta tal punto esto fue así que, en algunas lliUme el tiempo cósmico a través de su Cuerpo y le confiere trascenden-
58 59
cia, poniéndolo en trance de introducirse en la comunión del amor eter- la comunidad se hallaba reunida en tomo a los libros sagrados y a la cá-
no. De este modo, el altar supone un ingreso del Oriente en la comuni- tedra a e llos vinculada. Este hecho significa por sí mismo el paso de la
dad reunida y un salir de la misma comunidad de la mazmorra de este cátedra de Moisés a la cátedra del obispo. Igual que el rabino no hablaba
mundo a través del nuevo velo rasgado del Templo. Todo ello conduce a por su propio poder. así tampoco el obispo, que interpreta la Biblia en
tomar parte en la Pascua, en el paso del mundo a Dios, el cual se nos nombre y por mandato de Cristo. De este modo, a partir de una Palabra
brinda como posibilidad en Cristo. Resulta claro que el altar en el ábside escrita en el pasado, se revive la realidad contenida en la propia PaJabra.
mire hacia el "Oriente", siendo, al propio tiempo, una parte de ese mismo Se trata de una locución actual de Dios a nosotros.
Oriente. Si es cierto que en el pasado se intentaba fijar la mirada en Je- Tras la conclusión de la liturgia de la Palabra, dur.mte la cual los fieles
rusalén a través del Arca de la Alianza y del cofre conteniendo la Pala- permanecen junto a la cátedra del obispo, se trasladan todos con él al altar.
bra, no lo es menos que con el altar se ha hecho presente un nuevo Es entonces cuanto resuena la exhortación: "Conversi ad Dominum"
centJ·o de atención. Para decirlo de otro modo: En el altar se encuentra volveos hacia el Señor- , esto es, mirad ahora junto con el obispo
presente aquello que antes había sido preanunciado por el Templo. El hacia el Este en el sentido de la palabra de la Carta a los hebreos:
altar se halla al servicio de nuestra contemporaneidad con el sacrificio "Fijemos los ojos en Jesucristo, el que inicia y consuma la fe [... ]" (Hb
del Lagos. Él contiene en sí el cielo dentro de la comunidad reunida, o, 12, 2).
si se prefiere, él la conduce más allá de sí, a la comunión de los santos La liturgia eucarística se lleva a efecto en vista de Jesús y es, en sí
de todos los lugares y de todos los tiempos. En este sentido podemos misma, una mirada puesta en Jesucristo. Por eso puede decirse que la
afi rmar que el altar es el espacio en que se manifiesta el cielo abierto. No liturg ia tenía en los primitivos templos dos espacios. En primer lugar, es-
excluye el ámbito de la Iglesia, por el contrario, lo incluye en la liturgia tuha el espacio de la liturgia de la PaJabra en med io de la nave. Durante
eterna. Ya hablaremos más tarde sobre las consecuencias prácticas del au celebración los fieles se agrupaban en tomo al "bema ", que era un
significado del altar cristiano. La cuestión sobre la justa ubicación del al- d rculo elevado en el que se hallaban e l trono del Evangelio, la sede del
tar se halla en el centro de las discusiones posconciliares. ohispo y el ambón. La Liturgia de la Eucaristía propiamente hablando
Pero antes hablemos sobre las transformaciones de la Sinagoga tenfa su puesto en el ábside, ante el altar, en tomo al cual se mantenían
ocurridas a partir de la fe cristiana. Hay que notar un tercer cambio. El lm fieles en pie, los cuales, junto con el celebrante, se volvían al Críen-
cofre que contiene la Palabra se mantiene, también por lo que hace al le. hacia el Señor que había de venir.
lugar del edific io del templo cristiano. Pero, como no podía ser por Por fin hay que mencionar una última distinción entre la Sinagoga y
menos, también aquí se dan notables novedades. En lugar de la Thorá los edificios primitivos dedicados al culto cristiano. En Israel sólo los
se encuentran los Evangelios, de los cuales brota en primera instancia varones tenían derecho a tomar parte en el culto. Su presencia era cons-
el significado de la propia Thorá. "Moisés escribió sobre mí" (Jn 5. lllut iva de la liturgia. Sólo a ellos se refería el sacerdocio común descrito
46), dice Jesús. El cofre con la Palabra , Arca de la Alianza se convier- pur el libro del Éxodo en su capítulo 19. Para las mujeres había única-
te ahora en el trono del Evangelio, que, desde luego, no suprime las mc.•nte dentro de las Sinagogas un lugar en las tribunas o e n las logias.
"Escrituras", ni las desplaza, sino q ue les confiere inte lig ibilidad . Es n la Iglesia de Cristo no se dio una tal di scriminación. Ya desde el
preciso considerar que el Evangelio carecería de fundamento sin la!> Ur mpo de los Apóstoles se decía que una cosa así provenía de Jesús.
"Escrituras" asumidas por los cristianos. Aunque no se confiara a las mujeres el culto público de la Palabra, se
La costumbre sinagoga! de cubrir con un velo el cofre para poner más hallaban incluidas plenamente en la celebración, lo mismo que los
de relieve la santidad de la Palabra se conservará. Cae por su propio peso hombres. Por e llo encontraron su lugar en el propio recinto sagrado,
que es también el nuevo el segundo lugar sacro, es decir, el altar. Pero se kl mismo alrededor del "bema" que alrededor de l altar, si bien forma-
lo rodeará con un velo. De esta costumbre de cubrir con un velo el alta~ ban un grupo separado del de los ho!J1bres.
nació el iconostasio propio de las Iglesias del Oriente. La dualidad de los
espacios sacros dentro del recinto sacro cristiano se convirtió en algo de
significado eminente para la acción litúrgica. En la liturgia de la Palabra.
60 61
Capítulo III
64 65
Introducción al espíritu de la liturgia
la participación activa. Sólo a partir de aquí se puede buscar simi litud La nueva estructura del conjunto arqui tectónico no puede dedu-
con la imagen originaria de la Última Cena. Por último, estas conse- cirse sin más de la comida, sino que se hallaba determinada por d
c uencias finales aparecieron con tal determinación, que después del contexto del Templo y la Sinagoga. por la Palabra y el Sacramento y
por las dimensiones cósmicas e históricas. Se expresa precisamente en
Concilio -debe constar que el Concilio mismo nada dice de "dar la
la forma de la estructura litúrgica de la primitiva Iglesia propia de las
cara al Pueblo"- los altares se erigieron así por todas partes. Efec-
cristiandades semíticas. Obviamente ello resulta fundamental también
tivamente, es esta la forma visible de la nueva configuración. la cual
para Roma. A propósito de este asunto vuelvo a citar a Bouyer: "Nun-
no sólo supuso una disposición externa de los espacios litúrgicos. sino
ca y en ningún sitio antes -es decir con anterioridad al siglo XVI-
que incluía en sí una nueva concepción del ser de la liturgia en cuanto
se hallan vestigios de la cuestión sobre si el sacerdote tenía que cele-
banquete compartido por la comunidad.
brar de cara o de espaldas al pueblo. No se le dio el más mínimo inte-
El sentido de la Basílica romana y la ubicación de su altar llegan,. de rés a este asunto ni se le concedió atención alguna. El profesor Cyrille
este modo, a no ser debidamente entendidos. También la idea de la Ulti - Vogel ha advenido: 'Si se puso el acento sobre a lgo, fue sobre la cos-
ma Cena de Jesús es, por lo menos, inexacta. Escuchemos lo que Louis tumbre de que el sacerdote recitara la anáfora y las demás plegarias
Bouyer dice al respecto: "La idea de que la celebraci~n de cara al pue- vuelto hac ia e l Oriente ... Incluso cuando la Iglesia dejaba al libre al-
blo fuera una forma originaria procedente de la de la U1tima Cena, des- bedrío de cada sacerdote la potestad de situarse de cara al pueblo
cansa simplemente sobre la imaginación equivocada de una comida de cuando se hallaba ante el altar, no debemos olvidar que no sólo e l
invitados cristiana o no cristiana de la antigüedad. En el tiempo del cris- sacerdote se volvía hacia e l Este. sino que este movimiento era segu i-
tianismo primitivo e l presidente nunca ocupó un puesto frente a los de- do por todo e l pueblo'"7 •
más comensales. Todos se sentaban o yacían al lado convexo de una
En la Edad Moderna este marco oracional que determinaba tanto la
mesa en forma de sigma o de herradura [...]. En e l cristianismo primi-
construcción de los templos como la acción litúrgica fue, desde luego,
tivo jamás hubiera podido prosperar la idea de que el presidente estu-
olvidado o incluso quedó borrado totalmente de la conciencia. Sólo
viera sentado frente al Pueblo. El carácter comunitario de una comida
desde aquí puede explicarse que se etiquetara la postura del sacerdote
se ponía de manifiesto justamente a través de la disposición contraria.
como "de cara a la pared" o "de espaldas aJ pueblo", cosa que llegó a re-
es decir. que todos los comensales ocuparan sólo un lado de la mesa· ·~.
putarse como absurda y como absolutamente inaceptable. Sólo partien-
A este análisis de la "disposición de los comensales durante un ban- do de esos supuestos puede explicarse que la comida - representada en
quete" hay que añadir que la Eucaristía de los cristianos no puede. en una imagen que pertenece a la modernidad- se convi11iera en idea nor-
modo a lguno, ser descrita suficientemente a partir de la idea de "co- mativa para la celebración de los cristianos. En verdad, con ello se
mida". Y es que el Señor instituyó la novedad del culto cristiano en el Introdujo una actitud clerical, cosa que nunca antes había tenido lugar.
contexto de una comida judía, sí. pero de carácter pascual. Y es sólo este Ahora el sacerdote -el "presidente". nombre que se prefiere ahora para
último elemento y no la comida en cuanto tal el que ha sido trasmitido ~1 - se convierte en punto de relación de la comunidad. Todo depende
como algo que ha de ser repetido. Por ello, lo nuevo se desembarazó in- dl' él. Se le debe ver a él. se ha de tomar parte en su acción, ha de res-
medjatamente de los elementos antiguos y encontró una forma propia. Es punderse a las fórmulas que pronuncia. Su creatividad soporta el con-
decir, la Eucaristía comenzó a remitirse a la Cruz. Es así como se dio lu Junto de toda la celebración. Es comprensible que repentinamente
transformación del sacrificio del Templo en un culto acorde con el Lo- ' umience a desearse reducir ahora este papel artificial del sacerdote. Una
gos. De esta manera, se dio paso al hecho de que la liturgia sinagoga! de &MI reducción de funciones y de protagonismo encuentra su cauce en las
la Palabra se profundizó desde el punto de vista cristiano. En definitiva. más diversas actividades compartidas y en la centralizada "creativa" de
se fundi ó con la memoria de la Muerte y Resurrección de Cristo. Todo arupos a los que se confía Ja preparación de la liturgia. Tales grupos
ello se verifica en fidelidad al primigenio " haced esto".
7 lbíd. p. 56.
6. Ibid . p. 54s
66 67
quieren, antes que nada, "realizarse a sí mismos"; Dios está cada vez me- al Señor. No se trata de instaurar un diálogo, sino de una adoración
nos presente a los ojos de Jos fieles. Cada vez se vuelve más importante compartida. de la marcha hacia lo que está por venir. El círculo cerrado
lo que hacen los hombres que se encuentran para la liturgia y no están no se corresponde con la esencia del evento litúrgico. El ademán de
dispuestos a someterse a un "esquema previo". partida Jo que pone de manifiesto es un gesto de movimiento comunita-
La costumbre de que el sacerdote esté siempre vuelto hacia el pueblo rio hacia un Jugar determinado.
va haciendo de la comunidad un círculo cerrado. Tomando en conside- Contra estos puntos de vista que yo había expuesto hace tiempo, ha
ración su forma, la comunidad ya no se ve impulsada hacia delante o movido variadas objeciones A. Haussling. Ya me he referido al pri-
hacia arriba, sino que se cierra en sí misma. La mirada comunitaria mero. Su argumentación se substanciaría en decir que estas ideas son
hacia el Este no tenía nada que ver con una "celebración de cara a la concepciones románticas de la antigüedad, y, que, por ende, se nutren
pared", ni tampoco significaba que el sacerdote "diera la espalda al pue- de una equivocada nostalgia. Sería Llamativo, según él, que yo hablara
blo''. No se otorgaba tanta importancia al sacerdote. Lo mismo que en sólo de los primeros tiempos del cristianismo saltándome las centurias
la Sinagoga se miraba a Jerusalén , así ahora se "dirigía la vista al Se- siguientes. Esta objeció n, procedente de un conocedor de la ciencia
ñor". Se trataba -<:omo uno de los padres de la Constitución sobre la litúrgica, llama la atención. En efecto, para mí la problemática de una
liturg ia del Vaticano 11, J. A. Jungmann expresó- de orientación coin- gran parte de la ciencia litúrgica moderna estriba en el hecho de que
cidente entre el sacerdote y el Pueblo, que tienen la conciencia de hallar- atiende sólo a lo más antiguo como normativo del culto, olvidando total-
se en camino hacia el Señor. No se encierTan en un círculo si se miran mente lo que se ha desarrollado después, desde el Medioevo a Trento.
uno al otro, sino que se sienten como el Pueblo peregrino de Dios hacia Por esta vía se llega a dudosas reconstrucciones de la antigüedad, a nor-
Oriente, hacia e l Cristo que nos sale al encuentro. mas cambiantes, y, con ello, a propuestas siempre nuevas de reforma
Pero, ¿no resulta todo esto una ensoñación romántica del pasado? que, en definitiva, nada consiguen sino acabar con la liturgia ya esta-
¿Puede decirnos algo la forma primigenia de la oración o no nos queda blecida y viviente. Frente a ello es impor1ante y hasta necesario tener
más remedio que buscar y encontrar una forma oracional apropiada a en cuenta que la antigüedad en cuanto tal no es una medida normativa
nuestro tiempo? Naturalmente que no se puede pretender volver a por sí misma y que lo que ha ido dando de sí la historia no puede ser
repetir sin más lo que ya pasó. Cada época de la historia ha de dar con automáticamente infravalorado. Puede que en ello haya un desarrollo
lo esencial y expresarlo de una manera nueva. Es, pues, importante vivo en el que la semilla de lo originario germina, madura y fructifica.
descubrir lo que sigue siendo esencial a través de la manifestaciones Tendremos que volver enseguida sobre esta idea.
cambiantes. Sería seguramente equivocado rechazar en bloque las nue- En nuestro caso, como ya se ha demostrado, no estamos ante una fuga
vas estructuras litúrgicas de nuestro siglo. Estuvo bien acercar el altar al romántica hacia la antigüedad. sino ante el redescubrimiento de lo esen-
Pueblo, que en muchas ocasiones se hallaba demasiado lejos. De todas cial. En ello la liturgia cristiana manifiesta su dirección permanente.
formas. es conveniente tener en cuenta que, en las catedrales. se podía Biiussüng da por supuesto que no puede intentarse reintroducir el vol-
hacer una cosa así sin necesidad de improvisar el altar, ya que solía ha- verse hacia el Este por donde nace el sol. ¿Es esto realmente así? ¿No
ber uno en el crucero, justo en e l lugar de paso entre el presbiterio y la nos interesa hoy ya el cosmos?¿Tenemos que resignarnos a no poder ser
nave. También fue muy impo11ante separar el lugar de la litlll'gia de la salvados y a quedar atrapados en nuestro propio círculo? ¿No resulta hoy
Palabra del sitio en que se ofrece el sacrificio e ucarístico. Y es que en importante entregarnos a la plegaria en unión de la creación? ¿No es en
el espacio de la liturgia de la Palabra se debe dar un diálogo. Allí tiene nuestros días indispensable reconocer que hemos de otorgar espacio a la
pleno sentido e l dirigirse al pueblo que escucha, que en los salmos ela- dimensión del futuro, de la esperanza en la segunda venida del Señor?
bora lo escuchado, que lo hace suyo y que lo transforma en oración. De ¿No tendremos que estar atentos a reconocer como algo vivo la dinámica
tal modo lo que se ha escuchado se vuelve respuesta. Sigue también que nos involucra ya en la nueva creación como forma de la liturgia?
siendo esencial que la comunidad se vuelva hacia Oriente durante la re- Otra objeción sería que no es preciso volverse al Este ni a la Cruz.
citación de la anáfora. Aquí no se trata de algo accidental, sino sustan- Y esto porque. cuando e l sacerdote y Los fie les se miran, pueden ya re-
cial. La mirada al sacerdote no es esencial, sino la mirada común dirigida conocer la imagen de Dios. los unos en los otros. De aquí se deduciría
68 69
que la verdadera forma de la oración estriba en estar vue ltos unos a
otros. Me resulta difícil creer q ue el conocido autor de este argumento
lo tome en serio. Y es que no se ve tan fácilmente la imagen de Dios
en los demás h"mbres. La " imagen de Dios" presente en el hombre no
es algo q ue se pueda fotografiar, algo de lo que se puedan hacer tomas Capítulo IV
con aparatos fotorreproductores. Seguro que se puede ver, pero sólo
con la nueva mirada de la fe. Se puede ver si se es capaz de reconocer
en un ser humano su bondad, su honestidad. su interior veracidad, su La reserva
humildad, su amor, aspectos que lo asemejan a Dios. Pero justamente
a fin de que esto ocurra, hay que aprender a mirar de nuevo. Para eso del Santísimo Sacramento
está la Eucaristía.
Tiene mayor importancia una objeción de tipo práctico. ¿Hemos de
reconstruir todos nuestros edificios de culto? No hay nada tan pernicio-
so para la liturgia como e l continuo cambio, aun cuando parezca tratarse
de una auténtica renovación. Veo una salida e n la sugerenc ia de Erik Pe-
tersan. La dirección hacia e l Este se halJa vinculada --como se ha di-
cho- con la ''señal del Hijo de l hombre", con la Cruz la cual anuncia
e l regreso del Señor. Por eso el Oriente se ligó en época muy temprana En Jos templos del siglo I no hay traza alguna del sagrario. Su lugar
a la Cruz. Donde e l volverse directamente al Este resulte imposible pa- estaba ocupado por el cofre que custodiaba la Palabra de Dios. Des-
ra la comunidad, puede servir la cruz, porque es este el significado pués se concibió el altar como tienda del tabernáculo. Se llegó a la for-
interior del Este. La cruz debería estar erigida en medio del altar, de ma de sagrario que hoy conocemos de modo gradual. En primer Jugar,
modo q ue se convirtiera en el punto en e l que la mirada del sacerdote y hubo un templete debajo de un baldaquín de mármol del que pendían
de la asamblea orante se dan cita. Deberíamos mostramos, así, abiertos lámparas encendidas. Todo ello ponía de relieve el carácter sagrado de lo
al antiguo clamor oracional que se hallaba en el principio de la cele- que estaba en dicho templete. Entre las columnas del templete se coloca-
bración eucarística: "Conversi ad Dominum", (volveos al Señor). Mira- ll<m unas cortinas8 • El sagrario como tienda del santuario, como lugar de
ríamos todos a Aquel cuya muerte ha rasgado el velo del Templo. a lu .\lrekhiná, de la presencia del Dios viviente, comenzó a desarrollarse en
Aquel que está de pie ante el Padre y nos abraza, a Aquel que hace de el siglo TI como trabajado producto de encendidas disputas teológicas.
nosotros un templo viviente. Entre los verdaderos absurdos de los últi- Fn ellas se confirió un puesto predominante a la presencia permanente
mos decenios me permito contar el colocar la cruz a un lado, para faci - de Cristo en la hostia consagrada. Aquí nos sale al paso la ruinosa teoría
litar que se vea al sacerdote. ¿Molesta La cruz durante la celebración de de la mitificación de los orígenes y de la idealización del siglo I. Se nos
la Eucaristía? ¿Es el sacerdote más importante que el Señor? Habría que dice que la transubstanciación -es decir, la transfiguración del ser del
corregir este error tan pronto como fuera posible. Y ello es factible sin
pun y del vino-, la adoración del Señor en el Sacramento, el culto eu-
emprender obra alguna de modificación arquitectónica. E l Señor es el
'urístico en la custodia y las procesiones no serían sino desviaciones
punto de referencia central. Él es e l sol naciente de la historia. Así pue-
tll· la Edad Media. Se trataría de desviaciones de las cuales sería pre-
de llegar a nosotros la Pasión vivida en la Cruz, la que hace presente al
Ciso apartarse de una vez para siempre. El don eucarístico sería sólo una
que padeció en ella, cuyo costado fue traspasado por nosotros, del cual,
&:usa destinada a ser comida, pero nunca algo que hay que contemplar.
brotando sangre y agua, nac ieron la Eucaristía y el Bautismo. Esta es
también la Cruz de la victoria pues en eJJa se expresa el pensamiento del
retomo de Cristo y atrae a sf la mü-ada. Y es que no hay más que un solo
Señor, Jesucristo, ayer, hoy y en la eternidad (cf. Hb 13, 8). • ( 1 lbid. p. 48-50.
70 71
Este tipo de eslóganes nos inundan los oídos. La ligereza con que se mento a fin de que seamos nosotros mismos los que nos convirtarno ... l'll
hacen tales propuestas sólo puede causamos sorpresa. Ellas no toman en "corpus verum ",es decir, en Cuerpo real de Cristo. La transformación del
consideración las profundas disputas habidas en la historia de los dog- uso del lenguaje y de las formas de pensar condujeron a que. en la Edad
mas, en la teología y en el ecumenismo. Esas discusiones dieron a luz las Media, se tomara el "corpus mysticum" por "corpus verum " y vicevcrsu.
conclusiones de los grandes teólogos del siglo XIX y de la primera mi- "Corpus verum" --Cuerpo verdadero- se llamó, de aquí en adelante, al
tad del XX cosa que parece haberse olvidado hoy. Sacramento. A la Iglesia se le aplicó el apelativo de "corpus mysticum "
-Cuerpo místico-. El vocablo "místico" pierde el sentido de sacramen-
El talante de este libro no nos permite siquiera acercamos a esas to-
tal y se carga significado "místico" o misterioso. Pa1tiendo de esa muta-
rnas de posición teológica. Sin embargo, hemos de afirmar algunas co-
ción idiomática, tan cuidadosamente explicada por de Lubac. algunos han
sas de interés. De modo abiertamente claro aparece en Pablo que el pan
creído poder decir que, en la concepción de la Eucaristía. se ha metido un
y el vino se convierten en Carne y Sangre de Cristo, que Él mismo, el
desconocido. Se pretende incluso que, en la comprensión de la Eucaristía.
Resucitado. está presente en ellos y que se entrega como alimento a tra-
ha hecho su aparición el naturalismo. y que la gran visión de los Santos
vés de las especies eucarísticas. Difícilmente podría ser pasada por alto
Padres en su doctrina sobre el tema se ha evaporado en favor de la idea es-
la intensidad con la que el capítulo 6 del Evangelio de Juan prese nta la
tática y unilateral representada por la presencia real.
presencia real. De la misma manera, para los Santos Padres - pensemos
en el má1tir Justino o en Ignacio de Antioquía, que se basan en los tes- Cierto es que un tal uso del lenguaje expresa también un cambio
tigos oculares- no hay duda alguna sobre el gran misterio de esta pre- espiritual. Esta mutación no es susceptible de ser descrita de modo unila-
sencia, ni sobre la transubstanciac ión de los dones eucarísticos durante teral, tal como aparece en la tendencia que acabo de señalar. Hay que
la anáfora. Incluso un teólogo tan proclive a la espiritualización como reconocer que se perdió algo de la dinámica escatológica; es preciso de-
es san Agustín no manifestó jamás duda ante ello. Por el contrario, en él cir que decayó e l carácter comunional de la fe. Y si no se quiere llegar a
puede verse cómo la confesión de la Encamación y de la Resurrección. tanto. al menos, puede pensarse que tanto el impulso escatológico como
que se halla estrechamente unida a la fe eucarística en el cuerpo presente lu índole de comunión de la fe menguaron. En una parte de la Edad Me-
del Resucitado, fue capaz de transformar el platonismo. En Agustín se dia ya no parece tan vivo que el Sacramento mismo -como se vio más
aprecia que la "carne y la sangre" adquieren una nueva d ignidad y de arriba- comporta una dinámica la cual tiende a la transformación de la
qué manera todo ello condujo a la esperanza en la eternidad propia de humanidad y del mundo en los nuevos cielos y la nueva tierra dentro de
los cristianos. la unidad del Cuerpo resucitado de Cristo. No obstante, jamás se olvidó del
todo que la Eucaristía no tiene como finalidad primaria a Jos individuos.
A menudo se origina un equívoco referente a la importante con-
Se siguió creyendo que el personalismo eucarístico tiende a la unión, a la
fesión que nos brindó H. de Lubac. Estuvo siempre claro que el objetivo
superación de los muros entre Dios y los hombres, entre el yo y el tú para
de la Eucaristía es nuestra propia transformación, de modo que Llegue-
dar lugar a un nuevo nosotros, realidad en la que estriba la comunión de
mos a ser "un solo Cuerpo y un solo Espíritu" (cf. 1Co 6, 17) por nuestra
los santos. Sin embargo, esto no se hallaba tan vivamente presente en la
unión con Cristo. Este conjunto de cosas contempladas en la Eucaristía
conciencia como antaño. Reconocerlo no está de más: la conciencia cris-
que nos transfigura, que convierte a la mismísima humanidad en un tem-
tiana sufrió mermas en relación con este tema. No es menos cierto que
plo viviente de Dios. que nos configura con el Cuerpo de Cristo, se expre-
debemos hoy intentar repararlas.
só hasta la primera Edad Media con el apelativo de "corpus tnysticum".
Advirtamos en seguida que en el lenguaje de los Santos Padres "m.ysti Admitiendo que todo esto ha ocurrido, se ha dado también algún be-
cum " no tenía el sentido de "mística" tal como hoy es usado este término. nefi cio de conjunto. En efecto, el Cuerpo eucarístico del Señor nos quiere
Más bien designaba a aquellos que se encontraban en el círculo del Mis- unir consigo para que todos nos convirtamos en su "verdadero Cuerpo".
terio. Por esa razón se utilizó la palabra "corpus mysticum ", para llamar Sin embargo. esto sólo puede ser posible en el acto eucarístico en la me-
por su nombre al Cuerpo sacramental, a la presencia corpórea de Cristo dida en la que el Señor le confiere su Cuerpo verdadero. Sólo el Cuerpo
en e l Sacramento. Según los Santos Padres. se nos entrega este sacra verdadero del sacramento puede edificar el verdadero Cuerpo de la nue-
72 73
va ciudad de Dios. Esta visión de las cosas une ambos períodos y de ella
pensamiento de los teólogos- se alumbra una nueva dimcnsi6n tic.: In
hay que partir. La conciencia de la primitiva Iglesia tuvo siempre claro
realidad cristiana, que, no obstante, presenta, al mismo tiempo, unu
que el pan transubstanciado permanecía tal. He aquí el motivo por el que
continuidad con todo lo creído hasta ese momento. Repitámoslo otnt
era conservado para ser administrado a los enfermos.
vez: la profundización en la conciencia real de la fe se halla afectada por
Este es el motivo por el que se le rendía veneración como todavía su propia comprensión. En las especies transubstanciadas está prescntl!
hoy sucede en la Iglesia oriental. Pero a medida que fue pasan~o el el Señor. Cuando esto se percibe con todas las fibras del corazón, del
tiempo, esta conciencia fue llegando a un grado mayor de profundJdad. entendimiento y del sentido, la consecuencia se toma clara. Hace falta
El don se transubstancia. El Sefior introduce en su propio ser este frag- que habilitemos un lugar digno para esta presencia. De este modo se fue
mento de materia, por lo cual no se contiene ya en ella una realidad pu- configurando poco a poco la forma del sagrario.
ramente material, sino que Él mismo se hace presente en el pan Y en el
El sagrario fue ocupando el lugar del Arca de la Alianza ya desapa-
vino, Él que no es susceptible de ser dividido, él que ha resucitado. Todo
recida con carácter cada vez más evidente y con una conciencia cada
esto debe decirse de la Carne y de la Sangre, del cuerpo y del alma, de
vez más viva. Efectivamente, el sagrario cumple p lenamente la función
la divinidad y de la humanidad. E l Cristo total se encuentra allí. En los
antaño asignada al Arca de la Alianza. Es la sede del "Santísimo". Es la
albores del movimiento litúrgico se pensó que había de distinguirse en-
tienda de Dios, el trono que lo coloca en medio de nosotros, su pre-
tre la "consideración objetiva" de la Eucaristía, tal como parecía darse
sencia (shekhiná) que lo hace morar en medio de nosotros. Esto ocurre
en el tiempo de los Padres, y una consideración personaüsta que tiene
en las iglesias rurales más humildes lo mismo que en las catedrales más
lugar a partir de la Edad Media.
lillntuosas. Aunque el templo definitivo sólo aparecerá cuando el mun-
La presencialidad eucarística no fue entendida como persona pre- do se convierta en nueva Jerusalén --<:osa que nos remite al Templo
sente, sino como la existencia de un don, que es menester distinguir de Jerosolimitano del Antiguo Testamento-- la realidad del Dios presente
la persona. Esto carece de sentido. Quien lea los textos bíblicos no en- ~oc cumple ya en el sagrado de la manera más sublime. La nueva
contrará apoyo para esta idea en parte alguna. El ser de Ctisto no se Jerusalén está prefigurada por la humildad de la especie del pan.
convierte en un objeto. Lo que tenemos en la Eucaristía es la presencia
Que nadie diga, pues, que la Eucaristía existe sólo para ser man-
personal de Cristo. Recibir la Eucaristía nada tiene que ver con la
ducada y no para ser contemplada. No se trata en verdad de un "pan
manducación de una cosa, que este caso serían un cuerpo y su sangre.
urdinario", cosa que no se cansan de subrayar las tradiciones más
Lo que tiene lugar es la compenetración de las personas. El, Señor vivo
antiguas. Que sea algo destinado a la comida - ya lo hemos dicho--
se me entrega, entra en mí y me invita a entregarme desde El, de suerte
tPi una real idad totalmente espiritual que concierne al hombre.
que adquiera validez el "ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en
'( 'nmerlo" significa adorarlo, dejarlo entrar dentro de mí, para que mi
mí" (Ga 2. 20). Sólo así la recepción de la comunión es una acto hu-
mano que eleva al hombre y lo transforma.
yu sea transformado y se abra a la grandeza del "nosotros'', para que
hklos lleguemos a ser en Él una sola cosa (cf. Ga 3 , 17). De esta suerte
La conciencia de que "Él mismo está plenamente en el sacramento l11ndoración no está refiida con la comunión ni se la puede yuxtaponer
y de que Él es quien permanece en el propio s~cram.ento" se hizo pr~ 1 r ila. La comunión sólo alcanza un auténtico grado de profundidad
sente en el Medioevo cristiano con una nueva mtens1dad. La profundi- n el momento en que halla justificación y contexto en la adoración.
zación del pensamiento teológico actuó decisivamente sobre este tema.
l.a presencia Eucarística en el sagrario no tiene por qué dar lugaJ a
Pero aún más decisiva fue la nueva experiencia de los santos. Lo vemos
en el movimiento franciscano y en la nueva evangelización emprendida
unu inlerpretación contraria o yuxtapuesta a la Eucaristía celebrada. Sig-
por la orden de predicadores. Lo que se halla a la base de todo ello no
ftlfka, por el contrario, su plena realización. Y es que esa celebración es
es e l equívoco medieval de un pensamiento marginaL Al contrario, en
lm igcn de que la Eucaristía siempre pueda conservarse en la Iglesia.
virtud de la experiencia de los santos - <:anfirmada e iluminada por el
In jumás aparecerá como un recinto muerto, sino que se verá siempre
1f1cuda por la presencia del Señor. Él viene a nosotros en la celebra-
74 75
ción eucarística, la cual coloca en medio de nosotros su presencia y nos
da la opor1unidad de tomar parte en la Eucaristía cósmica. ¿Qué fiel no
ha experimentado esto alguna vez? Una Iglesia sin presencia de Cristo se
halla de algún modo muerta. aunque pretenda invitar a los hombres a la
oración. Pero una rgtesia en la cual hay un sagrario ante el cual luce la
lámpara votiva. está siempre viva y es algo más que una edificación de
piedra. Yo sé que en ese recinto siempre me espera el Señor; me llama Capítulo V
desde allí, y allí quiere hacerme "eucarístico". De esta gujsa me prepara
para la Eucaristía y me pone en movimiento hacia su Parusía.
El tiempo sagrado
El tránsito de la Edad Media supuso algunas pérdidas, pero nos ha re-
galado una maravillosa profundización espiritual. En La Edad Media se
ha dado una explicitación de la grandeza del misterio instituido en el ce-
náculo. Ello ha propiciado una nueva experiencia eucarística. ¡Cuántos
santos - precisamente aquellos que se distinguieron por e l amor al pró-
jimo-- se alimentaron de esta experiencia y fueron llevados por ella al
encuentro del Señor! No podemos perder esta riqueza. El sagrario ha de
tener un lugar digno dentro de la planificación arquitectónica del templo
a fin de que la presencia del Señor nos toque el alma.
El estudio del tiempo sagrado como elemento constitutivo de la
lhurgia cristiana da por supuestas las consideraciones que hicimos en
t i primer capítulo de esta parte. Todos los tiempos pertenecen a Dios.
n su Encarnación, la Palabra eterna asumió la existencia humana y,
on ella, la temporalidad , introduciendo el tiempo dentro del ámbito
de la eternidad. El propio Cristo es el puente entre el tiempo y la eterni-
dud. Aunque dé la impresión de que entre el "siempre" de la eternidad
~ el instante temporal que fluye no pueda darse ninguna relación. la
ttcmidad ha introducido al tiempo dentro de sí. Ello es así porque en
l lijo coexisten tiempo y eternidad. La eternidad de Dios no es ca-
ía de temporalidad sin m~ís, no es negación del tiempo, sino, más
poder sobre el tiempo. Ello se verifica en el "ser con el tiempo y
ntro del tiempo". En el Hijo encarnado que ya nunca dejará de ser
mano, esta coexistenda entre eternidad y tiempo adquiere corporei-
y se hace concreta.
Es cier1o que todos los tiempos pertenecen a Dios. Pero sigue resul-
c.Jo válida la estructura del tiempo de la Iglesia que hemos designado
algo "intermedio", como algo que se halla entre las sombras y la
lidad plena. Ello exige que dentro del tiempo se instauren signos, que
c.Jé un tiempo especialmente elegido y particularmente marcado el cual
e como misión poner en las manos de Dios el tiempo como totalidad.
76 77
Lo que acabo de afirmar es una señal del universalismo bíblico. Un tal
Todo lo mencionado en este capítulo se halla presente en la liturgia
universalismo no descansa sobre una visión trascendentalista genérica del
y tiene que ver con la manera característica y propia con la que ella se
ser humano. sino que pretende llegar a la totalidad a través de una elección
relaciona con lo temporal. Por su misma naturaleza, el espacio sagra-
de cada uno.
do del culto cristiano a Dios está abierto al tiempo. La orientación ha-
Es aquí donde surge la pregunta: ¿Qué es propiamente el tiempo? cia el Este significa que la oración está vuelta hacia el sol naciente, lo
Dentro de los estrechos límites de este libro. no podemos resolver esta cual comporta un sentido de la historia. Evoca el misterio pascual de
cuestión que ha movilizado a todos los grandes pensadores en todos Jesucristo, la muerte y un nuevo comienzo. Remite a l futuro del mundo
los períodos de la historia. Pero son indispensables algunas indicacio- y a la planificación de toda la historia en la venida definitiva del Salva-
nes al respecto a fin de hacer comprensible la relación de la liturgia dor. Por ello se puede afirmar que, en la oración cristiana, el tiempo y el
con el tiempo en su ser propio y específico. El tiempo es, antes que espacio se implican mutuamente. El mismo espacio se ha convertido en
nada, una realidad cósmica. El circuito recOJTido por la tierra alrede- tiempo, y puede decirse que el tiempo se ha hecho espacial porque
dor del sol -los antiguos hablarían del circuito del sol alrededor de la entra en el interior del espacio. De la misma manera que se entrelazan
tierra- confiere un cierto ritmo al ser. Le damos un nombre a cada e l tiempo y el espacio, ocurre con el cosmos y la historia. El tiempo
uno de sus períodos, teniendo en cuenta el transcurso de las horas; el cósmico que se haUa determinado por e l sol, se convie1te en represen-
paso de la mañana a la tarde y de la tarde a la mañana; de la primavera tación del tiempo humano que se expresa en la unidad entre Dios y e l
al verano, al otoño y al inviemo. Junto a este ritmo, marcado por el sol. mundo, entre la historia y el todo cósmico, entre la materia y el
existe otro, más corto, que determina la luna. la cual posee una etapa de espíritu. Ello queda expresado en esta fórmula: nos encaminamos a la
crecimiento hasta que llega a la luna nueva para volver a empezar el ciclo "ciudad nueva". cuya luz es e l mismo Dios, de modo que el tiempo
continuamente. Ambos ritmos han dado lugar a dos modos de med ir el llega a ser eternidad y la eternidad posibilita e l tiempo.
tiempo. Ellos han establecido entre sí vínculos de índole diversa a lo lar-
En la piedad veterotestamentaria encontramos una doble estructu-
go de la historia de la cultura. Los dos son expresión de cómo el ser
ración del tiempo. Por un lado. está aquella que tiene que ver con el
humano se halla entretejido con el todo creado. El tiempo es, un fenóme-
ritmo de la semana el cual se halla regido por el Sabbat. Por otro lado,
no cósmico. El hombre vive con los astros. El curso del sol y de la luna
se percibe otra estructuración del tiempo, la que dice relación a las
configura su propia existencia.
liestas que, en parte. se encuentra mateada por la temática de la creación
Junto a esto y yendo más al fondo de todo e llo, es preciso decir que -siembra y recolección, así como las referentes a la tradición nóma-
hay otros ritmos en otros estratos del ser, Jos cuales viven según distin- da-. Es preciso también considerar atentamente aquella estructuración
tos ritmos. Las plantas también participan de la temporalidad. Por ejem- del tiempo vinculada a la consideración de la actuación de Dios en la
plo, los círculos concéntricos que se pueden ver en el tronco de un árbol historia. Es muy frecuente que estas formas de situarse ante el tiempo
son una señal de que estas criaturas tienen un tiempo interior que les ~combinen. Lo más básico de esta configuración sigue estando viva
marca la vida. A través de ese tiempo propio suyo, los árboles se hallan en el cristianismo. Y es que el propio cristianismo se halla en una pro-
indisolublemente vinculados al tiempo cósmico. Por su parte, el hom- fu nda continuidad interior con la disposición del tiempo propia de la
bre está sometido a una especie particular de temporalidad que se hace tradición judía. Es esta una ocasión más en la que se recoge cosecha
patente en el camino de su maduración y de su deceso. Podría decirse de las religiones del mundo pero apoyándose en el Dios único que las
que cada uno de los latidos de su corazón son como la señal del ritmo purifica e ilumina.
de un tiempo humano, en e l que se combinan los estratos de lo orgánico
Comencemos por el ritmo temporal de la semana. Ya vimos cómo
y de lo espiritual en una síntesis misteriosa. Ella, por su parte, queda
el Sabbat introduce el signo de la Alianza dentro del tiempo y cómo.
inscrita en la magnitud del todo cósmico, pero construye también la
1 través de él, quedan ligadas Creación y Alianza. Resulta evidente
historia como comunión. La andadura de la humanidad, llamada por no-
que este ordenamiento básico que hace su entrada incluso en el decá-
sotros historia, es una suerte de temporalidad.
logo. permaneció como tal en el cristianismo. Pero en él, la Alianza se
78 79
quedó elevada a través de la Encamación, de la cruz y de la Resurrec- cristianos estaba determinado por la evocación de la actuación c.k 1>u1·.
ción. Hasta tal punto ello es así, que, de ahora en adelante. debe hablar- es decir, por el recuerdo de la fecha de la Resurrección de Jesús' 1\u ~ ~
se de "Nueva Alianza". Dios actuó otra vez y de modo nuevo. para misma, esa fecha comportaba el mismo simbolismo presente en el ac.:to
otorgar a la Alianza su amplitud universal y su forma definitiva. Pero oracional cristiano realizado de cara a Oriente. El sol es un hcmldo de
también esta actuación tuvo que ver con el ritmo de la semana. El punto Cristo, el cosmos y la historia hablan de Él. A ello se añadió todavía al
culminante alrededor del cual se organizó todo lo demás, fue la Re- go nuevo: el día primero es el día del comienzo de la creación. La nueva
surrección de Jesús. acaecida "al tercer día". En nuestras reflexiones creación asume la antigua creación. Por esta razón bien puede con pro-
sobre La Ú ltima Cena vimos que Última Cena, Cruz y Resurrección piedad decirse que el domingo cristiano es también la fiesta celebrati va
forman un único conjunto, que la entrega de Jesús hasta La muerte de la creación. Se da gracias por e l don de la creación, por e l ser en el
confiere a las palabras de la Última Cena su realismo. También hemos que Dios ha asentado el mundo. Se trata de una acción de gracias a Dios
visto que esa entrega carecería de valor si la muerte tuviera la última pa- porque Él no permite que la creación sea aniquilada. A pesar de todas
labra. De este modo la Alianza llega a su plenitud en la Resurrección. las destrucciones a las que los hombres someten lo creado, Dios no cesa
Ahora el hombre se halla vinculado para siempre a su Dios. Ahora se en- de instaurarlo. En la fecha del día primero se contiene el pensamiento
cuentran ambos indisolublemente unidos. De esta guisa, la Resun·ección paulino, según el cual la creación aguarda la Revelación de los hijos de
deviene el nuevo Sabbat. Se trata del día en el que el Señor se hace pre- Dios (cf. Rm 8, 19). Lo mismo que e l pecado somete a servidumbre a
sente entre los suyos y los invita a la " liturgia" de su glorificación hacien- la Creación - y esto es algo que nosotros mismos podemos constatar-
do a todos partícipes de ella. La mañana del "día tercero" se convie1te en de la misma forma eUa se verá restablecida cuando los "hijos de Dios"
el momento propio para el culto cristiano. aparezcan en su interior.
A pa1tir del contexto creado por Última Cena, Cruz y Resurrección, El domingo es una interpretación del re lato de la creación: "¡ Domi-
san Agus!ín hizo ve,· cómo, por virtud de La íntima unión entre una y nad la tierra!" (Gn l, 28). Lo que Dios mandó al principio no significa:
otras. la Ultima Ccn llega a hacerse ofrenda matutina. Es este el modo "¡Esclavizad la tierra! ... Tampoco quiere decir: ·'¡Expoliad la tierra!", o
en el que -según Agustín- alcanza plenitud el mandato dado a los hien: ·'¡Haced con ella lo que queráis!". Ello tiene otro sentido: "¡ Recono-
discípulos en la hora de la Última Cena. El tránsito del Antiguo al Nue- ced en ella un regalo de Dios!". "¡Protegedla y mimadla; ella es la heren-
vo Testamento alcanza plenitud de sentido precisamente en el paso del da entregada por el padre a sus hijos!". "¡Cuidad la para que se convierta
Sabbat al día en que se conmemora la Resurrección como signo de la en el auténtico jardín de Dios. para que llegue a su plenitud en el sentido
Nueva Alianza. Por tal moti vo, el domingo planifica lo esbozado por el más íntimo, para que la misma tierra se beneficie de estas cosas!". " iTra-
propio Sabbat. En este día se dan tres encuentros diversos. Si se le mira l<tdla, en fin , con cariño, para que Dios sea 'todo en todo'!". Es esta la
desde la cruz, estamos ante e l tercer día. En el Antiguo Testamento el 1dea que los Padres quisieron poner de manifiesto cuando llamaron al día
tercer día era tenido por e l día de la teofanía , es decir, por el día de In de la Resurrección el octavo día. El domingo no sólo tiene que ver con
entrada de Dios en el mundo pasado ya el tiempo de la espera. Si se le l'l pretérito, sino que también se vuelve hacia el porvenir. Contemplar la
contempla desde e l esquema de la semana. se trata del día primero de la Resurrección significa tijar la mirada en la plenitud. En la Resun·ección
semana. Por fin , los Santos Padres añadieron otras connotaciones que l'l c..lía siguiente al Sabbat Cristo traspasó el tiempo y, a la vez, lo hizo su-
llevaban a considerar que, si se le mira a partir de la toda semana trans- yo. Los Santos Padres unieron a ello la idea de que la historia universal
CUITida, se trataría del día octavo.
Y así convergen tres simbolismos, de los cuales, sin duda, el del pri
'1 Nota del Traductor: Es de advertir que en ;~lem~n, a nuestro "domingo" se da el nombre de
mer día de la semana es el más importante. En el mundo del Medi- '•unnl~g" o c.Ua del soL De aqul el juego de palnbms e ideas del autor en este apartado No qu iere
terráneo en el cual se fom1ó e l cristianismo, se vio al primer día de la 11·• dl'Cir que su argumentación sea artificiosa, sino sólo que está dctcrmin.td,t por unos ronemas
"'!l•tdo:. de intención semántica. Esta intención scmánticJ no es tampoco unil invención uel autor,
semana como el día de la salida del sol, mientras que los restantes d ías '""que se halla presente en la lengua m la que él habl,, y escribe. E~ conveniente tener todo l'Sto en
se atribuyeron a los planetas entonces conocidos. El día del culto de los "' nt,t para comprender el sentido original ue su argumentación
82 83
el 25 de abril. El Papa León Magno (440-461) mostró su desacuerdo con lunar. En el mundo de las religiones la luna, con sus fases mut:1n1c.,,
esta data tan tardía y advirtió que la Pascua debía caer en el primer mes de aparece a menudo como símbolo de lo femenino, especialmente cumo
acuerdo con las indicaciones de la Biblia. El Papa no pensaba en el mes símbolo de lo efímero. Desde este punto de vista, el símbolo cósm1co <k
de abril. Tenía. más bien. en su mente el tiempo en el que el sol pasara el la luna se corresponde con el misterio de la muerte y la Resurrección, ce
primer tramo del circuito zodiacal cuyo signo es un animal. en concreto lebradas por la Pascua cristiana. En el momento en que se fija la fecha
Aries, es decir, el Cordero. Este signo zodiacal del cielo pareció sugerir de la Pascua el domingo siguiente al primer plenilunio de primavera, se
anticipadamente pero para todos los tiempos al "Cordero de Dios". Se vinculan los símbolos del sol y de la luna. Lo efímero se introduce en lo
pensaba en aquel Cordero que quita el pecado del mundo (cf. Jn l. 29). Él permanente. La muerte se convierte en Resurrección y desemboca así en
resume en sí todos los sacrificios de los inocentes dándoles sentido. vida eterna.
El misterioso relato del camero que se hallaba atrapado en la zarza y Por fin. hemos de tomar en consideración que la Pascua no tenía sólo
que ocupó el lugar de Isaac como sacrificio ordenado por el mismo Dios para Israel el significado de una festividad cósmica, sino que estaba dentro
es entendido ahora como "Prehistoria" de Cristo. La rama del arbusto en de un contexto en el que juega un impo1tante papel la memoria histórica.
la cual se halló preso el carnero recordaba el signo zodiacal de Aries, el Es la fiesta que conmemora la salida de Egipto, la fiesta de la liberación de
cual, a su vez, se presentaba como imagen previa del Cristo crucificado. Israel. Con esta salida Israel inaugura su camino en la historia como Pueblo
Es preciso notar todavía que la tradición dató el sacrificio ofrecido por de Dios. La Pascua israelita es el recuerdo de la acción de Dios que fue li-
Abraham el 25 de marzo. Como hemos de advenir enseguida, ese día fue beradora y contribuyó a crear comunión. Los elementos constitutivos de
tenido por el día de la creación del mundo, por el día en el que la Palabra esta fiesta perduraron en el cristianismo. Tales elementos hicieron entender
de Dios decretó: "Que se haga la luz". Por fm, ya desde antiguo. esta fe- mejor a los cristianos la profundidad de la Resurrección de Cristo.
cha se consideraba también como el día de la muerte de Cristo y, en últi-
ma instancia, como el día de su concepción. Puede intuirse una alusión Jesús vinculó de modo consciente a la Pascua de Israel su último via-
de este marco de comprensión en las palabras de la primera Carta de je al que designó como su "hora". Es esta la razón íntima por la que se
Pedro, que habla de Cristo como el Cordero inmaculado exigido por debe establecer un contexto común a la memoria de Israel y al evento
el versículo 5 del capítulo 12 del Libro del Éxodo, el cual había sido contenido en el recuerdo del Triduo Sacro cristiano. La última amenaza
"predestinado antes de la creación del mundo" (1P 1, 20). Acaso pueda que pesa sobre el hombre es la muerte. El hombre se sentirá liberado del
entenderse desde aquí la misteriosa alusión que nos habla del "Cordero todo, cuando esté libre de la muerte. De hecho. la opresión que Israel su-
degollado desde el comienzo del mundo" (Ap 13, 8). fría en Egipto era, en cierto modo. una muerte, que, en cuanto tal, hubiera
Desde luego que son posibles otras traducciones que agudizan la acabado con el Pueblo. La muerte pesaba sobre todos los descendientes
paradoja. Pero, en todo caso, resulta esclarecedor ver, que a partir de varones. Pero durante La noche pascual el ángel de la muerte recorrió
estas imágenes cósmicas, el significado universal de Cristo se hizo vi- Egipto matando a sus primogénitos. La liberación es, pues, liberación
sible de modo meridiano a los ojos de los cristianos. Al mismo tiem- para la vida. Cristo, el primogénito de la creación, asume la muerte y des-
po, se hizo inteligible la dimensión de la esperanza contenida en la fe. barata la potencia de la muerte con su Resurrección. Ya la muerte no ten-
Me parece claro que también nosotros hemos de rescatar esa visión drá Ja última palabra. El amor del Hijo demuestra ser más fuerte que la
cósmica en el momento en que queramos vivir y entender el cristia- muerte, ya que une a los hombres con el amor del Dios, que es el ser por
nismo en toda su extensión. sí mismo.
Todavía desearía añadir dos indicaciones al tema de la fiesta de la He aquí el motivo por el que la Resurrección de Cristo no es traída a
Pascua. Hemos visto en la reflexión hasta aquí desarrollada, cómo el cris- la memoria como un destino individual. Jesús continúa estando vivo. Es
tianismo está marcado por el simbolismo del sol. l...a datación definitiva Él quien nos convoca alrededor de sí para que también nosotros
de esta festividad que procede de Nicea incorporó la Pascua al calenda- vivamos. «Yo vivo y también vosotros viviréis» (Jn 14. 19). Partiendo
rio solar, pero sin abandonar del todo la vinculación con el calendario de la Pascua, los cristianos se comprenden a sí mismos como los "vivien-
84 85
tes"; como aquellos que descubren que, en su existencia, hay más muerte hemisferio norte del planeta. En el hemisferio sur, todo es mu> uist111
que vida; como aquellos que han hal'ado la vida verdadera. «En esto to. La Pascua cristiana no coincide allí con la primavera, sino con e l
consiste la vida eterna, en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, otoño. La Navidad no cae en el solstic io de invierno, sino que tiene lu-
y a tu enviado. Jesucristo» (Jn 17, 3). La liberación de la muerte es Lam- gar justo en la mitad del verano. Aquí se nos plantea con todo apre-
bién la liberación del individualismo, de la mazmorra del yo, de la inca- mio la cuestión de la " inculturación" litúrg ica. Si e l símbolo cósmico
pacidad para amar y hacer a otros partícipes de lo que uno mismo es. es tan importante, ¿no deberíamos cambiar a ll í el o rden del calendario
He aquí por qué la Pascua se ha convertido en la gran fiesta bautis- litúrgico? G. Voss respondió a esta cuestión con toda razón diciendo
mal. En ella el ser humano atraviesa las aguas del mar Rojo, abandona que si hace mos una cosa así corríamos el peligro de degradar el cris-
su antigua condición en comunión con Cristo, el Resucitado, y establece tianismo bajándolo al rango de una religión cósmica y subordinando la
por Él una comunión con todos los que le pertenecen. La Resurrección historia aJ puro orden cósmico. Hay que dec ir que lo histórico no está al
edifica la comunión que constituye al nuevo Pueblo de Dios. El grano servicio de lo cósmico, sino al revés, puesto que es la historia la que se
de trigo que cae en tierra y muere, no se queda solo. sino que produce convierte en centro de gravitación y se constituye meta al cosmos.
mucho fruto. El Resucitado no queda solo; Él atrae a todos los hombres La Encamación significa justamente la vinculación con los 01ígenes,
hacia sí y, de este modo. constituye la comunidad nueva y universal de con la irrepetibilidad de todo, y, dicho con palabras humanas, con la
la humanidad entera. contingencia del mundo. La historia que se evoca cuando celebramos la
El sentido definitivo de la Pascua judía se ha hecho presente en la Encamación es para nosotros una garantía de que no vamos en pos de
Pascua cristiana. No se trata de recordar un acontecimiento pasado e irre- los mitos, sino de que Dios ha actuado verdaderamente sobre nosotros,
de que Él ha tomado nuestro tiempo en sus manos y de que sólo atra-
petible, sino -como ya hemos visto- Jo que ocurre una vez adquiere
vesando e l puente de lo que ocun·ió "una sola vez" podemos llegar al
perdurabilidad. El Resucitado vive y confiere vida; vive y da origen a la
"por siempre" de su misericordia. Está fuera de discusión que es pre-
comunión; vive e inaugura el futuro ; vive y muestra el camino. No debe-
ciso tener en cuenta las dimensiones del símbolo así como la magnitud
mos olvidar que esa orientación hacia delante, que esa apertura al futuro.
de la actuación histórica de Dios. Voss aludió con gran belleza al as-
característica propia de la historia de la Salvación, tiene algunas de sus
pecto "otoñal" presente en e l misterio pascual. Él otorga profundidad
raíces en las celebraciones cósmicas. La luna que mengua y vuelve a cre-
y amplitud a nuestra intelección de esta festividad aunque en el hemis-
cer es un signo cósmico de la muerte y de La Resurrección. El sol del pri-
ferio sur del Planeta tenga una fi sionomía especial. Además, la Escri-
mer día es un heraldo de Cristo. Ese sol es un «esposo que sale de su tá-
tura y la liturg ia mismas ofrecen referencias sobre los límites de los
lamo. y se recrea como un atleta que recorre su carrera» (Sal 19, 6). Así
simbolismos.
llega hasta los rincones más recónditos del espacio y del tiempo. He aquí
la razón por la que las fiestas cristianas no deben ser manipuladas capri- Ya he llamado la atención sobre el hecho de que el Evangelio de
chosamente. La "hora" de Jesús se nos muestra siempre en unión con el Juan y La Carta a los hebreos no utilizan únicamente la fiesta de la Pas-
tiempo cósmico e histórico. A través de la celebración nos introducimos cua como aclaración exegética de la Pasión. Esta fiesta está determi-
en el rirmo de la creación y en el orden de la historia que Dios ha compar- nada, desde el punto de vista de la fecha, por la ·'hora". Pero no sólo
tido con los hombres. esto. La interpretación de la Pascua se hace también a partir del rito
del día de expiación, que se celebraba en e l dfa déc imo del "séptimo
En este momento nos sa le al paso una cuestión que desearía di lu- mes" (septiembre-octubre). En la Pascua de Cristo coincide la cele-
cidar aunque no fu era más que de modo abreviado antes de pasar al bración propiamente pascual, que pertenece a la primavera y la cele-
c iclo de la Navidad. Los símbolos a los que he hecho alusión se per- bración del día de expiación propio del otoño. El propio Cristo liga las
ciben con precisión sólo en el espacio del Mediterráneo y de l Oriente estaciones de la primavera y del otoño. El otoño, que es la estación de
Próximo, regiones en las que surgieron las religiones judía y cristiana. la decadencia, se convierte en nuevo comienzo. También la primave-
Pero en líneas generales. estos símbolos también son válidos para el ra, en cuanto hora de su muerte, llega e n forma de indicación de l fin
86 87
de los tiempos, como señal del otoño del mundo, momento en el cual, que sintetiza la fe neotestamentaria. Allí encontramos que la teología
según los Santos Padres, Cristo vendrá. de la Encamación posee rango similar al de la teología pascual, o, para
Antes de la reforma posconci liar, en el calendario litúrgico había una expresarlo mejor, la teología de la Encarnación y la teología de laPas-
particular limitación de los tiempos. que. sin lugar a dudas, ya no era com- cua no se hallan totalmente identificadas. pero aparecen como dos
prendida desde hacía tiempo y que fue interpretada de manera demasiado centros de gravedad inseparables y expresan la única fe en Jesucristo,
exterior. En efecto. según cayera la fecha de la Pascua. el tiempo litúrgico el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador.
posterior a la Epifanía se alargaba o se acortaba. Los domingos que se su- La Cruz y la Resurrección suponen la Encarnación. Sólo porque
primían por este motivo se volvían a recuperar al final del año litúrgico. Si verdaderamente el Hijo y en Él Dios mismo "descendió" y "tomó
uno presta atención ponderada a las lecturas de esos domingos. verá que carne de María la Virgen", la muerte y la Resurrección de Jesús son
se trata de textos de mucho peso. orientados al tema de la siembra. Se trata eventos que nos resultan contemporáneos y que nos tocan a todos no-
de la parábola de la semilla del Evangelio lanzada al surco. Justamente por sotros, que nos arrancan de nuestro pasado marcado por la muerte y
esta razón. tales textos pueden hallar un puesto adecuado lo mismo en la nos abren al presente y al futuro. La asunción de la carne por parte del
primavera que en el otoño. En ambas estaciones hay lugar para la siembra. Hijo apunta a que la carne, cuya condición existencial :s la transito-
En la primavera, el campesino siembra para el otoño; en el otoño. siembra riedad, adquiere una configuración permanente, es dectr, que pueda
para el año que ha de llegar. acceder a la transfiguración propia de la Pascua. Una vez que se
reconoció que la Encarnación era un aconteci miento fund ante de la fe
La semilla, que es una imagen de lo que está por venir, está relacio-
cristiana. se le confirió expresión en la liturgia. A partir de ese mo-
nada tanto con el año que empieza como con el que acaba, pero siempre
mento fue representada dentro del ciclo del tiempo sagrado. Resulta
es un signo de futuro. En ambos casos está presente el misterio de la es-
difícil fijar el grado de antigüedad de esta celebraci?~· Podemos afir-
peranza. Este misterio alcanza precisamente toda su profundidad en el
mar que ya en el siglo II1 esta festividad había adqutndo una configu-
año que declina. El año que está para acabar conduce a un nuevo inicio
ración definitiva.
por llevamos más allá de su ocaso. Los elementos complementarios su-
ministrados por las dos caras de la Pascua podrían convertirse en una Aproximadamente por entonces aparece en el Este la fiesta de la Epi-
gran obra de inculturación. El sur nos ayudaría a los que vivimos en fan ía del 6 de enero y en el Oeste la de Navidad el 25 de diciembre. En
el hemisferio norte a descubrir las nuevas perspeclivas de la amplitud ambas se perciben acentuaciones distintas dependiendo de los diversos
y la profundidad del misterio. A través de este intercambio de expe- contextos religioso-culturales en los que nacen. Pero en última instancia,
riencias ambos podríamos percibir renovadas riquezas espirituales. las dos festividades poseen un sentido común. Este sentido se refiere a la
Natividad de Cristo en cuanto celebración del comienzo de la nueva luz,
Vamos a detenernos ahora. aunque no sea más que de modo sucin- del verdadero sol de historia. En este libro no hay espacio para los
to, en el segundo centro de gravedad del año litúrgico. Se trata del complicados y discutidos detalles de la formación de ambas festividades.
ciclo de Navidad. que se formó algo más tarde que el de Pascua. El Aquí sólo pretendo aludir a lo que me parece de ayuda para entender estas
domingo es una fecha primitiva que distinguía al cristianismo -lo mis- dos jornadas de fiesta. Sorprendentemente es la fecha del 25 de marzo el
mo que lo era la orientación hacia el Este en la oración cristiana-. El punto de partida para establecer el día del Nacimiento de Cristo. Según
domingo ya es un día festivo totalmente fijado en el ritmo semanal mis conocimientos, la noticia más antigua al respecto se halla en el escri-
litúrgico desde el principio. Él detennina la existencia cristiana en tal tor africano Tertuliano que vivió entre el L50-207 aproximadamente. Ter-
modo que Ignacio de Antioquía dice: «Ya no vivimos de acuerdo con el luliano da por supuesto que se trata de una conocida tradición que Cristo
Snbbat, sino que pertenecemos al domingo» (Mag 9, 1). Sin embargo, padeció la muerte en cruz el 25 de marzo. Hacia el siglo Vl, este día fue
ya en el Nuevo Testamento la mirada de los cristianos se dirige a la En- l'Scogido en las Galias como día de celebración de la Pascua. Hay un
carnación de Cristo en María, hecho que se interpretó a partir del l'SCrilo del año 243 procedente de África que se ocupa del cálculo de la
acontecimiento pascual. En el Evangelio de Juan hay una conclusión kcha de la Pascua. Este escrito se sitúa en el contexto del 25 de mar1o
88 89
como día de la creación del mundo. Hallamos en él un cálculo del todo En los Santos Padres hay textos maravillosos que expresan esta
singular referido al día del Nacimiento de Cristo. Según el relato de la síntesis. En un sermón de Navidad dice, por ejemplo. san Jerónimo: "La
creación. el sol fue creado e l día cuarto. es decir. el 28 de marzo. Por misma criatura le da la razón a nuestro discurso. El cosmos es testigo
ello debe considerarse tal día como fecha del Nacimiento de Cristo. ya de la verdad de nuestra palabra. Hasta este día crecieron las tinieblas;
que en esa fecha tiene lugar la salida del verdadero sol de la historia. a partir de este día las tinieblas disminuyen[ ... ]. Crece la luz, la noche
Esta idea sufrió profundas modificaciones a partir del siglo III. Enton- mengua". Agustín dice a sus fieles de Hipona en la noche de Navidad:
ces se creyó que el día de la concepción de Cristo coincidía con el de «¡Alegrémonos también nosotros, hermanos. Que los gentiles se rego-
su Pasión. De tal modo e l 25 de marzo se comenzó a celebrar la Anun- cijen por su parte! Y es que en este día no somos consagrados por el
ciación del Ángel y la concepción del Señor por obra del Espíri tu Santo sol visible, sino que el Creador invisible consagra al sol». Entre los San-
en el seno de María la Virgen. tos Padres es reiterativa la palabra referida al sol del salmo 19 ya
La celebración de la Natividad de Cristo el día 25 de diciembre - nue- citado, que se convirtió en salmo de Navidad para la antigua Iglesia.
ve meses después del 25 de marzo- se desarrolló en el Oeste en el curso El sol --es decir, Cristo- es como un esposo que sale de su alcoba.
del siglo III. Mientras tanto. en el Este. el Nacimiento de Cristo se fijó El misterio de María adquiría eco en este salmo, que fue considerado
para el 6 de enero por razón de una diferencia de calendario con Occi- como profecía anticipatoria de Cristo.
dente. De este modo se respondía también a la conmemoración de l na- Entre las dos fechas del 25 de marzo y del 25 de diciembre, se introdu-
c imiento de los dioses, festejada por esos mismos días e n Alejandría. ce la tiesta de Juan el Precursor. Ella tiene lugar el 24 de junio, en el
Hoy ya no se sostiene la antigua teoría según la cual el 25 de diciem- solsticio de verano. El contexto de estas fechas aparece como expresión
bre, el día de Navidad, fue utilizado por Roma como contrapunto al mi- litúrgica y cósmica de las palabras del Bautista: «Es preciso que Él crezca
to de Mitra, o como la respuesta cristiana al culto del Sol Invicto, que y que yo disminuya» (Jn 3. 30). Resulta curioso observar que la tiesta de
desde el sig lo Jll, se introdujo por los emperadores romanos para que Juan el Bautista cae en el tiempo en que los días son más cortos. lo mismo
sirviera de base de una religión imperial. Desde luego que fue decisivo que la conmemoración de la Nati vidad de Cristo es signo de un comienzo
el contexto en el que se colocaban la creación junto a la Cruz, la crea- nuevo en el que los días empiezan a ser más largos. El entramado de estas
ción junto a la concepción de Cristo. fiestas es puramente cristiano sin parangón alguno en el Antiguo Testa-
Hasta tal punto es esto así que la "hora de Jesús" incluyó estas fe- memo. Sin embargo. ellas están en continuidad con la síntesis entre el cos-
chas dentro del cosmos e interpretó el propio cosmos como preanun- mos y la historia. entre recuerdo y esperanza. cosa que era característica de
cio de Cristo. del primogénito de toda criatura (cf. Col 1, 15). De Él las festi vidades del Antiguo Testamento y que. de un modo nuevo, llegó a
habla la creación. A través de É l se puede descifrar el me nsaje silente ser típico del calendario litúrgico cristiano. La íntima unión entre la Encar-
de las criaturas. El cosmos recibe su genuino sentido del primogénito nación y la Resurrección adquiere un rostro visible precisamente en su par-
de la creación, el cual ha hecho su ingreso en la historia. A partir de ticular relación a través del si mbolismo del ritmo solar.
Él puede concluirse que la aventura de La creación, del ser propio del Solamente desearía hacer aún una breve alusión a la fiesta de la
mundo libremente decidido por Dios, no termina en el absurdo ni en Epifanía del 6 de enero que guarda una estrecha re lación con la Navi-
la tragedia, sino que, a pesar de las muchas convulsiones y aniquila- dad. Dejemos ahora de lado todos los detalles históricos y todos los
ciones, está lleno de positividad. El hecho de que Dios viera el sépti- rnugníficos textos de los Santos Padres que tienen que ver con esta fes-
mo día que todo lo que había creado era bueno queda ahora ratificado tividad. Procuremos sencillamente entenderla tomando como punto de
y confirmado. A partir de este elemento constitutivo cósmico original partida la forma que ha ido adquiriendo en Occidente. Se trata de una
se determina la fecha de la concepción y el nacimiento. Ahora se pudo interpretación de la Encarnación del Lagos con base en la antigua ca-
ya asumir e incluir positivamente en la teología de estas fiestas e l cul- tegoría de ··epifanía", es decir, de la autorevelación de Dios, el cual se
to al sol que hasta entonces había constituido un desafío. manifiesta a la criatura y reduce a la unidad las diversas epifanías: la
adoración de Jos Magos como inauguración de la Iglesia de los gen-
90 91
tlles; la procesión de los pueblos hacia e l Dios de Israel de acuerdo con
e l pasaje de Isaías 60; el Bautismo de Jesús en el Jordán durante el cual
una voz de lo alto proclamó a Jesús como hijo de Dios; las bodas de
C'aná en las que Él comenzó a manifestar su gloria.
El relato de la adoración de los Magos se convirtió en algo muy
importante para el pensamiento cristiano, ya que muestra los vínculos
existentes entre la sabiduría de los pueblos y las promesas que con-
tienen las Escrituras y también porque hace patente cómo el lenguaje
de l mundo y el pensamiento de l hombre que se entrega a la búsqueda Parte III
de la verdad conducen a Cristo. La estrella misteriosa puede ser conside-
rada como el símbo lo de los mencionados objetos. En ellos se vue lve a
poner el acento en que el lenguaje del cosmos y e l lenguaje del corazón Arte y liturgia
humano brotan de la "Palabra·· del Padre. Esa Palabra salió del silen-
cio del Padre en Belén; por ella se acoplan los fragmentos de nuestro
conocimiento humano en un todo único.
Las grandes festividades que estructuran el ciclo anual de la celebra-
ción de la fe son festividades de Cristo. Justamente por esta razón se
hallan orientadas al único Dios que se reveló a Moisés en la zarza ardien-
do y que eligió a Israel como portador de la confesión en su unicidad.
Junto a Cristo, imagen de Dios, se ubica la luna. la cual no posee luz pro-
pia, sino que tiene sólo la claridad que le viene del sol. Ello indica que
nosotros, los hombres, precisamos de "pequeñas" luces, cuyo fulgor de-
ficiente nos ayuda a amar la luz creadora, al Dios uno y Trino. He aquí
la explicación por la que las fiestas de los santos pe1tenecen también al
ciclo litúrgico cristiano desde los tiempos más antiguos.
Hemos tocado antes e l tema de María. Su ser está tan íntimamen-
te entrelazado con el misterio de Cristo que la configuración del ciclo
de Navidad comportó necesariamente una nota mariana. Las dimensión
mariana de las festividades cristológicas se hizo rápidamente patente.
Junto a e lla ocupan su puesto las conmemoraciones de los Apóstoles, de
los mártires, y, por último, el recuerdo de los santos de todos los si-
g los. Podría muy bien decirse, que los santos son una especie de nue-
vas estrellas en las que se refleja la riqueza de la bondad de Dios. Su
fulgor, procedente de Dios, nos permite reconocer la magnificencia de
la gran luz que es el propio Dios, aun sin percibir del todo e l esplendor
definitivo de su Gloria.
92
Capítulo I
10 Evtx)l.l\tO\I P. L'Art dt 1/conr. 17rcolog~ dt In /1(YIIIti. Parí•, Desek'<' De Brouwer, 1<170. p 161. 11. lhid. p 176.
100 101
tación negativa. Esta última se cierra a cualquier analogía. Con Grc
Los sentidos no tienen por qué ser suprimidos. Por e l contrarío han
t.l~ .experimentar una elevación hasta alcanzar sus más subümes ~osi gorio Palamas, subraya e l propio Evdokimov, que Dios es trascenden
te en su esencia. Este Dios. no obstante, quiso y pudo presentar su exis-
bthdades. Veremos con propiedad a Cristo cuando digamos con To-
tencia como la de un viviente. Dios es el totalmente otro, pero es lo
más.: "¡Señor mío y Dios mío!n (Jn 20, 28). Ya hemos puesto de relieve
bastante poderoso como para ser capaz de manifestarse. Es É l quien
1~ ?•mensi~n trinitaria del icono. Ahora he mos de lomar en considera-
ha hecho a su criatura de tal modo que tenga la posibilidad de "verlo"
c ton la enttdad del propio icono. El Hijo de Dios pudo encarnarse en
~n hombre, porque e l hombre ya se hallaba constituido en proyecto e
y "amarlo".
tmagen de aquel que, por sí mismo, es la imagen de Dios. Arrancando de estas consideraciones llegamos siempre a nuestro pre-
sente y, de esta forma. nos introducimos en e l desarrollo de la liturgia y
La luz del día primero y la luz del octavo día se dan cita en el icono
del mte y la fe en el mundo occidental. La teología del icono. tal como
como. ?e nuevo nos adviCite acertadamente Evdokimov. En la propi; se desarrolló en el Este, ¿es verdadera, y, por ello mismo, también válida
creac10n se halla presente aquella luz que llegará a su cenit el día octa- para nosotros, o se trata sólo de una variante oriental del cristianismo?
vo. el día de la Resurrección del Señor. En ese día el mundo nuevo en- Partamos de nuevo de los datos que nos proporciona la historia. En el
c~ntrará la plenitud de su brillo permitiéndonos percibir el esplendor de
arte paleocristiano y hasta e l final de l período románico, es decir. hasta
Dtos. Sólo puede entenderse rectamente la Encamación si es contem- los umbrales del siglo XITI . no hay distinción esencial alguna entre el
plada dentro de la ten.sión que se establece entre la creación, la historia y Este y el Oeste, por lo que respecta a la cuestión de las imágenes. Efec-
eJ mundo nuevo. Prectsamente en ese momento adquiere inteligibilidad el tivamente, el Oeste destacó con decisión la función didáctic<r-pedagógi-
hecho de que los ~ntido~ tienen que ver con la fe. La nueva capacidad ca de las imágenes. Pensemos, a tal propósito, en san Agustín o en san
para ver no los supnme. smo que los conduce a su primitivo destino. Gregario Magno. Los llamados "Libri Carolini" así como los Sínodos de
~1 ico r~oclas mo se apoya, en última instancia, en una teología apo- Frankfurt (794) y de Pm·ís (824) se vuelven contra la fal sa intelección del
fácttca unilateral, solamente dispuesta a conocer a Dios sólo como el séptimo Concilio Ecuménico -el segundo de Nicea- que confiere ran-
:·totalmente-otro". com? aquel que se encuentra más allá de cualquier go canónico a la superación del iconoclasmo y busca una fundamenta-
rmagen su~a. ~~ cualqurer palabra que pueda decirse sobre Él. A partir ción en la Encamación a tal postura. Se posicionan con gran firmeza
de estos pnncrpros, podría llegar a decirse que la misma revelación no frente a la sola función pedagógica y educativa de las imágenes. «Cristo
12
es ~t~a cosa que u? reflej o humano de lo que resulta inasequible porque no nos ha redimido a través de pinturas», proclaman estos Concilios •
es~a rmplan~a?o srempre en la región de lo inaprehensible. Si ello fuera Pero la temática y la orientación básica del arte de las imágenes per-
as1, se hundrna la fe. Nuestra fonna actual de sensorialidad, que no pue- manecen inalterables. aunque en el románico se deje sentir ya un arte más
de h~cerse con. la tran sp~rencia del Espíritu por medio de los sentidos, plástico, cosa que nunca tuvo entrada en el Este. Siempre se vuelven los
nos unpele casi automátrcamente a la huida hacia la teología exclusiva- ojos al Cristo resucitado. aunque se encuentre en la cruz. Él es mirado por
m:nte "negativa" o apofáctica. Según ella, Dios se encuentra situado la comunidad como el verdadero Oriente. El arte se encuentra siempre
mas allá de ~ ua~quier pensam_iento. Es este el motivo por el cual todos dentro del marco unitario de la creación. la cristología y la escatología.
~os pronuncranuentos sobre El y todas las imágenes de Dios resultan Siempre se aprecia que el arte se halla en camino. partiendo del día pri-
Igualmente válidas e inválidas a la vez. mero. que camina en la dirección del octavo día. el cual asume dentro de
Esta p~es~nta humilda~ fre~te a ~íos se convierte en soberbia, ya sf al día primero. El arte permanece dentro de aquel misterio que adquiere
que no pe1m~te h~blar a Oros m le bnnda la posibilidad de hacerse pre- presencialidad en la liturgia. Se orienta a la liturgia celestial. Las figuras
sente en la ~rstona. Por una parte, se absolutiza la materia y se declara angélicas que se dan cita en el arte románico no se distinguen esencial-
totalmente rmpenetrable para Dios, en cuanto que es pura materia. Por
otra. se la v~cía des~ dignidad. Pero, como Evdokimov explica. existe
una aceptación de D1os verdaderamente apofáctica, no sólo una acep- 12. lbid . p. 144.
103
102
mente de las figuras presentes en la pintura bizantina. Ellas muestran "tabórica". Esta concepción platónica experimenta una profunda muta
precisamente que estamos llamados a tomar parte en el cántico de ala- ción. incluso en el contexto de la creación, la cristología y la escatalogía.
banza del Cordero junto con los querubines y serafines y todas las po- Se confiere a lo material en cuanto tal una dignidad nueva y un valor
tencias celestiales. De esta manera, queda patente que, en la liturgia. se más alto.
rasga el velo que separaba el cielo de la tierra. De esta suerte llegamos a El platonismo. que experimentó una remodelación a partir de la fe
ser introducidos en una liturgia que comprende a1 cosmos entero. en la Encarnación, desaparece desde el siglo XIJI en Occidente de ma-
Con la llegada del gótico se realiza un cambio lento. Muchas cosas nera total. de forma que el arte figurativo procura. en primer lugar y
permanecen idénticas, particularmente la continuidad inalterable entre el antes que nada. representar los acontecimientos que tuvieron lugar. Se
Antiguo y el Nuevo Testamento. que. por su parte. continúa remitiendo a preocupa menos de la historia de la Salvación que de los Sacramentos.
aquello que todavía está por venir. Sin embargo, la imagen central ya es ya que ellos son vistos en este tiempo como parte de la historia en mo-
otra. Ya no se representa al Pantócrator. al Señor del mundo que nos intro- vimiento. En este cuadro se produce también un cambio por lo que hace
ducirá en el día octavo. El Pantócrator quedará eclipsado por la imagen del a la liturgia. La liturgia es considerada como representación del aconte-
Crucificado en una pasión y una muerte envueltas en el dolor. El acon- cimiento de la crucifixión.
tecimiento histórico de la Pasión será relatado, mientras que se perderá La piedad responde entregándose a la contemplación de los misterios
toda referencia a la Resurrección. Cuanto lo que propone un carácter his- de la vida de Jesús. El a.rte halla su inspiración más en esta piedad popu-
tórico-naJTativo se sitúa en un primer plano. Se ba dicho que la imagen lar que en la liturgia. La piedad popular. por su patte. se alimenta de las
del misterio se ve reemplazada por las imágenes devotas. Son muchos los escenas de la historia en las que puede descubrir el camino hacia Cristo,
factores que imervinieron en este cambio de visión. Evdokimov piensa el camino que es el mismo Jesús y su seguimiento.
que el paso del platonismo al aristotelismo, tal como se dio en Occidente Se produce una separación entre el Oeste y el Este en el campo de las
durante el siglo Xlii, jugó un papel determinante en esta mutación. El imágenes, a partir del siglo Xlll. Esta separación adquiere una gran pro-
platonismo contempla las realidades sensibles corno una sombra de los mo- fu ndidad. Los caminos se distancian por motivos de muy diversa índole.
delos eternos. En las cosas sensibles debemos y podemos reconocer esos Una piedad centrada en la cruz sustituye a la orientación hacia el Este
modelos eternos. A través de las cosas sensibles nos es dado elevarnos a que tiene como punto referencial al Resucitado. A pesar de todo lo apun-
los modelos eternos. El aristotelismo. por su parte. rechaza la doctrina de tado, no conviene sobrevalorar la diferencia que se ha ido configurando
las ideas platónicas. La realidad. compuesta de materia y forma, subsiste tal como hemos referido. Cierto es que la representación del Cristo que
en sí .nisma. Gracias a su poder de abstracción, la mente descubre el gé- muere dolorido en la cruz es algo nuevo. Pero, no obstante. hace patente
nero al cual cada cosa pertenece. En lugar de la visión que hace percepti- a aquel que han cargado sobre sí todos nuestros dolores, aquel cuyas lla-
ble lo extrasensorial en lo sensorial. se coloca ahora la abstracción. gas nos ha curado. En este dolor tan exterior se nos hace patente el amor
La relación entre lo espiritual y lo material ha variado. y. con ello. de Dios que nos salva.
cambia también la actitud del hombre posicionado ante la realidad que Cuando la crucifixión en el retablo ejecutado por Grünewald radica-
se le hace presente. Para Platón la categoría de la belleza era determinan- lila el realismo del sufrimiento hasta mostrarnos sus más pequeños de-
te. Lo hermoso. lo bello, y. en último término. Dios. son realidades que talles, sigue estando presente, de todas formas, el hecho de que se trata
se conesponden entre sí. Gracias a la visibilidad de lo bello experimen- de una imagen que nos aporta compasión. hasta tal punto que ofrecía a
tamos en nosotros una herida prof1mda. Esta herida nos saca de nosotros los enfermos de la peste cuidados por los antonitas, la identificación de
mismos y nos hace ir más allá de nuestro ser, pues excita al vuelo de la Dios con el destino de las víctimas. Ello les brindaba la oportunidad de
nostalgia y nos impulsa al encuentro de lo que, en sí mismo, es verdade- ver que el propio Dios se había sumergido en sus penalidades y que sus
ramente bello y bueno. En la teología de los iconos quedó algo vivo del dolores se hallaban ya incluidos en el sufrimiento de Dios. El viraje de-
legado fundamemal de Platón. aunque la idea platónica de la belleza cisivo hacia lo humano, hacia lo histórico en Cristo. se nutre, no obstan-
contemplada sólo pueda ser ahora rescatada a través de la concepción le, de la necesidad ínsita en el hombre de adentrarse en el misterio.
104 105
Las imágenes producen consuelo porque nos hacen patente la supe- magnitud. Por tal razón, este hombre no tiene necesidad de busca1 11111
rución de nuestros tormentos en la compasión que nos muestra el Dios guna otra clase de hermosura.
hecho hombre. Estas imágenes son un producto de la oración, de la con- En el Renacimiento resulta difícil encontrar distinción alguna entre
templación interior del camino recorrido por Cristo. Ellas suponen una las representaciones de los mitos paganos y las narraciones cristianas. El
identificación con Cristo. Las imágenes, por su parte, avalan el hecho de peso trágico de la antigüedad ha quedado atrás. Sólo se apreciará su di-
que Dios se ha identificado con nosotros en Cristo. Las imágenes dejan vina belleza. Se produce una nostalgia por Jos dioses. por los mitos, por
el misterio al descubierto, pero no se sitúan fuera de él. ¿No se puede un mundo liberado de la angustia y el pecado, sin el dolor de la cruz que
comprender con una mayor penetración el significado de la Eucaristía a acaso se había puesto demasiado de relieve en las imágenes del Medioe-
partir de las imágenes? El misterio viene a ser explicado hasta en su más vo tardío. En este momento aún se representan motivos cristianos. Sin
extrema concreción. Es este precisamente el modo en que la piedad ¡xr embargo, este tipo de "arte religioso" ya poco tiene que ver con el arte
puJar puede acceder al núcleo de la liturgia de un modo nuevo. sacro en el sentido propio del término. Ya no se introduce en la humildad
Estas imágenes nos ponen ante los ojos la "epidermis'', el mundo sen- del sacramento y en aquella dinámica suya que sobrepasa todas las épo-
sorial exterior. cas de la historia. El rute renacentista pretende gozar del hoy y encontrar
También ellas pretenden hacernos entrar en la trascendencia con su la salvación en la sola belleza. Acaso sea preciso entender el iconoclas-
simple exposición plástica. Desean brindamos una ojeada al corazón de mo de la Reforma a partir de este fondo argumental, si bien hay que decir
Dios. Lo que hemos sugerido aquí sobre las imágenes de la cruz, vale tam- que, sin lugar a dudas la Refmma se nutre, además, de bien otras míces.
bién para el resto del arte gótico ''narrativo". Consideremos la gran fuerla El a1te barroco que sigue al arte renacentista presenta innumera-
de interiorización presente en las imágenes de la Virgen. La nueva huma- bles aspectos y modos de realización. En su forma más pura se apoya
nidad de la fe se hace presente en ellas. Tales imágenes nos invitan a la en la Reforma católica que se había puesto en marcha con el concilio de
oración, puesto que todas ellas se hallan transidas de espíritu oracional. Trento. Siguiendo la tradición occidental, este Concilio propuso el ca-
Nos permiten ver la verdadera imagen del hombre, según la mente del r.1cter didáctico-pedagógico del arte. No obstante, el Concilio de Trento
Creador y de acuerdo con la renovación realizada en Cristo. Nos conducen supuso el inicio de una renovación desde dentro. Todo ello condujo a
al interior mismo de la auténtica humanidad. una capacidad de percepción de la propia interioridad a partir de un
No olvidemos, por último. el espléndido arte de las vidrieras del gó- cierto sentido interior. El retablo se nos ofrece como una ventana a
tico. Los ventanales de las catedrales góticas se apoderan de la penetrante tmvés de la cual el mundo de lo divino llega hasta nosotros. El telón
luz procedente del exterior. la recogen en haces luminosos para permitir de la temporalidad se corre y se nos permite echar una mirada en el
que, en ese resplandor. se pueda contemplar todo el decurso de la historia interior del mundo de lo divino. Este arte pretende involucramos en la
que Dios ha compartido con los hombres. desde la Creación hasta la paru- liturgia celeste. Siempre que entramos en un templo barroco tenemos la
sía. Las mismas paredes de los templos, jugando con el sol. se convierten !ICnsación de estar escuchando un único "frotissimo" de gozo, como un
en imagen, en el iconostasio de Occidente. Ellas confieren una sacralidad ;~l eluya hecho imagen. El gozo en el Señor es nuestra fortaleza (cf. Ne 8,
al espacio que llega a conmover el corazón de los propios agnósticos. 10). Esta expresión bíblica expresa el sentimiento fundamental del que
nutre esta iconografía.
Es sabido que el Renacimiento supuso un paso más. El Renacimien-
to "emancipa" al hombre. Es este el momento en el que nace la estética Hay que tener en cuenta que la Tiustracidn empujó a la fe hacia una
en el sentido moderno del término. Se trata de una visión de la belleza suerte de ghetto intelectual y social. El arte reaccionó contra ello y orien-
que evita toda referencia trascendente, que, en último término, se sacia tó sus pasos por otro camino. La fe se movilizó hacia el historicismo y
con la hermosura misma de lo que se le brinda. El hombre se experi men- se refugió en la imitación del pasado. buscó una acomodación a las mo-
ta a sí mismo en toda su grandeza, en su autonomía. El arte es una expr~ das del tiempo. o. en fin, se perdió hundiéndose en la resignación y en
sión de tal grandeza humana y se ve directamente sobrecogido por su la abstinencia cultural. Esta última actitud produjo un nuevo icono-
106 107
Repitamos la pregunta: ¿Cómo terminará todo esto? Tal vez nos s1rva
dasmo que frecuentemente ha sido visto como un legado del Vatica-
un resumen de cuanto hemos dicho hasta ahora. Acaso sea bueno reco-
no 11. Pero hay que remontarse en Alemania a los años veinte para en-
nocer los principios fundamentales de un arte que ha de estar supedita
contrar los primeros indkios de esta especie de tormenta desatada
contra las imágenes. Ello ha producido muchas obras carentes de gus- do al culto.
to y de altura. Pero, sobre todo. ha dejado detrás de sf un vacío cuya l. La absoluta carencia de imágenes es algo incompatible con la fe en
miseria sólo ahora pode mos comenzar a percibir con claridad. la Encamación de Dios. El comportamiento histórico de Dios le ha per-
mitido hacer su entrada en nuesu·o mundo sensorial, de forma que este
¿Cómo tetminará todo esto? En nuestros días no sólo experimenta-
mundo pueda convertirse en transparencia que haga visible a Dios. Las
mos la crisis del arte sacro, sino la crisis del arte sin más con una inten-
imágenes de la belleza en las que el misterio del D ios invisible se hace
sidad hasta ahora desconocida. La crisis del arte, a su vez, es síntoma visible son parte del culto cristiano. Siempre habrá un ascenso y un des-
de la crisis del ser humano que ha caído en una ceguera respecto a las censo, una subida y una bajada a lo largo de los tiempos, y, por lo tanto,
cuestiones de sentido, producida por su propio encumbramiento en el una cierta carestía en lo referente a las imágenes. Pero nunca pueden fal-
dominio material del mundo. A esta situación se le puede dar directa- tar del todo. El iconoclasmo no es una opción cristiana.
mente el nombre de ceguera del espíritu. Ya no existen respuestas que
2. El arte sacro encuentra sus conten idos en las imágenes de la his-
correspondan a las preguntas de cómo hemos de vivir, de cómo podre- toria de la Salvación, comenzando por la creación, es decir, comenzan-
mos superar nuestra propia muerte, de si nuestro ser tiene una finalidad. do por el día primero y terminando por el octavo día, que es e l día de la
y, en caso de que la tuviera, cuál es esa finaJidad. Resurrección y la parusía. Ese día la línea de la historia cerrará la ple-
El positi vismo, actuando en nombre de la seriedad científica, redu- nitud del círculo. Ante todo hay que colocar aquí las imágenes de la his-
ce e l horizonte humano a lo demostrable, a lo que puede ser probado toria bíblica, pero también las historias de los santos como explicación
experimentalmente. El positivismo ha hecho que el mundo se vuelva de la historia de Jesucristo, y toda la historia en cuanto fructificación del
opaco. Puede que ese modo de entender el mundo contenga explica- grano de trigo que muere. «Tú no luchas sólo contra los iconos. Tú
ciones matemáticas, pero e l Logos, que es presupuesto de esas mate- luchas contra los santos», decía Juan Damasceno al emperador icono-
máticas y de su utilidad, ya no aparece por ninguna parte. Este es el clasta León Ill. El papa Gregario lii instituyó en Roma la festividad de
motivo por el cual nuestro mundo de imágenes ya no supera la barrera Todos los Santos teniendo ante los ojqs esta intuición13 •
de las apariencias sensoriales. El diluvio de imágenes que nos inundan 3. Las imágenes de la historia que Dios compartió con el hombre no
signilica, al mismo tiempo, e l final de toda imaginación. Ya no existe sólo muestran la sucesión de los acontecimientos pasados. sino que tam-
nada que se halle colocado más allá de lo que puede ser focografiado. bién ponen de manifiesto la unidad interior del comportamiento divino.
En esta situación no sólo se hace imposible el arte de los iconos, e l arte Remiten a los Sacramentos, particularmente a los del Bautismo y la Eu-
sacro. que se asienta sobre una capacidad de visión trascendente. Es caristía. Desde su propia condición íntima se sustentan en lo sacramental
que el arte en sí mismo, que probó las más extremas formas de la sen- convirtiéndose en signos para el presente. Se hallan en una íntima vincu-
sorialidad en el impresionismo y e l expresionismo, se queda literalmen- lación con el evento cultural. La historia, por su parte, se alza al rango
te sin objeto. El arte se va convirtiendo en un experimento continuo con sacramental en Cristo, que es la fuente del sacramento. Por ese motivo
mundos creados por el propio ser humano. De aquí se llega a una crea- la imagen de Cristo es el centro del arte sagrado de las imágenes. Y, den-
tividad vacía, incapaz para percibir al "Creator Spiritus", al Espíritu tro de todo e llo, el lugar preferente lo ocupa el misterio de la Pascua de
Creador. Este tipo de creatividad pretende hacerse con un espacio y, Cristo. Cristo es representado como e l Crucificado, como e l Resucitado,
como el que ha de venir de nuevo, como el Señor que reina ya ahora
sin embargo, no puede sino desembocar en lo arbitrario y en la pro-
sobre el mundo de forma misteriosa.
ducción del vacío, cosas que hacen que el hombre cobre conciencia
del absurdo de su intento creativo. 13. lbíd r 141s
108 109
Toda imagen de Cristo ha de incluir estos tres aspectos esenciales del Ciertamente que no conviene que haya normas rígidas. Las nuevas
misterio de Cristo y, en este sentido, será una imagen pascual. Natural- experiencias de piedad y Las instituciones que se nos brindan día a día
mente que quedan abienas aquí diversas posibilidades de acentuación. han de hallar un espacio propio dentro de la Iglesia. Sin embargo. sigue
Una determinada imagen puede explicitar más la cruz, la pasión y el de- habiendo una diferencia entre los sacro, es decir. lo que se halla conecta-
samparo, o bien puede poner en primer plano la Resurrección y la paru- do con la liturgia y pertenece al ámbito del templo, y aun el arte religio-
sía. Pero ninguna de estas dimensiones debe quedar aislada. A pesar de so más ampliamente considerado. No debe darse en modo alguno una
las diversas acentuaciones, ha de aparecer el misterio pascual en toda su pura arbitrariedad en el arte sacro. Las formas de arte que niegan al La-
integridad. Un crucifijo en el que en modo alguno pudiera entreverse el gos en la realidad y que fijan los sentidos del hombre en las cosas apa-
elemento pascual sería tan erróneo como una imagen pascual que olvi- rentes no son compatibles con el sentido de la imagen en la Iglesia. De
dara las llagas de Cristo y la actualidad de su sufrimiento. En cuanto una subjetividad aislada no puede proceder ningún arte sacro. Este arte
centrada en Jos aspectos pascuales, toda imagen de Cristo es siempre un supone. más bien, el sujeto configurado interiormente por la Iglesia y
icono de la Eucaristía. Es decir. esta imagen remite a la presencia sacra- abierto a la comunión. Sólo de este modo el arte contribuye a que la fe
mental del misterio pascual. común se haga visible y regrese al corazón de los fieles hecha palabra.
4. Las imágenes de Cristo y las de los santos no son fotografías. Su La libertad del arte, que debe darse dentro del espacio del arte sa-
esencia estriba en trascender lo que resulta materialmente representable. a cro, nada tiene que ver con la arbitrariedad. Se desarrolla de acuerdo
fin de despertar los sentidos interiores e introducir en un nuevo modo de con el criterio que se contiene en los cuatro puntos anteriores de esta
ver. el cual es capaz de percibir a través de lo visible aquello que es invi- reflexión final. Ellos representa1. un intento por resumir las constantes
sible. La sacralidad de una imagen estriba precisamente en que proceda de de la tradición creyente respecto a las imágenes. Sin fe no hay arte al-
una visión interior y a ella conduzca. Debe producirse como fruto de una guno capaz de adecuarse a lo litúrgico. El arte sacro se coloca bajo el
contemplación íntima. de un encuentro de fe con la nueva realidad del Re- imperativo de la segunda Carta a los corintios: «Miraremos al Señor y
sucitado. Aquí vuelve a salimos al paso la mirada de la interioridad, el en- nos iremos transformando de manera cada vez más gloriosa conforme
cuentro orante con el Señor. La imagen está al servicio de la liturgia. La a la acción del Señor que es Espíritu» (2Co 3, 18).
oración y la mirada en la que toman forma las imágenes han de configu En la práctica, ¿qué significa todo esto? El arte no se puede generar
ra:rse como un talante de oración y de visión en comunión con la fe viden en una cadena de producción lo mismo que se generan los aparatos de la
te de la Iglesia. La dimensión eclesial es algo esencial para el arte sacro. 1écnica. El arte es en toda ocasión un regalo. No es posible decidir tener
También lo es la vinculación íntima con la historia de la fe. con la Escri la inspiración de modo voluntarista. La inspiración se recibe como un re-
tura y la Tradición. ¡.:alo. No se puede introducir una renovación del arte en la fe con la ayuda
5. La Iglesia de Occidente no tiene por qué renegar de su camino espc del poder económico ni a través de comisiones que lo planifiquen. El arte
cífico, comenzado hacia el siglo XTII. Sin embargo, ha de esforzarse presupone, ante todo, el don de una nueva visión. Y. por ello, deberíamos
por conseguir una auténtica recepción del séptimo Concilio Ecuménico l'mpeñamos con todas nuestras fuerzas por alcanzar cada vez más una fe
---el segundo de Nicea- que formuló el significado teológico profun \:apaz de ver. El arte sacro haLLará su genuina expresión donde la fe haga
do y el espacio de las imágenes dentro de la Iglesia. No tiene por que ucto de presencia.
hacer suyas todas las normas particulares surgidas durante la lucha po1
las imágenes en los Conci lios y Sínodos orientales posteriores al de
Nicea, que en 1551, en el Concilio de Moscú ---el Concilio de los lOO
cánones-, alcanzaron, en cierto modo, su culminación. Sin embargo,
debería considerar las líneas maestras de la teología oriental como no
rmativas para ella misma.
110 111
Capítulo II
Música y Liturgia
La forma litúrgica
Capítulo I
El rito
l. Participación activa
El Vaticano ll nos ha trasmitido la expresión "partecipatio actuo-
sa ", o participación activa en el "opus Dei", es decir, en el evento cul-
tual. El Concilio toma este concepto como hilo conductor de su propio
pensamiento en relación con la forma en que debe llevarse a cabo la
liturgia. El Vaticano II tiene toda la razón al expresarse de este modo.
El Catecismo de la Iglesia Católica llama también nuestra atención
sobre el hecho de que estos vocablos nos hablan de un servicio ejercido
por la comunidad. Ello se refiere, por tanto, a todo el Pueblo de Dios•~.
Pero, ¿en qué consiste esta participación activa? ¿Qué debe hacer cada
uno? Por desgracia, esta expresión ha sido muy a menudo entendida
falsamente. Se le ha dado un sentido demasiado exteriorista. Ha habi-
do una desviación de aquello que tenía que haber sido el compor-
tamiento general. Se ha pensado que se trataba sólo de hacer entrar en
el guión el mayor número de actores posible. Sin embargo, el término
"participación" remite a un tipo de actitud más fundamental en la que
todos estarían llamados a hacerse partícipes. Si se desea dar con
aquello en lo que consiste la participación, se deberá, antes que nada,
aclarar cuál es la "actio" (acción) central en la que todos los miem-
16. 1'rmnios 34 A/ 8; 36 B/ C
lt;. DINKLI:R, E. Sigmmr C ru.-rs. Aufsiit:<• wm Nt um Tt'Stnrm•nt rmd zrtr clrrísllit lrm A n:lriiologw.
fuhrn¡;cn, J C B Mohr, 1%7, p. 24. 17. C F. j USnNO. Pnmm Apologúr55.
d50 15 1
leer el mensaje de Cristo en el lenguaje de la realidad total. Y, al contra- "Dios extendió sus brazos en el momento del dolor. De estu SlH.!llC.
rio, Cristo nos faciüta la comprensión de la creación. abarcó el orden para indicar, ya entonces, que se reuniría un Puchlo
Desde Justino en adelante, la "profecía de la cruz" de Platón y el que viene desde donde sale el sol hasta el ocaso y que se refugiaría ha-
vínculo entre el cosmos y la historia pertenecen al fundamento argu- jo sus alas"20• Un judío anónimo del siglo IV contrapone la cruz al cullo
mental de la teología de los Santos Padres. Para ellos tuvo que ser impre- al sol y dice que Helios (el sol) ha sido, por fin, vencido por la cruz "y
sionante que el filósofo que resumió y explicó las más antiguas tradiciones el hombre que no podía ser aleccionado por el sol, el cual era una cria-
hablara de la cruz como signo y sello del codo cósmico. lrenco de Lyon , tura sideral , ahora será iluminado por el esplendor sideral de la cruz;
muerto en el año 200, el que dio a la Teología su carácter sistemático en ahorá será, por fin, iluminado por el Bautismo". Acto seguido, este
la forma en que lo entiende la fe católica. dice en su escrito apologético judío desconocido asume un dicho de san Ignacio de Antioquía, muer-
Demostración del mensaje apostólico. que el Crucificado "es la misma to hacia el 110. que había llamado a la cruz-grúa, ("mechane") del
Palabra del Dios omnipotente la cual penetra todo Jo que somos con una cosmos que lo elevaba al cielo. Inspirado por esta visión, exclama:
presencia invisible. Por ello abarca todo el mundo, su anchura y su exten- "¡Oh sabiduría verdaderamente divina! ¡Oh cruz, tú grúa que levantas
sión, su altura y profundidad. A través de la Palabra de Dios todas lasco- hasta el cielo! Contemplad esto: cuando el extremo inferior de la cruz
sas son llevadas a su orden y concierto. El Hjjo de Dios se halla crucifica- fue metido en su hoyo, quedó aniqui lado el culto a los ídolos. No está
do en ellas. puesto que. por la figuru de la cruz. las ha hecho a todas señal hecha de una madera corriente. Se trata de una madera de la que Dios
de sí mismo" 18• Estas palabras del gran Padre de la Iglesia no hacen aún se sirvió para vencer"21 •
hincapié en un texto de la Biblia que posee un gran valor para la teología En su discurso escatológico Jesús anunció que, llegado el fin de los
de la cntz. La Carta a los efesios nos exhorta a que estemos radicados en tiempos. «el signo del Hijo del hombre aparecerá en el cielo» (Mt 24. 30).
el amor y a que nos dejemos fundamentar en él. para que seamos capaces El ojo de la fe podrá entonces reconocer ese signo como algo que, desde
con todos los santos de "comprender cuál es la anchura y la longittld, la al- el comienzo de los siglos. ya se hallaba inscrito en el cosmos. Por ello verá
tura la profundidad. y conocer el amor de Cristo. que excede a todo cono- cómo el cosmos con firma la fe en el Salvador crucificado. De esta manera
cimiento" (Ef 3. l8s). Resulta dificil dudar de que esta Carta, perteneciente supieron los cristianos que los caminos de la historia de las religiones
a la escuela de san Pablo, hable en este pasaje de modo alegórico de la cruz desembocaban en Cristo. A través de innumerables imágenes en las que
cósmica, haciendo alusión a tradiciones religiosas que mencionan el se expresaba esperanza. todas las religiones y creencias conducían hacia
"árbol del mundo", el cual es cruciforme y sostiene en sí todas las cosas. Él. Por otra pa1te, todo esto significaba que, tanto la filosofía como las reli-
Esta idea religiosa era ya conocida en la India. giones, brindaban a la fe las imágenes y los pensamientos en los que la
misma fe iría siendo entendida hasta alcanzar su plenitud.
San Agustín nos ha ofrecido una maraviJiosa interpretación exis-
tencial de este significativo pasaje de los escritos paulinos. Agustín pien- ·'Te bendeciré" dice Dios a Abraham al principio de la historia de
sa que estas palabras representan las dimensiones de la vida humana y la Salvación (Gn 12. 2). En Jesucristo. hijo de Abraham. esta palabra
que remiten a la figura de Cristo crucificado. cuyos brazos se extienden ha llegado a su plenitud. Cristo es bendición para toda la creación y
sobre el mundo. El camino vertical de la cruz lleva a lo profundo del para todos los hombres. Por eso, la cruz misma. que es un signo de Dios
abismo y eleva hasta las alturas del mismo Dios'9 • en el cielo y en la tierra. se convirtió en una señal de bendición para los
cristianos. Al hacer la señal de la cruz sobre nosotros mismos. entramos
Hugo Rahner recogió los textos más bellos procedentes del tiempo de
en el poder benedicional del propio Jesucristo. Trazamos el signo de la
los Santos Padres que se refieren al misterio cósmico de la cruz. Pro-
cruz sobre los seres humanos a los que deseamos bendición. También lo
pongo aquí sólo dos. En Lactancia, mue1to hacía el 325, podemos leer:
empleamos para objetos que nos acompañan en nuestra vida y que (k
1 8 5.\N IRCNEO. Op. cit. 1,3. 20. Cit por 11 RAHNER. Grrchisdr~ Mytm 111 rhr1stlíd1~r Dflllrmg. Darmst.ult ¡<¡o;7, 111
19. SAN ACUSTI:-1. CH Dot·tr. Omot. U 4.1, 62; d . Corpus Oarisllmronmr, XXXII, 7Ss 21. 1\.lid r 87s.
152
!.{'illllOS que sean renovados por las manos de Jesucristo. A través de la La actitud de quien se arrodilla nada tenía que ver con la cultura !' lli'
crU/ podemos convertimos los unos para los otros en bendición. ga. sino que era una costumbre de los bárbaros. Plutarco y 1\!olr.t!-.lo d"
Nunca podré olvidar la devoción y la interior veneración con que cían que arrodillarse era un signo de superchería. Por su parte. Aristótck.,
nuestro padre y nuestra madre nos bendecían a los niños cuando salía- estigmatiza esta posición corporal como un comportamiento bárbaro". hn
m~~ d~ casa: Cuando se trataba de una despedida por causa de un viaje. cierto sentido, san Agustín le da la razón. Dice que los falsos dioses no son
trozaban el srgno. d~- la cruz con agua bendita sobre nuestro pecho. frente otra cosa que la máscara de los demonios que tienen a los hombre:-.
Y boca. Tal ~ndrcron era una compañ ía que nos servía de guía. Estába- sometidos a la adoración del dinero y del egoísmo. De este modo el ser
mos p~rsua~rdos de que la visibilización de la plegaria de nuestros humano ha sido arrastrado al "servilismo·· y la superstición.
padres •?~ _srernpre a nuestro lado portando la bendición del Sa lvador. El propio san Agustín afirma que la humildad de Cristo y su amor, tal
La bendrcron nos llamaba también a no salimos del ámbito en el que nos como aparecen en la cruz, nos han liberado de tales poderes. Nos arrodilla-
colocaba tal bendición. mos ante la humildad de Cristo. Efectivamente, el acto de arrodillarse de
. , La b~~dición es un gesto sacerdotal. Por eso intufa mos en la bendi - los cristianos no es una forma de inculturación que pretende hacerse con
c~on .recrbrda de nue_stros padres el sacerdocio de los mismos, su especial las costumbres foráneas. al contrario, es la expresión de una cultura cris-
drgmdad Y poder. Prenso que la costumbre de bendecir debe hacerse de tiana que transforma las costumbres ambientales a partir de una nueva y
nuevo presente ~on ma~or vigor en la vida cotidiana como expresión ple- más profunda confesión y experiencia de Dios.
na del sacerdocro comun de todos los bautizados. Ella debería empapar Postrarse de rodillas no proviene de cultura alguna, sino que arranca
de am~r todo nuestros actos, llevados a término con el poder que viene de la Biblia y de la confesión de Dios que en ella tiene lugar. El signifi -
del Senor. cado nuclear del término "arrodillarse'' en la Biblia puede deducirse de
un hecho muy concreto. En el Libro Santo el vocablo "proskynein" apa-
3. Posiciones corporales rece en el Nuevo Testamento 59 veces, de las cuales 24 pertenecen al
Apocalipsis. el libro de la liturgia celestial que se propone a la Iglesia co-
De rodillas (prostratio) mo norma para su propia liturgia. Si nos fijarnos más en este asunto, podre-
mos distinguir tres posturas estrechamente ligadas entre sí.
Hay círculos dotados de no pequeño influjo que pretenden disuadir- Primero encontramos la "prostratio " que se corTespondería con el te-
nos de ~ue no nos arrodillemos. Dicen que esta posición del cuerpo no ner que arrojarse sobre el suelo ante el poder imponente de Dios. Tam-
se adecua a nue~tra cultura. Se les podría preguntar si se adecúa a algu- bién hallamos en el Nuevo Testamento el "caer de rodiJias", y, por fin, el
na. Est~r de r~dr llas no estaría reñido con el hombre adulto que se pone ''estar de rodillas''. Es evidente que, en cada cita particular, estas tres pos-
ante. Oro~, sena algo e~ desacuerdo con el ser humano ya redimido que turas son difícilmente distinguibles entre sí teniendo en cuenta la pura se-
ha srdo l.rberado por Cnsto, y, que, en consecuencia, no tiene necesidad mántica. Pueden incluso estar juntas o resultar imercarnbiables entre sí.
de arrodrl larse.
En referencia a la "prostratio" desearía referir aquí sólo un breve
Si miramos la histo~a, nos d:unos cuenta de que romanos y griegos texto del Antiguo y del Nuevo Testamento respectivamente. En el An-
rechazaban e_star de rodillas: Temend.o en cuenta a los dioses representa- tiguo Testamento Dios se aparece a Josué antes de la toma de Jericó.
dos en !os rrutos, cuy~ at.ttondad se drscutía por ser tan parciales, tal pun- Se trata de una escena en la cual el autor sagrado ha querido establecer
to de vrsta resultaba JUStificado. Era demasiado evidente que esos dioses un paralelo con respecto a la revelación de Dios a Moisés en la zarza
..no emn .Dios, ~unque hubiera que depender de su poder caprichoso y fuera ardiendo. Josué ve al "jefe del ejército del Señor". Después de haber
nccesano sacnficar las propias posibilidades en aras de su provecho. Se reconocido su identidad, se arroja ante él sobre la tierra. En ese mo-
dccfa entonces que el arrodillarse no era digno de un hombre libre.
22. ARISTOTEI.~ Relllricn 1361 a 36.
154
155
llll'lliO escucha las palabras que en otro tiempo fueron dichas a Moisés: Ga 4, 6). De esta manera, cimienta nuestra oración en el Espíritu sobre
"Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es sagrado.. la oración del msonte de los Olivos.
(Jos 5, 14s). Bajo la misteriosa forma del jefe del ejército del Señor el En nuestros días aparece la "prostratio" en la liturgia de la Iglesia
mismo Dios escondjdo habla a Josué el cual se tira por tie1Ta ante Él. La en dos ocasiones: durante la celebración ritual del Viernes Santo y en
interpretación que Orígenes nos proporciona de este pasaje es hermosa: las ordenaciones sacerdotal y episcopal. En la liturgia del Viernes San-
"¿Es que hay otro jefe de las potencias celestiales sino nuestro Señor Je- to se muestra como expresión adecuada de la turbación que nos asalta
sucristo?". Así pues, Josué adora a aquel que había de vesnir, a Cristo. ante el hecho de que nuestros pecados hayan propiciado la muerte en
En el Nuevo Testamento los santos Padres señalaron de modo par- cruz de Cristo.
ticularmente adecuado la devoción de los fieles a la oración de Jesús en Nos echamos sobre la tierra y panicipamos así de la misma turbación
el monte de los Olivos. Según Mateo (22, 39) y Marcos (14, 35), Cristo de Cristo, de su descenso a la hondura del dolor. Nos postramos para ha-
se echa sobre el suelo. Lucas, que tanto en el Evangelio como en los cer patente dónde estamos y qué somos, caídos que sólo Cristo puede le-
Hechos de los Apóstoles se preocupa de la teología de la genunexión. vantar. Lo mismo que Jesús. nos echamos por tierra ame el misterio de
nos dice que en aquella ocasión Jesús oraba de rodillas. Esta oración, en la potencia presente de Dios. en la certc.t.u de que la Cruz es la verda-
cuanto introducción a la Pasión, es paradigmática tanto desde el punto de dera zarza ardiendo, el lugar en el que se hace presente la llama del
vista del gesto mjsmo como de su contenido. El gesto nos dice algo muy amor de Dios, una llama que arde sin destruir.
imp01tante. Y es que Jeslls asume la caída de los hombres, Él mismo se
introduce en esa postración, ora desde la hondura más profunda del de- En las ordenaciones sacerdotales a nora en nosotros el convencimiento
samparo y el apuro ~el h? mbre elevando todo esto hasta el Padre. Él deja de nuestra absoluta incapacidad para realizar el mandato sacerdotal deJe-
que su voluntad se 1dent1fique con la voluntad de su Padre. "Que no se sucristo y de pronunciar las palabras que Él dijo en su propio nombre.
cumpla mi voluntad sino la tuya". Cristo mjsmo posibilita que la volun- Mentras los candjdatos al Orden permanecen postrados en el suelo. toda
tad del hombre se entregue a la de Dios. Toma sobre sí todos los recha- la comunidad reunida entona las letanías de los santos. Siempre recordaré
zos humanos de la voluntad de Dios y los padece. Precisamente esta esta postración durante mi ordenación como sacerdote. y, más tarde, como
configuración de La voluntad del hombre con la voluntad de Dios es el obispo. Cuando fui ordenado obispo sentí acaso con mayor intensidad que
núcleo de la salvación. Y es que la cafda del hombre consistió en con- en mi ordenación sacerdotal mi fa Ita. de aptitud, mi incapacidad para la
tradecir la voluntad divina. en contraponer su voluntad al querer de Dios. gran encomienda que se me confiaba. Restlltó maravillosamente conso-
lador sentirme arropado por la oración de la Iglesia que expresamente me
El tentador quiso embaucar a los hombres para que creyeran que tal
cubría y me penetraba. Mi incapacidad se manifestó corporalmente en
resistencia a la voluntad divina era la condición previa para su ti be-
esta postración y aquella oración de la Iglesia que hacía presentes a todos
ración. Para la serpiente sólo sería libre la propia voluntad autónoma
los santos, a los vivos y a los muertos, me confirió una fuerza extraordi-
que no se somete a otra voluntad. "Que no se haga mj voluntad sino fa
naria. Sólo la lglesja me podía levantar del suelo, sólo ella me podía
tuya": he aquí la Palabra de la verdad. Y es que la voluntad de Dios no
acompañar a lo largo del camino que iba a comenzar.
está reñida c~n la nuestra, sino que es el fundamento y condición de su
posibilidad. Unjcamente permaneciendo dentro de la voluntad de Dios En segundo lugar, hay que mencionar el gesto de caer de rodillas,
la nuestra se mantiene como voluntad verdadera y llega a ser libre. ' que aparece cuatro veces en el Evangelio (Me l , 40; lO, 17; Mt 17, 14;
El sufrimiento y la lucha que tienen lugar en el monte de los Olivos 27, 29), designado con la forma griega de "gonypetein". Tomemos el
es la lucha por esa voluntad sa lvífica, por esa unión de los que esta- pasaje de Marcos 1, 40. Un leproso se acerca a Jesús y le pide ayuda;
ban separados, la cual propicia la comunión con Dios. Este pasaje nos se arrodilla ante Jesús y le dice: "Si quieres, puedes limpjarme". Aquí
pern1ite entender el tratamiento amoroso de Jesús a su Padre. al que resulta difícil valorar en su justo sign ificado el alcance de este gesto.
llamará "Abbá" (cf. Me ls4, 36). En este clamor Pablo aprecia la Seguramente que no se trata de una adoración propiamente dicha, sino
oración que el Espíritu Santo pone en nuestros labios (cf. Rm 8, 15: de una petición expresada también con el fervor corporal. Desde fue-
156 157
go que una cierta confianza se hace palabra en ella, una confianza que conversación con la samaritana culmina también con una autorrcvclacit1u
se eleva por encima de lo estrictamente humano. de Jesús: "Yo soy. el que habla contigo".
La palabra clásica de la adoración de rodillas. "prokynesis", expresa Siempre me he detenido en la consideración de estos textos, puc~ en
otra cosa. Tomo dos ejemplos para aclarar esta cuestión. El primero se re- ellos percibo que se pone de manifiesto algo importante. En los dos pa
fiere a la historia de Jesús que, tras la multiplicación de los panes, se va sajes que hemos examinado más de cerca, encontramos que no puede se-
al monte para entretenerse con su Padre, mientras que los discfpulos lu- pararse el sentido espiritual de la postura corporal ínsitos en el término
chan sin éxito contra las olas en el lago. Jesús se les acerca caminado so- "proskynein ". El gesto corporal como tal encierra en sí un sentido espiri-
bre las aguas. Pedro se precipita hacia Él y el Señor tiene que salvarlo de tual, es decir, la adoración. sin la cual el propio gesto carecería de sentido.
hundirse en las aguas. Inmediatamente Jesús sube al bote y el viento se El acto del espíritu. por su parte. tiene que expresarse necesariamente en
aplaca. En este momento sigue el texto: «Entonces los que estaban en la la postura corporal, y ello partiendo de su propia esencia, partiendo de la
barca se postraron ante él diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de Dios"» base de la unión del cuerpo y del alma del ser humano. Ambos aspectos
(Mt 14. 33). Algunas traducciones anteriores proponían esta versión: se han fundido en la única palabra "proskynein" ya que se da una corres-
''Los discípulos que se hallaban en la barca adoraron a Jesús y dijeron ...". pondencia íntima entre e llos.
Las dos traducciones son acertadas. Las dos, cada una por su parte, mues- Cuando la genuflexión está únicamente revestida de exterioridad,
tran un aspecto del evento: una la expresión corporal, la otra la actitud m- cuando se vuelve exclusivamente un movimiento del cuerpo, pierde
tima. Puesto que los gestos de confesión de Jesús corno Hijo de Dios son todo su sentido. Por otra parte, cuando alguien pretende entregarse a la
de adoración, la construcción del relato resulta del todo clara. adoración encerrándose en su propio espíritu, sin exteriorizarla corporal-
Nos encontramos con una problemática análoga en el Evangelio de mente, el propio acto de adoración se vacía, ya que la sola espiritualidad
Juan, en el pasaje de la curación del ciego de nacimiento. E sta historia, no se adecúa al ser del hombre. La adoración es uno de esos actos muy
construida como un verdadero teodrama, concluye con un diálogo entre básicos que concierne a todo el ser del hombre. Por tal motivo doblar la
Jesús y el que ha sido curado, que ocupa el lugar del diálogo de conver- rodilla ante la presencia del Dios viviente resulta algo imprescindible.
sión primitivo. Toda esta historia debe ser entendida como una inter- Con ello llegarnos al modelo típico de la postración que puede
pretación interior del significado existencial y teológico del sentido ocurrir sobre una o sobre las dos rodillas. El Antiguo Testamento el ver-
del Bautismo. En el mencionado diálogo Jesús pregunta al hombre si bo "barak", que quiere decir arrodillarse, corresponde al sustantivo
cree en el Hijo del hombre, a lo que el ciego de nacimiento responde: "berek", cuyo significado es rodilla. Para los hebreos las rodillas eran
«"¿Quién es, Señor, para que crea en Él". Jesús respondió: "Lo has visto. un símbolo de la fuerza. Por eso. el doblar nuestras rodillas tiene que ver
el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: "Creo, Señor", y con el inclinamos ante el poder del Dios viviente y es reconocimiento
se postró ante Él" (Jn 7, 35-38). En traducciones antiguas se podía leer: de aquel del cual proviene todo lo que somos. Tal gesto aparece en pa-
"El ciego lo adoró". En efecto, toda la escena se orienta al acto de la fe sajes fundamentales del Antiguo Testamento como expresión de la ado-
y de la adoración de Jesús que es consecuencia de la propia fe. Y ahora ración. Durante la consagración del templo. Salomón "cayó de rodillas
ya no sólo se hallan abiertos los ojos del cuerpo, sino también Jos del co- ante toda la asamblea del Israel" (2Cro 6, 14). Después del exilio, du-
razón. Este hombre se ha convertido de verdad en un vidente. rante los días de penuria del pueblo de lsrael que había regresado y no
Para la interpretación del texto es impottante tener en cuenta que en tenía templo, repite Esdras en el momento del sacrificio vespe1tino el
el Evangelio de Juan la palabra "pros/..:ynein" aparece once veces, de las mismo gesto: "A la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración,
cuales nueve veces en la conversación de Jesús con la samaritana junto al y con las vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las
pozo de Jacob (cf. Jn 4, J9-24). Esta conversación está toda ella dedicada manos hacia Yahveh mi Dios, y dije... " (Esd 9, 5).
al tema de la adoración. Es indiscutible ques aquí, como en general en El gran himno de la pasión, el salmo 22, que se inaugura con las
todo el Evangelio de Juan, la palabra "proskynein" tiene siempre el signi palabras "Dios mio, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", termi-
ficado de "adorar". Como el diálogo con el ciego de nacimiento, la na con la promesa: "Ante él solo se postrarán todos los poderosos de
158 159
siendo Él mismo Dios. A través del Crucificado se cumple ahora la atrc
la tierra. ante su presencia se doblarán cuantos bajan al polvo (Sal 22, vida promesa del Antiguo Testamento. Todos doblan su rodilla ante Je-
30). El pasaje de Isaías (cf. Is 45, 23), emparentado con el que acaba- sús, el que descendió, y, de este modo, se inclinan ante aquel que es Dios
rnos de citar, nos dará qué pensar si lo situarnos en el contexto del verdadero sobre todos los ídolos. La cruz se ha convertido en el signo
Nuevo Testamento.
universal de la presencia de Dios.
Los Hechos de los Apóstoles nos refieren la actitud de un Pedro Todo Jo que hemos escuchado acerca de la cruz histórica y cósmica
puesto de rodillas (cf. Hch 9, 40), de Pablo (cf. Hch 20, 36) y de toda la debe ahora hacérsenos presente. Precisamente sobre esta base podemos
comunidad cristiana (Hch 2 1, 5). Especialmente significativo para la decir que la liturgia cristiana es una liturgia cósmica, que dobla sus ro-
cuestión que ahora nos ocupa es la narración del martirio de san Este- dillas ante el Señor que ha sido crucificado y exaltado. Este es el centro
ban. El primer testigo que derramó su sangre es mostrado en sus de la auténtica "cultura", es la cultura de la verdad. El gesto humilde con
sufrimientos como imagen perfecta de Cristo, cuya pasión se repite en el que caemos de hinojos nos ubica en el verdadero camino de la vida
el martirio hasta en sus más pequeños detalles. Aquí tiene su puesto el dentro del universo.
hecho de que san Esteban, puesto de rodillas, hace suya la súplica de Aún podríamos añadir muchas cosas. Entre ellas esta1ía la emocio-
Cristo crucificado: ''Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (Hch 7. nante narración que Eusebio de Cesarea nos transmite en su Historia de
60). Recordemos que, a diferencia de lo que hacen Mateo y Marcos, la Iglesia y que parece una leyenda que se remonta a Hegesipo (siglo II).
Lucas habla de la oración del Señor puesto de rodillas en el Monte de Esa tradición cuenta que Santiago, el "hermano del Señor", el primer
los Olivos. Ello es un indicio de que Lucas quiere entender la postración obispo de Jerusalén y "jefe" de Ja Iglesia jerosolimitana, tenía una sue1te
de rodillas de Esteban como una iniciación del protomártir en la oración de callo en la rodilla, pues se pasaba la vida postrado y, de este modo,
de Jesús. Arrodillarse no es sólo un gesto cristiano, sino cristológico. adoraba a Dios y le pedía perdón para su pueblo (II 23, 6). También po-
Pero el pasaje más irnpo1tante referido a la teología sobre la postura dríamos recordar las historias sacadas de las Sentencias de los Padres del
de arrodillarse es y seguirá siéndolo el himno cristológico de la Carta a desierto, que nos narran que el demonio fue obligado por Dios a mostrar-
los filipenses (2, 6- L1). En este himno, anterior al propio Pablo, escucha- se a un cierto abad Apoloruo con un aspecto ennegrecido, feo, espantoso,
rnos y vernos la oración de la Iglesia apostólica y descubrimos su confe- con miembros tlaquísirnos y, ante todo, sin rodillas. Realmente la inca-
sión de Cristo. De todos modos escucharnos también la voz del Apóstol pacidad para arrodillarse mostraba la esencia de lo diabólico.
que se dejó penetrar por esa ocasión y nos la transmitió. Finalmente per- Pero no quiero ser tan exhaustivo. Sin embargo, aún desearía añadir
cibimos en ella la profundidad de la íntima unidad entre el Antiguo y el una anotación. La expresión con la que Lucas describe el gesto de arro-
Nuevo Testamento, así corno la amplitud cósmica de la fe cristiana. Este dillarse para los cristianos-"theis ra gonata "- resulta desconocida en
himno señala a Cristo como el antitipo del primer Adán. Mientras éste. el griego clásico. Se trata de una palabra específicamente cristiana. Con
llevado por su autosuficiencia, pretende ser igual a Dios, Cristo no am- esta observación se cierra el ciclo que habíamos comenzado. Puede muy
biciona el ser igual a Dios que le es intrínsecamente propio "como un bo- bien ser cierto que el gesto de arrodillarse resulte extraño a la cultura mo-
tín de su codicia", sino que se humilla a sí mismo hasta la muerte en cruz. derna en tanto que es una cultura alejada de la fe. Esta cultura descono-
Esta humildad , que proviene del amor, es lo realmente divino y le otorga ce a aquel ante el cual arrodillarse resulta una postura adecuada. El que
un "Nombre sobre todo nombre", de modo que toda rodilla se doble en aprende a creer, también aprende a arrodillarse. Una fe y una liturgia que
los cielos, en la tierra y en los abismos. El himno de la Iglesia apostólica ya no se identificara con esta postura, estaría enferma por dentro. Hay
se apropia aquí de las palabras de promesa de Isaías 45, 23: "Juro por mi que aprender de nuevo a an·odi llarse, sobre todo allí donde este gesto ha
nombre; de mi boca sale palabra verdadera y no será vana: ante mí se sido echado en el olvido. Sólo así podremos orar en comunión con los
doblará toda rodilla". Apóstoles y los mártires, en comun ión con todo el cosmos; sólo así po-
En el hecho de que el Antiguo y el Nuevo Testamento permanecen en dremos guardar la unidad con el propio Jesucristo.
una continuidad viva se ve claro que precisamente por ser el Crucificado,
Jesús porta "el Nombre sobre todo nombre", el nombre del Altísimo,
160 161
11. Introducción al tsplrilu de la /lturgia
l 1(~ rman ecer de pie y sentarse. Liturgi a y cultura del que está dispuesto a salir y responder a la llamada, para hacc1l.1 Jl'' 1pi.1
en nuestra vida y en nuestro mundo.
Nos referiremos con mayor brevedad a estas dos posturas. ya que hoy En este punto puede servimos de ayuda la memoria de otro detall~.: .
~así nadie las pone en discusión, además de que su significado es más En las pintums de las catacumbas descubrimos la figura del orante. b
f.tcilmcnte comprensible. En el Antiguo Testamento el permanecer de pie una figura femenina que reza con las manos extendidas. De acuerdo con
es una postura clásica de oración. Conformémonos con un solo ejemplo. los nuevos descubrimientos, sabemos que la figura del orante no repre-
Me refiero a Ana. la mujer que no tenía descendencia y que, por sus ple- senta a la Iglesia, sino que es figura del alma que ha partido hacia la glo-
garias. se convierte en madre de Samuel. En el Nuevo Testamento Lucas ria celeste y que ya se halla de pie, en actitud de adoración ante la faz
nos dibuja a todo color a Isabel, la madre de Juan el Bautista, la cuaJ nos de Dios. Hay dos cosas que nos parecen importantes en esta figura. Por
recuerda a Ana. Después de destetar al infante Samuel, su madre se tm lado, el alma es casi siempre representada bajo figura femenina. Y es
apresura gozosa al Templo para entregar al Señor al hijo de la promesa. que lo específico del ser humano ante Dios se manifiesta en una mujer.
Recuerda aJ sumo sacerdote Elí su pasado con estas palabras: "Yo soy la Aquí queda claro el elemento esponsal en vista de las bodas eternas y
mujer que estuvo aquí. de pie junto a ti. orando a Yahveh" (lS L 26). con ella la recepción de la gracia que a todos nos es concedida. Por otro
Una serie de textos del Nuevo Testamento nos hace ver que en lado, hemos de tener en cuenta que aquí no se representa la liturgia
tiempos de Jesús el permanecer de pie era la postura oracional acos- terrestre, la liturgia de los peregrinos. sino la plegaria de los que han si-
tumbrada de los judíos (Mt 6, 5; Me 11, 25; Le 18, U ss). Entre los do ya glorificados. De tal suene queda patente que la oración real izada
cristianos, estar de pie era sobre todo la forma pascual de orar. Así, el en pie es una anticipación del futuro. de la gloria que nos espera. Este
canon XX del Concilio de Nicea prescribe que los cristianos no se tipo de oración es apto para orientarnos hacia esa gloria. En la medida
arrodillarán durante el tiempo de la Pascua, sino que se mantendrán en en que la oración litúrgica es anticipación de lo prometido, le es propio
pie. Es ese el tiempo de la victoria de Jesucristo, el tiempo del gozo. permanecer en pie. Pero en tanto que sea consciente de aquella situación
En ese período del año hemos de hacer patente la victoria del Señor de interioridad en la que vivi mos, se hace indispensable la postración de
también en la postura en que oramos. rodillas como expresión de nuestra situación presente.
Aquí conviene volver de nuevo la mirada a la pasión de Esteban, el Digamos, por fin, que en la liturgia, se da la posición de estar sentado
cual , ante la cólera de sus enemigos, elevó sus ojos a los cielos y vio a durante la lectura. durante la homilía en los períodos de meditación de la
Jesús de pie a la derecha del Padre. El permanecer de pie es el gesto del Palabra escuchada. como son las respuestas responsoriales, etc. No puede
vencedor. Jesús está de pie en la presencia de Dios. Está de pie porque ser dilucidado aquí si resulta adecuado permanecer también sentado du-
ha vencido el poder de la muerte y del Maligno. Al final de la lucha con rante el ofertorio. A partir de una determinada manera de entender lasco-
esas potestades, es el único que queda erguido, el único que pennanece sas, se ha introducido en los últimos tiempos la costumbre de permanecer
en pie. Una tal postura es asimismo expresión de dispon ibilidad. Cristo sentado en esta parte de la santa liturgia. y es que se ha privado de todo ca-
se mantiene en pie a la derecha de Dios para salir a nuestro encuentro. rácter sacro a tal acción para considerarla como un simple movimiento de
No se volvió a atrás, sigue estando de pie por nosotros, de modo que. orden práctico. No es este el lugar para discutir sobre ello. Haría falta pro-
precisamente en la hora de la angustia, podemos estar seguros de que Él fundizar en la cuestión tomando también en cuenta la teología comparada
vendrá hacia nosotros, lo mismo que en olro tiempo salió del Padre y vi- de los ritos. El estar sentado debería servir a la asamblea. El cuerpo nece-
no caminando sobre las aguas hacia los suyos, cuya barca no fue anegada sita estar relajado para que el oír y el entender sean posibles.
por la fuerza del viento y de las olas. Estando en pie tomamos conciencia En nuestros días, y, de otra manera, también en tiempos pretéritos. se
de que nos unimos a la victoria de Cristo. Cuando escuchamos el Evange- pueden observar las más curiosas combinaciones de las diversas posturas.
lio de pie manifestamos nuestro respeto por Él. AJ resonar sus palabras no La postura sedente se aproxima en algunos lugares a la postura de la flor
podemos quedamos sentados. Ellas nos arrancan de nuestra postración y de loto del hinduismo. Se la considera como la posición más propia para
nos elevan. Hace falta respeto, pero a la vez coraje. para tener La actitud la meditación. No es mi intención excluir a toda costa a Jos cristianos de
162 163
,,
la po)otura de la flor de loto. puesta en práctica de las maneras más diver- siglo Ill. Para ellos la crucifixión fue sólo una apariencia. Según lo' vno'
"'' entre nosotros. Pero este modo de sentarse no pertenece a la liturgia. ticos, antes de la Pasión, Cristo habría abandonado su cuerpo que rHmt.l
1
Precisamente cuando se busca entender el lenguaje interior de los gestos, antes había asumido realmente. De este modo, en lugar de la liturgia con
se debe tener en cuenta su origen y su orientación espiritual. En la postra- la crucifixión como elemento central, podría darse una liturgia dominada
ción de rodillas el hombre se inclina, pero su mirada se dirige hacia delante por el baile, puesto que la cruz sólo fue una apariencia. Las danzas cultura
y hacia arriba. les de las distintas religiones poseen orientaciones diversas, como pueden
Cuando pennanecemos de pie, nos ponemos frente a otro. Se trata de ser la excoriación. los actos de magia vudú, el éxtasis místico. Ninguna de
estar erguido ante aquel que nos mira y al que pretendemos mirar de esas orientaciones tiene nada que ver con el contenido interior de la litur-
acuerdo con las palabras de la Carta a los hebreos: "Dirigid vuestra mirada gia del "sacrificio hecho Palabra".
a aquel que es origen y da cumplimiento a nuestra fe, a Jesús" (Hb 12, 3; Carece totalmente de sentido intentar ejecutar una liturgia "atractiva"
cf. 3, l). Tener la mirada fija en Jesús. he aquí un hilo conductor en la con la ayuda de danzas miméticas, ejecutadas. si es posible, por grupos de
doctrina sobre la oración según los Santos Padres, el cual vuelve sobre el bailarines profesionales que. al final. provocan merecidos aplausos por la
tema veterotcstamentario: "Buscaré. Señor. tu rostro". El orante mira más belleza de su realización. Siempre que los aplausos rompen la cadencia de
allá de sí mismo y busca con sus ojos al que se encuentra colocado sobre la liturgia, estamos ante la señal de que se ha perdido por completo el sen-
él y que, al mismo tiempo, sale a su encuentro, al que quiere dar alcance tido de la propia liturgia y que se la ha sustituido por una suerte de espec-
con su mirada oracional, para llegar a la unión esponsal con Él. táculo para el entretenimiento. Un tal atractivo no puede mantenerse por
En la meditación sedente de tipo oriental. las cosas son muy distintas. largo tiempo. En el mercado del tiempo libre, que puede llegar a incluir
El hombre mira hacia adentro de sí mismo. No sale de sí mismo al encuen- ciertas fonnas de religiosidad como manifestaciones voluptuosas, habría
tro de otro, sino que se afana por hundirse en su interioridad, en la nada. que ceder ante la concurrencia de otras ofertas. He visto cómo ha sido
la cual es, a la vez, el todo. Ciertamente que la tradición cristiana sabe del reemplazado el acto penitencial por una demostración de danza. la que ha
Dios que es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. del Dios que, cosechado, como es natural, grandes aplausos. ¿Podíamos, con ello. estar
justamente por ello, es buscado por nosotros. del Dios a cuyo encuentro más lejos de lo que es el acto penitencial?
salimos dejando a un lado la distracción que producen en nosotros las La liturgia puede sólo ser llevada a cumplimiento, cuando no se la
cosas exteriores para alcanzar más interioridad. Dentro de esa interioridad contempla como algo que tennina en ella misma, sino como algo que
pugnamos por encontramos con nosotros mismos y con el Dios que nos mira a Dios, cuando permite entrar en su misterio y tratar con Él. Es en
es más íntimo que nuestra propia intimidad. En la misma medida en que ese momento cuando acaece en verdad algo singular. Y es que, más
esto ocurre. vamos encontrando puentes de una a otra postura. allá de la concurrencia y la experiencia de los demás hombres, en ella
En el presente, asediados por nuestro empirismo y por nuestro prag- tiene Jugar algo mucho mayor que lo que ocurre en uno de tantos even-
matismo, habiendo perdido nuestra alma, tenemos buenas razones para ir tos propios del tiempo libre. No hay rito cristiano alguno que incluya
a la escuela de Asia. Sin embargo, por muy abierta que esté y deba seguir la danza. Lo que la liturgia romana llama con este nombre en los ritos
estando la fe cristiana a la sabiduría de Oriente, sigue existiendo una etiópicos o zaireños es un caminar rítmico acompasado a la dignidad
diferencia entre la concepción impersonal y la personal de Dios. A partir de tan elevado acontecimiento. Los distintos caminos existentes para
de esta concepción se debe decir que arrodillarse y estar en pie son penetrar en la liturgia requieren una modestia interior y le confieren, a
posturas que tienen que ver con la fe y que poseen propiedades intransfe- la vez que gran belleza, un halo de dignidad propia de lo divino. Pode-
ribles e irremplazables. Pensemos en el estar erguido, por ejemplo, como mos plantearnos la pregunta de otra manera siempre que se trate de pie-
un poner nuestra mirada en el rostro de Dios, en la faz de Cristo en el cual dad popular y no de liturgia.
nos es concedido contemplar al Padre (cf. Jn 14, 9). En el caso de la piedad popular se dan no raramente formas expresivas
El baile no es una forma expresiva de la liturgia cristiana. Los círcu- religiosas que no pueden ser atribuidas a la liturgia en cuanto tal. pero que
los gnósticos y docetas pretendieron introducirlo en la liturgia hacia el se integran en el mundo de la fe. Las formas de piedad popular tienen un
164 165
ignilu.;ado muy particular: actúan como puentes entre la fe y la cultura de de entender la inculturación ofende a menudo la comunidad cultu1.1l y
lJIIl' se ll atc en cada tiempo y lugar. Estas configuraciones de la religio- religiosa de las que en demasiadas ocasiones se piden en prést.uno
-.u.J¡IJ se hallan vinculadas por s( mismas a lass culturas en que subsisten. fonnas litúrgicas excesivamente superficiales y exteriores.
l ~llas expanden el mundo de la fe confiriéndole gran vitalidad dentro del El primero y más fundamental modo de llegar a La inculturación su-
n.:spcctivo contexto vital. Las formas devocionales poseen menos univer- pone el desarrollo de una cultura cristiana en sus diversas dimensiones:
sa lidad que la liturgia, la cual conduce los grandes momentos de la exis- una cultura de la comunión, de la preocupación social, del respeto de los
tencia a la unidad de la fe y comprende culturas de muy diversa índole. Es más débiles, de la superación de las diferencias por razón de estado, del
esta la razón por la que las distintas formas de piedad popular se encuen- cuidado de los que sufren y mueren. Se trataría de una cultura que con-
tran más separadas entre sí que de la liturgia. Sin embargo, contribuyen a tribuyera a la fonnación de La mente y del corazón en una justa recipro-
incrementar la humanidad del hombre, la que, más allá de las diferencias cidad, de una cultura política y del derecho, de una cultura del diálogo y
culturales, posee características iguales. del respeto a la vida, etc. Una tal inculturación del cristianismo da lugar
a la cultura en el más estricto sentido de la palabra. Lleva a la ejecución
En Europa conocemos las más variadas clases de procesiones. En el
norte de Chile me tocó una vez vivir un oficio mariano en un pequeño de aquellas obras de arte que son capaces de interpretar el mundo en-
templo situado en medio del desic1to al que siguió una danza en honor volviéndolo en la luz de Dios.
de María al aire libre. Los participantes llevaban máscaras que me pare- La cultura -como los griegos captaron con toda agudeza- es, ante
cieron terroríficas. Seguramente que en la raíz de este baile se encontraba todo, educación. La palabra, en su significado más hondo, se refiere a
alguna antiquísima tradición precolombina. Lo que antaño estuvo mar- una apertura del hombre a sus propias potencialidades, cosa que contri-
cado por la seriedad casi terrible que se experimentaba ante el poder de buirá también en el terreno de lo externo al despliegue de los dotes con
alguna divinidad. se liberó de sus angustias y se convirtió en un acto de que alguien ha sido agraciado. En el sector de lo religioso la cultura se
honor a la humilde Virgen. a la Madre de Dios, la cual es fuente de nues- mostrará, ante todo, en el crecimiento de una auténtica piedad popular.
tra confianza. En América Latina la misión dejó mucho que desear. Aún queda tra-
Esto es algo distinto de lo que ocurre cuando, después de acabada la bajo por realizar. Pero el hecho de que allí la fe cristiana haya echado raí-
liturgia, los amigos congregados para ella organizan una fiesta "munda- ces profundas en las almas hace patente la obra de la piedad popular en la
na" la cual se manifiesta en un ágape fraterno y en un baile. No obstan- cual el misterio de Cristo ha llegado a hacerse totalmente cercano a los
te, no se puede siquiera en ese caso perder de vista el fundamento de hombres. A través de una tal piedad, Cristo se ha identificado totalmente
tanta alegría. Este fundamento dota de un cierto talante y de una de- a aquellas personas. Pensemos en las manifestaciones devocionalcs liga-
terminada compostura a la fiesta mundana que se quiera celebrar. Esta das a la Pasión. En ella esos pueblos sufrientes han captado con gratitud el
vinculación entre liturgia y mundanidad, entre "templo y casa de co- valor del Dios que sufre con ellos como respuesta a sus expectativas tras
la crueldad de los dioses de sus mitologías. Pensemos también en la devo-
midas" siempre ha sido y es todavía hoy un rasgo típico de la celebra-
ción mariana, en la cual todo el misterio de la Encamación. la ternura de
ción de la comunidad cristiana.
Dios y la inclusión del hombre en el mismo ser de Dios y. con ello, la quin-
Es este el momento de hacer una pequeña anotación sobre el tema li- taesencia de la acción de Dios se perciben con gran hondura.
turgia e inculturación. En este libro no se puede abordar el argumento en
toda su amplitud, pero tampoco podemos ignorarlo. Por todos lados apa- La piedad popular es el humus, sin el cual la liturgia no puede genni-
rece hoy la liturgia como un campo de prueba de la inculturación. Cuan- nar. Por desgracia tras las refo1mas del Concilio y en parte del movi-
do se habla de inculturación, casi sólo se piensa en la liturgia. que, en tal miento litúrgico esta piedad ha sido reiteradamente despreciada e incluso
supuesto, se ve obligada a sufrir desagradables deformaciones que, a me- desterrada. En lugar de rechazarla, habría que mimarla. Cuando sea ne-
nudo, hacen quejarse a Jos participantes de lo que están viendo. Este tipo cesario, será preciso purificarla y encauzarla, pero siempre con gran
de inculturación, que es sólo el cambio fáctico de las formas exteriores. respeto. Será indispensable asumirla como aquella manera en que el
no es en modo alguno inculturación, sino confusión. Además, este modo corazón de los pueblos se apropia de la fe, incluso cuando esa piedad
166 167
110, pa r~cc algo lejano de nosotros. Debemos convencemos de que esa Abriendo los brazos, manifestamos nuestro deseo de unir nucMr.ro1.1~ 11111
prc.:c.Jad es la más segura interiorización de la fe. En donde la piedad del a la del Crucificado para identificamos con sus "sentimientos" (el Hp 2.
pueblo sufre sequía prosperan el racionalismo y las sectas. A la liturgia 5). En los brazos de Cristo en la cruz, abiertos de par en par, los cmllilllos
pueden .ir pasando elemento~ contrastados procedentes de la piedad po- han visto un significado doble. En el Crucificado, precisamente en 1:1
pular. S rn embargo, ello no llene por qué hacerse con precipitación, sino estamos ante una forma radical de adoración, de unión de la voluntad tld
que se debe tener paciencia en un proceso de lento crecimiento. hombre con la volunt.ad del Padre. A la vez, estos brazos que se abr~n
para nosotros, señalan el amplio abrazo con el que Cristo desea atraemos
Por otro lado, La Liturgia ha llegado, sin necesidad de manipulación
(cf. Jn 12, 32). La adoración a Dios y el amor al prójimo se dan cita en
alg una y de modo espontáneo. al rito a través de las celebraciones que
este ademán que recuerda el doble mandamiento que resume la ley y los
marcan cada una de las culturas. Una misa en un pueblo de la alta Ba-
profetas. La apertura a Dios y la total unión con él son inseparables de la
viera tiene un aspecto totalmente distinto de un pontifical en una catedral
solicitud hacia el prójimo. La fusión de ambas direcciones se halla en la
francesa y, desde luego. nada tiene que ver con el modo en que aparece
cruz de Cristo. Esto nos permite percibir la nueva profundidad de la ora-
la celebración en una aldea de los Andes chilenos, etc. La decoración y ción cristiana visible corpóreamente. Al mismo tiempo, es expresión de
la presentación del altar, lo mismo que la ornamentación de la iglesia, el la ley interior por la que se rige nuestra oración.
modo de llevar a cabo el servicio litúrgico, la manera de rezar y de can-
El gesto de orar con las manos juntas se desarrolló más larde. Tiene
tar, todo ello confiere a la liturgia un sello propio del lugar. Participando
su origen en el Medioevo. El que emitía el juramento de vasallo ponía
en ella, un~ se siente como en su propia casa. Y no obstante, siempre
puede consrderarse como la una y (mica liturgia, puesto que, a través de sus manos cerradas entre las de su señor en el momento de esa ceremo-
nia. Tenía lugar un maravilloso acontecimiento. Su intención podría
ella, se tiene ocasión de experimentar la gran comunión de la fe. La uni-
traducirse así: "Pongo mis manos entre las tuyas y deseo que seas tú
dad del rito proporciona la experiencia real de la comunión. Si el rito es
quien las escoja". Es esta una expresión de confianza y, al mismo tiem-
respetado y se ve animado interiormente por la fe, la pluralidad no se
contrapondrá a la unidad. po, de fidelidad.
En la ceremonia de ordenación sacerdotal este ademán se ha conser-
vado. El recién ordenado recibe la misión sacerdotal siendo acogido
4. Los gestos para que sea capaz de acoger a otros. Se conviene en sacerdote no por
sf mismo, no por su poder y energía, sino como un don recibido de Dios,
El gesto más antiguo de la oración cristiana consiste en extender las
que aun siendo un regalo para el sacerdote, nunca viene a conve11irse en
man0s. Es la posición del orante, con el cual ya nos hemos encontrado
su propiedad privada. El nuevo presbítero recibe el don y la misión de
en páginas anteriores. Se trata de un tipo de gesto original que pertenece
su sacerdocio como algo que le es entregado por otro -por Cristo- y
al hombre que clama a Dios. Este modo de colocar las manos en la ora-
sabe que a él sólo le ha sido confiada la "administración de los misterios
ción se encuentra prácticamente en todas las reügiones del mundo. El
de Dios" ( 1Co 4. 1). Así podrá convertirse en "un buen administrador de
hombre extiende sus manos y, de esta suerte. se abre a los demás. Tam-
la multifonne gracia de Dios" (IP 4, lO). Él debe comprometer toda su
bién es un ademán del que busca y del que vive de la esperanza. El hom-
existencia en aquello para lo que ha sido llamado. Esto sucede sólo en la
bre pretende agarrar al Dios escondido y tiende todo su ser hacia Él. El
comunidad de la "casa de Dios" (Hb 3, 2-6). en la Iglesia, en la que el
gesto de extender Jos brazos se ha puesto en relación con la imagen de
obispo, como representante de Cristo, hace entrar a cada uno de los can-
las alas. El ser humano va en busca de la altura. debe ser transportado
didatos en el sacerdocio, en una relación de fidelidad hacia Cristo.
por D ios hacia lo alto en las alas de la oración.
Cuando el que va a ser ordenado sacerdote coloca sus manos entre las
Al mismo tiempo, para el creyente, los brazos extendidos poseen un del obispo y promete respeto y obediencia. está entregándole su servicio
sentido cristológico. Es una evocación del Cristo de la cruz con sus bra- a la Iglesia, que es el cuerpo vivo de Cristo. Se da a ella y le hace dona-
zos también extendidos. El Crucificado ha conferido a este ademán ora- ción de las propias manos, las cuales son ya propiedad exclusiva de la
cional que practicaba el hombre primitivo un significado aún más hondo. Iglesia. Puede que aun en este acto de colocar las manos entre las del
168 169
1
uht!o.po tenga lugar e l equívoco, lo mismo que ocurre en cualquie r acto El que desee acercarse a Dios tiene que ser capaz de mitat lnll ~~·!i ¡tetn
dl'l ltbre albedrío de los hombres. Se trata de algo esencial. Debe también aprender a inclinursc y.t qu · ,.¡
Una acción así sólo puede tener justificación a partir de la confianza y mismo Dios se ba inclinado.
dd deseo de fidelidad al único Señor. Por eso este gesto recibe su genui- En e l gesto del amor humilde durante el lavatorio de los p•c'>. wn el
no sign ificado de la relación de fe con Cristo el Señor. Cuando rezamos. que Cristo se inclina ante nuestros pies, él se deja encontrar. Por eso el
juntamos las manos. En ese momento se escenifica algo más profundo: "Supplices" es un gesto de gran hondura. Nos trae a la memoria de mo
ponemos nuestras manos en las manos del Señor y a través de esas manos do corporal la actitud espiritual que es esencial para la fe. Es algo SUI ·
depositamos nuestro destino en las suyas. Confiados en su fidelidad, ex- prendente que más de una retraducción moderna ha suprimido sin más ~·1
presamos la nuestra. "Supplices". Acaso hayan juzgado que la inclinación que se expresa en
Ya hemos hablado sobre el ademán de arrodillarse como propio de esta plegaria, de hecho desaparecida, es algo carente de importancia. Tal
la oración. En este momento sólo quiero mencionar la reverente inclina- vez consideran que esta postración resulta indecorosa para un hombre
ción del cuerpo como un complemento de lo ya propuesto. Una de las moderno. Inclinarse ante los hombres para halagar su vanidad es cierta-
oraciones de ofrenda contenidas en el canon romano o anáfora primera, mente inapropiado. Pero inclinarse ante Dios jamás resultará anticuado.
e mpieza con las palabras "Supplices". Expresamos nuestra profunda ya que encierra en sí la verdad de nuestro ser. Y si e l hombre moderno
inclinación al presentar ante el Señor nuestra plegaria. De nuevo se ex- lo olvidara, sería nuestro deber como cristianos volver a tal práctica e in-
presa el ademán de l cuerpo y la actitud espiritual como una unidad in- c luso enseñársela a nuestros semejantes.
separable. Se trata del gesto de l publicano que está convencido de que Otro gesto oracional se ha introducido en e l cristianismo procedente
jamás podrá resistir la mirada de Dios y que, por ello, se inclina ante Él. del mencionado relato del fari seo y el publicano (cf. Le 18, 9-14). Me
Y, no obstante, esa plegaria ruega que nuestra ofrenda llegue ante el refiero a los golpes de pecho. En el norte de África donde vivía san
rostro de Dios y que se convierta en bendición. Desde la profundidad de Agustín, esta práctica era muy apreciada e incluso llegaban a exagerarla
nuestra insuficiencia clamamos hacia Dios para que sea Él quien nos por medio de prácticas exterioristas. Esta situación provocó que el obis-
levante de nuestra postración, para que nos dé la posibilidad de mirarlo po de Hipona reconviniera a sus fieles con suave ironía para que mode-
y haga de nosotros seres dignos de su mirada. raran los "golpes al emplasto de pecador". Sin embargo, este gesto por
El "Supplices", rezado en actitud de inclinación corporal, es. si se el cual no señalamos a los demás como pecadores, sino que nos mostra-
quiere. la expresión tangible de lo que la Biblia conoce bajo el nombre de mos nosotros mismos como tales, sigue siendo un gesto oracional muy
humildad (cf. Flp 2, 8: "Él se humilló"). Para los griegos. la humildad era significativo. Precisamente tenemos siempre necesidad de reconocemos
una actitud servil. La subversión de valores que comportó el cristianismo pecadores y de manifestarlo pidiendo perdón.
ve en ello algo distinto. La humildad es contemplada corno adecuación al En el "mea culpa" (por mi culpa) es como si volviéramos a nuestro
propio ser. como correspondencia justa con la verdad que hay en el ser auténtico. Es entonces cuando podemos, con todo derecho, pedir per-
hombre. Se trata de una actitud fundamental de la existencia cristiana. dón al Dios santísimo y a los hermanos que se hallan alrededor de noso-
San Agustín construyó toda su cristología, y yo diría, toda su apología tros y ante los cuales hemos pecado. En el "Agnus Dei" (Cordero de
del cristianismo sobre el concepto de (hwnilitas) humildad . Fue capaz de Dios) dirigimos nuestros ojos hacia aquel que, siendo nuestro Pastor. se
conectar su pensamiento con la sabiduría de los antiguos, concretamente ha convertido en Cordero y, como tal, ha cargado sobre sí todas nuestras
de los griegos y de los romanos. Ellos mantenían que el pecado propia- culpas. En este momento sólo resulta apropiado darse golpes de pecho y
mente hablando era la "hybris" o la soberbia del que quiere ser señor de recordar incluso con nuestro cuerpo que nuestras infidelidades estuvie-
sí mismo, tal como se nos trasmite de modo ejemplar en el relato de la ron sobre sus hombros y que "sus llagas nos curaron" (Is 53, 5).
caída de Adán. La soberbia, que es siempre autoengaño, a través de la
cual el hombre pretende divinizarse, queda superada en la humildad de
Dios que ha tomado la condición de siervo, que se inclina ante nosotros.
170 17 1
5. La voz humana será objeto de nuestra atención en este estudio. Y, por fin, nos hallamm
con el "cántico nuevo". con la gran canción de la Iglesia como salida al
Resulta evidente que en la liturgia del Logos -la Palabra eterna- fa encuentro de la música de los nuevos cielos y de la tierra nueva. Es eMe el
palabra así como la voz humana desempeñan un papel esencial. Este libro motivo por el cual, junto al canto de la asamblea, tienen un puesto apro
no pretende ser un manual de liturgia. sino sólo una introducción en el piado el coro y los instrumentos musicales en ~a lüu~gia cristiana. ~~r~ la
espíritu de la liturgia. Por eso no necesitamos mencionar todas las formas liturgia no está hecha para dar lugar al puro vtrtuostsmo. Las postbtltdu
en ~ue la voz humana interviene en la liturgia. Hemos visto algunas en Jos des que se corresponden con cada uno de los lugares siempre se~án muy
captt.ulos precedentes. sobre todo en el dedicado a la música sacra. Ocupa diversas. No obstante, la Iglesia, en su universalidad, ha de asptrar a lo
el pnmer lugar la "orario", la oración sacerdotal, en la cual el sacerdote. más excelso para Dios, a un culto que pueda ser considerado también
en nombre de Cristo y en el Espílitu Santo. se dilige el Padre. También te- normativo para toda cultura secular. Y esto es una consecuencia de cohe-
nem~s las diversas formas de proclamación: las lecturas -en la primitiva rencia interior con la esencia del propio culto.
Ig le~ta se les llamaba "los Profetas y los Apóstoles'', entendiendo todo el Aparece ante nuestros ojos como algo cada día más evidente que
A~ttguo Testamento como profecía-, el Evangelio que es cantado en las también el silencio forma parte de la liturgia. Respondemos al Dios que
r~u sas s~lemn es, y la interpretación de la Palabra escuchada que, en sen- se dirige a nosotros cantando y rezando, pero el mayor de los m.isteri.os
ttdo estncto, corresponde al obispo, pero también al presbítero y al diá- que trasciende cualquier palabra tRmbién provoca en nosotros stlenc1o.
cono. Junto a eiJas tenemos la respuesta a través de la cual la comunidad Desde Juego que debe tratarse de un silencio lleno de sentido; tie~e qt~e
reunida acoge y acepta la Palabra. ser algo más que hablar y actuar. Justamente esperamos que la ltturg1a
Esta .estructura de la Palabra dirigida por Dios al hombre y la palabra nos proporcione un silencio positivo, en el que podamos encontrarnos
respond1da por el hombre a Dios es y sigue siendo la estructura del even- con nosotros mismos. Es un silencio que no se reduce a la pura pausa, en
to de la revelación como tal. En este intercambio mutuo, la Palabra y la la que nos pueden asaltar miles de pensamientos y deseos. El silencio
con~estación a el.la, el hablar de Dios y el ávido escuchar de la Esposa. es que origina la liturgia es una especie de regreso que nos otorga paz, que
dectr, de la Iglesta, forman un todo único. La respuesta toma diversas for- nos da la oportunidad de asumimos a nosotros mismos. Así se pone de
mas en la liturgia: la aclamación, que tenía entre los antiguos un significa- manifiesto lo que es propio de la liturgia aunque ello esté latente. Por tal
~o muy el~v~do. La aclamación que responde a la Palabra confirma que motivo uno no puede callar como quien realiza una acción más entre
esta es rectbtda y le confiere plenitud al proceso de la revelación, de la otras. No es casualidad que en nuestros días se vaya por todas pattes tras
autoentrega de Dios. Aquí encuentra su lugar el Amén, el Aleluya, el "Y los ejercicios de introspección y se tienda a una espiritualidad del vacío.
con tu espíritu", etc. Se trata de una necesidad íntima del ser humano que no encuentra res-
puesta en la configuración actual de la liturgia.
Es un verdadero éxito de la renovación litúrgica que el pueblo pueda
de verdad responder con sus aclamaciones y no a través de personas en Para que el silencio sea fructuoso no debe pensarse como una simple
las que se delega, de los monaguillos. De este modo se ha restaurado la acción por la que se introduce una pausa en medio de la liturgia, tal co-
antigua esuuctura litúrgica que ya hemos visto. A su manera. ella con- mo acabamos de decir. Debe, por el contrario, ser un componente de su
cretiza la estructura básica de la intervención de Dios a través de la li- ser. ¿Cómo debe ocurrir esto?
turgia. Dios, que se revela, no quiso quedarse con el "Solus Deus, solus En los últimos tiempos se han pretendido introducir dos breves tiem-
Christus" (sólo Dios, sólo Cristo), si no que deseó encarnarse en un cuer- pos de silencio en la liturgia de los que tendría que brotar la respuesta ora-
po, quiso convertirse en Esposa. Dios busca una respuesta. A este efecto cional. En primer lugar se suele proponer un corto espacio de tiempo tral>
se hace pública la Palabra. la homilfa. En segundo lugar se brinda un corto lapso tras la recepción de
. Allad.o d~ la aclamación encontramos las diversas formas de recep- la Eucaristía como una posibilidad de vuelta hacia la interioridad.
CIÓn medttattva de la Palabra. especialmente en el canto y la recitación La pausa de silencio tras la homilía se ha manifestado poco satisfac
de los Salmos y en los cánticos de otra clase, cuya particular índole no toria. ya que sus efectos parecen artificiales; en realidad sólo se Cl>tá Cl>
172 17J
rwr anuo que el celebrante la dé por concluida. Muy frecuentemente la formación litúrgica debería tener en cuenta como tarea propra ayudar u ,.,1,1
homilía levanta muchas más cuestiones y contradicciones que invitacio- actitud interior, para que la comunión del silencio sea verdadcrarm:11t~· 1111
nes u encontrarse renovadamente con el Señor. La homilía tendría que evento litúrgico y sea un callar lleno de significado.
ccrTarse generalmente con una invitación a algún tipo de oración, Jo cual
La misma estructura de la liturgia tiene en cuenta otros momcnws d~·
dotaría de contenido al silencio que sigue a la propia homilía. Pero ni aun silencio. Antes que nada, tenemos el silencio durante la Consagración y
entonces esta práctica deja de ser una pausa incrustada. Nada tiene que en el momento de la elevación de las especies consagradas. Es una invt
ver. por tanto. con una liturgia del silencio.
tación a dirigir nuestros ojos a Cristo, a contemplarlo y, en un momento
De. muc.ha más utilidad y por su propia naturaleza más apropiada pare- en el que se mezclan la acción de gracias y la adoración, a dar lugar a la
ce el srlencro que se produce tras la recepción de la Comunión. En efecto, transubstanciación de uno mismo. Existen objeciones modernas que nos
es este el momento para un diálogo íntimo con el Señor que se nos acaba quieren disuadir de este momento de silencio. El gesto de mostrar el
de entregar. Se trata de la necesaria "comunicación" para que la Comunión Cuerpo y la Sangre de Cristo es para estas objeciones un error que pro-
sea tal. De esta manera. la recepción del sacramento no se convertirá en cede de la Edad Media. Este gesto turbaría el orden propio de la anáfo-
un simple rito exterior y estéril. Por desgracia también aquí surgen las di- ra. Pero sería una expresión falsa y de excesiva vulgaridad material
fi.cul~ad~ _que pueden per}udicar este momento en sí mismo precioso. La comprender así la devoción. No se hallaría en concordancia con la
d~st~rbucron ~e la C~munrón su~le tener lugar en medio del inquieto mo- orientación de la Eucaristía. No sería el momento de adorar a Cristo, ya
vrmlento del1r y venrr. En relacrón a otras partes de la litumia. esta acción que a quien nos dirigimos en toda la anáfora es el Padre, a través del cual
suele durar demasiado tiempo. Tras la distribución del Sacramento el hablamos con Cristo y oramos a Él. No es preciso entrar en detalles para
sacerdote si.ente 1~ necesidad d~ cominuar ensegu ida para que no se dé lu- responder a estos críticos. La respuesta fundamental la doy en el capítulo
gar a espacro vac10 alguno dedrcado a la espera ni se origine intranquili- segundo en el que hablo de la veneración a la Sagrada Eucaristía y del
d~d entre los fieles. siendo así que algunos ya hacen ademán de marcharse. acierto del desarrollo interior de algo que despliega lo que ya desde el
S1empre que fuera posible, se debería aprovechar bien este silencio dcs- ptincipio fue puesto como fe de la Iglesia. Resulta adecuado que la aná-
p~és de la Comunión, brindándose a los fieles orientaciones para que pu- fora tenga una estructura trinitaria, que le permite moverse "hacia el Pa-
dreran llenar este lapso con una plegaria interior. dre por el Hijo en el Espíritu Santo".
. Por fm,_ desearía mencionar que en algunos sitios se propone el oferto- Sin embargo, la liturgia no está en este punto fijada en una estaticidad
no co~o trempo d~ silencio. Ello resulta muy razonable siempre que el inflexible. El propio Misal, reformado en 1970, pone en nuestros labios
o_fertono no se consrdere como una acción externa y de orden pragmático. un saludo aclamatorio al Señor: "¡Anunciamos tu muerte, proclamamos
srno que se la tome como algo esencialmente interior. Esto sólo ocun·e tu Resurrección! ¡Ven, Señor Jesús!". Aquel que con espíritu de fe y
cuando uno per~ibe la Liturgia co~o un "sacrificio de la Palabra" que so- oración participa en la celebración eucarística, no tiene más remedio que
mos nosotros mrsmos o que debenamos ser por la participación en el acto sentirse interiormente conmovido por el hecho de que el Señor descienda
de ofre~da de sí mismo de Jesucristo al Padre. cosa de la que ya hablamos al pan y al vino para transubstanciarlos y convertirlos en su Cuerpo y en
en la pnmera parte del libro. De tal suerte el silencio. durante el ofertorio. su Sangre. No podemos hacer otra cosa ante este evento que caer de ro-
no es sólo un aguardar a que se consume algo exterior. Por el contrario este dillas y saludar al Señor. La Consagración es el momento de la gran
movimiento exterior se corresponde con un proceso interno que consis,te en "actio ", de la gran hazaña de Dios dentro del mundo en favor nuestro.
la preparación de nosotros mismos: nos ponemos en camino y nos situa- Nuestrct mirada y nuestro corazón es elevado a lo alto por esta acción de
mos ante el. Señor que llega, le pedimos que nos haga aptos para ser Jesús. Por un momento calla el mundo, todo calla y, en ese silencio tiene
tr:ansubst~:rados. _En tal supuesto. el silencio común equivale a una ora- lugar el contacto con la eternidad. En él salimos del tiempo durante un
crón tambren comun, y, desde luego. a una acción común. Todo esto nos instante y nos introducimos en el ser de Dios.
lleva a poner los pies sobre el camino que conduce al Señor, a la simu lta- Hay otras ocasiones de silencio proporcionados por la propia liturgia
neidad con su eternidad, partiendo del lugar de nuestra cotidianidad. La que no intemrmpen la acción litúrgica, sino que le son propias. Se trata
174
175
tle 1.1!-. oraciones en voz baja recitadas por el sacerdote. Si se mirasen des- hecho tanto más necesario en el nuevo ritual de la Eucatlsllil , pues 11 1
tk un punto de vista sociológico y se las considera en la dinámica del el saludo de la paz que se intercambian los asistentes, se u1 i¡•111.1 1111
movimiento de un grupo, podrían ser mal vistas y se podrían omitir. si es cierto alboroto en la Ig lesia. Acabado este momento de inqurl'llld. la
posible. Se define al sacerdote como "presidente" de la asamblea em- invitación a dirigir los oj os al Cordero de Dios difícilmente em.lll'llll •
pleando puros criterios sociológicos y funcionales e laborados a partir de su lugar. En un instante dominado por la paz las miradas de todo~ •. •
un tipo de reunió11 estrictamente humana. Si así fuera, el sacerdote habría fijan en el Cordero de Dios. Sólo así ese instante será un momento d1•
de encontrarse siempre actuando ante la comunidad. Pero la función del gracia silenciosa.
sacerdote en una celebración eucarística trasciende los atributos de un También tras la recepción de la Comunión se tienen previstas do!-.
presidente de asamblea. oraciones de acción de gracias del sacerdote que, a su manera, pueden
El sacerdote es el primero en el encuentro con el Dios vivo, pero se y deben ser también llevadas a cabo por Jos fieles. En los viejos libro!.
halla también como uno más en camino hacia Él. Las oraciones en silencio devocionales se encuentran muchas cosas de gran valor junto a otras
lo ayudan a personalizar su misión de forma taJ que pueda entregarse con llenas de sensiblería. Esas plegarias, nacidas de las más profundas ex pe
su yo personal al Señor. Al tiempo, ponen de relieve que cada uno y todos riencias, pueden ser tenidas e n nuestros días como verdaderas escuelas
juntos deben ir al encuentro del Señor como individuos y como grupo. El de fe. Lo que Pablo dice en la Carta a los romanos sobre que no sabemos
número de estas oraciones del sacerdote ha quedado drásticamente lo que hemos de pedir (cf. Rm 8, 26) tiene hoy más validez alln. A me-
reducido, pero gracias a Dios existen aún y seguirán existiendo. nudo nos hallamos sin nada que decirle a Dios. En estas circunstancias,
el Espíritu Santo nos enseña a orar; Él pone en nues tra boca las palabras.
En primer lugar, hay una plegaria preparatoria antes del anuncio del
como dice Pablo, pero se sirve también de mediaciones humanas. Las
Evangelio. Esta oración debería ser recitada por el sacerdote en silencio
oraciones que brotaron del corazón de hombres llenos de fe bajo la ins-
y con atenta devoción en la conciencia de la propia responsabilidad ante
piración del Espíritu Santo, se han convertido en una escuela a la que el
e l anuncio decoroso del Evangelio. Es preciso avivar la conciencia de
propio Espíritu Santo nos convoca. A través del inOujo de esas palabras
que los labios y el -:orazón del que proclama el Evangelio necesitan
transidas de piedad, se van abriendo nuestras bocas enmudecidas. Se
purificarse. Cuando el sacerdote recita esta oración, toda la comunidad
trata de una ayuda para que lleguemos a rezar y aprendamos a llenar de
se da cuenta de la dignidad y de la magnitud del Evangelio que va a
escuchar y se percata de modo clarísimo de que la Palabra de Dios contenido nuestro silencio.
irrumpe en nuestra asamblea. E llo crea un espacio para la acogida res- Para disgusto de no pocos liturgistas, dije en 1978 que no debía rezar-
petuosa del propio Evangelio. Naturalmente que para una cosa así se se en voz alta toda la anáfora. Tras mucha reflexión. quiero volver a repe-
requiere una formación li túrgica a fin de que el sentido del evento se tirlo en esta ocasión de modo expreso. en la esperanza de que. tras más de
pueda reconocer y para que en el momento indicado todos se pongan de veinte años, esta tesis encuentre alguna acogida. Desde que yo expresé esa
pie, no sólo con el cuerpo, sino que levanten su interioridad y abran los idea. los liturgistas alemanes. tras no pocos esfuerzos. se han manifestado
oídos del corazón al Evangelio. favorables a una reforma del propio misal. el cual ha entrado en crisis en
Ya hemos hablado del significado del ofertorio que en la nueva litur- ! la celebración de la Eucaristía y, más concretamente. de la anáfora. Desde
gia no aparece del todo claro. Dos oraciones muy hermosas y profundas la reforma promovida por el Concilio, en la que se pretendió dar con
fórmulas para nuevas anáforas, se ha ido cayendo cada vez más en la
preceden a la recepción de la comunión. Estas oraciones han sido esco-
banalización de los textos. Se ha hecho patente que la multiplicación de
gidas para evitar un silencio demasiado prolongado. Tal vez más tarde se
las palabras no presta ayuda alguna. En esta situación. los liturgistas pro-
les sacará gusto y se les dará un lugar adecuado. Pero aun ahora, cuando
ponen muchas clases de subsidios que contienen elemenlos dignos de ser
una de ellas es recitada, el sacerdote debería verdaderamente rezar! a con
tenidos en cuenta. Pero hasta donde se me alcanza. muestran, lo mismo
todo recogimiento, como una preparación personal para el Señor. Así se
que antes, su aversión ante la posibilidad de que se pueda generar un si len
inducirá a todos al silencio ante la presencia real de Jesucristo. de modo
cio, más aún un silencio comunitario delante de Dios.
que la comunión no se convierta en un puro acto externo. Y esto se ha
176 /2. lrnroducción al espfritu de la lt11trgia 177
1
l'l·r o no debería ser tenido por casual que, ya desde los primeros Los ornamentos sagrados nos recuerdan los te\tos c11 lo '1'' 1' 1hl 1
til·rnpos, una parte de la anáfora fuera recitada en voz baja en Jerusalén habla de "revestirse de Cristo". He aquí sus palabr Jl> • ludo In h Hit
y que en Occidente llegara a hacerse norma que una parte de la misma zados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Ga 1, 27>. 1 11 l.t < 111 • 1
.uu'do ra se viera ocupada por cantos meditativos. Es muy fácil tomar to- los romanos utiliza la contraposición de los dos modos tk 'ul,, l'•lth1
do esto como una consecuencia de algunos malentendidos. No es cierto señala el camino cristiano frente a los que despilfan.1n M I ''"·' L ll
en modo alguno que recitar ininterrumpidamente en voz alta toda la desenfrenadas comilonas y borracheras, en lujuria y en dcsónkllt''· "Nt 1
anáfora sea una condición para la participación de todos en este acto hagáis eso, sino revestíos del Señor Jesucristo y no os prcocupt•rs ~~~ 1.1
central de la celebración eucarística. He aquí mi propuesta de aquel en- carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rm 13. 14). En las C'arl.t!lll
tonces: en primer lugar, hay que promover una formación litúrgica tal los efesios y a los colosenses, Pablo desarrolla este mismo pcnsall\ll'llh 1
que permita a los fieles conocer el significado primordial y la orienta- aún con mayor profundidad refiriéndose a la antropología del huuthtt'
ción fundamental de la anáfora. En segundo lugar, las primeras palabras nuevo: "Revestíos del hombre nuevo. creado según Dios. en la ju!-.tll'ia y
de cada plegaria deberían ser recitadas en voz alta ante la comunidad santidad de la verdad" (Ef 4. 24). En otro lugar afirma: "Revc!.t rm. dd
de suerte que la plegaria callada de cada uno pueda encontrar un inicio: hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conoctmrctllll
Así, la oración personal desembocará en oración comunitaria y la ora- perfecto, según la imagen de su Creador, para el que no hay griego o
ción comunitaria se personalizará. judío; incircuncisión o circuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino
que Cristo es todo y en todos" (Col 3, lOs).
Cuando se ve lo que es el rezo comunitario de la anáfora en una Igle-
sia, se experimenta de verdad lo que significa un silencio lleno de conte- Se piensa que la imagen del revestimiento de Cristo es acaso una
nido, el cual se puede convertir en un poderoso clamor hacia Dios, en una analogía del disfraz a base de máscaras que hacían alusión a divinidades
plegaria llena de espíritu. En tal situación todos rezan en comunidad la paganas, cosa que fue tomando cuerpo en la iniciación de los cultos mis
anáfora, aunque cada uno sabe que se halla vinculado a la acción especial téricos. Para Pablo la cosa no se queda en máscaras o en ritos, sino en el
del servicio sacerdotal. Todos son uno y se hallan poseídos por el propio hecho real de una transformación interior que tiende a la renovación del
Cristo, inducidos por el Espíritu Santo a elevar una plegaria única al Pa- hombre a partir de sus entrañas. Según Pablo, todo esto se orienta hacia el
dre. Ella es el verdadero sacrificio, que se ofrece en un amor capaz de re- proceso por el que uno se convierte en semejante a Dios, cosa que propiciu
conciliar y unir a Dios con el mundo. la unidad entre los hombres. El Apóstol busca la superación de todas las
limitaciones que se han ido asentando por virtud de la historia de pecado
de los hombres. Esta es una imagen dinámica que se proyecta sobre la
6. Los ornamentos litúrgicos transformación del hombre y del mundo, sobre la nueva humanidad.
Los ornamentos litúrgicos nos traen a la memoria todas estas cosas,
La casulla que lleva el sacerdote durante la celebración de la Eu- sobre todo el proceso por el cual nos vamos cristificando y la nueva co-
caristía tiene que manifestar con toda claridad que en el altar él no es una munidad que tendrá que surgir de aquí. Ello exige del sacerdote que se in-
perso~a privada como cualquier otra, sino que actúa en virtud de otro que troduzca en la dinán:llca de volver sobre sí mismo para convertirse en algo
es Cnsto. Su ser privado e individual debe desaparecer para que se dé nuevo por obra de Cristo y a Él tendiente. A los que toman parte en la cele-
espacio a Cristo. "No vivo yo, si no que es Cristo el que vive en mr' (Ga bración litúrgica, les recuerda el camino que empezó en el Bautismo, que
2, 20). Se trata de palabras con las que Pablo expresa la novedad del bau- continúa con la Eucaristía hasta adentrarse en el mundo nuevo, cosas de
tizado, el cual vive de una experiencia totalmente personal de Cristo y las que el Sacramento es un signo en medio de la vida cotidiana.
que poseen para el sacerdote presidente un valor especial. No es él el im-
En las dos Cartas a los corintios. Pablo trató aún más a fondo la orien-
portante, lo es Cristo. No es él el que se da a los hombres, sino Cristo. El tación escatológica que se aprecia en la imagen de los ornamentos sagra-
sacerdote es hecho un instrumento de Cristo. No actúa desde las propias dos. En la primera Carta a los corintios dice: "En efecto, es necesario que
potencialidades, sino que es mensajero, más aún, presencializador de
este ser incorruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal
otro. Obra "in persona Christi", como repite la tradición litúrgica.
179
178
F
..,e revista de inmortalidad" (1Co 15, 53). En el capítulo quinto de la suerte nos proyectamos sobre la total novedad que nos csrx:1a ll•' 1• l
.,cgunda Carta a los corintios, el Apóstol nos ofrece una visión todavía más desmoronamiento de nuestra "tienda". Ello nos conferirá "pclllliiiiCII
profunda de este tema. Pablo designa el cuerpo de esta existencia corporal cia". "En casa de mi Padre hay muchas moradas" (Jn 14, 2). La p.ll.1lu.t
como "mansión terrena·· que se disolverá y que aguarda una casa en el "morada" utilizada por el cuarto evangelio significa propiamente "pcr
cielo, no fabricada por los hombres. Pablo siente miedo ante la disolución manencia" y remite a lo definitivo y al poder de perdurar.
de su morada, miedo por "quedarse a la intemperie". He aquí su esperan- Los Santos Padres estuvieron atentos a otros dos textos coneclltdo.,
1'
za: no quedarse "desnudo", sino ser "revestido". recibir la "morada celes- con la teología del vestido que podemos incluir en la reflexión sohrt
tial", es decir, el cuerpo definitivo, como un vestido nuevo. ¡
los ornamentos litúrgicos. En primer lugar. se acude a la narración dd
El Apóstol no desea desembarazarse del cuerpo, ral como él oye de hijo pródigo. Tras abrazar el padre al hijo de vuelta a casa, dicta C!>lil
la tradición platónica. Pablo no busca la huida, sino la transformación. orden a sus siervos: "Traed enseguida el mejor vestido" (Le 15, 22).
Su esperanza está en la RcsUJTección. De este modo, puede decirse que En la versión g riega se habla del "primer" vestido. Así lo leían y lo en
la teología del vestido se ha convertido en una teología del cuerpo. El tendían los Santos Padres. Este "primer" vestido se reliere al vestido en
cuerpo es algo más que una apariencia exterior del hombre. E l cuerpo el que Adán fue creado y que perdió después de haber intentado ser
pertenece al propio ser humano, a su esencia. Y no obstante, ese cuerpo igual a Dios. Todos los vestidos que el hombre se pone desde enton-
está llamado a desmoronarse, puesto que no es más que una tienda de ces son sólo míseros sucedáneos de la luz divina que viene de dentro,
campaña. El cuerpo es algo transitorio. Sin embargo, este cuerpo es la cual fue su genuina "vestimenta". De este modo entendieron los
prototipo del cuerpo definitivo, de la imagen plena del ser humano. Santos Padres, en la parábola del hijo pródigo, la historia de la caída
Precisamente los ornamentos litúrgicos llevan en sí este mensaje. Se de Adán (cf. Gn 2, 7ss) y del hombre pecador. Esta parábola de Jesús
trata de un "revestimiento", nunca de un "disfraz". fue tenida por eUos como imagen del regreso a la casa paterna y de la
La liturgia nos introduce por el camino de este revestimiento, por el reconciliación del hombre.
camino de la salvación del cuerpo en el cuerpo resucitado de Jesucris- El que regresa a Dios por la fe, recibe de nuevo la "primera vesti-
to, el cual es la nueva "mansión no hecha por manos humanas que se dura" y es revestido de nuevo por la misericordia y el amor de Dios que
haJia en los cielos" (2Co 5, 1). El Cuerpo de Cristo que recibimos en la son sus verdaderas prendas. El vestido blanco que se entrega en el rito
Eucaristía, con el que nos unimos -un solo cuerpo con Él (cf. lCo 6, bautismal es un recordatorio de estos grandes acontecimientos histó-
12-20)- nos salva de la desnudez. de la falta de vestido con la cual no ricos. Del mismo modo, e l vestido que recibe el hijo pródigo es una
podemos estar en la presencia de Dios. Partiendo de esta visión paulina prefiguración de la túnica blanca de la cual habla el Apocalipsis (cf. Ap
he tenido siempre en mucha estima la antigua fórmula que acompañaba 19. 8). Se trata de una manifestación de la pureza y de la hermosura del
a la distribución de la Comunión: "El Cuerpo de Cristo guarde tu alma Resucitado. El amplísimo arco trazado, desde la creación y la caída de
para la vida eterna". Se eleva a la categoría de oración la enseñanza de Adán hasta la túnica blanca de la eternidad, queda encerrado en el sim-
Pablo contenida en 2Co 5, 1-10. El alma sola sería un fragmento bolismo de los ornamentos litúrgicos y todo ello se refiere a up concep-
errático. Pero ya antes de la resurrección común de todos. el alma entra to cristológico central: revístanse de Cristo, háganse uno con El. ustedes
en comunión con el Cuerpo de Cristo. que se convierte en nuestro que son miembros de su Cuerpo.
cuerpo lo mismo que nosotros hemos de ser su Cuerpo. El Cuerpo de
Cristo guarda el alma para la vida eterna, cosa que sería una paradoja
carente de sentido para el pensamiento griego. Para el que cree en el
7. La materia
cuerpo resucitado de Cristo, por el contrario, es una esperanza viva. La liturgia católica es siempre celebración de la Palabra hecha
Los ornamentos sagrados nos llevan a considerar algo que trasciende carne y de la Palabra resucitada. Como ya hemos notado, es una litur
d significado inmediato de los propios ornamentos. Se trata de una anti- gia cósmica. Por tanto, es claro que en ella no sólo juegan un papel im
cipación del vestido nuevo, del cuerpo resucitado de Jesucristo. De esta portantísimo el cuerpo humano y los signos cósmicos. También resulta
180 181
que el mundo se componía de cuatro elementos, a saber, el agua. el ail\',
evidente que la materia de este mundo forma parte de la liturgia. Lama- el fuego y la tierra. Los tres primeros son imágenes del Espíritu ~anto. l'll
teria entra de dos formas en la liturgia. En primer lugar, bajo la forma de tanto que la tierra representa al hombre, el cual procede de la t1erra Y .1
símbolos de múltiple índole. El fuego de la noche pascual, el cirio y la ella retornará.
llama con que arde, los distintos utensilios litúrgicos, las campanas, el El fuego y el soplo del aire son simbolismos presente~ en la liturgia de
mantel del altar, etc. Romano Guardini descorrió el velo de tales símbo- muchas maneras. Pero sólo el agua. que. por una parte. v1ene de lo alto y.
los a nuestro siglo en su libro Signos sagrados. El obispo de Klagenfurt, por otra, pertenece a la tierra, en cuanto elemento.primor~ial de la vida. ha
monseñor Capellari, nos ha regalado hace poco un libro en el que se sido constituida en materia sacramental en el sent1do estricto de la palabra
estudian múltiples signos. De esta forma se continúan, se profundjzan y La tradición eclesial distingue un doble simbolismo atribuido al agua.
se actualizan las intuiciones de Guardini. Por ello, no es necesario que
nos ocupemos aquí de estos temas. El agua salada del mar es símbolo de la muerte, es amen~a Y. peligro;
el agua salada evoca el mar Rojo que fue mortal para los eg1pc1os Y del
Hay otra manera importante por la que la materia de este mundo se cual fueron salvados los israelitas. El Bautismo es una suerte de paso del
hace presente en la liturgia. Así lo vemos por los Sacramentos que toman mar Rojo. Incluye un acontecimiento de muerte. Es algo más que ~n ba~o
su origen en las acciones mismas de Cristo. Ellas constituyen propia- o una ablución. Sus raíces se hunden en lo más profundo de la ex1stenc1a
mente el sentido de la liturgia cristiana, justamente porque no son reali- hasta tocar la muerte. El Bautismo es una comunidad en la cmz con
dades ideadas por los hombres, sino, en su núcleo, dones del mjsmo Cristo. He aquí lo que la imagen del Mar Rojo quiere proponernos: que
Señor. Tres de los siete Sacramentos se refieren inmediatamente al ser el Bautismo es un misterio de muerte y resurrección (cf. Rm 6, 1- ll ). Por
humano como persona que se halla en determinadas situaciones de gran el contrario, el agua, que fluye de una fuente. es señal de la fuente de la
importancia para su vida. He aquí el motivo por el cual no necesitan run- que toda vida brota. Es un .s~mbolo de vid~. Por eso;,era un~ n~rma de la
gún tipo de "materia" sino al hombre mismo en la situación propia a la antigua Iglesia que se admmtstram el Bautismo con agua vtv~ con agua
que se refiere el sacramento. Este es el caso de la Penitencia, en el que, de una fuente. De este modo se podía experimentar el Baut1smo como
desde nuestra condición de pecadores, pedimos una palabra de perdón y inicio de una nueva vida. Los Santos Padres vieron en el fondo de todo
de renovación. También debe considerarse aquí la Ordenación sacerdo- ello la conclusión de la historia de la Pasión, tal como refiere Juan. El
tal, en la cual el obispo, mediante la imposición de manos, confiere po- cuarto evangelio dke que del costado abierto del Señor brotaron sangr~ Y
lestad y misión al ordenando en fuerza de la sucesión apostólica. Por fin , agua. El Bautismo y la Eucaristía nacen del c~razón perforado d~ ~esus.
ocupa un lugar destacado en este grupo de sacramentos el Matrimonio, Ese Corazón se ha convertido en una fuente vtva que nos hace v1v1r (cf.
por el cual dos seres humanos se entregan mutuamente para compartir la Jn 19, 34s; lJn 5, 6). En la tiesta de los Tabernáculos profetizó Jesús, que
vida entera, convirtiéndose con ello en imagen real, viva y actual de la de aquel que venga a Él y beba, brotarán torrentes de agua viva.
alianza entre Cristo y su Iglesia (cf. Ef 5, 27-32).
El cuarto evangelio añade que "esto lo decía refiriéndose al Espíritu
Junto a ellos se encuentran los otros cuatro sacramentos: el Bautismo. que iban a recibir los que creyeran en Él" (Jn 7. 38). El bautizado se con-
la Confirmación. la Eucaristía y la Unción de los enfermos. los cuales se vierte en fuente. Cuando recordamos a los grandes santos de la historia, de
convierten para nosotros en transmisores de la acción de Dios a través de Jos que verdaderamente brotaron corrientes de fe. esperanza y caridad, po-
cosas materiales. En este libro no pretendo desarrollar una teología de los demos entender mejor lo que Jesús nos dejó dicho; emonces se nos vuelve
Sacramentos. Sólo deseo llamar la atención sobre los elementos que se inteligible en qué consiste la dinámica del Bautismo al considerar la pro-
han convertido para nosotros en mediación de la acción divina. Y es que mesa y la misión que entraña.
esos elementos, escogidos por el Señor, son muy elocuentes. Como tales Considerados los otros tres elementos materiales que entran como
deben ser considerados meditativamente, de modo que seamos capaces elementos sacramentales de la Iglesia -aceite de oliva, pan de trigo
de entender mejor el espíritu de la liturgia. Se trata del agua; el aceite. y vino-, nos resulta evidente la distinción con respe~to al don del
producto de las aceitunas; el pan. salido del trigo: y el vino. Las cuatro agua. El agua es un elemento común de vida en toda la t1erra. Por ello.
palabras que acabo de utiljzar nos recuerdan que los antiguos pensaban
l~U
182
l!s capaz de constituirse en todas partes en una posibilidad de co-
munión con Cristo. Los otros tres elementos, en cambio, son dones tí-
picos del área mediterránea. Nos encontramos con esta tríada de modo
expreso en e l extraordinario salmo 104 sobre la creación, en el que el
salmista da grac ias a Dios porque concede el pan y el "vino que recrea
el corazón del ho mbre, que lustre su rostro con aceite y tenga pan que
conforte e l corazón del hombre" (Sal l04, 14s.). Estos tres e le mentos de
la vida en la cuenca del Mediterráneo son expresión de los bienes de la
creación, dentro de la cual somos destinatarios de los mismos regalos
del Creador. Esos dones se convierten e n realidades que manifiestan un
bien más elevado, un bien que hace que nuestro rostro brille por la Bibliografía sugerida
semejanza con el Dios "ungido", con su Hijo amado, Jesucristo. El pan
y e l vino que produce la tierra se convertirán en el Cuerpo y la Sangre
del Salvador para que, por medio de l Hijo encamado, entremos e n co-
munión con el mismo Dios trino. Bibliografía general sobre el tema de la Liturgia 23
Pero en relación con lo dicho, hoy se eleva la objeción de que estos do-
MARTIMORT, G. (ed.). La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia.
nes tienen sólo fuerza simbólica en el área del Mediterráneo. Por ello de-
Bilbao. Desclée de Brouwer.
berían ser substituidos en otras zonas del planeta por elementos que f11esen
comprensibles en ellas. Nos vuelve a salir al encuentro la misma cuestión M EYER, H.B. - AuF DER MAUR, H.- FISCHcR, B. - 1-LAUSSI. tNG, A. A. - KLErN-
que se nos planteó cuando hablamos de los símbolos cósmicos del ciclo HEYER, B. (eds.), Gottesdienst der Kirche. Handbuc/1 der Liturgiewissenschaft.
anual en e l hemisferio sur. Aquí vuelve a tener su valor el principio de que Pustet, Regensburg. 1984. Hasta ahora han salido las siguientes partes: 3" Gestalt
der Gottesdienst; 4" Eucharistie; 5" y 6"/1 Feiem im Rllytlmws der Zeit; 7"/1 Sakra-
en la dialéctica entre la cultura y la historia. ésta última tiene preferencia.
mentliche Feiem 1; 1"f2 Sakramemliche Feiem 1/2; 8" Sakmmentliche Feiern.
Precisamente Dios ha actuado inmediatamente en la historia y a través de
ella ha conferido a los dones de la tierra su significado. Los Sacramento!. KUNZLER, M . Die Liturgie der Kirche. Lehrbuch :.ur katholischen Theologie.
son elementos que vinculan al hombre a la historia irrepetible que Dios Paderborn. Bd. X. Bonifalius, 1995.
compartió con los hombres en Jesucristo. DERS. Porta orientalis. Fiinf Ost-West Versuche iiber Theologie und Asrhetik
Repitamos que la Encamación nada tiene que ver con un deseo arbi- der Liturgie. Paderbom, Bonifatius, 1993.
trario. Al contrario. ella nos une a lo que parecía una historia exterior y LANG, B. Heiliges Spiel. Eine Geschichre des cltrisrlichen Gorresdiensres.
contingente de otro tiempo y que, sin embargo, es la forma querida p01 Milnchen, Beck. 1998.
Dios para la historia misma. Esa historia es La hueiJa inconfundible de
ADAM. A.- BERGER. R. Pasroralliturgisches Hmul/e.likon. Freiburg, Herder, 1980.
que É l ha hecho su aparición sobre la tierra.
La historia sagrada es la garantía de que no somos nosotros los que SARTORE, D. - TRIACCA, A. - CANAL.F~'5, J.M. (eds.), Nuevo Diccionario de
nos inventamos las cosas por cuenta propia, sino que, fundamentadm Liturgia. Madrid, Ediciones Paulinas. 1987.
en É l, entramos en contacto con Él. Precisamente a través de lo espc CORBON, J. Liturgie de Source. París, Editions du Ccrf, 1980.
cítico de la unicidad, a través del aquí y del ahora, nos liberamos de la
RATZINGER, J. Das Fest des Glaubens. Einsiedeln, Johanncs Verlag, 1981.
arbitrariedad del mítico "siempre y jamás". Con ese rostro peculiar. en
esa típica forma humana, Cristo nos sale al encuentro. Justamente a..,l
fomenta en nosotros una fraternidad que rebasa todas las fronteras. Prl'
cisamente en e llo podemos reconocer que "es el Señor" (Jn 2 1, 7). 23 Para una visión global de la Tcologr,, de la liturgia, cf C~t('(ismo de la lgll.'Sia Católic,l, l077-
1112.
184 185
DERS Ein neues Ued fiir den Herm. Christusglaube und Liturgie in der se refiere a estos temas puede encontrarse en mis dos obras Citadas más ur11h.1
Gegenwart. Freiburg, Herder, 1995. Das Fest des Glaubens y Ein neues Lied fiir den Herrn. Tamb1én me hl·
NICHOI.S, A. Looking atthe Ururgy. A critica! view ofits contemporary fonn. San ocupado de este asunto en una conferencia mía traducida a varias lengu.1s
Francisco, Ignatius Press, 1996. Eucharistie und Miss ion, in Forum karh. Theo/ogie, 14 ( 1998) 81-98.
Capítulo 1
Primera parte
Sobre el tema de "la Iglesia entre los dos Testamentos" recomiendo RATZJNGER, J.
Volk wul Haus Gottes im Augusrinus Lehre vo11 der Kirclre. St. Ottilien, 1992
Capítulo 1 (segunda edición), p. 304-308.
Sobre el tema del juego. es muy importante tener en cuenta a HUIZINOA, 1. /Jomo Sobre la cuestión "semel quia semper", cf. SAN BERNARDO. Sermo 5, de
ludens. Amsterdam, 1939. También resulta de gran valor el pequeño libro basado diversis, 1, in BERNHARD v. CLAIRVAUX. Sdmtliche Werke. Lateinisch/deut-
en los Santos Padres de RAIINI:.R, ll. Der spielende Mensch. Einsiedeln, Johanncs sch, (ed.), W!NKLER, G. IX, lnnsbruck. 1998, p. 2 18.
Verlag, 1952.
GuARDINt, R., desarrolló extensamente la esencia particular de la liturgia Capítulo 11
tomando como punto de arranque la categoría de 'juego" en su libro Vom Geist
der Liturgie. Pero, desde la cuarta y quinta edición de la obra en 1920, añadió
Mi concepción se orienta mayormente en la dirección de BOUYER, L.
un nuevo capítulo titulado Vom Emst der Liturgie (Sobre la seriedad de la
Architecture etliturgie. París, Editions du Cerf, 1991. Las citas que ofrezco
Liturgia). En esta nueva versión se limita de modo expreso el carácter lúdico
de la liturgia. aquí están tomadas de la edición alemana: Liturgie und Archirektur. Johannes
Verlag, 1993.
De la abundantísma Literatura sobre el tema menciono aquf sólo:
Capítulo 11
NORMAN, E. The House ofGod. London, 1990.
Sobre el esquema "exitus-reditus", es útil tener en cuenta los siguientes WHJTE, L. M. God's House inthe Roman World. Baltimore- London, 1990.
libros:
RATZINGER, J. Die Geschichwheologie des 11eiligen Bonaventura. Capítu lo 111
München-Zürich, 1959; St. Otrilien, 1992 (segunda edición).
SECKLER, M. Das Heil in der Geschichte. Geschichtstheologisches Denken En el presente capítulo vuelvo sobre la citada obra de L. BOUYER y sobre mi
bei Tlromas v. Aquin. MUnchen, KOsel, 1954.
libro Fest des Glaubens. En este último estudio puede hallarse más literatura
sobre el tema.
ToRELL, J. P.lnitiation a St. Thomas d'Aquin. Fribourg, Herder, 1993.
Capítulo rv
Capítulo 111
Para la fe sobre la presencia real y sobre su desarrollo en la teología, véaloc:
Mi visión respecto al camino del Antiguo Testamento hacia el Nuevo Testa-
METZ, J. B. Die Eucltaristie in der Zeit der griechischen Vdtem, Tomo 11/ l.
mento y la esencia de la liturgia ha ido tomando cuerpo en mis largos años de
Freiburg, Herder, 1961.
trato con la Sagrada Escritura y con la liturgia. Un bosquejo de la literatura que
186 IH7
M EER VAN DER, F. Die Urspriinge christlicher Kwrsr. Frciburg. 1kldt•r, 1 1 11~
DI I{S.Eucharistie in der Schrift und Patristik. Handbuch der Dogmen-
gcschiclrte. (ed.) SCHMAUS - GRILLMETER- ScHEFFCZYK- SEYBOLD. IV/4 a, AA VV. Arte e liturgia. L'arte sacra a trem'anni del concrlw. C nuscllu
Freiburg, Herder, 1979. Balsamo. Edizioni San Paolo, 1983.
188
RAIINIR. 11. Griechische Myrhen in chrisrlicher Dewung. Darmstadt. 1957.
lJn¡l síntesis de utilidad sobre los testimonios de los Santos Padres puede
hallnn.e en PFNOR, V . Das Kreu~ Lebensbaum in der Mine des Paradies-
garrens. in STRIZKY, M. B. - VIIRIG, CHR. (eds.) Ganen des Lebens.
Fesrschrift fiir W. Cramer. Altcnberg, 1999, p. 203-222.
El apartado sobre la posición de rodillas se basa en gran medida en StNOIR,
P. La priere a genoux dans I'Ecriture Sainte. París, Téqui, 1997.
En el libro mencionado en el Capítulo 1 de la parte tercera que lleva por título /
Arte e liturgia (especialmente pp. 139-209), se hallan variadas indicaciones
bibliográficas a cada uno de los apartados del presente capítulo. Indice
K APELLARI, E. Heilige Zeichen in Lirurgie und Alltag. Graz. Styria, 1997.
Prefacio 5
Parte 1
Sobre la esencia de la liturgia 7
Capítulo 1
Liturgia y vida:
Espacio de la liturgia en la realidad 9
Capítulo ll
Liturgia. cosmos historia 19
Capítulo IlJ
Del Antiguo al Nuevo Testamento 29
Configuración de la liturgia cristiana
a partir de la fe bíblica 29
Parte ll
Tiempo y ámbito de la liturgia 43
Capítulo 1
Cuestiones previas: relación de la liturgia
con el espacio y con el tiempo 45
Capítulo l/
Lugares sagrados. Significado de los templos 53
190
Capitulo J/1
El altar y la o rientación de la oración
dentro de la liturgia 63
Capítulo IV
La reserva de l Santísimo Sacramento 71
Capítulo V
El tiempo sagrado 77
Parte I/1
Arte y liturgia 93
Capítulo 1
La cuestión de las imágenes 95
Capftulo 11
Mús ica y Liturgia 113
Parte fV
La forma litúrgica 131
Capítulo 1
El rito 133
Capítulo 11
El cuerpo y la liturg ia 143
l. Participación activa 143
2. La señal de la cruz 148
3. Posiciones corporales 154
De rodillas (prostat io) 154
Permanecer de pie y sentarse. Liturgia y cultura 162
4. Los gestos 168
5. La voz humana 172
6. Los omamientos litúrgicos 178
7. La materia 181
Bibliograña sugerida 185