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2/9/2020 Salud Ambiental con Posterioridad a los Desastres Naturales: Parte II: Corrección de las condiciones de salud ambiental

ambiental creadas por…

Salud Ambiental con Posterioridad a los Desastres Naturales (OPS; 1982; 60


paginas) [EN] [FR]
Prefacio
Introducción
Agradecimiento
Parte I: Efectos de los desastres en la salud ambiental
Parte II: Corrección de las condiciones de salud ambiental creadas por los
desastres
Capítulo 1: Factores que han de tenerse en cuenta para una corrección
eficaz
Capítulo 2: Fase I: Medidas con anterioridad al desastre
Capítulo 3: Fase II: Medidas durante el desastre y con posterioridad a este
Capitulo 4: Fase III: Medidas de rehabilitación
Parte III: Anexos

Salud Ambiental con Posterioridad a los Desastres Naturales


1982 Publicación Científica No. 430

ORGANIZACION PANAMERICANA DE LA SALUD


Oficina Sanitaria Panamericana, Oficina Regional de la
ORGANIZACION MUNDIAL DE LA SALUD
525 Twenty-third Street, N.W.
Washington, D.C. 20037, E.U.A.

SALUD PARA TODOS EN EL AÑO 2000

En 1977, la Asamblea Mundial de la Salud decidió que la principal meta social de los Gobiernos y de la OMS en los próximos
decenios debía consistir en alcanzar para todos los ciudadanos del mundo en el año 2000 un grado de salud que les
permitiera llevar una vida social y económicamente productiva, es decir la meta comúnmente denominada “salud para todos en
el año 2000”.

En 1978, la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud (Alma - Ata, URSS) declaró que la atención primaria
de salud, como función central del sistema nacional de salud y parte integrante del desarrollo social y económico, es la clave
para alcanzar esa meta. Subsecuentemente, los Gobiernos se comprometieron - en la Asamblea Mundial de la Salud a nivel
mundial y en las Reuniones de los Cuerpos Directivos de la OPS a nivel regional - a dar cumplimiento a las resoluciones
adoptadas para el logro de la salud para todos. Esos mandatos culminaron en las Américas el 28 de septiembre de 1981 en la
aprobación del Plan de Acción para la instrumentación de las estrategias regionales de salud para todos en el año 2000 por el
Consejo Directivo de la OPS. Dichas estrategias habían sido aprobadas por el Consejo Directivo en 1980 (Resolución XX) s
constituyen hoy en día el fundamento de la política y programación de la OPS a más de representar él aporte de la Región de
las Américas a las estrategias mundiales de la OMS.

El Plan de Acción aprobado por el Consejo Directivo contiene las metas mínimas y los objetivos regionales, así como las
acciones que los Gobiernos de las Américas y la Organización deberán realizar afín de lograr la salud para todos. El Plan, de
carácter continental, es esencialmente dinámico y está dirigido no sólo a los problemas actuales sino también a aquellos que
se estima surgirán en la aplicación de las estrategias y en el cumplimiento de las metas y objetivos regionales. Define también
las áreas prioritarias que servirán de base, tanto en el desarrollo del programa como en el de la infraestructura necesaria, a las
acciones nacionales e internacionales.

El intercambio y la diseminación de información constituye una de las áreas prioritarias del Plan de Acción. El programa de
publicaciones de la OPS - que incluye las publicaciones periódicas y científicas y los documentos oficiales - ha sido
estructurado como medio para fomentar las ideas contenidas en el Plan a través de la difusión de datos sobre políticas,
estrategias, programas de cooperación internacional y progresos realizados en la colaboración con los países de las Américas
en la consecución de la meta de salud para todos en el año 2000.

Publicada en inglés (1982) con el título


Environmental Health Management after Natural Disasters

1983 Segunda edición (Tirada 4000)

La reimpresión de este manual ha sido posible gracias al apoyo financiero de la Agencia Canadiense para el Desarrollo
Internacional (CIDA).

La publicación de este manual ha sido posible gracias al apoyo financiero de la Agencia Canadiense para el Desarrollo
Internacional (CIDA), del Mercado Común Europeo, y de la Oficina de Asistencia al Exterior en Casos de Desastre, de la
Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos de América (AID/OFDA).

ISBN 92 75 31430 6
© Organización Panamericana de la Salud, 1982

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Las publicaciones de la Organización Panamericana de la Salud están acogidas a la protección prevista por las disposiciones
del Protocolo 2 de la Convención Universal de Derechos de Autor. Las entidades interesadas en reproducir o traducir en todo o
en parte alguna publicación de la OPS deberán solicitar la oportuna autorización de la Oficina de Publicaciones, Organización
Panamericana de la Salud, Washington, D.C. La Organización Panamericana de la Salud dará a estas solicitudes
consideración muy favorable.

Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no
implican, de parte de la Secretaría de la Organización Panamericana de la Salud, juicio alguno sobre la condición jurídica de
ninguno de los países, territorios, ciudades o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus
fronteras.

La mención de determinadas sociedades mercantiles o del nombre comercial de ciertos productos no implica que la
Organización Panamericana de la Salud los apruebe o recomiende con preferencia a otros análogos.

Prefacio
La disponibilidad de servicios de agua y de saneamiento adecuado se ha reconocido desde hace tiempo como requisito
indispensable de la salud pública. Los representantes de este sector han reiterado en muchas ocasiones su adhesión al
principio de mejoramiento de las condiciones de salud ambiental de las poblaciones a que sirven, como elemento esencial del
sistema de atención primaria de salud, que hace más hincapié en la prevención que en la cura de las enfermedades evitables.
Pese a ese reconocimiento de la relación esencial entre el medio en que la gente vive y trabaja y el disfrute de una buena
salud, y pese a los progresos realizados en ese sentido, es todavía mucho lo que queda por hacer. En efecto, la gastroenteritis
y las enfermedades diarreicas siguen cobrando un fuerte tributo de vidas humanas, sobre todo durante la primera infancia, en
la Región de las Américas; por otra parte, las enfermedades de transmisión hídrica o relacionadas con el agua son todavía
causas importantes de morbilidad y de muerte prematura.

La importancia de la salud ambiental fue subrayada en un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, que en 1980 proclamó el decenio que terminará en 1990 como Decenio Internacional del Agua Potable y del
Saneamiento Ambiental. La provisión de condiciones ambientales salubres para una población en aumento y cada vez más
urbanizada no es tarea que pueda realizar el sector de salud por sí solo. Hace falta además la adopción por los gobiernos de
un amplio criterio intersectorial (inclusive educación y vivienda) dentro del marco de los planes de desarrollo económico y
social.

Sin embargo, corresponde al sector de salud marcar la pauta en la determinación de las necesidades de salud ambiental y la
planificación y aplicación de medidas parra atenderlas. La OPS, ha establecido un plan de acción completo parra dar
cumplimiento a las estrategias de salud en la Región de las Américas. En ese plan se concede alta prioridad a la provisión de
servicios de agua potable y de saneamiento básico. En el espíritu del Decenio Internacional del Agua Potable y del
Saneamiento Ambiental, los Gobiernos Miembros de la OPS se han fijado como meta para 1990 la provisión de servicios de
agua y saneamiento adecuado al mayor número posible de personas. Dentro de la estrategia general de salud para todos en
el año 2000, se ha fijado ese año como fecha tope para alcanzar una cobertura general.

Los desastres naturales a que están expuestos muchos países de la Región de las Américas pueden menoscabar gravemente
los progresos en materia de salud ambiental. En efecto, el dislocamiento físico de la infraestructura y los servicios se ve
agravado por el desplazamiento de numerosos sectores de la población. El cambio consiguiente de las condiciones
ambientales para esas personas puede tener repercusiones peligrosas en la salud. Es frecuente que los escasos recursos
disponibles tengan que dedicarse a la aplicación de medidas de emergencia, solo para restablecer los servicios que existían
de salud ambiental. En esas circunstancias, los progresos sufren un grave revés.

La serie de manuales sobre preparación para desastres que publica la Organización Panamericana de la Salud tiene por
objeto responder a la necesidad manifiesta de los países miembros de que se difundan pautas y prontuarios adecuados que
faciliten al personal de salud de las Américas el establecimiento de planes de preparativos para desastres y la formación de
los recursos humanos indispensables. Dado el carácter súbito de los desastres naturales y la importancia de la rápida
adopción de medidas para prevenir la morbilidad y la mortalidad, es preciso que los países dispongan de tecnología apropiada
y utilicen sus propios recursos humanos durante el período inmediato de emergencia. El depender de la ayuda exterior
ocasiona a veces retrasos que tienen graves consecuencias para la salud y el bienestar de las poblaciones afectadas.

El presente manual constituye un marco de referencia para que el personal de planificación del salud y de otros sectores
pueda incorporar a sus estrategias medidas que protejan a la población contra los efectos destructores de los desastres
naturales en la infraestructura y los servicios de salud ambiental. A falta de medidas preparatorias, los desastres pueden
causar estragos innecesarios en los servicios de higiene del medio, establecidos a un costo sumamente alto en lugares donde
los recursos escasean. Esto ocurrirá incluso en zonas donde la disponibilidad de agua salubre e instalaciones adecuadas de
saneamiento ha existido durante un tiempo suficiente para que se las considere como algo adquirido. El manual se refiere
además a las medidas que deben adoptarse cuando se produce el desastre para mitigar sus efectos a largo plazo en la salud
de las poblaciones y acelerar el proceso de recuperación.

La previsión del efecto potencial de los desastres y los preparativos correspondientes permitirán evitar las consecuencias
graves para la salud, reducir el costo de la rehabilitación y mantener los progresos hacia la salud para todos en el año 2000,
pese al carácter adverso de las circunstancias naturales.

Dr. Héctor R. Acuña


Director

Introducción
La salud ambiental se define como el control de los factores del medio ambiente que pueden tener efectos deletéreos para el
bienestar físico, mental y social de las poblaciones. Dado que los desastres naturales exponen al hombre a peligros causados
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por la alteración o la amenaza de alteración de su medio inmediato, la gestión eficaz de la salud ambiental con posterioridad a
desastres naturales es asunto de primordial importancia.

Los desastres naturales suelen hacer aumentar las tasas de morbilidad y mortalidad. La adopción de medidas apropiadas de
mantenimiento de las condiciones del medio permite reducir o eliminar el riesgo de enfermedades prevenibles y defunciones.
Esas medidas contribuyen no solo a proteger la salud de los habitantes de las zonas afectadas o próximas a estas, sino
también a reducir el elevado costo de la prestación de servicios de salud de emergencia con posterioridad al desastre.

Entre las medidas de salud ambiental que se deben considerar a raíz de desastres naturales están la construcción de refugios
apropiados para las personas o grupos que han perdido sus hogares, la provisión de agua salubre y accesible (primero en
cantidad suficiente para beber, y segundo para usos domésticos) y la protección y distribución de alimentos inocuos. Otras
medidas que han de tenerse en cuenta para eliminar los riesgos ambientales asociados con desastres son: evacuación
higiénica de excretas, aguas residuales y desechos; protección de las poblaciones contra vectores de enfermedades
corrientes en las zonas afectadas; y fomento de las condiciones higiénicas de vida, particularmente vivienda adecuada e
higiene personal básica.

Para una gestión eficaz de salud ambiental durante un desastre y a raíz de este es indispensable que se hayan adoptado
preparativos con la debida antelación. En una situación de emergencia, el buen éxito depende en gran parte del juicio rápido y
exacto respecto a las medidas apropiadas. En consecuencia, las altas autoridades deben estar al tanto de dichas medidas con
anterioridad y deben recibir lo antes posible una evaluación exacta de los efectos específicos del desastre.

El presente documento es una guía para las personas que hayan de adoptar decisiones de emergencia con posterioridad a un
desastre natural. Las medidas recomendadas de salud ambiental figuran por el orden prioritario en que han de adoptarse
llegado el caso. Ahora bien, cada desastre natural tiene, carácter único en lo que respecta al grado o al tipo de situación de
emergencia que produce. Es posible que para determinado desastre, las autoridades tengan que asignar mayor o menor
prioridad a alguna de las medidas de la lista.

El cambio adecuado del orden de prioridad resultará mucho más fácil si durante el período de emergencia se tiene presente el
objetivo principal de las medidas de higiene del medio. Se trata de proteger la salud de los habitantes de las zonas afectadas o
próximas a estas manteniendo al mínimo el empeoramiento de las condiciones y servicios de salud ambiental. En ello está
implícito que el objetivo específico de las medidas de emergencia es reponer las condiciones y servicios de salud ambiental en
el nivel que tenían antes del desastre, independientemente del juicio que mereciera su calidad anterior. Si dicha calidad fuera
deficiente, el riesgo de enfermedades solo aumentaría cuando las condiciones de salud ambiental empeoraran, quedando
invariables todas las demás. Las medidas de mejoramiento de las condiciones preexistentes se deben programar para la fase
de rehabilitación y no para la de recuperación.

Este documento se divide en varias partes. La primera sección trata principalmente del efecto de los desastres naturales en
las condiciones y servicios de salud ambiental. En la segunda se describen las medidas correctivas que deben adoptarse en
cada uno de los tres períodos siguientes: con anterioridad al desastre, durante este y con posterioridad al mismo.

Agradecimiento
Esta publicación ha sido posible gracias a la abnegada labor del Sr. Pierre Léger, quien preparó el manuscrito original. El Sr.
Léger, ingeniero civil graduado además en ingeniería ambiental y sanitaria, es Director de la División Internacional de
Desarrollo de la Atención Médica, sita en Washington. El Sr. Léger, oriundo de Haití, se graduó en la Universidad de Nueva
York y efectuó sus estudios superiores en la de los Países Bajos. Debemos agradecer, asimismo, al Ing. David Donaldson, ex
funcionario de la Organización de la Salud, y a la División de Salud y Protección Ambiental de la Organización Panamericana
de la Salud, por su consagrado aporte a la concepción y al contenido técnico de este manual.

Parte I: Efectos de los desastres en la salud ambiental


Indicaciones generales
Las condiciones ambientales adversas que pueden acompañar a los desastres naturales varían según el tipo de estos. En el
Cuadro 1 figuran las consecuencias probables de los desastres más frecuentes.

El Cuadro 2 indica la gravedad relativa de los efectos que tienen en el medio ambiente algunos desastres comunes. Estos
efectos pueden entrañar un considerable empeoramiento de las condiciones ambientales. Es de temer la interrupción parcial o
total de servicios, en particular los de importancia vital, como son los de agua, producción y distribución de alimentos,
transportes y electricidad. El aumento de la densidad de población es también una secuela de los efectos que se indican en el
Cuadro 2. Ello, a su vez, altera la vida normal de la comunidad, haciendo empeorar las condiciones determinativas del grado
de salud y agudizando la necesidad de servicios de saneamiento.

Cuadro 1. Consecuencias, por tipo de desastres

Desastres Consecuencias

Tormentas (huracán, ciclón, tornado) Vientos destructores

Inundaciones

Lluvias torrenciales

Deslizamientos de tierras

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Cortes del suministro de electricidad

Terremotos Vibración destructora

Cortes del suministro de electricidad

Incendios

Erupción volcánica Terremotos

Tsunamis

Incendios

Residuos volcánicos

Tsunamis (maremotos) Inundaciones

Cortes del suministro de electricidad

Cuadro 2. Matriz de efectos de los desastres naturales

Servicio Efectos más comunes sobre la salud Terremoto Huracán Inundación Tsunami
ambiental /tornado

Abastecimiento de agua Daños a las estructuras de ingeniería civil • • • o


y eliminación de aguas
servidas

Rupturas de cañerías maestras • - - o

Interrupciones del suministro de • • - -


electricidad

Contaminación (biológica o química) - • • •

Desorganización del transporte • • • -

Escasez de personal • - - o

Sobrecarga de las redes (debido a los - • • o


movimientos de población)

Escasez de equipo, repuestos y • • • -


suministros

Manejo de desechos Daños a las estructuras de ingeniería civil • - - o


sólidos

Desorganización del transporte • • • -

Escasez de equipo • • • -

Escasez de personal • • • o

Contaminación del agua, el suelo y la • • • o


atmósfera

Manipulación de Daños a las instalaciones de preparación • • - o


alimentos de alimentos

Desorganización del transporte • • • -

Interrupciones del suministro de • • - -


electricidad

Inundación de las instalaciones o • • •

Contaminación/degradación de los - • • -
alimentos de socorro

Control de vectores Proliferación de criaderos de vectores • • • •

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Aumento de los contactos entre las • • • -
personas y los vectores

Desorganización de los programas de • • • •


control de las enfermedades transmitidas
por vectores

Higiene del hogar Destrucción o daño de las estructuras • • • •

Contaminación del agua y los alimentos - - • -

Desorganización de los servicios de • • • -


electricidad, calefacción, agua o
eliminación de desechos

Hacinamiento o o o o

• Posibilidad grave
- Posibilidad menos grave
o Posibilidad mínima

Efectos de los desastres en las condiciones y servicios


La rápida aparición de lugares de alta densidad demográfica, como campamentos para personas desplazadas, cuando no ha
habido planificación para instalar en condiciones higiénicas a grupos tan numerosos, es una de las formas más típicas en que
los desastres afectan a las condiciones y actividades de salud ambiental. Debido al carácter generalmente inadecuado de las
instalaciones y servicios, la creación de campamentos puede tener por secuela situaciones secundarias de emergencia desde
el punto de vista de la salud. En consecuencia, habrá que dedicar aún más tiempo y recursos, que ya escasean, a corregir
esas deficiencias, además de atender la situación de emergencia principal.

La interrupción o la sobrecarga de los sistemas de abastecimiento de agua y evacuación de excretas y desechos líquidos y
sólidos es también una consecuencia probable de los desastres naturales. Cuando se interrumpen los sistemas de evacuación
aumenta la posibilidad de brotes de enfermedades de transmisión hídrica y alimentaria. Las poblaciones afectadas por
desastres corren además un mayor riesgo de otras enfermedades y molestias generales relacionadas con el agua. Cuando las
fuentes no bastan o quedan inutilizables, es de importancia crítica que las autoridades faciliten cantidades suficientes de agua
para consumo a las poblaciones que lo necesitan.

A medida que empeoran las condiciones de saneamiento por la paralización de los sistemas de evacuación de desechos
sólidos, se agrava el riesgo de contaminación del agua y los alimentos, y el de proliferación de los vectores de enfermedades.
La precaria situación que engendra la imposibilidad de evacuar los desechos sólidos puede agravar el estado de tensión
mental en que se encuentran las víctimas de desastres. Además, la presencia de esos desechos entraña el peligro de
incendios en lugares muy poblados.

Otra consecuencia frecuente de los desastres naturales es el aumento de las poblaciones de vectores de enfermedades tales
como la malaria, la fiebre amarilla, la tularemia y el tifus, particularmente en las zonas donde estas se manifiestan
esporádicamente. Como pudo observarse a raíz de un desastre en Haití, la interrupción de las actividades de lucha
antivectorial ocasionó una recrudescencia de esas enfermedades.1

1.
Mason, J. y Cavalié, P. Malaria Epidemic in Haiti Following a Hurricane. American Journal of Tropical
Medicine and Hygiene 14(4):1-10, 1965.

Por último, la baja del nivel general de higiene personal y de la vivienda es uno de los efectos más corrientes de los desastres
en las condiciones y servicios de salud ambiental. El desplazamiento de población hacia zonas donde las estructuras físicas
han sido deterioradas por un desastre ocasiona hacinamiento, conducente a menudo a una baja del nivel de higiene de la
vivienda. La escasez de ropa, agua, jabón, detergentes e instalaciones básicas de aseo y lavado hace difícil el mantenimiento
de una higiene personal adecuada; como consecuencia, aumenta la incidencia de las diarreas, Lis enfermedades de
transmisión vectorial como el tifus, y ciertas afecciones como la sarna en las zonas donde ya existían con anterioridad al
desastre.

Parte II: Corrección de las condiciones de salud ambiental creadas por los desastres
Capítulo 1: Factores que han de tenerse en cuenta para una corrección eficaz
Decisión sobre la idoneidad de las medidas
Para aliviar las condiciones imperantes en las zonas afectadas por desastres hay que adoptar medidas apropiadas que
impidan el empeoramiento de la situación preexistente, así como la interrupción de los servicios de saneamiento y la vida
normal de la comunidad. Deben adoptarse medidas de control de la salud ambiental con anterioridad al desastre, después de
este y, de ser posible, durante la fase de impacto. En la determinación del modo de proceder en esas distintas fases, una
medida no se debe juzgar solo según su factibilidad técnica y la disponibilidad de recursos, sino también según el grado en
que esté orientada hacia la restauración de las condiciones ambientales existentes con anterioridad al desastre.

Los factores que han de tenerse en cuenta para decidir sobre las medidas correctivas son: prioridad de los sectores que
requieren intervención, prioridad de las necesidades de distintos servicios de saneamiento y disponibilidad de personal. El
principal factor determinativo de la prioridad de los sectores que requieren intervención es la existencia o inexistencia de riesgo
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de enfermedad en las zonas donde se encuentran las víctimas del desastre. Hay que dedicar particular atención al riesgo
relativo de enfermedad en la periferia de los centros urbanos, en los campamentos y en otros asentamientos provisionales.

Debe concederse la más alta prioridad a los servicios de saneamiento esenciales para el bienestar de las poblaciones de
zonas muy expuestas, recabando la cooperación de estas personas y haciéndolas participar activamente en la prestación de
servicios. Es preciso facilitar como mínimo los servicios siguientes:

1. alojamiento adecuado para las personas desplazadas

2. agua potable suficiente y accesible

3. instalaciones de evacuación de excretas y desechos líquidos

4. protección de los alimentos contra la contaminación

5. protección de las poblaciones afectadas contra enfermedades de transmisión vectorial, mediante actividades
de control de vectores y métodos quimioprofilácticos.

La falta de personal apropiado de saneamiento puede ser un factor limitativo de las intervenciones de emergencia a raíz de
desastres. En consecuencia, debe procurarse en primer lugar obtener el concurso de los expertos localmente disponibles.
Estas personas suelen estar en condiciones óptimas de atender las necesidades urgentes creadas por un desastre natural
porque conocen las circunstancias físicas y socioeconómicas existentes con anterioridad en las zonas afectadas y, lo que es
más importante aún, porque tienen experiencia en el trabajo en circunstancias análogas a las creadas por el desastre. Por el
contrario, los expertos extranjeros desconocen a menudo las circunstancias precitadas y el nivel de salud ambiental de la
región. Esa ignorancia puede de hecho restar eficacia a las actividades de socorro, razón por la cual debe procederse con
cautela en la contratación de expertos extranjeros.

Mujeres abasteciéndose de agua mediante una bomba colectiva instalada en Bolivia rural. El suministro de agua
suficiente es una atención prioritaria de salud a raíz de desastres naturales (J. Vizcarra Brenner/OPS).

Escalonamiento cronológico de las medidas de emergencia


Las actividades para resolver los problemas de salud ambiental creados por los desastres se deben dividir en tres fases
principales. Seguidamente se expone cada una de ellas con recomendaciones sobre el escalonamiento cronológico adecuado
de las medidas. Sin embargo, la duración de cada fase variará según la naturaleza de los problemas que engendre el
desastre.

A la Fase I corresponden las medidas adoptadas con anterioridad al desastre, a fin de mantener un buen estado de
preparación. La planificación preparatoria debe centrarse en las zonas donde se sabe que es alto el riesgo de desastre
natural, es decir, las que tienen una historia de catástrofes o han sido designadas como lugares donde estas pueden
producirse.

La Fase II empieza cuando se produce el desastre. Las correspondientes actividades de emergencia se emprenden durante el
impacto de ser posible, así como también a raíz de este. Generalmente, las medidas de control de la salud ambiental
correspondientes a esta fase se adoptan en los siete días que siguen al impacto. Sin embargo, hay que considerar varias
subfases: las medidas inmediatas se toman en los tres primeros días que siguen al desastre natural y las medidas reparatorias
se inician después de aplicadas las inmediatas de la fase de emergencia.

En la Fase III se procede a la reparación de las condiciones ambientales. En realidad, el estudio de las medidas apropiadas de
rehabilitación debe comenzar en cuanto hayan empezado a adoptarse las medidas de emergencia de la Fase II. Al igual que la
Fase II, la Fase III se divide en dos subfases: medidas a corto plazo para situar las condiciones y servicios de salud ambiental
en el nivel que tenían antes del desastre y medidas a largo plazo de reconstrucción, es decir, intervenciones escalonadas en
las condiciones y servicios ambientales cuya reposición requiere mucho tiempo.

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Cuadro 3. Plan escalonado de medidas para situaciones de emergencia creadas por desastres naturales

Conviene que todas las medidas ulteriores al desastre, excepto las de reconstrucción a largo plazo, se adopten en las tres
semanas siguientes al impacto. En el Cuadro 3 se indica el escalonamiento cronológico para la iniciación y la terminación de
todas esas actividades.

En los capítulos que siguen se exponen las medidas específicas de salud ambiental que deben adoptarse en cada urca de las
tres fases. Aunque el examen completo de las actividades de rehabilitación a largo plazo excede del alcance del presente
documento, se hacen algunas recomendaciones básicas.

Capítulo 2: Fase I: Medidas con anterioridad al desastre


La mayor parte de los desastres naturales son repentinos y en general no hay un período de alarma en que puedan adoptarse
medidas de protección, o dicho período es muy corto. Lo máximo que permite la tecnología actual es pronosticar ciertos
desastres solo unos pocos días antes de que sobrevengan. A menudo el pronóstico se conoce solo unos momentos antes. En
consecuencia, el único método eficaz de responder a un desastre es mantener un estado de preparación en las zonas
expuestas.

El principal objetivo de las medidas anteriores al desastre es eliminar o reducir los efectos de este en las condiciones
ambientales de la región afectada. Para conseguirlo hay que desarrollar un plan de control durante el período de emergencia,
adoptar medidas regulares de protección del medio ambiente y llevar a cabo un programa de educación e información
destinado al personal de salud y a la población en general.

El plan de operaciones ambientales de emergencia


La eficacia de la respuesta al desastre dependerá en gran parte de la planificación de operaciones ambientales de
emergencia. Una vez establecido el plan habrá que revisarlo generalmente cada 5-10 anos. Cuando se produzca un desastre,
lo más probable es que la revisión haya de ser inmediata conforme a la experiencia adquirida.

Un plan de emergencia no es el propósito de establecer un plan; por el contrario, se trata de una prescripción específica pero
sencilla y clara de las personas que han de intervenir, el momento en que han de hacerlo y las actividades concretas a realizar
aprovechando los recursos locales, una vez que se produzca el desastre. El plan debe contener pautas e indicar actividades
prioritarias, evitando la descripción demasiado minuciosa de las funciones y responsabilidades de los distintos miembros de
las organizaciones. Ello no quiere decir que dichas funciones y responsabilidades carezcan de importancia, sino que la
descripción debe hacerse una vez que se determine el uso óptimo de los recursos en las circunstancias particulares de cada
desastre natural.

En primer lugar, el plan general de operaciones, ofrecerá una guía para la coordinación de todas las actividades a realizar
(después de pronosticado o acaecido el desastre) por el personal de los distintos servicios de salud ambiental u otros afines.
Deben prepararse planes secundarios para abastecimiento de agua, evacuación de desechos sólidos, etc. En el Anexo 1 se
indican ordenadamente las medidas preparatorias de un plan de emergencia que han de adoptar los servicios de salud
ambiental u otros competentes. El conjunto de esos planes parciales constituye la base del plan general de preparación para
desastres.

Un plan general tiene siete componentes básicos. El primero consiste en la exposición de los danos que puede producir un
desastre del tipo a que está expuesta la zona de que se trate. Los otros tres componentes indican la manera de calcular los
recursos que quedarán una vez que sobrevenga el desastre, las necesidades de las poblaciones afectadas y el modo de
atender dichas necesidades con los recursos disponibles. La evaluación de la vulnerabilidad y el inventario de suministros,
equipo y personal aportan los datos básicos para la determinación de las medidas de emergencia que deben tomarse durante
el período de alarma (si existe), el período que sigue inmediatamente al impacto y el período ulterior al desastre.

Los tres últimos componentes del plan de emergencia se refieren al período que sigue al desastre. Todas esas medidas
constituyen el plan de operaciones de emergencia (POE), que especificará lo siguiente: orden de atención de necesidades
específicas de la comunidad, por ejemplo alimentos, alojamiento, agua o saneamiento y, en segundo lugar, medidas de higiene
personal; programa óptimo para utilización de los recursos existentes, y asignación de funciones específicas al personal de
higiene del medio que sobreviva al desastre. Debe destacarse que el POE no se debe establecer hasta después de evaluar
las medidas existentes.

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A este respecto, quizá convenga reiterar las medidas prioritarias antes mencionadas: facilitar alojamiento adecuado contra las
inclemencias del tiempo y procurar que los refugios que se construyan no agraven las condiciones de saneamiento y la carga
de los servicios existentes; suministrar por lo menos un mínimo de agua potable; evacuar excretas humanas y desechos
líquidos y sólidos de las inmediaciones, hasta lugares de descarga que no entrañen riesgo; reducir las poblaciones de vectores
a un nivel en que no puedan transmitir enfermedades ni afectar a los suministros de alimentos; y asegurarse de que las
prácticas de higiene de los alimentos impiden la propagación de enfermedades.

Por último, el POE debe especificar la manera de difundir informaciones durante el período de emergencia, así como las
medidas de protección y alojamiento del personal de socorro. Todo este personal recibirá las inmunizaciones adecuadas.
Además, habrá que facilitarle ropas convenientes e instalaciones de aseo, e instruirlo en el manejo de los suministros y el
equipo.

Medidas de protección
La adopción de medidas de protección comprende un amplio espectro de actividades que van desde el establecimiento del
plan adecuado hasta la aplicación de las decisiones antes y después del desastre, y durante este. Ante esa variedad de
medidas, la manera más eficaz de proceder es examinar primero los efectos del desastre, estudiar luego las medidas de
protección que podrían mitigar las consecuencias más frecuentes de todos los tipos de desastres y, por último, determinar las
medidas adecuadas para tipos específicos o que son aplicables en las condiciones especiales de la localidad.

Al examinar los efectos de los desastres en el medio ambiente, no cabe duda de que los danos a obras públicas, la
contaminación del agua y los alimentos, el corte del suministro de energía eléctrica y la dislocación del sistema de transportes
serán sumamente probables y a menudo factores críticos del estado de emergencia. Seguidamente se examinan las medidas
adecuadas para corregir cada uno de esos efectos.

Daños a las obras públicas


Cualquier desastre natural puede destruir o deteriorar gravemente estructuras tales como edificios, sistemas de agua
(tuberías, estaciones de bombeo, conexiones, embalses, etc.) muros de retención, postes eléctricos, carreteras y plataformas.
Los danos a esas estructuras pueden producir víctimas entre las personas que se encuentren a proximidad y ocasionar la
interrupción parcial o total de servivios esenciales para la comunidad.

Los preparativos en previsión de la posibilidad de que queden destruidas o alteradas las instalaciones existentes constituyen
un medio importante de reducir o eliminar los danos. Las estructuras se pueden reforzar para que resistan al desastre. De
modo análogo, pueden mejorarse los sistemas de sujeción y apoyo de maquinaria, equipo y depósitos. Cabe instalar
derivaciones, por ejemplo en previsión de la posibilidad de que quede paralizada una planta de agua, su equipo o sus
procesos, de manera que la planta esté conectada con un punto donde pueda procederse a la cloración del agua. Por último,
la adopción de normas y procedimientos uniformes de operación dará calidad óptima a los preparativos para cualquier
desastre.

Otra forma de mitigar los efectos en las obras públicas es mejorar las normas de planificación de datos básicos y diseño. La
realización de estudios metereológicos, topográficos, hidrológicos, geológicos y del suelo en los nuevos emplazamientos que
se elijan permitirá a los planificadores evitar localizaciones vulnerables. Las estructuras de importancia básica se pueden
instalar en zonas conocidas por estar más al abrigo del impacto de los desastres. Para proteger las estructuras, el equipo y los
suministros se pueden preparar, utilizar y actualizar métodos específicos de diseño. Por ejemplo, a los depósitos de agua se
les puede dar una c opacidad de 1,5 a 2 veces la normal, a fin de garantizar un suministro de emergencia.

Contaminación de los alimentos y el agua


La contaminación de los alimentos o el agua es uno de los principales riesgos para la salud pública asociados con los
desastres. La contaminación puede producirse en la fuente de suministro, durante el transporte, en la planta de tratamiento o
elaboración, en el punto de almacenamiento o en los diversos eslabones de la cadena de distribución. La causa principal de la
contaminación a raíz de un desastre es el deterioro de las obras y estructuras públicas.

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En Santa Lucía, un operario hace pasar el agua superficial a un depósito para desinfección. La determinación de la
vulnerabilidad de las plantas y depósitos de tratamiento del agua es uno de los requisitos de preparación para
desastres (J. Vizacarra Berenner/OPS).

A menos que haya razones fundadas para creer que se han introducido contaminantes químicos en los alimentos o el agua, lo
primero que deben determinar las autoridades en situaciones de emergencia es si ha habido contaminación microbiológica.
Con ocasión de desastres conviene que se habiliten medios para identificar y vigilar las características microbiológicas, y si es
posible químicas, de los alimentos y el agua. Ahora bien, el análisis de alimentos solo es posible cuando ya existen los
servicios apropiados de laboratorio. El carácter altamente técnico del análisis de alimentos hace que este sea más difícil que el
del agua. Para evaluaciones rápidas pueden emplearse técnicas de inspección y estuches portátiles del material adecuado.

Otras medidas para evitar los efectos de la contaminación son identificar fuentes sustitutivas de alimentos y agua para el caso
de que sean inutilizables las ordinarias y disponer de unidades de repuesto o portátiles para elaboración o tratamiento si falla
el sistema normal. Cuando sea económicamente factible se habilitaran medios para reducir en el más breve plazo el nivel de
abastecimiento de agua y emplear mayores cantidades para dilución con el fin de que baje la concentración de contaminantes.
Es, preciso estudiar medidas preventivas de la contaminación a proximidad de las fuentes de suministro.

Corte del suministro de energía eléctrica


El corte de la electricidad, debido generalmente a los daños causados en las líneas de transmisión, a las obras públicas y al
equipo, es frecuente tanto durante los desastres como con posterioridad a estos. El corte de la electricidad agrava los
problemas de prestación de servicios esenciales. En efecto, puede impedir las operaciones de bombeo de agua y combustible
en los sistemas de distribución y tratamiento de agua. Además, impide la utilización de refrigeradoras (esenciales para
conservación de los alimentos) y reduce la capacidad de acción de los hospitales.

Para evitar los efectos del corte de electricidad existen soluciones tales como recurrir a la fuerza de la gravedad para
distribución de agua y facilitar sistemas generadores de electricidad a instalaciones de importancia crítica, como son las
estaciones de bombeo, las plantas de elaboración y tratamiento y los hospitales. Es preferible que los grupos electrógenos
sean portátiles y no fijos. El combustible correspondiente se debe mantener en cantidad suficiente para 3-5 días de operación.
Por último, los tendidos eléctricos se deben construir con posibilidades de conexión de plantas y equipo, con el fin de evitar el
cese total del servicio cuando haya un corte.

Interrupción de los transportes


Los medios de transporte son de importancia crítica para el buen éxito de las operaciones de socorro. Su interrupción puede
paralizar los servicios fundamentales, en particular la distribución de agua y alimentos y la evacuación de desechos sólidos.

Los efectos de la interrupción de los transportes se pueden mitigar construyendo carreteras secundarias hasta los puntos de
importancia vital para el abastecimiento de agua. Además, deben identificarse todos los medios sustitutivos de transporte
utilizables en situaciones de emergencia. Los vehículos para todo terreno, como son los de tracción delantera y trasera y los
tirados por animales, resultan particularmente útiles a raíz de desastres y son excelentes para transportar personas y
mercancías a corta distancia. Además de adoptar esas medidas, debe prepararse una lista indicativa de los medios prioritarios
de transporte de que se dispondrá con posterioridad a desastres.

Debe mantenerse una reserva de materiales básicos, sustancias químicas, piezas de repuesto, etc., en previsión de que falle
el sistema de transportes. Conviene adoptar con los distribuidores locales de sustancias químicas, combustibles, piezas de
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repuesto y alimentos las disposiciones oportunas para que mantengan en reserva un pequeño porcentaje de artículos
esenciales que se facilitarían en situaciones de emergencia. Por ejemplo, en Barbados se organizó con los distribuidores
locales de alimentos el mantenimiento de reservas de ciertos artículos para cinco días. Ello garantiza no solo la disponibilidad
de alimentos esenciales a raíz del desastre, sino que además elimina el costo de mantenimiento de reservas por largos
períodos por parte de la organización nacional de socorro.

Adiestramiento de personal y educación del público


Para conseguir un buen estado de preparación en zonas expuestas a desastres es de importancia primordial el adiestramiento
de personal y la educación del público. Cada servicio de salud ambiental, tanto público como privado, debe desarrollar
programas educativos sobre operaciones de emergencia. Esos programas pueden consistir en un curso de orientación para
todo el personal respecto a las medidas de ese tipo con ocasión de desastres naturales. El curso debe ser de carácter general,
con información sobre lo que puede ocurrir, las medidas oportunas, las personas que deben adoptarlas y la manera de
proceder. El curso debe repetirse por lo menos una vez al año para instruir al nuevo personal. Conviene completarlo con otro
más detallado para personal que haya de ocupar puestos clave y asumir funciones específicas en situaciones de emergencia.

Deben identificarse todos los medios disponibles para transportar agua en situaciones de emergencia (J. Vizacarra
Berenner/OPS).

Deben identificarse todos los medios disponibles para transportar agua en situaciones de emergencia (J. Vizacarra
Berenner/OPS).

Los programas de preparativos deben comprender ejercicios prácticos realizados periódicamente, ya que son importantes
para que el personal se acostumbre a aplicar las medidas previstas en caso de emergencia. El programa se puede reforzar
con cursos especiales o con conferencias, seminarios y distribución de material acerca de desastres naturales.

La educación del público es de la máxima importancia en situaciones de emergencia. El objetivo de los programas
correspondientes será conseguir la aceptación de los preparativos para desastres en las zonas expuestas. El conocimiento de
las medidas de emergencia que pueden ser necesarias y de lo que el público estará en condiciones de hacer es importante
para mitigar los problemas de operación.

Capítulo 3: Fase II: Medidas durante el desastre y con posterioridad a este


Las medidas de control de la salud ambiental en situaciones de emergencia correspondientes a la Fase II se dividen en tres
etapas o períodos que van seguidos de otro de consolidación. El primero es el de alarma, que puede durar de horas a días. El
segundo, acaecimiento del desastre, puede limitarse a unos segundos o, cuando el comienzo es lento, a algunos días. El
tercero es el período de emergencia inmediata con posterioridad al desastre, que se extiende de tres a cuatro días después
del impacto. El período de consolidación también puede durar de tres a cuatro días. A cada una de esas etapas corresponden
ciertas medidas que se especifican seguidamente.

Período de alarma

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En cuanto se reciba el aviso de la inminencia de un desastre (lo que, evidentemente, solo es posible cuando existe un sistema
de alarma) deben aplicarse medidas de emergencia para controlar las condiciones ambientales. Los objetivos de las
autoridades de salud ambiental en las zonas amenazadas son proteger a la población y mantener preparativos que aseguren
la disponibilidad de agua, alimentos, alojamiento y ropa.

En el período de alarma deben adoptarse medidas específicas de información y mobilización del personal de todos los
servicios pertinentes. Conviene hacer un inventario de todo el personal de salud, el equipo y los suministros disponibles para
hacer frente a situaciones previstas de emergencia. Se protegerán debidamente contra el impacto los sistemas esenciales de
abastecimiento de agua, distribución de alimentos y evacuación de desechos de origen humano. Debe informarse a la
población amenazada acerca de las medidas necesarias para protegerse, recomendándole además que almacene agua
suficiente en recipientes limpios, por ejemplo, bañeras.

El comienzo del desastre puede ser relativamente lento, como es el caso de algunas inundaciones o huracanes; en previsión
de ello, habrá que revisar y difundir criterios respecto a algunas medidas. Entre ellos está el establecimiento de refugios de
emergencia en campamentos o edificios, el uso y aprovechamiento de recursos, y los procedimientos adecuados para solicitar
ayuda.

Período de acaecimiento del desastre


Las medidas correspondientes a este período tienen por objeto el salvamento de personas y el alojamiento de las
desplazadas. Mientras se desarrollan las operaciones de salvamento debe tenerse en cuenta la necesidad de establecer
campamentos para alojar a los rescatados. En los equipos de personal deben figurar técnicos de higiene del medio que
conozcan los criterios de elección del lugar y el trazado de campamentos. Esta precaución es muy importante porque una vez
instalada la gente en determinado lugar es difícil conseguir trasladarla. Debe hacerse un estudio de las zonas propuestas para
alojamiento de personas desplazadas, con el fin de saber si pueden prestarse servicios básicos de saneamiento y si la
instalación en esas zonas puede dificultar la prestación de esos servicios a otras circundantes.

Cuando el desastre natural persiste, puede controlarse el impacto a medida que progresa. En este momento deben evaluarse
los danos, y el personal ha de establecer listas de medidas prioritarias para la solución de los problemas identificados.

Período de emergencia inmediata con posterioridad al desastre


En cuanto el impacto del desastre empieza a disminuir y puede iniciarse la labor de socorro, hay que prestar atención a cinco
necesidades principales: facilitar cantidades básicas de agua potable a la población en general y a los usuarios esenciales;
ofrecer a los damnificados alojamiento conveniente; proteger el agua y los alimentos contra la contaminación por desechos de
origen humano; asegurarse de que los damnificados observen normas de higiene personal básica; y proteger a la población
contra las enfermedades de transmisión vectorial frecuentes en la zona del desastre.

Para atender esas necesidades con eficacia hay que evaluar los efectos del desastre en las condiciones y los servicios de
saneamiento. Para ello se hará una encuesta inicial sobre la disponibilidad de dichos servicios, inclusive los de salud, en la
zona afectada. Debe prestarse atención particular al abastecimiento público de agua, distribución de alimentos, evacuación de
excretas y desechos sólidos, vivienda y suministro de energía. Es preciso hacer un inventario de los recursos disponibles, el
personal esencial, el equipo, los suministros y la logística utilizables para atender las necesidades inmediatas.

Deben obtenerse informaciones sobre los movimientos de la población dentro de la zona afectada o en otras próximas para
determinar las que merecen atención preferente debido a los factores de morbilidad y otros riesgos que entraña una fuerte
densidad demográfica. Por ejemplo, es preciso saber si hay zonas total o parcialmente evacuadas y lugares de asentamiento
para sus habitantes y para el personal de socorro.

Seguidamente se especifican los aspectos de salud ambiental a que debe prestarse atención en el período de emergencia que
sigue inmediatamente al desastre.

Abastecimiento de agua
El agua, indispensable para mantenimiento de la vida y medio importante de transmisión de enfermedades, es lo primero que
debe facilitarse en condiciones higiénicas a las poblaciones afectadas. En consecuencia, no solo es de la máxima importancia
un abastecimiento cuantitativamente suficiente a raíz del desastre, sino que además es necesario velar por la potabilidad del
agua destinada a consumo humano.

En primer lugar debe facilitarse agua potable suficiente a las víctimas y al personal de socorro en instalaciones básicas como
hospitales y centros de tratamiento. Seguidamente, se la hará llegar a los sectores periféricos de los centros urbanos y a las
zonas rurales de población concentrada y de población dispersa. Después de facilitar agua para beber en las áreas afectadas,
habrá que facilitarla para usos domésticos tales como limpieza y lavado.

El agua potable se debe obtener de los sistemas de distribución que estén en funcionamiento. Sin embargo, también cabe
recurrir a fuentes privadas que hayan resistido al impacto (por ejemplo, plantas hidroeléctricas, cervecerías y otras similares),
manantiales, pozos de tipo tradicional, aljibes y estructuras de nueva construcción, como son los pozos de pequeño diámetro.
Toda esa agua se debe analizar minuciosamente en previsión del riesgo de infecciones e intoxicaciones de transmisión
hídrica. Una vez elegido la fuente auxiliar utilizable habrá que recabar los servicios de un experto (ingeniero sanitario o técnico
de saneamiento) para que determine la calidad del agua.

Cuando se sospeche contaminación por excretas o productos químicos habrá que abstenerse de utilizar el agua hasta que
haya sido objeto de análisis en laboratorio. Las fuentes situadas a proximidad de desagües de alcantarillas, fábricas que
utilicen productos químicos, vertederos de basuras, minas abandonadas y otros lugares de esa índole se considerarán
sospechosas mientras no haya indicación en contrario de un especialista que conozca las condiciones locales.

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El agua que haya de suministrarse a las poblaciones afectadas se debe mantener inocua hasta el momento de consumo. Para
ello se procederá a la desinfección de todas las fuentes de la zona afectada, en particular las de superficie y las estructuras de
almacenamiento, como pozos, depósitos y aljibes. En cambio, es innecesaria la desinfección sistemática de las fuentes no
afectadas por el desastre; ello significaría un malgaste de recursos humanos y materiales que ya escasean. Para reducir el
riesgo de uso de agua insalubre bastará con la oportuna educación sanitaria.

La salubridad del agua para beber es resultado de medidas muy diversas. En primer lugar debe efectuarse un análisis
determinativo de la presencia de Escherichia coli y de concentraciones excesivas de nitratos. La presencia de Escherichia coli
indica contaminación por excretas, en cuyo caso habrá que aplicar de inmediato medidas de protección y correctivas. Una alta
concentración de nitratos resulta sumamente peligrosa para los lactantes, por lo que habrá que proteger a ese grupo de la
población

A raíz de los desastres hay que aumentar la concentración residual de cloro en el sistema de distribución. De esa forma se
reducirán los contaminantes que hayan pasado al sistema debido a un tratamiento insuficiente y se podrá detectar el agua ya
contaminada que penetre en la red distribuidora. Por otra parte, se reducirán los riesgos de acarreo y almacenamiento en
malas condiciones de higiene.

Sin embargo, la experiencia demuestra que la cloración del agua potable no debe ser excesiva. Es preciso que las fuentes,
particularmente las de abastecimiento público, estén exentas de cloro residual. Antes de empezar la cloración (sea mediante
distribución de tabletas o mediante instrucciones sobre uso de lejía doméstica) conviene que el programa correspondiente sea
supervisado por un especialista en la materia.

La vigilancia de la calidad del agua se debe reimplantar o iniciar inmediatamente. Durante esta fase de medidas de
emergencia basta con determinar diariamente si existe cloro residual en el agua del sistema de abastecimiento público.

El aumento de la presión del agua compensará el efecto de las roturas de tuberías y contribuirá a combatir la contaminación.
Es preciso tener en cuenta la importancia de la presión del agua en las casas de varios pisos.

Cuando en la zona afectada por el desastre ha quedado inutilizable el sistema de cloración de la red distribuidora, habrá que
desinfectar el agua en pequeñas cantidades. Ello se puede conseguir hirviéndola o añadiéndole productos adecuados en
forma de píldoras, polvo o soluciones. En el Anexo 2 figuran los métodos de desinfección de agua en pequeñas cantidades,
recomendados por la Organización Panamericana de la Salud.

En las situaciones de emergencia consecutivas a desastres naturales será útil en general utilizar plantas purificadoras móviles,
si existen en la localidad. El inconveniente es que producen cantidades limitadas de agua. En la mayoría de los casos, esas
unidades no son esenciales y tienen baja prioridad en las solicitudes de ayuda. En efecto, por comparación con las ventajas
mínimas que ofrecen, resultan onerosas y además en los envíos de socorros ocupan un espacio que resulta preferible utilizar
para medicamentos, suministros médicos, alimentos y ropa.

También se deben desinfectar las grandes cantidades de agua que es preciso llevar por acarreo a los campamentos u otros
lugares de asentamiento, y a los consumidores de las zonas afectadas. Ello puede hacerse tratándola con un compuesto de
cloro (por ejemplo, hipoclorito cálcico o sódico) en las dosis y por los períodos recomendados.

Los tanques utilizados para transporte y almacenamiento de agua potable deben estar exentos de contaminación y protegidos
contra esta. Hay que impedir que los mosquitos utilicen esos recipientes para depositar sus huevos. Los tanques de que
dispongan las compañías comerciales locales, las industrias lecheras, cervecerías, etc. son utilizables para el transporte de
agua a condición de que se los limpie y desinfecte antes del uso. Como norma general, no se adaptarán para acarreo de agua
potable recipientes de gasolina o productos químicos ni camiones cisterna de aguas residuales.

Para proteger la salubridad del agua, la medida definitiva será la reparación y reanudación del sistema de abastecimiento
público. Esa labor habrá de ser emprendida inmediatamente, limpiando y desinfectando al mismo tiempo cañerías principales,
depósitos, pozos, cisternas, etc.

Saneamiento del medio


Las medidas de saneamiento son necesarias para proteger el medio ambiente contra los desechos de origen humano
normalmente causantes de la contaminación de los alimentos y el agua. Además, esas medidas impiden la formación de
lugares de c ría de vectores de enfermedades y otras plagas. La evacuación de excretas merece consideración primordial.
Cuando dicha evacuación es inadecuada, ello acarrea no solo la contaminación del agua y los alimentos, sino que además
atrae moscas y otros insectos transmisores de enfermedades. Hay que mencionar además la evacuación higiénica de
desechos sólidos, inclusive los lugares de descarga, los medios de transporte y la incineración o terraplenes higiénicos en los
campamentos, la descarga de afluentes líquidos y la restauración de los servicios municipales de recogida.

Para la evacuación adecuada de excretas deben construirse letrinas de trinchera en los campamentos y puntos de residencia
de personal de socorro. Cuando la construcción no sea posible, habrá que facilitar otros medios, por ejemplo unidades
portátiles. Las letrinas de trinchera serán necesarias en las zonas muy pobladas donde hayan quedado destruidas las
instalaciones de evacuación de excretas. Hay que facilitar herramientas y otros materiales a la población, instruyéndola
además sobre la manera de construir esas instalaciones, bajo la supervisión de un especialista de saneamiento. Para el
mantenimiento de las letrinas en las debidas condiciones de higiene será esencial además un programa adecuado de
educación.

Una vez resuelto el problema de la evacuación de excretas, habrá que dedicar atención a los sistemas públicos de
alcantarillado. En primer lugar, deberán desobturarse las cañerías y bocas de acceso, ya que de lo contrario podrían
producirse inundaciones en calles y sótanos de zonas muy pobladas. Seguidamente se repararán las redes, las bocas de
acceso a estas y las de descarga, así como las unidades de tratamiento. Pueden utilizarse camiones cisterna apropiados para
aliviar los fosos sépticos de edificios públicos utilizados para alojar personas desplazadas, víctimas y personal de socorro.

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Alojamiento
Una vez iniciada la labor de socorro, habrá que ocuparse de alojar a las personas desplazadas en condiciones que no
entrañen un riesgo para la salud pública y el medio ambiente. Generalmente, a raíz de un desastre natural, los damnificados
tratarán de alojarse con familiares o amigos. En algunos casos habrá que facilitar refugios provisionales hasta que puedan
idearse soluciones más permanentes. A menudo se eligen como refugios provisionales ciertos edificios públicos, como
escuelas, salas de reunión, iglesias y hoteles, porque son fáciles de convertir en dormitorios. Además, suelen tener
instalaciones de abastecimiento de agua, evacuación de excretas y aseo. Algunos cuentan incluso con cocinas y comedores.

Es importante subrayar que una vez instaladas las personas en un punto es difícil conseguir que se trasladen a otro. Ese
hecho habrá de ser tenido muy en cuenta, sobre todo al establecer campamentos.

A los dos o tres días del desastre quizá convenga habilitar alojamiento más permanente. En ese momento habrá que conceder
prioridad a la instalación de las personas desplazadas. A fin de reducir el número de las que necesitan alojamiento, habrá que
estimularlas y ayudarlas para que se instalen con familiares o amigos, procurando que puedan volver a sus hogares lo antes
posible. En caso de que se disponga de recursos adecuados, deberán facilitarse a esas personas materiales para construir
una vivienda provisional de su propiedad. Ahora bien, el emplazamiento elegido habrá de tener facilidad de acceso a servicios
de agua, alimentación y evacuación higiénica de desechos.

Solo en caso de absoluta necesidad deberá instalarse a las personas desplazadas en campamentos. Antes de eso habrá que
considerar, por ejemplo, el aprovechamiento de edificios públicos en construcción, que a veces han resultado muy útiles como
vivienda.

Higiene de los alimentos


Los alimentos localmente disponibles pueden deteriorarse o quedar contaminados como consecuencia de desastres naturales.
Ello se debe en general al contacto con agua por inundación, a vectores de enfermedades y a manipulación antihigiénica,
especialmente en las instalaciones de alimentación en masa. El deterioro es resultado de cortes de electricidad por largos
períodos (que impiden emplear refrigeradoras), contacto con agua, adulteración fraudulenta y empleo de reservas caducadas.

El consumo de alimentos contaminados o deteriorados puede producir intoxicaciones o infecciones. Lo mejor para evitar esos
graves efectos en la salud es recurrir a alimentos localmente disponibles, determinando el estado en que se encuentran.
Habrá que conceder prioridad al consumo de los alimentos perecederos no contaminados, particularmente si provienen de
zonas donde ha habido corte de suministro de energía eléctrica. Sin embargo, es preciso proceder a la inspección de todos los
alimentos. El análisis correspondiente suele recibir poca prioridad porque en general resulta difícil en zonas afectadas por
desastres. Sin embargo, existen estuches sencillos de material para dicho análisis, por ejemplo, para determinación contenido
en fosfatos.

El hacinamiento y la falta de instalaciones sanitarias característicos de los asentamientos provisionales entrañan


riesgos para la salud. Debe prestarse asistencia a las personas desplazadas para que regresen a sus hogares (J.
Vizacarra Berenner/OPS).

Antes de reanudar el empleo de las instalaciones de producción y distribución, deberá inspeccionarlas un especialista
competente. Lo mismo cabe decir de las instalaciones de distribución de alimentos en masa.

Para evitar los problemas de salud debidos al deterioro y la contaminación de alimentos, habrá que informar al público sobre
medidas que garanticen la inocuidad de estos. Además, el público habrá de estar al tanto de los alimentos más inocuos y de
los mejores métodos para prepararlos.

Control de vectores
El estancamiento de agua de lluvia o de inundación en recipientes o huecos y la acumulación de desechos crean condiciones
antihigiénicas porque permiten proliferar a insectos y roedores. Hay enfermedades, como la malaria, la fiebre amarilla, el tifus,
la tularemia y las infecciones diarreicas, que se transmiten de esa forma; además, la contaminación de ese origen puede
menoscabar el suministro de alimentos y crear otros problemas.

El objetivo de las actividades de emergencia es combatir las enfermedades de transmisión vectorial, especialmente cuando se
sabe que existen en la zona. Las medidas de saneamiento se deben reforzar con otras, por ejemplo, quimioprofilaxis
antimalárica.
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A raíz de desastres es casi imposible combatir las moscas y los roedores. El único medio eficaz de mitigar los problemas
correspondientes es la adopción de medidas de saneamiento del medio e higiene personal. Los alimentos y el agua se
mantendrán en lugares protegidos contra moscas y roedores, y todos los residuos y desechos sólidos se recogerán y
evacuarán lo antes posible.

Recogida de basura en La Habana, Cuba, durante la epidemia de fiebre dengue de 1981. La evacuación de residuos y
basuras en condiciones higiénicas es esencial para combatir los vectores (Marcelo Montecino/OPS).

En situaciones de emergencia creadas por desastres pueden adoptarse medidas muy diversas de lucha eficaz contra
vectores.2 Todas las operaciones habrán de ser supervisadas por un especialista competente, preferiblemente con experiencia
en el trabajo en zonas afectadas por desastres.

2.Véanse las medidas detalladas contra vectores específicos en Control de vectores con posterioridad a los
desastres naturales, Organización Panamericana de la Salud Publicación Científica No. 419, Washington, D.C.,
1982.

Los habitantes de la zona deben colaborar en la eliminación de los lugares de cría de vectores. Habrá que informar a esas
personas acerca del modo de eliminación y de otras medidas para autoprotegerse contra enfermedades de transmisión
vectorial. Las autoridades adoptarán medidas permanentes (desagüe, terraplenado, vuelco de recipientes, etc.) para suprimir
los lugares de cría. Para tratamiento de acumulaciones grandes de agua deben utilizarse larvicidas obtenibles localmente, ya
que la eliminación de esos cursos de agua requeriría demasiado tiempo, trabajo y recursos.

Los lugares potenciales de cría de mosquitos se identificarán mediante inspección de campamentos y otras zonas muy
pobladas. Esa inspección se orientará hacia las enfermedades específicas transmitidas por mosquitos y no hacia el control de
estos en general. Por ejemplo, en las regiones donde haya malaria habrá que identificar los lugares de cría de las especies
transmisoras de la enfermedad (Anopheles).

Esas medidas reducirán considerablemente la necesidad de rociamiento con insecticidas, aunque la aplicación de estos en el
exterior de las viviendas constituya el medio más eficaz de impedir la proliferación de mosquitos adultos. Si esta operación
resulta necesaria, deberán utilizarse materiales disponibles localmente. No conviene recurrir a suministros y equipo muy
sofisticados porque las ventajas no compensarán el alto costo.

Si en una zona inundada hay que rociar el interior de las viviendas, la operación deberá iniciarse lo antes posible. Las
viviendas inundadas merecen prioridad a ese respecto. Al decidir sobre la conveniencia de esa medida, habrá de tenerse en
cuenta que en los países tropicales la población suele vivir gran parte del tiempo en el exterior. En ese caso, el rociamiento o
la aplicación de insecticidas de acción residual no reducirán mucho el contacto con los vectores.

Por último, debe prevenirse la propagación del tifus. A tal efecto habrán de aplicarse pulverizaciones a las personas que
habiten en campamentos y otros refugios públicos. Para evitar el tifus en asentamientos más permanentes habrá que construir
las oportunas instalaciones de aseo.

Higiene personal
El nivel de higiene personal suele disminuir en situaciones de emergencia, particularmente en lugares de fuerte concentración
demográfica, como son los asentamientos para personas desplazadas. En esos casos, generalmente aumenta la incidencia de
enfermedades relacionadas con la falta de higiene personal.

La provisión de instalaciones de aseo y limpieza estimulará a las personas desplazadas a prestar más atención a la higiene.
Debe evitarse el hacinamiento en dormitorios. Conviene facilitar agua suficiente no solo en los asentamientos sino también en
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los lugares donde haya quedado interrumpido el suministro de agua. Habrá que instruir a toda la población afectada acerca de
buenos hábitos de higiene personal y estimularla a que los adopte como medio de protección contra enfermedades.

Información al público en general


Además de la información específica indicada en secciones precedentes, deberá mantenerse a la población al tanto del
emplazamiento y el tipo de recursos y servicios de saneamiento, los lugares de asentamiento de personas desplazadas y los
nombres y títulos de las autoridades a quienes hay que notificar las situaciones de emergencia. Ello hará que el público
conozca mejor la situación, reducirá el confusionismo y mejorará la eficacia de las actividades urgentes de salud ambiental.

En el Anexo 3 se resuenen las medidas de esa índole aplicables en condiciones de emergencia creadas por desastres
naturales. La guía será de utilidad para las autoridades en la formulación y difusión de la política a seguir.

Periodo de consolidación
En los días siguientes al período de emergencia habrá que consolidar las medidas adoptadas de salud ambiental. Durante la
fase de consolidación se prepararán listas de la ayuda necesaria para enviarlas a los organismos de socorro, se recibirá y
distribuirá la ayuda y se establecerán campamentos.

Envío de listas de la apoda necesaria a los organismos de socorro


Comparando las necesidades pendientes con los resultados de estudios anteriores, se prepararán una o varias listas del
personal técnico, el equipo y los suministros necesarios. Esas listas se destinan a representantes de organismos nacionales e
internacionales, pero se concederá prioridad a la ayuda obtenible de fuentes locales, y no extranjeras.

Ayuda recibida
Toda la ayuda recibida se comprobará con las listas que se habían preparado, con el fin de saber si quedan atendidas
adecuadamente las necesidades. También hay que comprobar la idoneidad del equipo y los suministros, para lo cual quizá
haga falta la colaboración de un experto local, por ejemplo un químico o un ingeniero. Todo el equipo y los suministros se
manipularán adecuadamente para evitar deterioros y pérdidas.

Distribución de la ayuda
Debe establecerse una lista de zonas prioritarias para distribución de ayuda. Esa labor deberá basarse en un juicio adecuado
de las necesidades existentes y en la capacidad de los servicios locales. La mala distribución de la ayuda conduce a la pérdida
de suministros valiosos.

Creación de asentamientos para personas desplazadas


En todos los asentamientos para personas desplazadas deberá haber agua salubre, alimentos e instalaciones básicas de
saneamiento. Deben crearse equipos de personal para educación de las personas desplazadas en materia de higiene. Esos
equipos pueden estar compuestos de voluntarios, pero siempre bajo supervisión de un técnico de saneamiento. Establecerán
reglamentos de higiene y procurarán que los residentes se pongan al tanto de ellos.

Por último, habrá que estimular a las personas desplazadas a que regresen a sus hogares en cuanto puedan hacerlo sin
peligro. De ser preciso, se les facilitarán materiales para construir viviendas provisionales de su propiedad.

Capitulo 4: Fase III: Medidas de rehabilitación


Aunque la rehabilitación consiste en reconstruir los servicios dejándolos al nivel que tenían antes del desastre y, por
consiguiente, supone una actividad a largo plazo posterior al período de emergencia, hay algunas medidas de esta fase que
deben adoptarse durante la situación de emergencia y con posterioridad inmediata a esta. Dichas medidas se deben iniciar lo
antes posible en esa fase, específicamente para restaurar los servicios básicos, hacer volver inmediatamente las actividades
de vigilancia del medio ambiente a su nivel normal y evaluar el plan de operaciones de emergencia una vez aplicado.

Restauración de los servicios básicos


Debe darse consideración primordial a todos los servicios básicos, por ejemplo abastecimiento de agua, alcantarillado,
evacuación de desechos sólidos, electricidad, transportes, comunicaciones y, a veces, combustible. La primera medida con
vistas a la reparación es crear un comité nacional de representantes de todos los organismos de servicios locales y
gubernamentales, en el que figure por lo menos un especialista en salud ambiental. El comité se encargará de planificar, vigilar
y coordinar todas las actividades de reconstrucción. De ser preciso, se constituirá un subcomité de salud y medio ambiente
para supervisar la respuesta a problemas específicos de salud pública.

Los estudios técnicos para evaluar y planificar la restauración de servicios básicos deben estar a cargo de especialistas al
tanto de las condiciones imperantes con anterioridad al desastre en las zonas afectadas. Esos especialistas obtendrán
información sobre el equipo y los suministros que se precisan, y sobre las necesidades generales de reconstrucción. El estudio
permitirá a las autoridades competentes determinar el orden en que se adoptarán las medidas de restauración de servicios a
corto y a largo plazo.

Una vez terminado el período de emergencia habrá que reemplazar el equipo y las piezas total o parcialmente destruidos. La
lista de los artículos correspondientes se establecerá en el curso de los estudios técnicos. Las órdenes de compra se
efectuarán lo antes posible, ya que la entrega suele llevar tiempo.

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El equipo y las piezas solo se pedirán al extranjero cuando sea imposible adquirirlos localmente. Del mismo modo, se
procurará siempre contratar en la localidad los expertos y el personal necesarios para la reparación o reconstrucción de los
servicios de saneamiento. Dado que en situaciones de emergencia suele aumentar considerablemente el costo del personal y
de los recursos materiales, resulta social y económicamente ventajoso emplear a miembros de la población afectada.

Los planes de restauración de servicios básicos estarán concebidos de manera que queden reforzadas las estructuras que
antes existían. Para ello, a veces es preciso mejorar los recursos humanos, materiales y financieros, así como los métodos de
operación anteriores al desastre.

Restauración de las actividades esenciales de vigilancia de la salud ambiental


Estas actividades se iniciarán o reanudarán en cuanto estén en condiciones de operación los servicios correspondientes. El
estudio de los servicios tiene por objeto cerciorarse de que no ha aumentado el riesgo de enfermedades y evaluar el resultado
de las actividades emprendidas durante las fases de emergencia y rehabilitación. La atención debe concentrarse
esencialmente en las actividades de vigilancia; sin embargo, quizá sea preciso establecer programas especiales de
observación de las condiciones de salud ambiental a corto o a largo plazo. Seguidamente figuran, por orden de importancia,
las actividades esenciales.

Calidad del agua


La determinación con regularidad del cloro residual en el agua debe empezar inmediatamente después del desastre. Lo mismo
cabe decir de las concentraciones de Escherichia coli y de nitratos. Una vez restaurada la red municipal de distribución de
agua habrá que iniciar el análisis de cloruros, sulfatos, magnesio y sólidos en suspensión, y la determinación del pH. Si la
concentración de cloruros acusa un fuerte cambio, ello puede ser indicio de contaminación del agua por desechos de origen
humano. Los sulfatos, magnesio y sólidos en suspensión se deben verificar porque a concentraciones altas tienen un efecto
laxante.

Higiene de los alimentos


Es de la máxima importancia vigilar el origen y la calidad del agua utilizada para cocinar, el grado de limpieza de los locales
donde se manipulan y preparan alimentos, las instalaciones de lavado, las condiciones de higiene de los alimentos
almacenados (inclusive refrigeración) y los sistemas de evacuación de excretas. Cuando se dispone de estuches de análisis
para determinación de fosfatasa puede analizarse la leche y determinar si se la ha adulterado con agua.

Un mercado al aire libre en América del Sur. Es importante vigilar el estado de limpieza de las áreas donde se
manipulan y preparan alimentos (J. Vizcarra Brenner/OPS).

Saneamiento del medio


Durante esta fase se reanudará o emprenderá la vigilancia de proyectos de construcción de letrinas, evacuación de desechos
sólidos y saneamiento general en lugares donde es alto el riesgo, por ejemplo asentamientos de personas desplazadas,
hospitales y escuelas.

Evaluación del plan de operaciones de emergencia


Al consolidar las medidas de emergencia y las de la fase siguiente es preciso hacer una evaluación completa de todas las
actividades realizadas. Habrá que determinar los puntos fuertes y las deficiencias de las medidas anteriores al desastre, las
del período de emergencia y las ulteriores. Esa información permitirá mejorar el plan completo de solución de problemas
posteriores al desastre. Además, servirá de base para decisiones sobre rehabilitación, por ejemplo, las relativos al cambio del
diseño y la construcción de estructuráis, y el reemplazo de equipo y suministros.

La evaluación permitirá aclarar lo siguiente:

1. lo que ocurrió durante el desastre

2. lo que no ocurrió y por qué

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3. las personas que se encontraban o no en el lugar

4. lo que debe hacerse para mejorar el plan completo de operaciones de emergencia

5. las leyes o reglamentos necesarios para la modificación y el mejoramiento del plan de operaciones de
emergencia

6. el material que debe mantenerse en reserva para uso en futuras situaciones de emergencia.

El informe de evaluación final se enviará a los organismos competentes gubernamentales y no gubernamentales del país, así
como a las organizaciones internacionales de socorro. La evaluación permitirá coordinar debidamente las actividades
regulares esenciales para mejorar el estado de preparación por si se producen nuevos desastres.

Parte III: Anexos


Anexo 1: Preparación de un plan de operaciones de emergencia de higiene del medio
Etapa 1: Identificación de recursos orgánicos

La primera etapa de la preparación de un plan de operaciones de emergencia en materia de higiene del medio consiste en
hacer un inventario de las organizaciones participantes y asignar miembros de esas organizaciones a cuadros y grupos de
personal. Los profesionales, trabajando en colaboración con un comité consultivo, se deben encargar de la preparación del
plan y del adiestramiento de las personas que participarán en la labor de socorro. Debe establecerse contacto con la defensa
civil, el ejército y otros grupos para conocer los planes locales de urgencia, solicitar apoyo en la planificación para desastres y
establecer canales de enlace. Habrán de especificarse las funciones de los miembros y grupos del personal de
organizaciones, indicando los niveles directivos. Al constituir grupos habrá también que designar suplentes. Debe prepararse
una lista de nombres, direcciones y números de teléfono, tanto de los miembros regulares como de los suplentes.

Etapa 2: Análisis de vulnerabilidad

La determinación de la vulnerabilidad es la segunda parte de la preparación del plan. Para conocer la vulnerabilidad de las
zonas expuestas a desastres es preciso primero identificar y describir los componentes del sistema completo de servicios de
salud ambiental, y luego exponer las características de los desastres naturales posibles (inundaciones, terremotos, huracanes,
etc.). Seguidamente habrá que calcular los efectos de los distintos tipos de desastre en cada componente de servicios. (Por
ejemplo, si el desastre destruye, el 50% de las plantas de tratamiento de agua de una zona determinada, el resultado será que
solo puede abastecerse al 15% de la población afectada.) Una vez hechos esos cálculos habrá que determinar las
necesidades y la capacidad de los servicios para atenderlas. Esa determinación revela el equilibrio entre la capacidad de un
servicio afectado por un desastre y la necesidad mínima probable que tendrá de él la población. Si la capacidad excede de la
necesidad calculada, habrá un margen de seguridad y podrá asignarse al servicio un lugar más bajo en el orden de prioridad.
Por el contrario, si las necesidades exceden de la capacidad calculada del servicio, ello revela la necesidad de mejorarlo. Por
último, hay que identificar los componentes críticos de los servicios.

Etapa 3: Asignación de recursos

La tercera etapa consiste, en determinar las prioridades y establecer el programa óptimo de utilización de recursos. Hay que
especificar los niveles básicos de salud ambiental. Seguidamente se pueden establecer las necesidades y su orden de
prioridad, asignando servicios en las condiciones presuntas ulteriores al desastre, preparando pautas sobre márgenes de
tolerancia para los servicios, ordenando las necesidades previstas para atenderlas debidamente y escogiendo procedimientos
para mitigar las condiciones ocasionadas por los desastres.

Etapa 4: Protección del personal

La cuarta etapa se refiere a las disposiciones de protección del personal. Debe establecerse un plan de ejercicios para que el
personal esté al tanto de los procedimientos en situaciones de emergencia. Otro programa adecuado se referirá al alojamiento
del personal imprescindible.

Etapa 5: Inventario de suministros y equipo

En esta etapa se determinarán el equipo, los suministros y otros materiales necesarios durante la fase de emergencia. Es
preciso hacer un inventario de lo que será preciso para la recuperación, programar la distribución del modo conveniente y
establecer las medidas oportunas de seguridad. Para facilitar la recuperación se prepararán copias múltiples de lo siguiente:

1. mapas y planos técnicos


2. listas de personal permanente y auxiliar
3. listas de suministros de emergencia, con descripción de su disponibilidad y modo de empleo
4. listas de artículos en reserva
5. descripción de métodos y procedimientos de emergencia.

Las copias se facilitarán al personal de todos los niveles de servicio de higiene del medio. Se harán los oportunos planes para
actualizar las listas y para mantener a las partes interesadas al tanto del emplazamiento de los correspondientes artículos.

Etapa 6: Acuerdos de coordinación

En la sexta etapa se concertarán acuerdos de ayuda mutua y se harán otros arreglos de cooperación. El acuerdo con los
organismos de defensa civil y otros afines se referirá al intercambio de personal, equipo y suministros entre los diversos
grupos cooperadores. Además, especificará la coordinación de las actividades de reconocimiento y evaluación, inventario,

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normalización, adiestramiento, etc. Se determinarán y distribuirán las funciones y se indicarán las limitaciones que la ley
impone a la cooperación.

Etapa 7: Especificación de las medidas de emergencia

Una vez establecidos los acuerdos de ayuda mutua, la siguiente etapa consiste en determinar las medidas que se adoptarán
durante la fase de emergencia. Cuanto más largo sea el período de alarma mayor será el número de medidas preparatorias
que pueden adoptarse. Entre las medidas preparatorias pueden citarse las siguientes:

1. alerta al personal y distribución de este


2. adiestramiento intensivo
3. información al público
4. fortalecimiento de la protección del personal
5. fortalecimiento de la protección de estructuras y equipo
6. disponibilidad de planes y métodos de emergencia.

En el período de alarma, atención debe concentrarse en el personal, las instalaciones, el equipo, el enlace con la comunidad y
la información pública. En el período de impacto ha de darse preponderancia a la información pública y, en la medida en que lo
permitan las condiciones imperantes, las operaciones necesarias.

Etapa 8: Especificación de medidas de recuperación

En esta etapa se planificará la recuperación con posterioridad al desastre. En primer lugar es preciso asumir el mando, y luego
adoptar las siguientes medidas:

1. activación de la organización para desastres


2. movilización del personal ordinario y auxiliar de socorro
3. aplicación de los métodos de protección del personal

Seguidamente se establecerá el plan de mantenimiento o iniciación del enlace con los miembros de servicios de socorro y
entidades de ayuda mutua. Deben indicarse los procedimientos a seguir cronológicamente en los siguientes aspectos:

1. reconocimiento
2. evaluación de daños
3. determinación de prioridades
4. limpieza y descontaminación
5. inicio de los servicios de salvamento

De esas medidas, tres por lo menos se refieren a conservación del agua y los alimentos, aislamiento y reparación de
instalaciones deterioradas, vigilancia de factores de salud ambiental (por ejemplo, abastecimiento de agua) e información al
público.

Etapa 9: Mejora de la capacidad

En la última fase se mejorará la capacidad de los servicios, en caso de que se hayan observado deficiencias.. Para ello habrá
que reponer las reservas de materiales y suministros, habilitar fuentes auxiliares de energía y facilitar combustible, adquirir
equipo suplementario para reparación y conseguir y adiestrar personal (voluntarios, personas jubiladas, etc.). Una vez hecho
eso, habrá que mejorar y actualizar el plan de emergencia. Por último, deberán identificarse donadores privados que puedan
reforzar la capacidad local con ocasión de situaciones de emergencia y establecer una lista de consultores locales disponibles.
Todas esas medidas se renovarán por lo menos una vez al año.

Anexo 2: Pautas para el uso de tabletas, polvo y líquidos desinfectantes en situaciones de


emergencia
Adaptación del “Memorándum interoficinas de la Organización Panamericana de la Salud: Pautas provisionales
para el uso de tabletas de desinfección del agua con posterioridad a desastres naturales”, Washington, D.C.
1979.

Solo deben facilitarse tabletas, polvo o líquidos desinfectantes a usuarios individuales cuando la distribución pueda ir
acampanada de lo siguiente:

1. una activa campana de educación sobre el modo de empleo de esos desinfectantes

2. distribución de recipientes para agua

3. ayuda de personal de salud pública o auxiliares en la labor de vigilancia necesaria para asegurar la
continuidad de uso de las tabletas

4. una red de distribución de los suministros adicionales que se necesiten durante toda la fase de emergencia y
hasta comenzada la de rehabilitación

En general esos productos se utilizarán durante situaciones de emergencia para desinfectar, con carácter individual, pequeñas
cantidades de agua destinada a consumo en poblaciones no muy numerosas y controladas. La campaña durará solo de una a
dos semanas, ya que habrá de hacerse lo posible por reparar las instalaciones de cloración y proteger las fuentes de agua.

Antes de proceder a la desinfección durante períodos de emergencia es preciso tener muy en cuenta el estado inicial del agua;
deben reducirse en lo posible la turbidez y el color, dejándola reposar o haciéndola pasar por varias capas de tela. Una vez
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desinfectada, el agua se guardará en recipientes limpios, cubiertos y no corrosibles. Antes de facilitar desinfectantes a
usuarios individuales en situaciones de emergencia, el personal de salud pública habrá de cerciorarse de que el agua
disponible no ha sido ya sometida a cloración. En otras palabras, habrá que determinar el cloro residual del agua antes de
distribuir desinfectantes a la población.

Las sustancias normalmente utilizables para desinfectar pequeñas cantidades de agua en situaciones de emergencia son el
cloro, el yodo y el permanganato potásico. Seguidamente se dan detalles sobre cada una de ellas.

Compuestos de cloro

Tabletas

Las tabletas de Halazona son el compuesto de cloro más conocido. Las instrucciones sobre modo de empleo suelen figurar en
el recipiente. En cualquier caso, la dosis es una tableta (4 mg) por litro de agua. Si esta presenta turbidez o tiene un color
fuerte, habrá que elevar al doble la dosis. Una vez depositada la tableta hay que remover el agua y dejarla luego reposar
durante diez minutos antes del uso.

Las tabletas de Halazona pierden potencia rápidamente después de abierto el cierre hermético del frasco. En consecuencia,
se las debe emplear lo antes posible, teniendo siempre la precaución de cerrar bien el envase cada vez.

Existen tabletas de mayor potencia y tamaño (160 mg), que permiten desinfectar 40 litros de agua limpia ó 20 de agua turbia o
fuertemente coloreada. Huelga decir que las tabletas de halazona de 160 mg no se deben utilizar para las mismas cantidades
de agua que las de 4 mg. El personal de distribución debe tenerlo muy en cuenta e instruir a los usuarios.

Hipoclorito cálcico granulando

Este compuesto en gránulos, denominado HTH o Perchloron, contiene de un 60 a un 70% de c loro. Es muy estable cuando
se guarda en recipientes bien cerrados, que habrán de estar en un lugar obscuro, seco y fresco. A los 40 días de abierto el
recipiente, los gránulos pierden el 5% del cloro que contenían inicialmente.

Durante el uso debe evitarse que los gránulos entren en contacto con petróleo u otros combustibles orgánicos, ya que en ese
caso resultarían inflamables. La dosis de empleo es una cucharilla con copete de HTH (unos 7g) disuelta en 8 litros de agua,
con lo que se obtiene una solución concentrada de 500 mg/litro. Esa solución se incorporará a razón de una parte por cada
100 partes de agua que haya que desinfectar. Una vez hecha la mezcla, se la deja reposar durante 30 minutos. Si el sabor a
cloro es demasiado fuerte, se la puede airear dejándola en reposo unas horas más o trasvasándola varias veces de un
recipiente limpio a otro. La solución concentrada se debe utilizar en las dos semanas siguientes a su preparación.

Hipoclorito sádico (lejía)

La lejía doméstica es utilizable para desinfección de agua en situaciones de emergencia. Para ello es preciso determinar
previamente el contenido en cloro (en general, 3-10%). El producto se añadirá al agua en las siguientes proporciones:

Contenido en cloro Gotas, por litro de agua limpia Gotas, por litro de agua turbia o coloreada

1% 10 20

4-6% 2 4

7-10% 1 2

Si se desconoce el contenido en cloro de la lejía deberán utilizarse 10 gotas por litro de agua. Una vez hecha la mezcla se la
deja reposar durante 30 minutos. El agua debe adquirir un ligero olor a cloro; de no ser así, se reforzará la dosis dejando
reposar la mezcla 15 minutos.

Yodo

Tabletas

Las formas farmacéuticas más convenientes y seguras de yodo en tabletas son las que contienen alrededor de 20 mg de
hidroperiyouduro de tetraglicina, 90 mg de pirofosfato disódico dihidrogenado y 5 mg de talco. Esas tabletas tardan en
disolverse menos de un minuto a 20°C aproximadamente, liberando 8 mg de yodo elemental por tableta. Esa cantidad basta
para tratar un litro de casi cualquier tipo de agua natural en 10 minutos.

Soluciones

La tintura de yodo corriente al 2% que se guarda en los armarios domésticos de medicinas y figura en los estuches de
primeros auxilios es utilizable para desinfectar agua, a razón de cinco gotas por litro. Si el agua está turbia, habrá que añadirle
10 gotas. Una vez hecha la mezcla, se la deja reposar durante 30 minutos por lo menos.

Permanganato potásico (KMnO4)

El permanganato potásico se utiliza raramente porque requiere un largo tiempo de contacto. En general se reserva para
desinfectar grandes cantidades de agua en pozos, manantiales o depósitos. El permanganato es de eficacia dudosa contra
microorganismos patógenos, con la posible excepción de Vibrio cholerae.

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El modo de empleo consiste en disolver 40 mg de KMnO4 en un litro de agua tibia. Esa solución servirá para desinfectar
alrededor de 1 m3 de agua tras 24 horas de contacto.

Anexo 3: Guía técnica de medidas de salud ambiental recomendables con ocasión de desastres
naturales
Este anexo contiene un resumen de medidas recomendables que deben adoptarse durantes las operaciones de evacuación y
socorro.

Evacuación

Durante las operaciones de evacuación, el agua de origen sospechoso se debe hervir durante un minuto antes del uso o
desinfectar con cloro, yodo o permanganato potásico en tabletas, cristalizados, en polvo o en forma líquida. Para distribución
deben calcularse las siguientes cantidades de agua:

3 litros/persona/día en lugares de clima frío y templado;


6 litros/persona/día en lugares de clima cálido.

Deben utilizarse alimentos no perecederos y que no requieran cocción.

Las aguas residuales se descargarán en una zanja poco profunda de las siguientes dimensiones:

10 cm de profundidad x 45 cm de ancho x 3 m de largo/1.000 personas.

Operaciones de socorro: Campamentos

Durante las operaciones de socorro, los campamentos deben instalarse en puntos donde la inclinación del terreno y la
naturaleza del suelo faciliten el desagüe. Además, deben estar protegidos contra condiciones atmosféricas adversas y
alejados de lugares de cría de mosquitos, vertederos de basuras y zonas comercial es e industriales. El trazado del
campamento debe ajustarse a las siguientes especificaciones:

1. 3-4 ha/1.000 personas


2. carreteras de 10 m del ancho
3. distancia entre el borde de las carreteras y las primeras tiendas, 2 m como mínimo
4. distancia entre tiendas, 8 m como mínimo
5. 3 m2 de superficie por tienda, como mínimo.

Para el sistema de distribución de agua deben seguirse las siguientes normas:

1. capacidad mínima de los depósitos, 200 litros


2. 15 litros/día per cápita, como mínimo
3. distancia máxima entre los depósitos y la tienda más alejada, 100 m.

Los dispositivos para evacuación de desechos sólidos en los campamentos deben ser impermeables e inaccesibles para
insectos y roedores; los recipientes habrán de tener una tapa de plástico o metal que cierre bien. La eliminación de las basuras
se hará por incineración o terraplenado. La capacidad de los recipientes será:

1 litro/4-8 tiendas; o
50-100 litros/25-50 personas.

Para evacuación de excretas se construirán letrinas de pozo de pequeño diámetro o letrinas de trinchera profunda, con arreglo
a las siguientes especificaciones:

30-50 m de separación de las tiendas;


1 asiento/10 personas.

Para eliminar las aguas residuales se construirán zanjas de infiltración modificadas, sustituyendo las capas de tierra y grava
por capas de paja, hierba o ramas pequeñas. Si se utiliza paja, habrá que cambiarla cada día y quemar la utilizada.

Para lavado personal se dispondrán piletas en línea con las siguientes especificaciones:

3 m de largo;
accesibles por los dos lados;
2/100 personas.

Operaciones de socorro: Locales

Los locales utilizados para alojar víctimas durante la fase de socorro deben tener las siguientes características:

superficie mínima, 3,5 m2/persona;


espacio mínimo, 10 m2/persona;
capacidad mínima para circulación del aire, 30 m3/persona/hora.

Los lugares de aseo serán distintos para cada sexo. Se proveerán las instalaciones siguientes:

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1 pileta/10 personas; o
1 fila de piletas de 4-5 m/100 personas, y 1 ducha/50 personas en climas templados, o
1 ducha/30 personas en climas cálidos.

Las letrinas de los locales de alojamiento de personas desplazadas se distribuirán del siguiente modo:

1 asiento/25 mujeres; y
1 asiento más 1 urinario/35 hombres;
distancia máxima del local, 50 m.

Los recipientes para basura serán de plástico o metal y tendrán tapa que cierre bien. Su número se calculará del modo
siguiente:

1 recipiente de 50-100 litros/25-50 personas.

Operaciones de socorro: Abastecimiento de agua

El consumo diario se calculará del modo siguiente:

40-60 litros/persona en los hospitales de campaña;


20-30 litros/persona en los comedores colectivos;
15-20 litros/persona en los refugios provisionales y campamentos;
35 litros/persona en las instalaciones de lavado.

Las normas para desinfección del agua son:

para cloración residual, 0,7-1,0 mg/litro;


para desinfección de tuberías, 50 mg/litro con 24 horas de contacto, ó 100 mg/litro con una hora de contacto;
para desinfección de pozos y manantiales, 50-100 mg/litro con 12 horas de contacto.

Para eliminar concentraciones excesivas de cloro en el agua desinfectada se utilizarán 0,88 g de tiosulfato sódico/1000 mg de
cloro.

Con el fin de proteger el agua, la distancia entre la fuente y el foco de contaminación será como mínimo de 30 m. Para
protección de los pozos de agua se recomienda lo siguiente:

revestimiento exterior impermeable que sobresalga 30 cm de la superficie del suelo y llegue a 3 m de


profundidad;
construcción en torno al pozo de una plataforma de cemento de 1 m de radio;
construcción de una cerca de 50 m de radio.

Operaciones de socorro: Letrinas

Las trincheras superficiales tendrán las siguientes dimensiones:

90-150 cm de profundidad x 30 cm de ancho (o lo más estrechas posible) x 33,5 m/100 personas.

Trincheras profundas:

1,8-2,4 m de profundidad x 75-90 cm de ancho x 3-3,5 m/100 personas.

Los pozos de pequeño diámetro tendrán:

56 m de profundidad;
40 cm de diámetro;
1/20 personas.

Operaciones de socorro: Evacuación de basuras

Las zanjas utilizadas para evacuación de basuras tendrán:

2 m de profundidad x 1,5 m de ancho x 1 m de largo/200 personas.

Una vez llenas, se las cegará con una capa de tierra apisonada de 40 cm de grosor. Las zanjas de esas dimensiones se
llenarán en una semana. Los residuos tardarán en descomponerse de cuatro a seis meses.

Operaciones de socorro: Higiene de los alimentos

Los cubiertos se desinfectarán con:

agua hirviendo durante 5 minutos o inmersión en solución de cloro de 100 mg/litro durante 30 segundos;
compuestos cuaternarios de amoníaco, 200 mg/litro durante 2 minutos.

Operaciones de socorro: Reservas

Deben mantenerse en reserva para operaciones de emergencia los siguientes suministros y equipo:

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1. estuches de saneamiento Millipore
2. estuches para determinación del cloro residual o el pH
3. estuches para análisis de campana Hach DR/EL
4. linternas de mano y pilas de repuesto
5. manómetros para determinar la presión del agua (positiva y negativa)
6. estuches para determinación rápida de fosfatos
7. cloradores o alimentadores de hipoclorito móviles
8. unidades móviles de purificación del agua con capacidad de 200 - 250 litros/minuto
9. coches cisterna para agua, de 7 m3 de capacidad
10. depósitos portátiles fáciles de montar.

Anexo 4: Bibliografía
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