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¡VENGO A PLANTEARME LA VOCACIÓN!

¡Aquí estoy! Vengo a saber qué quiere Dios de mí. Quiero descubrir mi
vocación. Luego ya veré que le contesto a Dios, pero primero quiero saber
lo que Él quiere de mí. Me han dicho que se lo pregunte a Dios en la
oración, pero eso es más fácil decirlo que hacerlo.
Tengo muchas preguntas y muy pocas respuestas. Por ejemplo, ¿cómo
llama Dios?, ¿cómo se ve, cómo se sabe?, ¿buscaré a Dios, en el fondo,
cuando le pregunte que quiere de mí, o me buscaré a mí mismo? ¿Puedo
estar completamente seguro de que es Dios, y no mis amigos o mis propias
ilusiones o temores, quien me está llamando? ¿La vocación es o no real,
es fruto de que te estén hablando todo el día de este tema o es
verdaderamente algo de Dios? ¿Por qué no habla Dios directamente o a
través de un ángel? ¿Merece la pena entregarse? ¿Tiene algún sentido
hacerlo a día de hoy? En fin, ya se ve que este tema fácil, fácil no es.
Mira lo que le escribe una chica rumana a una joven religiosa: “Soy una
joven de 17 años de Rumania y he descubierto con alegría tu blog. Cuando
era pequeña pensaba en llegar a ser religiosa y este deseo creció conmigo.
Lamentablemente la adolescencia me hizo buscar la felicidad en otros
lugares, limitando mi relación con Dios. […] Para evitar la angustia de los
sacramentos, abandoné un poco la práctica religiosa, salvo en Navidad y
Pascua. Puedes preguntarte cómo entonces sigo pensando en hacerme
religiosa. La verdad es que siento siempre este deseo de amar a Dios, de
ser suya, que no me deja. He buscado la felicidad en los otros y no la
encontré. Trataré de buscarla en Dios, y creo que la encontraré, pero tengo
miedo de caminar sola, a perder el camino, por eso retraso mi conversión.
Un director espiritual podría serme de ayuda, pero voy retrasando pedir
esta ayuda. Me avergüenzo de mis pecados, de mis sentimientos y no sé si
tendré el coraje de confiarme a alguien. Quisiera compartir mi dolor
pidiéndote que reces por mí y espero recibir algún consejo”.
Este testimonio bien puede ayudarte a entender que la vocación es una
cosa divina, es una llamada de Dios a un alma, es saber lo que quiere Dios
de ti. Por eso, plantearse la vocación es una de las tareas más cruciales que
puedes hacer en tu vida. Y, dicho con todo el cariño del mundo, mejor no
jugar con las cosas divinas. Si te ves con ganas, con deseos sinceros de
ponerte delante de Dios, de ser generoso y sintiéndote muy libre, entonces
habla con Dios de este asunto, pero si pretendes saber lo que quiere Dios
de ti, haciendo la comedia de rezar un poco por encima, de entrar a este
tema de puntillas, de estar huidizo con las personas que pueden ayudarte,
entonces es mejor –mucho mejor– que no le hagas perder el tiempo a Dios
ni te lo hagas perder a ti mismo. Querer plantearse la vocación es estar
dispuesto a sufrir un poco –porque se sufre al ver que el alma se resiste a
escuchar a Dios–, pero también a disfrutar con las maravillas que Dios
hace contigo, a pelearse con uno mismo, a rezar mucho y de verdad, a
luchar por volver una y otra vez la cara a Dios, a no engañarse con
planteamientos humanos, a ser muy honrado con tu propia conciencia, a
dejarse ayudar un día y otro por aquellos que Dios ha puesto a tu lado.
Y todo eso, sabiéndote muy libre. Sin libertad no puede haber vocación.
Por mucho que Dios te llame, Él necesitará tu respuesta libre… Y eso
nadie podrá hacerlo por ti. Así que, por favor, disfruta de este momento de
tu vida. Seguro que hay mucha gente rezando por ti en estos instantes. De
eso puedes estar totalmente seguro. ¡Ningún cristiano camina solo en esta
aventura del trato con Dios!
En todo caso, tienes dos aliados increíbles que no puedes desaprovechar:
la ayuda de tu Madre la Virgen y el auxilio que a diario te ofrece tu ángel
custodio. Encomiéndate a ellos y verás que, sea lo que sea lo que Dios
quiera de ti, al final de este trayecto serás la persona más feliz del mundo.

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