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FRANDRES CARDOZA HERNANDEZ

S.R.MATER
1 Ejercicio (10)
No es frecuente encontrarnos en las páginas evangélicas a Jesús enojado, pero no
olvidemos que la ira es la expresión humana ante las injusticias, una ira que
podemos encauzar y orientar hacia el bien. Jesucristo no «perdió los papeles» ante
los mercaderes del templo de Jerusalén, pero quiso mostrar su disgusto por la
terrible injusticia de haber convertido la casa de oración en un mercado en el que
casi todo el mundo buscaba su propio interés. Es significativo que en este mismo
pasaje el Señor compara el templo con su propio cuerpo, porque realmente la
humanidad de Cristo es el espacio en el que mora su divinidad. También el cuerpo
del cristiano es templo de Dios, pues desde el día de nuestro bautismo el Señor
decidió morar en nosotros, para ser nuestro compañero de camino en el viaje de la
vida. Esta realidad se nos olvida con frecuencia y podemos caer en el mismo error
que Jesús condenó: comerciar con nuestra dimensión corporal, faltando al respeto
a nuestro propio cuerpo o al cuerpo de los demás. Son tiempos en el que el culto a
la corporalidad se ha convertido para muchos en obsesión y negocio, de modo que
muchas personas viven tan solo para cuidar su salud corporal mientras que otras
muchas la destruyen con las drogas, el alcohol y otras adicciones. Frente a este
mercado de la corporalidad es urgente recuperar la «teología del cuerpo» que tan
bellamente explicó Juan Pablo II y en la que se nos invita a considerar la armonía
original con la que Dios creó al ser humano, alma y cuerpo, a imagen de Dios. Es
necesario vivir el equilibrio entre la dimensión corporal y la espiritual, sin
exagerar una ni otra, pues Dios nos quiso así y no es bueno para el hombre
descuidar o corromper su propia identidad, malogrando el plan que el Creador
quiso para sus criaturas. La “teología” del cuerpo JESÚS HIGUERAS
• Qué elementos de la cultura contemporánea dificultan o favorecen una
educación integral de la corporeidad humana?
Lo primero que hay que resaltar en modo general es que la libertad de
expresión suscitada con ímpetu el siglo pasado y que revolucionó todo el pensamiento
trajo consigo la exaltación del pasarlo bien, el disfrute placentero como forma de vida
que, aparentemente, otorga la felicidad. Negativamente, dicho hedonismo en todos sus
aspectos remarca al placer como un fin, viendo que solamente es una parte de la persona
humana. Sin embargo, es de notar también que el tabú y la crianza rígida desplazadas
por esta revolución ocasionó una renovación en la educación señalando ese equilibrio
entre lo corporal y espiritual como respuesta a la tensión extrema del vivir por lo que se
siente.
2 Ejercicio (10)
Relaciones prematrimoniales
En el proceso evolutivo, el quemar etapas no es conveniente. Hay que hacer las
cosas en su momento adecuado. Las relaciones íntimas no deben ser un mero
juego, porque exigen un compromiso mutuo, en el que cada persona entrega
mucho de sí.
En muchísimos noviazgos el tema de las relaciones sexuales prematrimoniales, es
un problema candente. Las condiciones sociales, culturales y sobre todo
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ambientales, resultan hoy poco propicias para la castidad prematrimonial. La
mayor parte de los jóvenes no han recibido una formación religiosa y moral
adecuada y su educación sexual se ha reducido a una mera instrucción sobre cómo
prevenir embarazos y enfermedades. El matrimonio se retrasa cada vez más por
múltiples razones (estudios, trabajo, vivienda etc.), por lo que se prolonga el
noviazgo en una sociedad en la que domina una actitud hedonista y permisiva que
incita al placer y al encuentro sexual.
Muchas parejas opinan actualmente que, puesto que el acto sexual es expresión de
amor, y ellas se aman, no hay ningún inconveniente en tener ya desde ahora todo
tipo de relaciones sexuales, e incluso vivir juntos, considerando esta convivencia
como una preparación para la vida matrimonial, tanto más cuanto que consideran
que la libre expresión de su sexualidad, les ayuda a liberarse de las constricciones
ocasionadas por las convenciones sociales, culturales y religiosas. De hecho, en la
gran mayoría de los noviazgos se tienen relaciones sexuales plenas y éstas son
aceptadas y alentadas por el ambiente social en que viven. Además, creen que ello
les lleva a un mayor y mejor conocimiento mutuo. La cohabitación prematrimonial
está hoy considerada por muchos como una forma normal de noviazgo. Esta
actitud depende no sólo de la pérdida del sentido de la fe cristiana y la
incomprensión de la realidad sacramental del matrimonio por la ignorancia y
ausencia de todo lo que tenga que ver con lo religioso, sino también de una
convicción muy difundida de que el individuo no debe sacrificar sus apetitos en
aras del orden social constituido, así como de una generalizada actitud de no
inmiscuirse en los asuntos de los demás, condicionamientos sociales que
indiscutiblemente influyen en las valoraciones morales de las jóvenes parejas, con
la consecuencia de un importante aumento estadístico de cohabitantes y de
“parejas de hecho” que acaban por no casarse nunca. ¿Qué pensar de todo ello?
Ante todo se ha de mantener la unión entre sexo y amor. La unión íntima entre un
hombre y una mujer es casta y buena cuando forma parte de una comunión total
de vida y amor que la hace conveniente y la justifica. El cristiano sabe que su
cuerpo es para el Señor y miembro de Cristo (1 Cor 6,13-20). El acto sexual es
para él expresión de amor y de generosidad, algo en consecuencia radicalmente
opuesto al egoísmo.
En el proceso evolutivo, el quemar etapas no es conveniente. Hay que hacer las
cosas en su momento adecuado. Las relaciones íntimas no deben ser un mero
juego, porque exigen un compromiso mutuo, en el que cada persona entrega
mucho de sí. Vale la pena esperar y prepararse en positivo, no por minusvalorar la
relación, sino para poder vivir mejor un amor perdurable. La relación sexual
completa debe expresar la presencia de un amor pleno, maduro, total y definitivo,
y si no es así, no es correcta éticamente, pues un acto que es la máxima expresión
posible de amor, no debe realizarse entre dos personas que aunque estén unidas
actualmente, todavía no han dado el paso de la entrega exclusiva. Para que un acto
sexual sea bueno, debe suponer una relación privilegiada, una donación sin
reservas y una disciplina que excluya el capricho y la arbitrariedad.
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La entrega plena en la comunión personal no puede ser expresión de una simple
amistad o de una cercanía afectiva más o menos profunda, sino que requiere una
densidad amorosa que sólo se da en el encuentro conyugal. Supone también para
que se realice a plena satisfacción de ambos que se haga en condiciones de paz y
sosiego. Este acto llega a su forma más perfecta cuando se establece entre el
hombre y la mujer una relación a la vez corporal y espiritual que quiere ser
también duradera y exclusiva. En el noviazgo el acto físico se realiza en el presente,
mientras que la donación personal se llevará a cabo en el futuro: “me casaré
contigo”. La entrega prematrimonial no es plena, sólo parcial, quedándose
fácilmente en simple satisfacción propia, por lo que no es raro que la amistad en la
pareja no sólo no salga fortalecida, sino que quede dañada. De hecho, privarse del
acto sexual en el presente como medio de prepararse mejor para el futuro, no
supone frustración puesto que se trata de una decisión meditada y personal que
refuerza la autoestima, que por el contrario se ve debilitada cuando se pierde la
virginidad, cosa especialmente importante en la mujer, porque en ella deja un
rastro físico, e incluso los varones con historia sexual, prefieren mujeres vírgenes,
aunque ellos no lo sean, si bien hay que recordarles que no se debe exigir al otro, lo
que no estoy en condiciones de dar. Además, el no tener relaciones sexuales, ayuda
al autocontrol, que sigue siendo necesario en el matrimonio, pero que es muy difícil
de realizar, si antes no se ha practicado. El amor conlleva responsabilidades
sociales y no es verdadero si no acepta los vínculos sociales correlativos, que se
expresan en el matrimonio.
El placer sexual, por supuesto, no es malo, puesto que ha sido creado por Dios y es
absolutamente lícito en el matrimonio, pero no lo es todo ni siquiera en el
matrimonio. Cuando es placer egoísta impide la confianza recíproca y obstaculiza
la comunión íntima de las personas, además de destruir la estima propia y del otro,
llegando así a la infelicidad.
En sintonía con la constante tradición cristiana, la Iglesia católica enseña que el
sitio de las relaciones sexuales y de la plena comunión sexual es el matrimonio,
pues “debe mantenerse en el cuadro del matrimonio todo acto genital humano”
(Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe “Persona Humana” nº
7). Esta orientación moral parte del supuesto de que la relación entre los sexos sólo
puede dar buen resultado cuando es veraz, cuando el lenguaje corporal es
realmente expresión de una donación personal sin reservas. “En consecuencia la
sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los
actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que
afecta el núcleo íntimo de la persona en cuanto tal” (Exhortación de Juan Pablo II
“Familiaris Consortio” nº 11).
P. Pedro Trevijano, sacerdote
* Qué elementos especifico, de este artículo, pueden ser validos para una pastoral
de pareja y noviazgo. Cita cinco ideas.
1. Lo fundamental en una relación de noviazgo es definir que ello está en función del
matrimonio, es decir, el noviazgo es la preparación para vivir a plenitud el matrimonio.
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En dicho aspecto precisar que las relaciones sexuales son expresión de amor única y
exclusivamente en el matrimonio, puesto que se acentúa la entrega libre y sin reserva.
2. Evidentemente que en la relación de pareja surge la tensión sexual de modo latente, y
es allí donde el acompañamiento y la concientización a esperar se vuelca elemental ya
que se cae en la tergiversación de que se debe experimentar antes porque sino se
frustrará y no funcionará o más aún, la continencia es sinónimo de egoísmo. La espera
paciente supone un signo de madurez, de responsabilidad individual y con la otra
persona, es la apertura a la vivencia libre del amor.
3. Puntualizar que el placer no es malo porque ha sido creado por Dios. Es una
dimensión de la persona, mas no es imprescindible incluso en el matrimonio, puesto que
su finalidad no radica en la realización plena sino simplemente en la expresión del amor
donante que se vive en la relación esponsal.
4. Sin duda alguna, hacer hincapié en que la vivencia de dicho placer como un fin
conlleva a vivir egoístamente, rompe la comunión y es consecuencia directa de la
desconfianza y la infidelidad.
5. Por lo cual, ha de orientárseles teniendo muy en cuenta que cada etapa de la relación
tiene sus hechos concretos que permiten el fortalecimiento y la vivencia sana y
equilibrada en función de la donación exclusiva del hombre y de la mujer.

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