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Tres posts atrás un comentario sobre curaduría derivó en una discusión que
abordó por un lado la noción de poder/autoridad curatorial, y por otro su
peligrosa proximidad con lo espectacular, y lo que intentaba señalar como
una actual devaluación de la propia imagen (y de su capacidad de
significar) en relación directa a su vergitinosa proliferación.
Pues, a que una imagen nunca es “el mundo”, sino apenas una “imagen del
mundo”. Suena tautológico, por supuesto, es un lugar común; pero existe
la necesidad de remarcarlo, hoy, cuando se ha olvidado, en cierto modo,
que una imagen no es más que una aproximación muy condicionada a la
realidad, nada más que una elección, o una forma de ver, entre muchas
otras formas de ver. Toda imagen, por definición, será siempre una
mentira y un simulacro; toda imagen se comunicará con otras imágenes,
tan o más mentirosas que ella. Ahora bien, si construimos nuestra
representación del mundo, a partir de una cierta “imagen del mundo”,
entonces tenemos ante nosotros un asunto complejo. Últimamente me ha
interesado la imagen documental —más aún, el próximo año, en Francia,
publicaré un libro al respecto—; y lo que me ha llamado la atención es una
suerte prestigio de que goza la imagen documental con relación a su
supuesta capacidad infalible para mostrar la verdad tal cual es.
Claramente, un prestigio de esta índole carece de sostén alguno. Por el
simple hecho de ser una imagen, lo documental constituirá siempre una
ficcionalización, una teatralización y una puesta en escena.
Otro ejemplo, éste, más cercano a ustedes. Hace un par de días —estuve
por allí, dictando una charla—, un profesor de la Universidad Católica me
regaló un libro bastante grueso; no lo tengo conmigo, lástima, se los
hubiera mostrado; ese libro compila la producción de los talleres de
fotografía de la Universidad Católica, en algo así como una década de
trabajo. Pues bien, discúlpenme, no quiero ser agresivo ni maleducado,
pero ese libro me pareció espantoso. Los alumnos, los participantes de
esos talleres, habían recibido la tarea de fotografiar “a la gente del Perú”,
habían viajado a los Andes. Yo no vi más que fotografía argéntea, en
blanco y negro. ¿Y por qué no en color?, me pregunté, de inmediato…
Todos los alumnos habían utilizado filtros, en el momento de las tomas, y
todas las imágenes habían sido retocadas, siempre, en el positivado, con la
finalidad “estética” de ennegrecer el cielo y de resaltar las nubes; y, como
por obra y gracia de la casualidad, la gente se mostraba en grupo —y, por
lo tanto, la idea de comunidad quedaba exaltada—; y la gente del Ande
siempre eran mostrados muy pulcramente, muy limpios (sic). En resumen,
un cliché del pueblo unido, comunitario en su miseria. En ese libro de la
Universidad Católica, yo solo vi la realidad andina manipulada en nombre
de convicciones socialistas o guevaristas.
John Baldessari
Algunos fotógrafos, sin embargo, aún deben de impactarlo; algunas imágenes
aún deben de producirle reacciones personales y complejas.
¿Cómo la va a perder? ¡Nunca tuvo! Más aún: haber creído que tenía algo
así como “un alma”, ese fue el problema. Hubiera sido preferible
promover la idea, desarrollar la consciencia, de que no era más que un
utensilio. De la misma manera en que, para clavar un clavo, se utilizaba un
martillo, de la misma manera, si se quería conservar una imagen, se
utilizaba una cámara. Punto. Y si el clavo estaba bien clavado, se decía
que el obrero había sido hábil. Algo parecido se hubiera debido afirmar,
siempre, de quien, valiéndose de una cámara, capturaba con precisión un
instante. La fotografía nunca debió ser vista como algo místico o
encarnado. ¿A quien se le ha ocurrido alguna vez que un martillo tiene un
alma? El alma, en todo caso, es la persona que martilla, el individuo o la
subjetividad que toma una foto.
A pesar de las objeciones que acaba de expresar, usted admite que la fotografía
sigue desempeñando un papel significativo en la cultura del presente.
Oliverio Toscani
[i] Paul Ardenne. Extrême, esthétiques de la limite dépassée. Flammarion, 2006. 466 pp. (No
hay traducción al español).