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TEXTOS

PEBAU

FILOSOFÍA

PLATÓN 2-8

STO. TOMÁS DE AQUINO 10-14

RENÉ DESCARTES 16-40

IMMANUEL KANT 42-53

2022
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1 PLATÓN
2 República, Libro VII, 514a1-517c1
3 (Trad. C. Eggers Lan)
4 Madrid: Gredos, 1992
5 Libro VII

6 (514a) -Después de eso proseguí. Compara nuestra naturaleza

7 respecto de su educación y de su falta de educación con una

8 experiencia como ésta.

9 Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de

10 caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la

11 luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello

12 encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo

13 delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en

14 derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un

15 fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros

16 hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique

17 construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros

18 levantan delante del público para mostrar, por encima del

19 biombo, los muñecos.

20 - Me lo imagino.

21 - Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres

22 que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros

23 animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre

24 los que pasan unos hablan y otros callan.

25 - Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

2
Platón

26 - Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han

27 visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las

28 sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que

29 tienen frente a sí?

30 - Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las

31 cabezas.

32 - ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan

33 del otro lado del tabique?

34 - Indudablemente.

35 - Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que

36 entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que

37 ellos ven?

38 - Necesariamente.

39 - Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen

40 frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique

41 hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la

42 sombra que pasa delante de ellos?

43 - ¡Por Zeus que sí!

44 - ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las

45 sombras de los objetos artificiales transportados?

46 - Es de toda necesidad.

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47 - Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de

48 una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les

49 ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a

50 levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la

51 luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento

52 fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había

53 visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo

54 que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está

55 más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira

56 correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que

57 pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar

58 preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en

59 dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran

60 más verdaderas que las que se le muestran ahora?

61 - Mucho más verdaderas.

62 - Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los

63 ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que

64 podía percibir, por considerar que éstas son realmente más

65 claras que las que se le muestran?

66 - Así es.

67 - Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada

68 cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no

69 sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la

70 luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno

71 solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

72 - Por cierto, al menos inmediatamente.

4
Platón

73 - Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas

74 de arriba. En primer lugar, miraría con mayor facilidad las

75 sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros

76 objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos

77 mismos. A continuación, contemplaría de noche lo que hay en el

78 cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más

79 fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

80 - Sin duda.

81 - Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en

82 el agua o en otros lugares que le son extraños, sino

83 contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

84 - Necesariamente.

85 - Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que

86 produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el

87 ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que

88 ellos habían visto.

89 - Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales

90 conclusiones.

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91 - Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría

92 existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no

93 piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

94 - Por cierto.

95 - Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a

96 otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza

97 divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del

98 tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían

99 desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de

100 ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece

101 que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados

102 y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al

103 Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo

104 de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que

105 volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?

106 - Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que

107 soportar aquella vida.

6
Platón

108 - Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su

109 propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas,

110 al llegar repentinamente del sol?

111 - Sin duda.

112 - Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en

113 ardua competencia con aquellos que han conservado en todo

114 momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos

115 se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo

116 nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él

117 que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los

118 ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia

119 arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo

120 matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

121 - Seguramente.

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122 - Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta

123 alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la

124 región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-

125 prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol;

126 compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas

127 de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no

128 te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo

129 que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo

130 caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo

131 cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien.

132 Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las

133 cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la

134 luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y

135 productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario

136 tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo

137 privado como en lo público.

138 - Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

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1 TOMÁS DE AQUINO
2 Suma Teológica, I-II, cuestión 94, art.2.
3 Madrid: BAC, 1989, pp. 731-733
4 La ley natural, ¿comprende muchos preceptos o uno solamente?

5 Objeciones por las que parece que la ley natural no comprende

6 muchos preceptos, sino solamente uno.

7 1. Como ya vimos, la ley pertenece al género del precepto. Luego

8 si hubiera muchos preceptos en la ley natural se seguiría que

9 también serían muchas las leyes naturales.

10 2. La ley natural es algo consiguiente a la naturaleza humana.

11 Mas la naturaleza humana, aunque es una considerada como un

12 todo, es múltiple en sus partes. Por eso, la ley natural, o bien

13 consta de un solo precepto por la unidad de la naturaleza

14 humana como un todo, o bien consta de muchos por la

15 multiplicidad de la naturaleza humana en sus partes. Pero en

16 este caso también las inclinaciones de la parte concupiscible

17 deberían pertenecer a la ley natural.

18 3. La ley, como ya vimos es cosa de la razón. Pero la razón en el

19 hombre es una sola.

20 Luego la ley natural sólo tiene un precepto.

21 En cambio consta que los preceptos de la ley natural son en el

22 orden práctico lo que son los primeros principios en el orden de

23 la demostración. Pero estos primeros principios son muchos.

24 Luego también son múltiples los preceptos de la ley natural.

10
Santo Tomás

25 Solución. Hay que decir: Como ya dijimos, los principios de la

26 ley natural son en el orden práctico lo que los primeros

27 principios de la demostración en el orden especulativo, pues

28 unos y otros son evidentes por sí mismos.

29 Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en

30 absoluto y en relación a nosotros. De manera absoluta es

31 evidente por sí misma cualquier proposición cuyo predicado

32 pertenece a la esencia del sujeto; pero tal proposición puede no

33 ser evidente para alguno, porque ignora la definición de su

34 sujeto.

35 Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es

36 evidente por naturaleza, porque el que dice hombre dice

37 racional; sin embargo, no es evidente para quien desconoce lo

38 que es el hombre.

39 De aquí que, según expone Boecio en su obra De hebdomadibus,

40 hay axiomas o proposiciones que son evidentes por sí mismas

41 para todos; y tales son aquellas cuyos términos son de todos

42 conocidos, como «el todo es mayor que la parte» o «dos cosas

43 iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones

44 que son evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que

45 entienden la significación de sus términos. Por ejemplo, para el

46 que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo que esto

47 significa, resulta evidente que el ángel no esta circunscrito a un

48 lugar; mas no así para el indocto, que desconoce el sentido

49 estricto de estos términos.

11
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50 Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un

51 cierto orden.

52 Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente,

53 cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende.

54 Por eso, el primer principio indemostrable es que «no se puede

55 afirmar y negar a la vez una misma cosa», principio que se funda

56 en las nociones de ente y no-ente y sobre el cual se asientan

57 todos los demás principios, según se dice en IV Metaphysica.

58 Mas así como el ente es la noción absolutamente primera del

59 conocimiento, así el bien es lo primero que se alcanza por la

60 aprehensión de la razón práctica, ordenada a la operación;

61 porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien.

62 De ahí que el primer principio de la razón práctica es el que se

63 funda sobre la noción de bien, y se formula así: «el bien es lo que

64 todos apetecen». En consecuencia, el primer precepto de la ley

65 es éste: «El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse ».

66 Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley

67 natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo

68 los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica

69 lo capte naturalmente como bien humano.

12
Santo Tomás

70 Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo

71 contrario, síguese que todo aquello a lo que el hombre se siente

72 naturalmente inclinado lo aprehende la razón como bueno y,

73 por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su

74 contrario lo aprehende como mal y como vitando. De aquí que

75 el orden de los preceptos de la ley natural sea correlativo al

76 orden de las inclinaciones naturales. Y así encontramos, ante

77 todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas

78 las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por

79 naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta

80 inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a

81 la conservación de la vida humana e impide su destrucción.

82 En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación

83 hacia bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en

84 común con los demás animales. Y a tenor de esta inclinación se

85 consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha

86 enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los

87 sexos, la educación de los hijos y otras cosas semejantes.

88 En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien

89 correspondiente a la naturaleza racional, que es la suya propia,

90 como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad

91 acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a

92 la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la

93 ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás

94 relacionado con esto.

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95 Respuesta a las objeciones:

96 1. A la primera hay que decir: Todos estos preceptos de la ley

97 natural constituyen una ley natural única en cuanto se reducen a

98 un único primer precepto.

99 2. A la segunda hay que decir: Todas las inclinaciones de

100 cualquiera de las partes de la naturaleza humana, como la

101 concupiscible y la irascible, en la medida en que se someten al

102 orden de la razón, pertenecen a la ley natural y se reducen a un

103 único primer precepto, como acabamos de decir. Y así, los

104 preceptos de la ley natural, considerados en sí mismos, son

105 muchos, pero todos ellos coinciden en la misma raíz.

106 3. A la tercera hay que decir: Aunque es una en sí misma, la razón

107 ha de poner orden en todos los asuntos que atañen al hombre. Y

108 en este sentido caen bajo la ley de la razón todas las cosas que

109 son susceptibles de una ordenación racional.

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1 René Descartes
2 Discurso del Método, Parte II y Parte IV
3 (Trad. Guillermo Quintás Alonso)
4 Madrid: Alfaguara, 1981, pp. 14-18, 24-30
5 SEGUNDA PARTE (Selección)

6 Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad,

7 tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal

8 circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy

9 poco, al menos me cuidaría al máximo de caer.

10 Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo

11 algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse

12 durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido

13 asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese

14 empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto

15 emprendido e indagar el verdadero método con el fin de

16 conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi

17 espíritu fuera capaz.

16
Descartes

18 Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre

19 las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los

20 geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían

21 contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado,

22 me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la

23 mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro

24 cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de

25 Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para

26 llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos

27 preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo,

28 mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales

29 o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como

30 sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no

31 trabajado.

17
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32 Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el

33 álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a

34 muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el

35 primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras

36 que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar

37 excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a

38 ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y

39 oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia

40 que favorezca su desarrollo.

18
Descartes

41 Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso

42 indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres,

43 estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de

44 leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un

45 Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas

46 leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma,

47 en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta

48 la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes

49 con tal de que tomase la firme y constante resolución de no

50 incumplir ni una sola vez su observancia.

51 El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera

52 si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con

53 todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención,

54 admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se

55 presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera

56 motivo alguno para ponerlo en duda.

57 El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a

58 examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario

59 para resolverlas más fácilmente.

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60 El tercero requería conducir por orden mis reflexiones

61 comenzando por los objetos más simples y más fácilmente

62 cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta

63 el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un

64 orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos

65 a los otros.

66 Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos

67 tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro

68 de no omitir nada.

20
Descartes

69 Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las

70 cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las

71 demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la

72 ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto

73 del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y

74 que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo

75 sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas

76 de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro

77 conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan

78 ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mi

79 una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el

80 estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y

81 las más fácilmente cognoscibles.

21
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82 Y considerando que entre todos aquellos que han intentado

83 buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los

84 matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir,

85 algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía

86 comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No

87 esperaba alcanzar alguna utilidad si exceptuamos el que

88 habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad y a

89 no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a

90 tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que

91 comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que

92 aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no dejan de

93 tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas

94 relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se dan,

95 pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente

96 las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos

97 que servirían para hacer más cómodo el conocimiento. Es más,

98 sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas

99 tanto mejor a todos aquellos que conviniera.

22
Descartes

100 Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales

101 proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de

102 considerar a cada una en particular y en otras ocasiones

103 solamente debería retener o comprender varias conjuntamente

104 en mi memoria, opinaba que para mejor analizarlas en

105 particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que

106 no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con

107 mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para

108 retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las

109 diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que fuera

110 posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el

111 análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los

112 defectos de una mediante los procedimientos de la otra.

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113 Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos

114 preceptos que había escogido, me proporcionó tal facilidad

115 para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos

116 ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen,

117 habiendo comenzado por las más simples y más generales,

118 siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con

119 vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir

120 el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de

121 gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía

122 este trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué

123 medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que

124 ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si

125 se considera que no habiendo más que un conocimiento

126 verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se

127 puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo

128 realizado una suma según las reglas pertinentes puede estar

129 seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el

130 ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina.

131 Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a

132 enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se

133 investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la

134 Aritmética.

24
Descartes

135 Pero lo que me producía más agrado de este método era que

136 siguiéndolo estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de

137 un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma

138 que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la

139 práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a

140 concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que

141 no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía

142 aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras

143 ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con

144 esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas

145 dificultades que se presentasen en un primer momento, pues

146 esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe.

147 Pero habiéndome prevenido de que sus principios deberían

148 estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno

149 cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de

150 establecerlos.

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151 Y puesto que era lo más importante en el mundo y se trataba de

152 un tema en el que la precipitación y la prevención eran los

153 defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar

154 tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que se

155 posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no

156 hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en

157 prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas

158 opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían

159 constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome

160 siempre en el método que me había prescrito con el fin de

161 afianzarme en su uso cada vez más.

26
Descartes

162 CUARTA PARTE

163 No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí

164 realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no

165 serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se

166 pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he

167 establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme

168 a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con

169 las costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones

170 muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido

171 anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente

172 a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese

173 todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso

174 todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el

175 fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en

176 mi creencia que fuese enteramente indudable.

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177 Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas

178 ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía

179 cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto

180 que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones

181 relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y

182 que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier

183 otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las

184 razones que hasta entonces había admitido como

185 demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los

186 pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden

187 asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea

188 verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta

189 entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas

190 que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después,

191 advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era

192 falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese

193 alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso,

194 luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes

195 suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla

196 tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el

197 primer principio de la filosofía que yo indagaba.

28
Descartes

198 Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y

199 viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no

200 había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que,

201 por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario,

202 sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras

203 cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras

204 que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de

205 lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón

206 alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir

207 de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no

208 reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene

209 necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material.

210 De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo

211 soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de

212 conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser

213 todo lo que es.

29
Textos para comentar en Selectividad

214 Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo

215 lo que se requiere para afirmar que una proposición es

216 verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una

217 que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer

218 en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada

219 hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a

220 no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario

221 ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas

222 que concebimos muy clara y distintamente son todas

223 verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en

224 identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos

225 distintamente.

30
Descartes

226 A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en

227 consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente

228 comprendía que era una perfección mayor el conocer que el

229 dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar

230 en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con

231 evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que

232 realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos

233 que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo,

234 la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad

235 alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando

236 nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos

237 superiores a mi, podía estimar que si eran verdaderos, fueran

238 dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna

239 perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que

240 los tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar lo

241 mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues

242 que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y

243 puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más

244 perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo

245 menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la

246 nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De

247 forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido

248 inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más

249 perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas

250 las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es

251 decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios.

31
Textos para comentar en Selectividad

252 A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que

253 en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme

254 que use con libertad los términos de la escuela), sino que era

255 necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del

256 cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que

257 tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo

258 otro ser, de suerte que hubiese tenido por mi mismo todo lo

259 poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la

260 misma razón, tener por mi mismo cuanto sabía que me faltaba y,

261 de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente,

262 todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía

263 comprender que se daban en Dios.

32
Descartes

264 Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para

265 conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a

266 la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las

267 que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía

268 perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que

269 indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De

270 este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la

271 tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que

272 a mi mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre

273 de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y

274 corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo

275 que veía o imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que

276 esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento.

33
Textos para comentar en Selectividad

277 Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la

278 naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando

279 que toda composición indica dependencia y que ésta es

280 manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser

281 una perfección de Dios al estar compuesto de estas dos

282 naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el

283 contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien

284 algunas inteligencias u otras naturalezas que no fueran

285 totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de

286 forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un

287 solo momento.

34
Descartes

288 Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome

289 propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un

290 cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en

291 longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas

292 partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así

293 como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues

294 los geómetras suponen esto en su objeto, repasé algunas de las

295 demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta

296 gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada

297 sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que

298 anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que

299 me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo,

300 estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era

301 preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal

302 razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno

303 en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que

304 tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba

305 comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo

306 está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos

307 rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del

308 centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por

309 lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo

310 pueda ser cualquier demostración de la geometría.

35
Textos para comentar en Selectividad

311 Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de

312 que hay una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer

313 la naturaleza de su alma, es el que jamás elevan su pensamiento

314 sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados

315 a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de

316 imaginar (como de pensar propiamente relacionado con las

317 cosas materiales), que todo aquello que no es imaginable, les

318 parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima

319 que los mismos filósofos defienden como verdadera en las

320 escuelas, según la cual nada hay en el entendimiento que

321 previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las

322 ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y

323 me parece que los que desean emplear su imaginación para

324 comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus

325 ojos para oír los sonidos o sentir los olores. Existe aún otra

326 diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la

327 verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído,

328 mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos

329 podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no

330 interviniese.

36
Descartes

331 En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente

332 persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de

333 las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las

334 otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de

335 tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas

336 semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una

337 seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a

338 no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las

339 mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón,

340 cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar

341 que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el

342 haber constatado que es posible imaginarse de igual forma,

343 estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros

344 astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues

345 ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño

346 son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no

347 tienen vivacidad y claridad menor?. Y aunque los ingenios más

348 capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo

349 puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta

350 duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues, en primer

351 lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una

352 regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es

353 verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto

354 y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue

355 que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que

356 provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y

357 distintas, no pueden ser sino verdaderas.

37
Textos para comentar en Selectividad

358 De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que

359 encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en

360 las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la

361 nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos

362 totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia

363 menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto

364 que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad

365 o perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos que

366 todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de

367 un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen

368 nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara

369 de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas.

38
Descartes

370 Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos

371 han convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que

372 los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en

373 forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos

374 que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese,

375 inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta

376 como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva

377 demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en

378 relación con el error más común de nuestros sueños, consistente

379 en representamos diversos objetos de la misma forma que la

380 obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el

381 que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas,

382 pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que

383 durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que

384 todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros

385 cuerpos demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho

386 menor del que en realidad poseen.

39
Textos para comentar en Selectividad

387 Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás

388 debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra

389 razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no

390 de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque

391 vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no

392 posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos

393 imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo

394 de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo

395 una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o

396 imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos

397 dicta que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún

398 fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es

399 sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros

400 careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no

401 son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como

402 durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean

403 tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta igualmente que no

404 pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que

405 nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe

406 encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando

407 despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.

40
Textos para comentar en Selectividad

1 IMMANUEL KANT
2 «Contestación a la pregunta
3 ¿Qué es la Ilustración?»
4 en ¿Qué es la Ilustración?
5 Madrid, Alianza, 2004, pp. 83-93
6 (Edición de R. R. Aramayo)
7 Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una

8 minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de

9 edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento

10 sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de

11 dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de

12 entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para

13 servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Sapere

14 aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es

15 el lema de la Ilustración.

42
Kant

16 Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tanto

17 hombres continúan siendo con gusto menores de edad durante

18 toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya

19 tiempo de una conducción ajena (haciéndolos físicamente

20 adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros erigirse en

21 tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con

22 tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por

23 mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico

24 que me prescriba la dieta, etc., para que yo no tenga que

25 tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que

26 pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea. El que

27 la mayor parte de los hombres (incluyendo a todo el bello sexo)

28 consideren el paso hacia la mayoría de edad como algo harto

29 peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan

30 aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa

31 labor de superintendencia. Tras entontecer primero a su rebaño

32 e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan

33 a dar un solo paso fuera de las andaderas donde han sido

34 confinados, les muestran luego el peligro que les acecha cuando

35 intentan caminar solos por su cuenta y riesgo. Mas ese peligro

36 no es ciertamente tan enorme, puesto que finalmente

37 aprenderían a caminar bien después de dar unos cuantos

38 tropezones; pero el ejemplo de un simple tropiezo basta para

39 intimidar y suele servir como escarmiento para volver a

40 intentarlo de nuevo.

43
Textos para comentar en Selectividad

41 Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una

42 minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural.

43 Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse

44 realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado

45 que nunca se le ha dejado hacer ese intento. Reglamentos y

46 fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso racional –o más

47 bien abuso-de sus dotes naturales, constituyen los grilletes de

48 una permanente minoría de edad. Quien lograra quitárselos

49 acabaría dando un salto inseguro para salvar la más pequeña

50 zanja, al no estar habituado a semejante libertad de

51 movimientos. De ahí que sean muy pocos quienes han

52 conseguido gracias al cultivo de su propio ingenio, desenredar

53 las ataduras que les ligaban a esa minoría de edad y caminar con

54 paso seguro.

44
Kant

55 Sin embargo, hay más posibilidades de que un público se ilustre

56 a sí mismo; algo que casi es inevitable con tal de que se le

57 conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con

58 algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes

59 han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras

60 haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de

61 edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación

62 racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo.

63 Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público,

64 que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos

65 mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve

66 instigado a ello por alguno de sus tutores que son de suyo

67 incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar

68 prejuicios, pues éstos acaban por vengarse de quienes fueron

69 sus antecesores o sus autores. De ahí que un público sólo pueda

70 conseguir lentamente la ilustración. Mediante una revolución

71 acaso se logre derrocar un despotismo personal y la opresión

72 generada por la codicia o la ambición, pero nunca logrará

73 establecer una auténtica reforma del modo de pensar; bien al

74 contrario, tanto los nuevos prejuicios como los antiguos

75 servirán de rienda para esa enorme muchedumbre sin

76 pensamiento alguno.

45
Textos para comentar en Selectividad

77 Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a decir

78 verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el

79 hacer uso público de la propia razón en todos los terrenos.

80 Actualmente oigo clamar por doquier: ¡No razones! El oficial

81 ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y

82 limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡No

83 razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad

84 cuanto queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis de

85 obedecer). Impera por doquier una restricción de la libertad.

86 Pero ¿cuál es el límite que la obstaculiza y cuál es el que, bien al

87 contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso público de

88 su razón tiene que ser siempre libre y es el único que puede

89 procurar ilustración entre los hombres; en cambio muy a

90 menudo cabe restringir su uso privado, sin que por ello quede

91 particularmente obstaculizado el progreso de la ilustración. Por

92 uso público de la propia razón entiendo aquél que cualquiera

93 puede hacer, como alguien docto, ante todo ese público que

94 configura el universo de los lectores. Denomino uso privado al

95 que cabe hacer de la propia razón en una determinada función o

96 puesto civil, que se le haya confiado.

46
Kant

97 En algunos asuntos encaminados al interés de la comunidad se

98 hace necesario un cierto automatismo, merced al cual ciertos

99 miembros de la comunidad tienen que comportarse

100 pasivamente para verse orientados por el gobierno hacia fines

101 públicos mediante una unanimidad artificial o, cuando menos,

102 para que no perturben la consecución de tales metas. Desde

103 luego, aquí no cabe razonar, sino que uno ha de obedecer. Sin

104 embargo, en cuanto esta parte de la maquinaria sea considerada

105 como miembro de una comunidad global e incluso cosmopolita

106 y, por lo tanto, se considere su condición de alguien instruido

107 que se dirige sensatamente a un público mediante sus escritos,

108 entonces resulta obvio que puede razonar sin afectar con ello a

109 esos asuntos en donde se vea parcialmente concernido como

110 miembro pasivo. Ciertamente, resultaría muy pernicioso que un

111 oficial, a quien sus superiores le hayan ordenado algo,

112 pretendiese sutilizar en voz alta y durante el servicio sobre la

113 conveniencia o la utilidad de tal orden; tiene que obedecer. Pero

114 en justicia no se le puede prohibir que, como experto, haga

115 observaciones acerca de los defectos del servicio militar y los

116 presente ante su público para ser enjuiciados. El ciudadano no

117 puede negarse a pagar los impuestos que se le hayan asignado; e

118 incluso una indiscreta crítica hacia tales tributos al ir a

119 satisfacerlos quedaría penalizada como un escándalo (pues

120 podría originar una insubordinación generalizada). A pesar de lo

121 cual, el mismo no actuará contra el deber de un ciudadano si, en

122 tanto que especialista, expresa públicamente sus tesis contra la

123 inconveniencia o la injusticia de tales impuestos.

47
Textos para comentar en Selectividad

124 Igualmente, un sacerdote está obligado a hacer sus homilías,

125 dirigidas a sus catecúmenos y feligreses, con arreglo al credo de

126 aquella Iglesia a la que sirve; puesto que fue aceptado en ella

127 bajo esa condición. Pero en cuanto persona docta tiene plena

128 libertad, además de la vocación para hacerlo así, de participar al

129 público todos sus bienintencionados y cuidadosamente

130 revisados pensamientos sobre las deficiencias de aquel credo,

131 así como sus propuestas tendentes a mejorar la implantación de

132 la religión y la comunidad eclesiástica. En esto tampoco hay

133 nada que pudiese originar un cargo de conciencia. Pues lo que

134 enseña en función de su puesto, como encargado de los asuntos

135 de la Iglesia, será presentado como algo con respecto a lo cual

136 él no tiene libre potestad para enseñarlo según su buen parecer,

137 sino que ha sido emplazado a exponerlo según una prescripción

138 ajena y en nombre de otro. Dirá: nuestra Iglesia enseña esto o

139 aquello; he ahí los argumentos de que se sirve. Luego extraerá

140 para su parroquia todos los beneficios prácticos de unos

141 dogmas que él mismo no suscribiría con plena convicción, pero

142 a cuya exposición sí puede comprometerse, porque no es del

143 todo imposible que la verdad subyazca escondida en ellos o

144 cuando menos, en cualquier caso no haya nada contradictorio

145 con la religión íntima. Pues si creyese encontrar esto último en

146 dichos dogmas, no podría desempeñar su cargo en conciencia;

147 tendría que dimitir.

48
Kant

148 Por consiguiente, el uso de su razón que un predicador

149 comisionado a tal efecto hace ante su comunidad es meramente

150 un uso privado; porque, por muy grande que sea ese auditorio

151 siempre constituirá una reunión doméstica; y bajo este respecto

152 él, en cuanto sacerdote, no es libre, ni tampoco le cabe serlo, al

153 estar ejecutando un encargo ajeno. En cambio, como alguien

154 docto que habla mediante sus escritos al público en general, es

155 decir, al mundo, dicho sacerdote disfruta de una libertad

156 ilimitada en el uso público de su razón, para servirse de su

157 propia razón y hablar en nombre de su propia persona. Que los

158 tutores del pueblo (en asuntos espirituales) deban ser a su vez

159 menores de edad constituye un absurdo que termina por

160 perpetuar toda suerte de disparates. [...].

49
Textos para comentar en Selectividad

161 Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso vivimos actualmente en una

162 época ilustrada?, la respuesta sería ¡No!, pero sí vivimos en una

163 época de Ilustración. Tal y como están ahora las cosas todavía

164 falta mucho para que los hombres, tomados en su conjunto,

165 puedan llegar a ser capaces o estén ya en situación de utilizar su

166 propio entendimiento sin la guía de algún otro en materia de

167 religión. Pero sí tenemos claros indicios de que ahora se les ha

168 abierto el campo para trabajar libremente en esa dirección y que

169 también van disminuyendo paulatinamente los obstáculos para

170 una ilustración generalizada o el abandono de una minoría de

171 edad de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal mirada esta

172 época nuestra puede ser llamada “época de la Ilustración” o

173 también “el siglo de Federico”.

50
Kant

174 Un príncipe que no considera indigno de sí reconocer como un

175 deber suyo el no prescribir a los hombre nada en cuestiones de

176 religión, sino que les deja plena libertad para ello e incluso

177 rehúsa el altivo nombre de tolerancia, es un príncipe ilustrado y

178 merece que el mundo y la posteridad se lo agradezcan,

179 ensalzándolo por haber sido el primero en haber librado al

180 género humano de la minoría de edad, cuando menos por parte

181 del gobierno, dejando libre a cada cual para servirse de su

182 propia razón en todo cuanto tiene que ver con la conciencia.

183 Bajo este príncipe se permite a venerables clérigos que, como

184 personas doctas, expongan libre y públicamente al examen del

185 mundo unos juicios y evidencias que se desvían aquí o allá del

186 credo asumido por ellos sin menoscabar los deberes de su

187 cargo; tanto más aquel otro que no se halle coartado por

188 obligación profesional alguna. Este espíritu de libertad se

189 propaga también hacia el exterior, incluso allí donde ha de

190 luchar contra los obstáculos externos de un gobierno que se

191 comprende mal a sí mismo. Pues ante dicho gobierno

192 resplandece un ejemplo de que la libertad no conlleva

193 preocupación alguna por la tranquilidad pública y la unidad de

194 la comunidad. Los hombres van abandonando poco a poco el

195 estado de barbarie gracias a su propio esfuerzo, con tal de que

196 nadie ponga un particular empeño por mantenerlos en la

197 barbarie.

51
Textos para comentar en Selectividad

198 He colocado el epicentro de la Ilustración, o sea, el abandono

199 por parte del hombre de aquella minoría de edad respecto de la

200 cual es culpable él mismo, en cuestiones religiosas, porque

201 nuestros mandatarios no suelen tener interés alguno en oficiar

202 como tutores de sus súbditos en lo que ataña a las artes y a las

203 ciencias; y porque además aquella minoría de edad es asimismo

204 la más nociva e infame de todas ellas. Pero el modo de pensar de

205 un jefe de Estado que favorece esta primera Ilustración va

206 todavía más lejos y se da cuenta de que, incluso con respecto a

207 su legislación, tampoco entraña peligro alguno el consentir a sus

208 súbditos que hagan un uso público de su propia razón y

209 expongan públicamente al mundo sus pensamientos sobre una

210 mejor concepción de dicha legislación, aun cuando critiquen

211 con toda franqueza la que ya ha sido promulgada; esto es algo

212 de lo cual poseemos un magnífico ejemplo, por cuanto ningún

213 monarca ha precedido a ése al que nosotros honramos aquí.

52
Kant

214 Pero sólo aquel que, precisamente por ser ilustrado, no teme a

215 las sombras, al tiempo que tiene a mano un cuantioso y bien

216 disciplinado ejército para tranquilidad pública de los

217 ciudadanos, puede decir aquello que a un Estado libre no le

218 cabe atreverse a decir: razonad cuando queráis y sobre todo

219 cuando gustéis, ¡con tal de que obedezcáis! Aquí se revela un

220 extraño e inesperado curso de las cosas humanas; tal como

221 sucede ordinariamente, cuando ese de curso es considerado en

222 términos globales, casi todo en él resulta paradójico. Un mayor

223 grado de libertad civil parece provechosa para la libertad

224 espiritual del pueblo y, pese a ello, le coloca límites

225 infranqueables; en cambio un grado menor de esa libertad civil

226 procura el ámbito para que esta libertad espiritual se despliegue

227 con arreglo a toda su potencialidad. Pues, cuando la naturaleza

228 ha desarrollado bajo tan duro tegumento ese germen que cuida

229 con extrema ternura, a saber, la propensión y la vocación hacia

230 el pensar libre, ello repercute sobre la mentalidad del pueblo

231 (merced a lo cual éste va haciéndose cada vez más apto para la

232 libertad de actuar) y finalmente acaba por tener un efecto

233 retroactivo hasta sobre los principios del gobierno, el cual

234 incluso termina por encontrar conveniente tratar al hombre,

235 quien ahora es algo más que una máquina, conforme a su

236 dignidad”.

237 Königsberg (Prusia), 30 de septiembre de 1784.

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