Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
Esa pobreza a la cual nos invita Cristo es una disposición para acoger la riqueza
de Dios y dejarse moldear por la gracia. La gracia de Dios actúa en el corazón
del hombre que está disponible para acogerla. Ser disponible requiere la
humildad del corazón y la docilidad al Espíritu Santo. María Magdalena se
dispone por la humildad a dejar que actúe la gracia en lo más íntimo de ella
misma. En sus oraciones, le pide a Dios que venga en ella para que haga de ella
su morada. «Señor, permite que yo me deje moldear por tu gracia, que me deje
reconciliar por tu perdón, que me deje transformar por tu palabra, que me deje
llevar por Cristo, que me deje guiar por tu Hijo, que me deje sanar por el
verdadero médico de los corazones, que me deje encaminar en la buena
dirección por el que has enviado, Tú, el camino, la verdad y la vida.» Ser dócil al
Espíritu significa tener una confianza inalterable en Dios. Al confiar en Dios, Le
permito que actúe en lo más íntimo de mi corazón. Confío en Él porque sé que
sólo Él me conoce, que sólo Él conoce los caminos que he de tomar para
encontrar la felicidad última. Sólo Él conoce el verdadero bien que
corresponde con lo que soy. Sólo Él conoce el bien al cual me llama para
servirlo. Sólo Él conoce el lugar en el cual podré realizarme, ser más feliz y
entregarme sin medida como Él mismo se entregó totalmente.
Tomo un minuto para meditar todas estas cosas en mi corazón (Lucas, 2:19)