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Introducción a los Test de Inteligencia

Mauro Gross

A través de los años la Psicometría se ha esforzado por aportar una cuota de


confiabilidad y validez a las mediciones en Psicología. Sin embargo, esta tarea no ha sido
nada fácil ya que, como bien sabemos, nuestra disciplina opera con inferencias realizadas
sobre constructos no observables, traducidos a conductas u opiniones que se pueden
operacionalizar.
Podemos ejemplificar esto diciendo: “Sara es extrovertida porque siempre se ofrece a
hablar en público”. Es decir, para el consenso de algunos sabemos que esta persona es
extrovertida, no porque la envuelva un halo mágico dotándola con esa característica, sino
que manifiesta conductas observables, medibles, que pueden pertenecer a una categoría
denominada “extroversión”.
De esta manera, uno de los principios que garantiza pertinencia en las estimaciones
obtenidas con las pruebas psicométricas, es el de operar desde un adecuado anclaje teórico,
dando cuenta así de una rigurosidad científica. Pero no creerá el estudiante que este camino
ha sido sencillo. Por el contario, en este largo proceso muchas de las técnicas y métodos
utilizados originalmente en Psicometría debieron ser perfeccionadas y ajustadas a los
nuevos tiempos. La sola idea de medir la inteligencia de una persona, utilizando una cinta
métrica alrededor de su cráneo tal como lo hicieron en 1873 Paul Broca y Sir Francis
Galton (a mayor circunferencia de la cabeza más inteligente era el sujeto), puede
actualmente parecerle al lector, sin ánimo de caer en cronocentrismos, una escena tomada
de las caricaturas.
Continuando con la historia de la medición de la inteligencia, no fue hasta 1904 que,
a pedido del ministro de educación francés, Alfred Binet y Theodore Simon elaboraran el
primer test de inteligencia. Aquel instrumento permitía distinguir, mediante pruebas de
razonamiento lógico, verbales y semánticas, estudiantes con retraso mental de otros
“normales”. El resultado del Coeficiente Intelectual (CI) arrojado por el test, relacionado
con la edad cronológica del niño, brindaba información sobre su desarrollo intelectual. El
CI se calculaba mediante la fórmula (edad mental/edad cronológica) x 100.
Con el paso del tiempo y el aporte de innumerables autores especializados en la
temática, estos métodos se fueron puliendo, las teorías volviéndose más complejas y los
resultados logrando una mayor aceptación. Entre esos investigadores podemos destacar a
Spearman (1923) que sometió a estudios, mediante una técnica para el análisis de inter
correlaciones entre variables llamada “análisis factorial”, los resultados de distintos test de
inteligencia para observar qué tipo de relación (positiva o negativa) existía entre ellos. A
partir de estas pruebas concluyó que los test de inteligencia medían en muchos casos “lo
mismo” (relación positiva). A esa categoría o sub dimensión la denominó Factor General
(Factor G), mientras que lo que resultaba agrupado midiendo “otra cosa” (relación
negativa), fue nombrado como Factor Especial (Factor S). A esta teoría de la inteligencia la
bautizó como Teoría Bifactorial y posee las siguientes características:
- Factor G. Varía de una persona a otra, es el tipo de inteligencia heredada que se
mantiene estable a través del tiempo.
- Factor S. Representa la habilidad específica que demuestra una persona para
determinada tarea. Esta categoría es el blanco de lo que aprendemos, el reservorio de todo
el conocimiento nuevo que se incorpora (fenotípico), en oposición a lo heredado
(genotípico).
La Teoría Bifactorial fue bien recibida en su momento y sirvió para dar respuesta a
los interrogantes presentados en su época. Pero como hemos dicho, los cuerpos teóricos van
mutando conforme a los avances y a nuevos puntos de vista. En ese sentido, a partir de
1970, Raymond Cattel y John Horn propusieron dos tipos de inteligencia: Fluida y
Cristalizada.
La primera, en un sentido estricto, es la capacidad de resolver problemas. Opera en la
creación de nuevos conceptos, cuando establecemos relaciones y/o razonamos. Vinculada
al desarrollo neurológico, se consolida entre los 16 y 20 años, para su posterior disminución
en la tercera edad. Está compuesta por tres factores: Razonamiento Inductivo,
Razonamiento Deductivo y Amplitud de Memoria.
Mientras que la Inteligencia Cristalizada, corresponde a la experiencia vital de vida.
Se solidifica con el transcurrir de los años y hasta puede incrementarse en cierto grado,
como por ejemplo el vocabulario. Precisamente, la mayor parte de las aptitudes lingüísticas
pertenecen a esta categoría. Los factores que la constituyen son: Comprensión Verbal,
Conocimiento Mecánico, Aptitud Numérica, Rapidez Cognoscitiva, Recuperación de
Memoria y Poder de visualización.
En este punto, habiendo conocido la cantidad de componentes, y sus características
tan disímiles, que conforman un constructo tan complejo como es la Inteligencia, el
estudiante intuirá lo difícil que puede resultar no solo medirlo, sino comparar la puntuación
de un individuo con la de otro sujeto. Es decir, una persona puede puntuar mejor que otra
en determinado test de inteligencia, sea justificada por una habilidad, conocimiento previo,
etc. pero, ¿esto significa fehacientemente que es más inteligente que otra que haya
resultado desfavorecida en las pruebas?
Afortunadamente, Howard Gardner en la década de los ‘80 tuvo la misma intuición y
preguntas que nosotros. Este autor planteó que no existe una única inteligencia, sino una
serie de ellas que marcan las potencialidades y diferencias significativas de cada individuo.
Estas inteligencias pueden operar juntas, aunque como entidades semiautónomas. Cada
sujeto desarrolla unas más que otras, e incluso las diferentes culturas y estratos de la
sociedad ponen el acento en ellas de manera distinta. Estas ocho inteligencias son:
- Inteligencia Verbal: Es la capacidad para comprender, utilizar adecuadamente y
aprender el lenguaje. Indicadores de una inteligencia elevada de este tipo pueden ser: la
comprensión rápida de textos, la escritura creativa de alguna línea literaria y poseer un
vocabulario amplio, entre otros. Quizás el autor de “Rayuela”, Julio Cortázar, poseía una
considerable Inteligencia Verbal.
- Inteligencia Lógica-Matemática: Facilidad para resolver cálculos puros y lógicos,
así como operaciones matemáticas de diferentes niveles de complejidad. Albert Einstein,
por ejemplo, poseía una importante inteligencia de este tipo.
- Inteligencia Espacial: Es necesaria para orientarse en el espacio. También se incluye
la habilidad de rotar objetos mentalmente o de descubrir patrones de forma u orden de
determinados objetos. El Arquitecto Cesar Pelli puede ser un exponente de esta categoría.
- Inteligencia Musical: La capacidad de cantar, tocar un instrumento musical y
analizar y componer música. Charly García y Gustavo Santaolalla, por ejemplo.
- Inteligencia Corporal Cinética: Mover el cuerpo de forma coordinada como, por
ejemplo, en los deportes, los campos de la danza o la cirugía médica. Podemos mencionar
en estos tres casos: Emanuel Ginóbili, Julio Bocca y René Favaloro, respectivamente.
- Inteligencia Interpersonal: Esta inteligencia es la capacidad de entender a los demás
e interactuar eficazmente con ellos. Incluye la sensibilidad a expresiones faciales, la voz,
los gestos y posturas y la habilidad para responder pertinentemente. Presente por ejemplo
en actores, políticos, vendedores y docentes.
- Inteligencia Intrapersonal: Poder construir una percepción precisa respecto de uno
mismo y de organizar y dirigir la propia vida, es parte de esta inteligencia. Incluye la
autodisciplina, la autocomprensión y la autoestima. Se encuentra muy desarrollada en
teólogos, filósofos y psicólogos, entre otros.
- Inteligencia Naturalista: Capacidad de distinguir, clasificar y utilizar elementos
del medio ambiente, objetos, animales o plantas. Incluye las habilidades de observación,
experimentación, reflexión y cuestionamiento de nuestro entorno. La poseen en alto nivel
por ejemplo, la gente oriunda del campo, botánicos, cazadores, ecologistas y paisajistas.
La teoría de las ocho inteligencias de Gardner ha tenido un gran impacto en el ámbito
laboral y educacional, entre otros. Principalmente en este último, debido a que los
educadores pudieron ajustar la manera de presentar los saberes, atendiendo a los distintos
perfiles cognitivos de los estudiantes. Además, se incorporaron nuevos contenidos
prestando mayor importancia a áreas como el arte y el deporte. En relación a la evaluación
de los aprendizajes se abrió el espectro a métodos más novedosos, valorando las creaciones
de los estudiantes en un área particular.
Finalmente, acercándonos en el tiempo y ya concluyendo esta breve reseña,
mencionaremos a Carroll (1993) quien propuso la teoría de Los Tres Estratos. Este
investigador estadounidense, ubica en la cima de la jerarquía de la inteligencia a un factor
general (Factor G), en el estrato medio aptitudes cognitivas de mediana generalidad (entre 8
y 10, Inteligencia Fluida, Cristalizada, Memoria a Corto Plazo, Capacidad de Recuperación,
Procesamiento Visual, Procesamiento Auditivo, Velocidad de Procesamiento, Tiempo de
Reacción) y en el estrato inferior aptitudes específicas (69 detectadas hasta la actualidad,
Inducción, Deducción, Razonamiento Cuantitativo, Razonamiento Piagetiano,
Componentes del lenguaje, Léxico, Memoria Semántica, Memoria Visual, etc.). Este
enfoque representó un alivio para los psicometristas ya que, la lucha entre los que sostenían
la existencia de una inteligencia en oposición a los que defendían las múltiples, tal como si
se tratara de un partido de ajedrez, finalizó en “tablas”.
La teoría de los Tres Estratos de Carroll es la de mayor aceptación en la actualidad,
siendo compatible con las inteligencias de Gardner, otro enfoque de gran consenso, y es
muy utilizada como modelo para investigaciones en psicometría. De hecho, múltiples test
en la actualidad (WPPSI, 2003; Woodcock-Johnson, 2007 y WAIS-IV, 2008, entre otros)
están basados en esta teoría, permitiendo medir prácticamente todas las habilidades.
Además, no solo posee un sustento basado en el análisis factorial, sino que también es
respaldada desde la genética del comportamiento y la neurobiología.

Referencias
Binet. A. & Simon, T. (1916). The development of intelligence in children.
Boring, E. G. (1923). Intelligence as the tests test it. New Republic, 35, 35-37.
Galton, F. (1873). Mejora hereditaria. Revista de Fraser , 7 , 116-130.
Horn, JL & Cattell, RB (1966) Puesta a punto y prueba de la teoría de la inteligencia fluida y
cristalizada. Revista de Psicología de la Educación, 57 (5), 253-270.
Ruiz Dominguez, R. M & Mora Mérida, J.A. (1999). Revista de historia de la
psicología, ISSN 0211-0040, Vol. 20, Nº 3-4, págs. 429-435.
Gardner, H. (1983) Multiple Intelligences, "Inteligencias múltiples" ISBN: 84-493-1806-8 Paidos.
Carroll, J. B. (1993) Human Cognitive Abilities: A survey of factor-analytic studies. Cambridge:
Cambridge University Press.

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