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Hipótesis de investigación

Mariano Bargero

Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia Española el significado del término ‘hipótesis’,


encontramos la siguiente definición: “suposición de algo posible o imposible para sacar de ello una
consecuencia”. Los profesores de Metodología también solemos dar la siguiente definición de hipótesis:
decimos que es “una afirmación tentativa sobre algo”. Las palabras ‘suposición’ y ‘tentativa’ son claves en
ambas definiciones porque destacan el elemento que define lo que implica una hipótesis: es una idea
respecto de la cual no sabemos, aún, si es cierta o falsa.

Otra palabra clave de la segunda definición es ‘afirmación’. Una hipótesis afirma algo. Esto lo
diferencia de la manera en que se suele formular el problema de investigación, que –como ya vimos—se
hace mediante una pregunta o interrogante. Para nosotros, los docentes de esta materia, es un objetivo
fundamental que lleguen a comprender la diferencia entre problema e hipótesis. Si en un examen o en un
ejercicio se les muestra una pregunta, deben saber que se trata de un problema de investigación. Y si están
frente a una afirmación, deben saber que se trata de una hipótesis. Obviamente, estas reglas no son
estrictas, sino que dependen del contexto en que cobra sentido la pregunta o la afirmación del caso, pero
es un primer criterio para distinguir ‘problema de investigación’ de ‘hipótesis’.

Por otra parte, podemos tener ideas que siempre van a permanecer en el terreno de lo hipotético;
es decir, que nunca vamos a poder comprobar si son ciertas o falsas. Por ejemplo, las afirmaciones sobre
cuestiones de orden ético y moral, tipo: “lo mejor es dejar que los hijxs se vayan a vivir fuera de la casa
familiar cuando terminen la escuela secundaria”; “es correcto robar cuando no conseguís un trabajo
digno”; o, algo más abstracto, “entre correr el riesgo de sufrir una injusticia o correr el riesgo de provocar
una injusticia es mejor correr el riesgo de sufrir nosotros”. Estos son ejemplos de los llamados ‘dilemas
morales’. Los dilemas morales no tienen respuesta; ningún dato empírico, ni ningún método, por más
pretendidamente lógico o racional que sea, puede darnos una respuesta acerca de si esas afirmaciones son
ciertas o falsas. Las reglas morales son afirmaciones sobre el ‘deber ser’, y no sobre ‘lo que es’; es decir, no
son sobre ‘la realidad’, sino acerca de cómo los seres humanos debiéramos comportarnos. Tienen que ver
con inquietudes o interrogantes que se terminan en cuanto tomamos una decisión; esa decisión es lo que
deja atrás al dilema (sin embargo, esa decisión no llega a determinar si la prescripción moral es adecuada o
incorrecta).

Las hipótesis científicas tienen como característica particular que deben ser pasibles de
contrastarse empíricamente. Es decir que, de una hipótesis científica, sí se puede llegar a afirmar que es
cierta o falsa; correcta o incorrecta. Las hipótesis científicas son sobre ‘lo que es o lo que existe’; es decir,
son sobre el mundo, sobre la realidad. Eso es lo que nos permite considerar las hipótesis científicas: que las
podemos comparar o contrastar con el mundo a través de la experiencia (la percepción empírica). La
‘contrastación empírica’ es el tamiz o colador por el que tiene que pasar la hipótesis para establecer si los
datos de la experiencia coinciden con lo que afirma o si, en cambio, debemos considerarla falsa. Volviendo
a la comparación entre las afirmaciones (o prescripciones) de la ética y las afirmaciones de la ciencia, en la
ciencia no es una mera decisión personal lo que nos permite abandonar una idea; las ideas científicas se
conservan o se abandonan según las pruebas empíricas que se encuentren (o no) en su apoyo. En suma,
una afirmación puede considerarse una hipótesis científica si y sólo si puede ser comparada con la realidad
mediante una prueba empírica. Una afirmación que no cumpla ese requisito queda fuera de lo que se
considera ciencia.

En relación a la investigación científica, específicamente la hipótesis es “una respuesta tentativa a la


pregunta de investigación”. La hipótesis no tiene por qué dar una respuesta a todos los interrogantes
involucrados en el problema de investigación, pero al menos debería poder colaborar en dar una respuesta
a tales interrogantes o responder a alguno de ellos. Por ejemplo, si la pregunta de investigación es “¿Existe
relación entre el acceso a títulos universitarios y el nivel socio-económico?”, una hipótesis podría ser “En
Argentina, un 75% de las personas de clase alta, mayores de 27 años, tienen título universitario”. Tal
hipótesis puede ser adecuada para investigar la pregunta antedicha, pero es claro que no es una respuesta
que agote todos los interrogantes planteados por ese problema de investigación, ya que no dice nada sobre
lo que ocurre en los sectores populares o sobre la diferencia entre los niveles socio-económicos bajo,
medio y alto.

En el video donde el titular de la cátedra, Ricardo Machado, explica las diferencias entre los
distintos tipos de investigación, comentó que dichas diferencias estaban vinculadas con diversos aspectos o
elementos del proceso de investigación, como el marco teórico, los objetivos y las preguntas del problema
de investigación, etc. En base a esto, las diferencias entre los distintos tipos de estudio también se
manifiestan en la hipótesis. Lo que afirma la hipótesis se relaciona estrechamente con el tipo de
conocimiento que se pretenda alcanzar en una investigación. Y lo que diga la hipótesis va a depender de un
sinnúmero de factores: la teoría fundamental (núcleo del ‘paradigma’) a la que adscriba el investigador, la
cantidad de conocimiento y teorías existente en torno al objeto de estudio, las características del sector de
la realidad que quiere conocer el investigador, etc.

En el video mencionado se explicó que una característica de las investigaciones de tipo exploratorio
es que se realizan cuando existe un vacío teórico sobre el tema a investigar. El investigador, tras rastrear en
los estudios sobre la temática, no encuentra que se haya indagado algo parecido a lo que ella/él procura
conocer. De manera que se encuentra incapacitado para formular una hipótesis al respecto. Son
investigaciones que se realizan con el objetivo de reunir información (y eventualmente elaborar
conocimientos tan elaborados como se pueda) sobre un objeto de estudio dado, pero, como no hay
hipótesis, no hay propósito de contrastar nada con datos empíricos. En fin, menciono todo esto para
concluir que, en un examen o ejercicio que les solicite que indiquen, dada una hipótesis, de qué tipo se
trata, si responden que es una ‘hipótesis exploratoria’ es un error, puesto que no existen las hipótesis
exploratorias. Hay hipótesis que no son fáciles de identificar según el tipo de investigación que implican
(por ejemplo, no siempre es fácil darse cuenta si estamos ante una investigación correlacional o una
investigación explicativa). Pero llamar a una hipótesis exploratoria revela una confusión.

Nos queda por precisar, entonces, los rasgos de las hipótesis propias de las investigaciones
descriptivas, explicativas y correlacionales. Insisto, lo que lean aquí repite los conceptos relativos a la
caracterización de esos distintos tipos de investigación. Las hipótesis descriptivas, como su nombre lo
indica, son las que ‘describen’ las características de un fenómeno; son propias de investigaciones sobre
temas muy concretos, sin un marco teórico muy elaborado. O sea, son hipótesis tendientes a corroborar los
valores de una o más de una variable sin relacionarlas, en una determinada situación; por eso se dice que
se emplean cuando se hacen diagnósticos. Ejemplo: “En Argentina, los creyentes pentecostales representan
aproximadamente el 12% de la población y los creyentes no cristianos no alcanzan el 2% del total”. Lo que
distingue a estas hipótesis es que no son muy abstractas, su significado no supone relaciones teóricas
complejas (más allá de la que pueda existir entre indicadores, índices y conceptos) y no establecen
relaciones entre variables (en próximas clases profundizaremos qué significa el término ‘variable’; ahora
alcanza que sepan que son los distintos aspectos que indaga la investigación; los cuales pueden ‘variar’,
asumiendo diversos valores). En suma, lo que hace una hipótesis descriptiva es pronosticar el valor de una
o más variables.

Lo propio de una explicación es que estamos hablando de un fenómeno que causa otro, que sería la
consecuencia. Esto implica que, en una hipótesis explicativa, se establece una relación sucesiva entre dos o
más variables que aluden a las condiciones que se tienen que dar para que, tras un primer momento en
que acaece la causa, en un segundo momento, suceda la consecuencia (recuerden que una variable es un
aspecto o propiedad de las cosas que estudiamos). Por ejemplo: “La desnutrición provoca dificultades de
aprendizaje en los niños de edad escolar”. Por ‘desnutrición’, va de suyo, aludimos a la causa, y la
consecuencia es ‘dificultades de aprendizaje’; siendo ‘desnutrición’ uno de los valores de la variable ‘grado
de nutrición’ de los niñxs, y ‘dificultades de aprendizaje’ un valor de la variable ‘aprendizaje’ o ‘tipo de
aprendizaje’. A su vez, retomando lo dicho por Ricardo, las hipótesis explicativas intentan ser una respuesta
a problemas de investigación que se preguntan por el ¿por qué? de un fenómeno. Estos serían, en suma,
dos rasgos fundamentales que deben tener en cuenta para poder identificar hipótesis explicativas.
Nosotros consideramos hipótesis explicativas a aquellas que implican una relación de
determinación entre el suceso que opera como causa (en la hipótesis se identifica como ‘variable
independiente’) y el evento que sería su consecuencia (en la hipótesis se llama ‘variable dependiente’
porque su ocurrencia depende del comportamiento de la otra variable). Este es el sentido clásico de
relación causal en la filosofía de la ciencia, pero es un tipo de vínculo que –en todo tipo de disciplina
(incluso las ciencias naturales)— no es simple de probar mediante investigación empírica, y en ciencias
sociales es mucho más difícil aún de establecer. Tienen que saber, entonces, que vamos a trabajar con
algunos ejemplos de hipótesis explicativas porque son epistemológicamente muy importantes (nada más y
nada menos), ya que es el saber más rico, conceptualmente hablando, que pueda alcanzar la ciencia
(preguntarse el ¿por qué? de las cosas es buscar causas a fin de poder hacer predicciones). Pero también
tienen que saber que es un conocimiento muy poco frecuente, sobre todo en ciencias sociales.

Las hipótesis correlacionales establecen relaciones entre variables, pero no son relaciones de causa
y consecuencia (como las que son propias de las hipótesis explicativas). Se dice que las relaciones entre las
variables de las hipótesis correlacionales es una relación simultánea, ya que lo que una hipótesis
correlacional señala es que hay dos fenómenos que van juntos. Por ejemplo: “Cuanto más joven es el
abogado/a, más dispuesto está a llegar a un acuerdo mediante mediación para evitar el juicio”. Fíjense que,
en el ejemplo, no es la juventud del abogadx presentada como la causa de su buena disposición hacia el
recurso de la mediación; tener más o menos años no es automáticamente la razón explicativa de la actitud
del abogadx hacia la técnica de la mediación. Esto es una hipótesis de un ejercicio, no sabemos si lo dicho
tiene mucho sentido, pero podemos imaginar un marco teórico que afirma que, siendo la técnica de la
mediación un recurso relativamente reciente sobre el que los abogadxs de mayor edad no recibieron
entrenamiento y, además, siendo el saber específico de los abogadxs de más edad el de litigar, entonces,
plantea la hipótesis antedicha. Si esta es la teoría, la causa de la diferente actitud frente a la mediación
estaría dada por el entrenamiento recibido, pero también por el específico ‘saber hacer’ con el que se
sienten cómodos unos u otros. Y el punto es que estudiar esa hipotética causa podría implicar una
investigación muy costosa (habría que hacer muchas entrevistas en profundidad a muchos abogadxs para
poder determinar las razones de por qué se sienten más cómodos ‘litigando’ que ‘mediando’, o a la
inversa). Pero sí podemos conocer fácilmente, con una investigación que no es tan onerosa, la edad de la
gente que se siente más cómodo litigando que mediando y la de la que se siente más cómoda mediando
que litigando. No tenemos pruebas empíricas de las causas, pero sí tenemos pruebas de fenómenos que
están conectados con las causas, lo cual presta servicios al momento de predecir un escenario y/o planificar
actividades.
En conclusión, desde este marco teórico, la edad esconde la causa del fenómeno, pero no es la
causa. Por eso decimos que la relación entre edad y actitud ante la mediación es simultánea, porque lo que
vamos a encontrar (si la hipótesis se prueba empíricamente) es una coincidencia entre aquellos que están
bien dispuestos hacia la mediación y una edad relativamente joven. Por último, no se trata de una relación
causal porque no se puede decir que sea una relación de determinación: puede haber abogadxs que,
siendo de ‘mucha’ edad, se sientan cómodos con la mediación (quizá empezaron la carrera ‘de grandes’ y
se recibieron recientemente, aunque siendo ‘mayores’, pero con un adecuado entrenamiento en la técnica
de la mediación; quizá tienen una personalidad y valores que los hace sentir más cómodos con esta nueva
técnica; etc.), y, obviamente, puede haber gente joven que no se siente nada cómoda con la mediación,
aunque haya sido entrenada en esta técnica desde temprano.

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