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EL PAPA HACE UN EXORCISMO A UNA CHICA POSEIDA

La muchacha de 19 años y fuerza sobrehumana vociferaba durante una audiencia

CIUDAD DEL VATICANO, 10 sep (ZENIT.org).- El miércoles pasado Juan Pablo II


tuvo un encuentro cara a cara con el demonio. Lo ha confirmado el exorcista
de la diócesis de Roma, el padre Gabriele Amorth, al diario «Il Messaggero»,
que ha publicado detalles desconocidos hasta ahora de lo sucedido.

Durante la audiencia general del miércoles pasado, en la que estuvieron


presentes unos 40 mil peregrinos, cuando Juan Pablo II impartió su
bendición, una guapa muchacha de 19 años, originaria de un pueblecito
cercano a la localidad italiana de Monza, comenzó a gritar de manera
alocada. Se encontraba en las primeras filas, pues sus padres habían pedido
que participara entre los enfermos. Ante tanto escándalo, como era de
esperar, llegaron a toda prisa los agentes de policía italianos, que
trataron de calmarla. Demostró, sin embargo, una fuerza sobrehumana, pues
logró rechazar a los uniformados. Con voz cavernosa gritaba frases sin
sentido e insultó al obispo Gianni Danzi (secretario general de la
Gobernación de la Ciudad del Vaticano), que trataba de calmarla con un
crucifijo.

La muchacha respondió «vomitando» al prelado frases injuriosas. Intuyendo


que la muchacha estaba poseída por el demonio, monseñor Danzi informó al
secretario de Juan Pablo II, monseñor Stanislaw Dziwisz, quien a su vez
refirió lo que estaba sucediendo al pontífice.

Cuando el Papa terminó la acostumbrada vuelta en «papamóvil» por la plaza de


San Pedro para saludar más de cerca a los peregrinos, se encontró en un
lugar apartado con la «endemoniada». El Papa hizo un exorcismo y rezó por
ella durante una media hora. Al final, le aseguró que ofrecería la misa del
día siguiente para que fuera liberada de la posesión. Parece que el
exorcismo sólo logró un beneficio pasajero para la chica.

El sacerdote Gabriele Amorth, quien es quizá el exorcista más famoso del


mundo por sus libros de gran éxito--uno de los más conocidos es «Habla un
exorcista» (Planeta+Testimonio), 1998--, revela: «Había hecho un exorcismo a
la muchacha en la mañana del día anterior, junto a otro exorcista de Roma,
el padre Giancarlo Gramolazzo. La muchacha es realmente un esplendor por su
bondad y pureza. Sufre padecimientos atroces que ofrece al Señor por la
conversión de los pecadores. Es un caso tremendo de posesión diabólica. Da
una pena terrible el verla sufrir totalmente retorcida».

Según Amorth, «el Papa la vio, la llamó, la acarició y la trató con mucho
cariño durante media hora. Le dijo que en la mañana del día siguiente,
jueves, celebraría la misa por ella. En el exorcismo estuvo presente el
obispo Danzi. Al día siguiente, el jueves por la tarde, volví a hacer sobre
ella un exorcismo junto al padre Giancarlo que duró dos horas. En este
exorcismo también participó monseñor Danzi».

En esa ocasión, la voz diabólica aludió al encuentro del día anterior con el
Papa. «¡Cómo estaba contento el diablo --continúa diciendo el padre
Amorth--. Menudas carcajadas que se echaba. Llevó a la pobre muchacha a
decirme: "¡Ni siquiera tu jefe (es decir, el Papa) ha logrado hacer nada
conmigo!"».

El exorcista de la diócesis de Roma afirma que el caso de esta muchacha es


dramático y lo atribuye a un maleficio. Cuando era muy pequeña ya sufrió una
posesión. La actual dura desde que tenía doce años. En estos momentos,
«cuando no se manifiesta la posesión --concluye--, la muchacha no sólo es
preciosa, sino que además manifiesta una gran bondad y aceptación de los
sufrimientos ofreciéndolos al Señor. Antes llevaba una vida casi normal,
desde hace tres años, sin embargo, no ha podido ir al colegio ni trabajar».

En su ministerio como obispo de Roma, Juan Pablo II ha realizado al menos


otros dos exorcismos de este tipo. El primero tuvo lugar a inicios de su
pontificado, por petición de otro famoso exorcista de Roma, el padre Candido
Amantini. El segundo, a finales de marzo de 1982, ha sido testimoniado por
el cardenal francés Jacques Martin y lo realizó sobre una mujer de Spoleto,
Francesca F., que después volvió a dar gracias al Santo Padre.
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SACERDOTE Y PADRE DE SIETE HIJOS


Ha recibido un premio con ocasión de la Fiesta de la Familia

ROMA, 7 SEP (ZENIT.org).- Es sacerdote desde hace doce años y padre de siete
hijos, entre los que hay tres sacerdotes, dos religiosas y un seminarista.
El padre Probo Vaccarini, de 81 años, párroco de San Martino, en la diócesis
de Rimini, una parroquia de 400 habitantes en los confines con la República
de San Marino, por esta singular experiencia de vida recibirá el domingo 10
de septiembre, en Asís, un premio con ocasión de la «Fiesta de la Familia».
El premio será entregado por los franciscanos de Asís, con motivo de la
reapertura al culto --tras el terremoto de 1997-- de la Iglesia Nueva, que
surge en el lugar de la casa paterna de San Francisco.

El padre Probo, tras haberse entrevistado con el padre Pío (hoy beato) que
le había preanunciado el desarrollo de su vida, se casó en el año 52 con
Anna Maria Vannuci y del matrimonio nacieron siete hijos. Al quedar viudo en
1970, pidió y le fue concedido hacerse sacerdote. Su sueño se cumplió en
1988. De los siete hijos, Giovanni es sacerdote en Viserba Monte de Rimini,
Francesco en Le Marmore de Terni, Giuseppe en una misión de la diócesis
riminense en Albania. Gioacchino está en el seminario de Rimini, Maria Luisa
es religiosa de las pías discípulas del Divino Maestro, Maria Celeste es
laica consagrada y Maria Pia está casada y es madre de cuatro hijos.

El premio que recibirá, comenta el padre Probo, «es una señal para decir que
también hoy la familia debe ser cristiana». Justamente mirando a su especial
historia de marido y padre primero, y sacerdote después, el padre Probo no
duda en decir que «el sacerdote célibe está dedicado por entero a Dios y a
la comunidad por la eucaristía, los sacramentos, la oración, la liturgia, la
caridad. Quien tiene familia, en cambio, tiene el deber de pensar también en
la mujer, en los hijos. No se puede comprender plenamente el celibato si no
se vive una fe adulta: es el Señor el que, a través de su Iglesia, llama a
esta opción de amor, el sacerdote célibe es un signo de eternidad en la
tierra».

SACERDOTE Y PADRE DE SIETE HIJOS


Ha recibido un premio con ocasión de la Fiesta de la Familia

ROMA, 7 SEP (ZENIT.org).- Es sacerdote desde hace doce años y padre de siete
hijos, entre los que hay tres sacerdotes, dos religiosas y un seminarista.
El padre Probo Vaccarini, de 81 años, párroco de San Martino, en la diócesis
de Rimini, una parroquia de 400 habitantes en los confines con la República
de San Marino, por esta singular experiencia de vida recibirá el domingo 10
de septiembre, en Asís, un premio con ocasión de la «Fiesta de la Familia».
El premio será entregado por los franciscanos de Asís, con motivo de la
reapertura al culto --tras el terremoto de 1997-- de la Iglesia Nueva, que
surge en el lugar de la casa paterna de San Francisco.

El padre Probo, tras haberse entrevistado con el padre Pío (hoy beato) que
le había preanunciado el desarrollo de su vida, se casó en el año 52 con
Anna Maria Vannuci y del matrimonio nacieron siete hijos. Al quedar viudo en
1970, pidió y le fue concedido hacerse sacerdote. Su sueño se cumplió en
1988. De los siete hijos, Giovanni es sacerdote en Viserba Monte de Rimini,
Francesco en Le Marmore de Terni, Giuseppe en una misión de la diócesis
riminense en Albania. Gioacchino está en el seminario de Rimini, Maria Luisa
es religiosa de las pías discípulas del Divino Maestro, Maria Celeste es
laica consagrada y Maria Pia está casada y es madre de cuatro hijos.

El premio que recibirá, comenta el padre Probo, «es una señal para decir que
también hoy la familia debe ser cristiana». Justamente mirando a su especial
historia de marido y padre primero, y sacerdote después, el padre Probo no
duda en decir que «el sacerdote célibe está dedicado por entero a Dios y a
la comunidad por la eucaristía, los sacramentos, la oración, la liturgia, la
caridad. Quien tiene familia, en cambio, tiene el deber de pensar también en
la mujer, en los hijos. No se puede comprender plenamente el celibato si no
se vive una fe adulta: es el Señor el que, a través de su Iglesia, llama a
esta opción de amor, el sacerdote célibe es un signo de eternidad en la
tierra».

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