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Nocién y elementos de la memoria colectiva EN El DIESEMTE sora ee aaunent nea enna de memoria colectiva, nocién inaugurada por Maurice Halbwachs, y se da cuenta de la caracterlzacién que el autor hizo en varios de sus trabajos. En ese tono, se presenten elementos que insinud, dejé inconclusos debido a su muerte temprana, o que fueron desarrollades por otros autores, pero en el sentido de la tesis que el autor francés planted, Se da cuenta asi de Jos marcos sociales, de los artefactos, de la comunicacién, de la narrativa con que se edifica la memoria, asf como de algunas de sus consecuen- cias como la identidad y su momento fundacional, y de las relaciones que se establece con una disciplina afin como la historia. Es una vision gene- ral, panordmica del concept de memoria calectiva, propiamente una idea, pero que sitve como vision introductoria en tomo a lo que esta perspectiva plantea sobre el pasado vivo que se denomina memoria colectiva Desde dénde La memoria no ha aido tratada y trabajada en tode momento come facul- tad mental, como una actividad individual, ese maa bien ha sido un invento del siglo xx que insistié en hablar de los procesos paicolégicos superiores, como el pensamiento, el razonamiento y la memoria, come si de mecanis- mos individuales se tratara, Perapectiva que corresponde a el intento Ppositivisia, cientificista, de localizar y medir los procesos psicolégices, ¥ tal versién domind, al menos en el campo de la psicologia, durante el liltimo siglo No obstante esta versién, hubo otra aproximacién que sefialé que la memoria podia tematizarse y trabajarse desde otra épiica, por ejemplo Ja cultural. La visién de la memoria cue insiste en que €¢ menos una fa- cultad individual y mas un proceso de edificacién cultural, esto es, que es colectiva, se expuso a principios del siglo 3X, y lo hicieron al menos cuatro autores: Charles Blondel (1928), Frederic Bartlett (1932), Lev Vygotsky (1930) y Maurice Halbwachs (1925), Este dltimo desarrollé la idea y el concepto de memoria colectiva (1925, 1950a), el cual aqui se suscribe. Los otros tres autores —en sinionia con el concepto de Halbwachs— ha- blaron, respectivamente, de memoria siqmificativa, memoria en grupo y memoria mediada semidticamente, Lice inicios del siglo x dieron cuenta de estos argumentos y propuestas; sin embargo, en las décadas siguion- tes se les mantuvo en el olvido, fueron relegacos su planteamientos. Algunos antecedentes Ahora bien, esta idea de memoria colectiva tiene sus antecedentes, algo lejanos, en la concepcién griega de los lugares y las imagenes (los pri- meros como emplazamienios y las sequndas como contenidos de los sitios Para su recuperacién), y en la tradicién judia (desde el indicativo de “no olvidarés" hasta la cultura oral y las précticas por las que se mantiene Ja memoria alejada de la Historia) en tomo al trato y explicacién del recuerdo. La idea més clara sobre la memoria esta en la Grecia Clasica, pues es con los griegos donde se inaugura el “arte de la memoria’, que se atri- buye en especifico al poeta Siménides de Ceos. Cicerén narra que Simé- nides fue invitado a un banguete en el que recitaria un panegirico, inau- gurando asi una tradicién: el pago por sus servicios, pues el poema se le retribuirfa. Pero el recitador incluyé en su poema un extenso loor dedica~ do a unos dioses mellizos, raz6n por la que le regatearon el pago a la mitad, quedando la otra para que la sakiaran las divinidades aludidas, Bl poeta fue llamado a la puerta, justo en el instante en que se derrambaba 6] techo de la casa donde se daba el festin, matando a todos loa invitaden, Los cuerpos quedaron irreconocibles, por lo que hubo que Siménides quien, para identificarlos, eché mano de un el espacio. Icentificé a las personas por el lugar que ocupaban en el ban- quete, Los jovenes que habian llamado con urgencia al poeta a la puerta, eran Castor y Pélux, los dioses aludidos en el extenso poema simanideano, pagando asi el otro 50 por ciento que el festejado no quiso remunerar, Tal experiencia sugirié al posta ciertos principios para el “arte de la memozia’, como el lugar, sitio en que habian estado los invitados, los invitacos como imagenes, los cuerpos de éstos ya irreconocibles, Cicerén al respecto dira: “Que el orden de los lugares preserve el orden de las cosas, y las image- nes de las cosas denoten a las cosas mismas, y utilizaremos los lugares y las imagenes respectivamente como una tabla de escribir de cera y las otras escritas en olla’ (Yates, 1966: 14). Desde los griegos, entonces, os de especial trascendencia el uso de los lugares, del loci (Taylor, 1987), del espacio en sentido estricto occidental. ‘Cabe sefialar que es con los griegos donde también la retérica cobra forma y alteza, es parte de las discusiones piiblicas, de la manera de dis- cutir el pensamiento y el conocimiento piiblico. Son loa retéricos los que anteceden a los filésofos, y 8s precisamente en la retérica donde se ins- cribe la memoria, como una de sus cinco partes. A decir de Yates (1966: 14), la memoria es la més importante de esas partes, y es justamente como parte de la retérica que “el arte de la memoria circulé por la tradicién europea”. La memoria como arte continué cultivéndose, ademas se sequian reglas, tales como tener lugares, loci, y acto sequido incorporar imagenes en ellos (Taylor, 1987), Una serie de loci, sobre todo de tipo arquitecténico, yuna serie de imagenes que “se colocan dentro de la imaginacién de los lugares", imagenes y lugares por los que debe deslizarse el discurso retd- ‘leo, la disertacién del orador Por eso manifiesta Yates (1966: 15): "Hamos de pensar al orador antiguo como desplaséndose, en su imaginacién, a de su edificio de la memoria mientras hace su discurso, sacando Tos lugares memorizados las imagenes que ha alojado en ellos’. ‘sla manera, desde el siglo Xvi se enumeran tres tipos de sitios en Ja memoria: los magni loci, recintos pequefios en cuyas altares o muros pueden quedar inscritos los recuer- Nogien y eiernanton 15.) dos; los foci maioree, donde las bévedas, ealones, solerias, aleobas y sitios més amplios son deposilarios de la memoria, Se entiende que en el pri- mer caso la memoria podria ser de grupos pequetics, parejas, clubs de amigos, gente cercana y conocidos. En el segundo, se puede hablar de colectividades més amplias, comunidades por citar un caso. ¥, final- mente, eslé el Joci maximi, que daria cabida a una memoria colectiva de sociedades, puesto que la instala en caserios, conventos, iglesias, pue- los y ciudades. De este ultimo lugar puede entenderse la persistencia de una memoria de sigios ¢ incluso milenaria en sitios que, en algunas latitudes, legan a denominarse santos, porque albergan lo més sagrado del devenir de una cultura, algo que no puede olvidarse, por cozrer el riesgo de perder la identidad, a saber, la memoria colectiva. Con los griegos la memoria brindaba amplias posibilidedes y expre- sign al conocimiento sobre el pasado. En la antiguedad clésica se encon- traba al servicio de la oraloria secular, permitia en el orador la expresién de largos discursos relacionados con la jurisprudencia, la politica y asuntos afines. Y aunque los autores clésicos no le relacionan con la religién, con seguridad sirvid para aprender los milos de las antiguas Grecia y Roma, para ser transmitides con posteridad, Sin embargo, cuando cayé en manos de los escolésticos en la Edad Media, el arte de la memoria “adquirié un matiz acusadamente moral y didéctico" (Taylor, 1987: 59) La memoria, después de ser inaugurada como arte por los griegos, permanecié como forma de conocimiento, come disciplina que atesoraba la retérica, pues en aquella se finceba, en buena medida, la oratoria y ol arte de la persuasién. Logré mantenerse y se aliment y revistié de nuevas formas con el advenimiento de la escritura y los avances tecnolégicos, como la imprenta (Le Golf, 1977). E] siglo xk siguié valorando la memo- nha, y ésta atin se encontraba en la esfera social, en los relatos orales por ejemplo, comunicando formas de resistencia, como ocurrié en las subleva~ ciones decimonénicas en el continente american (Floreseano, 1999), Pera tal visién de la memoria a fines de esta centuria ge algo alejada de la academia, pues la ciencia ya ne fos ambiguos desplazéndolos al terreno de la cultura, y proponiendo formas que tendian més hecia Ja medicién y la precisién que serén dom. nantes en el siglo XX, Razén por la cual, en los dominios de la psicclogia general, la memoria devino més personalista, més facultad, como algo més medible y cuantificable y, en algunos casos, fue sustituida por g| aprendizaje, No obstante, como se ha sefialado, hubo otra visién sobre la memoria, que la tematiza como proceso social, como algo propio de grupos, de la colectividad. Y en esta perspectiva se propone que la memoria se contig. ne en marcos sociales, uno de ellos muy al estilo griego: el espacio. No obstante, la versién de la memoria colectiva fue relegada, algo olvidada, y fue hasta la década de los ochenta que se reintroduce la no_ ién, y ea los noventa que diversos trabajos comienzan a exponerse, recy. petando a los autores iniciales que plantearon dicha perspectiva ¢ intro. dujeron a otros para la retematizacién de esta perspectiva. Cuestioney como los marcos sociales, son tomados de nuevo en consideracién; e| Jenguaje se reconoce como instrumento de construccién de la memoria, elementos como los manumentos o los signos cotidianos, son enunciados como artefactos de la memoria. La memoria, desde este Angulo, se mantiene y transmite mediante diversas practicas Y comunicaciones de eventos significatives pera una colectividad, Dotar de continuidad al pasado con el presente y la conformacién de la identidad, personal 9 colectiva, se advierten como su tarea o funcién. Memoria contenica en marcos La memoria 8 colectiva, siquiera por los marcos en que se contiene, como el espacio, el tiempo y el lenguaje; por puntos de apoyo como l, afectividad, Ja misica, la familia y la religién, sobre la base de los cuale, Se consiruye, porque son eso, marces, en los que se contienen, en los que cobran sentido los acontecimientos que han de ser dignos de mantener. se para después comunicarse. Los marcos sociales posibilitan estabili ded, porque son puntos fijos, coordenadas que permiten contener, y por ello el contenido puede medificarse, pero los marcos, fijos como eon, se mantienen: "Son aquello fio dende puede apoyarse lo que se mueve' (Fernandez Christlieb, 1994a: 95), Halowachs sabia de eso y por eso in- titulé el primero de sus libros sobre el tema como Marcos sactales de ta memoria, y en su trabajo péatumo dedicé canitulos enteros « hablar del tiempo, el espacio y el lenguaje, porcue es con ellos que la memoria se posibilita. Los marcos son, entonces, més sociales y simbélicos que fisicos secueneiales: son siguilicalivos en la medida que se convienen colect- vamente y que se eslipulan para las colectividades: una fecha y un lugar resullan de interés para la gente en la medida que les ‘dicen’ algo, que Jos interpelan, que les comunican algo significative, de lo contrario serian fechas y igares distanies, sin interés, ajenos ¢ incomunicables. La eequi- na del barrie puede tener sentido para iss bandas que en ella ge retinen, y ajena pata los visitentes © adultos de la zona; el 10 de junio (fecha de una masacre estudiantil en México) puede resultar relevante para los estudiantes y la izquierda, y no para las secretarias y los conservadores. Asi son los marces, posibiliian, y asi son los sentidos, hacen sentir los momentos y los sitios, El espacio Del espacio, se ha sefielado, hay un largo antecedente en el trabajo de la memoria, ese de los grieqos y el loci. Puee bien, dos milenios después de las imégenes a las que se hace alusién, recuperando a Halbwachs, Fernandes Christlieb (1981) lo expone a su manera: son los lugares, como cuadro social, los que posibilitan a la memoria colectiva, y si los sitios se vyisitaban de manera motaférica a4 con los griegos, acd en la cotidianei- dad se cumplimentan literalmente: banquetas, esquinas, casas derum= adas, ruinas y otros museos que almacenan la memoria, Ello courre aai debido a que el espacio, on este caso, 8 “el significa. do que adguiere un conjunto de dimensiones en las que se vive"; y ala inversa: “dimensiones que condicionan, en funcién de sus caracteriaticas, Ja forma de vivir que se produce en au interior” (Torrijos,, 1988: MIclo es menoe natural y ms social y transformado. Pll Marse que al espacio como lerttoric y orientacién le corresponde expresién simbolica, donde entza el lenguaje y las relaciones que se eslablecen (Femandez Chislieb, 1981), por eso loa grupos sien. ‘suyos" ciertos emplazamiantos, porque los habitan y usan los signi. fs. De ahi que pueda hablarsc de “entoro significative’, ese donde sugesos cobran importancia de forma relativa al grado en que nos Hon, a que nos sean més o menos cercarios” (Torriios, 1968: 23). En ecuencia Con estas rellexionss, las colectividades, que poten una or1a cultural, ransiorman el espacio de un modo profindo y duradero: ndo un grupo se Inseria en una perte dol espacio, la transforma a fen. pero al mismo tiempo se pliega y se adapta a laa cosas materia. fue se le resiaten. El grupo se encierra dentro del marco que ha cons- lo. La imagen del entorno y las relaciones estables que se eniablan 4 pasan al primer plano en la idea que el grupo ae hace de si misao. idea penetra todos los elementos de su conciencia, y detiene y ro. penta su evolucién. La imagen de las cosas participa de la inercia de F (Halbwachs, 1950a: 132), = lugares, entonces, cobran sentido en funcién de lo que ahi se ha nmentado y quardado, como ai fvera un recipfente, un recepldéculo ermite que se alberguen sucesos con sentido, y ahi han de quedar 7a su posterior recuperacidn: por ejemplo, para ser narrades verbal Miante la escritura, Eze ¢9 ol sentido que cobran laa placas conmemo- e @ Jas que alude Pierre Nora, y por es0 habla de lugares de memoria, eco caso, la memoria en cuanto a ubicacién de objetce consiste en lorder algo cn un cierto espacio (DeLoache y Brown, 1997). Las ima- 8. Por su parle, siguen siendo las miames que se depesitan en tales .con- ® Porque es en los lugares donde las experiencias se quardan, sea en Tincones, en los parques, en los edificios, en las plazas, en los salones, Ios caigs o en cualquier otro sitio donde los grupos viven au realidad or tanto, ahi signitican sia experiencias. Por eso les personas crue elven al sitio donde oxperimentaron un evento significative en el pasa. plazamientos, pero ahora como vivencias que se recuerdan, Ello a do se sienten a les llega. como sin aviso, porque en electo Ja cabeza, sino que se vuelve posible en virtud del mareo caso el espacio, el loci, el lugar, También por la memoria ccurre que los habitantes de un ecifcio a punto de derruire a desalojarlo, porque implica dejar sus recuerdos en ese sitio, cnerdos aon una vida, toda la vida, y ain ella nada se puede grupo de amigos que ha experimentado durante afios cierlas hawal niega a abandonar su: esquina porque ahf est depositada su @ cia. De ahi que no resulte gratuito enunciar que "los lugares traen dos’, porque exaclamente asi sucede, lo cual saben a la perleecién grupos que demandan o levantan monumentes o “placas conmi fivas” en lugares signilicativos, como la Plaza de Tlatelolco en para recordar a los estudiantes muertos en 1968: son estos sitios do los grupos y las colectividades conservan y rondan su memoria, EI ermnpo Puede hablarse de ‘ritmo comin” y de un tiempo compartido; el tempo no es nf demasiado lento ni demasiado répido: son los pensamientos y las prdcticas que lo habitan quienes lo dotan de apresuramiento o lentitud, segiin los requerimientos de la vida social, urbane y rural, por citar dow casos. Asi, por caso, los acontecimientos en la vida urbana son més nume= roaos pero a la vez més breves, Pero e! pensaimiento que inlenta recu- perar clertos recuerdos ve mueve de la misma manera, por eso resullan accesibles los eventos pasados, y porque el grupo en el que se inscniben los acontecimientos sigue de alguna manera con contactos que asi los posibilitan. Sintoma del pensamiento lento y el répido: cuando en milli ples relatos de la cultura judia, sobre todo en Jos siglos posteriores a la Edad Media, no se intenta encontrar novedad alguna, en el fondo lo que encontramos es una “pronunciada tendencia a incorporar los nuevos acontecimientos, incluso loz més importantes 4 arquelipos familiares, por- que incluso los més terriblee acontecimientoa cuando ae ven dentro de loa | oo eae ise sam [SRSA SoS, aterrorizantes que en ‘eapeciicidad” (Yerushalmi, 1982: 41) Ahora bien, "es dentro del tiempo de un grupo dado donde el espiri- Busca reencontrar ¢ reconstruir el recuerdo y os en el tiempo donde jcuientra su apoyo", arqumentaré Halbwachs (1950b; 122), y ello por- le el tiempo desempefia ese papel en la medida en que “nos lo repre- Iniamos como un Tedio continue que no ha cambiado y que ha perma- ido tal cual entre el ayer y el hoy, de forme que podemos encontrar el fer en el hoy”. Ciertamente, as{ como ocurre con el espacio, sucede otto to con el tiempo que se traduce empiricamente en fechas, mismas que iardan eventos sicnificatives para su posterior conmemoracién (Fer- indez Christiieb, 1991; 1994a) Assu manera lo sefialé José Sramago (1991; 188): “El tiempo no es ia cuerda que se pueda medir nudo a nude, el tiempo es una superficie jblicua y onculante que sélo la memoria es capaz. de hacer que se mue- fa ¥ aproxime”. En verdad, la temporalidad, en esto caso, no es lineal, no él tempo cronolégico, no es l que marcan les relojes para abordar aviones 0 los trenes; es otro, que se contiene a la par del anterior en la realidad social: es un tiempo sentido y significado, que vale la pena iconmemorar. Yes que, en efecto, el tiempo vivido no se detiene, pero los Bignificados de cierios eventos que se endosan a cierios periodes, atos, meses, dias o momentos, permanecen para su comunicacién y posterior tecuerdo. incluso para generaciones que atin no estén presentes. Las fechas no tienen significado alquno por s{ mismae, sino que hay que dotar- las de algtin sentido, por eso determinadas sociedades dividen au tiempo con un tipo de calendario especifico: el ciclico en el mundo mesoameri- eano, el calendario cristiano para la era comtin o uno distinto para los judios (erushaini, 1982}, insoribienco en ellos momentos y eventos que han de perdurary, asl, puede hablarae de la existencia de tantoa tiempos Como grupos que los signiliquen, y en conscouencia ocurre que el tiempo en cierlo grupo ea “el que debe de ser y los hombres que pertonecen a él lo pfensan segin la marcha de sus necesidades y de sus tradiciones” (Halbwachs, 1950a: 113), siendo estes tonalidades las que le dan vida al de wrmonnene Socwe 2 | tempo que de otra forma seria estético, Por ao aentencia Hallbwachs que el: "tiempo no es real més que en la medida que tiene un contenido, en la medida que ofrece una materia de acontecimientos al pensamiento” (1950a: 129). Por eso argumentaba Bachelard (1932: 36) que “el tiempo no es nada ai en él no ocurre nada"; y ls materia con que se nutre son los aconiecimientos signiticativos que un grupo vivencia y comunica, y que pueden expresarse en téeminos cemo los aniversarios, las gestas de inde- pendencia, las inauguraciones de esisblecimienios, los santorales de los barrios o el inicio de una revuelta como le de 18100 1910 en México, 0 el primero de enero zapatists; en tal caso, existen miltiples conmemora- clones que pare un grupo © sociedad adquieren sentido y alrededor de Jas cuales se unitican. Las fechas, entonces, se han convertido en tiempos de la memoria que posibilitan que un grupo o sociedad se conciba con tradicién, con pasado, con ideniidad. 28 decir, que se reconozca como tal. Por eso puede argu- mentarse: "El tempo que ha vivido el grupo es un medio semidesperso- nalizado en el que podemos situar al lugar de maa de un acontaciriento pasado porcuie cada uno de ellos tiene una siqnificacién en relacién con el conjunto” (Halbwachs, 1980: 125). Como quiera, el tiempo social, el de Ja memoria, se manifiests en las précticas conmemorativas de aconteci- res, celebraciones de aniversarios, mientos significativee, fiestas fami etcétera, y las mas de las veces, se enuncian. El lenguaje: marco @ insirumento Asi como la memoria se contiene en marcos, recurre también a instrumen- tos pare edificarse, y el mds acabado y a la vex marco central dela memo- tia celectiva es el lenguaje, y con éste, sea oral, pictografico o escrito, se construyen, se mantienen y iransmiten los contenidos y significados de la memoria (Vygotsky, 1930; Halbwachs, 1950a}, Ello porque el lenguale ea el marco mas “eslable” de la memoria, dada su posibilidad de anclaje: “El lenquaje representa uno de los poderes conservadores mas cultura, Sin este conservatismo no llegarla a la cormunieacisn” (Casier, 1944: lenquaje y su comunicacién. Por 1 lequaje es el espacio social de las ideas", que es una “eoea social", que es un asunto de la colectividad: “Primero viene la pala- fa, luego la idea, después, algunas veces, la cosa. sia no seria para nosotros lo que ¢s, sin la idea que tenemos de ella, ni la idea sin la pala- ‘bra’ (1928: 104). En efecto, el lenguaje no es concebible por fuera de la sociedad: “Sin é! no habria sistema conceptual, no sélo posible, pero ni siguiera imaginable. For consiguiente, ningiin sistema conceptual es teslizable fuera de la coleciividad” (Blondel, 1928: 96), Asi, en todos los estudiosos originarios de la memoria (Halbwachs, 1925: 19802; Blondel, 1928; Vygotsky, 1930; Barllett, 1932) existe una relacién entre lenguaje y memoria, No podié ser de oiro modo, toda ves que para comunicar los significados hay que recurrir al lenguaje. esa creacién cultural que permite acordarnos de algo: “Los hombres que viven en socie- dad usan palabras de las cuales comprenden el sentido: ésla es la cond!~ cién del pensamiento colectivo", y es que cada palabra que se comprende a2 ve “acompariada de recuerdos, y no hay recuerdos a los que no pode- mos hacerles corresponder palabras. Hablamos de nuestros recuerdos antes de evocarlos; asf es el lenguaje, y asi es todo el sistema de conven- ciones que le son solidarias, las cuales nos permiten a cada instante re~ conslruir nuestro pasado” (Halbwachs, 1950a: 279) En electo, para comunizar los sigmificados hay que recurtir al lengueje, ese produto social que habilita acordarnos de algo: "La memoria se abre paso a través de la verbalizacién, a6!o como uno de sus numerosos caminoa” (Calveiro, 2001: 18), no obstante que las “formas de la memoria suedan exceder la palabra misma, y aunque haya una memoria imborra- ble ¢ incluso innombrable y se manifieste de distintas formas “se la llama yse la modela desde el lenguaje” (2001: 19), de abi que Vygotsky (1930) asequrara que la memoria es verbal, se encuentra mediada y se yuda de los signos. ¥ también es la razén que esgrime Paul Ricoeur (1999) cuando habla de “memoria declarative’, puesto que ésia alude siempre aalgo, declara: “Decir que nos acordamos de algo, es declarer que hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido algo, y esta memoria declarativa se expresa en el lenguaje de todos, inseriéndose, al mismo tiempo, en la memoria colectiva’ (1999: 217). De nuevo es Blondel quien argumenta: “Desde que se percibe un objeto, se nombra, y el nombre que evoca reacciona sobre la percepcién que tenemos de él atrayéndolo 4 ese mundo de relaciones Iégicas que es precisamente el mundo de las pala bras” (1928: 126), ¥ aunque el lenquaje que usamos en la cotidianidad no totaliza la realidad simbélics colectiva, s{ “constituye el pensamiento colectivo”, es decir, “la interpretaci6n, definicién, opinién, concepcién, que la colectividad tiene de sf miama” (Feméndez Chrisllieb, 1994b; 79) Y en éste se inscribe buena parte de la realidad social, pasada y pre- sente, que es la memoria. La resiciencia de la memoria: los artefactos El lenguaje no ¢s el tinico artefacto de la memoria, pues existen otros, ereados y organizedos con la intencién de comunicar el presente y pasa- do de una cultura a futuras sociedades que atin no exislen. Hay objetos permanentes “creados especialmente para ayudamos a recordar”: osa es su funeién, y en tanto producciones sociales se da una significacién per- sonal o colectiva sobre los objetos del mundo material, y como imégenes materiales une funcién de los artelactos es “facilitar la relacién enlre acli- tudes e intereses que constrifien y guian los recuerdos de los afectacios”™ (Radley, 1990: 72). Bakhurst (199%: 129) aducira que un “objeto existe como un artelacto en virtud de una clerta significacién social, o signifi- cede, con el que au forma fisica ha sido dotada, y ea este hecho lo que se perderfa en una descripcién puramente tisica’, de tal suerte que “las formas sociales de la actividad se han objetivado en la forma de una coua ¥ han elevado de esa forma un trozo de naturaleza en bnulo con una clase especial de significado". En efecto, en sentido la expresion de que “ser una criatura capa de relacionarse con e! mundo como ¢on un. 130), 4. e significados, sentidos, valores y razones: los artefactos son, en cierta me dida, instrumentos para las personas (Lang, 1997), mediadores de los que hablaba Vygotsky (1931): memoria con artefacios, ast denomina la "mnemotécnica’, en tanto que comprende “todos los provedimientos de memorizacién que incluyen la utilizacin de ciertos medics técnicos oxternos y estén dirigidos a dominar la propia memoria’ (1931: 248). También la designa como memoria “mediada’. En todo caso, ¢! artefacto tiene una funcién instrumental: “es la orientacién general de la operacién que usa el signe y la introduceién del signo en calidad de medio en la “gperacién de memorizacion” (1931: 252) Fernandez Arenas (1988; 9) ha delinido al arlefacto también como bra de arte, por tanto, como el medio de alcansar una finalidad: “la inter- iccién entre la obra y su zeceptor’. Ciertamente, porque lo que queda una cultura, de un periodo, de una sociedad remota, en muchas oca- fiones, son nada ms algunos objetos, sus artefacts, x una parte de esos lefactos es lo que en otro momento se denomind arte, y en ocasiones: arte effmero, el que en su momento pasa muchas veces inadvertid, bede devenir artefacio de la memoria (Fernandes Christlieb, 2003; diley, 1990), anélogo a los archivos y los museos, las galerias y las bi- ltecas (Radley, 1990; Middleton y Edwards, 1990); 0 los monumentos , etimolégicamente, llevan al recuerdo y a le duracién, de ahi que al dlr a los monumenics ee haga referencia a la permanencia (Gémez de i, 1965; Auge, 1992) TJustamente, “los museos, al igual que otros edificios de la comunided drales, ayuntamientos, casiilloa) son almacenes de objetos que exis- jomo artefactos especiales y en referencia a los cuales se pueden pretar y entender las épocas pasadas”, y en tales casos “la gente no ida una serie de hechos personales que afectaron a su propia vide le disfrula de ‘un sentido del pasado’ mediante la comprensién de oria que parece haber sido creada por otros” (Radley, 1990: 64). jo enuncian Vygotsky (1930) y Florescano (1987): la humanidad ha terios, que a su vez gon lugares y monumentos de la memoria, ¢ indican Spocas de una sociedad. Los objetos materiales estén organizados de tal forma que permiten el recuerdo. ello ocurre en situaciones amplias y en el mundo doméstico, la casa, y €8 98 eniomo organizaco el que faciliia “no sélo lo que deberfa recordarse”, sino incluso "cémo deberfa conducirse este recuerdo” (Radley, 1990: 64), y en ocasiones es lo que permite encontrar continui- dad entre un pasado no vivido y el prevente experimentado; y es que los objetos son usados para establever “un vinculo con el pasado”, lo cual ayuda a la manutencién de la identidad de las colectividades. Asi, los objelos reunidos, por ejemplo los de los museos, posibilitan "evocar un cierto sentido del tiempo y el lugar” al que pertenecen o han pertenecido. Pero no sdlo los museos permiten evocar, multiples objetos lo hacen: edi- ficios, fotogratias, casas, muros, pinturas, miisica, grabados, léminas, esta- tuas, medallas, calendarios, carlas, placas, discos, cesseles, y otros tantos abjelos cotidianos: en algim momento algin objeto “aparece” y la gente se detiene tratando de encontrar una historia, un pasado, una explice- cin, y enionces evoca; asi se aparecen algunos cbjetos, pero otros estén on “un mundo iaalerialmenle ordenado”, son deliberadamente organiza- dos con la pretensién de mantener el sentido de un pasado, personal 9 colectivo, pero también mites, ideologias 0 suefios o hasta el significado de toda una cultura, como ocurre con miiltiples indicios (de muchas cul- turas), Pero ello implica la sobrevivencia, el apartamiento y alejamiento de sus momentos primeros, de su creaci6n, y llegar a otros tiempos 0 espa cios y entonces significerse 0 resignilicarse para adquirir sentido, com- prensién, en un nuevo contexto, y ello permitird, entonces, recordar, Como quiera, los instrumentos y arlefactes de la memoria tienen u propio pasado, el devenir mismo de la humanidad, y de acuerdo con las circunstancias se van adecuando 0 modilicando, no asf su intenoién, que on todo momento es comunicar para no caer ene! olvide, En este ejerci- incorporaciones relativamente recientes p

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