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Apuntes de química ACS

Modelos atómicos
Los modelos atómicos son hipótesis propuestas para entender la situación de las
partículas que integran el átomo, de manera primordial los electrones, y así poder
determinar teóricamente los principales parámetros de estos. Ello contribuye, además, a
la comprensión del enlace entre dichos átomos.

En la antigua Grecia, Demócrito consideraba que la materia estaba formada por


pequeñas partículas indivisibles, llamadas átomos.
En 1808, John Dalton recupera la teoría atómica de Demócrito y considera que los
átomos (partículas indivisibles) eran los constituyentes de la materia que se combinaban
para formar los compuestos.
En 1897, los experimentos realizados sobre la conducción de la electricidad por los
gases llevaron al descubrimiento de una nueva partícula con carga negativa: el electrón.
Los átomos, entonces, eran divisibles.
J.J Thomson propone entonces el primer modelo del átomo (“pastel de pasas”): “Los
electrones (pequeñas partículas con carga negativa) se encuentran incrustados en una
nube con carga positiva. La carga positiva de la nube compensa exactamente la negativa
de los electrones siendo el átomo eléctricamente neutro.”

E. Rutherford realiza en 1911 un experimento crucial con el que trataba de comprobar


la validez del modelo atómico de Thomson. Las partículas alfa (α) se hacen incidir sobre
una lámina de oro muy delgada. Tras atravesar la lámina, las partículas α chocan contra
una pantalla. De esta forma, era posible observar si las partículas sufrían alguna
desviación al atravesar la lámina.
(*)Una partícula α es una partícula muy pequeña con carga eléctrica positiva. Los
resultados del experimento fueron que la mayor parte de las partículas atravesaban la
lámina de oro sin sufrir ninguna desviación, muy pocas se desviaban (trazo a rayas rojo)
y en rarísimas ocasiones rebotaban (líneas de puntos azul).
La interpretación de Rutherford fue: si el modelo atómico de Thomson fuera cierto, no
debería haber desviaciones ni rebotes de las partículas. Estas atravesarían limpiamente
los átomos sin desviarse.
Así que, para que las partículas se desvíen, deben encontrar en su trayectoria una zona
(núcleo) en la que se concentre carga de signo positivo. La zona en la que se concentra la
carga positiva debería de ser muy pequeña comparada con la totalidad del átomo (sino
rebotarían y se desviarían más partículas). Los electrones orbitan siguiendo trayectorias
circulares alrededor del núcleo. De esta manera, las partículas que chocaban con el núcleo
rebotaban y las que pasaban cerca del núcleo se repelían y se desviaban.
Por tanto, en el modelo propuesto por E. Rutherford existe un núcleo muy pequeño
(donde se localizan los protones y los neutrones) y los electrones orbitan en círculos
alrededor del núcleo. En el núcleo se encuentran los protones (carga positiva, p+) y los

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neutrones (sin carga, nº) y el número total de ellos viene dado por el número másico, A
(p+ + no). El número atómico, Z, da el número de protones (p+) del núcleo y es lo que
distingue a un elemento de otro. Z coincide con el número de la casilla del elemento en
la tabla periódica.

Los electrones (carga negativa, e -) orbitan en torno al núcleo y son atraído por este
(carga positiva, p+). El número de e- coincide con el de p+, por eso, los átomos en conjunto
no tienen carga. Si el átomo tiene carga (no es neutro), los e- serán más que los p+ en los
aniones (carga -) y serán menos en los cationes (carga +).
Los átomos de un mismo elemento no son exactamente iguales, aunque todos poseen
el mismo número de protones en el núcleo (igual Z), pueden tener distinto número de
neutrones (distinto A) y se denominan isótopos. Todos los isótopos tienen las mismas
propiedades, solo se diferencian en que unos son un poco más pesados que otros. El
número de neutrones de un átomo se calcula así: n = A – Z. La forma de representarlo se
encuentra en la imagen.
Con el fin de resolver los problemas acumulados sobre el modelo de Rutherford, y
para explicar el espectro del átomo de hidrógeno, Niels Bohr propone en 1913 un nuevo
modelo atómico sustentado en tres postulados:
1. Cualquiera que sea la órbita descrita por un electrón, éste no emite energía. Las
órbitas son consideradas como estados estacionarios (siempre la misma) de energía. A
cada una de ellas le corresponde una energía, tanto mayor, cuanto más alejada se
encuentre del núcleo.
2. No todas las órbitas son posibles. Hay unas órbitas concretas permitidas. El número,
n, que determina las órbitas posibles, se denomina número cuántico principal. Las órbitas
que se correspondan con valores no enteros del número cuántico principal, no existen (es
decir, n = 1,2,3 no ½, ¾, etc).

3. La energía liberada al caer un electrón desde una órbita superior de energía a otra
inferior, se emite en forma un cuanto de luz (fotón, un paquete).

El átomo de Bohr rompió todos los esquemas de lo conocido hasta el momento según
la física clásica, que tanto éxito había tenido en la explicación del mundo macroscópico,
pero que no servía para describir el mundo de los átomos.

Posteriormente, en la década de 1920, una nueva generación de físicos (Schrödinger,


Heisenberg, Dirac…) elaborarán una nueva física, la Física Cuántica, destinada a la
descripción de los átomos, que supuso una ruptura con la física existente hasta entonces.

Sommerfeld (en 1916) perfeccionó el átomo de Bohr considerando que el electrón, en


base a la ley de Coulomb, debería de describir una elipse, no una circunferencia y para
determinar las posibles órbitas elípticas se necesitan dos números cuánticos: el número
cuántico principal, n, y el número cuántico secundario, l. Una misma elipse (órbita) puede
tener muchas orientaciones en el espacio. El número cuántico magnético (𝑚𝑙 ) fija las
orientaciones permitidas.

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E. Schrödinger, desarrollando la teoría de De Broglie, considera al electrón como una


onda e intenta obtener la correspondiente ecuación. En 1925 propone la llamada ecuación
de onda para un electrón que describe su comportamiento en el átomo de hidrógeno. La
resolución de la ecuación de onda permite obtener la llamada función de onda para el
electrón u orbital atómico.
Max Born (1872-1970) propuso una interpretación que permite la conciliación de la
mecánica de Heisenberg y la teoría ondulatoria de Schrödinger.

Según Born el cuadrado de la función de onda de Schrödinger da la probabilidad de


encontrar al electrón en un punto del espacio en un momento dado. No es posible hablar
de órbitas, pero sí de regiones del espacio en las que existe una gran probabilidad de
encontrar al electrón (orbital).

Estructura electrónica
Números cuánticos
El tamaño, forma, orientación y energía de un orbital vienen determinado por una serie
de números cuánticos:

a) El número cuántico principal, n, determina los niveles principales de


energía.
Cuando n aumenta, la energía del electrón aumenta y, por tanto, el tamaño del orbital
es mayor porque es más probable encontrar el electrón lejos del núcleo.

b) El número cuántico secundario u orbital, l, determina los subniveles de


energía que hay en un nivel principal. Los valores de l vienen condicionados por
n. Este número cuántico determina la forma de los orbitales.

c) c) El número cuántico magnético, 𝒎𝒍 , determina la orientación del orbital


en el espacio y el número de orbitales del mismo tipo que hay en un subnivel. Los
valores que puede tomar 𝑚𝑙 están limitados por 1.

d) El número cuántico de espín, 𝒎𝒔, sólo puede tomar los valores +1/2 y -1/2
y, en cierto modo, puede considerarse que dichos valores se relacionan con los
dos posibles sentidos de rotación de un electrón sobre sí mismo.
En cada orbital sólo caben dos electrones, uno con 𝑚𝑠 = +1/2 y el otro con 𝑚𝑠 =
−1/2, y habitualmente se representan mediante flechas en una caja orbitálica.

Los números cuánticos pueden tomar diferentes valores:

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a) El número cuántico principal n puede tomar cualquier valor entero


positivo, es decir, 𝒏 = 1, 2, 3, …

b) El número cuántico secundario u orbital l puede tomar cualquier valor


entero entre 0 y 𝑛 − 1, de manera que en el nivel 𝒏 = 1 hay un subnivel (dado
por 𝒍 = 0) en el nivel 𝒏 = 2 hay dos subniveles (dados por 𝒍 = 0 y 𝒍 = 1), etc.

En cada subnivel hay un único tipo de orbital que suele simbolizarse por letras:
Subnivel (𝑙 = 0) → orbital tipo s

Subnivel (𝑙 = 1) → orbital tipo p

Subnivel (𝑙 = 2) → orbital tipo d

Subnivel (𝑙 = 3) → orbital tipo f

c) El número cuántico magnético 𝒎𝒍 puede tomar cualquier valor entero,


incluido el 0, entre +𝒍 y −𝒍, de manera que para 𝒍 = 0 sólo hay un orbital (dado
por 𝒎𝒍 = 0), para 𝒍 = 1 hay tres (dados por 𝒎𝒍 = 0, 𝒎𝒍 = 1 y 𝒎𝒍 = −1), etc.:

Orbital tipo s (𝑙 = 0) → 𝑚𝑙 = 0 → un orbital

Orbital tipo p (𝑙 = 1) → 𝑚𝑙 = 0, ±1 → tres orbitales

Orbital tipo d (𝑙 = 2) → 𝑚𝑙 = 0, ±1, ±2 → cinco orbitales

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Orbital tipo f (𝑙 = 3) → 𝑚𝑙 = 0, ±1, ±2, ±3 → siete orbitales

d) El número cuántico de espín 𝒎𝒔 sólo puede tomar los valores +1/2 y


−1/2.

Configuración electrónica
El modelo mecánico-cuántico del átomo permite conocer la distribución de los
electrones en los diferentes orbitales atómicos, la denominada estructura o configuración
electrónica fundamental.
Para establecer la configuración electrónica de un elemento químico se aplican las
siguientes reglas:

 Principio de construcción o de Aufbau


La configuración electrónica de un átomo se determina siguiendo el principio de
construcción o de Aufbau, que establece que los electrones van llenando los orbitales
disponibles en orden de menor a mayor energía.

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 Principio de exclusión de Pauli


Dos electrones en un mismo átomo no pueden tener los cuatro números cuánticos
iguales, de lo cual se deriva que en cada orbital caben dos electrones como máximo, cuyos
números cuánticos 𝑛, 𝑙 y 𝑚𝑙 , serán iguales, sólo diferenciándose el valor de 𝑚𝑠 : +1/2 o
−1/2.

El principio de exclusión limita el número de electrones que caben en cada subnivel y


en cada nivel. En un subnivel con orbitales tipo s sólo caben 2 electrones; con orbitales
p, 6 electrones; con orbitales d, 10 electrones; y con orbitales f, 14 electrones.

 Regla de Hund
La regla de Hund se aplica cuando los electrones comienzan a llenar orbitales de igual
energía, como los p, d o f, que tienen, respectivamente, tres, cinco y siete orbitales
energéticamente equivalentes.
En tal caso, los electrones se colocan desapareados, de manera que ocupan el mayor
número posible de orbitales, y con iguales valores de 𝑚𝑠 (se dice que los espines son
paralelos). En cierto modo, puede justificarse este comportamiento porque así se
minimizan las repulsiones entre los electrones.

Expresión de la configuración electrónica fundamental


Los pasos para escribir la configuración electrónica fundamental de un elemento, por
ejemplo, el germanio, son:

1. Hallar el número atómico del elemento. El número atómico de un elemento neutro


es el número de electrones de su corteza electrónica.
Por ejemplo, en el caos del germanio, cuyo símbolo químico es Ge, su número atómico
es 𝑍 = 32 y, por tanto, tiene 32 electrones.

2. Llenar los orbitales siguiendo el principio de construcción y el principio de


exclusión. Se escribe el nivel y los tipos de orbitales mediante letras: s, p, d y f. El
número de electrones se escribe como un superíndice del símbolo de los orbitales.
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Para el caso del germanio: Ge (Z = 32): 1𝑠 2 2𝑠 2 2𝑝6 3𝑠 2 3𝑝6 4𝑠 2 3𝑑10 4𝑝2

3. Si es necesario, aplicar la regla de Hund.

Electrones de valencia
En una configuración electrónica se distinguen los electrones según la energía de los
orbitales que ocupan:

 Los electrones que ocupan los orbitales más externos, los de mayor
energia, son denominados electrones de valencia porque de ellos depende
principalmente la reactividad química del átomo.
 El resto de electrones, los denominados electrones internos, tienen me
nos energía y su papel en la reactividad química es mucho menor porque ocupan
orbitales completamente llenos.
La expresión de la configuración electrónica suele abreviarse indicando sólo los
electrones más externos y sustituyendo los electrones más internos por el símbolo
químico del gas noble (encerrado entre corchetes) que tenga esa misma configuración.

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