Los principios consagrados por la ley durante el menemismo para todas las políticas públicas,
incluidas las industrias culturales y las telecomunicaciones, fueron: desregulación,
privatización y desmonopolización. Las principales medidas del gobierno fueron: eliminación
de restricciones a inversiones extranjeras directas, adquisición de bienes de capital
importados, privatización de servicios y la privatización monopólica de la telefonía básica y la
transmisión de datos, la dolarización de las tarifas, y un régimen normativo permeable a las
demandas empresarias.
Este período consolidó la asunción del régimen legal sancionado por el gobierno militar con
promoción del modelo privado comercial y con restricciones en cuanto al contenido; el
permanente Lobby de la cámaras que agrupan a los empresarios del sector eficaz para cambiar
las reglas del juego (multimedios, capitales extranjeros) o para eludir normas reglamentarias
de nuevos servicios (cable, satélite); controlar el sistema mediante un organismo no
democrático, unipersonal, intervenido por la presidencia y la falta de políticas pluralistas para
un correcto control del área; y un modelo de comunicación masiva que restringió las
capacidades de acción pública de ciudadanos, interpelándolos como meros espectadores.
La sanción de la ley 23.696 de Reforma del Estado en agosto de 1989, se flexibilizaron puntos
clave de la ley 22.285 (de la dictadura) que imposibilitaban hasta el momento que se formen
conglomerados (multimedios). Sumada a la ley 23697 de Emergencia económica (promulgada
el 15 de septiembre de 1989) que crea los decretos de necesidad y urgencia, y posibilitó un
proceso de profunda privatización y desregulación (es en 1989 que se privatiza el 11, para la
familia Vigil y el 13, para Grupo Clarín). Con estas leyes se modificaron artículos de la ley
22.285:
Art. 43, inciso A: el límite de 3 licencias de tv o radio a una misma persona física o jurídica.
Art. 46, inciso A: la disposición que establecía que el objeto de la licenciataria sería
exclusivamente prestar el servicio de radiodifusión (permitiendo que sean licenciatarias
personas o empresas con actividades económicas).
Art. 46, inciso C: se eliminó la disposición que establecía que los socios de la licencia no podían
ser más de 20.
● Consolidación de emisoras de FM, sin licencias en firme, en el interior del país, desplazando
a tradicionales emisoras de su zona de influencia.
Para 1989 existían por fuera del registro del COMFER alrededor de 2000 radios que emitían sin
licencia o permiso oficial, que habían surgido a partir de 1986: siendo alternativas de
programación local para poblaciones del interior y ámbitos de expresión de la democracia por
fuera del ámbito legal restrictivo heredado de la dictadura. El ARPA (Asociación de
Radiodifusoras Privadas Argentinas) las catalogó de clandestinas y reclamaban su cierre en pos
de limpiar el éter. Dentro de la Ley de Reforma de Estado se intentó desbloquear la ilegalidad
de las nuevas FM, el Congreso facultó al Ejecutivo Nacional para regular el funcionamiento de
esos medios. A los pocos meses en ese mismo año, el gobierno dictó el decreto 1357 que
establecía un registro de emisoras FM en “situación irregular” que estuvieran en
funcionamiento antes del 17/98/1989 (fecha de la sanción de la Ley 23.696, Reforma del
Estado), a las que se les otorgaría un Permiso Precario Provisorio (PPP). También se dispuso
que el COMFER llamaría a concurso para la adjudicación de licencias de FM de acuerdo a un
Plan Técnico. Por último, algunos licenciatarios comenzaron a tercerizar la señal FM con
productoras exitosas en otros medios para que se hagan cargo de la gestión de la
programación.
Tras la sanción de la Reforma de Estado de 1989, los proyectos para reemplazar la vieja ley de
radiodifusión conservaban huellas de la sorda discusión parlamentaria durante el alfonsinismo.
Se trató de un Poder Ejecutivo que no quiso una modificación integral de la ley 22.285 luego
de haber logrado el aval para las privatizaciones en 1989.
El Servicio Oficial de Radiodifusión (SOR) quedó integrado por Radio Nacional y ATC, una
estación de radio en cada provincia, las repetidoras del canal de tv y las estaciones
Radiodifusoras Argentinas al Exterior (RAE). Pero se acrecentó el carácter comercial del
sistema de medios argentinos que llevó a perder una lógica de programación pública sin
influencia de los anunciantes, los medios estatales tenían un perfil parecido al de los privados
comerciales y no favorecieron la participación social.
Cuanto ATC estaba bajo dirección de Gavilán, oscilaba entre lo cultural y comercial, pero poca
audiencia y altos costos de producción. Pero a partir del nombramiento de Sofovich como
director, se da un giro en la programación que desconoce el fomento a la educación y la
cultura. En 1992 se convirtió a ATC en una Sociedad Anónima, adoptando un modelo de
organización similar al de la actividad privada.
También se llamó a licitación para Radio Municipal Ciudad de Buenos Aires por “déficit
operativo” (se quería ceder la licencia a alguien muy cercano a Menem). Tras ciertas protestas,
el gobierno permitió Radio Municipal continuar emitiendo pero desde una frecuencia más
limitada y otorgó su frecuencia a Hadad, Tinelli y Salvi. La privatizada Radio 10 ocupa desde
finales de la década del 90 el primer puesto de audiencia en Capital. Por otro lado, mediante la
resolución 858 de 1990, el gobierno aceptó a la Iglesia Católica como licenciataria de servicios
de radiodifusión.
La ley 22.285 establecía que no podían constituirse redes privadas permanentes. Pero eso fue
re interpretado en 1991 por el Decreto 1771 que permitió integrar una red de programación
siempre que se mantengan los derechos de publicidad de cada emisora y las estaciones
afiliadas originen un 50% de la emisión diaria. Esto permitió difundir programación en cadena
(canales del interior compraban producciones a los canales de capital). Este decreto también
liberó la emisión publicitaria y permitió las PNT (que la ley 22.285 había prohibido, y había
establecido 12 minutos de publicidad como máximo para tv y 14 para radio).
En esa época las emisoras de tv cabeceras (ATC, 9, 11 y 13) y las principales radios capitalinas
ya habían subido sus señales al satélite, pero esta cadena por vía satelital fue limitada por el
COMFER que mediante una resolución de 1993 permitió hasta un máximo de 20 minutos por
hora las conexiones satelitales. Esta tv satelital directa va a tardar un poco más en
desarrollarse. Por otro lado, para 1994 más de la mitad de los hogares tenían cable, y el estado
nunca garantizó zonas de exclusividad para los distribuidores de señales lo que generó el
crecimiento del cable a partir de la competencia y la multiplicación de ofertas.
Desde 1994 se va a consolidar una oleada histórica de inversión extranjera en los medios
masivos argentinos. Ante un Estado ausente de regulación, los medios locales comenzaron a
formar alianzas con operadores foráneos que les permitieron afrontar las inversiones en el
tendido de la red de fibra óptica y la renovación de equipos; luego de la crisis de
convertibilidad, la mayoría de propietarios locales venderán sus acciones. Todas estas
operaciones pudieron blanquearse el 20 de octubre de 1994 al entrar en vigencia la ley 24194
ratificadora de un Tratado de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones firmado con
EE.UU, en donde los capitales extranjeros son tomados como propios y pueden intervenir sin
ninguna restricción. Pero esta “reciprocidad” no era tan recíproca, ya que el tratado no era
aplicable a empresas vinculadas a la industria cultural con sede en los EE.UU (ellos ponían acá
pero nosotros no allá).
El sistema televisivo abierto o hertziano, que estaba organizado en red a partir de canales
cabecera y canales asociados del interior que repetían la programación producida en Buenos
Aires y enlatados estadounidenses, va a transformarse a partir de la constitución de la
sociedad CEI-Telefónica. En 1997/98 va a comprar los canales 9 y 11 (Telefé) de Buenos Aires,
y los canales provinciales vinculados a estos. Contó con el apoyo explícito del gobierno que en
1998 dictó los decretos 85 y 86 llamando a licitación para dos nuevos canales en Córdoba y
Rosario, lo que obligó a las empresas provinciales a vender sus acciones a Telefé (y así poder
competir con su programación), pero una semana después de que CEI-Telefónica adquiera las
empresas se suspendieron las dos licitaciones. Desde entonces CEI-Telefónica pasó a
posicionarse como el principal operador de televisión abierta en el país. Además, en
noviembre de 1999 Goldman Sachs adquirió el 18% de las acciones de Grupo Clarín (Canal 13,
Artear, Multicanal, CTI, etc.).
Así estos grupos extranjeros integraron los conglomerados multimedia gestionando los canales
de cabecera y los provinciales. A estos se correspondieron otros tres tipos de agentes: las
productoras audiovisuales independientes de capital nacionales ligadas a los canales de
cabecera (Pol-Ka y Canal 13, Ideas del Sur y Canal 11, Cuatro Cabezas y Canal 2), los
poseedores de derechos de retransmisiones deportivas (principalmente Torneos y
Competencias: TyC, dueña de los derechos de transmisión de partidos de Primera División) y
las agencias internacionales de publicidad y centrales de medios (Young & Rubicam, Walter
Thompson, etc.).
Para 1999 la penetración de la tv abierta alcanzaba el 98% de los hogares y un 60% de la
programación era de producción nacional, mientras que un 80% de la producción importada
era de EE.UU. La retransmisión de programas originados en Buenos Aires era de un 76% y los
canales provinciales producían solo un 14% de la programación emitida; y casi el 40% del
territorio aún era inaccesible para la tv abierta. Todas las estaciones de tv hertzianas
estuvieron financiadas por ingresos publicitarios, que se multiplicaron en esta década.
Con la expansión de la tv por cable se pasó del modelo fordista hacia un organización
audiovisual post-fordista caracterizada por la multiplicación de soportes televisivos, la
digitalización en la producción y distribución de contenidos, el crecimiento de señales,
segmentación de la oferta y las audiencias, técnicas de compresión de señales y novedosas
formas de financiación de la tv.
A mediados de la década de 1990 llega como alternativa a la oferta de tv por cable las señales
de radiodifusión vía satélite. Al estrenarse, los requisitos para prestar el servicio eran: poseer
un telepuerto en el país, operar con un satélite autorizado y brindar más de un 51% de
programación de origen nacional. Fundada en 1996, Televisión Directa al Hogar (TDH) fue
hasta finales de los 90 la única empresa en proveer señales directas al hogar, utilizando el
sistema de satélites Nahuelsat.
El otro gran operador panamericano era Sky Televisión perteneciente a Murdoch. Sky obtuvo
autorización para ingresar al mercado de la tv satelital y comenzó a operar, a través de Sky
Argentina, semanas antes de que se iniciara el gobierno de la Rúa. Pero la presencia de Sky en
el país es efímera: en 2002 abandonó sus operaciones en el país debido a la crisis económica.
En cuanto a las radios, la mayoría fueron arrastradas por la lógica de incorporación de los
multimedios. Había dos modalidades: las principales radios AM legales y en condiciones de
compra-venta similares al resto del sistema, y la de los servicios complementarios de FM y
nuevas AM que se expandieron ilegalmente desde los 80.
En las radios AM legales la concentración y desnacionalización se fue dando a la par del sector
televisivo: las radios porteñas y las principales provinciales pasaron a formar parte de los
grupos multimedia de capital nacional. Con programaciones elaboradas mayoritariamente en
capital que se repiten en el resto del país, el principio organizador fue la búsqueda de una
economía de escala en un mercado en donde la pauta publicitaria de distanciaba cada vez más
respecto a la de la tv. El negocio era asociarse a los canales de cabecera.
En un segundo momento se dio la adquisición de las principales radios por parte de capitales
extranjeros. La Corporación Interamericana de Entretenimientos (CIE) de México, asociada a
R&P, adquirió nueve radios (Splendid, Libertad, Radio del Plata, América, y las FM Rock and
Pop, Aspen, Feeling y La Metro). El otro conglomerado se formó a partir del ingreso de Emmis
International, de EE.UU, que adquirió en 1999 adquirió la mayoría de acciones de Radio 1023 y
FM News; y a mediados de 2000, las radios El Mundo Y FM Horizonte. El decreto 1005 del
2009 autorizó el establecimiento de cadenas permanentes que comenzaron a operar a partir
del año 2000.
Luego de aprobar planes técnicos de frecuencias para emisoras AM y FM, el Comfer otorgó en
1999, 439 licencias de radio FM; entre los beneficiarios se encontraron conglomerados
multimedia como Grupo Clarín y Uno. El panorama a finales de 1900 mostraba: la integración
de las principales radios en grupos nacionales e internacionales y su organización en cadenas.,
la expansión de las emisoras, la saturación del espectro de frecuencias destinadas a FM y la
cooptación de la mayoría de las ex-emisoras por parte de distintas expresiones del mercado.
Los conglomerados y las cadenas se fueron organizando hasta 1999 violando lo estipulado por
la ley 22.285; sus restricciones (antimonopólicas, límites a publicidad) se fueron modificado
durante los gobiernos de Menem, salvaguardando los intereses de grupos económicos en
desmedro del interés general. Las dos modificaciones principales fueron:
● El decreto 1005 del 99 (pone en palabras todo lo que ya se estaba dando en los hechos): que
formalizó la alta concentración de la propiedad empresarial en un mercado oligopólico e
internacionalizado; y el decreto se orientó a una economía de escala para la radiodifusión.
Como el ingreso de capitales extranjeros (de países con Tratados de Reciprocidad firmados
con la Argentina y elimina el requisito de 10 años de residencia), la concentración y economía
de escala (se amplía el número de licencias por operador de 4 a 24 facilitando la
concentración, se autorizan las cadenas permanente permitiendo programar un solo producto
para todo el país), el financiamiento (se permite ampliar pauta publicitaria, se elimina
restricción publicitaria de 12 y 14 minuto autorizando su distribución en bloques de tres a seis
horas de programación, facilitando así el manejo del prime time y la reducción del zapping,
alterando los horarios de los programas), y la introducción de una dinámica de oferta y
demanda (autorizan transferencia de licencias facilitando la compra-venta de medios).