Está en la página 1de 5

+ + 3

Fotos
de de Viviana Clara Gianitelli publicadas en GRUPO
de ESPÍRITA LUZ DE VIDA CON FRA…
9 9

Viviana Clara Gianitelli > ‎GRUPO ESPÍRITA LUZ DE VIDA CON FRANCISCO DE ASIS

El cielo y el infierno

Allan Kardec

Comunicaciones.

Suicidas.

Un ateo

El señor J. B. D... era un hombre instruido, pero atiborrado

de ideas materialistas, de modo que no creía en Dios ni en el alma.

Se lo evocó dos años después de su muerte, en la Sociedad de París,

a pedido de uno de sus parientes.

1. Evocación.

R. ¡Estoy sufriendo! Soy un réprobo.

2. Os hemos evocado en nombre de algunos parientes que

desean conocer vuestra situación. ¿Podríais decirnos si nuestra evocación

os resulta penosa o agradable?

R. Penosa.

3. Vuestra muerte, ¿fue voluntaria?

R. Sí.

4. Tened calma; todos nosotros rogaremos a Dios por vos.

R. Estoy forzado a creer en Dios.

5. ¿Qué motivo pudo haberos conducido al suicidio?

R. El tedio de una vida sin esperanza.

de sus

propios errores, sino de todos los males que hayan causado.

6. Quisisteis escapar de las vicisitudes de la vida. ¿Ganasteis

algo con eso? ¿Sois más feliz ahora?

R. ¿Por qué no existe la nada?

7. Tened la bondad de describirnos de la mejor manera posible

vuestra situación actual.

R. Sufro porque me veo obligado a creer en todo lo que negaba.

Mi Espíritu está como sobre ascuas, terriblemente atormentado.

8. ¿De dónde provenían las ideas materialistas que teníais

en vida?

R. En otra existencia había sido malo, y por eso en la última

vida mi Espíritu estaba condenado a sufrir los tormentos de la

duda. Eso me llevó al suicidio.

9. Cuando os ahogasteis, ¿pensasteis en qué sería de vos?

¿Qué reflexiones habéis hecho en ese momento?

R. Ninguna. Para mí era la nada. Después comprendí que debería

sufrir más aún, dado que no había cumplido toda la condena.

10. ¿Estáis ahora plenamente convencido de la existencia de

Dios, del alma y de la vida futura?

R. ¡Ah! ¡Todo eso me atormenta mucho!

11. ¿Habéis vuelto a ver a vuestro hermano?

R. ¡Oh, no!

12. ¿Por qué no?

R. ¿Para qué mezclar nuestros tormentos? ¡Oh! Las personas

se reúnen en la dicha y se aíslan en la desgracia.

13. ¿Os agradaría volver a ver a vuestro hermano, al que

podríamos atraer a vuestro lado?

R. No, no; no lo merezco.

14. ¿Por qué os oponéis a que lo llamemos?

R. Porque él tampoco es feliz.

15. ¿Acaso teméis su presencia? Eso sería beneficioso para vos.

R. No; más adelante.

16. ¿Deseas enviar algún recado a vuestros parientes?

R. Que oren por mí.

17. Parece que en el círculo de vuestras relaciones hay personas

que comparten las opiniones que teníais en vida. ¿Queréis que

les digamos algo al respecto?


R. ¡Oh, desventurados! Lo mejor que les puedo desear es

que crean en la vida futura. Si pudiesen evaluar mi triste situación,

reflexionarían mucho.

(A continuación, se evocó al hermano del Espíritu precedente,

que profesaba las mismas ideas, pero que no se suicidó. Si bien

no es feliz, se presenta más sereno. Su escritura es clara y legible.)

18. Evocación.

R. Deseo que el panorama de nuestros padecimientos os

pueda servir de lección y os convenza de la realidad de la vida futura,

en la que se expían las faltas y la incredulidad.

19. ¿Vos y vuestro hermano, al que acabamos de evocar, os

veis recíprocamente?

R. No, él huye de mí.

20. Os encontráis más sereno que vuestro hermano. ¿Podríais

darnos una descripción más precisa de vuestros padecimientos?

R. ¿No sufrís ahí en la Tierra en vuestro orgullo, en vuestro

amor propio, cuando sois obligados a reconocer vuestros errores?

¿No se rebela vuestro Espíritu ante la idea de que os humilléis en


presencia de quien os demuestre que estáis equivocados? ¡Pues bien!

Considerad cuánto debe sufrir el Espíritu que, durante toda una

existencia, estuvo convencido de que nada existía más allá de él, y

de que su opinión siempre prevalecía sobre los demás. Cuando se

encuentra de pronto ante la estruendosa verdad, se siente aniquio

lado, humillado. A eso viene a sumarse el remordimiento de haber

olvidado por tanto tiempo la existencia de un Dios tan bondadoso e

indulgente. Su estado es insoportable; no tiene calma ni reposo. Sólo

encontrará algo de tranquilidad en el momento en que lo asista la

gracia santa, es decir, el amor de Dios, pues el orgullo se apodera de

tal modo de nuestro pobre Espíritu, que lo envuelve por completo,

a tal punto que necesitará mucho tiempo todavía para despojarse de

esa vestimenta fatal. Solamente las plegarias de nuestros hermanos

pueden ayudarnos a desembarazarnos de él.

21. ¿Deseáis hablar de vuestros hermanos encarnados o de

los Espíritus?

R. De los unos y los otros.

22. Mientras conversábamos con vuestro hermano, una

de las personas aquí presentes ha orado por él. ¿Le ha sido útil

esa plegaria?

R. No se perderá. Si ahora rechaza esa gracia, no hará lo mismo

cuando esté en condiciones de recurrir a esa divina panacea.

Hemos transmitido el resultado de estas evocaciones a la

persona que nos las había solicitado, y recibimos de su parte la

siguiente respuesta:

“No podéis imaginar, apreciado señor, el gran bien que ha

producido la evocación de mi suegro y de mi tío. Los hemos reconocido

perfectamente. La letra del primero, sobre todo, presenta

una evidente analogía con la que tenía en vida, tanto más cuanto
que, durante los últimos meses que pasó con nosotros, esa letra era

apretada e indescifrable. Se verifica en ella la misma forma de los

trazos de la rúbrica y de algunas letras. En cuanto a las palabras, a

las expresiones y al estilo, la semejanza es todavía más convincente.

Para nosotros, la analogía sería perfecta si no fuera porque posee

un mayor conocimiento acerca de Dios, del alma y de la eternidad,

que él tan expresamente negaba en el pasado. Así pues, estamos

plenamente convencidos de su identidad. Dios será glorificado a

través de la mayor firmeza de nuestra creencia en el espiritismo,


y nuestros hermanos, encarnados y desencarnados, llegarán a ser

mejores. La identidad de mi tío no es menos evidente. Pese a la

enorme diferencia entre el ateo y el creyente, reconocemos su carácter,

el estilo y la composición peculiar de las frases. Sobre todo,

nos ha llamado la atención una palabra: panacea, por la cual tenía

predilección y a la que repetía a cada momento.

“Mostré ambas evocaciones a varias personas, que también

se quedaron admiradas de su autenticidad. No obstante, los incrédulos,

los que comparten las mismas opiniones de mis parientes,

desearían respuestas más categóricas aún. Quisieran, por ejemplo,

que el Sr. D… indicase el lugar donde ha sido enterrado, dónde se

ahogó, cómo fue encontrado, etc. A fin de satisfacerlos y convencerlos,

¿no podríais hacer una nueva evocación, para preguntarle

dónde y cómo se suicidó, cuánto tiempo estuvo sumergido, en

qué lugar fue encontrado su cadáver, dónde fue inhumado, de qué

modo –civil o religiosamente– fue sepultado?

“Dignaos, apreciado señor, obtener una respuesta categórica

a esas preguntas, pues son esenciales para los que todavía dudan.

Estoy convencido de que eso producirá un inmenso bien. Me

apresuro, a fin de que esta carta os sea entregada el viernes por la

mañana, de modo que se pueda hacer la evocación en la sesión de

la Sociedad de ese mismo día… etc.”

Hemos reproducido esta carta por el hecho de que confirma

la identidad de esos Espíritus. A continuación le anexamos nuestra

respuesta, para enseñanza de las personas que no están familiarizadas

con las comunicaciones de ultratumba.

“…Las preguntas que nos habéis pedido que nuevamente

dirijamos al Espíritu de vuestro suegro son, sin ninguna duda,

dictadas por una loable intención, como lo es la de convencer a

los incrédulos, puesto que no os mueve ningún sentimiento de

duda o curiosidad. No obstante, un conocimiento más profundo

de la ciencia espírita os haría reconocer que esas preguntas son

superfluas. En primer lugar, al solicitarme que obtenga una respuesta

categórica, es evidente que ignoráis el hecho de que no

podemos gobernar a los Espíritus a nuestro antojo. Ellos nos responden

cuando quieren y como quieren, y muchas veces como

pueden. Su libertad de acción es mayor aún que cuando estaban

encarnados, y disponen de medios más eficaces para eludir la presión

moral que nos propongamos ejercer sobre ellos. Las mejores

pruebas de identidad son las que ellos dan espontáneamente, de

buen grado, o bien las que provienen de las circunstancias, y

la mayoría de las veces es inútil provocarlas. Según manifestáis,

vuestro pariente ha demostrado su identidad de una manera incuestionable.

Por consiguiente, es más que probable que habría

de rehusarse a responder a preguntas que, con justa razón, pueden

ser consideradas por él como superfluas, y formuladas para

satisfacer la curiosidad de personas que le son indiferentes. Él

podría responder, como lo han hecho muchos otros en casos semejantes:

“¿Para qué me preguntáis cosas que ya sabéis?”. A eso

añadiré que el estado de turbación y de sufrimiento en que él se

encuentra se agravaría con averiguaciones de esa naturaleza. Es

exactamente como si alguien quisiera obligar a un enfermo, que

apenas consigue hablar, a que cuente detalles de su vida, con lo

que se faltaría a las consideraciones que se deben a su estado.

“En cuanto al resultado que esperáis, tened la certeza de

que sería nulo. Las pruebas de identidad proporcionadas son aún

más valiosas porque han sido espontáneas, y no planificadas con

anticipación. Ahora bien, si los incrédulos no se han dado por

satisfechos, mucho menos se contentarán con un interrogatorio

preestablecido, de cuya connivencia podrían sospechar. Hay personas

a las que nada puede convencer. Aunque viesen a vuestro

pariente con sus propios ojos, seguirían creyéndose víctimas de

una alucinación.

“Dos palabras más, señor, en cuanto al pedido que me

hicisteis de realizar esa evocación el mismo día en que recibiera

vuestra carta. Las evocaciones no se hacen de improviso y a la

fuerza. Los Espíritus no siempre responden a nuestro llamado.

Es necesario que quieran y, además, que puedan hacerlo. También

hace falta que encuentren un médium que les convenga y

que cuente con las aptitudes especiales indispensables, además

de que ese médium esté disponible en un momento determinado.

Por otra parte, es preciso que el ambiente les resulte simpático.

Todas estas son circunstancias que no siempre pueden ser

satisfechas, y es muy importante conocerlas cuando se quiere

hacer la tarea con seriedad.”


Fotos de Viviana Clara Gianitelli publicadas en GRUPO ESPÍRITA LUZ DE VIDA CON FRANCISCO DE ASIS · Ayer a las 20:32 ·

Ver en tamaño grande · Más opciones


Me gusta Compartir

Para solicitar la participación, actualiza la aplicación o usa la nueva versión de Facebook en un ordenador.

13

13 veces compartido

Viviana Gianitelli
Gracias
5 horas Me gusta Más

También podría gustarte