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(Hasta apartado 6)
El “estado de la cuestión” del texto de Adorno son las lecturas popularizadas de Kafka que giran en
torno al “existencialismo”; según estas lecturas, la obra daría “información sobre la situación actual
o eterna del ser humano”, por lo tanto se encasilla en una corriente de pensamiento establecida.
Estas lecturas, además, recurren a la idea de símbolo, que implica una remisión a un afuera de la
obra, más allá de sí misma.
La primera hipótesis de Adorno es que estas ideas “le sientan mal” a la obra de Kafka: en él “nunca
aparece el aura de la idea infinita”; “cada frase es literal” y a la vez “significa algo”, pero estas dos
cosas no están fundidas, como en el símbolo, sino que se separan y “desde el abismo que hay entre
ellas resplandece el rayo de la fascinación”.
Acá damos con una de las claves de la hipótesis adorniana: mientras las lecturas simbólicas
implican continuidad (en este caso, entre sentido literal y significado), según Adorno en Kafka hay
discontinuidad entre esas dos dimensiones de las frases, la separación y la no identidad serán
claves en su lectura.
Subhipótesis: La prosa de Kafka, según Adorno, niega y quiebra la expresión, es una “parabóla
cuya clave nos han sustraído”, “Cada frase dice interprétame, y ninguna lo tolera”
A la vez, Adorno habla de la “agresiva cercanía física” que generan los textos de Kafka para el
lector: no genera distancia. A la vez, Adorno sostiene la idea del lector en deuda (en deuda respecto
al sentido adecuado de los textos).
Apartado 2
El problema es la relación de la literatura de Kafka con la filosofía; nuevamente, la hipótesis es que
en sus obras no se introduce un contenido metafísico, lo cual exige en la lectura “no tapar todo con
conceptos”: solo nos ayuda la “fidelidad a la letra”. La de Kafka es una obra bajo la “cláusula
general de la indeterminación”.
Adorno desarrolla estas hipótesis con El Castillo y El Proceso, y llama a esta lectura “el principio
de literalidad”. Esta precaución metodológica, este modo de leer, opera en la consideración del
sueño y el shock en Kafka, que es causado porque lo monstruoso es una obviedad, y no por lo
monstruoso en sí. Es un modo de leer que también se detiene en los detalles, en los puntos ciegos,
tanto en lo narrado como en la exposición y el lenguaje: los contrapuntos entre palabras y gestos,
por ejemplo, es otro de los modos en que Adorno lee la discontinuidad.
Apartado 3:
Piensa la relación de la obra de Kafka con la psicología: propone una discusión con el estado de la
cuestión de las lecturas que ven en la obra un reflejo o correlato de los propios cuadros psíquicos de
Kafka. Las relaciones que establece entre Kafka y Freud son de otro de orden: los vincula el mismo
gesto de escepticismo frente al “yo”: en Adorno, la discontinuidad toca al propio sujeto de la
experiencia:
“La fuerza de Kafka es la fuerza de la demolición”, derriba fachadas, es el negativo de la verdad.
“Vía épica de Kafka”: fuga a través del ser humano hacia lo no humano.
Todas estas afirmaciones insisten en la negatividad como vía kafkiana
En relación con el problema de la literatura y la sociedad: ¿cómo lee esta cuestión Adorno desde su
lectura que subraya lo negativo?
“Kafka analiza las huellas de suciedad que los dedos del poder dejan en la edición de
lujo del libro de la vida. Pues ningún mundo podría ser más unitario que el mundo
angustioso que Kafka comprime mediante el miedo pequeñoburgués a la totalidad;
compacto lógicamente y carente de sentido, como todo sistema” (p. 235)
Ante ellos, la menor desviación es insoportable y amenaza el principio general, pero aquella sale del
propio sistema. De este modo, la crítica de la literatura de Kafka hacia lo social y la realidad
burguesa no se realiza mediante la representación ni mediante contenidos, sino en estas formas
específicas de indagación del reverso.
Como en Hegel, para Adorno la contradicción, con la negación como su principio lógico,
proporciona la fuerza motora para la reflexión crítica; pero a diferencia de la dialéctica hegeliana,
en la que hay una consumación del sistema y los opuestos se reconcilian, para Adorno no hay
síntesis inequívoca. El negativismo adorniano implica que las antinomias permanezcan como tales