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Todo esto implicaba un profundo cambio de perspectiva política y cultural que colocaba
el manejo de los Estados nacionales. Reconociendo lo que algunos autores han llamado el
orden jurídico de la diversidad, según el cual los Estados nacionales reconocen su carácter
multiétnico, pluricultural y plurilingüe, a través del modelo de Estado homogéneo y
unitario (Estado-Nación), que era visto como la participación de un grupo dominante
nacional, que utilizaba al Estado para privilegiar su identidad, cultura, lenguaje, historia,
religión y que precisaba al Estado como expresión de su nacionalidad; a otro modelo
diferente, es decir al modelo de Estado Multicultural en el que se reconoce y respeta la
diversidad. Este es el modelo adoptado por la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela en 1999 que reconoce por primera vez en el país los derechos específicos de los
pueblos indígenas.
Se aprobó dentro del título III sobre derechos y garantías, un capítulo específico
(Capítulo VIII) denominado “Derechos de los Pueblos Indígenas” en el cual se establece en
el artículo 119:
Asimismo se consagra en el artículo 260 que las autoridades legítimas de los pueblos
indígenas podrán aplicar en su hábitat instancias de justicia con base en sus tradiciones
ancestrales y que sólo afecten a sus integrantes, según sus propias normas y
procedimientos, siempre que no sean contrarios a la Constitución, la ley y el orden público.
De manera que, la aplicación del derecho indígena y las posibilidades de administración de
justicia propia, están sujetas a las limitaciones que la propia Constitución establece, es
decir, los límites de la Constitución, la ley y el orden público, pero que algunos expertos
han interpretado como los límites propios de los derechos fundamentales y derechos
humanos, cuyas controversias deben ser resueltas de manera intercultural. En este aspecto
es fundamental la coordinación que deba haber entre lo que se ha llamado la jurisdicción
indígena, en cuanto jurisdicción especial, y la jurisdicción ordinaria del Estado
Por otra parte, hay una afirmación expresa de los derechos originarios colectivos sobre
las tierras tradicionales y ancestralmente ocupadas por los pueblos indígenas, las cuales
deben ser demarcadas por el ejecutivo nacional con la participación de los propios pueblos
indígenas. El Estado venezolano asume la obligación constitucional de demarcar las tierras
y hábitat indígenas para garantizar mediante un proceso nacional que incluya a todos los
pueblos indígenas del país, sus posibilidades reales de subsistencia física y cultural.
En el mismo sentido, sobresalen los derechos políticos de los pueblos indígenas, como
expresión de su derecho a participar en la sociedad venezolana de la cual forman parte
integrante. En efecto, los derechos de participación política de los pueblos indígenas en el
actual constitución son muy extensos, brindándoles no sólo la oportunidad de participar
con un número de tres representantes fijos ante la Asamblea Nacional, sino ante todas las
demás instancias legislativas del país, de carácter regional y local. Este es un logro bien
importante, por lo que significa la ocupación de espacios de decisión por parte de los
pueblos indígenas y sus organizaciones.
En este sentido, la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y las Tierras de los
Pueblos y Comunidades Indígenas establece en su artículo 1 que:
Habitad Indígena la totalidad del espacio ocupado y utilizado por los pueblos
y comunidades indígenas, en el cual se desarrolla su vida física, cultural,
espiritual, social, económica y política; que comprende las áreas de cultivo,
caza, pesca fluvial y marítima, recolección, pastoreo, asentamiento, caminos
tradicionales, caños y vías fluviales, lugares sagrados e históricos y otras
necesarias para garantizar y desarrollar sus formas específicas de vida.
Además, señala en el artículo 4 que la misma Ley tiene por objeto establecer los
principios y bases para:
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