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UNIDAD ACADÉMICA DE CIENCIAS

ECONÓMICAS 

Control
de
lectura: DOCENTE:
HUGO TAVIRA CHANELO
Irracionalid
INTEGRANTE: 
Samuel Nájera Román
ad: las
tendencias
de la      

economía
capitalista
mundial y
sus sujetos.
Los gurús de la economía y sus variaciones financieras de corto plazo,
administradores de una realidad percibida con ojos miopes o interesados, a lo
extenso de la incertidumbre nos amenazan con la certeza del caos si tratamos de
volver a dominar “al mercado”. Al realizarlo, vacían de sentido a la política. En esto
presentan su ignorancia o su insensibilidad frente a los recientes procesos de
fragmentación y desgranamiento de comunidades, instituciones y sistemas de
valores y reglas, que son para la vida de las mayorías el verdadero CAOS.

Su interpretación inversa al sentido común de la población muestra el peligro de


dejar la economía en manos del “piloto automático” construido por los profesionales
de las tecnocracias nacionales e de todo el mundo. Realmente, observado en
retrospectiva resulta claro que la administración económica en la periferia se limita –
bajo la predominación del Fondo Monetario Internacional y del BM– a una
interminable sucesión de improvisaciones para regir una crisis larvada del capital
financiero que se ha sobreexpuesto en su anhelo especulativo, y que únicamente
podría ser superada si se admite que se desvalorice una sección significativa de
aquel capital, y se lo desplaza del centro de la economía universal por medio de un
plan que redefina los arreglos del mercado universal y la interacción entre poder
económico, poder social y poder político.
La exclusión –a grado mundial, nacional, regional y local– de masas de
trabajadores del mercado de trabajo, y por consiguiente del ingreso a bienes y
servicios importantes para la reproducción de la vida en sociedad, la competencia
por el mercado universal entre las naciones o continentes más industrializados
(Europa, USA, Japón y en el futuro China) y la prolongada recesión e involución de
muchas economías periféricas integran una incertidumbre sistémica adicional sobre
la gobernabilidad de este sistema o de su viabilidad dentro de instituciones
democráticas, tanto a grado universal como nacional (Informe de Desarrollo
Humano, Informe CEPAL). El espectro de la guerra y el militarismo se corporizan en
un sistema sin capacidad de elección política democrática a es- cala universal.
Para terminar este panorama, se debe añadir una totalmente nueva y importante
incertidumbre de orden epocal: ciertos analistas piensan que lo cual tendremos por
delante no va a ser la etapa A, ahora ascendente, de otro periodo largo de
Kondratiev, sino que estaremos experimentando la penosa transición a otro sistema
social a escala planetaria, de cuya composición no es viable seguir ni una predicción
sustentable con prueba o tendencias empíricas que logren extrapolarse, justamente
pues hablamos de un cambio de sistema. No es complicado intuir que las
tendencias a la exclusión (o integración brutalmente desigual) de una cantidad
enorme de millones de pobladores y de continentes completos del ingreso a las
ventajas de la nueva revolución digital, junto con el elevado peligro de desastres
naturales a escala planetaria –en buena medida provocados por la resistencia del
capital y sus estados asociados a respetar los equilibrios ecológicos– y la
competencia económica sin límite entre equipos económicos y territorios van a
tensionar la permanencia de las instituciones pretendidamente universales de la
democracia como forma de regimen.
En términos de los valores universales de los derechos humanos, que comenzaron
la era liberal a partir de la Revolución Francesa, aquel nuevo sistema emergente
puede ser mejor o peor que el presente. Esta visión tan incierta se localiza en la
mirada prospectiva que añade como teoría general de los sistemas complicados las
concepciones de Prigogine sobre los sistemas complicados, según las cuales todo
sistema histórico, inclusive el capitalista, llega al final a un punto de bifurcación, de
alta inestabilidad, donde hechos aparentemente menores tienen la posibilidad de
crear enormes movimientos, y cuya consecuencia es indeterminado (pero
determinable).10
Referente a la estabilidad que podrían brindar concepciones teleológicas de la
historia, o las utopías como alusión para pensar un futuro mejor, su debilitamiento
como fuerzas ideológicas capaces de convocar y estructurar monumentales
movimientos sociales y políticos es tan evidente como la pérdida de “esperanzas” y
el “pesimismo” de las ciudadanías, ciudadanías cada vez más formales por la
aparente inviabilidad de que los estados garanticen sustantivamente sus derechos.
Aquel pesimismo se fundamenta en la vivencia prolongada del deterioro de los
derechos sociales en las naciones que habían logrado seguir de manera
significativa en términos de la promesa liberal de integración política, cultural y
económica, en especial por los efectos devastadores del estrechamiento de las
oportunidades de integración por medio del trabajo asalariado o por cuenta propia.
El constante martilleo del “realismo” neoliberal, vicioso al mercado independiente,
que pretende que este caso únicamente puede superarse si la aceptamos y
tomamos otras dosis de lo mismo, ha instalado el raciocinio exclusivo, sostenido
convenientemente a partir del poder político-tecnocrático, el poder financiero y los
monopolios de comunicación de masas. Esto ayuda a bloquear el raciocinio de otras
alternativas de acción más allá del mero acomodamiento o la competencia por la
sobrevivencia especial.
Si en los años ochenta la fuente de incertidumbre se trataba de la probabilidad de
una guerra nuclear, amenaza contra la que nos manifestamos movilizándonos por el
bienestar internacionalmente, dicha visión es hoy apenas un aspecto de la fuente
importante de desasosiego. Dicha fuente no es la incertidumbre sino la certidumbre
–intuida, teorizada, reconocida empíricamente por la vivencia de esta última
década– de que no cabe aguardar una recuperación económica “natural” que sea
socialmente incluyente dentro del sistema capitalista globalizado. Este sistema –
cuya vertiginosa evolución y expansión planetaria hemos experimentado en estas 2
últimas décadas– pese a enseñar un dominio inédito de la naturaleza mediante su
apropiación de la ciencia y la tecnología, muestra que no puede autorregularse para
respetar los equilibrios ecológicos ni para acercarse a un buen social en ausencia
del sistema interestatal interventor. Y muestra que, liberado de parámetros políticos,
ha concentrado bloques de riqueza, en algunas ocasiones asociados o
interconectados con verdaderas organizaciones delictivas globales, que no van a
reconocer –ante argumentos morales o funcionales– perder sus privilegios
particulares sin resistirse.
Otra nueva condición es la impunidad nacional e universal del poder político y
militar concentrado, que no ha tenido ni va a tener reparos en recurrir a casi
cualquier medio para sostenerse en la periferia, utilizando dobles estándares, y
violando sistemáticamente los derechos humanos por la vía de la represión militar,
la tortura, los desaparecimientos de los disidentes, las hambrunas admitidas como
hechos naturales, y la lisa y llana negación de los sistemas mundiales de justicia
para juzgar y imponer a los estados a llevar a cabo con los tratados mundiales.
Por todo lo mencionado, hoy se conjugan una pérdida de credibilidad en las
instituciones del orden universal y la incertidumbre se ha vuelto un aspecto
característico de la cotidianeidad con en relación a las condiciones más necesarias
de la vida en sociedad.

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