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Hannah Arendt - Origenes Del Totalitarismo
Hannah Arendt - Origenes Del Totalitarismo
“Los
orígenes del totalitarismo”. Tras la subida de Hitler al poder y el holocausto,
contando también con el gobierno de Stalin en la URSS, la necesidad de explicar el porqué
de lo que había pasado se tornaba muy necesario, sobre todo para los científicos sociales.
Aunque Arendt habla también del bolchevismo como totalitarismo, es su análisis
pormenorizado del nazismo lo que más caracteriza su ensayo. Para profundizar en las raíces
del fenómeno nazi -que siempre supuso la incógnita de cómo uno de los pueblos más cultos
y civilizados de Europa apoyó en masa ese trágico suceso de nuestra historia-, Arendt
divide su libro en tres grandes áreas. A saber:
· El antisemitismo.
· El imperialismo.
· El totalitarismo.
El antisemitismo era algo muy enraizado en determinados círculos europeos. La autora nos
habla de la idiosincrasia del pueblo judío como un grupo de gente de carácter internacional,
que, sin tener patria común ni país, aprendieron a sobrevivir allá donde estuvieran. A pesar
de que los banqueros judíos habían prestado dinero a distintos estados, el auge del
antisemitismo nazi se dio cuando este poder era más débil. Aun así, mucha gente identificó
a los judíos como una clase que hacía dinero sin ser productiva -algo muy ligado a las
finanzas- y, por lo tanto, de ser el apoyo de los distintos estados a abatir. Mientras que el
marxismo planteaba la dialéctica como lucha de clases, la llamada por Arendt “alizanza
entre la burguesía y el populacho”, basada en los desheredados y frustrados de la primera
guerra mundial y de la crisis de Weimar unidos a la burguesía, canalizaron su odio hacia un
enemigo históricamente vilipendiado: el judío. El antisemitismo negaba la lucha de clases y
elevaba la lucha racial a elementos místicos.
Según “las normas burguesas, aquellos que son completamente desafortunados y los que
son derrotados son automáticamente eliminados de la competición que es la vida de la
sociedad”. Esos “sobrantes”, o gente superflua, es el grupo principal que se aglutinó
alrededor del totalitarismo. La guerra de todos contra todos, expuesta con nitidez en el
pensamiento político de Hobbes, se convertía en un aliado ideológico para el imperialismo.
Si toda persona tiene sed de poder, solo un estado absolutista puede mantener la paz. Este
estado de guerra permanente, de violencia permanente, de excepción permanente, se
convierte en el mejor escenario para los movimientos de masas totalitarios.
Dicho capital unido a aquellos “desechos humanos” que provoca toda crisis se sumó, y
“comenzó su sorprendente carrera produciendo los bienes más superfluos e irreales”.
Esa alianza entre el populacho y el capital era algo impensable para el análisis
marxista. Para Marx, la lucha de clases era el motor de la historia. Las masas debían de
oponerse a sus opresores, así que ese matiz del imperialismo de dividir el mundo en razas
superiores en inferiores y sus ansias de dominar el mundo, uniendo así al populacho, fueron
en principio ignorados. Hannah Arendtdefinirá al populacho como aquel grupo de
personas que “no podía ser identificado con la creciente clase trabajadora industrial y,
desde luego, no con el pueblo en su conjunto, sino que estaba compuesto realmente por los
desechos de todas las clases”. No sólo desecho, sino que “también el subproducto de la
sociedad burguesa, directamente originado por ésta y por ello nunca completamente
separable de ella".
En el libro hay un párrafo que es, sin duda, uno de los que más me ha interesado. Cito
textualmente (pág. 255): “porque una ideología difiere de una simple opinión en que
afirma poseer, o bien la clave de la historia, o bien la solución de todos los enigmas del
universo o el íntimo conocimiento de las leyes universales ocultas que, se supone,
gobiernan a la naturaleza o al hombre. Pocas ideologías han ganado la suficiente
importancia como para sobrevivir a la dura lucha competitiva de la persuasión y sólo dos
han llegado a la cima y han derrotado esencialmente a las demás: las ideologías que
interpretan a la historia como una lucha económica de clases y la que interpreta a la historia
como una lucha natural de razas”. La ideología, por tanto, surge como arma política, no
como elemento puramente teórico.
Para seguir entendiendo el imperialismo, hay que comentar la existencia de los llamados
panmovimientos, los nacionalismos y los tribalismos. Los panmovimientos -en los que el
pangermanismo se encontraría situado- predicaban el origen divino del propio pueblo
contra la esencia judeo-cristiana del origen divino del hombre. Por lo tanto, despreciará al
individualismo liberal y, por extensión, el ideal de humanidad y de dignidad del hombre.
A la utilización del terror por parte de los gobiernos totalitarios hay que sumar la
abnegación de los ciudadanos, un sentimiento que los llevaba a considerarse como seres
ínfimos y prescindibles. Esta psicología pasó de ser algo puramente individual a convertirse
en un fenómeno de masas. Por lo tanto, la represión y el terror no necesitaban responder a
ningún argumento racional, como, por ejemplo, asesinar a la oposición y a los enemigos del
pueblo, simplemente la arbitrariedad en la utilización de los asesinatos por parte del poder
hacía que cada individuo temiera cualquier respuesta, paralizándose, por un lado, o
convirtiéndose en verdugo, por otro.
Para ir concluyendo esta extensa entrada sobre la obra de Hannah Arendt, me interesa hacer
hincapié en el concepto de dominación. El verdadero objetivo del totalitarismo no es
solamente gobernar, sino dominar cada aspecto de la vida de los individuos, eliminando así
su libertad y su espontaneidad.
Como bien se dice en el libro Arendt (pág. 593), “lo que el sentido común y la gente
normal se niega a creer es que todo es posible”. Aprendamos de la historia para no
repetirla.