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DIEGO GONZÁLEZ MATEY 220

LOS LÍMITES DE LO REAL: EL ARTE MAQUÍNICO

La copia de la realidad en el ámbito artístico ha suscitado múltiples y variadas opiniones


desde la antigüedad clásica hasta prácticamente hoy día. Un debate tan arraigado en el
pensamiento artístico universal como puedan ser otros planteamientos discursivos al nivel de
enumerar las diferentes disciplinas artísticas unas sobre otras como si de un ranquin se tratase; o
el intento humano de definir el propio término ¿qué es el arte? Pero estas discusiones tan
amplias y de difícil respuesta no son las que serán las abordadas en este comentario. El tema a
tratar será la cuestión del realismo y la relación arte-máquina que se desarrollará
posteriormente.

En cuanto a la mímesis artística de la naturaleza, Ernst Kris y Otto Kurz elaboran una
interesante reflexión en su ensayo “La leyenda del artista”, publicado en 1979. En este escrito, y
abordando el tema del realismo, introducen una anécdota de origen asiático ya comentada por
Édouard Chavannes, experto en historia y religión china, publicada en su libro de 1910 “Five
hundred tales and fables extracted from the chinese Tripiṭaka”.

La anécdota narra cómo un pintor se halla huésped en la casa de un mecánico. Éste le


coloca una figura de una joven en su cama. Al cogerle el pintor de su mano se da cuenta del
engaño, y se propone demostrar su habilidad al artesano pintando su propia imagen en la pared
con una cuerda sobre su cuello como si se hubiera ahorcado. Al ver la imagen de su amigo
colgado, el mecánico se dirige hacia un hacha para cortar la cuerda.

En este relato ambos personajes resultan engañados por el virtuosismo de sus propias
habilidades. El artesano consigue engañar al pintor creando básicamente una escultura
mecanizada, y el pintor mediante la detallada proyección de su imagen en una pared. De alguna
manera, este relato sirve como medio para legitimar el valor de sus respectivas obras. Su valor
reside en su semejanza con la realidad, con la naturaleza que se ve a través de nuestros ojos. El
“buen arte” es el que en mayor medida se acerca a la realidad. Es curioso al mismo tiempo,
cómo se contraponen dos emociones totalmente distintas para formar este retrato: el pintor es
movido por una sensación de deseo, confundido en su debilidad intelectual y guiado por la
pasión; mientras que el mecánico es movido por una sensación de sorpresa, cruel, terrible y
horrorizada al ver a su amigo acabando con su vida.

Los autores de este ensayo han incluido anécdota comentada y muchas más para
contribuir a que el lector se haga una idea de lo que era ser artista, o de lo que se empezaba a
entender por ser el artista individualizado y personalizado propio de la época renacentista.
Conocemos por otras fuentes incluidas en este libro, como indicaba Plinio en su Historia
Natural (35:15), que en los orígenes del arte griego clásico importaba poco o nada que la obra
de arte se pareciese lo más mínimo a la realidad; mientras que en periodos posteriores el
naturalismo será un rasgo básico para que el artista alcance la veneración popular, concebido
como un gran logro del artista. Es por esta razón por la que en múltiples relatos y biografías de
artistas se incluyan esta tipología de anécdotas haciendo referencia al poder ilusorio o engañoso
de la obra artística. Temática, la del juego ilusorio creada por el artista entre lo que es real y lo
ficticio, que se puede ver en otros relatos biográficos comunes: El artista griego Zeuxis pintó
unas uvas y algunos gorriones acudieron a picotearlas. También conocemos la historia del
semental que intentó montar a una yegua pintada por el pintor preferido de Alejandro Magno,
Apeles. Relatos de artistas que desarrollarían tal maestría en cuanto a la representación de lo
real que llegarían a ser llamados “creadores de cosas vivas”.

Esta idea del artista como creador de cosas vivas, capaz de dotar de vida objetos
inanimados concuerda perfectamente con la primera anécdota de la mujer mecanizada
confundida con ser mujer humana por el pintor. Es dotada de vida unos breves instantes antes de
que el pintor recapacite y se dé cuenta de que es una máquina. Se empieza a atisbar la relación
entre el artista y el artesano, ambas caras de una misma moneda, pero de un prestigio mayor y
por tanto de mayor veneración social uno sobre otro. Una relación de rivalidad entre lo artístico
y lo mecánico que con el paso de los siglos y tras el auge de lo tecnológico cambiará por
completo.

Hoy día arte y mecánica están más unidos que nunca. Algo que tenía que suceder, al vivir
completamente rodeados de maquinaria e industria, constantemente bombardeándonos con la
idea de la producción. Producir es el bien final. En cuanto a lo artístico se refiere, podemos ver
las implicaciones del desarrollo tecnológico de lleno en el seno del arte: La fotografía de un
ascensor de automóviles en Chicago, tomada por John Guttman en 1936, nos muestran un tipo
de arte que refleja únicamente y de manera fidedigna la realidad, la fotografía. Nos hace alusión
a la producción en serie, incidiendo en el debate acerca de si la industria puede ser considerada
arte o no. Y lo hace, también gracias al fotógrafo, pero fundamentalmente la cámara. Es la
máquina la que crea arte fotografiando a otras máquinas. Límites difusos entre los que
llegaremos a introducir al automóvil en las salas de museos como el MoMA con su exposición
de 1951 “Eight Automobiles”; o en 1995 con la exposición “Moving Beauty” comisionada por
el Montreal Museum of Fine Arts.

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