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El casco antiguo poseía murallas de las que se conservan hoy amplios retazos. Estas
tenían finalidad defensiva, fiscal (asegurar el pago de impuestos) y sanitaria (aislar la
ciudad en caso de epidemia).
El plano del casco antiguo es muy irregular, de calles estrechas y tortuosas, que
conservan en buena parte el trazado musulmán. No obstante se conservan en él
plazas y avenidas más amplias y regulares correspondientes a reformas urbanísticas
posteriores, realizadas en la Edad Moderna o en el siglo XIX.
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La edificación tradicional es de baja altura, aunque experimenta una progresiva
tendencia a la verticalización. En el plano se aprecia la existencia de destacados
edificios históricos y artísticos pertenecientes a diversas épocas y culturas:
musulmanes (zocos, mezquitas), judíos (barrio de la judería, sinagogas) y cristianos
(catedral gótica, iglesias, monasterios, conventos).
Los principales problemas que afectan hoy al casco antiguo son el vaciamiento de los
inmuebles por la deficiente habitabilidad de las viviendas, el deterioro de algunos
edificios históricos y la saturación y congestión de oficinas, equipamientos y
comercios.
Las regiones españolas donde es más frecuente este tipo de plano son
Andalucía, Murcia, la Comunidad Valenciana, Extremadura y Castilla-La Mancha,
debido a que contaron con una fuerte presencia musulmana en su territorio,
especialmente las tres primeras, en las que la vida urbana contó con un importante
florecimiento. Los musulmanes en general no fundaron ciudades nuevas, sino que
aprovecharon asentamientos anteriores (Toledo, Córdoba, Granada) cuyos planos
remodelaron y revitalizaron como centros estratégicos, administrativos, económicos,
religiosos y culturales,