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Cabrera, Salvador Carmona, Germán Castejón, Guillermo Cisneros, Marcelino Elosua, Juan
Fernández-Armesto, José Ignacio Goirigolzarri, Luis Huete, María Josefa Peralta, Pedro Navarro,
Pedro Nueno, Jaime Requeijo, Carlos Rodríguez Braun, Susana Rodríguez Vidarte y Santiago de
Torres.
Editorial y patrocinadores respetan íntegramente los textos de los autores, sin que ello suponga
compartir lo expresado en ellos.
EAN-ISBN13: 978-84-8356-714-2
Directora editorial: Jeanne Bracken
Editora de la colección: Nuria Coronado
Edición: Maite Rodríguez Jáñez
Maquetación y realización epub: produccioneditorial.com
Corrección: Mar Acosta
Fotografía de portada: © Dreamstime.com/Purple0m
Diseño de portada: El Laboratorio
Primera edición: abril de 2013
Te escuchamos. Escríbenos con tus sugerencias, dudas, errores que veas o lo que tú quieras. Te
contestaremos, seguro: queremosleerteati@lideditorial.com
Un fuerte aplauso para los hombres y mujeres
que cada día hablan en público,
por el servicio que realizan.
Índice
1. Seducción en público
Me gusta la seducción en público que supone la oratoria. Mientras hablo voy
observando el lenguaje no verbal del auditorio, de repente, se queda en mi
retina la imagen de un caballero que me escucha con los brazos cruzados, y
me propongo el reto de conseguir que los descruce. Poco a poco, según se va
desarrollando la conferencia, mi caballero de los brazos cruzados se da por
vencido y decide que le sirve lo que le estoy narrando y, sobre todo, cómo se
lo estoy narrando. De igual manera percibo a la kinestésica de rojo y a su
amiga visual que se ríen y sonríen cuando cuento algo alegre, y su semblante
se torna serio cuando el mío también lo hace. Hago una alusión a la
importancia de las creencias potenciadoras en la educación de los hijos,
mirando en particular a la joven embarazada de mi izquierda, quien se da por
aludida y asiente encantada.
Aunque sobre todo lo que me gusta es ser consciente de que estoy dando un
servicio a todas las personas que están allí, que han decidido dedicarme su
tiempo y atención, me encanta contribuir a que la gente disfrute y además
encuentre nuevas fuerzas para mejorar su comunicación, su vida. Además
tengo mucha suerte, porque aprendo en cada una de estas experiencias y
también crezco, aunque con la humildad de que lo que hago es dar un trocito
de mí, entregar mi corazón envuelto en palabras para que llegue al de los
demás.
El texto que tienes en tus manos es fruto de ese amor por la oratoria, no es
una publicación más sobre hablar en público. Principalmente porque es el
primer libro escrito en España sobre oratoria con PNL e inteligencia
emocional. Hay muchos textos en las librerías que te pueden enseñar las
técnicas y los trucos para hablar en público, diseñar una presentación o
convencer a los que te escuchan. Este es, además, un libro que te muestra
cómo escribir lo que tienes que contar en público.
Mi objetivo no es convencer sino seducir. Y a esa seducción se llega desde la
persona, desde el orador. Por eso aquí encontrarás una primera parte donde
se sientan las bases. Son las herramientas de partida que necesitamos para
hablar en público: la inteligencia emocional y la PNL. ¿Cuántas veces habré
respondido a la pregunta, a raíz de la publicación de El secreto de Obama,
sobre la oratoria del presidente americano, de qué deberían hacer nuestros
políticos para parecerse a él? La respuesta ha sido siempre la misma: no vale
con copiar sus estrategias de marketing, su posicionamiento en Twitter, sus
vídeos, etc., lo que diferencia a Obama como orador es su inteligencia
emocional, que no ha sido fabricada, sino mamada e inculcada en su infancia
por una madre –activista de los derechos civiles– y un padrastro indonesio
que le enseñó a gestionar sus emociones.
Por fortuna la inteligencia emocional y la PNL se pueden aprender y
practicar durante toda la vida. Estas dos herramientas, junto con las claves
de la oratoria, constituyen la primera parte del libro.
La segunda está dedicada a escribir para hablar. Discursos, presentaciones
visuales, ponencias, conferencias, cualquier intervención pública que
hagamos necesita un lenguaje específico para el oído, no para el ojo;
escribimos para que escuchen, no para que lean. La diferencia entre uno y
otro es el secreto del éxito.
La última parte del libro es la destinada a la seducción. Cómo conseguir
mantener en vilo a tu público mientras hablas, y obtener unos aplausos
sinceros después. Aquí necesitamos un empleo exquisito de la voz visual y
de la voz kinestésica que hacen que nuestro mensaje llegue al corazón.
Además de un uso profundo y sutil de la calibración y el rapport –dos
herramientas de la PNL– para que tu público se mueva contigo.
Todo el texto se encuentra salpicado de anécdotas, fragmentos de discursos
que merece la pena conocer y ejercicios para que, si de verdad te tomas en
serio la oratoria, vayas realizando según avances leyendo el libro. Algunos
de ellos son los mismos que efectúo en clase con mis alumnos de oratoria,
comunicación con PNL o escritores de discursos.
Si lees este libro con el mismo cariño con el que está escrito y lo pones en
práctica en tus oportunidades de hablar en público, estoy segura de que vas a
realizar avances extraordinarios. Es la magia de la oratoria. La capacidad
para entregar una parte de ti cada vez que te comunicas en público es
proporcional al cariño que recibes después. Por eso me gusta hablar en
público, por eso voy a seguir haciéndolo y espero contagiarte de tal manera
que algún día pueda ir a verte y a aprender de ti.
1
Herramientas de partida
1.4. La empatía
Si estás leyendo estas palabras en un lugar público donde tienes otras
personas a tu alrededor, hazme un favor. Levanta tu mirada del libro un
momento y, con discreción, observa los zapatos de las personas que te
rodean. Quizá estás en la oficina, en una terraza tomando un café, en el
metro o en casa, y están tu pareja y los niños por medio. ¿Qué tipos de
zapatos son? ¿Hay mocasines, sandalias, deportivas, zapatos de vestir? ¿Y de
qué tamaño? Ahora, recapacita. ¿Cuál podrías calzarte? ¿Cuáles de ellos te
podrías poner?
Seguro que has deducido que, si ni siquiera es fácil ponerse de manera física
en el calzado de los demás, menos aún lo es colocarse en la piel de otra
persona.
Sin embargo, el esfuerzo de ponerse en los zapatos de los demás merece la
pena y es una de las herramientas más importantes de la inteligencia
emocional. La empatía es una de las facultades más importantes que
podemos adquirir en la vida, no solo porque nos abre puertas, sino por las
satisfacciones que produce. Ponerse en la piel de los demás nos permite
acercarnos a su punto de vista sobre las cosas, a sus pensamientos, a sus
emociones, llevándonos por tanto a un mejor entendimiento. La empatía es
una especie de radar social y la magia está en que sepamos lo que les sucede
a los demás sin que necesiten decírnoslo, al menos de forma oral.
Eso sí, no hay que confundir la empatía con estar de acuerdo con lo que dice
el otro. La empatía nos ayuda a comprender su punto de vista sobre las
cosas, aunque después podamos seguir en desacuerdo. Howard Gardner, la
define como: «la capacidad cognitiva de percibir en un contexto común lo
que otro individuo puede sentir». También es un sentimiento de
participación afectiva de una persona en la realidad que incumbe a otra.
Un ejemplo claro de personas que carecen de forma total de empatía son los
psicópatas. Personajes como el asesino Anders Breivik o el caso del
parricida José Bretón son una buena muestra de ello. Ambos, con la frialdad
que da la falta de empatía, incapaces de ponerse en el lugar de las víctimas,
actuaron de manera premeditada sabiendo lo que hacían. No son enfermos
mentales porque son conscientes de sus actos y no demuestran ningún tipo
de arrepentimiento o de tristeza ante lo acontecido. Pero no solo hay
psicópatas asesinos. Recuerdo un comentario de Daniel Goleman hablando
del mundo empresarial, indicando: «de cada cuatro personas que están en un
lugar, una es una psicópata», a lo que añadía en broma: «así que, si estáis
cuatro personas juntas y ninguna de ellas te parece un psicópata, a lo mejor
el psicópata eres tú». Ahora en serio, en el mundo profesional muchos
psicópatas sobreviven en el papel de jefe acosador laboral que va, como dice
el gran experto Iñaki Piñuel, «dejando cadáveres en el armario», refiriéndose
a las personas que echa de la empresa para que no le hagan sombra.
Como veremos en diferentes ocasiones a lo largo de este texto, en la oratoria
empatizar con los demás es básico para acercarnos al público, comprender lo
que necesita en cada momento, ser capaz de dárselo y conseguir una buena
sintonía durante toda nuestra intervención. Meterse al auditorio en el
bolsillo es más fácil si sabes empatizar con él.
2. Aprovéchate de la PNL
El sistema VAK es, por tanto, una de las grandes oportunidades que nos
proporciona la PNL para la oratoria. Por eso es capital que sepas cuál es tu
sistema representacional preferido y el segundo, o lo que es lo mismo, saber
de cuál «cojeas» –expresión, por cierto, muy kinestésica–. La finalidad está
clara: un orador debe ser consciente de que entre el público va a abarcar
personas de los tres sistemas y que tiene que hablarles a cada uno de ellos
para que todos le comprendan por igual.
Una vez que como oradores sabemos qué sistemas son nuestros preferidos
(primero y segundo), somos conscientes de que, cuando hablemos en
público, el primero nos va a salir de manera natural, y en los otros dos
tenemos que hacer un mayor esfuerzo. Por ejemplo, el presidente de Estados
Unidos, Barack Obama, es kinestésico de primero y auditivo de segundo.
Ello quiere decir que no tiene problemas para transmitir emociones a través
de sus discursos, porque le sale de manera natural. Además, al ser auditivo,
está acostumbrado a saber emplear la voz de manera magistral, subiendo y
bajando el volumen, entonando, modulándola. Por tanto, donde debe hacer
hincapié Obama, y su escritor de discursos como veremos más adelante, es
en el lenguaje visual, de ahí que incluya muchas metáforas visuales en sus
discursos.
¿Cómo se consigue llegar a las personas visuales, auditivas y kinestésicas?
Pues siguiendo las mismas pautas que ellos utilizan. A los visuales, tenemos
que hacerles ver en imágenes, para lo cual podemos utilizar presentaciones
visuales, si es con dibujos y fotos además de texto mejor, el rotafolios o la
pizarra, para apoyar nuestras explicaciones con gráficos y esquemas. A los
auditivos, necesitamos hacerles llegar la información a través de nuestra voz
y para eso es preciso utilizarla de manera adecuada. Subir y bajar la voz,
hacer silencios, pausas e inflexiones, consiguen acceder a los auditivos. Y,
por último, los kinestésicos. Son un público que agradecerá mucho las
anécdotas personales, los cuentos, las metáforas, y todas aquellas
experiencias del orador contadas desde el corazón.
Los profesores de Reino Unido están estudiando ya PNL para aprender a dar
las clases en los tres idiomas ya que si no lo hacen así puede que solo
lleguen a aquellos chavales que son de su mismo sistema representacional.
Se considera que parte del fracaso escolar, o del exceso de niños con falta de
atención, es debido a que el lenguaje que se emplea al hablar con ellos no es
el adecuado.
3.1. Naturalidad
Hace unos años, iba a participar en una mesa redonda en Sevilla. La mesa,
que a pesar del nombre nunca es redonda, estaba situada en una tarima de
más de 25 centímetros de alto, y a mí me tocaba sentarme justo en una
esquina. Como había casi más ponentes que sitio, cuando fui a colocarme
ubiqué fuera de la tarima una de las patas de la silla, con lo cual, en cuanto
traté de sentarme me caí al suelo con gran estrépito. En ese momento, la
reacción del público fue la de reírse ante la circunstancia. Así que eso es lo
primero que oí mientras intentaba alzarme del suelo y levantar mi asiento.
No obstante, la segunda reacción fue la más interesante, cuando me
incorporé y reconocí mi torpeza, el auditorio empatizó conmigo y se
conmovió. Siendo natural subsané el imprevisto.
Me gusta la definición que el diccionario nos proporciona sobre la palabra
naturalidad: «espontaneidad y sencillez en el trato y modo de proceder».
Uno de los problemas habituales de los participantes en mis cursos de
oratoria es la falta de naturalidad. Tomando un café antes de entrar en clase
o sentados en ella todo va bien pero cuando se levantan y se colocan en el
centro del aula para hablar con sus compañeros… «¡Uf! ¡Qué difícil resulta
ser natural!» –dicen–. Yo explico que no hay que ser otra persona cuando te
subes a un escenario, tampoco debes tratar de imitar a nadie, sino ser solo
uno mismo. La espontaneidad y la sencillez que demuestres servirán para
que tu público te vea con naturalidad.
Imaginemos dos profesores. Uno entra en clase cuando todos los alumnos ya
están dentro, lo hace con semblante serio, se sienta en su mesa, prepara sus
papeles, hace un ligero carraspeo y comienza a hablar. El segundo, llega con
tiempo, los alumnos están entrando. Deja sus cosas en la mesa y comienza a
charlar con el primero que se encuentra: «hola, soy fulanito, ¿qué tal el
curso? ¿Estáis contentos?». ¿Cuál de los dos profesores habrá comenzado
con mejor pie? Está claro que el segundo.
La naturalidad es una cualidad fundamental para tener éxito en la oratoria.
De hecho, los mejores oradores del mundo gustan a su público por mostrarse
en el escenario tal y como son. No quieren dirigirse al público desde un atril
o pertrechados detrás de una mesa. Huyen del formalismo, cogen el
micrófono con una mano y sus fichas con la otra, se bajan del estrado y
hablan moviéndose entre el público, interactuando con él. Esa proximidad
física con el auditorio les hace más humanos, espontáneos y naturales.
Esa naturalidad, como en la anécdota de Sevilla, hace que seamos capaces de
resolver cualquier eventualidad porque el auditorio se da cuenta de que eres
humano y de que te puede suceder cualquier incidente, como a los demás.
3.2. Humildad
El 22 de mayo de 2007 disfruté de un buen ejemplo de humildad. El acto
transcurría en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La oradora era la
doctora Jane Goodall, una primatóloga, especialista en chimpancés, que
recibió el premio Príncipe de Asturias en 2003. Goodall es una de las
científicas más importantes de la actualidad y, sin embargo, si hay una
característica que la identifique es la humildad. Yo había tenido ocasión de
hablar con ella en otros foros y siempre me había parecido una mujer
excepcional, sobre todo por su sencillez. Aquella tarde de 2007 ejerció su
influjo sobre los oyentes de una manera muy especial. Más de 400 personas,
en su mayoría gente joven que conocía su historia, habían ido a escucharla.
Con una aparente fragilidad, Jane Goodall se acercó al atril y comenzó su
charla. Empezó como hace siempre, imitando la llamada de los chimpancés
en la distancia. Contemplar a una mujer tan grande, desde el punto de vista
de la ciencia, comunicándose con los oyentes imitando el sonido de los
chimpancés es una experiencia única. La sala estaba en absoluto silencio, y
aquel sonido, que transportaba al rincón más profundo de la selva de
Tanzania, llegaba directo al corazón del público. Su manera de hablar, tan
pausada, transmitiendo una paz que la caracteriza, demostraron tal humildad
que la gente salió de allí encantada.
«Virtud que consiste en el conocimiento de nuestras limitaciones y
debilidades y en obrar de acuerdo con ese conocimiento», dice la Real
Academia Española que es la humildad.
¡Qué absurdos resultan esos oradores que se creen superiores a las personas
que les escuchan! Me gusta indicar en mis clases que cuando hablamos en
público estamos realizando un servicio a los demás. Estamos ahí por ellos,
para darles aquello que vienen a buscar y no para el lucimiento personal del
orador.
Partiendo de la inteligencia emocional y de la PNL no puedo creer ser la
persona que más sabe sobre cualquier tema y, por tanto, necesito la
humildad. Esta me hace reconocer si me he equivocado, decir «no lo sé» si
alguien del auditorio me pregunta algo que desconozco y saber pedir ayuda
si los medios técnicos no funcionan, si le ocurre algo a alguien de la
audiencia o si me caigo en medio del escenario. Tampoco hablo
sentenciando, hablo de lo que creo, de lo que trato de trabajarme cada día,
sabiendo que no soy mejor que nadie en nada.
Esta humildad te ayuda a afrontar cualquier dificultad delante de un público
y a ser comprendido por este como una persona que viene a hacerlos
disfrutar.
3.3. Corazón
Durante su viaje a Londres con el presidente de Estados Unidos, Michelle
Obama, su esposa, participó el 2 de abril de 2009 en un evento en un colegio
de niñas procedentes de minorías étnicas. La primera dama se emocionó al
dirigirse al auditorio femenino y casi deja escapar alguna lágrima. «Todas
vosotras sois joyas preciosas que habéis tocado mi corazón, y es importante
saber que hay chicas como vosotras en todo el mundo». La sensibilidad de
Michelle y el no importarle mostrarlo en público acapararon las portadas de
los medios de comunicación.
Una de las claves de hablar en público ha sido desconocida para mí durante
mucho tiempo y, sin embargo, la estaba aplicando sin saberlo. Siempre
pensé que eran la naturalidad y la humildad lo que hacía que conectara de
manera fácil con cualquier tipo de público. El descubrimiento de la
inteligencia emocional y la PNL me hicieron consciente de que el éxito en
oratoria procede también de hablar desde el corazón.
Vivimos en una cultura que nos ha enseñado que los niños no lloran, la
importancia de qué va a pensar la gente y criticamos si un orador se
emociona en un discurso o si un político lo hace en un acto público. De
hecho, exponer lo que se siente ha sido considerado durante mucho tiempo
como síntoma de debilidad. Por eso muchos de los conferenciantes que
escuchamos no nos transmiten, realizan lo que yo denomino una oratoria sin
corazón.
Por el contrario, saber expresar de forma adecuada las emociones e
integrarlas en una presentación es la manera más sencilla y directa de llegar
a tu público. De hecho, los grandes discursos de la Historia, desde el clásico
«no preguntes qué es lo que América puede hacer por ti» hasta el «yo tuve
un sueño», son discursos que llegan al corazón, que mueven el interior de las
personas que les escuchan. Y son esos textos los que han conmovido al
mundo.
Tratando de acercarse a esa gestión de emociones hoy en día es raro el buen
orador, el gran comunicador, que no incluye en su charla anécdotas
personales, vivencias propias o historias de su vida. Lo hace con un fin muy
claro: acceder al corazón de la gente mostrándose como lo que es, una
persona más.
Por tanto, desnudar nuestro corazón al hablar en público, perder el pudor a
mostrarnos como somos, con nuestras fortalezas y debilidades, nos
humaniza a los ojos del público, que se identifica con nosotros, empatiza y
se solidariza con nuestra charla, facilitando nuestra comunicación.
Las tres claves de la oratoria: naturalidad, humildad y corazón nos ayudan en
nuestra comunicación porque nos permiten, por un lado, ser nosotros
mismos, mostrarnos tan humanos como somos y, por otro, saber salir de
cualquier situación que acontezca cuando hablamos en público.
2
Escribe para hablar
Si contara las veces que me han presentado como Mónica de las Heras en
vez de Mónica Pérez de las Heras serían innumerables. No sé qué ocurre con
mi primer apellido que a la gente se le olvida. Es tan habitual el tema que yo
ya tengo mi comentario preparado y, cuando ocurre, suelo decir: «en
realidad mi apellido es Pérez de las Heras pero como el Pérez es tan
extraño…», con ello consigo que el público sonría y resuelvo la situación.
Además de los discursos, las conferencias o las presentaciones visuales hay
muchas otras ocasiones en las que nos tocará hablar en público. Cualquier
intervención, por breve o sencilla que nos parezca, necesita de igual manera
su preparación. Esta es, como siempre, la clave del éxito.
7.1. Ted.com
Hay también dos opciones estupendas que recomiendo en particular. Por un
lado, la página web www.ted.com. Ted proviene de tecnología,
entretenimiento y diseño (technology, entertainment and design). Este portal
de Internet recoge las mejores conferencias del mundo actual con los
mejores oradores. Creada en 1996 por Chris Anderson, a través de Sapling
Foundation, su objetivo es extender las grandes ideas. Así se denomina su
eslogan: ideas que merece la pena que se difundan (Ideas worth spreading).
Los vídeos de sus conferencias son vistos por millones de personas en el
mundo y son una fuente inagotable de conocimiento sobre muchas materias
así como de la propia forma de contarlas.
En Ted podrás comprobar que hay dos tipos de oradores: importantes
personajes del mundo de la tecnología, la ciencia, el diseño, etc., tal como
dice su nombre; y personas normales y corrientes que tienen una historia que
contar. En cualquiera de los dos casos los vídeos son muy interesantes y se
puede aprender mucho con ellos.
7.2. Toastmasters
Y si te apetece practicar la oratoria y aprender puedes unirte a uno de los
grupos de Toastmasters que hay en España. Esta es una organización no
gubernamental internacional que opera a través de clubs por todo el mundo.
Su objetivo es ayudar a sus miembros a mejorar sus habilidades en
comunicación, oratoria y liderazgo. Fue fundada en 1924 por Ralph C.
Smedley en California, Estados Unidos. Hoy en día la organización cuenta
con más de 250.000 miembros y está presente en 113 países.
4.1. Despegue
A los 16 años fui a un colegio a dar una conferencia de medio ambiente para
niños. Entonces no había PowerPoint ni ordenadores portátiles, sino
proyectores de diapositivas. Había pasado los días anteriores preparando con
minuciosidad el orden exacto de cada diapositiva para que se ajustaran al
guión que había elaborado. Lo había ensayado hasta con los peluches de mi
habitación. Cuando llegué allí, me encontré con un salón de actos atestado
de chavales. Así que fui a colocar el carro de diapositivas para ponerlas en el
proyector y, de repente, el aparato se dio la vuelta y todas las diapositivas
¡zas!, cayeron al suelo. Carcajada general de cientos de niños riéndose al
unísono mientras yo andaba por el suelo recogiendo fotos y colocándolas de
cualquier manera. La charla, que tan preparada tenía, terminó en plan: «aquí
un árbol, aquí una foca, aquí unos críos». ¡Tierra trágame! Esa fue mi
primera experiencia hablando en público.
Lo comentamos ya en la segunda parte de este libro. Al hablar en público,
sea cual sea la presentación que vayamos a hacer, necesitamos un buen
despegue. Algo que nos diferencie del ponente anterior y posterior –que
puede haberlos– y que atraiga la atención del auditorio. Al comenzar una
sesión de hablar en público con la anécdota que has podido leer en el párrafo
anterior, los participantes vencen la tensión que les provoca estar en un sitio
extraño, con personas desconocidas a su alrededor, expectantes ante lo que
allí vaya a suceder. Seamos conscientes de que ir a una conferencia o, más
aún, participar en un curso supone salir de la zona cómoda y eso conlleva
una serie de miedos y ansiedades específicas según la persona.
La anécdota de mis 16 años ayuda al público a relajarse, sonríen, me ven
humana, cometiendo errores como los que pueden perpetrar ellos mismos y,
hasta su fisiología, su postura en la silla cambia. En ese momento, como
orador, notas que ya están despegando contigo.
El despegue puede realizarse de muchas maneras, como ya vimos en la parte
anterior del libro, con un buen inicio, llamativo y sorprendente que te haga
ser diferente. Además, asume que esos primeros minutos son quizá los
únicos en los que todas las personas del público van a estar pendientes de ti.
Después, como no es fácil mantener la atención de todos durante la charla
completa, en un momento u otro siempre habrá alguien que esté pensando en
otra cosa.
Puedes usar la frase contundente para comenzar. Subes al escenario, te
colocas en el centro, postura de neutralidad, miras a tu auditorio y exclamas:
«redondas y crujientes». Nada más. Estas palabras dichas en alto, como si
fueran un titular de prensa, resuenan en toda la sala y consigues llamar la
atención del público. Es posible que ya sepan tu nombre, lo pone en el
programa del III Congreso Gastronómico de Hoyos (Cáceres) y el título de
tu charla: «Cómo conseguir las croquetas perfectas», por lo tanto, repetir tu
nombre –sobre todo si te han presentado– y el título de tu charla son
innecesarios.
Si no te atreves a empezar tan fuerte, siempre podrías decir: «buenos días,
gracias a la organización por haberme invitado a este acto» (silencio).
«Redondas y crujientes» (pausa) y después seguirías con tu alocución.
Además de conseguir captar la atención de tu público y, por tanto, que
despeguen contigo, habrás obtenido mayor seguridad. Los primeros minutos
en el escenario suelen ser los peores en cuanto a nervios y ansiedades, por lo
tanto, si conoces bien tu frase y sabes que funciona saldrás ante tu público
con mayor confianza. El público habrá despegado contigo.
4.2. Aterrizaje
Como dijo Joseph O’Connor, un gran experto en PNL: «la atención es uno de
los bienes más preciados de este mundo, porque ni se compra ni se vende,
solo se presta». Así que muchas gracias a todos por haberme prestado
vuestra atención.
El aterrizaje es la fase de cierre, del discurso, la presentación o la
conferencia. Es el momento en el que vas a terminar de hablar y quieres
conseguir un buen aplauso, un aplauso de corazón.
Imagínate que has conseguido un buen despegue, el vuelo ha ido bien, la
gente está entusiasmada con lo que estás contando y, de repente, dices: «ya
está», «esto es todo lo que os quería contar» o «ya he terminado». Tu
público, que estaba tan feliz contigo, de pronto se ve sorprendido por un
final deslucido, sin fuerza, que es como si el avión cayera de repente, sin
tiempo a realizar un aterrizaje suave. Eso si no te da por callarte dando por
sentado que la gente será consciente de que has terminado, porque puede
ocurrir que no sea así y no te aplauda nadie.
¿Cómo evitamos esto? Lo ideal sería emplear alguna de las fórmulas que
hemos comentado para los inicios: una buena frase, una cita célebre, un
juego, una recapitulación del mensaje principal, etc., como la frase que abre
este epígrafe, pero si no se te ocurre nada así en ese momento, por lo menos
da las gracias. De esa manera el público sabrá que has terminado y podrá
aplaudir.
Hay miles de fórmulas ingeniosas para terminar una presentación, puedes
integrar alguna que hayas visto de otro orador –la mayoría de ellas no son
exclusivas de una persona, sino que se transmiten de uno a otro– y hacerla
tuya. También puedes inventarte algo que te dé un sello personal. Pero, sobre
todo, no dejes que tu público, que ha despegado y volado contigo, se estrelle
contra el suelo por falta de un buen final.
4.3. Vuelo
«Puede que no cambies el mundo con una buena presentación
pero una buena presentación puede cambiar tu mundo».
Garr Reynolds
Ya sabemos hacer que nuestra audiencia despegue con nosotros, abrimos la
exposición con algo llamativo y ya está. También hemos aprendido a
conseguir que aterricen y nos aplaudan al final, pero ¿cómo los mantengo en
vuelo? ¿Qué hago para que su atención no decaiga, para que no miren el
móvil o cotilleen con el de al lado? En este sentido, decía Winston
Churchill: «a mí no me importa que cuando hablo el público mire el reloj, lo
que me importa es que miren el reloj y muevan la muñeca para comprobar
que aún funciona».
Está claro que el vuelo va a depender de muchas cuestiones. Una de las
principales es el tiempo que tengas. Si lo que preparas es un discurso del
ascensor de unos minutos, el inicio casi se junta con el final, con lo cual muy
malo tienes que ser para no hacerlo bien en medio, si tienes los extremos
dominados. La dificultad crece cuando lo que tienes por delante es una hora
de conferencia, tres horas de clase o, incluso, una jornada de un día
completo.
Hace unos meses recibí este comentario de un alumno de uno de mis
talleres: «el otro día conseguiste captar mi atención durante las tres horas, y
que no mirara ni una sola vez la Blackberry. Créeme si te digo que es algo
excepcional y que no ocurre con frecuencia». Esto es lograr que el público
vuele contigo y, cuando lo obtienes, la satisfacción es la mejor recompensa.
Si bien es cierto que el ser humano tiene una capacidad de atención que
asciende y desciende de manera natural, tú como orador debes tratar de
mantenerla el máximo de tiempo posible y, sobre todo, cuando estás
explicando lo más importante de tu charla.
Volviendo al ejemplo del avión y adaptándolo a cualquier tipo de exposición
pública que hagamos, lo ideal no sería alcanzar una altura determinada con
nuestra aeronave y mantenernos ahí, sino avanzar subiendo y bajando como
en una montaña rusa suave. Es decir, empezamos con un buen inicio,
proseguimos con nuestra charla, cuando percibimos que la atención
disminuye –el público nos lo expresa con su lenguaje no verbal–,
sorprendemos con un nuevo inicio, y así hasta que nos corresponda aterrizar.
Todos esos pequeños principios nos permiten desarrollar cada idea y captar
de manera continua la atención de los asistentes. Por supuesto, para ello
necesitamos emplear distintas pautas, por ejemplo: empiezo con una
anécdota, introduzco una cita, hago que el público haga una práctica, levanto
a los participantes para hacer algo especial, suelto un comentario gracioso,
desarrollo una actividad, así hasta el final. ¿Parece agotador? No, no lo es, el
orador solo necesita tener los recursos suficientes dentro de sí como para ir
modificando su charla y evolucionando con el grupo. Por eso, como
establece la PNL, una cosa es lo que pretendemos expresar y otra lo que al
final expresamos.
Se suele decir que es fácil para cualquiera hacer una buena presentación; lo
difícil es que cada una de las presentaciones que hagas sea buena. Eso es lo
que logra un buen orador.
Una de las claves de la seducción en la oratoria es el uso de la voz. ¿Qué es
lo primero que hacemos al llegar a este mundo? La respuesta es llorar, claro
está, es decir, emplear la voz. Sin embargo, a pesar de que la usamos cada
día, no lo hacemos de manera correcta. Hablaremos en su epígrafe
correspondiente de las características que necesitamos para utilizar bien la
voz; no obstante, es interesante destacar qué nos indica la PNL sobre este
tema.
En general, según sea nuestra PNL personal utilizamos una voz más visual,
auditiva o kinestésica. Seguro que recuerdas a alguien que habla muy rápido
o muy lento. También es verdad que cualquiera de nosotros puede cambiar
de registro y, en un momento de su vida, conversar a mayor velocidad o a
menor. Igual sucede con el volumen. Es por ello que el orador debe saber
jugar con su voz, siendo consciente de lo que quiere obtener en cada
momento según su empleo.
Así, un orador que habla ni alto ni bajo, ni rápido ni lento, ejecuta su
discurso de manera uniforme y recurre a lo que se denomina una voz
auditiva. Ahora bien, cuando lo que pretende es referir una anécdota
graciosa, introducir un poco de sentido del humor y obtener la sonrisa de su
auditorio, su voz se torna más alta y más rápida. Piénsalo: ¿cómo cuentas un
chiste? ¿A qué no lo haces despacio? ¿Y una anécdota graciosa que te ha
ocurrido? Sin saber nada de PNL, manejamos de manera inconsciente una
voz visual.
Sin embargo, cuando relatamos algo triste que nos ha sucedido, de lo que
hemos sido testigo o que nos ha tocado el corazón, nuestro volumen baja y
nos ralentizamos. De forma inconsciente aplicamos una voz kinestésica.
Por lo tanto, si sabemos esto y somos conscientes de lo que queremos
obtener de nuestro público en cada momento, podemos jugar con los tres
tipos de voz: auditiva, visual y kinestésica, y llevar a nuestro auditorio a
donde queramos: sonreír, estar atentos o emocionarlos. Cuando relato la
historia de Rómulo –al principio de esta tercera parte–, que tiene un mensaje
que quiero que llegue al corazón de las personas que me escuchan, la narro
sin prisas, moviéndome despacio por el escenario, con un volumen de voz
bajo y haciendo los movimientos con las manos acompasando ese mismo
ritmo. De esta manera me aseguro de que el mensaje llega a la emoción.
Sin embargo, cuando lo que explico es la anécdota de mi primera
experiencia hablando en público, con 16 años, en un colegio –en esta parte
del libro–, el relato es rápido y con volumen alto, consiguiendo la sonrisa de
los asistentes. Por supuesto, si cambiáramos el tipo de voz en cada una de
estas dos historias el resultado no sería el mismo.
Piensa cómo anuncia alguien que le ha tocado la lotería, cómo explica que su
padre ha fallecido y cómo comenta en la oficina el nuevo horario de verano:
usamos los tres tipos de voces de la PNL de manera natural, hasta ahora, de
manera inconsciente.
La magia, la seducción de la oratoria se consigue así, empleando en cada
momento la herramienta más adecuada para lograr que tu público vuele
contigo.
Más aún, según estudios realizados en los inicios de la PNL, los oradores
más carismáticos siguen una pauta específica para enganchar a su audiencia:
empiezan en kinestésico, continúan en auditivo y siguen en visual. Esa es su
manera de comenzar. De hecho, muchos de los grandes discursos de la
Historia siguen esta pauta: K-A-V. Según lo analizado en los buenos
comunicadores, es una espléndida manera de dar inicio a cualquier
presentación.
6.2. Sé flexible
«Hay tres discursos que das siempre:
el que has practicado, el que das
y el que te hubiera gustado dar».
Dale Carnegie
Mantener un buen rapport con el grupo te permite que el curso, la clase, la
conferencia, vaya evolucionando con él, de manera que dos ediciones del
mismo evento no son nunca idénticas puesto que ningún público es igual a
otro. Ahí está la capacidad del orador para proporcionar a cada auditorio lo
que requiere.
Tu charla está pensada según lo que crees que te vas a encontrar, según lo
que te han contado sobre el grupo, según lo que has averiguado antes de ir,
pero la realidad es que solo cuando estés frente a ellos y empieces a hablar te
darás cuenta de lo que necesitan de ti y si lo que estás dando les satisface.
Para conseguir esa flexibilidad necesitas probar cosas, innovar, atreverte a
dar más pasos.
En este libro te proporciono muchas ideas que no hace falta que pongas en
práctica a la vez, nada más terminarlo. Poco a poco, en tu evolución como
orador, serás capaz de ir incluyendo herramientas y trucos que te ofrezco
aquí y muchas otras ideas que puedes conseguir viendo a otros oradores,
leyendo otros libros, viendo vídeos en Internet, etc.
7.2. La sonrisa
¿Recuerdas aquel caso de una chica llamada Rochom P´ngieng que en 2007
fue encontrada en la selva en Camboya donde estuvo perdida durante 19
años? Además de no saber hablar ningún idioma conocido, porque nunca
había estado con ninguna otra persona, no era capaz de tener expresiones
humanas, por la misma razón. Solo imitaba gestos y ruidos de los animales.
Ni siquiera sabía sonreír, un gesto tan habitual que nos puede parecer
increíble que alguien no lo conozca, pero es que es aprendido.
La sonrisa es el comodín espectacular que puede ayudarte a salir de
cualquier situación complicada, no solo en la oratoria, sino en tu vida
personal y profesional. Es un gesto universal, entendido por todo el mundo y
que se transmite con mucha facilidad. Basta colocar una imagen de un bebé
sonriendo en la pantalla para que el público le siga; e incluso no tiene por
qué ser un bebé humano, con una cría de orangután sonriente también
sucede.
He comprobado en mis cursos que hay personas que sonríen al hablar y otras
no. Desconozco por qué se produce ese proceso pero lo cierto es que, si no
nos sale de manera natural en la charla, podemos emplear la sonrisa de
manera consciente. Si algo he aprendido de mis alumnos chinos es que,
pueden hacerlo bien o hacerlo mal, pero siempre terminan su alocución con
una sonrisa.
En ningún caso se trata de forzar una sonrisa que se va a observar como
falsa. Si estás a gusto dando tu conferencia, si estás disfrutando, este gesto te
saldrá de manera natural.
7.3. La postura
«Me llamo Anna y voy a sacar a mi marido de la cárcel». La protagonista de
la serie televisiva La fuga comienza con la rotundidad que da su voz y su
postura cada capítulo de esta serie.
Ya sabemos que la postura adecuada para hablar en público es la de
neutralidad que hemos visto antes: pies clavados al suelo, separación entre
ellos similar a la que hay entre los hombros, piernas preparadas para
flexionar si fuera necesario, tronco recto, manos sueltas a lo largo del cuerpo
y sin nada en ellas.
¿Qué es mejor, hablar de pie o sentado? Depende de ti, de cómo te sientas
más cómodo y de las circunstancias. A veces no podrás elegir, te invitan a
una mesa redonda y todos los participantes van a estar sentados, no tienes
más remedio que estarlo. Si hay un atril y algunos ponentes se van a levantar
a él y otros lo van a hacer desde la mesa, puedes elegir. Hablar desde una
mesa es más fácil para los oradores principiantes puesto que no tienen que
preocuparse de sus piernas. Solo debes encargarte del lenguaje no verbal de
la mitad de tu cuerpo –suponiendo que tus extremidades inferiores no
queden a la vista del público, claro.
Si estás sentado, en general las mesas donde se realizan presentaciones
públicas suelen estar cubiertas con una tela, de manera que no se ven las
piernas, no obstante, conviene fijarse al llegar. Si la mesa no está tapada
deberemos estar sentados con las piernas sin cruzar –ojo las señoras con las
faldas–, con el tronco recto y las manos, por supuesto, por encima de la
mesa.
Si nos toca hablar de pie en un atril, no puede uno apoyarse en él, es preciso
comprobar con antelación que el micrófono está situado de forma adecuada
–si se puede hacer una prueba de micro antes de que empiece a llegar la
gente, mejor–. Además es bueno comprobar que en el atril haya lugar para
colocar una botella de agua, y que accedemos con facilidad al ordenador o a
cualquier otro medio técnico que vayamos a utilizar. Estas cuestiones
parecen básicas y, sin embargo, se producen muchas situaciones
embarazosas por no tener todo esto en cuenta. En una ocasión observé una
rueda de prensa de Pau Gasol, el jugador de baloncesto, en la que tuvo que
hablar de pie en un atril donde los micrófonos estaban colocados para una
persona de estatura media, con lo cual Gasol tuvo que estar todo el acto
agachado para que los periodistas le escucharan. Un micrófono de mano o de
corbata hubiera resuelto una situación que seguro que para el jugador no fue
cómoda. Recuerda que, aunque te puedas sentir cómodo hablando detrás de
él, sé consciente que supone una barrera entre tú y el rapport con tu público.
La mayoría de los grandes oradores saben hablar sentados y de pie, pero
como más disfrutan es cogiendo el micro y moviéndose en el escenario e,
incluso, entre el público, si pueden. Si te sientes con suficiente soltura y te
pueden proporcionar un micrófono de mano, de petaca o de corbata –mejor
estos dos últimos porque te permitirán el movimiento de las manos–,
muévete por el escenario, adueñándote de él. En este caso tus translaciones
deben ser tranquilas, ni rápidas –que mareemos al personal– ni lentas –que
la gente ni siquiera las note–, de manera que el público pueda seguirnos con
facilidad con la mirada. Tampoco deben ser movimientos cíclicos,
repetitivos, como el típico oso polar encerrado en una jaula del zoo. Cuidado
con mover el cuerpo de delante hacia atrás o de un lado a otro de manera
continuada. Solo conseguirás distraer a tu público y que comprueben lo
nervioso que estás.
En cualquiera de los casos que hemos analizado, la postura de la cabeza debe
ser recta, ni inclinada hacia atrás, que daría la sensación de prepotencia, ni
hacia delante, que mostraría timidez o duda.
7.5. La mirada
Vas en el metro tranquilo, mirando a la gente. Tus ojos se van posando sobre
las diferentes personas que te acompañan en el vagón. De repente, tu mirada
se para en alguien que te está observando al mismo tiempo y, ante ese cruce
de miradas violento, ambos la dirigís hacia otro lado de forma apresurada,
como con vergüenza.
La mirada es fundamental en las relaciones humanas y es algo que
compartimos con los animales. Cuando un gorila de montaña de espalda
plateada se pasea por su horda, los demás machos saben que lo que les
corresponde es bajar la mirada ante la suya. Cualquier cruce visual podría
suponer una afrenta de consecuencias impredecibles. También en el cortejo
de muchos animales la mirada es importante, incluida nuestra especie, donde
la primera herramienta para ligar es el uso de nuestros ojos. Si son
correspondidos ahí puede haber una oportunidad.
La mirada significa comunicación y por ello en la oratoria es algo básico:
«si no miro, no me comunico». Un buen orador se caracteriza por ser capaz
de dirigir sus ojos a su público; haciéndolo demuestra seguridad y confianza
en lo que está diciendo. Como dicen: «la confianza es como un músculo,
cuanto más se trabaja más se desarrolla».
A pesar de ello es habitual que veamos malos oradores que están exponiendo
mientras miran al techo, como si un ser superior les dictara la conferencia
desde el aire, o al suelo, o se empeñan en fijarse en la pizarra, el rotafolios o
la pantalla, eludiendo el contacto con la audiencia.
Es muy importante que tomemos conciencia del valor que tienen nuestros
ojos. Cuando miramos a alguien le hacemos constar que estamos con él, que
le consideramos, que nos importa. Por ello es fundamental mirar a los ojos a
las personas a las que hablamos, al igual que cuando hacemos un brindis, por
ejemplo.
Por lo tanto, dependerá de nuestro auditorio, de la cantidad de gente a la que
nos dirijamos, cómo gestionamos nuestra mirada. En general, si el grupo es
pequeño, por ejemplo, si se trata de una clase, miraremos a todos y esto hará
que se sientan partícipes. Si el lugar donde vamos a hablar es un salón de
actos, la regla de la oratoria dice que debemos hacer un barrido con nuestra
mirada en M o W, de manera que con nuestra vista alcancemos a todo el
público. Es evidente que no les estaremos mirando a los ojos a todos, porque
eso es imposible, aunque quien nos vea tendrá la sensación de que le
tenemos presente.
También podemos utilizar otro sistema: ir mirando a los ojos a personas
diferentes cada vez. Para ello es preciso que vayamos eligiendo individuos
sentados en diversas filas, lados, etc., de manera que ningún sector del
auditorio se sienta no mirado. Al seguir esta fórmula es preciso tener
cuidado con no quedarnos observando a alguien de manera fija porque
podemos intimidarle.
En el caso de que haya preguntas, habrá que observar a la persona que
realiza la cuestión, sin embargo, a la hora de responder se deberá mirar al
público en general. Al finalizar nuestra intervención podemos echarle un
vistazo de nuevo para ver si se ha quedado conforme. Esto es de especial
importancia cuando hay cámaras de televisión. En las ruedas de prensa, por
ejemplo, a los políticos o actores novatos se les reconoce porque contestan al
redactor aunque este esté situado en una esquina de la mesa, en vez de mirar
a las cámaras que, sin duda, se habrán colocado en frente de la persona que
va a hablar. Como resultado, encontramos las típicas imágenes en televisión
en las que el político no habla de frente sino de perfil.
Trabajar la mirada, observar los ojos de los demás, es fundamental para que
nuestro mensaje llegue a través de ella.
8.1. La respiración
«Hoy tengo un deseo para todos vosotros. Antes de que salgáis y de que
presionéis el botón de ir para adelante, espero, os pido, que tengáis la
valentía de presionar primero el botón de pausa. Sí, el botón de pausa. Si
queréis aprender algo de mí hoy, recordad, el poder de la pausa. La pausa os
ayuda a pararos un momento y a tomaros un respiro en vuestra vida». Estas
palabras proceden del discurso pronunciado el 11 de mayo de 2012 por
Maria Shriver en la Escuela de Comunicación y Periodismo de la
Universidad del Sur de California. Shriver, exmujer del gobernador y actor
de cine Arnold Schwarzenegger es una gran comunicadora y activista de lo
que ella denomina arquitectos del cambio, defendiendo diferentes causas en
el mundo, entre ellas las de la defensa de los derechos de las mujeres. Este
discurso es un buen ejemplo del uso de la respiración en la oratoria.
¿Desde cuándo respiras? Sí, ya, parece absurda la pregunta pero es que
aunque llevamos toda la vida haciéndolo, en general, no sabemos respirar.
Si te has fijado en cómo los profesores corrigen a los cantantes y los
bailarines que hacen sus pinitos en la televisión, habrás visto que les dicen
en muchas ocasiones que no respiran bien. De hecho, John Smale,
especialista en tratar miedos a hablar en público, afirma sobre este tema:
«aunque parezca extraño, somos el único animal del planeta que no sabe
respirar bien».
A la hora de cantar, bailar o hablar en público, merece la pena que
utilicemos el tipo de respiración más eficiente para la acción que vamos a
llevar a cabo. Hay tres tipos:
• Clavicular o alta. Es la respiración más superficial. Es muy poco eficiente
puesto que el esfuerzo es muy grande y la entrada de aire muy pequeña. Es
la típica de los visuales; al respirar de esta forma necesitan hablar más
rápido.
• Torácica o media. Es la respiración media. Entra más aire que en la
clavicular puesto que se llena la caja torácica, sin embargo, no es
suficiente para poder hablar con libertad. Es la más corriente entre los
auditivos. Les permite hablar a un ritmo normal, ni tan rápido como los
visuales ni tan despacio como los kinestésicos.
• Abdominal o baja. Es la respiración más profunda. El aire entra y llena por
completo el diafragma –por eso se llama también diafragmática– siendo la
que conlleva una mayor eficiencia a la hora de hablar. Nos permite realizar
frases más largas sin pausas, y no daña las cuerdas vocales. Es la
respiración típica de los kinestésicos, que por ello pueden permitirse
hablar más despacio.
Al hablar en público lo lógico es inspirar el aire por la nariz y soltarlo por la
boca a la vez que hablamos. Por tanto, si tenemos más aire acumulado en
nuestro cuerpo, tendremos que hacer menos pausas para inspirar y nuestro
discurso no saldrá entrecortado, dando sensación de control de nuestro
cuerpo y bienestar.
La postura corporal que tengamos al hablar en público nos ayudará a
mantener la respiración abdominal. Estar de pie, con los pies bien plantados
en el suelo, en postura abierta, hará que nuestra voz pueda salir de forma
adecuada de nuestro abdomen sin producirnos daños en las cuerdas vocales.
De hecho, muchos problemas de la voz, como la afonía, se producen por un
mal uso de la respiración.
Aprender a respirar de manera correcta en las intervenciones públicas nos
permitirá también estar más tranquilos y transformar nuestros nervios en
energía positiva para la exposición.
8.2. El volumen
«Yo soy William Wallace», dice Mel Gibson en uno de los discursos más
famosos del cine. La película Braveheart nos muestra la arenga que este
personaje da a sus seguidores antes de entrar en batalla. Y aunque es un buen
ejemplo del uso del volumen en la oratoria, se emplea la ficción
cinematográfica al hacernos creer que la voz de Wallace es escuchada por
todo su público.
Como hemos dicho, la voz es algo muy personal, cada uno tiene la suya y
asumiendo eso, debe sacarle el mayor partido posible. De hecho, cada uno
tiene su propio volumen, el que empleamos con asiduidad en nuestras
conversaciones y, sin embargo, podemos jugar con él para hacer nuestra
charla más amena, para poner énfasis.
Es curioso, cuando hablamos en una conversación normal utilizamos todos
los recursos de la voz (volumen, entonación, silencios, pausas) de manera
inconsciente, apoyándonos en ellos sin ningún pudor. El problema suele
darse cuando hablamos en público y, de repente, los nervios, las ganas de
terminar, lo que sea, hacen que utilicemos en nuestra charla el mismo
volumen todo el tiempo, sin inflexiones de voz, sin silencios ni cambios en
la entonación. Es importante observarse a uno mismo en estas circunstancias
y tomar conciencia de nuestros problemas.
Para practicar con el volumen puedes hacer el siguiente ejercicio: cuando
tengas que pronunciar un discurso, escribe las palabras más importantes en
negrita y, al ensayar, emplea un volumen más alto para ellas. Será una
chuleta que te permitirá acostumbrarte a emplear más o menos volumen
dependiendo de la importancia del momento.
8.3. La vocalización
«Articular con la debida distinción las vocales, consonantes
y sílabas de las palabras para hacer plenamente
inteligible lo que se habla o se canta».
Definición de «vocalizar» del DRAE
Pronunciar con corrección cada palabra de nuestro diccionario parece fácil,
aunque a la hora de la verdad no son muchas las personas que vocalizan con
precisión, con lo cual, se hace difícil su comprensión. Fíjate en los
presentadores de informativos, cómo mueven la boca para hablar. No tienen
prisa, van haciendo su discurso pronunciando cada sílaba, cada letra, con
pulcritud.
Existen muchos ejercicios de vocalización que pueden hacerse, el más
habitual es leer en alto, grabarse y comprobar la grabación, volver a leer, etc.
En casos de vocalización muy escasa se puede realizar el ejercicio de hablar
con un lápiz en la boca, tratando de que se entienda. O, como hacía
Demóstenes, introduciéndose piedras en la boca.
Parece gratuito decir que la vocalización es básica en la oratoria. Si nuestro
lenguaje no verbal es perfecto, el verbal también –lo que queremos
transmitir–, sin embargo, fallamos en la vocalización, y la gente no entiende
lo que decimos, de poco sirve todo lo demás.
8.4. La entonación
El 12 de junio de 2009 la cantante colombiana Shakira realizó un discurso en
la Oxford Union Society, en Inglaterra. Un discurso que se puede contemplar
en Internet y que demuestra el buen uso que hace la cantante del telepronter
y de su entonación, a pesar de hablar en un idioma que no es su lengua
nativa.
Dice la RAE que la entonación es la «modulación de la voz que acompaña a
la secuencia de sonidos del habla, y que puede reflejar diferencias de
sentido, de intención, de emoción y de origen del hablante». Si la
vocalización es importante para que se entienda lo que queremos decir, el
lenguaje verbal, la entonación, es fundamental para que se comprenda la
intención con la que lo decimos. Si yo digo: «me han despedido», la
vocalización sirve para que todo el mundo sepa que ya no estoy en mi
trabajo; aunque la entonación es la que hace que la frase cambie de
intención. Así, no es lo mismo:
–Me han despedido [afirmación].
–¿Me han despedido? [pregunta].
–¡Me han despedido! [exclamación].
Según el uso de la entonación que hagamos, la afirmación, la pregunta y la
exclamación pueden llevar una carga emocional importante de incredulidad,
tristeza, alegría, asco, enfado, miedo, etc.
Por ello, sobre todo si queremos comunicar desde el corazón y con destino al
de los demás, el uso correcto y asiduo de la entonación a la hora de hablar es
básico. ¿Cómo podemos ejercitarlo? Practicando la inclusión de preguntas,
exclamaciones y afirmaciones rotundas en nuestros discursos, y ensayándolo
antes de exponernos ante el público.
9.4. La metáfora
Una joven se acercó a un estanque. En él vivía un grupo de patos y ella
quería alimentarlos. Cuando se encontró con ellos y empezó a repartirles pan
y otras golosinas fue comprobando cómo no todos los animales se
comportaban igual. Había patos que se acercaban a comer de su mano,
algunos incluso hacían aspavientos junto a ella para que les diera comida.
Otros, desde la distancia, esperaban a que el pan llegara hasta donde se
encontraban pero no estaban dispuestos a acercarse. Dentro del agua algunos
patos no se atrevían siquiera a salir de ella y, por supuesto, no pensaban
arrimarse a la joven. Así es la vida, hay gente dispuesta a luchar, otros a
exigir lo que les corresponde, algunos a esperar a ver qué cae, y otros no
tienen el más mínimo interés por arriesgar su estatus.
Mencionamos ya las metáforas en el epígrafe sobre la retórica, y volvemos a
retomarlo aquí porque cada vez se utilizan más en la oratoria. La moda de
contar historias ha provocado la aparición de muchos libros sobre el tema y
que la mayoría de los oradores empleen este tipo de relatos en sus
intervenciones públicas (un buen ejemplo de publicación de este tipo es
Cuentos que mi jefe nunca me contó, de Juan Mateo, publicado por LID
Editorial Empresarial).
Dice la PNL que las metáforas son una herramienta perfecta para llegar al
subconsciente de una manera directa. A través de estas narraciones el orador
puede tratar temas complicados, o encontrar alternativas más sencillas a lo
que queremos decir, haciendo que nuestra mente trabaje encontrando la
relación.
Lo bueno además de las metáforas es que una misma historia se puede
aplicar en muy diferentes contextos. Por ejemplo, la del estanque de los
patos que encabeza este epígrafe, si eres profesor la puedes utilizar para
explicar el distinto interés que tienen los alumnos en la materia que estás
dando; si das una charla ante los trabajadores de una empresa te puede servir
para indicar cómo hay diferentes actitudes entre el personal que pertenece a
ella; si escribes un libro puedes emplearlo para hacer alusión al distinto
interés que los lectores van a tener en él, etc.
Además, cuando cuentas una metáfora cada persona la asimila de una
manera diferente según su mapa, por lo que puede tener multitud de lecturas.
En general, podemos decir que merece la pena utilizarlas en nuestras charlas
por varias razones:
• Llegan muy bien a la gente, ya sean más visuales, auditivos o kinestésicos.
• Nos permiten hacer fáciles realidades complicadas.
• Son recibidos como un alivio por parte de los oyentes.
Las metáforas, como otros tantos recursos, van pasando de boca en boca, de
unas personas a otras. Como te decía en el caso de los inicios y los finales de
los discursos, te aconsejo que te hagas con una buena colección de ellas,
créalas incluso, si te atreves, e introdúcelas en tu lenguaje.